Plantas y rituales en las altas montañas del México Antiguo

Share Embed


Descripción

Beatriz Albores Zárate coordinadora

Eruviel Ávila Villegas Gobernador Constitucional

Víctor Humberto Benítez Treviño Presidente

Simón Iván Villar Martínez Secretario de Educación

José Antonio Álvarez Lobato Secretario General

Consejo Editorial: José Sergio Manzur Quiroga, Simón Iván Villar Martínez, Joaquín Castillo Torres, Eduardo Gasca Pliego, Raúl Vargas Herrera Comité Técnico:

Alfonso Sánchez Arteche, Félix Suárez, Marco Aurelio Chávez Maya

Secretario Técnico: Ismael Ordóñez Mancilla

Emma Liliana Navarrete López Coordinadora de Investigación

615.890972 F6321

Flor-flora: su uso ritual en Mesoamérica / Beatriz Albores Zárate, coord. — Zinacantepec, Estado de México: El Colegio Mexiquense, A.C.; Gobierno del Estado de México, 2015. 606 p. il. col. Incluye referencias, bibliografía y descripción fotográfica ISBN: 978-607-7761-XX-X 1. Flor – Mesoamérica – Uso ritual. 2. Flor – Mesoamérica – Simbolismo. 3. Flor – Mesoamérica – Uso ritual. 4. Flora – México – Simbolismo. I. Albores Zárate, Beatriz, coord.

Flor-flora: su uso ritual en Mesoamérica © Primera edición. Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de México,

El Colegio Mexiquense, A.C., 2015

DR © Gobierno del Estado de México

Palacio del Poder Ejecutivo



Lerdo poniente núm. 300,



colonia Centro, C.P. 50000,



Toluca de Lerdo, Estado de México. © Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal

www.edomex.gob.mx/consejoeditorial

Número de autorización del Consejo Editorial de la Administración



Pública Estatal CE: 205/01/80/13

DR © El Colegio Mexiquense, A.C.

Ex hacienda Santa Cruz de los Patos,



colonia Cerro del Murciélago,



C.P. 51350, Zinacantepec,



Estado de México.



Correo electrónico: [email protected]

www.cmq.edu.mx Queda prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la presente obra sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de los titulares de los derechos de esta edición, en términos de la Ley Federal de Derecho de Autor y, en su caso, de los tratados internacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes. Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico ISBN 978-XXX-XXXX-XX-X

V. Plantas y rituales en las altas montañas del México Antiguo/113

Plantas y rituales en las altas montañas del México Antiguo* Ismael Arturo Montero García

Subdirección de Arquaeología Subacuática, Instituto Nacional de Antropología e Historia

V

* Una primera versión de este trabajo se presentó en el año 2003, en Santiago de Chile, durante el 51° Congreso Internacional de Americanistas, en el simposio El uso ritual de la flor-flora en América, que fue coordinado por Beatriz Albores, Eleanor Wake y Cebaldo Inawinapi de León. Una revisión reciente fue recomendada por la primera coordinadora del simposio para incluir resultados preliminares del trabajo de campo del Proyecto de Arqueología Subacuática Nevado de Toluca 2007, de la Subdirección de Arqueología Subacuática del inah a cargo de la Mtra. Pilar Luna, a quien reconozco su atinada dirección en el desarrollo de este proyecto.

Introducción Dos hallazgos arqueológicos han contribuido a establecer la importancia de sendas especies vegetales durante los rituales indígenas celebrados en las altas cumbres del centro de México en la época prehispánica. El primero en 1998, en la cima sur del volcán Iztaccíhuatl a 5 220 msnm (metros sobre el nivel del mar), y el segundo en 2007 en las lagunas del Sol y de la Luna en el Nevado de Toluca a 4 210 msnm (Figura 1). Se trata de puntas de maguey Agave americana y de fragmentos de madera laminar del género Pinus. Las puntas eran utilizadas para provocar sangrados al insertarlas en el lóbulo de la oreja y en la lengua. Este autosacrificio tenía lugar en una ceremonia, denominada neutzmanaliztli por los aztecas, que correspondía al pago de deudas litúrgicas a los dioses de la lluvia. Por su parte, los fragmentos de madera previamente elaborados a la manera de cetros, se usaban como instrumentos rituales en los cultos de propiciación climática. Han posibilitado la preservación de estas evidencias en el volcán Iztaccíhuatl las condiciones glaciares imperantes en la cima, lo cual nos hace suponer que desde su deposición entre los siglos xiv al xvi y hasta el momento de su descubrimiento en 1998, los objetos estuvieron cubiertos por una capa de hielo en situaciones climáticas constantes. Por otra parte, en el Nevado de Toluca el contexto es distinto aunque igualmente eficaz, pues a pesar de que la altitud es menor en mil metros –lo que impide la consolidación de una cubierta glacial perenne–, los materiales se conservaron por haber quedado sumergidos en aguas gélidas y ácidas. En ambos casos, son las condiciones climáticas y la frontera altitudinal de la alta montaña, lo que permite la preservación de los materiales arqueológicos orgánicos hasta nuestros días. Una tercera especie nos ocupa, si bien es la etnohistoria y no la arqueología la que nos permite reconocerla en las laderas del Nevado de Toluca.

116/Flor-flora. Su uso ritual en Mesoamérica

Figura 1. Imagen satelital del Altiplano Central Mexicano: a) Nevado de Toluca, b) Ciudad de México, y c) volcán Iztaccíhuatl.

Es la “rosa de montaña”, una umbelífera que prospera a una altura de entre 3 800 y 4 400 msnm y que, según fuentes históricas del siglo xvii, servía a los indígenas para hacer pronóstico de las lluvias durante el ciclo agrícola. Estas tres especies son un claro ejemplo de la importancia que tenían vegetales específicos para ceremonias concretas. Su uso demuestra cómo las plantas pasaban de su forma biológica a adquirir la categoría de instrumentos trascendentales en el ámbito religioso.

Alta montaña La definición de alta montaña obedece a un criterio altitudinal, si bien éste varía para cada región del mundo según la latitud geográfica, la vegetación y el clima. En esta investigación se ha optado por utilizar una frontera ecológica fácilmente perceptible en el paisaje dado el límite altitudinal de los bosques (Figura 2). En efecto, los árboles del tipo hartwegii no pueden prosperar arriba de los 4 000 msnm por las condiciones de baja temperatura para su reproducción. Más arriba de los 4 000 m de altitud, sólo prosperan pastos, líquenes y una umbelífera, por lo cual estos espacios nunca han sido aptos para el establecimiento humano permanente. Por lo tanto, los materiales arqueológicos encontrados demuestran una presencia humana

V. Plantas y rituales en las altas montañas del México Antiguo/117

Figura 2. El volcán Nevado de Toluca en su ladera occidental muestra el límite altitudinal de la masa boscosa a 4 000 msnm.

sólo con fines rituales y no de arraigo habitacional, y marca tal diferencia la definición conceptual de la arqueología de alta montaña, al menos para el caso mexicano.

El culto en las cumbres El culto en las cumbres habitualmente estaba destinado a propiciar la lluvia y, aunque no el único, era el más importante motivo por el que se ascendía litúrgicamente. Se trataba de un ritual de propiciación climática para generar la precipitación pluvial que se efectuaba cíclicamente en beneficio de los campos de cultivo. Partiendo del dato arqueológico, entendemos que desde hace más de dos mil años se llegó al punto en que un grupo, mediante la profesión pública del sacerdocio, legitimó e impuso el culto al agua en las montañas. Entre las evidencias arqueológicas más antiguas en la alta montaña mesoamericana tenemos las del monte Tláloc –con 4 125 msnm–, donde Towsend y Solís (1991) destacan la presencia de cerámica del Preclásico Tardío, por lo que proponen su uso ritual al menos desde el siglo i n.e. (de nuestra era). Posteriormente, del Clásico Temprano tenemos las ofrendas de copal extraídas de las lagunas del Nevado de Toluca con una antigüedad de 500 años n.e. (de nuestra era).1 Es probable que para el periodo Clásico (200-900 n.e.) se intensificara el culto a las montañas al verse la comunidad en la urgencia de incrementar la producción de alimentos, o durante fases climáticas adversas, y fue necesario trasladar los servicios religiosos a cimas cada vez más altas. Ello es evidente para el Posclásico temprano (900-1200 n.e.) con los toltecas, que construyeron adoratorios en las altas cumbres. Algunos de estos emplazamientos mantuvieron su función y fueron exaltados por los aztecas en el epílogo de las antiguas culturas indígenas. No es de sorprendernos que aún para el siglo xvi, soportando la mediación catóGuzmán Peredo (1972), en un artículo sobre la arqueología subacuática en el Nevado de Toluca, afirma haber descubierto en el fondo de las lagunas gran cantidad de piezas de copal de diferentes dimensiones que van de 5 a 70 cm, con formas circulares y cónicas. El análisis a que fueron sometidas las piezas para su fechamiento arrojó el dato, según investigación del Instituto de Geología de la unam, de 1 500 años antes del presente. 1

118/Flor-flora. Su uso ritual en Mesoamérica

lica, las montañas mantuvieran relevancia ritual por la postura tradicional de las comunidades asentadas en el piedemonte, las cuales no exigían el perfeccionamiento sino la continuidad de los modos primeros de mirar el mundo. Esta estabilidad milenaria del culto a la montaña, que se extiende hasta el presente, predomina en sociedades donde la experiencia es más o menos la misma para todos, y donde la conducta se encuentra dominada mayoritariamente por la costumbre.

4. Neutzmanaliztli, el sangrado con puntas de maguey El primer vegetal que trataremos en esta exposición corresponde al género Agave.2 Las hojas de esta planta terminan, en su ápice, en una aguja fina de unos cinco centímetros de longitud y hasta 1 cm de ancho en su parte menos extrema. Este punzón natural fue utilizado para provocarse heridas que permitieran una abundante hemorragia. Sabemos que los aztecas se expiaban sacándose sangre (Figura 3), práctica que es ilustrada ampliamente en distintas fuentes escritas del siglo xvi. En sus Primeros memoriales, fray Bernardino de Sahagún (1974: 19) nos comunica que los cerros eran de los lugares preferidos para el autosacrificio: “por doquiera en las cumbres de los cerros hacían sus votos al amanecer”. Ahora bien, la descripción más detallada se encuentra en el Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que oy viuen entre los indios naturales desta Nueua España de Hernando Ruiz de Alarcón (1987: 138-140), quien menciona que otro […] modo de ydolatria, sacrificio de si mesmos, vsaban y en algunas partes se a visto aora, y es el que hazian en las cumbres de los cerros y lomas altas […] que suben derechos hazia lo alto, y van a parar en algun monton de piedras o cerro dellas donde ellos hazian su adorazion, sacrificio y plegarias [...] Auia en cada pueblo siertos ansianos dedicados para el ministerio de los sacrificios de penitentes, que llaman Tlamaceuhque, y los tales viejos se llamauan Tlamacazque, que suena entre nosotros sacerdotes; estos llamauan al que se les antojaua del pueblo para embiallo como a pereFigura 3. “El dios de la lluvia, Tláloc, el que está sentado sobre las montañas, cuida, manda y da las púas de maguey para autosacrificio” es el comentario de Anders, Jansen y Reyes García (1992: 138) al Códice Borbónico, p. 7.

grinar, que asta en esto ymito el demonio lo espiritual, y en llegando en presencia del tal viejo el llamado, luego el dicho viejo le mandaua que

2 El género Agave comprende más de cien especies. Iniciaremos el proceso de identificación una vez que las púas culminen el proceso de conservación a la que están sujetas en la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del inah, así como su análisis para detectar restos de sangre.

V. Plantas y rituales en las altas montañas del México Antiguo/119

fuesse bolando como orando a pedir mercedes, y era el casso que tenían fe que allí donde yvan, que era en las cumbres de los montes o en las lomas altas, donde estauan los cercos o montones de piedra donde tenian los ydolos de diferentes hechuras y nombres.

Con referencia a los cercos en los montes consideramos que se refiere al tetzacualco, que es un encierro de piedra o un patio delimitado por muros descrito por Durán (1984, t. i: 83) y por cierto común en los adoratorios de montaña (véase Montero, 2004: 31). Sentado, pues, el tal viejo, en vn asiento de piedra en tal modo que estaua como dezimos en cuclillas, teniendo en las manos vn gran tecomate de la yerua que confissionada con cal la llaman Tenex yheti, que en español quiere decir tabaco con cal, y teniendo delante de si en aquel patio al T1amaceuhqui que auia de yr a la peregrinación, le hazia su platica y le mandaua que fuesse al lugar que le señalaua de la adoracion de los ídolos (Ruiz de Alarcón, 1987: 138-140):

Creo pertinente abrir un breve paréntesis para resaltar el uso ritual del tabaco (Nicotiana sp.) como estimulante para sobreponerse a la fatiga del ascenso con la elaboración del tenex yheti, que es tabaco preparado con cal, misma que, por el calcio que contiene, es un mediador intercelular que interviene en la contracción de los músculos, como lo anota Ruiz de Alarcón (1987: 138-140). Esto postrero dezia, porque el viejo daba al penitente alguna parte del Tenex yetl que tenia en el tecomate, para que el penitente fuese tomando por el camino […] Esta rama que le pedia (el viejo al peregrino) era la señal de auer llegado al lugar donde era embiado, por ser arboles que alli auia conocidos, y porque la rama se podia cotejar despues de donde se auia quitado.

Se entiende el conocimiento de la diversidad vegetal con la demostración del ascenso por medio de la rama, señal de haber llegado a cierta altura donde habita una especie específica que a la fecha no hemos establecido con certeza, pero que bien pudiera tratarse del Pinus hartwegii, especie arbórea que prospera a más altura que ninguna otra, y se han encontrado ejemplares hasta la cota de 4 200 msnm. Muy satisfecho, (el peregrino) que si moria en la demanda yva muy bien empleado, como si fuesse ofrecido al martirio. Con esto salia a su viaje, lleuando para su primera ofrenda, copal que es incienso desta tierra, y vnas madejas de hilo grueso de algodon mal hilado […] y assi he hallado yo en los montones de piedras, como lo refiero en su lugar, y acompañauan la ofrenda con el que llaman Quauhamatl, que es vna manera de papel blanco como lienço que se haze en Tepoztlan de una corteza de arbol blanda; este papel yva envuelta la ofrenda y seruia con e1 algodón como para que se vistiesse el dios o ydolo a quien se ofrecía, y assi responden oy

120/Flor-flora. Su uso ritual en Mesoamérica

los que lo ofrecen, que es para que se vistan los Angeles que andan en las nuues, o portillos y encrucijadas de los caminos.

Y, prosigue Ruiz de Alarcón (1987: 138-140), que en […] llegandó al lugar del ydolo, o al monton de piedras, prostrauase donde auia de poner su ofrenda, y puesta, se sacrificaua el derramando su sangre, para lo qual llebaua un punçon hecho de vna rajita de caña agudo, y con el se picaua las orejas en las partes donde las mugenes se ponen los sarzillos, hasta derramar mucha sangre, y hechauala e unos vasitos que hazian en las piedras a modo de saleros, y assi se rompían las orejas de manera que venian a quedar ya viejos, como granes anillos, los que ellos dizen Nacaztecocoyacpol. Tambien se picaua debaxo del labio sobre la barba, hasta aguxerarselo como ventana, y algunos tambien la lengua en la parte superior; todo esto hazian por sacrificio, y dizen que algunos llegauan a desmayarse a adormecerse, y en este extasi, o oyan, o se les antojauan voces de su ydolo que les hablaua, de que quedarían muy vfanos y como siguros de que se les otorgaua lo que pedian, que de ordinario era hijos, hazienda, larga vida, familia o salud.

Figura 4. Uno de los tres xicalli o pocitos horadados en la roca registrados en la orilla norte de la laguna de la Luna (nt-07) en el volcán Nevado de Toluca a 4 213 msnm (fotografía Osvaldo Murillo, 2007).

La cita indica que la sangre era vertida en unos “vasitos” que horadaban en las piedras. Al respecto, desde las primeras incursiones arqueológicas en la alta montaña en 1986, habíamos encontrado orificios tallados en rocas a los que denominamos xicalli, y que consideramos son los “vasitos” a los que se hace referencia. En el Nevado de Toluca hasta el año 2001, sólo se había encontrado uno en la orilla norte de la laguna de Luna, si bien como resultado del Proyecto de Arqueología Subacuática Nevado de Toluca 2007, se registraron dos más3 (Figura 4).

En acabando de sangrarse, sino se adormecia, o ya buelto en si del extassi, desgajaua vna rama del arbol que era mas propio y conozido de aquel lugar, y se boluia por la posta hasta ponerla delante del que auia despachado, y a esta rama dizen Tlapoztec acxoyatl nezcayotl, quiere decir “desgajada rama del testimonio” en señal de auer llegado a aquel lugar. Presentauala pues al viejo, con que le satisfacía de auer cumplido y obedecido su mandato, y hecho aquel modo de peregrinacion, y si en ella se le auia mostrado o hablado aquel dios a quien auia hecho la ofrenda de su sangre, o se le auia antojado, quedaua muy contento diziendo qué ya auia recebido merced y conseguido lo que pretendia (Ruiz de Alarcón, 1987: 138-140). Agradezco la exaustiva prospección realizada en primera instancia por el Arqlg. Víctor Arribalzaga y sus alumnos de la enah durante la primera temporada de campo en mayo de 2007 y, posteriormente, el registro minucioso efectuado en julio del mismo año por el Dr. Francisco Rivas, el pasante de antropología Jesús Martínez y Osvaldo Murillo. 3

V. Plantas y rituales en las altas montañas del México Antiguo/121

Si bien es cierto que los xicalli son parte de la evidencia arqueológica del neutzmanaliztli, es muy sorprendente hallar púas de maguey, debido a que su cualidad de material perecedero hace casi imposible su conservación tras cientos de años. Mas, como ya se mencionó, son las condiciones glaciares y de anegación en aguas gélidas lo que ha permitido que se preserven hasta nuestros días. En 1998, en la cima del volcán Iztaccíhuatl tras la recesión de la masa glaciar, logramos recuperar de superficie varios ejemplares (véase Iwaniszewski y Montero, 2007: 95-111) (Figura 5), que se vinieron a sumar a las púas recuperadas desde años atrás por montañistas del Club Alpino Mexicano (Guzmán Peredo, 1983, 1991).

Figura 5. Cima de la Iztaccíhuatl a 5 220 msnm; en rojo, el área donde ha sido encontrado material arqueológico (iz-01).

En este marco, la colección más interesante es, sin duda, la proveniente del Nevado de Toluca, resultado de la reciente temporada arqueológica (mayo de 2007). Consideremos dos sitios de hallazgos: el primero, en la orilla noreste de la laguna del Sol (nt-08), donde se excavó un pozo, y el segundo en la laguna de la Luna (nt-07), en cuyo talud norte –a una profundidad promedio de 3.5 m– los buzos4 encontraron gran cantidad de púas esparcidas por el fondo. Por encontrarse en un medio acuático, las puntas aún están unidas a una cutícula que es parte de la penca, aunque la fibra ya está erosionada. El hecho de haber sido recuperadas con su cubierta vegetal las hace únicas en la literatura arqueológica (Figura 6). En la laguna del Sol, el pozo excavado por los pasantes de antropología Ileana Cruz y Jorge Espinosa, ofreció un total de 176 púas de maguey.5 Es significativo que en un área tan pequeña (4 m2) y apenas por debajo del suelo (10 cm) se encuentre tal cantidad de evidencia. Cierto es que las púas de maguey constituyen una ofrenda omnipresente en los rituales indígenas de antaño. Sahagún (1985: 114) menciona que durante el mes de etzalqualiztli se hacía una fiesta para honrar a los dioses de la lluvia, los tlaloque: En habiendo tañido (instrumentos musicales) a maitines, luego todos se levantaban, y desnudos, sin ninguna cobertura, iban a donde estaban las puntas de maguey que el día antes habían cortado y traído para aquel efecto, con pedazos del mismo 4 Equipo de arqueología subacuática conformado por el Arqlg. Roberto Junco como codirector del proyecto, el Dr. Johan Reinhard de National Geographic, y el destacado buzo Arq. Fernando Lozano. 5 Sin una agrupación definida.

122/Flor-flora. Su uso ritual en Mesoamérica

Figura 6. Púa de maguey con cutícula proveniente de la laguna de la Luna en el Nevado de Toluca a 4 213 msnm (fotografía Osvaldo Murillo, 2007).

maguey; y en cortando las puntas de maguey, luego con unas navajillas de piedra se cortaban las orejas, y con la sangre que de ellas salía ensangrentaban las puntas de maguey que tenían cortadas y también se ensangrentaban los rostros.

Cada uno ensangrentaba tantas puntas de maguey a cuantas alcanzaba su

devoción: unos cinco, otros más y otros menos […] hecho todo esto, luego los sátrapas y ministros de los ídolos iban a bañarse, por mucho frío que hiciese.

Es sugerente también el siguiente señalamiento del propio Sahagún (1985: 114): “Iba delante de todos éstos un sátrapa con su incensario lleno de brasas y con su talega de copal, todos ellos llevaban una penca de maguey corta, en que iban hincadas las espinas que cada uno había de gastar”. Las evidencias arqueológicas y las fuentes históricas nos llevan a considerar que los cuerpos de agua de las lagunas del Nevado de Toluca y la cima de la Iztaccíhuatl fueron centros de liturgias excepcionales. Entendemos que las heridas sufridas durante el sangrado con espinas de maguey creaban una sensación de la muerte de la que también surgiría una sensación del renacimiento (Figura 7), al igual que durante el tlacateteuhme o sacrificio de niños que se celebraba, asimismo, en la montaña. De manera que los hombres se imponían el mayor rigor posible en la realización de sus ritos por el temor a que sus voces pudieran no ser escuchadas o sus deseos no ser satisfechos. En este marco, tanto las fuentes sobre los tiempos mesoamericanos y virreinales como la canti- Figura 7. Detalle de la lámina 4-17 del Códice Matritense. Sacerdote portando su calabazo a la dad de púas halladas en la orilla espalda y llevando en una mano una penca de noreste de la laguna del Sol sugieren maguey (uitztli) y en la otra una bolsa de copal El sacerdote lleva teñido su que un notable número de personas (copalxiquipilli). cuerpo de color rojizo anaranjado; con esta repracticaba el sangrado como un acto presentación se indica la penitencia que ejecutaban los sacerdotes de los tlaloque, consistente en masivo de autosacrificio. sacarse sangre para expiar sus culpas, empleando púas de maguey.

V. Plantas y rituales en las altas montañas del México Antiguo/123

Sabemos que estos sacrificios cesaban con la presencia de lluvias abundantes. La religión ayudaba a soportar la tensión mental como no lo hacía ningún otro medio empírico. Por ello, si la adversidad meteorológica era mayor, así también la periodicidad de los ritos, debido a lo cual tal actividad ceremonial se celebraba hasta que el clima fuera óptimo.

Cetros rayo/serpiente De las ofrendas recuperadas de la cima del volcán Iztaccíhuatl (véase Iwaniszeski y Montero, 2007) y de las lagunas del Nevado de Toluca, los cetros rayo/serpiente han despertado un interés especial (Figura 8). Estos cetros son objetos de madera laminar, alargados y ondulados que se han encontrado asociados al culto acuático y que se emplearon al menos durante el Posclásico en el Altiplano Central. Los primeros cetros hallados en montañas prominentes fue- Figura 8. Cetro rayo/serpiente. Vestigio recuperado de la cima de la Iztaccíhuatl en 1998, catalogado como iz-1-s-01; corresponde al periodo Posclásico, fue realizado ron obtenidos del fondo de las en madera laminar del género pinus, y sus dimensiones son 75.3: x 4.2 cm. lagunas del Nevado de Toluca por buzos deportivos en 1963. A la fecha desconocemos la cantidad de elementos extraídos o hurtados de estos embalses (Figura 9). Para 1983, un hallazgo casual en la cima de la Iztaccíhuatl por miembros del Club Alpino Mexicano permitió la recuperación de materiales arqueológicos entre los que destacaron varios cetros. Aun cuando no se hizo un reporte de la cantidad de piezas obtenidas, por las fotografías publicadas suponemos que se trató de tres. Durante nuestra intervención en 1998, recuperamos 10 fragmentos de cetros, además de cerámica y las ya mencionadas púas de maguey.

Figura 9. El Nevado de Toluca muestra en el interior de su cráter dos lagunas, la mayor conocida como del Sol y la menor, de la Luna, a 4 120 msnm (fotografía de Alejandro Boneta, 2002).

124/Flor-flora. Su uso ritual en Mesoamérica

Según el examen exterior de los instrumentos obtenidos del Iztaccíhuatl, apreciamos que se encuentran en excelente estado, parecen recientes; la raíz original no se encuentra gastada. La buena conservación obedece a que la madera no ha sido degradada por microorganismos, debido a la temperatura y la humedad constantes, características de las condiciones glaciares de la cima. Ello nos hace suponer que desde su deposición hasta el momento de su descubrimiento, los objetos estuvieron cubiertos por una capa de hielo en condiciones climáticas constantes, como se mencionó. Por la revisión externa de los canales de resina conspicuos se deduce que se trata de una especie de coníferas, de la familia pinaceae, del género pinus sp, aun cuando la especie no ha sido identificada ya que las piezas carecen de corteza. Por la característica de su manufactura y por las propiedades de la madera es posible que corresponda a oyamel, Abies religiosa (Héctor Hernández, comunicación oral, 2002). La colección proveniente de la última temporada en el Nevado de Toluca consta de un cetro, hallado en la orilla noreste de la laguna del Sol a una profundidad de 2 m, y de ocho piezas provenientes del talud norte de la laguna de la Luna (Figura 10) a una profundidad que va de los dos a los ocho metros. No se ha realizado hasta la fecha ningún examen de estos objetos, pues se encuentran en un proceso de consolidación y secado que realizan especialistas de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del inah. De las “serpientes de madera laminada” sólo contamos con fragmentos; su elaboración es burda, sin pintura ni decoración; los cortes son rústicos y las formas, similares mas no idénticas. Por el grano de la madera, esto es, la orientación de los elementos longitudinales, parece tratarse de una fabricación de corte radial longitudinal sobre el tronco del árbol, con lo que se logran piezas laminares rectas. A la vista destacan hilos rectos suaves, y la textura áspera de su superficie es la característica común de todos los Figura 10. Recuperación de un cetro rayo/serpiente de la laguna de la Luna cetros recuperados. durante los trabajos del Proyecto de Arqueología Subacuática del inah en Los hallazgos nos llevan de manemayo de 2007. ra preliminar a confirmar que la alta montaña fue un espacio ritual dedicado al culto acuático, para la consecución de fines colectivos, en donde los cetros fueron utilizados como instrumentos simbólicos. Los cetros son instrumentos evocatorios, artículos sagrados, son reliquias de las deidades, como lo apreciamos en códices prehispánicos y coloniales (Figura 11). Hoy pareciera que estos fragmentos de madera tan sólo fueran residuos de an-

V. Plantas y rituales en las altas montañas del México Antiguo/125

taño, un tanto “fríos” –como diría Sperber (1988: 100)– porque no sabemos gran cosa de ellos. Los objetos sagrados no tienen la necesidad de ser “bellos”, ni tampoco requieren de un embellecimiento para suscitar la emoción que provoca en este caso la representación de Tláloc. Como símbolos son capaces de asociar en esa simplicidad un gran número de referentes, de resonancias emotivas que tienen un carácter polisémico, un abanico de posibilidades que estamos por interpretar. Pensándolo mejor, tal vez el lector comparta conmigo la idea de que estos objetos, en su singularidad, guardan la “belleza” en la fuente de la emoción que suscita el saber que fueron hallados a tal altura y profundidad en las lagunas, lo que contribuye a crear un sentimiento de admiración por quienes los subieron y los dejaron allá; se crea un vínculo estrecho entre nosotros y los otros a través del tiempo. Más aún, como lo señala Turner (1980: 114) para otras culturas, en cuanto a que la sim- Figura 11. Tláloc porta un cetro en el Códice Durán, lámina 15, figura 22. plicidad de la forma exterior de los objetos no es la determinación de su abstracción simbólica. Por último, si imaginamos su presencia en un sitio tan desolado como un glaciar o una laguna de alta montaña, nos parecen insulsos en ese paisaje. ¿Para qué sirven allá arriba? No corresponden a las actividades productivas, no son herramientas. Efectivamente, eso demuestra que por su ubicación e inutilidad en ese medio son preciosos, porque guardan una abstracción que incorpora a los actores religiosos una forma material. En esa “inutilidad” de su valor de uso desaparece lo humano y aparece lo sagrado.

Rosas de montaña Pasando de la evidencia arqueológica a la observación de la naturaleza y a la consulta de las fuentes históricas, destaca una planta endémica de las altas montañas que sólo prospera en México entre los 3 800 y los 4 440 msnm, a la que ya hicimos referencia. Se trata de una umbelífera de caprichosa forma que se denomina Eryngium proteaeflorum delarf (Figura 12), conocida comúnmente como “rosa de montaña”. Durante el verano las laderas se cubren en ciertas porciones de esta planta, y es tal su singularidad que no pasa desapercibida. Fue posiblemente esta característica la que la hizo un instrumento digno de un oráculo para los campesinos de antaño, que en su distribución y abundancia entendían la fertilidad del año agrícola. La cita que ilustra este hecho se inspiró en el Nevado de Toluca y corresponde al Manual de ministros de indios para el cono-

126/Flor-flora. Su uso ritual en Mesoamérica

cimiento de sus idolatrías, y extirpación de ellas, de Jacinto de la Serna (1987: 289 y ss.) del año de 1656: Esta sierra es muy encumbrada, que de muchas leguas se diuisa, y en su remate está vna plaça, donde está vna laguna, donde los indios antiguamente idolatraban, y donde les quedó la memoria de sus idolatrias, y aunque el dia de oy ay algunas cruzes; es la casa de Dios, para obrar mal en las demas cosas: ay en este llano, ó plaça algunos generos de rosas, que oy en dia les sirven á los indios de aquella comarca de Pronosticos de sus sementeras: pues en la falta destas rosas, o en la abundancia de ellas pronostican el año malo, ó bueno, que tendrán, y aunque esto pudiera ser naturalmente: mas, por la parte donde se hallan, y por la deidad, que siempre an dado á aquella laguna, se hazen sospechosos sus pronosticos.

Figura 12. Eryngium proteaeflorum delarf.

Identifico los “generos de rosas” –de la cita previa– con la umbelífera que he mencionado, debido a que alrededor de las lagunas no existe otro vegetal que ostente una flor tan llamativa.

Alli, dixo, y declaró uno de los reos desta complicidad, que auia subido vno de aquellos años cercanos al de seiscientos, y dies; (1610) que Domingo de Ramos de aquel año auia subido á la sierra nevada de Calimaya, y que auia visto mucha cantidad de indios de los de Toluca, y sus contornos, y otros de otros pueblos: y que estos todos con trompetas, y chirimías iban con muchos cantaros á traer agua de la laguna, y le dixeron, que era aquella agua para bendecirla, y darla á los enfermos, y que assimismo vido llevar tres redes de pescar, con que sacaban copale entrando en la laguna. y que el auia lleuado vna candela, y con vn poquiete, que llevó encendido, la encendió, y puso á vna cruz de las que alli auia, y segun tengo noticia de personas que an subido á esta sierra, se hallan al rededor, y contorno de la laguna señales de candelas, braseros, y cantidad de copale, que ofrescen á la deidad, que piensan, tiene aquella laguna, segun sus ritos antiguos. Y para que se vea, que no los tenian olvidados, sino muy en su coraçon: quando estaban haziendo estas diligencias, para castigar estos delitos (Serna, 1987: 289 y ss.).

Cabe mencionar, con base en nuestro trabajo de campo, que entre los indígenas que aún rinden culto a ambas lagunas no queda memoria del uso ritual de esta planta. Lamentablemente, la rosa de montaña se ve amenazada por la irracional depredación de un turismo de masas que encuentra en esta planta el souvenir predilecto de su visita al Nevado de Toluca.

V. Plantas y rituales en las altas montañas del México Antiguo/127

Conclusiones En las altas montañas de Mesoamérica se ha hallado una constelación de accesorios y artículos simbólicos que bien evocan la mística de sus fieles. A toda esta variedad de artículos y ofrendas se les transfirió lo sagrado colectivo; los objetos depositados contenían algo más que su esencia material, pertenecían al espíritu sobrenatural de la montaña. Las especies vegetales aquí presentadas son la materialización de lo simbólico, son una miscelánea de realidades de lo cultural. Estas plantas poseen poderes, contienen dones. Todo sucede como si los hombres no fueran los que dan un sentido a las cosas; ese sentido tiene su origen más allá del mundo de los hombres. Son parte de la flora que integra el capital simbólico. En sus objetos depositados en las montañas, la comunidad encuentra la seguridad de vivir en lo sucesivo, continuamente, rebasando así simbólicamente su existencia real. Los objetos preservados aseguran la continuidad de la vida y de la cultura. Estos objetos rituales son la presencia perenne de aquellos hombres y de su sociedad. Los instrumentos sagrados, entregados a la montaña, son su presencia ante la ausencia presente. Es así como se trasciende en el tiempo y en la cultura.

Bibliografía Códice Borbónico 1992 Códice Borbónico, el libro del Cihuacoatl, homenaje para el fuego nuevo, libro explicativo del llamado Códice Borbónico, introducción y explicación de Ferdinand Anders, Maarten Jansen y Luis Reyes García, Madrid, Graz y México, Sociedad Estatal Quinto Centenario-Akademische Druck und Verlagsanstalt-Fondo de Cultura Económica. Códice Durán 1990 Códice Durán, ilustraciones a la obra de fray Diego Durán, México, Arrendadora Internacional. Códice Matritense del Real Palacio 1905 Códice Matritense del Real Palacio, ed. facs. de Francisco del Paso y Troncoso de la Historia General de las Cosas de la Nueva España, vol. 5, 2ª parte, Madrid. Códice Ríos 1900 Códice Ríos (Vaticano A 3738), en Lord Kingsborough, Antiquities of México, Londres. Durán, fray Diego 1984 Historia de las Indias de la Nueva España e Islas de Tierra Firme, 2 vols., México, Editorial Porrúa.

128/Flor-flora. Su uso ritual en Mesoamérica

Guzmán Peredo, Miguel 1972 “Arqueología subacuática”, Artes de México, núm. 152, pp. 49-63. 1983 “Hallazgos arqueológicos en el Iztaccíhuatl”, México Desconocido, núm. 83, pp. 8-11. 1991 La arqueología subacuática en México-Underwater Archaeology in Mexico, México, Ediciones Euroamericanas. Iwaniszewski, Stanislaw e Ismael Arturo Montero García 2007 “La sagrada cumbre de la Iztaccíhuatl”, en J. Broda, S. Iwaniszewski e I. Montero (coords.), La montaña en el paisaje ritual, México, unam-Conaculta-inah, pp. 95-111. Luna Erreguerena, Pilar 2000 “El Nevado de Toluca. Sitio de veneración prehispánica”, Arqueología Mexicana, vol. 8, núm. 43, pp. 47-50. Montero García, Ismael Arturo 2004 Atlas arqueológico de la alta montaña mexicana, México, Comisión Nacional Forestal/Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Ruiz de Alarcón, Hernando 1987 “Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que oy viuen entre los indios naturales desta Nueua España”, en El alma encantada, Presentación de Fernando Benítez, facsímile del año de 1656, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 261‑480. Sahagún, Fray Bernardino de 1974 Primeros memoriales, Traducción del náhuatl, prólogo y comentarios de Wigberto Jiménez Moreno, México, inah (col. Científica, núm. 16). 1985 Historia general de las cosas de la Nueva España, México, Editorial Porrúa. Serna, Jacinto de la 1987 “Manual de ministros de indios para el conocimiento de sus idolatrías, y extirpación de ellas”, en El alma encantada, Presentación de Fernando Benítez, facsímile del año de 1656, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 261‑480. Sperber, Dan 1988 El simbolismo en general, Barcelona, Anthropos. Towsend, Richard y Felipe Solís 1991 “The Mt. Tlaloc Project”, en D. Carrasco (ed.), To Change Place: Aztec Ceremonial Landscapes, Niwott, University of Colorado Press, pp. 26-30. Turner, Victor 1980 La selva de los símbolos, México, Siglo xxi Editores.

Flor Flora. Su uso ritual en Mesoamérica, se terminó de imprimir en el mes de julio de 2015 en los talleres de . La presente edición, sobre papel Magnomatt libre de cloro de 130 g para los interiores constó de 2000 ejemplares más sobrantes para reposición. Coordinador editorial: Hugo Ortíz. Diseño de portada: Adriana Juárez, Luis Alberto Martínez López y Fernando Cantinca Cornejo. Edición y corrección: Cynthia Godoy Hernández. Diseño, formación y cuidado de la edición: Luis Alberto Martínez López. Supervisión en imprenta: . Editor responsable: Féliz Suárez.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.