Peregrinajes primitivos a Jerusalén: Reflexiones en torno al Itinerario Burdigalense e Itinerario Ad Loca Sancta.

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PEREGRINAJES PRIMITIVOS JERUSALÉN: REFLEXIONES EN TORNO AL ITINERARIO BURDIGALENSE E ITINERARIO AD LOCA SANCTA. * Raúl Figueroa Urra *

“[…] Tal vez me preguntarán mis devotos lectores, ¿Qué fue lo que yo sentí al entrar en aquellos asombrosos lugares? Pero realmente no podré explicarlo; pues á un tiempo mismo me ocurrieron mil ideas, sin fijarme en ninguna en particular. Media hora permanecí de rodillas en la capillita del Santo Sepulcro con los ojos clavados en la piedra, sin poderlos apartar de allí. Uno de los religiosos que me acompañaban, se postró a mi lado, y dejó caer su rostro sobre el mármol; y otro, teniendo en mano el Evangelio, me leía a la luz de las lámparas los pasajes relativos al Santo Sepulcro. A cada versículo añadía la oración: “Domine Jesu Christe, qui in hora diei vespertinade cruce depositus, in brachiis dulcissimae Matris tuae reclinatus fuisti, horaque ultima in hoc santissimo monumento corpus tuum examine cotulisti…”etc. Lo que puedo asegurar es, que al ver el sepulcro triunfante, sólo contemplé mi propia flaqueza; y cuando el sacerdote exclamó con San Pablo: “ Ubi est, Mors, victoria tua? ¿Ubis est Mors, stimulus tuus?” apliqué el oído como si la muerte fuese a responder que se hallaba vencida y aherrojada en aquel sagrado monumento.” 1

De esta manera, en 1811, a través de su Itinerario de París a Jerusalén, el poeta romántico Francois Rene de Chateaubriand, nos describía la experiencia vivida durante su paso por el Santo Sepulcro en Jerusalén, esto como consecuencia de su exilio de Francia tras enfrentarse a Napoleón el año 1804. Una experiencia de corte místico para el autor, quién respondiendo al renovado sentimiento cristiano que conmovió al movimiento Romántico durante todo el siglo XIX, realizó su propio peregrinaje en tiempos modernos. Consciente era éste de que su empresa se insertaba en una larga tradición de viajes, donde los nombres de Willibaldo de Dryopolis o Beda el Venerable, son invocados por el mismo autor dentro de la lista de aquellos que alguna vez emprendieron el viaje a Tierra Santa. Tan consciente era de la larga tradición en la cual se insertaba, que el mismo título de su libro nos da cuenta del conocimiento del poeta acerca de la historia del peregrinaje a Jerusalén. En efecto, Itinerario de París a Jerusalén es una alusión al conocido Itinerario de Burdeos a Jerusalén ó también *

Texto presentado en las II Jornadas Estudiantiles Medievales organizadas por la Universidad Alberto Hurtado realizadas el 10 y 11 de Junio del 2015. * Egresado de la Licenciatura en Artes mención Teoría e Historia del Arte de la Universidad de Chile. 1 Chateaubriand, Francois - René, 1848, p. 26.

conocido como Itinerarium Burdigalense, escrito el año 333 d.C. por el anónimo “Peregrino de Burdeos”. Este itinerario – el más antiguo conocido hasta hoy, cabe recalcar – indica los sitios en los cuales estuvo durante su viaje, además de describir aquellos monumentos y lugares significantes de la histórica ciudad; lo cual nos permite reconstruir el camino que éste recorrió. Cincuenta años más tarde, entre los años el 380 - 384 d.C., una peregrina proveniente del extremo litoral del mar Océano occidental, emprendió un viaje con el mismo destino, viaje el cual nos ha llegado por las detalladas observaciones escritas que ésta viajera compiló en su Itinerario ad loca sancta, el itinerario más conocido de este período. A través de sus pasos, nuestros guías nos llevarán por los caminos que ellos y demás peregrinos que emprendieron el viaje a Tierra Santa durante la época del cristianismo temprano, componiendo así el contexto social y religioso, que nos ayudará a comprender la significación que tenía para estos cristianos emprender el largo viaje hacia la “Tierra Prometida”. Para nosotros, latinoamericanos a quienes la tradición y cultura cristiana se nos fue impuesta hace más de cinco siglos, la historia de Jerusalén no nos es ajena; no obstante, resulta imperioso referirnos a ella teniendo en cuenta los fines de este escrito. Jerusalén, ciudad antiquísima cuya fundación se remonta hacia el II Milenio a.C., es quizás, la ciudad más relevante dentro de la cultura occidental. Su remoto pasado ha sido el lugar de encuentro de antiguos relatos, que han servido para formar a través del tiempo, la base de la tradición central de nuestra cultura; la judeo-cristiana. Dicha condición, ser la cuna de dos de las religiones más extendidas en el globo – judaísmo y cristianismo – ha investido a ésta ciudad con un aura mítica, si se quiere sagrada, al ser la ciudad eje dentro de los relatos qué componen tanto el Tanaj hebreo – ó Antiguo Testamento – y el Nuevo Testamento. La tierra que Dios prometió a Abraham y sus descendientes, la “Ciudad de David”, donde el rey de Israel pactó con Dios la eternidad de ésta, y donde Jesús de Nazaret renovó la alianza entre los hombres y Dios al sacrificar su persona, es el contexto en el cual se desarrollan los principales hechos que marcan la fe de estas religiones respectivamente. Revivir los pasajes de dichos acontecimientos, ya sean los lugares donde estuvo David o su hijo, el sabio rey Salomón, como asimismo, los sitios donde se llevo a cabo la Pasión de Cristo, constituyen un evento de significación para cualquier persona que profese alguna de las religiones de la tradición judeo-cristiana, lo que consecuentemente trae consigo, el deseo de visitar dichos

lugares como un acto de reafirmación de la fe del creyente. En una época en que el cristianismo estaba sentando sus bases en el occidente romano gracias al papel desempeñado por el emperador Constantino, este acto de fe constituye uno de los grandes acontecimientos de la vida de un cristiano; como lo eran los peregrinos de Burdeos y la monja de Egeria. Sobre nuestros autores poco sabemos. Con respecto al peregrino Burdeos, solo conocemos su origen. Se ha especulado acerca de su género, debido a la relevancia que el autor expresa por algunos lugares relacionados con la maternidad y la fertilidad que encuentra durante su peregrinaje, pero más allá de eso, no tenemos ningún indicio más sobre su persona. Por otro lado, sobre Egeria, el nombre y su lugar de origen los sabemos gracias a la carta escrita por Valerio en el siglo VII a los monjes de Bierzo, donde nos dice “…Egeria, extremo occidui maris Oceani litore exorta, Oriente facta est cognita…” “…nacida en el extremo litoral del mar Océano occidental, se dio a conocer al oriente…” Por otro lado, esto nos indica que Valerio contaba con la versión completa del itinerario de Egeria, en la actualidad perdido. De igual manera, expresiones utilizadas por la autora como “…vosotras señoras de mi alma (dominae animae meae) (XIX, 19)”, “…Venerables señoras y hermanas (dominae sórores venerabiles)… (XX, 5)” nos indican la posible relación que tuvo la autora con los votos religiosos. Más allá de estas conjeturas, lo que sabemos con certeza es que tanto el peregrino de Burdeos y Egeria realizaron sus respectivos viajes en el contexto del Imperio Tardo Romano. Como sabemos, tanto Burdeos como Galicia se encontraban conectados por la vía de caminos que configuraban la calzada romana, apareciendo en las rutas de Itinerario Antonino y en el recorrido del peregrino de Burdeos. En este sentido, Burdeos hacia el siglo IV d.C. se convirtió en una importante región interior del imperio, al ser una zona de fuertes relaciones comerciales y al mismo tiempo ser uno de los centros culturales más relevantes de la región, contando con su propia escuela de retórica en la cual se formaron poetas de la talla de Ausonio o Paulino de Nola 2. Si bien el contexto social de aquel entonces había hecho difícil la formación académica en general, y aún más la movilidad social por los diversos decretos que buscaban retener los ingresos por impuestos; la formación clásica retórica aún 2

Green, R.P.H, 1991, pp. XV – XLIX.

permitía el ascender socialmente dentro de la estructura social del Imperio Romano. 3 Esto nos permite inferir la formación que pudo haber tenido nuestro peregrino, que si bien no demuestra el mismo nivel de retórica que manejó Ausonio dentro del Itinerario, si manifiesta que su formación cultural estaba por sobre la media de aquella época, lo cual queda evidenciado por la referencias hechas en la sección Palestina del itinerario. En el caso de Galicia, sabemos que hacía el siglo IV fue un centro de discusión teológica e intelectual que dio como origen la herejía prisciliana, que terminaría con la condena de su creador en el año 385, siendo el primer condenado por esta acusación en la historia de la iglesia. Por otro lado, se ha discutido acerca del papel que jugó Gallaecia en el imperio, sobre todo por ser el supuesto lugar de nacimiento del emperador Teodosio I. Mientras la historiografía había consensuado sobre este tema, estudios como el de Alicia Maria Canto han dado lugar a dudas razonables acerca del origen gallego del emperador – específicamente del nacimiento en la ciudad de cauca –, lo cual por otro lado, afectaría la tesis sobre la posible relación de parentesco que existiría entre éste y nuestra Egeria, tesis que explicaría las facilidades y regalías que tuvo nuestra peregrina durante su viaje, en la medida que la primera parte del viaje lo habría hecho en compañía de emperador, quién se dirigía hacia el oriente para batallar contra los barbaros invasores entre los años 378 – 381 d.C. De todas formas, sin la primera parte del itinerario, ninguna de estas hipótesis puede ser comprobada. Así teniendo en cuenta este marco contextual general, podemos comenzar el análisis de los textos. Mas, antes es menester dar cuenta que el formato del IB y del peregrinaje de Egeria no es casual ni mucho menos original, sino que pertenece a una larga tradición de relatos y textos de viajes que se remontan a la cultura griega y romana y los cuales se encontraban bien establecidos en el mundo mediterráneo. En el caso de los documentos griegos, Herodoto ya nos relataba sus experiencias en las fiestas dedicadas al dios Osiris que se celebraban en Egipto hacia el 450 a.C. Por otro lado, conocemos los registros de rabinos como el Rabino Aqiba que eligieron Roma como destino de sus viajes hacia el año 95 d.C. En el caso de los textos, tenemos como antecedentes los periplos marítimos que han sobrevivido, como es el caso del periplo de Pseudo Escilax, que data del siglo cuarto a.C. 4. Por otro lado, en el caso de los documentos romanos, un importante antecedente para el IB 3 4

Cameron, Avril, 2001, p. 14. Isaci Vossii (ed.), Geographica antiqua, Lugduni, 1697.

lo encontramos en el Itinerarium Antonini Augusti 5, escrito entre los años 211-217 d.C. durante el período del emperador Antonio Augusto Caracalla y posteriormente actualizado y compilado en una serie de documentos del siglo III d.C. 6 Dividido en dos secciones; una terrena (Itinerarvm provinciarvm) y otra marítima (Itinerarivm maritimvm); el Itinerario Antonino se nos presenta como un mapa de las principales rutas, caminos y distancia entre millas de las principales ciudades que componían el Imperio Romano hacia principios del s.III d.C., en donde su formato ya nos rememora las postas en las cuales se indicaban a comerciantes y viajeros los nombres de ciudades y sus distancias, lo cual pudo haber sido motivo de representación de la vasijas de Vicarello. Pareciera ser que este formato bastante práctico, no permitiera el explayarse a sus autores, dejando de lado la descripción de los lugares visitados. Sin embargo, esta impresión cambia en la segunda sección, en la cual aparecen algunas descripciones geográficas las cuales son vinculadas a ciertos pasajes míticos. Por ejemplo, al llegar a Delos se nos dice: ‘donde Apolo y Diana nacieron de Latona’ (527.1), en Naxos, el autor informa: ‘En donde Ariadna fue amada por el Liber Patre después de ser abandonada por Teseo’ (528.2) o por último, en las islas Andros Gyaros donde ‘Apolo las unió y se mantuvo firme’ (529.4), haciendo referencia al pasaje de la Eneida (3.73-77). En el caso del IB, el formato de lista es mantenido, por lo menos durante la primera sección del itinerario. No obstante, la introducción de información que complementa los datos básicos, como los lugares donde el peregrino realizó un cambio de caballos (mutatio) o los lugares donde pernoctó (mansio), producen la sensación de movimiento a través del territorio en el texto, lo cual es acentuado al enfatizar los límites entre provincias, demarcando así las diferencias tanto topográficas como culturales entre un lugar y otro, lo queda expresado en los sumarios de millas, cambios y mansiones que se entregan al llegar a una ciudad de relevancia, como muestra el siguiente extracto: Cambio en Argentia: Cambio en Ponte Aurioli: Ciudad de Vergamo: Cambio en Tellegatae: Cambio en Tetellus: 5 6

Elsner, Jaś, 2005, p. 131-149. Elsner, Jaś, 2000, p.186.

10 millas 10 millas 13 millas 13 millas 10 millas

Ciudad de Brixa: Mansión de Flexus: Cambio en Beneventum: Ciudad de Verona: Cambio en Cadianum: Cambio en Aurei: Ciudad de Vincentia: Cambio en la frontera: Ciudad de Patavium (Padua): Cambio en el doceavo hito: Cambio en el noveno hito: Ciudad de Altinus: Cambio en Sanus: Ciudad de Concordia: Cambio en Apicilia : Cambio en el onceavo hito: Ciudad de Aquileia:

10 millas 11 millas 10 millas 10 millas 10 millas 10 millas 11 millas 11 millas 10 millas 12 millas 11 millas 9 millas 10 millas 9 millas 9 millas 11 millas 11 millas

Total desde Milán a Aquileia: 251 millas, 24 cambios, 9 lugares de estadía.

Este formato del texto se mantiene durante gran parte de la primera sección, realizando detenciones y resúmenes de las millas, cambios y mansiones al final de cada provincia, delimitando así los límites provinciales del imperio, demostrando así la unidad política de éste. Un cambio se puede notar al llegar a Constantinopla, donde el peregrino, aunque no realiza alguna descripción sobre la ciudad, efectúa un resumen general del viaje. Hasta entonces hemos recorrido: Mil doscientas veintiún millas, doscientos treinta cambios y ciento doce estadías. A partir de aquí, se prepara al lector a recibir las primeras informaciones en relación con el contexto geográfico que el peregrino atraviesa en su camino hacia Palestina, cambiando el estilo del “odómetro” al descriptivo. Así en Viminatio se nos dice: “donde Diocleciano venció a Carnius” (564.9). Tras pasar Constantinopla, en la provincia de Bithynia, al llegar a la estancia de Libissa, se no dice: “Aquí yace el Rey Aníbal, quién fue Rey de los Africanos” (572.4); en Andavilis: “Aquí se encuentra la villa Pampati, de donde vienen los caballos curule” (577.6); en Thiana: “Aquí nació Apolonio El Mago 7”; en Tarso se nos indica: “Donde nació el Apóstol Pablo” (579.1); en Serepta: “Aquí Elías se acercó a la viuda y suplicó comida para sí” (583.12), y así sucesivamente. En esto evidenciamos que en la medida que nos acercamos a Tierra Santa, se construye una “curva 7

Apolonio de Tiana (3 a.C. – 97 d.C.), filósofo, matemático y místico griego neopitagórico.

ascendente de mitologización”, lo que advierte y prepara al lector para el repentino cambio de formato y discurso que había mantenido el texto hasta el momento 8 de llegar a Palestina. Tras atravesar las ciudades de Sidona (saida) (583.12) y Sicamenos (Sycaminon) (585.1); lugares en los cuales se desarrollaron los acontecimientos en torno al profeta Elías relatados en el libro de los Reyes 9, el Monte Syna (586.1); donde se halla una fuente milagrosa en la cual una mujer puede quedar embarazada; la ciudad de Stradela (586.5), donde se encuentra el campo en el que David derrotó a Goliat; la ciudad de Neapoli, donde se encuentra el Monte Agazaren (Gerizim) (587.2), lugar importante para la tradición judeocristiana, puesto que como nos indica el peregrino, es el lugar donde Abraham ofreció el sacrificio; donde se encuentra enterrado José, hijo de Jacob y donde Jesús fue atendido por una Samaritana según el relato del Evangelio según San Juan 10, llegamos finalmente a la ciudad de Jerusalén. De aquí en adelante se encuentran los pasajes más ricamente ilustrados y detallados de toda la travesía. Sólo al entrar a la ciudad nos encontramos con la descripción de las piscinas gemelas construidas por el rey Salomón, lugar donde “…personas que han estado enfermas durante muchos años fueron curadas” (589.13-14); también se encuentra la cripta donde torturó a los demonios (relatos de tradición apócrifa); su palacio; y el cuarto donde escribió el Libro de la Sabiduría (590.9). Más adelante, al salir del Palacio del rey David, se nos presenta uno de los pasajes más notables del IB, esto en relación con la pasión de Cristo: […] De allí sales de la pared del Sion, mientras caminas hacia la puerta de Neapolis, hacia la derecha, debajo del valle, están las paredes donde se encontraba la casa o pretorio de Poncio Pilato. Aquí nuestro Señor fue juzgado antes de Su pasión. A mano izquierda está la pequeña colina del Gólgota donde el Señor fue crucificado. Lejos de ahí, hay una cripta donde su cuerpo fue depositado, y se levantó de nuevo al tercer día. Aquí, como un presente, por orden del emperador Constantino, fue construida una basilica, lo que quiere decir ‘casa del Señor’, una iglesia de maravillosa hermosura, teniendo al lado embalses de donde el agua es extraída, y un baño detrás donde los niños son bautizados. (594.1) 8

Elsner, Jaś, 2000, p.186. Reyes 18:21-39 10 Juan 4:5. 9

Una descripción mucho más detallada de los santos lugares y que se contrapone al carácter práctico del IB lo encontramos en el itinerario de la monja de Egeria. Lamentablemente, como señalé anteriormente, la perdida de la primera parte del viaje nos impide conocer la forma en cómo se llevo a cabo el tránsito entre su punto de partida y la llegada a Jerusalén, además de los viajes que realizó durante los primeros dos años entre ésta última ciudad y Egipto. En efecto, de los viajes de Egeria solo conocemos la última parte, los cuales realizó entre Diciembre del 383 a Marzo del 384, mes en el cual realiza su viaje de regreso a Constantinopla. Sin embargo, la detallada descripción que realiza la monja de los lugares que ésta visita y los rituales que se llevan a cabo en los santos lugares, hacen de este texto una importante fuente para conocer las prácticas litúrgicas realizadas en la ciudad santa y los lugares de peregrinación en el siglo IV d.C. Así, ante una descripción escueta como la del peregrino de Burdeos sobre la Basílica de Constantino, la cual describe “…como un regalo, por orden del emperador Constantino, fue construida una basílica, que como se ha dicho, una iglesia de maravillosa hermosura…”; Egería se detiene y nos dice: “Cuál sea el ornato aquel día [de la epifanía] en la Iglesia o en la Anástasis o en la Cruz o en Belén, me ha parecido inútil escribíroslo. Allí no ves más que oro, piedras preciosas y seda; porque si miras los tapices, son de seda bordada de oro; si miras las cortinas, son también de seda bordada en oro. Todo el servicio de culto divino que se ve aquél día es de oro con piedras preciosas incrustadas. Y el número o valor de los cirios, candelabros o lámparas y de toda la clase de objetos de culto, ¿puede acaso apreciarse o escribirse? Y ¿qué diré de la ornamentación de la fábrica misma, que Constantino, bajo la vigilancia de su madre, en cuanto se lo permitieron las riquezas de su reino, decoró con oro, mosaicos y mármoles preciosos, tanto la iglesia mayor como la Anástasis y la Cruz y los demás lugares santos de Jerusalén?” (XXV, 8 – 10) La prolijidad que podemos observar en este pasaje, se repite en otros lugares del recorrido de Egeria, en donde describe detalladamente el contexto geográfico como lo relativo a los monumentos que se encuentran en determinados parajes. No obstante, la particularidad no solo radica en el detalle de la descripción que se encuentra en el relato, sino en el ejercicio de lectura de las Santas Escrituras que es realizado en cada uno de los puntos visitados y que está estrictamente relacionado con el lugar, lo cual, al igual que como observamos en el

Itinerario Antonino y el IB, relaciona el entorno intrínsecamente con los textos que constituyen parte de la mitología en cada caso, como muestra el siguiente pasaje: (leer V, 3: pg. 195 versión BAC.) En el análisis de ambos textos podemos identificar la patente carga emocional y espiritual que significó para nuestros peregrinos rememorar los pasajes de las Santas Escrituras a través del territorio que compone la geografía palestina. Lugares como el Santo Sepulcro, la colina del Gólgota, el monte Sinaí, entre tanto otros adquieren una significación importante para nuestros autores en la medida que son los lugares donde el cristianismo primitivo encontró su fundamento. A través de los pasos de nuestros peregrinos, no solo hemos recorrido los lugares sagrados que establecieron la base de la fe cristiana en sus albores, sino que a su vez, hemos recorrido la transformación del Mediterráneo, el advenimiento de un nuevo mundo a través de la mirada de dos cristianos, mirada que con el tiempo se transformó al mundo occidental.

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