PENSAR LA COMUNICACIÓN: LA CREACIÓN DE UN ESPACIO ANDALUZ DE COMUNICACIÓN

June 14, 2017 | Autor: Miguel de Aguilera | Categoría: Cultural Industries
Share Embed


Descripción

PENSAR LA COMUNICACIÓN: LA CREACIÓN DE UN ESPACIO ANDALUZ DE COMUNICACIÓN


Miguel de Aguilera Moyano
Decano de la Facultad de CC. de la Información. Universidad de Málaga








Las características que presenta todo grupo social son siempre
definidas por una suma de factores, condiciones y agentes que se reúnen en
un contexto —configurándolo al mismo tiempo—. Así, las que se han
dado en ciertas regiones del Sur de España, en especial, durante el período
de implantación y desarrollo de la sociedad industrial, han mantenido estas
comunidades durante siglos en una situación subordinada, de inferioridad,
respecto de otros grupos asentados en territorios donde la sociedad
industrial alcanzaba su mayor desarrollo. Las razones que sumieron a
regiones como Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha en esa secular
situación de debilidad y dependencia han sido analizadas ya, en medida
suficiente, por diversos estudiosos —sobre todo, desde el ámbito de la
historia económica y social—.


Aunque las condiciones desfavorables para estas comunidades no hayan
desaparecido del todo, ni mucho menos, durante las últimas décadas, sin
embargo, la situación tiende a cambiar notablemente. Y es que —dicho sea en
términos teóricos— los actores sociales que protagonizan el acontecer
colectivo de esas comunidades pueden apoyarse en los logros acumulados en
el pasado —más o menos reciente— y emprender una serie de acciones,
posibles en el nuevo contexto histórico, que tiendan a favorecer la
implantación de unas flamantes condiciones, más positivas para el
desarrollo económico y social de esas comunidades, preservando al mismo
tiempo ciertos rasgos en los que se apoya su singularidad. Es decir, que en
la actualidad atravesamos una época de intensos y acelerados cambios que
afectan a la sociedad en su conjunto; circunstancia que deben aprovechar
dichas comunidades para superar esa situación de menor desarrollo; de ahí
que los dirigentes políticos, así como otros actores destacados de la vida
económica y social, hayan llevado a cabo ciertas acciones encaminadas hacia
la consecución de esos fines.


Y es que, como es bien sabido, entre los rasgos que caracterizan
singularmente ese nuevo contexto social cabe mencionar el papel que en él
desempeñan tanto el conocimiento, la cultura y la información cuanto los
procedimientos técnicos empleados para producir y difundir dichos frutos de
la inteligencia humana. En este medio social que se está configurando
actualmente —que autores muchos coinciden en denominar sociedad de la
información o del conocimiento— cada actor social individual o colectivo
recibe numerosos estímulos culturales que, entre otras cuestiones, le
permiten conocer más y mejor cuanto le ocurre y rodea, que amplían su
horizonte cognitivo así como sus posibilidades de elección entre
alternativas y de tomar las decisiones más adecuadas. Pero estos actores
—inmersos en un denso ambiente configurado por símbolos diversos, en el que
además han perdido vigencia y validez muchas de las fuentes de autoridad
que, tradicionalmente, conferían sentido a ese entorno— también han perdido
la certeza de que cuanto ven y hacen sea lo más preciso, de que los
criterios que adoptan para elegir sean los acertados o de que las acciones
que llevan a cabo resulten las más apropiadas para obtener beneficios o
evitar riesgos. En suma, el medio social en el que vivimos nos exige
practicar la reflexividad a la que gusta referirse el sociólogo británico
Anthony Giddens. En todo caso, estas capacidades ampliadas de comunicar,
conocer, elegir y reflexionar ha de ejercerlas cada individuo —en su diario
vivir, al establecer el proyecto de vida de más largo plazo a que aludiera,
entre otros, el filósofo español José Ortega y Gasset y también pueden, y
deben, ponerlas en práctica los grupos humanos, para así incidir en las
circunstancias en que haya de desenvolverse su vida colectiva.


En esas condiciones actuales que incluyen el incremento de los
saberes —que, entre otras cuestiones, permiten evaluar las
oportunidades y los riesgos que se presentan—, así como la necesidad de
reflexionar y elegir lo más conveniente para el futuro de la colectividad,
se apoya y fundamenta, precisamente, la adopción de decisiones sobre el
desarrollo de esas regiones españolas todavía más débiles que las demás.
Que ahora pueden, en cierta medida, establecer las líneas por las que haya
de discurrir su futuro. Y este futuro ha de pasar, entre otras vías, por el
desarrollo de una industria cultural —que preste especial atención al
audiovisual— vinculada a esa comunidad. Pues "una región sin un espacio
audiovisual propio, sin capacidad de producción audiovisual y sin programas
de cooperación intersectorial se condena a sí misma a la progresiva pérdida
de potencial en el conjunto de su desarrollo"[1]; una región cuya
ciudadanía, además, podría quedar parcialmente alienada de su particular
contexto histórico y cultural si careciera de unas industrias de la cultura
propias[2].


Los cambios, en la red

Todas las sociedades hasta ahora conocidas han dispuesto de sus
propias tecnologías y redes comunicativas —adaptadas a sus concretas
condiciones contextuales— que, a su vez, permitieron avanzar en la
obtención y transmisión de conocimientos, mediando asimismo en diversas
acciones humanas. Sin embargo, el inédito papel de primera importancia que
esos factores desempeñan en nuestra sociedad, en el proceso de cambios que
hoy vive y tanto la caracteriza, puede muy bien resumirse con la siguiente
cita del español Manuel Castells, uno de los más destacados sociólogos de
nuestros días: la sociedad red —como él denomina el medio social que en la
actualidad se está configurando— se caracteriza en su opinión, sobre todo,
"por la globalización de las actividades económicas decisivas desde el
punto de vista estratégico, por su forma de, organización en redes, por la
flexibilidad e inestabilidad del trabajo y su individualización, por una
cultura de la virtualidad real construida mediante un sistema de medios de
comunicación omnipresente, interconectados y diversificados, y por la
transformación de los cimientos materiales de la vida, el espacio y el
tiempo, mediante la constitución de un espacio de flujos y del tiempo
atemporal, como expresión de las actividades dominantes y de las elites
gobernantes"[3].
Si convenimos en aceptar la afortunada —y bien fundamentada— metáfora
que nos propone este brillante sociólogo, podremos igualmente apreciar la
capital importancia que adquiere esa red en la serie de muy intensos y
acelerados cambios que hoy en día conocemos: de los que la red —junto con
la pantalla, la principal terminal de visualización de ese sistema
comunicativo— no representa sólo un símbolo, sino también una de sus más
destacadas herramientas. Pues será en esa gran red, mediadora de la vida
social, en la que se produzca el valor, se decida el poder y se creen los
códigos culturales —sentándose entonces el poder simbólico y el poder
cultural—. —La red se constituiría asimismo en sede principal en la que
localizar la confluencia entre lo global y lo local— que atraviesa diversos
espacios intermedios y afecta incluso al ámbito más íntimo, pues para
Manuel Castells nuestra sociedad se encuentra polarizada entre la red y el
yo. La red representaría, pues, un destacado elemento mediador de numerosas
acciones humanas, así como la principal fuente de estímulos culturales; ya
que nuestra sociedad ha construido con esa red un gigantesco depósito
cultural, un supertexto multimedia e interactivo, en el que se recogen
buena parte de los productos de la cultura humana —más exactamente,
aquellos productos que han sido puestos en circulación en la red—, al que
puede acceder todo aquel que disponga de la capacidad cultural, tecnológica
y económica necesaria para ello. Las experiencias y estímulos obtenidos por
mediación suya se nos presentan básicamente a través de una misma fuente,
la pantalla —que acoge textos, imágenes, sonidos y otros símbolos y los
exhibe empleando códigos semejantes—, careciendo casi siempre de la
vinculación espacial y temporal concreta para la que fueron concebidos,
separándose pues de la más tradicional base material que da sentido a la
experiencia humana: el tiempo y el espacio instituidos por cada sociedad.
Lo que, sin duda, contribuye en determinada medida a acrecentar la crisis
de sentido en que se ven inmersos muchos sujetos.


De este apretado resumen de ideas puede subrayarse, entre otras
cuestiones, que el escenario principal donde ocurren buena parte de los
cambios que hoy en día conoce nuestro sistema social lo constituye la red,
ese sistema técnico interconectado, ese gigantesco depósito de cultura que
se convierte en un elemento indispensable para la construcción de sentido
y, consecuentemente, de las identidades.


Fijar líneas de actuación en el ámbito cultural

Esos cambios tecnológicos y socioculturales afectan, pues, a las
diferentes sociedades, a los distintos ámbitos en que éstas se organizan.
Entre otras, también a la sociedad andaluza, en la que esas fuerzas
transformadoras se matizan y concretan al encontrarse con la serie de
rasgos singulares que configuran este marco social. De aquí que resulte
necesario, como antes afirmaba, que los actores que protagonizan la vida
social andaluza adopten una serie de actuaciones que permitan a esta
comunidad adaptarse a las circunstancias que definen este contexto nuevo,
aprovechando mejor las flamantes oportunidades que se presentan. Y de ahí,
a su vez, que esas actuaciones tengan que orientarse hacia el escenario
principal en el que se producen esos cambios: esa red que soporta las
comunicaciones y otras interacciones humanas —y que, además de su dimensión
técnica, comporta otra cultural—. De aquí que parezca indispensable
establecer en Andalucía, entre otros elementos, unos espacios propios de
cultura y de comunicación, en los que se efectúen procesos comunicacionales
más vinculados con las matrices y manifestaciones culturales andaluzas —y
con las condiciones de vida en que aquellas arraigan—. Unos espacios que
permitan, pues, a esta Comunidad tener la debida presencia en los
escenarios donde se producen la cultura y la información, apoyando esa
participación en los resortes que ofrece una cultura milenaria —pero
siempre renovada— que contribuyan a que los ciudadanos andaluces puedan
encontrar los estímulos que les resulten pertinentes así como a elaborar
mejor sus identidades culturales; que colaboren en la vertebración de
Andalucía, en la configuración de su opinión pública, en la interpretación
del mundo en que vivimos desde específicas claves de conocimiento, en el
desarrollo de los mercados andaluces, etcétera.


La creación de esos espacios, si bien resulta de todo punto necesaria
para el desarrollo regional, sin embargo, no es ni mucho menos una tarea
sencilla que responda a la aplicación de fórmulas prefijadas. Aunque, en
todo caso, dependa tanto de su viabilidad económica cuanto de la decidida
fijación de una política cultural adecuada. Una política cultural que parta
del reconocimiento del papel que desempeñan los medios de comunicación en
nuestras sociedades —en faceta s tales como la vertebración social, el
desarrollo de una cultura democrática, el mestizaje y la hibridación de
estímulos culturales, la influencia en lo que vemos, sentimos y creemos,
etcétera—. Una política cultural que, aún apoyándose en algunos de los
principios que hoy le resultan ya tradicionales, no obstante, reconozca e
incorpore asimismo las diferentes manifestaciones que en la actualidad
comprende la cultura. Pues ésta ya no se confina en los escenarios
instituidos del Arte y la Enseñanza, ni se agota en la oposición entre la
cultura de elite y la cultura popular: La cultura hoy ha ensanchado sus
dominios y abarca muchas otras manifestaciones y fenómenos dispares —tales
como la cultura empresarial, la cultura ecológica, etc.—, entre los que
desde luego se incluyen las industrias.


En suma, la creación de esos espacios andaluces de comunicación y
cultura es exigida por la concurrencia de una crecida e importante serie de
razones, que podrían glosarse aludiendo a su faceta económica —generación
de empleo y de riqueza—, a su faceta política —vertebración de una
comunidad humana en torno de un territorio, debate de los asuntos que les
conciernen como colectividad— e, incluso, a la específicamente cultural
-desenclave de los estímulos, mediaciones y mestizajes, tensión dialéctica
entre lo global y lo local, entre la red y el yo. Poderosas razones que
imponen la necesidad de elaborar unas líneas de actuación política en las
que se asiente el desarrollo regional.


En el marco de la sociedad de la información

Parece evidente que la política que se establezca habrá de tener bien
presentes los criterios, orientaciones y marcos de actuación política que
se puedan fijar en otros ámbitos de decisión correspondientes a contextos
de mayor amplitud. Así, habrá que contemplar las políticas sectoriales que
se elaboren en la Unión Europea y en España, tanto por razones de armónica
coordinación cuanto de aprovechamiento de las diversas oportunidades que
éstas brinden. Políticas que, por cierto, tienden hacia una decidida
digitalización de la comunicación[4], que en Europa se produce en el marco
más amplio de una digitalización de la sociedad. Pues la orientación que
manifiesta la Unión Europea ante la implantación de la denominada sociedad
de la información no se limita a describir o constatar ciertos cambios de
índole económica, tecnológica o cultural; por el contrario, el uso de esa
expresión por la administración europea implica un objetivo político, que
consiste en sentar ciertas bases para la transformación de nuestras
sociedades en esa dirección. Así, se pretende en especial conseguir en
Europa un acceso ilimitado a todo tipo de fuentes de información, de
conocimiento, de ciencia y de experiencia, sirviéndose de un sistema
interconectado de medios de comunicación —una red— y partiendo de un rasgo
básico que define en buena medida la realidad cultural europea: la
diversidad de fundamentos sociales y educativos de las experiencias, de los
lenguajes y de las culturas. Para lograrlo resultaría sin duda necesario
establecer tanto las bases técnicas como el tejido social que pudieran
soportarlo: esto es, y entre otras cuestiones, una extensa y diversificada
serie de empresas —grandes corporaciones, organizaciones pequeñas y
medianas—, dispersas por el territorio europeo, capaces de producir y
operar con las industrias clave del sector de las comunicaciones (medios de
comunicación de masas, proceso de datos, telecomunicaciones, ...). Lo que,
comporta la creación de riqueza y empleo, pero también la decidida apuesta
por la formación para lograr la alta cualificación de ese amplio número de
trabajadores. Los pasos seguidos por la administración europea para la
consecución de esos objetivos se han ceñido, en primer lugar, a la
dimensión económica del proceso, buscando la creación de un mercado único
—que ha llevado aparejada la liberalización del sector de las
telecomunicaciones y una armonización legislativa— así como la creación de
una economía de la información —que algunos singularizan con la expresión
e.conomía—; dejando para el final la efectiva integración en las diversas
esferas sociales de estas mudanzas.


En suma, el propósito político manifestado a estos efectos por la
Unión Europea consiste, entre otras cuestiones, en que ese ámbito
administrativo y social no represente un mero papel de espectador pasivo
ante los cambios que se desarrollan sino que, por el contrario, construya
activamente una específica vía —europea— para alcanzar la sociedad de
la información. La clave principal en la que descansaría esa vía específica
consiste en armonizar la "necesidad política y económica de crear un
mercado común europeo" —en el que se incluye el sector de las
comunicaciones— con la preservación de la diversidad cultural europea —en
la que reside en buena medida su riqueza cultural—. Esa vía específica
incluye también, ya concretamente en el campo de las comunicaciones
audiovisuales, la necesidad de mejorar la compatibilidad de nuestro
característico sistema dual, en el que coexisten un sector público y otro
privado.


Florecimiento de nuevos mercados

Con independencia de todas las objeciones y críticas que puedan
plantearse ante esos criterios que guían su actuación política, es
indiscutible que la Unión Europea establece un marco objetivo de acción —en
el que, por cierto, se inscribe la que desarrolla la administración
española— que, además, ofrece una serie de oportunidades. De modo que será
responsabilidad de las administraciones andaluzas —aunque también del
conjunto de esta sociedad— aprovechar esas oportunidades y elaborar una
política cultural que contemple las características actuales de la cultura,
los escenarios donde se desarrolla y sus retos más destacados, para
aprovechar bien las oportunidades que se le presentan. Entre las que cabe,
sin duda, mencionar que, si bien la política comunicacional europea busca
potenciar la concentración empresarial a efectos de aumentar su capacidad
competitiva en mercados más amplios, contempla también la preservación de
ciertos espacios para el florecimiento de empresas de menor tamaño y ámbito
de actuación; pues estas empresas menores resultan consustanciales al buen
funcionamiento del mercado global y permiten atender, al mismo tiempo,
ciertos segmentos de mercado concretos. Sobre todo, los vinculados con los
contenidos de proximidad, es decir, los que dan cuenta informativa de lo
que ocurre en el entorno inmediato, que ofrecen mensajes educativos
adaptados a necesidades formativas y culturales específicas, los que
construyen sus narraciones de ficción teniendo en cuenta las tradiciones
culturales y gustos propios, entre otros contenidos.


La viabilidad económica de esos mercados locales y regionales de
comunicación se ha contrastado ya en un elevado número de casos variados, y
descansa en cierta medida en la explotación de esos contenidos de
proximidad, aunque no puede limitarse a ello. Antes bien, debe apoyarse en
la existencia de ciertos factores y condiciones, así como en una decidida
voluntad política que perfile, oriente y perfeccione esos elementos
necesarios para su mejor puesta al servicio de la consecución de esos
espacios de comunicación.


Formación e investigación

Entre los elementos que resultan indispensables para el logro de ese
espacio regional de comunicación cabe, sin duda, mencionar la existencia de
un dispositivo formativo que cualifique los variados recursos humanos
necesarios para intervenir con eficacia en los distintos aspectos y fases
del proceso de creación y difusión de estos productos culturales. Lo que
comporta el despliegue de varios niveles formativos e implica en el nivel
universitario, entre otras cuestiones, dotar a los profesionales de las
destrezas tecnológicas y discursivas precisas para elaborar las obras
culturales, pero también proporcionarles la formación necesaria para
detectar los huecos y nichos que el mercado presente así como las
posibilidades .. que la propia cultura brinde para nutrir esa industria
cultural, además de los conocimientos necesarios para gestionar las
entidades y organizaciones que intervengan en las actividades comunicativas
y fijar sus mercados. Pero la anterior enumeración no tiene intención de
agotar las tareas que en la actualidad se asignan a la Universidad. Pues
entre la serie de funciones que se le atribuyen habría aún que añadir
otras, entre las que se incluye investigar, proponer generalizaciones y
reflexiones; en definitiva y a nuestros efectos, conocer el entorno
comunicacional y social, las variables y tendencias que puedan afectarlo
así como las diversas condiciones que puedan favorecer su mejor y más
adecuado desarrollo. En suma, a la Universidad le corresponde, además de
proporcionar la debida formación para operar en este sector productivo en
un marco complejo y cambiante, asimismo, pensar la comunicación.


En este sentido, puede afirmarse que la situación de Andalucía está
bien orientada, pues cuenta ya con una red de centros de formación
profesional —repartidos por casi todas las provincias— que
imparten ciclos formativos relacionados con la familia profesional de la
comunicación, con centros para la formación ocupacional —incluida la alta
especialización y cualificación— y de desempleados, así como con dos
facultades en las que se imparten estudios de comunicación —periodismo,
comunicación audiovisual, publicidad y relaciones públicas—, además de
otras entidades que imparten formación relacionada con las industrias de la
comunicación —Media Bussiness School en Ronda, otros centros privados—.
Todo este dispositivo de centros formativos —que desarrollan también otras
actividades asociadas o complementarias— fue establecido básicamente en la
última década y, aunque no se encuentre todavía en su grado óptimo de
maduración, empieza en todo caso a ofrecer resultados importantes. Que
incluyen el impacto logrado en la industria cultural —sobre todo, en la
andaluza— de un capital humano cualificado, así como el inicio de una
importante labor de investigación y reflexión que, entre otras cuestiones,
concierne al estado de la industria cultural andaluza y a sus posibilidades
de desarrollo.

Y es que hasta ahora no se ha dispuesto en esta Comunidad de ninguna
base específica de datos estadísticos, de información institucional fiable,
de organizaciones gremiales consolidadas que permitiesen obtener un
riguroso conocimiento del sector. Y es indiscutible que para desarrollar la
industria de la comunicación resulta de todo punto conveniente conocer con
precisión el estado en que se encuentra, los recursos de que dispone, los
elementos que la configuran, los actores públicos y privados que la
protagonizan y las lógicas singulares a que obedece cada uno de ellos[5];
puesto que ese conocimiento riguroso constituye la base indispensable en la
que apoyar una seria reflexión sobre el modelo de comunicación que cabe
establecer en Andalucía a partir de los factores y condiciones de que
dispone, así como fijar las líneas oportunas para su mejor desarrollo. Esas
importantes carencias de que hasta ahora adolecía la comunicación andaluza
comienzan a paliarse con la publicación de diversas investigaciones
efectuadas en las universidades de Sevilla y Málaga. Muy en especial, con
la reciente edición de ciertos estudios realizados, sobre todo, por
investigadores de la Universidad de Málaga, que proporcionan herramientas
indispensables para avanzar en la construcción de un espacio andaluz de
comunicación. Me refiero, en particular, al informe La comunicación en
Andalucía. Situación y tendencias, realizado bajo la dirección del
Catedrático de Periodismo de esta Universidad, Bernardo Díaz Nosty[6], así
como al libro colectivo que yo mismo he dirigido sobre La industria
audiovisual y publicitaria en Andalucía. Estudios sobre un sector
estratégico[7]; trabajos que, junto con otras publicaciones de
investigadores y estudiosos diferentes, proporcionan un conjunto de datos,
conocimientos y reflexiones, esto es, un serio fundamento para pensar la
comunicación en Andalucía.


¿Hacia un sistema de medios andaluz?

En esos trabajos me apoyo[8] para señalar que el sector de las
comunicaciones en Andalucía ha conocido, sobre todo en la última década,
una evolución que permite contemplar el futuro con un moderado optimismo.
Ya que en Andalucía se dan una serie de condiciones en las que podría
basarse el potencial establecimiento del sistema andaluz de medios que
propugna Díaz Nosty, unido a un territorio y a una comunidad humana con
vínculos políticos y referentes culturales, que apoyase "la construcción de
una identidad cultural sostenible", esto es, la elaboración "mediática de
un imaginario colectivo que no sucumba a la globalidad" —en expresión que
este investigador confiere a sus propósitos—. Entre esas condiciones cabría
mencionar algunas de índole demográfica que, junto con otras diferentes,
permiten pensar en la existencia de mercados viables para el despliegue de
ese sistema de medios. Así, Andalucía cuenta con una estructura de
población en buena medida joven, culta y concentrada en núcleos
poblacionales urbanos o con más de veinte mil habitantes, así como con una
zona, compuesta por las provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga, que
concentra más de la mitad de la población andaluza —más de cuatro millones
de personas—, con alta densidad de habitantes por kilómetro cuadrado;
asimismo dispone de un elevado nivel de equipamiento doméstico apto para el
consumo de comunicaciones y de unas infraestructuras que facilitan las
comunicaciones de personas, cosas e ideas -que, entre otras cuestiones,
hace posible una ágil distribución de los productos mediáticos. Además,
cuenta con una potencial demanda de productos de la industria cultural
bastante considerable, así como con un mercado de consumidores configurado
por más de siete millones de personas y, por lo tanto, con una inversión
publicitaria también potencial de cierta envergadura.


Se dan, pues, ciertas condiciones estructurales que podrían
garantizar un mercado viable, que coinciden con otros factores, tales como
la existencia de una cultura milenaria aunque renovada —apoyada, por
cierto, en numerosos mestizajes e hibridaciones—, así como con la necesidad
política de construir una opinión pública regional y de vertebrar la
sociedad en términos autonómicos y, por ende, con la voluntad política
—expresada recientemente— de construir un espacio autónomo de comunicación
y cultura. Sin embargo, la situación conjunta de su industria cultural deja
aún mucho que desear a esos efectos. Puesto que, en general, se trata de un
sector débil y atomizado, fragmentado e incapaz de cubrir con su actividad
la totalidad del territorio andaluz, que depende con mucha frecuencia de
intereses —empresariales, comunicacionales— con origen externo al
territorio andaluz.


El caso de la radio andaluza[9] es bastante ejemplar al respecto.
Pues si la situación dibujada por el Plan Técnico Nacional de FM hace dos
décadas pareció potenciar la creación de un empresariado que podría
establecer una actividad y un discurso vinculado a Andalucía, sin embargo,
la evolución seguida por este sector apunta en una dirección bastante
diferente. Así, el excesivo número de estaciones que emiten en Andalucía
supera con creces las posibilidades del mercado publicitario, de modo que
la mayoría de éstas quedan por debajo del umbral de rentabilidad; lo que,
sumado a las estrategias desplegadas por el empresariado radiofónico
andaluz y por el español, además de a otras circunstancias de este sector,
ha redundado en que buena parte de las radios andaluzas pertenezcan
—concesiones, compras, asociaciones— a los grandes grupos radiofónicos
nacionales, que no haya ninguna cadena privada de ámbito regional —ni
perspectiva de que pueda constituirse en un futuro próximo— y que los modos
de gestión se traduzcan, entre otros aspectos, en una notable reducción y
precarización del empleo en el sector. Los grandes grupos radiofónicos
españoles —sobre todo, Unión Radio— ejercen un notable dominio sobre el
sector, sumando buena parte de las audiencias andaluzas, que alcanzan un
importante peso relativo sobre las audiencias españolas totales; en
especial, en el ámbito de la radio fórmula, que constituye la radio
preferida con creces por los andaluces frente a la convencional, con
índices de audiencia inferiores a la media nacional. —De modo que los tres
segmentos de oyentes principales de Andalucía uno, varones cultos y
activos; otros, jóvenes estudiantes y, por fin, amas de casa— parecen
relacionarse más con estímulos culturales de carácter más amplio que el
propio de Andalucía: nacional —sobre todo, programas de carácter
informativo— y global —música enlatada por las industrias culturales y
difundida por la radio fórmula—; los contenidos más andaluces se limitan,
por lo general a las desconexiones informativas regionales —elaboradas en
Sevilla— o a un periodismo localista —en información general y deportiva—.


La situación de la prensa[10] no se diferencia demasiado de lo
anterior. Más del 75% de la prensa que se lee en Andalucía pertenece a los
grandes grupos nacionales —aunque con frecuencia sus productos ofrezcan
contenidos regionales o locales—, y el resto de las cabeceras son de
carácter provincial o local con una difusión reducida —prácticamente nula
fuera de su ámbito geográfico—. Así, también el empresariado periodístico
andaluz —con la única excepción del Grupo Joly— es muy débil, fragmentado,
incapaz de cubrir con su actividad la región entera y de competir en ese
mismo mercado, enunciando un discurso informativo muy localista e
institucional. Quizá, en parte, como consecuencia de lo anterior, sea
todavía muy bajo el índice de lectura de prensa diaria por los andaluces, a
pesar de que existen segmentos amplios de la población con niveles
culturales y adquisitivos suficientes. Los andaluces prefieren leer, en
cuanto a la prensa diaria, los diarios nacionales o los locales, así como
los deportivos y, en cuanto a la prensa con otras periodicidades, sobre
todo, las revistas del corazón y de belleza.


Con independencia de la parte proporcional de las inversiones
publicitarias en los medios nacionales que corresponderían al mercado
andaluz por el peso porcentual de sus públicos y audiencias sobre los
totales nacionales, la actividad publicitaria en Andalucía tampoco presenta
un balance muy optimista, pues a la escasa facturación de los medios de
comunicación andaluces y a unas limitadas inversiones de la Junta de
Andalucía se une la muy reducida presencia de las grandes agencias
nacionales e internacionales, así como unas agencias autóctonas que también
adolecen de la general fragmentación y reducida facturación de las
industrias culturales andaluzas. Concentradas sobre todo en las provincias
de Sevilla y Málaga, sólo veintidós agencias superan los cien millones de
pesetas/año de facturación. Estas pequeñas o medianas agencias locales —con
un nivel medio de empleo que se sitúa en torno de seis profesionales—, se
concentra esencialmente en la publicidad local, aunque también han sabido
ganar algunas grandes cuentas institucionales o de sectores diversos de la
economía andaluza —bebidas, sector financiero, centros comerciales,
inmobiliarias, empresas turísticas—. Según datos proporcionados por Alfonso
Méndiz[11], la facturación total de estas agencias supera escasamente los
siete mil millones de pesetas/año, mientras que Bernardo Díaz Nosty estima,
por su parte, que el total de la inversión publicitaria en los medios
andaluces suma en torno 26000 millones de pesetas/ año —muy lejos de los
cuarenta y seis mil millones que corresponderían a un espacio publicitario
andaluz si se imputa el peso porcentual de las audiencias andaluzas al
total de la inversión publicitaria realizada en medios nacionales—.
Resulta, pues, evidente el mucho espacio que aún queda por recorrer tanto a
las agencias cuanto a los medios andaluces para aproximarse a los niveles
de facturación publicitaria que podrían alcanzar.



El audiovisual

El sector cinematográfico[12] 12, en el ámbito de la producción, ha
estado reducido durante décadas a poco más que la consideración de
Andalucía como un "inmenso plató" —aunque se desaprovechasen las
infraestructuras y la experiencia adquirida en Almería gracias a Samuel
Bronston— o como una fuente de estereotipos y tópicos con los que divertir
a los públicos españoles[13]. El reciente éxito alcanzado por alguna
producción y el trabajo serio de alguna productora parecen haber despertado
el interés de la Administración autonómica por este sector cultural tan
emblemático. Pues si hasta ahora la Junta de Andalucía se había limitado a
poco más que crear una Filmoteca, una productora de programas (PAPSA, de
incidencia muy reducida en el sector) y a apoyar tímidamente los cortos y
los guiones, esos éxitos, más el impacto de nuevos profesionales con una
crecida cultura audiovisual, parecen mover a nuestra Administración
autonómica a favorecer con más decisión la producción cinematográfica a
través de ciertas ayudas y del apoyo de la TV pública andaluza. Por su
parte, la promoción cinematográfica goza de cierta pujanza en nuestra
región —sobre todo, por festivales como el de Málaga o el de Huelva—,
mientras que el sector de .la distribución carece totalmente de empresas
andaluzas —e, incluso, de la misma consideración como un mercado
diferenciado por las grandes multinacionales de la distribución, a pesar
del importante volumen de población que acoge Andalucía—. A su vez, el
sector de la exhibición ha contado con un empresariado autónomo bien
asentado —sobre todo, en ciertas provincias y comarcas—, que supo renovar
el parque de salas y frenar, así, la penetración del capital extranjero en
este sector —que, en casi toda Europa, está dominado por las grandes
compañías multinacionales—; si bien esta situación parece tener los días
contados, sobre todo, por la falta de una amplia visión estratégica de ese
empresariado. En todo caso, los contenidos cinematográficos que ven los
andaluces son, casi exclusivamente, los lanzados a los mercados globales
por las grandes empresas norteamericanas así como el cine español reciente
—que también aquí recupera públicos—; el cine alternativo, de arte y
ensayo, latinoamericano o europeo brilla prácticamente por su ausencia en
nuestra comunidad —a pesar de la gran afición y creciente cultura
cinematográfica de los andaluces—.




Por su parte, las empresas de producción audiovisual exhiben una
situación bastante semejante a la que se describe en otros sectores de la
industria cultural andaluza. En su estudio[14], Emelina Fernández Soriano
pudo identificar 63 empresas dedicadas a esta actividad —si bien en grados
muy diferentes de desarrollo—, de las que tan sólo cuatro de ellas, con-
centradas en Sevilla y Málaga, tenían dimensiones suficientes —en cuanto a
volumen de facturación, número de empleados, nivel de equipamiento, número
y tipo de producciones— como para competir con ciertas garantías en el
mismo mercado andaluz de la producción televisiva. Entre los clientes de
estas productoras audiovisuales se encuentran, ocasionalmente, algunas de
las numerosas televisiones locales que proliferan en territorio
andaluz[15]; pues Andalucía es, después de Cataluña, la segunda comunidad
autónoma española con mayor número de televisiones locales. Aunque las
diferencias entre estas televisiones puedan resultar muy apreciables en
cuanto a su grado de equipamiento, presupuesto, número y calificación de
sus empleados —baja, en todo caso— y calidad de la programación, en todo
caso, cuentan con audiencias considerables en su número —compuestas sobre
todo por personas de más de 55 años[16]— y con una programación que
descansa sobre todo en los informativos locales, la información y las
transmisiones deportivas, los debates y los magazines —destacando
anecdóticamente los programas de adivinación del porvenir—. Así, el
panorama de este sector audiovisual —productoras, televisiones—, por más
que se asemeje bastante a la situación de otras industrias culturales
andaluzas, sin embargo, presenta aspectos más positivos para la posible
consecución de ese espacio andaluz de comunicación. Pues se ha creado una
nómina relativamente amplia de productoras —sobre todo, acogidas al amparo
de la televisión autonómica— que van adquiriendo alguna fortaleza
empresarial y han llegado a agruparse en organizaciones patronales —AEPAA y
APRIA son las dos más importantes—, y la pléyade de televisiones locales
comienzan a ocupar un espacio comunicativo pujante —prueba de ese pujante
desarrollo puede ser el interés mostrado por algunas grandes empresas de
comunicación por ocuparlo montando, comprando o asociando emisoras
locales—. Y es que los índices de consumo de televisión de los andaluces
resultan bastante elevados —un poco por encima de la media nacional—,
aunque sus preferencias en los contenidos se decanten prioritariamente
hacia el cine —sobre todo, norteamericano de masas— y la información y las
transmisiones deportivas. El panorama televisivo andaluz —que se vuelve
cada vez más complejo por el continuo incremento en las señales ofrecidas:
satélites, TV digital, cable— cuenta, en todo caso, con la presencia de una
televisión pública que alcanza niveles moderados de aceptación por los
andaluces, sobre todo, a través de las emisiones de su primer canal. A
pesar de las carencias de que adolece su programación -que se ha
posicionado especialmente sobre un segmento determinado de las audiencias,
que gira en torno del 20% de los andaluces-, Canal Sur TV desempeña un
papel de primera importancia en la creación de ese posible espacio andaluz
de comunicación. Y ello, tanto por la incidencia de su programación
—informativa y general— en la vertebración de esta comunidad, en la
propuesta de identidad cultural propia —por ejemplo, a través del deporte—
o en la configuración de una opinión pública andaluza, cuanto por el papel
de motor que desempeña respecto del conjunto de la actividad audiovisual
andaluza —producción externa atribuida a empresas con sede en esta
comunidad, reciente apoyo a la producción cinematográfica, difusión de
cortos, música y otras obras andaluzas—. Esa labor, acometida en tan sólo
una década —las emisiones regulares de Canal Sur TV el 28 de febrero de
1989—, se completa y diversifica en la actualidad con las emisiones de
Canal 2 Andalucía, o las actividades de Canal Andalucía TV —emisión de la
señal de Canal Sur a través de satélite—, Andalucía TV Producciones,
Andalucía Digital, la Fundación Audiovisual de Andalucía, Sandetel e,
incluso, con las emisiones de teletexto y a través de Internet.


Medidas para el desarrollo

La relación somera de datos antes expuesta podría, sin duda,
completarse entrando en mayores detalles o prestando asimismo atención a la
situación en que se encuentren otras industrias de la cultura andaluza —por
ejemplo, la edición discográfica o los nuevos medios—. Aunque no me parezca
necesario abundar en más datos, a los efectos que persigo en este trabajo.
Pues de cuanto se lleva expuesto cabe deducir que Andalucía dispone ya de
una serie de elementos que le permiten aprovechar las ocasiones que brinda
el contexto social para incorporar esta Comunidad a las actuales líneas de
desarrollo. Para ello, resulta indispensable conocer con la mayor precisión
esos elementos así como pensar con detenimiento los objetivos y los
criterios políticos que puedan desarrollar el sector, guiando y dotando de
eficacia las intervenciones de distintos actores sociales para la
consecución de ese fin.

Pero, por más que se tenga la certeza de que ha de aprovecharse esta
oportunidad de lograr la plena incorporación de nuestra región a este
proceso de cambios, potenciando su desarrollo como sociedad y preservando
al mismo tiempo rasgos de su identidad, sin embargo, ha de subrayarse de
nuevo que no existen fórmulas preestablecidas que garanticen el éxito. Ya
que son muchas las dificultades que han de superarse y numerosas las
variables que tomar en consideración.

Hay toda una serie de medidas y actuaciones parciales que, no
obstante, es preciso sin duda acometer, como pueden ser la consideración de
la industria audiovisual como un sector estratégico que haya de incluirse
en los planes de fomento, así como la coordinación de las administraciones
que intervengan en la materia, otorgándoles una función de ordenación y
fomento del sector, conciliando los intereses territoriales, económicos y
de índole diversa que concurran así como garantizando la prestación de
ciertos servicios comunicacionales a todos los andaluces. Asimismo, está
claro que debe mantenerse y desarrollarse en Andalucía el sistema dual
característico de la radiotelevisión europea, aunque para ello deban
clarificarse cuestiones tales como la naturaleza comunicacional del medio
televisivo, el concepto de servicio público que sostengamos —y las misiones
consecuentes que hayan de atribuirse a la televisión pública—, así como el
modelo organizativo de la televisión en general, y de la televisión pública
en particular. En todo caso, la radiotelevisión pública andaluza debería
acentuar aún más su papel protagonista en el desarrollo del espacio
audiovisual andaluz, apoyando la producción independiente, promoviendo las
diversas manifestaciones culturales andaluzas —y no sólo las que se
identifican con ciertas visiones estereotipadas de nuestra realidad
cultural—, potenciando la vertebración regional y la configuración de la
opinión pública respecto de los asuntos que conciernan a los andaluces como
colectividad, garantizando el pluralismo informativo y el acceso de todos
los andaluces a la comunicación, así como liderando la producción de
calidad y la implantación de nuevas tecnologías, entre otros aspectos.


Medidas como las mencionadas contribuirían, sin duda, a asentar y
perfeccionar los importantes avances y mejoras conseguidos por el
audiovisual andaluz en la última década así como a mejorar la participación
de nuestra comunidad en el complejo proceso de cambios que atraviesan
nuestras sociedades y en el que las comunicaciones representan un destacado
papel protagonista. Sin duda, contribuirían a avanzar en el establecimiento
de un espacio andaluz de comunicación. Pero, como antes señalamos, la
creación de dicho espacio no está exenta de dificultades.


Y es que la observación de las numerosas experiencias desarrolladas
en distintos contextos sociales, las apreciaciones críticas realizadas por
diversos especialistas y, en suma, diferentes datos e indicadores nos
muestran las dificultades que ha de atravesar cualquier proyecto de
creación de ese espacio de comunicación, así como las vías fallidas y las
desviaciones respecto de los objetivos inicialmente previstos y de las
líneas trazadas para alcanzarlos. Y ello como consecuencia de una variada
gama de razones, que van desde la concurrencia en torno de cualquier
proyecto de diferentes puntos de vista e intereses, hasta la difícil
situación que se vive en los mercados propios de las industrias culturales.
Pues son muchas las empresas que presentan a los potenciales usuarios de
los mensajes distintos estímulos simbólicos, productos culturales de
diversa índole que intentan reclamar su atención. Pero, frente a esta
creciente oferta de productos, no aumenta en la misma medida el tiempo
dedicado al consumo de esos productos culturales, ni el gasto económico
derivado de su pago, ni la inversión publicitaria que pueda sufragarlo.
Así, son muy limitados los huecos que dejan en el mercado las grandes
corporaciones nacionales y multinacionales a las pequeñas y medianas
empresas; pues, con frecuencia creciente, esas grandes corporaciones ocupan
los mismos espacios de comunicación regional o local, difundiendo a menudo
productos culturales concebidos para mercados muchos más amplios y
reduciendo, en consecuencia, la presencia de los contenidos de proximidad.
Ejemplos ilustrativos de lo anterior podrían ser tanto la situación que
exhibe la radio andaluza después de los últimos lustros —absorción o
asociación de las estaciones locales a las cadenas nacionales—, cuanto la
creciente participación de estos grandes grupos en las televisiones
locales.


Constatar esta situación no equivale, ni mucho menos, a censurar la
participación del sector privado en estos espacios de comunicación que, por
el contrario, resulta indispensable; antes bien, esta constatación busca
tan sólo evidenciar las dificultades que entraña la creación de un sistema
andaluz de medios cuando estos medios obedecen básicamente a una lógica
mercantil que, entre otras cuestiones, les lleva a producir y difundir
obras culturales que responden a pronunciados criterios mercantiles. En
esta situación, el espacio que queda para los contenidos de proximidad es,
por lo general, bastante limitado; y más aún el que puedan ocupar otros
contenidos, específicamente vinculados con ciertos rasgos que pudieran
reflejar —o sostener— una identidad cultural concreta. En este sentido,
puede resultar ilustrativo observar los datos de consumo de los productos
comunicacionales por los andaluces. Que, aunque presten atención a los
contenidos de proximidad presentados por distintos medios —eso sí, con
desiguales calidad y fortuna—, optan también, si bien con mucha más
frecuencia, por contenidos de índole diferente —sobre todo, los concebidos
para su consumo por grandes masas de personas en mercados muchos más
amplios—.


Y es que la relación que cualquiera de nosotros mantiene con los
estímulos simbólicos, nuestra labor de reelaboración de la identidad
—individual o colectiva—, en suma, nuestra participación en los procesos
culturales contemporáneos es muy compleja; y no se limita, ni mucho menos,
a lo que evidencian esos frecuentes llamamientos voluntaristas —y poco
informados— que buscan establecer la identidad cultural de un colectivo
humano concreto mediante un sistema de medios de comunicación adaptado a un
marco territorial concreto.


De todas formas, las dificultades para desplegar el espacio andaluz
de comunicación no se contradicen con la necesidad de establecerlo. Y en
Andalucía disponemos ya de una serie de factores, condiciones y agentes que
nos permiten contemplar, en ese sentido, un futuro comunicacional
moderadamente optimista. Para satisfacer esas expectativas optimistas es
preciso fijar una línea política abierta y flexible, basada en el diálogo
con los actores sociales implicados, así como en un conocimiento fundado —y
en una reflexión pausada— de los elementos y circunstancias en que puede
basarse su mejor desarrollo.
-----------------------
[1] En opinión del estudioso español Miquel de Moragas Spá en: Espacio
audiovisual y regiones en Europa. Política, cultura, mercado. En la revista
Telos (Cuadernos de Comunicación, Tecnología y Sociedad), n° 45. FUNDESCO,
Madrid, 1996, p. 52.

[2] Según afirman los expertos integrados en el Grupo de Alto Nivel de la
Política Audiovisual, de la Unión Europea, creado en 1997 por el entonces
Comisario Marcelino Oreja para revisar la situación de la industria
audiovisual europea y proponer unas líneas que orientasen la política
audiovisual europea hacia la era digital. Vid.: La política audiovisual
europea. ECSC-EC-EAEC, Bruselas-Luxemburgo, 1998, p. 19.

[3] Manuel Castells: La era de la información. Economía, cultura y sociedad
(3 vols.) Volúmen 2: El poder de la identidad, p. 2. Alianza Editorial,
Madrid, 1997, 1998 Y 1999.
La identidad, p. 2. Alianza Editorial, Madrid, 1997, 1998 Y 1999.



[4] Vid., por ejemplo, los criterios de orientación que el Comisario Oreja
fijó para el Grupo de Alto Nivel de Política Audiovisual antes citado.

[5] Vid. los criterios que a ese respecto propongo en mi trabajo: Las
industrias culturales en Andalucfa: una apuesta de futuro. En Miguel de
Aguilera y otros: La industria audiovisual y publicitaria en Andalucía.
Estudios sobre un sector estratégico. Servicio de Publicaciones de la
Universidad de Málaga (en fase última de edición).

[6] Editado por el Grupo Zeta y presentado en noviembre de 1999.
[7] Op. Cit

[8] Quiero reconocer expresamente la valla de los datos y reflexiones que
aportan los distintos estudiosos que participan en ellos, y su utilidad en
este trabajo, pues esos datos me sirven para fundamentar buena parte de las
reflexiones que sobre la situación andaluza ofrezco en las páginas
siguientes.


[9] Vid. el mencionado trabajo de Bernardo Diaz Nosty, as! como el estudio
de Antonio Checa La industria radiofónica en Andalucía. Dos décadas de
cambio (en La industria audiovisual y publicitaria en Andalucfa, op. cit.).
Por lo que se refiere a los datos de audiencias, vid. el trabajo de Carlos
Guerrero Sociedad y audiencias en Andalucía. El consumo de radio y
televisión por los andaluces (en La industria audiovisual y publicitaria..,
op. cit.). Vid. Asimismo el trabajo de Manuel Chaparro Radio pública local
(Fragua, Madrid, 1998).

[10] Un más preciso conocimiento del sector puede obtenerse consultando la
obra citada de Bernardo Dlaz Nosty.

[11] Las agencias de publicidad en Andalucia (en La industria audiovisual y
publicitaria en Andalucla, op. cit.).
[12] Vid. Mayte Ocaña La producción cinematográfica en Andalucía, así como
Rocío de la Maya y Ana Jorge Distribución cinematográfica en Andalucía y La
exhibición cinematográfica en Andalucía (todos ellos en La industria
audiovisual y publicitaria ..., op. cit.).

[13] Tópicos que, en la actualidad, no han desaparecido ni mucho menos.
Véase, por ejemplo, la representación de la mujer andaluza en una serie de
tan notable éxito de audiencias en toda España como es Médico de familia
(la única mujer andaluza representada es Juani, la sirvienta inculta pero
cariñosa de la familia).

[14] El desarrollo del sector de la producción audiovisual en Andalucía (en
La industria audiovisual y publicitaria en Andalucía..., op. cit.).

[15] Estudiadas por José Antonio Navarro en su investigación La televisión
local. Fragua, Madrid, 1999, as! como por Antonio Castillo en Televisiones
locales: proceso de consolidación (en Las industrias audiovisuales y
publicitarias...).

[16] Según datos que facilita Carlos Guerrero en su trabajo citado.
Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.