Poblaciones prehispánicas en las cuencas de Angastaco y Molinos Historias de conflictos, resistencias y disputas

June 8, 2017 | Autor: Veronica Williams | Categoría: Northwestern Argentina
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Descripción

Resistencias, conflictos y negociaciones El valle Calchaquí desde el período prehispánico hasta la actualidad

Lorena B. Rodríguez – compiladora –

Rosario, 2011

Rodríguez, Lorena B. –compiladora – Resistencias, conflictos y negociaciones. El valle Calchaquí desde el período prehispánico hasta la actualidad. - 1a ed. - Rosario : Prohistoria Ediciones, 2011. 236 p.; 22,5x15,5 cm. - (Universidad; 11) ISBN 978-987-1855-08-7 1. Antropología. 2. Etnología. 3. Identidades. I. CDD 306 Fecha de catalogación: 29/12/2011 Composición y diseño: mbdiseño Edición: Prohistoria Ediciones Diseño de Tapa: Cuerdas Vocales Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por reconocidos especialistas que asesoran a esta editorial en la selección de los materiales. TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOS HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723 © Lorena B. Rodríguez © de esta edición: Tucumán 2253, (S2002JVA) – Rosario, Argentina Email: [email protected] - [email protected] Website: www.prohistoria.com.ar Descarga de índices y capítulos sin cargo: www.scribd.com/PROHISTORIA Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de portada, en cualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa autorización del editor. Este libro se terminó de imprimir en Booverse, Buenos Aires, en el mes de enero de 2012. Tirada: 750 ejemplares. Impreso en la Argentina ISBN 978-987-1855-08-7

Índice Agradecimientos ..................................................................................................

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“Están a pique de volverse a alzar” Repensando las resistencias en el valle Calchaquí a modo de presentación Lorena B. Rodríguez ............................................................................................

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Poblaciones prehispánicas en las cuencas de Angastaco y Molinos Historias de conflictos, resistencias y disputas Verónica I. Williams y María Cecilia Castellanos ...............................................

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Guerreros calchaquíes en tiempos del Tawantinsuyu Entre la violencia y la diplomacia María de Hoyos ....................................................................................................

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Rebeldes, soldados y cautivos Etnografía de un episodio en la frontera de guerra del valle Calchaquí (1634) Roxana Boixadós .................................................................................................

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El viaje de don Lorenzo y otros “peregrinajes” Reclamos territoriales, identidad y memoria en la comunidad de Amaicha del Valle Lorena B. Rodríguez ............................................................................................ 123 Detrás de lo criollo Tensiones clasificatorias sobre lo indígena en Amaicha del Valle Primeras décadas del siglo XX Ana Laura Steiman .............................................................................................. 145 Cautiverio y liberación Memorias de la vida cotidiana en fincas calchaquíes Paula Lanusse....................................................................................................... 171 La Comunidad India de Quilmes en la década de 1970 Reflexiones iniciales sobre la historia de su organización política y comunitaria María Victoria Pierini........................................................................................... 197

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Mapeando representaciones: cerros, centros y fronteras Comunidad Diaguita-Calchaquí “El Divisadero” (Cafayate, Salta) María Camila Cerra.............................................................................................. 211 Las autoras ........................................................................................................... 231

Poblaciones prehispánicas en las cuencas de Angastaco y Molinos Historias de conflictos, resistencias y disputas Verónica i. WiLLiams y maría ceciLia casteLLanos Introducción l estudio del conflicto y la guerra en las sociedades ha sido por mucho tiempo una importante área de investigación en Antropología. Actualmente, existe un debate en torno al uso de la palabra “guerra” para explicar el conflicto en sociedades con distintos grados de centralización política (Rice y LeBlanc, 2001). En este sentido, la definición de guerra de Meggitt (1977: 10) es operativa para la Arqueología de sociedades sin estado porque al definirla como “un estado o período de hostilidad armada entre comunidades políticamente autónomas, las cuales consideran las acciones (violentas o no) de sus miembros contra los oponentes como expresiones legítimas de la soberanía de su comunidad” no disminuye las posibles consecuencias sobre la vida social y la población.1 Muchos investigadores consideran que la guerra pudo ser causal de la aparición de jerarquías sociales y elites, derivando eventualmente en el surgimiento del Estado (Carneiro, 1981). Pero la guerra puede ser practicada sin llegar a ningún tipo de integración, tal como se plantea para el Período Intermedio Tardío para los Andes Centrales (ca. 1000 d.C. - 1430 d.C. ), para el Período de Desarrollos Regionales (en adelante PDR) del Noroeste argentino (en adelante NOA) o para el período colonial al norte de Potosí en Bolivia donde, a partir de sus investigaciones, Arze (1996) concluye que el conflicto interno deriva muchas veces en la formación de alianzas entre ayllus en tiempos de crisis sin fragmentación. Para el NOA parece existir entre el 1000 y 1400 d.C. un estado de fragmentación política, intenso conflicto y jerarquías sociales no desarrolladas que se materializa en la iconografía, surgimiento de asentamientos defensivos o pukara, parafernalia de guerra como armas o trompetas y traumas en restos humanos en el registro arqueológico (Nielsen, 2007; Tarragó, 2000). En las cuencas de Molinos y Angastaco, sector medio del valle Calchaquí en Salta, las referencias históricas sobre los grupos que habitaban estas tierras a la llegada de los españoles, mencionan grupos que conformaban unidades socio políticas fragmentadas. La Arqueología de la zona refleja, en parte, esta situación con la distribución de pukara, sitios habitacionales dispersos, terrazas y andenes de cultivo,

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En la práctica, esta situación de hostilidad puede haberse dado en forma de escaramuzas, acechos, raides y/o batallas rituales (Rice y LeBlanc, 2001).

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canales y petroglifos. Su localización en las quebradas de acceso al piso de puna les confiere una estratégica protección natural. Si bien todavía no se ha corroborado cabalmente la ubicación cronológica de los pukara en el área de estudio, sabemos por referencias históricas que a la entrada de los españoles algunos de ellos estaban en uso pero hasta el momento desconocemos la profundidad temporal de los mismos. ¿Responden estos fuertes a una situación de conflicto interna o local previa a la conquista inca o fue una estrategia de defensa de la incursión de las huestes españolas? Ante estos postulados, entonces, es necesario profundizar y debatir sobre las formas de negociación del poder en los Andes y las diferentes maneras que puede asumir la desigualdad proponiendo prácticas de gobierno descentralizado y apropiación corporativa de recursos o replantear el principio mismo de la fragmentación de la sociedad en el PDR o en el Período Tardío para el NOA. En este capítulo presentaremos y evaluaremos nueva información arqueológica de las cuencas arriba mencionadas y su correlato histórico con el fin de entender la estrategia de uso del espacio de las poblaciones locales, su incorporación al Estado inca y resistencia a la conquista hispana. El conflicto en el contexto andino El Área Andina es especialmente sugerente y problemática al momento de abordar el tema del conflicto y la violencia en las sociedades que vivieron entre el 900 y 1550 d.C.2 Las evidencias de conflicto en tanto relacionada con la captura de prisioneros, los sacrificios y el derramamiento de sangre, tienen importante profundidad histórica en los Andes así como la naturaleza de la guerra (auca runa o auca pacha) al ser considerada como una serie de batallas separadas por momentos de relaciones normales, antes que como un estado constante de beligerancia. Ahora bien, al hablar de conflicto en sociedades prehispánicas surgen tres preguntas puntuales: causas, consecuencias y participantes. Existe un cierto consenso para el Área Andina sobre los cambios climáticos como una de las más importantes causas, especialmente una prolongada sequía que se dio en las tierras altas andinas a partir del siglo XI siendo severas entre ca. 12501310 d.C. además del crecimiento demográfico o la disputa por el control del tráfico interregional. Esto, que posiblemente causó el colapso Tiwanaku, pudo afectar a poblaciones que debieron migrar a localidades más benignas enfrentándose a comunidades ya instaladas (Guamán Poma, 1980 [1615] I: 52; Nielsen, 2003). Como consecuencias sociales de la guerra podemos plantear: 1) la intensificación de las explotaciones económicas al provocar la convergencia de la población en un área con la construcción de nuevos sistemas de irrigación para aprovechar los 2

Se analiza la información procedente de momentos prehispánicos e hispánicos para conocer el uso y reutilización de los pukara.

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arroyos con agua permanente3 y 2) la reducción en la permeabilidad de las fronteras sociales que caracterizaban al Período Formativo dando origen a nuevas formas de interacción interregional. Aquí cobra importancia la regionalización estilística que se advierte en la cultura material y el renovado auge del tráfico de caravanas de larga distancia (Nielsen, 2003: 97). La dispersión del “estilo santamariano” puede considerarse un ejemplo de lo anterior ya que aún habiendo tenido su clímax en el valle de Yocavil, se extendió a lo largo de toda el área de los valles Calchaquíes con diferencias intraregionales (Tarragó, 2000; Tarragó et al., 1997). Es importante mencionar la idea de Nielsen respecto a que esta actividad haya estado parcialmente en manos de pastores especializados que mantuvieran cierta independencia y neutralidad en la escena circumpuneña, señalando que el fenómeno pukara no se ha registrado en la Puna occidental ni en el Sureste de Lípez, dos regiones ocupadas por grupos especializados en el pastoreo y la caza (Nielsen, 1998 y 2003; Yacobaccio et al., 1997-98). El surgimiento de los pukara habría sido un fenómeno bastante sincrónico, al menos en los Andes del Sur, según los documentos del siglo XVI. Cieza de León (1947 [1553]) menciona una situación de conflicto endémica en el área Circumtiticaca que se extendió hacia el sur por Lípez, Chicha, Humahuaca, Atacama, Copiapó, Chicoana y Quiri-Quiri antes de la expansión del Estado inca: “[...] otros hacían en los cerros castillos, que llaman pucara desde donde [...] salían a pelear unos con otros sobre las tierras de labor” (Cieza de León, 1947 [1553]). Este bagaje de información puede ser útil al momento de interpretar el registro arqueológico. Durante el PDR, siglos X al XV, en el NOA se registró un fuerte incremento y/o concentración demográfico, que ocasionó un aumento y expansión de la ocupación humana en todos los oasis de Puna y valles mesotermales posibilitado, en parte, por la ampliación de los terrenos cultivables a partir de técnicas más avanzadas de regadío sistemático y control de la erosión por medio de aterrazamientos y canchones (Tarragó, 2000). Este proceso pudo derivar en tensiones por el control de los recursos y espacios cultivables hacia la segunda mitad del período, resultando en el surgimiento de sociedades con territorios bien controlados y defendidos que entraron en competencia con otras por la apropiación de los recursos. Estos asentamientos, ubicados en terrenos naturalmente defendidos y de difícil acceso, con amplia visibilidad de su entorno, se encuentran desde la puna jujeña (p.e. Pukará de La Rinconada) hasta los valles de La Rioja (p.e., El Toro) en el NOA (Ruiz y Albeck, 1997; Tarragó, 2000). Según Ruiz y Albeck (1997) en los Andes Centro Sur, el uso del término pukara es ambiguo dado que se lo utiliza para denominar fortalezas, poblados fortificados, 3

La intensificación es considerada como un cambio en el uso de la tierra que permite una “mayor cantidad de producción de alimentos de la que era posible previamente en un área de terreno particular” donde una unidad política extrae los recursos agrícolas (Boserup, 1965:43).

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asentamientos naturalmente inexpugnables o sitios estratégicos que controlan recursos o vías de circulación, tanto en momentos preinca e inca.4 Aunque las crónicas hablan de los pukara como lugares activos de batalla creados para resguardar contingentes de guerreros y librar batallas en tiempos de guerra (Cobo, 1956 [1580-1657]); Garcilazo de la Vega (1966 [1609]), algunos colegas plantean que la función principal de estos sitios no fue el refugio temporal sino permanente asociado a funciones domésticas, ceremoniales y sociales (Arkush, 2006; Arkush y Stanish, 2005). Es común en la bibliografía la mención del concepto etnohistórico y etnográfico de tinku, definido como batallas rituales con la función de predecir las cosechas (Alencastre y Dumézil, 1953; Gorbak et al. 1962, entre otros). Hastorf (1993: 53-55), siguiendo a Platt (1986, 1987), distingue el tinku –violencia equilibrada, colocada en un tiempo y espacio rituales– de la ch’ajwa –un combate feroz en pro de conquistas territoriales–. En un sentido social, el tinku recrea el sistema de parcialidades y las ubica dentro de la totalidad mayor (Allen,1988: 206; Urton, 1993), teniendo la connotación del encuentro de mitades opuestas y equilibradas formando una totalidad. Como se ha postulado, la guerra implica negociaciones inestables e impredecibles, no sólo entre contrincantes sino entre una multitud de actores (humanos y no humanos) que forman parte de las colectividades afectadas incluyendo seres vivos y antepasados, agricultores, pastores, artesanos y autoridades, miembros de linajes diversamente posicionados, guerreros, armas, animales tutelares, cerros y otras wak´as, hombres y mujeres, etc. (Nielsen, 2003: 76; 2007: 9-11). Entonces, los enfrentamientos pudieron darse tanto entre comunidades afines como con grupos que detentarían una identidad diferente (Nielsen, 2001). El enfrentamiento entre regiones con la subsecuente instalación de pukara en el área entre Arica y Pica-Tarapacá-Lasa/Atacama en el Norte de Chile contra la expansión altiplánica es un ejemplo (Núñez, 1991). En el NOA la aparición de pukara en el interior del área valliserrana central (p.e. Pucará de las Pavas, Pucará de Palermo o Cortaderas) pudo estar demarcando límites de organizaciones sociopolíticas vecinas, como los casos de Humahuaca-Tilcara, Calchaquí-Yocavil, Belén-Abaucán (Tarragó, 2000). En cuanto al grado de conflicto podemos señalar desde escaramuzas, acechos, batallas rituales hasta ajustes de cuentas. El padre Alonso de Bárzana menciona que los tiempos de recolección de algarroba eran tiempos de “borracheras”, tan condenadas por los sacerdotes, pero también la manifestación más evidente de que era el momento de los rituales, de los intercambios y los ajustes de cuentas (en Jiménez de la Espada, 1885). 4

De acuerdo a los diccionarios de González Holguín (1608) y de Bertonio (1612) el término pukara corresponde a fortaleza, fuerte o castillo. Pukara es un término compartido por las lenguas quechua y aymara y como topónimo se registra en gran parte del área andina desde Ecuador hasta el centro de Chile (Ruiz y Albeck, 1997: 84).

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El sector central del valle Calchaquí El sector central del valle Calchaquí, comprendido entre la población de Luracatao –Molinos al norte y Angastaco al sur, y entre el río Calchaquí al este y el bloque Calchaquí al oeste, es un escenario ideal para estudiar el proceso de cambio de las sociedades locales. Según las investigaciones desarrolladas por Baldini y De Feo (2000), en el valle Calchaquí central las instalaciones arqueológicas de envergadura se agruparían en dos sectores entre Cachi y Molinos y muestran una integración transversal de las poblaciones de la región vinculada al acceso a territorios de importante productividad agrícola y recursos económicos disímiles. Esta vinculación se refuerza por el hecho de que el fondo del valle del río Calchaquí no muestra, hasta Angastaco, variaciones significativas en su topografía o recursos económicos potenciales y, según la información actual, los sitios ubicados al sur de Molinos se hacen más espaciados y sus dimensiones menores. El fuerte desequilibrio en la densidad de sitios registrados al norte y sur de Molinos sugiere la hipótesis de que hacia el sur las poblaciones habrían asumido un carácter más disperso (Baldini y De Feo, 2000). Las fuentes etnohistóricas señalan para los siglos XVI y XVII que al sur de Molinos se localizaban las parcialidades sichas, mencionando instalaciones pequeñas y no concentradas (Lorandi y Boixadós, 1987–88). Pero es justamente en este sector donde se han localizado fehacientemente ocho pukara, extensos aterrazados y andenerías en el interior de las quebradas de acceso a la Puna. Cuando los incas entraron al NOA encontraron un mosaico de etnias indígenas. Toda el área fue ocupada por una gran unidad étnico-lingüística denominada diaguita, de habla kakana (serrano en quichua).5 Dentro de este amplio territorio y de esta unidad diaguita podemos distinguir diversos grupos étnicos y/o parcialidades (Lorandi y Boixadós, 1987-88). El uso de esta clasificación ambigua nació de las dificultades que tuvieron los españoles para identificar las unidades políticas dado el bajo nivel de articulación jerárquica interna que se observaba en ellas. La multietnicidad que caracterizó a los valles Calchaquíes, tal como llegaron al conocimiento español, se había visto acrecentada por la incorporación de mitimaes incas, muchos de los cuales permanecieron en sus nuevos asientos después del colapso del Tawantinsuyo. Los relatos sobre las poblaciones que habitaron este valle resaltan la belicosidad de las mismas:

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Si bien para las primeras entradas de los españoles sus habitantes fueron designados como diaguitas, con el tiempo los pueblos que ocupaban los actuales valles Calchaquí y Santa María, empezaron a ser denominados como “calchaquí”. Este es un apelativo de una hispanización proveniente de la extensión del apellido de un líder de la resistencia indígena llamado Juan Calchaquí (Lorandi y Boixadós, 1987-88).

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Figura 1 Sitios del valle Calchaquí medio (Salta) - Gentileza Paula Villegas

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“Una gente diaguitta velicosa vestida y de mas razon q la de los llanos bisten camisetas muy largas no traen mantas por hallarse mas sueltos para la guerra. Son por munchos grandes corredores travajadores. Sienbran poco por las guerras que tienen con otros porque aunque tienen caziques y es gente q los respeta son betrias que no ay mas de señores.”6 Como han señalado Lorandi y de Hoyos (1995), por las características de la ocupación colonial que hemos heredado, el eje geográfico de las zonas montañosas pasa por el centro de los valles, a lo largo de sus ríos principales. La Arqueología ha mostrado cabalmente que éste no era el modelo dominante en tiempos prehispánicos tardíos, donde los asentamientos o pueblos fueron instalados en zonas intermedias, no muy lejos de los campos de cultivo. Asimismo, los estudios arqueológicos y etnohistóricos confirman que los ejes de ocupación real, y en parte los simbólicos manifestados en la adoración a los cerros, se encuentran con frecuencia en las altas cumbres. La intercomunicación transversal entre valles aprovechaba los pasos de altura y la conexión horizontal se hacía por las altas cumbres, no por los fondos del valle, circunstancias que favorecieron el aislamiento y las tácticas defensivas de sus pobladores frente al embate colonial. Aunque no debemos subestimar la importancia de los cursos principales de los ríos Santa María (o Yocavil) al sur y Calchaquí, al norte, ricas áreas de cultivo y de recolección de algarroba (un alimento que ocupaba un lugar primordial en la dieta de estas poblaciones). Muchas fuentes señalan, no sólo para estos valles, que esta es la época de reunión de todas las parcialidades cuando, además, se producen los intercambios de mujeres y de bienes; época, por lo tanto, de rituales pero también de conflictos (Lorandi y de Hoyos, 1995). Precisamente los pukara se localizan en un paisaje heterogéneo que comprende zonas productivas próximas entre sí como: 1) fondo de valle del río Calchaquí y sus tributarios (entre los 1.900 msnm y 2.200 msnm) zona apta para los cultivos mesotérmicos con irrigación como el maíz, poroto, ají y calabaza; 2) porciones medias y altas de las quebradas tributarias (entre 2.600 msnm y 3.400 msnm), la cabecera del valle troncal y los piedemontes con cursos de agua permanente óptimos para el riego y donde prosperan cultivos mesotérmicos y microtérmicos como papa, oca y quinua y 3) cotas por encima de las áreas agrícolas con recursos de pastoreo y caza (p.e. Compuel y cabeceras de Mayuco, Río Blanco y Gualfín) donde se localizaron conjuntos agrícolas formados por andenes, canchones, terrazas, despedres y canales de riego que cubren una superficie de más de 400 ha (Albeck, 2003-05; Korstanje et 6

Archivo General de Indias (AGI), Año 1580, Relación de la Provincia de Tucumán, escrita por Pedro Sotelo de Narváez. Documento digitalizado disponible en el Portal de Archivos Españoles (PARES) [En Línea] http://pares.mcu.es/.

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al., 2007; Villegas, 2006; Williams et al., 2010a). Las extensiones de infraestructura agrícola con relación a la densidad poblacional observable nos ha llevado a plantear la hipótesis de que al Estado le interesó intensificar la producción agrícola de estas quebradas a partir de la ampliación de sectores con andenes a cotas más altas, la construcción de canales a alturas mayores y la incorporación de nuevos granos (Williams et al., 2010a). Las mayores concentraciones de estructuras habitacionales parecen haber ocurrido en ocho sitios elevados de tipo pukara, asociados en algunos casos a poblados bajos dispersos y extensas áreas de cultivo. En la cuenca de Angastaco - Molinos hemos localizado ocho pukara que son Fuerte Tacuil (3,5 ha), Peña Alta (5,5 ha), Fuerte Gualfín (1 ha), Cerro La Cruz (
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