Placeres de la auto-renuncia: 23F, contrato libidinal de la monarquía

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Placeres de la auto-renuncia

23F, contrato libidinal de la monarquía por Alberto Medina

E

l 12 de febrero siete millones de españoles batieron records de audiencia para ver en televisión la última entrega de una miniserie televisiva titulada 23F: El día más difícil de la vida del rey. Los acontecimientos transcurridos en las 17 horas y media de la intentona golpista de 1981 se presentaban en el formato de una serie de suspense ambientada fundamentalmente en los interiores de La Zarzuela, la residencia de la Casa Real.

Tras unos meses atípicamente agitados para la monarquía, empezando por el famoso “por qué no te callas” del Rey a Hugo Chávez y terminando con la polémica en torno a ciertas manifestaciones excesivamente personales de la reina en torno al matrimonio gay, la miniserie emitida por la cadena pública suponía sin duda un ejercicio de reconciliación entre la institución monárquica y sus súbditos, un recordatorio de que los posibles deslices de un monarca envejecido resultaban insignificantes situados en una perspectiva histórica que le otorga su auténtico lugar, el de garante y salvador histórico de la democracia. Teniendo en cuenta ese contexto, la lógica afectiva de la serie establecía una perfecta continuidad con la sucesión de escándalos a la vez que los re-contextualizaba en una narrativa humanizadora. Detrás de la institución monárquica se esconden seres humanos y el vínculo político/simbólico de la ciudadanía con el monarca es inseparable de la complicidad con su dimensión humana. Los dos cuerpos del rey, político y natural, de que hablara Kantorowicz en su estudio fundacional sobre la institución monárquica, no entran en modo alguno en conflicto, sino que se complementan meticulosamente. El mismo título de la serie resulta indicativo apuntando a un re-posicionamiento retórico del lugar que corresponde al monarca dentro del estado. La cabeza se torna en democrática metonimia

del cuerpo. El Rey es identificado con sus súbditos, su sufrimiento es el de todos, su representatividad de la ciudadanía se produce también al nivel del afecto. La serie le convierte en protagonista humano de aquellas horas difíciles: El 23F se transfiere de la historia nacional a la personal: una amistad traicionada, la fidelidad familiar, las dudas demasiado humanas de un heredero que no puede elegir un futuro que debe a la patria, la melancólica soledad de un rey sin amigos. El interés suscitado por la serie cabe ser leído como la extraordinaria pervivencia simbólica de ese evento auténticamente fundacional de la España de la post-transición, el golpe de estado del 23F. Unos meses después, la victoria del Partido Socialista en las elecciones generales es considerada por buena parte de los historiadores y analistas del periodo como la definitiva fecha de clausura de ese periodo de inestabilidad política e identitaria conocido como “transición”, el esperado acceso a la mayoría de edad de la democracia. El objetivo de este esbozo es interrogar la compleja relación que se establece entre un contrato político y otro afectivo y libidinal. En un contexto de inestabilidad y fluidez simbólica en el que la maniquea claridad del discurso franquista y anti-franquista es sustituido por un clima de máscaras, indefiniciones y ambigüedades, la política comienza a concebirse como espaEl Viejo Topo / 75

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punto de entrada para cuestionar ciertos mecanismos afectivos y libidinales consustanciales a la monarquía parlamentaria de la pos-transición. * * * Todo comienza con una violenta irrupción en la escena. El 23 de febrero de 1981, a las 18:23 de la tarde, un espontáneo interrumpe indecorosamente la representación. A lo largo de los años de la transición, el hemiciclo de las cortes se había convertido para todos los efectos en el escenario donde se representaba la democracia ante los ojos de millones de ciudadanos, cuya condición de tales resultaba inseparable El film televisivo 23F: El día más dificil del Rey. de la de televidentes. Si la democracio no sólo humanizado, sino un paso más allá, erotizado. La cia había de ser una transformación política no es menos cierdinámica de seducción mutua, el jugueteo erótico del carnaval to que ésta debía llegar a los ojos de los ciudadanos a través de de signos serán los garantes que mantengan a raya la violencia una imagen mediática poderosa y convincente. En ese sentido, del poder o que, de hecho, la asimilen como un elemento más la ubicua presencia unipersonal de la dictadura es sustituida del juego. En definitiva, el cuerpo y sus ritos de seducción se por una imagen de colectividad armónica, en la que asimetríconvierten en el espacio donde se concilian las ideologías. as y jerarquías políticas quedan borradas frente a la imagen de España se torna teatro libidinal en el que placer y política llecolectividad dialógica. El parlamento se convierte así en una van a cabo un mutuo juego especular llamado democracia, metáfora visual de la democracia que se avecina; metáfora ubipero también, necesariacua en los hogares españoles mente, monarquía. El juea lo largo de interminables go erótico lo es de suminegociaciones y debates inisión, un suave y estetizado ciados con la redacción de la masoquismo y placer de constitución (o incluso anrenuncia, inofensivo vicio tes, con la ley de reforma pocolectivo que reduce pasalítica) y que se verán hiperdos traumas a pura puesta trofiadas por la directiva del A pesar de la avanzada edad del en escena del placer. Dos consenso que sustituía la exrey y aún sin uniforme, también textos en particular y el clusión con el diálogo o, al en esta ocasión retorna la erótica inesperado diálogo que camenos, su representación. monárquica. be plantear entre ellos nos Las cortes se convierten servirán de guía: el ya menentonces en un espacio facionado 23F: el día más miliar y previsible en los hodifícil en la vida del rey y la gares españoles, una imagen novela de Eduardo Mendicutti, publicada en 1982, Una mala de monótona seguridad, fluencia y continuidad de diálogo, noche la tiene cualquiera. La oscilación y compleja relación mecanismo sereno que garantiza el funcionamiento del estaentre los sujetos aludidos en ambos títulos, el monarca y un do. Bruscamente, esa imagen de seguridad de la madre patria ciudadano en principio genérico y anónimo, nos sirve como democrática es literalmente violada por una masculinidad

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radicalmente inapropiada para la escena, tan agresiva y fálica como espectacularmente anacrónica. El teniente coronel Tejero irrumpe en el parlamento ostentando una colección de reliquias en su cuerpo: un enorme bigote decimonónico, un exótico sombrero acharolado del siglo XVIII, parte de su uniforme de guardia civil , una pistola en ristre que, en manos de militar, no se había visto desde 1936; pero, sobre todo, una imperdonable falta de educación: en palabras de la Madelón, la protagonista travesti de Una mala noche la tiene cualquiera: “Qué número por Dios, como en Sudamérica: hala, a tiro limpio, todas al suelo, se acabó lo que se daba guapos. Qué cosa más ordinaria”. Frente a la comedida, juvenil y seductora masculinidad de, por ejemplo, el presidente saliente, Adolfo Suárez o incluso del mismo rey Juan Carlos, Tejero hace alarde de un machismo autoritario casi paródico de puro enfático pero definitivamente efectivo desde el punto de vista escénico. Bruscamente, el espectáculo de diálogo se torna uno de sumisión. Tejero grita las órdenes que al día siguiente se convertirán en ubicua mercancía mediática en las televisiones de todo el planeta: “Quieto todo el mundo”, que ante la resistencia de Gutiérrez Mellado, vicepresidente del gobierno y general del ejército, se convertirán en “todo el mundo al suelo” y “se siente, coño”. La realidad imita pues a un teatro masoquista. La humillación de un cuerpo político feminizado por parte de una hipermasculinidad autoritaria y cruel (el guardia civil con pistola en mano agrede físicamente a un anciano de 70 años), se convierte en la humillación de un país. Si el espacio de las cortes era metáfora de una democracia dialógica y metonimia de un país en calma que dialoga civilizadamente sobre su futuro, instantáneamente esa metonimia lo es de un país arrodillado frente a la arbitrariedad de las perversiones del maestro. * * * El siguiente paso simbólico no es menos ortodoxo dentro de la teatralidad sado/masoquista: los ojos vendados. Si los parlamentarios parapetados y humillados tras sus escaños sólo escuchan la voz del maestro de ceremonias, sin atreverse a

Tropas en la calle.

confrontar su mirada, los millones de españoles unidos al espectáculo del poder por el cordón umbilical de la televisión se ven en la misma situación. A la exhortación a dejar de filmar dentro del parlamento, le sucede la toma militar de la sede de radiotelevisión española. A partir de entonces y hasta el discurso del Rey bien entrada la madrugada, los españoles permanecen ciegos, pendientes tan sólo de una radio insuficiente y simbólicamente minusválida. La vuelta a la normalidad pasará, como veremos, por la devolución de la imagen a ese público ciego y el retorno de la primacía de la mirada. La compleja economía libidinal desplegada en el 23F es

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Ynestrillas con Tejero

sus páginas. Su marginalidad no está en absoluto reñida con su carácter representativo, no es sino un ciudadano más, con los mismos temores, reservas o expectativas que cualquiera. En el ámbito del 23F, el estado de excepción tiene el efecto de hacer resaltar la utopía igualitaria de la democracia. Frente a la libertad acosada, la Madelón no es sino otro más, sus “posturitas” quedan suspendidas ante la gravedad de la situación, pero, de modo simétrico, la ciudadanía entera se traviste. La Madelón imagina un espacio de solidaridad ciudadana comprendido tras el pronombre “todos” que, a lo largo de la novela, quedará feminizado. Todas son como ella, ella es como todas. yo sentí que no estaba sola, que en todo Madrid –que en toda España– había miles de personas como yo, o sea que éramos multitud, un gentío que daba gloria vernos, todos en el tormento de no saber, todos con el corazón en un puño, todos apretujados, sin tiempo ni ocasión para remilgos, sin ganas de posturitas, sólo con unas ganas locas de que aquello terminara bien, con una necesidad loca de escuchar hasta por el ombligo, por mentar un sitio raro pero decente, y con el pecho lleno de ansia de libertad. Me sentía yo hermana de todos, una cosa preciosa que nunca me había pasado antes.

La aparición del rey

magistralmente retratada por Eduardo Mendicutti en su novela Una mala noche la tiene cualquiera. Publicada apenas un año después del golpe, el texto resulta perfectamente simétrico (pero también, como veremos, complementario) a El peor día en la vida del rey. Si en la serie de televisión es el monarca quien se convierte en metonimia de la nación y su humano sufrimiento frente a la inseguridad del estado de excepción, ese lugar corresponde en la obra de Mendicutti a La Madelón, una travesti andaluza de clase baja emigrada a Madrid que se pasa la noche del 23F aterrorizada en su reducido apartamento y, ante el obstinado silencio de la televisión, con el oído pegado a la radio en espera de noticias. La vocación ejemplar del personaje de la Madelón que anuncia el título de la novela, reaparece puntualmente a lo largo de

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La lógica que cohesiona esa multitud sigue puntualmente la lección parlamentaria del consenso. La inserción en el grupo se convierte en una cuestión de educación y decencia en la que extravagancias y rarezas personales han de ser limadas para no ofender a nadie, precisamente lo que ese maleducado de Tejero no ha sabido hacer. Paradójicamente entonces, el precio de la ejemplaridad de la Madelón es el disimulo de su diferencia espectacular, el sometimiento de la misma a una retórica de la decencia y el saber estar. * * * Pero si la multitud permanece unida en su ansia de libertad, no es menos cierto que lo hace desde la sumisión y la restricción espacial. Por diversas razones en las que sería demasiado prolijo entrar, la movilización ciudadana esa noche es completamente inexistente. Cada ciudadano permanece agazapado en su casa, unido a los demás por el miedo y la espera, de modo perfectamente análogo a esos parlamentarios que siguen escondidos en sus escaños a la espera de una nueva orden del

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maestro. La solidaridad se tiñe de sospecha y, paradójicamente, de soledad:

La fantasía se hace realidad el 23F. El oscuro e inconfesable escenario del deseo se reencarna en esa figura hiper-masculina, violenta y arbitraria que ha tomado el congreso. El fetichismo de la Madelón por figuras uniformadas de autoridad, A lo mejor afuera ya todo se había perdido. A lo mejor ya falangistas, policías, legionatodo lo que me quedaba rios se topa con una inconera eso: cincuenta meveniente encarnación. Pero tros de libertad… Allí, en la salida del laberinto no pami apartamento de cinsará por un cuestionamiento cuenta metros, yo podía de la fantasía sino por su hacer lo que me diera la continuación. Un uniformaEl 23F se transfiere de la historia gana y podía decir lo do arbitrario y cruel no será que se me viniese a la nacional a la personal: una amissustituido por el cuestionaboca… Nunca pensé que tad traicionada, la fidelidad famimiento de la autoridad, sino pudiera gustarme tanto liar, la melancólica soledad de un por otro uniformado, eso sí, mi apartamento. Los rey sin amigos. ahora de mirada benévola y cojines que la Begum se rasgos juveniles. El héroe trajo de Casablanca, una suplanta al villano como duefoto de mi madre cuanño de la suerte de la Madelón quien dice de sí misma: una es do mocita, los cacharros de cerámica que acabarán por una mujer frágil, y ... eso es una desgracia grandísima. echarnos de aquí… un poster de Richard Gere que está buenísimo, un gallo de Portugal… Y la jaula. Ay, la jaula. Lo de la jaula es algo. Esa jaula tan grandísima, que la Begun pintó de celeste y blanco, no tiene bicho dentro, sino una maceta con una planta interior. Bicho no ha tenido nunca.

La fantasía de la libertad restringida, confluye en la imagen de la jaula. El espacio social se compone de ciudadanos libres en sus jaulas, a la vez miembros de la multitud y separados de ella, pero sobretodo faltos de ese cordón umbilical que les permite reconocerse. La televisión sigue sin emitir, nadie sale a la calle. El gobierno de la nación y su parlamento están secuestrados por un loco. La multitud necesita un espejo, una voz serena que les diga que siguen siendo libres; o quizá al final de la espera se topen con la violencia del loco y una libertad arrebatada. Pero la posición de víctima pasiva, a merced de la monstruosidad o la benevolencia del maestro de ceremonias, no carece de encanto. La Madelón, fascinada por las mismas películas misóginas del régimen franquista que la negó, se identifica libidinalmente con las heroínas humilladas en eterna penitencia: Una es así de novelera. En seguida pienso en cosas horribles. Tampoco es que sea de mucho pensar, las cosas como son, pero de vez en cuando sí que me gusta, me encuentro yo de lo más intelectual y de lo más etérea, sobre todo porque casi siempre pienso en cosas de mucho sufrir y me encanta.

* * * A las dos de la madrugada del 24 de febrero, el Rey Juan Carlos I, ataviado con el uniforme de capitán general del ejército de tierra y vulnerando las atribuciones que le otorgaba la constitución, ordena escuetamente el retorno de todos los militares a sus bases y reafirma su apoyo a un orden constitucional que, paradójicamente, en ese mismo instante está rompiendo. En ese momento, la estructura de la monarquía y de la sociedad del espectáculo confluyen en meticulosa complicidad. El desintegrado cuerpo sin cabeza de una ciudadanía desorientada encuentra su norte simultáneamente en la aparición del monarca y la recuperación de la mirada. Finalmente la venda opresora cae de los ojos: el ciudadano telespectador asiste a la restauración de su lugar y del orden en que se enmarca. La venda impuesta por un maestro de ceremonias arbitrario y cruel es finalmente retirada por el héroe benévolo. Ese instante de recomposición de la subjetividad política correspondiente a la monarquía democrática resulta metonimia de todo un periodo, una transición en la que la inseguridad simbólica e identitaria, el peligro de la disolución, necesitan de un punto de referencia, un objeto simultáneamente de deseo e identificación situado más allá de la confusa esfera de lo simbólico, una suerte de promesa libidinal de lo real. En ese sentido, el diálogo establecido en Una mala noche lo tiene cualquiera entre un personaje travesti y el monarca como explícito

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Su hiper-visibilidad corresponde pues a su condición de significante apropiado por una narrativa política colectiva. Es visible y ubicuo en cuanto no se significa a sí mismo, sino que cede su cuerpo para una simbolización ajena, dos en concreto: El travesti posmoderno representa alternativamente el festivo emblema de una España finalmente liberada de su pasado represivo (Garland, Labanyi) o un signo engañoso de cambios superficiales tras los que se esconde una España que no ha cambiado (Abellán, Vernon) (Garlinger, Dragging). La novela de Mendicutti, desde su mismo título, privilegia la dimensión alegórica y metonímica del travesti. Su compleja “materialidad” es la de cualquiera, la de todos, es decir, la de todas. Ella, como todo ciudadano de la transición se da cuenta

Algunos escaparon por las ventanas.

El día después.

objeto de deseo no es sino ejemplo de una constante recurrencia de la metáfora del travestismo en relación al periodo político de la transición. Como Patrick Garlinger ha analizado en dos importantes estudios, el travesti se torna en esos años metáfora de extraordinario éxito que desplaza la posibilidad de una consideración del “travesti” en sí y no como metáfora de nada.

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De cómo somos todas… De lo mal que nos encaja el medio cuerpo de cintura para arriba con el medio cuerpo de cintura para abajo. Que es una angustia malísima la que entra cuando una, por culpa de una mortificación de esas que no te dejan vivir, quiere sacar coraje de donde sea, para no partir con todo de una vez, y se encuentra con que todo por dentro lo tiene al revoltijón. Una ya no sabe lo que es suyo de verdad y lo que es postizo. Y ya no hablo sólo del rollo de silicona o de un detallito de cirugía estética, qué va; Hablo más bien de lo de dentro, de la manera de sentir, de la forma de pensar… Parece que estás hablando con un monstruito que eres mitad tú y mitad otra cosa. Un bicho de feria que tuvo una vida que ya no es suya de verdad… el interior de una es un revoltijo tan grandísimo que mejor pintarse el ojo, plantarse un clavel reventón en el canalillo de los pechos, hacerse la sorda y salir corriendo para los toros, que se hace tarde. El drama personal se convierte en metáfora del drama colectivo. Todas las ciudadanas de la transición le tienen miedo al escondido monstruo que las habita, mitad ser anacrónico, infantilizado durante cuarenta años, mitad aprendiz balbuciente de una democracia todavía esbozada. Frente a ese miedo surge el antídoto de la proliferación del maquillaje y la pose, una ininterrumpida performance

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identitaria que apunta siempre hacia adelante y reinventa Judith Butler: la teatralización del poder no garantiza el exorconstantemente su pasado; “La Madelón nació después y, como cismo de sus efectos, la parodia de imágenes heterosexuales cualquier mujer divina que se precie, no tiene pasado”. Ese opresoras las re-significa tanto como las nutre. nacer siempre después, esa compulsiva borradura de huellas, no es capaz sin embargo * * * de ocultar un estrecho lazo con el pasado. Pero ese Cuando la Madelón, sujeto lazo resulta ahora fetichiejemplar en su fractura, suszado, convertido en juguetituye la realidad opresiva te erótico. Leo Bersani ha que representa Tejero por el Los mandos militares contactados analizado ese mecanismo voluntario sometimiento a desde la Zarzuela no afirmaron al por el cual el objeto de esa benévola figura real que atracción erótica coincide le otorga su libertad, cuando rey su apoyo a la Constitución, a menudo con el de repulacude a una manifestación sino su absoluta fidelidad a la sión ideológica. El unifalangista para coquetear con Corona. forme nazi cautiva y excita los mismos que la pueden al socialdemócrata o al moler a palos en cualquier judío. Contra el idealismo esquina, establece una contide figuras como Foucault o los muchos apologistas teóricos del nuidad de lo político y lo libidinal pretendiendo que es posible sadomasoquismo, Bersani ve en el juego un residuo innegable la borradura de la violencia, su re-significación en juego erótide estructuras de la estructura de poder representadas. No se co. Curiosamente la actitud de la Madelón frente a ese “rey de trata sólo de que el juego permita la manipulación y la transtodas”, repite casi literalmente la respuesta de los generales gresión de la estructura que irrespetuosamente mimetiza. Algo telefoneados desde la Zarzuela la noche del 23f: queda, y la mera erotización no es sólo limpia y liberadora catarsis. No es sólo la mera estructura de la dinámica de poder [El rey] puede contar conmigo para lo que quiera. Él no la que es re-habitada y re-significada. La coartada del deseo lo sabe claro, pero lo sé yo, y cuando me juro a mí misma corre el peligro de otorgar permanencia a unas estructuras que una cosa, eso ya es lo más sagrado. Conmigo no lo tiene se creen desterradas a su “pura” ficcionalización: ni que dudar, y eso que cuando me entra la picá me pongo de un marxista y de un revolucionario que rompe El sadomasoquismo fortalece [estructuras sociales de con todo. Ahora bien, saber que el rey está ahí, nada más opresión], sugiriendo que tienen un atractivo indepenque eso, me da una confianza horrorosa. diente de las ideologías políticas que explotan dicho atractivo, insinuando así el carácter intratable de ciertas Esa noche del 23 de febrero, una y otra vez los mandos miliformas de opresión, su probable resurgimiento incluso si tares contactados desde la Zarzuela no afirmaron al rey su las condiciones políticas que las alimentan fueran elimiapoyo a la Constitución o al nuevo sistema democrático, sino, nadas. El sadomasoquismo, profundamente y a pesar de precisamente ese “puede contar conmigo para lo que quiera”, sí mismo, aduce la continuidad entre estructuras polítisu absoluta fidelidad a la Corona. La estructura jerárquica de cas de opresión y la economía erótica del cuerpo. Es un ejército, residuo obstinado del pasado franquista y su rigucomo si, reconociendo el poderoso atractivo de esas roso vasallaje son sometidos a una mímesis erótica por parte estructuras, su armonía con los más intensos placeres del de la Madelón que fantasea con ese rey que “deje caer un pocuerpo, ellos [practicantes y defensores intelectuales del quito la mano, más que nada para comprobar, que también sadomasoquismo como Foucault] estuviesen sugiriendo tiene derecho la criatura”. que sustituyamos la historia por su teatralizada imitaPero ese objeto de deseo monárquico paradójicamente es ción. (Bersani) mucho más que un fetiche, de hecho representa la ilusión de su trascendencia, la promesa de que la ubicuidad de la falsifiUna lectura análoga, enfocada ahora en el travestismo de los cación tiene sus límites. El rey no es sólo el garante de la deprotagonistas de la muy estudiada película de Jenny Livingsmocracia, sino también y nada menos que el garante de lo real: tone, Paris is Burning, ha sido desarrollada por Peggy Phelan y Es la palabra del rey la que suspende al monstruo fracturado e

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mulo, sin tanto escondite, sin tanta falsificación.

híbrido con la promesa de una identidad, de un muy literal “coming out”: Es inmediatamente después y sólo después del discurso de investidura del rey en 1975 cuando la Madelón por fin puede ejercer de sí misma, acceder a su autenticidad: Fue un rito precioso el de quitarse la ropa de hombrecito, sintiendo ese hormigueo que entra cuando se sabe que una cosa es ya definitiva, que ya todo va a seguir hacia adelante, y que dentro de nada llegará el momento en que empiece a sentirse abiertamente a gusto en lo que siempre quiso ser, sin tanto laberinto, sin tanto disi-

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La identidad, pues, se estructura como obediencia, eso sí, enmarcada en un juego erótico que la disimula y parece convertirla en complicidad. El rey se convierte en pieza crucial en el exorcismo de un terror al vacío, la estrategia erótica que ahuyenta la sospecha de una fantasmática ausencia constitutiva. El rey es ese maestro benévolo en cuyas manos la Madelón emplaza el placer de su renuncia a cambio de una promesa de identidad, pero también esa no tan simbólica cabeza del estado en que los ciudadanos quieren ver completada su sospechada fragmentación. Naturalmente, no se trata de afirmar en la estela de Baudrillard que el 23 de febrero nunca existió, que fue una mera teatralización, ceremonia mediática para afianzar un poder establecido, no se trata de alimentar el rumor, todavía vigente, de que todo fue un gran montaje del CESID, los servicios secretos, para precisamente prevenir cualquier tipo de intentona golpista y reafirmar la autoridad del rey. Las circunstancias históricas no cambian la estructura simbólica que se funda ese 23 de febrero, esa democracia que, paradójicamente, precisa de la “fantasía” de su puntual y estratégica suspensión, esa mayoría de edad aliviada ante la idea de que en algún momento puede jugar a la renuncia, someterse al placer de la obediencia. El 10 de noviembre del 2007, 26 años después del 23F, un hecho extraordinariamente difundido y, aparentemente, muy distinto al que nos ocupa, ilumina la continuidad de esa estructura de fascinación secretamente atraída con el poder “extraordinario” de un rey que se niega a permanecer en los límites de lo simbólico. La historia es de todos conocida. Nos enfrentamos de nuevo a un problema de educación, la irrespetuosa interrupción de una representación. En la XVII cumbre Iberoamericana de jefes de estado, Hugo Chávez interrumpe el turno de palabra del presidente español, Zapatero. Frente a su obstinada insistencia en hablar fuera de turno, el rey pierde la paciencia y se dispone a enseñarle algo de educación. Sin pedir a su vez la palabra y dirigiéndose directamente a Chávez le espeta el famoso “por qué no te callas”. La estructura simbólica del 23F se repite meticulosamente. Frente a una abrupta interrupción de la representación por

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quien no parece reconocer las reglas que la dirigen, quien sí Todo ese escenario no resulta sino erotización de la paradoparece conocerlas y defenderlas las ignora igualmente para ja que Sloterdijk, Zizek y otros críticos contemporáneos destaponer orden. La recepción posterior por parte de buena parte can a partir de la filiación de modernas formas políticas con la de los medios recuerda inevitablemente las problemáticas que estructura kantiana del proyecto ilustrado. Razón y obediencia nos hemos encontrado a lo no se sitúan en una relación largo de estas páginas. En de tensión sino de compliciprimer lugar, paradójicadad. La exhortación kantiamente, es el deslizamiento na: “Razona sobre lo que entre el cuerpo político y el quieras y cuanto quieras pecuerpo natural del rey el ro obedece” no es residuo de que para muchos sirvió una estructura autoritaria como elemento de reafirheredada. Por el contrario, es En el famoso “por qué no te callas” mación afectiva de la figura la base imprescindible del la estructura simbólica del 23F se monárquica. Las voces que proyecto ilustrado: repite meticulosamente. afirmaban lo obvio, el hecho de que el rey estaba La paradoja definitiva de comportándose de modo Kant es esa prioridad de completamente inapropiala razón práctica sobre la do a su cargo, fueron solapadas teórica: podemos liberarnos de por aquellas para las que el restricciones sociales y lograr rasgo de “humanidad” y pérdila madurez propia del sujeto da de control del rey reafirmailustrado autónomo precisaban precisamente su autoridad mente sometiéndonos a la y estatus y ponían una faz autocompulsión irracional del imrizada al oscuro deseo colectivo perativo categórico. (Zizek) de silenciar al sátrapa. El carácter rigurosamente especular y En este sentido, el placer irrasimétrico de las actitudes del cional de la sumisión no constiRey y de Chávez fue naturaltuye un elemento ajeno a ese mente un rasgo silenciado en heredero del proyecto ilustrado Tanques en las calles de Valencia. los medios. La misma suspenllamado democracia. Por el consión del orden que es en un caso condenada, es alabada en el trario se sitúa en su núcleo mismo. La yuxtaposición monarotro, bajo la coartada de que esa segunda suspensión es en reaquía parlamentaria no es un anacronismo, sino más bien una lidad una forma de preservar la integridad de un orden en pelirelación natural. gro. Estas páginas se han centrado en una particular coartada de A pesar de la avanzada edad del rey y aún sin uniforme, tamborradura de dicha paradoja: su re-contextualización como bién en esta ocasión retorna la erótica monárquica. Pocos días juego erótico. La sumisión se torna en un “como sí”, una benédespués del suceso Jaime Baily en su programa El francotiravola ceremonia lúdica que pretende teatralizar y así exorcizar dor, ampliamente seguido en toda Latinoamérica comienza su la lógica del poder. La amenaza de la autoridad anacrónica e comentario del evento con un sonado ¡Viva el rey! irracional representada por Tejero es sustituida por su aparenEs, de nuevo, el deslizamiento del monarca más allá de sus temente “inofensiva” teatralización. El escenario masoquista atribuciones lo que más le acerca a sus súbditos o incluso se torna un ámbito civilizado en el que aquello que resulta increa otros nuevos más allá del mar. Un paso más allá, la esdecible, el hecho de que la democracia se sustente en la fantapectacular ambigüedad sexual de que se nutre el personaje sía de su propia suspensión, es suplantada por su escenificade Baily le sitúa en una posición análoga a la Madelón, estación erótica. Se lleva a cabo una conciliación en el placer, pero bleciendo de nuevo un coqueteo literal con el Rey en el que el también la conveniente conmemoración ritual de una estrucsúbdito concibe y contextualiza su posición como papel en tura subyacente que resulta oportuno mantener reducida a un un teatro libidinal. lúdico escenario libidinal!

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