Preguntar sobre la pertinencia de una sociología mexicana en el neoliberalismo: avatares de la producción y la reflexión teórica en México y América Latina

May 23, 2017 | Autor: E. López Cano | Categoría: Sociology, Epistemology, Sociological Theory, Latinoamerica, Sociología en México
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Descripción

3er. Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociales “Reestructuración y vigencia del modelo neoliberal en América Latina”

Preguntar sobre la pertinencia de una sociología mexicana en el neoliberalismo: Avatares de la producción y la reflexión teórica en México y América Latina. Edgar Daniel López Cano* Resumen El presente trabajo es parte de los resultados de una investigación sobre el quehacer y la reflexión teórica de los sociólogos, teniendo como referencias la discusión nacional e internacional dentro del contexto social del neoliberalismo, presentado en su forma más pura por la dinámica única del capitalismo. Ante ello, tiene como eje central la discusión basada en una pregunta que en sí misma es problemática ¿Existe una sociología mexicana? Bajo este cuestionamiento, el trabajo se divide en tres partes: Primero, partiendo de los argumentos de Hugo Zemelman, destacamos los ideologismos heredados por el neoliberalismo y su transformación en derrotismos, obstaculizando de esta forma la adquisición de conocimiento sociológico por la falta de compromiso de conocer la realidad social. En este panorama la intelectualidad en América Latina está derrotada ―como menciona Zemelman― presa de los Jinetes del apocalipsis. Segundo, lo anterior será concatenado con los argumentos que nos presentan destacados sociólogos y sociólogas de México (Alfredo Andrade Carreño, Fernando Castañeda Sabido, Enrique de la Garza Toledo, Lidia Girola Molina y Sara Sefchovich); retomados de las entrevistas a profundidad que se realizaron para esta investigación y que giran en torno de nuestra pregunta inicial, puesto que, en su momento, han realizado trabajos bajo la misma línea o se han vuelto una referencia constante en los análisis sobre la producción sociológica realizada en México. Tercero, destacamos el interés de autores extranjeros (sobre todo de Estados Unidos y Canadá) en la producción sociológica y la reflexión teórica en México, así como en Latinoamérica, similar a la que realizaban los sociólogos que presentamos en la segunda parte del trabajo.

*Facultad de sociología-Universidad Veracruzana

Este interés está asentado en investigaciones que destacan las peculiaridades analíticas, los niveles de compresión de acuerdo a los objetos de estudio y los aspectos ideológicos y teóricos impregnados dentro de la sociología latinoamericana y mexicana, para compararlas con la producción realizada desde sus regiones con un prestigio institucional y un reconocimiento mundial. Finalmente, destacaremos una forma de ver provechosamente a la sociología mexicana conjuntando los aspectos desarrollados, vinculando el reconocimiento de otras formas de pensamiento desarrollados en otros contextos, así como la carencia de autoconciencia a un nivel interno. Neoliberalismo y sociología De entre la comunidades científicas, así como entre la gente común y corriente se ha hecho constante el uso de términos para describir y analizar la realidad social en la que vivimos, así como las consecuencias que ella misma ha creado. Hoy día, podemos decir que vivimos en una era de la información, de la ―posmodernidad‖, de la globalización que lo único que hacen es ocultar un fenómeno del cual seguimos sintiendo sus consecuencias con brutales modificaciones a lo que fue en los años setenta: el neoliberalismo, presentado por la dinámica única del capitalismo en sus formas salvaje, industrial, ―sostenible‖, al final, capitalismo. Esto, mediante la expansión e incrustación cada vez más inhumano del mercado tanto a nivel estatal como en la vida cotidiana Es decir, en términos académicos, apresuradamente, podemos hablar de una sociología posmoderna, globalizada e incluso neoliberalizada. Lo cierto es que la sociología sea la denominación que se le dé a la realidad sociohistórica del momento (y por lo tanto a ella como producto social), busca explicarlas en sus causas y efectos. En los científicos sociales mexicanos y latinoamericanos ha habido mucha tibieza en tratar de auscultar los fenómenos sociales e históricos desde la perspectiva del neoliberalismo. Implícitamente se correlaciona y se entiende el porqué del retorno al análisis de la modernidad y sus estudios posteriores1. Con el avance del siglo XXI, la sociología, así 1

En ese sentido nos remitimos a los trabajos de Anthony Giddens (1994) o ―el recientemente fallecido― Ulrich Beck (2002) quienes incorporando sus respectivas nociones de ―modernidad reflexiva‖ señalan el advenimiento de una ―sociedad postradicional‖ o una ―sociedad del riego‖. No obstante otros

como las demás ciencias sociales, tienen la necesidad de repensarse (autoreflexionar) ante nuevos fenómenos coyunturales cargados de contenidos históricos del siglo pasado. Es decir, cerramos un ciclo con bastante reflexión disciplinaria a nivel local y global y arrancamos este siglo con una forma de reflexión sin límites académicos o nacionales. Las agendas de los mercados y de las universidades globales se incorporaron pronto dentro de las pequeñas agendas de la micro-empresa y las instituciones nacionales con sus respectivas políticas estatales. No obstante, se ha escrito bastante material sobre los orígenes y las repercusiones políticas y económicas que ha tenido en distintas naciones que tarde o temprano se han incorporado a este modelo, en el terreno propiamente de la teoría sociológica todavía existe un gran vacío con respecto a otras áreas cada vez más especializadas. Por lo tanto no nos interesan los fundamentos, sino las consecuencias de este modelo a la disciplina sociológica y en particular a la sociología mexicana. Al respecto, hay que aclarar qué entendemos por sociología mexicana, dado que la propia noción iría a contracorriente de la universalidad de la ciencia, ante la creación de una ―ciudadanía académica‖. En este sentido entendemos sociología como un proceso que vincula el reconocimiento de otras formas de pensamiento desarrollada en otros contextos y la carencia de autoconciencia a un nivel interno. No descarta en absoluto la producción hecha en otros lugares, pero tampoco desdeña la producción propia en un intento de autoconocimiento. No se restringe a marcos institucionales, regionales o personales. Y, busca, en un sentido general, ser parte del mapa internacional de la ciencia con la intensión única de contribuir a un conocimiento general desde una trinchera contradictoria. Por tales motivos, aunque la idea esté implícita, jugaremos con los términos tales como sociología ―en México‖, ―de nuestro país‖, ―en nuestro país‖ y otras denominaciones que se encontrarán a lo largo del trabajo. Que en lo absoluto busca reducir el trabajo académico de la sociología, así como el resto de las demás ciencias sociales a un solo esquema de

trabajos realizan profundos análisis partiendo del legado de la sociología clásica al pensamiento contemporáneo, así sea para ofrecer una perspectiva conceptual (Solé 1998), o un análisis muy básico que incorpora la noción de globalización y legitimidad (Zabludovsky, 2010). Así como investigaciones muy bien fundamentadas y ampliamente documentadas que nos hablan de las consecuencias de la modernidad en términos de anomia e individualismo (Girola, 2005) o trabajos que nos hablan de una ―tercera fase de la modernidad‖ (Domingues, 2009)

entendimiento, sino al contrario fomentar el debate tanto en términos teóricos, como metodológicos y en las técnicas de investigación. I. Los jinetes del Apocalipsis del neoliberalismo Por lo anterior, Hugo Zemelman nos brinda algunas pautas para poder articular alternativas que vinculan el quehacer y el no-quehacer de los intelectuales en América Latina con los hechos sociales acaecidos hoy día. Aunque lo decía en 1994, la idea sigue vigente: «[…] los intelectuales en este momento están mostrando cabalmente una suerte de falta de compromiso ante el compromiso mismo de conocer la realidad, lo que contribuye a generar toda suerte de nihilismos y derrotismos […]» (1994, p.12). Más que hablar propiamente de ideologismos, lo que hoy perdura es el derrotismo. En ese tiempo Zemelman lo vinculaba con la caída del muro de Berlín y del socialismo soviético, pero hoy podemos vincularlos con fenómenos como la crisis financiera de 2008, la crisis política en Ucrania (que vincularon los intereses geoestratégicos tanto de Rusia y Estados Unidos), la continuación de la violencia en México y el resurgimiento de las autodefensas, así como el triunfo de las reformas estructurales (de corte neoliberal), en otros, muchos. «[S]on algunos de los profundos y cruentos cambios que estamos viviendo contemporáneamente y para los cuales se reclama una nueva visión y reflexión de la ciencia, de las disciplinas científicas, así como de los profesionistas para que se constituyan en profesionales sobre las nuevas realidades» (Silva Ruiz, 1994, p.234). En este clima de incertidumbre, la sociología y sociólogos en nuestro país no están haciendo nada frente a la coyuntura. De manera gráfica, suele llegar a la academia muy tarde o de llegar en el momento se queda en coloquios, conferencias y ―amables‖ visitas de funcionarios. No es gratuito que Zemelman afirme que las ciencias sociales en América Latina, como otras regiones del mundo más ―desarrolladas‖, estén derrotadas como consecuencia de esta falta compromiso de los científicos sociales sobre lo que nos rodea y nos incube: «¿Qué es lo que nos impide hoy actuar con energía? ¿Qué es lo que explica que hoy tanta gente en América Latina se sienta derrotada? Para empezar, la intelectualidad de estos países está derrotada, y esa derrota, esa sensación de derrota se está

transmitiendo a las nuevas generaciones. En lugar de asumir sus errores, de asumir sus culpas, pero no en un sentido simplemente ético sino histórico. Se deben reconocer los errores cometidos en el pasado: ¿por qué se fracasó en tantos frentes, en tantas coyunturas que dejaron pasar? ¿Por qué ocurrió lo que ocurrió? Éstas son preguntas que las ciencias sociales no se están contestando, ni siquiera planteando» (Zemelman, 2004: 92). Una vez más, no es de sorprenderse que los analistas de la modernidad (y los de la ―posmodernidad‖) concluyan en sus estudios que lo que hoy predomina es la centralidad en el individuo. En el neoliberalismo, pasamos de seres humanos a individuos-consumidores y dejamos de ser sujetos. Lo mismo desde la perspectiva teórico-epistémica. Así, las ciencias sociales latinoamericanas dejaron morir la teoría de la dependencia, del desarrollo, ¡de la modernización! ¿Dónde quedó la Investigación-Acción-Participativa? ¿Dónde quedó el colonialismo interno? ¿Dónde queda México y sus sociólogos en este mapa? Nuevamente, en los recintos académicos de excelencia y en libros abandonados en las bibliotecas. Los ideologismos (derrotismos), entonces, son otros, los que Zemelman llama con toda congruencia, Los jinetes del apocalipsis: «El miedo, pero antes que el miedo, la ignorancia. La ignorancia, el miedo, el miedo que nace de la ignorancia, la ignorancia que genera la apatía, la apatía que genera el aislamiento, el aislamiento que lleva a las personas a replegarse en sí mismas y a exaltar, a veces, con psedodiscursos teóricos, el repliegue a las relaciones primarias. Esos son ideologismos que no enfrentan el problema de fondo, que es el repliegue del individuo a sí mismo» (Ídem, p.93). No exageramos cuando les ponemos nombres a estos jinetes como Friedrich Hayek, Milton Friedman o Arnold Harberger. Así, los argumentos de Zemelman, han sido difícilmente digeridos por la comunidad académica en sociología ―todavía si se encuentra enraizada en el modelo hipotético-deductivo― pero nos dan un estímulo para poder contestar nuestra pregunta ¿Es posible la existencia de una sociología mexicana? La razón, incluso el desconocimiento, de los planteamientos de Zemelman pueden ser por las siguientes razones: los discursos y exposiciones sobre la sociología como científica y empírica, cuando no se da el manejo correcto, tienden a generar una sensación de aburrimiento, soez

e incluso sueño. Resulta problemático que hoy día se siga creyendo que por cada disciplina deba de existir un tipo de ciencia o un solo modelo de ciencia para todas las disciplinas es decir, todavía ―a la fecha actual― se sigue creyendo en la ―pureza científica‖. Así, quienes, como Zemelman (quien sin olvidar la fundamentación científica), se remiten de forma crítica a la experiencia mediante discursos provocadores y de lenguaje coloquial ligados a las humanidades (―la función epistémica del humanismo‖; Zemelman, 2006, pp. 42-44); generan empatía, enojo, creatividad e interrogantes nuevas. Dado que la creatividad y la innovación son procesos posteriores al de la reflexión, frente a la derrota y los jinetes del apocalipsis, es necesario recuperar la curiosidad, ante ello preguntamos la pregunta sobre la existencia de una sociología mexicana es pertinente. II. La sociología mexicana en México A este nivel, dada la ambición de nuestro trabajo por conocer la utilidad de una noción que puede llegar a ser considerada un oxímoron, a partir de una serie de preguntas que enlazan nuestras

intenciones

por

conocer

el

desarrollo

teórico

tanto

nacional

como

internacionalmente, que contraponen el trabajo realizado de especialistas de instituciones nacionales (UNAM y UAM) y la dinámica del conocimiento sociológico, se procedió a preguntarles si consideraban la existencia de una sociología mexicana. En esto radicaría la impertinencia crítica de la sociología para una sociología crítica pertinentemente, la cual «no implica una postura negativa o desdeñosa hacia la institución o proceso examinados, sino un esfuerzo por adentrarse más allá de sus manifestaciones reales» (Portes, 2004, p. 450). Por ejemplo, si como afirma Fernando Castañeda (2004, p.306) para cerrar su libro La crisis de la sociología académica en México, que «La sociología mexicana,

para

desarrollarse, debe construir una identidad propia, independiente de la sociedad y del Estado», quitaría materia prima para posteriores análisis, no sólo propiamente de la sociología, sino con la propia universidad, las futuras generaciones, rompería vínculos primarios con otras ciencias sociales y se quedaría ciega por esta búsqueda de identidad, al olvidar sus ―relaciones‖ más básicas, en particular con estos dos ejes: sociedad y Estado, sobre todo con el primero.

Siguiendo sus argumentos, para lograr dicha identidad sociológica nos propone ver a la sociología como un ―discurso de pares‖ equivalente a un discurso universitario o de académicos con características propias en su estructuración y fundamentación (Castañeda, 2004, pp 10-11, 82-85, 119, 173; 1994, pp.17-18). Castañeda dice: «El que sea un discurso de pares no significa que haya un ―interés cognitivo‖ diferente de los intereses políticos o sociales, significa reglas y formas de producción del discurso diferente que involucra una dimensión deóntica. Afirmar algo en la ciencia significa un compromiso de justificación, que trata de producir las condiciones en que el discurso es susceptible de ser producido y aceptado por otro. En el discurso científico, el sujeto que enuncia y el sujeto que recibe el enunciado son idealmente (mediante abstracción) intercambiables. La relación enunciante → recipiente se sustituye por una relación enunciante ↔ enunciante. La relación involucrada es compleja y requiere que el discurso se desdoble en una dimensión procedimental y en una dimensión de contenido. Tan importante es lo que se afirma como el proceso que se usó para llegar a tal afirmación» (2004:14, 193). En entrevista, Castañeda actualiza esta idea de ―discurso de pares‖, misma que no es exclusiva para la sociología, sino para el conjunto de disciplinas sociales, sin embargo hay que tomar en cuenta que cuando habla de ―pares‖ está hablando de alguien ―experto‖, a nuestra interpretación, de ―alguien académicamente competente‖: ―¿Por qué digo de pares? […] [P]orque yo trato al sujeto como alguien capaz, con el que hay interlocución. Cuando yo hablo con otras personas los trato como mis amigos o mis amigas, como mis jefes o como guías espirituales, etcétera. Pero yo en la ciencia, trato al otro sujeto como alguien capaz de reproducir los argumentos que yo estoy sosteniendo. Este desdoblamiento en el que digo que es conjetural el discurso de entrada, yo lo planteo como algo susceptible a demostración en el que yo aporto argumentos, datos, evidencias, todo lo que sea, no porque los datos sean como los positivistas creían era la base, no por nada de eso, es porque en el discurso éste, diferenciado, separado hay otros sujetos que también se dicen sociólogos y a los

cuales yo me dirijo cuando hablo, cuando construyo todo esto, es un discurso de pares, es un discurso en el que yo estoy tratando. Siempre es un artificio, no podemos caer en las ilusiones. Son artefactos […] en el que yo lo que construyo es para que el otro pueda colocarse en mi argumentación, de tal manera que no es todo lo que yo tengo debajo de mi cabeza, pero es todo lo que yo puedo hacer en ese discurso para demostrarle al otro que lo que yo digo es cierto, y para eso lo tengo que colocar de manera tal que él pueda colocarse en la misma posición que yo. Es el discurso el que hace eso. No es que yo en realidad pueda construir, que la realidad pueda hacer: es un artificio, eso es lo que hace. [..]. Es construir un discurso que tenga características que permita a alguien poder tomar esas ideas y trabajarlas y responder en ese terreno; que no es lo mismo que en el terreno político, y no estoy obligado en el terreno político a compartir las posiciones políticas de ese sujeto, ni tampoco en el terreno de la belleza estética no tengo porque compartirlo. Pero en este [el de la sociología] si estoy obligado a demostrar que lo que yo digo es cierto y el otro a decirme que no es cierto y yo regresarle, y si él dice que no está de acuerdo conmigo, está obligado a demostrarme por qué no está de acuerdo. Bueno, es un discurso de pares y creo [que] esto es lo fundamental de la sociología, si la sociología no es un discurso de pares, no sé qué la distinga de otros discursos, no sé, deja de ser una ciencia social para ser cualquier otra cosa. Y digo, bueno, pues a la mejor sí, igual y la sociología; esta construcción social moderna de la sociología, pues a lo mejor va a llevar a nada al final, puede ser. Pero así es como se ha construido, y así es como se ha construido el conocimiento en el mundo moderno —y en eso estoy en total acuerdo con Giddens— y así es como la sociología ha cambiado parte del mundo, ha ayudado a cambiar el mundo‖. Asimismo utiliza a Octavio Paz (Castañeda, 2004: 89) para sustentar que la sociología en nuestro país es un discurso importado. Sin embargo, lo que nos interesa destacar es que después de esta recepción hay un proceso de ―naturalización‖; de asimilación de la realidad,

la cultura, la historia y la sociedad mexicana en su desarrollo disciplinar. En entrevista nos responde: ―Me parece que era necesario construir un debate sólido para entrar a las discusiones de que si hay sociología mexicana, si no hay sociología mexicana y qué es esto. Yo creo —y lo sostengo allí (en el libro La crisis de la sociología académica…)— incluso uso a Octavio Paz, que me parece que Paz en su [Introducción a la] historia de la poesía mexicana describe muy bien el problema. Yo creo que uno de los problemas de la cultura, de la poesía, de la literatura, de la ciencia, [de las ciencias] sociales o naturales, o como le quieran llamar, es que prácticamente todos son discursos importados. Entonces, uno de los problemas que tuvieron fue —lo que yo llamo— la ―naturalización del discurso‖. Para mí, en términos de sociología, no fue Comte el que naturaliza el discurso sociológico, porque ni Comte era precisamente un sociólogo, ni realmente Gabino Barreda dice muchas cosas muy sólidas sobre esto. A mí me parece que el primer esfuerzo de hacer eso sólido —si ustedes hacen estudios al respecto se van a encontrar muchos textos ahí perdidos— pero el primer libro sólido sobre esto, en el sentido de decir ¿Y dónde queda México en este mapa de las ciencias sociales? Es La evolución política del pueblo mexicano de Justo Sierra, allí es donde él quiere interpretar a [Herbert] Spencer y al positivismo, pero sobre todo a positivismo spencereano, y lo quiere llevar a México y establece un diálogo de en dónde está México. No aplica simplemente la visión spencereana de la sociedad moderna, sino que entra en un intento de diálogo entre la sociedad mexicana, y es el primer esfuerzo de cambiar. Después [Andrés] Molina Enríquez igual. El lenguaje de Molina Enríquez es muy divertido ―Los mestizos, los criollos son superiores en esto, pero los indígenas superior en esto‖. O sea, es un autor muy curioso, porque está tratando de resolver el dilema desde los discursos que está importando, dialogando con esa realidad; encontrar su mapa, mapear a la realidad mexicana dentro de esto [y] encontrar esto y yo es lo que veo en diferentes autores mexicanos. Y lo veo sobre todo en un texto que

me parece fundamental que es La democracia en México. Creo que La democracia en México es un texto muy importante. […] ―Primero: decir, La democracia en México es más leída como texto religioso que como texto científico, y no como un texto de pares, incluso —digo— no es una relación entre pares. Poco, si hubo, sobre todo con contemporáneos como [Víctor] Flores Olea, [que] si lo trataron como pares y lo criticaron en un terreno serio y lo vieron como par. Pero La democracia en México es un texto mítico, tiene un carácter religioso […]. En México, todavía nuestra sociología está impregnada de discurso políticos y me burlo de algunas cosas, decían: ―La democracia en México anunció el 68'‖, bueno, es patético, es una tristeza horrible, porque primero habla de que nunca leyeron La democracia en México, mucho de lo que yo digo de los que han escrito sobre La democracia en México, es que es obvio que no lo leyeron, que viven de ciertas ideas en el ambiente, y que se atreven a escribir textos y cosas sobre esto. Primero no lo leyeron, y sobre todo el ejemplo más típico es este que les digo del 68'. Por ejemplo, La democracia en México, sí, y yo […] hago un elogio a Pablo González Casanova a su noción de ―Colonialismo interno‖, La democracia en México, si anunció, por ejemplo, el movimiento zapatista, a pesar de ser tan tardío ¿Por qué lo anuncia? Porque él plantea una cosa que es muy interesante —yo creo que es una de sus grandes aportaciones— [..] [...], una de ellas es su concepto de ―Colonialismo interno‖, porque entiende un dilema que en ese momento la modernización había ocultado realmente y que no aparecía como problema en el proyecto de modernizador del priismo y de esa época, sobre todo en los años 40's y los años 70´s y que va a terminar estallando después y que hoy se vuelve un tema de todo el mundo: el problema del multiculturalismo. El problema de que la modernidad no tiene una respuesta clara a aquellas otras culturas, que, a lo mejor son en parte modernas, pero que violentan muchos de los elementos de la modernidad. Y esto es lo que él entiende muy bien.

[Pablo González Casanova] entiende eso de una manera intuitiva con el concepto de colonialismo interno y ahí me parece que La democracia en México se vuelve un texto clásico, porque nos plantea algo —a nivel de América Latina— que se coloca en un terreno de todas estas reflexiones sobre la modernidad, no de la modernización, sino de la modernidad por eso creo que es un gran texto. Pero bueno, y es un gran texto porque construye un programa para la sociología y creo que la sociología mexicana, finalmente se institucionaliza, ahí y tiene que ver mucho la […] Facultad [de Ciencias Políticas y Sociales] de la UNAM, el Instituto de [Investigaciones] Sociales. Hay otra realidad que favorece el desarrollo del discurso de pares, aunque siempre con estas ambigüedades. Nunca llega a ser bien de pares. No es un discurso entre pares, es un discurso de mitos y de sacerdotes, pero bueno, va construyendo un programa, una serie de programas de investigación, que creo que es lo que hace, así es como veo la construcción y ahí empiezo a ver una sociología mexicana con otro tipo de preocupaciones, ya más enraizada, aunque tiene todo este bagaje que yo cuestiono, de que tal sociología es y todo esto, por su carga ideológica. Yo creo que en los últimos años esto ha mejorado muchísimo, hay mucho más solidez académica, mucho más trabajo empírico, mucho más investigación, muchas más problemática, mucha más diversificación de la sociología, y esto da otro carácter y quizá permite más diálogo entre pares. Ya hay menos gurús, aunque todavía vivimos con el mito de Don Pablo, que los sacamos así y a sus 90 años. Porque es el único. Cuando alguien [pregunta] ¿Quién es el sociólogo mexicano? ¡Pablo González Casanova! No hay otro porque se fue construyendo un discurso de pares donde este juego de mitos y todo, no ha construido un nuevo mito. A lo mejor por ahí está Roger Bartra también ha sido allí una figura clave, pero incluso él se ha desdibujado y no sé, [Rodolfo] Stavenhagen, Stavenhagen se desdibujo completito, porque se metió a la grilla, a la grilla nacional-internacional y la verdad yo no creo que hoy alguien vea a Stavenhagen como un gran líder, siguen convocando por la misma razón, porque son figuras míticas de los 60's, pero ya no tienen el mismo alcance, del que tiene Don Pablo‖.

Como se puede observar lo que Castañeda nos brinda son los cimientos para conocer el origen de la institucionalización de la sociología en nuestro país: obras fundantes, personajes representativos e infraestructura escolar, ahora bien, lo que en su momento fue teórico hoy día es histórico. Así como en su intervención, en sus trabajos, Castañeda ha dado recurrentes argumentos recuperando la historia de la sociología en México, así como las lecturas y sobre-interpretaciones que se le han dado a La democracia en México de las que nos ha comentado. De igual forma este autor señala estos puntos para destacar que el proceso de institucionalización (asociado al de profesionalización) de la sociología en México es relativamente nuevo, el cual alcanza su cúspide en los años setenta del siglo XX ante la especialización académica de los primeros sociólogos y el establecimiento de centros e institutos sociológicos alrededor de todo el país, rompiendo, de alguna forma, con el centralismo que había tenido (o sigue teniendo) el centro del país (cfr. Castañeda, 1991; 1992; 2004: 155 y ss.). La sociología como discurso importado y de pares tienen cierto merito, si se quiere seguir sobre la misma línea, pero asimismo, ciertas limitaciones. Por lo tanto, la sociología no sólo se restringe a nuestros pares (o colegas, si el término lo amerita) sería ―cortar de tajo‖ con otras ciencias y humanidades, y posibles lectores afines. La sociología desde sus orígenes ha dado lectura a otras formas de conocimiento científico y no científico para poder articular sus grandes ejes teóricos, paradigmas, proyectos de investigación y comunidades científicas. ¡El propio Castañeda ha dicho que desde sus orígenes la sociología se ha demarcado de otros discursos disciplinarios! (Castañeda, 1994: 13-14; 2004: 8). Éste sociólogo no contempla, por ejemplo, la sociología no universitaria realizada en las fundaciones Rockefeller, Carnegie y Ford o en los organismos gubernamentales y no gubernamentales nacionales o internacionales, como la CEPAL (Picó, 2003: 81-103; Calhoun, 2012; Lebaron, 2012; Faletto, 1996). Con ello, la sociología no es un feed-back unilineal; tampoco la sociología se acota a los propios sociólogos. Se pueden hacer (y se ha hecho) lecturas e investigación en relación, concordia y debate —a lo que nos interesa en este trabajo— con otras ciencias sociales, la sociología puede leer a la historia; la historia a la sociología; la pedagogía puede recuperar a la antropología, la ciencia política ha hecho terreno en la cultura, en la educación, en ―lo

social‖. No se diga de la injerencia de la filosofía. «La novela no es simplemente un objeto menor para la sociología. Es portadora de sociología» (Morin, 1995: 17). No se puede negar, tampoco, el repunte de la economía de corte social. La sociología —usando la terminología de Castañeda— tampoco es un discurso impar, ni dispar o inter-par es un discurso relacional. Un segundo punto de vista, es la respuesta que ofrece Alfredo Andrade Carreño, la cual, tiene sus connotaciones ambiguas que, a pesar de ello, involucran una serie de aspectos que se interconectan: sociedad, comunidades y problemáticas emergentes: ―Existen sociologías mexicanas. Existe una sociología de México. Existe una sociología que da cara a la actualidad de la sociedad mexicana que puede entender problemáticas generales de la sociedad contemporánea. Es difícil responder que existe una sociología mexicana, es una palabra; es una denominación que con facilidad no nos permite explicitar a qué estamos aludiendo con ello. Yo creo que si existe una sociología en México, si existe una sociología de comunidades académicas, de mexicanos y extranjeros asentados en nuestro país y existe una sociología interesada en las problemáticas de la sociedad mexicana y de la sociedad contemporánea. Yo creo que más tendría que ser estás vagas repuestas en alusión a si existe una sociología mexicana. Si por estas varias respuestas podemos para abreviar y decir que existe una sociología mexicana, sólo en esas condiciones la acepto que existe una

sociología mexicana‖.

La respuesta de Andrade Carreño, tiene dimensiones que —probablemente— Castañeda omitiría. Como nos responderá más adelante Lidia Girola, para comprender la sociología en nuestro país hay que tener en cuenta que hay comunidades muy sólidas que trabajan sobre uno o varios temas de estudio. Se puede apreciar, entonces, que otro problema que imbrica el desarrollo de la sociología de nuestro país es de consenso entre las comunidades. Fácil sería poner un sello de ―Hecho en México‖ a toda nuestra producción, propiamente sociológica, y vitorear por las remuneraciones económicas y de prestigio intelectual del que gozaría un autor o comunidad; pero no es así: afortunadamente. Ponerse de acuerdo sobre un tema de estudio, los marcos teóricos a utilizar, la metodología a emplear, los recursos materiales e intelectuales con los que se cuenta, la creatividad que se le otorgue, el

seguimiento y posteriores tratamientos que se le dé, se torna complicado en la ciencia en general, nuevamente, un problema de consenso. Ya daba cuenta de ello Andrade Carreño: «La ausencia de consensos generalizados sobre las cuestiones fundamentales de la disciplina en una comunidad heterogénea, o más específicamente entre comunidades que se identifican con diferentes tradiciones intelectuales si bien dio lugar a que se esparciera la convicción de la crisis de la disciplina, al mismo tiempo, estimuló la exploración de posturas alternativas a los enfoques dominantes. La sociología en nuestro país comparte dicha situación. Su desarrollo actual ha sido resultado tanto de la forma en que se han asimilado los cambios conceptuales generales en la disciplina, como de la influencia del medio social en que se ha institucionalizado. Este desarrollo también se ha visto influido por la forma en que los sociólogos han procurado precisar las diferencias y las relaciones entre el contenido cognitivo de las teorías y sus consecuencias sociales, es decir, de las formas de vinculación entre el pensamiento sociológico y las prácticas sociales más amplias» (Andrade, 1998: VIII). Implícitamente Andrade Carreño, nos está describiendo un escaso compromiso entre la comunidad de sociólogos y el quehacer social de la disciplina. Los sociólogos generalmente se ponen de acuerdo sobre temáticas a estudiar, programas de estudio, proyectos de investigación e intervención, tutorías y asesorías, incluso, administrativamente, así como en otras áreas académicas y no académicas. Sin embargo para ponerse de acuerdo entre ellos mismo es muy difícil dada la amplitud teórica, cognitiva, reflexiva y crítica que cada uno posee. Es frecuente que entre los científicos se denote la ―lucha de egos‖ que como vemos es una ―lucha‖ intelectual‖. Creemos firmemente que para ―limar‖ esta ―aspereza‖ sólo se necesita buena voluntad e integridad, sin más, en el sentido humano más posible. Véase, por ejemplo, los argumentos que presenta Lidia Girola, que describe la trayectoria de sus colegas y la solidificación de comunidades con base en áreas de conocimiento, en este caso de la acción colectiva y la sociología urbana, para la idea que acabamos de enunciar:

―Yo creo que en algunas ramas [se puede hablar de sociología en México], no en todas. Pero en algunas se puede hablar de sociología mexicana. Por ejemplo, el trabajo que está haciendo Marco Estrada sobre la acción colectiva y ha estudiado el zapatismo en Chiapas y demás. El trabajo de Marco Estrada es trabajo empírico y teórico a la vez, y es un trabajo de un sociólogo mexicano, sobre la realidad mexicana que utiliza conceptos y teorías que vienen de otros lados pero las re-articula, las reformula, hace ―pa‘ riba y pa‘ bajo‖ y las utiliza para explicar. Tiene varios [libros] para explicar la acción colectiva. Marco Estrada trabajó un tiempo en [UAM] Azcapotzalco y ahora ya tiene plaza en el Colegio de México. En el caso de sociología urbana, yo creo que también se puede hablar de una sociología mexicana. Aunque sean extranjeros los que la han hecho, porque el grupo de Azcapotzalco, eran tres extranjeros de origen. Mexicanos, pero de origen extranjero Priscilla Connolly, René Coulomb y mi esposo, Emilio Duhau, y era gente que vino a México, que hizo todo su trabajo de investigación en México y que incluso ha tenido una trascendencia internacional. Yo creo que en algunos campos de la sociología, en algunas ramas sí podemos hablar de sociología mexicana y en otros todavía no. […] En el análisis teórico, por ejemplo, es difícil. Está en construcción, porque la gente que hace sociología empírica no se da cuenta de que también está haciendo teoría. No lo quieren reconocer, no lo saben, no se quieren dar cuenta.‖ Desde la filosofía clásica hasta el pensamiento contemporáneo sabemos que sin realidad social no hay teoría (sociológica en nuestro caso) Sin embargo, tenemos que caer en cuenta que la realidad siempre está fuera de los límites de la teoría, puesto que al momento de teorizar se parte de la realidad. El tiempo de la realidad, no es el mismo que el de la teoría y viceversa; advirtiendo que ―al no haber conciencia que se está dando un desajuste entre la teoría y la realidad que se pretende denotar, resulta que estamos inventando realidades‖ (Zemelman, s/f, p.2; cfr. Bautista Jiménez y López Cano, 2013, p.2). Esta idea de desajuste

es un recurso no sólo para razones teóricas sino de igual forma metodológicas, epistémicas y para la implementación de instrumentos de investigación. Sara Sefchovich coincide con la manera de ver de Girola aunque no crea en la existencia de una sociología mexicana o que esta denominación haya sido útil en su momento histórico. Para ello, integra las dimensiones de la especificidad en la cual hay un campo de análisis fructífero de cara a los acontecimientos que suceden día a día. Girola lo ve por comunidades, Sefchovich, en entrevista, destaca temáticas emergentes: ―Ya no creo que exista —así— sociología latinoamericana, sociología mexicana. Creo que existe una sociología en la que tu tienes un trabajo específico sobre un país y menos que eso todavía —más reducido— sobre unos ciertos elementos de ese país: movimientos sociales, economía, historia, género, problemas culturales, problemas de grupos específicos como los indígenas, las mujeres, entonces esas son las sociologías que existen. Esos términos de sociología mexicana, sociología francesa, sociología alemana sirvieron muchísimo tiempo, para entender cuando empezábamos a hacer sociología, problemas específicos de cierta zona. [E]studiábamos a América Latina gracias a los sociólogos que la interpretaban globalmente. Ahora, aunque siempre podemos pensar en el subcontinente con características específicas, ya estudiamos más bien cuestiones mucho más concretas. Eso no quiere decir que no ves el bosque [o] nada más el arbolito, si tiene que ver el bosque. Pero yo creo que ya no estamos en ese momento de definición de qué es América Latina. En este momento están los africanos, por ejemplo, definiendo qué es la africanidad y qué y cómo se debe estudiar, nosotros ya no. Entonces también depende de tu momento histórico y los avances que hayas hecho en tus propias ciencias sociales, cómo estás enfocando los propios problemas. Para nosotros ahorita en México después de todos esos años de entender la sociología, la antropología; que el indio, que el blanco; que si lo rural o lo urbano; que si las regiones y el centro: ahora ya podemos integrar todo eso y ver los problemas desde una manera mucho más general. Ya no tengo porque ver el narcotráfico como un problema regional y no de todo el país. Ya no tengo que ver a los indígenas como entidades separadas del resto de los mexicanos, porque yo sólo estimo, y ahora tenemos que integrarnos a una nueva manera de pensar.‖

Tampoco Enrique de la Garza cree que exista una sociología mexicana, quien en la sencillez de su testimonio tiene una visión que implica —como dirá— la ―originalidad‖: ―Existen sociólogos, existen sociólogos que hacen investigación: sí. Digamos en cantidad se hace ahora más investigación: sí. Pero si tú llamas sociología mexicana a una sociología original, no‖ Haciendo un pequeño ejercicio cuantitativo ―la moneda sigue en el aire‖. Si usáramos la codificación Sí/No. Tanto para Sefchovich y De la Garza sería un no; para Andrade Carreño, Castañeda y Girola la respuesta sería un vaivén entre el sí y el no. Si yo afirmo que existe una sociología mexicana tendría que dar mis razones como mis entrevistados, que, por supuesto, me ayudan a contestar. Lo que quiero denotar es que sus argumentos no se inscriben (a pesar de ser tan disímbolos) en religionalismos, nacionalismos o academicismos. Hasta el momento, Castañeda y De la Garza pueden tener una visión epistemológica por ejemplo, Andrade y Girola hacen énfasis en las comunidades científicas y Sefchovich sobre temas emergentes y su necesidad de investigarlos. Entonces la sociología tendría que entenderse en-relación-a (in)finitud de acontecimientos que, en espera de su llegada, nos muestran una realidad ―nueva‖ con antecedentes, como es el caso del neoliberalismo presente en nuestros días. Empero, es innegable la desigualdad entre distintos contextos sociopolíticos. Ante esto y para dar respuesta a una pregunta que es más fructífera como cuestionamiento, el conocimiento sociológico se sitúa y, finalmente, puede tener un alcance global. Como señalaba el gran humanista Alfonso Reyes (coincidiendo con el enfoque analítico de la ciencia): «La única manera de ser provechosamente nacional consiste en ser generosamente universal, pues nunca la parte se entendió sin el todo. Claro es que el conocimiento, la educación, tienen que comenzar por la parte: por eso ‗universal‘ nunca se confunde con ‗descastado‘» (Reyes, 1952: 57). En nuestro caso, lo mexicano está en el investigador; lo científico en la investigación. Por lo cual, es muy curioso que investigadores exteriores resuciten las ―teorías de alcance medio‖ o usen el análisis del discurso para de esta forma explicar la producción de las ciencias sociales en general (referida por temas emergentes o especialidades) y la conformación de la sociología latinoamericana y mexicana en particular, destacando sus

peculiaridades analíticas, los niveles de compresión de acuerdo a su objeto de estudio y los aspectos ideológicos y teóricos impregnados en su constitución, para compararlas con la producción realizada desde sus contextos sociales, marcados institucionalmente y con un reconocimiento mundial.

III. México y América Latina en la sociología Partiendo de la dinámica internacional de la ciencia, la preocupación de integrantes de una comunidad científica por conocer y analizar en trabajo de otra siempre ha existido. Sea para para entablar lazos de comunicación o realizar intercambios de conocimiento para el fortalecimiento de ambas partes (idealmente, claro). Por lo cual, la esencia crítica del conocimiento logra su objetivo. Así, la aplicación de la sociología en Latino América Latina (desde el siglo XIX) ha tenido varias denominaciones disímbolas e incluso contradictorias en ellas mismas. «Se ha hablado así de sociología para referirse a trabajos literarios, de estilo sobrio o retórico, a estudios especulativos y a otros históricos o etnológicos, y también se ha empleado el término para hablar de la sociedad, de la realidad social latinoamericana» (González Casanova, 1989, p.7). Como lo ha señalado el sociólogo cubano-estadunidense Alejandro Portes (2004, 2002), tanto América Latina (al cual incluye a México) y Norteamérica (Estado Unidos y Canadá) han tenido temas de investigación comunes, pero no programas de investigación conjuntos. Por lo cual, como señalamos desde el inicio de este trabajo, nos invita a que se fomente la impertinencia crítica de la sociología, para que la sociología llegue a ser pertinente. Para ello, argumenta que la sociología latinoamericana ha llevado consigo esta tradición impertinente al desafiar los saberes transmitidos y los valores y prácticas occidentales, los cuales propugnaban un ―modelo‖ de sociedad subordinado y dependiente de países como Estados Unidos o los europeos. En ese sentido, la sociología se ha modificado de acuerdo al momento político e histórico en el que se encuentre, así puede legitimar regímenes tanto de izquierda como de derecha, aunque, dichos extremos resultan ser más conflictivos que innovadores. Como señala: «Existe una correlación casi perfecta entre la democracia política y el crecimiento de la sociología. En los regímenes autoritarios, la disciplina

languidece y su producción se empobrece profundamente cuando se vuelve complaciente las directivas oficiales o cuando se sitúa en oposición explícita a ellas» (Portes, 2004: p.451). Con ello, este autor señala que en América Latina la sociología ha pasado por procesos de precarización, puesto que, por un lado, la repartición de recursos para investigación científica prioriza y fomenta otras áreas como las ―ciencias duras‖, no obstante, por ejemplo, en los Estados Unidos la financiación es más variada por la presencia de instituciones privadas y públicas, mientras que en América Latina se depende por las partidas de los gobiernos en turno. Por otro lado, las preferencias temáticas en la sociología latinoamericana se han orientado hacia el estudio de la pobreza y la desigualdad, como se documentó en el siglo XX, mientras que la sociología norteamericana prefirió (y sigue eligiendo) el análisis de la igualdad y la estratificación en términos de género, etnia y raza. De hecho estás temáticas se han institucionalizados en muchos centros investigación y revistas especializadas en Estados Unidos. Por lo anterior, vuelve hacer énfasis sobre los desafíos y problemáticas que, en sí misma, provoca la noción de ―interdisciplina‖ ante la ambigüedad que pudiera provocar no sólo durante el proceso de investigación, sino al momento de realizar la presentación de los resultados obtenidos o con los miembros de las disciplinas académicas ante la confusión que existe, sobre todo de la sociedad civil, entre el científico social con el antropólogo social o el sociólogo. A pesar de que Estado Unidos haya mayor aceptación de teorías e investigaciones de corte interdisciplinario, el otro lado de dichos modelos radicaría en no procurar alternativas o avances al conocimiento, por lo que la defensa disciplinar sigue latente en sus dimensiones epistemológicas como administrativas. La noción de sociología que ofrece el autor, en relación con lo anterior y para poder comparar los niveles de análisis teóricos tanto en el hemisferio sur como en el norte, es compresible, pero, bastante limitante ante su uso utilitario: «La perspectiva de la sociología se centra en la dialéctica de la vida social, en sus interacciones y consecuencias no buscadas. […] Basados en ella, los sociólogos son capaces de producir recuentros explicativos y predictivos de los fenómenos sociales que son originales y distintos de aquellos que provienen de otras ópticas» (Ibídem, p. 457).

Retomando lo dicho, Portes señala la (todavía no superada) ―crisis de los paradigmas‖ en su acepción teórica ante la incapacidad de ofrecer interpretaciones omnicomprensivas de los fenómenos sociales, tal como lo fue en su momento con el estructural funcionalismo, el marxismo y sus posiciones más estructuralista y, por parte de la región, la teoría de la dependencia. Como se ha señalado en otras partes (Garza, 2006b: 19-38), esto contribuye al arribo de teorías que vinculan la estructura, la acción y la subjetivación. Portes argumenta que la caída de estructural funcionalismo (como de otras posiciones teóricas) se debió al alto grado de abstracción de esta teoría y la carencia empírica en sus escritos. De igual forma, este fracaso se debió a la impugnación de un modelo científico para la sociología que nunca quiso dejar de pensar en su propio contexto dado que, como teoría panexplicativa, mantuvo la esperanza de ser, lo que llamamos, una american way of sociological (sueño sociológico norteamericano). Siguiendo la misma línea, el mantenimiento de dichas teorías sólo contribuiría al retraso de las disciplinas sociales en tres sentidos: a) la sustitución de una lógica teórica/deductiva a una empírico/ deductiva; 2) la ―desproblematización‖ del mundo, y; 3) la objetivación de conceptos. Ante ello, propone un ―paradigma propio de la sociología‖: «La sociología tiene su propio paradigma que sólo contiene unos pocos principios axiomáticos: la autonomía de los fenómenos sociales de sus manifestaciones individuales, la significación de las normas y los valores sociales en la orientación de la acción humana, la construcción social de las instituciones, la permanencia y la fuerza restringente de las estructuras de poder, la inserción de iniciativas personales y colectivas en un contexto de relaciones sociales. Más allá de eso, todo es incierto y objeto de investigación. El papel particular de la teoría dentro del paradigma sociológico es guiar esas investigaciones y permitir que sus resultados se modifiquen» (Portes, 2002, p. 128; 2004, p. 460) Para ello, el autor defiende la recuperación de los legados de Robert K. Merton y Max Weber en la conformación de ―conceptos de alcance intermedio‖, en tanto puntos de encuentro entre las grandes leyes teóricas y el mundo empírico, pero lo suficientemente abstractos para poder incorporar a la realidad social. Bajo este esquema de trabajo, Portes señala que la sociología latinoamericana ha contribuido al respecto con la ―teoría de la

marginación‖ de Gino Germani, el concepto, no teoría, del ―colonialismo interno‖ trabajado, en gran medida, por Pablo González Casanova y las relaciones centro-periferia desarrolladas desde la CEPAL por Raúl Prebish y de forma crítica por los teóricos de la dependencia. Posteriormente, retomando sobre todo para los análisis de la sociología económica, hace lo propio con los conceptos de capital social-cultural, cadenas globales de producción, transnacionalismo y el estado weberiano/incorporado (Portes, 2004, pp. 460483; 2002, pp.129-144) Tenemos que hacer una pausa crítica en estos dos últimos sentidos: Primero, en cuanto al paradigma propio de la sociología, conforme a todas las discusiones que se han tenido respecto a la noción de paradigma, este se establece en una relación teoría-metodologíatécnicas de investigación, dado que su gran valor heurístico y epistemológico, puede fácilmente tergiversar su utilidad analítica, en este sentido utilizar sólo la perspectiva conceptual sin incorporar los aspectos anteriormente señalados puede, en ese sentido, hacer de la sociología se reduzca al análisis lingüístico y semántico de las palabras, sin incorporar los aspecto reales de las relaciones sociales (López Cano y Bautista Jiménez, 2014). Segundo, la forma de abordar estos conceptos intermedios (sobre todo los latinoamericanos) no hablan únicamente en términos de indicadores, por lo que omitir la perspectiva histórica es letal, puesto que si se pretenden que tengan una visión de futuro, el pasado queda aniquilado, incluso pasa desapercibido, una vez más los argumentos de Portes tienen un alto muy grande de utilitarismo. Lo que hemos constatado nosotros es que en realidad lo que ha existido ha sido un proceso de ―reducción‖, un movimiento de lo teórico a lo conceptual, ante el infortunio de las condiciones reales de la sociedad y las disposiciones analíticas de la sociología (Bautista Jiménez y López Cano, 2013). Por su parte, Gabriel Abend (2007), en un sugerente trabajo toma como premisa inicial de la sociología del conocimiento la afirmación de que el conocimiento científico está socialmente construido, anteponiendo los riesgos de establecer una nacionalidad a la ciencia lo cual rompería con los principios objetivos, racionales y universales de la misma. Por lo cual para buscar las ―diferencias más fundamentales‖ que pudieran distinguir a una comunidad de sociólogos de otra toma las variaciones de las bases teóricas y empíricas que las conforman. Su argumento principal (hipótesis) es que si existen supuestos

epistemológicos diferentes entre la sociología mexicana y la estadunidense, a pesar de que ambas realicen ―afirmaciones de conocimiento científico verdaderos acerca del mundo social‖. Para realizar su cometido, este autor recoge sus datos considerando la naturaleza y la dimensión epistemológica entre el diálogo que hay entre la teoría y la evidencia, la búsqueda de la objetividad epistémica y sobre el ideal de una ciencia libre de valores. A partir de unos fuertes criterios de discriminación, el cual busca de manera precisa que se cumplan los requisitos anteriores, selecciona 60 artículos de las revistas sociológicas ―líderes‖ en Estados Unidos y México (Estudios sociológicos, Revista Mexicana de Sociología, American Journal of Sociology y American Sociological Review) en grupos de 15 artículos por revista. La primera observación metodológica que realiza al comparar los artículos estadunidenses (ART-E) con los artículos mexicanos (ART-M) es de orden cuantitativo. Los ART-E, en ese sentido se son fieles al modelo estadístico y a las prácticas de argumentación y retóricas bastante estandarizadas y su objetividad radica en el uso de números y fórmulas; por el contrario, los ART-M se caracterizan por ser predominantemente cualitativos, lo cual habla de presupuestos epistemológicos disímiles. Desde el punto de vista teórico los ART-E son fieles a la definición mertoniana, como lo vimos con Alejandro Portes, de las ―teorías de alcance medio‖ al poner a prueba la teoría con los datos y expresarse siempre de forma afirmativa más que en falsificación. Por su parte los ART-M no ponen ninguna teoría a prueba. La mitad de ellos no hace una lectura evidente con el mundo empírico y la otra mitad recurren ―libremente‖ a las teorías‖ «Los autores toman en préstamo conceptos y definiciones de estas teorías, o los usan para interpretar o aclarar aspectos particulares de sus argumentos » (p. 582) Con base en el supuesto ontológico de Realidad Regular General, es decir, ―la búsqueda de las condiciones en que suceden las cosas‖, la sociología mexicana está cerca del polo ideográfico ante la ―comprensión de un problema empírico‖ lo cual puede llegar a ser pernicioso puesto que su validez sólo será posible en contextos particulares. La sociología

estadunidense bajo este mismo supuesto considera que la principal función del mundo empírico es la contrastación, ilustración o abordaje de un problema teórico ―más amplio‖. A partir de las lógicas deductivas, sea para explicar eventos o confirmar teorías, ninguno de los ART-M usa dicha lógica, contrario a los ART-E. Asimismo, las teorías producidas por los primeros están prácticamente pegada a los hechos “tal cual como se cuentan”, los ART-E, parten de la teoría para sacar cosas del mundo empírico. Por lo tanto, las teorías de la sociología estadunidense tienen un fuerte contenido empírico, mientras que los sociólogos mexicanos ―tienden a pensar las teorías y usarlas como gramáticas‖ (p. 593). De forma expositiva, en Estados Unidos hablan en términos de ―mostrar‖ o ―exponer‖ mientras que en México se ―cuenta‖ o ―narra‖. Volviendo de nueva cuenta a los números y las fórmulas «Mientras la sociología mexicana descarta las matemáticas y las estadísticas, los ART-E recurren una y otra vez a la jerga y símbolos de las matemáticas y la estadística» (p. 600). Tomando como referencia la neutralidad ética, los ART-M están cargados de juicios de valor, mediante el uso de terminología ideológica como lucha de clases, burguesía, sector popular o, como palabra de carga valorativa, el neoliberalismo. Mientras que los campeones de la ―real sociología‖, parten de la distinción weberiana entre hecho y valor para eliminar al máximo la presencia de su ―yo científico‖ o de su subjetividad. Como se puede observar, tras contrastar lo dicho sobre el trabajo de Abend con el propio artículo se dará cuenta que fue un esbozo muy rápido de sus principales ideas. La razón de este acoplamiento es ante la anchura de su trabajo así como la multiplicidad de dimensiones que abarca a lo largo de todo su escrito. Su argumentación total puede significar un orgullo para cualquiera que se inscriba dentro de los planteamientos del empirismo lógico, a pesar de que en sus conclusiones quiera incorporar las visiones de inconmensurabilidad o traductibilidad de Kuhn. El programa que propone para paliar las faltas de la sociología mexicana y la supremacía de la dinámica de la sociología estadunidense, comparten más los presupuestos irreales de Friedman al modelo revolucionario de Kuhn. Ante su lógica formal, tiene que incorporar por tanto, al final de su trabajo, la dimensión política de la sociología en ambos contextos,

donde, por enésima vez, Estados Unidos es mejor dado que el trabajo de ellos se orienta hacia instituciones científicas, mientras que los sociólogos mexicanos la empresa científica viene a ser una variación de la ―empresa‖ política. Nunca se hace latente la desigualdad no sólo en términos epistemológicos, sino con la comunicación científica dentro de las publicaciones académicas. En este sentido sólo se nos ocurre una pregunta ¿Cómo manejan los sociólogos, sea de latitud que sea, el conflicto entre la finalidad hacia el mundo objetivo de la ciencia y una subjetividad ineludiblemente presente en la realidad social? Los trabajos de Dimitri Della Faille (2009, 2011), contribuyen de igual forma el interés de una comunidad por analizar otra comunidad, si Portes lo hizo mediante la aplicación de conceptos de alcance medio y Abend desde una epistemología de la sociología, que contempla la relación entre datos empíricos y teoría, Della Faille, toma el análisis de contenido mediante el uso de softwares que posibilitan el conteo rápido de indicadores dentro de un texto. Es muy llamativa su propuesta, dado que no conduce al abstraccionismo empírico descrito por Abend o el reduccionismo teórico en Portes. Por ejemplo, para el desarrollo de una sociología del desarrollo latinoamericano generada desde Estados Unidos, vincula los proyectos sociológicos en términos de ―estudios latinoamericanos‖ relaciona el número de proyectos de este corte con el financiamiento que le otorga organismo privados y públicos. Aunque lo aboque a los años 60‘s (es decir, incorpora la perspectiva histórica faltante en Abend y Portes) su escrito al considerar la noción de costos, puede ser un parteaguas para comprender la desigualdad social, económica, y política dentro de las comunidades científica. En este sentido, al tomar la producción sociológica creada sobre América Latina en los Estados Unidos, ofrece un concepto operativo de sociología que, vincula cuestiones instituciones y profesionales (Della Faille, 2009, p. 965). De igual forma, hace a la alusión al crecimiento de los estudios latinoamericanos y por lo tanto de estudiantes preocupados de esta región durante la década anteriormente señalada. Asimismo, llama la atención que lo que para ellos representaría, en ese tiempo, un proyecto pequeño hoy día sea considerado en México un proyecto de investigación grande: la publicación de un libro o un artículo. Asimismo señala, como parte de una agenda cada vez más visible, la evolución temática de

los estudios latinoamericanos en Estados Unidos que abarcaron desde el estudio de la agricultura a los jóvenes. Desde la perspectiva de la globalización, destaca la modificación de la sociología mexicana (que lo usa como un término estilizado) para destacar como se ha ido transformando el objeto de estudio de la sociología a niveles cada vez más globales. De forma distinta a la de Abend, Della Faille analiza tres revistas sociológicas mexicanas (Estudios Sociológicos, Revista Mexicana de Sociología y Sociológica), para destacar las principales temáticas que se han trabajado dentro de la sociología mexicana: 1)Sistema electoral y disputa política; 2) Democracia sindical y capitalismo industrial, y; 3)Pequeña economía agrícola y economía competitiva global (pp. 154-158). Sin embargo, lo que pudo en términos epistemológicos ser realmente provechoso cae en el viejo encanto de los manuales norteamericanos. Observaciones finales Volviendo a la pregunta inicial que tiene por título este trabajo, la impertinencia de preguntar y contestar sobre una sociología mexicana en el neoliberalismo, es en su conjunto, totalmente pertinente. Dado que, como vimos a lo largo de todo el trabajo las referencias nacionales e internacionales se hicieron presentes en todo momento. Ahora bien, los límites de este trabajo son a nivel teórico, dado que aunque las respuestas de las entrevistas nos dan un referente empírico, otras nociones no-teóricas pueden ser incorporadas. Dado que, como vimos, el consenso sobre los efectos del neoliberalismo no está dado, que así como nuestros entrevistados pueden descartar o afirmar la existencia de una sociología mexicana, así otros investigadores (interesados propiamente en cuestiones teóricas) de otros lugares igual verán interesantes. Asimismo, este rescate de nuestra producción por agentes extranjeros es reciente, prácticamente nuevo. Lo anterior lo podemos llamar una consciencia teórica de afuera a dentro a nivel externo y una inconsciencia teórica a nivel interno. Si existe ambigüedad a lo largo del texto es precisamente por la magnitud del propio tema que rebasa no sólo los confines de la propia sociología, sino del que la práctica. En ese sentido, vincular nociones que puedan generar chispas al momento de relacionarse (sociología – neoliberalismo) es una tarea que, a

manera de contribución, es posible y deseable, no sólo para la sociología, sino para el conjunto de disciplinas que conforman las llamadas ―ciencias sociales‖. Con lo anterior, la sociología mexicana tiene un derrotero que, necesariamente genera incomodidad o que resulta innecesario a niveles prácticos, véase que siempre hablamos en términos de ciencia, teoría y conceptos, y que por lo tanto resultaron ciertamente dificultosos, pero de eso se trata la sociología (sea el sufijo que se le quiera agregar) porque en ese sentido será provechosa y verdaderamente útil.

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