Política, estado y sociedad en la prensa periódica argentina: De la Revolución de Mayo al modelo agro exportador.

June 29, 2017 | Autor: Rubén Levenberg | Categoría: Periodismo, Historia de la Comunicación Social, Comunicación Social y Periodismo
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Descripción

Política, estado y sociedad en la prensa periódica argentina: De la
Revolución de Mayo al modelo agro exportador.
Autor: Rubén Levenberg
Ponencia presentada en: Jornadas Interescuelas, octubre de 2013.
Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
Nacional de Cuyo. Mendoza, Argentina.
Resumen
En el presente trabajo nos proponemos abordar la aparición de los primeros
periódicos en la Buenos Aires de los comienzos de las luchas por la
emancipación y su evolución hacia el modelo periodístico de la
modernización de fines del siglo XIX, considerados desde la perspectiva de
los grandes cambios políticos y económicos de cada etapa. Los periódicos
porteños del momento de la emancipación tienen un antecedente colonial,
consecuencia de los cambios en la España de fines del siglo XVIII, invadida
por Francia y aislada de los territorios americanos. Tras la segunda
invasión inglesa hicieron su aparición en el Virreinato del Río de la Plata
ensayos periodísticos impulsados por el Estado en algunos casos y por
iniciativas de particulares que fueron respaldadas por el poder público en
otras. Se trata de un período de gran riqueza en el cual se advierte un
contraste entre el periodismo europeo de la época ligado a la Ilustración y
los rasgos propios de las gacetillas de los estados absolutistas. Tras las
guerras civiles y con la consolidación de la hegemonía porteña sobre el
resto del país, la burguesía terrateniente impulsará la inserción de la
economía argentina en el capitalismo mundial a partir del modelo agro
exportador, un contexto de modernización de la sociedad que abrirá el paso
a una prensa que, amparada y sostenida por diferentes fuerzas políticas
acompañaría el proyecto de la generación del 80.

La prensa periódica tuvo una incipiente producción en el período colonial
en el Río de la Plata, aún antes de que la imprenta llegara a Buenos Aires,
ciudad que, sin embargo, por su ubicación privilegiada era el canal de
acceso de las noticias que llegaban desde exterior en los buques mercantes.
A partir de 1808, con el derrumbe del poder español en Europa comienza un
período de cambio en la prensa de las colonias americanas, que se
reconocerá en el modelo absolutista europeo.
El antecedente más temprano de edición impresa en el virreinato se registró
en 1700, cuando los jesuitas editaron El Martirologio Romano en las
misiones del Paraguay. México había sido el lugar de instalación de la
primera imprenta de las colonias españolas y con la edición de Doctrina
cristiana y catecismo para instrucción de los indios y de las demás
personas que han de ser enseñadas en nuestra Santa Fé, Lima estrenó la suya
en 1583. En cambio Buenos Aires tendría su primera imprenta en 1780 cuando
llegaría por pedido del virrey Vértiz procedente de Córdoba, donde había
quedado sin uso tras la expulsión de los jesuitas en 1767. Por años sería
la única imprenta porteña. (Sánchez Zinny, 2008: 46)
Antes de que la Real Imprenta de Niños Expósitos –nombre que se debía a que
sus ingresos se dedicarían a la beneficencia- comenzara a funcionar,
circularon por Buenos Aires algunos manuscritos que pueden considerarse los
primeros periódicos locales. De ellos, la Gazeta de Buenos Ayres, aparecida
el 19 de junio de 1764, con noticias locales y de Europa. Su responsable
fue el francés Jean Baptiste de Lasalle –castellanizado como Juan Bautista
de Lasala- quien al menos editó cuatro números entre junio y setiembre. El
otro órgano fue Noticias comunicadas desde Colonia del Sacramento a Buenos
Ayres, publicado en 1759. Son dos periódicos que César Díaz califica de
"embriones periodísticos" y categoriza como "periodismo privado",
asimilando a estos manuscritos a las noticias desarrolladas sobre la base
del tráfico mercantil que describe Jurgen Habermas. Se trata de una
búsqueda más amplia, el concepto de "esfera pública", como herramienta de
análisis para el período del virreinato y de los comienzos de las luchas
por la independencia. (Díaz, 2005: 27).

El primer periódico impreso
Con los manuscritos como antecedentes más cercanos, el Telégrafo Mercantil
rural político económico e historiógrafo del Río de la Plata, aparecido el
miércoles 1 de abril de 1801 es el primer periódico impreso de Buenos
Aires. Su responsable fue Antonio de Cabello y Mesa, quien había tenido
cierta experiencia editorial en España y luego de un paso por Perú había
obtenido un permiso para publicar un periódico, con apoyo de Manuel
Belgrano, entonces secretario del Real Consulado. Desde aquel puesto
oficial, a partir de 1794 Belgrano se había convertido en el primer
periodista argentino, como corresponsal del Correo Mercantil de España y
sus Indias, creado dos años antes.
El periódico se diferenciaba de otros medios europeos por las noticias
provenientes de las colonias obtenidas a partir de corresponsales que, como
Belgrano, tenían acceso a información fehaciente. Si bien sus fuentes eran
los diputados del interior, también las procesaba periodísticamente.
Cabello y Mesa llegó a publicar un total de 110 números del Telégrafo
Mercantil, hasta que en 1802 una serie de notas burlonas provocaron el
rechazo de Belgrano y del Consulado, que le retiraron el apoyo. Como señala
César Díaz al rescatar un documento del Instituto Belgraniano Central, la
medida se materializó con la quita de la suscripción oficial, que era
decisiva para su sostenimiento: "…Habiendo notado que el editor del
Telégrafo no cumplía con los objetos que se había propuesto y por qué trató
de ser su protector este Real Consulado, viendo mucho tiempo ha que no hace
más que separarse de la verdadera intención de este Cuerpo, ha venido esta
Junta en levantar la suscripción…" (Díaz, 2005: 44)
El debate sobre las cuestiones de la cultura y la política fueron parte de
los contenidos de estos primeros periódicos impresos, pero los límites
estaban marcados por el propio estado. No parece tratarse de una esfera
pública en términos de Habermas, en la medida que no hay un espacio para el
contacto cara a cara, con los cafés a la francesa, ni una interpelación del
estado, que actúa otorgando o quitando autorización y apoyo económico, pero
sin una relación directa en términos de contenidos. En el caso del Real
Consulado, retira su apoyo al Telégrafo, pero lo otorga a una nueva
publicación, el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, que
apareció en 1802 y convivió brevemente con el periódico de Cabello y Mesa.
El director era Juan Hipólito Vieytes.
Habría que llegar a 1810 para que el propio Belgrano asumiera su rol
periodístico cuando a instancias del virrey Cisneros comenzó a publicar El
Correo de Comercio, con una fuerte influencia de la Ilustración, si es que
el concepto se puede aplicar para el caso. Al respecto, José Carlos
Chiaramonte considera que el concepto de "Ilustración hispanoamericana" es
ambiguo, que alude a una "realidad incierta". Ejemplifica con el caso de
Manuel Belgrano y dos de sus expresiones contradictorias: Por un lado su
entusiasmo por la revolución francesa durante su estadía en España y sus
críticas a la enseñanza escolástica publicados en el Correo de Comercio;
por el otro, un artículo posterior, en el que adhiere a la obra de Locke y
de Condillac y su adhesión a un culto teísta, "que estaba lejos del deísmo
predominante en la Ilustración". Chiaramonte cuestiona el tratamiento que
le ha dado la historiografía nacional, que "enaltecía la Ilustración por
considerarla causa central de la Independencia" y la historiografía
hispanófila, que juzgaba "los nuevos rumbos iniciados con la influencia
ilustrada como lamentable desnaturalización de las raíces
hispanoamericanas". La clave está en la conciliación de rasgos que
aparentemente no podían convivir. Dice Chiaramonte:
"…el pensamiento renovador de los últimos años del período colonial se
caracteriza por una conciliación de rasgos aparentemente antitéticos que
desafía los intentos de clasificación con las categorías usuales de
periodificación de la historia cultural." (Chiaramonte, 1997: 23) Sobre el
tema, César Díaz apunta que en el Río de la Plata de fines del siglo XVIII
constituye un espacio que "aparece como el resultado de innumerables
contradicciones entre lo viejo que moría y lo nuevo que nacía". (Díaz,
2012: 93) Es el marco que elige como punto de partida para encuadrar su
visión del ingreso de la modernidad en el Río de la Plata y la
configuración de una esfera pública rioplatense.

Rumbo a la Revolución
Además de la Gazeta del Gobierno de Buenos Aires, que se editó entre
octubre de 1809 y enero de 1810 por impulso del virrey Baltasar Hidalgo de
Cisneros, el Correo de Comercio que redactó Manuel Belgrano con la
colaboración de Hipólito Vieytes fue el último periódico porteño de la
etapa colonial y un espacio para el debate de algunas cuestiones públicas,
desde la economía hasta temas vinculados con la salud.
Como hemos visto, en los comienzos de las guerras de la independencia ya
existían en las colonias españolas de América periódicos publicados en
algunos casos por el Estado y en otros por las sociedades patrióticas, con
ensayos, material literario y artículos científicos.
En el período revolucionario el primer órgano de prensa será la Gazeta de
Buenos Ayres, creada por disposición de la junta de gobierno el 2 de junio
de 1810, en el que Manuel Alberti se ocuparía de recopilar los artículos y
Mariano Moreno redactaría los artículos de fondo. La orden de la Junta
aludía a la necesidad de dar a publicidad los actos de Gobierno: "El pueblo
tiene derecho a saber la conducta de sus representantes y el honor de éstos
se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas
reservas y misterios inventados por el poder para encubrir sus delitos" (De
Marco, 2006: 47) El periódico apareció cinco días después y fue un espacio
de debate con la impronta de Moreno, quien no dudó en promover la
convocatoria a un congreso constituyente y esbozaba un nuevo concepto de
soberanía popular, tal como se puede leer en la edición facsimilar de La
Gazeta:
Los vínculos, que unen el pueblo al rey, son distintos de los que unen
a los hombres entre sí mismos: un pueblo es un pueblo antes de darse a
un Rey, y de aquí es que aunque las relaciones sociales entre los
pueblos y el rey quedasen disueltas o suspensas por el cautiverio del
Monarca, los vínculos que unen a un hombre con otro en sociedad
quedaron subsistentes porque no dependen de los primeros y los pueblos
no debieron tratar de formarse pueblos porque ya lo eran; sino elegir
una cabeza que los rigiese o regirse a sí mismos según las diversas
formas con que puede constituirse íntegramente el cuerpo moral". Dejaba
al margen las pretensiones de buscar legitimidad divina o en Europa
para promover una soberanía propia de la comunidad americana. (En
Goldman, 2010: 161)
La pérdida de influencia de Moreno y su enfrentamiento con Cornelio
Saavedra terminó con su renuncia y posterior envío como representante del
gobierno en el Brasil y Gran Bretaña el 1 de enero de 1811. El 4 de marzo,
tras una dudosa muerte de Moreno en alta mar, su lugar en La Gazeta quedó
vacante. Fue designado el diputado por Córdoba el deán Gregorio Funes,
quien luego sería reemplazado por Pedro José Agrelo, quien abrió el
periódico a la Sociedad Patriótica, creada a partir del club que se reunía
en el café de José Marco y luego reorganizada por Bernardo de Monteagudo.
El 5 de octubre del mismo año Agrelo fue removido y su lugar fue ocupado
por el sacerdote Vicente Pazos Silva, conocido como Pazos Kanki debido a su
origen aymará. El Triunvirato que había reemplazado a la Junta había
desairado a Agrelo al señalar que se trataba de un periódico particular.
Pero el lugar de Pazos Silva no estaba asegurado. El gobierno decidió que
hubiera dos ediciones de la Gazeta, una los martes, a su cargo y otra los
viernes, redactada por el Monteagudo, revolucionario que pugnaba por la
independencia respecto de España, frente a quienes sostenían la fidelidad a
la monarquía. Esta dualidad abrió un espacio para el debate en la prensa a
partir de dos posiciones que eran contradictorias pero que a su vez
compartían la visión republicana.
Claro que el debate tenía sus límites, aun a pesar de que el 26 de
octubre se había firmado un decreto de libertad de imprenta. En
diciembre La Gazeta dejó de salir y Pazos Silva decidió seguir con su
lucha desde un nuevo periódico, El Censor, también editado en la única
imprenta existente hasta el momento, la de los Niños Expósitos.
Curiosamente, también contó con apoyo oficial. La decisión del
Triunvirato de que todo documento del gobierno se publicara como
"artículo de oficio" también le cupo al Censor. Con todas las
limitaciones, el periódico sirvió como un lugar para el debate. Es
memorable por su prosa chispeante y su ingenio la polémica suscitada en
El Censor, pero por un artículo que, bajo el título "Variedades", Pazos
Silva había publicado en la última edición de su Gazeta:
La libertad de escribir concedida a todo ciudadano, no es la facultad
de delirar desesperadamente como vmd. Lo hace en su discurso de
variedades publicado en la gazeta del martes 31 del mes próximo
anterior. Un fárrago de extravagancias tan sin órden, y conexión solo
pudo ocurrirle para conjurar contra vmd. Todos los votos de los buenos
patriotas. Yo debiera ser infinito, si tratára de confutar todos los
errores morales y políticos que á título de variedades ha ingerido vmd.
En una especie de disertación, que contiene mas errores que renglones…
(El Censor, Biblioteca de mayo, 1960: 5755)

En la misma edición del 14 de enero de 1812, Pazos Silva responde:
Quando yo expuse mis sentimientos en la gazeta del 31 próximo pasado,
no tuve otro objeto que presentar é mi patria una materia importante, y
provocar su raciocinio sobre ella. El amor á mis compatriotas me
inspiró un concepto favorable de la disposición de ellos, y los efectos
han burlado tristemente mi juicio. (…) La naturaleza de los sucesos y
el concurso de todas las circunstancias parecían determinadas á exigir
imperiosamente nuestra separación política de la España; y si se
hubiese encontrado patriotas esclarecidos capaces de sacrificar unos
momentos de reposo á la promoción del bien general, en vez de aquellos
que se entregaron afanadamente al proyecto de eternizar la servidumbre
en estas regiones, habríamos conseguido el establecimiento de nuestra
libertad civil…


El 25 de marzo de 1812 el Gobierno resolvió el cese de La Gazeta de
Monteagudo y del Censor de Pazos Silva. No les impide salir, sino que les
quita su apoyo y al mismo tiempo anuncia la salida de La Gazeta
Ministerial. Monteagudo lanzaría su Mártir o Libre, que sin el apoyo del
Estado sólo se publicó dos meses, entre el 29 de marzo y el 25 de mayo de
1812.

Espacio público y reunificación nacional
Las carencias fundacionales del proceso independentista fracasaron en la
constitución de un estado nacional. En términos de Oscar Oszlak, "el acto
de ruptura con el poder imperial no significó la automática suplantación
del Estado colonial por un Estado nacional". En el tránsito hacia la
conformación de un sistema político que sustituyera la dominación colonial,
se sumaron las instituciones administrativas y judiciales locales heredadas
con los nuevos órganos políticos como las juntas, triunviratos o
directorios. Se desataron las tendencias secesionistas "que desmembraron
los virreinatos y modificaron drásticamente el mapa político de América
latina". (Oszlak, 1997: 22)
En la Argentina, el fin de las luchas intestinas y la reorganización del
Estado serán el rasgo del período que comienza con la caída de Juan Manuel
de Rosas en 1852 y que se consolida con la llegada de Julio Argentino Roca
a la presidencia, en 1880. Rosas había sido derrotado por Justo José de
Urquiza en 1852, pero las guerras intestinas continuarían hasta 1861,
cuando los porteños, al mando de Bartolomé Mitre, triunfan en la batalla de
Pavón. Mitre sería presidente entre 1862 y 1868. A mediados del siglo XIX
la Argentina inicia su inserción tardía a los mercados internacionales, a
partir de un modelo productivo basado en las exportaciones provenientes del
agro, en primer lugar de las lanas y luego de cereales y carnes bovinas. El
crecimiento económico, expansión territorial asegurada mediante las
matanzas de indios y la llegada de miles de inmigrantes que se integraron a
las distintas capas sociales contribuyeron a configurar una nueva base
social en el país. Fue, además, el período en el que el Estado se
legitimará no sólo por su faz coercitiva, mediante el monopolio de la
fuerza y el control territorial, sino también mediante la creación de bases
para que el dominio fuera consensuado. En términos de Oszlak, se requería
"una presencia articuladora –material e ideológica- que soldara relaciones
sociales y afianzara los vínculos de la nacionalidad". El autor sostiene
que el Estado se articula mediante su acción en un proceso que se puede
abordar en cuatro modalidades: Represiva, que supone la organización de una
fuerza militar "unificada y distribuida territorialmente"; cooptativa, que
es la "búsqueda de apoyos entre los sectores dominantes y gobiernos del
interior"; material, que es el "avance del Estado nacional, a través de la
localización en territorio provincial de obras, servicios y regulaciones
indispensables para su progreso económico"; y la ideológica, que consiste
en "la creciente capacidad de creación y difusión de valores, conocimientos
y símbolos reforzadores de sentimientos de nacionalidad que tendían a
legitimar el sistema de dominación establecido" (Oszlak, 1997: 103)
La "penetración ideológica", como la llama Oszlak, apela a mecanismos
sutiles que operan sobre las percepciones, valores, actitudes,
representaciones y comportamientos sociales "asociados a los sentimientos
de pertenencia a una comunidad nacional", con el fin de "legitimar el nuevo
patrón de relaciones sociales que se venía conformando". Se refiere, entre
otras acciones, a la "educación, el control sobre el culto, el matrimonio
civil y el servicio militar obligatorio". (Oszlak, 1997: 151) Aparece allí,
a nuestro juicio, un concepto que se acerca a la hegemonía tal como la
concebía Antonio Gramsci:
Una clase es hegemónica, dirigente y dominante, mientras con su acción
política, ideológica, cultural, logra mantener junto a sí un grupo de
fuerzas heterogéneas e impide que la contradicción existente entre
estas fuerzas estalle, produciendo una crisis en la ideología dominante
y conduciendo a su rechazo, el que coincide con la crisis política de
la fuerza que está en el poder. (Gramsci, 1975: 12)

¿Esfera pública?
Contemporáneamente con la consolidación del Estado Nacional se configura en
Buenos Aires, según la visión de Hilda Sábato, una esfera pública que
surgiría como principal mediador entre la sociedad civil y el poder
político. Cita investigaciones de Gino Germani y otros estudios sobre la
relación entre los sectores populares y el sistema político para considerar
que si bien no ejercían mayoritariamente la ciudadanía, porque no se
integraban al juego de las facciones, no les interesaba elegir y menos aún
ser elegidos, aparecían otras formas de actuar en la escena política, a
través de la prensa, de la movilización y de la creación de organizaciones
para sostener sus reivindicaciones comunes ante el Estado:
Este espacio público operaba en Buenos Aires precisamente como un
escenario: era habitual la intervención de grupos y sectores diversos
para expresar opinión o presionar por sus intereses, de manera directa,
sin mediaciones políticas pero traduciendo reclamos y posturas
particulares en términos del juego político local. A su vez, desde el
poder se atendía a las señales que provenían de este espacio público y,
tanto personajes centrales como figuras secundarias del mundo político,
buscaban tener presencia en ese espacio (Sábato, 1989: 18)
La autora describe su visión de esta ampliación del espacio público al
destacar que en los años 70 la prensa escrita mostró una notable vitalidad
y se convirtió en "un instrumento clave" en la mediación entre la sociedad
civil y el sistema político. Otro de los mecanismos participativos fue el
de las asociaciones, entre ellas las cooperativas, las mutuales, los
sindicatos obreros, las asociaciones patronales, profesionales y civiles,
todas ellas socialmente con mucha actividad:
La prensa escrita y las asociaciones fueron, entre otras cosas, medios
para actuar en el espacio público a la vez que instancias decisivas en
el proceso de su conformación. Ellas fueron –además- parte activa en la
gestación de un conjunto de prácticas que sugieren el desarrollo de
toda una cultura de la movilización, que se constituyó en una de las
maneras más habituales de manifestar opinión, así como de presionar por
demandas concretas. (Sábato, 1987: 20)
Si bien el trabajo de Sábato se refiere estrictamente a la sociedad
porteña, Alberto Lettieri señala que el análisis "encuentra muchos puntos
de contacto con algunos valiosos estudios disponibles sobre la provincia de
Santa Fé". Supone entonces que no se trata de una excepción sino que la
participación política mediante canales no ciudadanos fue un
"comportamiento bastante difundido en el Río de la Plata". (Lettieri, 2006:
67)

Prensa y Estado nacional
Con la llegada de Roca a su primera presidencia comienza un período en el
que se consolidarán y acentuarán los cambios que Sábato señala para los
años que habían comenzado con la derrota de Rosas. En suma, comenzaba el
apogeo del modelo agro exportador que alcanzaría su punto culminante en el
centenario.
Siguiendo el razonamiento de Oszlak, en la modalidad de penetración
ideológica se inscribiría la aparición de una prensa estrechamente
vinculada con la consolidación del Estado nacional a partir del dominio
porteño. Tomaremos dos casos que podemos considerar paradigmáticos en el
modelo de diarios que sirven a la organización de un Estado nacional
hegemónico. La Nación Argentina, que apareció el 15 de setiembre de 1862,
semanas antes de que su fundador, Bartolomé Mitre, asumiera la presidencia.
No por casualidad el director fue José María Gutiérrez, quien se erigía en
un doble símbolo de los propósitos de la creación del diario, su vínculo
estrecho con Mitre y su carácter de secretario militar durante la campaña
de Pavón. Hombre del presidente y más precisamente vinculado a la batalla
por la unificación del Estado nacional.
Si hacía falta confirmar cuál era la misión que se atribuía al nuevo
diario, en el primer número la editorial especifica sus propósitos:
…robustecer el vínculo de la nacionalidad argentina propendiendo a que
no se malogren los sacrificios de medio siglo, ni la oportunidad
suprema de afianzar las instituciones, la paz y la prosperidad de la
República; defender contra toda tendencia disolvente las verdaderas
conveniencias de la Nación, que no pueden ser contrarias a las de las
provincias; abogar por sus intereses morales y materiales que, lejos de
ser antagonistas entre sí, están coaligados de una manera indisoluble.
(De Marco, 2006: 252)

La Nación Argentina fue un diario "oficialista", tal como lo calificaron
sus adversarios, entre ellos un diario que sería el oponente de Bartolomé
Mitre, La Tribuna Nacional, luego convertida en La Tribuna. "Y Ud. Sabe
que este pueblo se gobierna y tiraniza con los diarios", recuerda Paula
Alonso en su investigación sobre el diario La Tribuna al señalar que "se
refería a la prensa política porteña, uno de los principales componentes en
la vida política argentina del fin de siglo XIX y principios del XX". Las
distintas facciones políticas fijaban sus propuestas y su visión del mundo
a través de los diarios políticos, al tiempo que enfrentaban a sus
adversarios.
Según señala Alonso, la prensa política estaba "compuesta por un pequeño
número del enorme caudal de periódicos que circulaban en el Buenos Aires
del fin de siglo, estaba geográficamente concentrada en Buenos Aires y, por
sus objetivos, estilo y contenido, era un híbrido en transición entre el
panfleto político y el diario de las capitales europeas y de las ciudades
norteamericanas". (Alonso, 1997: 38)
La "transición" habla de un proceso de cambio que la prensa política
experimentaría junto a otros diarios, sobre todo los que fueron apareciendo
a comienzos del siglo XX. Los diarios entran en la modernidad, ya no se
dirigen, al menos abiertamente, a una sociedad a la cual buscan adoctrinar
sino a un mercado al que quieren llegar con un producto comercial. Se
advierte la creciente influencia del periodismo estadounidense, que ya
desde finales de siglo disputaba la hegemonía a la prensa europea,
fundamentalmente francesa.
El fenómeno había comenzado en los años 60 del siglo XIX, con la aparición
de La Prensa (1869) y, tras la finalización del mandato de Bartolomé Mitre
como presidente, con la reconversión de La Nación Argentina en La Nación
(1869), cuyo cambio de propósitos, con la firma del propio Mitre, muestra
cuál sería el nuevo destino del diario: "El nombre de este diario, en
sustitución del que le ha precedido, La Nación, reemplazando a la Nación
Argentina, basta para señalar una transición, para cerrar una época y para
marcar nuevos horizontes del futuro. La Nación Argentina era un puesto de
combate. La Nación será una tribuna de doctrina". (De Marco, 2006: 321)
Si los diarios que provenían del siglo pasado se reconvertían para
afirmarse en un espíritu comercial, con la vista puesta en el mercado, sin
dejar de difundir su doctrina, los vespertinos que surgen a comienzos de
siglo serán vanguardia en la modernización de la prensa argentina, tal como
describe Sylvia Saítta:

"…los vespertinos que proliferan en las dos primeras décadas del siglo
ensayan nuevas formas para atraer un mayor caudal de lectores. El
surgimiento de Crítica en setiembre de 1913 se inscribe en un período
en el cual muchos diarios aparecen y desaparecen intentando ocupar un
lugar todavía vacante. Si el espacio de la mañana está hegemonizado por
La Nación y La Prensa (predomino que se ve cuestionado recién en 1928
con la aparición de El Mundo), la tarde todavía no tiene su diario y es
disputada por nuevas fórmulas, cuyo rasgo central es la separación
formal del poder político al ser fundados y dirigidos por periodistas y
no por hombres de gobierno". (Saítta, 1998: 34)

Estos diarios de comienzos del siglo XX fueron la avanzada de una
reconversión que, siguiendo el modelo periodístico estadounidense,
estableció nuevas reglas. Una prensa pensada para el mercado, que debió
adecuarse a un nuevo modo de distribución, el kiosco, que obligaba a una
competencia por la portada, con diseños más atrevidos, más llamativos. El
uso de blancos, los titulares atractivos, las imágenes, la publicidad,
fueron señales de una prensa que se vinculaba comercialmente con un mercado
en el que proliferaban las marcas, en el que los productos ya no se vendían
a quien venía a buscarlos al almacén de ramos generales sino a quien pasaba
frente a la vidriera de un comercio. Una prensa modernizada en un contexto
de crecimiento de la economía y diversificación del mercado, pero con un
abismo entre los sectores dominantes y los actores que habían ido surgiendo
en los últimos 30 años del siglo anterior: Los proletarios y las clases
medias surgidas del crecimiento del sector terciario. Estos últimos
llegarían por primera vez al Gobierno con la elección de Hipólito Irigoyen
en 1916.

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Sánchez Zinny, Fernando. (2008) El periodismo en el virreinato del Río de
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