Pautas para el análisis de la cohesión y la coherencia en textos

June 14, 2017 | Autor: M. Esparza Torres | Categoría: Text Linguistics
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PAUTAS PARA EL ANÁLISIS DE LA COHESIÓN Y LA COHERENCIA EN TEXTOS MIGUEL ÁNGEL ESPARZA TORRES Universidad Rey Juan Carlos

0. INTRODUCCIÓN El objeto de estas páginas es, de acuerdo con los términos de la amable invitación que recibí para participar como ponente en el X Simposio de Actualización Científica y Didáctica de Lengua Española y Literatura, proponer unas pautas para el análisis en textos de la cohesión y la coherencia, aplicables a la práctica docente y, dadas las características del Simposio, facilitar una información convenientemente actualizada y lo más integradora posible, que ayude a organizar la cada vez más abundante bibliografía disponible1. Para llevar a cabo tal fin, me parece importante referirme en primer lugar, como punto de partida, a las consecuencias que tiene concebir el texto como unidad de análisis lingüístico. En segundo lugar, intentaré situar del modo más esquemático y claro posible el lugar que ocupan la cohesión y la coherencia en la organización del texto. En ese marco, será ya posible hacer un repaso de los principales mecanismos que se asocian a cada una de estas propiedades —particularmente a la cohesión—, al tiempo que se proponen unas pautas de análisis que concreten las distintas observaciones que se irán haciendo.

1. EL TEXTO: UNIDAD DE ANÁLISIS LINGÜÍSTICO El análisis lingüístico que tradicionalmente ha servido de pauta a las gramáticas ha atendido a distintos tipos de enunciados que han recibido muy diversas denominaciones a lo largo de la historia de la gramática: frases, cláusulas, oraciones, proposiciones,

1 Conviene advertirlo desde el principio, ya que esas condiciones previas dejan su huella en estas páginas. El planteamiento teórico acerca de la ubicación de la cohesión y la coherencia dentro de la organización del texto procede de López Alonso / Séré (2001) y está, en consecuencia, dominado por una especial atención hacia los procesos de comprensión e interpretación del texto. El tono general de la exposición y la selección de ciertos fenómenos —así como el modo de representarlos, intuitivo y cognitivo— procede de Simone (1993). Sobre esa base, he procurado integrar estudios recientes —no todos los que hubiera deseado— que aportan descripciones útiles de los distintos fenómenos que aquí se tratan.

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suboraciones, etc. Naturalmente, la definición de tales estructuras no ha sido en absoluto unívoca ni constante. Pero se ha tendido a caracterizarlas en razón de su (relativa) brevedad y de su (relativa) simplicidad estructural y organizativa2. Sin embargo, es fácil comprobar que las oraciones que forman un párrafo no carecen de relación entre sí, que los párrafos suelen estar construidos por varias oraciones y, en fin, que muchas veces las oraciones solo se explican en relación con lo que antecede (pensemos, por ejemplo, en las oraciones adversativas precedidas por «sin embargo»). En este sentido, parece necesario admitir que el texto es una unidad significante y no una suma de frases. El siguiente texto de Benito Pérez Galdós (Fortunata y Jacinta) puede servirnos de ejemplo: (1)

De todo lo que el enamorado pensaba hacer para la redención de su querida, nada le parecía tan urgente como enseñarla a escribir y a leer bien. Todas las mañanas la tenía media hora haciendo palotes. Fortunata deseaba aprender; pero ni con la paciencia ni con la atención sostenida se desarrollaban sus talentos caligráficos […] Ya se ve, para él era fácil; pero ella, que en su vida las había visto más gordas, hallaba en la escritura una dificultad invencible. Decía con tristeza que no aprendería jamás, y se lamentaba de que en su niñez no la hubieran puesto a la escuela. La lectura la aburría también y la cansaba soberanamente, porque después de estarse un mediano rato sacando las sílabas como quien saca el agua de un pozo, resultaba que no entendía ni jota de lo que el texto decía.

Los elementos —en este caso se trata solo de pronombres y determinantes— que se transcriben en negrita o subrayados hacen explícitas algunas de las relaciones que justifican que un texto no es un conjunto de oraciones puestas una tras otra casualmente, sino de oraciones organizadas en una estructura supraordenada: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

su le la la sus él ella su su la la la

Õ Õ Õ Õ Õ Õ Õ Õ Õ Õ Õ Õ

el enamorado el enamorado su querida su querida Fortunata el enamorado Fortunata Fortunata Fortunata Fortunata Fortunata Fortunata

2 Lo de «relativa» hay que tomarlo con prudencia. Siglos de tradición gramaticográfica atestiguan, como bien dice Bosque (1997, pág. 37), que «la gramática es eterna, y que aún tienen que venir muchos gramáticos que seguirán durante años y años dando vueltas y más vueltas a la piezas del mismo rompecabezas».

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Los elementos a la izquierda de la flecha toman su significado de los situados a la derecha, que sirven por tanto como referentes, y solo se pueden interpretar en la medida en que están asociados a los que se encuentran a la derecha de la flecha. Este hecho demuestra que el texto se mantiene unido en sus diferentes oraciones. Si las oraciones se combinan en enunciados más amplios y complejos, en los que cada una de ellas encuentra su lugar y asume plenamente su significado, entonces, por encima de las oraciones, existe un nivel superior, el texto, entre cuyos elementos se dan relaciones de diferente naturaleza de las que se dan en el ámbito oracional. Para el análisis lingüístico de los textos se recurre a un conjunto de nociones y de métodos especializados, diferentes de los que se utilizan en otros niveles de análisis, y diversos, también, según la corriente teórica desde la que se opera. Pero lo que hoy nadie pone en duda son las hipótesis o puntos de partida de los que nace el análisis de los textos: •





el texto está efectivamente compuesto por oraciones, pero su estructura no se puede reducir a ellas, es decir, tiene una estructura o gramática propia, en muchos sentidos distinta de la gramática oracional. Esta gramática peculiar es lo que se ha querido poner de relieve al utilizar el término «texto», del latín textus: un texto es un tejido. cualquier texto, hasta el más sencillo y trivial, responde a un proyecto compositivo, es decir, está organizado de acuerdo con unas reglas concretas, que pueden ser más o menos desconocidas para el usuario, pero que aún así siempre actúan. los textos, en fin, poseen sus propias reglas de producción y reconocimiento.

Al margen de estas hipótesis, la gramática textual está en el fondo de lo que podríamos llamar valoraciones metalingüísticas intuitivas, por ejemplo, cuando decimos que un libro «carece de conexión», que un discurso es «inorgánico», que una novela está «llena de suspense» o que un tratado científico es «enormemente científico» (cfr. Simone 1993, pág. 342). Estas valoraciones intuitivas aluden a dos propiedades fundamentales del texto: •



todo texto tiene una unidad estructural, porque contiene medios que aseguran la «solidez del conjunto». A esta primera propiedad se le llama cohesión. Por «cohesión» se entiende el conjunto de mecanismos que asegura la conexión de las partes de un texto entre sí desde el punto de vista formal. «Elemento cohesivo» es todo aquel que sirve para asegurar la cohesión. cuando al recibir un texto, resulta posible activar un conjunto compacto de conocimientos e informaciones —previos y compartidos— pertinentes a la ocasión particular, se dice que el texto es coherente.

¿Por qué las lenguas tienen cohesión? La razón parece más bien residir en la naturaleza de los usuarios que en la naturaleza de las lenguas. Los usuarios lingüísticos están dotados de una capacidad limitada de memoria para mantener el material textual. Una sucesión de enunciados que no tuviera lazos cohesivos podría ser fraccionada fácilmente en partes separadas. Los mecanismos de cohesión en las lenguas son un refinado sis– 87 –

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tema de señalización entre emisor y receptor que les permite usar la lengua con mayor eficacia: por una parte, guían al emisor en la producción de sus enunciados, y, por otra, dan al receptor instrucciones útiles en la descodificación (cfr. Simone 1993, pág. 374).

2. EL

LUGAR DE LA COHESIÓN Y LA COHERENCIA EN LA ORGANIZA-

CIÓN DEL TEXTO

El texto es una unidad lingüística extraordinariamente compleja. De acuerdo con López Alonso / Séré (2001, pág. 16), podríamos definirlo de la siguiente manera: El texto es un objeto lingüístico empírico y un producto social; en tanto que objeto lingüístico, es una unidad verbal autónoma con forma propia, contenido específico y una organización y un funcionamiento interno determinados; como producto social, es una unidad de comunicación mediatizada por la interacción de sus dimensiones psicológica, social e histórica.

Las citadas investigadoras esquematizan los componentes del texto en un gráfico que intenta manifestar la interdependencia de estos (cfr. López Alonso / Séré 2001, pág. 17):

La forma del texto tiene que ver con los conceptos de género, discurso y tipo de texto; el contenido, con la unidad de sentido del texto; y el funcionamiento, con las dimensiones psicológica, social e histórica. Finalmente, la cohesión y la coherencia son dos de los procedimientos de textualidad necesarios para la organización del texto, que es extremadamente compleja. López Alonso / Séré la esquematizan de la siguiente manera:

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Ceñirse al estudio de la cohesión y la coherencia, supone, en definitiva, en primer lugar, concentrar la atención solo en uno de los aspectos de la definición de texto —el texto como unidad verbal autónoma— y, en segundo lugar, atender solo a los procedimientos de textualidad, ni siquiera a todos los elementos que intervienen en la organización del texto. Pero ello no debe conducir al olvido de la interdependencia y la interrelación de todos los componentes del texto: de los componentes organizativos entre sí y de todos ellos con los restantes aspectos del texto. Además, para acabar de esbozar la complejidad del tema, es necesario considerar, como señalan López Alonso / Séré (2001, págs. 23-24), la relación interna entre enunciado y enunciación. Destaca Culioli (1980, págs. 99-108) la necesidad de dar cuenta de las operaciones que efectúa el hablante al producir un enunciado y de la manera a través de la cual es posible reconstruirlas. Por ello, «la forma y organización del texto dependen de la configuración enunciativa que presenta, y que representamos de la forma siguiente» (cfr. López Alonso / Séré 2001, pág. 24):

El emisor de un enunciado, en un contexto físico y social determinado, selecciona el discurso y el tipo de texto, adecuado a su contenido, y aplica los diferentes mecanismos de textualidad que le dan forma. Su voz o las voces del narrador, de los personajes o distintas voces sociales quedan marcadas o mencionadas en el texto y, a su vez, modalizan el enunciado (cfr. López Alonso / Séré 2001, págs. 24-25). En definitiva, los procedimientos de cohesión y la coherencia textual son únicamente dos elementos de los muchos que hay que analizar en un texto y, esto es lo realmente importante, no actúan aislados de todos los demás factores a través de los cuales es posible establecer la identidad y la individualidad de un texto e, incluso, su relación con otros textos. Un análisis cabal debe dar cuenta de esa solidaridad de los elementos caracterizadores y, desde el punto de vista pedagógico, eso es lo radicalmente importante. Puesto que los aspectos a los que se debe atender para caracterizar un texto son diversos y están estrechamente relacionados, no todos los investigadores ubican de la misma manera los diferentes mecanismos, ni todas las posiciones teóricas atribuyen los mismos hechos a todos esos elementos que antes hemos caracterizado sucintamente. Por ejemplo, en el anterior esquema de la organización del texto, vemos separados cohesión, conexión y coherencia. Algunos autores incorporan la coherencia a la cohesión, pero la coherencia es, al tiempo, condición de textualidad y resultado de la actividad interpretativa. – 89 –

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Hechas esas aclaraciones, es necesario decidir qué mecanismos concretos conviene analizar, qué etiqueta darles y desde qué punto de vista clasificarlos. En el caso que nos ocupa, el criterio primordial debe ser el de la claridad y el ordenamiento pedagógico. Lo prioritario es saber qué fenómenos registrar y cómo ordenarlos. Concretamente, las pautas que vamos a proponer constan de los siguientes pasos: establecimiento de las cadenas anafóricas del texto, determinación de las relaciones léxico-semánticas, análisis de procesos de elipsis y proformas que no se reflejan en las cadenas anafóricas, cohesión verbal y espacial y análisis de la conectividad. Por último, abordaremos la coherencia en el texto.

3. COHESIÓN Y CADENAS ANAFÓRICAS 3.1. Referentes y cohesivos El primer mecanismo de cohesión que vamos a examinar está basado en la capacidad de señalar que poseen ciertos «elementos cohesivos», que apuntan siempre hacia determinados «referentes». En cualquier texto se pueden establecer «caminos» entre referentes y cohesivos. Gráficamente podría representarse de la siguiente manera3:

Los caminos que comunican referentes y cohesivos pueden orientarse hacia arriba o hacia abajo. De esta manera, la atención del referente puede dirigirse hacia lo que antecede o hacia lo que sigue. Dicho de otro modo, los enunciados se interpretan moviéndose «hacia arriba» o «hacia abajo». Un cohesivo que tiene el referente «arriba» se denomina «anafórico»; el que lo tiene abajo, se denomina «catafórico». La foricidad garantiza la contextualidad interna de los enunciados. Aunque, por otra parte, como los enunciados remiten también a elementos de la realidad extralingüística, algunos cohesivos cumplen una función «exofórica». Conviene, en fin, aclarar que, mientras anáfora y 3 El esquema, simplificado, es de Simone (1993, pág. 343), a quien corresponde también, como se señaló, el planteamiento general —cognitivo e intuitivo— que se asume aquí acerca del establecimiento de las cadenas anafóricas.

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catáfora son mecanismos que se refieren siempre a elementos presentes antes o después en el texto (deixis discursiva o interna), la deixis puede orientarse hacia la situación real en que se produce el acto de comunicación (deixis externa o real), refiriéndose al hablante o al oyente o a algo consabido o recordado por hablante u oyente. De manera que es posible resumir la situación de la siguiente manera:

3.2 Referencia y correferencia En el comienzo del texto (1) («De todo lo que el enamorado pensaba hacer para la redención de su querida, nada le parecía tan urgente como enseñarla a escribir y a leer bien»), el sintagma el enamorado y los cohesivos su y le designan la misma persona. El enamorado tiene su propia referencia y su y le son correferentes con él. La correferencia es, pues, la propiedad por la que un constituyente tiene el mismo referente que otro constituyente. Se trata de un mecanismo fundamental para que, en un texto, se lleve a cabo la cohesión, en cuanto que permite que dos sintagmas se relacionen entre sí (sintagmas plenos, como el enamorado, sintagmas proforma como le y un determinante posesivo anafórico integrado en otro sintagma pleno). Desde el punto de vista de la referencia existe una diferencia esencial entre los sintagmas plenos y los sintagma proforma. Los primeros tienen una referencia propia; los segundos toman prestada su referencia de un sintagma pleno. Por eso los sintagmas no plenos no pueden aparecer por sí solos en el enunciado. Para que las proformas puedan aparecer es necesario que, por alguna parte, exista un referente designado por un sintagma pleno. «Instauración del referente» se llama al proceso mediante el cual un referente es introducido en el enunciado por un sintagma pleno. Desde este punto de vista, puede afirmarse también que un sintagma pleno tiene mayor fuerza referencial en comparación con los sintagmas proforma. 3.3. Cadenas anafóricas En el párrafo de Pérez Galdós, el enamorado constituye el primer término de una secuencia de cohesivos relacionados entre sí, constituida, según su orden, por: 1 2 3

su le él

Õ Õ Õ

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el enamorado el enamorado el enamorado

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Una secuencia de cohesivos que tenga el mismo referente se denomina cadena. Si la cadena está constituida por cohesivos anafóricos, se denomina cadena anafórica. En esta cadena hay que distinguir un núcleo —el referente para toda la cadena— y los eslabones, que pueden situarse a cualquier distancia: 1 2 3

el enamorado su le él

Núcleo Eslabón 1 Eslabón 2 Eslabón 3

Una descripción sucinta y útil de los elementos que pueden aparecer en español como elementos cohesivos constituyentes de una cadena se encuentra en Casado (1993, págs. 20-21). Dice Casado que, entre los pronombres personales, solo los de tercera persona pueden considerarse sustitutos textuales, bien con función anafórica, bien catafórica. Las formas él y ella también pueden remitir a referentes que están fuera del texto —referencia exofórica—, pero que resultan identificables por los oyentes. Esta función exofórica cumplen también los pronombres personales de primera y segunda persona, que se usan siempre para hacer referencia a las personas que intervienen en la comunicación y remiten, en fin, a la configuración enunciativa. Poseen también función de sustitutos textuales los reflexivos, recíprocos, relativos, indefinidos, posesivos y demostrativos4: (2)

Pedro escuchó el despertador y saltó de la cama. A los pocos minutos ya se había duchado. Juan y María pasearon toda la tarde. Al anochecer se despidieron. César fue el dictador que salvó Roma y que el pueblo amaba. Los congresistas terminaron los trabajos a las siete. Algunos fueron al teatro, otros se marcharon al hotel. Alfonso llegó tarde. Lo retuvieron en su oficina. Manifestantes y policía se retiraron. Aquellos, a sus casas; esta, a su cuartel.

3.4. Cadenas anafóricas entrelazadas En el texto puede mantenerse la cohesión mediante varias cadenas anafóricas que pueden entrelazarse entre sí. Si analizamos nuevamente el párrafo anterior podemos llegar a distinguir las siguientes cadenas entrelazadas:

4 Los ejemplos, excepto el del relativo, que es el ejemplo con el que Simone (1993, págs. 361) ejemplifica la «cohesión estrecha» con relativo, son los de Casado.

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ELEMENTOS

CADENA A

CADENA B

CADENA C

Núcleo Eslabón 1 Eslabón 2 Eslabón 3 Eslabón 4 Eslabón 5 Eslabón 6 Eslabón 7 Eslabón 8 Eslabón 9 Eslabón 10 Eslabón 11 Eslabón 12

el enamorado su le

su querida

Fortunata

la la sus él ella su su la la la

Como puede verse, las cadenas son de distinta longitud y se entrelazan de manera compleja. 3.5. Elipsis y cadenas anafóricas Cuando en una cadena aparecen elementos cohesivos representados por Ø, decimos que se trata de cohesivos elípticos, es decir, de elementos no manifiestos superficialmente en el texto, pero necesarios para presentar la organización textual. En el texto que nos está sirviendo de ejemplo, encontramos algunos cohesivos elididos que varían la representación de las cadenas anafóricas que hemos hecho antes y explican la reaparición fuerte del núcleo de una cadena: (3)

De todo lo que el enamorado pensaba hacer para la redención de su querida, nada le parecía tan urgente como enseñarla a escribir y a leer bien. Todas las mañanas Ø la tenía media hora haciendo palotes. Fortunata deseaba aprender; pero ni con la paciencia ni con la atención sostenida se desarrollaban sus talentos caligráficos […] Ya se ve, para él era fácil; pero ella, que en su vida las había visto más gordas, hallaba en la escritura una dificultad invencible. Ø Decía con tristeza que Ø no aprendería jamás, y Ø se lamentaba de que en su niñez no la hubieran puesto a la escuela. La lectura la aburría también y la cansaba soberanamente, porque después de estarse un mediano rato sacando las sílabas como quien saca el agua de un pozo, resultaba que no Ø entendía ni jota de lo que el texto decía. ELEMENTOS

CADENA A

CADENA B

CADENA C

Núcleo Eslabón 1 Eslabón 2 Eslabón 3 Eslabón 4

el enamorado su le

su querida

Fortunata

la Ø (=él)

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Eslabón 5 Eslabón 6 Eslabón 7 Eslabón 8 Eslabón 9 Eslabón 10 Eslabón 11 Eslabón 12 Eslabón 13 Eslabón 14 Eslabón 15 Eslabón 16 Eslabón 17

la sus él ella su Ø (=ella) Ø (=ella) Ø (=ella) su la la la Ø (=ella)

La elipsis es un medio de cohesión relativamente simple que consiste en eliminar los elementos que se recuperan, antes de usarlos de nuevo. La propiedad más típica de estos elementos Ø es que, aun siendo superficialmente nulos, siguen actuando y ejerciendo influencia en su entorno sintagmático (sin ir más lejos, las concordancias)5. 3.6. Grados de cohesión. Interrupción y continuación de las cadenas Las lenguas manifiestan distintos grados de cohesión. En el caso del español, advierte Simone (1993, págs. 348-350) que, dado que los verbos pueden aparecer sin sujeto, es posible aplicar tres reglas, de imposible aplicación en aquellas otras lenguas en que el sujeto debe aparecer obligatoriamente. Esas tres reglas son: a.

Elipsis del sujeto: El sujeto se reduce a Ø cuando dos anillos de la misma cadena van uno a continuación del otro y a breve distancia del texto.

b.

Reaparición fuerte del sujeto: Cuando una cadena se interrumpe y vuelve a reaparecer, el sujeto se representa de manera fuerte, es decir, mediante un sintagma pleno o mediante un pronombre tónico.

c.

Longitud del intervalo: Aunque no aparezcan otras cadenas, si la longitud es excesiva, suele reaparecer el sujeto.

El cumplimiento de las dos primeras reglas puede apreciarse en la tabla anterior, que muestra el entrelazamiento de las cadenas.

5 Para Simone (1993, págs. 348-349), «la cuestión de los elementos Ø permite ofrecer una reformulación en términos textuales de un tema gramatical característico, la distinción entre lenguas con ‘sujeto obligatorio’ (como el inglés, el francés, el alemán y otras) y lenguas con ‘sujeto opcional’ (como el español o el italiano)». Esta consideración puede resultar útil en la enseñanza del español como lengua extranjera.

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4. RELACIONES DE CARÁCTER LÉXICO-SEMÁNTICO 4.1. Recurrencia Hasta ahora hemos considerado las relaciones que se establecen entre sintagmas plenos y proformas y, sirviéndonos de la imagen de los caminos que comunican referentes y cohesivos, hemos establecido una manera de representar parte del «tejido» del texto representando las cadenas anafóricas entrelazadas. Con todo, las relaciones de correferencia no afectan solo al sintagma pleno que instaura el referente y a los cohesivos que a él se refieren, sino también a los referentes mismos, que pueden aparecer recurrentemente a lo largo del texto con diverso grado de igualdad o relajación en cuanto al significante y en cuanto al significado. Los fenómenos de recurrencia son también uno de los procedimientos fundamentales de cohesión textual. Por ejemplo, en el texto que estamos usando, su querida tiene la misma referencia que Fortunata, de modo que, en realidad, podríamos reformular la cadena anáforica en la descripción de sus elementos para que diera cuenta de esa igualdad referencial: ELEMENTOS

CADENA A

CADENA B1

CADENA B2

Núcleo

el enamorado

su querida

Fortunata

Se ha dicho que los referentes pueden reiterarse a lo largo del texto con diverso grado de igualdad o relajación del significante. a) La repetición léxica simple consiste en la reiteración de un elemento léxico en su identidad material y semántica. A este procedimiento se le llama también «copia». Existen también procesos de repetición que se basan únicamente en la similitud que presentan elementos solo parcialmente semejantes (cuasi-copia). b) La repetición léxica sinonímica se produce cuando en el enunciado se reitera el significado de un elemento utilizando sinónimos léxicos o modos de designación elaborados a partir de procesos metafóricos o metonímicos, de sinécdoques o comparaciones. A continuación examinaremos un texto vertebrado fundamentalmente en virtud de procesos de recurrencia: (4)

El viajero, de Guadalajara sale a pie por la carretera general de Zaragoza, al lado del río. Es el mediodía y un sol de justicia cae a plomo, sobre el camino. El viajero anda por la cuneta, sobre la tierra; el asfalto es duro y caliente, y estropea los pies. A la salida de la ciudad el viajero pasa por un merendero que tiene un nombre sugeridor, lleno de resonancias; por un merendero que se llama Los misterios de Tánger. Antes ha entrado en una verdulería a comprar unos tomates. —¿Me da tres cuartos de tomates? —¿Eh?

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La verdulera es sorda como una tapia. —¡Que si me da tres cuartos de tomates! La verdulera ni se mueve; parece una verdulera sumida en profundas cavilaciones. —Están verdes. —No importa; son para ensalada. —¿Eh? —¡Que me es igual! La verdulera piensa, probablemente, que su deber es no despachar tomates verdes. —¿Va usted a Zaragoza, por un casual, a cumplir una promesa? —No señora. —¿Eh? —¡Que no! —Pues antes iban muchos a Zaragoza, llevaban también el equipaje colgando. —Antes sí, señora. ¿Me da tres cuartos de tomates? El viajero no puede gritar más fuerte de lo que lo hace. Tiene la garganta seca; por un tomate hubiera dado un duro. La puerta de la verdulería está llena de niños que miran para el viajero; de niños de todos los pelos, de todos los tamaños; de niños que no hablan, que no se mueven, que miran fijamente, como los gatos, sin pestañear. Un niño pelirrojo, con la cara llena de pecas, advierte al viajero: —Es sorda. —Ya lo veo hijo. El niño sonríe. —¿Va usted a Zaragoza, de promesa? —No querubín; no voy a Zaragoza. ¿Tú sabes donde puedo comprar tres cuartos de tomates? —Sí, señor: venga conmigo. El viajero, con veinte o veinticinco niños detrás, sale en busca de los tomates. Algunos niños corren unos pasitos para ver bien al viajero, para ir siempre a su lado. Otros se van aburriendo y se van quedando en el camino. Una mujer, desde la puerta de una casa, pregunta en bajo a los niños: ¿Qué quiere? Y el niño de la pelambrera roja contesta complacido: Nada, vamos buscando tomates. La mujer no se conforma, vuelve a la carga: ¿Va a Zaragoza? Y el niño se vuelve y contesta seco, casi con indignación: No. ¿Es que por aquí no se va más que a Zaragoza? Al pasar por delante del merendero, el hombre que —¡también es casualidad!— no va a Zaragoza, siente como si acabaran de sacarlo de un estanque donde se estuviera ahogando. El viajero va con su ayudante, con el niño del pelo de azafrán al lado. (Camilo José Cela, Viaje a la Alcarria.)

En el texto anterior se han señalado en negrita algunos procesos de reiteración léxica que tienen valor cohesivo. Por ejemplo, encontramos reiteraciones léxicas del tipo copia: Zaragoza, promesa, viajero, sorda, tomate, etc. Hay también casos de cuasi-copia, como pelirrojo, pelambrera roja, pelos o niño, niños. Se han señalado fenómenos de reiteración léxica sinonímica como niño, hijo; rojo, azafrán, etc. Y, finalmente, también encontramos designaciones metafóricas (querubín), metonímicas (ayudante) o basadas en una relación entre parte y todo o sinécdoque (el niño del pelo de azafrán).

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4.2. Mecanismos cohesivos relacionados con otras relaciones semánticas a) La hiponimia y la hiperonimia —su contraria— son dos relaciones semánticas que favorecen la cohesión. Con frecuencia su efecto es semejante al que producen los sinónimos contextuales, de acuerdo con la fórmula «X es un Y» aunque, en realidad, lo que sucede es que «X ∈ Y», es decir, lo que es específico pertenece al conjunto de lo que es general o lo que es general abraza lo específico6: (5)

En los alrededores se veían olivos, almendros y naranjos. Todos estos árboles son de plantación reciente.

(6)

Los animales están en la actualidad en el punto central de un debate sobre sus derechos. Es el caso, concretamente, de los animales domésticos. Los perros, por ejemplo, viven con el hombre, comparten su destino, pero, frecuentemente, son maltratados.

En otras ocasiones el funcionamiento de los hiperónimos es más complejo. Los lexemas que se caracterizan por poseer un significado muy abarcador pueden producir el fenómeno que recibe el nombre de «encapsulamiento», procedimiento mediante el cual un sintagma nominal recupera todo un fragmento de texto anterior7: (7)

El Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas rechazó ayer un recurso de la Comisión Europea y de España para que las directivas europeas sobre medio ambiente se apliquen también en Gibraltar, en tanto que colonia británica. Esta decisión permitirá también que los «barcos basura» como el «Prestige», que ya han sido prohibidos por la UE, sigan encontrando refugio en el puerto del Peñón.

b) Otro importante tipo de cohesión mediante sintagmas plenos se produce gracias a la meronimia. Por ejemplo, si tomamos el siguiente texto de Sánchez Ferlosio (Alfanhuí), encontramos una cadena constituida por los siguientes elementos: (8)

Un día Alfanhuí y don Zana vieron un incendio. Una mujer en un balcón daba gritos desgarrados. Por las grietas de la casa salía humo. La gente se juntó en torno a la casa. A lo lejos empezó a oírse la campanilla de los bomberos. Luego, llegaron esplendorosos por el fondo de la calle, con su coche rojo escarlata y su campanilla dorada y sus cascos dorados, limpios y refulgentes. Traían los bomberos una alegría de fiesta. Había en aquellos tiempos en Madrid muchos niños que querían ser bomberos. Fue una época pacífica y los niños heroicos no tenían otro sueño. Porque el bombero era el héroe mejor de todos los héroes, el que no tenía enemigos, el más bienhechor de los hombres. Los bomberos eran buenos y respetuosos, dentro de sus grandes mostachos, con sus uniformes de héroes cívicos, con sus yelmos como los griegos y los troyanos, pero ecuánimes y corteses, gordos y bondadosos. ¡Honra a los bomberos!

El primer ejemplo es de Casado; el segundo de Simone. Casado (1993, pág. 20) cataloga este tipo de lexemas como proformas léxicas, es decir, «lexemas especializados que pueden tener valor nominal (cosa, persona, hecho…, como en: Ayer colisionaron dos vehículos en la carretera nacional VI. El hecho se produjo a las cuatro de la tarde) o verbal (hacer, como en: Pedro trabaja, Juan hace lo mismo)». Casado señala también la función catafórica con que suele emplearse el verbo hacer: —¿Qué está haciendo Pedro? —Tocando la guitarra. 6 7

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Todos los elementos señalados en negrita se refieren a partes de algo: la ciudad. Las casas tienen balcones, las ciudades tienen calles, las casas se disponen en torno a las calles. Son «nombres de partes» (merónimos), ligados por una «relación parte-de» (meronimia). La cohesión está asegurada en tanto que la aparición de uno de los elementos de la serie hace probable la aparición de otros elementos. Además, la aparición de un «nombre de parte» activa un sistema de expectativas en el receptor, aunque siempre presupone el conocimiento de toda la serie. No es necesaria la aparición del elemento de que algo es parte para que la aparición de una serie relacionada tenga valor cohesivo. 4.3. Colocaciones Otro recurso para asegurar la cohesión mediante medios léxicos se halla en las colocaciones. El término, un anglicismo, debe ser entendido en su sentido etimológico: «términos que se presentan juntos». Se trata, efectivamente, de series de palabras que tienden a presentarse en combinaciones estables. Desde un punto de vista sintáctico, la relación entre los componentes de una colocación es estrecha y bilateral y, en algunos casos, se puede considerar que los elementos forman una única entrada léxica. El mismo fenómeno que en el plano sintáctico se presenta como restricciones léxicas, adquiere en el plano textual valor cohesivo. Por ejemplo, en el texto de Cela que antes hemos utilizado como ejemplo, encontramos la colocación tomates verdes. (9)

—¡Que si me da tres cuartos de tomates! La verdulera ni se mueve; parece una verdulera sumida en profundas cavilaciones. —Están verdes. —No importa; son para ensalada. —¿Eh? —¡Que me es igual! La verdulera piensa, probablemente, que su deber es no despachar tomates verdes.

Las posibilidades de colocación son relativamente numerosas. El reciente estudio de Koike (2001, págs. 44-69) diferencia las siguientes clases8: a) SUSTANTIVO + VERBO a.1) SUSTANTIVO SUJETO + VERBO. Por ejemplo, fenómenos meteorológicos (despuntar el día, arreciar el temporal, etc.), sonidos emitidos por animales (aullar el lobo, balar la oveja, etc.), otros comportamientos o hechos típicos (palpitar el corazón, cundir el pánico...). 8 Koike tiene en consideración otros estudios anteriores (Benson, Hausmann, Corpas, Castillo e Írsula), haciendo notar las diferencias y coincidencias de unos y otros. Intenta delimitar los procesos de determinación semántica que desencadena la colocación, para lo que aplica la «Teoría Sentido-Texto» de Mel’cuk, apoyándose en otros intentos anteriores (Alonso Ramos, particularmente) y haciendo notar los procesos que parecen quedar sin una «catalogación» satisfactoria. Koike se ocupa también de las que llama «colocaciones complejas», en las que una de sus constituyentes no es una palabra sino una locución (págs. 55-60), de esta manera persigue ordenar y clasificar coocurrencias estudiadas en otros ámbitos y que han recibido denominaciones diferentes.

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a.2) VERBO + SUSTANTIVOCD: Por ejemplo, rechazar la acusación, romper el acuerdo, derrochar una fortuna, despejar una duda, anular el matrimonio, hincar los codos... a.3) VERBO + (...+) PREPOSICIÓN + SUSTANTIVO. Así, con verbos intransitivos o pronominales (llegar a la conclusión, redundar en beneficio de, caer en desuso, andar con bromas, dejarse de cuentos...); con verbos transitivos (poner (algo) en orden, poner (a alguien) en peligro, llevar algo a la práctica...). b) SUSTANTIVO + ADJETIVO: Por ejemplo, lluvia torrencial, error garrafal (intensificación), opinión favorable, estima alta (estimación positiva del sustantivo a partir del adjetivo), envidia sana, mentira piadosa (estimación positiva del sustantivo con implicaciones semánticas negativas a partir del adjetivo), cuchillo afilado (conformidad o disconformidad de la cualidad con los rasgos esperados en el objeto designado por el sustantivo), océano inmenso, vasto cielo (epíteto reiterativo de parte del sentido del nombre) y otras muchas combinaciones en que resulta difícil predecir la relación semántica del adjetivo con el sustantivo. c) SUSTANTIVO + DE + SUSTANTIVO. Como un rebaño de ovejas, una piara de cerdos, un ramo de flores... (conjunto/grupo/colección de X), una loncha de queso, una rebanada de pan, un diente de ajo... (porción/unidad de X). Conviene advertir que a veces es difícil establecer la determinación semántica, si es que existe, a la que están sujetos los términos, en cuyo caso el poder cohesivo de la colocación es menor. d) VERBO + ADVERBIO. Normalmente se trata de combinaciones con un adverbio en -mente, que expresan modo (cerrar herméticamente, intervenir quirúrgicamente, hablar atropelladamente...) o intensidad (rechazar tajantemente, discutir animadamente, felicitar efusivamente...). Pueden intervenir, no obstante, otros advervios: jugar sucio/limpio, hablar alto/bajo... Este tipo de colocaciones suele estar relacionado con otros tipos de colocaciones como desear fervientemente con deseo ferviente (sust. + adj.). e) ADVERBIO + ADJETIVO/PARTICIPIO: rematadamente loco, diametralmente opuesto, altamente fiable... Se trata de un proceso de intensificación del adjetivo o participio por medio del adverbio, que puede guardar relación con otros tipos de colocaciones; así: profundamente dormido con dormir profundamente (verbo + adv.). f) VERBO + ADJETIVO. Con verbos como quedar/resultar, salir y algunos otros, tienden a aparecer determinados adjetivos: ileso, intacto, airoso, triunfante, victorioso, etc. Los componentes de una colocación crean un mecanismo de espera en el receptor, de modo que, ante la aparición en un enunciado de un elemento de la colocación, se espera el segundo. Simone (1993, pág. 369) representa así el proceso: A ↔ B ? B! Es decir: «si encontramos un A, que normalmente va asociado a un B, a cierta distancia encontraremos también B», o al contrario. (10)

—¡Que si me da tres cuartos de tomates! —Están verdes. – 99 –

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En algunos casos se puede utilizar uno solo de los componentes de la colocación. Entonces resalta más la capacidad cohesiva de estas combinaciones. En el texto de Cela: (ir) de promesa, frente a cumplir una promesa.

5. OTRAS FUNCIONES COHESIVAS DE LA ELIPSIS Y LAS PROFORMAS 5.1. Elipsis contextual Como hemos señalado, la elipsis, en general, consiste en ciertas ausencias o supresiones de elementos lingüísticos en el texto. En el texto de Cela, la cohesión de los enunciados que conforman los diálogos corre a cargo también de fenómenos de elipsis. Y es que, aunque en español el tipo de elipsis más evidente y frecuente es la elipsis del sujeto, pueden darse también otros, como en los enunciados siguientes: (11)

—¿Va usted a Zaragoza, por un casual, a cumplir una promesa? —No señora [no voy a Zaragoza]. —¿Eh? —¡Que no [voy a Zaragoza]!

Como puede apreciarse, estos casos de elipsis no pueden incorporarse a la representación de las cadenas anafóricas, pero no por ello dejan de ser muestras de elipsis contextual con un claro valor cohesivo. A partir del trabajo de Halliday / Hasan (1976), se suelen distinguir tres variedades de elipsis contextual: la nominal, la comparativa y la verbal. En los tres tipos, puesto que la información necesaria para llenar la laguna se encuentra en la frase anterior, es preciso aceptar que la elipsis es un procedimiento cohesivo. No son pocos los lingüistas que reclaman mayor atención a los fenómenos de elipsis: su empleo frecuente y sistemático hace que no pueda considerarse una forma anómala de comportamiento verbal. Casado (1993, págs. 23-25) ofrece una sucinta aplicación al español de la descripción ideada por Halliday / Hasan. También se pueden encontrar materiales útiles en Mederos (1988). José María Brucart (1999) ofrece una excelente sistematización —muy documentada y ejemplificada— de los fenómenos de elipsis en español, que organiza en torno a los fenómenos de elipsis nominal y verbal. Según Brucart9, la elipsis verbal abraza todas aquellas construcciones que presentan la elipsis de un constituyente verbal. El «vaciado» es el tipo de construcción más frecuente y se presenta en oraciones que ofrecen la elisión obligatoria del núcleo verbal (Luisa fue a París y María Ø a Londres). Otros tipos son: la reducción del sintagma verbal coordinado (María estudió ruso en Moscú y Ø alemán en Berlín), la elisión del sintagma verbal con partícula de polaridad (Ella no tenía ganas de ir al cine pero yo sí Ø), la eli-

9 Esquematizo a partir de aquí la descripción de Brucart (1999) sobre elipsis nominal y verbal con los fenómenos que cataloga y alguno de los ejemplos más representativos que aduce.

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sión del sintagma verbal con partícula de polaridad con valor de proforma oracional —es decir, cuando, a diferencia de la anterior variedad, el adverbio de polaridad remite a toda la oración emitida anteriormente por el interlocutor (—¿Has leído la última novela de Mendoza? —No)—, las anáforas de complemento nulo (Marta fue al acto, María en cambio no pudo Ø), el truncamiento o elipsis de todos los constituyentes de una oración interrogativa (Alguien me habló, pero no recuerdo quién). En todos estos casos, la elipsis tiene valor cohesivo. Los ejemplos acerca de los cuales habíamos llamado la atención en (11) eran casos de elisión del sintagma verbal con partícula de polaridad con valor de proforma oracional. En el primer caso, la proforma va reforzada por señora; en el segundo caso, la réplica aparece introducida y reforzada por un que reiterativo, que podría interpretarse también como el resto de una subordinada completiva («le digo que»): (12)

—¿Va usted a Zaragoza, por un casual, a cumplir una promesa? —No señora [no voy a Zaragoza]. —¿Eh? —¡Que no [no voy a Zaragoza]!

La función discursiva de estas proformas oracionales exige que se reajuste la información que presenta la oración precedente para acomodar la deixis. Normalmente, se trata de reajustar la persona. Pero Bosque (1984, pág. 173) aporta un ejemplo extremo, en el que solo un demostrativo mantiene su forma en el contenido proposicional de la proforma (suponiendo que el que responde no se encuentre allá): (13)

—¿Vendrás tú aquí esta tarde? —No [yo no iré allí esta tarde].

La elipsis nominal, según Brucart (1999, pág. 2850), presenta dos variantes que se muestran en este par de ejemplos: (14)

a. Antonio dice que Ø no vendrán. b. Antonio dice que los Ø de María no vendrán.

En el primer caso (a), dice Brucart, «la elipsis afecta a una proyección máxima: el sujeto de vendrán». Se trataría, pues, de la elipsis del sujeto que es posible representar en las cadenas anafóricas. En el segundo caso (b), por el contrario, la elisión afecta únicamente al núcleo del SN correspondiente. La condición para que sea posible la elisión del núcleo es que el determinante de tal proyección sintáctica aparezca fonéticamente realizado; junto a él podrán aparecer opcionalmente los complementos del núcleo, excepto en el caso de que el determinante sea el artículo, en cuyo caso la aparición del complemento es obligatoria (cfr. Brucart 1999, págs. 2850-2851): (15)

a. Aquella novela de Vargas Llosa retrata magistralmente la irracionalidad humana. b. Aquella Ø retrata magistralmente la irracionalidad humana. c. Aquella Ø de Vargas Llosa retrata magistralmente la irracionalidad humana. d. La de Vargas Llosa retrata magistralmente la irracionalidad humana.

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Por último, si el complemento que acompaña al artículo determinado es un sintagma preposicional, debe ir encabezado por la preposición de10: (16)

a. El tren de Sevilla y el Ø de Barcelona han salido con retraso. b. *El tren a Sevilla y el Ø a Barcelona han salido con retraso.

Brucart (1999, págs. 2814-2815) aborda el caso de las comparativas como uno de los contextos sintácticos propicios para la aparición del «vaciado»: (17)

Luis cuida a su madre mejor que Antonia.

Gutiérrez Ordóñez (1997, págs. 19-21), que trabaja desde unos principios teóricos diferentes11, ofrece una detallada explicación de la estructura de la oración compleja comparativa, según la cual el segundo segmento de la comparación constituye una estructura isomórfica y paralela con el primero; los funtivos se ordenan de forma geminada uno a uno, pero no todos los elementos afloran en el segundo segmento: solo los que no son idénticos a sus hermanos funcionales del primer segmento. En principio, cualquier elemento de A puede reproducir en B un término gemelo expreso: Matías (1) envía (2) menos postales (3) a sus amigos (4) que Francisco (1) que enviaba (2) que cartas (3) que a sus parientes (4)

Los funtivos expresos de B cumplen la función semántica de erigirse en punto de referencia o norma a partir de la que se va a obtener la información que persigue la estructura comparativa. Dentro de las estructuras comparativas pueden diferenciarse al menos tres casos distintos: las estructuras comparativas cuyo término subordinado de la comparación tiene como núcleo un verbo expreso (Trabaja más que duerme) no ofrecen duda acerca de la naturaleza oracional del segundo segmento; las estructuras comparativas cuyo segundo segmento parece estar dominado por un verbo elidido (Compró más libros que Pedro/ayer/libretas [compró]) son también estructuras oracionales en las que no hay más remedio que catalizar el verbo elidido; finalmente, los segmentos comparativos que no presuponen ni en el primer ni en el segundo segmento la presencia de un sintagma verbal (Una novela más divertida que inspirada, etc.) no son oraciones. Dicho de otro modo, es necesario aceptar la elipsis como fenómeno configurador de la estructura comparativa cuando el núcleo de la estructura comparativa es un SV.

10 Este análisis supone que la función desempeñada por la unidad que encabeza los SSNN con núcleo elíptico es la de determinante. Brucart (1999, págs. 2856-2860) analiza también la otra posibilidad, la de considerarlos pronombres, lo que los convierte en núcleos de sus respectivos sintagmas. 11 Cito casi literalmente la explicación y los ejemplos de Gutiérrez, de modo que es inevitable el contraste.

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Sin embargo, la elipsis comparativa adquiere valor de recurso cohesivo cuando se omite el término de la comparación y debe ser recuperado del contexto: (18)

El Real Madrid no pudo en ningún momento del partido con el Valencia. Los ches jugaron mejor, pero el árbitro no les dejó ganar. No es la primera vez.

5.2. Proformas en procesos de elipsis En determinados casos, la falta de un elemento se llena con la presencia de una proforma. Como proformas pueden actuar pronombres anafóricos que señalan un referente y pueden ser representadas en las cadenas anafóricas. Pero, a veces, la proforma puede realizar su función, no señalando un referente, sino a todo un enunciado: (19)

—¿Quién ha venido? —No sé Ø.

—¿Quién ha venido? —No lo sé.

Si aceptamos, de acuerdo con Bosque y Brucart, el carácter de proforma —anafórica y, con restricciones, catafórica— de las marcas de polaridad (sí, también, no, tampoco), entonces, de acuerdo con el análisis que antes hemos realizado, habrá que asumir que tales partículas funcionan textualmente como «proformas de referente extenso» (Simone 1993, pág. 181), capaces de recuperar toda (o parte de) una oración precedente o subsiguiente, al tiempo que son resto de ella en el predicado elíptico. En el texto comentado hay más casos de elisión del sintagma verbal con partícula de polaridad, acompañada de un adyacente temporal —que textualmente es un fenómeno de «copia»— en: (20)

—Pues antes iban muchos a Zaragoza, llevaban también el equipaje colgando. —Antes sí [iban muchos a Zaragoza], señora. ¿Me da tres cuartos de tomates?

No obstante, hubiera sido posible algo así como —Antes sí lo hacían, donde una proforma, que consiste en un verbo de significado general sobre el que se apoya un anafórico, llena el lugar que debería ocupar iban muchos a Zaragoza. El mismo proceso encontramos en el texto (26), del que nos serviremos para introducir la explicación de los conectivos: (21)

La televisión ha degenerado en los últimos diez años, el medio ha dejado de pivotar sobre la información para pasar a hacerlo sobre el entretenimiento (proforma).

Entre estas proformas con referente extenso pueden contarse también ciertos adverbios —proadverbios, se les llama—, que pueden emplearse para señalar no solo algún elemento del texto, como en el siguiente: (22)

El portavoz de la organización ecologista Verdemar, Antonio Muñoz, lamentó el dictamen del Tribunal de Justicia de la UE y consideró que «Gibraltar se está beneficiando del desastre del “Prestige”, ya que son cada vez más los barcos que van allí a hacer “bunkering” (trasvase de fuel) y están ocupando cada vez más aguas territoriales de la Bahía de Algeciras»,

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sino también partes del texto, sobre las que es preciso hacer las ya mencionadas recomposiciones12: (23)

Pedro toca el piano todos los días. Así descansa.

5.3. Elipsis telegráfica Hasta ahora solo hemos tratado fenómenos que tienen que ver con la elipsis contextual, pero es necesario considerar la llamada elipsis telegráfica, característica de ciertos textos como telegramas, titulares de periódicos, señalizaciones, anotaciones informales, recados... Es característico de estos tipos de textos el carecer de contexto lingüístico, de tal manera que solo el conocimiento de la situación, de las circunstancias de la enunciación, puede orientar la interpretación del texto (cfr. Casado 1993, pág. 22). Las supresiones de este tipo afectan a elementos lingüísticos como determinantes, morfemas verbales, preposiciones, conjunciones... Simone (1993, pág. 375) compara un enunciado con su versión telegráfica, con el fin de establecer algunas de las consecuencias que se derivan del uso de recursos cohesivos: (24)

En la versión telegráfica un enunciado pierde elementos cohesivos: los elementos copia (he) —que en este caso son morfemas verbales—, los deícticos (le, lo), la preposición a, el transpositor que. La pregunta que, de manera ingenua, puede plantearse como ¿por qué algunos elementos sobreviven (pronto) y otros se pierden?, puede también reformularse como ¿cuáles son los límites de la comprensión de la información? Esto afecta directamente a la cohesión, pues la cohesión implica redundancia, es decir, repetición de información suministrada 13. A Simone (1993, pág. 375) le interesa poner de relieve que «los mecanismos de cohesión permiten a los usuarios de la lengua poder usar con mayor eficacia los productos de la enunciación: por una parte, guían al emisor en la producción de sus enunciados, y, por otra, dan al receptor instruccionnes útiles en la descodificación». Al margen de esas preguntas, la investigación textual aborda en estos momentos nuevos géneros discursivos, como los textos electrónicos, y en ellos los fenómenos de

12 Como ejemplo de función catafórica valgan estos ejemplos: Esta es la cuestión: el cese de la violencia, Te lo digo porque lo sé: Pedro rompió el jarrón. 13 Simone mantiene la proforma lo. Es verdad que aquí la ambigüedad puede tener algún efecto interpretativo no deseado.

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elipsis telegráfica se multiplican hasta convertirse en una de las marcas de género. Así lo expresa López Alonso (2003, pág. 41): En una muestra representativa de 30 correos he observado cómo la ausencia de anáforas y de correspondencias es debida a una teatralización deíctica del emisor, lo que supone un tiempo y espacio en un presente instantáneo, memoria inmediata que reduce al máximo la necesidad de formas de cohesión pronominal y espacial. En esos mismos textos, la planificación temporal en presente permite la ausencia de algunos verbos y, a mi modo de ver, en lugar de tratarse de una elipsis agramatical es una mímesis de un gesto supuesto.

6. MECANISMOS DE COHESIÓN VERBAL Y ESPACIAL Algunas de las conclusiones que se derivan del análisis de la elipsis contextual y telegráfica tienen aplicación directa a los mecanismos de cohesión verbal y espacial. La posibilidad de elidirlos implica redundancia y una organización isotópica, lo que a su vez dota de valor cohesivo a tales mecanismos. Los marcadores espacio-temporales indican el lugar y el tiempo que ocupa el enunciador. Por otra parte, la realización del contenido temático en un tiempo y en un espacio determinado son, según López Alonso / Séré (2001, pág. 31), ejes de referencia para indentificar tipos de texto. Por ejemplo, Brewer (1980) elabora una clasificación de tres tipos básicos de discursos —descriptivo, narrativo y expositivo— que pueden traducirse analógicamente a otras semióticas, como la pintura o el cine; para ello, apoyándose en procesos cognitivos, 1) enlaza el tipo descriptivo a la percepción del espacio, aprehensión esencialmente visual en la que predominan las escenas estáticas, 2) asocia el tipo narrativo a la percepción del tiempo y, finalmente, 3) analiza cómo los acontecimientos se encadenan por medio de relaciones temáticas o causales —el discurso expositivo es una síntesis de representaciones conceptuales en donde intervienen esencialmente tres procesos lógicos abstractos: inducción, clasificación y comparación (cfr. López Alonso / Séré 2001, pág. 20). Los constituyentes obligatorios de los verbos —persona, voz, modo, tiempo, aspecto, auxiliares— marcan la modalidad, temporalidad y aspectualidad del texto, con toda una serie de valores que dependen de la especificidad y organización de cada texto en particular. Concretamente, la planificación temporal, según López Alonso / Séré (2001, pág. 31): •

contribuye a la organización del contenido temático,



colabora con la progresión del tema, pues los SSVV aseguran la relación entre los predicados,



marca las relaciones de continuidad, discontinuidad y oposición interna de los enunciados.

Por lo que a la cohesión espacial respecta, es necesario considerar que el espacio de la enunciación se localiza también en los deícticos espaciales, que marcan el lugar en que – 105 –

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se realiza el acto enunciativo; además, señalan siempre a un referente específico que denota el emplazamiento en el que se ubica algo indicado por el predicado y, finalmente, dan cuenta de la dimensión metatextual que corresponde al espacio referido (López Alonso 2001, pág. 33). En cuanto al espacio enunciado, permite este, no solo situar las descripciones de los lugares, sino también su dimensión geográfica y psicológica (López Alonso 1995). Algo de todo esto podemos apreciar si analizamos un texto como este: (25)

Palencia era clara y abierta. Por cualquier parte tenía la entrada franca y alegre Y se partía como una hogaza de pan. La calle Mayor tenía soportales de piedra blanca Y le daba el sol. Las torres TAMBIÉN eran blancas, bajas y fuertes Y, el río, maduro y caudaloso. Al otro lado del río estaba la vega poblada de viñas, hortalizas y árboles de frutas; surcada de canales. Por los canales iban las barcazas llevadas por mulas que tiraban de maromas desde la orilla Y resbalaban con sus cascos en el fango. El agua de los canales tomaba, con el poniente, un color lánguido y fecundo de azul blanquecino con reflejos verdes o rojos. La herboristería de Don Diego Marcos estaba en la calle mayor, con sus tarros de cristal o de porcelana, como las boticas. Arriba, tenía una tabla negra con letras de purpurina: HERBORISTERÍA MEDICAL DE DON DIEGO MARCOS El licenciado en Ciencias Naturales Diego Marcos era alto, grueso y petulante. Llevaba gafas de oro y un guardapolvos ocre, descolorido. TAMBIÉN su mujer estaba tras del mostrador, Y era gorda y no menos presuntuosa. Andaba por la tienda una especie de mancebo, de veinticinco años, tísico y barbilampiño. La tienda era oscura, toda de estanterías de madera barnizada, de un marrón casi negro. En el escaparate había tarros y platos con hierbas, cada uno con su letrero, donde se podía leer: MEJORANA; PINO PAÍS; ARENARIA (rubles); PULMONARIA; OREJA DE OSO; HIERBA NEGRA; MANZANILLA DEL MONCAYO; MENTA PIPERITA; MENTA POLEO; BELLADONA; CORDIALES; MALVAVISCO, ETC., ETC. Alfanhuí entró a servir en aquella casa, de algo menos que de mancebo. Traído y llevado a todas horas por las órdenes del dueño y de la dueña. Alfanhuí callaba Y aprendía. Comía con el mancebo, que era villano y despectivo con él, Y dormía en la trastienda entre tarros recónditos que guardaban en su seno todos los olores del monte. Había TAMBIÉN, colgadas de las paredes, láminas verticales, con un palo negro en cada extremo, para enrollar, que eran de papel brillante y tenían dibujadas en colores, plantas con las hojas y las flores aparte y los cortes de tallo y raíces, para detallar sus particularidades y estudiar los vasos y los tejidos. Debajo, tenían letreros donde ponía «Monocotiledóneas» y cosas por el estilo Y, en letra más pequeña, «Gráficas Llosent, Barcelona». En el medio había una gran mesa de mármol con una balanza atornillada a la losa. En una esquina, debajo de un reloj hexagonal, estaba el catre de Alfanhuí. En el suelo había saquitos remangados, con las hierbas de más uso Y que no se desvirtúan por el aire.

Se trata de un texto descriptivo, por lo que debemos esperar un papel predominante de las relaciones espaciales y la especificación de las propiedades de los objetos. El estatismo se manifestará en los tiempos verbales: dominio absoluto del pretérito imperfecto, ya que todas las secuencias son descriptivas, con una sola excepción al comienzo – 106 –

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del último párrafo, marcada por el pretérito perfecto entró, aunque se nota también que inmediatamente se retoma la pura descripción, lo que es particularmente notorio con el brusco Había también. Efectivamente, mientras comprobamos que los hechos de elipsis y proformas que tienen que ver con la construcción de las cadenas anafóricas son escasos: ELEMENTOS Cadena A Cadena B Cadena C Cadena D Cadena E Cadena E Cadena D La calle Diego Núcleo Palencia mulas láminas Mayor Marcos (su) mujer Alfanhuí Eslabón 1 Ø Eslabón 2 Ø Eslabón 3 le Eslabón 4 que Eslabón 5 Ø Eslabón 6 sus Eslabón 7 Ø Eslabón 8 su Eslabón 9 Ø Eslabón 10 Ø Eslabón 11 Ø Eslabón 12 él Eslabón 13 Ø Eslabón 14 Ø

notamos, por el contrario, la presencia de elementos señaladores (cohesión espacial: arriba, debajo, que se refieren a la herboristería y están relacionados con otros elementos que cumplen una función de complemento circunstancial y se repiten por el texto: Por cualquier parte, al otro lado, en el medio, en el suelo, en una esquina). Puesto que las cadenas anafóricas son tan sencillas, lo que dominará serán los fenómenos que tienen que ver con fenómenos léxico-semánticos. Para señalar en el texto los fenómenos de repetición léxica simple se ha empleado el subrayado y los casos de repetición léxica sinonímica se señalan en un cuadro. Los párrafos están focalizados por el SN que los encabeza: Palencia, La herboristería de Don Diego Marcos, El licenciado en Ciencias Naturales Diego Marcos, Alfanhuí. La relación semántica que articula el primer párafo es la meronimia: descripción de elementos que componen la ciudad de Palencia. Casos más particulares de meronimia aparecen en un cuadro punteado. El segundo párrafo es una especificación meronímica relativa al primer párrafo: la herboristería es parte de la calle Mayor; el letrero es parte de la herboristería. El párrafo tercero es una descripción estática de la herboristería, de tal manera que se presentan, primero, personas y, después, objetos, todos ellos como componentes de – 107 –

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la «Herboristería medical de Don Diego Marcos». Prueba de ello es la cita de los letreros de los tarros: «Mejorana; pino país...». Pero esta cita está relacionada semánticamente en virtud de una relación de hiponimia: mejorana, pino país, arenaria, etc., son hierbas. El párrafo cuarto introduce el último componente personal de la tienda —Alfanhuí— y describe la última parte de la casa: la trastienda. Domina, por tanto, la meronimia. Encontramos una cláusula citada —«“Monocotiledóneas” y cosas por el estilo»— que responde a una relación de hiponimia. Se entremezclan, pues, las relaciones de hiponimia con la meronimia, porque una planta tiene hojas, flores, tallos, raíces, vasos y tejidos. En el texto hemos señalado en cursiva los nombres que son parte de otro nombre, que aparece señalado en negrita. El texto (25) no es particularmente rico en lo que se refiere a la variedad de los conectivos. Este hecho tiene relación con la realidad de que son los fenómenos de recurrencia y las relaciones semánticas las que articulan el texto. En VERSALITA, no obstante, se señalan, los conectivos del texto, todos con función de adición. A los conectivos nos refererimos más extensamente a continuación, y utilizaremos como ejemplo otro texto, en el que las secuencias dominantes exigen múltiples operaciones lógicas que hacen necesaria su presencia.

7. LA CONECTIVIDAD Y LA COHESIÓN 7.1. Conectivos Además de las proformas y de la elipsis, existen otros mecanismos cohesivos. Examinemos, por ejemplo, el siguiente fragmento de una crítica de televisión de un conocido columnista: (26)

La 2 dedicó su debate de esta semana al fenómeno de la telebasura. Personalmente, me resultó un poco decepcionante. Subrayo la apreciación personal: trece años de ejercicio diario de la crítica televisiva necesariamente le deforman a uno el juicio, y así es posible que yo encontrara insuficiente lo que a cualquier otro lector pudiera parecerle satisfactorio. Por lo demás, está claro que la telebasura es un problema y también está claro que allí se expuso un ramillete de opiniones dignas de ser escuchadas. Lo que no está claro, al menos para este espectador, es por qué el debate de La 2 nos ofrece unos días el rostro de Urdaci y, otros, el de Luis Herrero. Este último le ha aportado al programa una espontaneidad y una frescura bastante agradables, además de restar oficialismo a la puesta en escena de la discusión. Respecto a las opiniones vertidas en el debate, básicamente pueden resumirse en una línea argumental central: la televisión ha degenerado en los últimos diez años, el medio ha dejado de pivotar sobre la información para pasar a hacerlo sobre el entretenimiento, y la feroz competencia comercial ha provocado que en esa búsqueda del entretenimiento a toda costa se vaya más allá de lo éticamente razonable.

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Con muy pocas excepciones, este es el horizonte de consenso general. Lo es en el Debate de La 2, lo es también en la calle y lo es, sobre todo, entre los propios profesionales de la televisión. Esa misma mañana, CNN Plus celebraba su quinto aniversario de emisiones con una mesa redonda en la que comparecieron nombres muy relevantes del mundo televisivo y, a modo de intempestivo garbanzo negro, también este servidor. Todos estaban de acuerdo en lo mismo: la tele ha perdido dimensión informativa y los criterios tradicionales del periodismo ya han dejado de ser válidos en ese medio, fuera del estricto espacio de los telediarios. Lo que se va imponiendo es un tipo de televisión donde comunicación es equivalente a rentabilidad. Y con ello aparece un peligro nuevo, quizá más grave aún que el de la proliferación de la telebasura: la extensión a los propios espacios informativos de esos mismos criterios de rentabilidad, en detrimento de otros criterios clásicos como la importancia objetiva o el interés público. Por el momento, la «deformación de la información» se ha dejado sentir en aspectos como la proliferación de las noticias de sucesos. Mañana, quién sabe. Pero la solución está en manos de los propios profesionales de la caja de luz.

Las palabras en negrita son conectivos, es decir, elementos que desempeñan la función de conectar partes distintas del texto, aunque no tengan necesariamente un referente en otra parte, de guiar en su interpretación o de hacer patentes determinados aspectos de la configuración enunciativa. Funcionan como conectivos casi todas las conjunciones, locuciones conjuntivas, buena parte de los adverbios tradicionalmente reconocidos como tales y locuciones adverbiales y un número difícilmente definible de sintagmas preposicionales y de construcciones oracionales más o menos fijadas (como hemos visto, como veremos a continuación...). Buena parte de los conectivos no tienen un significado fácilmente representable, porque resulta muy difícil establecer su valor general de lengua (el significado subyacente a todos los posibles empleos discursivos). El problema se agrava más por la multifuncionalidad de muchas partículas: actúan en el marco oracional y en el transoracional. Además, los elementos que señalan anterioridad, simultaneidad o posterioridad, para algunos estudiosos están a medio camino entre deícticos y combinatorias no totalmente lexicalizadas: cohesión espacial o temporal y conexión (véase en el texto la correlación: Por el momento…Mañana). En realidad, la misma heterogeneidad en la denominación de lo que nosotros hemos llamado conectivos, es reveladora de las dificultades de clasificación: «marcadores textuales o del discurso», «operadores discursivos», «ordenadores del discurso», «operadores pragmáticos», «conectores discursivos», «enlaces extraoracionales», etc. Se han ensayado distintas clasificaciones de los conectivos. Así, por ejemplo, Manuel Casado (1993) ofrece una clasificación que distingue entre adverbios modificadores oracionales y marcadores de función textual y ensaya una distribución de las funciones de ambas clases. Catalina Fuentes Rodríguez (1996) presenta una clasificación de los marcadores basada en criterios como la distinción entre los niveles intradiscursivo, macroestructural y microestructural, el plano enunciativo o dictal, los contenidos relacionales significados por los marcadores y, finalmente, su valor argumentativo. De acuerdo con tales criterios distingue y examina relacionantes aditivos, de oposición, de – 109 –

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causalidad, temporales y ordenadores discursivos y, finalmente, reformulativos. Martín Zorraquino / Portolés (1999) distinguen cinco grupos de marcadores: estructuradores de la información (comentadores, ordenadores y digresores), conectores (aditivos, consecutivos y contraargumentativos), reformuladores (explicativos, de retificación, de distanciamiento, recapitulativos), operadores (de refuerzo argumentativo, de concreción), marcadores conversacionales (de modalidad epistémica, de modalidad deóntica, enfocadores de la alteridad, metadiscursivos conversacionales) y añaden una minuciosa descripción de los signos que señalan para cada grupo. Al margen de estas y otras clasificaciones, la bibliografía disponible sobre el funcionamiento y la caracterización de cada tipo de signos se va enriqueciendo muy rápidamente. Como las operaciones de conectividad tienen por objeto producir una estructura textual coherente, en la que se indican las relaciones semánticas que se plantean en los diferentes niveles de organización textual, las funciones de los conectivos son diversas y dependerán de varios factores. Esta idea ha sido expresada de formas muy variadas. Por ejemplo, López Alonso / Séré (2001, pág. 30) asumen la postura de Bronckart (1996, págs. 268-272), quien «propone tres niveles diferentes de conectividad. El primero —segmentación— se sitúa en el nivel del texto y delimita los diferentes tipos lingüísticos o secuencias que presenta cada texto; el segundo —demarcación— sirve para articular las fases de una secuencia; finalmente, el tercero —empaquetado—, marca las modalidades de integración de las oraciones, ya sea mediante una función de unión —yuxtaposición, coordinación— o de encadenamiento». Adam (1992, 1996, 1999), por su parte, propone una segmentación del texto en tres niveles: la proposición, el periodo y / o la secuencia y el texto, formado por tipos de secuencias que entran a formar parte de una composición habitualmente heterogénea (cfr. López Alonso / Séré 2001, pág. 28). Dependerá, en definitiva, la función de conectores y marcadores, en primer lugar, de las operaciones enunciativas de las que son huella en el enunciado y, por otra parte, del nivel en que ejercen su función, bien en el nivel macrosintáctico (texto, párrafo/ secuencia), bien en el microsintáctico (oración). En la sucinta caracterización de los fenómenos de conexión que a continuación presentamos, vamos a adoptar este punto de vista, de manera que trataremos (1) de los conectivos en relación con la configuración enunciativa, (2) de los conectivos y las relaciones lógico-semánticas entre las oraciones y (3) de la conectividad en el nivel párrafo/secuencia. Puesto que en este trabajo no es posible descender al estudio concreto de cada marcador y, sin embargo, conviene dar una idea de los signos y de las clases de signos que actúan en cada nivel, he optado por integrar en esta organización la descripción que hace Fuentes Rodríguez (1996), que es la que mejor puede adaptarse al punto de vista adoptado14.

14 Información más completa de carácter general o sobre cada signo puede hallarse en cualquiera de los trabajos citados, en los que, además, se facilita abundante bibliografía, particularmente en el de Martín Zorraquino / Portolés (1999).

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7.2. Conectivos y configuración enunciativa Afirman López Alonso / Séré (2001, pág. 25) que la voz es la responsable de la modalidad del texto, ya que el contenido oracional refleja la actitud del enunciador respecto de aquello que enuncia. El contenido y la intención del sujeto están, pues, estrechamente relacionados. Todo enunciado esta modalizado y las marcas modales permiten, además, interpretar la actitud del hablante en relación con la estructura temática del enunciado. 7.2.1. Conectivos, voz y modalidad Algunos de los elementos que se suelen clasificar como conectivos hacen explícitas relaciones que tienen que ver con la configuración enunciativa, bien haciendo más explícita la voz, bien precisando la modalidad, o, en fin, haciendo ambas cosas al tiempo: En (26), Personalmente marca en el enunciado la presencia del autor, que se erige en el actante principal del contenido temático; de esta manera, aisla la primera y brevísima secuencia narrativa más propia de la «noticia» («La 2 dedicó su debate de esta semana al fenómeno de la telebasura») y redefine la orientación enunciativa hacia otro género, la crítica, en la que el autor se constituye en garante de lo que enuncia. «Personalmente» significa aquí que el autor aúna la condición de especialista —que se manifiesta objetivamente como tal— y de espectador —que expresa su opinión personal—. Como especialista se dirige no solo al lector en general, sino a los «profesionales de la caja de luz». Obviamente, esa triple determinación de la voz se plasma también en la modalidad o «expresión de la actitud del locutor en relación con el contenido proposicional de su enunciado» (cfr. Le Querler 1996, pág. 61). Como persona, el «yo» del autor manifiesta sus dudas acerca del efecto que la interrelación entre los papeles de espectador y especialista pueda tener: modalidad subjetiva epistémica marcada por y así es posible que, que en conjunción con los imperfectos de subjuntivo matizan el grado de certidumbre sobre lo que se aserta. Como espectador realiza valoraciones: modalidad subjetiva apreciativa («Lo que no está claro, al menos para este espectador, es por qué el debate de La 2 nos ofrece unos días el rostro de Urdaci y, otros, el de Luis Herrero»). Como especialista, resume los términos del consenso generalizado, con sus implicaciones y causas —modalidad objetiva— y finalmente, también como especialista, interpela a los profesionales —modalidad intersubjetiva: «Pero la solución está en manos de los propios profesionales de la caja de luz». En definitiva, los conectivos —entre ellos, particularmente los llamados adverbios modificadores oracionales, aunque no solo ellos15— pueden ejercer su función en el nivel de la configuración enunciativa, sirven para desvelar las condiciones en que el sujeto enunciador produce su enunciado (francamente, sinceramente, honradamente, honesta15 Se trata de adverbios que no determinan el contenido léxico del verbo. Se desplazan libremente por la oración y, fónicamente, van entre pausas.

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mente...) o para expresar la actitud del hablante acerca del contenido del enunciado (ciertamente, desgraciadamente, claramente, verdaderamente, realmente, felizmente, naturalmente...). Hay otros marcadores especializados en precisar la modalidad. De entre la lista de marcadores que señala Casado (1993, págs. 36-38), podríamos ubicar aquí funciones como: •

afirmación: sí, claro, exacto, cierto, evidente, de acuerdo, sin duda, correcto, seguro, vale, por supuesto.



asentimiento: claro, sí, en efecto, vale, bien, sí por cierto, por descontado, desde luego.



atenuación: si acaso, en todo caso, siquiera, en cierta medida, en cierto modo, hasta cierto punto.



condición: si, a condición de que, con tal [de] que.



duda: quizá, tal vez, acaso.



evidencia: [está] claro [que], por supuesto, desde luego.



llamada de atención: eh, oiga, oye, mira, hala.



mantenimiento de la atención: ¿no?, ¿verdad?, ¿ves?, ¿oyes?, ¿sabes?, ¿comprendes?.



negación: no, tampoco, ni hablar, en absoluto, nunca, jamás.



precaución: por si acaso, no sea que, no vaya a ser que.



restricción: si acaso, en [todo] caso, excepto [que, si], en [hasta] cierta medida, al [cuando/por lo] menos, hasta cierto punto, salvo que.

7.2.2. Los conectivos y la estructura temática de las oraciones Ya hemos señalado que la determinación del tipo de discurso y de texto es la primera operación que se produce en el proceso de configuración enunciativa. Pero desde la experiencia del enunciador hasta la plasmación verbal de esta en un enunciado, se producen otras maniobras enunciativas (cfr. Simone 1993, pág. 314). Entre otras cosas, el hablante selecciona los temas y lo que dirá a propósito de ellos o el punto de vista desde el que lo dirá. De esta manera, el hablante puede marcar ciertas operaciones de «topicalización» o «tematización» (en cuanto a, por lo que se refiere a, a propósito de, por lo que respecta a), dejar explícitamente huellas que ayuden en la interpretación del enunciado en forma de «indicaciones metatextuales» (brevemente, esquemáticamente, escuetamente, resumidamente...) o «temáticas», que expresan el punto de vista (formalmente, estilísticamente, etc.) al que responde el enunciado. Así, en (26) encontramos un topicalizador como Respecto a y un indicador metatextual como básicamente. Conviene advertir, finalmente, que algunas de estas piezas pueden cumplir más de una de las funciones señaladas y, sobre todo, que las operaciones enunciativas que refle– 112 –

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jan pueden ceñirse a cualquier nivel de la organización del texto, pues son huellas en el enunciado de maniobras enunciativas.

7.3. Los conectivos y las relaciones lógico-semánticas entre las oraciones

7.3.1. Las relaciones lógico-semánticas entre las oraciones Como todas las entidades lingüísticas, el enunciado está organizado de forma composicional y puede estar constituido por una o más oraciones relacionadas entre sí. Estas relaciones entre las oraciones pueden ser descritas en términos sintácticos: así se establece la distinción entre cláusulas coordinadas y subordinadas. Pero las oraciones mantienen entre sí relaciones lógico-semánticas. Ello se debe al hecho de que se combinan en el texto no casualmente, sino en virtud de un dinamismo comunicativo que lleva a aumentar continuamente los conocimientos comunes del que habla y del que escucha (cfr. Simone 1993, págs. 375-376)16. Catalogar los tipos de relaciones lógico-semánticas que pueden darse entre las oraciones es una tarea enormemente ardua. Una posibilidad que se ha ensayado es postular una clasificación que permita diferenciar tipos fundamentales que a su vez abarquen otras subclases de relaciones. Simone (1993, págs. 377-379), retomando una propuesta de Halliday (1985), propone el siguiente esquema:

7.3.2. Las relaciones de expansión La expansión es la relación más frecuente y la que más claramente realiza el efecto pendular entre conocimiento dado y nuevo. Consiste en ampliar el conocimiento encerrado en la cláusula principal. Se presenta de tres maneras: a)

Ejemplificación y paráfrasis.

La ejemplificación consiste en ofrecer ejemplos, explicaciones o aclaraciones aisladas de una formulación general: 16

Antes nos hemos refrido a la estructura temática, ahora lo hacenos a la estructura de conocimientos.

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(27) (28)

He visto una película que es la historia de una pareja feliz. Eres el mismo de siempre: un amigo paciente y honesto.

La paráfrasis, en cambio, presenta una explicación en otras palabras de lo que se ha dicho: (29)

Me ha dicho que me vaya, o sea, me ha echado.

Algunos conectivos están especializados en realizar estas funciones (o sea, es decir, en otras palabras...), pero también los conectivos Ø pueden desempeñar esta función. Entre las distintas clases de conectivos que distingue Fuentes Rodríguez (1998, pág. 63), entrarían aquí los que llama reformuladores, que a su vez divide en17: •

puramente explicativos, bien parafrásticos (es decir, esto es, o sea, quiero decir, o lo que es lo mismo, vamos, bueno), bien correctivos (mejor dicho, vamos, bueno);



elementos que expresan las diversas operaciones de generalización, indicando conclusión argumentativa (en conclusión, en fin, total, pues bien, en definitiva, en suma), recapitulación (en resumen, en fin, total, pues bien, bien, en definitiva, en suma), etiquetación (en fin, en una palabra, brevemente, en pocas palabras en suma, en definitiva), reconsideración (al fin y al cabo, a fin de cuentas, en definitiva, definitivamente);



ejemplificadores (así, por ejemplo, a saber, pongamos por caso, en concreto, sin ir más lejos, más concretamente).

b) La extensión se produce cuando la oración añade nuevos elementos, presenta confirmaciones o excepciones, ofrece alternativas y, en cualquier caso, enriquece la información ofrecida en la oración anterior. Es el tipo de relación de expansión más frecuente: (30) (31)

Tus amigos han ido al teatro; yo me he quedado en casa. Han aceptado nuestra propuesta, pero no hemos firmado nada.

Las clases de marcadores que entrarían en esta relación, según la clasificación de Fuentes Rodríguez (1998, pág. 22), serían las de adición y oposición. •

Entre los de adición, señala Fuentes Rodríguez (1998, pág. 25): más aún, todavía más, incluso, aparte, asimismo, encima, además, que a su vez pueden ser caracterizados según supongan mera adición (además) o añadan una «jerarquía escalar» en la expectativa del oyente. Para Fuentes Rodríguez, cercano a este

17 Insiste Fuentes Rodríguez en que «volver a formular, volver a decir el enunciado o párrafo anterior porque no se adecua a la intención comunicativa del hablante, no se corresponde con lo que quería decir», se trata de una operación puramente enunciativa y afecta al decir, no a lo dicho. Esta caracterización es coincidente con la que proponía en 1987: «relaciones intradiscursivas», es decir, referidas al hecho enunciativo en sí, a la comunicación. Distinguía entonces «identidad» o «equivalencia» (conectores que precisan lo enunciado mediante una aclaración. A B): es decir, esto es, a saber, o sea; e «inclusión» (ejemplifican lo particular mediante lo general. A ⊃ B): por ejemplo, así.

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grupo se encontrarían los ordenadores de la materia discursiva como por otro lado, por otra parte..., que considera, sin embargo, más ligado a lo puramente enunciativo. También y tampoco tienen para Fuentes Rodríguez valor de conexión aditiva, pero no son propiamente relacionantes discursivos. Cuartero Sánchez (2002), en su reciente monografía sobre Conectores y conexión aditiva ciñe su estudio, por el contrario, a las unidades incluso, también y además. Considera que además es el conector prototípico de un paradigma del que también formarían parte encima, aparte, asimismo, más aún, todavía más, etc.). Ninguno de los estudios citados contempla la posibilidad de que y funcione como marcador aditivo. Sí lo hace Casado (1993, pág. 36). En el texto (26) parece encontrarse un uso bastante claro: (32)

Lo que se va imponiendo es un tipo de televisión donde comunicación es equivalente a rentabilidad. Y con ello aparece un peligro nuevo, quizá más grave aún que el de la proliferación de la telebasura.



Los marcadores de oposición o contraargumentativos, según Fuentes Rodríguez (1998, pág. 31) pueden ser restrictivos, cuando se afirman los dos miembros que oponen (antes al contrario, por el contrario, no obstante, con todo, con todo y con eso, aun así, ahora bien, sin embargo), o exclusivos, cuando se elimina un elemento (antes bien, más bien). Los restrictivos se combinan con pero, los exclusivos con sino. El valor concesivo que adquieren ahora bien o sin embargo tiene para Fuentes Rodríguez (1998, pág. 32) un matiz enunciativo porque «hace recaer el énfasis en que es un acto del decir que se opone al anterior». Casado (1993, pág. 36) señala con valor de concesividad marcadores como aunque, a pesar de todo, pese a, con todo y con todo y con eso.

c) Localización y circunstancia son dos relaciones afines, que consisten en ofrecer elementos circunstanciales de tipo local, espacial, causal, etc. (33) (34)

Estaba cansado, así que me fui a casa. He discutido con tu hermano, porque estaba muy desagradable.

A esta relación podrían asignarse los conectivos que marcan relaciones de causaconsecuencia, condición, relación espacio-temporal: •

Relación de causa-consecuencia señalan, por ejemplo, entonces, pues, así pues, por lo tanto, por consiguiente, en consecuencia...



Condición (consecuencia de una causa hipotética): en ese caso, en tal caso, si a eso vamos, poniendo (puestas, si pones) así las cosas... En sentido negativo: de otro modo (manera, suerte...), en caso contrario, de lo contrario...



Temporales: en un principio, antes que nada, inmediatamente, al instante, acto seguido, más tarde, en otra ocasión, al cabo de..., mientras, entre tanto, al mismo tiempo, mientras tanto, paralelamente, simultáneamente, a la vez, etc. – 115 –

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7.3.3. Las relaciones de proyección o cita Las relaciones de proyección o cita se generan cuando una oración es la representación indirecta de otra representación lingüística. En la proyección o cita, una oración sirve para referir un discurso, tanto si se trata de un producto verbal como si es una elaboración mental presentada como discurso. Mediante la cita, un hablante atribuye a otro ciertas palabras. La cita puede reproducir exactamente lo dicho, puede reproducir el contenido de lo dicho, resumiendo o reconstruyendo el discurso de otro —cita aproximativa—, puede tratarse de una mezcla variable de ambas cosas o, incluso, puede, en fin, ser una cita de palabras que nunca se dijeron (citas falsas). Como no todas las citas «caben» en una oración y, además, para descifrarlas necesitamos conocer el texto íntegro y su contexto, puede afirmarse que la cita es un fenómeno textual, no oracional. Cuando dos cláusulas están ligadas por esta relación, la que encuadra la cita es la «que cita» y la recuperada será la «citada». El estilo directo y el estilo indirecto son los procedimientos de cita más frecuentes en toda clase de textos. Una variante del indirecto es el estilo indirecto libre. Pero hay muchas otras maneras de citar, a veces de modo encubierto y, a veces, son solo ecos de otra voz. En (26) encontramos un ejemplo de cita directa aproximativa, marcada como tal por medio del marcador metatextual básicamente: Respecto a las opiniones vertidas en el debate, básicamente pueden resumirse en una línea argumental central: la televisión ha degenerado en los últimos diez años, el medio ha dejado de pivotar sobre la información para pasar a hacerlo sobre el entretenimiento, y la feroz competencia comercial ha provocado que en esa búsqueda del entretenimiento a toda costa se vaya más allá de lo éticamente razonable.

Los procedimientos de cita se pueden estudiar, aun dentro del análisis del texto, desde otros puntos de vista. Por una parte, se plantea su estudio desde el punto de vista de la cohesión verbal, ya que las marcas temporales y el modo de fragmentar el tiempo son prioritarias para establecer el tema del texto. Por otra parte, el tipo de representación que toma la voz, la dimensión polifónica, remite a la configuración enunciativa, y su estudio es ineludible para determinar la relación entre el mundo contado y el sujeto que lo cuenta (cfr. López Alonso / Séré 2001, pág. 32). 7.4. La conectividad en el nivel párrafo/secuencia El párrafo es una unidad gráfica de organización del código escrito, delimitada por puntuaciones fuertes, formada por un número indeterminado de oraciones y que sirve de indicación del modo en que se agrupan y van desarrollando las ideas principales del texto. Las secuencias son unidades textuales a partir de las cuales es posible reconocer reglas de estructuración y de regulación. López Alonso / Séré (2001, págs. 28-29) exponen la clasificación de Adam (1992, 1996, 1999), quien propone cinco tipos de secuencias: narrativa, descriptiva, argumentativa, explicativa y dialogal: – 116 –

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La secuencia narrativa corresponde al esquema siguiente: situación inicial (Pn1: orientación), complicación (Pn2: desencadenante 1), acciones o evaluación (Pn3), resolución (Pn4: desencadenante 2), situación final (Pn5), moral. La secuencia descriptiva no ofrece un orden específico de las operaciones, aunque la falta de linearidad intrínseca hace que sea fundamental retener los planos del texto en los que se integra la descripción. Propone cuatro procedimientos descriptivos de base: fijación —tema / título—, aspectualización —repartición valorativa de propiedades—, puesta en relación —asimilación comparativa o metafórica—, y encadenamiento —expansión descriptiva—. El prototipo argumentativo es un tipo genérico y no sigue forzosamente un orden canónico; corresponde al esquema de premisa / argumentos / conclusión, aunque con muy diferentes modos textuales. La composición argumentativa puede seguir dos clases de órdenes: progresivo y regresivo. El primero supone un esquema de: dato / inferencia / conclusión, y tiende, por tanto, a terminar el razonamiento; el segundo invierte el trayecto: conclusión / inferencia / dato, es decir, se basa en la prueba o en la explicación. El prototipo secuencial es el siguiente: tesis anterior (P. arg. 0), premisas (P. arg. 1), inferencias (P. arg. 2), restricción (P. arg. 4) y conclusión (P. arg. 3). La secuencia explicativa, apoyándose en Grize, es un modelo prototípico que arranca de una macroproposición explicativa 0, esquematización inicial a la que sigue las preguntas /por qué/ y /cómo/, que llevan a la explicación de la respuesta /porque/ e, incluso, puede tener una conclusión o evaluación final. La secuencia dialogal, finalmente, es el resultado interactivo de la intervención de diferentes voces, por lo que puede presentar encadenamientos muy complejos. En la línea de otros autores, distingue entre las secuencias fáticas de apertura y cierre, y la secuencia transicional, centro de la interacción.

Los mecanismos de conexión actúan, como es lógico, también sobre estos niveles de organización del texto. Ciertamente, muchos de los marcadores que ya hemos estudiado pueden ejercer su función no solo en el nivel en el que los hemos descrito —estructura temática, relaciones lógico-semánticas entre oraciones—, por ser tal nivel el primer escalón de su empleo, sino también sobre el nivel párrafo / secuencia. Sin embargo, existen conectivos que son propiamente organizadores de la información en el nivel párrafo/secuencia. Fuentes Rodríguez (1998, págs. 47-57) los denomina «ordenadores de la materia discursiva» y los caracteriza por señalar las partes en que se dosifica la información. Distingue los siguientes tipos: ordenadores en general, enumerativos, conclusivos, iniciadores o introductores y continuativos. Los tres últimos son los que pueden utilizarse en las secuencias dialogales, como elementos de apertura y cierre o transicionales. •

Los ordenadores son los que indican un orden lineal que no implica enumeración: Para empezar... Después.



Los enumerativos son estructuras distributivas que suponen una enumeración: en primer lugar... en segundo lugar; en primer lugar... segundo. Pueden aparecer en el segundo miembro adverbios (luego) o aditivos (además).



Los conclusivos se usan para marcar el último enunciado del párrafo o la última parte de este, con independencia de que estén exigidos por una enumeración – 117 –

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previa. Determinados matices habilitan a estos marcadores para funcionar en los distintos tipos de secuencias: valor léxico temporal (finalmente, en fin, por fin); valor nocional (en resumen, en suma, en conclusión); valor explicativo-conclusivo (brevemente, en una palabra, dicho de otro modo); conclusión de la argumetación (en resumen, en conclusión, en suma). •

Los introductores son los que indican el comienzo del discurso (ante todo, para comenzar, en principio...). Fuentes Rodríguez (1998, págs. 53-55) incluye aquí los que no son propiamente inciadores de discurso, pero marcan un cambio de rumbo en la interacción —Casado los denomina digresivos— (por cierto, a propósito, a todo esto), y todas aquellas unidades que sirven para marcar indicaciones de tipo fático (bueno, bien, pues, vamos, mira, oye, dime...). Estos últimos Casado (1993, pág. 37) los divide en «llamada de atención» y «mantenimiento de atención interlocutiva»18.



Los continuativos son meros enlaces de mantenimiento del discurso (bueno, pues, entonces, no sé...).

Algunas de las funciones que señala Casado (1993, págs. 36-38), que tienen que ver con tipos bien caracterizados de secuencia, pueden encontrar aquí su lugar. Así, por ejemplo, los que indican «transición» (en otro orden de cosas, por otra parte, por otro lado, por lo demás...). 7.5. Eliminación de conectivos Los conectivos que pueden eliminarse son de distinta naturaleza y se comportan de acuerdo con complicados procesos, no adecuadamente estudiados hasta el momento. Lo que no está claro es qué determina el grado diferente de eliminación de conectivos. Una explicación posible es la de suponer que los conectivos tienen distinta fuerza en el enunciado: para algunos de ellos, la elipsis no supone la eliminación de la información relacional. Desde otro punto de vista, podemos pensar que se pueden eliminar los conectivos que expresan relaciones más «naturales», y que el receptor puede reconstruir con facilidad. Así, es posible eliminar con facilidad conectivos explicativos: (35)

Hemos visto uno de los monumentos más interesantes de España, [o sea] El Escorial.

Pueden eliminarse los conectivos causales. De no como pan, porque estoy a dieta, podemos obtener: (36)

18

No como pan; estoy a dieta. Estoy a dieta; no como pan.

Vease, no obstante, lo dicho sobre la modalidad intersubjetiva.

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En ocasiones, pueden eliminarse algunos tipos de conectivos temporales; de en cuanto venga Luis, nos vamos podemos obtener: (37)

Viene Luis y nos vamos.

Pero en este caso, en cuanto deja como huella y, que no puede suprimirse. A pesar de la eliminación, la sucesión temporal de los acontecimientos de las claúsulas queda en cualquier caso reflejada. Las relaciones lógico-semánticas son relativamente indiferentes al tipo sintáctico de relación, pero en ocasiones la relación lógico-semántica altera lo que sería esperable sintácticamente. Por ejemplo, en el texto anterior leemos: (38)

trece años de ejercicio diario de la crítica televisiva necesariamente le deforman a uno el juicio, y así es posible que yo encontrara insuficiente lo que a cualquier otro lector pudiera parecerle satisfactorio.

El autor del texto ha preferido plantear, en vez de una relación causal, (39)

Como trece años de ejercicio diario de la crítica televisiva necesariamente le deforman a uno el juicio, es posible que yo encontrara insuficiente lo que a cualquier otro lector pudiera parecerle satisfactorio,

una relación lógico-semántica aditiva, marcada por y, auxiliada por así, que sintácticamente funciona como aditamento y, desde el punto de vista de la cohesión textual, es un proadverbio que encapsula todo el texto anterior, actualizándolo con valor modal, y, finalmente, desde el punto de vista de la conectividad señala un valor consecutivo. Sirva este ejemplo para ilustrar la complejidad del análisis de los marcadores. El nivel del análisis lógico-semántico es muy distinto del estrictamente sintáctico. Se pueden manifestar las oraciones de forma coordinada o subordinada sin que ello modifique la naturaleza de las relaciones lógico-semánticas que mantienen. En ocasiones encontraremos la simple yuxtaposición. Algunas relaciones van marcadas mediante conectivos obligatorios, otros se establecen incluso mediante conectivos ø. El hecho es que el texto avanza desarrollando una especie de «efecto pendular» entre lo dado y lo nuevo. Al sumarse a lo ya enunciado, las oraciones nuevas alimentan continuamente de información el texto: el conocimiento previo se articula, se modula, se ejemplifica... con un movimiento semántico constante y los conectivos, en este nivel microsintáctico, al explicitar las relaciones, hacen que se desarrolle la comunicación, es decir, contribuyen al dinamismo comunicativo y su función es textual.

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8. COHERENCIA 8.1. La coherencia y su definición Se dice que un enunciado es coherente cuando, al recibirlo, resulta posible activar un conjunto compacto de conocimientos e informaciones —previas y compartidas— pertinentes a la ocasión particular. Por otra parte, al comienzo de esta exposición se apuntó también que algunos autores incorporan la coherencia a la cohesión y que, en todo caso, la coherencia es, al tiempo, condición de textualidad y resultado de la actividad interpretativa. Para explicar estas dos afirmaciones recurriré a dos ejemplos de Simone (1993, pág. 380), quien los usa para ejemplificar la diferencia entre un texto coherente y un «pseudo-texto»: (40)

El viento y las consiguientes marejadas dieron ayer un poco de respiro a algunas de las playas de Huelva asediadas por las algas. El problema sigue siendo, sin embargo, grave: las visitas de los turistas disminuyen. Los que no se preocupan son los turistas escandinavos: menos de cien reservas anuladas.

(41)

El 16 de julio de 1969 el cohete Apolo 11 despegó de Cabo Kennedy para su primera expedición a la Luna. El show de Pink Floyd atrajo de todas partes a doscientos mil jóvenes. Un árabe de sesenta años fue apuñalado mortalmente por un grupo de palestinos enmascarados que habían penetrado en su casa.

En (40) se tiene la impresión de que se habla de cosas relacionadas, porque somos capaces de activar un conjunto de conocimientos que consta de unidades muy claras: a) los turistas se interesan por las playas; b) las algas ahuyentan a los turistas de las playas; c) los turistas reservan habitaciones en hoteles; d) las marejadas pueden afectar a las playas. Y muchas unidades informativas más. En (41) no hay manera de activar conjunto alguno de conocimientos que rellene las lagunas de información entre las tres partes del texto. Con todo, no podemos declararlo incoherente hasta que no estemos seguros de que realmente no hay manera de articularlo en un conjunto de conocimientos. Es decir, si se tratara del comienzo de una novela policíaca, es posible que fuera finalmente coherente. Por el contrario, (40) sería completamente incoherente en el caso de que fuera una característica común de las playas estar permanentemente llenas de algas. La consecuencia de este planteamiento es clara. La coherencia no reside en características estrictamente lingüísticas, sino en el análisis de los conocimientos enciclopédicos previos con que el texto ha sido elaborado y que se pueden aplicar para su interpretación. En definitiva, (40) se declara coherente porque el resultado de la actividad interpretativa ha sido positivo. Ahora bien, parece que la actividad interpretativa no solo se basa en la posibilidad de aplicar con éxito determinados esquemas mentales, sino que el que interpreta busca – 120 –

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confirmar que realmente funcionan tales esquemas en los mecanismos de textualidad, con manifestaciones formales identificables. Volvamos a revisar (40): (40)

El viento y las consiguientes marejadas dieron ayer un poco de respiro a algunas de las playas de Huelva asediadas por las algas. El problema sigue siendo, sin embargo, grave: las visitas de los turistas disminuyen. Los que no se preocupan son los turistas escandinavos: menos de cien reservas anuladas.

La unidad informativa b), «las algas ahuyentan a los turistas de las playas», queda reflejada a través de la relación entre «las playas de Huelva [están] asediadas por las algas» y «problema». De manera que existe un soporte formal para poder reinterpretar «problema» como «el asedio de las playas por las algas», y «problema» se convierte en encapsulador de parte del contenido de la primera oración. El aspecto que presenta el verbo sigue siendo, nos ayuda a suponer que, efectivamente, el problema del que se habla en la segunda oración, coincide con lo narrado en la primera oración. La tercera oración está unida con la segunda por relaciones bien distintas: turistas copia el elemento turistas de la segunda oración. Si se interpretara Los que como Los Ø [turistas] que, la relación no sería solo de catáfora hacia el segundo turistas, sino que la elipsis del núcleo podría entenderse como una elipsis discursiva nominal con valor cohesivo. Cohesiva es también la relación de solidaridad léxica que existe entre problema y preocupan: preocuparse uno por un problema. Hay además un caso de copia: turistas. Un análisis semejante, que intente atribuir a mecanismos formales los resultados de la actividad interpretativa, resulta fallido en el caso de (41). En definitiva, se puede justificar que la coherencia es, al tiempo, condición de textualidad, que se apoya en los diferentes recursos cohesivos, y resultado de la actividad interpretativa. Por todo ello, más ajustado a la realidad que incluir la coherencia en la cohesión —como hacen algunos autores— es considerarlas como dos procedimientos diferenciados de textualidad: la cohesión como enlace temático y concordancia y la coherencia como actividad interpretativa que se realiza a partir de la cohesión (cfr. López Alonso / Séré 2001, pág. 29, Beaugrande / Dressler 1972; Bronckart 1996). Mientras la cohesión nos mueve por completo en el ámbito de los fenómenos lingüísticos, no sucede lo mismo con la coherencia, que nos desplaza hacia los sutiles límites entre lenguaje, conocimiento y pensamiento. A esto hay que sumar que el análisis de la coherencia se enfrenta también a las diferencias culturales e individuales de acumulación y organización de conocimientos. Todo ello hace que un análisis profundo de la coherencia implique a la psicología y a la ciencia cognitiva, no solo a la lingüística. 8.2. Los «esquemas mentales» La noción que hasta ahora parece más útil para el análisis de la coherencia es la de «frame», marco o encuadre, propuesta por Minsky (1975) a propósito de los problemas de percepción. Para Minsky, un «frame» es la huella que la experiencia pasada, acumulada en la memoria, deja en el conocimiento y nos permite relacionar frases entre sí, llenar lagunas de información y dar sentido a lo que captamos. – 121 –

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La aplicación a la lingüística de esta noción se hace muy especialmente en relación con la lectura y la lectura en LE. Desde este punto de vista, la aplican López Alonso / Séré (2001, págs. 122-136), que consideran los «esquemas mentales» como el segundo nivel de legibilidad19. Se suelen señalar dos tipos de esquemas mentales, según su organización interna: guiones (scripts) y planos (planes). Los guiones son esquemas mentales relativos a acciones perfectamente ordenadas en secuencia, de modo que si se omite una acción es fácilmente reconstruible. Ejemplo típico puede ser la conversación de restaurante. Muchos de estos guiones están organizados a su vez en subguiones (carne, ensalada, vino, etc.). En general, puede decirse que «los guiones se presentan como una configuración organizada que posee condiciones de entrada, una secuencia de escenas y un conjunto de resultados; además, facilitan la activación de las operaciones inferenciales sobre determinados aspectos implícitos del texto» (cfr. López Alonso / Séré 2001, pág. 125). Los planos contienen acciones ordenadas mediante la relación medio-fin. Para interpretarla hay que llevar a cabo un análisis de medios y fines con el fin de determinar qué acciones pueden actuar como medios para los fines enunciados. Mientras que los guiones son esquemas característicos de situaciones estereotipadas, los planos son más abstractos, pues no derivan directamente de una situación prototípica en la que es previsible la sucesión de los acontecimientos. En el texto (8) podemos comprobar cómo funcionan los guiones, ya que el texto desencadena la activación de un guión desde el principio: «Un día Alfanhuí y don Zana vieron un incendio». En el texto (8) se señalaban en cursiva todos los términos que tienen que ver con la caracterización de «los bomberos», que eran los «actores» sobre los que se vuelca la atención en el texto y cuya caracterización es lo que desencadena la mención de los «objetos» que los caracterizan.

19 En esas páginas encontrará el lector interesado los presupuestos teóricos y los resultados de la investigación que han llevado a cabo.

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PAUTAS PARA EL ANÁLISIS DE LA COHESIÓN Y LA COHERENCIA EN TEXTOS

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