Prósper Guéranger, Odo Casel y el Movimiento Litúrgico

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29 de octubre de 2014
Santiago de Compostela


Índice

1. El Movimiento Litúrgico 3-4
1.1 Introducción 3
1.2 Relevancia 3
1.3 Análisis 3-4
2. Contextualización histórica 4-16
2.1 La época 4-10
2.2 Desarrollo del Movimiento Litúrgico 10-16
3. -Prosper Guéranger 16-25
3.1 Su persona 14-19
3.2 El problema litúrgico 19-22
3.3 La Dogmática de Prosper Guéranger 22-25
4. Odo Casel 25-29
4.1 Su persona 25-26
4.2 Su pensamiento 26-29
5. Conclusiones 29-30
6. Bibliografía 30






1. El Movimiento Litúrgico

1.1 Introducción
La Historia humana es como un gran movimiento que se mueve lentamente
y que no sabe de cambios bruscos, sino que cada movimiento es el fruto
final visible de una larga cadena de cambios más pequeños previos y
generalmente desapercibidos.
En este sentido, la renovación litúrgica vivida en la Iglesia
Católica en el pasado siglo XX con el Concilio Vaticano II no fue, como a
alguno pudiera parecerle, una suerte de "aerolito" caído de las nubes sin
previo aviso.
Muy al contrario, ha sido el fruto de un movimiento de renovación
litúrgica, doctrinal y espiritual que venía gestándose desde hacía más de
dos siglos.
A lo largo de este trabajo, y de forma muy sintética, tendremos la
oportunidad de asomarnos a esta realidad histórica y así comprender mejor
todas las fuerzas históricas que de una forma o de otra fueron configurando
esta renovación.

1.2 Relevancia
La relevancia del conocido como Movimiento Litúrgico, que entre los
siglos XIX y XX fue una corriente de vida excepcional para la Iglesia,
reside sobre todo en el hecho de que sus ideas y planteamientos calaron
poco a poco pero tan hondamente en todos los estamentos de la Iglesia que
fueron convenciendo a seglares y Papas, sacerdotes y religiosos,
desembocando en la renovación litúrgica del CVII cuyo máximo exponente
resulta ser la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada
Liturgia.
Y aun si bien es cierto que como decimos su mayor vitalidad fue a
parar a la Liturgia, no es menos cierto que en ello se imbricaron y para
ello una renovación de los estudios históricos y patrísticos, así como
nuevos planteamientos en el campo de la espiritualidad y de la pastoral.

1.3 Análisis
Debemos por otro lado también tener en cuenta que no se trata aquí de
un "movimiento" orgánicamente estructurado o donde todos sus miembros se
conociesen en el tiempo, ni creo siquiera que se pudiera afirmar que todos
supieran de las obras de los otros, aunque sea evidente que en general
todos influyeron en los demás, y sobre todo refiriéndonos a los autores más
destacados.
Debemos tener en cuenta esto para entender que se trata no tanto de
un "círculo" selecto de autores compacto con unos objetivos y motivaciones
claras y concretas, sino más bien una "corriente" de pensamiento y de
sentimiento acerca de la situación de la Iglesia y de la sociedad en su
época y los caminos que ante todo ello debía adoptar la primera.
Aunque sea cierto que de entre los autores que contribuyeron al
Movimiento Litúrgico podamos hallar también sacerdotes seculares, lo cierto
es que el Movimiento Litúrgico nació y creció y tomó espíritu y forma entre
los miembros de la Orden de San Benito.
La mayor parte de los autores e investigadores fueron benedictinos,
y, desde luego, lo fueron también los más destacados.
Por las características del mismo vamos a tratar aquí de analizar los
orígenes y causas, procesos y crecimiento del Movimiento Litúrgico, a
través de la vida y obra de sus dos mayores exponentes: Prosper Guéranger
(O.S.B.), y Odo Casel (O.S.B.).

2. Contextualización histórica

2.1 La época
Dado que podemos situar al Movimiento Litúrgico entre los siglos XIX
y XX, deberemos tener en cuenta el contexto no sólo espiritual sino también
político y económico, social e intelectual y hasta psicológico, de este
intenso período de la Historia Contemporánea, si bien nos centraremos
especialmente en los procesos espirituales dentro de la Iglesia Católica
por su pertinencia.
Como "frontispicio" que encuadra y que va a condicionar sobremanera a
toda la época podemos contemplar el evento de la Revolución Francesa de
1789 y todo lo que ésta trajo como consecuencia.
Se trata del principio del fin del Ancien Régime y de su sistema
político absolutista, que aunque aún perviviría un tiempo, ya estaba
sentenciado. El "período del Terror" y los convulsos cambios bruscos y
reiterados provocaron durante todo el proceso de la Revolución del 1789 un
creciente sentimiento de malestar y de indefensión, sobre todo cuando se
llegó a momentos en los cuales la anarquía total parecía reinar.
El caos y la reorganización del Estado de forma totalmente "laica" o
más bien "anti-cristiana" o al menos "anti-clerical" llevó a un desastre
evidente en Francia a nivel de las diócesis y del clero, así como de los
religiosos, muchos de los cuales fueron exclaustrados durante el proceso y
sus bienes expropiados.
El malestar desde dentro de la Iglesia para con todo lo que se
entendía como "modernidad" crecía pues por todo ello, vinculándose en
Europa "Modernidad" con la Revolución Francesa y todo su tinte "anti-
clerical", llevando a muchos no pocas veces a entender que era deber de la
Iglesia no sólo "resistir" sino tratar de "acabar" con la Modernidad misma.
Es importante que tengamos presente este factor decisivo en la
mentalidad de muchos hombres de Iglesia europeos de la época, cosa que no
sucedía de la misma manera al otro lado del Atlántico, en unos Estados
Unidos donde la Modernidad era intrínseca a la nación y donde desde el
mismo principio las declaraciones de libertad religiosa en un país donde la
Iglesia Católica no era mayoritaria hicieron a ésta entender la Modernidad
como algo benéfico para ambos.
Como sabemos pues en Europa la Revolución Francesa fue como el
"colofón" y el culmen de las aspiraciones de todo un movimiento previo
denominado "Ilustración", en donde la razón debía gobernarlo todo, sacando
al hombre de la "ignorancia" en que estaría sumido a causa de la
"superstición" y de las "tradiciones", llevándolo hacia el "progreso".
Nombres como los de Montesquieu, Diderot, Kant, Voltaire, Rousseau o
la primera edición de la "Enciclopedia" resumen muy bien a este movimiento
en su vertiente intelectual.
De todos modos no vamos a pretender aquí extendernos en ello, cosa
que excede con creces las pretensiones de este trabajo.
Lo resultante fue que en medio del caos el brillante general Napoleón
Bonaparte se corona emperador el 28 de mayo de 1804 como Napoleón I.
Comenzará así el proceso ya conocido de épica expansión de los
ideales revolucionarios y laicos de 1789 por toda Europa, norte de África e
incluso parte de la antigua Asia Menor, con las campañas napoleónicas en
Egipto y en Siria.
Como sabemos la batalla de Leipzig de 1813 devolvería durante un
breve espacio de tiempo a Luis XVIII al trono, hasta que Napoleón vuelve en
1814 con ansias de revancha, que terminan en 1815 con la batalla de
Waterloo y el Tratado de París.
Una breve restauración absolutista vendría después con Luis XVIII,
Carlos X, pero ya era inviable una vuelta a lo que de suyo ya era cosa del
pasado, con lo que la Revolución de Julio de 1830 intentará un resultado
conciliador instaurando un sistema intermedio, el de la monarquía
constitucional.
Sin embargo las ansias revolucionarias continuaron, y en 1848
asistimos a una nueva Revolución, que instaurará la II República de Francia
(la I República fue durante la Revolución de 1789) con Jacques-Charles
Dupont de l'Eure, François Arago y Luois-Eugène Cavaignac, hasta que en
1852 Napoleón III instaure el II Imperio, que durará hasta la Guerra Franco-
Prusiana, donde en 1870 en la batalla de Sedán Francia cae derrotada y
Napoleón III huye.
Louis Jules Trochu se encarga en ese momento de la difícil situación
del país tras una cruenta guerra perdida, y Adolphe Thiers en 1871 instaura
la III República Francesa, que se mantendría en pie durante la Primera
Guerra Mundial y que lograría sobrevivir hasta la Segunda Guerra Mundial y
la invasión nazi. Vendría después la inestable IV República de 1946, y tras
las derrotas en las colonias de Indochina, el alzamiento generalizado en
Argelia y la respuesta golpista de los militares, la V y actual República
Francesa del general De Gaulle de 1958.
Resumida de este modo y de forma muy breve y esquemática la historia
reciente de Francia, entre otras cosas debido a ser ésta la patria y
contexto de Prosper Guéranger, veremos ahora algunos rasgos generales de
este período más relacionados con los movimientos espirituales de entonces.
En general el siglo XIX será recordado como el "siglo del Sacratísimo
Corazón de Jesús", título propuesto por cierto por d'Hulst y apoyado en la
enorme propagación que los jesuitas llevaron a cabo de dicha devoción.
Recordemos que el Papa Pío IX beatifica en 1864 a Santa Margarita
María de Alacoque y que León XIII en su encíclica Annum Sacrum del 25 de
mayo de 1899 había designado la consagración de la humanidad entera al
Sagrado Corazón de Jesús, después de elevar al rango litúrgico dicha
fiesta[1].
Por todo ello el número de congregaciones bajo esta advocación creció
exponencialmente.
Destaca la fundación por parte de los jesuitas F. X. Gautrelets y H.
Ramière del Apostolado de la Oración.
Por otro lado, y si tenemos en cuenta que la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús está fuertemente vinculada a la Eucaristía y a la
Presencia Real del Señor en ella, entenderemos como algo muy natural que
éste sea un período muy "eucarístico".
Se dio una revalorización del culto al Santísimo Sacramento en
diversas formas. Tenemos el caso por ejemplo de E. Marie Tamisier de
Tours, quien fue una auténtica enamorada de la Eucaristía y principal
promotora de uno de los fenómenos más característicos del siglo XIX: los
congresos internacionales (eucarísticos, como sería el caso, pero también
marianos después)[2].
Otra forma de expresión del mismo espíritu fueron las nacientes
congregaciones de adoración eucarística. Así tenemos en 1833 en Roma la
Asociación de la adoración reparadora de las naciones católicas, o en 1890
la archicofradía de la Adoración perpetua de los franciscanos de Turín, las
Hermanas de la Adoración Perpetua, los Sacerdotes Sanctissimi Sacramenti,
la Asociación de pajes del Santísimo Sacramento del altar en 1902 en Roma,
etc[3].
Por supuesto el otro pilar insustituible de la devoción de esta época
fue la piedad mariana, de la cual nacerán también congresos (1895 en
Liorna, 1898 Turín, 1898 Lyon, 1902 Friburgo, etc.) y múltiples
congregaciones (Societas Mariae en 1871, Marianistes de Sainte-Croix en
1841, Missionnaires de Notre-Dame de La Salette en 1852, Hijos del
Inmaculado Corazón de María en 1849 fundados por Antonio María Claret y
Clará, etc.)[4].
Ahora bien, debemos tener en cuenta que este "despertar" mariano tuvo
un por qué muy particular: las apariciones marianas. En 1830 a Catherine
Labouré, en 1836 las apariciones de Nuestra Señora de Las Victorias, en
1846 en La Salette, y en 1858 a Bernardette Soubirous en Lourdes. Y esto
sólo en el siglo XIX, en el siglo XX continuará una tónica parecida con las
apariciones en Fátima en 1917.
Otro rasgo importante de la espiritualidad del momento lo caracteriza
la atención a lo social. En 1897 en Colonia Lorentz Werthmann funda el
Deutscher Caritas-Verband (lo que vendría a ser "Cáritas", en Alemania), y
en 1896 la revista Caritas[5].
En otro nivel, fue muy influyente también todo lo concerniente a la
espiritualidad de la "infancia espiritual", nacida a raíz de la vida y
escritos de Thérèse Martin (1873-1897), llamada Santa Teresa del Niño Jesús
o de Lisieux desde su entrada en el Carmelo.
A nivel de estudios teológicos sin embargo es una época muy pobre,
donde abundan los "relatos piadosos" llenos de "cosas fantásticas y
maravillosas", que dan más bien la sensación de que el pensamiento de
muchos entonces debía de ser: "con tal que fomente la piedad, todo vale".
Resulta curiosa esta postura teniendo en cuenta que no mucho tiempo atrás
se había dado un movimiento muy fuerte de gran rigor histórico y científico
en los maurinos y bolandistas. También es verdad que siempre hay honrosas
excepciones, como los trabajos de John Henry Newman o de Scheeben.
Este fenómeno tiene su origen en la "dictadura del racionalismo"
imperante en toda Europa entre los siglos XVII-XVIII-XIX y que llevó a
muchos teólogos cristianos (católicos y/o protestantes) a sumarse a esta
corriente dando lugar a una "des-mitificación" tal que en algunos casos
quería dejar de considerar posibles los milagros o incluso la Resurrección,
"naturalizando" el cristianismo hasta el punto de convertirlo en mera
"moralina" insípida y aburrida que no decía nada a nadie.
La reacción fue poner el acento en "lo milagroso", lo "sobrenatural",
la piedad sencilla y "no-grandilocuente" (recordemos que una santa que es
Doctora de la Iglesia en medio de una época racionalista nos ha propuesto
el camino de la "infancia espiritual"), etc. Todo ello lo cual quizás era,
en cierta medida, "rehuir" de algún modo los "concienzudos filtros
científicos" ante tal "des-mitificación" (por otro lado tantas veces
tremendamente parcial y poco crítica realmente).
Ante los deísmos que hablaban de "un dios lejano", o bien estas
corrientes "des-mitificadoras" que hablaban de un Jesús "pobremente humano"
y sin trascendencia real alguna, el refugio para los creyentes fueron estas
devociones y piedades particulares donde eso sí, y también debe decirse, en
las imágenes de un Jesús que es Dios con un Corazón ardiente de caridad y
que se duele por los hombres, podían realmente encontrar al Dios de la
Biblia (la leyeran o no) que no es indiferente ante la injusticia o el mal,
y que ama a su pueblo.
En el campo del arte, y por las mismas causas, lo que imperaba era la
"sensiblería" y la "ramplonería" "melosas" y de poca altura artística.
Seguimos en el mismo "esquema": lo que se pretendía era suscitar
"devoción", y por ello apelaban al "sentimiento fácil".
Después, si nos preguntásemos cómo estaban en el siglo XIX de
"cristianizadas" las sociedades europeas, ciertamente deberíamos responder
que la cosa era muy desigual. Dependía mucho de los países y las regiones,
y mientras que en la laicizada París aún bullían las ideas de Robespierre,
en el rural alemán por ejemplo aún era corriente la presencia del
Herrgotteswinkel (un espacio en las casas, generalmente una esquina del
comedor o algo similar, en donde había un pequeño "altar" con alguna imagen
o crucifijo con velas o una Biblia), además del rezo del Rosario en familia
donde eran católicos[6]. Por lo demás en el este de Europa, países tales
como Rusia o Polonia fueron en ese sentido más conservadores también, cosa
que podemos comprobar a partir de todo el ambiente que aún se "respira" por
ejemplo en la obra anónima rusa del siglo XIX Relatos de un peregrino ruso
(si bien por ejemplo en las obras de Dostoievski, de la misma época, ya se
percibe claramente el "ambiente convulso" de las nuevas ideas
revolucionarias que venían del oeste).
El mundo plural de hoy no es quizá sino una continuación y evolución
de ese mundo donde la unidad en la Cristiandad ya no existía y comenzaban a
circular ideas de todo tipo, cosa que es hoy día ya lo más normal en
prácticamente todas partes.
Por último, pero no menos importante para el tema que nos ocupa,
debemos prestar atención al fenómeno del ultramontanismo, movimiento que
influirá mucho en Guéranger, e indirectamente en el Movimiento Litúrgico
por ende.
Se trata de una corriente especialmente activa en Francia, que debe
su nombre al hecho de que mira "más allá" ("ultra-") de los "montes" ("-
mons"), esto es, y, "visto desde Francia", de los Alpes; hacia Roma.
Básicamente los católicos franceses, hartos en gran medida de una
iglesia galicana de gran raigambre histórica pero demasiado "vuelta sobre
sí misma", en un contexto en el cual habían visto cómo gracias a las
sucesivas revoluciones no tenían ninguna protección ya por parte del Estado
sino más bien al contrario, e incluso con la comprensible indignación a la
vista de cómo el Estado quería "meter mano" en la Iglesia y hacer de ella
lo que se le antojase, quieren mirar a Roma, al Papa, invocando en él un
líder y un garante internacional que pueda poner freno al Estado en asuntos
que no son de su competencia.
Por otro lado esta corriente se insertó de alguna forma dentro del ya
existente en Francia movimiento tradicionalista que desde un principio
había "chocado" con la Revolución Francesa de 1789 y cuyos máximos
exponentes fueron Louis Bonald, Joseph de Maistre o Chateaubriand con su
obra Genie du Christianisme -1801- (por cierto muy apreciada por Guéranger
en su juventud).
Uno de los más prolíficos autores ultramontanistas, muy cercano
también al movimiento tradicionalista, fue el famoso Robert de Lamennais,
hombre instruido y fogoso, de discursos incendiarios y fundamentados.
Prosper Guéranger leyó con gusto a Lamennais y estuvo muy influido
por él, hasta el punto de que le solicitó ser discípulo suyo, y contribuyó
con artículos a las publicaciones del "círculo de Lamennais".
Posteriormente, cuando las ideas de Lamennais no son plenamente
aceptadas por el Papa (Mirari Vos) y éste se decepciona y desaparece del
ambiente eclesial, Guéranger seguirá su propio camino, de fidelidad siempre
a la Iglesia y a su Tradición (no así Lamennais, que muere como un alejado
de la Iglesia el que un día fue su mayor defensor y uno de sus sacerdotes).
Sea como fuere, el caso es que Guéranger adoptó como suya para toda
la vida la causa por "retornar la mirada a Roma", emprendiendo una "cruzada
personal" para lograr que las diócesis francesas regresaran a la unidad de
usos litúrgicos con Roma, cosa para lo cual él indagó y dio razones más que
suficientes recurriendo a los Padres de la Iglesia y a la Tradición perenne
de la Iglesia.
Lo logró, por cierto, pero sobre todo su trabajo de investigación fue
la base para el Movimiento Litúrgico, además de ser un descubrimiento de la
Patrística en su época, un tesoro en el cual los teólogos de los siglos XIX
y XX sorprendentemente hallarán las respuestas a las ansias de renovación
que tenían, y podrán dar consistencia a toda la teología del Concilio
Vaticano II del modo como siempre lo ha hecho la Iglesia: sobre la
Tradición.
Guéranger no pensaba en el CVII ni nada parecido, ni tampoco es un
"precursor" del mismo; mas, sin saberlo y "metido" en los problemas de su
tiempo, contribuyó enormemente a provocar unos "nuevos paradigmas" (basados
en la Tradición de siempre) que en su día sí llegarían a dar esos frutos.

2.2 Desarrollo del Movimiento Litúrgico
Considerando todos los datos históricos que acabamos de ver podemos
hacernos una idea de las causas que llevaron a estos hombres de gran
"intuición espiritual" a comenzar a buscar "nuevas" vías de expresión de la
espiritualidad en la Iglesia Católica. Y entrecomillamos lo de "nuevas"
porque de hecho lo que van a hacer va a ser, tal y como se dan todas las
renovaciones en la Iglesia, una búsqueda de "purificación" mirando hacia
atrás, hacia la Tradición y en la Tradición de la Iglesia.
La exageración que ya vimos de los aspectos devocionales de la
religión, y en concreto en su vertiente más sentimental-individual, había
ciertamente en la época creado un espíritu religioso individualista, que de
hecho Odo Casel en El Misterio del Culto Cristiano atribuye a que
"surgieron en la piedad cristiana los nuevos métodos de vida interior,
psicológicamente estudiados a maravilla, acomodados a cada individuo y
estimulantes de las fuerzas personales. [de modo que] La consecuencia
lógica de esto fue que el misterio de la Iglesia se dejó atrás por estos
nuevos caminos. [en los cuales] Se acentuaba demasiado la misteriosa
eficacia de la gracia divina y la conjugación y operación conjunta de Dios
y el hombre, donde el hombre era sólo parte receptiva: [y] así los auxilios
maternales de la Iglesia que hace integrar al individuo en la comunidad [se
hicieron inútiles o innecesarios]"[7].
Como vemos en ese texto, y cosa que hará a lo largo de todo el libro,
Casel achaca el individualismo en el fondo al "humanismo", y un "humanismo"
donde él creía ver un "voluntarismo agazapado" ("Humanismo y misterio no se
compaginan"[8]), y entendámoslo teniendo en cuenta lo dicho del contexto
acerca de la teología de la "des-mitificación" ("La humanización de la
religión había avanzado tanto que, al final, ya no quedaba religión"[9]).
Ante esto Casel por ejemplo exponía: "no hay que buscar tanto
psicológicamente, sólo entregarse"[10]. Además de señalar la clave al
principio del capítulo II del mismo libro: "Cristianismo no es […] un
sistema de más o menos verdades formuladas dogmáticamente que se aceptan y
se profesan, y de una suma de preceptos […] San Pablo entiende el
Cristianismo […] como un […] una acción de Dios [y] Este
misterio puede expresarse en la única palabra , donde
significa al Salvador como persona en unión con su Cuerpo Místico, la
Iglesia"[11]. He ahí la clave para entender el por qué mismo o la necesidad
histórica del Movimiento Litúrgico: volver a "unir" a Cristo y a la
Iglesia, que un contexto espiritualmente tan individualista estaban ya
desde hacía mucho "divorciados" (desde la Reforma o antes incluso, mas no
sólo por la Reforma, pues entendamos que los procesos históricos, como
expone Casel en el libro de El Misterio del Culto Cristiano, afectaron al
modo de entender la vida y la relación con Dios de todos, protestantes o
católicos).
De hecho, nos basta recurrir a cualquier libro de Historia para
constatar que esto que denuncia Casel ocurría de hecho y no sólo entre la
sociedad "secular", sino que la influencia llegó hasta el punto de que el
influjo de los métodos ignacianos, por ejemplo, en los monasterios
benedictinos de la época había llegado a desvalorizar el Oficio Divino
coral (cosa fundamental supuestamente en la vida del benedictino)[12].
La necesidad como vemos de volver a entender el "para qué" de la
Iglesia y por ende de la economía sacramental era ya acuciante.
El pionero y en cierto modo "profeta", hombre adelantado a su tiempo
que dio soluciones a problemas que aún no habían llegado a su consumación,
fue sin lugar a dudas Prosper Guéranger.
Él, cuya figura y obras analizaremos por todo ello más adelante y de
forma mucho más concienzuda, debe ser entendido como el que fundó las bases
del Movimiento Litúrgico.
Su apasionado amor por la Tradición de la Iglesia y por los Padres de
la Iglesia, por la Historia Eclesiástica y por la Liturgia, unido todo ello
a un profundo espíritu, le hicieron realmente ser quien ahondó en las
fuentes y sacó de ellas el material necesario para volver a mirar a Roma,
al Papado y a la unidad con deseo y amor filiales; del mismo modo que le
hicieron capaz de darle consistencia doctrinal seria a la defensa de algo
que nadie veía en la Francia de su época como necesario: la vuelta al Rito
Romano y la unidad de todos en él.
Así, en 1864 Marcus Wolter tradujo al alemán los Exercitia
spiritualia, basados en la vida anual de Santa Gertrudis de Helfta, obra en
donde dio a conocer al público alemán el movimiento liderado por Guéranger.
En 1865 Wolter publica Choral und Liturgie, donde cita páginas
enteras del libro L'année Liturgique de Prosper Guéranger.
Wolter también publicó entre 1871 y 1890 cinco volúmenes de
comentarios al Libro de los Salmos, el llamado Psallite sapienter.
La abadía belga de Maredsous (fundada en 1872) publica en 1882 un
"Misal popular", el Missel des Fidèles[13].
Anselm Schott (1845-1896) edita una obra similar, el Messbuch[14].
Sin embargo y dicho lo cual, Pío X fue realmente decisivo para la
popularización del Movimiento Litúrgico, pues fue el primer Papa desde
Trento en acometer reformas de alcance en el terreno litúrgico. Entre otras
cosas fue un seguidor del movimiento y dio a conocer sus ideas fuera de los
ámbitos monacales a toda la Iglesia Universal (aconsejado entre otros por
Monseñor Wagner y Monseñor Jounel), sobre todo con su magisterio entre los
años 1903, 1904 y 1905 (cuando sale Quam singulari).
Tra le sollecitudini, del 22 de noviembre del año 1903 sobre la
música sacra, es como la "carta del Movimiento Litúrgico", pues Pío X
estaba ya desde hacía tiempo preocupado por la "música de orquesta" en las
iglesias y vio en los monjes de Solesmes (el monasterio del cual Guéranger
era fundador y abad), los cuales habían optado por la revitalización del
canto gregoriano, una luz. Por ello los mismos monjes de Solesmes ayudaron
a su redacción.
En este motu proprio el Papa decía que la primera fuente que había de
alimentar la vida cristiana de los fieles era la participación activa en el
misterio del culto y en las oraciones comunes y solemnes de la Iglesia.
Había pronunciado ya la palabra clave para el desarrollo de la
vertiente pastoral del Movimiento Litúrgico (tantas veces mal entendida y
sujeto de abusos): "participación".
Lambert Beauduin O.S.B. ( 1960) fue sacerdote-obrero en Lieja con
los Aumôniers du Travail antes de ser monje benedictino (votos en 1907), y
participó en el famoso Congreso de las Asociaciones Católicas inaugurado
por el cardenal Mercier en 1909 en Malinas, donde Beauduin abogó para que
el Misal llegase explicado a todos ("Dad comprensión a los creyentes y, por
consiguiente, amor a los misterios que celebran, ponedles el Misal en las
manos y sustituid por él tantos libros mediocres de oración")[15].
Es el llamado "acontecimiento de Malinas", así denominado por el
profesor Gottfried Kurth.
Funda precisamente el Movimiento Litúrgico de Mont-César en Lovaina
en 1909.
Al poco se publicaría la revista La vie liturgique, un folleto donde
se ofrecía la sugerencia del padre Beauduin hecha realidad, esto es, los
textos litúrgicos explicados al alcance de todos.
Publicaría también artículos y opúsculos en la revista Questions
liturgiques.
Además fue uno de los mayores exponentes del ecumenismo en su momento
en la Iglesia Católica con la fundación de la abadía de Chevetogne.
En el mundo germánico destaca la abadía benedictina de Maria Laach y
su abad Ildefons Herwegen (1874-1946), que en 1918 celebró la primera "misa
dialogada"[16].
Los movimientos estudiantiles o juveniles en Alemania pronto se
"sumaron" a la "nueva ola" del Movimiento Litúrgico: el Quickborn con
Guardini, el Neudeutschland, la asociación Sturmschar de L. Wolker, etc.
El mismo Guardini contribuyó personalmente a darle un tono "profundo"
al movimiento con obras como Vom Geist der Liturgie, Liturgische Bildung,
Von heiligen Zeichen, Der Herr, etc[17].
Especial mención merece Gemeinschaftliche Andacht zur Feier der
heiligen Messe de 1920[18].
Por otro lado a la hora de llevar las ideas del movimiento a la
práctica se produjo un "boom" tal de "experimentación" que, aunque
ciertamente muchos trataron con total sinceridad de acercar la Liturgia a
ambientes "alejados" (Pius Parsch), otros en cambio cometieron enormes
"abusos litúrgicos" y perdieron el sentido. Ello llevó a los grandes
pensadores del momento a reaccionar y tratar de aportar soluciones, tal
como hizo Romano Guardini con su obra El espíritu de la Liturgia, o el
mismo Ratzinger, con otra obra con el mismo título.
Uno de los primeros "errores" que luego se subsanaron fue el
promovido por la obra Missa de Joseph Kramp del movimiento Neudeutschland
de 1924 en donde se alentaba a que todos "rezasen" todo en voz alta[19].
En Kirchengebet de L. Wolker se trataba de corregir esto[20].
Otro de los más activos difusores de las ideas del Movimiento
Litúrgico fue Pius Parsch, que mediante el Volksliturgische Apostolat de
Klosterneuburg de Viena trató de llegar hasta las "comunidades de base".
Publicó obras como Das Jahr des Heiles, Lernt die Messe verstehen, o las
revistas Bibel und Liturgie y Lebe mit der Kirche[21].
Si bien las críticas no faltaron, y algunas de ellas fueron tan bien
orquestadas como en Irrwege und Umwege im Frömmigkeitsleben der Gegenwart
de M. Kassiepe de 1939, o en Sentire cum Ecclesia de A. Doerner en
1941[22], lo cierto es que el movimiento sí corrió peligro como tal cuando
el Arzobispo de Friburgo de Brisgovia Conrad Gröber elevó el 18 de enero de
1943 a la Curia romana y a sus hermanos en el espiscopado el Promemoria,
donde exponía 17 puntos que "sembraban inquietud" en el naciente Movimiento
Litúrgico en crecimiento[23].
Entre estos puntos enunciados por el Arzobispo estaban acusaciones
tales como que se estaba promoviendo una "mística de Cristo que se
desbordaba hasta extremos inquietantes" (como consecuencia de la doctrina
del Cuerpo Místico de Cristo), o la excesiva insistencia en el sacerdocio
común de los fieles.
Sin embargo, los Obispos alemanes respondieron el 8 de abril de 1943
alabando lo alabable de un movimiento que había sido de gran ayuda para el
pueblo en los momentos difíciles de la guerra.
El 10 de abril de 1943 el cardenal Bertram envió un extenso informe
sobre el Movimiento Litúrgico a Roma.
La Mystici Corporis del Papa Pío XII fue una respuesta que reconocía
pues, indirectamente, la doctrina del Movimiento Litúrgico.
La Mediator Dei del 20 de noviembre de 1947, asimismo, ponía punto y
final, aceptando y dando "luz verde" al Movimiento Litúrgico, aunque
también poniendo advertencias y directrices para que no se desvirtuase lo
bueno que había en él.
Con ello se comenzó todo un recorrido de abierta aceptación y
progresiva implantación de las ideas del Movimiento Litúrgico en toda la
Iglesia Católica.
El Movimiento Litúrgico cruzará el Atlántico y llega a los Estados
Unidos de la mano de ambientes fuertemente preocupados por las cuestiones
sociales, de modo que buscaban en el movimiento una ayuda para superar el
individualismo imperante en la sociedad capitalista norteamericana.
Virgil Michel, de la abadía de Saint John en Collegeville
(Minnesota), funda la revista Orate Fratres en 1926, con clara intención de
difundir del movimiento (y que a partir de 1951 se pasará a llamar
Worship).
Fundó también la revista Liturgical Press y a partir de 1940 instaura
la "Semana Litúrgica" en Saint John.
También fueron difusores destacados del movimiento en los Estados
Unidos Gerald Ellard, S. I., en el Saint Mary's College de Kansas, o el
Pius X School of Liturgical Music fundado en 1916 por Justine B. Ward y
Georgia Stevens, R.S.C.J., en Manhattanville (Nueva York).
De ese modo la difusión ya era universal auténticamente y en todo el
Occidente, de donde habría de llegar hasta las misiones más lejanas.
En España fueron destacados en la recepción e implantación del
movimiento la Abadía de Silos y la Abadía de Montserrat.
Ahora podemos ver y comprender finalmente por qué en el Concilio
Vaticano II (1962-1965) el primer documento y el más fácil de componer
fuese la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia,
cuyos contenidos podemos decir que son la aceptación plena y total de la
corriente renovadora del Movimiento Litúrgico de los precedentes siglos XIX
y lo inmediatamente vivido en el XX, que ya estaban más que "definidos" a
esas alturas.

3. Prosper Guéranger

3.1 Su persona
Prosper Louis Pascal Guéranger nació el 4 de abril de 1805 en Sablé-
sur-Sarthe, una villa al norte de Francia entre Le Mans y Angers y murió el
30 de enero de 1875 en la abadía por él mismo fundada de Solesmes como
monje y abad benedictino.
Guéranger fue ante todo y durante toda su vida un hombre de estudio y
de oración, un hombre que destacaba por su paciencia y por su amor a la
Iglesia ("Imitad la paciencia de Dios – solía decir -, y no exijáis a la
primavera los frutos del otoño"[24]).
Nunca sentimental pero profundamente amigable y fuerte de carácter,
Guéranger era reconocido por todos al final de sus días como un sabio en
su materia.
Desde su más tierna infancia se destacó por su amor a la lectura.
Siendo aún pequeño, se hizo amigo del Abbé Pasquier y de un anciano
profesor universitario retirado llamado Chanoine Chevalier, los cuales con
el tiempo le animarían a entrar en el Seminario.
Entra en el Seminario de Le Mans en noviembre de 1822[25].
Una vez ordenado diácono en 1826 fue nombrado secretario del anciano
Obispo de Le Mans, Mgr. de la Myre-Mory. Sería ordenado sacerdote al año
siguiente, en 1827, por el Arzobispo de Tours[26].
Será el secretario del anciano Obispo hasta la muerte de éste, en
1829, tiempo durante el cual él, un hombre de letras y estudio, pudo gozar
de tiempo para dedicarse a sus investigaciones y ver algo de mundo, dado
que con el Obispo viajó por Francia.
Durante este período surge en él la admiración y la estima no sólo
por la Tradición y por los Padres, cuyas obras lee con voracidad, sino
también por el "círculo de Lamennais", que estaba ubicado en La Chênaie.
Prosper pidió por carta a Lamennais ser discípulo suyo e ir incluso
con ellos a La Chênaie, pero la cosa no fue adelante.
De todas formas Guéranger participó escribiendo artículos en la
revista que tenía el grupo de Lamennais, el Mémorial Catholique.
Lamennais, por causa de la Revolución de Julio de 1830, decide crear
una nueva revista para difundir las ideas políticas del grupo, cerrando así
Mémorial Catholique y fundando L'Avenir.
Sus ideas principales consistían en la insistencia en la separación
Iglesia-Estado, la libertad para las instituciones educativas privadas, la
libertad de prensa, la libertad de asociación, el sufragio universal y la
descentralización del Estado.
En general, y aunque muy cercanos al tradicionalismo, podríamos
calificarlos hoy día de "liberales".
Guéranger apoyaba estas ideas, tal y como él mismo deja ver en una
carta que escribe a su amiga Euphrasie[27].
Su "conversión" a la Liturgia Romana tiene lugar siendo él secretario
del Obispo Mgr. de la Myre-Mory, estando en París, celebrando la Santa
Misa.
El caso es que las Hermanas del Sagrado Corazón le pidieron si podía
celebrarles la Santa Misa y él accedió, sin saber que ellas celebraban la
Liturgia Romana, y no con los ritos galicanos a los que él estaba
acostumbrado desde niño.
Allí conoció, y no por "teoría" sino por pura experiencia, la
Liturgia Romana.
Un apasionado de los Santos Padres como él supo "oler", captar el
"sabor" de "lo patrístico" aún presente en la Liturgia Romana, y que ya no
se encontraba en los ritos de las diócesis francesas.
Eso fue lo que le "enamoró" y le ganaría para siempre una causa:
devolver a toda Francia a la unidad litúrgica con Roma.
Es un momento clave en su vida.
En cuanto a su vida espiritual, conservamos información al respecto
en la correspondencia que Guéranger mantenía con su amiga Euphrasie.
Lo más importante para él era amar a Dios[28]. El saber que Dios nos
ama debe ser la fuerza que nos impulse hacia delante, decía. El signo del
amor de Dios en nuestros corazones debe ser la paz interior[29]. Estaba
realmente convencido de que sólo el amor era lo fundamental de la verdadera
santidad[30].
Tenía también una gran devoción (como vimos en la contextualización
algo muy de la época) al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen María
Santísima. Por lo demás se nota en sus cartas, en las cuales da consejos
espirituales a su amiga, su talante instruido: no habla sólo de devociones
sino también de cooperar con la Gracia de Dios[31].
En estos escritos se refleja también algo que le acompañará toda la
vida: su lucha contra el jansenismo, al cual entre otras cosas acusaba de
estar detrás indirectamente de los cambios producidos en los siglos
pretéritos en las liturgias galicanas, alejándolas de la Liturgia Romana.
Así, en una cartas a Euphrasie de mayo de 1834, le insiste para que
deje de lado sus escrúpulos y vaya a comulgar tan frecuentemente como le
sea posible ("Allez à Dieu par la sainte communion le plus souvent possible
et ne vous en faites pas une affaire, mais bien un pain quotidien qu'il
faut manger pour vivre et dont il ne faut pas avoir peur"[32]).
En esta época comenzaba ya a mostrar la honda satisfacción y ayuda
espiritual que le proporcionaba el vivir correctamente la Liturgia de la
Iglesia. Cómo vivir en un "espíritu litúrgico" le ayudaba a vivir en el
amor de Dios[33].
En la primavera de 1831 se anunció que la antigua abadía en ruinas de
Solesmes había salido a la venta, y que posiblemente de no salir comprador
sería derruida.
En aquel entonces él ya estaba planteándose la vida monacal, y uno de
sus sueños era recuperar la vida benedictina en Francia, pues después de
tantas revoluciones no quedaba ya comunidad de la Orden de San Benito
alguna en el país galo.
Para más inri la abadía de Solesmes le traía especialmente buenos
recuerdos pues ya la conocía desde hacía mucho tiempo, por lo que lo
entendió como una oportunidad de la Divina Providencia y se embarcó en la
aventura de comprarla y re-fundar la vida benedictina en Francia. Eso sí,
no sin antes reflexionarlo y llevarlo a la oración. Además incluso le pidió
su "visto bueno" a su aún amigo Robert de Lamennais, quien le dio su
aprobación.
Buscó la financiación y la aprobación formal del Papa. Es en esta
época cuando Lamennais dejará finalmente la vida de la Iglesia. Guéranger
nunca le negó su respeto y la admiración que un día sintió por él, pero sus
caminos se separaron para siempre.
Finalmente consigue comprar Solesmes y se comienza la reconstrucción.
Las Constituciones fueron aprobadas en 1833 por el Obispo de Le Mans.
Guéranger pensaba fundar Solesmes no teniendo como ideal la vida de
la Iglesia de la Edad Media, sino más bien la de los benedictinos Maurinos,
grandes estudiosos e historiadores del siglo XVI. No debemos olvidar que,
junto con la oración, el estudio era su vida y su pasión.
Por eso la vida del trapense, por ejemplo, no le atraía tanto como la
del benedictino. Y oportunidades tuvo, pues sabemos de algún trapense que,
conociendo ya sus intenciones de entrar en la vida monacal, le ofreció
entrar en la Trapa.
Pero lo suyo eran los libros. Y además estaba firmemente convencido
de que era un servicio especialmente importante para la Iglesia de su
época. Cosa que era verdad, pues sin estos "centros de estudio" en que se
convertirían muchas abadías benedictinas a partir de él, siguiendo a
Solesmes, no hubiera sido posible el Movimiento Litúrgico.
Así quedó fijado en la Regla aprobada de 1833: "Studeant Socii ob
amoren Dei qui est omnis veritatis fons indeficiens, ad Divinorum circa eos
Conciliorum expletionem, ad sanctae Ecclesiae utilitatem, non autem partium
causa, vel ambitiones, vel contentionis"[34].
Guéranger quiso que la vida del monje de Solesmes estuviera
"apartada" del mundo pero no "huyendo" de él; una vida de "retiro" pero no
de "aislamiento", de modo que el benedictino de Solesmes esté "en el
corazón de la Iglesia", a su servicio y pendiente de sus necesidades[35].

3.2 El problema litúrgico
Después del Concilio de Trento y a lo largo de ocho Sínodos por toda
Francia se sucedieron las adhesiones de todos a la reforma litúrgica de San
Pío V.
Francia estaba entonces unida a la praxis litúrgica de Roma y de la
Iglesia Universal por ende.
Sin embargo, cuando Roma publica el Pontifical de 1645 donde en la
ordenación de miembros de órdenes exentas se establecía que estos debían de
declarar obediencia al Ordinario, la Asamblea del Clero de 1650 no lo
acepta[36]. Aquí comienzan los problemas.
En 1667 Nicolas Pavillon, a la sazón Obispo de Alet, publicó un
Ritual para su diócesis[37], influido por el jansenismo (esto Guéranger lo
tuvo siempre clarísimo). En poco tiempo fue adoptado por casi todos en
Francia.
Con el Ritual de Alet comienza toda una larga serie de cambios en los
Breviarios de las diócesis francesas impulsados por sus Obispos (Soissons
1676; Rheims 1685; Le Mans 1693; etc.).
En 1686 el Capítulo General de la Congregación Benedictina de Cluny
publicó el Breviarium monasticum ad usum sacri ordinis Cluniacensis, el
cual contenía no ya "pequeños retoques", sino un cambio total respecto del
uso Romano[38].
Abbé Jacques Jubé, párroco de la parroquia de Asnières, publicó y
puso por práctica un completamente nuevo Ordo Missae, el cual fue aceptado
por los Obispos franceses y adoptado en la publicación del Nuevo Misal de
la diócesis de Troyes en 1736[39].
Cuando se produjo la Revolución Francesa de 1789, la nombrada
Constitución Civil para el Clero decretó el 12 de julio de 1790 que las 140
diócesis de Francia pasasen a ser sólo 83 (y más tarde en el Concordato de
1801 se reducirían aún más a 60)[40].
Sin embargo este "giro inesperado" propiciado por el ambiente
revolucionario sería el causante de un cambio en este modus operandi que
los Obispos franceses venían llevando a cabo.
Y es que claro, resulta que cuando había 140 diócesis casi cada
diócesis acabó teniendo sus Breviarios y Rituales propios, pero el problema
se presentó ahora cuando una sola diócesis pasó a aglutinar lo que antes
eran tres o cuatro, pues ahora el Obispo se veía ante el problema de tener
hasta cuatro Rituales diferentes circulando por su diócesis, lo cual
resultó ser un caos.
El "cambio de rumbo" lo comenzaría el Obispos de Langres cuando en
1839 decide volver a la Liturgia Romana[41].
Guéranger creció y fue educado en este contexto de "liturgias
locales", aprendiendo en el Seminario a celebrar la Liturgia por el Ritual
de su diócesis de Le Mans. Pero, como vimos, la conversión que tuvo a la
Liturgia Romana le convencería para siempre de la irregularidad y
negatividad de esta situación.
¿Mas por qué estos cambios? ¿qué razones tenían los Obispos o creían
tener para poder cambiar la Liturgia tan arbitrariamente?
Por un lado la preocupación espiritual, que creía insuficiente lo
llevado a cabo por sus predecesores tras el Concilio de Trento y que se
creía legítima en base a la reforma de San Pío V (cosa que Guéranger negó
siempre).
Por otro lado el galicanismo o ese "espíritu nacionalista" tan
típico, además de un cierto desapego a Roma (no es casualidad que en el
llamado Misal Parisiense, por ejemplo, se suprimieran las fiestas del Papa
San Gregorio VII, además de reducir las fiestas de San Pedro y San Pablo a
sólo una en todo el año -el 18 de enero-, u omitir menciones a San Pedro
precisamente en las fiestas de San Pablo)[42].
El jansenismo, tan criticado por Guéranger (por ejemplo el cambio del
versículo del Dies Irae de "qui Mariam absolvisti" -refiriéndose a María
Magdalena-, por "peccatricem absolvisti")[43].
Cuando el ya Abad Prosper Guéranger publica en enero de 1840 el
primer volumen de sus Institutions Liturgiques se desata la polémica. Sobre
todo con el episcopado francés, naturalmente, que se sintió "atacado".
Criticaron duramente la obra de Guéranger los Obispos de Rheims o de
Toulouse, por ejemplo, pero sobre todo el Obispo de Orleans, Monseñor
Fayet, que "con mucha educación" dudaba de la ortodoxia de Guéranger.
Esto fue lo que más dolió a un hombre tan amante de la Tradición como
Guéranger, y aprovechó la ocasión para rebatirle exponiendo ampliamente
todos los conocimientos de dogmática y patrística que había detrás de
Institutions Liturgiques.
El Obispo de Marseille, Monseñor Eugène de Mazenod, y en cuya
diócesis sí se usaba ya el Rito Romano, en privado llegó a reconocer que él
creía que "esos ultramontanismos" se debían a la manía de los jóvenes de
querer ser dirigidos por Roma en todo, hasta en las cosas más nimias[44].
Sin embargo, y si bien como vimos también fue por causa de la
reorganización forzosa de las diócesis de Francia y el aspecto pragmático
de no tener cuatro Rituales en uso a la vez, poco a poco todos fueron
aceptando lo razonable de la postura de Guéranger y diez años después de la
publicación del segundo volumen de Institutions Liturgiques 19 diócesis
francesas ya habían adoptado la Liturgia Romana.
Lo importante es que Guéranger a lo largo de los tres volúmenes de
Institutions Liturgiques (vol. I -1840-; vol. II -1842-; vol. III -1851-)
vincula la Liturgia no al Derecho Canónico sino al Dogma, a la fe y a la
Tradición por tanto, por lo que no está al "libre arbitrio" de cualquiera.
En eso se basa su diatriba con el Obispo de Orleans, el cual pensaba
que la Liturgia no era un aspecto indispensable o fundamental en la virtud
de la religión.
Así, Guéranger establece la Liturgia como locus theologicus en Essai
sur le naturalisme contemporain de 1858.
En 1875, poco antes de morir, escribió L'Eglise, ou la société de la
louange divine, donde resume su pensamiento.

3.3 La Dogmática de Prosper Guéranger
"La Liturgia, como generalmente se entiende, es la totalidad de los
símbolos, cantos y acciones por los cuales la Iglesia expresa y manifiesta
su religión a Dios"[45].
Así entendió Guéranger la Liturgia: como expresión del Dogma, o el
Dogma "hecho carne" si se me permite la expresión.
Por eso la Liturgia para Guéranger es la vida de la Iglesia en acto,
que en su relación, como Esposa, con el Esposo, canta la Bondad y el Amor
del Esposo en acción de gracias, proclamando al mismo tiempo el
Acontecimiento de la Salvación.
Por esto mismo es para Guéranger la Virgen imagen de la Iglesia, en
el sentido de que amada y redimida por Dios canta sus maravillas
(Magníficat).
Para él "vivir la Liturgia" es un "ser partícipe" de la "Iglesia
Total" que es redimida y que canta agradecida por amor a su Redentor.
De ese modo además el origen de la Liturgia es el Dios Uno y Trino,
como no podía ser de otro modo, que en su eterno acto de Amor
interpersonal, desde la Redención "incorpora" a dicho "ciclo de Amor
eterno" a la Iglesia por el Hijo y el Espíritu Santo.
Para Prosper era importantísimo que la gente "participase" pues en la
Liturgia, y no sólo que fuera allí a "oír". No podían vivir los fieles,
como en la práctica lo hacían, encerrados en sus libros de piedad
privados...
Habló también de lo necesario de que la Liturgia se "engalanase" de
belleza y del fruto de todas las artes (pintura, música, escultura,
arquitectura, etc.), pues "la Liturgia es la estética divina de nuestra
fe"[46].
Comprendía la Liturgia como catequesis en sí misma (al estilo de los
orientales), puesto que en ella se "actualizan" los Misterios.
Estableció también una serie de reglas para determinar la "herejía
anti-litúrgica"(podía considerarse "herejía" y no mera transgresión de los
usos debidos, a parecer de Guéranger, precisamente por el carácter
dogmático que él le atribuye):
Rechazo de la Tradición.
Reemplazo de los textos oficiales.
Invento de otros nuevos textos litúrgicos. no oficiales.
Cambios litúrgicos sin sentido, sin fundamento.
Intento de racionalizarlo todo.
Pérdida de "unción".
Olvido sistemático de los Santos o la Virgen.
Uso de la lengua vernácula.
Acortar sistemáticamente el tiempo de duración de los oficios.
Desoír a sabiendas los dictados de Roma.
Disminuir el papel del sacerdote.
Que todo termine siendo dirigido por seglares.
Sin embargo, y luego de haber dado estas reglas, él mismo dice que:
"La correction liturgique dans des conditions orthodoxes et conformes à la
sagesse de l'Eglise n'a rien de commun avec ce système"[47], esto es, que
las reglas antes dadas no tienen validez si alguno de los cambios en ellas
denunciado se da de forma ortodoxa y oficial. Ergo la reforma litúrgica del
CVII no puede ser medida por esos patrones, pues aunque ciertamente sí se
dio "luz verde" en el CVII a las lenguas vernáculas, por ejemplo, ello
emana de un Concilio Ecuménico en comunión con el Papa.
Otro aspecto importante del carácter dogmático de la Liturgia es el
de la lex credendi, lex orandi.
El 21 de diciembre de 1841 el Arzobispo de Rheims, Monseñor Gousset,
le pidió a Guéranger que escribiese un trabajo sobre las competencias del
Obispo en materia litúrgica (Du pouvoir de l'évêque en matière de la
Liturgie). Guéranger le contestó escribiendo y publicando en 1843 Lettre à
Mgr l'archevêque de Rheims sur le droit de la Liturgie, en donde establece
que la Liturgia es "la oración de la Iglesia" y que por tanto el Obispo no
tiene derecho alguno en cuanto tal a modificarla a su gusto.
Pero Guéranger no estaba cerrado a los cambios en la Liturgia, al
contrario de lo que pudiera pensarse; solamente que éstos, si se daban,
debían ser por vía ortodoxa y oficial, partiendo de la Tradición y
respetándola, en conformidad con la misma, y no de cualquier modo y sin
razón ("Je ne nie pas le progrès de la Liturgie; j'ai même écrit l'histoire
de ce progrès, en écrivant l'histoire générale de la Liturgie; seulement,
je soutiens que le progrès doit être sage, el qu'il ne consista jamais à
tuer le sujet auquel on voulait le faire goûter"[48]).
Guéranger comprendía que la Tradición no es una cosa "monolítica" y
"a-histórica", sino que, como le dijo a la abadesa del Convento de Saint
Cécile, Madame Bruyère, en una ocasión: "La vida monástica es una vida de
tradiciones, pero el momento en que uno comienza a escribir una serie de
normas es el momento en el que uno menos las observa"[49]. Comprendía
perfectamente que la Tradición es algo vivo que nace de la experiencia de
la vida.
Asimismo Guéranger diferenciaba entre Tradición Divina, Tradición
Apostólica y Tradición Eclesiástica.
Para él las fuentes de la Tradición son cinco: los Padres de la
Iglesia, teólogos insignes reconocidos por la Iglesia, la autoridad
universal de la Iglesia, la autoridad de la Iglesia de Roma, y la autoridad
de la Iglesia local.
Destacar que su concepción de la Liturgia como locus theologicus se
basa también en argumentos históricos de la Tradición.
En la controversia con los iconoclastas se usó la Liturgia como
argumento, como "fuente". También en la controversia contra Berengario de
Tours se usó el Misal como argumento dogmático. O por ejemplo en todo el
tema del Filioque, que nace de un uso litúrgico de la Iglesia entre los
francos...
Acerca de la controversia protestante él mismo dice: "L'Eglise est
avant l'Escriture"[50] (la Iglesia era antes de la Escritura).
El propio Guéranger contribuyó a la elaboración de la Bula Papal
Ineffabilis de Pío IX en donde se proclama el dogma de la Inmaculada
Concepción, usando como argumento la Liturgia y la Tradición litúrgica.

4. Odo Casel

4.1 Su persona
Odo Casel, nacido en Klobenz-Lützel (Renania) el 27 de septiembre de
1886, muerto el 21 de marzo de 1948 tras la Misa de Pascua, estudió
filología clásica en Bonn y entró en la Orden de San Benito el 24 de
febrero de 1907. Se doctoró en teología en el Anselmianum en 1913 con una
tesis acerca de la doctrina eucarística de San Justino y se doctoró
posteriormente también en Bonn en 1919.
Como benedictino residió en la abadía de María Laach, bajo su abad
Herwegen, también miembro de corazón del Movimiento Litúrgico, el cual le
animó constantemente a proseguir sus estudios.
Fue uno de los pensadores más profundos del Movimiento Litúrgico y
ayudó enormemente a "entender" la Liturgia, sin dejar por ello de
"preservar el Misterio".
Algunas de sus obras más importantes son El Misterio del Culto
Cristiano, El hombre auténtico, o Misterio de la Cruz.
Consagró sus fuerzas al estudio a lo largo de su vida y desde
múltiples perspectivas del Mysterium Christi de San Pablo. Para él era la
clave de toda la vida litúrgica del cristiano. Considerar la Liturgia
cristiana como "celebración de los Misterios" de actualización de la obra
redentora de Cristo.
Esta idea ya la esbozó en su tesis doctoral sobre la Eucaristía en
San Justino, y en un folleto publicado en la colección Ecclesia Orans que
llevaba por título Das Gedächtnis des Herrn in der altchristlichen
Literatur ("La memoria de Cristo en la antigua literatura cristiana").
Expuso esta intuición aún más detenidamente en otro volumen de
Ecclesia Orans, en 1921, Die Liturgie als Mysterienfeier ("La Liturgia como
celebración de los Misterios").
Publicaba periódicamente en la revista Jahrbuch für
Liturgiewissenschaft los resultados de sus investigaciones.
Finalmente publicó su obra capital en 1932, Das Christliche
Kultmysterium ("El Misterio del Culto Cristiano").
Allí exponía cómo entendía pues la Liturgia como "los Misterios de
Cristo", "actualización" siempre del único Misterio Pascual salvador de
Cristo, de el cual los "iniciados" "se hacen partícipes".
Tomaba como clave hermenéutica los "misterios" antiguos de las
llamadas religiones mistéricas, en donde el "iniciado" por los ritos
cultuales podía entrar en "comunión" con el dios y por ende con la esfera
de lo divino, alcanzando su "salvación" (por ejemplo los "misterios de
Eleusis", o los "misterios de Mitra", etc.).
Claro, lo que pasa es que Casel con ello no trataba de indicar que el
cristianismo halla "copiado" su idiosincrasia de otros, ni tampoco quería
incluir al cristianismo dentro de las religiones mistéricas. Él lo entendía
en el mismo sentido en que los Santos Padres entendieron las virtudes de
Sócrates: el cristianismo es la plenitud de todo lo anterior, y todo lo
anterior era "imagen" del cristianismo pues.
Sin embargo muchos fueron sus detractores, tales como los jesuitas
Umberg, Prüm y Hassens.
Finalmente el Papa Pío XII en su Encíclica Mediator Dei del 20 de
noviembre de 1947 ciertamente aprobó y adoptó las ideas fundamentales de
Odo Casel, aunque también las "puntualizó" de modo que no pudieran ser
malentendidas y tratando de evitar errores (por ejemplo dice que la
Liturgia no puede ser entendida como algo "abstracto" o "nebuloso").

4.2 Su pensamiento
La idea básica es la de los sacramentos de la Iglesia pues como los
"Misterios de Cristo", donde el "iniciado" se "une" a Cristo en el
"Misterio de la Iglesia".
Así lo dice él mismo: "Él se nos propone como ejemplar, mas no
meramente cual modelo moral, sino en forma que en todo nos unifiquemos con
Él, en su Ser, en cuanto esto es posible a humana criatura"[51].
Razón por la cual cada sacramento es "unión con Cristo",
"participación en Su Misterio Pascual".
El Bautismo, pues, es participación en la Muerte del Señor (para,
como dice San Pablo, participar con Él también de la Vida claro): "Esta
comunión en la vida de Cristo que en parte es simbólica y en parte es real,
la llamaron los antiguos 'mística'. Es un término medio entre la mera señal
externa y la pura realidad"[52].
Y más explícito aún: "Los tres misterios apuntados: Bautismo,
Confirmación y Eucaristía como banquete, significan y causan la total
incorporación del hombre al Cuerpo de Cristo. Pues el Bautismo purifica del
pecado por la inmersión en la Cruz de Cristo, la Confirmación le infunde la
nueva vida del Espíritu y la Comunión vigoriza y mantiene esta vida y hace
que los miembros sean perfectamente una misma cosa con el Cuerpo"[53].
Pero no sólo mantiene esto respecto de los sacramentos de la
iniciación cristiana, sino que lo mantiene para todos: "[la Iglesia precisa
de] aquellos hombres – pues la mujer figura a la Iglesia como Esposa – que
representen a Cristo de manera especial como guía, maestro y sacerdote. El
misterio de la Unción Sacerdotal asemeja en esas propiedades a los hombres
escogidos con Cristo"[54].
"El misterio primordial es la unión espiritual de Cristo y la
Iglesia, pero un símbolo significativo del mismo, es el matrimonio de dos
cristianos. También el sacramento del matrimonio recibe su último sentido y
su bendición del gran misterio de Cristo"[55].
"Las enfermedades y la muerte reclaman un singular despliegue de
energías de la gracia en el cristiano: (Santiago 5, 14)."[56].
"Aun a los pecadores no enfermos se les otorga el perdón de los
pecados por el misterio de Cristo"[57].
De este modo, y a lo largo de toda la vida sacramental del cristiano
y de la Iglesia misma en cuanto tal, Casel puede decir: "El Misterio es un
generoso regalo de bodas del Señor a la Iglesia, y aún sus mismos
desposorios, ya que Él le comunica su vida por los misterios, estando los
dos estrechamente unidos con la fusión más íntima de vida y de acción"[58].
También entenderá del mismo modo el Año Litúrgico, como una especie
de "círculo eterno" que se repite año tras año pues nosotros aún estamos en
el tiempo mientras que en él accedemos a lo que está más allá del mismo:
"El círculo y la esfera son símbolos de eterna perfección. El ciclo santo
de la liturgia significará, por lo mismo, lo eterno, no la vida de la
naturaleza, que hoy brota, mañana florece y fructifica y al otro día se
marchita y muere. En el año litúrgico no hay morir, solamente vida, aunque
a través de la muerte"[59].
"Así, Cristo es también el verdadero año, el día de los siglos, el
eón, o, más bien, el Señor de los siglos"[60].
"El año de la Iglesia o litúrgico es, por tanto, el misterio de
Cristo"[61].
Vemos que la ideas está muy clara.
Por otro lado, y gracias a el ingente estudio realizado a lo largo de
toda su vida en materia patrística, igual que había hecho ya antes
Guéranger, Casel pudo escribir ya en su época cosas que comenzarán a ser
conocidas para todos a partir sólo del CVII, el cual lógicamente "bebe" de
las mismas fuentes de los Padres.
Sin ir más lejos en materia más puramente eclesiológica, Casel dice
cosas como: "Donde hay una comunidad unida a su Obispo, allí está la
Iglesia, allí obra la Iglesia"[62]; o bien "La Iglesia, así entendidas las
cosas, no sólo sobrepasa todos los límites nacionales del presente, sino
que además se extiende desde el principio del mundo hasta su fin, desde el
Adán arrepentido y el justo Abel, hasta el último santo en el ocaso del
tiempo"[63] (no podemos negar que evidentemente Odo Casel estaba "bebiendo"
de las mismas fuentes que los redactores de Lumen Gentium 2 para escribir
esto).
En lo tocante a otros ámbitos de su pensamiento más allá de lo más
litúrgico-dogmático, que fue evidentemente su especialidad, es cierto que
podemos destacar también es cierto que veía al mundo moderno con gran
recelo, sino algo peor: "El orgullo satánico, que ya en el Paraíso separó
al hombre de Dios, en el mundo occidental moderno empezó colocándole junto
a Dios como una potestad autónoma"[64]. Aunque también lo es el que podía
ser muy crítico con la gente de "dentro" (entiéndase de la Iglesia): "Esta
apostasía no es siempre tan manifiesta. A menudo se encuentra,
precisamente, en las personas piadosas que creen estar cerca de Dios, pero
que interiormente viven muy lejos de Él; tal vez todavía más lejos que los
que hacen profesión de ateos. Porque en éstos queda, frecuentemente, una
nostalgia inconsciente de Dios […] un secreto amor disfrazado de odio"[65].
Poseía una espiritualidad recia y hasta en cierto modo "dura", típica
por otro parte de su tiempo. En Misterio de la Cruz dice cómo no debemos
esperar éxito alguno en la tierra, ni ninguna otra cosa fuera de la Cruz de
Cristo ("[...]la Cruz es el camino más seguro […] porque nos libra de la
naturaleza [...] tenemos que renunciar a la naturaleza corrompida"[66]).
También: "No es la Cruz material la que nos puede salvar; nuestra salvación
es la Cruz, la participación en la Cruz de Cristo"[67].
Incluso apreciamos esa intuición de la época que Henri de Lubac
criticaría en su Le Surnaturel acerca de la contraposición Dios/hombre: "El
rechazar la Cruz, aunque sea con buena intención, es humano […] Porque la
Cruz es divina"[68].

5. Conclusiones

A lo largo de este trabajo hemos podido ir viendo cómo, a la luz del
contexto político, social y espiritual de los siglos XIX y XX, y a la luz
también de las ideas y personas de los dos pensadores más destacados de
este movimiento, podemos hacernos ya una idea más "clara y precisa" de qué
fue el Movimiento Litúrgico, de qué problemas y circunstancias y personas
nace y de cómo se desarrolló, su relación con la Iglesia Universal, y cómo
por fin la renovación que vino a traer desde los claustros benedictinos se
"hizo carne" en las necesidades concretas de la Iglesia Universal en el
CVII.
Lo curioso es ver cómo cada autor estaba reaccionando directamente a
los problemas más inmediatos de su época y circunstancias, y cómo sin
embargo de su trabajo quedaba un "resto" como "atemporal" que fue capaz de
"trascender" los límites de las necesidades inmediatas y arrojar luz sobre
problemas históricos de mayor calado.
Desde Prosper Guéranger, preocupado por la división de ritos locales
franceses, el jansenismo y la unión con Roma; con Odo Casel preocupado por
volver a una "comprensión patrística" de los sacramentos que salvase lo
"simbólico", lo "real" y el "misterio"; hasta los problemas más
directamente pastorales de Beauduin, que quería que cada fiel tuviese ante
sí los tesoros del Misal explicados...
Sin embargo todos ellos preocupados en el fondo por la Santa Liturgia
de la Iglesia, por saber y poder vivirla. En el fondo, y esto lo resume
todo, preocupados por que la Liturgia de la Iglesia fuera quien de ser
fuente de vida. Para ellos mismos, y para todos los fieles de la Iglesia
Universal. Esto fue lo que les llevó a investigar, a buscar, para acabar
renovando la Liturgia y a la Iglesia, indirectamente, y con el paso de las
generaciones.

6. Bibliografía

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[19] Íbid.
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[24] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
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[25] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
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[26] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
theologian. An Introduction to his liturgical writings and work, Studia
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[27] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
theologian. An Introduction to his liturgical writings and work, Studia
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[28] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
theologian. An Introduction to his liturgical writings and work, Studia
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[29] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
theologian. An Introduction to his liturgical writings and work, Studia
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[30] Íbid.
[31] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
theologian. An Introduction to his liturgical writings and work, Studia
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[32] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
theologian. An Introduction to his liturgical writings and work, Studia
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[33] Íbid.
[34] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
theologian. An Introduction to his liturgical writings and work, Studia
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[35] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
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[36] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
theologian. An Introduction to his liturgical writings and work, Studia
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[37] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
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[38] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
theologian. An Introduction to his liturgical writings and work, Studia
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[39] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
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[40] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
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[41] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
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[42] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
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[43] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
theologian. An Introduction to his liturgical writings and work, Studia
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[44] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
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[45] Guéranger, Prosper, Institutions Liturgiques 1,1.
[46] Guéranger, Prosper, Institutions Liturgiques 2, 87.
[47] Guéranger, Prosper, Institutions Liturgiques 3, XX.
[48] Guéranger, Prosper, Institutions Liturgiques 3, 497.
[49] Johnson, Cuthbert O.S.B., Prosper Gueranger (1805-1875): A liturgical
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[50] Guéranger, Prosper, Institutions Liturgiques 3, 462.
[51] Casel, Odo, El Misterio del Culto Cristiano, Dinor, San Sebastián,
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[52] Casel, Odo, El Misterio del Culto Cristiano, Dinor, San Sebastián,
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[53] Casel, Odo, El Misterio del Culto Cristiano, Dinor, San Sebastián,
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[54] Casel, Odo, El Misterio del Culto Cristiano, Dinor, San Sebastián,
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[55] Casel, Odo, El Misterio del Culto Cristiano, Dinor, San Sebastián,
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[56] Casel, Odo, El Misterio del Culto Cristiano, Dinor, San Sebastián,
1953, p. 82.
[57] Íbid.
[58] Casel, Odo, El Misterio del Culto Cristiano, Dinor, San Sebastián,
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[59] Casel, Odo, El Misterio del Culto Cristiano, Dinor, San Sebastián,
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[60] Íbid.
[61] Casel, Odo, El Misterio del Culto Cristiano, Dinor, San Sebastián,
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[62] Casel, Odo, El Misterio del Culto Cristiano, Dinor, San Sebastián,
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[63] Casel, Odo, El Misterio del Culto Cristiano, Dinor, San Sebastián,
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[64] Casel, Odo, El hombre auténtico, Guadarrama, Madrid, 1963, p. 36.
[65] Casel, Odo, El hombre auténtico, Guadarrama, Madrid, 1963, p. 37.
[66] Casel, Odo, Misterio de la Cruz, Guadarrama, Madrid, 1964, p. 56.
[67] Casel, Odo, Misterio de la Cruz, Guadarrama, Madrid, 1964, p. 77.
[68] Casel, Odo, Misterio de la Cruz, Guadarrama, Madrid, 1964, p. 150.

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1 Instituto teológico Compostelano


1 Facultad de Teología


2 Universidad Pontificia de Salamanca





Prosper Guéranger, Odo Casel y el Movimiento Litúrgico








2 Trabajo realizado por el alumno:


3 Carlos Miramontes Seijas


4



5 Curso 2014-2015
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