Poesía y filosofía

August 6, 2017 | Autor: Luis Beltrán Almería | Categoría: Filosofía, Poesía, Hermenéutica, Filosofía Y Poesía, Hermenéutica, Transdisciplinariedad
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Descripción

Poesía y Filosofía Luis Beltrán Almería Andrés Ortiz-Osés José Luis Rodríguez García Fernando Romo Feito con un prólogo de

José Antonio Escrig Aparicio

C A L A M B U R E N S AY O , 9

ÍNDICE

El Grupo de investigación Riff Raff, pensamiento, cultura y estética agradece la ayuda a la edición de este libro del Departamento de Industria e Innovación del Gobierno de Aragón y del Fondo Social Europeo de la UE

© 2015 Los respectivos autores: Luis Beltrán Almería José Antonio Escrig Aparicio Andrés Ortiz-Osés José Luis Rodríguez García Fernando Romo

© 2015 De la presente edición: calambur editorial, sl c/ maría teresa, 17, 1º b. 28028 madrid Tel.: (+34) 91 725 92 49. Fax: (+34) 91 298 11 94 [email protected] • www.calambureditorial.com calambureditorial.blogspot.com • facebook.com/CalamburEditorial • @EdCalambur Diseño gráfico: & Ilustración: xilografía del libro de Camille Flammarion: L'Atmosphere: Météorologie Populaire (París, 1888)

isbn: 978-84-8359-310-3. dep. legal: m-3009-2015 Preimpresión: calambur. Impresión: pulmen Impreso en España — Printed in Spain

[Prólogo] Un coloquio sobre la poesía José Antonio Escrig Aparicio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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* Genealogía de la poesía Luis Beltrán Almería . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 La contuición poética Andrés Ortiz-Osés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 Poesía, sociedad y NOSOTROS José Luis Rodríguez García . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 Sobre poesía y Hermenéutica filosófica: ¿un diálogo? Fernando Romo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181

* [Epílogo] Poesía oriental-occidental. De Lu Ji a García Lorca Andrés Ortiz-Osés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217

[ p r ó lo g o ]

U n co lo qu i o s o b re p o e s í a José Antonio Escrig Aparicio

Tenemos a cuatro buenos profesores y un tema endiablado. Ellos lo han escogido libremente, pero no es un tema de moda, vivimos en los tiempos de la prosa. El afán de pensar en lo poético es cuando menos curioso. Los cuatro buenos profesores saben, por teoría y por práctica (Ortiz-Osés y Rodríguez García son también poetas), que ni el contenido ni el continente elegidos son de uso común. Y es que aunque no lo haya dicho antes, lo anuncio ahora mismo: han planteado su libro como una conversación meditativa. Se leen y escriben, a veces incluso se confiesan. El resultado es un libro más abierto de lo acostumbrado en la academia, más generoso. Pero esto no es una reseña, es una presentación, si se lo adelanto al lector es por las consecuencias que se derivan de su elección y por la posición que adoptan los autores con respecto a su tiempo. Pensar en grupo sobre la poesía, analizar su lugar en la modernidad, su genealogía y sentido, es un gesto que, pese a su aspecto marginal, caracteriza nuestro momento de la historia, entronca con los mejores intentos de comprender la imaginación literaria. Sin ir más lejos, ahí está el impulso auroral, todavía no consumado, de los románticos de Jena. Por otra parte, la relación de la poesía con la filosofía es una constante en el pensamiento europeo de los tres últimos siglos, incluso en España. Demos la vuelta al título de este libro que tienen en sus manos y se encontrarán con el clásico de María Zambrano. O piensen en aquellas otras formas de conversación en penumbra (no bromeo,

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era un modo de hablar admirable), aquellas conferencias en Harvard donde Borges dijo aquello de «pero los libros son solo ocasiones para la poesía». Sobre todo me acuerdo ahora, a la hora de escribir este prólogo, de aquel ensayista menipeo del siglo pasado, José Bergamín, cuyas páginas en Beltenebros bien podrían sumarse a esta celebración. Quiero decir con esto que la voluntad de pensar en la poesía constituye un síntoma y una gran posibilidad para el tiempo de la prosa, y que ambas cosas, bien afrontadas, pueden ofrecer frutos de rendimiento general, más allá de los pequeños cotos privados en los que suele recrearse la crítica estéril. Veamos solo algunos de estos frutos, adelantemos algunos de los puntos de reflexión común que desde diversos enfoques (teóricos, hermenéuticos, vivenciales, culturales, estéticos y aun bajo los auspicios de Hermes) son abordados por los profesores de este libro. Como lector, destacaría al menos tres de ellos, que podríamos enunciar con forma de pregunta: 1) ¿Qué es la poesía? 2) ¿Cuál es el tiempo de la poesía? La tercera me cuesta más enunciarla, se me ocurren varias formas complementarias. Dejémoslo por ahora en 3) ¿Poesía, hoy? La primera pregunta parece sencilla, pero acaba resultando irresoluble. Ello prueba la pertinencia de formularla en el presente. A buen seguro, en otros momentos de la historia o bien hubiera resultado fácil responderla (ateniéndose a uno o dos ejes —la técnica, la belleza, etcétera—) o bien directamente no se hubiera formulado. Nuestra época se hace esta pregunta y los autores se muestran valientes al no conformarse con respuestas parciales, reconociendo su dificultad. De hecho se asoman a los muchos y dinámicos ejes desde los que ensayar respuestas y el resultado no es, desde luego, unívoco. La poesía acaba revelándose como un concepto volátil, proteico, inapresable. Aparecen respuestas retóricas, hermenéuticas, estéticas (el lector las irá viendo), respuestas que tratan de fijar una esencia

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y respuestas que trazan un devenir, que esbozan una genealogía. La impresión final es la de que, como concepto cultural de primera magnitud que es, el concepto de poesía acaba resultando un misterio. Coinciden nuestros autores en no esconder sus dudas, en intuir, incluso, que el término acabará diluyéndose, si es que el concepto no se ha diluido ya. Lo más interesante de esta consideración no convencional de lo poético (desde perspectivas muy diferentes, cierto es) es que sus límites o están abiertos o hacen lo posible por abrirse, como si en su propia dinámica estuviera contenido el destino final de desbordarse, y con ello, seguramente, desaparecer. Verán los lectores del libro que asisten a una conversación lúcida sobre la crisis de la poesía, pero no en el sentido alicorto que suele esbozarse («malos tiempos para la lírica») sino de una crisis crucial en su historia y en nuestro concepto de cultura o de vivencia, según cada autor. Pero con esto ya estamos entrando en la segunda pregunta (todas están, en realidad, entrelazadas y así aparecen también en el libro): ¿cuál es el tiempo de la poesía? Una de las constantes del libro es la pregunta sobre el carácter histórico o suprahistórico de la poesía. La evidencia de lo primero no ha impedido que sobre lo poético haya pesado siempre un discurso esencialista, habitual en los estudios literarios a la hora de enfrentar los «grandes géneros», pero especialmente la poesía. Fenómenos vinculados a su propio devenir, y que descubriremos en el análisis genealógico (su fundamentación en las tradiciones, su vinculación al lenguaje sagrado de los dioses, su blindaje retórico, etcétera), han consolidado una idea naturalista de lo poético que hace particularmente interesante la pregunta por su contingencia, tal como aparece formulada en varios lugares de este libro. La mirada al pasado conlleva un largo viaje que hace necesario recuperar etapas bien definidas, acordes con una idea profunda de la historia, capaz de recuperar las nociones estéticas que explican la evolución de lo poético.

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Se ven en el libro. La mirada al futuro arroja tres tipos de respuestas. Lo curioso es que todas ellas aceptan la desaparición de lo poético como un horizonte posible. La aceptación de ese final no apacigua la voluntad de resistencia del hermético (al contrario, la alienta), ni del hermeneuta que descubre en la apertura a lo contrario una posibilidad mayor de comprensión, ni del esteta que la reconoce como el estadio de un gran proceso, como la etapa de una gran tarea que acomete la humanidad. De esta forma, el Jano que conforma este grupo de profesores presenta la poesía en una gran encrucijada, en un abismo que ofrece provechosas lecciones. Ahora bien, ¿qué sucede en el presente? ¿Qué ve Jano en su tiempo? Las respuestas vuelven a ser variadas, dependiendo del grado de compromiso o distanciamiento con el horizonte de la actualidad. En el libro se ensayan de nuevo respuestas culturales, existenciales, estéticas. Y vuelve a sorprender una extraña convergencia, un acuerdo íntimo tras apariencias completamente distintas: hablan de la subjetivización. Tal sería el rasgo de la poesía de nuestro tiempo, el aspecto actual de su evolución. Normal que el poeta crítico sienta la carga de esta responsabilidad paradójica con la que lo abruma y relega el tiempo del individualismo (¿qué hacer?, se pregunta, y sobre todo ¿para qué hacerlo?). Normal que el poeta se aferre a los poderes de esta subjetividad cuando reflexiona en los límites de su propia vida, o que el profesor anuncie la esperanza de un futuro mayor, relate las contracciones y dilataciones de los fenómenos dentro de un proceso de más largo alcance, superior al presente. Y digo normal porque uno ha aprendido, leyéndolos, que la poesía moderna se funda en este drama, se representa en este escenario de la identidad. Anuncié tres preguntas, pero acabo de darme cuenta de que son pocas para presentar este libro. Al hilo de la última cuestión

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(las implicaciones de la subjetivización de la poesía en la modernidad, así como del propio pensamiento que se ocupa de ella de un modo autoconsciente), reparo en que hay un elemento fundamental y común en las pesquisas de los cuatro profesores: su preocupación por los límites de la poesía. Esta preocupación implica un movimiento: acercarse a dichos límites y tratar de precisarlos en sus respectivas áreas de interés. De la sinceridad y dificultad de este impulso deriva la generosidad a la que hice mención al comienzo. El empeño es generoso porque acepta jugar en terrenos imprecisos, en espacios de duda y de alta implicación. Trataré de explicarme. El profesor de filosofía poeta medita sobre los límites de la poesía en relación con el tiempo presente y escruta los mecanismos culturales donde esta poesía se da; examina sus posibilidades de acción en un horizonte que le concierne a él y a un nosotros del que se siente partícipe. Examina su futuro desde el último pliegue del presente, desde la posición más avanzada. No es condescendiente, se exige lucidez y adquiere conciencia de su posición (una resistencia hermética): por todo ello digo que es generoso, porque exige a su pensamiento un ejercicio de equilibrio entre compromiso y distanciamiento (recordemos que la segunda parte del título de este libro, de la que hemos hablado menos, remite al pensamiento, a la filosofía). Al examinar los límites de aquello que pretende estudiar (el sentido de la poesía hoy, las posibilidades en su crisis) se está llevando él mismo al límite de su forma de pensar y de actuar como poeta. «Lo único que pretendo es ser sensato, no parecer excesivamente desorientado» (164). El profesor hermeneuta poeta sitúa los límites de la poesía en un límite absoluto. Ese límite constituye la propia esencia de la poesía, según los parámetros con los que concibe el universo y la propia existencia. La poesía aparece como un lenguaje condensado, idóneo para la intuición simbólica de las cosas, para un conocimiento simultáneo del contenido y el continente

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(«flecha y herida», que decían los clásicos). Ese lenguaje ayuda a la tarea de reunir los contrarios, tal es su verdad, que se realiza siempre en la frontera, en el límite que separa las cosas. De manera que la poesía aflora en su pensamiento como una posibilidad magnífica en el propio límite, poesía y pensamiento se confunden. Y de repente nos encontramos con un texto condensado, autorreflexivo, personal, atravesado por poemas y rematado por aforismos (hermanos, según esta visión, de los poemas). Un texto escrito desde una experiencia biográfica liminar, la vejez, de la que se espera un abrochar sentidos, un conocimiento poético del conjunto de la propia existencia. «Se trataría de reunir al final el principio: el principio del fin» (108). El profesor de estética, al estudiar los límites de la poesía, descubre cómo se tambalean los cimientos del viejo universo culturalista y se ve impelido a la inabordable tarea de imaginar una forma nueva de explicación de la historia de la creación literaria, a trazar una cartografía dinámica, con planos que se cruzan en un sentido enriquecido del tiempo. «Me dispongo a emprender una tarea imposible» (17). El reto obliga a replantear todo. El estudio genealógico, además de frutos concretos (un panorama iluminador de los límites de la poesía moderna) enseña multitud de puertas, prometedoras pero dificilísimas de abrir (replantearse la naturaleza de la tradición, por ejemplo). Es camino largo y solitario para el que se precisa de un prosaico heroísmo. El profesor de hermenéutica entiende la relación entre poesía y filosofía como un desencuentro. Indagar acerca de las disparidades que ofrece hoy la hermenéutica sobre este problema le permite repartir deudas contraídas con los más ilustres pensadores y resituar las preguntas a la luz del problema de la muerte del arte. «Solo podemos atender a la posibilidad abierta e intentar comprender la situación» (204), concluye. Aquí lo dejo. Soy consciente de que cuanto he dicho puede resultar abstracto e inconcluso. Es lo habitual en situaciones

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donde uno trabaja desde el privilegio de haber leído algo que los demás aún no conocen, la situación habitual en los prólogos. De ahí que los lectores avisados suelan leerlos al final o, mejor aún, prescindan de su lectura. A éstos solo me cabe alabarles el gusto y, a todos, decirles con alegría aquello que toca y me compete: Pasen y lean.

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