“Pluralismo religioso y tolerancia legal en las monarquías electivas del s. XVI: el caso de Transilvania.” In Repúblicas y republicanismo en la edad moderna (siglos XVI-XVIII), edited by Manuel Herrero Sánchez, 433-457. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 2016.

May 24, 2017 | Autor: Felicia Roșu | Categoría: Religious Pluralism, Religious History, Constitutional History, History of Transylvania
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I. PLURALISMO RELIGIOSO Y TOLERANCIA LEGAL EN LAS MONARQUÍAS ELECTIVAS DEL S. XVI: EL CASO DE TRANSILVANIA

FELICIA ROS¸ U Universiteit Leiden Entre 1571 y 1711, Transilvania –una antigua provincia del Reino de Hungría– se mantuvo como un principado independiente bajo la soberanía de la Sublime Puerta, exceptuando un breve período de dominación por parte de los Habsburgo (1595-1603). Su estructura política era la de una monarquía electiva: los representantes de sus tres estamentos (o nationes, como eran conocidos entonces) elegían un nuevo gobernante a la muerte, abdicación o cese del anterior. En cada ocasión, estos representantes establecían una serie de condiciones que el nuevo monarca elegido había de aceptar para confirmar su entronización. La naturaleza electiva y condicional del trono convertía a Transilvania en un caso atípico en Europa, haciéndolo comparable con la Mancomunidad de Polonia y Lituania –un ejemplo mejor conocido de república monárquica en la que los gobernantes también eran elegidos, previa aceptación de una serie de condiciones que, como en el caso de Transilvania, incluían la libertad religiosa, elecciones libres y el derecho a la desobediencia–. Mientras en Polonia-Lituania la nobleza ejercía un control social completo y acaparaba el poder político de la república (que, ilustrativamente, era el término usado para referirse al Estado), en Transilvania el poder estaba repartido de forma un poco más equitativa, aunque el papel de la nobleza también fuese preponderante. Los tres estamentos transilvanos eran bastante peculiares: se trataba de entidades sociogeográficas que estaban formadas por grupos étnicos dominantes, pero no exclusivos, y tenían instituciones jurisdiccionales propias, así como un alto grado de autonomía interna. Los grupos sociales más importantes eran los nobles (en su mayoría, húngaros con propiedades en Transilvania), los sajones (sobre todo burgueses germanoparlantes afincados en las principales ciudades de Transilvania y sus alrededores) y los siculi o «secklers» (un grupo de habla húngara concentrado en el vértice sureste del principado, que ejercían una función defensiva y se organizaban de acuerdo con un sistema propio, de carácter igualitario). Los rumanos componían aproximadamente la mitad de la población de Transilvania, pero a partir de la segunda mitad del siglo XIV fueron perdiendo sus derechos políticos y a 433

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principios de la época moderna ya no se encontraban representados en la Asamblea general transilvana (Dieta). A pesar de ello, seguían conservando su autonomía religiosa y, en ocasiones, judicial. La Dieta general se reunía plenariamente una vez al año, cuando los representantes de los distintos estamentos (el número de representantes ascendía a 200 o 300, como mucho) discutían los asuntos propuestos por el gobernante (originalmente conocido como voivoda y, posteriormente, como «príncipe»), temas fiscales y otras cuestiones de importancia. Cuando era necesario, la Asamblea elegía un nuevo príncipe por mayoría, siguiendo un sistema de voto público y por aclamación.1 Aunque en la segunda mitad del siglo XVI Transilvania aparecía como un agente político reciente, su estructura política no era precisamente nueva; el sistema se había venido desarrollando durante siglos, cuando aún formaba parte del Reino de Hungría. Con el avance otomano en Europa central, que separó Transilvania del resto de Hungría, algunas de sus antiguas instituciones se mantuvieron (por ejemplo, su propio sistema de organización estamental) mientras se adoptaban otras nuevas como la monarquía electiva. Con anterioridad a 1526, el gobernador de Transilvania era nombrado por el rey de Hungría, sin intervención por parte de los estamentos locales, pero tras obtener su autonomía, los transilvanos empezaron a elegir a sus propios gobernantes sin conexión alguna ya con el trono húngaro, si bien esto tampoco suponía tanta novedad, pues los estamentos húngaros –que hasta 1526 también incluían a los transilvanos– llevaban eligiendo a sus monarcas desde la Baja Edad Media. Es cierto que las elecciones reales húngaras representaban poco más que una formalidad –salvo que el rey anterior hubiese muerto sin herederos varones– pero eso no quita para que el trono de Hungría fuese definido como electivo y no como hereditario, permaneciendo así hasta 1687, cuando los estamentos húngaros cedieron finalmente a la presión de los Habsburgo y renunciaron de modo formal a sus derechos electorales.2 Tripartitum es una voluminosa recopilación de los principios legales (tanto reales como ilusorios) de la Monarquía Húngara, reunidos por István Werb≈czi en 1514, en la que se subraya el derecho de los estamentos húngaros a elegir a sus reyes y, si fuese necesario, a desobedecerlos.3 Desde 1 Para obtener una perspectiva general de la evolución política, social y religiosa de Transilvania en el s. XVI, véase KÖPECZI, 2001. 2 PÉTER, L., 2003, pp. 445-446 y 449-450; BENDA, K., 1991, p. 128. Los estamentos transilvanos renunciaron a su derecho de elección en favor del sistema hereditario de los Habsburgo en 1688. Para una discusión sobre el principio electivo en caso de extinción de la línea real en el contexto de Francia, además de para un comentario sobre el carácter hereditario de la Monarquía Húngara, véase GIESEY, R. E., 1961, pp. 6, 13 27. 3 Véase WERBO 1 CZY, 1971, parte II, Art. 3. László Péter afirma que algunos de los principios expuestos por Werbo1czi eran «un programa político más que un hecho legal»,

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esta perspectiva, la adopción de un sistema electivo en Transilvania –además del derecho a la desobediencia, que se mantuvo en Transilvania a lo largo del siglo XVII– no parece tanto una innovación como el resultado de la herencia húngara. Existe, sin embargo, un elemento en el sistema electivo de Transilvania que no sigue precedentes húngaros, siendo la respuesta a un asunto estrictamente local. Me refiero a las medidas constitucionales adoptadas por la Dieta a partir de la década de 1540, en respuesta a la creciente diversidad religiosa de Transilvania, lo que convirtió a este pequeño principado en una de las regiones más fascinantes de Europa. Cuestión que constituye el tema central del presente capítulo. 1. Antecedentes históricos En la primera mitad del siglo XVI el sistema electivo seguido para la ocupación del trono de Hungría se convirtió en una fuente de problemas, lo que acabó llevando a la partición del territorio húngaro. Tras la victoria otomana en Mohács, en 1526, y la muerte de Luis II de Hungría, el Reino quedó dividido entre dos aspirantes al trono y sus respectivos seguidores, situación que habría de prolongarse durante catorce años. Las dos asambleas rivales se reunieron por separado a finales de 1526 para proclamar a sus respectivos candidatos: el gobernador de Transilvania, Juan de Zápolya, y el archiduque Fernando I de Habsburgo. La situación nunca llegó a solucionarse, ya que ambos mantuvieron su pulso por la Corona hasta la muerte de Zápolya en 1540. De acuerdo con un tratado firmado por Zápolya y por Fernando en 1538, a la muerte del primero la mitad oriental del país, que se encontraba bajo su control efectivo, debía de someterse a la soberanía de Fernando. Sin embargo, el Imperio otomano, que había apoyado las pretensiones de Zápolya por hacerse con el trono de Hungría y que no veía con buenos ojos que los Habsburgo obtuviesen nuevos territorios, movilizó sus recursos con celeridad tras la muerte de Zápolya y, en 1541, procedió a la ocupación de Buda y de las regiones centrales del antiguo Reino de Hungría, desplazando hacia el norte las fronteras de los territorios que controlaban desde 1526. El resultado de estos acontecimientos fue la división de Hungría en tres unidades distintas, cada una de ellas con un gobierno independiente: la zona de los Habsburgo, al oeste y al norte; la zona otomana, en el centro; y la antigua provincia de Transilvania, al este, que, junto con otros territorios en la ribera izquierda del río Tisza,

especialmente su insistencia en la igualdad de todos los nobles bajo la Santa Corona (PÉTER, 2003, p. 449).

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que tradicionalmente no habían formado parte de dicha provincia, se convirtió en un principado autónomo bajo soberanía otomana. El sultán Solimán le hizo entrega del principado a la viuda de Zápolya –la polaca Isabela Jagellón– y a su hijo recién nacido, Juan Segismundo de Zápolya. Este momento marcó el inicio de la reinvención de Transilvania, un proceso que se produjo independientemente del resto de Hungría aunque siguiera, en parte, el modelo húngaro. La conquista de Buda había separado los estamentos transilvanos con respecto al gobierno central húngaro, en el que tradicionalmente se venían apoyando, lo que los forzó a movilizarse y a organizar un gobierno propio, una vez confirmada la incapacidad mostrada por Fernando de Habsburgo para reconquistar los territorios perdidos ante los turcos. No obstante, los estamentos no confirmaron la decisión del sultán otomano hasta enero de 1542, cuando invistieron a la reina Isabela y a su hijo con autoridad para gobernar el principado.4 En las tres décadas siguientes, especialmente en los cinco años que siguieron a la conquista de Buda, los estamentos de la antigua provincia de Transilvania, a través de una serie de asambleas generales, negociaron y deliberaron la estructura constitucional del principado que, de este modo, se conformó como una nueva entidad política europea.5 La Dieta se reunió en Torda en diciembre de 1542, para reconocer a Juan Segismundo como «rey electo» de Hungría, y solicitar al sultán autorización para elegir libremente a un príncipe a la muerte de Juan Segismundo.6 La solicitud fue formalmente concedida por medio de un athname firmado por Solimán en 1566.7 Tras la luz verde de la Sublime Puerta, la Asamblea general reunida en Gyulafehérvár en septiembre de 1567 inscribió este derecho en los registros públicos de forma oficial.8 Juan Segismundo había sido proclamado ya príncipe de Transilvania en 1556, tras una serie de vacilaciones en las que los estamentos habían 4 SZILÁGYI, S., 1876-1898 [en adelante, EOE], vol. 1, pp. 164-67 y 169. Estos acontecimientos, en mayor detalle, pueden verse en KÖPECZI, B., 2001, p. 422. 5 Los historiadores húngaros están divididos al respecto de la cuestión de la autonomía transilvana con anterioridad a la separación de Hungría; mientras algunos consideran que Transilvania era una parte integral de Hungría, artificialmente escindida del resto del país por la intervención otomana, otros entienden que Transilvania había ido ganando más y más autonomía y cultivando una identidad propia desde mucho antes de Mohács y de la conquista de Buda. Para un breve repaso de esta controversia desatada en el seno de la historiografía húngara, véase OBORNI, T., 2004. Oborni ostenta una posición intermedia entre los dos extremos descritos más arriba; de acuerdo con su artículo, Transilvania llevaba exhibiendo muestras de autonomía desde el siglo XV, pero nunca hubiese podido convertirse en un principado independiente sin el apoyo del Imperio otomano. 6 EOE, vol. 1, p. 176. 7 Véase BETHLEN, F., 1782, vol. 1, pp. 84-85. 8 EOE, vol. 2, pp. 330-338.

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dudado entre declarar su lealtad a Fernando de Habsburgo o rendir vasallaje a la Sublime Puerta. Finalmente, hubieron de decantarse por la segunda opción, dada la incapacidad del Emperador. Hasta su muerte, Juan Segismundo se proclamó a sí mismo electus rex Hungariae, Croatiae, Dalmatiae, etc., sobre la base de que, en efecto, una parte de los estamentos húngaros lo habían nombrado rey de Hungría pocas semanas después de la muerte de su padre, en 1540, cuando no era más que un niño, y una vez más en 1542. El rey Habsburgo, que controlaba las regiones occidentales del Reino, también conocidas como Hungría Real, se opuso al uso de dicho título hasta la muerte de Juan Segismundo, en 1571. A partir de ese momento, la disputa sobre la titularidad de la Corona de Hungría fue finalmente dejada de lado y los estamentos transilvanos eligieron a un nuevo gobernante, Esteban Báthory, entronizado como voivoda de Transilvania en mayo de 1571. Desde el inicio de su gobierno, Esteban Báthory emprendió una política orientada a asegurar la emancipación política y legal de Transilvania con respecto a los Habsburgo de Hungría.9 A partir de entonces, Transilvania dejó de ser la sede de un aspirante al trono de Hungría y obtuvo su independencia completa. Inicialmente, los príncipes de Transilvania mantuvieron el mismo título ostentado por los gobernantes transilvanos cuando estos eran aún nombrados por el rey húngaro: voivoda. La elección de un voivoda en Transilvania, sin que se produjeran declaraciones de lealtad a la Corona húngara, supuso un paso decisivo y consciente en el alejamiento de la antigua provincia húngara del resto del Reino, a pesar de que los Habsburgo, desde su posición como reyes de Hungría, seguían reclamando y también ejerciendo (en la sombra) cierta influencia sobre la región. La estructura administrativa en Transilvania sufrió pocos cambios, aunque los lazos con Hungría, seriamente debilitados entre 1526 y 1540, fueron cortados de forma casi completa en los años que siguieron a la elección de 1571. Al obtener del sultán otomano el derecho de nombrar su propio gobernante en 1566, los estamentos transilvanos pudieron, en esencia, recrear una Hungría en miniatura en la zona controlada por los turcos.10 9 En 1576, Báthory también se convirtió, tras una elección mucho más difícil, en rey de Polonia-Lituania. Tras su coronación en Cracovia siguió controlando los asuntos transilvanos hasta su muerte, sucedida en 1586, a pesar de que, formalmente, había sido reemplazado como gobernante de Transilvania por su hermano Cristóbal Báthory (1576-1581) y después, por su sobrino Segismundo Báthory (1581-1598). 10 El hecho de que esta elección de gobernante fuera conscientemente exhibida como un desafío a los intentos de Maximiliano de imponer su autoridad sobre Transilvania, queda demostrado por los documentos de la época. Véase EOE, vol. 2, pp. 451 y 454-455; VERESS, E., 1944, vol. 1, pp. 111-112; FORGÁCH, F., 1866, p. 467; BETHLEN, F., 1782, vol. 2, p. 224. Para las transformaciones acaecidas en 1571, véase OBORNI, T., 2002. Esta ofrece un análisis completo del período que va desde 1526 hasta 1575 en OBORNI, T., 2004.

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2. La cláusula de libertad religiosa Entre 1571 y 1711 el proceso de elección de los gobernantes transilvanos se repitió en 25 ocasiones. Si excluimos el conflictivo período de 15 años que supuso la guerra entre los otomanos y los Habsburgo, conocida como la «Guerra Larga», que implicó seis cambios de gobernante en un período de apenas siete años (1598-1605), el resto de los 19 gobernantes fueron, o bien elegidos directamente, o al menos confirmados por los representantes de los estamentos de Transilvania. Previamente a su nombramiento, todos ellos debían asumir una serie de artículos, constituciones o «condiciones».11 Las tres condiciones más importantes también eran de aplicación en las constituciones electorales de PoloniaLituania: el derecho a la libre elección, el derecho a la desobediencia y la libertad religiosa. En lo que respecta a Transilvania, la influencia de las leyes medievales de Hungría aparece de forma evidente en las dos primeras condiciones –el derecho a la elección libre y el derecho a la desobediencia–. Por el contrario, la cláusula que garantiza la libertad religiosa (entendida como libertad individual de conciencia y libertad de culto colectivo) era, por razones cronológicas evidentes, una novedad local y reciente. La laxitud religiosa que se desprendía de esta cláusula resultó chocante para los extranjeros: Los nobles [han logrado] imponer un decreto, que se llama «decreto de la nación» [según el cual] cada uno vive, en lo que se refiere a la religión, como le parezca; los nobles pueden organizar sus sectas y herejías en sus aldeas de acuerdo con sus fantasías, nombrando al predicador que más le convenga a su propia herejía –y en esto los nobles son obstinados, especialmente los arrianos.12

El autor de esta cita es Antonio Possevino, un jesuita que elaboró una descripción de Transilvania en 1584. Al contrario de lo que sugiere Pos11 Las condiciones eran publicadas tras la reunión de la Dieta. En 1653 se publicó un compendio de las leyes fundamentales de Transilvania, que fue posteriormente aprobado por el príncipe. Este compendio comprendía una síntesis de las leyes aprobadas desde 1540, e incluía las condiciones de entronización aplicadas a los príncipes elegidos a partir de 1607. Esta primera recopilación fue seguida por dos versiones actualizadas poco después. La tercera edición fue publicada en 1696. Véase Approbatae Constitutiones Regni Transylvaniae & Partium Hungariae eidem annexarum, 3rd ed. (Cluj, 1696). Las Approbatae Constitutiones solo incluyen un resumen de las constituciones anteriores, por lo que para el presente artículo he usado las copias de los textos originales publicados por Sándor Szilágyi en la colección EOE. Solo hago uso de la edición Approbatae Constitutiones en el contexto de la segunda mitad del siglo XVII. 12 POSSEVINO, A., 1913, p. 63.

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sevino, el «decreto de la nación» no fue «impuesto» en un solo día, ya que no se refiere a las provisiones de una única constitución, sino a una serie de leyes aprobadas entre 1544 y 1571 que, aunque no fueron siempre en una misma dirección, sí coincidieron en prohibir la persecución religiosa y ampliaron las opciones de libertad confesional de dos a cinco confesiones.13 A partir de 1571, la Dieta se limitó a aprobar leyes que confirmaban el status quo y prohibían innovaciones en el ámbito religioso bajo pena de excomunión (1572), exclusión del ejercicio de cargos públicos (1578), confiscación de bienes (1588) y, finalmente, alta traición (1653).14 En 1571 la Dieta de Transilvania no impuso demasiadas condiciones a la elección de Esteban Báthory, pues no sería hasta el siglo XVII cuando estas condiciones se hicieron más elaboradas, llegando hasta los 24 artículos en 1661. Aparte de la cláusula referida a las donaciones realizadas por el príncipe anterior, que reflejaba los intereses de los grandes potentados del principado, una vaga promesa de «respeto a las leyes y las libertades», semejante a la fórmula que es posible encontrar en los juramentos reales de toda Europa, y de la adopción de una política exterior favora13 Dos de estas leyes de paz religiosa resultaban especialmente amplias. La primera fue aprobada en 1568 (EOE, vol. 2, p. 343). Si aceptamos una interpretación limitada de las apreciaciones de Possevino, es posible inferir que el jesuita se refiriese a las disposiciones contenidas en esa ley concreta. Sin embargo, es necesario enfatizar que las negociaciones entre los miembros de los distintos estamentos eran continuas. En estas negociaciones, cuyos resultados iban siendo plasmados en las distintas constituciones publicadas anualmente, los estamentos se posicionaban con respecto a las denominaciones religiosas definidas a partir de la década de 1540 –definiciones que, como era habitual en la Europa del siglo XVI, resultaban bastante poco clarificadoras–. En lugar de hacer precisiones claras y precisas, estos textos legales hacían alusión directa a iglesias y sectas presentes en distintas regiones que, solo décadas después, serían agrupadas de forma oficial bajo las categorías de «católicas», «luteranas» (o «confesión de Ausburgo»), «calvinistas» (o «sacrametarias»), «unitaristas» (conocidas en el siglo XVI como «arrianas» o «antitrinitarias») y «cristianas ortodoxas» (conocidas como el rito «valaco» o «griego»). El compendio Approbatae Constitutiones publicado en 1653, por ejemplo, empleaba dichas etiquetas para sancionar el status quo de grupos que habían estado operativos desde la década de 1570. En este contexto, buena parte del debate académico se ha centrado en los reducidos derechos concedidos a la Iglesia ortodoxa, que al contrario que las iglesias protestante y (después de 1595) católica, era simplemente de tolerancia «temporal» sometida a la «buena voluntad» del príncipe y el pueblo (expresión contenida en el texto de 1653). Lo verdaderamente importante, sin embargo, es que el rito ortodoxo se mantuvo dentro de la legalidad en todo momento, con excepción de unos efímeros intentos de ilegalización. Por añadidura, también se permitió el asentamiento legal de comunidades anabaptistas y judías en Transilvania entre 1622 y 1623. Véase Approbatae Constitutiones, parte 1, título 1, art. 2-3; MURDOCK, G., 2000, p. 113. Para los intentos de imponer el calvinismo entre la población rumana, véase, por ejemplo, KEUL, pp. 246-249. 14 Véase EOE, vol. 2, p. 528; vol. 3, pp. 125 y 240; Approbatae Constitutiones, parte 1, título 1, art. 3.

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ble a un voivoda pro-otomano y anti-Habsburgo, Esteban Báthory solo hubo de jurar una condición más: el respeto a la libertad religiosa. Una de las afirmaciones más frecuentes en referencia a la Transilvania de principios de la Edad Moderna es que las leyes de paz religiosa aprobadas antes y durante el principado de Juan Segismundo, y confirmadas por gobernantes posteriores, permitían el libre ejercicio de cuatro religiones: el catolicismo, el luteranismo, el calvinismo y el arrianismo. Si bien es cierto que las leyes aprobadas en 1548, 1551, 1564, 1568 y 1571 condenaban de forma expresa la persecución religiosa y los desórdenes públicos motivados por desacuerdos confesionales, debe quedar claro que estas leyes, equivalentes a la Confederación de Varsovia de 1578 y conocidas en Transilvania como «decreto de la nación»,15 no hacían referencia explícita a denominaciones religiosas específicas. Estas «etiquetas» no se pondrían en uso hasta el siglo XVII. En el XVI –la época de máximo florecimiento de las leyes de paz religiosa de Transilvania– estas denominaciones solo se mencionaban de forma muy esporádica. Cuando se hacía, solían asociarse con una región o un estamento (natio) concretos, más que con unos atributos doctrinales. Este fue el caso, por ejemplo, de las leyes de 1564, que se referían específicamente a los conflictos acaecidos en Caransebes¸ entre «los que profesaban el Evangelio y los que la religión romana» (la sentencia establecía el uso alterno de la principal iglesia de la ciudad). En dicha resolución también se hacía mención a las iglesias «húngara y sajona», a las cuales se invitaba a participar en un debate en presencia de Juan Segismundo.16 Otra ley, promulgada ese mismo año, se refería a lo que hoy llamaríamos luteranismo como «la religión de Sibiu [Cibinum]», y al calvinismo como «religión de Kolozsvár [Cluj-Napoca]».17 Las otras leyes usaban términos aún más vagos, como «pastores», «predicadores», «conversión» o «innovación», sin mencionar la confesión concreta a la que se referían. En ocasiones, las referencias a personas o situaciones específicas han sido empleadas para inferir generalizaciones acerca de determinadas corrientes o tendencias, aunque es habitual que otros hechos relacionados pongan en cuestión dichas simplificaciones. Es el caso de la ley contra «innovaciones» religiosas aprobada en 1572,18 que ha sido interpretada

POSSEVINO, A., 1913, p. 63. EOE, vol. 2, pp. 224 y 226-227. 17 EOE, vol. 2, pp. 231-232. La «religión de Kolozsvár» pronto se convertiría en arrianismo, dividiendo en partes más o menos iguales a la natio húngara. Cibinum [Szeben, Hermanstadt o Sibiu] era la sede de la natio sajona y, por tanto, la ciudad sajona más importante de Transilvania. Kolozsvár [Klausenburg o Cluj] jugaba un papel similar para la natio Hungarica durante la Reforma, especialmente en materia religiosa. 18 EOE, vol. 2, p. 528. 15 16

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por algunos historiadores como el reflejo de la influencia personal ejercida por Báthory sobre los estamentos y de sus intentos de detener nuevos experimentos religiosos; para otros, estaríamos ante una ley progresista que reconocía el arrianismo, al mencionar al superintendente Ferenc Dávid, que para esa fecha ya había avanzado bastante en su refutación pública de la Trinidad, además de empezar a cuestionar la validez del culto a Jesús.19 Lo que a veces se pasa por alto es la presión impuesta contra la innovación interna dentro de las propias iglesias protestantes, así como los cambios de confesión de individuos o grupos, en ocasiones en rápida sucesión. Dávid, por ejemplo, continuó con sus populares experimentos religiosos hasta 1579, cuando fue acusado, juzgado y encontrado culpable «por sus propios ministros» (especialmente, los conservadores Arians Blandrata y Hunyádi) por negarse a reconocer públicamente el estatus de Jesús como «salvador», así como por otras «innovaciones» religiosas.20 La imprecisión en el lenguaje empleado en la redacción de las leyes responde a diversos motivos. En primer lugar, las tendencias religiosas siguieron siendo extremadamente fluidas en las cuatro décadas que siguieron a la primera oleada reformista en Transilvania. Esta volatilidad hizo que las categorizaciones rígidas no fuesen solo poco prácticas, sino también –en algunos casos– casi imposibles. El escenario religioso en la Transilvania del siglo XVI era extremadamente diverso y cambiante; los credos y las iglesias distaban de estar consolidados, tanto desde el punto de vista doctrinal como desde el institucional, a excepción de la Iglesia ortodoxa, que, por lo general, se mantuvo ajena a las transformaciones religiosas que barrieron Transilvania durante esta época, y cuyo perfil demográfico era bastante estable, estando esencialmente compuesto por los «valacos» (rumanos).21 En general, la línea que separaba a los que habían dejado de ser católicos de aquellos pocos que seguían siendo leales a Roma fluctuaba constantemente. Incluso la Iglesia luterana, o Confessio Augustana, como se la conocía en Transilvania, que era la confesión formal de los miembros de la natio sajona y cuyas estructuras ya se CRA˘ CIUN, 2001. Dávid fue acusado de violar las leyes contra las innovaciones en junio de 1579. Possevino afirmaba de forma errónea que la condena fue a muerte, cuando en realidad Cristóbal Báthory lo sentenció a cadena perpetua en la fortaleza de Deva, donde moriría en noviembre de 1579. Véase POSSEVINO, 1931, p. 131. Para un perfil de Dávid Ferenc, véase UNGHVÁRY, 1989. 21 Los cristianos ortodoxos, que en Transilvania se corresponden de forma más o menos exacta con los grupos rumanos (también llamados «valacos»), aún se vieron afectados por la Reforma al ser el objeto de intentos de conversión por parte de las iglesias protestantes en la década de 1570, y de nuevo en el siglo XVII. No obstante, el éxito de estos ejercicios de proselitismo fueron, por lo general, bastante limitados. Véase CRA˘ CIUN, 2001. 19 20

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habían estabilizado en la década de 1550, perdería ciertas comunidades a manos de predicadores arrianos en la década de 1570.22 En lo que se refiere a las natio húngara y sícula, la mayoría de sus miembros habían abrazado ya doctrinas más radicales para la fecha en que Esteban Báthory se convirtió en voivoda; sus predicadores se posicionaban en distintas coordenadas del calvinismo, el arrianismo y, en las últimas décadas del siglo XVI, incluso el sabatarianismo.23 Aún había católicos dispersos por toda la región, pero solo existían comunidades significativas en tres distritos sículos y tres condados húngaros; además, estas comunidades sufrían una gran escasez de sacerdotes y se mostraban, por ello, muy susceptibles a la conversión por parte de predicadores protestantes, o mantenían un perfil poco riguroso, al menos para los criterios establecidos en Trento. El paisaje religioso era, por lo tanto, muy diverso. Además, las conversiones, las innovaciones y las irregularidades doctrinales no constituían necesariamente fenómenos bruscos, nítidos o formales. Así, un pueblo sículo podía considerarse católico aunque su sacerdote estuviese casado y hubiese renunciado a observar la Cuaresma.24 En aplicación de una lógica semejante, las denominaciones religiosas que distinguían entre distintos grupos protestantes eran raramente empleadas por los miembros de esos mismos grupos para referirse a sí mismos, siendo casi siempre usadas por elementos ajenos al grupo, como insulto o acusación. Los límites entre los luteranos, los calvinistas, los arrianos y los sabatarianos resultaban a menudo extraordinariamente tenues; desde la perspectiva de la Iglesia católica, todos –sin excepción– eran igual de heréticos. Por 22 Las tres comunidades sajonas más afectadas por el arrianismo fueron Broos [Szaszvaros], Medias¸ [Medgyes] y Biertan [Berethalom]. Véanse, por ejemplo, las cartas escritas el 22 y 23 de junio de 1576 por un tal «Esteban Budini» al pastor de la iglesia de Urwegen, en las que se menciona la conversión de varios pastores de Medias¸ y Biertan al arrianismo, a causa de su exceso de trabajo, en Direct¸ia Judet¸eana˘ Arhivelor Nat¸ionale [en adelante, DJAN], Sibiu, Documente episcopale 231 y 232. Estas dos localidades estaban relativamente cerca de Broos, que parece hacer sido la ciudad sajona en la que el arrianismo penetró más profundamente. Véase más adelante. 23 La descripción de Antonio Possevino es una de las primeras en precisar las diferencias existentes entre algunos de los «errores» doctrinales de los «herejes» de Transilvania. También nos informa de tendencias sabatarianas (o «judaicas») entre algunos de los protestantes más radicales. Véase POSSEVINO, 1913, pp. 142-145. 24 De acuerdo con el informe de Possevino, en torno a 1584, de veinticuatro sacerdotes sículos, solo 4 se mantenían célibes (de tres de ellos no pudo obtenerse información). Véase POSSEVINO, 1913, pp. 65-66. Más anécdotas relacionadas con los viajes de Possevino por Transilvania pueden consultarse en el informe emitido a la Compañía en 1583, «Relatio diffusa de itinere et missione Patris Antonii Possevini Soc. Jesu in Hungariam et Transylvaniam ineunte anno 1583. Peracta», publicado en VERESS (ed.), 1921, pp. 202-214.

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ello, las referencias geográficas o personales eran mucho más populares. A los arrianos de Kolozsvár, por ejemplo, se les conocía sencillamente como «los seguidores de Dávid Ferenc», pues con él atravesaron las distintas etapas de la transformación religiosa que los llevó del catolicismo al luteranismo; de aquí, al «sacramentalismo» (calvinismo), y de este al arrianismo, en un plazo de apenas veinte años. Lo más probable es que no pudieran decir en qué momento exacto Dávid cruzó la línea que separaba la religión «legalmente reconocida» y la blasfemia por la que, como hemos visto, sería finalmente juzgado y encarcelado en 1579. El grado de aceptación disfrutado por determinadas doctrinas como el calvinismo, el arrianismo y otras incluso más chocantes era semejante y estaba condicionado, más bien, por el número de seguidores y por el favor político del que disfrutaban sus predicadores.25 Otra de las razones de la falta de precisión en las primeras leyes de paz religiosa residía en que estas, en realidad, no tenían como objeto promover la diversidad, sino que se basaban en la esperanza de que, estimulando la innovación, se pudiera avanzar en el hallazgo de la verdadera fe. Si dejamos de lado toda asunción liberal, debemos subrayar que, en el increíble grado de diversidad religiosa que para los parámetros de la época se experimentaba en Transilvania, los seguidores de cada credo no se mostraban especialmente tolerantes, sino más bien al contrario. Tal fenómeno pone el acento en la diferencia fundamental que existe entre los conceptos de «toleration» (aceptación de la diversidad religiosa aunque sea incluso a disgusto) y «tolerance» (sostén de la diversidad confesional más allá de su mera aceptación legal),26 que en ningún caso o en el contexto de la Reforma deberían ser empleados como sinónimos. En la Transilvania de principios de la Edad Moderna, a pesar de los bajos niveles de persecución y violencia entre confesiones, el clima religioso no era uno de «tolerance», en el sentido liberal y moderno del término, sino más bien de «intolerante tolerancia» o de «tolerancia constitutional», en el marco de una fuerte rivalidad confesional.27 En efecto, la rivalidad consti25 Possevino, por ejemplo, afirmaba que Giorgio Blandrata denunció a los sabatarianos ante Esteban Báthory, no tanto porque las doctrinas de aquellos fuesen muy diferentes de las suyas, sino porque estaba celoso del éxito cosechado por los predicadores sabatarianos. La versión que da Possevino es un tanto maliciosa, pero sirve igualmente para revelar las importantes conexiones existentes entre las autoridades políticas y las instituciones religiosas (POSSEVINO, 1913, p. 136). 26 Nota del editor: a petición de la autora, hemos optado por mantener ambos conceptos en inglés pues en castellano se utiliza para ambos casos el término «tolerancia». 27 MURDOCK, G., 2000, p. 110. Las tensiones confesionales y la vulnerable posición en la que se encontraba la Iglesia católica (especialmente en el siglo XVI) han llevado a ciertos historiadores a afirmar que la libertad religiosa en la Transilvania de la época era poco más que una ficción. Véase, por ejemplo, BALÁZS, M., 2002. Para una perspectiva

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tuía un fenómeno común tanto entre las distintas confesiones como dentro de ellas mismas. Como regla general, cuanto más sólidamente se hallaba establecida una iglesia, más tendía a reprimir la flexibilidad y las novedades introducidas por los nuevos predicadores. Este fue, por ejemplo, el caso de la Iglesia luterana de los sajones, que hizo todo lo posible por evitar la expansión del calvinismo y, especialmente, del arrianismo entre sus filas, con el apoyo del decano y los doctores de teología de la Universidad de Wittenberg,28 inicialmente, y, de modo posterior, por la acción de sus propios sínodos.29 En la segunda mitad de la década de 1570, la Iglesia de la natio húngara comenzó a moverse en la misma dirección. Una resolución publicada por el voivoda Cristóbal Báthory el 19 de septiembre de 1578 muestra que el superintendente Sándor András había denunciado ante el voivoda varios casos de predicaciones «contrarias a la fe cristiana, y blasfemias contra el Hijo de Dios y el Espíritu Santo», la abolición de los sacramentos y la práctica de bautizos y bodas ilegales en los condados de Gyulafehérvár y Torda. En respeto a las leyes del país, Báthory concedió al superintendente y a los pastores locales jurisdicción parcial (en coordinación con las autoridades seculares) para gestionar el asunto.30 Desde esta perspectiva, las leyes de libertad religiosa, especialmente aquellas emitidas entre 1564 y 1568, que permitían la libre conversión y la predicación sin limitaciones, representaba la victoria de las nuevas doctrinas sobre las antiguas, más que la acogida «tolerante» de aquellas entre estas.31 Dichas disposiciones legales constituían la manifestación de los cambios religiosos que se estaban produciendo entre los miembros de la elite, y no el gesto magnánimo de un príncipe tolerante. No es casual que la ley que permitía por vez primera las predicaciones sin barreras diferente, en la que se subrayan los elementos (y precedentes) de tolerancia en la cultura religiosa húngara y transilvana, véase PÉTER, K., 1996. Estoy de acuerdo con que un planteamiento moderno y liberal de la «libertad religiosa» hubiese estado fuera de lugar en la Transilvania de inicios de la Edad Moderna, razón por la que prefiero el uso del término «toleration» (o paz religiosa), aunque no debemos olvidar que las fuentes de la época hacen uso frecuente de términos como «libertad» o «libre». 28 Véase la carta dirigida al superintendente Hebler y los pastores de la natio sajona el 20 de septiembre de 1571, por medio de la cual Wittenberg censuraba las doctrinas arrianas (DJAN, Sibiu, Documente episcopale 200, fs. 1-4). 29 Véanse las resoluciones de la Iglesia sajona condenando el arrianismo, emitidas en mayo de 1580, en DJAN, Sibiu, Col. Brukenthal HH (1-5) n. 85, fs. 1-67. 30 DJAN, Cluj, Fond Fam. Kemény, 25. 31 Ya hemos señalado cómo algunos autores, según la posición de los católicos, rechazan la existencia de una verdadera libertad religiosa: BALÁZS, 2002. Para otros, el éxito cosechado por los jesuitas en las décadas de 1570 y 1580, gracias a las políticas de Esteban Báthory, son la prueba de que sí había libertad de credos. Véase BIRÓ, 1935.

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fuese aprobada en 1568,32 poco después de que Ferenc Dávid se convirtiese en el capellán de Juan Segismundo y entrase en contacto con el médico de la Corte, Giorgio Blandrata, cuyas doctrinas arrianas adoptaría. En enero de 1571, cuando se aprobó la segunda ley de predicaciones –en este caso, introduciendo limitaciones contra los abusos criminales–,33 entre los seguidores de Dávid se encontraban ya el príncipe Juan Segismundo y muchos de sus consejeros, así como la mayoría de ciudadanos de Kolozsvár, Gyulafehérvár y de otras ciudades húngaras y sajonas. Tal era, por consiguiente, la situación religiosa en Transilvania cuando Esteban Báthory fue elegido voivoda. Sus preferencias personales por el catolicismo no impidieron su elección por parte de una Asamblea compuesta mayoritariamente por protestantes, aunque tomaron la precaución de incluir una garantía de libertad religiosa en su juramento. Sin duda, Báthory, dejando de lado dicha promesa, podría haber maniobrado para favorecer a la Iglesia católica durante su gobierno; al fin y al cabo, toda posible apelación derivada de cuestiones eclesiásticas juzgadas en un principio por los superintendentes, obispos y arcedianos de cada iglesia,34 acababan, en última instancia, en sus manos. Del mismo modo, Báthory era el encargado de confirmar, junto con su canciller luterano, el nombramiento de todos estos obispos y superintendentes.35 La imagen que la historiografía ha arrojado de Esteban Báthory es la de un pío gobernante católico. Se le suele vincular con el inicio de la Contrarreforma en Transilvania, debido a su decidido papel a la hora de atraer y apoyar a la Compañía de Jesús en Kolozsvár y Gyulafehérvár.36 No cabe duda de que intentó apoyar a la Iglesia católica y de que, junto con su hermano mayor Cristóbal, observaba con enorme preocupación el éxito de las doctrinas protestantes en Transilvania, especialmente del arrianismo. En septiembre de 1571 proclamó un edicto de censura, de acuerdo con el cual todo material escrito había de contar con su aprobación antes

EOE, vol. 2, p. 343. Ibid., p. 374. 34 «Superintendente» era el título que solía darse a los «obispos» luteranos y calvinistas; el líder de la Iglesia arriana era llamado a veces «superintendente», y a veces «obispo». En aquel momento no había obispos católicos en Transilvania. La máxima autoridad eclesiástica de los sículi católicos era, por tanto, el arcediano de cada región. Véase POSSEVINO, 1913, p. 66. 35 EOE, vol. 2, p. 374; POSSEVINO, 1913, p. 66. 36 Esteban Báthory aspiraba a enviar una misión jesuita a Varad [Oradea] o a Gyulafehérvár, pero la compañía fue retrasando la cuestión con una serie de pretextos de carácter esencialmente administrativo. Finalmente, las misiones jesuitas se establecieron en las cercanías de Kolozsvár, Gyulafehérvár y Varad en octubre de 1579. Para examinar con más detalle las actividades de la Compañía en Transilvania, véase MARTONFFY, A. P., 1980, pp. 145-179 y 229-316. 32 33

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de poder ser impreso, distribuido o vendido, bajo pena de confiscación de las propiedades del impresor.37 En abril de 1575, el canciller Márton Berzeviczy señalaba que Báthory se encontraba «muy molesto» por el éxito del arrianismo entre los sajones de Broos, de lo cual había sido informado por carta gracias a Simon Miles, alcalde de Hermanstadt (Sibiu) y líder de la natio sajona.38 Báthory también trató de proteger al resto de católicos transilvanos en la medida de sus posibilidades como, por ejemplo, mediante la emisión de cartas de protección para los sacerdotes católicos39 o dotando a las escuelas jesuitas de tierras y privilegios fiscales.40 Asimismo, prestó apoyo a la jerarquía de la Iglesia ortodoxa, en un esfuerzo por protegerla del proselitismo protestante.41 En su testamento, aconsejó a su sobrino y sucesor en calidad de príncipe de Transilvania, Segismundo Báthory, que evitase a toda costa la compañía de herejes.42 Dicho esto, tampoco deberíamos exagerar los esfuerzos de Báthory por debilitar la posición dominante de las iglesias protestantes en Transilvania. En gran medida, su posición religiosa personal, así como las cada vez más estrechas relaciones con Roma, se desarrollaron especialmente tras su nombramiento como rey de Polonia-Lituania en 1576, a raíz de los contactos mantenidos con los nuncios papales en PoloniaLituania (Laureo, Caligari y Bolognetti), y con el diplomático jesuita Antonio Possevino. En Transilvania, sin embargo, sus intereses religiosos personales estuvieron lejos de convertirse en una prioridad en su agenda política, como no podía ser de otra manera en un país en el que los católicos representaban una minoría, a la que podía proteger contra la persecución, pero que, políticamente, resultaba irrelevante. Possevino afirma que, al principio de su gobierno, Esteban solía asistir a misas luteranas para «ganarse la fidelidad de las ciudades sajonas», y con la condición de que en ellas «no se predicasen más que enseñanzas morales y que se evitasen los ataques a los demás».43 Parece evidente que las relaciones entre Báthory y la Iglesia sajona eran bastante buenas, lo que resulta comprensible dado el relativo conservadurismo de los luteranos en comparación con otras confesiones más radicales y cambiantes. Báthory confirmó expresamente la Confessio Augustana en julio de 157244 y, en años sucesivos, tanto él como sus

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DJAN, Sibiu, Col. Brukenthal H (6-9), n. 2, fs. 1369-1369v. DJAN, Sibiu, Col. Brukenthal H (1-5), n. 152, f. 683v. POSSEVINO, 1913, pp. 110, 112 y 127. Véase MARTONFFY, 1980, pp. 251-254. CRA˘ CIUN, 2001. DJAN, Sibiu, Col. Brukenthal, H (6-9), n. 2. POSSEVINO, 1913, p. 111. DJAN, Sibiu, Col. Brukenthal H (6-9), n. 2, fs. 1387-1388.

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sucesores sancionaron repetidamente el derecho que asistía a los predicadores sajones al cobro de sus diezmos y otros tipos de rentas, así como su inviolabilidad ante las autoridades civiles que, al menos en teoría, no podían destituirlos una vez se hallaban en posesión de sus cargos.45 Evidentemente, la protección que ofrecían estos edictos nunca podía ser completa. Existen noticas acerca de la facilidad con la que algunos pastores luteranos podían ser expulsados por el magistrado local y la congregación, si esta manifestaba sus preferencias por un predicador calvinista o arriano, a pesar de los continuados esfuerzos del superintendente sajón por controlar la situación. En abril de 1575, en respuesta a las quejas emitidas desde la sede sajona de Hermanstadt (Sibiu) por la presencia de predicadores arrianos en Broos (Szaszvaros), Báthory concedió a las autoridades sajonas autorización para castigar a estos y a otros «causantes de desórdenes públicos» con severidad, si los procedimientos más «suaves» no acababan de funcionar. También autorizó el envío de un nuevo pastor para reemplazar a uno que acababa de fallecer recientemente, con el fin de ayudar a reconducir la situación. Báthory aprovechó la oportunidad para señalar que los arrianos habrían causado menos daños en las comunidades sajonas si estas hubiesen perseverado en la «fe verdadera», refiriéndose, evidentemente, a la católica.46 En una carta más prolija, escrita en el mismo día, el canciller Berzeviczy atribuyó los problemas de Broos a la costumbre sajona de nombrar magistrados por sorteo, lo que colocaba a «personas manchadas de ignominia» en posiciones de responsabilidad, dado que la mayoría de los arrianos de Broos eran, en efecto, magistrados. En este sentido, le recomendaba al alcalde de Hermanstadt que incluyese una nueva cláusula en las reglas electorales de la natio sajona, estipulando que aquellos culpables de actos blasfemos no pudieran ser elegidos como magistrados.47 La evolución del arrianismo hacia posiciones doctrinales cada vez más radicales recibió continuos ataques tras el ascenso al trono de Báthory: además del edicto de censura de 1571, claramente dirigido contra las publicaciones arrianas,48 los estamentos también promulgaron leyes contra las innovaciones religiosas en 1572 y 1578. Estas leyes, ciertamente, reconocían la posición de Dávid Ferenc como «obispo», lo que equivalía a aceptar formalmente el arrianismo, si bien también trataron de detener el agitado ambiente de debate y experimentación religiosa que llevaba en DJAN, Sibiu, Acte fasciculare G (52), fs. 1-16; Doc. Episcopale 209, 218, 223, 224. DJAN, Sibiu, Col. Brukenthal H (1-5), n. 152, f. 692v. 47 DJAN, Sibiu, Col. Brukenthal H (1-5), n. 152, f. 683v. No he hallado indicios de que esta recomendación fuese aplicada. 48 Véase HURMUZAKI, E., 1887, p. 700. 45 46

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marcha desde la década de 1560 bajo la condescendiente protección de Juan Segismundo. La Constitución de 1572 amenazaba a los «innovadores» con la excomunión; la de 1578, con la expulsión de los cargos públicos.49 Tales intentos por congelar el status quo religioso son atribuidos a menudo a una animadversión personal de los Báthory contra la innovación religiosa, pero la evidencia indica claramente que, con frecuencia, sus intentos contrarreformistas no hacían más que replicar la posición conservadora de las iglesias protestantes establecidas. En 1578, por ejemplo, cuando se produjo la confirmación de una nueva «ley de innovación» por parte de los estamentos, las tensiones no se desataron tanto entre un voivoda católico y unos estamentos protestantes, cuanto en el seno de los múltiples grupos religiosos dentro de los propios estamentos. En opinión de Possevino, esa fue la causa del primer ataque de los luteranos contra Dávid Ferenc y otro importante predicador arriano. Sin embargo, también señalaba que, en esa misma reunión y, quizá, como un acto de represalia, «los de Kolozsvár» atacaron a los católicos en su propio terreno, al acusar a Balasfi –un activo sacerdote católico de Kolozsvár– de innovación. En esta situación, los luteranos se pusieron «tácitamente» del lado de los católicos. Finalmente, la Asamblea autorizó a estos últimos a «continuar con lo que habían empezado», con referencia a Balasfi y sus métodos de predicación en Kolozsvár. Ahora bien, el hecho de que Possevino interpretase la «ley de innovación» como una herramienta política, tanto contra los radicales arrianos como contra la minoría católica, era algo, en sí mismo, muy significativo: Ese año, dedicaron su reunión en Kolozsvár a atacar las novedades procedentes de otras religiones (como ellos las llaman), imaginando, los muy necios, que una vez que se permite que una herejía corra libremente es posible detener el paso de otra, o que, si le ponen algún impedimento, la cosa se detendrá ahí […] Un grupo de luteranos, junto con un falso predicador de Alba [Fehervar], iniciaron el ataque contra Francesco di Dávide y un tal Pietro Lippai, ambos arrianos. Después, los de Kolozsvár procedieron a acusar a Balasfi […] y al resto de católicos. Pero estos se defendieron vigorosamente, afirmando no haber introducido innovación alguna

49 EOE, vol. 2, p. 528; vol. 3, p. 125. Una de las primeras leyes contra la innovación fue, de hecho, la de mayo de 1548, que reconocía los cambios introducidos por la primera oleada reformista «en los últimos dos años», pero que, al tiempo, trataba de congelar la situación para evitar nuevos cambios. Esencialmente, esta ley permitía la libre práctica del luteranismo, aunque se disuadía a los predicadores de visitar áreas ajenas a su religión. En otras palabras, la ley trataba de impedir el proselitismo luterano y católico. La Constitución de 1548 no hace referencia explícita a ninguna denominación religiosa concreta. Véase EOE, vol. 1, p. 238.

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y que predicaban y creían en la religión verdadera y la que había existido en Transilvania desde el principio; es más, insistieron en que no había causa justa contra ella [la fe católica], considerando que el «decreto de la nación» le permitía actuar libremente sin que otro decreto posterior se lo hubiese prohibido. Pero los herejes, que habían aplaudido el decreto para poder introducir su herejía, y no porque eso permitiese la preservación o la instalación de la fe católica, empezaron a insultar e injuriar a Balasfi. Solo los sajones –que aún no habían caído tan bajo como los calvinistas y los arrianos– estuvieron tácitamente de acuerdo con los católicos en este caso. Y como los otros carecían de causa o pretexto justo, se vieron obligados a permitir a los católicos seguir como habían estado siempre.50

El juicio, y posterior sentencia, a Dávid Ferenc por innovación, celebrado entre abril y junio de 1579, debe situarse principalmente en el contexto de las rivalidades entre las comunidades protestantes, y solo relacionarse de forma secundaria con los intentos contrarreformistas de Báthory. Existen pocas dudas de que tanto Esteban como Cristóbal Báthory, que se encontraba ejerciendo el cargo de voivoda en nombre de Esteban en esa época, disentían de forma especialmente virulenta del arrianismo en general y de Dávid en particular,51 pero ello también resulta aplicable a los luteranos y a los calvinistas, los dos grupos religiosos dominantes en Transilvania en aquellos años y que se correspondían, a grandes ragos, con las nationes sajona y húngara. Si bien es cierto que el jesuita Leleszi, confesor del voivoda, jugó un papel crucial en la acusación contra Dávid, las fuentes sugieren que su caso fue abierto por Giorgio Blandrata, antiguo amigo de Dávid y su iniciador en el arrianismo. Durante el juicio celebrado en 1579, fueron Blandrata y otro arriano conservador, Hunyadi Demeter, quienes pidieron la condena de Dávid con mayor insistencia. No en vano, Blandrata, médico de la Corte, había decidido años atrás acercarse a los poderes políticos establecidos, en lugar de mantener una posición alternativa y rupturista en línea con los anabaptistas.52 Hunyadi también sacó provecho del juicio: POSSEVINO, 1913, pp. 128-129. El nuncio Caligari recoge una conversación mantenida en Varsovia con Esteban poco después de la muerte de Dávid, en la que el rey le informaba con alborozo de la muerte del «gran hereje», así como de la intención de algunos de sus consejeros, incluido Berzeviczy, de renunciar a su herejía y de, quizá, convertirse al catolicismo. Báthory expuso ante Caligari «con gran desprecio, la multitud de disparates [creídas] por estos ministros herejes, que confundían de tal modo a sus propios consejeros que estos habían decidido abrazar el catolicismo», CALIGARIUS, I. A., 1915, p. 337 (carta al cardenal de Como, 8 de diciembre de 1579). 52 Los historiadores de la religión ya han apuntado el carácter diferencial del anabaptismo y el arrianismo transilvanos, en el sentido de que, al no estar asociados con las 50 51

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tras el encarcelamiento de Dávid se convirtió en el nuevo «obispo» de los arrianos de Transilvania.53 Es, por tanto, perfectamente plausible que Hunyadi, Blandrata y Báthory actuasen de forma coordinada en el caso de Dávid, y que las posturas de Blandrata y de Hunyadi no fuesen del todo independientes. No obstante, como prueba de que la capacidad de los poderes políticos de influir en los asuntos confesionales en Transilvania era bastante limitada, cabe resaltar que este caso de persecución religiosa no supuso el final del arrianismo en la región, sino su estabilización en posiciones más conservadoras que las propuestas por Dávid. 3. Consideraciones finales a la luz del caso de la República Polaco-lituana Con independencia de las rivalidades confesionales y del caso de Dávid, durante el gobierno de los Báthory la persecución religiosa fue prácticamente desconocida en Transilvania. Los intentos de Esteban Báthory de contener la expansión del arrianismo y de favorecer los intereses de la Iglesia católica tuvieron, en el mejor de los casos, un éxito limitado. La protección ofrecida al sacerdote católico Michael Balasfi se limitaba a garantizar su seguridad personal y el uso de los edificios que le habían sido concedidos; como contrapartida, el canciller Berzeviczy dio órdenes claras a Balasfi para que se abstuviera de «incitar a los católicos de Kolozsvár».54 A pesar del decreto de censura emitido por Báthory en 1571, y de acuerdo con el testimonio ofrecido por Possevino, los libros «blasfemos», especialmente los debates doctrinales entre Blandrata y Dávid, siguieron circulando sin impedimento alguno.55 En 1581, Broos seguía estando dominada por los arrianos: a pesar del apoyo mostrado por Esteban Báthory a los sajones luteranos en su intento de erradicar el arrianismo de allí, seis años después Segismundo Báthory intervendría en favor del pastor arriano local para ayudarlo a deshacerse de «la secta de Dávid Ferenc», que entorpecía la recaudación de sus diezmos y que había nombrado al rector de la escuela en contra de su voluntad.56 En cualquier caso, todas las iniciativas religiosas y contrarreformistas planteadas por los Báthory se mantuvieron dentro de los límites marcafuertes tendencias anti-institucionales de las que estaban imbuidos en Alemania o los Países Bajos, y al ser mucho más indulgentes en cuestiones políticas, tuvieron acceso a los cargos públicos y se sometieron a la autoridad de los tribunales de justicia. Véase KÖPECZI, B., 2001, p. 723. 53 POSSEVINO, 1913, pp. 130-131. 54 Ibid., p. 111. 55 Ibid., pp. 131, 145 y 189. 56 DJAN, Sibiu, Col. Brukenthal H (1-5), n. 153, f. 6.

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dos por su juramento de entronización y por las leyes del país. Las decisiones adoptadas contra publicaciones consideradas problemáticas y contra los predicadores arrianos estuvieron siempre dentro de la legalidad, además de adoptarse solo a petición de los superintendentes de las distintas nationes; es más, tales iniciativas se apoyaban siempre en cargos de desorden público, no en consideraciones doctrinales. Es posible que la jurisdicción del voivoda en casos de religión fuese inapelable, pero seguía estando sometida al criterio inicial de los superintendentes. En ciudades como Kolozsvár, en las que el Consejo y los ciudadanos eran predominantemente arrianos o calvinistas, el apoyo que los Báthory se hallaban en condiciones de ofrecer a los jesuitas se limitaba a la venta de exenciones fiscales –lo que ya causaba malestar entre los comerciantes– y a otras ventajas materiales, como la donación de edificios, aldeas y tierras; el Consejo de la ciudad también se vio sometido a presiones para que autorizasen la apertura de una escuela jesuita en la ciudad durante la primavera de 1581.57 Más allá de esto, era poco lo que podía hacer el voivoda para limitar la libertad religiosa de los estamentos. El apoyo prestado a los jesuitas constituía, sin duda, un típico gesto contrarreformista, pero difícilmente podemos considerarlo como una seria amenaza para el pluralismo religioso. Como el propio Esteban Báthory confió a Possevino: incluso aunque hubiese querido, sencillamente, «carecía de los instrumentos necesarios»58 para alterar el hecho de que las tres nationes, y especialmente los sajones y la nobleza, fueran dueños de seguir la fe que quisiesen. En 1584, Possevino escribía que «cada noble gobierna su pueblo […] nombrando el predicador que mejor le convenga a su herejía particular». Estos nombramientos, sobre todo en el caso de los sajones, que mantenían un control especialmente estrecho de sus propios asuntos religiosos, eran confirmados con posterioridad por el príncipe y el canciller, aunque perteneciesen a una fe completamente diferente a las suyas.59 En relación con los campesinos rumanos, a veces obligados por su señor a «unirse a su secta», Possevino comentaba que «incluso si se quejan ante el príncipe, es poco lo que este puede hacer más allá de una advertencia verbal, porque los nobles son libres de adoptar en sus propias tierras la creencia que quieran».60 En este sentido, la afirmación de que el principio de cuius regio, eius religio no era de aplicación en Transilvania, solo es cierta si el acento se coloca sobre la comunidad política en general, esto es, el Estado transilvano. Efectivamente, en el principado de Transilvania no había confesiona57 58 59 60

MARTONFFY, 1980, pp. 159 y 252. POSSEVINO, 1913, p. 191. Ibid., p. 63. Ibid., p. 65.

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lización estatal.61 No obstante, en el sentido más literal de la expresión, este principio funcionaba de forma plena, al menos durante el siglo XVI. La ley de 1564 sancionaba el derecho de «cada pueblo o ciudad» para adoptar la religión que prefiriese entre la de «Cibinum» o la de «Coloswar», y de nombrar sus pastores en consecuencia, enfatizando que quienquiera que quisiese convertirse de una confesión a otra debía ser autorizado a hacerlo «sin impedimento, molestia […] ofensa, insinuación y desprecio».62 En ese contexto, el principio de la paz de Ausburgo parece haberse aplicado en el sentido de cuius civitas, oppidum, villa… eius religio, lo que condujo a un grado de fragmentación religiosa sin parangón en la Europa de la época, extendiéndose de forma transversal por los distintos condados y distritos, con escaso control por parte de las elites políticas y administrativas del país. En el siglo XVII, se impuso una interpretación todavía más individual del principio de libertad de conciencia: «Su alteza sabe que la paz y la tranquilidad de todas las repúblicas […] depende del ejercicio libre de la religión en todos los estamentos, lenguas y nacionalidades, y que la conciencia de nadie debe verse acosada en la veneración de Dios […] como propone el dicho: deja que las malas hierbas crezcan hasta la hora de la cosecha, a no ser que quieras arrancar también el trigo —y en este caso la república de Polonia ofrece un gran ejemplo».63

En realidad, el ejemplo ofrecido por la «República de Polonia» era más reciente que el de Transilvania. En 1573, tras la unión política del Reino de Polonia con el Gran Ducado de Lituania de 1569 y la extinción de la dinastía Jagellón en 1572, los representantes de los estamentos polacos y lituanos64 se reunieron en una explanada situada a las afueras de VarsoCRA˘ CIUN, 2001, p. 226. Para un examen detallado de la historia religiosa de Transilvania y un agudo análisis de la ausencia de confesión estatal, véase KEUL, I., 2009. 62 EOE, vol. 2, pp. 231-232. 63 Este es uno de los artículos confirmados por el príncipe Gabriel Báthory en su entronización en 1608. Véase EOE, vol. 6, p. 89. Las leyes posteriores adoptaron la misma filosofía: en la década de 1650, los propietarios de tierras vieron prohibida la práctica de imponer su religión a sus servidores, so pena de incurrir en una multa de 200 florines. Véase Approbatae Constitutiones, parte 1, título 1, art. 8. La libertad de conciencia individual no implicaba necesariamente la libertad de culto, que siguió siendo visto en términos esencialmente colectivos, por la mera razón de que los sacerdotes y pastores eran nombrados para servir a las comunidades, más que a los individuos. En las ciudades más grandes, sin embargo, las opciones individuales eran mucho más fáciles de satisfacer, ya que existían iglesias multiconfesionales. 64 En el caso polaco-lituano, existían tres estamentos de distinta importancia, tanto desde el punto de vista social como legal: el clero (representado en el Senado junto con los funcionarios reales), la nobleza o szlachta (representada en la Cámara de «diputados») y un puñado de ciudades cuyos representantes también se sentaban en la Cámara de diputa61

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via para decidir las reglas por las que elegirían a su próximo monarca. En esa misma asamblea, también decidieron ilegalizar la persecución religiosa y prohibir desórdenes públicos y actos violentos causados por «disidentes religiosos». Los artículos adoptados en aquella ocasión pasaron a ser conocidos como la «Confederación de Varsovia», y pronto se convirtieron en uno de los documentos más citados de la República de las Dos Naciones. La esencia de la Confederación de Varsovia queda bien resumida en la cláusula referida a la paz religiosa: «Y dado que en nuestra comunidad existen considerables diferencias (dissidium) en el ejercicio de la religión cristiana, para evitar desórdenes (sedycyja) entre los súbditos […] como los que se están produciendo en otros reinos [...] juramos que los que tengamos religiones distintas (dissidentes de religione) nos mantendremos en paz y no derramaremos sangre por causas religiosas o eclesiásticas, no permitiremos castigos, confiscaciones, deshonra, prisión o exilio, ni sancionaremos con nuestro poder ninguno de estos actos».65

De forma parecida a las posteriores leyes de paz religiosa transilvanas, la Confederación de Varsovia se basaba en un principio individual de libertad de conciencia más que en un modelo territorial de confesionalización.66 En contraste con el caso transilvano, sin embargo, la cláusula religiosa polaco-lituana era bastante vaga y nunca llegó a ser clarificada con posterioridad. La historiografía polaca ha mantenido un intenso debate acerca del alcance jurídico y el significado de los términos de la Confederación. Por ejemplo, algunos autores afirman que no era solo de aplicación para los protestantes, sino también para los ortodoxos; existe un mayor acuerdo acerca del hecho de que sus estipulaciodos, pero que ostentaban poco poder más allá de sus propios asuntos locales. Al igual que en Transilvania, era la nobleza –especialmente la pequeña y media nobleza de fe protestante y origen polaco, aliada con aquellos católicos que ponían las consideraciones políticas por delante de las religiosas– la principal impulsora de las iniciativas constitucionales que discutimos aquí. Dicho esto, es importante subrayar que el sistema legal y constitucional de Polonia-Lituania daba una mayor importancia a los estamentos parlamentarios, es decir, al rey, al Senado y a la Cámara de diputados. Las decisiones importantes solo podían ser adoptadas en presencia y con el consentimiento de los tres, excepto en casos de lesa majestad y derrocamiento, que a partir de 1588 fueron discutidos en ausencia del rey (al que se consideraba parte interesada). En muchos casos, la división existente entre el Senado y la Cámara Baja, y entre las provincias polacas, lituanas y prusianas, era más grave que la existente entre el clero, la nobleza y las ciudades, lo que entorpecía aún más la toma de decisiones. 65 Texto original publicado en polaco y letón en GRODZISKI, DWOMICKA y URUSZCZAK (eds.), 2005 (tomo 2, vol. 1), pp. 306-307. 66 Este aspecto es también resaltado (sin mencionar el paralelismo con Transilvania) en MÜLLER, M. G., 1996, pp. 262–81 y 269.

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nes afectaban exclusivamente a la nobleza, lo que implica que existiría cierto control religioso en las ciudades y, especialmente, en las comunidades campesinas, y que, en cualquier caso, el control religioso sería mayor que en Transilvania.67 Otra diferencia entre la situación en Transilvania y los principios emanados de la Confederación de Varsovia reside en que esta última hubo de enfrentarse a una significativa resistencia. Las primeras elecciones de soberanos se vieron afectadas por los esfuerzos llevados a cabo por parte de los nuncios papales por convencer a los candidatos para que rechazaran estas clausulas, y varios senadores eclesiásticos excluyeron de forma abierta el artículo religioso a la hora confirmar la Confederación.68 Dicha oposición no fue, sin embargo, decisiva, al menos desde un punto de vista constitucional. Los derechos políticos de los no católicos fueron deteriorándose a lo largo de los siglos XVII y XVIII pero, aun así, pudo mantenerse la paz religiosa –que se vería confirmada a cada elección– mientras la Mancomunidad existió.69 En Transilvania, al igual que en Polonia-Lituania, los esfuerzos de los dirigentes católicos por limitar la diversidad religiosa y favorecer a la Iglesia católica se vieron entorpecidos, no solo por el hecho de que la mayoría de la población no fuese católica, sino –lo que es mucho más importante– por la estructura política del Estado. El peso de los estamentos en las asambleas generales limitaba en gran medida los poderes del gobernante. Sobre todo el carácter electivo de los tronos de Transilvania y de Polonia-Lituania contribuía en gran medida a mantener a raya las tendencias autocráticas o, al menos, a deshacer sus efectos cada vez que las elecciones devolvían el poder pleno a los estamentos de forma temporal. En mayo de 1581, por ejemplo, Cristóbal Báthory no hizo nada por impedir la aprobación de una ley contra el proselitismo católico, prohibiendo a los sacerdotes jesuitas predicar entre los arrianos de Kolozsvár y Gyulafehérvár. La ley estaba claramente conectada con los pequeños, pero significativos, progresos de los jesuitas en Kolozsvár y Torda, y –de acuerdo con Possevino– Báthory hubo de aprobarla para «garantizarse la sucesión de Segismundo».70 En 1588, dos años después Véase SALMONOWICZ, S., 1974. Para un análisis de la polémica que rodeó a la Confederación de Varsovia, véase KOROLKO, M., 1974. 69 En 1658, los arrianos (polacos) fueron puestos fuera de la ley porque se sospechaba que apoyaban la invasión sueca de Polonia-Lituania; en 1733, los no católicos fueron excluidos del ejercicio del cargo de Sejm o magistrado de la Corte Suprema. La ley de 1733 fue abolida en 1768 y restituida (y ampliada) en 1773-1775, y una vez más, abolida en 1791. Véase JE3 DRUCH, 1998, p. 347. 70 POSSEVINO, 1913, p. 190. Para el texto de la ley que incluye tanto las normas que limitaban la acción de los misioneros jesuitas como la elección de Segismundo Báthory como sucesor de su padre en mayo de 1581, véase EOE, vol. 3, pp. 157-158. 67 68

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de la muerte de Esteban Báthory, los estamentos transilvanos expulsaron a los jesuitas a cambio de confirmar la mayoría de Segismundo Báthory y su control pleno del trono. A partir de ese momento, la Iglesia católica entró en un declive que solo pudo ser revertido parcialmente por los Habsburgo entre 1598 y 1605, y con posterioridad a 1711. En una entidad política como la de Transilvania, gobernada por unos estamentos religiosamente diversos, capaces de imponer limitaciones constitucionales sobre sus gobernantes de forma periódica –y de aprobar previamente dichas condiciones por medio de la negociación y la deliberación–, la ausencia de confesión oficial y la libertad religiosa eran, más que un signo de tolerancia, una cuestión de pragmatismo republicano.

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