Planchas, brazaletes y hachuelas: las rutas prehispánicas del metal andino desde el Guapay hasta el Pantanal (2008)

July 16, 2017 | Autor: Isabelle Combès | Categoría: Ethnohistory, Etnohistoria, Pantanal, Andean metalurgy, Comercio Prehispánico
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Descripción

Isabelle Combès: las rutas prehispánicas del metal andino

Planchas, brazaletes y hachuelas: las rutas prehispánicas del metal andino desde el Guapay hasta el Pantanal

Isabelle Combès1

En 1536, Pedro de Mendoza funda la primera ciudad de Buenos Aires, a orillas de un río que pasa a ser llamado el río de La Plata. Este nombre no se debe a la presencia de metales o minas en las cercanías de la fundación española, sino más bien a las noticias que recogen los españoles sobre la existencia de “muncha cosa de oro y plata”2 en la “tierra adentro”, es decir remontando el río e internándose hacia el oeste y noroeste. Los españoles de la primera Buenos Aires se enfrentan con un sinfín de problemas: guerras contra los indígenas del lugar, enfermedades, hambrunas; muchos fallecen en esta primera época. Sin embargo, en vez de lamentarse por tan funesta suerte, algunos comentan: “¡Bem é que morram, porque não haverá ouro para tantos!” (Rodrigues 2005 [1553]).

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Una primera versión de este artículo fue escrita en 2004, como una suerte de ayuda-memoria para el seminario de Historia Social de la carrera de sociología de la universidad Gabriel René Moreno de Santa Cruz, dedicado en ese semestre al estudio de las crónicas quinientistas recopiladas por Catherine Julien. Con la excepción de un avance parcial publicado en la revista estudiantil cruceña Socio-lógicas 4 (2005), este texto se mantuvo inédito. Sirvió sin embargo de base para varias investigaciones posteriores (Combès 2006ª y 2008), y agradezco a la Revista Andina la oportunidad de poder publicarlo hoy. Van mis agradecimientos a Albert Meyers, Catherine Julien, Tristan Platt, Isabelle Daillant, Vincent Hirtzel y Diego Villar por sus primeros comentarios. Relación del río de La Plata 2008 [1545]: 35.

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Oro, plata y tal vez también piedras preciosas son el motor de las expediciones y viajes de exploración de los europeos desde la costa atlántica hacia el noroeste, en busca de las fuentes del metal. El lugarteniente de Pedro de Mendoza, Juan de Ayolas, remonta el río de La Plata con sus hombres, y se interna en 1537 Chaco adentro desde el lugar de La Candelaria sobre el río Paraguay, más arriba de Asunción. Está mandado “a que viese por vista de ojos donde vbiese cantidad de metal o mynas de donde se saca” (Irala 2008b [1545]: 20). Más precisamente, Ayolas está en busca de una “generaçion” llamada carcaráes o caracara, “que debían hallarse o vivir lejos de allí tierra adentro, y que debían también tener mucho oro y plata” (Schmidel 1993 [1567]: cap. XXIV). Desde Asunción, tal vez incluso desde Buenos Aires, los carcaráes tienen fama de ser “los mas rricos e gente mas poderosa y que tiene mas policia y los pueblos cercados segund tenemos noticia” (Irala 2005ª [1541]). En búsqueda de ellos y de la “tierra rica” se organizan las expediciones españolas desde Asunción hacia el oeste, las mismas que desembocan, en 1561, en la fundación de la primera ciudad de Santa Cruz de la Sierra por Ñuflo de Chávez. Estos hechos y testimonios traducen, por cierto, la desesperación de los españoles del río de La Plata por encontrar metales preciosos al ejemplo de Cortés en México o los Pizarro en el Perú. Pero traducen también el conocimiento que tienen los indígenas de las tierras bajas sobre las fuentes de este mismo metal, y su afán particular por conseguirlo. Las primeras crónicas españolas evidencian un intenso tráfico comercial de occidente a oriente, centrado sobre el metal. Prácticamente todos los pueblos del río Paraguay poseen algo de metal; para convencerse de ello, basta con leer las informaciones recogidas por Domingo de Irala en su viaje hacia el alto Paraguay y el Pantanal en 1542 y 1543, que mencionan a un sinfín de etnias dueñas de objetos de oro o plata. Tras las huellas de las fuentes del metal y de los misteriosos carcaráes y otros candires o chimeneos que los indígenas describen como “señores verdaderos del metal”, Ayolas, Irala y sus compañeros buscan guías, y los encuentran. Los indígenas no solamente tienen algo de “planchas” de metal: muchos de ellos saben exactamente de dónde vienen, y cómo conseguirlas. En la región misma de Asunción, los españoles consiguen “cantydad de plata y mucho oro” de la etnia de los agazes (Irala 2005ª [1541]). Así, las rutas de los conquistadores de Asunción hacia la “tierra adentro” son, primero, las rutas indígenas y prehispánicas del metal. Me abocaré en estas páginas a un solo tramo de estas rutas que cruzan el continente desde los Andes hasta el Atlántico: un tramo clave por cierto, que desde los últimos estribos andinos hasta el Pantanal, en el actual oriente boliviano, asegura el tráfico de objetos, gente y creencias entre oeste y este, y viceversa. Así como Irala siguió las huellas indígenas, seguiré aquí a Irala y sus compañeros, para intentar dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿cómo, de quiénes y de dónde consiguen metal los pueblos del río de La Plata y del Paraguay? ¿de qué clase de metal se trata, qué usos y qué valor le dan los indígenas?

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1. Hacia la “tierra adentro” Cronológicamente hablando, una de nuestras primeras fuentes de información –y una de las más ricas– es el informe que Domingo de Irala escribió sobre su viaje desde Asunción hasta el Pantanal en 1542 y 1543 (Irala 2008ª [1543]). A esta fuente primordial, se agregan otras inmediatamente posteriores: la relación de Ulrich Schmidel, los Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, los informes de Hernando de Ribera sobre su expedición a los Xarayes, una Relación anónima (Relación del río de La Plata), así como diversas cartas del mismo Irala, de Martín González y Antônio Rodrigues. Estos diferentes documentos dan cuenta de varias expediciones españolas (y una portuguesa) desde el río Paraguay hacia el occidente. La primera de ellas, poco documentada pero paradójicamente mucho más famosa que las demás, es la que fue dirigida por el portugués Alejo García, probablemente en los años 15303. No sabemos exactamente por dónde pasó García, a dónde llegó, ni por dónde regresó al Paraguay: lo que sí sabemos es que traía oro y plata a su regreso, y que fue matado por indígenas (probablemente del Pantanal) cuando quería volver a la costa atlántica. La siguiente expedición es la, ya mencionada, de Juan de Ayolas en 1537, internándose en el Chaco desde el puerto de La Candelaria. Ayolas llegó, dicen las fuentes, hasta los pueblos de los chanés y payzunos, y encontró ahí oro y plata. De regreso a La Candelaria, junto con muchos chanés que llevaban su botín, Ayolas fue matado por los indígenas payaguás del río Paraguay. Las informaciones que tenemos sobre su viaje provienen todas de un único sobreviviente, uno de los chanés o payzunos que lo acompañaban. Yendo tanto en busca de Ayolas como de las rutas del metal, Domingo de Irala salió en 1542 y 1543, remontando el río Paraguay hasta el Pantanal. En enero de 1543, fundó en una laguna del Pantanal el Puerto de los Reyes, que se convertirá, aunque por pocos años, en la base de las expediciones españoles hacia el oeste (“tierra adentro”) y hacia el norte (“laguna de los xarayes”). Este puerto está ubicado por Sanabria Fernández (1974) en la laguna Gaiba, mientras Catherine Julien prefiere situarlo más al sur, en la laguna Cáceres donde hoy se erigen las ciudades de Puerto Suárez en Bolivia y Corumbá en Brasil (Julien 2005b). Poco después, el nuevo gobernador de Asunción, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, remontó a su vez el río Paraguay hasta el Puerto de los Reyes. De ahí, despachó a Francisco de Ribera “tierra adentro”, en un viaje que duró 18 días entre ida y vuelta. Mandó también a Hernando de Ribera y varios hombres (entre los cuales Schmidel) más al norte en el Pantanal, hasta los pueblos de los xarayes. En 1548, otro viaje que merece toda nuestra atención fue el que Irala realizó sobre las huellas de Juan de Ayolas, partiendo de La Candelaria y cruzando todo el Chaco hasta llegar a las orillas del río Grande o Guapay, aproximadamente a la altura de la actual ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Este viaje marcó un hito en las exploraciones asunceñas hacia el occidente: 3

Nordenskiöld (1917) y otros investigadores, apoyándose sobre Díaz de Guzmán (1835 [1612]), ubican el viaje de García hacia 1526 y hacen de él el primer descubridor de la actual Bolivia. Retomando el problema a la luz de un sólido corpus documental del siglo XVI, Julien demostró, creo que de manera definitiva, que el viaje de García fue más tardío (hacia 1530) y que no llegó a la frontera del imperio inca (Julien 2005ª).

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de hecho, a orillas del Guapay, Irala encontró a los indígenas tamacocies. Schmidel comenta: “en seguida nos empezaron a hablar en español; nos quedamos fríos donde estábamos” (Schmidel 1993 [1567]: cap. XLVIII)… y no era para menos. Los tamacocies ya conocían a los españoles, y estaban “encomendados” al fundador de la ciudad de La Plata (hoy Sucre), Pedro de Anzures: Irala comprendió que había llegado “al Perú”; sus tan soñadas fuentes del metal no eran otras que Porco y demás minas de Charcas, que ya tenían dueños españoles. Así, los viajes siguientes que realizaron los asuncenos fueron de un tipo diferente. Existen varios informes que relatan el viaje de Ñuflo de Chávez en 1557 desde los xarayes hacia el occidente, viaje que resultó en la fundación de la Nueva Asunción en 1559 a orillas del Guapay, y de la primera Santa Cruz de la Sierra en 1561 en tierra de los indios gorgotoquies. Aunque pocos años separan los primeros viajes de Irala o Cabeza de Vaca y el de Ñuflo de Chávez, la situación cambió a veces radicalmente para los indígenas de esta zona. Empezaba la dispersión de las etnias antes asentadas en las tierras bajas al este del Guapay, rutas antiguas estaban cerradas, las comunicaciones truncadas. Los españoles, también, tenían nuevos rumbos y nuevas ideas: habían renunciado a alcanzar a las fuentes andinas del metal, explotadas por sus colegas del Perú; el espejismo de la “tierra rica” se desplazó en esta época hacia el noroeste, hacia Mojos4. En estos años empezó, entre los españoles del oriente, la búsqueda de El Dorado, Paytití o Mojos, un lugar siempre inalcanzable, siempre “más allá de”, una promesa jamás cumplida. El sueño español de la tierra rica o de “la noticia”, como se solía llamarla, ya fue objeto de muchas investigaciones y es un tema que merece seguir siendo investigado. En estas páginas sin embargo, son los sueños indígenas de “las rriquezas de la tierra”5 los que atraerán nuestra atención.

2. Primeras noticias: la relación de Domingo de Irala Irala remonta en 1542 y 1543 el río Paraguay, partiendo de Asunción, territorio de los indígenas carios, de habla guaraní. Más arriba, las orillas del río están habitadas por los payaguás, en cuyo territorio se estableció en 1537 el puerto de La Candelaria. Siguiendo río arriba, el siguiente enclave étnico es el de los guaxarapos, donde Irala empieza sus entrevistas y preguntas. Su primer entrevistado es Magoari, un joven guaraní de la tierra de Garabatatibi, prisionero de los guaxarapos. Garabatatibi6 se sitúa, según el mismo informante, río arriba de los guaxarapos, sobre la orilla oeste (chaqueña) del Paraguay. Magoari empieza explicando que la primera “generaçion” que vive río arriba de los guaxarapos son los guacamas. Luego, Preguntado que, mas arriba de los dichos guacamas, que generaçiones ay, dixo que la vanda de la mano yzquierda ques del hueste que ay muchas generaçiones entre las syerras que pareçian y de lo quel tiene notiçia, se llaman turubones y ayguas y chanes y taycaçis y çeucoçis y turcoçis y 4 5 6

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Sobre el tema, ver Combès 2006ª. Memoria y rresoluçion… 2008 [1560]: 53. La tierra de Garabatatibi es probablemente la tierra de karaguata ivi, “tierra de las caraguatas” (una bromeliácea) en guaraní.

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guaracis y xarayes, y que mas arriba destos, en la misma vanda, ay de su generaçion de carios (Irala 2008a [1543]: 2). Sobre la cuestión del metal, Magoari sólo indica “que lo ha oydo dezir que lo tienen los payçunos, e que lo oyo a vn turubone que lo mataron estos guaxarapos con quien el esta”. El siguiente entrevistado es Çurubay, otro guaraní prisionero de los guaxarapos y originario de la tierra de Itatín: Preguntado sy sabe o a oydo dezir que generaçion tiene el dicho metal, dixo que no sabe mas que las generaçiones de los goacamas y turubones y xacosy y garindi y guetari y oadyis y oape y suacheagui y oetari y asua y uaga y ahuagu y temesesy e sycosy y decoxi tienen algunas planchas, y questas generaçiones estan de la vanda del rrio y de la otra, pero los que mas tienen son ayguas […] preguntado que quien les da el dicho metal, dixo que ha oydo dezir que vna generaçion que se llama huytig de la tierra adentro, y que ellos lo han de mano en mano de los payçunos (Irala 2008a [1543]: 4). La información, cómo vemos, es algo más detallada: descubrimos los nombres de algunos de los grupos que poseen objetos de metal, y aprendemos de quiénes y de dónde lo consiguen: de los huytig de “la tierra adentro”, es decir del occidente. Por segunda vez se menciona también a los payçunos o payzunos, como un pueblo activo en el comercio del metal. El mismo Çurubay indica además que Juan de Ayolas, quien viajó “tierra adentro” en 1537, había llegado hasta la tierra de los payçunos, “trayendo mucho metal” de regreso al Paraguay (Irala 2008a [1543]: 5). Más allá pero siempre en territorio guaxarapo, Irala hace las mismas preguntas a otro informante de habla guaraní, Vramo, originario de Garabatatibi: Preguntado sy sabe que las dichas generaçiones tienen oro o plata, dixo que no sabe mas de que la generaçion que se llama xaquides y xacota e chanes y quigoaracoçi y yriacoxi e xabacoxi y deycoxi y turucoxi y guarhagui tienen algunas planchas. Preguntado sy sabe quien les da las dichas planchas, dixo que las generaçiones que llaman gueno y xaraye ymore. Preguntado donde las estan las dichas generaçiones, dizo quel rrio arriba (Irala 2008a [1543]: 6). Vramo proporciona aun más informaciones: explica que los guaxarapos, si bien son amigos de los xarayes, gueno e ymore, no tienen metal “porque los xaquides estan en medio que son sus enemigos y los flechan” (Irala 2008a [1543]: 6). Agrega luego otra información importante: Preguntado sy sabe que generaçiones son los señores verdaderos del metal, dixo que no sabe mas de que ha oydo dezir que son los chanes y payçunos y carcaras y que estos son los que tienen el metal blanco […] y estando hablando vio al bachyller Martin de Armença que estaba presente a lo susodicho vna sortija que tenia en la mano, y sin le dezir nada dixo que los tagoayonos son los señores verdaderos del metal amarillo como aquello (Irala 2008a [1543]: 6).

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Algunos días después, en el Puerto de los Reyes, Irala entrevista a un “prinçipal” (jefe) chané, llamado Cheroçe o Cheroçi, originario de la “tierra adentro”, posiblemente de los alrededores de la primera Santa Cruz de la Sierra7. Cheroçi habla primero de “vna grand junta” de los guaraníes de Itatín que se hizo en tiempos pasados, “antes que Garçia viniese del Brasil (…) para yr a buscar el metal” (Irala 2008a [1543]: 7). Estos guaraníes, al volver al Paraguay, habían llevado a Cheroçi y sus compañeros como esclavos. Luego, el mismo Cheroçi sigue hablando de Alejo García: “dixo que llego hasta la generaçion que llaman payçunos y que los chanes y los dichos payçunos le dieron el dicho metal” (Irala 2008a [1543]: 8). Esto ocurría cerca de la tierra de los corocotoquis, es decir los gorgotoquis, en los alrededores de la primera Santa Cruz de la Sierra. Otra vez, los payzunos, asociados como en el testimonio de Vramo con los chanés, aparecen como una etnia muy activa en el comercio del metal. Cheroçi acaba indicando que los mayaes, es decir los mbayás, etnia de habla guaykurú del Chaco y presentes en la región de la primera Santa Cruz8, tienen algo de metal blanco; y agrega: Preguntado sy sabe que generaçiones son los señores del metal, dixo que muchas generaçiones tienen metal en espeçial los payçunos y guarigoari y corocotoqui y cheretono y turopecoçi y pane y tipeono y maracaono y vroacoçi y xamaricoçi y çimeono y carcaras, pero que los verdaderos que sacan el metal son los canires e los chemaos (Irala 2008a [1543]: 9). Por primera vez, se cita aquí a los canires (candires) y chemaos (chemeneos, chimeneos). Según este testimonio, parecen tener un papel incluso más importante que él de los payzunos, chanés y carcaras: pues canires y chemaos sacan el metal, es decir que tienen minas. Irala sigue entrevistando a diferentes indígenas. Un guaraní llamado Goaybicoara vuelve a hablarle de la gran junta en busca del metal organizada por los de Itatín: volveré sobre este punto más adelante. El mismo informante, u otro de sus compañeros, indica otros nombres de “que yndios tyenen el dicho metal” en el alto Paraguay o tierra adentro: los mayaes [mbayá], payçunos, guarigoari; los chibiuno, chemerono, guaychano, coci, chane (Irala 2008a [1543]: 11). Durante esta entrevista, una anciana chané toma también la palabra: habla de “los carcaras que son los señores del metal, e junto con ellos estan los canires que asymismo son señores del metal” (Irala 2008a [1543]: 10). Estos testimonios empiezan a dibujar con alguna precisión un panorama general del comercio del metal en la zona. Los entrevistados mencionan con frecuencia a cinco pueblos “señores verdaderos” del metal o muy implicados en su comercio: los canires, los carcaras, los chemaos, los payzunos y los chanés. En una sola oportunidad payzunos y chanés son calificados de “señores verdaderos” del metal: los que más frecuentemente reciben esta apelación son los canires, los carcaras (caracaras) y los chemaos. Como lo confirmarán otras 7

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Existían en efecto, en 1561, varios “principales” llamados Tosi (o Toçi) en la primera Santa Cruz (Documentos… 2008 [1561]). El chané de Puerto de los Reyes hablaba en guaraní, y para decir su nombre utilizó el che guaraní, es decir “yo”. El t pasa a r en composición en el idioma guaraní, y “yo soy Tosi”: che Tosi, llega a pronunciarse Cherosi. De hecho, al menos un pueblo de “mayaes” fue encomendado a Ñuflo de Chávez en la primera Santa Cruz (Documentos… 2008 [1561]: 100).

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crónicas, estos tres pueblos son los que producen (que “sacan”) el metal, allá en el occidente. Payzunos y chanés son, ellos, los principales intermediarios en el tráfico del oro y de la plata (a menudo en forma de “planchas” como lo indican los entrevistados) hacia el este y el Paraguay. Viene, finalmente, esta impresionante lista de pueblos beneficiados con el comercio, diseminados entre la “tierra adentro” en la Chiquitania actual, el Chaco (caso de los mbayás) y el río Paraguay. Se esbozan algunas de las rutas seguidas con el tan preciado metal: “del productor al consumidor”, si se me permite la expresión, será entonces el plan que adoptaré para seguir adelante.

3. Los señores verdaderos del metal Los indígenas de las tierras bajas no sólo saben que el metal viene del oeste: nombran a sus productores, saben dónde y cómo viven, y tienen un gran conocimiento de lo que pasa más al oeste, es decir en los Andes. Los xarayes del Pantanal, sus vecinos los ortueses y los chiriguanáes o guaraníes de Itatín saben que el metal llega de las sierras: un jefe xaray dice por ejemplo a Hernando de Ribera que “de aquellas sierras sacauan aquel metal” (Ribera 2008ª [1544]: 19); un ortues le cuenta que en el interior de las tierras, al oeste, “vido mucha plata y le señalaron que por entre vnas sierras muy altas yban por ella” 9. Es más, xarayes y chiriguanáes saben perfectamente que la plata sale de las minas, mientras el oro se recoge de arroyos y quebradas: en 1557, los xarayes indican a los hombres de Ñuflo de Chávez “quel metal amarillo lo sacavan de los arroyos de las sierras de Araracangua [los Andes] y que el blanco sacavan de la tierra”10. De la misma manera, los chiriguanáes pitaguaries saben que los candires o canires “sacavan [el metal amarillo] de los arroyos que corrian de las syerras de Aracangua, que son muchas y dellas sacavan mucho metal blanco” 11. Recordemos que en la actualidad, “plata” se dice en guaraní korepoti, es decir literalmente “excremento del agujero, de la mina”. Según Wolf Dietrich (1995), esta palabra fue forjada por los jesuitas en el Paraguay. De hecho, varias fuentes indican que los tupíes y guaraníes llamaron primero el metal ita, es decir “piedra” (por ejemplo Léry 1975 [1580]: 322). Es más, un diccionario guaraní indica que “plata” también se puede decir itatî, es decir “piedra blanca”, y que “oro” es itaju, es decir “piedra amarilla” (Ñe’êndy 2005)12. Al parecer, al hablar de “metal blanco y amarillo”, los conquistadores traducían directamente expresiones indígenas. Sin embargo, el uso prehispánico de korepoti no debe ser descartado, pues los testimonios de los pitaguaries muestran que, muy temprano, los chiriguanáes sabían que la plata provenía de las minas. Los informantes de Irala mencionan a diversos “señores verdaderos del metal”13. Cronológicamente hablando, los primeros que aparecen en las fuentes son los carcaráes, en

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Ribera 2008ª [1544]: 19; ver también 2008b [1545]: 30. Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 58. Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 63. Según el mismo diccionario, “cobre” es korepotipita, “metal rojo”. Es significativo que este diccionario sólo indique palabras en guaraní para estos tres metales: oro, plata y cobre, que circulaban en la época prehispánica. Por el contrario, “bronce” y “plomo” no tienen traducción. Es posible que esta expresión, recurrente en las fuentes, también sea la traducción literal de una

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una carta de Irala ya citada (Irala 2005ª [1541]). Es incluso probable que hayan sido conocidos anteriormente por los mismos españoles, pues en busca de ellos partió Juan de Ayolas en 153714. Luego se mencionan, en el informe de Irala de 1543, los camires (candires), chemaos, tagoayonos; un año después, aparecen referencias a “las amazonas”, dueñas de “mucho metal blanco e amarillo” (Ribera 2008b [1545]: 29). Dejando de lado a las míticas amazonas15, podemos tratar de identificar a los diferentes dueños del metal. Primeros en ser mencionados, los carcaráes son también los más inmediatamente identificables. Los xarayes indican a los hombres de Ñuflo de Chávez que es difícil pasar “de la tierra de los carcaras a los candires porque son las sierras muy altas ya”16, lo cual parece indicar que los carcaráes viven en valles más que en sierras, y entonces más al este que los candires. De hecho, los caracaras son un pueblo de habla aymara de la región de Charcas. Más específicamente, son parte de las “siete naciones” de Charcas, que un documento de 1582 enumera: los charcas, caracaras, chichas, chuis, quillacas, carangas y soras 17. En el territorio caracara están ubicadas las principales minas de “metal blanco” (plata y plomo): Porco, Amayapampa, Andacava, incluso Potosí recién (re)descubierto por los españoles (Platt et al. 2006). Más problemas tenemos para identificar a los chemaos, chemeneos o chimeneos, también “señores verdaderos” del metal según las crónicas. Tal vez se trate del nombre local de una de las siete naciones de Charcas, pues sabemos que viven cerca de los carcaraes: en efecto, en el territorio chané, Juan de Ayolas …dixo que yva a ver donde sacavan el oro y la plata porquel tuvo notiçia que sacavan dos generaçiones de yndios questavan mas delante de su tierra deste, que los chemeneos y los caracaraes, y asi dize que thenian muncha cosa de oro y plata” (Relación del río de La Plata 2008 [1545]: 35).

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expresión guaraní. Se sabe, en efecto, que diferentes grupos fueron llamados por guaraní-hablantes ibirayara, ibiyara, es decir “señores o dueños (jara en guaraní paraguayo, iya en chiriguano) de los árboles (ivira) o de la tierra (ivi)”. Carcaráes y candires bien pudieron haber sido llamados en guaraní “señores”, esta vez del metal. Es incluso posible que el río Carcarañal, afluente del Paraná, en cuya orilla Gaboto fundó la fortaleza de Sancti Spiritus en 1526, haya llevado este nombre porque “los yndios dizen biene de la sierra” del metal (Ramírez 1941 [1528]: 98). En la orilla de este río vivían indígenas carcarais no identificados (ibid.). Su nombre aludía, tal vez, a los carcaráes de las sierras occidentales y dueños del metal. El tema recurrente de las amazonas en las crónicas quinientistas fue tocado numerosas veces por los investigadores, y merecería una investigación aparte. Al comparar las dos crónicas de Hernando de Ribera, Catherine Julien (2003) concluye que Ribera introdujo el tema de las amazonas y de su metal para atraer al público europeo y promover nuevas exploraciones. Sin embargo, Ribera no es el único en mencionar a las amazonas: la Relación del río de La Plata también lo hace, así como Schmidel. Crónicas de Brasil también hablan de las amazonas, y es probable que haya existido una base indígena, hecha de creencias y mitos acerca de las mujeres, que dio pie a la asimilación con las amazonas de la mitología griega. Ver sobre el tema Steverlynck 2005. Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 59. Memorial de Charcas, 1582, en Espinoza 2003: 287-333. sobre la confederación qaraqara-charcas, remito a Platt et al. 2006.

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La misma Relación indica que entre los chimenos o chimeneos, “todo el serviçio de sus casas es de oro y plata y las ataderas con que hazen sus casas”. En cuanto a los tagoyaonos, también señores del metal (amarillo), veremos que es posible una identificación con los tacuanbucu que viven en los llanos al oeste del Guapay: un pueblo intermediario más que productor de metal. Quedan los candires. En 1544, los xarayes cuentan a Hernando de Ribera que … por la vanda del oeste avia un lago de agua muy grande que no se paresçia tierra de la vna vanda a la otra; e a la rribera del dicho lago avia muy grandes poblaçiones de gentes vestidas que poseeyan mucho metal e piedras de que trayan bordadas las rropas, que rrelumbraban mucho, las quales sacavan los yndios del dicho lago (Ribera 2008b [1545]: 30). Hablan incluso de “la casa del sol”, y “ovejas muy grandes” criadas por la gente del oeste. Más tarde, los xarayes confirman la información: Dixeron que [Aracangua] era vna sierra muy grande que durava mucho, y que por la vna parte alindava con vna agua muy grande, y que de la otra parte era vna poblaçion muy grande de gente y que no tenian mas de vn prinçipal que era señor de todos, que se llamava el Candire (Relaçion general de todo lo susodicho… [1560]: 58). Y la descripción sigue, mencionando a los “ynstrumentos [de música] de metal verdaderos” de los candires, sus vasijas, adornos y armas de metal. Qué duda cabe: cómo lo hicieron Nordenskiöld (1917), Métraux (1927, 1928, 1929) y muchos otros hasta Julien (2007), podemos identificar, sin mucho riesgo de equivocarnos, los candires con los incas. Y creo posible precisar un poco más esta identificación. Pues los incas de los Andes y del gran lago (el Titicaca) e incluso los caracaras de Charcas están bastante alejados de los llanos orientales: las noticias que se tienen de ellos sólo pueden ser, en la mayoría de los casos, indirectas. Por el contrario, el oeste del Guapay marca la frontera oriental del imperio inca, una frontera protegida por fuertes y “pueblos çercados” fácilmente alcanzables por los indígenas de las tierras bajas. El primero y más cercano es evidentemente Samaipata, en los valles al oeste de la actual ciudad de Santa Cruz. Mal llamado “el fuerte”, el complejo de Samaipata era más bien un centro a la vez religioso y administrativo incaico, tal vez incluso con rango de capital provincial, aunque probablemente edificado sobre asentamientos preincaicos. El verdadero “fuerte” se encuentra a unos 50 km. al este, en la serranía de Paraboncillo (sitio “La Fortaleza”)18. Aunque a menudo tachada de fantasiosa, la crónica de Alcaya (1961 [c. 1600/1636]19) habla de una presencia inca en Samaipata e incluso, más al sur sobre la frontera, en el “cerro 18 19

Meyers 1999, 2005; Meyers y Ulbert 1997. La denominación de “el fuerte” aplicada a Samaipata tiene más probablemente su origen en la posterior ocupación española del sitio. El relato de Alcaya fue inserto en una información levantada por Juan de Lizarazu y fechada de 1636 (Lizarazu 1906 [1636-38]); se estima generalmente que la primera versión del relato data de c. 1605.

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rico” de Saypurú. Más exactamente, Alcaya menciona a dos hermanos “parientes del Inca”, llamados Guacane y Condori; cotejando los datos de su crónica, su presencia parece ser algo reciente, remontando apenas al reino de Huayna Capac (Combès 2008). Entre los vasallos llaneros del inca de Samaipata figura Grigotá, jefe tamacoci20: y ahí empieza, lo veremos, una de las principales rutas del metal andino hacia el oriente y hacia el Paraguay. Samaipata (y el “cerro rico” de Saypurú) son conocidos de los indígenas llaneros. Alcaya menciona un ataque de los chiriguanáes contra Samaipata y de hecho, sabemos que el “pueblo çercado que hera la frontera de la tierra rrica” es conocido de los xarayes y chiriguanáes: lo llaman Xaguagua, indicando que está ubicado “pasado el rrio [Guapay]” y que es la frontera de la tierra del Candire21. En otros términos, si bien “los candires” pueden ser identificados con “los incas”, todo parece indicar que son, más específicamente, los incas dueños de Samaipata. De ahí a establecer una relación entre el nombre de uno de esos incas: Condori, y el de “los candires”… : la posibilidad ya fue sugerida por Susnik22; y si bien las fuentes no permiten afirmar sin más esta posibilidad, vale la pena ser tomada en cuenta. Sea lo que fuere, parece en todo caso claro que el tráfico del metal entre occidente y oriente no empezó con la instalación de los incas en Samaipata y Saypurú. La intensidad misma de este comercio sugiere una antigüedad mayor, y es probable que los incas sólo se adueñaron de rutas pre-existentes entre los carcaráes de Charcas (primero mencionados) y los pueblos de los llanos. Un indicio de esta intensidad y antigüedad puede encontrarse en el nombre mismo de los “carcaráes”. Se trata, en realidad, de un nombre honorífico dado por el Inca a los hasta entonces llamados “charcas blancos”, y que significa “el alba”23. Este Inca era Huayna Capac, quien falleció en la época de la llegada de los españoles al Perú. El hecho que ya en 1541, y probablemente antes, los “carcaráes” hayan sido conocidos con este nombre en Asunción y más allá hacia el Atlántico parece demostrar un tráfico muy intenso de metal, gente, noticias y nombres entre oeste y este.

4. Trueque, guerra y robo ¿Cómo viaja el metal desde occidente a oriente, cómo se lo procuran y luego lo intercambian los pueblos de las tierras bajas? La crónica ya citada de Alcaya da algunas importantes informaciones al respecto: ya mencioné por ejemplo los ataques chiriguanos a Samaipata y Saypurú que resultan en robos de objetos de metal. Pero oro y plata también sirven a los incas de Samaipata para atraer vasallos y futuros vasallos: Grigotá recibía telas y “cocos de plata” de Samaipata, a cambio de su obediencia (Alcaya [c. 1600/1636]: 48); la

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Sin embargo, algunas referencias a las actividades de Miguel de Corella como “extirpador de huacas” y otra a la muerte del padre Samaniego (1626) muestran que al menos partes de este texto son posteriores a 1626 (Meyers 2005). Sobre los tamacocies, ver Combès e Hirtzel 2007. Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 60; Memoria y rresoluçion… 2008 [1560]: 54. Xaguagua podría ser identificado sea con Samaipata, sea con La Fortaleza en Paraboncillo. Susnik 1961: 163: “La aplicación del apelativo ‘Candir/Candire’ a los Incas limitábase ala zona tras del río Guapay; es posible una identificación de ‘Candire’ con ‘Condori’”. Probanza de don Fernando Ayra, 1639, en Platt et al. 2006: 730.

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información se confirma más tarde, cuando Calvete de Estrella indica que los “carcaráes” dan “oro y plata” sus “comarcanos y amigos” los taracocis (tamacocis) (Calvete de Estrella 1963 [1571]: 50). Todo indica que los “carcaráes” de este testimonio, vecinos de los tamacocis, son en realidad los incas de Samaipata, aquellos que otras fuentes llaman “candires”. Incluso los xarayes del lejano Pantanal habrían recibido de regalo “manijas de plata y argollitas de plata para sus arcos” del inca de Samaipata (Alcaya [c. 1600/1636]: 51-52). El metal se consigue así mediante robos y regalos: y a partir de ahí, sigue viajando hacia el oriente. “De mano en mano” El metal viaja “de mano en mano” hasta el río Paraguay (Irala 2008a [1543]: 4). La primera ruta señalada por sus informantes es la que va desde los payçunos hasta los huytig, hasta llegar a diversos pueblos del alto Paraguay. No sabemos dónde viven exactamente (ni siquiera sabemos quiénes son) los huytig “de la tierra adentro”, al oeste del río Paraguay; el primer informante tampoco proporciona información sobre el paradero de los payçunos, aunque podemos lógicamente suponer que viven más al oeste de los huytig, más cerca de las fuentes del metal. En cuanto a los últimos beneficiarios de este comercio, viven todos en las orillas del río Paraguay, más arriba de los guaxarapos. Sólo tenemos un poco más de información sobre los ayguas y turubones, que viven en la orilla oeste del río (Irala 2008a [1543]: 2), y sobre los xacosy y sycosy, habitantes de la laguna de Puerto de los Reyes24. Más adelante, el segundo informante de Irala le explica que los xaquides, xacota y demás pueblos dueños de objetos de metal, los consiguen de “las generaçiones que llaman gueno y xaraye ymore” (Irala 2008a [1543]: 6). De los gueno e ymore, sólo sabemos que viven sobre el río Paraguay más arriba de los guaxarapos. En cuanto a los xarayes, es bien conocido que viven más allá de Puerto de los Reyes, más al norte en el Pantanal. Los últimos destinatarios moran también sobre el río Paraguay: sabemos que los xaquides y turucoxi están ubicados en la orilla oeste, y los quigoaracoçi en Puerto de los Reyes25. Los chanés mencionados son también, probablemente, los de Puerto de los Reyes. En todo caso, si bien la primera información mencionada muestra un tráfico de oeste a este, la mención de los xarayes permite complementarla. Cabeza de Vaca indica en efecto que los xarayes “tienen alguna plata y oro, que les dan los indios de tierra adentro” (Núñez

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Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LXVII; Irala 2008a [1543]: 7. Irala 2008a [1543]: 2, 4; Núñez Cabeza de Vaca 1941 [1543]: 335. Es poco probable que los xaquides sean los mismos que los xaques o xaquetes de Puerto de los Reyes citados por Cabeza de Vaca (2000 [1555]: cap. LIII, LXXI) y Pero Hernández (2005 [1545]), pues Irala señala que los xaquides eran enemigos de los guaxarapos (Irala 2008a [1543]: 6), mientras Cabeza de Vaca y Pero Hernández hablan por el contrario de una alianza entre los xaquetes y los mismos guaxarapos, en contra de los españoles. Sobre la omnipresencia del sufijo –coçi, remito a Combès 2006b. Este sufijo es muy probablemente chiquitano y su difusión es un argumento importante acerca de las relaciones de “dependencia socio-periférica” (en palabras de Susnik 1978) mantenidas por los chiquitos con sus vecinos chaqueños. Si bien el papel de los chanés está ampliamente demostrado en el comercio del metal en particular y los contactos entre Andes y tierras bajas en general, los chiquitanos desempeñaron sin duda también un papel preponderante en estos intercambios.

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Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LVII); recordemos que, según Alcaya, los xarayes incluso recibían regalos de plata del inca de Samaipata. Así, parte del metal llega desde el oeste hasta la laguna de los xarayes, pero para ser redistribuido luego río abajo por los mismos xarayes. Hay que notar, también, que según estos dos primeros testimonios, los decoxi o deycoxi reciben metal tanto de los huytig como de los xarayes, gueno e ymore: un mismo grupo puede entonces tener varias fuentes de aprovisionamiento. Podemos ubicar también a algunas de las demás “muchas generaçiones” que tienen metal y están citadas en el informe de Irala. Los mayaes son los mbayás del Chaco, “tierra adentro” directamente al oeste de los payaguás del río Paraguay. Sobre el río Paraguay (sin mayores indicaciones) están los coci, guaychano y chemerono por ejemplo; “tierra adentro” hacia el oeste, sin mayores precisiones tampoco, podemos ubicar a los guarigoari, cheretono, maracaono y chibiuno. Los turopecoçi son probablemente los mismos que los tarapecoçi encontrados por Francisco de Ribera al oeste de Puerto de los Reyes (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LXX); los xamaricoçi viven, según una información de Ñuflo de Chávez, al oeste de los xarayes (Documentos… 2008 [1561]: 110). Pero otros grupos habitan más allá hacia el occidente, y el solo hecho que estén mencionados por informantes del alto Paraguay muestran el conocimiento que existe de la “tierra adentro” y sus pobladores. En efecto, los corocotoqui (gorgotoquis), los pane (panecoci), los tipeono y vracoçi son pueblos que viven en la región donde se funda en 1561 la primera Santa Cruz de la Sierra26. En cuanto a los çimeonos que también están mencionados, vivían incluso más al oeste de los gorgotoquis (Irala 2008a [1543]: 10). Ubicaremos, más adelante, a los chanés y payzunos o payçunos que mencionan con frecuencia las crónicas. Otros indicios de trueques y rutas del metal existen en las fuentes quinientistas. Según Francisco de Ribera, los tarapecoçis (al oeste de Puerto de los Reyes) reciben metal de los payzunoes (payzunos), los cuales lo reciben a su vez de los chaneses, chimenoes, carcaraes y candires del occidente (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LXX); en este caso particular, el trueque está bien documentado: los tarapecoçis obtienen el metal “a trueco de arcos y flechas de esclavos que toman de otras generaciones”. Este testimonio es uno de los pocos que nos indique en qué podía consistir el comercio, el intercambio de bienes a cambio de metal. Otro testimonio indica que los carcaraes dan plata a los chanés y “taracoçis” (tamacocis), quienes a su vez lo entregan a los jorocotoquis, es decir los gorgotoquis de la primera Santa Cruz (Calvete de Estrella 1963 [1571]: 50). En consonancia con esta información, Martín González indica que Irala, en su viaje a través del Chaco en 1548, se dirigió hacia los tamacocies “porque alli dezian [los gorgotoquis] aver metal blanco y á la mano derecha de cómo yvamos, avia el metal amarillo” (2005 [1556]). Esta información es importante, si nos acordamos de los “señores verdaderos del metal amarillo”, los tagoayonos, mencionados por un informante de Irala… y sólo por él. En la ribera occidental del Guapay viven los tacuanbucu, partícipes de algunas expediciones guerreras en busca de 26

Las crónicas son numerosísimas sobre la ubicación de los gorgotoquis en la primera Santa Cruz. Los pane son mencionados en el repartimiento de encomiendas en Santa Cruz de la Sierra (Documentos… 2008 [1561]: 100); los tipeono y vracoçi están mencionados por otros documentos de la misma época (Información de servicios de Nufrio de Chavez 2008 [1561]: 78; Documentos… 2008 [1561]: 115).

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metal27. Es posible que estos tacuanbucu no sean otros que los tagoayonos mencionados en 1543. En todo caso, y si de comercio se trata, dos pueblos aparecen como principales intermediarios entre productores andinos y consumidores de los llanos: los payzunos y los chanés. Son chanés y payzunos quienes entregaron metal a Alejo García, cerca del territorio gorgotoqui (Irala 2008a [1543]: 8). Hasta los payzunos y los chanes llegó también Juan de Ayolas, encontrando metal en sus pueblos28. Tanto payzunos como chanés son llamados en una oportunidad, junto con los carcaraes, “señores verdaderos del metal”, y más precisamente del metal blanco, es decir de la plata (Irala 2008a [1543]: 6). Sin embargo, en los testimonios ya citados, los payzunos aparecen claramente como intermediarios en el comercio del metal y no como productores como los carcaraes u otros: los payzunos sí tienen metal, como muchos otros pueblos, pero lo reciben de otros, en particular de los chanés, que a su vez lo consiguen de los carcaraes. Ubicar a estas dos “generaciones” es algo difícil. En efecto, “chané” es una palabra arawak que significa “hombre, gente”; de esta manera, cuando las fuentes mencionan a “los chanés”, no podemos tener la seguridad que se designe siempre a un solo grupo, o una sola “etnia” –de hecho, los datos más parecen ir en el sentido de una verdadera constelación de grupos dispersos en todo el actual oriente boliviano y los márgenes occidental y oriental del Chaco. Por ejemplo, Irala menciona al grupo chané de los ariticoçi, çiriticoçi o cariticoçi (según las trascripciones), y comenta: “asi se nonbraban en los dichos chanes cada pueblo su nonbre avnque toda hera vna generaçion […] avnque son chanes todos se llaman cada casa de su nombre e que por eso se llaman ellos çiriticoçi” (Irala 2008a [1543]: 7, 10). Algunos de estos chanés viven en Puerto de los Reyes, y son también mencionados por Cabeza de Vaca. Sabemos sin embargo, en este caso, que estas personas son originarias de la “tierra adentro”. Otros están registrados en los alrededores de la primera Santa Cruz de la Sierra; otros más viven más al oeste de los payzunos, pues les entregan el metal que reciben primero de los carcaraes: estos chanés son, con toda probabilidad, parte de los tamacocies que viven en los llanos del Guapay, en el territorio cercano a la actual Santa Cruz, donde todavía hoy existe un pueblo llamado “Chané”. Finalmente, otros grupos chanés viven en los márgenes orientales del Chaco, cerca de los mbayás a quiénes sirven de esclavos y a quiénes proporcionan metal; y no debemos tampoco olvidar a los que moran en los márgenes occidentales del Chaco, en el piedemonte andino, y en las riberas del río Parapetí donde los encontró Andrés Manso29. En cuanto a los payzunos, también tenemos varias indicaciones sobre su(s) ubicación(es). Schmidel los encontró antes de llegar a las salinas de San José y Santiago en la actual Chiquitania, en el viaje trans-Chaco que realizó al lado de Irala (1993 [1567]: cap. XLVI). Otra fuente dice que los payzunos, junto con los çurumanos y los çimeonos, viven a dos días al oeste de los gorgotoqui, es decir entre la primera Santa Cruz al este y el río Guapay al oeste (Irala 2008a [1543]: 10). 27 28 29

Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]; Documentos… 2008 [1561]. Irala 2008a [1543]: 5; Relación del río de La Plata 2008 [1545]: 35; Schmidel 1993 [1567]: cap. XLVI. Encomiendas de Andrés Manso, 1563 (ANB EP 6); este documento está transcrito en Julien 2008, doc. 17.

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Su papel en el comercio del metal no es el único punto común entre payzunos y chanes. Irala habla por ejemplo de “vna generaçion que se llaman chanes y payçumos” (Irala 2008a [1543]: 7), como si se tratara de un mismo pueblo. Para Schmidel, el único sobreviviente de la expedición Ayolas es payzuno (Schmidel 1993 [1567]: cap. XXV), mientras para todos los demás cronistas, se trata de un chané. Parece entonces probable que, si bien no conforman una única “generaçion” (pues existen dos nombres, citados por los mismos informantes), chanés y payzunos están sí estrechamente relacionados. Comparten en algunos casos el mismo territorio, y muy probablemente también un mismo idioma. La familia lingüística de los chanés es conocida: el arawak; y los payzunos están, como vimos, frecuentemente asociados con pueblos cuyo nombre termina en –ono, terminación que no es sino una marca de plural en los idiomas arawak. Algunas fuentes escriben, de hecho, payçono para designar a los payçunos o payzunos de las primeras crónicas (Pérez de Zorita 2003 [1573]: 7). El papel desempeñado por los chané y payzunos en el comercio del metal confirma así, en todo caso, el importante papel de intermediarios de los grupos arawak sub-andinos en la época prehispánica (Renard-Casevitz, Saignes y Taylor 1986). “Para yr a buscar el metal” El trueque “de mano en mano” desde los “señores verdaderos del metal” hasta el río Paraguay no es el único modo de conseguir metal para los pueblos de las tierras bajas. Otras maneras, más violentas pero tal vez más efectivas o en todo caso más rápidas, son la guerra y el robo a los productores. Existen testimonios sobre las relaciones belicosas que mantienen por ejemplo los chanes con los carcaraes y chimeneos. Según la Relación del río de La Plata, cuando Ayolas llegó donde los chanes, Les dixo que yva a ver donde sacavan el oro y la plata porquel tuvo notiçia que sacavan dos generaçiones de yndios questavan mas delante de su tierra deste, que los chemeneos y los caracaraes, y asi dize que thenian muncha cosa de oro y plata” […] los caracaraes los salieron de guerra, y le mostraron mucha plancheria de oro y plata (Relación del río de La Plata 2008 [1545]: 35)30. A su vez, Cabeza de Vaca confirma la información: los chanés de Puerto de los Reyes le cuentan que sus parientes del interior “tienen guerra con los indios que llaman chimeneos 30

Este testimonio muestra que Juan de Ayolas llegó hasta los pueblos chanés que se encontraban muy cerca de la frontera del país del metal. Si Ayolas llegó hasta los pueblos chanés del Guapay, con toda probabilidad los “carcaraes” que salieron de guerra eran en realidad los ocupantes incas (los “candires”) del fuerte de Samaipata. Si llegó más al sur, donde los chanés del Parapetí, es posible que estos “carcaraes” hayan sido los que explotaban, según el testimonio de Alcaya, el “cerro rico” de Caypurum, es decir Saypurú en la actual provincia Cordillera (ver Combès 2008). Como en el testimonio ya citado de Calvete de Estrella, al parecer, loe españoles solían confundir carcaráes y candires, ambos “señores del metal”. Esta confusión no es de extrañar, sobre todo si admitimos, como sugerí, que los “candires” de Samaipata se adueñaron en realidad de un comercio ya existente entre carcaráes y oriente.

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y con otras generaciones de indios que llaman carcaraes” (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LVI). Los chanés no son los únicos que mantienen guerra con los productores del metal. Schmidel menciona, por ejemplo, que los xarayes consiguen objetos de oro y plata mediante la guerra contra las “amazonas” (Schmidel 1993 [1567]: cap. XXXVI). Se trata, en el caso chanés/carcaraes, de guerras “entre vecinos”. Otro es el caso de las expediciones organizadas desde el alto Paraguay hacia el occidente. Bastante bien documentada está la gran confederación multiétnica que se formó en el río Paraguay, “antes que Garçia viniese del Brasil” –es decir, antes de la presencia de los europeos en la zona– en busca de metal. Las primeras menciones de esta o estas expedición(es) guerrera(s) se encuentran, una vez más, en la relación de Irala. Cheroçi, su informante chané, le cuenta que “en tiempos pasados antes que Garçia viniese del Brasil a los dichos guaranis se hizo vna grand junta de los dichos guaranys en el puerto que llaman de Ytatyn para yr a buscar el metal” (Irala 2008a [1543]: 7). Otro informante, esta vez un guaraní de la zona de Puerto de los Reyes, también dice: Dixo que en tiempos pasados vinieron muchos prinçipales del Paraguay, prinçipales e yndios que llaman de Ytatyn, y pasado por vna tierra que se llama Ytapua, que es quatro jornadas de las postreras casas desta su generaçion, yendo los de la dicha casa en busca del dicho metal se encontraron en el camino e se fueron juntos” (Irala 2008a [1543]: 9). Los jefes de estas “postreras casas” se llaman Marotapy, Oayayn, Abalmoctenby, Tapupiçi, Matirua y Teme o Temevn (Irala 2008a [1543]: 10). La información se ve confirmada luego por los Comentarios de Cabeza de Vaca: en efecto, el gobernador de Asunción encuentra a un guaraní de Itatín que vive entre los xarayes. Este informante le dice que … siendo él muy mozo, los de su generación hicieron gran llamamiento y junta de indios de toda la tierra y pasaron a la tierra y población de la tierra adentro, y él fue con su padre y parientes para hacer guerra a los naturales de ella, y les tomaron y robaron las planchas y joyas que tenían de oro y plata (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LX). Entre los xarayes, Hernando de Ribera encuentra en 1544 a un jefe llamado Camire o Candire. Más tarde, en 1557, su hijo Vratobere explica el por qué de este nombre a los hombres de Ñuflo de Chávez: En quanto a la rrazon del nonbre, dixo que los tiempos pasados se llamava su padre Çaye, el qual junto toda la mas gente comarcana y entro en los hortugueses y los etones hasta llegar a los pueblos de de Payçororo, caçique principal, y a los pueblos de Payçuri en demanda del Candire, que es el señor del metal verdadero y de todas las cosas […] dixo que de aquel prinçipal Candire tomo el nombre su padre, porque en aquella tierra mato muchos de los

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candires, los quales mataron a toda la mas gente que con su padre Çaye avia salido (Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 57-58). El mismo documento da más información sobre los diferentes pueblos que se fueron “en demanda del Candire”: participaron los chiriguanáes Vambaguasu, Pitaguari, Muquiranguaçu; también participaron los tacanbucus, y gente (chiriguana al parecer, pues los nombres son guaraní) de Yrapua o Itapuan y de Yaguarubay31. El que organizó la junta fue, según este documento, el mismo Yrapua, que llevó “veynte pueblos de yndios consigo” para asaltar al pueblo cercado de Xaguagua, probablemente Samaipata. “Tapua” o “Tapuaguazu” era, según Núñez Cabeza de Vaca, el nombre de un cerro al oeste de Puerto de los Reyes, primera etapa en el camino hacia la tierra rica (2000 [1555]: cap. LXIII, LXIV). Es posible que se trate aquí de varias confederaciones en busca de metal, a veces organizadas por los xarayes, a veces por los chiriguanáes. Son, en todo caso, confederaciones multiétnicas32, de gran envergadura, y netamente belicosas en pos de oro y plata. Alcaya recuerda, más tarde, la alianza entre xarayes y chiriguanáes para asaltar a Samaipata, y menciona el ataque chiriguana al fuerte (1961 [c. 1605/1636]). En 1559, sabemos que los tacanbucus o tacuanbucus, “los quales estan en la frontera de las jaguaguas, ques el pueblo çercado” tenían mucho metal robado33. Así, el metal no sólo viaja “de mano en mano” –y pacíficamente– de occidente a oriente: también es el motivo de expediciones multiétnicas y belicosas de este a oeste, en las cuales participan “chiriguanáes”. Tanto Nordenskiöld (1917) y Métraux (1927) recalcaron esta “sed de metal”, y el segundo la identificó como una de las principales causas de las migraciones guaraníes hacia el oeste. De hecho, son los chiriguanáes los principales y más valiosos informantes de los españoles: “estos chiriguanas enteraron mas en las rriquezas de la tierra; hablaron siempre de bista”; de los chiriguanáes pitaguari “nos ynformamos muy en particular”; “los que dan mas clara rrelaçion della otros indios chiriguanaes, que dizen de Pitaguari, que estan al norte de Santa Cruz hasta cuarenta y cinco leguas”34. Pero una aclaración es necesaria aquí: estos chiriguanáes pitaguari, vambaguasu y demás, son parte de los “chiriguanáes de Itatín” como los llamaban los españoles: chiriguanáes (es decir, guaraní-hablantes) que viven al norte y al este de la primera Santa Cruz de la Sierra, donde han llegado (desde Itatín sobre el río Paraguay) en busca de los candires, en busca de metal. Estos grupos, antepasados de los actuales guarayos y pauserna, están bien diferenciados en las fuentes de los “chiriguanáes de la Cordillera”, más sureños, quienes son los actuales chiriguanos. Suárez de Figueroa escribe por ejemplo que Santa Cruz de la Sierra “está en 31 32

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Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 59-60. En todo caso, estos nombres designan a la vez a unos jefes o caciques y a su grupo de gente. Los hombres de Vambaguasu declararon casarse con mujeres xarayes (Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 59): al parecer, las confederaciones reunían a etnias emparentadas, y que se consideraban probablemente como iguales en estatus. En efecto, no tenemos datos sobre la participación en las expediciones de otras etnias del Pantanal que eran, contrariamente a los bambaguasu, vasallas de los xarayes. Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 63. Memoria y rresoluçion… 2008 [1560]: 53; Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 60; Relaçion uerdadera… 2008 [1571]: 216.

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frontera de dos provincias de indios chiriguanaes”, la de Ytatin y la de “los chiriguanaes que están en la cordillera del Perú […] por la parte del Poniente” (1965 [1586]: 404); otros informes contemporáneos diferencian también a los chiriguanáes de Itatín de “los demas que rresiden en esta cordillera”35; el padre Samaniego recorre, a finales del siglo XVI, “la provinçia de Itatim de Chiriguanaes” y luego “los Chiriguanaes de la cordillera” (Crónica anónima 1944 [c. 1600]: 480, 483). Los itatines son los más conocidos entre los chiriguanáes norteños (al punto de dar su nombre al conjunto) probablemente por ser los más numerosos. No son, sin embargo, los únicos. Juntos con ellos están por ejemplo los varai (guarayú) mencionados por Missio…(1929 [1589]) y los pitaguari y bambaguasu que ya encontramos. La distinción entre ambos grupos de “chiriguanáes” es importante para la correcta interpretación de las fuentes quinientistas, y especialmente en el tema de la búsqueda de los candires y del metal. Robos y tributos Sin necesidad de viajar o comerciar, el metal también se puede robar. Es lo que hicieron por ejemplo los payaguás con las cargas de Ayolas antes de matarlo. También vimos que otra etnia, los guaxarapos, estaba excluida del comercio del metal por sus enemigos los xaquides: sin embargo, al menos un testimonio nos afirma que los guaxarapos solían robar a los itatines el metal hurtado a los candires (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LX). Finalmente, existe otro medio, empleado por los chiriguanáes de la Cordillera. Sabido es que los chiriguanáes de esta zona tenían como “vasallos” a diferentes pueblos, en particular –pero no únicamente– a los chanés. A estos pueblos, los chiriguanáes hacían pagar tributos (ver por ejemplo Blas 1914 [1585]). Entre esos tributos podía figurar el metal, pues un documento de 1571 indica que los chichas entregaban “hijos y mugeres y rropa y plata” a los chiriguanáes (Ynformaçion… 2008 [1571]: 229). Planchas, coronas y “cosas buenas” Pocos datos tenemos sobre la cantidad de metal que circulaba en la época prehispánica hasta el río Paraguay. Según Irala, Ayolas traía a su regreso como “XX cargas” de metal (Irala 2008b [1545]: 22), mientras Cabeza de Vaca habla de 66 cargas de oro y plata (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. XLIX). Las “cargas” deben referirse a la cantidad que podía llevar un hombre. En todo caso, estos datos no se refieren a un tráfico propiamente indígena. Más información tenemos sobre el tipo de metal que se intercambia o que se roba. Aparte de oro y plata, circulan probablemente también piedras preciosas utilizadas por ejemplo como tarugo labial (tembeta) por varios grupos, pero también otros metales como el cobre. Los indígenas de los llanos y del Paraguay saben diferenciar los diferentes metales. En Puerto de los Reyes, Cabeza de Vaca muestra diferentes objetos de metal a un tarapecoci: Fuéle mostrado un candelero de azófar muy limpio y claro, para que lo viese y declarase si el oro que tenían en su tierra era de aquella manera; y dijeron que 35

Relación de los servicios de Ñuflo de Chávez y Álvaro de Chávez 2008 [1589]: 253, 269.

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lo del candelero era duro y bellaco, y lo de su tierra era blanco y no tenía mal olor y era más amarillo, y luego le fue mostrada una sortija de oro, y dijeron si era de aquello mismo lo de su tierra, y dijo que sí. Asimismo le mostraron un plato de estaño muy limpio y claro, y le preguntaron si la plata de su tierra era tal como aquélla, y dijo que aquélla de aquel plato hedía y era bellaca y blanda, y que la de su tierra era más blanca y dura y no hedía mal (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LXX). Lo mismo hace más tarde un jefe xaray: Fueles mostrada una sortija de oro, la que tomaron en las manos los prinçipales, y ludiendo [le dieron] con ella en los dedos, la ponian en las narizes; dixeron que de aquello era el metal amarillo. Preguntado que para que lo holia; dixeron que avia hotro metal amarillo que no era bueno y tenia mal holor, y que desto hazen en aquella tierra las herramientas con que cortan y hazen sus labores (Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 58). El metal, blanco o amarillo, circula bajo dos formas principales: las “planchas”, es decir la primera forma dada al metal por los mineros caracaras (Platt et al. 2006); y objetos labrados, trabajados. Cabeza de Vaca indica que los tarapecocis tienen vasijas, planchas, brazaletes, coronas y hachuelas y otras piezas de metal. Las cargas traídas por Ayolas consistían “en planchas y brazaletes, y coronas y hachetas, y vasijas pequeñas de oro y plata”. Cuando los itatines fueron “tierra adentro” a robar metal, “en los pueblos que saquearon había habido muchas planchas de plata y oro, y barbotes, y orejeras, y brazaletes, y coronas, y hachuelas, y vasijas pequeñas” (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LXX, XLIX y LX). Schmidel menciona a “una corona de oro que pesaba casi un marco y medio” entre los xarayes, a “argollas de plata” entre los ortueses (Schmidel 1993 [1567]: cap. XXXVI y XXXVII). Los usos dados a estos diferentes objetos, y el valor que se les da, diferían evidentemente según los pueblos. Este tema está documentado, aunque bastante pobremente, para algunos grupos del Paraguay y de los llanos. En Asunción misma, los guaraníes o carios utilizaban, según Cabeza de Vaca, hachuelas de cobre durante el rito caníbal; los mismos se adornaban con planchas de cobre, que reverberaban el sol, para ir a la guerra (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. XVI y XXIII). Río arriba, en el Puerto de los Reyes, no está registrado el uso del metal como adorno. Los aros que cuelgan de las orejas son de calabaza y no de metal36, y de madera también son los “ídolos” de los indígenas de la zona, aunque mencionan ídolos de oro y plata en la “tierra adentro” (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LIV). Para los sacoci del mismo Puerto de los Reyes, Schmidel indica que el tarugo labial o tembeta de las mujeres es una piedra gris de cristal, aunque ignoramos su procedencia (Schmidel 1993 [1567]: cap. XXXIV). Más al oeste, entre los gorgotoquis de los alrededores de la primera Santa Cruz, los tarugos labiales 36

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Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LIV; Schmidel 1993 [1567]: cap. XXXIV.

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también son de piedra, de color azul para los hombres y verde o gris para las mujeres (Schmidel 1993 [1567]: cap. XLVII): tal vez nos encontremos aquí con huellas de un comercio de turquesas u otras piedras preciosas. Río arriba en el Pantanal, entre los xarayes, la presencia de metal está mejor documentada. A los españoles, el jefe xaray regala “una corona de oro que pesaba casi un marco y medio, ítem una plancha de oro, que alcanzaba a jeme y medio de largo y a medio jeme de ancho; también un brazalete esto es, un medio arnés y otras cosas más de plata” (Schmidel 1993 [1567]: cap. XXXVI). Ya mencioné que los xarayes conocían otro “metal amarillo” y “hediondo”, probablemente el cobre, del cual están hechas sus herramientas: es probable que estas herramientas llegaban ya hechas desde el oeste, pues no tenemos ninguna referencia al trabajo del metal entre los xarayes. Finalmente, y como los gorgotoquis, los hombres xarayes ostentan tarugos labiales hechos de una piedra azul, probablemente turquesas (Schmidel 1993 [1567]: cap. XXXVI). Los ortueses o hortugueses, pueblo “vasallo” de los xarayes (Lomas Puertocarrero 2008 [1604]), también tienen metal. Su jefe regala a los españoles “cuatro planchas de oro y cuatro argollas de plata que se ponen en los brazos; pero las planchas las usan los indios en la frente como adorno, así como en esta tierra [Alemania] los grandes señores usan ricas cadenas en los cuellos” (Schmidel 1993 [1567]: cap. XXXVII). Interesante es notar que los ortueses hacen estos regalos a los españoles a cambio de otro metal, más sólido, y muy tempranamente codiciado por los indígenas: el hierro, bajo la forma de cuchillos, hachas y otras herramientas. “Tierra adentro” al oeste del Pantanal viven los tarapecocis, grandes conocedores del metal que saben oler y reconocer. Cabeza de Vaca indica que tienen “un barbote grande en el labio bajo, de plata, y unas orejeras de oro […] de unas tinajas grandes que estaban dentro de la casa llenas de maíz [Francisco de Ribera] vio sacar ciertas planchas y hachuelas y brazaletes de plata” (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LXX). Más al oeste todavía, sobre las orillas del río Guapay, es decir a la frontera de los candires, los tacanbucu o tacuanbucu tienen palas de metal robadas a los candires de Xaguagua o Samaipata, y “tenian muchas y muchas vasijas en que beven de las que han tomado en aquel pueblo”; cerca de ellos, probablemente Guapay abajo, los “timbus” tienen “todas las narizes horadadas, en las quales acostunbran a traer algunas cosas de metal amarillo, atravesados”37. Difícil es identificar con seguridad a estos “timbus”, pues la palabra se utilizaba para designar a prácticamente cualquier pueblo que usaba adornos en la nariz, un poco como “orejones” para los que se perforaban las orejas. Chaco adentro, los mbayás también son poseedores de metal, en particular de “metal blanco”. Cuando Irala pasó por sus pueblos en 1548, le regalaron “cuatro coronas de plata, que se ponen en la cabeza; también le dieron seis planchas de plata, de las que cada una medía 1 ½ jemes de largo y medio de ancho; las tales planchas se las atan a la frente por lujo y como adorno”. En otra traducción del texto de Schmidel, la información es más completa: “ellos atan las planchas a la frente por gala cuando acaso quieren partir de viaje, sea a la guerra o a cazar o a otra diversión, como acá un señor rico cuelga sobre sí una cadena de oro”38. 37 38

Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 61. Existen de hecho dos versiones “originales” del texto de Schmidel, la una en alemán y la otra en latín:

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Acabaré este recorrido con los chiriguanáes, sean itatines, pitaguari, varai o bambaguasu: en todo caso, me refiero aquí a los chiriguanáes llamados a menudo “itatines” en las crónicas, a los que podemos llamar los “chiriguanáes del norte” para diferenciarlos de sus homónimos de “la Cordillera” más al suroeste. El informe de Chávez y Salazar indica que en su(s) expedición(es) a los candires, los chiriguanáes “hallaron çiertos vasos de oro, los quales tomaron y hizieron quentas dellos para sus mugeres”; en Xaguagua, “siempre hallavan palas y herramientas de metal”, y con el metal robado “an hecho quentas y planchas, chipanas”39. Sin embargo, en el caso de estos chiriguanáes, tal vez se pueda ir más allá para entender el significado dado al metal. En una versión del informe de Chávez y Salazar40, Pitaguari dice que la expedición a los candires tuvo lugar “en el tiempo que pareçio vna estrella en el çielo con un rrasgo [¿rayo?]”. La información es insegura, pues otras versiones del mismo informe no la mencionan41. Sin embargo, es tentador poner esta información en paralelo con el culto al rayo (y asociado al metal) que existía en las minas de Porco, entre los caracaras (Platt et al. 2006). Otros datos parecen mostrar que el metal es para los chiriguanáes “del norte” algo más que una moneda o un adorno. Pitaguari quiso acompañar a Ñuflo de Chávez hacia el país de los candires “porque aquella tierra era en donde avia dado Dios todas las cosas buenas”42. Y entre otros “chiriguanáes del norte”, los itatines y varai (guarayú), sabemos que existía en el siglo XVI (y todavía en el siglo XIX) un dios llamado… Candire43. Todos estos datos, aunque no alcancen para llegar a una comprensión cabal del uso y del significado del metal entre los diferentes pueblos de las tierras bajas orientales, deben hacer reflexionar. Que el metal (oro y plata) tenga un valor de trueque, que sea considerado como un objeto digno de intercambio, es indudable. Sin embargo, su uso se revela a menudo fuente de prestigio y de poder; lo mismo muestra, a nuestro parecer, asimismo, el uso de piedras preciosas para un “adorno” tan simbólico como el tarugo labial cuya colocación marcaba la llegada a la edad adulta y el prestigio. El valor dado a los metales preciosos como oro y plata parece, en todo caso, bastante diferente del que se dio luego al hierro traído por los españoles, concebido como una herramienta muy útil, muy preciada y buscada, pero aparentemente por su utilidad más que por prestigio o adorno. Entre los chiriguanáes itatines, no cabe duda: el metal está asociado a las “cosas buenas”, los candires “señores verdaderos” a un dios o un héroe civilizador, y tal vez al rayo.

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de ahí las traducciones variables. Ver Schmidel 1993 [1567]: cap. XLIV, y la versión de Lafone Quevedo en www.cervantesvirtual.com. Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 59, 61 y 62. Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 60. Relación general que tomó en pública forma…1965 [1559]. Relaçion general de todo lo susodicho… 2008 [1560]: 60. Missio… 1929 [1589]; José Cors en Cardús 1886: 76.

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Palabras finales Las líneas que anteceden sólo constituyen una compilación de datos para una primera aproximación sobre el tema del metal entre los pueblos indígenas de los llanos y del río Paraguay en la época prehispánica. Muchas incógnitas quedan por cierto sin resolver, y sólo quisiera presentar algunas reflexiones para concluir. La primera es bastante evidente: una vez más, y en consonancia con una multitud de estudios recientes, la barrera puesta en los estudios y las mentalidades entre Andes y tierras bajas se revela, más que permeable, inexistente. Samaipata, “La Fortaleza” y el río Guapay marcaban el límite efectivo de la presencia del Inca hacia el este. Sin embargo, tenemos que notar primero que recientes excavaciones arqueológicas remodelan por completo la perspectiva clásica sobre la presencia inca en las tierras bajas. El sitio de Samaipata mismo revela huellas de ocupación prehispánica por parte de pueblos de las tierras bajas, tal vez de Mojos; mencionemos, también, el descubrimiento, por Märtti Pärssinen, de un fuerte incaico en Riberalta en la Amazonía boliviana (Pärssinen y Siiriänen, 2003). Y debemos ser conscientes, en segundo lugar, que el límite de una presencia física efectiva no significa que ahí se acaban relaciones sociales, influencias, tráficos de gente, de creencias y de objetos. Hemos identificado algunas de las rutas del comercio prehispánico del metal, desde el Guapay hasta el Pantanal, y del Pantanal río abajo; asimismo, las excavaciones arqueológicas del gasoducto Bolivia-Brasil en el Pantanal revelaron huellas de “presencia” inca, tal vez no presencia efectiva, pero sí circulación de objetos y técnicas44. De la misma manera, el Gran Chaco, obstáculo casi invencible para los conquistadores, barrera entre Charcas y Paraguay, es también mucho más que eso: el comercio del metal (entre otros temas que faltan por investigar) revela más bien una verdadera telaraña tejida entre los diferentes grupos, que une más que separa a los pueblos asentados en sus márgenes. Sólo mencionaré otra reflexión que impone la lectura de las fuentes: se trata del paso de la búsqueda de “los candires” a la “del Candire”. Aunque insistió, y largamente, sobre la sed de metal como uno de los motivos de las migraciones guaraníes, Alfred Métraux desarrolló luego otra hipótesis, asimilando la tierra “de los candires” y de “las cosas buenas” a la famosa “tierra sin mal” (1929: 924; 1930: 304-308). Los trabajos de Hélène Clastres (1975) harían luego más que famosa esta tesis. Investigaciones recientes cuestionan la asimilación entre Kandire y tierra sin mal, en diferentes sentidos: sobre la base de las mismas fuentes que he utilizado en estas páginas, Catherine Julien (2007) muestra, primero, que si bien tuvieron lugar migraciones de grupos guaraní (pero también xarayes por ejemplo) hacia el oeste, fue, con toda claridad, en busca de metal y no de un “paraíso terrenal” como se suele describir a la “tierra sin mal”. Podría ir en el mismo sentido la posible relación que sugerí más arriba entre el nombre de los “candires” y el del inca Condori de Samaipata. Por otra parte, y tal como lo evidencian las fuentes citadas en este ensayo, si una asimilación es posible entre los candires y una “tierra sin mal” o una tierra donde vive un dios o un héroe civilizador, esta asimilación sólo es válida para los chiriguanáes itatines o del norte de los cuales hablan las primeras 44

http://www.jb.com.br/jb/papel/internacional/2005/05/07/jorint20050507010.html y http:// www.jb.com.br/jb/papel/internacional/2005/05/07/jorint20050507010.html. Agradezco a Isabelle Daillant por esta referencia.

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crónicas, y que son los que hablan de “cosas buenas”, los que se fueron “en demanda del Candire” y los que tenían un dios llamado Candire. Porque estas crónicas hablan de “chiriguanáes”, y porque hoy sólo se llama “chiriguanos” a los guaraníes de la Cordillera, los investigadores hicieron, sin más precaución, de Candire y de la “tierra sin mal” un mito y una creencia de los chiriguanos sureños… olvidándose de los guarayos actuales, descendientes de los itatines y demás varai (Combès 2006ª). Las fuentes quinientistas más tempranas reflejan una situación válida para la época prehispánica en el oriente, o justo al momento de la llegada de los conquistadores. Después del viaje de Irala a los tamacocies, la situación cambia, muy rápidamente. Las informaciones son más escasas en las crónicas, pues los españoles de Asunción como Chávez ya no buscan a los carcaráes que ya identificaron con los caracaras de Charcas. De parte de los indígenas, la fundación de las ciudades de Nueva Asunción o de la primera Santa Cruz, el “repartimiento” de las etnias a los españoles y las enfermedades hacen desaparecer a grupos enteros, les relocalizan, y truncan en todo caso el comercio prehispánico. Los españoles de la primera Santa Cruz adoptan dos nuevas tácticas: buscan primero minas de metal en su propia región, y de hecho Ñuflo de Chávez fue matado por los itatines mientras buscaba minas de plata en su territorio45. El gobernador Juan Pérez de Zorita encuentra minas entre los itatines y payzunos (Pérez de Zorita 2003 [1573]); en 1571, la esperanza es grande en Santa Cruz, pues “se an hallado muchas minas de plomo, y sigun espertos que tenemos son de plata porque alli las sierras tienen grandisima altura” (Relaçion uervadera… 2008 [1571]: 213). Hasta inicios del siglo XVII, sigue el sueño de descubrir el “cerro rico” de Saypurú en la cordillera chiriguana46. Por otra parte, la esperanza y el mito siempre inalcanzable de la “tierra rica” se desplaza. Los cruceños buscan a partir de entonces hacia el noroeste, hacia Mojos. En esta época nace el mito de la tierra de Mojos asimilada al El Dorado, al Paytití, al Candire, o a un reino neo-inca en los llanos. Es el comienzo de otra era en la búsqueda del metal en el oriente: una era donde los protagonistas son esta vez los españoles, y donde el comercio prehispánico del metal blanco y amarillo sólo queda como recuerdo. Isabelle Combès Instituto Francés de Estudios Andinos/UMIFRE nº 17 CNRS/MAE [email protected]

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Relación de servicios de Ñuflo de Chávez y Álvaro de Chávez 2008 [1588]. La “capitulación de Pedro López de Zavala” (1602) habla, por ejemplo, del posible descubrimiento de “las minas del cerro de saipuru de cuya riqueza se tiene gran noticia” (en Mujía 1914 t. 3: 60). Ver García Recio 1988: 76, Combès 2008.

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Croquis 1. Ubicación aproximada de los grupos indígenas del río Guapay hasta el Pantanal en el siglo XVI y rutas del metal

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Leyenda del croquis 1 Notas Las ubicaciones de Puerto de los Reyes son las de Sanabria Fernández (1974) y Julien (2005b ). Zonas (1) Alto Paraguay y sur del Pantanal - “río arriba de los guaxarapos”, sin más indicaciones: ahuagu, asua, coci, chemerono, decoxi, garindi, goacamas, guarhagui, guaychano, gueno, guetari, oadyis, oape, oetari, suacheagui, temesesy, uaga, xabacoxi, xacota, ymore, yriacoxi. - “río arriba de los guaxarapos” en la orilla oeste del Paraguay: ayguas, cario de Garabatatibi, turubones, turucoxi, xaquides. - Puerto de los Reyes: cacoci-chaneses, quigoaracoçi, sycosy, xacosy. (2) Pantanal, laguna de los xarayes Etones, ortueses (ambos al noroeste de los xarayes), xarayes. (3) Entre Puerto de los Reyes y Santa Cruz la Vieja Itapua, tarapecoci. (4) Santa Cruz la Vieja Chaneses, gorgotoqui, panecoci, tipeono, vracoçi. (5) Entre Santa Cruz la Vieja y el río Guapay Payzunos, çimeonos, çurumanos. (6) Río Guapay y llanos de los tamacoci o de Grigotá Chaneses, tacuanbucu, tamacoci. (7) Chaco, de La Candelaria a las salinas Chaneses, mbaya, payzunos (al sureste de las salinas). (8) Noreste de Santa Cruz la Vieja, noroeste de los xarayes Bambaguasu, itatines, jamarecoci, payzunos (?), pitaguari, “chiriguanáes” Etnias ubicadas “tierra adentro” sin más informaciones: cheretono, chibiuno, guarigoari, huytig, maracaono.

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