Proyección de conciencia del ciclo mítico en el arte

September 3, 2017 | Autor: Dv Barra | Categoría: Artes
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Descripción

PROYECCIONES DEL CONCEPTO DE CONCIENCIA MÍTICA DEL CICLO EN LAS MANIFESTACIONES DE ARTE CONTEMPORÁNEO.

David Barra Rivera Centro de Estudios Clásicos Giussepina Grammatico Amari Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación

ABSTRACT

¿Existe una conciencia histórica del concepto “ciclo” a través del tiempo? ¿Se manifestó el hombre respecto a ella? ¿Cuál podría ser el origen de este concepto simbólico? En torno a estas preguntas, el siguiente trabajo intenta rastrear la huella del cómo origina el hombre los símbolos primitivos de la “esvástica” y el “uróboro”, y si acaso ellos han tenido eco a través del tiempo en otras manifestaciones del quehacer humano, tanto artísticas como del pensamiento.

Trabajo presentado como requerimiento del Seminario Proyecciones de Arte Griego Profesor Víctor Hugo López. Primer semestre, Julio 2012

“Y cuando volvemos a mirar, aquello que había prometido ser nuestra aventura única, peligrosa, imposible de predecir, encontramos que al final es una serie de metamorfosis iguales por las que han pasado hombres y mujeres en todas partes del mundo, en todos los siglos, de todos los siglos de los que se tiene memoria, y bajo todos los variados y extraños disfraces de la civilización” Joseph Campbell - El héroe de las mil caras.

Una mirada brevemente antropológica del arte.

El conocimiento del concepto “arte” o un apenas limitado -pero importante- conocimiento antropológico, funda la creencia de que las manifestaciones artísticas desarrolladas o producidas en cualquier tiempo, pueden en su análisis y rastreo ir justamente de la mano con el relato histórico de la humanidad. En otras palabras, que a través de las manifestaciones artísticas con características especiales o distintivas, propias de una época determinada de desarrollo de esas mismas cualidades, puede verificarse el correlato de la historia del hombre, con todas las situaciones y eventos generados en esa época específica. Es por esto que, por ejemplo, cuando vemos una pintura con tono y esencia surrealista, podemos considerar que esa manifestación artística se sitúa en un tiempo determinado de nuestra historia universal, con ciertos antecedentes previos que llevaron a desarrollar esa concepción de expresión de brocha y óleo o el material que en el bastidor se utilice, y sin dejar de lado el contexto histórico en que hace su aparición -por ejemplo, el periodo de entreguerras mundiales para el caso de este movimiento de vanguardia-, además de rasgos psicológicos y culturales de aquellos que se encuadran bajo estas premisas. Y el caso del arte rupestre de nuestros primeros antepasados Homo en este planeta, cae también atrapado ante el magnetismo que esta gran línea de tiempo le obliga a adjuntarse, para el posterior análisis de su época misma, con sus características, contexto y antecedentes.

Podría decirse que en base al análisis, existiría una arqueología de la historia del arte.

Sin embargo, entender el arte en su origen es mucho más complejo puesto que tenemos que recurrir a teorías varias, a datos escasos, y a un entendimiento humano entregado por las ciencias sociales y humanas, que siguen siendo sólo hipótesis, y que dependerá de cuál teoría conviene más para la creencia de cada uno, en torno a la construcción de subjetividades, versando a Nietzsche o a Foucault.

Entender al hombre implica entender la evolución de él mismo. Es, simplemente conocer y comprender todo el proceso que lo lleva de ser un homínido en una de sus primeras especies, que desarrolla una industria lítica olduvayense hace millones de años, para cazar, para sobrevivir, para alimentarse, a una especie homo más avanzada, que perfecciona la piedra, que domina mejor el fuego, que va de forma neo-conductiva relacionando y asimilando todo lo que lo rodea. En este punto, importantísimo para la configuración del razonamiento humano, están las explicaciones que intenta entregarse a si mismo y a los demás, para todos aquellos fenómenos naturales que le asombran, que le sobrecogen, que no entiende y ante los cuales no le queda más que rendirse lleno de agradecimiento y admiración. Es por aquí, en esta parte del desarrollo humano, cuando aparecen los relatos, las narraciones que pueden contener elementos simbólicos, pero que, frente a los símbolos o a las imágenes de carácter puntual, se caracteriza por presentar una historia1 . Esta historia, estos símbolos le dan sentido a aquello de lo que no se tiene conocimiento, a aquello que no puede explicarse pero que está ahí, que es manifiesto y a lo cual debe dársele un sentido. En este punto aparece el Relato Mítico, de carácter ejemplar y dramático, el cual trata siempre de acciones de excepcional interés para la comunidad, porque explican aspectos importantes de la vida social mediante la narración de como se produjeron por primera vez tales o cuales hechos 2. Es ante esto que el hombre de las épocas paleolíticas configura su inexplorada aun existencia, atribuyéndole significado a las cosas que le rodean.

Conciencia mítica del ciclo.

Uno de los eventos que más debió llamar la atención del hombre paleolítico, fue la naturaleza que le rodeaba. Los elementos que le daban calor, frescura, alimento, los que saciaban su sed, incluso aquellos que significaban una amenaza para él y que ante sus ojos se renovaban una y otra vez, no debieron ser indiferentes para él. El sol que en cada despuntar del alba se repetía, configurando el día y la noche; los periodos climáticos; las aves, los animales y su migración; los ríos que no cesaban de correr; el nacimiento y la muerte de los animales; la germinación y la marchitez de las plantas, todos ellos debieron gestar una pequeña idea respecto a que los elementos se repetían constantemente. Y ésta fue una de las ideas clave en la configuración de la psique humana, más aun unida a los mitos y a los posteriores ritos. Como dijera Joseph Campbell, los símbolos de la 1

García Gual, Carlos. Introducción a la mitología griega. 1ª ed. Madrid: Alianza, 1992, p.19

2

Ibíd, p. 20.

mitología son productos espontáneos de la psique y cada uno los lleva dentro de si mismo3. Esto obliga a pensar en las teorías de Freud y Jung, que mediante el psicoanálisis le dieron una dirección a la pregunta de si acaso el inconsciente guarda rastros de conciencia mítica. Y sus estudios dieron positivas respuestas, especialmente analizando sueños de pacientes quienes mostraban en ellos similitudes con la simbología o con los actos que se realizaban en torno a rituales primitivos. Había en ellos imágenes de rituales de iniciación transfigurados o disfrazados, imágenes de serpientes símbolo claramente mitológico- en otras circunstancias, referencias al complejo de Edipo o a otros mitos que refuerzan la idea de Campbell, respecto a que cada uno de nosotros tiene su panteón de sueños, privado, inadvertido, rudimentario y que obra en secreto4. No es aventurado decir entonces, que los mitos y la configuración de mundo inicial por parte del ser humano, es una herencia que descansa en la psique humana, generación tras generación, siglo tras siglo y época tras época, de infinitas maneras, con distintos disfraces, y en diferentes contextos. Y el concepto de naturaleza que se repite y se renueva a si misma no es ajena a esta herencia de la conciencia humana.

En sus estudios y de manera separada, Freud y Jung descubrieron que el ser humano en su inconsciente no reconoce el ciclo que es su propia vida. Mientras el psiquiatra austriaco investigó los dramas de control y las dificultades de la primera parte de la vida humana, los de la infancia y la adolescencia, cuando nuestro sol se eleva hacia su cenit 5, su discípulo suizo enfatizó la crisis de la segunda parte, cuando este mismo sol comienza a descender, cuando los desafíos vienen respecto a combatir la muerte. Es el círculo completo, de la tumba del vientre al vientre de la tumba6 . Y está en nuestro inconsciente, acompañándonos sin que lo notemos. Además, el ser humano desde el origen de los tiempos ha percibido que el orden natural se le repite, y él se encargó de enraizar más esta idea al repetir costumbres y ritos en torno a mitos que apuntaban a la celebración y a los actos sagrados dependiendo de sus deidades. Y la forma de presentar la abstracción desde un momento determinado fue mediante las pinturas rupestres. Más adelante, mediante los símbolos, en un junco, en una ceremonia, en un enócoe. Mircea Eliade dice a este respecto que “si nos tomamos la molestia de penetrar en el significado auténtico de un mito o de un símbolo arcaico, nos veremos en la obligación de comprobar que esta significación revela la toma de conciencia de una cierta

3

Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras, 1ª ed. México: Fondo de cultura económica, 1959, p. 11.

4

Ibíd, p. 12.

5

Cf. con los estudios generales de Sigmund Freud y Carl Gustav Jung

6

Campbell, Joseph, óp. cit., p. 20

situación en el cosmos”7 . Y ante este mundo lleno de significado, en una apertura sin igual a los ojos de este hombre primitivo, el significado de la repetición, el concepto de la reiteración, se transforma en una premisa dentro de la toma de conciencia humana, especialmente en los ritos que efectúa. Más aun, cuando en el comportamiento consciente, el hombre primitivo, el hombre arcaico no conoce ningún acto que no haya sido planteado y vivido anteriormente por otro, pues lo que él hace, ya se hizo. Su vida es por tanto una repetición ininterrumpida de gestos inaugurados por otros8.

Es esto, lo que aventuradamente se puede llamar “conciencia mítica del ciclo”.

Manifestaciones arcaicas de símbolos cíclicos

Para revisar algunas manifestaciones arcaicas de esta conciencia mítica del ciclo, se debe primero definir etimológicamente este concepto. En nuestra lengua, la RAE entre muchas de sus connotaciones la define a partir del termino en latín cyclus, y este derivado del griego κύκλος que significa círculo 9. El círculo como figura geométrica tiene una particularidad, y es que no tiene ni principio ni fin, o al menos no puede rastreársele como si a un cuadrado o a un triángulo. Es por tanto una figura infinita, que se repite siempre a si misma, y que no tiene acabo, como muchos de nuestros ciclos naturales. No debe confundirse con el mal empleo semántico que se le da a ciclo, cuando se habla de periodos que existen para dar vida a otros diferentes 10. En definitiva, ciclo refiere a la figura del círculo, al eterno retorno de lo mismo, o al infinito.

Una de las primeras manifestaciones gráficas que encontramos del ciclo, es la esvástica11. Este símbolo aparece en prácticamente todas las culturas primitivas y antiguas del mundo. A podido

7

Eliade, Mircea. El mito del eterno retorno, 1ª ed. Madrid, Buenos Aires: Emecé-Alianza, 2003, p. 13

8

Cf. Ibíd. p. 15

9

Cf. al concepto de ‘ciclo’ en www.rae.es

10

Por nombrar alguno de estos mal empleos: se nombran los ‘cíclos de la vida’ o el ‘ciclo escolar’, y estos nada tienen que ver con repeticiones perpetuas de un comienzo a un final y viceversa. Por el contrario, refieren a estadios, etapas, épocas que terminan y no vuelven a repetirse. 11 Adaptación

gráfica de la voz sánscrita svástika, ‘cruz gamada’. Debe evitarse en español el uso de la grafía inglesa swastika, así como la forma svástica con el grupo inicial sv-, ajeno al sistema español. Por ello mismo, no debe pronunciarse ‘suástica’, como impropiamente se hace de manera común, pues eso remite a nombrar el grafema de la voz inglesa w, como u. Cf. Diccionario Panhispánico de dudas, Real Academia Española. 1ª ed. 2005. s. v. ‘Esvástica’.

rastrearse en antiguos grabados o pintados del Asia central, como de la América precolombina, en Bretaña, en Irlanda, pasando por Mongolia, en la Europa escandinava, la India y la Grecia antigua, y tiene claras alusiones -debido a su gran antigüedad- a las significaciones tradicionales primordiales.

Fig. 1.12

Integra dos símbolos: la cruz de brazos iguales y los cuatro ejes de una misma dirección rotatoria. hay esvásticas con sus brazos torcidos que aparentemente avanzan hacia lados distintos. Se les conoce como la esvástica dextrógiro (que gira hacia la derecha), y esvástica levógiro (que gira hacia la izquierda). En el sánscrito antiguo se entendía como “buen augurio”, más algunos teóricos como Juan Eduardo Cirlot, revelan que dentro de sus investigaciones han reconocido que el símbolo podría estar relacionado con la agricultura y los cuatro puntos cardinales13. Cirlot también nombra dentro de su estudio a René Guénon, para quien la esvástica es el “signo del polo” que identificada con el cenit, es de forma conocida como “centro” de la energía cósmica, como rotación del mundo vista respectivamente desde cada uno de los polos; y entonces podría la esvástica significar la acción del Principio sobre el universo14 , símbolo de la generación de los ciclos universales, de las corrientes de energía, de la acción del principio con respecto a la manifestación15. Cabe destacar, que los hombres del periodo arcaico debieron simbolizar con estas formas abstractas, aquellas ideas que iban cobrando cada vez más sentido respecto a la naturaleza y el orden de sus elementos.

Fig 2.16

12

Fig.1: Encontrada en una cerámica de Samarra. Arte Mesopotámico, V milenio. Chevalier, Jean. Diccionario de los símbolos. 1ª ed. Barcelona: Editorial Herder, 1986, p. 967 13

Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos tradicionales. 10ª ed. Barcelona: Siruela, 2006, p. 206

14

Ibíd.

15

Chevalier, Jean. óp. cit. p. 967

16

Fig. 2: Figura de la esvástica en un Oinochoe rodio, “estilo de la cabra selvática”, terracota. 640-630 BCE. Museo de Louvre, Paris. Sarti, Susanna. Arte griego y romano. 1ª ed. Italia: Scala, 2011, p. 22

Esta concepción del mundo y sus elementos transmigró desde el concepto rudimentario de los muros y las piedras, a las manifestaciones más propiamente artísticas, como las vasijas, los enócoes y la arquitectura. No sólo eso, sino que en la Grecia antigua el ornamento llamado “greca” deriva de ella17 , no limitándose solamente a ese lugar en el planeta, sino que encontrándose también en ornamentos precolombinos.

Fig. 318

Otro ícono importante que aparece en el mundo clásico, y que apunta al ciclo es el del uróboro 19. Este concepto también ha sido utilizado en muchas culturas distintas, resaltando especialmente en aquellas que profesan sus ideas en conceptos gnósticos. En términos muy generales simboliza el movimiento, la continuidad, la autofecundación20, el repetitivo camino, el esfuerzo eterno -o el esfuerzo inútil- ya que el ciclo volverá a comenzar a pesar de cualquier acción para impedirlo. Su imagen más popular -y la más antigua- es la de una serpiente o un dragón mordiéndose la cola, encerrada en si misma, que no permite variación y que es un camino infinito y perpetuo a si mismo.

Fig. 421

17

Chevalier, Jean. óp. cit. p. 916

18

Fig. 3: Ejemplo de greca en un diseño arquitectónico Ara Pacis, Roma. http://www.artecreha.com/Historia_Arte/ images/stories/diccionario/greca.htm 19

Del griego ουροβóρος Ouroboro, donde oyra es “Cola”, y bora “Alimento”. Definición extraída de Wikipedia http:// es.wikipedia.org/wiki/Ur%C3%B3boros#cite_note-1 20

Chevalier, Jean óp. cit. p. 791

21

Fig. 4: Disco de Bronce. En el centro, una serpiente mordiendo su cola. Arte del Benín. Chevalier, Jean, p. 791

Es el comienzo que se confunde en su propio camino con su desenlace, haciendo de esto un eterno retorno a lo mismo, de manera continua, de manera circular, de manera infinita. En alguna de sus representaciones lleva una inscripción que dice Hen to pan, “el Uno, el Todo”22 , texto que confiere mayor validez a la significación que E. Neuman da en sus estudios sobre el simbolismo matriarcal, pues sería un símbolo que refiere al acto de autofecundación, al mito -que según veremos más adelante ya no es mito sino una hipótesis que la ciencia está a punto de comprobar últimamentesobre la idea de una naturaleza capaz de renovarse a si misma, cíclica y de forma constante23. Éste concepto es rastreado en su primera manifestación -hasta el momento- en los jeroglíficos del sarcófago de la piramide de Unis, Egipto, que datan del 2.300 a.C. Fueron también utilizados posteriormente, y en su mayor parte, por los alquimistas.

Fig. 5 24

No es difícil entender este concepto visual, con la infinitud de los ciclos que, una vez terminados, comienzan para dar nuevo inicio eternamente a lo mismo.

Conciencia mítica del ciclo, en manifestaciones del pensamiento o del arte humano.

Además de configurar en muchos aspecto la psique humana, dando pie a conceptualizar la naturaleza y la vida mítica misma; además de haber sido manifestada de manera rudimentaria en expresiones de pintura rupestre, o mucho después, en perfeccionadas pinturas sobre cántaros, vasijas o ánforas, el concepto de ciclo que se repite a si mismo comenzó -mediante el avance de la historia de la humanidad- a hacer aparición en las ya distintas actividades del hombre, no limitándose exclusivamente a los rituales míticos, a aquellos que reproducían actos importantes y

22

Cirlot, Juan Eduardo. óp. cit., p. 351

23

óp. cit.

24

Fig. 5: Uróboro transformado en infinito.

que conducían a la abolición del tiempo profano25. La literatura y la filosofía fueron las primeras actividades que dieron indicios de que el hombre aun concebía mental, metafísica y abstractamente, todas las actividades naturales, como propias de un gran ciclo, del círculo que debía terminar donde mismo comenzaba, perpetuándose a si mismo.

La primera manifestación literaria a la cual se puede hacer referencia, es La Odisea de Homero. El autor griego construye desde la primera parte de este poema épico, La Iliada, la ida y vuelta del personaje central de ambas historias, Odiseo, aun cuando en el relato de la guerra contra Troya, Odiseo tenga un protagonismo secundario. Sin embargo, en textos escritos en años posteriores como en los de Virgilio, se advierte que el rey de Ithaca es a quien se le ocurre la idea del gigante caballo, estratagema perfecta e idea que finalmente le da el triunfo al poderío griego26. Además ha de notarse que Odiseo viaja al mismo tiempo que Aquiles y que el gran contingente naval griego a la guerra, dejando su tranquila isla Ithaca atrás en un periplo que dura diez años de ida, donde debe sumarse el viaje y los años de guerra contra Troya. En La Odisea, en perfecta sincronía con La Iliada, Homero da cuenta de las peripecias que obligan al héroe a recorrer marítimamente durante y nuevamente- diez años, ahora de regreso, para colocar orden en su reino que en ese momento era un caos, debido a la insurrección de los pretendientes al trono y a Penélope, su esposa. Es, de manera simbólica, una historia que cuenta los diez primeros años de una ida, y los diez posteriores de su vuelta, para reconocer en este trámite un viaje que termina donde comienza. Si bien no se nota con absoluta claridad -como más adelante y con otras manifestaciones si logra hacerse- el ciclo perpetuo de eterno retorno, ya hay antecedentes para lo que posteriormente viene.

A las obras de Homero deben sumárseles en este mismo periodo contextual, algunos mitos, griegos y escandinavos que ya dejaban entrever el eterno retorno de lo mismo, a lo mismo. Uno de ellos es el mito de Sísifo, que narra el castigo que sufre el rey de Éfira, aparentemente por no querer volver al inframundo, una vez que se le ha dado permiso para que desde ahí suba nueva y de manera momentánea al mundo de los vivos. A él se le ha castigado de la manera más tortuosa: debe subir una pesada roca todos los días a la cumbre de una montaña, para que ésta, estando muy cerca de la cima, caiga rueda abajo, obligándolo a repetir desde el principio e incesantemente todos los días 25

El tiempo profano era en la época arcaica, aquel periodo de tiempo que no tenía significación, el devenir de la vida, el intervalo entre los actos rituales, ritos en donde el hombre era verdaderamente el mismo, pues en el desarrollo del acto o del sacrificio, se repetía verdaderamente el acto o sacrificio inicial, coincidiendo el original con la repetición, en un símil de la coincidencia entre cabeza y cola de serpiente o dragón, propio de un uróboro. Cf. Eliade, Mircea. óp. cit., p. 42 26

Cf. La Eneida de Virgilio

esta misma labor27. Hay quienes interpretan este mito como una analogía al disco del sol, que sale cada mañana y que se hunde en el horizonte, día tras día, año tras año. Otro mito que despierta al menos leve curiosidad bajo el concepto del ciclo, es el mito escandinavo de Jörmundgander 28, la serpiente que es castigada por las atrocidades que alguien profetizó, haría, y que es lanzada al mar, creciendo en este elemento de tal manera, que pudo dar la vuelta al mundo alcanzando a morder su cola. Esta imagen, es de una semejanza tremenda con el símbolo del uróboro.

De una manera mucho más elaborada, y transformada en muchos aspectos aun en un enigma, La Eneida de Virgilio da cuenta del magnus annus, el milenio elemental y repetitivo. Si bien Virgilio en la superficie textual canta la gloria de Roma proveniente del linaje de Eneas, combatiente troyano, también y de manera poco manifiesta hace alusiones a las creencias estoicas en las que él fundaba su pensamiento. Esta apuntaba a que el universo tenía periodos vitales de mil años, y cada vez que los cumplía, sufría una ekpyrosis, combustión del cosmos para purificarlo todo e iniciarlo nuevamente29. Como el canto de La Eneida está dedicado a Octavio Augusto, sea por propaganda política, sea por admiración poética, él es el personaje que se instala al medio de este gran año, que comienza en el final de la edad de hierro el año 41 a.C, una vez que han terminado las guerras del Accio, la guerra civil, dando lugar a los diez años de Apolo, el Sol, el cosmokrator 30, el que renovará el novo ordo saeclorum, el que dará el paso al nuevo milenio que es la edad de oro, la época de Augusto en el año 31 a.C.

Algunos de estos conceptos también se repiten en “El sueño de Escipión” de Cicerón, otro estoico de la época romana.

Tiempo más tarde y en este mismo ámbito que mezcla literatura, historia, filosofía y ahora además religión, encontramos algunos conceptos similares a las del ‘gran año’ Virgiliano, pero matizado en una dirección más espiritual, con la irrupción del cristianismo, y el libro de las Revelaciones, el libro del Apocalipsis. En él, Jesucristo promete volver a recuperar al grupo de humanos que con voluntad creyó en Su sacrificio terrenal, para darles vida eterna, y para esto el Mesías dejará la

27

Homero. La Odisea. 1ª ed. Chile: Editorial Origo, 2012, p. 200

28

Cf. El mito de Jörmundgander, http://es.wikipedia.org/wiki/J%C3%B6rmundgander

29

Cf. Para mayor rigor en el análisis de esta teoría, refiérase a los estudios hechos por el académico Antonio Cussen.

30

Dada la creencia estoica de que todas las cosas del orden natural estaban compuestas por el fuego eterno, el eter, el Cosmokrator (Sol) es un concepto coherente respecto a la purificación del universo a base de fuego.

tierra en absoluto vacío durante mil años, periodo de tiempo que es llamado “el milenio terrenal”, para luego volver a ella purificándola con fuego, y así instalar Su reino de justicia y amor31.

Sin embargo, los pensamientos y contribuciones al concepto del ciclo, a la idea del eterno retorno los hizo en gran parte desde la filosofía el alemán Friedrich Nietzsche. Si bien, no es cosa de este estudio su análisis en profundidad (que tal vez nos llevaría casi un pequeño libro, y aun así no lo haríamos completamente), bien vale la pena atar algunos cabos comunes entre la teoría de la conciencia mítica del ciclo, y las ideas desarrolladas por el filósofo. En primer lugar, esta idea no está desarrollada en Nietzsche: el apenas la esboza. Hace algunas acotaciones, en lo que se supone es su descubrimiento más preciado, pero a la vez más íntimo, más personal. Es en voz de su Zaratustra y en el capítulo tres de ese libro, donde ambiguamente se encuentra este develamiento profético. Lo hace casi como verdad cosmológica, muy cercana a las doctrinas estoicas pero con claras alusiones a sus otras obras de pensamiento desarrolladas, como el Súperhombre, o la voluntad de poder.

Nietzsche sugiere que todas las cosas que alguna vez han sido, los

acontecimientos, las ideas, los pensamientos, todos vuelven a repetirse una y otra vez, sin fin y sin detención. Y no refiriéndose a que estas cosas combinen otras posibilidades, sino que lo harán en el mismo orden, de la misma forma sin posibilidad de variación. En este punto hay que hacer la distinción entre conocer lo que Nietzsche escribió, y entender lo que quería decir. Y son tantas las interpretaciones posibles en torno a este pensamiento profundo y demasiado humano, que sería altanero y de una osadía irresponsable el aventurarse en ceñirse a solo una, en un análisis superfluo y poco académico. Por esto mismo, es mejor que Nietzsche mismo hable, y sugiera: “Tú eres el maestro del eterno retorno, ¡ese es tu destino! El que tengas que ser el primero en enseñar esta doctrina. Nosotros sabemos lo que tu enseñas, que todas las cosas retornan eternamente y nosotros mismos con ellas, y que nosotros hemos existido ya infinitas veces, y todas las cosas con nosotros. Tú enseñas que hay un gran año del devenir, un monstruo de gran año: una y otra vez tiene que darse la vuelta, lo mismo que un reloj de arena para transcurrir y vaciarse: de modo que estos años son idénticos a si mismos, en lo más grande y en lo más pequeño, de modo que nosotros mismos somos idénticos a nosotros mismos en cada gran año, en lo más grande y también en lo más pequeño (...). Ahora muero y desaparezco, dirías, y dentro de un instante seré nada. Las almas son tan mortales como los cuerpos. Pero el nudo de las causas, en el cual yo estoy entrelazado, retorna, ¡él me creará de nuevo! Yo mismo formo parte de las causas del eterno retorno. Vendré otra vez con este sol, con esta tierra, con esta águila, con esta serpiente, no a una vida nueva o a una vida mejor o a una vida semejante: vendré eternamente de nuevo a esta misma e idéntica vida, en lo más grande y también en lo más pequeño, para enseñar de nuevo el eterno retorno.”32 31

Cf. Véase el libro de Apocalipsis, cap. 20, en cualquiera de sus versiones.

32

Nietzsche, Friedrich. Así habló Zaratustra. 1ª ed. Buenos Aires: Gradifco SRL. 2004. p.194

Es interesante sin embargo notar, que hay palabras que se repiten en boca del filósofo, y que han tenido que ver con la configuración de la conciencia mítica del ciclo, como lo son “devenir”, “gran año” e “infinito”. En este razonamiento Nietzschiano, hay énfasis en que todo va y retorna, en que todo muere y todo florece, en que el ciclo de la existencia se persigue eterna e idénticamente.

Pequeñas manifestaciones en el arte popular del siglo XX

Tal vez es Jorge Luís Borges el autor hispanoamericano más fascinado con la idea del infinito y del eterno retorno. El escritor argentino desarrolla estos dos conceptos de formas separadas. Mientras el primero le llama la atención queriendo descubrir los límites de él, el segundo le molesta, e intenta en muchos de sus escritos desalentar al lector de creer en las ideas que conciben un eterno retorno a lo mismo, y de la misma forma. De hecho, gasta buen tiempo, en ensayos macizos y categóricos a desautorizar las doctrinas Nietzschianas. Basta leer nada más su Historia de la Eternidad, para comprender su esfuerzo desde las matemáticas, desde la lógica y desde la física, echar por tierra estas ideas. Nótese la ironía en el siguiente fragmento de “El tiempo circular”: “Si los destinos de Edgar Allan Poe, de los vikingos, de Judas Iscariote y de mi lector, secretamente son el mismo destino -que es el único destino posible-, la historia universal es la de un solo hombre.” 33

Borges no creía que el tiempo fuese cíclico en el sentido de imitación perpetua eterna. Por el contrario, si postulaba que estos podían ser similares. No estaba en contra de que el tiempo se repitiera una y otra vez como lo pensaban quienes él mismo criticaba. Solamente estaba en contra de la ilogicidad de la idea. “Arribo al tercer modo de interpretar las eternas repeticiones: el menos pavoroso y melodramático, pero también, el único imaginable. Quiero decir, la concepción de ciclos similares, no idénticos”34

La idea de Nietzsche, de Shopenhauer en algún momento, o del mismo Marco Aurelio son para Borges por lo menos curiosas, porque negarían el pasado y el futuro, o como dice Eclesiastes, negarían cualquier novedad.

33

Borges, Jorge Luís. El tiempo Circular. Visto en documento pdf, extraído de www.librostauro.com.ar

34

Óp. cit.

Aun con ideas contrarias a las de los autores que recién nombrábamos, Borges si se sentía atraído por el concepto de tiempo finito de forma infinita. Es Borges quien asegura que el tiempo si bien es eterno, es finito, pues tiene principio y fin y no una forma lineal. Y si bien tiene comienzo y término, este periodo se repite de maneras infinitas, siendo este concepto el que desarrolló gruesamente en sus textos. En un análisis profundo de la obra del argentino, nos damos cuenta que hay elementos que de forma constante se repiten en sus cuentos: laberintos, espejos y las metahistorias. Respecto al primero, cabe recordar que es él quien desarrolla a modo de novela la historia de Teseo y el laberinto del minotauro. Los espejos, le llamaban la atención especialmente cuando eran puestos uno en frente del otro, y replicaban eternamente lo que había en medio de ellos. Nótese que entender esa noción de infinitud, es un laberinto para el pensamiento humano. Es por esto también, que le causaba tanta admiración el texto “Las mil y una noche”, pues su número 1001 decía- escondía el anagrama de la infinitud, al considerar el “1” como la persona que se mira al espejo, que es el “0”, replicado de izquierda a derecha de forma infinita. Las meta-historias, eran en parte influencia de Las mil y una noche, puesto que replica el modelo de contar una historia, y que en medio de ella se desarrolle otra, que a su vez narra una tercera o cuarta35 .

Otras obras, analizadas bajo la lupa del psicoanálisis, demuestran además, que el ciclo no es un concepto que corresponda solamente a la naturaleza, tanto así pues, corresponde a la psique humana. Esto nuevamente refuerza la teoría de conciencia mítica del ciclo y mucho más aun, cuando se revisan las obras literarias de migración respecto al exilio. Existe una crisis de la noconclusión en los exiliados. En ella, se puede comprender el dolor de una experiencia migratoria, especialmente la de abandono por situaciones políticas que en nada se comparan en dolor intenso y desgarro a otras formas de abandono del lugar de nacimiento, como pueden ser las situaciones de los transplantados, los buscavidas o los trashumantes. Arrancados de cuajo de su hogar y de su medio, quien debe exiliarse tiene que partir sin alcanzar muchas veces a despedirse de sus seres queridos, amigos o familiares. La despedida es en sentido estricto, un ritual que sirve como “protección del límite”36. Quien viaja, limita en el borde del estado de unión y separación con los suyos, entre la presencia y la ausencia. En ese delgado borde que separa un estado del otro, se crea la tensión entre la confianza de volverse a ver, junto al temor de no volver a hacerlo. Quien se va sin despedirse no practicando ese ritual, no dejará de sentir un impaciente desasosiego y aprensión, pues, es la despedida el marco protector que apunta a la esperanza de “volverse a ver”, como a la 35

Cf. Revísese Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, en el libro El jardín de los senderos que se bifurcan, 1940.

36

Cf. Sánchez Ferlosio, Ensayos y artículos, I y II (1992)

tranquilidad ante el “no volverse a ver”. Este rito, apenas perceptible en la cotidianidad, coloca marcas virtuales en la conciencia que da sentido y localización a la orientación personal, ya que la conciencia ante el trauma del exilio, lo primero que necesita es saber por donde anda, hacia donde va. A los exiliados les falta ese rito protector de la despedida, que, grosso modo, es un cierre, un fin, la conclusión a un círculo que debe cerrarse. De lo contrario, todos aquellos seres queridos de los cuales no pudieron despedirse, y a quienes temen no volver a ver más, quedan transformados en muertos en vida, y ellos mismos sienten que han quedado como muertos para los demás. Esta idea es la que desarrolla el uruguayo Mario Benedetti, en su novela “Primavera con una esquina rota”, cuando narra la historia del preso y exiliado político Santiago. Sometido a la reclusión, es un exiliado que no ha alcanzado a cumplir este rito de protección de límite, y vamos viendo a medida que avanza la narración, que su vida por esta causa es un completo desastre, un caos. Le falta, en definitiva, el cierre al ciclo, al círculo vital.

En la música popular del siglo XX, la banda británica The Beatles, jugó con el concepto de ciclo en uno de sus discos más transgresores. El álbum del año 1967, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band37 , no sólo fue el primero que revolucionó la forma de hacer música, por utilizar grabaciones de 24 canales, o por hacer música que no pudiese reproducirse en vivo. Ellos -según los críticoscrearon el primer disco conceptual, que abre y cierra de manera manifiesta el show sonoro. Tiene este álbum una canción de presentación, y un reprise, que cierra el álbum. Esto generó que muchos otros artistas comenzaran a concebir las ideas para nuevos trabajos, comenzando desde la idea del concepto de disco, del mismo modo: abrir y cerrar. Artistas como Queen, Pink Floyd, Rush, Roger Waters, y tantos otros replicaron el modelo. Así, cuantas veces se escucha ese álbum determinado, siempre retorna a lo mismo, de la misma manera, con los mismos instrumentos, con el mismo comienzo, con el mismo final, de forma idéntica.

En el mismo terreno de la música, pero a un nivel más literario y menos macro conceptual, encontramos un caso particular del concepto de ciclo. La banda mexicana Café Tacuba manifestó sus inquietudes respecto a las teorías de eterno retorno nietzschiano, y de conciencia mítica del ciclo en la canción “El ciclón” de su aclamado disco “Re”38 . Una de las estrofas, emulando visualmente la consecución natural del equilibrio del ecosistema, dice:

37

Cf. The Beatles. Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band. EMI, 1967.

38

Cf. Café Tacuba. Re. EMI, 1994

“Yo, flecha, flor, polen, flecha, abeja, oso, pez... Flecha, agua, sube, nube, llueve, árbol, flecha, oxigeno, flecha, pulmón...

Siguiendo la misma tendencia, su coro dice respecto al equilibrio de la vida, de los elementos que en ella se contienen, todos trabajando mancomunada y consecutivamente de forma secuencial:

“Gira y da vueltas y rueda girando. Gira y da vueltas y rueda, y rueda. Quiero hacerla un cuadrado, deformarla en un triángulo pero la vida siempre vuelve a su forma circular...”

En la televisión, el caso más reciente de conciencia de ciclo, es el de la serie norteamericana “Lost”39 . La historia cuenta las peripecias de un grupo de pasajeros de un avión, que deben sobrevivir después del impacto de la maquina en la que iban, cayendo a una extraña isla. Sin comentarla profundamente, después de seis temporadas sabemos que los personajes están atados a una isla en donde no hay tiempo ni espacio, casi en una especie de limbo, confiriéndoles a ellos el estatus de almas en pena. Sin embargo, lo más importante del análisis, es que en el primer capítulo de la primera temporada, la primera toma nos muestra un primerísimo plano del ojo del protagonista, como metáfora del mundo extraño e indimensionado al que el telespectador se someterá durante un sinfín de capítulos; y este ojo enlaza con la última toma del último capítulo de la última temporada, en donde nuevamente pero en una circunstancia distinta, es el mismo ojo el primerísimo plano que cierra en el fundido a negro el tiempo inconexo, extraño, que duró ese ciclo que finalmente termina donde comenzó.

La nueva era del siglo XXI

Hay en este siglo un énfasis tremendo en hablar de una nueva era, de un despertar de conciencia, de un nuevo tiempo, del termino de nuestro tiempo y de un nuevo ciclo que comenzará. Sea de manera agnóstica, religiosa, esotérica o científica, todos hablan de cambios, invocando argumentos que van desde lo más absurdo, a premisas lógicas bien desarrolladas: desde el calendario Maya que mal o 39

Lost. USA: ABC® Televisión. 2004-2010

bien interpretado anuncia el termino -aparente- de nuestro mundo, el despertar de la conciencia a través del mensaje de los ángeles, pasando por el planeta Nibiru o Hercobulus que se acercan “peligrosamente” a nuestro planeta, el calentamiento global que nos llevará a un nuevo estado de congelamiento y un largo etc. También, la ciencia se ha encargado de demostrarnos este último año, que el orden natural es infinito y que regula de manera secuencial sus propios ciclos. Podemos referirnos a esto, en torno a dos posibles descubrimientos: La hipótesis de la tierra Gaia, y el bosón de Higgs. En el primero se está a punto de confirmar una teoría que nuestro antepasados precolombinos ya manejaban y con certidumbre: que el planeta tierra es un ente vivo. La teoría de la -por ejemplo- Pachamama, fue desechada constantemente, tildándola muchas veces por la comunidad científica de ridícula, hasta que este año científicos norteamericanos descubrieron que el planeta tierra se regula a si mismo, después de un ciclo de tiempo indeterminado. Se autoregula, se mueve, se acomoda, se equilibra40. En la segunda hipótesis cercana a confirmar, el bosón de Higgs está delineando los -hasta ahora- desconocidos límites del Universo, llevándonos a creer más firmemente que éste, es infinito, y que este concepto no es erróneo. Infinito hacia lo macro, infinito hacia lo micro.

La hipótesis de la ciencia ficción como final del ciclo del hombre.

Y por último, cuando desde los márgenes de la literatura se analiza el subgénero de la Ciencia Ficción, esta siempre sorprende. No es desconocido que es tal vez el apartado literario que más colinda con la objetividad, al basar su existencia en elementos científicos, explicables y también en la avizoración del futuro. Y es, ante esta última característica, donde radica su peculiar magia y a la vez su gran interrogante: ¿Son los escritores, autores de este subgénero literario, los que brillantemente saben leer el tiempo en el que viven, proyectando casi como en pseudas visiones proféticas, el futuro, para así atreverse a plantear hipótesis de cómo vivirá el ser humano más adelante? ¿O es la rama de la ciencia la que se toma de los escritos, postulados y las ideas de los autores de Ciencia Ficción, para ir desarrollando la tecnología y los avances que en unos años más veremos manifiestos, tal como aventuraban los escritores? Para nada es descabellado que se coincida, en que la literatura de ficción científica ha acertado en mucho de su avizoramiento y de hipótesis respecto a como se vivirá en el futuro. Es cosa de releer las novelas de Julio Verne -que

40

Cf. Véase http://www.emol.com/noticias/tecnologia/2012/05/20/541475/nuevas-mediciones-podrian-confirmar-lahipotesis-gaia.html

muchos años antes de que estos se construyeran- quien ya nombraba e imaginaba en un futuro no muy lejano submarinos, radares, teléfonos. O el mismo Arthur C. Clark, que en base a su cuento “El centinela”, ayuda a Stanley Kubrick a desarrollar la película 2001 A space Odyssey, imaginando pantallas de teleconferencias, computadoras con inteligencia artificial, por lo bajo 30 años antes de que irrumpiera Skype, o cualquier otro sistema de comunicación por telepantalla. Ni hablar de Blade Runner y sus ciudades futuristas que hoy ya son una realidad en Hong Kong o Beijing; de Isaac Asimov, y como todo terminaría siendo robotizado: sólo hay que ver las noticias de hoy, para sorprenderse con los niveles de la inteligencia artificial que los japoneses han desarrollado, con celulares que analizando la retina saben que es lo que uno quiere hacer con él, o con los robots tamaño humano que ya saben identificar con qué genio y emoción uno llega a casa para reaccionar de la mejor manera posible, en la misma forma y con el mismo estilo que Asimov ya narraba en los ‘50 del siglo pasado. No es descabellado pensar entonces, que la ciencia ficción acierta adelantándose en un buen par de décadas al “cómo” viviremos.

Sin embargo, teniendo esta premisa en mente, las noticias son desalentadoras: la ciencia ficción de hoy, coloca la existencia del ser humano al borde del precipicio.

Desde algún tiempo hasta ahora, los relatos audiovisuales, cómics o literarios apuntan a que la raza humana tendrá que enfrentar tremendas catástrofes, naturales o externas, que lo llevaran forzosamente a autoexiliarse fuera de las ciudades, viviendo en micro comunidades. Ya sean ataques de zombies, guerras contra las máquinas, invasiones extraterrestres, pandemias contagiosas y virales 41, en todas ellas hay un elemento común recién mencionado: obliga a la raza humana a intentar sobrevivir fuera de la ciudad, sin ayuda de gobiernos ni de fuerzas armadas, todas ellas devastadas, alejándose todos de lo que nos constituyó en seres distintos al resto de los habitantes vivos de este planeta: la sociedad, la comunidad, la civilización. Es interesante notar que en este punto, hay un retroceso en el progreso y en el camino humano: el hombre se ve obligado a retroceder, obligado a volver al origen, obligado a vivir en micro sociedades, casi y únicamente familiares, intentando conseguir alimento, intentando sobrevivir, en un mundo hostil que ya no conoce, que le es adverso, y en donde la ley del más fuerte operará para el hombre tal como en el comienzo de los tiempos. Según esta hipótesis, el ser humano vuelve a ser un nómade que se traslada de lugar de acuerdo a las necesidades básicas que se le presentan, que serían alimento, 41

Cf. Para una mejor comprensión de esta hipótesis, revísese algunas películas, series, comics o libros como Falling Skies, The Walking Dead, Matrix, Contagio, 28 days later, The Road, todas aparecidas en la última década y sólo por nombrar algunas.

abrigo y protección. Es un perfecto círculo, en donde el hombre que comenzó millones de años atrás a caminar la vía de la evolución, que se erigió como fenómeno, que desarrolló armas, que tomó conciencia de si mismo, que pudo hacerse una idea de si mismo, que inventó leyes, que desarrolló la filosofía, que viajó al espacio y se maravilló descubriendo el adn humano, tenga que volver y retornar -ahora de vuelta- a su condición primitiva; donde de acuerdo a las condiciones de aislamiento y de degradación, quizá se vea condicionado a perder las formas básicas de comunicación -pues no tiene mucha gente con quien comunicarse-, tal vez perdiendo hasta su propio lenguaje, y por ende el pensamiento, llegando a actuar como un homínido primitivo. Y en un perfecto ciclo, vuelva y retorne al principio, y se vea entonces obligado a comenzar de cero, a volver a caminar el mismo camino, a avanzar de la misma forma, o de una distinta para volver a convertirse en lo mismo. Y deberá desde ese punto de termino-inicio, de origen y final, volver a constituirse una vez más... en hombre.

Bibliografía.

- Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras, 1ª ed. México: Fondo de cultura económica, 1959. - Chevalier, Jean. Diccionario de los símbolos. 1ª ed. Barcelona: Editorial Herder, 1986. - Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos tradicionales. 10ª ed. Barcelona: Siruela, 2006. - Diccionario Panhispánico de dudas, Real Academia Española. 1ª ed. 2005. - Eliade, Mircea. El mito del eterno retorno, 1ª ed. Madrid, Buenos Aires: Emecé-Alianza, 2003. - García Gual, Carlos. Introducción a la mitología griega. 1ª ed. Madrid: Alianza, 1992. - Homero. La Odisea. 1ª ed. Chile: Editorial Origo, 2012. - Nietzsche, Friedrich. Así habló Zaratustra. 1ª ed. Buenos Aires: Gradifco SRL. 2004. - Borges, Jorge Luís. El tiempo Circular. Visto en documento pdf, extraído de www.librostauro.com.ar (Acceso, Sábado 21 de 2012)

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