Privatización estatal como despojo comunitario a favor de la oligarquía. El caso de la concesión de Japdeva, Costa Rica

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La concesión de Japdeva ¡qué bonito negocio! Ernesto Herra Castro Licenciado en Sociología

El día martes primero de setiembre del presente año, leí, en el periódico La Prensa Libre, declaraciones del señor Francisco Jiménez, presidente ejecutivo de Japdeva, en las cuales señala que el 70% o 75% del presupuesto de Japdeva se destina al pago de salarios lo cual, según afirma él, es uno de las principales limitantes para realizar inversiones en el mejoramiento de la infraestructura existente. Además de lo anterior, el señor Jiménez señala textualmente: “necesito convertir a Japdeva en una empresa moderna en que no más del 30% o 35% se destine al pago de salarios, que se pueda invertir en infraestructura, tecnología y servicios”. A partir de lo anterior me gustaría hacer algunos señalamientos. Primero, el señor Jiménez lo que hace en estas afirmaciones es dejar claro que bajo la actual lógica neoliberal, en la que ha operado el país durante los últimos 25 años, el Estado ha dejado de tener capacidad de mantener siquiera la plataforma estratégica que permitió, durante varias décadas, generar parte importante de las entradas de dinero a las arcas del Estado con que se financió la infraestructura social con que operó el país en el modelo de desarrollo anterior. Si bien, ese modelo no había logrado disminuir las asimetrías sociales existentes para entonces, la actual lógica de concesiones, por no llamarlas privatizaciones como claramente hay que llamarlas, significó el nacimiento de los nuevos pobres, pero sobre todo de los nuevos ricos. El científico social Carlos Sojo, señaló que durante la época de ajuste el 20% más rico del país se apropió del 50% del ingreso nacional, mientras que el 20% más pobre sólo del 4% (Ruiz, 2001: 139-140). ¿Pero cómo se explica la aparición de estos nuevos ricos en el país? Según Martínez (2005) el 95% de la acumulación de capital a nivel mundial se financia con ahorro interno de los estados nacionales. Este ahorro interno lo que significa es que, mientras las y los costarricenses pagamos ya hace mucho tiempo la plataforma portuaria nacional, la mantenemos y se ha demostrado que es un excelente negocio, además de ser estratégico para el país, hay una cúpula política y empresarial que ha encontrado muy sencillo traducir esa ganancia pública en una ganancia privada financiada por terceros. En esta lógica, las y los costarricenses, hemos visto desaparecer de nuestras manos compañías de cemento, trenes, bancos, empresas de agroquímicos, aeropuertos, puertos marítimos, sólo para mencionar algunos. Además de lo anterior, hemos visto decaer las condiciones en las que operaron, por muchos años, las instituciones del Estado encargadas de garantizar el acceso y la calidad a las necesidades básicas más esenciales (educación, techo, salud, trabajo). Lo anterior se da, principalmente, porque en el deterioro de las instituciones del Estado, esa misma cúpula política y empresarial, que

hoy quiere enriquecerse aún más con la privatización de Japdeva, encontró la fórmula de suplirle al Estado las necesidades que este mismo sector había propiciado. Lo que el señor Jiménez también claramente señala es que la riqueza proveniente de los patronos, en este caso los futuros concesionarios de Japdeva, proviene de la sobreexplotación de los trabajadores. La lógica, según señala Jiménez, es que los concesionarios recontraten a 210 de los empleados viejos de Japdeva, quienes han sido entrenados, capacitados y pagados por las y los costarricenses en la administración y operación de este puerto, y pasen a manos privadas sin resarcirle un cinco al Estado por lo anteriormente señalado, mucho menos a las y los trabajadores. Según afirma Jiménez, el excedente generado por los concesionarios se utilizará, entre otras cosas, para la modernización del puerto. Se le olvida señalar al señor Jiménez señalar que la historia nos ha enseñado que en las concesiones de obra pública nos dejaron trenes viejos de más de cien años que nunca más se pudieron utilizar, al mismo tiempo que nuestros recursos se esfumaron hacia otros países, principalmente Inglaterra, en tiempos en que este país administró la red ferroviaria (lo anterior sólo con fines ilustrativos, ya que se podría señalar varios otras decenas de casos sin mayor esfuerzo). La lógica establecida por Jiménez básicamente señala, que si los concesionarios van a hacer el “esfuerzo” de “modernizar” la infraestructura con la cual van a apropiarse de la riqueza producto de la utilización de un puerto que es de todas y todos los costarricenses, deben tener los recursos para hacerlo. Pues bueno, básicamente lo que el señor Jiménez está planteando es cobrarnos a las y los costarricenses por que otros establezcan un negocio en lo que nos pertenece a todas y todos. Para cerrar me gustaría reconocerle al señor Jiménez la sensatez con la que dice que si Japdeva no se concesiona estará destinado a la quiebra inminente. Una vez más me gustaría repetir lo anteriormente expuesto y es que, en esta lógica neoliberal, los nuevos ricos han desmantelado la plataforma institucional de la que nos beneficiamos durante muchos años las y los costarricenses para apropiársela unos pocos. Japdeva quebrará no por los sindicalistas, ni lo que han señalado como su “avaricia”, tampoco por no concesionarla, quebrará porque en este modelo de desarrollo el Estado ha perdido la capacidad de enfrentar sus costos de operación, para producir lo que consume, porque, de todos modos, lo que consume lo trae de afuera. Ese también es parte del negocio. Gracias al señor Jiménez hoy nos queda más claro que la concesión de Japdeva es un bonito negocio.

Citas bibliográficas: Martínez, Osvaldo (2005) Neoliberalismo, ALCA y libre comercio. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, Cuba.

Ruiz, Ángel (2001) El destino de Costa Rica y la educación superior. El escenario histórico del país, la educación y el papel de la Universidad. Editorial Universidad de Costa Rica. San José, Costa Rica.

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