PRÁCTICAS MORTUORIAS EN LOS CENOTES

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Descripción

PRÁCTICAS MORTUORIAS EN LOS CENOTES Carmen ROJAS*

Resumen En cenotes (dolinas colapsadas inundadas) de los estados mexicanos de Quintana Roo y Yucatán se han estudiado esqueletos humanos asociados a diversas prácticas mortuorias. Una de éstas prácticas es el sacrificio humano, sin embargo algunos de los casos aquí presentados no corresponden a prácticas sacrificiales sino funerarias. El número máximo de individuos en un cenote es mayor a 120. Los resultados de los cenotes estudiados muestran la presencia de más de una práctica mortuoria en cada cenote.

Abstract Mortuary practices in the cenotes Human skeletons associated with different mortuary practices have been studied in submerged sinkholes (cenotes) of the Mexican states of Quintana Roo and Yucatán. One of those practices was human sacrifice. However, not all the cases presented here correspond to sacrificial practices. The maximum number of individuals in a cenote is more than 120. The results show more than one mortuary practice in each cenote. Résumé Les pratiques mortuaires dans les cenotes On a étudié les restes squelettiques humains associés à différentes pratiques mortuaires dans les dolines submergées (cenotes) des états mexicains de Quintana Roo et Yucatán. Parmi ces pratiques figure le sacrifice humain. Cependant, pas tous les cas mortuaires ne correspondent à cette pratique. Le nombre maximal d’individus dans une cenote est plus de 120. Les résultats démontrent que chaque cenote atteste plus d’une pratique mortuaire.

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Instituto Nacional de Antropología e Historia, Centro INAH, Quintana Roo.

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Resumo Práticas mortuárias nos cenotes En cenotes (dolinas colapsadas inundadas) dos estados mexicanos de Quintana Roo e Yucatán foram estudados esqueletos humanos associados a diversas práticas mortuárias. Uma destas práticas é o sacrifício humano, entretanto, alguns dos casos aqui apresentados não correspondem a práticas de sacrifício, mas a funerais. O número máximo de individuos em um cenote é maior de 120. Os resultados dos cenotes estudados mostram a presencia de mais de uma prática mortuária em cada cenote.

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Introducción Las cuevas y cenotes han sido escenarios de gran importancia para los mayas desde tiempos ancestrales, ya que se consideraban portales o ventanas al inframundo, espacio mítico que geográficamente tenía sus dominios en lo subterráneo. Por ello fueron depositarios de restos humanos, ya sea de los sacrificados, o bien como sepulturas de ciertos personajes. En los últimos años se han registrado cenotes cuyos depósitos esqueléticos plantean un alto grado de dificultad para identificarlos claramente como contextos sacrificiales o como exequias funerarias. Si bien no se duda que los esqueletos humanos del Cenote Sagrado de Chichén Itzá corresponden a los sacrificios descritos por los cronistas españoles, los nuevos depósitos en cenotes plantean la pregunta de si no estamos ante casos diferentes al Cenote Sagrado de Chichén Itzá. Las otras hipótesis para explicar el origen de los depósitos esqueléticos en los cenotes implican conflictos bélicos entre los propios mayas, por ejemplo entre linajes, o entre mayas y españoles, quienes pudieron intentar sofocar así rebeliones indígenas, las cuales perduraron hasta mediados del siglo XIX con la llamada Guerra de Castas. Una hipótesis más plantea la conformación de estos depósitos después de catástrofes naturales, tales como sequías o huracanes, las cuales pudieron provocar altos índices de mortandad. Es posible que un mismo cenote haya sido utilizado para realizar más de una práctica mortuoria. Los sitios subacuáticos aquí presentados corresponden a los cenotes de Canún y Las Calaveras. Existe poca información arqueológica respecto a los sitios en superficie relacionados a dichos cenotes ya que las regiones en que se ubican constituyen lagunas arqueológicas. De igual forma se desconoce la relación de las comunidades que usaron los cenotes aquí presentados con respecto a los sitios mayores. Tal es el caso del cenote Las Calaveras, el cual está asociado al sitio arqueológico terrestre de Punta Laguna, pero se desconoce la relación, incluso cronológica entre éste y las ciudades de Cobá y Chichén Itzá. Hipótesis general La hipótesis general, a desarrollarse en un largo plazo, parte del supuesto de que a través de los patrones funerarios, así como de los sitios asociados en superficie, es posible estudiar el tipo de relaciones sociales de producción de las sociedades a las que pertenecieron los individuos en dichos depósitos. Asimismo se toma como base la propuesta de Binford (1971) quien establece que debe existir una correlación entre el estadio (en términos evolutivos) de un sistema sociocultural y los diferentes tratamientos mortuorios por los cuales se pueden identificar las posiciones de estatus. Según la composición

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Figura 1.

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Cenotes y sitios mencionados.

y tamaño del grupo, así como su grado de desarrollo social, habrá un mayor o menor número de personas sociales (jerarquías). Autores como Alberto Ruz (1984), Alfredo Barrera (1984) y Jaime Garduño (1984) han planteado que sociedades como la de Cobá, para el Clásico, y Chichén Itzá y Mayapan, para finales del Clásico y durante el Posclásico, tuvieron una estructura de clases. Aquí se parte del supuesto de que los mayas que realizaron los depósitos esqueléticos en los cenotes presentados tuvieron una organización definida por Bate (1998) como clasista inicial. Los elementos analíticos para identificar a las sociedades clasistas de tipo inicial son la relación con los medios de producción y la transferencia de excedentes. El establecer quién tiene la capacidad real de disponer de los medios de producción y quién los recibe nos permiten distinguir los grupos al interior de dichas sociedades. La división entre la clase dominante, como la que dispone de los medios de producción, y la clase dominada, como la que transfiere los excedentes, no es una reducción de la sociedad, ya que es posible encontrar diversos grupos sociales al interior de una clase u otra. Lo importante de esta división es que busca entender las relaciones “fundamentales”, que en consecuencia con el Materialismo Histórico, corresponden a las relaciones de producción. El modelo de Bate difiere del modo de producción asiático y del modo de producción comunitario por no ubicar la característica distintiva de dicho estadio en las formas de distribución, como lo sería el tributo, ya que la distribución es el resultado de las relaciones de producción. También difiere de aquellos conceptos por no asignar a la organización comunal el rasgo

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distintivo, ya que éste se presenta desde las comunidades tribales (Bate 1984). La sociedad clasista inicial se distingue de los estadios previos (cazadores recolectores y tribales) por la aparición de la propiedad particular sobre uno o varios de los elementos del proceso productivo. La introducción de la propiedad particular derivó en lo que fuera la propiedad privada en las sociedades clasistas más desarrolladas, como en el feudalismo y el capitalismo, por ello se considera que la propiedad particular fue una forma de transición hacia la propiedad privada (Bate 1984:74). Este aspecto es muy importante, ya que los modos de producción se cualifican por las relaciones de propiedad sobre los elementos del proceso productivo, que son: objetos de trabajo (recursos naturales y materias primas en los cuales se invierte trabajo para ser utilizados); fuerza de trabajo (el esfuerzo humano); instrumentos o medios de trabajo (herramientas) (Bate 1998:59). La relación de propiedad sobre estos elementos puede ser de tipo (colectiva) de un grupo social (particular) o de una persona (privada). En las sociedades clasistas existen al menos dos clases fundamentales, que se distinguen por el lugar que ocupan en la producción y su relación de propiedad respecto a los medios de producción. La clase explotadora, que recibe el excedente, y la clase explotada, que transfiere excedente, la cual realiza el trabajo agroartesanal. Las comunidades agroartesanales son propietarias particulares de los objetos e instrumentos de trabajo, pero pierden la propiedad de su fuerza de trabajo (están obligadas a transferir excedente a la clase dominante) como trabajo pasado, objetivado en productos, o como trabajo vivo. De esta forma, la fuerza de trabajo de las comunidades agroartesanales es propiedad de la clase explotadora, porque es ésta quien tiene la capacidad real de disponer de ella, al igual que del conocimiento especializado, como una parte estratégica de los instrumentos. (Bate 1984:49). Las comunidades permanecen así como poseedoras de su fuerza de trabajo pero ya no son propietarias de ella porque están obligadas a transferir excedentes, resultado de su trabajo. Dado lo anterior se formula la siguiente hipótesis general: “La práctica funeraria en los cenotes, junto con otras prácticas sociales, tenía la función de legitimizar la propiedad particular de la clase dominante, de la fuerza de trabajo de las clases dominadas”. Debido a que es una hipótesis general requiere de trabajo a largo plazo y de tipo no solo subacuático, en el presente artículo se buscará desarrollar tan sólo la primera parte de la hipótesis preguntándonos ¿existió la práctica funeraria en los cenotes? Para lo cual se desarrolla una hipótesis observacional. El desarrollo de la segunda parte de la hipótesis general, cuyas preguntas observacionales deberán estar relacionadas con la propiedad particular de la clase dominante de la fuerza de trabajo así como la distinción de grupos

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sociales de los esqueletos presentes en los cenotes, sólo podrán ser desarrollada en la medida en que se incrementen las colecciones osteológicas, se avance en los estudios comparativos entre ellas y se incorporen datos de superficie (arqueología terrestre). Hipótesis observacional a desarrollar Para saber si en los cenotes se dieron prácticas funerarias se plantea la siguiente hipótesis: “No todos los individuos localizados en los cenotes fueron sacrificados, sino que algunos de ellos fueron depositados como una práctica funeraria” Dado lo anterior se hace la distinción entre prácticas sacrificiales y prácticas funerarias como dos tipos distintos de tratamientos mortuorios y se parte de la suposición de que ambas prácticas son identificables en el contexto arqueológico. En las prácticas funerarias los tratamientos mortuorios estaban dedicados a los individuos, a diferencia de las prácticas sacrificiales, donde el individuo recibe tratamientos mortuorios por ser él mismo parte de una ofrenda que es parte de un ritual, dirigido a alguna deidad, del cual su cuerpo forma parte votiva (Terrazas 2007). Este sería el caso del “Chen Ku” o “inmersión ritual de los sacrificados”, como le llamó Alberto Ruz (1968). Por otra parte, las prácticas sacrificiales usualmente estaban asociadas a una muerte violenta y a la decapitación, descarnamiento y desarticulación del cuerpo para la realización de ofrendas (Pijoan 2004, Tiesler 2005, Tiesler y Cucina 2005, Chávez 2006, Robicsek 1984). Esta distinción permite identificar no sólo una forma de disponer del cuerpo, como han hecho tradicionalmente otros autores (Ruz 1968, Romano 1974, Oliveros 2000) sino que busca determinar la intención por la que fue creado el depósito. En un mismo cenote pudieron ser arrojados individuos por diferentes prácticas mortuorias. La práctica funeraria pudo ser un medio para el reclamo de ciertos privilegios por parte de aquellos que se sustentan como descendientes de los personajes allí depositados. La veneración a los ancestros en los cenotes pudo ser una forma de legitimizar la explotación de otros grupos humanos. Esto es lo que la Patricia McAnany llama creación de ancestros, es decir, la selección de personajes difuntos que se constituyen como los antepasados o fundadores de ciertos grupos o linajes. De esta forma, la conmemoración de los ancestros no es sólo un culto a los muertos, práctica vinculada a las concepciones religiosas, sino un mecanismo por el cual se establecen relaciones sociales entre los vivos (McAnnany 1995). Los sitios funerarios para la conmemoración de personajes importantes constituyen un tipo de marcadores espaciales, a través de los cuales se hace visible la identidad social de un grupo respecto a otros (Hendon 2005:162).

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De esta forma el espacio habitado se conforma en un paisaje social, en torno a lugares de memoria (ibid.). Por las fuentes históricas se sabe que los asentamientos del Posclásico en Quintana Roo tenían un carácter multiétnico y que existían linajes nobles que gobernaban y fusionaban unidades territoriales complejas, con base en alianzas matrimoniales (Vargas 1997:46). Al parecer, el aglutinamiento de linajes se daba a través del tzucub, institución social que no necesariamente tenía una continuidad territorial ya que podía mantener su autonomía política (Vargas 1997:46). Atributos para la evaluación de la hipótesis observacional Los atributos para la evaluación de las hipótesis se agrupan en los siguientes conjuntos: I. II. III. IV. V. VI.

Localización de los restos en el cenote Articulación de los restos esqueléticos Agrupación de los restos esqueléticos Traumatismos Huellas de corte Población representada

El tipo de depósito, junto con la presencia o ausencia de alteraciones culturales asociadas al sacrificio humano y tratamientos ante y postmortem, así como la presencia o ausencia de intemperización en los huesos, permite elaborar hipótesis por individuo preguntándonos ¿corresponde este arreglo a un individuo sacrificado, a un tratamiento funerario, a una muerte bélica o a una muerte por catástrofe natural? De acuerdo con William D. Haglund y Marcella H. Sorg (2002) los cadáveres en el agua pasan por fases de flotación y sumergimiento que se alternan de acuerdo a la presión generada por los gases de descomposición. Algunos factores que inhiben o favorecen la flotación son la temperatura, el tejido adiposo y la ropa. Las temperaturas bajas inhiben significativamente la flotación, por el contrario los cadáveres desnudos generalmente flotan con la espalda expuesta por encima de la línea de flotación y con la cabeza y las extremidades bajo la línea de flotación. Una vez descompuestos y con gases en el abdomen los cuerpos flotan boca arriba. Las fuerzas de presión hidrostática y la presión interna de los gases de descomposición se alternan hasta que el cuerpo alcanza el fondo, el cual toma una posición con la cabeza hacia abajo, debido a que la cabeza tiene una gravedad específica mayor que los pies (ibid.). La desaparición inicial del tejido blando y la exposición de huesos ocurre en áreas con tejido delgado, comenzando por manos y parte antero-inferior

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de las piernas. Posteriormente la desaparición de segmentos se da en la siguiente secuencia: huesos de manos y muñecas, huesos de pies y tobillos, mandíbula, cráneo, antebrazo y piernas bajas, brazo, omóplato y finalmente separación de la caja torácica de la cadera, a la cual permanecen articulados los fémures. Tanto la caja torácica como la cadera-fémures permanecen como articulaciones persistentes (Haglund y Sorg 2002:203). En condiciones de anoxia la desarticulación se inhibe y las condiciones alcalinas favorecen la preservación de los huesos (Ibid.). Los cenotes presentan condiciones alcalinas, lo que podría explicar la extraordinaria conservación de los restos osteológicos en los cenotes.

Figura 2.

Secuencia de desarticulación de restos humanos en agua según Haglund y Sorg (2002).

A continuación se describen los atributos considerados para la evaluación de la hipótesis observacional. Localización de los restos en el cenote En este aspecto se considera la descripción del cenote y la ubicación de la evidencia en alguna o varias de las áreas del cenote que arqueológicamente tienen relevancia. Los cenotes en los cuales se realiza el análisis tienen forma de botellón, con la presencia de un montículo central conocido como “Monte de Debri” (Figura 3).

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Figura 3.

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Cenote Canún, Yucatán. a) Corte este-oeste. Dibujo: Octavio del Río y Lisseth Pedroza/ Banco de imágenes INAH.

Las partes consideradas de un cenote, son: 1. Perímetro del cenote. Usualmente las áreas perimetrales se conforman por taludes de sedimento en ocasiones escalonadas. También pueden presentarse paredes rectas, en cuyo caso los restos yacen directamente en el fondo. 2. Centro del cenote. La mayoría de los cenotes presenta al centro un montículo de derrumbe de la bóveda, llamado Monte de Debri. 3. Sección intermedia. Se considera el área concéntrica al Monte de Debri, entre éste y el perímetro del cenote. Usualmente el fondo en esta sección es plano, aunque existen casos donde se presentan otros Montes de Debri de menor tamaño. 4. Cuevas, nichos o taludes secos o que estuvieron secos. Correspondería a los casos en los que los cuerpos no se dejaron directamente en el agua, por lo que no flotaron, sino que fueron depositados en áreas seleccionadas. Si bien la forma de los cenotes estudiados es similar, presentan algunos conjuntos osteológicos que corresponden a diferentes tipos y secuencias de depósito. Asimismo, en el caso de prácticas semejantes, por

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ejemplo cadáveres en el agua, la diferencia de profundidades podría explicar el comportamiento distinto de los cuerpos en el agua. Por ejemplo el cenote Canún tiene una profundidad máxima de 37 m y el cenote Las Calaveras de 12 m. En ninguno de ellos se ha detectado la presencia de corrientes. Articulación de los restos esqueléticos La presencia o ausencia de articulación se asocia a diferentes tipos de depósito, de los cuales se consideran los siguientes: 1. El individuo fue arrojado como cadáver directamente al agua (cadáver flotante). 2. Se le colocó en algún lugar que se encontraba seco o de baja profundidad. 3. Se arrojaron segmentos corporales. 4. Se arrojaron elementos esqueletizados, como huesos aislados. Agrupación de los restos esqueléticos Como causas de agrupación o mayor concentración de los restos en ciertas partes del cenote se piensa en causas intencionales por un lado; que los individuos hayan sido colocados preferentemente en ciertas áreas, quizás en áreas someras, o bien en causas naturales, como el movimiento de los cadáveres hacia las orillas por ejemplo, como resultado de la expansión de gases en el cadáver, las diferencias de temperatura dentro del cenote, la tensión superficial del agua, el viento y en el caso de taludes la gravedad. Traumatismos En específico interesan los traumatismos que correspondan a causas de muerte por violencia así como técnicas de privación ritual de la vida. Aquellas que si presentan marcas de violencia son la muerte por golpe contundente y el flechamiento. Es importante recalcar en que se distinguen los traumatismos como causa de muerte de aquellas marcas originadas por los tratamientos post-mortem de los sacrificados, como son el descarnamiento, la desarticulación, la decapitación y la extracción del corazón. Dichos tratamientos conforman los atributos del siguiente grupo. En el caso de la muerte por golpe contundente se observarán fracturas rectas o curvadas que irradian del lugar de impacto, el cual puede presentar una fractura hundida o estrellada (Pijoan y Lizarraga 2004:22-23).

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Huellas de corte Las evidencias osteológicas que se relacionan a los tratamientos postmortem de los sacrificados se agrupan en: extracción del corazón, decapitamiento, descarnamiento, separación de segmentos y exposición térmica. De las técnicas de extracción del corazón se consideran el acceso transdiafragmático y la toracotomía bilateral transversa el acceso (Chávez 2006) (Tiesler y Cucina 2005), (Pijoan y Mansilla 2004:77). Población representada Como primera etapa de este aspecto se considera el análisis de los atributos de sexo y edad para saber si la muestra representa la totalidad de los grupos humanos naturales. Interesa si la muestra representa a una población tipo cementerio, donde la totalidad de la muestra queda representada, o bien se encuentran representados tan sólo ciertos grupos culturales, para lo cual se espera una selectividad hacia la edad o el sexo. Análisis de los atributos para la evaluación de la hipótesis observacional Cenote Canún El cenote Canún se localiza al interior de una exhacienda henequenera en el estado de Yucatán. La Laguna del sitio arqueológico de Yalahu se ubica a casi 10 km de la hacienda y en un radio de 20 a 30 km se localizan los sitios arqueológicos de Mayapan, Izamal, Aké y Acanceh, entre los más importantes. Al cenote se le adecuó una plataforma de 15 m2 para la extracción de agua. El acceso al cenote se realiza por un brocal (grieta tallada) de 3 por 2 m. Al espejo de agua hay 14 m, por lo que hay que descender con poleas y cuerdas. El perímetro en el espejo de agua es de 26 por 52 metros y en el fondo de 99 por 50 metros. Su forma en planta es ovalada, cuyo eje mayor se orienta noreste-suroeste. Presenta una cueva en el fondo hacia el noreste, cuya extensión máxima es de 60 metros de penetración. El monte de Debri coincide con la entrada a la noria y se encuentra a los 3.6 metros de profundidad. La máxima profundidad alcanzada en el cenote es de 27 metros, en la parte noreste, y en la cueva es de 40 metros. Localización de los restos en el cenote Se contabilizó un NMI de 14 y también se contabilizaron 20 vasijas de cerámica. Tanto los restos humanos como las vasijas se encuentran en el

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fondo del cenote, en la sección perimetral. Aspecto interesante por otro lado es la distribución de los restos óseos de animales en forma opuesta a los restos humanos y la cerámica, es decir central. La distribución de los restos óseos humanos en las orillas y la presencia de individuos articulados, como se verá más adelante, permiten identificar la presencia del depósito tipo II de cadáver flotante. La desarticulación ocurrió en el perímetro del espejo de agua.

Figura 4.

Cenote Canún. Dibujó Carmen Rojas/Banco de imágenes INAH.

A los tres metros de profundidad, hacia el este franco, se localizó una pequeña cueva que remata en una pequeña cámara menor a un m2, lo que hacía difícil su acceso con los tanques de buceo. Al interior de la pequeña cámara se registraron restos humanos y en la cueva restos de animales y cerámica (B39).

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Articulación de los restos esqueléticos En este cenote se localizaron varios conjuntos esqueléticos en articulación anatómica. Uno de ellos se ubicó al interior de la pequeña cueva somera, el cual corresponde a un individuo adulto masculino, de entre 25 y 39 años al momento de la muerte, de 164.42 cm de estatura, semi completo. La posición en la que se encontró fue flexionado lateral, pudiendo corresponder originalmente a una posición sedente (Terrazas, comunicación personal 2003). Asimismo se localizaron escasos restos de dos individuos más, uno infantil y otro juvenil (B39) (Terrazas et al. 2003). El adulto completo se conserva sin erosión, sin raíces ni marcas de animales. Presenta una coloración obscura rojiza con manchas más obscuras formando un área circular en forma de corona que señala la región de contacto con el sedimento (Terrazas et al., 2003). En el pasaje hacia el nicho con los restos óseos se encontraron dos vasos Preclásicos de cerámica, ambos del tipo Sierra Rojo (400-250 a.C). Uno de estos vasos es conocido como “funerario”, por su asociación a entierros del Preclásico (Pedroza y Rojas 2006). Al interior de la pequeña cueva también se localizaron restos de un ave y un cánido (González, Rojas y Del Río 2003 y Rojas 2007). Este depósito debió ser colocado cuando el nivel del agua era menor al actual, ya que no es posible que este contexto se haya formado por flotación.

Figura 4.

Corte de la cueva en el cenote Canún. Dibujo: Arturo González y Carmen Rojas, INAH.

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Otro conjunto esquelético articulado corresponde a un individuo adulto masculino (B8) ubicado al sur del cenote a 14 m de profundidad. Se recuperó el esqueleto parcial, semiarticulado, de un individuo adulto de más de 50 años al momento de la muerte (Terrazas et al., 2003). El cráneo se encontraba desplazado hacia la posición contraria a la columna vertebral, el atlas se habría movido junto con el cráneo, mientras que la mandíbula se quedó en su lugar con respecto a la columna vertebral. Los húmeros quedaron a ambos lados de la columna vertebral y los cuerpos vertebrales están principalmente hacia arriba por lo que aparentemente el cadáver, con tejidos blandos, se depositó en posición decúbito dorsal con los brazos extendidos y separados del cuerpo (Terrazas et al., 2003).

Figura 5.

Esqueletos 8 y 29. Cenote Canún. Dibujó Carmen Rojas/Banco imágenes INAH.

El esqueleto se encontraba muy completo, habiendo perdido la tibia y el peroné derechos, el radio derecho y el radio y cúbito izquierdo, así como todos los huesos de manos y pies, excepto un quinto metacarpiano izquierdo y el calcáneo izquierdo. Esto quiere decir que el cadáver alcanzó el fondo cuando la desarticulación posterior de las extremidades había sucedido casi en su mayoría (estadio “c” en la secuencia de Haglund y Sorg). En general, la superficie de los huesos luce bien conservada, sin marcas de raíces o animales, sin intemperización y poca erosión de las superficies angulosas (Terrazas et al., 2003).

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Otro caso de articulación corresponde a la bandera 10. En este caso los restos no fueron colectados. Se observa que el conjunto es conformado por la articulación de caderas-femures con tibias y perones. Este conjunto se identifica con el ultimo estadio de la secuencia de Haglund y Sorg (“e”) en el que la sección torácica se desarticula del esqueleto inferior, permaneciendo la articulaciones de la cadera-fémur y fémur-tibia como articulaciones persistentes.

Figura 6.

Bandera 10, cenote Canún. Fotografía Luis F. Martínez/Banco de imágenes INAH.

Agrupación de los restos en el cenote Un caso de agrupación intencional es el caso ya expuesto de los individuos en la bandera 39. En cuanto a los demás esqueletos no se observan agrupaciones. Traumatismos Se estudiaron dos casos de traumas, sin embargo fueron traumas recuperados. El primero para el individuo en la bandera ocho, arriba expuesto, cuyo cráneo presentó una lesión recuperada en el área de bregma (Benavente

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2008). El segundo individuo con un traumatismo recuperado en el cenote Canún fue el localizado en la bandera 32. El cráneo de este individuo presentó una ligera infección, secundaria a un traumatismo sin fractura, en el parietal derecho (Benavente 2008). Huellas de corte En este cenote se localizó un cráneo trofeo, con marcas de descarnamiento en el área frontal y parietal (B29) al parecer manipulado intensamente antes de ser arrojado al cenote (pulimento en el área basal) correspondiente a una mujer de 18 a 20 años (Terrazas y Benavente 2006).

Figura 7.

Huellas de corte, esqueleto B29, cenote Canún. Fotos Martha Benavente/Banco de imágenes INAH.

El cráneo presenta marcadas huellas de corte con instrumento de roca, posiblemente obsidiana. Las huellas más evidentes se encuentran sobre el frontal, en el lado derecho, cerca de la sutura coronal, las marcas corren paralelas al eje de los arcos superciliares, en sentido para-coronal, aunque la sutura coronal se aleja hacia atrás en forma triangular por efecto de la acentuada deformación cefálica intencional (Terrazas y Benavente 2006). Las huellas de corte, siempre para-coronales, corren hacia el medio en forma escalonada siguiendo el perfil de la eminencia en el frontal, producida por la deformación del cráneo por la presión de una banda transversal, al lado de la sutura coronal. Huellas de raspado tanto en el frontal como en los parietales que indican que se hizo un corte burdo, a base de pequeños cortes, en sentido para-sagital y a partir de ese corte separaron el cuero cabelludo hacia la cara y hacia la nuca, raspando para separar los tejidos conjuntivos (aponeurosis). Otras marcas en la glabela indican que el trabajo de deshollamiento continuó en la cara. No hay marcas de descarnado intenso del cráneo (ibid.).

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Población representada En el cenote Canún se estudiaron individuos masculinos y femeninos, de 18 a 50 años, con la presencia de un infante. Al parecer no corresponde con una selectividad de los individuo, pues hay rangos de todas las edades y ambos sexos, cabe resaltar que en la pequeña muestra colectada, tres de los ocho individuos corresponden a los rangos de edad de 18 a 20 años. Evaluación del cenote Canún El resultado del análisis de cada atributo nos dice que: i. ii. iii. iv. v.

Los esqueletos humanos se distribuyen hacia las orillas del cenote Si hay casos de individuos articulados Hay un caso de agrupación No hay casos de traumatismos no recuperados Hay un caso de tratamiento post mortem de un sacrificado que corresponde a una mujer, cuyo cráneo fue utilizado como trofeo vi. La población representada corresponde a adultos de ambos sexos. Por lo tanto se concluye que en el cenote Canún se realizaron prácticas funerarias (colocación de tres individuos en cueva somera, antes seca, con ofrendas) como sacrificiales (una mujer joven deshollada en B29, cuyo cráneo fue utilizado como trofeo antes de arrojarlo al agua). Por otra parte se identificó el tratamiento mortuorio de arrojar cadáveres frescos en el agua, como corresponde al individuo semi completo con presencia de falanges (B8) y a las articulaciones persistentes (B10). Si bien en el primer caso no se observaron traumas no recuperados ni tratamientos asociados al sacrificio humano, no se debe descartar la muerte por ahogamiento, la cual no dejaría marcas a nivel osteológico. Con los datos hasta ahora recabados no es posible determinar si los individuos en las banderas 8 y 10 corresponden a prácticas funerarias o sacrificiales. Cenote Las Calaveras El cenote Las Calaveras se localiza al interior del Área Natural Protegida Otoch Maax Yetel Co (“Casa del Mono y del Puma” en maya) y de la Zona Arqueológica de Punta Laguna. Dicha zona arqueológica forma parte de la denominada Costa Oriental, debido a su arquitectura característica, llamada también estilo Tulúm y sus orígenes parecen iniciarse en el periodo Preclásico Tardío para luego cobrar auge durante el Posclásico. Sin embargo, la información referente al sitio es escasa debido a que sólo se han realizado recorridos de superficie (Huchim et al., 1997 y Benavides y Zapata 1991), sin haberse excavado hasta la fecha.

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El cenote Las Calaveras tiene forma de botellón, con una entrada pequeña por una grieta de 1.20 metros de largo por 0.70 metros de espesor y bajo la cual se abre una bóveda amplia. La distancia al espejo de agua es de 12.40 metros y el diámetro del cenote a este nivel es de 25 metros, en el fondo el diámetro llega a ser de 30 metros. A 3.5 metros por debajo de la superficie del agua y coincidiendo con el eje vertical de la abertura en el techo, se localiza la cúspide del Monte de Debri. La visibilidad es excelente, limitada sólo por el alcance de las lámparas, no se percibe corriente y no existe ningún tipo de cueva o caverna subacuática en el interior.

Figura 8.

Corte cenote Las Calaveras norte-sur. Dibujo: Lisseth Pedroza/Banco de imágenes INAH.

En el fondo del cenote se contabilizó, a través de los cráneos, un NMI de 118 (González, Rojas y Del Río 2003), con tan sólo escasos fragmentos de cerámica. Localización de los restos en el cenote La distribución de los huesos en el cenote Las Calaveras es perimetral, sin presencia significativa de restos en el monte de Debri (tan sólo se han detectado dos huesos largos).

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Figura 9.

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Ubicación de restos óseos en el cenote Las Calaveras. Dibujo: Carmen Rojas/Banco de imágenes INAH.

Para estudiar la concentración mayor de restos, ubicada en un talud perimetral de poca profundidad, que va de los 3 a los 7 m. Se colocó una retícula de 20 m2. Dentro de la misma concentración hay una mayor cantidad de restos hacia la parte más somera, de los 3 a los 5 m. Después de que los restos se asentaron en el talud han tenido rodamientos importantes, como se aprecia por la presencia de varias capas de huesos. Hacia los 5 metros de profundidad la alta sedimentación calcárea ha formado una matriz que ha estabilizado los materiales de rodar. Conforme la profundidad aumenta se percibe una densidad menor de huesos. Al igual que en los otros cenotes mencionados no se percibe corriente. Lo que si existe al parecer es una pequeña reducción de la temperatura en el fondo, por debajo de los 10 m de profundidad, lo que sugiere la presencia de dos capas, si bien la salinidad constante muestra que es un solo cuerpo de agua (Simon Richards, comunicación personal 2008). Articulación de los restos esqueléticos Se aprecia un alto grado de desarticulación, con la presencia de hasta 3 individuos por m2 sin conexión anatómica. Sólo se ha detectado un segmento de la columna vertebral articulado en las banderas 15 y 16.

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Figura 10

Conjunto osteológico en cuadro 1. Cenote Las Calaveras. Dibujo: Carmen Rojas/Banco de imágenes INAH.

Agrupación de los restos esqueléticos El 90% de los restos óseos se encuentran en dos concentraciones ubicadas al sur y al sureste del cenote. La mayor de ellas, la del sur, presenta más de 40 individuos (contabilizado por cráneos). Los esqueletos cranial y postcranial están bien representados en los conjuntos esqueléticos. Traumatismos El cráneo B73 (masculino de 20 a 25 años) presenta una fractura radial considerada como un trauma no recuperado (Benavente 2008:74). Otro caso de traumatismo es el cráneo B115 (masculino, de 20 a 25 años) el cual presenta un golpe profundo en el parietal izquierdo, posiblemente la causa de muerte, así como fracturas, posiblemente en hueso fresco en ambos arcos zigomáticos (Benavente 2008:76). Huellas de corte En el caso del cráeno en la bandera 115, arriba descrito se registraron huellas de corte, ubicadas a un lado de la fractura en fresco, en el parietal izquierdo (Benavente 2008:76). Sin embargo “no parecen indicar desollado o descarnado; posiblemente se trata de marcas accidentales, producidas durante el momento de la muerte del sujeto, o a algún intento de curar la herida”.

Prácticas mortuorias en los cenotes

Figura 11.

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Esqueleto B73, Cenote Las Calaveras. Fractura radial no recuperado. Fotografía Sebastian Genijovich/Banco de imágenes INAH.

Población representada (sexo, edad y patologías) En el cenote Las Calaveras están representados ambos sexos así como todas las edades. Es importante resaltar los dos individuos que paren haber tenido una muerte violenta corresponden a hombres de 20 a 25 años. Evaluación del cenote Las Calaveras El resultado del análisis de cada atributo nos dice que: I. Los esqueletos humanos se localizan hacia las orillas del cenote II. No hay presencia significativa de conjuntos esqueléticos articulados sólo un grupo de vértebras III. Hay dos agrupaciones importantes en los taludes perimetrales hace el sur y el sureste IV. Si hay presencia de traumatismos como posible causa de muerte por golpe contundente V. No hay huellas de corte a asociadas a tratamientos posmortem a sacrificados, sólo una asociada a lesión, pero no deshollamiento

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VI. Toda la población se observa representada en el cenote —adultos y juveniles de ambos sexos. Aún no es posible identificar si la distribución de los restos en el talud perimetral y en dos concentraciones mayores corresponde a la distribución resultante de los cadáveres flotantes y en descomposición y desarticulación en el agua o bien a que hayan sido re-colocados como restos esqueletizados, previamente exhumados de tumbas terrestres. Con los datos recabados hasta la fecha no se han distinguido conjuntos esqueléticos claramente sacrificiales como tampoco funerarios. Sin embargo aún no se ha finalizado el análisis del depósito. Conclusiones Como conclusiones preliminares del análisis de los datos recopilados hasta la fecha se puede afirmar que en el cenote Canún si se identificó la presencia de prácticas funerarias. En el cenote Las Calaveras aún no es posible identificar la presencia de prácticas funerarias. La secuencia descrita por Haglund y Sorg ha sido observada en los cenotes aquí expuestos, donde se han detectado individuos en diferentes grados de desarticulación, constatándose la presencia de elementos aislados, tales como brazos, piernas y cráneos, siendo la conexión vertebral entre la caja torácica y la cadera la última en ocurrir, como se puede observar claramente en el individuo B10 del cenote Canún, el cual conserva los fémures asociados a la cadera. Por lo anterior es posible hablar de depósitos primarios en los cenotes, aun cuando éstos no se encuentren articulados en su totalidad. En este caso la desarticulación se debe a procesos de descomposición ocurridos en el agua. Se considera que uno de los potenciales del estudio en el futuro de las colecciones osteológicas procedentes de cenotes reside en el análisis para la identificación de grupos sociales al interior de cada cenote. Agradecimientos Esta investigación ha sido patrocinada parcialmente por la National Geographic Society a través de la beca 184-07. Agradecemos a la Subdirección de Arqueología Subacuática, al Centro INAH Quintana Roo, al Centro INAH Yucatán, al Laboratorio de Cerámica de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH, a la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH, al Museo del Templo Mayor, al Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México y al Museo del Desierto.

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A Arturo González, Alejandro Terrazas, Martha Benavente, Felipe Bate, Manuel Gándara, Ximena Chávez, Lourdes Gallardo, Sergio Grosjean, Judy Logan, Roberto García-Bárcena, Santiago Analco (†), Carlos Evia, Lisseth Pedroza, Sandra Damián, Eugenio Aceves, Jerónimo Avilés, Octavio del Río, Fidencio Rojas, Raúl Vázquez, Fernando Rosado, Enrique Soberanes, Serapio Canul y la comunidad ejidal de Punta Laguna, Samuel Meachan, Edgar Gaytán, Esther Reynoso, Scott Carnahan, Luis F. Martínez, Sebastián Genijovich y Becket Lailson. Bibliografía Barrera Alfredo 1984 “Consideraciones sobre el modo de producción asiático entre los mayas”, en El modo de producción tributario en Mesoamérica, editado por Alfredo Barrera, pp. 203-252, Escuela de Ciencias Antropológicas, Universidad de Yucatán, México. Bate, Luis Felipe 1984 “Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial”, en Boletín de Antropología Americana, núm. 9, pp. 47-86. Benavente, Martha E. 2008 “Análisis tafonómicos de contextos mortuorios sumergidos de la península de Yucatán”, tesis de Licenciatura en Antropología Física, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México. Benavides, Castillo Antonio, y Renée Lorelei Zapata Pedraza 1991 “Punta Laguna: Un sitio prehispánico de Quintana Roo”, en Estudios de Cultura Maya, vol. XVIII, pp. 23-66, Universidad Nacional Autónoma de México, México. Binford, Lewis R. 1971 “Mortuary Practices: Their Study and their Potential”, en Approaches of the Social Dimension of Mortuary Practices, editada por James A. Brown, Memoris of the Society of American Archaeology, pp. 6-29. Chávez, Ximena 2006 “Sacrificio humano y tratamientos mortuorios en el Templo Mayor de Tenochtitlan”, Museo del Templo Mayor, Reporte del proyecto FAMSI 05054. Hendon, Julia 2005 “El papel de los enterramientos en la construcción y negociación de la identidad social en los mayas prehispánicos”, en Antropología de la eternidad. La muerte en la cultura maya, editado por Andrés Ciudad Ruiz, Mario Humberto Ruz y Ma. Josefa Iglesias, pp. 161-174, Sociedad Española de Estudios Mayas y Universidad Nacional Autónoma de México.

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