Pérez, A. E. 2016. El registro arqueológico de la cuenca binacional del río Valdivia. La integración de su fuente, el lago Lácar, sector oriental cordillerano. Araucanía-Norpatagonia: expresiones materiales y representaciones de... IIDyPCa . Pp. 157-194.

June 28, 2017 | Autor: A. Pérez | Categoría: Architecture, Landscape Archaeology, Arqueología de Patagonia
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Descripción

Araucanía-Norpatagonia Discursos y representaciones de la materialidad

María Andrea Nicoletti, Andrés Núñez y Paula Núñez

Sociales

Aperturas

Compiladores

Araucanía-Norpatagonia Discursos y representaciones de la materialidad

Aperturas Serie Sociales

Araucanía-Norpatagonia Discursos y representaciones de la materialidad

Compiladores

María Andrea Nicoletti Andrés Núñez Paula Núñez

Enrique Aliste / Alfredo Azcoitia / Brígida Baeza Ana Inés Barelli / Alejandro Benedetti / Marcia Bianchi Villelli Sylvain Guyot / Luciana Lago / Alicia Laurín Carolina Lema / Marisa Malvestitti / Brenda Matossian Gabriela Nacach / Eugenia Alicia Néspolo Nancy Nicholls Lopeandía / María Andrea Nicoletti Andrés Núñez / Paula Gabriela Núñez María Carolina Odone Correa / Gertrudis Rut Pàyas Fernanda Peñaloza / Alberto Pérez / Bastien Sepúlveda Marcela Tamagnini / Laila Vejsbjerg

I I D Y P C A

CONICET U N R N

Araucanía-Norpatagonia: discursos y representaciones de la materialidad Andrés Núñez... [y otros]; edición a cargo de Nicoletti, Ma. Andrea; Núñez, Andrés; Núñez, Paula G. 1a ed. - Viedma: unrn; San Carlos de Bariloche: iidypca - Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio, 2016. 442 p. ; 15x23 cm Aperturas, Sociales isbn 978-987-3667-12-1 1. Antropología. i. Núñez, Andrés ii. Núñez, Paula G., ed. lit. iii. Nicoletti, Ma. Andrea, ed. lit. iv. Núñez, Andrés, ed. lit. cdd 930.1

© Universidad Nacional de Río Negro, 2016. editorial.unrn.edu.ar © Nicoletti, Ma. Andrea, 2016. © Núñez, Andrés, 2016. © Núñez, Paula, 2016. Diseño de colección: Departamento Editorial de la unrn Coordinación editorial: Ignacio J. Artola Edición del texto: Natalia Barrio Corrección del texto: Analía Pinto Diseño de tapa e internas: Gastón I. Ferreyra y Sergio Campozano Imagen de tapa: Campo de Hielo Patagónico Sur - ISS030 - 8 de diciembre de 2011. Image courtesy of the Earth Science and Remote Sensing Unit, nasa Johnson Space Center. http://eol.jsc.nasa.gov

Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723 Usted es libre de: compartir-copiar, distribuir, ejecutar y comunicar públicamente la obra Araucanía-Norpatagonia: discursos y representaciones de la materialidad, bajo las condiciones siguientes: Atribución — Debe reconocer los créditos de la obra de la manera especificada por el autor o el licenciante (pero no de una manera que sugiera que tiene su apoyo o que apoyan el uso que hace de su obra). No Comercial — No puede utilizar esta obra para fines comerciales. Sin Obras Derivadas — No se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de esta obra. Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 Argentina.

Índice 11 | Introducción

María Andrea Nicoletti, Paula Núñez y Andrés Núñez

Eje 1 Circuitos, relaciones y representaciones de prácticas políticas y económicas Coordinadores: Santiago Andrés Núñez y Enrique Aliste

29 | Capítulo 1

Los estudios de frontera en perspectiva geográfica: análisis teórico sobre la producción reciente en la Araucanía-Norpatagonia

Brenda Matossian y Laila Vejsbjerg 51 | Comentario al texto: Alejandro Benedetti

61 | Capítulo 2

Las fronteras en el siglo xxi: apuntes breves para continuar la reflexión en tiempos de integración regional

Alicia Laurín 77 | Comentario al texto: Andrés Núñez

81 | Capítulo 3

Geografía y hermenéutica: la Patagonia-Aysén desde el espejo social de un país

Andrés Núñez 94 | Comentario al texto: Rafael Sánchez

99 | Capítulo 4

El desarrollo aquí y allá: imágenes y representaciones del desarrollo en el imaginario transfronterizo

Enrique Aliste y Paula Núñez 121 | Comentario al texto: Rodrigo E. Márquez Reyes

129 | Capítulo 5

Del «destino común» a «la invasión de… fuerzas armadas extranjeras» en solo unas horas. Chile en la prensa norpatagónica durante el incidente de Laguna del Desierto

Alfredo Azcoitia 150 | Comentario al texto: Marcelo Borrelli

Eje 2 Territorios, itinerarios y expresiones materiales Coordinadora: Paula Gabriela Núñez

157 | Capítulo 6

El registro arqueológico de la cuenca binacional del río Valdivia. La integración de su fuente, el lago Lácar, sector oriental cordillerano

Alberto E. Pérez 178 | Comentario al texto: Carolina Lema

195 | Capítulo 7

Geografías imaginadas. Pensando la colonización española de la costa oriental patagónica (siglo xviii) en el contexto regional

María Bianchi Villelli 205 | Comentario al texto: Perla Zusman

217 | Capítulo 8

Expansión urbana, religiosidad católica y barrios chilenos en Comodoro Rivadavia (1950-1973)

Brígida Baeza y Luciana Lagos 236 | Comentario al texto: Nancy Nicholls Lopeandía

243 | Capítulo 9

A lo largo y a través de la frontera: áreas protegidas y gestión participativa en la Norpatagonia (Chile-Argentina)

Bastien Sepúlveda y Syvain Guyot 266 | Comentario al texto: Ximena Cuadra Montoya

Eje 3 Prácticas culturales y sociales en el marco de la interculturalidad Coordinadoras: Carolina Odone y María Andrea Nicolletti

277 | Capítulo 10

El giro intercultural: reflexiones en torno al concepto de interculturalidad en la Argentina y Chile

Fernanda Peñaloza 296 | Comentario al texto: Francisca de la Maza 299 | Comentario al texto: Claudia Briones

305 | Capítulo 11

Circulaciones intertextuales del Arte, de Febrés, en ambos lados de los Andes

Marisa Malvestitti y Gertrudis Payàs 326 | Comentario al texto: María Pía Poblete

333 | Capítulo 12

La Virgen del Nahuel Huapi y la Virgen del Carmen en San Carlos de Bariloche. Relatos iconográficos y dinámicas identitarias

María Andrea Nicoletti y Ana Inés Barelli 363 | Comentario al texto: Josefina Schenke

371 | Capítulo 13

Entre los salvajes unitarios y los bárbaros del sur: la Frontera Sur de Córdoba en la década de 1840

Marcela Tamagnini 390 | Comentario al texto: Eugenia Néspolo

399 | Capítulo 14

Formas de administración de la alteridad: construcción de miradas desde Tierra del Fuego

Gabriela Nacach y Carolina Odone Correa 418 | Comentario al texto: Dánae Fiore

433 | Sobre los autores

Introducción

Presentamos el tercer libro de los Talleres Binacionales «Cultura y Espacio. Araucanía-Norpatagonia», iniciados por Pedro Navarro Floria en el año 2009 y editados por el iidypca y la unrn. Esta lúcida iniciativa constituye un trabajo de integración nacional, que va más allá de la recopilación de ponencias en las Actas. Los «libros del taller», como familiarmente los hemos llamado los editores, son el trabajo sostenido de dos años de elaboración entre un taller y otro, coordinando un equipo de autores y comentaristas de ambos lados de la cordillera. Desde el primer libro editado por Pedro Navarro Floria y Walter Delrio, Cultura y espacio. Araucanía-Norpatagonia (2011) hasta este que tenemos el gusto de presentar, hemos recorrido un largo camino. Estos libros son el aporte a un fecundo trabajo que la Asociación Argentino-Chilena de Estudios Históricos viene realizando a través de sus congresos y la revista Estudios Trasandinos. Los talleres y sus libros aportan algunas cuestiones originales que quisiéramos destacar. Son esencialmente un proceso que va siendo, es decir, tienen una dinámica abierta y atenta a los problemas que atraviesan nuestra frontera común. Busca que investigadores chilenos y argentinos escriban juntos y desde distintas disciplinas, atendiendo más a los temas de interés común que a su propio desarrollo disciplinar y casuístico. Parte de ideas concretas elaboradas por distintos investigadores de diversas disciplinas, que se ponen en discusión y en debate y que posteriormente se reelaboran con la síntesis trabajada en los talleres. El escrito, a su vez, es enviado a algún especialista en el tema, quien devuelve una lectura atenta y crítica, a fin de mostrar tanto el potencial de las perspectivas en debate como la apertura de las definiciones a las que se arriba. Pretende ser un diálogo provocador y provechoso puesto en consideración a distintos especialistas que comentan cada trabajo y a quienes cada autor o autora tiene derecho a replicar. Es decir, es un diálogo constructivo puesto en libro o un libro puesto en diálogo. Por eso, el punto de partida del primer libro, es general y menos asociativo que el segundo. Como si nos estuviésemos observando desde uno y otro lado de la cordillera, animándonos tímidamente a integrar nuestros estudios. El segundo libro logra un salto cuantitativo y cualitativo en la integración: Araucanía-Norpatagonia: la territorialidad en debate. Perspectivas Introducción | 11

culturales, ambientales, sociales, políticas y económicas, editado por María Andrea Nicoletti y Paula Núñez (2013), se centra en una perspectiva que nos preocupa: la territorialidad y sus prácticas culturales, ambientales, políticas y económicas. Este libro logró en un alto grado la asociación de autores chilenos y argentinos, que decidieron reescribir sus textos en clave articulada. La barrera cordillerana dejaba de ser una trinchera y comenzaba a pensarse desde un punto de vista de conjunto. Sin embargo, el tercer taller nos dio una pista más: la perspectiva comparada no significaba integrada, lo comparado sigue dejándonos el gusto de lo paralelo. Fue así que para este tercer libro, la edición se resolvió en colaboración: Andrés Núñez1 de Chile y Paula Núñez y María Andrea Nicoletti de la Argentina. También se enriquecieron las perspectivas de análisis que se explicitan en el subtítulo de este libro: «Discursos y representaciones de la materialidad», que asoció a la mayoría de los autores no solo por su lugar de origen, de uno u otro lado de la cordillera, sino por su disciplina, su perspectiva teórica o sus estudios de casos. Buscamos que los trabajos fuesen comentados por un contrapunto chileno o argentino según el caso, que aportó no solo un comentario sobre el valor del trabajo sino sus ideas propias como un aporte a la perspectiva de integración. En este libro es indispensable leer los comentarios de cada capítulo, que devienen más en trabajos originales que en comentarios de investigaciones, pues aportan su particular perspectiva de análisis sobre el tema. Podemos decir, quizás con excesivo optimismo, que este libro es el primer jalón a través del cual hemos logrado traspasar la comparación para caminar hacia la integración. Si esto no ha sido casualidad sino causalidad, lo veremos en el iv Taller (2015) y su libro correspondiente. Volvamos a este tercer libro del taller que presentamos: AraucaníaNorpatagonia: discursos y representaciones de la materialidad. Este libro, fruto del iii Taller Araucanía-Norpatagonia, realizado en Pucón (Chile), en abril del año 2013, se ha concentrado en tres ejes temáticos: 1: «Circuitos, relaciones y representaciones de prácticas políticas y económicas», cuya coordinación estuvo a cargo de Andrés Núñez y Enrique Aliste; 2: «Territorios, itinerarios y expresiones materiales», a cargo de Paula Núñez; y el eje 3, titulado «Prácticas culturales y sociales en el marco de la interculturalidad», coordinado por Carolina Odone y María Andrea Nicoletti. 1 Particularmente, Andrés Núñez contó con el apoyo del proyecto conicyt-fondecyt n.º 1 141 169 (Chile).

12 | Araucanía-Norpatagonia

El eje 1, «Circuitos, relaciones y representaciones de prácticas políticas y económicas», tiene como propósito reflexionar sobre las representaciones con las que se va definiendo el espacio fronterizo, así como visibilizar las prácticas que se desenvuelven en relación con él. Estos trabajos discuten las relaciones transfronterizas y la producción de imaginarios geográficos que han ido surgiendo para representar aquellos espacios asentados en los márgenes de la nación. El eje está constituido por cinco trabajos, algunos con mayor énfasis en lo conceptual, otros en lo político-histórico y otros en los procesos de representación y análisis de discurso territorial. En general, todos transitan por la posición de estos espacios fronterizos en relación con la situación de centralidad o subordinación que en la práctica los imagina y los proyecta. El capítulo 1, «Los estudios de frontera en perspectiva geográfica: análisis teórico sobre la producción reciente en la Araucanía-Norpatagonia», cuyas autoras son Brenda Matossian y Laila Vejsbjerg, nos ubican en el estado de la cuestión sobre el cual los trabajos que siguen en este eje aportan su avance. Las investigadoras argentinas buscan resaltar los cambios que en los últimos años son identificables para los estudios de frontera tanto en la Argentina como en Chile. En ese nuevo contexto de investigación es destacable la mirada binacional, el trabajo interdisciplinar, el enfoque crítico, aplicado a una reinterpretación de los espacios fronterizos. A través de su propuesta, las autoras dan cuenta de los antecedentes que permiten observar nuevos modos de abordar el problema fronterizo, con énfasis en la Norpatagonia chilenoargentina, así como visualizar los alcances del debate y las renovadas preguntas de investigación. El comentarista de este capítulo, Alejandro Benedetti, aporta su sistematización a este análisis puntualizando el proceso de diferenciación territorial en los estudios fronterizos regionales. Resulta esclarecedora la descripción de Benedetti de este espacio que nos ocupa: la Araucanía-Norpatagonia, como un espacio con múltiples articulaciones en el que aún perviven cicatrices de las mismas construcciones nacionales. Pero más allá de ellas, el comentarista propone los vínculos que nos permiten ver el espacio integrado según la naturaleza de ese vínculo y nos alerta sobre el modo de inclusión de los estudios arqueológicos desde la temporalidad de los estudios binacionales. Los capítulos 2 y 3, de Alicia Laurín y Andrés Núñez, abren a la reflexión teórica con un alcance que no solo los pone en diálogo con su Introducción | 13

mismo eje, sino que atraviesa los debates del eje 2. «Las fronteras en el siglo xxi: apuntes breves para continuar la reflexión en tiempos de integración regional», escrito por Alicia Laurín, resalta y se pregunta, en forma reflexiva y crítica, por la existencia de territorialidades superpuestas en espacios de frontera. Esas territorialidades remiten a las Reservas de la Humanidad o de la Biosfera y presentan una condición que junto con poseer el carácter de binacional suponen una temporalidad indefinida e intangible. Desde esta perspectiva, son espacios revalorados desde la verticalidad que supone el Estado-nación, pero desde un lenguaje de tipo universal o global. En este contexto, la autora deja entrever una respuesta que expone como pregunta: «¿estamos frente a una nueva colonización de la naturaleza?». El comentario de Andrés Núñez resalta especialmente, en este trabajo, la existencia de territorialidades superpuestas en espacios de frontera, como el de la Biosfera. Espacios de reserva o de protección de la naturaleza para la humanidad en que nunca faltan las escalas nacionales, la modernidad y el eurocentrismo, como producto de aquellas cicatrices que señalaba Benedetti, que desarrolla Mignolo (2011) y que señalaba Navarro Floria sobre los márgenes y sus articulaciones territoriales: los diseños globales también tienen que ver con la internacionalización del capital, como bien apunta A. Núñez. Como autor, Andrés Núñez nos entrega un trabajo de importante contenido conceptual que titula «Geografía y hermenéutica: la Patagonia-Aysén desde el espejo social de un país». En él, el autor expone que existen modos de interpretación de determinados territorios que los llevan a que su comprensión social se articule en un horizonte de homogeneidad y universalidad que termina por esencializarlos. Así, por ejemplo, expone A. Núñez, existirán territorios aislados, marginados, integrados, modernos o desarrollados, en un proceso de inclusión o marginalidad que los irá definiendo. Aquellas configuraciones no son neutras o ingenuas, ya que tienen que ver con el control y la dominación de esos territorios: una producción temporal en cuya confección han intervenido diversos intereses, muchos de ellos ligados a proyectos teórico-políticos cuyas estrategias se relacionan también con el control y dominación de esos territorios. El trabajo se asienta, por tanto, en una reflexión de los discursos del proyecto de la modernidad y cómo ellos también se han impregnado durante el siglo xx y lo que va de este siglo, en la Patagonia-Aysén, a partir de los discursos del desarrollo desde una perspectiva verde o conservacionista. 14 | Araucanía-Norpatagonia

Rafael Sánchez rescata el planteo filosófico del espacio en este trabajo, desde el plano simbólico y sus procesos discursivos con lo propiamente material, que relaciona con los enfoques de Bachelard, Castoriadis y Edward Said en Oriente y el orientalismo, como una proyección de los imaginarios geográficos occidentales. La pervivencia de esa estructura discursiva que A. Núñez visualiza en la PatagoniaAysén, Rafael Sánchez la destaca desde la escritura en el centro político, polo de desarrollo y discurso dominante de la modernidad, para desestructurar y cuestionar el sitio permanente de marginalidad y la exclusión desde donde se pensaba y piensa a este territorio. El capítulo 4, de autoría de Enrique Aliste y Paula Núñez, tiene la particularidad de ser una mirada mixta, en tanto fue redactado por un geógrafo chileno y una historiadora argentina. El trabajo se titula «El desarrollo aquí y allá: imágenes y representaciones del desarrollo en el imaginario transfronterizo». El diálogo es abordado desde el análisis de la ciudad de Bariloche, en la Argentina, y de Concepción, en Chile. El elemento central que configura su propuesta, cuya base está dada por la producción de discursos del desarrollo que se desenvuelven durante el siglo xx y el actual, es que los modos de representación de espacios nacionales de ambos lados de la cordillera convergen en elementos comunes que impregnan los márgenes de los propios Estados nacionales. Ello implica que los espacios transfronterizos han sido y son impactados por lecturas de marcado carácter centralista y, por lo mismo, permiten constatar las diversas modalidades con que el proyecto de la modernidad –que supera la lógica nacionalista– se materializa en aquellos espacios. El comentario de Rodrigo Márquez Reyes subraya en este trabajo la historización de los elementos en las dinámicas territoriales, políticas, económicas y sociales y aquellos aspectos de naturaleza material e inmaterial, que interactúan en este territorio y en ambos lados de la cordillera. El comentarista rescata la lógica comparativa entre Concepción y San Carlos de Bariloche, en sus recorridos diversos y la superación de sus paradigmas. Rodrigo Márquez Reyes nos invita a reflexionar en este trabajo sobre los nuevos modelos de gestión y su viabilidad sobre estos nuevos territorios que a nivel discursivo «dieron paso al imaginario industrial del progreso de mediados del siglo pasado, [que] son hoy soporte espacial de las desigualdad social, la fragmentación urbana, la contaminación ambiental». También entiende que esta comparación nos proporciona respuestas válidas ante acontecimientos que los involucraron y que siguen siendo decodificados atendiendo a los puntos de tensión más que a los de integración. Introducción | 15

Finalmente, cerrando el eje, Alfredo Azcoitía ofrece un trabajo que titula «Del “destino común” a “la invasión de… fuerzas armadas extranjeras” en solo veinticuatro horas. Chile en la prensa norpatagónica durante el incidente de Laguna del Desierto». Desde una perspectiva histórica, el autor indaga, por una parte, en el carácter con que el nacionalismo se impregna en los territorios en general y en particular en la Norpatagonia chileno-argentina, sumando la contradicción de las representaciones y discursos antagónicos con los que se relatan los territorios transfronterizos. Como el título ya lo adelanta, el texto revela la tensión o dualidad discursiva entre la retórica y búsqueda de integración de los espacios fronterizos y la producción de un discurso sobre el vecino expansionista, lo que pone en evidencia tanto la volatilidad de los posicionamientos periodísticos como la influencia de la matriz discursiva del nacionalismo territorial en los temas sobre cuestiones limítrofes y, sobre todo, la permanencia de los discursos antagónicos como parte del imaginario local. La voz que se otorga a uno u otro, en tan corto lapso, refiere a un aspecto que involucra al conjunto de los casos; la construcción simbólica en general es fragmentada y está atravesada por relatos que pretenden erigirse en hegemónicos y silenciadores. El comentario de Marcelo Borrelli destaca el análisis que el autor realiza sobre un conflicto limítrofe puntual (Laguna del Desierto), a través de una fuente periodística regional como es el Diario Río Negro y la utilización del concepto de escenografías, «para dar cuenta de las diversas “escenas” que pone en juego el periódico en su superficie redaccional, principalmente en este caso en torno a las voces diplomáticas y castrenses que entraron en una clara tensión». Mediante una línea editorial que apela a la posición moderada y a la convivencia pacífica, el comentarista subraya el matiz patriótico de las crónicas informativas y señala cuestiones puntuales para analizar y reflexionar, como por ejemplo, la recepción de las poblaciones sumergidas en el conflicto, en su calidad de lectores y de ciudadanos, y el rol docente del periódico por sobre la acción de los Estados. Idea que invita a la comparación entre periódicos regionales y nacionales, sobre una misma temática escrita desde geografías diferentes En tanto que el eje 2 abre una puerta a la pregunta por los sentidos del espacio. Se trata de casos que nos permiten problematizar las formas en que se significan los entornos desde una región de frontera. Cuatro trabajos, con cuatro casos a primera vista desconectados, comparten un 16 | Araucanía-Norpatagonia

problema común: la apropiación discursiva e intencional de la descripción ambiental, que opera como limitante al reconocimiento de la diversidad de dinámicas existentes. Desde una mirada arqueológica, Alberto Pérez discute los discursos disciplinares de su propia área de estudios, pues los observa como asociados a los límites nacionales. El investigador busca demostrar las particularidades de los registros materiales, señalando el porqué se vinculan más con el área arqueológica Valdivia que con la de las cuencas de los ríos Limay y Neuquén, que hasta la fecha se presentan como la referencia de mayor peso. En su texto, Pérez describe un caso, pero nos acerca a un problema mucho mayor, el de cómo los discursos académicos están atravesados por imaginarios políticos, que pesan a la hora de interpretar los paisajes y registros que se toman como evidencia de una pertenencia u otra, pero mantiene, como lúcidamente observa su comentarista Carolina Lema, la necesidad de la adscripción. Las limitaciones propias para llenar sentidos particulares, donde los espacios no se diluyan en sus vínculos con centros, es un desafío que nos obliga a colocarnos en un sitio de sospecha epistemológica sobre los supuestos desde los cuales nos acercamos para abordar la comprensión de las áreas de frontera. En esta línea, el artículo de Marcia Bianchi va a introducir una crítica a la historiografía existente, que se reconoce en tensión con el paisaje colonial que descubre su trabajo arqueológico sobre Península Valdés. Este capítulo va abandonando la sobrecarga de la histórica perspectiva atlántica, así como la explicación centrada en lo defensivo, para abrir otras claves de interpretación del espacio y sus relaciones. Nuevamente, las vinculaciones con el centro se presentan matizadas en prácticas más complejas. El relato, que Bianchi critica, se evidencia como una búsqueda por extender la historia de los Estados nacionales al pasado colonial. Hay una teleología disciplinadora detrás de las propuestas de la historia y de la geografía, descriptas en esas claves. Uno de los aspectos que quisiéramos resaltar de este artículo es cómo este relato nacional se apoya en el vínculo de enclave con España, cuando el desabastecimiento se reconoce como característica de la cotidianeidad. La subsistencia diaria llenó de sentidos diferentes el paisaje colonial, y su posibilidad de permanencia da cuenta de una región mucho más habitada y transitada que los permisos habilitados por los relatos hegemónicos. Introducción | 17

Estos relatos nacionales, por otro lado, impactan en la significación de la materialidad de los espacios edificados o reconocidos desde este ordenamiento político, y sus huellas permanecen en el tiempo. El comentario de Perla Zusman resalta las fuentes y abordajes originales del trabajo de Marcia Bianchi y marca cuatro aspectos destacables: los imaginarios geográficos, la relación espacio-tiempo asociada a la heterogeneidad, la movilidad y la escalaridad. Para cada uno de estos aspectos propone a la autora una pregunta abierta para abordar: «¿qué mediaciones resultan interesantes explorar para articular aquellos imaginarios geográficos que le han permitido elaborar un conjunto de hipótesis, con la materialidad?»; ¿cuáles son las «interacciones y conflictos que se derivan del encuentro entre distintas espacio-temporalidades (la de los grupos étnicos, la de los grupos étnicos con la población hispano-criolla, y las que vinculan estrictamente a la efectivización de la política colonial)»?; ¿qué lugar tendría en este caso «la preocupación por la movilidad y las interacciones [que] implicaría trabajar concomitantemente las prácticas asociadas tanto a los flujos como a lo fijo»?; y ¿cómo articularía «las relaciones escalares con aquellas otras de carácter horizontal»? Finalmente, Perla Zusman sugiere incorporar una idea interesante a la reflexión, como es la idea de paisaje para trabajar las distintas formas de valorización y apropiación del entorno por parte de los distintos actores sociales y las múltiples trayectorias espacio-temporales. Los textos de Brígida Baeza y Luciana Lagos, y de Bastien Sepúlveda y Sylvain Guyot, dan cuenta del peso de los ordenamientos discursivos de territorios e itinerarios, que tras la idealización del pasado inciden en la construcción urbana, como muestra el primer estudio, y en la formación de áreas protegidas, como se observa en el segundo. La materialidad vista como resultado de discursos permite vincular estudios actuales, o de finales del siglo xx, con procesos mucho más antiguos. Porque espacio, historia, paisaje, entre otros, se presentan condensando sentidos y se establecen como referencias identitarias que permanecen operando en la conformación material de una ciudad, como Comodoro Rivadavia, asociada a la actividad petrolera de esta localidad, para mencionar el caso que traen Baeza y Lagos. Pero también atraviesan la interpretación de aquello supuesto como vacío de habitantes, los Parques Nacionales, que se inscriben en tensiones equivalentes pero desde una referencia distinta, una naturaleza que se supone intocada, abriendo conflictos que revisan Sepúlveda y Guyot, 18 | Araucanía-Norpatagonia

que, como Baeza y Lagos, caminan por las fisuras de los órdenes que se buscan instalar en los espacios que los ocupan. Baeza y Lagos revisan el modo en que se formó la ciudad de Comodoro Rivadavia, a partir de la construcción de espacios diferenciados y diferenciantes para quienes los habitaban y transitaban cotidianamente. Aquí, en línea con la construcción de los relatos precedentes, la argentinización de las fronteras internas de la propia localidad es un desafío en torno al cual se avanza con políticas educativas. Las autoras muestran que se toma como recorte un elemento clave: lo chileno, que se establece como opuesto a lo argentino, apoyado además por juicios peyorativos en torno a estereotipos de migrantes. Y en este punto, introducen un elemento central en los fundamentos de la pervivencia de los discursos nacionalistas. Nacionalizar se toma como equivalente a civilizar, y lo no civilizado –la barbarie sarmientina– es un orden destructor de la civilidad, y por ello debe desmantelarse. Los migrantes (prácticas, costumbres, estéticas) que quedan por fuera de lo nacional se tornan opuestos a la patria, antitéticos al propio espacio que ocupan, y por ello deben diluirse en las formas correctas de vivir el espacio. Las décadas en las que se piensa la ciudad de Comodoro, sesenta y setenta, nos remiten a años en los que la imagen de lo chileno se va tornando en sinónimo de peligro para la nación, sobre todo en cuanto a su avance sobre la Patagonia. En la localidad chubutense, esto se cruza, además, con las desigualdades sociales que generaba la expansión petrolera estatal y privada en el transcurso del primer boom petrolero de la zona. Todo confluye para que las autoras recorran el modo en que discursos hegemónicos y resistencias se entrelazan en definiciones que no terminan de estar completas. Y en este sentido avanzan en un aporte hacia los debates teóricos que se concentran en este eje, la apropiación y significación de la materialidad se inscribe en un ámbito de debates abiertos y en tensión. Desde esta idea, y acercándonos a la actualidad, el trabajo de Guyot y Sepúlveda refiere a la misma temática pero con referentes distintos. La materialidad que problematizan es la de la naturaleza de los Parques Nacionales y la población que tensiona los significados adscribe a un carácter étnico antes que nacional, pues se trata de mapuches. El espacio en juego se observa sobrecargado de sentidos previos, pero no desde una colonización acomodada al relato del Estado, como se debatió en los trabajos previos, sino desde dinámicas poblacionales cuya articulación no termina de resolverse. Introducción | 19

La imposición de la escisión naturaleza-cultura, constitutiva de la mirada moderna desde la cual los Estados nacionales ordenaron sus territorios, se presenta desde el peso de su artificialidad en este trabajo. Si bien esta escisión, de una forma u otra, es revisada en las obras previas, la paradoja de establecer áreas protegidas, administradas por organismos que dejan fuera de las sociedades locales la toma de decisiones, y sobre espacios históricamente habitados por pobladores originarios, queda al descubierto en las múltiples formas de preservación que se proyectan en las áreas fronterizas en los últimos años, pues allí se concentra la mayor proporción de áreas protegidas. En un ejercicio de distanciamiento respecto de las jerarquías modernas, los pueblos originarios han avanzado en reclamos por el manejo propio de las áreas inscriptas como naturaleza. Las poblaciones relacionadas con el territorio amazónico son ejemplo de estas movilizaciones. Sepúlveda y Guyot van a tomar esta perspectiva respecto de las poblaciones mapuches, refiriendo a elementos de su cosmovisión para argumentar a favor del valor de su palabra en temas de conservación, sobre todo cuando se plantea una vivencia al interior del Parque, una interacción no destructiva que, además, da lugar a reclamos por el reconocimiento de una nación transfronteriza. Si bien la falta de reconocimiento a comunidades locales se reduce a la problemática mapuche, este trabajo se destaca por su aporte en el reconocimiento de tensiones por la superposición de criterios en los sentidos otorgados a los espacios. Ximena Cuadra Montoya destaca justamente en este trabajo «las distintas visiones sobre la naturaleza en los proyectos territoriales antagónicos, el de los Estados y el de los indígenas», que ante la globalización y la conservación continúan en planos de dominación y subalternidad. Por ello la comentarista propone revisar el reconocimiento sustantivo de los derechos indígenas en las políticas de ambos Estados, o sea la autodeterminación política, económica, social y cultural de los pueblos indígenas para que los avances en las políticas medioambientales, que buscan la inclusión de los pueblos indígenas, no queden desdibujadas ante los reclamos de tenencia de la tierra y el autogobierno. La naturaleza, e incluso la ciudad, volviendo al texto de Baeza y Lago, muestra la relevancia por la pregunta sobre la materialidad, a partir de reconocer la artificialidad del ejercicio diferenciador. Los territorios, dependiendo de la mirada se reconocen desde diferentes itinerarios, y la valoración sobre la materialidad se entrelaza a las predefiniciones de la espacialidad. 20 | Araucanía-Norpatagonia

Nancy Nicholls destaca, como aporte más relevante del trabajo de Baeza y Lago, la incorporación de las prácticas culturales y los imaginarios de los migrantes chilenos en las zonas altas de Comodoro Rivadavia entre 1950 y 1973, desde la teoría de campo de poder y la otredad. La comentarista sugiere avanzar en el análisis de la interacción de todos los actores sociales con los migrantes chilenos y de algunas representaciones de la materialidad como la reconstrucción del paisaje de origen y de llegada del migrante. Circularmente, podemos volver al texto de Pérez, quien desde la materialidad que investiga argumenta a favor de una perspectiva transnacional, proponiendo nuevas lógicas de integración y diferenciación al interior de la Patagonia. Así, estos cuatro trabajos dan cuenta de la riqueza y relevancia de las preguntas donde los tres conceptos del título del eje que los contiene, territorios, itinerarios y expresiones materiales, se sitúan en un entramado conceptual, donde se llenan de sentido mutuamente, estableciendo la ilusión de estar frente a escenarios fijos. Los debates que muestran los cuatro capítulos del eje dan cuenta del desafío que existe en la búsqueda de establecer nuevos recortes. Las duras divisiones, en términos de áreas naturales protegidas, Estados nacionales, territorios étnicos, nos enfrenta a la falta de respuestas frente a la pregunta de cómo superar los esencialismos. El cómo la diversidad relacional se puede promover en un espacio donde la materialidad se estableció a partir de divisiones nos ubica en un escenario abierto, donde los elementos que trabajan autores, autoras y comentaristas permite introducir una mirada más compleja sobre el problema. El último eje, el 3, realiza un recorrido singular por temáticas religiosas, lingüísticas, etnohistóricas y antropológicas. Resaltamos como característica primordial su recorrido por la diversidad fronteriza: la frontera Araucanía-Norpatagonia, la frontera colonial al norte del BíoBío, la frontera interna al sur de Córdoba y la frontera del territorio fueguino. La interculturalidad atraviesa todas y cada una de estas fronteras en su aspecto teórico general («El giro intercultural: reflexiones en torno al concepto de interculturalidad en la Argentina y Chile», de Fernanda Peñaloza), como aspectos singulares apelando a la interdisciplina: las circulaciones intertextuales («Circulaciones intertextuales del Arte de Febrés en ambos lados de los Andes», de Marisa Malvestitti y Gertrudis Payàs); las devociones marianas («La Virgen del Nahuel Huapi y la Virgen del Carmen en San Carlos de Bariloche. Relatos iconográficos», Introducción | 21

de María Andrea Nicoletti e Inés Barelli) y las relaciones interétnicas («Entre los salvajes unitarios y los bárbaros del sur: la Frontera Sur de Córdoba en la década de 1840», de Marcela Tamagnini, y «Formas de administración de la alteridad: construcción de miradas desde Tierra del Fuego», de Gabriela Nacach y Carolina Odone). Chile y la Argentina comparten una historia común de los pueblos indígenas que, si bien supera las estructuras nacionales y los nacionalismos, ha resistido a las «consecuencias del colonialismo», como menciona Fernanda Peñaloza. Los ámbitos académicos y las asociaciones y agrupaciones de pueblos indígenas en los Estados-nación de Chile y la Argentina han crecido en complejidad y profundidad en la interpretación y puesta en marcha del concepto de interculturalidad, mientras que los discursos estatales entienden este concepto de un modo flexible a sus intereses y dominación. Esta decodificación en narrativas contra-hegemónicas, transnacionales y globalizadas tiene su límite en la violenta realidad represiva contra los pueblos indígenas al este y oeste de la cordillera, a los que ambos Estados circunscriben en una estructura administrativa macro. Estructura que oculta, tras la nación multicultural, los procesos de colonización y sus manifestaciones signadas por la violencia. En su rico comentario a este trabajo, Francisca de la Maza aporta tres elementos a la discusión: 1) la necesidad de profundizar en la relación entre el concepto de indigeneidad e interculturalidad; 2) ampliar la perspectiva de los casos que problematizan el giro intercultural, atendiendo temporalmente a la década del noventa en ambas naciones y especialmente en Chile con el Programa de Desarrollo Integral para Comunidades Indígenas (Programa Orígenes a partir del año 2001); 3) analizar la particularidad de trayectorias de interculturalidad en ambos países. Un elemento positivo que la comentarista resalta es el aporte de la interculturalidad a los procesos de etnicidad y las políticas públicas que, en función de este aporte, abren espacios de contención para construir y fortalecer la alteridad. Las trayectorias institucionales de la interculturalidad en términos comparativos sobre los cambios en el paradigma intercultural «para indígenas» ampliado a un «para todos» hasta la «transversalización de la interculturalidad», permiten proyectar hacia el futuro las políticas públicas y su puesta en marcha. El comentario de Claudia Briones busca poner este concepto bajo la lupa desde un «abordaje pragmático más que semántico», como «parte de procesos de construcción de hegemonía 22 | Araucanía-Norpatagonia

cultural» para detectar cómo se expresan los desacuerdos y cómo se establecen las demandas. Al tomar las metáforas de Fernanda Peñaloza de la interculturalidad como muralla y puente, Claudia Briones nos propone pensarla como trampolín, que resignifica y visibiliza otras facetas de las demandas, reformula otras «inversiones hegemónicas» y abre la posibilidad de mayores resignificaciones epistemológicas. Claudia Briones nos propone en este comentario una idea fundamental para pensar lo binacional: «Es vital también que pensemos todos qué sorderas nos impiden receptar esta demanda y tomarla seriamente como parte de la agenda propia para reformular acuerdos de convivencia». Dos prácticas culturales puntuales, desde la perspectiva lingüística y religiosa, nos permiten visualizar la puesta en marcha de la interculturalidad en dos momentos históricos diferentes de contacto intercordillerano: el colonial hasta fines del siglo xix, con la obra del jesuita Febres sobre la lengua mapuche, y durante el siglo xx hasta la década del noventa con dos devociones marianas transcordilleranas. La obra de Febres fue un puente lingüístico-intercultural necesario para la comunicación de las agencias estatales y evangelizadoras con el mundo indígena para su dominio y control. Según Gertrudis Payàs y Marisa Malvestitti, esta obra funcionó como un hipertexto que, al adaptarse a los diversos contextos y situaciones, permitió difundir conocimientos gramaticales y procesos de apropiación y divulgación del mapudungun en la cultura blanca. María Pía Poblete rescata los itinerarios analizados por las autoras en la obra de Febres, que resultan el signo elocuente de su pervivencia, continuidad temporal y proyección espacial. Una continuidad que trascendió, según marca la comentarista, la presencia de la misma Compañía de Jesús en Chile y la territorialidad misionera hacia el sur del Bío-Bío con los frailes franciscanos. Resulta de gran interés la observación de esta trascendencia en tiempos de dominio de las políticas de castellanización de la Corona y la propuesta de indagar, en este tipo de obras, en las representaciones y apropiaciones del mundo mapuche por las agencias coloniales y por los mismos mapuches convertidos al catolicismo, e incluso ordenados sacerdotes, en la dinámica del mundo fronterizo. El período subsiguiente, hasta finales del siglo xx, es analizado en el artículo de María Andrea Nicoletti e Inés Barelli a través del culto católico mariano en un movimiento desde Chile hacia la Argentina en Introducción | 23

la zona lacustre del Nahuel Huapi. Dos devociones marianas de procedencia trasandina, la Virgen del Nahuel Huapi y la Virgen del Carmen, interpelan la representación de la Suiza argentina, como construcción sociohistórica de la ciudad de San Carlos de Bariloche. Las autoras interpretan que esta representación funciona como una matriz identitaria de «procesos sociales fronterizos generando tensiones y movimientos pendulares de inclusión y de exclusión social»; y que se visibilizan en la resignificación de los títulos, advocaciones y patronazgos de ambas devociones en la dinámica histórica de la ciudad de Bariloche. Josefina Shenke rescata especialmente la circulación de los «objetos devocionales» que se refieren en el texto (Nuestra Señora del Nahuel Huapi, Nuestra Señora del Carmen), como artefactos interculturales identitarios dinámicos. Artefactos que funcionan como objetos de ruptura y tensión que generan «fenómenos de desconfianza frente al extranjero y de fragmentación social del espacio urbano». Es destacable el proceso inverso de identidad social que resalta la comentarista en la Virgen del Carmen en uno y otro lado de la cordillera: de devoción elitista y militarista decimonónica en Chile a devoción nacional y popular en los migrantes chilenos de Bariloche. Finalmente, se analizan dos espacios fronterizos interétnicos diferentes en sus trayectorias espaciales y temporales, a través de los trabajos de Marcela Tamagnini y de Gabriela Nacach y Carolina Odone Correa. «La Frontera Sur de Córdoba en la década de 1840» reconoce una dinámica histórica particular interétnica: la interacción de los unitarios y los ranqueles. Una estrategia de alianza eficaz que desafiaba a la autoridad política, cuya respuesta se plasmó en la construcción identitaria de los ranqueles como los bárbaros del sur y los salvajes unitarios en un enemigo común del régimen rosista. El comentario de Eugenia Néspolo destaca la reflexión historiográfica en el trabajo, integradora de la historia nacional y la historia indígena, a través la interacción de dos actores sociales cuyas dinámicas de enfrentamiento, tanto en la apropiación de los discursos políticos como en la interacción violenta, gestaron una sociedad fronteriza de matriz conflictiva y un Estado provincial en construcción ante la búsqueda de consolidación del Estado nacional. Eugenia Néspolo propone, a partir de este comentario, repensar la matriz cultural también como una matriz política y económica en su dinámica de acuerdos. La frontera de la Isla Grande de Tierra del Fuego configurada hacia fines del siglo xix se constituyó en un campo de tensiones interétnicas. 24 | Araucanía-Norpatagonia

El trabajo de Gabriela Nacach y Carolina Odone nos posibilita observar las modalidades que se construyeron desde las agencias estatales, empresariales y evangelizadoras sobre la alteridad fueguina en el área fuego-patagónica. Se intenta reconocer cómo las diferentes agencias, estatales y no estatales, se disputaron la administración del problema del indio, tal como se señalaba en la época. Distintas variables, como los saberes etnográficos, las políticas de colonización, evangelización reduccional salesiana, poblamiento, explotación económica y el discurso de la extinción, arbitraron para imponer una modalidad semejante de dominación de los Estados nacionales argentino y chileno en la misma isla. La disputa por la biopolítica foucaultiana, le permite a las autoras analizar «las relaciones que se entablaron entre los Estados nacionales (argentino y chileno), los estancieros y los salesianos mostrarán que, “el problema ona” en Tierra del Fuego, esto es, la necesidad de su evacuación pacifica o sangrienta ante el avance ganadero, fue uno de los principales escenarios donde estos intereses midieron sus fuerzas», a través de la construcción discursiva estatal de la «extinción selk’nam» por sobre la praxis privada. Tensión que aún hoy mide sus fuerzas en la construcción identitaria fueguina binacional. Dánae Fiore caracteriza en un minucioso comentario a esta última frontera desde los discursos y las prácticas que operaron en la ocupación efectiva del territorio selk’nam por parte de agentes privados y estatales de la Argentina y Chile. Enmarcando historiográficamente el trabajo de Carolina Odone y Gabriela Nacach, Dánae Fiore sistematiza y enriquece con su aporte los dos procesos claves que se describen en el trabajo: la extinción y la asimilación. Procesos que devinieron en justificaciones discursivas para el dominio estatal binacional. Esta obra se inscribe como resultado de dos proyectos: el pi-unrn 40-B-128 «Cultura y espacio: contribuciones a la diacronización del corredor Norpatagonia-Araucanía», dirigido por María Andrea Nicoletti y co-dirigido por Paula Núñez, que fue el marco desde el cual se realizaron los encuentros que tuvieron como resultado este texto; y el picto 2010-0192 foncyt-unrn «Desarrollo regional e identidades diversas. Un estudio de la Patagonia Norte durante la segunda mitad del siglo xx», dirigido por María Andrea Nicoletti, que permitió un marco material desde el cual llevar las reflexiones a una obra tangible. Asimismo, el taller que reunió a los investigadores que hoy se convocan en este escrito recibió financiamiento de la Universidad de la Frontera, marcando que la articulación, para ser viable, no solo Introducción | 25

descansa en la voluntad de los investigadores, sino también de las instituciones. Confiamos en continuar la tradición que iniciamos.

María Andrea Nicoletti Paula Núñez Andrés Núñez

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Eje 1 Circuitos, relaciones y representaciones de prácticas políticas y economías Coordinadores Andrés Núñez y Enrique Aliste

Capítulo 1

Los estudios de frontera en perspectiva geográfica: análisis teórico sobre la producción reciente en la Araucanía-Norpatagonia Brenda Matossian Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (conicet-imhicihu), Argentina Laila Vejsbjerg Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (iidypca; conicet-unrn), Argentina

Resumen Los estudios sobre espacios fronterizos en la Araucanía-Norpatagonia han tenido una evolución que se mantuvo durante décadas en compartimentos relativamente separados entre estudios realizados por académicos argentinos y chilenos. Sin embargo, esta tendencia a reproducir, en la labor científica, la construcción social de frontera como un límite o división, se ha visto modificada en los últimos años. Dentro de estos cambios se encuentran los esfuerzos realizados para estudiar de modo binacional y críticamente, desde diferentes enfoques disciplinares, los procesos y agentes intervinientes que, en distintas escalas geográficas y períodos históricos, han transformado un espacio históricamente compartido. Esta línea de trabajo, con publicaciones en conjunto, nació como un proyecto de investigación de la Universidad Nacional de Río Negro y se consolidó con el desarrollo de talleres binacionales, llevados a cabo alternativamente en la Argentina (Bariloche, 2010 y 2011) y en Chile (Pucón, 2013). Asimismo, este ámbito de encuentro interdisciplinario se ramificó en nuevos grupos de investigación y producción de conocimiento en clave crítica sobre la frontera de Araucanía-Norpatagonia, con la participación de diversas universidades y centros de investigación de ambos países. El propósito del presente artículo fue efectuar una búsqueda y sistematización de los antecedentes de estudios fronterizos en la Los estudios de frontera en perspectiva... | 29

Araucanía-Norpatagonia, a los efectos de identificar los principales aportes teóricos desde la geografía y de otras ciencias sociales afines, que han enriquecido los debates sobre la espacialidad en áreas fronterizas. Esta investigación, de tipo descriptiva, se basó en un análisis teórico y temático, tanto de la producción como de las actividades académicas recientes, con miras a sistematizar los conceptos y teorías centrales desarrollados y evidenciar los modos de estudio y abordaje. Se buscó así distinguir los avances en el debate y las nuevas preguntas de investigación.

Introducción Los estudios de frontera binacionales en la Araucanía-Norpatagonia han tenido una evolución que se mantuvo durante décadas en compartimentos relativamente separados entre investigaciones realizadas por académicos argentinos y chilenos. Esta tendencia se relaciona íntimamente con la concepción de la frontera como barrera, también desde el ámbito académico y educativo. Este enfoque se articula con una tradición geográfica concentrada en estudiar los espacios geográficos dentro de los límites del Estado nacional. Esto fue planteado por Alejandro Benedetti cuando afirma que desde sus inicios, la geografía tuvo a la «geografía nacional», a la porción de superficie terrestre contenida en los límites territoriales del Estado nacional, como principal objeto de estudio, en un esfuerzo por comprender y legitimar las vinculaciones entre la formación de los Estados nacionales, como partes integrantes de un sistema mundial, y la configuración de la base material que delimita a una nación. (2007, p. 13)

De esta manera numerosos trabajos se han esforzado por estudiar procesos regionales sin tomar en consideración lo que sucedía al otro lado de la cordillera, como si el espacio social, y aún el ambiente natural, efectivamente dejaran de avanzar más allá del límite internacional. Al mismo tiempo, estos enfoques sobre las fronteras las consideraban como áreas vacías de sociabilidad (Benedetti, 2014). Este trabajo busca responderse: ¿qué aportes se han hecho desde la geografía para analizar el concepto de frontera en la AraucaníaNorpatagonia?, ¿cuáles han sido los aportes surgidos desde esa misma región? 30 | Araucanía-Norpatagonia

El presente trabajo aborda las áreas de frontera desde una perspectiva que trasciende la idea de barrera, imagen que induce a pensar en realidades separadas e inhibe examinar las significativas interacciones en términos demográficos, sociales y culturales allí existentes. De la misma forma, la frontera puede adquirir una porosidad que permite un rico y complejo intercambio entre naciones vecinas. Este trabajo, de tipo descriptivo, busca indagar en la producción académica reciente referida al espacio fronterizo reconocido como Araucanía-Norpatagonia (mapa 1) y analizar en qué instancia se encuentran los estudios binacionales.

Frontera argentino-chilena y relaciones binacionales en el ámbito académico-educativo La República Argentina y Chile comparten el tercer límite internacional terrestre más largo del mundo (5150 km). Asimismo, existen complejas relaciones y vínculos que han unido y distanciado a ambos países a lo largo de su historia como Estados-nación y como vecinos. Cabe aclarar que la noción de frontera es comprendida no como un elemento natural sino como una construcción social, un límite sobreimpuesto junto con la conformación de los Estados nacionales. Debe ser entendida como un espacio de encuentro e intercambios, un espacio fronterizo (Bandieri, 2001, 2005, 2013), también desde la perspectiva académica e institucional. En consecuencia, se hace necesario comprender las tensiones diplomáticas entre ambos Estados y sus vaivenes económicos y políticos como elementos que contextualizan, en cierta medida, la existencia de redes que vinculan investigadores a ambos lados de la cordillera. En ciertos sectores de las dos naciones se mantuvieron fuertes tensiones geopolíticas vinculadas a los gobiernos dictatoriales, en particular entre fines de la década del setenta y la del ochenta. Las reglas sociales imperantes estructuraban sociedades donde prevalecieron las decisiones de las cúpulas político-militares y la participación ciudadana se vio severamente limitada. Cabe mencionar que en 1978, en un clima de constante tensión a partir de la disputa por el canal de Beagle, ambos países casi llegaron a un enfrentamiento bélico. Estos elementos contribuyen a comprender las tensiones de fines de los setenta y principios de los ochenta desde un enfoque binacional. En el marco de una política de fronteras de seguridad territorial, Los estudios de frontera en perspectiva... | 31

y como muestra de la tensión, las autoridades argentinas adoptaron criterios restrictivos en el otorgamiento de radicaciones definitivas a chilenos en relación con el conflicto limítrofe sostenido con el país vecino en la zona austral (cfr. Mármora, 1984; Sassone, 1987; Sassone y De Marco, 1994). El advenimiento de la democracia en 1983 en la Argentina, y en 1990 en Chile, fue el comienzo de una nueva etapa. Sin embargo, han pasado muchos años hasta que la línea colaborativa decantó en esfuerzos académicos binacionales en la región, cuyos principales avances se detallan a continuación.

Metodología Este trabajo consta de un corpus de información compuesto por: • Actas de los congresos binacionales argentino-chilenos (entre 2007 y 2012). • Libros resultantes de los dos primeros Talleres Binacionales organizados en San Carlos de Bariloche durante los años 2010 y 2011. • Antecedentes de investigaciones geográficas sobre frontera realizadas por investigadores argentinos y chilenos, en el área de estudio. • Revista de Estudios Trasandinos, Revista de la Asociación Chileno-Argentina de Estudios Históricos e Integración Cultural. Con el propósito de elaborar un estado de la cuestión, el análisis de fuentes secundarias se centró en primer lugar en la identificación del área de estudio para luego avanzar sobre los conceptos clave provenientes de la geografía (escala geográfica, región y paisaje cultural), así como los aportes teórico-metodológicos de otras ciencias sociales en investigaciones interdisciplinarias.

Áreas de estudio y criterios para el recorte espacial La delimitación espacial de los estudios fronterizos argentino-chilenos del sector denominado Norpatagonia-Araucanía presenta diferencias semánticas, así como una variación de escalas geográficas y temporales, según los temas abordados por las distintas disciplinas. Tal como destaca Benedetti, «las escalas no están definidas con antelación a la investigación sino, viceversa, son parte del problema de investigación» (2014, p. 14). De allí que distinguir las escalas de trabajo en estos estudios binacionales constituye un elemento de análisis central para este trabajo. 32 | Araucanía-Norpatagonia

Mapa 1: Recortes espaciales para definir Norpatagonia-Araucanía

Fuente: elaboración personal sobre la base de fuentes diversas

En general, se adopta una postura flexible para el recorte geográfico, apelándose a rasgos físico-naturales, a una historicidad regional, a un espacio de redes y/o al concepto de aldea (este último, como metodología de análisis antropológico), lo cual permite ampliar el estudio a ámbitos rurales/urbanos según diversos indicadores de prácticas socioculturales. De esta manera, se agruparon las investigaciones en torno a dos ejes: a) dimensiones ecológica y fisiográfica del paisaje y b) dimensiones socio-culturales del paisaje. a. Las dimensiones ecológica y fisiográfica del paisaje han sido incluidas, principalmente, en investigaciones referidas a: a.1. Las interacciones e intercambios entre grupos humanos anteriores a la etapa colonial. En el caso de estos estudios sobre registros arqueológicos en escalas temporales amplias (desde los 10 000 años A. P. y hasta los 1500-1800 años anteriores a la Pacificación de la Araucanía, en Chile, y la llamada Campaña del Desierto, en la Argentina), se ha podido inferir que constituía Los estudios de frontera en perspectiva... | 33

un espacio con un «alto grado de homogeneidad socio-cultural basado en un escenario de complementación ambiental de recursos, con conexiones-interacciones entre grupos sociales semejantes y que también incluirían contactos con lugares más distantes como la costa atlántica y la pampeana» (Hajduk y otros, 2011; Pérez, 2011). La continuidad-discontinuidad de estos contactos indígenas en un ambiente, denominado lacustre boscoso por Ana M. Albornoz y Estela Cúneo (2000), son también incluidos desde un enfoque de totalidad, en la gran frontera del Cono Sur, territorio constituido por los nuevos Estados argentino-uruguayo y chileno durante el siglo xix (Tamagnini y Pérez Zavala, 2011). a.2. Las políticas estatales de creación de los primeros parques nacionales para establecer la soberanía de los Estados nacionales durante las décadas del veinte y del treinta, y el rol del Estado nacional en la construcción del paisaje cordillerano comprendido en la Patagonia noroccidental argentina y centro sur de Chile. Se discuten, entre otros aspectos, las políticas de poblamiento hacia antiguos pobladores/pueblos originarios y la sectorización de usos hacia el interior de estas áreas protegidas nacionales (Pérez y otros, 2013). a.3. La creación de la imagen de la Suiza argentino-chilena basada en una asociación de las ideas de naturaleza intocada dentro de los parques nacionales con la actividad agropastoril de las primeras colonias agrícolas y las pautas de urbanismo/arquitectura pintoresquista en los centros turísticos de apoyo (ciudades y sistema de villas turísticas ubicadas dentro de la jurisdicción de estos primeros parques nacionales) (Bessera, 2011; Lolich y otros, 2011). Esta imagen turística contribuyó a establecer esta región fronteriza de bellezas andinas como «unidad morfológica acorde con los propósitos nacionales pretendidos a partir de la generación del 80 y más allá de la mitad del siglo xx» (Bondel, 2011, p. 45). a.4. Las políticas de conservación en un área fronteriza que posee una homogeneidad paisajística y que, entre otras medidas, ha recibido en el año 2007 la declaración, por parte de la unesco, de dos Reservas de la Biosfera (rb) adyacentes, la RB AndinoNorpatagónica (en la Argentina) y la RB Bosques Templados Lluviosos de los Andes Australes (en Chile). Entre ambas se protege una franja cordillerana de aproximadamente 600 km 34 | Araucanía-Norpatagonia

que comparten diferentes hábitats pertenecientes a los bosques templados más australes del mundo. Cabe mencionar que los autores hacen referencia a una sola Reserva de la Biosfera en la región Norpatagónica chileno-argentina (Navarro Floria, 2011, p. 151; Rosales Urrutia, 2011). b. Siguiendo con las dimensiones socio-culturales del paisaje, que aportan elementos para justificar la delimitación de un espacio fronterizo compartido (que, según el momento histórico, se ha interpretado también como una línea para defender o una barrera para el progreso), se destaca la referencia que distintas investigaciones han realizado sobre: b.1. Las relaciones comerciales entre el sur de Chile (incluyendo la zona de Araucanía y ciudades como Valdivia, Osorno, Llanquihue) y la Patagonia Norte de la Argentina (Almonacid, 2011). b.2. La compleja red de rutas comerciales controlada por mapuches, huillines serranos y pehuenches, durante los siglos xviii y xix entre la Araucanía-Valdivia (actualmente Chile) y las Pampas Trasandinas o Bonaerenses (actualmente Argentina) (Carreño Palma, 2011). b.3. Las alianzas sectoriales regionales vinculadas a circuitos mercantiles en el territorio comprendido entre los paralelos 42° y 43° Latitud Sur, limitando al oeste con el océano Pacífico y al este con las márgenes del lago Nahuel Huapi (Méndez y Muñoz Sougarret, 2013a). b.4. Las estrategias de desarrollo turístico y de urbanización en el eje de ciudades ubicadas entre la x Región de Chile (Puerto Montt, Osorno y Puerto Varas) y la Norpatagonia Andina (zona de influencia de Bariloche), que establecieron las bases para crear una atractividad paisajística y una vinculación territorial que continúa en la actualidad (Lolich y otros, 2013). b.5. La movilidad poblacional histórica entre diferentes provincias de la Norpatagonia argentina (Río Negro y Neuquén) y la Araucanía chilena (x Región de los Lagos, xiv Región de los Ríos) (Matossian y Sassone, 2011, p. 101 y 103). b.6. La coherencia estética y de memoria de la frontera Norpatagónica chileno-argentina y la región de Aysén en la Patagonia chilena (Núñez, 2011, p. 34). Como se ha podido constatar, aún es materia de discusión la delimitación del sector de estudio que generalmente se reconoce bajo la Los estudios de frontera en perspectiva... | 35

denominación de Araucanía (chilena)-Norpatagonia (argentina). Además de la complejidad que introduce la variable temporal, la cual explica el cambio de uso de nombres toponímicos y/o la incorporación de otros (algunos de ellos cargados de una alta subjetividad, como, por ejemplo, la noción de Suiza argentino-chilena); resulta menester mencionar que existen otros elementos profusamente trabajados desde la geografía, que brindan sustento al análisis de un espacio de frontera, como los conceptos de escala geográfica (que implica, a su vez, la consideración de actores sociales pertenecientes a diferentes niveles), región (como un espacio dinámico y no delimitado a priori) y paisaje cultural (que permite dar cuenta de las dinámicas relacionales más allá de los límites jurisdiccionales entre dos Estados-nación).

Líneas de trabajo conjuntas argentino-chilenas: una mirada interinstitucional Desde hace ya dos décadas se comenzaron a forjar relaciones entre académicos vinculados con las ciencias sociales principalmente. La Asociación Chileno Argentina de Estudios Históricos e Integración Cultural fue fundada en la ciudad de Mendoza el 11 de noviembre de 1995 y conforma el primer gran esfuerzo en esta línea. Según afirma la propia asociación, decidió llamarse Estudios Históricos para dar cabida no sólo a historiadores sino a profesionales que desde otras disciplinas (como la filosofía, los estudios literarios, los estudios internacionales, la politología, etc.) hacen trabajos sobre el devenir; decidió también llamarse de Integración Cultural para proyectarse más allá de la investigación, al ámbito docente, hacia las escuelas de pedagogía y estudios de nivel terciarios, pero también para trabajar con las intendencias, municipios, agrupaciones vecinales, etc.1

Sus instancias académicas son: Seminarios Conosur; Seminarios Identidad y Cultura Latinoamericana; Seminarios Cordillera Sur; Encuentro de Investigadores Jóvenes; Corredor de las Ideas. Pero han sido los congresos argentino-chilenos de Estudios Históricos e Integración Cultural los que se han destacado especialmente en esta línea de estudios binacionales. Estos cuentan con prestigio y trayectoria en la comunidad 1 Tal como se indica en la página web de la asociación: http://estudioshistoricos.ulagos.cl/

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académica, construidos con trabajo constante, tal como se demuestra en la continuidad y diversidad de las distintas universidades organizadoras: • Mendoza (1995): Pablo Lacoste, Universidad Nacional de Cuyo. • Santiago (1997): Luis Carlos Parentini, Universidad Cardenal Silva Henríquez. • Buenos Aires (1999): Carlos Mayo, Centro Cultural San Martín. • Viña del Mar (2001): Eduardo Cavieres, Casa de Italia de Viña del Mar. • San Juan (2003): Ana Fanchin, Universidad Nacional de San Juan. • La Serena (2005): Roberto Páez, Universidad de la Serena. • Salta (2007): Universidad Nacional de Salta. • Santiago (2009). • Bariloche (2011): Paula Núñez y María Andrea Nicoletti, Universidad Nacional de Río Negro. • Pucón (2013): Jorge Pinto y Patrick Puigmal, Universidad de la Frontera y Universidad de Los Lagos. Además de la edición de las actas con las ponencias presentadas en cada uno de estos congresos, la asociación se encarga de la Revista Estudios Trasandinos, que ya lleva diecisiete volúmenes. Esta revista se nutre, en buena medida, de algunos de los trabajos presentados en los mencionados eventos académicos. Los congresos argentino-chilenos de Estudios Históricos e Integración Cultural se organizan según líneas temáticas en las cuales se incluyen distintas mesas de trabajo. En general, estas se estructuran en torno a los siguientes ejes: Fronteras e identidades, Educación y ciencias sociales, Globalización y mundialización, Arte y religión, Democracia y ciudadanía, Relaciones internacionales, Familia y sociedad, Territorialidad, Sistemas sociopolíticos. Las mesas más próximas a las temáticas de frontera y territorio han aportado estudios de gran interés desde miradas enfocadas en la cartografía, como el trabajo de Carla Lois y Perla Zusman, en el cual analizan el proceso a través del cual se sitúa a la Patagonia en el mapa del mundo occidental a través de la producción de obras de divulgación de obras cartográficas y literarias que «daban cuenta de los avances de la elite dirigente en la apropiación del pretendido territorio de dominación, particularmente de las prácticas de relevamiento cartográfico y de la apropiación, exploración y colonización del territorio patagónico» (Lois y Zusman, 2007, p. 13), posterior a la llamada Campaña del Desierto. En esta misma línea se encuentra el trabajo de Malena Mazzitelli Mastricchio (2007), que analiza el devenir de elaboración de cartografías de Los estudios de frontera en perspectiva... | 37

frontera mediante la creación de la Oficina de Límites Internacionales en 1891, como organismo centralizado que atendería todas las cuestiones de las fronteras internacionales, y más adelante la sanción, en 1941, de la Ley de la Carta que monopolizó la producción cartográfica nacional en el Instituto Geográfico Militar. Otro aporte significativo es el realizado por Pedro Navarro Floria (2007a), respecto a las representaciones del espacio y el tiempo en los proyectos de futuro para la Patagonia Norte. Este autor propuso que la realidad regional de la Patagonia se organizaba en torno a la idea positivista de progreso, según la cual los territorios nacionales constituían un experimento, hacia fines del siglo xix y principios del xx, donde los pueblos no podían ejercer soberanía política. Por su parte, Carolina Caminos (2007) aborda la frontera desde un enfoque antropológico, en el cual se analizan el peso de las prácticas discursivas producidas por intelectuales en las representaciones geopolíticas y en las construcciones identitarias articuladas en torno a las nociones de nosotros-otros. También hacia finales de la década del noventa se creó, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, el Centro de Estudios Trasandinos (cet), cuyo primer coordinador fue Pablo Lacoste. Este centro comparte intereses y miembros con la Asociación Chileno-Argentina de Estudios Históricos e Integración Cultural. En el año 2002, y a raíz del desarrollo de redes de integración de investigadores, el centro amplía su nombre y se constituye como Centro de Estudios Trasandinos y Latinoamericanos (cetyl). Este centro también cuenta con un historial de organización de eventos académicos que alcanza los once seminarios. Los primeros cuatro se denominaron Seminario Argentino Chileno y se encontraban vinculados a la carrera de Relaciones Internacionales. A partir de 2001, cambiaron su nombre a Seminario Argentino Chileno de Humanidades, Ambiente y Relaciones Internacionales, con lo cual se definió cierto interés temático más particular. Hacia 2003 nuevamente se modificó a Seminario Argentino-Chileno-Seminario Cono Sur de Ciencias Sociales, Humanidades y Relaciones Internacionales, mostrando una tendencia que se mantiene hasta la actualidad de expandir regionalmente la escala de trabajo. Todos los encuentros fueron realizados en la ciudad de Mendoza, el último de ellos celebrado en 2012, con lo cual su carácter binacional se ha visto reducido dado lo estático del lugar de reunión a lo largo de los años. 38 | Araucanía-Norpatagonia

Revista Estudios Trasandinos Esta revista se destaca por presentar temáticas variadas y desde enfoques que promueven la interdisciplina. Su publicación se ha consolidado a partir de la democracia en ambos países, con la creación de hábitos académicos y ámbitos de investigación, docencia y diálogo conjunto. Ha contribuido así al proceso de integración y a la consolidación de las buenas relaciones entre ambas comunidades científicas. En ella se encuentran investigaciones de interés para la temática en torno a la relación entre los Estados-nación y las sociedades locales en territorios marginales respecto a todo el conjunto de la frontera binacional, tal como es la Patagonia. En sus números se destaca la continuidad de textos editoriales en los que se posiciona la revista dentro de líneas de investigación que fortalecen vínculos integracionistas y latinoamericanistas. Por su parte, la sección Notas de Investigación permite un espacio de reflexión acerca del desarrollo de reuniones científicas, proyectos de investigación, notas a investigadores y semblanzas. Dentro de los artículos publicados se han realizado importantes avances acerca del período colonial y las derivaciones del avance del Estado-nación sobre los distintos pueblos indígenas, en particular los mapuches. En los diferentes números se conjugan temporalidades, especialidades y temáticas diversas, sin registrarse números temáticos. A continuación, se hará mención a aquellos que han abordado el sector norte del espacio de la Patagonia argentino-chilena y que, de alguna manera, realizaron cuestionamientos sobre el espacio fronterizo. Mirta Teobaldo, en uno de los artículos publicados en esta revista, aborda los discursos a partir de la presencia de inspectores nacionales en los Territorios Nacionales de Río Negro y Neuquén. Afirma que en estos espacios los paisajes y habitantes se han visto reducidos a una pura representación e indica que la geografía física, las inmensas dimensiones del espacio, la incomunicación provocada por las distancias físico-mentales y la falta de medios que la remediara, fueron la materia prima a partir de la cual se tejió la trama discursiva respecto a la Patagonia, de su espacio, habitantes y agentes que debían civilizarla: La fuerte recurrencia de ciertas metáforas utilizadas en sus informes puede entenderse como la institucionalización de una imagen vinculada fundamentalmente a la defensa de la soberanía nacional y a la consecuente

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formación de la identidad nacional, como el resguardo de las fronteras. (Teobaldo, 2008, p. 94)

Otro aporte sobre las fronteras ha sido el de Brígida Baeza (2008) sobre la Patagonia central, en el que se indica que los espacios fronterizos, ubicados en los márgenes de la nación, dieron muestras de un modo de elaboración de las prácticas sociales diferentes al resto del territorio. Se prioriza el uso metafórico de la frontera, interna y externa, vinculada a los procesos de construcción de identidades culturales en torno a la idea de memorias colectivas de la frontera argentino-chilena. También enfocado sobre las construcciones identitarias, se encuentra el trabajo de José Benclovitz (2012) en el que se refiere a las limitaciones impuestas a los migrantes chilenos en San Carlos de Bariloche por el decreto-ley 15 385 (1944) de Creación de Zonas de Seguridad en las áreas de frontera que declaraba de «conveniencia nacional que los bienes ubicados en la zona de seguridad pertenezcan a ciudadanos argentinos nativos». También explica cómo, a partir de la revalorización de las acciones del Estado nacional, gana espacio una doble invisibilización de las comunidades indígenas a través de discursos que postulan la desaparición previa de los pueblos originarios, con otros que refieren a lo indígena-chileno como negatividad. En esta misma sintonía, se encuentra el trabajo de Juan Porma Oñate (2012) que analiza, desde Temuco, la fuerza del imaginario colectivo de una cultura dominante y hegemónica vinculada al Estado-nación que busca homogeneizar, con una lógica de dominación colonial, la construcción de una imagen estereotipada del pueblo mapuche como salvaje y bárbaro. De los pocos enfoques centrados en las dimensiones espaciales de la frontera se destaca el trabajo de Claudio Maíz (2006), que analiza las visiones de alteridad a través del espacio en la cordillera de los Andes. Al estudiar los cambios de la percepción de un accidente geográfico como la cordillera, señala que la relación con el espacio avala universalmente la particularidad de las identidades. Así, el autor recorre las significaciones que se le han asignado al macizo andino de muro a portal. También se detiene en la importancia de la noción de cordillera en tanto barrera en la búsqueda de construcción de identidades nacionales. De manera que «en el proceso de constitución de las nacionalidades la cordillera significó el recurso físico más propicio para la separación y demarcación de las soberanías territoriales y la asignación de identidades» (Maíz, 2006, 40 | Araucanía-Norpatagonia

p. 154). Por otra parte, es interesante la propuesta que el autor hace luego del recorrido histórico, en la cual indica que la cordillera de los Andes, en tanto espacio social de frontera, ha sido configurada a partir de distintas representaciones. Y que en el siglo xx se destacan dos corrientes: una que refuerza la idea de la división y otra que procura el entendimiento cordial y amistoso. En general, la primera se liga a los aparatos estatales y, la segunda, a la cultura.

Algunos antecedentes de estudios geográficos sobre temáticas fronterizas en el sur de la Argentina y Chile Hasta ahora, un reducido número de estudios de investigadores chilenos y argentinos ha abordado una clara perspectiva binacional sobre el espacio fronterizo entre la Argentina y Chile. Aún así, existen trabajos valiosos que se ocupan del análisis de las dinámicas fronterizas. Entre ellos se destacan las investigaciones de autores argentinos sobre los asentamientos de Trevelin (Argentina) y Futaleufú (Chile) realizados por Brígida Baeza (2007, 2009 y 2011). Desde una perspectiva histórica cabe considerar el trabajo de Méndez (2005) sobre la importancia del eje San Carlos de Bariloche-Puerto Montt. Por su parte, Pablo Lacoste ha compilado la obra Argentina, Chile y sus vecinos (1810-2000) en 2005. También avanzando sobre el análisis de espacios fronterizos se encuentran los trabajos de Susana Bandieri, en particular el libro Cruzando la cordillera. La frontera argentino chilena, que se ha publicado en el año 2001. Cabe destacar que dentro del espacio fronterizo argentino-chileno, la región patagónica posee características particulares en su devenir. Esta ha sido una región conflictiva durante el siglo xix, durante el cual los nacientes estados nacionales mantenían disputas con diferentes naciones indígenas con el objetivo de desactivarlas (Benedetti, 2014, p. 18). El control fronterizo recién se consolidó en las primeras décadas del siglo xx, con la instalación de la aduana como uno de los elementos de presencia estatal más destacados. Estos elementos dan cuenta del particular y tardío proceso de fronterización (Grimson, 2003) de esta región. Desde el Instituto de Geografía de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile se ha publicado una obra significativa respecto a los estudios de frontera: Fronteras en movimiento e imaginarios geográficos editada por Andrés Núñez, Rafael Sánchez y Federico Arenas (2013). En esta obra colectiva el abanico de temáticas abordadas por investigadores chilenos y Los estudios de frontera en perspectiva... | 41

argentinos, a lo largo de los distintos capítulos, se abre desde perspectivas interdisciplinarias. Los editores apuestan a una geografía con memoria, historicidad, diversidad y complejidad como pilares para el estudio del espacio fronterizo, entendido desde su materialidad y en la dimensión espacial de lo social. En este sentido, los imaginarios geográficos se entienden «como resultado de un relato social, de acciones, de dispositivos, de mecanismos discursivos que afianzan en la retina colectiva un modo de mirar el espacio y por ende, un modo de actuar en él» (Núñez y otros, 2013, p. 16). Los mismos editores, en uno de los capítulos, destacan cómo la imagen de una frontera cordillerana sólida fue parte de un proceso más amplio de racionalización espacial heredado del período colonial y articulado en parámetros de centralidad, que busca institucionalizar hegemónicamente aquella espacialidad. En este sentido, el imaginario buscó homogeneizar los espacios y controlarlos, en especial aquellos considerados vacíos, como fue la región patagónica. Desde un enfoque semiológico, se destacan dos aportes que analizan el tratamiento de la cordillera y la frontera en libros de texto dedicados a la enseñanza de Historia, Geografía y Ciencias Sociales en Chile. El primero de ellos (Paulsen Bilbao, 2013) analiza dichas referencias a lo largo de todo el siglo xx (1900-2011) y resalta cómo los imaginarios en la enseñanza de una geografía nacional construyen una noción de cordillera que aísla al mismo tiempo que funciona como garante natural de la soberanía del país. Por su parte, el capítulo de Araya Palacios (2013) analiza textos recientes desde la mutidimensionalidad de la cordillera de los Andes y concluye, con una perspectiva más optimista, que la paulatina diversificación de los textos permite avanzar más allá de su consideración desde dimensiones físicas y geopolíticas. Otro aspecto vinculado al estudio desde la geografía refiere a la importancia de las escalas en los estudios fronterizos. Así, tal como indican Marcela Tapia y Cristián Ovando, «las relaciones que dan sentido al espacio fronterizo afectan su configuración y representación –una a escala territorial conectada con lo global, hacia lo transfronterizo y la movilidad; otra de escala nacional hacia la frontera como contención y fragmentación» (2013, p. 265). En esta idea se retoma la noción clave de escala para comprender la complejidad de representaciones asociadas en el espacio fronterizo. Continúan Tapia y Ovando alertando sobre el hecho de que los enfoques teóricos y metodológicos deben superar los nacionalismos metodológicos, para abordar realmente los espacios 42 | Araucanía-Norpatagonia

fronterizos en sus contradicciones como condensadores de escalas y pujas de poder en sentidos divergentes. Por último, el capítulo de Alejandro Benedetti e Iñigo Laguado (2013) analiza el espacio fronterizo argentino-chileno a partir de la noción de sistema de lugares. Para la Patagonia reconoce una subzona Norpatagonia en la que el sistema de lugares se define por numerosos pueblos y ciudades pequeñas y medianas próximas al límite y la presencia de parques nacionales.

Un avance hacia la producción de investigaciones conjuntas binacionales: los talleres binacionales El enfoque binacional en los estudios fronterizos avanza más allá de una consideración del territorio que trasciende los límites de los Estados nacionales, se trata también de abordajes binacionales en la autoría de los trabajos y esfuerzos académicos. Al respecto, los talleres binacionales organizados por el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (iidypca, conicet-unrn) en San Carlos de Bariloche, durante 2010 y 2011, y en Pucón, en 2013, han propiciado el inicio de investigaciones conjuntas entre académicos pertenecientes a universidades y centros científicos de ambos países. Uno de los resultados de los mencionados encuentros ha sido la publicación de dos libros que compilan artículos científicos, en los que se destaca una organización temática de los estudios y una tendencia a publicar trabajos entre autores argentinos y chilenos, ampliando el área de estudio y las unidades de relevamiento hacia ambos lados de la cordillera de los Andes. También es posible distinguir marcos teórico-conceptuales provenientes de la geografía política, geografía cultural, demografía y geografía del turismo. No obstante, la propia dinámica de trabajo en conjunto ha fortalecido una integración de disciplinas y marcos teóricos, en donde la perspectiva de análisis geográfico se ha visto enriquecida con aportes provenientes de la historia regional, el urbanismo, la arquitectura, las ciencias políticas, la filosofía y la antropología. A continuación, se realiza una síntesis con la intención de poner en evidencia los principales conceptos relacionados con la discusión sobre la frontera –¿o fronteras?– en los que la geografía posee una larga trayectoria de estudio (escala geográfica, movilidad poblacional, periferia/aislamiento geográfico, región, paisaje cultural y procesos de territorialización). Asimismo, se señalan los tipos de abordaje y/o Los estudios de frontera en perspectiva... | 43

disciplinas relacionadas con la geografía, el recorte espacial, las denominaciones y criterios utilizados por diferentes autores en la definición de las áreas de estudio, que permitieron analizar el espacio fronterizo de la Norpatagonia-Araucanía. Un concepto central al que remiten diversos trabajos es el de escala geográfica, discutiéndose desde distintas perspectivas, la lógica territorial que subyace en su definición. Particularmente, se revisan los supuestos de la Geografía Política (gp) tradicional, que mediante una geometría del poder, buscaba delimitar físicamente un territorio en función de la institucionalización de los Estados-nación durante los siglos xix y xx. Según Alicia Laurín y Andrés Núñez (2013), en este contexto no ha sido posible hablar de una frontera norpatagónica, porque durante décadas se ha constituido en la única racionalidad territorial de escala nacional y consideran, por lo tanto, relevante comenzar a abordar este espacio mediante la valorización de las especificidades territoriales y fronterizas. Los autores proponen, asimismo, que para analizar la dialéctica entre nacionalismo y mundialización de los siglos xx y xxi, resulta necesario plantear la gp como proyecto o como proceso de inteligibilidad a partir de una realidad relacional, es decir, tratar la escala como problema fenomenológico (Laurín, 2011, p. 20). Este enfoque permitiría entonces considerar a la región fronteriza como una nueva conformación territorial, en donde la participación de otros agentes, según Joan-Eugeni Sánchez (1992), crean nuevas relaciones sociales que implican, a su vez, relaciones espaciales. Desde la geografía cultural, Andrés Núñez (2011) advierte que las interpretaciones de la frontera basadas solo en el ejercicio de delimitación política de los Estados-nación, han actuado bajo la lógica de un discurso territorial fuerte que se impone como identidad social y termina siendo una producción de verdad. Este autor ha incorporado la dimensión temporal para identificar y analizar también la existencia de discursos territoriales débiles, que se contraponen a la intencionalidad homogeneizadora de incorporación de territorios con un aislamiento geográfico, a los contextos nacionales y mundiales. En relación con lo anterior, y desde un análisis microregional de la Comarca Andino Patagónica del paralelo 42°, el geógrafo Santiago Bondel (2011) profundiza la noción de espacio social y/o cultural, resaltando la valorización de las prácticas territoriales de orientación horizontal, más allá de los íconos (la cordillera es un ejemplo) que históricamente han actuado como una barrera en un espacio fronterizo. 44 | Araucanía-Norpatagonia

En resumen, resulta también de interés la síntesis que efectúa Perla Zusman en su rol de comentarista de las aperturas expuestas por los autores de los trabajos previamente referidos; particularmente, cuando subraya que si bien es posible discernir políticas semejantes en materia de organización territorial en Chile y la Argentina, la «definición de una territorialidad no es prerrogativa solo de los Estados, sino que también grupos e individuos construyen su territorialidad» (2011, p. 67). Zusman añade, siguiendo la concepción relacional, temporal y plural de la territorialidad de Sack (1986) que las mencionadas territorialidades pueden ser activadas y desactivadas. Desde un enfoque de la política migratoria y la demografía, Brenda Matossian y Susana Sassone (2011), en un análisis de la migración chilena a escala nacional y, particularmente, la movilidad transfronteriza en la segunda mitad del siglo xx, se refieren al concepto de escala como una construcción social que deja traslucir las jerarquías que funcionan desde lo nacional sobre lo local, afectando a la integración. Esta condición de territorio transfronterizo, y por lo tanto, de migración fronteriza, otorga al análisis del proceso una especial connotación que no permite un tratamiento y apreciación similar a un proceso migratorio internacional o intercontinental (Norambuena, 2011, p. 109). La necesidad de considerar, a lo largo del tiempo, los mecanismos y las intencionalidades de los diferentes agentes sociales intervinientes (públicos y privados) en espacios sub-nacionales fronterizos, ha generado también, por parte de los historiadores, antropólogos y especialistas en gestión del patrimonio, discusiones referidas a los supuestos teóricos fuertemente arraigados en sus disciplinas, para abordar diferentes escalas geográficas en los estudios regionales. Desde la historia resulta muy ilustrativo el intercambio de perspectivas de estudio, producido entre la comentarista y los autores de los trabajos del eje denominado Construcción socio-política en Norpatagonia del ii Libro del Taller Binacional. Es posible identificar dos posturas: por un lado, Graciela Iurno invita a repensar si la región Norpatagonia argentino-chilena constituye un real sujeto histórico o si es un «ejemplo de particularidad en los procesos de formación de espacios regionales que no siempre son sincrónicos con respecto a la formación de nacionalidad y de estructuración de los Estados nacionales» (Heredia, 2000, citado en Iuorno, 2013, p. 182). La mencionada comentarista para fundamentar su postura hace referencia, entre otros autores, al historiador argentino José Carlos Chiaramonte, quien desde la historia síntesis/total objeta Los estudios de frontera en perspectiva... | 45

que «una región lo es cuando tiene presencia histórica en la historia global de un país» y que «lo regional posee dos notas dominantes: la de la región como totalidad histórica con distintiva personalidad y a la vez, como parte de otra totalidad mayor, que sería la nación» (2008, p. 184). Por otro lado, una segunda postura, particularmente entre los historiadores especializados en historia regional, consiste en pensar a la región y las historias regionales como «organismos compenetrados que en sus relaciones con otros sistemas similares forman la historia nacional, y no viceversa» (Méndez y Muñoz Sougarret, 2013b, pp. 186-187). En coincidencia con esta nueva forma de aprehender la realidad transfronteriza como una región, Paula Núñez y Fabián Almonacid señalan que la integración de los territorios es un problema en sí misma y que la presunción histórica, desde una lógica centralista del poder político estatal, de la Patagonia como una región homogénea, es repetida hacia el interior de estos territorios con una falta de agenda de crecimiento homogéneo, generando elementos de dependencia de larga duración (2013, p. 188). Esta necesidad de replantear cómo se construye la historia nacional y cuál es el lugar que ocupa la historia regional en este proceso de territorialización, ha llevado a Laura M. Méndez y Alma Tozzini (2011) a admitir un enfoque de redes para dar densidad a las prácticas sociales, económicas y políticas a escala regional. El análisis, en este caso, hace uso del concepto de aldea entendido por la antropología posterior a la década del sesenta, como lugar desde donde situarse metodológica y estratégicamente a hacer etnografía. De esta manera, las autoras consideran a la frontera argentino-chilena como lugar de intercambio y de encuentro cuyos límites regionales y su extensión no requieren una definición previa. En consonancia con lo anterior, se ha abordado también el concepto de frontera desde una perspectiva cultural, a partir del análisis de las ciudades (desde el urbanismo y la arquitectura), como un indicador de las representaciones colectivas de una determinada sociedad en un tiempo preciso, y de turismo (con aportes desde la geografía del turismo), como una actividad productiva común a todas ellas. Liliana Lolich, Laila Vejsbjerg y Jorge R. Ponte (2011) han tomado estos elementos comparables en la región comprendida entre la Norpatagonia andina (zona de influencia de la ciudad de Bariloche) y parte de la x Región chilena (zona de influencia de Puerto Montt, Osorno y Puerto Varas). De esta manera, a través de la identificación y descripción de 46 | Araucanía-Norpatagonia

las prácticas dirigidas a conformar el espacio construido (hábitat) y turísticas (modelos de planificación y comercialización de la actividad), encontraron que los intereses sectoriales, especialmente aquellos vinculados a la actividad turística y la conservación de áreas naturales, permitieron la persistencia de ciertas prácticas integradoras reguladas a nivel local y nacional, independientemente de los quiebres y continuidades políticas experimentados en este espacio de frontera. No obstante, los mismos autores advierten sobre la notable disminución del poder de los Estados nacionales en cuestiones referidas a la preservación del patrimonio arquitectónico de las ciudades y la sustentabilidad de las prácticas turísticas a escala local y regional, en un período signado por la globalización y las decisiones supraestructurales de escala mundial (desde 1980 y hasta la actualidad). Por este motivo, proponen analizar este espacio fronterizo desde una mirada regional, respaldando la hipótesis de la historiadora del arte y la arquitectura latinoamericana Marina Waisman, quien sostiene que la idea de región, contrariamente a la de periferia, ubica a cada cultura en un sistema que tiene como base precisamente a la pluralidad de regiones, sistema en el cual ninguna de ellas ejerce la hegemonía ni puede, por tanto, erigirse en modelo de validez universal.

Y propone «la valoración de las culturas “marginales” […] encaminada a la construcción del pluralismo cultural» (1990, p. 72). En síntesis, frente a la dualidad centro-periferia, y la dependencia de esta última con respecto a la primera, el análisis del espacio de frontera como una región, se presenta como otra centralidad. En relación con lo anterior, artículos fundamentados desde la filosofía de la ciencia, la ecología y la historia, aportan evidencias que confirman que las «políticas de protección de la naturaleza guardan una relación muy estrecha con la territorialización de espacios naturales que produjeron configuraciones espaciales fuertemente centralistas y concentradoras de decisiones, intereses y recursos en metrópolis extrarregionales» (Navarro Floria, 2011, p. 150). El concepto de paisaje también posee una amplia tradición dentro de la geografía. Desde los primeros antecedentes de la geografía cultural, las orientaciones clásicas estudiaban en principio las formas visibles, materiales de los paisajes con una impronta historicista (Carl Sauer, 1925). Varias décadas después, se comenzaron a considerar perspectivas Los estudios de frontera en perspectiva... | 47

más amplias como la de David Lowenthal (1975), quien destacó la importancia de las actitudes de los sujetos en relación a los paisajes, incorporando los elementos inmateriales. En los ochenta, Denis E. Cosgrove (1985) considera esta percepción del paisaje en tanto expresión de las relaciones sociales y económicas en una formación social. Más recientemente, las propuestas fenomenológicas contribuyeron a comprender los paisajes como resultados de experiencias cotidianas de los sujetos, por lo tanto en constante proceso de producción y como vehículo de conflictos sociales. Como bien logra sintetizar Joan Nogué (2007), el paisaje, en tanto que resultado de una transformación colectiva de la naturaleza, es un producto social; los paisajes reflejan una determinada forma de organizar y experimentar el territorio y se construyen socialmente en el marco de unas complejas y cambiantes relaciones de género, de clase, de etnia, de poder. Al hablar de paisaje, como propone Oriol Nel Lo (2007), se da cuenta tanto de aquellos paisajes visibles, evidentes, como de aquellos invisibles, que no se ven, o se ocultan. Se trata de estudiar el paisaje y sus desigualdades desde una perspectiva enmarcada en lo que Alicia Lindón (2007) denomina constructivismo geográfico,2 donde el espacio es entendido no solo en sus aspectos evidentes sino también como una densa trama de sentidos: los imaginarios (García Canclini, 2004 y 2007). Alicia Lindón y Daniel Hiernaux (2012) definen el estudio de lo imaginario en geografía como una innovación en el pensamiento espacial y social que se orienta hacia caminos poco transitados. Estudiar los imaginarios urbanos es analizar la ciudad como un acontecimiento cultural y como escenario de un efecto imaginario (Silva, 1992). Esta trama de sentidos no es aséptica sino que está en continuo diálogo con las tensiones, conflictos y luchas de poder. En los Talleres Binacionales existen antecedentes de artículos que exploran el paisaje desde distintas perspectivas. Se hace referencia a que la interpretación de la carga simbólica atribuida a las construcciones materiales (aspectos visibles del paisaje) permite dilucidar la pretensión, por parte del Estado nacional, de crear argentinidad (Bessera, 2011). En relación con lo anterior, en un estudio comparativo se 2 Dentro de esta perspectiva, Lindón (2007) distingue varias líneas que han aportado al constructivismo geográfico: geografías humanistas, geografías posmodernas, geografías de las representaciones, la geografía social compleja. Todas ellas han ido convergiendo en lo que denomina el movimiento de Cultural Turn que desde fines de la década del ochenta atraviesa la geografía anglosajona y francesa, pero que recientemente tiene un importante impacto en los estudios territoriales latinoamericanos.

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aborda la manera en que ambos Estados nacionales han territorializado este espacio fronterizo (principalmente con la concreción de proyectos de arquitectura hotelera) impulsada a través de empresas ferroviarias y organismos de protección de los parques nacionales (Lolich y otros, 2013). A su vez, según Izidor Mora Mora, es destacable el aporte de la geoantropología o de la arqueología de la arquitectura para «explicar algunos fenómenos ligados a la apropiación del territorio, como son los desplazamientos, los viajes y las migraciones, así como la adaptación cultural del hombre al medio, entre otros temas» (2013, p. 53). La reconstrucción literaria del paisaje a través del análisis de bienes patrimoniales, como una metodología para encontrar elementos de identidad, ha sido uno de los avances en este sentido (Pastor y Raffa, 2013). Desde la filosofía se ha profundizado en los fundamentos simbólicos con los cuales se vincula la noción de paisaje, para explicar la exclusión social e incluso la subordinación territorial (Núñez, 2011); asimismo, desde la historia resulta también significativo el estudio de Navarro Floria sobre la Patagonia o Patagonias (recorte territorial que indagaba); y la caracterización de esta/as como espacios fronterizos considerados a una escala nacional como áreas de incorporación productiva o paisajes del progreso (Navarro Floria, 2007b).

Reflexiones finales En los estudios de frontera sobre el área de la Araucanía-Norpatagonia se destaca, tal como Benedetti (2014) señaló para los estudios de frontera en general, una falta de valoración de la geografía dentro de estos trabajos que ponderan una antropología del espacio, como si la geografía cultural no tuviera nada que decir respecto de las dimensiones simbólicas de la construcción del paisaje. Aún así, a partir de lo analizado en este trabajo, se reconoce un giro hacia los estudios que consideran las dimensiones subjetivas de las fronteras desde perspectivas geográficas renovadas. Siguiendo la propuesta de Tapia y Ovando (2013), los cambios en la concepción de los Estados y las naciones devienen en la centralidad que adquieren los espacios de frontera y constituyen una oportunidad para que, desde dentro, la región fronteriza y la teoría de la frontera puedan discutir la hegemonía del centro privilegiado desnacionalizando y desterritorializando al Estado-nación. Esta renovación en geografía de la Los estudios de frontera en perspectiva... | 49

noción de región como espacio vivido, entabla un diálogo muy fructífero con disciplinas como el urbanismo y la historia regional, al considerar el espacio de frontera como una región perteneciente a un sistema de regiones, adquiriendo cada uno de estos espacios sub-nacionales, una centralidad en el tratamiento, frente a la tradicional dualidad centroperiferia, y la dependencia de esta última con respecto a la primera. Otros conceptos ampliamente trabajados desde la geografía que son problematizados a partir de disciplinas como historia, filosofía, arquitectura, ecología, en investigaciones conjuntas entre investigadores argentinos y chilenos, son la escala geográfica y el paisaje. La noción de escala se analiza en continuo diálogo con la geografía política en tanto hace especial énfasis en las relaciones de poder en articulación con la dialéctica nacionalismo y mundialización, tanto en un sentido interregional como intrarregional. Por su parte, el concepto de paisaje, en tanto constructo social, desde su materialidad e inmaterialidad, pone en relieve la importancia del estudio de los discursos, más o menos fuertes, y su peso dentro de los procesos de territorizalización y fronterización. Estos tres conceptos clave –región, escala geográfica y paisaje– hilvanan en gran medida el camino de los aportes geográficos a los estudios fronterizos en la Norpatagonia. En lo referido a la frontera y los intereses de agentes público-privados de carácter transnacional, es relevante consignar que, aunque la Norpatagonia andino-lacustre ha mantenido un significativo dinamismo transfronterizo y presenta recursos económicos de alto valor que podrían sentar las bases para un desarrollo binacional integral (potencial hidroeléctrico y turismo, por nombrar solo algunos), no existen estudios científicos de largo aliento que apunten a generar planes y estrategias de acción concreta para el desarrollo de un espacio que representa una unicidad que trasciende los límites políticos. La sistematización de la información a nivel de la macro escala sobre la dinámica poblacional transfronteriza resulta indispensable como un primer paso para avanzar, tanto en estudios de situaciones puntuales, como en la formulación de estrategias de desarrollo; aspectos que se están abordando en una segunda fase de trabajo colaborativo entre investigadores chilenos y argentinos. Asimismo, se rescata el interés por avanzar en el conocimiento de fenómenos actuales que con diferentes lógicas (ecológicas, económicas, geopolíticas, demográficas, entre otras) y la incorporación de agentes públicos y privados de carácter transnacional, también actúan sobre 50 | Araucanía-Norpatagonia

este espacio fronterizo a través de la implementación de iniciativas como el Corredor Bioceánico y el programa mab de Reservas de Biosfera.

Comentario al texto Alejandro Benedetti conicet-Universidad de Buenos Aires

El artículo de Brenda Matossian y Laila Vejsbjerg nos presenta una excelente sistematización de la bibliografía publicada desde la década del noventa al presente sobre un Espacio Fronterizo Regional (en adelante, efr) ubicado en la parte austral de Sudamérica, compartido por la Argentina y Chile. La renovada preocupación de las ciencias sociales, en estos países, por los espacios fronterizos, está en sintonía con lo que ocurre en el resto de Latinoamérica. La integración entre estados nacionales, la aceleración de los flujos en el contexto de la globalización, el surgimiento de formas de cooperación entre estados subnacionales fronterizos, el contrabando a diferentes escalas, entre otros procesos, han estimulado el desarrollo de los estudios sobre fronteras, ya no desde las miradas nacionalistas clásicas, sino desde perspectivas críticas. El efr que se analiza en este trabajo es diádico, ya que se construyó a partir del proceso de diferenciación territorial de dos Estados nacionales modernos: la Argentina y Chile. Un punto de inflexión en este proceso es el año 1881 cuando, a través de los mecanismos de la alta diplomacia, se llegó a la firma del primer tratado bilateral. Ese tratado confirmaba que el límite se ubicaría en la cordillera de los Andes, siguiendo «las cumbres más elevadas de dichas Cordilleras que dividan las aguas». Dada la dificultad de seguir ese criterio y por el clima de enemistad fomentado por sectores beligerantes de ambos países, que se reavivó de tanto en tanto, la delimitación requirió de ajustes posteriores, activó el mecanismo de la mediación y dio lugar a la proliferación de argumentaciones que señalaban al vecino como expansionista y al propio país como víctima. El proceso de delimitación argentinochileno se extendió por más un siglo, ya que todavía en la década del noventa quedaba por resolver un diferendo en las proximidades del cerro Fitz Roy. La delimitación es uno de los procesos fundamentales que participan en la construcción de un espacio fronterizo, que funciona, metafóricamente, como un bisturí que procura separar en dos Los estudios de frontera en perspectiva... | 51

algo que antes estaba unido, generando una cicatriz en el terreno. Otro proceso, que refuerza al anterior, es el de fronterización, mediante el cual cada Estado va creando diferentes distritos en las adyacencias del límite, como estrategia territorial para hacer efectiva su presencia y su función de control a las movilidades entre ambos países. Como señalan las autoras, los parques nacionales tuvieron, en gran medida, la función de fronterización en esta área. Desde el cerro Zapaleri hasta el canal de Beagle, esta díada se extiende por más de 5000 km, con la cordillera de los Andes en su centro. Como nos recuerdan Matossian y Vejsbjerg, se trata del tercer límite terrestre más extenso del mundo. De norte a sur se pueden reconocer diferentes discontinuidades. Uno de los tramos de ese extenso espacio fronterizo es el que motiva el estado de la cuestión que se presenta en este trabajo. Las autoras optan por denominarlo Araucanía-Norpatagonia, apelando a categorías regionales, una por cada país, lo que muestra en cierta forma la persistencia de la cicatriz. Pero lejos está de constituirse en un espacio desarticulado: a través del límite internacional existen múltiples vinculaciones, sentidos de pertenencia y organizaciones que, recurriendo a una metáfora, van buscando coser esa cicatriz. Se podría hablar, tal vez, del efr mapuche, por la identificación del grupo humano cuyos territorios se distribuían hacia uno y otro lado de la cordillera, y que fueron redefinidos, en la forma de reservas, tras la expansión de los Estados argentino y chileno hacia el sur. El recorte regional será algo diferente si se presta atención a los caminos internacionales, que últimamente fueron ordenados por la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (iirsa) en la planificación de los llamados Ejes de Integración y Desarrollo. Los principales caminos que estructuran el Eje Sur son, al norte, el que cruza por el paso Pino Hachado y, al sur, el que lo hace por Cardenal Samoré. El efr, así recortado, va de un océano al otro, y en su interior se establecen múltiples vinculaciones comerciales transfronterizas. También, podría reconocerse una región, a partir de la integración entre las divisiones de primer orden, a las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut en la Argentina, y las regiones de Araucanía, de los Ríos y de los Lagos en Chile, entre las cuales se han generado diferentes estrategias de cooperación, dentro de los nuevos esquemas de gobernanza transfronteriza multinivel que se van generando en toda Latinoamérica. En todo caso, todos estos recortes son analíticamente válidos y, como exponen las autoras, están dando cuenta de la multiplicidad de escalas espaciotemporales que se pueden involucrar en el estudio de un espacio fronterizo. 52 | Araucanía-Norpatagonia

Para su exhaustivo análisis bibliográfico, las autoras revisan actas de congreso, revistas especializadas y libros producidos dentro y fuera del efr. Como nos advierten desde el título, prestan atención a la mirada geográfica (tomando por geográfica una definición amplia). Una de las conclusiones a la que llegan es que la producción procedente de la geografía disciplinar todavía es relativamente escasa, sobre todo en comparación con la profusa literatura especializada, generada desde los campos disciplinares de la historia o la antropología. Todavía son pocos los estados de la cuestión referidos a los espacios fronterizos argentinos. Este artículo es un buen ejemplo para seguir en el estudio bibliográfico de otras regiones. El único interrogante que se me plantea es si es correcto incluir a los estudios arqueológicos ocupados de entender cómo se organizaban las sociedades allí localizadas en el pasado remoto. Si los espacios fronterizos de los que se está dando cuenta son el producto del proceso de formación y diferenciación territorial generado por estados modernos, en el caso del sur sudamericano el inicio de este proceso difícilmente podría ubicarse mucho antes del siglo xix. Las tierras andinas ubicadas en torno al paralelo 40° Sur ¿funcionaban como una díada ya en tiempos prehistóricos, ya en tiempos prehispánicos? Esta no es más que una observación menor, para un trabajo que considero meritorio. Réplica de las autoras Agradecemos a Alejandro Benedetti su atenta lectura y las reflexiones que, a propósito del espacio fronterizo regional Araucanía-Norpatagonia analizado, hiciera sobre el contexto histórico y geográfico a escala nacional, así como la mención a los procesos geográficos generales que también pueden comprobarse en estas latitudes: la delimitación de la frontera argentino-chilena y la fronterización como estrategia de control territorial llevada a cabo por ambos países. Sería interesante poder profundizar en estudios comparativos entre diferentes tramos del extenso espacio fronterizo que comparten Chile y la Argentina, respecto de los mecanismos utilizados (entre diferentes agentes públicos y privados) y su cristalización en el espacio (mediante prácticas materiales y simbólicas); así como los objetivos y justificaciones históricas de proyectos que fueron o no llevados a cabo. En relación a la pertinencia de incluir los estudios arqueológicos (que demuestran un escenario de complementación ambiental de recursos Los estudios de frontera en perspectiva... | 53

e interacciones recurrentes entre grupos sociales semejantes a ambos lados de la cordillera) como antecedentes en el análisis de los criterios que se han utilizado para delimitar geográficamente el área de estudio, no sería, en rigor, adecuada. Sin embargo, hemos intentado incluir los principales resultados de los debates generados en el marco de los Talleres Binacionales 2010, 2012 y 2014, debido a la posibilidad de problematizar un espacio regional fronterizo más allá de la relación diádica entre dos Estados parte modernos, e integrar la dimensión histórica (y, en este caso, prehistórica) a la comprensión de diversos procesos que se oponen a las prácticas hegemónicas nacionales e incluso internacionales. Algunos de estos procesos fueron analizados hasta el momento por distintas disciplinas provenientes de las ciencias sociales y humanas, que a su vez pueden aportar a los estudios de frontera en perspectiva geográfica, por ejemplo: la persistencia de múltiples discursos territoriales débiles, las definiciones de territorialidades en sentido horizontal que desafían los mapas geopolíticos, las prácticas materiales y simbólicas con repercusión espacial, entre las que se pueden mencionar iniciativas para la preservación del patrimonio cultural y/o puesta en valor de itinerarios culturales compartidos, el turismo y el rol de las áreas naturales protegidas en la conservación y desarrollo sustentable de espacios fronterizos.

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Capítulo 2

Las fronteras en el siglo xxi: apuntes breves para continuar la reflexión en tiempos de integración regional Alicia Laurín Universidad Nacional del Comahue, Centro de Estudios de Integración Regional, Neuquén, Argentina

Resumen En este trabajo aspiro a poner en debate la creación de nuevas territorialidades superpuestas a las fronteras, generando una superposición de territorialidades múltiples en territorios nacionales y binacionales. El legado que ha dejado el siglo xx son territorialidades que contienen nuevas fronteras, que preservan territorios para la humanidad por tiempo indefinido. La particularidad es que son intangibles, se pueden observar y según los casos pueden ser usados con un criterio de sostenibilidad para las generaciones futuras.

Introducción Las ideas que me propongo discutir han sido elaboradas a partir de una idea/afirmación del recordado colega Pedro Navarro Floria en un evento denominado «La integración regional como centro», en el año 2008, organizado por el Centro de Estudios de Integración Regional (ceir). En esa oportunidad, el autor presentó un trabajo que denominó «La construcción de los territorios nacionales latinoamericanos vista desde sus márgenes». En este trabajo analizaba el proceso de formación territorial de los territorios nacionales en un contexto político de integración regional y globalización. Sostenía que en ese contexto de integración regional y globalización emergen como objetos de interés y análisis una serie de espacios marginales tardíamente, conflictivamente e insuficientemente articulados con los Estados nacionales creados en el siglo xix, y hoy revalorizados por sus

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recursos naturales, por su funcionalidad a nuevos ejes de integración o por otros factores. Desde este punto de vista, no resulta aventurado suponer que la dificultosa articulación horizontal de los territorios nacionales latinoamericanos en el pasado hace que sus márgenes sean más fácilmente «verticalizados» en el presente, es decir funcionalizados por actores hegemónicos a menudo lejanos, o sometidos a la nueva lógica de la internacionalización del capital. (Navarro Floria, 2008, p. 6)

Uno de los ejemplos con que ilustra su afirmación es el correspondiente a la creación de la Reserva de Biosfera en el año 2007 por la Unesco, en el área cordillerana de Chile y la Argentina. Estos espacios precisamente constituían las periferias de los Estados en formación; espacios limítrofes, escasamente integrados, sobre los que recaían políticas nacionales específicas para integrarlos o bien para cumplir la función de barreras frente al otro. En el presente en estos espacios se juegan –en términos de nuestro autor de referencia– los procesos de integración binacional y de globalización. A partir de estos incipientes análisis, intento llevar la mirada analítica hacia una formación socioespacial denominada territorio. Aspiro a llamar la atención o al menos poner en debate la creación de nuevas territorialidades superpuestas no solo a las cordilleras sino también a las fronteras, generando una superposición de territorialidades múltiples en territorios nacionales y binacionales. El legado que ha dejado el siglo xx son territorialidades que contienen nuevas fronteras, que preservan territorios para la humanidad por tiempo indefinido. La particularidad es que son intangibles, se pueden observar y según los casos pueden ser usados con un criterio de sostenibilidad para las generaciones futuras. Mi propuesta es que nos detengamos en el territorio, más que en la frontera, para develar las dimensiones sociales y culturales ocultadas por las ideas dominantes. Con mucha frecuencia hemos analizado las fronteras y su función de delimitación de los territorios nacionales, como también la función de separar. Y ha quedado suficiente o al menos abundantemente explicada la maniobra de superponerle a la montaña y otras formaciones naturales, la idea de separación, aislamiento, barrera. También los pueblos construyen fronteras étnicas, pero no han sido considerados con la misma capacidad otorgada a las formaciones naturales para aislar o separar sociedades. No fue el río Bío-Bío la línea divisoria entre el Chile nacional y el Chile araucano: fue el pueblo araucano quien creó esa frontera y la sostuvo hasta la culminación del 62 | Araucanía-Norpatagonia

proceso de unificación nacional, pero no se legitimó la capacidad de resistencia de ese pueblo al proceso nacionalizador. Entonces, mirar las fronteras como territorios en sí mismos permite hacer visible el poder ya que este se materializa en el territorio a través de acciones concretas. La determinación de territorios de Reserva de Biosfera es una política concreta que persigue la preservación de áreas que se distinguen por la abundante disponibilidad de recursos naturales. Antes que la frontera, como dispositivo de determinación políticojurisdiccional, existió la montaña, las cadenas montañosas y todos los accidentes físico-naturales que distinguen al planeta Tierra. Su génesis involucra tiempos geológicos de una magnitud imperceptible a nuestra experiencia. Es decir, su formación no ha sido una construcción social sino un proceso de la naturaleza, resultado del devenir de sus propias leyes. Como sabemos sobradamente, las fronteras –asociadas o no a un accidente geográfico– sí son una construcción social y por tal razón son artificiales. Entonces, el punto es ¿cómo interpretamos o analizamos el sentido de ese constructo que es la frontera para ver el juego del poder simbólicamente materializado en la montaña, el río, el mar, una selva, un desierto, un lago o una isla? Yo creo que es posible avanzar enfocando la mirada en el territorio, que por definición implica frontera, materialidades físico-naturales y también una sociedad. El territorio de la sociedad es territorio usado, apropiado, normatizado, controlado. Es una totalidad histórica, es decir, una construcción humana y dialéctica. No debemos perder de vista que constantemente se crean y recrean nuevos territorios y nuevas fronteras que no son los mismos territorios de la modernidad, los territorios de los Estados. En un mundo globalizado han emergido formaciones territoriales nuevas, con sus propias delimitaciones, por ejemplo los derivados de los procesos de formación de Estados agrupados tales como Mercosur, Unasur, Celac, solo por citar casos de la región. También los espacios denominados de reserva, en todas sus formas, en coexistencia con las formaciones supranacionales. Estos emergentes nos indican que hay instancias de gestión entre Estados para fijar estrategias regionales para beneficio de sus economías y sus sociedades. También indican que hay otras instancias extra estatales, capaces de crear territorialidades, sobre la base de áreas particulares por sus recursos y belleza, que deben ser preservados, es decir no usados, no intervenidos por la acción humana. Las fronteras en el siglo xxi... | 63

Algunos de ellos han sido creados sobre una metáfora que niega la dimensión política que les dio origen fundamentando su creación en la preservación y conservación. El valor que la sociedad ha dado a sus construcciones arquitectónicas y a sus formaciones naturales, es decir a parte de su territorio, ha sido convertido en un valor universal: han sido transformados en patrimonio cultural y natural de la humanidad que debe ser protegido y preservado. Estos territorios –delimitados según cada caso– como también los territorios de reservas de biosfera o de reserva natural, o de áreas naturales, están superpuestos a territorios nacionales (en ocasiones territorios binacionales), sujetos a políticas proteccionistas en favor de la humanidad, sustraídos de este modo de la arena política local, que es el ámbito de toma de decisiones sobre su destino y uso. Aquellos espacios marginales del pasado son hoy nuevos territorios con nuevas fronteras, lugares donde los Estados se involucran mediante el cumplimiento de roles, tales como el relevamiento de las formaciones a preservar, el control y protección de las áreas consideradas de reserva en su territorio, el diseño de políticas de protección, preservación, revalorización y/o rehabilitación de su patrimonio cultural y natural, entre otros.1

Una reinterpretación posible del territorio ¿Es posible pensar que los espacios marginales fronterizos son hoy los espacios centrales a ser preservados como bien de la humanidad por la abundancia de recursos naturales? ¿Sería muy aventurado decir que a los territorios nacionales se han superpuesto territorios universales? Para indagar en la respuesta se ha recurrido a los aportes de otras disciplinas sociales y perspectivas epistemológicas encuadradas en el pensamiento filosófico latinoamericano, que permitieron complementar nuestro abordaje desde la geografía política. De esta manera, las propuestas teóricas de la ecología política derivadas de aportes del programa modernidad/colonialidad, de la historia ambiental y de la propia ecología política ampliaron nuestro horizonte teórico referencial para sostener el análisis (Alimonda, 2011). Todo ello encuadrado en un escenario actualizado de crítica a la modernidad que plantea el pensamiento 1 Las funciones reservadas a los Estados están secundadas por el Comité del Patrimonio Mundial, organismo perteneciente a la Unesco, según lo establece la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural (París, 1972).

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crítico latinoamericano (Dussel, 2000; Lander, 2000; Quijano, 2000; entre numerosos pensadores más). Hay un punto de conexión entre esas perspectivas y la de la geografía política crítica; ese punto de conexión es la consideración del poder como categoría explicativa de la lógica de apropiación y uso de los territorios, y junto a él la política. ¿Por qué ha sido necesario reinterpretar el territorio desde la perspectiva transmoderna planteada por Enrique Dussel? En concordancia con otros pensadores que han contribuido al desarrollo de esta perspectiva epistemológica, Dussel ha elaborado una línea de pensamiento latinoamericano a partir de la deconstrucción de la noción de modernidad eurocéntrica proponiendo otra visión de la modernidad en un sentido mundial. Para él, el mundo moderno se determina cuando este ocupa el centro de la historia mundial. Y esto ocurre en 1492, año en que se inicia el despliegue del sistema-mundo. España inaugura la primera fase moderna, la del mercantilismo comercial y para esta línea de pensamiento «la centralidad de la Europa latina en la Historia Mundial es la determinación fundamental de la Modernidad»; a partir de aquí constituye como su periferia a todas las otras culturas (Dussel, 2000, p. 246). Cuando en trabajos anteriores (Laurín, 2007, 2009) analizábamos el proceso de formación de los Estados nacionales y sus dispositivos técnico-jurídicos, sosteníamos que el proceso de homogeneización de la sociedad, la cultura, la economía, la política, el territorio y la identidad nacional, ocultaba las lógicas territoriales locales, de resistencia al proceso y sus historias regionales. Esto dio lugar a la creación de fronteras que separaban lo que en otros tiempos históricos estaba unido: sociedades, caminos, vías de comunicación, territorios. Y todo aquello que no quedó en ese interior constituyó la otredad: conflictiva, bárbara, nómade, aislada, desordenada, excluida, desértica o ignorada. La discursividad hegemónica implantaba este imaginario en la sociedad, un imaginario fundante de la identidad nacional. Este proceso en términos políticos y éticos subordinó, colonizó, dominó, generó violencia y resistencias en las sociedades locales. La perspectiva transmoderna, como proyecto emancipador, permite incluir en el análisis la otredad constitutiva de la modernidad, es decir, los otros, la alteridad. Si analizamos la Patagonia, por ejemplo, en su conjunto era un área fronteriza que constituía la periferia de la nación argentina. Desde el punto de vista del sistema político, luego de la dominación se conformaron los territorios nacionales, dependientes políticamente del gobierno central a través de los gobernadores designados. Esta condición Las fronteras en el siglo xxi... | 65

territoriana abarcó a toda la Patagonia, desde 1884 hasta mediados del siglo xx para el caso de las provincias de Río Negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz (ley 1532 de creación de los territorios nacionales), lo cual indica que el control político y administrativo de estos territorios se ejercía desde el centro político administrativo nacional y solo cuando el poblamiento alcanzara los 60 000 habitantes podrían pasar a la categoría de provincia, siempre que el Estado central lo dispusiera. Este es el principal actor colonizador y fundacional de estos territorios (Arias Bucciarelli, 1999, p. 32). Y sus discursos modernizadores (civilización o barbarie) fueron el sustento material e ideológico de las acciones organizadoras del territorio, desde las campañas militares de dominación socioterritorial, hasta las colonizaciones urbanas y rurales de todo el territorio patagónico. Ahora bien, si observamos a la naturaleza desde estas márgenes, en términos de Fernando Coronil y en correlación con las periferias de Dussel, y el destino a la que se la somete, podríamos reconocer el papel que jugó y juega la naturaleza no como factor de producción, sino como generador de riquezas. Esto significa reconocer que la riqueza deriva de un «intercambio transformativo entre los seres humanos y el mundo natural del cual forman parte» (Coronil, 2000, p. 246). Las periferias colonizadas se comportaron como fuentes de riquezas naturales y de trabajo barato. Coronil se pregunta si aquella situación aún se mantiene. En este interrogante se encuadraría nuestra preocupación por las territorialidades heredadas que se materializan bajo la forma de Reservas de Biosferas. Estas, paradójicamente, se seleccionaron para preservar y proteger la denominada biodiversidad, la que en tiempos coloniales fue objeto de saqueo y destrucción. ¿Podemos admitir que hoy esas mismas áreas conforman espacios de reserva solo para su conservación?, ¿qué cambió en estas áreas para ser consideradas como reservas? Desde el punto de vista humano, social, estas se caracterizan por la escasa intervención antrópica, por lo que evidentemente el cambio no está en estas áreas sino en el contexto de crisis energética, como luego veremos. La posibilidad de aplicar un análisis alternativo al de la Modernidad deviene de la propuesta de Dussel, de desmitificar la Modernidad2, que se ve a sí misma como:

2 Según el autor, el eurocentrismo de la Modernidad resulta de haber confundido la universalidad abstracta con la mundialidad concreta hegemonizada por Europa como centro.

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• La civilización que se auto comprende como más desarrollada, superior (lo que significará sostener sin conciencia una posición ideológicamente eurocéntrica). • La superioridad le obliga a desarrollar a los más primitivos como exigencia moral. • En consecuencia, Europa es quien debe conducir el proceso educativo de desarrollo. • Como hay resistencia al proceso civilizador, la praxis moderna debe ejercer la violencia, si fuera necesario, para destruir los obstáculos a la modernización. • La dominación produce variadas víctimas que son interpretadas como un sacrificio salvador del civilizador. • La Modernidad se presenta como emancipadora de la culpa del que se resiste al proceso modernizador. • Por su carácter civilizatorio se interpretan como inevitables los costos de la modernización de los pueblos atrasados a civilizar (Dussel). Al desmitificar la Modernidad podremos acercarnos a la dimensión negada por ella y reinterpretar el significado de aquello que he denominado nuevas territorialidades devenidas en territorios universales. El geógrafo David Harvey ha manifestado la necesidad de recurrir a la dimensión política para explicar temas ecológicos, y sostiene que «todos los proyectos (y argumentos) ecológicos son simultáneamente proyectos (y argumentos) político-económicos y viceversa» (citado por Alimonda, 2011, p. 40). No solo compartimos esta afirmación sino que es la que sostiene nuestro análisis. En la misma línea, complementariamente la ecología política latinoamericana, en términos de Alimonda, coloca en el centro de la disciplina lo político asociado a la problemática de las ciencias políticas referida al «estudio de la formación de poderes hegemónicos y de contrapoderes desafiantes» (p. 44). Para el autor, la ecología política es el estudio de las articulaciones complejas y contradictorias entre múltiples prácticas y representaciones (incluyendo distintos sistemas de conocimiento y dispositivos topológicos) a través de los cuales diversos actores políticos actuando en iguales o distintas escalas (local, regional, nacional, global) se hacen presentes con efectos pertinentes y con variables grados de legitimidad, colaboración y/o conflicto, en la constitución de territorios y en la gestión de sus dotaciones de recursos naturales. (Alimonda, 2000, p. 46)

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Por las afirmaciones precedentes, el problema de las nuevas territorialidades a las que me refiero es concebido como una problemática relacional geopolítica de los recursos y no como un problema medioambiental. No es el problema de la biodiversidad sino de los recursos naturales, como entidad mediadora entre la naturaleza y la generación de riqueza la que nos guía en el análisis. Recursos naturales de las periferias colonizadas, otrora fuentes de riqueza. Problema situado en un contexto de posguerra que encontrará en los recursos y su escasez el modo de instalar la problemática ambiental de tono conservacionista y justificará la creación de territorios universales con nuevas delimitaciones. Lo que deseo advertir es que detrás de estas formaciones se oculta un interés por los recursos naturales del que participan organizaciones internacionales públicas y privadas, tal como se explicará en este trabajo. Las prácticas desarrolladas desde mediados del siglo xx, impulsadas por los países de más poder, son aplicadas en los territorios para afianzar su poder sobre los recursos estratégicos (Preciado Coronado, 2010, p. 81). En síntesis, la perspectiva crítica de la geografía política, la ecología política y de la filosofía política, nos permite poner en relación el poder con el territorio y hacer inteligible el poder político y su territorialidad. Por esta vía, la naturaleza abstracta del poder adquiere materialidad, es decir, se corporiza en objetos y acciones contenidas en esos objetos. Los aportes de la filosofía política del pensamiento crítico latinoamericano proporcionan una alternativa analítica para reinterpretar un proceso de territorialización que aún necesita ser explicado: los territorios universales.

El ambiente como problemática creada De modo sintético, y con el propósito de situar la problemática, diremos que durante la década del sesenta se instaló la tendencia por la preocupación ecológica, derivada de las amenazas del poder nuclear, de las denuncias de procesos de degradación de los discursos ambientalistas; de contaminación o sobreexplotación de algunos recursos y de los primeros informes científicos sobre el efecto invernadero. La crisis del petróleo de la década del setenta evidenció el problema de la limitación de los recursos, la ineficiencia del modelo de producción fordista y el consumismo. Y, por otra parte, el crecimiento exponencial de la población mundial. Sobre esta base se convocó a la Conferencia sobre el Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo en 68 | Araucanía-Norpatagonia

1972 a pedido de las Naciones Unidas. Los resultados de esta conferencia fueron interpretados por los países de las periferias del Sur, como «las primeras propuestas políticas de ahorro energético y, sobre todo, de control de la natalidad como instrumentos de los países ricos para mantener su dominio en el sistema internacional» (Nogué y Rufí, 2001, pp. 191-192). «Una hegemonía en gran parte conseguida, precisamente, con la explotación radical de sus recursos naturales y humanos» (Grasa y Sachs, 2000, citado por Nogué y Rufí, 2001, p. 192). En realidad, estas propuestas y argumentaciones fueron vistas como un freno al desarrollo más que intenciones ambientalistas para preservar los recursos de la naturaleza. Deseo resaltar de esta conferencia el alcance mundial que se le adjudicó al medio ambiente y, junto con esta dimensión, como contracara de la misma situación, la soberanía de los Estados nacionales (periféricos) sobre sus recursos. Desde entonces y progresivamente aparecieron, en el escenario mundial, en los discursos de las organizaciones internacionales, en el imaginario construido sobre el ambiente, en los programas ambientales ligados al desarrollo, nociones que finalmente justificaran la construcción de territorios universales. La primera de ellas es la noción de globalización, sin territorio, sin tiempo homogeneizador, transfronterizo. Junto con lo anterior cobran otra significación conceptos que –asociados a la globalización– han sido desplazados por otros que no son más que metáforas que representan híbridos conceptuales sin arraigo material: lugar por global; territorio por des territorialidad; local por glocal; hombre, sociedad por humanidad; lugar por no-lugar; territorio por reserva o lugar por medio ambiente. No quiero desconocer la existencia del proceso de globalización sino resaltar lo que oculta ese proceso, que es la particularidad, o bien la diferencia constitutiva, la distinción legítima de cada lugar. En el tema de las territorialidades universales, creadas desde la década del ochenta en el caso de la Argentina, el desplazamiento del concepto lugar, tiene profundas y complejas implicancias; el lugar no es ni más ni menos donde se localizan las políticas, donde se arraigan para intervenir en su contenido social-material-natural, donde se localiza el desarrollo, donde la sociedad actúa y construye espacialidad. En palabras del geógrafo Milton Santos, «los lugares pueden ser vistos como un intermedio entre el Mundo y el Individuo», basándose en Zdravko Mlinar para quien «la lógica del desenvolvimiento de los sistemas sociales se manifiesta por la unidad de las tendencias opuestas a la Las fronteras en el siglo xxi... | 69

individualidad y a la globalidad» (Santos, 1996, pp. 251-252). Para Santos esa es una «realidad tensa que se está recreando a cada momento, una relación permanentemente inestable, y donde globalización y localización, globalización y fragmentación son términos de una dialéctica que se rehace con frecuencia» (1996, p. 252). Entonces lugar no es equivalente a global sino su negación. Inspirados en Arturo Escobar podríamos aventurar que las Reservas de Biosfera son fracciones territoriales sin espacio y sin tiempo, como los espacios de la globalización. Su denominación de reserva sustrae la categoría de lugar y con ello lo transforma en algo que es universal, es decir, de toda la humanidad. Acordando con el autor en la misma preocupación, el punto aquí es distinguir aquellas formas de globalización de lo local que se convierten en fuerzas políticas efectivas en defensa del lugar y las identidades basadas en el lugar, así como aquellas formas de localización de lo global que los locales pueden utilizar para su beneficio. (Escobar, 2000, p. 246)

Esta distinción es particularmente importante en aquellos territorios que están desarrollando políticas de integración binacional, fronteras mediante, a los que se superpone una nueva frontera, no ya horizontal como la de los estados territoriales, sino vertical de las formaciones supranacionales.

Los territorios universales ¿Cómo se define una Reserva de biosfera (rb)? ¿Desde cuándo se crearon? ¿Con qué finalidad? ¿Qué actores participan? ¿Dónde están localizadas y qué dimensiones cubren? Veamos, las rb son: «zonas de ecosistemas terrestres o costeros/ marinos, o una combinación de los mismos, reconocidas como tales en un plano internacional en el marco del Programa mab de la Unesco». El antecedente más lejano del concepto rb se ubica a mediados de la década del setenta, momento en que se elabora el concepto en el marco del programa mab3 sobre el hombre y la biosfera. Este programa intergubernamental e interdisciplinario se puso en marcha en 1970, con la finalidad centrada en la investigación, formación, supervisión, educación, 3 La sigla proviene del inglés; el nombre en castellano es Programa El Hombre y la Biosfera.

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y proyectos pilotos en busca de la compensación y el equilibrio entre la responsabilidad humana de mantener la naturaleza y conservar la biodiversidad y, por otra parte, la necesidad humana de utilizar sus recursos para mejorar el bienestar social y económico de las poblaciones (Declaración de Madrid sobre el mab y la Red Mundial de rb, 2008). Sin dudas, podemos establecer un correlato entre la preocupación por la limitación de los recursos que plantea el sistema y el programa del hombre y la biosfera. Y quizás también sea el resultado de aquella política ambiental la determinación de las reservas en la Argentina, desde 1980 hasta 2007, año en que se creó la reserva binacional argentino-chilena. En el transcurso de esos treinta y siete años se crearon trece reservas de biosfera. Ello indicaría también que a partir de ese año comenzó la regulación del uso de estos espacios geográficos. Las rb estructuran su funcionamiento y actividades para llevar adelante los objetivos del mab cuatro años después de la enunciación del programa –como he señalado– y luego, en 1976, se creó la Red Mundial de rrbb, como un mecanismo esencial para el cumplimiento de los objetivos de programa. El ingreso a la red es voluntario, es decir, los países ingresan o salen de la red (con sus rb) si lo consideran necesario o beneficioso. Pero cuando se ingresa al programa, proponiendo las áreas que el Estado considera necesario o propicio solicitar su reconocimiento, ese ingreso significa que la categoría de reserva «impedirá a perpetuidad que se aprueben proyectos de desarrollo que atenten contra estos recursos, y sumará un atractivo para los extranjeros interesados en hacer turismo de bajo impacto ambiental» (Cordero, 2006). En efecto, la reserva binacional argentino-chilena (fig. 1) protegerá a perpetuidad un ecosistema que incluye siete parques nacionales, bosques espesos de alerces, lengas, arrayanes, coihues, raulí, roble pellín, araucarias, maitenes, arbustos y flora que se corresponde con las precipitaciones; una flora y fauna riquísimas. Más de diez lagos y numerosos ríos y lagunas. Una monumental reserva de recursos naturales y paisajísticos que cubre una superficie de 4,5 millones de ha, 2,3 millones aproximadamente en territorio argentino y poco más de 2 millones en territorio chileno. Contiene el 40 % de la superficie total de bosques templados lluviosos del planeta y constituye una reserva con escasa intervención humana (Jefatura de Gabinete de Ministros, Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación). En su interior coexisten, tal lo expresado recientemente, parques nacionales, pero también sectores pertenecientes a la categoría de Las fronteras en el siglo xxi... | 71

Patrimonio de la Humanidad y áreas de Reserva Natural protegida de jurisdicción provincial. Está zonificado según las funciones que cumplen las rb, ellas son de conservación, desarrollo económico y humano y apoyo logístico para los proyectos de demostración, fines educativos, de capacitación, investigación y observación permanente en relación con cuestiones sociales, regionales, nacionales y mundiales de conservación y desarrollo (Estatuto de la Red Mundial de Biosfera, art. 3). Así, se encuentra en la reserva una zona núcleo; una o más zonas de amortiguación, circundante a la zona núcleo, donde se practican actividades compatibles con los objetivos de la conservación; y una tercera zona exterior de transición donde se fomentan y practican formas de explotación de los recursos. Por otra parte, también se localizan en su interior numerosas e importantes ciudades con área de influencia de alcance regional. En la porción argentina de la reserva, de norte a sur podemos citar las ciudades de Aluminé, Junín de los Andes, San Martín de los Andes, Villa La Angostura (Neuquén); San Carlos de Bariloche, El Bolsón (Río Negro); Lago Puelo, El Hoyo, Esquel, Trevelin, Epuyén y Cholila (Chubut). Confluyen en el juego de intereses, en primer término, la Unesco, principal organismo que cumple la función de control de gestión y monitoreo sobre la rb, el programa mab y la Red Mundial de rb; entidades privadas asociadas para el desarrollo de actividades en un espectro que va desde la conservación, la gestión y/o el uso de bienes y servicios prestados por el ecosistema. Las entidades de financiamiento pueden ser empresas multinacionales que bajo la figura de Responsabilidad Social aportan fondos de manera directa o indirecta; instituciones nacionales públicas y privadas; instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, Fondo Mundial por el Medio Ambiente, el bird; los gobernadores de provincias, los intendentes y sus comunidades; instituciones como Administración de los Parques Nacionales, Secretaría de Ambiente, Turismo, entre otras. En conjunto conforman una compleja realidad de convergencia política multiescalar cuya gestión está controlada por una organización de naciones. La idea núcleo de la concepción de rb para el siglo xxi que se propone el mab es asignarle la función de contribuir a responder a las necesidades de la sociedad en su conjunto (universalidad), no solo a las comunidades locales. Desde la perspectiva geopolítica, esta rb se superpone a la zona de Seguridad de Fronteras del territorio argentino (decreto 887/94). 72 | Araucanía-Norpatagonia

Fig. 1: Reserva de Biosfera de Chile. Bosques templados lluviosos de los Andes Australes. Regiones de la Araucanía (ix), los Lagos (x), los Ríos (xiv)

Fuente: Araya Rosas, 2009, p. 23

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Fig. 2: Reserva de Biosfera Andino Norpatagónica. Provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut, Argentina

Fuente: http://www.ambiente.gov.ar/archivos/web/UCPMAB/image/

Ejemplos de experiencias de otras áreas de reserva, muy estudiadas por ecólogos políticos, indican, en el caso de las islas Galápagos (ratificadas por la Unesco en 1978 como Parque Natural Protegido y Patrimonio 74 | Araucanía-Norpatagonia

de la Humanidad), que la creación de áreas protegidas pueden tener efectos negativos sobre la pobreza y la población local. El resultado es a menudo que los habitantes queden excluidos de los beneficios del desarrollo, ya que no tienen los conocimientos ni los recursos necesarios para vender la naturaleza a los turistas o para gestionar la conservación. Si no cuentan con los conocimientos hay que educar y adiestrar, según puede observarse en los objetivos del propio programa mab. Los críticos de esta postura ambiental señalan el desconocimiento de los saberes populares para el manejo de los recursos con los que la sociedad subsiste, como también las bases éticas y epistemológicas que sustentan aquellas posturas (Celata y Sanna, 2010). Y los epistemólogos del pensamiento latinoamericano nos conducen a pensar que en el tema de la biosfera la responsabilidad de educar vuelve a estar conducida por un conjunto de naciones como en la Modernidad. Otro caso similar se manifestó en la rb Montes Azules en la selva Lacandona, localizada en Chiapas, México. Zona de gran conflictividad social por problemas de reparto agrario, habitada por más de cincuenta comunidades indígenas y poseedores de tierras donadas por el presidente mexicano en 1972, seis años antes de la creación de la rb. En 1974 aparece en el escenario la Compañía Industrial Forestal (sociedad paraestatal según L. Martinelli, 2004) con un contrato de explotación de madera que no se suspendió al crearse la rb. Se suman las organizaciones internacionales World Wildlife Foundation y Conservación Internacional junto con instituciones estatales, quienes organizan una ofensiva para desalojar con violencia a las comunidades de la reserva. El titular de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente admitió públicamente que «hasta que no se recuperen estas zonas de alta ingobernabilidad, no llegará la inversión privada y eso tiene consecuencias negativas en todo el país» (Martinelli, 2004). Tampoco estas áreas quedan fuera de los megaproyectos mineros transnacionales, los que se vinculan sin dudas con el control y dominio de los recursos naturales para sostener el régimen de acumulación. En el caso de la reserva Andino Norpatagónica, la Asamblea de Vecinos Autoconvocados contra la Megaminería de la ciudad de San Carlos de Bariloche sostiene, en base a la documentación presentada en la legislatura rionegrina por la autoridad de Minería provincial, que «todos los proyectos del distrito minero andino» de la provincia de Río Negro están dentro de la reserva. Las concesiones mineras otorgadas no solo Las fronteras en el siglo xxi... | 75

no se suspendieron sino que con posterioridad al 2007 –año de denominación de Reserva– se concedieron nuevas áreas. La preocupación fue presentada a la Administración de Parques Nacionales, institución que, como se anticipó, interviene en el control de manejo del parque (Ecositio-noticias, 27/03/2013). El proyecto Pascua Lama localizado en la Reserva San Guillermo en la provincia de San Juan presenta un conflicto similar.

Para continuar pensando… En síntesis, lo que deseo resaltar para llamar la atención e indagar en profundidad los alcances de estos nuevos territorios es que nos enfrentamos a denominaciones nuevas que resultan ser eufemismos, ellas son: Reservas de Biosfera, Patrimonio de la Humanidad, Medio Ambiente, y probablemente haya muchas más. Cuando estas se vinculan directamente con los recursos naturales, sin dudas, son susceptibles de convertirse en instrumentos de hegemonía (Escobar, 2000) para el dominio y control de los recursos. No podemos soslayar que las relaciones de poder asumen una forma territorial porque es en el espacio físico, y a veces simbólico, donde se materializan. Cuando esas relaciones de poder son asimétricas, el poder hegemónico articula coherentemente según su interés el espacio físiconatural y también el espacio social. Un ejemplo de esta afirmación sería la constitución de las fronteras separando espacios comunes, sociedades, territorios; constructo coherente para el poder monopólico de la formación estatal-territorial de la época: la del Estado-nación. Esto es así si lo analizamos a escala nacional, pero se reitera si analizamos los territorios en su articulación global, solo basta recordar el proceso colonizador de la Modernidad y reconoceremos en el dominio subalterno de las sociedades existentes, sus historias, cultura, costumbres y saberes, mecanismos de articulación espacial coherente a sus intereses, en este caso particular necesario para el funcionamiento del capitalismo comercial. Otro aspecto que tampoco podemos perder de vista es el referido al dominio territorial. Para ejercerlo no necesariamente debe ser un dominio de apropiación real, puede ejercerse como intervención desde una relación de poder (Sánchez, 1992). Aquí encuentro una correspondencia entre la determinación de Reservas de Biosfera y el dominio ejercido por intervención. Desde el punto de vista de la posesión y propiedad, las reservas están sujetas a la soberanía exclusiva del Estado en el que 76 | Araucanía-Norpatagonia

se sitúan y sometidas en consecuencia a la legislación nacional, según lo establece el Estatuto de la Red Mundial de Reservas de Biosfera, del programa mab. Sin embargo, el control de gestión y el monitoreo de esas áreas, como decíamos al comienzo, queda bajo el dominio de las organizaciones internacionales. Las revisiones periódicas de la situación de cada reserva están a cargo del Comité Consultivo, quien a su vez eleva recomendaciones al Consejo Internacional de Coordinación del programa. Este consejo evalúa y dispone si la reserva cumple o no los criterios de conservación establecidos por el estatuto. En síntesis, y volviendo al concepto de dominio, este parece ser una de las particularidades que convierten a los territorios nacionales en lo que yo denomino territorios universales, territorios de dominio por influencia o intervención de organismos internacionales, localizados en centros de gestión y decisión externos. El manejo de estos territorios puede convertirse en arbitrario al quedar sometido a un organismo de intervención, tal como hemos referenciado que ocurre en áreas de reservas cuyo uso se contrapone con las prácticas de las comunidades locales; en esa relación de poder entre empresa-Estado-comunidad de los Montes Azules o de las Galápagos, la tensión parece resolverse a favor del poderoso. Al ser los territorios universales las formaciones que se distinguen como reservas de biosfera para ser preservados, es decir, reservas de recursos naturales a ser preservados surgidos a partir de 1976, seis años después de la aparición del programa mab, me pregunto, inspirada en el texto de Héctor Alimonda: ¿estaremos ante una «nueva colonización de la naturaleza»? Resulta dudoso que aquellas formas de globalización de lo local, como lo serían los territorios universales o reservas de biosfera, se puedan convertir en fuerzas políticas efectivas en defensa del lugar y las identidades basadas en el lugar, así como aquellas formas de localización de lo global que los locales puedan utilizar para su beneficio (Escobar, 2000, p. 246).

Comentario al texto Andrés Núñez Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile

La autora nos invita a seguir reflexionando sobre los espacios de frontera. Lo hace, sin embargo, desde una perspectiva muy llamativa, al Las fronteras en el siglo xxi... | 77

plantear la existencia de territorialidades superpuestas en espacios de frontera. En efecto, han surgido nuevas territorialidades asociadas a reservas de la humanidad (o de la biosfera) que proyectan territorios binacionales y que poseen una doble característica: suponen una temporalidad indefinida y son intangibles. En el ámbito de los estudios de frontera, la frontera ha dejado de mirarse como una línea o como una realidad que solo habla de dos conjuntos nacionales. Aquella interpretación Estado-céntrica o centro-periferia fue lo dominante en los relatos nacionalistas de buena parte del siglo xx y, particularmente, en el contexto de las dictaduras militares de las décadas del setenta y del ochenta. Su análisis, sin embargo, se volvió más complejo al plantearse que esos espacios eran espacios de relaciones y de cambios. Se buscó así sacarlos de la lógica esencialista con que se los miraba. El espacio social que significaban las fronteras fue lo que atrajo a numerosos investigadores, perspectiva que, por cierto, sigue activa, con algunos interesantes resultados. En este contexto, Laurín nos ofrece reflexionar a partir de una relativamente nueva figura fronteriza que, una vez más, pone en juego lógicas centro-periferia. Nos referimos a espacios de reserva o de protección de una naturaleza que pertenecería a toda la humanidad. Escribe la autora: Aquellos espacios marginales del pasado son hoy nuevos territorios con nuevas fronteras, lugares donde los Estados se involucran mediante el cumplimiento de roles, tales como el relevamiento de las formaciones a preservar, el control y protección de las áreas consideradas de reserva en su territorio, el diseño de políticas de protección, preservación, revalorización y/o rehabilitación de su patrimonio cultural y natural, entre otros.

Es decir, son espacios revalorados desde la verticalidad que supone el Estado-nación, pero –esto es relevante– desde un lenguaje o código globalizante. Desde esta perspectiva, como expone la autora, derivan en una suerte de territorios universales. Al hablar de universalidad, Laurín nos hace prestar atención al proyecto de la Modernidad (civilizador) de la matriz eurocéntrica (sistemamundo moderno-colonial), y a preguntarnos si las reservas no son renovadas lógicas insertas en la triple colonialidad del poder, del saber y del ser, planteadas por Quijano hace ya varios años atrás. Nos recuerda también el título de Mignolo (2011) Historias locales/diseños globales. Colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo. Es decir, 78 | Araucanía-Norpatagonia

diseños globales que inundan los márgenes para otorgar(les) una renovada centralidad. Así, las preguntas formuladas por Alicia Laurín son sugerentes: «¿Cómo se define una Reserva de Biosfera (rb)? ¿Desde cuándo se crearon? ¿Con qué finalidad? ¿Qué actores participan? ¿Dónde están localizadas y qué dimensiones cubren?». Con agudeza, ella deja entrever una respuesta que se expone como pregunta: «¿estamos frente a una nueva colonización de la naturaleza?». Como escribiera Pedro Navarro Floria, en el texto citado por Laurín, sobre los márgenes y sus articulaciones territoriales: los diseños globales también tienen que ver con la internacionalización del capital. Un trabajo muy llamativo que cumple con el propósito de interpelar y de observar el asunto de los espacios fronterizos desde los márgenes. Réplica de la autora Complementaría su comentario afirmando que el concepto territorios universales intenta aproximar la idea de la vigencia de la imaginación geopolítica moderna en las prácticas espaciales que, como en el pasado, buscan la consolidación de una geopolítica mundial dominante. La diferencia actual radica en el rol de las organizaciones internacionales por sobre los Estados territoriales en el diseño y conducción, y por qué no control, de lo que denomino territorios universales.

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Capítulo 3

Geografía y hermenéutica: la Patagonia-Aysén desde el espejo social de un país Andrés Núñez Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile

Resumen La relación entre geografía y hermenéutica es observada en el presente artículo a partir de los procesos de producción social de territorios de escala nacional y regional. Se expone que el territorio (o el sentido que tenemos de él) es el resultado de interpretaciones arraigadas en los marcos discursivos del poder. Tal vínculo es posible visualizarlo tanto en la construcción del imaginario geográfico de corte nacionalista como en la Patagonia-Aysén, al definirse este territorio austral como zona marginal en el contexto del proyecto de la modernidad de evidente carácter centro-periferia.

Introducción1 Existen modos de interpretación de determinados territorios que llevan a que su comprensión se articule en un horizonte de homogeneidad y universalidad que termina esencializándolos bajo aquellas miradas o lecturas. Así, por ejemplo, existirán territorios aislados, marginados, integrados, modernos o desarrollados. Aquellas configuraciones quedan ancladas socialmente y permiten que se entiendan precisamente como naturales o esenciales, es decir, como si hubiesen sido siempre así. Esa manera social de visualizarlos es, sin embargo, una producción temporal y finita en cuya confección han intervenido diversos intereses, muchos de ellos ligados a proyectos teórico-políticos cuyas estrategias también tienen que ver con el control y dominación de esos territorios. Tal situación, que es posible llamar de carácter colonial, en el sentido dado por 1 El presente texto es posible gracias al apoyo de conicyt a través del proyecto fondecyt Regular n.° 1141169 (2014-2016), «Fronteras tardías, fronteras actuales: el territorio de Aysén en la construcción del imaginario geográfico de la nación. Chile, siglos xx y xxi».

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Walter Mignolo (2011) y Aníbal Quijano (2009), es factible observarla en la conformación de los Estados-nación y desde aquella plataforma en su relación con espacios internos, en nuestro caso con la Patagonia-Aysén, cuyo significado surge o se proyecta desde aquella estructura. En el presente escrito, reflexionaremos sobre los discursos de la Modernidad a partir, precisamente, de la conformación de los Estadosnación. A su vez, sobre los territorios de la Patagonia-Aysén para el caso de los discursos del desarrollo que en cierto modo son constitutivos del discurso de la Modernidad. Estimamos que este ejercicio permitirá comprender los procesos de producción, definición y significación de los territorios como un espejo social en tanto inciden directamente en la hermenéutica de los territorios y quedan anclados en la mirada como si hubiesen tenido determinadas vocaciones desde siempre.

Territorialización del Estado-nación, el espejo de una sociedad encaminada hacia la modernidad El espacio no es neutro. Tal premisa parece ser tan sencilla y evidente. Sin embargo, bajo el influjo del paradigma positivista, aún se sigue observando el espacio como un escenario donde suceden cosas y donde el sujeto es independiente de él. Es cierto que sobre él las sociedades intervienen y, por tanto, lo modifican. Sin embargo, aquellos cambios se insertan en lo que Cornelius Castoriadis (2007) ha denominado estructuras histórico-culturales, que van marcando, en definitiva, la pauta de lo que se hace en él. Así, por ejemplo, como veremos más adelante, determinados discursos del desarrollo fijarán la narración social que enfoca y determina su proyección: espacios del progreso, espacios civilizados en el siglo xix o espacios integrados, espacios protegidos en el siglo xx o xxi. En contrapartida, existirán espacios bárbaros o atrasados o desintegrados. Partimos de la base de que en la conformación de los Estado-nación, el discurso de la modernidad –en términos de colonialidad– fue el marco a partir del cual se definió lo que podríamos llamar la narrativa territorial de la nación. Un país debía ser moderno y bajo aquella premisa los territorios de la nación debían dibujarse en esa línea. El concepto de modernidad es complejo y, desde una perspectiva hermenéutica, puede llegar a tener diversas interpretaciones o miradas. Por cierto, aún se vincula con su raíz griega de actual. Ya en el siglo xiii fue usado en la escolástica con el fin de indicar la nueva lógica terminista designada como vía moderna frente a la vía antigua de la lógica aristotélica. 82 | Araucanía-Norpatagonia

En un sentido histórico, la palabra es usada en el contexto de la filosofía moderna surgida después del Renacimiento, es decir, hacia el siglo xvii, aunque todavía en forma tímida. Será a partir del siglo xviii cuando ella se manifieste de modo global e inunde todos los aspectos de la vida. A su vez, el concepto de modernidad ha sido interpretado desde una mirada más sistémica al asimilarse con colonialidad, en tanto, como ha expuesto Mignolo, «la modernidad y la colonialidad son las dos caras del sistema-mundo moderno» (2011, p. 115): Una es la colonialización del tiempo que ya está presupuesta en el siglo xv. El Renacimiento europeo se autodefine por su modernidad, y para definirse como tal necesita colonizar el tiempo e inventar una edad media que lo antecede y lo separa de la edad antigua, Roma y Grecia, en orden descendente. Otra es la colonización del espacio, la cual es un fenómeno nuevo y constituye la base fundamental de la diferencia colonial… (p. 41)

Desde esta perspectiva, la modernidad no sería una etapa posterior de la colonialidad, sino su complemento. Así, todos los procesos de modernización, ya sea la ciencia, los Estados-nación, el capitalismo, el arte, surgen desde una mirada-matriz cultural eurocéntrica. La modernidad, en tal sentido, se propone como teleológica, como un discurso y práctica encaminada a alcanzar un proyecto, un fin. Como consecuencia, surge la necesidad de construir o proyectar también una espacialidad civilizada/moderna, racionalidad que debe ser compatible con una temporalidad anclada en el progreso, en el hacia adelante. Por el contrario, lo que no apunta al progreso, se torna obsoleto, primitivo y lo que no es civilizado es considerado bárbaro, salvaje, irracional como, por ejemplo, lo fue la ruralidad, particularmente en los siglos xviii y xix, en contraste con la ciudad ilustrada2. Aquello es clave para entender los procesos de significación de los espacios y sus lecturas desde el poder: [La Ilustración] consideró el dominio de la naturaleza como una condición necesaria para la emancipación humana. Si se tiene en cuenta que el espacio es un hecho de la naturaleza, la conquista y el ordenamiento racional del espacio se convirtieron en una parte integrante del proyecto de la modernización. (Harvey, 2008, p. 276) 2 Para un tratamiento de esta idea en la valorización de ciudad en Chile desde el siglo xviii, ver Núñez, A. (2010).

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Desde esta perspectiva, por tanto, el proyecto de la modernidad impuso al espacio un modo de interpretarlo, que fue a su vez una manera de comprenderlo y de territorializarlo. Los espacios intervenidos podían volverse espacios modernos o espacios bárbaros. La representación del territorio fue cambiando de sentido, de perspectiva, en fin, de interpretación. La comprensión que se dio de la vida en general a partir de la modernidad fue una inflexión clave que derivó en un nuevo significado del espacio y fue, en lo fundamental, una relación de poder, en tanto ella –la modernidad– definía los valores o sentidos del o los territorios. Desde esta perspectiva, el rol asumido por los hombres, en el sentido de extender la crítica y la guía de la razón a todos los campos de la experiencia humana, fue determinante en la formación, desarrollo y posterior consolidación de lo que llegó a comprenderse como representación moderna del territorio. Como dijimos, la modernidad fue una puesta en escena desde el poder y para ello requería de estrategias. Es decir, aquello que se fue comprendiendo como moderno fue el resultado de prácticas, acciones, artefactos, en definitiva, que reflejaron un valor en el espacio de un discurso social encaminado a, precisamente, modernizar el territorio. Otros espacios quedaban al margen del rumbo/mundo y, por lo mismo, necesitaban de su integración/incorporación. Un ejemplo muy elocuente de aquello es la llamada Pacificación de la Araucanía en el siglo xix, cuando se ocuparon territorios indígenas en nombre de la civilización para abolir la barbarie. Benjamín Vicuña Mackenna, liberal integrante de la elite chilena, comentaba en 1868, que el indio no era sino un bruto indomable, enemigo de la civilización, porque solo adora los vicios en que vive sumergido, la ociosidad, la embriaguez, la mentira, la traición y todo ese conjunto de abominaciones que constituyen la vida salvaje… el rostro aplastado, signo de la barbarie y ferocidad del auca, denuncia la verdadera capacidad de una raza que no forma parte del pueblo chileno.3 

Este ejemplo nos permite resaltar que el territorio se presentó como un texto, el texto de la modernidad. El espacio y la naturaleza estaban allí, es decir, eran tangibles, pero a la luz del protagonismo otorgado a la razón civilizatoria, aquel texto fue reinterpretado, de modo que lo que representó para unos hombres poco o nada tuvo que ver para otros. Es 3 Primer discurso sobre la Pacificación de la Araucanía, el 9 de agosto de 1868. En Obras de B. V. Mackenna, vol. xii.

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decir, el texto del territorio, como un rostro que varía con el tiempo, fue adquiriendo un significado distinto, de tal modo que la lectura de los hombres de fines del xix, como un rostro frente a un espejo, era el relato de la modernidad representada a través del binomio civilización/barbarie. Una suerte de hermenéutica del territorio. La representación del territorio se puede entender, por tanto, como un juego dual entre el lector (inserto en un contexto) y aquel territorio (el texto). La imagen del territorio se va objetivando en la conversación, en el lenguaje, en un proceso temporal, todo lo cual ha llevado a los hombres a sentirse modernos en su relación con el territorio. ¿Qué hizo que los chilenos se sintiesen modernos? No fue tanto una creación o concepción de una realidad que era, por esencia, moderna. Más bien fue aquel acuerdo o uniformidad en el lenguaje que tomó un tiempo en solidificarse como imagen lo que hizo que, a través de aquella objetivación, se adoptase una identidad modernizante (el mito, según Claude Levi-Strauss). Tanto en el siglo xix como hoy se ha estimado que esa es una realidad sustancial o final, en la medida en que existe consenso respecto de aquella identidad.4 Sin embargo, aquella realidad es finita y, como ha expresado Richard Rorty, viene a ser el espejo a través del cual proyectamos un sentido o una seguridad para el ser. Es decir, el hombre se supo y sabe moderno a través de aquel espejo al que llamamos realidad (1983). Ahora bien, el discurso de la modernidad y su consecuente impacto en el modo de interpretar los territorios presenta, sin duda, diversos ritmos y variadas maneras de representación. En otras palabras, el lenguaje de la modernidad es perceptible como una continuidad estructural entre los siglos xv y la actualidad, así como es factible a su vez visualizar territorializaciones llamadas modernas en forma específica en los siglos xviii y xix. Por ejemplo, los rasgos modernos de las políticas borbónicas generaron ciertas pautas en el siglo xviii, pero la representación del territorio en el siglo xix, con todo lo importante que fue en ella la formación del nuevo Estado, se solidificó en una imagen bastante distinta a la precedente. En la Patagonia-Aysén, el discurso de la modernidad permite observar una nación al revés, como expresa Serje (2008), a partir de su visibilización de espacio marginal y periférico de la nación. 4 Ese imaginario está presente día tras día en las noticias, en los periódicos y en el lenguaje político, todo lo cual se puede agrupar en un discurso que vislumbra la temporalidad con el trasfondo teleológico propio de la modernidad.

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La modernidad del espacio, un discurso social dominante La invención del territorio moderno de la nación chilena implicó la representación subjetiva del área geográfica sobre la que se pretendía ejercer un dominio efectivo. Distintos sujetos contribuyeron –apelando a diversas estrategias de poder– a instalar en el imaginario colectivo esta conceptualización. Esas estrategias de poder son múltiples y solo nos remitiremos a enunciar algunas: 1. El control de los espacios vacíos, es decir, la creación de nuevos asentamientos y espacios urbanizados con el fin de controlar distancias y, a través de ellas, al territorio. 2. La búsqueda y acumulación de información, que en el fondo fue una continuación de los cuestionarios borbónicos, en lo que podría denominarse un verdadero catastro de los bienes existentes en el territorio asociado a la nueva nación. 3. La exploración de nuevos territorios, en tanto la nueva nación necesitaba definir su marco territorial, para lo cual era indispensable explorar como sustento para la incorporación de nuevos espacios. 4. La supremacía simbólica de la ciudad sobre lo rural, lo que, como en otras latitudes, colaboró a fijar en lo urbano el dominio de un discurso hegemónico o, como lo ha llamado Foucault (1991 y 1999), verdadero.5 5. La conformación de una historia nacional que diese sentido a sus habitantes, una perspectiva que generó mitos y héroes comunes, impactando en la memoria de la nación y en su necesidad de mirar un futuro fruto de su propia tradición. 6. La materialización del telégrafo, que colaboró a minimizar distancias. 7. Del correo, que hizo que la temporalidad sufriera cambios de valorización y sentido. 8. Mejoramientos de caminos y puentes, representantes del, como ha dicho Navarro Floria (2007), paisaje del progreso. 9. La implementación del ferrocarril, tal vez el más simbólico de los dispositivos de control. A ellas, sin duda, es factible sumarle otras más simbólicas como la labor de la escuela o los medios de comunicación.6 5 Uno de los pilares de la construcción de la obra de este filósofo francés es la identificación de saberes-poderes o saberes-verdades en base a la pregunta ¿cómo han aparecido tales o cuales objetos posibles de conocimiento y poder? 6 Para el caso también es interesante tener a la vista los trabajos de Foucault sobre biopoder, cuyo marco de análisis nos parece complementario a estas otras estrategias también surgidas al alero del poder.

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Estas fueron, en definitiva, prácticas que terminaron por gestar un sentido común respecto del espacio, una mentalidad acerca de sus temas, un horizonte espacial colectivo. Ese sentido común finalmente modeló una representación moderna del territorio, que hoy resulta tan familiar y de sentido comunitario. Aquella naturalización del territorio, fue, qué duda cabe, una plataforma ideal para la justificación de una burguesía –definida inicialmente en Chile como oligarquía– que en base a esa plataforma racional justificase la apropiación y control de un espacio nacional que diese sentido e identidad a sus ciudadanos. Como fue expresado: integrar, unificar, homogeneizar, todas facetas de una misma historia. En otras palabras, la creación de un paisaje moderno, la fijación de su sentido no es un proceso que surja en forma automática. Su marcada historicidad, es decir, su legitimación discursiva a través del tiempo, refleja renovación y cambio en las interpretaciones territoriales. El paisaje es, por tanto, desde este punto de vista, un testimonio humano (Besse, 2010, p. 125). En cierto modo, el paisaje se inventa desde lo humano y lo humano se recrea desde el paisaje, en una coexistencia entre sujeto y objeto. Este punto nos parece esencial y clave: el espacio geográfico no sería objetividad pura aunque tampoco solo creación del sujeto. Aquel influye a este y viceversa, precisamente en un proceso dialéctico y temporal. La construcción moderna del territorio en Chile no surgió solamente del hombre hacia él. Aquella imagen también se fue objetivando en la materialidad (correo, puentes, ferrocarril, caminos), en el lenguaje y la conversación (la Historia de Chile, por ejemplo); en definitiva, en un proceso temporal (en «el texto de la vida», como diría el notable filósofo alemán Hans G. Gadamer), que hizo, finalmente, al hombre sentirse moderno en su relación con un territorio que se estaba moldeando con la intervención del hombre racional. Desde la perspectiva de este ensayo, tales líneas de acción y de objetivación del imaginario geográfico, fueron el fiel reflejo del texto de la modernidad. De esta forma, la oligarquía nacional debió poner en escena, no sin contradicciones, un Chile cuya mirada inmediata era la representación territorial de un núcleo central, cuyo eje principal, sin duda, lo constituía la capital y la ciudad de Valparaíso. Parafraseando a Mignolo, la modernidad como ideal, como discurso social y de poder, fue un diseño global que vino a superponerse a historias locales (2011). En este sentido, la construcción de aquella identidad espacial implicaba globalidad e integración, paradójicamente dos conceptos muy vigentes por estos días. Geografía y hermenéutica... | 87

Como expresamos, no solo era necesaria la colonización del espacio, también lo era del tiempo. Un tiempo que debía explayarse y mostrarse en una historia precisamente moderna, en el despliegue del Espíritu en el sentido dado por Hegel a la memoria. En consecuencia, junto con escribir la nación desde la fijación de una memoria de carácter nacional, también desde el discurso de la modernidad se desplegó la tarea de escribir un espacio, que era el propio espacio de la modernidad, es decir, los espacios de la civilización, de la integración y la globalidad. Desde esta perspectiva, el proyecto de la modernidad sigue vigente. En este contexto, retomamos el texto trabajado en el I Taller Cultura y Espacio (Bariloche, 2010) trabajado bajo el impulso de Pedro Navarro Floria (2011). En efecto, lo que aquí deseamos transmitir tiene directa relación con la instalación e imposición de los llamados discursos fuertes, tan propios de la modernidad. La conformación de la mirada moderna del territorio supuso un despliegue de sentimientos y racionalizaciones que volvieron verdadero aquel imaginario, en cierto sentido, absoluto. Aquella verdad se impuso como realidad y aquella realidad fue el espejo de todos los habitantes y ciudadanos de una tierra que se llamó común. Este despliegue de poder, el discurso fuerte, implicó, por ejemplo, la imposición de valores e imaginarios sobre el uso del espacio en la vida de los indígenas de La Araucanía y otras tantas zonas no solo de Chile y América. A ellos se les llamó bárbaros, como expresó Vicuña Mackenna y otros tantos representantes del llamado liberalismo decimonónico. En esta línea, el discurso fuerte fue otra herencia colonial europea, al imponer toda su tradición a territorios cuya textura y lenguaje se manifestaban en la práctica de un modo tan particular como diferente (diverso). En esta reflexión, solo nos queda decir que la apropiación de la mirada moderna del territorio –como en muchos otros ámbitos– también implicó una apropiación concreta de las formas de sociabilización y jerarquización, haciendo extensivo aquel lenguaje como si se tratase de una esencia o verdad última. En contraste, muchos espacios locales, antes y ahora, disponían y disponen de su propio lenguaje y códigos espaciales; sin embargo, lejos de los grupos de poder, solo llegaron –y llegan– a agruparse en discursos débiles.7 7 Como expresamos en aquel texto, el término discurso fuerte/débil es propio de la literatura llamada posmoderna. Al respecto, Gianni Vattimo, filósofo italiano, que ha estado en Chile en varias oportunidades, ha desarrollado el término pensamiento débil como contraposición a los discursos fuertes propios de la modernidad. En ese sentido, como tantos otros escritores, ha establecido que la modernidad –tan presente aún en nuestras vidas– es una forma de pensamiento dirigida por las concepciones

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El discurso del desarrollo en la Patagonia-Aysén: ¿una nueva construcción centro-periferia? En el contexto formulado con antelación, visualizamos otros territorios que durante el siglo xx y en lo que va del actual han mantenido aquella lógica centro-periferia que los remite, una vez más, a las lógicas de la dupla modernidad/colonialidad. Así, se identifican territorios menos controlados, menos integrados y, por ende, menos modernos. Se trata de espacios fronterizos que funcionan, en cierto modo, en los márgenes de la nación, lo que los vuelve periféricos. Por lo mismo, se despliegan sobre esos espacios nuevas estrategias, nuevos imaginarios, nuevos discursos encaminados a, parafraseando a Foucault, normalizarlos. Como en un espejo, el centro los define desde sus carencias. En cierto modo, esos territorios representan aún una modernidad no resuelta, incompleta. El espacio otro debe unificarse desde la imposición y definición de un destino, es decir desde el proyecto de la modernidad. Como ha expresado Serje (2008), esos territorios se fundan en una tradición de interpretación a través de la cual se lee no solo la realidad de estos espacios y de sus gentes, sino la de la sociedad que los imagina. No gratuitamente constituyen el ámbito privilegiado por la nación y el Estado para situar los grupos que éstos representan como su alteridad. Se legitima y se justifica allí su proyecto de desarrollo y modernización, es decir, su proyecto de civilización, pues los sujetos y paisajes ubicados en este contexto se ven desplazados simultáneamente al ámbito de lo salvaje, al margen de la historia y quedan ubicados «todavía» por fuera del dominio de lo nacional.

Entonces el discurso de la modernidad deviene en discurso del desarrollo. Ambos, sin embargo, apuntan a los diseños globales resaltados por Mignolo. Un claro ejemplo de una espacialidad definida desde el espejo social del proyecto modernizador es la Patagonia-Aysén en la zona unívocas de los modelos cerrados, de las grandes verdades, de fundamentos consistentes, de la historia como huella unitaria del acontecer. En contraste, ha trabajado la idea de un pensamiento débil más cercano a la tolerancia, a la diversidad. Sin proponérnoslo inicialmente, la referencia a los términos integración, uniformidad y homogeneidad se hizo asociándolos al discurso fuerte moderno en contraste con la diversidad espacial que primó en forma múltiple y silenciosa –y que sigue viva en muchos pequeños ambientes– como voluntad débil y alejada de los círculos del poder.

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austral de Chile. En efecto, la Patagonia-Aysén representa una relación centro-periferia, donde nuevamente deben desplegarse mecanismos, estrategias y políticas encaminadas a integrar esos territorios a la nación. En general, al observar la Patagonia-Aysén se omite el análisis que vincule y contextualice aquel espacio desde la construcción del imaginario geográfico de la nación. Este contexto nos parece vital y clave para comprender –y en ello también lo es llevar a cabo un ejercicio hermenéutico– el texto que se despliega para definir y significar a la Patagonia-Aysén. En otras palabras, no es factible observar el espacio como un objeto dado separado del sujeto social que lo va definiendo (Lindón, 2012). Por lo mismo, proponemos invertir el enfoque tradicional del problema que ha priorizado la perspectiva del centro a la periferia (Sahlins, 1989) hacia una revalorización de la periferia (Patagonia-Aysén), es decir, buscar comprender a la periferia como centro (Grimson, 2000), pero sin anular la importancia e injerencia del centro. Aquello permite resaltar los rasgos de particularidad que adquiere la relación entre el espacio y la fijación de su sentido fronterizo por parte de agentes externos (Baeza, 2007; Grimson, 2000, 2011). Investigar la frontera tardía-actual de la Patagonia-Aysén implica resaltar el proceso de fronterización de aquellos territorios, es decir, el proceso de configuración o construcción de una imagen geográfica cuyo sentido fronterizo es la consecuencia de políticas y prácticas de gobiernos centrales a través de diversos mecanismos y agentes como también de las diversas prácticas de las poblaciones locales: «El concepto de fronterización alude a los procesos históricos en los cuales intervienen los poderes centrales y las poblaciones locales, construcción que es constantemente disputada, reestructurada y resignificada» (Grimson, citado en Baeza, 2007, p. 20). De esta suerte, por ejemplo, en las últimas décadas se ha definido a la Patagonia-Aysén como un territorio aislado, situación de la cual debe ser sacado a fin de alcanzar su modernización e integración. Sin embargo, en una investigación previa fue posible comprobar que un porcentaje sustancial de habitantes de valles aislados en la región de la Patagonia-Aysén «no se sienten ni perciben aislados» y que «los aislados» serían los habitantes del resto del país (Arenas, 2011). Incluso van más allá cuando manifiestan que su aislamiento es político en tanto no pueden tomar decisiones ni afectarlas. El espacio de la Patagonia-Aysén, desde este punto de vista y en base a la línea argumentativa de Santos (2000), ha sido geografizado de manera fronteriza por agentes asentados en la 90 | Araucanía-Norpatagonia

estatalidad que han ido moldeando su devenir y respecto de los cuales las comunidades locales se han ido adaptando y adquiriendo aquel horizonte geográfico-fronterizo como suyo, por cierto, en algunos casos con resistencias y/o tensión.8 Aquella movilidad del significado espacial para el caso de la Patagonia-Aysén tiene que ver con diversos momentos en que su condición fronteriza se va reprogramando en el marco de nuevas y renovadas convenciones colectivas. Así, por ejemplo, hacia las primeras décadas del siglo xx, en el contexto de la representación geográfica nacional, la Patagonia-Aysén era definida como «las tierras de entre medio» (Bandieri, 2011, p. 220), es decir, un área poco o nada integrada al imaginario territorial de la nación. Un segundo amplio momento, que comienza hacia 1924, donde aquel escenario cambia y nos remite a una etapa fundacional, con políticas de desarrollo regional que buscan avanzar en una chilenización de la zona. Aquí el colono es una figura útil a los productores de la modernidad al delinear el sentido patriótico de vivir en aquellas alejadas zonas. Una tercera fase, desde 1973, se caracteriza en lo sustancial por una presencia estatal fuerte con un marcado carácter geopolítico, bajo la impronta militar de la dictadura de la época. Finalmente, hacia 1990 el panorama fronterizo de la Patagonia-Aysén vuelve a modificar su sentido abriéndose a una valorización de aquella espacialidad específica y diferente en base al consenso conservacionista y turístico. De este modo, la Patagonia-Aysén no escapa a la lógica de interpretación dada por el proyecto de la modernidad desde los Estados-nación. El asunto es visible en cada uno de los procesos de territorialización y re-territorialización, en las prácticas y en las estrategias implementadas. Por ejemplo, desde el término de la dictadura militar (1989), se viene produciendo una mercantilización de la naturaleza que bien puede referirnos a una nueva colonización en tiempos de globalización. Como es sabido, la Patagonia-Aysén durante décadas fue parte de políticas de colonización donde habitantes de avanzada (los colonos), representantes de un espíritu nacionalista e integrador, forjaban las huellas de un territorio que no fuese ajeno al sentido patrio que requería. Aquel discurso del desarrollo, sin embargo, presentó un giro sustancial cuando a partir de 1989 se comenzó a producir una tan acelerada como notoria valorización económica de lo ambiental. 8 Claros ejemplos de aquello son la Guerra de Chile Chico (1918) y las protestas sociales de Aysén de 2012.

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Lo interesante de este reciclado discurso del desarrollo es que su marco conceptual y discursivo no fue ajeno al, por un lado, creciente proceso de liberalización económica vivido por Chile desde la dictadura militar y acentuado por los gobiernos democráticos asumidos desde 1990, así como tampoco a la inserción de Chile en los procesos de globalización resultantes de aquella liberalización. Es decir, la liberalización económica y su marco global para el caso de la Patagonia-Aysén dieron sustento a los discursos del desarrollo asentados en la conservación ambiental. De manera reiterada las distintas Estrategias Regionales de Desarrollo de Aysén se encargaron de subrayar el panorama: La calidad medioambiental de la región de Aysén constituye una ventaja competitiva que debe ser resguardada para sustentar la producción de bienes y servicios de todo tipo, pero en especial, de aquellos vinculados a la industria turística de intereses especiales. Consecuentemente con ello, la región ha adoptado el slogan Aysén Reserva de Vida, el mismo que invita a crear una sociedad sostenible… (gore, Aysén, 2009)

Desde nuestro punto de vista, resulta muy revelador que aquella imagen de sociedad sostenible se justifique desde la perspectiva de una nueva racionalidad económica, en tanto ventaja competitiva. Lo relevante es que este renovado discurso del desarrollo ha implicado una fuerte especulación de la propiedad de la tierra y en ello este discurso, del mismo modo que el de la modernidad en la conformación del Estado-nación, ha sido un discurso del capital. Desde esta perspectiva, es factible afirmar que existe una directa relación entre la mercantilización de la naturaleza y renovadas formas de colonización. En la práctica, desde 1990 se ha venido desplegando una constante compraventa de terrenos de antiguos colonos por parte de empresas o particulares interesados en disponer de amplios terrenos ricos en biodiversidad, llamados también únicos en el mundo. Desde cierta perspectiva, lo escaso adquiere protagonismo tanto económico como valórico (Aliste, 2012). Así, los nombres de antiguos colonos son reemplazados por «renovados colonos» cuya presencia física ya no es indispensable y cuyo sentido del negocio ambiental cruza sus intereses. Ejemplo de ello, son las empresas de Jaime Jermán E. Vogel Von Affen; Cia. Comercial e Industrial Multionce Ltda., Inversiones Futuro Limitada, Smith & Johnson ILS Ltda., Maderas Mogosa S.A., Forestal Agrícola y Ganadera Sisquelán, por nombrar algunas. De esta

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forma, el territorio comienza a tener un vuelco en su dinámica clásica ligada a la tierra por parte de colonos-campesinos y se comienzan a vislumbrar otros intereses ligados a esa misma tierra. (Núñez, 2014)

Lo interesante, desde nuestro punto de vista, es que una forma –la de los colonos/campesinos– nos remitía a un concepto decimonónico de desarrollo y modernidad: la patria, la conquista de la civilización; en este último proceso, sin embargo, no cambiando el fondo, el discurso del desarrollo se asienta en una naturaleza que debe ser protegida, en una biodiversidad única, en los territorios del fin del mundo. Al revés del espejo, sin embargo, se observa un activo proceso de especulación de la tierra que, como en el siglo xix para el resto de los territorios del Estado-nación, busca integrar, domar y controlar desde diseños globales, esta vez en nombre de un desarrollo que promete naturaleza y biodiversidad.

Conclusiones Hemos planteado que diversos espacios asociados al proyecto Estadonación requieren de una interpretación que no olvide el contexto discursivo desde donde se definen y significan los espacios. El proyecto modernizador del Estado-nación fue un proyecto global cuyos pilares se sustentaron en metáforas asociadas a las ideas de civilización, historia, progreso, entre otras. En el siglo xx, aquella matriz se ha mantenido y en la PatagoniaAysén el discurso del desarrollo contempla también la representación del proyecto modernizador: integración y desarrollo, dos conceptos que enmarcaran la apropiación de la tierra de parte de colonos que ya no viven en la zona y que funcionan en clave de un capital especulativo o, al menos, de su internacionalización. Nos parece importante para los estudios y análisis geográficos reinterpretar las perspectivas y las posibilidades de análisis, en tanto el territorio de la Patagonia-Aysén –como antes diversos territorios en el proceso de configuración del Estado-nación– no debe ser observado desde la diferencia, marginalidad o la excepción (lectura centro-periferia) sino fundamentalmente desde su relación y correspondencia con otras formaciones discursivas o saberes geográficos de alcance nacional o binacional (interculturalidad), lo que permite visibilizar su particularidad discursiva espacial (representación o visión de mundo), y, a partir de aquella renovada Geografía y hermenéutica... | 93

plataforma, al surgimiento de nuevas posibilidades de desarrollo y representación socioespacial para la zona (lectura periferia-centro).

Comentario al texto Rafael Sánchez Instituto de Geografía, Universidad Católica de Chile, Chile

El texto nos ofrece una reflexión en torno a la producción social de los espacios, una perspectiva que combina análisis estructuralistas y posestructuralistas. En clave filosófica, el autor plantea que el espacio tiene que ver más con lo simbólico y sus procesos discursivos que con lo material propiamente tal. En esa línea, nos recuerda a Bachelard. También a Edward Said cuando estudia Oriente y el orientalismo como una proyección de los imaginarios geográficos occidentales. Desde esta perspectiva, las estructuras histórico-culturales –en el sentido dado por Castoriadis– determinarían la mirada o el modo de comprensión e interpretación de los territorios. Una de esas estructuras claves, que actúa como matriz, es la modernidad y los discursos sociales vinculados a ella. Bajo la idea de modernidad, el territorio de la nación chilena habría puesto en marcha una serie de estrategias y mecanismos encaminados a generar un sentido territorial comunitario. Así, territorios integrados o incorporados al progreso, en el fondo a la modernidad, vienen a ser el espejo a través del cual la sociedad significa sus espacios y desde los cuales el capital controla el territorio nacional. El autor plantea que aquella estructura discursiva no ha cesado y en la actualidad es factible observarla en la Patagonia-Aysén a partir de los discursos del desarrollo en un contexto de renovada globalización. Interesante tesis: la Patagonia-Aysén viene a ser un texto que es narrado desde el centro político y que bajo el discurso del desarrollo lo define y significa desde estructuras discursivas dominantes de la modernidad. Lo interesante de este planteamiento es que el autor propone cambiar la mirada de análisis y dejar de observar a la Patagonia-Aysén desde una suerte de marginalidad de la que debe salir. Al indagar en las formaciones discursivas desde donde se la significa, es posible pensar en políticas públicas renovadas o que al menos cuestionen los tradicionales lenguajes de planificación. Un texto que apuesta por una geografía 94 | Araucanía-Norpatagonia

crítica y que es útil al momento de pensar los puntos de vista desde donde se analizan y proyectan los territorios de la nación. Réplica del autor Agradezco los comentarios de Rafael Sánchez. Estimo que comprenden de manera acertada lo que he querido exponer en esta ocasión. En efecto, ha sido mi interés destacar que el territorio es un texto que es narrado desde perspectivas discursivas vinculadas al poder. Estas expresiones discursivas naturalizan los espacios desde lecturas centro-periferia que funcionan en lógica monopólica. Los estudios geográficos requieren, desde mi punto de vista, indagar en una suerte de desconstrucción de determinadas imágenes que, ancladas en la retina de nuestra mirada, funcionan como espacios permanentes, inherentes, por ejemplo, a cierto orden social. La lectura social del espacio no es inocente, no es neutra como dijimos. Las palabras de Lefebvre, ya en 1974, han colaborado de modo sustancial a madurar estos marcos metodológicos tan presentes en los talleres iniciados hace ya unos años por nuestro mentor, Pedro Navarro Floria: En realidad el espacio social incorpora los actos sociales, las acciones de los sujetos tanto colectivos como individuales que nacen y mueren, que padecen y actúan. Para ellos, su espacio se comporta a la vez vital y mortalmente: se despliegan sobre él, se expresan y encuentran en él las prohibiciones; después mueren y ese mismo espacio contiene su tumba. Desde la perspectiva del conocimiento, el espacio social funciona como instrumento de análisis de la sociedad. (2013, p. 93)

La geografía, por tanto, o su estudio, es también un compromiso de análisis de la sociedad, es la tarea de su lectura, también de sus silencios. Como ha expresado Richard Peet: necesitamos un conjunto de premisas completamente diferentes y construir nuevas teorías de cómo deberían ser las cosas, una actitud de las personas que conduzca más a la democracia participativa, una distribución de las actividades agrícolas e industriales que lleven a la igualdad económica en el espacio, una localización de las instituciones educativas y culturales que contribuyan a mejorar la experiencia de vida de la mayoría de

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la población; en resumen, una geografía enteramente nueva basada en los preceptos de la igualdad y la justicia. (2012, p. 92)

Cierto, hay que deconstruir, hay que mirar al revés del espejo. Pedro Navarro Floria nos convocó a la mirada crítica, a no confiarnos y, por lo mismo, a investigar con seriedad y compromiso social.

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Capítulo 4 El desarrollo aquí y allá: imágenes y representaciones del desarrollo en el imaginario transfronterizo Enrique Aliste Departamento de Geografía, Universidad de Chile, Chile

Paula Núñez Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (iidypca; conicet-unrn), Argentina

Resumen Las formas de representación del espacio van delineando los contornos de una geografía social y cultural de los diferentes territorios. En ella, el espacio vivido adquiere una morfología que es diversa y en constante mutación, toda vez que es el resultado de los procesos sociales, políticos, culturales y económicos que van otorgando sentido en dicho espacio a sus diferentes actores. El seguimiento de las formas mediante las cuales se ha inspirado la planificación urbana y las maneras en que la ciudad se va representando, genera un imaginario en torno a algunos conceptos que han marcado de manera decisiva el derrotero de su geografía viva. Es el caso de las ideas de progreso, desarrollo, naturaleza y ciudad, entre otras. El presente trabajo busca explorar y reflexionar comparativamente sobre procesos urbanos y territoriales que han acompañado los discursos del desarrollo en las ciudades de Concepción (Chile) y San Carlos de Bariloche (Argentina), de modo de discutir en torno a los imaginarios del desarrollo en ambos lados de la cordillera, en sitios que se constituyen en centros de referencia de regiones inmediatas. En este ejercicio, la interpretación sobre el espacio, así como el reconocimiento de los imaginarios geográficos, se van a centrar en procesos que se desarrollan en la segunda mitad del siglo xx. Desde esta perspectiva, se va a tomar como antecedente el período previo, largamente estudiado en el caso argentino, pero se hará hincapié en la problematización de las dinámicas de desarrollo que se instalan en la segunda posguerra. El contexto de los modelos de crecimiento que se proponen para El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 99

América Latina se presenta como el marco para revisar la consolidación de la territorialidad de sectores puntuales de las patagonias chilena y argentina.

Dos ciudades, dos visiones, dos historias que se encuentran en un lugar común: el desarrollo como condición1 Hablar del desarrollo en América Latina es hablar de la noción de progreso. Esta dinámica de carácter geopolítico puede ser entendida no solo como una estrategia de planificación, sino también como una ideología o incluso como una creencia (Rist, 2007; Aliste y Musset, 2014), asociada a un cierto destino que se busca plasmar en el espacio (Navarro Floria, 2007). En tanto, desde mediados del siglo xix, se desarrollaron diferentes estrategias para definir lineamientos y acciones para fortalecer las bases productivas en el marco de la división internacional del trabajo, y se fue instalando una noción de progreso y modernidad que reforzó el carácter monolítico de la idea que más tarde sería entendida como la noción de desarrollo. Ya desde la segunda posguerra, y en línea con el carácter monolítico adjudicado al progreso, se forjó el supuesto de subdesarrollo para las naciones latinoamericanas; desde instancias como la cepal u otras agencias vinculadas con la Alianza para el Progreso (Aliste y otros, 2013) se fueron instalando ideas de orden hegemónico en torno a la noción del bienestar social y seguridad, dando lugar a lo que Escobar (1996) denominaría la invención del tercer mundo. En este sentido, el derrotero histórico geográfico de las ciudades de San Carlos de Bariloche en la Argentina y Concepción en Chile, como áreas alternativas a los espacios centrales de la Argentina y Chile e inscriptas en territorios patagónicos, permiten plantear cuando menos algunas ideas tendientes a ampliar la discusión en torno a la noción de desarrollo y su significado ambiental y territorial al mirarlo en el largo plazo y en una exploración orientada a entender los imaginarios geográficos que resultan de las prácticas discursivas que le dan soporte en 1 Elaborado en el marco de los proyectos fondecyt 1120306 «Imaginarios del desarrollo y representaciones espaciales en el Gran Concepción: giros de la planificación urbana, post-desarrollo y elementos para una hermenéutica del(los) territorio(s)»; pip 0133 «La Patagonia Norte en las políticas nacionales de planificación, 19431976» y picto 2010- 0187 «Desarrollo regional e identidades diversas. Un estudio de la Patagonia Norte durante la segunda mitad del siglo xx».

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el tiempo. De esta forma, se propone una lectura temporal y espacial para explorar los imaginarios geográficos que emergen desde la noción de desarrollo y los discursos que la acompañan en su mirada espacial situadas en regiones del sur.

San Carlos de Bariloche y su derrotero El modo de vivir la ciudad de San Carlos de Bariloche estuvo atravesado por los discursos acerca del sentido de existencia de este espacio urbano en el particular entorno del Parque Nacional Nahuel Huapi. Bariloche, como espacio urbano, a partir de la década del treinta, no se referenció en las dinámicas socio-productivas de sus habitantes, sino que se simbolizó en diálogo con el Estado nacional desestimando las prácticas instaladas. Así se imprimió en la materialidad de la ciudad un destino presupuesto desde un centro externo. Por ello, en la conformación espacial de la ciudad, así como en los modos de vida al interior de la misma, pueden reconocerse imaginarios locales en diálogo con los nacionales, que en esta particular localidad de frontera se complejizan a partir de la valoración específica del vínculo binacional.

Apropiación histórica del entorno de San Carlos de Bariloche La formación urbana de Bariloche se remonta a finales del siglo xix, cuando el espacio rural en torno al lago Nahuel Huapi se organizó comercialmente en torno a la concentración de bienes, y del traslado de los mismos para su comercialización en Chile (Méndez y Muñoz, 2013). Esta iniciativa, gestada por un emblemático personaje oriundo de Osorno, Carlos Wiederhold, fue el punto de partida de una amplia red de relaciones binacionales que se estructuraron de tal modo que la región ubicada en torno al poblado de San Carlos de Bariloche y su zona de influencia en la Argentina, y el de Puerto Montt, en Chile, podía pensarse como una única región económica, gestionada desde la Compañía Chile-Argentina entre 1904 y 1918 (Méndez, 2005). Muñoz (2011) reconoce dos dinámicas de poblamiento para la zona andina. Por una parte, los trabajadores provenientes de la isla de Chiloé, que por el exceso de mano de obra en la isla buscaban nuevos horizontes, estableciéndose desde el período colonial como migrantes transcordilleranos. Este importante flujo poblacional se fue estableciendo en lo que más adelante sería la Patagonia argentina. Pero, a decir de Muñoz, El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 101

el lago Nahuel Huapi estuvo afectado por otro tipo de migrantes, pues Bariloche se reconoció como una extensión de los productores del lago Llanquihue. Por ello se establecieron casas comerciales, aserraderos y embarcaderos como ramificaciones del mercado fabril de Osorno y, posteriormente, del portuario de Puerto Montt. Este tipo de migrantes, que se establecen a partir de 1885, era mayormente germano descendiente, con un claro perfil empresarial. Es este último grupo el que va a imprimir al esquema urbano una cierta noción de desarrollo, ligada al espacio que nos ocupa. En lo arquitectónico, Cherubini (2011) reconoce la influencia germana en la arquitectura del sur de Chile que se traslada al lago Nahuel Huapi. En lo político, por la definición del gobierno argentino en 1904 de declarar la zona libre de derechos aduaneros (Blanco, 2008), frente a las denuncias que entendían como peligroso el avance comercial de pobladores chilenos sobre la región argentina (Cibils, 1902). Así se fortaleció el crecimiento regional a partir del comercio transcordillerano. Esta primera imagen del desarrollo, apoyado en un modelo agroganadero, ubica en la región una estructura social jerárquica, con distinciones marcadas en términos de clase que se deslizaron a valoraciones étnicas a partir de la figura de Suiza chileno argentina promovida por las compañías comerciales instaladas (Blanco, 2008; Méndez, 2005). Sin embargo, este no es el único modelo de desarrollo que se proyecta en la región, como parte de los debates entre distintas facciones del gobierno. Ruffini (2006) señala que durante las primeras décadas del siglo xx, el sector dirigente del Estado argentino evidenciaba fracturas. Entre las tensiones se cuenta la pugna entre quienes postulaban continuar con la modalidad política excluyente y los que reclamaban la apertura del sistema político. Pero el debate no se reducía a la política ciudadana, la mirada sobre el progreso nacional también estaba en tensión, siendo la integración de la Patagonia norte un elemento de debate. Ruffini (2006) destaca especialmente la figura y la acción de Ezequiel Ramos Mexía, ministro de Agricultura (1901 y 1906) y Obras Públicas de la Nación (1907-1913), pues su idea para desarrollar la Patagonia a fin de habilitar nuevas zonas para radicar migrantes fueron la base de una propuesta económica para resolver la llamada cuestión social. Esta mirada reubica a Bariloche como espacio estratégico, dado que desde el Ministerio de Obras Públicas se promocionó un estudio sistemático sobre el potencial de la Patagonia Norte, con una atención 102 | Araucanía-Norpatagonia

especial al Nahuel Huapi. El plan de desarrollo de la Norpatagonia fue llevado adelante por el geólogo norteamericano Bailey Willis, director de la Comisión de Estudios Hidrológicos, formada desde el Ministerio de Obras Públicas que dirigía Exequiel Ramos Mexía. Desde la perspectiva del norteamericano, el crecimiento descansaría en el aprovechamiento de la energía de los ríos del espacio norpatagónico, los cuales serían la base del recurso eléctrico a partir del cual industrializar los productos de la zona. Desde la perspectiva de Ramos Mexía, esto se articulaba, además, con la apertura comercial hacia Chile, de modo de afianzar las redes de comercio existente en una dinámica que ubicó a la localidad de Bariloche en el centro de un desarrollo alternativo (Navarro Floria, 2007). Mientras tanto, durante los primeros años de la década del veinte, el poblamiento se desarrolló en torno a la explotación maderera dirigida por Primo Capraro, gerente de la compañía Chile Argentina cuando la misma declara el quiebre y quien compra sus activos en la región del Nahuel Huapi. Este inmigrante italiano va a ser el símbolo del progreso local en la década del veinte (Méndez, 2009), que tuvo que enfrentar la complejidad de una frontera con un cierre progresivo y una comercialización hacia el este que no se resolvía por inexistencia de caminos. De hecho, en los últimos años de la década del veinte, la población enfrenta una de sus peores crisis económicas, cuando Capraro pierde su capital intentando financiar la llegada de la punta de rieles a Bariloche. Es en este contexto de crisis, que se va a solapar a la crisis general de 1929, cuando se produce un enorme clivaje en el sentido del progreso local que va a abandonar las propuestas de industrialización para reconvertirse en un ámbito de cuidado paisajístico tras la figura del Parque Nacional Nahuel Huapi. La idea de crear en la región un área natural protegida no era nueva, no solo por las tempranas propuestas y la existencia de la donación de tierras de Francisco Pascasio Moreno en 1903 para tal fin, sino porque de hecho el Parque Nacional del Sud se había creado en 1922 en el área del Nahuel Huapi. En el clímax de la explotación maderera, el Estado propone un Parque Nacional en la región, que entre sus iniciativas busca regular la producción de la región y sugerir límites para asegurar que el paisaje no se vea mayormente impactado (Núñez, 2008). Localmente no hay registros de esta iniciativa, dado que no se acompaña de un financiamiento claro para su establecimiento, pero sí se plantean modos de manejo del espacio que ponen en evidencia la existencia de El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 103

imaginarios que complementaban múltiples actividades (Anasagasti y otros, 1924). La idea de la industrialización localizada tampoco se había perdido. Esto se evidencia algunos años después en el emblemático texto de José María Sarobe, La Patagonia y sus problemas, quien señalaba: las mil quinientas leguas cuadradas de riquísimas praderas que contienen los valles argentinos de los Andes serán, no hay que dudarlo, el asiento de la provincia más rica y poderosa de nuestro país, el día en que el tren pesado corriendo a 80 km por hora hasta el puerto atlántico más inmediato, con el mínimum de flete, traiga a nuestros grandes centros los productos industrializados por la hulla blanca que corre por doquier en aquel país de ensueño. (1935, p. 10)

Así, el imaginario del desarrollo se explicitaba desde una multiplicidad de modelos que proyectaban en el espacio posibles dinamismos de crecimiento con una condición común: el crecimiento se daría integrando la producción en un comercio que contuviera rutas hacia el este y hacia el oeste, es decir, sosteniendo la clave binacional original de la localidad. Sin embargo estas ideas no se concretaron. De hecho, en la década del treinta el creciente cierre de fronteras introdujo un nuevo sentido en el espacio a través de la creación de la Dirección de Parques Nacionales y el establecimiento del Parque Nacional Nahuel Huapi en 1934. La omisión de la idea industrial fue acompañada por la interpretación del espacio como defensa contra lo chileno, que pasó a constituirse en un peligro que operó como referencia para el diseño de la política pública. La idea de la transformación de la frontera abierta a la muralla cerrada ha sido revisada en múltiples trabajos (Bessera, 2008; Picone, 2011; Núñez y otros, 2012). El punto interesante a destacar es el cambio en la noción de desarrollo detrás de la nueva concepción. Precisamente la década del treinta es la década de la industrialización por sustitución de importaciones en América Latina (Ansaldi, 2003), de modo que en el abandono de la modernización técnica opera otro sentido de la modernidad, donde el crecimiento se proyecta con una nueva lógica: el turismo. El turismo, antes que formar parte estructural de un plan de desarrollo, opacó el reconocimiento al dinamismo económico que efectivamente impactó en el desarrollo de la ciudad. Rey (2005) señala que hasta mediados de la década del cuarenta el número de turistas que anualmente llegaba a Bariloche rodeaba los 600 individuos. Esta escasa 104 | Araucanía-Norpatagonia

cantidad de visitantes, que además llegaban en el verano exclusivamente, difícilmente puede pensarse sosteniendo la economía de una ciudad de casi tres mil habitantes. Si por el contrario, se evalúa la dimensión de la obra pública que se inicia con la intervención de la Dirección de Parques Nacionales, resulta más factible proponer que la economía local se basaba en la construcción apoyada en salarios estatales. Este análisis discute el ideal del turismo como base del crecimiento local, que se asoció discursivamente al programa de la Dirección de Parques Nacionales, legitimándolo. Y ayuda a entender las contradicciones en las ideas de desarrollo que se van a desprender de –lo que podríamos pensar como– la ilusión del mismo como base excluyente del desarrollo local. El paisaje se presenta como la manifestación de un destino para la región, el ser un espacio para la estricta observación y disfrute, sin lugar para las actividades y dinámicas precedentes (Bessera, 2008). En 1946, Exequiel Bustillo realiza una presentación sobre los Parques Nacionales señalando que para entender el objetivo de estos espacios en la Argentina hay que considerar dos cosas: que el bien de la nación está por encima de la preservación de cualquier naturaleza y que la frontera con Chile es un espacio de amenaza para la nación, y así señala que «para mantener despierto y alerta el espíritu argentino, para eso y nada más que para eso, Dios ha colocado entre los peligros de la frontera las grandes bellezas de nuestra tierra» (1946, p. 26). Esta idea, de tomar a la naturaleza como argumento de un plan político, va a reforzarse durante el peronismo (Carreras Doallo, 2010; Troncoso y Lois, 2004). Las presidencias históricas de Juan Domingo Perón (1946-1955) introducen nociones de desarrollo donde las contradicciones en la localidad se exacerban. Núñez y Vejsbjerg (2010) revisan el modo en que el turismo, durante estos años, pierde su sentido económico para reforzar su sentido social, impactando profundamente en el modo en que la actividad se desarrollaba en Bariloche. Una de las principales consecuencias es que el crecimiento de la ciudad se despega del de la planificación del Parque, dejando al municipio en una situación particularmente precaria. Núñez (2014) profundiza en el cambio local en este período, evidenciando una paradoja: aún cuando el número de visitantes en esos años se multiplica por seis, la hotelería se incrementa, las inversiones privadas e incluso las estatales aumentan (Bessera, 2008), la población local percibe una pérdida en el proyecto económico y en el desarrollo local. La hipótesis que se sustenta es que la economía local se desdibuja en el proceso de expansión de lo que se conoció como turismo social. Aún El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 105

cuando la municipalidad intentó crear un organismo para planificar la actividad (Ord. 1-c-52), no termina de resultar eficiente para controlar la diversidad de intereses que se cruzan. Este cambio del carácter del turismo se profundiza en las décadas siguientes. De hecho, los principales informes municipales del período (Fanjul, 1964; Hardoy, 1964) dan cuenta de dos esferas de desorden estructural. Por un lado, la falta de la consideración del turismo como actividad económica, limitando las posibilidades de financiamiento y organización (Fanjul, 1964). Por el otro, un crítico crecimiento urbano, provocado por un aumento en la demografía local así como en el número de visitantes, que no termina de poder ser organizado desde el municipio (Hardoy, 1964). En este escenario de cambios, incremento de visitantes y expansión urbana, se comienzan a sufrir sucesivos golpes de Estado que van a atravesar el sentido de desarrollo que se plantea para la ciudad. La particularidad de la ciudad vigente parece gestarse en estos años 60 y 70, cuando el desarrollismo está imprimiendo un nuevo discurso del progreso en el paisaje patagónico, retomando en clave nacional el histórico proyecto de Bailey Willis de aprovechar en represas hidroeléctricas el caudal de los ríos del norte de la Patagonia. Esto acontece en el marco de procesos políticos de mucha efervescencia y en un escenario de expansión económico-urbana de gran envergadura. Vale mencionar, además, entre los principales cambios a tener en cuenta, el pasaje de la Patagonia continental, de territorios nacionales a provincias, abriendo la posibilidad de elegir a sus propios gobernantes y legisladores a partir de 19582, e introduciendo importantes debates sobre el progreso del desarrollo provincial que van a afectar a los espacios cordilleranos (López, 2014). Asimismo, y en directa vinculación al orden político, los golpes de Estado y quiebres institucionales de 1962, 1966, 1976, así como los complejos retornos democráticos de 1964, 1973 y 1983 van a impactar en las valoraciones en torno al desarrollo en la Patagonia argentina, que de hecho se instala como una de las bases fundamentales de lo que se planifica como desarrollo industrial argentino. 2 El proceso de provincialización de los territorios nacionales en la Argentina ha sido indagado desde numerosos trabajos (Iuorno y Crespo, 2008). En el caso de Río Negro, la provincialización se firma en 1955, pocos meses antes del golpe de Estado que depuso a Juan Domingo Perón. Por ello la elección de representantes se termina de concretar en 1958, con el retorno de la democracia.

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Bariloche crece enormemente en estos años tan vertiginosos. Debemos considerar que es en la segunda posguerra cuando se instala con claridad la temporada invernal en Bariloche, siendo el cerro Catedral un alto receptor de fondos públicos y privados para la mejora de la infraestructura. Asimismo, el verano vio multiplicarse los visitantes por el incremento de las actividades de acampe, así como por la promoción de viajes de luna de miel, como destino elegido por la clase media argentina. La población local se vio acrecentada por una migración nacional y transcordillerana, que expandió los límites urbanos de la ciudad con nuevos barrios. Si bien Núñez (2007) recorre el modo en que el quiebre institucional de 1962 evidenció la falta de proyectos comunes en la localidad, y el peso de las decisiones de los intereses privados, va a ser el golpe de Estado de 1966 el que inicie una modificación en el sentido del desarrollo, a partir de intervenir la forma de interpretar el pasado. Ya entre 1967 y 1968 se editan textos emblemáticos para fortalecer el nacionalismo detrás del proyecto de Parques Nacionales de 1934. Por fuera de ello quedaba, por una parte, el pasado agrícola comercial; pero, sobre todo, la complejización del crecimiento de los últimos años. Desde la lectura promovida en el contexto autoritario, la xenofobia, el clasismo y el racismo fueron las argumentaciones para justificar las contradicciones internas. El nivel de reescritura del pasado llega a tal nivel que, en 1969, se cambia incluso la fecha de aniversario para omitir la creación de la localidad por iniciativa de un vecino de Osorno en 1895, y ubicarla en la acción del entonces presidente Julio Argentino Roca, con la firma del documento de 1902. En esta acción simbólica se cubren otras iniciativas, como la pérdida de la línea arquitectónica del centro de la ciudad y la centralización provincial del manejo del turismo. Podemos pensar que Bariloche se encuentra en los márgenes del desarrollo. En estos años la urbanización se muestra como un espacio de crecimiento en término de paradojas antes que de planificación. Esta dinámica de desarrollo marginal no está fuera del discurso general, de hecho tiene elementos legitimantes que la anclan al discurso del desarrollo más amplio. La fragmentación social aparece como la estrategia central para opacar las contradicciones del modelo a favor de la exacerbación de intereses privados de grandes capitales. Desde fines de la década del sesenta se puede reconocer cómo vecinos con décadas de ocupación en áreas delimitadas para ello por la propia municipalidad, se vieron ubicados en el sitio del intruso. Esta política se El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 107

vio exacerbada a partir del golpe de Estado de 1976, que de hecho erradicó barrios, expulsó pobladores históricos de muchos lugares e intentó avanzar incluso sobre poblamientos céntricos, siempre con el discurso del progreso en clave de un paisaje impoluto que se debía cuidar y una dinámica turística que era pasado, presente y futuro (Guevara y Núñez, 2014). Barrios como el 10 de Diciembre, Pilar I, Coihues, Muticias, Arrayanes, Ñireco, entre otros, se vieron afectados por la abrupta reconversión de pobladores-trabajadores a ladrones-intrusos. El punto a destacar de este proceso es que, además de la condena social que se pueda realizar, el sentido de desarrollo local se cristalizó en un pasado idílico, que no dejó lugar a la lógica de crecimiento y población efectivamente existente. La paradoja del relato es que el retorno de la democracia en 1983 no llevó a revisar la construcción del pasado. Los problemas barriales se adjudicaron a migraciones recientes, desconociendo el poblamiento histórico, pues en el pasado eran intrusos antes que vecinos. Así, convertidos en eternos recién llegados, los sectores populares de San Carlos de Bariloche parecen condensar aún hoy las contradicciones de una ciudad que sigue creciendo sin terminar de reconocer la complejidad de las dinámicas que la afectan. Los lotes pastoriles, originalmente de 625 hectáreas, posteriormente subdivididos en lotes agrícolas de entre cincuenta y cien hectáreas, se fraccionaron masivamente en la década del cuarenta (Vallmitjana, 1989). La ciudad, teóricamente asociada al cuidado y disfrute del paisaje, creció sin planificar el tejido urbano, las calles, las plazas o siquiera los servicios, tal como aún se sufre en numerosos barrios locales e incluso en destinos turísticos, con construcciones que tapan la vista a la naturaleza que se propone como atractivo, con rutas sobrecargadas y con escasas referencias y sin planes integradores de planificación a futuro. Bariloche creció con un desorden que afectó la posibilidad misma de planificación del municipio, dado que es uno de los entramados urbanos más extensos y menos densos de América Latina. Ainstein y otros (2012) señalan que esta característica lleva, además, a que sea un modelo urbano poco sustentable por las dificultades que lleva el intentar implementar políticas de cuidado en un área tan amplia como diversa. El desarrollo mismo parece imposible en una ciudad donde las diferencias exceden el encuentro de objetivos. A esta situación se llega por un trayecto, costumbres, intereses, imaginarios que se superponen en los relatos de reconocimiento y valoración, 108 | Araucanía-Norpatagonia

y que en las contradicciones que se instalan como parte de la política pública suma el haber desarrollado una normativa urbana laxa, con los más variados permisos en modos de subdivisión y uso. El informe de análisis y diagnóstico del Plan de Ordenamiento Territorial (1977), realizado por la arquitecta Odilia Suárez, calcula entre 1934 y 1960 un ritmo anual de parcelamientos suburbanos de 196 hectáreas por año, es decir alrededor de 4900. Entre 1960 y 1977, este mismo estudio señala que el proceso se frena, pero no se termina. Se mantuvo un ritmo de parcelamientos de 25 hectáreas por año, totalizando 455 hectáreas, que lejos de resolver los problemas habitacionales alimentaron una iniciativa de especulación inmobiliaria cada vez más voraz, en línea con el incremento de intereses privados sobre una política pública que emerge como insuficiente y parcial. El ejido municipal es una buena metáfora del cambio de manejo y de la pérdida de control acontecida a mediados de siglo xx En 1958, por la Ley Luelmo, o ley 14 487, todas las tierras fiscales pasaban a control de la Municipalidad. De modo que la superficie a controlar se amplió por cinco. En este proceso, desde el municipio se reconoció que la extensión de los servicios básicos resultaba muy cara y problemática, cuando no inviable. Esta dinámica de manejo parcial y errático permanece hasta la actualidad, y de hecho se ha profundizado como argumento para limitar la integración de los sectores populares (Núñez, 2008). Así, la falta de consideración, el silenciamiento y el desconocimiento con respecto a las dinámicas poblacionales de los diferentes barrios impactan fuertemente en el desarrollo local, llegando a amenazar la sustentabilidad de los servicios del turismo. Guevara y Núñez (2014) señalan que si bien no se cuenta con datos recientes, se puede observar que la ciudad continuó extendiéndose y completándose hacia el sur y este en los últimos años, con un alto grado de informalidad. Asimismo, emergieron nuevas tipologías habitacionales como las urbanizaciones cerradas, donde se localizaron sectores de ingresos medios-altos, el caso más paradigmático es el barrio cerrado Arelauquen, con más de 780 hectáreas de extensión, a la vera de la ruta 40 sur. Pero también se puede mencionar el barrio Pinar del Este, a la entrada de la ciudad. Esto introdujo heterogeneidad en la trama urbana y profundizó el reconocimiento de las desigualdades locales. Sin embargo, la desigualdad como resultante natural del desarrollo no se reduce a la discriminación urbana referida. Los intereses inmobiliarios parecen gobernar los tiempos de la localidad, afectando el acceso al paisaje en una ciudad que dice vivir del turismo. La privatización de El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 109

destinos públicos, como playas o accesos a refugios, el avance de iniciativas privadas sin orden en puntos panorámicos, la falta de claridad en la responsabilidad del mantenimiento de las vías turísticas son algunos de los problemas que pueden mencionarse como resultante de la ausencia de una reglamentación consciente de la dinámica local en forma ampliada. A ello cabe agregar el desconocimiento sobre las iniciativas económicas que efectivamente guían los tiempos locales. A la práctica de avance inmobiliario se anexó una dinámica de construcción desordenada, que de hecho contiene como mano de obra, mayormente sin reconocimiento, a muchos de los pobladores de sectores populares. A ello se agrega una pléyade de iniciativas de micro y pequeña economía que, desde la artesanía a la panadería, pasando por las más variadas estrategias productivas, se pueden descubrir como una de las principales redes económicas, para la cual no hay una política local sistemática de reconocimiento e integración.

Concepción y su derrotero Desde la década del treinta hasta los años cincuenta, el gran anhelo del Estado chileno seguía siendo el autoabastecimiento nacional de manufacturas. Esta fue una de las razones para que en el año 1939, luego del desastroso terremoto ocurrido en la zona de Concepción, se creara la Corporación de Fomento de la Producción (corfo)3, cuyo propósito fue promover la creación de industrias nacionales. Como consecuencia de ello, en 1950 se inaugura en Talcahuano la Planta Siderúrgica de Huachipato, con lo que se materializa este antiguo anhelo, dado que hasta 1945, la producción siderúrgica nacional solo permitía cubrir cerca del 20 % de los requerimientos de la economía del país (Sánchez, 1952). La elección de la bahía de San Vicente para su localización, caminos y ferrocarriles, el potencial portuario, los yacimientos carboníferos existentes en las ciudades de Lota y Coronel (cercanas al Gran Concepción) y el enorme potencial hidroeléctrico del río Biobío: todas estas razones desembocaban en la estratégica posibilidad de potenciar al Gran Concepción como un centro productivo de relieve nacional (Hernández, 1983; Aliste y Almendras, 2010). 3 Agencia estatal creada en 1939 bajo la administración del presidente Pedro Aguirre Cerda, que tiene como objetivo promover el desarrollo productivo en Chile, y en sus inicios especialmente en el ámbito industrial.

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En lo concreto, en cerca de treinta años se consolidó la actividad industrial en la zona, condición que puede verse reflejada, por ejemplo, desde tres indicadores: la variación en el número de establecimientos industriales; en la mano de obra empleada en el sector industrial y en la capacidad de la fuerza motriz instalada. Por ejemplo, de los 201 establecimientos existentes al año 1942, se produce un incremento del 32 % al año 1957. De la misma manera, entre 1957 y 1971, los establecimientos industriales en la zona se incrementan en un 45 %. Entre 1942 y 1971, los establecimientos industriales en el Gran Concepción aumentaron en un 63 %, como reflejo de la estrategia mencionada anteriormente.4 Respecto de la situación a nivel nacional y en comparación con Santiago, lo sucedido en el Gran Concepción permite mirar con atención el fenómeno de industrialización, toda vez que sus tasas de crecimiento son superiores a las tasas experimentadas a nivel nacional. A lo anterior, debe agregarse el fenómeno posterior a 1970 derivado de la actividad forestal de la región. En efecto, la región del Biobío es probablemente una de las que ha experimentado una de las más profundas transformaciones ambientales derivadas de la expansión de la actividad forestal, ligada estrechamente con las actividades industriales de la zona. La plantación de miles de hectáreas de pino insigne (Pinus radiata) ha implicado cambios notables en la estructura de la propiedad de la tierra, en su uso, en las actividades económicas tradicionales, en la dinámica de las cuencas y en general, en un gran número de variables. Esta transformación ha permitido levantar a la región como una de las más pujantes en términos económicos en lo que se refiere a sus aportes al pib en el ámbito de los recursos naturales (Morales, 1989); como contrapartida, también es una de las que ha evidenciado uno de los más notables deterioros en cuanto a superficie de bosque nativo y a biodiversidad (Aliste, 2012). Diversos estudios desarrollados por el Centro eula de la Universidad de Concepción entre 1992 y 2000 han dado cuenta del estado ambiental en la cuenca del Biobío y particularmente en el Gran Concepción (Della Croce y otros, 1992; De Fraja y otros, 1993; Parra y otros, 1999, entre otros). Situaciones que acusan la contaminación de la atmósfera, donde se identificaron cerca de cuarenta grandes industrias en los rubros químico, petroquímico, siderúrgico, metalmecánico, pesquero, de 4 Esto de acuerdo a las estadísticas de los censos de manufacturas realizados por el ine entre 1942 y 1971.

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alimentos y servicios, además de las emisiones provenientes de procesos, almacenaje de materias primas y combustibles, emisiones de actividad doméstica, panaderías, etc. Por cierto que uno de los puntos más sensibles respecto de la calidad del aire es el referido a la presencia de olores molestos provenientes de la actividad de la industria pesquera, petroquímica y siderúrgica-metalmecánica. En cuanto a la contaminación hídrica, se ha diagnosticado que el río Biobío recibe las aguas residuales urbanas de cerca del 40 % del área de Talcahuano, esto solo en su tramo final. A esto debe agregarse la disposición de las aguas residuales de gran parte de las actividades de la cuenca y los residuos industriales que en la actualidad se descargan vía sistema de alcantarillado y de la refinería de petróleo. Por su parte, los diagnósticos y monitoreos efectuados en las bahías de Concepción y San Vicente, presentan resultados alarmantes en cuanto a los niveles de contaminación alcanzados entre 1996 y 1998 (años en que se comienza a tomar acción sobre el tema), llegándose a decir de esta última que había alcanzado niveles de contaminación que la hacían prácticamente irrecuperable (Aliste y Almendras, 2010; Aliste, 2012). Las situaciones antes descritas, en conjunto con las situaciones propias de una falta de gestión adecuada del territorio, han implicado entre otros efectos el deterioro del hábitat de interés para la conservación de la biodiversidad. En el sector de la marisma de Rocuant, en la Bahía de Concepción, se ha intervenido con mucha agresividad un humedal de notables características para los ecosistemas aviarios. Este lugar ha sufrido modificaciones severas desde la década del sesenta con la instalación de industrias, dos vertederos para la disposición final de residuos sólidos (ya cerrados) y el Aeropuerto Carriel Sur. Como resultado, en el aeropuerto se han registrado numerosos incidentes relacionados con peligro aviario asociados a las operaciones de despegue y aterrizaje de las aeronaves, situación que se vio acentuada con la existencia de los dos rellenos sanitarios. Los diagnósticos coinciden en atribuir el problema a la existencia de aves y no a errores manifiestos de planificación en el uso del territorio, en un claro reflejo de la compleja relación de la ciudad con su ambiente. Recientemente, y pese al reconocimiento de la zona por sus atributos para la conservación para la biodiversidad y valor ecosistémico, se han construido importantes extensiones de superficie para el desarrollo de proyectos inmobiliarios. Por otra parte, el avance sistemático de las plantaciones forestales en los alrededores de la ciudad ha significado la ocurrencia de procesos 112 | Araucanía-Norpatagonia

migratorios campo-ciudad y el desplazamiento de otras actividades ligadas a la tierra. Cada año los riesgos de incendio en los sectores marginales de la ciudad se acentúan, registrándose episodios críticos de grandes magnitudes. De manera adicional, aspectos mencionados tanto en el contexto del Programa de Recuperación Ambiental de Talcahuano (prat) como en otros trabajos, dan cuenta sobre situaciones de riesgo ambiental y natural en el área. Entre ellas, las incidencias climáticas como factores de riesgo natural por la existencia de vastas zonas expuestas a posibles inundaciones, derrumbes y exposición al viento (Peña y otros, 1993). Sin lugar a dudas, mención especial merece el riesgo de exposición a sismos de gran intensidad y tsunamis, como se ha vivido en febrero de 2010, y que se trata de un hecho con gran recurrencia en el tiempo y, por lo tanto, son episodios latentes en la historia de la ciudad. En efecto, las condiciones propias de su geografía física hacen que en la zona existan muchos terrenos expuestos a situaciones de riesgo, de los cuales en la actualidad una gran cantidad se encuentran urbanizados y consolidados. En esta situación estarían por lo menos once sectores urbanos de la intercomuna (Peña y otros, 1993) a los que se suman los nuevos sectores urbanizados entre 1995 y 2010, principalmente sobre sectores de humedales y cercanos a ellos, además de las actuales presiones inmobiliarias sobre terrenos con estas condiciones. Prueba de ello es el análisis de las zonas afectadas por el terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010, en comparación con las zonas afectadas por el maremoto de 1835. Se puede ver que las áreas afectadas son prácticamente las mismas y sin embargo, se insiste en la urbanización de estas zonas históricamente afectadas por inundaciones, ya sea por la acción de tsunamis o bien de crecidas derivadas de eventos pluviométricos excepcionales (Aliste, 2012). Sin duda, uno de los efectos más sensibles, dentro de los antes señalados, son los referidos a la contaminación hídrica de los cursos de aguas en el borde costero –que durante las décadas de los ochenta y noventa fue particularmente crítica– y el deterioro del hábitat de interés para la conservación de la biodiversidad, así como las consecuencias que, en conjunto, han representado el deterioro de las condiciones de calidad ambiental urbana y de organización territorial en el área de estudio. De hecho, efectos de carácter espacial que posteriormente redundan en efectos ambientales adversos, como la pérdida de servicios ambientales, se manifiestan por ejemplo a partir del traspaso de El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 113

funciones desde las principales entidades urbanas del Gran Concepción (Concepción y Talcahuano) a aquellas de menor jerarquía, como es el caso de Chiguayante y Penco (Vásquez y otros, 2005). Tanto en el Gran Concepción como en otras ciudades de menor jerarquía, se reconoce el importante papel que ocupan el tamaño de la ciudad, la forma y ritmo de crecimiento, la influencia de los paisajes de los asentamientos e historia de las ciudades, así como con las políticas públicas y privadas que se han aplicado (Romero y otros, 2005). Algunos aspectos de interés, y que pueden dar pistas sobre una visión integral de las transformaciones, radican en los antiguos relatos que aluden a la geografía física de la bahía de Concepción durante los siglos xviii y xix. Allí se sugiere un maravilloso entorno natural con excepcionales condiciones paisajísticas y benevolentes características para las actividades portuarias, una de las razones para su temprana y auspiciosa ocupación. De acuerdo con algunos relatos, las ventajas destacadas por distintos cronistas invitan a imaginar una bahía de Concepción majestuosa e hilarante por su notable belleza: La bahía de Concepción es célebre por sus bellezas naturales y por sus ventajas marítimas hay pocas que puedan comparársele (B. Morrell). […] Con tiempo espléndido, recorrí los alrededores de Talcahuano y las colinas que envuelven la bahía […]. Sentado bajo un boldo, cuyo follaje aromático aparecía entre las flores, me deleitaba paseando mis ávidas miradas sobre esta naturaleza virgen que la mano del hombre no había marchitado (P. Lesson). (Almeyda, 1955, p. 144)

Se describe además de Concepción que «es una de las ciudades mejor situadas de Chile, en una región carbonífera junto a un río navegable y a una magnífica bahía y frente a la más fácil vía trasandina. Sus alrededores son de notable hermosura» (1955, p. 159). Todas estas ventajas y virtudes referidas a sus características naturales hicieron de esta zona un interesante sitio para los asentamientos humanos que con el correr del tiempo se fueron consolidando, cuyo proceso más acentuado se vive durante la segunda mitad del siglo xx, e incluso con más fuerza en sus últimos treinta años. Como testimonio, por ejemplo, es posible citar un seminario de título de la carrera de Arquitectura de la Universidad de Chile, realizado en 1965, que propone un plan de desarrollo turístico en la Bahía de Concepción, «atendiendo a sus notables condiciones y calidad paisajística» (Hempel, 1965). 114 | Araucanía-Norpatagonia

En definitiva, un territorio que se ha ido construyendo y organizando en virtud de una permanente tensión entre condiciones físico-naturales y sus tendencias de ocupación del suelo, todo lo cual ha ido acompañado de procesos no exentos de grandes dificultades que merecen una exploración en perspectiva. Especial atención merece, sin lugar a dudas, el proceso de crecimiento urbano derivado de la industrialización de la zona, proceso que se inicia con especial celeridad a partir de 1950 con la inauguración y puesta en marcha de la Siderúrgica Huachipato (Aliste y Almendras, 2010; Aliste, 2012; Aliste y otros, 2012). Lo anterior invita inevitablemente a cuestionar y pensar en la dinámica de los territorios y en los criterios de ordenamiento empleados.

Las contradicciones de la ciudad y las nociones de desarrollo Así como en el caso de Bariloche es imposible pensar en los modelos de desarrollo sin referir a la idea de Parque Nacional y a las prácticas del turismo, en Concepción lo es en torno a la noción de industria y polo industrial. La tensión interna parece estar reducida a modelos nacionales que no terminaron de desarrollarse e imaginarios locales que facilitaron una apropiación privada e individualista que eclipsa la referencia a un bien común general. Guevara y Núñez (2014) sugieren, para el caso de Bariloche, que los límites en el reconocimiento a la migración latinoamericana permanente, así como a la diversidad de iniciativas existentes en la localidad pueden vincularse a la imposibilidad de considerar un común que agrupe al conjunto de las diferencias presentes, dando lugar a ciertas contradicciones que pueden agruparse, entre otros aspectos, en: • Una ciudad que se plantea creciendo para visitantes, sin terminar de reconocer la propia población. • Visitantes que no se terminan de caracterizar, instalados desde un imaginario idealizado que tampoco permite avanzar en el diseño y manejo sustentable de los destinos turísticos y los atractivos. En este punto se suman las tensiones de manejos espaciales establecidos desde esferas diferenciadas como el municipio, la administración de Parques Nacionales, la provincia o la Nación. • La observación de la ciudad bajo el mito de las dos caras, que permite la ilusión de un Bariloche pobre y un Bariloche rico, como si existieran sectores homogéneos, donde uno, para el otro, es el responsable último de todas las tensiones existentes. Esta idea, que ha sido base y fundamento de la política local en los últimos años, naturaliza un El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 115

determinismo geográfico donde los pobres se instalan en el alto y los ricos en las zonas aledañas al lago, sin abrir revisiones a la diversidad sectorial presente en el entramado urbano, a la dinámica relacional o a prácticas superadoras de la diferencia. • En la continuidad del mito del paisaje como sobredeterminante de los comportamientos sociales, el discurso del desarrollo local se entrampa en responsabilidades cruzadas que omiten las falencias históricas de las políticas públicas. El entorno, en este escenario, se presenta en una arena de disputas, es de todos, de nadie, de quienes se lo han apropiado, de las empresas que lo explotan, entre otras apelaciones que dan lugar a justificar la intervención sobre la urgencia y el eclipsamiento del largo plazo. En Concepción, en tanto, la idea de un desarrollo anclado en la visión industrial de la ciudad se acompañó del inesperado deterioro de las condiciones medioambientales y de nuevas nociones de la ciudad misma. Esto debido no solo a las transformaciones físicas de la ciudad y de su entorno, sino sobre todo a los cambios en el modo de entender las nuevas relaciones urbanas y las condiciones que van definiendo la calidad de vida de las ciudades, esto es, que junto con nuevos requisitos y nuevas valoraciones, van surgiendo nuevos paisajes de la ciudad (Aliste, 2013). En este sentido, se puede señalar que los discursos del desarrollo han aportado en este caso elementos que giran en torno a: • Instalar una lógica del crecimiento económico basado en la industria pesada, idea que se desarrolla desde inicios de los años 40 del pasado siglo, pero que toma forma a partir de la segunda mitad del siglo xx. • Pensar a la geografía como el soporte/restricción de estas condiciones para el desarrollo, es decir, la noción de la geografía económica clásica en la cual la noción de recurso natural era el criterio ordenador del espacio. • Tender luego a la idea de civilizar y superar la adversidad del entorno natural (o medio geográfico), en el entendido de que las herramientas y medios que entrega la modernidad (a través de los conocimientos, la ciencia y la técnica) permite superar e imponer una lógica que colabore con los objetivos de progreso y crecimiento de la economía. • Pasar luego a una fase de asimilar las condiciones del entorno no como obstáculo sino como la idea de medio ambiente, esto es: las condiciones que ecológica, social y económicamente, en una condición de equilibrio, permiten una vida adecuada y saludable. En tal sentido, sugerir nuevas formas y estrategias para el uso sustentable de los recursos, la 116 | Araucanía-Norpatagonia

gestión ambiental del territorio y las formas de gobernanza para aquello, se transforman en un desafío eminentemente político. El uso del discurso del desarrollo, ahora conocido como desarrollo sustentable, permite la generación de nuevas condiciones de comprensión y ocupación de la ciudad, generando no solo nuevas exigencias. También sirve para generar un nuevo espacio comercial y un nuevo modelo de negocios para la ciudad. Ahora, la naturaleza, se convierte en un nuevo recurso que agrega valor a productos de diversa índole, pero especialmente en el campo urbano, agrega valor a los nuevos proyectos inmobiliarios, privatizando o promoviendo una captura del valor social para beneficio privado. Las ideas en torno al desarrollo refuerzan por lo tanto la tesis de la creencia y de la posición ideológica totalizante (Aliste y otros, 2013). La idea que se toma como absoluta oculta población, lazos de contención local, dinámicas de urbanización, vínculos interregionales, entre otros aspectos que inciden en el crecimiento material de una ciudad que aún parece carecer de los elementos para pensarse a sí misma. La invisibilidad de las contradicciones y complejidades internas se oculta detrás de un pasado idealizado y el resultado es la subordinación y vulnerabilidad como destino manifiesto, pues siempre se está en el sentido de falencia. Esta idea, en perspectiva, otorga a ambas ciudades un carácter y sentido que exige, más que un diagnóstico basado en la idea de captura de la realidad, de recoger su sentido histórico (Di Méo y Buléon, 2005) y con ello, una lectura cuyo carácter hermenéutico resulta a todas luces una oportunidad para una aproximación comprensiva al fenómeno urbano a la luz de los discursos del desarrollo. Así, esta lectura del pasado tiene otra consecuencia. Frente a las crisis se vuelve a repetir la lógica de la discriminación como explicación, por una parte; mientras que por otra parte, dar valor a lo natural de manera irreflexiva termina hipotecando el propio modo en que se usa el suelo. Migrantes, pobres, diferentes son los clásicos culpables de la distancia de un destino de grandeza al que no se termina de llegar. La contradicción local se oculta y la agenda política tampoco termina de tomar esas invisibilidades. La ciudad se continúa edificando en claroscuros, legitimando exclusiones y limitantes a los servicios. El resultado es el incremento de la violencia y la integración como un horizonte cada vez más lejano. En el resumen planteamos que las formas de representación del espacio van delineando los contornos de una geografía social y cultural de los diferentes territorios. Así también indicamos que el espacio vivido El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 117

adquiere una morfología que es diversa y en constante mutación, toda vez que es al mismo tiempo el resultado de los procesos sociales, políticos, culturales y económicos que van otorgando sentido en dicho espacio a sus diferentes actores. La diferencia en la sonoridad de voces de los actores, los múltiples grados de visibilidad, el acceso diferenciado a derechos y recursos ha impuesto a la noción de desarrollo que se supone para Bariloche, la marca de la diferencia social.

Representaciones del desarrollo: un imaginario en constante transformación Cuando en la Argentina se instala el Estado interventor-planificador (Blancha, 2013), en la década del treinta, en una dinámica que se fortalece en los 40 y 50, la Patagonia cada vez más se presentó como un espacio estratégico para el desarrollo nacional. Sin embargo, en esta dinámica donde el bien de la región era el bien de un ámbito suprarregional, los procesos locales no terminaron de articularse en beneficio propio. Es interesante contrastar este proceso con el caso de Concepción. En la Patagonia argentina, la existencia de los ríos con el potencial hidroeléctrico, la presencia de recursos hidrocarburíferos y mineros, entre otros, no fue argumento suficiente para establecer las industrias en la región. El plan energético argentino destinó un tercio del presupuesto al traslado de los recursos a la zona previamente definida como industrial: el gran Buenos Aires, y tangencialmente las localidades de Córdoba y Rosario (Azcoitía y Núñez, 2013). La Patagonia en general queda como área subsidiaria de este modelo de crecimiento. El caso de Bariloche es paradigmático en este sentido, permanentemente como referencia simbólica del discurso del desarrollo (Carreras Doallo, 2010), tuvo dinámicas marginales que llevaron a la falta de planificación y observación de su particularidad. Cuando el desarrollismo se constituye en modelo de crecimiento, la intervención en la Patagonia norte se definió desde dos esquemas: por un lado, desde el inta, con un centro que promovió la fruticultura en las regiones del alto valle, valle medio y valle inferior, esto es, las zonas norte y este de las provincias de Río Negro y Neuquén. Y con otro centro que promovió la ganadería ovina en Santa Cruz, Chubut, sur y oeste de Río Negro y oeste neuquino. Esto es, la zona de montañas y de estepa. Este último centro se ubicó en Bariloche, un espacio que, paradójicamente, nunca fue centro de producción ovina (López, 2014). 118 | Araucanía-Norpatagonia

El otro eje de intervención de la Patagonia fue el modelo de aprovechamiento hidroeléctrico de los ríos Limay, Neuquén y Colorado (Azcoitía y Núñez, 2013). Esta estructura fue la base para promover infraestructura de regadío en buena parte del norte patagónico, pero dejó fuera la zona cordillerana. Cuando se analizan los planes provinciales de 1960, 1964, 1973 se observa un supuesto que se repite: Bariloche no necesita acompañamiento porque su desarrollo ya está resuelto. Como no es industrial, no tiene los desafíos que plantea la industria, como no es un espacio de producción central, tampoco tiene atención en este sentido. El turismo no es problema para estos planes, por ello no recibe ni apoyo económico sistemático ni consideraciones de otro orden. Está al margen, permitiendo así una opacidad en las propias paradojas del crecimiento en la zona. En este punto nos cruzamos con la descripción sobre Concepción, de una u otra forma, el paisaje resulta subsidiario del desarrollo. En algunos planteos ligados a la idea de desarrollo sustentable parece omitirse la desigualdad intrínseca que supone el desarrollo capitalista. De este modo, bien vale la pregunta acerca de si dentro de estas dinámicas de crecimiento es posible la expansión sin el crecimiento de nuevas periferias. Tanto en un caso como en el otro, el ambiente se evidencia como aquello que se deja fuera de la valoración, en el caso chileno, por una contaminación evidente, en el caso argentino, porque al situarlo en el sitio de espacio natural a preservar, queda afuera de los dinamismos reconocidos como válidos en los modelos de crecimiento. El desarrollo sigue siendo hasta hoy una búsqueda, un proceso, un estado, un sueño, una ideología, una creencia, un propósito, que hace converger lo político, lo social, lo económico, lo cultural, lo geográfico y lo histórico. En diferentes momentos, con diferentes actores, con diferentes prioridades, con diferentes marcos de representación, se dan manifestaciones propias de un discurso que ve plasmadas sus acciones y decisiones en formas y estructuras espaciales que son interpretables y que hablan, en determinado momento, de los argumentos que sustentan la idea de desarrollo. De esta forma, los discursos pueden ser considerados como una pista o un marco que colabora, metodológica y conceptualmente, para dar a los discursos del desarrollo un contexto interpretativo que permite problematizar contextos de enunciación y observar las fisuras de propuesta que se suponen abarcativas de la globalidad. Cuando, en un momento, estos discursos del desarrollo fueron claves para articular el imaginario industrial del progreso abrieron, de una forma u otra, ejercicios de diferenciación que operaron no solo en la El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 119

desigualdad social, sino en los ambientes que afectan a las sociedades y cuya contaminación ha sido largamente denunciada como de mayor prejuicio para los sectores sociales más vulnerables (Puleo, 2011). En la actualidad, estos discursos se ajustan para sostener la idea del crecimiento como condición para la sustentabilidad. El imaginario ambiental del desarrollo ha servido también para redefinir y rediseñar las estrategias políticas en torno al modelo económico, explorando así nuevas formas de definición de las condiciones naturales y de las valoraciones del paisaje, lo que ha generado nuevas formas de uso y de explotación del espacio geográfico en ambos lados de la cordillera. La pregunta que queda a consideración es si en los nuevos discursos se considera el modo en que las contradicciones se han establecido a lo largo de la historia. Porque en las crisis ambientales denunciadas hay una trayectoria de concentración de riqueza y recursos desigual. La pregunta acerca de si un mundo ecológicamente más sustentable es socialmente más equitativo está muy lejos de tener respuestas definitivas. Y las preguntas y miradas sobre el desarrollo pasan necesariamente por estos puntos oscuros de la teoría. En este sentido, nuestro aporte busca avanzar en una comparación de dos espacios que, discursivamente aparecen en sitios diferentes, pero que sin embargo convergen en elementos comunes que se asocian a aquello no reconocido como parte valorada del modelo de desarrollo que se instala en el territorio. Este reconocimiento se vincula, por una parte, a debates sobre los compromisos del modelo de desarrollo que se aplica, en buena parte ya recorridos (Aliste, 2012, 2013; Núñez y Conti, 2012). Pero por otra, a situar el discurso en el espacio, observando la diferenciación en la práctica concreta al materializarse el discurso en formas determinadas de la política pública. Es claro que ni en Bariloche ni en Concepción se debatieron las desigualdades que acarreaba un discurso enmarcado en visiones cepalinas que, en teoría, superaba las contradicciones centroperiferia. Pero, como se marca, en su aplicación se establecieron nuevas desigualdades que pusieron en el centro consideraciones que exceden a la mirada industrialista y que hoy nos enfrentan a la compleja vinculación con el entorno. La apelación ambiental como un ámbito discursivo neutro tampoco es una salida, pues el caso de Bariloche evidencia cómo el avance en políticas de preservación estuvo atravesado por contradicciones equivalentes a la del espacio definido para la industrialización. El haber tomado una ciudad chilena y una argentina nos permite reconocer el modo en que los discursos permearon los propios márgenes 120 | Araucanía-Norpatagonia

de los Estados nacionales. Y finalmente, los textos que preceden a esta obra, nos permiten abrir interrogantes acerca del modo en que los discursos del desarrollo impactan en la región patagónica a ambos lados de la cordillera, dado que el sitio aún subsidiario que tiene en países tan centralizados, puede ser un punto de partida para empezar a desmantelar las contradicciones y abrir vías a un desarrollo no solo sustentable sino integrador en una perspectiva amplia.

Comentario al texto Rodrigo E. Márquez Reyes Departamento de Ciencias Sociales, Universidad de Los Lagos-Osorno, Chile

La presente obra articula en su estructura una serie de antecedentes de naturaleza histórica y geográfica que contribuyen a lograr una más acabada comprensión, comparación y análisis sobre los procesos urbanos y territoriales, fomentados por los discursos de progreso y desarrollo, existentes tanto en la Argentina como en Chile desde comienzos de siglo. El esfuerzo literario desplegado por Paula Núñez y Enrique Aliste Almuna brinda al lector elementos para la reflexión argumentada sobre las dinámicas territoriales, políticas, económicas y sociales, gravitantes en la morfología de los territorios presentes en ambos lados de la cordillera. De igual forma, la revisión espacial e histórica de aquellos aspectos de naturaleza material e inmaterial, hace posible identificar y reconocer las imágenes y representaciones del espacio vivido presentes en los escenarios descritos. La obra desde sus albores nos introduce por los diferentes pasajes de la historia moderna de Chile y la Argentina, en especial la acontecida desde finales del siglo xix hasta mediados del siglo xx, en las áreas de la frontera norpatagónica. El itinerario resulta cómodo, envolviéndonos tibiamente en un relato sincrónico, el cual describe una región binacional fraguada históricamente por la elevada valorización económica de sus recursos naturales y sus dinámicas de explotación; estas últimas serán una amarga secuela ambiental, derivada de los diálogos de sordo entre la verticalidad de los gobiernos centrales y los territorios locales, contribuyendo con ello a tensiones y formas de resistencia ancladas en torno a lo individual, por sobre lo colectivo. El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 121

La presencia de elementos conceptuales e históricos sobre la instalación de las corrientes de pensamiento y tipos de estrategias de intervención para el desarrollo sobre los territorios de estudio, posibilita al lector una comprensión sobre la permanente adaptación y readaptación casi sincrónica de los territorios estudiados, pudiendo observar, a partir de ello, las huellas que van delineando los contornos de una geografía social y cultural. Bajo la lógica de la comparación, tanto Concepción como San Carlos de Bariloche inician un claro encadenamiento hacia el progreso, a partir de la década del treinta del siglo xx, especialmente a partir de los diversos modelos de planificación en América del Sur centrados en reducir los desequilibrios existentes en los países de la región a través de la generación de oportunidades de desarrollo, fundamentalmente en aquellas regiones más marginadas. Según Sili, en 2011, estos modelos han respondido y evolucionado, como era de esperar, de modo diverso a cada uno de los paradigmas de planificación, debido a las coyunturas internas que cada país debe enfrentar. En otras palabras, constituyen un repositorio vivo de imágenes y representaciones del desarrollo, que Núñez Rosselli y Aliste Almuna han evidenciado en su trabajo. En una síntesis teórico-conceptual, Núñez y Aliste brindan un espacio para la duda, la reflexión y la prospectiva en torno a los nuevos modelos de gestión y su eventual viabilidad sobre estos nuevos territorios arrebatados a laderas, humedales, playas y bosques; y que hoy son parte de una nueva epopeya que proclaman las prácticas de un desarrollo sustentable, sin embargo la carencia de memoria histórica y de vínculos topofílicos con el entorno local, imposibilita esa asimilación y construcción colectiva de estos nuevos territorios. Hoy en los albores del xxi, podríamos considerar que los efectos más mediatos de aquellos discursos de desarrollo, que dieron paso al imaginario industrial del progreso de mediados del siglo pasado, son soporte espacial de la desigualdad social, la fragmentación urbana, la contaminación ambiental. Lo anterior ha llevado a intensificar una necesidad creciente y notoria de contar con herramientas, planes y estrategias para corregir y equilibrar los defectos territoriales de origen, expresados hoy en regiones ganadoras y regiones perdedoras, todas las cuales igualmente se ven enfrentadas al escenario del capitalismo y la globalización. El derrotero de San Carlos de Bariloche y el del Gran Concepción presenta, a velocidades dispares, tal como sus dinámicas de cambio, 122 | Araucanía-Norpatagonia

gatilladas por los mayores y menores intereses que tanto el Estado y nación respectivo poseían sobre ellos, lo cierto es que frente al interrogante ¿si un mundo ecológicamente más sustentable es socialmente más equitativo? No cabe duda de que hay concordancia con los autores en la lejanía de la respuesta, sin embargo puesta esta a escala de los territorios estudiados en la presente obra, se podría intentar responder de forma afirmativa, puesto que la naturaleza y sus dinámicas naturales han prospectado ambos territorios, ya sea frente al tsunami del 27 de febrero para Concepción y por medio de la erupción del complejo volcánico Cordón Caulle el 4 de junio de 2011, para San Carlos de Bariloche, en ambos casos los tejidos sociales bajo tensión manifestaron esporádicos y fragmentados episodios de equidad social y de topofilia; al parecer, ambos territorios intentan encapsular por instantes sus genéticas desigualdades, lo que nos lleva a pensar que la clave está en su interior, tal vez no de forma material. Réplica de los autores El comentario de Rodrigo Márquez hace un resumen del trabajo presentado, subrayando el carácter comparativo que buscamos destacar. Asimismo, el recorrido por las diversas modalidades con que la modernidad se materializa en estos espacios, también es destacado por el comentarista. Por ello, a modo de respuesta, valoramos el poder reconocer el desafío de la planificación futura, llamando la atención hacia la importancia de reparar en las memorias del desarrollo que, como bien rescata Márquez Reyes, quedan en evidencia a partir del modo en que el progreso se delineó en cada una de estas ciudades. Reiteramos nuestra consideración en la profundización de las paradojas, a partir de omitir estas dinámicas en las herramientas para delinear la estructuración de los espacios. La pregunta por el desarrollo sustentable es un tópico abierto en las reflexiones de nuestro trabajo, que el comentarista nos invita a pensar desde una nueva clave: el reconocimiento de ambas ciudades como afectadas por catástrofes, y que además podemos pensar en riesgo permanente. Vale destacar, como indican Hugo Romero y otros (2010), que los riesgos representan las probabilidades de que ocurran desastres en un determinado lugar, mientras que las catástrofes registran su manifestación a través de daños y pérdidas de vidas humanas y de bienes y servicios económicos, materiales, psicológicos, culturales y simbólicos, así como de importantes perturbaciones en el comportamiento de las El desarrollo aquí y allá: imágenes... | 123

estructuras sociales y de las instituciones encargadas de mantener la normalidad y resiliencia de los grupos humanos que habitan los asentamientos rurales y urbanos. Esto ha sido mencionado por Márquez: ambas ciudades han sufrido importantes pérdidas, producto de catástrofes, y crecen en territorios de riesgos. Y ello nos permite retornar en una nueva clave hacia nuestra comparación: las situaciones de desastre ponen en evidencia las contradicciones del progreso moderno que se tratan en el artículo. Son momentos en donde los contrasentidos se condensan. De modo que las memorias del desarrollo pueden pensarse en diálogo con estas coyunturas, que descubren, desde una clave más comprimida, elementos paradojales de crecimiento y voces alternativas al modelo de desarrollo. Vale la pena también en este punto extender la reflexión en torno al modo en que socialmente se ha construido esta noción de riesgo, y explorar cómo, en su sentido histórico de larga duración, esta condición hoy otorga un nuevo contexto para la habitabilidad y concepción territorial de ambas ciudades. Ello representa a nuestro juicio un importante desafío intelectual que nace con la sugerencia que Márquez Reyes realiza en su comentario. Queda abierta, entonces, la propuesta de una comparación en los términos observados de planificaciones, así como de coyunturas que permitan profundizar los análisis y complejizar la idea de sustentabilidad.

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Capítulo 5

Del «destino común» a «la invasión de… fuerzas armadas extranjeras» en solo unas horas. Chile en la prensa norpatagónica durante el incidente de Laguna del Desierto Alfredo Azcoitia Universidad Nacional de Río Negro, Argentina

Resumen En la década del sesenta las relaciones argentino-chilenas habían adquirido un carácter paradojal: si bien se alcanzó un importante crecimiento en la integración física real y potencial, acompañada de un considerable incremento en los intercambios comerciales, paralelamente desde la década del treinta se había ido gestando un proceso de pretorización de la cordillera a través de la creciente presencia de Gendarmería y Carabineros ejerciendo un estricto control sobre las fronteras. En el escenario abierto tras el golpe que derrocó a Juan Domingo Perón (1946-1955) la perspectiva castrense fue adquiriendo mayor influencia en las distintas esferas del aparato estatal, evidenciándose en las relaciones internacionales por el aumento de los conflictos fronterizos entre Chile y la Argentina. En este marco la tensión entre integración y pretorización recorrió toda la década del sesenta, manifestándose con mayor virulencia en momentos de conflictos fronterizos con Chile. En busca de los discursos que plasmaron estas tensiones en la Norpatagonia, el presente artículo recorre y compara las representaciones sobre Chile en el diario Río Negro, medio de gran influencia en la región, durante dos momentos claves del año 1965 en que la cuestión binacional se constituyó en un tema de gran presencia en la agenda periodística. En la primera parte analiza los discursos que predominaron en el marco del encuentro entre los presidentes Eduardo Frei y Arturo Illia, realizado en la ciudad de Mendoza, abordando en una segunda parte aquellos que emergieron durante las tensiones desatadas luego del incidente de Laguna del Desierto. Estos dos momentos generaron condiciones para la circulación de discursos antagónicos que fueron desde la integración Del «destino común» a... | 129

como imperativo histórico hasta la construcción de Chile como vecino expansionista, evidenciando tanto la volatilidad de los posicionamientos periodísticos como la influencia de la matriz discursiva del nacionalismo territorial en los temas sobre cuestiones limítrofes.

Introducción1 El ingreso de las fuerzas rebeldes a La Habana en 1959 generó un cambio en el contexto político latinoamericano condicionando la situación de la Argentina y Chile, tanto en su política doméstica como en sus relaciones internacionales. La Revolución Cubana marcó el inicio de una época de gran politización de las sociedades americanas y del convencimiento sobre la inminencia del cambio social. Esta época comenzó a clausurarse con el derrocamiento de Salvador Allende en 1973 y se cerró definitivamente con el inicio de la dictadura argentina en 1976 (Gilman, 2003). En la Argentina, durante la primera mitad de la década del sesenta, la vida política se caracterizó por la sucesión de gobiernos civiles débiles, que acontecieron en el marco de la proscripción del peronismo y de una férrea tutela (Cavarozzi, 2009) por parte de las Fuerzas Armadas. La situación allende la cordillera se percibía muy diferente, con el funcionamiento pleno de las instituciones y sin intervención del elemento castrense en la vida política de ese país. Si bien las noticias publicadas por la prensa argentina daban cuenta de la preocupación que generaba el crecimiento de la izquierda chilena, los caminos para conjurarla no incluían la ruptura del orden constitucional. Durante la presidencia de Arturo Frondizi (1958-1962) las relaciones con Chile atravesaron por momentos de tensión; sin embargo, lo que prevaleció fue un clima de cordialidad y entendimiento. Hacia 1958 se produjo el incidente en el islote de Snipe colocando a ambos gobiernos al borde de una crisis diplomática: finalmente la negociación entre Frondizi y el presidente Alessandri (1958-1964) permitió destrabar el 1 El trabajo publicado en este libro se enmarca en la beca doctoral unrn desarrollada bajo la dirección de Paula Núñez y la co-dirección de Evelyn Colino, así como en la tesis doctoral «Las representaciones sobre las relaciones argentino chilenas en los medios gráficos norpatagónicos: un abordaje desde el diario Río Negro entre 1960 y 1996», en redacción, en el marco del Doctorado en Historia en la Universidad Nacional del Sud. Asimismo se vincula al proyecto de investigación plurianual del conicet 0133, «La Patagonia Norte en las políticas nacionales de planificación, 1943-1976», dirigido por Paula Núñez.

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conflicto situando la relación bilateral en un entramado más fructífero y complejo que el delimitado solo por los diferendos fronterizos. En febrero de 1960 se firmó en la ciudad uruguaya de Montevideo el acta fundacional de la Asociación de Libre Comercio generando un escenario favorable para los discursos integracionistas, en los cuales se inscribieron las lecturas sobre los vínculos con Chile. En septiembre de 1963, personal de la Gendarmería argentina instaló un alambrado en Valle Hondo, al este del cerro de la Virgen, en la zona denominada Río Encuentro por los argentinos y Palena por los chilenos. Este hecho motivó protestas diplomáticas por parte del gobierno de Alessandri, acusando al ejército argentino de tener una actitud expansionista. Pese a afirmar que el alambrado había sido levantado en suelo argentino, el presidente Arturo Illia (1963-1966) aceptó quitarlo como gesto de buena voluntad hacia su par chileno (Cisneros y Escudé, 2000). Mario Valenzuela Lafourcade sostiene que la llegada de Illia al gobierno, bajo el espíritu de «solidaridad y buena vecindad» compartido por Alessandri, fue lo que permitió destrabar esa compleja situación (1999, p. 31). En noviembre de 1964 se produjo un cambio de gobierno en Chile tras la asunción del presidente demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva (1964-1970). Durante su gestión la política exterior adquirió una perspectiva que hundía sus raíces en los años cuarenta, acentuando un nacionalismo continental, contrapuesto al particularismo de los Estados, junto con la defensa del desarrollismo, la autonomía y la democracia. Frei no compartía el esquema binario de la Guerra Fría, desde su perspectiva la principal división mundial era entre países desarrollados y subdesarrollados. Si bien condenaba el autoritarismo de la Revolución Cubana, rescataba su programa por considerarlo un proceso legítimamente constituido (Fermandois, 1982, p. 127). Durante la década del sesenta las relaciones argentino-chilenas adquirieron un carácter paradojal, porque si bien se alcanzó un importante crecimiento en la integración física real y potencial, acompañada de un considerable incremento de los intercambio comerciales, se fue gestando paralelamente un proceso de pretorización de la cordillera a través de la creciente presencia de Gendarmería y Carabineros ejerciendo un estricto control sobre las fronteras (Lacoste, 2005). En el escenario abierto tras el golpe de que derrocó al presidente Juan Domingo Perón (1946-1955) la perspectiva castrense fue adquiriendo mayor influencia en el plano de las relaciones internacionales generando un aumento Del «destino común» a... | 131

en las tensiones entre Chile y la Argentina. Estas nuevas condiciones propiciaron la emergencia de una tensión creciente entre integración y pretorización, puesta de relieve en varios momentos a lo largo de la década del sesenta. En busca de los discursos que plasmaron estas tensiones en la Norpatagonia, el presente artículo recorre y compara las representaciones sobre Chile en el diario Río Negro, medio de gran influencia en la región, durante dos momentos claves del año 1965, en que la cuestión binacional se constituyó en un tema de gran presencia en la agenda periodística. En la primera parte analiza los discursos que predominaron en el marco del encuentro entre los presidentes Eduardo Frei y Arturo Illia, realizado en la ciudad de Mendoza, abordando en una segunda parte aquellos que emergieron durante las tensiones desatadas luego del incidente de Laguna del Desierto. Estos dos momentos generaron condiciones para la circulación de discursos antagónicos que fueron desde la integración como imperativo histórico hasta la construcción de Chile como vecino expansionista, evidenciando tanto la volatilidad de los posicionamientos periodísticos como la influencia de la matriz discursiva del nacionalismo territorial en los temas sobre cuestiones limítrofes. El periódico Río Negro buscó constituirse, desde su fundación en la ciudad de General Roca en 1912, en una voz influyente en la opinión pública norpatagónica (Ruffini, 2001). Su estrategia empresarial de mantenerse como periódico independiente de las contingencias partidarias le permitió, a diferencia de la mayoría de sus competidores, sobrevivir durante los años tumultuosos de la etapa territoriana2. En la década del sesenta, ya convertido en diario desde 1958, Río Negro se asumió abiertamente como representante de los intereses de la región en momentos en que el Estado nacional proyectaba hacia la Patagonia modelos productivos inspirados en una matriz desarrollista. En el contexto de una etapa en la que las relaciones binacionales estuvieron signadas por la tensión entre integración y pretorización, resulta relevante analizar el discurso de un medio de gran influencia en una región con densos vínculos con Chile y atravesada por el sempiterno temor del nacionalismo territorial por su débil argentinización. Para identificar y analizar las representaciones que circularon a través de la superficie redaccional del diario, el artículo incorpora herramientas conceptuales del análisis del discurso que permiten abordar las 2 Hasta el año 1958 las actuales provincias de Río Negro y Neuquén fueron territorios nacionales dependientes del Poder Ejecutivo central.

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piezas textuales en tanto práctica social, es decir «como parte de la vida social» (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 15). Se entiende que el discurso no refleja la realidad, sino que construye, mantiene y refuerza interpretaciones sobre ella a través de la producción de representaciones de la sociedad, de las prácticas sociales, de sus actores y de las relaciones que entre ellos se establecen (Martín Rojo, 1997).

La entrevista de Mendoza y la aparente consolidación del discurso integracionista En febrero de 1965 se desarrolló el acto de confraternidad al pie del Cristo Redentor, donde los cancilleres de ambos países reafirmaron los deseos de paz, ratificando el camino de acercamiento iniciado meses atrás con motivo de la reunión de la Comisión Especial de Coordinación Latinoamericana (cecla)3, celebrada en la ciudad cordobesa de Alta Gracia. Como corolario de estos acercamientos, el 28 de octubre de 1965 se realizó en la ciudad argentina de Mendoza la entrevista entre los presidentes Arturo Illia y Eduardo Frei Montalva. Pese al clima de cordialidad y unidad que caracterizó la cumbre, la misma se desarrolló en un contexto de creciente presión por parte de militares y grupos nacionalistas de ambos países, que se evidenció con el estallido del incidente de Laguna del Desierto (Cisneros y Escudé, 2000). Las noticias publicadas por Río Negro durante septiembre de 1965 daban cuenta de la tensión generada entre ambos países luego de la irrupción de las expresiones del general Juan Carlos Onganía. Con Río de Janeiro como escenario de enunciación, Onganía afirmó la necesidad de una «mutua y más estrecha relación entre los ejércitos de Argentina y Brasil» para combatir la «subversión marxista en América».4 Estas declaraciones no encontraron una amigable acogida allende los Andes. Unos días antes, Vasco Leitão da Cunha, ministro de relaciones exteriores de la dictadura brasileña, había sostenido que el rumbo que estaba tomando el gobierno chileno le recordaba al del presidente depuesto, 3 Esta organización fue creada en 1963 en el marco de la Organización de Estados Americanos (oea). Sin contar con la participación de los Estados Unidos, la cecla se convirtió, según Alain Rouquié, en una de las primeras expresiones institucionales del «nuevo estado de ánimo» de los países latinoamericanos, marcado por una activa conciencia sobre sus intereses comunes (1989). 4 «Acuerdo entre Argentina y Brasil para combatir al comunismo, anunció Onganía». Río Negro, p. 7 (01/09/1965); «Repercusiones que tuvieron las palabras de Onganía». Río Negro, p. 6 (11/09/1965).

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Joao Goulart (Valenzuela Lafourcade, 1999). Las palabras del general Onganía se produjeron en un contexto marcado por una fuerte crítica de los militares argentinos hacia el gobierno de Arturo Illia por subestimar la «amenaza del castrocomunista» (Rouquié, 1985). Ese cuestionamiento era funcional a la campaña de desacreditación del gobierno radical y la consecuente legitimación del golpe del estado (Altamirano, 2001). En el marco de la celebración de la independencia chilena, una delegación argentina visitó el vecino país, generando una andanada de noticias adversas al conocerse que entre los integrantes de dicha comitiva se encontraba el general Onganía. Las noticias provenientes de Chile publicadas por Río Negro daban cuenta de una «tempestad política» desatada por la presencia del general argentino. La notas advertían que «este jefe militar»5 había sido declarado persona no grata siendo sindicado de encabezar un «complot militar»6 contra ese país. El diario trasandino El Siglo, caracterizado en la nota como «comunista», tituló «Solo esto faltaba: condecorar en Chile al 'gorila' Onganía». Por su parte, el diputado Alberto Jerez, identificado como líder del ala izquierda de la Democracia Cristiana, «lamentó» la visita y afirmó que Onganía no debía ser recibido en Chile por tener «un concepto castrense de la vida cívica».7 Sin embargo el clima adverso que se desprendía de las páginas del diario durante los días previos, pareció disiparse al arribo de Onganía a Chile, donde no «hubo ninguna clase de incidente», e incluso se afirmaba que el presidente Frei había tenido una «muy cordial» entrevista con la comitiva argentina «despidiéndose calurosamente de los militares argentinos».8 En el mismo mes se publicó en el diario la noticia sobre una resolución del Parlamento de los Estados Unidos que generó un «categórico rechazo de legisladores» de la Argentina, Chile y Perú por su carácter «intervencionista». La resolución respondía a la misma matriz ideológica que el discurso pronunciado por Onganía en Brasil. La información publicada por Río Negro daba cuenta del apoyo expresado por los legisladores norteamericanos «a cualquier tipo de medida militar tomada […] en cualquier punto de América a fin de evitar una revolución

5 Río Negro (14/09/1965). «Chile: tempestad política por la visita de Onganía», p. 9; Río Negro (14/09/1965). «Critican la vista de Onganía a Chile». p. 1. 6 Río Negro (15/09/1965). «Onganía: Persona no grata en Chile», p. 1. 7 Río Negro (15/09/1965). «Onganía: Persona no grata en Chile», p. 14. 8 Río Negro (11/09/1965). «Onganía en Chile», p. 11.

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de tipo comunista».9 En respuesta, la Cámara de Diputados argentina ratificó «su inquebrantable voluntad de seguir alentando los principios esenciales de la solidaridad americana» basada en «la libre autodeterminación de los pueblos». Por su parte el Senado chileno expresó un rechazo absoluto, adhiriendo a la propuesta de tratar el tema «con los parlamentos de los demás países latinoamericanos».10 Las noticias publicadas en Río Negro sobre la tensión provocada por los dichos de Onganía no construyeron un campo discursivo polarizado entre argentinos y chilenos, los antagonismos se inscribieron en otros escenarios, conformados por la oposición entre democracia/dictadura; autodeterminación/intervencionismo; civil/castrense; latinoamericanismo/gorilismo, encuadramientos que trascendieron las identidades nacionales, dando cuenta del candente debate político que atravesaba a la región. Con motivo de la conmemoración de la independencia de Chile, a las habituales notas sobre los actos realizados por la colectividad chilena en la región,11 el diario rionegrino añadió en esta oportunidad un editorial elaborado para la ocasión. El Río Negro comenzaba identificando el «recorrido físico» y la «trayectoria histórica» como dos aspectos comunes a ambas naciones. También resaltaba la pertenencia americana y su «espíritu de sacrificio y estoicismo», propio de sus «ancestros araucanos», que le había permitido hacer frente al «duro castigo de las fuerzas de la naturaleza». Afirmaba el diario que «Los lazos de unión nacidos al calor de las batallas del ejército de los Andes […] no han podido ser deshechos por diferencias circunstanciales que en alguna oportunidad han sido agitadas por fines más políticos que patrióticos». Establecía así que el verdadero patriotismo, identificado como valor, era el que fortalecía los «lazos de unión» entre ambos países, entendido como el rasgo permanente nacido con la independencia misma. A este rasgo se le contraponían «las diferencias», acontecidas ocasionalmente, protagonizadas por las apetencias políticas, vinculando el término con el cálculo y lo espurio. El editorial también destacaba la presencia «en nuestro derredor […] de casi 25 000 chilenos» en la provincia de Río Negro y «más de 12 000» 9 Río Negro (26/09/1965). «Una resolución en ee. uu. desagrada a Argentina, Chile y Perú: Manifestaciones», p. 1. 10 Río Negro (26/09/1965). «Rechazo categórico de legisladores de tres países por la resolución de ee. uu.», p. 13. 11 Río Negro (15/09/1965). «Cipolletti: con diversos actos se conmemora el 155 aniversario de la independencia de Chile», p. 3; Río Negro (18/09/1965). «Cipolletti: la colectividad chilena rindió homenaje al general San Martín», p. 3.

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en la de Neuquén, «estimándose que el 40 % de los brazos que alzan la cosecha frutícola o empacan e industrializan la fruta, son llegados del vecino país, para fincarse pacíficamente en el Alto Valle».12 El diario establecía que la unidad no solo se cimentaba en un pasado «glorioso» signado por las luchas independentistas, o en la extensa geografía que nos avecinaba en el extremo sur del mundo, sino también en la numerosa presencia de «pacíficos» trabajadores, claves en el desarrollo de las actividades económicas esenciales para la zona del Alto Valle. La representación de Chile añadía al «espíritu americanista» que marcaba el pasado y futuro común, una dimensión más concreta y cercana a los lectores del diario relativa al quehacer económico cotidiano de la región. En los días previos a la entrevista entre los presidentes Eduardo Frei Montalvo y Arturo Humberto Illia, Río Negro reprodujo un editorial del diario El Mercurio calificando al encuentro como «un nuevo paso de americanización, destinado al servicio del continente», agregando que la visita de los ministros de defensa y altos jefes de las Fuerzas Armadas habían dado a este acercamiento «un acento de positiva cordialidad y deseo de colaboración» en «las vastas tareas profesionales que les incumbe».13 Estas expresiones eran vertidas en un contexto en que la incumbencia de las Fuerzas Armadas constituía una cuestión que generaba candentes debates en la región, como se evidenció en oportunidad de los dichos de Onganía en Río de Janeiro. El Mercurio celebraba la decisión de los gobiernos de «suspender las divergencias de orden limítrofe» permitiendo «despejar la ruta de desconfianza y dificultades y entregarse […] a tareas y responsabilidades que las actuales circunstancias latinoamericanas hacen cada vez más trascendentales y urgentes», entre las que se encontraba la necesidad de defensa hemisférica ante el «peligro de la agresión comunista en todas sus formas». Los fragmentos del diario trasandino publicado por Río Negro inscribían a El Mercurio en el mismo horizonte discursivo del general Onganía, llamando a subordinar los conflictos sobre las fronteras estatales al de las fronteras ideológicas. Frente a un enemigo «escurridizo y difuso», que podía adoptar tanto el camino revolucionario como el electoral, solo los «defensores hemisféricos» podrían combatirlo. En esta matriz discursiva el «americanismo» se inscribía en un campo semántico diferente al construido por los enunciadores gubernamentales de uno y otro país. En los discursos presidenciales el americanismo se impregnaba 12 Río Negro (18/09/1965). «Independencia de Chile», p. 2. 13 Río Negro (27/09/1965). «Comentan la futura entrevista de los presidentes Illia y Frei», p. 11.

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de sentido articulándose con la integración económica, cultural y política, al igual que con el concepto de autodeterminación de los pueblos, que lo alejaba de los celosos guardianes del anticomunismo. Durante los días previos a la entrevista, Río Negro publicó numerosos artículos sobre la organización y los temas que formarían parte de la agenda. Los discursos de los mandatarios y las crónicas periodísticas inscribieron la entrevista en una genealogía iniciada con las «gestas independentistas» que se proyectaba hacia un futuro signado por el proceso de integración.14 Las crónicas publicadas en el diario sostenían que frente a «la bandera del ejército de Los Andes […] símbolo común de ambos pueblos» el presidente Arturo Illia había pronunciado un discurso que apelaba al «espíritu de libertad» que había impulsado la empresa de San Martín y O´Higgins, instituida en ejemplo para el presente. Por su parte, Eduardo Frei caracterizaba a la reunión como una conversación «entre amigos […] y diría más […] entre hermanos». El discurso del presidente chileno evocaba las palabras de la poetisa Gabriela Mistral para afirmar que «los tiempos vuelven como las mareas», sosteniendo luego que la coyuntura actual no era «menor que aquella que se presentó en la hora de la independencia».15 Las noticias publicadas en Río Negro también daban cuenta de que los mandatarios habían conquistado «el afecto del pueblo». En el discurso de la prensa Illia y Frei emergían como «dos amigos que representan, verdaderamente, a dos países realmente amigos».16 Los artículos hacían hincapié en la «trascendencia histórica» de una reunión llamada a continuar el proceso «iniciado en los día de la epopeya»17 independentista. La declaración conjunta de ambos mandatarios, publicada en el diario, recorrió nuevamente estos tópicos, inscribiendo el encuentro en un imperativo histórico llamado a consolidar la «democracia» a través de la «justicia social» y el «destino común». Para su consecución planteaba la necesidad de intensificar las relaciones bilaterales, junto con el resto de «los pueblos del continente».18 Los presidentes sostenían acordar con «los principios que inspiran la Alianza para el Progreso», pero planteando la necesidad de adaptarla para que se constituya en base 14 Río Negro (29/10/1965). «Cordial recibimiento tributose a Frei en el encuentro con Illia», p. 1. 15 Río Negro (30/10/1965). «Los elocuentes discursos de Illia-Frei», p. 1. 16 Río Negro (30/10/1965). «Mendoza: Expresivas demostraciones a Illia y Frei», p. 9. 17 Río Negro (31/10/1965). «Frei e Illia: Ideario común para una reunión de trascendencia histórica», p. 1. 18 Río Negro (31/10/1965). «Illia-Frei: una declaración conjunta», p. 7.

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de la «solidaridad continental».19 Destacaban también que en el pasado ambos países habían resuelto sus diferencias a través de la búsqueda de «soluciones pacíficas» y del «respeto del derecho». En el discurso integracionista dominante los gobiernos se constituían como expresión de la voluntad de unidad de sus pueblos. Las provincias fronterizas también formaron parte del temario abordado durante la entrevista. El diario destacó la participación del gobernador rionegrino Nielsen,20 incluyendo en la agenda bilateral la complementación económica, la conformación de un «circuito turístico de montaña»21 y la construcción del camino Bariloche-Puerto Montt. Los funcionarios cuyanos plantearon el mejoramiento de la conectividad, principalmente de la ruta que unía Mendoza, Santiago y Valparaíso, «espina dorsal de eventuales planes para incrementar el intercambio de mercaderías por vía terrestre».22 En el diario la mirada regional sobre la integración se centraba en un nivel de concreción mayor, plasmado en obras de infraestructura y en acuerdos comerciales. La cobertura informativa de la despedida del presidente chileno refería a la «honda emotividad» que marcó el momento en que Frei e Illia se «confundieron en un abrazo»,23 antes de que el primero subiera a su avión rumbo a Chile. Al día siguiente, en las páginas de Río Negro podían leerse las palabras del presidente argentino afirmando contundentemente que «todos nuestros puntos de vista coinciden».24 El discurso de la prensa chilena que se recortaba de las noticias publicadas por Río Negro construía un efecto de unanimismo en torno al proceso de integración. El diario El Mercurio resaltaba la voluntad de los presidentes de «llegar a una efectiva complementación» calificando al encuentro como «un impulso a la integración latinoamericana». Por su parte el oficialista La Nación sostenía que se estaba viviendo «el imperativo de una integración americana que no puede retardarse más».25 19 Igual que la nota anterior. 20 Río Negro (27/10/1965). «Nielsen participará de las deliberaciones Illia-Frei», p. 1. 21 Río Negro (31/10/1965). «Gobernadores de provincias fronterizas con Chile», p. 1. 22 Río Negro (28/10/1965). «Illia y Frei se encuentran hoy en Mendoza: cuatro días de conversación», p. 1. 23 Río Negro (01/11/1965). «Los últimos minutos del doctor Frei en Mendoza», p. 7 24 Río Negro (02/11/1965). «El doctor Illia retribuirá la visita de Frei», p. 1 y 9. 25 Río Negro (02/11/1965). «Comentario de la prensa de Chile sobre la entrevista IlliaFrei», p. 11.

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«Serio incidente fronterizo con Chile». El conflicto de Laguna del Desierto tensiona un campo discursivo dominado por las posturas integracionistas Durante las semanas previas a la entrevista de Mendoza, de uno y otro lado de la cordillera se había gestado un clima de tensión por presión de los sectores nacionalistas referida a las cuestiones fronterizas pendientes. En ambos países gran parte de los medios de prensa se plegaron a una fuerte campaña, desatada tras las declaración del canciller chileno en torno a los derechos sobre Laguna del Desierto y la agresión producida en la zona entre carabineros y gendarmes (Cisneros y Escudé, 2000; Valenzuela Lafourcade, 1999). En reuniones mantenidas por el canciller Zavala Ortiz con representantes de las Fuerzas Armadas argentinas, estos habrían pedido una postura «enérgica» con Chile sobre las cuestiones limítrofes. Por su parte, diarios argentinos como La Razón sostenían que carabineros chilenos habían corrido el hito fronterizo que delimitaba el territorio de Laguna del Desierto (Valenzuela Lafourcade, 1999). El documento final de la entrevista entre Eduardo Frei y Arturo Illia publicado por Río Negro solo había hecho una breve referencia general a las cuestiones limítrofes; sin embargo, pocos días después del encuentro de Mendoza se desató un serio conflicto diplomático tras la detención de un poblador argentino por parte de integrantes del cuerpo de carabineros. Este hecho ocurrido en la zona denominada Laguna del Desierto y el posterior enfrentamiento entre gendarmes y carabineros, que arrojó como saldo la muerte de un oficial chileno, desató una escalada que tensionó la opinión pública a uno y otro lado de la cordillera. Esta difícil situación logró resolverse diplomáticamente tras los acuerdos alcanzados el 5 de diciembre de 1965, que se cristalizaron pocos días después en la reunión de los ministros de defensa en la ciudad chilena de Balmaceda. Solo tres días después de los encomiables artículos publicados sobre la visita de Eduardo Frei a Mendoza, aparecieron en Río Negro las primeras noticias sobre el «serio incidente fronterizo», teniendo como fuente privilegiada al diario santacruceño La Opinión. Esta primera versión sobre el hecho establecía que «el avance de fuerzas de carabineros chilenos en territorio argentino» había determinado «el movimiento de tropas de la gendarmería nacional». Antes de «replegarse», los carabineros «capturaron a un morador por unas horas […] plantando banderas chilenas Del «destino común» a... | 139

en el sector argentino».26 La noticia al ganar en detalle imprimió mayor dramatismo a la escena: los captores devinieron en «hombres vestidos de civil» y la víctima en un «joven de dieciocho años» detenido por intentar «avisar» a Gendarmería. Esta primera narración se cristalizó como la única versión argentina sobre lo acontecido en Laguna del Desierto, y los cuestionamientos a este relato solo provinieron de enunciadores trasandinos. Las opciones léxicas como «avance de fuerzas» y «repliegue», referían a la terminología castrense e inscribían el enunciado en una escenografía27 beligerante. Este esquema interpretativo establecía que los carabineros «avanzaban» sobre «territorio argentino», construyéndolos así como «invasores» que «violaban» la soberanía, entendida en su vertiente territorial, la cual había quedado a resguardo por la «oportuna intervención» de la Gendarmería Nacional. En los días subsiguientes adquirieron una progresiva visibilidad los enunciados glorificando a las Fuerzas Armadas en tanto «custodia de la patria». En la escena informativa construida por Río Negro, el canciller Zavala Ortiz se constituyó en un enunciador moderado, afirmando que se habían adoptado «las medidas correspondientes en el orden diplomático y de seguridad».28 Este fue el tono que prevaleció en las intervenciones de los funcionarios gubernamentales, presentando una cancillería argentina en busca de restar trascendencia al conflicto, en un escenario que parecía encaminarse hacia la total normalización. Sin embargo, el 6 de noviembre el diario rionegrino publicó en su primera plana que según «fuentes autorizadas» los carabineros chilenos aún continuaban «en territorio argentino» mientras que las «fuerzas militares argentinas» mantenían «las posiciones tomadas en los últimos días».29 Se evidenciaba así una tensión que recorrió la cobertura periodística sobre el conflicto entre la escenografía diplomática, que instituía un enunciador mesurado y conciliador; y la beligerante, con enunciados que contenían expresiones propias de los partes de guerra. Las noticias referidas al 26 Río Negro (03/11/1965). «Serio incidente fronterizo con Chile», p. 1 y 6. 27 Maingueneau distingue tres tipos de escenas, una de ellas es la «escenografía, entendiendo por esto que la enunciación, en su devenir, se esfuerza por poner progresivamente en funcionamiento su propio dispositivo de habla. La escenografía legitima un enunciado que, a su vez, debe legitimarla y establecer que esa escenografía de donde provienen las palabras es justamente la escenografía requerida para enunciar de modo adecuado» (2004). 28 Río Negro (05/11/1965). «Hay tranquilidad en la zona fronteriza con Chile, sin que se operen nuevos incidentes», p. 7. 29 Río Negro (06/11/1965). «Es muy delicada la situación en la Laguna del Desierto», p. 1.

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incidente se desplegaron en estas dos escenografías, una constituida a través de los intercambios diplomáticos y los pronunciamientos gubernamentales, y la otra por las fuentes militares que daban cuenta de lo que acontecía en la zona, devenida en campo de operaciones. En la primera plana del 8 de noviembre, Río Negro publicó la noticia sobre «un choque armado» en el que «perdió la vida un oficial chileno».30 El día anterior, ambos gobiernos habían manifestado que arribaban a un acuerdo y que el pleito fronterizo se encontraba superado.31 Enmarcando el hecho en estos acuerdos, Gendarmería Nacional justificaba su intervención argumentando que el avance se había producido al cumplirse las cuarenta y ocho horas «solicitadas por el gobierno chileno».32 Esta versión, publicada en Río Negro, pretendía evidenciar la predisposición del gobierno argentino para lograr una resolución pacífica, la cual había sido abortada por la «agresión» de carabineros, entre los que se encontraban «oficiales de alta graduación». La voz oficial del Ejército argentino responsabilizaba a los carabineros chilenos de «iniciar la agresión, de palabra y de hecho […] al abrir fuego contra el personal de Gendarmería nacional». Apelaba a la historia en busca de antecedentes que justificaran estas acciones estableciendo que desde 1957 se registraban «esporádicos reconocimientos aéreos y patrullajes de carabineros chilenos» y que «el total de carabineros invasores, sería de nueve hombres comandados por oficiales de alta graduación».33 A diferencia de las noticias sobre la invasión, en la que predominaron cláusulas cuya conjugación verbal requerían del establecimiento de agencias reconocibles como «los carabineros chilenos», para la cobertura del incidente del 8 de noviembre los medios argentinos optaron por ocultar las agencias atribuyendo las responsabilidades a «un choque armado», llegando incluso a responsabilizar al propio carabinero, al que no le «arrebataron» la vida sino que «la perdió». En el marco del conflicto de Laguna del Desierto la «prensa chilena» fue emergiendo de las páginas de Río Negro como un colectivo homogéneo, caracterizado por «el tono de violencia»34 prevaleciente en la cobertura informativa sobre el incidente. El discurso de los diarios 30 Río Negro (08/11/1965). «En un encuentro armado entre carabineros y gendarmes resultó muerto un oficial chileno», p. 1. 31 Río Negro (09/11/1965). «Compromiso formal», p. 7. 32 Río Negro (08/11/1965). «En un encuentro armado entre carabineros y gendarmes resultó muerto un oficial chileno», p. 1. 33 Río Negro (09/11/1965). «Relato del choque armado», p. 7 34 Río Negro (09/11/1965). «Hay tono de violencia en rotativos chilenos», p. 11.

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trasandinos, recontextualizado en las páginas del diario rionegrino, responsabilizaba a la Gendarmería argentina de la «sorpresiva»35 agresión violatoria de los acuerdos alcanzados por ambos gobiernos. El diario El Mercurio titulaba «Nueva provocación de Gendarmería argentina…»; mientras que El Siglo y Clarín denunciaban a los «gorilas»36 por el asesinato del mayor carabinero. Por su parte Diario Ilustrado afirmaba que existían «preparativos bélicos ordenados en Buenos Aires» y que Chile no estaba «dispuesto a soportar más agresiones».37 En el polifónico discurso de Río Negro los diarios chilenos emergían denunciando la agresión y sindicando la autoría de la Gendarmería, y en forma más difusa, pero precisa a la vez, al sector gorila, exonerando al gobierno de Arturo Illia de cualquier responsabilidad sobre lo acontecido. El diario Río Negro también presentó como homogénea la reacción de los políticos chilenos, mientras el parlamento trasandino expresaba «su más enérgico repudio por la acción de la gendarmería»,38 el gobierno elevaba una nota de protesta formal a su par argentino. Las noticias publicadas en el marco de la visita de Robert Kennedy a Chile referían que el canciller Gabriel Valdés y el embajador Radomiro Tomic, se habían mostrado «desconcertados» por la venta de armamento norteamericano a la Argentina «en momento de un conflicto fronterizo».39 Los enunciados situados allende la cordillera expresaban el recelo que despertaba en la opinión pública chilena el rol de las Fuerzas Armadas argentinas en tanto actor de la vida política de este país. Las noticias publicadas en Río Negro también daban cuenta de un creciente clima de tensión a uno y otro lado de la cordillera. En Chile a través de «Manifestaciones anti-argentinas»40 impulsadas por la organización Patria y Soberanía, las cuales disminuyeron por los «llamados a la serenidad» del gobierno de Eduardo Frei. En la Argentina grupos de «desconocidos» habían quemado banderas chilenas, repartiendo panfletos con la leyenda «Guerra a Chile». En esta escena informativa los 35 Río Negro (09/11/1965). «Laguna del Desierto: suspendiose el avance de las tropas de Gendarmería», p. 7. 36 Río Negro (09/11/1965). «Hay tono de violencia en rotativos chilenos», p. 11. 37 Río Negro (10/11/1965). «Comentarios de la prensa chilena», p. 14. 38 Río Negro (14/11/1965). «Inquietud en 'Laguna del Desierto'», p. 1. 39 Río Negro (15/11/1965). «Frei conversó con Robert Kennedy», p.  1; Río Negro (18/11/1965). «La ayuda militar a nuestro país y Chile es motivo de una declaración de funcionarios norteamericanos», p. 13. 40 Río Negro (12/11/1965). «Manifestaciones anti-argentinas», p. 9.

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gobiernos emergieron como actores conciliadores en busca de aplacar un clima tensado por acción de grupos nacionalistas exaltados. El diario publicó un comunicado del ministro de defensa argentino haciéndose eco de la versión castrense que responsabilizaba del incidente a la «agresión de palabra y hecho»41 de los carabineros chilenos. También informaba que «altos jefes del Ejército» se habían trasladado a la zona impartiendo «instrucciones para redoblar la vigilancia».42 En Río Negro, el Congreso argentino se constituyó en lugar de enunciación en el que predominaron discursos laudatorios del accionar de la Gendarmería, condenando a la vez las intromisiones «extranjeras» en el territorio. El vicepresidente de la Cámara de Diputados, Rodolfo Tercera de Franco, ratificó «vehementemente su plena solidaridad» con la Gendarmería por su «defensa de la soberanía argentina». Por su parte, el bloque justicialista condenaba «el agravio» que había significado «la invasión de nuestro territorio por fuerzas armadas extranjeras», denunciando «la pasividad del gobierno» del presidente Arturo Illia. El bloque felicitaba a los hombres «que custodian nuestras fronteras» por la pronta respuesta a «la provocación extranjera».43 El diputado demócrata cristiano, Enrique De Vida, se constituyó en una voz disonante en este escenario afirmando que desde tiempo atrás eran «visibles los intentos para impedir entre Argentina y Chile la conjunción de esfuerzos y objetivos que sería la piedra angular del proceso de integración latinoamericana».44 Este discurso, que en parte se articulaba con el de los medios trasandinos que denunciaban el gorilismo detrás de los incidentes,45 volvía a inscribirse en la matriz integracionista que había hegemonizado la temática binacional poco tiempo atrás. En una línea similar se ubicaba una nota de opinión publicada por Río Negro que afirmaba: «diez minutos de combate entre fuerzas de seguridad fronterizas […] bastaron para derribar el acuerdo laboriosamente logrado por los diplomáticos».46 41 Río Negro (09/11/1965). «Comunicado de la cancillería», p. 11. 42 Río Negro (19/11/1965). «Altos jefes militares viajaron a la frontera», p. 13. 43 Río Negro (10/11/1965). «En el Congreso», p. 13. 44 Igual nota anterior. 45 Manuel Valenzuela Lafourcade afirma que en las cancillerías de ambos países circulaba una versión que atribuía la responsabilidad del incidente a la acción de un grupo «extraordinariamente heterogéneo compuesto por comunistas, peronistas y otros muy estrechamente vinculados con el Pentágono» (1999, p. 85). 46 Río Negro (14/11/1965). «Diversos círculos comentan los incidentes fronterizos con Chile», p. 7.

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No solo la Cámara de Diputados47 constituyó un espacio en el que predominaron pronunciamientos en favor de las Fuerzas Armadas: la cgt, voz institucionalizada del movimiento obrero argentino, también manifestó su solidaridad48 con la Gendarmería y su accionar. Por su parte, el general Osiris Villegas, comandante del v Cuerpo, atribuyó el incidente a la «tradicional política limítrofe de Chile», contraponiéndola a la actitud de la Argentina, siempre dispuesta «a resolver sus problemas en el terreno diplomático»,49 mientras «medios militares» manifestaban su «preocupación» por una «supuesta concentración de efectivos militares chilenos»50 cerca de la frontera. En la superficie redaccional de Río Negro emergieron enunciadores castrenses, sindicales y legislativos que articularon un discurso nacionalista territorial que instituía un Chile «al acecho», solo contenido por la «heroica» intervención de la Gendarmería Nacional. El 11 de noviembre publicaba Río Negro que «Barcos de guerra navegan hacia el sur»51, vinculando directamente el incidente con el movimiento naval, a la vez que informaba que el general Julio Alsogaray, director de Gendarmería Nacional, se encontraba recorriendo la zona. Por su parte informaba que «analistas militares»52 habían concluido que el presidente chileno desconocía la presencia de carabineros y que su gobierno había incumplido los términos acordados en la entrevista de Mendoza. Consultado por los acuerdos entre ypf y la petrolera chilena, el ministro Facundo Suárez sostuvo que la Argentina había sido agraviada y que «los procesos de dignidad nacional, por más que cuesten, hay que defenderlos».53 Uno de los pocos discursos que instituyeron a la Norpatagonia como espacio de enunciación fue el del rector de la Universidad del Comahue, Enrique Oliva, en el marco de una «concentración cívica»54 organizada 47 Río Negro (13/11/1965). «Apoyo a la actuación de las ffaa y de la Gendarmería», p. 9. 48 Río Negro (13/11/1965). «cgt: Solidaridad con las Fuerzas Armadas», p. 9. 49 Río Negro (14/11/1965). «Osiris Villegas: Laguna del Desierto está en territorio argentino», p. 7. 50 Río Negro, (13/11/1965). «Preocupación», p. 9; Río Negro (14/11/1965). «Inquietud en la frontera», p. 1; Río Negro (16/11/165). «Gendarmería: fueron reforzados puestos del Norte en el límite con Chile», p. 7. 51 Río Negro (11/11/1965). «Barcos de guerra navegan hacia el sur», p. 1. 52 Río Negro (11/11/1965). «Sobre incidente fronterizo hubo reuniones en Buenos Aires», p. 6. 53 Río Negro (12/11/1965). «Facundo Suárez se refirió a los sucesos fronterizos», p. 6. 54 Río Negro (13/11/1965). «Realizose en Neuquén una concentración cívica vinculada con los incidentes en la frontera», p. 1.

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por la «Asociación Cultural Sanmartiniana». El discurso resaltaba el «espíritu americanista» que había guiado la empresa sanmartiniana, en la que pesó más «la fe en América que la pasión desbordada de un localismo que, a la postre, es siempre apátrida». También destacaba el legado «continental de paz, de unión, de fraterna comunión en el altar que ya supimos levantar con el Cristo Redentor de Los Andes». A pesar de la fuerte impronta americanista de su intervención, hacia el final sostenía que «no han de ser vecinos auténticos quienes traten de arrastrarnos por la provocación», ratificando luego «nuestra decisión de llegar hasta el último sacrificio en defensa de la soberanía nacional».55 En el marco de esta tensión entre pretorización e integracionismo que recorría la superficie redaccional del diario, Río Negro definió taxativamente su posición en el espacio editorial sosteniendo que con «sorpresa y desasosiego»56 los habitantes de las «repúblicas hermanas» habían recibido la noticia sobre el «insólito» y «sangriento […] accidente desatado por el celo patriótico de los protagonistas que marginaron los controles de las jerarquías, para ensombrecer con nubarrones de duda el brillo del fraternal abrazo con que se despidieron los presidentes Illia y Frei». El diario responsabilizaba del incidente a los integrantes de las patrullas, sin distinguir nacionalidad, que embriagados de «celo patriótico» accionaron desconociendo la cadena de mandos. El hecho quedaba así acotado a una acción grupal, con consecuencias institucionales pero sin intervención de estas. El diario apelaba a los «seculares lazos de amistad fundados en la comunidad de origen» y a los «acuerdos sobre integración latinoamericana para impulsar el desarrollo económico y social de los países de este continente» reforzando la idea de la unidad como imperativo histórico. Cerraba su editorial haciendo un llamamiento a cauterizar la herida «con la noble terapéutica de una fraternidad», afirmando que sería una «incongruencia […] un desentendimiento originado por la posesión de pequeñas áreas, cuya jurisdicción definitiva ya ha sido sometida al veredicto de organismos técnicos comunes». Sin concesiones hacia el discurso nacionalista territorial, el diario afirmaba que el incidente no debía empañar una historia de fraternales relaciones. Para Río Negro, el destino de la Argentina no se jugaba en la disputa por «pequeñas áreas» sino en la profundización de los procesos de integración, entendidos como imperativo histórico. 55 Río Negro (14/11/1965). «Sobre el problema chileno pronunció un discurso el Dr. Enrique Oliva», p. 9. 56 Río Negro (11/11/1965). «El incidente fronterizo», p. 2.

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Hacia la segunda mitad del mes de septiembre las noticias publicadas en Río Negro evidenciaban una marcada contraposición entre los enunciadores diplomáticos y los castrenses. Por un lado las noticias daban cuenta que a nivel diplomático los «rostros optimistas» revelaban «cierta satisfacción»,57 permitiendo aventurar a los periodistas que el pleito estaba pronto a resolverse. En este marco, el representante argentino ante Naciones Unidas expresó su agradecimiento «sin excepción»58 a los Estados latinoamericanos por la demostración de «honda fraternidad continental» en apoyo por la causa Malvinas. Sin embargo, un comunicado de la «décimo tercera agrupación 'Río Negro'» de Gendarmería Nacional, con asiento en San Carlos de Bariloche, denunciaba la existencia de una «campaña psicológica» impulsada por la prensa chilena tendiente a «distorsionar los hechos» ocurridos en Laguna del Desierto. Este tercer enunciador regional que aparecía en el diario, junto con el rector del Comahue y el propio Río Negro, defendía las acciones de la Gendarmería a la vez que culpabilizaba a los carabineros por la «agresión de hecho y de palabra», constituida ya en una fórmula que se reiteraba hasta el hartazgo, y a Chile por las «frecuentes incursiones»59 en territorio argentino. Noticias provenientes de la provincia de Salta recurrían al potencial para sostener que «habrían incursionado en territorio argentino un general y un coronel chileno», agregando luego que el jefe de la Gendarmería salteña «comprobó movimiento de tropas chilenas en la proximidad de la frontera en fecha reciente».60 El discurso diplomático y el castrense plasmaban en las mismas páginas del diario imágenes contradictorias sobre Chile, mientras que el primero hacía referencia a la negociación y la confraternidad, el segundo presentaba un escenario signado por el engaño y la amenaza. En el escenario informativo sobre la cumbre de Río de Janeiro, la integración pareció prevalecer nuevamente en la agenda binacional. En este marco, sostenía el canciller Zavala Ortiz que el conflicto estaba «superado como incidente y como diferendo»61 y que la resolución debía canalizarse a través del funcionamiento de la Comisión Mixta de 57 Río Negro (19/11/1965). «Rostros optimistas en torno al pleito argentino-chileno», p. 7. 58 Río Negro (19/11/1965). «Del Sola agradeció ante las Naciones Unidas el apoyo prestado por el caso de las Islas Malvinas», p. 1. 59 Río Negro (19/11/1965). «Sobre el incidente fronterizo dio un comunicado la Gendarmería local», p. 6. 60 Río Negro (20/11/165). «Versión sobre una incursión chilena», p. 1. 61 Río Negro (21/11/1965). «Zavala Ortiz: Argentina no trajo a Río ningún tema que la obsesione», p. 1.

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Límites, como lo habían propuesto ambos presidentes en la entrevista celebrada en Mendoza. Las notas señalaban que Brasil, Argentina y Chile habían presentado sendos proyectos de integración, siendo el chileno el «más detallado y ambicioso […] tratado interamericano de Solidaridad Económica».62 Las palabras de Zavala Ortiz afirmando que en esta época «el nacionalismo aislado sería un fracaso» y que «el nacionalismo integrado» constituía «la solución a nuestro alcance»63 volvía a situar las relaciones binacionales en el mismo horizonte discursivo que había prevalecido en los análisis sobre la entrevista de Mendoza. La proliferación de noticias sobre reuniones del presidente Illia con sus ministros y entre los cancilleres de ambos países generaba la sensación de que las condiciones para la resolución negociada del incidente estaban cerca. Ante la pregunta de los periodistas al canciller argentino sobre las exigencias chilenas de retirar la gendarmería, este respondió que «entre nosotros no existen exigencias».64 El 4 de diciembre las noticias sobre «un avión chileno sobrevoló al crucero La Argentina» en el canal del Beagle daban cuenta de que la situación había vuelto a «agravarse». Podía leerse en el diario que existía un «evidente malestar en las Fuerzas Armadas»65 y que no se descartaba la renuncia del Dr. Zavala Ortiz. Nuevamente parecieron exaltarse los ánimos, las noticias advertían que después de la «provocación chilena» que causó «malestar» en las «altas esferas castrenses» se movilizaron tropas hacia la frontera. También deslizaba la hipótesis de que de no haber dado la orden de avanzar se hubiera corrido el «riesgo de que esas tropas lo adoptaran por propia determinación».66 La nota daba cuenta sobre el malestar del gobierno argentino por la «actitud asumida […] por el gobierno chileno de exigir el retiro de las tropas argentinas como condición previa para la integración de la Comisión Mixta demarcadora». En ciertas notas se llegaron a presentar las especulaciones de «algunos círculos» sobre el desenlace de un «supuesto enfrentamiento entre los dos países».67 Finalmente el 6 de diciembre Río Negro publicó que el canciller Zavala Ortiz y el embajador Videla Lira firmarían una declaración conjunta 62 Río Negro (22/11/1965). «Argentina, Chile y Brasil presentaron respectivamente proyectos en la conferencia de cancilleres», p. 1. 63 Río Negro (24/11/1965). «La posición argentina fue expuesta en Río de Janeiro por el Dr. Zavala Ortiz», p. 1. 64 Río Negro (03/12/1965). «Se estudia la nota chilena», p. 1. 65 Río Negro (04/12/1965). «Grave situación en Laguna del Desierto», p. 1. 66 Igual nota anterior. 67 Río Negro (05/12/1965). «Consideró el gobierno chileno últimos acontecimientos», p. 6.

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para establecer la fecha de inicio de las actividades de la comisión fronteriza, solicitando la cooperación de carabineros y gendarmes.68 Las noticias establecían que las reuniones se habían desarrollaron en un clima de «nerviosismo» ante la información sobre «presuntos desplazamientos de efectivos hacia la zona»,69 destacando que la reunión se había extendido desde las dos hasta las cinco de la madrugada. Estableciendo como escena de enunciación «una reunión castrense», el diario afirmaba que al conocerse la noticia del acuerdo «cundió el optimismo y la alegría» ya que «nadie ha de querer entredichos ingratos con quienes son hermanos en origen y la historia, además de vecinos cordiales».70 Por su parte el presidente Illia sostenía que el diferendo se resolvería «como es el deseo íntimo de los pueblos y gobierno de ambos países». Agregaba también que los planes de integración habían sido afirmados de la manera «más clara y definitiva» en la Conferencia de Río de Janeiro, como «voluntad irrenunciable de todos los gobiernos del hemisferio que […] interpretan los sentimientos de sus respectivos pueblos».71 Con las reuniones en Balmaceda entre los ministros de defensa de ambos países se puso en funcionamiento la comisión mixta destinada a resolver, en palabras del ministro Leopoldo Suarez, «ese problema técnico de marcar entre el hito 62 y el Fitz Roy».72 Las noticias publicadas en Río Negro daban cuenta que tanto los gobiernos como la prensa habían mostrado su «satisfacción»73 por los resultados obtenidos en estas reuniones. El recorrido del diario Río Negro por la prensa trasandina brindaba un panorama variado pero con claro predominio de lecturas favorables sobre el camino emprendido hacia la resolución del conflicto abierto en Laguna del Desierto. El diario La Tercera de la Hora destacaba la «buena fe» y el «sentido civil en materia de política internacional» que «una vez más» había demostrado el presidente argentino. Asumiendo una actitud pedagógica con sus lectores, el diario trasandino explicaba que Arturo Illia no participaba de los «pequeños y reducidos círculos gorilistas» y que en todo momento supo demostrar «sus deseos más sinceros para 68 Río Negro (06/12/1965). «Argentina y Chile han llegado a un acuerdo sobre el límite fronterizo», p. 1; Río Negro (06/12/1965). «Laguna del Desierto: llegose a un acuerdo», p. 9. 69 Río Negro (06/12/1965). «Zavala Ortiz y Lira se reunieron hasta las 4:55», p. 13. 70 Río Negro (06/12/1965). «Optimismo en un reunión castrense», p. 9. 71 Río Negro (06/12/1965). «Illia “No hay, ni habrá renuncias”», p. 9. 72 Río Negro (11/12/1965). «Suárez se refirió a las conversaciones mantenidas con el ministro de defensa chileno, Dr. Carmona», p. 1. 73 Río Negro (12/12/1965). «Satisfacción en ambos gobiernos por los resultados obtenidos», p. 6.

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entenderse y sobretodo defender el ideal americanista». La Tercera cerraba su editorial afirmando que Chile confiaba en que el conflicto se resolvería, siempre y cuando «el amplio sector democrático de Argentina»74 acompañara las gestiones del presidente Illia. En el collage de la prensa transandina que se dibujaba en las páginas de Río Negro la posición editorial de El Mercurio se constituía en una voz disonante. El diario trasandino «exigía la intervención de las ff. aa. en las deliberaciones del gobierno de Chile en relación con su política exterior» afirmando que «había llegado la hora de responder a estas provocaciones con resoluciones realistas y viriles». La nota que recogía los dichos del diario conservador chileno también daba cuenta de que René Silva Espejo, director del diario, había sido miembro del partido «nacista» y que estuvo comprometido con el golpe de 1939. En la misma nota el ministro del interior chileno afirmaba que «se le aplicaría la ley de seguridad interior del Estado» a El Mercurio mientras que «parlamentarios de todos los sectores políticos»75 condenaron la posición asumida por este medio. El llamamiento a las Fuerzas Armadas y a una respuesta «viril» contra las «provocaciones» argentinas, quedaba así como un discurso aislado por la actitud asumida por el resto de la prensa y por la condena de todo el arco político chileno.

Reflexiones finales El encuentro entre los presidentes Eduardo Frei y Arturo Illia, celebrado en septiembre de 1965, y el conflicto desatado pocos días después a raíz del incidente de Laguna del Desierto, evidenciaron la complejidad y volatilidad de las posiciones asumidas en el campo del discurso público en torno a las relaciones binacionales. En este marco los discursos que habitaron la superficie redaccional del diario Río Negro revelaron la permanente tensión entre las lecturas en clave integracionista, planteada como imperativo histórico en el que se jugaba el destino de ambas naciones; y aquellas que construían un Chile expansionista, influencia de la matriz discursiva del nacionalismo territorial, visibilizadas en momentos en que los temas sobre cuestiones limítrofes adquirían mayor relevancia en la agenda mediática. La entrevista entre los presidentes Illia y Frei permitió el despliegue de un discurso que, apelando a los tópicos del pasado de gloria, la cercanía geográfica y el destino común, presentaba el proceso de integración 74 Río Negro (31/12/1965). «Elogian en Chile la actitud argentina de retirar gendarme de Laguna del Desierto», p. 13. 75 Río Negro (11/12/1965). «El Mercurio y el conflicto limítrofe con nuestro país», p. 13.

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como un imperativo histórico del que ninguna de las dos naciones podía ni debía escapar. Las noticias presentaban a los gobiernos como emisarios de la voluntad de unidad de sus pueblos. En esta matriz discursiva el americanismo, una suerte de fuerza espiritual que guiaba las acciones, se impregnaba de sentido articulándose con la integración económica, cultural y política, al igual que con el concepto de autodeterminación de los pueblos, que lo alejaba del americanismo planteado en el entramado semántico de los guardianes del anticomunismo. El incidente de Laguna del Desierto habilitó la irrupción de los discursos nacionalistas territoriales, ausentes en las páginas del diario durante los días en que el encuentro de Mendoza dominó la agenda informativa binacional. En la superficie redaccional de Río Negro emergieron enunciadores castrenses, sindicales y legislativos que articularon un discurso nacionalista territorial que instituía un Chile «al acecho», solo contenido por la «heroica» intervención de la Gendarmería Nacional. En este nuevo escenario los gobiernos de ambos países emergieron con un discurso conciliador tendiente a disipar el clima de tensión en busca de recuperar el camino de la integración, inspirado en el americanismo. En el discurso polifónico desplegado por Río Negro a lo largo de los dos momentos analizados, el diario sostuvo una línea editorial coherente, enfatizando la importancia de profundizar el proceso de integración, eje sobre el que debía estructurarse la agenda bilateral. Esta posición asumía la existencia de una unidad argentino-chilena que no solo se cimentaba en el mítico origen común identificado con las luchas independentistas, o en la extensa geografía compartida, sino también en la numerosa presencia de migrantes chilenos en la región. Esta apelación incorporaba una dimensión más concreta y cotidiana para los lectores del diario al destacar la función desempeñada por estos pacíficos trabajadores en el desarrollo de las principales actividades económicas de la región.

Comentario al texto Marcelo Borrelli conicet-Universidad de Buenos Aires, Argentina

El texto de Alfredo Azcoitia pone de relieve dos aspectos principales: la fuerza del nacionalismo territorialista en la relación argentino-chilena, 150 | Araucanía-Norpatagonia

pese a los intentos gubernamentales por abonar el terreno de la integración y, más específicamente en el orden de la historia de la prensa, el rol que pueden cumplir los periódicos en una coyuntura tan crítica. Sobre el primer aspecto, el conflicto suscitado en Laguna del Desierto puso al descubierto la acción de grupos y sectores sociales de cada país que se oponían a la versión integracionista, que había sido el espíritu de la reunión Illia-Frei en la ciudad de Mendoza. En el caso argentino, el actor militar aparece protagonizando esta deriva opositora en aras de la defensa nacional, no solo por este objetivo en sí mismo, sino evidentemente por razones de política interna en relación a desgastar aún más la figura presidencial de Illia. El episodio es una muestra a pequeña escala de la autonomía política de las Fuerzas Armadas –que se mantuvo durante gran parte del siglo xx– y de la presión que supieron ejercer sobre aquellos gobiernos civiles que en su óptica habían dejado de ser útiles para la Nación. Del análisis que realiza Azcoitia de este conflicto se desprende la idea que el espíritu integracionista al que apelaron los gobiernos se encontraba profundamente condicionado por la desconfianza que aún persistía entre ambos países. Sin embargo, debe resaltarse que el periódico Río Negro se caracterizó por tener una postura marcadamente moderada, privilegiando una mirada pragmática –más cercana a la racionalidad de la diplomacia oficial y alejada de la emotividad patriótica– bajo el imperativo de convivir en paz con el país vecino. Sobre el rol del diario en esta coyuntura, algunas cuestiones por apuntar. En principio, y en relación con la capacidad de influencia que tienen los periódicos sobre las decisiones de índole pública, ¿cómo habrá incidido en la población norpatagónica la posición moderada de Río Negro? ¿Su actitud emergía de lo que consideraba era la opinión de su público lector –o del ciudadano promedio de la región–, o se arrogó un rol docente en pos de que prevalecieran los intereses comunes de ambos países? Si bien son interrogantes que desde ya exceden a los objetivos planteados por el autor, su texto permite realizarlos y enfatiza el interesante ejercicio de pensar a los diarios en articulación con las comunidades de las que son parte activa. Por otra parte, pese a su posición editorial claramente integracionista y de informar sobre los discursos que se alineaban en ese rumbo, Río Negro dio espacio también en sus crónicas informativas a declaraciones bastante inflamadas de patriotismo que iban a contramano de su pensamiento editorial. Desde ya, los objetivos de un editorial y de Del «destino común» a... | 151

una crónica no son los mismos, pero no debe dejar de rescatarse esa decisión periodística de ofrecer un tratamiento noticioso polifónico; además, la explicitación del pensamiento del diario en su editorial no parece haber implicado una direccionalidad o parcialidad deliberada para informar sobre el conflicto, tratando de mostrar en todo caso el abanico de voces que intervenían. Asimismo, los titulares de las crónicas tendieron a incluir un tono mesurado y descriptivo sin apelar a sensaciones o a la emotividad patriótica. En otro orden, cabe subrayar la rica utilización que realiza Azcoitia sobre el concepto de escenografías para dar cuenta de las diversas escenas que pone en juego el periódico en su superficie redaccional, principalmente en este caso en torno a las voces diplomáticas y castrenses que entraron en una clara tensión. Por último, el texto permite preguntarse sobre líneas de investigación que analicen comparativamente las posiciones de la prensa nacional y de la prensa local/regional frente a este tipo de conflictos, donde los intereses afectados son heterogéneos y las miradas de los involucrados reproducen esa diversidad.

Réplica del autor Agradezco la lectura atenta de Marcelo Borrelli y sus agudos comentarios. En esta instancia de respuesta voy a detenerme en dos aspectos que considero los más relevantes para este capítulo. El primero refiere a la posición del diario rionegrino en relación con los medios metropolitanos. En comparación con los principales diarios nacionales se observa en Río Negro una mayor coherencia en su línea editorial en torno al tratamiento informativo de los dos momentos analizados. Durante la entrevista entre Arturo Illia y Eduardo Frei, la cobertura informativa del diario rionegrino no distó demasiado de la realizada por los principales medios capitalinos. Los diarios argentinos La Nación y Clarín destacaron en sus páginas el «espíritu americanista» que impulsó el encuentro resaltando la significación de «la integración económica de América Latina y la política de complementación entre la Argentina y Chile». En relación a las cuestiones fronterizas, el diario liberal conservador La Nación planteaba la perentoria resolución de las cuestiones limítrofes «por carecer de sentido […] ante las obligaciones comunes que el devenir de América». Sin embargo, las grandes diferencias entre estos medios se evidenciaron en el contexto del conflicto suscitado en Laguna del Desierto. 152 | Araucanía-Norpatagonia

A diferencia de Río Negro, el diario La Nación llamaba desde su espacio editorial a la defensa de la «soberanía» ante la «usurpación territorial», desde esta perspectiva la «integridad territorial» constituía el imperativo al que debían subsumirse los demás objetivos en política exterior. Por su parte Clarín planteaba la «soberanía» y el «honor» como valores amenazados en el contexto de este incidente. En la perspectiva adoptada por los medios capitalinos se perciben las huellas del nacionalismo territorialista obsesionado por reconstruir la Argentina mítica, heredera natural de las fronteras del Virreinato del Río de la Plata.76 Desde esta concepción, la ciudad de Buenos Aires se constituye en el centro que irradia argentinidad hacia el territorio, la cual va perdiendo fuerza a medida que se acerca a la cordillera. Esto explicaría la mayor sensibilidad de estos medios en torno a los conflictos limítrofes. El segundo aspecto, que se vincula estrechamente con el primero, refiere a los motivos por los que Río Negro adopta una «actitud moderada» frente al conflicto. Considero que aquí se entrecruzan una multiplicidad de motivos entre los se encuentran los estrechos vínculos que históricamente han existido entre Chile y la Norpatagonia; el apoyo del diario rionegrino a la gestión del presidente Arturo Illia, en un escenario en el que la presión castrense debilitaba su posición negociadora; y finalmente la incidencia de la población de origen chileno en la composición de la fuerza de trabajo de la región. La importancia de esto último debe leerse a la luz de la defensa esgrimida por el diario de la burguesía altovalletana, la cual tenía en los trabajadores chilenos un factor importante de su modelo de acumulación. Esto explica la conveniencia de estos sectores de no alimentar visiones xenófobas. Finalmente, quiero reiterar mi agradecimiento al comentarista cuyas observaciones no solo me permitieron enriquecer el presente artículo sino también abrieron interrogantes que espero responder en un futuro.

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Eje 2 Territorios, itinerarios y expresiones materiales Coordinadora Paula Gabriela Núñez

Capítulo 6

El registro arqueológico de la cuenca binacional del río Valdivia. La integración de su fuente, el lago Lácar, sector oriental cordillerano Alberto E. Pérez palc, Proyecto Arqueológico Lanin-Colloncura (Universidad Maimónides y Fundación Azara)

Resumen A partir de los recientes estudios interdisciplinarios arqueológicos, etnohistóricos, biogeográficos, ambientales y antracológicos, se ha generado un corpus de información que permite caracterizar a la cuenca binacional del río Valdivia como un área arqueológica de características singulares respecto al de las cuencas de los ríos Limay y Neuquén en la vertiente oriental cordillerana. Los actuales estudios interdisciplinarios en la República de Chile se limitan al sector oriental de la cuenca. Sin embargo, el registro arqueológico del lago Lácar y valle de Maipú, naciente e integrante de la cuenca hasta su desembocadura en el océano Pacífico, no han sido abordados como un área arqueológica integralmente, pese a la continuidad reflejada no solo en aspectos biogeográficos y ecológico-ambientales compartidos y/o complementarios, sino también culturales. Es por esto que integramos el resultado de nuestros estudios de la cuenca Lácar en la unidad de análisis que hemos denominado Sector Oriental Cordillerano del área arqueológica cuenca del río Valdivia.

Introducción1 La cuenca de un río puede definirse como el área de captación de las precipitaciones atmosféricas, que en forma de flujo superficial o subterráneo, escurren hacia él. Como unidad ambiental existe una estrecha relación entre el agua y los demás recursos naturales, sus habitantes y sus relaciones sociales (Cortes, 2010, p. 364). 1 Agradecimientos a Leonor Adán, Verónica Reyes Álvarez, Christian García y Rodrigo Mera por toda la bibliografía facilitada. A Martín Giesso, Fernando Bolgar, Luis Hermann, Ana Saavedra por sus importantes aportes en el campo y laboratorio.

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Desde una perspectiva biogeográfica, la cuenca Lácar forma parte de la denominada región Norpatagonia (Prates, 2008). Área que limita al norte con los ríos Barrancas y Colorado, al sur con el paralelo -42° latitud Sur, al este con el océano Atlántico y al oeste con la cordillera de los Andes. El sector pre y cordillerano ha sido caracterizado por Prates como unidad o microregión Occidental y Porción Media de los ríos Limay y Neuquén. Este sector ha sido trabajado más sistemáticamente y se han caracterizado largas secuencias multicomponentes en reparos rocosos que presentan ocupaciones humanas desde finales del Pleistoceno e inicios de Holoceno (entre ca. 11 000 y 9400 a. p.), hasta momentos posthispánicos (Prates, 2008, fig. 9, p. 44). Hasta hoy, los sitios arqueológicos de la Patagonia noroccidental argentina son integrados de acuerdo a su ubicación como pertenecientes a las dos cuencas hidrográficas principales que dividen el territorio neuquino en un segmento norte correspondiente a la cuenca del río Neuquén y sus afluentes, y un segmento sur correspondiente a la cuenca del río Limay y afluentes. La cuenca del río Neuquén ocupa casi la totalidad del sector norte de la provincia de Neuquén (Cortes, 2010, p. 386). Estela Cúneo presenta una lista de dieciocho áreas arqueológicas y sitios aislados relevados sobre esta cuenca, que abarca los departamentos de Añelo, Chos Malal, Confluencia, Loncopué, Minas, Ñorquin, Picunches en Neuquén y General Roca en Río Negro. La mitad sur de la provincia del Neuquén está conformada en su totalidad por la cuenca del río Limay (Cortes, 2010, p. 390). Crivelli Montero compila y analiza en forma integrada aproximadamente quince áreas y sitios arqueológicos previamente caracterizados, integrándolos dentro de lo que denomina área cuenca del río Limay, y aclara que «por continuidad geográfica, incluye a la cuenca del lago Lácar, que pertenece a la vertiente pacífica» (2010, p. 263). La cuenca del río Limay se caracteriza por dos cursos de agua principales, el Limay y el Collón Curá, que tienen sus cabeceras en lagos de origen glaciar situados en una angosta faja montañosa y húmeda, cubierta por bosques de Nothofagus, y desde allí se extiende a la estepa semidesértica de tipo xerófila, donde las precipitaciones no alcanzan los 300 mm. La cuenca del río Limay integra los departamentos de Aluminé, Catan Lil, Collón Curá, Confluencia, Huilliches y Picún Leufú en Neuquén y El Cuy en Río Negro. En suma, la cuenca Lácar ha sido integrada arbitrariamente a la historia ambiental y cultural de la cuenca del río Limay en base al desconocimiento de su registro arqueológico. Sin embargo, los trabajos 158 | Araucanía-Norpatagonia

sistemáticos en la cuenca Lácar han sido integrados como parte de un espacio ecológico y culturalmente compartido en el pasado, el cual difiere del de otras cuencas limítrofes (Adán y otros, 2007; Lara y otros, 2012; Solari y otros, 2011). En adelante describiremos los antecedentes arqueológicos de la cuenca del río Valdivia en su vertiente occidental, para luego describir a la cuenca Lácar como su sector oriental cordillerano, un área arqueológica binacional con evidencia de una territorialidad centrada por la cuenca hidrográfica homónima y no limitada por accidentes geográficos como la cordillera de los Andes, especialmente durante momentos alfareros (Pérez y Reyes, 2009; Pérez, 2010a).

La cuenca binacional del río Valdivia como área arqueológica La cuenca binacional del río Valdivia se ubica entre los 39° 19′ y los 40° 03′ de latitud sur y los 73° 28′ y los 71° 42′ de longitud oeste. Abarca una superficie de 11 110 km2. Su fuente es el lago Lácar, en la provincia de Neuquén (Argentina) y le pertenecen las comunas chilenas de Loncoche y Villarrica en la ix Región y San José de la Mariquina, Lanco, Panguipulli, Máfil, Valdivia, Los Lagos, Corral, Paillaco y parte de Futrono, en la xiv Región de los Ríos (Solari y otros, 2012), y parte del departamento Lácar en la Argentina (fig. 1). La región de Valdivia es una cuenca interior de carácter tectónica (Adán y otros, 2007; Solari y otros, 2011). Se conforma como un plano depositacional extenso, relativamente bajo y afectado por una tectónica de hundimiento que ha sido cubierto por depósitos volcánicos en ambientes marinos, lacustres, fluvioglaciales, glaciales y aluviales, estos últimos correspondientes al período posglacial, donde han sido sometidos a procesos de hundimiento constante. En esta región se encuentra el río Valdivia cuya cuenca presenta una gran variabilidad altitudinal comenzando desde el nivel del mar hasta alcanzar los 2847 y 2422 metros, correspondientes a los volcanes Villarrica y Mocho-Choshuenco, respectivamente; y los 720 metros en el cerro Oncol en la cordillera de la Costa, hallándose dominada por el estrato altitudinal que va entre los 200 y 250 metros. En función de esta variabilidad altitudinal se reconocen tres sectores (Subiabre y Rojas, 1994): 1. En el oriente se inicia en la cordillera de los Andes, en su sector oriental conformando la cuenca del lago Lácar. Al pie de la El registro arqueológico de la cuenca... | 159

cordillera en ambos vertientes y especialmente su piedemonte se insertan una serie de lagos de origen glacial afectados directamente por procesos de volcanismo desde su formación. 2. El sector medio de la cuenca se ha denominado depresión occidental y se extiende desde los Ciruelos por el este y Puringue por el noroeste, hasta el sureste y suroeste por un descenso en altura que alcanza 38 metros en el río San José y 8 metros en la plaza de la ciudad de Valdivia, limitando definitivamente en la ribera norte del río Angachilla. 3. La zona costera presenta características propias que la diferencian de la cordillera de los Andes y comprende dos unidades geomorfológicas relacionadas, la cordillera de la Costa propiamente tal, compuesta por una serranía caracterizada por lomas suaves y mesetas propias de toda la región centro-sur y la franja continua de la costa que presenta bahías consideradas como rías, interrumpidas por roqueríos de difícil acceso a la altura de Valdivia y vegas hacia el sur, las que quedaron bajo el nivel del mar luego del terremoto de 1960. En la cuenca de Valdivia el relieve costero se ve interrumpido por el valle del río homónimo. La cuenca de Valdivia se ubica en la zona denominada oceánica o lluviosa (Castri y Di Hajek, 1976). En esta zona los doce meses del año son húmedos, en promedio precipitan 3000 mm anuales, aunque en época estival las precipitaciones disminuyen. Estas condiciones climáticas de temperatura y humedad tienen influencia directa en las características de la vegetación, generando el denominado Bosque Valdiviano, el cual se extiende al sector oriental cordillerano de la cuenca Lácar. Las abundantes precipitaciones originan comunidades boscosas de cobertura muy densa siempreverdes y en múltiples estratos, con ejemplares de gran tamaño, una alta biodiversidad y endemismos (Armesto y otros, 1996; Luebert y Pliscoff, 2005). Las sociedades que han habitado a lo largo de la historia esta cuenca han sido testigos de eventos geológicos y climáticos extremos como erupciones, sismos, tsunamis, aluviones, inundaciones y sequías, cuyo impacto en la sociedad local haya dejado huellas que las generaciones conservan en su memoria y encarnan en sus prácticas (Aceituno y otros, 2009). Las dos formaciones forestales dominantes en la cuenca valdiviana corresponden a bosques secundarios, principalmente de roble (Nothofagus obliqua), raulí (Nothofagus alpina), coigüe (Nothofagus dombeyi) y tepa (Laureliopsis philippiana). Otras especies con amplia distribución son 160 | Araucanía-Norpatagonia

ciprés de las guaitecas (Pilgerodendron uviferum) y ciprés de la cordillera (Austrocedrus chilensis). Hay que destacar la importancia de los bosques de araucaria (Araucaria araucana) ubicados al noreste de la región y alerce (Fitzroya cupressoides) al suroeste (Donoso, 2005). Fig. 1: Área de la cuenca hidrográfica binacional del río Valdivia. Ubicación de los sitios arqueológicos del sector oriental cordillerano (ver tabla 1 al final del capítulo)

Las características climáticas en la región sumadas a la acción erosiva de los glaciares tienen una fuerte influencia en las características hidrográficas de la cuenca. En este sentido, se localizan gran cantidad de ríos y lagos. Los ríos poseen poca pendiente y son regulados en su caudal por los diversos lagos que se encuentran en ella, lo que favorece su navegabilidad, que ha sido ampliamente documentada en el registro arqueológico del sector cordillerano occidental (Lira, 2007) como del oriental (Braicovich y Caracotche, 2008). Se destacan lagos como el Calafquén, Panguipulli y Riñihue.

La provincia de Neuquén y sus cuencas hidrográficas principales A manera de síntesis, podemos decir que la zonificación de carácter biogeográfico, al menos durante momentos alfareros, parece aglutinar ambientes y contextos arqueológicos diversos, pero continúa siendo abordada como un área de estudio dentro de arbitrarios límites geopolíticos El registro arqueológico de la cuenca... | 161

internacionales, donde el bosque (considerado solo en su sector oriental cordillerano) se presenta como un segmento territorial reducido (ver Barberena y otros, 2015, p. 2, fig. 1), el cual en su sector occidental se presenta como un territorio amplio y con cientos de novedosos sitios arqueológicos relevados en la última década (Adán y otros, 2007; Adán y Mera, 2011; Munita y otros, 2010). En cuanto al registro arqueológico del Neuquén, están plenamente vigentes las observaciones de Schobinger (1957) y luego Bórmida (1964) acerca de las variaciones espaciales en el registro arqueológico que podríamos resumir en la presencia de puntas de proyectil con diseños triangulares pequeños apedunculados, alfarería con bases formalizadas, cocción reductora (color gris) y decoración ungiculada y corrugada (aunque minoritaria), piedras horadadas o Katan-kura, tembetá hacia la cuenca del Neuquén. Mientras que en buena parte de la cuenca del río Limay, los diseños de las puntas de proyectil tienen mayormente pedúnculo, la alfarería presenta diseños globulosos, es decir sin bases formatizadas, su cocción es oxidante (color pardo) y presenta decoración incisa lineal, y donde se describe en el instrumental lítico un diseño singular denominado Instrumento Traful (ver Schobinger, 1957). Estas observaciones realizadas hace más de medio siglo se encuentran plenamente vigentes como interrogantes para abordar en el registro arqueológico (Prates, 2008; Pérez y otros, 2015). Recientes estudios físico-químicos sobre la distribución de obsidianas en la provincia del Neuquén confirman este patrón (Pérez y otros, 2015), donde el aprovisionamiento estaría reflejando aspectos de territorialidad en oposición a divergencia por barreras biogeográficas (Barberena y otros, 2011; Barberena, 2013), como señalan Borrero y Borrazo (2011) a partir de múltiples observaciones para el caso de circulación del grupo Cerro Huenul del norte de Neuquén hacia la margen mendocina del río Colorado. Estas características que observamos presentan continuidad en el sector occidental cordillerano, donde los investigadores chilenos también han postulado diferencias entre sectores norte y sur del Área Centro Sur de Chile a partir de accidentes geográficos como el corredor cordillerano Mahuidache-Lastarria, al norte del cual tendría mayor centralización el desarrollo del período Alfarero Tardío que inicia hacia el siglo xi de nuestra era por sus mejores cualidades ambientales para la agricultura al norte de este y la recolección al sur, que por constituir este una barrera biogeográfica. La movilidad entre una vertiente y otra de la cordillera está condicionada en algunas áreas por el carácter oblicuo de los valles trasversales de baja resistencia para la circulación, siendo 162 | Araucanía-Norpatagonia

más accesible la movilidad descendente/ascendente siguiendo la topografía de la cuenca hidrográfica valdiviana, por ejemplo. Por ende, esta cuenca binacional comparte muchas características con el registro de la región de Panguipulli, mientras que las diferencias que observamos hacia el norte del lago Huechulafquen se dan también en el sector oriental a partir de la costa norte del lago Villarica (García, 2010; Adán y otros, 2011; Navarro y otros, 2011; Pérez y otros, 2014). Tradicionalmente, la presencia de alfarería que se ha utilizado para identificar a los complejos alfareros Pitrén y El Vergel en el pasado en sitios al oriente de la cordillera, han sido vasijas modeladas y pintadas que son también escasas en los sitios habitacionales occidentales, mayormente presentes en contextos funerarios y/o locus de almacenamiento de recursos o caches (Pérez, 2010a, 2011). Por ejemplo, la presencia de alfarería temprana evidentemente diagnóstica (modelada, con pintura negativa negro sobre rojo e improntas negativas por reserva de hojas) y la tardía (bicroma rojo y negro sobre ante o blanca sobre rojo). Su presencia al oriente de la cordillera de los Andes ha sido postulada generalmente como producto de contactos, intercambios o interacción con poblaciones de la banda occidental de la cordillera (Hajduk y otros, 2004, 2008; Berón, 2013; Crivelli Montero y otros, 1993; Silveira, 1999), o sea entre grupos diferentes, ya sea de la misma adscripción étnica o no, pero que mantienen relaciones sociales mediatizadas por la cordillera. Solo escasamente se ha dejado abierto el discurso (Albornoz y Montero, 2008) para prácticas de movilidad no mediatizada por la cordillera, como un espacio territorial donde las personas circulan libremente en el pasado como un mismo espacio ecológico y culturalmente compartido (Pérez, 2010a y b; Pérez y Reyes, 2009; Pérez y otros, 2012; Pérez y Aguirre, 2013; Pérez y otros, 2014).

Contextos arqueológicos regionales Nuestra área de estudio incluye sitios emplazados en la cuenca del río Valdivia, sector oriental cordillerano (Pérez, 2013; Pérez y otros, 2014). A partir del relevamiento de 36 sitios arqueológicos, distinguimos entre pertenecientes a un período Alfarero Temprano y otros a un período Alfarero Tardío, incorporando así los modelos de investigadores trasandinos a partir de reconocer una continuidad entre el paisaje y la cultura material a lo largo de la cuenca hidrográfica del río Valdivia (Pérez, 2010a). Caracterizando al primer período por la presencia de alfarería desde el El registro arqueológico de la cuenca... | 163

siglo iii de nuestra era aproximadamente, tecnología lítica expeditiva e informal en instrumentos de mantenimiento y conservada en instrumentos extractivos, fauna típica del ámbito boscoso y lacustre, dieta centrada en la recolección vegetal, complementada con caza, pesca y horticultura de tala y roza. Similar a la descrita en sitios de la limítrofe banda occidental cordillerana, y postulada como expresión oriental cordillerana de la Tradición Arqueológica de los Bosques Templados (Adán y otros, 2004), conocida anteriormente como Complejo Pitrén por su patrón funerario (Aldunate, 1989) y como complejo alfarero (Dillehay, 1990), pero caracterizada recientemente en forma más general en base a su patrón de asentamiento, la organización de su tecnología y de su subsistencia como una estrategia adaptativa boscosa y lacustre (Adán y otros, 2010; Adán y otros, 2011; Navarro y otros, 2011). Esta sociedad con economía mixta y alfarería temprana habría estado compuesta por pequeños grupos familiares, que poseían un sistema de subsistencia cazador-recolector-pescador-horticultor y movilidad estacional de tipo residencial, emplazándose predominantemente en las riberas de lagos y ríos, y en zonas precordilleranas lacustres (Aldunate, 1989; Castro y Adán, 2001; Barrientos Romero, 2013). Cabe destacar que también para este complejo se ha planteado una contrapartida oriental que perdura como más conservativa que en la costa o la depresión central (Aldunate, 1989; Adán y Alvarado, 1999). El período Alfarero Tardío, también definido para el ámbito trasandino, presenta gran representación en la cuenca Lácar. Se postula su comienzo en el siglo xi, conviviendo en el ámbito cordillerano con expresiones tardías de la Tradición Arqueológica de los Bosques Templados hasta el siglo xv (Reyes, 2009; Navarro y otros, 2011; Pérez, 2011). A los rasgos previamente descritos, se incorpora un aumento en la escala de producción, incluyendo agricultura formal y planificada, asentamientos residenciales más permanentes y de mayor complejidad con base hacia el sector norte del corredor Mahuidanche-Lastarria en los valles centrales de Chile, y desde allí enclaves distribuidos desde la Costa Pacífica hasta el oeste de la cordillera de los Andes. Se caracteriza por la alfarería bícroma rojo sobre blanco, denominada El Vergel, la cual incluye el estilo Valdivia (Reyes, 2009; Adán y otros, 2010; Navarro y otros, 2011). Nos referimos al período poscontacto aquí, en ausencia de dataciones, a partir de la presencia de elementos como fauna exótica, cuentas de vidrio y alfarería con incrustaciones de loza hispana denominadas Pucopiense (Menghin, 1959-1960). 164 | Araucanía-Norpatagonia

Descripción del área de estudio La cuenca lacustre del lago Lácar pertenece a la Comarca Andino Patagónica, departamento Lácar, provincia de Neuquén, sector inferior de la cuenca hidrográfica del río Valdivia, desaguando en el océano Pacífico. El valle del Lácar, desde la cota 640 m s. n. m. hasta el sector de Loma Atravesada 860 m s. n. m., es un área por demás apta para el asentamiento humano. El valle central de la cuenca donde se desarrolló la lengua principal del glaciar está orientado en sentido oeste-este, ubicándose la morrena de frente en el extremo este del valle (Loma Atravesada), conformando la divisoria continental de aguas, cuyo punto más bajo se encuentra a cota 860 m s. n. m. El límite norte de la cuenca está definido por una cadena de cerros que la separa de la cuenca del lago Lolog (de vertiente atlántica), destacándose como elevaciones principales, de oeste a este, el cerro Mallo (1940 m s. n. m.), el Sábana (1787 m s. n. m.) y el Colorado (1778 m s. n. m.). Por el sur, los cerros Pirámide (1686 m s. n. m.), Oivlis (1885 m s. n. m.) y Tres Dientes (1829 m s. n. m.), forman parte de la otra serie de elevaciones que separan la cuenca Lácar de la del lago Hermoso, también de vertiente atlántica. Por el sudeste, el cordón del Chapelco, cuya orientación general es so-ne, cierra la cuenca, separándola de las altiplanicies que descienden hacia el se. En el cordón del Chapelco se encuentran las máximas alturas de la zona destacándose el cerro Nevado o Exploradores (2441 m s. n. m.), el cerro Azul (2437 m s. n. m.) y el cerro Chapelco (2394 m s. n. m.). Topográficamente, el valle de Maipú y la cubeta del lago Lácar es un típico valle en forma de U de origen glaciar, remodelado posteriormente por acción hídrica, de los innumerables afluentes que alimentan la cuenca: Chapelco Chico, de la Escuela, Maipú, del Molino, Chacay, Calbuco, Trahunco, Pocahullo, etcétera. Esta cuenca, de tipo exorreica, a diferencia de la gran mayoría de las cuencas lacustres que desaguan al Atlántico, lo hace hacia el Pacífico por intermedio de su único afluente: el río Hua Hum (Flint y Fidalgo, 1964; Fidalgo y Porro, 1978). La cuenca hídrica del sector argentino tiene aproximadamente unos 970 km2. San Martín de los Andes, tanto su casco histórico antiguamente denominado valle de Pocahullo como el Valle de la Vega Maipú, llamado antiguamente valle de Chapelco, se encuentran ubicados en el sector oriental de la cuenca, asentados en sucesivos escalones labrados por el glaciar, desde los 640 m s. n. m. hasta Loma Atravesada a 860 m s. n. m., formación El registro arqueológico de la cuenca... | 165

que marca el límite de avance de los glaciares que modelaron la región, siendo este sector la divisoria de aguas de todo el sistema (Flint y Fidalgo, 1964; Fidalgo y Porro, 1978). El elemento distintivo de la cuenca es su cuerpo receptor principal, el lago Lácar, cuya extensión superficial es de aproximadamente 50 km2, con una longitud de 28 km y un ancho promedio de algo menos de 2 km, siendo su máxima profundidad de 270 metros. Una estrecha angostura lo separa del lago Nonthué (4 km2), del cual nace el río Hua-Hum, el que a los 2 km de su naciente cruza el límite internacional de una cota aproximada de 630 m s. n. m. El camino que discurre por el valle de este río, sobre su margen derecha, se constituye en el paso de utilización normal más bajo de la cordillera. Existen en la cuenca tres cuerpos de agua secundarios: el lago Queñi (3 km2), el lago Escondido (3 km2) y la laguna Venados (menor de 1 km2). En el aspecto topográfico, la región es muy anfractuosa, con dorsales y valles profundos que descienden desde los cordones que limitan la cuenca hacia el cuerpo receptor principal. La parte más baja del valle está ampliamente modelada por la acción glaciaria, pudiendo visualizarse depósitos laterales (till) hasta la cota 1200 m s. n. m. En el área afloran rocas volcánicas y volcaniclásticas pertenecientes a la Formación Ventana o su equivalente, denominada Auca Pan (Rabassa y otros, 1990). En cuanto a las características climáticas, según la clasificación de Köppen, el clima del área es templado húmedo (Cbf), que se desarrolla entre los 40º y 60º de latitud sur y carece de estación seca propiamente dicha con un mínimo estival, existiendo variaciones sensibles hacia el interior del continente. Las temperaturas en verano varían entre los 20º C y 30º C durante el día para descender por la noche a valores comprendidos entre los 0º C y 5º C. En invierno las temperaturas se mantienen por encina de los 0º C durante el día llegando en algunas ocasiones a -20º C por la noche. La amplitud térmica es importante sobre todo en los meses del verano alcanzando los 30º C. Las precipitaciones son más copiosas (lluvia y nieve) en el oeste disminuyendo hacia el este, con registros medios para la zona próxima al límite internacional (Hua-Hum) de 2800 mm, en la ciudad de San Martín de los Andes 1400 mm, y en las cercanías de la confluencia del río Quilquihue con el río Chimehuin 700 mm (Ea. cerros Los Pinos), lo que determina un gradiente de precipitaciones de 50 mm/km aproximadamente, que en conjunto con el efecto orográfico y la exposición de las 166 | Araucanía-Norpatagonia

laderas dan como resultado las diferentes asociaciones vegetales que se tratarán más adelante. Los mayores volúmenes se registran en los meses de invierno (mayo-septiembre), donde se llegan a acumular casi el 70 % de las precipitaciones del año. El origen de las precipitaciones se asocia principalmente a tormentas provenientes del oeste, sin embargo en algunas oportunidades se producen lluvias por ascenso orográfico con viento del cuadrante este (Schroo y otros, 2006).

El período Alfarero de la cuenca del río Valdivia: un espacio ambiental y cultural compartido En el año 2007, Adán y colaboradores presentan un importante trabajo de compilación acerca de registros de investigaciones arqueológicas y etnohistóricas en la cuenca. Comienzan tempranamente dichas investigaciones, aunque son pocos los trabajos clásicos conocidos, como las descripciones de Latcham de 1928. Recién durante la década del sesenta comienza un trabajo de registro y caracterización del área a cargo de Menghin (1959-1960), seguido por van de Maele (1968), Gordon (19721973), Berdichewsky y Calvo (1972-1973), Navarro (1979), entre los más destacados (Adán y otros, 2007). Desde la década del ochenta los trabajos son retomados en forma discontinua en la región, hasta comenzar su estudio sistemático en la década del noventa a partir de los trabajos de Navarro y Pino (1995); Adán y Mera (1997, 2011); Adán y Reyes (2000); Adán y otros (2001, 2004, 2007, 2010, 2011); García (2005); Jackson y García (2005); Mera y Adán (2000); Mera y Becerra (2002); Mera y García (2004); Navarro (2001); Navarro y otros (2011); Quiroz (1997, 2001); Reyes y otros (2004); Reyes (2009); Velázquez y Adán (2002); Munita y otros (2010) y Barrientos Romero (2013), entre otros. Como resultado de estos trabajos se caracterizó al registro arqueológico regional en sus variantes ambientales de la siguiente manera: Sector cordillerano Los registros más antiguos corresponden a las ocupaciones más tempranas de sitios multicomponentes de los reparos rocosos denominados alero Loncoñanco 1 y alero Marifilo 1 en la costa norte de lago Calafquen en la localidad de Pucura, con dataciones a comienzos del Holoceno Temprano con continuidad en el Holoceno Medio, denominado por los arqueólogos chilenos períodos Arcaico Temprano y Medio respectivamente, para luego culminar este período arcaico con la presencia de alfarería El registro arqueológico de la cuenca... | 167

dando comienzo al período Alfarero en la región (Adán y otros, 2007). Las características del registro arqueológico durante el Holoceno Temprano se corresponden a las de una etapa de exploración del territorio y ocupaciones más intensas durante el Holoceno Medio y parte del Tardío (sensu Borrero 1989-1990), mostrando una importante continuidad en la forma de interacción con los recursos y aspectos de la tecnología, la cual denominan conservadurismo por su persistencia en términos generales aunque no estrictos, o sea contemplando ajustes adaptativos graduales (García, 2009), caracterizado por una gran interacción con el medio ambiente que habitan a partir de un modo de vida especializado para la explotación de los recursos del ámbito boscoso y lacustre (Adán y otros, 2007). Durante el período Alfarero, en la localidad de Calafquén se identificaron distintos tipos de sitios que muestran la mayor complejidad del sistema de asentamiento, los cuales incluyen sitios habitacionales a cielo abierto y bajo reparo rocoso y cementerios a lo largo de un lapso de 1300 años. El cementerio más antiguo registrado hasta la fecha corresponde a Los Chilcos (Adán y Reyes, 2000), datado en el siglo iv d. C., caracterizado como perteneciente al Complejo Pitrén, y ubicado en la ribera norte del lago Calafquén a 740 m s. n. m. Los investigadores agregan que, desde este momento, los espacios seleccionados como cementerios se corresponden paisajísticamente con dos topos referenciales, los lagos y los volcanes (Alvarado, 2000). Las áreas de sepultura fueron cavadas y rellenadas y el acompañamiento funerario incluiría unas 35 vasijas entre los sitios tipo (Pitrén y Los Chilcos, por ejemplo). Estos cementerios en el ámbito lacustre cordillerano parecen indicar la presencia de unidades familiares pequeñas, a diferencia de lo que ocurre en los valles centrales (Aldunate, 1989), donde parecería existir mayor densidad demográfica o agregación. Respecto a la dieta, se destaca la presencia de recursos vegetales en los sitios, por ejemplo el consumo de granos de Chenopodium sp. y de frutos. Los estudios cariodentales muestran la presencia de caries de tipo específico y desgaste y abrasión, indicativo de ingesta de carbohidratos de consistencia blanda y pegajosa (Adán y otros, 2007). La presencia de chipping es atribuida al consumo de moluscos de agua dulce como Diplodon y Chilina, muy abundantes entre las arqueofaunas de los sitios alero Marifilo 1 y alero Ñilfe 1 (Adán y Reyes, 2000). La Depresión Media Presenta menor cantidad de estudios sistemáticos y de registros para momentos precerámicos (Adán y otros, 2007). Se atribuye a factores de 168 | Araucanía-Norpatagonia

visibilidad y conservación del registro por antropización los escasos registros en la zona (Adán y otros, 2007; García, 2010). Se registraron ocupaciones como el caso del sitio Los Lagos a partir de cementerios descubiertos accidentalmente e intervenidos en forma de rescate en la segunda terraza fluvial del río Calle Calle (Mera y Adán, 2000), donde se recuperó un ajuar alfarero compuesto de piezas negativas negro sobre colorado y modelado, contexto datado en 915±110 d. C. mediante termoluminiscencia. El sitio Tres Cruces excavado por Van de Maele en la década del sesenta sobre la terraza inferior del río Tres Cruces, en proximidad a la ciudad de Valdivia, con presencia de más de veintiséis vasijas, buena parte de ellas monócromas datadas en 845±120 d. C., similares a conjuntos conocidos para la cuenca media del río Cautín. Finalmente, otros tipos de sitios se emplazan distanciados de los cursos principales de agua en cerros del cordón Mahuidanche-Lastarria, entre ellos Escuela Collico y Lahuán 1, con contextos cerámicos tempranos similares a los previamente descritos (Adán y Mera, 1997; Adán y otros, 2007). Los contextos alfareros tardíos en esta sección de la cuenca son escasos, pero contamos con las excavaciones de Gordón en 1975 del sitio Loncoche, donde se registra un ajuar compuesto de vasijas con decoración bicroma rojo sobre blanco del estilo Valdivia, entre otras piezas monocromas y con incrustaciones de loza, artefactos de cobre (aros) y restos humanos inhumados en forma directa, mediante fosa alargada con orientación noroeste. Ámbito costero de la cuenca del río Valdivia y sectores aledaños Esta sección de la cuenca presenta mayor desarrollo histórico de investigaciones arqueológicas. Cuanta con los trabajos clásicos de sitios como Chan-Chan, con importantes registros precerámicos (Navarro, 1995, 2001). Los trabajos de Navarro y colaboradores han demostrado que desde momentos pre-cerámicos datados entre 5000 y 5500 años a. p., la organización territorial incluía interacción entra la costa y otros ecosistemas cercanos como sectores de interior boscoso y cordillerano, explotando la fauna marina, boscosa e incorporando recursos alóctonos (Adán y otros, 2007). Se destaca además en la tecnología lítica las puntas foliáceas denominadas talcahuanenses del ámbito costero, presentando entre las regiones de la Araucanía y Los Ríos un morfotipo de puntas filiación denominadas chanchanenses (Menghin, 1959-1960; Navarro, 1995), hoy día vinculadas más a arpones para la pesca (Aldunate, 1989), practicada también con arpones de hueso dentados de pinnípedos. Los sitios costeros se El registro arqueológico de la cuenca... | 169

desarrollan en contextos de caza, recolección y pesca de recursos de ecosistemas marinos, incluyendo playas y bosques costeros (Menghin, 19591960; Seguel, 1969, 1970; Dillehay, 1990; Quiroz, 2001; Adán y otros, 2007). Varios sitios del período alfarero a cielo abierto han sido registrados entre Maiquillauque y Curiñanco, la mayoría corresponden al período Alfarero Tardío, que incluyen el asentamiento a cielo abierto Chan-Chan 1 sobre una terraza marina o playa de dunas, con dataciones de 1300 d. C. (Adán y otros, 2005; Adán y otros, 2007). En la localidad de Colún, mediante prospecciones superficiales, fueron relevados trece sitios arqueológicos que sugieren una ocupación importante de este sector de boscoso costero, incluyendo dos lagunas de interior próximas a la costa dentro del bosque, espacio definido como eficiente para la habitabilidad humana por su carácter ecotonal, emplazado además en la desembocadura de cursos fluviales sobre el mar (Adán y otros, 2007). Presenta una importante diversidad de recursos efectivamente explotados de cada ambiente y la presencia de alfarería que sugiere ocupaciones más discretas (a partir de conjuntos de dos sitios) del período Alfarero Temprano, y más intensas a partir del registro de más de diez sitios durante el período Alfarero Tardío pre y post-hispano (Adán y otros, 2007). A modo de síntesis, los investigadores trasandinos sugieren que las ocupaciones precerámicas, hasta el momento, se registran en el ámbito de las regiones de costa y cordillera como adaptaciones conspicuas a los distintos ecosistemas (Adán y otros, 2007, p. 15). En la región costera son incluidas como parte de una tradición que incluye a las puntas foliáceas, que implica la caza especializada complementada con recursos de recolección marina y boscosa (Menghin, 1959-1960; Bate, 1990; Navarro, 1995). Desde el Holoceno Medio comenzarían a observarse características que denotan territorialidad, como un manejo opcional de la vida costera, forjando a la vez un mapa cognitivo pescador-recolector, y tal vez, regulando sus circuitos no solo entre los Andes y la costa, sino entre puntos de la costa misma, es decir entre el Budi y Valdivia, como primera unidad territorial preliminar. (Navarro, 2001)

En la sección cordillerana, a partir de los estudios durante de la década del noventa en lago Calafquén y alrededores, se ha definido la presencia de una Tradición Arqueológica de Bosques Templados (Adán y otros, 2004), caracterizada por el registro recurrente de ocupaciones en reparos rocosos a través de una alta movilidad residencial, 170 | Araucanía-Norpatagonia

posiblemente de carácter estacional (García, 2005), una baja diversidad de instrumentos líticos y óseos, principalmente tecnologías expeditivas y multifuncionales y oportunistas en cuanto a la selectividad de materias primas (García, 2005; Jackson y García, 2005), la explotación de mamíferos solitarios, de pequeño y mediano tamaño y aves acuáticas posiblemente mediante trampeo, y la recolección de vegetales y moluscos de agua dulce, cuya continuidad entre los 10 000 y los 2 000 años a. p. es definida como estrategias conductuales especificas de estos ambientes (Adán y otros, 2007). Los autores también refieren que pese a las características singulares de estas dos grandes áreas o regiones, el patrón funerario es similar, por lo que existen pautas culturales compartidas (Adán y otros, 2007). Además, señalan que las diferencias entre el carácter más conservador de la costa respecto de la cordillera, por ejemplo la incorporación más temprana de tecnologías como la alfarería y la puntas pequeñas pedunculadas triangulares, si bien comunes al ámbito centro sur, tendrían incidencia en cambios en la dieta y ampliación del repertorio ritual además del tecnológico de estos grupos. Esto ocurre sin abandonar las prácticas que vienen desarrollando desde momentos precerámicos, como sus estrategias de caza y recolección conspicuas a lo largo de su territorio, incluso valorando en tiempos alfareros los asentamientos precerámicos, pero incorporando paulatinamente otros tipos de sitios, como cementerios y sitios habitacionales a cielo abierto, siempre manteniendo una densidad poblacional baja y prácticas de alta movilidad residencial que serían acordes al sistema económico de estas poblaciones (Adán y otros, 2007). Si bien en esta cuenca hidrográfica el bosque tiene un predominio fundamental en el ambiente desde el Holoceno Medio hasta mediados del siglo xix, parte del mismo fue intervenido intensamente por el hombre, contando con amplias superficies despejadas para las actividades agrícolas y el asentamiento humano antes de la llegada de los españoles (Camus y Solari, 2008; Lara y otros, 2012; Pérez y otros, 2013). Desde el siglo xvi comienza una recuperación de estos espacios despejados, principalmente debido al descenso demográfico y los cambios en las estrategias adaptativas promovidas por el contacto y la colonización española sobre los pueblos nativos, permitiendo el avance del bosque entre los siglos xvii y xviii (Camus y Solari, 2008; Solari y otros, 2011). La ocupación española desencadena una sucesión de alteraciones concurrentes, por ejemplo sosteniendo la explotación maderera en la costa, El registro arqueológico de la cuenca... | 171

y desarticulando el sistema agrícola de la depresión central en un contexto desfavorable ambientalmente, que revaloriza al sector cordillerano para la resistencia nativa. Esto ocurre en tiempos de períodos fríos y secos, climáticamente adversos para la productividad agrícola, pero que se contraponían con períodos de alta productividad de piñones de Araucaria araucana (Villar y Jiménez, 2010). Esta concurrencia de factores culturales y naturales pudo derivar en la revalorización de la caza, la pesca y la recolección de recursos vegetales como el piñón (Araucaria araucana) y el avellano (Gevuina avellana) del sector cordillerano de la cuenca, mientras poco a poco florece la ganadería como nueva estrategia que aprovecha en forma muy eficiente el ámbito cordillerano más abierto, especialmente articulado a su sector oriental (Solari y otros, 2011).

El sector oriental cordillerano, la cuenca Lácar Hasta el momento los sitios de la cuenca Lácar se caracterizan por sus ocupaciones cerámicas, principalmente debido a que la formación de suelo y extensión de un paisaje boscoso recién es generada a partir del Holoceno Tardío. Efectivamente las condiciones edáficas para la conformación de un suelo sobre una base del till volcánico-lacustre, apto para ser colonizado por el bosque de Nothofagus parece darse recién hace 3000 años (Broquen y otros, 2005). Sobre 36 sitios registrados (fig. 1), más de veinte corresponden a asentamientos del período Alfarero Temprano, donde observamos a lo largo de toda la cuenca campamentos discretos con alta movilidad residencial, principalmente sitios a cielo abierto en costas, playas y terrazas de lagos, arroyos y ríos. También sobre sectores elevados y planos con alta carga de insolación diaria y anual y buena visibilidad; principalmente sobre la ladera del cordón Chapelco. Se destaca la abundante presencia de alfarería monócroma, color pardo producto de cocción oxidante, principalmente jarros y ollas pequeñas a medianas, algunas muy versátiles y transportables, aunque limitadas en su capacidad de contención (Pérez, 2011). Presentan cuerpos globulares sin bases formalizadas, cuello cilíndrico, boca restringida en ocasiones reforzada, y asas verticales en cinta de sección circular y ovaladas con adelgazamiento longitudinal o lenticular, remachadas cuerpo a cuerpo y cuerpo cuello-borde, en ocasiones con apéndices al pastillaje (protúberos) y modelados anfibiomorfos abstractos, improntas negativas de hojas e incisiones lineales paralelas en intersección de cuerpo y cuello en forma directa o sobre bandas de 172 | Araucanía-Norpatagonia

engrosamiento aplicada al pastillaje (Pérez, 2010, 2011; Pérez y Reyes, 2009) (fig. 2, A y B). Los instrumentos líticos de mantenimiento son expeditivos y multifuncionales, mientras los extractivos son más elaborados y estandarizados, entre los que se destaca la gran abundancia de cabezales pedunculados pequeños de flecha para caza en sector abierto y los arpones líticos, pesos de línea y de red para la pesca en la embocadura de ríos e islas. También se encuentran en estos contextos pipas de piedra y cerámica simples y de gran elaboración y terminación. Si bien aún no hemos registrado vestigios orgánicos (que abordaremos mediante isótopos estables y micro residuos orgánicos e inorgánicos en otra etapa de trabajo) para estas ocupaciones en la cuenca Lácar, la explotación generalizada de la fauna de agua dulce y el interior boscoso, e incluso el ecotono de la vega Maipú y cordón Chapelco es inferido por el patrón de asentamiento y organización de la tecnología cerámica y lítica. La obsidiana inmediatamente disponible en las costas del lago Lácar fue la materia prima más utilizada, pero la movilidad fuera de la cuenca también se evidencia a partir de la presencia de campamentos de actividades específicas hacia las fuentes de obsidianas situadas en Quilanlahue, Lolog y Paylacura, cuyos instrumentos de estos grupos químicos han sido transportados a la cuenca Lácar (Pérez y otros, 2015). La diversidad del uso de los grupos químicos de obsidiana reflejaría esta alta movilidad residencial que incluiría otras áreas como las cuencas del lago Meliquina y Lolog (Pérez y otros, 2015), articulando de esta manera el período Alfarero Temprano en forma directa e indirecta a la cuenca Lácar con sitios cercanos emplazados sobre el área de la cuenca hidrográfica del río Limay. Al igual que en el resto de la cuenca del río Valdivia, ya desde este momento el sistema de asentamiento refleja el carácter navegante de las poblaciones del lago Lácar, principalmente por sus ocupaciones insulares y la explotación de grupos químicos de obsidianas de acceso lacustre (Pérez y otros, 2015). Las dataciones más antiguas que contamos para este momento corresponden a 880±90 años a. p., en el sitio habitacional a cielo abierto Newen Antug, en la ladera oeste del cordón Chapelco, con gran vista al lago Lácar. Por tratarse de un asentamiento residencial de lo que podemos caracterizar como un momento o etapa de colonización del espacio (sensu Borrero 1988-1990), consideramos que la exploración y colonización inicial fue más temprana, y su movilidad se ve reflejada en las contemporáneas ocupaciones de sitios bajo reparo rocoso de la localidad arqueológica Meliquina datados entre 900±60 años a. p. y 990±60 años a. p., donde se descartaron instrumentos del grupo químico Yuco a El registro arqueológico de la cuenca... | 173

20 km de su fuente, sobre sitios de la cuenca del río Limay (Pérez y otros, 2015), en contextos climáticos más inestables, con períodos cálidos multidécadas (Villalba, 1990, 1994), que habrían revalorizado al ámbito cordillerano lacustre y boscoso mediante un incremento de su productividad en general e incorporando en su territorialidad parte de la cuenca del río Limay (Pérez, 2010a; Pérez y Erra, 2011). Durante el período Alfarero Tardío, específicamente desde el año 1350 d. C. en nuestra área de estudio, el registro arqueológico muestra diferencias que podríamos caracterizar como ajustes adaptativos al cambio de un sistema de movilidad residencial a uno de tipo logístico (Binford, 1980). Se presenta menor cantidad de sitios, pero aumenta la cantidad y diversidad artefactual en cada locus, con funcionalidades más específicas. Estas van desde asentamientos habitacionales a cielo abierto en Quechuquina y Los Radales 1, vinculados a espacios aptos para prácticas agrícolas, y donde el último incluye alfarería bicroma, tricolor y esculturas de piedra (granito) antropomorfas abstractas de más de media tonelada, en contextos datados 480±60 años a. p. Los demás sitios presentan actividades específicas funerarias, como el cementerio Pocahullo en el valle en proximidad del arrollo Calbuco datados en 1350 d. C. (Novellino y otros, 2004). También en sectores elevados de la ladera occidental del cordón Chapelco sobre el lago Lácar, con gran visión panorámica, como el sitio Newen Antug, que para el año 540±80 años a. p., fue utilizado como cementerio, reocupando un especio habitacional del período Alfarero Temprano. No podemos dejar de señalar la correlación de esta cronología con los cambios ambientales como la Pequeña Edad de Hielo (Villalba, 1990, 1994), que tornan al ambiente más frío y seco que en momentos previos. Recordemos que durante la segunda mitad del siglo xix, en el contexto de un nuevo período frío y seco, los naturalistas y viajeros observan una importante revalorización de la recolección vegetal (piñón) como estrategia para amortiguar el riesgo agrícola (Villar y Jiménez, 2010). Esto nos permite sugerir que la retracción territorial observada hacia el año 1350 en nuestra área de estudio, circunscripta a la cuenca Lácar-Valdivia, fue una respuesta adaptativa a las alteraciones en la productividad ambiental, estrechando más las fronteras étnicas y a la vez ampliando y reforzando las redes e interacciones sociales. Entre la alfarería utilitaria monócroma aparece cerámica corrugada en escasa proporción y vasijas completas pintadas en color rojo o con engobe blanco. Los grupos morfológicos más comunes son jarras, ollas y en 174 | Araucanía-Norpatagonia

menor medida pucos y botellas. Solo los grupos morfológicos jarros conforman los estilos pintados de la Tradición Bícroma Rojo sobre Blanco, los que aparecen junto a implementos de molienda y pipas de piedra en las inhumaciones. Respecto a la organización de la tecnología, observamos la continuidad de muchos atributos morfológicos y decorativos de la alfarería más temprana, conviviendo ahora con otra de uso más suntuario de tipo pintado, mayor presencia de morfotipos vinculados a la contención y el almacenamiento, además de los de servicio y cocción de alimentos que caracterizó a los conjuntos del período Alfarero Temprano (fig. 2 C-F). Fig. 2: Período Alfarero Temprano

Referencias: A: vasija utilitaria de procedencia subacuática en proximidad a Yuco. B: Newen Antug, impronta de hojas y protúberos en asas. Período Alfarero Tardío: C: jarras tradición Bícroma Rojo sobre Blanco del sitio Pocahullo, D: subacuático costa de Playa Lácar-La Islita. E: Newen Antug, Tradición Bicroma Rojo sobre Blanco, estilo Valdivia y F: Newen Antug, anfibiomorfo modelado estilo Tringlo o Ranco. El registro arqueológico de la cuenca... | 175

La tecnología lítica continúa también siendo eminentemente generalista en artefactos de mantenimiento y estandarizada y elaborada en instrumentos extractivos, especialmente los cabezales líticos pedunculados pequeños y los instrumentos de molienda. La materia prima predilecta sigue siendo la obsidiana, pero la variedad de grupos químicos se limita más a las fuentes del lago Lácar y del cordón Chapelco, lo que puede indicar una mayor circunscripción territorial y organización logística de los asentamientos. Respecto a las actividades de subsistencia, nuevamente el patrón de asentamiento y la organización de la tecnología cerámica y lítica nos ofrecen evidencia indirecta, las que sugieren una economía mixta que incluye además de un componente extractivo al productivo (Pérez y otros, 2013). La economía estaría centrada en la recolección vegetal estacional, complementada con caza, pesca y agricultura u horticultura en escalas que aún desconocemos (Pérez y otros, 2013). Pero las actividades extractivas seguirían siendo fundamentales en estos espacios cordilleranos lacustres, como bien lo muestra el ajuar del individuo 2 (Antu) del sitio Newen Antug, donde además de cabezales líticos pedunculados pequeños de obsidiana Yuco, se recuperaron restos de Hippocamelus bisulcus, utilizados como alimento, instrumentos (retocador) y parte del ajuar funerario, asociados a alfarería Bícroma Rojo sobre Blanco y monocroma utilitaria con dataciones de 540±50 años a. p. (fig. 3). Fig. 3: Cementerio Newen Antug, Período Alfarero Tardío

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Otro rasgo que deseamos destacar en la cuenca para este período es la presencia de representaciones rupestres con figuras antropomorfas en actitud dinámica, asociadas a figuras geométricas como clepsidras y al color rojo como predominante, incluidos como una variante regional del estilo de grecas denominada Modalidad Ámbito Lacustre Boscoso del Noroeste de la Patagonia (Albornoz, 2003), la cual hemos ya previamente vinculado a sitios de la vertiente occidental cordillerana como Villacura relevados hace más de cincuenta años (Pérez y Salaberry, 2014), o sea no exclusivos ni representativos de la vertiente oriental cordillerana como se creía. Pero también asociamos estas representaciones a otros soportes, a partir de la decoración de la alfarería más temprana de la tradición Bícroma Rojo sobre Blanco, la cual incluye motivos antropomorfos dinámicos con tridígitos (anfibiomorfos) pintados en color rojo (Bahamondes Muñoz, 2009; Pérez y Salaberry, 2014; Pérez y otros, 2014). Otro rasgo compartido entre el sector occidental cordillerano y el sector de costa son las inhumaciones en fosa directa, cuerpos en posición cúbito lateral derecho (fig. 3), cubiertos de restos de ocre y de artefactos como bivalvos, alfarería e instrumentos líticos y óseos cuidadosamente dispuestos entre los cuerpos, modalidad funeraria distinta al resto de la Patagonia argentina (Rizzo, 2013). Finalmente, las puntas pedunculadas son también una característica extendida en la cuenca valdiviana, las cuales sugerimos derivan de la costa pacífica como así lo atestigua su mayor antigüedad y diversidad de formas, incluyendo lanceoladas utilizadas como arpones (Aldunate, 1989; Dillehay, 1990; Gaete y otros, 2004), una tecnología de pesca también reconocida en la cuenca Lácar.

Consideraciones finales En este trabajo he caracterizado a la cuenca Lácar como parte del área arqueológica de la cuenca binacional del río Valdivia, y específicamente como su sector oriental cordillerano, extendiendo la clasificación de Adán y colaboradores (2007) a la vertiente oriental a su denominado sector cordillerano. Las características de su registro arqueológico difieren notablemente a las de sitios emplazados en la cuenca del río Neuquén y comparten algunas características con sitios de la cuenca del río Limay, posiblemente a causa de la movilidad o interacción a partir de la circulación de información, artefactos y personas más El registro arqueológico de la cuenca... | 177

acentuada durante el período Alfarero Temprano, y más difusa o limitada durante el período Alfarero Tardío. Respectivamente, producto del paso a un sistema de movilidad residencial extendido más allá de la cuenca a uno logístico, restringido a la cuenca Lácar como área central, pero fuertemente integrada ambiental y culturalmente al resto de la cuenca valdiviana.

Comentario al texto Carolina Lema Universidad Austral de Chile, Chile

El trabajo de Pérez sin duda es una clara exposición del estado de la cuestión del conocimiento arqueológico para la cuenca binacional del río Valdivia. La actualidad de los datos aportados –resultante de la abundancia de trabajos de reciente data–, así como su variedad, que integra diferentes especialidades técnicas dentro del campo disciplinar arqueológico tanto como datos relevantes de disciplinas afines, hace que el esfuerzo de síntesis deba ser doblemente reconocido y valorado. Aun así, la intención final de esa información va más allá del racconto mismo, pues apunta a poner en evidencia el carácter arbitrario de la tradición disciplinar de vincular culturalmente la cuenca del lago Lácar a la cuenca del río Limay. El autor sugiere que esta vinculación entre el lago Lácar y la cuenca del río Limay, largamente reproducida en el campo disciplinar, se debe al desconocimiento del registro arqueológico de la cuenca del lago Lácar, y de allí su esfuerzo por aportar datos suficientes que den cuenta de las distinciones entre un espacio y otro, así como las similitudes culturales y las concordancias biogeográficas con la cuenca del río Valdivia. El marco histórico-cultural remozado y mayormente compartido por los investigadores de ambas tradiciones académicas –argentina y chilena– hace que las variables analizadas (en este caso rasgos culturales múltiples) sean factibles de ser puestas en relación sin mayores dificultades, dando así un claro respaldo a la propuesta del autor de considerar la cuenca del lago Lácar más fuertemente vinculada al área cultural o a la Tradición Arqueológica de los Bosques Templados, como la denominan mayormente los investigadores chilenos (sensu Adán, Mera, entre otros). 178 | Araucanía-Norpatagonia

La primera dificultad que se nos presenta en esta propuesta es claramente resultante de las limitaciones que un marco histórico-cultural plantea, pues, tan útil como resulta su metodología comparativa para dar cuenta de una serie de rasgos compartidos en un determinado espacio-tiempo, poco o nada nos permite interpretar sobre los procesos iniciales y finales de los desarrollos culturales, así como dar cuenta de las variaciones internas, que tienden a interpretarse como distinciones culturales, cuando no necesariamente respondan a ello. En este sentido, nos resultaría importante que se clarificara la construcción del marco espacial con una teoría que lo respalde más allá de la pertenencia biogeográfica a una cuenca hídrica específica, que no tiene más utilidad que crear un espacio metodológicamente acotado y analizable. Debemos recordar que las construcciones espaciales pueden referirse a un escalonado de niveles que alcanzan desde la organización del trabajo y la cotidianeidad de los sujetos, hasta la creación de marcos geográficos de interacción intra e interculturales, en los cuales se anclan las narrativas históricas. Ricas son en este sentido algunas discusiones interpretativas mencionadas muy brevemente pero no desarrolladas, que refieren a nociones de intercambio, interacción, territorialidad, etcétera, que sería interesante fueran profundizadas. Así como también sería importante encontrar un camino para sopesar mejor el impacto social de las tecnologías de movilidad disponibles, así como las posibilidades de reconocer fehacientemente estacionalidad en las ocupaciones, para limitar el peso del factor puramente ecológico en la explicación de las variabilidades internas. Otra vía alternativa y enriquecedora de acercarse a la comprensión de la regionalidad es utilizar algunas de las pautas metodológicas generadas por la historia regional (como método historiográfico, no como tradición disciplinar). En este sentido sugiero que se presentaría como una opción enriquecedora el voltear el interrogante: no buscar la región a la que el lago Lácar debiera vincularse, evitando el esencialismo resultante de su delimitación anticipada, sino presentar la región como una construcción analítica elaborada en el proceso mismo de investigación y atendiendo a las relaciones sociales históricas (múltiples y móviles) que la constituyen. Más allá de las sugerencias y nuevos interrogantes que el trabajo dispara, es importante dejar sentado que ellos no serían posible sin la previa instancia evaluativa/comparativa que el trabajo presenta y que es El registro arqueológico de la cuenca... | 179

la riqueza de las investigaciones precedentes la que permite cambiar las preguntas en búsqueda de nuevas respuestas.

Réplica del autor Las observaciones son muy pertinentes y tal como recomienda la comentarista, esta instancia evaluativa/comparativa se demostró necesaria. Especialmente a causa de la resistencia que hay entre los investigadores a los trabajos previos que, de corte más interpretativo y más centrado en los procesos sociales históricos, aunque en apariencia evidente o esencialista, resultaba a los arqueólogos incompleto por carecer de datos más abundantes del registro material. Fue así que decidí realizar este trabajo, el cual ya forma parte de una serie de tres artículos que buscan representar el espíritu original de estas reuniones. Finalmente, deseo hacer énfasis en el carácter intencional de mi parte de no utilizar nociones de intercambio e interacción en esta ocasión, ya que han sido a mi criterio parte de las categorías, conceptos y unidades de análisis que han tendido más a dividir que a integrar a las poblaciones de ambas vertientes de la cordillera en el pasado. Constantemente ubican relaciones sociales, aspectos económicos, simbólicos y políticos de las poblaciones, ya sean de la misma adscripción étnica o no, como mediatizadas por la cordillera de los Andes.

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El registro arqueológico de la cuenca... | 187

188 | Araucanía-Norpatagonia Esferoides de arcilla Schobinger, 1958 cocida, alfarería, lítico

Sitio abierto, habita- Período cional Alfarero

Sector de playa e interior de bosque de costa del lago Lácar

Fortín Pucará 40º 08′ 58″ S – 71º 36′ Fortín Pucará, EA 35″ W, 659 m s. n. m.

Sector de bahía reparado, con costa de lago y bosque de arrayanes, fácil acceso para cruzar el lago

Sitio insular en lago Lácar

Los Patos 40º 08′ 54″ S – 71º 34′ 50″ W, 661 m s. n. m.

Pucará 40º 09′ 50″ S – 71º 37′ 44″ W, 658 m s. n. m.

Isla Santa Teresita 40º 09′ 58″ S – 71º 34′ 25″ W, 653 m s. n. m.

4

5

Sector de playa en costa de lago Lácar

Bahía reparada, sector de playa e interior de bosque

Quechuquina 340º 10′ 02″ S – 71º 34′ 39″ W, 661 m s. n. m.

Ruca Ñire 40º 10′ 46″ S – 71º 34′ 32″ W, 650 m s. n. m.

8

9

7

6

Artefactos cerámicos, líticos, cuentas vítreas y monedas

Sitio abierto, habita- post-contacto cional y fortificado

Playa en costa del lago Alfarero Tardío y post-contacto



Sitio abierto, habita- Período Alfarero cional

Sitio abierto, habita- Alfarero Temprano cional y Tardío

Sitio abierto, habita- Alfarero Temprano cional y Tardío

Sitio abierto, habitacional

Hallazgo aislado

Artefactos cerámicos y líticos

Artefactos cerámicos y líticos

Artefactos cerámicos y (navegación y pesca)

Artefactos cerámicos y lítico

Artefacto lítico

Pérez, 2014

Pérez y otros, 2014

Pérez y otros, 2014

Hajduk y Lezcano, 2003; Pérez, 2014

Hajduk y Lezcano, 2003

Pérez, 2014, Pérez y otros, 2014

Pérez, 2014; Pérez, y otros 2014

Lago Queñi 40º 09′ 19″ S – 71º 42′ 54″ W, 835 m s. n. m.

Artefactos cerámicos y lítico

3

Sitio abierto, habita- Alfarero cional Temprano

Pérez, 2008; Pérez y otros, 2014

Referencias

Bahía reparada de costa del lago Nonthué

Artefactos cerámicos y líticos

Artefactos y materias primas

Playa La Puntita 40º 08′ 09″ S – 71º 39′ 12″ W, 662 m s. n. m.

Alfarero Temprano

Adscripción cultural y dataciones

2

Sitio a cielo abierto, habitacional

Tipo de sitio

Naciente del río Hua-Hum a 500 m de la frontera con Chile

Ubicación

Lago Nonthué 40º 07′ 24″ S – 71º 39′28″ W, 663 m s. n. m.

Sitios Sector oriental cordillerano

1

N

Tabla 1: Sitios del área arqueológica de la cuenca binacional del río Valdivia

El registro arqueológico de la cuenca... | 189

18

17

16

15

14

13

12

11

10

N

Playa extensa y reparada sobre lago Lácar

Abrigo rocoso en farallón de acceso lacustre

Península sobre lago Lácar

Paredón rocoso en sector elevado, en península del lago Lácar

Formación rocoso elevada

Sector boscoso de playa y costa con buena visión y reparo sobre lago Lácar.

Sector de playa y área eleva- Sitio a cielo abierto, da de costa con buena visión habitacional y y reparo sobre lago Lácar funerario.

Playa Costilla 40º 11′ 02″ S – 71º 32′ 54″ W, 655 m s. n. m.

Cueva Cº Vizcacha

Quila Quina 140º 10′ 19″ S – 71º 26′ 14″ W, 656 m s. n. m.

Quila Quina 240º 10′ 28″ S – 71º 27′ 06″ W, 700 m s. n. m.

Trompul 40º 08′ 33″ S – 71º 25′ 03″ W, 927 m s. n. m.

Lolen 40º 10′ 28″ S – 71º 24′ 13″ W, 651 m s. n. m.

Catritre 40º 10′ 29″ S – 71º 23′ 43″ W, 731 m s. n. m.



Sitio a cielo abierto, habitacional

Sitio bajo reparo rocoso. Actividades específicas

Sitio bajo reparo rocoso. Actividades específicas

Alfarero Temprano, Tardío

Alfarero Temprano, Tardío y postcontacto (Pucopiense)

Período Alfarero

Período Alfarero

Sitio abierto, habita- Alfarero Temprano cional

Sitio de actividades específicas

Sitio abierto, habita- Alfarero Temprano cional

Artefactos cerámicos y líticos

Artefactos cerámicos y líticos. Losa hispana.Pinturas rupestres.

Pinturas rupestresTAGC

Pinturas rupestres MALB, artefactos líticos y cerámicos aislados

Artefactos cerámicos y líticos

Pinturas rupestres

Artefactos cerámicos y líticos

Artefactos cerámicos y líticos

Alfarero Temprano

Fuente secundaria de obsidiana, campamento a cielo abierto

Playa extensa y reparada sobre lago Lácar

Cantera YC 40º 9′ 31″ S - 71º 30′ 44″ W

Artefactos y materias primas Artefactos cerámicos y líticos. Vestigios de pinturas rupestres

Adscripción cultural y dataciones

Sitio abierto, habita- Alfarero Temprano cional

Tipo de sitio

Costa con playa y bahía reparada del lago Lácar

Ubicación

Yuco 40° 09’ 57″ S -71°31’ 32″ W, 662 m s. n. m.

Sitios Sector oriental cordillerano

Albornos y Cúneo, 2000; Pérez y Salaberry, 2014; Pérez, 2008; Pérez y otros, 2014

Pérez, 2008, Pérez y otros, 2014

Pérez y Salaberry, 2014

Albornos y Cúneo, 2000; Pérez y Salaberry, 2014; Pérez, 2008; Pérez y otros, 2014

Pérez, 2014

Pérez, 2014

Pérez y otros, 2014

López y otros, 2009; Pérez y otros, 2010; Pérez y otros, 2014

López y otros, 2009; Pérez y otros, 2014

Referencias

190 | Araucanía-Norpatagonia

Mirador sobre promontorio rocoso con vista del lago hasta Chile

Playa próxima a desembocadura del Aº Pocahullo

Sobre terraza baja de ladera del cordón Chapelco con vista al lago Lácar y valle

Sobre sector soleado y plano del cordón Chapelco con vista al lago Lacar y geoformas de Chile

Sobre terraza baja de ladera del cordón Chapelco con vista al lago Lácar

Sobre sector plano y soleado del cordón Chapelco, junto al Aº Kitrahue, fuente de arcillas y vista al volcán Lanín

Sobre sector soleado y reparado del viento en la vega Maipú

Sobre sector soleado y reparado del viento en la vega Maipú cerca del Aº Calbuco

Malal 140° 09' 33"S- 71° 23' 12"W, 752 m s. n. m.

Playa Lácar 40º 09′ 37″ S – 71º 21′ 38″ W, 646 m s. n. m.

Mirador Centenario 40° 09' 39"S71°20' 50"W, 747 m s. n. m.

Newen Antug 40º 09′ 44″ S – 71º 20′ 49″ W, 787 m s. n. m.

Mirador Arrayanes 40° 10' 01"S71°21' 08"W, 858 m s. n. m.

Payla Menuco 40º 10′ 04″ S – 71º 19′ 35″ W, 862 m s. n. m.

Pocahullo 40º 08′ 57″ S – 71º 19′ 51″ W, 721 m s. n. m.

Vivero Municipal 40º 08′ 54″ S – 71º 19′ 47″ W, 719 m s. n. m.

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Sitio insular en lago Lácar

La Islita 40º 09′ 15″ S – 71º 23′ 55″ W, 641 m s. n. m.

19

Ubicación

Sitios Sector oriental cordillerano

N

Adscripción cultural y dataciones

Artefactos cerámicos y líticos. Cuerpos humanos con ajuar cerámico, lítico y óseo

Sitio a cielo abierto, habitacional y funerario

Sitio a cielo abierto, habitacional

Sitio a cielo abierto, habitacional y funerario

Período Alfarero

Alfarero Tardío 1350 d. C.

Artefactos cerámicos y líticos

Inhumaciones con ajuar de alfarería Bícroma Rojo sobre Blanco

Artefactos cerámicos y líticos

Sitio a cielo abierto, habitacional

Alfarero Temprano, Tardío

Artefactos cerámicos y líticos

Sitio abierto, habita- Período Alfarero cional

Alfarero Temprano (880±40 años ap) y Período Alfarero Tardío (540±50 años AP)

Artefactos cerámicos y líticos

Artefactos cerámicos y líticos

Artefactos cerámicos y líticos

Artefactos cerámicos y líticos

Artefactos y materias primas

Sitio abierto, habita- Período Alfarero cional

Sitio abierto, habita- Alfarero Temprano cional y Tardío

Sitio abierto, habita- Período Alfarero cional y posiblemente defensivo

Sitio abierto, habita- Alfarero cional Temprano

Tipo de sitio

Hajduk y Cuneo, 1995; Pérez, 2014

Hajduk y Cuneo, 1995; Novellino y otros, 2009

Pérez, 2014; Pérez y otros, 2014

Pérez, 2014

Pérez, 2014; Pérez y otros, 2014.

Pérez, 2014

López y otros, 2009; Pérez y otros, 2014

Pérez, 2014

Pérez, 2008

Referencias

El registro arqueológico de la cuenca... | 191

Sobre el cordón Chapelco, en la ladera sur de la vega Maipú, entre reparos de la formación Ventania

En sector de bosque, sobre el cordón Chapelco en la ladera sur de la vega Maipú, entre reparos de la formación Ventania

Sobre sector soleado y plano del cordón Chapelco con vista a la vega Maipú

Valle de la vega de Maipú

En sector de bosque, sobre la ladera norte de la vega Maipú, entre reparos de la formación Ventania

Sobre sector de bosque del interior del cordón de Chapelco

Planicie de altura, junto a cascada de laguna Verde

Sector elevado de la vega Maipú, y el cordón Chapelco

Alero y Abrigo Gingin 40º 08′ 23″ S – 71º 17′ 24″ W, 773 m s. n. m.

Rancho ontaña 40º 08′ 28″ S – 71º 17′ 24″ W, 823 m s. n. m.

Lote 19 40º 06′ 53″ S – 71º 17′ 27″ W, 854 m s. n. m.

Cueva Alihuén 40º 07′ 38″ S – 71º 18′ 46″ W, 857 m s. n. m.

Rincón de Bello 40º 09′ 13″ S – 71º 17′ 28″ W, 990 m s. n. m.

Altos de Chapelco 40° 09'00"S71°15' 32" W, 1032 m s. n. m.

Siete anzanos 40º 08′ 14″ S – 71º 13′ 45″ W, 898 m s. n. m.

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Paredón Bello 40º 08′ 31″ S – 71º 17′ 53″ W, 791 m s. n. m.

Ubicación

Sobre sector plano y soleado del cordón Chapelco con vista a la vega Maipú

Sitios Sector oriental cordillerano

Los Radales 140º 09′ 32″ S – 71º 18′ 44″ W, 853 m s. n. m.

N

Período Alfarero

Alfarero Temprano, Tardío

Alfarero Temprano, Tardío y postcontacto

Pérez y otros, 2013

Pérez y otros, 2014

Pérez y otros, 2014

Pérez y otros, 2007

Pérez y Salaberry, 2014

Pérez y otros, 2014

Referencias

Artefactos cerámicos y líticos

Pérez y otros, 2014

Pérez, 2014

Artefactos cerámicos Pérez, 2014 y líticos. Procesamiento para trasporte de de obsidiana Pk

Pinturas rupestres e inhumaciones humanas

Artefactos cerámicos y líticos

Artefactos cerámicos y líticos

Sitio a cielo abierto, Alfarero Temprano, Artefactos cerámihabitacional y funerario Tardío y post-contacto cos y líticos

Sitio a cielo abierto, habitacional

Sitio a cielo abierto, habitacional

Sitio bajo reparo rocoso. Actividades específicas ceremoniales

Sitio abierto, habita- Período Alfarero cional

Sitio a cielo abierto, habitacional

Alfarero Temprano

Pinturas rupestres. Artefactos cerámicos y líticos

Alfarero Temprano y Tardío

Sitio bajo reparo rocoso. Habitacional, actividades múltiples

Pinturas rupestres. Artefactos cerámicos y líticos

Período Alfarero

Sitio bajo reparo rocoso. Actividades específicas

Artefactos cerámicos y líticos (esculturas) y Pinturas rupestres

Artefactos y materias primas

Alfarero Tardío (480±60 años a. p.)

Adscripción cultural y dataciones

Sitio a cielo abierto, habitacional y ceremonial

Tipo de sitio

192 | Araucanía-Norpatagonia

49

N

El Lastre, Chigaico 1, Licanray 2, Parecla Briceño 1, Cumbre Challupén, Alihuén 1, Aladino Huechulef 1, Los Chilcos, Alero Curilef, Rinconada Challupén, Challupén 2, Antilef 1 y 2, Casa José Marifilo, Pucura 3, Escuela Pucura 1, 2 y 3, Pucura Bajo 2 y 3, Alero Marifilo 1 y 2, Ñilfe, Loncoñanco 1,2 y 3, Antilef 1, Casa de Piedra, Tratraico alto 1, Tratraico, Mili Mili 3, Alero Puente Seco, Alero Puente Seco 2, Los Resfalines 1, Casa Jacinto Huirimán, Laguna Musma 1, Hueninca 1, Familia Coliñahuel, Llongahue 1, Cutraril 1, Casa de Piedra José Antihuala, Playa Curihue, Cahuincul 1 y 2, Relinquén 1, Fortín Pitrén, Pitrohue 2, Kuntsmann 1 y 2, Pitrén (sitio tipo)

Sitios Sector occidental cordillerano

Asentamientos sobre antiguas terrazas lacustres altas, planicies y terrazas fluviales y lacustres, asentamiento y cementerios sobre cordones adyacentes, cimas y laderas de cerros y colinas, cordones rocosos

Ubicación Sitios habitacionales a cielo abierto y en menor medida en aleros Cementerios a cielo abierto

Tipo de sitio Período Alfarero Temprano, períodos Alfarero Tardío, período Mapuche, post-ispano Dataciones: Holoceno Temprano: 9500 a. p. Holoceno Medio: 5500 a. p. Holoceno Tardío: Cerámico: 350 d.C. 520-1410 d.C. 580-1560 d.C. 1480±150 a. p. 1420±140 a. p. 1060±100 a. p. 920 ±90 a. p. 990±100 1080±90 1000 d. C. 1030±100 1.105±100 a. p. 1265 d. C. 1280 d. C. 770±70 a. p. 735±50 a. p. 720±70 a. p. 1350 d. C. 650±60 a. p. 590±50 a. p. 525±40 a. p. 1475 d. C. 440±40 a. p. 1655 d. C. 345±30 a. p.

Adscripción cultural y dataciones

Vasijas completas, pipas e implementos líticos en cementerios

Fragmentos de cerámica y desechos líticos en sitios habitacionales

Artefactos y materias primas

Adán y otros, 2001, Reyes y otros, 20032004, con dataciones expresadas en años a. p. mediante tlc

Adán y otros, 2007. fondecyt 1970105, con dataciones 14 c expresadas en d. c.

Referencias

El registro arqueológico de la cuenca... | 193

Sitios Sección media de la cuenca de Valdivia

29

Cueva Corral 1, Mancera 1, Niebla, Isla del Rey, Mahiquilla-Hue 1, Tren Tren 1 y 3, Puerto Nuevo 1, Playa Alepué 4, 5 y 6. Cuchima-lal 3, Colún 1 a 13, Cueva Las Vulvas, Chan Chan 1, Alepuhe, Curiñanco, Mehuin

Ubicación

Adscripción cultural y dataciones

Sitios a cielo abierto que combinan conchales pequeños y grandes, algunos de uso limitado, otros asociados a sitios habitacionales y finalmente conchales cementerios Arte rupestre grabado

Sitios de costa y terraza marina. Sitios entre bosque y costa. Terrazas marinas y dunas en playa expansiva Laderas de cerro y cuevas al pie de formaciones rocosas

Período Alfarero Temprano, período Alfarero Tardío, período Alfarero Pos-hispano Mapuche

Escasos sitios con continuidad desde Alfarero Pre y post hispánico, con componentes mapuche

Menos representación o visibilidad del período Alfarero mprano (Pitrén)

Mayor cantidad de sitios del Periodo Alfarero ardío (TraEn menos medidacemente- dición Bícroma Rojo rios a cielo abierto sobre Blanco)

Mayormente sitios habitacionales a cielos abierto

Tipo de sitio

Terrazas fluviales de los ríos Calle Calle, Cru- Excepcionalmente sitios de ces, Leufucade uso múltiple habitacional y y San Pedro cementerio

Lomajes, laderas y cimas de cerros

Costa de la cuenca del río Valdivia y sectores aledaños

58 Puile, Santa María, Castillo San Luis del Alba, San José de la Mariquina, Pelchuquin, Rivera, Angachilla, Antilhue, Bellavista, Arique, Calle Calle, cayumapu, Huitag, Lanco, Loncoche, Fondo Santa María, Los Lagos, Cerro Campana 1, Fondo Casahue 1 y 2, Escuela Collico, Lahuán 1, Revellin 1, La Misión 1, Estero Lumaco 1 y 2, Junco 3, Clasing Schelle 1, 2, 3 y 4, Parcela 7 Autódromo, Lanco-Río Leufucade 1, Lanco sector Paño 1, Santa Isabel 1 y 3, El Retiro 1, El Arco 1, Quil Quil 1, Aragón 1, Zanja Catricó 1, Aylin 1, Lumaco 1, Zanja Los Lagos Antilhue, Parcela Aquiles López, Ruta Los lagos Antilhué, Cerro San Ambrosio (las antenas), Rucanelo, Parcelas del Ingles, Parcela 2 Purrolón, Reducción Nilcahuin 1, Lanco-Santo Domingo 1, Lanco-San Froilán 1, Cementerio Malihue

N

Fragmentos cerámicos monócromos y Rojo sobre Blanco, artefactos líticos (algunos vinculados a la pesca), abundantes artefactos malacológicos, piedras termógforas (curantos)

En escasa proporción loza y teja hispana

Fragmentos y piezas completas de alfarería y desechos líticos.

Artefactos y materias primas

Bahamondes, 2005: Adán y otros, 2005; Navarro y Pino, 1993; Stehberg, 1980; Van de Maule, 1968

Munita, 2006; Adán y otros, 2007

Referencias

Capítulo 7

Geografías imaginadas. Pensando la colonización española de la costa oriental patagónica (siglo xviii) en el contexto regional Marcia Bianchi Villelli Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (iidypca; conicet-unrn), Argentina

Resumen El proyecto «Arqueología Histórica en Península de Valdés, Chubut (1779-1810)» se inició en 2009 con el fin de abordar el poblamiento español de la costa patagónica, desde una perspectiva integrada entre la historia y la arqueología; específicamente, se centra en el Fuerte San José, localizado en la actual Península Valdés. Pese a que el foco está en un asentamiento particular, las investigaciones se proponen vincular el proceso de colonización de la costa con el resto de la región patagónica. La conformación del paisaje colonial en Península Valdés se indaga a partir de la puesta en práctica de los establecimientos españoles, los cuales son resultantes de la articulación histórica de relaciones sociales, económicas y políticas específicas, originadas por la expansión europea sobre la región y sobre sus poblaciones nativas. Esta perspectiva crítica implica que el relato histórico deja de lado la concepción atlántica que lo circunscribe a la línea costera para integrar los procesos ocurridos en la costa con los del interior patagónico y del área transandina. Esto lleva a cuestionar la funcionalidad defensiva de los asentamientos y la homogeneidad regional asumida tanto a nivel social como geográfico. A su vez, en la compleja red de producción e intercambio coloniales, se integra a las poblaciones indígenas como agentes activos; finalmente, se busca comprender el paisaje, no ya como mero telón de fondo, sino como una dimensión más del cambio social a través del cual se entretejen las redes sociales, políticas y económicas.

Geografías imaginadas... | 195

Presentación1 El objetivo de este ensayo es aportar a la discusión propuesta desde el Taller Binacional, centrada en las dinámicas sociales transcordilleranas a lo largo del tiempo y desde una perspectiva interdisciplinaria. Aquí presento algunas de esas reflexiones, buscando poner en cuestión las categorías analíticas largamente asumidas desde cada disciplina y la tradición académica nacional. Mi línea de investigación es la arqueología histórica, desde la cual hace más de quince años que estudio la colonización de la costa oriental patagónica a fines del siglo xviii. En particular trabajé con la colonia española de Floridablanca (provincia de Santa Cruz) y actualmente con los asentamientos de Península Valdés (provincia de Chubut). La arqueología histórica en este caso es entendida como transdisciplina, en tanto estudia el colonialismo en Sudamérica a partir de la integración de evidencia arqueológica e histórica, encarando el proceso colonial en la Patagonia desde el interjuego entre escalas locales y globales (Johnson, 1996; Bianchi Villelli y Senatore, 2013; Buscaglia y Bianchi Villelli, 2009; Senatore, 2002; Senatore y otros, 2008). Esta perspectiva busca ver más allá de las modernas divisiones disciplinarias y comprender las sociedades pasadas como una totalidad, la cual no es internamente consistente y coherente, pero sí conforma una trama de relaciones con sus jerarquías internas y arreglos específicos (Bianchi Villelli y Senatore, 2013). Así, es preciso buscar las relaciones e interconexiones, iluminar los aspectos silenciados, borrados, omitidos en las configuraciones históricas de las relaciones de poder coloniales. Consideramos que esta es una vía para no asumir a priori las sociedades coloniales y llegar a abordarlas como categorías sociales, históricamente cambiantes. Ahora bien, es válido preguntarse aquí cómo se vincula la colonización costera de la costa patagónica con los debates en torno a la frontera argentino-chilena; a simple vista, no habría conexión alguna. No obstante, 1 Agradecimientos: a Silvana Buscaglia, con quien comparto los tiempos y espacios coloniales. Al grupo Pucón, por la compañía. A las organizadoras del Taller Binacional, María Andrea Nicoletti y Paula Núñez. A Perla Zusman por los comentarios que fueron muy estimulantes para mejorar y expandir este ensayo. Las investigaciones han sido posibles gracias al financiamiento de los siguientes proyectos «Relaciones interétnicas en Península Valdés (Chubut, siglos xviii-xix). Una perspectiva histórica y arqueológica» (pip 0183, conicet, 2011-2013) bajo la dirección de S. Buscaglia y «Paisajes coloniales en Patagonia. Los asentamientos de Península Valdés (17791810)» (pict 2010-050, foncyt, 2011-1012), bajo mi dirección.

196 | Araucanía-Norpatagonia

me interesa poner en juego una serie de argumentos que estamos trabajando desde nuestro proyecto en relación a las historiografías tradicionales y cómo, desde dicha perspectiva, se ha narrado la colonización de la costa patagónica de fines del siglo xviii, centrándola en necesidades defensivas, y aislándola del interior patagónico (Bianchi Villelli, 2010, 2013, 2014). A partir de la desnaturalización de argumentos finalistas, busco profundizar, desde una perspectiva crítica, la construcción colonial del pasado y así poder amplificar dicho proceso al contexto regional.

Un contexto histórico A partir de las reformas borbónicas de mediados del siglo xviii, la Corona consideró necesario optimizar el control del orden políticoadministrativo, militar y fiscal, así como afianzar su presencia en los territorios más alejados de la metrópolis, a los efectos de consolidar la posición española en el contexto de las rivalidades europeas. Entre las principales medidas adoptadas se encuentran la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, con el objeto de controlar la salida de mercancías y el contrabando por Buenos Aires así como disputar la hegemonía portuguesa en el área; la creación de las Capitanías Generales de Chile y Venezuela, y la expulsión de la Compañía de Jesús. A su vez, se llevó a cabo la reestructuración del sistema tributario y la recuperación del control sobre las elites locales por el reemplazo por funcionarios españoles, proceso que también fue llamado descriollización de la administración pública (Lynch, 1992). A ello es necesario agregar la erogación del Reglamento de Libre Comercio en 1778 para lograr la gradual apertura de los mercados coloniales con la metrópoli, no obstante el comercio colonial con el resto de mundo se cerraba; se buscaba importar materias primas baratas para exportar manufacturas a altos precios (Chiaramonte, 1986; Lynch, 1992; Moutoukias, 1999). En conjunto estas medidas reducían las colonias a factorías productoras de materias primas en gran escala para el mercado exterior –vía el comercio metropolitano– y desinteresado de un mercado interno, muy limitado por las restricciones comerciales. En este contexto de fines del siglo xviii, la Patagonia oriental era considerada en Europa como una región marginal, con cierta importancia geoestratégica por permitir el paso al océano Pacífico a través del Cabo de Hornos. En el marco de las políticas ilustradas se diseña un plan de colonización para fundar los establecimientos de la costa patagónica. En 1779 se establecen dos Geografías imaginadas... | 197

poblaciones principales, Nuestra Señora del Carmen de Patagones –en la desembocadura del Río Negro, actual provincia de Buenos Aires– y la Nueva Población y Fuerte de Floridablanca –Bahía de San Julián, actual provincia de Santa Cruz– y un asentamiento secundario al Fuerte del Carmen, el Fuerte San José –Península Valdés, actual provincia de Chubut–. La organización social de los poblados estuvo acorde a las políticas coloniales de producción de espacios y manejo de la circulación de poblaciones y mercancías. Aunque los establecimientos tenían un carácter defensivo, fue también importante el diseño específico de poblaciones estables, distinguidas por el traslado de familias de colonos desde España; los asentamientos patagónicos fueron diseñados como proyectos sociales novedosos en los que se buscaba crear poblaciones con una base agrícola y condiciones sociales igualitarias (Ramos Pérez, 1984; Luiz, 2006; Senatore, 2007). La ocupación colonial en Península Valdés consistió en dos asentamientos: el Fuerte San José, emplazado en el extremo oeste del golfo San José, contaba con una plaza cerrada con habitaciones para el superintendente, cuadras, almacenes, caballeriza y capilla. Por fuera de la plaza se ubicaban dependencias precarias, un hospital, el camposanto y una batería emplazada sobre un cerro. El otro asentamiento fue el Puesto de las Fuentes, ubicado cerca de las fuentes de agua dulce, dedicado al ganado y una agricultura incipiente. Este no fue previamente planificado sino que se fue consolidando dadas las necesidades de agua dulce. Los asentamientos funcionaron desde 1779 hasta 1810, cuando fueron atacados y destruidos por un malón. A lo largo de los 31 años de ocupación, la población en la Península fue variando en número: entre 6 y 150 personas, todas ellas personal militar, funcionarios coloniales y capellanes; en este caso no residieron familias de colonos. Su abastecimiento se apoyaba en la relación con el Fuerte del Carmen de Patagones y la interacción con las poblaciones indígenas locales (Buscaglia y Bianchi Villelli, 2013; Buscaglia y otros, 2012).

Tramas históricas: las geografías del presente piensan las geografías del pasado A continuación presento cómo el relato de la historia tradicional sedimentó una serie de puntos conceptuales vinculados al colonialismo en la Patagonia. Este relato fue enunciado desde el Estado nación en la segunda mitad del siglo xx, contexto durante el cual los territorios 198 | Araucanía-Norpatagonia

nacionales fueron creados. En trabajos anteriores y, a partir del análisis detallado de las producciones académicas históricas sobre la ocupación colonial en Península Valdés y Floridablanca, indagué en esta narrativa histórica a partir de la contextualización de los espacios y modos de producción académicos, los marcos explicativos, categorías de análisis y los agentes y procesos involucrados (Bianchi Villelli, 2009, 2010, 2012). Estas lecturas académicas se derivaban principalmente de la historiografía naval y marítima, por un lado, y de la mirada conservadora de la historiografía argentina de la Academia Nacional de Historia de la República Argentina, de perfil conservador en la historiografía argentina, por el otro (Devoto y Pagano, 2009). Desde estos trabajos de corte tradicional nacionalista, se construyó una historia fáctica, centrada en los hechos políticos y periodizaciones institucionales, orientada a consolidar la soberanía territorial del Estado nación (López, 2003). El efecto resultante fue la extensión de los límites de los Estados nacionales al pasado colonial, definidos con posterioridad, en el siglo xix. Aquí me voy a apoyar en las conclusiones de dichos trabajos y en desarrollos posteriores (Bianchi Villelli, 2013, 2014; Bianchi Villelli y otros, 2013; Buscaglia, 2013) para repensar la espacialidad colonial: específicamente me interesa analizar cómo la construcción del proceso colonial como narrativa se ajustó a una línea costera norte-sur, discreta y aislada y repercutió en las posibilidades de vincular la colonización con otras dinámicas regionalmente a través de otra línea norte-sur, en este caso la cordillera de los Andes.

Una línea costera defensiva La narrativa de la historia tradicional se caracterizó, en primer lugar, por homogeneizar el colonialismo en la Patagonia de fines del siglo xviii bajo el argumento único de la presencia española en los territorios en función de mantener el dominio –tener sitios en la costa para controlar el paso al Pacífico–. Dicha explicación simplificada en un disparador único y monocausal, se fundaba en la funcionalidad defensiva de los asentamientos frente a posibles invasiones extranjeras. Aunque esta posición resulta central en el contexto geopolítico del extremo sur de Sudamérica a fines del siglo xvii y principios del xix, se observan limitaciones a la hora de asumir como explicación única el carácter defensivo del plan de poblamiento español. Geografías imaginadas... | 199

La posición histórica defensiva deja de lado aspectos muy significativos como el hecho de que los asentamientos estaban distantes entre sí, que ninguno de los tres tenía una ubicación defensiva –por estar alejados de la costa– ni características constructivas de resguardo; los del Carmen y Floridablanca presentaban un perfil social agrícola y estable, no solo militar; y, en todos los casos, los aspectos productivos y comerciales de los asentamientos fueron clave para su supervivencia (Bianchi Villelli, 2009, 2010, 2013; Buscaglia, 2012, 2014; Buscaglia y otros, 2012; Senatore, 2007). Es decir, aparte de la lógica defensiva, existía la necesidad de crear puertos de arribada, así como enclaves comerciales que permitieran el desarrollo y permanencia del paso al Pacífico. Siguiendo los ecos de la economía política europea, la política española pasó de interesarse por la extracción de metales preciosos a transformar las colonias en ejes productivos. Fue en el marco de esta redefinición que las colonias pasaron a estar organizadas como periferia comercial de los intereses de la metrópoli. A su vez, la concepción atlántica del proceso de ocupación –la circunscripción del relato histórico a la línea costera definida cartográficamente–, en primer lugar, pone en evidencia la desvinculación entre la historia y la especificidad regional. En segundo lugar, ella homogeneizó toda una región de importante superficie y de heterogeneidad social y ambiental. En tercer lugar, disoció los desarrollos ocurridos en la costa, del interior patagónico y del área transandina, omitiendo la variabilidad de los sujetos y procesos involucrados. En cuarto lugar, la compleja colonización fue reducida a los emplazamientos españoles en sí. De alguna manera, se evidencia una construcción metonímica en la que las relaciones coloniales quedaron cosificadas en la materialidad monumental de los fuertes costeros. De hecho, la necesidad de la monumentalidad llevó a una asignación errónea de planos de la Fortaleza de Montevideo al Fuerte San José de Península Valdés (Bianchi Villelli y otros, 2013), confusión sostenida por diversos motivos al día de hoy. Recordemos nuevamente que ninguno de los tres asentamientos tenía una localización defensiva sino que se ubicaron en zonas favorables para el poblamiento con fuentes de agua dulce; tampoco tenían tropa en condiciones de prestar defensa por número y recursos. Es así como las versiones sobre asentamientos vigías hacia el Atlántico empiezan a resquebrajarse y dan lugar al reconocimiento de un conjunto de procesos heterogéneos y contradictorios. 200 | Araucanía-Norpatagonia

La irrupción de la materialidad Sin embargo, esta narrativa sedimentada se ve desafiada por nuevas perspectivas que integran la documentación histórica, a través del diálogo entre la cartografía y la arqueología. Así, cada una de las líneas de evidencia forma parte del mismo proceso social (Johnson, 1996), no son productos externos y objetivos que puedan, a priori, ser contrastables entre sí. Más allá de que cada una de ellas pueda ser abordada desde la particularidad, consideramos central comprender que comparten y construyen el mismo contexto social de significación. Así, las investigaciones, en el caso de los asentamientos de Península Valdés, han permitido contextualizar el funcionamiento efectivo de un asentamiento subsidiario, con muy baja asistencia por parte de la metrópoli colonial y con condiciones de vida bastante precarias (Buscaglia y Bianchi Villelli, 2012). La integración de documentación histórica, cartográfica y los relevamientos arqueológicos han mostrado que la monumentalidad argumentada desde la historia tradicional no era tal, sino que los asentamientos persistieron en condiciones de mucha precariedad y desabastecimiento (Bianchi Villelli y otros, 2013). Se han localizado los establecimientos en el paisaje, dando cuenta de la elección de los lugares de fundación a partir del acceso a recursos estratégicos, principalmente leña y agua dulce, y del acceso a la costa por medio de puertos seguros. En consecuencia, postulamos, el desdoblamiento en el patrón de asentamiento, con el Fuerte sobre la costa del golfo San José y el Puesto de la Fuente en los márgenes de la Salina Grande. Desde la arqueología se ha corroborado para la precariedad arquitectónica Fuerte San José así como diferencias en cuanto a las técnicas y recursos constructivos con respecto al Puesto de la Fuente; a su vez, el Puesto de la Fuente parece haber sido preferentemente el escenario de interacción entre españoles e indígenas (Alberti y Buscaglia, 2015). Cabe destacar que en los documentos históricos se han encontrado menciones tanto al avistaje de embarcaciones como al contacto directo con sus navegantes. Sin embargo, no se describe en ellos ninguna situación hostil o necesidad de defensa. Nuestro abordaje también ha permitido poner en contexto las políticas borbónicas y su heterogénea forma de adopción y adaptación en función de la inestabilidad de las colonias patagónicas así como la agencia de las poblaciones indígenas (Alberti y Buscaglia, 2015; Buscaglia, 2014). El análisis de la problemática interétnica dio cuenta de un fuerte Geografías imaginadas... | 201

sesgo etnocéntrico del relato historiográfico en el que se naturaliza el supuesto carácter salvaje de los indígenas y se invisibilizan estas relaciones a lo largo del lapso ocupacional. Hay un llamativo silencio respecto al intercambio u otras prácticas relacionadas con la circulación de la cultura material, sobre todo teniendo en cuenta el aislamiento de los asentamientos y los frecuentes períodos de desabastecimiento que debieron afrontar (Buscaglia, 2013). Esto permite, a su vez, vislumbrar las prácticas productivas ganaderas y extractivas de sal (Gorla, 1983) llevadas a cabo por la tropa y maestranza de San José, poniendo en escena el posible rol comercial y productivo que pudieron tener estos asentamientos. Es importante destacar que la cartografía histórica ha ofrecido evidencias de los esfuerzos iniciales por relevar segmentos de la costa oriental patagónica. Asimismo, esta línea evidencia una de las primeras visiones sobre la conexión transcordillerana. En efecto, el plano confeccionado por Basilio Villarino, resultado de sus expediciones de los años 1779 al 1783, integra los relevamientos costeros –como el reconocimiento de la desembocadura del río Colorado, del río Negro así como el de Península Valdés– con el interior patagónico, llegando a representar también la zona de Valdivia y, con mucho detalle, la zona de la desembocadura del río Limay. En este mapa se ve claramente la orientación y objetivos del viaje de Villarino –que llegó hasta la desembocadura del Limay, al pie de la cordillera–, así como su proyección, al incorporar la cordillera de los Andes, el puerto de Valdivia y Chiloé. Dicha cartografía muestra una mirada atlántica pero indica también las intenciones regionales que la Corona española intentaba llevar a cabo sobre la doble entrada a la Patagonia desde el Pacífico y el Atlántico. Es decir, ambas costas no estaban disociadas sino que se pretendía la comunicación siguiendo una orientación Este-Oeste, llegando a atravesar la cordillera. Estos relevamientos dependían bastante de la capacidad e intereses del mismo Villarino (Gentinetta, 2013), por lo que se vieron afectados con su muerte en 1785. No obstante, hay que recordar que para el mismo momento, Antonio de Viedma, superintendente de Floridablanca, con la ayuda de los tehuelches realiza sus exploraciones en 1781 hacia la cordillera siguiendo el curso del río Santa Cruz en la actual provincia del mismo nombre (Viedma, [1783] 1972). Es importante mencionar que las cartografías posteriores replicaron los relevamientos de Villarino sin hacer nuevas prospecciones sino solo incorporándolos en los nuevos mapas. Incluso, los relevamientos de la expedición de Malaspina (Sagredo Baeza y González Leiva, 2004) fueron realizados solo a 202 | Araucanía-Norpatagonia

partir de paradas discretas en la costa oriental patagónica –ninguna de ellas en Península Valdés– y sin adentrarse en el territorio. En síntesis, la perspectiva que adoptamos para estudiar los casos de los establecimientos situados en la actual Península Valdés ha brindado muchas líneas interpretativas que permiten vincular de forma enfática los asentamientos coloniales con las dinámicas sociales indígenas del territorio patagónico, arrojando en menor medida resultados sobre el papel defensivo de estos frente a la posible presencia extranjera. Sostenemos que, en primer lugar, la Corona española se mostró interesada en conocer el interior patagónico y encontrar las vías de comunicación con el Reino de Chile. En segundo lugar, la población de los establecimientos estuvo y permaneció en interacción con las poblaciones transcordilleranas, manteniendo y reforzando sus redes de interacción políticas, sociales y económicas en un función de un complejo y ambivalente sistema de alianzas, negociaciones y confrontaciones en el que se articularon con diversos grupos étnicos, sobre todo con aquellos que residían en el área pampeana y la Patagonia oriental, así como con los enclaves coloniales y misioneros establecidos en estas regiones (ver por ejemplo Arias, 2004; Nacuzzi, 2005; Albornoz y Hajduk, 2006; Luiz, 2006a y b; Irurtia, 2007; Alioto, 2011, entre otros).

Continuidades y discontinuidades Es interesante reflexionar sobre cómo, a partir del relato historiográfico tradicional, el proceso colonial en la Patagonia quedó desacoplado de la historia regional desde diversas dimensiones. En primer lugar, fue circunscripto en el tiempo, acotado a los momentos de existencia de los asentamientos –y particularmente a las coyunturas de fundación y destrucción–, pasando por alto el carácter procesual de la colonización. En segundo lugar, fue circunscripto en el espacio, restringido a los sitios defensivos en la línea de costa, que eran presentados como vigías del Atlántico. En tercer lugar, la costa se construyó como una línea antitética a la cordillera de los Andes y colaboró así a profundizar la disociación en ambas vertientes. En cuarto lugar, la historiografía del Estado nación configuró al período colonial con un carácter fundacional, imprimiendo una continuidad con la formación del Estado nación que no es tal. Estas interpretaciones tienen un efecto más que es la cosificación: las relaciones sociales –relaciones desiguales de dominación, Geografías imaginadas... | 203

ocupación, intercambio y producción– son reducidas a una configuración específica otorgada por referentes materiales como fuertes, monumentos, cordilleras. Siguiendo a Alejandro Benedetti sostenemos que «es la referencia ontológica al territorio y la frontera como realidades físicas, objetivas, evidentes, observables, anteriores a las relaciones sociales» (2011, p. 9). El efecto cosificador a veces toma la forma de la cordillera naturalizada como frontera rígida e impermeable; otras veces es la línea remarcada de la costa atlántica funcionando como una barrera invisible hacia el interior patagónico. En muchos sentidos, el caso de Valdés resulta limitado para abordar el problema de la frontera argentino-chilena como se ha discutido en el Taller. No obstante, me interesó plantear aquí cómo las viejas nociones heredadas acríticamente inhiben y circunscriben las preguntas a referentes geográficos actuales. En el futuro pretendemos incorporar estas nuevas preguntas a nuestro trabajo, reflexionando críticamente sobre el proceso colonial. Así, buscamos contigüidades espaciales, regionalizando y trabajando con categorías coloniales y no estatales; desde la temporalidad, visibilizando la continuidad de la historia indígena en relación a los fracasos de la empresa colonial. Por último, quiero señalar que con Silvana Buscaglia, a través de esta investigación, damos continuidad al estudio del colonialismo en la actual Península Valdés, para aportar a la discusión del colonialismo en la Patagonia poniendo el foco en su heterogeneidad y la multiplicidad de trayectorias resultantes. Procuramos comparar este estudio con la producción del paisaje colonial en el Nahuel Huapi, a partir de la intersección de estrategias y prácticas indígenas y españolas entre los siglos xvi y xviii. Nuestra propuesta explicativa es que la producción del espacio colonial en el Nahuel Huapi fue heterogénea y disputada. Las complejas trayectorias regionales indígenas se conjugaron no solo con la presencia jesuita en 1640 como parte del Reino de Chile sino también con la incorporación, desde el siglo xvi en los circuitos de intercambio y comerciales, las dinámicas urbanas, las empresas encomenderas y las incursiones esclavistas (malocas). Asimismo, fue significativa la influencia colonial desde las políticas del Virreinato del Río de la Plata, las misiones jesuitas de la región pampeana entre 1749 y 1753, y el plan de colonización de la costa patagónica de fines del siglo xviii. Esta mirada implica interpretar el contexto local en términos de sus articulaciones con procesos y dinámicas a más largo plazo y de una mayor amplitud geográfica, 204 | Araucanía-Norpatagonia

problematizando explícitamente el colonialismo en el área y el período estudiado. Este abordaje, en tanto perspectiva transdisciplinaria, integra preguntas y metodologías de la arqueología, la historia y la antropología, permitiendo construir los objetos de estudio de forma holística y plural, partiendo de un diálogo cruzado y no segregado, entre las disciplinas y las líneas de evidencia. Para finalizar, hay varios aspectos a explorar para quebrar los relatos maestros, entre ellos podríamos mencionar: buscar espacios entremedio, desnaturalizar la dimensión espacial y la relación instrumental entre el Estado y el territorio. La arqueología histórica tiene la posibilidad de indagar en el pasado colonial y para desnaturalizar la colonialidad construida simultánea y posteriormente en el Estado nación del siglo xx.

Comentario al texto Perla Zusman Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet), Universidad de Buenos Aires, Argentina

La reflexión de Marcia Bianchi nos invita a acompañar el recorrido epistemológico y empírico realizado por una investigación de carácter arqueológico en la que se lleva cinco años trabajando con los establecimientos patagónicos, fundados por la Corona española en el marco de las reformas borbónicas. A lo largo de esta trayectoria, el diálogo con otras disciplinas y el trabajo de campo (particularmente en Península Valdés), le permitió repensar el papel de los asentamientos en el proyecto colonial y, particularmente, reflexionar sobre la forma en que ellos fueron tratados por la historiografía nacionalista, aunque también creo que la visión de la historiografía hispánica colonial coincide con la interpretación de la historiografía tradicional argentina. En este marco, Marcia Bianchi nos brinda elementos para pensar que el cambio de interpretaciones puede resignificar la materialidad. En este sentido, ella demuestra un interés por ofrecer alternativas al imaginario que ha considerado los establecimientos patagónicos como centros netamente militares y defensivos, especies de enclave, en contacto con la metrópoli y con Buenos Aires. Las lecturas historiográficas han silenciado los vínculos que, según las fuentes, estas poblaciones Geografías imaginadas... | 205

tenían con las parcialidades indígenas, pues fueron ellas las que en realidad garantizaban su abastecimiento. Marcia Bianchi propone superar ese imaginario y explorar la hipótesis que considera que los establecimientos estaban altamente integrados a las dinámicas patagónicas, que involucraban múltiples espacialidades (particularmente la interacción con los espacios pampeanos y cordilleranos) y actores sociales invisibilizados (particularmente distintas parcialidades indígenas que vivían y circulaban por el espacio patagónico). En primer lugar, considero que esta propuesta encuentra su raigambre en algunos estudios que buscaron constatar que las dinámicas económicas y sociales de los espacios de ultramar tenían una lógica interna que guardaba relación con las necesidades domésticas. Estas dinámicas se complementaban con aquellas orientadas a llevar adelante los objetivos económicos o geopolíticos que las metrópolis les reservaban en el marco de los respectivos imperios. Esta línea de trabajo ya fue delineada en la década del ochenta por el texto sobre la economía colonial en la región del Alto Perú de Carlos S. Assadourian y, más recientemente, en el caso brasilero, por el trabajo de Odilia Dias, A interiorização da Metrópole. Una particularidad de la que carecen ambos estudios es que continúan pensado el proceso de ocupación territorial colonial desde la mirada del espacio de la población hispano-criolla, en el primer caso, y portuguéscriolla, en el segundo. Es decir que las interacciones interétnicas apenas han sido tomadas en cuenta en estos trabajos. De todas maneras, nos parece relevante tener en cuenta estos antecedentes. La propuesta de Marcia Bianchi presenta abordajes y fuentes (como el tratamiento cartográfico) que otorgan relevancia a la dimensión espacial. Algunos de sus planteos encuentran resonancias en algunas discusiones que hoy se mantienen en el campo de la geografía. De manera que sugiero incorporar esta disciplina en su diálogo interdisciplinario. Cuatro temas que aparecen en el texto me interesa resaltar: la cuestión de los imaginarios geográficos, la relación espacio-tiempo asociada a la heterogeneidad, la movilidad y la escalaridad. En primer lugar, el texto plantea la posibilidad de superar la visión de la historia eventual y militar para pensar los establecimientos patagónicos desde una lectura procesual y de la vida cotidiana. En parte, esta lectura está basada en los materiales arqueológicos, en las fuentes documentales y en el diálogo con teorías y con propuestas de otras disciplinas. Pero ¿qué mediaciones resultan interesantes de explorar para articular aquellos imaginarios geográficos que le han permitido 206 | Araucanía-Norpatagonia

elaborar un conjunto de hipótesis, con la materialidad? Cabe destacar que la idea de geografías imaginadas se presenta en el título del trabajo pero no es abordada en el texto, por lo cual nos queda la curiosidad de conocer los caminos que la arqueología está recorriendo o puede recorrer para trabajar esta cuestión. La geografía, una disciplina que al igual que la arqueología, históricamente ha sido ligada al estudio de la materialidad, se encuentra explorando distintos caminos que recuperan estas geografías imaginadas. En este sentido, se han trabajado propuestas como la de Edward Said (2002), desde la cual se ha abordado el papel del imaginario en la constitución de procesos de dominación. En contraposición, Denis Cosgrove (2008), a la vez que se ha preocupado por articular los imaginarios geográficos con el mundo de lo visual, ha sostenido que ellos han contribuido no solo a la dominación sino también al desarrollo de la creatividad. Estos han sido puntos de vista que han orientado distintas líneas de investigación. En segundo lugar, Marcia Bianchi propone realizar una lectura de los establecimientos patagónicos que aborde el espacio y el tiempo de un modo distinto al que plantean los relatos oficiales. En este sentido, sugiere trabajar las especificidades de los tiempos coloniales a partir de un análisis que no se acote a la costa atlántica sino que tome en cuenta las distintas dinámicas que tienen lugar en la Patagonia y en las que están incorporados los establecimientos hispánicos. Creemos que ello lleva, por un lado, a trabajar la multiplicidad de espacio-temporalidades correspondientes a las trayectorias de los actores que viven y circulan en el espacio patagónico y, por otro lado, a reflexionar sobre las interacciones y conflictos que se derivan del encuentro entre distintas espaciotemporalidades (la de los grupos étnicos, la de los grupos étnicos con la población hispano criolla, y las que vinculan estrictamente a la efectivización de la política colonial). En tercer lugar, la preocupación por la movilidad y las interacciones implicaría trabajar concomitantemente las prácticas asociadas tanto a los flujos como a lo fijo. En geografía esto supuso nuevos desafíos porque significó dejar de priorizar el estudio del reposo y lo estable, y considerar desplazamiento, no como mero apéndice del análisis de lo fijo, sino como componente constitutivo de la realidad (Mc Dowell, 1999; Sheller y Urry, 2006; Urry, 2007). En cuarto lugar, el análisis de la multiplicidad de trayectorias espacio temporales, no está deslindada del estudio de relaciones escalares, en particular, de la forma en que las dinámicas globales son internalizadas Geografías imaginadas... | 207

por los espacios locales. Estas relaciones también participan en la constitución de ámbitos geográficos patagónicos heterogéneos, en la medida que las formas de internalización de lo global pueden ser variadas, así como también los vínculos que se tejen entre lo global y lo local (pueden ser, por ejemplo, de dependencia, de autonomía o subsunción). Además, sería interesante articular las relaciones escalares con aquellas otras de carácter horizontal. A partir de estas cuestiones planteadas nos surge el interés por conocer cómo la autora, desde su formación de arqueóloga, piensa que pueden articularse todas estas preocupaciones con el estudio de la materialidad. En este contexto nos preguntamos qué papel juega la idea de paisaje: ¿es una dimensión relevante para trabajar las distintas formas de valorización y apropiación del entorno por parte de los distintos actores sociales?, ¿es una forma de captar estas múltiples trayectorias espacio-temporales? Creemos que las líneas epistemológicas señaladas en su texto abren un campo de trabajo que, desde las discusiones y avances que lleve adelante la arqueología, pueden enriquecer los abordajes de otras disciplinas como la geografía.

Réplica de la autora En primer lugar quiero agradecer a Perla Zusman por sus comentarios. Su aguda lectura no solo permite complementar este ensayo sino también abrir el juego con preguntas que despliegan nuevos diálogos interdisciplinarios. Uno de estos diálogos es entre la arqueología y la geografía, como lo sugiere la comentarista y con lo que coincido plenamente. La perspectiva desarrollada en este ensayo se centró en cómo la historiografía colaboró brindando un historia colonial arbitraria y fragmentaria para construir una geografía estatal; en dicho relato historiográfico, los límites del Estado nación se tornaron en obstáculos epistemológicos (Benedetti, 2011) para poder pensar el colonialismo en la Patagonia. Es por esto que el título del trabajo es justamente una paráfrasis del concepto de Edward Said (2004), en su acepción como dispositivo de saber-poder en relación a las narrativas historiográficas (Bianchi Villelli, 2013, 2014). Aprovechando la oportunidad que brindan los comentarios, muchas de las preguntas que guían nuestra investigación se nutren de las discusiones en geografía crítica. Desde una concepción de la espacialidad, 208 | Araucanía-Norpatagonia

no ya como un telón de fondo, sino como una dimensión activa en tanto producción social y material (Lefebvre, 1974; Soja, 1989), con la construcción del espacio a partir de configuraciones con diversos campos de poder (Raffestin, 1993). Así se vuelve central el estudio de la producción de territorios habitados, negociados y disputados, y el espacio entendido como una configuración simultánea de múltiples trayectorias (Massey, 2000). En este marco de discusión se ancla también la noción de paisajes coloniales que utilizamos; voy a abordar varios de los interrogantes planteados por la comentarista a partir de dicho planteo sobre los paisajes, las escalas, la hibridez de las sociedades coloniales y las mediaciones de la materialidad. Entendemos los paisajes coloniales como resultado de la intersección de estrategias y prácticas indígenas y españolas entre los siglos xvi y xviii; examinamos su articulación histórica y específica de relaciones sociales, económicas y políticas a partir de la expansión europea sobre la región patagónica y sobre sus poblaciones originarias (Bianchi Villelli, 2013). Esta definición tiene varias implicancias: por un lado, permite examinar diversas trayectorias y sus interrelaciones integradas en la ocupación, uso y disputa por el espacio patagónico y sus recursos, sea de dominación, resistencia, negociación, coexistencia. En segundo lugar, nos permite justamente discutir la estructuración diferencial de las relaciones interétnicas (Buscaglia, 2014). Hay un amplio repertorio interdisciplinario para repensar las sociedades coloniales y el proceso de hibridización así como etnogénesis (Boccara, 1999; Libmann, 2008; Buscaglia, 2011), a partir del cual aparecen los quiebres y espacios-entre-medio (Bhabha, 2002) para romper las dicotomías organizadoras de la modernidad (Foucault, 1968) y dar lugar a una participación activa a los sujetos subalternizados por el colonialismo. La arqueología histórica viene trabajando esta perspectiva para visibilizar dichos quiebres y defasajes desde una concepción de la materialidad activa de la estructuración social (Miller, 2005; Stein, 2004, entre muchos otros). En tanto abordamos los discursos coloniales como los desarrollos en la práctica, la noción de paisaje colonial es también una mediación para articular procesos en diversas escalas espacio-temporales, como pueden ser las largas trayectorias de ocupación del espacio de las sociedades indígenas, con la irrupción de la presencia colonial con intensidades variantes en el espacio y en el tiempo. El tema de escalas ha sido largamente discutido desde la arqueología patagónica, y en particular, para Geografías imaginadas... | 209

la expansión de la sociedad colonial en región. Se ha estudiado intensamente a nivel latinoamericano cómo abordar las relaciones entre globalización y contextos particulares (Senatore y Zarankin, 2002; Funari y Zarankin, 2004; Johnson, 1999). Siguiendo a Martin Hall, «la riqueza de una arqueología del mundo moderno subyace en las inconsistencias, los temas no resueltos y la marca impresa de la resistencia que hace lo local mucho más que una cámara oscura de lo global» (2000, p. 67). En particular, en trabajos anteriores (Bianchi Villelli, 2009) problematicé la articulación entre la escala global y la particular contemplando las críticas a la concepción globalizante de la sociedad moderna; así el punto de partida es que los contextos marginales son tan constitutivos del proceso como las metrópolis (Mignolo, 2003). Ahora bien, como plantea Zusman, hay otro clivaje vinculado a pensar las movilidades y fijezas. Siguiendo a Milton Santos, O território, hoje, pode ser formado de lugares contíguos e de lugares em rede: São, todavia, os mesmos lugares que formam redes e que formam o espaço banal. São os mesmos lugares, os mesmos pontos, mas contendo simultaneamente funcionalidades diferentes, quiçá divergentes ou opostas. (2005, p. 256)

Este es claramente un desafío por delante para nuestra línea de investigación; camino que nos proponemos recorrer diversificando los contextos históricos y, en consecuencia, calibrando las escalas espaciotemporales, para así construir una mirada que posibilite la multiplicidad de trayectorias, las contradicciones y tensiones de un colonialismo.

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Capítulo 8

Expansión urbana, religiosidad católica y barrios chilenos en Comodoro Rivadavia (1950-1973) Brígida Baeza Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Patagonia, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (conicet-iesyppat, unpsjb), Argentina

Luciana Lago Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Patagonia, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (conicet-iesyppat, unpsjb), Argentina

Resumen En este capítulo intentamos, desde una perspectiva histórica, explicar el proceso de urbanización espontánea llevado adelante por migrantes chilenos en la ciudad de Comodoro Rivadavia entre 1950 y 1973, lo que dio origen a un tipo de barrio migrante. En esta forma de habitar el espacio urbano se constituyeron varias problemáticas fundacionales de la ciudad, como el mito del desarraigo, la invasión extranjera, entre otras denominaciones que reciben localmente los problemas asociados a la interacción entre distintos grupos sociales y migrantes. Al respecto y desde una perspectiva relacional también buscamos indagar las formas en que intervino sobre dicho asentamiento la agencia estatal –representada por la Gobernación Militar– junto a la acción pastoral desarrollada por un sacerdote salesiano, esfuerzos que en conjunto tendían al disciplinamiento y la argentinización de los migrantes chilenos y sus hijos. En relación a lo anterior, y como respuesta a estas prácticas es posible observar cómo, en el modo de vida de un asentamiento histórico de las zonas altas de Comodoro Rivadavia, se desplegaron diversas prácticas de resistencia que nos permiten entender las características que tenía el habitar los bordes de la ciudad entre 1950 y 1973. Expansión urbana, religiosidad católica y... | 217

Introducción1 En este trabajo buscamos brindar algunas explicaciones que permitan problematizar la existencia de barrios migrantes, barrios étnicos, entre otras denominaciones, para los asentamientos de migrantes chilenos que se ubicaron en Comodoro Rivadavia en el transcurso del bum petrolero de 1958-1963. Se trata de un período crucial en la historia de la ciudad, en la cual se constituyeron varios de los mitos y debates que resuenan en cada expansión poblacional que atraviesa Comodoro Rivadavia. Es por ello que tratamos de abarcar un lapso temporal que englobe el período citado para incorporar las problemáticas anteriores y posteriores a la expansión poblacional que generó la explotación petrolera de esos años. Analizaremos las distintas perspectivas en el análisis del tema migratorio ligado al trazado urbano comodorense, desustancializando2 miradas acerca de lo espacial y apostando a una perspectiva que privilegie el análisis de las prácticas culturales sobre ello. Nuestra intención es complejizar el análisis acerca de lo espacial a partir de la interrelación de los distintos componentes que formaban parte de un entramado donde participaban –en desigualdad de condiciones– la agencia estatal, los sectores sociales nativos de la ciudad, los grupos migrantes limítrofes e internos, grupos religiosos y demás sectores sociales que constituían la sociedad comodorense en pleno bum petrolero. Desde una perspectiva metodológica histórico-antropológica, nos interesa comprender el modo en que se construyó la idea de barrios chilenos, a partir de la construcción de espacios diferenciados y diferenciantes para quienes los habitaban y transitaban cotidianamente. Actualmente existen varias dificultades para poder denominar como barrios migrantes, barrios étnicos, barrios extranjeros (Baeza, 2014), entre otras denominaciones, a los asentamientos informales que proliferaron 1 El arco temporal que aquí se recupera posee vinculación con los siguientes motivos: abarcar el lapso del denominado primer bum petrolero (1958-1963) y el fin de la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia (1944-1955), época en que se dio gran parte de la expansión urbana y del mercado de trabajo de la ciudad, coincidente con la construcción de barrios chilenos. Y el año 1973 (golpe militar al gobierno de Salvador Allende) indica el inicio de una segunda etapa de migración política a la ciudad, de características diferentes a la denominada migración económica (Pereyra, 2000, pp. 9-10). 2 Coincidimos con la siguiente propuesta: «es necesario desustancializar los espacios urbanos, es decir, poner en cuestión la idea según la cual las razones por las que un espacio tiene determinadas cualidades, se encuentran exclusivamente en el espacio mismo, en una supuesta esencia de la que ese espacio (y sus habitantes) sería portador» (Carman, Vieira y Segura, 2013, p. 12).

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en la última década y se constituyeron en la vía más importante para el acceso a la tierra y a la vivienda en la ciudad de Comodoro Rivadavia. Trataremos de problematizar aquí el uso de la categoría de barrios chilenos para los asentamientos urbanos informales que se conformaron a orillas de la ladera del Cerro Chenque para inicios de la década del sesenta. Aquí utilizaremos barrio como categoría social (Grimson, 2009, p. 12), como constructor de lazos sociales (Merklen, 2005, p. 131) y pondremos en tensión la de barrio migrante para brindar un aporte a la discusión en el campo de los estudios urbano-migratorios y ofrecer elementos que desmitifiquen carátulas y estigmas a una discusión que se considera cerrada cuando, por lo contrario, existen vacíos explicativos de este fenómeno. Nos interesa comprender el modo en que se conformó la ciudad, a partir de la construcción de espacios diferenciados y diferenciantes para quienes los habitaban y transitaban cotidianamente. Metodológicamente nos ubicamos entre el modo de abordaje del historiador que busca la «reconstrucción del tapiz» mediante el descubrimiento de indicios imperceptibles (Ginzburg, 2004). Es la opción válida ante una problemática que rodea a la historia regional, por la imposibilidad de contar con archivos históricos sistematizados y organizados. Ante esta situación, si la realidad a investigar está caracterizada por su oscuridad, siempre existen huellas que permiten reconstruir los cambios y transformaciones culturales. A esta perspectiva de análisis sumamos la necesidad de mirar, escuchar y escribir buscando no solo observar, sino también interpretar y sobre todo comprender al otro desde adentro (Cardoso de Oliveira, 1996). Por eso recorrer, preguntar, indagar, entrevistar, se constituyó en el modo de abordar una problemática que aún no ha sido suficientemente abordada desde las ciencias sociales. El camino de ingreso a nuestro caso de estudio fue a partir de la información vertida en diarios de la época, y sobre todo informantes que nos otorgaron su confianza y nos permitieron el ingreso a la comunidad, a través de sus microespacios, tal como lo constituye un espacio de encuentro religioso, como la parroquia Virgen del Valle, donde grupos de familias de migrantes chilenos nos brindaron su aporte para comenzar a comprender sus mundos y modos de habitar uno de los barrios históricos y no planificados de la ciudad. En un sentido similar, también recurrimos al análisis de diversos documentos provenientes de archivos privados ligados a la agencia estatal y en particular a un grupo salesiano que se propuso misionar en dicho asentamiento, guiados por la Expansión urbana, religiosidad católica y... | 219

búsqueda de indicios en torno a las prácticas y representaciones construidas sobre este grupo migrante y el asentamiento en particular.

Ciudad de contrastes: la zona norte y la planificación empresarial en el modo de ocupación espacial Desde los inicios de la urbanización de la ciudad de Comodoro Rivadavia, se constituyó un tipo de matriz urbana diferenciada en distancias físicas y sociales. La zona norte se constituyó a través de la intervención espacial del habitar generado desde la planificación por parte de las empresas estatales y privadas –tanto petroleras, ferrocarrilera, gasífera y otras industrias como la cementera–, lo que dio lugar a la construcción de lazos sociales e identificaciones laborales fuertes. Este proceso ha sido ampliamente analizado desde la perspectiva de company towns (Torres, 1995; Ciselli, 2002), campamentos petroleros (Crespo, 1991) y desde la construcción de integración social y la idea de gran familia asociada a la incidencia que puede tener este estilo de vida en la búsqueda de ausencia de conflictividad social y laboral (Marques, 1995). Las identificaciones que este modo de vida generaban tanto interna como externamente, influyeron en las diferenciaciones en la misma ciudad, al punto que aún hoy podemos encontrar formas de referir a la ciudad como Comodoro Rivadavia por oposición a la zona norte. En relación a la discusión que aquí nos interesa, podríamos afirmar que en el caso de los barrios de la zona norte predominó la construcción de lazos impuestos por la identificación laboral-empresarial, y no así las propias de los grupos nacionales y étnicos de sus habitantes, ya que en general en este tipo de barrios la población se caracterizaba por su heterogeneidad. Podemos citar algunos casos de excepción, tal como el del Barrio Laprida, compuesto en su mayor parte por migrantes internos catamarqueños y riojanos, pero donde la empresa estatal ypf tuvo un papel trascendental en su conformación.3

¿Barrios migrantes en Comodoro Rivadavia? La discusión acerca de los barrios como categoría de análisis está asociada a los estudios pioneros de la Escuela de Chicago en Estados Unidos, 3 Ciselli y Enrici analizaron la configuración de los barrios Manantial Rosales, Valle C y Laprida, como lugar de trabajo y espacio de pertenencia –sobre todo religiosa– para migrantes catamarqueños y riojanos (Ciselli y Enrici, 2008).

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donde se colocaba énfasis en el barrio y su relación con el sentido de vida comunitaria, y como unidad autocontenida (Tapia, 2013). El caso estadounidense ha sido el más profundizado por la mirada desaprobatoria que observó gran parte de la sociedad respecto al modo de vida y conductas desviadas en el gueto norteamericano de población negra (Wacquant, 2013, p. 173). Para el caso europeo Richard Sennet destaca la tradición de encierro en espacios profilácticos de los grupos marginales y segregados como judíos, turcos, griegos, entre otros (Sennet, 1997, pp. 246-249). Para el caso argentino, y en particular para el enfoque centrado en barrios migrantes, se encuentran los estudios de reconstrucción de la migración italiana y la forma de imprimir sus identificaciones en el espacio barrial de La Boca para el caso de Buenos Aires. En el caso señalado la imprimación de los rasgos asociados a la migración italiana asociada a la presencia del grupo ligur, están vinculados con la existencia de redes de migración en cadena (Devoto, 1989, p. 105).4 Resulta interesante que para un caso histórico Devoto detectó que la débil y tardía influencia de las estructuras burocráticas estatales también influyó en la construcción de este caso de barrio migrante. En una línea similar se encuentra el estudio del caso de los agnoneses observando los factores culturales y étnicos en relación a las redes y desplazamientos (Gandolfo, 1988). Desde los análisis contemporáneos del proceso de conformación de barrios migrantes en Buenos Aires contamos con el estudio comparativo entre los barrios chino, boliviano y coreano, y se sostiene que: las tres comunidades estudiadas articulan el plano transnacional con el anclaje local. Los grupos migrantes bolivianos, chinos y coreanos mantienen sus características culturales, afianzando su identidad étnica en un modelo socioterritorial bicultural. Constatamos que los procesos de construcción de identidades étnicas desarrolladas en los territorios urbanos se expresan en patrones de segregación urbana y se rigen por relaciones de sociabilidad, basadas en el funcionamiento de redes intragrupales y que avanzan hacia la interculturalidad con la sociedad local. (Sassone y Mera, 2006, p. 12)

Para el caso bonaerense las autoras señalan que es un fenómeno que se acrecentó dado el contexto de transnacionalización. Veremos que 4 «La cadena migratoria puede ser definida como el mecanismo por el cual los futuros migrantes toman conocimiento de las oportunidades, son provistos de medios de transporte y obtienen su ubicación inicial y empleo por medio de relaciones sociales primarias con emigrantes anteriores» (Devoto, 1989, p. 106).

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para el caso comodorense algunos de los rasgos descriptos anteriormente se encuentran presentes para el caso de los migrantes chilenos desde mediados de siglo xx. Una línea interesante y que se corresponde con la que en este trabajo intentamos enmarcar es aquella que incorpora al estudio de los barrios migrantes la problematización entre las categorías de distintos tipos de distancias, fronteras y segregación espacial, a partir de: la relación entre distancias físicas y distancias sociales, entre la concentración espacial de los migrantes en la ciudad y la construcción de fronteras sociales/simbólicas entre los grupos. Y tal perspectiva metodológicamente exige un abordaje microsocial y cualitativo centrado en el análisis de la experiencia y la interacción, en cuyo marco se construyen las diferencias y distancias que se expresan, a su vez, en el espacio […]; entiende que la segregación espacial, como proceso, implica una articulación entre dos dimensiones: una medible en términos de distancias físicas (distribución desigual, concentración, homogeneidad social del espacio de residencia, etc.) y una simbólica (relacionada con la construcción de fronteras). (Mera, 2011, p. 3)

De este modo incorporamos una noción de segregación espacial que no solo reconozca la residencia en términos territoriales, sino que permita incorporar elementos simbólicos y de diferentes tipos de distancias entendiéndola más allá de lo físico. En este sentido, es necesario considerar la posibilidad de tipos de segregación espacial (Carman, Vieira da Cunha y Segura, 2014). En el caso de problemáticas actuales de Buenos Aires, se abordó el lugar de residencia de los sectores populares como lugares racializados, que poseen continuidad en los espacios de circulación de quienes los habitan, pero paralelamente consideramos necesario profundizar la propuesta de Caggiano y Segura cuando dicen que «se trata, en definitiva, de comprender cómo se articulan en determinado momento las dimensiones espaciales, sociales y culturales de la segregación» (2014, p. 33).

Revisitando los barrios chilenos de la década del sesenta Hacia las décadas del sesenta y setenta, las poblaciones asentadas en los bordes representaban para los sectores medios comodorenses, las molestias típicas de grupos sociales anómicos y al margen de la ley. Parte de las explicaciones figuran en la publicación «Comodoro Rivadavia, 222 | Araucanía-Norpatagonia

sociedad enferma» de Lino Marcos Budiño, quien depositaba en los grupos de migrantes chilenos de sectores populares gran parte del desorden predominante en la ciudad.5 Los barrios chilenos se conformaron por la combinación del crecimiento poblacional que provocó la expansión del mercado de trabajo a partir de las obras públicas que se desarrollaron en relación a la instalación de la capital de la denominada Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia (1944-1955)6 y a la expansión de la explotación petrolera como consecuencia de las políticas desarrollistas del gobierno nacional de Frondizi, asociadas a la firma de contratos petroleros mediante la instalación de empresas estadounidenses (El Patagónico, 13-12-07). Como consecuencia de este bum petrolero, Comodoro Rivadavia experimentó un marcado incremento poblacional. De 22 317 habitantes que fueron contabilizados en la época de la Gobernación Militar, en el marco del censo nacional de 1947, la ciudad pasó a tener, para el censo nacional de 1960, 56 777 habitantes (indec). Para Lino Marcos Budiño los chilenos en Comodoro Rivadavia acrecentaban el sentimiento y el mantenimiento de su nacionalidad, lo cual provocaba un fenómeno de no participación, y de inferioridad socioeconómica. De acuerdo a esta explicación esta situación conducía a mayores posibilidades de conflicto en la ciudad minera, dado que la resistencia a la asimilación ahondaba aún más las características de sociedad enferma de Comodoro Rivadavia. Budiño además de detectar las causas del problema proponía una serie de medidas para romper con la situación anómica de Comodoro, entre las que señala, mayor control y selección gubernamental de quienes ingresaban a la ciudad. La obra de Budiño –de escaso valor académico– resulta una fuente interesante por ser ilustrativa de un amplio sector de la sociedad comodorense que celebró la aparición de este libro porque reflejaba las opiniones y visiones respecto a la migración chilena en la ciudad. 5 Budiño realizó un análisis organicista-funcionalista, caracterizando a los migrantes chilenos como un grupo-problema asociado a la criminalidad, marginalidad, desorganización familiar, etc., además de ser poseedores de valores tradicionales que no les permitían vislumbrar las posibilidades de cambio social. El problema para Budiño estaba dado porque los chilenos trasplantaban la pauperización que se daba en sus lugares de origen, reproduciendo también la forma de vida en favelas (como Budiño denomina los barrios de chilenos) mediante la ocupación ilegal de terrenos (Budiño, 1971). 6 Entre 1944 y 1955 la ciudad fue capital de la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia.

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Otra perspectiva del mismo problema fue la que presentó el estudio de Lelio Mármora, donde el análisis está centrado en aquellos aspectos que posibilitaban explicar las características de la estratificación social de un tipo de sociedad industrial con una base de población heterogénea. Desde la sociología, Mármora observó que la comunidad comodorense carecía, en la década del sesenta, de grupos que apelasen al estatus y a la tradición para ubicarse en un lugar privilegiado de la estructura social, lo que dio lugar a un tipo de estratificación social donde quedaban incluidos, en primer término, los inmigrantes europeos y urbanos de larga data, los de reciente asentamiento, los urbanos de provincias como Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, los norteños y finalmente los chilenos (Mármora, 1968). La forma de inserción de los diferentes grupos migratorios permitió ver el funcionamiento de la marginalidad en el caso de los chilenos, quienes debieron afrontar la mayor cantidad de problemas económico-sociales. Si bien los migrantes europeos de larga data en la ciudad atribuían elementos de inferioridad racial a los chilenos para explicar su marginalidad social, no todos los chilenos compartían la misma situación de inferioridad. Hacia la década del sesenta se destacaban tres estratos diferenciados: los comerciantes que se podrían englobar como burguesía chilena, los obreros afiliados a sindicatos que interactuaban con grupos no chilenos y, por último, los obreros no afiliados con mayor sentimiento de marginalidad y apego a su nacionalidad. En este contexto se prolongaron en el tiempo las representaciones de los barrios altos/chilenos de los sesenta, vistos como callampas/villas, en parte por su conformación barrial irregular y por las problemáticas asociadas a la conflictividad social. Este modo de habitar el espacio generó una serie de marcas que sobreviven aún hoy, y que condicionó la urbanización de esta zona de la ciudad, como la imposibilidad del trazado en cuadrículas, la instalación del sistema cloacal, entre otros emprendimientos que brindarían signos de urbanización del espacio.

Un caso de análisis: el barrio Chile Chico-Barrio Oeste-Pietrobelli Analizaremos aquí el modo en que se construyó un barrio chileno alrededor de 1950-1973. El primer barrio de chilenos en Comodoro fue fundado con el nombre de Chile Chico, en el costado noroeste del barrio Pietrobelli.7 Alrededor de este asentamiento poblacional, se gestó una 7 En nota de un periódico del sur de Chile titulada: «Historias de chilenos en Comodoro Rivadavia». Lunes 30 de marzo del 2009.

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historia similar a la que se desarrolló con el proceso de poblamiento de la región de Aysén en el sur de Chile. Básicamente, se resaltaba el carácter espontáneo que tenía la conformación del núcleo poblacional, caracterizado por el hecho de edificar viviendas en tiempos veloces y prácticamente sin mediar mayores trámites institucionales. Este modo remite a una tradición chilena-chilota de casas brujas (Mera Beltrán, 2000). Se dan varias de las características de los barrios migrantes para nuestro caso de estudio: • Llegada al barrio por medio de redes migratorias, en su mayor parte vecinos, familiares provenientes de Chiloé, Puerto Montt y la Región de Aysén de Chile. • Apoyo y colaboración por parte de los integrantes de la red migratoria en la instalación en el barrio, desde el hospedaje en los primeros tiempos, hasta la construcción de viviendas.8 • Cierta reproducción de construcción y modo de ocupar el espacio similar al lugar del origen en el caso de los provenientes de Puerto Montt (construcciones en madera ubicadas en las laderas del cerro). • Instalación de bares, almacenes y lugares de hospedaje étnicos, atendidos por migrantes chilenos y con nombres que en muchos casos remitían al lugar de origen.9 Particularmente es de destacar el modo de construcción de lazos sociales al interior del barrio, alrededor de un tipo de solidaridad que en muchos casos se constituyó alrededor de la fe religiosa católica. Alrededor de –en sus inicios una ermita– la parroquia de la Virgen del Carmen (patrona nacional de Chile), se fueron generando grupos que por décadas transmitieron un sentido de sociabilidad religiosa. La parroquia se erigió en el centro del barrio, y fue impulsada y construida por los propios migrantes chilenos, que trajeron de Chile a la Virgen y el campanario. Pensemos esta práctica religiosa como resistencia y 8 Una de las entrevistadas vinculó esta modalidad de construir las viviendas con la cooperación de vecinos, conocidos y familiares, con la tradición de la minga chilota, que consiste en la colaboración en trabajos como construir y fundamentalmente trasladar casas a través de la fuerza animal y humana. Violeta nos relató que «se iban ayudando unos a otros porque se usaba la minga, así se ayudaban mutuamente». Sandra nos contó que en la década del setenta vivió en la pensión chilena en los inicios de su matrimonio. 9 En Chile Chico se ubicaban hacia la década del sesenta, los siguientes bares de expendio de bebidas alcohólicas: Oriente, Copihue Rojo, El Caribe, entre otros (entrevista a Lito y Violeta).

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estrategia diferenciante y de legitimación del lugar ocupado en la ciudad. Tal como sucedió en la ciudad de Bariloche con el emplazamiento de la misma virgen por parte de los migrantes chilenos: el diseño de una advocación pública no solo permite reconocer la conformación de un espacio y una práctica como sagrados, sino que también la misma se instituye como estrategia de reclamo de mejoras sociales para la población migrante en cuestión. (Núñez y Barelli, 2013, p. 171)

Podríamos decir que barrio y parroquia se fueron construyendo paralelamente, pues en 1952 se fundó una cofradía, con 23 socios cofrades.10 En un video documental donde se registró la historia de la parroquia, se hace mención explícita a la labor que desarrollaron los migrantes chilenos, las imágenes de diversas celebraciones aluden a una Virgen que integra nacionalidades, tal como una fotografía donde aparece la Virgen del Carmen con dos banderas bordadas, a un lado la argentina y del otro lado la chilena (2012). El análisis de García Redondo para el caso de la Almería Cristiana nos permite problematizar un mito fundante de la ciudad de Comodoro Rivadavia, surgido en la época de construcción del barrio Chile Chico, al contrario de lo que manifiesta este mito del desarraigo, erigir una ermita y luego una parroquia en honor a la Virgen del Carmen, contribuía a que a la sensación de desarraigo de los repobladores, respecto a sus lugares y devociones de origen, la respuesta instantánea es una heterogénea –y casi belicosa– religiosidad popular, manifestada en la proliferación de ermitas privadas y fundaciones particulares. Ante esta situación la tendencia querida desde el poder, así como por el subconsciente colectivo, es la homogenización 10 Las cofradías o hermandades eran asociaciones de fieles de la época colonial «que perseguían finalidades variadas, entre ellas, las de carácter devocional –como la veneración de una advocación de la Virgen María de un santo–, las prestaciones de servicios litúrgicos o caritativos –como el alumbrado del Sagrario de una iglesia o la sepultura de difuntos pobres– y la intercesión espiritual por determinadas necesidades –por ejemplo, la redención de las almas del purgatorio o la más tangible de los cautivos de los indios–. A esa finalidad principal se agregaban casi siempre otras relacionadas con el bienestar espiritual y material de sus miembros, como la participación en pláticas, ejercicios espirituales y algunas formas de ayuda mutua previstas en los reglamentos, como la asistencia de los hermanos enfermos […]; otras solidaridades no establecidas en las “constituciones” se activaban oportunamente, en función de los intensos lazos de reciprocidad que solían unir a los cofrades» (Di Stefano, 2002, p. 33).

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de la fe pública, la concentración de las devociones y el consecuente reforzamiento de la identidad del grupo. (García Redondo, 2007, p. 96)

Alrededor de la Virgen del Carmen se fue constituyendo un tipo de pertenencia católica caracterizada por su devoción pero también disciplina religiosa, sumada a una organización que en cierto modo se mantiene hasta la actualidad. A inicios de los setenta se conformó un grupo denominado La chusma, que tenía como objeto generar lazos a través del compadrazgo, donde unos a otros iban quedando emparentados, reunirse con objeto de festejar cumpleaños, matrimonios y festividades nacionales y religiosas. Onoria destaca que «nosotros formamos La chusma, así se formaron los grupos de catequesis familiar en las casas, todo para hacer el salón… luego se formó el grupo juvenil».11 Las reuniones de La chusma oficiaban de lugar de encuentro y para hallar pareja; una de las entrevistadas relató: «éramos como diez familias chilenas, fueron dándose el ser madrina de los hijos o de matrimonio. Mi hermana se casó con un chico del barrio».12 Estas prácticas de religiosidad en clave étnica eran vistas y registradas muy de cerca por un sector del catolicismo local vinculado a los grupos salesianos y al particular carisma de un sacerdote conocido como el padre Corti, quien desde un perfil claramente higienista y disciplinador desarrolló un proyecto socio-educativo tendiente a la asistencia a este barrio. En el próximo apartado nos abocaremos a caracterizar estas prácticas, las cuales nos permiten acercarnos a los sentidos en que se erigieron y operaron estas fronteras sociales y simbólicas entre los migrantes chilenos, quienes conformaron el asentamiento y los sectores tradicionales de la ciudad.

Estado y salesianos en los bordes-altos de la ciudad Temporalmente, el inicio de este trabajo se ubica en la segunda parte de lo que se denomina la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia (1944-1955) y las primeras décadas de existencia de la provincia de Chubut. Respecto al origen y fundamento de la gobernación existen diversas explicaciones, aunque compartimos la posición más popularizada, 11 Onoria vino a Comodoro Rivadavia desde Puerto Montt (Chile) en 1967 y es quien en la actualidad resguarda la parroquia. 12 La entrevistada también conoció a su ex esposo chileno en casa de una allegada del barrio, y vivió en Chiloé durante más de 20 años.

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que sostiene que fueron razones geopolíticas de defensa de los recursos naturales en el contexto de la Segunda Guerra Mundial las que motivaron esta nueva disposición territorial. También es importante considerar la posición de la empresa estatal ypf, que buscaba controlar la creciente conflictividad laboral y la amenaza comunista entre sus trabajadores (Carrizo, 2009). A una u otra razón se debería sumar la necesidad de controlar la frontera con Chile dando muestras de una efectiva intervención estatal en las zonas limítrofes. En este contexto los migrantes chilenos resultaban ser pobladores necesarios en un contexto de expansión del mercado de trabajo pero también molestos en términos de no corresponderse con el proyecto poblacional original para la ciudad de Comodoro Rivadavia, dado que no se encontraban ni dentro de los grupos de migrantes provenientes de diversos grupos europeos ni migrantes internos del noroeste de la Argentina. En este sentido, reparar en la conformación de los asentamientos poblacionales de los bordes de Comodoro Rivadavia nos obliga a detenernos en las ramificaciones de la Gobernación Militar, punto en el cual encontramos una intensa vinculación entre la gobernación y un sacerdote salesiano, quien desarrolló su actividad misional en dichos espacios. El barrio Chile Chico, formado con espontaneísmo y celeridad a partir de la llegada de grupos de migrantes chilenos, pocos años después fue reconocido como tal por parte de la Gobernación Militar a través de una re-fundación oficial, momentos en los que se erige la piedra fundamental del barrio.13 En este punto es donde vemos que el Estado debe prestarse a negociaciones con el mundo social para poder ser reconocido (Revel, 2011, p. 23). Eran años en que predominaba el espontaneísmo en la elección de los lugares para habitar, donde el cambio de casas o terrenos se hacía bajo palabra, lo que daba cuenta de cierto desorden que debía ser regulado por las autoridades estatales. En un artículo del diario El Chubut el barrio es denominado Pietrobelli, mientras en el documento fundacional de la parroquia de la Virgen del Carmen, es mencionado como Barrio Oeste, el cual data de 1952 (aún Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia). Ambas denominaciones fueron impuestas (triunfando finalmente Pietrobelli, en honor al fundador oficial de la ciudad), en detrimento de la denominación popular que tenía el barrio, Chile Chico. 13 Actualmente el espacio público donde se encontraba la placa está en remodelación, por lo cual provisoriamente nos valemos de información vertida en la monografía de Yanina Mansilla, Ángela Chaura y Ángel Cárdenas, de la escuela n.º 731.

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En este contexto es que comienza a desarrollar su tarea pastoral el sacerdote Corti, orientándose particularmente hacia los niños y jóvenes hijos de los migrantes chilenos, a través de la instalación de un oratorio salesiano primero y luego a través de un conjunto de establecimientos educativos conocidos en su conjunto como La obra de Corti.14 Si bien los salesianos, a través del Colegio Deán Funes, mantenían estrechas relaciones con la estatal ypf, siendo este colegio uno de los pilares de la congregación salesiana para consolidar la presencia católica en la vida pública de la ciudad (Carrizo, 2008), en el caso de la obra del padre Corti nos encontramos con otro perfil, más ligado a la idea de misionar y atender a los sectores populares concentrados en las barriadas conocidas como los barrios chilenos. Corti inicia su acción pastoral en 1952, fundando el Oratorio Domingo Savio en los límites de la ciudad, donde concluía la zona céntrica y sus alrededores y donde se iniciaba la zona de los asentamientos informales conocida como Chile Chico, y luego denominada oficialmente como Pietrobelli. Al oratorio asistían chicos desde los ocho a los quince años, residentes en el barrio. Allí se combinaba la formación religiosa con la práctica deportiva, junto a otras actividades recreativas como paseos, juegos grupales, entre otros. En una edición especial de un programa radial dedicado a la obra del padre Corti, el sacerdote relataba: Los chicos que iban al oratorio provenían de hogares endebles o mal constituidos, familias a las que se llamaba flojitas de papeles. En el oratorio los podíamos entretener, enseñarles algo, pero luego volvían a sus ranchitos, a su ambiente. Esos chicos necesitaban más tiempo fuera de su hábitat, más horas que les posibilitaran un contacto más extenso con el sistema preventivo salesiano… Mi visión era hagan escuelas y veréis como el país va a cambiar, cambia la fisonomía de la barriada, el aspecto social de la gente […]. En las escuelas pude ver que los alumnos eran ciertamente permeables a una transformación cívica, cultural, cristiana, católica, de chileno a argentino. (Entrevista a Juan Corti, 2012) 14 Se conoce popularmente bajo el nombre de Obra de Corti, un conjunto de instituciones educativas fundadas por el sacerdote –un jardín de infantes, cuatro escuelas primarias, dos colegios secundarios y dos centros de formación profesional con orientación técnica–, junto a otras instituciones en las cuales formó parte de las juntas promotoras, como asociaciones vecinales, bibliotecas y consultorios periféricos (ver más en http://www.padrecorti.org/).

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Tanto en entrevistas como en distintas apariciones públicas, Corti constantemente hacía mención a la similitud que encontraba entre su accionar y el de Don Bosco en lo referido a la instrucción y formación moral de niños y jóvenes provenientes de los sectores populares. A la vez destacaba las posibilidades del Sistema Preventivo de Don Bosco, el cual sobre las bases de la trilogía razón/religión/amor, sostenía que había que prevenir el error con la instrucción, el vicio con la inducción de buenos hábitos y las faltas con la vigilancia amorosa (Nicoletti, 2003). A este rasgo distintivo de la corriente salesiana en general, en nuestro caso de estudio se suma el afán de asimilar y argentinizar a los niños y jóvenes hijos de chilenos quienes habitaban el barrio, lo cual lo acerca a la agencia estatal en torno al control de esta población y este sector en particular de la ciudad. En la cita del sacerdote que presentamos anteriormente es posible reconocer como en su discurso está presente una imagen en la que tras la idea de educar subyace la noción de argentinizar a estos niños y jóvenes, entendiendo que este proceso implicaba un disciplinamiento y asimilación cultural bajo una formación religiosa. En relación a los vínculos entre Corti y las autoridades de la Gobernación Militar, en sus memorias el sacerdote recordaba que «el General Muller, enterado de la actividad oratoriana, nos convocó y nos dijo que éramos nosotros los salesianos los más indicados para emprender una obra de bien, tan necesaria en esa zona» (aa. vv., 2011). Es así que a partir de 1950 desde la Gobernación se contribuía semanalmente con donaciones de alimentos para sostener los merenderos a los que asistían los niños oratorianos. Estas donaciones eran retribuidas con el agradecimiento enseñado a estos chicos en forma de tres hurras y aplausos cuando en sus recorridas pasaban frente a la casa del Gobernador, su principal benefactor. Al respecto, en un reciente trabajo centrado en el estudio del repositorio fotográfico de la Gobernación Militar, en el que se intenta observar el modo en que sus funcionarios miraban no solo la magnitud de su presencia en obras públicas de la ciudad, sino también los bordes, aparece clasificado nuestro caso de estudio como Barrio Pietrobelli-La Loma, y se retratan sus viviendas de madera, su precariedad, entre otros elementos donde el «Estado registra a ese otro, que no avanza sobre el mar, que no tiene casas recién pintadas, no tienen cañerías» (Oviedo, 2013, p. 5). Corti también llama la atención sobre las características de las viviendas en este barrio, al describirlas del siguiente modo: 230 | Araucanía-Norpatagonia

Los chilenos se instalaban en cualquier lugar de la periferia del pueblo, armaban un ranchito con los materiales a los que podían echar mano. Eran conocidas sus construcciones por usar una docena de tirantes de maderas y chapas de ondalit. La letrina unos metros atrás del rancho y con ellos su hijos, nuestros oratorianos, carentes de todo tipo de servicios, en los que vivían hacinados y como podían tantos seres humanos en esa pobreza de medios que los condenaba a repetir su historia. (aa. vv., 2011, p. 180)

Así como el Estado buscaba registrar/capturar a ese otro, en 1953 Corti, junto con un grupo de mujeres integrantes de la Fraterna Ayuda Cristiana a nivel local, llevaron adelante un relevamiento social tendiente a identificar las principales carencias de las familias habitantes en Chile Chico. El relevamiento consistía en la elaboración de fichas por familia donde se registraba la composición del grupo familiar, los nombres y edades de los hijos, su estado sanitario general, si se encontraban bautizados junto a otros aspectos más generales tomados como observaciones. A modo de ejemplo en una de las fotografías de estas fichas podía leerse: Familia Mansilla: viven en Chile Chico arriba, muchos niños, ocho en total, algunos medios enfermizos [sigue el listado de edades y talle de calzado de cada uno], tres van al Oratorio. Familia Sandoval, Chile Chico al centro, tres chicos, no saben qué número calzan, madre soltera. Los tres son para bautizar junto a la madre. (Archivo fotográfico Fondo Obra del Padre Corti)

En base a este relevamiento y su posterior categorización se disponía la entrega de alimentos y ropas junto a vales para el ingreso a baños públicos y corte de cabello gratuitos que eran otorgados por las autoridades de la gobernación. A través de gestiones con las autoridades de la Gobernación, Corti obtiene un lote de tierras dentro del barrio Chile Chico, en la cual instala un playón deportivo para las actividades tanto del oratorio como del barrio en general. La promoción de la práctica deportiva se consideraba clave dentro del ideario salesiano como motor del desarrollo físico-moral de los niños y jóvenes.15 La zona de influencia del oratorio se extendía desde el barrio Pietrobelli, hasta la costa –la llamada Playa del 99–, y desde esa zona liminar se 15 El cuidado y la exhibición del cuerpo estaban emparentados con la higiene, la profilaxis y la prevención, preocupaciones propias del higienismo positivista (Di Liscia, 2004).

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procedía a reunir a los niños y jóvenes para luego bajar al centro, donde iban a misa a la capilla del colegio María Auxiliadora y en determinadas ocasiones participar en ciertas celebraciones públicas organizadas por la Gobernación Militar. Luego de varios años de intensa actividad oratoriana y en función de la cual el sacerdote amplía su red de benefactores, se propone la fundación de un colegio de educación elemental orientado a la enseñanza de las primeras letras a los niños del barrio. Así, en 1957 comienza con el colegio Domingo Savio en las instalaciones de un club del Tiro Federal, cuyos miembros les facilitan las instalaciones del bar para el dictado de clases a los niños, en su gran mayoría chilenos. Uno de estos niños, en un documental referido a la historia del colegio narraba: Nosotros en aquella época ni soñar con ir a los colegios del centro. Uno mismo se excluía, no había ley que lo prohibiera, lo que pasaba es que veníamos de Chile, no teníamos documentos, teníamos otras necesidades, otras maneras de vivir. (Programa Rescatando la Historia)

Para el dictado de clases tuvo el apoyo de jóvenes estudiantes del magisterio en el Colegio María Auxiliadora, quienes colaboraron con la obra, entendiendo que esta labor educativa se emparentaba con el principio de caridad cristiana.16 En el marco del oratorio y luego a través de la fundación del Colegio Domingo Savio, parte del trabajo social junto a los niños chilenos se centraba en propiciar la transformación proyectada por Corti de argentino a chileno. Para ello se intentó avanzar en dos sentidos, por un lado buscando que los niños incorporaran un conjunto de elementos simbólicos referidos a la patria y, a la vez, negando un conjunto de pautas culturales de sus familias vinculadas a lo chileno. Se trataba entonces no solo de aprender los símbolos patrios sino también querer y agradecer a la patria que los recibió. La mentada argentinización atravesaba la cotidianeidad del funcionamiento escolar: diariamente se recitaba el Himno Nacional y en ocasiones de 16 Una de estas maestras que acompañaron a Corti en los inicios del colegio, al ser consultada sobre las motivaciones para trabajar en un lugar tan precario respondía: «Creo en la formación recibida en nuestros hogares y en el colegio. La enseñanza de la práctica intensa de las tres virtudes teologales de fe, esperanza y caridad, las dos primeras son interiores pero la caridad es hacia los semejantes […]. Y creo que entendimos que la mejor forma de ejercer la caridad era enseñar, educar y socializar a estos chicos que de otra forma no tenían acceso a la educación».

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celebración de las fiestas patrias se presentaban distintos números musicales y artísticos referidos a pasajes de la historia argentina, donde se instaba a los niños a participar como una forma de «inculcar a los niños chilenos la realidad argentina y que debían reconocer a esta tierra que los acogía y educaba como su patria de adopción» (entrevista a Martha N., maestra jubilada del primer Colegio Domingo Savio, en aa. vv., 2012). En este punto podemos reconocer que los símbolos y los ritos recreados en torno a estos como la bandera, el himno y los emblemas nacionales, tienen un alto poder como generadores de habitus nacionales (Baeza, 2008). El trabajo educativo desarrollado por este colegio en una zona de frontera simbólica al interior de la ciudad se asemeja al de otras escuelas de la región patagónica, las cuales se configuraron como espacios de homogeneización social desde la imposición de un modelo normalizador de costumbres y valores con una marcada impronta nacionalista.17 Parte de estos esfuerzos implicaba –como mencionábamos anteriormente– la negación de lo chileno, expresada por ejemplo en los rígidos controles que realizaba Corti para que los niños que asistían a su colegio no participaran en el marco de los festejos por la independencia de Chile, llamada popularmente La Ramada.18 Estos festejos constituyen un particular marco de sociabilidad propia de los sectores populares rurales chilenos, donde se celebra esa identidad desde la música, el canto, la danza y el consumo de las comidas y bebidas consideradas típicas. Una expresión recurrente, tanto en las memorias de Corti como en algunas entrevistas que se han conservado de las maestras que lo acompañaron en los primeros tiempos del Colegio Domingo Savio, es la idea de «miseria moral» para caracterizar las condiciones económicas y sociales de las familias chilenas «analfabetas», «promiscuas» y «faltas de higiene». Predomina una idea de déficit cultural donde el concepto de «ambiente –asociado a una idea biologizada de la vida social– se vincula con la noción de cultura de la pobreza, según la cual la pobreza se la justificaba como una causa de la propia cultura de estos 17 Para el caso patagónico, véase Baeza, 2008 y Domínguez, 2006. 18 Cuando llegaba el 18 de septiembre, Corti extremaba sus controles, insistía en que los chicos no debían estar presentes. El propio colegio acentuaba en esos días sus exigencias en deberes y tareas que debían presentar sin excusa alguna. «Debíamos mantener a los chicos ocupados y lejos de las festividades» (testimonio de Inés V., quien se desempeñó como docente en el colegio en 1958, en aa. vv., p. 251).

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pobres» (Neufeld, 2005). A su vez, el déficit de estas familias pobres y chilenas se definía en contraposición al conjunto de hábitos, normas y valores de quienes poseían la cultura, en este caso las maestras junto a Corti. En base a lo expuesto, podemos reconocer la forma en que este proyecto homologaba los términos nacionalización y civilización, considerando a los alumnos como vectores hábiles para inocular parámetros civilizatorios y patrióticos en sus hogares, en un esfuerzo por asimilar culturalmente a las familias migrantes chilenas. Así el colegio es visto como un espacio ideal para el mejoramiento y control de la herencia social. Si bien claramente podemos reconocer los modos de imposición desplegados por la agencia estatal y por la práctica religiosa para borrar, ocultar y silenciar expresiones que no corresponden con el proyecto hegemónico, de forma subterránea también es posible reconocer formas de resistencia. Acordamos con que deberíamos considerar que, aún cuando esas poblaciones no tienen capacidad para imponer visiones socialmente legítimas alternativas a aquellas consagradas por el Estado y las elites, ni disponen del control sobre los dispositivos materiales de poder, ciertamente, sí, suelen ejercer diferentes formas de resistencia práctica y también disponen de competencias para hacer uso instrumental de las reglas y dispositivos dominantes en su propio beneficio (Soprano, 2007, p. 21)

Entonces, bares, almacenes, festividades, conmemoraciones, religiosidad, modos de vestir, construir viviendas y de sociabilidad, operan al modo de prácticas de resistencia cultural (Corrigan y Sayer, 2007, p. 74), que se presentan como aparentemente indirectas e inexistentes (Scott, 2000). Pero que seguramente contribuyeron a mitigar no solo la escasa aceptabilidad de la sociedad receptora sino también el tránsito de lo que significó para estos grupos migrantes el pasaje de una vida campesina (en su mayor parte) a una de tipo urbana e industrial. Un testimonio al que pudimos acceder sobre la experiencia de los niños chilenos que asistían al oratorio y luego al Colegio Domingo Savio es muy claro respecto a las formas en que desde la capacidad de agencia de estos niños se entendía la participación en el oratorio en relación a sus intereses, haciendo el juego necesario de lo que se esperaba de ellos. Gilberto recuerda: 234 | Araucanía-Norpatagonia

Nosotros éramos los llamados chilotes del barrio Chile Chico […]. Solo él [Corti] sabía por qué se llamaba oratorio, porque nosotros no íbamos a orar ahí, íbamos a jugar. Íbamos a misa para que nos pongan el sello en la mano para poder ir al cine gratis, con el sellito la entrada era segura. Me acuerdo también que cuando íbamos a rezar decíamos solamente la primera y última frase del padrenuestro, éramos picaros.

Entonces, nos preguntamos ¿cómo operan los lazos étnicos en el caso de los grupos chilotes? ¿Cómo interactúan con aquellos lazos de carácter nacional y en muchos casos católicos? ¿De qué modos eran percibidos y/o resistidos en el ámbito de lo privado los esfuerzos nacionalizadores y asimilacionistas de prácticas como las desplegadas por estos grupos religiosos salesianos? Son todos elementos a seguir considerando.

Para seguir pensando… Si la noción de sociedad enferma de Budiño adolece de ser una mirada prejuiciosa y constitutiva de visiones conservadoras, la de Mármora resulta hoy una visión estructuralista donde el objetivo era entender cómo funcionaba la estructura social comodorense. En nuestro caso buscamos observar el «triple entramado de nación/Estado/cultura» (Corrigan y Sayer, 2007, p. 50), para desde esta línea continuar profundizando y explicando un modo de habitar el espacio urbano de Comodoro Rivadavia entre 1950 y 1970. En las distancias y diferencias que se constituyeron en esta época fundacional de la expansión urbana se pueden encontrar una serie de explicaciones a diversas problemáticas pasadas y actuales que siguen preocupando a quienes habitan la ciudad. En el análisis de cómo operan las diferenciaciones nacionales y étnicas en el modo de habitar el espacio y en relación a la agencia estatal/religiosa, lograremos entender las características que adquieren las interacciones sociales entre distintos grupos sociales en un contexto de base poblacional heterogénea y de permanente expansión. Lejos de haber pretendido una explicación culturalista del habitar chileno/ chilote en los barrios altos comodorenses, no dejamos de observar estas prácticas culturales religiosas enmarcadas en una sociedad caracterizada por las desigualdades sociales que generaba la expansión petrolera estatal y privada en el transcurso del primer bum petrolero que tuvo la ciudad. Expansión urbana, religiosidad católica y... | 235

En el caso del sacerdote Corti lo que prima es una mirada sobre ese otro, sobre los hijos de los migrantes chilenos a quienes se considera factibles de ser reeducados, bajo la órbita salesiana, formando buenos argentinos y buenos católicos. En este sentido, la Iglesia católica en el contexto –y con el impulso– de la Gobernación Militar, recuperó ciertas prácticas del catolicismo hispánico y nacional chileno, a los cuales incorporaron elementos higienistas y disciplinadores destinados a modelar a los grupos migrantes en un contexto de hegemonía militar en Comodoro Rivadavia.

Comentario al texto Nancy Nicholls Lopeandía Universidad de Chile, Chile

El artículo de Brígida Baeza y Luciana Lago aporta una mirada interesante a los procesos de migración y asentamiento urbano chilenos en tierras argentinas, poco conocidos en el campo académico de Chile. Si bien la historiografía de este lado de la cordillera ha indagado en la migración rural a los centros urbanos, particularmente Santiago, para el periodo que se extiende desde fines del siglo xix hasta mediados del siglo xx, así como en las tomas de terrenos que dieron lugar a las poblaciones populares de las ciudades, poco se conoce sobre la migración chilena a la Argentina. Reconociendo esto, el aporte más destacado del artículo radica en entender procesos de migración y asentamiento urbano como los protagonizados por los chilenos que poblaron las zonas altas de Comodoro Rivadavia entre 1950 y 1973, como fenómenos que no pueden ser analizados en su complejidad sin integrar las prácticas culturales y el imaginario de los diferentes actores que participaron en ellos. Destaco también la óptica de análisis de Baeza y Lago, que sitúan un proceso de asentamiento urbano como el investigado en un campo de poder. Ello, que puede parecer de perogrullo, no siempre se toma en cuenta cuando se estudian fenómenos de esta naturaleza por lo que se pierde de vista el subtexto de las prácticas hegemónicas y subalternas. En esta línea, es sugerente la propuesta de las autoras que otorga una nueva capa de compresión al fenómeno, al explorar en los conceptos de disciplinamiento, homogeneización y resistencia. 236 | Araucanía-Norpatagonia

En una sociedad como la occidental, que se plantea cada vez más el reconocimiento y la inclusión de la diversidad y la diferencia, la pregunta por el otro que se hacen las autoras de este artículo resulta relevante. El otro que desde la hegemonía del poder es visto como un sujeto que amenaza el orden y la civilización, y por ende es objeto de disciplinamiento no solo a través de prácticas de homogeneización cultural sino también a través de un imaginario que lo concibe como un ser desprovisto de cultura, y por lo tanto en una posición social inferior. En contraposición, este otro busca analizarse desde adentro, desde el tejido social que fue construyendo arraigado en la fe y la práctica religiosa, en la sociabilidad de la fiesta y en las variadas relaciones sociales al interior de la propia comunidad. En este punto, pienso que la metodología de la historia oral, utilizada por las autoras, podría haber ocupado un lugar mucho más central, ya que esta permite escuchar las voces de esa alteridad de tal manera de acceder no solo al entramado de las prácticas culturales a que dio lugar el proceso de asentamiento urbano sino también a los significados otorgados, a los imaginarios construidos, a las identidades articuladas en torno a ellas, por los inmigrantes chilenos de Comodoro Rivadavia. Así como una mayor presencia de la voz de los inmigrantes chilenos, analizar fenómenos sociales como la migración y la conformación de asentamientos urbanos, hace indispensable la inclusión de todos los actores que jugaron un papel relevante en él. Si bien las autoras dejan en claro el rol del Estado a través de la Gobernación Militar y del que tuvo el sacerdote salesiano Corti, el resto de los habitantes de la ciudad quedan relativamente invisibilizados, si bien son mencionados en distintos momentos, por ejemplo los nativos de la ciudad o los grupos migrantes internos. Estos, es presumible pensar, jugaron un papel en la conformación de fronteras territoriales y sobre todo simbólicas, fueron claves en permitir o dificultar la inclusión de los inmigrantes a la ciudad y sin duda también tuvieron algo que decir en la construcción del imaginario en torno a los barrios chilenos de Comodoro Rivadavia. Finalmente, si bien la fortaleza de esta investigación radica, como lo expresé al inicio, en la consideración tanto de las prácticas culturales como de los elementos simbólicos y del imaginario en la formación de los barrios de migrantes chilenos en Comodoro Rivadavia, una representación histórica de su materialidad hubiese enriquecido la comprensión del fenómeno. Así por ejemplo, la reconstrucción del paisaje Expansión urbana, religiosidad católica y... | 237

urbano del barrio Chile Chico, de calles y viviendas, de espacios públicos de esparcimiento, de almacenes y bares, por nombrar algunos posibles, hubiese complementado el nivel de análisis simbólico-cultural. Sin duda, ello requeriría trabajar con los indicios, pero una vez más la memoria de los protagonistas, con los resguardos metodológicos debidos, permite la construcción de una fuente de innegable valor histórico para la indagación del ámbito local.

Réplica de las autoras Agradecemos la atenta lectura de nuestro artículo, por parte de Nancy Nicholls Lopeandía. En parte destaca nuestro aporte vinculado al estudio del disciplinamiento, homogeneización y las prácticas de resistencia del grupo de migrantes chilenos hacia 1950-1973 en Comodoro Rivadavia. Efectivamente en esta línea de análisis consideramos que no solo estamos dialogando con quienes han analizado estos procesos para otros grupos migrantes, sino también con aquellos que analizan las prácticas religiosas vinculadas al territorio. En este punto buscamos desplazar la mirada para pensar lo religioso no vinculado exclusivamente a las instituciones, sino analizando cómo operaba ese marco de creencias, por ejemplo para los migrantes facilitando modos de estar juntos y de construir sociabilidades en red. Consideramos válida la observación en torno a la necesidad de profundizar en la reconstrucción de la materialidad barrial, a través del rescate de las memorias subalternas que fueron construyendo los grupos de migrantes chilenos, en las cuales también deben ser considerados los mandatos de olvido hegemónicos pero en paralelo el esfuerzo por no olvidar. Otras marcas aún visibles y que constituyen un tipo de problemática que se extiende temporalmente hasta la actualidad, y que se encuentra vinculado con el modo de urbanización al que dio origen el carácter espontáneo con el cual se fueron tomando las tierras por parte de los migrantes chilenos y sobre todo un Estado que, ausente en brindar condiciones de vida dignas a quienes llegaban, sí se encontraba presente con todo el aparato disciplinador y homogeneizador con el que contaba en aquella época. En este punto quisimos subrayar cómo este aparato se nutría de representaciones sobre los migrantes chilenos, y cómo dichas representaciones operaron en particular en la obra salesiana orientada hacia los niños con el afán de argentinizarlos. Actualmente se intenta regularizar el barrio Pietrobelli, reacondicionarlo en términos actuales tales como la aplicación 238 | Araucanía-Norpatagonia

de planes de mejoramiento barrial, pero los límites para su concreción provienen de la profundidad histórica que imprimió en el espacio los condicionantes a las transformaciones que se intentan realizar. También nos interesa recuperar aquí la observación realizada en torno al entramado complejo que generó la Gobernación Militar en Comodoro Rivadavia, donde efectivamente nativos comodorenses, migrantes europeos e internos, formaban parte de una configuración donde unos y otros formaban parte de un tipo de sociedad en tensión permanente. A pesar de que el contexto de época dorada de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (ypf), no dejaba observar los problemas de los márgenes de la ciudad, donde la explotación del petróleo solo dejaba las consecuencias de aquella parte que no era regulada por las políticas de bienestar que el Estado proyectaba sobre todo para la comunidad ypefiana. Intentamos incursionar en lo invisible que lograba sostener a los migrantes chilenos en el Pietrobelli, a través de esos lazos religiosos y católicos que los unía –en parte– al resto de la sociedad comodorense, pero que, sin embargo, no logró aglutinar a las poblaciones chilenas en las sucesivas generaciones y que dio origen al crecimiento de un pentecostalismo chileno que continúa vigente e in crescendo entre los migrantes chilenos y en particular entre los sectores populares.

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Capítulo 9

A lo largo y a través de la frontera: áreas protegidas y gestión participativa en la Norpatagonia (Chile-Argentina) Bastien Sepúlveda

fondap 15110006-iciis, Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile Sylvain Guyot

umr 6042 cnrs-geolab, Université de Limoges, Francia

Resumen Este capítulo indaga en el rol y las funciones de las áreas protegidas en la conformación y (re)articulación de la frontera entre Chile y la Argentina. El análisis se centra, para tal efecto, en el caso de los Andes australes, en el tramo correspondiente a las regiones de La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos por el lado chileno, y a las provincias de Neuquén y Río Negro por el lado argentino. Esta área coincide con el territorio histórico del pueblo mapuche, cuya incorporación a los Estados chileno y argentino solo remonta a finales del siglo xix. Se sostiene así que la creación de áreas protegidas en esta región jugó un papel fundamental en la instalación y posterior consolidación de los Estados y su frontera, contribuyendo simultáneamente a desarticular el territorio mapuche en su dimensión trasandina. Sin embargo, esta configuración está siendo redefinida por procesos mediante los cuales comunidades locales se ven paulatinamente integradas a la gestión de áreas protegidas ubicadas en ambos lados de la frontera. Así también, una propuesta de Reserva de la Biosfera Transfronteriza ha sido discutida entre Chile y la Argentina estos últimos años, sin ser aún formalmente ingresada a la Unesco. Una nueva gobernabilidad ambiental, guiada por el principio de coadministración o gestión participativa, se estaría entonces gestando no solo a lo largo sino también a través de este tramo fronterizo, reestructurando el espacio regional y sus dispositivos territoriales. Se documenta en este trabajo el desarrollo histórico de los procesos territoriales regionales, en particular en lo que refiere a la creación de áreas protegidas, identificando así las diferentes etapas de conformación de los Andes australes en un frente ecológico. A lo largo y a través de la frontera… | 243

Introducción1 Antes de la emergencia de los Estados modernos en América Latina, los Andes no constituían una frontera política rígida y estable, sino más bien un punto de encuentro e intercambio a la vez económico y sociocultural entre distintos grupos indígenas. Los Andes se conformaron así, históricamente, en un nexo estratégico para la articulación de extensas redes que conectaban la costa pacífica al Amazonas y la costa atlántica (Alexiades, 2009). El territorio mapuche en la Norpatagonia constituye uno de los ejemplos más conocidos al respecto, habiendo incluso sobrevivido a la génesis de los Estados chileno y argentino al comienzo del siglo xix (Pinto, 1996). Apuestas geopolíticas llevaron sin embargo a Chile a involucrarse, al final del siglo xix, en procesos de expansión territorial que terminaron por romper las configuraciones espaciales previas. Además de competir con la Argentina por la conquista de las tierras mapuches en la Norpatagonia, Chile se involucró en 1879 en la Guerra del Pacífico contra Perú y Bolivia, pasando a incorporar y/o fragmentar varios territorios indígenas entonces ubicados en sus márgenes. La incorporación de la Patagonia septentrional, que apuntaba a incrementar la disponibilidad de tierras para la colonización agrícola, se caracterizó en este contexto por ser particularmente violenta. De hecho, las campañas militares de Pacificación de la Araucanía (1861-1881) en Chile y la Conquista del Desierto (1869-1888) en la Argentina, se llevaron simultánea y coordinadamente a cabo, resultando en la reducción y desarticulación del territorio mapuche. Muchas comunidades vecinas fueron arbitrariamente separadas y obligadas, por consiguiente, a evolucionar en contextos nacionales distintos. Es importante considerar, en la continuidad de este proceso, el rol y la importancia de muchas áreas protegidas que fueron precisamente creadas en sectores cordilleranos con el fin de consolidar el trazado fronterizo oficializado en 1882 entre ambos Estados. En este sentido, las áreas protegidas jugaron un papel importante en el proceso histórico de despojo y desarticulación del territorio mapuche, donde surgieron como espacios de exclusión y dominación territorial. No obstante, en el transcurso de las últimas dos décadas, estos espacios han sido el objeto 1 Versión revisada, adaptada y modificada del artículo «Escaping the Border, Debordering the Nature: Protected Areas, Participatory Management and Environmental Security in Northern Patagonia (i. e., Chile and Argentina)», publicado en la revista Globalizations 13(6).

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de fuertes reivindicaciones por parte de comunidades mapuches que, tanto en Chile como en la Argentina, y con el apoyo de organizaciones ambientalistas e indígenas, iniciaron un amplio proceso de movilizaciones en pos de la recuperación y del reconocimiento de su control territorial. En respuesta a estos reclamos, Chile y la Argentina han paulatinamente integrado las comunidades locales a la gestión de áreas protegidas, aunque en distintos grados y de distintas maneras (Aylwin y Cuadra, 2011; Guyot, 2010; Miniconi y Guyot, 2010; Pérez Raventós y Biondo, 2003). Las comunidades mapuches tomaron así parte del debate en torno a la gestión de las áreas protegidas ubicadas por ambos lados de los Andes (Nahuel, 2008). Es importante considerar también la creación de corredores ecológicos en la región (Ramousse y Salin, 2007; Velut, 2009), y en particular la propuesta discutida entre Chile y la Argentina estos últimos años de implementar una reserva de la biosfera transfronteriza que transformaría la Patagonia septentrional en un territorio compartido (Adriazola y Araya, 2007). La creación de dos reservas de la biosfera, en 2007, por ambos lados de la frontera, constituyó una etapa previa y fundamental de este proceso, creando un corredor que cubre hoy integralmente el tramo fronterizo norpatagónico. Una nueva forma de gobernabilidad ambiental se estaría gestando entonces a lo largo y a través de la frontera entre Chile y la Argentina, constituyendo al respecto un interesante caso de estudio para el análisis de los procesos de integración regional en el Cono Sur. Ciertamente, el interés por las políticas de conservación y gestión ambiental en contextos transfronterizos no es nuevo, y algunos estudios de caso ya han destacado los beneficios y desafíos de la conservación transfronteriza, tanto en Europa (Fall, 2002 y 2003) como en África (Hanks, 2003; Wolmer, 2003a). Lo que en este sentido distingue el caso norpatagónico de otros es su coincidencia con un territorio reivindicado como ancestral por un determinado grupo o pueblo indígena. En la encrucijada de los estudios fronterizos, ambientales e indígenas, analizamos aquí el rol de la gobernabilidad ambiental en la construcción, consolidación y/o superación de fronteras políticas formales. Nos fundamentamos para ello en una serie de datos recopilados tanto a través de un trabajo de revisión bibliográfica como de experiencias de campo en la región de estudio entre los años 2007 y 2012. Partiendo de una presentación del paradigma de frente ecológico que usaremos como marco de análisis para este trabajo, proponemos una renovada lectura del proceso fronterizo entre Chile y la Argentina en los Andes australes, A lo largo y a través de la frontera… | 245

desde una perspectiva diacrónica. Demostraremos al respecto que, en una primera instancia, la gobernabilidad ambiental se confundió con el proceso de construcción fronteriza en la Norpatagonia, sirviendo de esta manera los propósitos del Estado-nación. Se gestó en ese entonces un frente ecológico basado en el principio de conservación estricta y que, mediante la creación de áreas protegidas, se tradujo en una forma de exclusión socioespacial que afectó en primer lugar a las comunidades indígenas de la región. Sin embargo, al cuestionar esta particular forma de dominación territorial, las reivindicaciones territoriales formuladas en el transcurso de las últimas dos décadas por distintas comunidades mapuches han llevado los Estados chileno y argentino a reposicionarse, enfocándose en las dimensiones humanas y sociales de la gestión ambiental. Proponemos analizar los efectos de estos procesos, preguntándonos específicamente si las políticas ambientales contemporáneas permiten redefinir la naturaleza del trazado fronterizo, superarlo o más bien consolidarlo.

El frente ecológico: un marco de referencia para el análisis de los procesos fronterizos En un contexto marcado por las reconfiguraciones de la gobernabilidad ambiental a escala global, el paradigma de frente ecológico ayuda a comprender las movilizaciones estratégicas del medio ambiente y las nuevas y diversas formas de control territorial ejercidas sobre la naturaleza. El frente ecológico refiere a un proceso a través del cual determinados actores que persiguen intereses territoriales diversos logran conquistar y apropiarse de espacios y/o elementos naturales. Formulado originalmente por una sociedad civil crecientemente concientizada y preocupada por temas ambientales, el paradigma de frente ecológico tuvo durante mucho tiempo una connotación negativa al referirse a mecanismos a través de los cuales se reforzaban ciertos procesos de dominación socioespacial. Sin embargo, las dinámicas contemporáneas, atravesadas por los principios de autodeterminación y empoderamiento de comunidades locales, lo han transformado en un concepto más positivo, aludiendo a su capacidad de revertir la dominación socioespacial antes denunciada. Trabajos recientes en el campo de la geografía política en particular han permitido formalizar y precisar este concepto, resaltando el carácter altamente flexible del frente ecológico que, más allá de seguir una 246 | Araucanía-Norpatagonia

simple cronología evolutiva, permite la coexistencia e imbricación de procesos generados en diferentes contextos históricos (Arnauld De Sartre y otros, 2012; Guyot, 2011; Héritier y otros, 2009). Es sin embargo posible individualizar y distinguir tres grandes generaciones de frentes ecológicos, interconectadas e indistintamente cruzadas por la misma lógica de conquista. La primera, conocida como generación de frentes ecológicos imperiales, refiere a la época del viajero romántico, en la cual tanto exploradores como naturalistas y artistas se encargaron de pregonar los principios conservacionistas, especialmente en los territorios de los grandes poderes imperiales. Un conocido ejemplo de aquello es la creación del Parque Nacional Yellowstone en 1872, en el proceso de expansión territorial de los Estados Unidos de América hacia el oeste. La fronterización de la naturaleza se produjo en ese entonces mediante su encierro y nacionalización, demarcándola por una línea divisoria que –se solía considerar– separaría la civilización de la barbarie. La segunda generación de frentes ecológicos, o frentes ecológicos geopolíticos, tiende a servir los intereses de los Estados modernos que buscan afianzar el control de sus periferias, usando para ello la naturaleza como un símbolo nacionalista, desplazando comunidades locales para la conformación de áreas protegidas y creando incluso en algunas oportunidades reservas de la biosfera para legitimar su soberanía territorial ante la opinión pública internacional. Límites rígidos se asocian aquí a una conservación defensiva de la naturaleza en la que las zonas de amortiguamiento –buffer zones– juegan un papel importante, delimitando la naturaleza en pos de un proyecto político en que determinadas regiones se ven convertidas en reservas geopolíticas en el contexto de tensiones fronterizas internacionales. Los frentes ecológicos globales constituyen una tercera y última generación de frentes ecológicos que marca un cambio en términos de fronterización de la naturaleza. Las fronteras rígidas ceden aquí el paso a mayor porosidad, a nuevas conexiones y arreglos territoriales que se materializan en la implementación de corredores ecológicos, en proyectos ecoturísticos y en la integración de comunidades locales a la gestión de determinadas áreas protegidas mediante mecanismos de comanejo. Al menos tres grandes grupos de actores participan de estos procesos: a) los ecologistas que designan nuevos frentes ecológicos en regiones de alto valor biológico y cultural, abogan por el incremento del número y de la superficie de áreas protegidas e impulsan la A lo largo y a través de la frontera… | 247

creación de parques transfronterizos, produciendo así una gobernabilidad ambiental global; b) las instituciones internacionales como el Banco Mundial y las Naciones Unidas que se sustentan en la lucha contra el cambio climático para producir nuevos frentes ecológicos, poniendo énfasis en la importancia y valor de servicios ecológicos seguros; y c) los científicos, quienes, asistidos por los medios de comunicación, promueven la creación de nuevos frentes ecológicos como herramienta para la protección de los últimos y más apartados reductos silvestres del planeta. En determinadas regiones, algunos pueblos indígenas pueden también jugar hoy un rol importante en la generación de frentes ecológicos globales, influyendo notablemente en los debates sobre la protección de la naturaleza y la gobernabilidad ambiental en los foros internacionales. Las movilizaciones mapuches en la Norpatagonia ilustran claramente esta tendencia. A continuación, veremos cómo, en esta región, el uso del concepto de frente ecológico permite cuestionar el poder de organizaciones tanto ambientalistas como indígenas en el actual reordenamiento y reconfiguración de la gobernabilidad ambiental. En este sentido, el caso norpatagónico grafica de manera interesante la utilidad del paradigma de frente ecológico en identificar y comprender los distintos modos de instrumentalización de la naturaleza en la consecución de proyectos territoriales rivales.

Áreas protegidas y construcción nacional en la Norpatagonia La frontera disputada de larga fecha entre Chile y la Argentina fue formalmente establecida en 1882, siendo solo levemente modificada en 1902 en base a un arbitraje de la Corona británica. Analizamos en este apartado el rol de las áreas protegidas en marcar, consolidar e incluso articular esta frontera en la primera mitad del siglo xx, período en que aparecieron las primeras reservas forestales en Chile y los primeros parques nacionales argentinos. Emergió en ese entonces lo que calificamos como frente ecológico patagónico, propio de la segunda generación de frentes ecológicos descrita más arriba; pues, al servir los propósitos de los Estados chileno y argentino en consolidar el trazado fronterizo, las áreas protegidas creadas en este período privaron a las comunidades mapuche del acceso a gran parte de sus tierras, generándose de esta forma un evidente proceso de exclusión socioterritorial. 248 | Araucanía-Norpatagonia

Consolidar la frontera: el rol de las primeras áreas protegidas en la Norpatagonia En Chile, las primeras áreas protegidas fueron creadas al sur del río Bío-Bío a comienzo del siglo xx, en aquellos lotes no adjudicados en los grandes remates monitoreados por el Ministerio de Tierras y Colonización tras la incorporación de la Araucanía al territorio nacional. Ya, en esa época, se podían apreciar los impactos ambientales de la tala incontrolada de bosque nativo, especialmente en la Araucanía donde miles de hectáreas habían sido despejadas para dejar paso al desarrollo agropecuario. Con todo, el propósito de crear áreas protegidas en esta región respondió más bien a la voluntad del Estado de reafirmar su dominio con respecto a recursos estratégicos, desde lo que se conoce como un enfoque recursista (Ramousse y Salin, 2007). Un análisis más atento revela no obstante que estas áreas protegidas se ubicaron precisamente en sectores cordilleranos con el fin de marcar y consolidar el trazado fronterizo que separa Chile de la Argentina, en un período en que los Andes australes eran más una frontera abierta que una línea rígida (Bandieri, 2001; Pinto, 2011). En 1912, tres reservas forestales –Alto Bío-Bío, Villarrica y Llanquihue– fueron así creadas con el propósito de rellenar espacios vacíos a lo largo de la frontera, consolidada luego con la creación de los parques nacionales Vicente Pérez Rosales y Villarrica, establecidos en tierras de las reservas forestales Llanquihue y Villarrica en 1926 y 1940 respectivamente (Cabezas, 1988). Posteriormente, y obedeciendo al mismo proceso, el Parque Nacional Puyehue fue creado en 1941 con el propósito oficial de promover el turismo. Un proceso muy similar sucedió en la Argentina donde «la conservación, en sus orígenes, no solo se asoció a la edificación de una frontera, sino que también supuso la manipulación del entorno hacia una imagen idealizada, construida en función de la actividad turística» (Núñez y otros, 2012, p. 54). Esto fue particularmente evidente con la creación en 1922 de la primera área protegida de la Argentina, el Parque Nacional del Sur (Navarro Floria y Delrio, 2011)2 que, como un preludio a la proclamación de varios otros parques fronterizos, constituyó un elemento fundamental en la consolidación de la frontera con Chile en esta región (Miniconi y Guyot, 2010). Entre 1934 y 1954, otros seis parques fronterizos fueron oficialmente proclamados en los 2 Con la formación de la Administración de Parques Nacionales (apn) en 1934, el Parque Nacional del Sur pasó a llamarse Parque Nacional Nahuel Huapi, nombre que conserva hasta hoy.

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distintos tramos fronterizos que separan la Argentina de sus vecinos: uno en la frontera con Brasil en 1934 –Parque Nacional Iguazú–, cuatro a lo largo de la frontera con Chile en 1937 –parques nacionales Lanín, Los Alerces, Perito Moreno y Los Glaciares– y otro más en el tramo fronterizo paraguayo en 1951 –Parque Nacional Río Pilcomayo (Núñez y otros, 2012) (fig. 1). Fig. 1: Parques fronterizos creados en la Norpatagonia (Chile y Argentina)

Fuente: Autor

Los parques fronterizos son típicos de la segunda generación de frentes ecológicos que se fundamenta en el principio de conservación 250 | Araucanía-Norpatagonia

en tanto estrategia de seguridad nacional. Estas áreas protegidas, formadas en lo que se suele considerar como espacios vacíos, constituyen verdaderas reservas geopolíticas en el contexto de conflictos fronterizos internacionales. No obstante, la segunda generación de frentes ecológicos fue profundamente cuestionada a partir de los años sesenta, con la emergencia de movimientos ecologistas que abogaban por la implementación de nuevos principios en materia de gobernabilidad ambiental, en pos de lo que devendría el desarrollo sustentable. Áreas protegidas y pueblos indígenas: espacios de dominación territorial Siguiendo el modelo del Parque Nacional Yellowstone, las primeras áreas protegidas creadas en Chile y la Argentina fueron concebidas durante la primera mitad del siglo xx como espacios exclusivamente destinados a la conservación y en los cuales el turismo fue generalmente la única actividad antrópica permitida. La incompatibilidad postulada de las actividades antrópicas con las tareas de conservación incidió en que comunidades locales e indígenas fueran despojadas, simbólica y materialmente, de grandes extensiones territoriales. Empero, un importante giro se produjo en la segunda mitad del siglo xx, en momentos en que la Argentina y Chile adoptaron, en 1970 y 1984 respectivamente, las categorías de gestión de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (uicn) como marco de referencia (Núñez y otros, 2012; Sepúlveda, 2012). Tabla 1: Categorías de gestión de áreas protegidas de la uicn Categoría i

Definición a- Reserva Natural Estricta

Áreas estrictamente protegidas reservadas para proteger la biodiversidad así como los rasgos geográficos/geomorfológicos en las que las visitas, el uso y los impactos están estrictamente controlados y limitados para asegurar la protección de los valores de conservación. Estas áreas protegidas pueden servir como áreas de referencia indispensables para la investigación científica y el monitoreo

b- Área Silvestre

Áreas no modificadas o ligeramente modificadas de gran tamaño, que retienen su carácter e influencia natural, sin asentamientos humanos significativos o permanentes, que están protegidas y gestionadas para preservar su condición natural

A lo largo y a través de la frontera… | 251

Categoría

Definición

ii

Parque Nacional

Extensas áreas naturales o casi naturales establecidas para proteger procesos ecológicos a gran escala, junto con el complemento de especies y ecosistemas característicos del área, que también proporcionan la base para oportunidades espirituales, científicas, educativas, recreativas y de visita que sean ambiental y culturalmente compatibles

iii

Monumento Natural

Áreas establecidas para proteger un monumento natural concreto, que puede ser una formación terrestre, una montaña submarina, una caverna submarina, un rasgo geológico como una cueva o incluso un elemento vivo como una arboleda antigua. Normalmente son áreas protegidas bastante pequeñas y a menudo tienen un gran valor para los visitantes

iv

Área de Gestión de Hábitats/Especies

Áreas cuyo objetivo es la protección de hábitats o especies concretos y su gestión refleja dicha prioridad. Muchas áreas protegidas de categoría IV van a necesitar intervenciones activas habituales para abordar las necesidades de especies concretas o para mantener hábitats, pero esto no es un requisito de la categoría

v

Paisaje Terrestre/ Área protegida en la que la interacción entre los seres huMarino protemanos y la naturaleza ha producido un área de carácter gido distintivo con valores ecológicos, biológicos, culturales y estéticos significativos; y en la que salvaguardar la integridad de dicha interacción es vital para proteger y mantener el área, la conservación de su naturaleza y otros valores

vi

Área Protegida con Uso Sostenible de los Recursos Naturales

Áreas que conservan ecosistemas y hábitats, junto con los valores culturales y los sistemas tradicionales de gestión de recursos naturales asociados a ellos. Normalmente son extensas, con una mayoría del área en condiciones naturales, en las que una parte cuenta con una gestión sostenible de los recursos naturales, y en las que se considera que uno de los objetivos principales del área es el uso no industrial y de bajo nivel de los recursos naturales, compatible con la conservación de la naturaleza

Fuente: International Union for Conservation of Nature. Recuperado de

A diferencia de los objetivos de conservación estricta planteados para los parques nacionales (cat. ii) y los monumentos naturales (cat. iii) que prohíben cualquier forma de intervención antrópica, el establecimiento de reservas nacionales (cat. iv) toma explícitamente en cuenta 252 | Araucanía-Norpatagonia

la presencia de actores y comunidades locales. En Chile, las reservas nacionales –que sustituyeron las antiguas reservas forestales– fueron oficialmente definidas como «áreas cuyos recursos naturales es necesario conservar y utilizar con especial cuidado, por la susceptibilidad de estos a sufrir degradación o por su importancia relevante en el resguardo del bienestar de la comunidad» (ley 18 362, 1984). En la práctica, sin embargo, las reservas nacionales permanecen bajo el control de una administración altamente jerarquizada que excluye a las comunidades locales del proceso de toma de decisión. La Corporación Nacional Forestal de Chile (conaf), institución pública simultáneamente a cargo del desarrollo forestal y de la administración del Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (snaspe), delega además la preparación de los planes de manejo de las reservas a consultoras privadas que muchas veces desconocen por completo las realidades y dinámicas propias de los contextos locales. Como lo sostiene García, «las áreas protegidas en Chile fueron establecidas sin haber consultado a los grupos indígenas, que tampoco fueron integrados a las estructuras formales de gestión de áreas protegidas» (2011, pp. 59-60). La experiencia argentina no dista mucho de aquella descrita para Chile (Miniconi y Guyot, 2010; Navarro Floria y Delrio, 2011), graficando de esta manera el papel que jugaron las áreas protegidas en el proceso de usurpación territorial en la Norpatagonia, proceso que no ha cesado y se reforzó incluso a través del tiempo, en un contexto en que el marco legal no contempla mecanismos efectivos de participación ciudadana. Sin embargo, en las últimas dos décadas, los mapuches de la Argentina y Chile iniciaron un proceso de movilización pluriescalar –desde lo local hasta las arenas internacionales– a través del cual no solo han venido cuestionando la apropiación y goce de recursos naturales, sino también han reivindicado las áreas protegidas como parte de su territorio ancestral.

El frente ecológico norpatagónico en la encrucijada de la demanda territorial mapuche Al promover una nueva forma de gobernabilidad ambiental basada en los principios de participación social y responsabilidades compartidas, los líderes indígenas han contribuido en las últimas décadas a extraer las políticas de conservación del paradigma de espacios cerrados (Amelot y André-Lamat, 2009), cuyo efecto en la Norpatagonia ha sido reorientar A lo largo y a través de la frontera… | 253

el frente ecológico desde una perspectiva de seguridad nacional a otra enfocada en la idea de desarrollo sustentable. Estos líderes hacen efectivamente hincapié en sus discursos en la relación armoniosa que los pueblos indígenas mantendrían con la naturaleza y en el carácter pretendidamente sustentable de sus prácticas tradicionales, confiriendo de esta manera una legitimidad incuestionable a sus reivindicaciones territoriales (Kent, 2008; Sepúlveda, 2012). Lo ecológico y lo indígena se presentan así como dos dimensiones entrecruzadas y constitutivas de un mismo discurso que, materializándose en la figura del nativo ecológico (Ulloa, 2004), permite a los pueblos indígenas tomar parte de los debates en torno al medio ambiente. ¿Territorios indígenas de conservación? En respuesta a las fuertes movilizaciones indígenas protagonizadas desde los años setenta, todos los textos internacionales enfocados en la valoración y protección de los derechos de los pueblos indígenas han reafirmado la importancia de la relación que estos pueblos mantienen con el medio ambiente. El convenio n.° 169 de la Organización Internacional del Trabajo (oit), por ejemplo, señala en su artículo 15 que los «derechos de los pueblos interesados a los recursos naturales existentes en sus tierras deberán protegerse especialmente. Estos derechos comprenden el derecho de esos pueblos a participar en la utilización, administración y conservación de dichos recursos». A su vez, los acuerdos y convenios relativos a la biodiversidad han enfatizado el rol de los pueblos indígenas en la conservación de los recursos naturales, como el Convenio sobre la Diversidad Biológica de 1992 que, en su octavo artículo (letra j), destaca la obligación de las partes a [respetar], [preservar] y [mantener] los conocimientos, las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales que entrañen estilos tradicionales de vida pertinentes para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica y [promover] su aplicación más amplia, con la aprobación y la participación de quienes posean esos conocimientos, innovaciones y prácticas.

Al cuestionar los mecanismos de exclusión social asociados a la creación de áreas protegidas, los pueblos indígenas se presentan de hecho como los más prominentes opositores a la implementación de políticas de conservación estricta. Su participación activa en foros y encuentros 254 | Araucanía-Norpatagonia

internacionales relativos a la gestión de áreas protegidas merece ser destacada, como lo fue durante la celebración, en 2007, de la segunda edición del Congreso Latinoamericano de Parques Nacionales y otras Áreas Protegidas en la localidad de Bariloche, Argentina. En esta ocasión, la Confederación Mapuche de Neuquén (cmn) organizó un foro paralelo en el cual participaron más de ochenta líderes indígenas de distintos países de América Latina (Nahuel, 2008). Fundamentándose en los textos internacionales relativos a los derechos de los pueblos indígenas, los dirigentes reunidos en esta circunstancia prepararon un Documento de Posición Política en el cual exhortaron a los miembros del congreso a fomentar la creación de una nueva categoría de conservación: concluimos que ya es el momento de revisar las categorías de manejo reconocidas actualmente. La demanda más clara se refleja en la necesidad de creación de la figura Territorio Indígena de Conservación como nueva categoría de manejo bajo el control de nuestras organizaciones indígenas y afro, regulada por el derecho indígena como herramienta de control y administración de esos territorios. Los Pueblos Indígenas no vivimos dentro de las Áreas Protegidas. Las Áreas Protegidas están dentro de los territorios indígenas y gracias a nuestros modelos de uso, trabajo y conocimiento tradicional podemos legar al mundo lo poco que queda para las futuras generaciones. (Nahuel, 2008, pp.  22-23)

Esta particular demanda fue consignada y atendida en la declaración oficial del congreso en la cual la dimensión ecológica de las prácticas indígenas fue plenamente reconocida. Resalta, en este sentido, la habilidad de los pueblos indígenas no solo en inscribir sus reivindicaciones en la agenda de las políticas globales de conservación, sino también en articular la cuestión ambiental a demandas que apuntan a reafirmar el control sobre sus territorios ancestrales. En la Norpatagonia, este proceso se da en forma simultánea por ambos lados y a través de la frontera entre Chile y la Argentina, en un contexto marcado por la reivindicación de un país mapuche transfronterizo. La reconstrucción de un país mapuche transfronterizo en la Norpatagonia Varios autores han destacado el actual proceso de transnacionalización del movimiento mapuche, a través del cual se ha ido definiendo una agenda compartida en la que el medio ambiente juega un rol central A lo largo y a través de la frontera… | 255

(Aylwin, 2009; Boccara, 2006b; Kradolfer, 2010). El foro paralelo de Bariloche en 2007, por ejemplo, participa plenamente de esta dinámica. Encuentros de este tipo se han multiplicado de hecho en los últimos años, permitiendo la elaboración de estrategias comunes que han ido fortaleciendo un sentimiento de pertenencia nacional a través de los Andes australes. Así también, ya a comienzo de los años noventa, el Consejo de Todas las Tierras (ctt), una de las organizaciones mapuche más influyentes en Chile desde el retorno a la democracia, tomó la iniciativa de crear una bandera nacional: la Wenu Foye, que fue retomada por ambos lados de la cordillera como un importante símbolo del proceso de reunificación mapuche (Boccara, 2006b). Otros vectores relevantes de esta reconstrucción nacional han sido las agencias de prensa indígena que, al cubrir simultáneamente las noticias relativas a la lucha y resistencia mapuche en Chile y la Argentina, han contribuido igualmente al renuevo de un imaginario geográfico mapuche en la Norpatagonia.3 En la continuidad de este proceso, diversos intelectuales mapuches de Chile se han abocado estos últimos años a un profundo trabajo de revisión y reinterpretación de la historia oficial en pos de la rehabilitación y formalización de una «Historia Nacional Mapuche» (Mariman y otros, 2006). Junto con denunciar el carácter arbitrario de la frontera internacional establecida en 1882 y de la consecuente imposición de los Estados argentino y chileno en la Norpatagonia, estos intelectuales destacan la unidad territorial indígena y las articulaciones trasandinas históricas. Como lo señala Boccara, «la desnaturalización de las fronteras y divisiones territoriales nacionales es concomitante con un proceso de renaturalización del espacio indígena» (2006a, p. 10). Una nota publicada en 2002 en el sitio web de la organización Mapuche International Link (mil) precisa la estructura de este espacio renaturalizado: La Nación Mapuche está situada en el así llamado Cono Sur de América, en el sur de los territorios que hoy ocupan los Estados de Chile y Argentina. Tradicionalmente, el pueblo Mapuche está organizado en cuatro regiones geográficas o meli wixan-mapu, cada wixan-mapu está integrado por aylla rewe (ocho departamentos) que a su vez están compuestos por comunidades, conocidas como lof, el conjunto de todos los territorios constituye el wallmapu o país Mapuche. 3 Ver, por ejemplo, los sitios web de Mapuexpress: http://www.mapuexpress.org/; y Azkintuwe: http://www.azkintuwe.org/.

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Haciendo abstracción de las divisiones y entidades administrativas formales, e incluso de los Estados chileno y argentino, el discurso geográfico mapuche reafirma la existencia y la legitimidad de un país transfronterizo, bioceánico, que posee su propia jurisdicción y sistema administrativo. Asimilándose a lo que Agnew y Oslender (2010) definen como territorialidades superpuestas, dicho país es conocido como Wallmapu y ha sido incluso dibujado en mapas alternativos en que los Andes desaparecen en tanto frontera política (Boccara, 2006a). Los mapas volteados del historiador mapuche Mariman ilustran esta intención de revelar aquella geografía silenciada del territorio mapuche (ver fig. 2). Fig. 2: Mapa volteado del territorio mapuche

Fuente: Mariman, 2002, p. 54 A lo largo y a través de la frontera… | 257

Respuestas institucionales: ¿hacia un reordenamiento del frente ecológico?

Los participantes del foro indígena realizado en el marco del Congreso Latinoamericano de Parques Nacionales de 2007 plantearon en su informe una serie de recomendaciones relativas a lo que denominaron territorios indígenas transfronterizos. Una de estas recomendaciones fue la de «[facilitar] la movilidad, el intercambio y la integración entre los pueblos; así como experiencias de coordinación para el manejo de áreas protegidas y territorios indígenas (corredores ecológicos y culturales)» (Nahuel, 2008, p. 76). El vínculo explícito que se establece aquí entre la cuestión ambiental y la demanda territorial indígena resulta de gran interés en el caso de la Norpatagonia, donde se ha discutido estos últimos años una propuesta de creación de una reserva de la biosfera transfronteriza entre Chile y la Argentina (Adriazola y Araya, 2007). Cabe señalar que varias de las áreas protegidas incluidas en esta propuesta están reivindicadas hoy por distintas comunidades mapuches como parte de sus territorios ancestrales. En respuesta a estas demandas, Chile y la Argentina han formalizado acuerdos de comanejo que apuntan a integrar estas comunidades a diferentes niveles del proceso de toma de decisiones. Exploramos en este apartado la manera en que esta dinámica se articula con, y responde a, las demandas territoriales mapuches, y en qué medida participa de un reordenamiento del frente ecológico norpatagónico. Convenios de gestión participativa en Chile y la Argentina La gestión participativa puede ser definida como un proceso a través del cual «actores o partes involucradas negocian, definen y garantizan la distribución equitativa de funciones, derechos y responsabilidades de manejo de un territorio o conjunto dado de recursos naturales» (Guyot, 2010, p. 168). Aplicado a las áreas protegidas, este principio implica el reconocimiento y la legitimación de determinados actores y/o comunidades que se asocian a la toma de decisiones. Como producto muchas veces de las presiones ejercidas por los movimientos indígenas, se han integrado en algunos países nuevas categorías de conservación, como son las Indigenous Protected Areas (ipa) en Australia (Muller, 2003), o las Reservas Comunales en Perú (Kent, 2008). La uicn, además, durante la cuarta edición de su Congreso Mundial de la Naturaleza, celebrada en Barcelona el año 2008, defendió y promovió oficialmente «el reconocimiento de los Territorios Indígenas de Conservación como un modelo legítimo de gobernanza de áreas protegidas superpuestas en territorios 258 | Araucanía-Norpatagonia

de pueblos indígenas». En el surco de estos debates, Chile y la Argentina consideraron recientemente la participación de comunidades locales e indígenas en la gestión de áreas protegidas. En Chile, se dio un primer paso durante el Primer Congreso Latinoamericano de Parques Nacionales y otras Áreas Protegidas, realizado en Santa Marta (Colombia) el año 1997, oportunidad en que los representantes chilenos plantearon que la participación de comunidades indígenas en áreas protegidas debía ser considerada «a corto plazo» (conaf, 1997). Posteriormente, se llevó a cabo un seminario sobre Áreas protegidas-Comunidades indígenas en 1999 (Valenzuela y Contreras, 2000), y se publicó en 2002 un documento de trabajo institucional en el que se explicitó la posición del gobierno chileno en materia de participación de comunidades locales en el manejo de áreas protegidas. Los cinco niveles de participación identificados en este documento constituyen el marco legal vigente para la implementación de políticas de comanejo en Chile (tabla 2). Tabla 2: Niveles de participación oficialmente reconocidos en Chile Nivel

Modalidades de participación Se invita a las comunidades a asistir a reuniones de información en una lógica descendiente

1

Información

2

Consulta

3

Asociación

La asociación entre la institución y una comunidad se formaliza mediante la firma de un convenio específico

4

Colaboración

La colaboración se da en el marco de proyectos institucionales que van en beneficio de las organizaciones comunitarias

5

Integración

Se invita a las comunidades a discutir proyectos específicos o a compartir inquietudes en el marco de consejos consultivos que reúnen el conjunto de los actores locales

Se integra la comunidad a las tareas de gestión y planificación, incluyendo la definición de los deslindes de las áreas protegidas

Fuente: Araya, 2002

En la práctica, solo se ha implementado el nivel de consulta, formándose efectivamente consejos consultivos en distintas áreas A lo largo y a través de la frontera… | 259

protegidas a lo largo del país (Aylwin y Cuadra, 2011). Estos consejos, que se reúnen de una a tres veces por año según las circunstancias y los requerimientos, se componen formalmente por representantes de instituciones tanto públicas como privadas, y de comunidades y otros actores locales. Las reuniones suelen ser convocadas y pautadas por la conaf que también define sus contenidos. Este orden jerárquico solo ha sido superado ocasionalmente con la firma, entre la conaf y determinadas comunidades locales, de convenios de asociación correspondientes al tercer nivel de participación, para responder a la consecución de objetivos específicos. Limitados en el tiempo y sometidos a regulaciones estrictas, estos convenios no permiten redefinir o reequilibrar las relaciones de poder dentro de las áreas protegidas. No obstante, algunas organizaciones indígenas de Chile los han percibido y promovido como una interesante herramienta de empoderamiento, como en el caso del ctt que, desde el año 2000, ha venido negociando la firma de varios convenios de asociación en distintas reservas nacionales de la Araucanía (Aylwin y Cuadra, 2011). Al otro lado de los Andes, el interés por la gestión participativa surgió cuando, en septiembre de 1999, miembros del cmn ocuparon el edificio de la administración del Parque Nacional Lanín como medida de presión en el marco de las reivindicaciones territoriales que sostenían las comunidades mapuches vinculadas al área protegida.4 Luego de este episodio, se organizó en mayo del 2000, en San Martín de los Andes, el taller Territorio Indígena Protegido, al término del cual se aprobó una Declaración de Principios Preliminares que plantó las bases para la creación, en julio del 2000, de un Comité de Gestión del Comanejo (cgc). A diferencia de los consejos consultivos en Chile, que son exclusivamente dirigidos por representantes institucionales, la presidencia del cgc del Parque Nacional Lanín es asumida conjuntamente por el intendente del parque y un representante mapuche (Pérez Raventós y Biondo, 2003). Posteriormente, la directiva de la apn incorporó oficialmente el principio de comanejo a su Plan de Gestión Institucional del 2001, en el cual se afirmó el «rol protagónico [de los pueblos originarios] en el desarrollo de las áreas que habitan a través del comanejo de las mismas». 4 Cabe mencionar, sin embargo, que un Área de Pobladores había sido previamente creado por las autoridades del parque para desarrollar acciones con las comunidades indígenas, mientras que a nivel nacional, la apn había abierto en 1991 un Departamento de Asentamientos Humanos (Pérez Raventós y Biondo, 2003).

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Así también, se incorporó en la estructura de la apn, en septiembre del 2007, un Consejo Asesor de Política Indígena cuyo principal objetivo consiste en delinear las diferentes resoluciones tomadas en materias vinculadas a pueblos indígenas. En la continuidad de estos esfuerzos, un Consejo Intercultural de Comanejo fue creado en abril del 2012 en el Parque Nacional Nahuel Huapi. Si bien estos logros constituyen indudables avances, el cmn afirma considerar el comanejo como una etapa preliminar dentro de un proceso que apunta, in fine, al reconocimiento de los derechos territoriales mapuches y la recuperación de sus tierras (cmn, 2009). La creación de reservas de la biosfera a lo largo (¿y a través?) de la frontera Varias de las áreas protegidas actualmente sujetas a acuerdos de comanejo tanto en Chile como en la Argentina han sido incluidas en una propuesta de reserva de la biosfera transfronteriza (Adriazola y Araya, 2007). El concepto de reserva de la biosfera surgió en 1974, en el marco del Programa el Hombre y la Biosfera de la Unesco que ha tenido una influencia notable en la Norpatagonia. Una primera reserva de la biosfera fue declarada en 1983 en la región, por el lado chileno, bordeando la frontera internacional e incluyendo varios parques y reservas nacionales en La Araucanía. Se trata de la Reserva de la Biosfera Araucarias cuya superficie fue ampliada en 2010, cubriendo entonces un total de 1 142 850 hectáreas. Luego, a comienzo del año 2005, «se suscribió un acuerdo entre la Administración de Parques Nacionales de Argentina y la Corporación Nacional Forestal de Chile, sobre cooperación en la protección, manejo e investigación de parques nacionales y otras categorías de áreas protegidas» (Torres y otros, 2007, p. 63), que desembocó en la propuesta de implementar una reserva de la biosfera transfronteriza en la Norpatagonia. La creación de dos reservas de la biosfera, en 2007, por ambos lados de la frontera, constituyó una etapa previa y fundamental de este proceso: las reservas de la biosfera Bosques Templados Lluviosos de los Andes Australes en Chile, y Andino Norpatagónica en la Argentina, que cubren respectivamente 2 168 956 y 2 266 942 hectáreas. La reserva transfronteriza planeada no ha sido formalmente creada aún, pero las tres reservas de la biosfera ya existentes se agrupan hoy en un corredor que cubre integralmente el tramo fronterizo norpatagónico (fig. 3). A lo largo y a través de la frontera… | 261

Fig. 3: Propuesta de reserva de la biosfera transfronteriza entre Chile y la Argentina

Según Fall (2003), las reservas de la biosfera transfronterizas forman parte de una segunda generación de reservas de la biosfera que emergieron en el contexto pos-Guerra Fría, en un momento en que se empezó a prestar más atención a la perspectiva ecosistémica y a conceptos como aquellos de bio o ecorregiones (Wolmer, 2003a y 2003b). Ha habido desde entonces un creciente interés por los complejos de áreas protegidas 262 | Araucanía-Norpatagonia

agrupadas en situación fronteriza, cuyo número habría aumentado de 136 a 169 entre 1997 y 2001 (Zbicz, 2003). Notamos al mismo tiempo una multiplicación de las denominaciones para referirse a esta particular configuración territorial, como en el caso de la uicn, por ejemplo, que habla de Áreas Protegidas Transfronterizas (apt) –considerando en esta categoría figuras formales como las reservas de la biosfera transfronterizas de la Unesco–, definidas genéricamente como: Áreas de tierra y/o mar ubicados entre uno o más límites entre países, unidades subnacionales tales como provincias y regiones, áreas autónomas y/o áreas fuera de los límites de soberanía o jurisdicción nacional, cuyas partes constituyentes están principalmente dedicadas a la protección y mantenimiento de la diversidad biológica y a los recursos culturales y naturales asociados y administrados cooperativamente a través de instrumentos u otros medios eficientes. (Sandwith y otros, 2001, p. 3)

Una recomendación especial de la uicn al respecto es que las apt deberían establecerse «donde comunidades locales y pueblos indígenas situados en áreas naturales se encuentran vinculados, más allá de las fronteras, por prácticas, tradiciones y características étnicas o socioculturales compartidas» (Sandwith y otros, 2001, p. 44). Al considerar los aspectos humanos, e incluso culturales, como factores relevantes para su establecimiento y manejo, las apt se presentan como una figura interesante para con las demandas territoriales de los pueblos indígenas en situaciones transfronterizas. Como lo señala Wolmer, las apt constituyen un medio para restablecer la integridad cultural –y también ecológica–, o lograr la «armonización cultural» de grupos étnicos divididos. Desmantelar las fronteras artificiales que dividen los grupos étnicos permitirá, se espera, «restablecer lazos históricos» y «promover un renacimiento cultural». (2003a, p. 264)

Áreas protegidas transfronterizas, corredores ecológicos e iniciativas ascendientes de empoderamiento indígena son parte de los ingredientes esenciales de la tercera generación de frentes ecológicos. En el primer apartado de este capítulo, afirmamos que esta última generación de frente ecológico es decididamente global. Los Estados están a la vez asistidos y presionados en este proceso por otros actores, como las organizaciones indígenas y ambientalistas que, respectivamente, velan A lo largo y a través de la frontera… | 263

por el respeto de los derechos indígenas y se encargan de determinar perímetros de acción para la conservación de la naturaleza. La propuesta de crear una reserva de la biosfera transfronteriza en la Norpatagonia se enmarca en este contexto. Varias de las áreas protegidas incluidas en esta propuesta han sido agrupadas por la uicn en dos de los 169 complejos de áreas protegidas agrupadas en situación fronteriza identificados en 2001. Y estas entidades pertenecen a su vez a la Ecorregión Valdiviana definida por la wwf en el marco de su programa Global 200 (Tecklin y Catalan, 2005). Cabe preguntarse empero si las comunidades indígenas realmente se benefician de este contexto. En este momento, la incompleta creación de la reserva de la biosfera transfronteriza proyectada parece más bien reforzar la legitimidad y hegemonía de actores globales en desmedro de un genuino empoderamiento de las comunidades locales. Como lo señalamos más arriba, además, los acuerdos de comanejo firmados no constituyen un marco pertinente para la redefinición de las relaciones de poder dentro de las áreas protegidas. Al contrario, la gestión participativa permite al Estado reforzar el ejercicio de su control territorial, particularmente en sus márgenes. Wolmer afirma de hecho que «en la práctica, [las apt] actúan controlando previamente a los sectores fronterizos lejanos sobre los cuales el Estado reafirma su dominio» (2003a, p. 265). Por más que se afirme que las tareas de conservación y protección del medio ambiente constituyen hoy asuntos globales, el control territorial y la soberanía nacional siguen siendo una prioridad a nivel local.

Conclusión El caso de estudio presentado en este trabajo muestra cómo un límite internacional puede sucesivamente engendrar la constitución de un frente ecológico e influir en su evolución. Dos generaciones de frentes ecológicos se entrecruzan en la Norpatagonia, donde la creación de áreas protegidas en regiones fronterizas parece estar dando paso, mediante el principio de comanejo, a formas de gestión ambiental transfronterizas. Sin embargo, tal como lo hemos advertido más arriba, la emergencia de un nuevo frente ecológico no implica necesariamente la desaparición del/de los anterior(es), pudiendo de hecho coexistir y acomodarse mutuamente diferentes generaciones de frentes ecológicos. En este sentido, la gobernabilidad ambiental en la Norpatagonia está simultánea y paradojalmente atravesada por 264 | Araucanía-Norpatagonia

lógicas de resguardo de la soberanía nacional y medidas tendientes a transformar la región en un territorio compartido.5 La movilización activa de las organizaciones indígenas –en particular del cmn en la Argentina–6 y la capacidad de sus dirigentes en negociar acuerdos de comanejo han sido fundamentales en la orientación de las políticas de gestión ambiental y en la consecuente reestructuración del frente ecológico norpatagónico. Las áreas protegidas se han afirmado de esta manera como espacios estratégicos para el despliegue de una discursividad basada en la figura del nativo ecológico (Ulloa, 2004), que es ante todo funcional a la demanda territorial indígena. Esta demanda, a su vez, plantea el reconocimiento del derecho al territorio que, históricamente, se caracteriza en la Norpatagonia por su dimensión trasandina y confiere por consiguiente a las comunidades mapuches una posición especial respecto de los procesos contemporáneos de conservación transfronteriza. Para parafrasear a Wolmer, diríamos entonces que las comunidades mapuches de la Norpatagonia «han sido desplazadas desde los márgenes del país hacia el centro de un [área protegida transfronteriza]» (2003a, p. 278). Cabe insistir, sin embargo, en que la implicación efectiva de las comunidades indígenas en los procesos de gestión participativa es relativamente marginal y que dichos procesos parecen atender en definitiva a las prioridades de la agenda ambiental global. En este contexto, los aspectos relativos a la tenencia de la tierra pueden ser determinantes. Pues, como lo asevera Wolmer, «fortalecer el derecho de propiedad significa más poder legal, económico y político para las comunidades y mayor capacidad de negociación en sus transacciones con el sector privado» (2003b). Notemos al respecto que con el apoyo de organizaciones 5 Notemos, por ejemplo, la existencia tanto en Chile como en la Argentina de cuerpos normativos relativamente recientes que apuntan a regular los movimientos ganaderos en regiones fronterizas y reforzar de esta manera el control de los límites internacionales. Aunque dichas normativas cumplan oficialmente con prevenir la propagación de enfermedades infecciosas, perpetúan en definitiva el paradigma de control fronterizo en términos de seguridad sanitaria. 6 Así también, entre 2008 y 2010, el cmn desarrolló junto con la ong chilena Observatorio Ciudadano (ex Observatorio de Derechos de los Pueblos Indígenas) el proyecto «Desarrollo de estrategias de autonomía y control ciudadano para la gestión descentralizada de áreas silvestres protegidas del Estado en la Región de La Araucanía de Chile y la provincia de Neuquén de Argentina». El informe final de este proyecto está disponible en:

A lo largo y a través de la frontera… | 265

ambientalistas como la wwf, varias comunidades mapuches de Chile han logrado implementar en sus tierras áreas protegidas privadas que, pese a no gozar de reconocimiento formal por parte del Estado, constituyen iniciativas novadoras en materia de gobernabilidad ambiental (Aylwin y Cuadra, 2011). Así también, la fundación Conservation Land Trust (clt), dueña de cientos de miles de hectáreas en la Patagonia austral, ha gestado diversas iniciativas de conservación, creando y administrando, por ejemplo, el Parque Pumalín en la Región de Aysén o, más recientemente, traspasando al Estado de Chile cerca de 40 000 hectáreas para la creación del Parque Nacional Yendegaia en la Isla Grande de Tierra del Fuego. Dicha fundación, cuya misión consiste oficialmente en «la creación y/o expansión de parques nacionales o provinciales para asegurar la perpetuidad de los procesos ecológicos y la evolución con las máximas garantías posibles» (clt, página web), no oculta tampoco su voluntad de incidir en la creación de nuevas áreas protegidas transfronterizas. Será menester, para futuras investigaciones, prestar mayor atención a estas experiencias que problematizan el rol de las iniciativas privadas y de actores globales en el devenir de los frentes ecológicos, especialmente en la Patagonia.

Comentario al texto Ximena Cuadra Montoya Ministerio de Educación Superior, Investigación y Ciencia, Quebec, Canadá

En la última década, el debate sobre el rol de los pueblos indígenas en las áreas protegidas y las iniciativas de conservación ha cambiado. De ser considerados agentes externos han pasado a ser actores claves en dichas políticas. Este cambio se ha provocado por las propias movilizaciones de pueblos indígenas alrededor de todo el globo que denuncian usurpación de sus tierras en zonas hoy declaradas parques o reservas naturales. También los indígenas han hecho ver que sus modos de vida han contribuido al resguardo de la biodiversidad hoy amenazada de manera creciente por el neoextractivismo. Esta es la problemática en la cual se enmarca el trabajo de Bastien Sepúlveda y Sylvain Guyot, en particular evidenciando la trayectoria de la interacción entre los mapuches de la Norpatagonia de Chile y la Argentina y los respectivos agentes gubernamentales y de la sociedad civil que promueven la conservación. Otro elemento que 266 | Araucanía-Norpatagonia

consideran es que la agenda ambientalista global también se ha hecho presente en esta zona a través de la propuesta de creación de una reserva de la biosfera transfronteriza entre Chile y la Argentina. De este modo, este trabajo discute cómo el caso norpatagónico da cuenta de las distintas visiones sobre la naturaleza en los proyectos territoriales antagónicos, el de los Estados y el de los indígenas. En efecto, por una parte los autores advierten que los parques nacionales fueron claves en la consolidación de los Estados chileno y argentino y la consolidación de la frontera. Por otra parte, los autores se refieren al momento global en que se encuentra la encrucijada de apropiación ambiental, lo que los autores denominan el frente ecológico global. Así, la gobernanza ambiental de estos territorios está asumiendo una lógica participativa o de cogestión, sobre todo luego de diversas acciones en foros internacionales de organizaciones del pueblo mapuche denunciando la exclusión de la que han sido objeto en estas materias. A pesar de las iniciativas que han institucionalizado la gestión participativa de las áreas protegidas en Chile y en la Argentina, las relaciones de poder dentro de los territorios demarcados como tales no se han redefinido, según Sepúlveda y Guyot. Los argumentos son sólidos: las comunidades locales siguen siendo actores secundarios frente a los actores globales o gubernamentales de conservación, y los mecanismos de participación refuerzan el control territorial y dominio de la soberanía de los Estados. Esta mirada crítica sobre el rol marginal de los pueblos indígenas en estos mecanismos de participación o comanejo nos obliga revisar la importancia del reconocimiento sustantivo de los indígenas y sus derechos, asunto todavía pendiente en la política de ambos países. Por reconocimiento sustantivo entendemos aquel que considera de manera indivisible el derecho a la autodeterminación política, económica, social y cultural de los pueblos indígenas, lo cual se debiera implementar con medidas concretas que sigan las directrices amplias de los instrumentos ya consagrados en el derecho internacional, sea el Convenio 169 de la oit, la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los pueblos Indígenas y/o los dictámenes de la Corte Interamericana. Las firmas o adhesiones de los Estados a dichos documentos no bastan para asegurar un derecho pleno. En conclusión, el análisis de Bastien Sepúlveda y Sylvain Guyot da cuenta de que el avance de la agenda global medioambiental, que apuesta por la inclusión de los indígenas no es suficiente si no se atienden los asuntos de tenencia de la tierra y el poder decisional de estos sobre los territorios que habitan. A lo largo y a través de la frontera… | 267

Réplica de los autores Más que cerrar el debate iniciado, proponemos extenderlo aquí a través de la presentación de dos fotografías que ilustran particularmente bien los procesos anteriormente aludidos. Ambas fotografías fueron tomadas en la Reserva Nacional Alto Bío-Bío, ubicada en el sector andino de la Araucanía. Además de integrar la Reserva de la Biosfera Araucarias desde 1983, la Reserva Nacional Alto Bío-Bío se caracteriza por su situación fronteriza, siendo atravesada por un camino internacional altamente transitado durante todo el año. Es el camino que une Lonquimay en Chile a Zapala en la Argentina por el paso internacional Pino Hachado. La primera fotografía fue tomada a comienzo del 2008 en un sector de la Reserva conocido como Cerro Bayo. Estos últimos años, Cerro Bayo ha sido el objeto de disputas entre las comunidades mapuchepehuenches aledañas y los colonos establecidos en el sector que lo han solicitado formalmente a la Corporación Nacional Forestal para veranear. En este contexto, un grupo de mapuche-pehuenches de las distintas comunidades del sector plantaron en Cerro Bayo una bandera mapuche, aquella que se utiliza también al otro lado de la frontera como símbolo del proceso de reunificación del pueblo mapuche. La fotografía muestra la ceremonia que se realizó en esta ocasión, con la bandera flameando en trasfondo (fig. 4). Fig. 4: Comunidades plantan bandera en Cerro Bayo

Fuente: Bastien Sepúlveda, 2008. 268 | Araucanía-Norpatagonia

Por otro lado, a muy pocos kilómetros de este lugar, se proyectó la construcción del nuevo complejo fronterizo Pino Hachado, más cerca de la frontera que el anterior, ubicado en Liucura, varios kilómetros más abajo. La segunda fotografía, tomada a comienzo del 2013, muestra este nuevo y moderno complejo, días antes de su inauguración. Lo sorprendente es que este complejo solo sirve para el control de los flujos de ingreso a Chile. El control de los flujos de salida hacia la Argentina se sigue efectuando en el antiguo complejo de Liucura. Dicho de otro modo, existe una franja de varios kilómetros en la cual solo se puede transitar tras haberse sometido a algún control de la aduana chilena. Lo cierto, y lo interesante, es que esta franja coincide precisamente con la extensión de la Reserva Nacional Alto Bío-Bío. Más interesante aún, es que es también en esta franja donde las comunidades mapuche-pehuenches proyectan la reconstrucción de su territorio (fig. 5). Fig. 5: Complejo fronterizo Pino Hachado

Fuente: Bastien Sepúlveda, 2013.

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Capítulo 11

Circulaciones intertextuales del Arte, de Febrés, en ambos lados de los Andes Marisa Malvestitti Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (iidypca; conicet-unrn), Argentina

Gertrudis Payàs Departamento de Lenguas y Traducción y Núcleo de Estudios Interculturales e Interétnicos-Universidad Católica de Temuco, Chile; gir Alfaqueque-Universidad de Salamanca, España

Resumen En 1765 se publicó en Lima el Arte de la lengua general del Reyno de Chile, del jesuita catalán Andrés Febrés (Manresa, 1734-Cagliari, 1790). El texto comprendía una serie de materiales que aportaban tanto la descripción del mapudungun bajo la forma de arte o gramática y vocabularios español-araucano y araucano-español, a la par de otros que aportaban a la difusión de la doctrina cristiana. Si bien la obra no constituía un abordaje innovador –ya que otros textos similares fueron publicados por los jesuitas Valdivia (1606) y Havestadt (1777)– su difusión sobrepasó notablemente la alcanzada por estos y su vigencia se mantuvo mucho más allá de la época de publicación y el espacio histórico en que inicialmente circuló. En este artículo nos centramos en los procesos de propagación y las utilizaciones del Arte de Febrés en las áreas territoriales de los actuales Estados de la Argentina y Chile desde su publicación hasta principios del siglo xx. Consideramos las reediciones de la obra (Hernández Calzada y Cox, publicadas en Santiago en 1846 y 1864 respectivamente, y Larsen, en Buenos Aires en 1882), así como la inclusión de segmentos correspondientes a la gramática y los vocabularios en producciones de otros autores, como inserciones textuales o intervenidas, y en el período colonial (Falkner, 1774) y posterior a este (Rosas, ca. 1825; Barbará, 1879; Savino, 1876; Milanesio, 1915, entre otras). Observamos las concepciones acerca de la obra de Febrés expresadas en prólogos y bibliografías sobre la lengua mapuche que se difundieron en la época, y en documentos que prueban Circulaciones intertextuales del Arte... | 305

su circulación sostenida a ambos lados de los Andes y su uso por distintos actores, así como el mantenimiento del modelo impuesto por las descripciones jesuitas, en enfoques y terminología en relación a los contenidos gramaticales, léxicos y fonéticos que se ocuparon de describir.

Introducción Aunque en los últimos años se ha impulsado desde distintos enfoques el estudio de las obras gramaticales del mapudungun, tanto por su obvio interés lingüístico como por la información que directa o indirectamente proporcionan a los estudios históricos, son todavía muchos los aspectos que quedan por investigar. Uno de ellos es el de su difusión y recepción. Abordaremos en este breve estudio, que constituye una etapa preliminar de un trabajo de mayor envergadura, aún en proceso, el caso del Arte de la lengua general del Reyno de Chile, del jesuita catalán Andrés Febrés, obra de la que se desprende un número significativo de epígonos que se publicaron en Chile y en la Argentina a lo largo del siglo xix y hasta ya entrado el siglo xx. Reediciones parciales, revisiones, refundiciones y reciclajes dan cuenta de la supervivencia y la significación de esta obra, que además dialoga con otras obras similares en relación de más o menos asumida intertextualidad (ver tabla 1 al final del capítulo). En esa etapa histórica ambos Estados nacionales se propusieron el avance sobre el territorio mapuche y la incorporación de la población indígena a modos de vida occidentalizados y roles subordinados en el mercado económico y laboral. En tal contexto, el español fue gradualmente adoptado como lengua de la comunicación con los miembros del pueblo mapuche, tanto en registros formales como en contextos de comunidad. En cuanto al mapudungun, la necesidad de interactuar en la lengua local por parte de misioneros y agentes estatales, militares y comerciales y el interés divulgativo o académico por ella motivaron la producción de nuevas obras centradas en el habla contemporánea. Si bien en algunos casos cuestionaron la producción jesuita por vetusta o latinizante, siguieron en parte el modelo impuesto por estas obras, así como sus enfoques y terminología en relación a los contenidos gramaticales, léxicos y fonéticos que se ocuparon de describir. En esta línea, consideramos las distintas reediciones de la obra de Febrés que se publicaron en las décadas de 1840, 1860 y 1880, y la inclusión de segmentos en producciones de otros autores; nos centramos en las que contienen descripciones lingüísticas del mapudungun, a fin de identificar las 306 | Araucanía-Norpatagonia

categorías retomadas o destacadas y los procedimientos de inserción textual o de intervención observables en las mismas. Después de 1900, y aunque le son tributarias, la gramática de Augusta (1903) y su diccionario (1916) dejarán atrás la obra de Febrés, e inaugurarán una nueva etapa, que podemos llamar contemporánea, cuyo escopo deja de ser el estrictamente misional. De ahí también nuestro interés en describir las publicaciones del período intermedio, que de alguna manera van configurando la necesidad de reformular sobre nuevas bases el saber gramatical y lexicográfico del mapudungun.1

Biobibliografía de Andrés Febrés en Chile Andrés Febrés (s. j.) (Manresa, 1734-Cagliari, 1790), originario de la ciudad cuna del pensamiento jesuítico, llega con veinte años a Chile, donde termina sus estudios teológicos en el colegio de San Miguel.2 Destinado a Angol, bajo la dirección del padre Francisco Khuen, en 1759 (la misión fue fundada en 1757), pasará dos años allí y será enviado después a Nueva Imperial (cuya misión se acababa de refundar en 1760, después de décadas de abandono), donde estuvo hasta 1764, año en que viaja a Lima para preparar la impresión de su obra3. En 1767, estando en la misión de la Mariquina, cercana a Valdivia, le llega la orden de expulsión. Morirá en Cerdeña, habiendo empezado una gramática de los dialectos sardos, de la que han subsistido algunas páginas manuscritas. Dejó publicada una obra poética en lengua sarda, así como algunas obras de carácter polémico, que le valieron la persecución y le obligaron a ocultarse tras seudónimo.4 En 1765 se publica en Lima el Arte de la lengua general del Reyno de Chile, con un diálogo chileno-hispano muy curioso a que se añade la doctrina christiana, esto es, rezo, catecismo, coplas, confesionario y platicas, lo más en lengua chilena y castellana: y por fin un vocabulario hispano-chileno, y un calepino 1 Para un análisis del papel de las obras de lingüística del mapudungun misional y una comparación general con la producción posterior, en especial como respuesta a las críticas de Lenz contra las primeras, véase Salas (1992). Un análisis detallado del Arte de Febrés se encuentra en Alvar (1997). 2 No ha habido hasta este trabajo ninguna publicación reciente que proporcione datos nuevos de la biografía de Febrés en Chile. Las fuentes consultadas, Enrich (1891), Medina (1963), Hanish (1969), Lenz (1895-1897), O’Neill y Domínguez (2001), son las clásicas y no se contradicen. Recogemos entonces lo esencial de ellas. 3 Lenz tuvo dudas de este viaje, pero Medina lo comprueba (1963, p. 580, nota 7). 4 Agradecemos en especial al señor Emanuele Pes, impresor y estudioso de la obra de Febrés en el exilio, los datos y bibliografía proporcionados al respecto.

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chileno-hispano mas copioso, dedicado a la Virgen, Madre de la luz Increada, abogada de las misiones, en la imprenta de la Calle de la Encarnación, posiblemente, según Medina, en un tiraje no mayor de quinientos ejemplares. Esta es la segunda obra gramatical del mapudungun, después de la que publicó también en Lima su correligionario, el granadino Luis de Valdivia, en 1606. Fuera de la de Bernardo de Havestadt (Colonia, 1708?-Münster, 1781), publicada ya en el exilio en 1777, en latín, no habrá otra descripción lingüística de envergadura hasta los trabajos modernos de R. Lenz y F. J. de Augusta, de fines del xix y principios del xx. En un solo volumen, en tamaño 8ª. o 4ª. pequeño, y de 683 páginas más 28 de prólogos e índice, Febrés reúne, como fue práctica habitual en las obras lingüísticas elaboradas por frailes y eclesiásticos del período colonial, el material elemental para la transmisión de la doctrina, así como el saber gramatical y lexicológico de una sola lengua. Se trata de una obra compleja, hecha para servir de estudio y referencia pues, según él, para el misionero lo más práctico no es andar con el libro a cuestas sino llevar resumido en unas pocas hojas lo que requiere en su labor cotidiana, animándose sobre todo a practicar la lengua hablada, aunque no sepa bien pronunciar y se le rían los indios (Arte, «Prólogo al Estudioso»). En total, Febrés pasará en Chile de los 20 a los 33 años, trece años en total, de los cuales transcurren cinco en Santiago, en el colegio de San Miguel, y siete u ocho en misiones, descontando un posible período más o menos largo para su viaje a Lima, donde a los 30 años da a la imprenta su gramática. Insistimos en precisar estos datos pues además de hacer patente la juventud del autor, nos obligan a preguntarnos cuánto de este trabajo es obra original suya y cuánto fue reciclado de otros autores cuyos manuscritos él pudo consultar en el breve lapso de su vida en Chile.

Contexto, antecedentes y fuentes de la obra Durante la época colonial se registraron distintas iniciativas en pos del empleo de las lenguas indígenas del área andina en el culto católico. Si bien el hito central suele establecerse en el iii Concilio Limense (1583), que reguló la unificación de contenidos doctrinales en los catecismos redactados en quechua y aymara en el ámbito del Virreinato del Perú, los dos concilios limenses anteriores (1551-1552 y 1567-1568) ya venían estableciendo políticas de uso de las lenguas vernáculas en la evangelización. Para hacerlas posibles, distintos religiosos se abocaron a la tarea de preparar instrumentos lingüístico-descriptivos junto con versiones 308 | Araucanía-Norpatagonia

de textos usuales en la preparación del bautismo y la instancia de confesión. En concordancia con esto, los Habsburgo establecieron cátedras de lenguas locales en los seminarios conciliares de América en 1580 y 1591 (Nicoletti y Malvestitti, 2008). La necesidad de estos instrumentos se mantuvo durante todo el período colonial, y no obstante la errática política lingüística de la Corona, la iglesia siempre tuvo claro que si no se conocían las lenguas la conquista espiritual era imposible. En 1744, el Sínodo de Concepción manda que los curas se habiliten para poder evangelizar y administrar los sacramentos en la lengua indígena y da un plazo de un año para ello so pena de ser removidos, lamentándose de que los párrocos, que son oriundos de la diócesis, hagan menos que «los extranjeros misioneros jesuitas, en que loablemente esperimentamos su espedicion en dicha lengua para actuarse en su ministerio, i no ha de ser mas estricto el voto de caridad, que los excita, que el de la obligación en los párrocos» (Azúa e Iturgoyen, 1984, p. 86). El Arte de Febrés es, por lo tanto, un producto de este clima, aunque tal vez tardío, como lo considera Alvar (1997, pp. 83-84). En cuanto a su confección, por lo que leemos en su «Prólogo al Estudioso», es posible que Febrés haya empezado a redactar el Arte en sus años de estudio en Santiago, pues dice haberlo preparado por dar gusto «a algunos padres y hermanos estudiantes, que me lo han pedido». Curiosamente, parece indicar además que hubo un manuscrito anterior: «he resuelto […] escribirles de nuevo este Arte». Aunque no es posible corroborarlo, se infiere que se refiere a su propio ensayo previo cuando explica que tuvo que revisarlo y reducir algunas partes antes de mandar a imprimir la versión definitiva. En cuanto a sus fuentes, no indica sino que ha atendido los consejos del P. Francisco Khuen, «insigne lenguaraz». Es lógico que haya consultado el Arte de Luis de Valdivia, aunque se refiere solo a él en lo tocante a la parte del Vocabulario. Menciona asimismo que ha consultado el arte hebreo-hispano de Martín de Castillo y que conoce las de otras lenguas (moxa y quechua). Es posible también que haya consultado apuntes del Chilidugu, que en esas fechas Havestadt estaba preparando, aunque no lo menciona.5 5 En cambio, Havestadt publica en su Chilidugu una carta en mapudungun escrita supuestamente por Febrés, donde este le informa haber podido leer algunos cuadernos suyos en el colegio de San Miguel. R. Lenz (1895-97, pp. xli-xlv) expone el posible trasfondo de la carta y se inclina por declararla auténtica, lo que hace a Febrés sospechoso de copia. Salas (1992), por su parte, tiende a considerar que las dos gramáticas son independientes, aunque fuera cierta la carta.

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De las tres secciones lexicográficas, la primera es un «Breve diccionario de algunas palabras más usuales» (pp. 157-181), que se incluye, según el autor, tanto para ejercitarse con las reglas de la gramática como para facilitar conversaciones usuales. Constituye, por lo tanto, junto con la «Cartilla Chilena» que le sigue (pp. 181-182) una unidad junto con la gramática. Y de hecho, con ello termina la primera parte de la obra. La segunda parte contiene la «Doctrina Christiana en Chilli Dugu». Esta sección está organizada en ocho capítulos que comprenden versiones de textos catequísticos y litúrgicos: el catecismo menor en prosa y verso, el confesionario y la doctrina de los sacramentos, junto a un conjunto de oraciones cristianas, coplas o canciones de índole religiosa y pláticas o sermones. Si bien no se indican las fuentes de los textos, el ordenamiento y la selección son los pautados por el iii Concilio Limense y en ellos retoma amplificando o modificando con pocas variantes el texto publicado previamente por los jesuitas. La tercera y cuarta partes constituyen la sección lexicográfica de mayor envergadura, y abarcan más de la mitad del volumen (pp. 295-682). Según las «Advertencias» que preceden al Calepino, Febrés fue asistido en este trabajo por su hermano de religión Javier Zapata (p. 421), y dice asimismo que tuvo a la vista la reimpresión sevillana del Vocabulario de Luis de Valdivia pero que más le sirvió el original de 1606 que pudo consultar (p. 422). Destinado a Angol, dice haber encontrado allí el manuscrito de un calepino del padre Diego de Amaya (p. 422) que asume haber transcrito y complementado. Pensamos que posiblemente este constituya la mayor parte de su «Calepino Chileno-Hispano», del cual procede el diccionario Hispano-Chileno; además suma vocablos de otro pequeño vocabulario jesuita, es decir que su obra está fundada en una integración de trabajos previos y contemporáneos de hermanos de su orden: Se ha compuesto este calepino principalmente de uno que era (según creo) del padre Diego Amaya […]. El cual trasladé el año 1759 luego que llegue a la misión de Angol […] tuve presente el Vocabulario del P. Valdivia […] y finalmente he añadido otras palabras sacadas de otro pequeño calepino, escrito en Chiloe en los principios de este siglo por el padre Gaspar López, el cual pude haber en mis manos en este Colegio de San Pablo.6 (Prólogo al Calepino, Arte) 6 Según el Estado de la provincia de la Compañía de Jesús en el reino de Chile, desde el mes de marzo de 1757, hasta esta fecha del presente año de 1762, «el Colegio de San Pablo, casa de

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Síntesis de la obra Secciones

Contenido

Textos preambulares (28 pp. sin numerar)

Dedicatoria del P. Andrés Febrés a María Santissima, Madre de la Luz Increada; Aprobación de Fr. Francisco Xavier Parra; Licencia de impresión, rubricada por Martiarena; Censura del P. Pedro Nolasco Garrote, s. j.; Censura del P. Rafael Simó, s. j.; Aprobación y Licencia del Obispo de Santiago, por medio del Notario Mayor D. Juan Joseph de Morales; Licencia de impresión del Arzobispo de Lima, Diego Antonio, por medio de su secretario D. Antonio Cubero Díaz, y Licencia de la religión, de Baltasar Huever. Fe de erratas Prólogo al estudioso Índice

Parte Primera (pp. 1-182)

Arte de la lengua general de Chile. Diálogo entre dos caciques. Exemplo de un coyaghtun. Breve diccionario de algunas palabras mas usuales. Cartilla chilena

Segunda Parte (pp. 183-194)

Doctrina christiana en Chilli Dugu: rezo, catecismo, rosario y coplas; catecismo menor; rosario; catecismo en verso; otras coplas; confesionario, doctrina de los Santos Sacramentos, dos pláticas doctrinales y morales; otras dos pláticas

Parte Tercera (pp. 195-414)

Vocabulario Hispano-Chileno

Parte Quarta (pp. 415-683)

Calepino Chileno-Hispano Muestrario de los tipos de imprenta empleados

A la vista del conjunto, la obra puede parecer heterogénea, segmentada en partes inconexas. Sin embargo, se comprueba la forma en que Febrés cuidó la relación interna entre todas ellas, insertando antes de la mayoría de las secciones un apartado de advertencias o notas, en el que va implicando unas secciones con otras mediante referencias cruzadas. Asimismo, finaliza cada sección con alguna intervención en primera persona, de manera tal que las secciones se encuentran a la vez firmemente trabadas entre sí, y vinculadas cada una por separado con el autor, que hace sentir así su presencia. Tanto por el valor intrínseco de su contenido como por la inteligencia con que se articula una obra tan compleja no nos parece del todo extraño que haya silenciado durante tanto tiempo cualquier otro intento de similar envergadura. Efectivamente, en el contexto de las gramáticas del mapudungun producidas en la etapa colonial, el Arte publicado por Febrés se consolidó como obra de consulta indiscutible. Su circulación en el período colonial tercera probación, con su rector, instructor, ministro y maestro de lengua indiana (que aprenden los padres tercerones)» (p. 321).

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y republicano está documentada en diversos testimonios históricos a ambos lados de los Andes. En Chile, hay constancia de que buen número de ejemplares se encontraban en la biblioteca de los jesuitas, y en 1771 se mandaron entregar a los franciscanos de Chillán (Medina, 1963, ii, p. 582). En la obra de los expulsos también consta su presencia: según Hanish (1969, p. 96) J. Ignacio Molina usó la obra de Febrés para sus escritos, y Hervás la resumió para sus estudios filológicos (Vocabolario poligloto, 1787, vol. 20, p. 161; y Saggiopraticodelle lingue, 1787, vol. 21, pp. 53 y 55). A fines del xix sería todavía de utilidad para Rodolfo Lenz. Ello no obsta que no haya conocido detractores, como el capitán de infantería española Pedro Usauro Martínez quien en 1782 se refiere a la obra de Febrés diciendo que «aunque se sigue, por no haber otro, tiene mucho de presuntivo, y sus nombres y verbos no entienden por sus partes los indios…» (citado en Anrique, 1898, pp. 153-154).7 En el breve estudio de Ludwig Darapsky (La lengua araucana, Santiago, 1888) se lee también: «El padre Febrés se limita a redactar más metódicamente el material reunido algo a prisa por su ocupadísimo antecesor, sin profundizar sus miras ni ensanchar el campo de la observación» (p. 16), opiniones que creemos no tienen más fundamento que el desdén con que el positivismo decimonónico consideró la producción intelectual de los religiosos. Lo cierto es, sin embargo, que tanto militares como misioneros siguieron necesitando en ambos países material de estudio de la lengua y, de hecho, en el archivo de la Biblioteca Nacional de Chile hay varias cartas de fines del xix solicitando gramáticas de la lengua mapuche. Más adelante detallamos la influencia y los usos que tuvo la obra al este de los Andes; a modo de ejemplo destacamos que en 1875 Moisés Álvarez y Marcos Donati, integrantes de la orden franciscana que misionaban entre la población ranquel, solicitaron y obtuvieron un ejemplar del texto original enviado desde Santiago. Si bien no mencionan el nombre del autor en las cartas que intercambian (Tamagnini, 2011, pp. 141-143 y 246-247), su descripción de la «Gramática india» es clara: «es un libro de 682 páginas, contiene la Gramática, Doctrina Cristiana, versos de Coro a los principales Santos Jesuítas, Pláticas, y por fin tres pequeños diccionarios, pero muy completos» (Tamagnini, p. 143) y permite reconocer por tratarse de un solo

7 Agradecemos a la historiadora Pía Poblete habernos hecho llegar la referencia de la relación del capitán Pedro Usauro Martínez. También Medina refiere esta opinión crítica del militar (1963, ii, p. 582).

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«volumen en 4ta» que correspondía a la edición de 1675.8 El proyecto de estos franciscanos era copiarla y estudiarla; con empeño, apenas la recibe, Álvarez comienza a asimilarla y un mes más tarde, envía el ejemplar a Donati, quien se la reclama argumentando que «nadie la precisa más que yo» (Tamagnini, p. 246). La accesibilidad a la edición original y de sus epígonos fue también registrada por Bartolomé Mitre, quien hacia fines de siglo xix, indicó que en su biblioteca en Buenos Aires «hemos llegado a tener hasta tres ejemplares de ella y rara es la biblioteca americana en que falte» (1909, i, p. 318).

Derivaciones La relación que la obra original de Febrés tiene con sus derivaciones puede entenderse en los términos en que Gérard Genette (1982) expuso las relaciones intertextuales. Toda reproducción parcial o completa de la obra original obedece a la necesidad de actualizar su contenido en función de un nuevo contexto de inserción. El hecho de que se trate de una compilación de materiales de diverso género facilitó sin duda que se haya hecho también de ella un aprovechamiento diversificado, a la luz del cual nos parece posible distinguir tres modalidades: en primer lugar, lo que podemos llamar obras de resumen, que corresponden a síntesis diversas, confeccionadas en el contexto de misión evangelizadora o por otros agentes que deseaban aprender el mapudungun. En segundo lugar, las reediciones, todas ellas parciales, vinculadas a la obra civilizatoria en la que se emplearon tanto funcionarios y educadores como misioneros. Finalmente, las obras de reelaboración, manuales que contienen en distinta medida materiales originales o adaptados del Arte de Febrés. Sin ánimo de establecer límites estrictos entre estas estrategias, dado que las reelaboraciones implican resumen y en algunos casos las reediciones implicaron ampliaciones, nos parece posible definir así los hipertextos que se desprenden del original a partir de su publicación y hasta lo que será el siguiente esfuerzo de descripción gramatical, fuera ya del ámbito temporal que a nuestro estudio interesa.9 8 Los franciscanos habían pedido dos ejemplares, pero según Álvarez, uno de ellos había sido retenido por el Gobernador de Mendoza «como recuerdo ó como una cosa rara» (Tamagnini, 2011, p. 141). 9 No consideramos aquí la recepción de Febrés en la obra de los expulsos Molina y Hervás, publicada en Italia. Tampoco queremos aquí referirnos a la obra de Havestadt, publicada en Leipzig en 1777; sobre su relación con la obra de Febrés todavía no está

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Las obras de resumen en el contexto misional Como mencionamos más arriba, Febrés declara que escribió la obra para que «los nuevos» misioneros pudieran contar con todo el material necesario para aprender el mapudungun en un solo volumen. Además de insistir en la importancia de poner en práctica la lengua, utilizándola en situaciones comunicativas concretas, sugirió a sus destinatarios, como hemos indicado, resumir lo esencial del contenido en pocas páginas, un método ya difundido entre los integrantes de la orden para apropiarse de las reglas gramaticales: Para imponerse mejor en el Arte será de mucha utilidad, el que cada uno, en teniendo mediana inteligencia de él, lo reduzca á un compendio muy breve, que sea solo para su uso, y él solo se lo entienda, aunque sea con otra idea, del mejor modo que él allá se lo conciba: es indecible quanto les ha servido esto á los que lo han practicado, reduciendo lo más sustancial del Arte, unos á quatro hojitas, y otros aun á menos. («Prólogo al estudioso», Arte)

Este tipo de síntesis puede encontrarse en los escritos de algunos misioneros que interactuaron con indígenas hablantes de mapudungun en el siglo xviii. Aparece, por ejemplo, en la conocida obra del jesuita Thomas Falkner Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur, publicada en 1774, así como en el apéndice al Catecismo manuscrito de Serviliano Orbanel datable en Concepción ca. 1778. Al examinar la sección lingüística del texto de Falkner,10 se observa que en el capítulo vi –An account of the language of the inhabitants of these countries– el jesuita proporciona un breve esbozo gramatical, un vocabulario y versiones al mapudungun de fragmentos de oraciones y el catecismo católico. Falkner evidencia en sus comentarios acerca de la lengua de los moluches o mapuche tanto una representación positiva dada por su carácter copioso y elegante, así como el reconocimiento de su funcionalidad todo dicho, y esperamos las conclusiones de estudios que se están llevando a cabo en la actualidad sobre este tema. 10 Nacido en 1702 en Inglaterra, a los treinta años, y poco después de convertirse al catolicismo, profesó sus primeros votos en la Compañía de Jesús en la ciudad de Córdoba. Entre 1745 y 1751 Falkner fue destinado a las misiones situadas en las cercanías de la costa bonaerense. Luego se desempeñó como profesor en la Universidad de Córdoba y desde allí partió de regreso a Europa cuando se produjo la expulsión de los jesuitas. Diez años antes de su muerte, fue publicada esta obra que compila observaciones acerca de los recursos naturales y la etnografía de las regiones centro y sur de la actual Argentina.

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como lengua franca en un contexto de multilingüismo (1774, p. 132). Las categorías gramaticales que reseña en su breve esbozo morfosintáctico no difieren de las presentadas en las demás gramáticas producidas por integrantes de su orden. Describe brevemente sustantivos, pronombres, numerales, adverbios, verbos –tomando en cuenta en este caso los modos, la voz pasiva, las transiciones y algunos morfemas específicos– y posposiciones. También coincide con las gramáticas previamente publicadas en la elección del verbo elu- ‘dar’ para la ejemplificación de tiempos verbales y referencias pronominales en las denominadas transiciones. Finalmente, el breve vocabulario («Short Vocabulary») incorporado al final del capítulo (Falkner, p. 144) presenta una nómina de 87 expresiones nominales y verbales organizadas por afinidad referencial. Falkner no explicita de qué fuentes previas tomó esos datos; resalta en cambio que algunos datos fueron fruto de su propia observación del habla de los «moluche» y los «huilliches» y en algunas expresiones alude a un proceso de composición textual basado en su memoria: «I do not believe I can recollect them all; but I shallen deavour to give the best account I can of these transitions» (p. 137). De hecho, si bien en la obra pueden reconocerse trazos de otras descripciones gramaticales más completas –las de Havestadt o Valdivia principalmente–11 y se acude a una terminología, a estrategias explicativas y a un ordenamiento temático similar, se observan a la par elementos que denotan en su síntesis un proceso de intervención personal, expuesto por ejemplo en algunas elecciones grafémicas como n’g en lugar de g, s en lugar de r –en los numerales selge ‘siete’, massi ‘diez’–12, comilla simple para indicar /ü/ breve, o cuando presenta como pronombre de tercera 11 Por ejemplo, al explicar los tiempos verbales, acude a la categoría de aoristo, empleada por Havestadt, asimilando los tiempos en esta lengua a los propios de la gramática griega, en lugar de utilizar el término mixto elegido tanto por Valdivia como por Febrés. Elige el grafema b en los morfemas verbales igual que Valdivia o Havestadt, en lugar de la v que prefiere Febrés; del mismo modo, como los primeros, usa t para el fonema /tr/ en lugar de th, o como Valdivia, marca con omisión de grafema la sexta vocal /ü/. Por otro lado, su breve vocabulario no se ordena alfabéticamente, sino con base en la contigüidad referencial, estructura también ofrecida por Havestadt aunque de modo mucho más extenso. Dado que Falkner publicó su libro tres años antes que Havestadt, cabe considerar que haya conocido una versión manuscrita previa. 12 Esta última distinción es además explicitada en el texto «The other Huilliches, and the Pehuenches, speak in the same manner with one another, and differ only from the Picunches in using the letter S instead of R and D, not having these two letters in their alphabet: and the Picunches, having no S, use R and D instead of it; and oftentimes T, where, the others use CH; as domo, for somo, a woman; huaranca, for huasanca, a thousand; vuta, for vucha, great» (1774, p. 99).

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persona vey para ‘él’ donde las otras gramáticas privilegian teye. Este proceso de reformulación más que de copia textual se observa también al cotejarse las oraciones católicas que ejemplifican la lengua en uso, ya que las versiones que presenta Falkner no son exactamente idénticas a las de las publicaciones previas que habría consultado. El manuscrito de Orbanel, redactado en ese mismo siglo y publicado recientemente (Malvestitti y Nicoletti, 2012), circuló en el ámbito de la orden franciscana. Se trata de un libro foliado que consta de 159 páginas escritas en el anverso y el reverso, en el que, luego de las secciones relativas a catecismo, oraciones y pláticas, presenta algunas fojas dedicadas a la síntesis gramatical. Bajo el título «Transiciones, gerundios y participios», se sistematiza allí brevemente el tema con terminología equivalente a la utilizada en las gramáticas de Febrés y Valdivia: «tiempo mixto», gerundio de acusativo, gerundio de ablativo en ambos, o modo «subjuntivo» que emplea solo Febrés. Por otro lado, acude a una grafía muy similar a la propuesta por este último –con la salvedad de la incorporación de un diacrítico de nasalización ~ junto al grafema g para señalar el fonema /ng/ (que como vimos era denotado en Febrés solo por g), y la preferencia no sistemática por el grafema i en lugar de y: mleimi, ghùi (f. 1), pero eymi, tvey (ff. 153 y 155)–. También recurre a la conjugación del verbo elu- ‘dar’ en diferentes tiempos, modos y personas, y en formas negadas, así como formas verbales no finitas llamadas aquí «gerundios y participios», que traducen expresiones como lo que te di, lo que me das, para darte, habiéndote dado, habiendo dado aquel a vosotros muchos, entre otras (ff. 149-157). Esta sistematización puntual de las seis transiciones, con una disposición organizada en base a subtítulos que presuponen cierto conocimiento metalingüístico del redactor, seguramente constituyó uno de los resúmenes cuya confección recomendaba Febrés, al que el usuario recurría como instrumento de fijación o material mnemotécnico para un segmento complejo del sistema gramatical del mapudungun que no podía ser eludido en la interacción oral o al momento de comprender el sentido de una lectura en esa lengua. Cabe señalar además que la confección de síntesis gramaticales a partir del Arte como texto fuente se aplicó también en otros contextos. En su Viaje en las rejiones septentrionales de la Patagonia, 1862-1863, el explorador Guillermo Eloy Cox dedica un capítulo a «algunas observaciones sobre los distintos idiomas de las tribus que pueblan aquellas rejiones» (1863, p. viii). En la presentación del capítulo retoma el 316 | Araucanía-Norpatagonia

consejo del prólogo de Febrés, y señala que ese tipo de resumen «fue lo que hice cuando me dediqué a estudiar el araucano algún tiempo antes del viaje, observaciones que expongo a continuación» (1863, p. 243). En solo siete páginas (pp. 243-251) expone sumariamente la pronunciación, las clases morfológicas: sustantivo, pronombre, numerales y verbo, y el sistema de referencias pronominales agente-paciente, deteniéndose luego en algunos elementos léxicos de posible utilidad, como las denominaciones para los meses, tomadas explícitamente del jesuita. En este trabajo, Cox alaba la gramática del padre, que recomienda como la «mejor para el estudio de la lengua araucana», así como el diccionario, que evalúa se aleja de «la aridez de este jénero de libros», al ofrecer «rasgos de costumbres i observaciones picantes» y constituir un producto «mui divertido» (p. 250). Desde nuestra perspectiva, analizar este tipo de textos con este enfoque nos permite comprender el carácter de recurso de aprendizaje que tenían, en lugar de considerarlos solo trazos incompletos o selecciones aleatorias de la descripción gramatical del jesuita.

Reediciones de la obra De la obra de Febrés se hicieron algunas reediciones parciales explícitas: al oeste de los Andes, se deben al franciscano Antonio Hernández Calzada y al mencionado Guillermo Cox, en tanto que en Buenos Aires, al teólogo, educador y traductor franco-argentino Juan Mariano Larsen. Las primeras son anteriores a la ocupación de la Araucanía, mientras que las argentinas corresponden a los años finales de la campaña militar encabezada por Julio A. Roca. Las reediciones básicamente comprenden la gramática y el diccionario. No es posible realizar en este breve artículo una comparación amplia entre ellas, sino solo presentarlas aportando algunos alcances en relación al intertexto.13 El franciscano Miguel Ángel Astraldi, con el patrocinio del Gobierno de Chile, que financia la edición, publica en el mismo año de 1846 las versiones adicionadas y corregidas de la gramática y el vocabulario de Febrés, que había preparado su cohermano, el entonces anciano Antonio Hernández Calzada (1774-1847). En ambos casos se trata de 13 Para la consideración de los epígonos de la parte catequística de la obra de Febrés remitimos a Nicoletti y Malvestitti (2008, 2009). Tampoco analizamos aquí la republicación del parlamento en Buenaventura Ortega (1880).

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actualizaciones de la obra para uso de las misiones. El Padre Hernández Calzada, de origen español, fue superior del Colegio de Castro, en Chiloé y misionero en Valdivia. Dejó manuscritos un confesionario y unos sermones bilingües, fechados en 1843, que fueron publicados por R. R. Schuller en 1907. En 1864 Cox edita la Gramática chilena. Por el padre Andrés Febrés de la Compañía de Jesús. A diferencia de las anteriores, provenientes de Santiago, esta edición se realiza en la ciudad de Concepción. Se trata de una reedición compendiada y arreglada de la sección gramatical, que corresponde a las páginas 1-156 de la obra original. Contiene una introducción de tres páginas en la que se lee el propósito educativo de la obra, que por su brevedad (77 páginas), resultaba sin duda de fácil manejo. Interesa en particular la opinión de Cox de que conviene difundir el conocimiento de la lengua para poder prescindir de los maliciosos traficantes y malhechores refugiados entre los indios que interesados en mantener el actual estado de las cosas, desprestijian ante ellos la condición civilizada para poder esplotar fraudulentamente su ignorancia. Ellos son los verdaderos i únicos obstáculos que encuentra la civilización para penetrar en las selvas de la Araucanía. (1963, p. iii)

Este argumento que no deja de ser común en la justificación de las obras de lingüística colonial. Con espíritu pragmático, considera la gramática como herramienta para el acercamiento a los indígenas y el término de las hostilidades, que ha de convertir a los descendientes de Caupolican y Colocolo (sic) «en miembros útiles de la comunidad nacional» y «justos acreedores el título de ciudadanos». En cuanto a las modificaciones que aporta a la obra, además de reenumerar los capítulos y secciones y presentarla en un formato moderno, de más fácil lectura, Cox interviene en los siguientes aspectos: por una parte, despersonaliza el discurso, eliminando toda referencia a Febrés y a su contexto: desaparece el yo y el nosotros en favor de la forma pasiva refleja; se omiten las observaciones que podemos llamar típicas de Febrés, como «esto quise advertir porque a nadie coja de nuevo, quando lo oyga» o «que trataremos aquí por hacerse a pronunciar bien desde un principio» y las referencias a la época de Febrés (como la mención de que el cacique Vuchalav, cuyo nombre aparece en un ejemplo de uso pronominal, «es de Repocura»); moderniza el lenguaje, remplazando formas arcaicas («ser de poca importancia» en lugar de «no 318 | Araucanía-Norpatagonia

ser de monta»). Si bien agrega ocasionalmente información nueva –sobre formas pehuenches y de las pampas argentinas­(p. 2), en conjunto se trata de una versión simplificada, aunque más amplia que el resumen que hemos expuesto en el apartado anterior. Juan Mariano Larsen, que ya conocía las reediciones de Hernández Calzada y Cox, decide emprender prioritariamente, según sus palabras, una nueva edición del Calepino, del que no se conocía sino la edición original. En una muy breve nota introductoria, señala su posible utilidad para los estudiosos, que han de consultar «mapas o libros que tratan de nuestras Pampas y de la Patagonia, aun cuando prescindan completamente de toda cuestión de Filología comparada». Así se publica en 1882, en Buenos Aires, el Diccionario Araucano-Español, ó sea, Calepino chileno-hispano, reproducido textualmente de la edición de Lima de 1765. Inserta al comienzo el capítulo i de la Gramática, que comprende la sección sobre pronunciación, ortografía y acento, y al final, adjunta un «apéndice sobre las leguas quichua, aimará y pampa», que reúne artículos del propio Larsen sobre estas lenguas, publicados previamente en el periódico El Investigador. En el relativo a la lengua pampa se lee lo siguiente: En el siguiente número ira el vocabulario araucano de Febrés. Nuestros militares podrán completarlo, ahorrándose el trabajo de apuntar lo que ya está impreso, como también podrán anotar las diferencias de pronunciación y de formas que constituyen el carácter dialéctico de lo que llamamos Lengua pampa. (p. 71)

Este interés también se manifiesta en Barbará y Rosas, a quienes nos referiremos más adelante. No podemos saber si hubo tal vocabulario en un número posterior del periódico, ni si se refiere tal vez al «vocabulario breve». Sea como fuere, esta cita nos permite, por una parte, corroborar uno de los usos previstos de estas reediciones y, por la otra, la relación que establece Larsen entre las dos formas geolectales de mapudungun. Dos años después, en la misma imprenta, Larsen publica la Gramática araucana. Se trata de una reedición de las dos primeras partes del original de 1765, incluida la sección preambular con el índice, lo cual resulta algo confuso en un principio, y hace pensar que Larsen pudo haber tenido la intención de publicar toda la obra. Obra de alcances obviamente científicos, remite en su enjundioso prólogo a estudios de otros autores, establece análisis comparativos con otras lenguas, y plantea hipótesis sobre las diversas formas dialectales de la lengua araucana. Circulaciones intertextuales del Arte... | 319

Obras de reelaboración Como se observa, misioneros, militares y residentes en la frontera que necesitaban interactuar con la población local y, posteriormente, algunas personas con incipiente interés en el estudio de las lenguas indígenas de la región, fueron los principales receptores del Arte de Febrés. Entre los primeros, hemos indicado el interés de los franciscanos por el estudio de la obra y también existe constancia de que el padre José María Salvaire, lazarista que misionó a la gente de Catriel en Azul entre 1874 y 1876, accedió a dos versiones de la obra (Durán, 2002, p. 569, nota 813). Por un lado, obtuvo o consultó la primera edición, en la que se encuentran las Pláticas que fueron modelo de las suyas, y por otro, contó con la edición de chilena de 1846, la que se conservó en su biblioteca personal (Durán, 1997, p. 58). Su compañero en la orden Pablo Emilio Savino también revisó ese mismo material: en una carta al superior de su orden escrita en 1979 reconoce que una de las fuentes del Pequeño manual del misionero para evangelizar a los indios fronterizos (1876) que compuso fue «une vieillegrammaire sur la langue des indiens du Chili», la que junto con el auxilio de un lenguaraz, le posibilitó el acceso a «la connaissance de nos indiens» (Durán, 1997, p. 63, nota 89). Savino incorporó a su Pequeño manual la sección «Direcciones necesarias sobre la escritura, pronunciación y acentuación del idioma indio» (1876, pp. 7-15), en la que adapta al contexto local la sección correspondiente del Arte.14 Basándose tanto en esa fuente como en las pronunciaciones que escucha, añade los grafemas ch, f, s, sh, z, v y w a la pauta ortográfica y muta la q en k. El cotejo de un fragmento equivalente de las explicaciones de ambos permite observar la reinterpretación de datos producida por Savino, en la que retoma las características percibidas en la fonética pampeana y presenta palabras probablemente comunes en la comunidad de referencia, y ancla la explicación en sus propias experiencias lingüísticas: La g tiene una pronunciación muy singular, y tan frecuente, que casi parece característica de esta Lengua: se pronuncia en lo más adentro de la boca, abriendola un poco y tocando la punta de la lengua en las encías de los dientes de abaxo, v.g. pige- di tú, pagi –el león. Esta pronunciación es gutural, al 14 El apartado se anuncia como un compendio de elementos fonológicos y prosódicos; no obstante, en la ejemplificación acude la conjugación verbal de dos verbos en tiempo presente, lo que le permite también introducir la noción de número singular, dual y plural en el verbo.

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modo de la de los Gangosos, y algo semejante a esta latina Sanctus, en la n, como también a esta otra catalana, tinch, fanch, en el sonido de la n; pues suena casi como estas palabras índicas, cùchig- polilla, lipag- hombro. Pero no hay regla, ni explicación, que enseñe mejor a pronunciar esta g, y las dichasthy ù, como el oírla pronunciar, y practicarlo frecuentemente. (Febrés, 1765, pp. 2-3) La G tiene una pronunciación muy singular y tan frecuente, que parece característica de esta lengua. Se pronuncia en lo más adentro de la boca, dándole un sonido gutural, y casi nasal al mismo tiempo, como si delante de la G hubiera una N: age, cara; ragi, medio, etc. Este sonido de la G se parece, aunque no del todo, a la manera que los alemanes pronuncian esta letra cuando se halla precedida por una N y seguida de una E, como en las palabras: lange, menge, etc. Pero no hay explicación, que enseñe mejor a pronunciar esta G como el oírla pronunciar a viva voz, y practicarlo frecuentemente, pues esta es la mayor dificultad que se encuentra en la pronunciación de esta lengua. (Savino, 1876, pp. 7-8)

Este material fue empleado posteriormente por integrantes de la Congregación Salesiana, quienes incluso lo reeditaron en 1900. En esa instancia se agregó al final del texto un «Pequeño diccionario de las voces que se hallan en este manual. Hecho por un Padre salesiano» (1900, pp. 137-155), que casi con seguridad fue Domenico Milanesio, misionero que se destacó entre sus pares por dedicarse a la catequización en mapudungun en el ámbito de la Patagonia norte una vez finalizadas las campañas militares. Si bien el mismo tiene remembranzas de Febrés, básicamente compila las bases léxicas que aparecen en los textos presentados en el Pequeño Manual, constituyendo tal vez un instrumento de fijación al estilo de los materiales personalizados antes mencionados. También, en otra de sus obras escritas al retirarse del campo, titulada Etimología araucana. Idiomas comparados de la Patagonia. Lecturas y frasario araucano (1915), Milanesio menciona a Febrés como fuente de algunas equivalencias o interpretaciones. En ciertos casos se trata de copias textuales de la entrada registrada en el Calepino: «Quirque = lagarto (Febrés)»; «Rinul = der. de renu cueva o socavón como los de los brujos o hechiceros (Febrés)», en tanto que en otras toma una equivalencia del jesuita para dar crédito a su propia elucidación: «Huavun = lugar llovedizo y colmillo (según Febrés)»; «Anti-llanca = der. de antù, día, sol y llanca piedra verde muy apreciada = Viene a ser piedra verde del sol (Febrés)». Circulaciones intertextuales del Arte... | 321

Entre los militares y civiles que se dedicaron a reformular aspectos del Arte, la obra más temprana es la de Juan Manuel de Rosas. Este, que se trataba con gente paisana en su establecimiento de la campiña de Buenos Aires, confeccionó entre 1810 y 1825 un manuscrito que se publicó recién en 1947 bajo el título Gramática y diccionario de la lengua pampa, editado por Oscar Suárez Caviglia y Enrique Stieben. La obra comprende una gramática breve traducida al francés (pp. 43-58), cuyo intertexto evidente también es la primera parte del Arte de Febrés, de la que se reproducen los apartados numerados relativos a la prosodia, los nominales y pronombres y los modos y tiempos de la conjugación verbal. Debido a la fecha de composición, Rosas seguramente accedió a la versión original de la obra. Sin embargo, la eliminación de elementos contextuales propios de la edición de 1765, observables en elisiones similares a las halladas en la reedición de Cox, y la referencia a Woodbine Parish, miembro de la Real Sociedad Geográfica de Londres, a quien este último había dedicado su libro de viajes, lleva a hipotetizar un acceso a la reedición de Febrés mediada por Cox en la última revisión realizada durante el exilio de Rosas en Inglaterra. En cuanto a los vocabularios, ordenados alfabéticamente según la lengua origen o meta, si bien presentan algunos elementos propios del habla mapuche de la zona norte y centro pampeano, las listas léxicas de la segunda, tercera, cuarta y quinta parte se tomaron principal y casi textualmente de los diccionarios de Febrés. Un esquema similar sigue la breve gramática publicada por Federico Barbará, quien se desempeñó durante largos años en guarniciones de la frontera bonaerense y fue designado incluso en un cargo de lenguaraz (Delrio, c. p.). El mismo integró aspectos lingüísticos del mapudungun en sus dos obras publicadas: Usos y costumbres de los indios pampas (1856) y Manual o vocabulario de la lengua pampa (1879). En el primer libro dedica unas pocas páginas a la cuestión (Barbará, 1930, pp. 31-37), en las que desarrolla algunas preguntas del catecismo, listas de palabras y algunas frases familiares y un diálogo. Barbará dice haber tomado estos datos con Mariano, el hijo del cacique Maika, quien era hablante de español. Con modestia, señala que su propósito no era «escribir una gramática ni menos diccionario, sino dar alguna idea del dialecto de nuestros pampas» (p. 55). Valora a este como un idioma «abundante» con nombres para indicar «todas sus cosas» y como único comentario gramatical, alude al orden obligatorio entre adjetivo y sustantivo, tema que aparece en las fuentes anteriores. En la segunda obra describe la lengua más extensamente. Como se ha señalado en Nicoletti y Malvestitti (2008) 322 | Araucanía-Norpatagonia

el catecismo allí incluido es una copia de la Doctrina Cristiana y Catecismo menor de Andrés Febrés. El cotejo de la sección primera «De la lengua pampeana y de las tribus: pronunciación, acento, pronombres, conjugación, transiciones, sintaxis, trasposiciones, nombres, etc.» fue realizado en detalle por Vignati (1946) quien puso en evidencia el carácter de copia de Febrés. El mismo Barbará menciona haber tomado como base algunos elementos del compendio publicado por Falkner, a la vez que reconoce indirectamente conocer la edición original del Arte al cuestionar el supuesto plagio de este, realizado por Savino en una obra que fue publicada contemporáneamente a la suya (1879, p. 5). Se observa no obstante una mínima reelaboración personal de esa obra, por ejemplo, al tratar de explicar, aun con erratas, algunos elementos gramaticales con ejemplos cercanos, u operaciones de simplificación como la expuesta en el ejemplo a continuación: «Los tiempos del indicativo se forman de la última n del presente […]. Pondremos algunos ejemplos para mayor comprensión: 1º) Munápu, cerca; munapugén, estoy cerca; 2º) Cumé, bueno; cumengen, ser bueno; 3º) Alta, mal o malo; altangén, ser malo» (1879, p. 14). Y estos otros: Calli, equivale al romance, mas que, déxalo que, no le hace que &s. Callimlepe– déxalo estar: calliamupe-déxalo que se vaya, más que se vaya, no le hace &c. callimlechi-déxame, òdéxenme estar y otras le vienen de la suya propia, que es solo y no más, vg. Calliduguquey –solo habla, no hace más que hablar; callipeaymi- verás nomás, allá lo verás; callipevulmi, mugeltuaven–viéraslo no mas, con tal que lo vieras… (Febrés, 1675; pp. 64-65); Cali (antepuesto) equivale a más que, déjalo que, no importa que; calimulepe, déjalo estar; caliamupe, déjalo que se vaya, aunque se vaya, nada importa que se vaya, y calimulechi, déjame estar o déjenme estar. (Barbará, 1879, p. 18)

Barbará suma también a esta obra dos vocabularios ordenados alfabética y conceptualmente incluidos en la parte iii (pp. 37-91 y 100112). El primero consiste en una selección de los términos expuestos en el Vocabulario Hispano-Chileno, la que se da no solo por la menor cantidad de entradas léxicas, sino por la elección por cierta equivalencia entre las alternativas que propone Febrés. Del mismo modo, el militar hace una adecuación de las grafías a su contexto, produciendo de este modo un volumen «de utilidad práctica» para quienes en la época interactuaban con hablantes de mapuzungun que no eran aún bilingües en la lengua criolla. Circulaciones intertextuales del Arte... | 323

Conclusiones En el desarrollo del artículo hemos pues indicado una serie de reelaboraciones y ediciones de la obra jesuita sobre la lengua mapuche que contó con mayor circulación, desde su publicación hasta fines del siglo xix. Hemos presentado distintas valoraciones de la obra, y relevado su carácter de fuente para los numerosos y sucesivos epítomes a ambos lados de los Andes, centrándonos especialmente en los conocimientos gramaticales que popularizaron estas obras. El análisis de las fuentes primarias nos permitió además comenzar a hipotetizar algunas vinculaciones entre ellas. De este modo nuestro estudio aporta al conocimiento de los procesos de apropiación y divulgación del saber lingüístico sobre el mapudungun por parte de personas no indígenas, y en una etapa en la que esta se requería como código de uso comunicativo y constituía un recurso crucial para el ingreso de las agencias evangelizadoras y estatales a un territorio y una cultura poco conocidos y no controlados hasta entonces por los criollos. Por otra parte, nos parece interesante destacar la forma en que una obra de compilación, como fue el Arte de Febrés pudo, precisamente por su carácter compuesto, fructificar en toda esta serie de hipertextos diversos, obedeciendo a distintos contextos y necesidades. La posibilidad de desgajarla y tomar secciones independientes para adaptarlas a esos contextos y necesidades contribuyó sin duda a su supervivencia.

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Tabla 1. Hipertextos del Arte de la lengua general del Reyno de Chile, de Andrés Febrés, 1765  Lugar

Editorial/ imprenta

 

Londres/ Hereford

T. Lewis, C. Pugh

Resumen

 

Concepción

Manuscrito, editado en 2012

De Rosas, ReelaboJuan ración Manuel

 

Buenos Aires

Manuscrito, editado en 1947

Reedición

Hernández Calzada, Antonio, Astraldi, Miguel Ángel

Santiago

Imprenta del Progreso

1846 Febrés, Andrés

Reedición

Hernández Calzada, Antonio

Santiago

Imprenta de los Tribunales

Usos y costumbres de los indios pampas

1856

Barbará, Federico

Reelaboración

 

Buenos Aires

s/d, reeditado en 1930

Viaje en las rejiones septentrionales de la Patagonia. 1862-1863

1863

Cox, Guillermo

Reelaboración

 

Santiago

Imprenta Nacional

Gramática chilena

1864 Febrés, Andres

Reedición

Cox, Guillermo

Concepción

Imprenta La Unión

Pequeño manual del misionero para evangelizar a los indios fronterizos

1876

Savino, Pablo Emilio

Reelaboración

 

Buenos Aires

Imprenta de Pablo E. Coni

Manual o vocabulario de la lengua pampa

1879

Barbará, Federico

Reelaboración

 

Buenos Aires

Imprenta y Librería de Mayo

Obra

Año

Autor

Tipología

Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur

1774

Falkner, Thomás

Resumen

Apuntes gramaticales

ca. 1778

Serviliano Orbanel

Gramática y diccionario de la lengua pampa

ca. 1825

Diccionario hispano-chileno

1846 Febrés, Andrés

Gramática de la lengua chilena

Editores

Circulaciones intertextuales del Arte... | 325

Obra

Autor

Tipología

Diccionario 1882 AraucanoEspañol, ó sea, Calepino chilenohispano

Febrés, Andrés

Reedición

Larsen, Juan Mariano

Buenos Aires

Impreso por Juan Alsina

1884 Febrés, Andrés

Reedición

Larsen, Juan Mariano

Buenos Aires

Impreso por Juan Alsina

Reelaboración

 

Buenos Aires

Talleres Gráficos del Estado Mayor del Ejército

Gramática Araucana

Etimología arau- 1915 cana. Idiomas comparados de la Patagonia. Lecturas y frasario araucano

Milanesio, Domenico

Editores

Lugar

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Comentario al texto María Pía Poblete Instituto de Estudios Antropológicos, Universidad Austral de Chile, Chile

El artículo que comento analiza la obra del misionero jesuita Andrés Febrés, Arte de la lengua general del Reyno de Chile, evidenciando los procesos de propagación y utilización de este Arte en el contexto de expansión estatal en el territorio mapuche en parte de los actuales Estados de Chile y la Argentina. Las autoras indagan e identifican itinerarios de esta obra y su continuidad en distintos formatos y en contextos temporales y espaciales diversos. Estas derivaciones del Arte son producto de la necesidad de adaptar sus contenidos a nuevos contextos que se tradujeron en tres modalidades de aprovechamiento de esta obra, a saber: obras resumen, reediciones vinculadas a la obra civilizatoria y obras de reelaboración que contienen algún material del Arte de Febrés. Las autoras muestran que este Arte de la lengua de Chile es un texto complejo, que al estar compuesto de múltiples partes, inteligentemente articuladas, se prestó a múltiples miradas, interpretaciones y usos, que explicarían su predominancia hasta fines del siglo xix. Entre las derivaciones de esta obra se destaca su uso como instrumento de aprendizaje de la lengua y como modelo catequístico. Teniendo a la vista su rápida y extensa difusión, bien documentada por las autoras, creo necesario recordar en su contextualización, que este 326 | Araucanía-Norpatagonia

Arte fue publicado solo un par de años antes de la expulsión de los jesuitas de América, y que fue usado y puesto en circulación por aquellos misioneros que criticaron duramente los métodos de evangelización jesuita (Pinto y otros, 1986). La referencia que hacen las autoras a Medina (1963, ii, p. 582), nos aclara que varias copias de esta obra fueron entregadas a los misioneros franciscanos de Chillán, cuando relevaron a los jesuitas en las misiones situadas al sur del río Biobío. También me parece necesario recordar que esta obra se imprimió y distribuyó en los años en que la Corona española intensificó sus políticas de castellanización, por medio de la Real Cédula del 10 de mayo de 1770 que ordenaba que «de una vez se llegue a conseguir el que se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los mismos dominios, y solo se hable el castellano» (Konetzke, 1971). Aun en este contexto, esta obra fue fundamental para la labor catequística de los misioneros franciscanos, que fueron reticentes a evangelizar en castellano y es citada en 1775 en el Reglamento de Misiones del Colegio de Chillán al recomendar que, en caso de poner escuelas, se enseñe «con gran cuidado a leer, escribir y cantar canciones devotas, como salves en metro, versos de la Pasión o de la Doctrina Cristiana a semejanza de las que escribió el Padre Febres en su arte» (Iturriaga, 1992, p. 27). Aunque de este mismo reglamento se infiere que circulaban en las misiones otros textos manuscritos en «idioma índico», como un catecismo que se recomienda para las oraciones más necesarias, por ser «más claro e inteligible y sucinto que el del Padre Febres» (Iturriaga, 1992, p. 26), la reedición y actualización de esta obra por el Padre Antonio Hernández Calzada muestra que, tal como plantean las autoras, el Arte de Febrés «se consolidó como una obra de consulta indiscutible» y fundamental para el cumplimiento de los propósitos de evangelización en mapudungun que promovían los franciscanos todavía en la cuarta década del siglo xix, impulsando a Fr. Antonio Hernández Calzada, a enviar al gobierno de Chile, los manuscritos con la reedición y actualización de la obra para los fines de esta labor civilizatoria (Poblete, 2007, p. 93). La lectura del artículo de Malvestitti y Payàs ilumina y sugiere otras líneas de indagación en torno a las prácticas de apropiación e interpretación del Arte de Febres. En este sentido, si entendemos que la lectura e interpretación de los libros es una práctica que modela representaciones y experiencias (Chartier, 2002), sería interesante examinar qué representaciones del mundo mapuche fueron construidas a partir de esta obra y de qué diferentes maneras fueron interpretados sus contenidos por agentes coloniales, desde sus posiciones diversas. Por otro lado, sin Circulaciones intertextuales del Arte... | 327

cuestionar su carácter fundamental como fuente para la obra misionera y civilizatoria, el contexto de difusión de la obra hace pensar en su lectura y apropiación por aquellos que los misioneros intentaban adoctrinar y civilizar. Pienso, por ejemplo, en los jóvenes mapuches que estudiaron en el Colegio de Naturales de Chillán que estuvo bajo la dirección de misioneros franciscanos entre 1786 y 1811 (Pereira, 2002), sacerdotes como Francisco Millapichún y Francisco Inalicán, muy probablemente estuvieron en contacto con estas gramáticas y diccionarios y quizás próximas investigaciones pueden enfocarse a buscar documentación que permita acceder a otras apropiaciones y usos de este material, en dinámicas fronterizas en las que se ha evidenciado la producción epistolar mapuche.15 En síntesis, el estudio de Malvestitti y Payàs entrega una mirada que permite comprender diversos alcances, recorridos y formas de circulación de esta obra en un amplio espectro temporal y espacial, en los que fue apropiada, reelaborada y difundida, fundamentalmente como parte de la obra civilizatoria en el contexto de expansión colonial española y de los Estados nacionales de Argentina y Chile en el siglo xix, pero su lectura también ilumina y sugiere otras formas de apropiación de este texto aún pendientes. Réplica de las autoras Las precisiones que agrega nuestra lectora son muy importantes para entender la fortuna que acompaña el Arte de Febrés, que logra salir a mar abierto sorteando, por pocos años, dos grandes escollos: la Escila de la expulsión de 1767, y la Caribdis de la Real Cédula del 16 de abril de 1770 que, aunque imposible de ejecutar y verificar, fue un paso decisivo hacia la castellanización. Por otra parte, coincidimos en el interés de estudiar la incidencia de los trabajos de lingüística misional en la circulación de representaciones sobre el indígena. La convergencia entre lingüística del mapudungun, etnohistoria, estudios del discurso y estudios de traducción, a la que habría que agregar una historia de las prácticas de lectura, contribuirá sin duda a enriquecer esta y otras perspectivas aún por descubrir. Es desde estos enfoques que el texto de Febrés, que fuera señero en su época, está siendo recientemente reanalizado en las investigaciones. La observación de las continuidades 15 El libro de Jorge Pavez Ojeda (2008), Cartas Mapuche. Siglo xix, compila y visibiliza esta producción epistolar en el siglo xix.

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de su uso como texto auxiliar en los contextos de intervención interétnica aporta a comprender las reapropiaciones de la obra como instancias activas en las que se inhibió la mera réplica de la fuente y a dilucidar el aún poco esclarecido entramado de los usos del español y el mapudungun en los espacios de frontera.

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Capítulo 12

La Virgen del Nahuel Huapi y la Virgen del Carmen en San Carlos de Bariloche. Relatos iconográficos y dinámicas identitarias María Andrea Nicoletti Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (iidypca; conicet-unrn) y Grupo de Estudios sobre Religiosidad y Evangelización (uba), Argentina

Ana Inés Barelli Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (iidypca; conicet-unrn) y Grupo de Estudios sobre Religiosidad y Evangelización (uba), Argentina

Resumen La religión en tanto sistema cultural resulta un conjunto de concepciones heredadas que se transmiten históricamente de forma simbólica, «con los cuales los hombres comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a la vida» (Geertz, 2003, p. 88) a través de los proceso sociales. La religión se forja en un grupo unido por una misma creencia que puede institucionalizarse a través de una agencia religiosa como la Iglesia católica, o sea «una sociedad cuyos miembros están unidos porque se representan del mismo modo el mundo sagrado y sus relaciones con el mundo profano, y porque traducen esta representación común en prácticas idénticas» (Durkheim, 1992, p. 39). Coincidimos con Santamaría (1991) en que las experiencias y los comportamientos simbólicos son los que dan cuenta de las expresiones religiosas de los grupos, y con Martín (2007) en distinguir esas expresiones como prácticas sacralizadas, donde lo sagrado se presenta en un espacio diferencial que requiere ser abordado de forma particular. De esta manera, entendemos estas devociones marianas como un dispositivo devocional que marca fronteras, construye territorialidades y crea identidades sociales a lo largo del tiempo. En las distintas etapas históricas de la ciudad, reconocemos representaciones sociales que La Virgen del Nahuel Huapi y... | 333

funcionan como matrices en su conformación sociohistórica. Para este trabajo analizaremos la representación social de la Suiza argentina, desde las construcciones socioreligiosas locales y desde la presentación de las dos advocaciones marianas transcordilleranas: la Virgen del Nahuel Huapi y la Virgen del Carmen. Nos proponemos analizar ambas devociones marianas de procedencia transcordillerana que llegan a Bariloche en un período clave de conformación de la ciudad (fines del siglo xix a 1993) para abordar las dinámicas identitarias que las imágenes marianas construyeron a través de sus relatos iconográficos, títulos y patronazgos en un espacio fronterizo atravesado por la representación de la Suiza argentina.

Introducción Bariloche se encuentra en la zona andina de la provincia de Río Negro. La ciudad formó parte de la diócesis de la Patagonia hasta la creación de la diócesis de Viedma que abarcó todo el territorio rionegrino (1934 a 1961). Posteriormente, en 1993 se crearon tres diócesis entre las que se encontraba la de Bariloche. En el período en el que se inscribe este trabajo es posible distinguir las siguientes etapas históricas: una primera etapa nacionalista y conservadora, en plena alianza entre la Iglesia y el Estado de marcado catolicismo orgánico (fines del siglo xix a 1945); otra etapa signada por el peronismo (1944 a 1955), donde la relación con la Iglesia pasó de una alianza incondicional a una violenta ruptura, mientras que el conservadurismo de la dictadura militar (1955-1958) volvió al organicismo católico más ortodoxo; una tercera etapa, entre fines del peronismo y principios de la dictadura, en torno a la organización institucional de los territorios nacionales que pasaron a formar parte de las provincias argentinas; finalmente, una etapa de alternancia entre gobiernos democráticos y dictaduras militares (1958-1993), que estuvo atravesada por un profundo cambio en la Iglesia católica mundial: el Concilio Vaticano ii (1962) y sus posteriores conferencias episcopales de Medellín (1968) y Puebla (1979). Podemos caracterizar a este período con momentos de tensión que buscan el equilibrio, siempre inestable, entre movimientos pendulares de inclusión y de exclusión social. En estas etapas distinguimos continuidades y rupturas, que desde la agencia religiosa, interpelaron a través de las devociones marianas a una representación social que funciona como matriz en la conformación sociohistórica de la ciudad: la Suiza argentina. 334 | Araucanía-Norpatagonia

En este caso las devociones transcordilleranas del Nahuel Huapi y del Carmen construyen identidad y territorialidad fortaleciendo, tensionando y resignificando este imaginario que permite construir procesos identitarios. Por ello el objetivo es abordarlas como constructoras de identidad social a través de la narrativa de sus imágenes, sus títulos,1 advocaciones2 y patronazgos3 en un espacio fronterizo atravesado por esta representación particular. Las representaciones «marcan la distribución de los papeles y las posiciones sociales; expresan e imponen ciertas creencias comunes fijando especialmente modelos formadores» (Baczko, 1991, p. 28). Dentro de esta representación contenedora como es la Suiza argentina, las imágenes marianas «contienen un momento de narración aunque no sean en sí mismas un relato» (Belting, 2009, p. 62). No son un reflejo unívoco de una determinada realidad social, sino que ocupan múltiples posiciones intermedias, es decir, «dan testimonio a la vez de las formas estereotipadas y cambiantes en que un individuo o un grupo de individuos ven el mundo social, incluso el mundo de su imaginación» (Burke, 2005, p. 234). Las creencias se inscriben en una dinámica de transformación histórica, generando o fortaleciendo identidades sociales en construcción, que en muchos casos por su extensión y masificación resultan fuente de identidades locales, regionales y nacionales (Mallimacci, 1992). En ese sentido analizaremos la construcción iconográfica de la Virgen del Nahuel Huapi y la resignificación simbólica de la Virgen del Carmen como figuras que interpelaron e interpelan en las distintas etapas históricas la construcción simbólica de la Suiza argentina. La Virgen del Nahuel Huapi construye identidad especialmente a través de su advocación y títulos, mientras que en la Virgen del Carmen son 1 «Los títulos marianos indican un aspecto del Misterio de Cristo, así como la realidad eclesial» (Esquerda Bifet, p. 460); por ejemplo «María, Madre de Dios» (Éfeso, año 431, ds 251). 2 Las advocaciones son las formas de nombrar a la Virgen en relación a sus fenómenos taumatúrgicos (presentación, anunciación, etcétera) o bien a sus apariciones, sus dones, sus atributos y los lugares geográficos y santuarios, o sea lugares santos desde una mirada hagiotoponímica (López Santos, 1969, pp. 579-214), que generan patrocinios y cofradías (Saranyana, 2005, pp. 853-857). Las advocaciones marianas están vinculadas con un elemento de legitimación que evoca la protección o el pedido de ayuda a la Virgen. 3 Los patronazgos se identifican con agencias estatales, «someten simbólicamente las acciones del Estado a un ordenamiento superior y divino encarnado en la Iglesia Católica, por medio de la imagen oficial de esta» (Martín, 1997, p. 18).

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los patronazgos los que crean identidad. Los títulos marianos del Nahuel Huapi y del Carmen se refieren la maternidad de la Virgen mientras que sus advocaciones son toponímicas (el lago Nahuel Huapi y el Monte Carmelo en Palestina). El presente trabajo se ubica en el marco disciplinar de la historia y desde allí nos proponemos un abordaje inscripto en la historia cultural. Para el abordaje de estas dos advocaciones marianas y sus prácticas devocionales utilizamos la hermenéutica histórica y el método etnográfico debido a la diversidad de fuentes (escritas, orales y visuales). Para el análisis específico de las imágenes iconográficas marianas hemos tomado los conceptos de Penhos (2005) y Burke (2005) y algunos criterios orientativos que nos permitieron captar de un modo práctico y ordenado los contenidos materiales y simbólicos de las advocaciones marianas. En función del objetivo propuesto hemos organizado el artículo en dos apartados temáticos. El primero dedicado a recorrer el imaginario de la Suiza argentina desde las construcciones socioreligiosas locales y desde la presentación de las dos advocaciones marianas transcordilleranas: la Virgen del Nahuel Huapi y la Virgen del Carmen. En el segundo apartado, se abordarán las dinámicas identitarias que las imágenes marianas construyeron a través de sus relatos iconográficos, títulos y patronazgos en un espacio fronterizo atravesado por la representación de la Suiza argentina.

La Suiza argentina y las devociones marianas transcordilleranas Construcciones socioreligiosas en San Carlos de Bariloche (fines del siglo xix hasta 1993) Desde fines del siglo xix, y durante todo el siglo xx, el imaginario de la Suiza argentina, proveniente del término Suiza sudamericana y Suiza chilena, acuñado por científicos y viajeros del siglo xix (Navarro Floria, 2008a, p. 5), tuvo una fuerte impronta en la configuración de la sociedad y el espacio barilochense. En esta primera etapa, los conflictos limítrofes con Chile (1902) impulsaron un camino de afianzamiento de la argentinidad en la zona andina (Navarro Floria, 2008b) pero pensando en una «valorización política, en tanto territorio neutral argentino-chileno (en el pensamiento de F. Moreno y B. Willis)»,4 con el fin de preservar el 4 Moreno es quien dona las tres leguas para establecer un parque nacional en la zona del Nahuel Huapi. En 1911 se creó la comisión de estudios hidrológicos dentro del

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patrimonio natural e histórico, subrayar el esfuerzo de los pioneros y diseñar un plan de «explotación racional de recursos materiales (p. e. el bosque, la energía hidroeléctrica, etc.) y simbólicos (p. e. el paisaje, por el turismo)» (Navarro Floria, 2008b). La integración de Bariloche5 con las otras poblaciones cordilleranas argentinas y con Buenos Aires fue lenta y dificultosa,6 mientras que la cercanía con las localidades trasandinas fomentaba los dinamismos de intercambio hacia el oeste. El Censo General de los Territorios Nacionales nos muestra, en 1920, que en el departamento Bariloche casi la mitad de la población es extranjera (47,8 %) y dentro de este grupo un 78 % son chilenos (Matossian, 2012, p. 113). En este contexto, la Congregación Salesiana fundó hacia 1908 la primera capilla en Bariloche: la Inmaculada Concepción, que hacia 1914, siendo ya parroquia, resultó el punto de convergencia de los católicos desde donde partían las peregrinaciones del 8 de diciembre por las calles de la ciudad (ahmsp, cpic, Crónicas de la Parroquia de la Inmaculada Concepción, 1908). En las primeras décadas del siglo xx, la organización de las áreas fronterizas se inició con la instalación de la aduana en 1920 y fue acompañada por la creación del Parque Nacional del Sud (1922), posteriormente redefinido como Parque Nacional Nahuel Huapi (1934)7. La reMinisterio de Obras públicas a cargo de Exequiel Ramos Mexia con el geólogo Bailey Willis, que diseñó el proyecto de la ciudad industrial del Nahuel Huapi estableciendo dos espacios diferenciados: un parque nacional y una ciudad industrial. Aunque este proyecto no se concretó es interesante el planteo de ordenamiento espacial y proyecto económico de Willis (ver Navarro Floria, 2008). 5 El gobierno nacional fundó en 1902 por decreto la Colonia Agrícola Ganadera del Nahuel Huapi, para darle «identidad jurídica a un conjunto poblacional que venía nucleándose alrededor del lago desde hacía casi quince años» (Méndez, 2006, p. 232). Bariloche fue en sus orígenes una colonia agrícola pastoril poblada mayoritariamente con chilenos del sur. Entre ellos, aquellos comerciantes de origen alemán del lago Llanquihue que establecieron la primera casa comercial a orillas del Limay en lo que es hoy el casco urbano de la ciudad (1895) como lo hizo el chileno Carlos Weiderhol inicialmente y el italiano Primo Capraro entre 1914 y 1934 (Méndez, 2006 y 2007). 6 Recién en 1934 se completaron los 170 kilómetros faltantes de ferrocarril, desde 1920, con la capital. 7 El perito Moreno donó tres leguas de tierra en 1903 para la creación de un parque nacional. El Poder Ejecutivo nacional estableció por decreto en 1922 el Parque Nacional del Sud en los territorios de Neuquén y Río Negro con 7890 hectáreas, con un planteo que buscaba articular el cuidado del paisaje con las actividades productivas establecidas. En 1934, con la Dirección de Parques Nacionales se creó el Parque Nacional Nahuel Huapi cuyo primer director fue Ezequiel Bustillo, y que adoptó al turismo como actividad excluyente.

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presentación de la Suiza argentina de aquella colonia agrícola pastoril fue resignificada como una aldea alpina motorizada por la actividad turística (Núñez, Matossian y Vejsbjerg, 2012). Hasta el primer peronismo (1944), Exequiel Bustillo, primer director del Parque, y su hermano Alejandro como arquitecto, imprimieron a la ciudad una arquitectura que, desde su perspectiva, armonizaba con el idílico paisaje lacustre. El proyecto conservador buscó afianzar la argentinización de esta zona de frontera para integrarla de un modo más firme a la Nación, bajo el control de una gentry (los bien nacidos o alta burguesía) (Navarro Floria y Vejsberg, 2009, p. 416). Pedro Navarro Floria entiende que la infraestructura material vinculada con la inmigración germana y las operaciones de aristocratización y europeización social bajo la figura del pionero, iniciaron el proceso de «deschilenización e invisibilización de los pobladores originarios» (2008, p. 3). A esta resignificación de la Suiza argentina, el catolicismo orgánico (Mallimaci, 1992)8 le imprimió una impronta visible: la construcción de la catedral de Bariloche (1947), la capilla San Eduardo (1938-1940) y el colegio Cardenal Cagliero (1945) en Llao Llao, aledaño al principal hotel edificado en el período. En Llao Llao, Exequiel Bustillo aprovechó la presencia del obispo Esandi9, quien bendijo el hotel y logró el capital necesario para construir una capilla con el aporte de las damas porteñas (Bustillo, 1999, p. 153). La construcción de la capilla San Eduardo desplazó el polo de gravedad del catolicismo del área centro al Llao Llao (1938) y formó parte del complejo arquitectónico de la zona «que lo hacía trasladar a uno a cualquier centro de Europa» (Bustillo, 1999, p. 143). Los sectores del poder en los territorios nacionales, que estaban en pleno proceso de construcción de la estatidad, abrevaban con los valores eclesiásticos y «apreciaban la función “civilizadora” del clero, siempre que no contradijera su “proyecto de nación”» (Nicoletti y Rodríguez, 2012). Durante esta tensión devocional, entre el centro urbano y la península de Llao Llao, surgió en esta etapa una nueva advocación mariana: Nuestra Señora del Nahuel Huapi, bajo la cual se construyó el templo mayor, posteriormente catedral, por Alejandro Bustillo que tomó esta advocación «por estar situada junto al lago homónimo» (atrio 8 Mallimaci lo plantea como un catolicismo simbiótico entre Iglesia y Estado, cuyos militantes se identifican con lo argentino y lo patriótico como base de la identidad nacional. 9 Como dijimos, la diócesis abarcó la Patagonia entera desde 1934 hasta 1961, que se creó la diócesis de Viedma circunscripta al territorio de Río Negro. Su primer obispo fue el salesiano Nicolás Esandi.

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de la catedral). La catedral «completaba así a la aldea europea, [que] se distingue por una centenaria Iglesia que sirve de referencia [para] concentrar toda la fe de sus habitantes. Y todo su arte» (Vallmitjana, 1996, p. 1) (ver fig. 1). Fig. 1: Atrio de la catedral de Bariloche (1950)

Fuente: Ricardo Vallmitjana

Los gobiernos de Perón (1945-1955) fueron decisivos en la Patagonia. Hacia fines del período, la provincialización (1955-1958) posibilitó la participación política plena de los ciudadanos y la elección de sus propios representantes, que Bariloche logró en 1958. El turismo social de la mano del peronismo, tras las mejoras en el parque automotor y las rutas (40 Norte y Sur), acompañados por el cambio de gestión en Parques Nacionales, modificaron el perfil económico y social de la ciudad, «permitiendo de esta forma el acceso a un sector más amplio de la población» (Bessera, 2006, p. 5). Durante esta etapa advertimos, en relación a la agencia religiosa representada en las Congregaciones Salesianas –Salesianos e Hijas de María Auxiliadora–, un desplazamiento La Virgen del Nahuel Huapi y... | 339

hacia los barrios más carenciados que comenzaban a surgir en la zona del Alto10 de la ciudad. Un ejemplo de este desplazamiento es la inserción de una pequeña comunidad de Hijas de María Auxiliadora y sus establecimientos educativos.11 En 1955 se inauguró12 la primera capilla del Alto, bajo la advocación de María Auxiliadora y Santa Teresita del Niño Jesús, que luego pasó a llamarse María Madre de la Iglesia. Durante estos años, también resulta significativo señalar los inicios13 de la devoción a la Virgen de las Nieves (Nicoletti y Barelli, 2014), que si bien fue inicialmente patrona del Ejército de Montaña, tras la creación de la diócesis de Bariloche (1993), consolidó su devoción popular y se transformó en la patrona de la diócesis. En los años sesenta, Bariloche pasó de ser una estructura económica turística apoyada en un dinamismo agromercantil (Bessera, 2008), a una ciudad propiamente turística con el desarrollo primordial de esta actividad, a partir de la cual se reconfiguró y se pensó la localidad (Núñez y Barelli, 2013). Sin embargo, esta reconfiguración se caracterizó no solo por la falta de concreción de planes de urbanización (Lolich, 2011) y de políticas municipales adecuadas, sino también por una profunda fragmentación espacial, generando una fuerte desigualdad, polarización y exclusión social que afectó especialmente a los sectores más vulnerables de la ciudad. Esta situación se agudizó durante la segunda mitad de los años sesenta en el marco de la progresiva pretorización del Estado (Lacoste, 2004) y su consecuente exacerbación de las diferencias nacionales y de los conflictos limítrofes.14 En el contexto 10 Término utilizado por los barilochenses para referirse a los espacios más humildes que se encuentran en las zonas altas de la ciudad. 11 Escuela Doméstica en el edificio Cumen Rucá en 1942 y la construcción de la Casa Hogar María Auxiliadora (1946-1951), un jardín de infantes en 1952, un oratorio festivo en el barrio Lera (1959) y una escuela primaria que cada año iba inaugurando un aula desde 1959 hasta la fundación definitiva en 1963. Archivo del Colegio María Auxiliadora (acma), Bariloche. 12 Archivo Histórico de las Misiones Salesianas de la Patagonia (ahmsp), Crónicas de la Parroquia Inmaculada Concepción (cpic) (1955), folio 45. 13 En San Carlos de Bariloche su devoción surgió previamente a su patronazgo oficial de la diócesis en 1993, a través de la Escuela Militar de Montaña, cuando un teniente coronel de esa escuela, Napoleón Irusta, en 1944 se salva milagrosamente de un accidente el 5 de agosto, día de la Virgen de las Nieves. El militar trajo una réplica de esta Virgen desde Buenos Aires y la colocó en una gruta natural a 15 kilómetros de San Carlos de Bariloche, que se transformó en centro de peregrinación y devoción local y regional. 14 Durante los 70, en especial durante la dictadura de Onganía, «se incrementaron las manifestaciones discriminatorias que se sumaron a una base de xenofobia antichilena preexistente en ciertos sectores sociales barilochenses» (Fuentes, 2008, p. 70). Otro

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de la dictadura autodenominada Revolución Argentina (1966-1973) y luego de la también autodenominada Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), el migrante chileno, si bien se lo sigue considerando como mano de obra útil, comienza a percibirse como problema, profundizándose el prejuicio antichileno y la xenofobia (Cerutti, s/f). Este prejuicio social combina imágenes acerca de los sujetos sociales que se quieren estigmatizar. Así el migrante chileno será visto por una importante porción de la sociedad como el otro peligroso al convertirse en un invasor pasivo del territorio, como saqueador de los puestos de trabajo de la población nativa, como aprovechador de los servicios de salud, educación y vivienda que brinda la provincia, como responsable de la inseguridad existente (Marmora, 1997, pp. 34-35). De esta manera, la provincia de Río Negro y Bariloche en particular naturalizaron lógicas de exclusión, junto con el incremento del sector privado y la centralidad del turismo como única actividad posible, lo que afectó directamente a los sectores más vulnerables. En este contexto, la ciudad se reconstruyó material y simbólicamente desde sus sitios menos visibles, al mismo tiempo que el propio espacio de la postal se rediseñó (Núñez y Barelli, 2013). Durante la década del setenta empezaron a desaparecer las chacras y huertas que rodeaban el área urbana hacia el sur, y se dio inicio al crecimiento de los cinturones de pobreza en las periferias, mediante la creación de nuevos barrios o la relocalizaciones de otros existentes, que permitieron la consolidación de las divisiones internas de la ciudad (Matossian, 2012). En la Iglesia Católica, los nuevos aires del Concilio Vaticano ii llevaron a la diócesis de Viedma15 a una pléyade de sacerdotes, religiosos y religiosas que buscaron implementar la «opción por los pobres» con la fundación de misiones rurales y de capillas.16 momento de tensión emergió durante el conflicto por el Canal de Beagle en 1978: «Las manifestaciones de rechazo reaparecieron con una exaltación de los sentimientos nacionalistas hacia ambos lados de la cordillera, fomentados por los gobiernos militares de turno como por algunos medios de comunicación» (Matossian, 2012, p.120). 15 Durante el papado de Juan xxiii, podemos destacar dos sucesos que tuvieron una influencia clave en la región: la creación de nuevas diócesis en la Patagonia y el Concilio Vaticano ii en 1962. En el territorio rionegrino, la etapa de transición de territorio a provincia la gobernó desde la Iglesia Católica el obispo José Borgatti desde 1948, como vicario y luego como obispo hasta 1973, dedicándose fundamentalmente a su organización y puesta en marcha. 16 En el año 1959 se construye también la capilla de Santo Cristo ubicada en la zona del Alto de la ciudad y la parroquia San Francisco de Asís en la isla Ñireco el 22 de agosto

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La invención de una tradición nacional católica que vimos en la etapa territoriana cambió en la etapa provincial, especialmente a partir del obispado de Miguel Hesayne (1975-1993),17 que formó parte de la minoría de la Iglesia que luchó a favor de los derechos humanos y contra quien se desató una persistente persecución. El obispo de Río Negro acompañó este proceso con un gesto puntual: la creación de la advocación y de la imagen de la Virgen Misionera como advocación rionegrina. En esta etapa tomó vigor la pastoral de migraciones,18 que a través de «los documentos de Puebla (1968) hicieron un análisis completo de la migración como una señal de estructuras injustas [que llamaron] a la conversión y defensa del pobre y marginado» (Auza, 1994, p. 359). En este contexto, las parroquias de Bariloche del Alto tomaron un fuerte protagonismo en las prácticas religiosas de la devoción mariana trabajando conjuntamente para la organización de la peregrinación de la Virgen de las Nieves. Una de las capillas del Alto, que se proyectó durante este período fue la capilla Nuestra Señora del Carmen, identificada inicialmente como capilla de los chilenos. Según las crónicas salesianas19 de la parroquia de la Inmaculada Concepción, en el año 1966 el obispo Borgatti bendijo la piedra basal de la futura capilla, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, elegida justamente por el patronazgo de la República de Chile. Este proyecto eclesiástico transitó dos etapas muy significativas: la época de la capilla (1971-1994), bajo la jurisdicción de la parroquia Inmaculada Concepción perteneciente a la Congregación Salesiana. Esta etapa estuvo caracterizada por los períodos políticos más violentos de la Argentina y Chile; mientras que en la época de la parroquia (1994-2012), bajo la órbita de la diócesis, se visualizaron problemáticas sociales propias del período neoliberal que se ligaron a procesos económicos de exclusión, en el marco de gobiernos democráticos en ambos países. de 1971. Archivo Histórico de las Misiones Salesianas de la Patagonia, Crónicas de la Parroquia Inmaculada Concepción (ahmsp, cpic) (1958-1962 y 1966-1973). 17 Hesayne finalizó su periodo episcopal en 1993 cuando la diócesis de Río Negro se subdivide en tres zonas: Alto Valle (José Pedro Pozzi), Viedma (Marcelo Melani) y Bariloche (Rubén Frassia). 18 En Bariloche en el año 1976 se creó una Comisión de Pastoral de Migraciones dependiente de la diócesis de Viedma. Luego, tras la erección de la diócesis de San Carlos de Bariloche (1993), se constituyó en 1995 la Pastoral de Migraciones de la Diócesis de San Carlos de Bariloche. 19 ahmsp, cpic (1966-1973), folio 27, 10 de diciembre de 1966.

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Devociones transcordilleranas: Nuestra Señora del Nahuel Huapi y Nuestra Señora del Carmen en Bariloche Para este trabajo hemos relacionado dos advocaciones provenientes de Chile que interpelan y resignifican al imaginario de la Suiza argentina: la Virgen del Nahuel Huapi y la Virgen del Carmen. La Virgen de la Misión Nahuel Huapi surgió del sector social más acomodado de la ciudad en la catedral de Bariloche. Esta imagen, que se encuentra en el vitral central de la catedral, evidencia una resignificación poscolonial de la etapa de los territorios nacionales, pues alude a la imagen de la primera virgen entronizada en la misión Nahuel Huapi por el jesuita Nicolás Mascardi en 1670 como Nuestra Señora de la Asunción de los Poyas (Nicoletti, 2014). Esta advocación no procesionó sino hasta su resignificación como Nuestra Señora de los Puelches y Poyas, con la imagen de Nuestra Señora de Loreto de Achao, que en el año 2003 se trajo su réplica desde Chiloé (Nicoletti, 2013). La virgen entronizada por Nicolás Mascardi en la Misión recibió el título de Nuestra Señora de la Asunción de los Poyas (Mascardi, 1670, p. 132). La Nueva Misión del Nahuel Huapi fundada en 1703 por Felipe de la Laguna, agregó a la advocación mariana de Mascardi el título de Nuestra Señora de los Poyas y Puelches,20 con la denominación de otro pueblo de la comarca. Pero la virgen que dio el nombre a la Catedral de Bariloche reconvirtió su advocación indígena en una toponímica, que alude al paisaje de la Suiza argentina: Nuestra Señora del Nahuel Huapi, cuya imagen se encuentra en el vitral central de la catedral. La otra imagen de Nuestra Señora del Nahuel Huapi que surgió en la misma etapa de la construcción de la catedral está estrechamente vinculada al periplo de la imagen de la virgen que llevaron los jesuitas y presidió la misión (Enrich, 1891, p. 55). Tras el incendio de la misión en 1707, una expedición formada por el ejército español y el jesuita Arnaldo Yaspers recogieron los restos de la misión incendiada entre los que se encontró una imagen «de la virjen» (Olivares, 1874, p. 525), despojada «de sus ricos y vistosos vestidos […] cubierta con un cuero de caballo» (Enrich, 1891, p. 100), «junto a la orilla del lago» (Menéndez, 1896, p. 52). Este hecho dio lugar al relato de la búsqueda de la imagen que llevó adelante Angélica Fuselli, una turista católica de Llao Llao, en la década del cuarenta (Zanca, 2013). Fuselli publicó en 1944 20 «A la que denominaron “Nuestra Señora de los pehuenches y puelches; aunque los PP decían de los puelches y poyas» (Enrich, 1891, p. 55).

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una poesía sobre la búsqueda de la virgen e impulsó la confección de una imagen de piedra que se terminó en 1953 y que recién en 1963 fue entronizada en el templo mayor por el obispo José Borgatti (Vallmitjana, 1992, p. 4). Esta imagen, según narra un texto que la acompaña, la modeló en yeso el artista Emilio Saracco «inspirándose en el modelo de jovencita barilochense», y José Lukman, «capataz de los obreros que tallaron las piedras en la construcción de la Catedral». La imagen la fue esculpiendo a lo largo de varios años, en el bloque de piedra extraído del cerro Ñireco por Parques Nacionales (fig. 2). Fig. 2: Imagen de piedra de la Virgen del Nahuel Huapi

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La imagen del vitral tiene un lugar central en el templo mientras que la escultura dentro de la catedral, trasladada desde la casa de Ángela Fuselli en Llao Llao, ocupó inicialmente el lateral derecho de la nave central y actualmente se encuentra en la entrada del templo acompañada por dos textos: la poesía de Fuselli y un texto explicativo de la historia de la escultura y de la Virgen del Nahuel Huapi. Fig. 3: Panel de la catedral. Monseñor José Borghati, obispo de Viedma y el padre Calixto, salesiano. Traslado de la imagen de Nuestra Señora del Nahuel Huapi desde Llao Llao al templo, el 1 de abril de 1964

Fuente: María A. Nicoletti, 2014

En la imagen de piedra ese poder colonial se resignifica en el período conservador de los territorios nacionales y la gestión de E. Bustillo en Parques Nacionales. La foto de su entronización con militares y el obispo en el centro nos permite visualizar la alianza de la Iglesia con el sector castrense. El catolicismo orgánico que predominó en este período reforzó a través de las figuras sagradas de la catedral y del discurso de la imagen perdida de la Virgen, un cristianismo secular y martirial, que entiende a la acción misionera como un foco que ha «producido frutos preciosos aún para la vida civil y para el desarrollo de la industria y el comercio» (Boletín Salesiano, 1/1916, p. 119). La Virgen del Nahuel Huapi y... | 345

La segunda de las devociones transcordilleranas, la Virgen del Carmen tiene sus orígenes en el Chile colonial21 (fig. 4). Pero esta virgen adquirió protagonismo con el proceso independentista de principios del siglo xix. Según Valenzuela-Márquez (2012), la Virgen del Carmen, que hoy se la conoce como la Reina, Madre y Patrona de Chile, se vinculó con la advocación carmelitana presente en Mendoza como Patrona del Ejército de los Andes22 (fig. 5) y tomó el patronazgo de Patrona y Generala del Ejército de Chile en 1818.23 Estos conflictos armados proyectaron a nivel colectivo un sentimiento patriótico que alimentó los discursos políticos y eclesiásticos que vincularon a la Virgen del Carmen con la 21 La advocación carmelitana está marcada por dos momentos históricos. Uno que se remonta a la época del profeta Elías en el siglo ii a. C. y otro que transcurre durante el siglo xii protagonizado por un grupo de cruzados que deciden quedarse en el Monte Carmelo y entregarse a la oración. El primero narra que durante el siglo ii a. C. Israel se encontraba con una importante sequía. Por tal situación el profeta Elías se encontraba en el Monte Carmelo orando por su pueblo. En un momento de la oración, eleva su rostro al cielo y divisa una nubecilla pequeña donde vio representada a la Madre del Mesías. Luego, la nube se convirtió en lluvia y fecundó los campos. La nube fue el primer símbolo de la Virgen María como Madre de Dios. Con el tiempo, esta advocación se convirtió en la virgen patrona de la orden de los Carmelitas, que se remonta a los primeros siglos de la Iglesia. Durante el s. xii, nuevamente el monte Carmelo adquiere protagonismo, cuando un grupo de cruzados, procedentes de Francia e Italia, eligen quedarse, entregarse a la oración en honor al profeta Elías que había vivido siglo atrás en ese mismo lugar y en honor a la Virgen María construyen una capilla. En el año 1226 la Regla o Norma de vida de la Orden de los Carmelitas, propuesta en 1209 por el patriarca de Jerusalén Alberto Avogadro, fue aprobada por el papa Honorio iii, bajo el patronazgo de la Virgen del Carmen. Luego, en el año 1251, un 16 de julio se le aparece la imagen de la Virgen del Carmen a San Simón Stock, un superior general de la orden en Inglaterra, y le entrega sus hábitos y el escapulario, principal signo del culto mariano carmelita. De esta manera, la virgen le promete liberar del Purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida, el sábado siguiente a la muerte de la persona y llevarlos al cielo (folleto de la Virgen del Carmen del Monasterio de las Carmelitas Descalzas de San Carlos de Bariloche, julio de 2012). 22 «La Virgen de la Independencia fue, pues, una representación arropada con una misión netamente militar, adoptada en función de los preparativos bélicos, como protectora de los soldados y estandarte en la guerra contra las fuerzas monárquicas. Así fue declarada y así lo refrendaba el gobernador de Cuyo en su invitación al Cabildo de Mendoza para asistir a la ceremonia de 1817 […] Su carácter militar quedó sellado en un gesto que llevó a cabo el general San Martín, cuando puso en las manos de la imagen su bastón de mando, dando a entender que sería ella la que se encargaría de guiar las tropas a la guerra y definir su victoria» (Valenzuela-Márquez, 2012, p. 18). 23 «El aparato militar que la rodeó durante su traslado y posterior celebración, así como la presencia de los principales magistrados y líderes del movimiento patriota, […] llevó a que aquella imagen santiaguina encarnara, desde ese momento, las intenciones y proyectos que los patriotas le habían asignado a la advocación cuyana» (Valenzuela-Márquez, 2012, p. 20).

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Nación. Recién en 1923 fue designada Patrona de la República y coronada Reina de Chile en 1926 (Valenzuela-Márquez, 2012) (fig. 6). Fig. 4: La Virgen del Monte Carmelo

Fig. 5: La Patrona de los Ejércitos de los Andes

Fuente: Fotografía de Raúl Hernández, 2010 Fig. 6: La Madre, Reina y Patrona de Chile

Fuente: Santuario Nacional de Maipú en Chile La Virgen del Nahuel Huapi y... | 347

La devoción a la Virgen del Carmen en Chile se focalizó especialmente en la ciudad de Santiago, lugar donde actualmente se encuentra el Santuario Nacional de Maipú. La mayor parte de los migrantes chilenos asentados en San Carlos de Bariloche provienen del sur del país,24 zonas en donde la devoción carmelitana no tuvo tanta influencia. Es por ello que los testimonios de los migrantes mencionan como devociones personales a las devociones locales como la Virgen de la Candelaria, la de Lourdes y la del Perpetuo Socorro. Sin embargo, a la hora de elegir una advocación mariana para la capilla del barrio los migrantes chilenos no dudaron en optar por la Virgen del Carmen por sobre sus advocaciones locales. El traslado de esta devoción a San Carlos de Bariloche se inició con la incorporación de dos imágenes marianas a la capilla del barrio de los chilenos: la Virgen del Carmen, patrona de Chile, despojada de sus atributos militares a la que se le incorporó en 1985 símbolos reales; y la Virgen del Carmen de la Independencia, patrona del Ejército de los Andes que, además de los elementos tradicionales (cetro, coronas, hábito marrón y escapularios), tiene la particularidad de estar rodeada, en un primer plano, por las banderas de Chile y la Argentina y, en un segundo plano, por la bandera de Perú, enfatizando su carácter latinoamericano.

Las advocaciones marianas transcordilleranas y sus dinámicas identitarias en San Carlos de Bariloche Las imágenes marianas, como relato iconográfico, nos permiten interpelar la representación de la Suiza argentina en su proceso de construcción identitaria. Desde el planteo de Hall (1996), abordamos el concepto de identificación en tanto proceso de construcción sociohistórica, atrapado en la contingencia y alejado de toda noción esencialista. Desde esta mirada, la identidad se encuentra atravesada por los discursos y las prácticas que nos interpelan, por los procesos o prácticas discursivas que intervienen en la construcción de nuestra subjetividad y por las posiciones o lugares que tenemos o que se nos asignan en un contexto determinado. A continuación analizaremos desde este concepto los relatos iconográficos de ambas imágenes y sus títulos y patronazgos en la ciudad. 24 Osorno, Puerto Montt, Chiloé, Calvuco, Caralmapu, Maullín, Putenio, Rahue.

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El relato iconográfico de la Virgen del Nahuel Huapi y de la Virgen del Carmen en el espacio local Las imágenes constituyen un recurso identitario que «transmiten a través de ellas una visión del mundo, una ideología, unos valores» (Di Pietro y Del Carril, 1994, p. 84). Desde estas nociones Marta Penhos propone un enfoque que marca la naturaleza radicalmente diferente de textos e imágenes en relación con la visualidad: el discurso escrito representa en términos evocativos experiencias de carácter visual, pero su propia lógica y funcionamiento, no las provoca en tanto que las imágenes son representaciones de datos de la realidad visual que además se presentan como nuevas experiencias visuales. (2005, p. 23)

Las imágenes marianas en particular contienen un modelo femenino producto de la mirada masculina sobre lo femenino, «ya que era ideada, pensada y materialmente realizada por hombres» (Di Pietro y Del Carril, 1994, p. 84); en definitiva, es ese el sector de poder de la Iglesia el que pone en juego en cada etapa histórica una Virgen María y un modelo de mujer. De esta manera, las imágenes marianas, de acuerdo a su contexto y su movimiento en los rituales, nos permiten visualizar las expectativas, sentimientos, creencias, en nuestro caso particular, de las identidades de los barilochenses que se configuraron en la representación de la Suiza argentina. Por ello, este tipo de imágenes están íntimamente ligadas a los modos de visualidad, es decir a los elementos históricos y culturales que intervienen en el acto de ver y suponen selecciones y recortes de la masa de datos ópticos, puestos en relación aquí con las prácticas de acopio de conocimiento sobre el territorio […] y con los mecanismos simbólicos y materiales de su dominio por medio de sus representaciones escritas e icónicas. (Penhos, 2005, pp. 15-16)

Observamos a quienes las observan para analizar la carga simbólica de esta representación y su entramado social e identitario (Chartier, 1992). De esta manera, el conjunto de imágenes desde sus contenidos materiales y simbólicos puede ser analizado desde el espacio en la Iglesia y su relación con las otras imágenes, desde las dimensiones de la imagen y su situación en perspectiva jerárquica; desde la temática de la iconografía mariana y en particular desde la gestualidad de la imagen de la Virgen (Di Pietro y Del Carril, 1994). La Virgen del Nahuel Huapi y... | 349

Como hemos advertido, Nuestra Señora del Nahuel Huapi le da el nombre al templo mayor en Bariloche. Su imagen es una construcción iconográfica desde dos agencias de poder: Parques Nacionales y el Obispado. Si bien ambas imágenes, la del vitral (fig. 7) y la de piedra (fig. 2) son contemporáneas, pues se hicieron mientras se construía el templo, su iconografía es muy distinta. La imagen de la Virgen que se encuentra en el vitral de la nave central responde a una iconografía mariana clásica ajustada a los dogmas de la Iglesia. Cuando es llevada a imagen de bulto, su iconografía prescinde totalmente de la imagen del vitral. Es una figura estilizada de piedra, moderna y sin pintar que se confunde con las paredes de piedra del templo mientras la virgen del vitral, colorida y luminosa, se destaca en la nave central. Fig. 7: Vitral central de Nuestra Señora del Nahuel Huapi

Fuente: María Andrea Nicoletti 350 | Araucanía-Norpatagonia

La iconografía de la imagen del vitral fue un acuerdo entre Exequiel Bustillo y el entonces obispo Esandi. Bustillo le sugirió al Obispo «que las imágenes tuviesen vinculaciones regionales y así surgió del taller de Enrique Thomas una preciosa imagen de “Nuestra Señora del Nahuel Huapi”, patrona del Templo» (Vallmitjana, 1996, p. 2), que unos turistas españoles identificaron con la milagrosa imagen25 de Nuestra Señora de los Desamparados26 (reportaje a P. Bernik, 2012) y que efectivamente sigue esta iconografía.27 Los niños inocentes a los pies de la virgen, que parece cobijarlos con su manto, son el símbolo distintivo de esta advocación que luce la «alta corona trococónica, cuya desproporción ha sido acentuada con el tiempo y una aureola detrás de la cual está ese curioso elemento semicircular que parece de tela con estrellas aplicadas» (Schenone, p. 372). El Niño combina con el manto de 25 «La tradición cuenta que cuando los miembros de la cofradía no tenían aun imágenes de la Virgen solicitaron al padre Jofré que se las proporcionase. La leyenda cuenta que el eclesiástico hizo gestiones para complacerlos, y que al cabo de poco tiempo les entregó una imagen diciendo que la había esculpido tres peregrinos que habían llegado un día al hospital pidiendo refugio […] los peregrinos solicitaron estar solos en un lugar denominado la Ermita». Al cuarto día el p. Jofré, «inquieto por ver como se desarrollaba el trabajo entró en la ermita encontrándose con la imagen finalizada y los peregrinos habían desaparecido» (Moragues Santacreu, 2011, p. 10). 26 Esta advocación surgió en Valencia en el siglo xv y está «relacionada con una particular obra de caridad de protección a los desquiciados» y «todo tipo de indigentes, huérfanos, ajusticiados, mujeres de mala vida y a los desamparados, es decir a los muertos que devolvía el mar en las playas, etc.», cuando se agregó también su cofradía. La obra para cobijar a estas personas fue inicialmente una capilla, un cementerio y una capellanía que pusieron sus fundadores, el mercedario fray Juan Gilbert Jofré y un grupo de comerciantes, bajo el patrocinio de «Nuestra Señora Santa María de los Inocentes», título que más tarde se concretó en su iconografía al agregarle la figura de dos niños mártires arrodillados, como símbolo del hospital. En el siglo xvii se le agregó a la figura de bulto la imagen del Niño Jesús que sostiene la Virgen con la mano izquierda (Schenone, 2008, p. 370). 27 En su traslado a América, en las pinturas cusqueñas coloniales se respeta la iconografía original «con la vestidura originaria tallada en la madera, compuesta por una túnica talar y sobre ella una sobreveste –no un manto– que llega un poco más arriba de las rodillas amplia y sin mangas que recuerda a las casullas llamadas “góticas” usadas por los sacerdotes en la actualidad». Pinturas de mediados y fines del siglo xvii «presentan novedades ejemplificadoras. En primer término sorprende la cantidad de alhajas que la cubren por doquier; se le ha colocado una larga peluca y un manto que cae desde los hombros. En la actualidad no ha variado mucho la disposición de los elementos pero sí es distinta la silueta de la imagen, que aparece más voluminosa y ancha por la amplitud del manto que la cubre» (Schenone, 2008, p. 372).

La Virgen del Nahuel Huapi y... | 351

la Virgen sus rígidas vestiduras triangulares, pero solo está coronado con una tiara y es sostenido artificialmente por una de las manos de la Madre, que en la otra lleva una azucena en referencia su Inmaculada Concepción (ver fig. 7 y 8). Fig. 8: Nuestra Señora de los Desamparados

Fuente: Schenone, 2008, p. 370

La única adaptación con la iconografía original es el gorro frigio nacional y los niños inocentes cuyos rostros y vestimenta son indígenas: un niño con poncho de guarda pampa en posición orante y una niña con un manto de pieles y collar que mientras sostiene pudorosamente su manto con una mano con la otra toca el gorro frigio. En definitiva, lo que el autor entendió como «vinculación regional» fue un símbolo nacional: el gorro frigio y los indígenas continúan su situación de marginalidad y subalternización posconquista representando a los «inocentes desamparados» (ver fig. 9). Aunque bajo el mismo título y advocación, la figura de piedra difiera totalmente de la Virgen del vitral, la Virgen tallada en piedra es una imagen estilizada vestida con la túnica talar con sobreveste. El Niño no es sostenido artificialmente sino que es abrazado por la Madre y posa 352 | Araucanía-Norpatagonia

tiernamente su cabeza en el pecho. Con la otra mano, la Virgen no sostiene ningún símbolo mariano (azucena, cetro, etcétera) sino que acaricia maternalmente a un niño. Los niños inocentes de la Virgen de los Desamparados son reemplazados por una figura de un niño cuyas proporciones resultan casi la mitad de la imagen de la Virgen. Este niño que tiene los rasgos indígenas toca con su mano la de la Virgen que lo acaricia, cerrando un amoroso círculo imaginario entre la Madre, Jesús y el Niño inocente (ver fig. 10). Fig. 9: Fragmento del vitral de la Virgen del Nahuel Huapi

Fuente: María Andrea Nicoletti, 2012

Aunque bajo el mismo título y advocación, la figura de piedra difiera totalmente de la Virgen del vitral, la Virgen tallada en piedra es una imagen estilizada vestida con la túnica talar con sobreveste. El Niño no es sostenido artificialmente sino que es abrazado por la Madre y posa tiernamente su cabeza en el pecho. Con la otra mano, la Virgen no sostiene ningún símbolo mariano (azucena, cetro, etcétera) sino que acaricia maternalmente a un niño. Los niños inocentes de la Virgen de los Desamparados son reemplazados por una figura de un niño cuyas proporciones resultan casi la mitad de la imagen de la Virgen. Este niño que tiene los rasgos indígenas toca con su mano la de la Virgen que lo acaricia, cerrando un amoroso círculo imaginario entre la Madre, Jesús y el Niño inocente (ver fig. 10). La Virgen del Nahuel Huapi y... | 353

Fig. 10: Escultura de la imagen en piedra de la virgen del Nahuel Huapi

Fuente: María Andrea Nicoletti, 2014

Si bien ambas imágenes responden a la maternidad de la Virgen María, la posición del Niño y de la Madre es distinta. Mientras que en el vitral la Virgen mira desde arriba y sostiene artificialmente al Niño con una mano, la escultura tiene una actitud maternal más natural y protectora: sostiene al niño con un brazo y con la otra mano toca la cabeza del indígena parado a sus pies. El Niño del vitral mira al vacío, inexpresivo y estático, solo se ve su rostro mientras que el Niño de la escultura tiene la actitud propia de un niño pequeño: apoya su mano y su rostro en el pecho de la Madre (ver fig. 11 y 12). Fig. 11 y 12: Fragmento de la imagen en piedra de la Virgen del Nahuel Huapi

Fuente: María Andrea Nicoletti, 2014 354 | Araucanía-Norpatagonia

Ambas imágenes aluden la misión colonial jesuita del Nahuel Huapi. La imagen del vitral muestra en un círculo sobre la virgen objetos con clara referencia a la misión colonial: la corona española, un escudo atravesado por lanzas y flechas con estrellas y montañas y el año 1716. En cambio, la imagen de piedra se identifica especialmente con la búsqueda de la imagen de la virgen de la misión. A un costado de la escultura se reproduce parcialmente el poema de Ángela Fuselli sobre la virgen y su búsqueda, que rescata en clave colonial el origen indígena de la misión (ver fig. 13). Fig. 13: Fragmento del vitral de la Virgen del Nahuel Huapi

Fuente: María Andrea Nicoletti, 2014

En la siguiente etapa se produce el traslado de la Virgen del Carmen en un contexto histórico que refuerza el conflicto armado entre la Argentina y Chile. En las décadas del sesenta y setenta, la Iglesia católica interviene desde la renovación pastoral de la liberación y la opción por los pobres, buscando reconvertir ese catolicismo orgánico en un catolicismo popular. La Virgen del Carmen surge como símbolo de la chilenidad y la integración en una ciudad atravesada por la exclusión social. Sus imágenes presentan una doble faceta simbólica: la Virgen del Carmen de la Independencia con las banderas y escudos que remiten a una simbología patriótica y la Virgen del Carmen, como Reina y Madre de Chile, que alude en pleno proceso de formación de la capilla del barrio de los chilenos (1971-1994) a una pertenencia trasandina (ver fig. 14 y 15). La Virgen del Nahuel Huapi y... | 355

Fig. 14: Virgen del Carmen de la Independencia

Fuente: María Inés Barelli, 2012 Fig. 15: Virgen del Carmen, Madre y Reina de Chile

Fuente: María Inés Barelli, 2012 356 | Araucanía-Norpatagonia

La Virgen del Carmen de la Independencia es una réplica iconográfica de la Virgen del Carmen Patrona de los Ejércitos de los Andes, que se encuentra actualmente en Mendoza en la iglesia de San Francisco. Su imagen hierática, de mirada frontal, está ornamentada con símbolos reales (corona y cetro) y con banderas de Chile, la Argentina y Perú. El Niño es sostenido por la Virgen de una forma artificial. Esta imagen nos transmite claramente su rol de reina28 y protectora. La corona en la Virgen y el Niño equiparan las figuras de María y de Jesús, con el signo distintivo de la advocación del Carmen que es el escapulario. Durante el período de la capilla, la imagen estuvo identificada por los fieles como la Virgen Peregrina que todos los 18 de septiembre, día de la independencia chilena, recorría y sacralizaba el barrio con banderas y pancartas chilenas. Esta advocación mariana, a diferencia de la Virgen del Nahuel Huapi, en este contexto de exclusión operó no solo como estrategia de resguardo de la identidad chilena sino que a través de su interpelación a los sectores populares puso en tensión aquellos relatos de origen de Bariloche como la «tierra de pioneros europeos» consustanciados con el imaginario de la Suiza argentina. El testimonio de su primer capellán, el padre Víctor Amartino, refiere que La construcción en el setenta fue porque el barrio estaba alejado del centro y la parroquia necesitaba extender su atención. Ya estaban en el barrio Alto la capilla de Santo Cristo (ahora parroquia) además se atendía el km 20 Colegio Cagliero, el Llao Llao y otros. El Alto de Bariloche era (y es) la otra cara de Bariloche, se cuidaba el centro pero los barrios eran despoblados y pobres. Cuando el párroco vio la necesidad de una mayor atención a la gente de los barrios La Cumbre, el Mallín y todo el Alto, se inició la construcción de la capilla para esa zona. (Febrero de 2013)

Durante la capilla la comunidad barrial, mayoritariamente chilena, a través de las procesiones de los 18 de septiembre29 con la Virgen del Carmen de la Independencia, buscó materializar un espacio sagrado de pertenencia que hizo frente a la construcción social identitaria local 28 La aparición de la iconografía de la Coronación de la Virgen coincide con los orígenes de la arquitectura gótica. La primera escena de Coronación de la Virgen se encuentra en la catedral de Senlis (1170). Luego sería reproducida en las catedrales de Laon, Chartres, Notre-Dame de Paris (1220), Longpont, Amiens, etcétera, y su auge representativo se debería a la pretensión de San Luis, Luis ix, rey de Francia de 1226 a 1270, de vincular la realeza temporal a la realeza celestial de la Madre de Dios (Mâle, 1922, p. 434). 29 Día en que se conmemora la independencia chilena.

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adversa (Barelli, 2014). Sin embargo, ello no significó una aceptación y naturalización de ejercicios de exclusión, sino la posibilidad de generar lógicas alternativas, a través de elementos materiales y simbólicos: la capilla, la imagen de la Virgen del Carmen, las prácticas religiosas y las fiestas. La imagen de bulto del Carmen entronizada en la capilla como Reina y Madre de Chile, si bien tiene sus atributos reales (coronas sin cetro), son más sencillos y por su posición y fisonomía nos muestran una imagen maternal y protectora. Los brazos abiertos de ambas figuras (Virgen y Niño) y los ojos que miran hacia abajo ofrecen la protección de los escapularios a los fieles. En relación al espacio que ocuparon ambas imágenes en el recinto, podemos señalar una clara distinción entre la imagen de la Virgen de la Independencia como imagen peregrina que construyó territorio sagrado dentro del barrio de los chilenos y la Virgen del Carmen, que fue entronizada, coronada y que se encuentra, desde los inicios de la capilla hasta la actualidad, en el lateral derecho del altar. Las Vírgenes transcordilleranas: sus títulos y patronazgos. Entre el pacto colonial, la reivindicación indígena y el sentido de pertenencia A la simbología iconográfica podemos sumarle el análisis de los títulos y patronazgos marianos que nos permiten profundizar los procesos identitarios. Las advocaciones marianas están vinculadas con un elemento de legitimación que evoca la protección o el pedido de ayuda a la Virgen. Cuando los patronazgos se identifican con agencias estatales, «someten simbólicamente las acciones del Estado a un ordenamiento superior y divino encarnado en la Iglesia Católica, por medio de la imagen oficial de esta» (Martín, 1997, p. 18). En el caso de la Virgen del Nahuel Huapi, su advocación toponímica remite al lago pero no en tanto vínculo histórico y comercial con Chile sino como espacio misionero colonial y como postal turística. Probablemente para este período el lago se encuentre vacío de contenido en cuanto a su vinculación comercial. El vínculo con Chile, particularmente el chilota, se reformula a través del pacto colonial de la misión y la evangelización jesuita desde el Reino de Chile. Los orígenes transcordilleranos de esta advocación no solo se ocultan en la resignificación del título, que reemplaza a los pueblos originarios de la comarca (poyas y puelches) 358 | Araucanía-Norpatagonia

por el lago Nahuel Huapi, sino también por un neocolonialismo palpable en la constitución y administración de los territorios nacionales.30 El hilo conductor del discurso entre el pasado y el presente, el martirio jesuita y la virgen, permiten darle a la Iglesia barilochense el espesor histórico necesario «que trata de comprender cómo las sociedades han construido tramas en torno al culto a la Virgen, donde la ciudad y sus actores sociales constituyeron un escenario dinámico y mutable» (Fogelman, 2014, p. 16). La poesía que acompaña a la imagen de piedra reivindica los orígenes indígenas mediante las palabras en mapuzungun y la alusión al maltrato de los pueblos originarios. Pero es el título de la advocación la que pone el límite de esta revisión y vuelven aquí a girar en torno al tema identitario de la Bariloche lacustre. Si bien, por primera vez la virgen es denominada como se menciona en la fuente de cronista jesuita Enrich («De los poyas, los pehuenches y de los puelches»), esta resignificación sigue atada al poder colonial que menciona su nombre en una Real cédula de la Asunción de Nuestra Señora la Virgen María (Fuselli, «A nuestra Señora del Nahuel Huapi»). Fuselli cambia la advocación indígena por una advocación ajustada a la doctrina católica y al poder colonial. La virgen entronizada en la catedral de Bustillo es despojada de los títulos de la misión en relación a los pueblos originarios pero no al poder colonial de la Iglesia y la Corona. En el año 2014, a la poesía de Fuselli, compuesta en 1944 mientras se construía la catedral, se le agregó a continuación un texto explicativo. En este texto se confirma que la Virgen del Nahuel Huapi es la «Purísima Virgen María» de la misión Nahuel Huapi, que se la fecha entre marzo de 1672 y el 14 de noviembre de 1717.31 Para que no queden dudas, describe la imagen señalando que el niño que la Virgen toma de la mano es indígena. El texto relaciona ambas imágenes, la del vitral y la escultura 30 Seguimos la categoría de Navarro Floria de caracterización de los Territorios Nacionales como colonias internas a la Nación (2010). 31 En otros trabajos sobre esta imagen aclaramos que a nuestro entender dos fueron los períodos de esta misión (que según más fuentes podríamos establecer incluso como dos misiones diferentes). El período del p. Mascardi (1670-1674) y el que inicia el padre Philliphi van den Meeren, traducido como Felipe de la Laguna en 1703, que termina con el incendio de 1717. En la misión Mascardi la virgen entronizada fue Nuestra Señora de los Poyas, mientras que en la Nueva Misión Nahuelhuapi, como se denomina en las fuentes, la virgen fue entronizada con el título de Nuestra Señora de los puelches y poyas. Tras una revisión de fuentes podemos afirmar que hubo una imagen en cada una de las misiones (Nicoletti, 2014).

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en piedra, bajo el mismo título mariano porque «tanto la imagen a la entrada de la Catedral como la del magnífico vitral central, arriba del altar mayor: ambas hacen referencia a la imagen de la “Purísima Virgen María”, que presidió la del Nahuel Huapi». La Virgen del Carmen, a diferencia de la del Nahuel Huapi, orienta sus títulos y patronazgos al país trasandino. En Chile, la Virgen del Carmen, como ya hemos mencionado, se la identifica como patrona del ejército de los Andes en referencia a las luchas por la independencia; como Generala del Ejército de Chile y como madre, reina y patrona de Chile. Esta virgen es entendida como uno de los pilares fundantes del Estado republicano chileno. Se transforma en la bandera o la canción nacional, donde los ciudadanos adscritos a su territorio reconocen un pasado común e inmemorial, que los lleva a identificarse como chilenos (Valenzuela Márquez, 2012). Siguiendo con el análisis que propone Valenzuela Márquez (2012) sobre la Virgen del Carmen, Anderson (1993) nos proporciona un concepto que permite profundizar este análisis de identidad nacional en relación a la Virgen en tanto «artefacto cultural de una clase particular» (p. 21). Las devociones marianas también pueden funcionar como símbolos de pertenencia social que refuerzan la construcción identitaria fusionando la chilenidad y la catolicidad autentica. La imposición de la Virgen del Carmen puede «así reforzar esta identidad nacional católica de la que se consideran portadores» (Martín, 1997, p. 2). De esta manera, no resulta pues ni ingenua ni arbitraria la identificación de la Virgen del Carmen en Chile con el mundo castrense, que se refuerza desde lo simbólico y discursivo durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). En este caso la Virgen se utilizó como dispositivo y artefacto simbólico, posicionándola como guía espiritual y como protectora de las fuerzas armadas, de la dictadura y del mismo Pinochet. Es así que, en momentos en que Pinochet se encontraba retenido en Londres,32 el dictador le escribió a sus seguidores haciendo una reconstrucción del pasado en el que la virgen se incorporaba como la guía espiritual del proceso.33 En este caso coincidimos con Martín (1997) en que «los símbolos que son utilizados para aludir a la Nación, para “alimentar” la identidad nacional, no son el 32 Durante los años 1998 y 1999, Pinochet estuvo retenido en Londres a la espera de la decisión del gobierno de ese país en torno al pedido de extradición del juez Baltazar Garzón por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura que lideró. 33 «Finalmente, tuvimos que asumir la conducción del país aquel histórico 11 de septiembre, no sin antes encomendar el éxito de nuestra misión a Dios y a la Santísima Virgen del Carmen, Patrona de nuestras Fuerzas Armadas y Reina de Chile» (Pinochet, 1998).

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sedimento de una corriente única, homogénea y permanente, sino que son fruto de un proceso por el cual un proyecto de identidad particular se impone con validez universal sobre otros proyectos particulares, como consecuencia de la amenaza de un otro diverso radical» (p. 4). Sin embargo resulta significativo mencionar que, a pesar de esta fuerte vinculación que se produce en Chile con el mundo castrense, esta advocación cuando la trasladan los migrantes a San Carlos de Bariloche lo hacen a través de dos patronazgos que adquieren particularidades especificas en el espacio de destino: el del Ejército de los Andes y el de Madre, Reina y Patrona de Chile. Este traslado se inició con dos ritos de consagración, como fueron la ceremonia de entronización de la imagen tradicional de la Virgen del Carmen, patrona de Chile, en la capilla el 6 de enero de 1972 y la coronación de la imagen en 1984. El patronazgo nacional junto con ese sentido de pertenencia que empezó articular la devoción en el espacio barrial, se reforzó a través de la imagen de la Virgen del Carmen de la independencia, patrona del Ejercito de los Andes, la cual no solo fue la elegida para protagonizar los festejos patrios chilenos todos los 18 de septiembre, sino que también, a través de sus procesiones, operó como vínculo identitario y consolidó la práctica devocional como agente de cohesión entre los migrantes chilenos, como comenta una feligresa: «En esa época salíamos todos los 18 de septiembre con la Virgen por el barrio, con banderas chilenas y nos juntábamos a celebrar en la capilla» (Zuni, feligresa chilena. Bariloche, mayo de 2012). Lo interesante de los ritos de consagración y las peregrinaciones durante los festejos patrios fue la estrecha vinculación entre ellos y los festejos posteriores de tradición chilena. De este modo, la fiesta patronal, a decir de Matarín Guil (2010) se puede visualizar no solo como «un escaparate donde la vecindad quiere reflejar su propia identidad» (2010, p. 263), en este caso, de pertenencia chilena, sino que también profundiza una devoción mariana que oficia como agente de cohesión y pertenencia barrial entre los migrantes chilenos y los vecinos de los barrios del Alto de Bariloche, que se visualiza en la fiesta patronal mariana, una fiesta popular donde lo performático resulta una puesta en escena de la tradición que se visualiza en los bailes, la música, los vestidos y la comida chilena.

Reflexiones finales Hemos recorrido la historia de un espacio cordillerano y lacustre históricamente compartido entre Chile y la Argentina a través de dos devociones La Virgen del Nahuel Huapi y... | 361

marianas de procedencia transcordillerana: la Virgen del Nahuel Huapi y la Virgen del Carmen. Las etapas históricas que distinguimos tienen estrecha relación con la conformación de la ciudad de Bariloche entre fines del siglo xix hasta fines del siglo xx. Las instituciones estatales y religiosas intervinieron provocando continuidades y rupturas en el proceso histórico local. Dentro de la agencia religiosa, las devociones marianas de la Iglesia católica han atravesado estos procesos interpelando las representaciones históricas y sociales de la ciudad. En este trabajo tomamos la representación de la Suiza argentina como una matriz que identifica a los procesos sociales fronterizos generando tensiones y movimientos pendulares de inclusión y de exclusión social. Esta matriz ha sido abordada a través de las narrativas de las imágenes marianas del Nahuel Huapi y del Carmen, sus títulos, advocaciones y patronazgos, para permitirnos construir una dinámica de transformación histórica e identitaria. Las dos advocaciones surgen en contextos históricos diferentes pero se identifican con procesos sociales de inclusión y exclusión. Nuestra Señora del Nahuel Huapi respondió como advocación a la élite conservadora de Bariloche en espacios construidos por dos agencias de poder: Parques Nacionales y la Iglesia católica, que se desplazaron entre el complejo turístico Llao Llao hacia el centro de la ciudad de cara al lago, entre la década del treinta y la del sesenta. Nuestra Señora del Carmen, desde la década del sesenta al noventa, se incorporó como devoción barrial ligada a un colectivo migrante que gestionó su espacio desde la marginalidad interpelando a las agencias de poder: el Municipio y la Iglesia, para crear visibilidad en una sociedad xenófoba que buscaba invisibilizarlos. El prejuicio antichileno se consolidaba en la etapa de Nuestra Señora del Nahuel Huapi a través de un relato histórico que negaba la historia común transcordillerana, la fundación de Bariloche y el intercambio secular de estos espacios. La ciudad se identifica en esta etapa con el patronazgo toponímico del lago Nahuel Huapi como parte de la postal turística. Por ello, Nuestra Señora del Carmen surge en el barrio La Cumbre, llamado barrio de los chilenos, en el Alto de la ciudad, de espaldas al lago y apelando a consolidar la chilenidad con el proceso de independencia y la República. A través del relato iconográfico abordado desde sus títulos y patronazgos hemos observado un proceso de resignificación que se manifestó tanto en las imágenes elegidas para representar cada una de las advocaciones como en las vinculaciones identitarias que se construyeron en torno a ellas. En este sentido podemos decir que la imagen de la Virgen 362 | Araucanía-Norpatagonia

del Nahuel Huapi, en la década del treinta y cuarenta, surgió desde el acuerdo de dos agencias de poder y desde el relato de la búsqueda de la imagen claramente ligada a las raíces coloniales de la misión jesuita del Nahuel Huapi. En la imagen del vitral se impone la Nación por sobre las evocaciones indígenas. La virgen de piedra remite a una imagen femenina de una jovencita barilochense con rasgos blancos y estilizados que protege a un niño indígena a sus pies. Ambas imágenes desde su iconografía interpelan a la Suiza argentina como representación de una elite conservadora católica en alianza con el Estado nacional o con el ámbito castrense, pero siempre apelando al relato histórico secular y martirial de la misión, a partir de la incorporación de los niños indígenas en el vitral y del niño indígena en la escultura como lectura disciplinadora y de subalternidad de la conquista. Otro proceso de resignificación nos proporciona la lectura iconográfica de la Virgen del Carmen con su doble faceta simbólica: la Virgen de la Independencia y la Madre y Reina de Chile. Ambas imágenes, a diferencia de la Virgen del Nahuel Huapi, estuvieron estrechamente vinculadas con las necesidades de los migrantes chilenos, colectivo social históricamente excluido en el espacio local. Desde este lugar de subalternidad es que los relatos iconográficos de la Virgen del Carmen, a través de sus símbolos patrios, patronazgos nacionales y prácticas devocionales, se incorporaron como dispositivos simbólicos que oficiaron de resguardos identitarios barriales que pusieron y ponen en tensión aquellas construcciones discursivas de origen. Las devociones transcordilleranas de la Virgen del Nahuel Huapi y del Carmen, a través de sus relatos iconográficos y patronazgos, nos permiten analizar representaciones históricas locales desde un ámbito cultural ligado a la exteriorización de un movimiento devocional que construye a través de sacralidad la identidad de un colectivo en términos de inclusión o exclusión social.

Comentario al texto Josefina Schenke Universidad Católica de Chile, Chile

El trabajo de Ana Inés Barelli y María Andrea Nicoletti, como todos aquellos que se insertan en el eje «Prácticas culturales y sociales en el La Virgen del Nahuel Huapi y... | 363

marco de la interculturalidad», aborda la circulación de personas, objetos y devociones; el modo por el cual estos elementos traspasan una frontera para encontrarse o desencontrarse con el otro; y la interculturalidad que deriva de tal circulación, así como los efectos de la construcción y reconstrucción de identidades. El análisis aquí propuesto de las fuentes visuales y escritas, las que apoyan la mitología construida en torno a los cultos marianos, se basa en un enfoque novedoso por su carácter interdisciplinario que desde la historia cultural combina, por una parte, un trabajo de tipo sociológico, geográfico-urbano y etnológico y, por otra, una perspectiva de análisis de textos y de imágenes. El texto se articula en dos grandes secciones que presentan, de manera ordenada, sistemática y progresivamente argumentativa, los elementos que configuran el paisaje cultural, social y devoto que se construye a partir de estos traspasos suprafronterizos. Tras una introducción histórica y teórica, donde se especifica el carácter de la investigación, la primera parte analiza las devociones marianas chilenas en la Suiza argentina, describiendo el escenario social y religioso en el que se insertan las advocaciones marianas importadas a Bariloche desde fines del siglo xix. La segunda sección, en cambio, se concentra en especificar las dinámicas identitarias que tales devociones generan en Bariloche, a partir del recurso a una leyenda fundante y a los patronazgos que estas devociones provocan. El artículo describe con acierto los conflictos devocionales que surgen de las tensiones propias de los fenómenos de desconfianza frente al extranjero y de fragmentación social del espacio urbano. Las autoras analizan cómo se construye la identidad en la ciudad mediante la imposición de un esquema ideal de pureza racial que segrega a aquellos que no forman parte de aquel paisaje lacustre; paisaje, por lo demás, idealizado en miras de un modelo alpino que justifica también sus aspiraciones turísticas. Los fenómenos cultuales católicos siguen estos movimientos identitarios de autoafirmación mediante la exclusión del otro también en las devociones marianas. La adopción de un culto u otro coincide con estas elecciones identitarias y reafirman la fragmentación urbana y las relaciones de desconfianza entre la ciudad que aspira a ser Suiza y el inmigrante transcordillerano. Es interesante cómo el texto traza la historia, la leyenda y el lugar físico que ocupan y el rol social que cumplen las devociones marianas venidas desde Chile, vinculándolas con los diversos grupos sociales que ellas identifican. En este sentido, por ejemplo, la Virgen de Nahuel Huapi, cuya 364 | Araucanía-Norpatagonia

devoción se asienta en la catedral, encarna un nuevo origen local –reinventado, republicano y poscolonial–, y es catalizadora de una identidad de las clases más acomodadas de la ciudad, que se miran como fundadoras. Paralelamente, la Virgen del Carmen congrega a los chilenos en torno a su patrona nacional, si bien, en Chile, desde el siglo xix, el culto carmelito es también impuesto desde una élite y reforzado por las significaciones militares que se le atribuyen tras la batalla de Maipú (1818). En suma, esta interesante e inspiradora investigación muestra cómo, en este particular caso de circulación visual y devota, las imágenes son vehículos de devociones, pero también de cohesión social y de identificación, y, en esa medida, sirven como agentes de diferenciación y de segregación. Réplica de las autoras La mirada de Josefina Shenke enriquece sin duda el aporte a este libro desde un aspecto poco frecuentado por los investigadores, como es el religioso. Nos parece acertado el uso del concepto de autoafirmación como mecanismo de exclusión en lo devocional, que nos propone la comentarista, ya que reafirma esa percepción e interpretación de los fenómenos cultuales católicos en función de los movimientos identitarios locales. El uso de las leyendas o relatos devocionales que marca Josefina Shenke en nuestro trabajo, nos anima a desmenuzar aún más esa fuente a futuro, ya que los relatos y especialmente los devocionales, también sufren las alteraciones propias de las dinámicas históricas, que dan cuenta del posicionamiento de los actores sociales que los enriquecen. Este posicionamiento reconstruye, sin dudas, la trama de la urdimbre identitaria local. En relación a las dos devociones de origen transcordillerano, la síntesis interpretativa de la comentarista nos ayuda a observar un doble movimiento social que nos devuelve una imagen investida en el espejo y que no explicitamos en el texto. La Virgen del Nahuel Huapi es una devoción que parte de una Virgen de Loreto venerada por una localidad singular, pequeña y marginal como la chilota y que en Bariloche se identifica con los grupos más acomodados de la ciudad. La Virgen del Carmen en Chile, en cambio, nace un culto elitista y militarista y se instala en Bariloche en una parroquia marginal del barrio de los chilenos (muchos de ellos perseguidos por la dictadura pinochetista), cuya opción pastoral son las comunidades eclesiales de base. La Virgen del Nahuel Huapi y... | 365

Este movimiento de ida y vuelta nos permitirá profundizar en las relacionales binacionales devocionales como catalizadoras de una identidad social que construye territorios, donde las fronteras políticas se desdibujan en función de las creencias compartidas. Lista de fuentes documentales Archivo del Colegio María Auxiliadora de San Carlos de Bariloche (acmab). Crónica de la Casa (1942-2012). Archivo Histórico de las Misiones Salesianas de la Patagonia (ahmsp). Crónicas de la parroquia Inmaculada Concepción (cpic). (1907-1957/1957-63/ 1966-1973/1974-1982/1984-1995/1996-1998). Bernik, Pascual (claretiano, rector de la Iglesia Catedral de San Carlos de Bariloche). (2012). San Carlos de Bariloche. Entrevista. De Olivares, M. (1878). Historia de la Compañía de Jesús en Chile (1593-1736). Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la Historia Nacional, tomo vii. Santiago de Chile: Mercurio. Enrich, F. (1891). Historia de la Compañía de Jesús en Chile. Barcelona: Rosales. Mâle, E. (1922). L’art religieux du xiie en France. Étude sur les origines de l’iconographie du Moyen Age. Paris: A. Colin. Menéndez, F. ([1791-1792] 1900). Diario para descubrir la Laguna de Nahuel Huapi. En Fonk, F., Viajes de Fray Francisco Menéndez. Valparaíso: Niemeyer. Moragues Santacreu, M. (2011). Estudio histórico artístico e iconográfico de Nuestra Señora de los Desamparados, patrona de la Villa de Senija. Tesis final de Master. Universitat politécnica de Valéncia. Pinochet, A. (diciembre de 1998). «Carta a los chilenos de Augusto Pinochet». Londres. Recuperado de Schenone, H. (2008). Santa María. Iconografía del arte colonial. Buenos Aires: educa. Serafini, Mario (párroco de San José Obrero, Neuquén). (2012). Neuquén. Entrevista. Zuni (integrante de la comunidad de base Ven y Ve de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen). (2012). San Carlos de Bariloche. Entrevista.

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Capítulo 13

Entre los salvajes unitarios y los bárbaros del sur: la Frontera Sur de Córdoba en la década de 1840 Marcela Tamagnini Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina

Resumen La Frontera Sur de Córdoba formó parte de la larga extensión conocida como Frontera Sur argentina, con la cual comparte un conjunto de relaciones que la definen como una estructura social de conflicto. El trabajo aborda la conflictividad interétnica en este tramo de la frontera en los primeros años de la década de 1840. Específicamente, se ocupa de la vinculación entre los ranqueles y los unitarios que buscaron refugio en sus tolderías. Parte del supuesto de que uno de los aspectos centrales de la trayectoria de los ranqueles en las pampas a lo largo del siglo xix fue la puesta en práctica de una estrategia de articulación con distintas fuerzas sociales y políticas. El examen de los nexos entre los salvajes unitarios y los bárbaros del sud permite sostener que esta combinación de fuerzas puso en cuestionamiento el ejercicio del poder territorial por parte del Estado provincial, por entonces en manos de Manuel Quebracho López. Ello derivó en la exigencia de realizar numerosos acuerdos transitorios con los ranqueles de manera de frenar el despoblamiento de la frontera y/o reasentamiento en zonas más seguras dentro de la misma jurisdicción cordobesa.

Introducción1 La Frontera Sur de Córdoba formó parte de la larga extensión conocida como Frontera Sur argentina, con la cual compartió un conjunto de relaciones que permiten definirla como una estructura social violenta y conflictiva. La sociedad que allí se gestó quedó profundamente marcada por esta matriz cultural. 1 El trabajo forma parte del proyecto «La Frontera Sur y la formación del territorio sur cordobés», subsidiado por la secyt-unrc.

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Tanto durante la colonia como en la etapa republicana, indios y cristianos se hostigaron permanentemente, peleando por un territorio que cada uno creía propio. Sus habitantes –militares, comerciantes, estancieros, misioneros, gauchos, indios, cristianos exiliados, perseguidos por la justicia– compartían una realidad muy distinta de los que poblaban los centros urbanos, donde luego del proceso independentista comenzó a planificarse la organización del Estado nacional. Este trabajo aborda la conflictividad interétnica en la Frontera Sur de Córdoba en los primeros años de la década de 1840. Se trata de un momento peculiar para el análisis porque permite observar de qué manera las luchas políticas entrelazadas, simultáneas y superpuestas en las que se vio envuelto o provocó el rosismo (levantamientos en algunas provincias, conflictos con países extranjeros, etcétera) repercutieron directa o indirectamente en las relaciones fronterizas en el sur de Córdoba, dando cuenta de en qué medida la historia argentina se articula o integra con la historia indígena, en tanto forman en definitiva parte de un único proceso. Específicamente, el trabajo se ocupa de la vinculación entre los ranqueles y los unitarios que buscaron refugio en sus tolderías. Parte del supuesto de que uno de los aspectos centrales de la trayectoria de los ranqueles en las pampas a lo largo del siglo xix fue la puesta en práctica de una estrategia de articulación con distintas fuerzas sociales y políticas. Desde esta perspectiva, y siguiendo a Salomón Tarquini, los refugiados no habrían constituido grupos ajenos sino que establecieron vínculos domésticos y políticos con los ranqueles que les dieron acogida (2001, p. 26). El examen de los nexos entre los salvajes unitarios y los bárbaros del sud a comienzos de la década de 1840 permite sostener que esta combinación de fuerzas puso en cuestionamiento el ejercicio del poder territorial por parte del Estado provincial, por entonces en manos de Manuel Quebracho López. Ello derivó en la exigencia de realizar numerosos acuerdos transitorios con los ranqueles de manera de frenar el despoblamiento de la frontera y/o reasentamiento en zonas más seguras dentro de la misma jurisdicción cordobesa. Sin embargo, fueron estos mismos nexos socio-políticos los que contribuyeron a solidificar la posición de los ranqueles como enemigos del rosismo. El trabajo se organiza en dos partes. En la primera, se ofrece un panorama sintético de las relaciones entre cristianos y ranqueles en tiempos del federalismo rosista, haciendo hincapié en la frontera cordobesa. En la segunda parte se examina el fenómeno del ingreso de los unitarios a la tierra adentro, poniendo especial atención en los movimientos 372 | Araucanía-Norpatagonia

ocurridos después de la derrota de Gregorio de Lamadrid en 1840. El análisis se basa en la documentación de la Comandancia General de la Frontera del Sud localizada en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (ahpc) donde está alojada tanto la correspondencia producida por las autoridades provinciales como la de los caciques ranqueles (Painé, Pichún y Calván).2

El conflicto interétnico en la Frontera Sur de Córdoba en tiempos del rosismo En los largos años del rosismo, la Frontera Sur de Córdoba configuró un frente de guerra con los ranqueles, siendo los principales motivos de lucha el territorio y el ganado. El examen de las características del conflicto fronterizo requiere tener en cuenta la propia dinámica de la Confederación rosista, que estuvo marcada por el predominio del poder local, el caudillismo y la violencia desatada por las guerras civiles. Aún cuando existía una aparente hegemonía federal, si algo caracterizó a este período fue la superposición de numerosos conflictos que, paradójicamente, y según lo señala Ternavasio, permitieron el fortalecimiento y consolidación del régimen (2009, p. 202). A su vez, hay que prestar atención a la trayectoria de los ranqueles en las pampas y su estrategia política en relación con los cristianos luego de las guerras de la independencia. Si se pone atención en su vínculo con el gobierno de Córdoba, se puede observar que a lo largo de la década de 1820 sostuvieron una política ambivalente: mientras algunos maloquearon y se aliaron con fuerzas realistas como las de José Miguel Carrera o los hermanos Pincheira, otros pactaron con los federales3 y los unitarios4 indistintamente, y otros se instalaron al norte del río Quinto, a solo una legua de la estancia de Bruno Malbrán, uno de los últimos 2 La autora transcribió los documentos presentes en el archivo sin modernizar la escritura. Los nombres son los originales, también las letras voladitas que aparecen en algunas palabras. [Nota de la edición]. 3 En ese marco, el 20 de diciembre de 1825 los comisionados de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe suscribieron con los ranqueles el Tratado de la Laguna del Guanaco, unos 100 kilómetros al sur de Río Cuarto. Los vecinos de la Villa de la Concepción, Pedro Bargas y Pedro de Bengolea tuvieron un rol protagónico (Barrionuevo Imposti, 1988, p. 35). 4 Los unitarios que seguían a José María Paz habrían concretado una alianza con los ranqueles en noviembre de 1829 (Bechis, 2008, p. 123).

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alcaldes ordinarios de la Villa de la Concepción del Río Cuarto (Barrionuevo Imposti, 1988, pp. 51-52). Hacia comienzos de la siguiente década, el conflicto se acentuó, en particular desde el momento en que Juan Manuel de Rosas adquirió la potestad de definir la política con los indígenas. A ello se sumó la divergencia entre los ranqueles respecto a si auxiliaban a unitarios o federales y el sitio que hizo el cacique Yanquetruz y 1 200 seguidores a Río Cuarto en agosto de 1831. Según Marta Bechis, esta acción habría sido cuidadosamente ocultada y tergiversada por los intereses rosistas ya que, contrariamente a lo que se hizo creer, las fuerzas de Yanquetruz no habrían sido convocadas por los unitarios ni habrían tenido la intención de ir contra el gobierno federal de Córdoba sino contra Rosas, que los había traicionado organizando una expedición bélica al territorio indígena (2008, p. 120). La enemistad que Rosas tenía con Yanquetruz se acentuó cuando, un par de meses después, este dio asilo al coronel Manuel Baigorria –que había formado parte de las fuerzas que el puntano Luis Videla había puesto al servicio del líder de la Liga Unitaria del Interior, el general José María Paz–, rompiendo así definitivamente con Rosas. Como contrapartida, y dado que la frontera constituía un grave problema para los hacendados bonaerenses, en 1833 Juan Manuel de Rosas sentó el primer antecedente de una campaña5 destinada a batir a los indios para ampliar las tierras australes de Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Mendoza. La columna cordobesa del centro fue guiada por el general José Ruiz Huidobro que derrotó a las lanzas de Yanquetruz en Las Acollaradas, aunque después habría retrocedido porque se quedó sin el apoyo político del gobierno cordobés. Aun cuando Yanquetruz quedó muy disminuido en fuerzas, la derrota que se le infligió no fue contundente. Convencido de que el golpe había fracasado, Rosas ordenó la realización de nuevas acciones militares entre 1835 y 1836, destinadas a buscar a su acérrimo enemigo en los parajes más ocultos.6 Esta operación, conocida con el nombre de Pequeña Campaña al Desierto, cubrió todo el 5 Los hacendados porteños realizaron aportes privados para financiar esta campaña. Según Ternavasio, hasta los viejos unitarios que habían apoyado al Partido del Orden solventaron los gastos de la campaña, en tanto la consideraban indispensable para defender sus intereses (2009, p. 190). 6 También Villar y Jiménez consideran que el objetivo no cumplido de la Campaña al Desierto de Rosas fue terminar con los ranqueles. Si bien estos se vieron reducidos a su mínima expresión, lograron mantener una posición confrontativa a lo largo de la década de 1830 (Villar y Jiménez, 2011, p. 123).

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territorio ranquel. El saldo habría sido el repliegue de Yanquetruz y su hijo Pichún en dirección a las estratégicas islas del Chadileuvú, además de la muerte y prisión de otros indígenas. En cambio, los ranqueles de Painé y Carrané no se habrían visto afectados básicamente porque, según lo plantea el autor, Rosas consideraba que los ranqueles eran los del monte,7 conducidos por Painé, no los del Chadileuvú que lideraba Yanquetruz, a quien aplicaba además el apelativo de El Feroz (Fernández, 1999, pp. 411-412). Pero esta situación cambió cuando a fines de 1835 el gobierno de Córdoba pasó a manos de Manuel Quebracho López, un criollo acostumbrado a mandar,8 pero que carecía de peso político propio y debía su encumbramiento a la voluntad del propio Rosas que habría hallado en su extrema moderación la mejor garantía de lealtad (Ferrero, 1999, p. 77; Halperín Donghi, 1999, p. 34). En abril de 1836, el mandatario cordobés mandó dar muerte a un grupo de indios mansos que vivían en proximidades del fuerte de La Carlota. También ordenó avanzar sobre los toldos de Carrané, instalado en el río Quinto, dejando así en una situación muy precaria no solo a Yanquetruz sino también a Painé (Barrionuevo Imposti, 1988, p. 134; Mayol Laferrére, 1996, p. 88). Además de encontrarse disminuidos en fuerzas, los ranqueles también se vieron afectados por las prolongadas sequías que pusieron en jaque sus recursos, obligándolos a redoblar sus malones sobre las estancias fronterizas. Su situación comenzó a cambiar en los últimos años de la década de 1830 gracias a la incorporación a sus filas de indios chilenos que atravesaban la cordillera tanto para intercambiar sus productos como para obtener ganado a través del malón. También se sumaron a sus tolderías algunos grupos de boroganos dispersos, luego de que Calfucurá matara a sus caciques Rondeau y Melin en la masacre de Masallé (Ratto, 2011, pp. 174-175). En octubre de 1837, una considerable fuerza de indios chilenos y ranqueles invadió la Villa de la Concepción arreando toda la hacienda de la región. En el ínterin, y según Mayol Laferrere, Painé estableció relaciones pacíficas con San Luis con lo cual en los dos años siguientes los malones se dirigieron primordialmente sobre las estancias de Santa Fe y Buenos Aires. La calma que gozaba la frontera cordobesa 7 Mayol Laferrere (1996, p. 123) y Bechis (2008, p. 195) comparten que Yanquetruz no sería ranquel. 8 Manuel López había nacido en Pampayasta, donde su familia tenía una estancia. En su juventud fue Comandante del Departamento Tercero Arriba, con sede en Villa Nueva.

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se habría roto recién a fines de 1839 cuando indios chilenos ingresaron por Reducción, en territorio cordobés (Mayol Laferrere, 1996, pp. 89-91). El saldo de lo señalado anteriormente (expediciones militares, carencias económicas, alianzas con otros grupos indígenas) fue la reconfiguración de la territorialidad ranquelina. La muerte de Yanquetruz, ocurrida estimativamente entre 1835 y 1838, supuso a su vez un reacomodamiento político en las tolderías porque el cacicazgo general no pasó a manos de su hijo Pichún sino de su sobrino Painé, del linaje de los Zorros. Bechis sostiene que esto fue posible porque ambos linajes estaban relacionados por medio de matrimonios. Muerto Painé en 1844, el cacicazgo debió haber recaído nuevamente en un hijo de Pichún, en una especie de alternancia en el poder entre las dos líneas parentales (Bechis, 2008, p. 332). Sin embargo, la sucesión tomó el carácter de adélfica ya que Painé fue reemplazado por su hijo Calban y, en las décadas siguientes, por sus otros hijos Mariano y Epumer Rosas. Volviendo a la política de frontera del gobernador López, ella debió estar influida por los intereses económicos de los propietarios que poblaban la región del río Cuarto. Sonia Tell señala que la apertura de un mercado para la lana a partir de 1834 y la posibilidad de acceder a tierras en la frontera, favorecieron una relativa especialización en la cría de ovinos9 por parte de los sectores de propietarios intermedios del Departamento Río Cuarto, orientados también hacia la cría de equinos (2008, p. 281). Buena parte de esos productores tenían sus propiedades en el pie de las sierras de Comechingones (zona de antiguo poblamiento) o las áreas de llanura que rodeaban villas como la Concepción del Río Cuarto, lo cual justificaría la creación de los fuertes de Achiras (1834) en el piedemonte y Los Jagüeles (1838)10 en la llanura. En todos los casos se trataba de fortificaciones precarias, difíciles de sostener debido a la débil radicación espontánea y escasez de recursos de los gobiernos, que eran abandonadas 9 Según Tell (2008, p. 277), la importancia que había adquirido el ovino en el departamento Río Cuarto se ve reflejada en el hecho de que el número de cabezas que tenían los propietarios del departamento Río Cuarto era muy superior al que se necesitaba para la reproducción de la majada y el consumo de una familia promedio (desde 75 hasta 3200 cabezas). 10 Los otros fuertes y fortines que conformaban la línea cordobesa eran los de La Carlota (El Sauce), Reducción, Concepción, Santa Catalina y San Fernando. Algunos autores (Mayol Laferrere, 1980, p. 28; Barrionuevo Imposti, 1988, p. 208) mencionan también la existencia de un fuerte en Rodeo Viejo, en las nacientes del río Cuarto, erigido en 1837. Debió de tratarse de una fortificación muy pequeña porque no aparece mencionada como tal en la documentación oficial de la época.

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por los pobladores cuando se incrementaban los malones. Para poner freno al despoblamiento, las autoridades provinciales habían tomado a lo largo de la década de 1830 diversas medidas entre las que se pueden mencionar las del gobernador López, que le ofreció a los hacendados dispuestos a avecindarse en la Frontera Sur la eximición de la contribución militar y el pago del diezmo por seis años (Converso, 1983, p. 35). Hubo que esperar hasta después de 1840 para que se iniciara un proceso de lenta recuperación económica y demográfica. Las paces con los ranqueles que, a diferencia de los salineros o boroganos que habían sido sometidos a través del negocio pacífico, eran considerados hasta entonces enemigos declarados de Rosas, aparecían como una condición necesaria para mantener controlada la frontera sur provincial y lograr su recuperación. Las tratativas comenzaron a principios de 1840, cuando llegó a las tolderías el borrador de un acuerdo de paz redactado por el primer mandatario cordobés. El 12 de marzo arribó a Río Cuarto una comisión encabezada por el Indio Nagüelpan «que venia embiado pr los Casiques Painé, Pichum, Güete y Calbutrú, pa hacer la Paz con el Gobno de Cordova, lo mismo qe la habían hecho con el Gobno de San Luis»11 y se aprestaban a forjarla con Buenos Aires, hacia donde marchó en prenda de paz el cacique Guichal, hermano de Pichún. Un aspecto no menor de estas tratativas es que seguían una mecánica que respetaba la delegación de poderes que las provincias habían hecho en el gobernador porteño «a quien todos los demas Gobernadores lo hemos nombrado pa qe haga la Paz Jral pues pr eso mismo tambn el es quien le regala las Yeguas».12 De esta manera, aunque en el discurso político se enfatizaba la autonomía de las provincias, en los hechos Rosas ejercía su dominio territorial más allá de las fronteras provinciales apelando para ello a tácticas y estrategias que combinaban la búsqueda del consenso –a través de vínculos personales con gobernadores, caudillos o personajes menores–, la amenaza del uso de la fuerza si el destinatario no se sometía a sus directrices, las intrigas y la movilización de las tropas (Ternavasio, 2009, pp. 198 y 211). El acuerdo con los ranqueles fue finalmente aprobado por Rosas. Abelardo Levaggi dice que no quedó un tratado escrito de estas paces 11 Traducción fiel qe ha hecho Simón Cuevas nombrado Interprete de la Comision qe trae pa proponer la Paz al Gobno de Corda Indio Nagüelpan. Concepción, 12 de marzo de 1840. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 171, letra E, f. 281. 12 Rte: Manuel López a Painé. Villa de la Concepción de Río Cuarto, 14 de mayo de 1840. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 168, letra B, leg. 9, f. 192.

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de 1840 ya que fueron, básicamente, un «acuerdo verbal». El único registro que perduró fueron las instrucciones que el gobernador porteño le dio a su edecán el general Corvalán (Levaggi, 2000, p. 234). Al respecto, es importante señalar que la inexistencia de las actas de los tratados del período genera un problema heurístico que solo puede ser solucionado si se incluye en el análisis las negociaciones de paz, de las cuales sí quedan numerosas constancias escritas (Bechis, 2010, p. 96). La documentación de la Comandancia de la Frontera Sur del ahpc permite reconstruir los tratos previos y posteriores, permitiendo observar, entre otros aspectos,13 la entrega de 600 yeguas al cacique Painé. Por otra parte, este debía enviar «cada Luna nueba […] pr las quinientas Yeguas qe te dá el amo Rosas pa qe las repartas con los demas caciques».14 Las raciones pasaban así a tener un lugar central en el proceso de circulación y generación de riqueza, produciendo lo que Foerster y Vezub (2011, p. 261) han llamado «la politización del malón como ración». A esta altura, es importante insistir en la vinculación entre las reacciones internas que, entre 1838 y 1843, pusieron en jaque a la Confederación rosista (estimuladas por los emigrados y los enemigos externos) y la fragilidad de las paces con los ranqueles. Bastaba con que las raciones estipuladas no se entregaran o se produjera alguna invasión ranquelina para que el conflicto se reanudara. Sin embargo, algunos ataques indígenas no habrían tenido una intencionalidad económica (hacerse de bienes) sino política, sirviendo de advertencia o presentación de fuerzas para negociar en mejores condiciones la paz (Crivelli, 1991; Bechis, 2008, p.118; de Jong, 2011, p. 88). Acorde con esta perspectiva, también se podría pensar que los acuerdos generaban tanta tensión como la que resolvían, porque formaban parte de un proceso conflictuado en sus mismos orígenes por los diferentes intereses económicos puestos en juego, la vigencia de derechos distintos y por representaciones del mundo y de las cosas disímiles (Tamagnini, 1992, p. 191). 13 Las tratativas de 1840 dan también cuenta de la introducción de las prácticas agrícolas cristianas entre los ranqueles, ya que se encomendaba a Painé que eligiera un lugar para que el gobierno de Córdoba le mandara «Bueys, Arados, mais, sandias y sapallos qe te siembren á vos y los demas caciques, y tambien qe te trabajen algunas casas buenas ciquieres, pa qe vivan mejor» (Rte: Manuel López a Painé. Villa de la Concepción de Río Cuarto, 14 de mayo de 1840. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 168, letra B, leg. 9, f. 194). 14 Rte: Manuel López a Painé. Villa de la Concepción de Río Cuarto, 14 de mayo de 1840. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 168, letra B, leg. 9, f. 194.

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Lo cierto es que los ataques ranqueles que irrumpieron sobre las débiles fortificaciones de la región pusieron probablemente en cuestionamiento el ejercicio del poder territorial por parte del Estado provincial. Para frenar el despoblamiento de la frontera y/o reasentamientos en zonas más seguras dentro de la misma jurisdicción cordobesa fue necesario acordar con los indígenas. Pero la paz no era «solida firme y por consiguiente perpetua» como pretendía su gobernador que, insistentemente, le reclamaba a Painé un año después de haberse acordado el tratado que «solo en vos pende, pr qe todo esta en qe vos digas quiero ya del todo celebrar la paz».15 A continuación se explayaba: Ya hace cerca de dos años á que me conoses y qe estamos en celebrar esta paz y no la verificamos, y á causa de esto vamos quedando todos pobres y muy escasos de mantención aun nosotros pr qe yo como no hay una paz segura, mantengo hoy en esta Frontera Grande Exto qe consume un gran numero de haciendas, las mismas qe si ya estuviéramos con nuestro tratado de paz celebrado, seria la mayor parte de estas pa vosotros, pr qe desde qe ya no haya guerra las tropas qe yo tengo reunidas en distintos puntos de esta Frontera, y de toda la Provincia iran entonces á sus casas á trabajar pa mantenerse, y entonces yo no tengo la obligación de mantenerlos como ahora qe se hallan con las armas en la mano y con ancias de qe cualqr enemigo los pelee ó de grra pa morir antes qe no vencerlos, pues ya en mis tropas ya estan tambien cansadas de tener grra pr qe esto les priva de estar descanzados al lado de sus familias.

Para completar la interpretación anterior es necesario señalar que el gobierno provincial le prestó mucha atención a la Frontera Sur no solo por las permanentes hostilidades de los ranqueles sino también por los levantamientos unitarios ocurridos entre 1839 y 1841 que, al ser sofocados, provocaron la huida de muchos de los derrotados a las tolderías ranquelinas, donde fueron recibidos por los ranqueles.

La Frontera del río Cuarto, los ranqueles y los refugiados unitarios El sistema político impuesto por Rosas, que se extendió hasta 1852, fue sumamente turbulento, estando marcado por numerosos conflictos al 15 Rte: Manuel López al cacique Painé. Cuartel General en la Concepción, 30 de enero de 1842. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 182, letra C, leg. 5, f. 281.

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interior del propio federalismo. Tulio Halperín Donghi (1980, p. 404) ubica como uno de los grandes legados del rosismo la consolidación de la paz interna, lograda a costas de una politización facciosa que se valió de instrumentos como la propaganda y el terror para anular cualquier tipo de oposición. En ese marco, todos los que desafiaban su voluntad pasaron a ser perseguidos y catalogados como salvajes, bárbaros, traidores, apóstatas, vándalos, inmundos, asquerosos, etcétera. Entre 1838 y 1843 el sistema federal fue sacudido por una serie de conflictos armados que lo pusieron en crisis (Libres del Sur, conspiración de Maza, campaña de Lavalle, Coalición del Norte, bloqueo francés). Eso hizo que el control del espacio político alcanzara niveles superlativos de violencia y ejercicio de la coerción, con escaso lugar para el disenso. El máximo nivel de terror se vivió entre 1840 y 1842 y puso en fuga a muchos opositores que tuvieron que refugiarse en el Uruguay, principal centro de recepción de los exiliados antirrosistas. Muchos unitarios del interior se dirigieron a Chile y otros terminaron asilados en las tolderías indígenas de las pampas. La provincia de Córdoba también se vio sacudida por estos levantamientos e insurrecciones. Lo enmarañado de los acontecimientos hace que no sea una tarea sencilla ofrecer una síntesis de la oposición al gobierno de López durante el «bienio terrible» de 1839 y 1840 (Ferrero, 1999, p. 78), con repercusiones en el espacio fronterizo del sur provincial. En 1839 estallan en diferentes puntos de la provincia dos revoluciones que cuestionaban la orientación política del régimen y que contaban con apoyo armado en provincias limítrofes. Uno de estos levantamientos, que concluyó con el fusilamiento del ex gobernador Pedro Nolasco Rodríguez, hizo que se redoblara la vigilancia en la línea de frontera del río Cuarto. Al respecto, es importante tener en cuenta la función que tenían los fuertes en estos momentos tan sacudidos por las guerras civiles, dedicados no solo a proteger las propiedades existentes y defender el corredor que vinculaba el litoral bonaerense con el norte, Cuyo y Chile, sino también «controlar el ingreso a la provincia de elementos contrarios al gobierno» (Romano, 2002, p. 258). Los movimientos del año siguiente fueron más graves aún porque estaban conectados con la Coalición de Norte y la insurrección del general Juan Lavalle en el litoral. Todo ocurrió muy rápidamente: de manera preventiva, López se dirigió hacia La Carlota, dejando el gobierno en manos del presidente de la Legislatura, que fue destituido por fuerzas vinculadas a Lavalle y Lamadrid, quien finalmente ocupó Córdoba en 380 | Araucanía-Norpatagonia

octubre de 1840. Cuando esto ocurrió, el comandante de la Frontera del Río Cuarto, el coronel Juan Pablo Sosa, le pidió al cacique Painé ayuda para reforzar las tropas federales, prometiéndole a cambio una gratificación de 500 yeguas. Simultáneamente, el refugiado Manuel Baigorria se habría negado a marchar sobre Río Cuarto porque no quería enfrentarse con Lamadrid que había sido su «superior y compañero de armas» (Baigorria, 1975, p. 89). En cambio, se comprometía a desplazarse junto con Pichún sobre San Luis en apoyo de los unitarios de Videla,16 su jefe anterior, que le había pedido su ayuda para deponer al gobierno federal de esa provincia (Baigorria, 1975, p. 93). Después que Lamadrid entró en Córdoba, envió una división a perseguir al gobernador López en tanto que otra marchó hacia Río Cuarto para combatir al comandante Sosa. En la vanguardia de esta última fuerza se encontraba José Celman, que fue nombrado rápidamente Comandante de la Frontera Sur, responsable de remitir a los prisioneros más comprometidos a la capital provincial (Pablo Sosa y Pedro Bargas, entre otros). En el ínterin, Celman debió recibir a los enviados de los caciques Painé, Pichún y Calvan. Pero ya en noviembre, Lavalle fue derrotado por el jefe rosista Manuel Oribe en Quebracho Herrado, quien entró a la ciudad, seguido poco después por Manuel López. Con sus tropas deshechas, los generales unitarios abandonaron Córdoba en el mes de diciembre. A continuación, sobrevino una terrible represión de los alzados, quedando la ciudad teñida en sangre. Para no complicarse en la reprimenda, a principios de 1841, López volvió nuevamente a la frontera del Río Cuarto para concluir con los unitarios dispersos en el sur de Córdoba. Allí permaneció prácticamente todo ese año y buena parte del siguiente. Rosas también sumó sus fuerzas a la persecución y ejecución implacable de gran cantidad de vecinos, enviando a Río Cuarto una división de 600 hombres (Barrionuevo Imposti, 1988, p. 163; Ferrero, 1999, p. 80). La represión fue complementada por los destierros y confiscaciones de bienes a los revolucionarios comenzando por los de José Celman, que aún cuando habría encontrado refugio en los toldos ranqueles, habría 16 Un poco después, otra autoridad fronteriza de Río Cuarto (Pedro Bargas) define a Pablo Videla como «Uno de los caudillos qe encabeza aquella raza maldita». Agregaba que este tenía «mucha relacion con los Indios del Sud y de igual modo con el Apostata Baygorria pues ha estado algun tiempo entre ellos y con los Indios tiene mayor prestijio» (Rte: Pedro Bargas a Manuel López. Concepción, 11 de junio de 1842. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 184, letra E, leg. 1, f. 187).

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evitado que la totalidad de su hacienda fuera embargada por el juez territorial, merced a un ardid muy conocido en el mundo rural: contramarcar su ganado vacuno y yeguarizo con marcas pertenecientes a su esposa e hijos. Frente a la sospecha de que esto estaba ocurriendo, Pedro Bargas llamó a declarar a algunos vecinos que habían trabajado con Celman y su mujer. Uno de ellos, Celestino Fernández, que se había desempeñado como su capataz, dejó el siguiente testimonio: Preguntado: como besino del Distrito de las Peñas y Capataz qe ha sido de Da. Josefa Argüello en qe poderes se hallan haciendas de toda especie de las pertenecientes al marido de esta Salvaje unitario Jose Celman esto es al presente, y quienes hallan hechado mano en esta epoca anterior, ya sean del lugar, ya de otros Departamentos, ó ya de los de la misma casa, como ser dha Sra., su Yerno, Esclavos, Agregados ú otras personas, individualíselo todo con claridad nombrando las personas expresando el numero y calidad de cada especie de qe haya visto hechar mano, y los meses y dias en qe haya sucedido, desde el 10 de octube del año pasado á esta parte: Dijo: que con respecto a todo el contenido de lo qe se le interroga, solo puede instruir que el veinte y ocho veinte y nueve de Marzo ultimo entro á servir de capatas de dha Señora á cuyo nombre lo contrato pr un año su Yerno D. Marcos Juárez, quien inmediatamente procedio á hacerle marcar toda la hacienda de toda especie bacuna y yeguariza qe se pudo ir reuniendo de la perteneciente al anunciado salvaje unitario Jose Celman la cual conforme se iba contramarcando con las dos marcas de las qe este huzaba qe entrego el Juez Don Marcelino Berrotarán con dho fin, una parte se marcaba con una marca qe se distinguia pr de la expresada Sra. Da Josefa al lado del montar y con la misma al lado del lazo se marcaba pa su hija Da Borja: con otra marca se marcaba al lado del montar pa el salvaje hijo de aquellos Lucas Celman, y con otra qe es la qe huso Don Marcos Juárez se marcaba pa este: que como como Dn Marcos permanecio como dos meses con solo la interrupcion de algunos dias en la indicada operación, en la qe conforme se iba contramarcando y marcando de nuebo, se largaba pr no haber en qe cuidar y ser crioyos, el declarante nunca tubo conocimiento del total numero qe se marco de ninguna especie, pr qe solo Dn Marcos lleva entre si la cuenta, y que ignora la qe este daria al Juez del lugar, y no puede absolutamente formar calculo del numero ni calidad de dhas especies. Que de una majada que andaba perteneciente á dho salvaje Jose Celman de la qe conserva menos de cien obejas pr haber dispuesto de las demas el Jues Territorial, habiendo emigrado con ella el año pasado al Departamento de Calamuchita, dejo en el Rio de San Agustín á Felipe Duarte dose obejas paridas pr no poderlas volver en

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ese estado á la querencia, y qe son las unicas qe cree se hallavan en otro poder pertenecientes al Estado, pues no sabe absolutamte de otras.17

La síntesis anterior permite observar que el momento de máximo enfrentamiento entre unitarios y federales se superpone con el conflicto con los ranqueles que, ante un pedido de auxilio de López, pusieron en práctica el doble juego de acercarse a ambos bandos, tratando de recuperar a sus familiares rehenes de los federales, quienes a su vez debían ser canjeados por «todas las cautivas qe tubiesen de todas las Provincias, qe ci querían qe yo les diese alguna china, ellos me habían de dejar otra de las qe traían».18 Una pieza fundamental de este doble juego fue el coronel Manuel Baigorria, el más conocido de los refugiados unitarios en las tolderías ranquelinas. Este militar, de intensa vida política, había nacido en la provincia de San Luis, donde su familia tenía una estancia en el sur, ubicada en la frontera con los ranqueles. Hacia 1829 habría estado vinculado a las fuerzas del general José María Paz, líder del movimiento unitario del interior. Derrotado este y perseguido por el gobierno de Rosas, habría deambulado varios meses por el sur de San Luis hasta que finalmente en 1831 emigró a las Islas del Chadileuvú donde habría sido recibido por el cacique Yanquetruz, luego por su hijo Pichún y finalmente por Coliqueo. Baigorria permaneció en la tierra adentro veintiún años, retornando a la frontera después de la caída de Rosas. Un cuidadoso uso de los mecanismos de parentesco le habría permitido constituir una extensa red de relaciones políticas y acrecentar su poder y prestigio tanto frente a los indígenas como ante los cristianos.19 En su examen de las distintas formas en que los indígenas se involucraron en la política criolla, Bechis señala que debería haber sido mucho 17 Villa de la Concepción del Río Cuarto, 30 de noviembre de 1841. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 184, letra E, leg. 1, f. 1 y 2. 18 Traducción fiel qe ha hecho Simón Cuevas nombrado Interprete de la Comision qe trae pa proponer la Paz al Gobno de Corda Indio Nagüelpan. Concepción, 12 de marzo de 1840. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 171, letra E, leg. 2, f. 282. 19 Para ser aceptado por los ranqueles, ni bien llegó a las tolderías Baigorria consintió en ser adoptado como hermano por el capitanejo Raimán y luego como hijo por el cacique principal Yanquetruz. Posteriormente, usó sus prerrogativas de hermano y de tocayo con los hijos de este y, a la muerte de Pichún buscó perpetuar una alianza con Coliqueo mediante el casamiento con una de sus hijas, aunque ya no vivía permanentemente en tierra adentro (Roulet, 2004, p. 222 y 225).

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más fácil la vinculación con los caudillos federales, más experimentados que los unitarios en tratar con tropas irregulares o no veteranas, además de tener más acceso a la gente común (Bechis, 2008, p. 190). Frente a esta observación, es necesario preguntarse por los factores que habrían posibilitado la más difícil articulación con las fuerzas unitarias derrotadas en el sur de Córdoba, sus características y motivaciones. En esta dirección, se sostiene que un elemento que facilitó dicha vinculación fue la particular ubicación de las tolderías ranquelinas en el medanal de la pampa central. Su localización puso a su disposición un amplio campo de acción pero también de negociación que comprendía a cinco de las actuales provincias argentinas: Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires (Ratto, 1996, p. 27). Si se retoma la trayectoria de Baigorria en clave geográfica, se advierte que la ubicación de su estancia en el sur de San Luis le habría facilitado desde su temprana juventud los contactos con los ranqueles. Por otra parte, la proximidad geográfica también permitiría explicar por qué, en diferentes momentos de su exilio en la tierra adentro, acudió a la frontera a auxiliar a los Videla, sus antiguos jefes unitarios en conflicto con el gobierno federal de San Luis (Baigorria, 1975, p. 93). Otra variable a tener en cuenta es la temporal: los refugiados no ingresaron a las tolderías todos al mismo tiempo ni en la misma coyuntura. Si bien no se cuenta con información precisa sobre la cantidad de unitarios exiliados en las tolderías, es significativa la referencia que aporta Bechis (1984, p. 514) acerca de una comunidad de más de 600 refugiados en tierra adentro hacia 1834. El excautivo Santiago Avendaño20 señala que gran parte de los que se instalaron entre los ranqueles durante el gobierno rosista lo hicieron bajo la influencia del coronel Baigorria (Hux, 2004, p. 137) que gozaba de reconocimiento entre los indígenas de Yanquetruz y Pichún, con los cuales habría establecido un vínculo de parentesco. En cambio, la relación con Painé habría estado atravesada por numerosas tensiones. Los informes que Pedro Bargas, encargado de las relaciones con los indios, elevaba al gobernador provincial –basados a su vez en la información suministrada por las comitivas que Painé y Curiñan enviaban a la Villa de la Concepción– permiten no solo constatar esta situación sino también los esfuerzos que hacían los dos caciques 20 Avendaño también da cuenta de la disposición que tenían los ranqueles a dar hospitalidad a cualquiera que fuera a refugiarse entre ellos. Aunque también señala que en algunas oportunidades no eran «compasivos con los desgraciados que llegaban a pedirles refugio» (Hux, 2004, pp. 136-141).

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mencionados por desvincularse de las invasiones sobre Córdoba, responsabilizando de ellas a Baigorria y Pichún: En este instante acaba de llegar á esta el Capitanejo Curulen con dos indios mas qe biene desde Lebuco donde el Casique Payne, quien conduce pa B. E. la carta de dho Casique qe entrego al qe firma la misma qe adjunto á esta. Que á Payne y demas Indios los dejo buenos. Que quando estubo pa salir de donde Payne le dijo este avisase á V.E. qe tenia sospechas de qe Baygorria estaba dispuesto á salir á invadir con todos los cristianos, y qe en su marcha llegando pr la tolderia del cacique Curuñan qe hoy hace cuatro dias á qe salio de allí, y este le dijo qe le dijese á su nombre á V. E. qe Baygorria efectivamente se hallaba aprontándose con la mayor vrevedad pa marchar á invasión con los cristianos qe el tiene y algunos Indios de los gauchos qe pueden reunírseles. Que uno y otro Casique mandan asegurar á V.E. qe á esta Provincia no invadiran, lo uno qe sobre ellos conosen es la responsabilidad, y lo otro pr qe uno y otro cacique les tienen reconvenido con prebenciones qe á esta Prova no la invadan pr ningun pretesto. Que á juicio de ellos la invacion deben hacerla sobre San Luis ó Corocorto, qe asi lo mandan avizar á V.E. pa su inteliga.21

La misiva anterior da cuenta de la importancia que tenía para las autoridades fronterizas comprender las complejas relaciones entre los distintos linajes, al tiempo que habilita a considerar la existencia de disidencias entre los dos caciques principales. No obstante ello, los comandantes y encargados de las relaciones con los indios desconfiaban de la información suministrada por estos, interpretando que «no deba tenerse pr berdad en el todo lo qe nos dicen».22 Como bien advierte Bechis, aún cuando fueran aliados o copartícipes, los indígenas no solo peleaban su propia guerra sino que habían aprendido todas las ambigüedades y debilidades de sus camaradas de montonera (Bechis, 2008, p. 190). La insistencia con que las autoridades cordobesas instaban a Painé a hacerse obedecer por Baigorria da cuenta de esta situación: Amigo Payne: […] tomo la confianza de aconsejarte prives á los Indios de que invadan á ninguna parte, muy especialmente á Baygorria y los unitarios, estos ultimos son los que particularmente te compromenten con todas 21 Pedro Bargas al Gobernador de Córdoba Manuel López. Concepción, 5 de agosto de 1842. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 184, letra E, leg. 1, f. 189. [El destacado es del autor]. 22 Pedro Oyarzabal a Prudencio Rosas. Villa de la Concepción, 9 de agosto de 1843. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1843, tomo 190, leg. 3, f. 265.

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las Provincias donde invaden pr que todas dicen que bos les permites hagan esos daños pr que sino se los permitieras, cuando llegasen hacerlo los castigarias y evitarias lo hiciesen otra vez desde qe soys el casique Mayor qe govierna á todos los demas y esta en tu mano hacerte obedecer, y qe cumplan lo qe les mandes, y sino te hallan capas de contenerlos en los robos tampoco podran hacerles cumplir ningun tratado de paz que celebren con esos Pueblos donde imbaden. Esto te lo aviso pr qe todos los hombres á quienes le hacen daño lo hablan públicamente á fin qe vos lo sepas y hagas contener á los Indios y unitarios pr el mismo bien de ellos de de vos mismo. Amo Payne cree esta verdad pr qe de corazon te lo digo y no pienzes qe te la escribo pr ningun otro motivo. Sois mi amigo, lo soy de mi Gobernador y de toda la Provincia de Cordova, y eso basta pa qe no desconfíes de nosotros, aunque te cuenten mil cosas los picaros unitarios pr qe todas son mentiras de ellos lo qe se ben mal.23

Otra coyuntura política que provocó el ingreso de unitarios a los toldos fue la vinculada con la revolución de Lamadrid (1840) que termina con varias figuras de renombre refugiadas en las tolderías. En páginas anteriores se ha mencionado a José Celman,24 que habría tenido un rol muy destacado entre los ranqueles ya que se habría desempeñado como chasque de Painé.25 Aunque aún no se ha logrado reconstruir sus trayectorias, otros cabecillas rebeldes que escaparon en dirección sur son Jenaro Ricabarra, Lorenzo Cabral y Juan Agustín Freytes.26 Los toldos ranquelinos también ofrecieron refugio a los puntanos Juan, Felipe y Francisco Saá, que habían servido a las órdenes de Paz y Lavalle. En este caso, el ingreso se produjo luego de la derrota que le infligieron las fuerzas de Aldao27 en el combate de Las Quijadas, en enero 23 Pedro Bargas al cacique Paine. Villa de la Concepción del Río Cuarto, 19 de octubre de 1842. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 184, letra E, leg. 1, f. 280 y 281. 24 Halperín Donghi (1980, p. 340) da cuenta de un juez Celman que habría sido en realidad un hombre fiel a los Reinafé. No se ha logrado aún establecer si se trata del mismo individuo. 25 Cacique Painé a Manuel López. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 182, letra C, leg. 5, f. 78. 26 El destino de cada uno habría sido diferente. Mientras Lorenzo Cabral habría sido devuelto por Painé a Rosas (que lo terminó fusilando), Ricabarra habría regresado junto con el gobernador López. Agustín Freytes estaría vinculado en cambio con los sediciosos de Santa Fe y no con los de Córdoba. 27 José Félix Aldao había sido electo gobernador de la provincia de Mendoza en 1841, ejerciendo el cargo hasta poco antes de su muerte en 1845.

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de 1841. Los hermanos Saá habrían vivido durante siete años con los ranqueles aunque cerca de los toldos de Painé porque desconocían la autoridad de Baigorria (Hux, 2004, p. 138). Luego regresaron a la frontera, involucrándose en la vida política de San Luis y luchando contra quienes antes los habían hospedado (Chávez, 1968). Otra variable a tener en cuenta es el motivo por el que se exiliaban. En este punto vale la pena tener en cuenta la omnipresencia en los toldos de «renegados y refugiados cristianos» desde la lejana colonia (Villar y Jiménez, 2011, p. 120). Sin embargo, la práctica contempla algunos matices, como los que propone Salomón Tarquini cuando distingue entre los refugiados que en forma individual y por razones particulares se «iban a los indios» de aquellos cuya inserción era decidida por superiores y se incorporaban masivamente como parte de contingentes militares (Salomón Tarquini, 2004, p. 165). En relación con la particular coyuntura que se analiza en este trabajo, si bien se podría presuponer que el principal motivo es el conflicto político entre unitarios y federales, el espectro pareciera ser más amplio. La documentación de la comandancia militar permite constatar no solo la existencia de numerosos desertores de las milicias sino también las dificultades que tenía el gobierno de Córdoba para mantener la integridad de la tropa y el escaso efecto de las medidas que se implementaban para enfrentar el problema. Así, por ejemplo, en medio de las negociaciones diplomáticas con Painé, López le escribe al cacique avisándole que han «desertado dies y seis hombres de mi tropa, y pueden hir halla donde está U. con mentiras á engañarlo». A continuación, le pide: en caso llegue á hir esta mi gente, agarremelos y mandemelos bien atados, por que tambien vá entre estos el que lastimó a su hermano, que recien se há sabido, ahora después que se han hido quien habia sido. mandemelos con su gente que Yó los hede regalar alos que me los traigan. mucho le encargo amigo que no se deje engañar con esos hombres si van donde esta Usted, como se lo dira su prenda que le mando; por que precisamte hande hir con mentiras para que Usted los admita y defienda, pero no les crea nada […]28

Los refugiados en las tolderías ranquelinas establecieron nexos sociopolíticos con los ranqueles, visibles en la participación conjunta en 28 Manuel López al cacique Painé. Córdoba, 23 de junio de 1840. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 168, f. 198. [El remarcado es nuestro].

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las invasiones sobre las poblaciones fronterizas. El siguiente informe que Pedro Oyarzabal le dirigió a Manuel López en junio de 1843 constituye un buen testimonio de cómo era percibida la turbulenta guerra civil por un comandante de frontera apostado en un pequeño fuerte de la frontera interior y las múltiples fuerzas que se articulaban en contra del rosismo, dentro de las cuales los ranqueles eran una pieza estratégica: Por el paysano Manl Monje vecino del Pergamino Prova de Bs. Ays qe se le permitió entrar tierra adentro con Curuan hermano de Payne al objeto de rescatar un hijo qe los Indios le cautivaron en invacions anteriors y qe ayer se me presentó de regreso, tenemos los conocimtos siguientes: Que segn el cacique Payne le ha dho, los invasors en el mes pasado á Pabon y el Arroyo del Medio han sido en numo de mas de ochocientos entre Borogas, Ranqueles y Salvags unitarios: á saver 443 (o 93) a lanza, ciento y tantos de bola y 200 y pico de los renegados qe capitanea Baygorria. Que hán llebado como 80 familias y muchas haciends Yeguarizas y ganados bacunos. Que de estas ha visto traerle de regalo a Payne pr algs indios varios retasos ó tropillas, y qe tambn ha visto muchas pr los toldos donde, en vusca de su sitado hijo, ha tocado. Que no recuerda el nombre de los Casiques de la referida invasión aunqe Payne se los nombró a todos, pr no conocerlos ni haver visto mas Casique qe a Curritipay Borogano qe vino á visitar á Payne después del regreso de aquella. Que les ha visto muy muchas caballadas en todas las tolderias, qe tienen con mucho cuidado muy gordas: qe todos los dias varean las de pelea y hacen exercicios de lansas. Que Payne le contó haverle llegado cien hombres del Sud á Baygorria, qn con ellos y 25 satafesinos qe se le presentaron ahora poco tiempo diciendole haver andado perdidos en las pampas, ha armado una División de mas de 300 hombres. Que como esos 100 hombres llegaron á tiempo qe Baygorri marchaba á la invasión espresa del mes pasado, le acompañaron alguns. Que al concluirse la luna de Mayo estubo Payne aguardando le llegase una Indiada de arriba, y como tardase quedaba á la salida del qe hace este relato con mucho cuidado profiriendose qe habria sucedido, o pr qe no havrian arribado todavía. Que lo mas sustancial qe comunica el predicho Manl Monje, y lo mismo qe se trasmite al Supor conocimto de V.E: pa las medidas qe estime convenientes, pr cuanto la circunstancia del arribo reciente de los 100 hombres del Sud, agregada á la sublevacn de las Indiadas del Casique Ayllan aliado al Exo Gobno de Mendoza, qe positivamte há tenido lugr de poco tiempo á esta parte, arrojan la idea de que los Indios movidos pr algunos resortes secretos bien sea de la Republica, ó fuera de ella se ocupan en algn gran plan concebido por los maquiabélicos designios de los Salvages Unitars en sus ultimos restos de desesperación, permitiendosé el infrascripto revelar á V.E: que a su juicio, no

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pueden proceder los mensionados cien Salvages de otra parte por falta de cien Salvags de otra parte, por falta de antecedentes relativos qe de los emigrados en Chile, y quizás entre ellos aparesca improvisamte el celebre Salvage Chacho, cuyo descubrimto se ha ordenado recabe sigilosamente en el estado de embriaguez de los Indios Antemay y Cheaquenao qe arribaron anteayer el leguaraz Aguayo, pero no se les ha podido arrancar otra cosa que el haber arrivado una Indiada de arriba que le ha venido á Payne, sin confesar con que obgeto.29

El extenso informe de Oyarzabal permite observar que los nexos entre los «salvajes unitarios» y los «bárbaros indígenas» eran complejos. Entre sus componentes principales se encuentran los «renegados qe capitanea Baygorria», los santafesinos que andaban «perdidos en las pampas», «cien Salvages […] de los emigrados en Chile», caciques ranqueles, boroganos, del sur de Mendoza, etcétera. El comandante teme también que el plan sobre el que los indígenas que llegan a Río Cuarto le informan incluya al «celebre Salvage Chacho» Peñaloza que, después de la derrota de las fuerzas de Lavalle y Lamadrid (a las que había apoyado), había tenido que huir a Chile en 1841. Al año siguiente regresó como parte de una campaña organizada por los exiliados unitarios en el país trasandino. Aunque no se habría internado en territorio indígena, la documentación consultada permite afirmar que tuvo un rol destacado en la articulación entre los unitarios, el refugiado coronel Baigorria y las fuerzas indígenas: se introdujo donde Baygorria un tal Juan Billegas puntano con comunicacions qe esparcieron ser del salbaje chacho escritas recientemte desde San Juan donde decian hayarse: qe con el mismo Billegas llego una tropa de arrea con cargamento pa Baygorria, la qe ya regrezo con sal dejando á Billegas con Baygorria: qe ignoran el nombre del arriero po qe de San Luis saben procedia.30

Conclusiones El sur de Córdoba reconoce una dinámica histórica que lo vincula con los espacios fronterizos del siglo xix. Esta situación no impide, sin 29 Carlos Amizaya a Manuel López. Concepción, 9 de junio de 1843. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1843, tomo 190, leg. 3, f. 359 y 360. [El destacado es del autor]. 30 Pedro Bargas a Manuel López. Concepción, 12 de setiembre de 1842. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 184, letra E, leg. 1, f. 257.

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embargo, pensar en sus especificidades, derivadas en parte de su ubicación en el tramo central de la línea militar que, hasta la denominada Campaña al Desierto de Roca en 1879, atravesó el territorio pampeano. Otro de los elementos que dotaron a este espacio de un carácter distintivo fue la presencia en los toldos ranquelinos de numerosos refugiados políticos, como los unitarios que, desde comienzos de la década de 1830, escapaban del terror impuesto por el rosismo. El examen de la vinculación entre los «salvajes unitarios» y los «bárbaros del sur» permite constatar diversas cuestiones. La primera tiene que ver con la naturaleza de la Frontera Sur de Córdoba en tanto estructura social que conjuga la historia indígena que viene del «fondo de la tierra» con las fuerzas sociales «cristianas» que resistían a los distintos poderes estatales. La segunda repara en la particular trayectoria de los ranqueles en las pampas, articulando permanentemente con diversas fuerzas sociales que se oponían a los diferentes gobiernos. En un momento en el que las otras parcialidades habían sido controladas a través del negocio pacífico, la definición de los ranqueles como enemigos que hizo el rosismo estuvo en buena parte determinada por esta capacidad de los «bárbaros del Sud» para vincularse o combinar sus acciones con otras fuerzas sociales, en este caso los «salvajes unitarios». En el marco de las sociedades indígenas que ocupaban el territorio pampeano y norpatagónico en el siglo xix, esta estrategia militar, diplomática y política, ranquel, se reveló eficaz porque puso en jaque el ejercicio de la autoridad por parte del gobierno cordobés.

Comentario al texto Eugenia Néspolo Universidad Nacional de Luján, Argentina

Todo sucede en la Frontera Sur de Córdoba.

El trabajo de Marcela Tamagnini analiza la conflictividad interétnica en la Frontera Sur de Córdoba en los tiempos del rosismo, momento peculiar, adjetiva la autora, en tanto las luchas políticas entrelazadas, simultáneas y superpuestas, en la que se vio envuelto este incidió directa o indirectamente en las relaciones fronterizas. La vinculación entre los ranqueles y los unitarios que buscaron refugio en sus tolderías provocó prácticas políticas particulares por parte 390 | Araucanía-Norpatagonia

del Estado provincial, particularmente de Manuel Quebracho López, con acuerdos transitorios, entregas de yeguas, entrega de arados, maíz, etcétera. Al respecto es interesante recordar aquí una cita de la autora: Las tratativas de 1840 dan también cuenta de la introducción de las prácticas agrícolas cristianas entre los ranqueles, ya que se encomendaba a Painé que eligiera un lugar para que el gobierno de Córdoba le mandara «Bueys, Arados, mais, sandias y sapallos qe te siembren á vos y los demas caciques, y tambien qe te trabajen algunas casas buenas ciquieres, pa qe vivan mejor».

El análisis del documento, como otros, le permite poner en evidencia cómo en el discurso político de los poderes locales y de la autonomía provincial, Rosas gravita en la representación de estos y en las negociaciones con los caciques. Particularmente, la cita también permite retomar otra arista importante del proyecto de investigación de Tamagnini enunciado al inicio del escrito, que si bien no retoma implícitamente en los enunciados argumentativos consecuentes, desde una lectura reflexiva y atenta al corpus documental que analiza la autora, se evidencia que en la Frontera Sur de Córdoba: «la sociedad que allí se gestó quedó marcada por [esa] matriz cultural». Matriz que «compartió un conjunto de relaciones que permiten definirla como estructura social violenta y conflictiva», afirma. Propuesta que sostiene explicitando cómo, durante la colonia y en la etapa republicana, indios y cristianos se hostigaron permanentemente, peleando por un territorio que cada uno creía propio. Los ataques de los ranqueles irrumpieron sobre las débiles fortificaciones de la región y pusieron «probablemente en cuestionamiento el ejercicio del poder territorial por parte del Estado provincial», pero como indica Tamagnini los acuerdos, la paz, tuvieron sus momentos. La trayectoria de los ranqueles y sus relaciones con diversas fuerzas sociales que se oponían a los diferentes gobiernos, por consecuencia, son también el eje central del exegético análisis. Sobre esto, otro de los puntos interesantes que pone en reflexión el escrito es que a la historia argentina se articula o se integra la historia indígena y que ambas forman parte de un único proceso. Aspecto que incluye o aúna los trabajos que componen este libro, dando cuenta acabada de un aporte importante al conocimiento. El indígena, el refugiado, el unitario, el poblador, el vecino miliciano, el comerciante, el gaucho, el cristiano exiliado, el perseguido político de las tolderías, el comandante de la frontera, el gobernador, son los Entre los salvajes unitarios y los bárbaros... | 391

personajes que se analizan, desde un corpus documental inédito y édito que consiente ponderar esta frontera como un espacio social y político que se imbrica en el proceso de construcción de los poderes locales provinciales y la organización y consolidación de un Estado nacional. En esto, las representaciones y las prácticas políticas interétnicas que ofrece el trabajo me estimulan a repensar la matriz cultural que propone la autora como una matriz política también. Matriz que detenta un desafío analítico para definirla no solo como una estructura social violenta y conflictiva, sino atravesada también por acuerdos políticos que darían cuenta de una complementariedad política y económica (Néspolo, 2012, p. 744), que incidió en la sociedad que se gestó en la frontera sur de Córdoba y en otros poderes locales y provinciales. En suma, la lectura y relecturas del trabajo avizora que «todo sucede en la frontera Sur de Córdoba». Terreno complejo de argumentar en este comentario, pero la investigación evidencia el desafío en cada uno de los acontecimientos, personajes y situaciones que aborda. Al respecto muchos son los interlocutores que se analizan; menciono al coronel Manuel Baigorria, el más conocido de los refugiados unitarios en las tolderías ranquelinas, militar, vecino miliciano en sus orígenes, hacendado vinculado con las fuerzas de José María Paz. Porque su trayectoria política terminó brindando historias, relatos de su permanencia con los ranqueles, que el trabajo me convocó a releer. Sobre este particular me dispenso compartir un párrafo del libro recopilado por P. Meirado Hux, sobre Santiago Avendaño: Usos y costumbres de los Indios de la Pampa. Hay otro ejemplo (ocurrido en la casa del cacique Pichuiñ) que presencié y justica lo dicho. Y seguramente habría también algunos cristianos que lo sabrían explicar tal como yo; porque el Coronel don Manuel Baigorria tenía algunos hombres en su compañía. El caso es que cayó enfermo el hijo mayor del Gran Pichuiñ, que era un joven de unos 24 o 25 años de edad. Antes de enfermarse se preocupaba en promover un tratado de paz que […] Pichuin, hombre de alma grande y moderada, siempre se valía de este cristiano desgraciado. Y si este había ido a aislarse allí no era porque lo persiguieran por crímenes, sino por su opinión (política). Años hacía que el refugiado Baigorria estaba bajo la protección de este cacique. En cuanto a compadecerse del infortunio de otros, Baigorria le había dado un ejemplo de esa virtud, al compadecerse de su padre Llanquethruz. Siempre que Pichuiñ proyectaba algo, no lo hacía sino después de que su querido Lafthara-main (sobrenombre de Baigorria) le decía si convenía hacerlo o no. […] Así es que este último

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aprovechaba lo que ignoraba, diciéndole que las mujeres eran ya infelices por su naturaleza; que ellas no tenían la más mínima culpa de la muerte de ninguno; que solo el Omnipresente era quien disponía. (pp. 64-68)

Extracto que recupera parte del relato del capítulo «Muerte y entierro entre los ranqueles», que si bien reclama nuevas lecturas desde la historia antropológica o desde la antropología histórica y/o etnohistoria, es atendible para coincidir con la autora que la matriz cultural que se generó en la Frontera Sur de Córdoba estructuró la sociedad que se gestó en tiempos del rosismo. Sin desatender el desarrollo historiográfico de las últimas décadas, el texto de Marcela Tamagnini evidencia la jerarquía de los estudios de frontera y la prioridad de estos para superar «relatos históricos capitalinos bonaerenses», y dotar de un saber histórico sin maniqueísmos interpretativos propios de la historias de los Estados nación contemporáneos. Porque, ya sabemos que los Estados determinan fronteras, límites de territorialidad acotada y disputada entre grupos étnicos; pero los espacios de fronteras interétnicos del siglo xviii y xix en la región pampeano-araucana, ¿generaron prácticas políticas y autoridades y/o poderes locales que incidieron en la matriz política cultural del Estado nación argentino?: un interrogante. La síntesis, resumen y/o reflexión final exige indicar que todo sucede en la Frontera Sur de Córdoba en el siglo xix, antesala del proceso de construcción y consolidación del Estado nacional. Réplica de la autora Agradezco a Eugenia Néspolo sus comentarios, que me invitan a argumentar sobre por qué la violencia es una de las principales claves para entender la frontera interétnica y su estructura de relaciones sociales en toda su larga duración. Este marco interpretativo ha guiado mis estudios sobre la Frontera del Río Cuarto durante el período de la Organización Nacional (1850-1880). A través de él, he advertido que las fronteras con poblaciones indígenas del siglo xix encierran un potencial de tensión estructural que estaría inscripto en sus mismos orígenes, en tanto ellas fueron el resultado de los actos de conquista de los españoles que pretendían imponer su dominio sobre los indígenas del extremo sur del continente. Desde la colonia, los acontecimientos de violencia que tuvieron sede en ella fueron numerosos: malones Entre los salvajes unitarios y los bárbaros... | 393

indígenas que arrasaban con el ganado y los cautivos, operaciones militares convertidas en malocas de saqueo a las tolderías; indígenas entregados en calidad de rehenes o capturados y deportados a la lejana Banda Oriental (cuando no eran entregados a familias pudientes de la región), acciones punitivas sobre los toldos emprendidas por los mismos estancieros, cremación pública de cadáveres y heridos indígenas en los fortines, etcétera. Pero las múltiples manifestaciones de la violencia física se extendían hasta incluir otras modalidades mucho más sutiles, entre las que podemos mencionar el no cumplimiento de la palabra pactada por parte de los militares, el regateo de que eran objeto los indígenas cada vez que se acercaban a los fuertes de la línea a buscar las raciones prometidas, la entrega de productos de mala calidad, la tergiversación de lo pactado en los tratados de paz, la obligación que tenían los «indios amigos» de prestar el servicio militar, el traslado forzoso a las misiones religiosas, la manipulación de los cuerpos de los cautivos y prisioneros, entre otras (cf. Tamagnini y Pérez Zavala, 2011). Lisón Tolosana dice que lo que genera y fortalece la violencia interétnica es la matriz cultural, ya que por una parte provoca enfrentamientos y, por otra, ofrece mecanismos para resistirla o sufrirla. Si bien la lucha entre tradiciones, lenguas, naciones o etnias no sería ni necesaria ni inherente, son las raíces culturales las que hacen que el antagonismo latente sea básico y permanente (Lisón Tolosana, 1997, p. 190). En ese sentido, considero que buena parte de los acontecimientos y experiencias que tuvieron lugar en la frontera registran un carácter doloroso, sangrante y muchas veces mortal dando cuenta de por qué en definitiva, y parafraseando a Foucault (1995, p. 180) no pueden ser nunca reducidos a la forma apacible del lenguaje y del diálogo. Lo anterior no significa desconocer la superposición de escenografías que presenta la Frontera Sur, en la cual podemos observar no solo la desgarradora experiencia de la guerra sino otra mucho más compleja y sutil, en la que se cruzan negociaciones, pedidos y envíos de regalos, etcétera. Pero como señala Grimson (2003, p. 16), las zonas fronterizas no son solo lugares de cruce y diálogo, sino básicamente espacios de conflicto, estigmatización y desigualdades crecientes. La existencia de vínculos no equivaldría a ausencia de conflicto. Por ello, asumo la perspectiva de que la matriz cultural que atravesó la Frontera Sur fue violenta y conflictiva.

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Capítulo 14

Formas de administración de la alteridad: construcción de miradas desde Tierra del Fuego Gabriela Nacach Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina

Carolina Odone Correa Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile

Resumen La Isla Grande de Tierra del Fuego y sus espacios adyacentes se configuraron, hacia fines del siglo xix, como un campo de tensiones donde se desplegaron sentidos y praxis políticas que afectaron a las poblaciones originarias fueguinas. En este trabajo se propone, desde distintas perspectivas, acercamientos a esta problemática a fin de construir miradas sobre los modos que adquirió la administración y/o gobernabilidad de la alteridad fueguina en el área fuego-patagónica. Se intenta reconocer cómo las diferentes agencias, estatales y no estatales, se disputaron la administración del problema del indio, tal como se señalaba en la época. Aunque los objetivos y metodología reduccional no se diferenciaban de otras praxis estatales, esto es, la evangelización en la fe católica y la búsqueda de uniformidad de las diferencias étnicas, la ausencia relativa de las instituciones del Estado se tradujo en eficacia. La connivencia entre sujetos políticos locales, los estancieros e incluso los salesianos, permitió objetivar el conflicto indígena y resolverlo a favor del Estado en un contexto marcado, entre otros fenómenos, por la producción de saberes sobre territorios, recursos y poblaciones indígenas, la puesta en marcha de políticas de poblamiento colonizador de enormes extensiones de tierra entregadas a sociedades o compañías explotadoras y la modelación de paradigmas discursivos en torno a la extinción de los fueguinos.

La nacionalización del territorio fuego-patagónico El territorio de Tierra del Fuego se incorporará tardíamente a las naciones argentina y chilena, en un proceso que aconteció de forma paralela Formas de administración de la alteridad... | 399

a otro proceso histórico de gran importancia y que refiere a la delimitación, entre los Estados de la Argentina y de Chile, de los territorios situados en la Patagonia y Tierra del Fuego. El Tratado de Límites de 1881 fue el hito histórico que fijó el límite entre ambas naciones. Por este acuerdo se reconocía que la Patagonia oriental y el sector este de la Isla Grande de Tierra del Fuego pertenecían a la Argentina. Y la Patagonia occidental, un sector oriental del estrecho de Magallanes, y el sector oeste de Isla Grande de Tierra del Fuego, a Chile. El límite entre ambos estados, de norte a sur, hasta el paralelo 52° de latitud sur, era la cordillera. Esta línea fronteriza correría por las cumbres más elevadas que dividían las aguas. La demarcación entre ambos países, en el sur de la Patagonia y al norte del estrecho de Magallanes, sería una línea que partiendo de punta Dungenes, se prolongaba hasta Punta Dineros y continuaba en dirección al oeste, siguiendo la línea de cumbres hasta Monte Aymond. De allí se extendía hasta la intersección situada a los 70° y 52° S, y siguiendo siempre hacia el oeste, hasta el divortium aquarum de la cordillera de los Andes. Los territorios situados al norte de ese itinerario pertenecerían a la Argentina, y los situados al sur, a Chile. Respecto de Isla Grande y espacios adyacentes, el límite estaría dado por un deslindamiento que partiría desde cabo del Espíritu Santo, a la altura de los 52° 40’ S, y que, extendiéndose hacia el sur, llegaría hasta el canal Beagle. El sector occidental correspondería a Chile, y el sector oriental a la Argentina. A su vez, los espacios insulares situados en el Atlántico, y al oriente de Tierra del Fuego, pertenecerían a la Argentina. Y corresponderían a Chile, las islas situadas al sur del canal Beagle, hasta el cabo de Hornos, incluyéndose los espacios insulares ubicados al occidente de Tierra del Fuego. Los territorios del sur argentino fueron conquistados militarmente por el Estado entre 1876 y 1885. A partir de la ley 1532 de Territorios Nacionales, en 1884 el sector argentino de Tierra del Fuego y la isla de los Estados fue elevado a la categoría de territorio nacional, nombrándose a Félix Paz (1884-1890) como primer gobernador, situándose la sede de la capital en la localidad de Ushuaia. La colonización penal en el Departamento de Ushuaia será la más clara política colonizadora en la isla del Estado argentino. En materia simbólica además, la colonia penal «no era solo una manifestación del estado, sino su única manifestación. El estado nacional –y la cultura argentina moderna– llegaron a Ushuaia bajo la forma de una prisión» (Caimari, 2000). 400 | Araucanía-Norpatagonia

Los primeros funcionarios argentinos del territorio austral se encontraron con un territorio desconocido e inexplorado. La gobernación argentina exponía sus dificultades centradas en la escasa atención prestada desde la metrópoli que, si por un lado definía las políticas en términos amplios, por el otro y al mismo tiempo, dejaba a la gobernación de Tierra del Fuego en el libre albedrío para la resolución de sus conflictos. A la falta de transportes, presupuesto y abastecimiento, se sumaba la ausencia de instituciones claves, como la Comisaría de San Sebastián tantas veces solicitada por Félix Paz, y creada recién en 1888 con la designación de Máximo Popper –hermano de Julio Popper– como primer comisario.1 En 1893, el gobernador Godoy –militar orgánico del roquismo–, explicitaba en un informe al Ministerio del Interior, que el abandono del territorio «no es solamente hijo de las autoridades regionales; sino también de los poderes que no se han preocupado de hacer sentir en él la acción civilizadora de la República» (Ministerio del Interior, 1893, citado por Belza, 1975, p. 103). En un contexto de puesta en marcha de la soberanía argentina en Tierra del Fuego, las actividades desarrolladas por el empresario minero Julio Popper2 significarán un modo de extensión del Estado en el territorio. Pero también lo será la acción del reverendo Thomas Bridges, quien desde 1869 había fundado la misión anglicana de Ushuaia con presencia de yámanas y algunos selk’nam, trasladados luego a su estancia en Harberton3 (Reyes, 2003). Para los primeros gobernadores del territorio austral él será un hombre de confianza «a fin de obtener los datos necesarios para orientarme en un territorio desconocido» (Paz, 1 Paz tuvo con Popper, quien entabla relaciones con los círculos más cercanos al poder, una relación altamente conflictiva, cuya radicalización llevó a que el gobernador presentara su renuncia indeclinable en 1890. Paz debió lidiar con la gran influencia que ejerció Popper en Tierra del Fuego, ya que si por un lado este «exterminador de indios» mantuvo en Tierra del Fuego «un dominio dictatorial» (Braun Menéndez, 1969), por el otro luchaba «constantemente en la propaganda por el mejor conocimiento de la gobernación, escribiendo libros, dando conferencias, publicando mapas, combatiendo con decisión los juicios erróneos y destruyendo los informes de más de un viajero» (Holmberg, [1902] 1906, p. 15). 2 Julio Popper entabla relaciones con los círculos más cercanos al poder, adopta la doctrina positivista, y pone en duda la autoridad de la religión, en consonancia con el anticlericalismo dominante. Las actividades de Popper fueron múltiples. Se establece entonces en El Páramo, participa activamente en la caza de indios y es denunciado desde diversos frentes (Archivo Central Salesiano [acs] 1940; Belza, 1974). 3 Thomas Bridges se convirtió en estanciero a partir de la ley 1 837 del año 1885 que le otorgó tierras en Bahía Harberton, con obligación de introducir ganado lanar.

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1884, citado por Belza, 1974, p. 111). Godoy afirmaba, en su memoria correspondiente a los años 1898-1899: El corazón del territorio es aún desconocido y la Gobernación ha carecido hasta hoy de los elementos necesarios para enviar comisiones exploradoras […] Este trabajo penoso, Sr. Ministro, podrían efectuarlo los indios onas, convenientemente dirigidos [por el señor Bridges]. Se obtendría con ellos un doble fin: se propendería á fijar un núcleo de población tan importante, hoy nómades y más bien perjudicial, y se abrirían caminos a escaso costo. (agn, Series Históricas de Censos Nacionales, 1895)4

Respecto del área fuego-patagónica chilena, y desde 1844, Fuerte Bulnes era el eje de la gobernación de la Colonia de Magallanes. El fuerte cumplía funciones de penal de acusados-relegados por delitos comunes, militares y políticos y contaba con un pequeño aparato institucional dirigido por el gobernador, personal colaborador, además de un médico y un capellán (Braun Menéndez, 1969). Años después, Fuerte Bulnes fue trasladado más hacia el norte, a un paraje ya habitado por colonos, y situado a 62 kilómetros, entre el río del Carbón y el de la Mano. Dicho paraje era Punta Arenas y se convirtió, a fines de 1848, en el nodo del amplio territorio de frontera de la Gobernación y Comandancia en Armas de la Colonia de Magallanes. Era un espacio conformado por el trazado de algunas calles y construcciones residenciales de madera, intercaladas por la capilla, almacén para víveres, hospital y galpón del aserradero. Contaba también con una plaza central, galpón para los confinados, además de ranchos de madera y paja, ocupados por colonos; y salpicada por terrenos para siembras y corrales del ganado (Martinić, 1988). Fueron centrales las actividades ganaderas, lecheras, madereras y carboníferas, junto al trueque y/o comercio en torno a las embarcaciones que allí recalaban (Martinić, 1988). Un hecho que marcó profundamente a la localidad fue el motín de una parte de las tropas de la brigada de artillería allí acantonada y encargada de la seguridad del lugar. Dicho motín, ocurrido en 1851, fue conocido como el de Cambiazo y significó que durante dos meses Punta Arenas fue escenario de fusilamientos, asesinatos, además de saqueos, destrucciones e incendios. Los sucesos ocurridos dejaban al descubierto la necesidad de resignificar la constitución de Punta Arenas como lugar 4 El trabajo penoso al que se refiere el gobernador territoriano es, justamente, el de abrir esos caminos.

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de presidio. El presidente Manuel Montt (1851-1861) decidió hacer el giro, cambiando su condición de penal a colonia de colonización (1853), propendiéndose al fortalecimiento de la inmigración europea, a la explotación de yacimientos de carbón, a la navegación por el estrecho y al comercio marítimo (Braun Menéndez, 1971; Martinić, 2006, tomo ii). Sin embargo, un nuevo motín se sucederá. Durante la gestión del gobernador Diego Dublé Almeida (1874-1878), se desarrolló una política tendiente a controlar, entre otras cosas, el comercio clandestino de bebidas alcohólicas, redactándose un reglamento de policía, aplicado desde 1875. En un contexto más amplio se buscaba controlar la moralidad y costumbres públicas, y estaba especialmente dirigido a establecimientos que vendían alcohol hasta muy tarde, además de billares y cafés donde se realizaban juegos de azar. Especial atención tuvo la vigilancia sobre el comercio de armas y municiones (Martinić, 2006, tomo ii). Este estricto control tuvo consecuencias negativas, sobre todo dentro de los soldados de la compañía de artillería, encargada de la defensa de la ciudad. Su disciplina estaba sujeta a una severa observación, pero en un contexto de descontento puesto que consideraban que sus salarios, para un territorio geográficamente extremo, eran muy bajos. Y que sus tareas eran excesivas: no solo debían mantener la seguridad y vigilancia de los relegados sino también ejecutar tareas ajenas a su condición de soldados. Todo ello fue creando un clima de hostilidad hacia el gobernador, que estalló a fines de 1877, al producirse un levantamiento o motín, conocido como de los Astilleros, que nuevamente tuvo dramáticas consecuencias (Martinić, 2006, tomo ii). A partir de la década de 1880, Punta Arenas será una suerte de espejo de un proceso mayor que estaba aconteciendo en el Territorio de Colonización de Magallanes. Luego de 1881 y como consecuencia de la firma del Tratado de Límites entre la Argentina y Chile, se observará un proceso de explotación sistemática de espacios del sector norte y sur-occidental de Isla Grande, que implicará su progresiva colonización, a partir de la explotación comercial e industrial de fuentes de riqueza nacionales como yacimientos auríferos, carboníferos, recursos de pastizales, madereros y marinos. Sus protagonistas fueron chilenos, muchos de ellos procedentes de Chiloé, pero también originarios de países europeos. Sus orígenes sociales eran también diversos, observándose una coexistencia de grupos sociales más bien deprimidos, junto a banqueros, industriales y comerciantes, relacionados con capitales extranjeros, actores centrales en la organización de grandes Formas de administración de la alteridad... | 403

sociedades anónimas de explotación, incluso con sede en capitales europeas y conectadas con firmas comerciales de Valparaíso y Santiago (Martinić, 2006, tomo ii y iii). Uno de los aspectos importantes del proceso de colonización fue que el ejercicio de poder y soberanía del aparato estatal se desarrolló en una gran extensión territorial: la Patagonia occidental o pacífica, la Isla Grande y los archipiélagos adyacentes. La eficiencia del control del orden y seguridad pública en los espacios donde se llevaba a cabo la colonización se afianzó en la década de 1890. En el territorio magallánico, de la misma forma que ocurría en el extremo austral argentino, las actividades económicas centradas en la crianza ganadera extensiva, especialmente ovina; la caza de mamíferos marinos, especialmente lobos, focas y cetáceos; la minería del oro y carbón; la explotación forestal; la navegación y el comercio, fueron ejes articuladores del progreso de la economía, junto al crecimiento de la población, debido a la fuerte inmigración europea. A partir de esas condiciones económicas primarias y en vinculación con mercados externos fue afirmándose la colonización. La iniciativa empresarial de los pioneros, caracterizada por el emprendimiento, conocimientos técnicos y capital, para hacer de Magallanes un espacio moderno (Martinić, 2001b), fue la gran protagonista del acelerado desarrollo económico que se vivía en la región.

La administración del problema indígena: organización y gestión de la violencia Desde los Estados El Estado argentino, en profunda consonancia con las necesidades científicas y los científicos del momento, desplegó una serie de mecanismos, discursos y prácticas que tendieron a asimilar, extinguir y/o eliminar a los otros internos, dando lugar a la construcción –de cara a la necesidad de poblamiento efectivo de la isla por inmigración elegida– de una imagen de Tierra del Fuego «libre de indios» (Nacach, 2012). En auxilio de la política, confluyeron la antropometría y el control de los cuerpos. Distintas disciplinas y métodos permitieron justificar la inferioridad biológica de los indígenas fueguinos y su exclusión de la sociedad nacional (Lahille, [1896]1926; Lehmann-Nitsche, 1915; Holmberg, [1902]1906). Paralelamente, el uso político de las ideas de Darwin, el papel de la selección natural en la eliminación de los desviantes, y la alusión a una economía de la naturaleza donde la extinción aseguraba la policía de 404 | Araucanía-Norpatagonia

las poblaciones legitimaban los niveles de violencia desplegados por los agentes del Estado (Girón Sierra, 2005). Indudablemente, la Argentina o el Chile civilizado no se situaban en Tierra del Fuego. Ese era un espacio en que exploradores, naturalistas y científicos en general recolectaban informaciones que contribuían a constituir cartografías y taxonomías raciales, de las que se nutrían las políticas de las expansiones nacionales (Navarro Floria, 2007). Ideas positivistas, eugenésicas, evolucionistas, de degeneración racial y biológica eran los marcos de referencia desde donde se representaba lo indio, cuya inferioridad natural se constituía científica, social, cultural e históricamente. En este contexto se inscribe la política del secuestro y reparto de indios fueguinos.5 Tempranamente en la Argentina, monseñor José Fagnano, quien acompañara a Ramón Lista en su expedición científica a la Tierra del Fuego en 1886, relataba una escaramuza con los onas donde los soldados argentinos, espada en mano, mataron a catorce indios, hirieron a muchos y capturaron a dos mujeres con sus respectivos hijos (Boletín Salesiano, 1887). Esta misma escena es retratada por Segers, médico de la expedición, en su correspondencia: Para desalojarlos de ahí [a los onas] les hicimos una descarga cerrada, que fue seguida de gritos y quejas, destacandose las voces de mujeres y niños. Pero no obteniendo con la fusilería resultado alguno, fue preciso meterse entre los abrojales y atacar con armas blancas […]. Los Onas habian perdido con la refriega 14 muertos y 11 heridos, entre los cuales mujeres y niños. (1887. Archivo Salesiano Central [asc] A8420201)6

En diciembre del mismo año, estos y otros indígenas tomados prisioneros por la llamada Expedición Lista, fueron trasladados a Patagones y Buenos Aires (Boletín Salesiano, 1887). La presencia de «una mujer que cantaba continuamente una canción gutural y miraba alrededor como una loca», descrita por Fagnano, manifiesta los niveles de violencia alcanzados por el Estado en la naturalización de una práctica tendiente a la destribalización y sumisión de los indígenas. El mismo Fagnano en sus crónicas de la expedición evidencia cómo se entregaban indígenas de forma discrecional y como si se tratara de 5 Para ampliar esta temática, remitimos al excelente trabajo de Joaquín Bascopé (2011b). 6 A lo largo de una página, Segers caracteriza la índole de estos Onas, posible de apreciar ya que contaba con algunos prisioneros.

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una rareza. No solo Polidoro Segers tuvo sus indios, sino también el alférez Lucio Basualdo, comandante del cutter Bahía Blanca afectado a la expedición,7 quien prometía «que más adelante, procuraría que su señora esposa enseñaría a sus ahijados la doctrina cristiana» (citado por Belza, 1974, p. 191). Años después, Carlos de Lahitte evidenciaba los mecanismos por medio de los cuales los blancos tomaban «cautivos» a cambio de tener «seguro el alimento y el abrigo»: 24 de marzo. Con el permiso de la autoridad se roba una niña Ona de 10 años de edad para enviarla más tarde a Buenos Aires como una curiosidad y un recuerdo de Tierra del Fuego. Los padres desesperados lloran, la pequeña se queja, grita día y noche en el cuarto donde la habían encerrado […]. Abril 15 […] Se espera esta vez que los niños salgan de su galpón donde pasan las noches y que los niños jueguen para robar una niña que es puesta a bordo de un buque que la desembarcará en Buenos Aires, donde la espera la tuberculosis, la soledad moral y la corrupción. La aduana de Buenos Aires que pone tantas dificultades para hacer pasar las colecciones de piedras, plantas, moluscos, etc., destinados al Museo de La Plata, no haría mejor vigilar el desembarque de ciertas encomiendas de otra naturaleza? (Lahitte, El Diario, Buenos Aires, 09-05-1896, 2, c. 4. Citado por García Basalo, 1988, p. 108)

De manera casi idéntica, el diario El Chileno publica una nota titulada «Remate de indios» que sostiene que en medio de las escenas más desgarradoras que he visto o espero ver en mi vida, los amigos del gobernador recibieron para su servicio uno o más pequeños esclavos y hasta hubo niños que fueron entregados a las casas de tolerancia, para servir de instrumento de las más repugnantes perversiones […]. Al comprender que les arrebataban sus hijos, los indios salieron de su habitual serenidad y dócil placidez y, dando gritos horribles, con ademanes desesperados, trataron de defender a sus criaturas. Cada niño arrebatado originaba una escena. La madre se echaba sobre su hijo defendiéndolo con su cuerpo, mientras el padre, con la expresión de todas las furias en los ojos, dando aullidos que daban pavor, se lanzaba sobre los que le robaban su

7 El Bahía Blanca servía de correo y aviso a los buques de la expedición, recorriendo la costa de Tierra del Fuego y Santa Cruz.

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niño, atacándoles con las manos, los dientes y las uñas […]. (Santiago 8-xi1895; 9-xi-1895; 10-xi-1895. Citado por Aliaga Rojas, 2000, 65)8

En Chile, la política indígena de deportación y repartos selló el plan civilizatorio del gobernador Manuel Señoret (1892-1896) (Bascopé, 2011b). Este escribía, haciendo alusión a los onas: Son intelijentes i aun dóciles cuando son bien tratados. El grupo traido a Punta Arenas en agosto de 1895 ha dado a lo ménos quince a veinte adultos que en pocos meses a demostrado la facilidad con que se adaptan hábitos de civilizacion. Los niños se prestan admirablemente para cambiar su sistema de vida i sobre todo cuando se hallan en poder de familias donde ellos ven prácticamente los usos i costumbres de la jente civilizada. Tanto se habitúan a la nueva vida, que tienen verdadero horror de volver al campamento indíjena, aún al lado de sus padres [sic]. (Señoret, M. I., [1895]1896, p. 23)

El secuestro y adopción forzada de indios se caracterizó, además, por la deportación a Isla Dawson. Ante las denuncias de los pobladores y de las sociedades ganaderas chilenas por los niños robados, el gobernador de Magallanes dispuso la evacuación de la isla a toda tribu sorprendida in fraganti. Así fueron transportados en las escampas vías de la armada, el Toro y el Huemul, varios centenares a la isla Dawson, y en 1892, un buen número a Punta Arenas, donde se trató de incorporarlos a la civilización; pero como este ensayo laico fracasa, el mismo buque, a pedido de la Congregación Salesiana, los llevó a la misión de San Rafael. (Braun, 1969, p. 68)

Lejos de ser una práctica aislada, los repartos en todas sus formas –secuestros, adopciones, deportaciones– fueron una constante que, al parecer, contó con altos grados de discrecionalidad y connivencia con las autoridades políticas. No obstante los fueguinos no dejaron de ser un objeto decorativo y, en última instancia, innecesario: muchas familias que tenían indios a sus cuidados, los mandaban a las estancias apenas advertían el grado de avance de enfermedades como la tuberculosis (Archivo Central Salesiano [acs], 24.4). 8 Se trataba de un diario opositor al gobierno, cuyo portavoz era El Magallanes fundado, entre otros, por el mismísimo Manuel Señoret, el 7 de enero de 1894.

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Las políticas de Estado se caracterizarán así por una doble dimensión: la material, con acciones represivas que dieron por resultado despojo y muerte y de la cual los ejemplos señalados anteriormente fueron sello; y la simbólica, a partir de mecanismos discursivos que contribuían a la negación de la existencia de las etnias fueguinas y su incorporación subordinada y desindianizada a la sociedad mayoritaria (Nacach, 2013). La tesis de la inevitable extinción de los selk’nam desplegará una violencia simbólica sin precedentes hacia las poblaciones indígenas de Tierra del Fuego y serán una constante en los documentos históricos. El informe del gobierno argentino de la Isla al Ministerio del Interior en 1912 plantea que la causa por excelencia de la desaparición de esta raza es su propensión á todas las enfermedades específicas y principalmente á la tuberculosis […] Es así como los misioneros salesianos, no obstante los esfuerzos para conservar esta raza y reducirla á la vida civilizada, han visto morir á casi todos los indios de las misiones que tuvieron en Río Grande ó Isla Dawson, en muchísimo menos tiempo que el empleado en formarlas […] En la actualidad los indios del territorio no exceden los 155. (acs. Caja 201, 1912, s/n)

El indígena fueguino desaparecía: o bien por extinción –tesis que se inscribe en tanto una decisión de Estado (Nacach, 2012)–; o bien por asimilación, dado que «conocido es el poder de asimilacion de costumbres en los pueblos salvajes por la vista de otros hábitos» (Señoret, [1895] 1896, 32). Crisol y extinción serán las dos caras de una misma moneda, que tenderá a la progresiva eliminación –vía fusión o desaparición– de la otredad política. Desde los estancieros Las políticas de poblamiento y colonización de los Estados argentino y chileno se caracterizarán por la concesión de enormes extensiones de tierras al capital ganadero de origen británico. La presencia de ovejas, cercos y alambrados supondrá, hacia fines del siglo xix, un cambio sustantivo para los fueguinos: el recorte de sus espacios de caza traerá como consecuencia la necesidad y el hambre. El territorio austral crecerá así al calor de la riqueza ganadera; y los estancieros, favorecidos por una débil presencia estatal y erigidos como soberanos de facto (Bascopé, 2011b), convertirán en moneda corriente las matanzas de indios, producto del robo de ovejas. Las denuncias realizadas –sobre todo de los 408 | Araucanía-Norpatagonia

salesianos que habían hecho su entrada en Tierra del Fuego en 1886 con la creación de la Prefectura Apostólica con sede en Punta Arenas– caerán en el olvido de los Estados que verán con buenos ojos la eliminación de la otredad. Circulaban informaciones, que fueron también recogidas por misioneros salesianos, de que existían hombres dedicados a matar, de distintas formas, a indígenas: «cazados en Tierra del Fuego a libra esterlina por cabeza y en los canales con licores, tabaco y la más degradante prostitución» (acs, caja 25, s/f, pp. 54-55). Lo mismo recogían los misioneros anglicanos, quienes afirmaban que «según una versión que circulaba, y que aún no se ha olvidado, algunos de los recién llegados pagaban una libra por cada cabeza de indio que se les llevara» (Bridges, [1949]1952, p. 269). El problema del indio ya estaba instalado en la isla, y corrían noticias de cómo algunos administradores de estancia manejaban ese problema: la utilización de estricnina, inyectada en carne de oveja, en espera de ser capturadas por los onas cuando asaltaban los campos cercados en busca del guanaco blanco (Gusinde, [1937]1982, tomo i, vol. i). El salvajismo de los cazadores de indios tenía distintas expresiones: cuerpos indígenas muertos por disparos; mutilaciones de cadáveres; jauría de perros que cercaban campamentos indígenas (Gusinde). Del lado argentino, merecen una atención especial José Menéndez, quien se encontraba en 1895 en su estancia de San Gregorio en Chile, y Mauricio Braun. No ajeno a las posibilidades que le daba el otro lado de la isla, en el año de 1894 Menéndez viajó a Buenos Aires para iniciar los trámites que culminarán dos años más tarde con la compra de 60 000 hectáreas en la margen sur de Río Grande, que serán los terrenos que ocupará La Primera Argentina (Lafuente, 1996). Las fuentes se encargarán de reproducir los primeros choques con los misioneros salesianos, establecidos en terrenos que serán colindantes con los de Menéndez; todo esto sumado a la irregular entrega de tierras, que se daba paralelamente a la apropiación de espacios en donde estaban asentados los selk’nam. Mauricio Braun será uno de los interesados en las concesiones de tierras otorgadas por el Estado. Se instala en 1892 con su primer establecimiento en Santa Cruz: Coy Aike, en la margen sur de río Coyle, de 100 000 hectáreas.9 Braun consolida su posición, que lo llevará a 9 Es importante señalar que los esfuerzos del Estado argentino en poblar la Patagonia austral se habían concentrado en Santa Cruz.

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convertirse en el mayor terrateniente del extremo austral del continente, acumulando campos en la Argentina y Chile e interviniendo a ambos lados de la cordillera, demostrando a los Estados «que las fronteras podían operar como barreras para determinados grupos sociales» (Baeza, 2007). En 1906 logrará en la zona de Última Esperanza el control de poco más de 450 000 hectáreas, algunas compradas, otras arrendadas, algunas serán campos fiscales y otras adjudicadas a nombre de otros [cuando el emprendimiento supere sus capacidades financieras] constituirá sociedades ganaderas [ante los impedimentos legales] utilizará testaferros, conocidos en la región como «palos blancos» […]. Al finalizar el año de 1906, había llegado a reunir 467 000 hectáreas en propiedad y 1 950 000 hectáreas en arrendamiento, las que se ubican tanto en la Argentina como en Chile. (Lafuente, 1996, p. 18)

Puesteros y peones, intermediarios de los estancieros, tuvieron a su cargo la custodia de los rebaños de las incursiones de los cazadores fueguinos. Las muertes provocadas a través de las cuadrillas a caballo que, armados de buenos rifles recorrían en todo su largo y ancho los alambrados y a cuantos indígenas se encontraban perseguíanlos a balazos hasta alcanzarlos, y cortándoles la cabeza se la llevaban a sus dueños que les daban por cada una, una libra esterlina (Beauvoir, 1940, p. 17)

quedarán al margen de un relato de la historia que verá «la causa principalísima de la extinción de las razas aborígenes fueguinas […] en su absoluta falta de adaptación física a la vida civilizada» (Braun, 1969, p. 76). Incluso para los salesianos, parecía innegable «que las exigencias de la civilización favorecen en los indígenas el desarrollo de la tuberculosis, que es la enfermedad principal de los onas» (Marabini, s/f, citado por Bruno, 1983, p. 454). Prueba suficiente de su inadaptabilidad, los actos de violencia se enmarcaban y justificaban en «“la lucha contra el salvaje” como “un hecho general del país”» (Braun, 1936, p. 58, citado por Nicoletti, 2006, p. 167). En sectores de Isla Grande correspondientes al territorio nacional chileno y al extremo austral argentino, el problema del indio se fue instalando al ritmo del establecimiento de campamentos mineros, con consecuencias fatales para la relaciones con los selk’nam, que hacían incursiones para robar en ellos. Al constituirse en un peligro para el 410 | Araucanía-Norpatagonia

desarrollo de la actividad, se ejecutaban medidas de represalia y castigo hacia los que eran sorprendidos robando pertenencias y bienes de los campamentos. Se iban configurando, frente a la otredad, las nociones de defensa y seguridad para el óptimo desarrollo de las actividades económicas, lo que se producía en un contexto donde también debían someterse al control otro tipo de acciones violentas: los desórdenes provocados por buscadores de oro, cazadores de mamíferos marinos y obreros de las estancias que ya se estaban instalando, envueltos en riñas que se desarrollaban, por ejemplo, en los prostíbulos de la localidad de Porvenir (Chile) surgidas por el excesivo consumo de alcohol, cuya otra cara era que su comercialización ya constituía un lucrativo e importante negocio (Bascopé, 2009, 2010, 2011a). De modo colateral, el territorio chileno se fue fraccionando en amplias concesiones entregadas a sociedades comerciales que iniciarían la colonización pastoril de esos campos. A partir de 1883 ya se había formado la sociedad Wehrhahn y cía., la que por medio de una concesión solicitada al gobierno chileno, adquirió el arrendamiento de 120 000 hectáreas situadas entre las bahías Felipe y Porvenir. A su vez, entre 1885 y 1890, se efectuaron nuevas concesiones que abarcaron el sector norte y central de la isla hasta los 54º S, y que fueron entregadas a las sociedades The Tierra del Fuego Sheep Farming Company (180 000 hectáreas), The Philip Bay Sheep Farming Company (170 000 hectáreas), ambas con sede en Londres; y a la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego (1 009 000 hectáreas). Sociedades en las que los empresarios radicados en Punta Arenas, José Nogueira, Mauricio Braun y José Menéndez tenían una participación preponderante. La constitución de la propiedad rural, bajo el modelo de la estancia, implicaba ir organizando el modo de reproducción y multiplicación del ganado ovejuno, para la comercialización de su lana, sebo, grasa, carne y cueros; y su asociación con los frigoríficos. Sin embargo, y en el contexto de las concesiones de grandes cantidades de terrenos, se observa cómo se van contraponiendo los intereses regionales y nacionales (Martinić, 1993, 2001a). A partir de 1885, con la progresiva constitución de la propiedad rural, se empezaron a sentir las quejas de los hacendados colonizadores contra las acciones de los onas. Oficialmente se tomaban medidas y, al mismo tiempo, se dejaba la situación en manos de los estancieros y en particular de los administradores y guardianes de los campos (Martinić, 1989-1990, p. 25). Y si no se contaba con el apoyo oficial, sería de forma privada el modo en que se ejecutaría lo necesario para quitar a los estorbos, «to clear them Formas de administración de la alteridad... | 411

away». «Limpiad los campos» se constituyó en la consigna para alcanzar el objetivo (p. 27). De este modo al ocuparse extensos territorios de Tierra del Fuego, los selk’nam vieron cómo sus distritos de explotación de recursos y caza de guanaco disminuían. Ello presionó su huida a los bosques y montañas del sur. Los grupos que continuaron ocupando los espacios del sector norte, y ante el hambre que se hacía sentir, robaban animales (Agostini, 1956). Pero no solo la colonización pastoril presionaba las formas de vida de poblaciones selk’nam. También la explotación comercial intensiva de mamíferos marinos y cetáceos incidía en la disminución de los recursos alimenticios de los canoeros, kawésqar y yaganes (Piana y Orquera, 2002). Desde las misiones-reducciones A fines de 1883, en el Vaticano, León xiii (1878-1903), y la Sagrada Congregación de Propaganda Fide sancionaban que en el extremo sur de la Argentina y Chile, se constituiría una jurisdicción eclesiástica organizada a través de un vicariato y prefectura. El Vicariato Apostólico de la Patagonia septentrional comprendería las áreas de Neuquén, Río Negro y Chubut, con Juan Cagliero, que ya era obispo, como vicario apostólico, y Viedma como centro nodal misional. La Prefectura Apostólica de la Patagonia meridional que comprendería las áreas de Santa Cruz, Isla Grande, islas Malvinas e islas del Atlántico Sur, quedó a cargo de José Fagnano, que ya era monseñor, como prefecto apostólico, y Punta Arenas como centro nodal misional (Nicoletti, 2008). La existencia del Vicariato de la Patagonia norte y de la Prefectura de la Patagonia sur implicaba que un extenso territorio quedaba bajo la tuición y administración de la congregación salesiana y al mismo tiempo bajo la jurisdicción de la Arquidiócesis de Buenos Aires, ya que en 1897 los territorios de Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego e isla de los Estados, formaron parte de esa arquidiócesis. El territorio de Neuquén se integraba a la Diócesis de Cuyo. Sobre un complejo mapa de jurisdicciones se mantuvieron el vicariato y la prefectura, puesto que los salesianos no querían perder el control de las misiones y tampoco existían sacerdotes diocesanos que pudieran reemplazarlos (Nicoletti, 2008). Este dispositivo territorial implicaba que no solo la acción misional se dividía en dos grandes territorios, la Patagonia norte y sur, sino que también las poblaciones debían ser manejadas de modo distinto. Este tratamiento diferenciado partía del reconocimiento de que las 412 | Araucanía-Norpatagonia

poblaciones de la Patagonia norte, y de algunos sectores de la Patagonia sur, ya habían o estaban siendo incorporadas a la nación argentina, al calor de la Campaña al Desierto. En la Patagonia sur existían dos tipos de agrupaciones indígenas: los tehuelches del sur, conocidos por los misioneros a través de los tehuelches del norte, y que se consideraban pacíficas; y agrupaciones salvajes, pobres y miserables: los fueguinos. El establecimiento de la misión salesiana de San Rafael en Isla Dawson se inicia a comienzos de 1889. La isla reunía una serie de condiciones que la constituían en un espacio privilegiado. Por una parte, contaba con ventajas naturales favorables para el asentamiento de vida humana. Y por otra, estaba situada a cierta distancia de Punta Arenas y en una porción central del estrecho. Pero existía una razón muy importante para la congregación: era posible reunir a los indígenas en un solo lugar, siendo además un lugar aparte. Resulta interesante reconocer que ello le permitiría desarrollar a los misioneros salesianos y a las religiosas de las Hijas de María Auxiliadora un trabajo misional tendiente a instruir a los indígenas, educar a los más pequeños, además de entregarles nociones de algunos oficios y labores, junto con alimentarlos y vestirlos (Odone Correa, 2013). En el sector argentino, la reducción salesiana se instaló en la localidad de Río Grande en 1893, y se constituyó a imagen y semejanza de Dawson. Se solicitaron cerca de 25 mil hectáreas de terreno en donde se instaló el asentamiento misional de Nuestra Señora de La Candelaria. Aunque no reunía las mismas condiciones que la reducción de San Rafael, tuvo en su seno los mismos objetivos y desplegó una serie de dispositivos comunes: un tipo de poblado que supuso la instalación de casas de las familias indígenas, dispuestas en orden simétrico y formando pueblo (Entraigas, 1945), «un verdadero pueblito que forma la admiración de los salvajes» (acs, 24.4); la promoción de un tipo de trabajo sedentario y disciplinado basado en la enseñanza compulsiva de distintos oficios (Holmberg, [1902]1906) y la adquisición de hábitos sociales que acercarían a los indígenas a la civilidad. Tarea nada fácil, los documentos muestran cómo, luego de varios intentos y resistencias, «finalmente, hemos podido vestir a los indios» (Diario de La Candelaria, 27-08-1898. acs, caja 24.4). Esta noción de misión-reducción podría ser pensada como un espacio que, siguiendo el patrón de los oratorios salesianos de Europa, combinaba la asistencia y protección, asilando a los más abandonados, entregándoles alimentos y vestimentas. Los propios salesianos fueron construyendo un saber respecto de lo que estaba aconteciendo Formas de administración de la alteridad... | 413

en territorio fueguino, y que era publicado a través del Bolletino Salesiano. Si en el contexto de época, los fueguinos eran considerados pobres, miserables y un peligro para el funcionamiento de las actividades económicas, es dable plantear que las misiones-reducciones eran espacios que reunían a grupos sociales marginales que además tenían un comportamiento socialmente reprochable. Por ende, representaban un contraespacio, que estaba dentro de la sociedad mayor. Y eran las misiones-reducciones los lugares que los absorbían (Foucault, 2010, p. 23; Odone Correa, 2013). Luego, sería posible pensar a las misiones-reducciones como un lugar de transformación para el pobre y peligroso indígena, que estaba fuera o al margen, y que constituía un contraespacio social dentro de la sociedad mayor. La operación de la transformación se efectuará desde la educación, la cristianización y el hábito del trabajo manual. Disolviéndose ese contraespacio social, la alteridad ingresaba a la cultura occidental en tanto un ser humano con un valor económico y social, que podrá aportar a la sociedad ofreciendo su mano de obra, ya que ha aprendido un oficio manual y cuenta con una instrucción elemental (Odone Correa, 2013). Las relaciones entre los salesianos y los estancieros oscilarán entre la denuncia (acs, 1940), la necesidad –sobre todo La Candelaria, por las dificultades de acceso y la escasez de alimentos– (acs, caja 24.4) y la desconfianza (acs, A842; acs, caja 6). Los acuerdos entre ambos actores locales –a los que se sumaron los Estados– no cambiarían el clima de recelo mutuo que se vivía cotidianamente. Aun así, dichos acuerdos se tornarán necesarios para establecer controles efectivos sobre la población indígena y evitar «la muerte segura por la bala de los blancos […] principal y verdadera causa de la extinción» (acs, caja 201).10 El 16 de mayo de 1895, monseñor Fagnano «se presentó al Consejo Directivo de la Sociedad Explotadora de Valparaíso […] solicitando que por cada indio ona que se transportara de las estancias de la Sociedad a la isla Dawson se le diera a la misión una cantidad determinada» (Señoret, [1895]1896, p. 27). El directorio acordó, resignificando el mito 10 Esta cita, mecanografiada en una hoja aparte y encontrada en una caja del Archivo Central Salesiano de Buenos Aires, es atribuida al padre Martín Gusinde quien la publicara en el mes de abril de 1921 en el Boletín Salesiano. Sin embargo, dicha cita así como la alusión a Gusinde no figuran en la fuente original (Bollettino Salesiano, anno xlv, n. 4, aprile 1921). Decidimos dejarla, al margen de estas disidencias, dado que de todas formas representa las ideas salesianas de la época respecto del trato dado a los indígenas.

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de libra esterlina por oreja o cabeza india, darle una libra esterlina por cada indio ona que se enviara a Dawson. No tenemos certeza de si este acuerdo fue consecuencia del acontecimiento que dio origen al Sumario sobre vejámenes inferidos a indíjenas de Tierra del Fuego y que refiere a la captura y posterior traslado a Punta Arenas de 165 indios, producto del ataque a propiedades de Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego en Isla Grande.11 Lo cierto es que esta alianza contó con el apoyo gubernamental. El mismo Señoret, hombre laico y crítico, al igual que Godoy, a la explotación ganadera a gran escala, debió ceder ante una realidad en la que una solución civil al problema del indio no tendría lugar (Bascopé, 2011b). Lo que no se pudo controlar: contar los muertos La misión de San Rafael en Isla Dawson y Nuestra Señora de La Candelaria en Río Grande fueron espacios que permitieron que la vida de los grupos que las habitaban transcurriese en el ciclo fundamentado por la serie de tareas relacionadas con su evangelización y civilización. Se les enseñaba el catecismo, tenían prácticas de oración y canto, acudían a misa y recibían los sacramentos. A su vez, aprendían las tareas relacionadas, en el caso de las mujeres, con el bordado, cocina, hilado y tejido. En el caso de los hombres, sus tareas se relacionaban con el aserradero, carpintería, herrería y con labores propias de la crianza de ovejas. Todas las producciones de la misión estaban orientadas a su sustento. Niños y niñas eran instruidos, sistemáticamente, en la práctica de la aritmética, escritura, lectura y música (Odone Correa, 2013). Desde este lugar, la agencia salesiana tenía un complemento que podía beneficiar al Estado y a los particulares: la enseñanza de diferentes oficios en los talleres preparados para tal fin (hilado y trabajos en el campo en el lado argentino; aserradero en el lado chileno). Los indígenas, luego de un aprendizaje constante y disciplinar, podrían 11 La suerte que corrieron los indígenas capturados es otro capítulo de la violencia ejercida por el Estado hacia los otros internos en su afán civilizatorio: «Que se produjeran escenas más o menos tristes con motivo de la repentina llegada de ciento sesenta indíjenas a un lugar en donde no había comodidad para recibirlos, es natural y, mas que natural, inevitable. Pero el resultado obtenido con el procedimiento que se adoptó [léase repartos y deportaciones] no puede ser más que halagador para la humanidad y la civilización, pues hoy esos infelices arrancados de la barbarie viven tranquilos en medio de la colonia, teniendo a su alcance todos los recursos necesarios para procurarse una existencia tranquila y holgada» (Cameron y otros, 1897, p. 14).

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ser contratados a conveniencia por los distintos actores sociales del territorio. Sin embargo, ambas reducciones fueron testigos silenciosos de la muerte indígena. Elevados como salvoconductos ante la huida de las cacerías emprendidas por los blancos, registrarán más tarde su extinción (Bascopé, 2011b). Los diarios y las minuciosas crónicas que llevaban diariamente los misioneros y las Hermanas de María Auxiliadora se convertirán en el lugar privilegiado de las estadísticas y verán con tristeza cómo el sueño de Don Bosco llegaba a su fin. La imagen que se representa es la de la muerte apoderándose del asentamiento como una catástrofe. La vida, para esos indígenas, se despeñaba. En el contexto de San Rafael, la mayor cantidad de población se concentró entre 1895 y 1900, años que se corresponden con la mayor cantidad de fallecimientos. Ello permite reconocer que entre 1895 y 1900 se está en presencia de epidemias o rápidas transmisiones de enfermedades. Los años con mayor umbral de mortandad fueron 1899, 1900, 1902, 1903 y 1905. Las muertes de fueguinos fueron provocadas por alfombrilla, escrófula, que es una forma de tuberculosis; hidropesía, que se relaciona con la acumulación de líquidos en todo el cuerpo; pulmonía; tuberculosis y tifus (Odone Correa, 2013). Fallecieron hombres, mujeres, niños y niñas; y sus cadáveres fueron depositados en el cementerio. En septiembre de 1911 las hermanas y los religiosos comenzaron a retirarse de isla Dawson. Los indígenas eran solo 25 (Odone Correa). La experiencia de la muerte y enfermedad solo puso al descubierto algo que estaba presente desde el inicio de la misión de San Rafael en 1889. La más pequeña situación de crisis sobre una población frágil, cultural y biológicamente, tenía como consecuencia esperable que su vida se mantuviese en el umbral de la sobrevivencia (Odone Correa).12

Conclusiones Se observan similitudes en las políticas de poblamiento y colonización de los Estados argentino y chileno en los territorios extremo-australes. Una de sus semejanzas fueron las concesiones de enormes extensiones 12 Es posible pensar que una serie de factores incidieron en la rápida transmisión de enfermedades. Por una parte, se trataba de una población, en la misión, numéricamente pequeña. Por otra, concentrada en un solo lugar, teniendo además sus organismos débiles (Odone Correa, 2013; García-Moro, 1992).

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de tierras a compañías o sociedades explotadoras, cuyas actividades fueron requiriendo de la construcción de las nociones de defensa y seguridad frente a un enemigo interno, los selk’nam. En este contexto, los salesianos encontrarán en las misiones una vía de solución al problema. San Rafael en la isla Dawson (1888) y Nuestra Señora de la Candelaria en Río Grande (1893), en Chile y la Argentina respectivamente, no solo fueron espacios de defensa de indígenas, sino también intermediarios o salvoconductos frente a la flagrante situación de violencia ejercida por ciertos sectores de la sociedad no indígena. El papel que los misioneros se atribuyeron no descuidó el objetivo encomendado desde Roma: el reconocimiento de la posibilidad de redención, dada por la creencia en la unicidad del género humano, que se desplegaba cotidianamente a través de una serie de mecanismos y tareas tendientes a uniformar y civilizar mediante la catequesis, la educación y el trabajo manual. Mediada por estos factores, lo que sobresale de las historias colonizadoras de la Patagonia Austral será el proceso de desaparición étnica de los fueguinos. Su caída demográfica fue justificada históricamente de maneras disímiles según se tratara de la agencia estatal, salesiana o si partía de actores locales y/o regionales. En la disputa por la biopolítica, definida como una tecnología de gobierno y regulación que consiste en hacer vivir y dejar morir (Foucault, 2000), las relaciones que se entablaron entre los Estados nacionales (argentino y chileno), los estancieros y los salesianos mostrarán que el problema ona en Tierra del Fuego, esto es, la necesidad de su evacuación pacífica o sangrienta ante el avance ganadero, fue uno de los principales escenarios donde estos intereses midieron sus fuerzas (Bascopé, 2009). Es interesante notar que, para ambos Estados, más que praxis, lo que hubo fue la progresiva y repentina construcción de un discurso estatal sobre la praxis privada. La privatización de la política indígena; esto es, la concesión de la explotación del territorio a los particulares, no solo definió la praxis de Estado, sino también su diferencia sustancial con las agencias religiosas. En definitiva, la praxis se constituirá en discurso y su tesis dominante será la de la extinción de los selk’nam; tesis que permeará las representaciones hacia la alteridad fueguina y que hace que aún en un contexto favorable como el actual –en términos de reemergencias étnicas–, resulte difícil una transformación de los sentidos de la sociedad y una renegociación de la identidad nacional-como-plural. Formas de administración de la alteridad... | 417

Comentario al texto Dánae Fiore conicet-aia-uba, Argentina

Los profundos e irreversibles procesos de cambio poblacional, cultural y territorial sufridos por los pueblos originarios de Tierra del Fuego a partir de la llegada de poblaciones occidentales y la posterior invasión de sus tierras (siglos xvi al xx) han sido objeto de numerosas investigaciones históricas, antropológicas, arqueológicas y estéticas a lo largo del tiempo (Borrero, 1957; Chapman, 1982; Martinic, 1973; Borrero, 1991; Odone Correa y Mason, 2002; Alvarado y otros, 2007; Nicoletti, 2008; Casali, 2008; Casali y Guichón, 2009; García Laborde y otros, 2010, y más). Estas se han centrado en distintas líneas de evidencia, incluyendo fuentes escritas histórico-etnográficas, materiales arqueológicos, fotografías, dibujos y grabados, etcétera. Dentro de este arco de trabajos se inscribe el capítulo de Nacach y Odone Correa, quienes, mediante el estudio de ciertas fuentes escritas tanto éditas como inéditas, se centran en profundizar algunos aspectos relativos a las formas en las cuales la sociedad argentina y chilena, en pleno proceso de consolidación de sus respectivos Estados, administraron los vínculos con las poblaciones originarias fueguinas, especialmente los Shelk’nam. Para ello, identifican a los principales agentes que operaron en el desarrollo de discursos y prácticas que coadyuvaron a la desaparición de estas poblaciones. La ocupación efectiva (sensu Borrero, 1994-1995) de Tierra del Fuego por parte de poblaciones occidentales implicó simultáneamente un proceso de desaparición de gran parte de las poblaciones fueguinas. Tal como señalan Nacach y Odone Correa, dicha desaparición se vincula con dos procesos: extinción y asimilación. La extinción estuvo a cargo de la acción combinada de agentes estatales (militares) y privados (estancieros, empresarios mineros, etc.), mientras que la asimilación estuvo principalmente a cargo de la acción religiosa salesiana, con la fundación de dos misiones: San Rafael en Isla Dawson, Chile (fundada en 1889 y cerrada en 1911) y Nuestra Señora de La Candelaria en Río Grande, Isla Grande de Tierra del Fuego, Argentina (fundada en 1893).13 En las próximas páginas 13 En 1896 la Misión de Río Grande sufrió un incendio, que requirió su relocalización en 1897, donde se continuaron las tareas misionales hasta que fue reconvertida en escuela agrotécnica en 1946.

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comentaremos algunos elementos relativos a cada uno de estos dos grandes procesos. Extinción Entre los mecanismos de extinción que recopilan las autoras se encuentran: a) los secuestros de niños y su traslado forzado a ciudades como Punta Arenas y Buenos Aires (donde, bajo la excusa de civilizarlos, fueron sometidos a servidumbre, incluyendo tanto trabajos domésticos como su trata en casas de tolerancia); b) el envenenamiento de carne de oveja con estricnina (con el objetivo de intoxicar letalmente a los fueguinos que la consumieran);14 c) la caza de cabezas (que era retribuida mediante pago de una libra esterlina). A ello se suman las reducciones en los territorios de caza (con su consecuente merma en la disponibilidad de guanacos) y las numerosas muertes por tuberculosis, que, si bien no constituían un mecanismo intencional de extinción, fue un factor determinante en la reducción de la población Shelk’nam. Si bien todos estos violentos y brutales mecanismos de extinción habían ya sido señalados por otros autores (ej. Gusinde, 1982 [1931]; Borrero, 1957), las autoras aportan nuevas fuentes que los documentan, generando a partir de estas un análisis del discurso que acompañaba el relato de estas prácticas. Así, las autoras sostienen que: el uso político de las ideas de Darwin, el papel de la selección natural en la eliminación de los desviantes, y la alusión a una economía de la naturaleza donde la extinción aseguraba la policía de las poblaciones legitimaban los niveles de violencia desplegados por los agentes del Estado.

Este comentario resulta particularmente interesante, ya que apunta al uso del concepto de selección natural como parte del discurso ideológico desarrollado por poblaciones occidentales para justificar la eliminación directa (por ejemplo violencia intencional) o indirecta (por ejemplo enfermedades) de poblaciones originarias. Sin embargo, si bien esto es claramente enunciado por las autoras desde lo teórico, este concepto no se aplica para arrojar luz sobre los ejemplos de fuentes citadas en el capítulo: ¿quiénes usaron este concepto?, ¿en qué frases se lo 14 El envenenamiento de carne de ballena había ya sido anteriormente documentado por Borrero (1957) como un mecanismo de ataque a poblaciones fueguinas. Esta obra constituye, en mi parecer, un antecedente inaugural de la temática relativa al análisis y la denuncia de los maltratos sufridos por las poblaciones fueguinas.

Formas de administración de la alteridad... | 419

puede identificar?, ¿qué implicaciones trajo su uso en el discurso sobre la dominación de los pueblos originarios fueguinos? El concepto de selección natural implica que los rasgos biológicos hereditarios de una población continuarán en las generaciones siguientes siempre y cuando éstos sean adaptativos (o neutrales) frente a determinadas condiciones medioambientales en las que dicha población vive y se reproduce: si dichas condiciones cambian, los rasgos que anteriormente resultaban adaptativos pueden resultar maladaptativos, y llevar a la disminución de la población, o incluso a su extinción (Darwin, [1859] 1963). Desde mi punto de vista, posiblemente el caso de algunas de las explicaciones sobre las muertes de los nativos Shelk’nam por tuberculosis sea un ejemplo del uso implícito de este concepto, en tanto que frente a esta nueva condición de selección –una enfermedad contagiosa introducida en Tierra del Fuego por poblaciones occidentales–, los nativos fueguinos fallecerían aparentemente de causas naturales. Esta expresión discursiva naturalizaría estas muertes de nativos, explicándolas como resultado exclusivo de causas médicas (enfermedades), evitándose así visibilizar las causas socioeconómicas –la invasión y anexión de territorios por el Estado nación argentino y chileno– que subyacían a dicho proceso. Un ejemplo de esto es el texto de Marabini (1906; citado por las autoras como una referencia sin fecha, citada por Bruno, 1983), quien, en su obra Los Salesianos del Sud,15 afirmaba lo siguiente: Ya se ha convenido en hacer una nueva expedición en el próximo verano para reducir a los demás indios refugiados en el Sur de aquella zona [Río Grande], calculándose que no pasarán de unos 300 los que aun quedan en estado salvaje. Con su llegada se reanimará la población que últimamente ha sido diezmada por la muerte. Le diré a este respecto que, si bien no se 15 Los Salesianos del Sud es un texto escrito por P. Marabini con el objeto de contestar y refutar contenidos vertidos en el informe de J. B. Zubiaur, vocal del Consejo Nacional de Educación de Argentina, titulado Las Escuelas del Sud. En dicho informe, Zubiaur se habría expresado de manera crítica hacia algunos colegios y dos misiones de la Obra de Don Bosco en el Sur de la Argentina (Marabini, 1906, p. 5). En respuesta a este informe, Maravini preparó un texto de 134 páginas, ilustrado con 30 fotos que incluyen vistas de las misiones salesianas de Isla Dawson (Chile) y de Río Grande (Argentina), y de numerosos grupos de nativos fueguinos Shelk’nam al frente de estos edificios, en su gran mayoría vestidos con ropas occidentales. Se detallan aquí algunos contenidos de este texto debido a que esta fuente primaria –que no he visto citada en publicaciones relativas a pueblos originarios fueguinos– proporciona información directamente relevante al tema tratado por Nacach y Odone Correa, y complementaria la provista por las autoras.

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pueden establecer comparaciones con la mortalidad anterior de los indios, ya que en los bosques no hay quien lleve el libro de las defunciones, parece innegable que las exigencias de la civilización favorecen en los indígenas el desarrollo de la tuberculosis, que es la enfermedad principal de los onas. Así lo han manifestado varios médicos que visitaron las Misiones de Río Grande e Isla Dawson; notándose además que el indio alacalufe, con menos corpulencia y de aspecto enfermizo, es mucho más fuerte que el ona para resistir a la enfermedad. (1906, p. 48)

Así, en este párrafo Marabini no solo alude a la tuberculosis como «la enfermedad principal de los onas [Shelk’nam]» –detalle ya puntualizado por Nacach y Odone Correa– sino que al hacerlo compara a los Shelk’nam con los Alakaluf, indicando que, pese a la mayor corpulencia de los primeros respecto de los segundos, son estos quienes resisten mucho mejor a esta enfermedad. El citado párrafo se aleja de la noción de sentido común de selección natural, que distorsiona su significado conceptual y asocia equívocamente la «supervivencia del más apto» con la «supervivencia del más fuerte»: para los médicos citados por Marabini, los fueguinos aparentemente más fuertes no eran los más «aptos» para resistir la tuberculosis. En tal sentido, este podría verse como un caso de aplicación implícita del concepto de selección natural, en el cual, bajo una misma condición de selección (la tuberculosis), una población (los Shelk’nam) reacciona de manera menos favorable que otra (los Alakaluf). Si bien el término selección natural no está explícito en el texto de Marabini, el razonamiento lógico que subyace a su texto es coincidente con este concepto. Ahora bien, ni en el texto de Marabini, ni en el de Lahitte (1896, ver en este mismo artículo), se observa una naturalización de las causas que generaron la introducción de la tuberculosis en Tierra del Fuego: mientras Marabini admite que son «las exigencias de la civilización» las que han favorecido los contagios a los indígenas (1906, p. 48), Lahitte (1896, ver en este mismo artículo) es aún más claro y más crítico, remitiéndose a los robos de niños/as fueguinos y sus traslados forzosos a Buenos Aires, como las circunstancias que llevan a que estos chicos enfrenten «la tuberculosis, la soledad moral y la corrupción». En tal sentido, con distintos grados de sutileza, estos autores admiten que el agente que trajo la tuberculosis a Tierra del Fuego son las poblaciones occidentales civilizadas. Así, la muerte de fueguinos por esta enfermedad, no parece haber sido atribuida enteramente a «causas naturales» por estos autores. Formas de administración de la alteridad... | 421

Sin embargo, otro ejemplo aportado por Nacach y Odone Correa es muchísimo más explícito en la naturalización de las circunstancias de muerte por tuberculosis de los fueguinos: «la causa por excelencia de la desaparición de esta raza es su propensión á todas las enfermedades específicas y principalmente á la tuberculosis» (texto sin autor conocido, documento del Archivo Central Salesiano, con fecha de 1912, citado por las autoras en la sección «Desde los Estados» de su capítulo). Si la causa por excelencia de la desaparición de un grupo humano –denominado raza en el texto– es su propensión a ciertas enfermedades, entonces la muerte termina siendo endilgada a dicho grupo por su vulnerabilidad física, casi como si fuera su propia responsabilidad. Así, de los textos aportados por las autoras, este ejemplifica de manera más cabal un discurso en el cual se construye una naturalización de lo social que justifica una de las principales causas de muerte de los fueguinos: la muerte por tuberculosis se atribuye exclusivamente a «fallas adaptativas» de las poblaciones nativas, que fallecen masivamente de «muerte natural». Se ignoran así las condiciones de ingreso de esta nueva enfermedad a la región: la propensión de la raza fueguina a sufrir esta enfermedad se invoca convenientemente para evitar reflexiones sobre la invasión de sus tierras y sus nefastas consecuencias. Este sesgo intencional se ve contrarrestado por otro texto aportado por las autoras, que señala que: «la muerte segura por la bala de los blancos […] principal y verdadera causa de la extinción» (texto mecanografiado, atribuido a Martín Gusinde, Archivo Central Salesiano, ver detalles en el capítulo). Respecto de este texto, las autoras sostienen que dicha cita así como la alusión a Gusinde no figuran en la fuente original (Bollettino Salesiano, anno xlv - N. 4, aprile 1921). Decidimos dejarla, al margen de estas disidencias, dado que de todas formas representa las ideas salesianas de la época respecto del trato dado a los indígenas.

Interesantemente, si bien Gusinde no era salesiano sino que pertenecía a la Societas Verbi Divini, claramente este texto, así como otras partes de su obra, producida a partir de trabajos de campo desarrollados en Tierra del Fuego entre 1918 y 1924, son, tal como señalan las autoras, abiertamente críticos de la violencia ejercida por las poblaciones occidentales contra los fueguinos (ej. Gusinde, [1931]1982). Interesantemente, si bien las inicuas prácticas de extinción fueguina han cesado, algunas formas de discurso sobre la extinción total de 422 | Araucanía-Norpatagonia

los Shelk’nam continúan hasta la actualidad. Esto es visible por ejemplo en internet, donde una búsqueda de frases16 relativas a la expresión el último ona arroja los siguientes resultados: Frase

Resultados

el último ona

2840 enlaces

el ultimo ona (sin acento)

2840 enlaces

la última ona

951 enlaces

la ultima ona (sin acento)

768 enlaces

el último selk’nam

10 enlaces

el último selknam (sin apóstrofo)

41 enlaces

la última selk’nam

793 enlaces

la última selknam (sin apóstrofo)

252 enlaces

Una revisión de los contenidos de las diez primeras páginas web listadas en los resultados de la búsqueda de cada frase indica que, en estos casos, los discursos remiten a dos áreas temáticas: por una parte, a una crítica de las acciones violentas sufridas por los Shelk’nam en el pasado (combinando citas de textos históricos, fotografías antiguas y comentarios personales), y por la otra a la presentación de ciertas personas contemporáneas como «la última» o «el último» Shelk’nam, cuyo deceso implicaría la extinción total de dicho pueblo. Si bien no es pertinente explayarnos aquí sobre este tema, sí resulta relevante mencionar que en dichas páginas se hallaron referencias sobre por lo menos seis personas distintas mencionadas como «el/la último/a ona»: Ángela Loij, Virginia Choinquitel, Lola Kiepja, Rafaela Ishton, Annëken y Keyuk Yanten. Este dato demuestra de por sí que dicho discurso se ha centrado en referenciar sobre la vida de una persona el destino de todo un pueblo, que es presentado como inexorablemente signado por la extinción. Por el contrario, la existencia de asociaciones como la Comunidad Indígena Rafaela Ishton (con personería jurídica desde diciembre de 1995 y con sede en la ciudad de Río Grande, Tierra del Fuego, Argentina), demuestran la resiliencia de los descendientes Shelk’nam.

16 Búsqueda y acceso a páginas de internet efectuada el 21 de enero de 2015, utilizando como motor de búsqueda Google Argentina.

Formas de administración de la alteridad... | 423

Asimilación

Entre los mecanismos de asimilación de la población Shelk’nam a las sociedades argentina y chilena, Nacach y Odone Correa analizan los siguientes: catequesis (prácticas de oración y canto, misa, sacramentos); educación (lecto-escritura, aritmética, música); y trabajo manual (dividido por género: tareas de bordado, cocina, hilado y tejido para las mujeres, y tareas de aserradero, carpintería, herrería y crianza de ovejas para los hombres). Coincido plenamente con las autoras en que dichos mecanismos habilitaron a la generación de seres valorados como productivos desde los contextos occidentales (y capitalistas) en los cuales se esperaba insertar a estas poblaciones. A estos mecanismos podemos sumarle la transformación física de los fueguinos mediante los cortes de cabello y el uso de ropas occidentales: en 110 fotografías tomadas y/o publicadas por los padres salesianos Borgatello, Beauvoir y De Agostini, puede observarse claramente el proceso de transculturación sufrido por los nativos fueguinos –los varones con el cabello corto y usando camisa, saco, pantalón y zapatos; las mujeres con el cabello recogido o peinado con raya al medio y usando blusa, falda larga y sacos de lana (Fiore y Varela, 2009; ver también Odone Correa y Mege en Alvarado y otros, 2007). Así, los fueguinos no solo fueron educados para (sobre)vivir en un nuevo contexto cultural occidental, sino que también fueron adecuados estética y físicamente para ello. En la justificación discursiva de estos mecanismos de asimilación pueden identificarse términos netamente evolucionistas: así, varios autores salesianos sostuvieron que estos mecanismos estaban orientados a rescatar a los indígenas de su estado de salvajismo, y transformarlos en personas civilizadas (ej. Marabini, 1906; De Agostini, 1924; Borgatello, 1929). En tal sentido, coincido plenamente con las autoras cuando sostienen que El papel que los misioneros se atribuyeron no descuidó el objetivo encomendado desde Roma: el reconocimiento de la posibilidad de redención, dada por la creencia en la unicidad del género humano, que se desplegaba cotidianamente a través de una serie de mecanismos y tareas tendientes a uniformar y «civilizar» mediante la catequesis, la educación y el trabajo manual.

La unicidad del género humano, también conocida como unidad psíquica, es un concepto directamente vinculado al marco teórico evolucionista, que bien destacan las autoras, estaba operando plenamente en la justificación discursiva de las prácticas salesianas: si los 424 | Araucanía-Norpatagonia

otros son potencialmente mis iguales, puedo transformarlos en seres parecidos a mí. Pero paradójicamente, los salesianos, que tenían por objetivo refugiar a los fueguinos y evitarles las muertes violentas a manos de agentes que respondían a los intereses de estancieros y empresarios, terminaron siendo, por lo menos parcialmente, funcionales a ellos en dos sentidos. En primer lugar, dándoles cuidado a aquellos fueguinos contagiados letalmente de tuberculosis, que las buenas familias de ciudades como Punta Arenas habían mandado de regreso «a morir a la Misión» (Marabini, 1906, p. 51) luego de que ya no podían seguir trabajando para ellos. En segundo lugar, capacitando a los fueguinos en tareas de carpintería, ganadería y cocina, que generó en estos agentes sociales una transformación estructural: no solo dejaban de ser cazadores-recolectores para introducirse en una sociedad agroindustrial, sino que dejaban de ser los dueños de la tierra para ser, como mucho, asalariados de un capitalista. Con relación a esto, dos conceptos propuestos por las autoras resultan de particular interés. Por una parte la noción de destribalización o desindianización, que señala la intencionalidad de homogeneizar a los distintos pueblos fueguinos en una masa informe, la cual, podemos agregar, o bien tenderá a desaparecer o bien se incorporará a la sociedad como clase subalterna. Por otra parte, el concepto de misión-reducción visto como un contraespacio donde se «reunían a grupos sociales marginales que además tenían un comportamiento socialmente reprochable», que operaba absorbiendo a los sujetos nativos como un otro no valioso, para luego devolverlos a la sociedad occidental como «un ser humano con un valor económico y social, que podrá aportar a la sociedad ofreciendo su mano de obra, ya que ha aprendido un oficio manual y cuenta con una instrucción elemental» (Odone Correa, 2013). En tal sentido, los datos recopilados y citados por Nacach y Odone Correa respecto al tamaño de los latifundios apropiados por las sociedades administradas localmente por Nogueira, Braun y Menéndez (algunas con sede en Londres), contribuyen a documentar un factor esencial dentro del proceso bajo estudio, que es la apropiación de las tierras y la necesaria despoblación de las mismas para su mejor control productivo. La última frontera En síntesis: tanto las prácticas intencionalmente violentas de exterminio del pueblo Shelk’nam (secuestro, asesinato, trata de personas, reducción a la servidumbre), como los factores que coadyuvaron al Formas de administración de la alteridad... | 425

deterioro poblacional (reducción de territorios y de acceso a fauna autóctona, ingreso de nuevas enfermedades letales y contagiosas), fueron justificadas mediante discursos que intentaron responsabilizar a los nativos por su «salvajismo» o por su «propensión a las enfermedades» mediante el uso de conceptos evolucionistas. Si bien en esos mismos momentos hubo discursos abiertamente críticos al maltrato de estos pueblos originarios (ej. Lahitte 1896 en Nacach y Odone Correa; Bridges, 1951), el discurso dominante fue suficientemente eficiente como para facilitar la reproducción de las situaciones de exterminio de personas y expoliación de sus tierras. Así, el conjunto de textos aportados y analizados por Nacach y Odone Correa, así como los materiales complementarios mencionados en este trabajo, permiten arrojar luz sobre un proceso insoslayable y subyacente tanto a la extinción como a la asimilación de los Shelk’nam al Estado nación de Argentina y de Chile: la expansión del capitalismo hasta el fin del mundo. Réplica de las autoras Dánae Fiore, en su comentario, presenta interesantes sugerencias que vienen a potenciar y ampliar las reflexiones que se desarrollan en el trabajo «Formas de administración de la alteridad: construcción de miradas desde Tierra del Fuego». Particularmente interesantes resultan las perspectivas que Fiore nos propone sobre los conceptos de extinción y asimilación planteados en nuestro artículo. En relación al concepto de extinción consideramos que nos abre un campo fecundo de análisis al sugerirnos que abordemos, desde un punto de vista fáctico, el uso del concepto de selección natural aplicado, en la época, a poblaciones consideradas en fractura cultural o en situación de crisis. A nuestro modo de ver, ella sugiere tres preguntas o vías de aproximación que resultan centrales: «¿quiénes usaron este concepto?, ¿en qué frases se lo puede identificar?, ¿qué implicaciones trajo su uso en el discurso sobre la dominación de los pueblos originarios fueguinos?». A su vez, nos entrega una perspectiva muy fecunda al sugerirnos que es casi probable que la alta mortalidad de los fueguinos por tuberculosis esté asociada al uso implícito del concepto de selección natural. Igualmente, compartimos su observación respecto de la necesidad de profundizar las investigaciones de las enfermedades infectocontagiosas, centrando el foco «en las condiciones de ingreso de esta nueva enfermedad a la región», tal como señala Fiore. Quizás esta rigurosa y apasionante 426 | Araucanía-Norpatagonia

discusión, que excedió las primeras intenciones de este escrito pero que sin dudas lo enriquecen, hace que nos interroguemos más profundamente por los mecanismos discursivos que hicieron que fueran los selk’nam los objetos de extinción y que como tales se reprodujeran en los sentidos sociales a través del tiempo, al margen de que las fuentes dan cuenta de una realidad que trascendió a dicho pueblo. Otro aspecto que nos parece muy pertinente es la observación que nos entrega respecto de cómo, hoy en día, se sigue reproduciendo un discurso sobre la extinción cuyos enunciados se construyen desde categorías individuales, la última, el último, y no desde categorías colectivas y/o comunitarias. En relación al concepto de asimilación, estamos totalmente de acuerdo en que la modulación de la vida cotidiana, a partir de diferentes prácticas culturales, no es el único mecanismo para lograr la asimilación. Ciertamente que acciones como el corte de pelo y uso de ropas occidentales se configuran en mecanismos que lo que buscan es borrar el pasado y su memoria, lo que indudablemente estaba traspasado por una visión evolucionista de la cultura. Finalmente consideramos que la comentarista nos propone un viaje más atento al exterminio y la asimilación, categorías analíticas que tienen que seguir profundizándose sobre todo cuando se trabaja con procesos históricos donde no se cuenta con la voz del otro, la que fue clausurada en pos de lograr su incorporación a una sociedad otra o su expulsión de esa sociedad otra. Tal vez el párrafo con que terminamos el artículo sintetice parte de los objetivos de un estudio de estas características y sea una invitación a la reflexión: instalar la discusión sobre las dinámicas de la identidad presentes que abrevan directamente en los entretejidos de la historia.

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Formas de administración de la alteridad... | 427

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Sobre los autores Enrique Aliste Doctor en Geografía y Estudios del Desarrollo (ehess) y geógrafo en la Universidad de Chile (uc). Profesor asociado de la uc, sus principales líneas de investigación son la geografía social y cultural, los conflictos socioambientales y la geografía histórica. Investigador de proyectos fondecyt y conicyt (Chile).

Alfredo Azcoitia Profesor y doctor en Historia (uns), docente-investigador en la sede Andina de la Universidad Nacional de Río Negro (unrn). Es becario de la misma institución. La investigación de su tesis doctoral versa sobre el diario Río Negro y las representaciones sobre Chile.

Brígida Baeza Profesora y licenciada en Historia (unspjb). Mag. en Ciencias Sociales (flacso) y doctora en Antropología por la Universidad de Buenos Aires (uba). Investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet). Profesora asociada en la unpsjb. Áreas de interés: migraciones limítrofes en relación a las identidades, memorias y fronteras sociales.

Ana Inés Barelli Doctora, licenciada y profesora en Historia (uns). Docente en la unrn, investigadora asistente de conicet en el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (iidypca: conicetunrn). Se encuentra abocada a los estudios culturales vinculados con religiosidad y migraciones.

Alejandro Benedetti Licenciado y doctor en Geografía. Investigador adjunto de conicet con sede en la uba. Docente de la misma universidad. Editor responsable Sobre los autores | 433

de la revista Transporte y Territorio. Director del Grupo de Estudios sobre Fronteras, del Instituto de Geografía (uba). Área de especialización: geografía política, regional e histórica, y estudios sobre fronteras.

Marcia Bianchi Villelli Licenciada en Ciencias Antropológicas (uba) y doctora en Arqueología (uba). Investigadora del conicet. Su área de investigación es la arqueología histórica especializada en el colonialismo en la Patagonia, discutiendo cómo se constituyeron estos contextos marginales en intersección con los procesos históricos regionales y locales.

Sylvain Guyot Doctor en Geografía (2003) por la Universidad de París-Nanterre (Francia). Profesor asociado en la Universidad de Limoges (Francia). Sus investigaciones se enfocan en el campo de la ecología política y de los conflictos ambientales (en África del Sur, Chile y la Argentina). Actualmente busca ahondar en los conceptos de frente ecológico y frontera.

Luciana Lago Profesora en Historia, doctoranda en la Universidad Nacional de Quilmes, becaria en el conicet. Docente investigadora en la fhcso de la unpsjb. Su tema de investigación se basa en las prácticas culturales de los/as jóvenes evangélicos pentecostales en la ciudad de Comodoro Rivadavia.

Alicia Laurín Doctora en Geografía por la Universidad de Barcelona. Magíster en Ciencias Sociales Aplicadas por la Universidad de La Frontera. Docente e investigadora, especialista en geografía política y en procesos de integración regional.

Carolina Lema Licenciada en Antropología por la unr. Dra. en Ciencias Humanas por la Universidad Nacional de Catamarca. Investigadora del Centro de 434 | Araucanía-Norpatagonia

Estudios de Arqueología Histórica (ceah-unr) y miembro de la Sociedad Chilena de Arqueología. Radicada en Valdivia (Chile), investiga los procesos de conformación de paisajes culturales en el área de la Norpatagonia.

Marisa Malvestitti Doctora en la especialidad Lingüística (uba). Profesora asociada regular de la unrn e investigadora del iidypca. Dirige e integra proyectos de investigación sobre procesos sociolingüísticos, descripción lingüística e historia de la documentación de las lenguas originarias habladas en la Patagonia.

Brenda Matossian Doctora en Geografía por la Universidad Nacional de Cuyo y licenciada en Geografía por la Universidad del Salvador. Investigadora asistente conicet-imhicihu. Ha escrito artículos y capítulos de libros sobre problemáticas vinculadas a las migraciones y la ciudad, en particular en San Carlos de Bariloche.

Gabriela Nacach Doctora en Antropología (uba). Su área de investigación es la Antropología histórica, específicamente políticas de Estado y procesos de subalterización e incorporación diferenciada de los indígenas en la Argentina (siglos xix y xx). Docente en Educación Intercultural Bilingüe en el Ministerio de Educación de la Nación.

Eugenia Néspolo Doctora en Historia (uba) y profesora de Historia de la Universidad Nacional de Luján (unlu). Profesora adjunta de la unlu. Docente-investigadora del Ministerio de Educación de la Nación. Sus trabajos enfocan cuestiones de la historia de la frontera de los períodos colonial y de independencia nacional, y la función del cautiverio femenino.

Nancy Nicholls Lopeandía Licenciada en Historia (Pontificia Universidad Católica de Chile). Ph. D. en Sociología, (University of Essex). Especialista en temáticas de historia Sobre los autores | 435

y memoria, e historia del tiempo presente, utilizando (entre otras) la metodología de la historia oral.

María Andrea Nicoletti Profesora en Historia (uca). Doctora en Historia de América (Universidad Complutense de Madrid). Investigadora independiente de conicet en el iidypca. Sus investigaciones giran en torno a la historia de la Patagonia, especialmente los proyectos y prácticas de evangelización y educación de la Iglesia católica.

Andrés Núñez Doctor en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En la misma casa de estudios es profesor asistente. Su área de investigación es la geografía social y la geografía cultural, a partir de lo cual busca identificar procesos de producción y significación de discursos territoriales así como resaltar la dimensión temporal del espacio geográfico.

Paula Gabriela Núñez Magíster en Historia y Filosofía de las Ciencias (unco) y doctora en Filosofía (unlp). Investigadora adjunta de conicet y miembro del iidypca. Sus trabajos se inscriben en la historia y geografía de género, la historia regional y los estudios políticos sobre el desarrollo, sobre todo en la región norpatagónica.

María Carolina Odone Correa Licenciada y doctora en Historia (Pontificia Universidad Católica de Chile). Ha participado en investigaciones etnohistóricas sobre la espacialidad y territorialidad de grupos indígenas en Chile Central y Chile Centro Sur. Otra de sus áreas de trabajo se refiere a las fiestas devocionales del Norte Grande de Chile, particularmente la de Santos y Santas patronas.

Gertrudis Payàs Traductora e intérprete profesional. Doctora en Estudios de Traducción (Universidad de Ottawa). Académica de la Universidad Católica 436 | Araucanía-Norpatagonia

de Temuco. Investigadora de las líneas de historia de la traducción y la interpretación en México y Chile.

Fernanda Peñaloza Doctora en Estudios culturales comparados (Universidad de Exeter). Investigadora y profesora de estudios latinoamericanos en la Universidad de Sidney, Australia. Ha publicado sobre antropología, discursos científicos y estéticos, narrativas imperialistas de viaje y exploración, y el proyecto colonizador de la Patagonia.

Alberto Pérez Licenciado en Ciencias Antropológicas, especialista en Arqueología y doctorando en Arqueología en la uba. Desde hace 10 años trabaja en sitios arqueológicos sector meridional del Parque Nacional Lanín y áreas circundantes en la búsqueda de la caracterización del poblamiento de estos ambientes lacustres boscosos en los últimos 11 500 años.

Bastien Sepúlveda Doctor en Geografía por la Université de Rouen. Sus trabajos se inscriben en el campo de las geografías indígenas, especialmente en Chile y Canadá donde ha trabajado con distintas comunidades y organizaciones indígenas. Actualmente, es postdoctorante en el Centro Interdisciplinario de Estudios Interculturales e Indígenas (iciis-puc).

Marcela Tamagnini Licenciada en Historia y profesora en Historia por la Universidad Nacional de Río Cuarto (unrc). Magíster en Estudios Latinoamericanos (unrc). Doctora en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba. Profesora adjunta en la unrc. Se dedica al estudio de las relaciones interétnicas en la Frontera Sur de Córdoba.

Laila Vejsbjerg Licenciada en Turismo, magíster en Marketing de Servicios y doctora en Geografía. Investigadora asistente del conicet y profesora adjunta Sobre los autores | 437

de la unrn. Su línea de investigación se orienta a la planificación del turismo en espacios periféricos con presencia de áreas naturales protegidas y la gestión turístico-recreativa de sitios patrimoniales.

Comentaristas Marcelo Borrelli Doctor en Ciencias Sociales (uba). Es Investigador asistente del conicet y profesor de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales (uba). Su campo de estudio es el de la prensa argentina durante la década del 70.

Claudia Briones Antropóloga, licenciada (uba) y Ph. D. de la Universidad de Texas en Austin. Actualmente se desempeña como investigadora del conicet (con sede en el iidypca) y como profesora titular de la Universidad Nacional de Río Negro.

Dánae Fiore Dra. en Arqueología. Estudios de grado en la uba y posgrado en la ucl (Londres). Investigadora (conicet) y docente (uba). Sus estudios se dedican al análisis del arte y la tecnología de sociedades cazadoras-recolectoras de la Fuego-Patagonia; combina tipos de evidencia arqueológicas con fuentes histórico-etnográficas escritas y visuales (fotografías).

Ximena Cuadra Montoya Socióloga, becaria y estudiante del Doctorado en Ciencia Política en la Université du Québec à Montréal. Además realizó una Maestría en Sociología en la Universidad de Barcelona y una Maestría en Ciencia Política en la Université du Québec à Montréal. Analiza la dimensión política de los conflictos ambientales en territorios indígenas.

Francisca de la Maza Subdirectora del Centro Interdisciplinario de Estudios Interculturales e Indígenas-iciis y profesora asociada de la Pontificia Universidad 438 | Araucanía-Norpatagonia

Católica de Chile-Campus Villarrica. Antropóloga (uc), maestra y doctora en Antropología en ciesas, México. Sus áreas de investigación: políticas públicas, interculturalidad, estado y pueblos originarios.

Rodrigo Márquez Reyes Profesor en Historia y Geografía (Universidad de los Lagos) y magíster en Planificación Territorial Ambiental (Universidad de la Frontera). En la actualidad es doctorando de la uns. Profesor asociado de la Universidad de Los Lagos. Área de investigación: riesgos y desastres socionaturales, sistemas de información geográfica y ordenamiento territorial.

María Pía Poblete Antropóloga. Académica del Instituto de Estudios Antropológicos Universidad Austral de Chile. Máster of Philosophy de la Universidad de Cambridge. Actualmente es candidata al Doctorado de Historia (uc). Se ha especializado en antropología e historia buscando entender procesos de transformación de la sociedad mapuche-huilliche en Valdivia.

Rafael Sánchez Licenciado en Historia y geógrafo (Pontificia Universidad Católica de Chile) y doctor en Geografía (Universidad de Innsbruck). Editor de la Revista de Geografía Norte Grande. Sus investigaciones se han centrado en la construcción social de los espacios residenciales, las transformaciones metropolitanas y el desarrollo del turismo en las regiones de montañas.

Josefina Schenke Licenciada y magíster en Historia del Arte, Universidad de Bourgogne, dea Historia del Arte Universidad París iv-Sorbonne. Doctorado en curso en la Universidad Católica de Chile. Profesora en la Universidad Alberto Hurtado.

Perla Zusman Doctora en Geografía Humana (Universidad Autónoma de Barcelona). Magíster en Integración de América Latina (Universidad de São Paulo). Sobre los autores | 439

Investigadora independiente del conicet (uba). Docente titular de la uba. Sus investigaciones se desarrollan en las áreas de historia de la geografía, la geografía histórica y la geografía cultural.

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Araucanía-Norpatagonia: Discursos y representaciones de la materialidad fue compuesto con la familia tipográfica Alegreya ht Pro, en sus múltiples variables, y Liberation Sans Narrow. Se editó en diciembre de 2016 en el Departamento de Publicaciones-Editorial de la Universidad Nacional de Río Negro.

Araucanía-Norpatagonia Discursos y representaciones de la materialidad Este libro forma parte de la primera secuencia de estudios binacionales argentino-chilenos y constituye un proceso de integración que articula trabajos conjuntos de investigadores de ambos lados de la cordillera. El camino que propone atraviesa tres ejes explicativos: circuitos, relaciones y representaciones de prácticas políticas y económicas; territorios, itinerarios y expresiones materiales; y prácticas culturales y sociales en el marco de la interculturalidad. El texto fue puesto a consideración de distintos referentes académicos especializados y busca constituir una conversación provocadora y provechosa. Es decir, es un diálogo puesto en libro y un libro puesto en diálogo que pretende consolidar el imaginario de un territorio común en el tiempo y el espacio, a través de la cordillera como eje integrador y no como límite político nacional.

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