Pensamiento y Realidad: Sólo sé que no sé nada; intuición y discurso entre Sócrates y Bergson (La lingüística como «Ancilla Philosophiae»), Universidad Católica de Costa Rica

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Descripción

Ilías Tampourakis, Universidad Católica de Costa Rica,
(Matr. Bach. Enseñanza Inglés)

https://idiaiteramathimataxenonglosson.wordpress.com/

EG006 Pensamiento y Realidad
Asignatura 2: Material del 26-01


Título: Sólo sé que no sé nada; intuición y discurso
entre Sócrates y Bergson
(La lingüística como «Ancilla Philosophiae»)











Para analizar partiendo del razonamiento una frase filosófica que parece abstracta, es menester que se recurra a la lingüística, como medio científico y funcional –y como "Ancilla philosophiae"-, para rebuscar sus denotaciones etimológicas y las connotaciones que con la dialéctica se pueden experimentar. Y esto, porque cuando los resultados de una disciplina se pueden comprobar empíricamente mediante la autoreflexión de sus funciones valorativas teóricas y prácticas, la filosofía se convierte en ciencia.
A base de estos elementos y a fin de indagar la intuición y el discurso entre Sócrates y Bergson, se delimitará en la presente asignatura el uso del verbo "saber" en la frase: "Sólo sé que no sé nada". Una investigación paralela, pero breve, será la de la "falsa humildad".
La traducción española "yo sólo sé que no sé nada" proviene del griego antiguo: "Ἓν οἶδα ὅτι οὐδὲν οἶδα" (pronúnciese: "en ida oti udén ida").
En la página 795 del Diccionario de la Lengua Griega de Babiniotis, el tipo verbal "οἶδα" (prn.: "ida") significa: conocer. De éste deriva el lema: "Fίστωρ" (prn.: [w]ístor), que es el sustantivo para "el conocedor", y de éste, el verbo: ἱστορῶ "" (prn.: istoró), cuyo sentido es: "indagar informaciones, procurar el conocimiento que surge de la investigación y la observación sistemática, que es contraria de la mitología (μυθολογία)". Y de ahí, el sustantivo: "ἱστός" (prn.: istós), cuya connotación es: "trama de palabras, alrededor de un acontecimiento o narración que se convierte en conocimiento". Otras derivaciones serían: "εἴδησις" (prn.: ídisis), que significa: "noticia", e "εἰδήμων" (prn.: idimon), es decir: "especialista".
Desde que la lengua griega moderna sustituyó el infinitivo por la primera persona del singular del presente del indicativo, el modo de pensar de los helenos se ha empobrecido. El tipo verbal "οἶδα" funcionaba ya desde la antigüedad clásica (s. V a.n.E.) como un infinitivo, pero prácticamente era un simple pretérito perfecto II en primera persona del singular. Entonces, la cita filosófica antes mencionada, se puede traducir también como: "sólo supe que no he conocido nada".
El uso del pronombre yo (en la traducción castellana) tiene también un papel importante en el sentido de la oración: en las lenguas del norte de Europa, como p.e. el inglés, el pronombre personal es un elemento más fuerte que el verbo. No podemos decir "want - quiero", sino solamente "I want- yo quiero". En el español peninsular, el uso libre del "yo" indica una actitud menos egoísta que la falta de éste: yo quiero un café (no sé si querían Uds. también), mientras que en griego moderno eso funciona de manera contraria: εγώ θέλω - yo quiero (y me vale un cacahuate lo que quieres tú)…
Esto nos servirá como materia prima para analizar el sentido intuitivo o discursivo del epítome socrático en los senos de la filosofía bergsoniana.
Pasemos, ahora a una breve referencia de la mentalidad filosófica de esos grandes personajes del pensamiento de la Humanidad.
Sócrates no escribió obra alguna y, a pesar de haber tenido numerosos seguidores, nunca creó una escuela filosófica. Las llamadas escuelas socráticas fueron iniciativa de sus seguidores. Acerca de su actividad filosófica nos han llegado diversos testimonios, contradictorios entre ellos, como los de Jenofonte, Aristófanes o Platón, que suscitan el llamado problema socrático; es decir, la fijación de la auténtica personalidad de Sócrates y del contenido de sus enseñanzas. Si creemos a Jenofonte, a Sócrates le interesaba fundamentalmente la formación de hombres de bien, con lo que su actividad filosófica quedaría reducida a la de un moralista práctico: el interés por las cuestiones lógicas o metafísicas sería algo completamente ajeno a Sócrates.
La sabiduría de Sócrates no consiste en la simple acumulación de conocimientos, sino en revisar los conocimientos que se tienen y a partir de ahí construir conocimientos más sólidos. Esto le convierte en una de las figuras más extraordinarias y decisivas de toda la historia; representa la reacción contra el relativismo y subjetivismo sofista, y es un singular ejemplo de unidad entre teoría y conducta, entre pensamiento y acción. A la vez, fue capaz de llevar tal unidad al plano del conocimiento, al sostener que la virtud es conocimiento y el vicio ignorancia. El caso paradigmático de la muerte de Sócrates, fue debido a la ingestión de una solución en base a la cicuta en el año 399 a.n.E. Su muerte contribuyó a la expansión de sus ideas y su fama.
El rechazo al relativismo de los sofistas llevó a Sócrates a la búsqueda de la definición universal por elaboración de conceptos, que pretendía alcanzar mediante el método inductivo. Probablemente la búsqueda de dicha definición universal por concepto no tenía una intención puramente teórica, sino más bien práctica.
Los sofistas habían afirmado el relativismo gnoseológico y moral. Sócrates criticará ese relativismo, convencido de que los ejemplos concretos encierran un elemento común respecto al cual esos ejemplos tienen un significado. Si decimos de un acto que es "bueno" será porque tenemos alguna noción de "lo que es" bueno; si no tuviéramos esa noción, ni siquiera podríamos decir que es bueno para nosotros pues, ¿cómo lo sabríamos? Lo mismo ocurre en el caso de la virtud, de la justicia o de cualquier otro concepto moral. Para el relativismo estos conceptos no son susceptibles de una definición universal: son el resultado de una convención, lo que hace que lo justo en una ciudad pueda no serlo en otra. Sócrates, por el contrario, está convencido de que lo justo ha de ser lo mismo en todas las ciudades, y que su definición ha de valer universalmente. La búsqueda de la definición universal según conceptos se presenta, pues, como la solución del problema moral y la superación del relativismo.
¿Cómo proceder a esa búsqueda? Sócrates desarrolla un método práctico basado en el diálogo, en la conversación, la "dialéctica", en el que a través del razonamiento inductivo se podría esperar alcanzar la definición universal de los términos objeto de investigación. Dicho método constaba de dos fases: la ironía y la mayéutica. En la primera fase el objetivo fundamental es, a través del análisis práctico de definiciones concretas, reconocer nuestra ignorancia, nuestro desconocimiento de la definición que estamos buscando. Sólo reconocida nuestra ignorancia estamos en condiciones de buscar la verdad. La segunda fase consistiría propiamente en la búsqueda de esa verdad, de esa definición universal, ese modelo de referencia para todos nuestros juicios morales incluso a través de la aporía. La dialéctica socrática irá progresando desde definiciones más incompletas o menos adecuadas a definiciones más completas o más adecuadas, hasta alcanzar la definición universal como concepto. Lo cierto es que en los diálogos socráticos de Platón no se llega nunca a alcanzar esa definición universal, por lo que es posible que la dialéctica socrática hubiera podido ser vista por algunos como algo irritante, desconcertante o incluso humillante para aquellos cuya ignorancia quedaba de manifiesto, sin llegar realmente a alcanzar esa presunta definición universal que se buscaba.
Esa verdad que se buscaba ¿Era de carácter teórico, pura especulación o era de carácter práctico? Todo parece indicar que la intencionalidad de Sócrates era práctica: descubrir aquel conocimiento que sirviera para vivir; es decir, determinar los verdaderos valores a realizar. En este sentido es llamada la ética socrática "intelectualista": el conocimiento se busca estrictamente como un medio para la acción. De modo que si conociéramos lo "Bueno", no podríamos dejar de actuar conforme a él; la falta de virtud en nuestras acciones será identificada, pues, con la ignorancia, y la virtud con el saber.
Por el otro lado, tenemos la filosofía moderna de Henri Bergson.
Las características de su pensamiento son las siguientes:
Uso de imágenes y metáforas.
Precisión en el lenguaje. Uso abundante de dicotomías que es paralelo a la denuncia de las falsas dualidades.
Concepción muy personal de la filosofía: evitar las abstracciones y las generalizaciones, que no alcanzan la realidad.
Su punto de partida es el hecho que toda la realidad está sometida a la evolución, que es la manifestación de lo incognoscible o "fuerza" (élan vital), el "impetus vital". Su supuesto es la conservación de la materia y de la energía. Es un proceso mecánico, no finalista, que para él es la más concreta, pero percibe que es obligación de la filosofía ir al fondo de las ideas básicas de la mecánica: el tiempo. La mecánica trata el tiempo de un modo matemático, espacialmente, como un receptáculo vacío y homogéneo que forma una línea; éste no es el tiempo real, el tiempo real es (en la opinión de Bergson) una pura duración que se capta en la experiencia interna. La mecánica no comprende el tiempo, pues lo concibe según el modo de ser del espacio; además hace imposible el movimiento, pues lo divide en unidades cuya entidad es completa en sí misma.
La filosofía tiene que hacerse cargo de ese tiempo real y para ello recurre a la intuición, como conciencia inmediata o percepción directa de la realidad, que no usa simbolizaciones, aunque no puede prescindir del lenguaje.
El positivismo y las ciencias no mantienen su compromiso de fidelidad con los hechos, pues el tiempo de la experiencia concreta escapa a la mecánica, que trata el tiempo como una serie de instantes, uno junto a otro; un tiempo espacializado y reversible (se puede dar marcha atrás y repetir el experimento); los instantes son externos e iguales: Tiempo isocrónico de Newton. Pero el tiempo de la conciencia no es así, su rasgo básico es la duración: el yo vive el presente con el recuerdo del pasado y la anticipación del futuro, que sólo existen en la conciencia que los unifica. Los instantes valen de diferente modo, un momento penetra en otro y queda ligado a él. Es inútil ir a la búsqueda del tiempo perdido: no hay reversibilidad del tiempo. El tiempo es nuevo a cada instante y requiere un método específico.
Partiendo de estos dos sistemas filosóficos, podríamos analizar el sentido intuitivo o discursivo de la frase socrática: "Sólo sé que no sé nada".
La intuición bergsoniana es un método filosófico, inmediato y directo, basado en el presentimiento. Por el otro lado, el conocimiento discursivo es indirecto, mediato, y viene a través de la razón. De eso se deduce que el conocimiento no es presentimiento.
Profundizando del modo helénico antiguo, hay que referir que existen cuatro tipos de desconocimiento o ignorancia:
La simple, que es el caso de tener conciencia de nuestra propia ignorancia.
La doble, que representa el desconocimiento de nuestra ignorancia.
La máxima, que es el caso de insistir en nuestras opiniones, a pesar de conocer nuestra ignorancia sobre ciertos asuntos; esa indica nuestra negación a salir de esa ignorancia.
La sofista, que es la ignorancia de aquéllos que tratan de encubrirla, utilizando conjeturas no examinadas y conclusiones arbitrarias.
Así que, al tener en cuenta la frase filosófica e Sócrates según su traducción al castellano en tiempo presente, su sentido pasaría de manera intuitiva, o sea como un presentimiento directo, al primer tipo de la ignorancia simple.
Pero, en el caso de recurrir a la traducción de dicha cita, de acuerdo con su interpretación en un largo período de tiempo pasado -que llega a concluir en el presente- y el uso del pronombre personal –que insinúa la indagación de la opinión de los demás-, su significado adquiere los medios y las razones que han intervenido durante este espacio temporal, y le atribuyen un método discursivo.
De todas formas, el pretérito perfecto indica una acción que comenzó en el pasado, y sus resultados se observan en el presente. De ahí se puede deducir que el método intuitivo o discursivo de cualquier máxima, depende de su contexto.
Pero siempre hay que tener en cuenta el hecho de que no existen verdades absolutas, sino solamente relativas.
La veneración de algunas palabras importantes hace que se pierda su verdad, cuando ésas se utilicen de modo descontrolado y sin bases por explorar. Y esa labor es la de la filosofía.
«Cogito ergo sum» es una traducción del planteamiento original de Descartes en francés: «Je pense, donc je suis», encontrado en su famoso Discurso del método (1637).
La frase completa en su contexto es:
Mais, aussitôt après, je pris garde que, pendant que je voulois ainsi penser que tout étoit faux, il falloit nécessairement que moi qui le pensois fusse quelque chose. Et remarquant que cette vérité: je pense, donc je suis, étoit si ferme et si assurée, que toutes les plus extravagantes suppositions des sceptiques n'étoient pas capables de l'ébranler, je jugeai que je pouvais la recevoir sans scrupule pour le premier principe de la philosophie que je cherchois.
Pero en seguida advertí que mientras de este modo quería pensar que todo era falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese algo. Y notando que esta verdad: (yo) pienso, luego soy era tan firme y cierta, que no podían quebrantarla ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que estaba buscando.

RENÉ DESCARTES
TEMAS DE FILOSOFÍA Y CIENCIA
MANUEL GARCÍA MORENTE
PROYECTO CERVANTES
Y PRESENCIAS,
2000





Término latín, que significa: sirvienta. La oración parafraseada en esta referencia, proviene de la antigua romana: "Philosophia ancilla theologiae".

Λεξικό της Νέας Ελλληνικής Γλώσσας, Μπαμπινιώτης, Αθήνα, 2000. Es el diccionario oficial de la lengua griega (algo correspondiente al de la Real Academia Española), escrito por el ex Rector de la Universidad Nacional I. Kapodistrias de Atenas, Grecia.

Merece referencia el hecho que en castellano el verbo "conocer" significa: "1. Averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas 2. Entender 3. Experimentar, sentir", mientras que su sinónimo "saber" tiene la denotación de "1. Tener habilidad 2. Ser instruido y diestro en un arte o facultad 3. Estar informado de la existencia de algo".
En griego moderno, el verbo "conocer" (γνωρίζω) significa: "conocer / aprender", y el verbo "saber" (ξέρω) tiene la connotación de: "poseer el conocimiento".

Sócrates (en griego, Σωκράτης, Sōkrátēs) (470 – 399 a.n.E.) fue un filósofo griego considerado como uno de los más grandes, tanto de la filosofía occidental como de la universal. Fue el maestro de Platón, quien tuvo a Aristóteles como discípulo; estos tres son los representantes fundamentales de la filosofía griega. Nació en Atenas, donde vivió durante los dos últimos tercios del siglo V a.n.E., la época más espléndida en la historia de su ciudad natal, y de toda la antigua Grecia. Desde muy joven, llamó la atención de los que lo rodeaban por la agudeza de sus razonamientos y su facilidad de palabra, además de la fina ironía con la que salpicaba sus tertulias con los ciudadanos jóvenes aristocráticos de Atenas, a quienes les preguntaba sobre su confianza en opiniones populares, aunque muy a menudo él no les ofrecía ninguna enseñanza. Su inconformismo lo impulsó a oponerse a la ignorancia popular y al conocimiento de los que se decían sabios, aunque él mismo no se consideraba un sabio, aun cuando uno de sus mejores amigos, Querefonte, le preguntó al oráculo de Delfos si había alguien más sabio que Sócrates, y la Pitonisa le contestó que no había ningún griego más sabio que él (Apología 21a). Al escuchar lo sucedido, Sócrates dudó del oráculo, y comenzó a buscar alguien más sabio que él entre los personajes más renombrados de su época, pero se dio cuenta de que en realidad creían saber más de lo que realmente sabían. Filósofos, poetas y artistas, todos creían tener una gran sabiduría, en cambio, Sócrates era consciente tanto de la ignorancia que le rodeaba como de la suya propia. Esto lo llevó a tratar de hacer pensar a la gente y hacerles ver el conocimiento real que tenían sobre las cosas. Asumiendo una postura de ignorancia, interrogaba a la gente para luego poner en evidencia la incongruencia de sus afirmaciones; a esto se le denominó «ironía socrática», la cual queda expresada con su célebre frase «Yo sólo sé que no sé nada» (Ἓν οἶδα ὅτι οὐδὲν οἶδα) [en oida oti ouden oida]). Su más grande mérito fue crear la mayéutica, método inductivo que le permitía llevar a sus alumnos a la resolución de los problemas que se planteaban por medio de hábiles preguntas cuya lógica iluminaba el entendimiento. Según pensaba, el conocimiento y el autodominio habrían de permitir restaurar la relación entre el ser humano y la naturaleza. Murió a los 70 años de edad, aceptando serenamente su condena a muerte por cicuta, método elegido por un tribunal que le juzgó, y que le ofrecía para morir por no reconocer a los dioses atenienses y corromper a la juventud. Según relata Platón en la Apología que dejó de su maestro, éste pudo haber eludido la condena, gracias a los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatarla y morir. Realmente le juzgaron porque dos de sus discípulos fueron tiranos que atentaron contra Atenas.
Henri-Louis Bergson o Henri Bergson (Francia, 1859, París - 1941) fue un escritor y filósofo francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1927. Hijo de un músico judío y de una mujer irlandesa, se educó en el Liceo Condorcet y la École Normale Supérieure, donde estudió filosofía. Después de una carrera docente como maestro en varias escuelas secundarias, Bergson fue designado para la École Normale Supérieure en 1898 y, desde 1900 hasta 1921, ostentó la cátedra de filosofía en el Collège de France. En 1914 fue elegido para la Academia Francesa; de 1921 a 1926 fue presidente de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. Poco antes de su muerte en 1941, Bergson expresó de varias maneras su oposición al régimen de Vichy. El bagaje británico de Bergson explica la profunda influencia que Spencer, Mill y Darwin ejercieron en él durante su juventud, pero su propia filosofía es en gran medida una reacción en contra de sus sistemas racionalistas. Dispensado de inscribirse en el registro en el que debían constar todos los judíos (era famoso y estaba muy enfermo) se presentó personalmente: "quise permanecer entre aquellos que mañana serán perseguidos".
Según el dualismo platónico, la realidad está partida en dos. (Compárese la oración francesa: Il y a deux vérités = existen dos verdades, o: la verdad tiene dos caras.) Esta forma del dualismo se basa en el siguiente pensamiento: las almas habitaban en el mundo de las ideas. Por cierta razón, se expulsaron y fueron al área de lo sensible. Entran en los seres humanos y así sufren un golpe y olvidan todo, convirtiendo el conocer en reminiscencia.



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