Promoción inversa o los oidores en la universidad de México en el siglo XVI

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Descripción

Promoción universitaria en el mundo hispánico. Siglos XVI al XX

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOBRE LA UNIVERSIDAD Y LA EDUCACIÓN

PROMOCIÓN UNIVERSITARIA en el mundo hispánico. Siglos XVI al XX Armando Pavón Romero Coordinador

Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación México, 2012

LA421 P76 Promoción universitaria en el mundo hispánico : siglos XVI al XX / Armando Pavón (coordinador). -- México : UNAM, Instituto sobre la Universidad y la Educación, 2012. 472 p. -- (La Real Universidad de México. Estudios y textos ; 27) ISBN 978-607-02-2344-0 1. Universidades -- México -- Historia. 2. Educación superior -- México -Historia. 3. Universidades -- América Latina -- Historia. 4. Educación superior - América Latina -- Historia. I. Pavón, Armando, ed. II. Ser

Coordinación editorial Dolores Latapí Ortega Edición Edwin Rojas Gamboa Diseño de cubierta Diana López Font Primera edición: 2011 © D.R. 2011, Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, Centro Cultural Universitario, Ciudad Universitaria, Coyoacán, 04510, México, D. F. http://www.iisue.unam.mx Tel. 56 22 69 86 Fax 56 64 01 23 isbn:

978-607-02-2344-0 (unam)

Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier medio impreso, mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético u otro existente o por existir, sin el permiso previo del titular de los derechos correspondientes. Impreso y hecho en México

Índice

introducción Armando Pavón Romero ...........................................................................................

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Primera Parte: teoría y métodos de la historia de las universidades Historia interna e historia externa de las universidades Mariano Peset ........................................................................................................... 21 segunda Parte: mecanismos de Promoción interna en las universidades Promoción inversa o los oidores en la Universidad de México en el siglo xvi Armando Pavón Romero ........................................................................................... Los clásicos en la Nueva España. Presencia de autores grecorromanos y hebreos en la biblioteca de Hernando Ortiz de Hinojosa, 1544-1598 Clara Ramírez ........................................................................................................... De la cátedra a la conjura. Vida universitaria y vida política de tres funcionarios de la monarquía hispánica en Guatemala Adriana Álvarez Sánchez.......................................................................................... El profesorado en la Universidad de Salamanca. Cátedras y catedráticos. Grupos de poder y promoción, siglos xvi-xviii Luis E. Rodríguez-San Pedro Bezares y Juan Luis Polo Rodríguez ......................... Entre la trayectoria universitaria y social: los catedráticos de derecho en Valencia, 1900-1939 Yolanda Blasco Gil ....................................................................................................

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tercera Parte: universitarios y clérigos Las carreras de los clérigos universitarios de Puebla, 1644-1669 Jaime González Rodríguez ........................................................................................ 237 La sangre afrentada y el círculo letrado. El obispo Nicolás del Puerto, 1619-1681 Leticia Pérez Puente .................................................................................................. 271 Jerarquía y promoción. El caso del maestrescuela Juan Díaz de Arce Gabriela Oropeza Tena.............................................................................................. 295

Las carreras académicas y eclesiásticas de tres indígenas oaxaqueños en el siglo xviii Margarita Menegus Borneman................................................................................. 309 El clero secular de Nueva España y los grados de bachiller en el siglo xviii Rodolfo Aguirre Salvador ......................................................................................... 323 cuarta Parte: Promociones más alla de las universidades Los colegiales reales de oposición, ¿un grupo privilegiado dentro del colegio de San Ildefonso? Mónica Hidalgo Pego ................................................................................................ Ofertas educativas de las reales sociedades económicas de amigos del país en Latinoamérica, siglos xviii-xix María Consolación Calderón España y María Isabel Corts Giner ........................... El modelo educativo jesuita frente a las demandas de la América republicana, 1846-1900 Francisco Javier Gómez Díez .................................................................................... Numerus clausus en los colegios de abogados españoles Carlos Tormo Camallonga ........................................................................................

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Promoción universitaria en el mundo hispánico. Siglos xvi al xx, editado por el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, se terminó de imprimir en febrero de 2012 en los talleres de Formación Gráfica S.A. de C.V. (Matamoros núm. 112, Nezahualcóyotl, Estado de México). En su composición se utilizó la familia tipográfica Book Antiqua (de 8, 9, 10, 11, 12 y 16 puntos). Los interiores se imprimieron en papel bond ahuesado de 75 gramos y las portadas en cartulina couché de 250 gramos. La formación tipográfica estuvo a cargo de Diana Moctezuma Olvera. La edición consta de 300 ejemplares.

Promoción inversa o los oidores en la Universidad de México en el siglo XVI Armando Pavón Romero*

Las posibilidades de ascenso que brindaban las universidades a sus graduados en la época moderna es un tema bien conocido por la historiografía reciente de las universidades. El imperio hispánico, con enormes territorios por administrar, es posiblemente el caso más claro y cuantitativamente más grande del periodo moderno. Los Reyes Católicos crearon numerosas instituciones para administrar el reino, como consejos, chancillerías y audiencias. Además, tuvieron el acierto de demandar títulos universitarios para los funcionarios de aquellas instituciones. De esa manera se vincularon las universidades con la burocracia real, y el número de graduados creció aceleradamente a lo largo del siglo xvi. La fundación del Estudio General de la ciudad de México, al mediar el siglo xvi, se inscribe en ese proceso, si bien, al establecerse en una realidad tan distinta como era la del Nuevo Mundo, tendría peculiaridades propias.1 El monarca fundó la academia para todos sus súbditos, indios y españoles. Sin embargo, los gestores de la institución académica habían sido los conquistadores que deseaban un centro de enseñanza para sus hijos, los criollos.2 Los colonos deseaban que, con la educación, sus descendientes lograran escalar los puestos de la burocracia virreinal y así gobernar la colonia. Por ello, la población española fue la verdadera destinataria de la universidad mexicana. Sin embargo, pronto se fue evidenciando que esa misma población no era homogénea. El monarca comenzó a establecer sus instituciones de gobierno y, al principio, parecía normal que los puestos fueran ocupados * Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, UNAM. 1 Un estudio ya clásico acerca de la especificidad de la Universidad de México frente al modelo salmantino es el de Mariano Peset, “Poderes y universidad de México durante la época colonial”, en J. L. Peset et al., La ciencia moderna y el Nuevo Mundo, Madrid, CSIC, 1985, pp. 57-84. Reimpreso en Clara Inés Ramírez y Armando Pavón (comps.), La universidad novohispana: corporación, gobierno y vida académica, México, CESU-UNAM, 1996, pp. 49-73. 2 Acerca de los orígenes de la Universidad de México véase Armando Pavón Romero, “Fundación de la Real Universidad de México”, en Clara I. Ramírez, Armando Pavón y Mónica Hidalgo (coords.), Tan lejos, tan cerca. A 450 años de la Real Universidad de México, México, UNAM, 2001, pp. 19- 29.

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por personal peninsular, pues era en la metrópoli donde podía encontrarse a la gente calificada para hacerse cargo de la naciente burocracia americana. Esos funcionarios eran temporales, como los del resto de la administración castellana. Sin embargo, en las Indias, el monarca tenía una intención adicional: deseaba que sus servidores no echaran raíces ni crearan intereses en territorios tan alejados. De esta manera, pronto comenzaron a convivir súbditos que se asentaban y, por tanto, se hacían americanos, y funcionarios reales que provenían de la metrópoli y eran temporales. Al abrir sus puertas la Real Universidad de México, los colonos creyeron que la situación debía cambiar. Desde el ayuntamiento de la ciudad y desde la propia universidad, se escribió al monarca para pedirle que los puestos del gobierno real fueran otorgados a los graduados mexicanos.3 Sin embargo, dos factores impidieron que esto ocurriera. Por una parte, la morosidad del proceso de formación de graduados, léase, la lentitud con que aparecería el grupo de personas habilitadas para ocupar los cargos de gobierno. En la universidad el cuerpo de catedráticos se había constituido con profesionales de las distintas instituciones virreinales y su compromiso principal estaba con ellas. Así, al primer llamado abandonaron la cátedra, dificultando el cumplimiento de las lecciones y, por tanto, impidiendo que los estudiantes ganaran los cursos suficientes para hacerse bachilleres. El primer doctor en Cánones formado totalmente en la Universidad de México es de la década de 1560, en tanto que los primeros doctores en Teología y Medicina son de la década de 1580, pero sólo comenzaron a multiplicarse en el siguiente decenio. De esta manera, sólo al finalizar el siglo xvi o al iniciar el xvii, los universitarios mexicanos estarían en condiciones de aspirar a los más elevados cargos de la administración virreinal. Junto a ese proceso lento de formación de doctores, aparece un segundo factor todavía más poderoso que excluiría a los novohispanos de la alta burocracia civil, y es el interés del monarca por evitar que sus súbditos novohispanos se hicieran cargo del gobierno colonial; por tanto, los nombramientos para los distintos cargos recayeron en funcionarios peninsulares. Chandler y Burkholder han documentado esta política para el siglo xvii, especialmente dirigida a la Nueva España.4 La universidad, por su parte, experimentaría un proceso semejante. Al iniciar sus actividades se creó un grupo de doctores, de profesores y aun de autoridades compuesto por peninsulares formados en universidades y 3 Archivo General de la Nación, Ramo Universidad, volumen 2, f. (en adelante se citará AGN, RU, y los números de volumen y folio correspondientes). 4 Mark A. Burkholder y D. S. Chandler, De la impotencia a la autoridad. La Corona española y las audiencias en América. 1687-1808, México, Fondo de Cultura Económica, 1984 (trad. por Roberto Gómez Ciriza).

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conventos metropolitanos, en tanto que los estudiantes fueron, en su mayoría, criollos, descendientes de los conquistadores. A diferencia de lo que ocurría en la sociedad, en la universidad fue más rápida la evidencia de esta situación y más pronto surgió la demanda de los universitarios propiamente mexicanos por acceder a todos los cargos de la reducida burocracia académica. Surgió así un conflicto que se expresó en las cátedras y en los órganos de gobierno. Los universitarios formados en las aulas mexicanas, a quienes también llamaré “locales,” hicieron valer, cuanto pudieron, el concurso de oposición como mecanismo para designar a los catedráticos y, entonces, con su voto corporativo fueron ganando un número cada vez más grande de cátedras y, en el gobierno, el debate se centró en el rectorado. Allí, tuvieron que soportar el predominio, primero de los canónigos de la catedral y, luego, de los jueces de la audiencia. Pero a principios del siglo xvii, mediante una conspiración secreta, lograron expulsar a los oidores de la cabecera universitaria.5 Un aspecto, en cambio, no pareció importar a los universitarios locales, y fue la concesión de los grados mayores. En efecto, la Universidad de México comenzó su existencia con el doctoramiento de varios ministros civiles y eclesiásticos virreinales: “para que uvyese fundamento y principio en las facultades”.6 Pero esta concesión, aceptable en aquel momento fundacional, se hizo habitual a lo largo del siglo xvi y, muy probablemente, de todo el periodo colonial. Los funcionarios más altos de la Nueva España consiguieron obtener doctorados gratuitos en la Universidad de México, en virtud del poder político del que llegaban investidos a la colonia. Y la Audiencia de México fue, con seguridad, la institución más beneficiada de esta situación. Como es sabido la audiencia era el máximo tribunal civil y criminal del virreinato, y junto con el virrey constituían el Real Acuerdo, que era el máximo órgano de gobierno colonial. Era, entonces, la institución más poderosa de la Nueva España, sólo 5 Acerca del conflicto entre “locales” y “foráneos” por las cátedras véase Armando Pavón Romero, “El ingreso a la cátedra universitaria en el siglo XVI”, en Noé Esquivel et al., Pensamiento novohispano; México, Universidad Autónoma del Estado de México (Serie Pensamiento novohispano. núm. 2), 2001, pp. 67-93. Reeditado en David Piñera Ramírez (coord.), La educación superior en el proceso histórico de México. Tomo I, Panorama general épocas prehispánica y colonial, Mexicali, Universidad Autónoma de Baja California/SEP/ANUIES, 2001, t. 1, pp. 323-346. Y acerca del conflicto suscitado por el rectorado véase del mismo autor “Las elecciones rectorales. Desde la fundación hasta el arribo definitivo de los oidores. 1553-1574”, en Margarita Menegus (coord.), Saber y poder en México. Siglos XVI al XX, México, CESUUNAM/Miguel Ángel Porrúa (Problemas educativos de México), 1997, pp. 51-104, y “La disputa por el rectorado en la universidad de México al finalizar el siglo XVI”, en Mariano Peset (coord. y prólogo), presentación de Pedro Ruiz, Doctores y escolares. II Congreso Internacional de Historia de las Universidades Hispánicas (Valencia, 1995), Valencia, Universidad de Valencia, 1998, vol. II, pp. 203-223. 6 Claustro pleno, el 21 de julio de 1553, editado por Enrique González González, “Estatutos universitarios mexicanos anteriores a la visita del oidor Farfán (1580)”, en La universidad novohispana… p. 23, tomado de AGN, RU, vol. 2, ff. 84v-85.

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detrás del virrey y, en su momento, de los visitadores. Los ministros eran nombrados en la real corte y, a lo largo del siglo xvi, siempre fueron peninsulares formados en la metrópoli, si bien, y como veremos a lo largo de las siguientes páginas, su formación universitaria no solía rebasar el grado de licenciado. En la colonia, desde el momento de fundación de la universidad, lograron sacar ventaja para sí y, por ello, lograban aprovechar su posición política para doctorarse con todas las exenciones y privilegios. La universidad consentía esta situación porque con los doctorados atraía para sí a importantes personajes que podían aportarle apoyos materiales, pero también, al concederles el grado máximo, los hacía parte del Estudio y con ello evitaba que los jueces de la audiencia interviniesen en la vida universitaria como agentes externos, pues como doctores formaban parte del claustro universitario. Se daba lugar, entonces, a un proceso de promoción inverso al descrito hasta ahora por la historiografía de las universidades. No eran universitarios cuyo grado facilitaba la colocación en la alta burocracia, por el contrario, eran burócratas altos cuya colocación facilitaba su doctorado en la universidad. De este proceso me ocuparé en las siguientes páginas.

El conjunto Para detectar la presencia de los miembros de la audiencia en la universidad, primero he levantado un censo de los oidores que pudieron pasar por la academia novohispana. El oidor que llevaba más tiempo en su puesto cuando tuvo lugar la fundación universitaria fue el doctor Francisco de Zeynos,7 nombrado en 15307 y, del otro extremo, hacia principios del siglo xvii, el último oidor que consideraré en este trabajo es el doctor Juan Quesada de Figueroa, nombrado el 25 de octubre de 1601.8 Entre ambos, pasaron por los diferentes puestos de la audiencia 66 personas que recibieron 86 nombramientos. De éstos, 48 fueron de oidores; 22 fueron de alcaldes, 13 de fiscales, y 3 de fiscales del crimen. A este universo debemos restar 10 personas por distintos motivos. Los oidores y licenciados Juan de Salmerón, Vasco de Quiroga, Francisco de Loaisa y Lorenzo de Tejada recibieron el nombramiento de oidor después de Zeynos, pero se retiraron antes de que tuviera lugar la apertura de la Universidad de México. Por tanto, no tuvieron oportunidad de hacer sentir 7 Ernesto Schäffer, El Consejo real y supremo de las Indias. Su historia, organización y labor administrativa hasta la terminación de la casa de Austria. La labor del Consejo de Indias en la administración colonial, Salamanca, Junta de Castilla y León/Consejería de Educación y Cultura-Marcial Pons Historia, 2003, vol. 2, p. 392. 8 Ibid., vol. 2, p. 394.

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su presencia en la academia. Por su parte, el doctor Trenado había recibido la designación en 1551, el año en que se publicaron las cédulas de fundación de la universidad, pero se ahogó antes de llegar a la Nueva España. Otro grupo de cinco funcionarios de la audiencia recibió su encargo cuando la universidad ya estaba en funcionamiento, pero tres de ellos murieron antes de tomar posesión del puesto. Fueron los licenciados Miguel Contreras y Ladrón de Guevara, Juan Cuende y Pedro Fernández de Recalde. Los otros dos fueron más afortunados y recibieron ascensos tan rápidos que, muy posiblemente, no llegaron a poner pie en la Nueva España. Estos últimos fueron los doctores Mendizábal y Alonso Criado de Castilla. El primero fue llamado para ocuparse de otros asuntos en la real corte antes de cumplir los tres meses de su nombramiento. El segundo, antes de ser nombrado oidor de México, se encontraba desempeñando el mismo oficio, pero en la Audiencia de Panamá. No había cumplido aún los seis meses del nombramiento de oidor de México cuando fue ascendido a la Audiencia de Lima.9 Así pues, el universo de funcionarios de la audiencia que tuvo la oportunidad de hacerse presente en la real academia novohispana se reduce a un total de 56 personas. Será este conjunto el que se considerará en las siguientes páginas.

Los primeros oidores La universidad abrió sus puertas el 3 de junio de 1553. En ese momento, la Audiencia de México contaba con la presencia de cinco oidores, un fiscal y un protector de indios y abogado de pobres. Los oidores eran los licenciados Francisco de Zeynos, Gómez de Santillana, Antonio Rodríguez de Quesada, Francisco de Herrera y Antonio Mejía. El fiscal era el licenciado Pedro Morones y el doctor Bartolomé Melgarejo era el protector de indios y abogado de pobres. Ellos, junto con el virrey Luis de Velasco, echaron a andar la nueva institución, pues habían recibido esa tarea por mandato real: e mandamos a nuestro presidente e oidores de la nuestra audiençia real de la dicha nuestra España y otras qualesquier nuestras justicias della y de las otras islas y provincias de las nuestras Indias que guarden y cunplan esta nuestra carta y lo en ella contenido y contra el tenor y forma della no pasen ni vayan ni consientan ir ni pasar en tienpo alguno ni por alguna manera [...]Yo el Príncipe.10 Los licenciados Cuende y Fernández de Recalde en ibid., p. 399; los otros tres en ibid., p. 393. Cédula de fundación de la Real Universidad de México, expedida en Toro el 21 de julio de 1551, AGN, RU, vol. 7, f. 2 v. 9

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Con base en este documento, virrey y audiencia erigieron la universidad, pero también aprovecharon para tomar el control de la nueva institución. Ellos efectuaron todos los primeros nombramientos, de rector, maestrescuela, consiliarios, diputados, catedráticos y bedel. En ese primer momento, el oidor Antonio Rodríguez de Quesada11 fungió como rector de las escuelas, y su colega Gómez de Santillana, como maestrescuela. Sus funciones no duraron mucho tiempo, pues un mes y medio después, al fundarse el claustro, se nombraron nuevas autoridades como rector y maestrescuela. Esta vez, provenientes de la catedral. El rectorado recayó en el arcediano de la catedral, Joan Negrete, y la maestrescolía en Álvaro de Tremiño, maestrescuela de la misma catedral.12 Los oidores asistieron a la inauguración de casi todas las cátedras e, incluso, el fiscal y el abogado de los pobres se hicieron cargo de la enseñanza de la Facultad de Cánones. Pedro Morones se quedó con la cátedra de prima y Bartolomé Melgarejo, con la de decreto.13 Asimismo, los jueces de la audiencia estuvieron presentes en la mayoría de los claustros realizados en aquella segunda mitad del año. Aquellas reuniones tuvieron un carácter “legislativo”,14 pues aunque en ellas se acordaron cosas muy particulares, otros asuntos tenían la intención de establecer líneas generales de actuación institucional. El 21 de julio de 1553 se concedieron los primeros grados mayores, para poder fundar tanto las primeras facultades como el claustro pleno, máximo órgano de gobierno de la nueva institución. En el acta de aquella fundación se indica que la concesión de esos primeros grados mayores “se hizo y acordó e ordenó para que uvyese fundamento y principio en las facultades de artes e teología y para que los demás se puedan graduar y examinar como su majestad lo manda e por la facultad real que hay para ello”.15 Las primeras facultades en fundarse fueron las de Artes y Teología, y los primeros en recibir los grados mayores fueron los frailes Alonso de la Veracruz y Pedro de la Peña. Los siguientes grados se concedieron a dos miembros de la catedral, Joan Negrete y Juan García. 11 Gudrun Lohmeyer de Lenkersdorf, “El doctor Antonio Rodríguez de Quesada, primer rector de la Real Universidad de México”, en Enrique González y Leticia Pérez (coords.), Permanencia y cambio. Universidades hispánicas, 1551-2001, México, CESU-UNAM, 2005, vol. 1, pp. 165-179. 12 La presidencia del rector Negrete y del maestrescuela Tremiño puede verse en el primer claustro pleno del 21 de julio de 1553, AGN, RU, vol. 2, ff. 84v-85 y 102 v. 13 AGN, RU, vol. 2, ff. 1-3, 5-9v., 84v-85. De manera particular, la fundación de la cátedra de prima de cánones en ibid., f. 5 y la de decreto en ibid., f. 6. 14 Enrique González considera que las actas de estos primeros claustros deben ser consideradas como los primeros y más antiguos estatutos, véase Enrique González González, “Estatutos universitarios…”, pp. 96-153. 15 Claustro pleno, el 21 de julio de 1553, cit. en Enrique González González, “Estatutos universitarios…”, p. 123, tomado de AGN, RU, vol. 2, ff. 84v-85.

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Una vez realizada la “creación” de los primeros doctores y, con ello, la fundación tanto de las primeras facultades como del claustro pleno, los miembros del máximo tribunal novohispano se reservaron aspectos que garantizaban su dominio de la nueva universidad. El primero fue la práctica confiscación del decanato a favor de los jueces de la audiencia. El decanato estaba reservado para el doctor más antiguo de cada una de las cinco facultades, es decir, había un decano por cada facultad. Era un reconocimiento simbólico de la antigüedad, pero la distinción concedía al titular la prioridad en cualquier asunto en que se involucraran los doctores. Para nuestro interés es importante señalar que, en el claustro pleno, los decanos votaban en primer lugar y, en caso de ausencia del rector y del maestrescuela, el decano presidía los claustros. Los oidores consiguieron que ese claustro pleno fundacional acordara: “que sentienda que los oydores que al presente ay en la dicha audiencia que se graduaren, sean preferidos en antigüedad a los contenydos; y a los demás, puesto sean menos antiguos en los grados; y entrellos guarden la antigüedad que tienen en la audiencia”.16 Esto significaba que, en el claustro pleno, los oidores que obtuvieran el grado de doctor serían considerados decanos y, por tanto, serían los primeros en votar, con la consecuente influencia de opinión ya señalada. Este acuerdo es del 21 de julio de 1553. Pareciera entonces que, en ese momento, los ministros de la audiencia procuraron mantener las formas universitarias: si se doctoraban se hacían decanos y, en consecuencia, votaban los primeros. Dos días después de la fundación del pleno se hizo el nombramiento de los demás miembros del cuerpo de gobierno, los diputados y los consiliarios. Es importante para nosotros señalar que los jueces de la audiencia mantuvieron bajo su vigilancia las finanzas universitarias merced al claustro de diputados, pues las dos plazas de este claustro quedaron en manos de sus colegas y ahora también catedráticos Pedro Morones y Bartolomé de Melgarejo.17 Pero quizás el punto en el que se aprecia con mayor claridad su intención de influir en la vida universitaria es el relativo a las votaciones en el claustro pleno. En la sesión del pleno del 10 de agosto acordaron que, si estaban presentes, ellos tendrían la prioridad para votar: que en el votar en el claustro se tenga este orden: questando en audientia junta, voten primero los señores de la audientia y, luego, el rector y, luego, por su antigüedad, y que se entienda audientia quando estuviere el visorey o

Loc. cit. Claustro pleno del 23 de julio de 1553, en Enrique González González, “Estatutos universitarios…”, pp. 126-127, tomado de AGN, RU, vol. 2, f. 85 v. 16 17

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en su ausentia el oydor que fuere más antiguo, con alguno de los que fueren oydores.18

El claustro pleno era la asamblea en la que se decidían todos los aspectos del quehacer universitario. Por tanto, al ser ellos los primeros en votar podían hacer saber al resto de los doctores cuál era su manera de pensar, es decir, al ser ellos los funcionarios más poderosos del virreinato su opinión seguramente influiría en la de los demás doctores.19 Con semejante medida perdía importancia una posible impugnación del decanato, pues de todas formas los ministros del tribunal recibían la prioridad en las votaciones. Casi sobra decir que este punto de acuerdo fue tomado por un claustro pleno presidido por el virrey y los magistrados de la audiencia. Además de todas estas medidas, los ministros de la audiencia se doctoraron, con lo cual podían acceder al claustro pleno en tanto que doctores, miembros de la universidad. Los siete ministros vigentes aquel año de 1553 obtuvieron los máximos grados académicos el 2 de agosto de 1553, y tales grados inauguraron la Facultad de Leyes: el ilustrísimo señor don Luys de Velasco e los señores oydores licenciado Sanctillán, e el licenciado Herrera, e el doctor Quesada, e el licenciado Mexía, usando de la cédula de su magestad en que manda se ynstituya la dicha universidad en nombre de su magestad, dieron comisión a don Álvaro Tremyno para que les pudiese graduar de doctores en leyes.20

Hasta ese día, Álvaro Tremyno había ejercido como maestrescuela de la universidad, en virtud de su nombramiento como maestrescuela de la catedral. Había concedido ya los grados a los fundadores de las facultades de Teología y Artes. Pero, al parecer, no contaba con grado académico alguno, por lo que los ministros de la audiencia, antes de recibir los grados académicos de manos del maestrescuela, decidieron doctorarlo. Así, éste podría, a su vez, doctorarlos. Los abogados entraban en escena y deseaban que sus doctorados no tuvieran la mínima mácula, en este caso, haber sido otorgados por un maestrescuela que no era doctor. Era necesario contar con alguien que, a su vez, pudiera doctorar a Tremyno. Así, aparecieron dos doctores, Antonio Rodríguez de Quesada y Bartolomé Melgarejo, ambos “encorpora Claustro pleno del 10 de agosto de 1553, AGN, RU, vol. 2, f. 86. De hecho, años más tarde, en 1575, el maestrescuela expresaba, en tono de queja, la realidad de esta situación: “porque como los más doctores son oydores, alcaldes y fiscal desta audiencia, no hay quien se atreva a oponerse en que se guarden los estatutos de Salamanca, que es lo que aquí se manda practicar...”, AGI, México 100, R. 2. 20 Claustro pleno del 2 de agosto de 1553, en Enrique González González, “Estatutos universitarios…”, p. 128, tomado de AGN, RU, vol. 2, f. 101 v. 18 19

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dos en la dicha universidad”.21 El primero concedió el doctorado en Cánones a Tremyno y así éste pudo graduar a los demás miembros de la audiencia. Los candidatos comenzaron sus actos académicos, tras los cuales recibieron el grado en la facultad de leyes. El primero fue el licenciado Santillán, le siguió el licenciado Herrera, continuó el licenciado Mexía y concluyó la jornada el doctorado de Antonio Rodríguez de Quesada.22 Es de notar que todos aparecen registrados como licenciados, excepto Rodríguez de Quesada, a quien se le llama doctor; sin embargo, este último grado no consta en el archivo de la Universidad de Salamanca, donde el máximo grado reportado para el oidor es el de licenciado en Leyes. Es decir, los jueces de la audiencia detentaban un grado universitario más bajo, el de licenciado. La necesidad de echar a andar la universidad les permitió ascender y obtener un grado académico superior: ahora eran miembros, de pleno derecho, del claustro mayor. A la fundación de artes y teología se había añadido la creación de cánones y leyes. Es decir, sólo faltaba crear la facultad de medicina. Resulta significativo que hasta ese día, la mayor preocupación de todos los involucrados era la formación de un núcleo de doctores que pudiera “crear” nuevos doctores. Nadie habló del pago de derechos ni de “propinas” por acompañamiento ni del resto del ceremonial, como eran los vestidos, los desfiles, las misas, las cenas, las corridas de toros… Sin embargo, a partir de ese día, el claustro —con la presencia de sus doctores oidores— comenzó una intensa actividad en torno a la regulación de la concesión de los subsiguientes grados académicos. En efecto, la siguiente sesión del pleno tuvo lugar ocho días después, el diez de agosto. Ese día se presentaron varias solicitudes de incorporación y graduación. El primero en comparecer fue el doctor Joan Alcázar, graduado por la Universidad de Lérida. Solicitó y recibió la incorporación como doctor en Medicina, inaugurando así la facultad de Galeno e Hipócrates. Entonces, los señores del claustro decidieron: “Que para encorporarse alguno de licenciado, para dalle el grado de doctor, se vote en claustro, y tenga la mayor parte de los votos, y, pagando los derechos, se aya por incorporado. Y no teniendo la mayor parte, haga sus actos públicos para aberse de encorporar”.23 También acordaron: 21 En el acta del claustro se les llama doctores, pero es posible que esos grados hubieran sido creados ex nihilo, ya que al parecer Melgarejo sólo contaba con el grado de bachiller en Leyes por la Universidad de Salamanca, y Rodríguez de Quesada con el grado de licenciado; véase Águeda Rodríguez Cruz, “Discípulos de la Universidad de Salamanca en América”, en Demetrio Ramos, Francisco de Vitoria y la escuela de Salamanca. La ética en la conquista de América, Madrid, CSIC, 1984, pp. 526 y 531, tomado del Archivo de la Universidad de Salamanca (en adelante AUS), 541 y 771. 22 Loc. cit. 23 Claustro pleno del 10 de agosto de 1553, en Enrique González González, “Estatutos universitarios…”, pp. 130-131, tomado de AGN, RU, vol. 2, f. 86 v.

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Que si algún doctor o maestro no se hallare presente al doctorar o licenciar, que no gane propina —Yten, que los maestros en artes y teología no corran toros —Yten, se proveyó que se notifique al licenciado Frías “que dentro de tercero día pagase los derechos. Donde no, que no se aya por encorporado” —Yten, se uvo por incorporado de licenciado en artes Torres, pagando los derechos, con que se notifique en la cátedra para si ay alguno que pretenda antigüedad.

Como puede verse, de manera más que oportuna, los ministros de la audiencia —cuya mayoría contaba con el grado de licenciado— se doctoraron para contribuir a la fundación de la universidad. Obtuvieron sus doctorados de manera sencilla, con la única tarea de desarrollar una tesis. Así terminó la etapa de los doctorados ex profeso y ad hoc. Ocho días después, cuando se planteó el primer grado médico, y con ello la fundación de la misma facultad, aparecieron las ya enunciadas primeras disposiciones en torno a la concesión de los grados académicos. Es posible advertir cómo los miembros del claustro comenzaron a preocuparse por el número de votos para otorgar dispensas, el pago de los derechos, el de las propinas, el cumplimiento del total de los actos académicos, la celebración de las corridas de toros, la antigüedad de los aspirantes y, en los siguientes claustros, continuarían acordándose nuevas reglas, hasta acercar el ceremonial a su correspondiente salmantino. Es posible que en el tema de los doctorados de los oidores concurrieran, por lo menos, tres intereses diferentes, si bien todos entrelazados. El primero fue el expresado en los documentos, es decir, existió un interés por otorgar unos doctorados ex profeso y ad hoc para poder instaurar, efectivamente, la nueva universidad. Ése había sido el objetivo de la concesión de los primeros grados mayores a los maestros fray Alonso de la Veracruz, fray Pedro de la Peña, Joan Negrete y Juan García, así como los concedidos a los jueces de la audiencia. Un segundo objetivo fue el interés de los jueces por hacerse universitarios, para poder entrar al claustro y gobernar el Estudio General sin necesidad de violentar las formas corporativas. Y el tercero tuvo un objetivo de promoción. Los ministros eran licenciados, por lo tanto, un doctorado gratis era un objetivo apetecible para ellos, así, al tiempo que servían a la universidad, también se servían de ella. Ser funcionario de la audiencia estaba operando como un elemento de promoción dentro de la corporación universitaria mexicana. Los otros aspirantes, como queda visto en las disposiciones expedidas en los siguientes claustros, tendrían que pagar derechos, propinas, toros, realizar los distintos actos académicos, en suma, cumplir con los requerimientos estatutarios.

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En los siguientes meses se presentaron varias solicitudes de concesión de grados.24 Los médicos se dieron prisa para hacerse presentes en la nueva universidad, incorporando los grados obtenidos en otras universidades u optando por los mayores. Otros universitarios, como Cervantes de Salazar o Frías de Albornoz, trataron de alcanzar el mayor número posible de grados académicos. Algunos de los candidatos solicitaron dispensas, las cuales fueron estudiadas por el claustro. Pero sólo uno de ellos volvió a recibir todas las dispensas fue significativamente uno de aquellos doctores fundadores, el oidor Antonio de Mejía, quien ahora buscaba todos los grados en la Facultad de Cánones, desde el bachiller hasta el de doctor, los cuales, por su puesto, le fueron concedidos gratis.25 De los miembros de la audiencia vigentes en 1553 nos falta señalar a los otros dos funcionarios menores, quienes no recibieron la misma deferencia que los oidores. Y, sin embargo, tanto Pedro Morones como Bartolomé Melgarejo estaban obligados a doctorarse, pues el grado máximo era un requisito para los catedráticos de propiedad, y ellos, como se recordará, eran los lectores de prima de cánones y decreto, plazas de propiedad. El protector de indios y abogado de los pobres afortunadamente era ya doctor y no se vio obligado a solicitar el grado. En cambio, el fiscal Morones, al contar únicamente con el grado de licenciado, necesitaba el doctorado. Peor aún, un año después de haber iniciado las lecturas universitarias, el claustro pleno decidió notificar al fiscal Pedro Morones que, de no doctorarse en cánones, perdería la cátedra y el salario que ya había ganado.26 Morones, entonces, solicitó el grado “syn pompa ni gastos della”. El claustro pleno se reunió el 28 de agosto de 1554 y estuvo de acuerdo, pero puso dos condiciones. La primera consistía en pagar “a las escuelas y doctores y maestros enteramente sus derechos y propinas” y, la segunda, “que lea dos años una cátedra extraordinaria de cánones, según le fuere señalada y, por esta vez, se derogó el estatuto, quedando lo de la fe en su fuerza y vigor”.27 En la misma sesión del pleno se concedieron excepciones al recién llegado arzobispo de México, fray Alonso de Montúfar, y a dos funcionarios suyos, el licenciado Mateo Arévalo Sedeño, a la sazón provisor del arzobispado y el doctor Alonso Bravo de Lagunas. Al arzobispo se le incorporó como doctor en Teología, concediéndole la mayor antigüedad y, con ello, el 24 Las solicitudes y los grados obtenidos pueden verse en Armando Pavón Romero, “El archivo de la Real Universidad de México. Estudio de su primer medio siglo”, tesis de licenciatura Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, México, 1986, pp. 86-109 y 121-130. 25 Los grados de bachiller, licenciado y doctor en Cánones del oidor Antonio de Mejía en AGN, RU, vol. 194, f. 21. 26 Claustro pleno del 4 de julio de 1554, AGN, RU, vol. 2, f. 91. 27 Claustro pleno del 28 de agosto de 1554, AGN, RU, vol. 2, f. 91 v.

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decanato: “sin pagar derechos algunos, por lo mucho que importa a la autoridad de la dicha universidad y, especialmente, a la facultad de teología”.28 Los afectados por la antigüedad eran los doctores Juan Negrete y Rafael de Cervanes, quienes “le dieron su antigüedad”. Al licenciado Arévalo Sedeño se le concedieron los mismos favores y las mismas condiciones que al fiscal Pedro Morones.29 De manera que el funcionario eclesiástico se incorporaría al cuerpo de catedráticos, leyendo una cátedra extraordinaria. Por lo que toca a Alonso Bravo, doctor por la Universidad de Roma, se acordó “que pague la mitad de los derechos de su encorporation ecepto los derechos de la caja, que fueren enteros”. Antes de concluir el año, un nuevo oidor fue incorporado como doctor en Leyes. Se trataba del recién llegado Diego López de Montealegre,30 doctorado por la Universidad de Valencia. También recibió todas las dispensas, como sus otros colegas de la audiencia. De hecho, su incorporación fue un mandamiento del virrey: El illustrísimo don Luys de Velasco dixo que mandava que, conforme a la constitution, fuese incorporado de doctor Diego López de Montealegre, oydor desta real audiencia, el qual siendo rogado de los demás doctores y maestros dixo que, por cumplir lo que su señoría le mandava y por no ir en contra el estatuto, lo aceptaba y ansí fue incorporado de doctor en leyes, nemine discrepante, por cuanto él lo era por la universidad de Valencia.31

En esta ocasión, el virrey, además de su autoridad, invocó un supuesto estatuto, al igual que López de Montealegre, quien no deseaba contravenirlo. Es evidente que era una forma de legitimar un doctorado gratis, si bien para el oidor la incorporación no era una vía rápida al doctorado, pues él ya poseía el grado mayor. Debemos considerar, entonces, dos elementos. Uno, ya mencionado, era el doctorado como vía de ingreso al claustro pleno y, el segundo, era el que había enunciado la propia universidad al incorporar al arzobispo Montúfar y era el prestigio que una autoridad semejante brindaba al gremio universitario.32 Ésta y las dos citas siguientes en loc. cit. La concesión de los grados tanto de Pedro Morones como de Mateo Arévalo Sedeño tuvo lugar el 25 de septiembre de 1554, AGN, RU, vol. 194, ff. 25-26. 30 El nombramiento de Diego López de Montealegre como oidor de México en Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, p. 392. 31 Claustro pleno del 22 de noviembre de 1554, AGN, RU, vol. 2, f. 92. En el acta no se especifica quién fue el padrino del graduando. 32 Vale la pena señalar que de los cinco grados citados, en los registros financieros de la universidad sólo aparecen los pagos de Pedro Morones, Mateo Arévalo Sedeño y Alonso Bravo de Lagunas. Cada uno depositó en la caja universitaria 50 pesos. AGN, RU, vol. 2, f. 110 v. Por tanto, los oidores Mejía y López de Montealegre, así como el arzobispo Montúfar quedaron exentos de todo pago. 28 29

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En los siguientes años se repitió la misma historia con los oidores Juan Bravo y Alonso de Zurita, nombrados en noviembre de 1553 y en septiembre de 1555, respectivamente.33 Ambos fueron incorporados por la universidad en el claustro pleno del 20 de noviembre de 1556: Yten, el illustrísimo señor don Luys de Velasco visorrey rogó a los muy magníficos señores doctores Alonso de Zorita y Juan Bravo se encorporaran en la dicha universidad e a los señores de la dicha universidad los uviesen por incorporados e toso los uvyeron por bien y ansí fueron admitidos por doctores en leyes, por quanto ellos lo eran y juraron en forma de ser obedientes al rector y de mirar por la universidad como miembros de ella.34

Por primera vez apareció un compromiso por parte de los nuevos y poderosos doctores. Juraron “mirar” por la universidad, en virtud de su ingreso al docto gremio. Sin embargo, al momento de su incorporación la universidad se encontraba en una situación muy frágil, los catedráticos estaban abandonando sus lecturas y los estudiantes se quedaban sin la posibilidad de completar los cursos necesarios para obtener el grado menor de bachiller. Tuvieron que transcurrir dos años más para encontrar una nueva incorporación. Efectivamente, el 19 de noviembre de 1558 se incorporó el oidor y doctor, Pedro de Villalobos: Se encorporó el señor doctor Villalobos de doctor en la facultad de leyes y, por tal, fue recibido el qual juró en forma a dios y en un cruz corporalmente en pro y utilidad desta dicha universidad.35

Villalobos, como sus inmediatos antecesores, era doctor y sólo incorporaba el grado en la Universidad de México. Notable diferencia con su colegas Vasco de Puga y Jerónimo de Orozco, ambos nombrados como oidores en diciembre de 1557.36 Ellos no contaban con el doctorado, sólo eran bachilleres y licenciados. Puga era bachiller por Salamanca y licenciado por Sigüenza. Su arribo a la audiencia lo ponía en el camino del doctorado. En el claustro del 5 de diciembre de 1559 presentó sus títulos y, luego de verificarlos, el pleno lo incorporó a la universidad, “para que de aquy adelante goze de 33 Los nombramientos como oidores de México en Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, p. 392. 34 Los doctorados de Zurita y Juan Bravo en claustro pleno del 20 de noviembre de 1556, AGN, RU, vol. 2, ff. 92 v.-93. En el acta no se indica quiénes fueron los padrinos de los graduandos. 35 Claustro pleno del 19 de noviembre de 1558, AGN, RU, vol. 2, f. 94 v. En el acta no se indica el nombre del padrino del doctorando. 36 Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, p. 393.

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las preeminencias exemptiones e inmunidades desta dicha universidad, el qual juró en forma de favorecer esta universidad y nunca ser contra ella”.37 Terminado el juramento, el arzobispo le concedió el grado de doctor en Cánones. El mismo procedimiento se siguió con el oidor Jerónimo de Orozco, quien mostró un título de licenciado por la Universidad de Salamanca. Ambos habían conseguido, con el grado mayor, un ascenso en la universidad, en virtud de su pertenencia a la Audiencia de México. La misma vía rápida habría de seguir el licenciado Francisco de Zeynos, el oidor más antiguo que revisaremos en este trabajo. Había sido nombrado en 1530 y había ejercido como oidor hasta 1546, cuando fue licenciado a España. Sin embargo, se le había vuelto a instalar como oidor del tribunal novohispano en junio de 1558.38 Por tanto, sólo a partir de entonces podía aspirar al doctorado mexicano. Es de notar que no se había preocupado por ganar el grado mayor en alguna universidad peninsular durante su estancia en la metrópoli. También resulta significativa la sesión del claustro pleno en que se le concedió el doctorado, pues se trataron otros asuntos relacionados con la concesión de otros grados académicos. Vale la pena, por tanto, seguir aquella reunión del pleno del 19 de julio de 1560.39 El primer punto que se trató fue justamente el otorgamiento del doctorado en Cánones al oidor y licenciado Francisco de Zeynos. Fungió como maestrescuela el oidor Jerónimo de Orozco y como padrino del doctorando el doctor Vasco de Puga; es decir, los miembros del tribunal, con insignias doctorales, arropaban al colega rehabilitado. Enseguida se vio una petición del maestrescuela de catedral, Sancho Sánchez de Muñón, recién llegado a la ciudad de México,40 en la que solicitaba los grados de licenciado y doctor en Teología, pues era bachiller teólogo por la Universidad de Valladolid. Asimismo, solicitaba el nombramiento de maestrescuela de la universidad. Argumentaba que así se estilaba en la Universidad de Salamanca, donde el maestrescuela de la catedral era recibido como maestrescuela de la universidad. El claustro accedió a ambas peticiones. Primero, le autorizaron los grados de manera gratuita y sin examen, pero con la condición de realizar “el paseo que en los grados se suele hacer 37 Esta cita, como todos los datos acerca de los grados anteriores y recién obtenidos por Vasco de Puga y Jerónimo de Orozco en AGN, RU, vol. 2, f.95 v.-96. Según las actas, el padrino de ambos fue el doctor Mateo Arévalo Sedeño. 38 Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, p. 392. 39 La descripción del claustro del 19 de julio de 1560, incluyendo las citas correspondientes, en AGN, RU, vol. 2, ff. 45-45 v. 40 Schwaller dice que Sánchez de Muñón llegó a la ciudad de México en 1560, véase J. F. Schwaller, The Church and clergy in sixteenth century Mexico, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1987, p. 48.

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con todas solemnidades a él anexas y que pague la propina a la caja de la universidad y los derechos del notario y bedel”. Es decir, el maestrescuela era beneficiado casi igual que los oidores, pues de bachiller pasaba a doctor, pero no completamente gratis: debía pagar la pompa, los derechos de la universidad y los del notario y del bedel. El tercer punto de aquella sesión fue una petición más, relativa a los grados académicos. El provisor del arzobispado y catedrático de decreto, Luis de Anguís, solicitó la concesión gratuita del doctorado en Cánones. Necesitaba este grado para mantenerse como lector de la cátedra de propiedad de decreto. Los miembros del claustro le exentaron la mitad de las propinas, con lo cual estaba obligado a pagar la otra mitad. Nada se dice del cumplimiento de la pompa, pero de haber estado obligado a pagarla recibía aun así una importante dispensa, si bien no tan considerable como la que había beneficiado al maestrescuela. Por último, dos estudiantes solicitaron el grado de bachiller en Artes. Se trataba de dos escolares que, a pesar de las dificultades generadas por la discontinuidad de la cátedra de artes, habían logrado completar los tres cursos requeridos para ganar el primero de los grados académicos. Los miembros del claustro convinieron en remitirlos al claustro de rector y consiliarios para que realizaran sus probanzas de cursos y, en su caso, recibir el grado menor. Sin duda, la sesión de este pleno revela las relaciones que se establecían entre la corporación y sus graduandos. El gremio concedía todas las exenciones a los ministros de la audiencia y comenzaba las restricciones en atención al poder de los otros aspirantes. Los ministros del cabildo catedralicio podían beneficiarse de importantes dispensas, pero no de una exención total. Los escolares, en cambio, no merecían especial atención y, por eso, eran remitidos a las instancias estatutarias. Vistas las cosas del otro lado, los poderosos funcionarios civiles y eclesiásticos, conocedores de su peso político, podían promoverse rápidamente de bachilleres a doctores, en virtud de una expectativa de acrecentamiento, prometida a la universidad y, por supuesto, gracias a las numerosas dispensas que el gremio estaba dispuesto a otorgar. Antes de hacer un alto, debemos mencionar un doctorado más, el del oidor y licenciado Luis de Villanueva, concedido el 26 de noviembre de 1561.41 Como en otros casos, fue el virrey quien apeló a la cédula de fundación con el fin de ordenar la concesión del doctorado en leyes para el oidor 41 El grado de Villanueva puede verse en el acta del claustro pleno del 26 de noviembre de 1561, AGN, RU, vol. 2, ff. 46-47. Villanueva había sido nombrado oidor en septiembre de 1560. Dos años después hubo una designación que debemos contar entre los miembros del tribunal que no buscaron grado en la

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Villanueva. Los miembros del claustro, sobra decirlo, aceptaron la propuesta, y el maestrescuela Sánchez de Muñón otorgó las insignias al oidor. Su padrino fue Alonso de Zurita, también magistrado de la audiencia. Una vez más, un licenciado de la audiencia se promovía a doctor.

Balance del primer periodo Es posible afirmar que en los primeros ocho años de vida de la universidad, prácticamente todos los ministros de la audiencia vigentes recibieron doctorados mexicanos. Para este periodo Schäfer consigna 16 funcionarios, de los cuales 14 se doctoraron y sólo dos no aparecen en los registros universitarios. Se trata del oidor Egas y del fiscal Luis de Maldonado. Sorprende la ausencia del oidor, pues el resto de sus colegas había conseguido graduarse con todas las exenciones, sin erogar pago alguno. En cambio, es posible que el fiscal Maldonado no se sintiera especialmente atraído por las borlas universitarias, pues su colega, Pedro Morones, aunque había recibido algunas dispensas, también había tenido que realizar otros pagos y, sobre todo, había recibido la encomienda de leer una cátedra extraordinaria por un periodo de dos años. Maldonado, por tanto, al no ser catedrático no tenía la obligación de graduarse y, seguramente por ello, prefirió no hacer pago alguno. De todas formas, la mayoría de los ministros del máximo tribunal novohispano habían sido beneficiados con doctorados. Es de notar que de los 14 individuos, sólo cinco parecen haber contado con el grado doctoral, en tanto que 9 detentaban el grado previo de licenciado. Para estos 9 magistrados la concesión del grado máximo resultaba un ascenso en su carrera universitaria. Todos ellos habían recibido la promoción en atención a su cargo en la audiencia y, en varias ocasiones, por intercesión del virrey Luis de Velasco, apelando a la cédula fundacional. Conviene reiterar que en el otorgamiento de aquellos doctorados confluían diversos intereses, tanto de la audiencia como de la universidad. El doctorado permitía el ingreso de los jueces al claustro pleno sin necesidad de alterar las formas universitarias. Así, la audiencia podía vigilar el desempeño del gremio docto, sin que los doctores se sintieran especialmente violentados en sus prácticas corporativas. Con el paso del tiempo, también universidad. Se trata del fiscal Juan de Caballón, venido de Guatemala. Al parecer este licenciado pasó poco tiempo en la Nueva España, pues su nombramiento es del 25 de octubre de 1562 y para el 30 de julio de 1565 había muerto. Es posible que su ausencia en la universidad se explique por el corto lapso que sirvió el puesto, así como la falta total de exenciones para la graduación pues, como se recordará, al fiscal Morones no le habían concedido dispensa total.

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lo hemos visto ya, la universidad comenzó a considerar que la incorporación de personajes tan poderosos como los oidores o aun las más altas autoridades eclesiásticas podía ser beneficiosa para sí misma. Quizá por ello en los juramentos de obediencia establecidos como parte del ceremonial del doctorado comenzó a incluirse uno que comprometía al doctorando a mirar por el bien y acrecentamiento del Estudio General. Este acrecentamiento era necesario, porque la universidad había progresado poco. Los primeros catedráticos habían abandonado las lecturas y no había sido posible reponerlas fácilmente, de tal suerte que los estudiantes, en 1561, sólo contaban con la facultad de cánones y, de manera muy discontinua, con la lectura de artes, la cual, justo a partir de ese año comenzaría un proceso de recuperación.

Segunda etapa: 1568-1573 A partir de 1561, como se ha señalado, la Universidad de México comenzó a experimentar cierta recuperación. La presencia de los primeros bachilleres formados en las aulas mexicanas contribuyó decisivamente a la normalización de las actividades. Desde el claustro de consiliarios, esos primeros bachilleres procuraron restablecer la lectura de las cátedras, impulsaron el nombramiento de los profesores mediante el concurso de oposición y, también, trataron de recuperar el rectorado, hasta entonces cedido a los miembros del cabildo catedralicio. A las plazas de cánones se añadió regularmente la lectura de artes y se buscó continuidad en la cátedra de gramática. El claustro pleno también tuvo reuniones cada vez más frecuentes. Semejantes esfuerzos contrastan con los años inmediatos anteriores, pero todavía faltaba mucho para poder hablar de la universidad como una institución consolidada.42 Por lo que toca a la Audiencia de México, es posible señalar que la visita de Valderrama había producido numerosos cambios, pues el visitador había formulado cuestionamientos contra casi todos los ministros del tribunal. Fueron suspendidos Villanueva, Puga, Orozco, Villalobos y Zurita, amén 42 Armando Pavón Romero y Clara Ramírez, “La carrera universitaria en el siglo XVI. El acceso de los estudiantes a las cátedras”, en Renate Marsiske (coord.), Los estudiantes. Trabajos de historia y sociología, 2ª. ed., México, CESU-UNAM/Plaza y Valdés, 1998, pp. 56-100 [1ª. ed. 1989]. Véase también Lorenzo Luna y Armando Pavón, “El claustro de consiliarios de la real universidad de México, de 1553 al segundo rectorado de Farfán”, en Mariano Peset (coord. y prólogo), Universidades españolas y americanas. Época colonial, Valencia, Generalitat Valenciana-CSIC, 1987, pp. 329-350, reimpreso en La universidad novohispana..., pp. 22-46; también, Enrique González y Víctor Gutiérrez, “Los consiliarios en el surgimiento de la Real Universidad de México (1553-1573)”, en Enrique González González (coord.), Historia y universidad. Homenaje a Lorenzo Luna, México, CESU/Facultad de Filosofía y Letras-UNAM/ Instituto Dr. José María Luis Mora, 1996, pp. 339-390.

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de que Zeynos fue reportado como demasiado viejo. Si bien Valderrama tuvo el cuidado de no suspenderlos a todos de golpe, para no detener el funcionamiento de la audiencia, era claro que en el futuro deberían hacerse nuevas designaciones.43 Asimismo, el visitador propuso la creación de un cargo más, el de alcalde del crimen. Por lo tanto, no resulta sorprendente que esta situación se tradujese en una serie de ocho nuevos nombramientos, ocurridos entre 1565 y 1568. Alonso de Oseguera fue designado oidor en septiembre de 1565, lo siguió el fiscal Céspedes de Cárdenas en 1566, los oidores Pedro Farfán y Mendizábal en marzo de 1567 y, un mes después, el fiscal Sande. Además, la corona atendió la propuesta del visitador Valderrama y creó el cargo de alcalde del crimen, para el cual fueron designados Juan de Maldonado, Lope de Miranda y Francisco de Sande en junio de 1568.44 Todos estos personajes se hicieron familiares en la universidad, pues más allá de los grados obtenidos, también comenzó un proceso de estrechamiento entre la academia y la audiencia. La presencia de los nuevos magistrados comenzó a experimentarse en enero de 1568, cuando se presentaron ante el claustro el doctor Francisco de Sande y el bachiller Pedro Farfán. El primero mostró documentos que lo acreditaban como doctor por la Universidad de Sevilla y se comprometió a realizar los actos y “solemnidades” necesarias. El claustro aceptó la propuesta, es decir, lo incorporaba y sólo debía realizar los actos académicos y cumplir con la pompa reglamentaria, pero en lo demás el claustro lo eximía de todo pago de derechos y propinas.45 Pedro Farfán, por su parte, presentó el acta de su grado de bachiller por la Universidad de Valladolid, obtenido en 1562, para solicitar el otorgamiento del grado de licenciado en Cánones, el cual le fue concedido por el claustro pleno e, inmediatamente, optó por el grado de doctor en la misma facultad de cánones. Su padrino fue el decano de la audiencia, el doctor Zeynos. En el acta resultan significativos los textos que legitiman el otorgamiento de los grados a los jueces de la audiencia. Para el grado de licenciado se asentó que Farfán “se presentó para hacerse licenciado en cánones por el dicho claustro, conforme a la real cédula que tienen los señores oydores desta real audiencia”.46 Y para el grado de doctor se estableció que lo recibía “por virtud de la dicha cédula real de su majestad a los oydores desta real audiencia concedida”. 43 Acerca de la visita de Valderrama y sus efectos sobre los oidores, véase Pilar Arregui Zamorano, La audiencia de México según los visitadores (siglos XVI y XVII), México, UNAM, 1985, pp. 78-80. 44 Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, p. 393. 45 Claustro pleno del 30 de enero de 1568, AGN, RU, vol. 3, f. 11. La incorporación de Sande no parece haberlo obligado a contar con un padrino, pues no se asienta en el acta. 46 Esta cita y la siguiente en loc. cit.

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La cédula de fundación ahora era leída como una merced real para que los oidores fueran aceptados al doctorado sin mayores complicaciones y, por supuesto, de manera gratuita. Menos mal que hasta la fecha todos los candidatos de la audiencia tenían, por lo menos, estudios universitarios.

Los oidores arriban al rectorado Ambas incorporaciones parecían seguir el mismo patrón que las anteriores. Es decir, los oidores se servían más de la universidad que ésta de ellos. Farfán, incluso, era el candidato con más bajo grado académico y, gracias a su posición en la audiencia, había logrado promoverse al doctorado. Sin embargo, unos meses más tarde, durante la elección de rector, Francisco Cervantes de Salazar, el rector saliente, expresó la necesidad de contar con un apoyo más decidido: dixo que atento a que el ilustre señor doctor Alonso de Oseguera, oydor desta real audiencia de México honrará, autorizará y aprovechará a esta universidad de México por ser como es persona tan edificada y tan deseosa del bien público, especialmente del adelantamiento desta dicha universidad, y porque sería más respetado de los doctores e bachilleres y de los demás estudiantes, y con el excelente señor don Martín Enríquez, visorrey desta Nueva España tendrá más mano para que su excelencia, en lo que pudiere, favorezca a esta unyversidad y visto que desde que se erigió esta dicha universidad a auido en ella poco adelantamiento, dió su voto, en dios y en su conciencia, al dicho señor doctor Alonso de Oseguera e lo firmó de su nombre.47

Cervantes de Salazar ponía de relieve el “poco adelantamiento” que la universidad había experimentado en quince años de existencia. También hacía saber la necesidad de vincularse más estrechamente con el poder político virreinal para recibir un apoyo material más decidido. Estaba claro que los doctorados gratuitos, otorgados a los ministros del máximo tribunal novohispano, no eran suficientes para el acrecentamiento del Estudio. Era necesario ponerlos a la cabeza de la institución, hacerlos rectores. La propuesta del humanista no prosperó en aquella ocasión. Los miembros del claustro no compartieron la opinión del rector y se inclinaron por un antiguo condiscípulo suyo, Álvaro de Vega, quien llegaba así a su tercer rectorado. Sin embargo, el atisbo de Cervantes de Salazar sólo requería de tiempo para hacerse opinión generalizada. Es cierto que durante los dos años anteriores la audiencia se había ocupado de hacer fluir el pago regular de 47

AGN, RU, vol. 3, ff. 22-22v.

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las cátedras. También es cierto que el virrey Enríquez estaba recién llegado a la Nueva España y, muy pronto, demostraría interés por el Estudio. Entonces, un año después, en noviembre de 1569, los miembros del claustro de consiliarios estaban convencidos de la verdad expresada por Cervantes de Salazar y, por tanto, dispuestos a elegir rector de entre la audiencia. Se procedió a una votación secreta y el resultado favoreció al oidor Pedro Farfán. Álvaro de Vega, el rector cuya candidatura había cerrado el paso al oidor el año anterior, ahora estaba a punto de dar la posesión de la cabecera universitaria a un ministro de la audiencia. Pedro Farfán fue un rector que cumplió con las expectativas de los universitarios. Su periodo estuvo caracterizado por una intensa actividad. Durante su toma de posesión los miembros del claustro pleno le hicieron saber que esperaban nuevos favores. Aunque el oidor les pidió sujetarse a los estatutos,48 no cabe duda de sus esfuerzos por la mejora de la universidad: se ocupó de reabrir dos cátedras de la facultad de leyes, dos de gramática, una de teología, dio continuidad a una vacante de artes y abrió una segunda lectura más en la facultad menor.49 Es decir, la universidad, luego de tres lustros de vida frágil, volvía a contar con cátedras en las cuatro facultades originales, así como con la cátedra suelta de gramática. Es muy posible que Farfán se ocupara de buscar fondos extraordinarios, pues las cátedras de gramática fueron pagadas por el bolsillo del virrey y la de teología recibió salario por la aportación del empresario Alonso de Villaseca. También es factible que los fondos privados determinaran el nombramiento de los catedráticos. Pero, para las otras cátedras, Farfán optó por el recurso estatutario del concurso de oposición. Además de estas mejoras, a todas luces notorias, se ocupó de reactivar el claustro pleno. Sus reuniones fueron más frecuentes —siete a lo largo de su año rectoral— y contaron con un número mayor de participantes, los cuales oscilaron entre un mínimo de 21 asistentes y un máximo de 37.50 De esta suerte, tanto la instrumentación de los concursos de oposición como el impulso al claustro pleno demuestran el interés del oidor por fortalecer los mecanismos corporativos de la universidad.

AGN, RU, vol. 3, ff. 39 v.-40. Armando Pavón Romero y Clara I. Ramírez, “La carrera universitaria en el siglo XVI, el acceso de los estudiantes a las cátedras”, en Los estudiantes…, pp. 56-100. Véase también, Enrique González González, “Dos reformadores antagónicos de la Real Universidad de México: Pedro Farfán y Pedro Moya de Contreras”, en Actas de las II Jornadas sobre la presencia universitaria española en la América de los Austrias (1517-1700), Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá de Henares, 1989, pp. 73-89. 50 Se contaron 21 asistentes a la sesión del 23 de diciembre de 1569, AGN, RU, vol. 3, ff. 51-52. Y los 37 se alcanzaron en la reunión del 13 de enero de 1570; AGN, RU, vol. 3, ff. 53-54 v. 48 49

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Al terminar su periodo rectoral convocó al claustro para despedirse, entonces les dijo a los doctores: que sus mercedes le auiesen por despedido de la dicha universidad y que aunque no fuese rector tomaua en cargo las cosas que dexaua començadas, ansí de escriuir a su magestad cerca de las cosas tocantes a la dicha universidad, y todos sus mercedes, y cada uno de sus merçedes, por sí y en nombre de la dicha universidad, todos sus mercedes dieron las gracias al dicho señor rector.51

Tras estas palabras se retiraron los miembros del pleno y se quedaron los consiliarios para elegir a sus sucesores. Los candidatos para el rectorado provenían, en su mayoría, de la audiencia. Eran los oidores Vasco de Puga y Luis de Villanueva, el fiscal Céspedes de Cárdenas y, de la catedral metropolitana, el arcediano Juan Zurnero. Nuevamente se hizo una votación secreta y el ganador fue el oidor Puga. El resultado fortalecía la posición de los jueces en el rectorado. De forma lamentable, Puga no aceptó el nombramiento aduciendo razones de salud y fue necesario realizar una segunda votación. Los consiliarios dirigieron sus miradas, esta vez, hacia la catedral metropolitana. Eligieron al arcediano Zurnero. En los siguientes años, las candidaturas al rectorado, de los ministros de la audiencia, se hicieron habituales.52 De hecho, terminado el rectorado de Zurnero, Farfán volvió a ser designado rector. Éste cedió, un año más tarde, el puesto a Francisco Cervantes de Salazar, a la sazón canónigo de la catedral. Comenzaba así a prefigurarse una cierta alternancia entre oidores y canónigos de la catedral. Sin embargo, el humanista, que años atrás había propuesto, por vez primera, la candidatura de un miembro de la audiencia para el rectorado, ahora tenía que informar que por lo menos uno de los ministros del tribunal no aceptaba el nombramiento, por tanto, era mejor elegir de entre el resto de los doctores: Y porque algunos de los señores que en otras electiones an sido nombrados por rectores an sido oydores desta real audiencia no lo an querido aceptar y porque algunos de estos señores como lo es el doctor Cárcamo, oydor desta real audiencia y el doctor Céspedes de Cárdenas y el doctor Juan Bautista Orozco, alcalde de esta corte, están muy ocupados y no se sabe si lo querrán aceptar, que sus mercedes, como cristianos que son y conforme al dicho juramento que tienen fecho, elijan a la persona que más convenga y que haga el deber en el AGN, RU, vol. 3, f. 64. Armando Pavón Romero, “Las elecciones rectorales. Desde la fundación hasta el arribo definitivo de los oidores. 1553-1574”, en Margarita Menegus (coord.), Saber y poder en México. Siglos XVI al XX, México, CESU-UNAM/Miguel Ángel Porrúa (Problemas Educativos de México), 1997, pp. 51-104. 51 52

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pro de la dicha universidad y amparo della; y porque el dicho doctor Cárcamo se enbió a despedir que no le eligiesen por estar muy ocupado.53

Entonces la elección recayó en el clérigo y doctor Melchor de la Cadena. Fue el último rector clérigo en lo que quedaba del siglo xvi. Cadena tenía además la característica de haber sido formado en las aulas mexicanas. A partir de él los siguientes rectores fueron todos ministros del tribunal de la audiencia, dando lugar así a un perfil especial del rectorado mexicano.

Los otros doctorados de la audiencia de la segunda etapa En estos años de transición en el perfil rectoral, la universidad otorgó cinco nuevos doctorados a otros tantos magistrados de la audiencia. El primero de ellos fue el de nuestro ya bien conocido Pedro Farfán, quien aprovechó su segundo rectorado (1572) para obtener un nuevo doctorado, en esta ocasión, en Leyes. Como él, dos colegas suyos se incorporaron al gremio de los doctores. Fueron los licenciados Lope de Miranda y Juan Bautista Orozco, ambos alcaldes de la real audiencia. En los tres casos se apeló a una supuesta cédula concedida por el rey a los ministros del máximo tribunal novohispano. En su caso, Farfán fue todavía más lejos y dio algunas pistas acerca del citado documento: El illustre señor doctor Pedro Farfán del consejo de su magestad y rector de la dicha universidad propuso y dixo que en esta vniuersidad y fundación della ay un estatuto por el qual se dispone y manda que si alguno de los oydores que son o fueren desta real audiencia se quisiere graduar de doctor en otra facultad de la que son graduados lo puedan hazer por claustro […] y visto el dicho título presentado […] y juntamente el dicho estatuto questa en el libro de la fundación desta dicha universidad originalmente a hojas ciento y diez y ocho dél.54

Los tres eran licenciados: Farfán por la Universidad de Salamanca, Lope de Miranda por la de Toledo y Juan Bautista de Orozco por la de Sevilla. Farfán y Miranda se hicieron doctores en Leyes, en tanto que Orozco recibió el grado en Cánones.55 A diferencia del oidor Far Claustro de rector y consiliarios del 10 de noviembre de 1573, AGN, RU, vol. 4, f. 45 v. Todo parece indicar que esa supuesta cédula no es otra que la real cédula de fundación del 21 de septiembre de 1551, Claustro pleno de 29 de octubre de 1572, AGN, RU, vol. 4, f. 21 v. El padrino de Farfán fue el doctor Fulgencio de Vique. 55 La concesión de los tres grados tuvo lugar durante la sesión del claustro pleno de 29 de octubre de 1572, pero se asentaron en actas diferentes, la del doctorado de Pedro Farfán en AGN, RU, vol. 4, 53 54

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fán, Miranda y Orozco habían sido designados para el nuevo puesto de alcaldes y se sumaban a las designaciones de los otros alcaldes Juan de Maldonado y Francisco de Sande. Para los tres nuevos doctores el cargo en la audiencia resultó un elemento de promoción dentro de la Universidad de México, pues gracias a él pudieron obtener el máximo grado académico. Un año después, el 7 de noviembre de 1573, se apersonaron ante el claustro pleno otros dos miembros de la audiencia para ganar sendos doctorados.56 Se trataba del oidor Bernabé Valdés de Cárcamo y del fiscal Pedro Arteaga Mendiola. Ambos habían recibido sus nombramientos para la Audiencia de México el año anterior. Valdés de Cárcamo provenía de la de Guatemala, donde se había desempeñado en el mismo puesto de oidor, en tanto que Arteaga Mendiola, con su designación como fiscal, recibía su primer nombramiento en tierras americanas. 57 Bernabé Valdés de Cárcamo presentó un título de licenciado en Leyes por la “universidad y colegio de Toledo”,58 datado en 1558, y el fiscal Pedro Arteaga Mendiola exhibió un título de licenciado en Cánones por la Universidad de Sigüenza, de 1559. Por tanto, el primero se doctoró en leyes y el segundo, en cánones. El padrino de ambos fue el doctor en ambos derechos —in utroque— Pedro Farfán. En el caso del doctorado del fiscal llama la atención que, ahora, se le otorgase el grado con idénticas exenciones que a los oidores, pues como se recordará, en el pasado, los fiscales habían tenido que realizar algunos pagos: E luego incontinente el dicho señor rector propuso y dixo quel illustre señor llicenciado Pedro de Arteaga y Mendiola, fiscal de su magestad en esta real audiencia [...] se gradúe de doctor en la dicha facultad de cánones por este illustre claustro pleno, sigún y de la forma y manera que se an graduado los dichos señores doctores oydores de la dicha real abdiencia y fiscales de su magestad della, antecesores del dicho llicenciado Pedro Arteaga y Mendiola...59

Estos fueron los últimos doctorados que se concedieron a lo largo de esta etapa de transición en el perfil rectoral. En total sumaban cinco doctorados, incluyendo el segundo de Farfán. Los cinco magistrados se ocuparon f. 21 v.-22; la de Lope de Miranda en ibid., ff. 22 v.-23; y la de Orozco en ibid., ff. 23-23 v. El padrino de Miranda fue Pedro Farfán y el de Orozco fue el viejo oidor Jerónimo de Orozco. 56 Claustro pleno de 7 de noviembre de 1573, AGN, RU, vol. 4, ff. 40-43 v. 57 Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, pp. 393, 402. 58 Claustro pleno de 7 de noviembre de 1573, AGN, RU, vol. 4, f. 40 v. 59 Ibid., f. 41 v.

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en los años venideros del gobierno universitario, cuatro como rectores y Farfán como legislador.60

Tercera etapa: el arribo definitivo de los oidores al rectorado, 1574-1602 Al terminar el rectorado del clérigo Melchor de la Cadena en noviembre de 1574, fue sucedido por el recién doctorado Bernabé Valdés de Cárcamo. A partir de entonces y hasta principios del siglo xvii todos los rectores de la universidad fueron miembros de la Audiencia de México. Su autoridad fue haciéndose incuestionable, a tal punto que en las elecciones rectorales desapareció el voto secreto y fue común ver a los consiliarios pedir al rector saliente que propusiera el nombre de su sucesor y, todavía más, se produjeron reelecciones inmediatas de rector, cosa poco frecuente en los periodos inmediatos anteriores.61 En esta nueva etapa los magistrados dejaron de excusarse. El rectorado se convirtió en parte de los deberes de la audiencia e, incluso, es posible que el nombramiento fuera visto como una distinción y como la contribución de los magistrados a la universidad por haber recibido un doctorado gratuito. En efecto, tras Valdés de Cárcamo, lo siguieron Mateo Arévalo Sedeño en noviembre de 1575, Lope de Miranda un año después, Pedro Arteaga de Mendiola en 1577 y Juan Bautista Orozco en noviembre de 1578. Con estos nombramientos y con la información previa de sus grados puede verse cómo se fue comprometiendo a los ministros de la audiencia que se doctoraban gratuitamente en la universidad a ocuparse del rectorado. Resulta significativo que en el periodo dos rectores fallecieran ocupando la cabecera universitaria y, más todavía, que uno fuera electo en medio de un frágil estado de salud: el ilustre señor doctor Horozco, después de auer dado al ilustre claustro, las gracias por la merced de auerle elejido por rector dixo que a causa de auer 60 Farfán visitó la Universidad de México en 1580 y, como resultado de este trabajo, escribió unos estatutos para el Estudio General, véase Enrique González, “Dos reformadores antagónicos...”, pp. 73-89; Julio Jiménez Rueda, Las Constituciones de la antigua universidad, México, Facultad de Filosofía y Letras-UNAM (Ediciones del IV Centenario de la Universidad, VIII), 1951, 116 pp. y, sin duda, el mejor estudio sobre el esfuerzo legislativo de Farfán es el trabajo de Mariano Peset, “Poderes y universidad de México durante la época colonial”, en J. L. Peset et al., La ciencia moderna y el Nuevo Mundo, Madrid, CSIC, 1985, pp. 57-84, reimpreso en Clara Inés Ramírez y Armando Pavón (comps.), La universidad novohispana: corporación, gobierno y vida académica, México, CESU-UNAM, 1996, pp. 49-73. 61 Acerca de este periodo puede verse Armando Pavón Romero, “La disputa por el rectorado en la Universidad de México al finalizar el siglo XVI”, en Doctores y escolares. II Congreso internacional de la universidades hispánicas, Valencia, Universidad de Valencia, 1998, vol. II, pp. 203-223.

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tenido poca salud no auía hecho el juramento que estaua obligado y que ahora les auía suplicado se juntasen para el dicho efecto del juramento.62

El rector Juan Bautista de Orozco falleció unos meses más tarde. Sin embargo, no fue el único rector muerto en servicio, compartió esa lamentable situación con Tomás de la Cámara, quien pereció en mayo de 1584.63 El primero había sido nombrado alcalde en 1572 y, como hemos visto, en el ejercicio de ese puesto recibió el grado de doctor. En mayo de 1578 fue promovido a la plaza de oidor y en este puesto se encontraba cuando recibió el rectorado. Tomás de la Cámara, por su parte, fue nombrado alcalde en abril de 1580,64 año en que la Universidad de México le otorgó el doctorado en Cánones. Por cierto, como otros de sus colegas, Tomás de la Cámara era licenciado, sólo que éste no pudo presentar el acta de su grado, “por auerse perdido en la mar el dicho título”. Entonces tuvo que jurar que, en verdad, poseía el grado de licenciado en Cánones por la Universidad de Alcalá de Henares. Como sus antecesores, recibió todas las dispensas y le fue concedido el doctorado por el claustro pleno. Su padrino fue el oidor Pedro Farfán.65

Los reelegidos de la tercera etapa Como ya mencionaba, en esta nueva etapa del rectorado mexicano se hizo frecuente que los rectores se reeligieran, a veces, de manera inmediata y los rectores que se encontraron en este caso fueron siete. Se trata de los siguientes: el alcalde Fernando de Robles, elegido rector en marzo de 1579 y reelegido en noviembre del mismo año;66 el fiscal Santiago del Riego, designado para encabezar la universidad, por primera vez, en 1580, reelegido en 1591 y en 1599, cuando ya poseía la plaza de oidor;67 el oidor Pedro Sánchez de Paredes, elegido tras la muerte del rector Orozco en mayo de 1584, reelegido en noviembre del mismo año, reelegido una vez más en 1585 y, por 62 El juramento de rector, como puede leerse, se pospuso debido al estado de salud del rector entrante, 27 de enero de 1579, AGN, RU, vol. 5, f. 88. 63 La muerte de Orozco se dio a conocer el 30 de marzo de 1579, cuando se reunió el claustro de consiliarios para elegir al rector sustituto, AGN, RU, vol. 5, f. 93 v. La muerte del doctor Tomás de la Cámara ocurrió el 8 de mayo de 1584, al día siguiente se hizo la elección del sustituto, AGN, RU, vol. 6, ff. 48-49. 64 Los nombramientos de alcalde y oidor de Juan Bautista Orozco, así como el de alcalde de Tomás de la Cámara en Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias… vol. II, pp. 393, 399. 65 El grado de doctor en Cánones de Tomás de la Cámara en AGN, RU, vol. 5, ff. 116 v.-117 v. 66 La elección de Fernando de Robles en marzo de 1579 en AGN, RU, vol. 5, ff. 93 v.-94. La reelección de 1579 en AGN, RU, vol.5, ff. 104-105. 67 La elección de Santiago del Riego en 1580 en AGN, RU, vol. 5, f. 118 v. Y la de 1591 en AGN, RU, vol. 6, ff. 181-182.

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si fuera poco, en 1592 fue designado diputado;68 el oidor Andrés Zaldierna Mariaca, rector en 1587 y 1590;69 el oidor Hernando Saavedra Valderrama, rector en 1588, 1589 y 1594;70 el oidor Francisco Alonso de Villagra, rector en 1596, reelegido en 1597 y en 159871 y, por último, el fiscal Juan Quesada Figueroa, que rigió la universidad en 1600 y 1601.72 Fue éste quien tuvo que ceder el rectorado al fraile dominico Cristóbal Ortega, en cumplimiento de la real cédula que prohibía a los ministros de la audiencia el ejercicio del rectorado universitario. Antes de estudiar los grados académicos de este grupo de rectores podemos decir una palabra de su trayectoria en la audiencia. Encontramos a unos que arribaron a la plaza de oidor sin haber hecho carrera previa en Indias, en tanto que otros llevaban ya algunos años moviéndose, en tierras americanas, de un tribunal a otro, de un puesto a otro. Entre los que arribaron directamente a la plaza de oidor sin haber hecho carrera previa en las Indias se encuentra Andés Zaldierna Mariaca. Su primer nombramiento fue como oidor de México, luego ocupó una plaza de oidor en Guatemala; Hernando Saavedra Valderrama, quien tampoco parece haber tenido puestos anteriores en las Indias pero, a diferencia de Zaldierna Mariaca, no tuvo oportunidad de recibir ningún ascenso, pues murió en el ejercicio de su oficio en la capital novohispana, y finalmente, Francisco Alonso de Villagra, quien tampoco parece haber tenido carrera americana previa. Terminó su cargo en México por ascenso al Consejo de Indias.73 En cambio, los ministros Pedro Sánchez de Paredes, Hernando de Robles y Diego Santiago del Riego tenían, tras de sí, trayectorias previas en la Audiencia de México o incluso en otros tribunales indianos. El primero provenía de la Audiencia de Lima, donde había servido la misma plaza de oidor. Hernando de Robles, por su parte, había llegado a la capital novohispana en 1574, como alcalde del crimen. Antes de este nombramiento había tenido el de oidor en la Audiencia de Santo Domingo, pero no pasó por la isla, pues no tuvo tiempo de tomar posesión debido a su rápido as68 La elección de Pedro Sánchez de Paredes en mayo de 1584 en AGN, RU, vol. 6, ff. 49-49 v., la de noviembre del mismo año en AGN, RU, vol. 6, ff. 68 v.-69 v., y la de 1585 en AGN, RU, vol. 6, ff. 79 v.80. Por último, la diputación de 1592 en AGN, RU, vol. 6, ff. 192 v.-193 v. 69 Andrés Zaldierna Mariaca, rector en 1587 en AGN, RU, vol. 6, ff. 127 v.-128 v., y la reelección de 1590 en AGN, RU, vol. 6, ff. 165-166. 70 La elección de Hernando Saavedra Valderrama en 1588 en AGN, RU, vol. 6, ff. 142 v.-143; la reelección de 1589 en AGN, RU, vol. 6, f. 156 y la de 1594 en AGN, RU, vol. 6, ff. 232-233. 71 Francisco Alonso de Villagra, rector en 1596 en AGN, RU, vol. 6, ff. 254 v.-255. La reelección de 1597 en AGN, RU, vol. 6, ff. 273-273 v., y la nueva reelección de 1598 en AGN, RU, vol. 6, ff. 292, 294. 72 Cristóbal Bernardo de la Plaza y Jaén, Crónica de la Real y Pontificia Universidad de México, versión paleográfica, proemio, notas y apéndice de Nicolás Rangel, México, UNAM, 1931, vol. 1, pp. 196-201. 73 Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, pp. 393-394.

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censo al tribunal de México. En la capital novohispana sirvió el puesto de alcalde hasta abril de 1580, cuando fue ascendido a una plaza de oidor en el mismo tribunal. En ese cargo sólo duró unos meses, pues en diciembre del mismo año fue designado presidente de la Audiencia de Guadalajara.74 Santiago del Riego, el tercero de este grupo, había comenzado su carrera en las Indias como oidor de Santa Fe, de 1557 a 1566, fiscal de Santo Domingo hasta 1572, oidor de Guadalajara entre 1574 y 1578, fiscal de México de 1578 a 1581, alcalde del crimen en la misma Audiencia de México en 1581 y, finalmente, oidor de México, a partir de 1589, puesto en el que murió.75 Por último, Juan Quesada de Figueroa comenzó su carrera en las Indias en la Audiencia de Santo Domingo,76 como oidor, en 1594, puesto en el que se desempeñó hasta febrero de 1599, cuando recibió el nombramiento de fiscal del crimen en México. En ese puesto se mantuvo hasta octubre de 1601, cuando recibió simultáneamente los cargos de alcalde del crimen y oidor. Según Schäfer, Quesada se mantuvo en la plaza de oidor durante varios años, y fue suspendido y restituido en 1619.

Doctorados de los oidores que ocuparon en más de una ocasión el rectorado en la tercera etapa Veamos ahora los grados universitarios mexicanos de estos siete ministros de la audiencia que ocuparon el rectorado en repetidas ocasiones. Fernando de Robles recibió el grado de doctor en Cánones en mayo de 1575, mientras atendía el cargo de alcalde del crimen en la audiencia. Al parecer, Robles sólo contaba con el título de licenciado y, entonces, su paso por el tribunal le sirvió para alcanzar el máximo grado académico.77 Cuando tomó posesión del rectorado contaba con ambos títulos, doctor y alcalde del crimen, pero en medio de su segundo rectorado, en abril de 1580, recibió el ascenso a la plaza de oidor. Santiago del Riego recibió el grado de doctor en Leyes el 22 de enero de 1580. Es posible que, en compensación a la gratuidad del grado, aceptara el oficio de rector diez meses después. Es necesario señalar que el acta del Ibid., vol. II, pp. 387, 393, 399 y 427. Ibid., vol. II, pp. 390, 394, 399, 402, 429 y 433. 76 Ibid., vol. II, pp. 387, y en pp. 394, 399 y 404, los cargos en México. 77 El grado de doctor en Cánones de Hernando de Robles aparece reportado en un informe de cuentas de 1575, donde se señala que se le concedió gratis; en ese documento no se señala el nombre de su padrino, AGN, RU, vol. 5, f. 12 v.; Schäfer es quien reporta su título de licenciado al momento del nombramiento como alcalde del crimen, véase Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, pp. 393 y 399. 74 75

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doctorado no declara con precisión su grado anterior ni su procedencia, pero al comienzo del acto se le llama licenciado. Su padrino en la facultad fue el oidor Lope de Miranda y su padrino de insignias fue don Diego Ronquillo, alguacil mayor de corte.78 El oidor Pedro Sánchez de Paredes recibió el grado de doctor en Leyes el viernes 24 de febrero de 1584. Como en el caso anterior, tampoco se especifica su grado académico previo ni la procedencia académica de éste, pero al comenzar la ceremonia se le llama licenciado. Su padrino fue el oidor Hernando de Robles y estuvo acompañado por todos los miembros de la audiencia.79 Sánchez de Paredes se vio en la misma situación que su colega Santiago del Riego, pues tres meses después de haberse doctorado fue elegido rector, luego del fallecimiento del rector Orozco. Los ministros Andrés Zaldierna Mariaca y Hernando Saavedra Valderrama se presentaron en la misma sesión del 19 de noviembre de 1586: para efecto de dar el grado de doctores en cánones y leyes a los muy illustres señores Andrés de Çaldierna Mariaca e a Hernando de Saavedra Valderrama, oidores desta real abdiencia por claustro y sin ponpa [...] aviendo los dichos señores oidores hecho demostración y presentación de sus títulos, ante el dicho señor maestrescuela, de la facultad, de licenciados. El dicho señor licenciado Andrés de Caldierna, de licenciado en leyes y, el señor licenciado Hernando de Saavedra Valderrama, de licenciado en cánones. Pidieron ser admitidos al gremio desta universidad e incorporados en ella y el grado de doctores en leyes e cánones, y como más antiguo el dicho señor licenciado Çaldierna.80

Como puede verse en la cita, ambos fueron presentados como licenciados, el primero en la facultad de leyes y, el segundo, en la de cánones. Al igual que en los casos anteriores, las actas no precisan la universidad de procedencia, pero, en cambio, mencionan la participación de dos padrinos, uno para efectos corporativos y otro posiblemente de carácter social y económico. Los padrinos de Zaldierna Mariaca fueron el alcalde Santiago del Riego, dentro de la universidad, y el padrino de insignias fue Francisco de Velasco, hijo del antiguo virrey. Por su parte, el oidor Saavedra Valderrama tuvo como padrino académico al oidor Francisco de Sande, y de insignias, a Rodrigo de Viveros. Al igual que sus colegas, sirvieron el rectorado en los periodos más cercanos a la obtención de los grados. Zaldierna Mariaca, de 22 de enero de 1580, AGN, RU, vol. 5, ff. 107-108. “El muy illustre señor llicenciado Sánchez de Paredes, sería entre las quatro y las cinco de la tarde, acompañado de los ss presidente e oidores y alles de la audiencia real de la Nueva España”, AGN, RU, vol. 6, ff. 41-42. 80 AGN, RU, vol. 6, ff. 96v y 97v. 78 79

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clarado doctor más antiguo que el otro, recibió el rectorado en noviembre de 1587 y Saavedra Valderrama, al año siguiente. Ahora debemos considerar el grado académico de Francisco Alonso de Villagra. Destaca, en primer lugar, porque ocupó el rectorado sin ser doctor, únicamente con el título de licenciado. Esto era factible en la universidad, pues el rectorado podía ser ocupado por un estudiante. Pero, como se ha visto, la tendencia era designar a un doctor. Villagra ocupó el rectorado durante tres años consecutivos, de 1596 a 1598, y fue durante su segundo rectorado cuando obtuvo, por fin, el doctorado en Cánones. Sus padrinos fueron el oidor Saavedra Valderrama, en la parte académica, y Juan Quesada de Figueroa, alcalde, como padrino de insignias.81 En este caso, la universidad, con toda probabilidad, agradeció el rectorado del oidor con un doctorado. Se trataba de ese complejo en que el rectorado y el doctorado eran cedidos al oidor en atención a su capacidad de gobierno, pero el juez también servía a la universidad, no sólo como rector, sino garantizando el flujo de recursos económicos. Por último, en el caso del rector Juan Quesada de Figueroa, aunque se le llama “doctor” no consta ni la concesión ni la incorporación de ese grado en la Universidad de México.

Doctorados de los oidores que ocuparon el rectorado en una sola ocasión durante la tercera etapa De este último periodo del siglo xvi nos queda un grupo de seis miembros de la audiencia que obtuvieron el doctorado y que, de paso, ejercieron el cargo de rector, si bien sólo en una ocasión. Ellos fueron Diego García de Palacios, Santiago de Vera, Marcos Guerrero, Eugenio de Salazar, Juan de Fonseca y Gasco de Velasco. Diego García de Palacios fue nombrado alcalde del crimen de la Audiencia de México en mayo de 1578. Provenía de Guatemala, donde había ocupado una plaza de oidor.82 Arribó a la Audiencia de México con el grado de licenciado y, luego de tres años, logró doctorarse en enero de 1581. Ese mismo año fue elegido rector de la universidad.83 El nombramiento en la Audiencia de México de García de Palacios fue simultáneo al de Santiago de Vera. Ambos fueron designados como alcaldes

11 de marzo de 1598, AGN, RU, vol. 6, ff. 280-280 v. Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, p. 411. 83 El nombramiento de alcalde en ibid., vol. II, p. 399. Su grado de doctor en Cánones en el claustro pleno del 24 de enero de 1581, AGN, RU, vol. 5, ff. 123 v.-124, y su nombramiento como rector en ibid., vol. 6, f. 5. 81 82

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del crimen el 20 de mayo de 1578.84 Vera, como su colega, era licenciado y como aquél aprovechó el nombramiento en la audiencia para doctorarse, si bien éste lo hizo más rápido, pues en 1579 era ya doctor en cánones;85 fue apadrinado por Pedro Farfán. Tres años después, en 1582, sirvió el rectorado. Sucedía en la cabecera universitaria al mismo García de Palacios. Vera recibió el nombramiento de presidente de la Audiencia de Manila en 1583 y seis años después, en 1589, el cargo de oidor en México. Su carrera en la administración civil no se detuvo en la capital novohispana, pues en 1593 fue nombrado presidente de la Audiencia de Guadalajara. Marcos Guerrero comenzó su carrera en las Indias como fiscal de México, en octubre de 1589. Dos años después fue ascendido a alcalde del crimen. En ese oficio duró varios años, pues se mantuvo hasta 1606, cuando finalmente fue elegido oidor de la misma audiencia novohispana. En la academia, podemos decir, se presentó como licenciado por la Universidad de Salamanca, sólo que declaró perdidos sus documentos. El claustro lo hubo por eximido y, sin mayores indagaciones, le concedió el doctorado en Cánones. Es el único miembro de la audiencia de este periodo que no pasó por la cabecera universitaria. Eugenio de Salazar llegó a México con el nombramiento de fiscal en 1581, mismo cargo que había desempeñado hasta entonces en la Audiencia de Guatemala. Ocho años después fue ascendido a oidor y ya con ese puesto se incorporó y doctoró en la Universidad de México en agosto de 1591. Lo hizo, por cierto, junto con el fiscal Marcos Guerrero. Ambos se hicieron doctores en la misma sesión del pleno, si bien Salazar fue declarado más antiguo que Guerrero. Poco más de un año después, Eugenio de Salazar era elegido rector de la universidad. Salazar fue electo en medio de un tímido intento, por parte de los consiliarios, de recuperar el rectorado para los otros doctores, aquellos menos poderosos, pero que se consideraban más estrechamente vinculados con la vida cotidiana de la universidad. La solución, en aquella elección, fue retener para la audiencia el rectorado, fortalecer su presencia con un diputado también elegido de entre los miembros del tribunal y aumentar el número de diputados para dar cabida a la mitad de los catedráticos de propiedad.86 84 Los nombramientos de Santiago de Vera como oidor y alcalde de México, así como el de presidente de Guadalajara y de Manila en Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, pp. 394, 399, 428 y 450. 85 El grado de doctor en cánones en AGN, RU, vol. 5, ff. 99 v.-100, y el nombramiento de rector en noviembre de 1582, en AGN, vol. 6, ff. 12-14. 86 Los nombramientos de fiscal y oidor de Eugenio de Salazar en Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, pp. 394 y 402. El grado de doctor en cánones en AGN, RU, vol. 6, ff. 174 v.-177, y su designación como rector en AGN, RU, vol. 6, ff. 192 v.-193 v. En esa misma acta pueden advertirse las tensiones alrededor de la elección del rector.

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Los últimos ministros de la audiencia que recibieron grados universitarios mexicanos en el siglo xvi fueron Gasco Velasco y Juan de Fonseca. El primero había llegado a la Nueva España como fiscal en 1591 y, el segundo, como oidor en diciembre de 1593, procedía de Guatemala. Ambos recibieron el máximo grado académico, cada uno en fechas distintas; como el resto de sus colegas, no tuvieron que pagar ningún derecho ni propina y los dos reportaron títulos de licenciados como grados previos. Gasco de Velasco se doctoró a principios de 1594, en tanto que Fonseca lo hizo en mayo de 1595. Los padrinos de Fonseca fueron el oidor Hernando Saavedra Valderrama y, de insignias, don Diego de Velasco y don Juan Tello. Fonseca, como muchos de sus colegas, fue elegido rector en el mismo año de su doctorado. En cambio, Velasco no tuvo oportunidad de regir la academia en el siglo xvi.87

Balance final Como se señaló al principio de este trabajo, el universo de funcionarios de la audiencia que tuvo la oportunidad de hacerse presente en la Universidad de México estuvo compuesto por 56 personas. Más de la mitad hizo efectiva esa oportunidad, en total 34 individuos obtuvieron doctorados en el real Estudio; 31 ganaron uno sólo y tres obtuvieron dos, con lo cual el número total de grados es de 37, distribuidos de la siguiente manera: 20 en Cánones, 15 en Leyes y dos de los que no tenemos información acerca de la facultad en que se otorgaron. Con respecto a sus centros de formación no es mucho lo que podemos decir pues, del total, sólo tenemos información para una tercera parte, es decir, sólo conocemos la procedencia de los grados de 11 individuos. De éstos puede señalarse que prefirieron la Universidad de Salamanca, pues tres eran licenciados por esa institución y uno había ganado el bachiller en el mismo Estudio. Luego, las universidades de Sevilla, Toledo y Sigüenza aportaban dos licenciados cada una, en tanto que Alcalá de Henares y Valencia contribuían con un licenciado cada una. Por último, de Valladolid provenía el grado de bachiller en Cánones de Pedro de Farfán. Los grados previos de esos 34 individuos no dejan lugar a dudas de la importancia que el nombramiento en la audiencia tuvo para su promoción dentro de la universidad, pues 29 detentaban el grado previo de licenciado 87 Los nombramientos de Juan de Fonseca y Gasco de Velasco como miembros de la Audiencia de México en Ernesto Schäfer, El consejo real y supremo de las Indias…, vol. II, pp. 394, 402. El doctorado de Juan de Fonseca en AGN, RU, vol. 6, f. 239, y su rectorado de 1595 en AGN, RU, vol. 6, ff. 242 v.-243 v. En tanto que el doctorado de Gasco de Velasco en AGN, RU, vol. 6, ff. 215 v.-216v.

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armando pavón romero

y sólo 5, el de doctor.88 De los ministros que obtuvieron dos doctorados podemos decir que uno contaba con el grado de bachiller en la facultad del segundo doctorado, en tanto que el otro tuvo que solicitar todos los grados, es decir, desde el de bachiller hasta el de licenciado. En ambos casos es todavía más importante el peso de la audiencia en la concesión gratuita de los grados, pues uno tuvo que recibir además el título de licenciado y el segundo, aun el de bachiller. Sería una reducción considerar que la obtención gratuita de los doctorados era un simple aprovechamiento de los magistrados de la audiencia de su posición sobre la universidad. A lo largo de estas páginas hemos visto que distintos elementos matizan esta perspectiva. Por una parte y durante el proceso fundacional pareció necesario otorgar unos doctorados ex profeso para poder instaurar las facultades y para que hubiese un cuerpo de doctores que pudiera “doctorar” a los subsiguientes aspirantes. Otro elemento fue el objetivo de entrar al claustro pleno sin tener que violentar las formas corporativas de la universidad. Es decir, con el doctorado, los jueces de la audiencia quedaban habilitados para ingresar al máximo órgano de gobierno, que era el claustro pleno, y así opinar sobre el destino del Estudio sin tener que hacerlo como oidores (aun a pesar de haberse reservado este derecho durante el proceso de fundación, como fue señalado en las primeras páginas de este trabajo). En este sentido, el interés era de ambas partes, pues seguramente la universidad tampoco desearía la intervención directa de la audiencia, sin el matiz del doctorado. Un nuevo doble interés fue el ejercicio del rectorado por parte de los ministros de la audiencia. En efecto, una vez que los jueces comenzaron a ocupar el rectorado fue frecuente que quienes se doctoraban ocuparan la cabecera universitaria en el mismo año en que habían recibido el grado máximo. Parecía una forma de retribución de los ministros hacia la universidad y, como se ha visto, ocho de ellos ocuparon en más de una ocasión el rectorado. Para la universidad también era importante contar con rectores poderosos que le dieran prestigio, pero sobre todo que fueran capaces de conseguir beneficios materiales para la corporación académica. Semejante deseo quedó expresado en tres momentos diferentes. Dos que hemos visto ya y uno que queda fuera de la cronología de este trabajo. En el primero —de 1556— se incluyó un juramento como parte del ceremonial del doctorado en el que se comprometía al doctorando a mirar por el bien y acrecentamiento del Estudio general. Años más tarde, se les cedió el rectorado con la expresa finalidad de que ayudaran al desarrollo material 88 Descontamos a Rodríguez de Quesada y a Bartolomé de Melgarejo, de quienes, como se ha señalado, no constan los grados de doctor otorgados por la Universidad de Salamanca.

promoción inversa o los oidores en la universidad de méxico del siglo xvi

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de la institución, tarea que cumplieron. Así, la consolidación universitaria derivada del apoyo brindado por la audiencia dio lugar a un incremento en el número de los doctores criollos, quienes al finalizar el siglo xvi trataron exitosamente de prohibir el ejercicio del rectorado a los ministros de la audiencia. El asunto no se resolvió y generó tensiones a lo largo del siglo xvii. Es en este último siglo que ocurre el tercer momento aludido en 1626, cuando la comisión redactora de los estatutos del marqués de Cerralvo consideró: Y porque respecto del estado desta universidad se deve atender mucho tener en el gremio della personas graves, de auctoridad y sufisiencia, e de quien se entienda rresulta favor e utilidad, e autoridad a la universidad para su aumento e conservación, se permite que pretendiendo yncorporarse o ser dotor o maestro de esta universidad qualquiera persona que se a graduado de licenciado dotor o maestro en qualquiera de las universidades aprovadas de los rreynos de su magestad, concurriendo en él las calidades rreferidas e notoriedad e lo [abreviatura ilegible] aprovasión de sus letras e sufiçiençia, el claustro pleno pueda admitir a las tales personas al grado de doctor o maestro en qualquiera facultad, sin que sea nesesario haser de nuevo en esta universidad liçençiados, e les vaste el grado de liçençiado que tubieren de la tal universidad aprovada. Y el claustro en él, sin los paseos ni pompas públicas, les pueda dar los tales grados de doctores e maestros, para lo qual se esté a lo que el claustro pleno votare, aviendo de concurrir de quatro partes las tres e no más [...] Y encargase la conçiençia a el rrector, maestre esquela e claustro pleno, que ninguna vía, causa ni rraçón, ni rruego de superior, dispensen en esto, si no fueren con las tales personas de quien se espera con su rresepción pública autoridad y aumento a la dicha universidad.89

Era ésta la sanción de una realidad que se había constituido a lo largo del siglo xvi y que, con todos los matices señalados, no dejaba de hacer patente el carácter colonial de la Universidad de México, en la que podían promoverse al doctorado, de manera gratuita, licenciados de la audiencia, formados en universidades metropolitanas, quienes al poseer las borlas mexicanas recibirían de los aspirantes criollos todas las propinas de las que estos últimos no eran eximidos.

89 Cerralvo, 23. 78. Los corchetes y su contenido son de Enrique González, editor, Proyecto de estatutos ordenados por el virrey Cerralvo (1626), México, CESU-UNAM (La Real Universidad de México. Estudios y Textos III), 1991, pp. 130-131.

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