Presentation to \'Jornadas de Economia Critica\', Valladolid September 2014

July 25, 2017 | Autor: Alan Freeman | Categoría: Political Economy, Marxism, Creativity
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Descripción





Colegas, compañeras, compañeros
Os agradezco calientemente por la oportunidad de compartir una de las discusiones más centrales de nuestros tiempos: como la humanidad pueda salir de la crisis exprimida en la quiebra bancaria de 2008. Sale cada día más claro que este choque inicial fue impulsado por una crisis más amplia con dimensiones económicas, políticas, sociales, y ecológicas.
Presento un mapa de ruta para navegar un cuerpo de trabajo. Con permiso de los redactores de la Revista, pondré una bibliografía en mi sitio de web que podéis consultar para completar las pruebas que el tiempo no me permite a presentar aquí.
5 gráficos bastan para el argumento. Los primeros 2 demuestran cuando, y como, los EEUU salió de la última crisis de esta dimensión – es decir, con la guerra. El tercero demuestra el curso de la tasa de ganancia en los EEUU, con una corrección importante – la incorporación de activos financiaros en el denominador. Esto, sostengo, demuestra la causa primordial de la crisis.
El cuarto demuestra la proporción de la fuerza de trabajo involucrado en la producción de 'servicios' en cuatro grandes países. El quinto demuestra la proporción de la consunción dedicada a 'productos creativos' en gran Bretaña. La propuesta es que hay que invertir centralmente en la nueva tecnología impulsada por este cambio – la creatividad humana – para salir de la crisis sin guerra.
Todo economista crítico, y algunos no tan críticos, podrían ser convencido de esto. El manifiesto arriba salió Keynes hace 70 años. Por lo demás quiero tomar el tema de este discurso - la conexión entre esta simple conclusión y el pensamiento de Marx.

Hace falta cuidado con palabras como 'crisis mundial'. La tasa de crecimiento de China nunca cayó por debajo de 8 por ciento desde los principios del milenio; de India, 4%. Brasil y Rusia vieron tasas por abajo de 5 por ciento durante mucho de la fase actual de la crisis, y países desde Vietnam hasta Kenia mostraron crecimiento de 5 hasta 9 por ciento.
La crisis estrechamente económica sacude centralmente un pequeño grupo de países, designados 'desarrollados' por la ONU, 'adelantados' por el FMI y 'ya no desarrollando' por yo y Radhika Desai.
Además: sus consecuencias sociales, ecológicas y políticas, aun mundial, originan en este pequeño territorio, conteniendo al máximo 20% de la población mundial.
Además: llega a ser reconocido, bastante tarde, que no se trata de un fenómeno superficial o temporal sino algo profundo, de larga plaza, y tanto imprevisto como desconocido por la economía ortodoxa. Tomamos la evaluación de una revista definitivamente no Marxista, el 'Economista' ingles:
Hace solo unos meses las líderes de la zona euro creyeron que, habiendo pasado la tormenta, por fin iban en el rumbo adecuada… era una ilusión. En las últimas semanas las economías de la eurozona han vuelto a hacer agua…Los que empezó como una crisis bancaria y de deuda ha degenerado en una crisis de crecimiento que está afectando a sus tres mayores economías. Alemania está al borde de la recesión. Francia esta empantanada… El PIB italiano esta solo un poco encima del nivel que tenía cuando entro en la moneda única, hace 15 años.
Una conclusión casi inevitable es que enfrentamos límites internos del sistema capitalista. Ya no se puede seguir inculpando a los comunistas obstructivos, los mexicanos endeudados, o los chinos nefastos, los quienes con la excepción precisamente de los que siguen creciendo, aceptaron las recomendaciones neoliberales para el libre movimiento de bienes y capitales. El epicentro del terremoto es la parte más capitalista del mundo.
Por esto, os sugiero, a la teoría economía ya no le sirve para nada, seguir desconociendo los aportes de Marx, cuyo objeto de estudio central era las contradicciones internas del 'modo de producción' capitalista.
El objeto de este discurso no es una proclamación triunfalista sino un apellido para una reconsideración general de estas ideas, ligado a un reconocimiento de su plazo necesario en la reconstrucción de un cuerpo de teoría economía adecuada para buscar juntos una salida humana de esta pesadilla.
Empiezo con dos términos tanto utilizados como mal definidos en la discusión de los epifenómenos de crisis. Los economistas hablan con frecuencia de efectos y causas endógenos – generalmente 'del mercado', tal como el ascenso y caída del crecimiento, del empleo, de los precios, o las activos y monedas. Estas son contrastadas con causas exógenas que son, por falta de definición más precisa, lo demás.
Las diferentes corrientes económicas inculpan distintas causas exógenas según su enfoque. La economía ortodoxa destaca los instintos psicológicos del homo oeconomicus; los Sraffianos la estructura técnica de la producción; los economistas ecológicas con justificación llaman atención a nuestra interacción con la naturaleza, los economistas feministas nos entregan una riqueza de elementos nuevos sociales e institucionales; los Keynesianos y los Institucionalistas reconocen con justificación gobiernos y los bancos como actores económicos, por lo cual la economía política sigue siendo su preocupación central.
¿Es que 'el Marxismo' ofrece una visión especial de 'causa exógena'? ¿Es que revela una palanca especial una 'estaca on estem tots lligats' que los demás no ven? Creo que no. Marx se distingue reconociendo el conjunto de causas exógenas como económicamente significante. Su contribución distinta, sugiero, era de insistir que la acción humana, en relación con este conjunto, es organizada por clases, y que dichas clases tienen una relación estrecha y económica con fuentes de ingreso y su relación con formas de propiedad.
Esto nos ofrece una interpretación ya lejos de cualquier concepto reduccionista – propuesto por amigos o enemigos – según lo cual Marx contraponía un 'análisis clasista' al papel de género, nación, idioma, naturaleza o cultura.
Por lo mismo me permito sugerir, en el espíritu de la siguiente presentación sobre el pluralismo, que la llamada 'economía Marxista' no existe. Hay marxistas y hay economistas; aún hay economistas marxistas. Pero una sola economía Marxista no puede existir porque no se acuerdan entre ellos ni en la economía ni en el Marxismo.
Y no lo deben.
La época heroica del Marxismo clásico, es decir la época revolucionaria de 1870-1920, fue caracterizado para una fecundidad de ideas conflictivas, que condujeron los movimientos de resistencia a un pluralismo instintivo, impuesto por luchadores que tuvieron que llegar a sus propias conclusiones tomando en cuento todas posibles explicaciones de su predicamento.
Hay un contraste total entre esta experiencia y la manera actual en que se estudia Marx, lo que permanece más o menos sacerdotal, dado por 'expertos' auto-apuntados y recibido por 'estudiantes' pasivos.
Las clases trabadoras de la época heroica adquirían su conocimiento por via del pluralismo. Con esto, adquirían una capacidad de actuar que, siendo dueños solo de sus propios cuerpos inclusive sus cerebros, no podían comprar. Tal conocimiento siendo superior, los luchadores se volvían capaces de cambiar el mundo por lo mejor.
Es por eso que persisto con una afirmación no tan popular con mis colegas Marxistas: la falta de un pluralismo Marxista consecuente es el obstáculo principal al reconocimiento necesario de las ideas de Marx en nuestro siglo.
Cualquier persona puede nominarse 'Marxista' – es un derecho humano. Problemas empiezan cuando dichas personas se nominan representantes del Marxismo: estas palabras mismas niegan el derecho de cualquier otra persona, que no se acuerde con él, de nominarse Marxista.
Tales autodeclaraciones expulsan, del proceso científico, una actividad clave; el escoger una teoría – o interpretación - entre diferentes explicaciones de lo que observamos.

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[El 'monoteoreticismo' ortodoxo, con su insistencia absurda que solo tenemos que considerar una sola explicación del mundo económica, ha convertido la economía en una religión incapaz de entender la menor detalla de lo que estamos viviendo.
El monoteoreticismo Marxista, igualmente destructivo, toma una forma diferente: mientras los ortodoxos afirman que solo ellos entienden el mercado; los Marxistas afirman que solo ellos entienden Marx.
Esto conduce a una elisión fatal entre la teoría del marxista y las ideas mismas de Marx. El marxista típico ofrece sus propias ideas, que con frecuencia son ajenas de los de Marx, como si fuesen las ideas de Marx. De esto extrae autoridad. Lamentablemente, Marx lo pierde. Así privados de la posibilidad de distinguir su teoría de la de Marx misma, sus escuchadores pierdan el derecho de escoger entre las dos.]
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Esto es más central para esta discusión que quizás imagináis. La interpretación académica casi universal de Marx – lo de Bortkiewicz, Sweezy, Okishio, Morishima, Samuelson, Pasinetti, Steedman, Laibman, Brenner, Roemer, Shaikh, Foley, Fine, Saad-Filho, Lapavitsas, Keen y muchos otros – presenta un Marx cuya teoría del valor es una version del equilibrio general.
Pero las teorías del equilibrio no pueden explicar el aspecto central de esta crisis: la caída empírica de la tasa de ganancia en los países industrializados, conduciendo a la pérdida de la fuente de demanda central para la acumulación – la inversión. En vez, los capitalistas se convierten más y más en puras especuladores financiaros.
Esta explicación es matemáticamente imposible bajo la suposición de equilibrio. Tomando para la 'version oficial' esa re-interpretación de Marx como Walrasiana fallecida, parece que su teoría no 'prueba' de manera coherente su propia explicación para la crisis y que no hay que tomarle en serio.
Pero una interpretación diferente – lo de la escuela 'Interpretación Temporal (TSSI) nos permite descubrir en Marx una explicación obvia y simple que, sostengo, explica múltiples aspectos de la crisis actual. Explica que las inversiones pasadas se vuelven reclamaciones sin límite sobre porciones de una ganancia anual limitada por el tamaño de la población activa.
Este proceso puede ser superado solo si, en grandes crisis, este capital excesivo es eliminado por una desacumulación forzada – crecimiento negativo – o si el estado remplaza el capitalista, como el estado Americano entre 1938 y 1944, y como en estados desarrollistas como China de hoy.

La recuperación de tales explicaciones simples del pensamiento perdido del pasado es la razón principal que planteo como tarea principal para la económica critica, dentro de una lucha generalizada por el pluralismo de teorías, una lucha para una fecunda pluralidad de interpretaciones de Marx, Keynes, o cualquier otro.
Recomiendo especialmente en este sentido una edición especial, de Julio de este año, del Cambridge Journal of Economics en que 8 economistas viniendo de múltiples disciplinas y escuelas colaboraron en una discusión profunda de ella.
Os presento entonces una tentativa personal de entender algunos aportes que podemos encontrar en Marx, mostrando como nos ayuda llegar a salidas posibles, prácticas, justas y sustentables, de la crisis.
Exploraré tales ideas tratándoles como unas entre diversas alternativas, dando las razones para mi propia elección. Cedo a mis escuchadoras el derecho, además el deber, de escoger entre ellos mientras averiguando mi argumento.
Pero ¿cómo se puede averiguar una Interpretación? Los TSSI afirmamos que una interpretación no es subjetiva. Se debe basar, como cualquier encuesta científica, en evidencia.
Esto, puedo ilustrar a través de un debate muy reciente, aunque de origen anciano: ¿las crisis capitalistas, aun su 'colapso', son inevitables? Esto es una idea generalizado entre los dichos teoristas de 'Zusammenbruch' asociados, quizás injustamente, con Grossman y Luxemburg, y encontrado en escritos sobre la tasa de ganancia, el más reciente siendo Roberts y Carchedi.
Esta idea tiene su contraparte en conceptos neoclásicos de la optimalidad del mercado y el progreso inevitable del capitalismo, sobre todo la dicha 'teoría' de la globalización, justamente caracterizada por Radhika Desai como la teoría más fatalista de la historia del pensamiento social.
El concepto de progreso inevitable no es ausente del pensamiento de los Marxistas cuando enfatizamos la capacidad revolucionaria y transformativa del capitalismo, si omitimos del cuento sus capacidades destructivas.
Una discusión más sofisticada se encuentra en un debate a la periferia de la economía pero central para una comprensión de las causas de la crisis, sobre ciclos y ondas largas, asociado con el gran pensador Ernest Mandel.
Un debate abrumador durante los años 20 tuvo lugar entre Kondratieff y Trotsky. Según el primero, caídas de larga plaza (1825-1848, 1873-1893, 1918-1929) serían necesariamente seguidas por recuperaciones como el boom de la posguerra, reflejando mecanismos automáticas del capitalismo. Trotsky por lo contrario afirmó que las 'recuperaciones' resultaron de grandes acontecimientos políticos e históricos: guerras, golpes, revoluciones, etc.
La recuperación endógena es central al concepto austriaco de Schumpeter, del capitalismo como sistema autoregulador, capaz en sí mismo de rectificar cualquier irregularidad o desviación que su propio funcionamiento introdujera.
La conexión con la distinción anterior, entre causas exógenas y endógenas, debería entonces ser intuitivamente bastante clara. Si una ley no es automática, debe significar que podemos superarlo por voluntad. Pero si hay tal cosa como una ley interna, o una causa interna, de la crisis, tendrá que excluir la voluntad, dado que esto debe actuar a través de instituciones como estados, bancos, cultura, clases, y toda la gama de formas tomadas por la acción consciente de los seres humanos.
Esta intuición claro ya no es rigoroso. Para clarificarla, seguimos precisamente con una cuestión central de interpretación.
Criticas simpáticos como Lukács encuentran en Marx una concepción de 'ley' que se presta a un supuesto 'materialismo mecánico' – la idea que el funcionamiento de la historia sea automático y que no podemos evitar sus consecuencias.
Desde una primera mirada parece razonable: Marx escribe de su intención de 'poner al descubierto la ley de moción económica de la sociedad moderna'. ¿Es simple, no? Como las leyes de Newton o Maxwell que describan la moción de las estrellas y sus emisiones lucíferas, las leyes del economista prevén la moción de la economía y sus emisiones monetarias, inclusive sus ciclos y sus crisis.

Pero la estrella más magnifica no protesta su destino, ni sueño evitarlo. Si rechazamos la idea ortodoxa que nuestro deber es entender e imponer 'lo que los mercados dicen', deberíamos seguramente rechazar la misma idea vestida de Marxismo.
Tal rechazo se apoya en una base simple: el mercado es una creación humana. Si el mercado priva un ser de alimentos, podemos – y, sostengo, debemos – imponer nuestra propia ley, la del derecho humano a vivir y realizar su naturaleza.
Si el mercado priva uno de atención adecuado para su salud, imponemos una ley que le lo garantiza. Tal para empleo, educación, domicilio, es decir todos los derechos reconocidos por las Naciones Unidas en su declaración de 1948.
Aun mas, sostengo, una salida de la crisis exige una ley que garantice algo más - las condiciones posibles ya generados por el capitalismo, a presente disfrutado por una pequeña minoría, pero extendido por acción voluntario, como derecho, a todos los ciudadanos de la planeta: los derechos de cuidar y ser cuidado, a crear un ambiente sustentable, el derecho a la cultura y desarrollo de todo aspecto spiritual, estética y creativa que nos define como humanos.
Por lo tanto, impondremos la instauración general de la tecnología moderna que sostenga aquellos derechos. Estos forman la columna vertebral de una nueva política económica para el siglo XXI, la única política capaz de sacar nuestra sociedad de su crisis actual.
El límite acabado por el capitalismo manifiesta su incapacidad de crear tales condiciones universales. Esto porque son, en realidad, necesarias para su continuación. Esto es una contradicción profunda: el capitalismo actual no sabe garantizar las condiciones mínimas para su propia sobrevivencia.
No quiere decir que no puede salir de la crisis; ha salido en el pasado, pero con un costo humano enorme, a través de la guerra y el fascismo. Lo necesario es actuar para realizar una salida diferente – una salida humana.
El problema es aún más grande para los capitalistas que en los '30s. Hasta ahora no han tomado las acciones mínimas necesarias para compensar la pérdida de inversión productiva resultando de la caída de la tasa de ganancia: medidas exógenas tal como el uso extendido del estado para remplazar la inversión perdida, o un ajuste de las desigualdades en tasas de crecimiento que se encuentran por debajo de la desintegración económica de Europa.
Tanto menos son capaces de aceptar un nuevo orden internacional basado sobre una igualdad real entre naciones, del cual hablará Radhika Desai esta tarde; o de substituir modos de crecimiento basado sobre la creatividad y no el despojo de la tierra.
Una salida humana exige la sustitución de leyes nuevas, bajo cuales los derechos de la propiedad privada e individual serán subordinados a los derechos sociales y no, come ahora, al revés.
La verdadera cuestión no es si tales acciones 'obedezcan' una dicho ley económica, sino si o no representan una ley alternativa práctica y consecuente; si van a conducir al caos, o a un futuro en el cual tales derechos forman una nueva ley a la cual los capitalistas – los que se quedan – tendrán que someter en su torno. Establecer tal vías viables y practicas no es solo el trabajo de marxistas, sino de todo economista critica, aun toda la humanidad.

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Con estas observaciones, volvemos a la pregunta inicial. ¿Este concepto se encuentra o no en las ideas de Marx?
Un principio hermenéutico nos informe que si: una interpretación debe hacer sentido de las ideas de un pensador en su totalidad. El mismo Marx proponía un manifiesto comunista que propuso precisamente lo arriba: las llamadas 'violaciones despóticas del derecho de la propiedad' – es decir, la imposición, por via de acción consciente de la humanidad, de una nueva ley de sociedad.
Marx, heridor de una gran tradición emancipadora y revolucionaria de su siglo y el anterior, que levantó la libertad hasta un principio realmente universal por su insistencia en la igualdad material, nunca hubiera podido propuesto o aceptado la idea de una ley social como algo al que se debe someter; eso es una importación Positivista. Para Marx una ley social es algo que por acción consciente, teníamos que superar con leyes conscientes.
Entonces ¿porque llamarlo un ley? Precisamente, sugiero, por el identificar las condiciones históricas en las cuales esta ley se impone en los individuas – las condiciones que 'pesan como una pesadilla sobre los cerebros de los vivos'.
Estas condiciones, Marx describió extensivamente: las llamó 'fetichismo de las mercancías'. Este significa, en breve, que el mercado oculta las relaciones entre humanos, y las presenta a nuestro conocimiento como relaciones entre mercancías. Percibimos los múltiples interacciones humanos que nos traen una taza de café, un ordenador, o bien un señal electrónica, como una serie de precios y procesos de producción.
Es decir, la distinción entre causas 'endógenas' y 'exógenas' se vuelve el más coherente si aplicamos el concepto del fetichismo de mercancías para destacar las causas endógenas o internas de lo demás. En cuanto que son escondidos por la operación del mercado, dichas causas parecen internas, porque nosotros permitimos este desconocimiento, esta alienación.
Las misteriosas 'causas exógenas' son precisamente la mano visible de la sociedad y sus clases, actuando para substituir sus propias leyes para las leyes escondidas del mercado. Esta idea aplicamos conjunto con la idea de acción colectiva, a través instituciones y sobre todo clases, que señalé al comienzo.
Ofrece un concepto de libertad sumamente superior al concepto de libertad puramente individuo promovido por Hayek; con Marx, reconocemos la libertad de todas como condición para la libertad de cada uno.

Volveremos a este punto. Pero quiero clarificar una consecuencia científica que ilustra la importancia de una hermenéutica científica y a la vez nos ayuda encuadrar la cuestión '¿Que son las causas de la crisis?'
Me refiero al debate alrededor de un artículo reciente de Michael Heinrich, en el cual reprocha Marx de 'no haber ofrecido una teoría de crisis'. La base de esta reprocha es central: sostiene que Marx no hubiese probado que la tasa de ganancia debe inevitablemente caer.
Pero Marx nunca sostenía que tuvo que caer, y esta interpretación representa un malentendido de la tarea de análisis económico. Dado que las leyes sociales no son de carácter determinística o mecánica, es absolutamente imposible ofrecer una prueba que cualquier resulta económica es inevitable.
Marx por lo contrario, como explicamos en nuestra respuesta, ofreció una explicación para un fenómeno observado por casi todos economistas de su tiempo. Esto es, sostengo, la función general del análisis económico.
Este cambio pequeño tiene consecuencias enormes para la función de un economista. Significa que empezamos siempre con hechos, no con formulares matemáticas y no con prejuicios preformada.
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[La cantidad de mis colegas marxistas que han despedido mi corrección a su calculación de la tasa de ganancia, bajo el solo principio que no lo aceptan teóricamente, es espeluznante. Me condujo a pensar que el marxista académico moderno se refiere a Marx solo cuando busca despedir las ideas de un rival.]
[¿Porque? Porque esta corrección explica los hechos. Si substituimos un prejuicio para una explicación, estamos en la época pre-Galileana de la ciencia. Para Marx, al contrario, una teoría que no explica los hechos es simplemente una teoría falsa.
[Así, casi toda la economía ortodoxa, que no nos ofrece la menor explicación de lo que vemos en la economía. En primer lugar es una crisis excepcional. Ya durando más que seis años, se vuelve más en más difícil a explicar por causas accidentales o temporales. En segundo lugar, rechazo cualquier estudio, aun reconocimiento, de la causa empírica de la caída de crecimiento, es decir el colapso de inversión.]
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Dado que todo estudiante de economía aprende que la tasa de ganancia es el 'precio' de la inversión, ¿no sería quizás un poco razonable investigar el curso de este precio?
En este respecto os dirige al trabajo del economista Argentino Esteban Maito que nos ha hecho un gran servicio, mostrando series para la tasa de ganancia en una gama de países durante periodos de 50, 100 y 150 años.
Estas series ilustran tres aspectos centrales de la crisis
Caídas de la tasa de ganancia de larga plaza repitan en la historia
Son asociados con la disminución típica de todos indicadores económicas – crecimiento, o empleo durante las 'grandes crisis' del capitalismo como 1870, 1929, y el presente
En determinados momentos de la historia, el capitalismo – generalmente a nivel mundial – inversa la caída de esta tasa, y la de munición de rendimiento económica, iniciando un periodo de 20 años o más de boom.
Estos hechos han producido tres grandes posibilidades teóricos, todos encontrados en el Marxismo:
Que la caída es endógena tal como la recuperación. Como ya explicado, esto se encuentra en las teorías Schumpeterianas.
Que ni la caída, ni la recuperación, son enteramente endógenas, sino se deben o a ciclos de carácter puramente exógena, como cambios de 'modo de acumulación' o 'modos de regulación'
Lo que propongo yo, que la caída es endógena, pero las condiciones para recuperación son exógenas.
En el espíritu pluralista, no quiero descartar los primeros dos. Solo quiero señalar la legitimidad del tercero, y su capacidad de explicar los hechos.
Defiendo esta tesis sobre la base de dos hechos: primero, la actualidad y coincidencia entre la acción del estado en la economía y el resumen de la acumulación.
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[Era precisamente durante la guerra, con un gasto gubernamental de 53% por ciento y un muy alto nivel de inversión y producción estatal, que los Estados Unidos recuperaron. Y son precisamente estos países en que el estado juega un rol muy elevado, tal como China pero también India con su sistema bancario centralizado, con control del capital, y con 13% por ciento de su economía en manos públicos, que vemos las tasas de crecimiento más grande y más estable.
[Dado estos hechos, buscamos una explicación enraizado en la teoría. No es difícil; precisamente la producción estatal, con todo sus defectos, opera sobre la base de un ley no-mercantil – no entra en el proceso de ecualización de ganancias y en efecto, no genera ganancias sino servicios o productos utilizado como servicios, directamente para sus consumidores, o sea el público o sea los soldados.]
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Con esta observación, podemos esbozar una solución alternativa. Hay que buscar formas de inversión directa en la economía, organizada públicamente por cualquier organización o sea nacional, provincial, de ciudad o de tipo cor-operativa, que desarrolla la nueva tecnología que puede impulsar el crecimiento económico.
Pero, y acabo con esto, ¿Qué es la nueva tecnología más adelantada de nuestro mundo? Precisamente los seres humanos – sobre todo su capacidad creativa, lo que llamo 'high end labour', trabajo adelantado. En correspondencia con esto hay que desarrollar las nuevas fuentes de demanda – apreciación estética y spiritual – que ya constituyen la demanda principal de una sección minoritaria de la población mundial, pero con la aplicación masiva de nuestras fuerzas colectivas, podría ser, y seria, el patrimonio de todos.

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