Pendiente de un cabello: Tamar como nudo dramático de una obra calderoniana

June 8, 2017 | Autor: R. Bazan Bonfil | Categoría: Pedro Calderon De La Barca
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Descripción

Pendiente de un cabello: Tamar como nudo dramático de una obra calderoniana

Rodrigo Bazán Bonfil Universidad Autónoma del Estado de Morelos

Hace un tiempo, mientras preparaba un trabajo sobre “El tratamiento teatral de la historia de

Tamar en el ciclo bíblico de Tirso de Molina”,

1

hice notar que siendo la violación de Tamar por

Amnón un motivo ampliamente tratado en la literatura española, las aproximaciones que suelen

hacerse a la obra de Tirso frecuentemente interpretan el texto dramático como si fuera un ensayo.

Y

que,

asimismo,

aunque

la

polisemia

Tirsiana

existe,

llegar

a

ella

haciendo

de

lado

sus

características genéricas entorpece sus ricas posibilidades de lectura.

En esta ocasión, pues creo que algo similar ocurre con las explicaciones que se nos han

ofrecido sobre Los cabellos de Absalón, espero mostrar cómo la crítica especializada prefiere

analizar lo que encuentra de trágico en las figuras de David y sus hijos, ignorando el nudo

dramático generado por el pathos de Tamar. No se trata, entonces, de una lectura “de género” en

tanto no “denuncia” los abusos del discurso patriarcal de Occidente; pero sí de una reflexión que

evidencia cómo las aproximaciones al texto asumen, por razones que frecuentemente son más

ideológicas que teatrales, la violación de Tamar como una anécdota secundaria para una fábula

cuyos alcances,

se nos dice,

resultan

más amplios e implícitamente más importantes quizá,

también, porque éste es ya el tratamiento que recibe en 2 Samuel 13.

Así pues, en muchos casos y a pesar de lo que dice la Escritura: “Amnón [...] la forzó

violentamente y se acostó con ella” (2 Samuel 13:14), la fábula se interpreta sin más como un

incesto para tejer argumentos que, con base en esta asunción, defienden cómo 2

1

Publicado en Aurelio González Pérez (ed.), Texto, espacio y movimiento en el Teatro del Siglo de Oro, Colegio de

México, México, 2000, pp. 155-181. 2

En el Romancero tradicional dicha interpretación llega a su punto más álgido en una

versión publicada por Tranquilo y su hermana

/

Petersen

(Voces

nuevas, t. I, p. 217)

cuyo final reza: “Y

aquí se acabó la historia de

..... que jodieron en la cama ”. Ver al respecto Bazán Bonfil, Hacia una estética del horror

en romances violentos, pp.

194-198.



Calderón construyó un “nuevo proyecto trágico [para] la Casa de David sobre una doble

estrategia [pues] bajo la superficie rizada y violenta del estallido del incesto corren las

aguas profundas de una “impresionante parábola de la piedad”.



La tesis de Giacoman

4

3

sobre la inocencia bíblica de Tamar se derrumba al ver que “su

relación con Amnón invita a conjeturar una complicidad [mientras su] clara implicación

en

la

conspiración

absaloniana

es

evidente

antes

incluso

de

verse

injuriada”

por

el

primero.



“La hipocresía de Tamar que resulta en su violación [desencadena] los sucesos que llegan

a realizar las profecías equívocas de Teuca”,

mancomunidad

de

culpas,

explica

[su]

5

de modo que “la inclusión de Tamar en esta

violenta

expulsión

de [...]

seguramente, un narcisismo subsidiario a su alianza con Absalón”.

junto

a

Amnón

y,

6

Luego, porque se trata de sobreinterpretaciones más viejotestamentarias que el Antiguo

Testamento cuyas autoras, paradójicamente, no parecen haber leído la Biblia pero sí a Freud con

alguna prisa, creo que la mejor forma de no repetir el error es analizar la caracterización del

personaje calderoniano en función de lo que Tamar dice de si misma, de las reacciones de otros

personajes y de las didascalias que pueden hallarse en el texto y, con base en ella juzgar si, como

dice Evangelina Rodríguez Cuadros, “la materia bíblica y la vieja premisa de que ‘la tragedia es

3

Víctor Dixon, “El Santo Rey David y Los cabellos de Absalón” (en Hans Flasche (ed.), Hacia

Calderón. Tercer coloquio anglogermano, Berlín-Nueva York, 1976) p. 84 apud Evangelina Rodríguez Cuadros (ed.), “Introducción crítica”, en Pedro Calderón de la Barca, Los cabellos de Absalón, Espasa-Calpe, Madrid, 1989, p. 20. 4

Rodríguez Cuadros remite a la edición de Los cabellos de Absalón preparada por Helmy

Fuad Giacoman (Departament of Romance Languages, University of North Carolina, 1968, p. 25), pero éste retoma el argumento en “El Rey David en Los cabellos de Absalón de Calderón”, Bulletin of the Comediantes, 23 (1971), p. 39. 5

Susana Hernández Araico, “Risa y ambivalencia en Los caballos de Absalón: Tamar, el

gracioso y Teuca”, p. 84. 6

Rodríguez Cuadros, “Introducción”, p. 69.

nascida de pecados de Reyes’ ponen en evidencia que, ante un hecho irreversible por conocido,

quedan pocas estrategias dramáticas con que el autor pueda apelar a la emoción del espectador”.

7

Digamos entonces que en sus primeras intervenciones Tamar se presenta como una hija

bien guardada y una hermana amorosa que, si se muestra compasiva con Amnón, no dejará de ser

parcial

hacia

Absalón

puesto

que

son

hermanos

de

padre

y

madre;

8

detalle

que

diferencia

profundamente su relación con el medio hermano y, en última instancia, hubiera permitido que

éste la pidiera a David en lugar de violarla:

Tamar.- En nuestra ley se permite casarse deudos con deudos, pídeme a mi padre... Amnón.-

Es tarde.

9

Y a partir de este punto, como una mujer tan peligrosamente curiosa como ligera de juicio (es

decir, tan inocente y falta de malicia) como para iniciar un juego de fingimientos del que su

pudor

y

firmeza

apenas

logran

sacarla

con

bien

una

vez

que

su

hermano

pierde

el

norte,

entusiasmado por lo que interpreta como aceptación de Tamar en parlamentos como éste:

Yo lo pregunto admirada de que haya quien, querida de ti, no esté agradecida, cuando no esté enamorada.

(vv. 411-414)

La construcción de sus hacer y decir no es, sin embargo, decisión del personaje y, aunque

la crítica parece olvidarlo, lo que Tamar haga u opine consiste exclusivamente en aquello que

Calderón decidió

que ella podía opinar

o hacer.

10

Por ejemplo, que su propia curiosidad

es

condición femenina ineludible

7

Ibidem, p. 33.

8

Sobre el origen de este “argumento” en la Ley de Babilonia, ver

Bazán Bonfil: “Algunas variantes

peninsulares y sefarditas del romance de Amnón y Tamar”, pp. 58, 61, 69. 9

Cito por la edición de Evangelina Rodríguez Cuadros (vv. 963-965) y, en adelante, indico el

número de los versos junto al texto. 10

En “The Anxiety of Gender”, Marcia L. Welles da muestra clara del tipo de lectura al que

ahora me refiero.

La curiosidad batalla en la parte del poder saberla; y que soy mujer advierte, y he de insistir por saberla, y la he de oír, pues no la puedo saber

o

que

cualquier

mujer

(es

decir,

(vv. 385-390)

todas

las

mujeres)

deberían

sentirse

halagadas

ante

una

declaración de Amnón

Pues, ¿por qué se ha de ofender de verse de ti querida, si la más desvanecida mujer, en fin es mujer?

(vv. 431-434)

Luego, más portavoz de una visión masculina (la de Calderón) que dramatis personæ

verosímil,

la

caracterización

inicial

de

Tamar

no

culmina

cuando

pone

fin

al

juego

fingimiento y se retira

en este estado se quede que no es fácil de engañar, Amón, placer ni pesar. Ame tu pecho a quien ama, que Tamar no ha de hacer dama que no hable como Tamar

(Vase)

(vv. 555-560)

sino cuando, a regañadientes pero hija obediente al fin, vuelve al cuarto en que será violada

No me agradezcas, Amón, esta visita; que hoy vengo, porque mi padre lo manda

(vv. 889-891)

y aún cuando, confesándose Amnón, se muestra en un aparte sorprendida:

Amón.- Yo muero por ti, Tamar. No puedo a mayor extremo llegar que a morir por ti: mi confianza me ha muerto. Tamar.- (Aparte) ¿quién pudiera prevenirlo? (Alto) Mira, Amón... Amón.-

Ya nada veo.

Tamar.- que soy tu hermana Amón.-

Es verdad;

pero si dice un proverbio

del

la sangre sin fuego hierve, ¿qué hará la sangre con fuego?

(vv. 954- 962)

La escena culmina, como es de temerse, con la violación de Tamar y, por lo mismo,

sorprende que Rodríguez Cuadros vea en la primera del segundo acto el “punto de no retorno” en

la tragedia de Amnón y comente, además, que ésta es

genialmente

abortada

en

su

posible

patetismo

por

el

irónico

comentario de Jonadab: Carta Tamar vino a ser leyóla y quiere rompella (Aparte, vv. 1062-1063).

11

Se trata, entonces, de una visión que no sólo evita todo análisis de lo que a este personaje ocurre

sino

que,

supuestamente

apoyada

en

una

concepción

clásica

de

lo

trágico,

desplaza

la

construcción actancial de los personajes convirtiendo al victimario en víctima. Dice la editora al

respecto:

Consustancial con la tragedia [...] es la perplejidad de sus víctimas ante la conflagración de absolutos éticos con los que se le obliga a vivir,

acatándolos

consustancial

el

e,

incluso,

principio

de

haciéndolos la mímesis,

sentido de configurar una realidad probable.

acatar

[como

interpretada

[...]

le en

es] el

12

Las preguntas por contestar son, entonces, cuáles son los absolutos éticos con los que

Tamar se verá obligada a vivir. Y en paralelo puesto que no se trata de una relación causal, que

tan verosímil es su desarrollo dramático en el resto de la obra, a riesgo siempre de confirmar que,

como Rodríguez Cuadros, tampoco Calderón ve en ella más que un personaje cuya presencia

“motiva” las acciones de otros y que, por lo tanto, no sólo no es víctima de su hermano, sino un

instrumento que cumple el destino trágico de los varones en torno, cuya verosimilitud ni siquiera

es necesario atender. Paso al texto.

11

Rodríguez Cuadros, “Introducción”, p. 49.

12

Ibidem, p. 59.

Durante la escena

del reclamo

a Amnón (punto de no

retorno

en su

tragedia según

Rodríguez Cuadros) el tono y las implicaciones de lo que ella dice varían mucho y, aunque

culminan con una amenaza:

Amón.- Echadla a la calle. Tamar.-

Así

estaré bien; que es razón, ya que el delito fue aquí, que por ellas de un pregón mi deshonra contra ti

(vv. 1064-1068)

ésta puede obedecer igualmente a un deseo de venganza que a uno de justicia. Y además, Tamar

sólo se ve en este punto después de iniciar el diálogo con una intervención que, si no perdona,

aún intenta explicar cuál es el mayor de los daños a los que ha quedado expuesta; tras agotar la

posibilidad de un martirologio que salve su fama;

13

y planteando su violación casi como aceptable

por contraste con la deshonra que ahora rechaza:

Mayor ofensa e injuria es la que haces contra mí que fue la amorosa furia de tu torpe frenesí [...] Tahur de mi honor has sido; ganado has por falso modo joya que en vano te pido. Quítame la vida y todo, pues ya lo más he perdido

(vv. 1010-1013, 1029-1033)

Así pues, lo que pide a David mientras denuncia la violencia de la que ha sido objeto no

es sino justicia. Y si ésta se considera sumando la perspectiva de ella y la que ofrece el texto

espectacular hasta ese momento no hay, creo, manera de entenderla como una estrategia que

apoye la “retórica de la venganza” ni existe tampoco forma, pues se trata de un problema de

13

Aunque el eco cidiano parece evidente, la situación de Tamar resulta mucho más trágica

puesto que se plantea la muerte como única salida que no agrava su situación mientras, para doña Elvira y doña Sol, ésta previene su deshonra: “–Por Dios vos rogamos don Diego e don Ferando! / Dos espadas tenedes fuertes e tajadores / –al una dizen Colada e al otra Tizon– / cortadnos las cabeças, martires seremos nos!” (PMC, vv. 2725-2728).

honra, de sustentar su valoración como un “ortodoxo icono ideológico, síntoma de la intolerancia

del sistema”.

14

Lo más terrible en

deliberada

en

que

la construcción

Calderón

la

derrumba

de Tamar como personaje es, entonces, la forma

al

fin

de

su

construcción casi jurídica no la hace menos conmovedora)

(Sale Tamar llorando) [...] por los ojos vierto el alma luto traigo por mi honor, suspiros al cielo arrojo, de inocencia vengador [...] Cubierta está mi cabeza de ceniza; que un amor desatinado, si es fuego, sólo deja en galardón cenizas que lleva el aire; más, aunque cenizas son, no quitan la mancha de honra, sangre sí, que es buen jabón

[...]

y sin advertir mis quejas ni el proponelle que soy tu hija, Rey, y su hermana, su estado, su ley, su Dios, echando la gente fuera, a puerta cerrada entró en el templo de la fama y sagrado de mi honor [...] Ea, sangre generosa de Abraham, que su valor contra el inocente hijo el cuchillo levantó: uno tuvo, muchos tienes, inocente fue, Amnón, no. A Dios sirvió así Abraham, así servirás a Dios. Véncete, Rey, a ti mismo: la justicia a la pasión se anteponga, que es más gloria que hacer piezas un león [...] Padre, hermanos, israelitas, cielo, astros, luna, sol,

14

Rodríguez Cuadros, pp. 74-75.

larga

intervención

(denuncia

cuya

brutos, peces, aves, fieras, elementos cuantos sois, justicia os pido a todos de un traidor de su ley y su hermana violador (vv. 1154 acotación, 1166-1169, 1175-177, 1194-1201, 1230-1241, 1254-1259)

pues a partir de este punto Tamar es totalmente inverosímil si se ve cómo al proponerle Absalón

que se retire a Efraín, ella simplemente enjuga el llanto iniciado cien versos atrás, se pone en pie

por indicación de David y responde a su hermano:

Bien dices: viva entre fieras quien entre hombres se perdió; que, a estar con ellas, es cierto que no muriera mi honor

(Vase)

(vv. 1290-1293).

Luego, pues no puede proponerse que la construcción siga el texto bíblico a pie juntillas

en tanto éste dice al menos que “Tamar se quedó, desolada, en casa de su hermano Absalón” (2

Samuel 13:20), parece que su función real en escena es la de un motivo recurrente que trae a la

memoria del público el origen de la guerra entre Absalón y David que será, en última instancia y

durante la tercera jornada, el tema de la obra y el fin al que todo apunte. No hay entonces

extrañeza si tras cada una de sus “escenas cumbre” Tamar se “borra” de escena



tras denunciar su violación en la corte, se esconde en Balhasor



tras anunciar ante Amnón su venganza, éste es asesinado fuera de escena (donde ni ella ni

el público lo atestiguan)



tras su plancto por la muerte de Absalón, anuncia su exilio definitivo

Pero no puede negarse, tampoco, que su reacción repetida la desdibuja completamente;

que estas secuencias resultan en un espectáculo frustrante porque conllevan fuertes caídas para la

tensión dramática; y que, finalmente, si su participación en la guerra y al mando de tropas se

construye con diálogos y no mediante sus acciones, ello obedece a que se trata, de nuevo, de una

acción inverosímil:

Mucho gusto me has dado en decir que quedó reconciliado mi hermano con el Rey, porque no dudo que esta fingida paz disponer pudo sus intentos mejor y mis intentos, que han de ser escarmientos, según nuestra esperanza, de su hermosa ambición y mi venganza. Sus órdenes espero en el Hebrón, ceñido el blanco acero, la gente de Gesur capitaneando, con las tribus que ya se van juntando; aunque la fama diga que mi pasada ofensa a esto me obliga.

(vv. 2406-2419)

Finalmente, y para esbozar un cierre que está por supuesto lejos de ser conclusivo, me

parece que si como Rodríguez Cuadros propone

cada

personaje

dialoga

con

sus

propias

pasiones,

incapaces

de

romper las paredes del silencio de la melancolía (Amnón), de la ambición (Absalón) o de la pasión filial sin matices (David) [... de modo que, al fin] los protagonistas de LOS CABELLOS... retiran su mirada de la realidad exterior, concibiendo un universo moral de acciones vistas en una sola perspectiva, casi siempre coincidente con su propio interés pasional

15

los análisis más frecuentes de la obra han dejado fuera (o bien han atropellado) una ceguera

pasional (o un legítimo derecho a ejercer la justicia cobrándose venganza) que en la última

intervención de Tamar es otra vez substituida por un discurso estático cuyo efecto moralizante en

el público debió verse reforzado con la conversión inmediata de Teuca. Cierra la obra Calderón

con lo siguiente:

(Sale Tamar) Crueles hijos de Israel, ¿qué estais mirando suspensos? Aunque merecido tengan

15

Rodríguez Cuadros, p. 80.

este castigo los hechos de Absalón, ¿a quién, a quién ya no le enternece el verlo? Cubridle de hojas y ramos, no os deleitéis en suceso de una tragedia tan triste, de un castigo tan funesto; que yo, por no ver jamás ni aún los átomos del viento, iré a sepultarme viva en el más oscuro centro donde se ignore si vivo pues que se ignora si muero

(Vase)

(vv. 3178-3193).

Habrá, entonces, que leer de nuevo Los cabellos de Absalón apuntalando las notas y

argumentos bosquejados hasta aquí pues por ahora, igual que la violación de Tamar como leit

motiv proto-dramático del tratamiento calderoniano, van pendientes de un cabello. Y hacerlo

conforme a la perspectiva intratextual propuesta pues, como Teuca

Yo también desde hoy en su ley seguirla quiero; que es grande Dios el que sabe medir castigos y premios

(vv. 3194-3197)

Bibliografía

Bazán Bonfil, Rodrigo, “Algunas variantes peninsulares y sefarditas del romance de Amnón y Tamar”, en Lillian von der Walde, Concepción Company, Aurelio González (eds.), Caballeros, monjas y maestros en la Edad Media (Actas de las V Jornadas Medievales), UNAM-Colegio de México, México, 1996, pp. 57-74.

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Bazán Bonfil, Rodrigo, Hacia una estética del horror en romances violentos: de la fábula bíblica en

romances

tradicionales

al

“suceso”

en

pliegos

de

cordel,

tesis

Doctoral

en

Literatura

Hispánica, Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, El Colegio de México, México, 2003.

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