¿Por qué la guerra? Correspondencia entre Einstein y Freud

June 7, 2017 | Autor: Hugo Martínez Gómez | Categoría: War Studies, Filosofía Política, Guerra y Paz, Ciencias Militares, Pensamiento Contemporáneo
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Descripción



Hugo Martínez Gómez
Guerra y Paz en el pensamiento contemporáneo
Máster en Paz, Seguridad y Defensa

¿POR QUÉ LA GUERRA?
Einstein A. y Freud S.

1. De Einstein a Freud
A finales de julio de 1932 comienza el intercambio de cartas entre dos de las grandes mentes de los últimos doscientos años, cada una experta en ramas científicas tan diferentes como son la física y la psicología, pero con algo en común: defensores de un teórico pacifismo. Desde Caputh (Potsdam) con dirección Viena, Einstein arroja a Freud con total libertad una pregunta clave y esencial para la civilización por el contexto en que se encontraban entonces, pero que 83 años después, echando un vistazo rápido a los sucesos históricos más importantes de 1932 a 2015, muy probablemente ahora Einstein arrojaría la misma pregunta a Freud: ¿Hay una manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra?
Para seguir un orden, en primer lugar se exponen las ideas básicas y las respuestas más evidentes a las preguntas que señala Einstein, así como sus dudas al respecto del problema, para luego profundizar en las ideas principales de la exposición de Freud.
Considera Einstein que preguntarse el porqué de la guerra y la forma de liberarnos de ella es esencial para la existencia de la humanidad civilizada (o que de ello depende nuestra futura existencia), ya que el progreso técnico hace que cada vez sea más destructiva. Sin embargo, hasta ahora esta cuestión sigue sin resolverse.
El famoso físico da una respuesta al problema de la guerra de una forma sencilla a la vez que difícil de llevarla a cabo: la creación de una autoridad legislativa y judicial que solucione todos los conflictos entre Estados, en la que cada uno de ellos se compromete a someterse a las leyes sancionadas por tal autoridad. Sin embargo, tal organismo necesita la fuerza y el poder necesario como para poder imponer sus decisiones, por lo que entramos de lleno en la relación derecho-fuerza que indica Einstein y que posteriormente Freud desarrolla más profundamente.
De la relación inseparable entre derecho y fuerza nace la primera conclusión de Einstein: la seguridad internacional pasa por la renuncia de los Estados a una parte de su libertad de acción (o soberanía). Esta cuestión es fundamental para la creación de una autoridad legislativa y judicial superior totalmente eficaz y con el poder suficiente. En contra de todo esto, constata que no es posible tal camino hacia la seguridad internacional al existir una necesidad de poder por parte de un sector dominante que a su vez es minoría, donde la guerra se convierte muchas veces en una oportunidad para aumentar este poder personal.
De esta reflexión nacen las siguientes cuestiones de Einstein: ¿Cómo puede esta minoría poner a las masas al servicio de sus deseos, incluso cuando estos les llevan a la autodestrucción, como es la guerra? Su respuesta ante tal cuestión es lapidaria: en el interior de los seres humanos existe la necesidad de odiar y destruir, la cual permanece oculta pero aparece fácilmente en circunstancias excepcionales hasta llegar a una psicosis colectiva. Por este motivo, la última cuestión que Einstein plantea a Freud, radica en si es posible desde el punto de vista psíquico que el ser humano se vuelva más resistente a esta "psicosis del odio y de la destrucción".
A raíz de las cuestiones de Einstein, que Freud recibe con sorpresa por la temática elegida, este último presenta su exposición en base a los estudios de su ciencia: a cómo se presenta psicológicamente el problema de la guerra. De este modo trata de responder a las preguntas y cuestiones de Einstein.
En primer lugar, hace mención a la relación entre el derecho y la fuerza, en la que sustituye el término "fuerza" por "violencia". Freud afirma que aunque parezcan antagónicos hoy por hoy, el derecho surgió de la violencia. Desde los orígenes de la humanidad los conflictos de intereses se solucionaban con violencia, donde la fuerza superior imponía sus decisiones y voluntad. Con la evolución humana, la superior fuerza muscular fue sustituyéndose progresivamente por las mejores herramientas y armas. Y con la llegada del armamento, la superioridad intelectual comenzó a desplazar a la fuerza muscular bruta, aunque el objetivo ha continuado siendo el mismo: obligar al contrario mediante el daño o la eliminación, a abandonar sus pretensiones. Posteriormente da origen el respeto por la vida del enemigo, dándose cuenta de que sometiéndolo y no eliminándolo completamente, el poder dominante puede utilizarlo para realizar servicios útiles. Aquí llegamos a la situación original en la que comienza el camino hacia el derecho a partir de la violencia. Un camino que comenzó con el descubrimiento de que la fuerza superior individual puede ser compensada y superada por unión de varios más débiles (la violencia vencida por la unión), unión que ahora representa el derecho o lo que es lo mismo, el poder de una comunidad (la violencia es la misma solo que ya no se impone el poder de un solo individuo). Esta comunidad para que sea duradera, fuerte y efectiva, es mantenida por los vínculos afectivos de sus miembros. Sin embargo, en el derecho de la comunidad está formada por elementos de poder dispar que producen una distribución desigual entre sus miembros (leyes hechas por los dominantes y el resto subyugados). Al negarse la clase dominante a adaptar el derecho a una nueva distribución del poder, es cuando se llega a la rebelión y a la guerra civil, volviendo de nuevo a la violencia. Por todo lo expuesto, Freud concluye que no se puede evitar la solución violenta ante un conflicto de intereses, ni siquiera en el seno de una misma colectividad, donde las necesidades y los objetivos son comunes para una buena convivencia. A pesar de ello y por este último aspecto, considera que estos objetivos comunes aumentan significativamente la probabilidad de recurrir a una solución pacífica de los conflictos (aunque a lo largo de la historia haya sido un recurso escaso).
De este modo y de acuerdo con Einstein, Freud también llega al resultado de que la guerra solo se puede impedir si el ser humano se pone de acuerdo en establecer un poder central, el cual pueda solucionar todos los conflictos de intereses entre Estados. Para ello han de darse dos condiciones fundamentales e inseparables: 1) la creación de tal instancia superior, y 2) que se le dé un poder suficiente. La Sociedad de Naciones creada en 1919 estaba proyectada en tal sentido, sin embargo carece de poder autónomo, el cual solo puede ser concedido si los Estados se ponen de acuerdo (algo parecido parece ocurrir con la actual ONU). A propósito de esto, Freud considera que no existe todavía una idea común que sea lo suficientemente unificadora (poder de las ideas) como para crear tal autoridad, por lo que los Estados y el derecho siguen sin poder renunciar al apoyo de la violencia.
Por otro lado, Freud está de acuerdo con Einstein en la existencia de un instinto de odio y destrucción que facilita el enardecimiento y lleva a la guerra. Para explicar este aspecto, el padre del psicoanálisis utiliza su teoría de las pulsiones humanas. Así existen dos tipos de pulsiones, las "eróticas" (pulsión de la vida y del placer) y las de "agresión/destrucción" (pulsión de la muerte), las cuales son antagónicas e imprescindible su acción conjunta en las manifestaciones de la vida. Freud especula que es a raíz de la pulsión de destrucción como nos conducimos a la aniquilación total (de ahí el término pulsión de la muerte), protegiendo nuestra propia vida destruyendo la vida ajena. A partir de la teoría de las pulsiones Freud busca la forma de prevenir la guerra, basándose en el antagonista de la pulsión de destrucción: establecer vínculos afectivos entre los seres humanos mediante lo que sería "amar al prójimo como a ti mismo" y mediante la identificación o sentimientos comunes.
Por último, Freud se pregunta el porqué nos indignamos tanto contra la guerra y porqué no la aceptamos como algo más de la vida (natural e inevitable). Para él la razón es sencilla: nos alzamos contra la guerra porque no podemos hacer otra cosa, ya que el pacifista lo es porque por "razones orgánicas" debe serlo. Para Freud esto ha sido debido a que desde hace tiempo se desarrolla en la humanidad un proceso de evolución cultural o llamado "civilización" Esta evolución cultural es un proceso orgánico que conlleva modificaciones psíquicas, lo que lleva progresivamente a limitar las tendencias pulsionales. Las características psicológicas importantes de este proceso, parecen ser el fortalecimiento del intelecto y la interiorización de la violencia. Por tanto este cambio de caracteres nos lleva, simplemente, a no soportar las situaciones denigrantes que conlleva la guerra. Y en definitiva, como concluye Freud su carta: "todo lo que impulsa la evolución cultural actúa contra la guerra".
2. La ambivalencia de la humanidad y la guerra
De las cuestiones que tratan Einstein y Freud se puede ver claramente la existencia de una paradoja o ambivalencia en la humanidad, directamente relacionada con la guerra: la única amenaza a la humanidad es la propia humanidad. Y asimismo, la única capaz de evitar esta amenaza es la misma humanidad. Einstein era consciente de ello y por eso invita a Freud a reflexionar acerca de las dimensiones psíquicas (el interior de la humanidad) que nos llevan a la guerra y cómo pueden neutralizarse. Ya que si como hemos visto, la solución al problema de la guerra no está en la parte exterior, como son las políticas y el derecho, habrá de buscarse en el interior de la mente del ser humano.
La teoría de las pulsiones de Freud es un ejemplo de esta ambivalencia: las pulsiones "eróticas" y las pulsiones de "destrucción" son antagonistas y sin embargo inseparables, se manifiestan conjuntamente o una necesita a la otra para conseguir un objetivo (por ejemplo la satisfacción de aniquilar al rival). En el caso de la guerra, la violencia tiene doble naturaleza: la guerra de agresión y la guerra de defensa, o lo que es lo mismo, utilizar la guerra como remedio a la guerra.
La guerra se afirma o se niega dependiendo de quien la erige. Es una guerra justa si los que recurrimos a ella somos nosotros, sin embargo es inaceptable e injusto si los que recurren a ella son los otros. Un ejemplo de esto fue la Guerra Fría, donde la carrera armamentística era en pos de la paz dependiendo del lado que se estuviera, mientras que el otro era símbolo de amenaza a la seguridad y de ir en contra de la paz. Por tanto se está en el punto donde la violencia sirve para evitar la violencia, donde mientras haya Estados dispuestos a recurrir a la guerra, los demás deberán estar preparados para ella. Es lo que se llama el círculo vicioso de la guerra, alimentado por la propia guerra.
3. Conclusiones
No es fácil sacar conclusiones claras sobre cuestiones tan complejas como son las razones que llevan al ser humano a la guerra. Sin duda, el término con el que Einstein se refiere a ella no puede ser más apropiado: fatalidad. La guerra es independiente a la voluntad de las personas, no existe razón lógica para recurrir a ella y sin embargo ha sido recurrente desde los orígenes del hombre.
Se presenta entonces la guerra como una total contradicción a la humanidad, es una forma autodestructiva que se utiliza y justifica para la construcción de la paz. A lo largo de la historia han cambiado tanto los actores como las motivaciones para ella y sin embargo sus consecuencias y su "esencia" es la misma: la obtención de poder, ya sea material, económico o legislativo/ejecutivo y su principal consecuencia la autodestrucción.
Sin embargo, es innegable que el nivel de conciencia en contra de la guerra ha aumentado progresivamente a lo largo de la historia. De acuerdo con Freud, la evolución cultural o proceso de civilización del ser humano (como personalmente se considera más apropiado llamarlo), nos ha llevado a una mayor capacidad de raciocinio y de sensibilidad ante los horrores de la guerra, a sabiendas de que debido a las nuevas tecnologías esta podría llevar a la total aniquilación de la humanidad (las armas de destrucción masiva actuales tienen un poder infinitamente superior a la bomba atómica de Hiroshima). Sin embargo, esta mayor conciencia y rechazo a la guerra sigue sin impedir los conflictos bélicos, dejando claro que los conflictos de intereses entre Estados están lejos de solucionarse pacíficamente y que esos "intereses" tienen más valor para algunas clases dominantes que la conciencia, la razón, la solidaridad y en definitiva: el sentido común ante la propia existencia de la humanidad.
4. Bibliografía
Einstein, A., & Freud, S. (2001). ¿Por qué la guerra? "Introducción de Eligio Resta". Barcelona: Editorial Minúscula.












(Einstein & Freud, 2001, pág. 65)
(Einstein & Freud, 2001, pág. 66)
(Einstein & Freud, 2001, págs. 67-68)
(Einstein & Freud, 2001, págs. 73-78)
(Einstein & Freud, 2001, págs. 80-82)
(Einstein & Freud, 2001, pág. 83)
(Einstein & Freud, 2001, pág. 86)
(Einstein & Freud, 2001, págs. 88-89)
(Einstein & Freud, 2001, págs. 92-94)
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