Presente y futuro de una arqueología carpetana

September 13, 2017 | Autor: G. Ruiz Zapatero | Categoría: Archaeology, Iron Age
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Descripción

Presente y futuro de una arqueología carpetana

Resumen Se presenta un breve estado de la cuestión sobre la situación presente de la arqueología carpetana, en la Segunda Edad del Hierro, en el centro de España. Se apuntan los principales problemas que ha tenido su desarrollo en las últimas décadas y se ofrecen algunas ideas en torno a las líneas más prometedoras: visualización de la cultura material, comprensión del patrón de poblamiento y análisis de las identidades en la Edad del Hierro. Palabras clave Arqueología, Carpetanos, Segunda Edad del Hierro, estado de la cuestión, historiografía, perspectivas de futuro Abstract In this paper a state of the art on Carpetanian archaeology (Late Iron Age in central Spain) is offered. The main problems of its development are discussed along the last decades and finally we present some new issues related with the most fruitfull research avenues: visualization of material culture, understanding of settlements patterns and exploration of Iron Age identities. Key words Archaeology, Carpetanians, Late Iron Age, state of art, historiography, future perspectives.

Presente y futuro de una arqueología carpetana

Gonzalo Ruiz Zapatero*

1. La investigación arqueológica de la Edad del Hierro La historia de la arqueología no ha gozado de gran aprecio en España hasta hace poco más de veinte años (Ruiz Zapatero 2011a). En consecuencia cabe imaginar que la historia de la investigación sobre la Edad del Hierro no ha sido realizada y de hecho, más allá de introducciones generales en monografías y algunas observaciones en estudios historiográficos más amplios, no contamos con un verdadero estudio de estas características. Y sin embargo comprender bien la historiografía tiene un gran valor porque sencillamente es un requisito imprescindible para interpretar los datos arqueológicos (Collis 2013: 49 ss., Hingley 2011). La historiografía ilumina los marcos teóricos y metodológicos que manejamos y permite comprender el entramado conceptual de la arqueología contemporánea más allá de las simples historias narrativas de cómo ha discurrido la investigación (Sharples 2011). Sin embargo, una aproximación básica a una historia de la arqueología de la Edad del Hierro española podría articularse en torno a una serie de hitos claves en la construcción del conocimiento sobre este periodo final de la Prehistoria. Así creo que se pueden establecer tres grandes innovaciones que abren otros tantos períodos historiográficos. El primero se iniciaría con las pioneras elaboraciones de secuencias crono-culturales en las décadas de 1920 y 1930 por parte de Bosch Gimpera y otros arqueólogos siguiendo los principios del * Departamento de Prehistoria. Universidad Complutense de Madrid.

paradigma histórico-cultural y los esquemas centroeuropeos. El segundo periodo se abriría con las síntesis modernas de Schüle (1969) y Almagro Gorbea (1974 y 1977), a finales de los años 1960 y primeros 1970, y supuso la ordenación de una gran cantidad de datos e información acumulada en la etapa anterior. Los trabajos del propio Almagro Gorbea y buena parte de discípulos suyos a lo largo de las décadas posteriores (1980 y 1990), en su mayoría tesis doctorales sobre grupos y pueblos de la Edad del Hierro del ámbito céltico –algunos impregnados de influencias procesuales– representan la continuidad de esta fase de madurez de los estudios sobre la Edad del Hierro. Finalmente, el último periodo se podría individualizar, desde los primeros años del presente siglo, por la introducción de las propuestas postprocesuales en la arqueología de las sociedades peninsulares del Hierro (Gonzalez Ruibal 2006-7) y la apertura de la agenda investigadora a cuestiones presentes en tradiciones principales europeas (mainstreams) como la británica o la francesa, que habían permanecido inexploradas en las etapas anteriores; en definitiva una mayor internacionalización de este campo y conexión con los desarrollos de los estudios de la Edad del Hierro en Europa. Además la Edad del Hierro en España aunque ha contado con muchas intervenciones arqueológicas y claramente constituye un subcampo de la arqueología española –y uno importante–, no ha conseguido, en mi opinión, trascender la arqueografía regional y configurarse como una auténtica sub-disciplina en el sentido estricto del término (Sharples 2011: 669-70).

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Es verdad que la separación de estudios de Prehistoria antigua (Paleolítico) y reciente (Neolítico, Calcolítico, Edad del Bronce y Edad del Hierro) hunde sus raíces en el s. XIX aunque claramente la Prehistoria tardía emerge en las primeras décadas del s. XX. Las cátedras de Bosch Gimpera, en la universidad de Barcelona (1917) más interesado en la Prehistoria reciente, y Obermaier en la universidad de Madrid (1922) más volcado al estudio del Paleolítico simbolizan bien ese primer momento de separación. Tras el exilio de Bosch Gimpera en 1939 los Profs. Almagro Basch (Madrid) y Maluquer (Salamanca-Barcelona) sentaron las bases de la arqueología del Hierro en las áreas céltica e ibérica y el Prof. Tarradell (Valencia-Barcelona) hizo lo propio con el mundo ibérico y las colonizaciones mediterráneas. Los alumnos de los tres ocuparon muchas plazas en universidades y museos en la década de 1970 y han sido quienes conformaron las especialidades por periodos que permanecen hasta hoy día. Pero aunque la Edad del Hierro y las colonizaciones han sido una de las aproximaciones arqueológicas que ha suscitado más atracción la configuración de una sub-disciplina exige la existencia de otros elementos fundamentales como planes de estudio universitarios, reuniones y congresos especializados, grupos de investigación y publicaciones periódicas o series que den visibilidad a la especialidad. Y en le caso español la Edad del Hierro no ha contado con un reconocimiento diferenciado –como les sucede a los otros subcampos– en los planes de estudio muy generalistas en la universidad española –habitualmente dentro de las licenciaturas de Historia– que solo en 2009 /10 ha visto la creación de los primeros grados de arqueología (Ruiz Zapatero 2010) pero seguimos sin reflexionar sobre como enseñamos la Edad del Hierro (Collis 2008) y sin contar con cátedras especializadas como sucede en otros países europeos (Collis 2008: 77, Demoule 2013). Las reuniones y congresos se mantuvieron casi exclusivamente con los Congresos Nacionales de Arqueología desde finales de los años 1940 a la década de 1970 si exceptuamos los Simposios de Prehistoria creados por el Prof. Maluquer. Solo en las últimas tres décadas se ha producido una atomización de congresos y reuniones pero ninguno centrado en la identidad de la Edad del Hierro de toda la Península ibérica. Algo parecido puede decirse de las revistas especializadas o las series de arqueología que carecen de una clara especialización. Y para mayor desvertebración la Edad del Hierro ha mantenido diferenciados y separados los ámbitos céltico e

ibérico, como puede verse en cualquier manual desde la Etnografía de la Península Ibérica de Bosch Gimpera (1932) a De Iberia a Hispania (Gracia Alonso 2008) o en el caso de las reuniones monográficas. La mejor expresión de todo ello es que no hay una síntesis de la Edad del Hierro española que ofrezca un enfoque temático al estilo anglosajón (p.e. Hill 1995). En otras palabras la especificidad de la Edad del Hierro española con los rasgos típicos de una sub-disciplina ha estado bastante desdibujada. Con todo, es cierto que los trabajos académicos, especialmente las tesis doctorales, y los congresos y reuniones ejercen un control de la especialidad y de alguna manera ayudan, por un lado a mantener los estándares generales de la especialidad y por otro, a controlar el desarrollo de nuevas ideas (Sharples (2011: 670). Por otra parte, el crecimiento de las arqueologías de los pueblos de la Edad del Hierro, nuestro verdadero eje vertebrador del periodo, ha profundizado en la autonomía de cada área; de forma que la arqueología celtibérica, vaccea, vettona, astur, galaica, cántabra, lusitana o carpetana –por señalar solo las más importantes del ámbito céltico– han aumentado sus reuniones, exposiciones y publicaciones específicas, probablemente reflejando en alguna medida las limitaciones impuestas por las Comunidades Autónomas (Martínez Díaz 2002). Y de hecho, esas arqueologías de los pueblos prerromanos se han convertido en las verdaderas entidades de estudio e investigación aunque al mismo tiempo casi han anulando las necesarias visiones globales y de conjunto. Lamentablemente en el territorio de lo que será la Carpetania a finales de la Edad del Hierro la investigación arqueológica realizada ha sido tardía y con limitaciones diversas, principalmente derivadas de la ausencia de proyectos importantes y el predominio de las intervenciones preventivas escasamente publicadas (Ruiz Zapatero 2009b). En cierto modo como bien ha señalado A. Dávila (2007) recientemente la Edad del Hierro carpetana es “una historia a medio contar”. O si se quiere una arqueología a medio contar que necesita un desarrollo más vigoroso, con más proyectos de continuidad, más estudios arqueométricos y con enfoques teóricos más robustos y conectados con las agendas investigadoras europeas actuales. La arqueología de la Edad del Hierro madrileña nace tardíamente en los años treinta del siglo pasado con Pérez de Barradas (1936) y a lo largo de casi cuarenta años apenas crece conceptualmente, ya que sólo se publican noticias sueltas de hallazgos y trabajos

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de pequeñas intervenciones arqueológicas (Urbina 2001: 201-202, Ruiz Zapatero 2009b: 188-89, de Torres 2013). Las dos últimas décadas han contemplado algunos cambios importantes: crecimiento de los hallazgos casuales, las primeras excavaciones de cierta envergadura, los primeros ensayos de síntesis modernas (Blasco et al. 1980, Blasco y Lucas 2000, Valiente 1987), culminados en la monografía de Jorge de Torres (2013) La Tierra sin límites y finalmente, el fuerte aumento de las intervenciones de urgencia ligadas al desarrollismo madrileño de la construcción y las grandes obras de infraestructuras. Pero en lado negativo hay que señalar que apenas se han celebrado congresos y reuniones, que existen pocas revistas y series de arqueología, que no contamos con un solo yacimiento de la Edad del Hierro extensamente excavado, bien publicado y convertido en yacimiento visitable y que las publicaciones de las intervenciones son escasas y generalistas. El estado del registro arqueológico disponible sigue siendo muy pobre, la enumeración de limitaciones es amplia: falta de excavaciones en extensión, carencia de estratigrafías, pocas necrópolis excavadas y bien publicadas, áreas mal conocidas con pocas prospecciones extensivas y un elenco reducido de dataciones radiocarbónicas. De alguna forma, la arqueología carpetana ha sido una arqueología un tanto abandonada, desestructurada, y encerrada en si misma. Como he señalado en otro lugar (Ruiz Zapatero 2009b: 188-190) los problemas de la arqueología en el área carpetana son de distinta índole y se puede resumir así: 1) La escasa tradición y continuidad de las instituciones arqueológicas madrileñas salvo algunos casos como la Universidad Autónoma de Madrid durante los últimos decenios (Mena y Méndez 2002: 202 ss.) y más recientemente el Museo Regional de Arqueología de la Comunidad de Madrid. 2) La dependencia muy alta de hallazgos casuales y de intervenciones de urgencia –casi sin publicaciones– y paralelamente muy pocos proyectos de investigación a medio y largo plazo, lo que ha supuesto serias limitaciones en el registro arqueológico disponible. 3) El mundo carpetano y sus raíces no cuentan con un registro arqueológico espectacular y ello ha inhibido en cierto modo su investigación. Ha sido una región más receptora de influencias llegadas de otras áreas pero apenas se ha extendido y proyectado culturalmente en los territorios limítrofes.; fue un mundo bastante cerrado sobre sí mismo (Carrobles 2007). 4) Lo carpetano, a diferencia de lo

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sucedido con otros grupos prerromanos (Ruiz Zapatero 2006), no ha jugado un papel identitario en la construcción de la identidad autonómica y por ello ha sido poco valorado dentro de la propia historia regional y por las instituciones madrileñas y de otras Comunidades Autónomas. 5) Las aproximaciones teóricas y metodológicas han adolecido del problema general de la arqueología del Hierro peninsular: escaso interés y desarrollo por nuevas aproximaciones, especialmente de las arqueologías procesual y postprocesual anglosajonas (Haselgrove et al. 2001, Moore y Armada 2011: 42-56 y Wells 2011). Y por último, 6) Las fronteras invisibles levantadas por la gestión arqueológica de las Comunidades Autónomas (Martínez Díaz, 2002) han transformado los límites autonómicos en barreras –inconscientes e indeseadas pero barreras al fin y al cabo– para la propia investigación arqueológica. Las visiones integradas a nivel regional y los proyectos conjuntos implicando a más de una Comunidad Autónoma brillan por su ausencia. Los problemas de la Edad del Hierro del centro peninsular esbozados más arriba pueden resumirse en la afirmación de que dentro del paradigma históricocultural dominante en nuestra Protohistoria hemos carecido de un registro arqueológico amplio, sólido y bien documentado, lo que ha obligado a construir esquemas teóricos crono-culturales dependientes de datos de otras áreas (Urbina 2001: 210) y ello ha impedido prestar atención a aproximaciones y modelos interpretativos novedosos. Parece que, de alguna manera, la pobreza del registro arqueológico de la Edad del Hierro carpetana ha implicado una cierta miseria teórica de su arqueología (Ruiz Zapatero 2009: 189). Una comprobación de esta situación puede verse claramente reflejada en un análisis comparativo entre publicaciones recientes de la Edad del Hierro en Gran Bretaña y en España, concretamente en el territorio carpetano (Ver Fig. 1). He elegido para efectuar un chequeo de los temas abordados por la investigación arqueológica británica dos publicaciones recientes y representativas de la arqueología de la Edad del Hierro británica: el libro editado por C. Haselgrove y T. Moore (2007a) The Later Iron Age in Britain and Beyond, una gran síntesis con contribuciones de los mejores especialistas y el último Iron Age Research Student Seminar, el 15th Iron Age Research Student Symposium Southampton celebrado en 2012 (https://iarss.soton.ac.uk/), como exponente de los intereses de los más jóvenes investigadores de la

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Fig.1.- Comparativa de la importancia concedida a temas tratados en una muestra reciente de publicaciones británicas y españolas sobre la Edad del Hierro.

Edad del Hierro. Para el caso español –y más concretamente del ámbito carpetano– he seleccionado los dos volúmenes de Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania (Dávila 2007a) y las propias aportaciones presentadas a este congreso (Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, 12-14 marzo de 2013) como buenos indicadores del tipo de estudios que se realizan en la arqueología carpetana. El análisis comparativo por temas y número de contribuciones o artículos, por encima de las diferencias cualitativas de las dos muestras, revela varias puntos interesantes: 1) la importancia y valor de los estudios de paisaje en la Edad del Hierro británica (6 ensayos) y su ausencia total en la muestra española reflejan la realidad de intereses diferenciados en las dos tradiciones. 2) en el lado británico destaca la fuerte concentración de trabajos en temas de sociedad (8 en total), deposición estructurada y simbólica de materiales en contextos arqueológicos (7 trabajos) y sobre distintos aspectos de construcción de identidades (3 ensayos), mientras que no hay ni un solo ensayo de parte española que aborde estos tres temas. 3) por el contrario los temas de asentamientos, es decir presentación / descripción de yacimientos y estudio de materiales arqueológicos son los dominantes por parte española, en el primer caso con

16 trabajos y en el segundo con 12 estudios, lo que revela el fuerte carácter descriptivista de la arqueología española centrada en los sitios y sus materiales, temas que apenas cuentan con unas pocas contribuciones en el caso británico. 4) los temas de poblamiento, economía y enterramientos, en cierto modo menores – en cuanto que no constituyen campos fuertes en las muestras elegidas– resultan relativamente equivalentes en las dos tradiciones y 5) en la muestra británica el arte cuenta con alguna representación lo que no sucede en el lado español y lo mismo pero al revés sucede con el estudio del proceso de romanización. Las diferencias de orientación temática (Fig. 1) entre la tradición arqueológica del Hierro británica y la española son muy claras y creo que, en líneas generales, expresan bastante bien los discursos existentes detrás de las narrativas de la Edad del Hierro británicas –dominadas por temas de orientación procesual y postprocesual (Haselgrove y Moore 2007b, Giles 2012: 24-27)– y los de las españolas fuertemente ancladas en el historicismo cultural con muy pocos estudios elaborados desde otras perspectivas teóricas y otras tradiciones arqueológicas. Son dos Edades del Hierro desarrolladas desde planteamientos muy diferentes y, lo que es peor, en el caso español prácticamente desconocedor

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de que otras arqueologías son posibles. Existen distintas Edades del Hierro y es bueno ser consciente de ello y en la medida de lo posible conocerlas (Hill y Cumberpatch 1995). Y no se trata de reclamar seguidismo y sentir fascinación por lo anglosajón porque sí pero deberíamos reconocer que una mayor apertura y conocimiento de otras tradiciones arqueológicas de la Edad del Hierro –reconociendo la unidad y diversidad de su estudio (Thurston 2009)– resultará beneficiosa siempre que se realice de forma crítica y considerando la especificidad de los contextos de unas y otras regiones europeas (Ruiz Zapatero 2011b: 87-89). La imagen forjada hace tiempo de una Edad del Hierro ibérica atrasada y desvinculada de los desarrollos de otras tradiciones europeas no es hoy ya del todo exacta (Fig. 2) pero debemos todavía realizar más esfuerzos por conocer y manejar las propuestas, ideas y métodos de ricas tradiciones arqueológicas de la Edad del Hierro como la francesa (Brun 2002, Brun y Rudy 2008, García 2014), la italiana (Peroni 1994, Sestieri y de Santis 2000) y por supuesto la británica, sin duda la más imaginativa, sugerente e innovadora.

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2. De la arqueología de la Segunda Edad del Hierro a una arqueología carpetana Desde los años 1930 con el nacimiento de la arqueología de la Prehistoria tardía en las tierras de la Carpetania lo que ha existido ha sido una arqueología de la Edad del Hierro, en la medida en que hallazgos y restos arqueológicos se asignaban a este periodo. Pero décadas y décadas de una arqueología de miras limitadas y acumulando datos poco cualificados solo permitieron una arqueología fuertemente empirista, poco organizada y con pocos sitios excavados con metodología moderna. La Edad del Hiero o mejor todavía la Segunda Edad del Hierro era simplemente un cajón –más bien de sastre– y desde luego uno más de una arqueología tradicional que aspiraba a crear conocimiento mediante el mero acarreo de datos poco contextualizados. El proceso, con ser algo peor y más retrasado que otras áreas de la Protohistoria española, tenia estrechas relaciones con las arqueologías de otros pueblos prerromanos (Salinas 2006). Pero mientras la arqueología de la antigua Celtiberia pasó a ser una arqueología celtibérica con la ayuda de monografías y síntesis (Lorrio 2005

Fig. 2.- Una visión irónica de la tradición española de arqueología de la Edad del Hierro en una dimensión europea y percepción de las tradiciones arqueológicas de la Edad del Hierro como entidades más o menos relacionadas o aisladas.

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y Burillo 2007), yacimientos emblemáticos como Numancia con un gran proyecto dirigido desde hace muchos años por el Prof. Alfredo Jimeno, una serie de exposiciones que arrancaron a finales de los años 1980 y llegan hasta nuestros días y unos simposios sobre los Celtíberos sostenidos por el entusiasmo y constancia del Prof. Burillo desde Teruel, nada parecido sucedió en la Carpetania. Incluso áreas menos definidas, como la Vettonia, también lograron ese proceso de especialización con la aparición de síntesis (Álvarez Sanchís 1999, Sánchez Moreno 2000), exposiciones y algunas reuniones que han ido vertebrando algo parecido a una arqueología vettona. O el centro de la cuenca del Duero con los vacceos que quizás han sido los últimos en llegar, pero también cuenta con indicadores académicos y de investigación que han permitido afirmar recientemente que se ha pasado de una región vaccea a una arqueología vaccea, en buena medida gracias al esfuerzo del grupo de la Universidad de Valladolid centrado en Pintia ((Romero y Sanz 2010; Sanz Minguez 1998; www.pintiavaccea.es). En el territorio carpetano, por un lado la arqueología de empresa, muy activa en las dos últimas décadas, ha ido acumulando excavaciones y publicaciones - estas bastante más escasas - en una región donde no han existido grandes proyectos hasta hace pocos años, lo que ha impulsado algunos estudios generales (Pereira 2007) y algún libro con vocación divulgadora (Salvador Conejo 2012). Por otro lado, la actividad del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid ha dinamizado la investigación a través del proyecto del oppidum de El Llano de la Horca (Santorcaz, Madrid) desde 2001, una buena compilación de muchos de los trabajos de campo recientes (Dávila 2007), la reciente organización de una exposición sobre Los últimos carpetanos (Ruiz Zapatero et al. 2012), la celebración del Primer Simposio sobre los Carpetanos (12-14 marzo 2013) cuyas actas se recogen aquí y la publicación del libro de Jorge de Torres (2013) que representa la primera gran síntesis moderna de la Edad del Hierro en las tierras del Tajo Medio. 3. Mirando al futuro: nuevas aproximaciones al registro arqueológico de los carpetanos Una arqueología dominada todavía por un registro arqueológico pobre precisa, sin duda alguna, mejorar el registro, mejorar la base empírica de datos pero entendiendo que esa tarea no se reduce a simplemente aumentar el volumen de información sino también su

calidad. Eso quiere decir que la investigación futura debe tener preguntas nuevas con las que aumentar las evidencias de la arqueología carpetana siguiendo los principios de nuevas ideas y aproximaciones a la investigación de la Edad del Hierro. Una teoría y metodología arqueológica robustas constituyen la guía y orientación para el trabajo de campo porque, en definitiva, sólo buscamos lo que queremos investigar. Por eso, comprender que excavar no es sólo documentar sino también interpretar y tener estrategias de indagación resulta crucial para mirar al futuro. La arqueología de la Edad del Hierro en Europa esta desarrollando nuevos ámbitos de investigación, nuevas metodologías y nuevas perspectivas teóricas (Brun y Rudy 2008, Cunliffe 2009, Krausz et al. 2013, Haselgrove y Moore 2007, Haselgrove y Pope 2007, Moore y Armada 2011). Y todas ellas son interesantes para cualquier arqueólogo/a, haga el trabajo que haga y lo desarrolle en la institución que sea. Aquí sólo pretendo señalar algunos de esos nuevos ámbitos y métodos de los que la arqueología carpetana del futuro puede sacar provecho. Pensar mejor, pensar con más complejidad teórica y conociendo nuevas metodologías operativas tiene que ser el reto de la próxima generación de especialistas de la Edad del Hierro. A continuación quiero considerar muy brevemente algunas de las áreas de interés futuro para dotar a la arqueología carpetana de una madurez completa. 3.1. La visualización de la cultura material Es evidente que en los mundos de la Edad del Hierro, con iconicidades limitadas, la cultura material y especialmente la decoración embebida en todo elemento material jugaron papeles importantes. Las decoraciones en cerámicas, objetos metálicos, viviendas y algunos otros elementos encerraron códigos simbólicos que adquirían su fuerza y valor en la visualización compartida entre los diferentes individuos de una comunidad o de distintas comunidades. Pero más allá del estudio formal de las decoraciones no ha habido un interés por el propio valor de la visualización de la cultura material en la Edad del Hierro hasta hace muy poco tiempo. El reciente libro de P. Wells (2012) es una notable contribución en este sentido. Wells ha intentado reflexionar sobre cómo se veía el mundo material por las gentes de la Edad del Hierro y cómo podemos elaborar estrategias investigadoras para acercarnos a la percepción que tuvieron las gentes de hace más de 2000 años de sus mundos materiales.

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Así, si lo utilizamos como ejemplo, cualquier aproximación a las formas y decoraciones cerámicas de la Edad del Hierro debería pensar en la cadena operativa de la producción, uso y desecho de los productos alfareros desde la perspectiva de la visualización y sus tiempos, entendidos como la duración de las miradas posibles a las cerámicas. Si contemplamos la cadena operativa alfarera como una sucesión de actividadesmomentos - y sus correspondientes contextos arqueológicos -, se resumiría en los siguientes: 1) extracción y obtención de materiales, 2) producción o elaboración, 3) uso, 4) posible reciclado, 5) desecho como basura y 6) deposición intencional, como por ejemplo su colocación dentro de una tumba. Pues bien cada uno de esas actividades-momentos tuvo en el pasado unos determinados contextos de visualización (Fig. 3). De esa manera la extracción y obtención de materiales resultaría poco menos que de visualización nula o muy baja, mientras que la producción en el taller habría tenido un contexto de visualización que podríamos cali-

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ficar como de cotidiano breve, ya que sería frecuente ver a los alfareros trabajando aunque el tiempo de duración fuera corto. La mayoría de los usos de los recipientes cerámicos, sobre todo en los contextos domésticos, tendría un contexto de visualización cotidiano continuo y largo, tan largo como la vida de los propios recipientes. Por su parte los reciclados de las cerámicas y su tratamiento como basura implicarían contextos de visualización ocasional y breve. Finalmente la deposición deliberada o intencional, en un enterramiento o la ocultación en un depósito, supondrían contextos de visualización excepcional y breve ya que pocas veces se asistiría a la contemplación de esas actividades. Solamente considerando cada contexto arqueológico y las consecuencias de pensar la materialidad desde esta perspectiva visual es como podremos avanzar en el conocimiento de aspectos relevantes. Para tener una idea del potencial de este tipo de aproximación consideraré brevemente las posibilidades que se derivan de un enfoque de esta naturaleza

Fig. 3.- Contextos arqueológicos de la cadena operativa de las cerámicas de la Edad del Hierro y su traducción a contextos de visualización del pasado.

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dentro de un contexto doméstico de utilización de las cerámicas (Fig. 4). El modelo implica considerar cuatro aspectos: 1) una división-ordenación espacial y funcional de la casa, p.e. con áreas de almacenaje, de cocina o procesado de alimentos y de consumo. 2) un reconocimiento de topografías visuales de las distintas cerámicas que, dentro de una aproximación fenomenológica, permite considerar las diferentes visualizaciones posibles de los recipientes en cada parte de la casa, afectadas por condiciones de su ubicación permanente o móvil y por las condiciones de iluminación interior cambiantes. En otras palabras las cerámicas y sus posibles decoraciones serían vistas de diversas formas dentro del espacio doméstico (Wells 2012: 77-82). 3) una clasificación funcional de las cerámicas (almacenaje, cocina y servicio o consumo), con una adscripción microtopográfica y cálculos de número de recipientes de cada clase que permita recomponer ratios relativas de cada tipo de recipiente. La estimación de duración de cada clase de contenedor a través de estudios etnográficos puede ser de gran ayuda por las implicaciones

visuales que tendría este hecho. Y por último, 4) un análisis semiótico de la visualización que cada recipiente tuvo en el interior de la vivienda mientras estuvo en uso. Sin duda alguna el nivel más complejo y difícil pero que una estrategia como la sugerida permitiría abordar. En última instancia una aproximación como la descrita supone pasar de un mero análisis espacial de la distribución cerámica –y todos los demás equipamientos muebles de una vivienda– a una auténtica “ecología doméstica”, integral, una comprensión de los espacios y los elementos culturales desde perspectivas fenomenológicas. Una manera de explorar cómo se percibía el entorno doméstico y cómo se relacionaban fisiológicamente con él. Al menos con el valor heurístico de (re)pensar cómo se organizaron, usaron, funcionaron y percibieron los espacios de vida de las gentes de la Edad del Hierro. Y por supuesto esta misma aproximación puede extenderse a los contextos funerarios (Wells 2012: 13137). Ya que la disposición final de todo el ajuar de una

Fig. 4.- Una aproximación teórica y contextualizada a los contenedores cerámicos desde la consideración de tipos funcionales de recipientes, su ubicación espacial en la casa y las topografías domésticas visuales.

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tumba siguió pautas normalizadas concretas y, de hecho, antes de proceder al cierre del enterramiento la visión de cómo quedaba todo el conjunto funerario sería la última imagen en la retina de los familiares y deudos y amigos que acompañaron el ritual (Fig. 5). Esto supone reclamar el valor visual de una ceremonia funeraria que, en sentido estricto, sólo queda potencialmente recuperable en el registro arqueológico de cada tumba. La dimensión visual del conjunto funerario es la única que nos puede permitir acercarnos a una parte de la visualización total del ritual y en consecuencia imaginar, a partir de ella, como pudieron ser otros aspectos visuales del ceremonial completo. Algunos textos clásicos como la referencia de Apiano (Iberia, 75) a los funerales de Viriato nos colocan claramente delante de nuestra ignorancia sobre comportamientos del pasado que no dejan huella arqueológica (Blázquez 2009).

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3.2. Los asentamientos Las necesidades más acuciantes sobre los asentamientos del Hierro carpetano son: conocer la anatomía interna de los oppida, identificar bien otros tipos de asentamiento por debajo, pequeños poblados y aldeas y averiguar si existieron, como parece muy razonable, a un nivel todavía inferior otros tipos de asentamientos rurales: pequeños caseríos, granjas o alquerías como demuestra El Baldío en Torrejón de Velasco (Martín Bañón y Salid 2007). Y por supuesto intentar comprender la naturaleza de las relaciones existentes entre ellos, es decir la trama regional o comarcal (Urbina et al. 2007). Así como las relaciones entre los centros de habitación y los cementerios o lugares de enterramiento (Blasco y Barrio 1992 y 2001-02). Pensar la teoría debe ayudar a generar actuaciones que persigan responder a estas cuestiones.

Fig. 5.- Topografías visuales de cerámicas y otros elementos en una tumba de la Edad del Hierro (sobre dibujo de Luis Pascual Repiso, tumba vaccea de Pintia. Calendario 2013 Rituales funerarios vacceos; www.pintiavaccea.es).

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Fig. 6.- Modelo teórico de los territorios de los oppida y otros centros de habitación considerando además las áreas cementeriales y las dificultades para explicar las relaciones entre las distintas comunidades.

En el caso de los oppida apenas conocemos datos relevantes de El Llano de la Horca (Santorcaz, Madrid) (Baquedano et al. 2007a, Ruiz Zapatero et al. 2012), la Dehesa de la Oliva (Madrid) y pocos sitios más (Quero et al. 2005, Morín y Urbina 2012). Por eso tampoco ha habido posibilidades de discutir y explorar las funciones y carácter de los oppida (Collis 1984) que han generado a nivel europeo una larga lista de interesantes estudios en los últimos años (Fernández-Götz 2013, Fichtl 2012, Moore 2012, Woolf 1993) y aunque menos también en la península ibérica (Almagro Gorbea y Dávila 1995, Almagro Gorbea y Lorrio 2011, Álvarez Sanchís et al. 2011). Una de las cuestiones que esta suscitando más interés es el conocimiento de las áreas periurbanas, es decir el entorno inmediato a los oppida, en la medida en que en ese territorio próximo al núcleo urbano se ubican servicios, actividades e infraestructuras que ayudan a comprender el carácter de estos centros de población (Belarte y Plana 2012). En algunas ocasiones las actuaciones de la arqueología preventiva permiten obtener evidencias interesantes que complementan la información de los propios asentamientos como es el caso de los yacimientos de Valdegato (Toledo) y La Cuesta (Madrid), según las comunicaciones

presentadas en este congreso. Merecería la pena continuar con la exploración de esos entornos porque aportarían nuevos datos sobre las áreas circundantes de las que virtualmente no sabemos nada. En el NO. peninsular trabajos de seguimiento de infraestructuras han permitido documentar cerca del castro de Coto de Castro (Cotobade) restos de terrazas de cultivo con suelos aportados intencionadamente y las huellas de un camino abierto que conduce al castro (Parcero 2002: 251-54). Evidencias de gran interés que sólo la arqueología preventiva puede obtener si se manejan inteligentemente los datos aparentemente poco valiosos que proporcionan este tipo de intervenciones. El nivel siguiente sería la comprensión de las ocupaciones del territorio y la caracterización de los distintos ámbitos espaciales: espacios de circulación cotidiana, espacios de circulación regular y espacios de circulación excepcional (Fig. 7). Algo que en los territorios carpetanos somos incapaces de conocer en la actualidad pero que, como argumentaba más arriba, se debe tener en cuenta para diseñar futuros proyectos de investigación; si no sabemos lo que se puede llegar a averiguar ni siquiera se plantearán las oportunas preguntas.

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Fig. 7.- Modelo idealizado de ocupación del territorio considerando la movilidad y accesibilidad en unidad de tiempo desde los oppida.

Fig. 8.- Modelo de categorización del territorio a finales de la Edad del Hierro: ager, saltus y silva.

3.3. Las identidades La investigación arqueológica sobre la construcción de identidades de distinto tipo es un tema reciente en la agenda investigadora (Arnold y Wicker 2001, Díaz Andreu et al. 2005, Wells 2001) y todavía más en la arqueología española (Hernando 2002, Prados Torreira 2012). La debilidad del registro arqueológico carpetano y la reticencia a estudios comparativos a gran escala explican la pobreza de las aproximaciones realizadas a este tema por los investigadores. Sin duda es la identidad de género –especialmente la búsqueda de las mujeres en el registro arqueológico–

la que ha suscitado mayor interés a nivel internacional (Arnold 2012, Pope y Ralston 2011). En el futuro para el área carpetana se deberían conseguir registros funerarios bien documentados para explorar el papel jugado por las mujeres, algo factible incluso con restos incinerados. Como sabemos por otros contextos europeos de la Edad del Hierro no parece que el sexo fuera un principio estructurador importante en las tradiciones funerarias y tampoco que las mujeres estuvieran excluidas de roles de alto estatus (Pope y Ralston 2011: 409). Aunque lógicamente eso es algo variable según áreas y periodos. Además la batería de estudios analíticos dis-

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ponibles –paleopatología, ADN e isótopos estables y otros– permiten albergar la esperanza de poder realizar representaciones precisas de sociedades del Hierro a partir del registro arqueológico (Almagro Gorbea 2011), es decir una comprensión estrictamente arqueológica de esas sociedades sin necesidad de recurrir a forzar datos de las parcas fuentes escritas (Salinas 2007) o a buscar lejanas analogías etnográficas como bien han destacado Pope y Ralston (2011:409).

Fig. 9.- Las identidades profundas y pretendidamente generales de las sociedades de la Segunda Edad del Hierro: guerreras, jerarquizadas o triangulares y célticas.

En la esfera de las identidades sociales las críticas a las sociedades de la Edad del Hierro caracterizadas invariablemente como guerreras, jerarquizadas y célticas han ido creciendo (Hill 2011, González García et al. 2011, Sastre 2011). Y también se tiende a buscar una mirada más antropológica y amplia de la guerra en contextos de la Edad del Hierro (Brunaux 2013). Es importante destacar que, cada vez más, somos conscientes de que las identidades del pasado fueron relacionales y que generalmente distintas identidades se solapan más menos parcialmente empezando por las más básicas: las de edad y sexo. Las identidades

étnicas han tardado en ser consideradas pero en la última década han surgido numerosos estudios que, desde distintas tradiciones, reclaman explorar los contornos de una de las identidades más importantes, las identidades étnicas (Fernández Gótz 2013, 2014a y 2014b, González Ruibal 2011, Ruiz Zapatero 2009a, Ruiz Zapatero y Álvarez Sanchís 2002, Ruiz Zapatero y Fernández Götz 2011). Y a pesar de las razonables llamadas a la prudencia (Reher Diez 2011) aproximarnos a la dimensión étnica de los grupos de finales de la Prehistoria –cuando ya contamos con los etnónimos, los primeros nombres de pueblos o tribus– es una apasionante tarea aunque ciertamente no exenta de serios peligros (Lorrio y Ruiz Zapatero 2005). Las identidades étnicas del pasado incluso afectan a la construcción de identidades en el presente, una razón más para ocuparse de ellas (Ruiz Zapatero 2006). Una de las consecuencias de una arqueología como la carpetana de registro arqueológico pobre es la imposibilidad de abordar cuestiones como la de las identidades de diverso signo. 4. Reflexiones finales La arqueología carpetana en el ecuador de la segunda década del s. XXI tiene una serie de objetivos fundamentales que, a mi juicio, se pueden resumir en los siguientes aspectos. a) La necesidad de explotar a fondo toda la documentación antigua y/o de proyectos y excavaciones inéditas así como materiales arqueológicos depositados en museos o colecciones particulares. Es decir apurar al máximo lo que todavía se puede aprender de actuaciones anteriores, en la línea de lo que Jorge de Torres (2013) ha hecho en su obra de síntesis con buenos resultados. b) Es imperioso articular alguna fórmula para rentabilizar la atomización de datos que se derivan de las actuaciones de arqueología preventiva. Hay miles de datos en decenas y decenas de yacimientos de la Edad del Hierro pero están desorganizados y carentes de una visión unitaria de conjunto. Y las administraciones autonómicas, responsables últimas de la arqueología carpetana, deberían hacerlo promoviendo proyectos. Proyectos conjuntos contando con universidades, museos y empresas de arqueología que podrían colaborar de forma complementaria y en pie de igualdad. c) Es importante que a través de la fórmula sugerida en el punto anterior o en otros planteamientos se puedan generar proyectos de medio y largo plazo que ase-

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guren una mínima continuidad en la investigación de sitios y/o comarcas clave para la generación de nuevo conocimiento arqueológico. d) Todo lo anterior es importante hacerlo desde una perspectiva europeísta que nos permita conectar con los objetivos e intereses de las arqueologías de otros países para configurar el gran mosaico de la Edad del Hierro europea. Lo local, que es fundamental en toda investigación arqueológica, no tiene por qué devenir en localista, ya que desde los ámbitos más bajos se puede ayudar eficazmente a construir los marcos interpretativos más generales. e) Las conclusiones reunidas en las ponencias de este congreso constituyen una base fundamental para dibujar las líneas concretas de actuación en cada apartado de la investigación histórica y arqueológica sobre los carpetanos en el futuro próximo.

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