Prejuicios tras las Rejas

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Descripción



¡Prejuicios tras las rejas!
Durante el año transcurrido, participamos de un grupo misionero conocido por muchos en la Villa Libertador San Martín, Entre Ríos. Este es llamado Misión Estudiantil del Plata (MEP), el cual consiste en derivar diferentes comisiones de estudiantes universitarios a distintos lugares aledaños a la villa, con el objeto de evangelizar cada sábado. Se designan los lugares de trabajo y los equipos de instructores. Algunos van a Santa Fe, Nogoyá, Crespo, Diamante, San Benito, etc. A nosotros nos asignaron Paraná. Pensábamos que tendríamos que dar estudios bíblicos con nuestros compañeros casa por casa. Pero grande fue nuestro asombro cuando nos dijeron de qué lugar se trataba. Nuestro destino era nada más ni nada menos que el Servicio Penitenciario de esa ciudad. Al unísono todos exclamamos -¡La Cárcel!
El primer sábado fue todo un tema. Era la primera vez que íbamos a ir y conocer personalmente el interior de un Penal. Antes de esto, habíamos visto documentales de cárceles argentinas, notas sobre prisiones ¡y hasta películas del mismo tema! Pero nada era comparado con vivir de cerca esta experiencia. Realmente estábamos nerviosos y con algo de temor, precisamente por estar en el mismo ambiente carcelario. Al tener los primeros contactos con los internos del Penal, pareció que todas nuestras ideas primeras se fueron transformando. No era tan así como lo habíamos imaginado. A medida que pasaron los sábados, vimos un clima familiar, cálido, ameno y personas apacibles buscando aprender de la Palabra de Dios. Esto fue algo que nos sorprendió grandemente. Nos imaginábamos a unas personas duras, toscas y serias, y nos encontramos con todo lo contrario. Nos imaginábamos un ambiente oscuro, solitario y desagradable, pero fue exactamente todo lo contrario. Desde entonces, nos dimos cuenta que no todo es lo que refleja nuestra mente. Que en la misión, las impresiones personales no valen. Al final del año, fuimos testigos de varios bautismos en ese lugar. Presenciamos la entrega de almas cautivas encomendándose a Dios. Fue algo que nunca se borrará de nuestras mentes, y quedará en nuestros corazones.
Particularmente, aprovechando esta vivencia, queríamos referirnos, a un tema serio y que se debe tener en cuenta. Un tema que nos hizo reflexionar.
A veces, o mejor dicho, casi siempre, nos encontramos "atados" a prejuicios, falsos rótulos y pensamientos errantes. Sin proponérselo, naturalmente se suele hacer una "radiografía" cada vez que se conoce a una persona. Roberto Badenas en su libro titulado "Encuentros", escribe haciendo referencia a la condición humana lo siguiente: Hemos vencido casi todas las epidemias, pero no hemos superado casi ninguno de nuestros prejuicios." Los preconceptos estimulan la discriminación, miedos, temores e incitan la falta de fe. Para la mayoría de las personas se les hace difícil enfrentarlos, ya que es una cuestión de hacer frente al mismo pensamiento. Tal vez parecería hasta irónico, pero es una verdad que nos ata. No es bueno tener prejuicios al evangelizar, al hacer un nuevo amigo, etc Nosotros creemos que uno de los "monstruos" más grandes para la misión son los prejuicios.
Esto nos hace acordar a un caso específico que se encuentra en la Biblia. Seguramente vos conozcas más de un caso en que la Biblia registra un hecho sobre un prejuicio. Es más. Podrías detener ahora tu lectura un momento y pensar en uno. ¿Cuál se te viene a la memoria? La verdad es que son muchos, pero nosotros queremos rescatar uno puntualmente.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles capitulo 9, versículo 1 al 19, encontramos uno de los pasajes más asombrosos e impactantes de la Biblia. Un acontecimiento trascendental en los orígenes del cristianismo: La conversión de Saulo de Tarso. Nos hicieron meditar especialmente los versículos 10 al 16. Aquí se produce un hecho puntual. Ananías tenía malas referencias sobre Saulo, por todo lo que había oído de él, a tal punto que cuando Dios lo comisionó para hacer la obra evangelizadora, aparecieron los prejuicios tratando de advertirle al mismo Dios la condición de Saulo (que según él, no estaba apto para el bautismo). ¡Qué insolencia! No obstante, en su gran amor y paciencia, Dios le responde que Saulo ya estaba arrepentido y estaba orando. Saulo se iba a transformar en un instrumento para llevar su Nombre a todo el mundo, incluso a reyes. Ananías no sabía que Saulo estaba arrepentido. Sin saber lo que había pasado, ya lo estaba sentenciando.
Ahora ponte a pensar. Si la conversión de Saulo dependía de los prejuicios de Ananías, nunca iba a llegar a ser el gran apóstol Pablo que conocemos hoy. Si el mundo se hubiera dejado llevar por sus mismos prejuicios, estaríamos descarrilados, perdidos y sin salida. Atascados en nuestros asuntos. Así vivimos. Esta es nuestra naturaleza. Este es nuestro contexto. Menos mal que tenemos a un Dios que cubre nuestros errores y nos da lecciones. Que está dispuesto a acompañarnos y a dirigir nuestras vidas de la mejor manera. La escritora Elena de White hace una reflexión del ejemplo que nos deja Cristo:
"Cristo no admitió distinción alguna de nacionalidad, jerarquía social, ni credo...
Cristo vino para derribar toda valla divisoria. Vino para manifestar que su don de misericordia y amor es tan ilimitado como el aire, la luz o las lluvias que refrigeran la tierra.
La vida de Cristo fundó una religión sin castas, en la que judíos y gentiles, libres y esclavos, unidos por los lazos de la fraternidad, son iguales ante Dios. Nada hubo de artificioso en sus procedimientos. Ninguna diferencia hacía entre vecinos y extraños, amigos y enemigos. Lo que conmovía el corazón de Jesús era el alma sedienta del agua de vida...
Procuraba infundir esperanza a los más rudos y en los que menos prometían, presentándoles la seguridad de que podían llegar a ser sin tacha y sencillos, poseedores de un carácter que los diera a conocer como hijos de Dios."
Los muchachos de cada pabellón de ese Penal indudablemente nos enseñaron mucho. Al despedirlos, no dejamos de agradecerles a cada uno de ellos, mientras los motivábamos a seguir firmes en lo que habían aprendido. Haber pasado por ese lugar, nos hizo muy bien. Pudimos conocer personas nuevas y disfrutar de la experiencia evangelizadora. Pero por sobre todas las cosas, destacamos haber aprendido lo que significa negarnos cada día al prejuicio.
Nuestro deseo es, que podamos verdaderamente enfrentar el prejuicio. Identificar ese pensamiento que acorta y destruye relaciones. Una vez identificado, hacer lo posible para eliminarlo. Puede costar, pero si se lo propone desde un principio, con la ayuda de Dios resultará. Dios necesita misioneros, iglesias y familias sin prejuicios. Dios te necesita a vos. Sé partícipe de este cambio. Sé miembro de la generación de jóvenes que estén dispuestos a predicar y a sociabilizar "a toda tribu, nación y lengua", sin mirar diferencias o sentir prejuicios. Aquí cobra un profundo valor la primera parte de San Juan 3:16: "Y de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo único…" incluido, para los que hoy están tras las rejas.



Roberto Badenas, "Encuentros" (Madrid, España: Safeliz, 1991) 143
Elena de White, El Ministerio de Curación, pag 15 y 16

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