Piedra en la tumba.pdf

May 19, 2017 | Autor: P. Sanchez Islas | Categoría: Cultural Heritage, Spanish Civil War, SIMBOLISMO, Historia De Los Cementerios
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Descripción

Artículo publicado originalmente en la revista ACONTRAGOLPE, de Oaxaca-México, en noviembre 2011

LA PIEDRA EN LA TUMBA Tal vez lo vimos en una película, quizá nos lo contaron, o eventualmente lo hicimos: en cualquiera de los casos, colocar una piedra en un sepulcro contiene una de las mayores cargas simbólicas que el ser humano puede representar.

Por Prometeo A. Sánchez Islas*

“Colocaré esta pequeña piedra en la tumba de mi abuelo”, expresó mi hijo Alex1, acariciándome con unos inolvidables ojos que buscaban consuelo, entendimiento y comprensión. Mi pensamiento voló a los panteones judíos, donde esa es una costumbre generalizada, o a los túmulos funerarios de rústicas piedras y también a las pequeñas pero solemnes lápidas de los musulmanes pobres; sin embargo, en fracciones de segundo hube de aterrizar la duda que comenzaba a crecer y a desbordarme ante lo insólito de esa intención, ajena al costumbrismo local. .- “La traje de la Sierra de Pándols, cerca de Gandesa, donde se desarrolló la Batalla del Ebro”. .- ¿La tomaste del sitio dónde peleó tu abuelo hace 70 años por la libertad de España? .- “La tomé de una antigua trinchera” Un relámpago no habría hecho mayor efecto en mí, ante tal aseveración. Docenas de recuerdos y lecturas asaltaron mi mente para comprender lo que ese –aparente- simple gesto, cargaba de significado. Para que ustedes comprendan de qué hablo, sintetizo el antecedente: en 1936 los fascistas auspiciados por Hitler y Mussolini se alzaron contra la República Española y desataron una guerra civil que duró tres años, hasta que lograron imponer una dictadura que duró 36. En esa desigual contienda, los nazis probaron las armas que utilizarían durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente contra la población civil. Ante esa 1

Alex nació en 1972, es Ingeniero en Telecomunicaciones e Informática, y se ha aficionado a la historia, especialmente a la Guerra Civil Española, debido a que su abuelo Néstor Sánchez Hernández combatió en ella. Alex y Néstor tuvieron varios años de charlas muy productivas cuando el primero era niño, lo cual le permitió beber, directamente de un actor, los ideales de la libertad y la democracia. Él recorrió, solo, la zona de la Batalla del Ebro en 2006.

barbarie, hubo voluntarios (hombres y mujeres) de todo el mundo que, sin mediar pago alguno y sólo cargando su idealismo, viajaron para conformar las Brigadas Internacionales que defenderían la legalidad y la democracia. Entre ellos había pintores, poetas, fotógrafos, obreros, enfermeras, periodistas, estudiantes, plomeros y todo un abanico de profesiones, que dieron forma a una corriente de simpatía mundial, la cual, con el paso de las décadas, se ha convertido en un fenómeno de estudio sociológico e histórico impresionante por su singularidad. Mi padre, Néstor Sánchez2, fue uno de esos voluntarios, quien milagrosamente salió vivo de esa sangrienta contienda, dejando atrás a muchos de los más de 400 mexicanos brigadistas, fallecidos en el campo de batalla3. Él combatió en batallones húngaros y polacos principalmente, pero colaboró con checos, canadienses, ingleses y estadounidenses, así como con españoles de algunas Brigadas Mixtas. Por su formación militar previa, tuvo a su cargo un papel destacado en la más famosa ofensiva republicana, conocida como Batalla del Ebro, por el nombre del caudaloso río que debieron atravesar para tomar posiciones enemigas en la Sierra de Pándols y sus alrededores, donde dominaban localidades como Gandesa, Ascó, Vinebre, Benissanet, La Fatarella, Belchite y Corbera, estos dos últimos aún abandonados y en ruinas. Es una zona árida, escabrosa y calcárea, dónde cavar trincheras era extremadamente difícil y escapar del bombardeo aéreo también. Miles de soldados, de ambos bandos, perecieron en los 106 días que duró dicha ofensiva. Hoy, 73 años después de aquel suceso, llega a Oaxaca mi hijo Alejandro (quien vive en Canadá), con varias piedras recogidas en los lomeríos y hondonadas de aquella inhóspita e histórica región, para colocar una en la tumba de su abuelo en un silencioso e introspectivo homenaje, que me ha hecho reflexionar y cuyas cavilaciones comparto con ustedes: Las piedras y las tumbas El depositar guijarros sobre una tumba corresponde a un arraigado ritual judío, legalizado en la Mishná (el cuerpo de leyes orales y escritas más antiguas), que dictamina que tal acto contribuye a mejorar el alma de la persona fallecida, además de invocar por su mayor elevación ante la presencia de El Eterno.

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Néstor Sánchez Hernández, nació en la Sierra Juárez de Oaxaca. Se inició en el periodismo al final de la guerra y lo continuó en México y Oaxaca. Se vio involucrado en el caso Trotsky. Obsequió a su tierra la Hemeroteca Pública que hoy lleva su nombre. 3 Se estima en 462 el número de mexicanos brigadistas. El amigo de Néstor Sánchez, José Jaramillo Rojas, tabasqueño, falleció en combate y Silvestre Ortiz Toledo, oaxaqueño de Ixtepec sobrevivió y fue condecorado por méritos en el frente, al igual que Néstor. Otro oaxaqueño, Tito Ruiz Marín, de Juchitán, murió en una acción de guerra.

Existe otra interpretación judía igualmente antigua, que aconseja arrojar levemente pequeñas piedras al sepulcro (no aventarlas), que tiene que ver con una especie de lapidación simbólica, o sea un castigo por los pecados cometidos en vida, pero que tiene más qué ver con la atenuación de los posibles perjuicios cometidos por el difunto que con el cumplimiento de una condena. La colocación de piedritas también simboliza un acto reiterativo de colocar lápidas: al final de cuentas, cada piedrita es como una pequeña lápida que erigimos en memoria de la persona que hemos perdido. La razón de una lápida, recordemos, es la representación de la duración del alma del muerto en la memoria de los vivos. Por eso las piedritas son un testimonio para el largo tiempo, que dejan los familiares y amigos con el fin de reflejar una extendida conexión sentimental. Pero además, en términos de tiempo humano, las piedras son eternas, tal como en muchas religiones se cree, y se refieren al auto-convencimiento sobre la sobrevivencia del alma en un “más allá”. Por ello, al poner piedras que son “eternas” en el panteón, aceptamos nuestra propia limitación temporal y pedimos por la adhesión de dicha alma al Eterno y por su feliz permanencia en el mundo venidero. En cuanto a la actitud personal, también existe un importante simbolismo, ya que el acto de agacharse para recoger una piedra, lo cual muchas veces se realiza cerca o frente a la tumba del ser querido o admirado, es como una reverencia que al mismo tiempo nos acerca al suelo, es decir, a la persona que ahí está, o a la persona que ahí cayó, cuando lo hacemos frente al lugar de un accidente, un colapso, un atentado o una trinchera. Este es uno de los actos de mayor humildad que realiza el ser humano, pues nos hace “sentir” ese acercamiento a la que también será nuestra última morada, en la que esperamos contar con la gracia y el perdón en la eternidad, pidiendo lo mismo por quien ya no está en este mundo. Quizá su mejor complemento en estos casos sea el inclinarse a colocar una flor, que nos recordaría lo bello y efímero de la vida terrenal. Por otra parte, al poner piedras sobre una sepultura estamos aceptando la muerte, el cual es uno de los pasos más dolorosos de la existencia humana, pues ante la pérdida de un ser querido, lo que queremos es cubrirlo, protegerlo, resguardarlo… Su aplicación funcional se refleja en una tumba formal o incluso en un mausoleo, que vienen a ser como grandes piedras labradas que cuidan al difunto, pero en el terreno simbólico, las pequeñas piedras, que en su conjunto podrían formar un túmulo, cubren la misma función, la cual no debe confundirse con taparlo o protegernos de él o ella. También debemos tomar en cuenta que las piedras son parte la Tierra misma, a la cual debemos retornar una vez cumplido nuestro ciclo, y ya sea que creamos que hay un designio divino en la muerte o que ésta sea simplemente un hecho biológico o

casuístico, en polvo nos convertiremos y las piedras nos recibirán como parte integral de la misma existencia cíclica y perpetua. Otra interpretación hebrea nos hace recordar que las Tablas de la Ley fueron grabadas por Dios en unas piedras (material noble por sí mismo), y que fueron los excesos humanos los que las rompieron, no sólo en su constitución física, sino violentando los preceptos ahí esgrafiados. En este caso los fragmentos líticos tienen una clara connotación de enseñanza moral. En los rituales musulmanes, se recomienda no ser ostentoso en las tumbas, aún cuando los seres poderosos han recibido de sus seguidores impresionantes cenotafios como un homenaje a sus hazañas o elevadas enseñanzas. Sin embargo, desde los más pobres a los más encumbrados, se les envuelve en una mortaja textil y se les tiende con la cara volteada hacia La Meca, de modo que en breve tiempo su cuerpo físico sea re-absorbido por la tierra. El sepulcro se cubre con piedras o ladrillos mezclados con tierra, hasta un palmo arriba del nivel del piso del cementerio. El colocar una lápida es aceptable si el propósito es recordar al ser querido, pero ésta debe ser de preferencia modesta. A pesar de ello, estas losas, que generalmente son muy delgadas y altas, llevan hermosas inscripciones versificadas tomadas de El Corán. Para los creyentes en Alá, no hay fechas específicas de visita a los camposantos, pero se pide al deudo que cuando lo haga exprese cariño a quien se adelantó en el tránsito terrenal, ya que el respeto que manifestamos, arreglando su túmulo o llevando flores, va de la mano de las oraciones, alabanzas y pensamientos de fidelidad y nobleza. Por ello la visita se hace generalmente en solitario y se advierte que tal acto no es para pedir al fallecido algún tipo de intercesión terrenal o prosaica. Al final, yo colijo que el tomar una fragmento rocoso de las ruinas de una trinchera Republicana y acarrearla miles de kilómetros hasta la tumba de un antiguo combatiente, es una de las más significativas formas de expresar respeto y amor al ser querido. Sobre esa costumbre del Oriente Medio, Yahueda Ribco concluyó en su blog: “Aceptar la partida de la persona querida y la imposibilidad de resolver materialmente todos los aspectos inconclusos, es la mejor forma de dejar descansar en paz al difunto, y vivir en paz, creciendo, nosotros en Este Mundo”. (*) Miembro del Seminario de Cultura Mexicana.

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