Polifonías discordantes en las expresiones del movimiento estudiantil Contrapunteos entre memoria, institucionalidad y violencia política

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Polifonías discordantes en las expresiones del movimiento estudiantil Contrapunteos entre memoria, institucionalidad y violencia política Discordantes polifonias nas expressões do movimento estudantil Contrapontos entre memória, institucionalidade e violência politica

Martha Cecilia Herrera1

Resumen En este artículo se hacen algunas reflexiones sobre varias expresiones del movimiento estudiantil colombiano y las tensiones presentes entre violencia e institucionalidad, así como sus articulaciones con las diversas memorias que son activadas según el tipo de enfrentamientos y de interpelaciones al orden social establecido. Está dedicado a la memoria de tres jóvenes universitarios muertos en marzo de 2012 y se enmarca dentro del proyecto de investigación Memorias de la Violencia Política y Constitución de Subjetividades, que adelanta el grupo de investigación Educación y Cultura Política de la Universidad Pedagógica Nacional. Palabras clave: Memoria / Subjetividades / Movimiento Estudiantil / Violencia Política Resumo Este trabalho faz uma reflexão sobre algumas das expressões do movimento estudantil e as tensões presentes entre violência politica e institucionalidade, assim como suas articulações com diversas memórias que são ativadas segundo os diferentes embates e interpelações à ordem social estabelecida. Está dedicado à memória de três jovens universitários mortos em Março de 2012 e inscreve-se no projeto de pesquisa Memórias da Violência Politica e Constituição de Subjetividades desenvolvido pelo grupo de pesquisa Educación y Cultura Política na Universidad Pedagógica Nacional (Colômbia). Palavras - chave: Memória / Subjetividades / Movimento Estudantil / Violência Politica

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Profesora emérita Universidad Pedagógica Nacional. Doctora en Educación. Miembro Grupo de investigación Educación y Cultura Política, UPN. E.mail: [email protected].

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0. Preludio Los vivos y los muertos? No: los vivos y el recuerdo de los muertos en la memoria de los vivos. Lazo de memoria. Qué es el hombre, que te acuerdas de él. Sólo los enlutados serán consolados. Ricoeur

Este texto fue escrito con motivo de la muerte de tres jóvenes universitarios, dos de ellos estudiantes y la tercera egresada, de la Universidad Pedagógica Nacional: Oscar Arcos, Daniel Garzón y Lizaida Ruiz. Estos jóvenes murieron el 24 de marzo de 2012, en circunstancias no claramente establecidas, como producto de una explosión ocurrida en el lugar residencial donde se encontraban; hecho que algunos medios de comunicación no vacilaron en vincular con actividades políticas ilegales y sobre cuyos objetivos específicos no se hizo más que especular, siendo usado como recurso retórico mediático para estigmatizar el movimiento estudiantil ante la opinión pública. A su memoria dedico estas breves reflexiones, las cuales se enmarcan dentro del proyecto de investigación Memorias de la Violencia Política y Constitución de Subjetividades que lleva a cabo el grupo de investigación Educación y Cultura Política de la UPN. Una versión inicial fue elaborada cuando el hecho acababa de acontecer y fue colgada en la página web de la universidad, en donde se abrió un espacio para la expresión de los docentes frente a estas muertes, aunque sometido a cierto tipo de censura que condujo a invisibilizar institucionalmente los pronunciamientos de algunos/as colegas; sea ahora la oportunidad de su reelaboración con el propósito de afinar las argumentaciones, mejorar el estilo y otorgarle peso académico y, en este sentido, mayor legitimidad, en tiempos en los que acecha el olvido como parte de las políticas de la memoria hegemónicas respecto a los movimientos sociales.

1. Alla Marcia Los procesos de cambio han contado casi siempre con los jóvenes como potencial emancipatorio. Tal vez porque en las sociedades contemporáneas ellos se han caracterizado por quebrar el orden social instituido bien sea desde el cinismo, la burla, la ironía, lo contestatario, la rebeldía o las acciones colectivas de carácter organizado; expresiones que en su conjunto pugnan por instituir nuevos sentidos de lo político, lo social y lo cultural. Sus actuaciones siempre nos recuerdan que el orden social es susceptible de ser

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resignificado y por lo tanto de lograr su reestructuración. Lo anterior en medio de un contexto de profundos conflictos, fragmentaciones sociales y de incertidumbres respecto a los horizontes de futuro (Koselleck, 1993), que complejiza mucho más las búsquedas vitales de los jóvenes. El contexto de guerra irregular que se vive en Colombia desde las últimas décadas del siglo XX ha cobrado en vidas una cuantiosa cuota por parte de la juventud (Riaño, 2006). Juegos peligrosos se tornan cotidianos en los alrededores de las universidades públicas en los cuales se enfrentan grupos de jóvenes, estudiantes y policías, en rituales de combate que en ocasiones se prolongan hasta más de cuatro horas, mientras los ciudadanos inermes se protegen de los gases y los ruidos de las papa bombas (la guerra es una droga). Ejercicios de guerra, rituales de jóvenes que se alinean en temerarias demostraciones militaristas en patios o corredores, sin que se les pueda ver el rostro, evocando identidades distantes a las propuestas por la institucionalidad. Estas imágenes expresan algunas de las aristas de la violencia sociopolítica que afectan la vida cotidiana en las universidades públicas y colocan en riesgo la integridad física de los jóvenes, al tiempo que minan las posibilidades de expresión política en un entorno que permita mayores opciones de resonancia, negociación e interlocución con los diferentes estamentos universitarios, con la comunidad circundante y con la opinión pública en general. La mayoría de las veces sus objetivos son difusos y parecieran sólo demostraciones de orden simbólico que interpelan la institucionalidad y evidencian la asimetría del poder, con repercusiones en los tímpanos de guerreros y transeúntes, en donde se corren riesgos innecesarios que, en ocasiones, conducen a accidentes que deterioran o destruyen los bienes públicos, al tiempo que se causa heridas, mutilaciones e incluso la muerte de quienes se encuentran en estos enfrentamientos. Estas manifestaciones parecen recordarnos, a veces hasta en forma de parodia, el pulso violento de la política y los actores en conflicto, no siempre claramente establecidos, más allá de las fuerzas del Estado o de las pulsiones juveniles enfrentadas. Ellas nos hablan más bien de las deudas de las sociedades contemporáneas y del Estado Social de Derecho en una clave profundamente existencial. Estos enfrentamientos despliegan memorias, memorias airadas, memorias de muertos que se trenzan en otras esferas de la violencia sociopolítica. El movimiento estudiantil carga además sus propios muertos y puede activar sus memorias desde diversas aristas y sentidos, de acuerdo al contexto de los enfrentamientos (Jelin & Sempol: 2006) y a sus formas de interpelar el orden social. Allí los embates entre el orden público y sus oponentes parecen irreconciliables, recordándonos en juego de luces y sombras que en Colombia se vive un conflicto armado desde hace varias décadas y con grandes dificultades para su resolución (Sánchez et al., 2009). No obstante, muchas veces las memorias de los muertos que se activan en estos escenarios son circulares y equívocamente suman pérdida tras pérdida.

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2. Allegro Desde otro escenario, hace algunos meses el movimiento estudiantil dio muestras de persistencia en la persecución de un objetivo político concreto: detener el trámite del proyecto de reforma a la educación superior, en donde salió a la esfera pública otra cara de las expresiones juveniles en torno a lo político caracterizada por la imaginación y la creatividad, la discusión pública y el cubrimiento de diferentes espacios, desde los institucionales hasta los callejeros. "Grito de amor y de protesta: las marchas estudiantiles reflejan una inconformidad que va más allá de la reforma a la educación", tituló en su portada la revista Semana, en la edición 1541 de noviembre de 2011, como señal de la capacidad y contundencia con que el movimiento consiguió colocarse en el centro de la agenda política y obtener la adhesión de la opinión pública para presionar al ejecutivo a retirar el proyecto de reforma, radicado ante el congreso en el mes de octubre y retirado finalmente el 16 de noviembre del mismo año. Con esta victoria, que implicó un mes de receso de las actividades académicas de 30 de las 32 universidades públicas en el país, los estudiantes regresaron a las aulas bajo la promesa, por parte del gobierno, de que éstos serían tenidos en cuenta en la elaboración de un proyecto de reforma. Ahora está por verse la capacidad del movimiento para continuar con protagonismo en esta nueva etapa y sus posibilidades de canalizar a su favor las experiencias vividas para participar como sujetos políticos con verdadera capacidad de decisión en las políticas públicas sobre educación superior. El titular de la revista Semana captó bien el inconformismo juvenil al mostrar su proyección más allá de una reivindicación concreta, hacia el distanciamiento frente a las formas más cristalizadas del orden social. En esos meses gloriosos los incidentes con la fuerza pública fueron escasos e incluso la revista Semana registra uno de los rituales que se llevó a cabo en la Plaza de Bolívar como parte de lo que se llamó “la toma de Bogotá”, en donde los estudiantes, con el rostro descubierto, abrazaban a los policías que los vigilaban, y cuyos cuerpos y rostros estaban detrás de escudos y cascos, en un gesto que invitaba a la conciliación entre estos dos bandos de jóvenes. En este plano las fuerzas del orden, pero también la gente del común a la que los estudiantes paraba en la calle y, de manera ingeniosa, ponía al tanto de la reivindicación perseguida y solicitaba su adhesión a la causa, lograron situarse por instantes en planos concurrentes con los intereses estudiantiles. Semana aludía a la manifestación registrada ese día, 10 de noviembre, en la capital del país, la cual se puede calificar como emblemática del espíritu que caracterizó las protestas estudiantiles en esta coyuntura, de la siguiente manera: En la 'Toma de Bogotá' hubo momentos de tensión y en la Plaza de Bolívar estalló una papa bomba, pero esos conatos eran inmediatamente acallados por el grito multitudinario de "sin violencia, sin violencia" que brotaba espontáneamente de miles de gargantas. Abrazos y claveles a los policías antimotines, besos a los transeúntes, máscaras, comparsas, disfraces, marchas nocturnas con antorchas, 'cabalgatas' con caballitos de madera, han marginalizado el papel tradicional de los encapuchados y los enfrentamientos violentos con la Policía, han

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atraído amplia cobertura de los medios y han desarmado los intentos de estigmatizar la protesta como "infiltrada" por grupos ilegales (Ibid).

De este modo, los medios fueron la caja de resonancia y los escenarios de la política institucional vieron circular en ellos a los jóvenes como interlocutores válidos para pronunciarse sobre asuntos que atañen a sus propios destinos, refrescando con sus aires juveniles los oxidados goznes de la política tradicional así como las posibilidades de la protesta callejera. Aquí las memorias de los muertos fueron más de carácter subterráneo, tal vez al igual que otros repertorios, tradiciones, experiencias y rituales (Middeleton & Edwards, 1992), nutrieron la decisión juvenil para que la clave del accionar de lo político lograse resonancia cultural, posicionamiento político y capacidad de incidir en la política pública sin tener que poner como cuota la vida misma2.

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No obstante, es importante mencionar que en algunos lugares del país se presentaron incidentes con la fuerza pública, como es el caso, por ejemplo, de la marcha del 12 de octubre en Cali, en donde “el estudiante de medicina de la Universidad Santiago de Cali, Farid Cheng Lugo, falleció a causa de la explosión accidental de un artefacto durante la manifestación convocada por la Federación de Estudiantes Universitarios. La Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) denunció que la muerte del joven no fue un accidente sino un asesinato producto de la explosión de un artefacto arrojado por desconocidos desde un puente, esta versión fue confirmada por el análisis de medicina legal que estableció un asesinato como el motivo del deceso; los hechos todavía están por esclarecerse” (Wikipedia).

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3. Ostinato Aunque sobraría decir que de los dos escenarios descritos es preferible el segundo y, en este caso, de mayor efectividad política, lo cierto es que en Colombia el transcurrir político, por cierto no sólo de nuestros jóvenes, se modula entre estas dos claves. Una de ellas caracterizada por la violencia sociopolítica heredera de viejas formas de actuación, marcada por la intolerancia y la fuerza de hecho para resolver los conflictos, en donde lo político asume sus rostros más oscuros y abyectos. La otra marcada por ritmos en los que lo político recorre caminos de mayor razonabilidad y dialogicidad, en donde la comunidad de pertenencia parece mucho más amplia, al tiempo que se logra incidencia en la política institucional; aquí las memorias son diversas y los muertos cobran otras significaciones, no paralizando la acción o entorpeciéndola sino, más bien, potenciándola (Ricoeur, 2003). El magma de lo político pulsado por las cuerdas de la violencia y la política en ritmos y tonalidades que forjan polifonías discordantes y memorias enfrentadas, como indicios de las profundas pugnas que atraviesan la constitución de los sistemas políticos contemporáneos y, en especial, del colombiano. Así las cosas, se requiere tener mayor inteligibilidad respecto a las actuaciones políticas de los jóvenes y sus diferentes dinámicas y modulaciones, a la luz de los contextos socio-históricos en que estas tienen lugar para no proceder a analizarlas tan sólo desde el lente prescriptivo de lo normativo y lo institucional. En este sentido, es necesario tomar distancia de un tipo de discurso que banaliza la esfera de lo político, "cuyo despliegue ocupa y edifica parte de la memoria histórica de una nación y que disfraza la especificidad de las prácticas político-culturales como error / horror para legitimar la necesidad de un presente sometido y organizado desde la presunción de lo normal y de los poderes de la norma”, propendiendo en su lugar por la comprensión de "los modos en que las culturas políticas existentes a modo de gramáticas particulares, inciden e intervienen en el desenvolvimiento mismo de la conflictividad política" (Ramírez, 2002). 4. Coda Pesares que gastan la historia, Nostalgias de ritmos en el mundo insertos y la noria patinosa de vida asomada al asombro Mary Daza

Son muchos los costos que la población, los movimientos sociales y, en particular los jóvenes, tienen que pagar por propender por órdenes sociales más justos e igualitarios. En este sentido y en memoria de nuestros estudiantes, cabe situar también en el ámbito de lo

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público la demanda que enarbolan hoy en día, en el mundo entero, diversos sectores de jóvenes y de grupos sociales: ¡¡¡democracia real ya!!!

Bibliografía DAZA Orozco, Mary (2011). Los muertos no se cuentan así. Libros & Letras, Bogotá. JELIN, Elizabeth & SEMPOL, Diego (Comp.) (2006). El pasado en el futuro: los movimientos juveniles. Siglo XXI, Buenos Aires. KOSELLECK Reinhart (1993). Futuro Pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Paidós, Barcelona. MIDDELETON & EDWARDS (1992). Memoria compartida. La naturaleza social del recuerdo y del olvido. Paidós, Buenos Aires. Movilización en Colombia de 2011. En http://es.wikipedia.org/wiki/Movilizaci%C3%B3n_estudiantil_en_Colombia_de_201 1#cite_note-cong-0. Consultada en abril 6 de 2012. RAMÍREZ GALLEGOS, Franklin (2002). Conflicto, democracia y culturas políticas. En: Iconos, Revista de Flacso - Ecuador, No 15, diciembre, p. 75-85. RICOEUR, Paul (2008). La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. RICOEUR, Paul (2008). Vivo hasta la muerte, seguido de Fragmentos. México, Fondo de Cultura Económica. SÁNCHEZ, Gonzalo (2009). Colombia: violencia y democracia. Comisión de estudios sobre la violencia. Medellín, La Carreta. SEMANA, Bogotá, edición 1541, 14 al 21 de noviembre de 2011.

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