Perfiles de sexismo en la ciudad de México: validación del cuestionario de medición del sexismo ambivalente

July 6, 2017 | Autor: Christian Cruz | Categoría: Género, Estereotipos, Sexismo
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Enseñanza e Investigación en Psicología ISSN: 0185-1594 [email protected] Consejo Nacional para la Enseñanza en Investigación en Psicología A.C. México

Cruz Torres, Christian Enrique; Zempoaltecatl Alonso, Verónica; Correa Romero, Fredi Everardo Perfiles de sexismo en la ciudad de México: validación del cuestionario de medición del sexismo ambivalente Enseñanza e Investigación en Psicología, vol. 10, núm. 2, julio-diciembre, 2005, pp. 381-395 Consejo Nacional para la Enseñanza en Investigación en Psicología A.C. Xalapa, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=29210212

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ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 10, NUM. 2: 381-395 JULIO-DICIEMBRE, 2005

PERFILES DE SEXISMO EN LA CIUDAD DE MÉXICO: VALIDACIÓN DEL CUESTIONARIO DE MEDICIÓN DEL SEXISMO AMBIVALENTE Sexism profile in Mexico City: validation of the Scale of Ambivalent Sexism

Christian Enrique Cruz Torres*, Verónica Zempoaltecatl Alonso* y Fredi Everardo Correa Romero** *Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa1 **Universidad Nacional Autónoma de México2

RESUMEN La teoría del sexismo ambivalente señala que las actitudes y conductas sexistas refuerzan el dominio masculino, impidiendo a las mujeres ser autosuficientes. A pesar de las demandas de equidad de género, el sexismo, lejos de desaparecer, adquiere formas más sutiles, pero igualmente perjudiciales. Así, el objetivo de este estudio fue dar cuenta de la construcción de una escala para medir el sexismo ambivalente que se adecuara a las características de la población e identificara los componentes teóricos. Para ello, se aplicó un instrumento de 88 reactivos a una muestra de 300 habitantes de México, D. F., seleccionándose los ítems mediante el análisis de distribución normal y factorial de componentes principales. Los resultados apoyaron los objetivos propuestos. Indicadores: Sexismo ambivalente; Sexismo hostil; Sexismo benevolente; Estereotipo de género y prejuicio.

Seminario de Investigación Kurt Lewin, Avenida San Rafael Atlixco No. 186, Col. Vicentina, Delegación Iztapalapa, 09340 México, D.F., tel. (55)58-04-46-00 ext. 2772, correos electró-

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nicos: [email protected], [email protected], [email protected] y [email protected]. Artículo recibido el 12 de mayo y aceptado el 17 de julio de 2005. 2 Facultad de Psicología, Av. Universidad 3004, Col. Copilco-Universidad, Delegación Coyoacán, 04510 México, D. F., tel. (55)58-04-46-00 ext. 2772, correo electrónico: [email protected].

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ABSTRACT

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The theory of ambivalent sexism points out that sexist attitudes and sexist behaviors reinforce masculine domination, preventing women from being selfsufficient. In spite of the demands for generic equality, sexism, far from disappearing, acquires more subtle but equally harmful forms. The aim of this study was to construct a scale for measuring the ambivalent sexism adapted to the population's characteristics and identifying the theoretical components. In these terms, an instrument of 88 items was applied to a sample of 300 inhabitants of Mexico City; the items were selected through an analysis of the normal and factorial distribution of the main components. The results supported the proposed objectives. Keywords: Ambivalent sexism; Hostile sexism; Benevolent sexism; Gender stereotype and bias.

En México, los más de cuatrocientos casos de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, Chih., a lo largo diez años hicieron más evidente ante la opinión pública el problema de la violencia contra las mujeres. Los resultados obtenidos en diversas investigaciones muestran que los altos índices de violencia física hacia el sexo femenino son un problema ampliamente extendido en el país; por ejemplo, en la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, realizada por el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) (2003), se halló que en el estado de Chihuahua 8.3% de las encuestadas había sido víctima de violencia física cuando menos una vez en los últimos doce meses, mientras que en otros estados se hallaron indicadores muy parecidos: Michoacán (10.1%), Hidalgo (9.9%), Quintana Roo (9.3%), Sonora (8.3%), Zacatecas (8%) y Baja California (7.5%). De acuerdo a la Secretaría de Desarrollo Social (cfr. Muñoz, 2004), en México mueren al año 5,200 mujeres de entre 15 y 49 años por causas catalogadas como violentas, es decir, fallecen 14 cada día, y dos de cada tres de tales decesos ocurren en el hogar de la víctima, siendo las riñas familiares la principal causa declarada por los homicidas. La violencia física hacia las mujeres es solamente una de las consecuencias más evidentes de un problema social mucho más complejo: la desigualdad de género. En México, esta situación puede observarse en varios terrenos, como el laboral, en el cual, a pesar de que el porcentaje de mujeres económicamente activas se incrementó de 17.6% en 1970 a 35.3% en 2003, el salario que reciben en condiciones comparables de trabajo es 18% menor al que reciben los hombres (Consejo Nacional

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de Población [CONAPO], 2004a), lo cual repercute en la calidad de vida de las familias mexicanas, ya que en ese mismo año una quinta parte de los hogares mexicanos tuvieron como principal o único ingreso el salario femenino (CONAPO, 2004b). En el terreno político, pese a que la reforma al Código Federal de Procesos Electorales del año 2002 estableció cuotas de representación mínima para las mujeres en la legislación, la participación femenina en los órganos legislativos al año siguiente sólo fue de 18.7% en el Senado y de 22.8% en la Cámara de Diputados, lo que indica la escasa representación que tienen las mujeres en dicho espacio (CONAPO, 2004a). Si bien el panorama de desigualdad de género en México que aportan estos datos refleja la injusticia social hacia las mujeres, sería incorrecto pensar que únicamente ellas se ven perjudicadas por este problema; en efecto, de acuerdo al Banco Mundial (cfr. Ruiz, 2003), existen cuatro problemas principales derivados de la desigualdad de género que limitan el potencial de progreso de los países en su conjunto: a) las pérdidas derivadas de la ausencia de la mujer en la actividad económica, b) el costo social y económico de la violencia contra la mujer, c) la pérdida de capital humano a consecuencia de la mortalidad materna y d) el abandono escolar de jóvenes embarazadas y niños. En este contexto, el gasto en materia de salud pública asociado con actos violentos con-tra las mujeres alcanza cifras cercanas a 1% del Producto Interno Bruto, y las pérdidas materiales que sufren las personas por esa misma causa ascienden a 50 mil millones de pesos (Muñoz, 2004). Así, la inequidad de género es en realidad un problema social que constituye un serio obstáculo para el desarrollo socioeconómico de cualquier país, siendo los más pobres los principales afectados. Las investigaciones presentadas anteriormente hacen factible entender las graves consecuencias de la desigualdad social de género; sin embargo, sus resultados no son suficientes para explicar los orígenes de esta diferencia y la manera como se reproduce. Para comprender cómo son percibidas las mujeres por la sociedad en general, una investigación llevada a cabo en 1999 por el Programa Nacional de la Mujer y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia mostró que en México el estereotipo femenino incluye características tales como “delicada, frágil, débil, que cuida de sus hijos, amorosa, pura y bonita”, pero también fueron frecuentes los adjetivos “peligrosa”, “manipuladora”, “mentirosa” y “agresiva”. Al respecto, salta a la vista la pregunta sobre cómo es posible que percepciones tan

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contrarias como “frágil” y “manipuladora” pueden formar parte del mismo estereotipo. La explicación se ha buscado dentro del campo de la psicología social desde hace más de cincuenta años. 384 EL SEXISMO AMBIVALENTE Una de las aproximaciones de la psicología social que aborda este problema es el estudio de los prejuicios sexistas. Ya en 1954 Allport señalaba que las mujeres eran consideradas como una especie diferente y generalmente inferior. Tal categorización incluía las dos características necesarias para considerarla un prejuicio: “el ingrediente peyorativo y la generalización excesiva y grosera”. Sin embargo, investigaciones posteriores demostraron que las actitudes de antipatía del prejuicio sexista estaban relacionadas con actitudes de naturaleza positiva. Por ejemplo, Guttentag y Secord (1983), mediante sus estudios transculturales en sociedades tradicionalmente controladas por hombres, encontraron que estos, aun siendo el grupo dominante, dependían de las mujeres de forma inevitable por su rol en la reproducción y en el cuidado de los hijos, así como para la satisfacción de las necesidades de intimidad sexual y psicológica. Esa percepción se reflejaba en actitudes protectoras hacia las mujeres, la reverencia hacia su función como esposas y madres y su idealización como objetos románticos. Aunque este tipo de percepciones parecieran contrarias e irreconciliables, Glick y Fiske (1996) postularían en su teoría del sexismo ambivalente que las actitudes hostiles del prejuicio sexista y las actitudes “benévolas” hacia las mujeres encontradas por Guttentag y Secord (1983) están íntimamente relacionadas y, a pesar de ser cogniciones contrarias, pueden convivir en un mismo sujeto y formar parte de un mismo mecanismo de control social. Expósito, Moya y Glick (1988) definen el sexismo de la siguiente manera: “Conceptualmente, toda evaluación (en las dimensiones afectiva, cognitiva y conductual) que se haga de una persona atendiendo a la categoría sexual biológica a la que pertenece puede ser etiquetada como sexista, tanto si es negativa como positiva, y tanto si se refiere al hombre como a la mujer” (p. 160). En efecto, la teoría del sexismo ambivalente de Glick y Fiske (1996) propone que las actitudes sexistas están marcadas por una profunda ambivalencia y no por una antipatía uniforme hacia la mujer, en donde tanto las actitudes hostiles como las benévolas hacia la mujer forman parte de un mismo mecanismo

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que perpetúa la estructura de dominio masculino. Mientras que las actitudes benévolas asignan a la mujer el papel de “maravillosas pero débiles” (Eagly y Mladinic, 1994), las actitudes hostiles son un instrumento de coerción para aquellas mujeres que no cumplen con el estereotipo socialmente exigido. Con base en esto, pueden definirse las dos dimensiones opuestas del sexismo ambivalente. El sexismo hostil El sexismo hostil se compone de un conjunto de actitudes de prejuicio o conductas discriminatorias basadas en la supuesta inferioridad o diferencia de las mujeres como grupo (Glick y Fiske, 1996). Este sexismo se articula en torno a tres ideas: 1) El paternalismo dominador, en el cual las mujeres se perciben como seres inmaduros y no autosuficientes, lo que legitima la necesidad de una figura masculina dominante. Esta idea puede verse expresada en el refrán popular que dice: “A las mujeres, ni todo el amor ni todo el dinero”. 2) La diferenciación competitiva de género, según la cual sólo los hombres poseen las características necesarias para gobernar las instituciones sociales importantes, siendo la familia y el hogar los ámbitos femeninos. Por ejemplo, en el año 2003 únicamente había 172 diputadas de un total de 1,119 escaños en las entidades federativas del país, y sólo ha habido cuatro gobernadoras en la historia de México. En el ámbito municipal, en ese mismo año había únicamente 98 alcaldesas, habiendo más de 2,400 municipios. 3) La dominación heterosexual, donde el sexo es popularmente visto como un recurso del que las mujeres actúan como guardianas. La creencia de que usan su atractivo sexual para dominar a los hombres está asociada con la hostilidad hacia ellas, percibiéndoseles como seductoras y manipuladoras. El sexismo benevolente Es éste un conjunto de actitudes y conductas sexistas hacia las mujeres en cuanto que las percibe de forma estereotipada y limitada a ciertos roles, pero tiene un tono afectivo positivo y tiende a suscitar en el perceptor conductas típicamente categorizadas como prosociales o de búsqueda de intimidad. El sexismo benevolente está integrado por tres componentes: 1) El paternalismo protector, que es la creencia en que la debilidad e insuficiencia de las mujeres demanda del hombre un rol de protector y proveedor absoluto, asignándoles a ellas el rol complementario de fragilidad y dependencia. Puede coexistir con su contraparte dominante. Varios cuentos infantiles representan esta relación en sus

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personajes: la princesa en peligro rescatada por un caballero de brillante armadura; 2) La diferenciación complementaria de género, que implica la creencia de que las mujeres tienen rasgos positivos que complementan a los masculinos; tales rasgos, supuestamente característicos de las mujeres, les serán exigidos en su conducta, asignándoles así roles tradicionalmente femeninos, con estándares de exigencia muy altos (pureza, resignación, entrega, etc.) que perpetúan la estructura masculina de poder, y 3) La intimidad heterosexual, que identifica a las relaciones heterosexuales como las de mayor intimidad y cercanía psicológica en las que el hombre participa. La motivación sexual del hombre hacia la mujer puede estar ligada con un genuino deseo de cercanía psicológica; sin embargo, Bargh y Raymond (1995) y Prior, Giedd y Williams (1995) demostraron que para algunos hombres la atracción sexual hacia una mujer es inseparable del deseo de dominarla. El Otelo de William Shakespeare es un buen ejemplo de este tipo de relación. Para medir el sexismo ambivalente, Glick y Fiske (1996) construyeron y validaron una escala de 22 reactivos, a la que llamaron Inventario de Sexismo Ambivalente (ASI), con la intención de encontrar la estructura teóricamente propuesta de seis factores que componen las dos dimensiones del constructo. Mediante las mediciones obtenidas con el ASI se ha podido demostrar que tanto el sexismo hostil como el benevolente presentan importantes correlaciones con actitudes que buscan legitimar el abuso hacia las mujeres dentro de las relaciones matrimoniales en sociedades tan disímiles como Turquía o Brasil, que, a pesar de su distancia geográfica, tienen en común una estructura social de dominio predominantemente masculino (Glick, Sakalli-Ugurlu, Ferreira y Aguiar de Souza, 2002). Con respecto al análisis factorial realizado al ASI en múltiples mediciones, sólo da cuenta de cuatro de los seis factores: un primer factor en el que se agrupan los tres componentes del sexismo hostil y tres factores más correspondientes a cada uno de los componentes del sexismo benevolente (Abrams, Viky, Masser y Bohner, 2003; Expósito y cols., 1998; Glick, y Fiske, 1996; Glick, Fiske, Mladinic y cols., 2000; Saiz, Díaz, Ortega y Oyarce, 1998). México fue uno de los 16 países en los que se llevaron a cabo mediciones en esta última investigación. La muestra fue mayoritariamente de universitarios de entre 18 y 25 años de edad. El análisis factorial dio cuenta, al igual que en las otras mediciones, de cuatro de los seis factores indicados por la teoría del sexismo ambivalente.

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Al tomar en cuenta tanto las anteriores relaciones entre el sexismo ambivalente, los indicadores de desigualdad social (en México) y la violencia de género (en Turquía y Brasil), así como la necesidad social de ofrecer explicaciones y alternativas a la problemática del sexismo en nuestro país y la falta de un instrumento de medición capaz de discriminar los seis componentes del sexismo ambivalente, los objetivos de esta investigación fueron, a saber: a) construir una escala que permita discriminar los seis componentes del sexismo ambivalente con índices de confiabilidad aceptables; b) realizar mediciones con esta escala en una muestra equivalente a la que participó en mediciones anteriores con el ASI (en su mayoría jóvenes universitarios) para corroborar la existencia del sexismo ambivalente en México, y c) mediante el análisis de las correlaciones entre el maltrato vivido en las relaciones de pareja y las dimensiones y componentes del sexismo ambivalente, obtener indicadores que permitan establecer hipótesis para futuras investigaciones.

MÉTODO Participantes El instrumento fue resuelto por 347 habitantes de la Ciudad de México, cuya edad promedio fue de 26.9 años. La muestra fue mayoritariamente femenina, con 197 participantes. De ellos, 42.7% reportó no haber cursado la licenciatura o cursarla en ese momento; 49.2% informó no trabajar remuneradamente fuera de casa; 23% reportó no tener ninguna relación de pareja al momento de contestar el cuestionario, 26.8% vivía con su pareja y 45.2% tenía una relación de noviazgo. Instrumento El cuestionario se compuso de varias secciones. En la primera se ubicó el cuestionario de medición del sexismo ambivalente, creado ex profeso por los autores de este artículo para medir los seis factores descritos anteriormente. Éste se construyó a partir de las definiciones teóricas propuestas por Glick y Fiske (1996), y quedó conformada por 88 reactivos tipo Likert, con opciones de respuesta con recorrido de 1 (totalmente falso) a 5 (totalmente cierto). El cuestionario constaba además de una sección de preguntas referentes al maltrato vivido en las relaciones de pareja, donde se inquirió acerca de la cantidad y tipo de maltrato

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y una evaluación de satisfacción global de sus relaciones amorosas, así como una sección de datos generales (edad, sexo, nivel de estudios y demás). 388

Procedimiento El muestreo fue intencional no probabilístico. El cuestionario fue autoaplicado, y el tiempo aproximado para contestarlo fue de 25 minutos, durante el cual los encuestadores permanecían en el lugar con el fin de aclarar dudas. A todos los participantes se les informó que sus respuestas serían confidenciales y utilizadas sólo con fines estadísticos. Análisis estadísticos Se realizaron análisis factoriales de componentes principales con rotación ortogonal y normalidad de Kaiser para todas las escalas. La confiabilidad se obtuvo mediante la alfa de Cronbach. A partir de los factores, se crearon nuevas variables, las que se sometieron a un análisis factorial de segundo orden para confirmar que se agruparan en las dos dimensiones principales (sexismo hostil y sexismo benevolente). Una vez obtenidos los componentes del sexismo ambivalente, se utilizaron, según el caso, correlaciones de Pearson o Spearman para establecer las relaciones entre aquéllos y el maltrato experimentado en las relaciones de pareja, la edad, el sexo y otros datos generales. También se emplearon pruebas t de Student para encontrar diferencias significativas por sexo para cada componente.

RESULTADOS La confiabilidad del Cuestionario de Medición del Sexismo Ambivalente mediante la alfa de Cronbach fue de .84. El análisis factorial (Tabla 1) convergió en ocho iteraciones de las cuales se retuvieron seis factores que explican 56.7% de la varianza total. La interpretación conceptual de cada uno de los factores corresponde claramente a los seis componentes del sexismo ambivalente.

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Tabla 1. Análisis factorial de primer orden.

% de varianza explicada Confiabilidad (Alfa) Confiabilidad (Alfa) Media teórica Media 1. Diferenciación complementaria de género. En momentos difíciles, las mujeres son mucho más solidarias que los hombres. En momentos difíciles, las mujeres se sacrifican mucho más que los hombres. Las mujeres son más honradas que los hombres. La ternura es una de las mejores cualidades femeninas. 2. Hostilidad heterosexual. Las mujeres acostumbran seducir a los hombres para controlarlos. Las mujeres se visten provocativamente cuando quieren conseguir algún favor de los hombres. Las mujeres se visten provocativamente para obtener ventajas en el trabajo. Las mujeres actúan como niñas para evitar que los hombres se enojen. 3. Paternalismo dominador. Para que una mujer esté segura, debe permitir que un hombre la proteja. Un hombre debe establecer límites claros a las mujeres de su casa. Un hombre debe señalar a la mujer sus acciones incorrectas para que las cambie. El hombre de la casa debe vigilar que las mujeres no malgasten el dinero. Las mujeres, como jefas, son más fáciles de manipular que los hombres. 4. Paternalismo protector. La seguridad de una mujer es responsabilidad de los hombres que la acompañan. Los hombres deben impedir que las mujeres corran cualquier riesgo. Es obligación de un hombre mantener a salvo a las mujeres de su casa. Las mujeres deben aceptar la protección masculina por su propio bien. 5. Diferenciación competitiva de género. No votaría por una mujer para presidente. Si tuviera que contratar a un ingeniero, preferiría que fuera varón. Si he de tener un jefe, prefiero que sea un hombre a que sea mujer.

FACTORES 1 2 3 4 5 6 22.66 12.61 6.78 5.80 4.66 4.17 .7424 .7437 .7487 .7048 .6418 .6618 2.5 2.5 2.5 2.5 2.5 2.5 3.26 2.41 2.69 2.78 2.02 3.04 .809 .712 .704 .606

.724 .710 .705 .632

.675 .646 .627 .538 .474

.717 .715 .702 .529

.721 .712 .673 Continúa…

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6. Intimidad heterosexual. Un hombre debe hacer todo lo posible con tal de conservar a la mujer que ama. Un hombre debe hacer hasta lo imposible para conquistar a la mujer que quiere. Los hombres que no tienen a una mujer a su lado son tristes y solitarios. Un hombre sólo puede compartir sus miedos con la mujer que ama.

.789 .747 .489 .462

El primer factor corresponde a la definición de la “diferenciación competitiva de género” y tiene una media de 3.26, lo que muestra una tendencia general a estar de acuerdo con tal manifestación sexista. Su confiabilidad, de acuerdo a la alfa de Cronbach, fue de .74 y explica 22% de la varianza total. El segundo factor corresponde a la “hostilidad heterosexual” y su media fue de 2.41, que indica una postura inclinada hacia el desacuerdo de esta evaluación; su confiabilidad fue de .74, y explica 12% de la varianza. El tercer factor, denominado “paternalismo dominante” también mostró una postura general de desacuerdo, con una media de 2.69; su confiabilidad fue de .74 y explica 6.7% de la varianza. El cuarto factor corresponde a la definición de “paternalismo protector”, cuya media fue de 2.78, obtuvo una confiabilidad de .70 y explica 5.8% de la varianza. El quinto factor se nombró “diferenciación competitiva de género”; su media también fue baja (2.02), mostrando una postura en desacuerdo con esta evaluación; la confiabilidad fue de .64 y explica 4.6% de la varianza. El sexto factor se denominó “intimidad heterosexual”, cuya media fue de 3.04, muestra una posición neutral al respecto, su confiabilidad fue de .66 y explica 4.1% de la varianza. Las correlaciones Pearson entre los seis componentes del sexismo ambivalente muestran correlaciones positivas y significativas, a excepción de la que hay entre la diferenciación complementaria de género y la diferenciación competitiva. La relación más alta se observó entre los dos tipos de paternalismo (r = .486, p < .01), seguida por la que se halló entre el paternalismo protector y la hostilidad heterosexual (r = .349, p < .01), tal como se muestra en la Tabla 2. El análisis factorial de segundo orden (Tabla 3) muestra que los seis componentes se agrupan ―de acuerdo a lo teóricamente esperado― en dos factores que corresponden al sexismo hostil y benevolente, respectivamente, y explican 64.3% de la varianza total.

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Tabla 2. Correlaciones Pearson entre los componentes de sexismo ambivalente. Componentes

Diferenciación competitiva de Género r

Diferenciación complementaria de género Paternalismo protector Intimidad heterosexual

Paternalismo dominante r

Hostilidad heterosexual r

.020

.106*

.107*

.235**

.486**

.349**

.133**

.265**

.190**

*Significancia de la correlación p < .05. **Significancia de la correlación p < .01.

Tabla 3. Análisis factorial de segundo orden. Factores de sexismo Paternalismo dominante Hostilidad heterosexual Diferenciación competitiva de género Paternalismo protector Diferenciación complementaria de género Intimidad heterosexual

Sexismo hostil (M = 2.37) .844 .761 .739 .593

Sexismo benevolente (M = 3.03)

.369 .870 .841

En lo que se refiere a los indicadores de violencia en la pareja, sólo en el caso de los hombres el paternalismo dominante mostró correlaciones positivas y significativas con el maltrato verbal (r = .371, p < .05) y con el maltrato físico (r = .506, p < .05). También en los hombres la diferenciación competitiva de género presentó una correlación alta (r = .506, p < .05) con el maltrato físico. En el caso de las mujeres, el paternalismo dominante tuvo una correlación de r = .235 (p < .05), mientras que la intimidad heterosexual mostró una correlación negativa (r = –.272, p < .05) con el maltrato psicológico. Mediante un análisis de diferencia de medias (t de Student) fue posible establecer diferencias por sexo para cada uno de los seis componentes del sexismo ambivalente, encontrándose diferencias significativas en todos ellos, lo que indica que hay una percepción diferente por sexo de cada uno de estos elementos.

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La Tabla 4 muestra la inclinación y tipo de sexismo de la muestra. De acuerdo a los resultados, las mujeres están más de acuerdo con la diferencia complementaria de género y la intimidad heterosexual; en otras palabras, la muestra femenina está inclinada hacia el sexismo benevolente, mientras que la muestra masculina lo está hacia el sexismo hostil. Tabla 4. Índices por sexo para cada componente del sexismo ambivalente. Factores de sexismo ambivalente t g. l. Sexo Diferenciación complementaria de géneHombre –4.11** 335.00 ro Mujer Hombre Intimidad heterosexual -2.41** 33.00 Mujer Hombre Paternalismo protector 5.88** 335.00 Mujer Hombre Diferenciación competitiva de género 3.20** 279.46 Mujer Hombre Hostilidad heterosexual 5.63** 335.00 Mujer Hombre Paternalismo dominante 3.66** 335.00 Mujer

Media D. E. 3.01 .88 3.42 .90 2.90 .82 3.13 .93 3.00 .89 2.63 .91 2.17 .78 1.90 .70 3.03 .96 2.47 .86 2.74 .92 2.17 .82

**Diferencia significativa a dos colas, p < .01

La correlación de Spearman mostró que a mayor nivel de estudios, menor la presencia de los factores del sexismo, principalmente entre las mujeres, como se puede apreciar en la Tabla 5. Tabla 5. Correlaciones Spearman entre nivel de estudios y los 6 componentes de sexismo ambivalente. Diferenciación Paternalis- Hostilidad Paternalis- Diferenciamo protec- ción compeheterocomplementa- mo domititiva tor sexual nante ria de género de género r r r r r Hombres Nivel de estudios Mujeres Nivel de estudios *p < .05 **p < .01

Intimidad heterosexual r

–.210*

–.279**

–.095

–.244**

–.182*

–.260**

–.311**

–.332**

–.274**

–.335**

–.231**

–.325**

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DISCUSIÓN El Cuestionario de Medición del Sexismo Ambivalente presentado en esta investigación mostró niveles de confiabilidad aceptables y fue capaz de discriminar los seis componentes del sexismo ambivalente en la muestra encuestada, mostrando así una mayor sensibilidad que la que tiene el Inventario de Sexismo Ambivalente de Glick y Fiske (1996). Las correlaciones entre los componentes del sexismo hostil y benevolente, así como entre el sexismo ambivalente con los niveles de educación y las diferencias de medias por sexo para cada componente son semejantes a las halladas en otras investigaciones con el ASI (Abrams y cols., 2003; Expósito y cols., 1998; Glick y Fiske, 1996; Saiz y cols., 1998), por lo que los resultados proporcionan un valioso indicador de validez de criterio para la escala construida. Debido a su carga conceptual, únicamente los componentes del sexismo hostil correlacionaron de manera positiva con la violencia en las relaciones de pareja; sin embargo, las relaciones entre los seis componentes muestran que ambos tipos de sexismo tienden a presentarse de manera conjunta. La teoría del sexismo ambivalente engloba no sólo a un conjunto de actitudes negativas hacia las mujeres, sino todo un mecanismo de do-minio presente en las sociedades donde se privilegia a los varones, y tiene como fin perpetuar el control masculino sobre las principales instituciones sociales. Se encontró evidencia de lo anterior en las correlaciones positivas entre los componentes del sexismo con el reporte de violencia en alguna relación, además de las diferencias significativas entre las medias para cada factor, en las que se apreció que los hombres tienen un perfil inclinado hacia el sexismo hostil. Además, la correlación negativa entre la intimidad heterosexual y el maltrato verbal en el caso de las mujeres, indica que aquellas que aceptan como parte de su rol el compartir espacios de intimidad emocional y sexual con sus parejas tienden a sufrir menos violencia verbal a lo largo de sus relaciones con ellas. Las correlaciones negativas entre el nivel académico y los componentes del sexismo ambivalente aparecen tanto para los hombres como para las mujeres, pero tal relación es más fuerte en el caso de las últimas. Estos datos son un indicador de control del sexismo por medio de la dependencia que genera en las mujeres la falta de estudios, pues a menor grado de estudios en las mujeres, mayor su aceptación

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por los perfiles sexistas. Al mismo tiempo, la adquisición de algunos recursos de autonomía que obtienen las mujeres por medio del incremento de su nivel de estudios tiende a disminuir su perfil sexista. Esto también sucede con los hombres, pero de manera menos importante; aun así, puede pensarse que la educación es un aspecto importante para combatir el sexismo en nuestro país.

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ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 10, NUM. 2: 381-395 JULIO-DICIEMBRE, 2005

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