Prácticas funerarias durante las fases Colima y Armería en un sitio costero de Manzanillo, estado de Colima

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Descripción

Índice pág.

ponencia

1

Representación simbólica material de una escena de parto dentro de un contexto funerario. Salvamento Arqueológico ''Valle del Sol'', municipio de Villa de Álvarez, Colima Ramón López Montes, Fernando González Zozaya, Juan Joel Hernández Olvera

20

Prácticas funerarias durante las fases Colima y Armería en un sitio costero de Manzanillo, estado de Colima Juan Joel Hernández Olvera, Alejandro Meraz Moreno, Ma. Antonieta Moguel Cos

39

El entierro sedente del Chanal, una manera común de enterramiento para el periodo posclásico de occidente Rosa María Flores Ramírez, Andrés Saúl Alcántara Salinas

50

Un caso especial de contexto funerario, “El entierro A11 recuperado en Tabachines, durante el 2007” Rosa María Flores Ramírez, Marco Cabrera Cabello

64

“Relación historica de los hospitales de religiosos y “civiles” de la ciudad de Colima”. Alfredo Cesar Juárez Albarran

93

Biografía del Dr. Salvador Vizcaíno Mora, quién vivió en Colima de 1915 a 1942. Celia Vizcaíno Hernández

99

Andrés de Urdaneta ¿pionero de la globalización? Ángel Luis Gaona Carrasco

110

Los archivos colimenses y su importancia para la historia de Zacatecas Limonar Soto Salazar

117

Un repositorio de la cultura originaria de la antigua Colima Isidoro Jiménez Camberos

125

Engrosamiento radicular dental en series esqueléticas de Colima Albertina Ortega Palma, Ismael Álvarez Zúñiga, Nancy Miramón Valdez

138

Análisis Bioarqueológico de los Entierros de la Fase Cultural Capacha de Colima Juan Alberto Román Berrelleza, Andrés Saúl Alcántara Salinas, Adriana Ciraní Zamora Herrera, Martín Hernández Carvajal

169

Arquitectura prehispánica. Una perspectiva narrativa e interpretativa de la estructura E1 del fraccionamiento Verde Valle. Gloria Clemente Barrera

176

Los Juaninos en la Villa de Colima América Araceli Arellano Cerritos

193

Imagen y estructura de la Villa de Colima, primera mitad del siglo XIX. Interpretación a partir de documentos de la época Gabriela Eugenia Abdalá Vázquez

222

La Relación jurada de gastos de funeral del Cura del Pueblo de Ixtlahuacán, Vicente Iriarte (1768) José Luis Silva Moreno

235

Ramón R. de la Vega: La Formación de un Actor Político, 1837-1857 José Luis Larios García

248

Bert Lindemann. Ingeniero noruego en Colima Enrique Ceballos Ramos

257

Antiguas familias: un rescate del pasado remoto María Guadalupe Paredes López

268

Los trabajadores de las obras del puerto de Manzanillo y la inconformidad laboral: el caso de Mariano García Gómez Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez

277

Patrimonio cultural, artístico e histórico y su legislación en México María Irma López Razgado, Andrés Saúl Alcántara Salinas

284

Conocimiento y difusión del territorio: El X Congreso Geológico Internacional de 1906 Laura Valdivia Moreno

296

Las defunciones vistas desde la perspectiva del periódico oficial del estado de Colima; durante fines del siglo XIX M.A. María del Carmen Ascensio Mercado

323

Después de la Cristiada. Recuperando la paz y formando opinión Mirtea Elizabeth Acuña Cepeda

337

Los procuradores de pueblos y el reparto agrario en Colima, 1921-1928.1 María J. Ramírez

364

Atenquique, Jalisco: un poblado industrial como expresión de la arquitectura moderna del siglo XX

Luís Alberto Mendoza Pérez, Eduardo Cruz González, Ramón González de Loza

381

La curación milagrosa de una religiosa almoloyense, la “Madre Jesusita” Isabel Eugenia Méndez Fausto

398

De indios a indígenas, identidades nahuas en Colima Mtro. Luis Gabriel Hernández Valencia

412

Una revisión de la situación artesanal en Colima del 2000-2012 Adriana Chamery García

431

De la muerte a la melancolía. La reciente narrativa colimense. Nohemí Yesenia Zúñiga Preciado

445

Una mirada al asentamiento prehispánico del Valle de las Garzas, Manzanillo, Colima Maritza Cuevas Sagardi, Rafael Platas Ruiz

Prácticas funerarias durante las fases Colima y Armería en un sitio costero de Manzanillo, estado de Colima Juan Joel Hernández Olvera 1 [email protected] Alejandro Meraz Moreno2 [email protected] Ma. Antonieta Moguel Cos 3 El tema de las prácticas funerarias ha sido abordado ampliamente en los estudios de las culturas antiguas que se asentaron en el territorio mexicano. Dicho interés ha surgido por la particular dedicación que tuvieron los antiguos habitantes al momento que acontecía el deceso de una persona. Tal es el caso de los espacios funerarios de El Opeño y Chupícuaro en el estado de Michoacán, Mascota y Huitzilapa en Jalisco, las tumbas de tiro ubicadas en la Presa del Cajón, estado de Nayarit o la Campana y el Chanal ubicados en la ciudad de Colima, por mencionar algunos. En la presente investigación se documentaron las prácticas funerarias4, de un sitio arqueológico ubicado entre la laguna de Cuyutlán y el océano Pacífico, la dimensión aproximada del espacio funerario es de 150 m2. En él, se inhumaron más de 350 individuos, por más de 1500 años, esto es, durante las fases Ortices (200 a.C.-200d.C.), Comala (200500 d.C.), Colima (500-700 d.C.), Armería (700-900 d.C.) Chanal (900-1500 d.C.). El área en cuestión muestra características especiales, tanto en su ubicación, como primordialmente en su uso, el cual difiere de lo que regularmente corresponde a sitios costeros, (los cuales son referidos comúnmente como centros de producción de objetos elaborados en material malacológico “concheros”), ya que no se encontraron elementos contundentes que afirmaran el posible uso habitacional o político, por lo que el uso de este lugar, fue exclusivamente funerario. El presente trabajo se enfoca en el estudio de las prácticas funerarias de un sitio arqueológico de la costa de Colima, específicamente de los entierros inhumados durante los años 500-900 d.C., las fases llamadas Colima y Armería, aunque cabe mencionar que se se hará un breve recorrido histórico de este sitio y su correlacion con asentamientos de otras regiones, buscando obtener una visión integral del área del Occidente.

1

Dirección de Antropología Física Dirección de Salvamento Arqueológico 3 Dirección de Salvamento Arqueológico 4 En el presente texto, se retoma este concepto como la serie de actos seguidos a la muerte de una persona, que tienen como fin acompañar al difunto en esa partida del universo físico y su transformación o entrada a otro plano no material. En dichos actos, elementos como la preparación del cuerpo, el lugar de enterramiento y la disposición de los objetos que acompañan al difunto, están determinados por la constitución simbólica, política, económica y religiosa del grupo social al cual pertenece la persona fallecida. 2

20

El desarrollo prehispánico en Colima y el resto de Mesoamérica Durante la época englobada por el período Preclásico, el patrón de asentamiento de las culturas del Occidente de México era disperso, conformando pequeñas aldeas dedicadas a la agricultura, la caza y la recolección, e integradas por habitaciones construidas con materiales perecederos, de ahí la dificultad para identificar estos espacios. Su manifestación material más representativa se dio en la cerámica asociada a contextos funerarios y en la importancia que dedicaron a los espacios destinados a contener a los muertos. En algunas ocasiones, como en el caso de las llamadas culturas Capacha y Chupícuaro, eran depositados en fosas excavadas sobre la tierra, y en otras, como en el caso del Opeño, se construía una tumba subterránea que poseía una entrada con escalones, un pasillo y la cámara funeraria. A finales del período Preclásico mesoamericano (c. 300 a.C.), donde las características del subsuelo lo permitían se generalizó la implementación de construcciones subterráneas para depositar a los muertos, dando así lugar a la llamada Tradición Tumbas de Tiro, la cual perduró hasta aproximadamente el 500 d.C. Estas construcciones consistían en excavaciones verticales de entre 4 y 15 m. de profundidad y una o varias cámaras funerarias, las cuales fueron reutilizadas a lo largo del tiempo, probablemente por linajes o familias. Las vasijas cerámicas y las figurillas de barro de carácter funerario se caracterizaron por un acabado de superficie bien logrado y un alto grado de naturalidad de las formas fitomorfas, zoomorfas y antropomorfas. En la región de Colima, este lapso corresponde a las fases Ortices y Comala. Hacia los años 500-700 d.C., en el Occidente tuvo lugar una “nueva tradición”, cuyos rasgos culturales son visibles tanto en la cerámica, como en el patrón de asentamiento5. En la región de Colima, para la fase del mismo nombre, se abandonó la costumbre de construir tumbas de tiro y en su lugar los muertos eran depositados en tumbas sencillas y, en ocasiones, los lugares fueron señalados con una especie de marcadores, formados por acumulaciones circulares o lineales de piedras, y se comenzaron a presentar modificaciones al terreno que servían como espacios funerarios, construyéndose así, lomas artificiales bajas que sobresalen en la topografía. Asimismo, las modificaciones al terreno se presentaron también donde se asentaban los habitantes y comenzó la construcción de plataformas de planta rectangular o cuadrangular ubicadas en torno a plazas y patios de plantas similares6. Conforme a los elementos citados anteriormente, es que se enmarca el inicio de la “mesoamericanización” del Occidente7. Mención aparte merece la Tradición Teuchitlan, desarrollada en parte de los actuales estados de Jalisco y Zacatecas, donde desde el 300 a.C. los asentamientos presentaron características que podrían ser consideradas urbanas, con montículos, altares y plazas de plantas circulares (los llamados guachimontones) y tumbas de tiro asociadas a los montículos, observándose continuidad hasta aproximadamente el 700 d.C. Sin embargo, 5

Olay, Ma. De los Ángeles “El Occidente Mesoamericano. Una Historia en construcción”, en Introducción a la Arqueología del Occidente de México, Braniff, C. Beatriz (coordinadora), México, Universidad de ColimaINAH, 2004a, p. 73 6 Olay 2004b pp. 286-287. 7 Schöndube, Otto, El pasado de tres pueblos : Tamazula, Tuxpan y Zapotlán, México, 1994, Universidad de Guadalajara. 21

entre el 700 y el 900 d.C. fueron introducidos en la región de interacción, elementos arquitectónicos de plantas cuadrangulares y rectangulares y las tumbas de tiro tendieron a desaparecer.8 Debido al declive y caída de Teotihuacán, ciudad que controlaba la región del Altiplano Central y una amplia red de comercio a larga distancia, hacia los años 650-700 d.C., en la región central se creó un vacío de poder e inestabilidades políticas y territoriales que propiciaron diversos movimientos migratorios de forma multidireccional; los flujos poblacionales tuvieron lugar tanto de diferentes regiones hacia el centro, como de la parte central hacia otros territorios. En la región de Colima, hacia el 700 d.C., siguió existiendo continuidad en los patrones arquitectónicos y de carácter funerario observados durante la fase anterior, con algunas variantes en las formas cerámicas y la introducción de figurillas antropomorfas planas moldeadas, identificados para la fase Armería, los cuales se presentan especialmente en la zona costera y no más allá de las partes bajas del valle, además de que comienzan a aparecer figurillas ligadas a la tradición Mazapa del Centro de México. Es posible que los materiales reconocidos para las fases Colima y Armería sean contemporáneos en algún momento y que lo Armería corresponda a la expresión de un desarrollo cultural costero, ligado, de alguna forma, con la Costa Norte de Michoacán9. Las figurillas de estilo Mazapa se presentaron también en otras regiones del Occidente de México, como Jalisco, hacia el 900 d.C.10, asociadas a los edificios de planta cuadrangular y rectangular. Queda por resolver si la influencia de tal estilo de figurillas proviene del Centro hacia el Occidente o en sentido inverso, ya que los fechamientos de los hallazgos de Colima son más tempranos que los del Centro de México, o bien, es necesario revalorar éstos para el Altiplano Central. Durante el Posclásico, en el Occidente aparecieron elementos iconográficos claramente mesoamericanos; en Colima, la fase Chanal toma su nombre del sitio que, en virtud de sus características monumentales, debió haber sido un importante centro con control regional, con un espacio funerario específico y la presencia del trabajo en metal. El sitio tuvo un desarrollo local, pero estuvo relacionado de alguna forma con Tula, dada la profusión de similares elementos iconográficos y arquitectónicos. Para la última fase registrada en la región de Colima, antes de la llegada de los españoles, la fase Periquillos, existieron similitudes con la fase anterior, pero desaparecieron los motivos o características relacionadas con Tula. Como se ha expuesto en la sección anterior, la idea preconcebida de que los pueblos asentados en el denominado Occidente Mesoamericano eran sociedades estáticas o con un desarrollo cultural simple, se ha ido develando con la integración de nuevas investigaciones que apuntan hacia una dinámica cultural, la cual retroalimento de manera bidireccional, tanto a los pueblos asentados en la región de Colima, los estados aledaños, con el demás territorio mexicano y, por que no, de Centro y el Sur de América. 8

Olay, 2004a: 66. Novella et al. La costa norte de Michoacán en la época prehispánica, BAR International Series 1071, 2002, Archaeopress, Oxford. 10 Weigand, Phil “Arqueología del Centro-Oeste de Jalisco: La Tradición de Teuchitlán”, en en Introducción a la Arqueología del Occidente de México, Braniff, C. Beatriz (coordinadora), México, Universidad de Colima-INAH, 2004, p. 334. 22 9

Por lo cual, nos parece de suma importancia destacar la investigación de la zona costera de esta región, ya que suponemos fueron importantes enclaves marítimos, en los cuales se intercambian no sólo productos de otras regiones, sino que sugerimos que los asentamientos marinos fueron lugares donde convergieron pensamientos, creencias, costumbres, que posiblemente se encuentren representadas en las prácticas funerarias de estos grupos. Arqueología de la Costa de Colima El inicio de las investigaciones arqueológicas formales en la zona costera del Occidente de México tuvo lugar a finales de la década de 193011, cuando Isabel Kelly realizó reconocimientos de superficie en las costas colimense, nayarita, michoacana y sinaloense, además de la cuenca de Sayula, los valles de Autlán y Tuxcacuesco, en Jalisco, y la región de Apatzingán, en Michoacán. Durante el Congreso de Americanistas de 1958, en San José, Costa Rica, Kelly planeó la investigación de diversos sitios arqueológicos distribuidos a lo largo de la costa del Pacífico, principalmente entre México y Ecuador, teniendo como objetivo primordial reafirmar la premisa del posible contacto cultural entre Mesoamérica y Sudamérica durante las diferentes etapas del periodo Preclásico o Formativo12. Derivado de las investigaciones expuestas durante este Congreso, la University of California in Los Angeles (UCLA) y el Institute of Andean Research (National Science Foundation) llevaron a cabo el denominado “Proyecto A”. Clement Meighan y Henry B. Nicholson, iniciaron el reconocimiento de una porción de la costa mexicana entre los años 1959 y 1960, desde la desembocadura del río Santiago, en Nayarit, hasta la Bahía de Yelapa, en Jalisco, así como la desembocadura del río Marabasco, en Colima, y la Costa Grande y Chica de Guerrero. Asimismo, se realizaron investigaciones en la denominada Provincia Arqueológica de Cihuatlán, excavando el Conchero de Barra de Navidad, ubicado en las inmediaciones de la laguna del mismo nombre13, lográndose la identificación de treinta y cuatro especies de moluscos que formaban el conchero, además de diversos tipos cerámicos. La fecha tentativa de la ocupación humana se estimó entre 1190 y 1450 d.C., por C14, y entre 650 y 1200 d.C. por hidratación de obsidiana14. Una de las principales hipótesis de este sitio propone que este lugar fue un asentamiento estacional debido a la sucesión de capas de concha y arena, así como a la ausencia de elementos arquitectónicos. 11

Olay, Ma. De los Ángeles “Memoria del tiempo de la Arqueología de Colima”, Historia general de Colima, tomo , nstituto Colimense de Cultura, 7, obierno del Estado de Colima, Universidad de Colima, Conse o acional para la Cultura y las Artes. (1997:78 86) refiere reconocimientos hechos por Mathieu de Fossey en 1844, Ezequiel A. Chávez y Genaro García en 1911 y en 1922 por Miguel Galindo, donde ya se ubican algunos sitios costeros. 12 Nicholson, H.B y Meighan, C. “The UCLA Department of Anthropology Program in West Mexican Archaeology-Etnohistory. 1956-1970, en Betty Bell (ed.), The Archaeology of West México, 1974, Sociedad de Estudios Avanzados del Occidente de México, A.C. p. 7. 13 Kelly, Isabel “Ceramic provinces of orthwest Mexico”, en El Occidente de México, IV Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, 1948, México, pp. 55-71. 14 Long, Stanley and Wire, Marcia “Excavations at Barra de avidad, Jalisco”, en Antropológica, No. 18, 1966, Instituto del Caribe de Antropología Social Caracas, Venezuela. 23

En Playa del Tesoro, Manzanillo, tuvieron lugar trabajos de excavación en la década de 60 por el “Proyecto A”, y posteriormente, en 85, por el Centro AH Colima, los cuales permitieron registrar una amplia zona de enterramientos en la parte más angosta de la Península de Santiago, conocida tradicionalmente como Antiguo Puerto de Salagua y actualmente como Las Hadas, donde se identificaron 98 especies de moluscos, lo cual da cuenta de las posibles actividades económicas de esta población. El sitio se logró datar por C14, ubicándolo entre 200 y 670 d.C. La gran diversidad de material advierte, en primera instancia, el gran conocimiento que los habitantes poseían acerca de su entorno ambiental y el aprovechamiento de los recursos naturales15. En el Valle de Cihuatlán, cerca del actual aeropuerto de Manzanillo, sobre una colina de diez metros de altura y 250 metros de diámetro, muy cerca de la margen oriental del Río Marabasco, a principios de la década de 1970 fue localizado el sitio arqueológico de Morett, donde se obtuvieron dieciséis fechamientos por C14 y 115 por hidratación de obsidiana, con dos fases de ocupación, denominadas Morett Temprano (300 a.C.-100 d.C.) y Morett Tardío (150-750d.C.)16. Durante los siguientes veinte años no se realizó ningún trabajo en la zona costera de Colima, hasta 1990, cuando fue retomado el proyecto de salvamento arqueológico Playa del Tesoro Manzanillo, bajo la supervisión de Samuel Mata, en un área que se encontraba muy cercana al sitio donde habían trabajado los investigadores del Proyecto A y el entonces Centro Regional Occidente. Este sitio arqueológico corresponde al período Clásico Tardío mesoamericano, y en él, se encontraron treinta y dos enterramientos humanos y siete conjuntos óseos de animales. La mayoría de las ofrendas consistían en vasijas, cajetes, lítica y concha. A partir de este trabajo surgieron varias dudas sobre la dinámica cultural de la zona de Manzanillo, por lo cual, Samuel Mata y Ángeles Olay en 1991 propusieron realizar el Proyecto Bahías de Manzanillo. Mediante el recorrido de superficie sobre la Bahía de Salagua, lograron identificar y registrar dos tipos de sitios. El primero corresponde a los que se encuentran asentados en un medio ambiente de playa, estero y manglar, ubicados en la franja de playa y hasta dos o tres kilómetros tierra adentro; el segundo corresponde a los sitios que se ubican dentro de un microambiente característico de los valles. Con esta investigación se identificaron evidencias culturales prehispánicas de un área funeraria fechada entre el año 200 y 600 d.C., donde se recuperaron veinticuatro enterramientos humanos y ocho de animales. De acuerdo con estos resultados, se sugirió que la Bahía de Salagua estaba destinada a ser una necrópolis colectiva17. Para esta década, el crecimiento turístico se convirtió en uno de los principales factores para el deterioro de sitios. Es así que se llevó a cabo el proyecto de Reconocimiento Arqueológico Colimilla-Barra de Navidad, el cual abarcó las zonas costeras del Valle de Cihuatlán y la de Navidad. La base metodológica para entender los posibles patrones de asentamiento se encaminó en cuatro niveles: la unidad habitacional, la 15

Beltrán Medina, José Carlos “El puerto de Salagua. Playa del Tesoro” en Anales del Museo Michoacano, 1994, No. 5, Centro INAH Michoacán. 16 Meighan, Clement Archaeology of the Morett Site, 1972, University of California Press, Berkeley. 17 Mata, Samuel Informe Proyecto de investigación arqueológica Bahías de Manzanillo Colima, Col. Reconocimiento de Superficie, junio de 1994, julio 1997. 99 págs., 3 mapas, 2 croquis, 25 dib., 125 fotos orig., 1 plano. 24

relación entre unidades, su participación en la conformación de asentamientos y la distribución interregional, lo que posteriormente derivó en proponer tres tipos de asentamientos: 1) los sitios en la zona de esteros y delta del río Marabasco, los cuales eran temporales y se encuentran asociados totalmente a la explotación de los recursos marinos; 2) los sitios localizados en terrazas de elevación inmediata a la laguna, donde ya se desarrollan actividades agrícolas; y 3) los sitios de arquitectura monumental. Posteriormente, al sur de la laguna de Cuyutlán, sobre la Costa Norte de Michoacán, colindante con Colima y en las inmediaciones del río Cohuayana, se llevaron a cabo investigaciones arqueológicas con el objetivo de reconocer una de las zonas menos trabajadas del Occidente, lo cual se logró después de tres temporadas de campo, observándose similitudes en algunas de las vajillas encontradas en la zona de Tecomán y la zona aledaña al municipio Armería de Colima18. Después de este recorrido histórico en cuanto a la investigación arqueológica de la zona costera, es posible observar que el desarrollo cultural de la región es bastante amplio, involucrando no solo a Colima sino a los estados circundantes: Nayarit, Jalisco y Michoacán. Esto podría sugerir que a lo largo de todo este litoral costero las poblaciones asentadas en este ecosistema conocieron y aprovecharon su entorno adecuadamente, además de establecer contacto con otras áreas del resto de Mesoamérica y, probablemente, con algunas regiones de Sudamérica Descripción del sitio Como parte de los proyectos gubernamentales programados para el sexenio 20062012, se contempló la construcción de una Terminal de Gas Natural Licuado en unos predios propiedad de la Comisión Federal de Electricidad dentro del municipio de Manzanillo, estado de Colima, justo en el límite de la laguna de Cuyutlán y el litoral del Océano Pacifico. Por su ubicación geográfica, ante la cercanía con el mar y la laguna, el terreno representaba un espacio estratégico para el establecimiento y obtención de recursos naturales de cualquier grupo humano, y por tanto, contaba con alto potencial cultural, por lo que, el Centro INAH-Colima inició trabajos de prospección arqueológica en el terreno con el fin de determinar si existían vestigios que fueran a resultar afectados por la obra, derivando en el proyecto de salvamento arqueológico Terminal Marítima de Regasificación de Manzanillo, contando con la participación de la Universidad de Colima y el INAH. Para fines metodológicos y de logística, el área fue dividida en tres poligonales o sectores, el primero (Sector uno) con una extensión de 27.5 ha., el segundo (Sector dos) 35.3 ha. y el ultimo (Sector tres) con 31 ha.; cada uno de estos sectores fue dividido en predios. Los trabajos de excavación se llevaron a cabo del 24 de septiembre de 2007 a 15 de febrero de 2008, obteniendo como resultado el hallazgo de contextos arqueológicos importantes ubicados en dos de los tres sectores de exploración: el sector dos y el sector tres. Los principales descubrimientos del Sector 2 se localizaron en los predios 88 y 92, donde se lograron recuperar 10 entierros humanos y algunos restos óseos de animal; la mayor parte de ellos estaban acompañados de vasijas, figurillas sólidas y artefactos líticos. 18

Novella et al., 2002 25

Asimismo, se identificaron dos piedras depositadas verticalmente, apenas visibles, que resultaban inusuales para el contexto natural de suelos de arena. El otro depósito arqueológico con presencia de material óseo, se ubicó en el sector tres, en los predios 60, 63 y 66, donde se encontraron dos entierros humanos y diversos materiales cerámicos que muestran características tipológicas de la fase Chanal. El Centro INAH-Colima dictaminó que era necesario definir el área de actividad humana antigua con el propósito de que no resultase afectada y proteger el patrimonio cultural, por lo que en mayo del 2008 se solicitó la intervención de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH para continuar los trabajos de exploración pendientes en los tres sectores, además de delimitar el área de restricción y obtener la cronología de la ocupación humana, entre otros objetivos. De 2008 a 2010, el proyecto de salvamento arqueológico Terminal de Gas Natural Licuado Manzanillo, llevo a cabo cuatro temporadas de excavación, denominando a los tres sectores como poligonales. En la poligonal uno, se localizó una pequeña elevación de 60 cm. que no correspondía con las características naturales de la zona, cuya extensión abarca 55 x 25 metros. Durante los trabajos de sondeo en esta poligonal se localizaron restos óseos humanos, cerámica, lítica y objetos de concha, estableciéndose que dicha elevación era artificial y se trataba de un cementerio o espacio destinado para fines exclusivamente funerarios, por lo que se decidió ampliar la excavación de manera extensiva y se designó el espacio como Loma Funeraria, ya que no se localizó ningún vestigio de actividad habitacional. Los resultados después de las cuatro temporadas derivaron en el hallazgo de mas de 340 enterramientos humanos y restos de animales, la mayor parte de los esqueletos se encontraban asociados a diversos bienes funerarios (vasijas, cuentas, malacates, figurillas etc.) que se ubican cronológicamente desde la fase Ortices (200 a.C.-200 d.C.) hasta el final de la fase Chanal (1500d.C.), observándose una larga secuencia de uso del espacio con fines funerarios, así como su reutilización19 (ver fig. 1).

19

Chávez Torres y Moguel Cos (2009) Segundo informe parcial temporada 2009 (campo) y temporada 2008 (análisis cerámico), pág. 18. 26

Figura 1.- Planta general de entierros. Dibujó y digitalizó: J. Joel Hernández Olvera.

Cabe mencionar que uno de los elementos culturales resaltables de este sitio consiste en una serie de piedras irregulares acomodadas de forma circular, además de cuatro piedras hincadas verticalmente. Dos de estas últimas son las que habían sido identificadas durante los trabajos del Centro INAH-Colima. La dimensión de esta formación circular es de aproximadamente nueve metros cuadrados. (ver fig. 2)

27

Figura 2.- Formación circular. Dibujó y digitalizó: J. Joel Hernández Olvera.

Por lo que se refiere a la connotación cultural y simbólica de la formación de piedras, al parecer rigió en un determinado tiempo el espacio en que se enterraba a los muertos, ya que la mayor parte de los entierros se localizó en las inmediaciones de este elemento arquitectónico, conformándose “en dos momentos, el inicial en el cual se depositan las piedras de manera circular y una segunda donde se incluyen las piedras verticales”20. La formación circular se encontró presente como elemento importante desde la fase Ortices (200 a.C.-200 d.C.) hasta la fase Armería (700-900 d.C.) y, posiblemente, la fase Chanal (900-1500 d.C.), aunque los alineamientos iniciales no son visibles en las dos últimas fases, a excepción de las piedras verticales, a consecuencia de la presencia del relleno cultural.21 En cuanto al posible patrón de enterramientos, los investigadores a cargo del proyecto mencionan que “el 55% de los entierros pertenecen al periodo temporal del Preclásico Superior (Fase Morett-Ortices y Comala)”, remarcando que “en el sitio se presentaron entierros removidos dejándose una cantidad considerable de entierros incompletos, lo cual dificultó su clasificación aún como entierros secundarios”22. De manera general, los investigadores refieren que el material recuperado durante la excavación muestra similitudes con la cerámica diagnóstica de la llamada Tradición Tumbas de Tiro, correspondiente al horizonte Clásico mesoamericano. Ésta cerámica se localizó en el sector oeste de la formación circular, donde la mayoría de los entierros no guardan un patrón establecido, ya que el área de enterramiento fue sumamente reutilizada a lo largo del tiempo (ver fig. 3). 20

Chávez y Moguel 2009:18. Chávez, comunic. pers. 2010. 22 Chávez y Moguel 2009:19. 21

28

En el caso del lado este del elemento arquitectónico circular, se encontraron materiales asociados a la fase Armería, que corresponde al Epiclásico mesoamericano. En dicha zona, los entierros son individuales -la mayoría de ellos primarios-, a pesar de que no guardan un alineamiento ni orientación establecidas, sí muestran homogeneización en la cantidad y el tipo de ofrendas, la cual consta de una vasija ubicada en la región de la cabeza, acompañada de una figurilla moldeada ubicada tanto en la región del tórax, como de la pelvis.

Figura 3.- Planta de distribución general de piezas cerámicas. Ilustración PAF Juan Joel Hernández Olvera

Metodología La metodología utilizada para el análisis de las prácticas funerarias se basó en dos propuestas: la primera, elaborada por Arturo Romano23, y la segunda, por Henri Duday24, a inicios de 1990. El objetivo de incluir ambas propuestas en este trabajo yace en sistematizar el formato de registro de una sepultura, permitiendo así exponer las características propias de un depósito funerario, es decir, acercarse a aquellos aspectos tangibles e intangibles que se formulan dentro de los gestos funerarios.

Romano Pacheco, Arturo“Sistema de enterramientos”, en J. Comas (ed.) En Antropología física, época prehispánica, 1974, pp. 83-112. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, D.F. 24 Duday, Henri “Antropología biológica ‘de campo’, tafonomía y arqueología de la muerte” en Elsa Malvido, Gregory Pereira y Vera Tiesler (eds.), El cuerpo humano y su tratamiento mortuorio, 1997, Colección científica del INAH, no 344, México, pp. 91-126. 29 23

La muestra ósea La muestra se compone de 348 entierros; 23 de ellos presentan características morfológicas propias del sexo femenino y 43 del sexo masculino25. En 27 entierros no fue posible determinar el sexo, debido a la edad de los individuos. Finalmente, 238 entierros se encontraron en muy mal estado de conservación, por lo cual tampoco fue posible conocer el sexo26 (ver tabla 1) %

Frecuencia

Femenino

Sexo

6.6

23/348

Masculino

12.3

43/348

Infantil/subadulto

7.8

27/348

Sin determinar

68.4

238/348

Osario

4.9

17/348

Tabla 1.- Estimacion de edad de la muestar ósea

Referente a la de edad de los individuos que integran la muestra, se logró estimar la edad de 211 de ellos, reportando que dos fallecieron entre el periodo gestacional y perinatal, 19 durante la primera década de la vida, 17 entre los 10 y 20 años de vida, 94 entre los 20 a 30 años, 55 durante los 30 y 40 años y, finalmente, 24 en la década de entre 40 a 50 años27 (ver grafico 1). Rango de edad a la muerte 94 55 19

17

0-10 años

10-20 años

2 0-9 meses

24

20-30 años

30-40 años

40-50 años

Grafico 1.- Representación de los individuos que integran la muestra por grupo de edad. 25

Cabe resaltar que el número de entierros analizados en esta investigación, se vio estrechamente relacionado con el estado de conservación de la muestra, ya que gran parte del material se encuentra sumamente fragmentado. Un segundo punto en este tenor, es que en ocasiones los entierros se encontraban sin objetos asociados que le asignaran una cronología cultural, por lo que no entraron en análisis. Finalmente, es importante mencionar que no se logró recopilar el total del material fotográfico dado que fue excavado por distintos arqueólogos, por lo que fue difícil ponerse en contacto con cada uno de ellos. 26 Un aspecto importante para aclarar es que, a los conjuntos de restos óseos que no tenían un contexto bien definido, se les designó como osarios. De ellos se registraron 17. 27 De los datos obtenidos de la estimación de edad es importante referir que la mayor parte de los individuos que integran esta población llegaron a la etapa adulta, lo cual podría sugerir un buen sistema de amortiguación a eventos estresantes durante gran parte de su vida. Respecto a los 19 infantes que fallecieron dentro de la primera década de la vida, no podemos sugerir que fueron incluidos socialmente, ya que el número es poco representativo en relación al tamaño total de la muestra. Quizá estos infantes pertenecieron a un estrato social diferente, el cual les permitió que se les integrara en dicho espacio. 30

Consideraciones en torno a las practicas funerarias de un sitio arqueológico de la zona costera de Colima durante las fases Ortices y Comala. Hacia los últimos años, la mayor parte de los contextos arqueológicos localizados en el estado de Colima son funerarios, esto no parece ser raro ya que desde periodos muy antiguos, como lo es la llamada fase Capacha (2500 a.C.-200 a.C.), se han localizado espacios exclusivamente para enterrar a personajes a quienes se les acompañaba de vasijas bilobulares o trilobuladas, con decoración incisa o esgrafiada, con alusiones solares. Por lo anterior, el establecimiento y la descripción de la estructura social, económica, política, religiosa para esta época, queda sin vislumbrarse hasta la fecha. Iniciamos con las consideraciones finales de esta sección dedicada al estudio de las prácticas funerarias durante el complejo Ortices-Comala, retomando brevemente lo que sugerimos ocurrió al final de la fase anterior que fue Capacha. Al final de la fase Capacha se empezaron a edificar una clase de espacios exclusivamente funerarios. Éstos se construyeron en el subsuelo, dejando un acceso cilíndrico o en algunos casos de escalinata, el cual conducía a donde se encontraban el o los personajes ya fuese en una o dos cámaras mortuorias. Este tipo de recintos funerarios se han registrado en los actuales estados de Nayarit y Jalisco y se piensa que eran reservados para personajes de status social alto o bien, para un solo linaje. Un dato sobresaliente es que en la mayoría de las tumbas de tiro se ha encontrado evidencia de una constante reutilización, tanto del espacio como de la posición y colocación de los restos que fueron enterrados previamente. De los 348 entierros que componen la muestra 70 se encuentran asociados a elementos culturales que corresponden al complejo Ortices-Comala, siendo el 20.11% de la muestra total. Los habitantes de este lugar decidieron entonces utilizar un elemento arquitectónico circular, bajo el cual se distribuyeron los entierros. Al parecer, en la fase Ortices fue cuando se comenzó a utilizar este elemento arquitectónico y se observaron dos zonas de aglomeración de entierros: una el este de dicha formación y otra al oeste. Éstas fueron constantemente reutilizadas durante los 700 años correspondientes a estas fases (Ortices-Comala), lo que originó que se removieran segmentos óseos para reutilizar, tanto el espacio como la ofrenda. Dicho movimiento derivó en la remoción de pequeñas cuentas y orejeras de las cuales no se conoce su ubicación original y relación con los entierros (ver fig. 4)

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Figura 4.- Planta general de distribución de entierros correspondientes a la fase Ortices (200 a.C.-200 d.C.) y Comala (200 d.C.-500 d.C.). Dibujó y digitalización: J. Joel Hernández Olvera

Sugerimos que la práctica funeraria entre los antiguos habitantes de este sitio costero, tiene que ver precisamente con el constante re-uso de los espacios y de las ofrendas. La mayor parte de los individuos inhumados durante este periodo eran adultos, no se logró establecer un patrón de enterramiento relacionado con el sexo. En relación a la edad, podemos mencionar que después de los 30 años de vida, se establecía una clase de diferenciación social que les permitía preservar su espacio de inhumación. Desafortunadamente, no se logró inferir cuál era dicho factor. En cambio, los segmentos óseos de los individuos que aún no alcanzaban esa edad, eran removidos quizá para la inhumación de otras personas de mayor edad. En cuanto a la baja frecuencia de entierros infantiles, proponemos dos puntos: 1. Los individuos infantiles eran enterrados en otro lugar. 2. Los niños que fueron enterrados en este espacio funerario, quizá pertenecieron a un linaje o familia, la cual les otorgó el derecho de ser inhumados en este sitio. Es importante remarcar que la comparación con otros sitios podría aclarar o ampliar esta hipótesis. A manera de resumen, sugerimos que, llegada la muerte de un individuo, posiblemente se le daba un tratamiento mortuorio sencillo28. Posteriormente, se buscaba el lugar de inhumación de los demás familiares para ser depositado en una fosa sencilla. Se le 28

En algunos casos eran inhumados sin ningún tipo de tratamiento corporal; en otras ocasiones se le pudo haber envuelto total o parcialmente. 32

colocaba de manera extendida, con una alta posibilidad de acomodarlo en decúbito dorsal y, en menor probabilidad, en decúbito lateral o ventral. Si era hombre se le podía orientar hacia cualquier dirección. En cambio, si era mujer, no se le orientaría de sur a norte. En el caso de los niños, éstos no eran orientados de oeste a este, de acuerdo a lo previsto en este trabajo. Asimismo, mencionamos que dentro de la cosmovisión de estos pobladores las alusiones de la flora y la fauna desempeñó un papel muy importante en su vida, al grado de representarla en su cerámica, además de ser incluidas en el espacio funerario. Al respecto, podemos señalar que a la mayoría de los individuos adultos se le acompañaba de una ofrenda. En cambio, en los niños y jóvenes esto era menos frecuente. El lugar más común donde se emplazaba la ofrenda era la cabeza para el caso de las mujeres, en tanto que para los hombres lo fue en la región de la cabeza y el tórax. Las representaciones más frecuentes en la cerámica de este par de fases son: míticas, zoomorfas, fitomorfas, antropomorfas, todas éstas relacionadas a la tradición “tumbas de tiro”. Por otra parte, es importante mencionar que dentro de la formación circular se localizó una concentración significativa de material cerámico y óseo correspondiente a ambas fases (ver fig. 5 y 6). Parece ser que este depósito fue un posible ritual de clausura o de reutilización del espacio, llevado a cabo por los habitantes que vivieron durante dichas fases. El objetivo de esto fue quizá seguir preservando una ideología o creencia, como por ejemplo, que ese espacio era un suelo sagrado y que continuaría siendo la tierra de sus antepasados. Estos materiales se encontraban por debajo de los entierros de características más tardías: Colima y Armería. Estos últimos ocuparon también parte de la formación circular, pero destaca el hecho de que sacaron los restos óseos correspondientes a las fases más tempranas y se incluyeron algunos individuos al centro de las pilas verticales (ver fig. 7). Este acontecimiento parece ser el punto central en la idea de la llegada de un nuevo grupo social con distintas costumbres, ya que la ofrenda consistía en un cuchillo bifacial de obsidiana y una figurilla de atributos estilísticos más tardíos.

Figura 5.- Ofrenda al interior de la formación circular. La cerámica muestra características de las fases Ortices y Comala.

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Figura 6.- Vista general de la ofrenda al interior de la formación circular.

Figura 7.- Vista general en la que se aprecia en la piedra ubicada en la parte superior izquierda de la imagen un amontonamiento de restos óseos. Al centro se observa el entierro de fases más tardía (Colima 500 d.C.-700 d.C.-Armería 700 d.C.-900 d.C.

Finalmente, sobresale un acomodamiento no selectivo, ubicado a un lado de una de las lajas verticales. Al respecto, sugerimos que los restos se ubicaban dentro del elemento arquitectónico circular y que fueron removidos posteriormente. Dicho evento es signo claro de reutilización del espacio funerario. Consideraciones en torno a las prácticas funerarias de un sitio arqueológico de la zona costera de Colima durante las fases Colima y Armería. En lo que concerniente a las fases analizadas en este trabajo (Colima y Armería), es pertinente aclarar que conjuntarlas podría constituir un sesgo en la información acerca de las prácticas funerarias durante este periodo, pues es bastante amplio. No obstante, se decidió hacerlo debido a que hasta la fecha (al igual que ha sucedido con las demás fases), no se ha logrado definir de manera puntual la cronología de cada una de estas fases, así como los aspectos tipológicos o estilísticos de éstas. De los 348 individuos que componen la muestra, 71 entierros se encuentran asociados a elementos culturales que corresponden al complejo designado como ColimaArmería, siendo el 20.40% de la muestra ósea total. A partir de los datos recopilados para el análisis de las prácticas funerarias llevadas a cabo por los habitantes de este sitio entre el 500 d.C. y el 900 d.C., podemos resumir que se preservaron los depósitos individuales y colectivos, así como los entierros primarios y 34

secundarios. Destaca el constante re-uso todavía presente en estas fases, es decir, no fue privativo de las fases Ortices y Comala. Las posibles interpretaciones de esto se sintetizan en los siguientes puntos: 1. Durante el periodo de transición entre las fases Comala y Colima, en este sitio no hubo un componente cultural o funerario distintivo que estableciera con precisión la temporalidad de los entierros, ya que se observa una constante reutilización de los espacios de inhumación. 2. Si bien no es posible establecer o discernir un patrón de enterramiento relacionado con el sexo, fue posible dilucidar que persiste un tratamiento y diferenciación en cuanto a la edad. Esto implica que los entierros primarios, directos, extendidos y en decúbito dorsal eran principalmente adultos. Por otro lado, en la distribución de los entierros respecto a la formación circular se observaron tres concentraciones de entierros importantes: una al noroeste, otra al noreste y una alrededor de dicha estructura (ver fig. 8).

Figura 8.- Plano general de distribución de entierros asociados a las fases Colima y Armería. Dibujó y digitalización: J. Joel Hernández Olvera.

3. Consideramos que la transformación principal en las prácticas funerarias de este sitio en las fases Colima y Armería, se basa en la influencia ideológica y la inclusión de nuevos grupos en el área, propiciado en parte por los acontecimientos, rupturas y decadencia de las grandes urbes desarrolladas en el periodo Clásico mesoamericano, 35

además del flujo migratorio bidireccional entre el occidente y el centro de México. Esta última hipótesis se basa en los siguientes argumentos: Durante estas fases ya no es tan frecuente las representaciones de la flora y la fauna, los motivos decorativos de las vasijas se basan, más bien, en agregar pigmentos sobre el cuerpo de éstas. En el caso de las figurillas, se pudo observar que son elaboradas a partir de moldes. Además de esto, los atributos corporales difieren de las figurillas encontradas en fases anteriores. Asimismo, uno de los aspectos sobresalientes que probablemente transcurrió en el periodo de transición de la fase Comala a la Colima-Armería, fue la inclusión de dos personajes en el interior de la formación circular. Los pobladores de ese momento removieron los entierros que se encontraban en el centro de dicha formación los cuales posiblemente fueron de la fase Comala y los concentraron en una de las piedras verticales, integrando a un individuo (ver fig. 9 y 10).

Figura 9 y10.- De lado izquierdo es notable observar el amontonamiento de restos óseos en una de las piedras verticales. En la segunda imagen se advierte el entierro al centro de las cuatro pilas verticales.

Como se mencionó en el apartado anterior, uno de los entierros se encontraba acompañado de un cuchillo bifacial de obsidiana y una figurilla antropomorfa moldeada. Ambos depósitos quizá fueron el resultado de la incorporación de gente proveniente de otro lugar (ver fig. 11).

Figura 11.- Foto de planta del entierro depositado al centro de la formación circular. el cual lleva en la región del tórax un cuchillo bifacial trabajado en obsidiana y en la pelvis una figurilla antropomorfa.

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Para complementar la hipótesis, es importante mencionar la presencia de incrustación dental del tipo E-1 y la mutilación dental tipo A-2, localizada en una zona de entierros de una fase más tardía (Chanal 900-1500 d. C.) y la presencia de artefactos elaborados en obsidiana, misma que no se había registrado en periodos anteriores (ver fig. 12 y 13). Un ejemplo corresponde a la punta de flecha trabajada en obsidiana meca (ver fig. 14), cuya procedencia es referida a Michoacán y Jalisco29.

Figura 12, 13 y 14.- A la izquierda. Cuchillo bifacial fabricado en obsidiana asociado al entierro # 354. A la derecha cuchillo bifacial fabricado en obsidiana asociado al entierro #107 y al centro, punta de flecha fabricada en obsidiana. Fotografías de Alma Vega.

Asimismo, se localizaron fragmentos de figurillas (Mazapa) con características tipológicas del centro de México durante el Epiclásico y Posclásico temprano30 (ver fig. 15 y 16).

Figura 15 y 16.- Fragmentos de figurillas moldeadas de estilo Mazapa. Fotografías de Alma Vega.

Consideraciones finales Por todos los argumentos aquí expuestos, sustentamos la idea de la llegada de grupos foráneos, los cuales traen consigo nuevos elementos iconográficos, y quizá una nueva cosmovisión y nuevas estructuras políticas y económicas, las cuales podrían irse vislumbrando poco a poco, mediante la incorporación de datos de otros sitios del estado de 29

Arqlgo. Alejandro Meraz Moreno, comunicación personal, 2012. Tipo cerámico recurrente en las fases tempranas del Posclásico en el centro de México, vinculado con la cultura Tolteca (Arqlgo. Fernando Getino comunicación personal 2012). 30

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Colima. Asimismo, durante las fases Colima y Armería, mencionamos que el patrón de enterramiento fue decúbito dorsal extendido, sin una orientación bien establecida. Esto no quiere decir que se pueda considerar como un sistema estático, ya que a partir de las representaciones iconográficas y sobre todo de los objetos que acompañaban a los muertos, se logró esclarecer un proceso funerario dinámico dentro de este mismo espacio. Asimismo, las posibles diferencias entre sexos o la edad con relación a la cantidad y calidad de bienes funerarios, indicamos que las condiciones de conservación del material óseo no permitieron aclarar dicho cuestionamiento relacionado con el sexo. En cuanto a la edad, como se notó en los resultados, los individuos adultos son quienes fueron acompañados con más frecuencia de algún bien funerario. En cuanto a la estructura social y jerárquica del sitio durante las cuatro fases de ocupación de este sitio, los depósitos funerarios son insuficientes para conjeturar la estructura social. Lo que sí se advirtió fue que algunos personajes estuvieron acompañados por atributos corporales y culturales particulares, como la presencia de incrustación dental o de puntas de flecha y cuchillos bifaciales de obsidiana. Sin embargo, ninguno de ellos permitió establecer la estructura social de los habitantes de este sitio. Finalmente, por medio del análisis de las prácticas funerarias, es posible vislumbrar atributos culturales locales, cambios en la conformación ideológica, dinámica cultural y posibles redes de intercambio comercial en este sitio arqueológico de la costa de Colima. Sugerimos que los antiguos pobladores de esta región, se asentaron en puntos geográficos estratégicos para la subsistencia humana, permitiendo la domesticación de plantas y animales. En este sentido, se hablaría entonces de una sociedad que aprovechó al máximo los recursos que tenía a su disposición, aunque en algunos casos llevó al límite la capacidad de respuesta a las presiones ambientales y culturales de algunos habitantes, siendo perceptibles a través del análisis de la condición de salud dental31 y del apoyo de otras disciplinas. A pesar del poco conocimiento que se tiene de la conformación política, social y cultural de los antiguos pobladores de Colima es posible, a través de las prácticas funerarias y su correlación con datos biológicos, conocer algunos fragmentos de la vida y de cómo los antiguos pobladores se relacionaban con el lugar donde habitaban. Aún permanecen muchos cuestionamientos sobre estos pobladores relacionados con sus creencias, roles, estatus, afecciones, conductas, todos aquellos cuestionamientos propios del ser humano y que son tema central de la antropología.

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La información referente a la condición de salud de esta muestra ósea puede ser revisada en el trabajo de tesis de Juan Joel Hernández Olvera Prácticas Funerarias Entre Los Antiguos Habitantes De La Zona Costera De Manzanillo, Colima. El Caso Del Sitio Arqueológico Terminal De Gas Natural Licuado, Tesis inédita ENAH 2012. 38

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