Poesía para el cuarto jinete

July 8, 2017 | Autor: Alex Machaguay | Categoría: Contemporary Poetry, Literatura
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Descripción

Poesía para el Cuarto Jinete.






























"Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que
decía: Ven y mira. Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba
tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre
la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con
mortandad, y con las fieras de la tierra"
Apocalipsis 6:7-8































A modo de prólogo

El Cuarto Jinete es un símbolo mío. Refleja lo que he aprendido y des-
aprendido en escenarios inocuos. Habitaciones de hospital por ejemplo.
Donde yo no caminé por estar enfermo, sino por limpiar los pisos y los
baños en uno de mis trabajos esporádicos.
Vi la sangre, la efervesencia de cuerpos vivos, infantiles, enfermos
y risueños; con fiel esperanza de salir a jugar sin tubos atravesados en
las costillas. Vi también la muerte. Escuché llantos desconsolados, y vi
los ojos llorosos de las enfermeras sentadas en el patio con la mano hacia
atrás sosteniendo un cigarrillo. No sé cuánto me demoré en escribir este
poemario, pero sé que comenzó ahí. Aunque haya salido todo de una
experiencia, de una visión y vivencias particulares, aquí no hay nada que
antes no se haya dicho. Porque el cuerpo del mundo es un solo gran cuerpo
que tiene una sola gran boca.
Cuando ayudé a vestir a un niño muerto para el encuentro con su
madre, quise crearme una esperanza para llenar el vacío que nunca logró
mantener la religión: el vacío del tiempo, los límites y la ilusión de
trascendencia. Enaltecí el rol de las pulsiones, para creer que el llanto
de esa madre, no era más que el llanto de una mujer generado por reacciones
químicas, información neuronal y convenciones sociales. Quise pensar que
cualquier convención social es el resultado último de ánimos sincrónicos;
cosas que comenzaron a sentir los primeros hombres de la misma forma que
sienten los presentes. Quise imaginar que el llanto de una madre era una
brizna de polvo en el gran compendio del sufrimiento humano, y que el
sufrimiento humano es una brizna de polvo en los archivos de la existencia.
Quise hacerme pequeño, para que la extraña contracción que sintió mi
corazón al ver sus lágrimas caer sobre mejillas frías, no fueran más que
gotas invisibles dentro de un cántaro universal de lágrimas. Quise crear un
puente que me trasladara desde el Tigris, el Éufrates y el Nilo, hasta los
minúsculos ríos que corren en mis venas. Quise meter al mundo en un huevo
de cristal para creer que la angustia de aquella mujer, y la mía, podían
ser sentidas por cualquiera que viviera o haya vivido en ese huevo. Porque
la angustia es universal, como lo son todas las situaciones y las emociones
que existen y existieron.
Llegué accidentalmente a la conclusión de que no hay nada en el mundo
que escape a la influencia del cuerpo mismo en las emociones y estratagemas
del hombre y la mujer. Tenemos el cuerpo en común, el cuerpo siempre es la
base. Por lo tanto no existen poderes inamovibles, ni tradiciones
inquebrantables, ni seres inmortales, ni sacrificios necesarios, porque
todo poder máximo es poder corporal y mi composición química es la misma
que la de cualquiera vivo, muerto o por nacer.
El Cuarto Jinete es quien planta su semilla pútrida que enferma al
ser humano con la idea de que nacimos con derecho a la ignominia. El Cuarto
Jinete es quien genera la necesidad del acaparamiento y el atosigo
cancerígeno. Esa es su cruel forma de enfermarnos y matarnos de hambre,
desesperanza y soledad.
No envío un mensaje nuevo. Este libro es para recordar lo obvio,
porque El Cuarto Jinete nos hace olvidar que así como vivimos, dejamos de
hacerlo; que no somos más que lúgubres piezas de carne puestas en un juego
de ajedrez en el que combaten infinitamente el azar y el tiempo.


Alex S.








I

Estás entumida, niña
¿cómo llegaste hasta aquí con los pies descalzos?
¡Estás tan flaca!
los huesos se te salen de los hombros
veo tus costillas ¡estás tan flaca!
Tienes sangre en las manos, niña
déjame ver:
tienes dos flores clavadas en la cara
dos balazos bajo las flores
y un tajo abierto bajo los agujeros de bala.
Cae tu pelo de cebolla sobre la frente
esconde una tibia purulencia grasosa
y una cicatriz con forma de estrella.
No te rasques las costras del corazón, niña,
te va a quedar una marca por siempre,
mejor ponte a dormir bajo los sauces del patio
acurruca tu cuerpo al tronco viejo y húndete con él,
con él y su música de grillos tristes
podrás cubrirte con la tierra húmeda
sentir el calor primigenio,
enmudecer de a poco,
como un barco que se aleja moviendo las últimas aguas.
Niña,
serás fiel a las lombrices en escasez de muerte,
caminarás por campos de ceniza
dejando el olor a cuerpo y pólem
verás centellas a lo lejos,
hombres con cáncer en las manos
niña,
serás como el pino donde duermen las polillas
vuelve por tu camino
sube cada estrella y no te pinches las manos
verás tu sonrisa de luna negra
cuando los ángeles toquen sus trompetas en mis oídos.













II

La mujer pone los dedos como una Vé
o un cinco romano
y pasa la lengua por el medio.

La señora traga pastillas;
el olor a cigarro se mezcla en la ropa sucia
el brillo en las gotas de sudor
y el aliento en el aliento

El príncipe sostiene en sus manos
la cabeza del bufón
y la besa en la boca.



































III

Afuera es de noche y adentro también.
Abrí un frasco y adentro era de noche.
Hice una casa de naipes y lo mismo.
Los gallos duermen parados sobre una pata,
con la piel herida, los ojos abiertos
y una flecha que va desde el cuello hasta la cabeza,
como lanzada desde abajo.








































IV

Fueron águila y moneda
mira el mapa que te dibujan las luces
mi cuerpo sigue sentado en la playa
la playa era un campo minado
llevabas un vestido azul.

Fueron hombre y escarabajo
mira las manchas en tu vestido
mi cuerpo está de rodillas frente al mar
llevabas un vestido blanco.

Fueron sudor y carne
mira el suicidio del cóndor
mi cuerpo está tendido en la arena
llevabas un vestido rojo.

Fueron sangre y herida
mira la cicatriz que cruza la tierra
mi cuerpo está olvidado
llevabas un vestido negro.



























V

la sangre vieja se evaporó
los barcos no tienen prisa
el velo se corre despacio
la tenue caída de la esperma
las letras se desdibujan
el papel se regenera
las burbujas bajan
el tercer ojo está cerrado
la daga de Caín
cántaro de agua quieta
sintoniza el color del viento
y es como si dejaran de parir
abres dulcemente las piernas
roca de musgo seco
parábola perdida
manantial fúnebre
oreja cerrada
estirpe que se detiene sin mirar atrás
pechos cosidos a mis manos
lóbrega fauna muere despacio
queltehues cantan a lo lejos
un piano se llena de polvo
un pianista de gusanos
dentro de ti no hay palabras
la sangre vieja se evaporó






















VI

flashback:
veo sus piernas en la umbra
la mano que no dejó de caer
tu sombra en un columpio
el dibujo de un pez
y eso que llamaste deseo

Tienes la ventaja de ser una lluvia nueva
un desgobierno
el arrecife olvidado en altamar
donde se van a perder las aves
que no encontraron donde dormir.



































VII

El requiebro de sus párpados
en el funeral de mis córneas
la ceniza estaba helada
llenamos de papel una fogata
los meteoros me rozaban
era un niño de cristal
una estatua de jade
puedo volver sobre mis pasos
abandonarme a cada huella
esperar la sed
en los espacios de tiempo
como los hijos del pelícano
hacer gárgaras con la sangre del pretérito

























.









VIII

Tierra silvestre, montañas de carne hierven con el alba
grita el pellejo de la noche con el filo de aquellas manos.
Prístina sangre menstruación
camanchaca de luna menguante.
Abre la boca nínfula mariposa nocturna
deja de gritar
Sonidos
cúpula sagrada en el monte de los perros.
Violeta pálido
río de flores blancas
Se encoge de nuevo, luna, satélite fantasma,
ladridos, primavera y vida otra vez.
Persephone te ocultas y el invierno
el tierno reflejo de la muerte en un vaso de cristal.
Abre la boca, nínfula mariposa nocturna
vivo color escarlata de tus amígdalas
entonando himnos, cambiando de forma.
Ovidio, Kafka
Nomeolvides, nomerecuerdes
des-dibújame con tus dedos de princesa tarántula
mariposa nocturna nínfula morena dibújame,
pon la sal sobre la fogata e invócame,
tres veces en la noche de San Juan.
Soy el rayo más arbóreo de la tormenta,
una estría gigante sobre el páramo de tu cielo menguante.





















IX

Sacudo el frío de las sábanas y acurruco al niño Andrómeda
frazadas, cadenas, trayectos, dioses, maestros, lápices, verborrea
se aleja terrible la carne de nosotros,
deja un rastro de vapores invisibles,
como el fantasma de un tren que pasó.
Vagabundaje, camanchaca, desierto en las sábanas del hospital
llueven moscas sobre su plato de comida,
se transforma el niño Andrómeda
los pies descalzos van acumulando camino entre las redes microscópicas de
la piel
vuelve a tu tierra,
tráeme la cicuta molida en una flor de loto y reza por nosotros.
Serás el fanático más abyecto del fuego fatuo
escribirás con cincel y martillo sobre piedras arcaicas
lenguajestéril, lenguajextremo,
lirio, cala, ciprés,
Código secreto, esquizofrenia momentánea
olor a grasa, órganos, madera, gusanos, miasma, purulencia
Nínfula morena noctámbula
los cadáveres más hermosos quedan bajo la nieve,
el frío de los símbolos en su estante de hielo
y la Salvación.


























X
Se nos olvida que
tenemos una oscuridad por dentro
palpitaciones, líquidos, carne
corazones ahumados
(exhumar la fragancia del cuerpo)
hedor, pus, excreción, bilis
sábanas manchadas con vómito
el aliento y la saliva
manchas de vino rojo en la almohada
escamas de piel blanca
flemas, irritaciones, sequedad
resiliencia de la carcasa
la carcasa que corre monte arriba
la carcasa que nada en el río
la carcasa que dibuja mapas
la carcasa que ama
la carcasa que ríe
conexiones neuronales
tenemos una electricidad por dentro
y una resistencia
pasa la lengua por los cables
doscientos veinte voltios recorriendo la espina
explosión cerebral, quema de órganos
el rayo que atravesó a Justine
el rayo más arbóreo de la tormenta
hermoso y fugaz, nadie volverá a verlo
como una estrella que desaparece ahora
y desapareció mil años antes
junto con un millón de razas
apegadas al fuego
apegadas a la rueda
apegadas a Cristo
apegadas a la máquina de vapor
apegadas a conquistar
apegadas a la guerra
apegadas al internet
un astro desaparece en medio de la noche
apaga las velas del candelabro
pon dos monedas sobre mis ojos.









XI

El puñal se clava en medio del torso alcanzando a romper el plexo. Corre
una pequeña gota de sangre, traza el camino, tomas mi mano y gimes;
violencia de cartílagos, pescuezos, dientes, incisivos, molares muerden
orejas. Jugamos a la bestia de dos espaldas en silencio contrayendo el
estómago para ahogar la euforia: de vivir, de estar vivos, latiendo,
vibrando dentro y fuera de la carcasa. La tierra amorfa gira bajo nosotros
caminando en un espacio lóbrego. La tormenta solar, las nubes cubriendo la
luna y la frazada polilla, pulga, zancudo, carne, sexo, alimento caliente
para el insecto primordial; la serpiente Samael acurrucada en los brazos de
Lilith. Tibia flor de loto cascada manantial paisaje de fuego abres la
tormenta siento la lluvia caer sobre mi rostro. Pon dos pétalos sobre mis
ojos y cierra el ataúd con siete estrellas, mujer.






































XII

Doce signos zodiacales
la esperanza en una camilla marrón
recostada con las piernas abiertas
enfermeras limpian la menstruación de la niña en coma
tiene catorce y un
T(raumatismo)
E(encéfalo)
C(raneal)
cerrado grave
limpio gotas de sangre y orina con el trapero.
Pienso:
la soledad del cuerpo
la oscuridad interna, la primera, la de mi madre
ese veintiséis de noviembre caluroso en el que nací
con el que me vuelvo a encontrar cada día
a las 6:45 cuando suena la alarma.
Abro la puerta,
la tarántula de sangre y mi cabeza
por la puerta nace el día todos los días
es como si no dejara de nacer
encerrado en una crisálida sellada
con una costra purulenta
El día en el día,
la noche, ausencia de luz
aparición de circunloquios parecidos a ella
la niña en coma con un TEC cerrado grave
y otra más lejana cuyo nombre no recuerdo
cuyo nombre resbala por mis labios
como un manojo de vidrio molido
siento caer caliente la sangre por mi mentón
hasta mi cuello
fibra por fibra se enciende el dolor
célula por célula
átomo por átomo
Dios golpea la puerta del enfermo
trapea su suelo, lee la biblia y menciona su nombre
tetragramatón
te dolerá la semilla que llevas al vientre
punzando como un balazo
el espermio recorre millones de décadas
linaje y apellidos para llegar
a la gota de sangre en el suelo del hospital
sangre y esperma
la niña en coma con un TEC grave
el nombre que duele al pronunciarse
el nombre que es todos los nombres
duele como morder un manojo de vidrio molido
como cortarse las encías con acero quirúrgico
duele como recorrer de la mano una costa increíble
con pájaros llevando estrellas de mar en el pico
la arena hundiéndose a nuestros pies
húmeda
te sientas de espaldas al horizonte
me saco los dientes con un alicate
mientras cantas una melodía parecida
a la cantata del juicio final
una canción estruendosa como el big bang
un riff de guitarra eléctrica que dura horas
y horas, y horas
la misma nota, un Do,
la vibración de las montañas levanta los árboles
los hace volar
hasta chocar con el cielo y quebrarlo en mil pedazos
gritas, como nadie ha gritado antes,
gritas dentro de una crisálida sellada
con una costra purulenta
gritas en la gota de sangre del suelo del hospital
gritas en el idioma de los signos zodiacales
gritas de Piscis a Virgo y de Virgo a Piscis
completas el círculo con una matemática perfecta
comprendes el lenguaje infinitesimal de la existencia
pero no eres más que carne y vísceras
no eres más que carne y vísceras
no eres más que carne y vísceras
no eres más que carne y vísceras
no eres más que carne y vísceras.




















XIII

Era una mañana hermosa
como el cadáver enganchado a los juncos
en la orilla del río.
Agita el agua al cuerpo como a una bandera
el cuerpo agita su sangre cataléptico
los labios se vuelven púrpuras
parecen besar al cielo.
Las nubes tuercen su cabeza de aire al río
cantan los queltehues
y me hundo en la continuidad de tu iris
como si fuera lluvia.




































XIV

Ese paso que di en la mañana camino al lugar y el lugar que dio un paso
hacía mí era como el agua fría montando su cuerpo sobre la cara entumida
perfumada oliendo a cáncer por ese paso con la planta de pie dura sobre el
cemento de la calle que no era mi casa era otra parte muy lejos de lo que
yo alguna vez podría llamar hogar.

Tus ojos puede ser entremedio de tus piernas donde misticismo mezcla
vapores adorables con mi lengua y el esófago tragando todo ese jugo y ese
juego en mi estómago creando una copia parecida a nosotros con el almuerzo
y el desayuno me encanta tu sabor de piel florecida en pantanos lúgubres
como la luna roja o mi habitación cuando estoy solo yo dentro mirándome las
manos enseñándome a quererte menos con libros en la cara y los cartílagos
duros huesos rotos por dentro líquido corriendo por fuera de mis venas como
las botellas de cerveza frías casi congeladas que tragué como Gargantúa a
la orilla de algún abismo que no recuerdo pero con el que no dejo de soñar
siempre sueños eróticos casi fantásticos sueños vívidos como si hubiese
sido hoy en la tarde pero también mañana y antes de ayer y en otra vida
como si hubiese nacido con el vientre hinchado embarazado de un pequeño
duende que traga y vomita las vicisitudes del mundo en una copa de cristal
tipo cáliz de oro que se menea entre los dedos gigantes del cuerpo gigante
que crean todos los cuerpos unidos del mundo en un solo hombre parecido a
mí pero más terrible avanzando hasta los océanos pisando hasta el fondo de
los caminos abisales dándome un baño de tina en el Pacífico con la puerta
abierta dejando que todos miren a través de internet como trago mares y
bosques Atlántidas y florestas araucarias centurionas y montañas
acinturadas animales rinocerontes gigantes limpian entremedio de los
dientes la basura los perros de la calle los vagabundos y los edificios del
congreso de cada país atrapados en el molar premolar incisivo la lengua
gorda sacándolos con el rinoceronte y un pintor retratando a lo lejos la
escena en un espejo mirándose a sí mismo sobre el océano y el pintor soy yo
y el pincel yo y el cuadro: yo riéndome terriblemente haciendo temblar al
cielo hasta hacer llover estrellas filosas sobre campos de trigo cortando
cabezas de personas que soy yo y cortando los cordones umbilicales de miles
de nacimientos al mismo tiempo mientras el mundo se inunda con mi baño de
tina y yo muerto de risa enjabonando mis axilas con un gran iceberg
perfumado con los pinos que crecen como países en el sur

Soy la sombra de algo que no logro distinguir puedes verme bajo la niebla
¿puedes ver la niebla siquiera bajo mis pies? es el aliento de la tierra y
yo su comida y la tierra la tierra y la carcasa la carcasa.

Y el Cuarto Jinete, dormido sobre su caballo, no para de soñar con nosotros














XV

Todo sería menos frívolo sin moscas rondando sobre la ambrosía del miasma.

Una vela con forma de flor deja caer su esperma sobre libros de poesía
(nadie se preocupa por ellos).

Suelen ser los hijos ingratos los más heridos.

El párpado hinchado de pena parece colina críptica

Si fueras como el mar parirías peces, tragarías lunas y vomitarías luceros;

serías como los dados lanzándose al vacío

Mira los cuatro puntos sobre la cara blanca (norte sur este oeste)

Las facciones duras y el plato vacío; alarga tu mano y coge la copa porque
yo no beberé de ese cáliz;

yo no beberé de ningún cáliz que no sea tu boca abierta.






























XVI

El labio superior sobre la taza
el té sube por la boca
deja un calor genital en ella
luego comienzas a hablar
supuras palabras por el cuerpo
tienes olor a texto
escribes poemas en las paredes
detienes el reloj
vuelves a tomar la taza
tratas de entibiar tus dos manos
porque hace un frío de mierda
puedo ver el aliento que exhalas
infiero que algo hierve dentro de ti
dejas la taza sobre su plato
dentro de esta habitación
no suena nada más que la porcelana
y la mala electricidad del refrigerador
pienso en el demonio
que diseñó la terrible simetría de tus labios
siempre que pienso en ellos están cerrados
siempre que pienso en el demonio
está de espaldas a la pared
comiéndose un ramo de flores.
























XVII

A voluntad
no puedo dormir
no puedo quedarme despierto
no puedo controlar la velocidad de mi sangre
no puedo cambiar la tonalidad de mi rostro
no puedo disminuir el temblor de mis manos
no puedo controlar mi temperatura
no puedo ignorar a mis instintos
si ignoro al hambre me muero
si ignoro a la sed me muero
si ignoro al placer me marchito
si me marchito es con calma
si me calmo envejezco
si envejezco no me doy cuenta
si no me doy cuenta olvido
si olvido es para siempre
porque de verdad
nunca hice nada
a voluntad.




























XVIII

Tengo más de un cuerpo en mi cuerpo
No sé cuántos cuerpos
No sé quienes son
los voy descubriendo de a poco
Juego con ellos y los maldigo
o hacemos la ronda de San Miguel.

Un día, los desgraciados, harán un motín
me encadenarán a un mástil y saldrán a la calle,
porque la verborrea es pecado
y los cuerpos lo saben
por eso es que no hablan
son silenciosos eunucos
sin profeta ni castillo.

A veces me sale una mano por la boca
toma lo que encuentra y se lo lleva
Allí cuchichean dentro de mi estómago
y vivo constantemente embarazado de mí mismo.

Tengo la impresión de que son tres
a uno lo llamé Nube.
A él solo puedo verlo en invierno
y siempre se va al cielo.
Al otro lo llamé Piedra
porque es el que más pesa dentro de mí.
Y al otro lo llamé Silencio.
Él se para al lado de mi cama
y me mira con ojos de humo hasta que despierto.

Una Nube lanza Piedras al Silencio
Una Piedra lanza Silencios a la Nube
Un Silencio lanza Nubes a la Piedra

Giran tres cuerpos al rededor de la carcasa
juegan a la ronda las nubes, las piedras y el silencio
luego se aprietan hacia el centro y dejan que los cubra la carcasa,
que los guarde en su ataúd de mentiras,
porque después de que me toque ser carcasa
seré la piedra
y la piedra será silencio
y el silencio será nube
y la nube será carcasa
y volveremos a jugar.



XIX

i
Es un templo, dicen,
respira con momentos.
Se pone cámbrico.

Son estatuillas de sal
en movimiento.

Prometeo entiende
el tiempo y el dolor.

Desgaste, sonrisa, vibración
panal de abejas, danza, funeral y tú.

ii
Te encontré
cuando las hojas se pusieron amarillas.
Pudo ser el amago de saludo
un leve torcer.
hubiese reinado por un momento
en la anarquía de tus ojos.

El mundo es un pañuelo, dicen,
pero todavía busco la metáfora del tiempo.
La metástasis del óxido
entre las redes invisibles de la distancia
y de la ausencia.

iii
Creciente sarampión del concreto
esquinas como paredes
paredes enarbolan su enfermedad
edificios con sarna supuran memoria
muertos de hambre
caminantes de garúa humedecen el ambiente
alimentan al gran musgo del olvido,
y nosotros camuflados
tras el bramido de la quimera
arrullamos la profunda desesperanza
de vivir dentro de un cuerpo seco
al que llamamos Ciudad.





XX

Pensé con la copa en la mano
pero pensé con el estómago
que la poesía era sangre
por lo tanto coágulo,
tumor y várices.










































XXI

Bilis cayendo
por la comisura de tus labios
lentamente como esperma.
Se te quema el aliento
tu olor es una obra de arte
cuando tienes los ojos puestos
en el Cuarto Jinete.
El potro hecho de aceite
se resbala en medio del apocalipsis
deja salir un breve relincho
antes de disolverse con la tierra
y enfermar de soledad al mundo entero.



































XXII

Por los ojos negros del caballo
pasan como película
todas las imágenes felices de nuestra estancia en la tierra;
se ve al hombre de las cavernas mirando la luna
a las comunidades australes de Chile en pleno rito del Hain
veo los carnavales dionisiacos en Grecia
las fiestas de la vendimia sajonas y germanas
veo a Buda sentado bajo un árbol
y el festival de los cometas en un pueblo de China
veo a Cristo sonriendo
veo la boca abierta de Vishnú
veo marchas estudiantiles
y a Borges sintiendo náuseas.
Veo una gaviota en picada sobre el mar
y a Hemingway fumando su pipa de marfil
veo un casamiento mexicano
balas por los aires; el cenicero de Bolaño
veo la mano izquierda de Cervantes
girando la hélice de los molinos
veo los anteojos de Quevedo
la sonrisa de Pizarnik en una habitación oscura
veo la navaja de Lira
veo un planeta hecho de techos de zinc
mientras escucho una musiquilla de pobres esferas.























XXIII

Sobre el cuerpo
crecen flores
anidan caracoles
la cálida humedad de la tierra
disuelve las hojas del otoño
mientras se arrastran orugas coloridas
moviendo las finas hebras del pasto
que ensarta el rocío de la mañana
para las mariposas que salen a beber
con su roja lengua larga
el vestigio de la garúa
que cayó la noche anterior
por todas las esquinas de este barrio
sobre todos los techos
y postes de luz
que transformaban la llovizna
en un oleaje naranja
entre la pelea de cuchillos brillantes
que reflejaban la luna por ignominia
y hacían caer al cuerpo
sobre la tierra.


























XXIV

Quiero conocer a los espíritus
quiero conocer la forma de los espíritus
el cine ha dicho: tienen la forma del cuerpo
¿y el cuerpo?
Tiene la cara de YAHVE
el cráneo de Adán bajo la cruz
tiene la sangre de Jesús
en la copa de Arimatea.

Yo he dicho: una flor para una flor
y he asesinado a la mujer.
También he dicho: la flor del pantano
y he creado un pantano para la flor.

El Cuarto Jinete dejó caer en la tierra
las emociones de bolsillo,
la burocracia y la cerveza sin alcohol.





























XXV

Alguna vez lloré por miedo a la muerte
y fabriqué interminables letanías.

Llegué llorando al mundo
porque se me hacía poco el tiempo
para entibiar los rescoldos de la estirpe.

No puedo abrazar a todo el mundo
ni abarcar apenas una fracción de la belleza
con la sola mirada,
y si aún así pudiera,
no puedo conocer los misterios increíbles
de lo que no se puede ver.

Tengo el don de la melancolía
o el talento de los hipocondríacos
para sufrir con el sufrimiento que no se tiene;
para chapotear con el vómito de la poesía,
con la increíble quietud de las estrellas,
el sórdido ganado humano,
la profundidad del espacio negro,
la luz interna de los peces,
el lenguaje de los animales,
la bioquímica del amor
la máquina del cuerpo,
la función de los insectos.

He visto paisajes cámbricos
donde la luz se fuga
y pierde el equilibrio.

Estoy entre dos páramos
podría decir:
la vida y la muerte
o decir:
una frontera que divide nada.

Estoy en esa frontera
de insolación y fiebre en la penumbra
o escuelas vacías
acurrucando la nostalgia del ruido.

Estoy en la respiración del mate
y la tos del enfermo.
Puedo escuchar
mi propia voz
en un grito de la calle.
¿Darle agua a mi reflejo
o dejarlo morir de sed?

Yo me burlaría de mí
reiría sin parar
atravesaría los umbrales del ego
cruzaría de espaldas
campos minados desiertos,
lugares deshabitados hace años
donde la luz no llegó jamás
y la noche se pegó a las paredes
y las paredes son de arena
y la arena
pequeños trozos
de lo que alguna vez
fueron hombres y mujeres
enfermos de oscuridad
fríos como la luna
gélidos como la camanchaca del norte
y el hastío de las calles grises.




























XVI

Alguna vez
el Cuarto Jinete lloró por miedo a la muerte
pero más ha llorado por miedo a la vida
¡Salve!
Vuela en tu caballo y llora por nosotros
¡Ave, Caesar. Morituri te salutant!









































XXVII

Amamantada por leche de ancianas
me hice vieja en el sucurucho de la miseria
congelé mis manos al amparo de la noche
creí perder mi nariz en peleas callejeras.

Enlutada por el río de sangre
que corre bajo mis pies,
he caminado los cementerios
cantándole canciones a la crueldad.

Como el martirio de las noches sin luna,
soy un orgasmo luminoso en la avenida del engaño.
En el baile de la ignominia
me gusta vestirme de negro
con faldas ajadas,
para decirle al espejo
que soy la fina belleza de la traición.

Frente a la polución del poeta:
mi vientre infértil,
la teta pobre
la bandera blanca,
la puta fea.

El Cuarto Jinete me lleva en su caballo
como a una princesa hedionda a ajo.

Yo le sonrío al milagro de la enfermedad,
y construyo el color de la sangre
mezclándose con el líquido de una jeringa,
el olor de las anestesias
y los llantos,
todos los llantos en frascos de vidrio
colgados en mi pared.














XXVIII

Una lágrima de mar
transparente y fría
viene a tus pies.
Te pones de rodillas en la arena
(desde aquí pareces sonreír),
abres tu boca lentamente
y tragas con los ojos cerrados
envuelta en expresiones de placer.

Una lágrima de mar
rueda por tu esófago
mientras dibujas en la arena
un ojo de veinte metros
que parpadea
cuando las olas rozan
sus pestañas de alga y cochayuyo.

Una lágrima de mar,
eres tú
cuando te acuestas de espaldas
bajo el gran ojo de arena
que llora cientos de gotas perlas
en la bahía
donde duermen gaviotas grises
y pelícanos piojentos,
donde duermo a veces yo
acurrucado bajo una escalera
entre gatos y plumas rojas
hediondas a sal y sangre.

Aquí mi juicio se volvió biscozo
como la lágrima que te tragaste
envuelta en expresiones de placer
engullías mi corazón de vidrio gelatinoso
para recalcar
ante jaibas y lobos de mar
tu condición de cruel utopía.

Toma tu corona de algas
reina de esta playa pútrida,
encomiendo mis dolores
y los infartos venideros
a tu cáncer de diosa fúnebre
a tu vómito glacial
y tu cara de niña pobre
y tu cara de niña sucia.

En cada playa vacía
hay una lágrima de mar para ti
esperando a que te ahogues
con la curva de tu gracia
en el sol de la mañana.

Una lágrima de mar
y una cama de arena
será la habitación inmortal
donde dormirás
los siglos venideros
sin decir palabra
en secreto
llorarás las perlas
pagando en joya tu condición
de paisaje virgen y grotesco

En cada playa vacía
hay una lágrima de mar para ti.

Rodarán hipnotizadas cuando camines
por tu aroma de carne y azufre dulce
como los niños huérfanos corrían
detrás de cada madre que pasaba.

Con las olas medirás el tiempo
y te cubrirás del granizo y el trueno
con el párpado de arena que dibujaste.
Cuida tu corona y tus recuerdos,
trágate las lágrimas del mar
envuelta en expresiones de placer,
mírame morir despacio
devorado por los gatos
en el silencio de tu nuca,
descuartizado en esta bahía del olvido.














XXIX
Sol espumoso violeta
gira tras la mampara de vidrio una imagen
el aliento de ese adiós
la tortura en camas de vidrio
mancilladas están las manos
cosidas a mi espalda
tus pestañas son espinas
gira con tu vestido violeta
la ultra violeta
el calor del orbe
la nutrición de los espejos
eres tú peinándote
pintándote los ojos
pintándote los labios
haciéndote sangrar la boca
te dibujo con el vapor de mi aliento
en las ventanas
con un solo dedo
marco tu figura cándida
enciendo una vela
apago las luces
me arrodillo
tu altar es un copihue fresco
el frío del sur
un cadáver en el río
las más humanas aversiones
y corriendo como perro
arranqué la pavorosa sensualidad
de los árboles caídos
troncos añejos
son el suelo de este bosque
y la Pincoya sale a buscarme
con su vestido de algas
baila de espaldas al mar
yo convulsiono a la orilla de la playa
esperando morir
mi cuerpo gira como un planeta
mis huesos comienzan a hervir
son leche blanca y espesa
que bebes sin quemarte la boca
porque tu boca es de fuego
y tu estómago es el infierno
donde duerme El Cuarto Jinete
muerto de frío
resfriado
por su propia enfermedad
cuarenta grados de fiebre
se traga los mocos
respira agitado
tiene tos de perro
tufo de muerto
los ojos llorosos
le dice a sus compañeros
que el apocalipsis tendrá que esperar
hasta que se mejore
y se tapa con una frazada
se cubre la cabeza con una almohada
cuando te oye por dentro
cuando escucha las palabras
al revés
cuando está dentro tuyo
cuando siente la tibieza de mi cuerpo
cerca
se muere de frío
se tapa con dos frazadas
El Cuarto Jinete
no soporta cualquier indicio de vida
cierra la puerta
cierra la puerta
no dejes entrar a la Ultra Violeta
encantado de conocerte
me quemas los ojos
me hierve la bilis
se me quiebran los huesos del cuerpo
siento un dolor
que prefiere ser muerte
siento un dolor que prefiere ser
un golpe en la cara
bienvenidas sean las balas perdidas
en este momento de suicidio tácito
un cigarro son cinco minutos menos de vida
y el aire se me muere
en una fatiga espiritual
que prefiere ser
una fatiga por tanto correr
de un lado a otro
correr como perro
espantar a las palomas sucias
corriendo
llevando un mensaje en el hocico
una botellita de licor
un manantial de perfumes viejos
olores olvidados
olor a hospital
olor a infancia
olor a soledad
sabor a vino y riqueza
sabor del oro hirviendo en mi boca
y la sangre dorada
y los dientes de fierro
cortando mis manos con la boca
moliéndome la carne a mordiscos
me suicido en público
a ver quién se atreve a recibir
una mordida en el para-lenguaje
hallar la médula de la poesía
y encandilarse con la sufriente
con la triste y graciosa fatalidad
la estridente caída
el eufórico destierro
la explosiva muerte
la gélida traición
gélida traición a la vida
es enfermarse con querer
es enfermarse de sociedad
estoy enfermo de saciedad
tengo personas corriéndome por el cuerpo
sudo palabras negras por la noche
las letras se quedan pegadas a las sábanas
parecen insultos
o pequeñas cosas
dichas por pequeños labios
azules de frío interno






















XXX

Se escuchó un trueno
al fondo del mar
y el agua se volvió pus.












































XXXI

Entornar la cabeza
para no mirarme
cubrirte las manos
una con otra
te lloran los ojos
me exilia tu mentón
me acostumbro a la forma de tu nuca
y tu espalda caminando
a diez pasos de mí
en ese pasaje frío
esquivo charcos y siluetas
palabras que resuenan
como abejas en el pelo
tengo un puñal y un alambre
una gota de cianuro
corre por las comisuras
el triste equilibrio que hago
al borde de los edificios
y me exilia tu mentón
me colapsa tu sien
y las lombrices vienen
apuradas las pobres
corren caracoles
muertos de hambre
lloran al Cuarto Jinete
porque era la fórmula infalible ¡por díos!
¡ahora sí que lo pillábamos!
Dijo la tierra.- las palabras y el cuchillo
filetearme por partes
con analogías terribles
porque el daño se vuelve
un juego de niños
cuando posas, sin vergüenza,
tu espalda y tu cabello gris
sobre mis ojos alumbrados
por el reflejo de un charco en el agua
un espejo de moho y esperma
la noche en que las sábanas caían
por el costado
equilibrándose con el vacío
de no cubrirte los hombros
fría como iceberg
escarcha pegada a mis mejillas
con cuarenta grados de calor
el Cuarto Jinete no sabe que hacer
me inyecta complicados pensamientos
que se devoran unos a otros
fornican y dan vida
a otros más obscenos
imágenes lúgubres del porvenir
me veo echado en la costanera
de una playa sin turistas
con olor a pescado y mierda
San Antonio me recibe
como el purgatorio absurdo
de un tirano Kafka
que ironizaba con títeres inocentes
¿quién es?
¿quién eres tú?
Cuando nadie abre la puerta
el aire se mete por la ventana
y mueve suavemente los rescoldos
una fotografía disidente
un enorme pasado que se niega a morir
diez mil años de existencia
caen de pronto sobre mis hombros
caen como saco de plomo sobre mis hombros
porque al final somos la historia más vieja
que jamás se ha contado.



























XXXII
¡Nadie supo qué hacer ese día!
Cuando por fin nos enfermamos
nos pusimos verdes por fuera
y negros por dentro.

Nos cubrían colonias enteras de parásitos
gusanos blancos salían por la nariz
o se metían por el ombligo
y nadie supo qué hacer ese día
roguemos a los coroneles, dijeron,
y bailamos el último vals
y encumbramos volantines
bajo cielos ensangrentados.

Algunos hombres salieron a pescar
pero la mayoría hizo el amor
al arrebol de un crepúsculo musgoso
cuando los mosquitos chocaban copas
ante el magno festín de la humanidad.
Seis mil millones, dijo la mosca
no lo puedo creer, dijo el mosquito.

Los doctores se convirtieron en asesinos
una dura filosofía los obligaba.
Los profesores hicieron un último esfuerzo
tosiendo sangre y llorando pus,
pero ya todos los niños
giraban la cabeza lentamente
y perdían la mirada en un futuro equidistante.

Los trabajadores intentaron pedir licencia
los latifundistas modernos botaban bilis por la boca
diciendo que todo estaba bien.
Todas las embarazadas parieron,
para que nadie se pierda el espectáculo
dijo el Cuarto Jinete.
Sus tocayos estaban sorprendidos
abrieron una jarra de peste negra
para brindar con niños y ancianos.

Enfermaron de sida a todas las putas
y murió la mayoría de los maridos.
Las mujeres dejaron de lavar la loza
y les vino un colapso nervioso mortal.
Los líderes armaban y desarmaban revoluciones
mientras se les iba cayendo el cabello
producto de una extrema pediculosis
cada piojo era un grano de ego

Pandora batió las palmas
abrió las piernas al cuarto Jinete.
Era una gran fiesta venérea en todo el mundo.

Los tahúres aumentaron sus apuestas,
las mucamas rellenaron las almohadas,
los accionistas compraron acciones,
los curas rezaron por la muerte del Jinete,
los niños rezaron por la muerte de los curas.

La tierra se abrió como un pañuelo
los meteoros cayeron sin pasión
y se hizo el apocalipsis en cámara lenta.
Se desplazaban nubes tóxicas por el cielo,
llovían más de siete plagas.

Un anciano solitario sonreía en la postal
parado desnudo sobre una colina.

Un esqueleto decapitaba
al último hombre de rodillas.

Rodaron las cabezas
hasta el centro de la tierra.
Despertó Satanás llorando fuego.
Se despidió con un tierno gesto de nostalgia.

Don Quijote y Beatriz se caían a pedazos
producto de una gangrena corrosiva.
Shakespeare se hacía un harakiri
Beethoven movía las manos,
en su desenfreno guió la quinta sinfonía,
sonaron de pronto violines en el aire.

Y llegó el silencio.













XXXIII
El silencio de la tierra era una puerta cerrada.
El silencio de la tierra era un ser vivo.
El silencio de la tierra era un festival de piedras
El silencio de la tierra era luz y sombra
El silencio de la tierra era la voz de un cadáver.
El silencio de la tierra eran témpanos de hielo.
El silencio de la tierra era una eterna vibración.
El silencio de la tierra guardó el eco de civilizaciones antiguas.
El silencio de la tierra era el oro bajo las rocas.
El silencio de la tierra un viento inmóvil.
El silencio de la tierra era lava ardiendo.
El silencio de la tierra eran los ríos
El silencio de la tierra era el nado de los peces.
El silencio de la tierra era el llamado de los pájaros.
El silencio de la tierra eran los pasos del puma.
El silencio de la tierra era la imagen de un espejo
El silencio de la tierra era la imagen de un espejo roto.
El silencio de la tierra era el grito de un volcán
El silencio de la tierra era su rotación
El silencio de la tierra era la luna girando
El silencio de la tierra era alrededor del sol
El silencio de la tierra era el fin de un murmullo.
El silencio de la tierra era un recuento de sonrisas
El silencio de la tierra era un recuento de crueldades.
El silencio de la tierra era la crueldad hecha recuerdo.
El silencio de la tierra era una lucha eterna.
El silencio de la tierra era un sol naciente.
El silencio de la tierra era un brío perdido.
El silencio de la tierra fueron tanques oxidados.
El silencio de la tierra era una marcha de indígenas por la playa.
El silencio de la tierra era toda la ignominia.
El silencio de la tierra era un pequeño momento de la eternidad.
El silencio de la tierra eran millones de palabras pensadas, y otro par de
palabras dichas.
El silencio de la tierra fueron los besos.
El silencio de la tierra fue despertar de un sueño.
El silencio de la tierra fue una quimera.
El silencio de la tierra fue una gota que no caía.
El silencio de la tierra eran relojes detenidos
El silencio de la tierra era matemática perdida.
El silencio de la tierra era una canción que termina.
El silencio de la tierra era todo lo sagrado.
El silencio de la tierra era interrumpido,
por el llanto de un niño que no conocía su propio nombre.





XXXIV

Llevo días caminando
en una hora escribí el Ulises
me acomodé la camisa
pensé en rezar.

Cuatro vientos rozan
mi pelo de gorgona y sífilis
caminé sobre mis pasos
volví atrás.

A la orilla del Estigia
un hombre valiente llora
repite el mismo nombre
Beatriz.

Mis pies y mis recuerdos
se escarchan de frío y sangre
me queda la nostalgia
por el dolor.

Recuerdo un suave galope
que venía de la mano contigo
y un calor a la distancia
decían que era amor.

Llevo años caminando
entre pensadores teutónicos
llora el musgo que sobresale
pide perdón a Dios.

Pasa un Barco en el Estigia
Caronte se fuma un cigarro
cobra doscientos pesos
miro al sol.













XXXV

Una voz se quiebra en otra
quedan fragmentos a la orilla
un niño con una máscara
los pies colgando hacia el abismo
no sabe recordar
no sabe llorar a sus muertos
abre y cierra el abanico
cuelga sus copihues negros
en la boca del Cuarto Jinete
babea la bilis tibia de su garganta
hace nacer el rostro de la usura
caen dos monedas en sus ojos
comienza a reir entre la niebla
y una voz se quiebra en otra
un llanto convoca laúdes,
liras y trompetas vienen
rezagadas a la despedida
tocan las manos de Judas
un candelabro de doce velas
en el panóptico cerrado
se abre una rosa putrefacta
deja salir pulgas azules
hambrientas de sal y cobre.

No dejamos nada al azar.

En una tempestad de silencios
se pasea la nostalgia
el mundo está sellado
cuando quisimos navegamos
cuando pudimos
extrapolamos las ultramurallas
y ahora la tierra humea
como un cadáver caliente
su lengua de océanos
convulsiona suave
entre rocas y ventisqueros.

La tierra está sola
y no dejamos nada al azar.

El viento toma la forma
de pueblos y ciudades antiguas
endurece los espíritus
y atormenta las esquirlas de la ambición
hace cantar las cadenas de la esclavitud
silba entre los puentes metálicos de las ametralladoras
deja caer un naipe inglés
el rey y la reina se vuelven por fin
rostros enlutados
por la muerte del humano

No dejamos nada al azar
ni las líneas de la mano
ni el hemisferio de la luna
que no se deja ver
por amor o por vergüenza
por melancolía
por náusea de ver nuestras caras
cada noche.




































XXXVI

Rompimos el compromiso al nacer
teníamos el corazón de oro
la cabeza llena de ardides
llovían gotas de sudor y aceite
las casas inundadas de alquitrán
quedó revoloteando la esperanza
y el bípedo implume caía de su trono
la palabra llegó en carro de fuego
tenía el aliento de dictaduras
brazos y piernas entre los dientes
un agujero negro en la cavidad toráxica.

Cabalgaba el Cuarto Jinete
tras el último bípedo implume
reinaba otra vez Pandora
y el círculo se cerró en Virgo
el último réquiem fue un grito en la lejanía
un breve relincho y el sonido
de la caja cerrándose al vacío
el Cuarto Jinete recoge con su hoz de hueso
la sombra que guarda la tierra en su piel
los pensamientos de intransigencia
las historias de infinito
el sueño de trascender.























XXXVII

Una gota de sangre enarbolada
la estirpe de Caín
la daga de obsidiana
los hombres y mujeres quemados
los indígenas comidos por perros
el vómito de los perros
las orejas por monedas
los latigazos
el tiempo sin comer
la prisión
araucanos crucificados
los huérfanos muertos de frío
las balas en el pecho
los cuchillos en la garganta
las cuerdas en las muñecas
las cuerdas en el cuello
los decapitados
los mutilados
los desaparecidos
los degollados
los degolladores
los que esconden cadáveres
los gusanos y los caracoles
una nota de suicidio
una nota de homicidio
un sicario
una víctima
una suma de dinero
un crimen pasional
la conciencia sucia
la vejez
la ignominia
la nostalgia
la envidia
la poesía
la frustración
la paranoia
el lenguaje
la mudez
la enfermedad
las pulsiones
el amor
yo de rodillas
con el corazón en la mano
yo de rodillas
con tu corazón en la mano.

XXXVIII

Cuando la muerte recogiera todos los miedos
y los guardara en copas de cristal
sabrías entonces que no quedó nada más
que el silencio y el azar;
el ruido de las hojas quemándose
las ramas negras de la araucaria
la nube apestosa del invierno nuclear.








































XXXIX

Cuando la niebla abre su armadura
y el rezago de la mañana silencia los himnos,
tiendo a recordar con bilis en la garganta
las esquinas invernales de mi infancia.

Mi casa se abre como un pistilo maduro
y deja salir su perfume de cementerio.
Las ventanas guardan aún gotas secas
de la última lluvia que cayó sobre ella.

El jardín florece como siempre quisimos,
pero ya no hay nadie que lo tome en cuenta.
La sombra del árbol es la misma sombra
donde armé filas de insectos y soldados.

Creo que espero que me abran la puerta
con la bolsa del pan colgando en la mano.

No hay nadie que se mire en los espejos.
No hay más que un reino de ecos infinitos;
fantasmas de conversaciones pasadas
heridas abiertas flotando en el aire.

























XL

Se asomó el Cuarto Jinete por la ventana,
se abrió la puerta de mi casa antigua,
volví a pasar como había pasado,
volví a nacer como había nacido.
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