Qué es la economía informal

June 19, 2017 | Autor: Mario Rechy Montiel | Categoría: Economia, Economía, Economia Informal, Marginalidad, La mitad de la economía o más...
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Descripción

Dejando claro las causas de la economía informal, que no es ningún freno al crecimiento I, II, III
Por Mario Rechy Montiel el 6 noviembre, 2013.
12:01 am

Mario Rechy M.
El problema principal de México es el desempleo estructural. Se denomina desempleo estructural al que es resultado de los modelos económicos adoptados, y que no se modifica con políticas de corto plazo, sino que sólo puede superarse si se abordan las causas históricas que lo generaron, y si se instrumentan las acciones y programas correctivos en lo económico, lo administrativo y lo político.
Tiene lugar en estos días una importante reunión de supuestos expertos convocada por el Banorte. Digo supuestos, porque si bien asisten y exponen reconocidos economistas, como Paul Krugman, lo hacen al lado de charlatanes. Y digo charlatanes porque quien plantea que la economía informal retrasa el crecimiento de nuestra economía, no pasa de palitos en su saber teórico. Comentaremos en esta columna el tema de la informalidad, y hasta donde tengamos acceso también lo expuesto en ese foro por parte de sus expositores.
Resulta por ello indispensable dejar claros los conceptos fundamentales sobre las causas de la economía informal, que van aunados al desempleo, pero que son parte del fundamento de la economía exitosa, los grandes índices de acumulación de capital, y hasta de la competitividad de las grandes empresas.
La incapacidad de la economía para generar fuentes permanentes de ingreso, no sólo para el millón trecientos mil mexicanos que se incorporan cada año a la población económicamente activa[1], sino para los millones de mexicanos que se han visto forzados a emigrar en busca de un sustento, y de los muchos cientos de miles que sobreviven en la economía informal o irregular, sin las oportunidades que tienen los mexicanos de las empresas formalmente establecidas, sin las prestaciones de ley, y sin ingresos estables y que permitan la satisfacción de las necesidades básicas, todo ello constituye el origen de la economía informal.
Y qué bueno que existe. Imaginen ustedes si nuestros conciudadanos no se hubieran puesto truchas para econtrar una actividad con ingresos en medio de un sistema económico que no les ha brindado oportunidad alguna. Es cien veces mejores la informalidad que la inanición.
México es un país diverso, es decir, donde coexisten varias formas de producir y de comercializar. El país es cruzado de norte a sur y de lado a lado por empresas modernas que se rijen por una lógica de negocio y competencia y, al mismo tiempo, por unidades de producción artesanal, campesina o familiar, con una lógica distinta, caracterizada por la producción de satisfactores o bienes que no necesariamente son competitivos, pero sí necesarios. La diversidad de nuestra economía también tiene que ver con la geografía, el clima y los recursos disponibles en cada latitud y altitud. Tenemos así una agricultura intensiva en las grandes llanuras del norte –sobretodo en las partes irrigadas–, y una agricultura empresarial, de plantación, en los litorales del trópico. Pero al mismo tiempo, los productores que no persiguen competir ni obtener ganancias con sus cosechas y su trabajo, se mantienen en medio de la actividad empresarial; es decir, en sus intersticios o sus fronteras.
En el terreno industrial la diversidad se repite. Tenemos grandes empresas, con tecnologías de punta y con economías de escala. Al mismo tiempo que la mayor parte del empleo de transformación lo brindan las microempresas y las pequeñas empresas. Entre todas estas, menos del seis por ciento está orientada a la exportación, y el resto produce para un mercado interno que viene contrayéndose de manera continua desde hace varios lustros; con todas las implicaciones que ello representa.
También en el sector industrial hay unidades capaces de la más formidable competencia, y empresas que no cumplen condiciones de productividad global, o que no aspiran a vender en los mercados globales.
Esta realidad exige una política y una estrategia de desarrollo que responda a la diversidad, y que ofrezca horizontes de mejoría a todos, y no solo a los modernos o globales. Es decir, que la primera premisa de la que debemos partir al formular Planes y Programas gubernamentales, y al describir o caracterizar nuestra realidad económica, es de esa diversidad como orígen de nuestra reflexión y como destino de nuestras propuestas, pues no es posible instrumentar una política pública única o uniforme, ni condenar la informalidad que es producto directo de las políticas vigentes. Se requiere una política diversificada, tal y como son la economía y la sociedad mexicanas.
 
La industria moderna, de punta, en la competencia
Apenas algo más del 5% del total de las empresas utilizan alta tecnología y compiten exitosamente en el mercado. Cierto es que su aportación a las cuentas nacionales es significativo, pues contribuyen con un monto importante de riqueza, medida en valor total. Sin embargo hay muchas cosas que deberíamos ver en el desempeño de una empresa o rama de empresas, además del valor de su producción. Telmex es una empresa en expansión y con resultados notables; pero sus utilidades no son del todo el resultado de su tecnología ni de su productividad, sino más bien del monopolio que ejerce sobre la red principal del servicio, de la ley restrictiva que le otorga ventajas y privilegios, y de las altas cuotas que cobra a sus usuarios. Pemex, en el otro extremo, también es una empresa exitosa. Tan exitosa que representa el flujo de efectivo más constante y cuantioso de la administración pública (alrededor del 30% del ingreso) –mediante las imposiciones fiscales de que es objeto. Sin embargo la gasolina es más cara en México que en el país vecino, a pesar de que se trata a menudo del mismo petróleo. Somos competitivos en la producción de coches, y en el armado de computadoras, o en la producción de jitomate y ajo. Sin embargo, nuestras ramas competitivas son tan intensivas en el uso de tecnología, que esa globalidad se ha dado sobre la base de la sustitución de mano de obra. Y es la incapacidad para ofrecer empleo a esa mano de obra la que gesta la informalidad.
Viendo el fenómeno en su sentido más general, deberíamos celebrar que hoy unos cuantos trabajadores produzcan una riqueza que antes era el resultado de jornadas más largas y ejércitos de trabajadores más grandes. Pero no hemos liberado a nadie del esfuerzo productivo, sino que simplemente se les ha dado las gracias, se les ha dejado sin un ingreso que antes tenían, y se ha reducido el monto relativo pagado en salarios –es decir la masa salarial. La reducción relativa de esta masa salarial se ha convertido en un mercado más chico, con su correspondiente contracción en las ventas de bienes que antes consumían esos trabajadores.
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Dejando muy claro lo que es la economía informal II/III
Por Mario Rechy Montiel el 7 noviembre, 2013.
12:01 am

Mario Rechy M.
Ya explicamos que la opción por la informalidad no se da porque la gente lo prefiera, sino porque el sistema económico no ofrece suficientes opciones para incorporarse a la economía más moderna, o con mejores condiciones.
Nadie en su sano juicio prefiere inventar una actividad informal, generando su propio ingreso, pagando su propia seguridad social –si es que alcanza a hacerlo–, sin derecho a pensión alguna, y en ramas de la economía con menor rentabilidad, o con la misma pero con menores ingresos. Pues en ocasiones producen bienes de la misma calidad, pero sus precios son menores. Los talleres mecánicos, por ejemplo, son siempre mejor opción a la agencia, cuando la garantía ha terminado. Es el sistema el que ha creado una dinámica en la que solamente unas cuantas empresas pueden ser competitivas, un grupo todavía menor alcanza los estándares internacionales para exportar, y la gran mayoría está condenada a competir en el mercado interno o a producir –calladito callando– para la economía formal. Vivimos en un sistema que ha inventado el mito de la competitividad generalizada y la globalidad, cuando esta competitividad solamente la cumple un porcentaje ínfimo, y cuando la relación con la globalidad arroja ya cifras claramente desfavorables en la balanza comercial. ¡Que nos concedan los subsidios y créditos que le dieron a Slim y podremos levantar otros consorcios comparables!
Un avezado economista del diario El Financiero, ha documentado recientemente que en los Criterios Generales de Política Económica más recientes, se reconoce que (acorde con información del INEGI) las empresas con menos de 10 empleados concentran alrededor de 60 por ciento del empleo total de la economía. Y que "las MIPYMES (micro, pequeñas y medianas empresas) son de gran importancia para el desarrollo nacional ya que representan más del 30 por ciento de la Producción Bruta Total y generan más del 70 por ciento de los empleos en el país."
Y al mismo tiempo, desmiente con cifras que la industria exportadora sea la fuente de la prosperidad, pues si descontamos las exportaciones de petróleo, pues no es mérito tecnológico ni de desarrollo el exportar crudo, en 2012 no tuvimos un déficit en la balanza comercial de apenas -45.80 millones de dólares, como pretende el discurso oficial, ya que la realidad manufacturera muestra una situación muy diferente, pues si eliminamos las exportaciones e importaciones de productos petroleros de la balanza comercial, entonces vemos que México tuvo en realidad en 2012 un déficit de -11.798 mmdd. "Y lo mismo sucede en los primeros ocho meses de 2013, ya que si bien en el periodo tenemos formalmente un déficit en la balanza comercial de -3.535 mmdd, a la hora que sustraemos los productos petroleros nos encontramos con un déficit de -8.201 mmdd en tan sólo ocho meses." (Alejandro Gómez Tamez –El Financiero. Lunes, 28 de Octubre de 2013). Así que la supuesta economía formal sale muy mal parada cuando hacemos cuentas de a de veras.
Pero los supuestos líderes de la economía y el empresariado, en lugar de preguntarse por las limitaciones estructurales de nuestra economía para su buen desempeño en un mercado irrestricto, y en vez de admitir que la diversidad de los organismos económicos exige una estrategia que conceda tratamiento y fomento diferenciado a los sectores y subsectores de nuestra economía, prefiere insistir en la salida ideológica de echarle la culpa a la informalidad por no contribuir a los índices del producto nacional y a los aumentos en las exportaciones.
Sin embargo algunos economistas, como Macario Schettino, han demostrado que gracias a la llamada economía informal es que se sostiene la economía nacional. No porque sea preferible, sino simplemente porque gracias a ella se han generado los empleos, y se contribuye al producto, aunque no esté contabilizado en las cuentas nacionales, pues aun así es la única alternativa para que la población no caiga en la hambruna y en el desempleo abierto, cuando no puede emigrar como bracero.
México se caracteriza por una población imaginativa, llena de creatividad e ingenio popular. Ese carácter se expresó y retrataba en las muchas iniciativas de origen artesanal, y en los talleres que desde la segunda década del siglo pasado abrieron en todas las urbes y concentraciones demográficas. Sin embargo el estado nunca tuvo una política de aliento a la empresa familiar ni a los talleres. Herrerías, carpinterías, obrajes de plomo, tarreres para afilar herramientas, de torno, de cuero, textiles y costura, y muchos otros, iniciaron una curva natural de ascenso y reproducción. Pero la ausencia de una visión de país y el desconocimiento de los proceso de integración industrial, y de crecimiento de las cadenas productivas, descuidó estas empresas tempranas. El régimen fiscal las ahorcó, y las imposiciones demagógicas para obligarlas a adoptar el modelo del Seguro Social fueron su epitafio y el boleto para Tijuana.
De alguna manera, decir taller y decir micro han querido decir, desde entonces, irregularidad y navegar contra corriente. Aunque las cadenas productivas de la parte desarrollada o competitiva descanzan en alguna medida en estos talleres y artesanos. En el armado de Mercedes Benz, por citar un ejemplo de lo más sofisticado, se utiliza una pasta de la cáscara de coco que limpian, aplanan y moldean grupos de artesanos de la costa para confeccionar las cabeceras de los asientos. Y esos artesanos son "economía informal". En la fabricación de telas para el forrado de los asientos de coches de varias marcas participan artesanos de maquila y de trabajo domiciliario. Toda una cadena de armado de la más sofisticada tecnología cibernética se alimenta de la fabricación clandestina de software. Me ha tocado ser testigo de que en exposiciones industriales donde se exhibe maquinaria que emplea complicados softwares, la maquinaria se vende sin los programas, porque –según dicen los mismos dealers de ventas—"para qué traer software al paraíso de la piratería cibernética". Sin la economía informal, las altas tasas de utilidad de la economía formal se desvanecerían.
La modernidad avanza aplastando a los pequeños talleres y subcontratando a sus operarios en empresas menores que franquean las fronteras de lo grande y permanecen en la esfera familiar o micro. Sin embargo a estas empresas no se les reconoce capacidad de crédito, ni se les impulsa a crecer, por más que los programas se multipliquen para la pequeña y la mediana industria. El grueso de los recursos sigue moviéndose en los canales de las grandes inversiones.
Las microempresas y pequeñas empresas, sobre todo las de la economía informal, representan y generan, sin embargo, el mayor número de empleos, y son quienes realmente distribuyen la masa salarial entre la población ocupada y subocupada. Pero no tienen horizontes de regularización de su planta. Funcionan sin los beneficios de la ley federal del trabajo, y carecen de organizaciones laborales.
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Dejando muy claro lo que es la economía informal III/III
Por Mario Rechy Montiel

Pues habíamos afilado los cuchillos y practicado el tiro de precisión en lo que leíamos o escuchábamos a los anunciados especialistas que iban a tomar la palabra en la Segunda Sesión del Consejo Directivo de Banorte, celebrado los días 6 y 7 de este mes. Guillermo Ortíz había mencionado entre los temas el de la economía informal. Pero no encontramos ni una palabra sobre esta cuestión en las notas de prensa. Sin embargo, habíamos adelantado ya dos entregas sobre el punto, y redondearemos entonces nuestra posición al respecto.
En nuestras entregas anteriores subrayamos la descripción que ilustraba por qué la llamada economía informal era parte de la economía necesaria, y cómo muchas veces desempeña funciones, o juega un papel, que esa economía formal no puede o no quiere asumir. Pero avanzando en la misma dirección, comentamos ahora que el apelativo, o mejor dicho el término descalificador, le ha sido aplicado a ese sector de nuestra economía, que representa alrededor del cincuenta por ciento del producto nacional, y que genera cuando menos la mitad del empleo, porque se supone que no realiza o paga contribuciones fiscales. Esto es cierto. Sin embargo, si por no pagar impuestos se ha ganado el mote, deberíamos haber incluido a las operaciones especulativas, a todas las operaciones de la bolsa de valores, y a la percepción de bonos fuera de salario por parte de los funcionarios públicos y los ejecutivos, como economía informal. Pero más aún, si lo que calificáramos o tomáramos en cuenta para aplicarle el mote es que no contribuyen con bienes o aumentando la riqueza, entonces sí que tendría un lugar más destacado el conjunto de operaciones en bolsa, pues de lo que se compra en bolsa sólo una porción menor va a emisión primaria, o sea a inversión efectiva, y la mayor parte de las transacciones son simples apuestas por el alza o caída de los precios de acciones. El noventa por ciento de las compras, o más, se cancela antes de que los apostadores se hagan con la propiedad del bien. Y hasta antes de la reciente reforma fiscal no pagaban un solo centavo por sus operaciones. Pero eso sí, todo lo que ahí se compra y vende es mañosamente contabilizado como parte de la economía formal, y hasta como contribución al Producto Interno Bruto. Sintomático es que Luis Téllez, el director de la Bolsa de Valores, haya dicho que la reforma fiscal no afectó absolutamente en nada las operaciones que ahí se realizan. Si un diezmo a las utilidades no les afecta, pues deberíamos tasarlos con más.
Como el lector comprenderá, eso de las cuentas nacionales está sumamente sesgado por criterios ideológicos, es decir, por el uso de conceptos que pintan bien lo que contribuya a incrementar el valor, aunque nada signifique ese valor en bienes materiales, y solo genere acumulación de capital para los doscientos mil ciudadanos o personas morales que cotizan y realizan operaciones en bolsa, donde se concentra la mitad de la supuesta riqueza nacional. Desde luego que esa acumulación de capital les representa una capacidad de compra. Pero sin haber producido nada.
Así, ciudadanos, que cuando vean pasar por la calle un vehículo blindado, de esos que tienen los vidrios oscuros, al frente del cual vaya un chofer, y atrás no se vea quien es transportado; o maneje un joven ejecutivo, que no podría explicar la sana fuente de ingresos que le permite rodar sobre un millón o millón y medio de pesos, entiendan que va montado en la economía informal.
Y cuando volteen la vista hacia los miles de changarros, puestos de banqueta, garnacherías, talleres mecánicos, o talleres clandestinos de todo género de confecciones (desde zapatos, hasta piezas de automóvil o partes de la industria cibernética), véanlos como parte de la economía que genera empleos, los únicos a los que esos ciudadanos tienen acceso, pero producen bienes y servicios necesarios. Tan necesarios que funcionan, se sostienen, y mantienen a la mitad de la población económicamente activa. Aunque no los contabilicen en las cuentas nacionales, y aunque gente como Guillermo Ortíz los culpe del bajo ritmo de crecimiento de la economía.
Y si ustedes creen que esa "informalidad" debiera transitar a condiciones más modernas, salubres, bonitas, regulares, piensen que por lo pronto solo disponen del financiamiento de sus propios ahorros, y del financiamiento de la usura o de las cooperativas de ahorro y préstamo. No es casual que las cooperativas, esas que viene combatiendo hoy el subsecretario Fernando Aportela –y a los que les quiere cargar el IVA--, han reunido un capital social que sobrepasa los ochenta mil millones de pesos y son, casi exclusivamente, la fuente principal de financiamiento de la economía familiar del país. Piensen también que los programas públicos otorgan preferencia a los supuestos comerciantes formales, como Carghil, Monsanto, o los bancos privados –casi todos extranjeros—a quienes fondean a través del Banco de México, de sus fideicomisos, y de la Financiera Rural. Piensen ustedes que no existe la banca de fomento, y que hace tiempo que la banca de desarrollo sólo le presta a quien tiene dinero, garantías y formalidad, y no a quien requiere capital de riesgo y apoyos.
Piensen ustedes, conciudadanos, que el gobierno, y el Estado, carecen de una política de desarrollo, aunque hayan publicado un Plan Nacional, donde por ningún lado se aborda el problema para generar un número anual de empleos, y se deja todo en cómo conservar la tasa de crecimiento.
La reunión en la que esperábamos se trataran estas cuestiones lamentablemente no parece haberlas tratado. Lo que sí se abordó fue el asunto de las llamadas reformas estructurales. Empezando por PEMEX, a propósito de lo cual hasta Krugman se pronunció por abrirla a la inversión extranjera.
Leemos a Paul Krugman con respeto y tratando de entender su enfoque. Pero no por tener pedigrí de Nobel nos convence. Asumiendo un tono de realismo económico fatalista, dijo que si ya nos hemos abierto económicamente en los otros renglones, y si México depende tanto de Estados Unidos, ¿por qué mantener aparte la energía, cuando podríamos impulsarla más si fuera con apoyo de los que ya controlan el resto?
La verdad me pareció decepcionante, porque gringo al fin, habló como vocero de los intereses de su país, y no como crítico del neoliberalismo que esperábamos oír. Pero el foro también sirvió para que nos enteráramos de que los contratos que se pretende abrir al capital privado, son de tres tipos. Y en la Reforma Constitucional que se ha conocido en el poder legislativo sólo se ha incluido a la primera de estas tres modalidades.
La modalidad de conservar la propiedad del subsuelo y los productos que de él se extraigan, sólo concede asociación para sacar el crudo. Pero la siguiente concede derechos sobre la utilidad que se obtenga de la extracción. Y la tercera, que es en aguas profundas, esa de plano equivale a una copropiedad. No lo descalifico, me espero a conocer a detalle la propuesta. Pero hago notar que la estrategia seguida parece abrir la información primero a los extranjeros, a los potenciales inversionistas, y luego a los mexicanos.
[email protected]


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