PENSANDO, AMABLEMENTE, EN LA ÚLTIMA OBRA DE UN ACADÉMICO DE LA HISTORIA: Unas cuantas consideraciones sobre fuentes y metodología

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Descripción

PENSANDO, AMABLEMENTE, EN LA ÚLTIMA OBRA DE UN ACADÉMICO DE LA HISTORIA

Unas cuantas consideraciones sobre fuentes y metodología





Imaginar que en cuarenta años de intensa dedicación al tema "Franco y su
tiempo" el profesor Luis Suárez Fernández, miembro eminente de la RAH, no
haya dicho nada válido es, naturalmente, absurdo. Separar el trigo de la
paja en su abundante y prolija obra tampoco es tarea para investigadores de
escasa energía ("faint-hearted"). Ignoro si ya se le habrá dedicado alguna
tesis doctoral. La merece. La suya es una obra reveladora en numerosos
aspectos. Más que sobre él, que también, lo es sobre su generación, sobre
la dictadura y sobre la cultura oficial de la España en que desarrolló su
carrera política. Está basada en una metodología extraña: en la creencia de
que basta con compilar (ciertos) hechos sin, supuestamente, la menor
interferencia opiniática para llegar a conclusiones válidas
intemporalmente. Una auténtica proeza en el plano hermeneútico que, de ser
correcta, habría de permitir a nuestro ilustre autor ascender a los altares
de la más gloriosa historiografía patria.





Su obra última, publicada a la provecta y envidiable edad de 91 años
(¿llegará a verlos quien estas líneas escribe?), ha sido valorada,
desinteresadamente sin duda, por la editorial como "un alarde de
independencia (sic) [que] rompe con las líneas predominantes en nuestra
historiografía, de uno y otro lado (sic), para presentar una visión
meditada y casi 'revolucionaria' que a todos sus lectores va a sorprender".


Esta valoración conjuga elementos ciertos y otros, en mi entender, menos
ciertos. Entre los primeros he de destacar el de la sorpresa. Me he
quedado literalmente helado leyendo numerosas cosas. Son tan
"revolucionarias" como "revolucionario" fue el GAN. (Para quienes no se
muevan bien en el terreno de los acrónimos se trata del "glorioso
alzamiento nacional"). No me parecen ciertas las afirmaciones de que se
trata de un "alarde", tampoco que sea "independiente", que "rompa" y que la
visión sea "meditada".

Desbrocemos unos cuantos detalles de poca monta.

El libro tiene 568 páginas de texto y una notabilísima característica. Está
totalmente desprovisto de notas y de referencias. El autor afirma que se
basa en obras anteriores. Las relevantes son dos: una referida a la guerra
civil que data de 1999 y otra a la segunda guerra mundial de 1997. Son a su
vez reelaboraciones de otras anteriores, que tengo en mi casa pero que no
suelo ya consultar pensando que todo autor mejora en sus obras posteriores
las precedentes.

Bien. En los últimos quince o veinte años la historiografía ha registrado
avances muy considerables. Sin embargo, la bibliografía que menciona el
profesor Suárez es extremadamente parca. Tiene solo 50 títulos, casi todos
de autores españoles. De ellos unos 20 son posteriores a 1999. Se mencionan
tres archivos públicos (el militar de Ávila, el del MAEC y el de la FNFF) y
cuatro privados (de Muñoz Grandes, Varela, Vega Latapié y Yagüe). El autor
no se ha molestado en consultar absolutamente ningún archivo extranjero y
tampoco pone en su lista ninguna obra que no sea en castellano. Dado que
trata un tema con más que evidentes conexiones internacionales sorprende
un pelín que no parezca estar al día de lo que en los últimos años se ha
publicado en francés, inglés, alemán o italiano. Puede deberse a varios
factores: ombliguismo, desconfianza en autores extranjeros (solo menciona
siete, entre ellos a Payne), monolinguismo o, simplemente, algún "ligero"
sesgo personal.

De todas maneras, dado que la obra carece, insisto, de toda referencia es
imposible saber lo que hay en ella de la propia cosecha o de la de otros
autores. Tampoco cabe identificar si los utiliza bien o mal o, ¡cielos!, no
los utiliza. Estos interrogantes son permisibles porque, como ya he
mostrado en alguno de mis artículos y más recientemente en La otra cara del
Caudillo, el profesor Suárez no es demasiado fiable en cuanto al uso de las
fuentes que dice haber utilizado.

El autor se escuda (p. 17) en que las fuentes ya las dio en sus obras
previas. Es una mala argumentación. ¿Quién va a comparar las fuentes
indicadas en ambas con lo que escribe en su último producto literario? Hay
que saber, además, que las escasas referencias a fuentes primarias que
figuran en aquellas obras son muy escasas en la que versa sobre la guerra
civil y que las signaturas han cambiado en las que utilizó para la segunda
guerra mundial y que corresponden, exclusivamente, a los fondos de la FNFF.
¿Cómo es posible, se preguntará el lector? ¿No ha utilizado el archivo
militar de Avila, el del MAEC o los privados?

Para responder a estas preguntas he tenido la santa paciencia de recorrer
las notas y referencias de las obras de nuestro preclaro autor de 1997 y
1999. Salvo que mis ojos y mis entendederas no sean ya lo que fueron, ¿se
creerá ese lector incrédulo que he encontrado una sola referencia a los
archivos privados, militar de Ávila o del MAEC? La respuesta es no. No las
hay. Punto. Las únicas indicadas son los fondos de la FNFF. Quienes quieran
descender por el pozo de conocimientos del profesor Suárez tendrán que ir a
la misma, cotejar las referencias que él dio con las actuales, leer los
documentos y comprobar si algo de lo que dice no será, ¡oh, cielos!, alguna
tergiversación.

Es más, sospecho (por las pocas calas que hasta ahora he efectuado en esta
magna obra última) que el autor, siguiendo el imperecedero ejemplo del
profesor Payne, practica con entusiasmo el bien probado método del copiar y
pegar, pero en esta ocasión sin referencia alguna a fuentes.

En mi modesta opinión (y siguiendo la no menos imperecedera máxima de que
antes se coge a alguien que tergiversa que a un cojo) es preciso abordar
Franco y el III Reich con ciertas prevenciones en cuanto atañe a fuentes,
metodología, análisis y contextualización.

Si escribo así es porque en estos momentos estoy, por fin, aproximándome al
final del libro que seguirá a La otra cara del Caudillo y que para tratar
de uno de los temas centrales que también aborda el opus del distinguido
académico de la Historia he rastreado documentos por una decena de archivos
españoles y extranjeros y porque mi bibliografía, en seis idiomas, supera
ya los 200 títulos. Ni que decir tiene que todos ellos los he consultado y
que los referencio debidamente allí donde los utilizo. Cualquier lector
podrá seguir mi argumentación sin muchas dificultades.

Admito que nada de lo que antecede garantiza calidad. Fuentes, primarias o
secundarias; las referencias apropiadas; el análisis crítico de las mismas
(los documentos no hablan); su contextualización y una metodología
apropiada son lo que permite, quizá, mejorar la comprensión de lo que
ocurrió en un segmento del pasado, por definición incognoscible en todas
sus vetas.

En el caso que aquí nos ocupa nuestro insigne académico pide a sus
lectores:

- Que le crean en virtud de su mera palabra.

- Que acepten la proposición de que con innominadas e innominables
fuentes ha podido explicar "unos hechos tal y como sucedieron en la
realidad".

- Que ha rehuído, al hacerlo, "cualquier clase de juicio de valor"

- Que él no ha pretendido juzgar "sino explicar" para informar al
lector de que "así fueron las cosas".

Bien, habrá que tomarle la palabra. En los próximos posts haré unas cuantas
consideraciones ligeras sobre algunos de los aspectos que más me han
llamado la atención de la obra del profesor Suárez desde el comienzo de la
guerra civil hasta el comienzo de la europea. Solo pretendaré poner de
relieve los más fundamentales, es decir, los que permitirán a terceras
personas apreciar la calidad del gigantesco esfuerzo que ha llevado a cabo
nuestro eminente autor.

(Este post está cerrado el 7 de noviembre ya que tres días más tarde me
habré ido de viaje).
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