Porno y Postporno

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Descripción





Christian Rodriguez Arocho


Para una educación de perspectiva de género:
Breves consideraciones de la pornografía y la postpornografía feminista

"Toda imagen es pornográfica" - Fredric Jameson
"La industria cultural es envidia del porno." - Beatriz Preciado
"Be the PORN you wish to see in the world."
– Jiz Lee

Al tratarse del fenómeno de la pornografía, es problemático aportar una definición absoluta, lo suficientemente sólida y exacta, como para lidiar con la gran diversidad representativa, interpretativa y sus constantes transformaciones culturales y discursivas.
Desde sus inicios el porno fue evidencia de la dominación masculina en el contexto occidental. Desde los museos que albergaban las esculturas greco-romanas desnudas hasta las paginas cibernéticas. El porno en general se ha convertido en un aparato pedagógico representativo tecno simbólico que produce ideas, excitaciones, formas de practicar el placer, la reproducción de roles de género y una bio-economía de afecciones libidinal. En términos simplificadores la pornografía convencional "mainstream" es un aparato de entretenimiento para "adultos" hecha para hombres y, que se orientan hacia el sexo con mujeres, es un universo que refuerza el imaginario de la dominación masculina, y que ayuda a construir, a preservar las reglas de la heteronormatividad. La pornografía clásica utiliza estrategias de representación cinematográfica, que han convertido de la eyaculación del pene, en un significante despótico soberano.
En la cúspide del fordismo de la posguerra, el porno se configura como un trabajo sexual mediatizado. En términos fenomenológicos, la pornografía en tanto producto ideológico de consumo, tiene como "funciòn" principal y motivo de su permanencia, estimular nuestra fantasía creativa, provocando en consecuencia reacciones corpóreas y afectivas de un placer sexual que se canaliza por medio de la repetición. Para Beatriz Preciado la pornografía es un "dispositivo virtual (literario, audiovisual, cibernético) masturbatorio"; que se caracteriza por su capacidad de estimular al espectador, independiente de su voluntad, y de los mecanismos que rigen la producción de (su) placer. Es posible entonces que se presenten películas pornográficas sin un argumento explicito ni una trama lineal. Ya que la primacía de la representación pornográfica tradicional, está en el resaltar y enfocar la penetración genitalica como único aparato "normal" de producción de placer. Un placer hetero-centrado que hegemonizó la industria cultural, hiper-genitalizando la sexualidad, privilegiando el cuerpo actante masculino y la mirada espectadora masculina. Sería importante recalcar él carácter teatral del trabajo pornográfico como uno que se produce a través de una logística cinematográfica. Para así poder desmitificar las representaciónes pornográficas como unas que "verdaderamente" y esencialmente representan la complejidad de la supuesta autentica sexualidad humana.
La pornografía es fácilmente localizada en el (ciber)espacio donde la sexualidad se transforma en espectáculo, en virtualidad representada públicamente en las redes. Un espacio que se publica como privado, ejerciendo una validación implícita de la masturbación como materialización y fin del consumo pornográfico. Este consumo se vive y se experimenta en el espacio privado de la casa. Así la pornografía también se doméstica, se adapta y se resguarda en la intimidad "privada". La pornografía como industria cultural invisibiliza su carácter ideológico y sobre todo naturaliza las razones de la excitación, homogeneizándolas y (hetero)-normativizándolas. En tal caso la pornografía es obsena por su inmediatez, por su literalidad y por su obsesión compulsiva de querer representar la verdad carnal del sexo a través de sus técnicas cinematográfícas (la magia del cine). En los señalamientos de Jean Baudrillard: En la pornografía, la explicitación consistente de que lo real del "sexo" determina la perdida de imaginación de la imagen. La hiperrealidad (simulacra) acaba con la ilusión y la seducción en tanto dimensión del deseo (Baudrillard, 2006). Destacar el carácter instrumentalizador, mecánico e indoctrinario de la pornografía, para dar cuenta de la fragmentación corporal del deseo y el peligro que este representa si se convierte simplemente en la única forma de habitar el cuerpo sexuado.
El capital es la teleología de la representación pornográfica y es a la vez, su finalidad y su sentido. La importancia ética y política en este asunto, es visibilizar, mediante la reconstrucción, que las prácticas sexuales han sido construidas dentro de dispositivos tecnológicos heterosexistas monolíticos ,centrados en la dominación masculina. Hay que tener claro que el consumo de pornografia, es resignificado en cada mirada, de las múltiples singularidades que habitan en el ciberespacio. Ya que irónicamente, en la pornografia "mainstrem" se categorizan diversos fetiches "sub-alternos" sexuales dominantes, como es la porno gay, transexual, BDSM y lésbica (he aquí una de las fugas de escape del régimen hetero-centrado). En el terreno de la crítica, ninguna de esas representaciones se escapan de la comercialización, tergiversación, su mayoritario público masculino y de la reproducción de las lógicas hetero/homo-normativas.
Ya en el carácter pedagógico de la pornografía, Linda Williams, nos enfatiza: "No estamos simplemente viendo "sexo", estamos viendo el trabajo humano que contribuye a la construcción del placer". Parafraseando a la ex-trabajadora sexual y sexóloga, Annie Sprinkle, nos recuerda que la experimentación del sexo es buena en cualquier ámbito: en el arte, en los medios de comunicación/representación, y por supuesto, hasta en las escuelas, por lo menos como tema de consideración y discusión de la educación sexual. Sería incomprensible, que la pornografía no se mirara como tecnología pedagógica de educación sexual, ya que gran parte de los cuerpos parlantes (Preciado) que habitan el ciberespacio, construyen su sexualidad en base a lo que aprenden de la pornografía. Citando a la activista performera queer Jizz Lee:
"Ante la falta de una educación sexual integral, la gente usa porno para aprender sobre el sexo - lo que el sexo aparenta ser, y quien llega a tenerlo, y lo que significa ser "sexy". Por sí solo, eso está bien. Pero un ejemplo limitado de lo que el porno es, tiene efectos peligrosos en el dictamiento de lo que es "normal", planteando cuestiones en nuestra comprensión de la salud sexual, y también de nuestra psique sexual. Diversidad en el porno, nos permite encontrarnos en el paisaje erótico, demostrando que todos somos capaces y merecedores de amor ".

La incertidumbre imperante se ha comido las bases de los grandes meta-relatos homogenizadores, se han perdido los referentes sagrados, las instituciones tradicionales han sido testigos de su desmoronamiento. En medio de todo eso, florecen otros discursos alternativos y (post)radicales que miras a resignificar los múltiples espacios que habitamos.
El postporno se nos presenta como un método contracultural/contrasexual alternativo, de representaciones virtuales, en donde se abre el espacio para (re)pensar nuevas formas micro políticas de subversión de los imaginarios heteronormativos y homonormativos. En este sentido, el discurso que se está elaborando en torno a la postpornografía, puede convertirse en un estilo de producción audiovisual performático que desafía la producción de la imagen sexualizada tradicional, y que tiene efectos sobre nuestros afectos, las narraciones identitarias de género, la construcción del otro, la inclusión, entre otros asuntos. El postporno es una reflexión crítica sobre el discurso pornográfico. Nos dice Edgar Rodríguez:
"La postpornografía pueda asumirse como vector decolonial, si en su ejercicio se enfoca en involucrar formas distintas que nacen como expresiones plásticas que reiteran la libertad de las personas en imaginar sus propios tiempos y espacios para sus cuerpos, y se consolidan distintas formas de relación."
Los orígenes del postporno se encuentran en la máxima del "hazlo tú mismo", que fue inspirada por los grupos punk, los movimientos sociales de izquierdas, de los feminismos más transgresores, del arte reivindicativo, en definitiva, de la acción política. Lo interesante es que las activistas-performeras, además de grabar videos y escribir, organizan jornadas, talleres participativos, conferencias, charlas, video-forums, libros, blogs, foros, performances y acciones micropoliticas directas en la "calle" y en el ciberespacio. Las activistas postfeministas del postporno, afirman que la batalla contra el patriarcado soberano está en el cuerpo (somáto-política), por ello inciden en la necesidad de apropiarse del cuerpo y del porno, para investigar y experimentar nuevos códigos bio-económicos eróticos y sexuales. Con poco presupuesto y mucha imaginación creativa, estas performeras rompen, en sus actuaciones escénicas artísticas, con la represión de la genitalidad, de la reproducción y de la heterosexualidad. Es la apropiación de un género, el de la representación explícita del sexo, que ha sido hasta ahora monopolizado por las industrias corporativas. Nos enfatiza Maria Llopis:
¿Es posible que política y pulsiones vayan de la mano? ¿Por qué tendemos a pensar que un posicionamiento político mata el deseo? ¿No es la política, y cuando digo política hablo de ese deseo de cambiar el mundo y a nosotros mismos dentro de él, un arma de seducción? Yo creo que más bien es al revés, es encontrar lo político de nuestro deseo. La pulsión política, en definitiva.
Mientras algunos grupos feministas "radicales" (reivindicadores del género "natural") solo contemplan el asunto de la pornografía y la postpornografia como una forma de degradación y deshumanización violenta hacia las "mujeres", victimizadas desde un marco falocéntrico, otras vertientes (post) feministas asumen el lugar de la postpornografía como mecanismo de liberación y de expresión. Sus activistas, mediante un proceso de (re)apropiación del vocabulario y de las técnicas estratégicas y artísticas del porno, pretenden subvertir el orden del deseo heterocentrado y alterar la dinámica dicotómica de sumisión-dominación, para que el placer y el intercambio de roles (activo, pasivo y versátil) se conviertan, en las palabras del anarquista Bob Black, en juegos a los que tod@s podemos jugar. 
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