Pieza del primer trimestre de 2016: \"La sala de la Justicia en la Alhambra de Granada\", de Leonardo Alenza, 1840

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Descripción

Pieza del trimestre

ENERO - MARZO 2016

Leonardo Alenza La sala de la Justicia en la Alhambra de Granada, 1840 Sala XIX: Fumador

Alegra García García Historiadora del Arte 1

Catálogo de publicaciones del Ministerio: www.mecd.gob.es Catálogo general de publicaciones oficiales: https://publicacionesoficiales.boe.es/

Edición: 2016

MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE Edita: © SECRETARÍA GENERAL TÉCNICA Subdirección General de Documentación y Publicaciones © De los textos e imágenes: sus autores NIPO: 030-16-003-6

ÍNDICE …. 1. Presentación de la obra 2. Breve biografía de Leonardo Alenza 3. Comentario de la obra: La sala de la Justicia de la Alhambra de Granada, de Leonardo Alenza 4. La Alhambra vista por escritores y artistas extranjeros durante el Romanticismo 5. La Alhambra en la prensa ilustrada durante el Romanticismo español 6. Bibliografía

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1. PRESENTACIÓN DE LA OBRA ....

Fig. 1 Leonardo Alenza La sala de la Justicia en la Alhambra de Granada Óleo sobre tabla, 1840 CE7391 Sala XIX: Fumador Museo del Romanticismo

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a pieza de este trimestre es el óleo sobre tabla titulado La sala de la Justicia en la Alhambra de Granada que fue realizado por el pintor romántico madrileño Leonardo Alenza (1807-1845) en 1840. Esta pequeña pintura de Alenza se encuentra en la sala XIX del Museo, correspondiente al fumoir o fumador. Era este un espacio de carácter masculino que, como indica su nombre, se dedicaba a sala en la que fumar y donde, además, recibir visitas en un ambiente distendido. La decoración de esta sala está impregnada del orientalismo que tanta sensación causó en toda la Europa del siglo XIX y que tuvo su reflejo no sólo en las artes y la literatura, sino también en muebles, estampados y diversos objetos decorativos.

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En la España isabelina era habitual que en casas burguesas y palacetes se decorase uno de los salones a lo oriental. En Madrid existen diversos ejemplos, como la sala árabe del palacio del marqués de Cerralbo (hoy Museo Cerralbo) o el salón árabe del palacio del marqués de Salamanca en la Quinta de Vista Alegre. En este último caso la caracterización a lo oriental va más allá de la simple decoración, pues la sala entera es concebida como una réplica de uno de los salones de la Alhambra de Granada, decorada con artesonados, las llamadas columnas de galgo, yeserías y celosías en las ventanas. Y es que en la aparición y desarrollo de la moda del orientalismo en España mucho tuvo que ver la fascinación que ejerció la Alhambra de Granada, conjunto arquitectónico que además fue restaurado desde finales de la década de 1840 hasta casi 1870. Prueba de este “alhambrismo” y ejemplo del gusto por lo oriental llevado al extremo fue el desaparecido palacio de Xifré, construido frente al Museo del Prado. El financiero José Xifré Downing encargó este palacio a modo de pequeña réplica de la Alhambra, levantándose entre 1858 y 1862.

Fig. 2 Sala XIX: Fumador Museo del Romanticismo

Volviendo a la sala XIX del Museo del Romanticismo, en este fumador se encuentran, además de varios muebles y algunos objetos vinculados al tabaco, diversas pinturas de paisaje relacionadas con este orientalismo. Todas ellas nos presentan, con una mayor o menor dosis de imaginación y fantasía, paisajes y edificios considerados entonces, por influjo del gusto extranjero, ejemplos del exotismo que ofrecía al viajero europeo la España del siglo XIX, esa España para muchos “Berbería cristiana”, “terreno neutral entre el sombrero y el turbante”. El Alcázar de Sevilla por Manuel Barrón (1814-1884), la Puerta de Serranos en Valencia por Jenaro Pérez Villaamil (1807-1854) o, ambientada en algún lugar de Egipto, la Esfinge y pirámide de Eugenio Lucas Velázquez (1817-1870) son sólo algunas de las obras que cuelgan en 4

las paredes de esta pequeña sala que sin embargo contiene pinturas de los principales pintores de la época que, bien a lo largo de toda su carrera o sólo en algún momento concreto, cultivaron el orientalismo. Entre ellos se encuentra Leonardo Alenza, el autor de nuestra pieza del trimestre que, como veremos, jamás visitó ninguno de esos parajes considerados exóticos y apenas salió de Madrid, pero que a pesar de ello realizó esta pintura de una de las salas de la Alhambra de Granada. Y es que él, al igual que Lucas Velázquez o Carlos de Haes, no necesitó recurrir a la experiencia propia para poder plasmar este tipo de escenas. Muchos de esos artistas que jamás viajaron pero que se acercaron a la pintura orientalista con éxito se sirvieron de estampas de otros autores, de descripciones e incluso de su imaginación para realizar estas obras que tanta demanda tuvieron durante buena parte del siglo XIX.

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2. BREVE BIOGRAFÍA DE LEONARDO ALENZA ....

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a vida de Leonardo Alenza (1807-1845) puede ser considerada como prototípica del artista romántico. A su brevedad es necesario sumar lo humilde de sus orígenes y las privaciones materiales y el escaso reconocimiento de crítica y los círculos oficiales que sufrió en vida, comenzando a ser valorado sólo después de su muerte. Formado con los dos pintores neoclásicos más importantes del momento, Juan Antonio de Ribera y José de Madrazo entre otros, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Alenza cultivó el género de la pintura de historia (La muerte de Daoíz en el Parque de Artillería de Monteleón, 1835, Museo del Romanticismo) así como el retrato (Retrato de Agustín Argüelles, tutor de Isabel II, 1841-1843, Museo del Romanticismo), pero destacó especialmente como hábil dibujante y como pintor de escenas de género o costumbristas, captando como muy pocos artistas de su época el Madrid de las clases populares y de los grupos marginales.

Figs. 3 y 4 Leonardo Alenza Sátira del suicidio romántico y Sátira del suicidio romántico por amor Óleo sobre lienzo, ca. 1839 CE0032 y CE0033 Sala XVII: Gabinete de Larra Museo del Romanticismo

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Su técnica suelta y rápida así como su colorido brillante recuerdan al último Goya, de quien siempre se le ha considerado seguidor. Con él compartiría, además, la crítica ácida y la visión irónica de aspectos de la sociedad isabelina como la religión e incluso el propio Romanticismo como movimiento cultural. Sus celebérrimas obras Sátiras del suicidio romántico y Sátira del suicidio romántico por amor (ambas en el Museo del Romanticismo) son buena prueba de ello. En cuanto a sus obras de género, habitualmente de pequeño tamaño, se ha querido vincularlas a obras de esta temática realizadas en el siglo XVII por David Teniers que Alenza pudo conocer en el recién inaugurado Museo del Prado. Alenza fue también un prolífico colaborador en las principales publicaciones periódicas de la época como el Semanario Pintoresco Español, revista fundada por Ramón de Mesonero Romanos, o Los españoles pintados por sí mismos, ilustrando asimismo con asiduidad textos de autores clásicos. Murió en Madrid el 30 de junio de 1845 de tuberculosis, la enfermedad que también llevó a la tumba a otros personajes vinculados al Romanticismo como Enrique Gil y Carrasco o Gustavo Adolfo Bécquer 1.

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Para conocer mejor la obra de Alenza conservada en el Museo del Romanticismo, recomendamos las piezas del mes de años anteriores: Componiendo el periódico y El primer ejemplar (mayo de 2010) y Sátiras del suicidio romántico (diciembre de 2013).

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3. COMENTARIO DE LA OBRA: LA SALA DE LA JUSTICIA DE LA ALHAMBRA DE GRANADA, DE LEONARDO ALENZA ....

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diferencia de muchas de las obras que hoy día se exponen en el Museo del Romanticismo, esta pequeña tabla de Alenza no fue donada por el marqués de la Vega-Inclán, creador del Museo, sino adquirida por el Estado en 2008 a la Sala Fernando Durán. En ese momento ingresó en el Museo bajo el título de Interior de los Reales Alcázares de Sevilla, ya que inicialmente se consideró que la obra representaba el patio de las Doncellas del monumento sevillano. Sin embargo, más tarde se relacionó esta pintura con un grabado del pintor romántico escocés David Roberts, concretamente uno aparecido en 1835 en la obra Tourist in Spain con el título de Hall of Judgement. Ya que la obra de Alenza copia de manera casi exacta el grabado –las variantes son mínimas–, se procedió a cambiar su título por el que hoy día ostenta: Sala de Justicia en la Alhambra de Granada.

Fig. 5 David Roberts Hall of Judgment (Tourist in Spain) Aguafuerte y buril, 1835 Biblioteca Nacional de España

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Esta tabla, por otra parte firmada y fechada por Alenza, constituye una excepción en su producción, ya que el pintor madrileño no solía copiar a otros autores ni cultivó de manera habitual la pintura de tema oriental o con vistas arquitectónicas. Sin embargo, la copia total o parcial de grabados con vistas de edificios fue una práctica habitual durante el siglo XIX y se conocen casos en los que incluso algunos artistas –por ejemplo Valentín Carderera– dejaban sus dibujos y bocetos tomados del natural para que otros los grabasen y empleasen en sus obras y publicaciones. En otros casos, la copia era sin autorización y podía considerarse un plagio, hecho que sin embargo nos habla del éxito y también demanda de una determinada estampa. Comparando grabado con pintura, resulta obvio que Alenza ha introducido algunas variaciones que confieren originalidad a la obra. Además del color, inexistente en el grabado de Roberts, Alenza ha acentuado levemente el contraste entre luces y sombras, consiguiendo un efecto de claroscuro más fuerte que dota al interior de un aire misterioso, ya que parte de las bóvedas y las arquerías de la izquierda permanece en la penumbra, tan sólo insinuando –y por tanto desdibujando– su decoración de mocárabes. Asimismo, Alenza no ha respetado las proporciones del grabado de Roberts, sino que ha aumentado ligeramente la parte superior del mismo. De este modo consigue dar a la imagen un mayor aire de monumentalidad, ya que las figuras del fondo parecen más pequeñas y la perspectiva se alarga, mientras que los grupos masculinos del primer plano son de mayor altura. Este recurso será muy utilizado por Jenaro Pérez Villaamil (discípulo de David Roberts), otro de los grandes pintores románticos, en sus vistas de interiores de edificios, en algunos casos de manera visiblemente exagerada con el fin de impregnar sus obras de mayor grandiosidad frente a la pequeñez del hombre. Finalmente, al observar la obra resulta fácil deducir que Alenza nunca estuvo en la Alhambra (en realidad nunca en su vida salió de Madrid): las llamadas columnas de galgo, prototípicas del arte nazarí y caracterizadas por sus fustes estilizados, aparecen aquí como columnas robustas e incluso toscas, perdiéndose de este modo esa sensación de ligereza y elegancia tan característica del estilo arquitectónico de la Alhambra.

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4. LA ALHAMBRA VISTA POR ESCRITORES Y ARTISTAS EXTRANJEROS DURANTE EL ROMANTICISMO ....

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ue Leonardo Alenza realizase una pintura de la Alhambra y por tanto de tema orientalista en 1840 no es algo casual. Si antes comentábamos que era habitual en las casas y palacetes burgueses del XIX una sala decorada a “lo árabe”, ahora es necesario hablar del orientalismo, esa fascinación y moda por Oriente –tal como entonces era entendido y transmitido este– que recorrió toda Europa durante buena parte del siglo XIX, alcanzando su cota más alta durante el Romanticismo. No en vano, algunos estudiosos han considerado este período como un “Renacimiento Oriental”, tal fue el interés por la cultura, la literatura y lengua orientales. En realidad esta moda orientalista puede rastrearse hasta los primeros años del siglo XVIII, con la aparición de una traducción parcial al francés de Las Mil y Una Noches por Antoine Galland en 1704, siguiéndole la versión inglesa algo después. Así, poco a poco se iría conformando una imagen de un Oriente sensual, paradisíaco, algo decadente; destino predilecto junto a la Edad Media del escapismo romántico. A finales del siglo XVIII aparecería de la mano de William Beckford una novela gótica de tintes orientales, Vathek, un cuento oriental, presentada como una traducción directa de un manuscrito árabe recientemente hallado. Y a comienzos del siglo XIX vería la luz en francés otra novela gótica, El manuscrito hallado en Zaragoza del polaco Jan Potocki. Transcurriendo en su mayor parte en España, en esta obra ya aparecían entrelazados elementos tales como princesas moriscas, cabalistas, gitanos, bandidos e inquisidores. Pero sin duda el autor romántico que más contribuyó a poner de moda todo lo oriental fue Lord Byron con sus “cuentos turcos”, siendo el más célebre de todos el poema titulado El Giaour. Un fragmento de un cuento turco. Fue publicado en 1813 y conoció un éxito inmediato. Francia también contribuiría a este orientalismo, fundamentalmente gracias a las campañas napoleónicas desarrollada en Egipto y Siria entre 1798 y 1801. En la década de 1820 pintores como Delacroix y Géricault presentaron en público obras ambientadas en Grecia y Mauritania, lugares que bien podían considerarse tan exóticos como Arabia. Delacroix, además, comenzaría poco después a trabajar en torno al tema de las odaliscas y las escenas ambientadas en Argelia. Y en lo literario, fundamental resultó la publicación en 1826 de El último abencerraje de Chateaubriand (fig. 6), sobre los amores imposibles entre el último de los abencerrajes y una descendiente del Cid Campeador en la Granada recién reconquistada por los Reyes Católicos. Tres años después, Víctor Hugo publicaría su colección de poemas Les Orientales en los que hay lugar para la Alhambra de Granada junto a serrallos, pachás y los seres fantásticos llamados por los árabes djinns.

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Fig. 6 François-René de Chateaubriand Las aventuras del último abencerraje Valencia, 1829 (2.ª edición) B-VI-18 Biblioteca del Museo del Romanticismo

Resulta obvio imaginar que, ante esta auténtica pasión oriental, numerosos europeos viajaran a España, concretamente a Andalucía, donde, en mejores o peores condiciones de conservación, existían aún numerosos monumentos que podían evocar ese mundo inventado e idealizado de placer, aventuras, exotismo y colorido sin necesidad de marchar al verdadero Oriente. De esta manera, Granada se convertía en un Oriente inmediato. Entre los primeros viajeros extranjeros que después inmortalizarían su viaje por España y en concreto Granada, encontramos al conde Alexander L.J. de Laborde (1773-1842) con su obra Voyage pittoresque et historique de l’ Espagne, publicada en París entre 1806-1820. Uno de sus volúmenes está íntegramente dedicado a Andalucía y en él hasta cincuenta grabados corresponden a Granada. Algunas de las estancias escogidas por el artista francés fueron la sala de Dos Hermanas, la sala de los Abencerrajes o el salón de Embajadores. En todas estas láminas plasma con gran detalle la minuciosa decoración de yeserías de las estancias, los alicatados e incluso las inscripciones árabes, mostrando una imagen muy fiel de la apariencia de la Alhambra a comienzos de siglo. En 1829 encontramos instalado en la misma Alhambra a quien probablemente más contribuyó en la difusión de la imagen de una Granada morisca y exótica, el americano Washington Irving (1783-1859). Ese mismo año redactaría sus Cuentos de la Alhambra, que verían la luz en 1832, fruto de la investigación de archivo y la recolección de leyendas de los lugareños. Por sus páginas desfilarán personajes habituales del imaginario orientalista: princesas encerradas, astrólogos o manuscritos que indican la ubicación de un tesoro escondido. Pero también habrá lugar para la Alhambra del siglo XIX, una Alhambra solitaria, abandonada y en ruinas, habitada por familias humildes y tipos populares. 11

Este antiguo y fantástico Palacio posee una magia singular, un especial poder para hacer recordar sueños y cuadros del pasado, y para presentarnos desnudas realidades con las ilusiones de la memoria y de la imaginación 2. De este modo llegamos a la década de 1830, momento en que a nuestro país arriban numerosos literatos y artistas extranjeros –principalmente ingleses y franceses– que a través de sus obras contribuirán a difundir esa imagen de una España islámica, más cercana a la Edad Media que a la época contemporánea. Richard Ford (1796-1858) es sin duda uno de los viajeros extranjeros más célebres y quizá uno de los que más contribuyó a la difusión de España y su historia y cultura en Europa. Llegaría a España en 1830 acompañado de su esposa Harriet, a quien le habían recomendado el benigno clima de la Península para su delicado estado de salud. Instalado en Granada –llegó a vivir en la Alhambra entre junio y diciembre de 1831– y Sevilla, sus tres años de estancia en España le sirvieron para redactar su famoso Manual para viajeros por España y lectores en casa. Asimismo, tanto él como su esposa, avezados dibujantes, plasmarían sobre el papel numerosas vistas de paisajes y monumentos españoles 3. En su Manual, Ford resume mejor que nadie ese gran poder de atracción que la Alhambra ejerció sobre los extranjeros, especialmente los ingleses que casi en masa recorrerían la Península durante las décadas de 1820 y 1830. Esta atracción contrasta, según el escritor inglés, con el abandono e indiferencia de los españoles hacia el monumento, rasgo que compartirían en su opinión con los orientales, que sólo viven al día: … la Alhambra, esa palabra mágica que en la mente de los ingleses constituye el resumen y la sustancia de Granada. Para ellos es el primer objeto, el imán, la perla preciosa; es la Acrópolis, el castillo de Windsor de esa ciudad. Pocos granadinos van nunca a visitarla ni comprenden siquiera el interés total, la devoción concentrada que despierta en el forastero 4. El periodista y viajero Henry David Inglis (1795-1835) llegó a España en la primavera de 1830, pasando en Granada apenas unos quince días del mes de noviembre de ese año. Acerca de la Alhambra vierte opiniones que atañen tanto al estado de abandono de las inmediaciones del conjunto palatino como a la gran admiración que produjo en él su arquitectura: La primera mañana, después de mi llegada, me apresuré a subir a la Alhambra. Entré en su recinto por la puerta de Granada y me encontré en un bosque, que mostraba muchas huellas del imperdonable abandono con que se tratan en España los monumentos más magníficos por quienes presiden los destinos de este país mal gobernado (…) la Alhambra, el monumento más perfecto de la magnificencia musulmana que contiene el mundo (…) No hay descripción que pueda proporcionar al lector una idea sobre la Alhambra de Granada 5. También hablará de los desperfectos causados por aquellos que se atrevieron a arrancar fragmentos de decoración de la Alhambra: Cita procedente del capítulo “El patio de los Leones” de Cuentos de la Alhambra. Recientemente la Academia de Bellas Artes de San Fernando dedicó una exposición a los dibujos de Richard Ford: FORD, R., Viajes por España. 1830-1833, Madrid, Real Academia de Bellas Artes, 2014. 4 FORD, R., Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa, Madrid, Turner, 1980, p. 101. 5 INGLIS, H. D., Granada en 1830, Granada, Ediciones Cam, 1955, pp. 42, 43 y 46. 2 3

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Muchos inconscientes han arrancado trozos de la decoración de las paredes en distintas partes de la Alhambra, pero la vieja que ahora acompaña al visitante, cumple su cargo tan cuidadosamente que, a menos que sea asequible mediante el soborno, me parece difícil que pueda cometerse un hurto 6. Los pintores ingleses David Roberts (1796-1864) y John Frederick Lewis (1804-1876) coincidieron durante varios meses en su periplo español. El primero permaneció en nuestro país desde diciembre de 1832 hasta septiembre de 1833 y el segundo prolongó su estancia desde 1832 hasta 1834. Ambos pintores sintieron especial afición por la pintura orientalista y la Alhambra se convirtió en protagonista de sus dibujos, acuarelas y pinturas, que en muchos casos alcanzarían gran difusión como litografías. En el caso de David Roberts, autor del grabado en el que se basó Alenza, durante sus meses en la Península acumuló numerosos dibujos y acuarelas, hoy dispersos por diferentes museos del mundo, que vieron la luz en Londres en 1835 bajo el título de Tourist in Spain y junto a los textos del periodista y viajero inglés Thomas Roscoe. En esta obra, además de la imagen de la Sala de Justicia, Roberts incluyó otras vistas de la Alhambra que incluían entre ellas el patio de los Leones, la puerta de la Justicia, la torre de los Siete Suelos o el patio de la Alberca. Aunque Roberts permaneció en Granada sólo tres semanas, conocemos a través de su correspondencia la grata impresión que la ciudad y la Alhambra causaron en él: La arquitectura [de la Alhambra] es tan peculiar y elaborada que llevaría meses hacerle justicia (…) me voy a la cama a soñar con moros y cristianos, torneos y batallas, pintura y arquitectura 7.

Fig 7 John Frederick Lewis Patio de los Arrayanes Litografía, 1835 CE8028 Museo del Romanticismo

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Ibídem, p. 44 Citado en GALERA ANDREU, P., La imagen romántica de la Alhambra, Madrid, Ediciones El Viso, 1991, p. 132.

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John Frederick Lewis (fig. 7), por su parte, también publicó en 1835 una serie de 26 bocetos y dibujos bajo el título de Sketches and Drawings of the Alhambra, made during a Residence in Granada in the Years 1833-1834. En Granada, además, coincidiría con los Ford, llegando incluso a contar con algunos dibujos de Richard como guía y modelo. En sus dibujos Lewis plasmó una Alhambra llena de vida, habitada por tipos populares realizando diversas tareas cotidianas en estancias como la torre de las Infantas o el peinador de la Reina. El salón de Embajadores o la torre de Comares serán otros de los lugares inmortalizados por él. Casi al mismo tiempo que las imágenes de David Roberts y Lewis, en 1834, vio la luz un interesante trabajo de la mano de dos arquitectos ingleses, Jules Gowry y Owen Jones. Se trata de Plans, Elevations, Sections and Details of the Alhambra. En ellos, con la colaboración del reputado arabista Pascual de Gayangos –encargado de la traducción de las inscripciones en árabe–, se recogían numerosos grabados y dibujos de diferentes estancias y detalles ornamentales de la Alhambra. La década de 1830 también traería a España al escritor francés Prosper Mérimée (18031870), quien no sólo plasmó sus impresiones de España en diferentes publicaciones, sino que con su Carmen (1845) contribuyó poderosamente a la configuración de una imagen de lo español que aún hoy pervive. Y en 1840 literatos como Théophile Gautier (1811-1872) o Alejandro Dumas (1802-1870) visitarían Granada. Cerrando nuestro recorrido, ya en la década de 1860, encontramos el viaje que realizó por España el escritor danés Hans Christian Andersen (1805-1875) durante los meses de septiembre y diciembre de 1862. Puesto que su estancia en Granada coincidió con la visita de Isabel II y su esposo Francisco de Asís de Borbón a esta y otra ciudades andaluzas, Andersen encontró una Alhambra llena de movimiento debido a los preparativos y decoraciones para la recepción de la reina: Me costó mucho conseguir permiso para entrar allí. Andaba todo el mundo la mar de ajetreado con los preparativos de la visita de su majestad la reina. No obstante, unas palabras amables y unas pesetas me abrieron las puertas 8. Una vez dentro, Andersen no podrá dejar de insistir en la imposibilidad de describir con palabras el espectáculo visual que ofrecía cada una de las estancias de la Alhambra: Mas, ¿cómo reproducirla en palabras? (…) Una fotografía, no palabras, podría reproducir semejante cuadro; mas con la fotografía quedaríamos supeditados a su vista desde un ángulo determinado. Hay que vagar de un lado a otro, absorber toda la belleza, acercarse a la ventana abierta y mirar, abajo, el romántico y angosto valle bañado por el Darro 9. Y una vez más, aparece la vinculación ineludible entre la Alhambra y la leyenda: La Alhambra es como un antiguo libro de leyendas, lleno de signos de escritura fantásticos, trazados sobre oro y policromía (…) El sueño acababa de convertirse en una realidad que jamás olvidaría 10. ANDERSEN, H.C., Viaje por España, Madrid, Alianza Editorial, 1988, pp. 100-101. Ibídem, p. 102 10 Ibídem, pp. 101 y 103. 8 9

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5. LA ALHAMBRA EN LA PRENSA ILUSTRADA DURANTE EL ROMANTICISMO ESPAÑOL

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sta moda por lo oriental llegará también a la España romántica y no serán ajenos a ella ni artistas ni literatos. Realmente seducidos por un Oriente que para los extranjeros comenzaba en la propia España o simplemente queriendo satisfacer a una clientela y un mercado europeo ávidos de las aventuras y emociones que las tierras españolas les parecían ofrecer, fueron muchos los pintores y escritores que escogieron a la Alhambra y lo morisco como objeto de sus obras. Nosotros nos centraremos a lo largo de las siguientes páginas en uno de los vehículos fundamentales de comunicación y educación del público durante el siglo XIX: la prensa. En ella también es perceptible ese interés por lo oriental, en concreto por la Alhambra, y encontramos numerosas ilustraciones y textos que nos hablan de sus lujosas salas, del asesinato de los Abencerrajes y la sensualidad de las odaliscas, todo ello aderezado con más o menos tópicos de creación foránea. Aunque en los últimos años del reinado de Fernando VII se había producido cierto aperturismo en la publicación de prensa, será tras su muerte, en 1833, cuando tenga lugar un auténtico auge y desarrollo de la prensa romántica. El regreso de los exiliados liberales, muchos de ellos procedentes de París, contribuyó a la llegada de las ideas románticas a España y a la aparición de revistas siguiendo los modelos franceses. La mayoría de estas publicaciones se caracterizó por su corta vida pero también por la gran calidad de sus contenidos, tanto literarios como gráficos. Entre los fundadores y colaboradores de este tipo de prensa encontramos a Eugenio de Ochoa y Federico de Madrazo (responsables de El Artista), los escritores José Zorrilla, José de Espronceda y Enrique Gil, el pintor Carlos Luis de Ribera o el compositor Santiago Masarnau entre otros muchos. Muchas de estas revistas románticas trataban temas relacionados con las bellas artes, la arqueología y la literatura, de ahí que constituyan una importante fuente para el conocimiento de la fortuna crítica de artistas y estilos, así como del incipiente interés por la protección, defensa y difusión del patrimonio histórico-artístico español en una época marcada por las consecuencias de la Guerra de Independencia y las desamortizaciones. Para esta pieza del trimestre hemos realizado una selección de artículos sobre la Alhambra de Granada publicados en las principales revistas de la época romántica durante los años 1835 a 1860. A través de ellos podremos conocer la idea que los españoles de nuestro Romanticismo tenían de este conjunto hispanomusulmán y, sobre todo, cómo se difundió la imagen de sus patios, salas y torres a través de las numerosas litografías que acompañaban los textos. Aunque fueron muchos los relatos y poemas impresos en esas revistas que tenían a la Alhambra como protagonista o escenario, hemos preferido insistir en aquellos artículos de carácter descriptivo, muchos de ellos crónicas de viajes, si bien mencionaremos algunos poemas debido a la importancia de sus autores o su calidad literaria.

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Nuestro recorrido comienza con una de las revistas míticas del Romanticismo español, El Artista. Inspirada en la revista francesa L’ Artiste, El Artista fue fundada por el literato Eugenio de Ochoa y el pintor Federico de Madrazo y en ella participaron artistas y escritores como Carlos Luis de Ribera o José de Espronceda, quien publicó en ella por primera vez su Canción del pirata. Como la mayoría de las revista románticas, la vida de El Artista fue corta, pues sólo se publicó entre 1835 y 1836. Sin embargo, resultó fundamental para introducir y difundir las ideas del Romanticismo en España. Junto a sus artículos de opinión acerca del estado de las artes y letras en España o las biografías de literatos y artistas encontramos textos en prosa y verso sobre la Alhambra y Granada en general. Uno de ellos es un “Soneto, escrito en Granada” firmado por C.R. de Berlanga y publicado en 1835. Aunque no se menciona directamente a la Alhambra, su autor bien podría tener en mente sus salones y patios abandonados, en algunos casos ruinosos, evocándose así con palabras los característicos paisajes y edificios en ruinas del Romanticismo. No falta tampoco el tópico literario del Ubi sunt? (en latín ¿dónde están?), la pregunta retórica que nos recuerda una vez más que las grandezas pasadas nunca volverán y que la vida del hombre es efímera y esquiva. Sombras ilustres, que en la noche obscura, Vagais por estas bóvedades errantes, Ora derruidas, orgullosas antes, Mansión de la victoria, y la hermosura, ¿A dónde tanta gala y donosura? Tanto valor de pechos arrogantes, Tanta ternura, y suspirar amantes ¿A dónde fueron, que ni el eco dura? Todo es silencio donde fue alegría; Cayó el alcázar de Alamir 11, su gloria Y su poder tan envidiado un día. De todo apenas, queda la memoria… Todo cede del tiempo al poderío, Solo eterno es mi amor, el dolor mío. En 1836 apareció una pequeña reseña que daba cuenta del descubrimiento en la Alhambra de un “salón subterráneo” o mazmorra para guardar alhajas o “como dice el vulgo para castigo de los esclavos cristianos que se resistían a renegar”. Aunque no se aportan más detalles y ni siquiera se adjunta una ilustración, esta pequeña noticia es testimonio del incipiente interés de los románticos hacia el estudio de la arqueología y las antigüedades, conscientes del valor de nuestro patrimonio y a imitación de lo que se estaba haciendo en otros países europeos. En ese mismo año de 1836 era publicado un romance bajo el título de “La Rosa de la Alhambra”, firmado por el periodista y escritor Mariano de Rementería y Fica (1786-1841). En él nuevamente se nos presenta una Alhambra que ha perdido su esplendor, solitaria, casi fantasmal, y que gime ante la grandeza perdida. Sin embargo, el poeta nos confiesa que ha encontrado en ella un tesoro que debería servir para cesar su llanto: se trata de una rosa que permanece escondida en uno de los jardines y a la que el poeta recomienda que permanezca oculta de las miradas del resto de mortales. 11

Alamir: el Emir.

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¿Para qué gimes, Alhambra, Tu pasada majestad, Cuando abrigas en tu seno La joya más singular? Como nos indica su autor junto al título, este sugerente romance fue escrito para acompañar uno de los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving: el titulado El Paje y el Halcón o La leyenda de la Rosa de la Alhambra, en el que la rosa del título no es sino metáfora de la joven que en una de las torres del conjunto palaciego habita. Otra de las grandes publicaciones del Romanticismo fue la revista fundada por el literato Ramón de Mesonero Romanos, Semanario Pintoresco Español. A diferencia de otras revistas surgidas en las décadas de 1830 y 1840, esta supo mantenerse en el tiempo –se editó desde 1836 hasta 1857– y alcanzó gran popularidad y difusión, llegando a tener tiradas de hasta 5000 ejemplares en sus primeros años de vida 12. En sus páginas encontramos numerosos artículos en los que la Alhambra aparece con mayor o menor protagonismo: poemas, leyendas, relatos o crónicas de viajes acompañados con frecuencia por litografías que daban a conocer al gran público los patios, jardines y salas del conjunto nazarí. En el número 43 de 1837 13 apareció un extenso artículo sin firma titulado “Alhambra” al que acompañaba un grabado realizado por A.G. del Patio de los Leones (fig. 8). El punto de vista escogido, con las columnas de galgo del templete en primer término y la fuente de los Leones al fondo, conforma una de las imágenes por antonomasia de la Alhambra que aún hoy es muy recurrente en fotografías de turistas y guías de viajes. Con anterioridad otros artistas y viajeros como John Frederick Lewis y Richard Ford habían escogido una perspectiva similar para inmortalizar el patio y en 1862, en el libro Portugal und Spanien editado en Frankfurt por Theodor Völcker encontramos un grabado casi idéntico al del Semanario, debido a C. Strahlheim. En este caso, tanto el grabador del Semanario como Strahlheim estaban copiando una vista en perspectiva del patio de los Leones que se incluía en la obra The Arabian Antiquities (lámina XXIII). Este libro había sido publicado de manera póstuma en Londres en 1815, siendo su autor el irlandés James Cavanah Murphy 14.

Fig. 8 Patio de los Leones Semanario Pintoresco Español, 1837 HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, F., “Las revistas románticas españolas y su visión del patrimonio arqueológico”, Complutum, 9, 1998, p. 235 13 Publicado el 2 de enero. 14 Para conocer más acerca de esta obra, puede consultarse GALERA ANDREU, op.cit., p. 52 y ss. o la versión castellana de la obra en traducción de Ana Martínez Vela (Granada, 1987). 12

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En cuanto al texto anónimo, plantea un breve recorrido por la historia y cultura de la España musulmana desde 711 hasta la marcha de Boabdil, deteniéndose en la Alhambra, de la que hace una pormenorizada descripción a través de sus estancias más importantes. Para el autor, este conjunto palatino es “el archivo de los árabes de España. Allí está impreso todo su genio, su carácter, y la imagen completa de su vida”. En marzo de 1839 aparecía de manera anónima un extenso fragmento de un poema titulado “Al último rey moro de Granada. Boabdil el Chico”; su autor era el insigne poeta José Zorrilla. Se trata de uno de tantos poemas y relatos que durante estos años aparecerán en la prensa romántica con el último rey nazarí como protagonista. En este fragmento en concreto se exaltan las bellezas y bondades de la ciudad de Granada y su Alhambra, que el rey musulmán acaba de perder para no recuperar jamás. Como ilustración a los versos no se incluye un supuesto retrato de Boabdil, sino un pequeño dibujo de la puerta del Vino (fig. 9) de la Alhambra (puerta de Bib al-hamra) firmado por Ortega, que a través de su arco de herradura deja entrever el palacio de Carlos V, esbozado al fondo con cierta libertad e inexactitud.

Fig. 9 Puerta del Vino de la Alhambra Semanario Pintoresco Español, 1839

El 23 de octubre de 1842 se publicaba la primera entrega de un interesante artículo bajo el título de “Recuerdos de un viajero. La Alhambra y el Generalife”. En ella su autor, M. de C., al narrar un viaje al palacio plantea una visión de la Alhambra muy distinta de la difundida por los románticos en sus obras literarias y artísticas. La suya es la visión realista de una “ciudad en ruinas” en la que aún sobreviven algunas salas y torres con vestigios del esplendor de antaño, “pero todo esto mucho más reducido que lo que sueña la imaginación del que no la ha visitado”.

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¿Quieren, pues, mis lectores aproximarse a la verdad? Pues créanme, no hagan caso de los viajeros ni de los poetas; todos les engañarían porque todos fueron engañados (…) todas aquellas grandes ilusiones desaparecen en presencia de la realidad. Además, el autor no puede evitar comparar el gótico –el estilo romántico por antonomasia– con la arquitectura hispanomusulmana: si esta es “la arquitectura del egoísmo de los sentidos”, sólo aquella es la del alma y la humanidad. Sin embargo, el anónimo escritor no dejará de alabar la fuente de los Leones, lamentando los destrozos causados por los franceses en el monumento 15.

Fig. 10 Patio de los Leones y Patio de los Arrayanes Semanario Pintoresco Español, 1842

A tan desmitificador texto acompañan dos toscos grabados (fig. 10), uno correspondiente al patio de los Leones y otro a la galería sur del patio de los Arrayanes. Ambos no son sino copias con ligeras variantes de dos grabados pertenecientes a la colección de 55 estampas titulada Vues d’Espagne, con ilustraciones de Louis Meunier. Esta colección fue editada por Merle en París en 1668 y fue copiada por otros artistas posteriores.

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En la segunda entrega de su artículo, aparecida el 30 de octubre del mismo año –núm. 44– confesará su preferencia hacia el Generalife debido al protagonismo de la naturaleza.

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Prueba de la atracción que ejercía la Alhambra en la sociedad española, y ya no sólo entre los extranjeros, es que en octubre de 1848 el Semanario publicó en portada un grabado del patio de los Leones sin acompañar ningún texto (fig. 11). El objeto era, según el editor, complacer a los lectores con esa imagen, ya que mucho se había escrito sobre el edificio, tanto por nacionales como por extranjeros. En realidad, el grabado no es original, sino que, como ocurre con la pintura de Alenza, su autor copió con escasas variaciones el grabado del patio de los Leones que David Roberts incluyó en su Tourist in Spain de 1835.

Fig. 11 Patio de los Leones. Semanario Pintoresco Español. 1848

En cuanto a artículos poéticos y narrativos con la Alhambra como escenario o protagonista, en el Semanario fueron frecuentes los poemas y los relatos cortos, algunos de ellos traducciones más o menos fieles de los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving. Destacan, sin embargo, dos poemas debidos a José Zorrilla y el político y literato Antonio Cánovas del Castillo publicados en 1849 y 1852 respectivamente. El primero de ellos es un fragmento de su obra Granada, poema oriental, de carácter descriptivo y, en segundo lugar, la poesía que con el sugerente título de Invitación exalta a Granada como lugar de inspiración inagotable para los poetas: ¿No vive aún el Alhambra entre los yertos Escombros de sus torres en ruina, Y alegre esconde el Albaicín en huertos Su muerte, al peso de la edad, vecina?

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El último de los periódicos de nuestro recorrido es el Museo Universal, que fue publicado por primera vez el 15 de enero de 1857 en Madrid, siendo sus editores José Gaspar Maristany y José Roig Oliveras. El Museo Universal siguió imprimiéndose hasta 1869 y aunque fue concebido en cuanto a contenidos en la línea de otras publicaciones ya existentes, su auténtico rasgo distintivo fue la calidad material del propio periódico y, más concretamente, la calidad de sus abundantes ilustraciones, que podían corresponder a paisajes, monumentos, escenas de género o incluso a dibujos de tipo científico que buscaban difundir entre el público los avances que tenían lugar, por ejemplo, en la construcción de máquinas y medios de transporte. Prueba de esa apuesta por alcanzar la mayor perfección estética y técnica en las ilustraciones es que fueron colaboradores frecuentes artistas como el catalán Jaime Serra, el toledano Cecilio Pizarro o Valeriano Domínguez Bécquer, hermano de Gustavo. Y casi veinte años después de que la revista dejara de editarse, el historiador del arte y académico Pedro de Madrazo recordaba sus grabados indicando que habían puesto el arte de la ilustración en prensa al mismo nivel que otros países europeos 16. En cuanto a la Alhambra, ya desde 1858 encontramos artículos dedicados a ella. De ese año data, por ejemplo, un texto del novelista sevillano Manuel Fernández y González (1821-1888) perteneciente a la serie titulada “Monumentos Árabes Españoles” en la que, al analizar la historia y arquitectura del Alcázar de Sevilla, plantea una comparación entre este edificio y la Alhambra. Para él el conjunto nazarí es El resumen arabizado de todas las arquitectura orientales sus abuelas (…) cuando veis la Alhambra comprenderéis entero al pueblo árabe, porque la Alhambra es su símbolo (…) la Alhambra es a un tiempo la armadura, el harén y el Corán. Además, el Alcázar de Sevilla no sólo es más rudo en su ejecución, sino que se ha conservado y restaurado de manera negligente, pues en su opinión una mala restauración es peor que el estado de ruina. A lo largo de los próximos años Fernández y González seguirá publicando artículos dedicados a diferentes edificios hispanomusulmanes, apareciendo los correspondientes a la Alhambra durante 1860. En ellos irá recorriendo la Alhambra desde el exterior para acabar en las diferentes estancias interiores, aunando relato histórico, enumeración y explicación de los nombres de puertas y salas con descripciones de los lugares, en algunos casos de gran calidad literaria. Además de en el detallado texto, el interés de esta serie de artículos reside en los dibujos (figs. 12 y 13) que acompañan cada uno de ellos y que sirvieron a los lectores del Museo para conocer la Alhambra tal como se encontraba a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX, apenas cinco años antes de que el fotógrafo francés afincado en España Jean Laurent inmortalizara el conjunto con su cámara de fotos y con la tan criticada restauración de Rafael Contreras ya muy avanzada.

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MADRAZO, P., “Los periódicos ilustrados de Madrid”, La Ilustración Española y Americana, t. I, 1882.

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Figs. 12 y 13 Patio de los Arrayanes y Patio de los Leones Museo Universal, 1860

Los dibujos correspondientes a las estancias interiores están firmados en la mayoría de los casos por Cecilio Pizarro (1825-1886) y por el grabador José Severini (1838-1882), siendo posible reconocer en ellos dibujos y grabados de artistas anteriores como John Frederick Lewis o David Roberts, inspiración obligada de todo artista que quisiera plasmar la Alhambra. Pero además de los artículos de Fernández y González, aparecieron en el Museo Universal otros textos de viajeros que se acercaron a la Alhambra. Por ejemplo, en octubre de 1859 se publicaba un texto de Pedro Antonio de Alarcón titulado “Una conversación en la Alhambra” que recreaba un imaginario encuentro entre el literato de Guadix y el último miembro de la dinastía de los zegríes. Ambos personajes se encuentran en una Alhambra solitaria y silenciosa, en contraste con el bullicio de la Granada que celebra el día del Corpus. Durante su conversación, Alarcón alabará la restauración de Contreras y criticará las intervenciones del siglo XVII que, en su opinión, desvirtuaron la imagen del monumento. Ya de lleno en la década de 1860, y llegando al final de la época isabelina y por ende de nuestro recorrido, encontramos dos artículos de gran altura literaria que nos demuestran que aunque la época de los viajeros y los poetas románticos había pasado, aún la Alhambra podía ser punto de partida de inspiración artística. El primero de los textos corresponde a Torcuato Tárrega y Mateos (1822-1889), escritor y amigo de Alarcón, que en “Ruinas de un palacio” nos invita a descubrir con él la Alhambra poco a poco y desde la lejanía, para acabar introduciéndonos en sus salas llenas de silencio y arte. No faltan en su artículo referencias a 22

escritores románticos como Washington Irving o Walter Scott o a artistas españoles, fundamentales en el desarrollo del paisaje romántico español, como Jenaro Pérez Villaamil –ya fallecido– o Carlos de Haes. Con descender por unos pequeños escalones cubiertos de yerba, estoy en la Alhambra, dentro de ese palacio bordado en el aire por el punzón caprichoso de un hada. Pero Tárrega decide desdeñar la Alhambra árabe para dejarse llevar por la Alhambra cristiana, la del palacio levantado por Pedro Machuca, aquella que le recuerda los grandes triunfos de Carlos V y de aquellos personajes que compartieron glorias con él en sus batallas. Puedo recorrer aquellos salones mágicos, donde aun se cree oír los besos de las odaliscas, el rezo de los santones, el murmullo de los cortesanos (…) tú eres quien destruyendo la pavorosa bruma que te rodea, me muestras a los insignes caballeros que triunfaron en Pavía, en Túnez y enViena. Y no falta la queja ante el olvido y la destrucción del patrimonio artístico que atesora la Alhambra: Defiéndante los recuerdos ya que los hombres te miran con frialdad, ya que las artes te abandonan, ya que el mundo te desprecia, ya que a mano brutal del vulgo derriba tus cornisas, destroza tus relieves, destruye tus columnas y te entrega al tiempo que todo lo devora. El último de los artículos que hemos seleccionado fue publicado en una fecha tardía, 1869, pero constituye uno de los mejores ejemplos del poder de seducción que la Alhambra llegó a ejercer en los literatos del siglo XIX. Su autor es Emilio Castelar (1832-1899), personaje que aunque hoy es principalmente conocido por su desempeño político –llegó a ser presidente de la Primera República– desarrolló asimismo una importante carrera literaria y destacó como orador. Así, a lo largo de 1869 aparecieron varios artículos suyos –que varios años después serían publicados como parte de un libro– bajo el título de Recuerdos de Italia. Llenos de referencias cultas y digresiones, estos artículos son un recorrido, más que histórico, emocional por diferentes lugares de Italia. Así, la llegada a Venecia sirve a Castelar para recuperar el recuerdo de su primera visita a la Alhambra: Siempre recordaré el día en que por vez primera vi la Alhambra. Corrí a buscarla, sin guía, sin ningún compañero, deseando un coloquio a solar, como todos los coloquios de amor, con la maga del Oriente perdida en nuestras montañas. A diferencia de Tárrega, Castelar únicamente desea ver una Alhambra musulmana: “en medio de la gran plaza un palacio del siglo XVI [el palacio de Carlos V], bellísimo, pero en pugna con todo cuanto yo soñaba (…) yo buscaba la Alhambra, el palacio, la mágica gruta de estalactitas empapada en los fuertes colores asiáticos”. Sin embargo, Castelar vio frustrado su anhelo, pues la Alhambra que buscaba, la transmitida por el arte y la literatura y que guardaba en su imaginación, ya no existía.

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Fig. 14 Vista panorámica de la Alhambra de Granada. Museo Universal, 1867

Fuera del ámbito de la prensa periódica encontramos otro texto ineludible en este breve repaso por la literatura romántica española. Se trata del volumen dedicado a Granada que vio la luz en 1850 dentro de la colección Recuerdos y bellezas de España. Esta serie de diez libros, que se publicó entre 1839 y 1865, pretendía ser, como indica en su subtítulo, una “obra destinada para dar a conocer sus [de España] monumentos, antigüedades, paisajes, etc., con láminas dibujadas del natural y litografiadas”. Hoy día es considerada una obra cumbre del Romanticismo español por la calidad de sus láminas, la tipografía y sus textos. El iniciador de esta empresa fue el dibujante y litógrafo catalán Francisco Javier Parcerisa (1802-1876), quien se encargaba de las láminas que acompañaban a los textos, realizados por literatos e historiadores de la talla de Pablo Piferrer, Pedro de Madrazo o José María Quadrado. El volumen correspondiente a Granada corrió a cargo de Francisco Pi y Margall (18241901), político que llegó a ser presidente de la Primera República pero también prolífico escritor que se formó en el seminario con los jesuitas y abordó sus primeras obras literarias influido por la corriente del romanticismo cristiano. Sin embargo, la publicación en 1851 del primer volumen de su Historia de la Pintura Española generó un gran escándalo debido a que el libro fue considerado anticatólico. La prohibición e incluso excomunión del libro no se hizo esperar y Pi y Margall tuvo que abandonar la redacción del siguiente volumen de Recuerdos y bellezas de España.

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Fig. 15 Patio de la Alberca Recuerdos y bellezas de España, 1850

Volviendo a su libro de Granada, en él dedica el capítulo veintidós a la descripción de la Alhambra tras narrar los últimos momentos de Boabdil como rey nazarí. Pi y Margall nos pinta una Granada y una Alhambra silenciosas y solitarias, abandonadas, víctimas del paso del tiempo y las consecuencias de las guerras; ajenas del ajetreo de la vida moderna. La Alhambra en medio de su abatimiento conserva sin embargo patios y salones que revelan su antigua magnificencia, patios y salones que merecen ser guardados como ricas joyas, que merecen ser estudiados como modelos de una arquitectura que emigró con un pueblo proscrito, que merecen ser leídos como libros en que están encerrados los más tiernos y piadosos conceptos de hombres de la más ardiente fantasía 17. Pi y Margall ejercerá a través de sus páginas de cicerone, con prolijas y poéticas descripciones de las diferentes estancias en las que historia, arte, imaginación y emoción estética se irán alternando para a veces confluir en inspirados pasajes como el del salón de los Abencerrajes, donde según el autor aún es perceptible la terrible tragedia que allí ocurrió siglos atrás. (…) los contrastes de claro-oscuro que en todas partes se observan, el misterioso silencio que allí reina, todo evocará ante su imaginación escenas fantásticas, sangrientas que le harán estremecer y poblarán de sombras airadas las bóvedas y la galería de tan triste estancia.Vive aun allí la tradición; 17

PI Y MARGALL, F., Granada. Recuerdos y bellezas de España, Madrid, Imprenta de Repullés, 1850, p. 374.

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vive aún allí la leyenda. Cada cuerpo que interrumpe la luz bajo los arcos del patio es la entrada de un abencerraje que viene a morir bajo el hacha del verdugo; cada suspiro del viento entre los ajimeces es el suspiro de muerte de una víctima; cada bocanada de agua que arroja la fuente es una bocanada de sangre (…) ¿Quién no se figura ver aún a Boabdil contemplando impasible la matanza? Tiembla, inicuo rey, si eres aun capaz de remordimientos, exclama la imaginación exaltada 18. Al texto de Pi y Margall acompañan numerosas láminas de gran calidad, realizadas por Parcerisa a partir de dibujos tomados del natural por él mismo. Se incluyen tanto vistas generales de la Alhambra como interiores de diferentes estancias: la propia sala de los Abencerrajes, el jardín de Lindaraja, el patio de los Leones o la sala de Embajadores, así como detalles de capiteles y motivos decorativos de azulejería.

La Alhambra aparecerá en muchos más textos periodísticos y literarios a lo largo del siglo XIX. No en vano, se produciría una auténtica moda de producción nacional por lo oriental como consecuencia de la Guerra de África (1859-1860). Ello se debió a la presencia de varios artistas y escritores en el conflicto, que plasmaron sus impresiones visuales y literarias en lienzos y textos. Fue el caso, por ejemplo, de Mariano Fortuny en lo artístico (La Odalisca) y de Pedro Antonio de Alarcón en lo literario (Diario de un testigo de la Guerra de África). Y a estas artes tradicionales se sumarían las fotografías con las que el francés afincado en España Jean Laurent inmortalizó la Alhambra. Finalmente, las palabras de Richard Ford acerca de la indiferencia de los españoles hacia el monumento nazarí perdían su vigencia.

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Ibídem, pp. 386-387.

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6. BIBLIOGRAFÍA .... ANDERSEN, H. C., Viaje por España, Madrid, Alianza Editorial, 1988. CHOZAS RUIZ-BELLOSO, D.,

La literatura de viaje en El Museo Universal (1857-1869), Zaragoza, Departamento de Filología Española de la Universidad de Zaragoza, 2014. Tesis doctoral inédita. DÍEZ, J. L.

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Alfonso Gamir Sandoval.

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MÉRIMÉE, P., Cartas de España, Sevilla, Renacimiento, 2005. PI Y MARGALL, F., Granada. Recuerdos y bellezas de España, Madrid, Imprenta de Repullés, 1850.

Fotografías: Museo del Romanticismo y Alegra García García Coordinación: M.ª Jesús Cabrera Bravo Diseño y maquetación: M.ª Jesús Cabrera Bravo y Álvaro Gómez González Agradecimientos: Agradezco a M.ª Jesús Cabrera sus indicaciones y buenos consejos en la realización de este texto.

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LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO

.... En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Trimestralmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este trimestre, dedicaremos el miércoles 16 de marzo de 2016 a relatar todo lo relacionado con la Alhambra durante el siglo XIX.

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LA PIEZA DEL TRIMESTRE. CICLO 2016 ....

Primer trimestre: enero-marzo

Alegra García García LEONARDO ALENZA, LA SALA DE LA JUSTICIA EN LA ALHAMBRA DE GRANADA, 1840

Segundo trimestre: abril-junio Carmen Cabrejas Almena CAJA DE MÚSICA, ca. 1890

Tercer trimestre: julio-septiembre

Carolina Miguel Arroyo JEAN LAURENT, GOBIERNO PROVISIONAL, ca. 1869

Cuarto trimestre: octubre-diciembre

Mercedes Rodríguez Collado SOMBRILLA DE LA FÁBRICA VERDIER, ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XIX

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