Promotoras culturales

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Promotoras culturales Toño Cedeño En la Historia del arte, cabe destacar que existe un campo de estudio relativamente nuevo que se enfoca en el análisis del conjunto de mujeres que cumplen con un papel imprescindible: el de la promoción artística (dicho también en términos más labrados, el de la gestión cultural). Al día de hoy es posible encontrar entre los nombres de las promotoras culturales en México a figuras como Silvia Terán y Contreras, Julieta Campos, Isa Guerrero, …, en un listado que cada vez crece más, aunque la verdad, esta sea una nebulosa que rodea a quienes estén dedicadas a la tarea lo mismo de la promoción de la danza contemporánea, el teatro o la música, en sus respectivos subgéneros. La presencia femenina en la esfera pública, social, política que pretende destacarse en este caso, no es la de quien se encarga de ayudar al gremio del arte a través del mecenazgo o la ayuda humanitaria (Raquel Besudo bien puede ser un ejemplo si hablamos de aquellas mujeres dedicadas de manera significativa a la filantropía); tampoco se intenta -aunque sea una propuesta tentadora-, atraer la atención a las muy valoradas “recomendaciones” que las personas influyentes –en específico, las que hacen la crítica de arte- tienen en los espacios de galerías y museos. La intención aquí será de hacer una memoria sencilla de las mujeres que se han encargado de dar a conocer, promover y/o preservar el resultado del talento de otros artistas. Conforme escribo estas líneas, debo admitir que desconozco la labor de muchas de ellas, excepto, la de quienes he tratado de manera personal y que me consta su compromiso con el gremio del arte –entre otras- a Rossy Urbina (quien trabaja en Daurca -Distribuidora de Arte Urbina Cadenas), Blanca Dorantes (encargada en su momento de la Galería Fenollosa), Cristina Ortega (fundadora de ARTE NINI) y de mención especial, a la artista Dunkel Galicia. Aunque no se pretende comparar la labor de ninguna de ellas con lo que han hecho otras figuras clave, enfocaré de inicio los casos que durante el siglo pasado fueron una referencia medular como un ejercicio de referencia al hilo de esta reflexión, dedicada a las promotoras culturales. Empieza esta cuenta con el nombre de María Asúnsolo (1916-1999), también conocida como "La Dama Inmarcesible" (la que no se marchita), alguien que visitó su departamento, hizo leyenda la anécdota de que tenía hasta en el baño, obras que vendía de figuras como Diego Rivera, María Izquierdo, José Clemente Orozco o David Alfaro Siqueiros, con quien por cierto, se vinculó sentimentalmente. Se atrae también el nombre de Antonieta Rivas Mercado (Ciudad de México, 28 de abril de 1900París, Francia, 11 de febrero de 1931) actriz, mecenas, activista política, políglota, escritora y defensora de los derechos de la mujer; se rodeó de figuras como Carlos Chávez, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Agustín Lazo, Roberto Montenegro, Manuel Rodríguez Lozano, Lupe Medina de Ortega, Clementina Otero..., quizás la enloqueció su amor por José Vasconcelos o quizás la desilusión derivada de los trinquetes de la política mexicana.

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También viene al caso el nombre de Gertrude Stein (EEUU, 1874-1946) y el de sus amigos pintores -Picasso, Matisse y Braque-, así como de los escritores Anderson, Ernest Hemingway y Thornton Wilder, quienes se reunían en la casa que ella compartía con Alice B. Toklas. Así se puede señalar el nombre de Carmen Balcells quien fundó su propia agencia literaria en el piso de alquiler donde vivía. No está por demás decir que el boom de la literatura latinoamericana, tuvo en la “superagente literaria”, el apoyo esencial para escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, José Donoso, Alfredo Bryce Echenique, Camilo José Cela, Eduardo Mendoza o Isabel Allende. La lista suma y sigue, como dije por la cantidad de mujeres que han generado y propiciado, los diferentes espacios para hacer posible la difusión de las diferentes expresiones artísticas, sin embargo, me permito referir un par de líneas al caso de Diana Galicia (que en algún momento dadaísta de su vida adoptó la palabra “Dunkel” como nombre artístico). El caso de Dunkel es curioso, pues su motor han sido los pocos espacios de arte que abren sus puertas a la gran cantidad de propuestas que se generan, principalmente de parte de los más jóvenes –los que tienen un “miedo” natural a mostrar su obra y venderla. Como telón de fondo, cabe mencionar que tal situación da como consecuencia la proliferación de espacios alternativos, “museos informales”, de galerías que lo mismo se enclavan en las paredes de las cafeterías que en espacios que en algún momento sirvieron por ejemplo, como taller de reparación de automóviles, la última moda o mejor dicho la moda heredada de María Asúnsolo es la que muestra la obra de artistas en el espacio o departamento del promotor. La principal fortaleza de quien como Dunkel se encuentra en el campo del arte toma como principal recurso el conocimiento que se tiene, el llamado know how que rodea una exposición y venta de una obra de arte. Detalles. En los preparativos de una exposición el trabajo de Dunkel consiste en ir asesorando al exponente de los mil detalles que giran alrededor de una muestra, esto comprende lo mismo el lugar donde mejor conviene enmarcar un cuadro, que el tipo de papel más conveniente para las tarjetas de presentación que deben ser usadas el gran día. La figura de la mujer como promotora cultural no lleva un trato diferente de lo que ocurre con otros campos en los que hay una menor compensación económica o menor reconocimiento. Se trata de una historia semejante respecto de lo que ocurre en otros campos laborales. Sirva este escrito para decirle “gracias siempre” a todas ellas. Recomiendo revisar la información del Sistema Nacional de Capacitación y Profesionalización de Promotores y Gestores Culturales de México. http://www.cultura.gob.mx/turismocultural/cuadernos/pdf11/unvistazo.pdf