Pobreza y organización social de las personas mayores en el marco de los derechos humanos

November 13, 2017 | Autor: A. Márquez Herrera | Categoría: Envejecimiento
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POBREZA Y ORGANIZACIÓN SOCIAL DE LAS PERSONAS MAYORES EN EL MARCO DE LOS DERECHOS HUMANOSÐ Aura Marlene Márquez Herrera♦

Introducción El año Internacional de las personas de edad, 1999, generó muchas expectativas para las personas viejas, quienes se encontraban y a la vez se sentían, en una gran situación de abandono. Otro tanto sucedió en relación con la Segunda Asamblea Mundial sobre Envejecimiento que tuvo lugar dos años después. Como se sabe, los representantes de los gobiernos asumieron la responsabilidad, mediante una declaración política, de trabajar por lograr las condiciones necesarias para que cada uno de los países que representaban, adoptara las recomendaciones del Plan Internacional sobre Envejecimiento. De igual manera, se llevó a cabo la reunión de la sociedad civil a la cual asistieron representantes de organizaciones de todo el mundo, dejando como resultado un documento denominado “El desarrollo y los derechos de las personas mayores”. Entre una y otra fecha, es decir entre 1999 y el 2002, tuvo lugar la Cumbre del milenio, también liderada por Naciones Unidas. En la primera parte del documento, “Valores y principios” se encuentra un párrafo dedicado al reconocimiento de “la responsabilidad colectiva de respetar y defender los principios de la dignidad humana, la igualdad y la equidad en el plano mundial”; responsabilidad que registran como un                                                              El presente artículo está publicado en: ¿Personas Mayores con Derechos? Diez años después de la Segunda Asamblea Mundial sobre Envejecimiento. Centro de Capacitación y Desarrollo CEC – Chile – CORV Regional. Serie Estudios y Documentos 3. Santiago de Chile, 2012

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Trabajadora Social con Estudios Postgrado Política Social. Consultora en Gerontología. Docente Universitaria. Integrante del Grupo Interdisciplinario de Estudios sobre Envejecimiento de la Universidad Nacional. Coordinadora Grupo Inter-institucional sobre Envejecimiento y Derechos GIED - CORV COLOMBIA. Integrante comité Ejecutivo Regional CORV AMERICA LATINA Y EL CARIBE. Editora Boletín "Envejecer con Derechos". Correo electrónico: [email protected]

deber con todos los habitantes del planeta “en especial los más vulnerables y, en particular, los niños del mundo, a los que pertenece el futuro”. Se supondrá que en la categoría de vulnerables se encuentran las personas viejas, pues se puede pensar como un implícito por la imagen que se tiene de la vejez. Pero nadie podría asegurarlo. De igual manera, no es posible saber si se consideró en toda su dimensión, que el futuro al cual se refieren también incluye la etapa de la vejez de dichos niños, lo que significaría asumir que de las condiciones y oportunidades que se les ofrezca para su vida, dependerá en gran parte, la calidad de vida durante su vejez. Aunque parezca exagerado, eso no es tan claro para todos, o por lo menos no es de interés de la mayoría. No siempre hay plena conciencia de la pobreza en la vejez, ni que a ella pueden llegar quienes una vez fueron “futuro del mundo”. Menos se refleja en informes o estadísticas. Esto depende de diferentes factores, relacionados con intereses políticos; objetivos de investigaciones; metodologías utilizadas; unidades de medición, entre otros. Pero sobre todo, insisto, de la imagen que se mantiene (a pesar de los esfuerzos por transformarlo) que sigue reafirmando que la protección social y económica que se de a “esos viejos” no es una inversión sino un “saco roto de los presupuestos” (Marquez/1995). Así como pensar equivocadamente que la familia por el solo hecho de lo lazos de sangre o crianza ofrece protección “sin condiciones”. Las investigaciones sobre la pobreza normalmente dejan por fuera a las personas viejas y sus realidades, y si las mediciones se hacen sobre el consumo de los hogares aumenta la probabilidad de que queden desdibujadas al interior de los mismos, sobre todo si se parte del axioma que a mayor edad menor necesidad, en cantidad y calidad. Tanto es así que en el mismo año 2002, la CEPAL planteó que “los adultos mayores no eran necesariamente el grupo de mayor incidencia de pobreza”, ofreciendo como posibles explicaciones, el resultado de una acumulación de los recursos a lo largo de su vida productiva; o bien, un efecto de selectividad por ingresos, ya que las personas más pobres están sujetas a tasas de mortalidad más elevadas1. Esto podría ser bien discutible. Ahora bien, lo cierto es que el problema de la pobreza continúa, fluctuante pero insoluble y una realidad para todos los grupos de población. En el Sexagésimo quinto periodo de sesiones de Naciones Unidas, celebrado en el año 2010, se hizo referencia a tal situación: “…Estamos profundamente preocupados, no obstante, porque el                                                              1

Los adultos mayores en América Latina y el Caribe. Datos e indicadores. pág. 26.

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número de personas que viven en la pobreza extrema y el hambre sobrepasa los mil millones y las desigualdades entre los países y dentro de ellos siguen siendo un importante desafío. También estamos profundamente preocupados por los alarmantes niveles de mortalidad materna e infantil que se registran en el mundo. Creemos que la erradicación de la pobreza y el hambre, así como la lucha contra las desigualdades a todos los niveles, son fundamentales para crear un futuro más próspero y sostenible para todos2. Sin lugar a dudas la complejidad del problema no tiene discusión en términos generales. Sin embargo, es todavía más preocupante ver el problema específico de la vejez, pues a pesar de estar, hoy en día, más ‘visibilizados’ siguen siendo un grupo rezagado en la escala de prioridades. Se mantienen en el último lugar: “El último” Y esto, por supuesto, se hace más evidente en las épocas de crisis. Para nadie cabe duda de que debe ser así, si se habla de “prioridades”. Inclusive para las propias personas viejas. En esa medida la justificación se busca en la edad y el axioma de la disminución de las necesidades, y acto seguido se le ponen límites a sus derechos. En consecuencia, ubicados en los programas de combate a la pobreza terminan en franca competición con la niñez, en la que indiscutiblemente siempre van a perder. Envejecer en la pobreza, o empobrecerse en la vejez son situaciones completamente diferentes, con realidades diversas, pero se identifican por el hecho de estar enmarcadas en un escenario común en el que se conjugan con el final de la vida. Como bien afirmaba Simone de Beauvoir, “A los 65 años no se tienen solamente 20 más que a los 45. Se ha cambiado un porvenir indefinido –que uno tendía a considerar como infinito- por un porvenir finito. Antes no descubríamos en el horizonte ningún límite; ahora lo vemos”. Lo más contundente de esta afirmación es que en esta edad, resolver los problemas no da espera. Esa es también, una de las razones por las cuales la cuestión de la pobreza en la vejez no puede pensarse solo en función del número de pobres, o por fuera de su propio proceso de envejecimiento. Y en esa medida, menos puede estar descontextualizada de la realidad en la cual nació y creció cada persona construyendo o de-construyendo relaciones con sus grupos de referencia. La pobreza afecta el desarrollo humano integral y por lo tanto las relaciones con el entorno. Tiene esto especial relevancia en el espacio de la participación. Pensar que las personas de edad en circunstancias difíciles de pobreza, que no es                                                              Naciones Unidas 9ª sesión plenaria. Sexagésimo quinto período de sesiones. Documento A/RES/65/1. 22 de septiembre de 2010. El texto citado es el punto Nº5 del documento.

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suficientemente reconocida, o simplemente no es reconocida, se organizan de manera natural y espontánea, para participar en los espacios políticos, sociales, comunitarios, es algo complejo, que merece ser revisado con algún detenimiento, pues esto no es una acción meramente instrumental. Para que la gente se empodere y participe, a cualquier edad, y se proyecte a su vida futura necesita, en primera instancia, de su reconocimiento como persona y luego, como sujeto de derechos.

El Marco general: La propuesta del 2002 en materia de pobreza y participación Antes de mirar algunos aspectos en relación con el Plan de Acción Internacional sobre Envejecimiento, en lo que compete a los temas de pobreza y participación, considero necesario nuevamente, hacer referencia al documento de la cumbre del milenio, por la importancia que revistió en el ámbito internacional, así como en otras reuniones temáticas de Naciones Unidas. Como ya lo expresé, en el citado documento no se hizo referencia a la vejez. Quisiera imaginar que al referirse a hombres y mujeres, se hacía mención a las personas de todas las edades. No obstante, lo único cierto es que su punto central estaba en “no limitar esfuerzos para liberar a hombres, mujeres y niños, de las condiciones abyectas y deshumanizadoras de la pobreza extrema”. Así mismo, en el empeño de “hacer realidad para todos ellos el derecho al desarrollo y a poner a toda la especie humana al abrigo de la necesidad”. Los objetivos del Milenio fueron retomados en la Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, tanto en la declaración política como en el plan de acción. En relación con este último, es necesario recordar que su existencia, aún en términos de recomendaciones, o de “horizonte de sentido” en materia de políticas públicas en el área del envejecimiento y la vejez, en su momento creó muchas expectativas, entre otras razones porque no pocos países carecían de políticas. Lo anterior no quiere decir que el documento haya sido de fácil acceso para todas las personas en todos los espacios. Aún así, cumplió con un propósito muy importante porque significaba que de alguna forma se le daba continuidad al tema de los derechos, que muchas de las comunidades sentían efectivamente contenidos, en los principios de Naciones Unidas a favor de las personas de edad.

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Ahora bien, el documento que comienza con la declaración política, con la cual se repitió el compromiso –por lo menos en lo escrito- de Jefes de Estado y Gobierno con “las principales conferencias y cumbres de Naciones Unidas y sus procesos de seguimiento”, reconoció la importancia de incluir el tema del envejecimiento en los programas de desarrollo, y en las estrategias de erradicación de la pobreza (artículo 7). Así mismo, se reiteraron como temas primordiales la plena realización de todos los derechos humanos y libertades fundamentales, y el envejecimiento en condiciones de seguridad, confirmando el objetivo de la eliminación de la pobreza en la vejez. El plan en sí mismo, es decir las recomendaciones para la adopción de medidas en los niveles nacionales, que está estructurado en tres ejes interrelacionados (las personas de edad y el desarrollo; el fomento de la salud y el bienestar en la vejez; y la creación de un entorno propicio y favorable) hace especial mención al problema de la pobreza, y establece su relación con la participación, en el primer eje principalmente. Plantea que “El desarrollo puede beneficiar a todos los sectores de la sociedad, pero para que la legitimidad del proceso pueda sostenerse, se requiere la introducción y mantenimiento de políticas que garanticen la distribución equitativa de los beneficios del crecimiento económico”. Además, hace referencia a la continuidad de las políticas para las generaciones presentes y futuras, y a la justicia distributiva (equidad entre las generaciones). Erradicar la pobreza aparece como uno de los objetivos fundamentales del Plan, reconociendo que “las personas que sobreviven a una vida de pobreza suelen llegar a una vejez en que la pobreza es cada vez mayor”. En ese orden de ideas, también aparece lo que se ha dado por llamar “la feminización de la pobreza”, y “junto a ella la feminización de la vejez”. Otro aspecto importante, que es reconocido, es que las personas de edad discapacitadas son también más vulnerables a la pobreza que las personas de edad no discapacitadas, las personas muy ancianas y las que viven solas. De acuerdo con lo anterior, cabe decir que por lo menos en las recomendaciones estaban identificadas –sino todas- las más importantes cuestiones relacionadas con la pobreza. En términos de participación sucede otro tanto. El plan la menciona en aspectos muy significativos pues se refiere a “la Participación activa en la sociedad y en el desarrollo” en los procesos de adopción de decisiones a todos los niveles; en el desarrollo y fortalecimiento de los servicios de atención primaria de salud y de

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atención a largo plazo; y la promoción de la participación plena de las personas de edad con discapacidad; entre otros. Ahora bien, habría que mirar otra parte de este escenario. Desde la “sociedad civil (en reunión paralela a la de los Jefes de Estado y de Gobierno, que contó con la participación de organizaciones de diferente naturaleza, incluidas las agencias internacionales de cooperación), la propuesta de “atención a la vejez” adquirió otros matices. En el documento denominado “El desarrollo y los derechos de las personas mayores”, se presentaron una serie de aspectos muy importantes a tener en cuenta, que si bien no respondían a un diagnóstico establecido a partir de metodologías determinadas, si mostraba claramente las diferentes dimensiones de la realidad de las personas viejas. De alguna forma significaba reiterar temas ya conocidos. Entre otros, las condiciones de extrema pobreza en las cuales vivía la población vieja, y la consecuente transmisión generacional; la exclusión social; la falta de posibilidades de participar en actividades de desarrollo; el muy limitado acceso a la atención sanitaria; inexistencia o ínfimo desarrollo de los sistemas de pensiones; falta de redes de servicios sociales; viviendas que no reúnen condiciones dignas. Así mismo, alertaban sobre la discriminación para los mayores como resultado de las exigencias de privatización de los sistemas de seguridad social; y por último, denunciaban el incumplimiento de compromisos establecidos en reuniones internacionales anteriores3. Traerlo al escenario presente es importante porque su contenido no es tan conocido como el plan, siendo que es el resultado de un trabajo tan significativo como el de la Asamblea. En cuanto el tema de la participación, partía del reconocimiento de la amplia contribución de las personas de edad en la sociedad (la cual “a menudo es poco visible”); y de su experiencia, que compartida con las generaciones más jóvenes significa continuidad de valores culturales y la preservación de la diversidad de identidades. “En la medida en que el envejecimiento es un proceso que concierne a todas las generaciones, la participación de las personas mayores debe contemplar el conjunto de temas de interés de la comunidad, aplicando de este modo una perspectiva intergeneracional”. Otro aspecto del documento que considero importante de destacar es el que se refiere a las barreras para la participación. En él                                                              El documento completo “Los derechos de las personas mayores. Conclusiones del Foro Mundial de ONGS sobre envejecimiento”. Madrid, 5 al 9 de abril de 2002, se encuentra en la WEB. Vale la pena conocerlo. 3

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se llama la atención sobre el hecho de que estas son de carácter diverso, y acto seguido, señala la importancia de “conocer las percepciones que las personas mayores tienen acerca de sus capacidades, así como las informaciones de que disponen respecto a las modalidades de su participación”. En correspondencia con la identificación de la situación, las propuestas presentadas a los gobiernos respondían, en términos generales, a la necesidad de exigir el respeto y protección a los derechos de las personas mayores, en todos los ámbitos y a todos los niveles: local, nacional e internacional, lo cual significaba, también, la creación de mecanismos de seguimiento y control para garantizar la aplicación de las medidas que fuesen necesarias. Es indudable que desde entonces a esta parte, en una década, se han realizado diferentes acciones de acuerdo con la realidad e intereses de cada región, pero sobre todo de los intereses del sistema político. No obstante, sería clave que se pudiera considerar el contenido de la cantidad y calidad de las propuestas, porque no solo está el objetivo de disminuir –y ojalá erradicar- la pobreza en términos de cifras, sino también el de lograr mejorar la calidad de vida de las personas viejas de hoy, así como las del futuro, cuyas condiciones y características personales, sociales, comunitarias y en general, contextuales, siempre serán incomparables, y cada día más afectadas y dependientes de las exigencias del mercado y del desarrollo tecnológico. Se trata de lograr mejores condiciones generales, si se quiere hablar de calidad de vida, de un grupo de población que, como se expresó al comienzo de este escrito tiene un futuro más corto e incierto que el de los otros grupos de población. Y la idea de calidad de vida no puede ser tampoco minimizada -como lo plantean algunos autores- al simple hecho del afecto y el abrigo de la familia. Pensarlo de esta manera conlleva de por sí, una violación del derecho al reconocimiento de la persona humana y sus necesidades. La calidad de vida debe responder a la combinación de una serie de factores objetivos y subjetivos, entendiendo que lo objetivo depende de las circunstancias externas en términos de la estructura económica, psicológica, cultural y política que interactúan con las personas; y lo subjetivo se relaciona con la mayor satisfacción personal, el grado de realización de sus aspiraciones y la percepción que tenga de sus condiciones globales de vida. (Reyes / Triana / Matos / Acosta).

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Desde la mirada de Amarthya Sen está relacionado con el desarrollo y la libertad, que visto más ampliamente, no es otra cosa que el disfrute de los derechos.

Informe mundial sobre desarrollo - Banco Mundial Año 1999 La pobreza sigue aumentando en el mundo: “El número de personas que ganan menos de un dólar diario pasó de 1200 millones en 1987, a 1500 millones. Se pronostica que ascenderá a 1900 millones en el 2015. Ese ingreso irrisorio significa padecer, de diversas formas, de pobreza crítica. Los que ganan menos de dos dólares diarios, asimismo pobres, son 3000 millones, la mitad de la población del mundo. Por otra parte, las brechas de desigualdad también han ascendido. El Banco subrayó que muchas de las políticas aplicadas han sido erróneas y llamó a una nueva colaboración para el futuro” *** Año 2010 “Una cuarta parte de la población de los países en desarrollo continúa viviendo con menos de US$1,25 al día. Unos 1.000 millones de personas carecen de agua potable; 1.600 millones, de electricidad, y 3.000 millones, de servicios de saneamiento adecuados. La cuarta parte de todos los niños de países en desarrollo están malnutridos”.

Vejez, pobreza y participación: Desde las voces de las personas viejas Existe un tercer actor que hasta el momento no se ha mencionado como tal: las personas viejas. En realidad, es uno de los “nuevos actores sociales del siglo XXI”4, cuya presencia en el escenario político, se podría decir que apenas está comenzando, por varios factores que inciden de manera determinante. En realidad es más común de lo que parece, confundir lo que quieren las personas viejas con lo que los demás consideran que ellas necesitan, o es lo mejor para ellas. La idea de minusvalía e incapacidad en razón de la edad, no es fácil de cambiar, como lo explica Salvarezza (1993), pues “los prejuicios se adquieren en la infancia y luego se van racionalizando a lo largo de la vida. Finalmente no forman parte de un pensamiento racional                                                              En el año 1999, como parte de la conmemoración del Año Internacional de las personas de edad, desde la sociedad civil realizamos el Seminario Internacional: “Sociedad Civil: Aportes al Desarrollo de las personas mayores” en la sede de CEPAL – Santiago de Chile. Septiembre de 1999. En el presenté la ponencia “El Adulto Mayor: Un nuevo actor social sobre la cual me referiré más adelante en el presente artículo. 4

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adecuado, sino de una respuesta racional directa ante un estímulo determinado”5. Así que, sin entrar en más detalles, en términos generales se considera que las personas viejas, o no tienen capacidad para tomar decisiones, o pueden tomarlas, pero no necesariamente en dirección de lo más conveniente para ellas. Cuando se proyecta hacia la participación, en cualquier área, la cuestión se hace más complicada. Sobre todo si a esto se le incluyen las limitaciones que genera la pobreza. La triada vejez, pobreza y participación reviste una amplia complejidad. De ahí la importancia de trabajar también, con metodologías cualitativas cuando se quiere identificar más claramente cómo se presenta la interrelación de estos factores en la realidad. Los estudios adelantados hasta la fecha han jugado un papel significativo en la revisión de la problemática. No obstante, en la construcción de políticas públicas en favor de las personas de edad, la mirada desde esta perspectiva sigue siendo más discreta de lo que debería. En términos de la participación, podría calificarse como moderada6. Es necesario que se desarrollen más estudios con enfoques etnográficos. Como lo refiere Dieterlen citando a Sen, “la medición de la pobreza con métodos meramente cuantitativos no permite describir los hechos objetivamente, porque siempre se ven impregnados por juicios de valor”7. Habría que agregar que normalmente son juicios de personas que se encuentran muy lejos de la situación no solo en relación con la pobreza, sino también con la edad. Ahora bien, sin pretender adelantar una revisión detallada de las investigaciones cualitativas, se podría ilustrar la realidad de la vejez en la pobreza, retomando solo unos aspectos de los presentados en las últimas investigaciones. Sin duda alguna son ejercicios interesantes; y aún cuando no tengan representación estadística, ni puedan hacerse generalizables, se rescata el interés común –muy importante- de tratar de acercarse al sentir de una población que se encuentra en permanente riesgo                                                              Leopoldo, Salvarezza. Psicogeriatría. Teoría y Clínica. Paidós. Biblioteca de Psicología Profunda. Buenos Aires. 2a. reimpresión 1993. 6 En el año 2005 en el marco de las actividades del Programa Regional UNFPA/CELADE y con el interés de avanzar en el estudio de los mecanismos de participación utilizados en América Latina y el Caribe para diseñar e implementar acciones dirigidas a las personas mayores, CEPAL auspició la investigación “Mecanismos participativos en el diseño, formulación e implementación de leyes, políticas y programas sobre envejecimiento”. La investigación, que se realizó en cuatro países: Argentina, Brasil, Colombia y Chile, estuvo coordinada por Mónica Villarreal, y contó con la participación de los consultores: Alejandro Morlachetti por Argentina, Laura Wong por Brasil, Aura Marlene Márquez Herrera por Colombia y Laura García por Chile. Uno de los principales insumos para la elaboración del documento final, publicado en el 2006, fueron los informes de los consultores nacionales. 7 P. Dieterlen (2006). La pobreza: un estudio filosófico. Universidad Nacional Autónoma de México. 5

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de maltrato, especialmente de tipo estructural8, para reconocer su realidad y entender que muchos de los problemas que presentan, son resultado de las limitaciones debidas a las carencias y no a la edad. En ese orden de ideas, un primer punto bastante significativo es cuando se establece la diferencia entre el grupo de población vieja que se encuentra en el área rural de la del área urbana, así como la oportuna aclaración sobre la procedencia, entendiendo que muchas de las personas viejas que se localizan en las zonas marginales urbanas, en realidad provienen del área rural (campesina o indígena); lo cual significa que ya no solo están en condición de pobreza, sino también de marginalidad y discriminación, pero más acentuada. Salgado (2003) así lo analiza en el caso de México: “En comparación con la del área urbana, la población vieja del área rural se está viendo cada vez más abocada a mayor desprotección y por lo tanto, a un mayor nivel de pobreza, debido a las migraciones internas “pues a medida que los hijos y familiares más jóvenes migran del campo a la ciudad, aumenta la probabilidad de “que disminuyan los servicios de salud, sociales y de apoyo para quienes permanecen en las regiones”9. Pero el problema no se queda en la falta de servicios o el difícil acceso a los pocos existentes. En estas condiciones y dentro de la realidad latinoamericana, de acuerdo con Salgado, si las mujeres viejas no cuentan con un sistema de protección financiera y de salud con cobertura universal, se ven obligadas -hasta edades muy avanzadasa trabajar por un ingreso que les ayude a mantenerse y a mantener a su familia. O terminan trabajando como cuidadoras, para la familia, sin recibir ningún pago por sus servicios.                                                              Es importante insistir en que es posible identificar un tipo de maltrato como “Estructural”, refiriéndose a la falta de políticas, o de mecanismos para la operatividad, seguimiento o control de las mismas; pero sobre todo, a la actitud de desinterés hacia la problemática de los adultos mayores. En ese mismo orden está el problema de la redistribución de los recursos, el desconocimiento de su nivel de necesidades, y de sus aportes. Por ello también lo identifico como político, o estatal. Ver: Consideraciones sobre maltrato y violencia en la vejez a la luz de la calidad de vida. M. Márquez H. / 2001 9 N Salgado, (2003). Envejeciendo en la pobreza. Género, salud y calidad de vida. Instituto Nacional de Salud Pública. México. En el caso mexicano se habla especialmente de migración a Estados Unidos. En Colombia, además de la migración interna debe contemplarse el problema del desplazamiento que ya no solo plantea la desprotección sino la violencia desde diferentes perspectivas hacia las personas mayores, bien de manera directa o por lo que se refiere a sus familiares. La información sobre el impacto del desplazamiento en las mujeres mayores, las niñas y las jóvenes está menos documentada. Las investigadoras y los investigadores, advierten sin embargo la desprotección a que se ven abocadas al desestructurarse sus redes tradicionales de apoyo y ante la pérdida de los referentes culturales (Ramírez / 2001) 8

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Si bien es cierto que las familias pueden brindar protección y apoyo, también lo es que se pueden constituir en un medio de limitación y maltrato. Salgado hace referencia a otra circunstancia de especial consideración en relación con las mujeres: “La familia extensa por un lado, proporciona a la mujer una red de apoyo social inmediata, pero por otro, la obliga a involucrarse y a participar activamente en la solución de los problemas familiares y a contraer deberes y obligaciones con cada uno de los miembros. De tal forma que para estas mujeres los problemas se multiplican en la medida en que ellas son responsables del cuidado y el bienestar de un mayor número de personas”. En cuanto a los hombres, reitera que “utilizan con menos frecuencia las redes de apoyo social formal y durante la vejez reciben menos soporte social y familiar que la mujer”. Vale aclarar que esta situación no solo se presenta en México, es general para América Latina, y otras regiones, solo que se refleja con una relativa mayor facilidad, en algunos estudios cualitativos sobre maltrato y violencia domestica o intrafamiliar, pues el reconocimiento de esta realidad se ve interferido por el afecto, el miedo a ser institucionalizado, o hasta golpeado por los propios hijos. Realidades que se contraponen con las hipótesis que plantean que es probable evitar la pobreza gracias a las ayudas familiares en la medida en que no solo cuentan con remuneraciones por trabajo o jubilación, sino también, por las ayudas familiares (Huenchuan/2004). Este aspecto habría que estudiarlo con mucha más profundidad. Y aun considerando la ayuda familiar, es importante tener en cuenta que esta red de apoyo cada vez se ve más afectada por la crisis económica que va creando una condición de pobreza crónica en las familias. Por ejemplo, en el estudio cualitativo que auspició HelpAge en el 2005 en América Latina10, las personas mayores de Bolivia que participaron, afirmaban que a medida que las personas pobres envejecen se empobrecen más, es decir que los viejos son los más pobres, o mejor aún, que la pobreza se agudiza en la vejez. Pero a además de crónica es intergeneracional “los hijos son pobres porque los padres son pobres”. Actualmente no son pocos los casos en que los padres viejos deben apoyar a los hijos porque estos no encuentran trabajo, o sus trabajos son                                                              HelpAge Internacional Regional América Latina en cabeza de Valerie Mealla Representante Regional y Sarah Allen Coordinadora del Proyecto Envejecimiento Activo, auspició -con el apoyo del la Comisión Europea- el estudio “Vejez y pobreza en América Latina: “la visión de las personas de edad - aproximación al conocimiento de la situación de pobreza en la vejez”. El estudio, bajo la coordinación de Aura Marlene Márquez Herrera, se realizó entre los años 2002 y 2004, en cinco países de América latina: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y Perú. El equipo de investigación estuvo conformado por: Silvia Gascón en Argentina, Mercedes Zerda en Bolivia, Alberto Viveros en Chile, Esperanza Trujillo en Colombia, y Julia Cuadros en Perú. El informe final “Análisis comparativo y síntesis de resultados” de junio de 2005 no fue publicado, pero si las investigaciones correspondientes a Argentina, Bolivia y Perú. 10

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temporales y eso dificulta responder adecuadamente con los compromisos con sus hijos. Bueno, eso gracias a que cuentan con un ingreso estable, que es la pensión. Cuando eso se termine… ¿Pero qué significa realmente la pobreza en la vejez? ¿Se puede generalizar que lo que reciben las mujeres viejas en las redes de apoyo familiar -y social- minimiza su pobreza? ¿Cómo afecta su dignidad? Seguramente muchas de las acciones mencionadas como medio de evitar la pobreza, se limitan simplemente a evitar que se haga más evidente el abandono total, pues no llegan a la calle (indigencia), o a instituciones geriátricas de caridad, o financiadas por los Estados a través de programas de combate a la pobreza. Pero no más. Sobre este aspecto existe un importante subregistro de información porque, por lo menos con los métodos tradicionales, no se puede hacer evidente con facilidad el problema de la pobreza disfrazada, ni la humillación que tienen que padecer las personas viejas al interior de sus hogares. Simplemente esto no aparece en las encuestas de hogares de los países, ni en otros estudios de tipo estadístico. No cabe duda que la pobreza puede producir efectos muy negativos a nivel físico o psicológico, o en las dos áreas, y pueden hacerse evidentes en cualquier momento de la vida. Sus efectos son asimilados con lo que consideran característico de la vejez, por lo cual con facilidad se encuentran personas aparentemente viejas cuando en realidad son jóvenes. Si las personas se enferman, no pasan de ser “enfermedades propias o asociadas” a la vejez, y en esa medida pareciera que revisten menos importancia. Tal situación se presenta tanto en hombres como en mujeres, pero se ha identificado más en las mujeres, sobre todo del área rural. “Los datos empíricos prueban que los estragos en la salud física, sobre todo de las mujeres ancianas en el medio rural, se deben más a las consecuencias de la pobreza en la que viven, que a la vejez propiamente dicha11 El estudio cualitativo “Pobreza y exclusión social entre los ciudadanos mayores de la Unión Europea” realizado a petición del Parlamento Europeo y publicado en enero de 201112, muestra dimensiones del problema de la pobreza que concuerdan con las expresiones de las personas de edad en América Latina. No deja de ser sorprendente                                                              11Colvez,

A. Disability free life expectancy. En: Shah E, Kalache A, ed. Epidemiology in old age. Londres: BMJ Publishing Group, 1996. Citado por Salgado y Wong, México 2003. 12 TNS Qual+. Pobreza y exclusión social entre los ciudadanos mayores de la Unión Europea (UE). Informe agregado – Enero de 2011 8/75 DV\855616ES.doc. Este informe fue realizado en 18 Estados miembros de la UE con el fin de analizar los problemas que sufren las personas que viven en condiciones de pobreza y se enfrentan a la exclusión social.

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que aún reconociendo la evidente diferencia entre este continente y Europa, se puedan subrayar dos aspectos muy importantes: el primero es que la pobreza en la vejez reafirma la exclusión social y la sensación que se tiene de marginalidad; y el segundo, que hay diferencias sustanciales entre los distintos niveles de pobreza, en la pobreza, porque no es lo mismo tener algunos derechos reconocidos (como el de la pensión) que no contar con ninguno. Pero esto no quiere decir que no sean igualmente pobres, con todo lo que ello conlleva. Ahora bien, habría que hacer la salvedad que en América Latina, hay países (como Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia) con un alto porcentaje de personas sin pensión, y de las pensionadas, también es alto el porcentaje con ingreso mínimo que apenas les ayuda a sobrevivir; un poco más que los subsidios o bonos de los programas de combate a la pobreza, pero no mucho. Esto sin contar los apoyos a terceros (hijos y nietos) ya mencionados. En palabras de los autores del informe: “El estudio muestra a una población que se siente abandonada por el conjunto de la sociedad, cree que la realidad de su vida no está presente en los grandes medios de comunicación y considera que los responsables políticos no comprenden cómo es la vida para las personas que sufren la pobreza y la exclusión social”13. Junto a ello se encuentran preocupaciones tales como: “el costo de la vida, el empleo, las pensiones, la salud, la atención sanitaria y su costo. Por otra parte, se hace manifiesto el deseo de sentirse escuchado y valorado por la sociedad, seguramente para poder contrarrestar otros sentimientos que terminan siendo asfixiantes y devastadores: “Esta sensación de invisibilidad y exclusión suele verse agravada por la estigmatización de la pobreza y el sentimiento de vergüenza o humillación que tienen muchos encuestados” (UE). Entonces el tercer efecto negativo, además del físico o psicológico, se puede presentar en el orden social, repercutiendo en su limitación para integrarse y participar en organizaciones sociales. A dicho tema me referiré a continuación.

La relación vejez pobreza y organización social “El derecho a participar es un derecho humano fundamental y complejo que está entrelazado inextricablemente con los principios democráticos fundamentales”                                                              13

Ibíd.

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(Naciones Unidas, 2004)… Su disfrute se encuentra íntimamente ligado a la observancia y respeto de otros derechos humanos. Por ejemplo, si se pretende lograr que las personas mayores participen efectivamente en el diseño e implementación de las leyes o políticas que las afectan, deben tener la libertad de organizarse sin restricciones (derecho de asociación), de reunirse sin obstáculos (derecho de reunión), de decir lo que piensan sin recibir intimidaciones ni amedrentamientos (derecho de libertad de expresión), deben conocer la situación real en forma clara y concreta (derecho a la información) y gozar de un nivel básico de seguridad económica y de bienestar (derecho a un nivel de vida razonable y a los derechos conexos)”14 Es decir, que la participación exige una serie de condiciones, entre las que se encuentra, como punto fundamental la organización. Es necesario crear “un ordenamiento y una regulación que de estructura en el tiempo y en el espacio. Un sujeto colectivo con capacidad de interlocución y negociación”15. Algo que va más allá de la asociatividad. Valga el momento para señalar que cada vez más, se utiliza este término indistintamente con el de organización, entre otras razones porque se piensa que el simple hecho de reunir a las personas, cumple en sí mismo el propósito de ayudar a la vejez; y eso está bien, pero no es suficiente porque estamos hablando de las personas de edad como sujetos de derechos, con necesidades e intereses diversos, y para que esto sea una realidad es necesario fomentar en ellas la importancia de asumir su condición de actores sociales, con el fin de que tengan posibilidades reales de ser escuchadas, de influir en la toma de decisiones y en términos generales, obtener el reconocimiento que merecen16 En este orden de ideas, valdría la pena detenerse en algunos aspectos que se constituyen en una barrera para la organización: 1. En primer lugar, se debe tener presente que es muy difícil pensar en la organización social hacia la participación, cuando además de la condición de                                                              14 Villarreal

M. 2006. Op.cit. Márquez H. Aura Marlene. Asociaciones organizaciones y redes: una discusión imprescindible. 2006. 16 Sobre este tema vengo hablando desde 1999 en: “el Adulto Mayor: Un nuevo actor Social”, porque trascender la idea de simplemente “reunir a los viejitos” es realmente determinante para poder cambiar las condiciones de las personas de edad. De hecho este texto y el de Asociaciones organizaciones y redes: una discusión imprescindible, fueron citados en la publicación “Las personas mayores en Chile. Situación, avances y desafíos del envejecimiento y la vejez” que el Servicio Nacional del Adulto Mayor. SENAMA, publicó con ocasión de la Reunión realizada en CEPAL, en el seguimiento al Plan Internacional de Acción sobre Envejecimiento, en Santiago de Chile, Julio de 2009. 15

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marginación y exclusión, por pobreza y por edad, las personas se reúnen solo para responder a las exigencias creadas por los funcionarios de los programas focalizados de combate a la pobreza, actualmente denominados de transferencias condicionadas. En general estos programas por su naturaleza son excluyentes y no parten de las necesidades de los grupos a quienes van dirigidos, sino de los intereses de quienes los definen, condicionando no solo a las personas viejas como el “objeto receptor de la ayuda con obligación de retribuir”, sino también a sus familias para que los cuiden, las cuales no pueden hacerse cargo plenamente de “sus viejos” si no cuentan con una estructura en términos de salud, de empleo y de su propia seguridad social. En consecuencia, estas dificultades también se convierten en limitaciones para cualquier tipo de participación de los miembros de la familia. 2. Desde la perspectiva de género, se encuentran claras diferencias en lo que tiene que ver con la posibilidad de organización, aunque de igual manera en el desarrollo de los programas, suelen no tenerlo muy en cuenta. Guajardo, Huneeus / (2003) lo tipifican claramente, y debo hacer la salvedad que su lectura se logra con mucha facilidad al observar la realidad de los espacios comunitarios urbanos. Lo que dichos autores plantean, se dibuja de manera espontánea en la memoria de quienes hemos tenido oportunidad de hacer trabajo de campo: “La participación en organizaciones sociales, si bien es altamente valorada por los varones adultos mayores, sea que actualmente participen o no, es elaborada fundamentalmente como una acción de otros, que no les pertenece en cuanto vivencia espontánea. Para los varones, los espacios de participación se reconocen como propios de las mujeres, que irrumpen luego de un encierro y sujeción en el hogar. En cambio, las mujeres se encuentran subjetivamente implicadas en el relato de la participación, incluso si se restringe su polisemia a realidades cercanas e identificables, específicamente a las organizaciones y agrupamientos conocidos. En esos grupos se sabe que la presencia de los varones es escasa”17 3. Otra barrera que se presenta para la organización, es el sentimiento de vergüenza que produce la pobreza a las personas que la padecen. Sobre todo a los hombres. “La vergüenza de la pobreza es una vergüenza razonada que tiene sus raíces en la privación real” (Ringen/ 2004). La “pobreza vergonzante18” implica la pérdida                                                              G, Guajardo, y D Huneeus. las narrativas de la participación social entre los adultos mayores: entre la reciprocidad y la desolación. CELADE / CEPAL. 2003 18 Cada vez más en los medios de comunicación utilizan indistintamente vergonzante o vergonzoso. El primero se refiere a que tiene vergüenza. El segundo, que causa vergüenza. Por ejemplo, se puede decir que es vergonzoso ver como se mantienen los niveles de pobreza y se permite que aumente el grupo de pobres vergonzantes. 17

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gradual, de recursos y posición social hasta llegar a un nivel importante de pobreza. Con ello normalmente se pierden las relaciones con los entornos originales y en consecuencia, esas redes sociales. Las personas lo asumen con culpa y por ello quieren “esconder esa realidad”. La angustia y otras limitaciones que ahora les acompaña no les permite reconocer que son parte de un importante grupo cada vez más numeroso resultado de la crisis económica mundial. Esos nuevos pobres cada día se hacen más viejos y van quedando por fuera de los requerimientos del mercado. En la investigación realizada en Bolivia (2005) las personas viejas indígenas, al respecto afirmaban lo siguiente: “cuando la pobreza se toma como resultado del sistema imperante o derivado de la relación histórica de dominación, se entiende como un factor externo de injusticia e inequidad. En caso contrario, si se asume como resultado de la incapacidad de competir en el mercado, afecta la dignidad y la autoestima, y en consecuencia produce vergüenza”19 En el estudio cualitativo de la UE, refieren que la sensación de vergüenza por la situación de pobreza, lleva a que las personas viejas también “tiendan con frecuencia a excluirse de la sociedad, puesto que piensan que no pueden participar en actividades sociales”. Así mismo, analizan que ese tipo de exclusión, aunque sea elegida por las mismas personas puede terminar convirtiéndose en un círculo vicioso de difícil rompimiento, lo que hace que no se les escuche porque no se pronuncian. En realidad no es una acción gratuita, las personas tratan de excluirse de las reuniones y actividades para no tener que explicar su situación de pobreza o exclusión social. Como bien lo afirma una mujer de Bélgica de 68 años “Cuando empobrecemos económicamente, también empobrecemos socialmente”20. 4. Finalmente, en términos de la relación vejez, pobreza y participación también habría que mencionar a las organizaciones de pensionados y/o jubilados, aunque sea una situación un tanto diferente. Este tipo de organizaciones está más en función de los intereses relacionados con las pensiones o jubilaciones, servicios de salud y otros complementarios. Desde la perspectiva de la organización todavía recogen una práctica de su vida laboral, de su historia, que les permite continuar trabajando por el propósito de mantener los derechos adquiridos durante su época activa. Es la herencia que conservan de lo que fue su rol de trabajadores. En ellos hay un sentido                                                              M. Zerda. Vejez y Pobreza en Bolivia: La visión de las personas de edad. Comunidad Awicha. 2004 20 TNS Qual+. Op.Cít 19

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de grupo que es importante.21 Pero esto tampoco es suficiente porque los pensionados o jubilados se asumen solamente como tales, y casi nunca como personas viejas; menos como un grupo de viejos pobres, aún cuando reciban pensiones muy bajas, y hayan desmejorado o anulado, servicios que tradicionalmente les ofrecían. En el estudio de la Unión Europea se resalta que “hay asociaciones de jubilados cuya principal tarea consiste en aumentar la influencia de las personas mayores en la sociedad y facilitar un lugar de encuentro para el compañerismo, el crecimiento personal, la felicidad y la salud. Sin embargo, estas asociaciones deberían mostrarse más combativas con las cuestiones de la pobreza y la exclusión social”22. En síntesis, tanto la organización social como la participación, deben ser voluntarias y conscientes. Como derecho humano, significa pensar en personas autónomas y con dignidad. Están afectadas por la pobreza, pero también por los condicionamientos que establecen en los programas de combate a la pobreza, y esto crea una limitación para las personas viejas pobres, quienes son las más llamadas a participar, si efectivamente existe el interés de lograr que cambie la situación en la que se encuentran. Otro tanto sucede en los espacios de las políticas públicas, su aplicación y su control; así como, en los ejercicios de aplicación de la metodología “bottom-up approach” (evaluación de abajo hacia arriba) propuesta por Naciones Unidas23 con el fin de lograr una “visión conjunta y comprensiva” de la aplicación del Plan de Acción Internacional sobre Envejecimiento de Madrid. Un buen ejemplo se encuentra en el estudio realizado por CEPAL (2005) en el cual se concluye que: “se descarta la posibilidad de que en alguno de los [cuatro] países [estudiados] se haya alcanzado en la participación [de los adultos mayores] el nivel de toma de decisiones y empoderamiento”24. Pobreza, vejez y derechos humanos Estar en la pobreza crea también una cultura que rebasa los límites tanto de lo regional como lo nacional, así como de lo rural y lo urbano25; una forma de vida que                                                              Márquez, M. 1999. OpCit. 22 TNS Qual+. Op.Cít 23 Naciones Unidas. Resolución E/CN.5/2004/6 “Modalidades de examen y evaluación del Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento, 2002” 24 Villarreal M. 2006. Op.cit. 25 Tal como lo planteara Oscar Lewis en su libro “Antropología de la pobreza” (FCE. México. 1961). A pesar de todas las críticas a esta teoría, es fácil observarlo también en el presente siglo. No es 21

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surge entre el hambre y la necesidad y se transmite de generación en generación. Este concepto de “la cultura de la pobreza” es muy importante para considerarlo en este espacio, porque se trata de entender que la pobreza determina la vida de las personas y si les acompaña desde edades tempranas y permanece, significa que no solo las ha afectado en su familia de orientación (donde nacieron), sino que también incidirá en las relaciones de la familia de procreación (la de sus hijos) y finalmente, determinará la calidad de vida de su vejez. En ese orden de ideas, la cuestión se hace mucho más compleja, porque significa hablar de personas que no solo tienen que enfrentar carencias y pérdidas, en los últimos años de su vida, sino que han tenido que vivirlo siempre. Por eso, un rasgo característico de la cultura de la pobreza en la vejez es que las personas sienten que no necesitan nada por ser viejas y pobres. Su justificación (con matices religiosos) está en que así han vivido toda la vida y lo han podido sobrellevar tanto en lo personal como en el ámbito familiar. En esa misma lógica, asumen que no tienen por qué reclamar derechos pues no los tienen; entonces ¿para qué se organizan? En realidad la pobreza es “casi” la única verdad que reconocen, porque es la única que les ha acompañado siempre. Desde la infancia, que se supone es la edad de los sueños, y se define como el futuro del mundo; o en la adolescencia y juventud, cuando deberían estar preparándose para alcanzar grandes metas; ni en su madurez, cuando luchaban para darle a sus hijos una vida mejor y diferente, ni ahora en su vejez, época en la que se presume del descanso y contemplación. En todas estas etapas su principal objetivo fue, y sigue siendo “trabajar para sobrevivir” (Márquez, M / 2005). Del estudio que realizó HAI en América Latina, entre otras conclusiones, es muy importante rescatar la relación entre tristeza y pobreza planteada especialmente en los grupos de Bolivia. Las voces de quienes participaron expresaron claramente “mayor tristeza por ser pobres, que por ser personas viejas”. Es decir, que a pesar de lo que tenían que enfrentar por los estereotipos negativos de la vejez, la exclusión, la                                                                                                                                                                                            exagerado el planteamiento de que es una forma de vida y que cumple un papel determinante en la transmisión generacional. Es claro que las condiciones de pobreza no se dan de la misma forma de una época a otra, pero a pesar de los avances tecnológicos y de urbanización que plantean cambios significativos, actualmente continúan existiendo grandes grupos humanos en condiciones de vida inaceptables. La discusión es tan compleja como la amplia teorización sobre la pobreza y la mejor manera de medirla. Las cifras no lo expresan en su justa proporción y aún así, son una buena evidencia del problema.

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marginalidad y el abandono por edad, esto no era tan difícil de sobrellevar como el estado de pobreza en el que permanecían, entre otras razones, porque significaba estar carentes de alimentación y salud. Esto, por supuesto afecta la condición de ser de la persona humana. “La pobreza deshumaniza, reduce las capacidades, limita las libertades y genera en aquel que la padece la imposibilidad de imaginar un futuro diferente”. (Boltvinik, Damián / 2004). Por ello también, quebranta su dignidad. Para las personas viejas, la dignidad es quizá su único valor, su único bien, el que les hace sentirse personas cuando consideran que todo “o casi todo” está perdido, y esa dignidad se ve especialmente afectada cuando se encuentran viviendo en la pobreza. “La sensación de invisibilidad y exclusión suele verse agravada por la estigmatización de la pobreza y el sentimiento de vergüenza o humillación que tienen muchos encuestados” (Estudio de la UE). La dignidad humana “supone el reconocimiento del hombre como un fin en sí mismo y no como un objeto manipulable al que hay que buscar y encontrarle su fin fuera de sí. Por lo tanto, respetar la dignidad "será tener en cuenta que el ser humano es anterior, lógica y sociológicamente al Estado, y por ello los procedimientos operativos y las normas que el propio Estado utilice en sus actividades, han de ser lógica y sociológicamente adecuados a la índole personal de los seres humanos"26. Y como lo plantea el alto comisionado de los derechos humanos, los pactos Internacionales de Derechos Humanos reconocidos de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos, registran claramente que “no puede realizarse el ideal del ser humano libre, liberado del temor y la miseria, a menos que se creen condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos económicos, sociales y culturales, así como de sus derechos civiles y políticos”27. En consecuencia, “la erradicación de la pobreza ampliamente extendida hasta sus formas más persistentes y el pleno disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales y de los derechos civiles y políticos siguen siendo objetivos relacionados entre sí”28 Ahora bien, de acuerdo con los expertos en el tema de derechos es necesario insistir que “la existencia de los derechos humanos no depende de la existencia que de ellos                                                              26 Colombia.

Corte Constitucional. Sentencia C-521/98 Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. “Los derechos humanos y la extrema pobreza”. Resolución de la Comisión de Derechos Humanos 1996/10 28 Ibíd. 27

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haga el Estado; estos se fundamentan en la naturaleza y dignidad de la persona humana, es decir, los tiene en su calidad de persona por el hecho de ser y el Estado no se los otorga sino que se limita a reconocer su existencia; es decir, solo asume la obligación jurídica de asegurarlos plenamente” (Alcaraz) Aunque habría mucho más que decir sobre la relación pobreza, vejez y derechos humanos, lo que se pretende esbozar aquí es que tanto la situación de pobreza y lo que de ella se deriva, como la poca o nula organización y participación de las personas en la vejez, es una cuestión básica de derechos humanos y están interrelacionados entre sí de manera directa. Como lo afirma Dieterlen citando a Rawls, no es posible alcanzar una sociedad menos desigual, si no hay respeto a las libertades básicas. Por otra parte, es una cuestión de justicia social. De acuerdo con los planteamientos de Fraser (1997) significa que el Estado debe responder a dos tipos de exigencias: por un lado, la distribución más justa de bienes y recursos, y por el otro, el reconocimiento. Ninguno de los dos es en sí mismo suficiente. En especial, si se tiene en cuenta que América Latina continúa como el continente más desigual del mundo, y los planteamientos en materia de protección social para las personas de edad, siguen siendo excluyentes porque se hacen especialmente a partir del juego de relaciones entre el estado y el mercado. Si las familias y las asociaciones sociales y comunitarias tienen alguna presencia es mínima; de tipo instrumental. En estas relaciones el Estado da un papel destacado al mercado, aún en materia de derechos humanos, y la responsabilidad de la protección de “sus viejos” casi que exclusivamente a las familias. Todo esto puesto en el plano de una enorme contradicción, pues si se habla de derechos estos no pueden, ni deben, ser negociados, ni comprados (como sucede con la salud). Además, las personas viejas se encuentran por fuera del mercado, justamente por edad y sus familias, sin posibilidades reales de un empleo que sea permanente. Los trabajos temporales y poco calificados, no permiten la regularidad que se necesita para dar respuesta a las necesidades de sus miembros, y menos ofrecen garantías adicionales en términos de bienestar. Por lo menos hasta el momento, a los familiares adultos de nuestras familias pobres, en quienes se está poniendo especialmente la obligación del cuidado, no les queda más que esperar a ser viejos para tratar de ingresar como beneficiarios, en los programas de combate a la pobreza (actualmente conocidos como de transferencias condicionadas o con responsabilidad).

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Esta dinámica facilita importantes formas de maltrato pues, entre otros factores, genera situaciones de tensión en las relaciones, por la carga que conlleva el cuidado, sobre todo si no se cuenta con los recursos de apoyo necesarios o las estructuras adecuadas para la atención especializada, o por lo menos no están al alcance de las familias pobres ya que no pueden comprar estos servicios. Por estas razones, entre otras, los programas de combate a la pobreza o si se quiere de Transferencias Condicionadas, como el “Bolsa familia” de Brasil, el de “Oportunidades” de México (antes Progresa), el de Colombia “Red Unidos” (antes familias en acción), solo por poner algunos ejemplos, no pueden considerarse, en el marco de los derechos humanos, como respuestas adecuadas para la problemática que tienen que enfrentar las personas viejas, pues ellos continúan en los mismos principios asistencialistas, aun cuando hayan hecho algunas modificaciones en la teoría, con el fin de responder a la exigencia de dar obligaciones a esos “pequeños beneficios”, como si con ello efectivamente lograran incorporarse en el marco de los de derechos. Sin lugar a dudas, la política de transferencias condicionadas hace de sus beneficiarios personas cada vez más pobres y dependientes, además de que les niega sus derechos cuando se les imponen tantas condiciones. Allí la idea de justicia desaparece. En Chile, por ejemplo, en relación con los resultados del programa “Chile Solidario” se ha observado que “la población bajo la línea de pobreza no es un grupo estable y fijo, sino que hay una significativa rotación de parte de familias que son vulnerables, esto es, que tienen un alto riesgo de caer en pobreza”29. Además, advierten el aumento del número de familias que ha ingresado al programa, y aunque reconocen que no existe un buen diseño de evaluación, las evaluaciones disponibles “apuntan en la dirección que no habría habido mejoras en las condiciones de empleo e ingresos atribuibles a la política”. Otro punto importante que se observa, es que la eficacia de los programas de la red pública ha sido parcial cuando su desempeño es esencial para alcanzar los objetivos del programa. En relación con el componente de participación en el programa de Colombia, ha sido puesta como la “condición” para recibir los subsidios, limitándola al simple hecho de la asistencia a lugares específicos de encuentro, donde se desarrollan actividades que                                                              Gps - Grupo de Política Social. A ocho años de su inicio ¿Qué hacer con Chile Solidario? Año 2 / No. 3 / Junio 2010.

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no responden ni a las necesidades, ni a los intereses de las personas. Inclusive en materia de políticas sociales. Por otra parte, los beneficiarios del programa de subsidios, no pueden recibir otro tipo de beneficios, como asistir a los comedores, cuando el monto del subsidio es aproximadamente la sexta parte del salario mínimo (menos de 50 dólares al mes), y casi no se ha incrementado desde su creación. Si la participación es un derecho, bajo ninguna circunstancia puede ser condicionada.

Vejez, pobreza y salud ¿Por qué especialmente el tema de salud? Además de la dignidad, es uno de los valores que más le importa a la gente en la vejez. Len Doyal (citado por Dieterlen/2003) sostiene que “las necesidades básicas son la salud y la autonomía personal. Para que las personas puedan actuar y sean responsables deben tener determinada capacidad física y mental para deliberar y elegir. La competencia y la capacidad de elección constituyen el nivel más básico de autonomía personal”. Pero para comprender a que se refiere este último concepto, hace referencia a tres aspectos: 1) la comprensión que las personas tienen de sí mismas, y su cultura y de lo que se espera de ellas en dicha cultura; 2) la capacidad psicológica de las personas para crear sus propias opciones; 3) las oportunidades objetivas que permiten que una persona actúe o deje de actuar. Todos estos aspectos frente al concepto de envejecimiento exitoso [que desde la perspectiva de Lehr (1988), resulta de la interrelación de los índices objetivos y subjetivos; o de la OMS del “proceso de optimizar las oportunidades en materia de salud, participación y seguridad, a fin de poder lograr una vida de calidad a medida que las personas envejecen”] nos ubican de nuevo en el tema de la pobreza. Posterior a la Cumbre del Milenio, la Directora General de la OMS concluyó que el compromiso del área de la salud en el cumplimiento de los Objetivos de desarrollo del Milenio es total: “Tres de los ocho objetivos, ocho de las dieciocho metas y dieciocho de los cuarenta indicadores se refieren a asuntos que conciernen directamente a la labor de la OMS, y otros, como la erradicación de la pobreza extrema y el hambre; el fomento de la igualdad entre los géneros; y la potenciación de la capacidad de acción de la mujer, tienen una dimensión sanitaria”30.                                                              30

OMS. Informe de la Directora General 1998-2003

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De otra parte, advierte sobre el aumento del número de personas afectadas por algún tipo de enfermedad mental (“se estima que una de cada cuatro personas que buscan asistencia sanitaria presentan al menos un trastorno mental, neurológico o comportamental, en la mayoría de los casos ignorado o ni siquiera diagnosticado...”); y posteriormente reconoce que “estos problemas se ven agravados por las transiciones socioeconómicas rápidas, el envejecimiento de la población, la violencia, los disturbios sociales y las guerras, los padecimientos físicos y, por supuesto, la pobreza “Cada año intentan suicidarse entre 10 y 20 millones de personas…” Finalmente, presenta un importante aporte en términos de género, que no debe ser visto solo en su momento actual, pues lo que esto significa en el futuro de las mujeres, es decir su vejez, es quizá más importante: ”De los 1200 millones de personas que viven en la pobreza, el 70% son mujeres. La malnutrición proteinoenergética y la carencia de hierro afectan considerablemente más a las mujeres que a los hombres. La pobreza es también un factor relevante como sustrato del estrés y la depresión entre las mujeres, y otro factor confluente es la violencia doméstica. La discriminación, unida a la pobreza, limita el acceso de las mujeres a la atención sanitaria…”. Habría que reiterar que no son pocos los casos en los que este tipo de problemas que vienen de épocas anteriores de la vida, son identificados y atendidos como condiciones propias de la vejez, por lo cual solo son “manejadas” con algunos paliativos, cuando hubiesen podido ser prevenidas o controladas a tiempo, si las mujeres hubieran contado con mejores condiciones de vida y mayores oportunidades. Es decir, la posibilidad real de disfrutar sus derechos. En este panorama es claro que la participación tampoco tiene cabida. Como lo expresara una mujer vieja líder comunitaria de Bogotá, en la investigación sobre participación auspiciada por CEPAL en el año 2005: “…si usted tiene salud se siente alegre, contenta, se siente como con alientos para lucharle a las otras cosas que son: vivienda, comida, buen trato -que no tiene- y respeto por la gente. La mayoría de personas cree que un viejito, porque es viejito no merece. El ha dedicado toda su vida a dar a la sociedad todo lo que pudo y donar durante su juventud su trabajo y sus años de productividad. Entonces, porque a esa persona no se le mira con mas consideración. Ahora, le dan setenta mil pesos a una viejita o a un viejito, si paga arriendo no come y si come, no paga arriendo. Porque hay muchos que se tienen que ir a pocilgas que dan pena, y el viejito necesita una cosa buena. Necesita 23   

sentirse en lo bueno, porque si no eso lo acaba de enfermar, lo acaba de destruir, le acaba la autoestima que debería de tener en sus últimos años de vida”31.

Reflexiones finales Como ya se mencionó al comienzo de este escrito, en relación con las recomendaciones del Plan Internacional sobre envejecimiento, la participación de las personas de edad está incorporada en la primera orientación prioritaria, en términos de participantes plenos en el proceso de desarrollo de los países, y en los beneficios que este reporte. “Ser participantes plenos implica que no hay limitaciones para la participación, que se reconoce este derecho y como tal, deben existir las garantías para su disfrute. Sobre todo cuando además, se hace el reconocimiento de la contribución social, cultural, económica y política de las personas de edad.32”. Además, si se analiza cuidadosamente lo que conlleva el contenido de la recomendación, es claro que no se ha podido cumplir con dicho cometido por lo menos para las personas viejas, así como ha sucedido con los objetivos del Milenio en relación con la pobreza. Es una cuestión de justicia social que las personas, sobre todo en la vejez, tengan posibilidad real de disfrutar de todos sus derechos, pero esto no puede darse si se mantienen en la pobreza. “Conquistar niveles de bienestar cada vez más acordes con la dignidad humana debe hacerse sobre la base de todos los derechos humanos, porque integrales son las necesidades que los afectan e integrales son también las circunstancias en que discurre su existencia (Herrero / 2008). Es claro que la idea de justicia ha desaparecido porque las políticas sociales terminan haciéndose efectivas en el marco de programas focalizados y condicionados, definidos como “transferencias monetarias condicionadas”; además de atentar contra la dignidad humana, son apoyos tan pequeños y desarticulados, que como dice BOLTVINIK (2004), no permitirán ni a los beneficiarios ni a sus familias, tener                                                              Márquez, M. (2005). Informe de la investigación en Bogotá - Distrito Capital (Colombia) para la investigación: .Mecanismos participativos en el diseño, formulación, e implementación de leyes, políticas y programas sobre envejecimiento. EAT/UNFPA Y CEPAL/CELADE 32 Márquez, M. (2007). La participación social de las personas mayores en el desarrollo económico de la región. Ponencia presentada en el Seminario Internacional “Camino a Madrid + 5 Experiencias de Iniciativas Productivas para Adultos Mayores: Una Respuesta a la generación de Ingresos”. Organizada por el Comité Regional (CORV) de la Sociedad Civil de América Latina y el Caribe, en la sede de CEPAL/CELADE, Santiago de Chile, abril de 2007. 31

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una vida digna. Además los condicionamientos hacia las familias para hacerse cargo totalmente del cuidado de sus personas viejas, sin contar con recursos o sistemas estructurados de salud y protección adecuados, de empleo y de la propia seguridad de los cuidadores, terminará afectando las relaciones familiares y sociales, aumentando el abandono de las personas viejas en instituciones geriátricas, y volviendo una realidad la vejez como sinónimo enfermedad, incapacidad y dependencia. Pero el problema no es solo para el grupo de personas que hoy están identificadas como viejas. También lo es, y de manera especial, para las generaciones que están entrando “a la edad de la vejez”. Los trabajadores y trabajadoras que en las décadas de los años ochenta y noventa, en su edad adulta, perdieron sus garantías y ahora son personas viejas, o están entrando en “la etapa de la vejez” sin posibilidad de pensionarse. Es previsible un aumento de la pobreza y con ello un incremento en problemas de salud física y mental, derivados de las condiciones inadecuadas de vida. ¿Qué se puede decir, entonces de las generaciones posteriores a estas?

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