Pueblos fabulosos del logos escita en Heródoto: un acercamiento cualitativo

May 24, 2017 | Autor: F. Martinez Sanchez | Categoría: Ethnography, Paradoxes, Herodotus, Alanos Escitas Sarmatas, Mythos and Logos
Share Embed


Descripción

Pueblos fabulosos del logos escita en Heródoto: un acercamiento cualitativo. Fabulous people of the Scythian logos in Herodotus: a qualitative approach.

Francisco Martínez Sánchez

Resumen La monumental obra del historiador de Halicarnaso es un compendio inagotable de información histórica, geográfica y etnográfica de la antigüedad, sin embargo, insertas y diseminadas por ella, aparecen noticias y menciones de pueblos autres, que a medio camino entre la barbarie y el mito, proporcionan información de mundos desconocidos: argipeos, isedones o arimaspos son descritos en el logos escita y, a su vez, pueden aportar valiosos conocimientos de la sociedad a la que iban dirigidas estas narraciones fabulosas. Palabras clave: Heródoto – isedones – arimaspos – argipeos – etnografía

Abstract The monumental work of the historian of Halicarnassus is an inexhaustible compendium of historical, geographical and ethnographic information of antiquity, however, news and mentions of autre societies appear inserted and disseminated by it. These, halfway between barbarism and myth, provide information from unknown worlds: argipeis, issedones or arimaspians are described in the Scythian logos and, in turn, can provide valuable knowledge of the society to which these fabulous narratives were aimed. Keywords: Herodotus – issedones – arimaspians – argipeis – ethnography

1. El historiador y su contexto

Heródoto (Halicarnaso, ca. 484- 425 a.C.) es considerado, desde que Cicerón lo calificara1 como tal, el padre de la historia. Aunque no sabemos demasiado sobre su vida, nació en una ciudad doria de Caria dominada por una dinastía de tiranos súbditos del rey de Persia de la que pronto tendría que exiliarse2 por intentar derribarlos; ya en la cercana isla de Samos, pudo entrar en contacto con el mundo cultural jonio -al que admira profundamente, tal y como podemos apreciar en diversos lugares de su obra 3-, algo que no le resultaría complicado ya que posiblemente, como sobrino del poeta Paniasis, pertenecería a la élite intelectual de su ciudad natal. Entre 454, cuando Halicarnaso ya figura como miembro de la liga marítima contra Persia y 444, fecha de su llegada a la colonia de Turios, donde escribiría su obra histórica, Heródoto realizó viajes por varias ciudades griegas, entre ellas la Atenas de Pericles y a algunos de los lugares de los que nos habla en su obra: Egipto, Mesopotamia, Fenicia… La fundación de colonias y el comercio marítimo fueron descubriendo el Mediterráneo progresivamente, lo que dio origen a una literatura de periégesis; de la misma manera, los logógrafos jonios y sus crónicas de países lejanos constituyeron buena parte del sustrato sobre el que Heródoto cimentó su Historia, ya que no cabe duda de que se basó en la obra de sus predecesores, especialmente de Hecateo de Mileto, quien ha quedado como ejemplo paradigmático4, no en vano fue la única fuente que Heródoto citaría5, repetidas veces6, por su nombre. Al margen de éstos, también es deudor de la epopeya homérica en tanto que fue pionero en la descripción minuciosa de lugares y su orografía, -hasta el punto de, coincidiendo con otros autores, poder considerarlo también como el padre de la geografía7- y, de la misma manera, también podemos rastrear en el estilo herodoteo, otros claros referentes homéricos8, como la fascinación por las figuras de grandes hombres o las digresiones anecdóticas, sin embargo, no podemos obviar que su visión está influenciada por el helenocentrismo típico de su época, según el cual, se juzga a otras culturas y costumbres en función de su grado de desviación respecto a la conducta social aceptada en Grecia9.

1

Cicerón, De legibus, I, 1. Resulta curioso que esta característica apátrida la comparten otros muchos historiadores helenos como Tucídides, Jenofonte, Teopompo o Polibio, algo que quizás contribuiría a su percepción universalista de la historia. 3 Francisco R. Adrados, -Introducción- Historia de Heródoto, Gredos, Madrid, 2006, p. 7. 4 Manuel Albadalejo, La imagen de los pueblos lejanos en la obra de Heródoto, BAEO, 2007, p. 268. 5 Al margen de poetas como Simónides (V.102, VII.228), Aristeas (IV.13-16) y algunas inscripciones. 6 Directamente al menos en II.142; V.36 y VI.137. 7 J. Carlos Bermejo Barrera, El erudito y la barbarie en Mitología y mitos de la Hispania prerromana II, Akal, Madrid, 1986, p. 18. 8 A pesar de que es consciente de que los poetas hacen gala de una libertad que él mismo no tiene, como apreciamos en II.118: “dejemos cantar a Homero, y mentir a los versos ciprios, que no es poeta quien no sabe fingir… “ 9 Juan-Luis Montero, Heródoto y los primeros viajeros europeos por tierras mesopotámicas, Historiae 5, 2008, p. 20. 2

Mapa del mundo según las descripciones de Heródoto.

Esta visión se iría conformando a lo largo de toda su vida: bajo la Paz de Pericles, Heródoto pudo aprovechar el cierto equilibro que en el Egeo se había logrado entre griegos y persas, para viajar e intentar comprender la situación previa a las Guerras Médicas; ya dijimos que una de las ciudades que visitó fue Atenas, cuya influencia resultó crucial y por la que siente una clara simpatía, aunque no sólo por ella, ya que halló, tanto en Atenas como en Esparta, un ideal de libertad siempre bajo el imperio de la ley, que admiraba ya desde su infancia y que, como vimos, le valió el exilio. Bajo este influjo de Atenas, el de Halicarnaso comprendió que la Historia es universal y pudo alejarse de la visión localista y particular de los logógrafos jonios, llegando a la conclusión de que existían dos mundos que fueron los que colisionaron en las Guerras Médicas, esto es, Oriente y Occidente. Es por esto que su obra está centrada en el enfrentamiento de griegos y bárbaros y, a este respecto, -aunque ahora veremos que no siempre resulta evidente ni crucial-, es clara la posición del historiador, ya que sobrevuela sobre su trabajo la idea de que la razón y la justicia están siempre del lado de los griegos. No sería justo, sin embargo, pretender que en Heródoto no existe un principio de imparcialidad, tanto a nivel metodológico como narrativo. Así pues, encontramos en su obra una intención consciente10 de limitar lo mítico o fabuloso, bien reinterpretándolo o En VII.152 podemos leer cómo Heródoto afirma que “si yo me veo en el deber de referir lo que se cuenta, no me siento obligado a creerme todo a rajatabla (y que esta afirmación se aplique a la totalidad de mi obra)” que sigue, de nuevo, los pasos de Hecateo de Mileto, FGrHist, 1, f1: “voy a escribir lo que es verdad, según me parece a mí; pues las historias contadas por los griegos son, en mi opinión, contradictorias y ridículas”. 10

bien dejando la responsabilidad a sus informadores11, sin tomar él mismo partido. Además, tal y como el propio historiador afirma en varias ocasiones, va a referir lo que ha visto, lo que le cuentan y, también, contará las distintas versiones de un mismo hecho si es que existieran, manteniendo siempre una actitud crítica12 y dejando al lector libertad para escoger la que considere más plausible; aunque en ocasiones se mantenga partidario de una en concreto13. En cualquier caso, siempre debemos tener presente que desde el momento en el que Heródoto selecciona unos y no otros textos, versiones o tradiciones como fuente de sus propias narraciones ya está, de facto, sesgando la información que transmitirá, por lo que conocer su contexto se torna esencial. En realidad, y a priori, podemos suponer en Heródoto una posición relativamente imparcial desde el principio, puesto que no estuvo implicado personalmente en los conflictos de la Grecia contemporánea, ni tampoco en las Guerras Médicas, que tuvieron lugar cuando él nacía. Así pues, coincidiendo con algunos autores14, podemos considerarlo una víctima de su tiempo, que tuvo que expatriarse de Halicarnaso para acabar en los confines occidentales de la Helenidad, donde escribe su historia universal haciendo gala del “relativismo del viajero, apreciando todas las costumbres y sonríe ante la limitación de los que, desconocedores de otras, creen buenas sólo las suyas”15. Es por esto que en su obra incluirá diversos lógoi (narraciones de tipo geográfico, histórico y etnográfico en línea con los logógrafos jonios), especialmente en los libros II y IV, que están prácticamente dedicados a estos relatos sobre Egipto y Escitia, respectivamente; de menor extensión son los relativos a las costumbres de los persas, a la etnografía asiría, maságetas, etc. diseminados a lo largo de los nueve volúmenes. A todo esto, hemos de tener en cuenta que Heródoto, igual que muchos otros autores, escribió lo que pensaba que interesaría a su auditorio16 pues, según los especialistas17, se cree que leía fragmentos de sus obras participando en concursos donde daría a conocer sus escritos y, como el resto de escritores y poetas de su tiempo, interpretó lo que veía y escuchaba en función de lo que le resultaba familiar, es decir, transmitiría su Historia mediante su propia interpretafio graeca. Con estos mimbres y sabiendo, tal y como hemos visto, que Heródoto es un mediador, “un puente entre el mundo no griego (el otro mundo, el mundo del otro) y Grecia (el punto de partida y destino de sus relatos)18” podemos intentar comprender el fragmento propuesto, que aparece inserto en el logos escita del libro IV.23-28, en el que, grosso modo, el historiador relata el territorio, las características físicas y costumbres de los 11

Véase una relación completa de estas citas en F. Jacoby, Herodotos, RE Suppl. II, Stutgart, 1913, cols. 398-99. Esta metodología crítica puede apreciarse en varios lugares de su obra como en II.99; II.123; III.9; IV.31 o IV.195, por ejemplo. 13 Como en I.65; II.2; III.32 y VI.137, entre otras. 14 Francisco R. Adrados, opus cit., p. 58. 15 Ibídem, p. 59. 16 Manuel Albadalejo, opus cit., p. 270. 17 Francisco R. Adrados, opus cit., p. 22. 18 M. Guadalupe Barandica, Una visión del otro: acerca de los ritos egipcios según Heródoto, Estudios Clásicos, nº 33, 2006, p. 12. 12

argipeos, así como lo que se cuenta que hay más allá de ellos; prosigue su narración describiendo las costumbres de los isedones y lo que éstos cuentan de los arimaspos, sus vecinos del norte. Finaliza el de Halicarnaso refiriendo las características del clima escita.

2. El logos escita

Resulta curioso cómo en un fragmento tan breve pueden encontrarse muchas de las características de la literatura paradoxográfica y de periégesis helenas, como la narración de lugares exóticos y remotos, descripciones etnográficas fantásticas, una retahíla de costumbres otras, etc.

Arquero escita en una cerámica de figuras rojas. Epicteto, ca. 520-490 a.C. Museo Británico de Londres.

En este caso, parece que el historiador se basó en el poema Arimáspeia épe de Aristeas de Proconeso19 en el que, según podemos extraer de los datos que el mismo Heródoto ofrece, su protagonista realizaría un viaje fabuloso por las tierras de los isedones, lugar donde oiría hablar de los arimaspos, de los grifos y de los hiperbóreos20. Aunque en el relato también se cuenta que buena parte de la información se puede obtener de algunos escitas y de comerciantes griegos del emporio del Borístenes y otras colonias cercanas.

19

Una obra posiblemente compuesta en el siglo VI a.C. y que, lamentablemente, no ha llegado hasta nuestros días, aunque fue resumida brevemente por Heródoto y, asimismo, fue utilizada por autores posteriores que recogerían la tradición iniciada por el de Halicarnaso. 20 Adolfo J. Domínguez Monedero, Las colonizaciones: la primera expansión, Geographica, XXVII, Murcia, 2010, p. 66.

Siguiendo el orden herodoteo, podemos diferenciar a los distintos pueblos otros que se describen y que cuentan con unas características y costumbres muy alejadas del canon griego: los argipeos eran una raza de hombres calvos de nacimiento, con el mentón prominente y la nariz chata. Se alimentaban del fruto de ciertos árboles, que podían beber tras prensarlo o comerlo en forma de pasteles. Vivían bajo un árbol que, en inverno cubren con un toldo impermeable. Este pueblo resulta pacífico y se les considera sagrados; además es posible comunicarse con ellos mediante intérpretes que usan siete21 lenguas. En las montañas cercanas, cuentan los mismos argipeos, que viven hombres con pezuñas de cabra y que más allá habitan otros sujetos que duermen la mitad del año, aunque de todo esto, el historiador no se crea nada. Según cuentan de los isedones, cuando a éstos se les muere su padre, lo descuartizan y se lo comen mezclado con la carne de reses sacrificadas en un banquete; con la cabeza, a la cual depilan y bañan en oro, se realizan anualmente solemnes ritos y sacrificios. También se dice que las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos, aunque por lo demás, son personas justas. De las tierras al norte de ellos, cuentas los mismos isedones que allí habitan hombres de un sólo ojo y grifos, que custodian el oro; relato que los propios escitas repiten porque se lo han oído a los primeros. Todo este territorio cuenta con un clima sumamente riguroso que, durante ocho meses al año, el frío vuelve insoportable e incluso el mar se hiela, de manera que los escitas pueden atravesarlo con sus tropas y carros.

3. Análisis cualitativo

De igual manera que ocurría con Libia, en la obra de Heródoto22 Escitia contenía tres regiones: en el centro estaban ubicadas las colonias griegas y las zonas agrícolas situadas cerca del mar Negro; en la zona intermedia habitaban unos escitas nómadas y, por último, en los extremos vivían los salvajes. Esto coincide con la teoría de los círculos concéntricos23, según la cual, la cultura y la civilización se desarrollan en exclusiva en la Hélade y, a medida que nos alejamos de ella, va aflorando la barbarie. Así pues, la periferia, más aún si es de Asia, es el lugar idóneo para ubicar los acontecimientos míticos y fantásticos de todo tipo. Esto no es casual, hemos visto a muchos autores establecer en los márgenes de la oikouménē a los bárbaros/autres o a seres fantásticos, por ejemplo, al mismo Heródoto con los trogloditas, etíopes, arimaspos, etc.; los atlantes de Plinio, las amazonas en Plutarco o los cíclopes en la Odisea de Homero, que se erige como un claro referente24 en la literatura de viajes para 21

En torno a esta cuestión, resulta muy sugerente Inés Márquez, La Magia del 7, Números, vol. 51, 2002, pp. 19-23. Quién tenía su propia visión de la concepción geográfica del mundo y que según decía en IV.36: “no puedo menos de reír en este punto viendo cuántos describen hoy día sus globos terrestres, sin hacer reflexión alguna en lo que nos exponen; pintan la tierra redonda, ni más ni menos que una bola sacada del torno… “ 23 Esta teoría se puede encontrar ya esbozada en J. P. Vernant, Los orígenes del pensamiento griego, Paidos, Barcelona, 1992. 24 Hago mías las palabras de F. Javier Gómez Espelosín, El descubrimiento del mundo. Geografía y viajeros en la antigua Grecia, Akal, Madrid, 2000, p. 70, cuando dice referente a la Odisea que “su relato se convirtió enseguida en 22

todos ellos. De esta manera, no resulta extraño encontrar todo tipo de seres bárbaros en la periferia y en los extremos de la oikouménē y, de la misma manera, es posible explicar el tipo de clima, ya que en la mentalidad griega y en palabras de otro ilustre geógrafo griego, “la superficie habitada del planeta se halla dividida en cinco zonas: dos glaciares e inhabitadas, una tórrida igualmente desierta y dos templadas intermedias, en las que viven los hombres25”, así pues, en el mundo habitado, donde los griegos están ubicados el centro y los bárbaros en el exterior, la climatología periférica, sin llegar a hacer sus tierras completamente inhabitables, sí hace que se vuelvan moradas difíciles26 e incluso podemos encontrar una relación causa-efecto bajo el prisma helenocentrista del mundo, donde el clima aparece como un condicionante quasi necesario para la barbarie27.

Griegos contra bárbaros en una espada escita. Siglo V a.C. Museo del Hermitage de San Petersburgo.

A este respecto podemos decir que, en buena parte de la literatura de viajes y también en la obra de Heródoto, hay dos tipos de habitantes otros en los márgenes de la oikouménē, paradójicamente antagónicos: por un lado, seres extraños provistos de características inusuales o incluso míticas, típicamente paradoxográficas, y que suelen ser protegidos por los dioses y justos, como los hiperbóreos, los habitantes de las islas

el modelo de este tipo de narraciones” y para profundizar en el tema, remito a F. Javier Gómez Espelosín, Relatos de viaje en la Odisea, Estudios clásicos, nº 106, 1994, pp. 7-31. 25 Estrabón, Geographica, II, 5.3. 26 J. Carlos Bermejo Barrera, opus cit., p. 21. 27 O, en palabras de Estrabón, II, 3.8: “existen evidentes relaciones entre climas y costumbres […] Hay, pues, condicionamientos climáticos, mas no un determinismo geográfico, ya que de ser así sería inexplicable la existencia de dos especies de etíopes, ya que ambas viven bajo un mismo clima.”

del Sol28 o los argipeos29y, por otro, bárbaros con costumbres salvajes y/o extrañas. Ambos tipos pueden, o no, llevar una existencia idealizada y feliz. Es el caso de los argipeos, seres que cuentan con características curiosas pero creíbles, sobre todo si las racionalizamos: tengamos en cuenta que, por ejemplo, su calvicie puede ser debida, simplemente, a la costumbre de raparse la cabeza, distintiva de una clase sacerdotal –lo que explicaría también que se les considerara sagrados- como la de los antiguos egipcios o los monjes budistas de nuestro tiempo. Por otro lado, el resto de características físicas podríamos asociarlas sin mayores problemas a un grupo étnico de origen mongol, que bien pudo habitar esos territorios. Del mismo modo, sus viviendas podemos asimilarlas a las yurtas, tiendas típicas de fieltro que los nómadas de Asia Central utilizan y, así mismo, el árbol del que se alimentan, también podríamos pensar que es un cerezo silvestre que los calmucos30 utilizan actualmente de la misma manera. La referencia a su pacifismo y su interlocución entre los otros pueblos, los emplaza en el grupo de pobladores idealizados y justos31 que viven una existencia feliz. Por otro lado, los isedones cuentan32 con una de las peores costumbres que se podía imaginar un griego de la antigüedad33, el canibalismo. Una actitud bárbara que contrasta con el procedimiento funerario de los helenos34; aunque es posible encontrar ciertos paralelismos con los romanos y sus imagines maiorum en la manera en la que los isedones trataban los cráneos humanos de sus difuntos, rito éste que, además, se ha podido demostrar35 gracias a las tumbas reales excavadas en las orillas del mar Negro, que han proporcionado algunos restos de cráneos adornados con placas de oro. En el papel de la mujer también podemos apreciar la distancia que existía entre ambos mundos. Por ejemplo, es sabido que el matrimonio heleno, era un compromiso entre el padre de la novia o tutor y su pretendiente, por virtud del cual, la autoridad sobre aquélla era transferida de uno a otro36, de hecho, en esta transacción conocida como engýè, la fórmula ática era: "te doy en prenda a mi hija para engendrar hijos legítimos y, con ella una dote de (tanto)". Esto evidencia, pues, que la mujer fue relegada

28

Remito a mi humilde trabajo al respecto, El viaje fantástico de Yambulo a las Islas del Sol: realidad, ficción y alteridad, accesible desde Academia.edu 29 Ver F.J. Gómez Espelosín, Más allá de la polis. A la búsqueda de espacios ideales en D. Lácido, J. Alvar, J.M. Casillas y C. Fomis, Imágenes de la Polis, Arys 8, Madrid, 1997, pp. 451-467 para más información sobre un posible paralelismo racionalista entre ambos pueblos. 30 Calmucos fue el nombre dado a los pueblos mongoles del Oeste que emigraron de Asia Central en el siglo XVII. 31 Ya en Homero, Ilíada, XIII.1-6 encontramos esta idea según la cual, en algunos pueblos lejanos, remotos o legendarios reinaba la justicia y la virtud: “cuando Zeus hubo acercado a Héctor y los troyanos a las naves, dejó que sostuvieran el trabajo y la fatiga de la batalla, y, volviendo a otra parte sus ojos refulgentes, miraba a lo lejos la tierra de los tracios, diestros jinetes; de los misios, que combaten de cerca; de los ilustres hipomolgos, que se alimentan con leche; y de los abios, los más justos de los hombres…” 32 También encontramos otros pueblos bárbaros como los maságetas o los indios padeos con estas costumbres en la obra de Hérodoto. 33 José Ángel Castillo Lozano, La sociedad hiperbórea: ¿utopía o mito? Reflexiones acerca de la naturaleza y el significado del relato hiperbóreo, Panta Rei, Murcia, 2014, pp. 11-24. 34 Ver Fernando Quesada Sanz, Muerte y ritual funerario en la Grecia Antigua: una introducción a los aspectos arqueológicos en D. Vaquerizo, Fons Mellaria 90, Córdoba, 1991, pp. 39-94. 35 Ver Tamara Talbot Ryce, The Scythians, Ancient Peoples and Places, Thames, London, 1957. 36 James Redfield, El hombre y la vida doméstica en J. P. Vernant et al., El Hombre griego, de Alianza, Madrid, 1993, p. 186.

estrictamente al ámbito doméstico37, su voz no tenía peso político ni de ninguna clase y estaban sometidas a la autoridad patriarcal masculina y, por otro lado, en contraposición evidente, aparecen las mujeres bárbaras: las de los isedones, que tienen los mismos derechos38 o aún peor, como el mismo historiador relataría al principio de su obra sobre las de Babilonia, donde “toda mujer del país debe, una vez en su vida, ir a sentarse a un santuario de Afrodita y yacer con un extranjero39” y, aunque en la mentalidad griega antigua la prostitución no era, per se, un asunto que preocupara lo más mínimo a los hombres, si recordamos el famoso discurso Contra Neera, atribuido a Demóstenes, podemos encontrar40 lo que el stablishment masculino griego entendía que debía ser una mujer/ciudadana: “una fiel guardiana de todo lo que contiene nuestra casa”, debe comportarse como corresponde y estar en “disposición a seguir sus órdenes” y con la que “tener niños legítimos” que poder presentar “a la fratría y al demos” y “dar las hijas en matrimonio en calidad de padres”. Así pues, las mujeres de estos pueblos también serían bárbaras de pleno derecho a ojos del historiador y de su público. El último de los pueblos fantásticos que se describen, aunque muy de pasada 41, es el de los arimaspos: seres fabulosos de un sólo ojo que pelean con los grifos por el oro. Aunque sabemos, por su profusión en las fuentes primarias42, que es uno de esos episodios míticos que permite aclarar el origen de multitud de situaciones que no podían o no sabían explicar: sufrimientos, casualidades, fenómenos naturales y situaciones de lo más habitual como el amanecer o la lluvia, hasta la biología más exótica como las plumas del pavo real o las telas de araña. La manera natural de explicar un suceso, mucho más si es remoto y aún más si no hay más fuente que la tradición oral, es imbricarla con el mito. En este caso, en palabras del propio Heródoto, “es indudable que en el norte de Europa es donde hay una mayor abundancia de oro. Ahora bien, tampoco puedo precisar a ciencia cierta cómo se consigue, únicamente que, según cuentan, los arimaspos, unos individuos que solo tienen un ojo, se apoderan de él, robándoselo a los grifos.” Este relato es una forma sencilla de expresar una realidad como la existencia abundante del oro que llegaba, procedente del Cáucaso, los Urales y el Altai, hasta Crimea, desde donde podía circular al resto del Mediterráneo y que también ha aparecido copiosamente, como sabemos, en las tumbas escitas.

37

La idea es general en el mundo griego antiguo, en Homero, Odisea, I.358 podemos ver cómo Telémaco le dice a su madre: “marcha a tu habitación y cuídate de tu trabajo, el telar y la rueca, y ordena a las esclavas que se ocupen del suyo. Hablar en público es cosa de hombres”. 38 Cosa que no resulta única en los pueblos bárbaros tal y como relató Tácito, Germania, 46.3: “la caza proporciona alimento lo mismo a hombres que a mujeres, pues éstas les acompañan a todos los sitios y reclaman su parte en el botín.” 39 Heródoto, I.199. 40 Demóstenes, Juicio a una prostituta, Contra Neera, Errata Naturae, Madrid, 2011, p. 1160. 41 Y no es la única vez, también en III.116 y IV.13 42 Ver el breve recopilatorio de fuentes clásicas que los mencionan al final del trabajo.

Arimaspo contra un grifo en kylix ático de figuras rojas. Siglo V a.C. Museo de Bellas Artes de Boston.

Al margen de eso, sobre su nomenclatura hay varias teorías al respecto, una incluso la proporciona el de Halicarnaso con su habitual posición crítica, como es la etimológica. Aunque existen otras alternativas43 que parten del iranio, según la cual, arimaspos serían “el pueblo de los caballos salvajes”, que encajaría mejor con la versión de Esquilo. Pero también me gustaría apuntar una posibilidad diferente, bajo el prisma de la etiología, de manera que podría tratarse de un pueblo guerrero, algo que coincide con su constante lucha contra los grifos por conseguir el oro (leyenda que contribuiría, además, a alejar a la competencia que quisiera extraer oro de esas montañas) y cuyas tropas estuvieran formadas eminentemente por arqueros –o arqueros a caballo- como las amazonas o los guerreros de las estepas de Asia, como los propios escitas, entre otros. Así pues, la necesidad de cerrar un ojo para apuntar, podría deformarse con el paso del tiempo hacia la característica monocular de los arimaspos. Aunque tampoco sería la única explicación, porque los seres de un sólo ojo, como los cíclopes, también están en relación con las costumbres bárbaras y antidemocráticas44. Respecto a las descripciones geográficas del pasaje, es necesario entender que las primeras fundaciones griegas45 en el mar Negro no buscaban una exploración de sus costas, pero resultaría inevitable una vez fueron fundadas. Ya en el siglo VIII a.C. tenemos los primeros testimonios de las fundaciones de Sinope y Trapezunte; la ciudad 43

Pilar Fernández Uriel, Obras de arte desconocidas: Esculturas ecuestres en bronce de los césares de Roma (de Augusto a Trajano), Akros, nº13, 2014, p. 11. 44 Remito al pasaje que relata las costumbres bárbaras de los cíclopes, donde se destaca la ausencia de asambleas que evitan decisiones arbitrarias. Homero, Odisea, IX.112. 45 Para todo lo referente al estudio de las fundaciones coloniales griegas, sus causas y su diáspora por el Mediterráneo, remito a Adolfo J. Domínguez Monedero, Fundación de ciudades en Grecia: Colonización arcaica y helenismo en Nuevas ciudades, nuevas patrias, Sociedad Española de Estudios Mayas, Madrid, 2006

de Olbia, junto al río Borístenes –de la que Heródoto da cuenta en su narración46introdujo a las comunidades escitas en el mundo griego. Así pues, fruto de la estancia de los griegos en el mar Negro, el interés por los pueblos del norte iría en aumento, lo que explicaría que Aristeas de Proconeso (una pequeña isla en la Propóntide), escribiera su poema que serviría de fuente al de Halicarnaso. Por otro lado, las montañas al pie de las cuales viven los argipeos podemos, siguiendo una conclusión lógica, situarlas en los Urales meridionales y, por tanto, al Este de ellos, los isedones estarían ubicados en la cuenca del Irtisch. Respecto al territorio y descripción de los escitas, único pueblo que podríamos considerar ‘real y contrastable’, aunque no se hable de ellos en el fragmento analizado más que superficialmente, son, en realidad, un conglomerado de tribus diversas que conformaron una comunidad económica y cultural diseminadas en un extenso territorio47. Las nuevas colonias griegas, tal y como hemos comentado, potenciaron la actividad económica de los escitas, especialmente los intercambios comerciales: los escitas vendían a los griegos ganado, pieles, cereales y esclavos. Asimismo, algunos artesanos griegos empezaron a trabajar para los escitas, creando un estilo artístico que hoy conocemos como greco-escita. Construían enormes túmulos funerarios llamados kurganes -término turco con el que se designan-, algunos de los cuales aún se conservan y en los que los arqueólogos han descubierto ajuares funerarios con armamento, vajillas de oro y plata, cerámica griega, orfebrería suntuaria, estatuas e incluso comida. Heródoto narra que el mar se helaba, incluso el Bósforo Cimerio y las tropas escitas podían atacar a los sindos (que habitaban la costa sudeste del mar de Azov), lo cual, hoy en día parece exagerado –ya vimos que la existencia de un clima extremo es habitual en los márgenes de la oikouménē- porque en el actual estrecho de Kerch, únicamente se congelan algunos ríos.

4. Conclusiones

Así pues, tras valorar las narraciones que de los pueblos de Escitia hace Heródoto, hemos de indicar que, al contrario que otros representantes del género como Jenofonte, Tucídides, etc. el historiador de Halicarnaso está, en cierta medida, libre de la infravaloración per se de los bárbaros, no es óbice recodar que la primera vez que se usó el término fue en el compuesto homérico ‘barbarófonos’ epíteto aplicado a los carios48 de dónde era oriundo Heródoto; sin embargo, sí podemos apreciar cómo muestra a los isedones como bárbaros caníbales que no mantienen a sus mujeres ‘donde les corresponde’, en contraposición a lo argipeos, una raza justa que, a pesar de sus pacíficas costumbres, no deja de ser un pueblo otro; de igual manera que las menciones a los arimaspos, grifos y hombres con pezuñas, aunque estos se imbrican más en la categoría de thomasia que en la etnografía pero, a pesar de ello, es necesario darse 46

Junto a los demás emporios del Ponto como Heraclea, al sur de Crimea; Panticapea, Tanais, etc. María Ángeles Fernández, Los Escitas, un pueblo de las estepas, Esfinge, noviembre, 2009 accesible desde aquí. 48 Homero, Ilíada, 2.867. 47

cuenta de que, ya sea desde las descripciones del clima, la dieta o la geografía, las costumbres fúnebres o de género, la medicina o de los mismos dioses, en muchas ocasiones, como en esta narración, Heródoto echó “por tierra las distinciones tan radicales establecidas por la tragedia49” de Esquilo, Sófocles, etc. entre los helenos y el resto aunque también, en la misma medida al menos, contribuyó a fijar el ‘Nosotros’ griego frente al ‘Otro’ bárbaro.

Vaso de oro del kurgán de Gaimanov. Siglo IV a.C. Museo Histórico de Kiev

Resultaría difícil afirmar categóricamente si Heródoto visitó o no Escitia poco antes o después de viajar a Egipto y Fenicia hacia el año 450 a.C. pero, en cualquier caso y aunque muestra una tendencia helenocéntrica muy evidente, de la que no puede zafarse en la mayor parte de sus descripciones, su actitud hacia otras culturas y pueblos se caracteriza por un relativo grado de tolerancia50, así pues, en sus narraciones encontraremos las semejanzas y diferencias respecto de la conducta griega establecida y, al mismo tiempo, su juicio de valor acerca de esa cultura otra. Esto, además, permite comprender la imagen que tenían del mundo antiguo tanto las élites intelectuales como su público y cómo, mediante su análisis, se pueden obtener datos interesantes sobre esos pobladores lejanos que, a priori, pueden parecer basados en mera superstición y fábula. A pesar de ello, no se puede olvidar la manera en que se produjeron y circularon estos textos, los distintos sesgos presentes -ya sean los del autor, los relativos al idioma y su traducción o a los propios del investigador- y la mentalidad subyacente en los mismos, pero, aun con todo, resultan una fuente inagotable de conocimiento.

49

F. Javier Gómez Espelosín, Heródoto y la percepción de la geografía política del mundo griego, Std. Hª antigua, nº23, 2005, p. 158. 50 César Sierra, Diferentes pueblos, diferentes cuerpos, HABIS, nº43, 2012, p. 53.

Sátiro, grifo y arimaspo en crátera ática de figuras rojas. Ca. 375-350 a.C. Museo del Louvre de París.

5. Anexos

 Heródoto, Historia, IV.13 “Aristeas de Proconeso, hijo de Caistrobio, cuenta en un poema épico que él, bajo la posesión de Febo, llegó hasta los isedones; que más allá de los isedones habitaron los arimaspos, hombres de un solo ojo, y que más allá de éstos vivían los grifos, guardianes del oro…”  Esquilo, Prometeo encadenado, vv. 86 y ss. “Guárdate de los grifos, perros de Zeus de afilado hocico que no ladran, y del pueblo de los Arimaspos de un sólo ojo que van a caballo, que viven junto al cauce del río Plutón de aurífera corriente. No te acerques a ellos”

 Plinio, Historia natural, VII.10 “Arimaspos, tienen, como ya dijimos, solo un ojo en la frente, y siempre junto a las minas de oro combaten con grifos, fieras de generación de aves, como dice el vulgo, las cuales con codicia sacan de las cuevas el oro, y defendiéndolo las fieras, pelean, arrebatándolo los Arimaspos. Muchos autores afirman esto, pero los más ilustres son Heródoto y Aristeas Proconesio.”

 Pausanias, Descripción de Grecia, I, 24.5-6 “Dice Aristeas de Proconeso en sus versos épicos que estos grifos lucharon por el oro con los Arimaspos de encima de los Isedones; que el oro que guardan los grifos lo produce la tierra; y que los Arimaspos son todos hombres de un solo ojo desde el nacimiento, y los grifos unos animales semejantes a los leones, pero que tiene alas y pico de águila…”  Pomponio Mela, Corografía, II.1 “A continuación hay una región de suelo extraordinariamente rico, pero inhabitable, porque los grifos, una especie cruel de fieras que no suelta su presa, adoran el oro extraído de las entrañas de la tierra y lo custodian admirablemente, y son hostiles a quienes tratan de tocarlo. Los primeros hombres son los escitas, y algunos de los escitas, los arimaspos, se dice que tienen un solo ojo; a continuación de éstos los esedones”.  Solino, De las cosas maravillosas del mundo, 15.22-23 “En la Scythia asiática ay ricas tierras, mas inhabitables, porque, aunque es copiosa de oro, y piedras preciosas: los Grifos lo poseen todo, que son unas aves ferocísimas, y sobre todo género de braveza muy crueles. Estos con su crueldad defienden el ir allá los extranjeros, haciéndoles el camino muy difícil y rarísimo: porque despedazan a todos los que ven, como engendrados para castigar la temeridad de los avarientos. Los Arimaspos combaten con estos animales por coger las piedras preciosas. La calidad de las cuales no dejaremos de contar. En este lugar nascen Esmeraldas, a las cuales Theofrasto dio entre las piedras preciosas la tercera dignidad…”

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.