Pollentia y las Baleares en época republicana

August 22, 2017 | Autor: M. Chávez-Álvarez | Categoría: Late Roman Republic, Balearic Archaeology, Roman Archaeology
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Descripción

IBERIA E ITALIA: MODELOS ROMANOS DE INTEGRACIÓN TERRITORIAL. Actas del IV congreso internacional hispano-italiano histórico-arqueológico celebrado en el Centro Cultural de Caja Mediterráneo en Murcia del 26 al 29 de abril de 2006. Organizan:

Colaboran:

Editores científicos José Uroz José Miguel Noguera Filippo Coarelli Comité científico José Uroz Universidad de Alicante José Miguel Noguera Universidad de Murcia Filippo Coarelli Università di Perugia Coordinación general Maravillas Pérez Moya Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales, Región de Murcia

El libro Iberia e Italia: modelos romanos de integración territorial se enmarca en el proyecto de investigación BHA 2002-03795, financiado por la Dirección General de Investigación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, cofinanciado con fondos FEDER. Imagen de cubierta: asa y vaso de bronce tipo Piatra Neamt de Libisosa; inscripción musiva de Iuppiter Stator de Cartagena. Diseño de cubierta: Héctor Uroz Rodríguez © De los textos y las ilustraciones: sus autores © De esta edición: TABVLARIVM C/ Manfredi, 6, entlo.; 30001 Murcia (España) Tlf.: 868 940 433 [email protected] ISBN: 978-84-95815-12-5 Depósito Legal: MU-2008-2008 Reservados todos los derechos. Queda prohibido reproducir, almacenar en sistemas de recuperación de la información y transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación…) sin el permiso previo de los titulares de la propiedad intelectual. Impreso en España / Printed in Spain

ÍNDICE

PRESENTACIÓN, Director General de Bellas Artes y Bienes Culturales de la Región de Murcia ............9 INTRODUCCIÓN, José Uroz, José Miguel Noguera, Filippo Coarelli ......................................................11 SABINA, Filippo Coarelli ................................................................................15

LA

ROMANIZZAZIONE DELLA

LA

ORGANIZACIÓN TERRITORIAL DEL NORDESTE DE LA

HISPANIA CITERIOR, Alberto Prieto ............................25

POLLENTIA Y LAS BALEARES EN ÉPOCA REPUBLICANA, Margarita Orfila, Miguel Ángel Cau y María Esther Chávez ..........................................................................................................................43 EL

COMERCIO PÚNICO EN OCCIDENTE EN ÉPOCA TARDORREPUBLICANA (SIGLOS

ACTUAL SEGÚN EL TRÁFICO DE PRODUCTOS ENVASADOS EN ÁNFORAS,

-II/-I). UNA PERSPECTIVA Joan Ramon ....................................67

ROMANIZZAZIONE E LATINIZZAZIONE: LINEE-GUIDA DEI FENOMENI DI ACCULTURAZIONE LINGUISTICA IN AREA ETRUSCO-ITALICA, Simone Sisani ........................................................................................................101 CONTINUIDAD Y CAMBIO EN EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN DEL ÁMBITO CELTIBÉRICO MERIDIONAL Y CARPETANO, Rebeca Rubio Rivera ......................................................................................................................127 MODELOS ROMANOS DE INTEGRACIÓN TERRITORIAL EN EL SUR DE HISPANIA CITERIOR, José Uroz Sáez y Antonio M. Poveda Navarro ..........................................................................................................143 VALENTIA (HISPANIA CITERIOR), UNA FUNDACIÓN ITÁLICA DE MEDIADOS DEL SIGLO II A.C. NOVEDADES Y COMPLEMENTOS, Albert Ribera i Lacomba ......................................................................................169 NUEVOS TESTIMONIOS ROMANO-REPUBLICANOS EN VILLAJOYOSA: UN CAMPAMENTO MILITAR DEL SIGLO I A.C., Antonio Espinosa Ruiz, Diego Ruiz Alcalde, Amanda Marcos González y Pedro Peña Domínguez ....199 POMPEI

NEL

III

SECOLO A.C.: LE TRASFORMAZIONI URBANISTICHE E MONUMENTALI,

MONETA

STRANIERA A

CATONE

E LA VITICOLTURA INTENSIVA,

LAS EL

POMPEI

VILLAS IMPERIALES EN

IN ETÀ REPUBBLICANA: NUOVE ACQUISIZIONI,

Fabrizio Pesando ........221

Samuele Ranucci ..................247

Paolo Braconi..............................................................................259

CAMPANIA, Umberto Pappalardo ................................................................275

MODELO BALNEAR REPUBLICANO ENTRE ITALIA E

HISPANIA, Vasilis Tsiolis..............................................285

LA TAPPA ROMANO-REPUBBLICANA NELL’AMBITO DELLA BAIA DI ALGECIRAS. I DATI DI CARTEIA (SAN ROQUE, CADICE), Manuel Bendala Galán, Lourdes Roldán Gómez y Juan Blánquez Pérez ........................307 UNA PERSPECTIVA DE LA ECONOMÍA EN EL SUR DE HISPANIA DURANTE LA REPÚBLICA ROMANA, Genaro Chic García..........................................................................................................................325 MONEDA

LOCAL EN

HISPANIA: ¿AUTOAFIRMACIÓN

O INTEGRACIÓN?,

Francisca Chaves Tristán..................353

SCULTURA ISPÀNICA IN EPOCA REPUBBLICANA: NOTE SU GENERI, ICONOGRAFIA, USI E CRONOLOGIA, José Miguel Noguera Celdrán y Pedro Rodríguez Oliva ..........................................................................379 LA

TASA REPUBLICANA SOBRE LOS PASTOS PÚBLICOS (SCRIPTURA) Y LOS TERRITORIOS PROVINCIALES:

REFLEXIONES PRELIMINARES,

Toni Ñaco del Hoyo ................................................................................455

RELIGIÓN EN TIEMPOS DE TRANSICIÓN: DE IBERIA A HISPANIA. PODER, CONTROL Y AUTOAFIRMACIÓN, Héctor Uroz Rodríguez ....................................................................................................................465

ROMANIZACIÓN

DE LOS CULTOS INDÍGENAS DEL

ALTO GUADALQUIVIR, Carmen Rueda Galán ....................493

UNA PROPUESTA SOBRE LOS “CIUDADANOS” DE LAS CIUDADES ESTADO CELTIBÉRICAS DE SEGEDA Y NUMANCIA A PARTIR DE LA BATALLA DE LA VULCANALIA, AÑO 153 A.C., Francisco Burillo Mozota ............509 POBLAMIENTO APORTACIÓN CONTEXTOS

IBÉRICO Y ROMANIZACIÓN.

AL ESTUDIO DE

LORCA

EL

CASO DE

MURCIA, José Miguel García Cano ......................521

DURANTE LOS SIGLOS

III

AL

I A.C., Andrés Martínez Rodríguez ........529

CERÁMICOS DE ÉPOCA REPUBLICANA PROCEDENTES DE ENCLAVES MILITARES UBICADOS EN LA

ARGOS-QUÍPAR EN EL NOROESTE DE LA REGIÓN DE MURCIA (ESPAÑA), Antonio Javier Murcia Muñoz, Francisco Brotóns Yagüe y Juan García Sandoval ............................................................545

CUENCA DEL

MATERIALES DE ÉPOCA TARDORREPUBLICANA DE LA VEREDA DEL PUERTO DEL GARRUCHAL, Rafael Esteve Tébar, Jesús Peidro Blanes, Elena Sellés Ibáñez ............................................................................561 CARTHAGO NOVA EN LOS DOS ÚLTIMOS SIGLOS DE LA REPÚBLICA: UNA APROXIMACIÓN DESDE EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO, Sebastián F. Ramallo Asensio, Alicia Fernández Díaz, María José Madrid Balanza y Elena Ruiz Valderas ........................................................................................................573 POBLAMIENTO Y EXPLOTACIÓN INTENSIVA DURANTE ÉPOCA REPUBLICANA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA-LA UNIÓN. UN MODELO DE OCUPACIÓN INICIAL, María del Carmen Berrocal Caparrós ........603 LA EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS MINERALES EN EL ENTORNO DE CARTHAGO NOUA, Juan Antonio Antolinos Marín ................................................................................................................................619 VAJILLA,

GUSTO Y CONSUMO EN LA

CARTHAGO NOVA

REPUBLICANA,

José Pérez Ballester ........................633

MONEDA Y TERRITORIO EN EL ENTORNO DE CARTHAGO NOVA (SIGLOS II-I A.C.), Manuel Lechuga Galindo ......659 LA

CARTHAGO NOVA: DE LA FUNDACIÓN Elena Ruiz Valderas ....................................................................669

CERÁMICA DE BARNIZ NEGRO EN EL REGISTRO ESTRATIGRÁFICO DE

BÁRQUIDA A LA CONQUISTA ROMANA,

CONSIDERACIONES SOBRE EPIGRAFÍA REPUBLICANA DE LA CITERIOR: EL CASO DE CARTHAGO NOVA, María José Pena ..............................................................................................................................687 MARMORA DE IMPORTACIÓN Y OTROS MATERIALES PÉTREOS DE ORIGEN LOCAL EN CARTHAGO NOVA. EXPLOTACIÓN, COMERCIO Y FUNCIÓN DURANTE LOS PERÍODOS TARDORREPUBLICANO Y AUGUSTEO, Begoña Soler Huertas ......................................................................................................................711

POLLENTIA Y LAS BALEARES EN ÉPOCA REPUBLICANA Margarita Orfila Universidad de Granada

Miguel Ángel Cau Universidad de Barcelona

María Esther Chávez Universidad de La Laguna

INTRODUCCIÓN Las Baleares (Mallorca y Menorca), denominadas Gymnesiae/Bali(a)rides en época antigua, pasaron a estar bajo el control del Senado Romano a partir del año 121 a.C., momento en que finalizó la intervención militar que dirigió el cónsul en Hispania, Quinto Cecilio Metelo. Varios autores clásicos narraron este evento, que se inició el año 123 a.C., destacando a los honderos baleares y el peligro de sus proyectiles (Estrabón III, 5, 1; Floro I, 43; Orosio V, 13, 1; Tito Livio, Periochae ex libro LX). Floro describe que estos homines feros atque silvestres atacaron con sus armas a los romanos y se defendieron desde sus toscas embarcaciones (inconditas rate). A ello alude también Estrabón (III, 5, 1). Más se sabría de este acontecimiento si no se hubiese perdido el Libro 60 de Ab urbe condita. De cualquier modo, los hechos que recogen las fuentes indican, por una parte, que en esos años podría fijarse el inicio

de la “época republicana en las Baleares” y, por otra, obligan a plantearse si se debe hablar, hoy en día, de este período de “las Baleares” sólo como Gymnesiae/Bali(a)rides1 o si deben incluirse también las Pitiusas (Ibiza y Formentera). Recordemos que la intervención militar se produjo sólo en las Gymnesiae. Las Pitiusas fueron federadas a través de un pacto entre Ebusus y Roma cuya fecha inicial no está del todo clara pero que se mantuvo hasta época flavia. También queremos resaltar la diferencia cultural entre ambos grupos de islas, con la cultura talayótica en Mallorca y Menorca, y la púnica en Ibiza y Formentera (Plantalamor, 2005; Orfila, 2005a, 2005b, 2006; Puig 2005), lo que lleva a que quizá la respuesta al contacto con la cultura romana debió ser diferente. Asimismo, cabe plantearse si los baleares fueron ajenos a la cultura romana hasta el 123 a.C. En este sentido, la

1 No vamos aquí a tratar las etimologías de estas dos maneras de denominar a estas islas. Remitimos a algunas de las obras que recogen posibles acepciones, como son la de Veny, 1989, 249-255; Blanes et al., 1990; Zucca, 1998, 16-23; Nadal, 2000, 92-97; Domínguez Monedero, 2005, 173-174.

IBERIA

E ITALIA, PÁGS.

43-66

arqueología revela que los “baleáricos/talayóticos” conocieron, a diversas escalas, determinados bienes de la cultura romana, ya sea mediante el uso de vajilla, contenedores de vino u otro tipo de elementos que llegaban a estas islas a través del comercio, en el que Ibiza jugó un papel importante de centro redistribuidor de mercancías hacia las vecinas Bali(a)rides. En los yacimientos prerromanos aparecen materiales itálicos, constatados también en pecios y fondeaderos localizados en el litoral menorquín (Nicolás, 1979; Pons, 2005, 453). Otra serie de signos externos que reflejan importaciones de alimentos y objetos en fechas anteriores a la intervención militar romana fueron recogidos por Guerrero (1999), a los que cabe añadir los aportados por Toniolo y Fayas (2002) de Son Fornés, o el estudio realizado sobre una serie de asentamientos del norte de la isla de Mallorca (Hernández et al., 2002). También en Menorca, en diversos poblados indígenas, se identifican piezas de vajilla de cerámica itálica (Gornés et al., 1995). Otro fenómeno interesante de estos momentos es la imitación de formas propias de otras culturas en la cerámica indígena tanto en Menorca (Plantalamor, 1995, 71-76) como en Mallorca (Pons, 1991), lo que indica una sociedad cada vez más permeable a los influjos mediterráneos. Además, el hallazgo en Maó (Menorca) del tesoro de Torelló, compuesto por monedas romanas y fechado en el siglo II a.C., es uno de los pocos ejemplos de moneda en poblados talayóticos con anterioridad a la

ocupación militar (Tarradell, 1982) y evidencia también el contacto con la cultura romana. Por otro lado, una parte de sus habitantes, los honderos –funditores– baleáricos, sí habían tenido contactos con los romanos al combatir contra ellos en diversos enfrentamientos, como por ejemplo en las guerras púnicas. Los romanos, por consiguiente, conocían bien a los funditores por sus habilidades en la lucha. No en vano, genéricamente, eran denominados Bali(a)rides, procedente de la perífrasis de un término que, en principio, en púnico significaba “maestros del lanzamiento” (Nadal, 2000, 32)2. Cabe indicar también la fuerte relación de Ibiza con las Gymnesiae y el papel que ejerció como centro redistribuidor de mercancías, según denota la cantidad de materiales tanto de producción ebusitana como de otras zonas del Mediterráneo que inundan las Balearides desde el siglo V a.C., y especialmente a partir de la fundación de factorías como la de Na Guardis en la ensenada de la Colònia de Sant Jordi (Mallorca) (Guerrero, 1997). De hecho, la relación con el exterior de los talayóticos debía estar mediatizada por los ebusitanos, no sólo por los productos de éstos presentes en yacimientos talayóticos, sino porque se plantea que ellos fuesen los responsables de reclutar tropas de honderos (De Miguel, 2002, 533) para ponerse al servicio de los ejércitos púnico-cartagineses. El propio Diodoro Sículo menciona el envío de personajes de prestigio de Cartago a la Península Ibérica y a las islas Baleares, con grandes cantidades

2 Para otros autores esta etimología no está del todo clara, sí que parece que en latín deriva del dado por los fenicios, puede que sea el propio nombre dado por los nativos (Domínguez Monedero, 2005, 174).

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IBERIA E ITALIA

de dinero, para reclutar tropas auxiliares (Diodoro Sículo, 13, 80, 2) (Puig, 2005, 249) que fueron utilizadas en sus enfrentamientos contra griegos y después contra romanos. En este contexto se iba a producir la conquista militar de las Baleares, que significaría la anexión a Roma y la progresiva transformación de la población insular, aunque hay que recordar el episodio del año 217 a.C., casi unos cien años antes del 123 a.C. Efectivamente, un año después del desembarco en Ampurias del contingente romano, Escipión se dirigió con sus naves a Ibiza, asediando la ciudad durante dos días sin ningún resultado y asolando después sus campos. Lo que interesa resaltar ahora de este acontecimiento es la llegada de unos emisarios (legati pacem petentes) desde las islas vecinas –ex Balearibus insulis (Mallorca y Menorca)–, pidiéndole la paz. Esto podría interpretarse, si se sigue a Muñoz (1974), como un deseo por parte de los “talayóticos” de liberarse tanto del dominio cartaginés ejercido desde Ibiza como de la propia amenaza romana. Costa apunta la hipótesis de que desde Mallorca se habría llegado a un pacto con los romanos (Costa, 2000, 79), evitando inmiscuirse en la guerra, quizá para evitar levas forzosas de honderos. LA

INTERVENCIÓN MILITAR SOBRE LAS

B A-

LEARES

La causa oficial de la intervención romana sobre las Baleares (Mallorca y Menorca) fue la de eliminar la cantidad de piratas (latrones) que habitaban en ellas (Prieto, 1987-1988). Como Floro indicó: Baleares per id tempus insulae piratica rabie maria corruperant (43, 2). Diodoro, autor del siglo I a.C., indirecta-

mente habla de la llegada de piratas a las islas Gymnesiae, pues en uno de sus párrafos dice: “…cuando algunas [mujeres de los talayóticos] eran secuestradas por los piratas en una incursión…” (Historicon Bibliotheke, V, 17). Mayer (2005) ha señalado, recientemente, que no puede descartarse que los propios isleños ejercieran esa actividad corsaria, acosando directamente a las embarcaciones cuando recalaban en los puertos baleáricos. Arribas (1983) ya señaló que, aparte de las referencias mencionadas en las fuentes clásicas, habría que pensar en otros intereses por parte de los romanos como, por ejemplo, controlar la riqueza de sus tierras (Estrabón, III, 5, 1). Esta causa conecta, tal y como habían propuesto con anterioridad autores como Balil (1965) o Morgan (1969), con el debate existente en Roma en esos tiempos en relación con las correcciones hechas al texto de la Ley Agraria de C. Sempronio Graco, en que se incluía el reparto de tierras. Por otro lado, no deben olvidarse las cuestiones militares, entre las que destaca la estrategia de Roma, durante el último cuarto del siglo II a.C., de garantizar su dominio en el Mediterráneo occidental, ya fuese asegurándose una vía marítima directa hacia Hispania, con la intervención sobre Cerdeña en el 122, o la actuación en el 120 en la Galia Transalpina, lo que implicaba más tierras y una conexión terrestre hasta Hispania (Arribas, 1983, 6). De esta manera se aceleraba el proceso de pacificación de esta zona del Mediterráneo occidental, en donde el archipiélago balear jugaba un papel clave en el progreso de la política expansionista de Roma, una de las principales razones de la intervención en las islas, según Morgan (1969, 217231).

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Otro factor a tener en cuenta es que, precisamente en el momento inmediatamente anterior a la conquista, Ebusus registra su momento de máxima expansión y control comercial en esta zona. Aún después de la caída de Cartago en la tercera guerra púnica en el año 146 a.C., Ibiza tuvo una etapa de plenitud a partir del fin de la segunda guerra púnica que llegará hasta los tres primeros cuartos del siglo II a.C. (Costa y Fernández, 1997, 425), o lo que es lo mismo, hasta la anexión a Roma de las vecinas Mallorca y Menorca. Evidencias arqueológicas que documentan ese proceso son: la ampliación del casco urbano ebusitano; un importante crecimiento de su actividad alfarera, con una producción que comienza a imitar formas romanas, tanto en vajilla como en contenedores de almacenaje (Ramón, 1985, 73); una intensificación de la explotación de los recursos agrícolas, como se aprecia en Ses Païses de Cala d’Hort (Ramón, 1985, 104-111), o en Can Corda y Can Fita (González y Pacheco, 2002); y la ampliación del santuario de Es Culleram (Costa y Fernández, 1997, 425-6). Para Costa y Fernández (1997) esa opulencia podría haber sido aprovechada por los romanos, quienes obtendrían beneficios a través de impuestos o tributos –hecho más comprensible si Ibiza estuviese ya bajo su órbita, producto de un acuerdo de federación con la República romana3–. De hecho, durante el siglo II a.C. fue cada vez más habitual el uso de moneda romana, tal como queda constatado por la apreciable cantidad de numerario de la ceca de Roma recuperado en la isla,

junto a monedas ebusitanas y de cecas ibéricas y púnicas (Campo, 1983). Por tanto, es muy posible que Ibiza tuviese que acometer una cierta sobreexplotación de sus recursos para poder pagar los impuestos como contrapartida inherente al estatus de federada de Roma. Por otro lado, no debe olvidarse la importancia de los honderos baleáricos (funditores), a los que les precedía su fama de ser hábiles luchadores por sus intervenciones como mercenarios en los ejércitos de la época. El hecho de que Roma pudiera contar con ese cuerpo de infantería ligera para su ejército –dado que los suyos no eran muy efectivos– parece otra buena razón a sumar a las ya mencionadas como causa de la intervención romana sobre las islas. En este sentido, las fuentes recogen diversas referencias de la presencia de este cuerpo entre las tropas romanas con posterioridad al 121 a.C.; recordemos su presencia en la guerra de Yugurta, entre el 109 y 107 a.C., y en la guerra de las Galias con César combatiendo contra los belgas en Bibracte (De Bel. Gal. II, 7, 1). Todos estos motivos son suficientes para entender la anexión de las islas, aunque seguramente el mayor beneficio obtenido por la República romana debió ser el de tener una base tanto comercial como militar en las Baleares y asegurar las rutas entre la Península Itálica y la Ibérica, al hacerlas más cortas y rápidas a través del estrecho de San Bonifacio entre Córcega y Cerdeña. La realidad es que la vida de estas islas siempre ha estado vinculada a su posición estratégica dentro del Mediterráneo occidental.

3 Son varios los autores que últimamente han trabajado sobre el momento en que se produjo la firma del acuerdo de federación entre Ebussus y Roma (Zucca, 1998; Costa, 2000; García Riaza, 2005), sin conformidad en cuanto a la fecha de su formalización.

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IBERIA E ITALIA

Situación ésta que no escapó a los navegantes de la antigüedad4, como queda reflejado en el propio interés de los autores clásicos por describir con exactitud su ubicación geográfica, tal y como podemos observar en Mela (Chorogr., II, 124-125) y Ptolomeo (Geogr., II, 6, 73), o Plinio (N.H., III, 76-78). García y Bellido ya valoró este hecho basándose en los topónimos con los que son citadas estas islas en determinadas ocasiones, acabados en -oussa5, y señalando su posible función de “puente” en la ruta desde la Magna Grecia, pasando por Cerdeña, las Baleares y de ahí hasta el cabo de la Nao y Tartessos, ruta que ya sería surcada por griegos calcídicos o rodios, sin interferir en las controladas por los fenicios y los etruscos (García y Bellido, 1940, 1948, 50-66). Plinio hizo referencia a la relación de las Baleares con el sur de Francia, concretamente con la Narbonense (N.H., III, 74), lo que implicaría una ruta Norte-Sur. También Timeo, según Diodoro (V, 16), transmite esta idea, pues al referirse a Ibiza indica que se encuentra a un día de viaje de Iberia y a un día y una noche de Libia. Las condiciones meteomarinas del archipiélago balear han sido analizadas por Guerrero (2006, 92-97), llegando a la conclusión de que no sería factible una ruta E-O/O-E hasta el cambio de era, momento en que los romanos introdujeron en las naves una serie de mejoras que hicieron factible la navegación, ya sea en zonas antes consideradas como “desiertos visuales” (Guerrero, 2006, 90),

como es el espacio entre las Baleares y Córcega y Cerdeña, o fuera de las corrientes dominantes del Mediterráneo (Guerrero, 2006, 95). La propuesta de Guerrero es seguir un derrotero norte desde Italia hasta las bocas del Ródano y desde ahí costear el golfo de León y seguir la deriva que da la alta frecuencia de mistrales, cierzos y tramontanos que llevaría directamente al norte de Menorca o al canal entre ésta y Mallorca (Guerrero, 2006, 91). Otros autores consideran factible una ruta entre Menorca y Cerdeña (Mastino et al., 2006, 184-186) desde al menos el siglo III a.C., siempre con el viento de popa y en un período del año favorable a la navegación, hecho que continuó en tiempos posteriores y que constatan las fuentes náuticas medievales, como el Compasso de navegare, un portulano del siglo XIII, en el que se especifica concretamente la ruta Denia-Baleares –desde el “capo de Maone”, del puerto de Mahón, hacia Cerdeña–. La función de las islas como punto en las rutas marítimas del Mediterráneo queda reforzada por el número importante de puertos naturales con buenas condiciones (Estrabón, III, 5, 1; Estaucio, 457). No debe extrañar, por tanto, que los piratas los utilizasen para asentarse, y desde ellos atacar de forma rápida las embarcaciones que pasaban por las islas para avituallarse de agua o comida. Sus condiciones eran óptimas pues desde sus acantilados se podía avistar perfectamente la llegada de naves, fáci-

4 El hallazgo y excavación, en los últimos años, de una embarcación griega del último tercio del siglo VI a.C. (Nieto et al., 2005), que se hundió en la cala Sant Vicenç, en el litoral norte de Mallorca, es otro testimonio que avala el hecho de que las Baleares fueron una zona de paso dentro de las rutas marítimas de la antigüedad, desde, al menos, ese siglo. 5 Hecateo (hacia el 500 a.C.) nombra a Cromioussa y a Meloussa, que se identifican respectivamente con Mallorca y Menorca. Estrabón (III, 5,1) se refiere a Formentera como Ophioussa. Por otra parte, el periplo de Avieno (Ora marítima, 470), fechado en el siglo VI a.C., hace referencia a las Pytiussas.

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les de asaltar al intentar fondear, debido a que la mayoría de sus puertos tienen bocas de entrada pequeñas, lo que dificulta su identificación desde lejos y permite salir de ellos sin ser vistos, a lo que hay que añadir la dificultad que suponen los escollos naturales presentes en sus entradas, tal como Licofrón ya relató “…después de zarpar hacia las escullosas y rocosas Gimnesias…”, para las embarcaciones que arribaban sin un conocimiento preciso del litoral. A ello se une la serie de puntos de vigilancia ubicados en la costa, existentes de época talayótica, identificados especialmente en la isla de Menorca, como son Cap de Forma, Calescoves, Son Bou (Plantalamor, 1995, 175; Guerrero, 2006); o Es Castellet des Caló de S’Almunia, el de Caló des Moros, Cala Marmols y es Bous (Orfila, 1988, 240) en la costa sur de Mallorca. Esa misma función podría desempeñar en Ibiza el santuario de Cap des Llibrell en Cala Longa, construido a principios del siglo II a.C. (Ramon, 19871988). Finalmente, es importante recordar el contexto histórico a finales del siglo II a.C., cuando ya habían terminado las guerras púnicas –Cartago había caído en el año 146 a.C.– y gran parte del norte de África era controlado por el poder romano. En la Península Ibérica se había puesto fin a las guerras celtibéricas y Numancia acababa de ser destruida en el 133 a.C. Mientras, como ya se ha señalado, se estaba actuando en el sur de Francia y en Cerdeña. Todas estas circunstancias llevaron al desarrollo de nuevas formas de explotación y control de las zonas bajo el poder romano, aplicando unos sistemas más agresivos e intervencionistas sobre la población y las producciones locales. Es en ese contexto en el que

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se debe insertar y entender la conquista de las Baleares. Asegurando la ruta marítima entre Hispania y Roma, también se controlaban las actividades de los comerciantes ebusitanos, el último reducto del mundo púnico. LAS BALEARES DESPÚES DE LA INTERVENCIÓN DE METELO “EL BALEÁRICO” Las consecuencias de la intervención del 123 a.C. se han planteado siempre desde la perspectiva de los relatos de las fuentes literarias, que indican la llegada de un contingente acompañando a Metelo y la fundación en Mallorca de dos ciudades, Palma y Pollentia, citadas especialmente por Estrabón. La documentación arqueológica de estas dos urbes indica que su fundación no debió ser inmediata a la conquista militar, como se describirá más adelante, sino que hubo un tiempo de reflexión antes de tomar la decisión sobre el emplazamiento de estos establecimientos. Por otra parte, no debe olvidarse la existencia de importantes aglomeraciones de población prerromanas en el interior de ambas islas que podían acoger a gentes venidas del exterior sin necesidad de crear nuevos asentamientos. Algunos ejemplos pueden ser los de Son Catlar, Torre d’en Gaumés o Trepucó, en Menorca, o los de Son Oms, Es Racons o Ses Païses en Mallorca. A éstos habría que sumar Guium y Tucis, citadas en las fuentes como oppidum, y que denotan la existencia de dos agrupaciones de población con fuerte entidad previa a la llegada de los romanos, pues se les concedió estatuto jurídico de derecho latino. A ellas se debe añadir también Bocchorus, ubicada en el puerto de Pollença, y que llegó a un acuerdo de federación con la República romana, lo que denota cierto poder frente a Roma.

Mattingly, en su estudio de 1983 sobre la circulación monetaria de Pollentia, planteó la posibilidad de la creación de unas fortificaciones, castellum, en el año 123 a.C., por parte de Quinto Cecilio Metelo, considerando que en un primer momento el control de las islas sería puramente militar hasta la remodelación en Hispania de la estructura administrativa llevada a cabo en torno a los años 80 a.C.-70 a.C., relacionada con el fin de las guerras sertorianas. En ese sentido, el que Mela utilice la palabra castellum al referirse a los enclaves menorquines de Iamo y Mago ayuda a reforzar la idea de Mattingly, dando a entender la existencia de un tipo de establecimiento relacionado con estructuras militares en estos lugares. Esto ha llevado a que, en los últimos años, se piense en la existencia, en todo el litoral balear, de unos campamentos que vigilaban la costa en los momentos inmediatamente posteriores a la intervención militar (García y Sánchez, 2000, 55; García, 2002, 2003, 77). Estos puertos se justifican si se tiene en cuenta que las aguas del Mediterráneo no estuvieron tranquilas ni despejadas de piratas hasta fechas cercanas a Augusto (Zucca, 1998, 91-108). Los 3000 Iberías Romaíon (Estrabón, III, 5, 1), que llegaron a las islas acompañando a Metelo, casi una legión de soldados de infantería por su número6, podrían haberse destinado, además de a los posibles campamentos, a puntos de vigilancia que, a modo de amplia cadena, salvaguardarían las costas de las islas7 con guarniciones. Su

presencia intimidaría a los que quisieran ejercer la piratería y tranquilizaría a los usuarios de la ruta marítima, pudiéndose así utilizar los puertos de las Baleares como escala intermedia. Es posible que a partir de este momento se produzca una intensificación del tráfico marítimo, como parece demostrar la serie de pecios de fechas inmediatamente posteriores a la intervención meteliana en la costa balear, véanse el de la bahía de Addaya, una nave que transportaba ánforas Dressel 1C (Máscaró, 1962; Pons, 2005, 447) o el de cala Roja con el mismo tipo de materiales (Pons, 2005, 448), ambos en Menorca, o el de la Colònia de Sant Jordi I, en Mallorca, datado entre el 125 y 100 a.C. por Cerdà (1980), y entre el 100 y el 80 a.C. por Colls (1987). Esa hipótesis puede apoyarse, además, en los escasos restos de materiales de fechas cercanas al 123 a.C. recuperados en ciudades como Pollentia o Palma. Por tanto, la consideración de unos primeros asentamientos romanos de carácter castrense, tal como plantea García (2003), junto a toda una red de puntos de vigilancia costeros, es totalmente plausible, pues era además un hecho bastante frecuente en las zonas conquistadas (Lomas, 1996). No debe olvidarse que las fuentes escritas hacen referencia a guarniciones militares, aunque éstas se señalan en la isla de Ibiza unos años más tarde relacionadas con las guerras sertorianas (Plutarco, Sert., VII, 5-7). En el año 82 a.C., Sertorio desembarcó y derrotó a

6 Este aporte humano debió implicar un incremento considerable de la población isleña, quizás un 10 ó 15% del total, o más si se tienen en cuenta las bajas de los locales que se debieron dar durante el enfrentamiento con Metelo en el 123 a.c. (Amengual et.al., 2003, 15), tal como la refiere Orosio (5, 13, 1), seguramente afectando a los jóvenes luchadores (Marí y Roselló, 2005, 194).

7 Es difícil que estos puntos de vigilancia dejaran restos arqueológicos, al ser temporales; no obstante sí hay una serie de lugares en Menorca que tuvieron como una de sus funciones, ya en época más avanzada, la de vigilancia de la costa (Nicolás, 2003).

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la guarnición romana que estaba en la isla al mando de Gaio Annio Lusco (Costa 2002; García, 2003, 78). Este último regresó con muchas naves y 5.000 infantes, con los que, ayudado por un temporal, asoló las naves de Sertorio y consiguió derrotarlo (Plutarco, Sertorio, VII, 1; Annio Floro, Bellum Sertoriarum, II, 10). El asentamiento situado en la ensenada natural de Sanitja, en la costa norte de Menorca, donde parece que se ubicó la Sanisera de las fuentes (Plinio, N.H., III, 78)8 (Rita et al., 1988, 41-42; Orfila, 1995, 239-241), podría interpretarse como uno de estos campamentos creados como consecuencia de la intervención de Metelo (Asociación Sanitja, 1996; Contreras, 1998, 305; Zucca, 1998, 158). Esta idea se refuerza especialmente por las estructuras documentadas, una serie de pequeñas habitaciones, algunas con una clara función de almacén, y otras con material bélico como puede ser una punta de flecha, en principio cretense, modelo avanzado de uno más característico de siglos anteriores, nada habitual en occidente y que podría relacionarse con la fecha del 123 a.C.9. Aparecieron también unos aros de plomo y toda una serie de proyectiles de plomo (glandes plumbeae) –uno de los depósitos con 25 balas–, de los que ya se habían recuperado algunos

fortuitamente años atrás. Entre estos proyectiles hallados casualmente destaca el que lleva la inscripción S. CAE, que se ha relacionado tradicionalmente con Q. Cecilio Metelo (Nicolás, 1983, 246-248; Zucca, 1998, 158). Según Contreras el establecimiento de Sanisera funcionó entre el 123 y el 70 a.C., lugar que quizás ejerciera la función de punto de reclutamiento y entrenamiento de los honderos en tácticas militares romanas. Esto reforzaría la idea del interés de los romanos por las islas y sus honderos. La referencia a otro posible campamento procede de los restos que pudieron advertirse en los años ochenta en el subsuelo de Ses Salines (Mallorca)10 (Bauzá y Ponç, 1987), apreciándose en algunos solares una especie de foso en forma de “V”11. En Menorca, en época republicana, además del mencionado sitio de Sanitja, tendríamos que hablar de Mago y Iamo. La primera ocuparía una pequeña parte de lo que es actualmente el casco antiguo de Maó, en la zona denominada Pont des Castell (Orfila, 1995, 232), sobre estructuras de un establecimiento iniciado a partir del siglo IV a.C. (Plantalamor y Pons, 1995, 1010-1013), lugar en donde se aprecian tramos de una posible muralla romana. De hecho, la excavación efectuada en 1987, a la altura del Ayuntamiento (Rita y Plantalamor, 1988,

8 Aunque no se tiene inscripción que lo constate. 9 Tipología indicada por F. Quesada. La presencia de esta punta de flecha quizá permita relacionar los honderos baleáricos con los arqueros cretenses, otro cuerpo de infantería ligera muy conocido en el Mediterráneo junto a los honderos rodios (De Miguel, 2003; Domínguez Monedero, 2005).

10 Lugar con una ocupación desde época talayótica, continuando en época romana (Orfila, 1988). Alejado del mar unos 3 km, más que vigilar la costa, este hipotético campamento debió tener otras funciones. 11 Cabría plantearse si Ses Salines fue uno de esos enclaves militares. Su lejanía del mar, a varios kilómetros, no le confiere esa posibilidad, aunque no escapa a nadie su cercanía a la ensenada de la Colonia de Sant Jordi, en donde estuvo ubicada la factoría púnica de Na Guardis.

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167-170) permitió identificar un muro fechado en época republicana que podría ser parte del lienzo de la mencionada muralla (Plantalamor y Pons, 1995, 1013). En cuanto a Iamo (Ciutadella), los datos que se tienen de época republicana son aún escasos. No se han localizado hasta la actualidad estratos claros de ocupación de este enclave en los primeros momentos posteriores al 123 a.C., siendo lo más habitual que aparezcan niveles que indican que esta población empieza a ganar entidad a partir del cambio de era (Riera, 2000, 129-131; Orfila y Riera, 2004, 250; Riera et al., 2005, 461-462; Jofre et al., 2006). En la actualidad, todos los datos parecen indicar que en un primer momento los romanos ejercerían en las islas un control puramente militar hasta la remodelación de la estructura administrativa en Hispania tras las guerras sertorianas. Son fechas posteriores a la guerra social (91-89 a.C.), momento en que Roma entregó en Hispania los poderes jurisdiccionales de los prefectos a los magistrados locales y cuando el sistema de prefectura fue sustituido por la municipalidad jurisdiccional autónoma, cuya consecuencia fue un profundo cambio en la organización de los asentamientos (Poveda, 2002, 8). Por otro lado, no es gratuito recordar aquí que en esas fechas, año 71 a.C., Cn. Pompeyo asumió el primer consulado y ejerció una fuerte intervención sobre los territorios hispanos, fomentando algunas urbanizaciones, aunque sin conceder nunca estatutos jurídicos privilegiados, y promocionando la integración social y política de

las élites provinciales (Olesti, 2000, 77). Dentro de esta línea de actuación, es importante recordar la ley Rogatio Gabina12 del 67 a.C. (Cicerón, De Imp. Cn. Pomp., 12, 35), y esa posible trascendencia sobre las ciudades de la costa, ya que Pompeyo nombró a dos legados para las costas hispanas, uno para el área del Estrecho y otro para las islas Baleares (Apiano, Mithrid. 95; Floro, 1, 41, 9), lo que refuerza la idea del papel de este archipiélago como punto estratégico y de alto interés en el control de las rutas marítimas. LA

CIUDAD EN ÉPOCA TARDORREPUBLICANA:

PALMA Y POLLENTIA La valoración de los indicadores arqueológicos es una fuente de información fundamental para el estudio de las Baleares en época republicana, destacando los restos de estructuras ya construidos con técnica edilicia puramente romana. Su introducción marca un punto de inflexión en el devenir histórico de este territorio y una presencia de gentes alóctonas asentadas en estas tierras. Las referencias procedentes de Pollentia, y en principio también parece que del subsuelo de Palma, indican que la fecha a partir de la cual se puede hablar del uso de la técnica y modos constructivos claramente romanos debe fijarse en torno al primer cuarto del siglo I a.C., unos cincuenta años después del 123 a.C. La ciudad que aporta más documentación arqueológica en época tardorrepublicana en las islas Baleares es Pollentia (Alcudia). Las circunstancias de LOS EJEMPLOS DE

12 En ella se otorgaron a Pompeyo poderes extraordinarios para luchar contra los piratas, llegando a disponer de hasta 21 legados para controlar diversas regiones costeras, provisionando a las dos Hispanias y a la Transalpina de guarniciones y naves.

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su localización ayudan a ello, puesto que, a diferencia de Palma, no tiene una ciudad moderna superpuesta y se llevan realizando excavaciones arqueológicas 13 desde inicios del siglo XX . Si bien se debe tener en mente la fecha del 123 a.C. como terminus post quem para su fundación ex novo, las evidencias arqueológicas permiten indicar que no fue ese el momento en que se inició la edificación de la ciudad (Orfila, 2005c). Todos los datos señalan hacia unas décadas posteriores, situándonos en torno al 70 a.C., cronología que aportan los materiales de los niveles arqueológicos más antiguos identificados tanto en la zona oficial de la ciudad, el foro, como los asociados a las primeras edificaciones construidas con técnica típicamente romana en el barrio residencial de Sa Portella (Arribas et al., 1973, 1978; Orfila et al., 1999). Ya Mattingly indicaba una fechación del primer cuarto del siglo I a.C. como el momento en que empezaba a circular moneda en esta ciudad, en función del estudio de los hallazgos monetarios documentados en Sa Portella (Mattingly, 1983)14. Sin embargo, ello no exime de que se hubiese planteado un praesidium militar en las inmediaciones del núcleo preexistente, tal como plantean García y Sánchez (2000, 57), en parte deducido por las interpretaciones de la terminología clásica, carentes de contenido jurídico preciso (García y Sánchez, 2000, 53). La referencia a oppidum por parte de Plinio (III, 77) podría interpretarse como uno de los castella ya mencionados más

arriba para Menorca, según Mela (García y Sánchez, 2000, 55; García, 2002, 2003, 77), mientras que la categoría de municipium de Pollentia debió adquirirse para Wiegels (1985,126) después de haber sido colonia. Igual ocurre con los restos del subsuelo de la actual Palma de Mallorca (Cau y Chávez, 2003; Cau, 2004, 226227) que ostentó, junto a Pollentia, la categoría de coloniae (Mela, II, 124). Los datos arqueológicos apuntan hacia las mismas fechas que las de la ciudad alcudiense para el inicio de la ocupación romana. Ambas coinciden, además, en su carácter portuario. En el caso de Palma, las excavaciones a los pies de la Almudaina, en la actual calle de A. Maura15, parecen evidenciar la presencia de una posible zona portuaria con materiales republicanos fechados también hacia el 70 a.C. Estas dataciones llevan a pensar que la ubicación de estas coloniae mallorquinas no se debió al azar. De hecho, se necesitó tiempo para decidir dónde se emplazaban, pues esos lugares elegidos tenían que cumplir una serie de requisitos como los que cumple el istmo que separa las bahías de Alcudia y de Pollença, donde está ubicada Pollentia, y el promontorio donde se encuentra la urbe identificada en el subsuelo de Palma. Ambas ciudades pudieron ejercer ese papel de puntos estratégicos desde donde controlar el paso marítimo que son las Baleares. Pollentia, además, presenta una posición geográfica que dificulta su

13 Los proyectos de investigación se han ido realizando casi ininterrumpidamente desde inicios del siglo XX. Actualmente es el Consorci de la ciutat romana de Pol·lèntia quien vela por los intereses de esta ciudad romana, además de por su promoción dentro de la sociedad civil (Arribas et al., 2000), siendo los responsables de las intervenciones arqueológicas M. Orfila, M. A. Cau y E. Chávez.

14 Ya hemos hecho una valoración de las circunstancias históricas de esas fechas, que llevan al momento de las actuaciones de Pompeyo sobre Hispania.

15 Excavación realizada en 2004 por R. Turatti, a quien agradecemos la información proporcionada.

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avistamiento desde el mar y un difícil acceso desde tierra gracias a la existencia de una serie de albuferas en su entorno. Esto la convertía en una ciudad bien defendida (Orfila y Arribas, 2000, 33), apoyada en un sistema de vigilancia compuesto por una serie de puestos de observación conectados visualmente con la ciudad y dispuestos en la zona más elevada del istmo (Coll et al., 1984). Para Pollentia se ha documentado un diseño de ciudad preconcebido desde gabinete, es decir, planificado minuciosamente, tal como se deduce a medida que se va descubriendo su trazado urbano en todas las zonas excavadas (Orfila y Moranta, 2001; Orfila et al., 2005, 346-347), lo que implica que desde Roma se sabía muy bien qué tipo de ciudad se quería crear, cuáles iban a ser sus medidas y cuáles sus funciones. Esa planificación se plasmó a la perfección sobre el terreno, especialmente en el foro, en donde el templo capitolino tuvo una ubicación preferente. Al sur del mencionado templo se ha identificado una estructura, un edículo (Arribas y Tarradell, 1987, 125; Orfila et al., 1999; Mar y Roca, 1998, 112-114; Orfila y Moranta, 2001, 221-224), que es la única que sigue la orientación de los puntos cardinales y que se interpreta como un auguraculum, que ejerció las funciones de locus gromae (Orfila et al., 2006). Los testimonios arqueológicos también ponen de manifiesto que, si bien una parte de la ciudad se edificó sobre estructuras anteriores, como en Sa Portella (Arribas et al., 1973), la mayoría de las edificaciones se realizaron sobre terreno no ocupado con anterioridad, aunque debe precisarse que es cada vez más habitual la identificación de un estrato sin estructuras en la parte central

de la ciudad, en donde se ubicó la plaza del foro, habitualmente de tierra marrón arcillosa, en el que se recuperan exclusivamente cerámicas hechas a mano talayóticas. En ese mismo lugar es donde mejor se documenta una ingente labor de ingeniería, consistente en allanar el terreno, dejándolo preparado para asentar los cimientos de la plaza y los edificios que la envuelven. Esta nivelación suele presentarse a través de una tierra blanquecina, margas arcillosas conocidas en Alcudia como blanquet, aunque en algunas ocasiones, según la materia virgen de la zona, puede ser en esa tierra marronácea (Orfila et al., 1999; Orfila y Moranta, 2001). En todos los puntos localizados hasta el momento de esta explanación, los materiales asociados rondan el primer cuarto del siglo I a.C., con una aplastante mayoría de materiales cerámicos producidos en la Península Itálica (Orfila y Arribas, 1997; Orfila et al., 1999; Mancilla et al., 2000, 93; Mancilla, 2004). Las construcciones identificadas hasta la actualidad ubicadas sobre esta nivelación del terreno son desde el propio trazado de calles a una manzana de tiendas y talleres (tabernae) al oeste, la propia plaza foral en la zona central, de la que aún no se puede asegurar su amplitud, a un capitolio, templo dedicado a la llamada “tríada capitolina”, Júpiter, Juno y Minerva, que ocupa la esquina noroeste de la plaza (Orfila et al., 1999; Orfila y Moranta, 2001). Hasta el momento no se han localizado en el foro de Pollentia edificios de carácter oficial, a excepción de los religiosos, como el capitolio, al que acompañan las construcciones que están relacionadas con una importante actividad comercial, motor del desarrollo de esta ciudad a lo largo de su historia.

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Este importante programa constructivo debió suponer unos recursos significativos, ya sean oficiales o a partir de ayudas evergéticas, y quizás asociados a procesos jurídicos intrínsecos a esta ciudad al elevarla al estatuto de colonia, como quedaría reflejado a través de la edificación del capitolio, templo que no se edificaba en una ciudad romana si ésta no contaba, al menos, con la categoría de colonia. Por otra parte, es en esta ciudad donde por primera vez se puede identificar el paso de construcciones talayóticas realizadas con técnica ciclópea, principalmente de formas circulares o con ángulos poco marcados, a plantas regulares, con sillares escuadrados, aplicándose nuevas técnicas e introduciendo toda una gama de opus (Arribas et al., 1973), teniendo la geometría un papel importante en su diseño, y existiendo una correlación de equivalencias geométricas en su urbanismo y sus edificaciones (Moranta, 2004). Puede que todas estas actividades, como en parte se ha insinuado más arriba, sean producto del período en el que se pusieron en marcha una serie de reestructuraciones administrativas iniciadas por Pompeyo, una vez vencido Sertorio, que marcaron el final de la cultura oficial indígena en la Península Ibérica, y que se refleja en la desaparición progresiva del uso de la escritura ibérica o del emblema de los pueblos ibéricos, como era el jinete. Pero fue especialmente bajo César, y posteriormente Augusto, cuando se generalizaron los modos oficiales de vida romana, con un uso extendido de la lengua latina o

la amonedación romana, y con la necesidad de tener edificios que albergaran las nuevas instituciones implantadas, con la acción constructiva que eso conlleva. Tal vez por ese motivo, como Le Roux (1995, 86, nota 8) ha indicado, no parece que se produjera una emigración temprana hacia Hispania o que fuera una tierra atrayente para la emigración hasta avanzado el siglo I a.C., sin que deban considerarse como emigrantes los negotiatores y publicanos presentes en fechas anteriores. Todas estas cuestiones llevan a plantear una serie de reflexiones, pues Pollentia fue una ciudad con un estatuto que le concedía una situación de privilegio dentro de la administración romana, colonia, categoría que se le debió otorgar al tiempo que parte de la elite ciudadana se integró en la tribu Velina –tal como sugieren sus inscripciones–, identificada en Hispania sólo en ciudadanos de la isla de Mallorca16 (Wiegels, 1985, 128; Stylow, 1995; Pena, 2004, 70). Debe interpretarse que el personaje responsable de otorgar ese privilegio debió estar relacionado con una zona de la Península Itálica en la que esta tribu estuviese asentada, lo que quizá sirva a la hora de fijar temporalmente el momento de ese evento. Las últimas investigaciones asocian la tribu Velina con la zona italiana del Picenum17, de donde según Pena (Pena, 2004 y 2005) vinieron los hombres, una clientela, que acompañaron a Metelo. De esta forma las ciudades mallorquinas habrían recibido el nombre de Pollentia en recuerdo de la Pollentia itálica y de

16 Además de las recuperadas en Pollentia, se conoce una inscripción procedente del subsuelo de Palma que lleva la referencia de esta tribu (CIBal 1), además de la hallada en Porto Pí, hoy perdida (CIBal 7). 17 López indica que la tribu Velina está presente en la Gallia Cisalpina, con la clientela de Pompeyo Estrabón y Pompeyo Magno, lo que relaciona la adhesión o llegada de gentes a Pollentia y a Palma con esta tribu en fechas posteriores al enfrentamiento con Sertorio, asociada, por tanto, la concesión de estatuto privilegiado a acciones de Pompeyo y no del Metelo Pius que Mattingly indicó (1983) (López, 2004, 343). Una línea de investigación en cierta medida ya insinuada por Amela en 2002.

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Palma como evocación del ager Palmensis, y no tendrían ningún valor triunfal o augural18, tal como se había sostenido hasta ahora (Mayer, 2005, 41). Tuvo además la Pollentia mallorquina un documento, hoy perdido, del cual nos llegó un pequeño fragmento, un fasti, una relación de hechos ilustres ordenados cronológicamente, tal como se hacía en Roma, y constatado en ciudades del Piceno (Mayer, 2005, 46), en el que se puede leer: …aprilis Cartago capta fuit. Otros elementos que relacionarían las Baleares con el Piceno, según Pena, serían las inscripciones de la necrópolis de Sa Carrotja (Orfila, 1988). Las decoraciones a modo de porta ditis que aparecen en un cierto número de lápidas suelen ser un elemento común en las halladas en esa zona italiana (Pena, 2005, 268-270). Y como dice Mayer (2005, 45), éstos son unos monumentos funerarios de carácter aparentemente tosco, pero inscritos en tradiciones itálicas antiguas con algunas originalidades. Su onomástica refleja dialectismos lingüísticos itálicos (Pena, 1996), lo que implica un grupo de gentes que, alejado de su lugar de origen, prosigue con sus costumbres funerarias. Tantos datos que señalan el Piceno hacen replantear el origen de los que vinieron con Metelo, que según Estrabón serían de Hispania, considerando que una parte de los llegados corresponderían a gentes de carácter clientelar, directamente relacionados con los Metelo, gens que se refleja en la onomástica de toda una serie de inscripciones en Mallorca

(Veny, 1965; Zucca, 1998), y, por tanto, de origen itálico. A todos los datos citados habría que añadir la existencia de Fufius, un personaje mencionado como baleárico en una inscripción de la sortitio de Ilici (Corell, 1999, 64-67), que pertenecía a la tribu Maecia, procedente del Adriático, a poca distancia del ager Palmensis. Además de este Fufius, en Mallorca se conoce este gentilicio en una inscripción de Selva (CiBal, 18, HAE 2736) (Mayer, 2003, 148-149). Por otro lado, la presencia en Escombreras III (Cartagena) de un lingote de plomo con el epígrafe SOC.BALIAR verifica la presencia de romanos baleáricos en el principal puerto comercial romano de la costa mediterránea de Hispania, y evidencia una nueva societas publicanorum (BALIAR), que responde a alguna compañía dedicada a la explotación del plomo argentífero ubicada en las denominadas Insulae Baliares (Poveda, 2000, 296 y 299). Las islas, que fueron adscritas a la provincia de la Hispania Citerior, tiene cada vez más conexiones arqueológicas con la zona del conventus jurídico al que perteneció, el cartaginense. LA

EXPLOTACIÓN DEL AGER

Las referencias procedentes del mundo rural son muy escasas para el período tardorrepublicano. De hecho, los conocimientos actuales no permiten saber si en esos momentos se crearon estructuras agrícolas de nueva planta, pues no se tienen referencias arqueológicas de establecimientos romanos rurales en época

18 Mayer y Rodà trataron el tema del topónimo de Pollentia, basándose en toda la serie de trabajos precedentes, resaltando el trabajo de Wolf (1968, 190-198). Para ellos …es una forma participial femenina transformada después en abstracto, que tendría según este autor un claro valor augural, y que iría en ese sentido junto a Palma, ésta de evocaciones militares (Mayer y Rodà, 1983, 25). Como señala Pena, no debe dejarse de lado la existencia de una divinidad llamada Pollentia (Pena, 2004, 72).

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republicana. Se podría decir que la explotación del campo se llevaba a cabo desde los poblados talayóticos, tal como se documenta en Mallorca19 y Menorca, o desde los establecimientos púnicos en el caso de Ibiza, utilizándose sus edificios durante el período romano, con transformaciones paulatinas en asentamientos destinados a la explotación agrícola y ganadera. Tal es el caso de Ses Païsses de Cala d’Hort en Ibiza donde no se retomó una actividad más consistente hasta pasado el cambio de Era (Ramón, 1985, 34-35). No va a ser hasta fechas posteriores en que se puede empezar a hablar de establecimientos rurales romanos de nueva planta, especialmente en la isla de Mallorca (Orfila, 1993; Orfila et al., 1996). En Mallorca, el estudio de la zona sur (Orfila, 1988), las de Calvià (Vallespir et al., 1987), Alcudia (Coll et al., 1984) y Llubí (Alomar et al., 1994), y otros yacimientos (Orfila et al., 1996), junto con los datos aportados por las Cartas Arqueológicas que el Govern Balear encargó a diferentes investigadores a finales de la década de los ochenta, ha permitido conocer la continuidad de uso de los poblados talayóticos en época romana, superando en muchas ocasiones el Alto Imperio (Cardell et al., 1990; TIR, K/J, 1997, 149-150). Documenta también esta continuidad de hábitat la aparición de moneda romana en distintos poblados talayóticos. Estos hallazgos parecen indicar que en estos lugares se habrían realizado posibles transacciones de tipo comercial con esas piezas, tal como planteó Manera (1983). En Menorca se había dado a conocer la perduración de hábitats talayóticos en

época romana hacía ya años, pues la simple revisión de los materiales recuperados en los años treinta por Murray (1932, 1934, 1938) aportaba datos significativos en ese sentido, tanto en Sa Torreta como en Trepucó. A estos datos se unieron los de otros yacimientos explorados a posteriori, ya fuese por excavación o por prospección. Así, las excavaciones de Trepucó identificaron estructuras talayóticas con pavimento hidráulico (opus signinum) de época romana, con una continuidad de ocupación que llega hasta el año 70 d.C. Torrelló, Talatí, Torre d’en Gaumés, Ses Talaies de n’Alzina, Sont Catlar o Binimaimut serían otros de los numerosos poblados en los que se dan estas circunstancias, alcanzando algunos el Bajo Imperio y siendo habitual su uso incluso hasta en época medieval islámica. El listado de asentamientos en donde se continuaba viviendo en la época tardorrepublicana sería muy largo si se enumerasen todos (Fernández-Miranda, 1983; Orfila y Sintes, 1980-1984; Orfila, 1995; Juan, 1993; Orfila et al., 1996; TIR, K/J, 1997,149-150; Nicolás, 2003). Durante este período queda reflejada una incipiente introducción del sistema de intercambio monetario en Menorca, así como la escritura. Se han publicado algunos estudios referentes a la circulación monetaria, entre los que cabe destacar los realizados por Campo (1983, 1994), investigadora que ha constatado la escasez de monedas en los poblados talayóticos antes de la llegada de los romanos, con sólo una veintena que procederían del mundo púnico, itálico y grie-

19 Ya habló Tarradell en 1977 de la continuidad en uso de los establecimientos talayóticos en época romana (Tarradell, 1983).

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go. Al referirse a los siglos II y I a.C., aunque el número de monedas aumenta, sigue siendo extraña su presencia en los yacimientos menorquines. Trazas de parcelación romana se han identificado, por una parte, quizás, en la zona sur de la isla de Mallorca (Rosselló Verger, 1974; Orfila, 1988) y, de manera más precisa, en el área central de la misma, abarcando en cierta medida lo conocido como el Pla (Cardell y Orfila, 1991-1992). Estas parcelaciones no se han fechado arqueológicamente hasta el momento (Amengual et al., 2003) y, por tanto, no han podido ser adscritas a un evento histórico concreto. No obstante es tentador asociar este/estos catastro/s rural/es al momento de la concesión de la categoría de coloniae a dos de las ciudades mallorquinas (Pollentia y Palma), y/o a la llegada de los 3.000 colonos citados por Estrabón (III,5,1)20. La constatación en Pollentia, y posiblemente también en Palma, de la eclosión de estos enclaves a partir del primer cuarto del siglo I a.C. hace pensar en una reorganización del espacio y de sus estatutos en esas fechas y no en las cercanas al 123 a.C. (Orfila et al., 2005; García y Sánchez, 2000, 57-67; García, 2003, 78; Cau y Chávez, 2003, 30-31). Se relaciona, por tanto, con el fin de las guerras sertorianas y con el momento en Hispania del paso de las prefecturas a la municipalización, que quizá debieran aplicarse a los parcelarios rurales, acción, en principio,

ligada a la deductio en la concesión del estatuto de colonia dentro de la política de que parte de los colonos debían vivir en el territorio de la colonia –en asentamientos destinados a la explotación de los recursos rurales–, y de que el campo debía quedar en una posición de subordinación administrativa, política y financiera de un lugar central, en este caso, de una de las dos ciudades importantes como fueron Pollentia y Palma. Puede que en Menorca la explotación del campo hubiese estado de alguna manera reglada en cuanto a límites de propiedad si, tal como indica Mayer (2005, 44-45), los dos bloques prismáticos hallados en Son Catlar, a escasos seis km de Ciutadella, fueran termini utilizados por los agrimensores para fijar el límite de tierras entre el poblado talayótico y el enclave romano de Iamo. Las inscripciones respectivas que llevan esos “mojones”, LACESE y LACESEN, con una paleografía que debe vincularse a la primera colonización, hace que sean éstos los documentos más antiguos en latín de las islas, además de importantes por las deducciones que permiten desarrollar. Indicarían una propiedad de tierras en manos de los pobladores menorquines frente a la de los nuevos llegados, los romanos, de ahí esa continuidad de explotación del campo desde los poblados talayóticos.

20 Poner fecha a esas parcelaciones relacionándolas con el 123 a.C. es arriesgado; relacionarlas con los niveles de inicios del siglo I a.C. de Palma y de Pollentia también lo es, pero no debe dejar de considerarse, tal como Amengual, Cardell y Moranta señalaron (2003, 15), que Estrabón utiliza el término griego époikos, con claras connotaciones de asentamiento colonial lejano y definitivo, y que, por tanto, reiteramos que sea tentativo asociar esa llegada de gentes a la parcelación del territorio. No obstante, puesto que los datos arqueológicos no acompañan a las fechas del 123 a.C., no debe desdeñarse la referencia de Plutarco (Sert., VII, 5-7) y ese refuerzo con cinco mil soldados de infantería llevados por el general de Sila, Annio Lusco a Ibiza (Costa, 2002; García, 2003, 78), en las fechas en las que se sitúan los indicios de las primeras edificaciones romanas en Pollentia, sin dejar de pensar en lo que implicó esa llegada de los tres mil mencionados por Estrabón.

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COLOFÓN A través de las fuentes escritas se deduce que las entidades urbanas de las Baleares fueron privilegiadas, aunque reflejan una heterogeneidad dentro del proceso de romanización. Mallorca contó en época temprana con dos colonias (Pollentia y Palma) y dos oppida latina (Guium y Tucis), todo promociones preflavias, lo que debió implicar una mayor rapidez en latinizarse, en incorporar nuevos cultos, explotar el campo a partir de mano de obra esclava, parcelar el territorio, etc. (García, 2003, 79). A ello se suman las federadas Bocchorus y Ebusus. A esta última, junto a Iamo y Mago, se les otorgó categoría de municipio en época flavia (García, 2003, 81). La creación de nuevas ciudades e implantación de un catastro rural debieron requerir un gran esfuerzo por parte de Roma. Sobre un espacio que no abarca una gran extensión se debía planificar el territorio respetando, al mismo tiempo, las entidades existentes, como demuestran esos acuerdos que llevaron a la formulación de convenios a través de las federaciones, tal es el caso de Bochorus y Ebusus o la referencia a entidades como Guium y Tucis, junto a la existencia de Mago, Iamo y Sanicera. Todo son datos que no dejan de dirigir nuestras reflexiones al alto grado de interés del Senado Romano por estas islas en los primeros momentos después de su anexión. Es obvio, vistos los datos, que la presencia de piratas no fue sino una excusa más para llegar a ellas. La cronología de inicio de funcionamiento de Pollentia como ciudad, según las referencias que proporciona el estudio de su circulación monetaria, los restos construidos con técnicas y modos romanos y los materiales cerámicos,

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ánforas, vajillas, cazuelas, etc., señalan unas fechas que nos llevan a los años setenta del siglo I a.C., unos cincuenta años posteriores a su conquista por Q. Cecilio Metelo en el 123 a.C. La constatación de una obra de ingeniería considerable en la zona del foro, que supuso su total explanación para trazar sobre ella los primeros edificios, supone una concepción previa en gabinete de los mismos, obra que se realiza, según los restos materiales asociados, también en torno a la década de los setenta del siglo I a.C. Los contextos de materiales tardorrepublicanos de Pollentia indican una procedencia básicamente itálica (barnices negros, ánforas, cerámica de cocina, etc.), que refleja la necesidad de las gentes que habitan la ciudad en seguir utilizando los utensilios a los que estaban habituados en su lugar de origen, la península Itálica. Ello vendría a coincidir con las conclusiones que se han extraído de diversas inscripciones, ya sea por la tribu constatada (la Velina), como por la onomástica de sus habitantes, que señalan una procedencia del Piceno y una relación con la gens de los Metelos. Junto a esta cerámica de origen itálico es importante, desde el punto de vista porcentual, el material cerámico realizado a mano y de pura tradición indígena, recuperado incluso en una zona tan representativa de la ciudad de Pollentia como fue su foro, además de en el barrio residencial de Sa Portella. El porcentaje de materiales de tradición indígena indica la presencia de isleños viviendo en la ciudad, continuando con sus tradiciones hasta fechas que superan el cambio de era (Rivas, 2004). Unos documentos que, aunque ya del período augústeo, merecen ser señalados como colofón a esta contribución, son las dos tabulae patronatus halladas

en el puerto de Pollença y relacionadas con Bocchorus. Este establecimiento, citado por Plinio como que “había sido federado” (fuit), plantea la cuestión de qué tipo de estatuto tuvo una vez perdida, en principio en época de Augusto, esa otra condición. Para García Riaza (2005, 96) debió pasar al rango de municipio en las fechas a las que están adscritas las tabulae, siguiendo la línea que marcaron Galsterer (1971) y Wiegels (1985). Es evidente que en ese lugar se siguió viviendo hasta fechas relativamente tardías, tal como se va apreciando en las intervenciones arqueológicas que en estos últimos años vienen desarrollando Estarellas y Merino (2005), o por la presencia de una inscripción dedicada a los lares, ya del siglo III d.C. (CIBal 20; Zucca, 1998, 241). En la tabula más antigua fue Marco Licinio Crasso Frugi, que había sido procónsul en África en el 8 a.C. (D’Ors, 1953, 368 y 461), quien representó a la civitas Bocchoritana ex insula Baliarium Maiorum, un personaje conocido, ligado a la isla por parentesco con los Metelos, según indica Juan (2002). Era consularis en el año 10 a.C., cuando es escogido como patronus por los bocchoritanus, según consta en la Tabula Patronatus (CIBal 21). El patrono del año 6 d.C. de Bocchorus, Marco Atilio Verno (CIBal 22, CIL II 3695), más desconocido que el anterior, perteneció a la tribu Galeria, relacionada habitualmente con Augusto y con las concesiones estatutarias otorgadas por éste en Hispania (Stylow, 1995). Por esta razón, Wiegels (1985), tal como ya indicaba Albertini (1923, 105), propuso una posible municipalización de esta ciudad en ese período, perdiendo entonces la condición de federada, aunque sigue existiendo la duda de si realmente había sucedido esto (García, 2005, 89). De

hecho, al citarse el senatus populusque Bocchoritanus, podría considerarse como ciuitas peregrina (Galsterer, 1971, 52), aunque parece que en el hospitium no ofrece ningún dato seguro para precisar si tenía algún privilegio específico. Quizá por eso, al actuar mediante praetores y no legati, como se había hecho en la tabula del 10 a.C., lo que refleje sea un mayor grado de romanización de la ciudad, como indicó Arribas (1983, 32-33). Wiegels (1985) plantea también que Atilio Verno pudiera ser un personaje oriundo de este núcleo, o físicamente próximo a la ciudad, siendo factible que se le otorgase el estatuto de municipio en la época de Augusto, por ser la tribu Galeria la que se asocia a este personaje. En definitiva, lo que se ha intentado sintetizar en esta contribución son los cambios que se fueron produciendo dentro de la sociedad balear, donde aún quedaba una ciudad federada, Ebusus, que no alcanzó la municipalidad hasta la época de los flavios; estatuto al que llegaron también en esas fechas las peregrinas Iamo y Mago. Unos cambios producidos de forma progresiva pero inexorable a partir de la conquista romana de las Baleares en el 123 a.C. y su anexión definitiva a la república romana. ANEXO Este artículo se enmarca en las tareas del proyecto Pollentia: arqueología de una ciudad romana y tardoantigua, subvencionado por el Consorci de la ciutat romana de Pol·lèntia. Asimismo se encuadra en las actividades del Grupo de Investigación HUM296, de la Universidad de Granada, y en las tareas del Plan Nacional de I+D+I, HUM-0996/HIST, Dirección General de Investigación, Secretaría de Estado de Política Científica y Tecnológica, Ministerio de Educación y Ciencia.

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