Puerto Rico: Política exterior sin estado soberano

August 1, 2017 | Autor: Javier Colón Morera | Categoría: International Relations, Postcolonial Studies, Colonialism, Puerto Rico, Puerto Rican Studies
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Descripción

Puerto Rico: política exterior sin estado soberano por Javier Colón Morera | 26 de Septiembre de 2014

José Figueres, presidente de Costa Rica, Luis Muñoz Marín, gobernador de Puerto Rico y Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela, integrantes de la llamada “Izquierda Democrática”. Texto leído por el autor en ocasión de la presentación del libro Puerto Rico: Política exterior sin estado soberano 1946-1964, el pasado 25 de septiembre en el Centro de Estudios Avanzados y del Caribe, en San Juan.

L

a reciente publicación por Ediciones Callejón de Puerto Rico: Política Exterior sin estado

soberano, 1946-1964, de la investigadora Evelyn Vélez, representa una adición valiosa a la bibliografía sobre las relaciones políticas entre Puerto Rico y Estados Unidos y la relación de Puerto Rico con países y partidos en la región, mientras contribuye significativamente a la comprensión de un periodo crítico en la historia política contemporánea de la Isla y de su contexto caribeño y latinoamericano. Libros como éste marcan un antes y un después. A base de su rica y diversa base documental, el libro produce nuevo conocimiento y obliga a repensar premisas largamente aceptadas que no siempre han sido sustentadas por un adecuado proceso de investigación y análisis histórico previo. El libro está sólidamente respaldado por una amplia gama de documentos obtenidos dentro y fuera de la Isla, que le tomó años a la profesora Vélez descubrir, clasificar y analizar. Con ellos

se pueden identificar y estudiar dinámicas inexploradas de lo que constituyó un esfuerzo de definir, desde Puerto Rico, una política internacional propia. Este es uno de esos libros que abre camino para nuevas investigaciones porque su ruta de trabajo deja sobre el tapete nuevas preguntas. En el “corazón” del libro hay una aguda reflexión histórica sobre las dificultades y retos que ha implicado para Puerto Rico el alcanzar, mediante negociación y otros mecanismos, un estatus internacional de autonomía que le provea la capacidad para una inserción propia en el mundo. Este sigue siendo un tema central del siglo XXI puertorriqueño y no es posible acometerlo sin pasar balance sobre lo ya hecho en el siglo XX. De ahí la enorme pertinencia de este texto. Puerto Rico es, de acuerdo a la autora, una nación sin estado que ha logrado avances extraordinarios en la preservación de su cultura nacional pero sólo ha logrado una autonomía relativa en la conducción de sus relaciones internacionales. No obstante sus diferencias con el popularismo, la autora aprecia y resalta que el liderato del partido y del gobierno durante este periodo manifestara muchas veces una voluntad política autónoma para actuaren defensa de lo que concebían era mejor para la Isla. En este sentido, y aunque parezca paradójico, la autora le imprime una narrativa que es, a la vez, crítica y, en cierto modo, también empática. En momentos en que parece ya lugar común favorecer la adopción de un nuevo modelo de desarrollo integral para Puerto Rico, y cuando se subraya, con mucha razón, la necesidad de que tal nueva estrategia incluya, forzosamente, la inserción internacional de Puerto Rico en dinámicas propias de la llamada globalización, resulta indispensable mirar desapasionadamente estos esfuerzos que realizó el Partido Popular Democrático y el Gobierno de Puerto Rico, desde mediados del siglo pasado, dirigidos a impulsar iniciativas en el ámbito internacional. El hecho de que el PPD fuera hegemónico electoralmente durante todo el periodo y la política internacional respondiera, en medida considerable, al liderato personal que Muñoz Marín como Gobernador y Arturo Morales Carrión como subsecretario de Estado, le ha permitido a Vélez seguirle la pista a las mutaciones diversas que sufrió este esfuerzo internacional y provee, por primera vez, un balance de conjunto sobre las mismas. Esto no es poca cosa. El libro, en este sentido, no puede haber sido publicado más oportunamente. Deben examinarlo especialmente todos aquellos que han llegado al convencimiento de que Puerto Rico no va a poder salir de su atolladero presente sin una visión y acción decisiva en el ámbito internacional. Aquí se documenta, por ejemplo, la continua resistencia del Departamento de Estado de EEUU de permitirle al ELA expandir su presencia autónoma en organismos tales como la UNESCO frente a gestiones directas del PPD. Las objeciones de sectores conservadores en EEUU a que el ELA pudiera tener voz propia en organismos en que EEUU también participa sigue siendo, hasta nuestros días, una camisa de fuerza que limita nuestro desarrollo político, económico y social. Aunque muchos insisten en ver este problema desde una perspectiva partidista y sectaria, la realidad es que es un asunto que limita la calidad de vida de todos y todas y debería generar acciones consensuales correspondientes. Aquí hay claves importantes tanto de los límites legales, institucionales y políticos de tal gestión así como de las oportunidades aún inexploradas. La diplomacia llevada a cabo durante este periodo incluyó la participación de Puerto Rico en organismos regionales; el entrenamiento en la Isla de cientos de funcionarios de todo el mundo bajo el programa del llamado Punto Cuarto del

Gobierno de EEUU; en el caso de Muñoz Marín y de Arturo Morales Carrión, principalmente, el cultivo de relaciones personales con varios líderes latinoamericanos y de EEUU; la inserción misma de allegados del PPD a las estructuras de poder del Gobierno de EEUU y la creación de mecanismos propios de inteligencia política como recurso de auto preservación. La inserción del PPD, y el Gobierno de Puerto Rico, en las relaciones internacionales tuvo también motivaciones diversas: por un lado se trató del liderato de un nuevo agrupamiento políticoque vio en este plano internacional una oportunidad de posicionar a Puerto Rico como un actor autónomo especialmente en la región del Caribe y América Latina. Los populares, plantea la autora, conocían desde el comienzo, muy bien y de primera mano, las limitaciones coloniales a que se enfrentaban y vieron en la expansión de su presencia internacional una forma de expandir el muy limitado ámbito de autonomía de Puerto Rico. La visión era la de un Puerto Rico generando, por su propia cuenta, activos importantes como aliado de Estados Unidos en el escenario internacional para lograr, luego, la expansión de gobiernos de signo socialdemócrata en el Caribe y América Latina. Las gestiones del liderato de Puerto Rico se ubican, inicialmente, en 1946, seis años antes de la creación del ELA y antes de la intensificación de lo que se conocería luego como la Guerra Fría. Uno de esos esfuerzos autónomos que el libro discute en detalle es la creación de la Comisión del Caribe luego de la creación del ELA. La élite del PPD trabajó intensamente por una Comisión gobernada por los países de la región sin el dominio de los gobiernos imperiales. El plan propuesto por el PPD reveló, sin embargo, las contradicciones de una región heterogénea en donde los demás países de la región vieron con sospecha el nuevo protagonismo de la Isla en asuntos internacionales en un contexto regional donde distintos modelos de control colonial coexistían. En el caso de la Guerra Fría, el surgimiento de este conflicto dominante entre EEUU y la URRS fue visto luego como una oportunidad de mercadear un modelo de desarrollo político y económico de alianza estrecha con EEUU. En el proceso, sin embargo, la élite del PPD buscó al mismo tiempo solidificar la presencia internacional del ELA para crear una política de “hechos consumados” que produjera una expansión de la limitada autonomía alcanzada en el proceso de 1952 y que culminó en 1953 en el reconocimiento internacional del ELA mediante la Resolución 748. Como sabemos esta estrategia no logró producir el resultado de un ELA fortalecido en su capacidad institucional de participar en las relaciones internacionales pero, al mismo tiempo, dejó abiertas posibilidades de acción aún inéditas. Ello no impidió, sin embargo, que Morales Carrión le imprimiera un liderato fuerte a las relaciones internacionales desde el Departamento de Estado mientras Roberto Sánchez Vilella cumplía una función muy parecida a la de un vicegobernador. El que lea este libro con expectativas de encontrar juicios moralistas o pleitesías mesiánicas, se decepcionará. La profesora Vélez hace un intento honesto, y exitoso desde mi perspectiva, de llegar a las conclusiones que el amplio trasfondo documental examinado le permita. Una de las fortalezas del libro es que, con los datos provistos por ella, se puede tener ahora una discusión más informada sobre el asunto sobre el tema central de si, en efecto, Puerto Rico pudo articular o no una política internacional propia durante este periodo. Hay múltiples instancias en donde esa premisa se puede poner a prueba en el libro y es comprensible que personas razonables lleguen a

conclusiones disímiles. En relación a la Revolución Cubana, por ejemplo, es claro que Muñoz Marín hizo un esfuerzo enorme por no aparecer descalificando la radicalización de dicho proceso pero llegó un punto en que terminó censurando duramente la revolución socialista. En esa paradoja entre oportunidades perdidas y acciones eminentemente pragmáticas se mueve este interesante libro. La profesora Vélez defiende la existencia de una autonomía relativa del Puerto Rico a base de una definición de las relaciones internacionales que enfatiza la existencia de actitudes compartidas entre la élite que dominaba las acciones del PPD en su dimensión internacional y que puso en marcha iniciativas propias que eran diferenciables, o chocaban abiertamente con la política oficial del gobierno de EEUU. Vélez documenta muy bien, por ejemplo, como Muñoz y el PPD articularon una férrea defensa de la llamada “izquierda democrática” aún en momentos en que los centros de poder en EEUU se movían en dirección de respaldar los gobiernos aliados a su política imperial sin importar su récord de violaciones constantes a los derechos humanos. Hay que recordar que no es hasta la llegada de James Carter a la Presidencia de EEUU que el tema del respeto a los derechos humanos fue un asunto de alguna prioridad para los hacedores de política pública de Estados Unidos. Estas contradicciones, como bien apunta Jorge Rodríguez Beruff en su prólogo, se agudizan con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 por el efecto de la polarización intensa que dicho evento provocó en la región y en el mundo.

No hay duda de que en el libro se muestran incidentes concretos en donde la diplomacia de sectores oficiales de EEUU y el PPD caminan por senderos de abierta tensión y conflicto. Tal es el caso, por ejemplo, de los múltiples esfuerzos del liderato del PPD de que los intereses de EEUU en la región debían protegerse mediante gobiernos de factura democrática alejados de los modelos dictatoriales de los Somoza en Nicaragua, los Trujillo en República Dominicana y los Pérez Jiménez en Venezuela, para citar algunos casos decisivos.

En varias instancias se muestran documentos internos confidenciales del PPD y del Gobierno del ELA que describen la conducta del liderato del PPD en el plano internacional que parecía tomar ventaja de la existencia de criterios divergentes al interior de los centros de poder norteamericanos. El libro también es útil al describir que el gobierno de EEUU no es homogéneo y que existen adentro de él fisuras propias de un pluralismo institucional muy agudo. Su análisis sobre la función de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) es controvertible y sugestivo. Tales fisuras al interior de EEUU resultarían obvias luego al darse a conocer el tortuoso proceso que llevó a la administración Kennedy a evadir un conflicto nuclear en Cuba durante la Crisis del Caribe de 1962. Para el especialista del estudio de relaciones internacionales, por tanto, van a resultar particularmente sugestivas las divergencias que se insinúan entre, por ejemplo, el Departamento de Estado de EEUU y la Agencia Central de Inteligencia sobre la estrategia en que se debía implantar en América Latina y el Caribe en relación al surgimiento de la llamada izquierda democrática. Este es un área, sin embargo, que podría ser objeto de un examen más minucioso en el futuro. Para aquellos interesados en la figura de Luis Muñoz Marín, el libro ofrece una mirada crítica y reflexiva que ayuda a acercarnos a una dimensión de su liderato regional que suele ser subestimado al analizar la figura en su dimensión total. El libro tiende a confirmar la apreciación del estudioso de las relaciones internacionales de Puerto Rico, Efraín Vázquez Vera, de que una parte importante del esfuerzo internacional del periodo corresponde a una política personal de Muñoz Marín. Ello queda confirmado en la descripción minuciosa y el análisis de las relaciones estrechas de Muñoz con José Figueres Ferrer en Costa Rica y Rómulo Betancourt en Venezuela. Resulta revelador, por ejemplo, que Muñoz le haya solicitado a Figueres que intercediera por la excarcelación de Pedro Albizu Campos con vistas a colocar el asunto en un plano interamericano. La descripción de las contradicciones creadas por la presencia de Rómulo Betancourt cuando residió en Dorado por espacio de dos años y antes de asumir la presidencia de Venezuela son especialmente reveladoras de las contradicciones del periodo. Observar a las agencias de seguridad entrevistando en Puerto Rico a un invitado del Gobierno de Puerto Rico a instancia de sus detractores derechistas en América Latina revela mucho del cuadro de contradicciones enormes por las que tuvo que navegar Muñoz y el liderato del PPD durante este periodo. Observar, por ejemplo, a Muñoz Marín preocupado y actuando, personalmente, para asegurarse de que se le proveyera a Betancourt un arma para que éste pudiera proteger su vida frente a un posible atentado de la derecha terrorista es muy revelador. Junto a las recientes investigaciones sobre Roberto Sánchez Vilella, Arturo Morales Carrión y el proyecto en curso de publicaciones sobre la Segunda Guerra Mundial de Rodríguez Beruff y Fresneda este libro contribuye a definir un esfuerzo histórico revisionista de mucha promesa en el examen del siglo XX y los factores geopolíticos que lo influyeren y sobre el cual el liderato de Puerto Rico pretendió influir. La profesora Vélez nos invita, tal y como si fuera un juicio de la historia, a examinar la prueba antes de llegar al veredicto. Si algo se le puede reclamar a Vélez es que por momentos nos

abruma con detalles que surgen de su extensa búsqueda documental y bibliográfica. Allí donde se pensó por algunos que había poco que descubrir la profesora Vélez se ha lanzado de la forma arrojada a la que ya nos tiene acostumbrados a obligarnos a repensar el sentido común. Todo el liderato político de Puerto Rico haría bien en hacer un esfuerzo por entender la realidad compleja de Puerto Rico en el escenario internacional. Circunstancias que en ocasiones dibujamos desde la comodidad de nuestros prejuicios sin proponernos entender cómo lograr una inserción efectiva de Puerto Rico en el escenario internacional no es un juego de suma cero en donde una facción política lo gana todo en perjuicio de la otra. Hoy el escenario que enfrenta el liderato de Puerto Rico es diametralmente distinto al que enfrentó el PPD en el contexto del comienzo del comienzo de la Guerra Fría pero la necesidad de una ampliada presencia internacional de Puerto Rico es tan necesaria hoy como entonces. Ya no existe un acelerado proceso de militarización caribeña y el Estados Unidos que emergió claramente hegemónico luego del fin de la Segunda Guerra Mundial confronta retos económicos y militares que no provienen principalmente de nuestra región. Al decir del investigador cubano Rafael Hernández el “Águila Imperial” parece más ahora un elefante distraído mirando hacia los problemas enormes que confronta en el Medio Oriente y en el Pacífico. Sin embargo, algunas preguntas persisten: ¿Cómo proceder para ampliar en todo lo posible el marco de relaciones económicas que nos lleve a niveles mayores de autosuficiencia?; ¿Cómo crear una conciencia interamericana de las limitaciones de Puerto Rico como actor internacional y recabar una participación menos episódica y más real de la región en conjurar la crisis estructural de la economía? ¿Cómo aumentar el nivel de representación propia de Puerto Rico en diversos ámbitos en donde la limitación principal parecería la ausencia de una voluntad sostenida? ¿Cómo encausar un proceso de autodeterminación mientras hacemos todo esto otro? Evelyn Vélez nos da elementos para evaluar los éxitos y fracasos del popularismo hegemónico en su búsqueda de un lugar en el mundo para Puerto Rico. Aprendamos de los aciertos del liderato político de la época, evitemos sus errores, en un proceso de lucha constante, como la vida misma. Los invito a leer esta obra de la Dra. Evelyn Rodríguez. Es una adición valiosa al entendimiento de un aspecto poco estudiado y valorado, hasta el presente, de las relaciones internacionales de Puerto Rico. - See more at: http://www.80grados.net/puerto-rico-politica-exterior-sin-estadosoberano/#sthash.5fIayJwU.dpuf

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