PODER Y ALTERIDAD, ORDEN Y CAOS EN LAS PRÁCTICAS IMPERIALES HETEAS DURANTE LOS SIGLOS XIV AL XIII. A. C.

July 5, 2017 | Autor: Silvana Dos Santos | Categoría: Other, Hititology
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PODER Y ALTERIDAD, ORDEN Y CAOS EN LAS PRÁCTICAS IMPERIALES HETEAS DURANTE LOS SIGLOS XIV AL XIII. A. C. Silvana Beatriz dos Santos. Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco E-mail: [email protected]

RESUMEN El presente trabajo se propone abordar la especificidad de la vida política de los heteos durante los siglos XIV al XIII a. C desde el ejercicio de las relaciones de poder y alteridad y, del orden y el caos en torno a las prácticas imperiales. Estas relaciones entre los heteos y las sociedades vecinas se constituyen, ejercen y, evidencian en las prácticas imperiales. Además éstas, suponen la implementación de una serie de acciones –militares, económicas, discursivas y, simbólicas- programadas en el tiempo y el espacio acerca de políticas de expansión y dominación territorial. En ellas, el cautiverio y, las deportaciones son un modo de ejercer control y construir un orden político expresado en las Hazañas militares de Supiluliuma I en tanto una práctica discursiva de dominación y legitimización imperial dirigidas a la población de Hatti, a su élite y, a sus dioses

Las sociedades antiguas, entre ellas la Hetea, construyeron estrategias y relaciones interculturales mediadas por prácticas basadas en las imágenes que poseían de sí y de “los otros”. Estas relaciones y sus formas de hacer la vida política se ejercieron, potenciaron y ampliaron en el segundo milenio a. C, donde los vínculos intersocietales se desarrollaron en el marco de un período de expansión territorial, de competencia y lucha, entre sociedades imperiales y no imperiales, por zonas de interés compartidos. Estos vínculos configuraron una serie de relaciones de poder y alteridad que asumieron diversos modos de expresión tanto en las regiones anheladas como en las capitales de las sociedades imperiales. La exteriorización de esas prácticas y esos vínculos intersocietales se manifestaron en acciones y discursos de gobierno que se caracterizaban, justificaban y legitimaban desde la concepción de “un mundo dual” regido por el orden y el caos. Esta concepción dual fue expresada por los Heteos, entre otras cosas, en las imágenes y los roles asignados a la familia gobernante y a su élite. Desde el Reino Antiguo, el rey heteo era el encargado, junto a la consorte real y sus hijos, de concertar la armonía entre las fuerzas de la naturaleza, los III Jornadas Nacionales de Historia Antigua – II Jornadas Internacionales de Historia Antigua

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hombres, el cosmos y los dioses mediante ritos y prácticas religiosas, políticas y militares, que potenciaban el orden ante el caos. Estas prácticas que constituían las imágenes del “buen gobernante” continuaron como un canon político cultural en su etapa Imperial, pues se presentaba a la realeza hetea como la administradora, articuladora y mediadora entre las diversas esferas de la vida y las divinidades. En el contexto de lo expresado, el objetivo de este escrito es hacer un rastreo de los indicios sobre las múltiples relaciones y prácticas del poder y la alteridad desde la concepción hetea del orden y caos 1. Para ello, analizaremos sus representaciones en el texto denominado Hazañas político-militares2 de Supiluliuma –narradas por su hijos Murshillis II- como un registro escrito de las prácticas que condicionaban y configuraban las relaciones de los heteos con las sociedades vecinas y que estaba dirigido, en tanto discurso político, a la élite gobernante. En esa fuente buscaremos pistas de las diversas prácticas que, desde el discurso escrito, tenían como finalidad legitimar el gobierno heteo. El problema que nos ocupa es: indagar las relaciones y prácticas del poder y la alteridad, del orden y el caos en tanto “prácticas sociales” que los heteos ejercieron con aquellos “otros” estados o sociedades no estatales con las que se vincularon durante la etapa imperial. Las preguntas que orientan esta pesquisa en la fuente señalada son:  Cuáles son los indicios de una política de prácticas de diferenciación y mismidad como parte de una “política de alteridad hetea” ejercidos ante las sociedades vecinas.  De qué modo en la fuente hetea seleccionada se proyectan indicios de prácticas políticas de alteridad, poder, orden y caos en sus relaciones interculturales.  Es posible pensar un entramado de prácticas sociales al modo foucaultiano (2005: 1122-113 y 116) desde su configuración teórica para interpelar a la sociedad hetea en su etapa imperial Dar respuestas a estos interrogantes supone poner en diálogo ciertas categorías contemporáneas de poder, alteridad y prácticas desde un proceso de configuración teórica entre categorías filosóficas y las particularidades de la historia hetea y, de la fuente a 1

Esta ponencia es parte de la tesis de Maestría en Filosofía Prácticas Contemporáneas (UNMP) “Relaciones de poder y alteridad en sociedades antiguas con prácticas estatales: estrategias y mecanismos de vinculaciones interestatales e intraestatales. El caso Heteo, Ateniense e Incaico”. 2 Hazañas político-militares, estos textos, de origen heteo imperial son anuarios donde se narra la vida político militar Hetea. En ellas, se indican: zonas de conflictos militares, situación de las ciudades y regiones fronterizas, aliados y enemigos de los heteos. Además de estrategias y prácticas usadas con esas sociedades y la sociedad hetea como el cautiverio, los incendios, las deportaciones, la construcción de ciudades amuralladas y los roles de los gobernantes y, de los dioses. El gobernante que inicia con esta práctica de la escritura, según los registros hallados es Murshillis II quien ordena redactar lo acontecido en época de su padre y de su abuelo y, el constante problema de las fronteras en la península de Anatolia a razón, mayoritariamente, de los gasgas. Además eran discursos dirigidos a la élite gobernante para legitimar acciones presentes desde la noción de un familia gobernante que lograba que el orden limite al caos. III Jornadas Nacionales de Historia Antigua – II Jornadas Internacionales de Historia Antigua

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interpelar. Por ende, el artículo está organizado en dos partes: a) Conceptualizaciones básicas, allí se presentarán las nociones de poder, alteridad y prácticas desde la teorización contemporánea y su configuración para el estudio de las sociedades antiguas, y b) Los Heteos: una sociedad con prácticas imperiales, donde se abordarán las diversas formas de hacer política desde el ejercicio de las prácticas de dominación imperiales que se legitimaban bajo la premisa de un mundo regido por el orden y el caos junto al análisis de la fuente citada. La relación orden-caos, nosotros-los otros es una relación sustentada desde lo ideológico por las distintas sociedades del Cercano Oriente Antiguo, tengan éstas prácticas imperiales o no y, pertenezcan o no al segundo milenio a. C eje temporal de este escrito desde la particularidad del caso heteo.

a)

Conceptualizaciones básicas:

Las categorías teóricas centrales para este texto son: poder, alteridad y prácticas, éstas han sido reflexionadas desde la antigüedad greco-latina, la modernidad y la llamada modernidad tardía3 como claves para pensar el accionar humano. En este escrito nos centramos en algunas interpretaciones de la modernidad y su crítica desde una perspectiva filosófico - política e histórica cultural y, sus posibles vinculaciones con la histórica antigua. Pero, ¿qué se entiende por poder? Una de las posibles definiciones desde la modernidad nos la aporta Weber (1998: 3 y 4) al concebirla como categoría idealizada, uno de sus tipos ideales y, una herramienta teórica para pensar la vida y las relaciones sociales y de producción. Weber relaciona el poder con la eficacia, la eficiencia y, la institucionalización de las relaciones humanas, presentándolo de un modo esquemático y como un acto mayoritariamente de coerción física y legal al decir que es “...la posibilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad...”4. El poder weberiano está asociado al uso de la fuerza y a la coerción física y legal en las organizaciones sociales, entre ellas el Estado y la fábrica. Además, postula que las formas políticas, las instituciones -entre ellas las del Estado-, son organizaciones donde prima la fuerza, hay dominio de “unos” sobre “otros” con estrategias y mecanismos de sumisión, prestigio y una red de influencias5. Foucault, en su crítica a los postulados modernos, recupera la noción de poder y lo plantea como una red de relaciones dinámicas, una condición de acción y, de ser hombres libres en 3

La idea de modernidad y modernidad tardía tienen como parámetro a las concepciones filosóficas y epistémica de las ciencias abarcando la modernidad fines del siglo XVII a mediados del siglo XX con conceptualizaciones basada en la idea de racionalidad, progreso, eficiencia, homogeneidad cultural. 4 Weber, M (1998). Economía y Sociedad, ED. Fondo Cultura Económica, Buenos Aires-México, p. 43. 5 Ibídem N° 4, pp. 668 y 669. III Jornadas Nacionales de Historia Antigua – II Jornadas Internacionales de Historia Antigua

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un contexto temporal y espacial6 donde no sólo existe la coerción sino que también es necesario crear espacios de consenso. El poder es concebido como una categoría dominante y de dominación sobre “los otros”, por ello lo define como una práctica social –en uso en diversos espacios- y una red de relaciones estratégicas y, de tácticas de control y consenso7. La coerción supone limitar, interferir e imponer acciones a otro grupo humano pero ¿cómo se sostiene en el tiempo esta coerción y dominio? Una de las formas es mediante la imposición de prácticas coercitivas pero al mismo tiempo para que el poder perdure y la coerción se sostenga se necesita crear ámbitos de consenso, en especial con las élites. Estos sucintos espacios de consenso implicaban la creación de acuerdos y procesos de legitimaciones para que esas prácticas coercitivas generaran algún beneficio sociopolítico o religioso en el presente y a futuro desde un discurso político y mítico. Un ejemplo es el pago de impuesto en especies que se acepta -más allá de la imposición- porque parte de esos alimentos son usados para: la manutención de las tropas encargadas de defender las fronteras de invasiones, la distribución en casos de crisis, las ofrendas en las fiestas, en los ritos religiosos y, como parte de los regalos reales a las élites políticas, los centros sacerdotales y las sociedades vecinas -entre otras prácticas- a fin de propiciar a los gobernantes medios para favorecer el orden ante el caos. El poder que nos presenta Foucault, requiere de relaciones móviles de coerción y consenso, de dominio, de resistencia y de acuerdos para ser ejercido en una red social determinada. Su ejercicio se constituye creando también relaciones políticas, económicas, y de saber8 que operan ante las formas de resistencias pues los gobernantes del segundo milenio a. C eran percibidos como reyes-sabios que, mediante el conocimientos de ciertos ritos, armonizaban las relaciones con la naturaleza y las divinidades. La perspectiva foucaultiana sobre el poder, a la cual adherimos, nos ayudará en la búsqueda de respuestas sobre ¿cómo se ejerce el poder en el mundo heteo desde las prácticas de gobierno?, ¿qué estrategias lo construyen? y ¿qué tipo de relaciones suponen para esta sociedad? Este concepto ha sido repensado y configurado para comprender a las sociedades antiguas por Cervelló Áutori (1996, 13 a 15) y Campagno (2002) entre otros. Cervelló

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Foucault, M. (2002). Historia de la sexualidad: 1) La voluntad del saber, ED Siglo XXI, Buenos Aires. Ibídem N° 6, pp. 112 y 113. 8 Foucault plantea que en la antigüedad saber y poder eran parte de un práctica indisoluble pues los gobernantes eran legítimos por sus acciones de gobiernos y por el conocimiento de ciertas prácticas religiosas que suponían su condición de hombre diferente, el elegido. Esta elección era concebida como una acción llevada a cabo por los dioses en las sociedades indoeuropeas del Cercano Oriente en el segundo milenio a. C o, por los hombres en el primero milenio a. C como es el caso de los tiranos griegos. El saber era parte de las capacidades requeridas y reconocidas para ser reconocido como el gobernar legítimo en Foucault M. (2005). La verdad y las formas jurídicas, ED. Gedisa, Buenos Aires. 7

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Áutori, en consonancia con Foucault, postula que en la antigüedad el poder era parte de un mundo social donde estaban integrados los hombres, los dioses, el cosmos y la naturaleza en un discurso mítico. En este discurso, se legitimaban las acciones de gobierno que estaban impregnadas por las acciones y vinculaciones religiosas9. En las sociedades antiguas orientales, el discurso mítico estaba basado en la dualidad “orden y caos” que el gobernante debía de armonizar con sus acciones de gobierno, sean ritos, ceremonias, prácticas de legitimación y de dominación tanto para la sociedad hetea como para las que componen el Cercano Oriente Antiguo durante el tercero, segundo y, primero milenio a. C. Entonces, ¿cuál es la relación entre poder y alteridad? Si el poder es una construcción que se ejerce en una red de relaciones sociales, políticas, ideológicas y de saber, en un espacio contextual donde se constituye un discurso para legitimar relaciones de colaboración, conflicto y dominación junto a la construcción de espacios de consenso, entonces, el poder requiere de interrelaciones humanas. Además en dichas interrelaciones se cruzan relaciones de intersubjetividad y hay imágenes de “el otro” construidas por las práctica vinculares. De allí, que las relaciones de poder están asociadas a la relaciones de alteridad puesto que ambas se constituyen mutuamente. ¿Pero qué entendemos por alteridad? La alteridad es una categoría filosófica surgida en la antigua Grecia. El “alter” era usado para definir al “otro”, al distinto, al diferente cultural y políticamente hablando. Desde esta perspectiva, la alteridad, supone la pluralidad humana y la diferenciación social como parte de una política de adscripción, identificación y construcción de un “yo cultural-político” y de “un otros”. Las diferencias y las pertenencias, las políticas de mismidad (Heidegger: 2007, 344 a 361 y, Levinas: 2001, 13 a 15) hacen “el nosotros” y a “los otros”, y éstos en interacción hacen a las prácticas de alteridad. Otredad, mismidad y alteridad son espacios que dan cuenta de un proceso de relaciones intercomunitarias y extracomunitarias. En ellas, los hombres en relación con otros hombres se autodefinen, presentan y representan, se excluyen o son excluidos y, a la vez, se identifican como parte de un colectivo social. En ese colectivo social denominado sociedad, se comparte y se compite por la palabra y por la acción, por los lugares y la vida biológica y política10. La alteridad incluye entonces momentos de “otredad”, de diferenciación de sí y, pensar a la vez un “nosotros” ante “los otros”, ante la pluralidad humana creando a la vez un “entre nosotros” lo cual implica estar –en –el –mundo, vivirlo, dialogar y pelear por él.11. 9

Cervelló Autori J. (1996). Egipto y África. Origen de la civilización y la monarquía faraónica en sus contexto africano, ED. Aula Orientalis-Suppllementa, pp. 13 a 20. 10 Arendt H. (2003). La condición humana, ED. Paidos, Buenos Aires, p. 200. 11 Levinas E. (2001). Entre nosotros: ensayos para pensar en otro, ED. Pre-Textos, Valencia, p. 15. III Jornadas Nacionales de Historia Antigua – II Jornadas Internacionales de Historia Antigua

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La alteridad como problemática de indagación ha sido abordada, por algunos historiadores del mundo antiguo entre ellos S. Murphy, C. Di Bernardis y, J. Silva Castillo12. Estos historiadores resaltan como parte constitutiva de los procesos de alterización la necesidad de analizar la política hacia el extranjero, las sociedades vecinas y, las propias prácticas de adscripción y diferenciación, la constitución de un colectivo político identitario ante otros colectivos políticos. Por ende, si las relaciones de poder y de alteridad presumen actos, discursos y un ejercicio de prácticas sociales, ¿qué son las prácticas y por qué se las denomina también prácticas sociales? Las prácticas incluyen a los actos y a los discursos desde su ejercicio cotidiano como “algo establecido”, acordado, aceptado por y para cada comunidad en el modo de hacer entre sí y con “los otros”. Éstas dan un sentido, un ritmo y una manera de poner “en uso” las diversas formas de las relaciones sociales. Las prácticas vinculares son prácticas sociales pues implican un sujeto que se relaciona con otros sujetos en espacios públicos donde la afectividad no es el mediador clave en dicha relación13. Éstas, poseen una cotidianidad, un modo de hacerse, cierta normativa que condicionan su ejercicio, algunos dispositivos que permiten poner en acción una tarea, un lugar de ejercicio y la primacía de unas sobre otras14. Las prácticas sociales se hacen, rompen y reconfiguran en las relaciones de poder y de alteridad, en las redes humanas y los modos de percibir y actuar en-el-mundo, son parte del saber y del discurso de cada sociedad. Éstas están impregnadas por signos, huellas de cada cultura, su realización necesita de un espacio social e histórico donde se ponen en movimiento y cobran sentido. Esta denominación general se sustenta en que su ejercicio, construcción y hegemonía depende de las relaciones humanas en espacios y tiempos históricos concretos para resolver los problemas de cada comunidad. Las prácticas que atenderemos son las discursivas en el ámbito de la política y la religión de los heteos durante el gobierno de Supiluliuma según las narraciones ordenadas por Murshillis II, las cuales forman parte de las prácticas imperiales heteas.

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Murphy S. (Comp. 1992). El otro en la historia: el extranjero, ED. Facultad de Filosofía y Letras UBA y Estudios de Afroasiáticos del Colegio México, Acapulco; Di Bernardis C. (1993). Un aporte metodológico para la reconstrucción de las identidades étnicas en la Mesopotamia en el tercer milenio: el uso de las fuentes mítico literarias, ED. Universidad Nacional De Rosario; De Bernardi C. y Silva Castillo J. (2005). Nuevas miradas sobre viejo problemas, ED. UNR-Colegio de México, Bs AS. 13 Arendt H (2003). La condición humana, ED. Paidos, Buenos Aires; Foucault M. (2002). La arqueología del saber, ED. S. XXI, Buenos Aires y; Campagno M. y Lewkovicz I. (1998). La historia sin objeto. Prácticas, situaciones, singularidades. ED. Gráfica México, Buenos Aires. 14 Foucault M. (2002).La arqueología del saber, ED. S. XXI, Buenos Aires, pp. 71 a 81. III Jornadas Nacionales de Historia Antigua – II Jornadas Internacionales de Historia Antigua

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b)

Los Heteos: una sociedad con prácticas imperiales.

La sociedad hetea es objeto de estudio historiográfico del mundo antiguo desde fines de la década del ’20 e inicio del ’30 del siglo pasado, si bien, desde 1980 hay una substancial transformación en su mirada. Este nuevo interés por la sociedad hetea depende de nuevos problemas a investigar y del tratamiento de las fuentes que sobre la misma se disponen. La mirada que pretendemos aportar sobre los heteos parte de rastrear indicios de su historicidad al pensar su etapa imperial (que aconteció entre los siglos XIV y XIII a. C) desde las relaciones de poder y alteridad expresadas en las Hazañas político-militares de Supiluliuma, narradas por Murshillis II, como una práctica de dominación y legitimización imperial dirigidas a la población de Hatti, a su élite y, a sus dioses. La política imperial hetea se estructuró en una seria de prácticas de gobierno entre las que resaltaban: los tratados bilaterales15, los juramentos de fidelidad, los matrimonios diplomáticos16, las cartas reales17 y la política de regalos diplomáticos entre las distintas realezas. Estas formas de hacer política con y ante “los otros” se manifestaron, por parte de los heteos, desde un doble juego de prácticas del poder y la alteridad donde el uso de las palabras y la fuerza física eran claves para controlar el Corredor Sirio Palestino18 y sus Ciudades Estado, al igual que la península de Anatolia y sus fronteras circundantes. Dicho Corredor era una zona de interés político para los estados con prácticas imperiales y, una

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Abdul –Qadar M (1966). La administración provincial hetea en los territorios conquistados en Asia, ED. Penghu Books, Londres; Beckman G. (1996). Hittite diplomtic, texts. ED. Harry A, Hoffner Jr, Scholars Press, Atlanta; Bernabé A. y Álvarez Pedrosa J. (2000). Historia y leyes de los hititas, ED. Akal / Oriente, Madrid; dos Santos S. B. (2002). El poder y el discurso en las relaciones imperiales de los Heteos en los siglos XIV y XIII a. C, Tesis de licenciatura en Historia, Inédita, defensa 2002. UNPSJB; Gestoso Singer G (2007). El intercambio de bienes entre Egipto y Asia Menor. Desde el reinado de Tutmosis III hasta el de Akhenaton, ED. Revista CEHAO-UCA, Buenos Aires. González Salazar, J. M (2003). Conflictividad y estabilización de las relaciones asirio-hititas. A propósitos de las principales tensiones fronterizas durante las fases finales del Imperio Hitita, ED. Gerión Boletín Asociación Española de Orientalistas XXXIX, Barcelona. González, Salazar, J. M. (2005). Hethitica. Notas sobra lexicografía hitita. La terminología del ejercicio del poder y de la organización administrativa –territorial en el reino de anatólico de Hatti. ED. CFC (G). Estudios griegos e indoeuropeos, Madrid. 16 Singer I. (1991). The title “Great Princes” in the Hittite Empire; en Tel Aviv Sonderdruck Aus UF, ED Tel Aviv ; dos Santos S. B. (2005). Las mujeres reales en el imperio heteo, en X Jornadas Intere-escuelas / Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Rosario, 20 al 23 de Septiembre de 2005, ISBN 950-673479-3. 17 dos Santos, S. B. (2003). El poder y el discurso en las relaciones imperiales de los heteos en los siglos XIV y XIII a. C en las IX Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Córdoba, septiembre; dos Santos S. B. (2003-2005): Las mujeres reales en el imperio heteo, en Jornadas sobre Diversidad, Universidad Nacional de Rosario, mayo de 2003. (CD) y en X Jornadas Intere-escuelas / Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Rosario, 20 al 23 de Septiembre de 2005, ISBN 950-673479-3. 18 Gestoso Singer G. (2006): Periferia “disputada” en el Levante durante la Dinastía XVIII. Áreas productivas y estrategias, ED. Revista Iberia Nª 9, CEHAO-UCA, Buenos Aires, p. 9. González Salazar, J. M (2001). Los hititas en Anatolia Septentrional durante las primera mitad del S. XIII a.C. (II). La organización político administrativa de una región conflictiva del reino de Hatti, ED. CFC Estudios griegos e indoeuropeos, Nº 19, Madrid. III Jornadas Nacionales de Historia Antigua – II Jornadas Internacionales de Historia Antigua

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zona disputada por sus redes de intercambio, el prestigio interestatal que suponía el control de territorios extranjeros y, la búsqueda de estrategias que tendieran a ofrecer seguridad en las fronteras. Los historiadores del mundo antiguo oriental parten de la premisa que las sociedades imperiales se conformaron con el fin de resolver necesidades básicas para la vida política: acceso a materias primas, a bienes de subsistencia y, a objetos suntuarios, siendo su eje de análisis la economía y el prestigio interestatal. Gestoso, por ejemplo, retomó y expresó que la vida política egipcia se sustentaba en tres aspectos: *socioeconómico - “dar vida es dar alimentos”-, *político -“ofrecer lealtad, los estados dominados, a cambio de seguir gobernando la familia real vencida militarmente y mantener así la vida política interna de su región”- y, *teológica –“el gobernante como garante del orden sobre el caos19”-. Desde nuestra perspectiva y compartiendo lo expresado, hay otras necesidades políticas que serían importante de incluir tales como la seguridad en las fronteras circundantes y el control del acceso a sus territorios de poblaciones no nativas Esto es así, pues se concibe al distinto como símbolo mayoritariamente del caos, del desorden y en parte responsable de la ruptura del bienestar. Las prácticas imperiales heteas se diseñan y ponen en acto en una relación intersocietal e intercultural donde hay procesos de intercambio, de conflicto y de ayudas mutuas además de una intencionalidad por controlar, usar y limitar tanto el espacio propio como el ajeno, es decir, de señalar zonas de frontera. Entre las prácticas imperiales un punto de distinción con las prácticas estatales es que las primeras están diseñadas para actuar con “los otros” políticamente hablando, con “las otras” sociedades vecinas o cercanas a su territorio, con los extranjeros, con el distinto. En las prácticas imperiales la clave es la política de exteriorización de un gobierno basado en la dominación, control, limitación, interferencia y regulación de los actos de esos “otros” a través de distintos medios a fin de restringir su accionar y a la vez, beneficiarse de esas obstrucciones en el accionar de los “otros”. Las prácticas imperiales suponen la implementación de una serie de acciones continuadas y programadas en el tiempo y el espacio acerca de políticas de expansión y dominación territorial. Si bien se centran en “los otros”, en “los extranjeros” y su dominación, estas nuevas prácticas interfieren en su propio grupo social aunque en menor medida. Los heteos afectados eran particularmente las elites de gobierno, en especial las mujeres entregadas en los matrimonios diplomáticos, los líderes militares asentados en las guarniciones militares 19

Gestoso G. (1995). El Egipto Faraónico. Las técnicas de dominación imperial egipcia en Asia bajo Tuthmosis III: propaganda y realidad, en: Jornadas Interescuelas Departamentos de Historia y, Jornadas Rioplatenses universitarias de Historia, Montevideo, septiembre. III Jornadas Nacionales de Historia Antigua – II Jornadas Internacionales de Historia Antigua

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junto a sus tropas radicadas en tierras extranjeras, el ejército en las campañas militares y, la población sometida a leva militar. Las prácticas imperiales suponen sustentarse, legitimarse desde la noción de “orden y caos”. El orden se lo puede leer en las siguientes prácticas: político-militares, económicas, e ideológico- religiosas. *El orden político militar se manifiesta en las Hazañas de Supiluliuma en este extracto: “…Así hablo mi padre a mi abuelo: “Señor, envíame contra el enemigo de Arzawa”. Así mi abuelo envió a mi padre contra el enemigo de Arzawa. Y mi padre se puso en marcha, llego el primer día a la ciudad de […] Los dioses ayudaron a mi padre,… Así que mi padre derroto al enemigo de Arzawa [...] y las tropas del enemigo murieron en masa…”20

Aquí se entiende que las fronteras estables eran percibidas como una de las materializaciones del bienestar político y una acción que dependía de la familia gobernante como de los dioses, pues la acción parte del rey a su hijo (Supiluliuma) y al ejército que comanda para restituir una frontera conflictiva como la de Arzawa en el este de Anatolia. Las fronteras “ordenadas” eran una demostración del orden por sobre el caos al proteger los centros administrativos, urbanos, religiosos y capitales y, a las aldeas circundantes de invasiones. Otro ejemplo es: “.. el enemigo gasga ha emprendido el ataque […]. Cuando mi padre lo oyó se ocupó de […] Se dispuso a tender una trampa frente a […] y derroto al enemigo que había llegado […] Los gasgas reunieron nuevo grupos tribales […] y cada uno marcho a su propia ciudad…” 21

Restituir las fronteras también supone una política del orden unido a la alteridad desde la mismidad pues expulsar a los invasores presume defender a los heteos de estos “otros” –sean gasgas, hurritas, etc. – y de sus ataques como lo expresa en las Hazañas en su doble modalidad: expulsión del invasor - defensa del heteo: “…Mientras que los hititas que devolvió a sus casas eran incontables...”22, frase que se reitera a lo largo de la fuente. *El orden económico suponía restituir las condiciones de bienestar vinculado con la producción agro-ganadera “…Cuando mi padre llegó al territorio, el enemigo gasga, que se había adentrado en el territorio de la ciudad e Hatti había maltratado gravemente la tierra…”23. La metáfora de maltrato de la tierra supone incendios, saqueos, destrucción de los sembradíos, pisoteo de las zonas productivas. El maltrato implicaba la destrucción20

Hazañas de Supiluliuma Narradas por Murshillis, en Bernabé A. y Álvarez Pedrosa J (2000). Historia y leyes de los hititas, ED. Akal / Oriente, Madrid, p. 65. 21 Ibídem N° 20, p. 64. 22 Ibídem N° 20, p. 70. 23 Ibídem N° 20, p. 65. III Jornadas Nacionales de Historia Antigua – II Jornadas Internacionales de Historia Antigua

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limitación de la capacidad productiva hetea y con ello de la vida. El saqueo a los invasores y su entrega al rey heteo se exponía así: “…Y los dioses de mi padre lo ayudaron, así que conquistó todo el territorio de la ciudad de Kashula y trajo cautivos, vacas y ovejas ante mi padre…”24. Otra forma de crear un orden económico es mediante la restitución de lo saqueado a los heteos: la materialización del bienestar, del orden económico era la obtención de tributos y de control de las redes de intercambio del corredor citado. Este orden implicaba, también, la armonía social al evitar hambrunas, garantizar el acceso a bienes de lujo y necesarios y, centralizar el acceso a las maderas y metales de la zona Sirio Palestina a los Estados vecinos y demás sociedades antiguas. *El orden ideológico-religioso se basaba en la legitimación de las acciones del gobernante y su familia, su consenso y aceptación. Desde lo ideológico, el gobernante debía ser capaz de garantizar el bienestar material y político de los heteos, evitar su captura y su dispersión en otras zonas y regiones políticas y llevar a cabo los ritos religiosos además de las ofrendas posteriores a las campañas militares. Esta legitimidad y consenso construido en torno al uso de las fuerzas militares y sus victorias se expresa así: “… Entonces el enemigo llegó por la noche y se dividieron: fueron a combatir a todos los campamentos fortificados que estaban ocupados por señores. En todos y cada uno de los campamentos fortificados a los que fueron a combatir, los dioses de mi padre ayudaron a los señores, así que los derrotaron a todos y el enemigo murió en masa…”25

Otra forma de enunciar, en las hazañas, el orden religioso como clave de las victorias ante el extranjero es la siguiente: “… Los dioses se situaron delante de él: la diosa del Sol de la ciudad de Arinna, el dios de la Tempestad de Hatti, el dios de la tempestad del ejército de Ishtar del campo de batalla. De modo que el enemigo murió en masa…”26. La mismidad se puede rastrear aquí en la inclusión y pertenencia a un colectivo social y político que tiene un panteón de dioses que los protegen y defienden ante el caos y los otros dioses. Los gobernantes más relevantes del imperio heteo fueron Supiluliuma I, Murshillis II y Hattushilli III. Los dos primeros crearon y aplicaron prácticas de dominación que podríamos denominar de “alteridad imperial”. Esta política supuso implementar prácticas de dominación mayoritariamente hacia el exterior, hacia “los otros” y, de consenso hacia los heteos desde la legitimación del obrar ante la élite. Las prácticas de alteridad imperial implicaron una división entre “los heteo” y “los no heteos” con una multiplicidad asociada a 24

Ibídem N° 20, p. 67. Ibídem N° 20, p. 67. 26 Hazañas de Supiluliuma Narradas por Murshillis, (2000), p 63. 25

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las formas de vida política: Estatal, Estatal Imperial y, de jefatura o parentales, según la sociedad con la que se vinculaban. En el espectro de prácticas imperiales, el cautiverio constituía un de tipo política que se sustentaba desde el discurso mítico, en un mundo dual regido por el orden y el caos. Por lo tanto, el caos era simbolizado por la presencia de “los no heteos” en sus fronteras y su ordenamiento representaba una de las tareas del rey como intermediario de los hombres ante los dioses. Así en las Hazañas de Supiluliuma I: “….Así que mi padre siguió al enemigo de la ciudad de Hayasha. Pero tampoco los encontró. Si se encontró en el país al enemigo gasgas, a todas las tropas de sus tribus. Los dioses se situaron delante de él: la diosa del Sol de la ciudad Arinna, el dios la Tempestad de Hatti, el dios de la Tempestad del ejército e Isthar del campo de batalla. Del modo que el enemigo murió en masa. Hizo muchos prisioneros y se los llevo de regreso a la ciudad de Shamuha…”27

El quiebre de la “vida política” de “el otro”, de los “no heteos” se concebía desde la ruptura de los lazos de pertenencia y solidaridad familiar y estatal al “tomar” cautivos y dispersarlos en los territorios heteos o dependientes de éstos. El cautiverio tenía un uso discursivopropagandístico donde el caos era simbolizado, entre otras formas, con la ruptura de fronteras políticas y sociales y con la quema de ciudades y sus saqueos: “…Entonces los dioses ayudaron a mi abuelo, de modo que destruyó las ciudades de Kathariya y Gazzapa y las incendio…”28. En estos relatos, el orden implicaba restituir las fronteras, expulsar al invasor, lograr, además, el apoyo de los dioses heteos y de su amplio Panteón Divino para “hacer lo justo, lo bueno” y ser “un buen gobernante” ante los ojos de los hombres y de los dioses. Detener el caos también suponía destruir mediante el fuego los bienes de subsistencia de los no heteos. Entre quienes representaban al caos estaban los gasgas29 y la limitación de su accionar suponía ejercer el poder militar, golpear a ese enemigo, organizar las tropas y castigarlos corporal y culturalmente, incluso matarlos. Aunque también, con ellos se construían acuerdos que eran frágiles en el tiempo e indicaban la limitada capacidad del Estado Heteo de ordenar un área de la península de Anatolia, la norte, al igual que pasaba con Arzawa.

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Hazañas de Supiluliuma Narradas por Murshillis, (2000) p. 63. Hazañas de Supiluliuma Narradas por Murshillis, (2000) p. 64. 29 Los Gasgas: una sociedad de jefatura que residía en los Montes del norte de Anatolia y que incursionaban militarmente contra las ciudades heteas por botín y cautivos. 28

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En cuanto a cómo se desarrollaron prácticas de consensos relativos con los gasgas esto se evidencia en la siguiente mención: “…Pero cuando mi padre llegó con su ejército, el enemigo gasga se atemorizó, así que depusieron sus armas…”30. En este extracto, ante un enemigo que se rinde, los heteos le permitían regresar a sus tierras, pero debían devolver el botín y los cautivos heteos, además comprometerse a no romper las fronteras, reconocer la supremacía hetea. De esta manera, evitaban el cautiverio o la muerte física. En los tiempos de paz, las relaciones con los gasgas suponían el libre tránsito en ambos territorios y el hospedaje como icono de las relaciones armoniosas entre las sociedades, esto se relata en la Hazañas político– militares de Supiluliuma I así: “…y como todos los gasgas estaban en paz, algunos hititas, se hospedaban en las ciudades gasgas, mientras otras habían vuelto a sus ciudades…”31. Las relaciones con los antiguos habitantes de Anatolia son motivo de constante relato en las Hazañas citadas como indicios de la fragilidad política, en cuanto a las fronteras en esa porción de territorio y al rol de los gobernantes no heteos en ellas. Esto también se manifiesta cuando los heteos recuperan una antigua ciudad fiel y, para mantener la lealtad, se depone al gobernante y no se incendia o saquea a parte de la población. Esta práctica suponía construir consenso parcial en una región vecina y cercana a la capital Hattussha como era el caso de Arziya: “… Pero luego marchó de nuevo y […] la ciudad de Arziya, pero el enemigo conservó los bienes de la ciudad,…”32. El poder y la alteridad la rastreamos en estos extractos desde un doble proceso conflicto-coerción y acuerdo-consenso. Otra forma de expresar el poder y a la alteridad pero desde la mismidad hacia el interior de la sociedad hetea, se presentaba de este modo: “...Pero como mi padre había levantado fortificaciones detrás de las ciudades vacías de todo el país que el enemigo había dejado desiertas hizo volver a la población, cada uno a su propia ciudad, y la población ocupo de nuevo sus ciudades... [...]Los cautivos que llevo al palacio fueron tres mil trescientos treinta. Mientras que los hititas que devolvió a sus casas eran incontables...”33

En estos párrafos, la política de alteridad estaba marcada desde una doble arista: la otredad por la acción militar y el castigo con las deportaciones y el cautiverio y, la mismidad, pues los heteos eran “devueltos a su ciudades” como símbolo de pertenencia al Estado y del cuidado de las divinidades y de los gobernantes. Reflexiones finales: 30

Ibídem N° 20, p. 64. Ibídem N° 20, p. 66. 32 Ibídem N° 20, p. 62. 33 Ibídem N° 20, pp. 64 y 65. 31

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Murshillis II diseñó políticas de dominación con, ante y sobre “los otros”, con una idea del enemigo heteo estereotipado en torno a el usurpador, el infiel a los pactos firmados, el que declaraba la guerra a Hatti, el que no le brindaba su ayuda o, el que invadía las ciudades de Hatti. Esto lo hizo desde la narración de las Hazañas de su abuelo y de su padre llamadas las Hazañas de Supiluliuma I y, paralelamente, con la firma de tratados y arbitrajes, fuentes que no trabajé en este caso, por razones de espacio. Murshillis usó entre las prácticas imperiales las ideológico-religiosas para evidenciar una política de dominación basada en prácticas de alteridad y de poder al exponerse él, su padre y su abuelo como gobernantes ordenadores del mundo porque poseían el apoyo de los dioses heteos más reconocidos por la élite y, porque eran descendientes de un mismo “linaje” de reyes favorecidos por los dioses en sus emprendimientos militares, a lo que se sumaba que eran hábiles guerreros. Las Hazañas político militares de Supiluliuma I, narradas por Murshillis II nos revelaron relaciones y ejercicios del poder y la alteridad mediante prácticos imperiales de establecimiento o restitución del orden ante el caos en diversos planos: *político-militar: al expulsar invasores, realizar fortificaciones y tomar cautivos; *económico: al saquear a “otros” grupos políticos, al restituir lo saqueado y al brindar seguridad para realizar los trabajos agrícolas, las construcciones y poder usar las rutas de intercambio; * ideológico-religioso: al mostrar a la familia gobernante como la elegida por los dioses para la buena administración de las tierras de Hatti, además de la protección de los heteos –sean o no de la élite o del ejercito- en las acciones y estrategias militares heteas y no heteas. En cuanto a los interrogantes planteados consideramos que: el texto de las Hazañas militares es una de las evidencias que nos permiten hablar de políticas de dominación imperial, de prácticas imperiales cruzadas por relaciones de poder y alteridad manifestadas discursivamente. En cuanto a cómo se proyectan indicios de prácticas políticas de alteridad, poder, orden y caos en sus relaciones interculturales, esto se puede leer por el momento así: el poder desde una perspectiva foucaultiana como un juego inestable entre coerción y consenso que se sostiene en los discursos. El poder se construye y ejerce usando la coerción hacia “los otros” y creando espacios de consentimiento entre los heteos ante la protección de estos frente a los extranjeros-invasores, si bien la fuente histórica trabajada estaba dirigida a los dioses y a la élite, tema constante en ese relato. Además, según si el enemigo se comportara sumiso luego de la derrota militar o previa a ella se podía conservar la vida y regresar a sus tierras sin ser

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tomados como cautivos. Esto suponía mostrarse ante “los otros” como un señor poderoso pero benevolente. La imagen de señor benevolente era para con “los otros” y para con su élite al evidenciar un modo de actuar mesurado en las medidas políticas y sin abusar de su poder de controlar y anular la vida de esos “otros”. Ante su comunidad era un señor benevolente mediante la defensa de la vida y de la tierra hetea y, ante los “no heteos” al permitirles la vida. Las políticas de alteridad en esta fuente se sustentan en la construcción de un “otro político” un extranjero que invade, saquea, maltrata la tierra hetea, toma botines y, lleva cautivos heteos a otras regiones. En las Hazañas militares de Supiluliuma no se trata al “otro” con el que comercia y con los que contraen matrimonios diplomáticos. El castigo al “otro” era el cautiverio, la deportación, la destrucción de su territorio, el botín de guerra, ser un vencido y capturado como rehén que sería dispersado en Hatti o en sus estado vasallos. El cautiverio simbolizaba la ruptura de prácticas de pertenencia cultural, de parentesco y los lazos de solidaridad, es decir, su “anulación cultural”. La mismidad con los heteos se tejía desde múltiples expresiones: la restitución a sus tierras de labranza, a sus regiones políticas, la liberación del cautiverio, la defensa de la vida por parte del ejército heteo, la protección recibida por parte del panteón de la realeza hetea, la ordenación del caos siempre latente. La mismidad es ante la familia real y ante los dioses protectores de Hatti, en especial ante la tríade hetea y, ante los habitantes de Hatti. Las prácticas de poder y alteridad en el caso heteo se ejercieron en espacios simbólicos y materiales, en discursos y acciones que evidenciaban relaciones humanas mediadas por imágenes de “el otro” –los no heteos- y del “nosotros” –los heteos-, del buen gobernante y sus acciones políticas, económicas y religiosas.

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