Pro lingua. Investigaciones lingüísticas universitarias

May 22, 2017 | Autor: V. Marcet Rodríguez | Categoría: Languages and Linguistics, Historical Linguistics, Linguistics, Historiografía, Morfología
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Descripción

PRO LINGUA

PRO LINGUA INVESTIGACIONES LINGÜÍSTICAS UNIVERSITARIAS

Vicente J. Marcet Rodríguez Carmen Quijada Van den Berghe Marta Torres Martínez (Eds.)

Luso-Española de Ediciones, S.L.

La publicación de este libro ha contado con la ayuda económica del Departamento de Filología Española de la Universidad de Jaén, del Departamento de Lengua Española de la Universidad de Salamanca y de la Cátedra de Altos Estudios del Español, adscrita al Campus de Excelencia Internacional «Estudii Salmantini»

Reservados todos los derechos Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducirse, registrarse o transmitirse, por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotocopia, grabación o cualquier otro, sin permiso previo por escrito de los titulares del Copyright Título: Pro lingua. Investigaciones lingüísticas universitarias © Vicente J. Marcet Rodríguez, Carmen Quijada Van den Berghe y Marta Torres Martínez © Luso-Española de Ediciones S.L. Maquetación y cubierta: Fernando González Tejero Salamanca, 2013 ISBN: 978-84-15712-08-4 Depósito legal: S.559-2013

ÍNDICE

CONTENIDO

PÁGINA

A MODO DE INTRODUCCIÓN

9

Vicente J. Marcet Rodríguez La importancia de los intercambios científicos y la difusión del saber. El origen de Pro lingua

11

Antonio Bueno González Unas palabras sobre las Jornadas Interuniversitarias de Investigación Lingüística: Jaén - Salamanca

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Elena Felíu Arquiola Tendiendo puentes: presentación de Pro lingua

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I SOBRE LA LENGUA DE AYER

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Ana Lobo Puga Signos de puntuación en la documentación medieval leonesa: los documentos latinos de Gradefes

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Vicente J. Marcet Rodríguez Contribución al estudio del ensordecimiento de las sibilantes en el norte peninsular: las sibilantes africadas en la documentación medieval leonesa

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M.ª Dolores Rincón González El español de Alonso de Freylas. Un médico de Jaén a comienzos del siglo xvii

55

Carolina Martín Gallego Apuntes sobre la conjunción en la gramaticografía española

67

Carmen Quijada Van den Berghe Algunas consideraciones sobre el adverbio en La Parfaicte Methode de Charpentier (1596)

75

Marta Torres Martínez Super- y sobre- en la lexicografía académica española

85

CONTENIDO

PÁGINA

II SOBRE LA LENGUA DE HOY

103

Raquel Sánchez Romo El fenómeno de aspiración en las hablas meridionales. A propósito del sur de Ávila

105

Elena Felíu Arquiola Restricciones en la formación de nombres de lugar en -dero

123

Carla Amorós Negre Tendencias actuales en el empleo de los relativos en el habla culta

141

Natividad Hernández Muñoz Aspectos cognitivos del léxico

157

Narciso M. Contreras Izquierdo Tratamiento del conocimiento especializado en la lexicografía general monolingüe del español

165

Mercedes Roldán Vendrell Lingüística y gestión terminológica

179

Vanesa Álvarez Rosa El diálogo como mecanismo estratégico en el discurso homilético para niños

193

Ventura Salazar García La linealidad como rasgo de diseño del lenguaje: el reto de las lenguas de signos

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A MODO DE INTRODUCCIÓN

LA IMPORTANCIA DE LOS INTERCAMBIOS CIENTÍFICOS Y LA DIFUSIÓN DEL SABER EL ORIGEN DE PRO LINGUA

Escribo estas líneas introductorias desde la biblioteca Mina Rees del Graduate Center, de la City University of New York. Desde su ubicación en la Quinta Avenida hay unas excelentes vistas del Empire State Building, el que fue durante muchos años el techo arquitectónico de la ciudad y del mundo. Quizás en el hecho de que fuera en Estados Unidos donde se iniciara en las primeras décadas del siglo pasado la carrera hacia las alturas, junto con otras empresas de envergadura semejante en otros campos de la técnica, la ciencia y el saber, pudo haber influido el que, prácticamente desde sus orígenes, este país hubiera sido lugar de encuentro y acogida de gentes procedentes de múltiples y diversas naciones y culturas, que irían aportando su particular grano de arena al desarrollo de un proyecto común. No hay ninguna duda de que el contacto y el intercambio cultural son buenos. La confrontación serena de formas de pensar diferentes no solo es útil, sino también necesaria en el avance de las distintas actividades humanas, y la investigación científica no constituye una excepción, aunque se circunscriba, como en este caso, al ámbito hoy en día un tanto denostado de las Humanidades. Precisamente este fue el propósito de este libro y de las jornadas que le dieron su origen, fomentar el intercambio científico entre investigadores pertenecientes a distintas universidades y disciplinas lingüísticas y dar a conocer a los miembros de la comunidad universitaria las líneas de investigación llevadas a cabo en otros departamentos, así como las distintas metodologías aplicadas y los avances y las conclusiones alcanzadas. En este libro se recogen varias aportaciones sobre fonética y fonología, morfología, lingüística histórica, terminología y otras especialidades lingüísticas fruto de la investigación llevada a cabo por investigadores procedentes de las universidades de Jaén y Salamanca, entre los que se incluyen desde destacados especialis11

tas con numerosos años de experiencia en su campo a jóvenes investigadores en proceso de formación, pero que cuentan con unos sólidos inicios cuyos resultados pueden apreciarse ya en un número nada desdeñable de artículos publicados y en su participación en diversos congresos internacionales. A todos ellos, pero también a los que participaron en las Jornadas Interuniversitarias de Investigación Lingüística: Jaén – Salamanca cuyas aportaciones no se encuentran recogidas en estas páginas (como Carmen Conti Jiménez, Francisco Fernández García, Manuel María Morales Cuesta, Águeda Moreno Moreno, Raúl Manchón Gómez y Francisco Vidal Castro), así como a los que se sumaron posteriormente a este proyecto, quisiera manifestarles nuevamente mi gratitud por su colaboración. Asimismo, quisiera extender mi agradecimiento al resto de mis antiguos compañeros del Departamento de Filología Española y a otros profesores de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de Jaén, personas de gran valía profesional cuya amistad me honra conservar a pesar del tiempo transcurrido y la distancia. Merecen una constancia expresa de mi gratitud Antonio Bueno González, Rafael Alarcón Sierra y Elena Felíu Arquiola, de la Universidad de Jaén, por acoger activamente desde el primer momento esta iniciativa y por la imprescindible colaboración prestada desde el Decanato de la Facultad, el Departamento de Filología Española y el Área de Lengua Española. Asimismo quisiera recordar a José Antonio Bartol Hernández, director del Departamento de Lengua Española de la Universidad de Salamanca, y a Luis Santos Río, su predecesor en el cargo, quienes también se mostraron prestos a apoyar este proyecto. Igualmente deseo mencionar a Julio Borrego Nieto, director de la Cátedra de Altos Estudios del Español de la Universidad de Salamanca, y a su consejo asesor, por su inestimable colaboración, así como a Ángel Marcos de Dios, de Luso-Española de Ediciones, por el interés mostrado desde un principio en esta obra. Tampoco quiero olvidarme de M.ª de las Nieves Sánchez González de Herrero y Mª Concepción Vázquez de Benito, profesoras del Departamento de Lengua Española de la Universidad de Salamanca y parte fundamental en el origen de este proyecto, por su colaboración desinteresada y por su amistad y enseñanzas a lo largo de estos años. No sería justo cerrar el apartado de los agradecimientos sin mencionar a Marta Torres Martínez, profesora de la Universidad de Jaén, y a Carmen Quijada Van den Berghe, profesora de la Universidad de Salamanca, coeditoras de Pro lingua, y sin cuya ayuda y activa participación esta obra difícilmente habría salido de la imprenta. Confío, para finalizar, que la lectura de esta obra resulte interesante y provechosa a todos aquellos interesados o dedicados al estudio de la lengua española en sus diversos aspectos, tanto desde una perspectiva histórica como sincrónica,

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y que el propósito de dignificación y difusión de la investigación lingüística con el que fue concebido Pro lingua se vea, cada vez que se abra el libro por cualquier de sus páginas, satisfactoriamente cumplido. Vicente J. Marcet Rodríguez Coordinador y coeditor de Pro lingua Departamento de Lengua Española Universidad de Salamanca

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UNAS PALABRAS SOBRE LAS JORNADAS INTERUNIVERSITARIAS DE INVESTIGACIÓN LINGÜÍSTICA: JAÉN - SALAMANCA (Universidad de Jaén, 4 de mayo de 2010)

A petición de quien fuera dilecto compañero en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de Jaén y del que me honro en ser amigo, el Dr. Vicente J. Marcet Rodríguez, me complace como Decano de la Facultad y como especialista en la disciplina filológica (en mi caso desde la filología inglesa) escribir estas palabras a modo de introducción del libro que recoge las aportaciones de unas memorables Jornadas Interuniversitarias de Investigación Lingüística: Jaén-Salamanca, que tuvieron lugar en la Universidad de Jaén y con la colaboración activa de la Facultad el 4 de mayo de 2010, en un día intenso en sesiones de mañana y tarde. Constituyó, sin duda, una gozosa oportunidad para fortalecer las relaciones entre las Universidades de Salamanca, en la que actualmente imparte docencia y realiza su investigación el Dr. Marcet, y la de Jaén, en la que ejercía en aquel momento. Fue, asimismo, una buena ocasión para poner en común proyectos y resultados de la investigación lingüística en ambas instituciones universitarias, lo que nos permitió conocer de primera mano la abundante y meritoria labor de un total de casi una veintena de reputados especialistas tanto de Salamanca (a quienes agradecimos también la generosidad que entrañaba su visita) como de Jaén, entre ellos el propio Vicente J. Marcet, alma mater del evento. No fue un logro menor el compromiso de volver a organizar estas Jornadas, de forma alterna si es posible, en las dos Universidades. Para mí fue un honor formar parte de la mesa de presentación del encuentro científico, junto con mis estimados colegas la Dra. Elena Felíu Arquiola, Coordinadora del Área de Lengua Española, y el Dr. Rafael Alarcón Sierra, Director del Departamento de Filología Española de la Universidad de Jaén. Tras una brillantísima ponencia inaugural a cargo de la Dra M.ª Nieves Sánchez González de Herrero, de la Universidad de Salamanca, la jornada contó con cinco sesiones, a modo de panel de expertos, que abordaron los siguientes asun15

tos: la investigación lingüística: estudios sincrónicos I, estudios historiográficos y lexicográficos, proyectos de investigación de la Universidad de Jaén, la investigación lingüística: estudios sincrónicos II, y lenguas habladas en la Península Ibérica: estudios medievales y renacentistas. Puso broche de oro al encuentro la ponencia de clausura impartida por la Dra. M.ª Concepción Vázquez de Benito, de la Universidad hermana de Salamanca. En tiempos en los que parece cuestionarse la investigación en Humanidades y en los que más que nunca es preciso reivindicar nuestro papel esencial en la comunidad científica a todos los niveles, como Decano y como filólogo quiero dejar constancia de la satisfacción que me proporcionó ser testigo de este amplio abanico de aportaciones que abordaron la investigación lingüística desde los diversos ámbitos señalados, con opiniones convergentes y divergentes, lo que propició un animado debate científico digno de todo elogio. La satisfacción es aún mayor al conocer que estas ponencias ven ahora la luz en forma de libro para beneficio de investigadores, profesores y estudiantes de filología y, más concretamente, de las disciplinas lingüísticas. La investigación descriptiva se combinó con la empírica y tuvieron cabida paradigmas cualitativos, cuantitativos y mixtos. La sincronía se alternó con la diacronía, los estudios gramaticales convivieron con los lexicográficos, los estudios medievales con los renacentistas y humanistas, y se prestó una especial atención a las lenguas habladas en la Península Ibérica. Aunque la mayor parte de las aportaciones estuvieron relacionadas con la lengua española, la jornada permitió, asimismo, la necesaria interdisciplinaridad, con interesantes estudios relacionados con la lengua de signos, la lengua árabe, el francés, y las raíces latinas, con destacados investigadores en cada una de las diferentes áreas. Junto a los estudios relacionados con la variedad estándar de la lengua, se descendió también a las variedades dialectales, como es el caso de Jaén o las hablas meridionales a propósito del sur de Ávila. En fin, todo un elenco de perspectivas y especialistas que hicieron la jornada no sólo extensa (prácticamente doce horas con un breve descanso para el almuerzo) sino especialmente intensa y un buen ejemplo de investigación sólida, seria y científica en el campo de las Humanidades y, particularmente, de las lenguas. No sería justo terminar estas palabras sin el capítulo de agradecimientos. En primer lugar, a los distintos investigadores de las dos universidades que, una vez más, mostraron su generosidad al poner a disposición del público asistente a las Jornadas (y ahora a la comunidad científica en general al publicarse esta obra) su sabiduría y buen hacer en el campo de la investigación lingüística. Procede igualmente agradecer a los departamentos y facultades de ambas universidades y a los vicerrectorados los esfuerzos realizados para que este encuentro científico fuera posible. Me place hacer una mención gratulatoria especial al Dr. Vicente J. Marcet, quien a su impecable labor como docente e investigador durante el 16

tiempo en el que tuvimos la dicha de tenerle en nuestra Facultad (y que seguirá desarrollando allá donde fuere, en este caso en su querida y cercana Universidad de Salamanca), unió sus dotes como organizador de eventos científicos, desde la discreción y humildad que honran su persona pero con la sabiduría y sistematicidad del experto coordinador. Gracias, de corazón, querido Vicente, y los mejores deseos en todo lo que emprendas. No me cabe la menor duda de que esta obra que ahora ve la luz será de utilidad para cuantos estén interesados en la investigación lingüística y deseo que sea fuente frecuentemente citada y reseñada y sirva de estímulo para próximas jornadas y estudios filológicos. Antonio Bueno González Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Universidad de Jaén

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TENDIENDO PUENTES: PRESENTACIÓN DE PRO LINGUA

Con frecuencia los libros son entidades múltiples. Hay libros homenaje, libros joya, libros fetiche, libros espejo y libros disco, entre otras muchas posibilidades. El que aquí presentamos podría ser calificado como «libro puente». Se trata del fruto impreso de las Jornadas Interuniversitarias de Investigación Lingüística: Jaén – Salamanca, que se celebraron en la Universidad de Jaén el 4 de mayo de 2010 bajo la dirección del Dr. Vicente Marcet, por aquel entonces profesor del área de Lengua española de dicha universidad. Aquella iniciativa presentó una doble vertiente. Desde el punto de vista de los investigadores —tanto participantes como asistentes—, constituyó un foro de discusión científica para lingüistas y filólogos de dos universidades españolas alejadas entre sí geográficamente, muchos de los cuales no se conocían. En cuanto a los estudiantes, tuvieron la oportunidad de escuchar a especialistas de prestigio y a jóvenes investigadores de una universidad, la salmantina, con enorme tradición en los estudios filológicos, al igual que pudieron familiarizarse con las líneas de investigación que desarrollan algunos de sus profesores de la Universidad de Jaén, a los que normalmente conocen solo como docentes. Las jornadas se estructuraron en torno a dos ponencias principales: una de ellas, que versó sobre «La colaboración lexicográfica entre Wisconsin y Salamanca: corpus de textos lingüísticos medievales y diccionario», estuvo a cargo de la Dra. M.ª Nieves Sánchez González de Herrero, mientras que la segunda, impartida por la Dra. M.ª Concepción Vázquez de Benito, se centró en «La frecuencia de la terminología árabe y calcos en la medicina medieval castellana». El resto del programa comprendió varias sesiones colectivas de temática variada: la presentación de dos proyectos de investigación desarrollados en la Universidad de Jaén; dos sesiones sobre la investigación lingüística desde una perspectiva sincrónica; una sesión dedicada a los estudios historiográficos e históricos y, finalmente, una dedicada a los estudios medievales y renacentistas sobre lenguas habladas en la Península Ibérica. La celebración de aquellas jornadas constituyó el inicio de la construcción de una relación en el terreno de la investigación lingüística y filológica entre varias 19

áreas de la Universidad de Salamanca y de la Universidad de Jaén, relación que esperamos que siga fructificando. Muchos de los trabajos presentados en aquel foro se recogen en el volumen que hoy se publica, editado por los doctores Vicente Marcet y Carmen Quijada, de la Universidad de Salamanca, y la Dra. Marta Torres, profesora de la Universidad de Jaén. De esta manera, Pro lingua se erige como el primer puente construido en este proceso de intercambio académico y humano. Ojalá que le sigan otros. Elena Felíu Arquiola Departamento de Filología Española Universidad de Jaén

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I

SOBRE LA LENGUA DE AYER

SIGNOS DE PUNTUACIÓN EN LA DOCUMENTACIÓN MEDIEVAL LEONESA: LOS DOCUMENTOS LATINOS DE GRADEFES Ana Lobo Puga Universidad de Salamanca

1. OBJETIVOS Desde un punto de vista filológico, en los textos del periodo medieval se han estudiado los niveles gráfico-fonético y morfosintáctico con gran interés y abundantes resultados. En este breve trabajo, en cambio, centraremos nuestra atención en un elemento al que se ha dado bastante menos importancia: la puntuación. La Real Academia Española explica que las funciones de los signos de puntuación son: marcar las pausas y la entonación con que deben leerse los enunciados, organizar el discurso y sus diferentes elementos para facilitar su comprensión, evitar posibles ambigüedades en textos que, sin su empleo, podrían tener interpretaciones diferentes, y señalar el carácter especial de determinados fragmentos de texto ‒citas, incisos, intervenciones de distintos interlocutores en un diálogo, etc.‒ (Diccionario panhispánico de dudas [DPD], s.v. signos ortográficos).

En oposición al interés actual por cuidar y describir la puntuación –visible en la abundancia de manuales de estilo o en las prolíficas normas del propio DPD–,[1] su empleo en los textos manuscritos medievales, tanto latinos como romances, se ha estudiado poco y se ha definido tradicionalmente con calificativos como arbitrario, asistemático, impreciso, caótico... En este sentido, el paleógrafo Millares Carlo le dedica al tema de la puntuación apenas dos páginas de su completo Manual en las que expone la existencia de varios signos en la escritura visigótica [1] El DPD recoge los usos normativos de cada signo de puntuación bajo las entradas coma, comillas, corchete, dos puntos, interrogación y exclamación (signos de), paréntesis, punto, puntos suspensivos, punto y coma, raya. 23

y señala que «pertenecen a más de un sistema y su equivalencia respecto de los actuales no se deja precisar» (Millares Carlo 1983 [1932]: 283, vol. i); para la escritura carolina solo documenta el punto ‒con varios usos‒ y el punto y coma; por último, para documentos castellanos posteriores en letra cortesana y procesal destaca la ausencia de signos. El presente trabajo surge con la idea de refutar la supuesta falta de rigor que se ha atribuido tradicionalmente a la puntuación de los textos antiguos y lo hemos podido desarrollar tras la labor de transcripción de los documentos que constituyen el corpus de nuestra tesis doctoral (en curso): la colección documental medieval del monasterio de Santa María la Real de Gradefes (León). En dichos fondos, a pesar de que el número de escribas es numeroso, parecen dibujarse unos patrones que se repiten y que trataremos de exponer y sistematizar en el apartado correspondiente (vid. § 4). En cualquier caso, no hay que olvidar que las normas de puntuación de los textos escritos no son tajantes ni siquiera en la actualidad, los propios manuales de estilo y prescripciones académicas advierten el hecho de que las normas admiten cierta variación que depende de la subjetividad de quien escribe y las aplica, por lo que imaginamos la diversidad que esto llegó a provocar en etapas anteriores; aunque es posible que en cada escriptorio, centro monástico, notaría o cancillería hubiera alguna pauta común (López Estrada 1982: 228). 2. UN POCO DE HISTORIA… El sistema o sistemas de puntuación empleados en el Medievo, tanto en lenguas romances como en latín medieval, son herederos –como tantas otras cosas– de la tradición clásica. Parkes (1992: 10-11) señala que el surgimiento de los signos de puntuación en la Antigua Roma se vio favorecido por la superación de la scriptio continua durante el Imperio Romano y los signos fueron empleados en primer lugar por los lectores para facilitar su lectura en voz alta, por ejemplo, los alumnos en las escuelas o los oradores que declamaban en público. Por su parte, Blecua (1984: 121-122) añade que la puntuación medieval en toda Europa arranca de los gramáticos de los siglos iv-vii, Donato, Sergio, Diomedes, Casiodoro, San Isidoro, etc., que recogen el sistema clásico, cuya puntuación procuraba indicar la pausa.

En los primeros siglos de la Edad Media, los citados gramáticos establecieron un sistema de pausas con tres grados, de menor a mayor: subdistinctione, media distinctione y distinctione, que se representaban con un punto bajo, medio y alto respectivamente (íbid.: 122). Este sistema clásico sufrirá bastantes modificaciones en los signos utilizados para marcar cada pausa, pero no parece haber variado

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mucho en cuanto al concepto de las pausas en sí, pues el punto bajo, medio y alto serían equivalentes a los actuales coma, punto y coma y punto que usamos en español. Para terminar estas breves anotaciones sobre el origen de la puntuación en la Edad Media, es interesante indicar que, en general, todas las innovaciones que se desarrollaron durante ese periodo para dar cuenta de las relaciones textuales, es decir, todos los signos nuevos que fueron apareciendo, se creaban utilizando como base el punto y añadiéndole determinados trazos (Sebastián 2000: 16). 3. CORPUS MANEJADO Los manuscritos empleados para este trabajo son un centenar de originales del monasterio de Gradefes que contienen documentos jurídicos de tipo privado, especialmente compraventas (carta venditionis), donaciones (carta donationis) y cambios (carta concambiationis); en menor medida hay también otras tipologías documentales como cartas de arras, testamentos o arrendamientos. El eje cronológico que abarcan discurre entre finales del siglo xii y comienzos del xiii, concretamente entre los años 1180 y 1215.[2] Se trata de textos escritos fundamentalmente en letra carolina[3] y en latín, aunque muchos aparecen salpicados de grafías y rasgos que reflejan ya el romance; sin embargo, no nos detendremos en una descripción lingüística en este sentido, ya que es un tema poco significativo para lo que nos ocupa ahora, pues –como hemos explicado– la puntuación para textos en romance y latín medieval comparte un mismo origen de raíz clásica, por lo que no influye especialmente la lengua en que están escritos los manuscritos. A la hora de presentar los ejemplos, ofrecemos una transcripción paleográfica del fragmento; estas transcripciones son propias, realizadas según los criterios establecidos por la red CHARTA (Corpus Hispánico y Americano en la Red: Textos Antiguos).[4] Asimismo, acompañamos la transcripción de una reproducción facsimilar del pergamino para ilustrar determinados usos de los signos de puntuación que se visualizan mejor con una imagen del original que solo con su transcripción. Finalmente, para localizar el testimonio en el conjunto de fondos del monasterio, citamos el documento por el número asignado en la publicación de Burón Castro (1998); para los años estudiados (1180-1215) corresponde a los documentos situados entre los números 164 y 342. [2] Este corte cronológico obedece a razones prácticas o metodológicas y no históricas: las reproducciones de este periodo son las primeras de la colección documental del monasterio de Gradefes que hemos podido consultar y transcribir. [3] Algunos ya en escritura pregótica (docs. 274 y 306) y gótica (docs. 286, 287, 289, 292, 294 y 307), si bien son aún minoría en este periodo. [4] Las normas de transcripción concretas se pueden consultar en línea en la web de la Red: [Consulta: 10/2011]. 25

4. SIGNOS DE PUNTUACIÓN EN LOS DOCUMENTOS LATINOS DE GRADEFES Como comentábamos al inicio de este trabajo, el empleo de los signos de puntuación en los textos medievales se ha definido tradicionalmente como caótico y asistemático. Frente a esta idea, pretendemos llamar la atención sobre la sistematicidad con que aparecen determinados usos de los elementos de puntuación en el corpus que hemos manejado, haciendo especial hincapié en las partes formularias de los mismos, que adquieren una mayor homogeneidad al estar puntuadas casi siempre del mismo modo. Para explicar este hecho es importante tener en cuenta qué tipo de textos son, documentos legales, ya que parece que determinados “géneros textuales” hacían una utilización más definida de los signos por razón de la naturaleza de su contenido sobre todo cuando había que evitar la ambigüedad. Así ocurre con los libros jurídicos y legales [...] y con los libros científicos (López Estrada 1982: 229).

Si pasamos a ver el caso concreto de este corpus, en primer lugar, hay que indicar que los signos empleados son poco variados, pues se detectan solamente tres:[5] punto ‒siempre bajo‒, dos puntos y punto y coma; a este último lo denominamos punto y coma pero debemos llamar la atención sobre un matiz, ya que existe una diferencia con el signo actual del mismo nombre: mientras que este se forma con el punto arriba y la coma abajo (;), el medieval se trazaba al revés, era un punto bajo sobre el que se trazaba una vírgula o coma, como podemos ver en la imagen 1.

Imagen 1: punto y vírgula. Doc. nº 186, fecha 1185/09/13

La función de estos signos parece responder a varios motivos entre los que destacan la marcación de relaciones sintácticas, la separación de elementos o el resalte de abreviaturas. A continuación, clasificaremos estos usos en dos grandes bloques –valores lingüísticos (§ 4.1.) y valores gráficos (§ 4.2.)– y los ilustraremos con ejemplos del corpus. En cualquier caso, hay que recordar que los usos son mayoritarios pero no sistemáticos, pues algunos documentos no siguen estos patrones.

[5] Este hecho casi coincide con lo que observaba Millares Carlo para la escritura carolina, que distinguía exclusivamente dos signos: punto y punto y coma (vid. § 1). 26

4.1. Valores lingüísticos: relaciones sintácticas y textuales En este apartado se incluyen los usos que indican pausas y separación entre enunciados y párrafos o entre elementos dentro de una oración. Se observan varios casos, prácticamente todos en las partes más formulísticas y repetitivas de los documentos. 4.1.1. Pausas En primer lugar advertimos que se emplea mayoritariamente el punto. Con este signo se marca cualquier tipo de pausa, tanto entre enunciados ‒pausa larga‒ como entre elementos ‒pausa breve‒. Para distinguir si la pausa es breve o larga, cobra gran importancia el empleo de las mayúsculas, pues parece que la separación entre enunciados ‒actual punto y seguido o punto y aparte‒ se marca en los manuscritos mediante un punto y la palabra siguiente escrita con mayúscula inicial.[6] Así se señala siempre, por ejemplo, la separación entre la invocatio inicial y el cuerpo del documento (imagen 2a) o entre dicho cuerpo de texto y la datación (imagen 2b).

Imagen 2a: doc. nº 326, fecha 1212

«{1} In dei nomine. Ego allefons petri & uxor mea».

Imagen 2b: doc. nº 326, fecha 1212

«{7} […] loco ul in meliori. Facta carta sub.era».

En cambio, la separación entre elementos dentro de un enunciado, es decir, una pausa breve ‒que sería equivalente a la actual coma‒, se limita a un punto entre dos palabras escritas en minúscula. De este fenómeno hay multitud de ejemplos a lo largo de todo el corpus, como los que ofrecemos a continuación:

[6] Es un hecho conocido «el empleo de las litterae nobiliores que resaltan el comienzo de la frase» (Sebastián 2000: 23). 27

(1) En el doc. 186 vemos una aposición entre puntos: {1} […] ego terasia. gra di abbissa sce marje degradefes. ET Maria garsie eidem {2} locj prior. {1} […] Ego domnus gil. facio cartam uendicionis. tibi abbatisse domne marie de gradeffes. & toti {2} conuentui eiusdem monasterij. de tota mea hereditate (Doc. 314). {10} […] Ego martin rodici de archaios. hanc carta quam fieri {9} iussi roboro et cofirmo (Doc. 341).

En menor medida, también se registran casos de punto y coma, por ejemplo: (2) {16} […] hac carta qm uob iussim scribi; roboram & confirmam (Doc. 265). {7} […] cu datan & abiron quos uiuos tra obsorbuit; in inferno etnas pena su{8}stineat (Doc. 281). {3} […] damus & offerimus monasterio sce marie de gradefes inpsencia abbatisse domne marie; totam {4} nram hereditatem (Doc. 293). {9} […] & hereditate duplatam in tali loco; ul in meliori. (Doc. 314).

pero son minoría y aparecen en contextos similares a los del punto, por lo que no se puede establecer una relación punto pausa larga / punto y coma pausa breve. 4.1.2. Enumeraciones El punto aparece con especial frecuencia en las listas de palabras para separar los distintos elementos; es un hábito refrendado incluso por el gramático Nebrija, quien sostiene en el tratado De punctis clausularum, recogido en las Introductiones latinae: Colum quoque ponimus inter singulas partes orationis quae per articulum aut dissolutum sine coiunctione annectuntur, ut Grammaticus. rhetor. geometres. pictor. aliptes (apud Santiago 1996: 275).

La enumeración más frecuente –aunque no la única– en los documentos privados de ventas y donaciones es la fórmula que recoge todos los elemento de una heredad: solis populatis et impopulatis, terris, vineis, ortis, areis, pratis, rivis, molendinis, montibus, fontibus…). En ella, los distintos elementos aparecen habitualmente delimitados por puntos, como podemos ver en la imagen 3.

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Imagen 3: doc. nº 326, fecha 1212.

«{2} […] de tota nra hereditate quam habemus uel habere debemus in sco fechores. scilic {3} solis pplatis & n pplatis. tris. uineis. ortis. areis. pratis. riuis. molendinis. montib. fontib. diuisa. & cu exitib ad fontes. ad montes. ad {4} pascua. & regressibus. hanc hereditatem uendim uob pro .viii. morabitinos».

Es casi una constante el empleo del punto en las listas de confirmantes o testigos, cuyos nombres propios y, a veces, cargos se separan también mediante estos signos (imagen 4a). Cuando a los antropónimos les sigue la confirmación (confirmat) el signo de puntuación se coloca tras la abreviatura de confirmat cerrando cada elemento (imagen 4b).

Imagen 4a: doc. nº 270, fecha 1200

«{10} […] Maiordom curie regis. fernand garsias. Munio rodici alferez. Manrric epc legionesi sede. {11} Cofirmatores. Pelagi uelos de cast donjn & suo gno do pet. Petrus treqlado de maiorica. Martin pet de ujlla alua. Johs pelagij de maiorica {12} Petr pet de maiorica & suo filio iohs pet don pelagi prbr. Petr sebastianez & totu ciliu de uilla mu darra auditores & firmatores.»

Imagen 4b: doc. nº 277, fecha 1201

«{9} Quj psentes fuer uider & audier. Pelei casin f. Martin diez f. Petro ceon f. dnic dingujz f. Petr carphin f. {10} Johan michaeliz f dnic pet. Petr uincentez dnic martinez. Pelei ysidrez.»

En una enumeración más compleja, como las que se emplean cuando se deslinda una heredad, se pueden combinar los signos para separar los distintos ele-

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mentos de forma más clara; no es habitual tanta precisión, pero hay varios casos, los documentos nº 281 y 296 (imagen 5) son una buena muestra del empleo combinado de punto y punto y coma.

Imagen 5: doc. nº 296, fecha 1207/02

«{3} p suis tminis directi. d pma parte; peniela. d ii parte; scj romanj. d iii parte; grajarejo. d iiii parte; sci xstophori.»

En el fragmento de la imagen 5 el punto separa enunciados completos, que serían los diferentes lugares citados (Peniela, Sancti Romani…), mientras que el punto y coma funciona como pausa más breve dentro de cada enunciado, para separar el ordinal del propio topónimo. Esto es, actualizando la puntuación en una propuesta de edición crítica, el fragmento se leería de la siguiente manera: {3} per suis terminis directis: de prima parte, Peniela; de IIª parte, Sancti Romani; de IIIª parte, Grajarejo; de IIIIª parte, Sancti Cristophori.

4.1.3. Estructuras condicionales Es llamativo el empleo que se hace del punto y coma en las estructuras condicionales, utilizado para separar la proposición subordinada de la principal. El fragmento de los documentos donde se localiza este fenómeno con mayor frecuencia es en las cláusulas penales, concretamente en la fórmula de castigo que suele enunciarse como Si quis contra hoc factum venerit, sit maledictus.[7] En estos casos, cuando aparece el signo, va delante del verbo sit (imagen 6).

Imagen 6: doc. nº 286, fecha 1205/03/01

«{8} […] Siqs aute de nris ul de extneis ista carta de nobis uobis facta {9} & in cocilio legitime roboratam frangere ul temptare uoluerit; sit maledict & excomunicat. & cum iuda dni tradi{10}tore in inferno damnat. & pectet in coto .xxi. sol».

[7] Se registran variantes léxicas más o menos extensas como: Si quis vero/igitur…; Si quis, tam de nostris quam de extraneis, …; Si quis hanc cartam disrumpere voluerit, sit maledictus… etc. Pero la estructura Si quis […] ; sit maledictus es la misma. 30

Hemos destacado que un amplio sector de documentos emplean el signo de punto y vírgula como en el fragmento de la imagen 6, pero este signo no es el único, también pueden encontrarse en menor medida un solo punto o dos puntos. Numéricamente, es mayoritario el primero, como vemos en el siguiente recuento: – Con punto y vírgula hay 18 documentos, los nº 164; 165; 186; 263; 265; 270; 279; 281; 282; 286; 291; 293; 296; 305; 307; 308; 321 y 333. – Con punto hay 9 documentos, los nº 267; 280; 283; 302; 314; 323; 326; 330 y 331. – Con dos puntos hay 2 documentos, los nº 254 y 334. En todo caso, hay que advertir que, si bien describimos este uso por su valor sintáctico claramente delimitado, su utilización dista mucho de ser una norma rigurosa, pues el número de documentos que aparecen sin signos de puntuación de ningún tipo es de 46 documentos[8] frente a los 29 que suman los que presentan punto y coma, punto y dos puntos en el corpus seleccionado. 4.2. Valores gráficos Bajo este epígrafe reunimos varios usos, principalmente del punto, que no se relacionan con la sintaxis o el discurso, sino que presentan una utilidad más bien gráfica y limitada a la escritura. 4.2.1. Números romanos El conocido procedimiento de enmarcar los números romanos con un punto delante y detrás de los mismos es empleado asiduamente en nuestro corpus; su utilización respondía a la necesidad de distinguir la cifra del propio texto, ya que los números romanos solían escribirse en minúsculas. En la imagen 7 mostramos algunos ejemplos del fenómeno extraídos de varios documentos.

Imagen 7: números romanos delimitados por puntos

[8] Se trata de los documentos nº 253; 256; 257; 260; 261; 262; 268; 269; 275; 276; 278; 285; 288; 289; 290; 292; 294; 295; 298; 299; 301; 303; 306; 309; 310; 311; 312; 313; 316; 317; 318; 319; 320; 322; 324; 325; 328; 329; 332; 335; 336; 337; 338; 339; 341 y 342 de la Colección. 31

4.2.2. Abreviaturas También se observa que algunas abreviaturas aparecen con frecuencia del mismo modo que los números romanos, flanqueadas por estos signos. No son muy variadas, pero las que emplean este método suelen ser bastante sistemáticas, por ejemplo: .k. por karta(m), .M. o .m. por morabetinos y .p. para pro,[9] como mostramos en la imagen 8.

Imagen 8: de izquieda a derecha, abreviatura de kartam (.k.), morabetinos (.Mos.) y pro (.p.)

4.2.3. El punto en la conjunción copulativa En la relación de diferentes signos de puntuación medieval que recoge el trabajo de Blecua (1984) se indica que en un manuscrito con las obras de don Juan Manuel «delante de & aparece un punto» (Blecua 1984: 127). Tampoco es extraño encontrar este fenómeno en documentos de cancillería real castellana del siglo xiii (imagen 9a).

Imagen 9a: Documento real de Alfonso X. Archivo Municipal de Ledesma, c. 1, nº 20. Fecha 1258/06/26, Medina del Campo (Valladolid)

«{5} & delos Cauallos. & de otros quales quier. & los uros vassallos. & Solariegos. q {6} tiene las mias hedades q fueron de mios pecheros. & de mios Postores. & q no {7} faze amj los mios derechos. Et sobresto enuiastes amj; Gonçalo fagundo. & Pedro».[10]

Nuestro corpus también registra varias apariciones del punto delante del signo tironiano. Aquí surge sobre todo en enumeraciones, como las mencionadas anteriormente (vid. § 4.1.2.), pero con nexo; se observan dos posibilidades: . & (imagen 9b) o .&. (imagen 9c). [9] Incluso se detecta algún .pro. con la abreviatura desarrollada y a la vez el mantenimiento de los puntos (doc. 302) [10] Editado por el Grupo de Estudio de Documentos Históricos y Textos Antiguos de la Universidad de Salamanca (gedhytas). Se puede consultar el documento completo en su página web: [Consulta: 10/2011] 32

Imagen 9b: doc. nº 323, fecha 1211

«{1} […] Ego fernandus roderici. & iohs roderi. & isabel roderici. facimus cartam»

Imagen 9c: doc. nº 186, fecha 1185/09/13

«{9} Sjc jtq uendimus. ut iure heditario eam posideatis. uos .&. filij urj .&. ois succesio ura.»

4.2.4. La datación Describimos, por último, los casos en que en la datación se escriben las palabras sub era separadas por puntos delante y detrás ‒.sub.era. o solo .era.‒, como si tuviera el valor de realzar o distinguir con claridad la fecha, al enmarcarla entre los signos. Documentamos este hecho en los testimonios nº 186, 266 o 326, entre otros.

Imagen 10: .ERa. Doc. nº 186, fecha 1185/09/13

5. CONCLUSIONES En la Edad Media convivieron multitud de soluciones para resolver el problema de la marcación de pausas y diferentes relaciones sintácticas en los textos escritos. Este hecho ha llevado a la creencia de que su uso respondía más al antojo de cada escritor, escribano o notario por lo que se ha proclamado que no existía un sistema sino que en los textos del Medievo convive un conjunto arbitrario de signos que sí se pueden recopilar[11] pero no clasificar de manera que se aporte un valor fijo para cada signo, pues no lo habría. A pesar de ello, López Estrada sostenía ya en los años 80 del pasado siglo xx que sería deseable «encontrar en la medida de lo posible un significado, al menos [11] Así lo hace Parkes (1992: 20-49) o Blecua (1984: 125-130), quien expone una amplia gama de posibilidades que se encuentran en la tradición medieval, desde las Glosas Emilianenses hasta los primeros incunables, pasando por los Milagros de Berceo o el Libro de buen amor. 33

en cada códice y a ser posible en grupos de ellos en busca del establecimiento de un sistema» (López Estrada 1982: 228). Esta idea es la que nos ha llevado a plasmar en este artículo una exposición del posible sistema de puntuación que aprendieron y utilizaron unos escribanos de un escriptorio concreto y en un breve periodo de tiempo: en el monasterio leonés de Gradefes entre finales del siglo xii y comienzos del xiii. En este corpus se dibujan unas reglas que, si bien no son absolutamente rigurosas, se intuyen unos patrones comunes y parece que no es tanta la arbitrariedad como se presupone. Finalmente, creemos que teniendo en cuenta los usos de este cenobio se podría ampliar el estudio para realizar una comparación entre los fondos de Gradefes y otros centros monásticos de su entorno y así comprobar si hay o no continuidad y semejanzas en los usos a la hora de puntuar. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Blecua, José Manuel (1984): «Notas sobre la puntuación española hasta el Renacimiento»; en Homenaje a Julián Marías. Madrid: Espasa-Calpe. pp. 121-130. Burón Castro, Taurino (1998): Colección documental del Monasterio de Gradefes. Vol. I (1054-1299). Colección Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, vol. 71. León: Centro de Estudios e Investigación San Isidoro/Caja España de Inversiones/Archivo Histórico Diocesano. López Estrada, Francisco (1982): «Coloquio en París sobre frases, textos y puntuación en los manuscritos medievales españoles». Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica 1, pp. 227-232. Madrid: Servicio de publicaciones ucm. Millares Carlo, Agustín (1983 [1932]): Tratado de paleografía española. Madrid: Espasa-Calpe, 3 vols. 3ª edición [con la colaboración de Ruiz Asencio, José Manuel]. Parkes, Malcolm Beckwith (1992): Pause and effect: an introduction to the history of punctuation in the West. Cambridge: University Press. Real Academia Española (2005): Diccionario panhispánico de dudas. En línea: [Consulta: 10/2011]. Santiago, Ramón (1996): «La puntuación según Nebrija». Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica 14, pp. 227-232. Madrid: Servicio de publicaciones ucm. Sebastián Mediavilla, Fidel (2000): La puntuación en el Siglo de Oro: teoría y práctica. Tesis doctoral dirigida por Francisco Rico Manrique. Universitat Autònoma de Barcelona. En línea: [Consulta: 10/2011]. 34

CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL ENSORDECIMIENTO DE LAS SIBILANTES EN EL NORTE PENINSULAR: LAS SIBILANTES AFRICADAS EN LA DOCUMENTACIÓN MEDIEVAL LEONESA* Vicente J. Marcet Rodríguez Universidad de Salamanca

1. INTRODUCCIÓN Las primeras teorías sobre el ensordecimiento de las sibilantes en las variedades iberorromances situaban el origen del fenómeno en el nordeste del antiguo reino de Castilla hacia el siglo xiv, especialmente durante la segunda mitad, aunque no es sino hasta finales de la centuria siguiente y comienzos del xvi cuando la confusión entre las sibilantes empieza a manifestarse de forma más evidente en la escritura y llega al centro peninsular, y desde allí, favorecido por el prestigio del habla de la corte ubicada ya de forma permanente en Madrid, donde ya era habitual el ensordecimiento, terminó por propagarse por el sur de la Península y fue llevado a América.[1] Su origen geográfico en el primitivo solar del castellano * Dirección de contacto: Dpto. de Lengua Española, Facultad de Educación, Paseo de Canalejas 169, 37008, Salamanca; correo-e: [email protected]. Este artículo es una versión revisada y ampliada de una comunicación titulada «La representación de las sibilantes africadas en el leonés medieval durante el período alfonsí» presentada en la I Conferencia Internacional de Lingüística Románica, celebrada en la Nueva Universidad Búlgara, en Sofía, el 7 y 8 de abril de 2009; para su elaboración contó con una ayuda concedida por la Junta de Castilla y León al GR38, grupo de investigación de excelencia de Castilla y León. La investigación posterior que ha hecho posible su revisión se enmarca dentro del proyecto de I+D+I «Estudios de variación lingüística en la documentación medieval y renacentista de Castilla y León. I», que ha recibido sendas ayudas económicas concedidas por el Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España (ref. FFI2010-15144) y de la Junta de Castilla y León (ref. SA 024A11-1) [1] Para los factores sociolingüísticos del cambio y el papel de Madrid en su difusión, cfr. Penny 2004: 79-82. 35

no habría sido casual, pues habría estado condicionado por la proximidad convecina del vasco, lengua que carecía de sibilantes sonoras.[2] Pese a lo generalizado de estas hipótesis, ya a mediados del siglo pasado, A. Alonso (1976 [1955]: 354) cuestionó la teoría del sustrato vasco esgrimida por, entre otros, A. Martinet (1951-1952 y 1974) y F. H. Jungemann (1955), y apuntó la posibilidad de que el origen de la confusión de las sibilantes hubiera tenido lugar en los romances circundantes del castellano, el cual, una vez que se hubiera expandido por los primitivos dominios de estos romances, acabaría por absorber el germen del ensordecimiento. Esta idea pareció verse pronto corroborada por los tempranos ejemplos datados entre los siglos xiii-xv de aparente confusión fonética en navarro-aragonés y gallego aportados por D. Alonso (1959: 91-94) y en asturiano-leonés recogidos por L. F. Lindley Cintra (1959: 329-355) y M. Alvar (1968: 69-71 y 134-139).[3] La hipótesis de Alonso fue retomada en fecha más reciente por J. A. Pascual (1988), quien, apoyándose en nuevos datos procedentes de la documentación leonesa del siglo xiii, a los que podemos sumar los aportados por P. Carrasco (1987: 173-190), J. R. Morala (1993: 100-102) y V. Orazi (1997: 328-332 y 344-347), considera razonable ubicar «el origen del ensordecimiento de las sibilantes españolas en territorios leoneses, aragoneses y mozárabes sobre los que se extendió el castellano desde el siglo xii» (1988: 129). Estudiosos posteriores también han hallado numerosos ejemplos del fenómeno del ensordecimiento de las sibilantes en textos del siglo xiii y posteriores procedentes no solo de otras variedades romances del norte peninsular, como el riojano (Carrasco 1998: 700 y 701) y el navarro-aragonés (Ciérbide 1988, Líbano 1998), sino también del andaluz y otras áreas marginales del castellano (Frago 1993: 220-222, Mancho 1998: 155 y 156). Todos estos datos parecen confirmar la hipótesis más extendida en la actualidad, defendida, entre otros, por M. Ariza (1995: 163), quien considera el ensordecimiento de las sibilantes como un fenómeno común a buena parte de los iberorromances y que tendría su origen, quizás con el apoyo coadyuvante del vasco pero no como un detonante decisivo, en una reestructuración interna del propio subsistema de las sibilantes, de escasa productividad, dado el poco rendimiento de la oposición entre sordas y sonoras, como ya habían puesto de manifiesto autores como E. Alarcos (1988) o P. Lloyd (1993: 427 y 428).[4] [2] Puede encontrarse un resumen de las principales teorías en el interesante artículo de C. Cabrera (1992). También puede hallarse bibliografía al respecto en Lindley Cintra 1959: 347355. Sumamente interesante resulta asimismo el artículo de M. J. Torrens (2005). [3] Los ejemplos anteriores a este momento no deben ser considerados necesariamente como casos de confusión fonética, ya que, al no estar la escritura en romance enteramente asentada, estas confusiones podrían perfectamente deberse a la inestabilidad gráfica. [4] Cfr. también, para esta cuestión, el interesante artículo de R. Penny (1993). 36

El propósito del presente trabajo es sumar nuevos datos que nos permitan tener una mejor perspectiva del panorama gráfico que ofrece la representación de las sibilantes en el norte peninsular durante la Edad Media, concretamente a través del estudio de los documentos redactados en el antiguo reino de León, pues se trata de una región cuyos datos se han extraído en un primer momento fundamentalmente a través de los fueros, por lo que un estudio de la documentación notarial puede resultar complementario. Este trabajo es continuación de una investigación anterior (Marcet 2006) dedicada a la representación de las sibilantes en la documentación notarial leonesa redactada durante el reinado de Fernando iii (1230-1252), donde observamos que las confusiones o alternancias eran constantes en la pareja de sibilantes dentoalveolares, y en menor medida entre las apicoalveolares, mientras que las sibilantes prepalatales apenas ofrecían ejemplos en este sentido. Nos ha parecido oportuno dedicar un estudio en exclusividad a la pareja de sibilantes africadas dentoalveolares –por ser las que ofrecían mayores confusiones– en el período inmediatamente posterior, el reinado de Alfonso x (1252-1284); podremos también obtener datos más fiables del fenómeno, puesto que se trata de un momento en el que la distinción gráfica entre las sibilantes sordas y las sonoras parecía haber quedado relativamente fijada en la escritura, al menos en lo que respecta a la de procedencia cancilleresca (Cabrera 1992: 4). Los documentos consultados pertenecen a las colecciones documentales procedentes del archivo de la catedral de León (Ruiz 1993; Martín & Ruiz 1994) y de los monasterios de Carrizo (Casado 1983) y Sahagún (Fernández 1994).[5] Hemos querido que estuvieran representadas en nuestra investigación las tres grandes variedades geolectales en las que suele dividirse el asturiano-leonés hablado al sur de la Cordillera Cantábrica: la occidental (Sahagún), la central (León) y la occidental (Carrizo), con el propósito de averiguar si siguen estando presentes las diferencias cuantitativas o cualitativas a nivel regional en lo que respecta a la representación de las sibilantes, ya que en la documentación redactada durante la primera mitad del siglo xiii pudimos observar que las alternancias o confusiones gráficas eran más acusadas y más tempranas conforme mayor era la distancia con el centro peninsular, y, por consiguiente, menor la influencia de los usos gráficos castellanos.

[5] En total han sido analizados 442 documentos, de los cuales 57 proceden de Sahagún, 160 de León y 225 de Carrizo. Los documentos procedentes de Sahagún se encuentran conservados en la actualidad en el Archivo Histórico Nacional. Desde estas páginas quiero dejar constancia de mi agradecimiento a los responsables de los archivos de Carrizo y León, quienes me facilitaron la consulta de los documentos originales, aunque en buena medida hemos seguido las ediciones citadas. 37

2. ORÍGENES DE LA REPRESENTACIÓN DE LAS SIBILANTES AFRICADAS EN EL CASTELLANO MEDIEVAL

En los orígenes de las lenguas romances, antes de la generalización de la escritura en vernáculo durante el siglo xiii, apenas se practicaba la distinción gráfica entre /dz/ y /ts/, para cuya representación se empleaban indistintamente z o ç (o c ante vocal palatal), independientemente de que la sibilante fuera sorda o sonora. Esta ç tenía su origen en la z de la escritura visigótica, al incorporar en su trazo superior un copete en forma de c, que en ocasiones se agrandaba tanto que relegaba a la z por debajo de la línea de la caja del renglón, para quedar posteriormente convertida en una virgulilla (Menéndez Pidal 1999 [1926]: 64 y 65, § 92). En la escritura visigótica este copete no se empleó para marcar la diferencia entre la sibilante sorda y la sonora, pues, de hecho, como atestigua Menéndez Pidal (1999 [1926]: 63 y 64, § 91) en documentos latinos de los siglos x y xi procedentes de León y Sahagún, existe una clara tendencia a emplear la z en la representación de la /ts/, como se observa en las formas azensi, azepimus ‘accepimus’, azesi ‘accesit’, confirmazionis, conzedo, conzilio, eziam ‘etiam’, maurizella, ozeani, palazio, presenzia, prezio, razionem, uendizionis, zeuaaria ‘cibaria’, zibitas ‘civitas’, o Zibrianez. Y todavía a comienzos del siglo xii registra arenzada en un documento de Eslonza. La secuencia sc, o su variante sç, se mantiene en aquellas voces donde este grupo figuraba en el étimo, convertido presumiblemente en dígrafo con valor /ts/. Tras convertirse la primitiva -c- en una sibilante dentoalveolar por efecto de la yod, resultaría harto difícil la pronunciación diferenciada de los dos sonidos, /s/ y /ts/, por lo que el primero sin duda se asimilaría rápidamente al segundo, simplificándose el grupo, lo cual no fue óbice para que la escritura romance, tan proclive al conservadurismo, mantuviera la primitiva secuencia gráfica (SánchezPrieto 1998: 136). Así, por ejemplo, en el Fuero de Zamora, encontramos formas como acaescieren, crescer, conescier, enduresce o conosçuda (Carrasco 1987: 177). También de forma esporádica se registró durante la época de los orígenes del romance escrito el dígrafo sz: aszatas, efanszon, kabesza, maszanar, moszo, pedaszo, szapatero, así como su homólogo inverso, menos frecuente, zs: aranzsadas y arenzsadas, y la variante sç: masçanares. Durante los siglos x-xii también había sido frecuente el empleo de la grafía c con valor /ts/ ante vocal no palatal, en casos como macanares, Aslanca ‘Arlanza’, Eldonca ‘Aldonza’, plumacos, tierca ‘tercia’, kalcata ‘calzada’, capeca ‘cabeza’, petaco ‘pedazo’ o infancone, entre otros. Menos habitual fue el empleo del dígrafo cc con valor sordo: facca, maccanares y maccano, así como el de zz: lazza < *latiam (Menéndez Pidal 1999 [1926]: 66 y 67, § 93,4). La distribución de las grafías z, por un lado, y c, ç, por otro, en la representación respectivamente de /dz/ y /ts/, en opinión de (Menéndez Pidal 1999 [1926]: 38

65, § 92), no se manifiesta con claridad hasta comienzos del siglo xiii, y «no se afianza y generaliza sino desde hacia 1240». Sin embargo, todavía siguió siendo relativamente frecuente durante el siglo xiii el empleo en textos castellanos de la grafía z donde sería esperable hallar una c o ç, pero no por confusión fonética o inestabilidad gráfica, sino porque se trataba de una tendencia que entroncaba con la escritura visigótica «que hacía uso obligatorio de z ante a, o, u, al no estar asentado el uso de ç, que al principio era mera variante pictórica de la z» (SánchezPrieto 1998: 136).[6] Así se observa, por ejemplo, en fueros tan distantes como el de Madrid y Avilés, como ya pusiera de manifiesto hace más de un siglo R. J. Cuervo, quien propuso la siguiente explicación: los escribientes y notarios, procurando darla de latinos, aplicaban la z, letra conocida en la ortografía clásica, de preferencia á otro signo extraño. Igual inferencia puede sacarse de las escrituras en que apenas se deja traslucir el romance por entre la burda tela del latín de la edad media; en efecto las más veces en esos instrumentos se ven escritos con z vocablos que después se escribieron con ç (Cuervo 1895: 28 y 29).[7]

Pero la tendencia mayoritaria y prontamente generalizada a partir del reinado de Fernando iii, y especialmente de Alfonso x, cuando la escritura en lengua castellana adquiere una cierta uniformidad, fue, como ya hemos mencionado, el empleo de la grafía z para la representación de la sibilante africada sonora y de las grafías c/ç para representar su homóloga sorda,[8] y aunque es más habitual el empleo de c solo ante vocal palatal no son pocos los testimonios en los que la grafía ç con valor /ts/ se emplea ante cualquier vocal, quizás en un intento de sistematizar el uso de ç con valor /ts/ y el de c con valor /k/ (Sánchez 2001: 113; Cabrera 2002: 391).[9] Entre los primitivos dígrafos es todavía frecuente en textos alfonsíes, en la representación de la sibilante procedente de sc, la aparición de

[6] Así, por ejemplo, «en documentos de la catedral de Toledo incluso de mediados de s. xiii, ç es mero alógrafo de z, por lo que pueden alternar Conçalvo y Gonzalvo» (Sánchez-Prieto 2004: 441). [7] Tampoco podría descartarse, como ha apuntado C. Cabrera (2002: 389), la intención de ciertos escribas de tratar de reservar en la medida de lo posible la grafía c para un valor velar /k/. [8] Algunas tradiciones escriturarias se sirven en ocasiones de otras combinaciones gráficas para reflejar mejor el carácter africado de estas sibilantes. Es el caso del navarro-aragonés, que, en su modalidad escrituraria más influida por el occitano, además de emplear las habituales z, c y ç, recurre de forma ocasional al uso de los dígrafos tz, en voces como crotz, Crotzada y detzembre, y en los patronímicos Martineytz, Oritz o Simenitz, y tç, registrado en posición final en los patronímicos Gorraitç y Marteloitç (Ciérbide 1988: 88 y 89). [9] El empleo de ç ante vocal palatal parece mucho más habitual en la cancillería alfonsí que en la de Fernando iii (Sánchez-Prieto 2004: 441). 39

sc y, en menor medida, sç (Sánchez 2001: 114),[10] pero muy esporádico el de ti, en voces con tj etimológica, como seruitio o significationes, o el de zi (partizion), más raramente; por su parte, parecen haber quedado desterradas de la escritura alfonsí los primitivos dígrafos cc, sz y zc (Cabrera 2002: 391). 3. LA REPRESENTACIÓN DE LAS SIBILANTES AFRICADAS EN EL LEONÉS MEDIEVAL La sibilante africada dentoalveolar o dorsodental sonora /dz/ procede en asturiano-leonés de los grupos latinos -kj-, -tj- y -ktj-, así como de la consonante -k- seguida de vocal palatal, todos ellos en posición intervocálica. Por su parte, su homóloga sorda /ts/ tiene su origen en estos mismos grupos en posición posconsonántica y en ke,i en posición inicial y medial tras consonante, así como en el grupo -dj- y -ge,i- ante wua o consonante nasal o vibrante. Asimismo, parece ser una tendencia del latín vulgar la reduplicación, por razones expresivas, de la consonante ante yod, geminación que impide la sonorización de la sibilante resultante (cfr. Carrasco 1987: 182). Pueden igualmente conocer un resultado dentoalveolar africado los grupos -skj-, -stj- y -skje,i-, si bien también pueden llegar a una solución fricativa palatal /ʃ/. Asimismo, puede conocer un resultado africado de forma esporádica la evolución de s-, debido muy posiblemente a la proximidad de las realizaciones fonéticas de las sibilantes.[11] Frente al relativo rigor con el que son empleadas las grafías z, por un lado, y c, ç, por otro, en representación respectiva de las sibilantes /dz/ y /ts/ en los textos castellanos de la baja Edad Media, los textos leoneses, tanto los fueros como los documentos, se caracterizan, como ya hemos mencionado, por una enorme arbitrariedad en el empleo de estas grafías, lo cual no parece que sea únicamente achacable a la impericia de los escribas o a la falta de fijación ortográfica, máxime, como veremos, cuando los ejemplos de confusión aumenten conforme avanza el siglo. Las explicaciones propuestas por algunos autores, dada la complejidad de la cuestión, no han resultado del todo satisfactorias. Así, V. Orazi (1997: 330), en su estudio de los manuscritos leoneses del Fuero Juzgo, simplemente señala que «en posición intervocálica los resultados de la consonante oclusiva velar sorda /-k-/ seguida de vocal palatal alternan entre africada dental sorda [...] y africada dental sonora», y lo mismo señala para el caso del grupo -ty- (1997: 345), repitiendo [10] Usos que todavía «se harán más generales en el xiv y en el xv, sobre todo en verbos de la 3ª conjugación latina en -escere» (Cabrera 2002: 391, n. 65). P. Sánchez-Prieto (2004: 442) también constata que el uso de sc ante /e,i/ en las cancillerías de Fernando iii y Alfonso x «se hace cada vez más frecuente a lo largo del s. xiii», si bien es bastante infrecuente en las tradiciones escriturarias monásticas del norte de la Península, como en Oña (Burgos) o Aguilar de Campóo (Palencia). [11] Para los orígenes asturiano-leoneses de las sibilantes africadas, cfr. García Arias 2003: 185 y 189-192. 40

una opinión ya formulada por A. Alonso (1976 [1955]: 83, n. 3), quien tampoco ofrecía una explicación para esta curiosa dualidad evolutiva. También había llamado previamente la atención sobre esta cuestión C. Carrasco (1987: 182), en su estudio de los manuscritos del Fuero de Zamora, y de sus palabras parece deducirse que la evolución de -kj- y -tj- habría tenido un doble resultado en la Península: sonoro /dz/ en el centro, en castellano, y sordo /ts/ en el occidente, en portugués (Herculano 1956). El leonés, ubicado geográficamente entre los dos romances, habría participado de esta doble evolución, aunque, curiosamente –añadimos nosotros–, no generalizó una variante determinada en cada palabra concreta, lexicalizando esta dualidad, sino que una misma palabra puede aparecer escrita a lo largo de los años tanto con z como con c/ç, en ocasiones incluso en un mismo documento (Morala 1993: 102), lo que, unido a las también frecuentes confusiones entre -s- y -ss- intervocálicas, parece revelar la existencia de una posible indistinción fonológica como trasfondo. No debe descartarse tampoco la posibilidad de que esta aparente indistinción se diera únicamente en el plano gráfico, como ha señalado C. Cabrera (1992:16): En tal caso, estaríamos ante un problema de tradición ortográfica, en el sentido de que dentro del ámbito leonés se sigue dentro de una línea «pre-alfonsí», frente al caso de los copistas castellanos, vinculados más claramente a la tradición alfonsí. Así, pues, habría que comprobar si es posible detectar alguna norma en cuanto al comportamiento gráfico de las dentoalveolares africadas en leonés o todo obedece a una simple cuestión de falta de uniformidad gráfica.

Y en otro lugar (2002: 392) afirma: La aparente confusión entre (ç) y (z) está también justificada en el hecho de que si bien (ç) es una grafía generada a partir de los usos de la (z) con copete, no ha de olvidarse que realmente (ç) no es en el fondo algo distinto a (z), si bien en una tradición como la alfonsí haya adquirido el tratamiento de una grafía distinta. A pesar de que esta interpretación será la más extendida en la época medieval, no podemos perder de vista que en otras tradiciones documentales puede haberse seguido utilizando (ç) como algo no distinto a (z), y por lo tanto estos documentos no podrían interpretarse desde la óptica de la tradición ortográfica alfonsí.

Ahora bien, se trate de un fenómeno de confusión fonética o de simple alternancia gráfica, debido a una falta de fijación, lo cierto es que N. Sánchez (2001: 119), en su estudio de más de 600 documentos emitidos por la cancillería alfonsí dirigidos a los diferentes dominios de la corona, tan solo encuentra posibles ejemplos de la confusión entre sibilantes sordas y sonoras en los documentos dirigidos a Galicia y al antiguo reino de León (en casos como diçen, diçer, doçientos, façer, feçieron, feçiesse, fiço, raçon, saçon o ueçinos, por un lado, y cabezas o conozuda, por otro), lo que en su opinión podría deberse a la posible presencia en la cancillería 41

de escribanos o amanuenses de origen leonés que trabajaban a las órdenes de los notarios, o de sabedores expertos en las leyes y usos de cada reino, que conocerían también el léxico y la variedad lingüística de cada zona, entre los cuales habría también de procedencia leonesa (Sánchez 2002: 175-177).[12] A continuación ofrecemos una serie representativa de ejemplos correspondientes al empleo de las grafías z y c/ç en la documentación notarial leonesa redactada durante el reinado de Alfonso x, clasificados en función de la posición en la palabra y del contexto fonético en el que se encuentra la sibilante.[13] 3.1. Las grafías z y c/ç en posición inicial En posición inicial de palabra predominan mayoritariamente, en las tres colecciones analizadas, las grafías c, ç. Los ejemplos son muy diversos: çapatero, çedacero, cellero / çellero, cena, çendal, centeno / çenteno, cera, cien / çien, ciensso, cierto, cessar, cestos, ceuar, ceuera, ceuada / çeuada, cerca / çerca, cercar, cerco, cirios, cito ‘citó, ciudat / çiudat, cemiterio, cinco / çinco, cinquaesma y cinquenta / çinquenta; a los que podemos sumar los topónimos Çamora, Cea / Çea, Celoca, Cespedes y Cibdad y los antropónimos Çaluador, Ceron / Çeron, Ceuera / Çeuera, Ceygo, Cibrian, Cibrianez, Cidron y Çoriego. De forma minoritaria registramos el empleo de la grafía z en posición inicial, especialmente en las escribanías centrales y occidentales, pero no así en las orientales, donde tan solo hallamos un ejemplo, correspondiente a la forma zapatero, recogida en un documento de 1254, frente a la forma çapatero, recogida en dos documentos de 1255 y 1280. Se trata de una voz de origen incierto, en cuyo étimo podría figurar una sibilante sonora, lo que explicaría la vacilación gráfica, que también tiene lugar en la documentación de León y Carrizo, en las que predominan las formas con z. En los documentos procedentes de León hallamos esporádicamente ejemplos de esta grafía, en las formas zelemines, zellarero, zeria ‘cera’ (con epéntesis de yod, fenómeno característico del leonés) y zeuada, y sistemáticamente en los derivados de *serrare, zarrada, zarradas y zarraronles, recogidos en un mismo documento, así como en los topónimos Zamora y Zepeda, y en los antropónimos Zagin y Zagui, de origen incierto. Por su parte, en la colección de Carrizo, figuran los ejemplos siguientes: zaphyra, zelleriza, zera, zerca y zerrado, repartidos en diversos documentos. Mucho más frecuente es el [12] También hay que considerar la opción de que «en algunas ocasiones se reprodujeran en la cancillería documentos procedentes de la zona correspondiente» (Sánchez 2002: 175), o que, en el proceso de respuesta a los documentos dirigidos al rey, los escribas se acomodaran, quizás de forma automática, a los usos gráficos del documento enviado. [13] En este estudio nos centraremos tan solo en los posibles casos de confusión promovidos por el hipotético ensordecimiento de las sibilantes. Para un estudio parcial de los trueques de las sibilantes, en función del punto o el modo de articulación, cfr. Marcet 2012. 42

empleo de la grafía z en los nombres propios: Zamora, Zenteno, Zete, Zezilia, Zibrian, Zibrianes y Zotes, presentes también en varios documentos. 3.2. Las grafías z y c/ç en posición medial preconsonántica En ocasiones aisladas, la sibilante africada queda en posición final de sílaba como consecuencia de la síncopa de la vocal postónica, como sucede en vizconde < vic(e)comiten o diezmo < dec(i)mum. Predomina ampliamente en estos casos el uso de la grafía z, pues tan solo registramos un ejemplo correspondiente a la grafía ç, en la forma dieçmos, en un documento de Carrizo de 1276, frente a la variante diezmo(s), recogida en otros siete documentos de Carrizo, en nueve documentos de León (junto a las variantes dezmo y dizmo y sus derivados dezmero, dizmero y dizmar) y en siete documentos de Sahagún. También en la colección de Sahagún, en un documento de 1255, figura en dos ocasiones la forma bizcomde. Igualmente se recurre a la grafía z para representar la sustitución por una sibilante de una consonante oclusiva al quedar en posición implosiva, según es característico del castellano, a diferencia del leonés, donde la consonante implosiva se reemplaza por una /l/. El único ejemplo registrado corresponde a la forma padronazgo (< patronat(i)cum), recogida en un documento de León de 1266 (frente a los más comunes padronadgo o padronalgo, en esa misma colección). También parece ser este el caso de Guzber, Guzberte y Guzman, procedentes muy posiblemente de antropónimos germánicos formados sobre la raíz gut- ‘bueno’,[14] que se encuentran recogidos en diversos documentos de Sahagún, siempre con la grafía z. 3.3. Las grafías z y c/ç en posición medial posconsonántica Las grafías mayoritarias son c/ç, como sería de esperar, pues en esta posición la evolución de las consonantes asimiladas debería dar un resultado sordo. Muchos son los ejemplos, y presentes en las tres colecciones, con formas como: alçar, alcese, arcediano / arçidiano, arcepestre / arçepestre, arçobispo, calçada, calçador, cancellado / cançellada, conceyo / conçeyo, encienso / ençienso, encerrada, ençima, ffuerça, frances / françes, mancebas / mançebo, março, merced, nacir, onçe, pitança, principales, principe, quinçe, quatorçe, renunciamos / renunçiamos, tercero, uencisse / uençiessen o ynfançones. Estas son también las grafías predominantes en los cultismos o semicultismos en los cuales se ha conservado la yod: absencia, anciana, auenencia / auenemçia, conciencia, conuenencia, criancia / criançia, denunciar, enfforcion, entencion / entençion, estoncia ‘entonces’, excepcion, forcia (junto al popular fuerça), ganancia, herencia, instancia, laurancias, licencia, marcio (junto al popular março), mencion, [14]

Cfr. Faure 2002, s.v. Guzmán. 43

obedencia, outorencia, pertenencia / pertenençias, pitancia / pitançia (junto al popular pitança), pregancias, presencia / presençia, renenbrancia, renuncia, reuerencia, semblancia, sentencia / sentençia, tenencia o tercio. Asimismo, es muy habitual el empleo de las grafías c/ç en los topónimos (Bercianos / Berçianos, Matança, Murcia, Oronçana, Palencia, Palençuela, Plazençia, Seguença, Valencia o Ynçina) y antropónimos (Aldonça, Costança, Francisco, Garcia / Garçia, Garçon, Gonçalo, Gonçalez, Lorenço, Mançio, Marcel / Marçel, Mençia, Ponce o Vençeyo). Tiene lugar con cierta frecuencia en la documentación notarial del período alfonsí, continuando una tendencia manifestada durante el reinado de Fernando iii (Marcet 2006: 2518 y 2519), la aparición de la grafía z en posición medial posconsonántica. Los ejemplos, muy variados, se reparten entre las tres colecciones documentales; así, entre los nombres comunes contamos con alzado, alzaronseye, arzobispo, auenenza, calzador, calzar, calzas, calze ‘cáliz’, catorze, comenzaua, conzeyo, lanza, marzo, onze, onzeno, quatorzeno, quinze o semblanza, así como con las formas semicultas auenenzia, ençienzo, estuenzia, forzia y terzia (pertenecientes todas ellas a la documentación de León), los antropónimos Aldonza, Descalzo, Florenza, Garzia, Gonzalez, Gonzalo o Lorenzo y los topónimos Berzianos, Calzada, Infanzones, Murzia, Oronzana, Plasenzia, Pinza, Salzedo o Ualdesalze. Pese a su diversidad, el número de ejemplos de estas formas con z suele ser muy reducido, en comparación con las formas con c/ç, salvo en el caso de los antropónimos Aldonza, Gonzalez y Gonzalo, en los que predomina ampliamente el uso de esta grafía, lo cual puede explicarse recurriendo al étimo de estas voces, ald(eg)undia y gund(i)saluus, cuyas secuencias originales -dj- y -d’s- habrían dado un resultado /dz/, frente a la variante ensordecida /ts/. 3.4. Las grafías z y c/ç en posición medial intervocálica Las mayores muestras de confusión entre las grafías z y c/ç tienen lugar en posición intervocálica. Así, en la colección de Sahagún, hallamos las siguientes muestras de vacilación o alternancia:[15] cellerizo (7) ~ celleriço (24), cognozuda (2) ~ conocida (27), dezembrio (6) ~ deçembrio (1), dezir (16) ~ diçen (1), (des) fazer (116) ~ facer (23), dozientos (8) ~ doçientos (5), empeezer (1) ~ enpeçiesse (1), pagizas (2) ~ pagiço (1), pertenezen (2) ~ pertenece (6) , razon (13) ~ raçon (1) y trezientos (6) ~ trecientos (2), así como el topónimo Galizia (23) ~ Galliçia (6) y los antropónimos Lazaro (1) ~ Laçaro (1) y Molazino (1) ~ Molaçino (2). En la documentación de León la alternancia gráfica alcanza a las siguientes voces: acaezir (5) ~ acaeçir (8), alfozeros (1) ~ alfoceros (2), aparezir (1) ~ aparecer [15] Por su relevancia, dado que en esta posición es donde mejor puede apreciarse la oposición entre sibilantes sordas y sonoras, incluimos entre paréntesis el número de ocurrencias de cada ejemplo, en el que se incluyen las diversas variantes gráficas o morfológicas de cada voz. 44

(12), cabeza (2) ~ cabeças (4), cabezero (4) ~ cabeceros (4), codezildo (4) ~ codecillo (6), colazo (1) ~ collaço (4), compezo (3) ~ compeço (2), conozida (30) ~ conoçida (47), contradezir (7) ~ contradiçion (1), cozedra (5) ~ cocedra (5), çedazero (1) ~ çedacero (1), dezembrio (12) ~ decembrio (5), dezir (107) ~ decir (21), doze (2) ~ doçe (6), dozientos (16) ~ doçientos (1), emplazar (53) ~ enplaço (2), fazeruelo (5) ~ faceruelo (5), fazer (416) ~ facer (98), iazen (2) ~ iaçen (2), luzielo (1) ~ lucielo (2), monazino (4) ~ monaçino (1), mozo (1) ~ moço (4), perteneze (4) ~ pertenecen (4), plaza (5) ~ plaça (1), plazer (10) ~ placer (1), plazo (36) ~ plaço (3), pozo (3) ~ poço (3), razon (108) ~ raçon (9), razonaron (4) ~ raçonar (1), treze (1) ~ treçe (2), trezientos (11) ~ trecientos (1), vezes (59) ~ ueçes (2), vezino (14) ~ vecinos (3) y xumazo (13) ~ xumaço (3); así como a los topónimos Carrizo (7) ~ Carriço (1), Galizia (17) ~ Galicia (21) y Palazuelo (4) ~ Palaçuelo (6); y a los antropónimos Colazo (1) ~ Collaço (4) y Lazaro (12) ~ Laçaro (2). En la documentación de Carrizo son igualmente numerosos los aparentes casos de vacilación fonética, como se observa en los siguientes pares: aparezio (2) ~ aparecio (6), cabeza (2) ~ cabeça (1), conozida (15) ~ conocida (78), contradizir (2) ~ contradecir (13), cozedra (2) ~ cocedras (1), dezembrio (6) ~ decembrio (4), dezir (35) ~ decir (14), dezimas (1) ~ decima (1), dozientos (9) ~ docientos (5), enpeeze (1) ~ empeeçe (2), fazer (327) ~ (des)fazer (138), iaze (30) ~ iace (14), iuyzo (1) ~ iuiço (2), monazino (1) ~ monaçino (1), plazer (2) ~ placer (1), plazo (35) ~ plaço (1), razon (16) ~ raçon (5), remaneze (1) ~ remanece (20), rezebimus (9) ~ recibir (128), tozinos (1) ~ tocinos (2), treze (2) ~ treçe (3), trezientos (7) ~ treçientos (10) y uezinos (1) ~ uecinos (2); así como en los topónimos Audanazes (19) ~ Audanaces (4), Carrizo (95) ~ Carriço (44) y Galizia (14) ~ Galiçia (14); y en los antropónimos Aparizio (1) ~ Aparicio (55), Lazaro (1) ~ Laçarez (1), Mazias (1) ~ Macias (13), Razado (1) ~ Raçado (1) y Veziella (4) ~ Veyçiela (2). Como puede observarse, en algunas voces el número de ejemplos con z y c/ç es bastante similar, lo que podría dar validez a la hipótesis de que el leonés, por su ubicación entre el centro y la periferia occidental de la península, participa de la doble evolución de -kj- y -tj-, que ofrece un resultado mayoritariamente sonoro en el centro y sordo en el occidente. Sin embargo, más numerosos son aquellos casos en los que predomina claramente una de las dos grafías (habitualmente z), lo que en nuestra opinión parece indicar que los minoritarios ejemplos opuestos podrían considerarse como manifestaciones puntuales de un incipiente proceso de ensordecimiento de las sibilantes que se estaría dando en la zona. Frente a esta dualidad de casos, existen voces que, dentro de una misma colección, son sistemáticamente transcritas –si bien en ocasiones con tan solo uno o dos ejemplos– ya sea con c/ç o con z (aunque su número es demasiado elevado para incluirlas aquí). Queremos destacar aquellos casos en los que se emplea la 45

grafía z para reflejar una sibilante cuyo étimo difícilmente podría haber dado un resultado sonoro, como sucede con las formas azada, azadon y azuela, con -skj-, que sumadas a las ya aparecidas collazo, con -ktj-, y conozir, perteneze o remaneze, con -ske-, parecen poner de manifiesto la puesta en marcha en tierras leonesas del colapso del subsistema de las sibilantes. En aquellas palabras en las que las secuencias -tj-, -kj- o -skj- han recibido un tratamiento semiculto, con mantenimiento de la yod, predominan ampliamente en las tres colecciones las grafías propias de la sibilante sorda. Los ejemplos son muy variados: appellacion, arcidiano, beneficio, collacion, computaciones, condicion, contradicion, deuocion, donacion, especialmientre, estimaçion, ganancias, generacion, gracia, incarnacione, inicio, iuiçio, iusticia, licencia, maldicion, maleficio, malicia, naçion, obligaçion, officio, oraçion, ordenaçion, otorgacion, palacio, particion, precio, presentacion, primicias, procuracion, purificacion, raçion, renunçiacion, rouracion ‘roboración’, rrestituciom, sacrificios, seruicial, seruicio, transfiguracion o vendicion. Muy raramente hallamos la grafía z, a juzgar por el único ejemplo registrado en la documentación de Sahagún, iuizio,[16] recogido en un temprano documento de 1252, y por las formas, partizion y procurazion, a las que podemos sumar lizencia, registradas en la colección de Carrizo, donde encontramos también casos de vacilación ortográfica (en grazia (1) ~ gracia (34), rourazion (2) ~ rouoracion (120) y uendizion (1) ~ vendicion (152)), al igual que en León (espezialmentre (1) ~ especialmientre (24), juicio (39) ~ juicio (5), offizio (2) ~ officio (1), perpagazion (1) ~ perpagacion (4) y precio (1) ~ precio (13)). Es frecuente en las tres colecciones la aparición de la secuencia sc/sç en voces que poseían este grupo en su étimo. Lo más probable, como ya hemos señalado anteriormente, es que se trate de un dígrafo con valor /ts/, con asimilación de la antigua sibilante apicoalveolar, mantenido por inercia escrituraria o prurito latinizante. Así pues, encontramos formas como acaesçise, aparescir, conosçer (y demás formas conjugadas del verbo), descende, nascen, pascen, pertenesçer, reconoscio o remanesce. Por analogía gráfica con estas voces, hallamos el empleo de esta secuencia sin justificación etimológica en las formas jurisdiscion, suscesores (ambas en la documentación de León) y vescino (en un documento de Carrizo), así como el antropónimo Visçentez. También registramos esta secuencia, aunque en este caso por analogía con las formas simples dos y tres, en los numerales doscientos y trescientos (en las colecciones de Sahagún y Carrizo), donde se ha introducido una -s- antietimológica (cf. con el latín clásico ducenti y trecenti). [16] Es muy probable que esta voz conociera una evolución popular con sonorización de su sibilante, a juzgar por los muchos ejemplos con z con los que se registra durante la Edad Media, así como por la existencia de la variante juizo, con absorción de la yod. Cfr. Líbano 1998: 145 y Mancho 1998: 156 y 158. 46

También podemos atribuir un valor /ts/ a la secuencia etimológica cc conservada en las formas successor(es) y successione(s), recogidas en la colección de León, y que merecen ser consideradas como cultismos gráficos. Tan sólo en una ocasión registramos la aparente variante sonorizada del dígrafo etimológico, recogida en la forma connoszuda, en un documento de Sahagún de 1257, aunque más extraña resulta la combinación zc que figura en la forma fazcemos, en otro documento de Sahagún de 1257, y que podría considerarse como una valiosa muestra de la indistinción de la sonoridad de las sibilantes africadas en posición intervocálica. 3.5. Grafías z y c/ç en posición final En posición final de palabra cabría esperar hallar la sibilante africada sorda, a juzgar por la tendencia general de los romances hispánicos a ensordecer las consonantes finales, con la excepción de las nasales y las líquidas. Pese a ello la escritura leonesa, al igual que la castellana, generaliza, ya desde la época de Fernando iii (Marcet 2006: 2517 y 2518), el empleo de la grafía z, lo que ha llevado a algunos lingüistas a sospechar que en posición final de palabra la sibilante africada tenía un carácter sonoro.[17] Los ejemplos son muy variados, y se registran por igual en las tres colecciones: aprentiz, contumaz, cruz, juiz, paz, rapaz, rayz, vez o voz, así como en otros vocablos donde posteriormente se restituyó la vocal perdida, como en las formas verbales diz, faz, fiz, pertenez, remanez o yaz. Los únicos casos en los que se registra la grafía ç son fiç y ueç, recogidos en tres documentos de Carrizo redactados entre 1276 y 1279. Más frecuente es el empleo de la grafía ç en los patronímicos, como se observa en las formas Diaç, Pelaeç, Ffagundeç, Martineç y Peyreç, en diversos documentos de la colección de Sahagún, y Aluareç, Dieç, Domingueç, Gonzaleç, Gonzalueç, Lopeç, Pelaç, Pereç, Suareç y Xemeneç, en varios documentos de Carrizo. Pero siguen siendo mucho más frecuente, con una abrumadora mayoría, las formas con z, repartidas indistintamente en las tres colecciones: Abrilez, Adrianez, Alvarez, Antholinez, Aznarez, Beneytez, Bonifaz, Cibrianez, Cidiz, Crementez, Cristoualez, Diaz, Diez, Domingez, Esidrez, Esteuanez, Fagundez, Felipez, Fernandez, Ferrandez, Florez, Frolaz, Galuanez, Garciaz, Gomez, Gonzalez, Gonzaluez, Grimaldez, Guillelmez, Gutierrez, Hortiz, Iacopez, Ioannez, Iordanez, Julianez, Justez, Laçarez, Lobonez, Lopez, Lorentez, Lorenz, Martinez, Melendez, Mendez, Miguellez, Minguez, Munniz, Nunnez, Ordonnez, Ossoriz, Pedrez, Pelaez, Perez, Ramirez, Rodriguez, Roiz, Sabastianez, Sadorninez, Saluadoriz, Sanchiz, Simonez, Suarez, Tellez, Tomez, Uelidez, Uiuiaez, Velasquez, Vermudez, Vicentez, Yaguez, Xemenez, etc. La [17] Puede encontrarse un amplio análisis de esta cuestión, con hipótesis tanto a favor como en contra, en A. Alonso 1988 [1969]: 158-172. 47

grafía z es la única que se documenta en los restantes antropónimos (Baganz, Barraz, Beatriz, Briz, Feliz, Luz, Nariz, Ponz, etc.) y en los topónimos (Alcaraz, Badalloz, Castroxeriz, Gormaz, Soutez, Val de Borraz, Uillafeliz, Vilauicenz, Villeperez, etc.), así como en los arabismos (alfierez y alfoz). De forma muy esporádica se registra el empleo de un alógrafo de ç consistente en una t con cedilla, que parece ser un rasgo característico del notario Domingo Díaz,[18] autor de tres documentos conservados en la colección de Sahagún, y compuestos entre 1263 y 1266, en los que aparecen los antropónimos Diaç, Ffagundeç, Martineç y Peyreç. 4. CONCLUSIONES Hemos observado a lo largo de estas páginas que las alternancias entre z y c/ç son constantes a lo largo de todo el reinado de Alfonso x, muy numerosas en posición intervocálica, y que afectan tanto a la sibilante que por su origen debería ser sonora (y así encontramos formas como decir, facer, poço, raçon, ueçinos, etc.) como a la sorda (con ejemplos como aparezir, azada, conozida, pertenece, plaza, etc.). Igualmente llamativas, a nuestro entender, aunque sean menores en frecuencia, resultan las alternancias gráficas en contextos en los que tan solo habría posibilidad de una sibilante. Es lo que sucede en posición inicial, donde, pese al claro predominio de c/ç, también registrábamos diversos casos de z (zellarero, zeuada, zerca, etc.), o en posición implosiva, donde de forma ocasional también se transcriben con z incluso aquellas sibilantes precedidas por una consonante sorda (como arzobispo o marzo), o que han mantenido la yod posterior (como forzia o terzia), incluyendo diversos nombres propios (Garzia, Berzianos, Murzia). Igualmente conviene destacar los diversos casos en los que figura la grafía z en voces de procedencia culta o semiculta (como espezialmente o procurazion). Menos significativos nos parecen los escasos ejemplos de alternancia que tienen lugar en posición inicial y final de palabra, donde el contexto podría haber favorecido la sonorización de la sibilante original. Pero, en cualquier caso, lo que vienen a confirmar estos ejemplos es que no hay ningún contexto en el que, en mayor o menor grado, no se produzca la alternancia entre z y c/ç. El hecho de que la alternancia gráfica se produzca en contextos donde no cabría esperar una oposición fonológica entre las dos sibilantes, o donde sería imposible hallar una determinada sibilante debido al contexto fonético, podría considerarse como una demostración de que, en la tradición escrituraria leonesa del siglo xiii, ambas grafías eran equivalentes, y podían emplearse indistintamente tanto en la representación de /dz/ como en la de /ts/. Y quizás no sería descabellado suponer que esta alternancia puramente gráfica también sería admitida en [18] 48

Cfr. Fernández, 1994, docs. nº 1794, 1801 y 1802.

posición intervocálica, donde sí se daba la oposición fonológica entre la sibilante sorda y la sonora. No podemos olvidarnos, a este respecto, del hecho de que, en sus orígenes, ç era una variante gráfica de z, o de que, en la escritura documental leonesa, el empleo de z en la representación de /ts/ fue muy frecuente hasta el siglo xii. Igualmente debemos tener presente que en la escritura medieval, y especialmente en el siglo xiii, son varias las grafías o dígrafos empleados alternativamente en la representación de sonidos opuestos, como ll y l en la representación indistinta de /l/ y /ʎ/, nn y n en la de /n/ y /ɲ/, o rr y r en la de /r/ y /ɾ/,[19] por no hablar de los usos polifónicos de grafías como i, j, u o del dígrafo ch. Así pues, los argumentos para pensar que la alternancia entre z y c/ç sea una cuestión puramente gráfica, una peculiaridad de la tradición escrituraria leonesa,[20] existen. Ahora bien, no deja de resultar, tampoco, llamativo el hecho de que, ya en la segunda mitad del siglo xiii, una vez que se ha generalizado la escritura en romance en las notarías y escribanías y, en líneas generales, se tiende a una distribución más «ordenada» de determinadas grafías, buscando una correspondencia unívoca entre sonidos y grafías (como sucede, por ejemplo, en la representación de /ʎ/ o /ɲ/), aunque sin abandonar enteramente los usos poligráficos y polifónicos, los escribas leoneses no tiendan a regular el uso de z y c/ç. Con respecto a la representación de las sibilantes en la documentación leonesa redactada durante el reinado de Fernando iii (Marcet 2006), en la primera mitad de la centuria, hemos observado que, en líneas generales, aumenta considerablemente el número de ejemplos en los que se emplea la grafía z en contextos en los que etimológicamente debería figurar la sibilante sorda, como en posición inicial o posconsonántica, o en la evolución de secuencias como -ktj- o -ske-, o en aquellas voces cultas o semicultas en las que se mantiene la yod. Tampoco disminuyen, por su parte, el número de vocablos que, debiendo contener una sibilante sonora por su étimo, son transcritos mediante las grafías c o ç. Por el contrario, como hemos podido comprobar en otra ocasión (Marcet 2007 y 2010), la regularización sí afecta de forma evidente, como ya hemos indicado, a otras grafías, como es el caso de ll y l, las cuales, a media que avanza la centuria, tienden claramente a especializarse en la representación de un solo [19] Pese a la alternancia, en estas parejas cada grafía era mucho más habitual en la representación de uno de los dos sonidos (ll en el de /ʎ/ y l en el de /l/, nn en el de /ɲ/ y n en el de /n/, y rr en el de /r/ y r en el de /ɾ/), pero ya hemos visto como z y c/ç son también más habituales en la representación, respectivamente, de /dz/ y /ts/ o en determinados contextos fonéticos (como z en posición final de palabra o c/ç en inicial). M. J. Torrens (2005:1386) también señala la conveniencia de relacionar la alternancia de las grafías n, r y l y sus homólogas geminadas en la representación de las consonantes palatales con las aparentes confusiones entre s y ss. [20] Como había sugerido C. Cabrera (1992 y 2002). 49

sonido, /ʎ/ y /l/, respectivamente, especialización en la que es posible que hubieran ejercido cierto influjo homogeneizador los usos escriturarios procedentes de la cancillería real y el scriptorium alfonsí. El hecho de que las grafías empleadas en la representación de /dz/ y /ts/ no solo no escapen a esta tendencia a la regularización, sino que, además, se vuelvan más permeables, y aumente la frecuencia con la que se alternan, independientemente de su origen etimológico o de su posición en la palabra, podría considerarse como una prueba de que, quizás, en esta mayor resistencia a la fijación ortográfica de z y c/ç, o en su mayor intercambiabilidad, durante la segunda mitad del siglo xiii, pudiera haber igualmente influido un cierto colapso del subsistema de las sibilantes en el romance leonés originado por una propensión al ensordecimiento de las antiguas sonoras. Por lo que respecta a las diferencias existentes entre las tres colecciones analizadas, y a diferencia de lo que comprobamos que sucedía durante el reinado de Fernando iii, no hallamos en esta ocasión diferencias verdaderamente significativas en las tres regiones, si bien es cierto que, en los documentos procedentes de Sahagún, en los confines orientales del dominio leonés, es menos frecuente el empleo de z al inicio de palabra, o en posición intervocálica y posconsonántica en los cultismos. Por otro lado, precisamente en la colección de Sahagún encontrábamos secuencias gráficas tan inusuales como sz (connoszuda) y zc (fazcemos), aunque en documentos compuestos en los años cincuenta, en los inicios del reinado de Alfonso el Sabio, sin que se vuelvan a registrar posteriormente. Parece, por lo tanto, que la proximidad de Castilla y sus usos escriturarios más regulares en la representación de las sibilantes, sí pudo haber ejercido cierto influjo en las notarías orientales de León.

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EL ESPAÑOL DE ALONSO DE FREYLAS. UN MÉDICO DE JAÉN A COMIENZOS DEL SIGLO XVII M.ª Dolores Rincón González Universidad de Jaén

1. ACERCA DEL EQUIPO DE INVESTIGACIÓN Humanismo Giennense DE LA UNIVERSIDAD DE JAÉN (HUM 669 PAI) Como grupo de investigación se halla incluido en el correspondiente catálogo del Plan Andaluz de Investigación desde el año 2000, lo que no significa que comenzara en ese momento su andadura. Su precedente hay que situarlo en dos proyectos subvencionados por el Instituto de Estudios Giennenses (19931999) que permitieron establecer un catálogo de los materiales objeto de estudio. Paralelamente los componentes de ambos proyectos eran miembros de un grupo de investigación coordinado por la Universidad de Granada, que tenía, y mantiene, como objetivo principal la recuperación de las fuentes latinas de Andalucía Oriental, en concreto, de las fuentes renacentistas. En consonancia con el sorprendente desarrollo, particularmente en España, de los estudios de latín renacentista, neolatín, o latín humanístico, junto con investigaciones versadas en manifestaciones literarias, culturales, filosóficas y espirituales del Humanismo, se fueron ampliando y diversificando las líneas de investigación. En el caso de Jaén se había visto desde hacía tiempo la necesidad de establecer un equipo de investigación independiente y específico dada la importancia del Renacimiento en la provincia, de sus manifestaciones artísticas, literarias y culturales surgidas como efecto de determinados planteamientos humanistas. La creación de la Universidad de Baeza y otros centros educativos, la existencia de una imprenta al amparo de tales establecimientos y la presencia, en la provincia, de destacadas figuras del mundo intelectual del Siglo de Oro eran claras evidencias de una actividad humanística peculiar que había sido escasamente estudiada. Esta situación supuso un reclamo para la constitución del correspondiente equi55

po de investigación. En su composición se tuvo muy presente que el Humanismo constituyó un fenómeno cultural de carácter interdisciplinar y que, por lo tanto, su estudio debería estar vinculado a diversas ramas de las Humanidades, rasgo que distingue al equipo que forma nuestro grupo de investigación Humanismo Giennense, integrado por especialistas de varias filologías (latina, griega, hebrea, hispánica y románica), un historiador y una documentalista. Sus principales líneas de investigación son: i) Manifestaciones del Humanismo en la provincia de Jaén, con especial atención al foco humanístico de la Universidad de Baeza. Dentro de este ámbito se llevó a cabo, en colaboración con la Universidad Joao Pessoa (Brasil), un proyecto financiado por la Agencia de Cooperación Internacional (c/016711/08) sobre el problema judeoconverso. ii) Producción literaria neolatina. Estudio, edición y traducción, en su caso. iii) Humanismo médico. iv) Imprentas y bibliotecas en Jaén, con especial atención a la presencia de las obras de Erasmo en las bibliotecas históricas de la provincia; en este aspecto el grupo está vinculado al Proyecto i+d del Ministerio de Educación y Ciencia (hum2005-04123) Bibliotheca Erasmiana Hispanica liderado por la Universidad de Córdoba. v) Actividad cultural y humanística del episcopado giennense.

La labor del grupo se ha traducido en una veintena de libros, edición de actas de congresos, catálogos de exposición, además de cerca de sesenta artículos en revistas especializadas, y múltiples aportaciones a congresos. En este momento están en proceso tres tesis doctorales y se diseña el proyecto de una cuarta, todas centradas en el estudio y edición de textos de autores concretos, así como el estudio de fuentes documentales y archivísticas sobre el mismo período. 2. EL ESPAÑOL DEL MÉDICO ALONSO DE FREYLAS Como ya hemos indicado, uno de los objetivos de la investigación del grupo se centra en el “Humanismo médico”. La sola referencia a Juan Huarte de San Juan, doctor por Alcalá y bachiller en Artes por Baeza, permite vislumbrar, de manera general, la importancia de la actividad de los médicos en este periodo. Su Examen de ingenios para las ciencias es referencia obligada en materia diferentes; su influencia alcanzó no solo a la psicología, también a otras materias como el arte del buen gobierno, la pedagogía, la retórica o la ciencia general del lenguaje por citar algunos aspectos (vid. Rincón 2004 y 2006). Varios miembros del grupo hemos llevado a cabo investigaciones en torno a la medicina y los médicos en Jaén obteniendo como resultado diferentes ediciones, estudios y traducciones de la obra de determinados médicos del cabildo, especialmente de Alonso de Freylas (1550-1624) (vid. Rincón 2011a) y de Juan Gutiérrez Godoy (1579-1656) (vid. Cózar 1999 y Rincón 2011b), y ello no sin 56

antes haber publicado un estudio bio-bibliográfico de la medicina y los médicos en Jaén durante los siglos de referencia (vid. Rincón 1997). Precisamente con la finalidad de rescatar unos textos significativos en su campo y al mismo tiempo facilitadores de un acercamiento a ciertos rasgos del habla culta de Jaén a finales del siglo xvi hemos editado dos tratados del doctor Alonso de Freylas (vid. Rincón 1999), uno relacionado con la epidemia de peste y el otro vinculado al tema de la melancolía. El médico Alfonso de Freylas nació en Jaén alrededor de 1550 y murió en esta misma ciudad en 1624. Existen indicios, aún por confirmar, de su probable origen judeo-converso. Estudió en la Universidad de Alcalá y allí fue discípulo de Valles, representante de lo que se conoce como “neoescolasticismo contrarreformista”, línea en la que también debemos inscribir a nuestro autor (vid. Bravo 1990). Ejerció su profesión en Córdoba y de allí fue llamado por el Cabildo de la Catedral de Jaén para desempeñar las funciones de médico del cabildo y de cámara del obispo, el cardenal D. Bernardo de Rojas y Sandoval. Cuando el cardenal fue promovido al arzobispado de Toledo, Alonso de Freylas lo siguió como médico de cámara y del Cabildo de Toledo, lo que no le impidió regresar a Jaén ante los brotes de peste de comienzos del siglo xvii (1601, 1602) (vid. García Sedeño 1953 y López Arandia 2000-2001). A través de la documentación que obra en los archivo de Jaén, se deduce su fama y su conocimiento y autoridad en la materia relacionada con la peste, de hecho no solo se implicó como médico,[1] también actuó como asesor del concejo en lo referente a la aplicación de medidas sanitarias a toda la población. La eficacia de tales medidas movieron al entonces obispo D. Sancho Dávila y Toledo a impulsar la publicación de dos de sus tratados sobre la peste que, aunque de distinta envergadura, avalan su inclusión en la nómina de los epidemiólogos más insignes del siglo xvii. Nos referimos al Conocimiento, curación y preservación de la peste y el Arte de descontagiar las ropas de seda, telas de oro y plata, tapicerías y otras cosas. Entre sus actuaciones como médico, hubo de testificar también en el proceso de beatificación de San Juan de la Cruz; su testimonio está recogido en el correspondiente manuscrito que se conserva en el Archivo de la Catedral (vid. Arco 2006). A la faceta de médico hay que añadir la de Familiar del Santo Oficio. Junto a los tratados referidos publicó el opúsculo Si los melancólicos pueden saber lo que está por venir con la fuerza de la imaginación. Las tres piezas fueron editadas en un mismo volumen en 1606 por el impresor baezano Fernando Díaz de Montoya en un taller improvisado en Jaén en el domicilio del autor. El volumen supone un hito para la historia de la imprenta en la capital ya que se trata del primer texto impreso en esta ciudad. [1] El meritorio esfuerzo del médico en contacto con los apestados aparece reflejado en las Actas Capitulares (22 de abril de 1602, s./f.) del Archivo Histórico Municipal de Jaén (vid. López Arandia 2000-2001). 57

Aparte de estas obras, de acuerdo con la referencia de Palau y Dulcet (19481977), en el Índice de libros prohibidos de 1747 se incluyó como obra de Freylas la titulada Conservación de la salud del cuerpo y del alma editada en 1606; sin embargo, no ha sido localizado ningún ejemplar y tal vez se trate de un error de catalogación dado que el título coincide con una obra de Álvarez de Miraval, médico de Carmona. El tratado sobre la peste, como hemos indicado, fue escrito a raíz de la epidemia que asoló la ciudad en 1602. Consta de tres partes a las que de manera programática el autor añade, como anexo o cuarta parte, El Arte de descontagiar, con el que propone medidas higiénicas de carácter profiláctico y preventivo en circunstancias tan dramáticas como fue aquel terrible brote de peste. Este apéndice al primer tratado tiene la naturaleza de un manual de desinfección práctica y se ocupa de las medidas que se deben tomar para evitar el contagio en alimentos, muebles, todo tipo de objetos e incluso animales domésticos. El otro opúsculo, Discurso sobre los melancólicos, reunido en seis folios sin numerar, es de carácter médico-filosófico. Por los planeamientos que encierra, es fácil intuir que se puede tratar de la respuesta a una consulta que le habría sido realizada como médico del cabildo sobre un tema de actualidad como fue el de la melancolía, asunto de gran interés entonces como lo evidencian los escritos de autores muy destacados.[2] Las consultas al médico del cabildo fueron práctica relativamente frecuente y en muchos casos, como ocurrió entonces, la respuesta, obedeciendo a un interés general, se imprimió para ampliar su divulgación, en este caso, suscitada también por el interés que despertaba el tema de la melancolía en ambientes científicos y literarios (vid. Scott 1990, Gambin 2008 y Atienza 2009). Aunque desde el punto de vista de la historia de la Medicina su obra más importante es el tratado sobre la peste, para el estudio de la lengua se escogieron los tratados menores porque presentaban ciertos rasgos en común, pero al mismo tiempo claras divergencias en cuanto a la temática, público lector, y finalidades. De esta manera la edición de ambos podía ofrecer la posibilidad de contrastar dos variantes escritas del mismo autor. Por varias razones, aquí nos vamos a referir solo al primero de los dos tratados menores, el Arte de descontagiar las ropas de seda, telas de oro y plata, tapicerías y otras cosas. Este tratado va dirigido, como se desprende de su lectura, a personas de distinto rango jerárquico relacionadas con el gobierno y la administración local, aunque el objetivo del autor abarca un público más amplio: la población sometida al riesgo de la epidemia a través del contagio, es decir, a un público de diferentes niveles sociales y culturales. Tales circunstancias imprimieron en el texto la [2] Entre otros, Marsilio Ficino, Timothy Bright, Tomaso Garzoni, Giovanni Giambattista della Porta, Jacques Ferrand, Robert Burton o el doctor Alonso de Santa Cruz, junto con Fadrique Furió Ceriol, Pedro Mercado, Huarte de San Juan, Andrés Velázquez. 58

inmediatez y frescura de unos avisos dados ante circunstancias reales, dramáticas y apremiantes. Así, posiblemente sin pretenderlo, dibujó como telón de fondo una ciudad con su modo de vida y su cotidianidad, una ciudad angustiada, sobre todo, por la necesidad de salvar vidas y preservar haciendas y enseres. Es un texto, por lo tanto, redactado para transmitir instrucciones de manera comprensible a un público lector no especialista, este hecho condiciona la lengua y justifica la abundante presencia de perífrasis de obligación, futuros con carácter imperativo, uso de la pasiva impersonal, etc., y de un léxico poco especializado, referido a campos semánticos de objetos y situaciones cotidianas, aunque no queden excluidas expresiones cultas, ni se eviten completamente ciertos neologismos y tecnicismos. Un léxico que en general contrasta, por razones obvias, con el del tratado sobre la melancolía. En nuestro estudio fuimos analizando los componentes del texto y clasificando sus rasgos lingüísticos con el fin de deducir algunos rasgos del habla culta de un habitante de Jaén a finales del siglo xvi, naturalmente tuvimos en cuenta que se trataba de un texto escrito para ser publicado con todo lo que ello implica en cuanto a selección de la forma. El análisis lo realizamos a partir de los diferentes niveles del lenguaje y estas fueron las conclusiones: 2.1. Nivel fónico a) Vocalismo No cabe destacar ningún rasgo peculiar al respecto. No abundan las fluctuaciones de timbre de las sílabas átonas, si bien, se detectan algunas oscilaciones: e/o (escurecer/oscuro), i/e (encienso, recebir, mesma/mesma, entricar), e/u (mercadurías/ mercaderías), u/a (truxeren/o se traxeren de parte sospechosa). b) Consonantismo - De la lectura del texto se desprende la no distinción entre /b/ y /v/ con escritura u/v: haver/aver, deve, savana. - No es fácil inferir del texto la ausencia de una [h] aspirada, puesto que aunque no aparece en las formas del auxiliar aver, o aora, sin embargo, está presente en hazer o ahorcar. Hemos de suponer que se diera la omisión de la [h] aspirada y por rigor etimológico u ortográfico se reconstruyera la grafía con h. - Sí que hay indicadores de las transformaciones que se estaban dando en la serie de las prepalatales /ž/ (transcrito g, j) š (transcrito x), alveolares /ż/ (transcrito -s-) ś (transcrito -s, entre vocales -s-). La de g en celogia es una prueba de la confusión de entre /ž/ prepalatal (transcrito g, j) y el fonema /ż/ alveolar (transcrito -s-). Este tipo de trueques no era admitido de ordinario por la lengua literaria. La alternancia caja/caxa indica también el proceso de transformación de las prepalatales que confluye, en algunos casos, en velarización. La grafía x en otros 59

casos, es una prueba de la confusión del fonema /ž/ (escrito g, j) y š (escrito x) como consecuencia del ensordecimiento del primero. El fonema /š/ (escrito x) se encuentra a veces confundido con el prepalatal sordo (representado con -s o -ss-): escremento, estrañas, estendido. Se conserva la grafía ç para el fonema /ŝ/ y también en los casos de confusión de éste y /ż/ (representado con z en la escritura): caça. En cuanto a la alternancia /l/, /r/, sólo hemos encontrado la forma celebro producto de una asimilación. -No se detecta ningún caso de yeísmo. c) Grupos de consonantes Se da una clara tendencia a imponer los grupos consonánticos cultos, sobre todo y como era de esperar, en cultismos de origen latino o griego como reconstrucción etimológica (ch: chiromancia, sepulchros), excepcionalmente no lo hace con los términos melancólico o colérico. -ct- (efectivo/ efecto) -ff- (efficaz, affecto) -ll- (illustríssimo, collige) -nct- (instincto) -mm- (commodidad, commovido) -ns- (instrumento) -ph- (phrenético, phisionomia) -pl- (pluvia) -ps- (eclipse) -pt- (rapto) -rst- (supersticiosa) -ss- (presente en los superlativos) d) Fónetica de la frase El texto ofrece un panorama similar al de otros textos de la época: - Contracciones: dellas, della, desta, deste, dél, sobrella, etc. - Amalgamas: enél, enla, del, ponellos, enque, desu, deporsí, etc. - Formas de futuro y condicional no escindidas: serán, quemará, pondrá, podría, heredare, comprare, podremos, etc.

2.2. Nivel morfológico Hay poco que destacar en comparación con el estado actual del español. Tal vez la oscilación de género del término contagio/contagión, que probablemente se deba a razones etimológicas puesto que en latín existía el doble término con variación de género: contagio (femenino) y contagium (neutro). 60

En cuanto al número, cabría señalar el uso en plural del término agua en expresiones del tipo: con algunas aguas frías. Abundante es la utilización de adjetivos derivados de sustantivos mediante sufijos de origen latino: -az (capaz), -ino (saturnino), -oso (tenebroso), -io, -ia (necessario, iudiciaria), -al, -ivo, -aco, -ico (maníaco, phrenético) Son frecuentes las formas no apocopadas: grande daño, grande ingenio. Cabe señalar también la presencia de algunos comparativos con valores hoy en desuso: posteriores con el significado del superlativo postremo; mayores aludiendo a cualidad en el sentido de mejores. Con relación a los pronombres, hay que señalar el uso invariable de quien (lat. quem) a pesar de estar creada ya la forma de quienes, inelegante para algunos. En cuanto al pronombre relativo, hallamos la forma del invariable que y cual derivada de qualis; ambas formas alternan con artículo. Los pronombres inacentuados en principio de frase o después de pausa, van tras el verbo: adviértase, mandóle. En general, los átonos se intercalan entre el verbo auxiliar y el conjugado. Mención especial merece el uso del pronombre se. En general sigue el uso de la época y va detrás del verbo a principio de frase o tras de una pausa, lo que implica que en las perífrasis se inserte entre las dos formas verbales: anse de hazer unas parrillas. Por la misma razón aparecen escindidas las formas de futuro: vestirsehan/ ponerse àn las piezas desdobladas. Es importante señalar que el texto nos ofrece un panorama del proceso de evolución del uso sintáctico de se desde su construcción primigenia (como marca de pasiva) a un uso impersonal, con los grados intermedios de utilización en perífrasis o en frases con sujeto formado por un infinitivo u oración. Como consecuencia de ello son frecuentes los casos de ambigüedad en este tipo de construcciones. i) Construcción pasiva: Se meterán las hojas en agua Anse de descoser las vestiduras El orden que por los médicos se les diere Los cuales se descoserán La misma diligencia se hará en las marañas ii) El sujeto es un infinitivo u oración: Adviertase, que si el lino... se pondrá Se deve estimar lo que en esta parte se enseña Asse de advertir si

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iii) Perífrasis con auxiliar intransitivo más infinitivo transitivo: Las dudas que en sus mercadurías se podrían ofrecer Se les puede dar mucho humo Se tornarán a envalar Asse de tomar lexía iv) Aunque cierta ambigüedad es frecuente con verbos transitivos y sujeto paciente personal, también la percibimos en expresiones en las que la generalidad que implica el sujeto agente destaca el carácter de impersonalidad: En que se declara la utilidad y provecho v) El sujeto paciente pasa a ser objeto directo y el verbo va en singular, aunque el primero sea plural. La construcción se ha transformado en impersonal activa: Sillas, mantas, tocadores o cabestros se les quitará o quemará El oro, la plata, cobre y hierro se puede descontagiar muy fácil. vi) se impersonal: Como se verá; como se dirá vii) se reflexivo: Vestirsehan estos minstros Junto a los indefinidos: ninguno; qualquiera (sin apócope: qualquiera ocasión); cada; tal; otro; todo; quanto, etc., cabe destacar la presencia de determinados sustantivos o términos sustantivados utilizados con valor indefinido: pobre, sujeto: Será muy cierto que el pobre que heredare o comprare los tales bienes, heredará; Está el demonio en tal sugeto, etc. En cuanto a las formas verbales, el texto analizado presenta gran variedad de perífrasis, de uso de los modos y de formas en retroceso como el futuro de subjuntivo. Este último aparece con bastante frecuencia sobre todo por estar implícito en períodos hipotéticos. Es obvio que por la naturaleza del texto se impone la modalidad impresiva que justifica el subjuntivo yusivo y las perífrasis de obligación. La más utilizada es la de haber de + infinitivo Sigue la de poder + infinitivo; deber + infinitivo; haber + infinitivo; estar + participio; tornar a + infinitivo; ir + gerundio; querer + infinitivo; disponer a + infinitivo; tener de y ser + participio (Ni tengo de tratar de las incertidumbres) En cuanto a la alternancia de haber/tener, hemos de decir que son pocos los ejemplos de haber con valor posesivo: El carbón à de ser de enebro o de haya si se pudiere aver, o si no de enzina. El verbo haber se halla plenamente consolidado como verbo auxiliar incluso con participios de verbos intransitivos. 62

La repartición de usos de los verbos ser/estar se encuentra en su forma consolidada; aunque hay restos de oscilación: Si la harina estuviere sospechosa; Es la seda muy dispuesta; Y será muy seguro del azeyte que se uviere de comer; Si la lana es suzia Es relativamente frecuente el uso de entrar en con valor transitivo: entrando en ella muchas vezes (las ropas); Y a ellos se llevaran a algún río donde entrando (los) en él se cubran El verbo sufrir mantiene el valor etimológico de ‘soportar’: La seda texida no sufre agua sin grandíssimo daño, Para los curiosos baste esto, quanto sufre el lugar y la ocasión. Los adverbios, en general, no ofrecen ninguna peculiaridad digna de ser destacada, salvo, en contados casos, el uso de muy en lugar del superlativo sintético o bien acompañando a gerundios: muy hirviendo. 2.3. Nivel sintáctico En este apartado los resultados del análisis fueron los siguientes: - El texto pertenece a una etapa del desarrollo del español en la que se extiende el uso de la preposición a ante el objeto directo de persona o cosa personificada. Conviene afirmar que tal construcción suele ser la utilizada por el autor, si bien hay casos en donde la preposición está ausente: yo è consultado en esta provincia los mayores artífices de todos los oficios. - Hay también casos de leísmo: bastará limpiarle con una esponja; de suerte que le ventile. - En el complemento agente alternan las formas de y por; más abundante la segundo: el calor natural […] causado del humor melancólico; por las quales virtudes fueron tan señalados y estimados de la Antigüedad. - Los procedimientos de subordinación apenas si son divergentes con las formas actuales. - Con relación al uso de las formas nominales del verbo cabe destacar: i) Gerundio, en perífrasis y, en algunos casos, utilizado como adjetivo: en agua hirviendo. ii) Como rasgo de cultismo es el uso de proposiciones participiales: retirados en lugares oscuros; destruydas las Repúblicas y muchas particulares haciendas. iii) A veces encontramos el gerundio en lugar de participio: considerando atentamente esta duda y mirando la gravedad de los autores. 2.4. Nivel léxico Se trata del campo en donde se nos ofrecen más peculiaridades. En nuestro estudio recogíamos algunos términos referidos a campos semánticos concretos no relacionados directamente con la medicina y, por lo tanto, ajenos a su lenguaje 63

técnico. Dichos términos, dada la naturaleza del tratado, están muy relacionados con la vida cotidiana: i) Ajuar doméstico, libros y prendas: escritorio, archibo, pliegos cubiertas, olandas, cueros, cordovanes, guadamecíes, ruanes, etc. ii) Arte textil, campo interesante si consideramos la importancia que tuvo la seda en el Jaén de la época: madexa, capullos, gusanos, seda tirada, seda teñida, marañas, media seda, hiladillo, zarzos, cintas, listones, argadijos, crudos, algodón, cardar, xerga. - Vulgarismos. No son frecuentes y afectan ante todo al aspecto fonético más que al régimen o al significado. Algunos de los vulgarismos alternan con la forma culta: mesmo/mismas; ansí / assí, etc. - Cultismos: Son muy abundantes y denotan el registro especializado del autor: i) Cultismos léxicos: Conservan la forma latina o la transcripción latina de palabras de origen griego, en muchos casos, hay una restauración etimológica: expresso, pluvia, efficaz, sepulchro; summa; phrenéticos, etc. ii) Cultismos semánticos: hay adopción de significados distintos de los habituales en algunos términos asentados en español previamente, tal es el caso de simiente con el significado de semen; el término sufrir que recupera el significado genuino de ‘soportar’ del verbo latino sufferre (desde finales del xv consolidado en su significado de padecer): para los curiosos baste esto, quanto sufre el lugar y la ocasión. - Tecnicismos: se trata de términos “médicos”, aunque hemos de aclarar que, debido al desarrollo de la ciencia, en general, a finales del siglo xvi y comienzos del xvii, muchos de ellos difieren en el valor que en este aspecto le damos hoy, es el caso de melancolía o seminario. También conviene señalar los límites poco definidos de las diferentes ciencias, así es normal que términos filosóficos o de otras materias se utilicen como léxico especializado de la medicina: essencia, ingenio, humor, etc. - Préstamos: i) Arabismos: Aparecen relacionados con medios o instrumentos de la vida cotidiana: azeyte, algodón, maravedí, guadamecí. ii) Galicismos: Relacionados, sobre todo, con el ajuar doméstico y el vestido: colchón, xerga. iii) Germanismos: alvergues, guarnición, marta, atapar, arpa. iv) Catalanismos: vinagre, forro. v) Celtismo: pieza. 64

- Neologismos: adustión, permistión, contagio/contagion, forro, enfermero, seminario, effectivo, efficaz, escremento, inferir, artífices, Onirochrítica, Phisionomía, Chiromancia. 3. VALORACIÓN FINAL De los resultados expuestos podemos concluir que el Arte de descontagiar nos ofrece la posibilidad de acercarnos a un castellano utilizado sin más pretensión estilística que la comunicación directa con un fin práctico y apremiante, pero que a pesar de todo denota el nivel cultural del autor, y, por lo tanto, puede ser testimonio del uso que hizo de la lengua una persona culta de Jaén a comienzos del siglo xvii, un médico que necesitaba comunicarse con un lenguaje llano y directo prescindiendo de cualquier elemento que desviara la atención o condujera a error, de ahí su léxico y sintaxis.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Atienza, Belén (2009): El loco en el espejo. Locura y melancolía en la España de Lope de Vega; Amsterdam/New York: Rodopi. Bravo García, Antonio Pedro (1990): «Los Parva Naturalia en el Aristotelismo español: Alonso de Freylas y sus opiniones sobre la adivinación por medio de los sueños»; en Los Humanistas Españoles y el Humanismo Europeo; Murcia: Universidad de Murcia, pp.51-77. Cózar Castañar, Juan (1996-1997): Tres poemas en la obra del Doctor Juan Gutiérrez de Godoy; Jaén: Obispado de Jaén [Lección inaugural del curso académico 1996-1997 en el seminario Diocesano de Jaén]. Cózar Castañar, Juan (1999): «Traducción de la obra latina: ‘Quaestio médica non bulgaris...’, del Dr. Juan Gutiérrez de Godoy»; Boletín del Instituto de Estudios Giennenses 171, pp. 49-113. Del Arco Moya, Juan (2006): Proceso de beatificación de San Juan de la Cruz: Proceso de Jaén, años 1627-1628; Córdoba: Publicaciones Obra Social y Cultural CajaSur. Gambin, Felice (2008): El debate sobre la melancolía en la España de los siglos de Oro; Madrid: Biblioteca Nueva. García Sedeño, Gregorio (1953): «La epidemia de peste que padeció la ciudad de Jaén en el año 1602»; Seminario Médico 2, pp. 86-93. López Arandia, M.ª Amparo (2000-2001): «Noticias sobre la epidemia de peste de 1602 en Jaén»; La revista Palabra 18; sec. 8. 65

Palau y Dulcet, Antonio (1948-1977): Manual del librero Hispano-Americano; Barcelona: Librería Palau, pp. 94915 y 94916. Rincón González, M.ª Dolores (1997): «Humanismo giennense. Médicos en Jaén durante los siglos XVI y XVII»; Boletín del Instituto de Estudios Giennenses 163, pp. 99-159. Rincón González, M.ª Dolores (1999): Estudio y edición de Alonso de Freylas: El arte de descontagiar. Discurso sobre los melancólicos; Jaén: Instituto de Estudios Giennenses, Diputación Provincial de Jaén. Rincón González, M.ª Dolores (2004): «Huarte de San Juan (1529-1588)»; en Vicente Salvatierra Cuenca y Pedro A. Galera Andreu (coords.), Universitarios Giennenses en la historia: apuntes bibliográficos; Jaén: Universidad de Jaén, pp. 91-109. Rincón González, M.ª Dolores (2006): «Criterios de selección en la Universidad de Baeza: Huarte de San Juan y los planteamientos avilistas: Quod natura non donat, Academia non praestat, enim vero labor omnia vincit improbus»; Elucidario 1, pp. 135-146. Rincón González, M.ª Dolores (2011a): «Alonso de Freylas», Diccionario Biográfico Español XXV, s.v.; Madrid: Real Academia de la Historia. Rincón González, M.ª Dolores (2011b) «Juan Gutiérrez de Godoy», Diccionario Biográfico Español XXV, s. v.; Madrid: Real Academia de la Historia. Scott Soufas, Teresa (1990): Melancholy and the Secular Mind in Spanish Golden Age Literature; Columbia and London: University of Missouri Press.

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APUNTES SOBRE LA CONJUNCIÓN EN LA GRAMATICOGRAFÍA ESPAÑOLA Carolina Martín Gallego* Universidad de Salamanca

1. INTRODUCCIÓN Desde hace varias décadas, los estudios de historiografía lingüística han venido cobrando una mayor relevancia. La actualidad de que gozan hoy en día se ve reflejada en la existencia de sociedades científicas, centros especializados, así como revistas y otras publicaciones sobre este ámbito de estudios.[1] Concretamente, en la Universidad de Salamanca se viene desarrollando desde hace años un programa de investigación en la historia de las ideas lingüísticas,[2] fruto del cual pueden señalarse varias tesinas y tesis doctorales, todas ellas dirigidas por el profesor José J. Gómez Asencio. Asimismo, es necesario señalar los tres simposios internacionales “El castellano y sus gramáticas” que ya han tenido lugar en esta casa, así como los tres volúmenes colectivos El castellano y su codificación gramatical.[3] * La autora de este trabajo forma parte de los proyectos de investigación SA343A11-1, financiado por la Junta de Castilla y León, y FFI2010-21998/FILO, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. [1] Sirvan como ejemplo: la Sociedad Española de Historiografía Lingüística (SEHL) o la Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía e Historia de la Lengua Española (AJIHLE), en España; la Société d’Histoire et d’Épistémologie des Sciences du Langage (SHESL), la inglesa Henry Sweet Society, la North American Association for the History of the Language Sciences (NAAHoLS), en el extranjero, entre otras; el centro especializado en Paris VII, Laboratoire des idées linguistiques; las revistas Historiographia Lingüistica (HL); Histoire Épistémologie Langage (HEL), asociada a la SHESL; Revista Argentina de Historiografía Lingüística (RAHL); Res Diachronicae (RESDI), asociada a la AJIHLE, etc. [2] De hecho, en García Gondar (2004) se señalaba que en la década que va desde 1992 a 2002 Salamanca se encontraba a la cabeza de las universidades españolas en investigación historiográfica, con un 6,5% del total de artículos publicados; actividad que no se ha detenido hasta la fecha. [3] Gómez Asencio (2006, 2008 y 2011). 67

2. APUNTES SOBRE LA CONJUNCIÓN EN LA GRAMATICOGRAFÍA ESPAÑOLA En ese contexto se enmarca el proyecto de tesis doctoral que se presenta en este trabajo y que analiza el tratamiento de la conjunción en la tradición gramatical española.[4] El corpus, de alrededor de 120 textos, parte de 1492 con la publicación de la Gramática sobre la lengua castellana de Elio Antonio de Nebrija y llega hasta la aparición del Curso superior de sintaxis española de Samuel Gili Gaya en 1943. El esqueleto de este proyecto lo constituye un estudio exhaustivo de la conjunción como clase de palabras o parte de la oración, o lo que es lo mismo, el análisis de las distintas descripciones de esta categoría: definiciones; clasificaciones (en base a la morfología, la semántica…); tratamiento de las subclases… Además de esta parte fundamental, se cubren también otros aspectos, algunos de los cuales resultan especialmente interesantes cuando son abordados desde un estudio transversal de gran parte de la tradición como lo es este. Dos de ellos, concretamente, han sido los elegidos como muestra de este proyecto.[5] 2.1. Posibles líneas de influencias entre los gramáticos La recepción de ideas entre obras o autores -sea mutua o unidireccional-, es uno de los aspectos de los que se vienen ocupando los estudios de historiografía lingüística[6] (Martín Gallego 2009). Dentro de nuestro proyecto, uno de los objetivos que se persiguen es comprobar cómo la descripción de la conjunción «puede ser representativa de las posibles lecturas entre los gramáticos, y de ver hasta qué punto se pueden establecer líneas de influencias o redes, en base a esta categoría gramatical» (Martín Gallego 2009: 241). A continuación, se exponen dos casos de transvases entre gramáticos. El primero ilustra uno de los numerosos paralelismos que se dan en el grupo formado [4] Junto a este tipo de estudio, de corte transversal, se han realizado (o se están realizando) tesis de temática diversa, como la labor gramaticográfica de la Real Academia Española (Garrido Vílchez 2008 o Encinas Materola), el estudio y edición de una gramática en particular, como la de Charpentier (Quijada Van den Berghe 2010), la recepción de ideas en una época concreta (tesis que actualmente está llevando a cabo Pablo Postigo Olsson sobre la recepción de teorías (post)estructuralistas en manuales escolares españoles desde 1950 al 2000) o el estudio de los focos (Gustavo de Pablo, sobre el británico). [5] Para bien o para mal, nos hemos decantado por mostrar más detalladamente dos aspectos específicos (concretamente dos de los menos tratados en la literatura existente sobre la conjunción) en lugar de presentar un esquema más o menos desarrollado de todo el proyecto. En todo caso, serviría como ejemplo de esto último Martín Gallego (2008). [6] Títulos como los de Martínez Gavilán (1997), Koerner (1987), Quijada (2007) o Quilis y Rozas (1963), entre otros, son una muestra de ello. 68

por Miranda, Oudin, Wadsworth, Franciosini y Sobrino, concretamente, algunas de las frases que utilizan como ejemplo de usos de conjunciones:[7] — «Como si fuera el rey, así mandaba a los otros» en Miranda (1566: 276), Oudin (1606[1597]: 154), Wadsworth (1622: 181), Franciosini (1707[1624]: 257) y Sobrino (1738[1698]: 196). — «Yo haré eso, con tal que vos hagáis lo que os he dicho» en Miranda (1566: 276), Oudin (1606[1597]: 154), Wadsworth (1622: 181), Franciosini (1707[1624]: 257) y Sobrino (1738[1698]: 196). — «Yo hice eso, y también eso otro […] Yo te daré esto y aun más» en Oudin (1606[1597]: 153), Sobrino (1738[1698]: 196), Wadsworth (1623: 177) y Franciosini (1707: 255). — «Antonio e Iñigo; Catalina e Isabel; Francés e Italiano», en Franciosini (1707: 255) y Sobrino (1738[1698]: 196).

El segundo caso se refiere a las subclases de conjunciones que proponen algunos autores de finales del xviii y principios del xix. A diferencia del anterior ejemplo, no se trata de paralelismos textuales, ni tampoco referencias directas a obras concretas,[8] pero colocadas en una tabla[9] las subclases exentas del resto del texto, saltan a la vista los parecidos entre autores (especialmente al contrastarlas con las ofrecidas por otros gramáticos coetáneos):

GRAE (1771)

o u ya

y e ni que

GRAE (1796)

disyun.

y e ni que

o u

Rubel y Vidal (1797)

copul.

y e ni que

o u ya

adversat. condic. mas pero si cuando sino aunque bien que mas pero si cuando como aunque con tal bien que que dado que sino mas pero si cuando sino aunque bien que

causales

contin.

compar.

finales

porque pues pues que

mientras pues así que

porque pues pues que

pues así que puesto supuestoque

como así así como

para que porque a fin deque

porque pues pues que

mientras así que

como así así como

para que porque a fin deque

[7] Otros transvases -ya dentro de este grupo de autores ya entre otros gramáticos- de los siglos xvi y xvii, en Martín Gallego (2009). [8] Koerner señala como criterios para abordar el estudio de la influencia entre autores, las referencias directas, los paralelismos textuales y la posible asimilación en los años de formación del autor (vid. Koerner 1987; Martínez Gavilán 1997). [9] La tabla que se ofrece a continuación está extraída de Martín Gallego (2011: 845). 69

copul.

disyun.

Cortés y Aguado (1808)

y e ni que

o u ya

Anónimo (1811)

y e ni que

o u ya

adversat. condic. mas pero si cuando sino aunque bien que mas pero si cuando sino aunque bien que

causales

contin.

porque pues pues que

mientras así que

porque pues pues que

mientras así que

compar.

finales

como así así como

para que porque a fin deque

2.2. La perspectiva “discursiva” de la conjunción Hemos utilizado en otras ocasiones la denominación perspectiva “discursiva” para referirnos a una serie de hechos gramaticográficos sobre la conjunción que desentonan con el marco “oracional” —en el sentido que ahora se viene atribuyendo al término— en el que se inscriben y que parecen tener relación o poder ser explicados mediante marcos posteriormente descritos por las teorías del Análisis del Discurso,[10] así como a las reflexiones de algunos autores que parecen ser conscientes de que, en ocasiones, la conjunción hace “algo más” de lo que abarca su definición.[11] Como ejemplo de lo primero, se podría señalar la presencia de subclases como las conclusivas, cuya definición se asemeja en gran medida a la definición de Portolés de los reformuladores recapitulativos (2001[1998]: 48); o las expletivas, cuya única función es la de adornar. Con respecto a lo segundo, entre los escasos autores que antes del siglo xx parecen darse cuenta de que en ocasiones la definición de conjunción no abarca todos los contextos en los que aparece, quizás la reflexión que más se repite es aquella referida a la presencia de la copulativa y a comienzo de párrafo, un uso difícilmente explicable desde ese marco oracional que se mencionó.[12] Pues bien, Caramuel, tras definir la conjunción como «una pequeña palabra indeclinable que une las partes de la oración» (1654: 124), plantea, bajo el título de «nota», el siguiente dilema: [10] Las referencias que se hacen a las teorías actuales son mero instrumental teórico para proporcionar explicaciones a una serie de interrogantes; en ningún momento se buscan precedentes de estas teorías. [11] Más sobre este asunto: Martín Gallego (2010) y Martín Gallego (2011: 845-849). [12] «Únicamente nos queda hacer mención a otros usos especializados del conector y, que sólo consideraciones pragmáticas centradas en el discurso pueden explicar satisfactoriamente. Nos referimos, en primer lugar, al y inicial de texto» (Alcalde Cuevas y Prieto de los Mozos 1984: 488). 70

Afirmé que la conjunción debe anteponerse de forma que una y enlace dos extremos. Pero nos sale al paso Ezequiel, quien al escribir en su libro profético, comienza así: Et factum […]. ¿Qué une aquel primer et? No soy el primero que provocó esta duda (Caramuel 1654: 125).

Al margen, además, se puede leer: «¿Puede la oración comenzar por la palabra et?» (1654: 125). Caramuel propone como explicación que «esta palabra et que manifestó escrita al exterior, la unió a aquella palabra que había oído en su interior», palabras que nos traen a la memoria aquellas de Gili Gaya a propósito de los enlaces extraoracionales:[13] Hay casos, sin embargo, en que las conjunciones no son ya signo de enlace dentro de un período, sino que expresan conexiones mentales que van más allá de la oración. Así hemos visto en el capítulo xx que las conjunciones coordinantes relacionan a veces la oración en que se hallan con el sentido general de lo que se viene diciendo (1943: 298).

Quizás lo que más interesante puede resultar a este respecto, especialmente al tratarse de un estudio que abarca prácticamente toda la tradición, es el rastreo de estos hechos gramaticográficos y reflexiones desde el primer “testimonio” de esta perspectiva “discursiva”, el cual está en la definición de Nebrija, quien sí adjudicaba una función cohesiva a las conjunciones,[14] propiedad que desapareció en las caracterizaciones de esta categoría hasta precisamente el último gramático de nuestro corpus, Gili Gaya. 3. FINAL Hemos tratado de mostrar en estas páginas uno de los trabajos que actualmente se están desarrollando en el Departamento de Lengua Española de la Universidad de Salamanca por parte del grupo de investigación sobre historiografía lingüística que dirige el profesor Gómez Asencio: el análisis del tratamiento de la conjunción en la tradición gramatical española. Concretamente, se han seleccionado como botón de muestra dos aspectos particulares de este proyecto, escogidos por su relevancia en relación al carácter transversal de éste.

[13] E, incluso, las de Portolés cuando afirma que los marcadores pueden «vincular una oración con otras unidades externas a ella» (2001[1998]: 37). [14] Vid. Gómez Asencio (2004: 4). 71

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Fuentes primarias Anónimo (1811): Gramática castellana. Tratado primero de la analogía y sintaxis. Mallorca: Imprenta de Melchor Guasp. Caramuel, Juan de (1654): Gramática audaz. Francfort: a expensas de Juan Godofredo Schônwetteri [Traducción de Pedro Arias y estudio preliminar de Lorenzo Velázquez (2000). Pamplona: Ediciones de la Universidad de Navarra, s.a.]. Cortés y Aguado, Antonio (1808): Compendio de la gramática castellana, dispuesto en diálogo y arreglado a la gramática de la Real Academia de la Lengua para el uso de los niños. Madrid: Imprenta de Ruiz. Franciosini, Lorenzo (1707[1624]): Grammatica spagnuola, ed italiana. Ginebra: Aprreso gli Associati, 5.ª edición [Edición facsimilar en José J. Gómez Asencio (2001)]. Gili Gaya, Samuel (1943): Curso superior de sintaxis española. México, d. f.: Ediciones Minerva. Miranda, Giovanni (1566): Osservationi della lingva castigliana. Vinegia: Apresso Gabriel Giolito de Ferrari [Edición facsimilar en José J. Gómez Asencio (2001)]. Nebrija, Elio Antonio de (1492): Gramática sobre la lengua castellana. Salamanca [Introducción y notas de Miguel Ángel Esparza y Ramón Sarmiento (1992). Madrid: Fundación Antonio de Nebrija]. Oudin, César (1606[1597]): Grammaire espagnolle explíqvee en François. París: Chez Marc Orry [Edición facsimilar en José J. Gómez Asencio (2001)]. Real Academia Española (1771): Gramática de la lengua castellana. Madrid: D. Joaquín Ibarra [Gómez Asencio 2001]. Real Academia Española (1796): Gramática de la lengua castellana. Madrid: viuda de Joaquín Ibarra, Impresora de la Real Academia [Gómez Asencio 2001]. Rubel y Vidal, Juan (1797): Compendio de la gramática de la lengua castellana. Barcelona: en la Imprenta de Sierra. Sobrino, Francisco (1738[1689]): Gramática nueva española y francesa. Bruselas: por Francisco Foppens [Edición facsimilar en José J. Gómez Asencio (2001)]. Wadsworth, James (1622): A grammar Spanish and English. London: by Iohn Haviland for Edward Blount.

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Fuentes secundarias Alcalde Cuevas, Luis y Emilio Prieto de los Mozos (1984): «De la conexión con y»; Studia Zamorensia, 5, 481-489. García Gondar, Francisco (2004): «Balance de una década de historiografía lingüística española (1992-2002)», en Cristóbal Corrales Zumbado et al. (coords.), Nuevas aportaciones a la historiografía lingüística, vol. i; Madrid: Arco/Libros, 583-597. Garrido Vílchez, Gema Belén (2008): Las Gramáticas de la Real Academia Española: teoría gramatical, sintaxis y subordinación (1854-1924), tesis doctoral, Universidad de Salamanca. [en línea:< http://gredos.usal.es/ jspui/handle/10366/22436>]. Gómez Asencio, José J. (ed.) (2001): Antiguas gramáticas del castellano. Madrid: Fundación Histórica Tavera (Clásicos Tavera, Serie viii: Lingüística y antecedentes literarios de la Península Ibérica, vol. 1, n.º 63) [cd-rom]. Gómez Asencio, José J. (2004): «Conjunciones, conjunciones compuestas y locuciones conjuntivas en antiguas gramáticas del español»; Revista Española de Lingüística, 34, 1, 1-38. Gómez Asencio, José J. (dir.) (2006): El castellano y su codificación gramatical. Volumen I. De 1492 (A. de Nebrija) a 1611 (John Sandford). Burgos: Instituto Castellano y Leónes de la Lengua. Gómez Asencio, José J. (dir.) (2008): El castellano y su codificación gramatical. Volumen II. De 1614 (B. Jiménez Patón) a 1697 (F. Sobrino). Burgos: Instituto Castellano y Leónes de la Lengua. Gómez Asencio, José J. (dir.) (2011): El castellano y su codificación gramatical. Volumen III. De 1700 a 1835. Burgos: Instituto Castellano y Leónes de la Lengua. Koerner, Konrad (1987): «On the Problem of ‘Influence’ in Linguistic Historiography»; en Hans Aarsleff et al. (eds.), Papers in the History of Linguistics. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins Publishing Company, 13-28. Martín Gallego, Carolina (2008): Conjunción y conectores en los orígenes de la gramaticografía española (siglos XVI-XVII), trabajo de grado inédito, Universidad de Salamanca. Martín Gallego, Carolina (2010): «Perspectiva discursiva de la conjunción en la tradición gramatical español (siglos xvi y xvii)»; en M.ª Teresa Encinas Manterola, Mónica González Manzano, Miguel Gutiérrez Maté, M.ª Ángeles López Vallejo, Carolina Martín Gallego, Laura Romero Aguilera, Marta Torres Martínez e Irene Vicente Miguel (comps.), Ars Longa. Diez años de AJIHLE. Buenos Aires: Voces del Sur, vol. ii, 723-737. 73

Martín Gallego, Carolina (2011a): «Conjunción y conectores en gramáticas del español del siglo xviii (1700-1835)», en Gómez Asencio (2011), 833852. Martín Gallego, Carolina (2011b): «El tratamiento de la conjunción en las gramáticas del español de los Siglos de Oro: posibles líneas de influencias entre los gramáticos»; en M.ª Angustias Beas Teruel (coord.), Nuevas líneas de investigación en el estudio diacrónico de la lengua española. Palma: Edicions UIB: 241-251. Martínez Gavilán, M.ª Dolores (1997): «La teoría de la elipsis en la Minerva del Brocense y su influencia en la Grammatica Audax de Juan Caramuel»; en Ricardo Escavy Zamora et al. (eds.), Homenaje al Profesor A. Roldán Pérez. Murcia: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia, i, 341-358. Portolés, José (1998[2001]): Marcadores del discurso. Barcelona: Ariel. Quijada Van den Berghe, Carmen (2009): «La Parfaicte Méthode de Charpentier en la tradición gramatical española»; en José María García Martín (dir.), Estudios de historiografía lingüística. Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 617-634. Quijada Van den Berghe, Carmen (2010): La Parfaicte Méthode pour entendre, escrire, et parler la langue espagnole de Charpentier (1596): estudio, edición facsimilar, transcripción y traducción, tesis doctoral inédita, Universidad de Salamanca. Quilis, Antonio y Juan M. Rozas (1963): «La originalidad de Jiménez Patón y su huella en el Arte de la Lengua del maestro correas»; Revista de Filología Española, xlvi, 81-95.

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ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL ADVERBIO EN LA PARFAICTE METHODE DE CHARPENTIER (1596) Carmen Quijada Van den Berghe Universidad de Salamanca

1. INTRODUCCIÓN Esta contribución aborda el tratamiento de una parte de la oración, el adverbio, en una obra determinada: la primera gramática del español publicada en Francia, en 1596. La Parfaicte Methode tiene tan solo 97 folios, donde trata aspectos de ortografía/pronunciación y las partes de la oración. Al ser un texto dirigido a extranjeros, apenas tiene reflexiones teóricas, pero destacan sus paralelismos con la gramática griega y la latina, y sus observaciones a partir de la literatura española. En este pequeño tratado se observan dos tendencias simultáneas: (i) anclaje en la teoría gramatical latina y (ii) distanciamiento con respecto de la obra de Giovanni de Miranda (1566), cuyos postulados dominan en los manuales de español de los siglos de oro. A través de este análisis se pretende mostrar dos aspectos fundamentales de la disciplina gramaticográfica: por un lado, la vinculación (raigambre, herencia o incluso lastre) del texto con la tradición clásica; y por el otro, el calibraje de su coherencia interna. 2. AUSENCIA DE DEFINICIÓN Es un lugar común entre los estudiosos señalar la heterogeneidad, confusión e imprecisión de esta clase de palabras, cuya permeabilidad destacó ya desde la antigua Grecia. Charpentier parece querer poner un poco de orden en las cada vez más prolijas listas de adverbios que ofrecen sus antecesores; por ello, censura la selección “demasiado abierta” de Miranda (cuando este propone frases hechas y construcciones en torno a un núcleo verbal) y advierte de la doble funcionalidad de ciertos adjetivos (una misma forma como adjetivo o adverbio): mucho, poco, etc. A pesar de su destacable intento, en La Parfaicte Methode se cuelan elementos doblemente categorizados (adverbios e interjecciones al mismo tiempo: ay o ce) 75

y unidades léxicas compuestas (hoy denominadas por una amplia mayoría “locuciones adverbiales”: por ventura). Entre las primeras gramáticas del español (1492-1611), tan solo las de Nebrija, Villalón, Percyvall[1] y Oudin[2] proponen una definición, de raigambre grecolatina sustentada fundamentalmente en los criterios: (i) formal: casi todas admiten la imposibilidad de “declinarse”; (ii) sintáctico-colocacional: en tanto que se une al verbo –en la tradición hispánica habrá que esperar al Brocense para encontrar ampliadas sus posibilidades de ubicación–;[3] y (iii) semántico (repercute en el significado del verbo u oración).[4] El resto de manuales (Anónimos de Lovaina, Meurier, Miranda,[5] Corro, Minsheu, Sanford) no lo definen o no lo tratan por ser una unidad “indeclinable” (Anónimo de Lovaina de 1559). Tampoco La Parfaicte Methode se detiene a definirla. Todos ellos parecen estar más interesados en ofrecer una tipología semántica y subcategorizar los elementos, que en distinguir mediante supuestos teóricos un adverbio de una preposición, conjunción o interjección. 3. CARACTERIZACIÓN Y ACCIDENTES El hecho de que se los considere “indeclinables” no implica invariabilidad. Prueba de ello es el reconocimiento de accidentes no flexivos, sino derivativos. Dionisio de Tracia reconoce –pero sin mencionar explícitamente el término “accidente”– la figura. Posteriormente, desde la tradición latina se comentan los accidentes de significatio, comparatio y figura (Donato); Prisciano no contempla la comparatio y en su lugar propone la species. Son los tres tratados por Nebrija, Charpentier y Correas: especie, figura y significación. [1] «An Aduerbe is a part of speech, ioined to the verbe to declare his signification, or to expresse some circumstances» (Percyvall 1591). [2] «L’aduerbe est vne partie d’oraison, laquelle se ioint tousiours auec le verbe pour signifier temps, lieu, qualité, nombre, quantité, affirmation et plusieurs autres accidens qui se cognoistront par la composition des mesmes aduerbes» (Oudin 1606[1597]: 127). [3] De momento (y aunque Nebrija en su obra latina recoge que también puede modificar al “participio”), en la gramática española del siglo xvi la colocación del adverbio se restringe al verbo. Pero enseguida, desde otras tradiciones se observa su capacidad para modificar también a adjetivos y a otros adverbios (Linacre, Escalígero, Ramus). En España, Francisco Sánchez de las Brozas lo constata y, a partir de él, también Jiménez Patón («El aduerbio es el que á el nombre ó verbo le da calidad buena ó mala, como bien ama, mal corre, muy santo, poco sauio» 1614: 7-8). En el siglo siguiente, Saulnier, Roziers, Villar o Texeda siguen esta orientación. Cfr. Martínez Gavilán para el siglo xvii (1989: 726-731) y Gómez Asencio para los siglos xviii y xix (1981: 230-235). [4] Villalón parece aludir a una unidad superior: «Ay otras palabras, o vocablos en la lengua Castellana que el Latino llama Aduerbios: porque añadidos al verbo añaden, engrandeçen, o desminuyen la sinificaçion en la clausula Castellana en que se ponen» (1558: 48). [5] Tan solo indica una característica sintáctica: «Per esser l’auuerbio una parte, che sempre s’accompagna al verbo, cominciaremo da quella...» (1566: 243). 76

Si bien todos los autores tratan indirectamente el accidente de la significación (a través de las largas listas de subtipos semánticos), entre 1492 y 1626 tan solo esos tres gramáticos (Nebrija, Charpentier y Correas) se refieren a sus particularidades formales contenidas bajo los accidentes de figura y especie. Sin duda, cabe destacar el acercamiento de Charpentier a los postulados clásicos, más aún si tenemos en cuenta que el tratamiento habitual en estas partes de la oración se limita a la mera lista lexicográfica de elementos clasificados semánticamente y traducidos a varias lenguas vernáculas. Desglosamos a continuación cada accidente. Como se podrá comprobar, en esta cuestión el gramático francés se desmarca totalmente de las Osseruationi de Miranda, su fuente principal hasta el momento. 3.1. Especie Charpentier explica en qué consisten los adverbios “primitivos” y “derivados” con un detalle poco habitual en él: Il y a de deux sortes d’aduerbes primitifs et deriuatifs, nous appellons primitifs ceux qui n’ont point d’autre origine que d’eux mesmes, comme no assi, deriuatifs, ceux qui descendent, ou des aduerbes mesmes, ou des verbes, ou des prepositions, ou participes (La Parfaicte Methode 1596: 91).

Y además desglosa su origen categorial, cosa que no hacen Nebrija (en la Grámatica Castellana) ni Correas; información que podría haber obtenido de la gramática latina (Prisciano o las Introductiones Latinae de Nebrija). Los adverbios “derivados” proceden: (i) de otros adverbios (de presto: prestamente), (ii) de verbos/participios (de afloxar: afloxadamente) y (iii) de preposiciones (no ofrece ejemplo). Aunque no lo anuncia en un principio, enseguida añade (iv) los que derivan de adjetivos (de bueno: bien). Los adverbios “derivados” de Charpentier se construyen casi todos con el sufijo -mente (excepto: nonada, bien, mal), pero Nebrija y Correas prescinden de ellos y tan solo proponen bien y mal. Encontramos la razón más adelante, cuando comprobamos que para el sevillano (y después también para Correas) el sufijo -mente (o -miente) es, en realidad, un “nombre” que entra en composición con adjetivos femeninos, de ahí que no los contemplen como “derivados” ni como “compuestos”, sino que los inserten en una subclase especial: la de los adverbios por rodeo (o “zircunloquios”, “composizión”, “junta de palabras”, “locuziones adverbiales”, según la terminología de Correas), donde además tienen cabida otros elementos como una vez o aosadas.

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3.2. Figura Para este accidente ya no se muestra tan esclarecedor. Tan solo comenta: «Ceux aussi qui se composent de prepositions sont en grand nombre de fuera [de fuera], à fuera, anteayer, por cierto, et infinis autres» (1596: 91vº-92). Vemos que inserta en el mismo grupo de “adverbios compuestos” tanto a los que constituyen una palabra gráfica (anteayer) como a elementos de dos palabras (por cierto). En esto, Nebrija y Correas actúan con mayor coherencia y solo enumeran elementos univerbales. 3.3. Significado Charpentier menciona este accidente: «Auant que passer à l’autre diuision des aduerbes qui est par leur signification...» (1596: 92). La tradición española más apegada a la clásica (Nebrija, Villalón o Correas) también alude a la significatio, aunque la gran mayoría presenta la clasificación desprovista de aclaración previa (Anónimo de 1555, Miranda, etc.). Desde el principio de la tradición gramatical griega, se comprueba en esta clase de palabras la preponderancia de esta caracterización sobre otras (formal o sintáctica). 4. INTERSECCIÓN CON OTRAS CLASES DE PALABRAS Ante un elemento tan problemático desde el punto de vista categorial, los deslizamientos entre las partes “indeclinables” son inevitables. Sin embargo, tal y como se anunció, se observa en La Parfaicte Methode cierta voluntad de presentar los elementos con orden y coherencia. En su sistema de clases de palabras apenas se han encontrado formas doblemente categorizadas. Lo más destacable es la censura a la actuación de Miranda; este había confeccionado unas impresionantes listas donde, más que adverbios, parece recabar los giros, frases hechas y locuciones más comunes de la conversación española (en aquella sazón, de aquí a un rato, de dos en dos, conuiene asaber, acabemos ya, dàte priessa, no tardes, en un cerrar de ojos, etc.). El gramático francés no comparte la categorización de las Osseruationi y, más adelante, Lancelot calca esta crítica en su obra española (Nouvelle Méthode, 1660). 4.1. Adjetivos - adverbios Desde el primer momento, antes de comenzar su clasificación semántica, indica que ciertos adjetivos pueden desempeñar a veces el papel de adverbios: mucho, poco (eso sí, no dice cómo distinguir su función).

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4.2. Frases hechas vs. Adverbios La lista de adverbios de Miranda probablemente sea una de las más extensas en las gramáticas de los siglos de oro. Aunque el estatus de muchos de ellos tampoco esté claro, ni mucho menos, desde los presupuestos actuales, es evidente que bastantes no están relacionados con los adverbios, ni tan siquiera con estructuras adverbiales. De acuerdo a su significado amplio de “modificador del verbo u oración”, bajo el que se ampara Miranda, registra innumerables frases hechas o modismos: en aquella sazón, en lo venidero, de aqui a un rato, alpie deciento, en ninguna manera antes, a si es, conuiene asaber, pluguiese a Dios, acabaya, calla callando, a una parte a hurto, aquien digo, etc. (1566: 244-269). El resto de los gramáticos bajo su órbita (Oudin, Saulnier, Sanford, Texeda, Encarnación, Franciosini, Sobrino, etc.) actuarán de la misma manera (excepto Charpentier y Lancelot, quienes, como hemos dicho, lo censuran). Parece que en Charpentier prima el objetivo puramente gramatical. Se trata, más bien, de categorizar adverbios que de repertoriar vocabulario o expresiones necesarias para la comunicación (no sería descabellado pensar que quiera tratar dichas unidades desde una perspectiva pragmática podría acudir a su segundo volumen sobre “composición y traducción”).[6] Por ello, en cuatro ocasiones critica a su, hasta entonces, fuente principal. En la siguiente tabla mostramos los adverbios de Miranda eliminados en La Parfaicte Methode y agrupados según los considere: (i) sintagmas (“dictions composées”), (ii) oraciones (“oraisons parfaictes”)[7] o (iii) verbos: Miranda (adverbios) alguna vez en algun tiempo en aquella sazon el dia siguiente cada hora, cada momento poco tiempo ha

de tiempo

en ninguna manera

(“de negar”)

à señor, o come se llama, à quien digo

“de llamar”

cataldo aqui acabeya

(“de demostrar”) (“de amonestar”)

Charpentier

sintagmas

oraciones

verbos

[6] En la portada de la obra, se anuncian dos partes, de las que, hasta el momento, solo se conoce la primera: «La Parfaicte Methode povr entendre, escrire, et parler la langue Espagnole, diuisée en deux parties. La premiere contient briefuement les reigles de Grammaire. La seconde, les recherches des plus beaux enrichissemens de la langue qui seruent à la composition et traduction». [7] No deja de sorprender que considere poco tiempo ha “dicción compuesta”, mientras en ninguna manera y à señor “oraciones perfectas”. 79

Conviene destacar que en ningún momento critica las, hoy denominadas por la mayoría, locuciones adverbiales (bajo la estructura prototípica “preposición + elemento adverbial”). 4.3. Interjecciones vs. Adverbios Comprobamos la permeabilidad de estas clases de palabras en las gramáticas españolas de la época. En La Parfaicte Methode, determinadas subclases semánticas del adverbio (los “demostrativos”, “exclamativos”, “exhortativos”, o los que sirven para “llamar”) coinciden con algunos matices psico-semánticos de las interjecciones que distinguirá después: “el que llora, ríe, quiere evitar algo, pide silencio, se queja, se admira”, etc. De ahí que, por descuido, categorice doblemente algunos elementos (ay, he, ce), aunque en general esto no ocurre. Tampoco suele suceder en el resto de gramáticas de los siglos de oro. Pero lo que sí es más común es encontrar numerosos elementos hoy considerados interjecciones dentro de los adverbios (ao, ola, ce, ay, ea, sus en nuestra gramática). El motivo de dicha intersección categorial lo encontramos en la tradición gramatical griega, quien no reconoce la interjección como clase separada de palabras y la trata bajo los adverbios. La posterior separación latina de las interjecciones se basará esencialmente en características sintáctico-formales, mientras que los aspectos semánticos no parecen haberse separado con precisión (“pasiones y afectos del alma”), de ahí que en ocasiones converjan las dos unidades. 4.4. Locuciones adverbiales – adverbios En nuestra gramática se contabilizan los siguientes “adverbios” de más de una palabra: de donde, por donde, de do, de aqui, de ay, de alli, por aqui, por ay, por alli, por aca, por alla, por aculla, hasta que, desde entonces, nunca jamás, à la hora, para siempre jamás, dende agora, desde entonces, dende entonces, de aqui adelante, por adelante, despues aca, ni aun, no menos, mas antes, no solamente, muy poquito, à mortones, à caso, por uentura, alguna uez, otra uez, ara sus. Todos ellos tienen la misma consideración: son adverbios. Tal y como señala Gómez Asencio en su estudio sobre las locuciones adverbiales en la tradición gramatical española (2003: 69), en este tipo de gramáticas bajo la denominación de “adverbios” se vierten secuencias que: (i) o contienen un adverbio (de aqui), (ii) o vierten (es decir, traducen) un adverbio latino (à mortones, por ventura). Cuando analizamos el accidente de la figura vimos que establece una clasificación formal según la cual diferencia adverbios “simples” de “compuestos”. “Compuestos”, en su opinión, son: afuera, anteayer, por cierto. Los tres responden al originario esquema latino “preposición + adverbio” (o más bien “preposición + adjetivo” en el caso de por cierto). Parece que el hecho de que ciertas formas se 80

construyan a través de varios elementos (prefijo o preposición) comienza a señalarse, pero aún no se hace extensible la regla a todas las unidades pluriverbales (lo que denota todavía una profunda latinización). Charpentier se inserta en la línea de gramáticas para extranjeros del siglo xvi (junto al Anónimo de Lovaina, Villalón, Corro, Percyvall y Minsheu) y todavía no diferencia estas unidades complejas. Resulta cuando menos desconcertante que por ventura no tenga ninguna consideración especial y que por cierto sea un adverbio “compuesto”. 5. CONCLUSIONES Retomando los objetivos marcados al comienzo de esta aportación, podemos concluir que: i) La huella de la tradición clásica es evidente. De consecuencias menos drásticas para la nueva realidad lingüística es el establecimiento de los accidentes de especie, figura y significación. Y algo más graves para la adecuación descriptiva: para Charpentier (y para otros autores mucho después) aquí es un adverbio “de la misma manera” que por cierto (todavía está lejos la distinción de determinadas combinaciones de palabras, hoy reunidas bajo el marbete de “locuciones adverbiales”). Por otro lado, fruto de la no distinción de las interjecciones por parte de la tradición helénica se incluyen formas como ao, ola, ce, ay, ea, sus dentro de la lista de adverbios. ii) Se ha comprobado un claro intento por mantener cierta coherencia interna en la obra. Así, rara vez encontramos elementos doblemente categorizados y cuando esto ocurre el propio gramático lo advierte (mucho o poco adjetivos o adverbios). Está totalmente en contra de incluir elementos de diverso origen categorial, como en aquella sazón, en lo venidero, de aqui a un rato, alpie deciento que Miranda había propuesto como adverbios (resultado de la traducción directa de adverbios latinos).

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Fuentes primarias Anónimo de lovaina (1555): Vtil y breue institucion para aprender los principios y fundamentos de la lengua hespañola; Lovaina: Bartolomé Gravio. José J. Gómez Asencio (comp.): Antiguas Gramáticas del Castellano; Madrid: Fundación Histórica Tavera (2001). Anónimo de lovaina (1559): Gramatica de la lengua vulgar de España; Lovaina: Bartolomé Gravio. José J. Gómez Asencio (comp.): Antiguas Gramáticas del Castellano; Madrid: Fundación Histórica Tavera (2001). Charpentier, Antoine (1596): La Parfaicte Methode pour entendre, escrire, et parler la langue espagnole; París: Lucas Breyel. Carmen Quijada Van den Berghe (ed.): La Parfaicte Methode pour entendre, escrire, et parler la langue espagnole de Charpentier (1596): estudio, edición facsimilar, transcripción y traducción. Tesis doctoral inédita, Universidad de Salamanca (2010). Correas, Gonzalo (1626): Arte de la lengua española castellana. Emilio Alarcos (ed.), Madrid: CSIC (1954). Corro, Antonio del (1586): Reglas gramaticales para aprender la lengua española y francesa. Oxford: Joseph Barnes. Lidio Nieto Jiménez (ed.); Madrid: Arco/ Libros (1988). Jiménez patón, Bartolomé (1614): Instituciones de la Gramática Española; Baeza: Pedro de la Cuesta. José J. Gómez Asencio (comp.): Antiguas Gramáticas del Castellano; Madrid: Fundación Histórica Tavera (2001). Lancelot, Claude (1681[1660]): Nouvelle Methode pour apprendre facilement et en peu de temps la langue espagnole; París: Pierre le Petit. José J. Gómez Asencio (comp.): Antiguas Gramáticas del Castellano; Madrid: Fundación Histórica Tavera (2001). Meurier, Gabriel (1558): Coniugaisons, regles et instructions...pour ceux qui desirent apprendre François, Italien, Espagnol, et Flamen; Amberes: Ian van Vvaesberghe. Minsheu, John (1623[1599]): A Spanish Grammar. Londres: Iohn Haviland. Miranda, Giovanni (1566): Osseruationi della lingua castigliana; Venecia: Gabriel Giolito de’Ferrari. Nebrija, E. Antonio (1492): Gramática Castellana. Miguel Ángel Esparza y Ramón Sarmiento (eds.); Madrid: SGEL (1992). Oudin, César (1606[1597]): Grammaire Espagnolle expliquee en françois; París: Marc Orry. José J. Gómez Asencio (comp.): Antiguas Gramáticas del Castellano; Madrid: Fundación Histórica Tavera (2001). Percyvall, Richard (1591): Bibliotheca Hispanica; Londres: Iohn Iackson. 82

Sanford, John (1611): An entrance to the Spanish tongue; Londres: T. Haueland. José J. Gómez Asencio (comp.): Antiguas Gramáticas del Castellano; Madrid: Fundación Histórica Tavera. Villalón, Cristóbal de (1971[1558]): Gramática Castellana. Constantino García (ed.); Madrid: CSIC (1971). Fuentes secundarias Gómez Asencio, José Jesús (1981): Gramática y categorías verbales en la tradición española (1771-1847); Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca. Gómez Asencio, José Jesús (2003): «De las locuciones adverbiales, ¿qué se hizo en la tradición gramatical española?»; Interlingüística 14, pp. 59-76. Martínez Gavilán, María Dolores (1989): Las ideas lingüísticas en España en el siglo XVII: los tratados gramaticales [en línea www.revistacontextos.es/ econtextos].

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SUPER- Y SOBRE- EN LA LEXICOGRAFÍA ACADÉMICA ESPAÑOLA Marta Torres Martínez* Universidad de Jaén

1. INTRODUCCIÓN En este trabajo analizamos el tratamiento de los prefijos super- y sobre- en los diccionarios publicados por la Real Academia Española atendiendo especialmente tres aspectos: la categoría gramatical asignada a los prefijos en cada edición, la fecha de introducción del guion tras el lema codificado y los valores semánticos asignados. La particularidad de este par de afijos radica en que ambos proceden del prefijo latino super-, que experimenta en español una doble evolución, a saber, las formas prefijales super- y sobre-. Además, señalamos la circunstancia de que, por un lado, super- coincide formalmente con la preposición latina super y, a su vez, con el adverbio latino super, mientras que, por otro lado, sobre- se corresponde con la preposición española sobre. Estos factores serán determinantes en el tratamiento lexicográfico de los prefijos super- y sobre-, sobre todo en lo que respecta a la primera documentación en los repertorios académicos, la introducción del guion y las categorías gramaticales que se asignan a tales unidades. En relación con los repertorios seleccionados, en este estudio examinamos las veintidós ediciones publicadas del repertorio oficial de la Academia, Diccionario de la lengua española (DRAE).[1] Además, hemos creído fundamental incluir en nuestro análisis tanto el Diccionario de autoridades (DA 1726-1739), al tratarse del primer repertorio lexicográfico proyectado por la Corporación, como el Diccionario panhispánico de dudas (DPD 2005), destinado a resolver los aspectos lingüísticos que plantean dificultades entre los usuarios de la lengua. *

Correo-e: [email protected]

[1] A saber, las ediciones publicadas en 1780, 1783, 1790, 1803, 1817, 1822, 1832, 1837, 1843, 1852, 1869, 1884, 1899, 1914, 1925, 1936/39, 1947, 1956, 1970, 1984, 1992 y 2001. 85

Antes de llevar a cabo el recorrido lexicográfico, ofrecemos el contexto latino y la revisión de algunos trabajos que se han ocupado de super- y sobre, a fin de conocer su origen y valores semánticos. En definitiva, nuestro objetivo se centra en mostrar la evolución de la metodología empleada por la Academia en sus diccionarios a la hora de codificar un tipo concreto de morfema derivativo: los prefijos. 2. CONTEXTO LATINO En latín, super se documenta como adverbio y como preposición de acusativo y ablativo. Como adverbio, Segura Munguía (2001: 750 y 2007: 763) señala para super un valor locativo principal (1a) así como tres valores secundarios intensivos: ‘más, aun demasiado’ (1b), ‘además’ (1c), ‘además, por lo demás’ (1d): (1) a. haec super e vallo prospectant troes ‘los Troyanos lo contemplan desde lo alto de la empalizada’ b. satis superque rerum ‘bastantes y aun demasiados asuntos’ c. et super ‘y además’ d. nihil erat super ‘no quedaba nada por lo demás’

Como preposición, super se emplea en latín seguida de acusativo o de ablativo[2] (vid. Segura Munguía 2001: 750 y 2007: 763).[3] Cuando super va seguido de acusativo presenta siete valores significativos: ‘sobre, encima de’ [con o sin movimiento][4] (2a); ‘más allá de, cerca de’ [referido a lugar geográfico] (2b); ‘al lado de, a la derecha de’ [referido al puesto ocupado en un triclinio] (2c); ‘durante’ (2d); ‘además’ (2e); ‘más de’ (2f ) y ‘sobre, al mando de’ (2g): (2) a. super naves turrim efficere ‘construir una torre sobre naves’ b. super et garamantas et indos proferet imperium ‘extenderá el imperio más allá de los Garamantas y los indios’ c. cubabat super regem ‘cenaba al lado del rey’ d. super caenam ‘durante la cena’ e. super dotem ‘además de la dote’ [2] Neira (1972) observa que super podía regir acusativo o ablativo, dependiendo de si el verbo indicaba reposo o movimiento, si bien esta distinción se hace borrosa pronto en el mismo latín. [3] Cabe destacar que Ernout y Meillet (1967: 667-668) documentan en su diccionario algunas variantes reforzadas que super presentaba en su contexto latino como asuper (‘encima’), desuper (‘de arriba abajo’), exuper (‘encima, arriba’) e insuper (‘por encima, sobre’), formas semejantes a las locuciones prepositivas del español, según Neira (1972: 226). [4] Respetamos el formato de las definiciones que nos ofrece Segura Munguía (2001: 750 y 2007: 763). En ellas la información semántica adicional queda recogida mediante corchetes, convención adoptada para marcar el contorno de la definición o conjunto de indicaciones semánticas, sintácticas o pragmáticas que completan la definición lexicográfica. 86

f. super tres modios ‘más de tres modios’ g. super armametarium positus ‘puesto al mando del arsenal’

Como preposición de ablativo, Segura Munguía (2001: 750 y 2007: 763) señala cuatro valores semánticos expresados por super: ‘sobre, encima’ (3a); ‘acerca de’ (3b); ‘además de’ (3c) y ‘sobre, hacia’ (3d): (3) a. super musculo lateres struuntur ‘sobre el mantelete se colocan ladrillos’ b. super alique re scribere ‘escribir sobre un tema’ c. super his ‘además de esto’ d. nocte super media ‘hacia la media noche’

Por último, Segura Munguía (2001: 750 y 2007: 763) señala el empleo en latín de super- como prefijo (4) con el valor locativo de ‘encima de, sobre’ (4a), así como con el significado intensivo de ‘además, más’ (4b): (4) a. superemineo ‘elevarse por encima, sobrepasar’; superfero ‘llevar encima’; superimpono ‘poner encima, superponer’; supernato ‘flotar sobre, sobrenadar’; superscribo ‘escribir encima’ b. superaddo ‘aumentar, añadir sobre’; supererogo ‘gastar más’; supersum ‘haber además, subsistir, quedar, sobrar’; supervaleo ‘ser más fuerte’; supervalesco ‘hacerse más fuerte’.

En cuanto a las bases a las que se une en latín el prefijo super-, podemos decir que este elemento se adjunta básicamente a verbos, según hemos observado en (4). No obstante, super- también se añade, en mucha menor medida, a bases nominales (superabundantia ‘sobreabundancia’, supercilium ‘ceja, entrecejo’, superficies ‘aspecto exterior’ o superpelliceum ‘sobrepelliz’). También en la macroestructura de su diccionario se documenta supernatus (‘nacido encima, sobrevenido’), formación en la que el prefijo latino super- se antepone al participio natus, que funciona como adjetivo (vid. Segura Munguía 2001: 752 y 2007: 765).

3. REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA La preposición latina super ha dado lugar en español a la preposición sobre, mientras que el prefijo latino super- ha experimentado una doble evolución en nuestra lengua, ya que ha originado las formas prefijales super- y sobre-. No obstante, a la hora de otorgar estatuto a estas unidades, encontramos posturas enfrentadas. Hay lingüistas como Martín García (1998) o Varela y Martín García (1999) que no las analizan como prefijos distintos sino como variantes de 87

un mismo morfema.[5] Por el contrario, la tendencia general consiste en considerarlas prefijos diferentes (vid. Lang, 1992; Rainer, 1993; Almela, 1999; Rodríguez Ponce, 2002; entre otros). Si consultamos la Nueva gramática de la lengua española (2009) de la Real Academia Española —en adelante, NGRALE—, atendiendo al criterio semántico, tanto sobre- como super- quedan ubicados en dos grupos: (i) “prefijos espaciales de superioridad” (sobrevolar, superponer) y (ii) “prefijos gradativos y escalares de exceso” (sobrealimentar, superpoblación).[6] En lo que respecta al sentido espacial de ‘posición superior’, sobre- se combina especialmente con sustantivos («designan cosas materiales, a menudo utensilios, instrumentos, accesorios o complementos», NGRALE 2009: 686-687, como sobrecama, sobrefalda, sobrehueso) y verbos (el prefijo hace referencia al «espacio en que tiene lugar alguna acción», NGRALE 2009: 687, sobrehilar, sobreponer, sobrevolar); por su parte, super- se suele anteponer a sustantivos (superestrato, superestructura, superíndice). Precisamente, a propósito del significado locativo de super- y sobre-, en la línea de Varela y Martín García (1999), la Academia advierte de que estos dos prefijos pueden acompañar a las mismas bases, si bien la alternancia no implica un cambio de significado: Cuando los prefijos super- y sobre- preceden a las mismas bases, se obtienen solo a veces diferencias claras de significados, como en el desusado superentender (‘inspeccionar, vigilar’) frente a sobrentender (‘entender lo que no está expreso’), o en superponerse (‘estar uno encima del otro’) y sobreponerse (‘ponerse por [5] Siguiendo a Quilis (1970: 235), Varela y Martín García (1999: 5013) defienden la variación libre en casos como sobreabundar/superabundar, sobrealimentar/superalimentar, sobreponer/ superponer), aunque reconocen que la preferencia por una forma u otra del prefijo está motivada por la condición culta o popular de la palabra a la que se adjunta. No obstante, la tesis de la alternancia libre es rechazada por Felíu (2003: 192) en el caso de inter-/entre- (interdecir/entredecir, interlunio/entrelunio, intermedio/entremedio), al considerar que los pares de palabras presentados anteriormente proceden directamente del latín, lo que explicaría la aparente distribución libre de inter- y entre-. Además, Felíu (2003: 92) señala la ausencia de significado composicional en muchas de estas formaciones (interponer: Puse la mesa entre la cama y la estantería/*Interpuse la mesa entre la cama y la estantería) así como su escasa vitalidad en el español actual (entrelunio, entremedio, entrepelar). En el caso del par super-/sobre-, efectivamente, podemos observar la alternancia libre en formaciones como sobreponer/superponer (< superponere), ya que ambas significan ‘añadir algo o ponerlo encima de otra cosa’ (DRAE 2001), si bien en forma pronominal sobreponerse (‘dominar los impulsos del ánimo, hacerse superior a las adversidades o a los obstáculos que ofrece un negocio’, DRAE 2001) y superponerse (‘añadir algo o ponerlo encima de otra cosa’, DRAE 2001) significan cosas muy distintas. Sin embargo, si consultamos los significados de sobreabundar/superabundar (< superabundare). [6] En lo que respecta a la relación entre los dos significados básicos de los prefijos objeto de estudio (locación y gradación), se señala que «la prefijación locativa se aproxima a la gradativa, puesto que las escalas se interpretan como jerarquías dispuestas verticalmente» (NGRALE 2009: 709). 88

encima de lo adverso’). En el uso transitivo estos mismos verbos no distinguen tan claramente sus significados (NGRALE 2009: 687).

En cuanto al sentido gradativo o escalar (NGRALE 2009: 709-711), «super- se añade ocasionalmente a sustantivos para ponderar el grado de alguna propiedad o capacidad positiva asociada a la noción designada por la base» (superpotencia o superproducción en la lengua general; supercasa o supercoche en registros conversacionales);[7] sobre- denota ‘exceso’[8] y suele adjuntarse a verbos que «suelen admitir paráfrasis como en exceso, excesivamente, en demasía, exageradamente y otras similares» (sobreactuar, sobrecalentar, sobremedicar, sobrevalorar), adjetivos (sobrehumano, sobrenatural, sobredotado) y nombres (sobredosis, sobreprecio, sobretasa). Anteriormente, tanto Martín García (1998: 113) como Varela y Martín García (1999: 5010-5011) apuntan que, en los prefijos que presentan más de un contenido significativo, uno de los valores semánticos se convierte en el más productivo. Particularmente, Varela y Martín García (1999: 5011) señalan que el prefijo sobre- resulta más productivo en su valor locativo originario,[9] mientras que su correlato culto super- posee más vitalidad como prefijo intensivo.[10] También la NGRALE (2009: 667), a propósito de la delimitación prefijo/elemento compositivo o base compositiva (vid. Torres 2011b: 225-226), considera a super- como un prefijo productivo en español, al igual que anti-, contra-, ex-, micro-, pre-, entre otros.[11] [7] Además, se señala que el prefijo super- «expresa ‘exceso’ con algunos derivados construidos a partir de sustantivos deverbales (superabundancia, superpoblación), a menudo en alternancia con los formados con sobre-» (NGRALE 2009: 710). [8] La NGRALE (2009: 711) advierte de que «el concepto de ‘exceso’ se interpreta a partir de la noción de ‘límite’», pues traspasar un límite suele acarrear ciertas connotaciones negativas. [9] Tal y como observan Varela y Martín García (1999: 5010), la prefijación española muestra una tendencia a la pérdida progresiva de los valores semánticos originarios y a la especialización de los prefijos para expresar significados derivados de los valores espaciales. Esta tendencia se refleja en los neologismos formados en español actual, ya que éstos presentan con mayor frecuencia prefijos con valores intensivos que locativos. Por ejemplo, si consultamos el Nuevo diccionario de voces de uso actual (2003) de Alvar Ezquerra, de las 74 formaciones creadas mediante sobre-, tan sólo documentamos 8 neologismos en los que este prefijo expresa un valor locativo (sobrebota, sobrecamisa, sobrecorrección, sobreimpresión, sobreimpresionar, sobremesino, sobrenaturaleza y sobrenombrar). [10] En este punto, podemos destacar que Rodríguez Ponce (2002: 90-91) señala que las obras lexicográficas más recientes (Diccionario de voces de uso actual, 1994 y Diccionario del español actual, 1999) ofrecen un panorama revitalizado de la prefijación de sobre- intensivo. Según esta autora, dicha revitalización se debe a la distribución libre con el prefijo super- en muchos términos de creación moderna (sobreexplotación/superexplotación, sobresaturación/supersaturación), si bien Rodríguez Ponce (2002: 91) advierte de que super- y sobre- no son equivalentes semánticamente, salvo en los dobletes señalados. [11] Además, en la NGRALE (2009: 677) se señalan algunas notas sintácticas en relación con 89

4. Super- Y sobre- EN LOS DICCIONARIOS ACADÉMICOS 4.1. Súper/superEste prefijo, a pesar de su origen latino, no se incluye en la macroestructura del diccionario académico hasta el último cuarto del siglo xix, en concreto, a partir del DRAE (1884).[12] Primeramente, en lo que respecta al formato del lema, hemos de tener en cuenta que el guion, signo ortográfico que materializa la condición de elementos ligados de los prefijos, no se documenta hasta bien entrado el siglo xx; particularmente, en el caso de super-, a partir del DRAE (1970). De este modo, observamos dos tendencias: ausencia de guion (DRAEs 1884-1956) y presencia de guion (DRAEs 1970-2001 y DPD 2005). Paralelamente, la modificación del lema conlleva un cambio de categoría gramatical, pues el lema sin guion (súper) se cataloga como “preposición inseparable” (DRAEs 1884-1956), mientras que el lema con guión (super-) se define como “elemento compositivo” (DRAEs 1970-2001) y como “elemento compositivo prefijo” (DPD 2005). 4.1.1. Súper Desde 1884 hasta 1956 la Academia lematiza nuestro prefijo objeto de estudio sin guion y con tilde (súper):[13] (5)

DRAEs

(1884 y 1899): Súper. (Del lat. s ŭper) prep. insep. que significa sobre, y en las voces simples de nuestra lengua á que se halla unida, equivale á fuera de, como en

super-, en concreto, se destaca su índole recursiva cuando significa gradación (super-super enrollado). [12] El caso de super- no será el único en el que la Academia dé entrada, por primera vez, a un prefijo de origen preposicional latino en una edición tan tardía, ya que, por ejemplo, subtambién quedará recogido a partir de la edición de 1884. [13] Hemos de comentar que, si bien ya no tiene relación con el prefijo super-, tanto el DRAE (2001) como el DPD (2005) dan cabida en su macroestructura a súper (sin guion): súper1. (De super-, independizado de su uso como elem. compos.). adj. Dicho de la gasolina: De octanaje superior al considerado normal. U. t. c. s. f. súper2. (Acort.). m. coloq. supermercado. (DRAE 2001: s. v. súper). súper. 1. Adjetivo invariable, creado a partir del elemento compositivo super-, que significa, dicho de gasolina, ‘de octanaje superior al considerado normal’: nafta súper, gasolina súper. […] 2. Sustantivo masculino, acortamiento coloquial de la voz supermercado […] 3. En cualquiera de estos usos es un elemento tónico e independiente, que debe escribirse con tilde por ser voz llana acabada en -r. No debe confundirse con el elemento compositivo super-. (DPD 2005: s. v. súper). 90

supernumerario, ó denota preeminencia, como en superintendente, ó exceso ó grado sumo, como en superabundante, superfino. (DRAEs 1884 y 1899: s. v. súper). (6) DRAEs (1914-1956): Súper. (Del lat. super) prep. insep. que significa sobre, y en las voces simples de nuestra lengua a que se halla unida denota preeminencia, como en superintendente; grado sumo, como en superfino; exceso o demasía, como en superabundancia, supernumerario. (DRAEs 1914-1956: s. v. súper).

La primera edición en la que se codifica súper, el DRAE (1884), se caracteriza por introducir una novedad en relación con la edición inmediatamente anterior: al lema se le pospone la etimología, en este caso se indica que súper procede del latín sŭper/super —entendemos que de la preposición latina super—. En cuanto a la categoría gramatical, según indicamos anteriormente, la Academia asigna a súper la etiqueta de “prep. insep.” (“preposición inseparable”). Ya señalamos en otros trabajos (Torres 2010: 322 y 2011a: 83) la paradoja que supone emplear el adjetivo “inseparable” para definir un lema codificado, sin guion (en este caso, súper), sobre todo si tenemos en cuenta que, en el artículo lexicográfico correspondiente al lema preposición en el mismo DRAE (1884), las «preposiciones inseparables únicamente se hallan en composición con otras palabras del español».[14] Así, súper funciona como elemento ligado y no como forma independiente, tal y como pensaríamos al observar el lema no seguido de guion. Si nos centramos en los valores semánticos que presenta súper, encontramos diferencias entre los artículos recogidos en (5) y (6), razón por la que los hemos dispuesto aparte. En efecto, en los DRAEs (1884 y 1899) se reconocen cuatro significados: de un lado, el originario, ‘sobre’ —no documentado en español, sino en el ámbito latino (super)—; de otro lado, los documentados ya en palabras creadas en nuestra lengua: (i) ‘fuera de’ (supernumerario), (ii) ‘preeminencia’ (superintendente) y (iii) ‘exceso o grado sumo’ (superabundante, superfino).[15]

[14] preposición. (Del lat. praepositio.) f. Gram. parte invariable de la oración, cuyo oficio es denotar el régimen o relación que entre sí tienen las palabras o términos. Las preposiciones se dividen en separables e inseparables. Las primeras son las que para este fin se emplean aisladas; como a, con, de, etc., aunque también sirven de prefijos en voces compuestas; v. gr. aclamar, convenir, deponer; las segundas hállanse únicamente en composición; v. gr. despropósito, incapaz, superapundancia. (DRAE 1884: s. v. preposición). [15] En este último significado, cabe destacar que se ofrecen como sinónimos dos valores distintos, el de ‘exceso’, parafraseado por ‘demasiado’, y el de ‘grado sumo’, equivalente a ‘muy’, tal y como muestran los ejemplos superabundante (‘demasiado abundante’) y superfino (‘muy fino’), respectivamente. 91

Ya en los DRAEs (1914-1956) observamos cambios a la hora de codificar los valores semánticos de súper: se sigue presentando el valor locativo como primer significado (‘sobre’), si bien se omite el valor locativo ‘fuera de’; el valor de ‘preeminencia’ (superintendente) se mantiene igual que en las ediciones anteriores, mientras que los significados de ‘grado sumo’ y ‘exceso’ se presentan no como equivalentes sino como valores independientes. Además, respecto a los dos últimos significados, cabe destacar dos aspectos novedosos. Por una parte, el valor intensivo de ‘grado sumo’ adelanta posiciones a partir de la edición de 1914, en nuestra opinión, debido al, cada vez, más reciente uso del elemento objeto de estudio con este significado. Por otra parte, el valor de ‘exceso’ se amplía con la paráfrasis “o demasía” e incluso hay cambios en los ejemplos: el adjetivo superabundante se sustituye por el nombre de la misma familia léxica superabundancia, mientras que se añade supernumerario, formación que en las ediciones de 1884 y 1899 ejemplificaba el valor locativo ‘fuera de’, eliminado, como hemos dicho, a partir de 1914. 4.1.2. SuperEl lema super-, ya seguido de guion, aparece por primera vez en el DRAE (1970): (7)

DRAEs

(1970 y 1984): super-. (Del lat. super.) Elemento compositivo que entra en la formación de algunas voces españolas con el significado de “preeminencia” como en superintendente; “grado sumo”, como en superfino; “exceso o demasía”, como en superabundancia, supernumerario. (DRAEs 1970 y 1984: s. v. super-).

En el artículo lexicográfico presentado en (7) destacamos tres aspectos significativos. En primer lugar, al codificarse con guion, se indica la condición de elemento ligado del lema. En segundo lugar, la nota etimológica, codificada tras el lema, no muestra el verdadero origen del elemento super-, ya que éste procede del prefijo latino super- y no de la preposición latina super, según se da a entender entre paréntesis, “(Del lat. super.)”. Por último, la Academia asigna a super- la categoría de “elemento compositivo”,[16] etiqueta que conservará hasta la actualidad.[17] En cuanto a los valores semánticos de super-, el artículo lexicográfico muestra [16] En el DRAE (1970), primer repertorio donde se documenta esta categoría, encontramos la siguiente información bajo el lema compositivo, va: compositivo, va. (Del lat. compositivus.) Adj. Gram. Aplícase a las preposiciones o partículas con que se forman voces compuestas. Anteayer, condiscípulo, desafortunado, perseguir. (DRAE 1970: s. v. compositivo, va). [17] A propósito de la delimitación “elemento compositivo”/“prefijo”, vid. Torres (2011b: 226). 92

los tres últimos significados que se codificaban bajo el lema súper desde 1914 a 1956 (‘preeminencia’ como en superintendente; ‘grado sumo’, como en superfino; ‘exceso o demasía’, como en superabundancia, supernumerario), si bien se elimina el relativo al origen latino, ‘sobre’. En (8) y (9) presentamos los artículos lexicográficos de super- correspondientes a las ediciones usuales de 1992 y 2001, respectivamente: (8)

DRAE

(1992): super-. (Del lat. super-.) elem. compos. cuyo significado propio es «encima de»: superestructura; puede significar también «preeminencia»: superintendente, superhombre, superdotado; «grado sumo»: superfino, superelegante; «exceso»: superproducción. (DRAE 1992: s. v. super-).

(9)

DRAE

(2001): super-. (Del lat. super-.) elem. compos. Significa ‘encima de’. Superestructura. || 2. Puede significar también ‘preeminencia’ o ‘excelencia’. Superintendente, superhombre, superdotado. || 3. Significa ‘en grado sumo’. Superfino, superelegante. || 4. Significa ‘exceso’. Superproducción. (DRAE 2001: s. v. super-).

Las dos últimas ediciones académicas (1992 y 2001) presentan dos novedades significativas en lo que respecta a la etimología y a los significados del lema super-. Por un lado, la nota etimológica, gracias a la introducción del guion, ya recoge el origen correcto del elemento objeto de estudio, esto es, el prefijo latino super- y no la preposición latina super, “(Del lat. super-)”. Por otro lado, el lema super-, tanto en (8) como en (9), presenta cuatro valores significativos —si bien en 2001 se separan como subacepciones— con nuevos ejemplos, más familiares para el usuario (superhombre, superdotado para el valor de ‘preeminencia’; superelegante para el significado de ‘grado sumo’ y superproducción para el valor de ‘exceso’). Además, cabe destacar que las ediciones de 1992 y 2001 recuperan el valor locativo original de super- —olvidado desde la primera aparición de este elemento con guion en 1970—, si bien se cambia la paráfrasis ‘sobre’ por ‘encima de’. Por último, podemos señalar un aspecto muy significativo: la categoría gramatical asignada a super- sigue siendo la de “elemento compositivo”, etiqueta que no se empleará en las últimas ediciones académicas (1992 y 2001) para otros prefijos (por ejemplo, extra-, inter-, re-, sub-, entre otros). (10) DPD (2005): super-. 1. Elemento compositivo prefijo que denota ‘lugar situado por encima’: superciliar, superponer; ‘superioridad o excelencia’: superpotencia, superhombre; o ‘exceso’: superpoblación, superproducción. En el español coloquial actual se usa con mucha frecuencia para añadir valor superlativo a los adjetivos o adverbios a los que se une: superútil, superreservado, superbién. 2. Como el resto de los elementos compositivos prefijos, super- es átono y debe escribirse sin tilde y

93

unido sin guion a la palabra base. No se considera correcta su escritura como elemento autónomo: *«Se portan súper bien» (Tiempo [Col.] 11.2.97). No debe confundirse con el adjetivo y el sustantivo súper ( súper), que sí son palabras independientes. (DPD 2005: s. v. super-).

En (10) observamos que se produce una modificación en la categoría gramatical o, más bien, una ampliación: “elemento compositivo prefijo”. La Academia especifica que super- posee origen grecolatino, esto es, se trata de una raíz culta (“elemento compositivo”)[18] y que va antepuesto a la base a la que se adjunta (“prefijo”, por lo que emplea esta categoría con su sentido etimológico: «Preposición partícula o voz que se antepone a un vocablo simple para convertirlo en compuesto o modificar su significado», DRAE 1869:[19] s. v. prefijo, ja). En cuanto a los significados, ya en el DPD (2005), si bien se reconocen los cuatro valores habituales, la Academia tiene voluntad de modernizar las paráfrasis empleadas hasta el momento: ‘lugar situado por encima’, ‘superioridad o excelencia’, ‘exceso’ y ‘valor superlativo’. Además, debido a la índole de este repertorio, se indican aspectos relacionados con el uso o la ortografía de este prefijo («en el español coloquial actual se usa con mucha frecuencia para añadir valor superlativo a los adjetivos o adverbios a los que se une» o «debe escribirse sin tilde y unido sin guion a la palabra base», respectivamente). 4.2. Sobre/sobreA diferencia de súper/super-, este prefijo se codifica desde el primer diccionario académico, DA (1726-39). En lo que respecta al lema, en este caso hemos comprobado con sorpresa cómo el guion se introduce tardíamente, ya a finales del siglo xx, en el DRAE (1992). Así, se pueden distinguir dos etapas: ausencia de guion (DA 1726-39 y DRAEs 1780-1984) y presencia de guion (DRAEs 1992 y 2001). En cuanto a la categoría gramatical, seguidamente, observamos que el lema sin guion (sobre) se define como “preposición […] sirve frecuentemente a la composición” (DA, 1726-39 y DRAEs 1780-1817), “preposición […] sirve a la composición” (DRAEs 1822-1899), “preposición […] en composición” DRAEs 1914-1984); mientras que el lema con guión (sobre-) se cataloga como “elemento compositivo” (DRAEs 1992 y 2001).[20] [18] Acerca de la caracterización de los “elementos compositivo” o “raíces cultas/grecolatinas”, vid. Torres (2008: 393-394). [19] En el DRAE (1869) es cuando se codifica por vez primera la acepción de prefijo relativa a la unidad morfológica. [20] Sobre/sobre- no se incluye en la macroestructura del DPD (2005), pues, presumiblemente, este prefijo no plantea dudas en su uso. 94

4.2.1. Sobre Como hemos apuntado, resulta llamativo que este prefijo quede lematizado sin guion (sobre) desde el DA (1726-39) hasta el DRAE (1984):[21] (11) DA (1726-39) y DRAEs (1780-1817): SOBRE. Preposición. Vale lo mismo que encima. Viene del Latino Super. Supra. […] sobre. Sirve freqüentemente a la composicion de nombres, y verbos, correspondiendo al Super Latino; y, ò aumenta la significacion, ò le añade la suya al nombre, ò verbo que compone: como Sobrecoger, sobreponer, sobrecarga.[22] (DA, 1739-DRAEs 1780-1822: s. v. sobre). (12) DRAEs (1822-1899):[23] SOBRE. prep. encima. […] || Sirve á la composicion de nombres, y verbos, correspondiendo al super Latino; y, ó aumenta la significacion, ó le añade la suya al nombre, ó verbo que compone; como: sobrecoger, sobreponer, socrecargar.[24] (DRAEs 1822-1899: s. v. sobre). (13) DRAEs (1914-1984): Sobre. (Del lat. super) prep. Encima (de). […] || En composición, o aumenta la significación, o añade la suya al nombre o verbo con que se junta. sobrealiento, sobresueldo, sobreagudo, sobreponer, sobrecargar. (DRAEs 1914-1984: s. v. sobre).

En lo que respecta a la categoría gramatical, comprobamos que, en todos los casos, sobre se cataloga como “preposición”, si bien va cambiando ligeramente la paráfrasis definitoria: “sirve frecuentemente a la composición” en (11), “sirve a la composición” en (12) y “en composición” en (13). Tal como podemos deducir, por “composición” no entendemos en este contexto el procedimiento por el que «dos o más palabras forman conjuntamente una tercera» (NGRALE 2009: 735), sino el proceso que, además, engloba la prefijación (vid. Torres 2011a: 76, nota 3). Esta circunstancia queda demostrada a partir de la edición del DRAE (1884), bajo el lema composición, donde se da cabida a la acepción referente al procedimiento gramatical: «Procedimiento por el cual se forman vocablos agregando a [21] Atendiendo al objetivo de nuestro trabajo, únicamente no centramos en la subacepción de sobre- como elemento ligado a palabras del español, y no en los distintos valores semánticos y usos de la preposición española sobre. [22] Hemos de indicar que en los DRAEs (1780-1822) se sustituye el sustantivo sobrecarga por el verbo sobrecargar. [23] En las ediciones de 1884 y 1899 se incorpora la etimología tras el lema: “(Del lat. sŭper)”. [24] Advertimos de algunos cambios localizados en lo que respecta a los ejemplos de sobre: a partir del DRAE (1832) se incorpora sobreesencial, si bien en 1852 se sustituye por sobrealiento. Más adelante, en el DRAE (1884) se elimina sobrecoger y se incluye sobresueldo. 95

uno simple una o más preposiciones o partículas u otro vocablo íntegro o modificado por eufonía; v. gr.: anteponer, reconvenir, hincapié, cejijunto» (DRAE 1884: s. v. composición). Más adelante, se nos da indicaciones acerca del valor semántico del prefijo («aumenta la significación») y sobre las bases a las que se adjunta («nombre o verbo»).[25] Además, según los artículos presentados en (11) y (12), se trata de la forma evolucionada del super latino en español. 4.2.2. SobreA partir de la edición usual de 1992, la Academia introduce el artículo lexicográfico correspondiente al lema sobre- seguido de guion para referirse al prefijo objeto de estudio:[26] (14) DRAEs (1992 y 2001):[27] sobre-. (Del lat. super-) elem. compos. cuyo significado propio es el de superposición o adición: sobrearco, sobrecalza, sobrehaz. Puede indicar [25] Destacamos que la Gramática académica incluye las subcategorías de “sustantivo” y “adjetivo” bajo la de “nombre” hasta 1870, edición en la que ya figuran como dos clases de palabras autónomas. De ahí que, entre los ejemplos, encontremos el adjetivo sobreesencial desde 1832 hasta 1852. No obstante, echamos en falta que, precisamente a partir de 1870, no se incluya el adjetivo como base a la que se adjunta el prefijo, tal como hemos visto en la revisión bibliográfica (sobrehumano, sobrenatural, sobredotado). [26] Por supuesto, el diccionario académico en sus dos últimas ediciones sigue codificando dos lemas homónimos de sobre como palabra independiente: sobre1. (Del lat. super). 1. prep. Encima de. 2. prep. acerca de. 3. prep. Además de. 4. prep. U. para indicar aproximación en una cantidad o un número. Tengo sobre mil pesetas. Vendré sobre las once. 5. prep. Cerca de otra cosa, con más altura que ella y dominándola. 6. prep. Con dominio y superioridad. 7. prep. En prenda de algo. Sobre esta alhaja préstame veinte duros. 8. prep. En el comercio, denota la persona contra quien se gira una cantidad, o la plaza donde ha de hacerse efectiva. 9. prep. U. precediendo al nombre de la finca o fundo que tiene afecta una carga o gravamen. Un censo sobre tal casa. 10. prep. A, hacia. 11. prep. Después de. Sobre comida. Sobre siesta. Sobre tarde. 12. prep. Precedida y seguida de un mismo sustantivo, denota idea de reiteración o acumulación. Crueldades sobre crueldades; robos sobre robos. 13. prep. En una gradación numérica, indica una posición superior a la que se toma como referencia. Estamos a dos grados sobre cero. 14. m. Sal. y Zam. Juego del escondite. (DRAE 2001: s. v. sobre1). sobre2. 1. m. Cubierta, por lo común de papel, en que se incluye la carta, comunicación, tarjeta, etc., que ha de enviarse de una parte a otra. 2. m. Lo que se escribe en dicha cubierta. (DRAE 2001: s. v. sobre2). [27] El artículo de sobre- correspondiente a la edición de 2001 es similar al de la edición de 1992, si bien en 2001 se incluyen números arábigos correlativos para separar las distintas acepciones. 96

también intensificación del significado del nombre al que se antepone: sobrealimentación, sobrehumano. A veces denota repetición: sobrearar, sobrecenar; o bien, acción repentina: sobrecoger, sobresaltar. (DRAEs 1992 y 2001: s. v. sobre-).

Si observamos el artículo lexicográfico de (14), en primer lugar, comprobamos que, además de codificar el guion tras el lema, este elemento también se ha incluido en el paréntesis etimológico “(Del lat. super-)”, por lo que ya se indica de manera acertada el origen latino de sobre-. De otro lado, la categoría gramatical asignada a sobre- es “elemento compositivo”, al igual que super-. A la hora de revisar los valores semánticos, comprobamos que se produce un aumento considerable de los significados, en relación con los artículos correspondientes a sobre —donde únicamente se recogía un valor significativo del elemento objeto de estudio (“aumenta la significación, o le añade la suya al nombre o verbo con que se junta”)—. En total, son cuatro los valores asignados a sobre-. En primer lugar, se codifica su significado principal de ‘superposición o adición’ en voces como sobrearco, sobrealza o sobrehaz. En este punto, cabe señalar que la Academia, bajo la paráfrasis ‘superposición o adición’, parece confundir dos valores distintos, el locativo ‘superposición’ y el intensivo ‘adición’, si bien los ejemplos sólo responden al significado locativo (sobrearco, sobrealza o sobrehaz). Además del valor principal, se codifican otros tres significados secundarios de sobre-: ‘intensificación’ en sobrealimentación o sobrehumano, ‘repetición’ en sobrearar o sobrecenar y ‘acción repentina’ en sobrecoger o sobresaltar. 5. VALORACIÓN FINAL En nuestro trabajo hemos revisado el origen latino de los prefijos super- y sobre- (el prefijo super-). Además, en la sucinta revisión bibliográfica hemos destacado el hecho de que algunos autores como Varela y Martín García (1999) consideran super- y sobre- variantes de un mismo morfema, si bien los especialistas los estudian habitualmente como prefijos distintos. En cuanto a los aspectos analizados en el recorrido lexicográfico, atendiendo al DA (1726-39), DRAEs (1780-2001) y DPD (2005), nos hemos detenido esencialmente en la introducción del guion tras el lema, en la categoría gramatical asignada, así como en los distintos significados codificados. Sintetizamos en la tabla de (15) las cuestiones más relevantes:

97

(15) GUION

CATEGORÍA GRAMATICAL

VALORES SEMÁNTICOS

superDRAE

(1970)

“preposición inseparable” (DRAES 1884-1956)

“elemento compositivo” (DRAEs 1970-2001) ‘sobre’ ‘fuera de’ ‘preeminencia’ ‘exceso o grado sumo’ (DRAEs 1884 y 1899) ‘sobre’ ‘preeminencia’ ‘grado sumo’ ‘exceso o demasía’ (DRAEs 1914-1956) ‘preeminencia’ ‘grado sumo’ ‘exceso o demasía’ (DRAEs 1970 y 1984) ‘encima de’ ‘preeminencia o excelencia’ ‘grado sumo’ ‘exceso’ (DRAEs 1992 y 2001)

sobreDRAE

(1992)

“prep. […] sirve frecuentemente a la composición” (da 1726-39, DRAEs 1780-1817) “prep. […] sirve a la composición” (DRAEs 1822-1899) “prep. […] en composición” (DRAEs 1914-1984) “elemento compositivo” (DRAEs 1992 y 2001)

‘aumento’ (da 1726-39, DRAEs 1780-1984)

‘superposición o adición’ ‘intensificación’ ‘repetición’ ‘acción repentina’ (DRAEs 1992 y 2001)

A la vista de (15), concluimos que i) La Academia pospone el guion a super- (DRAE 1970) antes que a sobre- (DRAE 1992). Aunque esta inclusión nos parezca tardía, hemos de considerar que el diccionario académico comienza a proveer de guion a los prefijos en 1970 (anti-, auto-, deci-, inter-, etc.). A partir de este momento, este elemento se va incorporando poco a poco: en 1984 (equi-, hepta-, homo-, trans-, etc.) y 1992 (ante-, ecto-, post-, retro-, etc.).[28] ii) Aunque las fechas no coincidan al incorporar en el diccionario un prefijo y otro (DRAE 1884, en el caso de super-, y DA 1726-39, en el caso de sobre-), sí [28] Cabe destacar el caso de contra-, prefijo aún no lematizado en el DRAE (2001), pero sí recogido bajo la preposición contra: contra1. (Del lat. contra). 1. prep. Denota la oposición y contrariedad de una cosa con otra. En voces compuestas, u. c. pref. Contrabando, contraponer, contraveneno. (DRAE 2001: s. v. contra1). 98

hay coherencia al codificar el guion y cambiar automáticamente la categoría en ambos casos: “preposición inseparable” (súper) > “elemento compositivo” (super-) “preposición […] en composición” (sobre) > “elemento compositivo” (sobre-) iii) La etiqueta meta tanto en super- como en sobre- es “elemento compositivo” y no “prefijo”, categoría asignada en el DRAE (2001) a inter- y entre-, dato paradójico si tenemos en cuenta que poseen un origen etimológico similar a super- y sobre- (vid. Torres 2009). El hecho de que se opte por catalogar a sobre- como “elemento compositivo” podría deberse a su origen etimológico, a pesar de que en la NGRALE (2009: 664) se afirma lo contrario: «entienden algunos autores que serían prefijos los segmentos de origen preposicional (intra-, super-, ante-, peri-), pero no los de origen adjetival (neo-, pseudo-, paleo-, micro-)». No obstante, más adelante en el mismo texto gramatical se afirma que «unos y otros constituyen raíces en latín o en griego, por lo que la distinción [prefijo/elemento compositivo] no está justificada si se plantea en términos categoriales» (NGRALE 2009: 664). iv) En cuanto a los valores semánticos, observamos que coinciden los significados documentados en el DRAE (2001) y en la NGRALE (2009), si bien en la Gramática se agrupan en torno a dos categorías básicas: “prefijos espaciales de superioridad” y “prefijos gradativos y escalares de exceso”, que engloban el valor originario de super- y sobre- y los valores secundarios, respectivamente. R EFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Fuentes primarias Real Academia Española (1726-1739): Diccionario de la lengua castellana […]; Madrid: Francisco del Hierro, 6 vols. [DA]. Real Academia Española (1780): Diccionario de la lengua castellana, reducido a un tomo para su más fácil uso; Madrid: Joaquín Ibarra (1.ª ed.) [DRAE 1780]. Real Academia Española (1783): Diccionario de la lengua castellana, reducido a un tomo para su más fácil uso; Madrid: Joaquín Ibarra (2.ª ed.) [DRAE 1783]. Real Academia Española (1791): Diccionario de la lengua castellana, reducido a un tomo para su más fácil uso; Madrid: Viuda de Joaquín Ibarra (3.ª ed.) [DRAE 1791]. Real Academia Española (1803): Diccionario de la lengua castellana, reducido a un tomo para su más fácil uso; Madrid: Viuda de D. Joaquín Ibarra (4.ª ed.) [DRAE 1803]. Real Academia Española (1817): Diccionario de la lengua castellana; Madrid: Imprenta Real (5.ª ed.) [DRAE 1817]. Real Academia Española (1822): Diccionario de la lengua castellana; Madrid: Imprenta Nacional (6.ª ed.) [DRAE 1822]. 99

Real Academia Española (1832): Diccionario de la lengua castellana; Madrid: Imprenta Real (7.ª ed.) [DRAE 1832]. Real Academia Española (1837): Diccionario de la lengua castellana; Madrid: Imprenta Nacional (8.ª ed.) [DRAE 1837]. Real Academia Española (1843): Diccionario de la lengua castellana; Madrid: Francisco María Fernández (9.ª ed.) [DRAE 1843]. Real Academia Española (1852): Diccionario de la lengua castellana; Madrid: Imprenta Nacional, (10.ª ed.) [DRAE 1852]. Real Academia Española (1869): Diccionario de la lengua castellana; Madrid: Manuel Rivadeneyra (11.ª ed.) [DRAE 1869]. Real Academia Española (1884): Diccionario de la lengua castellana; Madrid: Gregorio Hernando (12.ª ed.) [DRAE 1884]. Real Academia Española (1899): Diccionario de la lengua castellana; Madrid: Hernando y Compañía (13.ª ed.) [DRAE 1899]. Real Academia Española (1914): Diccionario de la lengua castellana; Madrid: Sucesores de Hernando (14.ª ed.) [DRAE 1914]. Real Academia Española (1925): Diccionario de la lengua española; Madrid: Calpe (15.ª ed.) [DRAE 1925]. Real Academia Española (1936/1939): Diccionario de la lengua española; Madrid: Espasa Calpe (16.ª ed.) [DRAE 1936/1939]. Real Academia Española (1947): Diccionario de la lengua española; Madrid: Espasa Calpe (17.ª ed.) [DRAE 1947]. Real Academia Española (1956): Diccionario de la lengua española; Madrid: Espasa Calpe (18.ª ed.) [DRAE 1956]. Real Academia Española (1970): Diccionario de la lengua española; Madrid: Espasa Calpe (19.ª ed.) [DRAE 1970]. Real Academia Española (1984): Diccionario de la lengua española; Madrid: Espasa Calpe, 2 vols., (20.ª ed.) [DRAE 1984]. Real Academia Española (1992): Diccionario de la lengua española; Madrid: Espasa Calpe (21.ª ed.) [DRAE 1992]. Real Academia Española (2001): Diccionario de la lengua española; Madrid: Espasa Calpe (22.ª ed.) [DRAE 2001]. Real Academia Española (2005): Diccionario panhispánico de dudas; Madrid: Santillana. [DPD 2005] Real Academia Española-Asociación de Academias de la Lengua Española (2009): Nueva gramática de la lengua española, i; Madrid: Espasa [NGRALE]. Fuentes secundarias Almela Pérez, Ramón (1999): Procedimientos de formación de palabras en español; Barcelona: Ariel. 100

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101

II

SOBRE LA LENGUA DE HOY

EL FENÓMENO DE ASPIRACIÓN EN LAS HABLAS MERIDIONALES. A PROPÓSITO DEL SUR DE ÁVILA* Raquel Sánchez Romo Universidad de Salamanca 1. LAS HABLAS MERIDIONALES Las investigaciones geolingüísticas han determinado la extensión y la variación interna del conjunto de modalidades del español que Manuel Alvar denominó hablas meridionales (2004: 43-75) o hablas innovadoras frente al español septentrional —norteño o conservador—. Parte del centro y la mitad sur peninsulares, Islas Canarias e Hispanoamérica participan de este amplio diasistema cuyos elementos lingüísticos más representativos pertenecen al plano fónico, entre estos, el fenómeno que nos ocupará en este trabajo. La historia lingüística del bloque de hablas meridionales ha sido distinta y consecuencia de ello es que los fenómenos innovadores adquieren tratamientos particulares en unas y otras zonas, lo que permite a su vez segmentar el espacio lingüístico meridional en hablas y conjuntos de hablas. No obstante, la riqueza lingüística de las hablas meridionales no se reduce exclusivamente al desarrollo y variación de los elementos generalizados, sino a la combinación de estos con los rasgos privativos y exclusivos de cada modalidad. Las variedades meridionales han sido categorizadas atendiendo a diferentes criterios en la tradición hispanista, si bien no suelen ser consideradas dialecto.[1] En la Península, mientras el español andaluz ha suscitado multitud de estudios al considerarse el habla más diferenciada de las innovadoras, el español murciano o * Este trabajo deriva de la investigación “El sur de la provincia de Ávila y su interés lingüístico”, dirigido por la Dra. Dña. María Nieves Sánchez González de Herrero y financiado por la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León y por el Fondo Social Europeo. [1] Moreno Fernández (2009: 31-35) recoge 20 de las múltiples definiciones que han dado los lingüistas al término: para algunos dialecto es una simple subdivisión de la lengua o una modalidad subordinada a otra, para otros es imprescindible que exista un desarrollo histórico particular, y también hay quienes entienden la variación como el desprestigio frente a la lengua. 105

el extremeño, por ejemplo, se han tenido en cuenta como meras hablas marginales (García Mouton 2007: 28-41). Otras áreas de la Meseta se suponen simplemente de transición entre el español norteño y el español meridional, como ocurre con el español manchego —que incluiría lingüísticamente la Comunidad de Madrid, según Moreno Fernández (2009: 140-144)— o el español del sur de Ávila y de Salamanca —que García Mouton considera una prolongación lingüística del extremeño (2007: 31-32)—. Ante la diversidad de acepciones y criterios (vid. nota 2), optamos por prescindir de términos como dialecto o habla marginal y emplear otros diáfanos como modalidad, variedad o habla que consideramos sinonímicos y, de acuerdo con Chumaceiro y Álvarez (2004: 14-15), referidos exclusivamente a la variación que caracteriza una comunidad lingüística y la diferencia tanto de las comunidades de habla limítrofes como del español neutro o estándar. 2. LA ASPIRACIÓN La aspiración no es un mero rasgo sino una de las soluciones articulatorias de un cambio fonético representativo de la innovación meridional, plenamente vivo a juzgar por la diversidad de contextos a los que afecta y la heterogeneidad de soluciones dadas en cada variedad. Cualquier consonante no nasal y no lateral implosiva y final de palabra es susceptible de ser aspirada o elidida, esto es, de desarrollar las distintas fases del proceso de cambio: consonante > h > h > pérdida.[2] También se extiende h al fonema velar fricativo sordo, así como a la antigua f- inicial latina. En primer lugar, hemos de marginar este último ámbito de aspiración, pues no tiene relación histórico-lingüística con los contextos anteriores, sino que se trata de la conservación de un estadio medieval cuyo proceso F- > h > pérdida coincide fonéticamente con el que nos ocupa. Hablas innovadoras peninsulares como parte del andaluz, el extremeño o el sur abulense mantienen aún este contexto aspirado, pero su presencia en otros puntos del norte peninsular, como en el asturiano-leonés (García Mouton 2007: 13-24), revela que no es exclusivo de las modalidades meridionales peninsulares. A pesar de que el área del español que aspira algún contexto es incluso mayor de la que desconoce el fenómeno, la aspiración o la posterior pérdida absoluta no alcanzan la totalidad del espacio geográfico de las hablas meridionales, al igual que ocurre con otros elementos lingüísticos del diasistema como el seseo o el yeísmo. Ejemplo de ello es uno de los países de habla meridional, el español de Guatemala, donde, según Katrine Utgard (2010: 60-67), la aspiración de consonantes implosivas y finales de palabra gira en torno al 3% frente al 97% de [2] Otras fases intermedias dependen del contexto, como las aspiraciones con coarticulación o las geminaciones. 106

mantenimiento, y el fonema /x/ se mantiene velar fricativo sordo en más del 90% de los casos, por lo que el carácter sumamente esporádico de la aspiración robora que apenas se ha desarrollado el fenómeno en las modalidades de dicho país. Tampoco la aspiración o pérdida generalizadas de las consonantes finales implica necesariamente aspiración de /x/; es la situación del español meridional de Chile, Perú, Argentina, Uruguay o Bolivia, entre otros (Moreno Fernández 2009: 218). Por el contrario, también encontraremos modalidades innovadoras donde el alcance de la aspiración queda limitado a la velar fricativa sorda. Este es el caso del español de Belice: si la realización aspirada de /x/ supera el 96% según el estudio de Cardona Ramírez (2010: 35-40), consonantes implosivas y finales se articulan no aspiradas en más del 94% de los casos.[3] Por último, consideramos el conjunto de hablas en que la aspiración o pérdida de consonantes implosivas y finales y del paradigma de /x/ es generalizada.[4] Ante la imposibilidad de abarcar en estas líneas todas las variedades con esta situación, nos limitaremos a comentar el desarrollo en una comunidad de habla que bien puede ilustrarlo, debido a la extensión contextual y social del fenómeno: el sur de la provincia de Ávila. 2.1. El sur de Ávila, una variedad meridional representativa Las hablas meridionales del sur de Ávila y sur de Salamanca enriquecen la pluralidad lingüística de Castilla y León como conjunto dialectal (Borrego Nieto, 1999: 17).[5] En 1995, Llorente Maldonado (311-322) resalta el interés lingüístico del sur de Ávila y su carácter autóctono como modalidad, e indica las siguientes características fonéticas y fonológicas propias de las hablas meridionales: – Aspiración de toda /x/ del español – Aspiración o geminación de [s] y [z] no explosivas ante oclusivas, frecuentemente con matices velares – Aspiraciones e interdentalizaciones sordas del grupo /sd/ – Aspiración y pérdida de la sibilante final [3] De los contextos potencialmente aspirados que recoge el autor, tan solo supera el 6% de aspiración la sibilante final de palabra seguida de las consonantes /n/ —20,5%— y /r/ —35,6%—. [4] La tabla 3 sintetiza los contextos posibles y resultados del cambio en las hablas meridionales (vid. 2.4.). [5] Estas hablas conforman el territorio fronterizo de las isoglosas con el español conservador en el oeste peninsular, por lo que tratar un fenómeno tan representativo como el de la aspiración en un habla que se ha considerado de transición pudiera resultar desacertado, pero veremos que al menos este rasgo goza de una aceptación plena y el uso prácticamente sistemático rebate la consideración de la comunidad de habla seleccionada como un simple escenario espacial disolvente de los rasgos innovadores. 107

– Aspiración, a veces sonora, de /s/ final de palabra y seguida de vocal – Conservación, aspiración, pérdida e incluso lateralización de -/r/ final – Vacilaciones en los segmentos /rn/ y /ln/, que desembocan en la pérdida del primer elemento y la geminación de la nasal – Velarización de -/n/ final de palabra – Igualación de la oposición fonológica /l̮/ - /y/ – Conservación asistemática de una aspirada o velar procedente de f- inicial latina. La variedad seleccionada comprende la práctica totalidad del Valle del Tiétar y parte de los valles también abulenses del Alberche y del Tormes, una comunidad de habla plenamente rural de aproximadamente 35.000 habitantes. 3. LA ASPIRACIÓN EN EL SUR DE ÁVILA 3.1. Metodología El estudio realizado en esta variedad parte de una recogida de campo en más de medio centenar de municipios. En estas líneas mostramos los resultados de cuatro localidades representativas del habla, de las que se obtuvieron un total de 24 entrevistas. Fruto de las entrevistas grabadas son los datos porcentuales que se dan más adelante.[6] 3.2. Resultados generales La comunidad de habla del sur abulense aspira de forma casi sistemática toda consonante implosiva o final de palabra oral no líquida, así como el paradigma completo del fonema estándar velar fricativo sordo /x/. A ello se añade la aspiración menos generalizada de líquidas[7] y la aspiración esporádica de /s/ en posición explosiva. Finalmente, tal como apuntaba Llorente Maldonado (vid. 1.1), encontramos aspiraciones de f- inicial latina en un grupo de voces más o menos [6] Las 24 entrevistas se realizaron en los municipios de Candeleda, El Arenal, Mombeltrán y Pedro Bernardo. El proceso de trabajo de las 24 grabaciones fue el siguiente: el corpus oral se trasladó a texto mediante transcripción fonética estrecha, los segmentos fónicos se agruparon por contexto fonosintáctico o equivalente estándar y finalmente se ordenaron los materiales en atributos lingüísticos y se realizó un estudio estadístico con promedios, datos porcentuales, etc., tanto por informante como en conjunto o por variables sociolingüísticas. [7] La vibrante /r/ implosiva y final de palabra, por ejemplo, obtuvo los siguientes resultados en las entrevistas: 74,1% del fonema estándar, 14,5% de cero fonético o pérdida, 10,3% de aspiraciones y 1,1% de lateralización en /l/, por lo que aquí el cambio no es aún generalizado pero sí significativo. 108

Resultados específicos

Resumen

cerrado en las que la marca aspiratoria se encontraría prácticamente lexicalizada, improductiva en la actualidad; helecho < filictum, haz < fascis, son algunas de las voces que mantienen la aspirada en la variedad. De los finales consonánticos no líquidos de sílaba o de palabra más el paradigma de /x/, contextos para los que hemos anunciado la sistematicidad del cambio de innovación, estos son los promedios en tantos por ciento de los 24 encuestados.[8] Estándar Pérdida 5,9

Aspiración

8,2

1 2 Estándar Pérdida

85,3 3 [h]

Tipos de aspiración



Asp. sorda

Asp. sonora

Asp. relajada

82,8

2,5

12

4 [ɦ]

5 [hɦ]

6 [ɦɦ]

7 [ɦ˳]

8 [hɦ˳]

9 [ḥ]

10 [ɦ*]

11 [hθ]

12 [hf]

5,9

8,2

52,2

2

1,4

0,2

3,7

0,1

8,3

0,1

0,2

0

13 [hx]

14 [h]

15 [ɦ]

16 [θδˌ]

17 [xh]

18 [x]

19 [hk hp…]

20 [ḥ]

21 [ɦ˳]

22 [hs]

23 Otros

%

4

10,9

0,3

0,1

0,8

0,4

0,6

0,2

0,1

0,1

0,2

Tabla 1: Resultados generales del cambio de aspiración en el sur de Ávila (en porcentajes)

El 5,9% de resultados estándares evidencia la casi generalización del fenómeno de aspiración en el sur abulense. Además, el contexto de la entrevista influye en el propio hablante de manera que incrementará el uso de formas estándares, por lo que en la conversación natural debemos presuponer un porcentaje más bajo aún.[9] [8] Los ejemplos transcritos seguirán la propuesta fonética de la Revista de Filología Española, cuyos signos y descripciones han sido adaptados a las necesidades del estudio. Esta es la descripción articulatoria de los signos que emplearemos referidos al cambio estudiado: (3.) [h] aspirada faríngea alta sorda, (4.) [ɦ] aspirada faríngea baja sonora, (5.) [hɦ] aspirada faríngea alta semisonora, (6.) [ɦh] aspirada faríngea baja semisorda, (7.) [ɦ˳] aspirada faríngea baja sorda, (8.) [hɦ˳] aspirada faríngea alta sorda con coarticulación faríngeo baja, (9.) [ḥ] aspirada faríngea alta sorda interdentalizada, (10.) [ɦ*] aspirada faríngea baja sonora con coarticulación dental, (11.)[hθ] aspirada faríngea alta sorda con coarticulación interdental, (12.) [hf ] aspirada faríngea alta sorda con coarticulación labiodental (13.) [hx] aspirada faríngea alta sorda con coarticulación fricativa velar, (14.) [h] aspirada faríngea alta sorda relajada, (15.) [ɦ] aspirada faríngea baja sonora relajada, (16.) [θδˌ] interdental fricativa semisonora con inicio dental, (17.) [xh] velar fricativa sorda con coarticulación aspirada, (18.) [x] velar fricativa sorda relajada, (19.) [hk, hp,…] aspirada faríngea alta sorda con coarticulación oclusiva, (20.) [ḥ] aspirada faríngea alta sorda interdentalizada relajada, (21.) [ɦ˳] aspirada faríngea baja sorda relajada y (22.) [hs] aspirada faríngea alta sorda con coarticulación dentoalveolar. [9] Este fragmento de las entrevistas muestra cómo el informante responde al encuestador repitiendo arar, trillar en estándar, pero momentos después activa el vernáculo —manifiesto en el alargamiento vocálico, aspiración relajada y pérdida tras una pequeña pausa—: (1) Encuestador: Oficios de labores del campo, como arar, trillar,… Informante: [aráɹ / triyár // ará:r / triyáɻ / eγá:r /// lwéγŏ ṣaθía / kaβá:h / kaβá: ], arar, trillar […] /// luego se hacía cabar, cabar.

109

A pesar de que determinadas situaciones como la propia entrevista potencien el uso estándar, el éxito de las soluciones innovadoras o meridionales es abrumador: 85,3% de aspiración y 8,2% de pérdida absoluta del fono, siendo [h] aspirada faríngea alta sorda la solución favorita, con un 52,2% de uso. Al igual que ocurrió en el español con f- inicial latina, el cambio es un proceso de lenición cuya última fase es la pérdida, que ocurrirá solo en los contextos en que la ausencia de sonido no implique reajustes incómodos para la lengua. No obstante la elisión es poco representativa en el sur de Ávila, con un 8,2% de recurrencias en el total de contextos. En el caso de /x/ explosiva,[10] por ejemplo, la pérdida absoluta del fono no está permitida: el cero fonético solo obtendrá ocurrencias en el contexto final de palabra no nasal.[11] Tampoco las aspiradas con asimilaciones anticipatorias desglosadas en la tabla podrán darse en cualquier contexto, sino que se limitan evidentemente a consonante implosiva o final de palabra + consonante. Como en cualquier otro conjunto representado por un fonema, el grupo de fonos aspiratorios responde a una distribución contextual que facilita la pronunciación de sonidos contiguos. Este reparto no es sistemático en la comunidad de habla, pero sí podemos hablar de tendencias en un fenómeno innovador aún no fijado como es la aspiración, y que continúa evolucionando. Baste observar algunos resultados de la sibilante /s/ del estándar en determinados contextos fonosintácticos:[12] – Destacamos el aumento de las aspiradas sonoras en el contexto /s/ + consonante sonora.[13] En estos segmentos fonosintácticos aumentan las aspiradas sonoras, motivadas por la naturaleza del fono consonántico que las sigue: (2) [ éɦ βerδą́h ], es verdad [14] [10] El porcentaje de estándar de /x/ fue de 23,6%, frente a un 74,4% de aspiración —el 2% restante pertenece a otras soluciones—. [11] El porcentaje de pérdida en las consonantes orales no líquidas finales de palabra fue de 14,2%. [12] Los resultados son similares para el resto de consonantes implosivas y finales de palabra potencialmente aspiradas. [13] El uso de estas aspiradas es escaso en la muestra, pero cuando la aspirada es seguida de una consonante sonora aumenta ligeramente la sonoridad en las aspiradas. En -/s/ + consonante sonora se obtuvo un porcentaje de 3,6 de aspiradas sonoras, frente al 0,1% de estas aspiradas en -/s/ + consonante sorda. [14] Vid. nota 9 para conocer los criterios de transcripción y la descripción exacta de los tipos de aspirada. 110

Lo mismo ocurre con las aspiradas dentalizadas o con matiz dental, que aparecen seguidas de /t/, /d/ y /θ/. Aquí existe cierta correspondencia entre los alófonos estándares sibilantes dentalizados [ş] y [z] empleados en el español neutro, y estas otras aspiradas dentalizadas [ḥ], [ɦ͙], [hθ] y [ḥ]. Por ejemplo, en /s/ + /t/, el porcentaje de estas aspiradas dentalizadas es de un 69,3%:[15] (3) [ ąḥtiβɩ̩δáe ], actividades – La asimilación anticipatoria da lugar a nuevos fenómenos fónicos que economizan el tiempo de articulación; en /s/ + /d/, la dental se ensordece y los dos fonos se reducen a uno, interdental fricativo sordo [θ]: (4) [ lę:θáβamǫh ], les dábamos – La reduplicación o geminación de la consonante posterior al fono potencialmente aspirado es también bastante frecuente cuando la siguiente consonante es oclusiva sorda: (7) [ ehppáδaŋɐ ], espada – Es de destacar el incremento de la solución estándar que a veces se articula para facilitar la pronunciación de determinados sonidos. En un contexto concreto, el de -/s/ final de palabra + vocal, aunque el porcentaje de /s/ es del 4,6%, representa el índice más alto de sibilantes en el total de contextos implosivos y finales de /s/. La conservación de la sibilante se potencia por el fenómeno articulatorio de liaison:[16] (8) [ miṣ- aβwéloh ], mis abuelos.

[15] Cuando a la sibilante le sigue una velar como /k/, en /s/ + /k/, se incrementa el empleo de aspiradas con coarticulación velar, facilitando la pronunciación del segmento. El porcentaje de aspiradas con coarticulación velar para /s/ en el contexto /s/ + /k/ fue de un 37,1%: (6) [ehxkopéeta ], escopeta [16] La -/s/ final de palabra seguida de vocal potencia la conservación de la sibilante porque realmente facilita la pronunciación, ya que conduce hacia la estructura de las sílabas libres, preferidas en nuestra lengua (Alvar López 2004: 56). 111

3.3. Repercusiones del cambio de la aspiración El proceso de cambio conlleva la neutralización de determinadas consonantes que pierden sus rasgos distintivos mediante la convergencia en h, a lo que cabe añadir las repercusiones fonológicas de la ausencia de la marca fonemática mediante la pérdida absoluta. Un cambio en una parte del sistema conllevará normalmente un cambio compensatorio en otra parte del mismo si es necesario; las lenguas, como sistemas flexibles y en continua transformación, se adaptarán a las nuevas formas siempre que resulte rentable (Hernández Campoy 1999: 58). Así, los desajustes fonológicos, morfosintácticos, incluso léxicos, implicarán el desarrollo de técnicas de reajuste y generarán, además, otros cambios secundarios como el que comentamos a continuación. 3.3.1. Plano fonético: sistema vocálico La aspiración de finales de sílaba o palabra suele afectar a la vocal precedente, cuya manifestación más extendida es la abertura, que no en todas las modalidades meridionales es sistemática ni frecuente (González Salgado 2003: 609). En las encuestas realizadas en el sur de Ávila, hemos encontrado cambios en las vocales seguidas de -/s/ y de cualquier otra consonante susceptible al cambio en igual medida, los cuales van desde la abertura o la palatalización hasta el alargamiento: (9)

a. [ el- almiré ̨h ], el almirez b. [ el teláą ], el telar c. [ äḥtwaθjóne: ], actuaciones

No solo aparecen en los plurales o en los finales de palabra, sino que h implosiva puede afectar a la vocal precedente e interior de palabra, síntoma de que la aspiración como proceso articulatorio, efectivamente, potencia la abertura vocálica. El cambio de timbre en las vocales no finales es menor, pero se da con relativa frecuencia. En los 24 informantes que forman el universo de la muestra se han encontrado ejemplos como estos de abertura vocálica, delante de -/s/ implosiva: (10)

112

a. [ i lweγo šaθjáṇ θé ̨ḥtoh ], y luego se hacían cestos ̨ b. [ í hlaš ], islas c. [ koβrále ęḥto ], cobrarle esto

La inflexión se produce más en las vocales tónicas que en las átonas, al igual que estas últimas se suelen relajar en un segmento estándar, por la menor intensidad con la que se articulan. Si la aspiración supone un debilitamiento, los cambios inflexivos refuerzan la vocal. En consonancia con ello se puede destacar que, ante aspirada, las vocales finales se relajan muy poco. Retomando los distintos contextos de la inflexión, hemos comprobado que no sólo se encuentra detrás de la aspirada o la elisión, sino que también se extiende a otras soluciones no estándares: ̨ (11) [ unɐ pí xkạ ], una pizca.

En palabras monosilábicas con final aspirado o pérdida, el cambio de timbre es más acusado, lo que refuerza el cuerpo fónico de la palabra ante el debilitamiento que supone el cambio fonético. Estos cambios vocálicos no se dan con el fonema estándar: (12) [ aβía mu poka lų́ ‘ en-el pwéβlọ ‘ eṇtóņθęh no ͜ aβía lúθ ], había muy poca luz en el pueblo, entonces no había luz

Con el uso estándar no hay inflexión en luz, al igual que en el siguiente ejemplo: (13) [ xáθ- o ͜ ä ̨h de léŋa ], [x]az o haz de leña

La palabra hoz, empleada por casi todos los informantes, se articula también con abertura o con alargamiento de la vocal precedente. Si el final es interdental [θ], se prescinde de la inflexión: (14)

̨ ], la hoz a. [ la ͜ ó h b. [ óo ̨ ], hoz c. [ la ͜ óθ ], la hoz

La siguiente tabla recoge las medias porcentuales de todas las vocales seguidas de consonante final tras pausa potencialmente aspirada. Como se ha dicho, en interior de palabra se repetirán estos cambios que aquí no se han incluido en el recuento:[17]

[17] Recogemos los siguientes contextos de las entrevistas de los 24 informantes, en tantos por ciento: /x/, /θ/, / s/, /d/, /f/, /k/ y /r/ finales de palabra y seguidos de pausa. 113

Contexto / vocal

Vocales no marcadas

Vocales marcadas

Desglose de vocales marcadas Abertura Palatalización Alargamiento

Vocal + consonante estándar

96,4

3,6

1,9

1,7

0

Vocal + Ɵ (pérdida)

76,5

23,5

17,7

2

3,8

Vocal + aspirada no relajada

80

20

15,9

3,2

0,9

Vocal + aspirada relajada

81,9

18,1

12,2

2,3

3,6

Tabla 2: Resultados vocálicos en V + consonante final potencialmente aspirada (en porcentajes)

En primer lugar, el porcentaje de vocales marcadas no alcanza el 25% en ningún contexto, por lo que la inflexión motivada por el cambio es poco frecuente en la variedad. Sí podemos decir que precisamente el cambio impulsa las alteraciones vocálicas, pues la articulación estándar de la consonante potencialmente aspirada obtuvo solo un 3,6% de vocales marcadas frente al intervalo [18,1% - 23,5%] de los contextos de innovación. Ante la pérdida absoluta, además, son más frecuentes las vocales marcadas. El cambio vocálico se manifiesta generalmente mediante la abertura simple o doble de la vocal, mientras se conocen pero son prácticamente esporádicas la palatalización o el alargamiento. En otras variedades, como en andaluz oriental, la pérdida de -s, por ejemplo, conlleva la abertura vocálica del elemento precedente de forma sistematizada, que se convierte en la marca flexiva de plural. Este cambio de timbre en dichas vocales es frecuente en las variedades meridionales pero, como ocurre en el sur de Ávila, no suele ser sistemática y aún no se ha elevado a la categoría fonológica de plural, sino que a veces resulta la única marca fónica del morfema flexivo. 3.3.2. Plano morfosintáctico La neutralización y pérdida de consonantes finales pueden anular las funciones distinguidoras de un fonema en otros planos, por ejemplo el morfológico o el sintáctico, donde ocasionalmente la marca gramatical se encontrará en la vocal precedente y se resolverá unas veces con las inflexiones vocálicas que hemos visto, otras con diversos mecanismos. Por ejemplo, ilustramos la variedad de formas con las que el hablante puede indicar el plural: – En el mismo sintagma, frecuentemente encontramos varios modos de indicar la categoría gramatical, resuelta aquí con aspiraciones y abertura vocálica: (15) [ akj ͜ ái ̯ ‘ íγoh ‘ θeréθą ‘ θɩ̩ r wélah ] Aquí hay higos, cerezas, ciruelas. 114

– Cuando la solución de /s/ es la pérdida, otro elemento asegura la marca morfológica de plural, como ocurre con la vocal -e en este caso: (16) [ melokŏtónə ], melocotones – Ante la elisión de -/s/, puede ser también otro elemento sintagmático el que evite la ambigüedad: (17) a. [ kwaņδo βenían la ɦ˳itána ], cuando venían las gitanas b. [ ȿáə lo ke te kjérŏ δeθí ], ¿sabes lo que te quiero decir? – En masculino plural, la vocal es suficiente como marca en el determinante artículo los, pero en femenino plural es necesario cualquier fono procedente de -/s/ para evitar homofonías con el singular:[18] (18) a. [ lo naráŋxho ], los naranjos —los > lo— b. [ lah- kaḥtáɲa ], las castañas —las > lah—

Esta pequeña muestra de las diferentes marcas fónicas que resuelven la categoría de plural se emplea de continuo en el sur de Ávila, junto a otras muchas soluciones. Cuando la aspiración o la pérdida ponen en peligro un significado de otras categorías morfológicas, como las verbales, la heterogeneidad de las formas que evitan posibles ambigüedades se repite. Por ejemplo, la primera persona de plural, con morfema flexivo -mos, presenta un índice de pérdida de -/s/ muy acusado. En este contexto verbal no pueden darse homofonías causadas por la caída de -/s/, por lo que [mo] es válido como morfema: (20) [ no / ya no lo ponémo ], no, ya no lo ponemos

Cuando se produce la pérdida de -/r/ final en los infinitivos, la vocal temática suele ser abierta y alargada: (21) [ laβráą ], labrar

[18] Si el sustantivo lleva morfema de plural, entonces sí puede aparecer la como plural: (19) [ la γíņdah ], las guindas

115

3.3.3. Plano léxico También pueden presentarse homofonías en el nivel léxico. En la mayoría de los casos, el entorno semántico o sintáctico en que se integran las voces no admite ambigüedad ante la probabilidad de pares homófonos que genera el cambio de la aspiración. En las encuestas, por ejemplo, encontramos en repetidas ocasiones las formas [óh] oz y [óh] os donde el contexto sintáctico que integran, la agrupación sintagmática, es suficiente para salvar la ambigüedad. Al margen de las analogías fónicas, las voces propias de la variedad incorporan mediante lexicalización tanto formas aspiradas como otras fruto de los procesos de cambio, por lo que el fenómeno de aspiración ha condicionado el léxico propio del habla del sur abulense. Ejemplo de ello es la voz farar, cuya evolución podemos suponer de la siguiente forma: esvarar —o resbalar— > farar,[19] /s/+/b/ > [hβ] > [hβ̥] > [f ]. 3.3.4. Rentabilidad El hecho de que determinados fonemas queden igualados en algunas posiciones y no en un único resultado, sino en un conjunto de soluciones más o menos variadas, permite plantearnos si realmente el fenómeno es rentable para la lengua. El sur de Ávila presenta un estado intermedio del desarrollo del fenómeno, el cual ha debido ir avanzando con el tiempo necesario para que los hablantes la aceptasen y fuesen capaces de adaptarlo. Progresivamente, han debido ir reajustando el sistema a la innovación, que se ha generalizado en la fase de predominio de h, al menos por el momento. La economía articulatoria que convierte determinados sonidos en h y/o en la elisión no impide la comprensión del mensaje en la comunidad de habla, por lo que tal generalización y expansión deben ser síntomas claros de la rentabilidad del fenómeno en cualquier habla meridional. Simplemente contemplamos un cambio vivo que, con el tiempo, finalizará o se detendrá en un estadio determinado, del que podemos presuponer que los resultados serán más homogéneos que ahora. 3.3.5. Extensión fonológica de h en el sur de Ávila y en las hablas meridionales La siguiente tabla sintetiza los contextos fonológicos susceptibles al cambio y los resultados típicos en las hablas meridionales y en el sur de Ávila. El alcance contextual del fenómeno puede ser nulo, como vimos en el epígrafe 2 con el es[19] Resbalar es una alteración de resvarar, con disimilación de r. Esta última se trata de un cambio de prefijo de desvarar, probablemente derivado del latín varus. Desvarar, que aparece documentado hacia 1290 en la Primera Crónica General, puede que explique mejor la pérdida de consonante inicial por las confusiones des-/ex/es- que la forma resbalar. (DCECH, s.v. resbalar). 116

pañol de Guatemala, o se puede dar cualquiera de las combinaciones de los grupos de contextos 1, 2 y 3 de la tabla, incluso la totalidad de los mismos, como sucede en la variedad surabulense. El grupo 3 de entornos fonemáticos se refiere a otros contextos esporádicos o no generalizados que variarán de acuerdo con la variedad: Contexto / variedad

1.

Posición explosiva Posición implosiva interior de palabra

2. Posición implosiva final de palabra

3.

Español estándar

Hablas meridionales

Sur de Ávila

/x/ Velar fricativo sordo

/h/

h: 82,2%, ([x]: 18,8%)

/b/, /d/, /g/, /p/, /t, /k/, /θ/, /f/, /x/, a. [h] /s/, /r/ /b/, /d/, /g/, /p/, /t, /k/, /θ/, /f/, /x/, a. [h] /s/, /r/

b. ([Ø] cero fonético)

h

b. [Ø]cero fonético

h: > 85%, cero fonético: > 15%

3.1 Posición explosiva: heheo

/s/

/s/

(h)

/s/ (h)

3.2 Posición inicial de palabra: F- inicial latina

Ø

Ø

*(h)

Ø *(h)

3.3 …

Tabla 3. Extensión fonológica del cambio en las hablas meridionales

La extensión de la aspiración en posición explosiva se limita, con algunos matices, a /x/ en las hablas meridionales; si la aspiración es generalizada, contemplaremos un caso de transfonologización, /x/ > /h/. Esta transfonologizacíon solo podría ser considerada en el sur abulense si disminuyera el uso estándar hasta casi su desaparición, actualmente del 23,6% en este contexto. A ello debemos añadir la confluencia del resultado con otros fenómenos recogidos en el grupo 3 de la tabla. En el sur de Ávila, como en el extremeño o en parte del andaluz, el grupo de voces con h procedente de f- latina es tan reducido que no implica peligro alguno para la función que desempeña h explosiva. Así pues, si consideramos /h/ aspirada faríngea como fonema, el ámbito contextual se extiende a /x/ velar fricativo sordo en cualquier posición y a las consonantes orales no nasales implosivas y finales. Por el momento, el sistema no permite la expansión del cambio a otros entornos explosivos, donde la aspiración realmente podría crear abundantes homofonías léxicas y la neutralización de fonemas, cuyas funciones distintivas son rentables en la lengua. Hay que apuntar que en la muestra aparecieron algunas aspiraciones de -sintervocálica, tal vez por contagio o influencia de la aspiración de -/s/ implosiva y final. En otras zonas del sur de la Península, como en Andalucía, a veces se 117

produce la aspiración de /s/ inicial o intervocálica, fenómeno que algunos autores denominan heheo y que encontraremos, igualmente como manifestación esporádica, en otras hablas meridionales como la andaluza.[20] En la actualidad, esta extensión del cambio apenas se da, pero de generalizarse sí supondría un peligro para el sistema fonológico, motivo por el que probablemente queda relegado a unos pocos ejemplos, no solo en el sur abulense sino en otras hablas meridionales que lo conocen. El grupo 2 de la tabla muestra los contextos implosivos y finales susceptibles al cambio en el diasistema meridional: estas consonantes pierden sus rasgos distintivos y se neutralizan frecuentemente en [h] -sonido que bien podríamos elevar a la categoría de alófono en numerosos fonemas- o se equiparan mediante la pérdida absoluta. Ciertamente las variedades innovadoras del español se caracterizan por la preferencia de un modelo silábico de ataque simple y la ausencia de coda, como recuerda Villena Ponsoda (2003: 234-235). Esta última cualidad trae consigo cambios como los vistos en el epígrafe 2.3. Uno de esos cambios secundarios es la alteración del sistema vocálico y constituye otra transformación fonológica potencial generada por el fenómeno de aspiración en las hablas meridionales. Actualmente la abertura vocálica o cualquier otra alteración no resulta ni sistemática ni fonológicamente distintiva en la mayoría de hablas meridionales. En cambio, con el tiempo y la evolución del fenómeno, si la pérdida es la solución mayoritaria en variedades como la abulense, surgirá la necesidad de evitar homonimias y las vocales finales podrían desempeñar las funciones del sonido perdido. Es precisamente lo que ocurre hoy en Andalucía oriental (Alvar López 1996: 242- 247), donde se ha creado un sistema fonológico distinto al de la lengua oficial. 4. CONCLUSIONES La modalidad abulense ilustra un estado determinado de la evolución del cambio de la aspiración, fenómeno representativo de las hablas meridionales. El sur de Ávila se hallaría en un punto intermedio del proceso, al menos en los finales absolutos de palabra, pues la pérdida se conoce pero no es muy significativa aún. Aunque el porcentaje de elisión sea del 8,2% en la muestra recogida, podría incrementar y convertirse en la solución típica, lo que se da ya en otras variedades situadas más hacia el sur. Este es el caso de la ciudad de Sevilla, donde la pérdida de -/s/ final alcanza el 90%, según un estudio reciente llevado a cabo por Carbonero Cano (2003: 21-29). [20] Este nuevo contexto de aspiración es también extensible a la interdental fricativa sorda /θ/ en las mismas posiciones; además, el fenómeno es más frecuente en hablantes ceceantes (Narbona Jiménez, Cano Aguilar y Morillo-Velarde Pérez 1998: 123-191). 118

Moreno Fernández (2005: 993) sostiene al respecto que cualquier variedad podría detener la evolución en la aspirada. Aunque puedan paralizarse en una fase concreta, el proceso de lenición estudiado camina hacia la pérdida: fonema > aspiración > Ø en aquellos contextos en que es posible prescindir del fono, evidentemente —en posiciones explosivas y en implosivas interiores de palabra el proceso se detiene por la pertinencia fonológica de mantener un sonido que distinga pares mínimos de lexemas—. En resumen, el cambio fonético estudiado es uno de los rasgos dialectales más representativos de las hablas meridionales, conocido y finalizado en otras lenguas. Las soluciones al fenómeno que nos ocupa variarán desde la aspiración hasta las relajaciones o la pérdida absoluta del fono y, además, dicho cambio generará diversos reajustes o modificaciones secundarias como la alteración de timbre en las vocales. El fenómeno de lenición[21] podría haber comenzado en la Península al término de la Edad Media, según documentan historiadores como Frago[22] o Lapesa.[23] Rápido se habría extendido por los territorios extra-peninsulares de la antigua corona española, como Ceuta, Melilla, las Islas Canarias e Hispanoamérica.[24] A pesar de los siglos transcurridos desde las primeras huellas documentadas, el proceso no ha concluido y, además, parece que en las últimas décadas aumenta su expansión geográfica hacia el norte, así como su extensión lingüística en las variedades donde se conoce, por lo que nos hallamos ante uno de los procesos de cambio de mayor alcance en el español contemporáneo. [21] Hasta aquí hemos considerado aspiración de /x/ como proceso paralelo o similar, cronológica y geográficamente al menos, a las aspiraciones implosivas y finales. Ambos casos gozan de una vitalidad semejante y, la generalización, tanto en el sur de Ávila en particular como en parte de las hablas meridionales, es semejante. Es cierto que el inicio del fenómeno en la lengua puede presentar fechas distintas, lo que implicaría cambios diferenciados, pues el origen de estas aspiraciones podría encontrarse en fonemas anteriores a una velar /x/ o a una /s/, por ejemplo. De hecho, es probable que haya que remontarse a un periodo previo al reajuste de las sibilantes, pero ello no creemos que convierta en un error estudiar juntamente los fenómenos de lenición privativos de las hablas meridionales que en el sur de Ávila, como en otras modalidades, dan lugar preferentemente a h. [22] Sobre la aspiración o pérdida de -s final, Frago Gracia (1993: 478-483) ofrece testimonios gráficos ya en el siglo xiii. En 1293, un documento sevillano contiene era de mille e trezientos e treynta e vn anno. De Toledo también quedarían huellas documentales a partir del siglo xvi, como muestra un manuscrito de Sebastián de Orozco. [23] Lapesa (1980: 387-389) recoge escriuano publicos como posible testimonio gráfico del fenómeno en un documento de Alcalá la Real de 1492. [24] A propósito de la innovación en algunas de las variedades del otro lado del Atlántico, hay que tener en cuenta la tesis andalucista, que supone una de las explicaciones más extendidas a la causa de los rasgos meridionales en Hispanoamérica: la base del español de América se encontraría en las hablas andaluzas occidentales (Moreno Fernández 2009: 206-208). 119

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120

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121

RESTRICCIONES EN LA FORMACIÓN DE NOMBRES DE LUGAR EN -DERO* Elena Felíu Arquiola Universidad de Jaén

1. INTRODUCCIÓN Este trabajo constituye uno de los frutos de una investigación más amplia desarrollada por la autora durante los cursos 2008-2009 y 2009-2010. La investigación a la que hacemos referencia se enmarcaba, a su vez, en un proyecto dirigido desde la Universidad Autónoma de Madrid, centrado en las nominalizaciones deverbales. Se trata de un tema estrella en los estudios sobre morfología descriptiva y teórica, por varios motivos: por la variedad de procedimientos derivativos que pueden dar lugar a nominalizaciones deverbales (derivación afijal, posibles conversión y sustitución); por la alomorfia de los sufijos implicados; por la competencia entre sufijos para formar un mismo tipo de nominalización; por la existencia en muchas ocasiones de variación dialectal en relación con el sufijo elegido; por la variedad semántica de las nominalizaciones creadas mediante un mismo sufijo; finalmente, por la capacidad que presentan las nominalizaciones deverbales de heredar (total o parcialmente) la estructura argumental de la base así como sus propiedades aspectuales y eventivas. A lo largo de esos dos años de trabajo decidimos prestar atención a un tipo de nominalizaciones deverbales que suelen quedar en un segundo plano en los estudios de morfología del español: aquellas que indican lugares. Y, dentro de los procedimientos morfológicos disponibles, nos decantamos por estudiar la * La investigación que subyace a este trabajo fue parcialmente financiada por el proyecto de investigación «Léxico, sintaxis y variación morfológica: las nominalizaciones deverbales» (ref. FFI2008-00603), del Ministerio de Ciencia e Innovación, así como por el Proyecto de Campus de Excelencia Internacional en Patrimonio Natural y Cultural, impulsado por la Universidad de Jaén. Datos de contacto de la autora: Elena Felíu Arquiola, Departamento de Filología Española, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (D2), Universidad de Jaén, Campus de las Lagunillas s/n, 23071 Jaén (España). Correo electrónico: [email protected]. 123

formación de nominalizaciones deverbales de lugar en -dero (caladero, fumadero) y en -torio (observatorio, paritorio). Sobre este último procedimiento hemos tratado en una publicación (Felíu Arquiola 2012a) en la que también se estudia la formación de nombres eventivos mediante este sufijo (conversatorio, dibujatorio), procedimiento que resulta ser bastante productivo en la lengua actual. Por su parte, sobre la formación de nombres de lugar en -dero tratamos en una ponencia presentada en el VII Congreso Internacional de Lingüística Hispánica (Leipzig 2009). Hoy ofrecemos una versión revisada de aquel trabajo, dado que el presente volumen constituye el resultado de unas jornadas de intercambio científico cuyo objetivo fue que profesores de las áreas lingüísticas y filológicas de dos universidades, Jaén y Salamanca, se informaran mutuamente sobre cuáles eran sus líneas de investigación por aquel entonces (mayo de 2010). Cuando comenzamos el estudio de la formación de nominalizaciones deverbales en -dero en español actual, nos planteamos cuatro objetivos principales: a) En primer lugar, determinar de qué procedimientos morfológicos dispone el español actual a la hora de crear nombres de lugar. b) En segundo lugar, sintetizar los principales problemas que se han tratado en la bibliografía especializada en relación con el sufijo -dero desde un punto de vista sincrónico, en concreto, la variedad categorial y semántica de las formaciones en -dero (adjetivos activos y pasivos; nombres de lugar, de instrumento, de otros tipos). c) En tercer lugar, caracterizar los nombres en -dero que designan locaciones desde el punto de vista de su morfología, su semántica y su sintaxis. d) Finalmente, y como aportación principal, estudiar la posible existencia de restricciones sobre las bases verbales en la formación de nombres de lugar en -dero y determinar si dichas restricciones pueden servir como argumento a favor de alguna de las hipótesis explicativas propuestas para dar cuenta de la variedad semántica de las formaciones en -dero. Dedicaremos los apartados siguientes a exponer cada uno de estos aspectos de manera independiente. 2. PROCEDIMIENTOS PARA LA FORMACIÓN DE NOMBRES DE LUGAR EN ESPAÑOL ACTUAL

La morfología léxica del español cuenta con distintos procedimientos para crear palabras complejas que expresen nociones espaciales, como puede verse en (1): (1) a. Derivación:  Prefijación. Formaciones derivadas con prefijos espaciales: 124

o Nombres derivados: antesala, subsuelo. o Adjetivos derivados: preverbal, submarino. o Verbos derivados: anteponer, sobrevolar.  Sufijación. Nombres de lugar: o Denominales: gallinero, melonar, etc. o Deverbales: comedor, caladero, observatorio, etc. b. Parasíntesis. Verbos denominales en los que están implicadas nociones espaciales (encarcelar, etc.). c. Composición.  Patrimonial. Por ejemplo, nombres de lugar que responden al esquema tradicionalmente descrito como [vn]N (guardamuebles, guardarropa).  Culta. Nombres formados con temas grecolatinos como -dromo (canódromo, botellódromo) o -teca (discoteca, vinoteca). Atendiendo a un criterio semántico, los procedimientos que en (1) hemos presentado desde un punto de vista formal pueden estructurarse semánticamente de la manera que se observa en (2): (2) a. Procedimientos morfológicos mediante los que se crean denominaciones de lugares:  A partir de bases que no designan por sí mismas un lugar: o Derivación mediante sufijos: - Formaciones denominales: gallinero, melonar, etc. - Formaciones deverbales: comedor, caladero, observatorio, etc. o Composición [vn]N (guardamuebles, guardarropa).  A partir de bases que ya designan un lugar: o Formación de nombres prefijados: antesala, etc. o Compuestos cultos con -dromo (canódromo, botellódromo) o -teca (discoteca, vinoteca).[1] b. Procedimientos morfológicos mediante los que se expresan relaciones espaciales:  Formación de adjetivos y verbos prefijados (preverbal, anteponer).  Parasíntesis (encarcelar, etc.). Como se aprecia en (2), la formación de nombres de lugar en -dero se incluye entre los procedimientos morfológicos mediante los que se crean denominaciones de lugares a partir de bases que no designan por sí mismas un lugar. Si dejamos a un lado los escasos compuestos [vn]N del tipo de guardamuebles o guardarropa, [1] En este caso no cabe hablar propiamente de base, sino de formante que designa lugar. 125

puede afirmarse que la derivación sufijal es casi el principal procedimiento de formación de palabras que encontramos en dicha clase. Como se observa en (3), estos nombres de lugar derivados pueden ser tanto denominales como deverbales y se forman mediante distintos sufijos (véanse Bajo Pérez 1997: 21-22 y Santiago Lacuesta y Bustos Gisbert 1999, entre otros): (3) a. Sustantivos denominales:  -al / -ar: arenal, olivar  -ario: animalario  -eda: alameda  -edo: robledo  -ería: conserjería  -ero: gallinero  -ía: secretaría  -iza: caballeriza b. Sustantivos deverbales:  -dero: caladero  -dor: comedor  -torio: observatorio En la formación de nombres de lugar derivados de bases verbales intervienen tres sufijos fundamentalmente, como se observa en (3b), aunque existen diferencias en el significado de las nominalizaciones que se obtienen en cada caso:[2] a) El sufijo -dero forma sobre todo nombres de lugar (fumadero); los instrumentales puros como disparadero son escasos (Rainer 1993: 442); hay también algunos nombres de acción y de periodo temporal que presentan este sufijo (herradero). b) El sufijo -dor forma principalmente nombres de agente (ganador) e instrumento (encendedor), mientras que los nombres de lugar son poco abundantes (cambiador, cenador, mirador, mostrador, obrador, recibidor, vestidor, etc.) (Santiago Lacuesta y Bustos Gisbert 1999: 4544). c) El sufijo -torio aparece en muchos nombres de lugar procedentes del latín (conservatorio, consultorio, deambulatorio, oratorio, etc.) y en algunos creados en español actual (observatorio); igualmente está presente en ciertos sustantivos colectivos (directorio) y en bastantes nombres de acción (interrogatorio, dibujatorio) (véase Felíu Arquiola 2012a).

[2] No mencionaremos todos los posibles alomorfos de los afijos, salvo que sea relevante para la discusión. 126

Así pues, podemos decir que -dero se diferencia de -dor por el hecho de que el primero da lugar principalmente a nombres de lugar mientras que -dor forma principalmente nombres de agente/instrumento; por otra parte, -dero se singulariza respecto de -torio en que el sufijo patrimonial se emplea con mayor frecuencia en la actualidad para la formación de nombres de lugar neológicos, mientras que el sufijo culto tiende a usarse para crear nombres eventivos, como se discute en Felíu Arquiola (2012a). 3. VARIEDAD SEMÁNTICA Y CATEGORIAL DE LAS FORMACIONES EN -DERO Como señalan diversos autores (Morales Ruiz 1997-1998; Pharies 2002; Amador Rodríguez 2009, entre otros), -dero procede del sufijo latino -torǏus, a, um, creado a partir de la combinación del sufijo agentivo y del sufijo formador de adjetivos de relación: -tor, -ōris + -ius, a, um. Con el tiempo el sufijo -torǏus, a, um pasó a unirse directamente con bases verbales, sin necesidad de relacionarse con un nombre de agente. Algunos de los adjetivos de relación creados con este morfema dieron lugar, por recategorización, a sustantivos de género neutro que designan el lugar o el instrumento. En la actualidad, en español poseemos dos tipos de formaciones categorialmente distintas que presentan el sufijo -dero: sustantivos deverbales (caladero, abrevadero), entre los que se incluyen los nombres de lugar objeto de estudio de este trabajo, y adjetivos deverbales (llevadero, pagadero).[3] Uno de los principales aspectos que ha recibido atención en la bibliografía especializada tiene que ver con la variedad semántica y categorial del sufijo -dero. Como hemos señalado, -dero da lugar a dos grandes tipos de formaciones deverbales atendiendo a su categoría: sustantivos y adjetivos. A su vez, dentro de cada uno de estos grupos ya desde Alemany (1920: 42-43) se suelen establecer subgrupos de formaciones en -dero atendiendo a su significado, como mostramos en (4): [3] Junto con la forma -dero, en español actual encontramos también -torio (observatorio), -dera (regadera) y -deras (entendederas), elementos todos ellos procedentes del latino -torǏus, a, um. Para la evolución de este sufijo latino en las lenguas romances en general y en español en particular puede verse el trabajo de Malkiel (1988). En la bibliografía morfológica reciente es posible encontrar tratamientos tanto independientes como unificados de estos elementos: Tratamiento independiente. Por ejemplo, Rainer (1993) considera que -dera, -deras, -dero y -torio son sufijos distintos. Tratamiento parcialmente unificado. Por ejemplo, Santiago Lacuesta y Bustos Gisbert (1999: 4538-4539) afirman que -dero, -dera y -deras son el mismo sufijo, pero no incluyen como variante la forma -torio, que no aparece mencionada en su capítulo sobre la derivación nominal. Tratamiento unificado. Por ejemplo, Amador Rodríguez (2009) considera que las formas -dero/a, -torio/a y -sorio/a son variantes formales de un mismo sufijo. Por nuestra parte, no trataremos esta cuestión, dado que el objeto de estudio de nuestro trabajo está constituido únicamente por las nominalizaciones deverbales en -dero que designan lugares. 127

(4) a. Sustantivos:  De lugar: caladero, embarcadero  De instrumento: disparadero, exprimidero  Otros significados: periodo temporal y/o acción (herradero) b. Adjetivos:  Activos: acaecedero, barredero  Pasivos: llevadero, pagadero Clasificaciones parecidas se pueden encontrar en los trabajos de Laca (1986), Rainer (1993, 1999), Rifón (1997) y Santiago Lacuesta y Bustos Gisbert (1999), entre otros. Como discute Rifón (1997), para dar cuenta de la situación descrita en (4) caben dos posibles análisis: uno basado en el concepto de homonimia, según el cual habría varios sufijos -dero y, por tanto, varias reglas de derivación; y otro basado en el concepto de polisemia, según el cual habría un único sufijo -dero con un significado prototípico desde el que se derivarían por extensión los otros significados. En su estudio, Rifón (1997) explora ambas posibilidades. En primer lugar, desarrolla una explicación basada en el concepto de homonimia, que supondría proponer la existencia de dos sufijos -dero y, consiguientemente, de dos reglas de formación de palabras distintas. Rifón (1997) considera que desde esta perspectiva habría un sufijo -dero formador de sustantivos de significado locativo e instrumental, y otro sufijo -dero formador de adjetivos que expresarían la posibilidad de ser afectado por la acción del verbo. Para llegar a esta propuesta el autor aplica a las formaciones en -dero pruebas de la semántica funcional que determinan si dos afijos son variantes o invariantes, y obtiene como resultado que se trata de afijos distintos porque: a) Crean palabras de categorías diferentes: sustantivos de lugar e instrumento (caladero, disparadero) y adjetivos con el significado de ‘posibilidad de ser afectado por la acción del verbo’ (llevadero). b) Su flexión es distinta: los sustantivos en -dero sólo poseen flexión de número (caladeros), mientras que los adjetivos en -dero poseen flexión de género y número (llevadero/a/os/as). c) Establecen relaciones de sinonimia diferentes: -dero / -dor (disparadero / disparador) y -dero / -ble (aplicadero / aplicable). d) La proyección sintáctica del derivado es distinta: Los clientes fuman opio > Un fumadero de opio vs. Estos instrumentos duran mucho > Estos instrumentos son duraderos (ejemplo tomado de Rifón 1997: 132).

128

En cuanto a la interpretación polisémica, Rifón (1997) propone partir de un significado prototípico del sufijo -dero, que sería, en su opinión, el locativo. Los demás significados (de instrumento y de posibilidad de ser afectado por la acción verbal) surgirían como extensiones de ese significado prototípico. Dichas extensiones se explicarían a partir de una jerarquía de agencia-afección basada en las propuestas de Foley y Van Valin (1984), aunque con modificaciones. Los locativos comparten con los instrumentos y con los pacientes el resultar afectados en mayor o menor medida por la acción verbal. Así, a partir de esta relación de afectación, el sufijo -dero extendería su significado desde el Locativo hacia el punto de dicha escala inmediatamente a la izquierda (Instrumental) y hacia el punto inmediatamente a la derecha (Paciente), como se observa en (5): (5) Extensión del significado locativo hacia ambos lados de la escala de agencia-afección Pacientes

Actores Agentes

Fuerzas

Causas

Instrumentales Locativos

Pacientes

Volición Control Iniciador inmediato

Aunque atractiva, esta interpretación polisémica debe superar, en nuestra opinión, algunos obstáculos que presentamos a continuación: a) Por una parte, la interpretación polisémica se basa en una extensión semántica de las formaciones en -dero que conlleva un cambio categorial de sustantivo a adjetivo, cuando el proceso de recategorización más habitual en español es el paso de adjetivo a sustantivo (jovenA > un jovenN). b) Por otra, existen adjetivos en -dero de significado activo que no se predican del Paciente de la acción expresada por el verbo base, sino del Agente: barredero, -a ‘que barre o se lleva cuanto encuentra’; corredero, -a ‘que corre sobre raíles’; dormidero ‘que hace dormir’; ponedero ‘dicho de un ave: que ya pone huevos’ (datos tomados de Amador Rodríguez 2009: 208). No parece posible explicar estas formaciones como extensiones del Locativo al Paciente, ya que no se refieren al Paciente de la acción verbal, sino al Agente.[4] [4] En un trabajo más reciente, Rifón (2007) revisa su propuesta de análisis polisémico. Parte de un estudio sobre la fecha de aparición de las formaciones en -dero/a a lo largo de la historia del español y muestra cómo los significados de Agente, Paciente, Acción, Lugar e Instrumento se documentan desde el siglo xii. El recorrido histórico refleja cómo los valores de Agente y Paciente 129

4. CARACTERIZACIÓN DE LAS NOMINALIZACIONES DEVERBALES EN -DERO QUE DESIGNAN LUGARES

4.1. Presentación de los datos Como punto de partida de nuestro estudio hemos empleado el conjunto de datos que figuran en el Apéndice. El procedimiento seguido para su elaboración fue el siguiente: a) Consulta del DRAE (2001) mediante el sistema de “búsqueda avanzada”. En concreto, la búsqueda realizada fue . De entre los resultados obtenidos se seleccionaron las formaciones que respondían a la paráfrasis ‘lugar donde se xV’ o ‘lugar por donde se xV’.[5] b) Igualmente hemos consultado dos bancos de datos para buscar tanto formaciones no recogidas en el DRAE (2001) como nuevas acepciones de los sustantivos en -dero que sí se documentan en este diccionario:  Por una parte, BOBNEO, del Observatori de Neologia del IULA, que recoge los neologismos encontrados en la prensa en lengua catalana y española desde el año 1992. Se realizó la siguiente búsqueda: .[6]  Por otra, el CREA de la Real Academia Española, que recoge textos escritos y orales procedentes de todos los países de habla hispana desde 1975 hasta 2004. La búsqueda tuvo que incluir la vocal temática (*adero, *edero, *idero) porque sin ella resultaba demasiado compleja. Aun así, fue necesario filtrar los resultados debido al elevado número de formaciones encontradas, la mayoría de las cuales tuvieron que ser descartadas al estar recogidas en el DRAE (2001). c) Finalmente, hemos tratado de documentar palabras posibles en páginas de Internet mediante el buscador Google. fueron los que más creaciones produjeron hasta el siglo xv, mientras que desde el siglo xviii los dos valores que se mantienen más activos son los de Acción y Lugar. Finalmente, Rifón (2007) llega a la conclusión de que en el caso del sufijo -dero/a resulta muy difícil determinar cuál es el significado base y cuáles los extendidos, al agruparse todos ellos en poco espacio de tiempo. [5] Siguiendo la metodología empleada por Rainer (2004: 99) para las formaciones en -dor, hemos adoptado «un punto de vista restrictivo respecto a la noción de nombre de lugar, considerando como tales solo cuartos o lugares delimitados al aire libre», lo que nos lleva a descartar los nombres de recipientes (fregadero) así como sustantivos del tipo de asidero o agarradero. [6] Agradezco a los responsables de BOBNEO la ayuda que me han prestado al proporcionarme un número más elevado de datos que el que habitualmente está a disposición de los usuarios externos al Observatori de Neologia. 130

4.2. Caracterización morfológica Los nombres de lugar en -dero son sustantivos deverbales en los que el sufijo se combina con el tema verbal, según se observa en (6). Como es de esperar, resultan mucho más numerosos los nombres en -dero formados sobre verbos de la primera conjugación que sobre verbos de la segunda o la tercera: (6) a. DRAE (2001): ordeñadero, perdedero, dormidero b. Neologismos:[7] votadero (n), vendedero (n), escribidero (n) En cuanto a las características morfológicas de la base verbal, esta puede ser tanto simple (7a) como compleja —derivada (7b) o parasintética (7c)—: (7) a. ordeñadero, votadero (n) b. remojadero, revividero c. aterrizadero (n) 4.3. Caracterización léxico-semántica El significado conceptual de los nombres de lugar en -dero puede parafrasearse bien como ‘lugar donde o por donde se xV’ (apacentadero ‘sitio en que se apacienta ganado’, DRAE 2001) o bien como ‘lugar donde o por donde se puede xV’ (precipitadero ‘lugar donde se puede precipitar o despeñar’, DRAE 2001). Muchos de los sustantivos recogidos en el DRAE 2001 pertenecen a una serie de campos semánticos determinados, algunos de los cuales, como la agricultura, la ganadería y la navegación, ya fueron mencionados por Rainer (1993: 442). En (8) presentamos formaciones pertenecientes a cada uno de estos campos semánticos: (8) a. Agricultura: ahechadero, albeldadero, aventadero, maduradero, etc. b. Ganadería: abrevadero, acaballadero, agostadero, apacentadero, comedero, criadero, desolladero, dormidero, engordadero, ordeñadero, pastadero, peladero, picadero, ponedero, reñidero, sesteadero, veranadero, etc. c. Navegación: amarradero, ancladero, atracadero, desembarcadero, embarcadero, encalladero, fondeadero, rebasadero, surgidero, tenedero, varadero, etc. d. Caza: aguardadero, aguzadero, aulladero, bramadero, cazadero, cebadero, escarbadero, escodadero, esperadero, hozadero, huidero, perdedero, tiradero, etc. e. Pesca: caladero, desovadero, frezadero, etc. [7] Señalamos las formaciones no recogidas en el DRAE (2001) con una “n” (neologismo) entre paréntesis. 131

En cuanto a los nombres de lugar en -dero no recogidos en el DRAE (2001), hay que señalar que no tienen por qué pertenecer a ninguno de los campos semánticos mencionados anteriormente, aunque sí se da en algunas de estas formaciones una connotación peyorativa inexistente en la base verbal (véanse los ejemplos de (9)) que puede proceder de la asociación de muchos de los nombres de lugar en -dero no neológicos con actividades sentidas como rústicas y que se desarrollan en torno a animales, como la ganadería, la caza o la pesca: (9) a. Connotación peyorativa inexistente en la base verbal: aprobadero (n), enseñadero (n), estudiadero (n), votadero (n), etc. b. No peyorativos: aterrizadero (n), despegadero (n), envasadero (n), vendedero (n), etc. La última cuestión que abordaremos en relación con la caracterización léxicosemántica de los nombres de lugar en -dero tiene que ver con el tipo de nominalización al que pertenecen estas formaciones. Como recuerda Amador Rodríguez (2009: 85-86), autores como Lüdtke (1978) y Laca (1986, 1993) distinguen dos tipos de nominalizaciones. Por una parte, las nominalizaciones orientadas (p. e. descubridor) serían aquellas que hacen referencia a un participante en una predicación, designan entidades de primer orden (personas, objetos), pueden ser sustantivos y adjetivos y no heredan todos los argumentos del verbo base (en concreto, no es posible expresar mediante un complemento preposicional el argumento incorporado a través del sufijo: el descubridor de la vacuna (*por los científicos)). Por otra, las nominalizaciones predicativas o no orientadas (p. e. descubrimiento) remiten a una predicación completa, designan entidades de segundo orden (acciones, estados, etc.), son siempre sustantivos y pueden heredar todos los argumentos del verbo base (el descubrimiento de la vacuna por los científicos). Desde este punto de vista, las formaciones en -dero se incluirían para autores como Amador Rodríguez (2009) entre las nominalizaciones orientadas, ya que designan un participante en una predicación (una locación en los casos que nos interesan), que se corresponde con una entidad de primer orden, y pueden ser sustantivos y adjetivos. Sin embargo, dentro de las nominalizaciones orientadas habría que diferenciar casos como los nombres de agente (descubridor), que incorporan o absorben un argumento —o participante seleccionado— de la base verbal, de casos como los nombres de lugar (pudridero), ya que estos últimos designan una locación que —salvo en aquellos predicados verbales que seleccionen un argumento locativo como poner o meter— no puede considerarse un argumento del verbo base, sino un participante no requerido de una predicación.

132

4.4. Caracterización sintáctica Como sucede con otros tipos de nominalizaciones deverbales, los nombres de lugar en -dero pueden construirse con complementos preposicionales que realicen algún argumento del verbo base, esto es, pueden heredar parte de la estructura argumental del verbo del que derivan. Cuando la base es un verbo transitivo, el nombre de lugar puede heredar el argumento interno de la base verbal: un vil compradero de votos (n), un gran desguazadero de vehículos robados (n), tomadero de cerveza (n), machacadero de oídos (n), etc. Por su parte, con los nombres de lugar en -dero procedentes de verbos inacusativos el complemento realiza también el argumento interno del verbo base, que en este caso se corresponde con el sujeto sintáctico y posee el papel temático de Tema: un moridero de árboles (n), un nacedero de agua. Finalmente, los nombres en -dero que proceden de verbos intransitivos puros, cuyo argumento externo es Agente, no parecen tener complementos argumentales (*bailadero de personas), aunque habría que estudiar con mayor detalle si los complementos presentes en sintagmas como desovadero de tortugas o frezadero de truchas deben considerarse simples complementos clasificativos —del mismo tipo que encontramos en clase de matemáticas— o verdaderos complementos argumentales, cuestión que dejamos abierta para futuras investigaciones. 5. RESTRICCIONES SOBRE LA BASE VERBAL Hasta este momento, nos hemos centrado en la descripción de los derivados en -dero que designan lugares. En este apartado, en cambio, nuestra atención se dirigirá al proceso de derivación en sí. En concreto, trataremos de determinar si la formación de nombres de lugar en -dero se encuentra sujeta a algún tipo de restricción sobre la base verbal. Exploraremos dos grandes tipos de posibles restricciones: por una parte, restricciones sintácticas, tanto de carácter léxicosintáctico (relacionadas con el número de argumentos de verbo base) como de carácter puramente sintáctico (transitividad o intransitividad del verbo base); por otra, restricciones semánticas relacionadas tanto con los papeles temáticos de los argumentos del verbo base como con el aspecto léxico de dicha base verbal. 5.1. Restricciones sintácticas Cabe plantearse si la formación de nombres de lugar en -dero está sujeta a restricciones relacionadas con el número de argumentos del verbo base. Atendiendo a los datos consignados en el Apéndice de este trabajo, podemos decir que, aunque predominan los nombres de lugar en -dero formados sobre verbos de dos argumentos (10b), también son posibles las formaciones con base verbal monádica (10a) y triádica (10c): 133

(10) a. agostadero, aterrizadero (n), despegadero (N), nacedero, etc. b. aprobadero (N), criadero, engañadero (N), estudiadero (N), etc. c. enseñadero (N) En cuanto a la proyección sintáctica de los argumentos, tampoco parece haber restricciones en este sentido. Predominan los nombres de lugar en -dero procedentes de verbos transitivos (11a), aunque los hay formados a partir de bases verbales que participan de la alternancia causativo/incoativa (11b) y de verbos intransitivos puros (11c) e inacusativos (11d): (11) a. criadero, fumadero, etc. b. abrigadero (abrigar/se), achicharradero (achicharrar/se), etc. c. aulladero, bailadero, etc. d. entradero, moridero, nacedero, etc. 5.2. Restricciones semánticas En lo que respecta al tipo de papel temático de los argumentos del verbo base, podemos destacar el hecho de que entre nuestros datos encontramos nombres de lugar en -dero formados tanto a partir de verbos que poseen como sujeto un Agente (12a) como a partir de verbos cuyo sujeto es un Tema (12b): (12) a. bailadero, fumadero, enseñadero (N), etc. b. maduradero (si entendemos que se relaciona con la variante intransitiva de madurar), moridero, nacedero, pudridero (si entendemos que se relaciona con pudrirse), etc. Finalmente, en cuanto al aspecto léxico de la base verbal, hemos observado que, entre los 240 nombres de lugar en -dero que componen nuestro corpus, existen formaciones creadas sobre predicados de actividad (13a), de realización (13b) y de logro (13c). Sin embargo, no documentamos nombres de lugar en -dero cuya base sea un verbo de estado:[8] [8] El único sustantivo que podría interpretarse como procedente de un verbo estativo es estadero, empleado en Colombia para designar un tipo de establecimiento hostelero de carácter familiar en el que se sirve comida tradicional. Sin embargo, la existencia del desusado estado ‘casa de comidas algo menos plebeya que el bodegón’ (DRAE 2001) y del propio estadero ‘hombre que tenía bodegón o taberna’ (DRAE 2001) nos lleva a pensar que puede tratarse en este caso no del sufijo -dero, formador de sustantivos deverbales, sino del sufijo -ero, formador de sustantivos denominales (joya > joyero; gallina > gallinero). 134

(13) a. bailadero, fumadero, golpeadero, miradero, reñidero, soñadero (n), etc. b. cocedero (n), compradero (n), engañadero (n), etc. c. apeadero, aterrizadero (n), despeñadero (n), moridero, etc. A la ausencia en nuestro corpus de nombres de lugar en -dero formados sobre verbos de estado se suma el hecho de que tampoco parecen posibles formaciones neológicas como las de (14), entendidas todas ellas como denominaciones de lugar con base estativa: (14)

?amadero, ?odiadero, ?sabedero, ?conocedero, etc.

Así pues, es posible pensar que la formación de nombres de lugar en -dero está sujeta a una restricción semántica de tipo aspectual según la cual la base verbal debe ser un evento —actividad, realización, logro— y no un estado. Esta restricción se relacionaría con el significado conceptual de las formaciones en -dero, que designan lugares que se caracterizan porque en ellos se lleva a cabo o se puede llevar a cabo el evento expresado por el verbo base. En cambio, parece que los estados no sirven para caracterizar un determinado lugar, aunque no exista ningún impedimento para vincular una predicación estativa con una locación (Aquí soy feliz). Una prueba más que apoya la existencia de la restricción aspectual propuesta se basa en la posibilidad de crear un nombre de lugar en -dero neológico a partir del verbo oler. Se tratará de una palabra posible si la relacionamos con la interpretación de oler como verbo de actividad (15a), pero una formación no posible si se pone en relación con la interpretación de oler como verbo de estado (15b): (15) oledero (n): a. palabra posible entendida como ‘lugar destinado a que la gente huela algo, flores por ejemplo’ (acepción de oler como verbo de actividad). b. palabra no posible entendida como ‘lugar donde algo tiene olor’ (acepción de oler como verbo de estado). Por otra parte, resulta significativo que, frente a la ausencia de nombres de lugar en -dero formados sobre verbos estativos, sí existan adjetivos en -dero cuya base es un verbo de estado, como los que presentamos en (16): (16) a. atañedero ‘tocante o perteneciente (que atañe)’ b. habidero/habedero ‘(ant.) que se puede tener o haber’ c. oledero ‘que despide olor’ d. temedero ‘(des.) temible’ f. vividero ‘Dicho de un sitio o de un cuarto: que puede habitarse’ 135

Lo que los datos de (16) indican es que la restricción aspectual que regula la formación de nombres de lugar en -dero, según la cual la base ha de ser un verbo eventivo y no un verbo estativo, no afecta a la formación de adjetivos en -dero. El hecho de que la formación de los nombres de lugar en -dero y la formación de adjetivos en -dero no se vea sujeta al mismo tipo de restricciones puede entenderse como un argumento a favor de un análisis de la variedad significativa de las formaciones en -dero basado en la homonimia y no en la polisemia ya que, si las restricciones son distintas, podemos pensar que que se trata de reglas de formación de palabras diferentes. 6. CONCLUSIONES En este trabajo hemos presentado parte de una investigación mayor desarrollada durante los cursos 2008-2009 y 2009-2010, que ha visto la luz en diferentes publicaciones (Felíu Arquiola 2012a y 2012b). El objeto de estudio elegido fue un tipo de nominalización deverbal menor, en concreto, los nombres deverbales que designan lugares formados con los sufijos -dero y -torio, procedentes ambos del latino -torǏus, a, um. El objetivo principal de la investigación fue —además de describir las formaciones de significado locativo (caladero, pudridero, observatorio, paritorio) u otras relacionadas, como las de significado eventivo en el caso de -torio (dibujatorio o interrogatorio)— caracterizar el proceso derivativo en sí, en concreto, explorar la posible existencia de restricciones sobre la base verbal. En la presente publicación nos hemos restringido al caso de la formación de nominalizaciones deverbales en -dero con significado de lugar. Tras mostrar que la formación de nombres de lugar en -dero no parece estar sujeta a restricciones relacionadas ni con el número de argumentos del verbo base, ni con su proyección sintáctica ni con los papeles temáticos asociados a dichos argumentos, hemos aportado argumentos que demostrarían que la formación de nombres de lugar en -dero está regulada por una restricción de tipo aspectual según la cual el verbo base debe expresar un evento, esto es, una actividad, una realización o un logro. Así pues, los verbos de estado no funcionan como base de derivación de este tipo de formaciones. Igualmente hemos mostrado que dicha restricción aspectual no parece estar activa en la formación de adjetivos en -dero, ya que se documentan en el DRAE (2001) palabras como atañedero ‘tocante o perteneciente (que atañe)’, habidero/habedero ‘(ant.) que se puede tener o haber’, oledero ‘que despide olor’, temedero ‘(des.) temible’ o vividero ‘dicho de un sitio o de un cuarto: que puede habitarse’. Esta diferencia en cuanto a las restricciones que regulan la formación de nombres de lugar en -dero y la formación de adjetivos en -dero —aunque algunos de estos últimos sean palabras ya en desuso— podría entenderse como un argumento más a favor del análisis homonímico de la variedad semántica de este sufijo. 136

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Alemany Bolufer, José (1920): Tratado de la formación de palabras en la lengua castellana: la derivación y la composición; Madrid: Librería General de Victorino Núñez. Amador Rodríguez, Luis Alexis (2009): La derivación nominal en español: nombres de agente, instrumento, lugar y acción; Frankfurt am Main: Peter Lang. Felíu Arquiola, Elena (2012a): «La formación de sustantivos con el sufijo -torio en español actual»; en Enrique Pato y Javier Rodríguez Molina (eds.), Estudios de filología y lingüística españolas. Nuevas voces en la disciplina; Berna: Peter Lang, pp. 53-92. Felíu Arquiola, Elena (2012b): «La formación de nombres de lugar en -dero en español actual»; en Elisenda Bernal, Carsten Sinner y Martina Emsel (eds.), Tiempo y espacio en la formación de palabras del español; Múnich: Peniope, pp. 123-138. Foley, William A. y Robert D. Jr. Van Valin (1983): Functional syntax and universal grammar; Cambridge: Cambridge University. Laca, Brenda (1986): Die Wortbildung als Grammatik des Wortschatxes. Untersuchungen zur Spanischen Subjektnominalisierung; Tubinga: Narr. Laca, Brenda (1993): «Las nominalizaciones orientadas y los derivados españoles en -dor y -nte»; en Soledad Varela (ed.), La formación de palabras; Madrid: Taurus, pp. 180-204. Lüdtke, Jens (1978): Prädikative Nominalisierungen mit Suffixen im Französischen, Katalanischen und Spanischen; Tubinga: Niemeyer. Malkiel, Yakov (1988): «Las peripecias españolas del sufijo latino -oriu, -oria»; Revista de Filología Española lxviii, pp. 217-255. Morales Ruiz, Carmen (1997-1998): «La evolución de los sufijos -dor y -dero: un caso de amalgama morfológica para la expresión del género»; Estudi general: Revista de la Facultat de Lletres de la Universitat de Girona 17-18, pp. 145-173. Pascual Rodríguez, José Antonio y M.ª Nieves Sánchez González de Herrero (1992): «Una forma particular de amalgama morfológica: notas sobre la historia de -dor y -dero en español»; en José Antonio Bartol, Juan Felipe García Santos y Javier de Santiago Guervós (eds.), Estudios Filológicos en Homenaje a Eugenio de Bustos Tovar, ii; Salamanca: Universidad de Salamanca, pp. 675-698. Pharies, David (2002): Diccionario etimológico de los sufijos españoles y otros elementos finales; Madrid: Gredos. Real Academia Española (2001): Diccionario de la lengua española. Edición en cd-Rom; Madrid: Espasa Calpe. 137

Rainer, Franz (1993): Spanische Wortbildungslehre; Tubinga: Max Niemeyer. Rainer, Franz (2004): «Del nombre de agente al nombre de instrumento y de lugar en español: ¿cuándo y cómo?»; Iberoromania 59, pp. 97-122. Rifón, Antonio (1997): «Sobre la variedad significativa del sufijo postverbal -dero»; en M.ª do Carmo Henríquez y Miguel Ángel Esparza (eds.), Estudios de Lingüística; Vigo: Universidade de Vigo, pp. 123-137. Rifón, Antonio (2007): «La lexicografía histórica y la evolución del significado morfológico», conferencia inédita presentada en el seminario La morfología en la confección de un diccionario histórico, Fundación Duques de Soria, Soria, 23-27 de julio de 2007. Santiago Lacuesta, Ramón y Eugenio Bustos Gisbert (1999): «La derivación nominal»; en Ignacio Bosque y Violeta Demonte (dirs.), Gramática Descriptiva de la Lengua Española; Madrid: rae-Espasa Calpe, pp. 45054594. APÉNDICE: DATOS I. Formaciones recogidas en el DRAE (2001) abajadero abarrancadero abrevadero abrigadero acaballadero acechadero achicharradero agostadero aguadero aguardadero aguzadero ahechadero ahijadero ahogadero albeldadero aliviadero amarradero amasadero ancladero apacentadero aparcadero apartadero 138

apeadero apedreadero aportadero apostadero arrancadero arrastradero arremetedero arroyadero asadero aseladero aserradero asubiadero atascadero atolladero atracadero aulladero aventadero bailadero bajadero bañadero batidero bebedero

botadero bramadero brincadero burladero cagadero caladero cargadero cazadero cebadero cenadero cernedero chapoteadero cocedero coladero comedero contadero corredero criadero degolladero derramadero derrocadero. derrumbadero

desafiadero desbarrancadero desbazadero descansadero descargadero descubridero desembarcadero desembocadero desfiladero desgalgadero deslizadero desolladero desovadero despartidero despeñadero desplumadero desterradero divisadero dormidero echadero emanadero embalsadero

embarcadero embostadero encalladero encerradero enfoscadero enfriadero engordadero enjambradero entibiadero entradero enterradero escarbadero escodadero escondedero escorredero escupidero escurridero esperadero espulgadero estaqueadero estregadero fondeadero frezadero fumadero gastadero golpeadero guayadero heladero

herradero holgadero hozadero huidero humilladero invernadero lambedero lavadero luchadero maduradero manadero maneadero matadero meadero mentidero miradero nacedero nadadero ordeñadero paradero parqueadero partidero paseadero pastadero patinadero peladero perdedero picadero

pisadero podridero ponedero ponteadero precipitadero pudridero quemadero rancheadero rebasadero recodadero recogedero recostadero recudidero remojadero reñidero resbaladero restañadero resumidero reventadero revividero revolcadero revolvedero rezumadero robadero rodadero rozadero sacrificadero saladero

salidero saltadero secadero sesteadero sobadero subidero sudadero surgidero templadero tendedero tenedero tentadero tiradero tostadero trabajadero trompicadero tropezadero vaciadero varadero veranadero vertedero voladero

II. Formaciones o acepciones no recogidas en el DRAE (2001) aguantadero aprobadero aterrizadero cantadero chupadero cocedero (acep. ‘lugar donde se pasa mucho calor’) CREA coladero (acep. ‘en fútbol, que defiende muy mal’) BOBNEO compradero

cuestionadero desarmadero BOBNEO desayunadero CREA desguazadero BOBNEO despegadero destazadero BOBNEO desvestidero CREA (Am.) disputadero engañadero enseñadero BOBNEO (Am.) 139

envasadero escribidero estadero ¿? estudiadero examinadero folladero gritadero guardadero CREA habladero insultadero jugadero leedero machacadero moridero

140

opinadero paridero BOBNEO peleadero pensadero protestadero puteadero (Am.) recaladero BOBNEO respondedero rimadero CREA soñadero CREA tomadero vendedero vomitadero votadero BOBNEO

TENDENCIAS ACTUALES EN EL EMPLEO DE LOS RELATIVOS EN EL HABLA CULTA Carla Amorós Negre Universidad de Salamanca

1. INTRODUCCIÓN Mi aportación a estas jornadas debe entenderse como una contribución a un objetivo más ambicioso dentro del campo de los estudios sincrónicos, esto es, en qué medida la prescripción y descripción lingüísticas que proporcionan los gramáticas tienen su correlato en la realidad lingüística del uso, aspecto crucial para la definición de los polémicos estándares de las lenguas y, en particular, del estándar pluricéntrico español. En este orden de cosas, despierta especial interés el caso de los relativos, una de las áreas en las que existe una mayor divergencia entre la norma gramatical prescrita y la norma empírica del hablante. De hecho, el análisis de la actuación lingüística de los usuarios, sobre todo en lo que concierne al plano oral, revela que en muchas lenguas se recurre a diferentes estrategias de relativización y a determinados usos de los pronombres y adverbios relativos que son considerados anómalos, incorrectos o, incluso, agramaticales, cuando no se pasan por alto en muchos tratados gramaticales. Así, el empleo de los llamados pronombres reasuntivos o de retoma es un mecanismo del que se sirven en multitud de ocasiones los hablantes, cuando se estima necesario volver a recuperar o identificar al referente para facilitar el intercambio comunicativo y retomar el hilo discursivo. En inglés, por ejemplo, no son inusuales secuencias como It´s something that I keep returning to it (Miller 2005: 509), donde it suele juzgarse como pleonástico y superfluo, al igual que sucede en español. Sin embargo, en tok pisin el empleo de estos pronombres reasuntivos se incluye entre el inventario de estrategias legítimas de relativización (Aitchison 1992: 302): (1) a. ol kaikai mi sa kaikai em planti, em kaukau, rais… b. they food I accustomed-to eat it many, it

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sweet-potato rice… c. The foods I eat, there are lots of them, there´s sweet potato, rice…

Así pues, el propósito de este trabajo es aportar un poco más de luz al estudio del funcionamiento real de los relativos en español, en sintonía con los trabajos que han venido apareciendo en los últimos años sobre corpus orales, sobre todo basados en los materiales de lengua hablada culta del Proyecto de estudio coordinado de la norma lingüística culta de las principales ciudades de España y América, dirigido por Lope Blanch (1986). Para tal efecto, se emplea el Corpus de Habla Culta de Salamanca (2005), elaborado por la Dra. Fernández Juncal, que incluye la transliteración de 7 horas de grabación de diálogos dirigidos a 14 hablantes salmantinos de nivel sociocultural elevado. Su análisis permitirá conocer las preferencias lingüísticas de los hablantes salmantinos cultos y la comparación de los datos con diferentes sintopías del ámbito hispánico. La elección de un corpus de nivel culto resulta fundamental para poder delimitar el grado de estandarización que poseen determinados fenómenos lingüísticos asociados al uso de los relativos en el seno de una comunidad. 2. LA UNIVERSALIZACIÓN DEL QUE El hecho más llamativo surgido a raíz del análisis de los relativos en el Corpus de Habla Culta de Salamanca (chcs) es, sin duda, la omnipresencia del que, que representa un 84,5% de un total de 1326 cláusulas relativas con antecedente expreso, un porcentaje similar al 86,5% obtenido por Palacios de Sámano (1983) para el habla culta de México, al 88% contabilizado por Herrera Santana en Santa Cruz de Tenerife (1997) y al 94,57% estimado para Santiago de Chile por Olguín (1980-1981).[1] Estas abrumadoras cifras evidencian que se trata con mucha diferencia de la opción predilecta para los usuarios de la lengua, sobre todo en el discurso espontáneo oral, por la economía y el menor coste de procesamiento que lleva aparejado. Su forma lingüística invariable coincide con la conjunción que, de la cual resulta muy difícil establecer una férrea división en un análisis de lengua oral, puesto que no son pocos los casos en que resulta complicado discernir si desempeña o no función sintáctica en la oración. Así, por ejemplo, en «la tercera que hizo Psicología, esa hizo Psicología Industrial, que empezó aquí a hacer algo –no me acuerdo con qué profesor–, y luego sí se fue […]» (chcs, p. 117; l. 9-11), que podría funcionar como relativo que remite a un antecedente (la tercera (hija)), aunque tampoco puede desestimarse la interpretación causal: la tercera que hizo [1] Por lo que respecta a la ciudad de León, Cortés Rodríguez (1987) aporta el dato del 95,06%. Si bien su muestra no se restringe al habla culta, en todos los grupos socioculturales que distingue el porcentaje del empleo del que relativo supera el 94%. 142

Psicología, esa hizo Psicología Industrial, porque empezó aquí a hacer algo –no me acuerdo con qué profesor–, y luego sí se fue. Asimismo, de la secuencia «Eh…, tuve una hermana muy pronto, o sea, con doce meses, trece meses, que entonces pues éramos inseparables.» (chcs, p. 17; l. 7-8) se desprende cierto valor consecutivo, que nos llevaría a equipararla a: Eh…, tuve una hermana muy pronto, o sea, con doce meses, trece meses, de modo que entonces pues éramos inseparables, sin que por ello se niegue una posible interpretación relativa del que para aludir al propio emisor y a la hermana de este. En este mismo sentido, Cortés Rodríguez (1987) se ha referido a la ambigüedad resultante del polifuncionalismo del que, a propósito de ejemplos como el del siguiente informante leonés: «me han conocido además de una manera muy curiosa en el viaje de novios a Canarias en una excursión que hicimos para subir al Teide que entonces no había telesilla» (Cortés Rodríguez 1987: 307). En otras ocasiones, la duda se presenta más allá de la consideración del estatuto pronominal o no del que para adentrarse en la delimitación del alcance del mismo, esto es, si rebasa o no la frontera clausal para inscribirse en el terreno más propiamente discursivo. Esta última opción parece ser la más adecuada para explicar su función en los siguientes casos, en los cuales el propósito del emisor parece ser simplemente añadir información en torno a un mismo hilo conductor: (2) a. «La Universidad de Cambridge, como la de Oxford, son universidades muy elitistas, que eligen a sus alumnos por expediente, que es gente de mucho dinero y de, y de un nivel intelectual altísimo, y que, además, son carreras cortas, pero que allí nadie suspende» (chcs, p. 79; l. 11-14) b. «a los treinta y cinco años que, que nos dejó, que yo creo…Dejé de ir a la facultad.» (chcs, p. 120; l. 7-8) c. «Y nosotros, que acababa la carrera, yo me acuerdo de» (chcs, p. 121; l. 5-6)

Así parece suceder también en los ejemplos del habla culta de Madrid que proporciona Lope Blanch, bajo el rótulo de que imprecisos, usados como simples nexos encadenadores: «Y los domingos, que había carreras de caballos, que entonces el Hipódromo estaba al final de la Castellana, pues la salida de las carreras, que era precioso» (Lope Blanch 1993: 70). 2.1. Omisión de preposición y reasuntividad En relación con esta universalización del que, más acusada en el discurso oral que en el escrito, merece especial atención la llamada despronominalización o gramaticalización del que (Lope Blanch 1984; Gutiérrez Araús 1985), según la cual el relativo va perdiendo capacidad anafórica y entidad léxica para convertirse en un mero relacionante (Alarcos 1970). En este sentido, dado que la distinción 143

entre el llamado que relativo (/que2/) y el conjuntivo (/que1/) se establece según el valor que este adquiere en el discurso, su condición nominal no parece una cuestión relacionada con el contenido semántico que posee el elemento en sí. Por ello, son varios los autores que se oponen a considerar la existencia de dos signos distintos y a hablar de un proceso de disgregación de funciones (nexo y sustituto) (Lavandera 1971; Carbonero 1985; Trujillo 1990). Así las cosas, con independencia de que se distingan varios tipos de que o diversos usos contextuales para un mismo que, lo importante es que la omisión de preposición y la mencionada aparición de elementos de retoma en las construcciones de relativo, estrechamente vinculados, hablan en favor de su empleo, en muchas ocasiones, como mero vínculo de unión y enlace con el cotexto anterior. Para el chcs, Lucas Lastra (2005) lleva a cabo un pormenorizado análisis de los condicionamientos sintácticos de ambos fenómenos y concluye que existen 57 casos de queísmo y 49 de duplicación del que, los cuales, según nuestros cálculos, constituyen, respectivamente, un 4,3% y 3,7% del total de relativas de antecedente expreso, porcentajes que, a simple vista, pueden parecer menos significativos de lo que en realidad son. Con el fin de conocer el verdadero alcance de estos fenómenos debe tenerse en cuenta que la aparición de reasuntivos, como el clítico lo de complemento directo del ejemplo «Eso es un proceso que ya lo llevan haciendo las grandes ciudades» (chcs, p. 26; l. 36-37), se asocia mayoritariamente al que, hasta el punto de que muchos trabajos restringen el estudio de este fenómeno a este relativo. Paralelamente, existen contextos sintácticos que invitan menos a la duplicación, como las cláusulas en las que que funciona como atributo: «trabajar en cosas que, que no son corrientes, (chcs, p. 89; l. 30) o aquellas en las que va acompañado de un infinitivo: «No tiene nada que ver» (chcs, p. 85; l. 40) (Samper et al. 2005).[2] Según comentamos anteriormente, conviene tener muy presente que la duplicación se siente en ocasiones mucho más natural que la construcción más afín a la regla prescriptiva, cuando se desea retomar una referencia que aparece alejada en el discurso por la inserción de otra cláusula en la oración de relativo: (3) a. «millones de cosas de los humanos, que no sabemos o que, si las sabemos, nos creemos que las hemos descubierto, y no tiene nada que ver porque» (CHCS, p. 84; l. 9- 11) b. «por un escándalo del ministerio que, si luego interesa que te cuente, te lo cuento» (CHCS, p. 110; l. 16-17) [2] La cuestión de la reasuntividad ha sido estudiada ampliamente en todo el ámbito hispánico. Los porcentajes de aparición de pronombres de retoma en relación al conjunto total de los relativos hallados en diferentes corpus analizados son: 6,1% en Gran Canaria (Samper et al. 2005), 3,6% en Caracas (corpus de 1977) (Suñer 2001), 7% en Caracas (corpus de 1987) (Bentivoglio 2003), 2,8 % en Sevilla (Carbonero 1985) y 6,05% en León (Cortés Rodríguez 1990). 144

En referencia a la ausencia de preposición, el fenómeno recibe también el nombre de queísmo pronominal, justamente por ser este relativo el que registra una proporción muy elevada de omisiones, al contrario de lo que sucede con quien, el cual, o el que. Con objeto de determinar con precisión su importancia cuantitativa y cualitativa en un corpus, se requiere contabilizar los casos tanto de supresión como de mantenimiento, allí donde se da posibilidad de variación. En el estudio de Herrera Santana sobre el español hablado en Santa Cruz de Tenerife (1997),[3] el porcentaje de omisión preposicional es superior al mantenimiento (61,5%), al igual que sucede en el habla culta de Rosario (55%) (Boretti de Macchia 1991) o en Madrid, donde Lope Blanch (1993) registra 33 casos de omisión y 20 de mantenimiento. En Salamanca, se constata también la superioridad de la omisión preposicional con un 52%, lo cual supone que «la anomalía resulta más normal que lo normativo» (Lope Blanch 1993: 62).[4] 3. LOS RELATIVOS (EL) QUE, QUIEN Y EL CUAL 3.1. Pronombres con antecedente humano En consonancia con el carácter versátil del que, que le posibilita remitir a antecedentes que expresan todo tipo de contenido semántico, no resulta extraño que sea con mucha diferencia la opción predilecta para los usuarios de la lengua, sobre todo en el discurso espontáneo oral, por la economía y el menor coste de procesamiento que lleva aparejado. En lo concerniente al empleo de relativos con referente humano, el chcs registra un total de 349 casos de que con antecedente expreso: «a J., que iba vestido de jesuita, lo consideraba un cura» (chcs, p. 107; l. 27-28) y 66 casos de el que con antecedente implícito en oraciones en las cuales resultaría equivalente el empleo de quien (Alarcos 1994; Brucart 1999; NGLE 2010) en un uso que ha convenido en llamarse de generalización (Alcina y Blecua 1975). (4) a. «Los que viven en la provincia» (chcs; p. 44; l. 38) b. «para los que no sois de aquí [risas], eso no sabéis lo que significa» (chcs; p. 53; l. 11) c. «gana dinero el que se dedica a la medicina…, a la medicina privada, pero el que trabaja en una institución pública» (chcs; p. 66; l. 9-10) d. «hay biólogos de bota y biólogos de bata, los que se dedican a trabajos de campo y los que nos dedicamos a, a trabajos de investigación» (chcs; p.75; l. 17-19) [3] El trabajo de Herrera Santana (1997) sobre la ausencia de preposición ante que relativo incluye, al igual que el de Cortés (1990), muestras de tres niveles socioculturales diferentes. [4] En el habla urbana culta de Sevilla el porcentaje de supresión de preposición es del 47,3% (Carbonero 1985), mientras que en la ciudad de León supera el 75 %, si bien Cortés Rodríguez (1990) incluye también a el cual, quien y donde. 145

A este respecto, es preciso insistir en que este el que admite la sustitución del artículo por un demostrativo (Aquellos que viven en la provincia) y puede ir precedido del cuantificador todo (Todos aquellos que viven en la provincia), al contrario de lo que sucede con el relativo complejo el que, equivalente a la unidad que forma el cual, caracterizado por ir casi siempre acompañado de preposición y por poseer un antecedente recuperable en el contexto. Se trata de casos que no llegan al 1% del total de relativos con antecedente humano en nuestro corpus: (5) a. «Entonces, nnn, el novio que tenía, con el que luego me casé, pues no, no, no tenía demasiado interés en que yo» (chcs, p. 108; l. 3-4) b. « [J. A. Pascual] era el di-, el vicerrector del que dependía el coro» (chcs, p. 46; l. 48-49) c. «Yo tenía compañeros en la carrera que, con los que me llevaba de maravilla.” (chcs p. 75; l. 37-38)

Tampoco quien y el cual presentan vitalidad en el habla culta de Salamanca. Del primero se hallan únicamente 17 ocurrencias, de las cuales 16 son relativas libres sin antecedente explícito (6a), un 1,3% del total de relativos y únicamente un 3,8% del conjunto de referentes humano. En este sentido, cabe destacar que en dos de estos ejemplos, quien aparece precedido del verbo haber que, al igual que tener exige obligatoriamente la presencia de este pronombre en las oraciones de antecedente implícito (6c, d). En el resto de casos los hablantes salmantinos se inclinaron con mucho por el que (vid. 4). (6) a. «Es que la estética para quienes resulte algo… importante, pues, eh…, [clic] forma parte de nuestra vida inevitablemente» (chcs, p. 84; l. 40-41). b. «don J., salmantino de pro, quien vive todavía» (chcs, p. 97; l. 26-27) c. «Y los niños con los niños y las niñas co-, con las niñas. O sea, a mí esas cosas me enferman. Hay quien está de acuerdo con eso» (chcs; p. 87; l. 16-18) d. «Es decir, que habrá quien no y habrá quien sí.»” (chcs; p. 87; l. 44).

Por lo que se refiere al empleo del compuesto el cual, que necesita de un referente expreso, aparece solamente una vez en todo el corpus para remitir a un antecedente humano: «Hay algún bibliotecario, algún archivero, en los cuales, bueno, pues la…» (chcs, p. 55; l. 5-6). Los resultados obtenidos por De Mello (1993) en su estudio del habla culta de 10 ciudades (Bogotá, Buenos Aires, Caracas, La Habana, La Paz, Lima, Madrid, San Juan de Puerto Rico, Santiago de Chile y Sevilla) confirman el declive en el uso de quien y el cual, de los que documenta 103 y 76 casos, respectivamente. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que, al contrario que nosotros, deja fuera del cómputo a los relativos de 146

antecedente implícito, con lo cual se reduce significativamente la distancia entre el número de casos de quien y el cual a favor del primero, que puede aparecer con antecedente explícito e implícito. 3.2. Pronombres con antecedente no humano A continuación, nos detenemos en el uso de los relativos con antecedente no humano, un ámbito en el que no se espera la presencia de quien, marcado positivamente para este rasgo. Así ocurre, de hecho, en el Corpus de Habla Culta de Salamanca, aunque debe tenerse presente que no es extraño su empleo con sustantivos abstractos que designan un conjunto de individuos, pero no son antecedentes estrictamente personales: «Se trata de una entidad asesora del Ministerio, de quien depende y a quien propondrá medidas y rendirá cuentas» (El País, Uruguay, 4/10/2001) (ngle 2009: 1577), solución que según la RAE «en registros formales tiende a evitarse». Se trata, precisamente, de una de las anomalías que advierte Lope Blanch (2001:161) en su estudio del habla culta mexicana. Por lo que respecta a los referentes no humanos, también, como era pronosticable, el simple que es el relativo preferido, del cual se registran 732 ocurrencias (7a), sin tener en cuenta los casos en que el antecedente evoca un contenido temporal, locativo o modal, que se tratarán separadamente en el siguiente apartado. Por su parte, el que sin antecedente expreso aparece en 46 ocasiones (7b), el que complejo en 22 (7c) y el cual únicamente en una ocasión (7d), precedido de preposición, al igual que documenta Lope Blanch en el habla culta madrileña (1993: 66): (7) a. «todo ese tipo de cosas, que un licenciado en Derecho no tiene» (chcs, p. 13; l. 8) b. «la reconstrucción del Teatro Liceo de Barcelona, el que se quemó»” (chcs, p. 23; l. 1-2) c. «es una carrera [Biológicas] que requiere mucha memoria y en la que hay un nivel muy alto» (chcs, p. 74; l. 23) d. «entonces era un balneario muy grande, en el cual había que meter hotel» (chcs, p. 23; l. 42)

A la luz de estos datos, la vitalidad de el cual para el habla culta de Salamanca ni siquiera llegaría al 2,4 % que se documenta para la mexicana (Lope Blanch 2001), en la que el uso de los hablantes lo situaría por delante de quien en el orden de frecuencia. Carbonero (1985) recoge 15 testimonios de quien y 8 de el cual en Sevilla y, al igual que nosotros, incluye en su cómputo las relativas libres de antecedente implícito en las que aparece quien, pero no el cual. Si se trata de un antecedente de naturaleza oracional, este relativo complejo apa147

rece bajo su forma neutra lo cual en un total de 18 ocasiones y, salvo en dos casos en que funciona como sujeto oracional (8a, b), siempre va precedido de preposición y, concretamente, de con (8c): (8) a. «Yo estuve dos años en una residencia de monjas, lo cual es…patético» (chcs, p. 30; l. 21-22) b. «yo tenía mis dudas entre hacer, eh, Medicina y Derecho, lo cual a mí misma también me, me sorprendía» (chcs, p. 64; l. 3-4) c. «en Francés ahora mismo tenemos un departamento monoprofesoral, con lo cual a mi compañera le dan quince mil pesetas al año» (chcs, p. 87; l. 22- 23).

Por otro lado, resulta muy llamativo que no se encuentre ni una sola ocurrencia de lo que con antecedente oracional. Parece ser que hasta el siglo de Oro lo esperable en tales contextos era lo cual, pero lo que «penetró con fuerza en el español moderno» (Lope Blanch 2001: 165), si bien en nuestro corpus se observa que los usuarios se inclinan más por el empleo de lo cual u otros sustitutos para la remisión a toda una cláusula anterior. Así, del sintagma cosa que se obtienen 4 ocurrencias en boca de un mismo informante (9a) y el simple que aparece en 14 ocasiones (9b). La forma neutra lo que prefiere reservarse para las oraciones de relativo libres o sustantivadas, de las que contabilizamos 291 ocurrencias (9c). (9) a. «La pública nunca se puede plantear como una empresa o como un negocio, cosa que, por desgracia, la privada sí hace»” (chcs, p. 69; l. 2-4), b. «más que la parte técnica esta de… saber calcular bien una estructura, saber calcular bien la instalación de electricidad, de fontanería. [clic] Que no quiere decir que no sepamos hacerlo» (chcs, p. 22; l. 29-31). c. «Lo que le gustaba era escribir cuentos» (chcs, p. 124; l. 18).

4. ADVERBIOS RELATIVOS DONDE, CUANDO Y COMO El estatus de donde, cuando y como sigue siendo cuestión polémica y muy discutida en la gramática española. La errónea tendencia a equiparar la subordinación relativa con las adjetiva ha contribuido a extender la creencia de que una oración adverbial no puede tener naturaleza relativa. Por lo tanto, es corriente encontrar en muchas gramáticas de corte tradicional el establecimiento de dos bloques diferenciados entre relativas y adverbiales, de forma tal que se considera que donde, cuando y como pertenecen al primer grupo y poseen naturaleza adjetiva, si llevan un antecedente, y al segundo cuando carecen de él, con la consiguiente inclusión de estas formas entre las subordinadas adverbiales propias locativas, temporales y modales. De hecho, en la gramática de Alarcos (1994: 355) se lee: «Cuando carecen de antecedente los adverbios relativos […] degradan la oración 148

en la que se insertan y esta funciona como adyacente circunstancial», como si su naturaleza relativa fuera incompatible con el desempeño de la función de complemento circunstancial. Sin embargo, merece traer a colación cuál es la nueva propuesta académica en su Nueva Gramática de la Lengua Española (2009: 1595): El concepto de subordinación adverbial se considera en la actualidad muy problemático. Predomina hoy el análisis de las relativas libres como grupos sintácticos (nominales o preposicionales) que incorporan léxicamente el significado de su antecedente, de forma que este denota personas, cosas, tiempos, lugares, modos. El adverbio cuando en cuando sonó el teléfono aporta el significado del grupo preposicional en el momento en que, […] el adverbio cuando integra o lexicaliza, como se ve la información que aporta el grupo relativo y la que corresponde a su antecedente

Según esto, se observa la preferencia por clasificar las oraciones introducidas por donde, como y cuando como relativas y, en caso de que carezcan de antecedente expreso, se les incorpora el calificativo de libres. Así las cosas, si bien donde alude en muchas ocasiones a un referente locativo, como y, sobre todo, cuando aparecen generalmente desprovistos de un posible antecedente y parecen funcionar más como simples nexos que como complementos circunstanciales modales o temporales. En el habla culta salmantina, los informantes emplearon el relativo donde en 67 ocasiones, en 38 de las cuales se aludía a un antecedente expreso de variada naturaleza: sustantivos genéricos (10a), nombres propios (10b) y adverbios deícticos (10c). (10) a. «Luego tienes amiguitos del sitio donde te vas a trabajar» (chcs p. 30; l. 8-9) b. «Yo hice la carrera en Salamanca, donde vivía mi familia» (chcs p. 39; l. 10-11) c. «mucha gente duda que el instituto estuviera ahí en donde, donde Físicas» (chcs, p. 114; l. 25-26).

En este último ejemplo se observa, además, la anteposición de la preposición en, que resultaría pleonástica por el significado mismo del adverbio relativo donde. Este uso parece muy extendido en el habla culta mexicana, en la que alcanza un 39%, «mientras que en el habla de Santiago de Chile solo llega al 3% y en la de Madrid al 9%» (Lope Blanch 2001: 167), una proporción todavía mucho mayor que la obtenida en Salamanca. Por otro lado, cuando apareció modificando a un referente temporal únicamente en 17 ocasiones, frente a las 199 ocurrencias en relativas libres. Dichos antecedentes temporales son, excepto en una ocasión (11a), adverbios deícticos (entonces, luego, ya, después y ahora), y en 13 de las 17 ocurrencias aparecen en 149

cláusulas explicativas, en las que se establece una menor vinculación con el referente (11b). En efecto, las relativas especificativas son raras con cuando y, si así sucede, suelen tomarse adverbios deícticos como antecedente (Bosque 1980) (11c).[5] (11) a. «Creamos una revista un par de años antes cuando éramos decanos» (chcs p.23; l.1-2) b. «Entonces, eh, cuando tuve el papel, pues para mí fue un orgullo» (chcs p.84; l. 36) c. «Oye, se han asustado ahora cuando ha entrado esta bruja» (chcs p. 106; l. 35-36)

Como con antecedente expreso posee todavía menor presencia en nuestro corpus. De hecho, excepto en dos ejemplos (12a, b), en los que parece aludir a un contenido modal previo, los 158 casos restantes son construcciones libres (12d). (12) a. «Cuando llegaban a mí y venían pasando, como decían ellos, pasando» (chcs p. 112; l. 47) b. «Con mi hermano discutía mucho. Bueno, discutir, entre comillas, como se dice ahora» (chcs, p. 123; l. 30-31) c. «Entonces yo creo que es que, que tiene sus luces y sus sombras también, como todo» (chcs p. 95; l. 6-7)

De todo lo anterior, se deduce que el adverbio relativo que se emplea con mayor profusión es, sin duda, donde, el cual, pese a que sólo alcanza el 3% respecto del total de relativos con antecedente expreso, a gran distancia de que, ocupa el segundo puesto en orden de frecuencia, al igual que sucede en el habla culta madrileña (Lope Blanch 1993) y en la mexicana (Lope Blanch 2001), en las que se han llevado a cabo estudios similares. Tal y como se comentó anteriormente, y como se constata en muchas gramáticas, en muchas ocasiones se prefiere emplear el relativo que con un sustantivo expreso de significado locativo, temporal o modal, en lugar de donde, cuando y como. Así, en el chcs se escoge que en un 79% de casos con un antecedente de tiempo y en un 99% de los casos se prefiere a como. Sin embargo, para la remisión a un contenido de lugar el adverbio relativo donde se impone a que con un 60%. En este estado de cosas, es necesario referirse a la enorme frecuencia con que este simple que, con función circunstancial, aparece desprovisto de la correspon[5] También se encuentran testimonios del denominado que galicado en oraciones ecuacionales en las que la gramática normativa prescribe el empleo de cuando: «fue justamente en primero que empezamos eso, hacia el quince, veinte de octubre.» (chcs, p. 51; l. 19-20); «y el, mi hijo se fue el último curso, que se fue a Nantes» (chcs, p. 117; l. 40-41). 150

diente preposición, sobre todo con antecedentes de naturaleza temporal (día, momento, año, vez, época, etc. (13a frente a 13b), aunque también se encuentran ejemplos con antecedente locativo (13c frente a 13d) o modal (13e frente a 13f ) (13) a. «y empecé la tesis doctoral en, en octubre de, del mismo año Ø que acabé la carrera» (chcs, p. 73; l. 25-26) b. «un año en que conocí a gente espléndida» (chcs, p. 99; l. 36). c. «Estábamos cien personas en un sitio Ø que cabían cincuenta» (chcs; p. 22; l. 40-41) d. «el sitio en el que viven…» (chcs, p. 52; l. 33), e. «no es de la manera Ø que nos enseñaron» (chcs, p. 58; l. 10-119, f. «la manera en que se debe contemplar a la mujer hoy en día» (chcs, p. 14; l. 22-23).

En nuestro corpus analizado, la omisión de preposición en estos casos es incluso mayor (65%) que el propio mantenimiento, al igual que ocurre en el habla culta de Rosario (59% de omisión) (Boretti de Macchia 1991), atendiendo al elevado grado de lexicalización de algunas de estas expresiones. No obstante, al contrario de lo que proponen Samper et al. (2005) o Bentivoglio (2003), nos ha parecido conveniente considerarlos ejemplos de ausencia de preposición, como hace Boretti de Macchia (1991), porque, frente a secuencias como hace tiempo que, en estas se constata una alternancia. Otro hecho muy vinculado a la progresiva universalización del que es, justamente, el uso de este como simple sustituto del adverbio relativo donde, «una anomalía bastante común en el habla culta de Madrid», a juicio de Lope Blanch (2001: 65), quien cita, entre otros ejemplos, «luego está la (universidad) de León XIII, que también hay otra (Escuela de Sociología)» (Lope Blanch 2001: 66). En el chcs se documentan un total de 12 ejemplos de este tipo: (14) a. «Estudio uno. Que ponían semanalmente una obra con unos actores formidables, magníficos: Prada, Rodero, Bódalo, tal» (chcs, p. 99; l. 12-13) b. «Y compraba, cuando iba a Madrid al rastrillo, que iba de vez en cuando» (chcs, p. 106; l. 25) c. «de Lumbrales a Barrueco, que vivían mis abuelos» (chcs, p. 108; l. 50)

5. EL CASO DEL CUANTITATIVO CUANTO Pese a que la RAE, al igual que la mayoría de gramáticas, incluía a la forma cuanto entre la nómina de adverbios relativos desde su edición de 1920, en la Nueva Gramática de la Lengua Española (2009), se le otorga un tratamiento separado de donde, cuando y como, muy posiblemente por las pocas ocasiones en que este relativo cuantificador posee naturaleza adverbial (Hizo cuanto pudo). Efectivamente, es mucho más común que funcione como adjetivo en correlación 151

con tanto/todo para establecer una igualdad: Ganó tantos premios cuantos concursos disputó, y, lo más frecuente, es que se comporte como un sustantivo y que no exista antecedente: Lo decía a cuantos encontraba (vid. Brucart 1999). Es más, para algunos lingüistas, cuanto nunca lleva antecedente, pues “«o va solo […] o únicamente lleva consiguiente: asistirán cuantas [personas] invites» (Martínez (1996 [1994]: 48). En Sintaxis de los relativos en el habla culta de la ciudad de México, Palacios de Sámano (1983) registraba únicamente 4 ocurrencias de cuanto sin antecedente expreso, frente a la abundancia de su equivalente (todo) lo que, de gran incidencia en la lengua hablada, y Lope Blanch (2001) no encuentra ni un solo ejemplo en sus muestras de la capital española. Por lo que respecta a los datos aportados por el corpus salmantino, cuanto aparece también mínimamente: solamente 5 ocurrencias y también todas ellas sin antecedente (15a). Por el contrario, se registran 58 casos de (todo) lo que con ese significado de indeterminación cuantitativa (15b, c). (15) a. «Cuanto más te dejen —eso es verdad—, cuanto más te dejen, más, más vas a sacar» (chcs, p. 24; l. 16-17) b. «las compras de todo lo que lleve el Ayuntamiento» (chcs p. 32; l. 29-30) c. «hacer lo que podías» (chcs, p. 21; l. 7)

6. EL RELATIVO POSESIVO CUYO La peculiar naturaleza de cuyo deriva de su carácter de adjetivo, que concuerda en género y número con lo poseído, no con su antecedente (poseedor). Tal y como pone de relieve la ngle (2009: 1584), «el relativo cuyo no se usa en los registros informales. De hecho, ha desaparecido de la lengua oral de muchas variedades del español y, en ciertos países, también de la periodística», lo cual explica su mínima frecuencia de aparición tanto en el habla culta mexicana (2 casos) (Palacios de Sámano 1983), como madrileña (4 casos) (Lope Blanch 1993) y salmantina (4 casos) (16a). Mayor vigencia parece tener en el corpus de habla culta sevillana (Carbonero 1985), en el que se registran 10 ocurrencias. Se ha señalado en múltiples ocasiones que el discurso oral tiende a reemplazarlo por otras secuencias que aúnan el carácter relativo y el significado posesivo (de quien, del que, del cual), aunque lo más frecuente es la aparición del denostado quesuísmo, en el que al universal y desfuncionalizado (Gómez Torrego 2006: 405) que se une su(s) o el artículo con valor posesivo. Así, en nuestro corpus se registran también 4 ejemplos de secuencias que reemplazan al cuyo, que exigiría la norma gramatical prescriptiva y que deben ser tratadas como una manifestación más de la universalización del que (16b, c). 152

(16) a. «La época de, del rector T´. en cuya calle estamos en este momento, empieza, empieza a dotarle de contenido verdaderamente» (chcs p. 100; l. 28-29) b. «el típico niño, hijo único, que sus padres siempre lo han llevado a los Maristas desde pequeñito y que va con Lacoste» (chcs, p. 37; l. 39-40) c. «la otra, la, esa que está en el juzgado de familia también, que el marido está en Tordesillas» (chcs p. 122; L. 1-2).

En este sentido, es preciso destacar que si bien la decadencia del relativo cuyo es manifiesta, no lo es menos la de el cual y quien con antecedente expreso y, del mismo modo, llama también la atención el escaso número de veces que aparecen reemplazos de cuyo. Así, en el corpus salmantino este adjetivo posesivo se emplea en igual número de ocasiones que las construcciones empleadas en su lugar, conclusión a la que también llega De Mello (1992: 58) en su análisis del habla culta de once ciudades: «el uso de cuyo en el presente corpus sobrepasa casi tres veces el de los reemplazos por cuyo, ya que 73 ejemplos de aquel uso contrastan con solamente 25 de éste». Este hecho podría, a nuestro juicio, explicarse por la escasa frecuencia con la que tienden a relativizarse los objetos oblicuos. 7. CONCLUSIONES En las páginas precedentes se ha evidenciado el interés que ha suscitado el estudio del uso real de los relativos en español. Más allá de las discusiones en torno al análisis puramente gramatical, son varios los trabajos que han tratado de describir su empleo en una determinada comunidad lingüística. A nuestro entender, el manejo de corpus de lengua hablada debe considerarse fundamental en todo intento por sistematizar y definir el estatus de determinados fenómenos lingüísticos. Solo de este modo se puede llegar a conocer si determinadas construcciones polémicas, sancionadas por muchas gramáticas, pueden tener cabida en las variedades estándares orales. Tal y como se ha puesto de manifiesto, resulta muy llamativo que fenómenos como la ausencia de preposición, que teóricamente debería preceder al que relativo, llegue a ser más frecuente que su presencia. Contrariamente a lo que muchas veces se piensa, el discurso oral posee sus propias reglas y no debería juzgarse de acuerdo a parámetros y estándares que se manejan para la lengua escrita. Así pues, en una continuación de este trabajo, resultaría muy interesante contrastar la frecuencia lingüística y las preferencias de los usuarios en el empleo de los relativos, tanto en manifestaciones orales como escritas. Esta comparación mostraría las diferentes estrategias lingüísticas de que se sirven los hablantes en uno y otro caso y podría confirmar que la abrumadora presencia del universal que en el discurso espontáneo se explica por su gran rentabilidad comunicativa.

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Al igual que se ha hecho en otras estudios, otra interesante vía de investigación se orienta hacia el tratamiento de los relativos desde una perspectiva sociolingüística, que tendría en cuenta los condicionamientos externos, además de los propiamente lingüísticos, en la selección y frecuencia de uso de los pronombres y adverbios relativos. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Aitchison, Jean (1992): «Relative clauses in Tok Pisin: Is there a natural pathway?»; en Marinel Gerritsen y Dieter Stein (eds.), Trends in Linguistics. Studies and Monographs, 61. Internal and external factors in syntactic change; Berlin/ New York: Mouton de Gruyter, pp. 295-316. Alarcos Llorach Emilio (1970): Estudios de gramática funcional del español; Madrid: Gredos. Alarcos Llorach, Emilio y Real Academia Española (2001 [1994]): Gramática de la lengua español; Madrid: Espasa-Calpe.   Alcina, Juan y José María Blecua (1998 [1975]): Gramática española; Barcelona: Ariel (10ª ed.). Bentivoglio, Paola (2003): «Las construcciones de ‘retoma’ en las cláusulas relativas: un análisis variacionista»; en Francisco Moreno et. al (eds.)., Lengua, variación y contexto. Estudios dedicados a Humberto López Morales; Madrid: Arco/Libros, pp. 507-20. Boretti de Macchia, Susana H. (1991): «(Des)uso preposicional ante que relativo»; en César Hernández et al. (eds.), Congreso Internacional sobre El español de América; Valladolid: Junta de Castilla y León, pp. 445-54. Bosque, Ignacio (1980): Repaso de sintaxis tradicional; Madrid: Arco/Libros Brucart, José María (1999): «La estructura del sintagma nominal: las oraciones de relativo»; en Ignacio Bosque y Violeta Demonte (eds.), Gramática descriptiva de la lengua española; Madrid: Real Academia Española/ EspasaCalpe, pp. 395-522. Carbonero, Pedro (1985): «Sobre ciertas construcciones de relativo en el habla urbana de Sevilla»; en Fernando Rodríguez Izquierdo (ed.), Sociolingüística andaluza, 3; Sevilla: Universidad de Sevilla, pp. 65-85. Cortés Rodríguez, Luis (1987): «El que relativo y su antecedente en la lengua hablada»; Revista Española de Lingüística, 17/2, pp. 301-25. Cortés Rodríguez, Luis (1990): «Usos anómalos del relativo en el español hablado»; Revista Española de Lingüística, 20/2, pp. 431-46. De Mello, George (1992): «“Cuyo” y reemplazos por “cuyo” en el español hablado contemporáneo»; Anuario de Lingüística Hispánica, VIII, pp. 5372. 154

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ASPECTOS COGNITIVOS DEL LÉXICO Natividad Hernández Muñoz Universidad de Salamanca

1. INTRODUCCIÓN Estas páginas están dedicadas a presentar el planteamiento, la evolución y los resultados que se han producido hasta la fecha en torno a un proyecto de investigación interdisciplinar sobre las características cognitivas del componente léxico-semántico del español, llevado a cabo por el Departamento de Lengua Española de la Universidad de Salamanca en colaboración con el Departamento de Psicología de la Universidad de Swansea (Reino Unido), al que se han sumado recientemente personal de la Universidad Miguel Hernández. El origen de esta acción conjunta está en la concesión de un proyecto de investigación en el curso 2007-08 por parte de la Universidad de Salamanca (Aspectos cognitivos del léxico) que propició la realización de las primeras pruebas a partir de cuyos resultados se trazaron unos objetivos más amplios y se fortaleció el modelo metodológico, todo ello conducido por el interés de los miembros del equipo en profundizar en la descripción del espacio semántico de los hablantes de español desde la perspectiva de la psicología experimental. 2. BASES TEÓRICAS En el entorno de las ciencias cognitivas existen diferentes modelos teóricos que describen el espacio semántico (Vigliocco y Vinson 2007) así como una productiva bibliografía de creación y diseño de redes semánticas desde la lingüística computacional (Borge-Holthoefer y Arenas 2010). Los intentos empíricos de contrastar dichas hipótesis de carácter teórico están limitados por las dificultades que ofrece el acceso exclusivo al componente semántico de los hablantes de una lengua, dada su estrecha vinculación con el conocimiento general del mundo y con los procesos de producción del lenguaje. De ahí que las inferencias sobre la naturaleza de las representaciones semánticas deben hacerse a través de la observación de sus patrones de comportamiento en diferentes tareas cognitivas. 157

En concreto, el estudio de las relaciones entre los elementos que conforman el espacio semántico es clave a la hora de determinar cómo está representado este componente en la arquitectura de los mecanismos cognitivos del lenguaje humano. Aquí entendemos espacio semántico como el entorno en el que se organizan los conceptos, que se presenta flexible, cambiante y de carácter marcadamente individual, pues las relaciones de unos términos con otros responden, en muchos casos, a las experiencias personales. Los modelos computacionales a gran escala de las redes semánticas como el de Steyvers y Tenenbaum (2005) defienden que los grandes conjuntos semánticos están organizados en entornos de “pequeños mundos”, es decir, en pequeños grupos de nodos muy cohesionados entre sí pero relacionados de forma más débil con otros entornos semánticos. La descripción de dicho espacio en términos de pequeños mundos, o vecindades semánticas (siguiendo nuestra terminología) implica conocer con qué términos se relacionan cada una de las unidades (nodos) y cuál es la naturaleza de dichas relaciones, haciendo especial hincapié en este segundo aspecto. De hecho, el objetivo principal del proyecto es la búsqueda de descriptores de naturaleza semántica que puedan ser empleados en experimentos psicolingüísticos, para evaluar de qué forma el componente semántico de las palabras condiciona su procesamiento cognitivo y, en concreto, observar si las medidas que se obtengan pueden predecir tareas cognitivas sencillas como el tiempo de reconocimiento de palabras.[1] Así, en la búsqueda de modelos descriptivos procedentes de la libre asociación de palabras, tomamos como referencia los entornos semánticos inmediatos de los nodos, según una reformulación de las propuestas para el inglés de Buchanan, Westbury y Burgess (2001). Como consecuencia terminológica las fórmulas concepto y significado de las palabras aparecen de forman intercambiable. Esta afirmación puede parecer obvia en algunos contextos, sin embargo, al hablar de las relaciones entre el conocimiento del mundo general y la conceptualización como realidad mental no lo es tanto, pues algunos autores establecen una diferencia funcional entre las representaciones semánticas de las palabras (el significado concreto de las palabras) y, por otro lado, la información conceptual (estructuras conceptuales generales no necesariamente lingüísticas), por tanto, podríamos hablar de dos niveles dis[1] Esto nos sitúa a distancia de los trabajos citados anteriormente en relación con la elaboración de redes semánticas desde la lingüística computacional (Borge-Holthoefer y Arenas 2009, 2010; Steyvers y Tenenbaum 2005). Aunque partimos de los mismos principios teóricos que consideran la libre asociación de palabras como base para la construcción de entornos semánticos («free association entangles, in particular, semantic traits of association based on similar characteristics between concepts», Borge-Holthoefer y Arenas (2009:2781)), nuestro objetivo es utilizar las redes como fuente de información para fines experimentales; de ahí que el alcance metodológico también sean distinto -en el citado trabajo de Holthoefer y Arenas (2009) cuentan con 5000 palabras-estímulo (cue) procedentes de Nelson, McEvoy y Schreider (1998), mientras que en nuestra investigación solo trabajamos con 150. 158

tintos de arquitectura y procesamiento cognitivo (Nuyts y Pederson 1997). Para el cumplimiento de nuestros objetivos tomamos el punto de vista de los autores que no consideran la distinción entre la información semántica y enciclopédica (Jackendoff 1983, 2003). Esta visión procede fundamentalmente de las teorías componenciales del significado que defienden que los conceptos son un conjunto de rasgos procedentes del sistema conceptual con gran capacidad combinatoria[2] y que se rigen por los mismos principios de la conceptualización general y, por tanto, la distinción entre conceptualización general y conceptualización lingüística no es necesaria. Esta propuesta enlaza con lo que, según Vigliocco y Vinson (2007) ha sido la posición dominante en psicología cognitiva en las últimas décadas: la estructura conceptual de los seres humanos es relativamente constante en los rasgos centrales en todas las culturas y, además, está unida a la estructura semántica. Una vez planteada la base teórica del proyecto, resumimos de forma sintética las preguntas que intenta responder: a) ¿Cómo se organiza el espacio semántico en español? b) ¿Qué tipo de relaciones enlazan los nodos conceptuales? c) ¿Podemos identificar diferentes modelos de entornos semánticos para los conceptos? d) Entre los tipos de entornos semánticos y los tipos de relaciones semánticas, ¿hay algunos con más preeminencia cognitiva que otros? e) ¿Cuáles son las variables semánticas más influyentes en determinados procesos cognitivos simples, como el reconocimiento de palabras? f ) En el reconocimiento de palabras simple, ¿se activa el componente semántico de las palabras? g) ¿Qué implicaciones tiene para la enseñanza del léxico en una segunda lengua? 3. DESARROLLO Para responder a estas preguntas se han diseñado una serie de pruebas que parten de una selección de 150 palabras españolas de diferente ámbito temático, cuyo entorno en las redes semánticas y comportamiento cognitivo se va a estudiar. Siguiendo los modelos para el inglés de Nelson, McEvoy y Schreider (1998 [Consulta: 20-11-2011]) y de Hirsh y Tree (2001) realizamos una prueba de libre asociación de palabras en la que 100 hablantes nativos de español escribieron la primera palabra que se les ocurrió (target) después de leer 150 palabras[2] Las dos teorías principales sobre cómo están representadas las unidades son la teoría de la estructura unitaria u holística, no descomposicional (Levelt, Roelofs y Meyer 1999) y aquella que defiende un significado composicional (Jackendoff 1983). 159

estímulo (cue). Los resultados fueron contabilizados de acuerdo con las premisas de los modelos citados. En una primera fase, una vez que se descartaron las respuestas producidas por un solo informante, por ser consideradas idiosincrásicas y no representativas del comportamiento colectivo, se contabilizaron el número de asociados y la fuerza asociativa de cada palabra-estímulo (frecuencia de producción), así como la conectividad de cada una de las palabras (Hernández e Izura 2011). En una segunda fase se analizaron los tipos de relaciones semánticas que cada una de las palabras evocaba. Las relaciones entre los elementos activados en una libre asociación de palabras pueden clasificarse de acuerdo a varios criterios, según marque cierto tipo de conocimiento del mundo, bien porque son conceptos que comparten parte de su significado (manzana-pera, en este caso el rasgo fruta), bien porque las necesidades comunicativas han asociado estos conceptos funcional y, por tanto, semánticamente (coche-carretera, los coches circulan por las carreteras) o bien por la concurrencia en contextos discursivos (tranvía-deseo, por la obra de teatro de Tennesse Williams) (Buchanan, Westbury y Burgess 2001).[3] Asimismo, en una clasificación más detallada, se consideraron otros tipos de relaciones semánticas más específicos (categoriales, hipónimos, hiperónimos, causaefecto…). De esta forma, para cada una de las palabras-estímulo se consignaron una serie de variables que medían las características de la vecindad semántica obtenida en la libre asociación. A través de un procedimiento de cálculo basado en redes neuronales autoorganizadas llevado a cabo por ingenieros industriales de la Universidad Miguel Hernández, el conjunto amplio de variables se sometió a un filtro estadístico. Estos análisis dividieron las palabras estímulo en grupos de términos cuyos entornos semánticos son estadísticamente relevantes, con el objetivo de obtener posibles vecindades semánticas modelo. Al mismo tiempo, el aparato estadístico utilizado nos permitió identificar el rasgo de agrupación semántica que lidera la distanciación entre los grupos. En la etapa final se han llevado a cabo dos experimentos de decisión léxica en los que se han incluido las variables semánticas obtenidas de la fase anterior junto con otras características que, según se ha demostrado la tradición bibliográfica, en repetidas ocasiones influyen significativamente en el procesamiento de las palabas (frecuencia en textos, edad de adquisición, longitud, etc.). El primero de ellos era una prueba de reconocimiento léxico donde los participantes, 24 estudiantes de la Universidad de Salamanca, tenían que identificar si las palabras que [3] Los resultados preliminares de esta etapa se expusieron en las Jornadas Interuniversitarias de Investigación Lingüística Jaén-Salamanca (mayo del 2010) y los resultados definitivos en la comunicación de Hernández y López, “Tipología de entornos semánticos en redes léxicas para aplicaciones en psicolingüística experimental”, XLI Simposio de la Sociedad Española de Lingüística (enero del 2012). 160

aparecían en la pantalla del ordenador eran o no palabras del español (palabra: mesa / no palabra: mepa). En este primer experimento los resultados convergían con los encontrados en los estudios de decisión léxica clásicos, donde variables como la frecuencia o la edad de adquisición condicionaban el tiempo de respuesta, mientras que las variables semánticas incluidas no lo hacían. Dada la discusión sobre qué tipo de componente activan las pruebas de decisión léxica (Balota y Chumbley 1984), entre ellos si activan o no el componente semántico, se diseñó un segundo experimento en el que participaron 30 alumnos de la Universidad de Salamanca. Este segundo test aseguraba una decisión léxica en la que el componente semántico estuviera implicado, ya que presentaba un reconocimiento de nombres propios (nombre propio: Madrid / no nombre propio: Mesa); recordemos que para identificar si una palabras es o no nombre propio se necesita identificar y, por tanto, activar su significado. Los resultados mostraron que en esta tarea sí predecían el tiempo de reacción ciertas variables semánticas como la inaginabilidad (Hernández e Izurra 2013). 4. CONSIDERACIONES FINALES En este apartado destacaremos una serie de cuestiones de carácter general sobre el proyecto y el tema tratado que se desprenden de lo aquí expuesto hasta ahora. En primer lugar, dado que el estudio de la mente humana y el procesamiento lingüístico no puede llevarse a cabo con la observación directa y que las hipótesis planteadas siempre consideran los productos de los procesos mentales y no los procesos mismos, es necesario un diseño riguroso del aparato metodológico utilizado, cuyo componente experimental, por otro lado, concilie el hecho de que el estudio de un sistema de cognición compartido y, como tal, de un sistema de procesamiento lingüístico compartido, pasa por la experimentación individual y social del propio sistema. En segundo lugar, en el modelo teórico que acompaña al aparato empírico que nos ocupa nos movemos siempre entre una serie de términos, como redes semánticas, espacio semántico o vecindades semánticas, que son idealizaciones teóricas que facilitan la presentación de los modelos. Todas ellas son metáforas científicas, extendidas ampliamente en la bibliografía sobre el tema, procedentes de los modelos de redes neuronales (Collins y Quilliam 1969; Collins y Loftus 1975), pero en ningún caso reflejan realidades biológicas directas. En tercer lugar, habida cuenta de que existen dificultades de acceso a cada una de las etapas de procesamiento del lenguaje, especialmente en el ejercicio de la producción —entre otros motivos porque el tiempo de la producción no es tan fácil de medir como el tiempo del reconocimiento—, se hace necesaria una parcelación de los niveles implicados y sus características. En relación con esto últi161

mo, entre los niveles lingüísticos —o en su correlato en el procesamiento mental, la arquitectura funcional del lenguaje o el conjunto de niveles de procesamiento lingüístico— el estudio del componente semántico muestra una especial dificultad causada por su flexibilidad, su amplitud y su relación con el conocimiento general sobre el mundo. Para terminar, los desafíos que nos propone el estudio del procesamiento mental del lenguaje requieren enfoques interdisciplinares, como los que se desprenden de la descripción de las bases teóricas y del desarrollo del proyecto, donde han colaborado principalmente lingüistas y psicólogos y, en momentos concretos, ingenieros con aparatos de cálculo procedentes de modelos industriales. Este afán de colaboración y sinergia es característica principal del paradigma de las ciencias cognitivas,[4] instalado desde hace ya cincuenta años en el mundo científico moderno y que, desde su nacimiento, posee vocación de interdisciplinariedad.

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TRATAMIENTO DEL CONOCIMIENTO ESPECIALIZADO EN LA LEXICOGRAFÍA GENERAL MONOLINGÜE DEL ESPAÑOL Narciso M. Contreras Izquierdo* Universidad de Jaén 1. INTRODUCCIÓN Es evidente que durante toda la Edad Moderna la ciencia y la técnica han experimentado un intenso desarrollo que continúa con más vigor si cabe en las últimas décadas, hecho que ha causado profundos cambios sociales y que del mismo modo queda plasmado en la lengua. Esto significa que el conocimiento especializado se amplía y profundiza con inusitada rapidez, y la sociedad actual se ve inundada por modernas técnicas y procesos, con lo que la lengua ha de acoger las terminologías que surgen continuamente como consecuencia de la necesidad de denominar estos nuevos conocimientos y realidades. En palabras de Lapesa (1972: 124-125): No podemos desatender el momento histórico en que vivimos. La sociedad se transforma: la ciencia y la técnica llenan de realidades nuevas el mundo: las formas del vivir cambian a ritmo acelerado. La sacudida alcanza, con intensidad sin precedentes, al lenguaje. De una parte, por la invasión de palabras nuevas, resultando unas veces de la mayor comunicación entre los distintos países y de la uniformación internacional de las formas de vida. Otras veces, como consecuencia de la ampliación del campo de intereses del hombre medio, a quien afectan rápidamente los progresos científicos y técnicos que antes eran sólo materia de especialistas.

Algunos datos pueden ofrecernos una visión general de este desarrollo sin precedentes: en los países desarrollados el 75% de los hombres y mujeres ejerce su actividad en campos relacionados con las ciencias. En cuanto a la producción científica, si alineáramos las publicaciones de los cinco últimos años referidas a disciplinas como Matemáticas, Física, Química y Biología, alcanzarían la distan* Departamento de Filología Española. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad de Jaén, 23017, Jaén. España. E-mail: [email protected] 165

cia entre la Tierra y la Luna. Esto se une al hecho de que prácticamente más del 90% de todos los hombres y mujeres de ciencia en todos los tiempos están vivos en la actualidad (cfr. Martín Municio 1991: 59). Como decíamos, esto ha dado lugar a un incremento considerable de las terminologías, sistemas de unidades que designan y transmiten este conocimiento especializado, unidades que en algunos casos traspasan los límites propios de la comunidad científica y se extienden rápidamente por toda la sociedad, entrando a formar parte, principalmente a través de los medios de comunicación, de la lengua cotidiana de los hablantes cultos. Sorprenden sin duda las cifras de términos existentes en la actualidad. De este modo, (Landau 1989: 17) se estima que el número de compuestos químicos supera los seis millones, mientras que la nomenclatura médica estaría formada por unos 200.000 términos. Igualmente, solo las denominaciones de plantas fanerógamas alcanzan el cuarto de millón, y algo similar ocurre con los escarabajos. Las enfermedades conocidas son más de mil, y tres cuartos de millón los compuestos orgánicos denominados. Por último, (Alvarado 1992: 20) las nomenclaturas de disciplinas más o menos recientes, como el procesamiento electrónico de datos, se acercan en la actualidad al millón de términos. 2. EL CONOCIMIENTO ESPECIALIZADO EN EL DICCIONARIO Toda esta situación repercute plenamente en la confección de diccionarios, pues estos deben acoger entre sus páginas parte de este inmenso conjunto de voces, con lo que el conocimiento especializado pasa, a través de estas obras, a la sociedad. El diccionario se convierte así en herramienta de transmisión de dichos conocimientos, cumpliendo así la función didáctica de todo diccionario de lengua, que debe «difundir aquellos conocimientos que, en cada momento histórico, vinculan a una comunidad lingüística determinada con su entorno cultural inmediato» (Azorín 1992: 448). De este modo, los diccionarios de lengua, las enciclopedias y los diccionarios especializados son una vía importante de acercamiento del conocimiento científico a la sociedad (Gutiérrez Rodilla 1998: 317). Por lo que se refiere al subconjunto de léxico que nos interesa, esto es, al léxico especializado, al no formar parte del léxico general de la lengua teóricamente no debería recibir el mismo tratamiento lexicográfico que las unidades léxicas generales. Incluso desde un punto de vista estrictamente teórico se podría cuestionar si debe aparecer en los diccionarios generales, ya que las obras que se encargan de recoger los tecnicismos son los diccionarios especializados. No obstante, debemos considerar que el usuario medio acude a buscarlos al diccionario general,[1] [1] Son numerosos los trabajos que se ocupan de la diferenciación de los distintos tipos de diccionarios, y de igual forma, son también diversos los criterios que se siguen para realizar dicha diferenciación. Nosotros nos basamos en el criterio del tipo de léxico que se registra. De 166

por lo que han de incluirse en este tipo de obra. En este mismo sentido Lara (1997: 94) defiende que el diccionario se convierte en el depósito de la memoria social. El léxico, frente a la fonética, morfología y sintaxis, presenta un carácter abierto y se aprende durante toda la vida por su relación con la comprensión del mundo experimentado, que crece, se diversifica y se vuelve cada vez más complejo y detallado. El léxico, así, llega a tener una dimensión cuantitativa que sobrepasa la capacidad de la memoria. Esto da lugar a la aparición de una memoria compartida, una memoria social que queda contenida en el diccionario. De este modo los diccionarios generales incluyen terminología, porque un diccionario general es la selección de las voces que forman parte de la competencia del hablante de una lengua, y toda lengua (y, lógicamente, su léxico) se utiliza en una gran diversidad de situaciones; entre las cuales se incluye la profesión (Cabré 1995: 280).

Esto hace que esta obra se convierta en un instrumento didáctico.[2] Supera así su función lingüístico-descriptiva y recoge las voces de especialidad atendiendo más al peso de su dimensión enciclopédica que al de su calidad de elementos marcados frente a un diasistema lingüístico de referencia (cfr. Azorín y Santamaría 1998: 360-361). Por lo tanto, como señalan estas autoras (ibíd.: 361) la frontera entre diccionario de lengua (producto descriptivo de naturaleza lingüística) y enciclopedia (discurso didáctico sobre el mundo extralingüístico) quedaría, en parte, neutralizada. Sin embargo esta tarea no es nada sencilla, debido tanto al inmenso caudal de términos especializados como al tipo de información que transmiten. Los redactores de las obras que ahora nos interesan, los diccionarios generales, se enfrentan a una serie de dilemas de difícil solución, tales como decidir el número y tipo de especialidades que han de incluirse en ellas, así como los términos de estas espeeste modo podemos encontrar el diccionario general y el diccionario que registra un subconjunto determinado de unidades léxicas (cfr. Haensch 1997: 56-57). Concretamente, el diccionario general (ibíd.: 148) registra el léxico «que se supone que el usuario “normal” encontrará o usará en enunciados escritos y orales». Este léxico suele ser «el común a todos los hablantes de una comunidad lingüística, es decir, el léxico del nivel estándar, no marcado ni cronológicamente, ni diatópicamente, ni diatécnicamente». No obstante, este tipo de obra suele recoger léxico del nivel literario y formal, así como una selección, siempre reducida frente al uso, de unidades léxicas tanto del lenguaje coloquial y jergal como de lenguas especializadas («básicamente aquellas que usa o conoce el usuario no especialista por su cultura general adquirida en el colegio, por la prensa, la radio y la televisión»). [2] Dicha función consiste en «difundir aquellos conocimientos que, en cada momento histórico, vinculan a una comunidad lingüística determinada con su entorno cultural inmediato» (Azorín 1992: 448). 167

cialidades que deben ser seleccionados. Además, otros aspectos como la marcación temática y la definición de estas voces constituyen hoy por hoy dificultades que la lexicografía aún no ha logrado resolver completa y satisfactoriamente. Según nuestra opinión, una posible vía de solución de esta situación consiste en respetar uno de los principios básicos de la confección de obras lexicográficas: la coherencia, entendida no desde el punto de vista textual y discursivo, sino mediante los postulados de la técnica lexicográfica. De este modo, un diccionario es un enunciado que debe vertebrarse mediante una fuerte conexión entre todos los elementos que lo componen. En cuanto al conocimiento especializado, en el diccionario encontramos diversos aspectos que confirman la existencia —o la ausencia— de esa coherencia. Nos referimos a la elección de los materiales que forman el corpus de referencia del que se seleccionarán tanto las áreas especializadas como los lemas que se incluirán en la obra, así como el tratamiento de la definición y la marcación de las voces. 2.1. La concepción del conocimiento especializado Estimamos que la base desde la que hay que partir para afrontar el problema de la inclusión de las terminologías en los diccionarios generales de forma coherente es la propia concepción del conocimiento especializado, y más concretamente cómo este conocimiento se distribuye en diversos ámbitos. Para ello hemos de dirigir nuestra mirada hacia tres campos que pueden arrojar luz sobre este concepto: la Filosofía de la ciencia, la Terminología como disciplina encargada del estudio de las unidades terminológicas y la Lingüística de las lenguas especializadas. Por lo que se refiere al primero de ellos han de tenerse en cuenta las transformaciones que se vienen produciendo en la Filosofía de la ciencia, y que están desmontando la tradicional concepción de la investigación científica, basada en el positivismo lógico que se instaura en nuestra cultura a comienzos del siglo pasado y que impone una visión de la ciencia como torre de marfil, cuyos resultados son prácticamente infalibles e incuestionables a los ojos de la sociedad debido al empleo de una metodología precisa y basada en postulados lógicos. Por otro lado, desde esta postura tradicional la tecnología se concibe como una mera ciencia aplicada, y por tanto supeditada a la ciencia pura. Frente a esta concepción, a partir de los años sesenta —y en parte debido a la implicación determinante de la tecnología en diversos desastres ecológicos y conflictos bélicos— comienza la quiebra de esta visión, surgiendo entonces una corriente académica, administrativa y social que pretende acercar el conocimiento científico a la sociedad, intentando crear una cultura científica básica. Por otro lado, a partir de ese momento el conocimiento especializado se concibe como 168

un continuum analizable desde diversas perspectivas, con lo que se propicia el acusado grado de interdisciplinariedad apreciable en la investigación actual. Por último, se rompe la tradicional línea divisoria y subordinante entre ciencia y tecnología, y por el contrario se admite que en la actualidad son las necesidades tecnológicas de la sociedad las que propician en numerosas ocasiones el desarrollo de los conocimientos científicos. Del mismo modo han de tomarse en consideración las nuevas orientaciones en los estudios sobre lenguas especializadas y terminología, en parte influidas por la transformación en la concepción de la ciencia y la tecnología antes reseñada. En este sentido estamos asistiendo a la evolución del concepto de lenguas especializadas, demostrándose la insuficiencia de las teorías que las concebían como subconjuntos semiautónomos independientes y caracterizados exclusivamente por el empleo de terminologías propias.[3] En la actualidad las lenguas especializadas se entienden como variedades de la lengua general (entendida esta como macrosistema compuesto por todas las variedades diatópicas, diastráticas y diafásicas), y como tales aprovechan los recursos que el sistema general pone a su disposición. Por lo tanto, se diferencian de la lengua común no por la naturaleza de los elementos lingüísticos empleados, sino por el grado de aprovechamiento de ciertos recursos lingüísticos.[4] Por ejemplo, en las lenguas especializadas son muy frecuentes los formantes cultos greco-latinos para la formación de nuevos términos, pero no podemos decir que este sea un recurso exclusivo y que no se aproveche en la lengua común. Igualmente, en el nivel sintáctico el discurso especializado se caracteriza por frases muy cortas y poca subordinación compleja, algo que como es evidente también encontramos en otros tipos de discursos no especializados Una consecuencia fundamental de todo esto es que se aprecia con claridad el hecho de que resulta prácticamente imposible distinguir estas variedades empleadas en la comunicación especializada atendiendo simplemente a criterios lingüísticos y reduciendo su estudio al nivel léxico. Por lo tanto es imprescindible realizar su estudio desde el nivel textual y acudir para su explicación y caracterización a factores comunicativos como la situación en la que se desarrolla la interacción comunicativa, el tema que se trata en dicha interacción, la relación entre los interlocutores, así como sus características socioculturales, y la función de este tipo [3] Esta postura reduccionista tiene como principal exponente a Eugen Wüster, y constituye lo que se denomina Teoría General de la Terminología (tgt) o teoría terminológica básica. Podemos ver en Cabré (1999: 105) una visión general de la tgt de Wüster. [4] Se establece de este modo una teoría con una base lingüística que concibe la terminología como conjunto de unidades denominativo-conceptuales del lenguaje natural que representan el conocimiento especializado de un área temática precisa, y que posibilitan la comunicación profesional natural (Cabré 1999: 95). Dicha tendencia se conoce como Teoría Comunicativa de la Terminología (tct). 169

de discurso. Solo así es posible establecer una distinción más o menos clara entre un discurso especializado y otro de carácter general. «La lengua es variable y se manifiesta de modo variable». Así lo expresaba Moreno Fernández (1999: 3-4) queriendo significar que los hablantes emplean recursos lingüísticos distintos para expresar contenidos distintos, y que a la vez, pueden utilizar unidades lingüísticas diferentes para expresar lo mismo. Esa variación, que podemos encontrar en todos los niveles de la lengua, está motivada por distintos factores relacionados con el hablante (su procedencia o espacio geográfico, su nivel cultural, el grupo social o grupos sociales a los que pertenece o en los que interrelaciona, su generación, el grupo profesional, etc.), o con la situación comunicativa (tema, canal, grado de formalidad, propósito, deseo de intercomunicación). Lo que acabamos de señalar se refiere a la lengua general, pero podemos cuestionarnos si la variación también afecta a las lenguas de especialidad (le), esto es, a las variedades lingüísticas empleadas por los profesionales en las situaciones de comunicación especializada. A nuestro entender, las palabras de Moreno Fernández (1999: 7) son tajantes al respecto: Si las lenguas naturales son variables y se manifiestan de forma variable, los lenguajes de especialidad, como parte que son de las lenguas naturales, también han de ser variables y manifestarse de modo variable.

Igualmente, desde la perspectiva terminológica, la tct defiende la variación del discurso especializado, asumiendo la diversificación discursiva en función de las distintas variables de la comunicación: La transmisión del conocimiento, sin embargo, no puede concebirse fuera del ámbito de las lenguas particulares, que constituyen el modo espontáneo y prioritario de la comunicación humana en general. Si ello es así y la temática especializada se comunica espontáneamente en cada lengua particular con independencia del nivel de calidad de los términos que vehiculan dicha transmisión, la terminología, dentro del marco de la comunicación especializada, se realiza en la variedad de las lenguas y en la variedad de los registros o modalidades funcionales y expresivas (Cabré 1997: 369).

Es decir, la variación está presente en las le, afectando a cualquier nivel lingüístico, aunque bien es cierto que es más evidente en unos planos que en otros y que en ellas la variación es menor que en la lengua general (cfr. Cabré 1993: 157). Por lo que se refiere a la terminología, en la actualidad la segmentación de las disciplinas en compartimentos estancos se acepta como algo artificial, un recurso meramente metodológico, y que lleva a la errónea asignación de un vocabulario propio a cada una de estas especialidades. 170

Frente a esto, las hipótesis más actuales consideran que los términos, a priori, no pertenecen a ninguna disciplina —como mucho a ámbitos muy generales—. Del mismo modo, en los últimos años se viene revisando la tradicional distinción entre los conceptos palabra (unidad designativa de la lengua general) y término (unidad designativa de las lenguas especializadas): desde un punto de vista puramente lingüístico la unidad terminológica es semejante al resto de unidades léxicas, y solo se actualizan como términos en el discurso, en unas circunstancias especializadas determinadas por factores comunicativos como la situación, el tema y las características de los interlocutores. Todo esto significa que para un tratamiento coherente del léxico especializado en el diccionario de lengua se debe partir de igual forma de una concepción coherente del conocimiento especializado basada en lo expuesto anteriormente. Por otro lado, también es necesario tener muy presente la concepción que de dicho conocimiento existe en la sociedad en la que aparece para transmitirla al usuario al que va destinado el diccionario general: el hablante medio, esto es, se debe atender el grado de conocimiento del usuario al que se dirige el diccionario, y cómo este estructura dicho conocimiento. Con esto no hacemos sino asumir dos de los postulados fundamentales de la metalexicografía actual: la importancia del usuario como figura que condiciona todo el conocimiento que se incluye en el diccionario y la función de este tipo de obra como depositaria de la competencia, no solo lingüística sino también en parte cultural, de la sociedad en la que aparece.

2.2. La macroestructura del conocimiento especializado en el diccionario Tomando todo lo anterior como base —podríamos denominarlo macroestructura del conocimiento, es decir, la concepción y estructuración del conocimiento especializado— y teniendo siempre en cuenta el usuario al que se dirige la obra, sería más fácil decidir qué especialidades y términos entran en la obra, así como realizar de forma más precisa y adecuada su definición y marcación. Por desgracia en la tradición lexicográfica española no se ha realizado dicha estructuración previa del conocimiento especializado en los diccionarios generales. Los ámbitos temáticos que se incluyen en los diccionarios, y por tanto los términos de las diversas disciplinas científicas y técnicas, su definición y su marcación temática no parecen decidirse tomando como base una concepción científica previa, sino simplemente recurriendo al peso de la tradición lexicográfica o a la formación y preferencias de los autores. Este hecho condiciona negativamente y de manera decisiva todos los aspectos relacionados con el tratamiento del conocimiento especializado en los diccionarios: 171

a) La selección de los textos que forman el corpus de referencia para la selección del léxico que ha de formar la macroestructura de la obra. En este sentido, los diccionarios actuales recogen textos especializados o de divulgación, pero sin tener en cuenta los ámbitos temáticos a los que pueden adscribirse (Ciencias Naturales, Tecnologías, Humanidades...), lo que produce una desviación importante con respecto a la competencia del hablante al que se dirige el diccionario. Esto significa que no hay un criterio que establezca en qué proporción se toman textos de cada uno de los grandes ámbitos en los que se divide el conocimiento especializado. De este modo, la intuición o las preferencias de los autores pueden producir la desviación a la que hemos aludido, manejando más textos de unas disciplinas que de otras. Este hecho, evidentemente, condicionará toda la labor posterior, pues la base documental no reflejará la competencia del usuario. b) La decisión de las disciplinas que han de incluirse en la relación de marcas temáticas, así como la propia organización de estas disciplinas. Aunque se aprecia una tendencia a la reducción en el número de marcas empleadas, esta no se realiza de forma coherente. Si como decimos el diccionario debe reflejar la competencia del hablante, debemos ser conscientes de que este posee una concepción del conocimiento especializado dividido en grandes campos, por lo que es contraproducente presentar una segmentación excesiva, propiciada sin duda por la concepción tradicional de la ciencia. c) La selección de los términos de las diversas disciplinas científicas y técnicas. Al estar viciada la selección de los textos del corpus de referencia se observa la misma desproporción en los términos de las distintas materias, resaltando aquí el peso de la tradición en la inclusión de términos de materias como la Náutica o la Marina. d) La marcación temática de los términos en los diccionarios adolece de graves deficiencias. En primer lugar no está normalizado el sistema de marcación, pues en la misma obra se emplean tanto abreviaturas como expresiones, y en segundo lugar no existe ningún criterio que explique cuándo ha de asignársele una marca a una acepción determinada. e) La definición de estas voces. En este sentido existe cierta controversia sobre quién debería redactar las definiciones de las unidades léxicas especializadas, si el propio lexicógrafo, con la colaboración de los especialistas en diversas especialidades, o directamente los especialistas, pues son los mejores conocedores de estas unidades. En ambos casos existen ventajas e inconvenientes, pero a nuestro entender debe ser el lexicógrafo, conocedor del sistema lingüístico, el que elabore dichas definiciones auxiliándose del saber del especialista. En cualquier caso siempre es necesario evitar el empleo de otros tecnicismos en su definición (algo que lamentablemente suele ser habitual) para no obligar al usuario a realizar nuevas consultas y propiciar continuos rodeos. Del mismo 172

modo es muy aconsejable el uso de una estructura definicional coherente y unificada para este subconjunto léxico, lo que facilitaría tanto su redacción como su comprensión por parte del usuario. Para superar estas deficiencias se debe partir de una concepción previa del conocimiento especializado y de su estructuración y organización en distintos ámbitos, disciplinas, etc. Dicha estructuración ha de estar presente ya en la planta de la obra, y ha de ser la que guíe y oriente todos los aspectos relativos a la inclusión del conocimiento especializado en el diccionario: a) La elección de los textos que formen el corpus de referencia. b) La selección y organización de las disciplinas científicas y técnicas que han de incluirse en la relación de marcas temáticas. c) La extracción de los términos especializados que entrarán a formar parte de la macroestructura del diccionario. d) La aplicación de las marcas temáticas. e) El empleo de una estructura definicional coherente y más o menos fija, una especie de “plantilla” con la estructura básica de la definición de estas voces. Como ya hemos comentado, esta concepción del conocimiento especializado debe estar conformada teniendo en cuenta el hablante al que se dirige la obra, coincidiendo con la del usuario tipo de la obra. Es por esto por lo que dicha concepción variará en función de los objetivos y público de cada obra, pero como norma general ha de tener en cuenta los manuales de Educación Secundaria y Bachillerato (que conforman la “cultura media” de estos usuarios) y los medios de comunicación, principales pilares en la formación del hablante medio. Del mismo modo han de tener un papel principal las aportaciones de los estudios sobre las lenguas de especialidad, de la Terminología y la Filosofía de la ciencia, puesto que ayudarán a determinar lo que constituye una situación comunicativa especializada y para determinar también los ámbitos comunicativos a los que puede adscribirse un término determinado. Otra ayuda para la configuración de la concepción del conocimiento científico la constituyen las clasificaciones al uso que tenemos a nuestra disposición en la actualidad, tales como las que nos han servido de base de comparación, esto es la Clasificación Decimal Universal (c.d.u.) y la Nomenclatura Internacional para los Campos de la Ciencia y la Tecnología de la Unesco. Ni que decir tiene que los propios especialistas en las distintas ramas del saber humano pueden servir de gran ayuda en este mismo sentido, por lo que su labor se ampliaría con respecto a la que vienen desarrollando actualmente, y que como 173

sabemos consiste en asesorar en la información que de los términos se ofrece en los artículos correspondientes. No obstante, y a pesar de todo lo dicho, del mismo modo que no existe una concepción común del usuario al que se dirige el diccionario general, ni de lo que constituye la lengua común que permite la comunicación por encima de diferencias geográficas, sociales y situacionales, opinamos que tampoco es posible imponer una única concepción de ciencia y técnica y de su organización —las diferentes clasificaciones de disciplinas científicas y técnicas así lo demuestran—. Lo que proponemos es que de igual modo que en la planta del diccionario se plantea —o debe plantearse— cuáles son las características del usuario medio y la configuración de la lengua común, es fundamental plantearse y establecer una clara concepción del conocimiento especializado, de su estructuración y organización. Dicha estructuración debe ser lo más precisa posible, ya que permitiría al lexicógrafo el control de las voces que entran en el diccionario, pero no significa por ejemplo que esta estructuración, tan precisa, deba traducirse en un número desproporcionado de marcas de especialidad. Por el contrario, en la relación de abreviaturas de ámbitos temáticos solo deberían aparecer aquellas pertenecientes a los grandes campos temáticos. Todo lo que venimos proponiendo se traduciría en una mayor coherencia en el tratamiento del conocimiento especializado en los diccionarios. Más concretamente, en la práctica lexicográfica podría aplicarse en los distintos aspectos que constituyen el tratamiento del conocimiento especializado en el diccionario, actuando así como factor de ponderación. En primer lugar regiría la selección de los textos que forman el corpus de referencia. Por lo que respecta al tipo y cantidad de los textos de donde se extraen los términos especializados, deberían seleccionarse según la proporción de los ámbitos que se encuentra en la clasificación previa. Esto significa que no basta con seleccionar textos especializados o de divulgación científica, sino que hay que tener en cuenta la temática de los textos, pues por ejemplo, los autores de un diccionario pueden tener más tendencia a seleccionar textos de carácter lingüístico y literario en detrimento de otros ámbitos. La selección de las áreas especializadas que aparecen en la lista de marcas temáticas también se vería positivamente afectada. Evidentemente no aparecerían todas las disciplinas en las que en la planta se divida el conocimiento científico y técnico, sino solo aquellas que reflejen la configuración del conocimiento especializado en la competencia del usuario. De este modo, el número de estas marcas sería muy reducido y representaría más bien grandes ámbitos (Ciencias Exactas, Ciencias Naturales, Tecnologías, 174

Ciencias Sociales...) o a lo sumo disciplinas muy generales (Matemáticas, Biología, Botánica, Zoología, Lingüística...) antes que materias muy especializadas. Esto es debido a que el conocimiento especializado de un hablante medio está organizado en grandes ámbitos, y de nada sirve presentar marcas de disciplinas demasiado específicas. Igualmente, dichas marcas deben corresponder a disciplinas actuales. Del mismo modo afectaría a la selección de los términos de estas disciplinas que han de entrar en el corpus del diccionario. Una vez reunido el corpus de referencia mediante el criterio anteriormente expuesto, y de nuevo con la ayuda de los expertos (terminólogos y especialistas en las diversas disciplinas) se decidirían las voces especializadas que deben incluirse en el diccionario. Estas voces deben constituir la terminología básica que necesita el usuario del diccionario para afrontar con garantías los intercambios comunicativos en los que pueden aparecer estas voces, cumpliendo así la función didáctica que caracteriza estas obras. Siguiendo con los aspectos que se verían afectados por la estructuración que venimos comentando, debemos aludir a la marcación temática de las voces especializadas. En primer lugar es necesario decidir cuál es la función de estas marcas. A nuestro entender en un diccionario no terminológico no puede ser otra que ofrecer información pragmático-discursiva, es decir sobre el uso de la voz. Concretamente, la marca debe indicar al usuario del diccionario el contexto donde puede aparecer el término en cuestión. Para ello es fundamental conocer los resultados de los estudios sobre lenguas especializadas, principalmente en lo referente al contexto comunicativo especializado, y que no solo se circunscribe a la comunicación entre especialistas —lo que constituye el nivel más alto de la comunicación especializada— sino que se amplía teniendo en cuenta factores como la temática, los interlocutores y la situación comunicativa. Del mismo modo, los terminólogos pueden ayudar a decidir el ámbito en el que se emplea la voz, lo que contribuiría a mejorar la asignación de las marcas temáticas a estas voces. Por último, ejercería una influencia beneficiosa en la definición de estos términos. Aunque serían necesarios estudios más profundos al respecto, podrían emplearse estructuras definicionales fijas basadas en la clasificación de estos ámbitos, y que dotarían a este apartado de la coherencia necesaria en cualquier aspecto de la labor lexicográfica.

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3. CONCLUSIONES Como marco general, podemos decir que se han superado las primeras concepciones reduccionistas sobre las lenguas especializadas, que las consideraban simples repertorios léxicos de la lengua general, habiéndose desarrollado una teoría tomando como base las condiciones generales de aplicación de los sistemas lingüísticos de especialidad. Desde este punto de vista, las lenguas de especialidad se conciben como registros funcionales de la lengua general, esto es, variedades lingüísticas empleadas en situaciones de características pragmáticas concretas (los interlocutores, el tipo de situación y las intenciones que se proponen), y con una temática específica. En el ámbito de los estudios terminológicos se está produciendo la ampliación la Teoría General de la Terminología (tgt), al considerar que no es válida para la descripción global del léxico especializado ni de la comunicación especializada, puesto que no contempla la dimensión comunicativa de los términos. Estos planteamientos están siendo revisados y superados por la Teoría Comunicativa de la Terminología (tct), que se basa precisamente en los factores comunicativos, estableciendo el carácter interdisciplinar de la terminología, apoyada en un acercamiento interdisciplinar a su objeto de estudio a través de la teoría del conocimiento, la teoría de la comunicación y la teoría del lenguaje. El diccionario, notario del idioma y reflejo de la cultura que lo crea debe evidenciar las transformaciones que hemos señalado, puesto que no solo debe evolucionar conforme lo hacen los postulados lingüísticos, sino también de la mano de los cambios sociales, culturales y, en este caso, la evolución en la concepción de las lenguas especializadas, la terminología y la ciencia y la técnica.

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LINGÜÍSTICA Y GESTIÓN TERMINOLÓGICA Mercedes Roldán Vendrell* Universidad de Jaén

1. INTRODUCCIÓN: LINGÜÍSTICA APLICADA Y TERMINOLOGÍA Las terminologías de los dominios de saber son un objeto de estudio cambiante y dinámico que se corresponde con el avance científico y tecnológico de las sociedades que se sirven de ellas. El desarrollo de cada ámbito de conocimiento genera nuevas necesidades expresivas que deben ser resueltas por los respectivos lenguajes de especialidad. Ante esta realidad, crece el interés por las aplicaciones de la investigación lingüística encaminadas a la resolución de problemas de comunicación en los dominios de especialidad. Muestra de ello es el desarrollo teórico y metodológico que ha experimentado en los últimos años el ámbito interdisciplinar de la terminología, como consecuencia del aumento de la demanda de vocabularios terminológicos normalizados en distintas áreas científicas y tecnológicas. Como sabemos, el objeto de estudio de la terminología son los términos o unidades de conocimiento especializado. Estas unidades, al ser constitutivamente interdisciplinares, deben ser analizadas, desde varias perspectivas: desde una teoría del conocimiento, que explique cómo se conceptualiza la realidad, desde una teoría de la comunicación, que describa y explique las características de la comunicación especializada, y desde una teoría del lenguaje, que, partiendo del discurso, detecte en él las unidades léxicas con valor especializado y las describa gramatical, semántica y pragmáticamente (Cabré 1999: 103). En el trabajo terminológico intervienen, por tanto, la lingüística, las disciplinas encargadas de cada área de conocimiento, los campos de estudio de la comunicación y la cognición y los recursos de la informática y la documentación, con el objetivo de recopilar, sistematizar, estudiar y describir las unidades terminológicas utilizadas en los ámbitos de especialidad.

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Correo-e: [email protected] 179

2. EL PROYECTO MULTILINGÜE «OLIVATERM»: OBJETIVOS, DESTINATARIOS Y CARÁCTER MULTIDISCIPLINAR

En nuestro entorno sociocultural, uno de los ámbitos de especialidad tradicionales que han experimentado mayor desarrollo científico, tecnológico y económico en las últimas décadas es el de la olivicultura y la elaiotecnia. El sector oleícola tiene una extraordinaria importancia para la economía y el desarrollo tecnológico de Andalucía, para la expansión de su comercio nacional e internacional y para la difusión de su cultura. Por todo ello, en enero de 2008 pusimos en marcha el proyecto que lleva por título «Terminología del aceite de oliva y comercio: China y otros mercados internacionales»,[1] cuyo objetivo principal era desarrollar un trabajo terminológico sistemático plurilingüe en el área científica y socioeconómica del olivar y el aceite de oliva. Este proyecto está teniendo como resultado la elaboración de un diccionario especializado (de ahora en adelante «Olivaterm»)[2] que recoge la terminología actual del sector oleícola en lengua española, junto a las equivalencias en dos lenguas clave en el contexto actual del mercado internacional del aceite de oliva: el inglés y el chino. El inglés, por un lado, constituye el principal vehículo de comunicación mundial entre expertos y es la lengua franca del comercio internacional; el chino estándar, por otro, es la lengua común del país que representa una de las más importantes vías de expansión comercial del mercado oleícola andaluz y español. El diccionario Olivaterm constituye una herramienta para la comunicación y la transferencia de conocimiento tanto a usuarios no expertos en el ámbito (consumidor medio y mediadores lingüísticos) como entre especialistas, y empresarios del sector. Todos ellos dispondrán de un recurso útil para la comunicación especializada en el ámbito del aceite de oliva en las tres lenguas seleccionadas. Entre los potenciales usuarios a los que va dirigido el trabajo podemos destacar: -

los empresarios e industriales del sector oleícola; los consumidores, españoles o extranjeros, de los productos elaborados por las industrias del sector; los mediadores lingüísticos: traductores e intérpretes, periodistas y redactores de prensa especializada/no especializada; los profesionales del marketing agroalimentario; el profesorado y los alumnos de especialidades académicas vinculadas más o menos directamente al área temática del aceite de oliva; los científicos e investigadores de cualquier área científico técnica relacionada con este ámbito;

[1] Proyecto de Investigación de Excelencia (p07-hum-03041) financiado por la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía en su convocatoria de 2007. [2] Vid. página web: www.olivaterm.com 180

-

la comunidad científica de lingüistas especializados en terminología y lenguajes de especialidad.

La selección de lenguas para el proyecto responde al perfil de los destinatarios del diccionario y a las funciones que éste ha de cumplir. En este sentido, Olivaterm pretende, en primer lugar, servir a la comunidad empresarial, proporcionándole la terminología adecuada para llevar a cabo la comunicación especializada en lengua española. Asimismo, se propone servir a la sociedad general, poniendo a disposición de los consumidores información rigurosa, pero comprensible para el usuario no experto, sobre los aceites de oliva y sus bondades y sobre las diferencias fundamentales entre las distintas categorías comerciales. Por otra parte, el diccionario se dirige a la comunidad internacional en general, y en particular a la comunidad científica, facilitando las equivalencias de la terminología de este dominio experto en lengua inglesa. Por último, este proyecto tiene como objetivo específico ayudar a resolver los problemas de comunicación con el mercado chino, por lo que la tercera lengua de la investigación es el chino moderno estándar. Además de un trabajo multilingüe, Olivaterm es una investigación interdisciplinar, debido, por una parte, a la naturaleza misma del ámbito de la terminología y, por otra, a que el estudio sistemático del área temática acotada debe ser abordado desde las diversas disciplinas que dedican líneas específicas de su actividad científica al ámbito del aceite. Por todo ello, en Olivaterm ha trabajado un equipo formado por especialistas de los ámbitos más relevantes para el estudio de la producción y comercialización de los aceites de oliva (agricultura, ingeniería industrial, salud, comercialización e investigación de mercados) así como especialistas en lingüística, terminología, informática, traducción, lengua española, lengua inglesa y lengua china.[3] 3. METODOLOGÍA PARA LA GESTIÓN TERMINOLÓGICA En el proyecto Olivaterm, hemos desarrollado las etapas propias de un trabajo sistemático plurilingüe (Cabré 1993), entre las que se encuentra la elaboración corpus textuales especializados en las tres lenguas seleccionadas que, como sabemos, constituyen la fuente para la detección y recopilación de unidades terminológicas así como para la adquisición de conocimientos de especialidad (Cabré 2008: 63). Las fases del proceso de trabajo han siso las siguientes:

[3] Contamos además con el asesoramiento y apoyo documental de todos los grupos de investigación de la Universidad de Jaén que desarrollan su actividad en el ámbito del olivar y el aceite de oliva y con la colaboración de la Fundación Citoliva. 181

1)

Definición y preparación del trabajo: a. Búsqueda de información sobre la situación actual del ámbito profesional y sus últimas innovaciones. b. Delimitación de objetivos y usuarios del vocabulario. c. Organización del proceso de trabajo; distribución de funciones entre los miembros del equipo. d. Fijación de la metodología y redacción del plan de trabajo.

2)

Documentación: a. Recopilación de documentación especializada y de recursos terminográficos ya disponibles en las tres lenguas seleccionadas. b. Estudio, selección, organización de las fuentes de acuerdo con los ámbitos de conocimiento implicados y la orientación del proyecto.

3)

Desarrollo del sistema conceptual: a. Establecimiento del sistema conceptual general, con indicación de los ámbitos de conocimiento específicos relacionados con el área temática seleccionada. b. Desarrollo del sistema conceptual en lo relativo a los subámbitos que integran cada uno de los ámbitos de conocimiento principales. c. Elaboración de un árbol de conceptos para cada ámbito específico del sistema conceptual general, integrado por categorías ordenadas jerárquicamente a las que se vinculan todos los términos. Cada árbol de conceptos sirve de base para el establecimiento de la jerarquía de las relaciones léxicas existentes entre las unidades terminológicas vinculadas a un ámbito específico.

4)

Elaboración de los corpus textuales en español, inglés y chino: a. textos procedentes de obras de referencia relevantes para área temática acotada, vinculados a cualquiera de los seis ámbitos del sistema conceptual de Olivaterm; b. textos científicos de reciente publicación que versen sobre las líneas temáticas que se pretende desarrollar de manera específica; c. textos de carácter divulgativo y periodístico de reciente publicación, debido al interés que tiene este tipo de discurso como referente del estado actual del lenguaje especializado del aceite de oliva a nivel divulgativo.

182

5)

Elaboración del fichero terminológico en español: a. b. c. d.

Redacción de las definiciones; Selección de los contextos; Redacción de la información adicional; Registro de la información gramatical.

6)

Establecimiento de las equivalencias en inglés y en chino.

7)

Traducción de las definiciones al inglés y al chino e incorporación a los respectivos ficheros terminológicos.

8)

Revisión: análisis transversal de los tres ficheros terminológicos.

9)

Tratamiento y resolución de los casos problemáticos.

10)

Edición y difusión de los resultados.

Para la gestión de los datos obtenidos en la investigación, el equipo Olivaterm ha desarrollado un software específico a partir del cual se ha generado una base de datos a medida para el almacenamiento y consulta de los resultados. Complementariamente, hemos utilizado el programa WordSmith Tools para la búsqueda y selección de contextos.[4] 4. SISTEMA CONCEPTUAL DEL PROYECTO OLIVATERM Desde el punto de vista conceptual, diseñamos un sistema amplio (Roldán Vendrell 2010: 6), en el que se contemplan todos los ámbitos de conocimiento desde los que se puede abordar el estudio del aceite de oliva, y en los que esta línea de investigación tiene repercusión tanto a nivel científico como divulgativo:

[4] En el momento de redactar este trabajo, se están desarrollando las fases 8 y 9 del plan de trabajo. Está siendo revisado el fichero multilingüe en el que se correlacionan los términos en español con sus equivalencias en las otras dos lenguas seleccionadas. Asimismo, se están resolviendo algunas cuestiones puntuales mediante consultas a los especialistas. 183

Industria

productos proceso tecnología subproductos

Agricultura

Comercio

prácticas de cultivo

producto

mercado Aceites

sanidad

precio

botánica

distribución

tipología

sostenibilidad

comunicación

cata componentes

Cultura

Salud

gastronomía

nutrición

patrimonio cultural

propiedades

patrimonio natural

edectos

turismo

cosmética

Figura 1. Sistema conceptual del área temática del aceite de oliva (Fuente: Olivaterm)

El concepto sobre el que se fundamenta el ámbito especializado es el aceite de oliva, núcleo que denominamos sencillamente aceites en nuestro sistema conceptual (figura 1). Éste recoge además los siguientes ámbitos: agricultura, que agrupa la terminología relativa a la olivicultura; industria, al que están vinculados los términos utilizados en la moderna elaiotecnia; comercio, que recoge los términos relativos a la distribución y comercialización de aceites de oliva; cultura, bajo el que se agrupa la terminología propia de los ámbitos relacionados con el patrimonio cultural y natural surgido en torno al cultivo del olivo y la elaboración de aceites de oliva; y salud, en el que incluimos las unidades de conocimiento utilizadas en textos que tratan sobre las propiedades, efectos y aplicaciones del aceite de oliva y los productos con él elaborados. La decisión de incorporar unidades vinculadas a seis ámbitos diferentes se debe a que, aunque el proyecto nació orientado a la vertiente comercial del tema, para llevar a cabo un trabajo sistemático, era necesario recoger términos vinculados no sólo al área de comercio, sino a otros ámbitos relevantes para el conocimiento especializado sobre los aceites de oliva. Por otra parte, los seis ámbitos que 184

componen el sistema conceptual no son compartimentos estanco, sino partes del sistema de representación del conocimiento especializado sobre el aceite de oliva entre las que existen múltiples interrelaciones (como se pretende indicar mediante las flechas incorporadas a la figura 1), de manera que las unidades vinculadas de forma prioritaria a un determinado ámbito del sistema conceptual pueden aparecer en textos especializados de los demás campos. De este modo, en textos que hablan sobre estudios de mercado del aceite de oliva es frecuente encontrar léxico de industria, de salud y de cata. Lo mismo puede decirse a propósito de textos que tratan cuestiones sobre cata de aceites, en los que los expertos utilizan continuamente unidades vinculadas primordialmente a los subámbitos de la nutrición o la calidad del producto. Cuando el usuario realice sus consultas, en cada entrada terminográfica encontrará la indicación del subámbito al que se vincula prioritariamente el término consultado. 5. LA DEFINICIÓN EN OLIVATERM Para llevar a cabo este proyecto, partimos de una concepción de la terminología ecléctica y de base lingüística, en la línea de la Teoría Comunicativa de la Terminología (Cabré 2002) y de las propuestas de la Socioterminología (Gaudin 2003) para la elaboración de aplicaciones terminográficas a partir de los datos que facilita el discurso especializado producido en situaciones pragmáticas diversas y concretas. Desde la concepción de la terminología de base lingüística, los conceptos no pueden ser unidades de partida, sino que se trabaja desde las palabras hacia los conceptos, es decir, los términos remiten a un concepto que permite reconocer una entidad del mundo real como perteneciente a la categoría expresada por dicho concepto. Por tanto, a la hora de construir una definición, el terminógrafo ha de proceder al método de descomposición léxica gradual para llegar desde los lexemas más complejos hasta los más simples. En este sentido, hemos tenido en cuenta las propuestas teóricas encaminadas a avanzar en el proceso de codificación del conocimiento especializado en una estructuración definicional coherente con los nuevos enfoques de la terminología (Temmerman 2000; Faber y Jiménez 2002; García Quesada y Montero Martínez 2003). Estas propuestas defienden que la definición terminográfica debe establecer la vinculación del término a un concepto determinado, el cual está incardinado en un dominio conceptual específico conformado por una red de relaciones conceptuales (Faber 2002: 19-20). De acuerdo con estos presupuestos teóricos, una definición terminográfica debe cumplir dos funciones fundamentales: a) proporcionar el vínculo entre el concepto y el término, porque mediante la elaboración de la definición se fija la referencia que ese término establece 185

y, al mismo tiempo, se hacen explícitas sus relaciones con otros conceptos dentro del mismo campo; b) esclarecer el significado de cada unidad respecto del de las demás unidades del sistema conceptual con las que mantiene relaciones léxicas de distinto tipo y a diferentes niveles en la jerarquía que describe el sistema conceptual de un dominio. Además de estas dos funciones, para elaborar definiciones satisfactorias de los términos vinculados a un ámbito, conviene establecer patrones relacionales recurrentes para todos los términos de una misma categoría, es decir, es necesario partir de los parámetros de conocimiento que definen la categoría conceptual a la que pertenece cada término definido y utilizar la combinación de dichos parámetros como modelo para la definición de todos los términos que pertenecen a dicha categoría. Veamos cómo se hace explícita la vinculación de cada término a su dominio conceptual en las definiciones del proyecto Olivaterm. Tomemos como ejemplo el término alperujo del ámbito específico de industria. Alperujo es un cruce léxico en el que se combinan las dos primeras sílabas de alpechín y las dos últimas de orujo; no en vano la realidad designada por este término es, de alguna manera, mitad alpechín, mitad orujo. Más exactamente, el alperujo es un subproducto semisólido compuesto por agua de vegetación y orujo; no es líquido como el alpechín, pero contiene más humedad que el orujo. El valor simbólico de este cruce léxico aumenta si consideramos que designa un concepto derivado de la sustitución del sistema de tres fases por el de dos fases, lo que lo convierte en referente de la renovación de la industria oleícola. Como subproducto de la industria oleícola, el término se incluye en el conjunto de términos vinculados a la 5ª fase («aprovechamiento de subproductos») del proceso de elaboración de los aceites de oliva que representamos en el diagrama de la página siguiente. Y en el árbol de conceptos de la página 188 (Figura 3), que desarrolla uno de los ámbitos específicos del sistema conceptual general de Olivaterm, se establecen los niveles jerárquicos de la red de relaciones conceptuales del dominio específico de «Industria» en el que se encuentra incardinado el término alperujo.

186

187

Figura 2. Proceso de elaboración de los aceites de oliva (Fuente: Olivaterm)

188 Figura 3. Árbol de conceptos del subámbito “Industria” (Fuente: Olivaterm)

Una definición satisfactoria del término alperujo debe, en primer lugar, proporcionar el vínculo entre el término y el concepto denominado, para fijar la referencia establecida, y ubicar el término dentro del sistema conceptual. En este sentido, el primer rasgo definitorio del alperujo es su condición de «subproducto». Este rasgo lo relaciona con el resto de unidades que conforman la categoría de los «subproductos»:

Figura 4. Rama de la categoría «subproductos» del árbol de conceptos de «Industria» (Fuente: Olivaterm)

Dentro de la categoría de los subproductos, el término alperujo no mantiene exactamente la misma relación léxica con todas las unidades que conforman este grupo. Sólo con los términos orujo, orujillo y alpechín comparte la propiedad de ser «resultado del proceso de extracción de los aceites de oliva». Pero la categoría «subproductos» incluye también los términos ramón picado, picón, pellet, hueso, y borras, ya que en la actualidad no sólo se aprovechan los residuos de la industria extractora, sino también de la poda del olivo (ramón picado, picón), del deshuesado de la aceituna (hueso) o de los posos decantados en el fondo de los depósitos de aceite (borras). La definición de alperujo debe tener en cuenta toda esta realidad e intentar hacer explícitas las relaciones léxicas que el término mantiene con las demás unidades terminológicas de su mismo nivel en la jerarquía del sistema 189

conceptual. De este modo, se podrá esclarecer el significado de alperujo respecto de las del resto de la serie y alcanzar una correcta representación del conocimiento especializado en las definiciones. De acuerdo con todo ello, nuestra propuesta de definición para el término alperujo es la siguiente: alperujo subproducto semisólido resultante de la extracción de aceite por el sistema de dos fases, compuesto por agua de vegetación y orujo, a partir del cual la industria extractora elabora los aceites de orujo de oliva. Sinónimo: orujo húmedo.

Esta definición de alperujo responde al mismo modelo definicional que las del resto de términos de su categoría con los que comparte el rasgo «resultado del proceso de extracción de los aceites de oliva». Las definiciones de de orujo, orujillo y alpechín combinan los mismos patrones relacionales, establecidos a partir de los parámetros de conocimiento que definen la categoría conceptual a la que todos ellos pertenecen: orujo subproducto sólido, resultante de la extracción de aceite por los sistemas tradicional y de tres fases, compuesto por piel, pulpa, hueso y agua, en el que todavía existe una fracción mínima de aceite, a partir del cual la industria extractora elabora los aceites de orujo de oliva. Sinónimo: orujo semihúmedo. orujillo subproducto sólido, resultante del agotamiento y desecado a los que se someten el orujo y el alperujo para la obtención de aceites de orujo, que se utiliza como fuente de energía renovable. Sinónimo: orujo extractado, orujo seco. alpechín subproducto líquido resultante de la extracción de aceite por los sistemas tradicional y de tres fases que se utiliza como agua de riego, fuente de energía o fertilizante. Sinónimo: jamila.

Desde la perspectiva de la comunicación, por una parte, este modelo de definiciones facilita el conocimiento especializado a un amplio elenco de usuarios no expertos, en situaciones pragmáticas diversas; por otra, facilita el proceso de traducción a otras lenguas y, con ello, la comunicación de los especialistas en contextos multilingües.

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6. OLIVATERM: DICCIONARIO ELECTRÓNICO MULTILINGÜE En la actualidad existe una variedad considerable de sitios dedicados al aceite de oliva (Roldán Vendrell 2010: 9-11). Sin embargo, a pesar de que en casos esporádicos estas páginas contienen glosarios con un elevado número de términos y que abarcan diversos campos de conocimiento, lo más frecuente es que sean webs de ámbito local y que sus criterios de inclusión o exclusión sean bastante sesgados. La mayoría de estos repertorios han sido elaborados sin una metodología científica para la selección de términos y carecen de técnica lexicográfica. No obstante, son recursos útiles para los usuarios y ofrecen información valiosa que debe tenerse en cuenta en un trabajo sistemático sobre éste ámbito. Es importante destacar que, salvo excepciones, los vocabularios del aceite de oliva existentes no están disponibles en más de un idioma y, hasta la fecha, no existía ninguno que facilitara equivalencias en chino. Olivaterm será un diccionario trilingüe, en formato electrónico, fácil de manejar, que garantice el acceso rápido a la información y que permita la consulta de un gran número de unidades terminológicas en las tres lenguas seleccionadas. El usuario de esta herramienta podrá realizar búsquedas ágiles desde cualquiera de las lenguas del vocabulario. Para ello, dispondrá de tres ficheros terminológicos paralelos. En el fichero de español, cada ficha terminográfica ofrecerá el término en español, la información gramatical correspondiente, su equivalencia en inglés, su equivalencia en chino, la definición del término, un contexto de uso real, las referencias de la definición y del contexto, y su abreviatura y sinónimos cuando corresponda. Además de la correspondiente definición, cada ficha terminográfica podrá incorporar información adicional si ésta contribuye a la correcta comprensión del concepto designado por ese término y ayuda al usuario a utilizar esa unidad adecuadamente. Paralelamente, el diccionario facilitará los ficheros de inglés y chino, donde el usuario encontrará la información equivalente a la del fichero de español para la lengua de su elección. Con la edición de Olivaterm confiamos alcanzar el objetivo último de esta investigación: la transferencia de conocimiento especializado sobre los aceites de oliva de calidad. Su consulta será accesible en la web del Centro de Estudios Avanzados en Olivar y Aceites de la Universidad de Jaén.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Cabré Castellví, M.ª Teresa (1993): La terminología. Teoría, metodología, aplicaciones; Barcelona: Antártida-Empúries. Cabré Castellví, M.ª Teresa (1999): La terminología. Representación y comunicación; Barcelona: iula, Universitat Pompeu Fabra.

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Cabré Castellví, M.ª Teresa (2002): «Una nueva teoría de la terminología: de la denominación a la comunicación»; en N. Gallardo San Salvador (dir.), Terminología desenvolvimento e identidade nacional. VI Simposio IberoAmericano de Terminología; Lisboa: Colibrí, pp. 41-60. Cabré Castellví, M.ª Teresa (2008): «Cómo las nuevas tecnologías han modificado la metodología terminológic»; en Carmen Navarro (ed.), Terminología, traducción y comunicación especializada; Verona: Edizioni Fiorini, pp. 51-77. Faber, Pamela (2002): «Investigar en terminología»; en Pamela Faber y Catalina Jiménez Hurtado (eds.), Investigar en terminología; Granada: Comares, pp. 3-23. Faber, Pamela y Jiménez Hurtado, Catalina (eds.) (2002): Investigar en terminología; Granada: Comares. Gallardo San Salvador, Natividad (dir.) (2003): Terminología y traducción: Un bosquejo de su evolución; Granada: Atrio. García de Quesada, Mercedes y Silvia Montero Martínez (2003): «Hacia una gramática de la definición terminográfica»; en Natividad Gallardo San Salvador, (dir.), Terminología y traducción: Un bosquejo de su evolución; Granada: Atrio, pp. 243-254. Gaudin, François (2003): Socioterminologie. Une approche sociolinguistique de la terminologie; Bruxelles: Editions de Boeck, Duculot. Navarro, Carmen (ed.) (2008): Terminología, traducción y comunicación especializada; Verona: Edizioni Fiorini. Roldán Vendrell, Mercedes (2010): «Lingüística y terminología multilingüe: OlivaTerm»; en Mercedes Roldán Vendrell (ed.), Bases para la terminología multilingüe del aceite de oliva; Granada: Comares, pp. 1-15. Temmerman, Rita (2000): Towards New Ways of Terminology Description. The Sociocognitive Approach; Ámsterdam: John Benjamins.

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EL DIÁLOGO COMO MECANISMO ESTRATÉGICO EN EL DISCURSO HOMILÉTICO PARA NIÑOS Vanesa Álvarez Rosa Universidad de Salamanca

1. 1NTRODUCCIÓN El Análisis del discurso ha mostrado interés por cuestiones de muy diversa índole: desde el estudio de los géneros discursivos ‒orales y escritos– hasta usos lingüísticos determinados que, analizados desde este nuevo prisma, aportan otra mirada al mundo del lenguaje. En este trabajo pretendemos realizar una aproximación a aspectos discursivos que son formulados desde el marco teórico y metodológico de esta disciplina lingüística. Por un lado, nos acercaremos teóricamente al género que nos atañe, la homilía; y a un uso lingüístico particular, el diálogo. Por el otro, analizaremos este uso en una situación discursiva homilética concreta: el intercambio dialogal en la homilía para niños.[1] 2. LA HOMILÍA COMO GÉNERO DISCURSIVO A pesar de que el término homilía es una palabra de uso común,[2] creemos conveniente detenernos unos instantes para precisar su significado en el marco de los estudios discursivos actuales. Según el DRAE, en su primera acepción, homilía se define como «razonamiento o plática que se hace para explicar al pueblo las materias de religión» y si además atendemos a nuestro conocimiento enciclopédico obtendremos algunas notas más: es una estructura discursiva o textual definida, se produce en un lugar sacro, se desarrolla mediante un canal oral en una [1] Los fragmentos aducidos para los ejemplos proceden del corpus recogido en Álvarez Rosa (2007). En esta misma obra se anexan los signos de transcripción utilizados en los ejemplos traídos en el presente trabajo, pero adjuntamos los relevantes al final de este a modo de recordatorio. [2] Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones el hablante de calle tiene predilección por el término sermón, que como han señalado distintos autores (vid. Olivar 1991; Calvo Guinda 2003; Álvarez Rosa 2011) son dos discursos, cuya semejanza es el de poseer el calificativo de religioso, pues la finalidad que persiguen es distinta. 193

situación espacio-temporal concreta y compartida tanto por el emisor como por el receptor; y siempre es pronunciada por un sacerdote con un fin explicativo. Ciertamente, no se afirma a la ligera que la homilía es un género discursivo. Bhatia (1993: 13), al respecto, lo define como [Genre] is a recognizable communicative event characterized by a set of communicative purpose(s) identified and mutually understood by the members of the professional or academic community in which it regularly occurs. Most often it is highly structured and conventionalized with constraints on allowable contributions in terms of their intent, positioning, form and functional value. These constraints, however, are often exploited by the expert members of the discourse community to achieve private intentions within the framework of socially recognized purpose(s)

y la homilía cubre estos dos aspectos. Por un lado, como discurso que es, cumple el criterio de funcionalidad al que alega, esto es, ser herramienta comunicativa para lograr unos determinados objetivos; en el caso del género que nos ocupa, el principal es la explicación de las lecturas dominicales al grupo de católicos asistentes a la ceremonia religiosa. Esto implica, por tanto, tener presente la dimensión contextual que existe en todo acto de comunicación. Por otro lado, la homilía cuenta con una estructura interna estable formada a partir de los propósitos comunicativos que persigue. Sin embargo, en lo que aquí nos centraremos será en los parámetros relacionados con el contexto comunicativo, a saber, la intención del homileta y la relación que se produce entre los participantes de dicho acto. Referente a la finalidad, señalamos a modo de apunte, que la homilía al contrario de otros géneros es de carácter polifuncional. Así, hallamos un propósito discursivo que se reparte entre una dimensión explicativa y otra argumentativa, aunque es en la primera sobre la que recae más peso. El otro objetivo que persigue el sacerdote es de carácter, evidentemente, pastoral ya que el entorno religioso de este particular acto es determinante y definidor. Poder especificar su intención tal como se ha hecho en el caso anterior es complicado debido a su heterogeneidad. El Grupo alemán de trabajo homilético recoge en un listado las muchas posibilidades, las cuales pueden ir desde el ánimo para actuar según la petición proferida pasando por la recomendación o la recriminación por realizar tal o cual acción (apud. Calvo Guinda 2003). Efectivamente, Ortega (1991: 87), especialista en Teología, hace convivir esta realidad dual en su concepción de homilía: Forma y lenguaje ha de estar adecuado al texto y proporcionar al oyente el más alto grado de claridad y relieve, ya que en el espacio de unos diez minutos ideales no puede caber palabra ociosa. Desde esa perspectiva cabe preguntar en qué género retórico de discurso debe considerarse la Homilía.

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Fundamentalmente, por razón de su finalidad, se mueve entre las categorías del docere y movere, de enseñar y mover, con acentuación de una u otra según intenciones pastorales. La Homilía quiere enseñar algo y llamar hacia algo. En cuanto es exposición objetiva de la palabra la Homilía quiere desarrollar una verdad cristiana como una realidad ofrecida por Dios. En cuanto llamada hacia algo o apelación a la voluntad, pretende transformar la realidad, que puede estar en conflicto con la verdad cristiana. Y como género conversacional, entrenable en técnicas retóricas, busca instaurar la realidad de Dios en diálogo con el mundo, al hablar del juicio y de la gracia de Dios. Toda la potencia del lenguaje poético tiene aquí cabida.

Se puede concluir, por tanto, que este género convencionalizado en un entorno religioso y pronunciado exclusivamente por un ministro ordenado —a tenor del can. 767 del Decreto de la Conferencia Episcopal Española (apud. Calvo Guinda 2003: 97)— pretende instruir al creyente en el conocimiento de determinadas creencias e inculcarle ideas afines a la religión cristiana, pero a la vez alcanzar esta meta apelando directamente al feligrés. Un ejemplo que recoge estos propósitos es este: (1) [...] tenemos que demostrar y vivir/ y ser testigos de los valores del Evangelio/ y tenemos que ser obreros en el trabajo/ y tenemos que ser padres de familia cristianos/ en casa// y tenemos que ser testigos de Jesús/ en la calle  en el mercado// entre los vecinos  y tenemos que demostrar (( )) que estamos llamados a ser levadura/ y luz/ y sal en la tierra// a este mundo// que se está desvirtuando// que se está quedando soso/ y está perdiendo// el sentido y la esperanza y la luz  en la vida [A-08]

La intención es un componente más en el marco comunicativo, pero existen otros. Siguiendo el esquema propuesto por Beaugrande y Dressler (1981), el locutor e interlocutor son otros dos elementos preferentes. Prestemos ahora atención a ellos. Como se ha señalado, es el sacerdote el locutor en este acto de comunicación. Como clérigo pertenece a un grupo sociológico cuyos miembros por su formación y su estilo de vida se diferencian del resto de la comunidad cristiana. Para minimizar la distancia impuesta por la tradición judeocristiana, el homileta debe conseguir que los feligreses lo acepten y lo vean como uno más de ellos, para ello es en la preparación de la homilía donde se pueden encontrar rasgos de avenencia entre la forma-contenido y el grupo de oyentes. Manuales de homilética como el de Aldazábal (2006) o el Calvo Guinda (2003) se hacen eco de esta realidad y, atendiendo a la edad de los oyentes, distinguen cuatro grupos de predicación que vienen a coincidir con los cuatro núcleos principales de la población: infantil, juvenil, adultos y ancianos. En Álvarez Rosa (2007; 2011) sugerimos que esa elaboración discursiva perfecta de cuatro tipos de homilías en 195

función del grupo de población no es la realidad que encontramos los fines de semanas en las parroquias, sino más bien el mantenimiento de una homilía de corte tradicional que sufre cambios cuando el auditorio al que va dirigida son niños en período de preparación catequética. Esos cambios no son otros que la activación del procedimiento de interacción a través del diálogo.[3] 3. EL DIÁLOGO, TRANSMISOR DE INFORMACIÓN El diálogo es hoy un campo de estudio preferente. El interés por él no se queda sólo en sus formas lingüísticas o literarias, «se proyecta también a su temática religiosa, política y filosófica» (Bobes 1992: 9-10) y se convierte así en el objeto de investigaciones hermenéuticas, sociológicas, pragmáticas... Es ya clásico el estudio pragmático, lingüístico y literario —así reza el subtítulo de su libro— que Bobes dedicó al diálogo. Según ella, y siguiendo la perspectiva pragmática, el diálogo «es comunicación, pero es también intercambio y sobre todo es unidad de construcción» que se caracteriza por ser un proceso semiótico interactivo que se desarrolla con la alternancia de turnos regulada por una normativa social y desde el punto de vista semántico progresa hacia la avenencia de una unidad de sentido (Bobes 1992: 41). Ahora bien, el diálogo que contemplamos en las homilías para niños no debe concebirse como tal, sino como un mecanismo constructivista del conocimiento. Recurriendo a ese eclecticismo del que se sirve el Análisis del discurso, nuestra concepción del diálogo designa una particular comunicación pedagógica: una interacción conversacional deliberada dirigida a la enseñanza y al aprendizaje. Este perfil es heredero, indudablemente, de las disciplinas apegadas al análisis del discurso en clase y a la didáctica. Referente a la estructura de las preguntas formuladas en un entorno de aprendizaje, se acostumbra a adoptar un esquema constante que según el estudioso al que recurramos se puede denominar diálogo triádico (Lemke 1997) o intercambio elicitativo (Coulthard y Brazil 1992), pero refleja una misma realidad, esto es, un intercambio en tres movimientos: - Elicitación: el enseñante realiza una pregunta. - Información: el apelado responde oralmente. - Aceptación: el que ha formulado la pregunta, en esta altura, evalúa la respuesta y mantiene su turno haciendo otra. Estamos de acuerdo con Lemke (1997) cuando afirma que esta disposición del intercambio permite la transposición del monólogo a una estructura de diálogo. Sin embargo, el proceso de diálogo en el entorno de la enseñanza es más complejo. Según Tough (1989), el niño no reflexiona en torno a sus propias ideas [3] El corpus de ese trabajo confirma que el 90% de las homilías para niños son discursos dialogados frente a las de adultos cuyo valor monologal es de un 100%. 196

de no contar con las preguntas o comentarios del adulto, el cual le orienta para que consiga la cabal expresión de sus ideas, de la misma manera que recurre a reformulaciones o preguntas repetidas con el fin de que el niño alcance una interpretación ampliada de su pensamiento. Este tipo de interacción propia de la clase, se observa en las homilías destinadas a un público infantil. Así pues, el sacerdote cede la palabra a los jóvenes feligreses para que construyan el discurso homilético, al mismo tiempo que regula sus intervenciones con el fin de que se adecuen a las necesidades del producto final. Por este motivo, el homileta tiene que elegir la estrategia idónea: qué tipo de pregunta hará a los allí reunidos para animar a que respondan y cuáles utilizará para obtener el mayor número de respuestas satisfactorias. Atendiendo a esto y a partir de la propuesta clásica de Tough (1989), presentamos, a continuación, los dos mecanismos preferentes en esta situación comunicativa: 3.1. Preguntas de orientación Como ya hemos insinuado, el sacerdote introduce a menudo en su discurso preguntas que sirven para avanzar en el proceso de transmisión de conocimiento; sin embargo, hay ocasiones en que estas son empleadas con el fin de dar comienzo al intercambio y de detectar el conocimiento previo de los jóvenes sobre el tema que va a tratar. En estos casos, son preguntas o expresiones poco concretas que aportan al niño una amplia posibilidad de opciones de respuesta: (2) S: muy bien pues hoy celebremos entonces el día // dee/ la Infancia/ Misionera/ la Infancia Misionera// a mí me gustaría º(¿sabéis?)º me gustaría pedirle a Dios/ que me prestase sus ojos// que me prestase sus ojos Dios / para que por un momento-para que en un solo momento pudiera yo ver/ la vida y el mundo // con los ojos de Dios / con los ojos de Dios [int.] ¿podéis imaginar eh tener los ojos con los que Dios mira? ¿eh? ¿tú has visto alguna vez/ eh las cosas con los ojos de Dios? N1: sí [N-02] (3) S: [...] ¿más o menos// cuántas piedras vivas habrá aquí // J.? (3’’) J: cien [N-01]

En el ejemplo (2), el sacerdote inicia el intercambio con una primera pregunta tan abierta (¿podéis imaginar eh tener los ojos con los que Dios mira?) que el niño concretiza la repuesta en un sí; además con esta contestación —esperada, indudablemente, por el homileta— encuentra la complicidad con su apelante. Semejante articulación la hallamos en (3) cuando S pregunta ¿más o menos// cuántas 197

piedras vivas habrá aquí // J.? Libremente el niño, codificado con la inicial de su nombre, J., responde dando el número de personas que él cree que están reunidas en la iglesia, cien. (4) S: [...] ¿qué has visto M.? (1.5’’) º(¿qué has visto?)º N3: (se encoge de hombros) S: ¿no habéis puesto a mirar la vida con los ojos de Dios? N4: la paz S: la paz también// bueno// la paz / la paz // bien/ pues yo me gustaría pedir ¡Dios/ déjame tus ojos!/ ¡déjame tus ojos! para ver la vida con los ojos de Dios/ fijaros bien/ el lema / el lema de la-de la Infancia Misionera es a ver M. ¿cómo es? ¿qué dice? N5: abre tus ojos a la misión [N-02]

En el fragmento (4), en cambio, limita la respuesta al extremo que explicita la contestación: fijaros bien/ el lema / el lema de la-de la Infancia Misionera es  a ver M. ¿cómo dice? ¿qué dice? 3.2. Preguntas de progresión Bajo esta etiqueta se recogen aquellas preguntas o expresiones que se emiten a raíz de una respuesta incorrecta o incompleta y piden mayor reflexión. Suelen aparecer en las ocasiones en que el homileta detiene la progresión del discurso con el fin de guiar a los jóvenes feligreses, ya para que reconsideren sus respuestas, ya para que las maticen. En general, son preguntas que provocan la reconstrucción conjunta de los conocimientos. Esto es lo que sucede en la siguiente ocasión (5): las respuestas de los niños no son erróneas, pero sí poco precisas. De esta manera, el sacerdote da pistas y formula nuevas preguntas para ayudar a completar y especificar las contestaciones dadas: (5) S: [...] eso es abre tus ojos a la misión abre tus ojos a la misión [int.] y es una invitación// para mirar // con los ojos de Dios// el mundo/ y la vida/ fíjate que el dibujo/ en el dibujo  si os fijáis ¿lo veis el dibujo? el dibujo/ ¿qué es? ¿una ? ¿una? N6: (( )) S: ¿una qué ? ¿una qué? N6: ventana S: una ventana pero es una ventana abierta a través de la cual vemos el qué ¿qué vemos?/// ¿qué vemos? N7: (( )) S: ¿qué vemos? N7: a una familia S: ¡una familia! aquí en el  y la familia ¿dónde está? a ver (2’’) ¿dónde está?/// mira el dibujo ¿en un? en un paisaje enorme 198

N8: (( )) S: en un campo ¿no?/ en un campo// y están viendo la televisión allí tumbados bebiendo coca-colaas/ así diciendo jejeje ¡qué bien lo pasamos! ¿verdad? a ver N9: puees (3’’) S: ¿quiénes están? a ver N10: puees un niño S: y ¿y quién más? § N10: § y una profesora § S: § una profesora/ una profesora que tiene una cruz en el pecho/ que puede ser  una religiosa ¿verdad? una monja y el paisajee es un paisaje así de ((misión))/ de selva/ de un lugar lejano  y en medio de la noche / hay un fuego ¿verdad? [...] [N-02]

A partir de la formulación de insistentes preguntas, el homileta guía el discurso y consigue ir construyendo con las escuetas respuestas de los apelados. A través de este último ejemplo, observamos que también es de destacada importancia la manera en cómo el sacerdote integra las respuestas —tanto si son correctas como si no— en el hacer discursivo para animarlos a participar activamente. 4. CONCLUSIONES Con estas páginas hemos querido dar a conocer un poco más un discurso religioso como el homilético, que a pesar de contar con él en los listados de tipología textual (Van Dijk 1983; Loureda 2003) aún no cuenta con la atención suficientemente merecida en el campo del Análisis del discurso. Hemos presentado una caracterización de la homilía atendiendo a su situación comunicativa y hemos concluido, junto con otros estudios anteriores más detallados que lo respaldan, que dependiendo del destinatario, este discurso religioso puede contar en su proceso con alteraciones estructurales. Frente al corte tradicional de un discurso monogestionado por una voz de autoridad eclesiástica, propio de las homilías destinadas a un público adulto, existe otro —cada vez más en aumento— en el que el diálogo se concibe como mecanismo retórico y estratégico para el trasvase de información a los niños en período catequístico. Precisamente por ello, lo que menos nos interesa es quién articula el discurso sino cómo lo hace. El procedimiento lo conocemos: el diálogo; y es con él que encontramos, inexcusablemente, la herramienta de creación de una exposición en conjunto. Como dijera Emilio Lledó a propósito de la comunicación en la polis, el diálogo es «el puente que une a dos o más hombres para, a través de él, exponer unas determinadas informaciones e interpretaciones sobre el mundo de las cosas y de los significados» y con él creemos que este puente es retomado por los sacerdotes en la actualidad con la finalidad de transmitir las doctrinas de la religión cristiana a los más jóvenes. 199

ANEXO. SIGNOS DE TRANSCRIPCIÓN 

Cambio de voz

S

Intervención de un interlocutor identificado como S.

§

Sucesión inmediata, sin pausa apreciable, entre dos emisiones de distintos interlocutores



Mantenimiento del turno de un participante en un solapamiento



Lugar donde se inicia un solapamiento o superposición



Final del habla simultánea



Reinicios y autointerrupciones sin pausa



Pausa corta, inferior a medio segundo



Pausa de medio segundo



Pausa de un segundo

’’

Pausa de 2 segundos; se indica el número de segundos en las pausas de más de un segundo



Entonación ascendente



Entonación descendente



Entonación mantenida

F.

Los nombres propios y siglas aparecen con la letra inicial en mayúscula

tres

Pronunciación enfática

[ac]

Ritmo acelerado

[le]

Ritmo lento

[int]

Intensificador

(( ))

Fragmento indescifrable

((si))

Transcripción dudosa

º( )º

Fragmento pronunciado con voz baja

200

aa

Alargamiento vocálico

mm

Alargamiento consonántico

¿¡ ¡?

Interrogaciones exclamativas

¿?

Interrogaciones

¡!

Exclamaciones

Cursiva Imitación de emisiones (risas…) Aparecen en el mismo enunciado si ocupan un turno

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Aldazábal, José (2006): El misterio de la homilía; Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica. Álvarez Rosa, Vanesa (2007): Aproximación al estudio de las estrategias discursivas en el discurso homilético; trabajo de grado inédito, Universidad de Salamanca. Álvarez Rosa, Vanesa (2011): Análisis discursivo del género homilético actual; Tesis Doctoral, Universidad de Salamanca (en línea: ). Beaugrande, Robert-Alain y Wolfgang Ulrich Dressler (1997): Introducción a la lingüística del texto; Barcelona: Ariel. Bhatia, Vijay K. (1993): Analysing genre: language use in profesional settings; Londres: Longman. Bobes Naves, Carmen (1992): El diálogo. Estudio pragmático, lingüístico y literario; Madrid: Gredos. Calvo Guinda, Francisco Javier (2003): Homilética; Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. Coulthard, Malcom y David Brazil (1992): «Exchange Structure»; en Malcom Coulthard (ed.), Advances in Spoken Discourse Analysis; Londres-Nueva York: Routledge, pp. 50-78. Dijk, Teun A. van (1983): La ciencia del texto; Barcelona: Paidós. Lemke, Jay L., (1997): Aprender a hablar ciencia. Lenguaje, aprendizaje y valores; Barcelona: Paidós. Loureda LLamas, Óscar (2003): Introducción a la tipología textual; Madrid: Arco/Libros. 201

LLedó Íñigo, Emilio (1992): «Introducción general» en Platón, Diálogos; Madrid: Gredos, pp. 7-135. Olivar, Alexandre (1991): La predicación cristiana antigua; Barcelona: Herder. Ortega Carmona, Alfonso (1993): Retórica y homilética. Oratoria en la iglesia; Salamanca: Gráficas Cervantes. Real Academia Española (2001): Diccionario de la lengua española; Madrid: Espasa-Calpe. Tough, John (1989): Lenguaje, conversación y educación. El uso curricular del habla en la escuela desde los siete años; Madrid: Visor.

202

LA LINEALIDAD COMO RASGO DE DISEÑO DEL LENGUAJE: EL RETO DE LAS LENGUAS DE SIGNOS Ventura Salazar García Universidad de Jaén

1. INTRODUCCIÓN Las lenguas de signos (en adelante: LSs) propias de las comunidades sordas están recibiendo en los últimos años una atención creciente, tanto en el plano institucional como en el académico. La Lengua de Signos Española (en adelante: LSE), usada por la mayor parte de la comunidad sorda de nuestro país, no es ajena a esa tendencia general. Prueba de ello es, en el plano institucional, la aprobación y posterior entrada en vigor, en octubre de 2007, de la Ley 27/2007, que regula el reconocimiento oficial de «las lenguas de signos españolas» (contemplando como tales la LSE y la Lengua de Signos Catalana), así como la regulación de «los medios de apoyo a la comunicación oral de las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas». En el plano académico, la investigación científica de las LSs es una realidad plenamente consolidada. Al margen de diversos antecedentes seculares, cabe hablar de una Lingüística de las LSs propiamente dicha al menos desde Stokoe (1993 [1960]). Para el caso específico de la LSE hubo que esperar hasta el trabajo pionero de Rodríguez González (1992), pero, a partir de entonces, el volumen de estudios dedicados a esta lengua ha crecido considerablemente, y todo apunta a que mantendrá esa línea ascendente.[1] A pesar de los avances aludidos, todavía sigue siendo necesario reivindicar el estudio de las LSs desde una perspectiva eminentemente lingüística, en la medida en que las LSs deben ser consideradas, a todos los efectos, como idiomas mediante los cuales se manifiesta en las comunidades sordas la facultad del lenguaje. Dicha necesidad viene motivada por el hecho de que aún no se ha alcanzado una plena aceptación de las LSs como objeto de análisis propio de la Lingüística. Como mostré con más detalle en otra ocasión (cf. Salazar 2010: 200, 206-208), [1] Para una revisión del desarrollo de la lingüística de las LSs hasta comienzos del siglo actual, cf. Herrero (2002). 203

todavía hay vestigios de un estado de opinión según el cual nos hallamos ante dos campos de investigación esencialmente autónomos, cuando no totalmente independientes: por un lado, la Lingüística de las lenguas orales (en adelante: LOs), que sería la más extendida y consolidada; por otro, una Lingüística de las LSs mucho más incipiente que, en el mejor de los casos, tendría un carácter especial o periférico, más cercano a la semiótica que a la Lingüística en sentido estricto. Obviamente, los estudiosos de las LSs rechazan de modo prácticamente unánime un enfoque de esta naturaleza, pero probablemente convenga difundir de manera más explícita, y en foros no necesariamente dirigidos a los especialistas, los hechos que ponen de relieve la plena pertinencia de las LSs como objeto de estudio central de la Lingüística. El debate acerca de la condición lingüística de la comunicación visogestual de las comunidades sordas gira esencialmente en torno a la caracterización del lenguaje humano por medio de una serie de rasgos de diseño. Como se sabe, los rasgos de diseño conforman la apariencia y operatividad de las lenguas en tanto que códigos semióticos. En cierto modo, constituyen todas aquellas propiedades comunes a las lenguas que pueden ser comprobadas desde una óptica externa, sin necesidad de saber usarlas ni de conocer su estructura. Su fundamentación teórica se debe al norteamericano Charles F. Hockett, quien la difundió en numerosas publicaciones (entre otras, Hockett 1971 [1958]: 552-566; 1960; 1963; Hockett y Altmann 1968). A su juicio, todos los sistemas de comunicación pueden ser analizados en virtud de sus rasgos de diseño, pero únicamente las lenguas naturales humanas cumplen en su totalidad el listado por él propuesto. Los demás códigos, sean humanos o animales, compartirían con las lenguas naturales algunos de esos rasgos, pero nunca todos. El listado ofrecido por Hockett varía de una publicación a otra, con una horquilla que va desde los siete hasta los dieciséis. Probablemente la versión más difundida (cf. Hokett 1971 [1958]: 552-566) es la que contempla un total de quince. Por su parte, Sebastià Serrano (1988 [1981]: 52-67) —conjugando las aportaciones de Hockett con las de otros autores como Thorpe (1978 [1974]), Lyons (1977: 70-85), etc.— llega hasta los diecinueve rasgos, por lo que es una de las listas más completas que pueden encontrarse. La doctrina de los rasgos de diseño ha sido objeto de amplia controversia, y ha recibido críticas bien fundamentadas. No obstante, ofrece un instrumento sencillo, eficaz y de fácil constatación empírica a la hora de establecer una presentación semiótica general de las lenguas naturales. Son estas ventajas las que han permitido que, pese a sus innegables limitaciones teóricas, siga gozando de cierto predicamento incluso en nuestros días. Un primer acercamiento a las LSs pone de relieve que las mismas cumplen una amplia proporción del listado de rasgos antes enumerado, pero, al mismo tiempo, se comprueba la imposibilidad de aplicarles la lista completa. Por tanto, 204

en este terreno existe una discordancia entre LOs y LSs, especialmente visible en los primeros rasgos, relacionados con el canal de transmisión de los mensajes. De acuerdo con Hockett (1971 [1958]: 552-555), tres son los rasgos que se refieren directamente al canal utilizado en la transmisión y recepción de los mensajes. De ellos, solo el primero (carácter vocal-auditivo) es verdaderamente significativo, pues los otros dos —transmisión irradiada y recepción direccional, por un lado; desvanecimiento rápido, por otro— han de ser entendidos como simples corolarios. Las LSs cumplen únicamente el desvanecimiento rápido, pero no los dos restantes: su canal de transmisión es visogestual, y, por consiguiente, tanto la transmisión como la recepción son direccionales. Una aplicación mecánica y acrítica de los planteamientos de Hockett zanjaría la cuestión concluyendo que no hay identidad entre ambos procedimientos semióticos y que las LSs deben ser excluidas del conjunto de manifestaciones genuinas de la facultad humana del lenguaje. En el fondo, así es como, al menos por la vía de los hechos, se ha actuado hasta hace relativamente poco tiempo. Lo que ocurre es que el problema se resiste a soluciones tan simples. Un estudio más ponderado nos revela que el canal de transmisión es un medio cuya razón de ser es meramente operativa. Por sí solo, no nos dice nada relevante respecto de la fundamentación última de las lenguas humanas. Prueba de ello es que la transmisión vocal-auditiva, pese a ser la prototípica y natural en las LOs, dista de ser la única. A lo largo de la historia han ido apareciendo diversos procedimientos sustitutorios de transmisión, gestados culturalmente, para satisfacer ciertas necesidades específicas, gracias a los cuales todos los mensajes elaborados en cualquier lengua oral son fácilmente trasladables a otros canales, sin alterar el contenido del mensaje ni la esencia de su estructura idiomática: canales visuales (escritura, morse), táctiles (braille), etc. En definitiva, una sobrevaloración de la transmisión vocal-auditiva nos conduciría a una concepción excesivamente reduccionista de las lenguas y de sus potencialidades como instrumentos de interacción social. La investigación inicial sobre las LSs, centrada mayoritariamente en la Lengua de Signos Americana (American Sign Language; en adelante: ASL), mostró con argumentos convincentes que la transmisión visogestual comparte con la vocalauditiva todos los rasgos de diseño verdaderamente relevantes para la fundamentación de un concepto de lengua humanamente posible (cf. Supalla 1982: 9-12). En fechas recientes, Salazar (2010: 209-211) ha propuesto supeditar el canal de transmisión al principio general de economía. Con ello, los tres rasgos de diseño relativos a este ámbito podrían quedar sintetizados en uno solo —válido para las LOs, las LSs y la comunicación táctil de las personas sordociegas—, el cual podría formularse de este modo:

205

Transmisión económica. Un código semiótico adoptará prototípicamente el canal de transmisión que, de acuerdo con los condicionamientos sensoriomotores de los usuarios, ofrezca una mejor correlación entre requerimientos energéticos, eficacia comunicativa y compatibilidad funcional con otras actividades. Con esto, puede concluirse que del canal de transmisión no se deriva ningún argumento que cuestione verdaderamente la naturaleza lingüística de las LSs. Ahora bien, con ello no se agotan las dificultades. Debo llamar particularmente la atención sobre el rasgo conocido habitualmente como linealidad o secuencialidad. Dicho rasgo no fue contemplado inicialmente por Hockett, pero sí por otros autores; Serrano (1988 [1981]: 59-60), por ejemplo, lo sitúa en el número 11 de su listado. Dado que su pertinencia en el ámbito de las LSs también ha sido cuestionada, será el objeto de atención de las páginas que siguen. 2. L A LINEALIDAD EN ENTREDICHO En este trabajo emplearé los términos linealidad y secuencialidad como sinónimos a efectos prácticos, pues en realidad la elección de uno u otro depende más de tradiciones académicas que de verdaderas diferencias conceptuales: el término linealidad, de raigambre saussureana, es más caro a la Lingüística europea heredera del estructuralismo, mientras que secuencialidad entronca más bien con la tradición semiótica anglosajona. Una vez hecha esta precisión, cabe definir la linealidad del siguiente modo: Linealidad o secuencialidad. Los mensajes se componen de unidades cuya emisión ha de producirse sucesivamente en el eje temporal. De acuerdo con Serrano (1988 [1981]: 59), esto significa que, dado un conjunto inicial (o conjuntos iniciales) de unidades, los mensajes constituyen «variaciones con repetición sobre los elementos de estos conjuntos de partida». No cabe duda de que el concepto así definido es plenamente aplicable a las LOs, pues, en opinión de Saussure (1987 [1916]: 141-142), constituiría una de las propiedades básicas del signo lingüístico. Es cierto que, incluso desde el seno del propio estructuralismo, surgieron voces críticas a esta idea (por ejemplo, Jakobson 1985 [1959]: 29), pero no pretendían negarla, sino más bien matizarla para evitar eventuales interpretaciones simplistas. En cualquier caso, todo apunta a que la negación de este rasgo en el caso de las LSs tiene una indudable trascendencia de cara a su pleno reconocimiento como realidad genuinamente lingüística. A pesar de eso, dicho cuestionamiento se ha producido en numerosas ocasiones, ya que se 206

ha postulado que las LSs admiten no solo una emisión simultánea de los distintos componentes articulatorios de un signo, sino también una emisión simultánea de dos o más signos. Además, no deja de ser curioso que esta postura haya sido planteada precisamente por parte de especialistas en las LSs, plenamente comprometidos con su aceptación académica. Obviamente, la conclusión a la que llegan es que la linealidad ha de ser excluida de entre los rasgos relevantes del lenguaje. En ese sentido, la situación es esencialmente análoga a la ya comentada a propósito del canal de transmisión. Lo que ocurre es que en este caso el problema es si cabe mucho más complejo. Mientras que en el caso del canal de transmisión las diferencias entre LOs y LSs son evidentes a primera vista, la presencia o ausencia de linealidad en las LSs requiere ya un cierto grado de análisis que no está al alcance de un observador profano; por tanto, los argumentos que se puedan esgrimir resultan menos intuitivos y, a mi modo de ver, también menos convincentes de antemano, pues dependen de la asunción de ciertas premisas teóricas y metodológicas de partida. Asimismo, se hace mucho más difícil encontrar una solución de síntesis —en la línea del rasgo de transmisión económica antes aludido— que supere el antagonismo existente entre la linealidad y la simultaneidad. A la hora de analizar el papel que desempeña la simultaneidad en las LSs, y sus eventuales consecuencias contrastivas con las LOs, hay que partir de la distinción entre la primera y la segunda articulación del lenguaje.[2] Históricamente, las primeras referencias a la condición simultánea de la comunicación visogestual se circunscriben a su segunda articulación, y aparecen ya en la obra fundacional de la moderna Lingüística de las LSs. Stokoe (1993 [1960]: 45) parte de la premisa de que el signo manual de las LSs es el equivalente del morfema de las LOs, pero afirma que ambos mantienen una diferencia esencial: mientras los morfemas orales se producen secuencialmente y, por tanto, deben ser segmentados de acuerdo con el orden de aparición temporal de los fonemas que lo componen, los signos manuales se articulan simultáneamente. Por ello, este autor considera que los componentes de esos signos manuales son susceptibles de un análisis aspectual, pero no cronológico.[3] Apunta hacia una simultaneidad que se desarrolla [2] La doble articulación del lenguaje se popularizó fundamentalmente a partir de Martinet (1949; 1978 [1960]: 20-22), pero lo cierto es que, por los mismos años, Hockett (1971 [1958]: 561-562) incluía esta propiedad, con el término de dualidad (o dualidad de estructuración, según puntualiza Lyons 1977: 71) dentro de su catálogo de rasgos de diseño. Dicho sea de paso, conviene tener en cuenta que queda fuera de toda duda el cumplimiento de este rasgo por parte de las LSs. Al margen de las lenguas naturales, la doble articulación aparece en muy pocos códigos semióticos humanos (cf. Eco 1986 [1968]: 196-212). Por tanto, se trata de un poderoso indicio a favor del carácter lingüístico de las LSs. [3] Esto ha motivado que la teoría fonológica de Stokoe haya recibido tradicionalmente la denominación de modelo aspectual (cf. Fernández Soneira 2008: 19, n. 9). Por lo demás, Stokoe (1993 [1960]: 33) acuña el término querema (en inglés: chereme) como correlato manual del 207

estrictamente en plano propio de la segunda articulación de las lenguas: el nivel fonológico (queremático, en la terminología de Stokoe para las LSs), con unidades carentes de significado por sí mismas. Ahora bien, al menos de manera implícita, se asume que los componentes de la primera articulación (los signos manuales) sí se articulan de manera secuencial. La línea de pensamiento inaugurada por Stokoe fue aceptada sin apenas reservas por la investigación posterior durante bastante tiempo, no solamente por lo que se refiere a la ASL, sino también a otras muchas LSs. Por limitarnos a un botón de muestra, Cavalieri y Chiricò (2005: 196), a propósito de la Lengua de Signos Italiana, asumen como saber mostrenco que los parámetros formativos actúan simultáneamente. En la bibliografía dedicada específicamente a la LSE, la sintonía con esta posición parece también bastante extendida si nos atenemos a referencias tales como la de Rodríguez (1992: 171) y Cabeza (2000: 158). Esta última aporta como novedad el considerar que la simultaneidad de los parámetros formativos tiene su origen en el uso del canal visogestual de transmisión. Coincido con esa opinión, por más que otros especialistas, como Sandler y LilloMartin (2006: 120), postulen que la simultaneidad deriva en primer término de la iconicidad inherente a un amplio número de signos manuales. La simultaneidad de los signos manuales se ha planteado también en el plano de la primera articulación de las LSs, especialmente a partir de la constatación de que en numerosas LSs dos o más órganos articuladores pueden actuar en paralelo como canales de transmisión esencialmente autónomos. Se ha llamado la atención acerca de tres tipos de articulación paralela (cf. Vermeerbergen et al. 2007a: 1-3): simultaneidad manual, simultaneidad manual-oral y simultaneidad con uso de otros articuladores. El primer tipo atañe a la primera articulación cuando cada una de las manos aporta información lo bastante diferente como para considerar que entran en juego dos signos distintos. Particular atención han recibido los casos en que, tras producir un signo, una de las manos (prototípicamente, la mano pasiva) conserva los parámetros formativos correspondientes a la articulación final de dicho signo, mientras que la otra mano continúa con la progresión del discurso. Este fenómeno fue denominado inicialmente perseverancia (en inglés: perseveration) (cf. Miller 1994), si bien posteriormente ha ido ganando terreno un término más metafórico: boya (en inglés: buoy), acuñado por Liddell (2003). El segundo tipo tiene lugar cuando la articulación manual va acompañada de movimientos de la boca, independientemente de que tales movimientos den lugar o no a la producción de sonidos. Cabe encontrar aquí dos subtipos: bien la boca produce fonema. Los queremas serían, pues, las unidades no significativas resultantes de la descomposición analítica del signo manual. El término aspecto, en la terminología de Stokoe, no se refiere a la categoría gramatical manejada habitualmente por la teoría Lingüística, sino a lo que hoy día se conoce como parámetro formativo; es decir, cada una de las variables articulatorias que intervienen en la producción del signo. 208

gestos que se corresponden con la articulación de unidades propias de la lengua oral existente en el entorno, bien produce gestos idiosincrásicos de la lengua de signos en cuestión, sin relación directa con la oralidad. En la investigación sobre la LSE, el primer subtipo suele denominarse boca prestada (en inglés: mouthing), y el segundo boca gesto. Finalmente, la tercera clase de simultaneidad viene representada por el uso de otros órganos articuladores complementarios, tales como la expresión facial, el movimiento de la cabeza, los hombros, el tronco, etc. Todos estos fenómenos constituyen hoy día un amplio espacio de debate e investigación para la Lingüística de las LSs, con un número creciente de estudios, entre los que sobresalen los incluidos en el volumen monográfico editado por Vermeerbergen et al. (2007b). Desbordaría los límites de este trabajo una atención detallada a los tres tipos de articulación paralela antes aludidos. Ahora bien, sí puedo decir que a día de hoy no aprecio ninguna prueba concluyente que demuestre que tales fenómenos establecen una frontera cualitativa entre las LSs y las LOs. Antes bien, diversos indicios apuntan a lo contrario, en el sentido de que tales testimonios de simultaneidad serían correlatos de fenómenos análogos existentes en las LOs. Por ejemplo, hay bastantes evidencias que avalan la idea de que la expresión facial desempeña en las LSs un papel prosódico (Herrero 2004: 161). La actividad oral simultánea a los gestos manuales sería para las LSs lo que la kinésica es para las LOs. Si la comunicación de los oyentes se apoya muy a menudo, y al parecer de manera universal, en movimientos y gestos,[4] no es de extrañar que la comunicación de las personas sordas se apoye, de un modo equivalente, en la oralidad. Por último, es preciso reconocer que la simultaneidad bimanual, y particularmente las boyas, constituyen un problema más intrincado, que enlaza con uno de los temas recurrentes en la moderna Lingüística de las LSs: los clasificadores manuales. Son muchos los estudiosos que sostienen que los clasificadores actúan como morfemas ligados a los signos que acompañan (cf. Herrero 2004), e incluso Wallin (1996) llega a usar la expresión signos polisintéticos para referirse a este tipo de afijación compleja. Aunque es preciso seguir investigando al respecto, cabe pensar que las boyas también admiten una interpretación morfológica, especialmente si se ponen en relación con la categoría gramatical de concordancia. 3. R EPENSAR LA LINEALIDAD De ahora en adelante me centraré en la simultaneidad circunscrita a la segunda articulación, postulada inicialmente por Stokoe (1993 [1960]). Lo expuesto en el [4] A título simplemente de anécdota, traeré a colación aquí un juego de ingenio relativamente popular durante mi infancia. En él los contendientes se solicitan entre sí, por turnos alternativos, definir un determinado concepto sin hacer uso de las manos. Creo que no necesito ponderar las dificultades que eso encierra, al menos en algunos casos paradigmáticos como escalera de caracol. 209

epígrafe anterior sirve, no obstante, para mostrar hasta qué punto ha penetrado en la investigación lingüística de las LSs la idea de que nos hallamos ante sistemas de comunicación esencialmente simultáneos. La doctrina inaugurada por Stokoe (1993 [1960]) empezó a ser puesta en cuestión en ciertos sectores, de manera paulatina, al menos a partir de finales de la década de los setenta. Nuevos elementos de juicio pusieron de relieve que resultaba reduccionista limitarse a sostener la existencia de una oposición dicotómica entre la simultaneidad de las LSs y la linealidad de las LOs. Empezó a constatarse que tanto en las LOs como en las LSs conviven a la vez, en mayor o menor medida, fenómenos simultáneos y fenómenos secuenciales, cuya compleja dialéctica escapa a los análisis que se habían manejado hasta ese momento. Contribuyeron decisivamente a esta profunda revisión no solamente los avances en la investigación de las LSs, sino también, y en no menor medida, las aportaciones de la Lingüística de las LOs, que cuestionó en un sentido convergente el papel asignado tradicionalmente a la linealidad en la producción de mensajes verbales. Antes de seguir adelante, es preciso reconocer que el planteamiento dicotómico que adopta Stokoe (1993 [1960]) tiene una justificación en su contexto histórico. En ese momento, la fonología de las LOs mantenía una concepción eminentemente secuencial -o segmentalista, de acuerdo con Cerdà (1996: 165)-de la combinatoria fonemática. La adopción de tal perspectiva estaba fuertemente condicionada por el hecho de que la Fonología clásica del Círculo de Praga, representada ante todo por Trubetzkoy (1973 [1939]), se apoyaba de manera casi exclusiva en datos empíricos de naturaleza articulatoria, no acústica.[5] La fonología binarista de Jakobson y Halle (1956: 3-51), pese a contemplar ya ciertos componentes de origen acústico, seguía ofreciendo un modelo fonológico prioritariamente lineal. Ahora bien, los posteriores avances de la fonética acústica han permitido la aparición de nuevos modelos fonológicos de carácter no lineal, entre los que figuran la fonología autosegmental y la fonología métrica (cf. Goldsmith 1990; 1995). La llamada teoría de la optimidad (optimality theory) también ha promovido planteamientos no lineales tanto en fonología como en morfología (cf. McCarthy 1981; 1995).[6] Consecuentemente, la Lingüística contemporánea ofrece, en la cuestión que nos [5] Tal circunstancia, por supuesto, no es imputable a Trubetzkoy, pues el acceso a los datos acústicos requiere de un instrumental tecnológico que no llegó a estar suficientemente desarrollado hasta mucho después de su muerte. De hecho, los miembros del Círculo de Praga (1971 [1929]: 35-40), en la segunda de sus famosas Tesis, defendían la prioridad del análisis acústico sobre el articulatorio. Pero, hasta bien entrada la segunda mitad del siglo xx, esto no podía ser más que un desideratum. [6] La morfología no lineal de McCarthy tiene su origen en el estudio de los procedimientos morfológicos genuinos de las lenguas afroasiáticas, como el árabe, que son particularmente problemáticos para la morfología lineal, que se ha apoyado tradicionalmente en datos procedentes de lenguas indoeuropeas. 210

ocupa, un panorama sustancialmente diferente del que conoció Stokoe hace más de medio siglo. La confrontación entre los modelos segmentalistas y los modelos no lineales dista de estar cerrada y nada augura su resolución a corto plazo, pero no es relevante para estas páginas. Lo que me interesa resaltar es que, en el contexto actual, una oposición dicotómica radical entre linealidad y secuencialidad, sin los debidos matices, resulta totalmente anacrónica no ya por lo que se refiere a la caracterización de las LSs, sino también a la de las LOs. Los modelos fonológicos clásicos son, como ya he indicado, eminentemente segmentalistas (y, por ende, lineales), en el sentido de que toman como unidad básica el fonema, segmento mínimo discreto de toda expresión lingüística, con sus correspondientes relaciones sintagmáticas y paradigmáticas. Claro que este planteamiento no impide que se reconozca la existencia de fenómenos fonológicos simultáneos tanto por encima como por debajo del fonema, incluso sin abandonar el dominio estrictamente articulatorio. La fonología praguense lo hizo así desde el principio. Los rasgos suprasegmentales (acento, entonación, velocidad de elocución, etc.), como su nombre indica, quedan expresamente excluidos de la segmentación, entendiéndose que su participación en el discurso es simultánea a la de los fonemas sobre los que inciden. En el ámbito subsegmental (si se me permite el término), las particularidades fónicas (Trubetzkoy 1973 [1939]: 83-136) o rasgos distintivos (Jakobson 1976 [1939]) también fueron entendidos como fenómenos no lineales prácticamente desde los orígenes de la fonología científica, pues responden a diversos parámetros —punto de articulación, modo de articulación, etc.— que intervienen de manera solidaria y simultánea. Por ejemplo, si /p/ se define como fonema consonántico oral,[7] labial, oclusivo y sordo, queda claro que el orden en el que se enumeran esos rasgos distintivos es meramente convencional, y carece de sentido preguntarse cuál es la secuencia en la que intervienen.[8] A mi juicio, estos hechos son plenamente relevantes para el debate que nos ocupa, pues, al margen de las eventuales revisiones teóricas que les sean de aplicación, muestran fehacientemente que la simultaneidad esgrimida como hecho diferencial de las LSs no difiere gran cosa de la que desde hace tiempo se acepta también para la articulación de las LOs. Las aportaciones de la fonética acústica y de los recientes modelos fonológicos refuerzan la línea argumental aquí expuesta. Como muestra, basta con mencionar [7] Obviamente, en el sentido de no nasal. [8] Esta circunstancia tampoco es exclusiva del nivel fónico, pues pueden documentarse situaciones análogas en la gramática y en el léxico. Así, el vocablo Juan debe ser caracterizado como ‘nombre propio’ y como ‘nombre humano’. Ambos rasgos actúan en una recategorización (es decir, una interclasificación simultánea) del nombre, no en su subcategorización. Dicho sea de paso, esta circunstancia es la que invalidó la pretensión del generativismo temprano de hacer derivar el vocabulario terminal de las reglas de rescritura —necesariamente secuenciales— propias del análisis sintagmático (cf., para más detalles, Salazar 1998:139-151). 211

el descubrimiento de diversos indicios acústicos que son captados por el sistema de procesamiento del habla en forma de indicios perceptivos, gracias a los cuales los oyentes somos capaces de reconocer ciertos sonidos, como, por ejemplo, las consonantes oclusivas sordas (cf. Llisterri 1996: 107). En términos estrictamente lineales, la realidad acústica de los sonidos [p], [t] y [k] es idéntica: un breve momento de silencio, por la interrupción del paso del aire a través del tracto fonador. ¿Cómo es posible, pues, reconocerlos y diferenciarlos? Sencillamente, gracias a esos indicios acústicos —y sus correlatos perceptivos— que aparecen como efecto del movimiento de los órganos fonadores en su trayectoria hacia el punto de articulación, en los momentos inmediatamente anteriores a la oclusión; o desde dicho punto hacia otro lugar, en los momentos posteriores. Así pues, el reconocimiento de tales sonidos no se ajusta a una mera segmentación lineal. 4. SECUENCIALIDAD Y ARTICULACIÓN DE LOS SIGNOS MANUALES Los desarrollos de la Lingüística de las LSs también han ofrecido nuevos elementos de juicio acerca de la relevancia de los hechos secuenciales en el funcionamiento operativo de los idiomas propios de las comunidades sordas. Sandler y Lillo-Martin (2006: 120-143) ofrecen una magnífica síntesis. Los primeros indicios de cambio aparecieron a propósito de la nómina de parámetros formativos. Stokoe (1993 [1960]) consideró que para el análisis fonológico (querológico, en su terminología) de la ASL bastaba con tomar en consideración tres parámetros: la configuración de la mano, su posición inicial y su movimiento.[9] Sin embargo, al menos desde la década de los setenta, otros especialistas en dicha lengua observaron que una tipología tan reducida era manifiestamente insuficiente, por lo que había que tomar en consideración nuevos parámetros. Por lo que respecta al tema que nos ocupa, merece destacarse ante todo la aportación de Supalla y Newport (1978), quienes demostraron que el parámetro forma interna del movimiento (en inglés: manner of movement) era relevante fonológicamente en la ASL. Claro que esto conlleva importantes consecuencias. En el modelo de Stokoe, únicamente se tenía en cuenta la oposición ausencia/presencia de movimiento, a partir de la posición inicial de los órganos articuladores. La nueva perspectiva sostiene que la presencia de movimiento debe ser complementada con otros datos: la dirección de dicho movimiento, si la mano permanece estacionaria o no al finalizar dicho movimiento, la trayectoria que describe el órgano que se mueve (recta, curva, oscilatoria…), etc. En definitiva, la articulación de los signos dotados de movimiento conlleva la existencia de tres fases: una posición inicial, una posición final y la actividad que conduce de una a otra. Estas tres fases se desarrollan en el eje temporal y, por tanto, son necesariamente secuenciales. [9] Estos tres parámetros recibieron, respectivamente, los nombres abreviados de Dez, Tab y Sig (cf. Stokoe 1993 [1960]: 83-84). 212

La incorporación de la forma interna del movimiento —en conjunción con otros avances— obligó a replantear por entero la teoría fonológica de las LSs, que se ha sustanciado en la aparición de diferentes modelos alternativos al tradicional modelo aspectual de Stokoe. De entre ellos, son fundamentalmente dos los que han recibido una atención prioritaria en la bibliografía internacional. Por un lado, el modelo mano-grada (en inglés: Hand Tier Model) de Sandler (1989); por otro, el modelo movimiento-reposo (en inglés: Move-Hold Model) de Liddell y Johnson (1989).[10] Las diferencias entre ambos modelos se sitúan en un ámbito bastante técnico[11] y no interesan aquí. Lo principal es que, con diferentes matices, ambos reconocen la existencia de componentes simultáneos y componentes secuenciales en la articulación de los signos manuales, lo que supone, cuando menos, admitir que el diseño de las LSs se muestra sensible al rasgo de linealidad. Por lo que se refiere a la bibliografía dedicada a la LSE, estos nuevos modelos han recibido una atención más bien escasa, aparte de lo relativo a la ampliación de la nómina de parámetros formativos: seis según Rodríguez (1992), siete según Muñoz (2000),[12] etc. En cambio, tal como he indicado con anterioridad, el supuesto carácter simultáneo de todos estos parámetros se ha seguido admitiendo como un lugar común. Una de las pocas excepciones es, precisamente, la de Muñoz (2000: 46-51). Esta autora postula que en nuestro conocimiento de la estructura fonológica de los signos cabe distinguir tres etapas históricas. La etapa inicial estaría dominada por el prejuicio de que los signos manuales son unidades carentes de segmentación interna; la segunda etapa, coincidente con el nacimiento de la moderna Lingüística de las LSs y representada por el modelo aspectual de Stokoe, reconoce que los signos son fruto de la combinatoria de unidades [10] La expresión Move-Hold admite varias traducciones. Personalmente, prefiero una traducción libre, del tipo: móvil-fijo, pero, por no introducir más confusión terminológica, he asumido finalmente la que ofrece Parkhurst (2005). Muñoz (2000) habla de movimientos y detenciones, y no descarto que haya otras opciones. [11] Por ejemplo, el modelo de Sandler plantea una organización jerarquizada de los parámetros formativos, y sigue considerando como prioritarios, sobre cualesquiera otros, los tres identificados por Stokoe (1993 [1960]). Por su parte, Liddell y Johnson reconocen nueve parámetros no jerarquizados, cuya operatividad está condicionada por el hecho de que el segmento fónico en cuestión tenga carácter estático o dinámico. [12] A los tres rasgos reconocidos por Stokoe (configuración, ubicación y movimiento), Rodríguez añade la dirección del movimiento, la orientación de la mano y la expresión facial. La tipología de Muñoz contempla los tres parámetros clásicos, a los que se añade la orientación, la existencia o no de contacto, el plano espacial de articulación y el componente no manual (que no se limita a la expresión facial, pues incluye también componentes orales, movimientos de tronco u hombros, etc.). Otros especialistas se muestran más cercanos a la tipología tradicional. Así, Fernández Soneira (2008: 19-22), en la línea de Engberg-Pedersen (1993), reconoce únicamente cuatro parámetros principales: los tres contemplados por Stokoe, más la orientación de la mano. Entiende que otros posibles parámetros, como la existencia de bimanualidad o de componentes no manuales, desempeñan un papel adicional y en cierto modo secundario. 213

más pequeñas, pero se supone que dicha combinatoria es simultánea, en el espacio, y no secuencial, en el tiempo. La tercera etapa, que sería la contemporánea al momento en que escribe Muñoz (y que, hasta donde llegan mis noticias, se mantiene actualmente), plantea la existencia de una dualidad composicional de los signos, pues convivirían elementos secuenciales y simultáneos en virtud de la pertinencia o no del movimiento. Aunque Muñoz no lo indica explícitamente, todo apunta a que asocia esta tercera etapa con la emergencia y difusión del modelo movimiento-reposo de Liddell y Johnson (1989). ¿Cabría esperar una cuarta etapa? 5. SUPERAR LA DICOTOMÍA, RESALTAR LA CONGRUENCIA Llegados a este punto, debe reconocerse que la investigación ha llegado, al menos aparentemente, a una solución de síntesis que permite superar la vieja dicotomía simultaneidad/linealidad, gracias a que tanto la Lingüística de las LOs como la de las LSs han acercado considerablemente sus posturas iniciales. Por un lado, se reconoce ya de modo general que en la estructura fonológica de las LOs la segmentación lineal convive con factores simultáneos; por otro, se admite que la articulación de los signos manuales contiene una vertiente secuencial vinculada a la aparición del movimiento. Pues bien, debo decir abiertamente que, a mi modesto entender, todos estos avances, con ser muy valiosos, no suponen una solución definitiva al problema en cuestión, por lo que se hace obligado dar un paso más. Si se observa detenidamente, se comprobará que la situación descrita no ofrece una completa simetría para las LOs y las LSs. Para las LOs se postulan, efectivamente, factores que operan simultáneamente, pero sobre la base de que el diseño lingüístico es intrínsecamente secuencial, toda vez que el tiempo es su dimensión dominante. En palabras de Serrano (1988 [1981]: 60), la simultaneidad lingüística aparecería «como un sistema de linealidades paralelas», de forma análoga a como en la música los armónicos dotan de cromatismo sonoro a una melodía. Frente a eso, lo que se ha postulado para las LSs es más bien la existencia de un diseño doble, con una vertiente secuencial y otra simultánea —relativamente autónomas— que actuarían de manera alternativa, de acuerdo con el carácter estático o dinámico de los signos articulados en cada caso. Aquí la analogía no es tanto con la música como con ciertas novelas gráficas que se construyen mediante una combinación de imágenes (simultáneas) y textos (secuenciales). ¿Se ajusta a la realidad esta presunta diferencia entre las LOs y las LSs? A mi juicio, no, y considero que la causa estriba en que la idea de un doble diseño para las LSs resulta inadecuada, e impide la correcta caracterización de tales sistemas lingüísticos. El modelo movimiento-reposo de Liddell y Johnson (1989), al que me he referido anteriormente, constituye solo una parte —la correspondiente al nivel 214

fónico— de la elaboración teórica basada en la doctrina más general del doble diseño de las LSs. Ahora bien, dista de ser la única. De hecho, cabe hablar incluso de un paradigma de investigación que toma este planteamiento como punto de partida. En el nivel gramatical, sostiene que la gramática de las LSs combina dos modalidades autónomas de codificación: una propiamente lingüística —congruente con la codificación de las LOs— y otra visual, que no sería lingüística en sentido estricto y que pertenecería en exclusiva a las LSs. Así se desprende de lo expuesto por Liddell (1994; 2000), Liddell y Metzger (1998), Emmorey (1996), Meier et al. (2002) y un largo etcétera.[13] Por más que hoy día este paradigma sea hegemónico en la Lingüística de la ASL —gracias al liderazgo de Liddell— y probablemente también en la de otras LSs, su asunción de la dualidad de diseño resulta sumamente problemática y deja numerosos cabos sueltos. Por ejemplo, en ese marco tienen difícil acomodo las conclusiones a las que han llegado las investigaciones con sordos afásicos, que apuntan a que las áreas cerebrales implicadas en las LSs son esencialmente las mismas que se han identificado para las LOs: área de Broca, área de Wernicke, etc. (Cavalieri y Chiricò 2005: 181). Parece una alternativa mucho más razonable y acorde con los datos psicolingüísticos disponibles (cf. Levelt 1989) plantear una única modalidad de codificación para las LSs, y situar en el plano de la emisión las singularidades derivadas del uso del espacio, deslindando la organización subyacente de la materialización física. Eso encaja, por lo demás, con recientes propuestas teóricas como la de Hengeveld y Mackenzie (2008: 8-9). Obviamente, una propuesta de este tipo implica asumir la plena congruencia de las LOs y las LSs, y, por ende, abandonar la doctrina del doble diseño. De forma adicional, pueden detectarse otros aspectos cuestionables. El primero de ellos tiene que ver con la estructura silábica. Liddell y Johnson (1989) establecen un paralelismo entre LOs y LSs que, a mi modo de ver, carece de justificación por sí solo y va demasiado lejos: sostienen que los movimientos coinciden fonológicamente con las vocales (v) y los reposos con las consonantes (c). Según esto, la combinación de movimientos y reposos sería el mecanismo de formación de sílabas propio de las LSs, con los movimientos como núcleos silábicos y los reposos como márgenes. Con ligeras variantes, este planteamiento ha sido desarrollado por Brentari (2002), y Parkhurst (2005) lo ha aplicado al estudio de la LSE. Lo que ocurres es que estos autores no parecen conceder la debida importancia al hecho de que el movimiento no es un rasgo general, pues hay numerosos signos que carecen de él. ¿Las sílabas estáticas, formadas por un único reposo, carecerían entonces de núcleo silábico?[14] Además, habría que asumir al mismo tiempo que [13] Cogill-Koez (2000) adopta una postura más radical, al defender que las LSs hacen uso de dos códigos, uno visual y otro lingüístico, con gramáticas independientes entre sí. [14] Probablemente por este motivo, Brentari (2002: 44) llega a afirmar que cualquier signo 215

todos los signos manuales son monosilábicos y que no caben más que dos posibles estructuras silábicas: C —sílaba formada por una sola consonante para los signos sin movimiento— y CVC —sílaba con núcleo vocálico y márgenes consonánticos anterior y posterior— para los signos dinámicos. Como mínimo, hay que admitir que tales conclusiones resultan a todas luces contraintuitivas. Frente a eso, los estudios de Ángel Herrero y su equipo, destinados a desarrollar un sistema de escritura alfabética para la LSE, han ofrecido un modelo fonológico secuencial con un enfoque de la estructura silábica mucho más satisfactorio. Además, no necesita apelar a la dualidad de diseño y refuerza la idea de congruencia entre LOs y LSs. Para Herrero, el núcleo silábico de los signos manuales viene dado por la configuración, un parámetro general que, a diferencia del movimiento, no admite una opción cero (es impensable un signo con ausencia de configuración), y aporta una especial carga distintiva. Los demás parámetros estáticos (orientación, ubicación, bimanualidad, etc.) actuarían como márgenes silábicos de la configuración. Dentro del movimiento habría que distinguir diversos tipos y factores. Por lo que se refiere en concreto a los movimientos direccionales, que implican un cambio de ubicación del órgano articulatorio, son entendidos en este modelo como un mecanismo de transición entre sílabas, al igual que el movimiento que permite pasar de un signo a otro cuando tienen ubicaciones distintas. En realidad, no es más que la versión gestual de lo que hacen los órganos móviles del tracto fonador. También la lengua y los labios deben moverse para articular las diferentes sílabas orales. Es decir, los signos manuales dotados de tal movimiento serían considerados bisílabos, frente a los signos monosílabos, carentes de tal movimiento. Si el movimiento direccional va acompañado de cambio de configuración, las sílabas contarán con núcleos diferentes (vocales distintas, en la analogía con las LOs, como en pa-to); en caso contrario, ambas sílabas contarían con el mismo núcleo (como en pa-ta) (cf. Herrero y Alfaro 1999; Herrero 2003). Esta línea de investigación me parece mucho más prometedora que la representada por el modelo movimiento-reposo, y es muy de lamentar que hasta ahora no haya recibido en la esfera internacional la atención que merece. Otro aspecto cuestionable en el modelo movimiento-reposo es que equipara biunívocamente la secuencialidad articulatoria con el parámetro de movimiento, cuando lo cierto es que cabe documentar otras posibilidades. En concreto, puede comprobarse fácilmente en la LSE que existe una secuencia articulatoria no marcada para los signos en los que la mano activa interviene sobre la mano pasiva, la cual tal vez sea universal o, al menos, común a muchas LSs. Dicha secuencia constaría de tres etapas, a saber: 1) Configuración y ubicación orientada de la mano pasiva. manual necesita, para su buena formación, algún tipo de movimiento. A mi modo de ver, acierta en el diagnóstico, pero yerra en la solución. 216

2) Configuración y ubicación orientada de la mano activa, entablando contacto con la mano pasiva en caso de que sea requerido. 3) Movimiento. Como ejemplo de esta secuencia, puede traerse a colación el signo carácter, tal como figura en el Diccionario de Pinedo (2000: s. v. carácter). El signo es ilustrado mediante cuatro fotografías. En la primera, la signante tiene su mano pasiva —la izquierda en este caso— plenamente configurada, ubicada y orientada; en la segunda, la mano activa (configurada y orientada) se dirige hacia su ubicación; en la tercera, la mano activa ya está en su ubicación definitiva y en contacto con la mano pasiva; por último, la cuarta fotografía reproduce la precedente, pero con la adición sobre la mano activa de un icono —una flecha orientada en ambos sentidos ()— que representa un movimiento oscilatorio. Repárese en que lo decisivo para la aparición de esta secuencia no es tanto el movimiento como la bimanualidad. El movimiento es simplemente uno más de los parámetros implicados, al igual que la configuración, la orientación y la ubicación (esta última, con o sin contacto), y es el último en hacer acto de presencia. También es importante advertir que se trata de un hecho secuencial propio de las LSs, motivado por el uso de las manos como órganos articuladores en el espacio tridimensional. No guarda ninguna dependencia ni analogía directa con los mecanismos articulatorios propios de las LOs, lo cual viene a demostrar que no solo la simultaneidad, sino también la secuencialidad, cuenta con manifestaciones genuinas en la comunicación visogestual. O, dicho de otro modo, la simultaneidad se manifiesta en las LSs y en las LOs de manera parcialmente común, pero también parcialmente diferente, en virtud de las condiciones materiales de sus respectivos procedimientos de emisión. Pero, al igual que ocurría en el caso del canal de transmisión, las diferencias responden a meros ajustes operativos al medio. ¿Qué necesidad hay, pues, de plantear un doble diseño para las LSs, y, por ende, una diferenciación de las LSs, respecto de las LOs? A mi juicio, ninguna, y, mientras sus partidarios no ofrezcan argumentos más sólidos, me parecerá una hipótesis trivial que ayuda muy poco a la plena normalización de la Lingüística de las LSs. 6. CONCLUSIONES Sin ánimo de dar por concluido un debate que sigue teniendo múltiples ramificaciones, espero al menos haber ofrecido algunas líneas de reflexión acerca del papel de la linealidad en el diseño lingüístico en general, y de las LSs en particular. A la luz de los argumentos considerados, creo haber puesto de relieve que estamos ante un rasgo relevante que no puede ser omitido ni desechado en 217

la caracterización del lenguaje humano. En ese sentido, es muy diferente de la transmisión vocal-auditiva, que, como hemos visto en la introducción, no deja de ser un hecho contingente, por más que sea el de más inmediata constatación en las LOs. Stokoe (1993 [1960]) subrayó ante todo la interacción simultánea de los parámetros formativos de los signos, oponiéndola a la linealidad de las LOs. Nació de ello una creencia que se extendió hasta el punto de convertirse en un lugar común, según la cual las LOs y las LSs presentan una dualidad dicotómica en cuanto a su diseño: las primeras tendrían una articulación secuencial que opera en el tiempo; las segundas, una articulación simultánea, en el espacio. A tenor de lo visto aquí, queda clara la inadecuación empírica de ese enfoque, que hoy día resulta insostenible por más que siga siendo moneda corriente en la bibliografía. Nadie duda de que en las LSs hay importantes hechos caracterizados por la simultaneidad, que atañen tanto a la primera como a la segunda articulación, pero es que también los hay en las LOs, con similitudes más que considerables. Por eso, los desarrollos recientes de la Lingüística de las LSs admiten que la secuencialidad es algo inherente a la articulación de los signos manuales, pues el movimiento, con las variables a él asociadas (forma interna, dirección, etc.), tiene un papel determinante, que además condiciona las relaciones que mantienen entre sí los distintos momentos estáticos. El problema es que, al menos hasta ahora, la opción mayoritaria pasa por mantener en planos autónomos los componentes secuencial y simultáneo de la articulación, postulando con ello un doble diseño para las LSs: lingüístico para lo lineal y no lingüístico para lo espacial. En estas páginas he mostrado cómo no encuentro ningún motivo para asumir tal supuesto, y sí varios para desecharlo. Me atrevo incluso a concluir que, en relación con el rasgo de linealidad, no hay diferencias cualitativas que cuestionen una esencial congruencia entre las LOs y las LSs. Soy consciente de que con eso me aparto de la corriente dominante entre los principales especialistas en LSs. El tiempo dirá quién está en el error. En el fondo, estoy convencido de que este debate rememora, en un nuevo contexto, viejas diatribas. Durante el Barroco, los teóricos de la música discutían sobre si en las composiciones primaban las relaciones simultáneas o las secuenciales, en virtud de que se concediera más valor a la armonía o a la melodía. Esa discusión sería hoy día totalmente anacrónica; no necesariamente porque se conceda la prelación a la melodía, sino porque se asume que la armonía es mucho más que mera simultaneidad; solo adquiere su pleno sentido cuando los acordes se prolongan y se alternan en el tiempo; la armonía musical no se nos aparece como un suceso, sino como un proceso. Esta percepción cronológica lo condiciona todo, y determina que sea la linealidad, y no la simultaneidad, la que marque la impronta semiótica definitiva. Por usar nuevamente la feliz expresión de Serrano 218

(1988 [1981]: 60), estamos ante «un sistema de linealidades paralelas». Exactamente igual que el lenguaje humano. Por idéntico motivo, nadie calificaría al cine de arte no lineal —equiparándolo a la fotografía o la pintura— por el hecho de que en cada secuencia convivan multitud de variables simultáneas: encuadre, luminosidad, vestuario, efectos sonoros y visuales, actividad verbal y no verbal de los actores, etc. Sabemos que todas esas variables conviven en paralelo con el fin de construir una realidad más compleja que las engloba: el discurso fílmico, cuya secuencialidad es una evidencia empírica. Entonces, ¿por qué no se adopta la misma perspectiva para las LSs? ¿Por qué se duda de su naturaleza secuencial, y se sigue considerando que en ellas la simultaneidad actúa como un hecho diferencial?

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