Política y cultura de la colectividad gallega en la Argentina, 1940-1960

July 13, 2017 | Autor: Hernán Díaz | Categoría: Emigración Española a América
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Descripción

Instituciones de la colectividad gallega y redes culturales (1940-1960)

Hernán M. Díaz

En este trabajo se relevará, en primer lugar, cuál era el sistema que
conformaban las instituciones propias de la colectividad gallega en Buenos
Aires, haciendo eje fundamentalmente en las entidades existentes durante la
guerra civil española y la crisis producida por la política de creación de
grandes centros provinciales.
En segundo lugar, indagaremos en torno a los intentos de desarrollar
una práctica cultural en lengua gallega, las discusiones en torno al
bilingüismo o el monolingüismo y los obstáculos que estas prácticas
sufrieron en las dos décadas posteriores a la guerra civil. En especial se
expondrán los ejemplos del periódico de la Federación de Sociedades
Gallegas y de la revista Galicia, del Centro Gallego, dirigida por Luis
Seoane.

Las instituciones de la colectividad en los años de exilio


El cuadro general que ofrecen las asociaciones gallegas en la
emigración de Buenos Aires es el de la multiplicación y la dispersión.
Efectivamente, se pueden contar todavía en las décadas de 1940 y 1950 unas
300 microasociaciones, de las cuales una gran mayoría se referenciaba en un
concello o municipio y sólo una minoría apuntaba al aglutinamiento de zonas
más amplias, como podría ser el partido judicial o la provincia. También
existieron entidades culturales que se organizaban a imagen y semejanza de
las microasociaciones territoriales, como coros, orfeones y agrupamientos
culturales diversos.
Pero esta supuesta dispersión también podemos matizarla considerando
otro tipo de organizaciones que implicaban una cierta conexión masiva de
ese colectivo emigrante. En primer lugar, el Centro Gallego, que tenía un
carácter exclusivamente mutual. Este centro se encuentra en los años de la
guerra civil y posteriores en su momento de máxima expansión. Pasa de
54.000 socios en 1935 a 84.000 en 1945. Otro índice de su importancia se
puede observar en el hecho de que en esos años construye su sede actual en
tres etapas, la primera inaugurada en 1938 y la última a principios de la
década del 50. Incluso a comienzos de la década del 40 deben frenar la
incorporación de socios hasta tanto no sean habilitadas nuevas alas del
edificio en construcción.
Pero el Centro Gallego sólo se dedica a la acción mutual y,
secundariamente, a la acción cultural. En cuanto a los problemas sociales y
políticos que aquejan a Galicia o incluso a España, la dirigencia se escuda
en un cauto apoliticismo, que fácilmente se transforma en connivencia con
las instituciones estatales de cualquier signo, sean españolas o
argentinas. Así vemos cómo la guerra civil española ni siquiera es
mencionada en su revista Galicia y, a lo sumo, aparecen referencias a "los
trágicos sucesos" cuando éstos ya han sido superados.
Paralelamente a este gigante de mutualidad, se erigió una institución
que no fue tan numerosa pero hizo mucho más ruido, la Federación de
Sociedades Gallegas (Díaz, 2007). La FSG fue la entidad política por
excelencia de la colectividad hasta principios de los años 40, cuando
surgen los centros provinciales. Fue fundada en 1921 por socialistas y
agraristas, y pronto se diferenciaron en su seno los socialistas
antinacionalistas y los socialistas galleguistas. Dividida en esas dos
ramas en los años 30, se reunificó ante el desencadenamiento de la guerra
civil, convirtiéndose en una gran organización federal, que aglutinaba 40
sociedades con 5.000 socios, y que publicaba el periódico Galicia, sin duda
uno de los de mayor prestigio en la emigración. La Federación alcanzó su
máximo desarrollo numérico en 1955, con 55 sociedades y 15.000 socios. Se
caracterizó por ser enérgicamente republicana en los 30 y antifranquista
después de la guerra civil.
Para comprender también la influencia de la Federación en el seno de
la colectividad, debemos tener en cuenta que, además de las sociedades
federadas, hay varias sociedades que alquilan secretarías en la sede
federal y/o que están suscriptas colectivamente al periódico Galicia. Éste
se transforma en un eco de la vida de los afiliados no sólo por su prédica
política, sino también a través de las llamadas "crónicas sociales", que es
un registro semanal que envían las asociaciones de sus nacimientos,
matrimonios, fallecimientos, actos, asambleas, disposiciones, etc.
Tras la guerra civil, la tendencia al agrupamiento se mantiene y
surgen sociedades nuevas, a pesar del descenso del flujo migratorio que se
opera desde 1930 por la crisis y la república española y el cese de las
migraciones desde 1936 que se mantiene hasta 1945. Sin embargo, el número
de los emigrantes gallegos es todavía lo suficientemente amplio como para
permitir la confluencia societaria. Citaremos la sociedad de Portas
(Buceta, 2009), por ser un caso que creemos paradigmático en el entorno de
la colectividad y que, como veremos, tendrá importancia ejemplificadora con
respecto a las alternativas políticas de las instituciones.
Frente al "monopolio" político que ejerce la Federación de Sociedades
Gallegas, surgen como competidores los centros provinciales: Centro
Orensano, Pontevedrés, Lucense y Coruñés. En rigor, los cuatro expresan
realidades diferentes. Los centros Orensano y Pontevedrés son entidades
generadas dentro de la Federación en 1941, y se mantienen como sociedades
federadas hasta 1944 y 1945, respectivamente. El primero nace con 1.500
socios y el segundo con 600. Incluso Castelao figura como delegado del
Centro Orensano en un congreso de la Federación en 1942, donde expone sus
ideas de unidad de la colectividad.
El Centro Lucense es una iniciativa de quince asociaciones, la mayoría
ajenas y hostiles a la Federación, y desde el mismo momento de su creación
quedan fuera de ese marco federal. Fue el más numeroso y el más persistente
de los centros provinciales, teniendo unos 5.000 asociados y siendo famoso
por su focalización en la sociabilidad y la diversión. Los gallegos de los
años 50 iban a los actos de la Federación, pero para bailar elegían el
Centro Lucense.
El Centro Coruñés es el más pequeño de los provinciales. Se constituye
sobre la fantasmal existencia del Círculo Provincial Coruñés (nacido en
1926) y empieza a tener algún vigor hacia 1947, bajo la presidencia de
Antonio Díaz. En 1951 parece haber algún movimiento dentro de la Federación
para crear otra sociedad coruñesa en su seno, pero luego sus mentores
(Ricardo Flores, Benito Cupeiro) confluyen con el otro centro y así se
constituye como el cuarto centro provincial, dentro del entorno político
del galleguismo.
La iniciativa de formar los centros provinciales partió de Castelao o
de su entorno. No solamente apoyaron en los hechos la creación de los
centros de Orense y Pontevedra sino que el mismo rianxeiro, en un artículo
en el periódico Lugo, abogó por superar lo que él denominaba el
"minifundismo societario" (cit. por Vázquez Villanueva, 1991: 29 y 34). La
iniciativa de crear centros provinciales tuvo un éxito relativo. Si la idea
era reemplazar con cuatro grandes agrupamientos todo el conglomerado de
microasociaciones gallegas, el objetivo no se cumplió. No solamente porque
las microasociaciones no desaparecieron, sino porque los mismos centros
provinciales creados no superaron el nivel numérico de otras "micro"
asociaciones (por ejemplo, Silleda, Unión Estradense, Corcubión). Por otra
parte, sólo los centros Orensano y Pontevedrés parecían cumplir las
aspiraciones del círculo galleguista de Castelao, pues el apoliticismo del
Centro Lucense lo alejó de los andariveles pensados para los centros
provinciales. Último, pero no menos, el Centro Coruñés fue una sociedad
tardía y muy pequeña, que terminó viviendo a la sombra del Centro
Pontevedrés, y cuyas derivas políticas giraron cercanas a Irmandade Galega,
pero no de manera rectilínea. Más allá de identificaciones políticas, el
obstáculo mayor para la creación de un gran Centro Coruñés residía,
seguramente, en la existencia previa de dos grandes asociaciones como el
ABC de Corcubión (1.500 asociados) y el Centro de Betanzos. Irmandade
Galega tendió sus lazos políticos para lograr alguna influencia en esas dos
sociedades (en la primera de ellas, con buenos resultados; en la segunda,
nulos), pero el "instinto de supervivencia" de las sociedades era más
fuerte de lo que creían quizá los galleguistas de Castelao, y el Centro
Coruñés siguió siendo una entidad poco significativa.
En donde sí tuvo éxito la estrategia de creación de los centros
provinciales fue en representar una quita en el capital simbólico de la
Federación de Sociedades Gallegas, ya que se erigieron como entidades
políticas, con un matiz muy diferenciado al de la Federación. Esta última
pasó a ser dirigida por galleguistas y socialistas moderados y, después de
1949, por una alianza entre socialistas y comunistas. En cambio los centros
provinciales, salvo el Lucense, eran el baluarte del nacionalismo de
Irmandade Galega. En la sede del Centro Orensano tenía su oficina Castelao
y el Consello de Galiza. Los centros Orensano y Pontevedrés publicaron en
conjunto el periódico Opinión Gallega y el Centro Lucense el periódico
Lugo.
Esta presencia política de los centros provinciales, aun cuando se
pudiera argumentar que los cuatro juntos eran menores cuantitativamente que
la Federación de Sociedades Gallegas, le quitaban a esta última la
exclusividad de ser portavoz de la emigración gallega. Desde mediados de la
década del 40, para la realización de actos conjuntos, se creó una Comisión
Intersocietaria, conformada por la FSG, las sociedades de Corcubión y de
Betanzos, los cuatro centros provinciales e Irmandade Galega. Como se ve,
la proliferación de sociedades políticas o politizadas repartía más las
cartas y hacía de todo acto común un lugar de negociaciones y eventuales
concesiones.
La misma "lucha contra el minifundismo societario" tuvo límites muy
estrechos, impuestos por la dinámica de las asociaciones. La tendencia de
las sociedades a mantener sus estructuras, en tanto hubiera una cantidad de
socios suficiente como para elegir autoridades y sostener las actividades
anuales, transformó en incomprensibles los llamamientos de los galleguistas
del 40 por armar grandes centros provinciales. Los casos de la sociedad de
Portas, ya mencionado, y de Corcubión creemos que son paradigmáticos.
La sociedad de Portas se crea en 1943 (Buceta, 2009), en pleno
florecimiento de los centros provinciales y cuando el Centro Orensano y el
Centro Pontevedrés ya están preparando públicamente las valijas para irse
de la Federación de Sociedades Gallegas. La sociedad tiene una gran
aceptación entre los emigrados de Portas y empieza con más de dos 200
socios. Por declaraciones de la misma sociedad, sabemos que en su seno
prevalece el apoliticismo (incluso un pequeño grupo más decidido
políticamente, aunque sin partido, es expulsado en 1948). Sin embargo, la
idea original de constitución nace en el marco de la FSG y piden su
afiliación a ésta una vez constituidos. ¿Por qué no se afiliaron al Centro
Pontevedrés? No es por desconocimiento de la política galleguista de
aglutinamiento: Castelao estuvo en la reunión fundacional (el único
dirigente reconocido que estaba presente) y fue un permanente consejero en
los primeros meses de vida de la entidad. No obstante, el deseo de
mantenerse como un agrupamiento propio del concello de referencia era más
fuerte que las sugerencias políticas de un dirigente tan admirado por todos
los asociados como Castelao. Como demuestra el artículo de Cristina Buceta
ya citado, la fuerza del requerimiento subjetivo de sociabilidad, compañía
y reconocimiento, en el marco de un ámbito conocido y "pequeño" los llevaba
a defender ese ámbito específico de aglutinamiento, rechazando los grandes
centros indiferenciadores, aun cuando se podría pensar que el ámbito que
eligieron (la FSG) era menos coherente políticamente con sus designios.
El otro ejemplo que muestra los límites de la política de grandes
aglutinamientos es el de la Asociación Benéfica y Cultural de Corcubión. Ya
habíamos dicho que esta sociedad y la de Betanzos constituían el obstáculo
fundamental para conformar un gran centro coruñés. Una posibilidad era
ganarlas ideológicamente y proceder más adelante a una unificación. Para
ello contaron con la ayuda de Perfecto López, empresario de transporte,
dirigente de Corcubión nacido en Vimianzo. Éste no solo adhería a Irmandade
Galega sino que se transformó paulatinamente en uno de sus pilares, sostén
económico de las ideas galleguistas e incluso correo entre el galleguismo
de Buenos Aires y el del interior de Galicia.
Corcubión publica una revista, Alborada, dirigida desde los años 30
por Antonio Díaz Novo hasta 1944, momento de su fallecimiento. A pesar de
que Díaz Novo era miembro de Irmandade Galega, la revista se resolvía en un
municipalismo apolítico. Durante la guerra civil no hay editoriales sobre
los sucesos españoles ni gallegos e incluso en diciembre de 1939 (Alborada
nº 102, pp. 3-4) publican un editorial reclamando mejoras en la industria
pesquera de Corcubión y proponen formar cooperativas "con ayuda del
gobierno". Una propuesta que, en vista de los tiempos que corren, no
colabora en nada con la causa republicana.
Pero paulatinamente empiezan a verse más artículos y presencias
galleguistas. En el xantar anual que realiza Corcubión son invitados desde
1941 Castelao y Antón Alonso Ríos. Las colaboraciones de los galleguistas
en la revista empiezan a ser cada vez más asiduas y se nota una incipiente
politización a partir de 1940, acompañada de una mayor presencia del idioma
gallego. En el número de octubre-diciembre de 1941 (Alborada nº 114), donde
en la tapa se reproduce un grabado de Colmeiro, se afirma que "un núcleo
selecto de prosistas y poetas gallegos contemporáneos residentes en la
Capital Federal nos ofrece una magnífica prueba de su talento. Lo hacen, en
su mayor parte, en el lenguaje vernáculo". Este "ofrecimiento" de un
"núcleo de intelectuales" (como si todos ellos se hubieran puesto de
acuerdo en colaborar con Alborada) esconde en realidad una decisión por
parte de alguna autoridad de Corcubión (¿el director de la revista, Díaz
Novo, o el dirigente y auspiciante Perfecto López?) que prefiere
calificarla como un regalo que debe ser aceptado por cuestión de cortesía.
En cierta manera esa introducción cumple la función de una excusa para que
pueda ser mejor digerido esta transformación súbita de la revista. Los
colaboradores son los afincados en Buenos Aires Avelino Díaz, Manuel Prieto
Marcos, José Iglesias Rivadulla, Manuel Roel, Alonso Ríos, más otros
intelectuales de Galicia, como Otero Pedrayo, Filgueira Valverde, etc.
A partir de ese momento las colaboraciones de los galleguistas y la
aparición de la lengua gallega se hacen muy frecuentes. Se le hace un
homenaje a Castelao cuando publica Sempre en Galiza en 1944 y se realiza
una "cena íntima" con el rianxeiro en 1946 cuando se dispone a ir a París a
tomar su cargo en el gobierno del exilio. En esta última ocasión aclaran
que han decidido no hacer un acto oficial para no despertar las críticas de
los asociados (Alborada nº 131, abril-junio de 1946). Esto evidencia que,
si el primer homenaje fue viable en el marco de la sociedad, es porque se
trataba de un "escritor", pero en la segunda ocasión se debía homenajear al
"político" y eso podía traer suspicacias de parte de algunos asociados.
Pero por fuera de esta necesidad de mantener el protocolo societario,
de parte de Irmandade Galega se evidencia una actitud de amplia
colaboración con Corcubión que no esconde la intención de influir en la
sociedad para acercarla a la causa galleguista. El puente y mentor de este
acercamiento es Perfecto López, y aunque Antonio Díaz Novo es miembro de
Irmandade Galega, su reemplazo por un comité paritario de cinco miembros en
1944 parece favorecer aún más la integración de Corcubión al entorno
galleguista.
Pero nuevamente aquí debemos tomar en consideración la resistencia que
debía ofrecer una sociedad comarcal frente a los avances políticos de un
agrupamiento, aunque respetado y vinculado estrechamente a los dirigentes
de esa sociedad. A diferencia de la sociedad de Portas, en Corcubión las
ideas galleguistas parecen ser bien recibidas, tanto en su revista (con
influencia creciente) como en sus prácticas protocolares, por la presencia
constante de dos dirigentes de primera línea como Alonso Ríos y Castelao en
sus festejos. Y aun con todos esos lazos políticos y amistosos, esta
entidad no adhiere a la idea de "cuatro grandes centros provinciales", y se
mantiene independiente incluso hasta el día de hoy.
Para concluir, diremos que la existencia de una multitud de
microasociaciones es un hecho arraigado en las tendencias asociativas del
emigrante gallego, y que su permanencia hay que analizarla en una serie
amplia de parámetros, donde se incluyen las propuestas políticas, los
flujos migratorios, las alianzas y macroasociaciones creadas, todo ello
"confrontado" con las tendencias a la sociabilidad que hallaban expresión
en la conformación de una entidad comarcal.



Los usos de la lengua gallega en la colectividad


En ese marco de desplazamientos ideológicos de la elite dirigente de
la colectividad, acompañado en parte por amplios sectores de los emigrantes
y exiliados de Buenos Aires, ¿cuáles son los usos que se le dan a la lengua
gallega? En el siguiente análisis privilegiamos las producciones propias de
la emigración o el exilio antes que las provenientes de Galicia.
En la prensa de la colectividad de los años 20 y 30, salvo las
excepcionales publicaciones galleguistas (Terra, A Fouce), donde la lengua
natural de Galicia tiene un rol exclusivo o al menos destacado (Céltiga),
en la gran mayoría de los periódicos y revistas la lengua gallega se
utiliza encuadrada y acorralada en la poesía y en el humor. No hay
publicación de la colectividad que no dedique esos dos ámbitos a textos en
lengua gallega. Estos dos campos estarían vinculados al sentimiento, a la
sensibilidad y a la subjetividad étnica de los gallegos. Pero acorralar la
lengua gallega en esos espacios implica quitarle el ámbito del pensamiento,
la reflexión, la racionalidad. La gran apuesta para los sectores
galleguistas fue entonces poder escribir en gallego cualquier artículo o
editorial de sus publicaciones, más allá de las recomendaciones de utilizar
el gallego en la vida cotidiana y familiar.
El sentido de marginalización del gallego cuando se lo utiliza en la
poesía y en el humor lo evidencia el hecho de que incluso los enemigos de
la lengua gallega (particularmente, los socialistas de los años 20)
encontraban adecuada esa utilización. La confrontación en el seno de la FSG
con los galleguistas (Blanco Amor, Suárez Picallo, Alonso Ríos, Cao Turnes)
se produjo cuando éstos empezaron a editorializar en gallego. Para esos
socialistas intransigentes, el gallego significaba la lengua rústica,
primitiva, la lengua del atraso de Galicia. Enemigos de todo nacionalismo,
opinaban que el castellano era la lengua del progreso y la que representaba
la posibilidad de liberación de las masas campesinas. Sometidos a una falsa
concepción evolucionista donde ineluctablemente lo más desarrollado integra
y asimila lo menos desarrollado, entendían que las mismas lenguas iban a
unificarse hasta concentrarse en una sola lengua, la que los pueblos
consideraran paulatinamente más útil y racional, y muchos de ellos
entendían que esa lengua sería el esperanto.
En la FSG nacionalista de los años 30, la utilización de la lengua
gallega fue en constante y paulatino aumento hasta su momento culminante
durante la votación del Estatuto autonómico en 1936. Incluso al comienzo de
la década se destacó en su redacción Lino Pérez, que escribía en todos los
números diferentes artículos en gallego con el seudónimo de Xandomar. Hacia
1934, los galleguistas de la Sociedade Nazonalista Pondal, que militaban en
diferentes sociedades de la FSG, propusieron en un congreso declarar la
lengua gallega como lengua oficial del periódico y de las reuniones de
Junta Ejecutiva. Manuel Cao Turnes, con la practicidad organizativa que lo
caracterizaba, les respondió que si la FSG tomara esa resolución, aunque
justa en algún sentido, implicaría dejar en manos de un puñado de personas
todas las responsabilidades de la Federación, sin posibilidad de renovación
de los cuadros dirigentes. Por otra parte, para escribir una publicación en
gallego no solamente había que saber escribirlo: la publicación debía
contar con tipógrafos y correctores experimentados, para que los textos
tuvieran un nivel de regularidad aceptable. La postura de Cao Turnes, que
es la que invariablemente debía imponerse en los hechos, expresaba un
estado de cosas que iba más allá de los deseos de los actores del momento:
la lengua gallega podía ser más o menos utilizada en la vida cotidiana (y
la apreciación general indica que lo era en forma minoritaria), pero su
dominio para otro tipo de operaciones intelectuales estaba todavía muy
lejos de poder representar a la mayoría del grupo de liderazgo de la
colectividad.
El periódico Galicia aumentó el porcentaje de escritos en gallego con
el triunfo del frente popular y, sobre todo, en torno a la votación por el
Estatuto autonómico en junio. Pero esa tendencia creciente se revirtió a
partir del golpe de Estado franquista en julio: desde ese momento la FSG
decide desarrollar una política exclusivamente republicana, es decir,
española, y postergar los planteos ideológicos referentes a la política
gallega (Díaz, 2007: 93). Eso incluye también un eclipse de la lengua
gallega en el periódico, situación que va a revertirse muy lentamente a
partir del fin del conflicto.
La situación es mucho más problemática en la publicación mensual del
Centro Gallego. Cuando un nuevo grupo dirigente de republicanos y
galleguistas toma el control de la gran mutual en 1938, en el primer número
de la revista Rodolfo Prada escribe un mismo editorial en los dos idiomas,
gallego y castellano, pero ese es el principio y el fin de la presencia de
la lengua de Galicia en la revista del centro. Ya sea que la no continuidad
del uso del gallego proviniera de presiones de la elite dirigente del
Centro Gallego o se desprendiera de la incapacidad de la gente dedicada a
esa tarea (escritores, tipógrafos, correctores), lo que evidencia es la
debilidad del galleguismo de Buenos Aires para superar las barreras que el
entorno le imponía y la fuerza que tenía el castellano.
Obviamente, la lengua gallega siguió teniendo una cierta presencia en
el mensuario Galicia, pero ya no como expresión de la propia revista sino a
través de las firmas invitadas a colaborar.
Luis Seoane, que dirigió la revista entre 1939 y 1957, no pudo hacer
de la revista Galicia un órgano de difusión de las ideas republicanas ni
galleguistas. Aunque mantuvo ese empleo remunerado durante 17 años, no
tenía la libertad necesaria para desarrollar sus enormes capacidades como
gestor de una publicación, como lo demostró más adelante en su revista
Galicia emigrante. Quizá por eso es que en ningún momento figuró su nombre
como director. El total del material debía ser girado previamente a la
comisión directiva de la institución y es muy probable que quedara asentado
desde un primer momento que no se aceptarían materiales políticos o
ideológicos que pudieran ofender determinados oídos. Es así que la revista
Galicia (a diferencia de su homónimo de la Federación) fue siempre una
publicación despolitizada o, mejor dicho, que sólo podía transmitir su
ideología de una manera transversal y alusiva. Como afirmó Eduardo Blanco
Amor cuando se hizo cargo de la dirección, luego de la renuncia de Seoane,
la revista del Centro Gallego sólo tenía prestigio en la medida en que
Seoane tenía la confianza de los republicanos. Es decir, se entendía (o,
mejor, los republicanos entendían) que Seoane hacía lo máximo que se podía
hacer en ese ámbito y que en otras manos la revista del Centro Gallego
sería solamente una colección de textos incoloros.
El uso de la lengua gallega en la revista Galicia, como ya hemos
dicho, sólo provenía de aquellos escritores de la propia Galicia que
escribían en la lengua natural del país. De los gallegos emigrados,
solamente aparece un par de artículos de Rodolfo Prada (además del
editorial ya mencionado), alguno de Luis Tobío y no mucho más. Una de las
intervenciones más importantes de Seoane en la revista consiste en
introducir los artículos con un sumario de presentación, a veces extenso,
escrito invariablemente en lengua castellana. Ése es el único lugar donde
puede al menos trazar algunas líneas para que el lector identifique la
importancia ideológica de los escritores presentados. Esos sumarios no
tenían firma pero eran de Seoane con seguridad, por la cantidad y la
calidad de la información suministrada.
La situación de las publicaciones después de la guerra civil española
difiere poco de la situación previa. Nuevamente encontraremos publicaciones
escritas centralmente en gallego (A Fouce, A Nosa Terra), pero la tesitura
de las publicaciones de mayor divulgación sigue ubicando a la lengua
castellana en el centro y dejando la lengua gallega para los márgenes.
En el ambiente de republicanos, socialistas y comunistas de la FSG, la
actitud varía levemente con respecto a décadas anteriores: ya no se plantea
que el gallego es la lengua del atraso (y, como tal, digna de ser
desplazada) sino que se insiste en la "inconveniencia" de su utilización,
por el poco conocimiento dentro de la colectividad y para respetar el
entorno hispanohablante del país receptor. Pero esa leve modificación de
apreciación permite en algunas ocasiones escribir en gallego. Por ejemplo,
cuando se escribe sobre Castelao, sobre nacionalismo o cuando se responde
algún artículo proveniente de ese ámbito ideológico. Se inicia así una
serie de actitudes protocolares, que parecen preguntas y respuestas sobre
la conveniencia o no de escribir o emitir un discurso en lengua gallega.
Los actos que se realizan en honor de Castelao, recién llegado a
Buenos Aires, son claros indicadores de esa situación. En el Centro Gallego
(Galicia nº 332, septiembre de 1940) se realiza un acto donde primero habla
el presidente del centro, José Neira Vidal, en castellano. Luego se dirige
al público Rodolfo Prada, mitad en castellano y mitad en gallego.
Finalmente habla el homenajeado: primero habla en castellano, excusándose
porque va a hablar en gallego, y el conjunto del discurso lo emite en esa
lengua. Cada uno de los tres participantes pareciera representar
simbólicamente las actitudes de la emigración olvidada de la lengua de su
infancia (Neira Vidal), los intentos de los galleguistas por mediar entre
una práctica y otra (Prada), el mantenimiento de una ideología monolingüe
(Castelao) por parte de un exiliado reciente.
En el acto de recepción de la FSG las cosas son más problemáticas:
Alfredo Baltar, secretario general de la Federación, da el discurso de
bienvenida en castellano. Algunos galleguistas del acto le gritan o le
proponen (difiere el verbo, según la fuente que leamos) que hable en
gallego. Baltar dice que hablará en lo que se le dé la gana. Castelao, que
luego contestará con otro discurso en gallego, dice a su vez que sería muy
bueno que en la Federación de Sociedades Gallegas se hable en el idioma de
Galicia.
En el periódico de la semana siguiente aparece una crónica del suceso
escrita por León Rojo (seudónimo de Alfredo Baltar) en gallego, titulada
"Un fato de nenos malcriados" y diseñada como un editorial, en página 3.
Allí León Rojo se despacha con críticas acerbas hacia los que se atrevieron
a interrumpir un discurso del secretario general de la FSG, pero además
hace algunas aclaraciones sobre el idioma. Precisa que "com'esta e a
primeira ves n-a miña vida qu'escribo n-a lingua d-a miña nai, ei de pedir
perdón pol'as faltas e sacrilexos que poida facer. [...] Fixen esta
escretura soo co'as miñas forzas e naturás condiciós, sin sábeos papés nin
correutores". León Rojo, para "defender a Baltar", se ve en la necesidad de
escribir en gallego (por primera vez en su vida, lo cual ya es una
confesión) para demostrar que no es que se lo deje de utilizar por
desconocimiento sino por decisión política. Los "nenos malcriados" son,
según él, los que quieren imponer el gallego en cualquier ocasión y no
miden el momento ni la forma de proponerlo. Pero si la ocasión no era la
llegada de Castelao, ¿cuál sería?
Donde la inexistencia de la lengua gallega llama más la atención
todavía es en el periódico del Centro Orensano y el Centro Pontevedrés,
Opinión Gallega, que aparece en 1945. Allí donde Irmandade Galega tenía más
influencia, no podía realizar un periódico que lingüísticamente
representara su ideología. Hay que esperar a 1948 para encontrar un
editorial en gallego en todos los números, en coincidencia con el regreso
de Castelao de Francia, quien seguramente no fue ajeno a la nueva decisión
lingüística.
Como se puede observar también, todo lo atinente a los usos de la
lengua gallega en la emigración posterior a 1940 pareciera tener a Castelao
en el centro. Y en verdad era uno de los pocos exiliados gallegos que
mantenían una conducta firme, aunque no irreductible, en cuanto al uso de
su lengua. El resto de los exiliados no cumplían con ese doble requisito de
ser un defensor de la lengua gallega y estar ubicado en el centro del
liderazgo de la colectividad.


Conclusiones


Hemos hablado de dos situaciones y de dos límites: las interrelaciones
en las instituciones de la colectividad y las limitaciones que imponía la
tendencia de las asociaciones a perdurar, y las políticas en torno a la
lengua de la emigración y los obstáculos para desarrollar una práctica
monolingüe.
Lógicamente nuestra intención no era plantear algún problema innato a
los designios políticos o ideológicos del nacionalismo en la colectividad
gallega de Buenos Aires sino desmenuzar el momento preciso en que se
avizoran los obstáculos, en que se producen los conflictos, ya que entre
"límite" y "determinación" casi no hay diferencia. Encontrar el límite es
encontrar la forma determinada de evolución de un fenómeno, y ese límite no
es un concepto abstracto por encima de la cabeza de la gente sino que se
expresa en sus prácticas, en sus modalidades de interrelación, en sus
experiencias.



Bibliografía

Publicaciones periódicas

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Fuentes secundarias

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