Procuradores jesuitas y mercados en conflicto: el caso de Felipe del Castillo de la Misión de Moxos (1737)

July 13, 2017 | Autor: Carlos-Urani Montiel | Categoría: Missiology and Mission Theology, Jesuit history, History of Missions, Bolivia, Jesuits
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An uario rú EstudiosBolíríanos, Archiuiuicos y Bibliográfi cos. n018. 203-23 1, Suero, 20 12 ISSN: 1819-7981

PROCURADORES JESUITAS Y MERCADOS EN CONFLICTO: EL CASO DE FELIPE DEL CASTILLO EN LA MISIÓN DE MOXOS (1737) J ESUIT PRO CURAT ORS AND MARKETS IN CONFLlCT: T HE CASE OF FELIPE DEL CASTILLO AT MOXOS MISSION (1737)

Carlos-Urani Montiel ' Universidad Aut ónoma de Ciudad ju árez, México

R ESUM EN: Este trabajo plant ea una reflexión sobre el decomi so de la carga en C arragena que el Procurador Felipe del Cast illo llevaba de C ád iz a Mo xos en 173 7. Para lo cual debemos ubi car el percan ce en un co ntex to mayor de flujos eco nó m icos, enfocad o en la gestión administrativa de los jesuitas. La d obl e perspectiva -global y local- asum ida por el propi o astillo al servicio de la Mi sión de Mox os y de la Pro vincia del Per ú, devela las estrategias eco nó m icas diseñadas por esta O rde n, tendidas a lo largo de una extensa red de co municación por la q ue circulaba n recur sos hum an os, materiales y simbó licos.

PALABRAS CLAVE: j esuit as; Procur ado r; Economía; Mi sión de Mo xos. ABSTRAer:Tbis paper sers out ro reflect o n th e seizure of rhe cargo in Ca nagena rhat rhe Procur aror Felipe del Cas tillo took from Ca diz ro Moxos in 1737. To do so we sho uld place rhe incident in a greater co ntext of econo mic Ilows, focusing on rhe ad rninisrrative man agement of rhe j esuit s, The double perspectl ve -global and local- assurned by Cas tillo him self ro rhe service of M oxos Mi ssion and rhe Province of Peru reveals th e eco no mic strategies design ed by rhis ard er, extended throughour a large cornrnunicarion s nerwork, circularcd by human , mat erial, and symbolic resources. KEYWüRDS: j csuit: Procur aron Eco no my; Moxos M ission .

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Introducción El tema de este ensayo es la economía de la Compañía de Jesús y sus vínculos dentro de un sistema de intercambio planetario -no sólo en términos materiales, sino también espirituales- que les permitía mantener contacto entre sus filiales y facilitaba la distribución de objetos e información. El objeto de estudio son los agentes comerciales de la Orden, es decir, los procuradores jesuitas. Sus estrategias financieras e itinerarios de viaje fueron determinantes en el fortalecimi ento de los enlaces entre todas las casas y miembros d ependientes de la Compañía en una escala global (Ricupero, 2008: 58) '. La investigación pretende contribuir al estudio de la red de comunicación jesuita mediante el examen de los medios que permitían el vínculo y traslado de información entre la zona misional de Moxos, las metrópolis del Alto Perú, la Casa de Contratación en Andalucía, la corte en Madrid y las oficinas centrales de la Compañía en Roma'. El trabajo está dividido en tres secciones. La primera se detiene en el oficio del procurador, quien estaba a cargo de la administración económica local del inmueble y del socorro de quienes portaran el mismo titulo, proced entes de otra residencia de la misma Orden. El segundo apartado expo ne brev emente las actividades de patrocinio y producción gestionadas por la Compañía de Jesús en la Misión de Moxos hacia la década de 1730, época de su mayor esplendor', ¿Cómo es que se sostenía un a misión en los márgen es del imperio hispánico en términos de manufactura e intercambio? Finalmente, la última sección reconstruye el incidente ocurrido al P. Procurador Felip e del C astillo en C artagena de Indias en 1737. Es notable qu e tanto la perspe ctiva global del procurador envi ado a Roma por la Provincia del Perú , como la local del procurador de misión se co ncent ran en un solo personaje.

I Para un estud io genera l de las actividades econó mico-empresariales de los jesuit as en el Perú virreinal, véase el artículo de Kend all Brown ( 1987 ). 2 El art ículo pertenece al marco de mi tesis doctoral, titulada Red de comunicación jesuita desde la M isión de Moxos, y defendida en agosto de 20 11. La supervisión fue de Ju an Luis Su árez (Univ ersiry of Western Onrario) yel asesoramiento técnico de Fernando Sancho Ca parrini (Univ ersidad de Sevilla). J Por Misión de Mo xas ent endemos el proyecto de evangelización a orillas de la anti gua Audiencia de C harcas en el virreinato peruano puesto en marcha por la Provincia Jesuíti ca del Perú desde la década de 1660 y hasta 1767. Dich a empresa contó ent re sus asenta mientos a más de veinte misiones repartidas por las tierras bajas del actual o riente boliviano en el departam ent o del Beni . Así tambi én lo ente ndía el 1'. Antonio Orellana, tercer Superior del conjunto misional : "Por Mission de los Moxos ente ndemos un agregado de mu chas N acion es de Gentil es, qu e por aver sido la de los M oxos la prim era, qu e solemnemente recibió el Sagrado Bauti smo, dio la denominación á todas las demás. que con ella se cont inúa n" (1704 : Ca p. 2).

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El oficio de Procurador El sustento de la base material de los ministerios jesuitas necesitó de un entramado económico que les permitiera explorar su patrimonio y distribuir sus ganancias por medio de métodos racionales y documentos preceptivos. La estructura jerárquica de la Compañía de Jesús admitía que el control de mando se permeara de contenidos espirituales, mientras que la administración económica suministraba los bienes temporales que proveían el sostén de las operaciones. Paolo Quattrone (2004) establece que la contabilidad jugó un papel crucial en la emergencia de corporaciones multidivisionales y multinacionales, garantizando la coordinación requerida por el crecimiento de actividades comerciales. A pesar de ser, en teoría, una orden mendicante de clérigos regulares organizados para el trabajo apostólico, del voto de pobreza y de las prohibiciones sobre la propiedad, la Compañía tuvo gran actividad en asuntos financieros, ya que ese actuar estaba en línea con un enfrentamiento realista hacia todos los problemas de gestión de una organización. Tal perspectiva ubica a la contabilidad en el contexto social de la Iglesia y utiliza la dicotomía sagrado/ pro fano para comprender los roles que desempeñó en dicha organización. La economía, entonces, recorre tanto lo secular como lo profano a través de relaciones recíprocas entre sistemas contables y prácticas religiosas. A este contexto pertenecen los procuradores jesuitas, agentes económicos especializados en viajes, expediciones y gestión de pagos y cobranzas. Su rol institucional ofrece un mayor conocimiento sobre la mecánica interna que hizo funcionar a la red de comunicación jesuita. Los diferentes ecosistemas en donde intervino la antigua Compañía los llevó a la creación de oficios que le permitieran al jesuita en cargo una movilidad a través de sus provincias y le brindaran los recursos necesarios para poder actuar en cada escenario político. El oficio de procurador demuestra la flexibilidad administrativa de los seguidores de Ignacio, así como los problemas de gestión inherentes a esta labor, compuesta por una variedad de tareas políticas, económicas, de reclutamiento y de trato personal que exigían la profesionalización de quien ocupara el puesto, así como de sus asistentes. Llama la atención que un mismo miembro de la Orden podía portar el mismo título para diferentes unidades administrativas (provincia, colegio o misión) con la firme intención de procurar el sustento material a las empresas espirituales de la organización, gracias a una formación administrativa a lo largo y ancho de la cadena de control. Tal es el caso del Padre limeño Felipe del Castillo, de quien hablaremos más adelante.

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El crecimiento de la Compañía, así como su llegada al Nuevo Continente -vía la Asistencia Española-, demandaron gente encargada de la gestión material de sus bienes y el procurador fue señalado para esa labor. En la "Cuarta parte principal" de las Constituciones, referente a "lo que toca a los colegios cuanto a lo material de ellos", se lee que "los que hacen las cosas de los Colegios fuera de ellos, se entienden principalmente los procuradores, que en la curia del Sumo Pontífice o de otros príncipes tratan las cosas de la Compañía" (1993: 170-172). Esta primera mención en los documentos fundacionales aún no demuestra el rol meramente administrativo del puesto, pero sí su intervención fuera de su casa. Las funciones del puesto vitalicio del general, máxima autoridad de la Compañía, dependían del trabajo conjunto de su socio, un secretario, un representante para cada una de las cuatro asistencias originales (italiana, española, portuguesa y alemana) y un procurador que representaba a la Sociedad en la corte papal. Poseemos dos textos normativos que definen las funciones del procurador; uno de 1574, editado por Zubillaga (1953: 367-417) y analizado a detalle por Agustín Galán García (1995: 83-112); y otro, de menor extensión escrito alrededor de 1578 y publicado por Antonio de Egaña. El par de documentos se refieren a un deber específico con enorme extensión en sus atribuciones y radio de acción. La Instrucción para el procurador de fas Indias de 1578 advierte que "el buen recaudo y consuelo de aquellas Provincias tan remotas pende de su buena diligentia y industria'" . El superior de cada residencia antecede al procurador en el escalafón jerárquico de la Orden, quien, a su vez, estará por encima de un asistente: "un compañero intelligente y cuidadoso, dado por el Provincial" (1958: 469-470). Sobre la mención de ese peculiar ayudante, Dauril Alden confirma que los procuradores dependían de sus asistentes, también llamados administradores, quienes eran normalmente hermanos coadjutores en vez de padres (1996: 303). Es así que los procuradores ejercían sus labores, mientras que sus asistentes respaldaban el conocimiento específico y la experiencia necesaria para ejercer el oficio. De entre esas labores, la Instrucción señala algunas: tener bajo llave el dinero y el libro de las cuentas; asentar "todos los que van a las Indias, con día, mes y año, y de qué Provincias, tierra y edad, tiempo de Compañía y de estudios y talentos"; registrar "cédulas y despachos que llevan del Rey y de la Contratación"; "terná también hecha memoria de todas las cosas que se deven pedir al Rey", y 4 Para ese entonces solo eran dos provincias (Perú y México) , pero en el primer rercio del siglo XVII ya eran cuatro más (Filipinas, Nueva Granada, Paraguay y Quito) , cuyas jurisdicciones eran resguardadas en el Colegio de San Hermenegildo, en Sevilla y en el Hospicio de Indias en C ádiz a partir de 1717.

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una fórmula de las cosas necesarias para el viaje "para que des te aviso se pueda ayudar otras vezes". Sacar cuentas anuales, "cobrar y embiar las cartas, bullas y otros recaudos"; así como "saber los tiempos quando van y vienen las flotas", informarse de la calidad de los navíos, "copiar las annuas, en buena letra clara", prevenir el viaje de los que van a las Indias y "procurar que sean proveídos". Además, gestionar el envío de "agn us Dei, estampas, cuentas benditas, etcétera", con la restricción de que "no se haga provisión de libros ni de ornamentos ni otras cosas para Indias, sino sólo lo que los Provinciales, o Rectores de las Indias avisaren que han menester" (1958: 470-474). Para completar estas obligaciones, los procuradores adaptaban los preceptos religiosos de la Compañía y las necesidades materiales de sus ministerios a los contextos políticos y realidades económicas del mundo secular (Martinez-Serna, 2009: 183). Destaca, además, la generación de conocim iento reutilizable para toda la Orden o para su suc esor , así como su labor de copista y resguardo de los reportes anuales. La insistencia de la Soci edad en la estricta disciplina y obediencia a los superiores tuvo el efecto de dirección rápida y eficaz del Padre G eneral en Roma hacia las demás dependencias en otras latitudes. Pensar la organización social en términos de un cent ro capaz de almacenar y distribuir un panorama de contextos locales fue la forma de articular una comprensión innovadora sobre el gobierno y toma de d ecisiones. El obj etivo de la centralidad fue la maximización del control, co nec tar la toma de decisiones resp ecto a lo temporal y administrativo co n las prácticas espirituales más rentables. La continuidad de estas instrucciones se confirma con las de 1651 , estudiadas con atención por Domínguez Ortiz, en las qu e se ratifican las funciones del procurador de Indias: recibir en C ádiz a los procuradores provinciales que venían de Am érica, dar seguim ient o a los trámites d e aduanas y a los de la Casa d e Contratación, mantener contacto con estas oficinas, así como con el procurador gen eral de las provincias de Españ a que vivía en Roma y con el procurador de corte en Madrid, entregar el dinero indiano a particulares españoles, y prevenir lo necesario para el embarque de regreso; es decir, "llevarlos hasta C ádiz, asistidos, ayudarlos y proveerlos de todo lo nec esario hasta que se hacen a la vela" (Domínguez Ortiz, 1998: ~ 14) 5. Con esto queda claro que el transporte de

, No descart emos la reflexión a la que llega Domínguez Orriz tras el estudio de ese documento qu e "desvanece un tanto la imagen mon olítica de un a C ompa ñ ía de Jesús omn ipre sente, om ni po tent e. gohernada co n gran sahid uría y cn rraliza da al m áxim o". Co n su lectura d e las Instrucciones d e 1651 "se vislumbra el cañamazo de celos y recelos, f:,lIos y errores. incompeten cia y desinform ación qu e encuhrían -1"" t"'II,II'IJIJ ",.1" ¡"I,/UJ , 'I 1M , JlI' '\1

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recursos humanos era una de las tareas más complicadas para el procurador de Indias, desde Andalucía, y para el procurador de cada provincia americana, que efectuaba el viaje transatlántico. El proceso del envío de misioneros europeos al Nuevo Mundo consistía en una serie de pasos burocráticos en la Casa de Contratación, como el cobro del favor real por cada religioso (subsidios, sínodo, bonos), la compra de bienes y almacenaje de las provisiones, selección del embarque e incluso consejo espiritual de los jóvenes misioneros durante su estancia en la procuraduría y a lo largo del viaje marino. Durante meses antes de que las embarcaciones dejaran Sevilla o Cádiz, el procurador de las Indias se ocupaba de albergar a los misioneros, así como de todos los requerimientos antes mencionados. Por su parte, el procurador provincial se encargaba de la adquisición o compra de objetos de devoción. Las "memorias" consistían en relicarios, candeleros, cera, crucifijos, medallas, coronas, rosarios, anillos, libros, indulgencias, tela, medicinas; pero también esculturas (cuerpos de santos, imágenes de bulto y ropa para vestirlas), láminas, papel y pergamino, instrumentos musicales, pinturas sobre lienzo, grabados y estampas (Galán, 1995: 98-99)(,. El tráfico artístico y comercial señala los diversos valores que cobraron esos objetos en los virreinatos más allá de su potencial estético. En este contexto de mercado y movilidad geográfica, el control que los procuradores ejercían sobre su red social les aseguraba la contratación o renta de los servicios (conductores, mercaderes, mulas, posadas) necesarios para la transportación de bienes. La "geografía del conocimiento", descrita por Sreven Harris (1999), valora una consideración simple pero sistemática de la distribución espacial en relación a la circulación de recursos de la organización: misioneros, textos y objetos requeridos por los jesuitas en su producción de conocimiento para cada una de sus dependencias. El cargo en cuestión era propuesto por sus provincias y ratificado de forma oficial en las Congregaciones Generales en Roma, es decir que el título de procurador provincial, el de misión y el de colegio eran confirmados por el Padre General bajo la recomendación del provincial; así, gestión política y méritos

las majestuosas apariencias ". El historiador concluye qu e "la crisis de mediado s del siglo XVII no es una teoría sino una dura y triste realidad, que en lo económico afectó a todos" (1998: 32 7). (,A través de la correspondencia y registro de gastos y compras, la investigadora Luisa Elena Alcalá estudia el envío de ornamentos e imágenes europeas a los miembros de la Compañía en la Nueva España. Su artículo resalta "la existencia de rutas alternativas al mercado oficial", vías para la importación de todo tipo de objetos europeos, recorridas por los procuradores de provincia que satisfacían no sólo a los suyos sino a amigos de la Compa ñía, normalmente sus patrocinadores (200 7: 141). Anu I"JlUII/Job ."IJ"

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influenciaban las postulaciones que partían de su instancia local. La posición de procurador general de alguna provincia -que ocupó el P. Felipe del Castillo, natural de Lima, en 1734 para la peruana- era designada cada tres años y el nominado debía asistir a las congregaciones generales en la sede pontificia que se efectuaban en un intervalo de cuatro a seis años (Clossey, 2008: 25 y 57). Si ese jesuita se encontraba en ultramar o si el destino de trabajo era otro reino, entonces en ese mismo viaje comenzaba su selección de recursos humanos y aprovechaba para reclutar coadjutores y misioneros. Los procuradores de misión podían no residir en ella, y entonces cumplían una función de abastecimiento para la reducción, ya sea de capital, de suministros materiales enviados desde colegios o haciendas, o de personal para el auxilio de las labores misionales. Las altas posiciones políticas de sus provincias en ultramar no fueron ocupadas solo por españoles o italianos. El esfuerzo y dedicación de un jesuita americano en su propio lugar de origen eran la llave de acceso para ocupar cargos superiores, como los de provincial, rector de colegio, visitador, superior de misión o procurador general de provincia. En el caso de las haciendas rurales, éstas eran regidas por un administrador que le rendía cuentas al procurador de colegio o de misión que poseía el título de la propiedad. Así lo demuestra el manuscrito novo hispano que puntualiza las Instrucciones a los hermanos Jesuitas administradores de haciendas, referentes a sirvientes, esclavos, culto divino, libros de cuentas y a la sujeción de "las cosas temporales del campo . .. a las órdenes del Procurador, y nada dispongan de las cosas de la hacienda contra su voluntad" (I950: 43-44). Es sabido que los jesuitas sobresalieron en la época virreinal como terratenientes. Los inmuebles rurales aparecen en la documentación con diferentes nombres según su especialización (obraje, finca, molino, rancho o hacienda) y se destacaron por su producción de comida, cultivo y ganado, así como de excedentes que eran comercializados y que le permitieron a la Compañía consolidarse como un cuerpo crediticio ante los hacendados seculares. Magnus Mórner explica que la política de adquisición de tierra era sistemática, "de modo que sus explotaciones se especializaron en distintos productos, que se complementaban unas con otras. Por norma, los jesuitas administraron sus posesiones directamente, mientras que otras órdenes optaron por arrendadas" (I990: 126). El historiador inglés John Lynch reafirma que los jesuitas "marcaron la pauta de la agricultura comercial en Perú" y resume su estrategia: "compraban haciendas descuidadas y las revitalizaban, redondeando sus límites, construyendo molinos de azúcar, invirtiendo en la compra de esclavos

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negros y convirtiendo el conjunto en una unidad eficiente de producción" (2000: 689). Además, otra vía de acumulación de tierra a favor de la Compañía, fueron las donaciones de propiedades o de dinero hechas por los miembros de la elite virreinal. Este flujo constante de capital mantenía las actividades urbanas de los colegios jesuitas, que operaban de forma gratuita. Cada uno, escribe Edgardo Pérez Morales, "era un microcosmos social, económico y cultural que entrañaba vínculos con los colegios de otras ciudades y provincias, en una red de escala planetaria" (2009: 74). Los colegios se vinculaban a los espacios rurales en una situación de dependencia de manera que el trajín del campo patrocinaba la enseñanza en las aulas. La inversión en tierras, el préstamo monetario o en especie, así como los intereses generados, contribuyeron a la creación de un capitalismo agrario que despertó sospechas en autoridades virreinales y exageraciones sobre la riqueza de la Compañía (Cushner, 1980: 130-134), que a la postre fortalecieron un sentimiento ami-jesuita que minó su presencia en territorios hispánicos. Las críticas hacia una Sociedad que se parecía más a una corporación comercial que a una espiritual son lugar común en la historiografía virreinal y fueron pronunciadas por particulares o instituciones un tanto prejuiciadas, y otro tanto resentidas ante una fuerte competencia. Sobre estos "enemigos", Charles Borges los identifica como comerciantes que resentían las ganancias y los esfuerzos de la Compa ñia por elevar el nivel productivo de sus comunidades (1994: 109-111). Y es que es un hecho que la actividad de los religiosos afectó no solo el ecosistema de sus propiedades, sino la economía original del lugar donde se establecían; dichas alteraciones propiciaron resentimiento en gente e instituciones que vieron en esas transacciones un mayor alcance e ingreso que los de sus negocios. Las famosas misiones jesuitas tuvieron gran influjo económico en las capitales hispanas y estaban financiadas, tanto por el patronato real, como por el trajín de sus esclavos, la venta de excedentes agrícolas y la reinversión de capitales. En suma, el oficio del procurador remite a la experiencia y pericia necesarias para proceder dentro de la burocracia imperial de la Compañía. Los diferentes tipos de procurador supieron adaptar los preceptos religiosos de la Orden y Jos requisitos materiales de sus ministerios a los contextos políticos y realidades económicas del mundo secular. El procurador de cada provincia era el principal administrador de los bienes temporales y el custodio de los intereses corporativos de la Sociedad. Su labor especializada permitió el traslado de documentos informativos con registros cuantitativos y de objetos materiales con A"u 1'¡,,,llm¿

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contenido simbólico. Fueron ellos quienes recolectaban los ingresos de las provincias como resultado de las subvenciones reales, los intereses de algún préstamo o las rentas' de las propiedades lejanas de su residencia. Concuerdo con las palabras de Marrinez-Serna, quien concluye que el crecimiento y poder organizacional de la Compañía hubieran sido imposible sin la gestión realizada por los procuradores durante más de dos siglos de actividades inrer-continentales

(2009: 209). La cuestión sobre la circulación de los procuradores arroja luz sobre el tema de la comunicación social, la réplica de modelos estéticos, el rol del arte en la propaganda del culto y el funcionamiento de un sistema económico útil para la comprensión del intercambio artístico y cultural. Sus viajes facilitaron el flujo de ideas, información científica, médica y etnográfica que influenció no solo a su Orden sino a la totalidad de la cultura Atlántica. El suministro material de los seguidores de Ignacio consolidó un sistema cultural capaz de asumir las estructuras jerárquicas de su organización y de la monarquía y, al mismo tiempo, de respetar la variedad y peculiaridades presentes a nivel local. El sistema de comunicación jesuita alcanzó los confines de la geografía política en la. que por cada escenario encontramos a uno o varios de sus procuradores en el ejercicio constante de acomodo, de influencia, de proselitismo, de correspondencia y en sí, de presencia activa dentro de su Compañía. Su trabajo de contacto y conflicto, la confianza recibida, su agudeza, experiencia y manejo de recursos, deben ser entendidos en términos del radio y margen de sus acciones, realizadas siempre "acordándose de la edificatio y modestia religiosa" (Instrucción, 1958: 473). Patrocinio y producción de la Misión de Moxos Fuera de los límites de las diócesis americanas iniciaba el territorio misional donde solo el Papa tenía jurisdicción, la cual era delegada a las órdenes religiosas, y la de los jesuitas sobresalió en la materia. Ahí los misioneros actuaban como encomenderos, adquiriendo responsabilidades sobre la administración espiritual y temporal de los indios. La distancia geográfica entre las instituciones financieras y las reducciones de la Compañía dificultaba el patrocinio real, lo que alentó a su propia fuerza productiva. En esta sección ofrezco algunas notas sobre el trabajo concreto de los distintos procuradores que ofrecieron sus servicios administrativos al favor de Moxos. Son varios los especialistas que se detienen en algún tema central en el desarrollo económico de la Misión. Sus artículos -que iremos siguicndo- estudian la documentación del desarrollo comercial y administrativo , Iml "'('IIII"'/J 1l"J" 1.11,11", 11" 1M, '1)' 1\1, '0 1' I" N 1M!') 'IH I

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en el s. XVIII (Parejas, 1976); el impulso de la vida económica desde Santa Cruz de la Sierra, frontera y punto de enlace del sistema económico jesuita con el secular (Block, 1980; Garda Recio, 1988); las actividades financieras de Moxas y Chiquitos hasta el siglo XIX (Santamaría, 1987); y los datos sobre las riquezas e inventarios al momento de la expulsión (Menacho, 1995: 108-112 )7. En marzo de 1682 el Superior Pedro Marbán fundó la primera reducción, Nuestra Señora de Loreto de Moxas, con la firme intención de concretar el proyecto misional ideado quince años antes por el H . Juan de Soto, y de replicar el modelo de asentamiento urbano a lo ancho de una extensa llanura pantanosa. Además, esta frontera geográfica natural entre la cordillera andina y la selva amazónica tiene la particularidad de estar inundada la mitad del año, de noviembre a abril, lo que condiciona todo intento de comunicación y subsistencia. Durante el siglo jesuita -que concluyó con el arribo de la orden de expulsión en octubre de 1767- las reducciones operaron bajo la jurisdicción de la Provincia Jesuítica del Perú en el aspecto regular, del Obispado de Santa Cruz de la Sierra en lo eclesiástico, y de la Audiencia de Charcas en lo gubernamental. Entre los historiadores existe un com ún acuerdo sobre las tres etapas de la expansión misional en Moxas. El Colegio de La Paz (o Chuquiabo) fue el encargado de la financiación del periodo fundacional -ocho misiones hasta 1700-, gracias a los réditos de una donación particular de la milicia cuzqueña, que ascendía a los quinientos pesos anuales para el transporte y manutención de misioneros desde Sevilla a Cochabamba, donde salían las expediciones a Moxas. Una vez con la aprobación del General Michelangelo Tamburini, la estrategia de inversión del proyecto misional corrió a cuenta del la Provincia Peruana, representada por el Provincial Antonio Garriga, e incluyó contribuciones de los colegios de Lima, La Paz y Cochabamba; subsidios de la Corona a través de las Cajas Reales de Lima, Oruro y, principalmente, Potosí; distintos movimientos en la economía civil y donaciones de benefactores o "amigos de la Compañía"; todo esto, gestionado por distintos procuradores. En esta segunda etapa (diez misiones más hasta 1720) prosiguió la expansión jesuita por los llanos, alcanzando la zona norte de Baures. , En el último periodo (otras seis misiones hasta 1750 con el Tratado de Madrid), los jesuitas consolidaron los trabajos en Baures e lténez, San Pedro de

7 Otras fuentes de consulta para dilucidar la economía misional son instrucciones y reportes de visitas de Padres de la Compañía o de gobernadores charqueños, así como inventarios que informan el estado de las tierras confiscadas tras la expulsión.

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Moxas se erigió como capital, el envío de misioneros extranjeros aumentó su cifra y se fijó un hito de contacto con Santa Cruz debido a la fundación del Puerto de Paila como procuraduría en 1723H; lo que dio inicio a la época de mayor esplendor en la que Moxas gozó de fama por sus diversas exportaciones y adquirió posesiones a su servicio más allá de sus propios límites. Se sabe, por ejemplo, del monopolio que ejercía Moxas sobre el cebo crudo y las velas en el mercado potosino, o de la venta, exclusiva de los jesuitas , de hierba-mate y tejidos de algodón en Santa Cruz de la Sierra, así como de lo preciado qu e eran en La Plata los mu ebles - bargueños y cajon erías- tallados en Moxas y Chiquitos. En términos estadísticos, el éxito misional supone la permanencia indígena y su incorporación a la fuerza productiva bajo una estructura de gobierno autócto no, qu e tomó el modelo del cabildo. El reto de los misioneros era integrar a cada uno de los miembros dentro del funcionamiento sistémico de la comunidad. El obj etivo consi stía en conectar directamente la identidad colectiva del neófito, cada uno en un lugar del escalafón social, con el funcionamiento de la organización. Entre más estrictas fueron las normas religiosas, mayor fue el grado de participación de los habitantes; entre más intensa fue su intervención espiritual, mayor fue la producción material del grupo. En la época más próspera de Moxas había, según el "Info rme" del gobernador de Santa Cruz en 1737, más de 35 mil habitantes distribuidos en veintiuna urbi indiorum (Argamasa, 1906: 49-50). Su estructuración espacial se definía por la combinación de do s criterios de organización: uno simbólico dentro de un marco católico-arquitectónico, y otro productivo que hacía de las mision es complejos industriales y agropecuarios (Limpias Orriz, 2008: 22 7). Las características del conjunto habitacional bajo el régimen jesuita dejan al descubierto su perfeccionamiento urbano: colegios , campos de cultivo, talleres de forja, tallado , tejido e ingenios azucareros. La producción agrícola consistía en maíz, cacao, caña de azúcar, café, tabaco, yuca o mandioca, arroz , plátanos, maní, que también componían el giro exportador. Entre otros productos qu e conformaban la industria sobresale el cebo (con destino al mercado potosino), azúcar refinada, tejidos de algodón y cabezas de ganado que servían al arado, como animales de carga y para el consumo carne. En las planicies los indios arreaban a los animales desplazándolos según la resistencia de los pastizales o la llegada de las inundaciones. Las demandas de la cultura misional

, De un total dc veint icinco asenta mie ntos (vein ticuatro m ision es y un a procur aduría). di ecinueve se fund aron en menos de cuatro décadas. nu eve fueron aba ndo nadas r or diversas causas: reubi caci ón, fusi ón con otra. apostasía () epide m ias (Vargas, 1')(,4: 7 5-77 ). j,,,~

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pr esionaban al máximo los recursos y los cam bios en los patrones de cultivo implicaban qu e la fertilidad de los suelos disminuyese. Aunque cada misión constituía una unidad de producción y consumo, esto no impidió la apari ción de flujos de intercambio lateral según necesidades y recursos disponibles en cada reducción (Barriadas, 1984: 153). Así lo declara el Provincial Antonio Garriga en su visita de 1715: "rruego y encargo á los Padres fomenten entre sí la caridad y entre los yndios en permitir saquen de sus distritos lo que no tienen en los suios, ni en los destinados para el común, pero con la devida moderazi ón" (1906: 42) . El "Invent ario de la Misión de Lorero", levantado por el comandante Antonio Aymerich (o Eimiri c) a finales de 176 7 confirma la presencia de "oficinas de herrería y carpintería, aviadas de todos sus principales instrumentos para su trabajo respectivo" (Brabo, 1872: 541 -542) 9. El espacio misional delineó una serie conectada de largos complejos dedicados a la explotación de los recursos naturales; fue instrumento de catequización, lugar de viviendas colectivas bajo el núcleo familiar y medio de control social, es decir, un todo dentro de un urbanismo pragmático. Sin embargo, las reducciones nunca cubrieron los gastos con su propio esfuerzo (Block, 1994: 65). El empleo de utensilios de metal y los bienes suntuarios, requisitos para la práctica del evangelio y la atracción de infieles, exigía grandes erogaciones de dinero. Así, por un lado , el desborde de los ríos en la inundación estacional promovió que el sustento se basara en la autosuficiencia de las zonas marginadas; pero , por otro, incentivó también un triple ejercicio de movilización de productos: lo manufacturado por las misiones, lo compartido entre ellas y lo enviado a Moxos desde y hacia el Puerto de Paila, último sitio al que podían llegar las excursiones cruceñas, y residencia habitual del procurador de misión y de su asistente, el administrador. La logística jesuita de distribución fue eficaz para que misioneros y neófitos indígenas gozaran de una abundancia de productos exteriores provenientes de las propiedades rurale s de Moxo s en el Alto Perú. Las que aquí interesan por sus lazos con Moxos son el viñedo de Call ejas la Baja, cedido por escritura pública en 1704 al Procurador del Colegio de Cochabamba; la hacienda vitícola de Chalguani, cultivada por esclavos, y la de La 9 Los inventarios tambi én registran instrumento s musicales: de mad era, arpas. flaut as. clarin etes. violines. oboes, órgano s y mon ocordio s; telas: brocados, tafetanes. terciopelos, lienzos, dam ascos; metales: galones de oro , plata y piedr as de Bohem ia; bibliotecas pani culares y de propiedad común; y demás artículos: pinturas, espejos, cuchillos, chocolate. estatuas. canoas, ere, A pesar de su monotoní a, los inventarios detallan la riqu eza - tempo ral con fines espirituales- de Moxos.

Anu. rstud. bols. archi.biblio., n° 18. 20) -23 1. 20 12. ISSN: 1819-7981

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Figura 1. Moxos y sus haciend as (Block, 1994: 72 )

Si recapitulamos sobre la procura misional tenemos a tres tipos de procuradores identificables según su especialización y margen de acción. El de misión fue el administrador de las temporalidades desde el Puerto de Pailas o Santa Cruz; el de colegio era el suministrador de víveres o bienes monetarios; y el de provincia, como Felipe del Castillo, se encargaba de la provisión de recursos humanos para las reducciones. La información documental corrobora que la planicie boliviana sostenía enlaces de larga distancia entre espacios económicos altamente desarrollados y políticamente orgánicos, cumpliendo una función activa (exportación e importación) en una red administrada por los jesuitas , que justifica su estudio como nodo mercantilista. El dinamismo de exportación/importación trazó un estrecho vínculo entre la economía misional y lo administrado fuera de ella. El resultado de las decisiones tomadas en las ciudades de la Audiencia de Charcas por la Compañía llegaba directamente al actual cantón de Pailas. Al borde de los límites virreinales florecieron iglesias, casas, ranchos, complejos agrarios y plantas

Anu. n /ud. bolso arcbi. biblia.• n- 1R. lOJ-131. 20 12. ISSN: 181 9-79 81

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industrial es qu e deslumbraban a sus visitantes, y qu e dep endían de su co rrec ta administración. El procurador Castillo Fin alm ente, toca el turno al estu d io de caso qu e recoge todo lo antes dicho sobre los pro curadores y la eco no mía misional en man os de estos miembros espec ializados de la C ompañía. Se trata del P. Felip e del Cas tillo y del de comiso que sufrió la carga de sesent a cajas en C arragen a de Indias en 1737. El percan ce en la exped ició n, qu e iba de Cadiz hacia Mo xas co mo destin o final , puso de lleno a este jesuita peruano co n dobl e t ítul o administr ativ o - Procurado r Ge nera l de Provincia y Pro curador de Mi sion es- en un pleito jurídico qu e duró cerca de diez años en el que Moxas apareció co mo tema recurrente y fue defendido en ambas orilla s del Atlántico.

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La reciente publicación del Catdlogo de misioneros de Moxas (1668-/768) , elaborado por el historiador Javier Matienzo, dentro de un a obra co njunta (2011), pr esenta la información biográfica de 27 1 jesuitas involucrados en el pro yecto misional. De los cuales, 225 trabajaron en o para Mo xos. El resto pert en eció a la Resid enci a de Sant a C ruz de la Sierra, fusion ada ad m inistrativame nte a la Misión ent re 1700 y 1710. G racias al CattÍlogo, año rado por los clásicos historiadores de M oxas co mo Ga briel Ren é M or eno, Josep Barn ad as y David Block, es posible ide nt ificar la trayectori a del person al de la Com pañía qu e co nso lidó el régime n red uccio nal. El CattÍlogo tambi én ide nt ifica a los procurad o res residentes en Santa C ruz de la Sierra o en los d iferentes colegios de La Paz y Cochaba rnba, pero no le da un a ent rada biográfica indi vidual a nin gun o de los procurad ores gene rales de la Pro vin cia del Perú enca rgados del envío de recursos hum an os desde Sevilla o Cádiz hasta M oxa s. Lo qu e sí inclu ye es la asociació n ent re cada mision ero venido de ultram ar co n la exped ición en la qu e cruzó el Atlá nt ico. La forma de identificar a cada un o de estos quin ce viajes fue por medi o del apellido del procurador; y es ahí donde enco nt ramos a la "Ex ped ición Cas tillo" 10. La cual sufrió un co nt ratie m po a inicios de 1737 en la adu ana del pu ert o de Ca rragena, qu e nos traslad ará al ám bito jurídico en el qu e la C o mpa ñía destin ó a sus especia listas a

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Los o tros catorce procurad o res provin ciales [unt o co n el año de emba rq ue so n N ico l ás D u r.in

( 1621) . Alo nso Mesía (1636), Barr ol o rn é Ta lur ( 1647), Jua n Pasto r (1648) . J uan de la Ribaden cy ra (167 1), José María Adamo (1684) . Joaqu ín de Velasco ( 1695), Fra ncisco de Ro rald e (1 7 17) , Diego Ign acio Fcrn ández (1723), Mateo de Arcaya (1 738), Alonso Carrillo (1 750) , Jos é Alzugaray (1 750), Fra ncisco Marrinez ( 175 7) YJosé P érez d e Varga s (1 763).

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favor de las pre ciadas rnrsrones de la Provincia del Perú. El even to generó una peculiar polémica de la que conservamos documentos con los que es posible realizar un esbozo del asunto en términos jurídicos y eco n órnicos!' . La información biográfica y bibliográfica sobre Castillo es realmente escasa. Fu e elegido pro curador a Roma en la Congregación Pro vincial peruana de diciembre de 1726 (Guglieri Navarro, 1%6: xli). No sabemos en qu é año viajó a Europa, aunque es factible que asistió a la XVI Congregación General celebrada en Roma del 19 de noviembre d e 1730 al 13 d e febrero del año ulterior. La siguiente noticia lo ubica en Madrid en octubre d e 1734 cuando "se conc edió licencia al Padre Phelipe del Ca stillo, Procurador G eneral por su Provin cia del Perú de la Compañia de j esvs, para co nd ucir una Mis sion de Jesuitas aquel Reyno, con sus libros, matalotaj e, avío, & c. " (Altam irano, 1737: 3 r). Es a partir de este momento cuando podemos dilucidar el paso de Castillo por su Orden (figura 2).

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I I En la Bibliotheca Boliviana Antiqua : impresoscoloniales ( 153 4- 1825). j osep Barn adas cataloga las piezas "del pleito puesro po r la Com pañía de Jesús contra la in ca u ta c i ón qu e la ad uana de Carragena de Indi as hizo de las mercancías qu e el procurador peru ano tra ía de Euro pa para la M isión de Mojos" (2008:

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PROC URADORES J ESUITAS y MERCADOS EN CON FLICTO

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Este grafo muestra el recorrido biográfico de nuestro procurador (icono-jesuita) junto con sus asociaciones a residencias de la Compañía (icono-campanario), lugares geográficos (icono-mundo), fechas (icono-calendario), módulos de formación (icono-libro), cargos ejercidos (icono-cruz), labor misional (iconomaderas) y eventos en los que el P. Castillo intervino (icono-reloj) 12. La concesión de embarque se expidió en el Consejo de Indias donde se dieron cita el Procurador de Corte, el P. Carlos Roldán y el Procurador General de la Provincia Peruana para obtener el primer requisito de la expedición hacia Indias. Felipe del Castillo llegó a la sede cortesana en Madrid después de su paso por Roma. Una vez otorgada la concesión, se dirigió al Hospicio del Puerto de Santa María en Cádiz (en funciones desde 1717), donde fue recibido por el Procurador General de Indias, el P. Gaspar Rodero y su sucesor el P. Francisco Castañeda, con quienes puntualizó la planeación del viaje. Sin embargo, la expedición no tuvo el éxito acostumbrado de las travesías transatlánticas de la Compañía, ya que el envío directo de suministros y de recursos humanos de Cádiz hacia Moxos se vio interrumpido en aguas del Nuevo Reino de Granada. Según la patente de salida de la Casa de Contratación, conservada en el Archivo General de Indias y en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, un total de veintiún miembros de la Compañía se embarcaron bajo la supervisión de Felipe del Castillo el 6 de julio de 1736 (Galán, 1995: 316). De los cuales, ocho prestaron sus servicios en Moxos: dos extranjeros, Athanasio Theodori, napolitano natural de San Cesario di Leche; y Juan Francisco Bravo (john Brand), de Counry Wicklow, Irlanda; y seis españoles, Bartolomé Bravo, de Jaén; Claudio José Fernández, de Cádiz; Gaspar Frances, valenciano; Feliciano Cutiérrez, natural de Alija del Infantado en León; Ramón Laynes, de Lerín en Navarra; y Juan Rodríguez, de Jerez de la Frontera, futuro procurador de misión. El maestre Agustín Fernández de Lara iba al mando de la fragata de Nuestra Señora del Buen Aire y San Francisco, que salió de Cádiz e iba con registro al Puerto de Santiago de Cuba. Así se lee en la Defensa jurídica, en que se manifiesta fa nulidad, e injusticia, con que procedieron el Gooernador, y oficiales reales de Cartagena, en los autos, que fOrmaron contra el Padre Pbelipe del Castillo, procurador general por su

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" Este tipo de redes presenra semejanza con las llamadas ego netu/orks. Alexandra Marin y Barry Wellman sostienen que "egocenrric nerwork dara focus on the nerwork surrounding one node, known as rhe ego. Data are on nodes rhar share rhe chosen relarionís) wirh rhe ego and on relations berween those nodes" (2011: 20). Sin embargo, nuestro grafo no reproduce un solo ripo de relación, sino que modela la red de un elemento centro con lOd:1 SIl riqueza y co mplejidad , incluida la social. -4"14 " ..,/ '.,,/, "'1'"

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provincia del Perú, escrita por otro procurador, Pedro Ignacio Altamirano (1737: 3r) l3.

Las vicisitudes del viaje durante la Carrera de Indias eran de varias índoles: carenado de! buque, matalotaje, carga-descarga de mercancía y compra-venta de productos. El objetivo mercantil de la empresa orillaba a estad ías obligatorias en varios puertos, como en Canarias, Panamá y en La Habana. Así, e! promedio de viaje de entre seis y ocho semanas podía alargarse a todo un año (Bustos Rodríguez, 2005: 60-69). Pod emos afirmar que la fragata donde iba nu estro Procurador navegó con premura y no vislumbraba nada anormal. Entonces, ¿qué originó el decomiso? Todo parece indicar qu e su expedición se encuent ra al final de una cadena de acontecimientos previo s. La compra por encargo , como opción a la adquisición comercial de objetos europeos disponibles en Am érica, reducía e! costo de los productos. Además del mejor precio sin intermediarios, los procuradores jesuita s gozaban de exención de impuestos, siempre y cuando los bienes pasaran como mat eriales para suministro de las misiones. El Consejo de Indias sabía que aqu el privilegio daba pie para numerosas irregularidades, contrarias a los intereses de la Real Hacienda. Ante todo , e! envío de mercancías y las co ncesiones seguían apo yado s en la ley. Agustín Galán informa qu e en 1733 "se había introducido un nu evo trámite qu e consistía en fijar anualmente e! número de religioso s que estaban sujetos a cada casa o colegio para conocer así las necesidades de cada uno de ellos", pero ni en Cád iz ni en las India s se practicó aqu ella asignació n. El "Informe de la Administración de la Aduana de C ádiz" es cont unde nte y advi erte "que sino se les cont ubiese en parte, lo mas crecido de! comercio se traficaría en cabeza de estos religiosos y por consecuencia e! H erario no tendría el equival ente para lo preciso y en estos Padres se hallaría lo sup erfluo " (G alán, 1995: 102). En medio de este clima de tensiones, nada alentador para la Sociedad de Jesús, e! Procurador Castillo salió a la mar desde Andalucía. Su fragata llegó a Cuba el 20 de agosto de 1736. Castillo llevaba órdenes para que lo asistieran los oficiales de los puertos reales, por lo qu e e! maestre 13 Altarnirano nació en Málaga en 1693 ; en tr ó a la Co mpañ ía en Sevilla en 170 8; d iez años despu és obtuvo el sacerdoc io en la capital de la N ueva España. Fundó el Co legio de la Habana en 1719. De vuelta en México enseñó filosofía en el Co legio del Espíritu Santo en Puebla. en dond e tambi én profesó sus últ imos votos en 1726 . Fue electo procurador provinci al de México en 1736 y viajó hacia Cád iz en donde qui zá co noció a Felipe del Cas tillo. En 1738 present ó en Madrid un a Defema canónica y real por las Provincias de la Compañia de j estÍs d e la N ueva España y Filipinas. De 1742 a 1756 fue pro curador general de Indi as; la no ticia d e expulsión le llegó en el Co legio de Có rdo ba y muri ó en el destierro en 1770 en Rímini, Italia (Diccionario H istórico de la Compañía de [es ús 1: R'i).

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Fernández dirigió la nave a Portobelo (Panamá). En su camino se detuvieron en el "Castillo de Boca Chica, cercano a Cartagena" y ese día, 4 de diciembre, "se proveyó Auto por el Gobernador, y Oficiales Reales de aquella Ciudad, en que mandaron se pasase hacer reconocimiento de la Fragata", y se puso en guarda (Altamirano, 1737: 3v). Al llegar a Cartagena, los oficiales reales procedieron con la descarga, apertura y reconocimiento habitual de la carga. El resto de la expedición fue atendido por los miembros del Colegio de la Compañía en el puerto. El 9 de febrero de 1737 el gobernador y los oficiales reales de Cartagena de Indias pronunciaron una sentencia en contra del Procurador Provincial del Perú. En ella se autorizaba la incautación de sesenta cajones que el Padre traía de Europa con destino a la Misión de Moxas, a la que también, como ya hemos mencionado, representaba como procurador. De ese mismo día, 9 de febrero, conservamos la Glosa del Padre Felipe del Castillo de la Compañía de jesús. . . al auto y sentenciafulminados en su causa por los Señores Gobernador Don Antonio de Salas y oficiales Reales de Cartagena Don Sebastián de Iglesias y Don Antonio Navarro. En los seis folios -sin datos de impresión ni portada- Castillo acusa "las manifiestas injurias, y notorias violencias padecidas" (I 737: 1r) y afirma que "no se me esconden a mi los verdaderos motivos, no hallada en la Carga del Capitan la cargazon, que se esperaba, y no persuadida la temeridad de algunos, a que la mia no hacia sombra a carga de otros incursa en fraude" (1737: 1v). La acusación es sencilla y directa, las causas son la competencia y envidia: "por muchissimos títulos sobradamente expuestos, de exernpcion, posesión, licencia, costumbre, y paridad de las pacas" (1737: 2r) . Según los despachos oficiales en Cartagena, la carga servía para introducir "la violencia ... para los Moxas, y también para toda la Provincia, y sus Colegios" (Castillo, 1737: 2r). El Procurador denuncia el exceso, siendo la mercancía "efectos, que pueden servir para el Culto Divino ... que no exceden el numero de sus Despachos" de salida (Zv) y prosigue con el cálculo de los cajones. Los "418 cajones" de libros fueron "vistos por el Santo Tribunal" (Sr). Sin embargo, la Glosa presenta irregularidades. Castillo justifica que si hay repetición en el número de registro "no esta al defecto de la repeticion en averle rotulado dos Cajones con vn mismo numero, sino en aver pasado dos veces un mismo Cajon al Registro" (Sv). Durante la confiscación también hubo anomalías del otro bando. Castillo escribe que han desaparecido "un Cajon de medicamentos. Debe pagarmelo quien fuere causa de su falta", "98 Cajones de libros" y "treint a y ocho Cajones de Mercerías, y otros efectos". El Procurador arremete contra el supuesto "buen ,1"" (l"ull",1J

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deseo de los Señores juezes, que an querido regalarme" y les pide que le den lo que los despachos le conceden "y no me obliguen con sus generosidades" (173 7: 6r) . Suponemos que los efectos burocráticos de este documento y de sus acusaciones tan explícitas no fueron favorables al jesuita. La carga valuada en más de 20 mil pesos iba libre de impuesto y consistía en distintos productos provenientes de Nápoles, Roma, Flandes, Bohemia, etc. El inventario del envío quedó documentado en siete despachos em itidos entre los meses de abril y julio de 1736 en Cádiz. La remesa conforma una de las ma yor es registradas por la Casa de la Contratación. Veamos: 24 cajoncillos de letra de imprent a, 36 cajones en géne ros de boti ca y medicina, 4 18 de libro s registrad os y co n pases de la Inquisición , 250 cajones rotulados co n alrarines, cruces, reliqui as, arañ as o lamp arines, marcos co n pinturas sagradas , cristal, madera y bronce dorad o, vidrio s y espejos, mallas y frontales, hacheros y bland on es grandes de cobre plat eado , ornamentos de brocado hechos ya y 10 co rtes de telas varias. mantel es, bad ana s pren sadas y pint ad as, algún lienzo y encajes para albas, sobrepellices, un as cabezas para bultos de mad era , 2 14 niñ os de cera, un reloj median o y 3 chicos, mapas y estampas, cristos y medallas, estuc hes, abalor ios, cuc hillos, alfi leres, agujas, trompetas, clarines, campa nillas, cascabeles, libros etc., 12 balon es de papel , 13 marqu etas de Za ra doble, 155 quintales de hierro , 80 de bruto y 75 de vergajón, co n instrumen tos de herrería, 50 quintales de Acero mas 18 cajas, 3 baules y 16 petacas en qu e se incluyen ropa blan ca y de colo r y papeles de la misión (Cas tillo, 1737: 5r-6v, Ga lán, 1995: 103).

Si comparamos esto co n la descripción de los despa chos oficial es de la "Ca rta del P. Ph elipe del Castillo al Sr. Presidente" en Cádiz (2 5 d e abril de 1736 ) veremos ano malías: 266 cajas de libros revisadas por la Inquisición, premios para los estud iantes indios, papeles, una multitud de medallas e im ágen es sacras, chaq u iras, camas, cuchillos, hachas con sus fundas, agujas, an zuelos y otras pequeñeces para la atracción de gentiles y neófitos (Block, 1980: 167). Como ya dijimos, el apoyo oficial a Felip e del Castillo corrió a cargo del P. Pedro Ignacio Altarnirano. La Defensa jurídica, escrita en noviembre de 1737 , no tiene datos de impresión (figura 3) y está di vidida argu mentalmente en tres puntos, en los que el jurista probará "la nulidad, co n que obraron di chos Jueces" , hará "patent e la injusticia de dicha Sentencia, coteja ndo los gen ero s com issad os con los De spachos" y, finalmente, fundará "e n derecho, como aun , en el caso

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negado , qu e los generos co missados .. . se deben restituir la parte de la Mission en el caso presente, como también 294 y mas pesos, d e los bienes corni ssados" (4v) .

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