Poiesis y Physis: un contrato venéreo

July 5, 2017 | Autor: J. Gutiérrez Aven... | Categoría: Michel Serres, Poética, Physis, Contrato venéreo, Poética de la historia, Catarsis poética
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Descripción

No. 7, 2013

Poiesis y Physis: un contrato venéreo

Jairo Gutiérrez Avendaño

¿Probable, pero imposible? Mediocribus esse poetis non di, non homines, non concessere columnae. Horacio. Arte Poética.

Uno de los primeros antecedentes de aproximación entre el pensar y el poetizar se encuentra en Platón, como es el caso del diálogo El banquete, en el cual Sócrates decía que la poiesis es “la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser”.1 De ahí que la palabra poética, como acto creador del nombrar, hace existir a las cosas dentro del mundo que, por cierto, también es un concepto. Más allá de un supuesto género literario, la poética no se refiere a que las cosas tengan sentido per se, antes bien hay que darles sentido a las cosas. El mundo es un constructo en y sobre el cual los seres humanos le dan vida a la lengua y, por tanto, éste existe desde y hasta donde pueda nombrarse o poetizarse, que viene a ser lo mismo.

No en vano, Aristóteles en su Poética le atribuye a ésta un carácter más profundo y filosófico que a la propia historia, puesto que el poema debe crear



Candidato a Doctor en Ciencias Humanas y Sociales Unal-Med, Magíster en Educación UdeM, Filósofo UdeA. Docente adscrito a la Vicerrectoría de Investigaciones de la Fundación Universitaria Luis Amigó. Correo electrónico: [email protected] 1 Platón. El banquete o del amor. En: Diálogos, Vol. III. Madrid: Gredos, 2008.

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una coherencia de la fábula-intriga y, por tanto, producir una verosimilitud, al “describir, no la cosa que ha sucedido, sino una clase de cosa que podría suceder, es decir, que es posible como probable o necesaria”2. Así, en términos del filósofo griego, la ocupación del poeta no es la de producir una verdad sobre los hechos históricos, sino más bien que, aunque imposibles sean probables. A fin de cuentas, la poesía está llamada a ser “la que no engaña”. Ésta no produce historia como tal, aunque sea la génesis de la misma. Si los poetas acuden a las fuentes históricas, no por ello dejan de escribir mejores poemas; pero, por el contrario, los historiadores no necesariamente consideran los versos de un poema como hechos ocurridos. Tendrían que escribir en verso una historia real, pero aún así no sería poesía.

Habla para que pueda verte, decía Sócrates en boca Platón, en la oposición del diálogo frente a la escritura, invención productora de olvido. La palabra, entonces, es el rostro del poeta, más no la recitación ni la pose de la lectura. De hecho, ésta era la obsesión de Platón, como ocurre en El Fedón, al decir que “un poeta, para ser un verdadero poeta, no debe componer discursos en versos, sino inventar ficciones”.3 Pero, la disputa era, justamente, con los proclamados portavoces de los autores (los rapsodas), más no contra los poetas propiamente dichos. Por esta razón, interpelaba a los recitadores —por su impostura imitada de la voz del poeta— a que se apartaran de los rollos o pergaminos, contenedores de la fuente de inspiración, para que de esta 2 3

Aristóteles. Poética. Venezuela: Monte Ávila, 1994, 1154a, pp. 33-36. Platón. El Fedón o del alma. En: Diálogos, Vol. III. Madrid: Gredos, 2008.

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manera fueran capaces de poetizar sus propias palabras. En este criterio no habría objeción, puesto que poeta no es el que memoriza versos, sino el que los hace memorables para otros. Además, si se admite, Platón no sólo hizo filosofía por medio del diálogo literario, sino también una poética filosófica al recrear mitos y citar constantemente a los poetas para explicar sus argumentos.

De todos modos, la controversia generada por Platón se critica por exigirle al recitador la habilidad de juzgar técnicamente sobre el objeto de la poesía. Sin embargo, a pesar de las pretensiones de los cánones, la poesía no se reduce a ser solo una técnica. Pero lo que está más aceptado es que el poeta, además de producir poemarios, sea un consagrado estudioso de su arte. Como es ya conocido, en el proyecto de la justicia en el que se basaba la República, el filósofo ateniense advertía: “nada es más capaz de corromper el espíritu de los que lo escuchan que este género de poesía cuando aquellos no están provistos del antídoto conveniente, que consiste en saber apreciar este género tal cual es”.4 Así lo expresó el latino Horacio en el verso del epígrafe que abre este ensayo: “la mediocridad de los poetas no está permitida ni por los dioses ni por los hombres ni por las columnas que sostienen las tiendas de los libreros”.5 De ahí el carácter de juez de la palabra que se le otorgaba al mismo, con distinción del retórico y del sofista, que fueron igualmente cuestionados por el discípulo de Sócrates. El juicio poético no sólo se emite sobre contenidos externos, 4

Platón. La República o el Estado (Cap. X). Madrid: Espasa Calpe, 1988, p. 277. Horacio. Arte Poética o Epístola a los Pisones (Trad. Tomás de Iriarte). Madrid: Imprenta Real de la Gazeta, 1777. 5

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puesto que —según el noruego Henrik Ibsen— “ser poeta significa presidir como juez sobre uno mismo”. En ese sentido, la poesía es autognosis y autocrítica.6

Poética de la historia Heidegger en su poética del pensar hace una interpretación de los versos de Hölderlin, ―a quien llama el poeta de la poesía o poeta de los tiempos de penuria― sobre todo en los versos: “Lleno de méritos, sin embargo / poéticamente habita el hombre / en esta tierra”, palabras que conducen a la premisa:

“La poesía no es sólo un ornamento que acompañe a las cosas, no es sólo una excitación transitoria, ni un entusiasmo o un entretenimiento. La poesía es el fundamento sustentador de la historia y, por tanto, tampoco es sólo un fenómeno de la cultura ni en absoluto la mera expresión de un alma cultural”7.

De manera similar, desde las formas simbólicas, según Cassirer la poesía no es simple imitación de la naturaleza; asimismo “la historia no es una narración de hechos y acontecimientos muertos. La historia, lo mismo que la poesía, es un órgano del conocimiento de nosotros mismos, un instrumento indispensable para construir nuestro universo humano”.8 El carácter poético del mundo no ha sucumbido a la tradición platónica que elevó el logos como discurso racional

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Cassirer, Ernst. Antropología filosófica. México: Fondo de Cultura Económica, 1980, p. 49. Heidegger, Martin. Hölderlin y la esencia de la poesía. Barcelona: Anthropos, 2000, p. 31. 8 Cassirer, Op. cit., p. 177. 7

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por encima del mithos en tanto ficción poética. Al respecto, según los versos de Hölderlin, a la poesía que es “la más ingenua de todas las ocupaciones” se le ha confiado “el más peligroso de los bienes”, en tanto no pretende poseer la razón, ni un objeto ni una ocupación más que el propio lenguaje: morada del ser. De todos modos, el pensamiento no es posible sin la palabra, porque si no hay nada qué decir es porque no hay nada qué pensar. En efecto, la acción del pensamiento es un gesto poético, en tanto producción de sentido que, al mismo tiempo, es sensibilidad y significación.

¿Y para qué poetas en tiempos de penuria? Es la pregunta que hace el poeta alemán en uno de los versos de su elegía Pan y Vino, la cual señala el temple poético de la huida de los dioses y de su momento de ausencia en la historia humana, esa “época de la noche del mundo” es el tiempo de penuria. 9 En la poética de Hölderlin, interpretada por Heidegger, la conjunción del pan y el vino (cultivo del espíritu) —fuera del ritual cristiano que simboliza el cuerpo y la sangre de Cristo— significa “la medida”, es decir, la cuaternidad que existe entre la tierra de los hombres y el cielo de los dioses. En ese sentido, la poesía es la medida de lo que excede al hombre y, por tanto, también lo es de la historia. La vox populi suele decir que “no sólo de pan vive el hombre…” lo que señala un vacío, un hambre, una sobriedad, pero suele dejarse incompleto el versículo en lo que sigue: “…sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4,3-4). En Hölderlin se trata de una saciedad y de una embriaguez por la

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Heidegger, Martin. ¿Y para qué poetas? En: Caminos de bosque. Madrid: Alianza, p. 241.

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palabra ausente de los dioses; lo apolíneo (luz, razón, orden, cultura) y lo dionisiaco (noche, pasión, caos, naturaleza) son comensales de la misma fiesta, tienen un contrato venéreo. ¿Embriaguez de qué? De vino, de poesía o de virtud, a vuestro antojo… cantaba Baudelaire en su Spleen de Paris.

Contrato venéreo y catarsis poética La expresión de lo venéreo —que alude a la enfermedad de transmisión sexual— en este caso se trata de una acepción etimológica distinta, en el sentido de la cópula entre lenguaje y naturaleza, así como una oposición entre el sentido mítico de las deidades de Venus (naturaleza, amor, belleza) y Marte (dominio, guerra, horror), como lo recrea la pintura de Boticelli, en la que Venus descansa vigilando el sueño de Marte que yace rendido en su lecho, desnudo y despojado de su armadura, con la cual juegan los pequeños sátiros10. El contrato venéreo asume que “el hombre no sólo está en el mundo, es mundo, así como está en la materia y es materia”11, en lugar de luchar contra la naturaleza y ejercer un dominio sobre ella.

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Venus y Marte (1483). Temple y óleo sobre tabla, Renacimiento, 69 cm × 173 cm. National Gallery de Londres. 11 Serres, Michel. El nacimiento de la física en el texto de Lucrecio. Caudales y turbulencias. Valencia: Pre-textos, 1997, p. 155.

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El código surge, según De Rerum Naturae12 de Lucrecio, de la declinación (clinamen) de su propia escritura que, a su vez, tiene una composición en verso que es equivalente al primer modelo de la física atómica. Sin embargo, se trata de la trascendencia de los átomos de materia hacia los átomos de sentido. La palabra templo pertenece a la misma familia que átomo: éste es “el templo último y vacío, es la primera y última purga”.13 En ese sentido, el tratado antiguo de la física es un poema, un flujo laminar en caída; tiene la estructura de una catarata atómica, de la que se deriva la catarsis poética como purificación por la palabra, armonización del caos y conmoción.

A propósito, dice Michel Serres "que los átomos sean letras, que los cuerpos conectados sean frases [...] todo esto no es una tesis arbitraria, ni tampoco una decisión o una metáfora. Es aquello sin lo cual no habría existencia [...] Es una necesidad de aquello que Lucrecio y sus predecesores llamaron la

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Traduce: De la naturaleza de las cosas. Ibíd., p. 160.

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naturaleza".14 Como en la metáfora del Paso del Noroeste canadiense, que va de una orilla global hacia una local, se abre una angosta brecha que transita de la naturaleza física a la humana, la cual se afianza en la noción de clinamen o desviación de los cuerpos que fluctúan según el ángulo mínimo de formación de un torbellino, desde la cual Serres evidencia que, por su controversial explicación dentro de la física, “el clinamen busca refugio en la subjetividad, pasa del mundo al alma, de la física a la metafísica, de la teoría de los cuerpos inertes a la de los cuerpos vitales libres. Sería el secreto último de la decisión de un sujeto, su inclinación”15. ¿Una actitud humana (venérea) frente a la ciencia (marcial)?

Código y desciframiento La rosa sin un porqué, florece porque florece, no presta atención a ella misma, no se pregunta si uno la ve. Angelus Silesius16

A propósito de la gramática de la naturaleza, en clave de significantes y significados, se encuentra una resonancia que llama la atención dentro del texto Las palabras y las cosas de Michel Foucault:

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Ibíd., p. 174. Ibíd., p. 19-20. 16 Silesius, Angelo (Johann Scheffler). El peregrino querúbico. Madrid: Ediciones Siruela, 2005. 15

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No. 7, 2013 Poiesis y Physis: un contrato venéreo. Jairo Gutiérrez Avendaño “La gran metáfora del libro que se abre, que se deletrea y que se lee para conocer la naturaleza, no es sino el envés visible de otra transferencia, mucho más profunda, que obliga al lenguaje a residir al lado del mundo, entre las plantas, las hierbas, las piedras y los animales. El lenguaje forma parte de la gran distribución de similitudes y signaturas. En consecuencia, debe ser estudiado, él también, como una cosa natural. Sus elementos tienen, como los animales, las plantas o las estrellas, sus leyes de afinidad y de conveniencia, sus analogías obligadas”.17

Es así como entre las palabras y las cosas existe, de forma originaria, un contrato natural que, de acuerdo con la argumentación poética de Serres, tiene relación con lo anterior:

La circunstancia y su codificación constituyen el lugar de emergencia de la escritura como conservatorio mnémico de este azar inicial en los enlaces de las cosas mismas. Los átomos son simplemente el alfabeto de la deriva universal, son letras conectadas, palabras, frases, un texto escrito en los cristales diamantinos, en el bronce, en los fetos, en los árboles y en los astros. Todo cuanto existe tiene la forma del escrito y del código, la forma de la ley, de foedus naturae, contrato natural.18

Por supuesto que el texto se declina en diferentes voces y sentidos que cruzan de una letra a una frase, de una frase a una oración, de un texto a otro y, a su vez, a diversos contextos, lo mismo que la traducción de una lengua a otra. El punto crucial es que los átomos son letras, es decir, que las cosas adquieren

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Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Argentina: Siglo XXI, 1980, p. 43. Ibíd., p. 176.

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sentido al descomponerse y, de esta forma, se ordenan en un código que permite descifrar un significado.

Si bien, tanto en Serres como en Foucault, se pone en cuestión el surgimiento del análisis, entendido como descomposición o desenlace, en este caso, ocurre todo lo contrario, de la descomposición de los textos en palabras y en sus raíces se accede, más no se separa, a las cosas.

De hecho, en la lingüística de Saussure se hace referencia a los “átomos de sentido”, en cuanto a las combinatorias de los fonemas; es decir, la forma como los significados se producen de elementos (sonidos) que por sí mismos no tienen sentido, pero en su separación se comprende la forma como están constituidos. Así dice, en su Curso de lingüística general, que “el pensamiento, caótico por naturaleza, se ve forzado a precisarse al descomponerse. No hay, pues, ni materialización de los pensamientos, ni espiritualización de los sonidos, sino que se trata de ese hecho en cierta manera misterioso: que el ‘pensamiento-sonido’ implica divisiones y que la lengua elabora sus unidades entre dos masas amorfas”19, de ahí se deriva su teoría del significante (imagen acústica) y significado (representación mental o concepto). En ese caso, el carácter poético de una palabra no está dado por la forma espléndida como suena, sino en el sentido que adquiere dentro del verso o la frase y, a su vez, en el cuerpo del poema.

19

Saussure, Ferdinand de. Curso de lingüística general. Buenos Aires: Losada, 1997, p. 137.

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En efecto, sumergirse en la turbulencia de las cosas que son palabras y de las palabras que son cosas, es cuando irrumpe la náusea que narra Sartre: “Las cosas se han liberado de sus nombres. Están ahí, grotescas, obstinadas, gigantescas, y parece inútil llamarlas […] o decir algo de ellas: estoy en medio de las Cosas, las innominables. Solo, sin palabras, sin defensa, las cosas me rodean, debajo de mí, detrás de mí, sobre mí. No exigen nada, no se imponen; están ahí”.20

Las palabras están en conjunción con las cosas. Sin embargo, esto trae consigo una antigua discusión que se conoce como nominalismo, como es el caso de la pregunta platónica “si en el nombre la rosa está la rosa”, de donde viene el título de la novela medieval de Umberto Eco y el verso de Borges: “Si (como el griego afirma en el Cratilo) / El nombre es arquetipo de la cosa / En las letras de rosa está la rosa / Y todo el Nilo en la palabra Nilo” 21. Pero, lo que concluye Platón, en el diálogo citado por Borges, es que los nombres no son las cosas que nombran, estos también son cosas (dichas); por esta razón es preciso buscar y comprender las cosas en ellas mismas.22 El lenguaje, “el más peligroso de los bienes”, nos excede, es una creación descomunal como en la metáfora del Golem o en el mito adánico, está hecho de materia inanimada (barro) y recibe la vida con el poder de la palabra.

20

Sartre, Jean-Paul. La Náusea. Barcelona: Seix Barral, 1983, p. 147. Borges, Jorge Luis. El Golem. En: Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1974. 22 Platón. Cratilo o del lenguaje. México: Porrúa, 2001, p. 411. 21

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Bajo la mirada filosófica, la naturaleza (physis), afloramiento o creación, guarda una relación de origen mutuo con la poesía (poiesis), en tanto ésta última significa producción de sentido sobre las cosas. En esa noción fundamental, la creación natural ha sido imitada (mimesis) en la producción artística y científica, como se vio en la relación crucial entre la física y la poesía, dentro del descubrimiento del código y la declinación. Por esta razón acude la pregunta ¿Qué tendrá que ver lo que se supone tan “duro” con aquello considerado tan “blando”?

De acuerdo con Serres, al interrogarse por aquello de lo que se hace historia, afirma que es un problema que le concierne a la propia física y a su formación, puesto que el texto antiguo sobre la naturaleza es un palimpsesto o versión implícita del orden caótico de las cosas.

Si se admite que la poética es la “impotencia de la representación para igualarse al concepto”23, en términos de Hegel, se reafirma tal vez que la poesía no es metafísica ―por mística o ininteligible que a veces parezca― pero no se puede negar que es pensamiento-ficción sobre el mundo de la vida. Una serie de poemas que convergen entre sí constituyen una poética existencial o sobre la historia emocional o del reconocimiento de sí mismos y de los otros. Otra manera de decir que, aunque inmersos en el mundo

23

Cit. Ricoeur, Paul. Retórica-poética-hermenéutica. En: Estudios de filosofía, No. 4, agosto de 1991, p. 93.

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meritorio, poéticamente habita el hombre, porque sin el universo simbólico éste no tendría redes, cultura ni sentido.

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