Presentación. La descolonización frustrante

May 18, 2017 | Autor: Eloy Martín Corrales | Categoría: Colonialismo, Relaciones España Y Marruecos
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Descripción

~ón

dirigida por

1r . Bl.oY MARrfN CORRALES i·

Eloy Martín Corrales Josep Pich Mitjana (eds.)

España frente a la independencia de Marruecos

edicions bellaterra

PROYECTOS «"Fisión" y "Fusión" estatales en los sistemas políticos contemporáneos: el excepcionalismo y los cambios de frontera» HAR 2015-67658-P (MIMECO/FEDER, UE) «Dentro y fuera: Cambio institucional e integración social y cultural en el Imperio Español contemporáneo, 1550-1950», HAR2015-68183-P. MIMECO/FEDER, UE

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Índice

l.Jlriversitat Pompeu Fabra Barcelona

GRIMSfi Grup de Recerca en lmpeús, MetrOpoUs i Societats Extraeuropees

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Universitat Pompeu !?abra Barcelona

llJHJVV lnstitut d'H1st6r 1a Jaurnt:: V1ct.:ns i Vives

Presentación. La descolonización frustrante. Eloy Martín Corrales y Josep Pich Mitjana . .......................... .

9

1. Aparte y a un lado: Marruecos y el proceso de construcción estatal-nacional en la cuenca mediterránea. Enrie UcelayDa Cal ........................................ .

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2. El proceso de descolonización de Guinea Ecuatorial. Gonzalo Álvarez Chillida ............................. .

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3. Mundo y Ja descolonización del norte de África. Josep Pich Mitjana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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4. La descolonización de Ifni y el Sáhara. Bernabé López García . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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5. Los Ait Baamran. Entre Marruecos y España. Juan Pastrana Piñero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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6. España ante Ja independencia de Marruecos. La mirada de los diplomáticos españoles. Miguel Hernando de Larramendi..........................................

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7. Tan cerca, pero tan lejos: Canarias y Marruecos en la segunda mitad del siglo XX. Jesús M.ª Martínez Milán . . . . . . . .

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8. La ciudad subordinada: Melilla y el final del Protectorado de España en Marruecos, 1940-1961. Vicente Maga Romero

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Diseño de la colección: Joaquín Monclús © Eloy Martín Corrales y Josep Pich Mitjana, 2017 © Edicions Bellaterra, S.L., 2017

Navas de Tolosa, 289 bis 08026 Barcelona www.ed-bellaterra.com

Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico. el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Impreso en España Printed in Spain ISBN: 978-84-7290-819-2 Depósito Legal: B. 7.388-2017 Impreso por Prodigitalk. Martorell (Barcelona)

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9. Ceuta y la independencia de Marruecos. José Antonio Alarcón Caballero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Presentación La descolonización frustrante*

10. Un acto de justicia, una oportunidad perdida. El nacionalismo vasco y la independencia de Marruecos. Santiago de Pablo Contreras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Eloy Martín Corrales Josep Pich Mitjana (Universitat Pompeu Fabra)

11. El nacionalismo gallego y la independencia de Marruecos. Alfonso Iglesias Amorín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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12. 1956 En Cataluña: ¿Marruecos? Más bien Hungría y Suez más tarde Argelia, el Sáhara, Palestina e incluso Israel. David Martínez Fiol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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13. La independencia de Marruecos y las izquierdas españolas. Eloy Martín Corrales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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14. Los judíos del norte de África frente a la creación del Estado de Israel y los procesos de independencia del Magreb a partir de la documentación de la Anglo-Jewish Association. Maite Ojeda Mata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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15. Balance historiográfico de la bibliografía marroquí sobre la independencia de la zona norte, o Protectorado español de Marruecos. Mimoun Aziza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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16. El Archivo General de la Administración (A.G.A.), referencia para el estudio del colonialismo español en África. Una invitación a la investigación. Julián Paniagua López . . . . .

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Al contrario de lo que sostiene la historiografía española, la formación del colonialismo español contemporáneo comenzó como una faceta complementaria de los dominios en América, al tiempo que como respuesta a la expansión inglesa y francesa por el continente africano, percibida como lesiva para el mantenimiento de los territorios coloniales e, incluso, para la misma metrópoli. En la segunda mitad del siglo xvm el imperio colonial español (con sus posesiones en el centro y sur de América, en el Caribe y en las Filipinas) continuaba teniendo enorme envergadura. Aunque ya se detectaban los primeros síntomas de un no muy lejano colapso: ocupación de La Habana, Filipinas y Florida por los ingleses en 1762; casi solapándose a los citados reveses surgieron los primeros conatos independentistas en Cuba. No obstante, a los contemporáneos no les pareció que el dominio español estuviese seriamente cuestionado. De ahí, la puesta en marcha de una política africana diseñada con el propósito de satisfacer algunos de los problemas de las colonias americanas. En especial, la firma de los Tratados de San Ildefonso y el Pardo (1777-1778) entre España y Portugal, por el que los lusos recibieron la isla de Santa Catalina y la colonia de Sacramento, a cambio de la entrega de la zona sur del Uruguay, más las islas de Fernando Poo y Annobón en el lejano Golfo de Guinea. El objetivo hispano era el de convertir las citadas islas en factorías negreras que solucionaran la crónica falta de mano de obra esclava en las plantaciones americanas, especialmente en Cuba y Venezuela. Lo anterior explica que durante casi un siglo los territorios del Golfo de Guinea fuesen en realidad colonia de Cuba, cuya Hacienda sostenía los presupuestos del territorio africano; además, desde la isla se aseguraba

* Investigación financiada por los proyectos: «Dentro y fuera: Cambio institucional e integración social y cultural en el Imperio Español contemporáneo, 1550-1950», HAR2015-68183-P. MIMECO/FEDER, UE. y. «"Fisión" y "Fusión" estatales en los sistemas políticos contemporaneos: el excepcionalismo y los cambios de fronteras», HAR 2015-67658-P (MIMECO/FEDER, UE). 8

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una mas óptima conexión marítima con el Golfo de Guinea, especialmente con respecto a la península ibérica; era mucho más fácil dirigirse, y regresar, desde África al Caribe, aprovechando los vientos favorables, que la navegación directa entre Guinea y España. Además, el interés en el tráfico negrero aumentó considerablemente con la supresión del sistema de Asientos y la consiguiente liberalización de la trata, que estimuló la participación de numerosos armadores y capitanes españoles. Sin embargo, el proyecto esclavista en Fernando Poo no pudo salir adelante, ya que las guerras en las que se vio envuelta la monarquía española contra franceses (1793-1795 y 1808-1814) e ingleses (1779-1783, 1797-1802 y 1804-1808), lo hicieron imposible. Los ingleses decretaron en 1807 el fin de la trata negrera y presionaron a los distintos países europeos para que también la abolieran, imponiendo a España el tratado de 1817 que también la abolía; finalmente, prohibieron la esclavitud en 1833. No obstante, el tráfico de esclavos, y la participación española en él, adquirió un vigor extraordinario. En la primera mitad del siglo xrx de la factoría de Río Gallinas (actual Sierra Leona), y de otras similares, salieron miles de esclavos con destino a los ingenios y plantaciones cubanas. 1 La política colonial en la fachada atlántica africana estuvo orientada a satisfacer las necesidades de las colonias caribeñas, del Río de la Plata y Venezuela, pero también fue concebida para oponerse a la expansión de Francia y de Gran Bretaña, vividas como auténticas amenazas. Hay que tener en cuenta que entre 1830 (comienzos de la conquista francesa de Argelia) y 1918 (reparto de Oriente Próximo entre franceses e ingleses) las potencias europeas, fundamentalmente Francia y la Gran Bretaña, impusieron su dominio a los territorios y pueblos comprendidos entre la fachada atlántica de Marruecos, Sáhara y Mauritania hasta las fronteras de Turquía e Irán con Siria e Irak. En paralelo conquistaron casi toda el África sudsahariana. Casi la totalidad del continente africano y de Oriente Próximo cayeron bajo dominio inglés y francés. 2 Debe tenerse en cuenta que la pérdida de las colonias continentales americanas, acontecida entre 1808 y 1820, fue interpretada por algunos sectores de la sociedad española como actividades fomentadas por Francia e Inglaterra, sin cuyas ayudas los insurrectos americanos no hubieran podido, se pensaba, conseguir sus propósitos de independizarse. Los ingleses habían destruido en 1805 la flota hispana, imprescindible para asegurar el mantenimiento del imperio colonial. Los franceses habían acentuado la debilidad de la monarquía, forzando la abdicación de Carlos IV y dando comienzo a la invasión napoleónica (1808-1814). Con la metrópoli ocupada durante seis años por tropas extranjeras y con una flota en muy precarias condiciones, era prácticamente imposible recuperar los dominios americanos. 3 Además, hay que tener en cuenta los problemas internos españoles. Cabe recordar que el ejército expedi10

ionario que debía zarpar de Cádiz en 1820, bajo el mando de Riego, ;ara recuperar el control de las colonias continentales, se sublevó dan-

do paso al Trie.~io Liberal, Cl.8~0-18~3). El último de los añ~s cita~os, los Cien Mil HIJOS de San Lms mvad1eron nuevamente Espana, rest1tuy·endo el régimen absolutista para hacer cumplir los acuerdos firmados par las grandes potencias en Viena en 1815. Como consecuencia de lo anterior, y de la propia dinámica de las fuerzas independentistas americanas, hacia la tercera década del siglo XIX solo continuaban bajo dominio colonial Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Fernando Poo y Annobón, en total poco mas de 421.000 kilómetros cuadrados y unos seis millones de habitantes. En este período, el imperio español pasó a caracterizarse por ser el único en el que el territorio metropolitano era superior en superficie al de los dominios coloniales mientras que la población metropo4 litana superaba ampliamente el número de colonizados. No debe extrañar que, a pesar del elevado grado de dependencia de España con respecto a Gran Bretaña y Francia, se fuera haciendo evidente en los distintos sectores interesados en la expansión exterior, la necesidad de poner un freno, por limitado que fuese, a la avasalladora política inglesa y francesa; en especial porque apenas si tenían en cuenta las aspiraciones hispanas. La oposición a la creciente presencia de ambas potencias en el litoral africano fue en aumento a lo largo del siglo, aunque no podía ser excesivamente firme; pero siempre existió y fue variando en función de la zona y de la amenaza que representaban. En realidad, como veremos, no careció de eficacia. En lo que se refiere al litoral del Sáhara, la presión española tuvo algunos resultados positivos. La tentativa inglesa, a través del escocés G. Glass, de instalarse en la zona en la segunda mitad del siglo xvm, pudo ser frenada desde Canarias. 5 El inicial objetivo de los novelescos viajes de Ali Bey el Abassi, el barcelonés Doménech Badia Leblich, entre 1802 y 1805, fue el de encontrar una ruta desde el litoral al sur de Marruecos que, recorriendo toda África de oeste a este, desembocara en las inmediaciones del Mar Rojo y del Índico. Si Ali Bey pudo convencer a Godoy y a Carlos IV de la bondad y oportunidad de su proyecto, seguramente fue porque, de tener éxito, reforzaría la presencia española en las Filipinas.6 Se consiguió impedir que los franceses consolidaran su presencia en el caladero sahariano, que anhelaban en las primeras décadas del siglo XIX. Posteriormente, y en virtud del Tratado de paz hispano-marroquí de 1860, el sultán de Marruecos se vio obligado a reconocer el «derecho» español a la antigua, aunque de ubicación desconocida, factoría de Santa Cruz de Mar Pequeña de Berbería en el Atlántico marroquí. 7 Las bases para la futura ocupación del litoral sahariano habían sido fijadas. En el Golfo de Guinea, los ingleses con la excusa de perseguir la trata instalaron en Fernando Poo la Comisión de Represión de la Trata,

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por lo que crearon Port Clarence en 1827; finalmente, debido a las condiciones de insalubridad de la isla y a las presiones hispanas la abandonaron.8 La firma de Tratados con el rey de Corisco, de 1843 y 1845, supuso la anexión de las islas Elobey, que, de alguna manera impedía el control total de los franceses en el territorio de Río Muni. Recuérdese que si la factoría negrera de Río Gallinas fue destruida por los ingleses en 1841, fue reemplaza por otras instalaciones similares, por lo que hasta muy avanzado el siglo xrx las embarcaciones españolas dedicadas al tráfico negrero estuvieron navegando por la zona y burlando la vigilancia de la flotilla inglesa, que trataba de impedirlo. 9 En el litoral norteafricano, Francia dio comienzo a la conquista de Argel en 1830. Comenzó a temerse el completo aislamiento de España por el norte y por el sur, completado en el este por la influencia británica en Portugal y Marruecos. Eso favoreció que surgiera el deseo de romper el cerco por el lado más débil: la conquista de parte del litoral magrebí. En la primavera de 1844 el gobierno estuvo a punto de enviar tropas a Ceuta para exigir al Sultán de Marruecos satisfacción por ciertos incidentes fronterizos habidos con algunos de sus súbditos. En agosto del mismo año, las tropas francesas vencieron a las marroquíes en la batalla de Isly (1844). Así que no pudo ser casual que pocos años después (1848), una expedición naval hispana tomara posesión de las islas Chafarinas frente a la frontera argelina-marroquí, con el objetivo de señalar a los franceses los límites de su expansión por el occidente magrebí. Advertencia que también efectuaron por vía diplomática a los británicos. 10 Prácticamente sobre la marcha se articuló una política, no carente de continuidad, en la que alternaron los intentos de frenar los avances franceses e ingleses, la estrategia de adelantarse a ellos en la medida que se pudiera, o la de cooperar con tales potencias para recuperar el prestigio español en el plano internacional. Un buen ejemplo de la política de oponerse, de alguna manera, a franceses e ingleses fue la guerra hispano-marroquí o Guerra de África, de 1859-1860. Su estallido estuvo directamente relacionado con las favorables ventajas que consiguió la Gran Bretaña del reino de Marruecos mediante el Tratado de 1856. Desde el punto de vista hispano era necesario obtener las mismas ventajas concedidas a los ingleses.U El conflicto fue conocido como la Guerra Grande de la Paz Chica, ya que se consideraba que no se habían logrado importantes concesiones territoriales. Sin embargo, si reportó ventajas económicas y comerciales, además de la ya citada concesión de Santa Cruz de Mar Pequeña, que supuso un freno, por muy parcial y temporal que fuera, a los proyectos franceses e ingleses en la zona. La política de adelantarse a Francia e Inglaterra parece que fue uno de los argumentos que hicieron aceptar a la monarquía la anexión de 12

Santo Domingo (1861-1865), solicitada por parte de sus propios dirientes. En realidad, la operación que se saldó con un rotundo fracaso, ~olo fue posible gracias a la plataforma cubana que facilitó el traslado de tropas desde la isla a Santo Domingo, lo que demuestra de nuevo el papel capital de Cuba en la tentación imperialista española. Transportarlas desde la península resultó enormemente difícil, como es sabido, en la Guerra independentista cubana de 1868-1878. 12 En la misma línea que el conflicto anterior hay que situar los ataques a Perú, guerra del guano, y a Chile, guerra del Godo, entre 1862 y 1867; en realidad fueron episodios de la tan practicada internacionalmente política de las cañoneras, tan usual entre las potencias imperialistas de la segunda mitad del xrx. 13 La cooperación de España con las grandes potencias se puso de relieve en los casos de Conchinchina y de México. La participación en la expedición asiática ( 1857-1863) como aliada de Francia, obedeció al 14 doble objetivo de obtener mano de obra china para Cuba y de afianzar el papel económico del archipiélago filipino. De ahí que el gobierno español renunciara a «su derecho» sobre parte del territorio conquistado, limitándose a asegurar en mayor o menor grado los dos objetivos anteriormente citados. 15 En el caso de la expedición de México de 18611862, uno de los factores que decidió que España interviniera conjuntamente con Francia y Gran Bretaña fue la decisión de «solucionar» el problema creado por la declaración de suspensión de pagos del presidente mexicano, Benito Juárez; 16 claro que el objetivo de fortalecer la posición de Cuba no fue ajeno. La intervención no podía sino terminar en un completo fracaso, por lo que el general Prim, actuando por su cuenta y riesgo, decidió reembarcar sus tropas hacia Cuba, de donde habían zarpado con anterioridad. 17 Es posible que el envío de un nutrido grupo de militares españoles, entre los que se encontraba el ya citado Juan Prim, en calidad de observadores a la Guerra de Crimea (185318 1856), obedeciera también a similares cuestiones de prestigio. ¿Qué quedó de las citadas aventuras? Poca cosa, en Conchinchina la posibilidad de conseguir la mano de obra necesaria para Cuba, siendo más dudoso el alcance de los acuerdos económicos; en los casos de México, Santo Domingo, Chile y Perú, solo se consiguió que aumentasen los recelos mutuos con estos países. Es posible que se ganara en prestigio en el ámbito internacional, aunque habría que tener en cuenta los costes de tales aventuras. En todo caso, tan escasos resultados favorecieron que se fuera imponiendo en el ánimo de los dirigentes hispanos un pragmatismo nacido de la aceptación de la debilidad de las propias fuerzas. Solo la aventura marroquí se saldó con logros de cierta importancia, aunque España no podía rentabilizarlos adecuadamente. La cercanía de Marruecos favorecía una política de mayor o menor continuidad, debí13

do fundamentalmente a que el problema de la flota no era tan determinante, como en el caso de las lejanas tierras americanas y asiáticas. Las posiciones conquistadas: Chafarinas, ampliación del territorio de Ceuta y Melilla y la concesión de Santa Cruz de la mar pequeña de Berbería, así como el control aduanero del país vecino entre 1862 y 1885, otorgaron «legitimidad» internacional a las pretensiones españolas. Así se explicaría el que organizaran y celebraran en Madrid la Conferencia de 1880, que internacionalizó la cuestión marroquí. Dado que España no podía aspirar a ocupar, dada su debilidad política y económica, parte del Imperio jerifiano, también aquí se detecta cierto pragmatismo oportunista y defensivo. Así pues, los sucesivos gobiernos y parte de la opinión pública se transformaron en los más ardientes defensores de la integridad y de la soberanía de Marruecos, frente a las ingerencias de otras potencias. Sin embargo, lo cierto fue que para el país vecino las consecuencias de la indemnización que se le impuso con motivo de la guerra de África, con el consiguiente control de sus aduanas por agentes hispanos e ingleses, y la aceptación de los «protegidos», le hizo cada vez más dependiente de los países europeas, a los que apenas podía ofrecer resistencia. 19 En líneas generales, la estrategia de hacerse pasar por defensor de la soberanía de Marruecos y las continuas críticas a la expansión colonial de Gran Bretaña, aunque también de Francia, no se tradujo en un importante incremento de la influencia española en África. Pero lo cierto es que en el Golfo de Guinea, se aseguró el dominio de Fernando Poo que comenzó a ser explotada agrícola y forestalmente entre las décadas de los setenta y ochenta. En buena parte lo anterior fue posible gracias a la navegación a vapor que facilitó el contacto con la lejana metrópoli. Las negociaciones franco-españolas a propósito del reparto de los territorios continentales del Golfo de Guinea cristalizaron en el Tratado de París de 1900, por el que los españoles se aseguraban una zona en torno a Río Muni. 2 º La presencia y la actividad de la flota pesquera española, canaria y peninsular, en el caladero sahariano fue creciendo en importancia a lo largo de todo el siglo XIX. Eso explica que los exploradores españoles consiguieran, en 1884, firmar tratados de amistad y/o protección con algunos jefes bidan de las tribus del litoral, lo que favoreció que se crease el primer asentamiento español en la zona: Villa Cisneros, actualmente Dajla. 21 Todo eso ocurría mientras se seguía discutiendo el emplazamiento de Santa Cruz de Mar Pequeña, que a esas alturas ni siquiera se había sabido localizar. Las Chafarinas tampoco se habían convertido en el puerto y almacén orientado al litoral norteafricano que se pretendía. Paralelamente, existió cierto interés en la adquisición de un territorio a la entrada del Mar Rojo, que sirviese para consolidar la presencia es14

añola en Filipinas. En especial, el poder contar con un depósito de

~rbón propio para la marina mercante y la flota de guerra, en el caso que tuviera que desplazarse para la defensa del archipiélago. Claro que el problema de fondo fue que Cuba y el Caribe, en especial la guerra cubana de 1868-1878, absorbió casi todas las energías y recursos del estado que solamente podía concentrarse en la conservación de las colonias que aún poseían, y dejar de lado cualquier quimera expansionista. Mientras tanto, la desacertada política gubernamental con respecto a Cuba favoreció el estallido de la guerra independentista de 1895, y en especial, la posterior entrada de los Estados Unidos en el conflicto, en 1898. España terminó perdiendo Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. En este último caso la flotilla naval enviada por España tuvo que darse la vuelta antes de atravesar el Canal de Suez al no conseguir que ninguna potencia le permitiera el imprescindible aprovisionamiento de carbón.22 Haciendo gala de un obligado pragmatismo, dadas las circunstancias, el gobierno terminó vendiendo al año siguiente las islas 23 Carolinas a Alemania. Sin Filipinas era imposible mantenerlas. Del desastre colonial, solo se habían salvado las posesiones saharianas y guineanas, que comenzaban a prefigurar el futuro eje península-Marruecos-Ifni-Sáhara-Guinea. El desastre colonial, en especial las numerosísimas muertes de soldados en Cuba y el terrible episodio de la repatriación en condiciones dantescas de los desmovilizados, muchos de los cuales llegaron enfermos de fiebres, impresionó vivamente a la sociedad española. A partir de entonces, ya no fue posible participar alegremente en ninguna nueva aventura colonial, ni la organización de cuerpos o unidades de voluntarios que fueran a defender, o conquistar, las colonias, como había ocurrido en las Guerra de África de 1859-1860 y en la de Cuba de 18681878 .24 En adelante, su papel fue confiado cada vez más a las tropas regulares del ejército, como sucedió en Marruecos, Sáhara, Ifni y Guinea, lo que incluyó a las llamadas por entonces tropas «indígenas». En este período, se acentuó la debilidad política del Régimen de la Restauración, con el agotamiento del sistema del turno dinástico, el caciquismo, la creciente intervención política del ejército y, por último, el notorio aumento de las protestas de la población por el injusto sistema de reclutamiento, las quintas. De ahí que crecieran los enemigos de emprender nuevas aventuras coloniales. En suma, a partir de aquel momento, los sucesivos gobiernos antes de enfrascarse en una nueva escalada bélica se vieron obligados a tener en cuenta a la opinión pública y el parecer de los partidos de la oposición. Sirva de ejemplo el que en la llamada Guerra de Melilla de 1893 ya no se pudo lograr la unanimidad conseguida en la Guerra de África de 1859. 25 El patrioterismo provocado por la Guerra de Cuba de 1895-1898, fue superado en su tramo final por las manifestaciones de descontento

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por como se había gestionado la guerra, que acabó siendo muy impopular. Cuando enjulio de 1909 se inició otro episodio bélico con las tribus fronterizas de Melilla, las movilizaciones contrarias a esa nueva aventura se extendieron a lo largo y ancho de la geografía española. En Barcelona y numerosas localidades catalanas provocó el estallido revolucionario de la Semana Trágica o revolución de julio de 1909. 26 Por el contrario, los sectores favorables a la expansión colonial española atacaron la pasividad y/o la dejadez de aquellos gobiernos bajo cuyos mandatos se negociaron a la baja con Francia, en 1900 y 1904, las pretensiones territoriales en Marruecos, Río Muni, Sáhara e Ifni. 27 No fue extraño que la celebración, y el resultado, de la Conferencia de Algeciras (1906) no despertase un excesivo entusiasmo. En realidad, imperaba, salvo en sectores minoritarios aunque importantes política, social y económicamente, un gran escepticismo sobre las reales posibilidades de colonizar que pudiera desarrollar España. En todo caso, la Conferencia dio un respaldo a las pretensiones expansionistas francoespañolas,28 lo que favoreció que en 1912 se firmase el Protectorado francés en Marruecos, al que se adhirió España en noviembre del mismo año. 29 Se suele afirmar que la parcial satisfacción de las aspiraciones hispanas fueron debidas al deseo británico de impedir que Francia controlara la orilla sur del Estrecho de Gibraltar y a cierta generosidad de Francia para con su país vecino. Sin negar validez a estos argumentos, no se tiene en cuenta que una España excluida del reparto de Marruecos se hubiera convertido en una plataforma del contrabando de armas hacia el litoral marroquí (en realidad, lo fue hasta 1927), y en una caja de resonancia de todas las protestas de los magrebíes colonizados, como también sucedió en cierta manera con aquellos que se opusieron a la presencia francesa en Marruecos y en Argelia. En realidad, y a pesar de sus debilidades, no se podía prescindir de España. La historia del reparto colonial entre las grandes, medianas y pequeñas potencias europeas no es la historia de una generosidad, ni para con los colonizados, ni en los tratos de los colonizadores entre si. A trancas y barrancas, desde 1778, con la adquisición de Fernando Poo y Annobón, pasando por 1912 con la proclamación del Protectorado español de Marruecos, hasta 1934 con la ocupación efectiva del Sáhara Occidental e Ifni, España se dotó de un modesto imperio colonial. Tras no pocos esfuerzos, incluidos numerosos episodios bélicos, éste se limitaba a poco más de 340.000 kilómetros cuadrados que incluían: la zona norte de influencia de Marruecos, 20.000 km 2 ; la zona sur del protectorado o provincia de Tarfaya, 25.000 km 2; el Sáhara, 266.000 km 2 ; Sidi Ifni, 1.500 km 2 ; Fernando Poo y Rio Muni, 28.000 km 2 • Se trataba de territorios escasamente poblados, con poco más de un millón de habitantes. 30 Realmente, la aportación hispana al dominio colonial en esos momentos no era espectacular, ya que el total de las colonias

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uropeas ascendían a unos 56,5 millones de kilómetros cuadrados en 31 fos que vivían unos 610 millones de habitantes. Sin embargo, fue imrtante para españoles, marroquíes, saharianos y guineanos. Po Continuó siendo el único caso en el que una potencia colonial tenía una superficie mayor (504.645 kilómetros cuadrados) que el conjunto de sus territorios coloniales; también la población metropolitana superaba con mucho a la colonizada. También hay que tener en cuenta la dificultad de articular una política realmente colonial en territorios tan separados y tan desiguales. No es este el momento de ocuparnos de los agentes que materializaron el dominio colonial español: funcionarios, misioneros, militares, colonos, empresas y demás sectores económicos. También hay que tomar en consideración la resistencia de los colonizados a dejarse dominar, especialmente en el caso marroquí, en el qué la guerra, aunque intermitentemente, prevaleció entre 1909 y 1927. Además, en la metrópoli se sucedieron las movilizaciones en contra de la lenta y traumática conquista de Marruecos. No se trataba de planteamientos anticolonialistas, sino de protestas por el elevado coste en sangre de soldados españoles que acarreaba el conflicto. Entre 1911 y 1923, las manifestaciones, mítines, huelgas, peticiones de abandonar aquel territorio, fueron numerosísimas, especialmente a raíz del terrible descalabro español en Annual y Monte Arruit, con decenas de miles de soldados fallecidos, en la última semana de julio de 1921. Sus consecuencias aceleraron el deterioro del sistema de la Restauración y favorecieron el pronunciamiento militar de Primo de Rivera de 1923. Por el contrario, fue incruenta para los españoles, aunque no tanto para los guineanos, conquista de Fernando Poo y Río Muni; los únicos territorios coloniales verdaderamente rentables desde el punto de vista económico. Tampoco fueron traumáticas las tardías ocupaciones del Sáhara y de Ifni, por lo que apenas si suscitaron movilizaciones de protesta en la metrópoli. En realidad, la oposición contraria a las aventuras coloniales solo fue importante en contados episodios en los que las guerras de Marruecos (1909-1923) o la descolonización del Sáhara Occidental (1973-1975), se convirtieron en arma arrojadiza en las críticas de la oposición a los gobiernos de aquellos momentos. La protestas en contra del colonialismo solo tuvieron verdadera trascendencia en aquellas ocasiones en qué el esfuerzo por conquistar nuevos territorios, o su mantenimiento, se saldó con importantes descalabros que ocasionaron numerosas muertes entre los reclutas del ejército español. Pero una vez «pacificado» Marruecos en 1927, prácticamente desaparecieron, salvo iniciativas aisladas y partidistas que tenían más que ver con la política 32 interior que con la situación de la colonia y de los colonizados. Todo parece indicar que el ideario colonial de los distintos gobiernos que se sucedieron a lo largo de las tres primeras décadas del siglo xx se basó en el cumplimiento, más o menos sincero, de los compromisos

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adquiridos con la comunidad internacional. En especial con Francia, país cuyas colonias rodeaban a las españolas: zonas de influencia norte y sur en Marruecos, Sidi Ifni, Sáhara y Guinea. El jugar la baza de intentar desestabilizar las colonias vecinas, protegiendo las razzias de las tribus sometidas a España en territorio dominado por los franceses, tenía el inconveniente de que Francia actuaba de idéntica manera. De ahí que, aunque tardíamente, en tiempos de la 11 República ( 1934) y bajo la presión de Francia, se ocupó efectivamente el interior del Sáhara e Ifni. Un ejemplo paradigmático del cumplimiento al dictado de los compromisos internacionales. La citada política fue totalmente contraproducente para los intereses de la propia república, como se puso de manifiesto a raíz de los tardíos, tímidos, mal enfocados e inútiles intentos del gobierno de sublevar a los marroquíes contra los militares que se pronunciaron contra la legalidad republicana y provocaron la Guerra Civil (1936-1939). El gobierno rehusó declarar la independencia de Marruecos, la única medida que, es posible, aunque muy improbable, que hubiera podido erosionar una de las más importantes bases de poder de los militares sublevados; pero le hubiera supuesto la pérdida del raquítico apoyo que le prestaron Francia e Inglaterra. 33 En la España franquista se produjeron importantes cambios en lapolítica colonial. El régimen alentó, aunque a veces de forma retórica, el irredentismo colonialista fraguado por los sectores más nacionalistas. Las reivindicaciones de los «derechos» españoles se referían al litoral comprendido entre el río Senegal hasta el Oranesado argelino, lo que incluía Mauritania, Sáhara Occidental, Marruecos y la antigua provincia argelina de Orán. Todo se concretó, además de las posesiones coloniales en Marruecos y el Sáhara, en la ocupación de Tánger entre 1940 34 y 1945. Pero el triunfo aliado en la 11 Guerra Mundial vino a evidenciar lo quimérico de esas ambiciones. Hacia comienzos de la década de los cincuenta se observan los primeros pasos de una política tendente a garantizar en lo futuro la conservación de lo esencial del escuálido imperio colonial español. Eso no quiere decir que se actuara con cierta coherencia, como se demuestra por la errónea política franquista de apoyar la lucha armada de los nacionalista marroquíes contra los franceses, sin plantearse seriamente que llegaría el momento en que también la administración colonial española también sería atacada. Si la creación del espacio colonial fue lenta (entre 1778 y 1934), la descolonización fue sumamente rápida. En apenas veinte años (19561975) se perdió el control de los territorios regidos desde Madrid en Marruecos (1956), Guinea (1968), Ifni (1969) y el Sáhara Occidental (1975). 35 La formación del imperio colonial español entre los siglos xrx y xx se debió en buena parte al intento de hacer frente a la expansión colonial británica y francesa de la época. La descolonización se explica fun18

damentalmente por las presiones exteriores, especialmente por parte de l oNU y por las reivindicaciones de los colonizados. Pero también fue ;uy importante el tradicional recelo frente a Francia, país al que se culpabilizaba de los recortes sufridos por el sueño imperial hispano. De ahí que no se tuviera empacho en publicitar unas ambiciones expansionistas a costa de los territorios bajo dominio francés en el Norte de África. El único resultado, aunque efímero, fue la ocupación de la ciudad internacional de Tánger por las tropas franquistas en 1940, con la excusa de proteger el orden en la ciudad internacional, tras el hundi36 miento de Francia ante el avance alemán en la II Guerra Mundial . En esa línea, el franquismo hizo todo lo posible por dificultar el dominio francés en Marruecos. Los nacionalistas marroquíes de la zona francesa que emprendieron la lucha armada contra la Résidence Généralfrancesa, encontraron refugio en la zona del protectorado español. Desde Madrid y Tetuán se amplificaban las denuncias de lo que sucedía en el territorio bajo control francés. 37 El régimen franquista abrigó la extraña e inconcebible idea de que los marroquíes de la zona española no querrían la independencia. En 1956, Francia agobiada por sus problemas con el Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino, se vio obligada a reconocer la independencia de Marruecos y de Túnez. Su iniciativa cogió a contrapié al gobierno español, que se vio en la tesitura, aunque a regañadientes, de 38 conceder la independencia de las zonas que controlaba. Se cuenta que, con ocasión de la solemne recepción celebrada en El Pardo, para celebrar la independencia de Marruecos, Franco desapareció. Hubo un pequeño revuelo hasta que se le encontró en un pequeño habitáculo, gimoteando. Al ser preguntado de los motivos por los qué lloraba, respondió que por la pérdida de un hijo. Se le insistió en que no tenía hijos varones, a lo que contestó que ese hijo era Marruecos. Cierta o no, exagerada o no, la anécdota es ilustrativa de la forma de entender el Protectorado por parte de determinados sectores dirigentes del régimen franquista. Buena parte del tradicional desencuentro hispano-marroquí arranca del citado año. 39 Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el desenlace de la independencia de Marruecos no supuso ningún desgaste para el régimen franquista, a pesar de que determinados sectores (en especial en el ejército) eran contrarios a admitir la realidad de que España ya no podía seguir dominando «SU» Protectorado. La oposición en el exilio que pensaba ingenuamente que la precipitada salida de Marruecos debilitaría al franquismo, fue víctima de su política tendente a agradar a las democracias occidentales (en especial Francia e Inglaterra) y en ignorar a Marruecos. Marruecos tras la independencia no renunció a la incorporación de Ifni y a la anexión del Sáhara, por lo que alentó la invasión de tales territorios por los comandos del Ejército o Armé de Liberation Nacional 19

(ELN) o (ALN), con la guerra de Ifni-Sáhara de 1957-1958. La contienda se saldó con la victoria hispana en el caso del Sáhara, contando con la valiosa ayuda francesa, lo que suponía un importante cambio de orientación política en relación al norte de África. Sin embargo, en Ifni, fueron derrotadas las tropas españolas, que se vieron obligadas a restringir su dominio directo en un estrecho hinterland en torno a la ciudad de Sidi Ifni, quedando en adelante el resto del territorio bajo el control del ejército marroquí. Este conflicto apenas provocó críticas, más allá de las condenas retóricas, ya que la oposición antifranquista, tanto en la clandestinidad como en el exilio, no se preocupó excesivamente de la cuestión colonial .40 El caso de Guinea, la colonia más rentable desde el punto de vista económico para España, tampoco fue objeto de importantes críticas por parte de la oposición interior o exterior. El régimen franquista no aprendió apenas nada de lo sucedido en los casos de Marruecos y del Sáhara entre 1956 y 1958.41 Al contrario, se preparó para obstaculizar la independencia de las colonias que aún retenía. La mejor ocurrencia fue convertirlas entre 1958 y 1960 en cuatro provincias españolas: Fernando Poo, Río Muni, Sáhara e Ifni, con autonomía administrativa y con diputados que participaban exóticamente en las Cortes franquistas. 42 Esta estratagema, y otras del mismo calado, no surtieron efecto. 43 Desde 1956, un año después de su ingreso en la ONU, la citada organización planteó a España la necesidad de descolonizar todos los territorios dependientes que mantenía bajo su dominio. En 1965, dos resoluciones instaron al gobierno español a que concediera la independencia a Guinea. Al año siguiente una comisión de Naciones Unidas visitó el territorio. El franquismo, con disputas internas que también se explican en este libro, finalizó por aceptar lo inevitable. Entre 1967 y 1968, se celebró en Madrid la Conferencia constitucional de Guinea. El proceso se aceleró cuando las Cortes españolas aprobaron el proyecto de ley para la independencia, un referéndum aprobó la constitución elaborada por representantes guineanos y españoles, se celebraron las elecciones a la Asamblea legislativa y a la presidencia de la República y, finalmente, el 12 de octubre se proclamó la independencia de la República de Guinea Ecuatorial. El franquismo solo se preocupó, y parece ser que con cierto éxito, en salvaguardar los intereses agrícolas y forestales de los hasta entonces grandes propietarios colonos. 44 Poco después se abandonaba Ifni, colonia que nunca fue rentable para la metrópoli y en la que la presencia de los españoles se reducía a la ciudad de Sidi Ifni y al territorio que la rodeaba. No tenía sentido continuar conservándola, por lo que el 4 de enero de 1969 se firmó en Fez el Tratado de Retrocesión del territorio a Marruecos.45 Quedaba, por tanto, únicamente pendiente la descolonización del Sáhara, que aún hoy en día no ha finalizado completamente. El régimen planteaba asegurarse el control de la colonia en el futuro, dado su po-

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tendal económico debido a la puesta en explotación del yacimiento de fosfatos de Bu Craa y a la riqueza pesquera del litoral. Sin embargo, a Ja persistente reivindicación de Marruecos sobre el territorio se unió la presión de la ONU, que a partir de 1965 comenzó a plantear requerimientos a España para que celebrara un referéndum de autodeterminación y, posteriormente, abandonase el Sáhara. El gobierno franquista respondió intentando consolidar una alternativa «sahariana» opuesta a Ja opción marroquí y dependiente de España. En 1967 creó la Yemáa, asamblea de notables, y en 1974 aprobó un estatuto de autonomía que no llegó a ponerse en práctica. Paralelamente se potenció la creación de un partido político pro-español, el Partido de Unión Nacional Sáharaui (PUNS), de corto y estrafalario recorrido, ya que su secretario general huyó a Marruecos con los fondos de la organización y rindió pleitesía al monarca alauita. Mientras tanto, surgió el Frente Polisario, enfrentado igualmente a españoles y marroquíes, contra quienes inició su lucha 46 armada, ya que aspiraban a Ja independencia del Sáhara. En tan tensa y confusa coyuntura, el agravamiento definitivo de la salud del dictador Franco en noviembre de 1975 fue definitiva para el curso de los acontecimientos. Hasan 11 organizó la Marcha Verde, una invasión pacífica del territorio en disputa por unos 300.000 marroquíes enfervorizados. Los gestores del régimen en esos momentos, preocupados fundamentalmente por la sucesión de Franco no dudaron en deshacerse del Sáhara, entregándolo a Marruecos y Mauritana mediante el Acuerdo Tripartito de ese mismo mes y año. La oposición al franquismo, que apostaba resueltamente por la democracia, apoyó resueltamente a los independentistas saharauis, como también buena parte de los componentes del ejército, en especial los que habían pasado un tiempo en el territorio y, entre ellos, algunos de los que habían ocupado cargos importantes en Ja administración española en la colonia. Un ejemplo elocuente fue el de que en el fuselaje del último avión militar español que abandonó la excolonia, con la bandera oficial acabada de arriar y con el hasta entonces máximo jefe militar, alguien pintó con enormes letras «¡Viva el POLlSARI0!».47 Desde entonces, los partidarios de un Sáhara Occidental independiente, agrupados en los campamentos de refugiados de Tindouf, mantienen una continua pugna con el gobierno marroquí que ha impedido, 48 hasta el momento, la solución definitiva del status del territorio. Aunque ya se observan signos de cansancio y de cierto olvido, hasta no hace mucho sectores mayoritarios de la sociedad española fueron declaradamente partidarios de la independencia saharaui. Lo anterior es un factor más que impide el que España pueda jugar ningún papel relevante en las negociaciones sobre el futuro de Ja zona. Salvo sus buenos oficios para facilitar Jos encuentros entre saharauis y marroquíes en el 49 caso, harto improbable que las partes lo solicitaran. Y, naturalmente,

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la labor humanitaria debida a los antiguos colonizados, máxime cuando la forma de descolonizar el territorio dificultó una rápida y razonable solución. Los trabajos que figuran en este libro que aquí presentamos ahondan en el tema de la descolonización de los distintos territorios un día bajo dominio español, ofreciendo una visión innovadora, en casi todos ellos apoyados en fuentes documentales o no estudiadas hasta el momento o no lo suficientemente explotadas. Enrie Ucelay Da Cal nos ofrece una impresionante panorámica mundial sobre los procesos de colonización y descolonización, en el que hay que situar Marruecos, que nos permite entender el contexto en el que empezó a construirse como un nuevo país soberano a partir de 1956. Gonzalo Alvárez Chillida sintetiza el proceso de descolonización de Guinea, atendiendo tanto al surgimiento del nacionalismo guineano, como a las diferentes sensibilidades que en el seno del franquismo intentaron imponer su solución al conflicto que, finalmente, resultó un auténtico fracaso. Josep Pich Mitjana analiza exhaustivamente las páginas que la revista Mundo, uno de los portavoces de la política exterior franquista, dedicó a la descolonización en el Magreb, con especial énfasis en el caso hispano. Bernabé López García se encarga de estudiar el caso de Ifni y Sáhara, en el que se detecta la misma incapacadidad del régimen para salir airoso del proceso de descolonización. Juan Pastrana Piñero se ocupa de la tesitura en la que se encontraron los Ait-Baamaran en la guerra lfni-Sáhara, y el período posterior, divididos entre su pertenencia al pueblo marroquí y las ventajas materiales derivadas de la presencia española. Miguel Hernando de Larramendi analiza el caso de Marruecos, desde el punto de vista de la diplomacia española. Jesús Martínez Milán estudia las consecuencias de la independencia de Marruecos para las islas Canarias, que no fueron especialmente negativas, dadas las escasas relaciones de todo tipo que el archipiélago mantuvo con el país vecino, al contrario de lo que sucedió con el contencioso del Sáhara que afectó profundamente al sector pesquero canario. Vicente Moga Romero y José Antonio Alarcón Caballero se ocupan de las repercusiones de la independencia marroquí en Melilla y en Ceuta respectivamente, que supuso un importante corte en las relaciones de ambas ciudades con el hinterland marroquí, aunque en los dos casos las citadas ciudades supieron readaptarse para superar las dificultades. Santiago de Pablo, Alfonso Iglesias Amorín y David Martínez Fiol muestran, contra lo que pudiera esperarse, que la independencia de Marruecos no fue un tema de importancia para los nacionalistas vascos, gallegos y catalanes. Eloy Martín Corrales destaca que socialistas y comunistas solo se preocuparon de Marruecos en la medida que pensaron que podía ser un tema que contribuyera a erosionar al régimen franquista. En realidad, las fuerzas opositoras al franquismo, socialistas, comunistas, anarquistas y nacionalistas apenas se interesa-

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roh por Ja suerte del país vecino. Maite Ojeda Mata analiza el surgimiento del sionismo entre Jos judíos marroquíes y como ese movimiento junto con los conflictos de Palestina, explican la salida de la mayor p;rte de Ja población ju día de Marruecos. Mimoun Aziza nos ofrece un interesante panorama de la bibliografía marroquí que se ha ocupado de la independencia del antiguo Protectorado español de Marruecos, lo que plantea Ja necesidad de que Ja historiografía española intensifique la incorporación de la citada bibliografía en sus estudios y publicaciones. Finalmente, Julián Paniagua López nos ofrece un interesante y útil texto sobre las posibilidades del Archivo General de Ja Administración (AGA) de Alcalá de Henares, repositorio imprescindible a Ja hora de estudiar Ja presencia colonial española en Africa.

Notas J. G. NERÍN, Traficans d'iínimes. Els negrers espanyols a !'África, Barcelona, Portie, 2015. F. de SOLANO y A. GUIMERÁ (eds.), Esclavitud y derechos humanos. La lucha por la libertad del negro en el siglo XIX, Madrid, CSIC, 1990. 2. J. FRÉMEAX, De quoifutfait l'empire, Les guerres coloniales aux XIX' siecle, París, CNRS, 2010. E. J. HOBSBAWM, La Era del Imperio 1875-1914, Barcelona, Labor, 1989. D. K. FIELDHOUSE, Economía e Imperio. La expansión de Europa, 18301914, Madrid, Siglo XXI, 1977. Y, West and the Third World, Oxford, Blackwell Pubkishers, 1999. E. KARSH y 1, Empires of the Sand. Thre struggle for mastery in the Middle East 1789-1923, Cambrigde, Harvard University Press, 1999. 3. No obstante, conviene tener en cuenta que la monarquía consiguió enviar unos 17.000 soldados a las colonias para evitar su independencia, J. M. PORTILLO, Crisis atlántica: autonomia e independencia en la crisis de la monarquia hispáncac, Madrid, Fundación Carolina-Marcial Pons, 2006. J. LYNCH, Las revoluciones hispanoamericanas: 1808-1826, Barcelona, Ariel, 1989, 5.' ed. ampliada y puesta al día. 4. Para la presencia colonial española en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que cuenta con una bibliograía impresionante, remito a J. M. FRADERA, Colonias para después de un imperio, Barcelona, Bellaterra, 2005. 5. E. MARTÍN CORRALES. «Atraso tecnológico de la pesca del salado en Canarias en el siglo XVIII», en J. L. PESET (coord.), Ciencia, Vida y Espacio en Jberoamérica, Madrid, CSIC, 1~89, 11, pp. 103-124. 6. Y. AIXELA, A. LOPEZ BARGADOS y C. FAURIA, Alí Bei, un pelegrí catalií per terres de l'lslam, Barcelona, Museu Etnologic-Proa, 1996. 7. M.C. LECUYER y C. SERRANO, La guerre d'Afrique et ses répercussions en Espagne, 1859-1904, París, PUF, 1976. 8. D. GARCÍA CANTÚS, Fernando Poo: Una aventura colonial española. l. Las islas en litigio: entre la esclavitud y el abolicionismo, 1777-1846, Barcelona, Ceiba, 2006. 9. G. NERIN, Traficans d'iínimes, D. R. MURRAY, Odious commerce: Britain, Spain and the abolition of the Cuban slave trade, Cambridge, Cambridge University Press, 1980. J. L. FRANCO, Comercio clandestino de esclavos, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1980. 10. E. MARTIN CORRALES, «El patriotismo liberal español contra Marruecos ( 1814-1848). Antecedentes de la Guerra de África de 1859-1860», Jlles i lmperis. Revista d'Estudis de les societats en el món colonial 1 postcolonial, 7 (2004), pp. 11-43. J. CAS-

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meus enemics. Les simpaties del nacionalisme catala pels moros: 1900-1936», L'Aven¡;, 28 (1980), pp. 409-420. M. R. de MADARIAGA, «Le Parti Socialista espagnol et le Parti Communiste d'Espagne face a la révolte rifaine», Actes du Col/oque Internacional d'Etudes Historiques et Sociologique, Col. Textes a l'appui, 1976, pp. 308-366. Y, «Le nationalisme basque et le nationalisme catalan face au probleme colonial en Maroc», Pluriel. Debat, 13 (1978), pp. 31-54. A. BACHOUD, Los españoles ante las campañas de Marruecos, Madrid, Espasa Calpe, 1988. M. MARTIN, El colonialismo español en Marruecos, 1860-1956, París, Ruedo Ibérico, 1973. 33. A. PAZ, La cuestión de Marruecos y la República española. Documentos inéditos, Madrid, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2000. M. R. de MADARIAGA, Los moros que trajo Franco ... : La intervención de tropas coloniales en la guerra civil, Barcelona, Martínez Roca, 2002. Para la interpretación de las consecuencias que tuvo la formación de los militares africanistas en el golpe contra la República, BALFOUR, S., Abraza mortal: de la guerra colonial a la guerra civil en España y Marruecos (1909-1939), Barcelona, Península, 2002. G. NERIN, La Guerra que vino de África, Barcelona, Crítica, 2005. 34. Una visión de conjunto en J. M. AREILZA y F. M. CASTIELLA, Reivindicaciones de España, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1941. Para Tánger, Tánger bajo la acción protectora de España durante el conflicto mundial (junio, 1940-octubre, 1940), Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1946. Para el Oranesado, A. SALINAS, Quand Franco réclamait Oran. L'Opération Cisneros, París, L'Harmattan, 2008. 35. C. YBARRA ENRÍQUEZ DE LA ORDEN, España y la descolonización del Magreb. Rivalidad hispano-francesa en Marruecos, 1951-1961, Madrid, UNED, 1998. J. de PINIÉS Y RUBIO, La descolonización española en las Naciones Unidas. Guinea Ecuatorial (Fernando Poo y Río Muni), lfni, Sahara Occidental, Gibraltar y las Naciones Unidas, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2001. 36. G. NERÍN y A. BOSCH, El imperio de nunca existió. La aventura colonial discutida en Hendaya, Barcelona, Plaza & Janés, 2001. A. SALINAS, Quand Franco. 37. Incluso se apoyó a la OAS en su lucha contra el FLN y el gobierno francés, G. SEGURA VALERO,A la sombra de Franco. El refugio español de los activistas franceses de la OAS, Barcelona, Ediciones B, 2004. 38. C. YBARRA ENRÍQUEZ DE LA ORDEN, España y la descolonización. V. MORALES LEZCANO, El final del Protectorado hispano-francés en Marruecos. El desafío del nacionalismo magrebí (1945-1962), Madrid, Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 1998. J. WOLF, Les secrets de Maroc Espagnol. L'épopée d'Abd-el-Khaled Torres, 1910-1970, París-Casablanca, Balland-Eddif, 1994. 39. Para la visión española, I. CEMBRERO, Vecinos alejados: los secretos de la crisis entre España y Marruecos, Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2006. I. SZMOLKA VIDA, El conflicto del Perejil, Ceuta, Archivo Central, 2005. Para la visión marroquí, MESSARI, L., Las relaciones difíciles: Marruecos y España: Las controversias entre dos estados vecinos vistos por un ex ministro marroquí, Córdoba,Almuzara, 2009. 40. L. M. VIDAL GUARDIOLA, Ifni, la prensa y la guerra que nunca existió, Madrid, Almena, 2006. G. SEGURA VALERO, Ifni. La guerra que silenció Franco, Madrid, Ediciones Martínez Roca, 2006. J. R. DIEGO AGUIRRE, Guerra en el Sahara, Madrid, Istmo, 1991. 41. El reconocimiento de la política errónea en Marruecos tardó en llegar y cuando lo hizo, fue tímidamente, como el siguiente ejemplo debido a uno de los ideólogos del colonialismo español del momento: «a España, como «decana de la colonización (según Leroy-Beaulieu), le correspondió el presentimiento y la afirmación de que se trataba de un fenómeno temporal, cuyo desenlace no debería abandonarse al ciego juego de las fuerzas humanas, ni prolongarse al arbitrio del que ejercía funciones de tutor, aunque el momento del tránsito resultara a la sazón poco calculable para las mentes no privilegia-

d s», J. M. CORDERO TORRES, La descolonización. Un criterio hispánico, Madrid, ¡ ªstituto de Estudios Políticos, 1964. Utilizo Ja 2.3 edición, de 1967, p. 10. n 42. El gobierno promovió las obras de divulgación acerca de las cuatro nuevas provincias. A. DOMÍNGEZ ORTÍZ y M. GARZÓN PAREJA, Plazas y provincias africanas españolas. Ifni, Sahara, Fernando Poo y Río Muni, Madrid, Estudio y Vida, 1962. R. ORTEGA CANADELL, Provincias africanas españolas. lfni, Sahara. Fernando Poo y Río Muni, Barcelona, Teide, 1962. 43. La prensa oficialista no dudaba en señalar como culpables de la agitación anticolonial a oscuro_s agentes y a resentimientos atávicos. En concreto, la prensa ofrecía «una visión de un Africa resentida y revolucionaria, con un matiz claramente político», R. SEVILLANO CASTILLO, Los orígenes de la descolonización africana a través de la prensa española, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1986, p. 145. 44. D. NDONGO BIDYOGO, Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial, Madrid, Cambio 16, 1977. J. de PINIÉS Y RUBIO, La descolonización española. 45. J. de PJNIÉS Y RUBIO, La descolonización española. 46. J. R. DIEGO AGUIRRE, Historia del Sahara español. La verdad de una traición, Madrid, Kaydeda, 1988. BÁRBULO, T., La historia prohibida del Sahara español, Barcelona, Destino, 2002. GARCÍA, A., Historias del Sahara. El mejor y el peor de los mundos, Madrid, Libros de la Catarata, 2002. 47. J. M. MARTÍNEZ MILLÁN, «La descolonización del Sáhara Occidental», Espacio, Tiempo y Forma. Revista de la Facultad de Geografía e Historia UNED, serie V, 4 (1991), pp. 191-199. 48. La visión marroquí (mayoritariamente partidaria de la anexión del Sáhara occidental) ha oscilado de las críticas a Ja presencia colonial española, a la de la ingerencia argelina, para desembocar en reconocer la importancia de la democratización como principal factor resolutorio de la inconclusa descolonización. A. LAROUI, L'Algérie et le Sahara marocain, Casablanca, Serar, 1976. A. YATA, Le Sahara Occidental Marocain a travers les textes. Tome l. De la revendication a la concrétisation, 1973-1975, Casablanca, Al Bayane, 1982. A. BENMESSAOUD, Le Sahara marocain. Une decolonisation pas comme les autres, Rabal, Confuences, 1991. A. EL HARITI, Sahara. La solution démocratique et nationale, Casablanca, Ed. Nawafid, 2006. M. CHERKAOUI, El Sahara, vínculos sociales y retos estratégicos, Madrid, Siglo XXI, 2008. 49. Apenas comienzas a aparecer estudios sobre la repatriación de los antiguos colonos. Para el caso de Marruecos, O.AOUAD y F. BENLABBAH (coords.), Españoles en Marruecos, 1900-2007. Historia y memoria popular de una convivencia, Rabat, Instituto de Estudios Hispano-Lusos, 2008. Para el Sáhara, E. MARTÍN CORRALES, «Le litoral mauritano-saharien, l'Eldorado éphémere des canariens (1884-1975», A. LÓPEZ BARGADOS y J. M. MARTÍNEZ MILLÁN (eds.), Cultures du litoral. Dynamiques frontalieres entre les Canaries et la cote saharo-mauritainne, Barcelona, Bellaterra, 2010, pp. 207-238. B. ANDREU MEDIERO, «Presencia y retorno de canarios en el antiguo Sáhara español: 1975. La Operación golondrina», en XVII Coloquio de Historia Canario-Americana, Las Palmas de Gran Canaria, Casa de Colón, 2006, en prensa.

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