Pensar lo posible (discurso de graduacion)

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Pensar lo posible Discurso de graduación – 9 de Junio de 2015 A mi compañero de estudios, Cristian Egoavil Buenas noches con todos y todas: I. Si se me pregunta qué es lo mejor que puede entregarle una universidad a sus alumnos, responderé sin dudarlo que lo más valioso son las herramientas para “pensar”. Evitaremos caer en el lugar común mientras comprendamos este verbo en toda su complejidad: no se trata de excluir la acción, abstraerse del cuerpo ni negar todo compromiso ético. El pensar (bien comprendido) es probablemente la actividad más compleja a la que tiene acceso el ser humano. Actualmente, que detenernos unos minutos parece un lujo, y concentrarnos, una tarea infinita, las buenas universidades son algunos de los últimos refugios para someternos a la densidad incómoda del silencio y el pensar. Tan es así que, probablemente, con estas primeras diez líneas, ya los haya aburrido. Pero el pensar no nos ofrece grandes recompensas ni fórmulas para el bienestar. Cuando se hace bien, fatiga, incomoda y angustia. Platón nos dice que Sócrates, ante el lamento de sus amigos por la proximidad de su muerte, les habría increpado diciéndoles: “Los que de verdad filosofan se ejercitan en morir”1. Aunque sería simpático y sencillo hablar ahora de bonitas anécdotas y los vínculos, más o menos conocidos, que nos unen, traicionaría el servicio más preciado con el que esta Universidad me supo formar. Por ello, esta noche nos propongo pensar brevemente la anterior sentencia socrática junto a otra, tal vez más conocida, dicha durante su defensa ante el tribunal que lo condena: “una vida sin examen permanente no es vida posible para el ser humano”2. Ambas líneas y su implicancia resuenan la una en la otra y, en consecuencia, pueden ser figuradas en común: la comprensión de la muerte como un

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Platón, Fedón, 67e: “οἱ ὀρθῶς φιλοσοφοῦντες ἀποθνῄσκειν μελετῶσι”. La interpretación del texto es inequívoca y bastante conocida: Platón se refiere a las ataduras que nuestro cuerpo impone a nuestro intelecto, el cual quisiera recorrer libremente el mundo no sensible de las Ideas. No será esta la ruta que me interese seguir. 2 Platón, Apología, 38a: “ὁ δὲ ἀνεξέταστος βίος οὺ βιωτὸς ἀνθρώπῳ”.

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ejercicio de examinación permanente que nos enfrenta al maravilloso ámbito de la posibilidad. Pensar lo humano se develará entonces, siempre, como pensar “lo posible”. Supongo que si pudieran expresarse en voz alta dirían: “¿qué clase de alienígena desubicado dedica un discurso de graduación a semejante reflexión? Solo el filósofo, haciendo gala de su capacidad para ignorar el contexto que en este momento lo rodea”. Tal vez sea cierto, pero no se me ocurre ningún contexto mejor que este, pues ¿hay una situación más apropiada para hablar de “lo posible” que aquel que reúne a un grupo de graduandos que, con suerte, estarán en la cúspide de su vida profesional cuando empiece el tercer siglo de vida republicana de nuestro país? Mi motivo, con lo ridículo que pueda sonar, es este: el 2021, probablemente en pleno ejercicio profesional nuestro que hoy simbólicamente empieza, el Perú comenzará un tercer siglo de posibilidades durante el cual nosotros tendremos la opción de ser vanguardia. Quisiera que pensar en todo lo que ello implica sea el primer paso con el que hoy se me ha pedido contribuir. Pero no perdamos de vista el sentido de “lo posible”. No me interesa referirme aquí a la errada disyuntiva de posibilidad versus utopía. En otras palabras, no hay ninguna oposición entre la demanda que mi reflexión ahora iniciará y la que otros estudiantes, en Mayo de 1968, popularizaron: “seamos realistas, ¡pidamos lo imposible!”3. Veamos, pues, qué tienen en común la muerte, el pensamiento crítico y la posibilidad, con nosotros. II. Nos consideramos humanistas, sin embargo ¿qué podemos decir del ser humano cuando queremos pensarlo de manera completa? Es decir, ¿qué podemos afirmar acerca de éste cuando preguntamos por eso-que-es? ¿Cómo hablar, por ejemplo, de cuidar una esencia de lo humano sin darle la espalda a nuestras fácticas libertad, impermanencia y diferencia? Nos caracteriza un permanente anticiparnos por el hacer en relación con otros y con cosas. Estamos siempre proyectándonos a través de tareas disímiles, comprensiones del mundo y relaciones con otras personas. Ese activismo militante sólo se agota cuando se acaba. No pretendo aquí jugar a Cantinflas; quiero decir, si es que deseo observarnos

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“Soyons réalistes, exigeons l’impossible”. La frase se le atribuye al socialista francés Louis Auguste Blanqui (1805-1881).

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completos, tendré que esperar a nuestra muerte. Pero ¿qué es la muerte sino dejar de ser (acabar-se)? La evidencia, más bien, está en que no puedo experimentar mi muerte ni, por la misma imposibilidad, la muerte de los demás. Y sin embargo, hay en este hecho (en el hecho de que voy –vamos– a morir) una certeza única y un signo que nos marca de manera incuestionable. Desde que nazco soy apto para mi muerte y ninguna de las posibilidades compite de igual manera con ésta, tan cierta a la vez que impredecible. No pretendo una apología al suicidio, al contrario. La muerte me interesa en tanto que es mía y es mía en tanto que hay yo, pero sólo habrá yo mientras la muerte no llegue sino se mantenga como posibilidad inminente4. Buscando la totalidad de mi existencia, indagando sobre mi condición de ser completo, descubro que el sentido mismo de “lo completo” debe variar cuando se refiere a nosotros humanos: la muerte me revela como un “todavía-no”, mi característica más propia es un poder-ser. Como un agente de posibilidades, mi esencia es mi existencia5. Pero si la muerte constituye mi ser de tal manera, ¿cómo construyo una relación que no la traicione? Ya vimos que “morir” no es la opción, pues sería llevar a realización aquello cuya principal virtud está en la posibilidad. Pero tampoco lo es nuestra cotidiana huida ante la muerte, ese negar nuestra propia muerte que es, en el fondo, una negación de nuestro ser determinado hacia lo posible. La opción, siguiendo al filósofo alemán Martin Heidegger, es “adelantarnos” hacia ella. Girar nuestra existencia hacia ella es abrirnos hacia nuestra posibilidad más extrema y, como tal, comprendernos como aquello que somos: posibilidad. Esto no es un simple “pensar en la muerte”, como quien se entretiene al rumiar un concepto inefable. Se trata de tomar las riendas de nuestro poder-ser, asumirnos como posibilidad en la responsabilidad de pensar nuestro propio destino. Es “hacernos cargo de nuestro ser más propio desde nosotros mismos y por

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Martin Heidegger, Ser y tiempo, § 46, p. 253. También: “La relación-de-ser para con una posibilidad ha de ser de tal modo que deje estar la posibilidad en cuanto posibilidad, y no, pongamos, que lleve la posibilidad a su realización (…). La posibilidad es lo que es cuando perdura, es decir, cuando sigue estando por delante la posibilidad” (Martin Heidegger, Prolegómenos para una historia del concepto de tiempo, §34, p. 396). 5 “El sentido propio de su ser [del Dasein] es precisamente el tener siempre por delate algo que todavía no es, que todavía está pendiente” (Prolegómenos, §33, p. 385). “El ser que yo seré en ‘lo último’ de mi Dasein y que en cualquier momento puedo ser, esa posibilidad es mi ‘yo soy’ más propio, es decir, yo seré mi yo más propio (…) el Dasein es en esencia su muerte. Con la muerte lo que tiene por delante no es algo del mundo, sino que es él mismo el que está por delante de sí” (Prolegómenos, §34, p. 391).

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nosotros mismos”6. A esta situación, determinada por la angustia de aquella apertura, Heidegger la llama autenticidad; y es el umbral de la conciencia, la culpa y la responsabilidad por el otro, en tanto que responsabilidad absoluta por los actos de uno mismo7. El filósofo francés Emmanuel Levinas llevaría al máximo esta afirmación, vinculando el poder ser con una “obsesión por el otro”8, aún anterior a la angustia por la autenticidad. Por lo pronto, diremos que la posibilidad y la responsabilidad son al mismo tiempo constituyentes de nuestro ser. III. Podemos volver a Sócrates con nuestras nuevas herramientas para proponer una interpretación de las frases que en un inicio citamos. La segunda de ellas venía de la Apología de Sócrates, el texto en el que Platón reconstruye el juicio en el que es sentenciado a muerte por el tribunal ateniense. Si recordamos los motivos de esta condena, encontramos que Sócrates logra poner en su contra a un juzgado que se inclinaba a mantenerlo con vida, pues sugiere que en lugar de castigo merecería el reconocimiento de una pensión vitalicia otorgada por la ciudad, debido al servicio que el filósofo le brindaba a la misma. Esto es interpretado como arrogancia (¡la verdad radical, el acontecimiento, siempre suena a ironía!) y Sócrates es condenado a muerte. Hasta este momento, hemos visto cómo la muerte y la existencia trazan un vínculo fundamental que nos arrojan hacia la posibilidad y que nos definen, ante todo, como poder-ser. Esto demanda de nosotros una responsabilidad radical. Las dos frases de Sócrates han cobrado un nuevo sentido: el “examen permanente” que impulsa nuestra humanidad es condición para afrontar con autenticidad las posibilidades a las que estamos abiertos. El filósofo solamente radicaliza y hace de esta opción su oficio, “ejercitándose en el morir”. Pero el caso del juicio de Sócrates nos obliga a añadir un elemento más: el servicio político. No hay pensamiento que esté exonerado de la angustia por lo político. La atadura entre posibilidad y responsabilidad nos lo advertía de antemano. Pero, ¿no es lo político el ámbito de lo necesario? ¿No es acaso el lugar donde la voluntad popular se cuantifica y se norma? ¿El espacio donde hace falta técnica y 6

Con una modificación de tercera singular a primera persona plural, se trata de una cita de Ser y tiempo, §53, p. 280. 7 Prolegómenos, §35. 8 Emmanuel Levinas, Morir por…, p. 34.

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gestión, realismo y dato, antes que posibilidad y utopía? El filósofo francés Alain Badiou ha pensado ya en estas preguntas de manera magistral. Él ha respondido que lo político es, más bien, uno de los ámbitos donde emergen acontecimientos, entendidos como rupturas por exceso dentro de una estructura deficiente. Toda estructura intenta desesperadamente mantener algo atado que presenta un excedente9. Este exceso se expresa en síntomas (la desigualdad estructural latinoamericana en la distribución de la riqueza podría ser un ejemplo) para los que surgen interpretaciones en las que acontece un nuevo orden10 (con nuevos excedentes y deficiencias, aunque superando las anteriores). En palabras del propio Badiou: “La posibilidad de lo imposible es el fondo de la política. Ella se opone globalmente a (…) [la comprensión de] la política (…) [como] gestión de lo necesario. La política comienza por el mismo gesto con el que Rousseau suprime el fundamento mismo de la desigualdad: hacer a un lado todos los hechos. Importa hacer a un lado todos los hechos para que advenga el acontecimiento.”11 Se pensará con desdén que hablo desde el mundo etéreo de la filosofía y, peor aún, desde el viejo Badiou, que escribía estas líneas en 1984. Sin embargo, el espíritu de nuestro tiempo no es sino la continuación de la homogenización de un mundo y el derrumbe emocional de las alternativas que cayeron, con la forma de un muro, en las Alemanias de 1989. Hoy, vemos cómo la gesta de Syriza, en Grecia, es una lucha por la posibilidad enfrentada a la estructura rígida del Banco Central Europeo que llama “imposibles” a sus políticas alternativas. En Perú, la movilización Pulpín fue un enfrentamiento “irracional” contra el sentido común económico; y, sin embargo, venció disputando una imposible posibilidad: que el desarrollo económico no sea a costas de la explotación del trabajador y que las demandas de los ciudadanos sean el punto de partida y llegada de los gobiernos. Nos hallamos ante un punto sin retorno. En los próximos seis años, o los políticos, los medios periodísticos concentrados y las corporaciones cerrarán más las puertas de la política posible; o nosotros, especialmente la generación que empieza a experimentar un abismo respecto de sus predecesoras, las mantendremos abiertas. Que los gritos por “¡igualdad!” y “¡libertad!” de hace dos siglos hoy parezcan aún revolucionarios nos

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En tanto que representa unidad a partir de la multiplicidad. A partir de un nuevo “sujeto político”. Allí está la clave. 11 Alain Badiou, ¿Se puede pensar la política?, p. 53. 10

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demuestra que corremos el riesgo de volver a una era oscura. Como los funcionarios que seremos durante el tercer siglo de nuestra república nos toca optar, y asumir auténticamente la posibilidad y la responsabilidad que nos constituyen12. No puedo omitir esta noche los agradecimientos muy especiales a quienes fueron mis profesores y cuyo loable trabajo fue brindarme las herramientas para, entre otras cosas, pensar lo que hoy he compartido con todos. Igualmente agradezco a mi familia, cuyo esfuerzo para tolerarme en casa y apoyo incondicional para lo que he hecho fuera, han sido apoteósicos. No he querido hacer de estas palabras una celebración por la meta sobrepasada, sino una llamada a las responsabilidades del futuro. Pues, como el grandísimo pequeño Julio Ramón Ribeyro dijo al respecto: “Ser el eterno forastero, el eterno aprendiz, el eterno postulante, he allí una fórmula para ser ‘feliz’”13.

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Los filósofos –para no dejar de lado a esa humilde minoría con la que empecé este discurso– debemos ser para nuestra ciudad, como también dice Sócrates en la Apología, como un zancudo para un caballo: “despertándolos, persuadiéndolos y reprochándolos uno a uno, no cesaré durante todo el día de posarme en todas partes. (…) Pero, quizá, irritados, como los que son despertados cuando cabecean somnolientos, dando un manotazo [ustedes] me condenarán a muerte” Apología, 30e-31a. 13 Citado por Titinger, Daniel, Un hombre flaco, p. 26. Las comillas son mías. En Ribeyro se debe pensar en una forma muy especial de “felicidad”, que no entra en contradicción con lo que aquí hemos expresado.

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