\"Patrones de continuidad en la ocupación periurbana de Córdoba entre la Antigüedad y la Edad Media: 1. Los sistemas hidráulicos\"

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Descripción

Edita: Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236)

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[ monografías de arqueología cordobesa ] 2014

20. VAQUERIZO, D.; GARRIGUET, J. A.; LEÓN, A. (Eds.) 2014: Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo, Monografías de Arqueología Cordobesa 20, Córdoba. 19. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F. (Eds.) 2010: El Anfiteatro Romano de Córdoba y su entorno urbano. Análisis Arqueológico (ss. I-XIII d.C.), Monografías de Arqueología Cordobesa 19 (2 vols.), Córdoba. 18. VAQUERIZO, D. (Ed.) 2010: Las Áreas Suburbanas en la ciudad histórica. Topografía, usos, función, Monografías de Arqueología Cordobesa 18, Córdoba. 17. RUIZ OSUNA, A. B. 2010: Colonia Patricia, centro difusor de modelos. Topografía y monumentalización funeraria en Baetica, Monografías de Arqueología Cordobesa 17, Córdoba. 16. RUIZ OSUNA, A. B. 2007: La monumentalización de los espacios funerarios en Colonia Patricia Corduba (ss. I a. C. - II d. C. ), Arqueología Cordobesa 16, Córdoba. 15. MORENO ROMERO, E. 2007: “Santa Rosa”. Un sector de la Necrópolis Septentrional de Colonia Patricia, Arqueología Cordobesa 15, Córdoba. 14. GUTIÉRREZ DEZA, M. I. 2007, Los opera sectilla cordobeses, Arqueología Cordobesa 14, Córdoba.

monografías de arqueología

cordobesa

Monografías de Arqueología Cordobesa (MgAC), que vio la luz por primera vez en 1994, es una serie de carácter temático publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, con la colaboración, en este caso, del Ministerio de Ciencia e Innovación, y del Servicio de Publicaciones de la misma Universidad. La dirigen Desi-

Vaquerizo, D.; Garriguet, J. A.; León, A. (Eds.)

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo

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derio Vaquerizo Gil y Juan Fco. Murillo Redondo, y surge como instrumento para dar a conocer de forma monográfica propuestas de interpretación arqueológica desarrolladas por Investigadores de dicho Grupo,

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Monografías de Arqueología Cordobesa

que someten así, de manera periódica, su trabajo al juicio crítico de la comunidad científica internacional, así como temas de especial relevancia para el avance de la investigación arqueológica internacional, española y cordobesa.

13. LEÓN PASTOR, E. 2007: La secuencia cultural de la Corduba prerromana a través de sus complejos cerámicos, Arqueología Cordobesa 13, Córdoba.

11. VAQUERIZO, D.; GARRIGUET, J. A.; VARGAS, S. 2005: “La Constancia”. Una contribución al conocimiento de la topografía y los usos funerarios en la Colonia Patricia de los siglos iniciales del Imperio, Arqueología Cordobesa 11, Córdoba. 10. MONTERROSO, A. 2005: Ex teatro cordubensi. La vida del monumento y la producción de cerámicas africanas en el Valle del Baetis, Arqueología Cordobesa 10, Córdoba.

8. SALINAS, E. 2003: El vidrio romano de Córdoba, Arqueología Cordobesa 8, Córdoba. 7. SÁNCHEZ RAMOS, M. I. 2003: Un sector tardorromano de la necrópolis septentrional de Corduba, Arqueología Cordobesa 7, Córdoba. 6. MARTÍN URDIROZ, I. 2002: Sarcófagos de plomo de Córdoba y provincia, Arqueología Cordobesa 6, Córdoba.

4. SÁNCHEZ MADRID, S. 2002: Arqueología y Humanismo. Ambrosio de Morales, Arqueología Cordobesa 4, Córdoba. 3. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F.; CARRILLO, J. R.; MORENO, M. F.; LEÓN, A.; LUNA, M. D.; ZAMORANO, A. M.ª 1994: El Valle Alto del Guadiato (Fuenteobejuna, Córdoba), Arqueología Cordobesa 3 2. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F.; QUESADA, F. 1994: Fuente Tójar, Arqueología Cordobesa 2 1. QUESADA, F.; MURILLO, J. F.; CARRILLO, J. R.; CARMONA, S.; QUESADA, F. 1994: Almedinilla, Arqueología Cordobesa 1

MINISTERIO DE CIENCIA E INNOVACIÓN

9 788499 271637

5. CÁNOVAS, A. 2002: La decoración pictórica de la villa de El Ruedo (Almedinilla, Córdoba), Arqueología Cordobesa 5, Córdoba.

Vaquerizo, D.; Garriguet, J. A.; León A. (Eds.)

9. CASAL, M. T. 2003: Los cementerios musulmanes de Qurtuba, Arqueología Cordobesa 9, Córdoba.

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo

12. CASTRO DEL RÍO, E. 2005: El arrabal de época califal de la zona arqueológica de Cercadilla. La arquitectura doméstica, Arqueología Cordobesa 12, Córdoba.

Imagen de portada: Plano de la Colonia Patricia de época imperial, sobre una imagen de la Campiña de Córdoba (montaje E. Cerrato).

NÚMERO

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2014

[ NUEVA ÉPOCA ]

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo Vaquerizo D.; Garriguet, J. A.; León, A. (Eds.)

Córdoba, 2014

NÚMERO

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2014

[ NUEVA ÉPOCA ] Serie monográfica publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, en colaboración, en este caso, con su Servicio de Publicaciones.

DIRECTORES DE LA SERIE

Desiderio VAQUERIZO GIL Juan Fco. MURILLO REDONDO SECRETARIOS

José A. GARRIGUET MATA Alberto LEÓN MUÑOZ © De los Autores. © Edita: Servicio de Publicaciones, Universidad de Córdoba, 2014 Campus de Rabanales, Ctra. Nacional IV, Km. 396 14071 Córdoba www.uco.es/publicaciones [email protected] Montaje portada: Eduardo CERRATO CASADO. D. L. CO: 1.860/2014 I.S.B.N.: 978-84-9927-163-7 CONFECCIÓN E IMPRESIÓN:

Imprenta Luque, S. L. - Córdoba www.imprentaluque.es

La dirección de MgAC no se hace responsable de las opiniones o contenidos recogidos en los textos, que competen en todo caso a sus autores «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)»

Esta monografía recoge los resultados obtenidos en el marco del Proyecto de Investigación "De la urbs a la civitas: transformaciones materiales e ideológicas en suelo urbano desde la etapa clásica al Altomedioevo. Córdoba como laboratorio", financiado por la Dirección General de Investigación y Gestión del Plan Nacional I+D+I. Ministerio de Ciencia e Innovación. Gobierno de España), en su convocatoria de 2010 (Ref. HAR2010-16651; Subprograma HIST).

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ÍNDICE Córdoba, como laboratorio Pág. 11 / 40 Vaquerizo Gil, D., “Ciudad y territorio en el Valle Medio del Betis: apuntes al hilo de una realidad dual, pero esquiva” Pág. 41 / 54 Ruiz Bueno, M. D., “El entorno del decumanus maximus de Colonia Patricia Corduba: ¿evidencias de una remodelación urbanística hacia época severiana?” Pág. 55 / 68 Ruiz Osuna, A., “Monumentalización funeraria en ámbito urbano: vías de interpretación aplicadas a la Córdoba romana” Pág. 69 / 84 Delgado Torres, M.; Jaén Cubero, D., “Territorio y ciudad. El yacimiento arqueológico de Fuente Álamo, Puente Genil (Córdoba). Una reflexión” Pág. 85 / 104 Garriguet Mata, J. A., “Imágenes sin poder. Destrucción, reutilización y abandono de estatuas romanas en la Corduba tardoantigua. Algunos ejemplos” Pág. 105 / 120 Cerrato Casado, E., “El epígrafe funerario de Cermatius: ¿un testimonio arqueológico del primer cristianismo cordobés?” Pág. 121 / 136 Vázquez Navajas, B., “Algunas consideraciones acerca del abastecimiento y la evacuación de agua en la Corduba tardoantigua” Pág. 137 / 184 León Muñoz, A.; Murillo Redondo J. F.; Vargas, S., “Patrones de continuidad en la ocupación periurbana de Córdoba entre la Antigüedad y la Edad Media: 1. Los sistemas hidráulicos” Pág. 185 / 200 Blanco Guzmán, R., “Una ciudad en transición: el inicio de la Córdoba Islámica” Pág. 201 / 214 González Gutiérrez, C., “Hacia la ciudad islámica: de la percepción tradicional a la conceptualización arqueológica”

Varia Pág. 217 / 234 Romero Vera, D., “Dinámicas urbanas en el siglo II d.C.: el caso de Colonia Augusta Firma Astigi (Écija, Sevilla)” [ 7 ]

Pág. 235 / 250 Martín-Bueno, M.; Sáenz Preciado, J. C., “Valdeherrera, Bilbilis, Caesaraugusta: actualización de su conocimiento” Pág. 251 / 264 Andreu Pintado, J., “Rationes rei publicae uexatae y oppida labentia. La crisis urbana de los siglos II y III d.C. a la luz del caso del municipio de Los Bañales de Uncastillo (Zaragoza, España)” Pág. 265 / 282 Jiménez Salvador, J. L.; Ribera i Lacomba, A. V.; Rosselló Mesquida, M., “Valentia y su territorium desde época romana imperial a la antigüedad tardía: una síntesis” Pág. 283 / 292 Bermejo Meléndez, J.; Campos Carrasco, J. M., “El mundo tardoantiguo al occidente del conventus Hispalensis. La trasformación y ruptura del modelo clásico” Pág. 293 / 308 Schattner, Th. G., “Breve descripción de la evolución urbanística de Munigua desde sus comienzos hasta la época tardoantigua” Pág. 309 / 324 Rascón Marqués, S.; Sánchez Montes, A. L., “Complutum: de la ciudad clásica a la deconstruida a través de 700 años de historia” Pág. 325 / 338 Beltrán de Heredia Bercero, J., “Barcelona, colonia en la Hispania romana y sede regia en la Hispania visigoda” Pág. 339 / 354 Costantini, A., “Pisa. L’evoluzione della citta' e del suburbio tra Antichita' e Altomedioevo” Pág. 355 / 366 Bernardes, J. P., “Ossonoba e o seu território: as transformações de uma cidade portuária do sul da Lusitânia” Pág. 367 / 382 Lopes, V., “Mértola na Antiguidade Tardia” Pág. 383 / 414 Alba, M., “Mérida visigoda: construcción y deconstrucción de una idea preconcebida”

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Alberto León muñoz Grupo de Investigación Sísifo (PAIDI HUM-236) Universidad de Córdoba ✉✉ [email protected]

J. F. Murillo REDONDO G.M.U., Ayuntamiento de Córdoba ✉✉ [email protected]

Sonia Vargas Arqueóloga ✉✉ [email protected]

R esumen : En este trabajo se presentan los primeros resultados de una nueva línea de investigación sobre el poblamiento rural en el entorno de la ciudad de Córdoba entre la Antigüedad y la Alta Edad Media. El análisis de las relaciones de interdependencia entre la ciudad y su territorio inmediato se inserta en el marco de uno de los más recientes, activos y fructíferos temas de debate historiográfico sobre la transición del mundo antiguo al medieval en el ámbito rural como reflejo de los cambios estructurales en el sistema socio-económico y político-cultural. Se sientan las bases de un ambicioso proyecto de investigación centrado en el paisaje histórico del sector central de la cuenca del Guadalquivir, asimilable con el territorio histórico de la ciudad de Córdoba desde época clásica hasta la etapa de dominio islámico. En este sentido, tras exponer una síntesis sobre el debate historiográfico en relación con los sistemas hidráulicos andalusíes, se analizan tres ejemplos de sofisticadas infraestructuras hidráulicas de época romana utilizadas para el abastecimiento de las grandes propiedades agrícolas en el entorno periurbano de Córdoba. Dichos sistemas se mantienen sin solución de continuidad después de la conquista islámica como parte de los sistemas de irrigación de las unidades productivas tipo almunia distribuidas en el hawz de Córdoba. La permanencia de estos sistemas hidráulicos entre época romana, tardoantigua e islámica constituye un claro indicador arqueológico de las pautas de continuidad en la articulación económica y social del espacio periurbano, de la estructura física de la propiedad y su posible perduración a través de diferentes formaciones sociales.

Monografías de Arqueología Cordobesa 20  Páginas 137-184  isbn 978-84-9927-163-7

PATRONES DE CONTINUIDAD EN LA OCUPACIÓN PERIURBANA DE CÓRDOBA ENTRE LA ANTIGÜEDAD Y LA EDAD MEDIA: 1. LOS SISTEMAS HIDRÁULICOS

Palabras clave: Córdoba, Antigüedad, Alta Edad Media, villae, almunias, sistemas hidráulicos, continuidad.

A bstract : This paper presents the first results of a new research line about rural settlements around the city of Cordoba between the Antiquity and the Early Middle Ages. The analysis of the interdependence relationships between the city and its immediate territory is one of the most recent, active and productive topics of historiographic debate

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo  Córdoba, 2014

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Alberto León / J. F. Murillo / Sonia Vargas

about the transition from the ancient to medieval world in rural areas, as a reflect of the structural changes in socio-economic and politic-cultural systems. All this seats the basis of an ambitious research Project centered in the historic landscape of the central sector of the river Guadalquivir basin, which coincides with the historic territory of Cordoba from the classic centuries to the Islamic dominion. At this respect, after exposing a synthesis about the historiographic debate related to hydraulic systems in al-Andalus, we analyse three examples of very sophisticated roman infrastructures used for water supply of great agricultural properties in the outskirts of Cordoba. These systems are maintained after the Islamic conquest as part of the irrigation systems of the productive unities such as almunias spread in the hawz of Cordoba. The continuation of these hydraulic systems along Roman, Late Antique and Islamic periods become a clear archaeological sign of the continuity patterns in the economical and social articulation of this peri-urban space, of the physical structure of property and its possible persistence along different social formations. Key words: Cordoba, Antiquity, Early Middle Ages, villae, almunias, hydraulic systems, continuity.

1. Introducción. Algunas precisiones sobre la transición AntigüedadEdad Media Frente al carácter esencialmente consolidado que ha adquirido el estudio del mundo clásico o el del mundo medieval sensu stricto, ámbitos en los que las distintas tradiciones académicas y los paradigmas vigentes imponen una cierta homogeneidad y, colateralmente, unas fuertes dosis de recíproca impermeabilidad, la investigación de las etapas de transición tiene la ventaja del mestizaje, de atender más a los procesos de cambio que a los de continuidad de las bases políticas, sociales, económicas y culturales de los respectivos sistemas. Esto, claro está, siempre y cuando tales etapas escapen a caducos conceptos reduccionistas que las encasillan bajo las etiquetas de “edades oscuras” o las adjetivan como “decadentes” (ANDO, 2008), adquiriendo independencia respecto a la tradición escolástica imperante tanto en la etapa que la precede como en la que la sucede. Por ello, debemos intentar huir de los periodos cronológicos considerados compartimentos estancos y reducirlos a un simple entramado temporal, amplio y dinámico, en el que encuadrar la interacción entre las sociedades humanas y el espacio antropizado. En las últimas décadas, el interés historiográfico por el tránsito desde el mundo clásico al medieval ha experimentado una gran reactivación a nivel europeo (GIARDINA, 1999), impelido por la confluencia de dos factores. En primer lugar, el desarrollo de una “arqueología de gestión” que ha obtenido una enorme cantidad de nueva información procedente de los ámbitos urbanos y, en menor medida, rurales. En segundo lugar, por la renovación de los marcos conceptuales y metodológicos y la irrupción de una “arqueología extensiva” aplicada a amplios territorios, estrechamente imbricada con planteamientos geográficos y ecológicos. Las características de los procesos generales y de los detalles regionales que operan en el paso de un “modo de producción tributario” –basado en la obtención de excedentes por parte de un estado cimentado sobre una potente base fiscal (como es el caso del imperio romano o del califato omeya)–, a un “modo de producción feudal” –en el que el Estado se basa en la detracción de rentas procedentes de una oligarquía terrateniente (como es el caso de los “reinos germánicos” que suceden al imperio romano occidental a partir del s. V)–, constituyen una de las principales, y más prometedoras, vías de explicación de esa etapa de transición que, siguiendo las tradiciones académicas imperantes en uno u otro ámbito del continente podemos denominar tanto Tardoantigüedad como Alta Edad Media. Desde mediados del pasado siglo, y gracias a los trabajos de L. A. Coser, sabemos que la crisis y el conflicto son poderosos motores históricos capaces de transformar un sistema en relación directa con la rigidez (política, económica, social, cultural…) del mismo (COSER, 1956). La propia concepción del término crisis ha ido matizándose en la historiografía, pero una y otra vez resurge, y es necesario tenerla presente como herramienta heurística con la que aproximarse al estudio del pasado (WICKHAM, KAMEN, HERNÁNDEZ et alii, 1995). [ 138 ]

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo  Córdoba, 2014

PATRONES DE CONTINUIDAD EN LA OCUPACIÓN PERIURBANA DE CÓRDOBA ENTRE LA ANTIGÜEDAD Y LA EDAD MEDIA...

En este contexto, las visiones “catastrofistas” que veían el cambio de un sistema como resultado de un abrupto acontecimiento (ya fuera de origen humano o natural), o aquellas otras “biologicistas” que introducían conceptos como “nacimiento”, “auge”, “decadencia” o “decrepitud”, han dado paso a perspectivas más amplias que, haciendo uso del concepto de conflicto sistémico, permiten una renovada aproximación a la reconstrucción de los procesos históricos desde una escala temporal y espacial amplia que valora los procesos dinámicos, de cambio del sistema, por encima de los estáticos, de cohesión y permanencia. En esta línea, la transición entre el “Sistema Tardoantiguo” y el “Sistema Altomedieval” constituye un foco de atracción para una renovada investigación histórica y arqueológica que, desde la última década del siglo pasado y merced al proyecto de la European Science Foundation sobre “La transformación del mundo romano”, ha dado como resultado una auténtica revolución historiográfica. De este modo, a los pioneros trabajos de los años setenta y ochenta (BARNES, 1982; BROWN, 1981 y 1989; GOFFARD, 1980; KAGAN, 1978; MATTHEWS, 1975; THOMPSON, 1982; MACMULLEN, 1988; WARD-PERKINS, 1984; WICKHAM, 1985) que representaron una primera renovación conceptual y metodológica sobre la Antigüedad Tardía, han sucedido, en la última década, un conjunto de síntesis sectoriales y globales que comienzan a proporcionar un primer armazón tanto para comprender la transformación del mundo mediterráneo y europeo entre los siglos V y X, como para dotar a los nuevos investigadores de las herramientas conceptuales y metodológicas que permitirán continuar por la senda emprendida. Como símbolo de la auténtica “revolución” operada en este aún incipiente siglo XXI, debemos destacar la labor de C. Wickham, y fundamentalmente a su magna síntesis, Framing the Early Middle Ages. Europe and the Mediterranean, 400-800 (WICKHAM, 2005a), convertida ya en referente y en guía para orientar una nueva forma de emprender la investigación basada en la interpretación de la documentación textual y, fundamentalmente, arqueológica como un todo, subrayando la diversidad regional a partir de un modelo conceptual y explicativo global heredero de los postulados neomarxistas reformulados en última instancia, y por lo que a la ciencia histórica respecta, por E. Hobsbawm. La renovación comienza a ser total y abarca todos los ámbitos y aspectos de tan compleja etapa, y basta aproximarse a los volúmenes 12 (2005), 13 (1998) y 14 (2000) de la obra de referencia por antonomasia, la Cambridge Ancient History, para percibir la profundidad del cambio operado en apenas veinte años. De tan complejo y, a la vez, esperanzador panorama sobresalen, como algunas de las principales cuestiones vinculadas al cambio sistémico al que asistimos entre los siglos V y X, las relativas a las transformaciones operadas en el espacio rural y a las cambiantes relaciones con el mundo urbano. Aunque a menudo se ha tratado de separar la evolución urbana de la del mundo rural, la interrelación entre los dos ámbitos fue tan estrecha en las provincias occidentales del Imperio que, como ya indicó T. Lewit, resulta improbable que las transformaciones que, entre los siglos IV y VI, se están observando en las ciudades y en las villae no respondan a procesos similares de base socioeconómica y político-ideológica (LEWIT, 2003). Desde este punto de vista, la desaparición de las áreas de prestigio y poder vinculadas a la curia local y a la administración imperial en la ciudad tardoantigua, la amortización de espacios y edificios públicos y los cambios en los privados (ARENA et alii, 2001; BROGIOLO, 1996; BROGIOLO, WARD-PERKINS, 1999; BROGIOLO et alii, 2000; CHRISTIE, 2011; CHRISTIE, LOSEBY, 1996; LEPELLEY, 1996), son parejos a los observados en las villae a partir, sobre todo, de comienzos del siglo V, con el abandono total de muchas de ellas y, en otros casos, con trascendentales cambios de uso, fundamentalmente en la línea de transformación de la pars urbana en un sector productivo más, la amortización con una necrópolis, o la ocupación en precario de diversos sectores (BROGIOLO, CHAVARRIA, 2005; CHAVARRIA, 2007; FERNÁNDEZ OCHOA et alii, 2008; LEWIT, 2003; MANCASSOLA, SAGGIORO, 2000; RIPOLL, ARCE, 2001). En todo caso, la imagen que proporcionan tanto los núcleos urbanos como las villae que subsisten a lo largo del siglo V es notablemente más simple, con niveles de riqueza y de circulación de productos de prestigio, especialmente los importados, inferiores a los que encontrábamos durante el Monografías de Arqueología Cordobesa 20  Páginas 137-184  isbn 978-84-9927-163-7

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Alberto León / J. F. Murillo / Sonia Vargas

alto imperio e incluso durante el siglo IV. Esta situación, que es innegable tanto en Italia como en Gallia, Hispania y Africa, debe ser matizada para las provincias orientales, virtualmente incluidas en una superestructura política diferente tras la efectiva división del Imperio a la muerte de Teodosio y la ulterior desintegración del poder imperial en Occidente a lo largo del siglo V. Lo que no resulta tan claro son las razones de este proceso, existiendo diversos posicionamientos interpretativos que inciden en una o en diversas variables, como pueden ser la inestabilidad política, en ocasiones crónica, la incompetencia militar para preservar la integridad de las fronteras, la instalación de grupos bárbaros (mediante diversas modalidades) en varias provincias, la corrupción generalizada e incontrolada, el colapso fiscal, la crisis demográfica y económica o la acción desestructurante del sistema social por parte de la ideología cristiana (WICKHAM, 2005b). Por encima de las discrepancias interpretativas en aspectos más o menos trascendentales, nos encontramos en una encrucijada historiográfica de enorme interés en la que, como indica C. Wickham, es necesario construir un nuevo marco explicativo para la transición del mundo tardorromano al altomedieval sobre bases sólidas, apuntaladas por la evidencia material que sólo puede proporcionar la moderna investigación arqueológica. Esta “nueva historia” deberá perseguir la “universalidad” de los procesos que llevaron del “sistema imperial romano” a sus herederos en Occidente, los “reinos romano-germánicos”, pero también deberá ser consciente de las singularidades de cada uno de estos ámbitos, no extrapolando automáticamente las mismas características y resultados de unos a otros (WICKHAM, 2005a y 2009). Esta situación general de la pars occidentalis del antiguo Imperio es igualmente aplicable al panorama que podemos vislumbrar en la Península Ibérica, donde debemos partir del reconocimiento de unas tradiciones académicas diversas, con planteamientos conceptuales e incluso metodologías diferentes, que en su acción han podido sesgar la visión que ahora mismo tenemos de los procesos de transición que venimos describiendo. No en vano resulta sintomático que los nuevos paradigmas interpretativos provengan de grupos de investigación con una formación esencialmente medievalista, centrados fundamentalmente en el análisis de sectores peninsulares situados al norte del Duero y lejos del ámbito mediterráneo, aquellos cuya integración en el “sistema imperial romano” fue más tardía y, aparentemente, menos intensa, y en los que, en todo caso, la incidencia de las ciudades, auténtica “espina dorsal del Imperio” (WICKHAM, 2009) fue menor en la articulación del poblamiento. Por el contrario, la vitalidad de las ciudades en el litoral mediterráneo y en los valles del Ebro, Tajo, Guadiana y, fundamentalmente, Guadalquivir, unidos a una formación mayoritariamente “clásica” de los grupos de investigación y al auge de la “arqueología urbana” en las últimas décadas, ha llevado a focalizar en el mundo urbano los grandes esfuerzos de la investigación, descuidando, en mayor o menor escala según los sectores, el ámbito rural. Por todo ello, es necesario recibir con satisfacción los planteamientos explicativos que se están imponiendo en el norte de la Península Ibérica (QUIRÓS, 2007, 2009 y 2011; VIGIL-ESCALERA, 2007 y 2009; ESCALONA, 2006 y 2009; MARTÍN VISO, 2006, 2011 y 2012; ARIÑO, 2013), tomándolos como modelo a seguir en cuanto renovador revulsivo metodológico y conceptual de una situación en buena parte estancada, por lo que a la investigación del mundo rural se refiere, en diversos ámbitos peninsulares. Pero por otro lado, es necesario ser prudentes y esperar a contar con investigaciones realizadas, precisamente, en estos otros ámbitos peninsulares antes de aventurar modelos de “autonomía campesina” en la organización y gestión del espacio rural, al margen de unas élites locales aparentemente desaparecidas, o de otras nuevas, de origen “germánico”, cuya existencia es sistemáticamente negada. Posiblemente lo que comencemos a vislumbrar dentro de unos años sea una situación similar a la de Italia, con un modelo aplicable a sectores en los que parece ser fundamental la iniciativa autónoma de carácter campesino basada en una red de aldeas no sometidas, en principio, a ningún poder político (FRANCOVICH, HODGE, 2003), frente a otro modelo aplicable a regiones en las que las élites (de origen “romano” y/o “germánico”) siempre estuvieron presentes y continuaron controlan[ 140 ]

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo  Córdoba, 2014

PATRONES DE CONTINUIDAD EN LA OCUPACIÓN PERIURBANA DE CÓRDOBA ENTRE LA ANTIGÜEDAD Y LA EDAD MEDIA...

do el territorio desde los núcleos urbanos y por medio de un campesinado dependiente (BROGIOLO, CHAVARRÍA, 2005; BROGIOLO, 2009; CHAVARRIA, 2012; ARIÑO, 2013). En definitiva, acabará imponiéndose una pluralidad de modelos en función de un gran número de variables que no operan ni con la misma intensidad ni al mismo tiempo en todos los sectores de la antigua Hispania. Son estas variables las que hay que considerar y analizar para llegar a la definición de esa serie de modelos que en un segundo momento, y por un proceso de depuración, podremos asimilar en categorías explicativas más restringidas y a partir de las cuales comenzar a tener en consideración la radical innovación que supondrá la desintegración del reino visigodo y la implantación islámica en la mayor parte de la Península Ibérica (MANZANO, 2006).

2. De la ciudad al territorio. Un cambio de escala en la investigación arqueológica en Córdoba. Desde esta perspectiva, consideramos que el sector central de la cuenca del Guadalquivir, asimilable con el territorio histórico de la ciudad de Córdoba, puede constituir un excelente laboratorio a la hora de analizar este capital proceso de transición en el espacio rural, siempre en estrecha relación con la contemporánea transformación que se está produciendo en el mundo urbano, reflejos ambos de los cambios estructurales en el sistema socio-económico y político-cultural. Córdoba constituye uno de los principales ejemplos de ciudad histórica, cimentada en un desarrollo ocupacional ininterrumpido a lo largo de cinco milenios y en el destacado papel desarrollado, a escala regional, como uno de los principales núcleos protohistóricos del valle del Guadalquivir, peninsular, como capital provincial romana entre los siglos II a.C. y IV d.C., y mediterránea, como cabeza política del estado omeya andalusí (entre los siglos VIII y XI) y una de las principales metrópolis del momento. Esta ciudad, entendida como un yacimiento arqueológico unitario, ha sido objeto de investigación por nuestro grupo desde 1997 mediante una serie de proyectos directamente imbricados en el propio proceso de investigación arqueológica desarrollado en la ciudad a través del Convenio mantenido con la Gerencia Municipal de Urbanismo entre 2001 y 2011 (LEÓN, 2008; LEÓN, VAQUERIZO, 2012). De este modo, nuestro trabajo se ha centrado, en una primera fase (1997-2010), en el estudio de la configuración, desarrollo y transformación de los espacios suburbanos entre el s. II a.C. y el s. XIII d.C., dilatado espectro cronológico que nos ha permitido atender tanto a los elementos invariantes como a las especificidades de cada uno de los sistemas socio-políticos y económicos de los que Córdoba formó parte (cfr. VAQUERIZO, ed., 2010; VAQUERIZO, MURILLO, eds., 2010). En una segunda etapa (2011-2013) hemos mantenido el mismo segmento cronológico, pero circunscribiendo nuestra atención al espacio estrictamente urbano para aproximarnos a un modelo explicativo de las transformaciones operadas en el tránsito de la urbs a la civitas y de ésta a la madina a través de las diversas manifestaciones de la cultura material. Ofreciendo ya sus primeros resultados esta segunda fase de nuestro programa de investigación, y estando garantizada su futura continuidad merced a las líneas de investigación de M. Ruiz Bueno, creemos llegado el momento de ampliar el horizonte espacial, trascendiendo la esfera de la ciudad de Córdoba para confrontar su comportamiento histórico con el de su territorio, entendiendo éste en un sentido estrictamente económico primero, y en un sentido político amplio después. Por lo que respecta al “territorio económico”, aquí entendido como aquél del que la ciudad extrae los recursos básicos para su subsistencia, asistimos a su formación desde los albores del I milenio a.C., cuando la red de oppida o asentamientos principales aparece ya configurada (MURILLO, 1994). Este “territorio de producción restringida”, directamente dependiente de la Corduba tartésica y en gran medida coincidente con los límites del actual término municipal, integrará tres nichos ecológicos diferenciados: al norte, el reborde montañoso de Sierra Morena, con importantes recursos mineros (cobre, plata, plomo…), forestales, cinegéticos e hídricos; en el centro una porción de fértil vega Monografías de Arqueología Cordobesa 20  Páginas 137-184  isbn 978-84-9927-163-7

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fluvial, con suelos aptos tanto para la agricultura de secano como para la de regadío, aprovechando los numerosos cursos fluviales que bajan desde Sierra Morena; finalmente, al sur del Guadalquivir, un extenso sector de Campiña, territorio especialmente apto para el cultivo extensivo de cereales y olivar en grandes propiedades que, desde época altoimperial, se vincularán a una agricultura destinada a la exportación de sus excedentes. Las estrategias de explotación de este territorio experimentarán diversos cambios en función de los condicionantes e intereses políticos, económicos y sociales emanados de las élites cordobesas y, desde el s. II a.C., de las directrices impuestas por las superestructuras políticas en las que la ciudad quedó inserta. En este sentido, la particular, y brillante, evolución histórica de Córdoba a lo largo de buena parte del intervalo cronológico analizado, en los que sucesivamente será cabeza de la Hispania Ulterior Baetica, del emirato y califato omeyas de al-Andalus y del reino castellano de Cordova, introduce un factor de singularidad en la captación de recursos (ya sean simples excedentes, tributos o rentas), procedentes de un espacio muy superior al de su “territorio económico” y que eran materializados en la ciudad mediante actos evergéticos de diversa tipología. Por esta razón, deberemos tener en consideración un “territorio político” entendido como aquél sobre el que se ejercía la autoridad y/o “prestigio” de la ciudad a través de unas complejas, y también cambiantes, redes. En época romana imperial, éste consistía, en primera instancia, en el conventus cordubensis y, en cierto sentido, en los límites de la provincia Baetica. En época omeya, el “territorio político” estricto se circunscribía a los límites de la kura de Qurtuba, y los amplios a los de todo al-Andalus, y tras la conquista castellana, este territorio político vendrá definido por el Reyno de Cordova. Pretendemos de este modo aprovechar la experiencia acumulada por nuestro grupo de investigación a lo largo de casi tres décadas, explicitada en proyectos que, alternativamente y con el fin de progresar dentro de nuestros planteamientos conceptuales y metodológicos, han atendido tanto a cuestiones generales y concretas de carácter extensivo en un ámbito territorial amplio (Sierras Subbéticas, Sierra Morena, Valle del Guadalquivir, Campiña), como en otro más restringido e intensivo, circunscrito a yacimientos-tipo representantes de un amplio espectro jerárquico a partir de los que desarrollar un estudio comparativo global: • Córdoba: núcleo urbano de dilatada secuencia cronológica (desde la Edad del Cobre a la actualidad), situado en la cúspide de la estructura jerárquica de poblamiento, tanto a nivel regional (Corduba prerromana), peninsular (Corduba/Colonia Patricia, Cordova) y mediterráneo (Qurtuba). • La Saetilla (Palma del Río), Cerro de las Cabezas (Fuente Tójar), Cerro de la Cruz (Almedinilla), Torreparedones (Castro del Río/Baena) y Ategua (Córdoba): núcleos urbanos con secuencias ocupacionales más o menos amplias y de menor rango, con una proyección que no ha sobrepasado nunca la escala comarcal. • El Ruedo (Almedinilla), Fuente Álamo (Puente Genil) y Rabanales (Córdoba): yacimientos de carácter no urbano y patente especialización encuadrables dentro de la categoría de villae, y paradigmas de transformación en el tránsito del mundo clásico y tardoantiguo al altomedieval. Junto a este conjunto de yacimientos, en los que se han realizado excavaciones de mayor o menor intensidad, las prospecciones arqueológicas llevadas a cabo desde los años ochenta del pasado siglo, algunas de ellas de carácter intensivo, dibujan un proceso diacrónico de antropización del territorio (Láminas 1 y 2) que, aunque para muchos sectores deberá ser completado con nuevos trabajos de campo, permite ya la elaboración de los primeros modelos interpretativos que partirán de una sistematización metodológica en la obtención y depuración de la información mediante los siguientes niveles: • Fuentes secundarias de carácter archivístico y bibliográfico. [ 142 ]

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Lám. 1. Distribución del poblamiento romano en el territorio de Corduba. (GMU-UCO).

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Lám. 2. Distribución del poblamiento islámico en el territorio de Madinat Qurtuba. En el recuadro, los yacimientos existentes en el ámbito periurbano que podrían encuadrarse en el “tipo almunia”. (GMU-UCO).

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• Análisis cartográfico e interpretación de series de fotografías aéreas en las que es posible detectar estructuras soterradas susceptibles de ser vinculadas con infraestructuras y asentamientos de carácter rural. • Aplicación de técnicas de muestreo para el diseño de las estrategias de trabajo arqueológico de campo, fundamentadas en el empleo de métodos escasamente agresivos para el registro arqueológico. • Prospección arqueológica extensiva. • Desbroce de grandes superficies para una prospección arqueológica intensiva. • Excavación de sondeos de control y evaluación que nos permitan confirmar la cronología y adscripción de las estructuras documentadas; no sólo las vinculadas con las áreas monumentales o palaciegas, ya documentadas parcialmente en intervenciones pre-estratigráficas, sino especialmente aquellos sectores asociados a la actividad agropecuaria, que son los que, en última instancia, le confieren la función económica que venimos resaltando. • Toma de muestras edafológicas, paleobotánicas, bioarqueológicas y arqueológicas. • Adopción de las pertinentes medidas de protección y conservación del registro arqueológico. Toda la documentación obtenida se está integrando en un Sistema de Información Geográfica que facilitará la gestión y el procesado de la información para el establecimiento de los siguientes parámetros básicos: • Análisis del patrón de asentamiento. • Jerarquización del poblamiento, estableciendo la correspondiente tipología y características de los distintos asentamientos y las pautas de su evolución/transformación. • Usos del suelo y grado de antropización del mismo. En un segundo nivel de análisis, y a partir de la información obtenida en la fase anterior, nos proponemos profundizar en una serie de cuestiones que trascienden a la propia materialidad de la antropización del territorio para atender a la proyección del dominio de la ciudad sobre el territorio desde una múltiple perspectiva: • Relaciones de dominio político y social en el medio periurbano y rural, mediante la definición del territorio administrativo dependiente de la ciudad, el análisis de la red viaria, de la estructura de la propiedad y de las relaciones sociales entre propietarios, aparceros y mano de obra libre, y siervos. • Formas de gestión, almacenaje y redistribución de la producción agraria, atendiendo a los tipos y tamaño de las explotaciones agrícolas, que estaría en función de la estructura de la propiedad preexistente, pero también de las transformaciones en los cultivos y técnicas de producción y, fundamentalmente, de las necesidades de acumulación de excedentes y/o comercialización de los productos en el mercado cordobés, cuyo abastecimiento impulsará el desarrollo de una masa social de pequeños comerciantes y artesanos (ACIÉN, 2008). • Una especial importancia en la articulación del espacio periurbano comienza a cobrar la combinación de cultivos de secano y de regadío, para los que se emplean las diversas posibilidades y recursos hídricos disponibles en el territorio y que se plasman en la trascendencia, ya desde época romana, de los sistemas hidráulicos a base de albercas, como las del Cañito de María Ruiz, Huerta de Santa Isabel o al-Rusafa (Láminas 3, 5, 7 y 9), y su continuidad como soporte de la estructura de la propiedad. En este sentido son especialmente representativos, como analizaremos en el presente trabajo, los vestigios registrados en el área de Rabanales, en el sector periurbano oriental, donde se aprecia con claridad la continuidad de complejos de actividad agropecuaria e industrial vinculados a una villa romana. Al igual que hemos expuesto en relación con las propias instalaciones de la almunia al-Rusafa (MURILLO, 2009), en esta zona volvemos a encontrarnos con la reutilización y continuidad de los sistemas hidráulicos, documentándose una compleja infraestructura de captación, almacenamiento y distribuMonografías de Arqueología Cordobesa 20  Páginas 137-184  isbn 978-84-9927-163-7

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Lám. 3. Estructuras hidráulicas en el entorno periurbano de Córdoba. Arroyos canalizados, albercas y conducción. (GMU-UCO).

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ción dotada de una gran alberca de origen altoimperial, remodelada en época tardoantigua, y acequias y canales de distribución, que fueron reutilizados sin solución de continuidad por una almunia islámica (probablemente identificable con la munyat Rabanalis), y por instalaciones posteriores. • Las analíticas realizadas sobre los diferentes tipos de muestras obtenidas en el trabajo de campo, deberán arrojar información sobre los tipos de cultivos, la incidencia de la ganadería y otras actividades primarias en el ámbito rural, y sobre la acumulación de excedentes mediante sistemas de almacenamiento que, a primera vista, son muy diferentes a los conocidos silos de las poblaciones campesinas de otras regiones (cfr. VIGIL-ESCALERA, BIANCHI, QUIRÓS, 2013). • Un aspecto esencial para entender la dinámica ciudad/territorio es la materialización, redistribución, inversión y amortización de la renta agraria, para lo que trataremos de reconstruir, de un lado, la transferencia de parte de la misma al poder político mediante los mecanismos fiscales estatales, y de otro la comercialización de una parte de los excedentes en los mercados urbanos y su papel esencial en el abastecimiento, en determinados productos perecederos, de una creciente población urbana (ACIÉN, 2008). • Visibilidad de las élites en el mundo rural a través de la arquitectura y la cultura material. Creemos que es a partir de este momento cuando verdaderamente tendría sentido la consideración específica de la vertiente arquitectónica que hasta ahora ha venido monopolizando el interés por estas instalaciones (MURILLO, LEÓN, LÓPEZ, 2014 e.p.).

3. Planteamientos de la “arqueología hidráulica” en la Península Ibérica. Como ya hemos adelantado, dentro de la nueva fase en el programa de investigación desarrollado por el Grupo Sísifo pretendemos trasladarnos al territorio de la ciudad de Córdoba para completar y contrastar la información ya obtenida (y por obtener) del análisis arqueológico del espacio urbano y suburbano. La complejidad del objetivo nos obligará a implementar las estrategias descritas en el apartado anterior desde una perspectiva pluridisciplinar, pero sin olvidar nunca el carácter coordinado y unitario que esos diferentes ámbitos de investigación deben tener, dentro de un enfoque comparativo de los procesos de conformación y cambio de los sistemas económicos, sociales y políticos. Comenzaremos en este trabajo con una aproximación a los factores de continuidad y/o cambio en el aprovisionamiento y uso del agua. Pero antes, consideramos necesaria una breve introducción a lo que la “arqueología del agua”, o “arqueología hidráulica”, representa dentro de las últimas tendencias en la investigación. Con un marcado carácter de diferenciación respecto a los postulados, tanto epistemológicos como metodológicos, de lo que podríamos denominar “arqueología del agua”, nacida y desarrollada en el seno de la Arqueología Clásica1 en las últimas décadas, la “arqueología hidráulica” ha experimentado un notable desarrollo y protagonismo en España, fundamentalmente de la mano de las investigaciones sobre el origen y significado de los sistemas hidráulicos puestos al servicio de los regadíos del sureste peninsular. Este debate historiográfico tuvo en un primer momento un carácter innovador, pues no en vano, el término arqueología hidráulica, acuñado de forma explícita por medievalistas, se ha identificado como la disciplina, integrada en la Arqueología del Paisaje o “arqueología extensiva” (MALPICA, 1995), destinada al estudio de los sistemas hidráulicos y los espacios irrigados rurales andalusíes, soslayando el resto de posibilidades de análisis arqueológico de los usos del agua

1  Esta Arqueología del Agua tiene su nacimiento en el siglo XIX, focalizando su interés fundamentalmente en dos ámbitos principales: el de los acueductos y sistemas de abastecimiento, distribución y evacuación de aguas a la ciudad y sus monumentos, y el de la tecnología. Para una valoración crítica, cfr. HODGE, 1992.

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en la ciudad islámica y su alfoz (hawz)2. Así, al menos, se deduce de los principios teóricos y metodológicos implantados por los autores especializados en este enfoque propio de la arqueología medieval (cfr. BARCELÓ, 1996; KIRCHNER, NAVARRO, 1994). El tema no es en absoluto sencillo, dada la amplitud y diversidad de frentes que se derivan del análisis de este complejo asunto: desde los aspectos estrictamente tecnológicos, hasta los enfoques centrados en las implicaciones de carácter socio– económico y cultural, derivadas del proceso de islamización; esto es, de la mayor o menor dependencia del modelo político y social establecido desde el Estado andalusí. De ellos son básicamente dos los posicionamientos desde los que se ha abordado su estudio, centrado, en un principio, en las huertas del Levante español, Valencia, Murcia y las zonas montañosas de Andalucía Oriental: • Por un lado, se encuentran los autores que han atendido de forma prioritaria a los aspectos eminentemente tecnológicos, describiendo los medios e ingenios para el aprovisionamiento de agua, tanto en el ámbito urbano como en el medio rural. En este grupo se distinguen, a su vez, aquéllos que intentan demostrar la continuidad de los procedimientos y recursos técnicos y su difusión desde la hidráulica romana frente a los que hacen hincapié en la innovación como consecuencia de la inmigración de grupos étnicos y culturales islámicos que presentan una organización social completamente distinta a la del mundo clásico. • De otra parte, el enfoque que ha tenido un mayor éxito se ha ocupado de los “usos sociales del agua” para el riego y la organización colectiva de los procesos de trabajo; es decir, las implicaciones sociales que conlleva la elección de determinado tipo de explotaciones agrícolas (cfr. BALLESTEROS et alii, 2010) y la utilización intensiva del regadío por parte de las comunidades campesinas islámicas. La posibilidad de rastrear la continuidad y dependencia tecnológica de los sistemas de regadío empleados en al-Andalus respecto de los recursos hidráulicos de la Antigüedad ha sido uno de los temas centrales que ha focalizado, desde los inicios, buena parte del debate historiográfico. Los autores partidarios de una difusión romana de estos procedimientos técnicos se basarían, según sus detractores, en prejuicios respecto de la supuesta superioridad técnica de la ingeniería de época clásica frente a la visión con tintes peyorativos de la cultura islámica3. Por el contrario, los que postulan un origen islámico han llamado la atención sobre la intencionalidad u “orientación ideológica” de los postulados que desde el siglo XIX “escogieron Roma como el ancestro más verosímil”, por cuanto “representaban una posición centralista y apoyaban leyes de agua inspiradas en el código civil francés…” (GLICK, 2007: 103). En este sentido, los autores que más han trabajado sobre este tema han invertido una gran cantidad de esfuerzo en desmontar las aseveraciones genéricas y apriorísticas que menospreciaban la capacidad y conocimientos sobre irrigación de las comunidades campesinas islámicas (BARCELÓ, 1996a: 13-15; GLICK, 2007: 100-

2  Si en cierto modo a la Arqueología del Agua entendida desde el Mundo Clásico se le puede cuestionar su escasa atención a la hidráulica rural, idéntica crítica, aunque a la inversa, se le puede hacer a la Arqueología Hidráulica practicada por medievalistas, que, salvo contadas excepciones (v. gr. NAVARRO-JIMÉNEZ, 2010), ha desatendido el estudio del agua en el ámbito urbano (cfr. GOBLOT, 1979; BARCELÓ, 1986). 3  Ejemplo de esta postura, permanentemente recordado por sus detractores, sería la afirmación atribuida a M. Tarradell acerca de una autoría antigua para la huerta valenciana, en función de la consideración de las obras de gran envergadura, propias de la “mentalidad romana”, y la incapacidad de los musulmanes de crear sistemas de regadío ex nihilo, sin contar con precedentes que sirvieran de modelo o referencia (citado v. gr. por BARCELÓ, 1996a: 15). En esta misma línea, los estudios de Butzer identificaron como plenamente hispanorromanos los grandes sistemas de irrigación documentados en las huertas valenciana y murciana, mientras que atribuyó a la intervención musulmana los espacios irrigados de menor escala, en especial, en zonas de montaña y superficies aterrazadas, sin que la conquista islámica supusiera solución de continuidad alguna en lo relativo a la agricultura, pues los andalusíes se limitarían a recrear los sistemas agrícolas romanos ampliándolos con métodos y cultivos experimentados y perfeccionados en India, Próximo Oriente y Egipto (BUTZER et alii, 1986).

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104), sustituyendo un modelo poco fundado en la realidad arqueológica por otro que, desgraciadamente, se basa más en apriorismos, de signo diferente, eso sí, que en evidencias científicas. Por otro lado, la reacción a aquellos postulados ha supuesto silenciar o minusvalorar la influencia de la tradición preexistente frente al carácter innovador de la civilización islámica (cfr. MANZANO, 1986: 622). Para estos últimos, el debate, calificado como “obstinado” y “estéril”, no debe estar en la cuestión de los orígenes, pues esta “obsesión”, “ha conseguido obstaculizar e incluso neutralizar toda la investigación e imponer confusión” (BARCELÓ, 1996a: 47). En definitiva, se trata de una interesante discusión, pero que en muchos casos viene condicionada por ciertos posicionamientos apriorísticos y discriminatorios respecto a las sociedades que no son objeto de su especialización. En realidad esta discusión se inserta en un debate ya clásico en la historiografía europea centrada en la transición entre la Antigüedad Clásica y la Edad Media. Sin embargo, en este caso, ha adoptado una deriva concreta, orientada específicamente hacia la etapa de ocupación musulmana y con vistas a su caracterización socio-cultural, deudora en gran medida de las hipótesis enunciadas por P. Guichard acerca de la estructura antropológica de base tribal con la que él caracterizó a la sociedad islámica andalusí (GUICHARD, 1976). Independientemente de los posicionamientos adoptados, la mayoría de los autores reconoce abiertamente la capacidad y solvencia de la ingeniería hidráulica romana, pues se admite que conocía “la mayoría de los sistemas de obtención y conducción del agua que luego van a difundir los árabes” (TRILLO SAN JOSÉ, 2003: 200). Dispositivos como acueductos, norias, albercas, etc., eran bien conocidos y aplicados por los ingenieros clásicos para el abastecimiento de las ciudades y, aparentemente en menor medida, también en las explotaciones rurales. Un buen ejemplo de ello son los qanat-s, de los que se reconocen unos orígenes muy antiguos y que fue una técnica “utilizada por la ingeniería romana para la construcción de acueductos. De hecho, los datos de los geógrafos árabes permiten suponer que en la península ibérica existieron canalizaciones subterráneas construidas por los “antiguos” en Alhama (Almería) y Murcia” (MANZANO, 1986: 622). Desde posturas muy distintas se sostiene que “los romanos debieron conocer los qanats en las zonas coloniales áridas y semi-áridas (…). Y también es plausible pensar que en cualquier caso su ingeniería debió colaborar o asistir en la construcción de un qanat. Pero lo que no hay son pruebas de que los romanos hicieran ese papel de difusores por el mero hecho de que conociesen, en las colonias, esta técnica” (BARCELÓ, 1996a: 31-32). Sin embargo, la mayoría de los autores que resaltan la innovación de los sistemas de regadío islámicos vinculan los elementos o instalaciones hidráulicas romanas con el abastecimiento a las ciudades y reducen su incidencia en el ámbito rural, en las villae. Así, de los acueductos se afirma que cuando aparecen, “su objetivo no era la irrigación, sino el proveer de agua los baños, las fuentes públicas urbanas y otras urban luxuries” (BARCELÓ, 1996a: 32). Aunque no se descarta la existencia de cultivos de huerta y de regadío en las explotaciones antiguas, sí se minimiza su importancia con respecto a la agricultura de secano, cuyos principales cultivos –olivo, vid y cereales– son considerados la tríada mediterránea por excelencia, base de la geoponía romana para la que no se consideraba necesario un aporte artificial de agua más allá de las lluvias estacionales (MALPICA, 1995: 66)4.

4  Según estos mismos autores, que también suelen hacer gala de su desconocimiento de la historia y la arqueología premedievales, se trataba de un sistema de explotación muy extensivo, de baja productividad, con reducidas inversiones de medios y esfuerzos dada la escasez de cuidados exigidos, al combinarlo con el aprovechamiento ganadero de los campos y en el que, por otra parte, se empleaban habitualmente procedimientos de trabajo esclavista. Valga como botón de muestra: “de esta manera, podemos concluir que en el mundo rural romano el agua juega un papel marginal respecto al que tendrá en época islámica. Con ello queremos decir que no era imprescindible la existencia de un acuífero para determinar el emplazamiento de la explotación agrícola por excelencia, la villa, en la medida en que siempre era posible recurrir al almacenamiento de agua de lluvia” (TRILLO SAN JOSÉ, 2003: 203).

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A tenor de lo hasta ahora visto, la discusión no se establecería en determinar el conocimiento o no de las técnicas hidráulicas en el mundo romano, algo asumido por todos, sino que fuera éste el transmisor de dichos procedimientos para el regadío, pues en al-Andalus la aplicación de soluciones para la irrigación de los cultivos por parte de las comunidades islámicas fue mucho más variada y generalizada y, sobre todo, gracias a ellas adquirió la categoría de auténtica agricultura intensiva (GLICK, 1992: 25). Y este cambio, según los partidarios de la innovación musulmana, se produjo como consecuencia de la incorporación de nuevas especies de plantas procedentes de climas tropicales y subtropicales que requerían de una adaptación al clima seco mediterráneo mediante la irrigación artificial. Todo ello con la intención de utilizar los sistemas de riego para transformar los ecosistemas en los que se asientan las comunidades de campesinos. La consecuencia de este proceso supuso “el establecimiento de un ecosistema nuevo, es decir, diferente al propio del mundo mediterráneo”, extendido por la sociedad islámica andalusí (MALPICA, 1995: 67). El problema trascendería, por tanto, lo puramente tecnológico, más allá del préstamo de técnicas o ingenios más o menos sofisticados, pues de la capacidad de transformación del ecosistema que implicó el uso generalizado e intensivo de la agricultura de regadío se derivan importantes repercusiones sociales. En palabras de M. Barceló: “el espacio irrigado no tiene sólo una identidad tecnológica sino que es sobre todo una opción social” (BARCELO, 1996b: 51). Este proceso, es decir, todo lo relacionado con la “organización del uso social del agua”, es utilizado como un recurso para explicar un cambio cultural y social en las comunidades del Šarq al-Andalus, en el Levante peninsular. Según este modelo teórico, en aquella región se establecieron comunidades rurales de campesinos libres –grupos gentilicios y tribales beréberes y árabes con una fuerte cohesión social– que se asientan en alquerías organizadas de forma autónoma en distritos castrales –en torno a husun que le sirven de refugio comunal–, cuyo control escapa al Estado, con el que tan sólo le une la exigencia del pago de una tributación obligatoria (cfr. BAZZANA, CRESSIER, GUICHARD, 1988). Estas comunidades adoptarían consciente y voluntariamente un sistema de explotación basado en la agricultura de regadío de reducidas proporciones, con unos criterios de distribución y reparto del agua para el riego establecidos colectivamente por el grupo y tendentes a evitar la generación de excedentes que faciliten la acumulación de riqueza por parte de algunos miembros de la comunidad (BARCELÓ, 1995: 38 y 1996a: 44). Dadas las implicaciones sociales e ideológicas que se deducen de este enfoque en la investigación sobre los espacios irrigados y los procedimientos de trabajo, se prioriza la reconstrucción de los sistemas hidráulicos en su conjunto, en detrimento del análisis individual y aislado de los dispositivos y soluciones técnicas que lo componen (CRESSIER, 2006: 40). En consecuencia, el contexto de estudio del regadío y la tecnología hidráulica, según estos investigadores, no es estrictamente tecnológico, sino eminentemente histórico (KIRCHNER, NAVARRO, 1994: 160), si bien la dimensión cronológica de ese contexto histórico no parece importar demasiado. En efecto, el principal problema que se plantea en esta discusión es precisamente el de la cronología de dichos sistemas hidráulicos, pues uno de los aspectos más complicados en el análisis de los espacios irrigados es el de su datación. Esta limitación es asumida y reconocida por la mayoría de los autores, independientemente de su posicionamiento teórico (MALPICA, 1995: 71; BARCELÓ, 1996a; GLICK, 2007). Sobre la base del axioma de que “los principios del diseño básico de los sistemas hidráulicos son siempre los mismos” (KIRCHNER, NAVARRO, 1994: 160) y que permanecen estables y con muy reducidas posibilidades de cambio a lo largo de los siglos –condicionados por los puntos de captación del agua y las pendientes por las que discurren los canales de distribución, es decir, por la línea de rigidez del sistema (BARCELÓ, 1995 y 1996b: 58)–, se acepta la posibilidad de estudiar su diseño original5 y, del mismo modo, los asentamientos donde residían las comunidades

5  H. Kirchner y C. Navarro insisten “en la inmutabilidad de los límites de rigidez que, incluso detrás de una radical transformación de un perímetro irrigado, siempre pueden ser reconocibles” (KIRCHNER, NAVARRO, 1994: 166).

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campesinas que los explotaban, datadas, por los argumentos antes expuestos, en época medieval islámica. La metodología de esta arqueología hidráulica se fundamenta en tres grandes pilares: revisión de la documentación escrita (fundamentalmente cristiana, los libros de repartimiento), la toponimia y el análisis estrictamente arqueológico, integrado en la Arqueología del Paisaje, cuyo procedimiento básico de recuperación de la información es la prospección superficial con el apoyo de la fotografía aérea. Por tanto, la documentación arqueológica resultante de estas aproximaciones carece, salvo contadísimas excepciones6, de un adecuado soporte estratigráfico y, por ende, de un marco cronológico preciso. Estas carencias han sido puestas de manifiesto en las revisiones más críticas de los postulados anteriores, reivindicando la necesidad del necesario soporte estratigráfico para fundamentar sobre él una argumentación sólida. A este respecto resultan ilustrativas las palabras de V. Salvatierra: “Todo elemento (yacimiento, construcción del tipo que sea, sistema hidráulico) tiene que ser fechado por los materiales contenidos o asociados al mismo o por su posición en un complejo estratigráfico, si ello no es posible, la asignación a una época u otra se convierte en un asunto muy problemático, que acaba dependiendo de la fe y ésta no tiene nada que ver con la arqueología” (SALVATIERRA, 1997: 232). El problema de la cronología está en directa relación con el planteamiento de la cuestión en términos de continuidad o discontinuidad poblacional, ya no sólo tecnológica. En este debate se ha venido asumiendo tradicionalmente la existencia de un marcado hiato entre el mundo clásico y la etapa islámica (cfr. MALPICA, 2002: 197-200), sin prestar la necesaria atención a la tardoantigüedad, clave para comprender la transición entre estas dos sociedades. Dicho periodo apenas ha sido objeto de una investigación específica, pese a que resulta fundamental para conocer el estado en el que los musulmanes pudieron encontrar las infraestructuras hidráulicas previas. Para aquéllos que consideran los sistemas de regadío una importación incuestionablemente islámica, una clara innovación en el contexto de la situación precedente, se admite una marcada discontinuidad respecto al poblamiento hispano-visigodo, caracterizado por un acusado descenso demográfico y el abandono de las grandes explotaciones agrícolas, motivado, entre otras causas, por una crisis agraria generalizada. Se trata de una explicación con ciertos toques catastrofistas, propia de una de las tradicionales líneas historiográficas europeas (cfr. QUIRÓS, BENGOETXEA, 2007: 72), preñada de apriorismos y de posicionamientos ideológicos hoy día tan desfasados como los que defendían un origen romano de los regadíos valencianos. Dicha innovación en los sistemas de regadío vendría de la mano de una temprana inmigración de población, para la que se proponen distintas procedencias: magrebí (GUICHARD, 1976) o árabe, siria o yemení (cfr. GLICK, 2007: 117-119), cuya población llevaría consigo el conocimiento técnico y la organización social que extendería estos dispositivos. A este debate se unen las aportaciones de S. Gutiérrez, quien, a partir de un análisis directo de las evidencias arqueológicas en la zona correspondiente a la Cora de Tudmir, ha matizado notablemente las afirmaciones genéricas de una despoblación y abandono de la agricultura, tanto de las grandes explotaciones como de los asentamientos de altura, donde se instalan grupos de campesinos huidos del dominio señorial (GUTIÉRREZ, 1996: 308 ss). Hace hincapié en la continuidad del poblamiento, proponiendo un modelo explicativo de la transformación social y de los patrones de ocupación del territorio distinto del comentado anteriormente, puesto que para Gutiérrez el proceso de ocupación de las áreas marginales pudo tener sus raíces en un momento anterior a la conquista islámica, con el desplazamiento de grupos de población a zonas distintas de aquéllas ocupadas por las instalaciones agrícolas romanas.

6  En una excavación en la vega de Órgiva, en la localidad de Pago, se documentó una necrópolis tardorromana, anterior al nivel de uso de las terrazas de cultivo (MALPICA, 1995: 68). Los restos óseos han sido datados en torno al 685 d.C. (TRILLO SAN JOSÉ, 2003: 204).

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Se trataría, en definitiva, de una secuencia similar a la que las comunidades de raigambre hispano-visigoda experimentaron en el sur peninsular, según el esquema interpretativo formulado por Acién (cfr. ACIÉN, 1994). Además de estos poblados “encaramados” (GUTIÉRREZ, 1996: 331), el análisis de las áreas agrícolas más fértiles, en las llanuras y vegas, donde se concentraban los latifundia y las residencias de la aristocracia que controlaba dichas explotaciones en época romana y tardoantigua, permitiría determinar la realidad de dicha continuidad. A este respecto, resulta interesante la documentación de dos de estos edificios: Plá de Nadal y el conjunto arquitectónico de Torre-La Cruz, en Villajoyosa (cfr. GUTIÉRREZ, 2000: 101y ss.)7. En otras zonas, la perduración y reocupación de los asentamientos rurales romanos se ha constatado de forma muy desigual. Así, en algunos sectores de la Bética, como la comarca sevillana del Aljarafe, parece existir una cierta continuidad en la ubicación de las explotaciones rurales hasta época medieval, de tal suerte que los emplazamientos de las villas romanas acabarán dando lugar a alquerías o cortijadas (GLICK, 2007: 27). En otras regiones se han podido documentar vestigios de una secuencia ininterrumpida de ocupación y explotación de los campos irrigados de época romana, como en la vega granadina y, de forma más elocuente, en el entorno de Siyasa (Murcia), donde los autores que han estudiado esta zona afirman que “dondequiera que los romanos practicasen irrigación intensiva, las infraestructuras se reutilizaban” (Ibid.: 103). A tenor de lo expuesto, al centrar prioritariamente la investigación de la “arqueología hidráulica” en los espacios irrigados rurales islámicos gestionados comunalmente, se ha obviado hasta el momento el estudio de aquellos sistemas hidráulicos integrados en propiedades privadas, situadas por lo general en las inmediaciones de las ciudades8, acaso pertenecientes a miembros vinculados al Estado. Tal es el caso de las explotaciones agrícolas integradas en las almunias andaluzas y los rahales valencianos9. De su importancia como espacios de producción agrícola dan testimonio las numerosas referencias recogidas en las fuentes geográficas y cronísticas islámicas relativas a los paisajes periurbanos, describiendo extensos “cinturones” agrícolas suburbanos” cubiertos de huertas y jardines irrigados (MANZANO, 1986: 618). Sin embargo, y pese al reconocimiento expreso de esta modalidad de explotación agrícola privada en torno a las mudun andalusíes, cultivada por aparceros y jornaleros libres, por lo general se soslaya su importancia, haciendo prevalecer la imagen del jardín, “como refugio del ciudadano o como imagen del paraíso, aparte de su obvia e intensa función de producción agrícola” (BARCELÓ, 1996a: 44). Precisamente gracias a dichas áreas de cultivo de regadío se proveía a la ciudad de los productos hortícolas que ésta demandaba. En resumidas cuentas, habría que “reintegrar la dimensión urbana en los estudios sobre la formación social andalusí, para la que se venía observando como modelo adecuado el obtenido únicamente a partir del estudio de las condiciones sociales del ámbito rural y que defendía la gran autonomía de las comunidades campesinas” (GUTIÉRREZ, 1996: 310).

4. Continuidad de sistemas hidráulicos en el entorno periurbano de Córdoba entre la Antigüedad y la Edad Media De esta apretada síntesis sobre el debate historiográfico en relación con los sistemas hidráulicos se deduce una constante contraposición entre dos modelos de organización de las explotaciones agrí-

7  Pese al reciente cuestionamiento de su cronología tardoantigua y la propuesta de una datación emiral para ambos conjuntos, S. Gutiérrez mantiene su tradicional datación visigoda. 8  “Una gran cuestión pendiente es el estudio de los espacios irrigados de los awhaz de las ciudades donde el esquema de comunidad campesina clánica o tribal no sería adecuado. Es en estos espacios donde aparece las figuras del aparcero, el jornalero y los propietarios individuales de almunias” (KIRCHNER, NAVARRO, 1994: 169-170). 9  Estos rahales o rafales son un trasunto en la región valenciana de las almunias del entorno cordobés (LAGARDÉRE, 1993: 58-59).

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colas que permiten identificar dos visiones diferentes de la sociedad islámica en al-Andalus. Esta forma de plantear la investigación supone una continua contraposición de esquemas interpretativos más o menos rígidos. Se trata de un planteamiento reduccionista y excluyente basado en la oposición constante entre: – ciudad y ámbito privado frente al campo y la organización comunal; – Estado, representado por aristocracias urbanas árabes, frente a comunidades autónomas de campesinos bereberes; – tecnología romana frente a tecnología islámica; – agricultura extensiva de secano frente a agricultura intensiva de regadío. En definitiva, no es sino un trasunto del manido tema dicotómico en la historiografía arqueológica de las relaciones entre el centro y la periferia; en este caso, entre dos modelos agrícolas, que encierran dos modelos sociales enfrentados. No pretendemos, por tanto, entrar en una discusión historiográfica que, vista con la suficiente perspectiva y desde nuestro punto de vista, se nos presenta frustrante y en cierto modo estéril, centrándose nuestro interés en el análisis de las infraestructuras hidráulicas como un indicador arqueológico de las pautas de continuidad/discontinuidad en la articulación económica y social del espacio periurbano. Este es el objetivo que ahora nos ocupa, pese a la dificultad de aprehender la transmisión de las propiedades que se han mantenido en explotación de forma más o menos intensiva desde época romana hasta después de la conquista islámica en el h. awz de Córdoba. En Madinat Qurtuba y Madinat al-Zahra está más que constatada, por diversas fuentes, documentales y arqueológicas, la reutilización de dispositivos hidráulicos previos (VENTURA, 2002; VALLEJO, 2002, respectivamente). Precisamente, los ejemplos que planteamos en nuestro trabajo se enmarcan en un contexto de explotaciones periurbanas, algunas de la cuales corresponderían a instalaciones de carácter estatal que manifiestan la continuidad del uso privado de dichas propiedades y de los sistemas de riego en ellos empleados, que reaprovechan, además, infraestructuras hidráulicas previas de origen romano (Lámina 4). Partiendo de la pionera labor de A. Ventura, y sirviéndose de la multitud de nueva información aportada por la investigación arqueológica derivada del vertiginoso desarrollo urbanístico e inmobiliario de los últimos quince años, dos tesis doctorales han planteando un análisis del agua desde una doble vertiente: por un lado, la del aprovisionamiento diacrónico de aguas limpias para el consumo humano, desde la fundación de la ciudad romana hasta el s. XIX10; y por otro, la del uso y “gestión integral” de las mismas en los arrabales de Madinat Qurtuba.11 A estas dos investigaciones centradas en el uso del agua en el medio urbano, esperamos se sume en breve otra específica sobre el uso del agua para la agricultura, dentro de un ambicioso proyecto de investigación sobre el poblamiento rural en el territorio de Colonia Patricia Corduba y en el de su ulterior heredera, Madinat Qurtuba.12 Es a este último ámbito de investigación, y como estado de la cuestión y exposición de directrices para la futura investigación, al que fundamentalmente nos circunscribiremos en el presente trabajo, que desarrolla algunas ideas ya expuestas en la reunión celebrada en Toledo en 2009 bajo el auspicio de la Real Fundación de Toledo y del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid. La arqueología hidráulica de una determinada ciudad o territorio, como es el caso de Córdoba, está condicionada en primer lugar por la cantidad y calidad de las aguas disponibles, y en segundo, por la distancia entre el punto de abastecimiento y el de consumo. En este sentido, debemos indicar cómo el privilegiado emplazamiento de la ciudad de Córdoba se manifiesta también en sus Línea de investigación culminada por G. Pizarro en su Tesis Doctoral (PIZARRO, 2012). Línea de investigación que ha sido iniciada por B. Vázquez (VÁZQUEZ, 2010 y 2013). 12  Desarrolladas por C. Rodríguez (cfr. RODRÍGUEZ, 2010), y por M. Martagón (cfr. MARTAGÓN, 2010) y F. López (LÓPEZ CUEVAS, 2012 Y 2013). 10  11 

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Lám. 4. La aglomeración urbana cordobesa a finales del s. X, con la localización de los sectores estudiados. (GMU-UCO).

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posibilidades de abastecimiento hídrico, tanto para el consumo humano, como para sus actividades productivas. El abastecimiento del agua de ríos y arroyos viene favorecido por la presencia del Guadalquivir y de toda su amplia red de tributarios, especialmente de la margen derecha, pero también de la izquierda. El uso del agua de estos arroyos para una incipiente agricultura de regadío, muy minoritaria frente al cultivo cerealista de secano, ha sido sugerido para el s. VI a.C. a partir del análisis de un particular patrón de asentamiento rural en las proximidades de Córdoba, todo ello como respuesta a la crisis de la minería tartésica desde un incremento de la producción agrícola, ahora menos dirigida a la generación y almacenamiento de excedentes cerealistas en los oppida, y más a la diversificación y descentralización de la producción en asentamientos de menor rango situados a lo largo de las pequeñas vegas generadas por los arroyos de la margen izquierda del Guadalquivir (MURILLO, 1994: 445-451). En la misma línea, la elevación del agua para su almacenamiento y uso desde los cursos fluviales no está fehacientemente constatada en Córdoba hasta el ingenio instalado en la almunia omeya homónima de al-Na’ura13, que inicia una serie que tendrá su máximo exponente en la célebre Albolafia, uno de los referentes patrimoniales más conocidos de la ciudad de Córdoba14. No obstante, y a excepción de estas grandes ruedas hidráulicas, muy vinculadas a contextos áulicos, esta forma de abastecimiento desde los cursos fluviales no fue especialmente significativa en Córdoba, como lo evidencia la relativa ausencia de cangilones, especialmente en el espacio rural, aunque en los contextos urbanos o suburbanos suelen estar representados a partir fundamentalmente del s. X, cuando comenzamos a identificar también grandes pozos dotados de norias de sangre. Una variante del aprovisionamiento fluvial documentada en la Córdoba califal es la canalización de pequeños arroyos (Lámina 3) mediante dos muros paralelos y la disposición de pasarelas, pontones y presas (RUIZ NIETO, 2001; RODERO, ASENSI, 2006). Y también, en algún caso, de norias elevadoras, como lo demuestra la presencia de albercas y de cangilones junto a los mismos (MURILLO, 1999). Esta canalización de los arroyos procedentes de la Sierra parece estar estrechamente vinculada con la extensión de las unidades productivas tipo almunia primero, sobre las que volveremos más adelante, y con el desarrollo de la urbanización del entorno suburbano y periurbano de Madinat Qurtuba después (cfr. MURILLO et alii 2004). Los pozos como forma de acceder al aprovisionamiento de recursos hídricos subterráneos, muy abundantes y de fácil acceso en Córdoba15, están documentados, como mínimo, ya desde el s. I a.C., adquiriendo su máximo desarrollo en el cinturón de arrabales que rodearon a Madinat Qurtuba entre la segunda mitad del s. VIII y comienzos del s. XI (MURILLO et alii, 1999). A este respecto, debemos recordar que la ausencia en ellos de sistemas de abastecimiento público llevó a la apertura de numerosos pozos, invariablemente ubicados en los patios de las casas andalusíes, si bien en determinados casos, y especialmente en el arrabal de Saqunda, se han documentado pozos comunitarios ubicados en la confluencia de varias calles o en pequeños ensanchamientos de las mismas a modo de plazas (CASAL, 2008). Cisternas y aljibes para el almacenamiento de agua de lluvia están constatadas al menos desde época turdetana en numerosos yacimientos del entorno de Córdoba. En época romana serán frecuentes tanto en el ámbito rural como en el urbano, aunque en este último la disponibilidad de abundante agua de calidad aportada por los acueductos supuso una alternativa más atractiva que relegó a las cisternas a un segundo plano.

13  Esta Munyat al-Naura constituyó la residencia favorita de ‘Abd al-Rahman III en los primeros años de su reinado y hasta el traslado de la Corte a Madinat al-Zahra. 14  Para la Albolafia cordobesa, cfr. L. TORRES BALBÁS, 1942, y F. HERNÁNDEZ, 1962. 15  Los acuíferos subterráneos se encuentran en los terrenos cuaternarios de la margen derecha del Guadalquivir a una profundidad comprendida entre los 7 y 9 metros. Se trata por lo general de acuíferos libres aluviales de fácil aprovechamiento a través de pozos, pero muy sensibles a la actividad antrópica (TORRES, 1994 y 1997).

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Son numerosos los veneros existentes al norte de Córdoba, y que fueron utilizados, mediante su canalización, para abastecer de agua tanto a las grandes propiedades agrícolas (villas y almunias), como para incrementar el caudal de los acueductos que abastecían a la ciudad. La razón de esta circunstancia está en la naturaleza geológica de los terrenos que configuran el reborde del escalón de Sierra Morena, de modo que las calizas y dolomías actúan como un enorme receptáculo que almacena el agua, surgiendo al exterior en el contacto con las biocalcarenitas miocénicas. Aunque en menor número y con inferior caudal, una segunda línea de manantiales (los denominados “fontanares”) se sitúa en el contacto entre la tercera y la cuarta terrazas del Guadalquivir. Esta particularidad en la disponibilidad de las aguas subterráneas que se da en Córdoba, se traduce en una distribución uniforme del poblamiento romano e islámico. Conocemos al menos tres acueductos de gran capacidad para época romana imperial, algunos con numerosos ramales (VENTURA, 1996). Recientemente se han documentado otros muchos, aunque por sus dimensiones no está claro si se destinaban al abastecimiento de la ciudad o, más probablemente, al de su entorno suburbano y periurbano (PIZARRO, 2012). Se constatan otras conducciones de abastecimiento del s. III-IV y, tal vez, VI, lo que es indicativo de la perduración de la gran hidráulica romana altoimperial a lo largo de la tardoantigüedad, al igual que la del mantenimiento de los grandes acueductos imperiales. En época islámica se construyeron otras traídas de agua, iniciándose la serie en época de ‘Abd al-Rahman II, quien fue el primero en llevar agua al Alcázar de Córdoba. Ahora bien, aunque tenemos constatados numerosos qanawa¯t de época Omeya, en el abastecimiento de Qurtuba tuvo un papel importante el reaprovechamiento de la infraestructura hidráulica de épocas anteriores16. Sírvannos como ejemplo tanto la derivación del Aqua Augusta para abastecer a Madinat al-Zahra mediante el denominado Acueducto de Valdepuentes (VENTURA, 1993), como el célebre qana¯t mediante el cual al-Hakam II llevó agua hasta la propia Mezquita Aljama, una obra que implicó la reutilización de un acueducto romano previo para conducirla hasta el gran templo Omeya (MORENO et alii, 1996). Por lo que se refiere a la red de saneamiento, está constatada con seguridad y generalizada a la práctica totalidad del espacio urbano desde época imperial, tras la refundación augustea de la ciudad. Demuestra una calidad en la ejecución y un dominio de la hidráulica que, en Córdoba, no volverá a alcanzarse hasta el primer cuarto del siglo XX. También las encontramos en los suburbios, como infraestructuras de amplias avenidas porticadas, como la que conducía al anfiteatro, en el suburbio occidental (CASTILLO, GUTIÉRREZ, MURILLO, 2010). En la Madina, los musulmanes mantendrán la infraestructura de saneamiento romana sin introducir grandes modificaciones. En los arrabales de Madinat Qurtuba son poco frecuentes las infraestructuras comunitarias de saneamiento, siendo lo habitual que cada particular resolviera la evacuación de las aguas negras mediante atarjeas poco elaboradas que evacuaban los residuos a un pozo negro situado generalmente en la calle, junto a la propia fachada (VÁZQUEZ, 2010 y 2013). Una notable excepción la constituye uno de los sectores del arrabal de al-Rusafa, donde se aprovecha la infraestructura de un gran acueducto romano (el Aqua Augusta o Acueducto de Valdepuentes), en ese momento con su función original ya perdida, para recoger todas las aguas residuales generadas por las casas que se superponen a su antiguo trazado (MURILLO et alii, 2010). Sí nos encontramos, en cambio, en estos arrabales con una mayor sofisticación en las redes destinadas a la recogida y canalización de las aguas pluviales, sin duda para darle un uso, bien en aljibes o albercas privadas, bien en otros de carácter comunitario como lo demuestra una serie jerarquizada de conducciones que drenan el agua a través de las casas hasta una conducción situada en la calle (CÁNOVAS, MORENO, CASTRO, 2008). En algún caso, incluso se documenta un gran aljibe que recoge las aguas drenadas en varias casas.

16  Así lo pusieron ya de relieve CASTAÑO (1978) y, más extensamente, B. PAVÓN (1990), si bien la constatación arqueológica no llegaría hasta algunos años más tarde.

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Lám. 5. Distribución de las estructuras excavadas en el Plan Parcial Huerta de Santa Isabel Oeste (A. Moreno/ArqueoBética).

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En las grandes residencias urbanas y suburbanas (MURILLO et alii, 2003; ARNOLD, 2010), y especialmente en las almunias periurbanas (MURILLO et alii, 2004; MURILLO, 2009), estos sistemas hidráulicos suelen alcanzar un nivel de complejidad muy superior, destinados al riego de jardines y huertas. De este modo, sistemas hidráulicos constituidos por grandes cisternas y albercas (Láminas 3, 5, 7 y 9) abastecidas por un pequeño acueducto o por un qanat comienzan a ser más frecuentes a medida que la investigación arqueológica en Córdoba ha ido expandiéndose desde las áreas urbanas a las suburbanas y desde éstas a las periurbanas. La gran inversión realizada en la construcción de estos depósitos, así como en la del acueducto/qanat, explican el constante mantenimiento y la continuidad documentada para una parte de estos sistemas hidráulicos entre época romana, tardoantigua e islámica. En conjunto, la continuidad tecnológica entre época romana y omeya andalusí es evidente. Igualmente patente es la perduración, con los lógicos cambios de titulares, de la estructura de la gran propiedad agrícola. No existiría, en cambio, una continuidad en las relaciones sociales y de producción, ni, probablemente, en las formas de organización sociocultural de los espacios irrigados, lo que contrasta con las perduraciones señaladas en los otros ámbitos y nos obliga, ante la nítida evidencia arqueológica, a relativizar la importancia de esas relaciones sociales y de producción en la puesta en funcionamiento de los sistemas hidráulicos en el territorio de Córdoba. O lo que es lo mismo, podríamos plantear, como hipótesis de trabajo de carácter más general, que los sistemas hidráulicos pueden perdurar a través de formaciones sociales muy diferentes siempre y cuando la estructura física de la propiedad no se vea seriamente modificada. Todo ello, lógicamente, en un espacio antropizado en el que la disponibilidad de agua esté lo suficientemente asegurada como para no condicionar desde la base todo el sistema, dando lugar a una estructura de la propiedad y/o a unas actividades agropecuarias radicalmente incompatibles. Pero aún en estos casos extremos, como puede ser el sureste peninsular, y siempre y cuando el déficit hídrico sea estructural y no coyuntural, es posible intuir que la respuesta humana al medio discurrirá por unos patrones estables. Podríamos ejemplificar nuestras aseveraciones con numerosas evidencias arqueológicas, pero vamos a circunscribirnos a tres ejemplos, muy recientes y que consideramos lo suficientemente elocuentes y representativos. Se trata de los sistemas hidráulicos documentados y excavados con motivo del desarrollo de tres planes parciales urbanísticos, teniendo todos ellos en común la pertenencia a grandes propiedades periurbanas cuya continuidad está constatada, en todos los casos, desde época romana altoimperial hasta la etapa omeya. Y en dos casos, aún se han mantenido tras la conquista cristiana de 1236 y hasta mediados del s. XX.

4.1. Huerta de Santa Isabel Las preceptivas investigaciones arqueológicas previas a la puesta en marcha de la urbanización del Plan Parcial O-4 (Huerta de Santa Isabel oeste), a tres kilómetros al noroeste de las murallas de la Medina e inmediatamente al sur de Turruñuelos, han permitido documentar parte de una villa romana altoimperial con la que se relaciona una necrópolis que incluye sepulturas de incineración con ajuares fechables en el s. II y otras de inhumación con elementos de ajuar ya claramente tardoantiguos. Forma parte del fundus un sistema hidráulico del que se han localizado dos pequeños acueductos. El primero de ellos, construido sobre pilares, debió formar parte del sistema hidráulico del propio fundus; el otro, un canal de opus caementicium de pequeñas dimensiones, albergaría una tubería de plomo y probablemente sirvió para abastecer las termas de una villa romana cuyos restos fueron localizados en los años sesenta al sureste del yacimiento, en la antigua barriada de la Electromecánica (actual barrio de Miralbaida). Este último acueducto quedó definitivamente fuera de uso en época islámica, cercenado por la zanja de construcción de un nuevo qana¯t. [ 158 ]

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Completan el conjunto una serie de grandes depósitos hidráulicos. El primero de ellos presenta una planta rectangular de 15 x 4,20 m de lado y 1,35 m de profundidad conservada, estando provisto de un ábside semicircular en cada uno de sus lados cortos. Muy superiores son las dimensiones de un segundo depósito localizado al suroeste del anterior, con una anchura de diez metros y una longitud de más de setenta, cuya traza intercepta la alineación de pilares que los excavadores han interpretado como soporte de un acueducto. De este último receptáculo hidráulico se ha documentado su extremo meridional, en tanto que el septentrional no ha sido aún excavado. El fondo de este depósito, constituido por una potente capa de opus signinum con media caña hidráulica, del mismo material, en el contacto con los muros, se dispone a una profundidad de entre 1,5 y 1,7 m bajo la cota actual del terreno. Las paredes de esta gran cisterna sólo se han conservado hasta la cota del fondo, habiendo desaparecido la totalidad del alzado. Estaban constituidas por sillares de calcarenita de c. 1,20 x 0,60 m, dispuestos a lo largo y con una hendidura longitudinal rellena con un mortero de color rosáceo en sus caras de contacto. Esta particularidad edilicia parece haber buscado dar mayor solidez a unas paredes que, en principio, podrían considerarse débiles dadas las dimensiones de la estructura. La información obtenida en el extremo meridional de esta gran cisterna permite apuntar una cronología altoimperial, de los siglos I-II d.C., para su construcción, en tanto que el uso, a juzgar por los materiales de la colmatación interior, pudo prolongarse hasta época andalusí, detectándose varias reformas que deberán precisarse en el momento en el que pueda procederse a la excavación en extensión de las parcelas en las que se encuentra17. El que la mayor parte de este yacimiento no haya sido aún excavado, hace muy provisionales las conclusiones, especialmente en lo relativo a la gran propiedad romana. Más clara se presenta su heredera islámica, de la que se han excavado cuatro grandes edificios (Lámina 5). Dos de ellos presentan una cronología emiral, en tanto que los otros dos se fechan ya en época califal, destacando el dispuesto junto al camino que lo une con Turruñuelos, situado apenas 600 m al norte. Un gran qanat de sillería cuya captación se localiza en los terrenos de la propia finca, junto al Arroyo de Cantarranas, pudo usarse tanto para el abastecimiento de esta gran propiedad, como para llevar agua a otra zona del sector occidental de la aglomeración urbana cordobesa18. Las excepcionales características del gran patio rectangular de este edificio, pavimentado con un cuidado empedrado de cantos, y la estrechez y regularidad de las crujías que se abren a él recuerdan la estructura de una gran caballeriza y sus dependencias auxiliares, al tiempo que la patente

17  Dada la reducida fracción excavada de esta colosal estructura, es aún prematuro aventurar conclusiones más allá de las generales avanzadas en el informe de esta primera fase de excavación, que son las manejadas en este trabajo y por cuyo uso volvemos a reiterar nuestro agradecimiento a ArqueoBética S.L. y, muy especialmente, a D. Antonio Moreno Rosa, arqueólogo director de esta intervención. 18  G. Pizarro plantea en su tesis doctoral la hipótesis de que este qanat sea el que al-Maqqari señala como obra de ‘Abd al-Rahman III, construido en 941 para abastecer de agua a la almunia de al-Naura (PIZARRO, 2012, pp. 185-190). Sin negar totalmente la viabilidad de esta hipótesis, debemos indicar cómo no existe ninguna evidencia arqueológica capaz de apoyarla, al tiempo que existen diversas cuestiones de topografía histórica a considerar. La primera es la localización de al-Naura, que de aceptarse la interpretación “tradicional”, que la sitúa en el Cortijo del Alcaide de los Donceles, obligaría a descartar la hipótesis de Pizarro, pues éste se ubica demasiado al suroeste de la Huerta de Santa Isabel y, lo que es más importante, en la orilla opuesta del Arroyo de Cantarranas. Tal vez por esa razón, Pizarro prefiera identificar al-Naura con las excavaciones realizadas junto al vado de Casillas. El problema es que, en esta alternativa, y tras haber considerado que el supuesto acueducto romano con agua a presión (mediante una tubería de plomo), también de la Huerta de Santa Isabel oeste, llevaba sus aguas hasta la villa romana documentada en el Cortijo del Alcaide (VICENT, 1965) se ve obligada a considerar que al-Naura abarcaría tanto Casillas como el Cañito de María Ruiz y el Cortijo de El Alcaide, lo que nos parece altamente improbable. En definitiva, admitir una hipótesis tan poco sólida generaría excesivos problemas, máxime cuando el qanat de Huerta de Santa Isabel podría haber abastecido a cualquier gran propiedad situada a Occidente de Córdoba, cuando no al propio Alcázar de Córdoba, como sugirió Castejón (1929) a propósito del hallazgo de una gran conducción de piedra con motivo de la construcción de la Electromecánica, y que él identificó con el abastecimiento de la Huerta del Rey, sin duda teniendo en la cabeza los textos que hablaban de la llevada del líquido elemento al Alcázar, realizada por ‘Abd al-Rahman II.

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relación con Turruñuelos, a través de un camino perfectamente trazado entre ambos conjuntos, nos permiten evocar el texto de al-Maqqari sobre la cría de caballos y las fábricas de armas instaladas por al-Mansur en su almunia de al-Amiriyya (Murillo et alii, 2010). En apoyo de esta hipótesis hemos traído recientemente a colación la identificación de una postrera fase de urbanización, ya de la última década del siglo X, en el cercano arrabal de al-Rusafa, ubicado al noreste de la Huerta de Santa Isabel, en terrenos pertenecientes al antiguo Cortijo del Cura, donde junto a un área industrial que hasta ese momento había definido el extremo occidental del arrabal, y frente al flanco oriental de Turruñuelos, nos encontramos con un sector residencial surgido absolutamente ex novo, que muestra una cuidada ordenación regular que contrasta con la observada en el resto del arrabal de al-Rusafa (MURILLO, 2009). Su avanzada cronología viene avalada tanto por el carácter evolucionado de los contextos cerámicos, como por el hecho de que para la eliminación de las aguas residuales se aproveche un antiguo acueducto romano, conocido como Aqua Augusta, hecho absolutamente anómalo y solo explicable por la pérdida total de su primigenia funcionalidad tras haberse reconvertido para el abastecimiento de agua a Madinat al-Zahra. Tanto su posición en el extremo occidental de al-Rusafa, en un punto más allá del cual ya no se constata la presencia de áreas urbanizadas, como su cronología tardía, ya claramente amirí, y las características del trazado urbano y de la propia tipología residencial (cfr. MURILLO et alii, 2010), han llevado recientemente a plantear la hipótesis de su identificación con aquellas casas del arrabal de al-Rusafa habitadas por las tropas bereberes al servicio de los amiríes y cuyo asalto y saqueo en 1009 por los cordobeses seguidores de Muhammad b. Hisham ‘Abd al-Yabbar al-Mahdi dio origen al sangriento enfrentamiento conocido por la fitna y que acabó con el califato omeya19. La verificación de esta hipótesis está sujeta a futuras investigaciones arqueológicas en este sector del arrabal, siendo fundamental su relación directa, a través del camino del Puente de los Nogales, con Turruñuelos, inmenso y complejo yacimiento arqueológico cuya interpretación permanece por el momento abierta pero que posiblemente habría que poner en relación con las necesidades militares del Estado andalusí, si no como emplazamiento de Fahs al-Suradiq, como ha sido propuesto (ACIÉN, VALLEJO, 1998), tal vez como arsenales, fábricas de armamento o cualquier otro complejo de edificios estatales o semiestatales de funcionalidad castrense, enlazando de este modo con lo más arriba expuesto en relación con los grandes edificios de Huerta de Santa Isabel.

4.2. Al-Rusafa Situada a 2,5 km al norte de las murallas de la Madina. Las recientes excavaciones20 han permitido localizar y definir un complejo y longevo sistema hidráulico (Lámina 6) que tiene su origen en una gran propiedad romana de época altoimperial que en el s. VIII serviría de base para la configuración de la almunia de al-Rusafa, fundada por ‘Abd al-Rahman I en recuerdo de la Resafa Hisham en la que pasó parte de su infancia junto a su abuelo, el califa Hisham (MURILLO, 2009). La existencia de una almunia con las características que los textos árabes aplican a al-Rusafa, exigía el funcionamiento de un sistema hidráulico capaz de atender tanto al servicio de sus áreas residenciales, que incluían un hamman ya en época de ‘Abd al-Rahman I, como de los jardines y huertas. Parte de este sistema hidráulico aún estaba en uso tras la conquista cristiana, como lo prueba un documento, fechado en 1342, en el que se hace mención expresa a una “huerta (…) con el agua que venía a la Arrizafa”21. Dicha “agua” no puede ser otra que la procedente de la captación que se conserva en el sótano de una de las viviendas de la urbanización “El Patriarca”, y sobre la cual 19  Cfr. Ibn Idari, al-Bayan al-Mugrib… III, pp. 74 ss. de la traducción de F. Maillo, La caída del Califato de Córdoba y los reyes de taifas (al-Bayan al-Mugrib), Salamanca, 1994. 20  Realizadas por ArqueoQurtuba para la Junta de Compensación del Plan Parcial O-1, bajo la dirección de Dña. Fátima Castillo, a la que agradecemos las facilidades prestadas para su análisis. 21  Cfr. MURILLO, 2009, con todas las referencias documentales y bibliográficas.

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Lám. 6. El sistema hidráulico de La Arruzafa, El Brillante y El Tablero a comienzos del s. XX. (Planimetría municipal de 1928).

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aún mantienen derechos los propietarios de la Huerta de la Arruzafa. Esta surgencia fue canalizada por medio de una construcción cuadrangular con cubierta abovedada, de c. 2,20 x 1,90 m de lado, en la que A. Ventura (2002) distingue al menos dos momentos constructivos, puesto que la parte inferior de las paredes está realizada con sillares de módulo romano mientras que la parte superior y la cubierta muestran sillares atizonados que parecen indicar que estamos ante una reforma andalusí. El agua sale por una conducción abierta en la base del ángulo noroeste, observándose también en la misma pared una abertura cegada a una altura ligeramente superior, que podría corresponder con la salida original. En la actualidad, esta conducción lleva el agua hasta el ángulo noroccidental de la Huerta de la Arruzafa, almacenándose en varias albercas y distribuyéndose por toda la finca a través de una red de acequias. No contamos aún con un estudio arqueológico completo de este sistema hidráulico, que en su configuración actual parece corresponder a la segunda mitad del s. XIX22, si bien se advierten, tanto en una de las albercas como en el gran pozo de noria y en varias canalizaciones, fábricas más antiguas, aparentemente bajomedievales (Lámina 8). Por tanto, y teniendo en cuenta las continuas refecciones, e incluso remodelaciones más profundas que este tipo de estructuras precisan para garantizar su funcionamiento23, consideramos demostrada su existencia ya en 1342, sobre la base de una gran propiedad islámica previa que sin duda dio nombre al lugar (Arrizafa). Ahora bien, si admitimos la hipótesis de A. Ventura relativa a una cronología romana de la captación anteriormente descrita, tendríamos que este sistema hidráulico ya estaría esbozado con anterioridad a la Rusafa de ‘Abd al-Rahman I, como parte integrante de la finca que el emir adquirió a Razin al-Burnusi y que éste debió obtener, a su vez, de un terrateniente hispano. Tal hipótesis nos parece más que probable, sobre todo a la luz de los resultados de la Intervención Arqueológica Preventiva realizada –tras la aprobación definitiva del Plan Parcial O-1 por parte del Ayuntamiento de Córdoba– en los terrenos afectados por el Proyecto de Urbanización24, lo que ha permitido aquilatar la información inicialmente disponible. Especial relevancia ha tenido la excavación de dos estructuras hidráulicas ya localizadas en la prospección arqueológica previa. Se trata de sendos receptáculos para el almacenamiento de agua que se ubican en el ángulo noroccidental del Plan Parcial y en el extremo meridional. El primero de estos depósitos (Lámina 7) presenta una orientación prácticamente cardinal, norte-sur. Sus dimensiones interiores son de 76,2 x 3,62 m, y las exteriores de 77,65 x 4,95 m. Está construido con opus caementicium de buena calidad, con caementa seleccionados y abundante cal. Tanto el muro oriental como el occidental, de 0,70 m de grosor, presentan una serie de 19 contrafuertes de 1 x 0,9 m. Estos contrafuertes están ausentes en el extremo septentrional de la estructura, precisamente allí donde el depósito ha sido excavado en un sustrato geológico miocénico con una consistencia muy 22  Este sistema hidráulico de la Arruzafa no es único en esta zona de Córdoba, como lo demuestran los aún conservados en la primera mitad del siglo pasado tanto aquí como en las Huertas de El Tablero Alto y Bajo. La razón no es otra que los numerosos manantiales y veneros existentes como consecuencia del contacto entre terrenos con una naturaleza litológica tan diferente como los del piedemonte de Sierra Morena y los de la tercera terraza del Guadalquivir (Mapa Geológico de España, E. 1:50.000, Hoja 923, Madrid, 1973). 23  Ya uno de los pioneros de la arqueología hidráulica andalusí, M. Barceló, definió como un rasgo esencial de todo sistema hidráulico la estabilidad, lo que exige, consecuentemente, el constante mantenimiento y reparación de parte de los elementos integrantes del sistema. Sin embargo, éste se mantendrá siempre y cuando se den dos requisitos básicos: la permanencia de la fuente de aprovisionamiento de agua, y una organización socio-económica interesada en hacer uso del mismo (BARCELÓ, 1989). 24  Esta excavación arqueológica preventiva ha sido dirigida por Dña. Fátima Castillo Pérez de Siles al frente de un nutrido equipo de arqueólogos. Debemos manifestar a todos ellos el más sincero agradecimiento por poner a nuestra disposición parte de la información obtenida. Aun cuando los resultados de la intervención arqueológica son provisionales y continúan completándose con la excavación de numerosas parcelas, estamos en condiciones de reconstruir la secuencia diacrónica que ha marcado la ocupación de estos terrenos y de añadir sólidas evidencias arqueológicas a la localización de al-Rusafa.

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Lám. 7. Estructura hidráulica “A”, excavada en el Plan Parcial O-1 (al-Rusafa). Construida en el siglo I, fue objeto de diversas reformas hasta su abandono y colmatación a lo largo del siglo VIII (fotografía F. Castillo).

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Lám. 8. Estado actual (2004) del sistema hidráulico de la Huerta de la Arruzafa. (GMU-UCO).

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superior a la de los coluviones cuaternarios de arrastre del glacis de Sierra Morena en los que se ha dispuesto el resto. Para la puesta en fábrica y construcción de esta gran estructura se debió comenzar por la excavación de una cubeta de unos 78 x 5 m. En el fondo, situado a una cota máxima de 146,93 m (extremo norte) y mínima de 146,63 m (sur), se dispuso, sobre un rudus de preparación de 0,15 m, una capa de opus caementicium de 0,30 m, a partir de la cual se elevaron los muros delimitadores. Para ello se empleó un encofrado de madera en el interior del receptáculo y el propio corte del terreno en el exterior, salvo en zonas puntuales donde, a causa del desplome del perfil, fue preciso disponer también un encofrado exterior. La altura de los tablones, cuya huella ha quedado en la cara interna, era de c. 0,30 m, usándose hasta ocho superpuestos para alcanzar los 2,50 m de altura de que dispuso. Las paredes carecen de un ulterior revestimiento de opus signinum, que sí se empleó, en cambio, para el fondo y para los boceles de cuarto de esfera que sellan las aristas, tanto las de contacto del fondo con las paredes, como las de éstas entre sí. La conservación de la altura original del depósito en las esquinas noreste y noroeste, así como la disposición de la entrada de agua a una cota superior (c. 0,25 m) y la ausencia del cualquier vestigio que pudiera indicar el apoyo de una cubierta, demuestran que nos encontramos ante un depósito de almacenamiento de agua a cielo abierto. La entrada del agua se sitúa en el centro del lado norte, cuya pared se encuentra sobreelevada 0,35 m respecto a las inmediatas este y oeste. Este recrecido de la pared, que originariamente era superior al actualmente conservado, presenta un chaflán ligeramente cóncavo en el contacto con las esquinas, lo que le conferiría un aspecto de frontis posiblemente troncocónico. El agua llegaba mediante una canalización de cerámica, embutida en la propia masa de hormigón del muro. Su diámetro exterior era de 0,10 m y el interior de apenas 0,06 m, mostrando numerosas concreciones producidas por el tránsito del agua. Esta canalización cerámica tenía una reducida longitud, pues su origen se sitúa en una estructura cuadrangular de 2,15 x 1,85 m, con orientación N-S idéntica a la del gran depósito hidráulico y dispuesta a una distancia de 1,5 m de su lado norte. Está también fabricada en opus caementicium, con muros de 0,35 m que configuran un receptáculo de 1,50 x 1,20 m revestido de opus signinum y con las aristas protegidas por un bocel en cuarto de esfera. La rotura de las paredes impide tener certeza de su altura original, si bien la disposición de un orificio de salida de agua (en el que se conectaba la tubería cerámica) a una altura de 0,72 m respecto al fondo, y que se corresponde con la de la propia entrada de agua, apuntan a que aquélla debía diferir en poco de la conservada. El agua llegaba a este receptáculo, que por sus características debe ser considerada como una pileta limaria o de decantación, a través de una canalización de pequeña mampostería caliza trabada con cal y con revestimiento interior de opus signinum. Se dispone en la esquina superior izquierda de la pileta y traía el agua desde un lugar situado al Noroeste. Sus paredes tienen una anchura de 0,25 m y la del specus es de apenas 0,10 m, estableciéndose una evidente correspondencia entre el caudal de entrada y el de salida. Por lo que respecta al desagüe original del gran depósito hidráulico, éste se sitúa en el extremo suroccidental, consistiendo en una perforación practicada en la base de la pared de caementicium que comunica con una canalización dispuesta inmediatamente al sur, construida con pequeños nódulos calizos trabados con arena y cal. El specus tiene una anchura de 0,20 m y una altura de 0,18 m, y tanto su interior como la parte superior de las paredes muestran un sólido revestimiento de opus signinum. Adosada al lado occidental del depósito hidráulico se localiza una canalización que debe ser contemporánea o ligeramente anterior25. Está construida con pequeña mampostería trabada con cal 25  A juzgar por la relación física de algunos de los contrafuertes, cuyas fábricas de opus caementicium presentan una relación estratigráfica de posterioridad respecto a la caja de la conducción. No obstante, nos inclinamos más por una contemporaneidad entre ambas estructuras que por una posterioridad del depósito respecto a la canalización, dada la dificultad técnica que debería haber planteado el adosamiento de aquél sin haber afectado a una estructura mucho más débil como es ésta.

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y sus paredes tienen una anchura máxima de 0,30 m cada una. En cuanto al specus, tiene una sección de 0,20 m y se encontraba totalmente revestido de opus signinum. Su altura no ha podido ser determinada puesto que fue amortizado por un nuevo canal, de mayor anchura que el anterior26, que manteniendo las paredes de la canalización original las recrece con el fin de colmatar el fondo de la antigua conducción con mampuestos calizos y arena. Resulta complicado interpretar esta canalización. En principio, su adosamiento al lado occidental del depósito hidráulico apuntaría a una relación entre ambas estructuras. Sin embargo, ésta no se muestra en absoluto clara, pudiendo desestimarse que abasteciera al depósito por cuanto su trazado sobrepasa la longitud de aquél sin que se documente ninguna entrada de agua en todo el lado occidental. Como desagüe tampoco pudo funcionar, pues el fondo de la canalización se encuentra a más de un metro por encima del nivel de suelo del depósito y tampoco se advierte ninguna salida en toda la pared occidental. Sin embargo, la evidente relación física entre ambas fábricas y las características edilicias de esta “canalización occidental”, idénticas a las que hemos observado para la conducción que abastecía a la pileta limaria y para la que desaguaba el gran depósito, obligan a considerar su contemporaneidad. Como única hipótesis plausible debemos considerar que esta canalización tuviera su origen en el mismo manantial que la que abastecía a la cisterna27, transportando el resto del agua hasta otro depósito situado más al sur y aún no localizado28. Con independencia de las características tipológicas y edilicias, que permiten datar estas estructuras en época imperial romana, la excavación no ha podido aportar mayores precisiones cronológicas sobre su fecha de construcción29. Sin embargo, en un determinado momento se acometió una profunda remodelación que afectó al extremo meridional del depósito hidráulico. A 9 m de distancia del lado sur, y a la altura del cuarto par de contrafuertes, se efectuó una compartimentación del receptáculo mediante la disposición de una recia estructura de opus caementicium muy rico en cal. Presenta una planta en forma de “U” invertida, de modo que el muro norte, de 3,80 m de longitud por 1,25 m de anchura, se prolonga en su contacto con las paredes del depósito mediante dos recios “contrafuertes” de 1,60 m de longitud por 1,15 m de anchura, que generan un pequeño espacio “absidal” de 1,70 x 1,20 m. Para encastrar esta estructura y dar cierta trabazón a ambas fábricas, se efectuó una roza vertical de las paredes del depósito, que a su vez fueron utilizadas como encofrado perdido. A diferencia de lo visto para el depósito de la fase original, el receptáculo meridional resultante de esta compartimentación fue totalmente revestido con un excelente opus signinum30, aplicado también a los boceles de cuarto de esfera dispuestos en todas sus aristas. Esta reforma está acompañada de dos actuaciones en extremo significativas. En primer lugar, en el espacio “absidal” dispuesto en el lado norte se recorta y elimina el fondo del primitivo depósito hasta alcanzar un estrato de margas impermeables.31

0,30 m frente a los 0,20 de la anterior, lo que se consigue reduciendo las paredes de 0,30 a 0,25 m. Es posible que ambas canalizaciones fueran una misma hasta que se bifurcaran en un punto situado inmediatamente al Noroeste del sector excavado. 28  La presencia de otros depósitos contemporáneos no debe desestimarse, habiéndose excavado uno, de menores dimensiones pero de idéntica edilicia, al sureste del que estamos analizando (vid infra). En todo caso, la existencia de un complejo hidráulico de estas características, apoyado en grandes depósitos a cielo abierto, permite vincular su relación con el fundus en el que se localiza y desestimar su empleo para el abastecimiento de Colonia Patricia. 29  Esto se debe en buena parte a que la técnica constructiva del opus caementicium vertido directamente sobre la zanja de fundación, empleada como encofrado exterior, impide la presencia de cualquier artefacto contemporáneo en la zanja de cimentación. Sólo en los escasos puntos en los que, por desplome del terreno, fue preciso recurrir a un encofrado exterior ha sido posible excavar el ulterior relleno de la cimentación. Por desgracia, este sedimento se ha mostrado absolutamente estéril. 30  Este signinum muestra una tonalidad rosácea y un aspecto diferente al empleado en el fondo y las medias cañas de la primera fase. 31  Estas margas se encuentran inmediatamente por debajo del rudus de mampuestos calizos y arcilla que sirvió de preparación para la capa de hormigón, de 0,30 m. que define la base del depósito. La rotura intencional del fondo del depósito sólo pudo estar motivada por el deseo de alcanzar el nivel freático, aquí muy superficial al aprovechar el contacto entre un 26  27 

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En paralelo, se abre un segundo desagüe en el ángulo suroccidental del receptáculo, 0,20 m por encima del primitivo, y se rehace la canalización de salida mediante una fábrica de mampostería trabada con barro y escasa cal, de peor factura que la precedente, que queda englobada en la nueva. El interior de la nueva conducción, que conserva unas dimensiones de 0,70 m de altura por 0,40 m de anchura, presenta un revestimiento hidráulico de escasa calidad. La compartimentación del primitivo depósito y las reformas operadas en el nuevo receptáculo definido en el extremo meridional, de 9 m de longitud por 3,80 m de anchura y 2,50 m de altura, no supusieron la anulación de la parte septentrional, como lo prueba la disposición de nuevos boceles de cuarto de esfera en las aristas y el revestimiento con opus caementicium del paramento norte del muro de compartimentación. Además, ambos receptáculos debieron funcionar conjuntamente, como se deduce de las dos perforaciones practicadas en el muro medianero con el fin de comunicarlos. La primera se sitúa apenas unos centímetros por encima del nivel del fondo y tiene un diámetro de 0,05 m, en tanto que la segunda, situada 0,30 m por encima de la primera, presenta un diámetro de 0,10 m. Una placa de plomo encastrada en el fondo del depósito, justo delante de los orificios, así como graves desperfectos alrededor del más alto, resultantes de la violenta extracción de algún elemento metálico, apuntarían a la presencia de un dispositivo regulador del paso del agua entre ambos receptáculos, dispuesto en el lado septentrional del muro de compartimentación. Con este proceder, se debió conseguir incrementar de un modo notable las reservas de agua. Así, mientras que en la parte septentrional se continuaba almacenando parte del agua traída mediante la canalización de un pequeño manantial, en la parte meridional se forzó una surgencia artificial para aprovechar el agua subterránea que, merced a la pendiente del terreno y al contacto entre terrenos de diferente naturaleza, aquí manaba a escasa profundidad. Si en la primera fase se aprecia un equilibrio entre el volumen de agua entrante (a través de una tubería cerámica de 6 cm de diámetro) y el saliente (orificio de salida de 10 cm de diámetro que desagua en una canalización con un specus de 20 cm de anchura por 18 cm de altura), en la segunda fase la capacidad de desagüe se incrementó notablemente, con un orificio de c. 20 cm y una canalización con unas dimensiones interiores de 40 cm de anchura por 70 cm de altura. En nuestra opinión, este hecho debe ponerse en relación con el incremento en el caudal de agua disponible merced a la nueva captación in situ, lo que obligó a dotar al depósito de un auténtico “acueducto” capaz de evacuar el agua. Estas reformas parecen realizarse en un momento avanzado, tal vez de los siglos III o IV a juzgar por las características constructivas de la nueva canalización de desagüe, debiendo ponerse en relación con un incremento en las necesidades de agua del fundus, bien por la ampliación de la zona agrícola irrigada o, más probablemente, por las necesidades de aprovisionamiento del área residencial de la villa32. En este mismo sistema hidráulico se encuadraría un segundo depósito situado a 550 m al sureste del que acabamos de analizar. Tiene una planta cuadrangular y unas dimensiones notablemente inferiores: 7,55 x 7,36 m. Muestra una orientación Noroeste-sureste y sus muros de opus caementicium presentan una serie de cuatro contrafuertes exteriores en cada uno de sus lados. El receptáculo fue provisto de boceles de cuarto de esfera en todas sus aristas y tanto el fondo como las paredes recibieron un revestimiento de opus signinum. La salida de agua se situaba en el centro del lado sureste, evacuándose mediante una canalización de pequeños nódulos calizos trabados con cal y con revestimiento interior de opus signinum, en todo similar a las ya vistas en relación con el gran depósito hidráulico. Del punto de entrada del estrato margoso impermeable y los colusiones cuaternarios, permeables, que se le superponen. Esta surgencia artificial aprovecharía la suave pendiente del terreno para almacenar una buena provisión de agua. 32  Villae con una cronología similar son conocidas en el entorno inmediato de Corduba, muchas de ellas con una pars urbana que podía incluir un balneus. Su perduración durante los siglos V a VII resulta también evidente, alcanzando muchas de ellas la etapa islámica, como ha sido documentado con la excavada en el Parque Tecnológico de Rabanales, al este de Córdoba, de la que nos ocuparemos a continuación.

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agua no se ha conservado ninguna evidencia dada la escasa altura que muestran los muros, si bien por lógica debió estar situada en el lado Noroeste. El fondo del depósito se sitúa a la cota de 135,20 m (11,73 m más bajo que el del otro). Esta estructura ha debido estar en uso hasta un momento relativamente avanzado, indudablemente postmedieval, si tenemos en cuenta las numerosas reparaciones que presenta y el hecho de que hasta hace pocos años, en que fue sepultado bajo una escombrera, aún se mantuviera visible en superficie33. No ocurre lo mismo con el mayor de los depósitos excavados, que se vio definitivamente amortizado y soterrado en un momento que cabe situar entre el s. VII y el VIII34. De lo expuesto podemos concluir, con poco margen de dudas, que ya en época imperial romana existía en esta zona un fundus con un sofisticado sistema hidráulico que incluía la captación de veneros, su canalización mediante pequeños acueductos y su almacenamiento en grandes cisternas, desde las que, a su vez, se repartía hasta los terrenos de cultivo mediante una nueva red de canalizaciones. Un sistema de estas características estaba vigente a mediados del s. XIV, y aún hoy continúa funcionando en la Huerta de la Arruzafa a partir de la captación realizada en época romana. En él, la “línea de rigidez” viene definida, en primera instancia, por la cota de la captación (178 m), que lleva el agua hasta una acequia principal de distribución con traza Oste-este y dispuesta a una cota de c. 169,90, bajo la que se disponen dos albercas de 14 x 5,50 y 13,50 x 5,30 m, construidas sobre sendas terrazas y capaces de almacenar el agua hasta una cota de 169,70 y 168,80 m, respectivamente. Un gran pozo de noria situado al suroeste permitía incrementar el volumen de agua disponible, alimentando la red mediante una canalización cuya cabecera se sitúa a 170,72 m y que se unía a la acequia principal en el mismo punto en que desaguaba el acueducto (cota 169,90). Por debajo de la acequia principal y de las albercas, una red de acequias secundarias distribuía el agua por los bancales conformados por pequeños muros de aterrazamiento hasta el extremo meridional de la huerta, a una cota comprendida entre los 154 y los 150 m. En nuestra opinión, y de acuerdo con la evidencia arqueológica e histórica disponible, este complejo representa la última pervivencia de un sistema hidráulico de mayor extensión y que originalmente incorporaba los terrenos situados más al sur, que están siendo urbanizados y donde los trabajos arqueológicos en curso demuestran la presencia de los mismos elementos integrantes del sistema ya desde época romana, incluyendo captaciones desde las que se conduce el agua hasta grandes depósitos de almacenamiento y de redistribución, complementados por toda una red de canalizaciones. A ellos se añadirán, ya en época omeya, nuevas acequias, muros de aterrazamiento y varias edificaciones, de las que por el momento sólo conocemos, mediante prospección geofísica, un gran edificio residencial de 50 m de lado, además de una tapia delimitadora del recinto (MURILLO,

33  Estructuras de opus caementicium similares a la que nos ocupa han tenido una dilatada perduración, como lo prueba, por ejemplo, la denominada “alberca califal del Cañito de María Ruiz”, depósito fabricado en opus caementicium al que en época islámica se le adosó un revestimiento de ladrillo simulando arcos entrelazados. Otro de estos grandes depósitos, localizado en la finca El Castillo, entre Córdoba y Madinat al-Zahra, aún sigue utilizándose para el almacenamiento de agua. 34  La secuencia de los depósitos acumulados en el interior de esta cisterna es del máximo interés, si bien las conclusiones extraídas son por el momento provisionales al no haberse concluido el estudio definitivo. En síntesis, cabe diferenciar dos grandes paquetes. El primero se corresponde con sedimentos arcillosos que contienen materiales cerámicos fechables en un dilatado período que abarca desde el siglo II al V d.C. Entre éstos destacan dos recipientes cerámicos con varios ungüentarios de vidrio en su interior y que deben corresponder a una ofrenda cultual, práctica frecuente en este tipo de construcciones. Sobre estos depósitos se produce, en el extremo septentrional, el derrumbe de un tramo del muro oriental, al que se asocian materiales más tardíos arrastrados junto a sedimentos procedentes de la zona nororiental alrededor del depósito. Aparte de materiales cerámicos poco precisos desde el punto de vista cronológico pero tardíos, encontramos un conjunto de tegulae con las pestañas poco desarrolladas, muy características de contextos de la segunda mitad del s. VIII en el arrabal emiral de Saqunda. Con posterioridad continuó el proceso de desplome de bloques de caementicium y de colmatación definitiva de la estructura, de la que sólo quedó visible el muro de compartimentación revestido de opus signinum.

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Lám. 9. Vista aérea de los sectores excavados en el Parque Tecnológico de Rabanales y de la gran estructura hidráulica del Sector 1. (GMU-UCO).

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2009), elementos todos ellos definitorios de la unidad de producción agropecuaria periurbana denominada almunia35.

4.3. Rabanales El antiguo Cortijo de Rabanales se localiza a cinco kilómetros al noreste de las murallas de Madinat Qurtuba. En él se construyó a comienzos de los años cincuenta del pasado siglo la “Universidad Laboral Onésimo Redondo”, actualmente transformada en campus universitario junto al cual se está desarrollando un parque tecnológico. Estos terrenos se sitúan junto a la Via Augusta, que discurre por su flanco meridional y que en este punto salva el obstáculo del Arroyo de Rabanales mediante un puente en el que aún puede rastrearse su origen romano (FERNÁNDEZ, 1980; BERMÚDEZ, 1996). En el curso de las obras de urbanización del nuevo Parque Tecnológico de Rabanales se ha documentado una gran propiedad romana, de la que se ha podido excavar un sector de la pars frumentaria, integrado por diversos hornos destinados a la fabricación de material de construcción (tegulae y laterculi) y de grandes contenedores cerámicos, y un sector destinado al prensado de la aceituna y la obtención y almacenamiento del aceite. De la pars urbana o zona residencial sólo se ha excavado un pequeño balneus, permaneciendo el resto aún sin excavar en la parcela inmediata al vial. La secuencia cronológica del conjunto presenta un gran interés. El origen de la villa data de mediados del s. I d.C., habiéndose documentado de la misma el pequeño balneus, cuatro hornos cerámicos y varias dependencias destinadas al almacenamiento (Lámina 9). En el siglo II, se abandonó el complejo termal, que es adaptado a un uso industrial y se construyen nuevas dependencias de servicio y almacenamiento, con distintas adaptaciones y reparaciones fechables en un amplio arco cronológico comprendido entre los siglos III y VII, incluyendo varias sepulturas de inhumación datables en un momento avanzado de la Tardoantigüedad. La continuidad de esta gran propiedad tras la conquista islámica es evidente, como lo prueba la reocupación emiral de antiguas estructuras tardorromanas y la construcción de otras también destinadas a la producción de aceite. La ocupación de este sector se mantendrá en época califal, con la construcción de un gran muro de cerramiento documentado en una longitud de 165 m y un horno destinado a la fabricación de tejas. Sin embargo, en este momento, la zona “noble” de la propiedad parece haberse trasladado algunos centenares de metros al Noreste, donde tenemos constancia de la aparición de grandes muros de sillería durante la construcción de la antigua Universidad Laboral (actual Campus Universitario de Rabanales). Complementaria de la secuencia ofrecida por la excavación de estos sectores 2 y 3 del Parque Tecnológico, tenemos la aportada por el Sector 1, en el que se ha excavado y documentado un complejo sistema hidráulico cuyo uso ha sido fechado entre mediados del siglo I y finales del XII (Láminas 10 y 11). En correspondencia con los ya descritos en Huerta de Santa Isabel y en Rusafa, este sistema está formado por al menos dos veneros cuyas aguas se captan y conducen por medio de varios acueductos y conducciones de pequeñas dimensiones para su almacenamiento en grandes cisternas, desde las que otra red de conducciones y acequias las distribuyen en las tierras de labor dispuestas inmediatamente al este, en dirección al Arroyo de Rabanales, cuya margen izquierda está “encauzada” mediante un gran muro destinado a proteger las tierras de cultivo de los periódicos desbordamientos. Ya en el siglo I se documenta un gran depósito hidráulico (Lámina 10), construido en opus caementicium con revestimiento interior de signinum, y con sus lados reforzados mediante contrafuertes internos, destinado al acopio y aprovisionamiento de agua, posiblemente con fines más agrícolas que domésticos. De planta rectangular, el lado occidental mide 21,60 y el oriental 21,70 m, en tanto que los lados menores tienen unas dimensiones de 15,10 m el septentrional y de 15,70 el meridional. La 35  A este sistema hidráulico también es posible adscribir una pequeña laguna que hasta 1956 aún existía en el extremo noreste del actual Plan Parcial O-1, y que en la cartografía topográfica de 1928 sirve de nacimiento a un arroyuelo.

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Lám. 10. Depósitos hidráulicos excavados en el Sector 1. (GMU-UCO).

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altura máxima documentada es de 1,65 m, teniendo una capacidad estimada de 563 metros cúbicos. La técnica constructiva consistió en excavar una zanja en el terreno natural de gravas y margas, para rellenarla a continuación con la mezcla de mortero de cal, guijarros y trozos irregulares de piedra machacada. Una vez fraguado el opus caementicium, se realizaría el vaciado interior de tierra y la aplicación de un suelo de opus signinum, sellándose la unión entre ambas fábricas con la habitual media caña hidráulica Al sureste del depósito se construyó una pequeña pileta de hormigón con revestimiento de opus signinum, de 4,90 x 3,85 m de lado y 1,15 m de profundidad. Ambos receptáculos están conectados mediante una conducción de cerámica realizada con tubuli machihembrados de sección semicircular, que conducen el agua desde la pileta hasta el depósito. Paralela a esta conducción, aunque más al noreste, se ha distinguido otra de similar factura, que sigue una disposición noreste/sureste, y que en principio discurriría en la misma dirección que un venero constatado durante el desarrollo de las labores arqueológicas. Más al sur se ha detectado una canalización de proporciones reducidas, elaborada mediante ladrillos dispuestos en “V” con su correspondiente cubierta en el mismo material. La luz interior de la canalización, que se extiende a lo largo de 77 m, era de tan sólo 15 cm, por lo que el caudal del agua conducido era bastante pequeño. Estas características parecen indicar que estaría destinada a drenar el agua de escorrentía de lluvia filtrada a través de las gravas naturales, lo que es indicativo del elevado aprovechamiento que se hacía de los recursos hídricos de la zona. Ambos depósitos hidráulicos debieron construirse en un momento indeterminado de la primera mitad del s. I. d.C., ya que el abandono y colmatación de la pileta está fechado en época de ClaudioNerón. La amortización de este receptáculo, cuya función como decantador de las aguas almacenadas en la estructura de mayor tamaño es evidente, podría estar en relación con la remodelación de la villa que pone en evidencia la construcción del balneus documentado en el Sector 2, suceso que se fecha también hacia los comedios del s. I d.C. En el tránsito del siglo IV al V cedió el lado oriental del gran depósito hidráulico, como demuestran los materiales cerámicos asociados a la colmatación del derrumbe del revestimiento parietal de opus signinum, que quedaron sellados tras la refectio realizada mediante la disposición de un “forro” interior de sillería que en el resto del depósito se adosa a las paredes de hormigón. Como aglutinante se emplearon margas, para impermeabilizar la estructura muraria, y gravilla cribada para darle cohesión. El aparejo está compuesto por sillares a soga, alternando algún que otro tizón cuya longitud se ha disminuido para mantener la pared careada. El suelo empleado es el originario del siglo I d. C., aplicándosele una nueva media caña formada por la misma gravilla cribada y mortero de cal. También se instala una escalera de acceso para facilitar su limpieza en el ángulo noroccidental, y una nueva salida de aguas, consistente en una tubería de plomo, en el extremo suroriental. A esta remodelación podrían adscribirse tres canalizaciones ubicadas en el sector meridional y central del Sector 1, realizadas mediante sillares rebajados en la zona central, con sección en “U”, y trabados con mortero de cal. Todas ellas discurren siguiendo las curvas de nivel, con un buzamiento sureste-noroeste que busca la zona baja aledaña a la orilla derecha del Arroyo de Rabanales (Lámina 11). Este sistema hidráulico, que por sus características parece más destinado al uso agrícola y/o industrial que al consumo humano, se mantuvo en uso, con distintas reparaciones y sustituciones de conducciones en época omeya y tras la fitna, hasta finales del s. XII, si bien la gran cisterna parece haberse amortizado a finales del s. X o en los primeros años del XI. De este modo, en el siglo X el depósito hidráulico parece realizar la función de una alberca. Sobre el suelo de caementicium se constató un nivel arcilloso resultante de la acumulación de sedimentos sobre el fondo. La cerámica se reduce a unos pocos fragmentos cerámicos, entre ellos un fragmento vidriado, y un cangilón completo cuya tipología nos remite al siglo X. Técnicamente el depósito apenas recibió modificaciones, tan sólo la aplicación de cantos de río y mampuestos en algunas zonas, con el fin de rellenar el espacio existente entre la pared de sillería y [ 172 ]

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Lám. 11. Canalizaciones pertenecientes al sistema hidráulico excavado en el Sector 1 del Parque Tecnológico de Rabanales. (GMU-UCO).

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el caementicium romano, ante la pérdida de algún sillar de la fase tardoantigua. En el sector suroccidental, donde se ubicaba la tubería de plomo, se produce la sustitución de la cubierta originaria, por otra comprendida por una laja de piedra en calcarenita. Si bien se documenta esta intervención a nivel estratigráfico, no se ha podido recuperar material cerámico asociado a dicha actividad, presuponiendo un origen califal de esta labor constructiva. A este período se adscriben también una serie de precarias canalizaciones de mampostería, recubiertas por un pobre mortero hidráulico, que vienen a desaguar en el depósito hidráulico, siendo su aparejo similar al de las detectadas en la zona central del cajeado de la calle 7. En ambos casos se ha realizado una fosa cuyas paredes se refuerzan con mampuestos y se revisten con una capa de opus signinum no muy consistente. Las localizadas en el depósito finalizan en un atanor colocado sobre el signinum, siendo la pasta, bastante grosera, muy similar a la de los grandes lebrillos y tinajas islámicas. De nuevo la cerámica no aporta mucha luz ante la práctica ausencia de ésta, habiéndose recuperado tan sólo un fragmento vidriado de la superficie de una de las canalizaciones. La función de estas conducciones parece ser la captación del agua de lluvia y escorrentía, habida cuenta de la escasa profundidad que alcanzan, pues se hallan prácticamente a ras del suelo. A finales del siglo X o principios del XI, probablemente con la fitna que pone fin al Califato omeya cordobés, tiene lugar el abandono, produciéndose el derrumbe de las paredes del depósito hidráulico, lo que ocasiona la acumulación de grandes fragmentos de caementicium y de sillares en su interior. Entre el material cerámico distinguimos ataifores de borde engrosado y sencillo con base indiferenciada y algún ejemplar de borde engrosado. El saqueo de parte de los sillares colocados en época tardoantigua, se evidencia en un estrato de tono amarillento con mampuestos y restos de sillares fragmentados. El material cerámico no deja lugar a dudas sobre este momento de destrucción, con un importante conjunto cerámico compuesto por ataifores, con decoración en verde y manganeso o vidriados, de borde sencillo y base indiferenciada o plana, ollas de cuello marcado y tinajas. Este proceso se completó con la colmatación del depósito hidráulico, sirviendo de vertedero, circunstancia por la cual se ha recuperado un importante volumen de cerámica, compuesto por ollas de cuello marcado, lebrillos similares a los constatados en Madinat al-Zahra; ataifores vidriados, decorados en manganeso y verde manganeso, de borde sencillo y base indiferenciada. Finalmente la presencia de un ejemplar de ataifor con pie nos podría llevar a un momento avanzado del siglo XI. Se han recogido también numerosas escorias de vidrio, circunstancia que nos hace pensar que en las inmediaciones existiría algún tipo de instalación industrial dedicada a esta labor. En definitiva, todo el material se encuadraría a lo largo de la primera mitad del siglo XI. Finalmente, ante la ausencia de cerámica o material que nos feche correctamente, pensamos que en la etapa califal se realizarían tres canalizaciones con el mismo aparejo, correspondiendo dos de ellas a una única conducción hidráulica. La primera de ellas se ubica en el tramo más septentrional del Sector 1, al oeste del antiguo Cortijo de Rabanales. Esta canalización tiene unas dimensiones de 74 m de largo por 1,22 de ancho y una altura de 0,42. Presenta una sección en “U”, con una dirección noreste/suroeste y un buzamiento norte/sur. Para su construcción se emplearon sillares dispuestos en una base sobre la que apoyan las paredes de la canalización. Ésta se compone de tres hiladas de sillarejo de calcarenita. El mortero o aglutinante consiste en barro trabado, salvo algunas zonas donde se ha detectado una capa poco consistente de mortero de cal. Esta canalización se adapta perfectamente a la topografía del terreno, siguiendo las curvas de nivel. Probablemente, esta acequia estaría destinada a la irrigación de un amplio sector agrícola ubicado en la margen izquierda del arroyo y cuya agua captaría algo más al norte, fuera del área intervenida. La otra canalización se ubica en la zona central del Sector 1 (Lámina 11), adaptándose también a las curvas de nivel, con unas medidas de 36,50 x 1 m. Está construida con una edilicia similar a la anteriormente analizada; sección en “U” sobre una base de sillarejos en la que se colocan las paredes que revisten la fosa de la canalización, compuesta por cuatro hiladas con una luz interior de 0,60 m. Tiene un buzamiento norte/sur, igual que la primera, por lo que podría tratarse de la misma, [ 174 ]

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aun cuando no se ha documentado conexión física alguna entre ellas. Más al sur distinguimos otro pequeño tramo, de similares características, y de la que se conserva una luz interna de 0,80 m y unas dimensiones de 2,97 x 1,07 m. En lo que atañe a la cronología, se ha excavado un nivel de tierra negruzco, interpretado como el posible desbordamiento del cauce de agua de la conducción. Entre el material asociado distinguimos ollas tardoislámicas de cuello carenado y algunos fragmentos que han recibido el vidriado en uno de sus lados, y que podrían corresponder al arrasamiento fechable en torno a la primera mitad del siglo XII. Finalmente distinguimos un nuevo ramal de canalización al sur del Sector 1, con dos nuevos tramos. El primero de ellos se construye con sillares colocados a soga, de los que se han conservado cinco hiladas, y una cubierta realizada mediante sillares atizonados en dirección este/oeste. No en vano aprovecha para su ubicación una especie de vaguada como parecen indicar las curvas de nivel en este punto. La disposición natural de la estructura nos hace interpretar que se trataba de una canalización dedicada a la evacuación de aguas residuales hacia el arroyo. Presenta unas dimensiones de 7,45 m de largo, 1,40 de ancho y una altura total de 1,04 m. Su estado de conservación es precario, pues la cubierta únicamente se ha conservado en un tramo de 2,7 m. Del interior de la colmatación se ha recuperado un ejemplar de ataifor decorado en manganeso, de borde sencillo, que situaría el momento de abandono y pérdida de funcionalidad de esta estructura en el tránsito del siglo X al XI d. C. Esta fecha es coincidente con el abandono del resto de construcciones califales excavadas en el Parque Tecnológico de Rabanales, debida sin duda a los traumáticos sucesos que envolvieron a la gran fitna de 1009-1011. Por su parte conviene señalar que el paralelo más próximo a esta construcción hidráulica lo encontramos en el Parque Zoológico Municipal, donde tuvo ocasión de excavarse una canalización de similares características y aparejo (RUIZ et alii, 2010). Más al norte, aún se distingue un segundo tramo, del que sólo se ha conservado la base, con unas dimensiones de 3,60 m x 0,98 m. Muy cerca de estas canalizaciones encontramos una pileta de sillería y mortero de cal, de la que sólo se ha conservado el firme, compuesto por opus signinum, y parte del arranque de la pared oriental provista de una moldura de media caña y revestida por sus dos caras de mortero, lo que nos lleva a pensar que podría tratarse del muro que compartimentaría la pileta en dos partes. Las dimensiones documentadas de esta estructura hidráulica son de 3,98 por 2,66 m. No se han conservado sus límites originales y presentaba material califal asociado a su arrasamiento. Al este de la pileta se dispuso una canalización de atanores con un buzamiento igualmente hacia el arroyo y unas dimensiones de 5,7 x 2,23 m. Del entorno se ha recuperado igualmente material cerámico de cronología califal. Tal vez estas canalizaciones o acequias deberían englobarse en un sistema general de riego donde el arroyo juega un papel determinante, con la existencia de acequias mayores (brazales) y menores (regaderas). Una vez que ha sido regada la parcela, el agua sobrante se drena mediante escurridores o avenadores, que devuelven de nuevo el agua al arroyo (GUILLAMÓN, 2003: 265-266). Tras la conquista cristiana, se mantiene el aprovechamiento de los manantiales con nuevas conducciones que definen nuevos sistemas hidráulicos, algunos de ellos en uso hasta la actualidad. Nos encontramos de nuevo, y esta vez en el extremo opuesto de la aglomeración urbana cordobesa, ante una gran propiedad configurada ya en época romana altoimperial y que se mantuvo en explotación hasta la conquista islámica de 711, momento en el que, bien por derecho de conquista bien por compra, pasa a un propietario musulmán. A partir de la perduración del topónimo y de la evidencia arqueológica, también aquí como en al-Rusafa, proponemos identificar esta propiedad con la yânna Rabanalis situada por Ibn Basquwal a Oriente de Córdoba y que, por otras referencias, sabemos era vecina de Fahs al-Suradiq y de Madinat al Zahira. El término con el que los textos árabes denominan a estas grandes propiedades periurbanas, munyat, del que deriva el castellano almunia, ha dado lugar a una nutrida producción bibliográfica, si bien no ha sido hasta los últimos años cuando, como consecuencia de las numerosas intervenciones Monografías de Arqueología Cordobesa 20  Páginas 137-184  isbn 978-84-9927-163-7

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arqueológicas realizadas, se ha renovado el panorama, aportando una ingente cantidad de información que, convenientemente procesada y combinada con los resultados de nuevos estudios que incidan en su distribución territorial e inserción paisajística, contribuirán a una más precisa definición conceptual, funcional, material y cronológica, permitiendo superar un cierto lastre historiográfico que, sin demostrarse totalmente erróneo, sí que ha condicionado la percepción integral de este fenómeno. Así, la mención (no siempre precisa y unívoca) de estas instalaciones en las fuentes cronísticas palatinas, ha llevado a asociarlas casi exclusivamente con los círculos de poder omeya36. Los ejemplos más conocidos serían la propia al-Rusafa de Abd al-Rahman I, la munyat Nasr, la almunia al-Naura, de Abd Allah, o al-Amiriyya de Ibn Abi Amir. Otro factor condicionante vino marcado por los primeros hallazgos arqueológicos documentados desde mediados del siglo XX, en particular, los asociados con el denominado camino de las Almunias de Madinat al-Zahra (Huerta de Valladares, Vado de Casillas y Cortijo del Alcaide). La exuberancia decorativa de los paneles de ataurique (en particular del Cortijo del Alcaide) ha llevado a relacionar (casi mecánicamente) estas almunias de forma prioritaria con la vertiente palaciega,37 a la manera que ha sucedido tradicionalmente con la pars urbana de las villae clásicas. De hecho, así han sido interpretadas y revisadas recientemente por G. Anderson (2005, 2007 y 2013), en cuyos estudios incluye una vinculación directa, arquitectónica y tipológica, con las villae tardorromanas. Fruto de lo anterior, y por extensión, se ha considerado como almunia cualquiera de las grandes construcciones con carácter palatino extendidas por los suburbios de la capital cordobesa, sin atender apenas a su inherente vertiente productiva ni a las evidentes transformaciones que, a lo largo de la dilatada historia de la Córdoba omeya, experimentaron estos conjuntos, que en varios casos pasaron de extensa unidad de producción agropecuaria a “simple” conjunto residencial engullido por el desarrollo suburbano de Madinat Qurtuba (MURILLO et alii, 2004). Pese a todo, la mejor definición que se ha hecho de estas instalaciones, acuñada a partir de las referencias textuales árabes, fue la elaborada por García Gómez (1965), entendida como: “una casa de campo, rodeada de un poco o un mucho de jardín y de tierras de labor (…), al mismo tiempo finca de recreo y explotación”. En esta definición se hacía hincapié, precisamente, en la faceta productiva de estos complejos, sin desdeñar la vertiente representativa y residencial de sus construcciones, doble línea por la que deberá discurrir su futura investigación, de acuerdo con unos presupuestos conceptuales y metodológicos que no los vean como meros elementos puntuales anclados en una coyuntura histórica concreta, permitiendo aprehender su valor como respuesta, económica, social y cultural, a unas necesidades de implantación en el territorio que trascienden a las formaciones sociohistóricas entendidas como compartimentos estancos. En este objetivo, el análisis de los sistemas hidráulicos tendrá mucho que decir en los próximos años.

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Esta es la visión que se desprende, fundamentalmente, de Ibn Hayyan (cfr. García Gómez, 1965 y1967). Sobre el Cortijo del Alcaide, cfr. Castejón (1960), Hernández (1985) y Ewert (1998 y 1999).

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Lám. 12. Distribución de asentamientos arqueológicos y de estructuras hidráulicas en el entorno periurbano de Córdoba. (GMU-UCO).

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