Presentación \"Más allá de las palabras\"

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Descripción

Palabras de presentación – Más allá de las palabras Como madre de dos hermosas niñas, permítanme este personalísimo comentario, sé lo que es esperar un hijo, y por partida doble. Seguramente muchos de los aquí presentes compartirán estos sentimientos que referiré: ansiedad, ilusión, algún temor… pero, sin duda, curiosidad, necesidad finalmente de conocer a ese alguien nuevo y distinto de uno, pero que algo nuestro tiene. No hay analogía perfecta y la que voy a hacer no quebrará la regla. Tampoco será una figura novedosa e impredecible; es más bien una imagen acuñada culturalmente sobre la que más adelante volveré. Así, aun a riesgo de aburrirlos con algo tan obvio y persistiendo tercamente en esta imagen, la presentaré. En estos últimos años he sido “madre” por partida doble, nuevamente, pero de seres de papel, de palabras, de ideas. Eso sí, la mía ha sido una maternidad compartida, colectiva, si prefieren, orgiástica. Hoy tengo el honor de estar acá, en nombre de los otros progenitores y compartir la mesa con dos personas a las que estimo y admiro mucho en la presentación de este segundo hijo. Gracias, Mónica y Héctor. Permítanme ahora hablarles del embarazo y del parto, pero también de las ilusiones sobre el destino de este hijo. Hace seis o siete años, el equipo de profesores de Lenguaje de la UPC, específicamente quienes integrábamos Lenguaje 1, decidimos emprender un cambio en el curso. En aquella época, disponíamos de dos horas de reflexión teórica y, bajo la dirección de Claudia Maldonado, decidimos explorar nuevas propuestas. Queríamos un enfoque más social, que los alumnos pudieran entender el lenguaje como un fenómeno vinculado con ellos, con lo que son, con lo que proyectan ser, con lo que no reconocen ser. Se barajaron varias propuestas, se elaboraron diversos materiales, se evaluaron clases piloto y, finalmente, se perfiló el trabajo hacia una línea: el análisis crítico del discurso. En los años 2009-2010, tuve la suerte de coordinar Lenguaje 1 con Manuel Fernández, y de trabajar junto a un equipo increíble de profesores, entre quienes están los autores de este libro. De ese trabajo, surgen las bases de lo que hoy venimos a presentar. No los aburriré con cronologías impertinentes. Solo permítanme recordar algunos eventos que considero fundamentales para entender esta larga gestación. En aquellos años, los profesores escribimos varios artículos y produjimos muchos materiales. Hubo también interesantes discusiones en talleres y reuniones que, lamentablemente, no llegaron a concretarse en productos más tangibles como un texto. Pero los cursos no son permanentes; se renuevan de acuerdo con las necesidades de los estudiantes, de las instituciones. Y Lenguaje 1 se renovó nuevamente. Esta vez, decidimos sacrificar las horas teóricas en beneficio de un mayor trabajo en el taller de redacción. Fue un sacrificio duro, pero necesario, cuyos frutos se ven en el devenir de nuestro curso. Sin embargo, ahí estaban estos materiales. Difícilmente podía deshacerme de ellos. No solo por afinidad, no solo por afectos, sino por un real convencimiento de su valor. Entonces, en 2011, si mi memoria no falla, se presentó la oportunidad de integrarlos en un proyecto editorial para su publicación. Desde entonces hasta el día de hoy, se generaron muchas situaciones que dilataron cada vez más su alumbramiento, pero finalmente está aquí, estamos aquí para presentarlo.

Ha sido, como verán, una larga gestación, si me permiten el neologismo, “elefantástica”. Ha nacido sin una casa que lo reciba como hijo predilecto, de lectura obligatoria; quiero decir, a diferencia del otro proyecto editorial en el que participé, este no es un libro de curso. Pero creo, espero, sueño, ha nacido para generar nuevos espacios de discusión en distintos lugares. No pretende ser un material de curso, aunque sí aporta muchos y muy variados materiales para estructurar uno. Intenta dilucidar una línea de trabajo, proponer caminos para contribuir con el desarrollo de habilidades que consideramos fundamentales en todo estudiante, desarrollar capacidad crítica. Déjenme volver sobre mi analogía inicial. Un libro es un hijo. Un libro es un discurso escrito, publicado, generalmente, impreso (aunque Internet ha venido a desbaratarnos varias certezas). Un libro es el producto de una, dos o diez personas (batimos récord con nuestro anterior proyecto y sus 28 autores). No importa. Un libro tiene uno o varios autores reconocidos, con nombre propio. Si tiene pretensiones académicas, sus autores tienen una filiación conocida. Hacen gala de ella. Ostentan sus títulos. Si tiene pretensiones, un libro en el mundo académico es el producto de un sesudo trabajo, del escrutinio y la confrontación de distintos autores. Un libro es, por todo ello, una ideología, un producto de una o varias de ellas, un entramado de ellas. Y este libro lo es. Y habla de ello. Y pretende (así de pretencioso es) que sus lectores descubran que todo libro lo es. Que todo discurso lo es. Que no hay palabra gratuita ni frase que no reposen en un conjunto de creencias que las validen. Este es un libro sobre discursos y sobre las ideologías que están tras ellos dándoles sentido. Vuelvo a mi analogía inicial. Un libro es un hijo. Un libro es un texto. El valor que le concedemos a la escritura en nuestra sociedad es un producto cultural, un acuerdo social para unos pero una imposición para otros. Es un producto del ejercicio del poder de unos sobre otros. Los discursos escritos, creemos muchas veces, son los que permiten construir conocimiento. Valoramos la escritura por sobre otros tipos de discursos y ciertas prácticas escritas por sobre otras. Ese conjunto de valores no se desprende de los productos, como si de ellos emanaran por su naturaleza. Es una atribución social, de la que muchas veces no somos conscientes. Por eso, nos reprochamos o reprendemos a los que queremos cuando vemos que nuestros discursos o los suyos no calzan con lo que esperamos, con lo que sabemos la sociedad espera de ellos o de nosotros en determinados contextos. Por eso, decimos insensateces como “yo no sé escribir”, “tú no sabes hablar”, “cómo destruyen la lengua”. Difícilmente alguien alfabetizado (y escojo a propósito ese término) no sabe escribir. Es imposible que un hablante no sepa hablar en su lengua materna. Nadie destruye la lengua. La lengua (con mayúsculas) no existe siquiera. Sin embargo, no importa lo razonable o aquello que las evidencias científicas digan; nosotros, todos sin excepción, decimos esto. Lo creemos. Es que en todo lo que decimos hay ideología. Y en el lenguaje y en sus manifestaciones (discursos orales o escritos), por supuesto que también hay. Nuestras creencias sociales se manifiestan a través de nuestros discursos, pero también les dan sentido: los producen. Hablo como hablo ahora y aquí porque una serie de creencias sobre el deber ser de mi discurso me permiten hacerlo. Este es un libro sobre discursos y sobre ideologías. Sobre cómo las elecciones en la construcción de nuestros discursos responden a nuestras ideologías, a las que compartimos o a las que nos subyugan.

Por última vez, un libro es un hijo. Un libro es un discurso escrito. Un discurso escrito te abre o te cierra puertas. Les abre o les cierra puertas a otros. Permite a los otros ser parte del nosotros. Nos permite integrarnos, reconocernos con los que nos sentimos iguales, en las múltiples y distintas maneras que tenemos de sentirnos iguales y distintos de alguien, con los múltiples, variados y, a veces, mezquinos fines con los que buscamos sentirnos iguales y diferentes de otros. Un discurso hace cosas en el mundo. El mundo se mueve con palabras, con discursos. Un discurso archiva una ley y le niega derechos a un grupo humano, una minoría dicen, porque un concepto de familia, un discurso sobre la misma, prevalece. Un discurso empuja a un grupo de jóvenes a las calles, un enorme contingente de jóvenes, a luchar porque sus derechos sean reconocidos y no convertirse en mano de obra barata. Muchos discursos distintos, contrarios, contradictorios, los vuelven a arrojar a las calles a exigir una televisión digna. Muchos discursos les restan valor; muchos discursos les dan valor. Los discursos hacen, mueven, abren, cierran. El poder se ejerce a través de ellos. Qué espero para este hijo, qué expectativas tengo para él. Estoy segura de que coincidiré con sus demás progenitores. Quiero que incomode. Quiero que moleste. Que haga hablar, cuestionar, maldecir, cambiar. Creo que no espero para él algo distinto de lo que toda madre espera para sus hijos. Gracias.

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