PLAZA DE MOROS. UN RECINTO AMURALLADO DE LA SEGUNDA EDAD DEL HIERRO EN LA MESA DE OCAÑA. II CONGRESO DE ARQUEOLOGÍA DE LA PROVINCIA DE TOLEDO Volumen 11

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Descripción

·II CONGRESO DE ARQUEOLOGÍA DE LA PROVINCIA DE TOLEDO Volumen 11

La Mancha Occidental y La Mesa de Ocaña

DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE TOLEDO

CATALINA URQUIJO DIONISIO URBINA MARTÍNEZ Arqueólogos

PLAZA DE MOROS. UN RECINTO AMURALLADO DE LA SEGUNDA EDAD DEL HIERRO EN LA MESA DE OCAÑA

...mientras que interpretar mal un texto o el estilo de un pliegue desacredita a un investigador, destruir una estratificación todavía no ha creado problemas de conciencia o retrasado la carrera de nadie. A. CARANDlNl 63

INTRODUCCIÓN. UN RECINTO FORTIFICADO

EN LA MESA DE OCAÑA

En el verano de 1998 comenzaron las excavaciones en el yacimiento arqueológico de Plaza de Moros 1, situado en la localidad de Villatobas (Toledo). El proyecto Plaza de Moros se desarrolla dentro de la Iniciativa Comunitaria Leader II para la Comarca de Ocaña, que gestiona el Grupo de Acción Local D. Quijote de La Mancha. Los objetivos no se limitan a la investigación científica del sitio, sino que se pretende la puesta en valor del yacimiento aprovechando el atractivo turístico y pedagógico que la arqueología tiene para el público en general. A este fin, los procesos de excavación y restauración se realizan como cursos de verano en donde pueden tomar parte licenciados, estudiantes o aficionados, a quienes se les ofrece la posibilidad de una formación práctica más escasa cada día. A lo largo del año se programan visitas de estudiantes de ESO y Bachillerato, en espera de organizar en los próximos años visitas guiadas para el público en general. El yacimiento se descubrió en 1994 durante los trabajos de prospección arqueológica efectuada por nosotros desde ese año en la Mesa de Ocaña. En realidad el yacimiento era conocido desde siempre, porque el

Queremos agradecer su ayuda a todos aquéllos que han contribuido a que este proyecto salga adelante, en especial a Luciano Sánchez-Moneo, Gerente del Grupo de Acción Local del Leader IJ de la Comarca de Ocaña, y a Leopoldo Herrero, alcalde de Villatobas, así como a la Corporación municipal, a la familia Martínez Tostado, y en general a todos los vecinos de Villatobas y a los alumnos de los cursos que nos han ayudado durante estos tres años.

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propio nombre del lugar, Plaza de Moros, no es sino la traducción que hace la cultura popular del Recinto Amurallado de los Antiguos, significación exacta de ese nombre para las gentes del pueblo. Todavía en las primeras ediciones de los mapas topográfico s 1:50.000 se conserva el topónimo de Camino del Castillo o Castejon, luego perdido, junto con la conciencia de la existencia de este antiguo pueblo. En 1996 apareció una extensa reseña de cinco páginas dedicada al yacimiento en el boletín de las Fiestas Patronales de Villatobas. Realizada por un aficionado local, don Sebastián Holgado, llama la atención el exacto conocimiento de varias de las características del recinto así como lo acertado de la descripción del ambiente arqueológico general de esa época. Se incluyen varios materiales encontrados por el propio autor. Esta referencia es recogida por Muñoz y Madrigal en una publicación reciente, incorporando el yacimiento a un catálogo un tanto anacrónico y fragmentario de sitios del HIl en la comarca (Muñoz y Madrigal, 1999). Allí se atribuye a Plaza de Moros una cronología de los siglos III-II a.e. (p. 472) en base a sus sistemas defensivos a los que se equiparan los de otros emplazamientos como Fosos de Bayona en Villas Viejas o el Cerro del Gallina en Corral de Almaguer (sic). La existencia de fosos y muralla se explica como reacción defensiva a la llegada de cartagineses y romanos a la región (sic). En el trabajo de la tesis doctoral de uno de nosotros se expone ampliamente la problemática de los recintos amurallados del HIJ en la Mesa de Ocaña, con relación a otras tipologías de yacimientos, y el lugar que ocupa Plaza de Moros en el patrón de asentamiento de la región (Urbina, 2000). Baste señalar aquí que existen varios yacimientos en la comarca con un dispositivo defensivo similar al de Plaza de Moros, esto es: dos fosos dispuestos en el istmo del espolón, separados por un parapeto y rematados al interior por un frente de muralla de gran grosor, dispositivo ajeno al de yacimientos netamente postqriores como Fosos de Bayona (Gras et al. 1984) y más aún el Cerro del Gallina (Santos et al. 1990). Plaza de Moros es citado de forma confusa en otro artículo reciente dentro de la categoría de grandes pobladosfortificados identificables con el concepto de oppidum, en altozanos estratégicos y con amplio control visual (Blasco y Sánchez, p. 128), (sic). Los datos concretos sobre Plaza de Moros se contienen en la tesis antes citada (Urbina, 2000, esp. p. 79). Allí se indica que la visibilidad no es muy alta, pues apenas alcanza 1 km. de radio, ya que se dispone en la hondonada del valle del arroyo del Robledo (fig. 1). La intervisibilidad es nula ya que desde allí no se divisa ningún otro yacimiento de esta época. 66

La distancia a los vecinos más proximos de su misma categoría (amurallados) es de 14 km. Esta distancia se explica porque Plaza de Moros es en realidad el último de los yacimientos de espolón, o de península sobre escarpe, antes de los llanos de La Mancha, en los que sólo encontramos recintos defendidos aprovechando las características naturales en los cerros, como el del Castillo en Consuegra, del Gollino en Corral de Almaguer o del Gato en Villanueva de Bogas (L1opis, 1950). Esta característica se refleja en la superficie de su polígono Thiessen de más 130 km", con valores ínfimos para el umbral de subsistencia o porcentaje de las tierras necesarias para la supervivencia con relación a las disponibles definidas desde el polígono, que apenas supera el 0,8%. La superficie medida del recinto es de 7.000 m". S. Holgado calculaba 4.000 m? para la cima de la península, a los que hay que añadir algunos más (3.000) de la ladera Oeste, y todavía otros que corresponden a las porciones más abruptas de las laderas contenidas en el recinto amurallado (fig. 2), hasta casi llegar a la Ha. La Mesa de Ocaña se encuentra en la esquina nororiental de la provincia de Toledo, en una zona de transición entre Las Alcarrias y La Mancha. Está constituida por una superficie de páramo que se asoma por el norte a los yesos de la Fosa del Tajo. En su parte meridional una serie de arroyos han socavado las calizas dejando en sus cauces abruptos frentes de escarpe. Sobre uno de ellos, en la confluencia de dos riachuelos, del Robledo y de los Moros, se localiza Plaza de Moros. El cerro es un espolón que se levanta 30 m. en paredes muy sinuosas sobre el cauce de estas cañadas. Una lengua de tierra de 25 m. de ancho es el único acceso practicable, que fue defendido con los dos fosos el parapeto de 2 m. de alto entre ellos y la muralla de casi 6 m. de ancho. En esta zona predominan las areniscas y calizas, de hecho nos hallamos en la transición de las arcillas rojas de borde de páramo a los yesos grises bajo la capa de calizas pontienses (lTGE, 1982). Estamos por tanto ante una de las tipologías de poblado indígena más comunes de la Península, abundante en el Valle del Ebro desde el Bronce Final y el HI (village clos) y que proliferarán en el HIl en prácticamente todas las regiones peninsulares (VV.AA., 1991). Han sido denominados por P. Moret como éperons barrés, o espolones con barrera (1996). En la Mesa de Ocaña los yacimientos de la cuenca del arroyo Cedrón (como es el caso de Plaza de Moros) son más pequeños que los de la fosa del Tajo. Plaza de Moros es un ejemplo típico, junto a Villapalomas o El Peñón (a 9 y 15 km. respectivamente), todos ellos cercanos a la Ha. Hay yacimientos más cercanos ubicados en el llano, junto a los cauces de agua, como Montealegre a 3,3 km., Villatobas a 6,8 km. o Venta de Juan Cano a 9 km. 67

I La característica principal de estos enclaves amurallados no es el dominio visual del entorno o el control de rutas pretendidamente estratégicas, que tan machaconamente se repite en tantos trabajos, sin que nadie haya podido precisar nunca la funcionalidad concreta de la visibilidad en estas sociedades, los trazados de ninguna ruta y menos aún de que cualidades, condiciones o características deviene el supuesto carácter estratégico de ciertos caminos. Se trata de lugares defensivos en los que se busca una topografia precisa que requiera la menor inversión posible en obras de defensa para garantizar el aislamiento del recinto, que delimite una superficie igualo mayor a la que necesita el grupo social para establecerse y que disponga de buenas corrientes o manantiales de agua en sus proximidades. Estas condiciones las reúnen ciertas penínsulas de borde de páramo y espolones sobre taludes, en muchos lugares denominados muelas.

CAMPAÑAS DE EXCAVACIONES:

1998-2000

Área 1 Hasta el momento se ha trabajado en dos áreas (1 y II). El área 1 (Al) se sitúa junto a la muralla de entrada o Barrera. Se eligió después de practicar varios sondeos aleatorios por toda la superficie del cerro y comprobar que la erosión y las labores agrícolas de hace algunos años habían dañado sensiblemente los restos reduciéndolos a nada en las partes centrales más elevadas. La muralla principal a la entrada del poblado era visible en parte en superficie. Consta la cara externa de una hilada de piedras de caliza y arenisca de buen tamaño (30 Xl 40 cm.) ligeramente trabajadas y unidas con tierra, de las mismas características que su cara interna excavada en parte. El ancho de la muralla es en este punto de 5,80 m. y su interior está rellenado con piedras más pequeñas. En la parte excavada se han descubierto dos tramos de escaleras afrontadas de doce escalones cada uno, con una altura total de 2,20 m. Se trata de lajas de caliza principalmente, algunas semiescuadradas, de 40 x 30 cm. y 15-20 cm. de grosor. Están ligeramente embutidas en la muralla para ganar estabilidad. Toda la estructura (muralla y escaleras) está ligeramente rehundida hacia el exterior por efecto de las presiones de la tierra y la erosión de la muralla. Efectivamente, los derrumbes de la parte más alta de la muralla se produjeron hacia el interior del poblado, destruyendo las habitaciones adosadas a ella, y al mismo tiempo sellándolas, lo que paradójicamente ha permitido su conservación. Con el paso del tiempo la 68

muralla se ha ido descarnando hacia el exterior, colmatando en parte el foso, hasta apenas conservar unas pocas hiladas verticales en la actualidad, mientras que al interior se conserva en una altura de 2 m. Las escaleras se practicaron en realidad vaciando la superficie que ocupan: 8 x 0,6 m. de la extensión de la muralla (fig. 3) Y constituyen el acceso al paramento defensivo desde una de las estancias. Estas escalinatas son poco frecuentes, por lo que su hallazgo reviste mayor importancia. En este caso se apoyan sobre un murete de adobes en el otro extremo, conformando un estrecho pasillo. Un ejemplo similar apareció hace tiempo en Ocenilla, Soria, y se interpretó como la escalera de una habitación del cuerpo de guardia (Taracena, 1941). La habitación desde la que se accede a las escaleras (Hab. 1) es hasta ahora la mejor conservada de la toda la superficie excavada. Tiene una extensión de 7,8 x 2,8 m. libres y unas paredes de 60 cm. de grosor. Estas paredes constan de un zócalo de piedras apenas canteadas, con una o dos hiladas de altura, pues el firme de arenisca y caliza sobre el que se asientan no es horizontal, sino que tiene una fuerte pendiente hacia el exterior, de modo que los muros adosados a las paredes son más altos que los interiores. El recrecimiento de las paredes se hacía con adobes de diversas medidas y colocados de forma diversa. Tenemos en los muros mejor conservados (hasta 2,2 m. de altura en aquellos que conforman el pasillo de las escaleras) adobes de 16 x 28 x 8 cm. en una pared de asta a tizón (fig. 4). Con las mismas medidas otras paredes tienen 32 cm. de ancho con doble hilada de ladrillos a soga. Las paredes interiores son más anchas, con adobes de 28 x 28 x 10 cm. dispuestos a soga en doble hilada. Cuando escribimos estas líneas estamos a la espera de excavar la mitad oriental de esta habitación (más bien casa). En la parte excavada se ha constado la existencia de un pequeño hogar trapezoidal (40 x 60 cm.) con las esquinas redondeadas en la esquina suroeste. El vano de entrada a las escaleras es de 2 m. y se conservó calcinado el quicio de madera de la puerta, de un grosor en tomo a los 14 cm. de 0. Frente a él se encuentra otro del mismo ancho que da acceso a un espacio abierto, una especie de patio o cobertizo hacia el interior del poblado. Se han descubierto y comenzado a excavar otras dos habitaciones o casas con la misma disposición y similares dimensiones a ambos lados de la Hab. 1. Tan sólo el vano de las puertas es menor, de 1 m. de ancho. Estos tres edificios conforman espacios rectangulares dispuestos longitudinalmente a la muralla principal (fig. 2), que es de esperar constituyan la disposición de las estancias en toda la longitud de esta muralla. La puerta es de suponer que se encontrase algo más al norte, pero la destrucción ha sido total en esta parte, a fin de practicar una entrada para las 69

máquinas de cultivo. Más al interior se ha constado la existencia de un patio con porche (Hab. 3) que de momento parece común a las tres estancias parcialmente excavadas. Adosados a las paredes de las habitaciones se encontraron dos huecos con los restos de sendas tinajillas, delimitados por un murete junto al vano de la puerta de la Hab. l. Más al norte y también adosado a la pared había un hogar cuadrado (50 x 50 cm.). Algo más separado del muro, el agujero de un poste de gran tamaño (30 cm. de 0). En el centro del espacio se practicó un hoyo irregular y de poca profundidad que sirvió de basurero. No obstante, la inclinación del terreno hace que en esta parte la potencia conservada o no destruida por los labradores sea muy poca. El derrumbe de las paredes de adobe se debió a un fuerte incendio que calcinó las estructuras y los postes de sujeción. Gracias a ello se han conservado y podemos hoy apreciar detalles tan sutiles como las huellas de los dedos con los que se aplicaba un revoco de tierra a las paredes, conocer los materiales con los que se fabricó la techumbre de las casas o la disposición de los adobes en la pared, que los derrumbes mostraban en espina de pez. Esta colocación es típica en la arquitectura popular de Castilla y León, en las tierras de Soria o Palencia. Consta de paños de adobes enmarcados por pequeños maderos en las paredes de los segundos pisos. La existencia de las escaleras plantea la duda de la existencia de dos alturas en las casas de esta zona. Los derrumbes de adobe ocupan 1,4 m. de potencia con paredes conservadas en casi 2 m., pero no está claro si esos derrumbes pertenecen a la habitación o son de la muralla, ya que es común en este tipo de poblados que las partes más altas de las murallas sean de adobes. En cualquier caso, casa o muralla, o ambos a la vez, debieron tener en origen dos plantas. Además, se han constatado dos momentos de ocupación. Aun caracterizados por los mismos tipos de cerámica y sistemas constructivos, los muros de adobe de la Hab. 1 e'xplanaron una superficie que cubría los dos escalones más bajos de sendos tramos de escaleras. Debajo de este piso de tierra aplastada mezclada con cal, se documentan sucesivas explanaciones de los suelos y niveles de habitación con una potencia de 40 cm. hasta las calizas geológicas y el asiento de las escaleras, que poseía dos escalones adelantados en la habitación a modo de rellano. Área 11 A pesar de los 30 m. de altura sobre el valle y las paredes casi verticales del cerro (hoy ya muy colmatadas por la erosión), se dispuso una muralla de 1,10 m. de grosor por todo el perímetro del recinto. En toda su extensión se aprovechó un afloramiento natural de calizas que formaban un 70

escalón en la parte alta de la ladera. Los constructores de la Edad del Hierro aprovecharon este escalón rebajando su frente, para colocar las piedras unos metros más arriba en la muralla (de hecho, en la fotografia aérea este escalón ampliado se aprecia con claridad e incluso se confunde con la muralla). Este ahorro de tiempo y energía es obvio en todas las obras del poblado y una de sus manifestaciones más claras es la propia existencia de los fosos de la entrada. Los fosos tenían otra función aparte de la estrictamente defensiva, pues sirvieron como cantera para el levantamiento de las murallas próximas. En la parte occidental de la meseta del cerro se dispone una ligera ladera que ocupa 1/5 de la superficie total del poblado. En esta zona no se ha llegado a cultivar nunca con tractor, aunque las marcas de los surcos trazados con mula son evidentes al excavar. Se eligió un área de sondeo en esta zona, adosada a la muralla perimetral, 30 m. al sur del Área 1 (Área n, fig. 2). En 2000 se había excavado una superficie de 10 x 7 m. y las previsiones son excavar en años posteriores el espacio que media entre ambas áreas. En esta parte, la muralla apenas si alcanza una o dos hiladas de piedra conservadas, aunque su trazado y su anchura son perfectamente visibles en el terreno. En la base del muro se emplearon grandes bloques de piedra a veces de 60 x 80 cm. Adosadas a esta muralla se disponen hacia el interior una serie de estancias de plantas cuadradas y rectangulares y de superficies diversas. La Hab. 1 (fig. 5) se sitúa al sur del área, tiene planta rectangular aunque no se ha podido excavar aún en su totalidad. Caso de continuar hasta la muralla constituiría una estancia de casi 8 x 2,8 m., módulo similar al de las habitaciones o casas del Área 1, aunque aquí en disposición perpendicular a la dirección de la muralla. Adosados a la pared septentrional se disponen otros muros. El hecho de que sean muros contiguos de espacios diferentes nos hace suponer que se trata de otra casa, sin la existencia de muros medianeros. Una de estas habitaciones a continuación de la Hab. 1 es la 2, ahora de planta casi cuadrada de unos 3 x 3 m. (las medidas son aproximadas, ya que las líneas rectas, paralelas y esquinas en ángulos de 90° nunca son exactas). Esta estancia tiene una puerta que la comunica con otra habitación apenas comenzada a excavar en el año 2000 (Hab. 3). El vano es de 95 cm. Otras dos habitaciones se disponen entre la 2 y la 3 (Habs. 4 y 5). La Hab. 5 tiene también planta casi cuadrada pero sus dimensiones son más reducidas, poco más de 2 x 2 m. Esta estancia es la única donde se ha conservado un pavimento a base de losas de adobe de unos 40 x 40 cm. 71

Además, se separa de la Hab. 4 por medio de un murete de apenas 25 cm. de ancho y sin base de piedras. Apenas se han encontrado restos cerámicos en su interior ni abertura de puertas, pero la erosión en la unión con la muralla ha sido muy fuerte y apenas si se conservan unos cm. de terreno sin alterar. Al igual que en el Área 1, la base de las paredes está fabricada con piedras: calizas, areniscas y conglomerados, en la mayoría de los casos de escaso tamaño, excepto el muro noreste de la Hab. 2 que tiene piedras de mayor tamaño. Los muros se crecían con adobes, aunque en esta zona se han conservado peor, debido a la erosión de la ladera y al menor efecto del fuego. Los pavimentos son asimismo de tierra apisonada y mezclada con cal. Se han descubierto al menos dos en cada una de las habitaciones. Debajo de esta superficie se disponen ya los cantos de calizas geológicas. No hay indicios en esta área de la existencia de segundas plantas, si bien la erosión de la pendiente ha destruido cualquier huella de las partes más elevadas de las casas Aparentemente, al norte de las Habs. 1 y 2 se extiende un espacio abierto ocupado por porches, patios o la existencia de una calle, si bien estos extremos habrán de confirmarse en sucesivas campañas de excavación. En la Hab. 1 se documentó la existencia del vano de una puerta en el centro de la pared corta, al norte, dando acceso al espacio exterior, calle o patio. Para salvar el desnivel de la ladera se dispusieron dos pequeños escalones de piedra. Pero esta abertura fue después tapada, al igual que el hueco en donde se dispuso una tinajilla en la esquina sureste de la estancia. Este agujero y otro en la pared de en frente, aparecieron colmatados con restos de adobes de construcción. Este hecho podría explicar la existencia de dos hogares en la habitación. Uno de ellos se encuentra en la esquina noreste, formado con una base de adobes delgados. El otro se dispone en el centro de la estancia, y const~ de un reborde de pequeños adobes. Ambos son cuadrangulares. Entre el hogar de la esquina y los escalones se descubrió el agujero de un poste de sujeción. Quizá las reformas de la Hab. 1 haya que ponerlas en relación con las observadas en el Área 1, aunque aquí aparentemente no se produjo una reestructuración de las paredes, como ocurría allí.

CONSIDERACIONES

FINALES

Estas reformas amplían el período de ocupación supuesto inicialmente para el yacimiento. Los datos cronológicos que aportan los materiales aparecidos hasta el momento son poco exactos. Junto a las cerámicas, a 72

torno fundamentalmente, urnas y tinajillas (también toneletes) con pintura jaspeada, se encuentran ejemplares de cocina a mano, ollas sobre todo y cuenco s con bordes digitados que mantienen decoraciones, acabados y formas muy antiguos, propios de la Edad del Bronce. Cuencos y platos grises (también caliciformes grises y pintados) y otros de barniz rojo junto a los ejemplares pintados con motivos geométricos: líneas o bandas, semicírculos, 1/4 de círculos y melenas, configuran los barros que podríamos suponer de importación. Al decir importación nos referimos a productos venidos de larga distancia, aunque en realidad con relación a la producción cerámica lo desconocemos casi todo. No se ha constatado la existencia de un alfar de cerámica (a torno y con horno de altas temperaturas) en el poblado, si es que alguna vez lo hubo, pues caso contrario, toda la cerámica sería de importación. Dejamos constancia de que las cerámicas con motivos geométricos tienen las mismas pastas que otras jaspeadas, mientras que las producciones grises son de dos tipos, unas más claras y otras oscuras de tacto pegajoso y con abundantes partículas brillantes de mica (Roos, 1982), muy similares a las aparecidas en diversos yacimientos: Hoyo de la Sema, Paña de la Muela, Valdajos, Cerro del Gato (Llopis, 1950), Cerro del Castillo en Consuegra, Cerrón de Illescas (Valiente, 1992), etc. Esta últimas, que apenas representan el 2% del total de la cerámica, podrían ser producciones obtenidas por comercio, pero ignoramos la ubicación de los alfares en donde se producirían y su radio de acción. Por lo que respecta a los barros de barniz rojo, se documentan dos tipos de pastas, unas claras y otras rojizas. Estas últimas tienen una porción completa o casi completa del vaso decorado mientras que las blancas dejan sin decorar más de la mitad de la vasija (siempre formas pequeñas: cuencos, platos, oUitas ...). Entre ambos representan en torno al 2-3% de la producción cerámica encontrada en el poblado. La problemática con relación a estas cerámicas es la misma que con respecto a las grises (Cuadrado, 1991, Fernández 1987). Sólo contamos con dos fragmentos estampillados. No se han documentado cerámicas producciones de barniz negro (áticas o campanienses), que aporten indicios cronológicos claros. Se podría pensar que esto se debe al aislamiento del sitio, manifestado en el localismo de su cultura material (lo cual nos permitiría observar, de paso, una sociedad indígena apenas alterada por contactos exteriores), pero llama la atención la existencia de producciones campanienses localizadas en superficie en lugares tan cercanos como los Villares de Ocaña o Villapalomas, o áticas en Hoyo de la Serna (Urbina, 2000; e.p.). 73

Si las cerámicas grises tienen un amplio espectro cronológico, las de barniz rojo son propias de momentos más tardíos, siendo difícil lIevarlas más allá de mediados del siglo IV a.e. (Cuadrado, 1991). Las cerámicas estampilladas, si van acompañadas de pintura (no es el caso), son también típicas de momentos avanzados, desde finales del siglo IV hasta el II y 1 a.e. Por lo que respecta a las pintadas típicamente ibéricas, no contamos con ninguna forma que no tenga largas pervivencias. Las pintadas jaspeadas esperan con ansiedad un trabajo que las defina, aunque ya apuntamos algo en nuestra tesis doctoral (Urbina, 1997, cap. IY.2). Este tipo de decoración se realiza a base de pintura aplicada con un pincel basto o brocha que al dejar las cerdas impresas en la vasija la dota de ese aspecto jaspeado que le da nombre (Valiente, 1994). A menudo este tipo de pintura ocupa el espacio que las líneas y las bandas lo hacían en las producciones más antiguas: los dos tercios superiores, especialmente en las tinajillas. Debajo de ella se encuentra muy comúnmente un engobe rojizo o anaranjado (funcionada el jaspeado aquí como pintura). Otras veces por encima de esta pintura, se disponen los típicos semicírculos, bandas o melenas (hace entonces la función del engobe). En otras ocasiones, se alterna el claroscuro de la brocha para conseguir efectos similares a los de las bandas con engobe de la pintura geométrica. A diferencia de algunas producciones pintadas de tipo geométrico, es raro que tengan la superficie alisada. La pintura empleada es de mala calidad y su adherencia a unas pastas sin alisar, hacen que lo más común sea encontrarlas con desconchones y muy alterada, sobre todo habiendo perdido parte de la superficie pintada y la viveza del color, que no obstante emplea gamas que van del naranja al rojo vinoso e incluso más oscuro. \ El ambiente de las cerámicas nos deja por tanto un abanico que abarca del siglo IV (quizá el V) al II a.C. Las pocas fechas de CI4 procedentes de poblados con las que contamos en la provincia de Toledo son de esta época: Plaza de Moros en Barchín del Hoyo 330, 320 Y 210 a.e. (Sierra, 1981), y el Cerrón de IIlescas 330, 210 y 150 a.C. (Valiente, 1994). Entre los hallazgos metálicos destacan los pequeños cuchillos afalcatados de hierro y especialmente las fibulas de bronce. Los tipos constatados hasta el momento son dos anulares hispánicas y una de pie vuelto con extremidad de cilindro (la Téne 1, tipo 8 A3 de Argente) (Argente, 1989), en el mismo ámbito de la Hab. 1 del Área JI. Alguna otra fibula anular se ha encontrado en superficie y otras: una anular de navecilla, otra de pie vuelto (la Téne lA) y dos con forma de caballito, la Téne II (tipo 74

8 B1 de Argente), proceden de superficie de la colección de S. Holgado. La misma procedencia que una placa de cinturón de las llamadas de tipo ibérico, de bronce con damasquinado de plata con motivo de CÍrculos concéntricos, muy abundantes en el Levante peninsular. Asociaciones de estos tipos de materiales metálicos son propias y características de numerosos ajuares en necrópolis de la Meseta Norte, del Valle del Duero (por ejemplo en Arcobriga) o del Júcar (Buenache de Alarcón) (Losada, 1966) y es común asignarles cronologías del siglo IV al IJ a.C. El poblado parece que fue destruido por un violento incendio que ha sido constatado en las dos zonas en donde se está excavando, aunque con mayor intensidad en el Área 1, adosada a la muralla principal y que ha propiciado su especial conservación. Sólo en la última campaña de 2000 se documentó (excavado aún de forma parcial) un contexto de vasijas de almacén aplastadas in situ por el derrumbe de una pared. Con los datos cronológicos manejados y el incendio final del yacimiento no sería dificil asignar una destrucción violenta al poblado a manos de los cartagineses o los romanos (interpretación adoptada con harta frecuencia: por ejemplo Sierra, 1981), pero en realidad desconocemos los detalles de esta destrucción o abandono, así como su momento exacto. No existe ningún material hasta la fecha que nos pueda llevar al siglo I a.c., pero tampoco hay que olvidar la falta de asignación cronológica propia de los materiales del Valle del Tajo en esta época. Tampoco hemos encontrado indicios claros de una destrucción violenta de todo el poblado, si bien es verdad que la superficie excavada es aún pequeña, pero hay que tener presente que los incendios fortuitos eran demasiado frecuentes a tenor del número de ellos detectados en el registro arqueológico y las referencias que conocemos por las fuentes, causados por agentes naturales o descuidos en casas con materiales muy inflamables. Lo único cierto es que el cerro no volverá a ser habitado nunca más, y la memoria de sus gentes se fue olvidando hasta pasar a engrosar la herencia común de la región bajo el epíteto genérico de moros.

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I

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Illescas

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Patrimonio

a.C.).

Simposi

L 1

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Figura l.-El cerro de Plaza de Moros en la hondonada

de la Cañada de Robledo.

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Figura 2.-Sectores excavados en el recinto de Plaza de Moros. Y contorno de la muralla. Curvas de nivel cada 20 cm.

Figura 3.-Estructuras

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excavadas en el Área l.

Figura 4.-Detalle de la muralla y un tramo de escaleras en el Área 1 (pag. siguiente).

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80

PLAZA DE MOROS AREAII 2000 Arusno e.xCAndas

AIUS

no

cxcavadas

Areas no e:rcawdas

Habitación 4

L

fm !!!!!!!_...!

Figura 5.-Estructuras excavadas en el Área II.

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Figura 6.-Urna pintada y caliciforme gris. Área l. Hab 1. 1999.

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Figura 7.-Fíbulas anulares y de pie vuelto. Cerámicas pintadas. Plaza de Moros 2000.

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