Proceso de trabajo, cambio técnico y atributos productivos: una revisión crítica de la obra de Harry Braverman en el marco del debate sobre calificaciones y competencias

July 3, 2017 | Autor: Victoria Rio | Categoría: Education, Labour Process, Employability Skills
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Descripción

Proceso de trabajo, cambio técnico y atributos productivos: una revisión
crítica de la obra de Harry Braverman en el marco del debate sobre
calificaciones y competencias

Victoria Rio, UBA
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Introducción

La problemática en torno a los saberes que los trabajadores despliegan para
realizar su trabajo, dónde los adquieren, cómo los movilizan y de qué
manera son reconocidos constituye un tema central dentro de la Sociología
del trabajo. Un campo específico de la disciplina (en ocasiones conocido
como la Sociología de las calificaciones) se ha ocupado de estudiar las
relaciones que se establecen entre los saberes de los trabajadores y los
proceso de trabajo y cómo esas relaciones cambian en la medida que se
transforman la tecnología y la organización del proceso productivo.
Particularmente, el avance sobre el conocimiento de este campo de estudio
se profundizó a partir de la organización fabril de la producción con el
desarrollo de la gran industria que fue dejando lentamente atrás la
producción de tipo artesanal (Lichtemberg, 2001). En este sentido, el
reemplazo de la noción de oficio por la de calificación vino a designar
mucho más que un conjunto de saberes relacionados con el trabajo: la
objetivación de requerimientos y condiciones particulares para cada puesto
de trabajo en un momento de clara redefinición del mundo de las relaciones
laborales. En este marco, es posible identificar planteos en los trabajos
sociológicos clásicos en torno a la definición y caracterización de la
noción de calificación, ligada, en la mayoría de los casos, al puesto de
trabajo como modo de clasificar a los individuos en función de la tarea
desempeñada.[1]
En "Trabajo y Capital Monopolista", Harry Braverman (1975), partiendo de un
análisis marxista, postuló la degradación tendencial de los atributos de
los trabajadores como consecuencia -o más bien valdría, necesidad- de las
transformaciones desarrolladas a partir del movimiento "natural" de un
sistema basado en la producción de plusvalía relativa. Así, el autor
concluyó, a partir de un estudio empírico, cómo los cambios técnicos
introducidos en el proceso de trabajo para la producción de plusvalía
relativa, simplifican y rutinizan las tareas de los puestos de trabajo,
degradando con ello los atributos de los trabajadores. (Braverman, 1975).
La irrupción del trabajo de Braverman y su tesis sobre la tendencia a la
descalificación de los trabajadores marcó un punto de inflexión e inauguró
de alguna forma el debate conocido como deskilling/upskilling.

Así, lo largo de este trabajo se buscará revisar algunos puntos de este
debate a partir del análisis sobre el planteo de Braverman y algunas de las
discusiones surgidas a partir de los 80'. La hipótesis que guiará el
escrito es que ambas posiciones -la tesis sobre la tendencia a la
descalificación de la fuerza de trabajo y los planteos, aunque bajo
diferente formas, sobre la recalificación o el cambio hacia la suba de las
calificaciones de los trabajadores a partir de transformaciones productivas-
muestran un aspecto de la problemática asociado a su contexto histórico de
producción, pero no llegan a dar cuenta de su totalidad y por ende, a
explicarla de una manera general.


La degradación del trabajo y la tesis de la descalificación como tendencia
general

En "Trabajo y capital monopolista: la degradación del trabajo en el Siglo
XX", Harry Braverman (1975) retoma el análisis de Marx para estudiar las
formas que asume el trabajo en el contexto capitalista del siglo XX. Para
ello, el autor parte de explicitar la relación social de producción
antagónica entre obreros y capitalistas: los primeros venden su fuerza de
trabajo a los segundos quienes la administran durante el tiempo que ésta se
encuentra bajo su cargo. Así, el capitalista intentará, con el objetivo de
conseguir mayor ganancia a través de la extracción de plusvalía, explotar
al máximo la fuerza de trabajo y reducir su costo lo más posible. En tanto
la extracción de plusvalía absoluta encuentra su tope en la jornada laboral
normal establecida, la extracción de plusvalía relativa se obtiene
revolucionando las capacidades técnicas de producción. Ello, a su vez,
impacta y transforma la subjetividad productiva de los obreros.[2] La tesis
general de Braverman es que este impacto es negativo en tanto torna a los
trabajadores cada vez más alienados del proceso de producción y más
descalificados respecto de su dominio previo de la tarea, producto de que
cada vez tienen menos control y conocimiento sobre el proceso de trabajo
total.
Para exponer su desarrollo, el autor diferencia la división del trabajo
presente en otros modos de organizar la producción de aquella que surge con
la manufactura. La característica central de esta última se basa en la
fragmentación del trabajo en diferentes tareas a cargo de distintos
obreros, de modo que la especialidad productiva de cada uno se subdivide en
operaciones limitadas. Siguiendo el principio de Babbage -por el cual se
postula que en el modo de producción capitalista, la división del trabajo
en partes simplificadas abarató el costo de mano de obra en tanto es
posible comprar la fuerza de trabajo en partes disociadas del proceso de
trabajo, pagando exactamente el costo, la pericia y fuerza necesarias para
realizar esa tarea particular, etc.-, Braverman plantea que las pericias
globales de los trabajadores se ven destruidas (es decir, el conocimiento
sobre el proceso global de producción) y el saber se distribuye entre los
diferentes trabajadores bajo el estricto principio de la necesidad para la
producción.

"La división social del trabajo divide a la sociedad en diferentes
ocupaciones, cada una adecuada a una rama de producción; la división
detallada del trabajo destruye las ocupaciones, consideradas en este
sentido, y convierte al obrero en incapaz de realizar ningún proceso de
producción completo."(Braverman, 1975:93)





Esta es la tendencia que Braverman intenta demostrar en el desarrollo de su
investigación: la subdivisión y especialización de tareas degrada los
conocimientos del obrero, lo aliena del proceso de producción y pone en
manos del capitalista o la gerencia –sujetos que cumplen funciones de
capital- el problema del control administrativo del trabajo. La expresión
acabada de esto último es, para el autor, el uso de la ciencia puesta al
servicio de este control: la revolución técnica con que irrumpe el
taylorismo es para Braverman el paso a una administración científica del
trabajo. El autor identifica tres principios de la forma de producción
taylorista: la disociación del proceso de trabajo de la pericia del obrero,
el obrero pasa a concentrarse en una serie de reglas, normas y fórmulas en
potestad de la gerencia que queda con el control de la pericia; la
disociación de la concepción y la ejecución; y el uso del monopolio del
conocimiento para controlar cada paso del proceso de trabajo y su modo de
ejecución.
En este sentido, una de las tesis centrales del autor es que la
administración científica del trabajo tiene consecuencias directas en la
degradación de la subjetividad productiva de los obreros en tanto hace
disminuir su capacidad técnica destruyendo los antiguos oficios y
reemplazándolos por tareas repetitivas, rutinarias y simplificadas. Pero
además, las calificaciones de los obreros tienen cada vez menos relación
con el conocimiento científico alejándolos cada vez más de la concepción
del trabajo y reduciéndolos a la ejecución de tareas simplificadas.
Si desde el comienzo de la humanidad, en el movimiento de apropiarse del
medio para transformarlo en función de la supervivencia, la ciencia ha
servido para comprender más la naturaleza y controlar mejor los procesos de
trabajo, para Braverman, en el modo de producción capitalista, esta
determinación está invertida: el desarrollo de las fuerzas productivas
arranca a los obreros el control de su propio trabajo y con ello, el
control sobre las fuerzas naturales puestas en la producción. Siguiendo el
desarrollo de Marx en el Tomo 1 de El Capital, Braverman plantea que este
proceso de degradación de la subjetividad productiva del obrero se
profundiza a partir de la invención de la máquina frente a la cual el
obrero se convierte en un instrumento del proceso de producción; el
conocimiento físico, químico, electrónico está puesto en función de que la
máquina realice el trabajo y el obrero no tenga a ningún control sobre este
proceso.

"La maquinaria ofrece a la administración patronal la oportunidad de
hacer por medios enteramente mecánicos lo que previamente había
intentado hacer por medios organizacionales y disciplinarios. El hecho
de que muchas máquinas puedan ser ritmadas y controladas de acuerdo a
decisiones centralizadas y que estos controles puedan estar en las
manos de la gerencia, removidos de sitio de producción a la oficina,
todas estas posibilidades técnicas son de un interés tan grande para la
gerencia como el hecho de que la máquina multiplica la productividad
del trabajo" (Braverman, 1975: 228-229)





El desarrollo de la máquina y su perfeccionamiento (Braverman señala por
ejemplo los procesos de automatización) refuerzan para el autor su tesis
central: conforme la máquina ejerza mayor control de todo el proceso de
producción, el obrero que la opera estará más descalificado y más alienado.
Ahora bien, Braverman identifica y reconoce que la evolución de las
técnicas de producción trae consigo la necesidad de la creación de una
cantidad de puestos de trabajo de oficina y de servicios. Sin embargo,
plantea que estos trabajadores sufren, con el tiempo, un efecto similar al
de los trabajadores manuales producto de la especialización y rutinización
que se va apoderando también de estos empleos.
Una vez desarrollado brevemente los puntos nodales del planteo de Braverman
y su tesis principal, vamos a detenernos en las consecuencias directas que,
para el autor, tiene esto en las calificaciones de los trabajadores. En
primer lugar, el autor plantea que no existe ninguna relación natural ni
necesaria entre ciencia, proceso de trabajo y calificación sino que está
determinada por el marco social en el que se desarrolla. En el modo de
producción capitalista, el conocimiento científico puesto en función del
proceso de trabajo para mejorar la productividad y así obtener mayor
ganancia es inversamente proporcional al conocimiento y el control por
parte de los obreros sobre su propio trabajo. En este sentido, la
revolución técnica y científica de los procesos de trabajo tiene un efecto
descalificante de la subjetividad productiva de los obreros. Sobre este
punto Braverman discute con los planteos que afirman que el desarrollo de
un conocimiento científico necesario para revolucionar las condiciones
técnicas del proceso de trabajo va a tender necesariamente a un promedio de
calificación y educación de la masa total de trabajadores. El autor va a
objetar dicha afirmación sosteniendo que más que un promedio, lo que en
efecto se da es un proceso de polarización en el cual una porción pequeña
de sujetos poseen cada vez mayor control sobre el proceso de trabajo
(gerentes e ingenieros) mientras que la gran masa de obreros está cada vez
más degradada.

"La cuestión es precisamente si la cantidad de trabajo científico y
educado tiende hacia el promedio o, por el contrario, hacia la
polarización. Si el último es el caso, para luego decir que el promedio
de calificación ha sido elevado es adoptar la lógica del estadígrafo
que, con un pie en el fuego y el otro en agua helada, te dirá que está
en término medio." (Braverman, 1975:486)





Por otra parte, Braverman discute con aquellas tesis que sostienen que los
trabajadores están cada vez más calificados ya que existe una cantidad cada
vez más grande de puestos de trabajo que requieren de mayor educación. Al
respecto, plantea que esta idea surge producto de la confusión de vincular
de manera directa calificación con mayor escolaridad y ello, con puestos de
trabajo más elevados. Por un lado, los puestos de trabajo a los que se les
atribuye la condición de ser más elevados también sufren, según nuestro
autor, esta degradación en tanto cada vez se requiere menos control y
conocimiento para desempeñar la tarea. Para explicar esto, se vale de las
clasificaciones profesionales que se establecen dentro de la fábrica:

"Si tomamos las palabras de Joan Woodward, el abismo entre los
calificados y los semi-calificados es una cuestión de años de
entrenamiento, mientras la creación de semi-calificados comparados con
los no calificados se realiza durante dos o tres semanas." (Braverman,
1975:494)





Así, Braverman va a discutir que el aumento de los años de escolaridad esté
reflejado en mayor calificación de los trabajadores: por el contrario,
dicho incremento se debe a, por lo menos, tres cuestiones. En primer lugar,
constituye tan solo una forma de liberar presión sobre el mercado de
trabajo. En segundo lugar, a partir de la generalización de egresados de la
escuela secundaria producto del primer punto, los patrones elevan sus
exigencias y demandas aunque no necesariamente sean requisitos para la
tarea a desarrollar. Por último, y sobre todo en el contexto de
internacionalización del capital y de expansión de los centros urbanos,
nuestro autor plantea que las habilidades básicas de lectura, escritura,
cálculo son demandadas no sólo en términos del trabajo sino por necesidades
surgidas del mismo ambiente urbano y son, además, atributos elementales
para formar una población dócil. En el contexto del capital monopolista,
esta necesidad se incrementa cuando la población rural comienza a migrar a
las ciudades.


Las críticas a la tesis de Braverman y los primeros planteos sobre la
recalificación

Tras la irrupción de la obra de Braverman, surgieron numerosos trabajos
críticos que ponían en debate diferentes cuestiones de su teoría.[3] De
alguna manera, es posible pensar hoy que desde diferentes lugares, estas
lecturas críticas delineaban algunos de los aspectos centrales del
escenario teórico en torno a los estudios del trabajo y las calificaciones.
Es por ello que nos interesa reseñar brevemente algunas de las principales
críticas y mencionar aquella de particular interés para este trabajo.
Una de los temas centrales que han ocupado la atención de los críticos ha
sido el aspecto subjetivo, que, según los autores, quedaba descartado en el
análisis determinista del proceso de trabajo y la noción estructuralista de
la lucha de clases. Como dice García Calavia (1999), para los críticos, el
planteo de Braverman subestimaba el comportamiento de los trabajadores en
el proceso de trabajo así como las potencialidades de su acción para
imponer resistencia ante las estrategias de control por parte de la
gerencia. Muchos autores "radicales" de los 80', centraron su interés en la
noción de resistencia y en la acción de los propios trabajadores frente al
avance del capital. En efecto, Montgomery (1985), por ejemplo, ha sostenido
que la acción de los obreros tuvo un papel importante en la implementación
del taylorismo: su resistencia y lucha para controlar el proceso de trabajo
fue crucial para el desarrollo de esta nueva forma de organización de la
producción.
En otro orden, haciendo hincapié en este mismo aspecto, otros autores han
resaltado que mirar el factor subjetivo es central a la hora no sólo de
comprender las resistencias obreras a la gerencia sino la acción y
cooperación de los trabajadores a la realización del trabajo. Tal es el
caso, por ejemplo, de la tesis de Burawoy (1979) que va a buscar
responderse por la colaboración de los trabajadores hacia la tarea y el
consenso en los espacios de trabajo.
Por otra parte, otros autores han apuntado hacia la caracterización que
hace Braverman sobre el control administrativo del trabajo por parte de los
capitalistas o la gerencia (Friedman, 1977; Edwards, 1983). En efecto,
Friedman (1977) ha advertido que Braverman toma en cuenta solamente una de
las formas que asume la administración del trabajo por parte de la
gerencia, la del control directo de los trabajadores. De esta forma, omite
la existencia de un segundo modo que, según su criterio, se ampliaría más
con el desarrollo del capitalismo: la autonomía responsable del obrero
frente a su tarea. En tal caso, dicha autonomía responsable involucraría el
desarrollo de determinados atributos no particularmente técnicos.
Asimismo, algunas críticas apuntaron más específicamente a la tesis sobre
la descalificación de los trabajadores. En parte, surgieron de conclusiones
acerca del análisis ocupacional en determinados países, ramas o tipos de
trabajo en los que la degradación no se manifestaba, y por ende, no podía
hablarse de tendencia general (García Calavia, 1999; Carrillo e Iranzo,
2000). Pero más aún, algunos autores han señalado que Braverman centra su
análisis sobre la calificación únicamente en los aspectos técnicos. En este
sentido, deja de lado del concepto de calificación las habilidades de
carácter social que los sujetos despliegan en su trabajo (García Calavia,
1999).[4] En efecto, en las décadas del 80' y el 90', surgieron numerosos
trabajos cuestionando la tesis de la descalificación con el argumento de
que con el desarrollo de las nuevas tecnologías y en un contexto por ellos
denominado como post-fordista o toyotista, lo que en verdad se da es una
recomposición de las calificaciones "blandas", tales como la comunicación,
la toma de decisiones, el trabajo en equipo, la atención, el manejo de
computadoras, etc.
Como dijimos, algunos de estos trabajos críticos hoy clásicos delineaban
algunos aspectos centrales del escenario de la Sociología del trabajo a
partir de los 80'. En particular, la importancia otorgada al papel de los
sujetos frente a las determinaciones materiales: el viraje se torna hacia
estudiar cómo los sujetos intervienen en los espacios de trabajo con
prácticas de resistencia, colaborativas, de organización política,
productivas, etc., más allá o de manera autónoma de las determinaciones
materiales o de las lógicas del capital. Esta perspectiva, tiende a
entender a la "estructura" y la "agencia" como aspectos con autonomía
propia, desconociendo la unidad que tienen con el proceso material de
producción.[5] Asimismo, se puede identificar a partir de los 90' un mayor
énfasis en el estudio sobre papel de la organización del trabajo, sus
cambios e impactos, separado de un análisis de la materialidad del proceso
y su determinación en aspectos tales como las relaciones laborales y la
formación y calificación de los trabajadores. Fundamentalmente a partir de
los 90', en los estudios sobre el toyotismo, comienza a ponerse el énfasis
en los aspectos más de tipo organizacionales del proceso de trabajo,
separándolos de lo que entendemos que es una unidad.


Los planteos sobre la recalificación

Los planteos sobre la recalificación o el "upskilling" estuvieron asociados
a los cambios productivos partir de la década del 80' a y los diagnósticos
muchas veces denominados como de crisis del paradigma taylorista-fordista.
En este sentido, en los 80', diversos autores plantean un avance hacia un
paradigma post-fordista de especialización flexible que requiere de la
formación de los trabajadores en nuevas capacidades menos especializadas y
asociadas con el cambio constante. (Piore y Sabel, 1993). En este marco, en
lugar de una descalificación de los trabajadores se acude a una
recalificación o a la necesidad de la formación y valorización de otro tipo
de saberes o competencias necesarias para el trabajo bajo estos nuevos
estándares y sobre todo, a partir de las necesidades surgidas con la
introducción de nuevas tecnologías al proceso de trabajo. Las tesis sobre
el "upskilling" surgieron en gran parte de estudios empíricos de caso en
empresas. Fundamentalmente, a partir de la irrupción del trabajo de Coriat
en 1991 sobre los cambios productivos en la fábrica de Toyota, diversos
trabajos han puesto de relieve las principales transformaciones
organizacionales identificadas en lo que se conoce comúnmente como el
toyotismo y su impacto en los trabajadores y su formación: la polivalencia,
el trabajo en equipo, la creatividad y la toma de decisiones, etc.
(Carrillo e Iranzo, 2000).

Uno de los autores centrales en la materia es Adler (1986). El autor
plantea que si bien existen casos puntuales en que la automatización de los
procesos puede implicar una reducción de las calificaciones del trabajador
que realiza esa tarea, la tesis del "deskilling" es fácil de rebatir bajo
el argumento de que para cada tarea que se simplifica o cada calificación
que se vuelve obsoleta, aparecen nuevas tareas y surge la necesidad de que
los trabajadores se formen en nuevas calificaciones de otro tipo. En
particular, para Adler, la introducción de nuevas tecnologías al proceso de
trabajo requiere de tres tipos de calificaciones o atributos: la
responsabilidad, el pensamiento abstracto, y la cooperación, o trabajo en
equipo. También, se requiere de un conocimiento de las diferentes partes
del proceso dada la interdependencia de las tareas. En este sentido, el
autor postula que si bien en el corto plazo las empresas pueden
beneficiarse sosteniéndose en la posibilidad de abaratar costos contratando
personal menos calificado o ahorrando en formación, "el mito del
'deskilling' puede ser peligroso para la economía en "el largo plazo"
(Adler, 1986: 23).
El paradigma de las competencias laborales puede ubicarse en este contexto.
Lichtemberg (2001) sostiene que la noción de competencias se instaló desde
los 80' tanto en el ámbito de las relaciones laborales como en la
literatura del campo de la Sociología del trabajo de la misma forma que
tres décadas antes se había generalizado el término "calificaciones". En
este sentido, el desarrollo de las competencias de los trabajadores por
parte de las empresas, pero también del Estado, constituye una nueva manera
de gestionar la fuerza de trabajo que valoriza la iniciativa y la
creatividad, resultando beneficioso tanto para los trabajadores
(valorización, auto confianza, etc.) como para la competitividad de las
empresas.
En Latinoamérica, este enfoque se generalizó en los 90' tanto a nivel
teórico como en la concreción de programas de organismos internacionales y
nacionales para la formación de capacidades y la homologación de saberes.
Novick (1997) señala que las transformaciones productivas que tuvieron
lugar en los 90' en Argentina dieron lugar a un cambio en la concepción
sobre cómo se entiende a los conocimientos necesarios que debe tener un
trabajador en el desempeño de un trabajo: si las calificaciones eran
entendidas como un cúmulo de conocimientos y habilidades que se despliegan
en una determinada tarea, las competencias, en cambio, refieren a la
capacidad, por parte de los trabajadores, de tomar decisiones, intervenir
el proceso de trabajo, remendar errores. La autora afirma que esta
situación deja atrás el debate iniciado en torno a la obra de Braverman
sobre si la introducción de tecnología tenía consecuencias descalificantes
en los trabajadores. Lejos de esto, lo que está en juego hoy no es la
pregunta por si las calificaciones se incrementan o disminuyen sino por
cómo estas se reconfiguran.
"...hay cierto consenso en aceptar que los nuevos proceso de trabajo
requieren, por parte de los trabajadores, nuevas calificaciones,
especialmente capacidad de abstracción y razonamiento, y habilidad
para tomar decisiones en tiempo "real". (Novick, 1997)

Asimismo, la autora adhiere al planteo de Leite (1996) que afirma que la
modernización tecnológica tiene como efecto la necesidad de exigir por
parte de los trabajadores un nivel escolar más alto y nuevas competencias
de tipo intelectual y comportamental. Además, el modo flexible de
producción que impone el nuevo paradigma exige que los trabajadores
conozcan el proceso de trabajo total, contrariamente a la fragmentación y
especialización que planteaba Braverman.


Transformaciones materiales, organización del trabajo y calificaciones:
revisando el debate

El análisis del Braverman sobre el desarrollo de la manufactura a partir de
la introducción de los principios de la administración científica del
trabajo es exhaustivo y permite comprender algunas transformaciones
centrales del proceso de trabajo tales como la simplificación de las
tareas, la separación entre concepción y ejecución, y con ello, la
degradación de las calificaciones técnicas de los trabajadores. Resulta
interesante, además, la crítica del autor a la definición de la
calificación como resultado de los años de formación o como reflejo de las
modificaciones en las clasificaciones profesionales o categorías
ocupacionales. En cambio, Braverman propone una mirada más técnica en
relación a las tareas que desempeña el obrero y el control que tiene del
proceso de trabajo para dar cuenta de la degradación. Por otra parte,
incluye en su análisis el desarrollo creciente del trabajo de oficina, de
servicios y de comercio que sufren con el tiempo la misma degradación:
simplificación de tareas, rutinización, separación de la concepción de la
ejecución.
Sin embargo, a partir de esos aspectos, Braverman deriva la degradación
progresiva del trabajo y la descalificación de los trabajadores como
tendencia general y no como una forma del desarrollo histórico concreto. En
este sentido, tal como expresa Sartelli (2001), Braverman toma un rasgo
característico de un momento puntual del desarrollo del modo de producción
capitalista como es la división del trabajo la manufacturera como la
tendencia general del movimiento. Pero un análisis del despliegue de las
transformaciones laborales desde los 70' a la luz del desarrollo de Marx
sobre las formas de producción de plusvalía relativa permite pensar, como
primera conclusión, que la característica general que se desarrolla como
tendencia en el despliegue del modo de producción capitalista y que se
expresa particularmente con la gran industria es la universalización de los
atributos productivos de los trabajadores. Esto es, la objetivación de los
saberes o pericias particulares o específicos en la máquina, demandando el
propio proceso de atributos (saberes, pericias, características) cada vez
más generales y homogéneos por parte de los trabajadores. La
universalización de atributos supone, entonces, la formación en saberes,
pericias y cualidades cada vez más homogéneos para toda la población
obrera. Para analizar esta afirmación con mayor detalle, conviene acudir al
desarrollo realizado por Marx sobre la subsunción real de los trabajadores
al capital a partir de las diferentes formas de extracción de plusvalía
relativa.

Marx distingue subsunción formal de subsunción real del trabajo al capital.
En el caso de la primera, el obrero vende su fuerza de trabajo y durante
ese tiempo, su trabajo pertenece y está a vigilancia del capitalista (Marx,
2005). Pero es formal en tanto la subsunción se da de manera tal que no
opera o media una transformación en las condiciones ni la forma de
producción. Pero la subsunción adquiere otro carácter en tanto la
transformación en el modo de producir modifica de tal forma el trabajo y el
producto de él, que lo vuelve una forma específica: "(el trabajo se cumple
en)... condiciones que se presentan como una relación que domina sobre el
individuo, como una cuerda que el capital ajusta en torno a los
trabajadores individuales" (Marx, 2005:34).
La primera de esas transformaciones es la cooperación simple, la fuerza
productiva que brota de la cooperación entre los trabajadores individuales
que antes realizaban su trabajo de manera individual. En este sentido, sin
mediar transformación técnica en el trabajo individual, la cooperación
simple posibilita un salto en la productividad del trabajo que no hubiera
podido surgir de la tarea de esos mismos trabajadores individuales, hecha
de manera privada.
La manufactura constituye la segunda forma e implica una transformación
técnica que consiste en la separación de los elementos y operaciones del
proceso de trabajo y la división de los trabajadores para la realización de
cada una de ellas. En este sentido, el obrero sufre una degradación de sus
atributos productivos en tanto pasa a realizar una tarea más simple y por
ende, pasa a conocer y controlar una parte reducida y aislada del proceso
total de producción de la mercancía que se estuviera produciendo. En este
caso, la subsunción real del trabajador es mayor en tanto es parte de un
proceso que en su totalidad se le presenta a él como algo externo y
desconocido del cual solo forma parte como un elemento más de un engranaje
que lo supera.
Pero es en la gran industria cuando esta subsunción se expresa con toda su
potencia. En el taller autómata, la especialización de tareas está portada
en las máquinas y los obreros, repartidos en la operación de las mismas,
requieren para su trabajo de fuerza, vigilancia, atención, pero sin ninguna
especialización en particular.
"El aparecimiento de la maquinaria es negativo para el modo de
producción que se basa en la división del trabajo manufacturera y
para las especializaciones de la capacidad de trabajo producidas
sobre la base de esta división del trabajo. Desvaloriza la capacidad
de trabajo especializada de esta manera: de una parte, la reduce a
capacidad de trabajo abstracta, simple; de otra, produce sobre sus
propias bases una nueva especialización de la misma, cuya
característica es la subordinación pasiva al movimiento del
mecanismo, la adaptación total a las necesidades y exigencias de
éste." (Marx, 2005:40-41).

En este sentido, los cambios introducidos con la manufactura, basada en la
división del proceso, consisten en la transformación de la subjetividad
productiva de los obreros al simplificar, parcializar y especializar las
tareas, mientras que el cambio material de la gran industria consiste en la
objetivación de los conocimientos y pericias manuales de los obreros en la
maquinaria, produciendo una "subordinación pasiva" del trabajador y
transformando con ello su subjetividad productiva (Starosta, 2012:100).
Con detalle, Marx va a desarrollar en El Capital el impacto de las
transformaciones de la maquinaria en la subjetividad productiva del obrero.
La objetivación de la pericia manual del trabajador propia de la
manufactura pasa a la máquina, lo que diluye las "trabas personales
inherentes a la fuerza de trabajo humana." (Marx, 2004:512). La división
que aparece es tecnológica: entre el obrero ocupado en operar la máquina y
el obrero "superior" ocupado de su control y reparación. Asimismo, esta
transformación "arroja" a una cantidad importante de obreros de la
producción constituyéndose de ese modo la población sobrante. Además, Marx
va a mencionar un hecho necesario de la expansión de la gran industria: la
legislación fabril y la regulación legal de atributos relativos a la
salubridad y la escolaridad. En efecto, la regulación de la educación
elemental universal es un primer paso hacia la universalización de
atributos relativos a la alfabetización, la socialización y la
internalización de pautas de conducta generales.
De manera tal que es posible concluir que la tendencia general que expresa
el desarrollo de la gran industria es hacia la universalización y
homogeneización de los atributos productivos de los trabajadores, a través
de la progresiva objetivación de las pericias manuales y los conocimientos
en la maquinaria. Tal como plantea Starosta (2012), la desespecialización
de los saberes y habilidades de los trabajadores degrada la subjetividad
productiva propia de los obreros en la manufactura engendrando "como su
genuino producto, un trabajador universal, esto es, un sujeto productivo
capaz de participar de cualquier forma que asuma el proceso de trabajo
humano." (Starosta, 2012: 103).
"La industria moderna, mediante la maquinaria, los procesos químicos
y otros procedimientos, revoluciona constantemente, con el fundamento
técnico de la producción, las funciones de los obreros y las
combinaciones sociales del proceso laboral. Con ellas, revoluciona
constantemente, asimismo, la división del trabajo en el interior de
la sociedad y arroja de manera incesante masas de capital y de
obreros de un ramo de la producción a otro". (Marx, 2004:593)

Siguiendo este desarrollo, Braverman plantea la degradación progresiva de
ciertos atributos como consecuencia de la división del trabajo propia de la
manufactura. Si bien esto sucede efectivamente con el desarrollo de las
transformaciones del trabajo, el énfasis en este aspecto hace perder de
vista la especificidad de la transformación de la subjetividad productiva
que se expresa con el desarrollo de la gran industria, es decir la
universalización de los obreros y la homogeneización de su subjetividad
productiva. En este sentido, coincidimos con Sartelli en que el planteo de
Braverman es acertado en su diagnóstico sobre los cambios (históricos) de
la manufactura, esto es, la división del trabajo a partir de la
particularización de tareas y por ende, degradación de los atributos
productivos, pero no como tendencia general.
"(Braverman) termina constituyendo lo que es un producto temporario de
la evolución del modo capitalista de producción en lo que sería su
característica única: la división del trabajo y la creación del obrero
parcelario, junto con el principio de Babbage son características de la
manufactura, es decir, de aquella etapa en que el capital toma el
proceso de trabajo "como viene" de otros modos de producción."
(Sartelli, 2001:18)

Si bien Braverman avanza hacia el desarrollo de la máquina y sus
consecuencias en los obreros, creemos que en lugar de indagar y explicitar
su especificidad, profundiza uno de los fuertes argumentos desarrollados a
lo largo de su obra: el avance técnico por parte del capital -y
administrado y gestionado por la patronal- para la pérdida progresiva del
control del obrero de su trabajo.
"La maquinaria viene al mundo no como el sirviente de la "humanidad",
sino como el instrumento de aquellos a los que la acumulación de
capital da la propiedad de las máquinas. La capacidad de los humanos
para controlar el proceso de trabajo a través de la maquinaria se ve
apropiado por la administración patronal desde el comienzo del
capitalismo como el primer medio por medio del cual la producción puede
ser controlada no por el productor directo sino por los propietarios y
representantes del capital. Así, en añadidura a su función técnica de
aumentar la productividad del trabajo (...) la maquinaria también tiene
en el sistema capitalista la función de despojar a la masa de obreros
de su control sobre su propio trabajo". (Braverman, 1974:227).

Asimismo, creemos que la obra de Braverman es confusa en cuanto al papel
que da y la forma en que caracteriza a los individuos encargados del
trabajo más complejo así como el trabajo de gestión y control. Tanto porque
por momentos incluye a los ingenieros, diseñadores, etc. dentro de la clase
obreras y otras no -no así a los encargados de la administración y gestión
del trabajo, quienes en numerosas ocasiones a lo largo de su obra son
nombrados como la patronal-, sino que pareciera incluir como parte de la
clase obrera a los llamados trabajadores de cuello blanco recién a partir
de que estos se degradan de manera similar a los trabajadores de cuello
azul. Esta caracterización, además de que no permite comprenderse con
claridad según el marco de referencia teórica, no permite comprender la
complejidad de los cambios en la fragmentación de los atributos productivos
que sufre la subjetividad de la clase obrera en su conjunto.[6]

Ahora bien, si volvemos al plano de las formas concretas, es posible ver la
expresión de este desarrollo en las transformaciones productivas
posteriores de la década del 70' y el escenario de una nueva división
internacional del trabajo. Estos cambios implicaron una creciente
automatización o robotización de los procesos de trabajo y una
relocalización de la producción, facilitada por la introducción de nuevas
tecnologías. Este avance en el desarrollo de la gran industria, que no es
sino otra forma en que se expresa el mismo contenido, es decir, la
producción de plusvalía relativa por parte del capital total, a escala
global. (Grinberg, Starosta; 2013), transforma nuevamente la subjetividad
productiva de los trabajadores. En primer lugar, los cambios materiales
introducidos por la computarización y automatización tienen como
consecuencia una mayor degradación de la pericia manual de los trabajadores
que operan la maquinaria, cuando no los expulsa del proceso de trabajo, lo
que viene atado a la vez de un abaratamiento de su fuerza de trabajo, el
empeoramiento de sus condiciones laborales y un acortamiento del tiempo de
formación específica o especializada. (Iñigo Carrera, 2008:64). Asimismo,
se desarrolla aún más la subjetividad productiva expandida del obrero que
como veíamos previamente Marx denominaba "superior", esto es, cuya
capacidad es el avance sobre el control universal de las fuerzas naturales
y del proceso de trabajo en su globalidad, es decir, el obrero con
conciencia científica. (Iñigo Carrera, 2008:58). El llamado proceso de
"relocalización de la producción" o de "globalización" constituye,
entonces, la fragmentación del obrero colectivo a escala global, de modo
que algunos países concentran aquellos obreros con atributos productivos
cada vez más expansivos, que realizan el trabajo científico, trabajos de
diseño, de calibración de máquinas, etc., mientras que otros, aquellos
trabajadores que realizan el trabajo directo o simple, aunque cada vez
menos manual. En su totalidad, este desarrollo también incluye la creciente
incorporación de ciencia al proceso de trabajo. (Iñigo Carrera, 2008)
Asimismo, la automatización y robotización de los procesos de trabajo y con
ello la reducción del trabajo manual que realizar el obrero que opera la
máquina, degrada ciertos atributos productivos de este último pero hace
necesarios nuevos saberes menos manuales y menos especializados. Al decir
de Balconi (2002), si bien existe una diferencia sustancial entre los
trabajadores especializados en el mantenimiento y control de las máquinas y
aquellos que realizan el trabajo directo y las tareas más simples, en todos
los casos, se requiere de manera creciente de mayores capacidades para
operar computadoras, tomar decisiones rápidas. Y tendencialmente, los
saberes son cada vez más generales y homogéneos convirtiendo a los
trabajadores en polivalentes. (Balconi, 2002:376-377).
Pero por otra parte, y yendo al punto central de la cuestión, tal como lo
expresan Grinberg y Starosta (2013), estos autores confunden saberes
generales o intelectuales con conocimiento científico o complejo. En este
sentido, cabe pensar en la posibilidad de que la creciente escolarización a
nivel global, acompañada por múltiples reformas educativas, sea expresión
de una degradación de los niveles educativos obligatorios a la vez que la
extensión, bajo otra forma, de una formación universal (en métodos y
contenidos) cada vez más general y homogénea.
"...los nuevos atributos productivos emergentes son cualitativamente
diferentes que aquellos que se perdieron. Mientras que la tendencia global
ha sido la degradación de los atributos productivos particulares (tanto
manuales como intelectuales) que solo pueden ser desarrollados lentamente a
través de la experiencia práctica en el proceso directo de producción,
muchos de los saberes emergentes -desde la familiarización con las
computadoras hasta la flexibilidad y la iniciativa propia en la toma de
decisiones o resolución de problemas- han tendido a girar en torno a la
dimensión universalista de los atributos productivos de la fuerza de
trabajo (también denominados 'competencias blandas o genéricas'; ver
Ramioul, 2006), cuyo desarrollo es alcanzado a través del proceso general
de educación o socialización previo a su ingreso en el proceso de trabajo".
(Grinberg, Starosta; 2013:15. La traducción es propia)


Cierre

El desarrollo del trabajo nos ha permitido realizar un recorrido a través
de autores, planteos y debates centrales para el estudio de la problemática
sobre la relación entre desarrollo técnico, proceso de trabajo y formación
y calificación de la fuerza de trabajo, a la vez que avanzar en el abordaje
crítico de la misma. Como planteamos al inicio, tanto el planteo de
Braverman como aquellos trabajos enfocados en poner de relieve la
emergencia de nuevos saberes o atributos productivos que implicaran una
recalificación o una recomposición hacia la suba de las calificaciones,
miran y expresan de manera parcial la problemática pero no alcanzan a
explicarla en su totalidad. En este sentido, es posible pensar que si bien
la degradación de algunas calificaciones se da no solo con la introducción
de la manufactura sino que sobre todo y de manera específica con la gran
industria y la objetivación creciente del conocimiento en la máquina,
cambian también de manera cualitativa los saberes necesarios y requeridos.
Esta tendencia es entonces hacia la homogeneización y generalización de los
atributos productivos de los trabajadores, expresada en el desarrollo
histórico en una fragmentación a nivel global de la subjetividad productiva
del obrero.

A lo largo del trabajo no se ha avanzado más que en discusiones teóricas y
determinaciones muy generales. En este sentido, creemos que este desarrollo
constituye una primera aproximación para el abordaje del problema de
investigación. Resta avanzar en el conocimiento de las formas concretas en
que estas determinaciones se expresan, particularmente para el caso
argentino.

BIBLIOGRAFÍA


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[1] En los trabajos clásicos de la Sociología del Trabajo como los de
Friedman y Naville es posible rastrear una problemática en torno a la
definición de calificación: la visión "sustancialista" de la calificación,
esto es, asociada a atributos particulares de los individuos relacionados
con las tareas del puesto de trabajo y una "relativista", es decir,, la
calificación como una relación social, y por ende conflictiva y no
inherente a la persona o el puesto de trabajo sino que variable. (Carrillo
e Iranzo, 2000).
[2] Por subjetividad productiva entendemos todos los atributos y potencias
del ser humano en tanto sujeto del proceso de trabajo. (Iñigo Carrera,
2005)
[3] Cabe aclarar que también surgieron numerosos trabajos apoyando la tesis
de la descalificación o la polarización de las calificaciones. (Smith,
1996).
[4] Esta tesis se vio reforzada por algunos aportes de la ergonomía y
psicodinámica del trabajo pero también de la didáctica profesional que, a
fines de la década del 70', pusieron de relieve las diferencias entre los
que se conoce como "trabajo prescripto" y "trabajo real". En sus
investigaciones, los autores demostraron que lo que los trabajadores
realizan efectivamente en su trabajo, la forma en que llevan a cabo su
tarea, muchas veces dista significativamente de aquello que está prescripto
para ese puesto. A partir de estas reflexiones, la literatura comenzó a
prestar atención a un tipo de saber que no estaba asociado a la noción de
calificación hasta el momento: un tipo de saber relacionado con la toma de
decisiones, la capacidad de adaptarse a nuevas situaciones, etc. (Leite,
1996; Carrillo e Iranzo, 2000)
[5] En este sentido, acuden al análisis del "por una parte" y "por otra
parte": "Por una parte, están los sujetos: por la otra parte, está su
relación social. Por una parte, está la acción o "no acción" día a día de
"los oprimidos" y de la burguesía. Por la otra parte, está el desarrollo
del capital. Por una parte, está la acción de los sujetos, carente de
determinación por su relación social general; esto es, por una parte, no
hay más contenido que la forma. Por la otra parte, está el movimiento de la
relación social general que se realiza por sí mismo al margen de toda
acción de los sujetos; esto es, por la otra parte, no hay más forma que el
contenido." (Iñigo Carrera, 2010: 19).
[6] Entendida en este caso en función de su relación con los medios de
producción.
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