Patrimonio Cultural: la Gestión, el Arte, la Arqueología y las Ciencias Exactas Aplicadas

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Descripción

Patrimonio Cultural: la gestión el arte la arqueología y las ciencias exactas aplicadas

JBC 2015

Patrimonio Cultural - Año 4

JBC

2015

Año 4

Editores: Oscar Martín Palacios Cristina Vázquez Nicolás Ciarlo

FONCyT AGENCIA

Patrimonio Cultural: la gestión el arte la arqueología y las ciencias exactas aplicadas Año 4 Editores Oscar M. Palacios Cristina Vázquez Nicolás C. Ciarlo

In memóriam Este libro está especialmente dedicado a nuestro compañero Rafael Castro, el memorioso, que nos acompañó en los primeros pasos de las Jornadas

Foto de tapa Arte rupestre grabado del alero Carriqueo, Ea. Paso Limay, Río Negro. Gentileza Eduardo Crivelli 2006

Palacios, Oscar Martín Patrimonio Cultural: la gestión, el arte, la arqueología y las ciencias exactas aplicadas / Oscar Martín Palacios Cristina Vázquez; Nicolás Carlos Ciarlo – 1ra. Ed. Buenos aires. 2015 ISBN 978-987-33-9356-3 Editores: Oscar Martín Palacios; Cristina Vázquez; Nicolás Carlos Ciarlo Impresión: Ediciones Nuevos Tiempos SRL Sánchez de Bustamante 515 E, CABA

Foto de tapa: Arte rupestre grabado del alero Carriqueo, Ea. Paso Limay, Río Negro. Gentileza Eduardo Crivelli 2006

Prólogo (Prólogo a las Jornadas)

San Carlos de Bariloche, 15 de abril de 2015

El Centro Atómico Bariloche (CAB), dependiente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), tiene el agrado de recibir a los participantes de las IV Jornadas Nacionales para el Estudio de Bienes Culturales. Este año, el CAB será sede del mencionado evento por tercera vez: fue su primer escenario en el año 2005 y luego durante 2007. Los siguientes encuentros se realizaron en Córdoba (2009) y en Buenos Aires (2011) y, ahora, en su edición 2015, las Jornadas regresan a San Carlos de Bariloche, la ciudad en la que se originaron. Como aquella primera vez, esperamos recibir a participantes de centros académicos y de investigación de todo el país y el extranjero. Estamos seguros de que ésta será una nueva oportunidad para visibilizar el trabajo de los investigadores y darles a los asistentes un marco científico en un entorno natural argentino que hará muy llevadera y enriquecedora esta reunión.

Ing. Luis Rovere Gerente Coordinación Centro Atómico Bariloche CNEA

Prólogo (Prólogo a las Jornadas)

CABA, 15 de abril de 2015

Como en anteriores oportunidades, la Gerencia de Química de la Comisión Nacional de Energía Atómica tiene el agrado de propiciar y brindar su apoyo para la realización de un evento cultural. La aplicación de técnicas químicas analíticas para la resolución de problemas relativos a los bienes culturales tiene una tradición de muchos años. Por ende, existe un capital de conocimientos acumulado a lo largo de todo ese tiempo que debe ser difundido como una obligación, dado el carácter de institución pública y estatal de CNEA. Las Jornadas Nacionales para el Estudio de los Bienes Culturales son la oportunidad de expresar a la comunidad científica y al público en general aquellas formas de colaboración que nuestra Gerencia como parte de CNEA es capaz de proporcionar. Esperamos que esta reunión resulte en provecho de los colegas profesionales, estudiantes de distintas disciplinas y asistentes en general, pudiendo llevarse un caudal de conocimientos así como un impulso para seguir investigando en bien de la comunidad y del progreso de las ciencias aplicadas.

Lic. Jorge L. Álvarez Gerente de Química. CAC. CNEA

Prefacio

Estimado lector: Nos congratulamos en presentar este libro como resultado de las 4tas. Jornadas Nacionales para el Estudio de Bienes Culturales. Lograr continuidad en eventos científicos es un logro del que nos enorgullecemos, y más aún cuando acabamos de cerrar la cuarta edición de estas jornadas con un éxito en concurrencia y calidad de asistentes, que nos impulsa a llevarlas a cabo dentro de dos años. Este libro sólo contiene los trabajos de aquellos que nos honraron al enviarnos sus presentaciones. Debemos resaltar que hubo más estudios durante el evento, que por distintos motivos o compromisos editoriales no fueron remitidos para su publicación. Como es habitual, dividimos los contenidos en sesiones para facilitar al lector la búsqueda. Las conferencias abarcan temáticas diversas, con énfasis en problemáticas de fuerte significancia para nuestro acervo nacional. Es destacable la cantidad de trabajos presentados en Gestión, aspecto que evidencia la necesidad de un espacio para expresar ideas, planificaciones, propuestas de gerenciamiento, etc. de los bienes culturales. Al igual que en años anteriores, reiteramos nuestra intención de propiciar un espacio de interacción entre las comunidades educativas, con miras a preservar, conocer y conservar el patrimonio cultural. Por ello, agradecemos a todos los asistentes, expositores, y a las autoridades de la Comisión Nacional de Energía Atómica, por brindarnos no sólo un espacio físico sino por saber interpretar el espíritu de estas Jornadas. Los invitamos a disfrutar de este 4to libro, con la convicción de que será fuente de información y estudio en el campo de los bienes culturales.

Los editores

Índice

Conferencias

Pág.

1

Catalina Bouvier, Laura Lisboa, Lucas Martínez y Aída Toscani

Reducto Rural Fortificado: Patrimonio, Historia y Cultura

13

2

Dolores Elkin

Investigación y Preservación de Bienes Culturales de Ambientes Acuáticos. Dos Décadas de Actividad en el Ámbito Nacional Argentino

23

3 4

Gustavo Manzanal

La Técnica Teatral como Preservación de Conductas

33

Armando M. Márquez

Bienes Culturales: una Mirada desde el Derecho Constitucional

39

5

Alma Montero Alarcón

Significado de las ceremonias de profesión y muerte en los conventos femeninos de Hispanoamérica.

51

6

Mariano S. Ramos

Un Estudio de Arqueología Histórica. Procedimientos de Investigación para el Sitio Vuelta de Obligado (VDEO)

67

7

Mario J. Silveira

Arqueología de la Cuenca del Lago Traful. Parque Nacional Nahuel Huapí

83

La Gestión 1

Rosana Aguerregaray y Cecilia De Simón

Ruta de la Muerte: Transformación de los Espacios de Entierro en el Área Metropolitana de Mendoza (Siglos XVIXX)

101

2

Yanina Aguilar

109

3

Jorge R. Entraigas y Beatriz del Valle Moldes

Renovación y Actualización del Museo del Desierto Planificación, Ejecución y Proyección Social (AchirasCórdoba) La Manzana Salesiana de Viedma (R.N.) En Perspectiva Socio Cultural y Patrimonial

4

María J. Medina Chueca

El Patrimonio Arqueológico en Contextos Locales: hacia una Redefinición del Concepto

127

5

Nicolás Padín

¿Demolición o protección? Renovación urbana y experiencias ciudadanas de preservación del patrimonio histórico en la Patagonia Argentina.Neuquén, 1960-1993

139

6

María C. Paleo, Mercedes Pérez Meroni, Naiquen Ghiani Echenique, Angélica Uvietta, Fernanda Day Pilaría y María S. García Lerena

Las Áreas Protegidas como Escenario para el Manejo de Los Bienes Culturales/Naturales y su Patrimonialización. El Caso del Parque Costero del Sur

155

7

Leonor Slavsky y Catalina Saugy

Identidad, Tradición y Nuevas Tecnologías en la Arquitectura de los Pueblos

167

8

Angélica R. Uvietta

Valoración del Patrimonio Funerario del Cementerio de Magdalena (Provincia de Buenos Aires, Argentina). 18601940

177

117

La Arqueología Víctor Ataliva, Sergio Cano, Aldo Gerónimo, Alejandro Leiva, Luciano Molina, Ricardo Srur, Ruy Zurita y Juan De La Vega Cristian Murray, Fernando Coronato, María Paniquelli y Horacio Ezcurra

Territorio de Memoria “Finca de Vargas” (Tucumán, Argentina)

191

Protección In Situ de Sitios Arqueológicos de Naufragio: El Caso de Bahía Galenses (Puerto Madryn, Chubut)

201

3

Paola Silvia Ramundo

Investigación y Conservación del Registro Arqueológico Funerario de la Quebrada de La Cueva, Humahuaca, Jujuy

213

4

Ana María Rocchietti

Arte Rupestre: Patrimonio y Estética

223

Límites y Tensiones en el Desarrollo Científico-Técnico del Instituto Malbrán. El Caso Pirosky (1957-1962)

235

Aportes de la Arqueometría al Conocimiento de la Pintura en la Cerámica de Cazadores Recolectores del Área Lago Traful

243

Envejecimiento Artificial Acelerado y Análisis Por Espectroscopía FTIR de Materiales Utilizados en Obras de Arte

251

1

2

La Memoria 1

Zulema Marzorati

Las Ciencias Exactas Aplicadas 1

2

Verónica Aldazabal, María Reinoso, Eleonora Freire, Emilia Halac, Griselda Polla, Graciela Custo Andrés Ceriotti, Mónica Pinto, Andrea Poliszuk, Gabriel Ybarra

3

Patricia Guiamet, Katarzyna Pietrzak, Beata Gutarowska, Anna Otlewska, Ana Igareta, Patricia Battistoni

Textiles de la Puna Argentina: identificación del biodeterioro a través de diferentes técnicas

259

4

Fabiana E. Robledo, Hilda P. Martinelli, Pablo Bordón y Néstor O. Fuentes. Vanina Tartalini, Pablo Risso, María Eugenia Prece, Sergio Mateini, Raúl Bolmaro y Martina Avalos

Implementación de Métodos Electromagnéticos para el Monitoreo de Infiltraciones en Sitios Arqueológicos

267

La Microscopía Electrónica de Barrido Aplicada al Estudio de Diferentes Fibras en la Conservación de Soportes para Pintura de Caballete

275

5

Conferencias

1 Reducto Rural Fortificado: Fortificado: Patrimonio, Historia y Cultura

Catalina Bouvier, Laura Lisboa, Lucas Martínez y Aída Toscani

Resumen El Reducto Rural Fortificado de Pergamino ubicado en la Estación Experimental del INTA de Pergamino, fue declarado Monumento Histórico Nacional (Decreto 6.975/67) y Monumento Histórico Provincial (Ley 11242/92). Construido alrededor de 1840; utilizado como puesto de vigilancia y vivienda de la estancia “San Juan” de Pío Cueto. El combina características domésticas y defensivas, particularidad que se explica al definir a Pergamino como un espacio de “Frontera”, lugar donde se dirime entre españoles, criollos e indios el dominio de esa tierra. La historia del Reducto se analiza desde una dimensión diacrónica, la funcionalidad y uso que se le dio y a su vez re-incorporarlo, desde lo simbólico, en el significado que le asigna hoy la comunidad de Pergamino en la construcción de su Historia. A través de las herramientas que provee la Historia Regional, se reconstruye el diálogo entre el territorio social y los hombres y mujeres. Así se descubre la potencialidad de la llanura y las formas en que ésta se impone a quienes la habitan, pero también, cómo los sujetos históricos se apropian del paisaje y con él construyen su identidad, que forma parte del colectivo social. Palabras clave: Reducto rural, Pergamino, historia regional, memoria social

El reducto rural fortificado Su significado en los modelos económicos y sociales en la época rosista. La estancia San Juan en la encrucijada de la defensa y la producción. En un mundo sin la solidez de la piedra, como fue la pampa bonaerense, los escasos testimonios materiales cobran un especial significado. La casa rural fortificada erigida por Juan Pío Cueto en su estancia “San Juan” es uno de esos raros elementos a través de los cuales se puede intentar reconstruir la vida de campaña en un espacio de Frontera como fue Pergamino hasta finales del siglo XIX. 13

El Partido de Pergamino se ubica en la región norte de la provincia de Buenos Aires y su ocupación es de larga data. Lo atestiguan Actas del Cabildo de Buenos Aires de fecha de 1626 donde recomienda la conservación y el cuidado del camino y lo pozos de agua a fin de facilitar el tráfico que trajina por el camino Real que une el norte con Buenos Aires pero también el que lleva a Cuyo y a Asunción del Paraguay. Se puede definir ese territorio denominado Frontera como la avanzada del español y el criollo sobre los territorios ocupados por los pueblos originarios y donde se dirimieron dos modelos económicos para ponerla en producción. Los pueblos originarios que tenían una economía donde predominaban las prácticas para la subsistencia, si bien para el siglo XVIII participaban activamente de los circuitos comerciales sostenidos por el intercambio en un capitalismo mercantil. En la Frontera las tensiones que genera el dominio del espacio no se resuelven siempre a través de los enfrentamientos violentos sino que hay un intenso intercambio donde lo criollo y lo indígena conviven y se sostienen mutuamente. La Casa rural fortificada (Figura 1) simboliza el conflicto y es la respuesta que encuentra Pío Cueto a la problemática del enfrentamiento, pero también representa la puesta en producción del espacio rural que posibilitaba la vida de sus habitantes. Juan Pío Cueto no formó parte de los más antiguos pobladores de Pergamino. Si seguimos la trayectoria por los censos de 1744, de hacendados de 1789 y el de 1815 no se encuentra en la región norte de la Provincia de Buenos Aires. Recién se lo registra como hacendado en el censo de 1836. Censo que debió ejecutar ya que en ese año ejercía el cargo de Juez de Paz de Pergamino. Sin embargo para 1827 documentos registran su denuncia de tierras baldías en el partido de Pergamino para que le sean entregadas en Enfiteusis.

Figura 1. Vista del frente del reducto La estrategia de Juan Pío Cueto se enmarca en un contexto donde, frente a la expansión de la demanda externa de los cueros, la carne salada y otros subproductos de los vacunos, se genera un fuerte dinamismo a la economía del Litoral. En la provincia de Buenos Aires se produce un corrimiento de la Frontera para posibilitar el incremento en la producción. Esto llevó a triplicar el espacio rural de la campaña bonaerense. (Gelman y Santilli 2006) Las elites urbanas, frente a los cambios económicos introducidos por el proceso independentista, mostraron un nuevo interés hacia la campaña. (Gelman y Santilli 2006) Una medida de parte del Estado provincial, que acompañó este fenómeno de atraer inversores, fue la Ley de Enfiteusis dictada en 1821 durante el gobierno de Martín Rodríguez. La citada medida promovió la formación de grandes estancias, en detrimento de las familias campesinas ocupantes de tierras donde desarrollaban sus pequeñas producciones. El modelo productivo se basó en la gran propiedad como demuestra demanda para el usufructo de terrenos públicos que desde 1823 hasta 1840 serán por un total de 6.750.000 has., siendo el promedio de la enfiteusis en 1827 de alrededor de 15.147 ha, y de 17.118 ha en 1836. Juan Pío Cueto conforma esa elite que señalan Gelman y Santilli dado que utiliza el capital social que posee para optimizar su situación económica. En los relatos de un descendiente; Julio M. Fernández; se establece la amistad que Cueto tenía con Bernardino Rivadavia quien fuera ministro del gobernador Martín Rodríguez y mentor de la Ley de 14

Enfiteusis, quien le recomienda vender sus tierras en Coronda (Santa Fe) y radicarse en el Partido de Pergamino. La estrecha relación con los Dorrego Luis y Manuel, le permite en Diciembre de 1826 según consta en las escrituras de la estancia “San Juan” a través de su apoderado Luis Dorrego, denunciar un terreno público en el partido de Pergamino, lo que le fue concedido en Mayo de 1827, por ese entonces siendo gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego. Su público apoyo a la causa federal lo obligó a huir cuando se produce el levantamiento de Juan Lavalle y el posterior fusilamiento de Manuel Dorrego en 1828. La estancia fue saqueada por las tropas unitarias y cuando pudo regresar se ocupó de reparar el daño ocasionado. Todas estas razones fueron expuestas al momento de solicitar al gobierno del brigadier Juan Manuel de Rosas la compra del campo a través de su apoderado Máximo Miró. Además en el escrito se agrega que “los muchos años que tuvo que desempeñar el Juzgado de Paz y los muchos gastos que ocasiona este destino, por otra parte la incursión de los salvajes a aquel punto, el partido de Pergamino, en la que se arrearon todas las haciendas y se quemaron las casas.” (López Godoy 2011: 406). Tras los alegatos que mostraban sus muchos esfuerzos de apoyo al gobierno se le concede la venta de las tierras solicitadas. Se concreta en diciembre de 1838 y pagó el valor estipulado en $8.479, que se comprometió a cubrir con la entrega de 96 novillos ($45 c/u) y 104 vacas ($40 c/u) de consumo para abasto del ejército. (López Godoy 2011: 406). Los valores asignados a los vacunos, que fueron el pago por la adquisición de la tierra, son muy diferentes a los $20 con que se valoriza una vaca en un censo en la campaña de Azul en 1839 (Gelman y Santilli 2006). Tales diferencias son producto en parte a una tendencia alcista en el precio del ganado durante la década de 1830, pero el factor de mayor incidencia eran las negociaciones concretadas entre el Estado y los estancieros, encargados de proveer de ganado a los distintos Fuertes, donde se duplicaba o triplicaba el valor asignado a ese mismo animal en los juicios testamentarios. (Ratto 2003). El análisis del fenómeno lleva a concluir que el abastecimiento al ejército era un negocio muy ventajoso “donde algunos personajes bien vinculados supieron aprovechar para hacer buenos negocios incluyendo la obtención de tierras del Estado en pago de los suministros” (Barsky y Gelman 2005: 96). Todo lo cual describe la exitosa trayectoria del dueño de la estancia “San Juan”. Los censos tanto de 1836 como de 1838, donde aparece Juan Pío Cueto al frente de una unidad censal, poseen muy pocos datos. En junio de 1836 se lo registra al frente de una hacienda y en su unidad censal figuran 20 personas blancas y un pardo. Pero no explica las relaciones parentales o laborales. En el censo de abril de 1838 Juan Pío Cueto figura como jefe de la unidad censal pero en este caso se lo registra en el pueblo de Pergamino. El conjunto de personas suma a 10 blancos y un pardo. Nos preguntamos en ese corto lapso que pasó con las diez personas que no figuran en el segundo. ¿Habrían sido domésticos y peones que permanecieron en la estancia y no fueron censados? En mayo de 1838 un malón comandado por el famoso coronel Manuel Baigorria, sitió al pueblo y asoló los campos del Partido y no sólo puso en peligro la vida de las personas, sino que arrasó con el ganado vacuno y se llevó todas las caballadas. Fue tanto el daño, que por la falta de caballos, se llegó a paralizar las comunicaciones pues no había forma de trasladarse. (Giménez Colodrero 2010). La casa de la estancia fue quemada por el malón de 1838, ante lo cual fue reconstruida, pero se introdujeron cambios al reemplazar el tradicional techo de paja por uno de tejuela para evitar futuros incendios. Es posible que el nuevo edificio se haya concluido alrededor de 1842. Se deduce esta fecha pues los cambios mencionados figuran en el testamento de Pío Cueto fechado “en 28 de Julio de 1847 donde se detallan los materiales y elementos que la forman”. (Pastrana 1965). En diciembre de 1841 se produce otro ataque de los indígenas durante los días 9 y 12 y entran por el Norte del partido de Rojas. A la peligrosidad de la Frontera con el indio, Pergamino sumó su realidad de Frontera con Santa Fe y en consecuencia escenario de las guerras civiles donde se enfrentaba Buenos Aires con las provincias. En este contexto se producen los ataques concretados por el gobernador de Santa Fe, Juan Pablo López hermano de Estanislao, quien se había enemistado con Rosas al no designarlo comandante del ejército Federal. López firma un tratado de alianza con Ferré, gobernador de Corrientes, a partir del cual para hostigar a Rosas realizó incursiones en la frontera con Buenos Aires más precisamente en el Partido de Pergamino. Es muy elocuente la comunicación de juez de paz Lorenzo Olmos cuando explica al gobernador Juan Manuel de Rosas la situación de peligro y zozobra que pasaba Pergamino “es evidente que despoblaron y barrieron como una escoba el ingente caudal que contenía este partido. Que la guerra con que le amenaza un enemigo vecino hace desaparecer una parte considerable de la población”. (Giménez Colodrero 2010: 145-146). 15

Los censos muestran en cifras el despoblamiento como consecuencia de las luchas. Así para 1836 había un total de 2873 habitantes y en 1838 el número había bajado a 2571. Si comparamos con otros partidos de la región norte se puede determinar cómo incidían los permanentes ataques a Pergamino en el desarrollo poblacional. • En la región Norte: crecimiento porcentual de la población 1836-1838. • Pergamino /San Nicolás/ San Pedro/ Arrecifes. • 5,37% / 5,70% / 8% / 3,75% (Dupuy 2004).

La constitución de la familia Cueto En la constitución de las familias en América existieron fuertes contradicciones entre el modelo que traían los españoles y el que tenían los indios y la población negra Es posible que la peculiar construcción de los núcleos familiares resultara de la simbiosis de estos diferentes modelos, sumada a una forma laxa de aplicar los usos canónicos por parte de la Iglesia que no tuvo la fuerza controladora de la iglesia europea. Todo lo cual lleva a conformar un patrón de prácticas sexuales muy particular, con bastante liberalidad en las relaciones de pareja, aún en los sectores de elite, pero que fue funcional al particular espacio de la Frontera. La constitución de la familia Cueto responde a este modelo pues según consta en el Tomo III de los Libros Parroquiales de Bautismo, Juan Pío Cueto declara: “Son mis hijos naturales como de hombre suelto y mujer suelta y de ningún modo comprensivo la tacha de adulterinos y por consiguiente hábiles para deseos de mis bienes” (Toscani 2003). La pareja tuvo 8 hijos: Leonor, Eugenio, Manuela, María Engracia, Ponciano, José, Marcelo, Eliseo y Juana. El poder político, económico y social de la familia Cueto se sostuvo por el entrecruzamiento de redes sociales que promovieron su fortalecimiento. Pío Cueto se casa con Loreto Gómez emparentada por vía materna con los Sarmiento. Esta familia era propietaria de una gran estancia que lindaba con los campos de Cueto. El fenómeno es posible advertirlo, también en otras alianzas matrimoniales. Así Eugenio se casó con Quintina Acevedo quien pertenecía a un grupo familiar de poderosos estancieros afincados en el partido de Pergamino desde el siglo XVIII (Toscani 2003). Leonor se casó con un italiano José Antonio Torioni quien fue el primer farmacéutico en Pergamino, cuando todavía no se había instalado un médico (Restaino 1997) y Engracia con un francés también farmacéutico Austinde Lestage. Las redes sociales con certeza protegieron a la familia frente a la revisión de derechos y títulos otorgados en el período rosista, que se realizó después de Caseros y hasta 1857. La familia Cueto no sufrió las persecuciones causadas por sus ideas federales, sino que sostuvieron sus posesiones e incluso fueron acrecentadas por los herederos.

Características productivas de la estancia “San Juan” La estancia “San Juan” se conformó como una gran unidad productiva que se puede comprobar a partir del juicio testamentario de 1857 luego de la muerte de Juan Pío Cueto. También se pueden mostrar como indicios las donaciones que realizó para acompañar al gobierno de Rosas en la lucha contra los unitarios. En un donativo voluntario figura con un aporte de $400 y que sólo el juez de paz Lorenzo Olmos lo equipara, el resto de hacendados y comerciantes oscilan entre $200 y $5. En otra requisa de dinero para el mismo fin, el juez de paz dona $1000, Cueto equipara esa cantidad y los demás participan con menores cifras. El juicio testamentario se lleva a cabo en 1857 tras la muerte de Juan Pío Cueto donde se detalla el patrimonio familiar. La estancia contaba con un total de 6526 vacunos al corte a $110 c/u esta cantidad significaba el 4,6% del total de ese ganado en el partido según el censo de 1855. También había 21 ciñueleros a $250 c/u 860 yeguarizos a $35 c/u 24 mulas $80 c/u, 152 burros incluso dos hechores a $25, 3950 ovejas al corte a $18 c/u y 169 caballos a $120 c/u. Capital en hacienda $942.440. Los distintos tipos de hacienda muestran una producción diversificada. Con un número importante de vacunos pero también con ganado ovino que adquiría relevancia económica, ante la creciente demanda por parte del mercado europeo, lo que generaba el alza en el precio de la lana. Es importante destacar la presencia de burros hechores para generar el híbrido que es la mula. Este tipo de producción fue característica en la zona norte bonaerense desde la época colonial y a pesar de la decadencia de las minas de Potosí ese tipo de ganado se siguió criando por el buen precio que tenían los mulares. La estancia fue valuada en $273.600 y la cantidad de postes de quebracho demuestra la existencia de corrales de palo a pique donde se separaban los rodeos. 16

Casa en el pueblo de Pergamino valuada $125.420 es característicos de las familias poderosas combinado con una casa en San Nicolás que le asignaron un valor de $120.000. Esta ciudad era la más importante de la región Norte y no ofrecía los peligros de un espacio de Frontera. Contaba con un puerto sobre el Paraná que facilitaba la comunicación con Buenos Aires vía fluvial más rápida, cómoda y segura que por la vía terrestre. Todas estas cualidades la convertían en un lugar atractivo para la vida familiar. Fue designado como Juez de Paz (máxima autoridad del Partido) en los períodos 1832 a 1835 y de 1848 a 1851. Elegido entre una terna presentada al gobernador, el cargo de Juez de Paz implicaba manejar el poder en la Región, pues aunaban el poder judicial con el de policía. Después de Caseros y hasta 1857 se realizó una profunda revisión de derechos y títulos del período rosista. Sin embargo la familia Cueto no sufrió las persecuciones causadas por sus ideas federales sino que sostuvieron sus posesiones e incluso el hijo mayor Eugenio Cueto las acrecentó.

Un juez de Paz federal Don Juan Pío Cueto, como se lo nombra en los censos, era un hombre comprometido con las ideas federales. Colaboró con el gobierno del brigadier Juan Manuel de Rosas enfrentando los ataques de los unitarios. Fue designado como Juez de Paz (máxima autoridad del Partido) en los períodos de 1832 a 1835 y de 1848 a 1851. Para este fin fue elegido entre una terna presentada al gobernador. El cargo de Juez de Paz implicaba manejar el poder en la Región, pues aunaba la acción ejecutiva, de justicia, legislativa y el de policía. En la documentación consultada se advierte que una de las tareas principales era la provisión de animales con destino a la mantención de los soldados del fortín de Rojas, para el ejército de Observación del Norte, o para el ejército de Loma Negra. También se exigía a los principales hacendados contribución en ganado vacuno generalmente cuando se requería mejorar las condiciones de los fuertes como el de Mercedes. (Giménez Colodrero 2010). Entre las diversas acciones del Juez de Paz en el ejercicio del poder de policía se cuenta el controlar las familias de los unitarios, muchos de ellos presos en Buenos Aires. El Juez de Paz pasaba al gobernador un detalle de la forma como se mantenía económicamente la esposa con sus hijos y donde vivían (Giménez Colodrero 2010).

Características de la Casa Rural Fortificada La casa donde vivía la familia y el personal doméstico respondía a las necesidades de defensa en un espacio de Frontera como fue Pergamino. El conjunto de edificios que contaba la estancia estaban circundados por un foso con una profundidad que impedía o dificultaba el paso de los invasores. Para salvarlo había un puente de madera que se bajaba a la noche o ante amenaza de alguna invasión. Un cercado de palo a pique de troncos gruesos y de la altura de un hombre o más completaba la defensa. La casa rural fortificada fue construida de ladrillos y con techo de tejuela, con paredes revocadas y piso de ladrillos. Tenía 347 varas cuadradas de tapial con 36,000 ladrillos. Al frente cuenta con una galería de baja altura cuya justificación era impedir la entrada de los jinetes a caballo. La pieza de la cocina y el cuarto de los peones tenían 110 varas de pared y estaban separadas de la casa. La cocina contaba con una enramada que servía de alero. Estas construcciones han desaparecido. El techo de la cocina era de quincho y el de los peones de paja con una puerta (sin ventanas). Un pozo de balde con brocal.

El reducto rural. Patrimonio cultural Según la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) se entiende por patrimonio “…el legado que recibimos del pasado, lo que vivimos en el presente y lo que transmitimos a las generaciones futuras…” (Unesco, 2013). En cuanto a su descripción etimológica patrimonio proviene de pater=padre y monium=valor reconocido, por lo que se refiere a los bienes legados, la herencia paterna. El factor fundamental para definir el patrimonio está 17

definido en la capacidad de representar en forma simbólica una identidad, en la medida que signifique la continuidad del pasado en el presente. Con el fin de develar la apropiación del Reducto Rural como patrimonio cultural de nuestra comunidad se realizaron encuestas aleatorias a dos muestras: A alumnos, ex alumnos y profesores de la Escuela de Educación Agraria N° 1 “Profesor Ing. Agr. Lorenzo Parodi” de Pergamino, a integrantes de la Estación Experimental del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) Pergamino y personas involucradas en el proyecto de reactivación del Reducto Rural Fortificado. A alumnos y profesores del Profesorado de Geografía e Historia del Instituto de Formación Docente y Técnica N° 122 de Pergamino. El Reducto Rural es conocido por el 92,9% de la población del estrato 1 y por el 43,3% del estrato 2 (Figuras 2 y 3). Es evidente que el hecho de que el edificio forme parte del paisaje rural cotidiano y de su ambiente de estudio y trabajo como es en el caso 1, el porcentaje es mayor. Al mismo tiempo para el estrato 2, que involucra a personas de la ciudad y en algunos casos de partidos limítrofes, no lo conocen y/o nunca han escuchado de él.

Muestra 1

Muestra 2

No 7%

Si 43% No 57% Si 93%

Figura 2

Figura 3

Dadas las distintas historias que se conocen y transmiten o a interpretaciones y fantasías sobre el lugar, este es conocido bajo distintas denominaciones, tales como: “La casita del indio” y “El fortín” con el mayor porcentaje. Le siguen en importancia, “Museo histórico” ya que en él se instaló el Museo Pampeano; “La casa de alto” como la conocían los viejos colonos que vinieron a labrar estas tierras, y en menores porcentajes como “Reducto” o “Pío Cueto”. Con respecto a la importancia del Reducto Rural como parte de nuestra identidad y referencia histórica, la muestra 1 arrojó un resultado del 100% y la 2, el 88%, lo que demuestra que en ambos casos se reconoce la necesidad de valorar la historia, las raíces, de mantener la identidad de un lugar. Asimismo, son interesantes algunas expresiones de los encuestados en cuanto al porqué de su importancia y cuál es su significado: “Es parte de la cultura e historia de Pergamino y una sociedad sin pasado es como construir una casa en la arena”; “…porque es parte de la historia de nuestra comunidad y es una referencia importante sobre las formas de vida en los inicios de nuestro país”; “Es un retazo de vida rural de otra época…”; “… por ser el único Monumento Histórico de Pergamino.”; “…es parte de nuestra historia, que forma nuestra cultura, nuestro folklore”; “…como testigo directo del proceso de conformación de nuestro país…tiene un gran potencial como herramienta comunicacional y como espacio cultural y de esparcimiento…ideal para que sea parte del circuito cultural obligado de la ciudad.”; “Significa muchas cosas al mismo tiempo, por un lado la avanzada de la civilización, la resistencia del nativo, la dificultosa constitución de una nación…representa también mi lugar, una forma de vida…” En cuanto a la visitación los resultados positivos implican el porcentaje más elevado ya sea por ser un lugar a conocer, como difusor de nuestra historia y cultura local, como generador de identidad y compromiso social. Sólo en un mínimo porcentaje el temor a la visita es por temor a la destrucción, desgaste del bien patrimonial.

Investigación arqueológica. Actividades de campo y gabinete Durante marzo de 2010 se realizaron sondeos en 3 sectores, junto con el relevamiento de documentos gráficos y fotográficos archivados en el Centro Documental de la Estación Experimental del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Pergamino. 18

Relevamiento de archivo En el Centro Documental se relevaron archivos gráficos y fotográficos correspondientes a distintas etapas de la historia de El Reducto Rural Fortificado (en adelante El Reducto). Se analizaron archivos con datos sobre la posible fecha de construcción de El Reducto y con información respecto de la función que habría cumplido a mediados del siglo XIX como parte de la Estancia San Juan, propiedad de la familia Cueto de Pergamino. A partir del análisis de una copia del testamento de Pío Cueto, primer dueño de la Estancia San Juan, se pudo determinar la existencia del Reducto Rural a partir de 1840. También se hallaron documentos referidos al reparto de tierras de la Estancia San Juan entre los hijos e hijas de Pío Cueto.

La Restauración de 1963 La restauración de El Reducto en 1963 fue realizada por un equipo multidisciplinario, conformado por el Director de la Estación Experimental del INTA y los arquitectos H. Hernández Larguía de la Universidad Nacional del Litoral y E. Pastrana de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, quienes estuvieron a cargo de la recuperación del edificio y de la investigación acerca de la historia del mismo. Entre la documentación referida a la restauración se encontraron entrevistas, realizadas por el equipo del INTA, a antiguos pobladores de Pergamino y miembros de la Familia Cueto y Otaegui, los cuales brindaron información acerca de las distintas funciones que cumplió el R.R.P a lo largo del tiempo. Según los antecedentes históricos recabados el Reducto funciono como puesto de vigilancia de la Estancia, para prevenir la avanzada de los malones, luego habría caído en desuso y a principios del siglo XX habría sido utilizado como pulpería. A fines de la década de 1950 se encontraba en estado de abandono y es recuperado por el INTA. Esta institución adquiere el R.R.P en 1958 y en 1963 el edificio es restaurado en el marco del proyecto de creación del Museo de la Agricultura Pampeana. Este museo se mantuvo en funcionamiento hasta 1968, a partir de esa fecha el R.R.P permaneció cerrado y en estado de abandono hasta la actualidad. Puntualmente en el archivo se encontró información sobre: Los nombres de las personas que estuvieron a cargo de las diferentes tareas de restauración y los sectores que fueron restaurados. Los sectores que fueron demolidos en la década de 1960 debido a que se determinó que no formaban parte del edificio original. La ubicación del horno de ladrillos donde fueron realizadas las réplicas de los diferentes tipos de ladrillos (loseta para techo, baldosón para piso y ladrillo para paredes). La ubicación en el lado oeste del reducto de las bases del edificio que probablemente funcionara como cocina, cuando el edificio era utilizado como pulpería (principios del S. XX). Las distintas funciones que cumplió el R.R.P a lo largo del tiempo.

Sondeos En base a las características del sitio y a la información relevada en el archivo se decidió realizar sondeo y prospección en 3 sectores: - el área donde posiblemente estuvo el aljibe. - el sector que sobresale visiblemente del terreno como varias hileras de ladrillos que conforman una estructura cuadrada. - el sector donde se encontraba la habitación lateral del reducto (derrumbada durante la restauración de 1963).

Área del Aljibe Para los sondeos del área del aljibe se dividió al mismo en 2 sectores: norte y sur. Se limpió superficialmente el terreno para exponer los bloques de cemento que se observan a simple vista y que pertenecen al aljibe reconstruido en 1963 y que cayeron dentro del pozo debido a las inundaciones de la región en la década de 1980. Se procedió a bajar todo el perímetro lateral del aljibe. Se descubrieron la totalidad de los bloques de pared que se derrumbaron y se nivelo el piso de todo el aljibe a una profundidad aproximada de 1,50 m. La tierra extraída 19

durante las actividades de nivelación y extracción de los bloques de construcción, fue pasada por zaranda de 10x10 mm. De este sector se extrajeron fragmentos de vidrio, losa, restos óseos faunísticos, alambre y restos de hierro que quedaron depositados en la Dirección de Cultura de Pergamino para su posterior análisis y clasificación.

Estructura cuadrada (posible habitación de uso diario) En esta “estructura cuadrada” se realizó una limpieza superficial y desmalezado, junto con la limpieza de los perfiles mejor conservados, con el objetivo de determinar: la estructura, disposición y cantidad de niveles de ladrillos que quedaron en pie y las dimensiones de los ladrillos que conforman los niveles. Para el desmalezamiento se dividió la estructura en 4 sectores, el sector I y III ubicados en sentido Sur y el II y IV ubicados en sentido Norte. Los sectores III y IV presentaban evidencias de combustión reciente y en la limpieza se extrajeron fragmentos de loza, vidrios, alambres, fragmentos de hierro y restos óseos faunísticos que se encuentran también depositados en la Dirección de Cultura de Pergamino para su posterior análisis y clasificación. Dos ladrillos del sector II fueron extraídos con suficiente argamasa para realizar estudios sobre su composición química.

Habitación Lateral De acuerdo a los documentos fotográficos, en el sector oeste del R.R.P se hallaba una habitación (Figura 2) que fue demolida durante la restauración de 1963 dado que, según los datos que se recabaron en esa oportunidad, se determinó que la misma no pertenecía al edificio original. Se realizó una limpieza superficial del área adyacente al reducto, sitio exacto donde se hallaba la habitación demolida y se lo dividió en 4 sectores. Luego de la limpieza superficial se hallaron las bases de la habitación junto a restos óseos de origen animal y abundante material vítreo. Las medidas del sector son 5,50 por 3,80 m (Figura 4) Figura 4. Planta del reducto.

Mediciones de campo Para determinar las dimensiones del R.R.P y de los sectores de interés se tomaron las siguientes medidas (Figura 5): Del poste izquierdo de la galería al aljibe: 11,72 m. Del poste izquierdo de la galería a la fosa perimetral: 27,78 m. Del aljibe a la fosa perimetral: 16 m. Del poste derecho de la galería a la estructura cuadrada. 16,70 m. Figura 5: mediciones tomadas durante la intervención. 20

Consideraciones Finales La estancia “San Juan” se plantea como una encrucijada entre la defensa y la producción, entendido el término como lugar donde se cruzan dos caminos, porque esa era la realidad del espacio de Frontera donde se había instalado esta estancia. La ocupación y la producción podían sostenerse con una estrategia de defensa y todo un entramado de protección por parte del poder para crecer económicamente. La otra razón para entender esta realidad es que en el espacio de Frontera se dirimían dos modelos económicos por un lado el sector del inversor capitalista representado en Don Juan Pío Cueto y por otro lado el mundo campesino con basado en una economía de subsistencia y el trabajo familiar. Sería importante para la comunidad que el Reducto Rural Fortificado cumpla funciones educativas y recreativas que contribuirán a incrementar y sostener su valor patrimonial. El patrimonio como componente de nuestra identidad se debe preservar, conservar y recuperar, por ser un legado de nuestros antepasados debe permitir trazar una línea de continuidad con nuestro presente, con respaldo histórico y cultural. Luego la decisión de preservación forma parte de la decisión política (determina cuáles son los símbolos que deben permanecer para retractar a una sociedad), educativa (información y concientización sobre la historia y la cultura de nuestro pueblo, forjando mentes con valores, conciencia ciudadana, pertenencia a sus lugares) y privada (cambios en las condiciones sociales y económicas). Por lo expresado se considera necesario: Convertir el R.R.P en un Museo de Sitio donde se exhiban los sectores que están siendo recuperados, en el estado de conservación actual y con imágenes de cómo pudieron haber sido y que funciones habrían cumplido en su período de máxima utilización. Utilizar el interior del Reducto como parte activa del Museo, reconstruyendo sectores de vigilancia y de uso diario. Exposición de infografías con imágenes y líneas de tiempo para ilustrar acerca de las funciones que fue cumpliendo el Reducto a lo largo de su historia. Proyección de videos/documentales que narren la historia del Reducto y la etapa de recuperación arqueológica. Vincular el Reducto con la historia de la Estación Experimental del INTA de Pergamino, mediante la exposición de fotografías del Reducto antes y después de la restauración realizada por el Arq. Pastrana y su equipo en 1963. Destinar alguno de los espacios de la casa como “sala de conferencias” para fomentar la discusión sobre la importancia de la preservación y resguardo del patrimonio histórico. Dicho espacio deberá conservarse tal como se encuentra en la actualidad (con grafittis, restos de nidos de aves, falta de revoque en las paredes, etc.) para que sirva de ejemplo del deterioro causado por actividades antrópicas y naturales a lo largo del tiempo.

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Catalina Bouvier1, Laura Lisboa2, Lucas Martínez2 y Aída Toscani3 1 Estación Experimental Agropecuaria INTA Pergamino. 2 Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico. DPPC-ICGBA. 3 Instituto de Formación Docente y Técnico N° 122 Pergamino. [email protected]

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2 Investigación y Preservación de Bienes Culturales de Ambientes Acuáticos. Dos Décadas de Actividad en el Ámbito Nacional Argentino

Dolores Elkin

Resumen En 1995 se creó en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (Ministerio de Cultura de la Nación) un proyecto pionero en la arqueología argentina, focalizado en el estudio y preservación del patrimonio cultural subacuático. Desde entonces se han venido realizando varios trabajos en distintas localidades del litoral Atlántico austral, principalmente en las provincias de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Los bienes culturales en los cuales se centraron las investigaciones y actividades derivadas consistieron en restos provenientes de naufragios de los siglos 18, 19 y primeras décadas del siglo 20. En la conferencia se brindará una revisión general de la tarea realizada hasta la fecha, así como una serie de consideraciones resultantes de las dos décadas de experiencia adquiridas. Se pondrá especial énfasis en la reflexión acerca de las posibilidades de realizar actividades de investigación y gestión de este tipo de patrimonio en la región de América Latina. Palabras clave: Patrimonio cultural, Arqueología, Ambientes acuáticos, Naufragios, Argentina

Introducción Indispensable para la vida, el agua siempre fue un condicionante para el ser humano y sus múltiples actividades. A lo largo de toda su existencia, las personas vivieron y se establecieron cerca de ríos, lagos, lagunas y otras fuentes de agua potable. También utilizaron ambientes acuáticos para la pesca, la caza y la recolección de alimentos diversos, para el transporte y actividades relacionadas (exploración, comercio, comunicaciones, etc.), así como para la celebración de ritos y ceremonias, la realización de enfrentamientos bélicos, la simple recreación, y hasta el descarte de desechos. Como consecuencia, la variedad de sitios arqueológicos y artefactos que testimonian esa relación tan estrecha entre el ser humano y el agua es vastísima. Parte de la evidencia está compuesta por las 23

ciudades, puertos y construcciones costeras que han quedado sumergidas luego de terremotos u otros fenómenos catastróficos, como la ciudad del siglo XVII de Port Royal en Jamaica, el puerto romano de Cesarea en Israel, o el faro de Alejandría en la costa egipcia sobre el mar Mediterráneo. Otros tipos de restos se encuentran en cuevas y grutas inundadas por ascenso del nivel del mar; como ejemplos pueden citarse a la gruta Cosquer en Francia, la cual posee centenares de grabados y pinturas rupestres del período paleolítico, o a los cenotes de la zona del Yucatán en Mesoamérica. El registro arqueológico de estos últimos cubre un marco cronológico y cultural muy amplio, desde la temprana presencia humana en la región a fines del Pleistoceno hasta tiempos históricos recientes, pasando por las conocidas ofrendas ceremoniales de la época Maya. Finalmente, hay que mencionar al tipo de evidencia arqueológica que más frecuentemente se presenta bajo el agua o cerca de ella: los restos de embarcaciones, denominados pecios. Estos constituyen uno de los testimonios más representativos de la actividad náutica, y no solo revelan aspectos relativos a las embarcaciones en sí mismas, sino que también pueden constituir una valiosa fuente de información sobre temas tales como rutas de navegación y comercio, relaciones sociales a distintas escalas, creencias y costumbres, pericia marinera y muchos otros (Adams 2001, Baker 1998, Coates et al 1995, Dellino 2007, Desmond 1984 [1919], Gibbins y Adams 2001, Gould 1983, Muckelroy 1998, Nash 2001, Redknap 1997, Staniforth 2009). El estudio de toda esta diversidad de sitios o artefactos individuales, como así también de los conjuntos de restos distribuidos en mayor o menor densidad sobre el espacio y que pueden conformar verdaderos paisajes marítimos (McErlean et al 2002, Westerdahl 1992) posee un inmenso potencial para la arqueología y disciplinas relacionadas. Sin embargo, al menos en lo que hace a los restos que se encuentran sumergidos, su investigación recién comenzó hace media centuria. Esto se debe a que solo con la invención y desarrollo del equipo autónomo de buceo (SCUBA1), tras la segunda guerra mundial, fue posible acceder al medio subacuático de un modo que permitiera explorarlo de manera más intensiva y sistemática, pudiendo aplicar estándares científicos al estudio de la inmensa riqueza –principalmente natural- que hasta entonces el agua ocultaba. En lo que hace a la arqueología submarina, el investigador reconocido como pionero en el uso de metodologías y técnicas análogas a las empleadas en el trabajo en tierra fue el estadounidense George Bass, con los trabajos que comenzó a realizar desde la década de 1960 frente a las costas de Turquía (Bass 1970). Desde entonces, gradualmente se fue afianzando esta nueva especialidad que enriquece el estudio de las sociedades pretéritas con la información proporcionada por los materiales que se encuentran sumergidos.

El surgimiento de la arqueología subacuática en argentina Un importante hito en la historia de la arqueología subacuática en la República Argentina se produjo en el año 1978, cuando el arqueólogo Jorge Fernández supervisó la extracción de una canoa monóxila hallada en el Lago Nahuel Huapi, en la provincia de Río Negro. Fernández no participó en el trabajo subacuático y éste no se realizó con los estándares metodológicos y técnicos que deberían tener lugar en una intervención arqueológica. Sin embargo, es de destacar el interés del investigador en un tipo de vestigio que hasta entonces no había sido objeto de estudio para la disciplina. Los estudios de Fernández relativos a las canoas monóxilas halladas en lagos andino-patagónicos fueron publicados en distintas ocasiones (Fernández 1978, 1997), y años más tarde el tema fue retomado por las arqueólogas Romina Braicovich y Soledad Caracotche (Braicovich 2006; Braicovich y Caracotche 2008). Para la misma época de fines de la década de 1970, en Tierra del Fuego también se realizaron actividades de arqueología náutica, si bien no se referían a materiales sumergidos. En este caso los arqueólogos Jean Marie Franchomme y Hernán Vidal documentaron restos de naufragios en el marco de relevamientos efectuados para el entonces denominado Museo Territorial2 de la ciudad de Ushuaia. Los materiales hallados, y en muchos casos incorporados a la colección del museo, provenían de distintos sectores de la costa fueguina, tanto sobre el océano Atlántico como sobre el canal de Beagle (ver Santos y Elkin 2015). Otro hecho relevante para el surgimiento de la arqueología subacuática argentina tuvo lugar en el año 1982, con el hallazgo de la corbeta inglesa del siglo XVIII HMS Swift en Puerto Deseado, Santa Cruz. A pesar de que en esta instancia no hubo intervención de arqueólogos, es de destacar el antecedente jurídico por el cual la Provincia de Santa Cruz declaró de interés histórico al sitio3. A ello se suma la loable decisión tomada por los protagonistas del descubrimiento: que todos los artefactos permanecieran en Puerto Deseado en carácter de patrimonio público de dicha localidad (Elkin et al 2011:44). Al año siguiente se creó el Museo Mario Brozoski con dicho fin, y hasta el día de hoy la colección arqueológica del sitio Swift continúa siendo albergada en esa institución. 24

Algo más de una década después, en 1995, se produjeron dos nuevos puntos de inflexión en el desarrollo de esta nueva disciplina en el país: Por un lado se dio inicio al proyecto Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural Subacuático (posteriormente denominado Programa de Arqueología Subacuática) en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, organismo dependiente del actual Ministerio de Cultura de la Nación, y por otro se creó el Área de Arqueología Subacuática en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Tal vez porque el origen del PROAS tuvo su razón de ser en la corbeta Swift y porque una de las primeras y principales investigaciones efectuadas por el equipo de la Universidad Nacional de Rosario fue en el sitio de Santa Fe La Vieja en el río San Javier (cuenca del río Paraná), el primer grupo se ha focalizado en ambientes costeros marinos en tanto que el segundo ha realizado muchas actividades vinculadas a ambientes fluvio-lacustres. No es el propósito de esta presentación realizar una revisión exhaustiva de la historia de la arqueología subacuática en Argentina, tarea que ya ha sido efectuada por Nicolás Ciarlo hace pocos años (Ciarlo 2008, 2009). Lo que se brindará a continuación es una síntesis de las principales actividades realizadas en el marco del Programa de Arqueología Subacuática del INAPL, el cual se caracteriza por constituir una iniciativa emprendida desde el ámbito gubernamental nacional. Finalmente se realizará un breve balance de lo anterior, seguido de una serie de reflexiones finales con referencias en una perspectiva latinoamericana.

La trayectoria del programa de arqueología subacuática del instituto nacional de antropología y pensamiento latinoamericano Desde sus inicios, en el PROAS existió la convicción de que la arqueología subacuática no podía desarrollarse adecuadamente si no era acompañada de acciones implementadas en otras esferas pertinentes. Por ello, paralelamente a la investigación arqueológica (que siempre constituyó su eje principal) también se trabajó en pos de la protección legal del patrimonio cultural subacuático, en la periódica realización de actividades de transferencia y de formación de recursos humanos, y en distintas tareas vinculadas con la gestión, como ser la gradual elaboración de un registro de sitios subacuáticos y una serie de iniciativas referidas a la puesta en valor de este tipo de restos. Al día de la fecha se han realizado o se realizan proyectos de investigación en varias localidades del litoral marítimo argentino siguiendo el criterio expuesto en el párrafo precedente. Todos los proyectos poseen el denominador común de tener por objeto de estudio a restos de embarcaciones naufragadas, si bien ellas corresponden a distintas épocas y contextos culturales de los últimos siglos, y fueron construidas tanto con casco de madera como de hierro4. Por otra parte, los trabajos no solo se refieren a restos completamente sumergidos sino también a muchos que se encuentran en la franja costera adyacente al agua. Las áreas geográficas en las cuales el equipo del PROAS ha venido realizando trabajos de campo se ubican en distintas provincias con costa sobre el océano Atlántico. El punto más septentrional es la localidad de Costa del Este en la Provincia de Buenos Aires, donde recientemente se inició el relevamiento y estudio de un pequeño barco de madera ubicado en la zona intermareal. Aun no ha podido establecerse su identidad o su función, ni tampoco su marco cronológico preciso, pero es posible que haya sido una embarcación mercante de desempeño regional entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando el puerto cercano del Tuyú tuvo su apogeo (Elkin et al 2015a). Continuando hacia el sur, el equipo del PROAS desarrolla investigaciones en dos sectores de la provincia del Chubut: Una es la región de Península Valdés y gran parte del Golfo Nuevo, con el estudio de pecios de distintas características y épocas, ubicados tanto bajo el agua como en la franja costera (Elkin et al 2015b, Gutiérrez 2013, Gutiérrez y Elkin 2010 Murray et al 2009). Una faceta destacada de este proyecto es la de gestión del patrimonio cultural subacuático relevado, así como de vínculo con la comunidad y distintas partes interesadas (Elkin y Murray 2008, Murray 2013, Elkin 2014a) La otra zona de trabajo en Chubut es el Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral, un área protegida ubicada en la costa del golfo San Jorge entre el cabo Dos Bahías y la isla Quintano, donde recientemente se dio comienzo a la evaluación del patrimonio cultural náutico y marítimo allí existente, tanto bajo el agua como en tierra. Este proyecto tiene un fuerte componente educativo y de transferencia en el ámbito de las escuelas públicas locales y los guardaparques de ésta y otras áreas protegidas de la región patagónica dentro de la Administración de Parques Nacionales (Murray y Grosso 2015). En la provincia de Santa Cruz, más precisamente en las cercanías de la localidad de Puerto Deseado, tuvieron lugar los dos primeros proyectos de investigación del PROAS. El de mayor envergadura y duración fue el estudio del pecio de la ya mencionada corbeta Swift, nave de guerra británica que naufragó en 1770 en la ría Deseado. La extraordinaria calidad de conservación de los restos posibilitó el 25

estudio de una gran diversidad de temas, muchos de los cuales fueron tratados de manera interdisciplinaria (Bastida et al 2004 y 2010, Elkin et al 2007, Elkin et al 2011, Elkin et al 2012, Grosso 2008). El otro proyecto basado en Puerto Deseado se focalizó en el estudio de los restos del Hoorn, un barco holandés de la expedición de Schouten y Le Maire de principios del siglo XVII, el cual se incendió accidentalmente mientras era carenado en la costa (Murray et al 2007, Murray et al 2008). En ambos proyectos fue la investigación arqueológica la actividad predominante, en tanto que el museo Mario Brozoski de Puerto Deseado siempre ha tenido a su cargo las tareas de conservación y guarda de los materiales, así como su presentación al público. En ocasiones el PROAS ha participado en la organización de exhibiciones temporarias relacionadas con ambos sitios arqueológicos, así como en numerosas charlas y conferencias de divulgación; también se han realizado aportes referidos a aspectos de gestión (Elkin et al 2000, Elkin y Cafferata 2001). Otro sector de la Provincia de Santa Cruz que ha sido objeto de estudio por parte del equipo del PROAS es el Parque Nacional Monte León. Allí se efectuaron estudios de base referidos al patrimonio material de origen náutico previamente a la apertura del parque al público y con el objetivo de brindar herramientas para la gestión (Grosso et al 2015). Finalmente, en una extensa franja costera en el litoral marítimo atlántico de la Provincia de Tierra del Fuego, en los últimos años el equipo del PROAS registró distintos restos de origen náutico en el marco del Proyecto Arqueológico Costa Atlántica del Museo del Fin del Mundo (Vázquez et al 2010). De manera análoga a otros casos mencionados más arriba, este proyecto consiste en una primera aproximación sistemática a los testimonios materiales de la actividad marítima efectuada en la zona en los últimos siglos (Elkin et al 2015c). Dentro de las actividades desarrolladas por el PROAS ha habido algunas que no necesariamente se relacionan de manera directa con proyectos de investigación o áreas geográficas específicas: En el ámbito de la legislación nacional, durante los primeros años de trabajo resultó crucial apoyar y participar en la gestación de un marco legal que protegiera al patrimonio cultural subacuático. Esta tarea ya había sido iniciada por otros actores, como el Grupo de Trabajo de Patrimonio Subacuático del ICOMOS -en la década de 1980-, quienes incluso participaron en la redacción de distintos proyectos de ley a tal fin. Sin embargo, hubieron de transcurrir muchos años hasta la sanción de la ley Nacional 25.743, la cual contempla no solo a todos los restos arqueológicos que se encuentren sumergidos en las aguas jurisdiccionales de nuestro país sino a aquellos enmarcados en épocas históricas recientes5.Asimismo distintas provincias, por iniciativa propia, fueron creando un cuerpo jurídico que protegiera al patrimonio cultural subacuático en sus respectivos territorios. En lo referente al escenario jurídico internacional, la responsable del PROAS ha tenido una participación activa en el desarrollo e implementación de la Convención de UNESCO para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático (UNESCO 2001), ratificada por Argentina en el año 2010. También integra el Consejo Consultivo Científico Técnico de dicha convención. Asimismo, en el marco de una prominente línea de acción del INAPL; el equipo del PROAS ha colaborado en la lucha contra el tráfico ilícito de bienes culturales asistiendo a INTERPOL en distintas acciones que involucraban bienes presumiblemente procedentes de contextos subacuáticos. En el ámbito de docencia en arqueología y gestión de patrimonio cultural de ambientes acuáticos se han dado algunos pasos mediante el dictado de un seminario de grado y otro de posgrado en la Universidad de Buenos Aires. La intención es afianzar esta línea de trabajo a fin de que los alumnos de arqueología y disciplinas afines tengan acceso periódico a instancias de formación en esta especialidad. Trascendiendo el ámbito educativo nacional, y en el contexto de la promoción de la convención de UNESCO de 2001, miembros del PROAS también han participado en la organización y dictado de cursos de capacitación en gestión de patrimonio cultural subacuático en distintas partes del mundo (ver Manders y Underwood 2012). El curso de formación más reciente para nuestra región tuvo lugar en Argentina (Buenos Aires y Puerto Madryn) en el año 2013, con la participación de alumnos de Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Argentina. Finalmente, una línea de acción del PROAS que combina aspectos de formación de recursos humanos con transferencia hacia sectores de la comunidad no necesariamente vinculados al ámbito académico es la del dictado regular de cursos breves, orientados a buceadores interesados en arqueología subacuática. Se trata de los cursos que habitualmente imparte la Nautical Archaeology Society del Reino Unido, con la cual el PROAS ha establecido un vínculo institucional. Estos cursos se vienen realizando en Argentina desde el año 2002, y no sólo han servido como herramienta para la concientización acerca de la necesidad de preservar el patrimonio cultural subacuático, sino que algunos participantes de esos cursos luego comenzaron a colaborar en distintos proyectos de investigación de nuestro equipo.

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Balance y reflexiones finales En todos estos años de actividad, y en sintonía con las circunstancias de su gestación, el PROAS ha cumplido un rol destacado en la investigación arqueológica subacuática y de ambientes terrestres costeros, realizando especiales aportes al estudio de los restos de embarcaciones naufragadas. Para una región en desarrollo como América Latina, acechada por el accionar de empresas e individuos buscadores de tesoros sumergidos, consideramos especialmente significativo haber demostrado, con ya dos décadas de actividad, que el estudio de este tipo de patrimonio es posible sin necesidad de utilizarlo como objeto de transacciones comerciales o a modo de pago para “compensar” la inversión asumida por los empresarios. Se ha visto que la investigación de bienes arqueológicos de ambientes acuáticos puede concretarse en el marco de una política científica nacional, enriqueciendo el acervo cultural de todos los habitantes del país. A ello hay que agregar que la implementación de este tipo de especialidad arqueológica no tiene por qué requerir grandes sumas de dinero o equipamiento particularmente complejo: Todos los estudios llevados a cabo por el PROAS se han hecho con el mismo tipo y montos de subsidios que habitualmente posibilitan las investigaciones arqueológicas que se efectúan en ambientes terrestres. Otra línea en la cual consideramos que el PROAS ha realizado avances considerables es aquella referida a valorización y gestión del patrimonio, trabajando desde el frente jurídico hasta la difusión y transferencia del conocimiento. Asimismo, se ha tratado de proporcionar a distintos actores que se desempeñan en el ámbito de la gestión de recursos culturales algunas herramientas metodológicas para documentar el patrimonio arqueológico subacuático y costero, monitorear cambios ocurridos en él a través del tiempo como resultado de la acción de agentes culturales y naturales y, en última instancia, encontrarse en una mejor posición para poder optimizar su preservación a mediano y largo plazo (Elkin y Murray 2008). Todo ello resulta particularmente valioso –y novedoso– en distintas áreas naturales protegidas de nuestro país, en las cuales el ambiente acuático marino está adquiriendo una relevancia creciente (Elkin 2014b). Con mirada retrospectiva y debido sentido de autocrítica, un aspecto de la gestión del patrimonio cultural subacuático que mereció haber tenido mayor dedicación es el diálogo con las comunidades de las áreas en las cuales se fueron desarrollando los respectivos trabajos. Esto es particularmente importante cuando se trata de embarcaciones naufragadas que son percibidas como algo foráneo, que solo están allí por accidente y que no poseen ningún vínculo con la sociedad local. Es tarea de los arqueólogos, junto con gestores de patrimonio y otros actores, proporcionar una mirada alternativa: aunque los naufragios casi siempre resulten de un hecho fortuito y las embarcaciones puedan provenir de los contextos más remotos en tiempo y espacio, no dejan de ser relevantes para la historia marítima regional dado que testimonian la existencia de rutas de navegación, comercio u otros hechos que sí se vinculan con los habitantes del lugar considerado; en consecuencia tienen relevancia para su identidad cultural y su historia. También hubo otros aspectos que no se desarrollaron en la medida que hubiera sido deseable, como la generación de infraestructura adecuada en el área de conservación de materiales saturados de agua, lo que a su vez hubiera posibilitado una mayor formación de recursos humanos en la especialidad. La explicación quizás radique en el hecho de que las prioridades en los primeros tiempos de actividad del PROAS fueron la capacitación de los arqueólogos en buceo, la adquisición de equipamiento para tal fin, y la realización de algunas tareas elementales como la recopilación de bibliografía, que por entonces era prácticamente inexistente en el país6. Asimismo, al menos para el proyecto Swift en Puerto Deseado, el museo Brozoski contaba periódicamente con el asesoramiento de un conservador de museos que podía cubrir ese aspecto. Hoy en día una profesional especialista en conservación de materiales procedentes de sitios subacuáticos integra el equipo del PROAS y se está acondicionando un laboratorio apropiado en la sede del INAPL. De cualquier manera, el desarrollo del área de conservación dentro del mismo ámbito del PROAS debió haberse dado de manera paralela, y no posterior, a las de investigación y gestión. Este es un punto que recomendaríamos de manera efusiva a cualquier equipo de trabajo que se inicie en la realización de actividades dirigidas al patrimonio cultural de ambientes acuáticos. En nuestra región ello representa un desafío en virtud de la escasez de profesionales y de instancias de formación en dicha especialidad, aunque ya hay signos de avance (Ammirati, com. pers. 2015). Por último, una línea que también requiere mayor estímulo y desarrollo -aunque no suele implementarse en el ámbito público gubernamental- es la de inclusión del patrimonio cultural de ambientes acuáticos en los estudios de impacto ambiental. Actividades como la pesca industrial (especialmente la que se efectúa con redes de arrastre), el tendido de tuberías submarinas, de plataformas petroleras u otro tipo de infraestructura offshore, el desarrollo de urbanizaciones costeras o el dragado, pueden tener efectos perjudiciales sobre restos arqueológicos. Un trabajo coordinado entre el sector público y el privado seguramente podrá lograr, sino el impedimento, al menos una mitigación significativa de dicho impacto. Los resultados positivos de las primeras iniciativas en ese sentido (Murray y Grosso 2009) permiten tener una visión optimista respecto a lo que podría realizarse en el futuro. 27

A pesar de los aspectos recién señalados que requieren mayor énfasis de ahora en adelante, consideramos que el balance ha sido positivo. Es claro que la arqueología de ambientes acuáticos, desarrollada tanto por el equipo del PROAS como por otros investigadores, se está afianzando cada vez más en el país como una disciplina de relevancia para el estudio de las sociedades pasadas. Asimismo, las múltiples actividades que se vienen realizando en otros estados latinoamericanos, entre los cuales México fue un indiscutible precursor (Luna Erreguerena 1982), también auguran un futuro promisorio para la investigación y gestión del patrimonio cultural subacuático en toda la región.

Notas 1. Self Cointained Underwater Breathing Apparatus. 2. Actual Museo del Fin del Mundo. 3. Decreto provincial N° 1430-82. 4. Se utiliza término “hierro” de manera genérica, incluyendo tanto a éste como al acero, una aleación de hierro y carbono más resistente que el hierro, cuyo uso en la construcción naval comenzó a sustituir al hierro a partir de la década de 1860 (McCarthy 1985). 5. Tradicionalmente se restringía el concepto de patrimonio arqueológico al conformado por los vestigios de sociedades precolombinas. 6. Debe tenerse presente que por entonces los recursos disponibles en internet eran sumamente limitados.

Agradecimientos A todas las instituciones que financiaron los proyectos de investigación realizados en el marco del PROAS. A todos los integrantes y colaboradores del equipo, especialmente a Cristian Murray y Mónica Grosso, con quienes hemos compartido este apasionante camino desde los primeros pasos.

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Dolores Elkin CONICET y Programa de Arqueología Subacuática, Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (Ministerio de Cultura de la Nación). 3 de febrero 1378 – 1426 Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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3 La Técnica Teatral Como Preservación De Conductas

Gustavo Manzanal

Resumen En algún momento de la historia el teatro deja de ser la búsqueda de una construcción de mitologías que viniesen a suplantar los vacíos en las explicaciones del accionar humano; ya no se reduce sólo a grandes textos dichos y apenas actuados por individuos lanzados, sueltos y confluentes, sino que se comienza a trabajar sobre la edificación de una unidad prioritaria capaz de los grandes mensajes y las paradigmáticas demostraciones de vida en escena: se apunta al trabajo sobre el personaje; nace así la técnica teatral, el método, la acumulación de recursos. Más tarde, cercano a nuestra era, desde el psicoanálisis llegan vientos de cambio: el personaje es alguien que además de lo que muestra cuenta con una vida interior. Para el actor se vuelve una obligación prestar atención a esto. Y no sólo para el actor, todo el mundo del espectáculo modifica sus cánones, pulveriza los estándares: se crean espacios para el drama, se modifican los “temporitmos” de la acción, se juega con la luz, con los objetos; es decir, se enmarca el relato en una fisonomía genuina del hecho, y esto no tiene vuelta atrás -se sigue, por supuesto, haciendo teatro naturalista, pero con integración de discursos, ya no con efectos meramente ilustrativos. Bien, esta nueva mirada es asimismo retrospectiva: el recorrido de la historia del teatro también se hace sobre tales principios; griegos, medievales, época isabelina, siglo de oro, neoclasicismo, romanticismo. Todos los actantes de aquellas épocas son enfocados como marcas indelebles del devenir de la humanidad y la naturaleza. Así, el aparato técnico restituye una concepción de la experiencia dramática ligada definitivamente al ser: con sus dotes, sus miserias, sus destinos, sus rebeldías. La conducta pasa a formar parte del acervo cultural como no se ha logrado casi en ninguna otra disciplina. Se vuelve necesario rastrear cómo es esa técnica, en qué consiste, adónde apunta, para entender mejor el paso del tiempo, que antes de anquilosar los sucesos, cada estado de cosas y las posibles reacciones de sus protagonistas, los despliega y los torna material de trato indefectible para entender la realidad y seguir construyéndola. Palabras clave: teatro técnicas teatrales, preservación de conductas

Introducción Debemos colocarnos en la posición original que le cabe a la teatralidad en el marco de las ramas del saber: 33

Esto cabría también para la danza u otras intervenciones escénicas, pero el teatro sostiene su carácter espectacular en una realidad sígnica integradora, que se resuelve en términos lingüísticos (lenguajes que reproducen el de la articulación a través del habla). ¿En qué radica el elemento más característico de su ‘ser espectáculo’? En la búsqueda de una toma de partido, que como aspecto cientificista puede centrarse en la contextualización, es decir, el teatro socializa un fenómeno particular. Por ende busca hacer de cada Conducta un PARADIGMA, lo que implica un auténtico pasaje de la INMANENCIA a la TRASCENDENCIA. Veamos esto.

El mundo interior hecho materia: -visión aristotélico-tomista, que corresponde a tener los pies sobre la tierra (vida buena para oponerse al ambiente de locura, resultando algo así como la negación de toda sabiduría); para el individuo común no vale la pena diferenciar ‘cosa’ de ‘objeto’, ya que llega a conocer la cosa sólo a través de su representación. Es decir, como objeto distinto.

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Si se quiere trasvasar los límites de la humanidad, las cosas se presentan con dos caras, una objetiva (como objetos, organizados a través de un sistema de representaciones), y la otra, que no podemos ver, pero a la que alguna empresa heroica nos puede hacer llegar: vía separada de lo social.

Protoimagen Estado psicológico de base anterior al lenguaje, que lleva a una percepción empática del objeto provocando el tono afectivo de rechazo o aceptación. Produce una molestia, y es necesario despojarse de la misma. Puede ser un ritmo, una palabra, o una cadena de palabras (la protoimagen puede no ser circunscripta a las artes; la filosofía se desarrolla de manera similar, como una intuición que adquiere la imagen final que el filósofo le da -algo que se puede hacer extensivo inclusive al pensamiento científico-). La protoimagen presenta un contenido X que no sabemos qué es. Si admitimos un objeto exterior al sujeto, entonces tiene que haber alguna relación, alguna correspondencia entre la protoimagen y ese objeto. Si las facetas de la protoimagen corresponden a escorzos o a conjuntos relacionados de escorzos del objeto, entonces en un momento dado la protoimagen se hace cognoscible como obra (en nuestro caso, como ‘pieza’ o ‘experiencia de teatralidad’). Siguiendo con las hipótesis, todos los aspectos de la protoimagen tienen de alguna manera que estar contenidos en el resultado. Esto implica que debería contener únicamente los escorzos contenidos en la protoimagen, esto es, tiene que revelar sólo los contenidos de la protoimagen. No podemos aseverar que esto sea así, pero sí que el material resultante no revela al objeto, sino la percepción que de éste tiene el creador y quienes colaboraron con él en dar forma al HECHO: hablamos, sin más, de una Conducta Recuperada (conducta preexistente que ha tomado corporalidad en el escenario). A través del montaje la protoimagen significa algo, es decir, de algún modo la protoimagen remite a una realidad de tipo X, de la cual el constructor dramatúrgico es la expresión, en el sentido de que es signo de esa 35

realidad a la cual la protoimagen remite. En este sentido, tomamos a lo representado como símbolo, pero no símbolo en tanto representación dual (significado – significante), sino como expresión de algo superior, de algo que sólo puede expresarse a través de él, dada la magnitud de la visión, que no es otra que la protoimagen. Como Dante con Beatrice, o una planta ardiendo como símbolo de Dios. De esta manera, al convertir lo actuado en símbolo hierofánico -es decir, en experiencia de espiritualidad-, estamos ante un signo que es en sí mismo representación y representado.

El núcleo de la protoimagen puede a veces poner al autor en contra de sus propias convicciones, pues tiende a oponer la mayor resistencia posible; una vez dominado ese núcleo, se presenta una periferia altamente modificable en una serie de valencias representacionales. Es una manifestación teofánica (centro de la idea, aparición de lo sagrado), participa del misterio, y se presenta como escorzo de un arquetipo (ideas platónicas, modelos divinos de las cosas). Los arquetipos son la Verdad misma, porque es lo que el decir revela (‘mujer’ como ‘madre’); esto descarta el análisis impresionista (de recursos) o simplemente la crítica anecdótica.

↓ Ambos son modos de romper esa espacialidad entre lo inmanente y lo trascendente, con el propósito de atisbar la realidad; pero en el teatro significa además una catarsis por mostrar el arquetipo en ese asunto transitorio -la puesta en escena-, en las cosas visibles, sensibles y atendibles, como valor último y final de su razón de ser. El espectáculo mismo es el arquetipo revelado, una manifestación sensible de lo sagrado (un signo teofánico): remite a un significado que lo trasciende -es decir, lo que es difícil de explicar, algo inmanente se trasciende a sí mismo llevando al que lo contempla a otro grado del ser. El teatro se convierte así en una Didáctica de las Acciones Humanas, pues las saca de su inmanencia primordial para trasladarlas a otro estado, las hace trascender: las situaciones tremendas, p.e., los límites del destino, se alivianan (a la manera de la catarsis en la tragedia); amortigua la peligrosidad de la cosa reubicándola analógicamente (hay hechos y situaciones muy difíciles para encarar de un modo corriente), y a través de la protoimagen diluye la cosa, la amengua, y la coloca al alcance del hombre corriente. La función del arte es importante pero como efecto que produce en los destinatarios y no por el análisis técnico que puede hacer el crítico o especialista; frente a una obra en la que el autor haya sido fiel a su protoimagen, el crítico no tiene absolutamente nada que decir porque la desconoce; tampoco puede hacer una apreciación valorativa de la obra desde el punto de vista de invocar al autor; puede hacerse quizá invocando una época, pero en este sentido lo que se tomaría en cuenta sería la reacción del público más que la obra en sí. Entonces el teatro celebra la conducta creada, desarrollada y definida sobre su angar: es el modo con que cuenta de refrendar una filosofía que nos dice a veces más que el mero tratamiento específico de un tema en cuestión. Por lo tanto no es lo racional lo prioritario: más bien se eleva a la altura de una estructura cuyo diseño es el ser actante. La razón es accidente biológico sobreagregado. El modelo biológico está pensado sobre la base de lo 36

que podemos llamar un pensamiento empírico–pragmático, que podríamos sintetizarlo así: primero hay un código genético que construye un tubo digestivo y un aparato reproductor, y los conecta con un sistema músculo–sensorio–neural. Una de las propiedades de este sistema es la memoria, es decir, la capacidad de almacenamiento de impresiones; este mecanismo está regido por el principio placer–dolor, en función de la reacción al medio: el principio del placer se corresponde con la reacción básica de acercamiento y el de dolor con la reacción básica de huida. En el ser humano, el sistema neural alcanza una capacidad funcional que excede la inmediatez de la respuesta. Ello provoca un modelo en el que interactúan dos comportamientos:

Todo modelo empírico–pragmático lleva en última instancia a descubrir en su mismo trasfondo lo inteligible. Lo que demuestra que, ya se parta de un modelo trascendente o de un modelo inmanente, ambos aspiran a verificar la trascendencia. Pero, desde el modelo platónico, a la trascendencia se accede mediante un proceso de purificación interior que obliga a abandonar la realidad empírica. Para los neoplatónicos, los tratados aristotélicos eran un fundamento empírico o propedéutico para lo que luego se reservaba como conocimiento distintivo: la filosofía platónica. Por ello, el estudio de los diálogos merecía de una preparación previa a la que se ingresaba por la lógica, la física y la metafísica aristotélicas. Quien accede a la escena lo hace vía del intelecto, y lo que allí encuentra se manifiesta como una forma de conocimiento. En contraposición a la idea tradicional que se tiene del conocimiento (puramente racional), debemos establecer una gradación en el camino de todo acto de conocer: 1) conocimiento sensible, como conocimiento a priori, sensorial, concreto pero provisorio; 2) conocimiento racional, superación de la esfera sensorial, principio de abstracción; 3) conocimiento místico, como trascendencia absoluta, manifestación de un estado “suprarracional”. ¿Cómo se manifiesta este conocimiento místico? Partiremos de la noción de EVOCACIÓN: la palabra ‘atestiguada’ nombra al ente y lo evoca desde la lejanía. Entonces, toda acción Un enigma, por definición, pide una solución que lo disipe y es representada (o sea para ser vista) impenetrable. invoca la esencia del Ser, lo trae ante nosotros para que lo vivenciemos. El misterio, en cambio, es inagotable. No porque no sea De esto se deduce que: -Por la vía del conocimiento místico penetrable a la razón o a la intuición, sino porque es el hombre puede trascender el indefinidamente penetrable, sin poderse nunca llegar a su mundo físico. -Esa trascendencia se logra por una fondo; es comparable al horizonte, que se deja penetrar invocación a la esencia del Ser que se revela en la representación. -Esta revelación consiste en una suspensión en el Ser. Significa penetrar en un misterio. El lenguaje ‘vivenciado’ puede verse como un modelo de investigación del universo Dado que aunque sea de modo inconsciente el artista de teatro “nombra lo sagrado”, esto resulta ser el modo de decir y manifestar el objeto y su marco (situación e implicancias sobre seres activos y sobre mundo objetivo) desde su origen, liberar al Ser desde la Visión Adánica (es decir, volver a nombrar las cosas, “ver el mundo como lo vería Adán”); se vuelve a crear el misterio que es el mundo y se nos conmina como público a penetrar en él. 37

Devenires El Paradigma en que se erige la Conducta representada se sostiene en una interrelación verbal, la cual deviene en la idea de CONFLICTO que subyace a todo Hecho Teatral. O sea, hablamos de fuerzas que operan sobre la realidad constituyéndose nstituyéndose en Opiniones enmarcadas -con claros propósitos argumentativos-- (la elucubración que surge de esto tiene ostensible intención de asociarse con el concepto de Patrimonio: una imagen puesta en tela y con marco, que nos permite gracias a ello conocer con al modelo). Todo es fruto de la capacidad para producir discursos (ver el concepto de ‘competencia’ según el lingüista Chomsky, 1957), que es una distinción de naturaleza biológica conocida como ‘Facultad del lenguaje’. Por esa facultad el hombre construye truye una Gramática (no las reglas del buen decir sino que da rienda suelta a un dispositivo mental que le permite afrontar todos los discursos posibles y atravesar con ellos toda la malla de lo ‘comprensible’). Entonces la realidad queda constituida en tres tr planos: -realidad realidad efectiva: la de los hechos que acaecen -realidad realidad formal: la realidad según cómo es vista y entendida (la jurisprudencial, p.e.) -realidad realidad virtual: realidad como algo inexorable (equivaldría a lo que en ceremonias iniciáticas y mismo en el teatro griego se alude como DESTINO). El personaje encarado desde estos tres planos se inscribe y queda instalado en la cultura que lo ha tomado, y cuando se sucede de cultura en cultura -y también de tiempo en tiempo- se vuelve un Clásico. Esto es: pasa pa a representar una Conducta en estado de PRESERVACIÓN. Y funda Patrimonio en la medida que tal conducta es retomada, revisada y recreada, a lo largo de los siglos. Además se pertrecha en asuntos de naturaleza humana que significan ‘eterno retorno’ y se tornan t modélicos (basta tomar en consideración a Edipo y su tragedia familiar, la acción criminal de Medea, el amor obstaculizado de los adolescentes Romeo y Julieta, etc. etc.)

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Gustavo Manzanal IES N°2 “MARIANO ACOSTA” [email protected]

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4 Bienes Culturales: una Mirada desde desde el Derecho Constitucional

Armando Mario Márquez Márquez

Resumen Continuando el tratamiento dado al tema convocante en las versiones anteriores del encuentro nos posicionaremos una vez más en el Derecho Constitucional para, desde su especial y central óptica, hacer una mirada diagnóstica para con aquél. En esta oportunidad partiremos del hilo que une a la Reforma Constitucional Nacional de 1949 con su similar de 1994 y, a partir de esa entronización en el texto de la Ley Mayor, cuyo análisis haremos de manera especial, nos ocuparemos de la legislación reglamentaria que de ella emana y la carga tuitiva que la contiene. Tal camino nos llevará, no solo a la normativa nacional, sino, también, a la extra nacional y, por supuesto, a la dinámica legislación provincial y municipal que la abarca, cuestión que, obviamente también derivará en la mención y comentario de los principales fallos judiciales pertinentes. Una vez presentado el trabajo en esos términos, nos preguntaremos acerca de su suficiencia tuitiva, nos ocuparemos de destacar sus aspectos críticos y, a fin de adoptar una conducta de compromiso con la temática en trato, ensayaremos propuestas concretas para su optimización. Palabras clave: Bienes culturales; derecho constitucional; Constitución Nacional; Normativa nacional.

Introducción Lo adelantábamos en el resumen del ensayo: este trabajo es una continuación de aquellos que acompañaron los tres capítulos anteriores de estas Jornadas Nacionales sobre los Bienes Culturales, en todos los que he dado diversas visiones del tema en trato, siempre dentro de la óptica del Derecho Constitucional. En este caso esa mirada será doble, aunque con una conclusión unificada. Veamos. En primer término ligaremos el camino que une dos importantes reformas constitucionales nacionales, cual las practicadas a nuestra Ley Mayor en el curso de los años 1949 y 1994, para, por fin, en base a ese camino, establecer cuáles son los lineamientos que aquélla manda para con los Bienes Culturales. Luego, en segundo término, daremos un efecto más dinámico a la cuestión, porque intentaremos llamar la atención respecto del comportamiento de la Jurisprudencia Nacional en lo atinente a los Bienes Culturales, posicionándonos, fundamentalmente, en lo que fuera decidido por la Corte Suprema de Justicia de la Nación 39

en el fallo “Zorrilla” –pronunciado en el mes de agosto de 2013-, el que se erige casi como un “leading case” en la materia. Así, buscaremos exponer dos cuestiones que pueden considerarse como dos vertientes de un mismo curso: el íntimo concepto de la letra constitucional a partir de cómo lo entendemos operativo y la propia dinámica de la norma al advertir como se hace ejecutiva a partir de su aplicación a un caso concreto, con la cita jurisprudencial que precedentemente anunciáramos. Me apresuro a aclarar que no haremos división alguna entre las categorías propias de los Bienes Culturales, toda vez que nuestro enfoque, abarcará, de manera conjunta, tanto la versión tangibles cuanto la de intangibles del sustantivo. Al final del trabajo, a modo de apéndice, y previo a presentar el material bibliográfico consultado y utilizado, transcribiremos de manera completa el ya citado fallo “Zorrilla” para mejor ilustración del lector. Demás está decir que, a fin de lograr una mejor exposición, cada uno de los aspectos adelantados habrán de tener un tratamiento individual, para luego confluir, de entre ambos, a una reflexión que, a modo de conclusión, nos permita unir lo escrito en un pensamiento único y armónico, tal como se presenta la cuestión en nuestra realidad cotidiana y que servirá, finalmente para que el lector mejor comprensa y mejor se posicione ante el instituto en trato. Esperamos lograrlo.

Las ideas regentes emergentes del texto de nuestra Constitución Nacional En dos ocasiones, la última de ellas –por fin- en forma definitiva, la letra de nuestra Constitución Nacional se refirió en forma concreta a los Bienes Culturales. Veamos. Cuando se produce la reforma practicada en marzo de 1949 los señores convencionales constituyentes reunidos en la ciudad de Buenos Aires integraron al texto de la constitución la nueva lectura del artículo 37 que se ocupaba de consagrar los derechos especiales, de entre los que destacaba a los que integraban las educación y la cultura, para puntualmente, en el apartado séptimo, dedicado a éstos, ocuparse puntualmente al decir: “Artículo 37 – Declárense los siguientes derechos especiales:… IV. De la educación y la cultura…7. Las riquezas artísticas e históricas, así como el paisaje natural cualquiera que sea su propietario, forman parte del patrimonio cultural de la Nación y estarán bajo la tutela del Estado, que puede decretar las expropiaciones necesarias para su defensa y prohibir la exportación o enajenación de los tesoros artísticos. El Estado organizará un registro de la riqueza artística e histórica que asegure su custodia y atienda a su conservación.”. Lamentablemente tal manda quedó trunca pocos años después, al ser depuesto por la fuerza el gobierno “de iure” y por medio de un instrumento inadecuado y repugnante a nuestro esquema institucional, cual un bando militar suscripto en el mes de abril de 1956, dejar sin efecto la letra constitucional consagrada en 1949. La idea fue retomada por los señores convencionales constituyentes reunidos en la ciudad de Santa Fe en oportunidad de plantearse la reforma constitucional federal del año 1994, en este caso de la mano del nuevo artículo 41 de la Ley Mayor Nacional, el que especifica que: “Las autoridades proveerán a… la preservación del patrimonio natural y cultural”, rematando luego que: “Corresponde a la Nación dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de protección, y a las provincias, las necesarias para complementarlas, sin que aquéllas alteren las jurisdicciones locales.” Tal enunciado se complementa, más adelante, ya ubicados en la Parte Orgánica de nuestra Constitución Nacional, al referirse a los Bienes Culturales, al decir: “Artículo 75. Corresponde al Congreso…20… Dictar leyes que protejan la identidad y pluralidad cultural, la libre creación y circulación de las obras del autor; el patrimonio artístico y los espacios culturales y audiovisuales.”. Así, de la armónica lectura de los diversos puntos de los textos constitucionales citados, por un lado, el vigente y aquél que quedara trunco en 1956, y, por el otro, en el caso del ahora reinante, de los preceptos que se hallan contenidos tanto en la Parte Dogmática, cuanto en la Parte Orgánica de nuestra Constitución Nacional, sin dejar de tener en cuenta los diversos instrumentos internacionales adscriptos por la República Argentina y que conforman, con diverso nivel de operatividad, el plexo total de la materia en trato1, advertimos que del sistema en práctica pueden inferirse algunos preceptos que hacen a la operatividad de lo que la letra de nuestra Norma Cimera establece en punto a los Bienes Culturales. O, lo que es lo mismo los lineamientos que emanan del sistema constitucional vigente y que hacen a su práctica y ejercicio cotidiano. Son esos los que nos ocuparán en los renglones que vienen y que seguidamente detallamos: 1. El esquema legislativo de la materia conforma un sistema compacto de normas de diversa índole y naturaleza. 2. Precisa pacíficamente los objetos de tutela, en razón que las normas son claras al advertir cuáles son los bienes o cosas que abarca, esto no solo en consonancia con la letra de nuestra Ley Primordial, 40

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sino, fundamentalmente, con aquéllas leyes que la hacen operativa, por caso, la número 25.197 “del Registro del Patrimonio Cultural”2 y la número 25.743, “de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico”, las que, sin dobleces, concretan el sustantivo al que van dirigidas. Establece el piso mínimo de tutela, el que pone en manos del estado federal con una competencia primaria mediata, elemental y esencial en el asunto, mientras que la restante, la que le da ejecutoriedad plena, la cotidiana e inmediata, hace descansar en manos de los estados provinciales, y, en algunos casos, por delegación de estos últimos, a los estados municipales, en ambos supuestos: los mejores conocedores e intérpretes de la realidad local. Determina objetivamente el objeto recipiendario de la tutela legal, de manera tal que por el solo hecho de adecuarse a las previsiones legales que lo erigen en bien cultural, a la luz de las exigencias sustantivas previstas por las leyes, es sujeto de la guarda que la norma mayor manda, independientemente del origen normativo que lo cualificó o erigió en tal. Del sistema de dualidad de tutela escogido surgen las obvias responsabilidades: primaria y secundaria, bien delimitadas cada una de las mismas, las que se derivan del esquema vigente, compartido por las normas federales y las locales, que conforman una única realidad resultante y objetiva. El plexo que surge de ese sistema normativo, interactuado por un trío de factores con un objetivo final común: Educación-Publicidad-Difusión, nos pone en presencia de múltiples y complejas obligaciones, indistintas y compartidas para los estados involucrados en ellas, tal como: • La adopción de una política de estado sólida para con los bienes que integran el patrimonio cultural. • El desarrollo de tareas de difusión dirigidas al cuerpo social en su conjunto. • Su inclusión en los contenidos educativos de los distintos niveles. • La formación y capacitación específica de los agentes públicos. • La adecuada articulación de actividades y funciones entre la Nación, las Provincias y los Municipios. • La interacción conjunta y coordinada entre los sectores público y privado. • La promoción de la cooperación e interactuación internacional.

La dinamización de lo hasta acá expuesto Nada de lo que hasta acá hemos expuesto sería posible –ni valioso- si no fuera así acompañado en la práctica por las normas de menor jerarquía a las ya mencionadas, que optimiza su operatividad, ni, mucho menos, por los pronunciamientos jurisdiccionales ante situaciones de controversia que se plantearan y tuvieran a los bienes culturales como eje del entuerto que los motiva. En este último aspecto, si bien se han registrado casos judiciales referenciados a la materia, han sido pocos los que han tenido como cuestión principal y excluyente la que particularmente nos ocupa en este ensayo, y, menos aún, las que han sido agotadas en su tratamiento por el máximo tribunal nacional. De ahí que otorgo especial importancia al caso “Zorrilla”, fallado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en agosto de 2013. En efecto, en el aludido pronunciamiento el mayor órgano jurisdiccional federal tuvo en sus manos la posibilidad de manifestarse en cuestiones que hacían directamente a la concreta y específica tutela de los Bienes Culturales, ya que el “tema decidendum” se refería a una cuestión litigiosa que involucraba, de manera principal, al añoso inmueble ubicado en el Barrio de Belgrano de la Ciudad de Buenos Aires que había sido vivienda de Lucio V. Mansilla, destacado hombre público de nuestro pasado. En su curso el citado tribunal ratificó la vigencia y operatividad de los preceptos constitucionales en trato, a la vez que reafirmó los preceptos y lineamientos derivados del plexo normativo que los atañe, cuestión que nos entretuviera en el apartado inmediato anterior. Tenemos, así, que los principios básicos “ut supra” detallados, conforman un cuerpo armónico y en ese sentido mismo fue interpretado por la jurisprudencia alusiva. Ello nos pone en presencia de una madurez institucional para con el instituto que nos convoca, en particular, este encuentro y en este trabajo. Como ya lo adelantara, para lograr una mejor claridad expositiva es que, a modo de apéndice jurisprudencial, al final de este ensayo se acompañará el fallo “Zorrilla”, completo, en el que el lector podrá apreciar lo hasta acá expuesto.

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A modo de conclusión y despedida El eje del sistema constitucional argentino es el hombre, pero no el hombre aislado, sino el hombre en “convivencia”; ese sentido de convivencia se refiere no solo a las otras personas que integran el cuerpo social en el que se desenvuelve, sino, también, las cosas que conforman su entorno, es decir su ambiente, el que se compone de bienes naturales y bienes culturales. Así deben comportarse, no solamente el Derecho Constitucional, sino también las demás ramas del mundo jurídico que regulan los distintos aspectos de la vida humana. Obviamente, los bienes culturales no escapan a esa regla general y su tratamiento no debe salirse de ese contexto. El mundo jurídico, en especial el Derecho Constitucional, hoy se debate en la cuestión de la separación de la norma y la conducta, de manera que podemos hablar de un concepto formal o un concepto material del mismo, según nos posicionemos en el mundo de las normas –dimensión normológica- o en el mundo de las conductas –dimensión sociológica-, ya que el ejercicio de la vida cotidiana (las conductas) puede llegar a desnaturalizar aquello que pretende regularla (las normas). Lo que es lo mismo: un reñido ejercicio de lo que mandan las normas, les restará vigor, hasta -porqué notornarlas faltas de eficacia para regular el aspecto de la vida humana que con ella se pretende Esta dinámica hace que la efectiva vigencia de las normas se mida por su identificación (o nó) con lo que la práctica del día a día del cuerpo social se refiera a ellas. Una actitud militante y de defensa para con los Bienes Culturales nos debe tener alerta en ello, a la vez que debemos bregar porque la brecha entre las dimensiones sea cada vez menor. Nuestro compromiso estará signado por ello.

Apéndice Jurisprudencial Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la Nación (CS) Fecha: 27/08/2013 Partes: Zorrilla, Susana y otro c. E.N. - P.E.N. s/ expropiación - servidumbre administrativa Publicado en: LA LEY 23/10/2013, 23/10/2013, 7 - LA LEY2013-E, 576 - LA LEY 15/11/2013, 15/11/2013, 6 - LA LEY2013-F, 269 - Sup. Adm.2013 (noviembre), 42 - LA LEY2013-F, 239 DJ21/05/2014, 21 Cita Online: AR/JUR/47004/20 Hechos: La Cámara, al confirmar la sentencia de primera instancia, admitió la demanda de expropiación irregular promovida por los actores, en relación a un inmueble declarado como monumento histórico-artístico nacional. Tanto la actora como el Estado Nacional dedujeron sendos recursos ordinarios de apelación. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, por mayoría, confirmó la sentencia apelada. Sumarios: 1. Si bien del esquema contemplado por la Ley 12.665 y su decreto reglamentario no se sigue que la declaración de "monumento histórico-artístico" traiga aparejada, por sí sola, la obligación del Estado Nacional de expropiar, en el caso, esa declaración respecto de un bien de alta importancia histórica para la nación —Ley 25.317— no implicó una simple restricción al derecho de propiedad de los actores sino un verdadero cercenamiento, pues operó como un evidente obstáculo para que pudieran disponer libremente del inmueble, por lo tanto, procede la acción de expropiación inversa. 2. El criterio de quien demanda la expropiación de un inmueble declarado monumento histórico, en relación al momento en que deben comenzar a computarse los intereses de la indemnización, sosteniendo que deben computarse desde el dictado de la ley que le otorga tal carácter, debe ser desechado pues, no es posible desprender de la normativa que rige la materia que la sola declaración de "monumento histórico-artístico" implique, de por sí, una limitación al dominio que justifique la expropiación. 3. El patrimonio cultural de una nación preserva la memoria histórica de su pueblo y, en consecuencia, resulta un factor fundamental para conformar y consolidar su identidad, por ello, su tutela por parte del Estado adquiere vital importancia, puesto que permite preservar los testimonios de civilizaciones pasadas y presentes, los que resultan indispensables puntos de referencia de toda sociedad a la hora de programar sus proyectos sociales futuros. 4. En los términos de la Ley 12.665, resulta inadmisible sostener que la declaración como monumento histórico-artístico nacional respecto del inmueble objeto de la acción de expropiación irregular —Ley 42

25.317— conllevaría, para su efectiva protección y preservación, la calificación de utilidad pública a los fines expropiatorios (del voto en disidencia de la Doctora Highton de Nolasco). 5. La acción por expropiación irregular fundada en la simple declaración del inmueble como "monumento histórico-artístico nacional", y sin haber probado de otro modo la alegada indisponibilidad del bien en los términos del inc. b del art. 51 de la ley 21.499, no puede admitirse, pues ello implicaría apartarse del régimen legal vigente y obligar al Estado Nacional a decidir, sin respetar los pasos previos establecidos por la ley 12.665 y su decreto reglamentario: la declaración de utilidad pública y la expropiación del inmueble (del voto en disidencia del Doctor Petracchi). Texto Completo: Z. 39. XLVI. R.O. Zorrilla, Susana y otro c. E.N. — P.E.N. s/expropiación — servidumbre administrativa. Buenos Aires, 27 de agosto de 2013. Vistos los autos: “Zorrilla, Susana y otro c. E.N. — P.E.N. s/expropiación — servidumbre administrativa”. Considerando: 1°) Que la sala V de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal confirmó la sentencia que había admitido la demanda de expropiación irregular promovida por los actores contra el Estado Nacional (Secretaría de Cultura y Medios de Comunicación de la Presidencia de la Nación), disponiendo la expropiación del inmueble objeto de la acción y el pago de la suma de $8.100.000 en concepto de indemnización, con más sus intereses y costas. Contra ese pronunciamiento (fs. 1348/1351), tanto el demandado como los actores dedujeron sendos recursos ordinarios de apelación (fs. 1356 y 1357), que fueron concedidos (fs. 1363/1364). Los respectivos memoriales y contestaciones obran a fs. 1371/1396, 1397/1401, 1405/1408 y 1410/1422. 2°) Que los recursos deducidos son formalmente admisibles en la medida en que se trata de una sentencia definitiva, recaída en una causa en que la Nación Argentina es directamente parte, y en la que el valor disputado en último término, sin sus accesorios, supera para ambos recurrentes el mínimo previsto en el artículo 24, inc. 6°, ap. a del decreto-ley 1285/58 y la resolución de esta Corte 1360/91. 3°) Que, para resolver de este modo, la alzada manifestó compartir los argumentos desarrollados por la juez de grado, en el sentido de que, con el dictado de la ley 25.317 —que declaró como monumento histórico-artístico nacional al edificio que ocupa la “Casa Mansilla”— “se produjo en la práctica la anulación del derecho de propiedad”, al quedar sometido al régimen de la ley 12.665 y sus modificatorias y decretos reglamentarios. Señaló —invocando el aval genérico de la jurisprudencia de esta Corte— que aun sin existir ley expresa de expropiación los actores se encontraban facultados para reclamar la expropiación inversa en la medida en que resultaba indisponible por su evidente dificultad para poder utilizarlo en condiciones normales. En este punto, transcribió las expresiones de la magistrada de primera instancia, quien concluyó —tras reseñar las limitaciones al dominio derivadas del régimen legal citado— que la declaración como monumento histórico “tuvo como efecto jurídico prohibir al propietario la realización de todo acto que pudiera significar la disminución de su valor histórico o artístico; puesto que el propietario no puede, sin autorización expresa y formal de la autoridad administrativa competente, ni repararlo ni restaurarlo ni destruirlo en todo o en parte, no pudiendo concebirse —siquiera por hipótesis— la venta de un inmueble de las características del de autos, gravado con este tipo de limitaciones”. Asimismo, la sentencia recurrida desestimó el planteo del Estado Nacional según el cual —en el sistema de la ley 12.665— debía examinarse la posibilidad previa de un acuerdo para el reconocimiento de los derechos del propietario y su adecuación con la declaración como monumento histórico nacional, ya que — de admitirse esa pretensión— deberían retrotraerse las actuaciones para el cumplimiento de un requisito formal carente de sentido en este estado del proceso, cual es el arribo a un acuerdo imposible. También se expresó que, luego de la sanción de la ley 25.317, la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos no promovió ninguna actuación tendiente a convenir ni adoptar las medidas necesarias para la restauración, refacción y el mantenimiento del inmueble, ni para impedir el deterioro de la propiedad; a la vez que omitió establecer —mediante el respectivo convenio o por instrucción general— una modalidad de uso que permitiera a los propietarios obtener una razonable ganancia sobre el valor del inmueble. Con respecto a los agravios de la actora, el a quo consideró inadmisible la pretensión de que los intereses corriesen desde el dictado de la ley 25.317, ello toda vez que se trata de un supuesto de expropiación inversa, donde no existe efectivo desapoderamiento ni —en consecuencia— retardo en el pago de la indemnización previa. 4°) Que en el respectivo memorial el demandado cuestiona que la sanción de la ley 25.317 sea suficiente para fundamentar la expropiación inversa y afirma que no se cumple con los presupuestos de esta acción, dado que: a) no existe declaración de utilidad pública; b) no existió inacción de promover juicio por parte del Estado; c) no medió prueba del daño que le habría ocasionado la declaración de monumento histórico. 43

Aduce que, apartándose de la normativa vigente, los actores nunca tuvieron la intención de realizar tratativas previas y que los propietarios no fueron desposeídos del inmueble, destacando que el mal estado de aquel tampoco podía ser atribuido al Estado Nacional, toda vez que preexistía a la declaración legal. Por su parte, los actores se agravian de lo resuelto en materia de intereses, y solicitan que devenguen desde el dictado de la ley 25.317. Por razones de orden lógico corresponde atender en primer término a los agravios del Estado Nacional, desde que su eventual progreso tornaría inoficioso el tratamiento del recurso de su contraria. 5°) Que corresponde recordar que la expropiación irregular, conforme a lo previsto en el artículo 51 de la ley 21.499, aplicable al caso, procede “a) Cuando existiendo una ley que declara de utilidad pública un bien, el Estado lo toma sin haber cumplido con el pago de la respectiva indemnización; b) Cuando, con motivo de la ley de declaración de utilidad pública, de hecho una cosa mueble o inmueble resulte indisponible por evidente dificultad o impedimento para disponer de ella en condiciones normales; c) Cuando el Estado imponga al derecho del titular de un bien o cosa una indebida restricción o limitación, que importen una lesión a su derecho de propiedad”. En consecuencia, la acción bajo examen será admisible cuando el bien objeto de expropiación haya sido ocupado por el expropiante (Fallos: 266:34) o hayan mediado restricciones, limitaciones o menoscabos esenciales al derecho de propiedad del titular (Fallos: 312:1725). 6°) Que esta Corte ha tenido oportunidad sostener que, contrariamente a lo que sucede en algunos ordenamientos locales (v. gr. ley 4178 de la provincia de Buenos Aires), en la ley 21.499 (artículo 51, inc. c), no está expresamente previsto el requisito de existencia de ley que declare de utilidad pública el bien en cuestión (conf. el precedente “Faut, Pedro y otros c. Prov. de Buenos Aires”, Fallos: 328:4782). Asimismo, este Alto Tribunal ha entendido que la propia ley faculta al particular a reclamar la expropiación inversa aun sin mediar calificación de utilidad pública, cuando de modo directo o reflejo —siempre con motivo de otra ley que declare la utilidad pública— resultara indisponible un bien por su evidente dificultad para utilizarlo en condiciones normales (Fallos: 308:1282). En razón de todo ello, corresponde desestimar los agravios que sobre el punto formula el Estado Nacional. 7°) Que ello aclarado, y a los efectos de dimensionar la trascendencia que para la preservación del patrimonio histórico, artístico y cultural de la Nación reviste la cuestión ventilada en autos es importante destacar que el inmueble objeto del presente pleito, conocido como “La casa de Mansilla”, perteneció al escritor, político, periodista y militar Lucio Victorio Mansilla, figura de indiscutida influencia en la vida política y militar argentina y cuyo legado literario incluye, entre otras obras, “Una excursión a los indios ranqueles”, que no solo fue galardonada con el primer premio del Congreso Geográfico Internacional de París sino que ocupa un lugar de indudable relevancia en la historia de la literatura nacional. La propiedad, de estilo neo renacentista italiano, fue construida entre los años 1870 y 1880 y, bajo la denominación “Villa la Esperanza”, fue utilizada como quinta de fin de semana y casa de verano por el escritor en 1892. Según lo describe la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos “...se trata de una residencia palaciega de líneas italianizantes, con acceso por dos calles. El predio original dotaba a la construcción de un entorno paisajístico de gran belleza...” (http://www.monumentosysitios.gov.ar/ficha.php?idMonumento=313). Según los distintos proyectos de resolución y de ley presentados en el ámbito del Congreso Nacional a los fines de obtener la expropiación “...se trata de un solar histórico de los pocos que quedan en la Ciudad de Buenos Aires y está amenazado de destrucción...” (expte. 5573-D-2008 de la Cámara de Diputados de la Nación) y es “...uno de los últimos exponentes que queda en pie de la arquitectura del neoclásico italiano del siglo XIX en el barrio de Bel grano y probablemente en la Ciudad de Buenos Aires se menciona la existencia de un túnel propio que la uniría al arroyo Vega...que de comprobarse su existencia, otorgaría aun mayor valor histórico...” (expte. 4708-D-2010 de la Cámara de Diputados de la Nación). Es posible entonces advertir que el inmueble en cuestión reviste un particular interés, tanto por su importancia histórica, derivada del hecho de haber pertenecido a una importante figura de la vida institucional y cultural de la Nación y de haber funcionado como Escuela Normal de Maestras n° 10, de 1915 hasta 1982, como por el valor artístico originado en sus singulares características arquitectónicas. 8°) Que estas particularidades llevaron al dictado de la ley 25.317 que declaró “monumento históricoartístico nacional” al edificio y lo sometió al régimen de custodia y conservación contemplado en la ley 12.665 y el decreto 84.005/41. Esa normativa prevé que el Poder Ejecutivo, a propuesta de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, declarará de utilidad pública los lugares, monumentos, inmuebles y documentos de propiedad de particulares que se consideren de interés histórico o histórico-artístico a los efectos de la expropiación; o se acordará con el respectivo propietario el modelo para asegurar los fines patrióticos de la ley. Asimismo, se prevé que si la conservación del lugar o monumento implicase una limitación del dominio, el Poder Ejecutivo indemnizará a su propietario en su caso (confr. artículo 3° de la ley 12.665). Por otra parte, y a los efectos de garantizar la preservación de los 44

inmuebles históricos, se dispone que éstos no podrán ser sometidos a reparaciones o restauraciones, ni destruidos en todo o en parte transferidos, gravados o enajenados sin aprobación o intervención de la citada comisión (confr. artículo 4° de la citada ley). 9°) Que el patrimonio cultural de una nación preserva la memoria histórica de su pueblo y, en consecuencia, resulta un factor fundamental para conformar y consolidar su identidad. Es por ello que su tutela por parte del Estado adquiere vital importancia puesto que permite preservar los testimonios de civilizaciones pasadas y presentes, los que resultan indispensables puntos de referencia de toda sociedad a la hora de programar sus proyectos sociales futuros. 10) Que la necesidad de resguardar ese legado fue recogida por los constituyentes de 1994 quienes en el artículo 41 de la Constitución Nacional expresamente establecieron como obligación de las autoridades federales la de proveer a la “...preservación del patrimonio natural y cultural y de la diversidad biológica...”. La trascendencia de la cuestión fue puesta de manifiesto por la convencional Rovagnati al señalar que “...es así que el patrimonio cultural constituye historia y sería oportuno recordar a Alfred Weber, cuando decía que ‘nuestro mundo se haría espiritualmente pedazos si renunciara a orientarse en el espíritu de lo antiguo’. Por esta razón las manifestaciones del paisaje urbano, el arte y todas las expresiones culturales, deben ser garantizadas a todos los habitantes y a las generaciones futuras, porque constituyen elementos imprescindibles que hacen a la calidad de la vida...” (Convención Nacional Constituyente, 13ª Reunión — 3ª Sesión Ordinaria (Continuación), 20 de julio de 1994; p. 1619). 11) Que la preocupación por la protección del patrimonio cultural también aparece receptada en la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural acordada por la UNESCO en 1972 (y aprobada por la ley 21.836) en la que se destacó que el patrimonio cultural y el patrimonio natural se encuentra cada vez más amenazado de destrucción no solo por las causas tradicionales de deterioro sino también por la evolución de la vida social y económica que las agrava con fenómenos de alteración o de destrucción aun más temibles. Por tal motivo, los Estados partes al suscribir ese instrumento reconocieron su obligación de identificar, proteger, conservar, rehabilitar y transmitir a generaciones futuras el patrimonio cultural y natural situado en su territorio (conf. artículo 4°) y en razón de ello se comprometieron: a adoptar una política general encaminada a atribuir al patrimonio cultural y natural una función en la vida colectiva y a integrar la protección de ese patrimonio en los programas de planificación general; a instituir servicios de protección, conservación y revalorización del patrimonio cultural y natural; a tomar las medidas jurídicas, científicas, técnicas, administrativas y financieras adecuadas para identificar, proteger, conservar, revalorizar y rehabilitar ese patrimonio (confr. artículo 5°, incs. a, b y d). 12) Que, finalmente, dentro del marco jurídico de protección del acervo cultural corresponde mencionar a la ley 25.197, que fijó el Régimen del Registro de Patrimonio Cultural, definió al patrimonio cultural argentino como aquel integrado por “todos aquellos objetos, seres o sitios que constituyen la expresión o el testimonio de la creación humana y la evolución de la naturaleza y que tienen un valor arqueológico, histórico, artístico científico o técnico excepcional” (artículo 2°). Asimismo, caracterizó a los “bienes culturales histórico-artísticos” como todas las obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza, de carácter irreemplazable, cuya peculiaridad, unidad, rareza y/o antigüedad les confiere un valor universal o nacional excepcional desde el punto de vista histórico, etnológico o antropológico, así como las obras arquitectónicas, de la escultura o de pintura y las de carácter arqueológico. 13) Que frente a tal contexto normativo se torna imprescindible poner de relieve las condiciones en que se encuentra este inmueble de gran importancia histórica y artística. Para ello es preciso señalar que si bien en 1998 se hallaba en buen estado (conf. fs. 16), la falta de medidas adecuadas para su conservación, sumada a la situación de abandono general han llevado a que, en la actualidad, se encuentre sumamente deteriorado. La señora juez de primera instancia requirió, en el marco de la medida cautelar solicitada por la actora, que la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos elaborara un informe pormenorizado del estado edilicio del inmueble y de las medidas que resultaran necesarias adoptar a los fines de su conservación (fs. 28 vta. del incidente de medida). Esa manda resultó de muy difícil cumplimiento, precisamente por las condiciones de inseguridad en que se encuentra la propiedad. En este sentido resultan demostrativas de la situación de abandono las constancias de fs. 136, 156 y 227 del incidente de medida, que se citará en adelante, que informan que el inmueble fue tomado con el objetivo de crear un comedor popular y un centro vecinal en septiembre de 2002 y que en febrero de 2004 se produjo un foco ígneo de pequeñas dimensiones en el interior de la casona, resultando 2 menores detenidos como posibles autores. Además, en diciembre de 2003 el terreno se hallaba con un alto grado de suciedad, con animales muertos, excrementos y gran cantidad de insectos debido a las bolsas de residuos y botellas dejadas allí por intrusos y ocupantes ocasionales. Se verificó, asimismo, en esa época la caída de ornatos del coronamiento de la casa en varios sectores del frente y en la fachada posterior, un importante deterioro con gran proliferación de flora en el pórtico y gran cantidad de desprendimientos de ornatos y revoque en la 45

fachada principal, presencia de humedad en cubierta, colonización de especies vegetales, falta o roturas en casi la totalidad de las carpinterías incluyendo componentes y vidrios, y la imposibilidad de acceder a la planta alta dada las condiciones de la escalera (fs. 274/274 vta.). En enero de 2004 el Área Técnica solicitó a la Comisión de Museos que diera intervención al Instituto Pasteur para atrapar y trasladar los gatos que habitan por decenas en el lugar, que se dispusiera el vallado del predio para evitar la llegada de nuevos animales y le recordó la dificultad de acceder a la planta alta (fs. 273/273 vta.). Pocos meses después reiteraron la necesidad de erradicar los gatos, y señalaron que “los excrementos, los cadáveres de animales muertos y alimentos en descomposición hacían imposible el trabajo cotidiano en mínimas condiciones de seguridad”. Una vez solucionados esos inconvenientes se procedería al relevamiento de planta, cortes, elevaciones y niveles, deterioros, y verificación de estructuras (fs. 270/271). 14) Que el preocupante estado de conservación de la propiedad también fue puesto de manifiesto en los proyectos de resolución y de ley presentados ante el Congreso Nacional en los que se señaló, tanto en el año 2008 como en el año 2010, que la construcción se encuentra amenazada de destrucción, que sus dueños no la pueden administrar ni proteger y que son los integrantes de una comisión protectora quienes promueven la protección de la casona, evitando saqueos y peticionando a las autoridades por más seguridad y limpieza (confr. exptes. 5573-D-2008 y 4708-D-2010 mencionados ut supra). 15) Que, en consecuencia, queda puesta de relieve con singular nitidez la imperiosa necesidad de actuar en resguardo de la preservación de esta propiedad cuyo valor histórico, arquitectónico y cultural ya fue señalado. En este punto no resulta ocioso insistir en que “los bienes culturales no son solo mercancía, sino recursos para la producción de arte y diversidad, identidad nacional y soberanía cultural, acceso al conocimiento y a visiones plurales del mundo” (UNESCO, Nuestra diversidad creativa: Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, septiembre 1996) y es por ello que su preservación requiere de un especial celo por parte del Estado Nacional. 16) Que es importante destacar que, en el curso del presente proceso el Estado Nacional se ha empeñado en señalar que la pretensión de los actores debe desestimarse pues no han dado adecuado cumplimiento con las disposiciones establecidas en la ley 12.665 ya que iniciaron la demanda sin haber llevado adelante las negociaciones previas destinadas a establecer un mecanismo para asegurar la conservación del bien, como lo prevé el artículo 3° de la norma. Aun cuando tal argumento pudiera admitirse parcialmente, pues las incansables iniciativas sobre el punto formuladas por los demandantes fueron realizadas ante las autoridades de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lo cierto es que no existen constancias en autos de que el Estado Nacional haya habilitado un canal de diálogo orientado a buscar una solución consensuada respecto de los problemas y costos que ocasionaba la conservación del inmueble. Tampoco formuló propuesta concreta alguna a los propietarios con el objeto de armonizar razonablemente el derecho de propiedad de éstos con los intereses públicos que la declaración de monumento histórico-artístico pretendía satisfacer. Por el contrario, en el transcurso del litigio solo se limitó a hacer hincapié en la intransigencia de los actores pero ninguna solución se les propuso a los efectos de poner fin a la grave situación que aquejaba a un bien cuya importancia para el acervo histórico y artístico de la nación se reconoció por ley. En este sentido tampoco obran en autos constancias de que el Estado Nacional hubiese adoptado, por su propia iniciativa, medidas de restauración, refacción o mantenimiento del inmueble, cuyo deterioro no podía pasar desapercibido. Todo ello resulta demostrativo de que durante los más de diez años que acumula este proceso las partes han quedado trabadas en un estéril cruce de imputaciones en el que la protección de la “Casa de Mansilla” pasó a un evidente segundo plano. Y si bien los actores no se encuentran exentos de responsabilidad por tal circunstancia, el mayor peso del reproche debe necesariamente recaer sobre el Estado Nacional pues a él compete la manda constitucional de resguardar el patrimonio cultural. 16) Que si bien es cierto que del esquema contemplado por la ley 12.665 y su decreto reglamentario no se sigue que la declaración de “monumento histórico-artístico” traiga aparejada, por sí sola, la obligación del Estado Nacional de expropiar cada cosa que se declare comprendida en su régimen, los elementos adjuntados a la causa resultan demostrativos de que la declaración contenida en la ley 25.317, y las circunstancias que siguieron a tal decisión, no implicaron una simple restricción al derecho de propiedad de los actores sino un verdadero cercenamiento de ese derecho pues operaron como un evidente obstáculo para que pudieran disponer libremente del inmueble. Pero, lo que es más importante aún, esos mismos elementos también han puesto claramente en evidencia que la expropiación resulta ser en el caso el único medio apto para garantizar el acabado cumplimiento de la manda contenida en el artículo 41 de la Constitución Nacional y las leyes, esto es, asegurar la preservación de un inmueble cuyo valor cultural ha sido reconocido por todos los involucrados en el pleito. Máxime si se 46

repara en que la declaración estatal formulada en la ley 25.317 no parece haber contribuido a mejorar el estado de preservación del inmueble o, tan siquiera, a preservarlo. 17) Que desestimados los agravios de la demandada, con excepción del relativo a las costas que será objeto de tratamiento por separado, corresponde ingresar en el examen del recurso ordinario planteado por la actora. La recurrente discrepa con lo decidido por el a quo respecto del momento en que deben comenzar a computarse los intereses de la indemnización dispuesta en la sentencia. Alega que dicho plazo comenzó a correr con el dictado de la ley 25.317. Tal criterio debe ser desechado pues, como se señalara precedentemente, no es posible desprender de la normativa que rige la materia aquí examinada que la sola declaración de “monumento histórico-artístico” implique, de por sí, una limitación al dominio que justifique la expropiación. Por el contrario, en el sub lite tal declaración fue tan solo una de las circunstancias que se sucedieron y ocasionaron a los actores una evidente dificultad para utilizar el bien en condiciones normales, pero en forma alguna puede considerarse como el momento en que se produjo un “virtual desapoderamiento del bien”. 18) Que, finalmente, ambas partes se agravian en cuanto a la forma en que fueron distribuidas las costas. En lo que se refiere al planteo de la demandada respecto de la imposición efectuada en la primera instancia, los argumentos esbozados no solo no rebaten suficientemente las razones expuestas por el a quo para confirmar la decisión de la jueza de aquella instancia sino que, además, constituyen una simple reiteración de lo oportunamente señalado al expresar agravios ante la segunda instancia. Por lo tanto, debe ser desestimado. Igual suerte debe correr la pretensión de la actora. Ello es así dado que la imposición de acuerdo a los respectivos vencimientos —efectuada por el a quo— en modo alguno altera o subvierte, como sostiene la demandante, el principio objetivo de la derrota. Antes bien, lo aplica concretamente debiendo cargar cada perdidoso con los gastos ocasionados por su pretensión perdida. Por las razones expuestas se declaran formalmente admisibles los recursos ordinarios de apelación y se confirma la sentencia apelada. Costas por su orden en esta instancia en atención a las particularidades que presenta la causa. Notifíquese y, oportunamente, devuélvase. — Ricardo Luis Lorenzetti. — Elena I. Highton de Nolasco. — Carlos S. Fayt. — Enrique S. Petracchi. — E. Raúl Zaffaroni. — Carmen M. Argibay. — Juan Carlos Maqueda. Disidencia de la señora vicepresidenta doctora doña Elena I. Highton de Nolasco: Considerando: 1°) Que la Sala V de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal confirmó la sentencia que había admitido la demanda de expropiación irregular promovida por los actores contra el Estado Nacional (Secretaría de Cultura y Medios de Comunicación de la Presidencia de la Nación), disponiendo la expropiación del inmueble objeto de la acción y el pago de la suma de $8.100.000 en concepto de indemnización, con más sus intereses y costas. Contra este pronunciamiento (fs. 1348/1351) tanto el demandado como los actores dedujeron sendos recursos ordinarios de apelación (fs. 1356 y 1357), que fueron concedidos (fs. 1363/1364). Los respectivos memoriales y contestaciones obran a fs. 1371/1396, 1397/1401, 1405/1408 y 1410/1422. 2°) Que los recursos deducidos son formalmente admisibles en la medida en que se trata de una sentencia definitiva, recaída en una causa en que la Nación Argentina es directamente parte, y en la que el valor disputado en último término, sin sus accesorios, supera para ambos recurrentes el mínimo previsto en el artículo 24, inc. 6°, ap. a, del decreto-ley 1285/58 y la resolución de esta Corte 1360/91. 3°) Que, para resolver de este modo, la alzada manifestó compartir los argumentos desarrollados por la juez de grado, en el sentido de que, con el dictado de la ley 25.317 —que declaró como monumento histórico-artístico nacional al edificio que ocupa la “Casa Mansilla”— “se produjo en la práctica la anulación del derecho de propiedad”, al quedar sometido al régimen de la ley 12.665 y sus modificatorias y decretos reglamentarios. Señaló —invocando el aval genérico de la jurisprudencia de esta Corte— que aun sin existir ley expresa de expropiación los actores se encontraban facultados para reclamar la expropiación inversa “en la medida en que resultaba indisponible por su evidente dificultad para poder utilizarlo en condiciones normales”. En este punto, transcribió las expresiones de la magistrada de primera instancia, quien concluyó —tras reseñar las limitaciones al dominio derivadas del régimen legal citado— que la declaración como monumento histórico “tuvo como efecto jurídico prohibir al propietario la realización de todo acto que pudiera significar la disminución de su valor histórico o artístico; puesto que el propietario no puede, sin autorización expresa y formal de la autoridad administrativa competente, ni repararlo ni restaurarlo ni destruirlo en todo o en parte, no pudiendo concebirse —siquiera por hipótesis— la venta de un inmueble de las características del de autos, gravado con este tipo de limitaciones”. Asimismo, la sentencia recurrida desestimó el planteo del Estado Nacional según el cual —en el sistema de la ley 12.665— debía examinarse la posibilidad previa de un acuerdo para el reconocimiento de los 47

derechos del propietario y su adecuación con la declaración como monumento histórico nacional, ya que — de admitirse esa pretensión— deberían retrotraerse las actuaciones para el cumplimiento de un requisito formal carente de sentido en este estado del proceso, cual es el arribo a un acuerdo imposible. También se expresó que, luego de la sanción de la ley 25.317, la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos no promovió ninguna actuación tendiente a convenir ni adoptar las medidas necesarias para la restauración, refacción y el mantenimiento del inmueble; ni para impedir el deterioro de la propiedad; a la vez que omitió establecer —mediante el respectivo convenio o por instrucción general— una modalidad de uso que permitiera a los propietarios obtener una razonable ganancia sobre el valor del inmueble. Con respecto a los agravios de la actora, el a quo consideró inadmisible la pretensión de que los intereses corriesen desde el dictado de la ley 25.317, ello toda vez que nos encontramos ante un supuesto de expropiación inversa, donde no existe efectivo desapoderamiento ni —en consecuencia— retardo en el pago de la indemnización previa. 4°) Que en el respectivo memorial el demandado cuestiona que la sanción de la ley 25.317 sea suficiente para fundamentar la expropiación inversa y afirmó que no se cumple con los presupuestos de esta acción, dado que: a) no existe declaración de utilidad pública; b) no existió inacción de promover juicio por parte del Estado; c) no medió prueba del daño que le habría ocasionado la declaración de monumento histórico. Aduce que, apartándose de la normativa vigente, los actores nunca tuvieron la intención de realizar tratativas previas y que los propietarios no fueron desposeídos del inmueble, destacando que el mal estado de aquél tampoco podía ser atribuido al Estado Nacional, toda vez que preexistía a la declaración legal. Por su parte, los actores se agravian de lo resuelto en materia de intereses, y solicitan que devenguen desde el dictado de la ley 25.317. Por razones de orden lógico corresponde atender en primer término a los agravios del Estado Nacional, desde que su ¿ eventual progreso tornaría inoficioso el tratamiento del recurso de su contraria. 5°) Que con respecto a los planteos del demandado, corresponde recordar que la acción de expropiación irregular o inversa tiene por objeto lograr del Estado, que ha dispuesto por ley la expropiación del bien cuyo dominio restringe, la actualización normal de aquélla al no haberse iniciado el procedimiento directo (Fallos: 263:502; 311:977). En tales condiciones, la acción en examen procede cuando el bien objeto de la expropiación ha sido ocupado por el expropiante (Fallos: 266:34) o han mediado restricciones, limitaciones o menoscabos esenciales al derecho de propiedad del titular (Fallos: 312:1725). Asimismo, cabe poner de relieve que la acción examinada encuentra su fundamento en el artículo 17 de la Constitución Nacional y, como ya se adelantó, supone la existencia de una ley de declaración de utilidad pública (Fallos: 319:2108), pues se trata de una exigencia del texto constitucional citado “que libra a la discreción exclusiva del Congreso el juicio sobre la utilidad pública en los casos ocurrentes” (Fallos: 4:311; González, Joaquín V., “Manual de la Constitución Argentina”, pág. 141). La norma comentada establece una garantía constitucional en favor del propietario y una restricción de igual carácter para el poder público, en cuanto el Poder Ejecutivo o el Judicial no pueden sustituir su criterio sobre la utilidad pública al del Congreso, para que se transfiera el dominio al Estado o a una entidad de servicio público (Fallos: 191:294). A la vez, en el supuesto de la expropiación irregular, la exigencia de la calificación legal opera en resguardo del interés público, porque, de otro modo, quedaría en manos del particular determinar cuándo es exigible a la autoridad pública la apropiación de un bien cuya necesidad para la comunidad no ha sido merituada por el órgano del poder señalado por la Constitución (del dictamen del señor Procurador General de la Nación, en Fallos: 308:1282). 6°) Que en este punto incurrieron en un error los jueces de las instancias precedentes cuando afirmaron que esta Corte admitió acciones de esta índole sin existir ley expresa de expropiación. Por el contrario, es doctrina del Tribunal que la ley faculta al particular a reclamar la expropiación inversa sin mediar declaración de utilidad pública o afectación directa cuando “de modo directo o reflejo —siempre con motivo de otra ley que declare la utilidad pública— resultare indisponible un bien por su evidente dificultad para utilizarlo en condiciones normales” (Fallos: 308:1282; 311:297, 1205; 312:1363). Precisamente, en tales supuestos no se advirtió la violación del precepto constitucional invocado dado que la ley admite expresamente la procedencia de la expropiación inversa respecto de bienes afectados “indirectamente” por una ley de utilidad pública (Fallos: 308:1282, considerando 7°). De tal modo, no se trata de dejar en manos de los ciudadanos la posibilidad de exigir una expropiación inversa, sino de que la procedencia de la acción se vincule de modo mediato o inmediato con una ley previa (fallo cit., considerando 8°). 7°) Que la ley 12.665 —que consagra un régimen de superintendencia tendiente a la conservación del patrimonio histórico-cultural de la Nación, sea tanto de propiedad del Estado como de los particulares—, establece que “los inmuebles históricos no podrán ser sometidos a reparaciones o restauraciones, ni destruidos en todo o en parte, transferidos, gravados o enajenados sin aprobación o intervención de la comisión nacional” (artículo 4°). También prescribe específicamente que la Comisión Nacional puede 48

proponer la declaración de utilidad pública de los lugares, monumentos, inmuebles y documentos de propiedad de particulares que se consideren de interés histórico o histórico-artístico a los efectos de la expropiación; o podrá acordar con el respectivo propietario el modo de asegurar los fines patrióticos de la ley. Finalmente agrega que si la conservación del lugar o monumento implicase una limitación al dominio, el Poder Ejecutivo indemnizará a su propietario en su caso. De acuerdo con el tenor de estas disposiciones, resulta inadmisible sostener que la declaración como monumento histórico-artístico nacional respecto del inmueble objeto de la acción (ley 25.317) conllevaría —para su efectiva protección y preservación— la calificación de utilidad pública a los fines expropiatorios. Tal conclusión se pone en evidencia si se advierte que la disposición transcripta prevé expresamente la posibilidad de que la Comisión Nacional —dentro de sus atribuciones— proponga la declaración de utilidad pública de los lugares, monumentos, inmuebles y documentos de particulares que se consideren de interés histórico o histórico-artístico a los efectos de la expropiación (artículos 3° ya citado y 9° del decreto 84.005/41), alternativa a la que no se apeló en el caso sub examen, donde el Poder Legislativo se limitó a la declaración plasmada en la ley 25.317. Ello es así pues la expropiación del inmueble no es una consecuencia necesaria de su declaración como monumento histórico en los términos de la ley 12.665, en tanto dicha declaración puede dar lugar —según el grado de afectación— a una servidumbre administrativa (cf. MARIENHOFF, Miguel, “Tratado de derecho administrativo”, t. IV, pág. 81, Abeledo Perrot 4ª ed.; VILLEGAS BASAVILBASO, Benjamín, “Derecho. Administrativo”, t. VI, Limitaciones a la Propiedad, pp. 282/285, T.E.A. ed. 1956), limitación del dominio que es susceptible de ser indemnizada de acuerdo con las previsiones expresas de ese régimen legal (cf. artículo 3° in fine, ley citada y artículo 11 del decreto 84.005/41), o constituir una simple restricción administrativa. Ello es coherente con el criterio de este Tribunal según el cual las restricciones o perturbaciones al ejercicio de los derechos inherentes al dominio provenientes de medidas adoptadas por las autoridades públicas pueden dar lugar a las acciones civiles que el respectivo código establece, pero no bastan para dar nacimiento a una acción de expropiación, a falta de la ley que la haya autorizado (Fallos: 191:294). Atento a las consideraciones precedentes, por no mediar en el caso una declaración legal de utilidad pública, corresponde desestimar la acción intentada. Por todo ello, se declara formalmente admisible el recurso ordinario de apelación de fs. 1371/1396, se revoca la sentencia de fs. 1348/1351 y se dispone el rechazo de la demanda. Asimismo, se declara inoficioso el recurso de la parte actora. Las costas se distribuyen en el orden causado, en atención a la dificultad y la complejidad que suscitó la materia en debate (artículo 68, segunda parte, del Cód. Procesal Civil y Comercial de la Nación). Notifiques y, oportunamente, devuélvase. — Elena I. Highton de Nolasco. Disidencia del señor ministro doctor don Enrique Santiago Petracchi: Considerando: Que el suscripto comparte lo expuesto en los considerandos 1° a 4° de la disidencia de la jueza Highton de Nolasco. 5°) Que, en lo que respecta a la ausencia de declaración legal de utilidad pública, esta Corte ha expresado que la propia ley faculta al particular a reclamar la expropiación inversa, aun sin mediar tal calificación, cuando de modo directo o reflejo —siempre con motivo de otra ley que declare la utilidad pública— resultare indisponible un bien por su evidente dificultad para poder utilizarlo en condiciones normales (Fallos: 308:1282). En consecuencia, corresponde desestimar los agravios del Estado Nacional en este sentido. 6°) Que, por el contrario, cabe admitir las restantes objeciones de la demandada, porque no se determinó fehacientemente la situación de indisponibilidad del inmueble en condiciones normales, tal como lo requiere el inciso b del artículo 51 de la ley 21.499; y las limitaciones derivadas de la declaración del inmueble como “monumento histórico-artístico nacional”, en los términos de la ley 12.665, no importan —por sí solas— una restricción que, por su carácter o extensión, desnaturalice el derecho de propiedad de sus dueños y justifique una acción de expropiación inversa. 7°) Que, en efecto, según la ley 12.665 y su decreto reglamentario, cuando un inmueble es declarado “monumento histórico-artístico” no puede ser sometido a reparaciones o restauraciones, ni destruido en todo o en parte, transferido, gravado o enajenado, sin aprobación o intervención de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos (artículo 4° de la ley citada). A su vez, si la Comisión considera que corresponde la expropiación del bien podrá proponer al Poder Ejecutivo Nacional la declaración de utilidad pública (artículos 3° de la ley citada, y 9° del decreto 84.005/41). Si, en cambio, no lo considera necesario deberá acordar con el propietario el modo de asegurar los fines patrióticos de la norma y, en caso de que la conservación del inmueble implicase una limitación al dominio, estipulará una indemnización “ad referéndum” del Poder Ejecutivo (artículos 3° de la ley, y 9° y 11 del decreto). A partir de lo expuesto, resulta inadmisible sostener —tal como lo hace la actora— que la declaración de un inmueble como “monumento histórico-artístico” resulta suficiente para probar la situación de 49

indisponibilidad a la que se refiere el inciso b del artículo 51 de la ley 21.499. Una interpretación semejante desvirtuaría el funcionamiento del sistema establecido por la ley 12.665, que no supone la expropiación de todo bien incluido en su régimen. Precisamente, por ese motivo, la ley prevé alternativas distintas a la expropiación para compatibilizar los derechos de los propietarios y la finalidad de la norma, tales como un acuerdo con el propietario, o la fijación de una indemnización para casos en los cuales la limitación al dominio fuera calificada como servidumbre administrativa (ver artículos 3° de la ley y 11 del decreto). En tales condiciones, la acción por expropiación irregular fundada en la simple declaración del inmueble como “monumento histórico-artístico nacional”, y sin haber probado de otro modo la alegada indisponibilidad del bien en los términos del inciso b del artículo 51 de la ley 21.499, no puede admitirse. Ello implicaría apartarse del régimen legal vigente y obligar al Estado Nacional a decidir, sin respetar los pasos previos establecidos por la ley 12.665 y su decreto reglamentario, la declaración de utilidad pública y la expropiación del inmueble de la actora. Por ello, se declara formalmente admisible el recurso ordinario de apelación interpuesto por el Estado Nacional, se revoca la sentencia apelada y se dispone el rechazo de la demanda. Asimismo se declara inoficioso el tratamiento del recurso de la parte actora. Con costas. Notifíquese y, oportunamente, devuélvase. — Enrique S. Petracchi.

Notas 1. Vg. artículo 75 inciso 22 de nuestra Constitución Nacional, que otorga categoría constitucional a los que menciona en su texto y cuya letra también deja abierta la puerta a otros. 2. Leemos en su artículo segundo: “A los efectos de la presente ley se entiende por “Bienes Culturales” a todos aquéllos objetos, seres o sitios que constituyen la expresión o el testimonio de la creación humana y la evolución de la naturaleza y que tienen un valor arqueológico, histórico, artístico, científico o técnico excepcional. El universo de estos bienes constituirá el patrimonio cultural argentino”.

Bibliografía ANALES DE LEGISLACION ARGENTINA, Revista La Ley. Bidart Campos, Germán, 1998. Manual de la Constitución Reformada. Editorial Ediar, Buenos Aires. Gelli, María Angélica, 2005. Constitución de la Nación Argentina. Comentada y Concordada. Editorial La Ley, Buenos Aires Marquez, Armando Mario, 2007. La preservación del patrimonio cultural en nuestro sistema constitucional. Trabajo presentado en las I Jornadas Nacionales para el Estudio de Bienes Culturales, San Carlos de Bariloche del 11 al 13 de abril de 2007.  2008. La Constitución Nacional Argentina y sus reformas. Revista de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional 49/50, Buenos Aires  2009. Los Bienes Culturales en los Instrumentos Internacionales suscriptos por la República Argentina. Trabajo presentado en las II Jornadas Nacionales para el Estudio de Bienes Culturales, Córdoba del 22 al 25 de septiembre de 2009.  2011. Federalismo y Cultura. Trabajo presentado en las Jornadas El Federalismo Argentino. Aspectos Sociales y Culturales, organizadas por el Instituto de Federalismo de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba y la Universidad Católica Argentina. Campus Puerto Madero, Ciudad de Buenos Aires, 12 y 13 de mayo de 2011.  2011. La Protección de los Bienes Culturales ¿Educación o Sanción? Trabajo presentado en las III Jornadas Nacionales para el estudio de Bienes Culturales, Buenos Aires, 7 al 9 de septiembre de 2011.

Armando Mario Marquez Juez Federal de Cámara, Presidente del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de General Roca Especialista en Gestión. [email protected]

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5 Significado de las Ceremonias de Profesión y Muerte en los Conventos Conventos Femeninos de Hispanoamérica

Alma Montero Alarcón

Resumen En esta ponencia pretendemos analizar algunos retratos de religiosas con el fin de destacar los elementos iconográficos que portaban, los cuales tenían un claro sentido litúrgico. Debido a su trascendencia, las ceremonias de coronación en los conventos femeninos virreinales estaban revestidas de una gran solemnidad. Engalanar a las religiosas, cubrirlas de flores y en ocasiones de joyas, guardaba diversos significados que trascendían el simple ornato. Entre estos elementos destacan sin duda la corona y la palma como dos símbolos fundamentales que llevaban las religiosas en los momentos más sobresalientes de su vida religiosa. Palabras clave: Ceremonias de profesión; muerte en los conventos; Conventos femeninos de Hispanoamérica

Desarrollo Entre las manifestaciones artísticas más representativas del barroco destacan los retratos de profesión y muerte de numerosas religiosas, los cuales adquirieron en las diversas regiones de América Latina características propias determinadas por el contexto histórico en que surgieron. Creemos que sólo puede entenderse la fastuosidad característica de la mayoría de estos retratos, presente tanto en los testimonios pictóricos como en los escritos que relatan las ceremonias de coronación, si los contextualizamos en el tiempo histórico en que vivieron.5, 8 Un período marcado por una tendencia a los excesos tanto en la laxitud como en el deber, que combinó el derroche con la penitencia y la sensualidad con el ascetismo, denotando siempre desbordamiento y falta de límite. Es el mundo barroco que todos hemos contemplado en las exuberantes tallas en piedra de las fachadas de algunas iglesias, en los meticulosos estofados de las esculturas de entonces, en los repujados profundos 51

logrados en piezas de plata, en el colorido de sus pintores. Fue en esa cultura barroca donde profesaron, vivieron y murieron las monjas coronadas. Durante el siglo XVIII, el barroco alcanzó en los virreinatos estudiados un esplendor y una exuberancia muy especiales al conjuntarse dos factores fundamentales: la existencia de una sociedad bien consolidada en el aspecto económico y en el cultural, y cuyos orígenes se encuentran en una compleja y rica composición étnica, y el surgimiento del criollismo como un promotor fundamental del sentimiento americanista que se proyecta a través del arte produciendo obras de especial fastuosidad. La conciencia de una realidad americana, el orgullo de haber nacido en estas tierras y el gusto formado al calor del peculiar tipo de vida que imperaba en este medio, influyeron de manera determinante en las características adoptadas por las distintas manifestaciones artísticas y culturales. En el ámbito conventual el barroco irrumpió también con gran fuerza abarcando desde las fastuosas ceremonias de coronación hasta el arte culinario: “Y así en el convento, desde el traje hasta el dulce que se confecciona en la cocina, van a vibrar al compás de este mismo movimiento barroco. Hay que ondular la severa forma de la toca, hay que romper la recta línea del escapulario, plisándolo, hay que llamar al orador que en forma más artificiosa pueda explicar los dolores de la Virgen; y los dulces, hay que adornarlos con florecillas, con pájaros, pintarlos de todos colores y servirlos en servilletas de papel de china, recortadas en las formas más complicadas.”1 Asimismo resulta fundamental considerar que el arte de los virreinatos americanos estuvo necesariamente vinculado al aspecto religioso. Durante el barroco es fundamental la contrarreforma, que surge como un movimiento de gran influencia impulsado por la Iglesia católica en su afán de contrarrestar el avance de las ideas protestantes. En esta contienda se enfrentaban dos visiones religiosas: por un lado el catolicismo, que impulsaba la participación en actos colectivos de piedad comunitaria, en las solemnes ceremonias litúrgicas, el rezo del rosario en familia y la frecuente recepción de los sacramentos. Por otro lado las reformas protestantes, que privilegiaban los aspectos internos de la religiosidad individual y desconfiaban de las ostentosas penitencias públicas, de las procesiones y de los signos formales de devoción. Debido a ello en este periodo sobreviene un gran florecimiento de la producción artística y literaria íntimamente vinculada a las manifestaciones ascéticas. En tal contexto las fachadas, relieves, pinturas, esculturas y retablos respondieron a las necesidades didácticas de la Iglesia católica, por lo que las expresiones visuales se desarrollaron enormemente.2 Se reafirmó el culto a los santos y a las reliquias —las cuales habían sido fuertemente criticadas—; a partir del Concilio de Trento (1545-1564) obispos y cardenales se percataron de la importancia de lo visible y de lo imaginario, y muestra de ello es lo que se publicó en torno a la celebración de la Eucaristía, la cual como es sabido, representa la máxima demostración litúrgica: “Siendo tal la naturaleza de los hombres que no se pueden elevar fácilmente a la meditación de las cosas divinas, sin auxilios, o medios extrínsecos; nuestra piadosa madre la Iglesia estableció por esta causa ciertos ritos, es a saber, que algunas cosas de la misa se pronuncien en voz baja, y otras con voz más elevada. Además de esto se valió de ceremonias, como bendiciones místicas, luces, incienso, ornamentos, y otras muchas cosas de este género, por enseñanza y tradición de los apóstoles; con el fin de recomendar por este medio la majestad de tan grande sacrificio y excitar los ánimos de los fieles por estas señales visibles de religión y piedad a la contemplación de los altísimos misterios, que están ocultos en este sacrificio.”3 Así mostraba la contrarreforma su triunfo visual frente a los pueblos protestantes que, al menos públicamente, rechazaban las imágenes y las liturgias demostrativas y llenas de signos externos. Estos aspectos se extendían por toda la cristiandad católica haciendo de las demostraciones barrocas un claro triunfo. En la contrarreforma se recrearon espacios litúrgicos con gran teatralidad con el afán de que las obras artísticas influyeran en el ánimo individual y colectivo de los feligreses. Quienes asistían a las ceremonias litúrgicas experimentaban muy diversas sensaciones al observar los grandes retablos, la platería fastuosa, las pinturas y esculturas que mostraban un gran dramatismo. Además la música y el incienso conferían un carácter de magnificencia y solemnidad a las ceremonias y, sobre todo, fungían como escenario propicio para los sermones de rebuscado lenguaje. En este sentido la cultura barroca creó espectaculares espacios para la difusión de los principios religiosos enarbolados por la Iglesia católica.4 El lenguaje simbólico utilizado por los teólogos transmitía de manera contundente los mensajes didácticos a los feligreses que necesitaban comprender y reforzar en su mente los misterios y los dogmas de la doctrina cristiana por medio de las imágenes. Con ello se cumplía con las exigencias contra reformistas dictadas por el Concilio Tridentino que trataban de conmover el corazón del creyente mediante imágenes devotas. 52

De ahí que las pinturas e imágenes, antes que obras de arte, fueran objetos absolutamente necesarios en la vida social de los virreinatos, pues movían a la piedad y en algunos casos suscitaban visiones o éxtasis. Por ello algunos investigadores como José Antonio Maravall5 han concluido que el barroco, más que un concepto de estilo, es la definición de algo mucho más amplio: es un concepto de época. El carácter majestuoso y triunfal de este estilo y su resplandor delirante constituía para la Iglesia un elemento propio. Así es posible observar que el barroco se caracteriza por sus contrastes: entre lo cóncavo y lo convexo, entre la luz y la oscuridad. En el periodo que nos ocupa vemos claramente en los retratos de profesión y muerte de religiosas del siglo XVIII y aún en los realizados tiempos después, la sensualidad, la saturación y los excesos que caracterizaron al estilo barroco. Son representantes de esta riqueza decorativa, algunos retratos en donde se puede observar la composición fastuosa de las coronas de flores y de las palmas, que incluye para su mayor gala pequeñas esculturas en cera de imágenes religiosas como santos y angelitos. Con frecuencia las obras pictóricas virreinales amalgamaron armónicamente distintos elementos de formas occidentales e indígenas.6 Éstos les otorgaron un carácter original y les imprimieron un estilo típicamente distintivo que las hizo diferentes a sus modelos europeos. Ese, creemos, es el caso de los retratos de monjas coronadas, que si bien tienen un claro antecedente europeo, recuperan rasgos fundamentales de la tradición indígena. Tal situación puede ser claramente observada en los ramilletes floridos que llevan en sus manos, donde se muestran el colorido y la diversidad de las tierras americanas. Es sabido que distintos cronistas españoles desde muy tempranas fechas mencionaron que los indígenas acostumbraban elaborar diversos adornos florales entre los que destacaban unos ramilletes conocidos en el altiplano mexicano como “zuchiles” y, que fueron descritos desde que Bernal Díaz del Castillo llegó a estas tierras. La flor, como es sabido, tenía una enorme importancia en las sociedades prehispánicas, al punto que el grupo náhuatl llamaba vigésimo y último día del mes xóchitl o día de las flores y en el calendario estaba representado por una flor. Los cronistas del siglo XVI reseñaban con admiración que el Señor de Ixtapalapa tenía en sus jardines diversas especies de plantas y flores que igualmente recreaban la visita que el olfato. En la Nueva España pervive este gusto por la flor. Desde el franciscano Fray Diego Valadés, quien en 1579 describía admirado los tapetes y los adornos de las fachadas realizados por los indígenas con flores multicolores, que “...adornan muy bellamente las puertas y el exterior de los templos, tejen alfombras muy extensas con las mismas flores que fijan en esteras la palma o tule, y así dibujan toda clase de imágenes, figuras e historias, de la misma manera que se puede ver en los tapices de Flandes”,7 seguido por el jesuita Clavijero que en el siglo xviii describía la ornamentación del atrio del templo con “ramos, y guarneciéndolo con arcos de plumas y flores”, hasta llegar al siglo XX con Carlos Pellicer, quien mencionaba que “El pueblo mexicano tiene dos obsesiones: El gusto por la muerte y el amor a las flores”. De igual manera, un habitante del virreinato del Perú del siglo XVIII, el doctor don Joseph Baquijano, afirmaba con tono exaltado la influencia benéfica de la tierra americana “variada en sus colores” en la obra artística: El poeta nacido en los ásperos dimas, en que el eterno invierno sopla sin cesar los negros huracanes, no trabajará un retrato tan ameno y florido; como el que respira el aire puro y atiende a una tierra variada en sus colores.8 El jesuita José de Acosta mencionaba que los indios “...eran muy amigos de las flores en la Nueva España más que en otra parte del mundo, con las que usan hacer varios ramilletes que allí nombran súchiles con tanta variedad y gala que no se puede desear más”.9 Esta costumbre también fue admirada por el viajero italiano Gemelli Carreri quien refirió que un día en la ciudad de México algunos representantes indios le ofrecieron al virrey dos altos ramos de todo género de flores que llaman en su idioma “xuchiles” en señal de respeto, y esta era la misma ofrenda que daban a sus emperadores. En el caso de los retratos novohispanos, resulta muy interesante apreciar en algunos de ellos la forma especial que adoptan los ramilletes floridos que llevan en sus manos las religiosas, pues tienen un gran parecido con los llamados prehispánicos. Este ramillete o zuchil presenta una gran semejanza con las palmas floridas que llevaban las religiosas en su profesión.

Simbolismo de algunos elementos presentes en las ceremonias de profesión y muerte de una religiosa. La corona En la iconografía cristiana la corona de gloria es un símbolo fundamental de victoria y representa la felicidad eterna reservada a las muertes justas. En la vida de una religiosa la corona tenía un significado muy especial. Le era impuesta por vez primera cuando de manera definitiva e irrenunciable realizaba los votos perpetuos 53

en la ceremonia de la profesión.10 Después de que el sacerdote preguntaba a la novicia su edad y si era por voluntad propia o por fuerza que deseaba ingresar al convento, la joven era llamada tres veces por el sacerdote, que decía: “Llega esposa de Cristo y recibe la corona que Dios te tiene preparada para la eternidad, a lo que ella contestaba: porque conmigo es el ángel que custodia mi cuerpo.” Al segundo requerimiento respondía la profesa: “desprecié el reinado del mundo y las pompas del siglo por el amor a mi señor Jesucristo, a quien vi, a quien amé, en quien creí y a quien hice objeto de mi predilección”, y por último, puesta de rodillas, exclamaba: “Sierva soy de Cristo, y por lo tanto le serviré como esclava.” La imposición de la corona significaba su conversión en esposa de Cristo, como lo señala Cipriano Jerónimo Calatayud y Borda quien en el sermón funerario de Sor María Antonia de San José realiza una remembranza de la profesión de la religiosa: “Jamás se vio una vocación tan magnífica y pomposa, como la de esta alma feliz a la religión. ¡Templo del Señor, quien pudiera hacer que este triste aparato... que nos ponen a la vista los despojos de la muerte, que esta lúgubre armonía que nos provoca al llanto, se convirtiesen en aquellos deliciosos conciertos, en aquella majestuosa gloria, que, haciendo vuestra decoración en el día de su corona, fue al mismo tiempo nupcial pompa con que celebró el Cielo los dulces coloquios del Espíritu Divino con su nueva Esposa!”11 Son numerosos los textos virreinales que hacen alusión a los elementos iconográficos que llevan las monjas en ceremoniales tan especiales. Sor Juana Inés de la Cruz, describió la relevancia de la profesión de una novicia, así como el ajuar compuesto por “inmensas joyas y ropas tejidas en oro” que debían llevar las mujeres que realizaran sus votos solemnes. Basada en algunos fragmentos de los ceremoniales de profesión utilizados en las órdenes religiosas, escribió con elocuencia: Del que ángeles sirven Esposa me nombro a quien sol y luna Admiran hermoso…

Vistióme con ropas tejidas en oro y con su corona me honró como Esposo.

Dióme, en fe, su anillo De su desposorio y de inmensas joyas compuso mi adorno

Lo que he deseado ya lo ven mis ojos, y lo que esperaba ya feliz los gozo.12

Si la religiosa llevaba en el claustro una vida apegada a los votos prometidos y cumplía con los preceptos que en el periodo virreinal se consideraba que correspondían a una buena religiosa, volvía a portar en su muerte esta corona como insignia de su triunfo en un combate espiritual llevado a lo largo de toda una vida. En los sermones funerarios o vidas ejemplares de algunas religiosas que vivieron en el periodo virreinal es posible advertir ese simbolismo: “Ella abrazó una vida pobre, obediente, pura, mortificada, paciente y trabajosa. Ella, por último, por tal de seguir esta vida tan melancólica a los ojos de los mundanos, dejó riquezas que se desvanecen como humo, que se secan tan presto como la hierba a los ardientes rayos del sol, que rápidamente se vuelan con el tiempo; y en cambio de estas viles y despreciables cosas, adquirió bienes verdaderos, sólidos y eternos; y se mereció (como esperamos piadosamente) una corona de gloria, que no se acabará jamás.”13

La palma Respecto a la palma, segundo elemento fundamental y característico en estas ceremonias, es posible conocer diversas acepciones que nos dan clara idea de su significado. Entre los romanos era símbolo de la victoria y ese mismo significado se conservó en el cristianismo, donde una rama de palma evoca el triunfo del mártir sobre la muerte: en numerosas pinturas se puede observar que los mártires siempre llevan este atributo, ya sea remplazando los instrumentos de su martirio o bien, sumándose a ellos. También suele asociarse este símbolo iconográfico a la entrada triunfante de Cristo a Jerusalén, donde los pobladores tomaron numerosas palmas y salieron a festejar su llegada gritando: “Hosanna, bendito sea el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel”.14 Se considera que la palma, según el significado cristiano, es un atributo de los elegidos por Dios, y tiene su fundamento en la creencia del paraíso como un oasis poblado de palmeras. Debido a lo anterior, tanto la corona como la palma tienen como principal significado el triunfo de quien ha ganado la gloria. Además, en el caso particular de la palma (vinculado también con la tradición en torno a la muerte de la Virgen), ésta 54

adquiere un significado muy especial, estrechamente ligado con la virginidad o la guarda de la castidad.15 En la ceremonia de profesión el sacerdote entregaba la palma florida a la joven profesa con las siguientes palabras: “Recibe en tu frente el distintivo de Cristo: Toma en tus manos la palma de la virginidad para que te haga El su esposa, y si en El permanecieres, seas coronada con la gloria de la inmortalidad.16 Resulta de gran interés que los dos atributos iconográficos fundamentales en estas ceremonias, la palma y la corona, lo sean también en los textos que aluden al ciclo de la muerte y la glorificación de la Virgen, la cual, como es sabido, ha ocupado un lugar preponderante en la iconografía del arte cristiano.17 Según el historiador Gutierre Aceves, la tradición en torno a estos dos momentos fue sintetizada por Santiago de la Vorágine en su Leyenda dorada, obra realizada en el siglo XIII, época en que fue fomentado el culto mariano.18 Según este documento, un ángel anunció a la Virgen su muerte, que le sobrevendría en tres días y le entregó un ramo de palma para que fuera colocado sobre su tumba.19 Más tarde La Virgen solicitó a los apóstoles que se encargaran de sus funerales, y en especial a San Juan, que fue el primero en llegar, le pidió que la palma mencionada fuera llevada por alguno de ellos delante del féretro. El relato continúa describiendo que el propio Jesús inició el oficio cuando llamó a su madre a compartir su trono, a lo que la Virgen respondió que estaba preparada y el cortejo entonó: “He aquí una mujer que jamás mancilló su tálamo con deleites sensuales por eso recibirá como recompensa el premio reservado a las almas santas.” El momento cumbre de estas exequias es cuando el coro canta la antífona: “Ven desde el Líbano, esposa mía; ven desde el Líbano que vas a ser coronada”, a lo que María respondió: “Voy, Señor, voy, que en libro de la ley se dice de mí que en todo y siempre haré tu voluntad y que mi espíritu se complace en ser fiel a tus deseos, de mi Dios y salvador”. En ese momento el alma de la Virgen salió de su cuerpo y voló hacia la Gloria en brazos de su hijo, y fueron envueltos por rosas rojas que simbolizaban a los mártires y de azucenas en alusión a los ángeles de los confesores y las vírgenes que les daban escolta. Es muy significativo en esta narración, que San Pedro decida que el más indicado para portar la palma e ir al frente del funeral era San Juan, dado que: “La palma de la Virgen ha de ser enarbolada por alguien que haya vivido virginalmente: por tanto este honor te corresponde a ti (Juan) que por ser virgen fuiste elegido por Cristo”. La relevancia de la virginidad vuelve a ser destacada cuando a los tres días de su sepultura, la Virgen fue resucitada por Cristo, quien le infundió nuevamente su alma para que su destino ascencial fuera completo y su cuerpo se librara de la corrupción: “Levántate, Madre mía, paloma mía, tabernáculo de la gloria, vaso de mi vida, templo celestial, levántate. Levántate porque ese santísimo cuerpo tuyo que sin cópula carnal y sin mancha de cualquier tipo de concupiscencia concibió el mío, merece quedar inmune de la desintegración del sepulcro”.20 La imagen de la Virgen que asciende a la gloria para ser coronada por el Padre Eterno, la Santísima Trinidad o por numerosos angelitos, se difundió ampliamente en la pintura virreinal, por lo que estas escenas cobraron una gran devoción popular. En la obra La Coronación de la Virgen, de autor anónimo y realizada en el siglo XVIIII, se observa cómo es coronada la Virgen María por la Santísima Trinidad en su ascenso triunfal hacia la gloria eterna. En otra pintura realizada por el artista Juan Rodríguez Juárez, llamada La Asunción de la Virgen, se muestra dentro de un marco ovalado florido la escena en que la Madre de Dios asciende a la gloria sostenida por ángeles, y en la parte inferior de la pintura se destaca la imagen de los apóstoles y otros personajes que admiran la escena. Otra de las muchas obras que abordan esta temática es El Tránsito de la Virgen, realizada por el pintor mulato Juan Correa en el siglo XVII y que, como su nombre lo indica, alude a los momentos cercanos a la muerte de la madre de Jesús. La escena central muestra a la Virgen tendida en un lecho con una corona de rosas sobre su cabeza y otras más esparcidas por el suelo; su lecho es rodeado por su hijo y los apóstoles, y en la parte superior de la pintura el artista plasmó un rompimiento de Gloria. Como es posible observar, existen una serie de afinidades muy puntuales entre los textos que aluden al ciclo de la muerte y la glorificación de la Virgen con los que abordan las ceremonias de profesión —las cuales refieren a su muerte en el siglo— y la muerte terrenal de una religiosa, que simbolizan un tránsito gozoso hacia el Paraíso. Por ello, los atributos característicos que presentan tales escenas nos refieren a dos elementos fundamentales: la corona y la palma.

Elaboración de las coronas Ahora bien, en el caso de los ceremoniales de las religiosas, cuando se analizan con detenimiento las coronas y las palmas que portaron las religiosas llama la atención la presencia de ciertas constantes en su elaboración, ya que en su gran mayoría fueron realizadas con estructuras de hilos metálicos cubiertas con una gran variedad de flores naturales o artificiales. Desde el siglo XVII surge un gran interés por la botánica el cual se intensifica bajo el influjo de las reformas borbónicas, por lo que se incrementa el número de expediciones científicas; esta situación fue propicia para que los pintores recrearan con mayor detalle la variada y colorida flora americana. Además, respondiendo a los gustos estéticos del barroco —sobre todo en el caso 55

novohispano— las coronas y palmas se fueron transformándose, volviéndose cada vez más complejas en su ornato y contenidos iconográficos, pues incluían pequeñas esculturas de santos, angelitos y otras imágenes como aves y mariposas realizadas en cera. Importante mencionar es que, dentro del despliegue de esta gran creatividad y habilidad manual, tan característica de las órdenes religiosas femeninas, resulta imposible ubicar dos coronas o palmas idénticas, lo que demuestra el talento y la habilidad manual de quienes las realizaron, así como la capacidad económica de las familias o padrinos que las solicitaron: “…los ramos, como las coronas y demás atavíos, se hicieron exprofeso para cada monja, porque existe además, el hecho curioso de que todas, aún del mismo convento y de una misma época, son distintos. La extraordinaria riqueza de algunos hace suponer que su costo quedase a cargo de las familias de las profesas.21 En la composición de las más diversas flores destaca la presencia constante de la rosa en particular, que desde los antiguos romanos representaba la victoria y el amor triunfante. En el simbolismo cristiano esta flor es considerada un símbolo de gracia, alegría y belleza, por lo que la Virgen fue coronada con rosas, al igual que numerosas santas que también aparecen así representadas. San Ambrosio refiere que esta flor no tenía espinas en el Paraíso, pero las adquirió después de la caída del hombre para recordarle los pecados que había cometido y la pérdida de la gracia, pero su fragancia y su belleza evocaron siempre el esplendor paradisíaco y quizás por ello se llama a la Virgen María rosa sin espinas, pues estaba exenta de las consecuencias del pecado original. La rosa roja representa el martirio, y la rosa blanca la pureza; del mismo modo que las guirnaldas de rosas usadas por los ángeles, los santos o las almas humanas que han entrado en la gloria expresan la alegría del cielo. No obstante la existencia de casos muy puntuales en que las religiosas aparecen con coronas adornadas exclusivamente por rosas, en los virreinatos americanos existió al parecer una marcada preferencia por adornar las coronas con una gran variedad de flores naturales, lo cual da origen a su característico aspecto multicolor. Según es posible apreciar en algunas pinturas, otras coronas se confeccionaron con flores artificiales empleando los más variados materiales: pequeñas cuentas de vidrio engarzadas, telas de vivos colores y otras que tensadas en alambres muy finos daban la apariencia de ser transparentes. Es pertinente destacar que en los conventos pertenecientes al virreinato de Nueva Granada se observa con bastante frecuencia un tipo de corona especial que pareciera estar contenida en bordes geométricos precisos y que presenta en su realización flores naturales de gran tamaño alternadas con otras de formato muy pequeño. En algunos juegos de coronas y palmas destacan el ingenio y la creatividad con que fueron elaboradas, así como la gran calidad artística alcanzada. Es muy probable que estas coronas diseñadas con gran creatividad fueran realizadas en los propios conventos, donde algunas mujeres contaban con una gran habilidad manual que les valió merecida fama durante el periodo virreinal. Como es sabido, son tradicionalmente famosas las obras artísticas que se llevaban a cabo en los distintos conventos femeninos, entre ellas las flores de papel, los adornos elaborados con conchas marinas, las figuras de cera, las labores de aguja o la confección de platillos que han enriquecido la gastronomía en nuestros países. Numerosos textiles de una gran calidad bordados con hilos de seda y oro y plata presumiblemente fueron realizados por religiosas; sin embargo al catalogar estas obras y debido a la falta de documentación más puntual, han quedado registrados dentro del amplio manto de obra anónima, como sucede de manera tan frecuente con el arte virreinal. El que las mismas religiosas hayan realizado la mayoría de las coronas y palmas floridas es muy factible si se piensa en la semejanza en el diseño que se observa en algunos conventos específicos, además de que en la actualidad las religiosas continúan confeccionando las coronas para las ceremonias en sus conventos. Numerosas coronas y palmas presentan un adorno floral muy exuberante, en donde, al igual que en otras obras barrocas, pareciera existir un rechazo a cualquier espacio vacío. En este sentido tienen una gran similitud con algunos retablos realizados en madera tallada y sobredorada y con numerosos objetos repujados y cincelados en plata, pues un factor común en todos ellos es el gusto por el adorno y la fastuosidad. Coronas y palmas incorporaron en su ornamentación anagramas y pequeñas esculturas de la Virgen María, santos, ángeles, palomas y otras imágenes, los cuales transmiten un interesante contenido iconográfico. Algunas palmas y coronas parecieran no poder contener otro adorno, pero en el gusto estético de la época nunca estaban de más una Virgen, un Cristo, un anagrama, un angelito, una flor, una mariposa o incluso San Miguel Arcángel dando muerte con su espada al demonio. Todo parece tener un espacio, un lugar apropiado dentro de la conformación de estas palmas y coronas que encajan tan bien en la decoración impulsada por el barroco. La presencia de pequeñas palomas en las coronas o palmas de los retratos de monjas coronadas es muy frecuente. En la iconografía cristiana esta ave simboliza la paz, ya que como es posible recordar, después del diluvio universal la paloma que fue enviada por Noé volvió al arca trayendo en su pico una rama de olivo, prueba de que las aguas habían bajado y de que Dios había hecho las paces con el hombre. De igual manera este elemento aparece a veces como emblema de pureza, ya que se posó sobre la vara de José, indicando que 56

fue el elegido para desposar a la Virgen María. Sin embargo su representación más conocida en la iconografía cristiana es como símbolo del Espíritu Santo y aparece por primera vez en el bautismo de Jesús: “Y dio entonces Juan este testimonio de Jesús, diciendo: Yo he visto al Espíritu Santo descender del cielo en forma de paloma y posar sobre él”. (Juan, I, 32). La palma se encuentra además vinculada a la vida de varios santos como San Benedicto y San Gregorio el Grande o Santa Catalina, en cuya biografía se menciona que una paloma se posó sobre su cabeza mientras oraba, lo cual representa el consejo e inspiración divinos dados por el Espíritu Santo.22 En las coronas analizadas hasta ahora se aprecia que las flores y adornos estaban sujetos a una estructura de alambres de metal, cuestión que ha sido confirmada en las excavaciones arqueológicas que se han llevado a cabo en algunos conventos. Sin embargo, era frecuente que se utilizaran metales preciosos en la elaboración de otras, como plata repujada en su color o plata sobredorada y calada. Este tipo de coronas con escasa decoración floral responde a un nuevo estilo artístico llamado neoclásico, caracterizado por su sobriedad y líneas simples en contraposición al abigarrado barroco. En estas coronas y palmas elaboradas en plata, que hasta ahora sólo se han encontrado en territorio novohispano, existe un interés por mostrar la calidad del trabajo realizado en dicho metal. Estas obras seguramente fueron llevadas a cabo por el gremio de plateros que, como es sabido, constituyó la organización gremial más importante de este virreinato.23 Es interesante constatar que existía un vínculo estrecho entre esta organización gremial y los conventos femeninos, ya que algunos de los maestros plateros fueron padres de mujeres que ingresaron a clausura, participaron como testigos de honor en algunas ceremonias de profesión e incluso construyeron capillas impulsadas por su devoción sus santos patronos en iglesias de conventos femeninos, como es el caso del convento de Jesús María de la ciudad de México. Cabe también destacar es que la mayoría de estas coronas elaboradas en plata se encuentran vinculadas a retratos de religiosas de la orden concepcionista y, en menor medida, a otras órdenes religiosas. Un rasgo característico en los retratos de monjas coronadas muertas españolas es que la palma aparece en su forma natural, dispuesta bajo el brazo derecho de las religiosas. Resulta muy interesante que en el convento de Arequipa, en Perú, sea posible observar dos retratos que integran en el mismo formato un ramo de flores dispuestas sobre una palma vegetal. Finalmente, un detalle característico en la configuración de las palmas de varios retratos colombianos es que su diseño se asemeja a un cono florido y las flores quedan constreñidas a esta forma geométrica, lo que hace pensar en características iconográficas regionales, ya que este diseño se presentó en distintas órdenes religiosas femeninas del virreinato de Nueva Granada.

El anillo Además de la corona y la palma como elementos primordiales en las ceremonias de profesión o muerte, las religiosas debían llevar en esas ocasiones otros componentes de gran importancia y simbolismo. En la ceremonia de profesión destaca un anillo elaborado en oro como símbolo del matrimonio místico de la religiosa con Jesús. En varios escritos del periodo virreinal se hace referencia a la relevancia simbólica de este elemento, y de igual forma en las pinturas de santas frecuentemente se plasmó la escena de sus desposorios místicos con Jesús, representado como un Niño Dios. Para las religiosas el anillo que era colocado en su dedo anular era un constante recordatorio de su compromiso religioso, por lo que lo llevaban permanentemente desde su profesión hasta su muerte. En el caso de Santa Rosa de Lima, por citar un ejemplo, se sabe que usó hasta el final de su existencia un anillo que el padre jesuita Juan de Villalobos describió de la siguiente forma: “Era de oro, con un corazón por piedra, y encima de él un Jesús y unas letras al derredor que decían: Eres mi esposa, Rosa de mi haciendo razón el corazón en figura”.24 De igual forma, la biografía de Sor María de San José, realizada a partir de sus propios escritos contiene la narración de una visión que tuvo en donde la Virgen María le pregunta si quiere desposarse con su Hijo, quien luego le da “en prendas de su amor” un anillo “de finísimo oro con unas esmeraldas o piedras verdes de mucho fondo, hermosura y precio”: “…y le volvió a decir la Señora: Hija ya estas perdonada, con tal que luego tengas confesor te confieses como te tengo dicho, quieres de tu propia voluntad desposarte con mi Hijo Santísimo, quien te dará en prendas de su amor este anillo que tiene en el dedo... advirtió la venerable virgen que el niño Jesús tenía un anillo que le llevaba la atención y los ojos porque era de finísimo oro con unas esmeraldas o piedras verdes de mucho fondo, hermosura y precio apenas se lo propuso la santísima virgen, respondió que con todo su corazón quería desposarse con su Sacratísimo Hijo pero que se hallaba muy indigna de aquel favor.”25 57

Sin embargo, llama la atención que sólo en muy pocos retratos de monjas coronadas sea representado tan importante elemento. En las pinturas que se conservan en la actualidad en Perú, Colombia y España, por ejemplo, no fue posible hallar un retrato de religiosa que lleve en alguno de sus dedos el anillo de los desposorios místicos. Sólo en el virreinato de Nueva España fue posible observarlo pero en pocas pinturas, como la que representa a la destacada religiosa poblana Sor María de Jesús Tomelín, la de Sor María Ana Josefa de Señor San Ignacio, realizada por José de Alcíbar, o la de Sor María Gertrudis del Corazón de Jesús y la de la religiosa clarisa urbanista Sor Ana Josefa María de Jesús. En estos retratos aparece el anillo de formato sencillo realizado a manera de argolla matrimonial que llevaban las religiosas profesas. También en el virreinato de Nueva España encontramos otros retratos muy interesantes en donde se puede apreciar que las religiosas llevan no uno, sino varios anillos de distintos formatos en los dedos de sus manos. Pensamos que estos casos deben más bien vincularse al gusto por el ornato tan característico del periodo barroco, que al simbolismo propio de los desposorios místicos. Como se recordará, durante el siglo XVIII fueron impulsadas varias reformas con el fin de evitar lo que se consideraba era una relajación de la vida monástica, y algunas de las costumbres que se prohibía a las religiosas era precisamente el uso de encajes, listones o joyas. Esto provocó el disgusto de importantes sectores de religiosas, muchas de las cuales presentaron resistencia a tales cambios, ya que sobre todo en las órdenes urbanistas existía la tradición y se contaba con la posibilidad de que las mujeres siguieran conservando ciertos usos, costumbres y comodidades a las que estaban acostumbradas desde la infancia. No en vano el arzobispo de México fray Payo de Ribera, en los autos de visita que realizó a distintos conventos para observar que la regla se cumpliera, expuso la gravedad de este aspecto y mandó a todas las religiosas que dejaran de usar en su vestimenta diaria (por cierto, no en su ajuar especial del ceremonial de profesión) adornos, joyas e incluso “guarniciones26 de hilo, seda, plata u oro”: “Y en la dicha visita hemos reconocido de cuanta gravedad y consideración es que dichas religiosas, madre abadesa, definitorio y demás religiosas de él, manifiesten en la compostura exterior de su modo de vestir y trajes, la perfección y pureza interior de sus conciencias. Por el presente mandamos a todas las religiosas… que con ninguna ocasión, título ni pretexto pongan sobre sus hábitos y vestiduras, cintas de colores, agujetas, dijes, ni otra cosa que no sea el dicho su hábito y rosario…Y asimismo mandamos no traigan puntas en las vendas que usan en las cabezas con pretexto de estar enfermas…que no usen…en su vestido interior de sayas, faldellines, naguas, de grana ni de otro color profano ni de guarniciones de hilo, seda, plata u oro, de que totalmente deben abstenerse por la perfección de su estado.”27 La situación que fray Payo de Ribera exponía en sus autos de visita se constata en algunas pinturas de religiosas de ese periodo, quienes lucen perlas, alhajas y encajes, e incluso existe la presencia de chiquiadores, usado como adorno “so pretexto de estar enferma.

Velas encendidas Elementos de gran simbolismo en las ceremonias de coronación fueron las velas encendidas, símbolo de la luz de la fe. Numerosas velas iluminaban el coro en la profesión de una novicia cuando cada religiosa encendía al mismo tiempo sus cirios en el momento en que el sacerdote pronunciaba las siguientes palabras: “Prudentes vírgenes, preparad vuestras lámparas, he ahí al Esposo que viene”.28 De igual manera la joven profesa llevaba en su mano una vela prendida cuando se abrían las cortinas del coro bajo y sus familiares, padrinos y amigos podían observar su transformación, pues los trajes de gala con los que había entrado minutos antes a la iglesia del convento habían sido cambiados por el hábito de la orden a la que hubiera ingresado. Velas encendidas eran también dispuestas a los lados de los féretros de las religiosas que con palmas y coronas de distintos formatos y colores yacían en los féretros a la vista de la comunidad que iba a despedirlas. Hubo incluso algunos entierros que adquirieron especial fastuosidad debido a la cantidad de velas encendidas, como sucedió en las exequias de la religiosa peruana Sor María Antonia de San José: tras su muerte el día 29 de octubre de 1782, su cuerpo fue depositado en un túmulo funerario de 45 pies de elevación por 30 de diámetro con pedestales, pilastras y columnas adornado con 2000 velas encendidas: “Sobre las gradas del Presbiterio se erigió el majestuoso Túmulo… Veinticinco mesas de plata, y trescientos candeleros del mismo metal, con las demás proporcionadas marioletas de igual materia y excelente forma, recibían dos mil velas de la más fina cera, que ardieron en el momento dándole la más bella iluminación...”29 Quizás pocos elementos sean tan representativos de todo un periodo histórico, ya que cuando tratamos de imaginar acontecimientos ocurridos en el periodo virreinal la vela es un objeto imprescindible, así como en la época contemporánea la energía eléctrica. La luz de las velas, que daba un aspecto único y característico a 58

los retablos barrocos en las ceremonias litúrgicas, se hacía también presente en los espacios domésticos cuando la noche arribaba, y su luz oscilante daba origen a reflexiones y pensamientos, de ahí que también formó parte de algunas poesías, como la escrita por Quevedo: “No ves piramidal, y sin sosiego En esta vela arder inquieta llama, Y cuan pequeño soplo la derrama, En cadáver de luz, en humo ciego”30 Debido a su relevancia en las ceremonias conventuales, en los retratos de ceremoniales de religiosas en su profesión y muerte es posible observar la presencia constante de las velas que, al igual que las coronas y palmas, presentan múltiples características, diseños y materiales utilizados en su elaboración. De igual manera en algunos textos es posible encontrar este elemento, como en la Oración Panegírica que en la solemnidad de la Beatificación de la Bienaventurada María Ana de Jesús, religiosa profesa de la tercera orden de penitencias de la más estrecha observancia del Sagrado Real y Militar orden de Nuestra Señora de la Merced Redención de Cautivos, escrito en Lima, en el año de 1784 por Gabriel García Cabello: “…hablaron de esta Virgen Esposa del Cordero Inmaculado, adornada con la corona de su Esposo Santo salir a recibirle, prevenida con el vestido nupcial de todas las virtudes, preparada la lámpara de su encendida fe, con el óleo divino de la caridad... Así prevenida con esta resplandeciente antorcha, oyó gustosa la voz de su amado, que le convida, para celebrar con eterna alianza las purísimas nupcias de su Esposo santo, que ha contraído con él por medio de su encendida fe, su heroica justicia, su misericordia… le tejieron aquel vestido nupcial, en el que adornada salió a recibirle hasta el feliz puerto… en el que es coronada su inocencia caritativa.”31 Dado que en territorio americano las palmas se confeccionaron a manera de ramilletes floridos, esta circunstancia se aprovechó para lograr en un solo diseño la integración de los dos elementos fundamentales de la coronación. La idea de incorporar un arreglo de palma teniendo como soporte la misma estructura de la vela es muy frecuente, como se puede apreciar en numerosos retratos de monjas coronadas profesas. Algunos de estos arreglos son muy vistosos y corresponden al gusto por la fastuosidad tan arraigado en las poblaciones americanas, como se puede observar en algunas velas que además de los adornos florales incorporan también otros elementos como esculturas de santos y águilas bicéfalas o pelícanos. Algunas velas tienen como parte de su misma decoración, flores y otros motivos ornamentales elaborados en cera. Estos trabajos resultan muy vistosos y elegantes y es posible observarlos en distintas pinturas. De igual manera, otras velas presentan en su elaboración estructuras o soportes que aparentemente fueron realizados en metales preciosos, como plata fundida y cincelada o plata sobredorada repujada y calada. Así como hemos visto algunas velas sumamente decoradas, también hay otras cuyo diseño es de lo más austero y cuyo adorno principal lo constituyen unas guías de pequeñas flores que recorren la estructura de la vela. Lo más importante era llevar a la ceremonia de profesión una vela que pudiera ser encendida, sin importar su fastuosidad o simpleza, ya que finalmente el simbolismo que encierra es lo más relevante.

El Divino Esposo Las imágenes de Jesús como un niño pequeño o bien en el momento de ser crucificado eran asimismo elementos fundamentales en los retratos de monjas coronadas. Ambas imágenes representan a Jesús, el Divino Esposo con el que se han desposado mediante votos perpetuos, por lo que en algunos retratos se encuentra presente también en su muerte la efigie de Cristo crucificado. En el caso de las imágenes de Niños Dios, las religiosas los resguardaban en sus celdas con gran devoción y era común el que bordaran ropajes especiales para ellos, que en algunos casos presentan en su parte inferior un orificio redondo con el fin de que el pequeño pie de la escultura estuviera expuesto para ser besado. En los distintos retratos es posible observar que en su gran mayoría los Niños Dios se elaboraban en madera tallada y policromada, tal y como aún se conservan en algunas colecciones de conventos que resguardan esculturas muy antiguas y que las religiosas nombran Divinos Espositos.34 Las pequeñas esculturas descansan sobre una peana de madera por cuya base las sujetan las religiosas, casi siempre con su mano derecha, como se puede observar en distintos detalles de los retratos. Las esculturas presentan distintos formatos y características. Es posible observar algunos de gran tamaño; otros son presentados como peregrinos que llevan su pequeño guaje al hombro o lo sostienen con su 59

manita… De igual manera es interesante observar que aunque vivían enclaustradas, las religiosas no perdían contacto con los sucesos del momento y los dictados de la moda, ya que algunas esculturas de Niños Dios aparecen con pequeñas pelucas blancas, como se aprecia en los retratos de dos religiosas pertenecientes a las órdenes dominica y concepcionista. De igual manera, las esculturas de Niños Dios aparecen en ocasiones en actitudes rígidas y con poco movimiento y en algunas esculturas llegan a mostrarlos en actitudes más naturales, con las manitas en movimiento y los dedos entreabiertos, o bien sentados en actitud más relajada, en pequeñas sillas. En el retrato de la religiosa concepcionista Sor María Loreta de la Sangre de Cristo, la pequeña escultura aparece en una posición totalmente fuera de lo tradicional, ya que acompaña a la religiosa sobre su hombro. Algunos llevan elementos iconográficos de interés, como es el mundo en sus manos con una cruz como colofón, señalando con ello la preeminencia del cristianismo sobre la tierra y otros llevan una rosa roja en su mano en clara alusión al pasaje en donde el Niño Dios le pide a Santa Rosa que sea su esposa, y finalmente algunos aparecen retratados al igual que las religiosas que los sostienen con una pequeña coronita de flores ciñendo sus cabezas. Entre las religiosas dominicas, en especial en las que pertenecieron a los conventos del Bajío novohispano, aparece un Niño Dios adornado con un aro florido que lo envuelve por completo, con una clara influencia iconográfica de Santa Rosa de Lima.35 Numerosas religiosas urbanistas como las concepcionistas, jerónimas o dominicas llevaban en su profesión esculturas de Niños Dios en sus manos. Es interesante resaltar que las órdenes más austeras como la carmelita y la rama capuchina de la orden franciscana en general no llevan esta escultura sino a Cristo en la cruz. La imagen de la cruz es piedra angular del cristianismo, y en el periodo virreinal se encontraba íntimamente vinculada a las disciplinas con flagelos o cilicios, los cuales posibilitaban que el penitente, sin hacer concesiones al cuidado del cuerpo, llevara una vida alejada de delicias y placeres. Dicha auto-corrección impuesta por las disciplinas era representada con Cristo en la cruz, debido a la paciencia y conformidad a la que se debía aspirar con el fin de fortalecerse para “resistir a las tentaciones del demonio”, como se explica en el siguiente texto: Después que Cristo bien nuestro, muriendo en la cruz redimió al género humano de la original culpa, es venerada como instrumento Sacrosanto, en que se obró nuestra Redención, y tenida por insignia y señal del Cristiano, con que se arma y fortalece para resistir a las tentaciones del demonio.32 De ahí la presencia constante de crucifijos en los retratos de religiosas, y más aún entre las recoletas, quienes se distinguieron por la observancia estricta de las reglas. Algunos retratos de clarisas urbanistas también presentan imágenes de Cristo en la cruz, con la característica particular de que son esculturas estilizadas y delicadas. También en los retratos de religiosas dominicas del convento de Santa Inés del Monte Poluciano del virreinato de Nueva Granada éstas llevaban sobre su pecho algunas cruces elaboradas con distintos diseños y sostenidas por listones o medallones y agnus hábilmente adornados. En los retratos de religiosas del convento dominico de Santa Catalina de Sena en el virreinato del Perú, los crucifijos son más austeros y penden de un rostrillo amarillo. En el mismo virreinato, pero en el convento carmelita de Santa Teresa se encuentran dos retratos de religiosas muertas a las que les han puesto en una de sus manos un crucifijo de madera. De igual manera, se puede observar la presencia de este elemento en los retratos españoles, como es el caso de Sor Margarita de la Cruz quien yace en un catafalco con corona de flores y sostiene con sus manos la parte inferior de un crucifijo. Una imagen más, también procedente de España, muestra a Sor Margarita de Austria, con una pequeña cruz sostenida entre sus dedos entrelazados.

La corona, la palma, el anillo, la vela y el Niño Dios en relación con las órdenes religiosas El análisis de los retratos de monjas coronadas permite, a partir de sus peculiaridades puntuales, analizarlos desde diversos enfoques. El estudio de las características iconográficas de los atuendos de los retratos de monjas coronadas en relación con las órdenes religiosas a las que pertenecieron constituye una senda muy interesante de explorar. Es posible afirmar que la orden en la que las mujeres profesaban, morían o asumían algún cargo importante resultó determinante en las características de su arreglo como monjas coronadas. En la ciudad de Bogotá hay una importante colección de monjas coronadas que pertenecieron a diversos conventos, como Santa Inés del Monte Poluciano (dominicas), la Concepción de la Virgen (concepcionistas) y Santa Clara (clarisas). En el análisis de estas colecciones, que como hemos mencionado están conformadas 60

de manera exclusiva por religiosas muertas, destaca el hecho de que varias obras presentan una composición casi idéntica. Algunas tienen formatos tan parecidos que nos hacen pensar en los llamados “retratos repentinos”, cuyas pinturas se realizaban casi en su totalidad, y solamente faltaba pintar la cara de la difunta y la cartela con sus datos personales, en una composición casi invariable. Ante la impredicibilidad de la muerte, estos retratos podían solucionar quizás sin sobresaltos los ceremoniales funerarios de una religiosa virtuosa, que incluían la perpetuación de su imagen en un retrato. Sin embargo, si se observan con detenimiento los retratos es posible percibir características distintas entre ellos a pesar de su gran similitud, sobre todo en lo que se refiere a pintar un torso más abultado en quienes tienen una cara regordeta y, del mismo modo, un cuerpo delgado que corresponde a un rostro con tales características. Por ello creemos que la explicación a esta visible semejanza en el diseño y factura de los retratos de monjas coronadas de una misma orden se encuentra más bien vinculada a que ciertas tradiciones o patrones estéticos se fueron repitiendo a través de los años con pocas modificaciones conforme al deseo de perpetuar el gusto estético característico de cada convento. En el caso de las dominicas del convento de Santa Inés del Monte Poluciano, el cual fue fundado en el año de 1638 en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, existe una gran similitud en varias de las pinturas, en especial en lo que atañe al formato y la composición de las coronas, así como a la manera tan particular en que se colocaba un hilo de flores multicolores en el perímetro de cada catafalco. Una característica muy clara en estas pinturas es el tipo de cartelas utilizadas. Para fortuna de los investigadores los retratos de monjas coronadas realizados en el virreinato de Nueva Granada, en especial en las dominicas, presentan enormes cartelas que constituyen una fuente histórica de primer orden para la realización de investigaciones históricas. No sólo encontramos en ellas los nombres de las religiosas, de sus padres y de los conventos en que profesaron y murieron, sino también otros datos de interés vinculados a la devoción religiosa del periodo virreinal y en especial de los conventos; son además una guía de primer orden en torno a aquellas características que, de acuerdo con los parámetros de la época, eran propias de una religiosa ejemplar. En cuanto a los retratos de las religiosas franciscanas del convento de Santa Clara, fundado en la misma ciudad, es posible observar que se trata de obras de una gran austeridad, quizás no muy deslumbrantes en cuanto a mérito artístico se refiere, más bien austeras en su ornamentación y terminado, pero poseedoras de un gran interés histórico, ya que son representativas de centenares de mujeres que vivieron y murieron en el interior de los claustros virreinales. A diferencia de otros lienzos, éstos no llevan marcos y muestran a las religiosas yacentes momentos antes de ser enterradas con palma y corona, por lo que en algunos casos se alcanzan a observar los contornos de las maderas y los herrajes de los ataúdes donde corrían las sogas para facilitar el movimiento del sarcófago a la sepultura. Son obras de gran significado que en la actualidad requieren de manera urgente se intervenga para que sean restauradas. En el caso de la Nueva España es posible afirmar que el tipo de orden a la que pertenecieron las religiosas fue determinante en las características de su atuendo como monjas coronadas. Así, es posible observar una clara diferenciación entre las pinturas de las religiosas urbanistas o de vida particular —las cuales presentaban un mayor lujo y exuberancia en su ajuar— y las de las órdenes descalzas, también llamadas recoletas, caracterizadas por la sobriedad de su vestimenta y de los elementos de coronación que portaban. En México, los retratos más conocidos son los vinculados a las órdenes concepcionista, dominica, jerónima y a la rama clarisa cuyas religiosas se distinguieron por portar elegantes y elaborados hábitos. La calidad en su factura ha merecido que sean ampliamente difundidos en diversas publicaciones. Artificio y ornato, elementos característicos de muchas de estas obras, se encuentran dignamente representados en varias obras. En algunos de los retratos de monjas coronadas muertas es posible observar también estas características de ornato y lujo en la indumentaria. El análisis de estos retratos de religiosas urbanistas permite afirmar que pese a los innumerables intentos de reformas realizados desde el siglo XVII con el fin de transformar algunas costumbres en los conventos, éstas permanecieron en ellos hasta bien entrado el siglo XIX. Como se recordará, formalmente tales reformas tuvieron su epílogo en el siglo XVIII con el establecimiento de vida común en todos los conventos. Sin embargo un somero examen de la colección de retratos reunida en esta investigación muestra con gran claridad que los retratos de monjas coronadas pertenecientes a conventos con tradición de calzadas continúan presentando en su arreglo, aun en el siglo XIX, mayor exuberancia y decoración que los retratos de religiosas de conventos que tradicionalmente llevaron vida común. La permanencia de algunas costumbres —como la ornamentación de sus hábitos— en los conventos femeninos de vida particular se muestra claramente en los retratos de monjas coronadas. Esto nos lleva a reflexionar en torno a los usos y costumbres específicos de los virreinatos americanos, en los cuales existía una realidad compleja que llegó al enfrentamiento de las monjas con los obispos, pues éstas contravenían las órdenes de las autoridades religiosas que impulsaban las reformas. Tales costumbres están vinculadas con el 61

origen mismo de numerosas fundaciones claustrales femeninas en Hispanoamérica, ya que los conventos se encontraban estrechamente relacionados con el acontecer del siglo, con sus tradiciones y costumbres: “…los conventos de monjas fueron instituciones perfectamente asimiladas a la vida de aquella sociedad, de tal manera, que los hechos que en los conventos ocurren, forman parte de la vida de ella misma, y viceversa. Y esto, proyectándose en todos los terrenos, desde las más profundas emociones espirituales, hasta la vida de familia, las cuestiones económicas, las modas, las fiestas.”33 Como se ha mencionado, el auge de los conventos femeninos en Hispanoamérica se debió en gran medida a que surgieron como una respuesta a la problemática social de las mujeres de la época. A ellos no sólo acudían religiosas, sino también otras mujeres como viudas, ancianas, niñas, criadas, donadas y esclavas. Por lo tanto, en el interior de sus muros se vivió la compleja diversidad propia de la sociedad del momento: “…se reflejó dentro de los claustros la riqueza virreinal, con sus jerarquías, costumbres, tradiciones y fiestas. Las leyes de clausura y la vida de pobreza, trabajo y práctica religiosa tomaron por fuerza de estas características, viéndose relajadas algunas de las prescripciones de las ordenes”.34 Los estamentos socioeconómicos existentes en la sociedad se trasladaron a los conventos, por lo que numerosas mujeres que disfrutaban de una desahogada posición en el mundo pudieron seguir gozando de ellas en los conventos de calzadas. En estos casos el momento de la profesión no implicaba la aceptación de profundos ajustes en algunas formas de vida a las que ellas desde pequeñas estaban acostumbradas, ya que el servicio de criadas, así como el uso de adornos que suelen considerarse superfluos continuaron en su vida cotidiana. Sin embargo, creemos importante insistir en que estos elementos de ornato no deben confundirse con una falta de vocación religiosa, pues es preciso analizarlos en el contexto histórico del periodo y en la cultura barroca en que surgieron. En este sentido los retratos de monjas coronadas nos permiten constatar a partir del análisis de los objetos de colección lo que revelan otros testimonios históricos, como los documentos y escritos del periodo. Es posible afirmar que si bien las reformas impulsadas desde el siglo XVIII para normar los usos y costumbres en los conventos hispanoamericanos, en especial los de vida calzada, llevaron a las religiosas a aceptar ciertos cambios como los dormitorios comunes y los refectorios para toda la comunidad, permanecieron algunos otros rasgos característicos de la riqueza barroca, como la exuberancia de la decoración en las ceremonias de profesión y muerte. Además es necesario recordar que en numerosas biografías de religiosas se describen su contrariedad y sufrimiento por tener que vestir con tanto lujo y ornato, cuestión que aceptaban por respeto a una tradición establecida y por obediencia a sus familias. Ejemplo de ello es la religiosa Sor María Josefa Lina de la Santísima Trinidad (MC2), hija de Manuel Tomás de la Canal Bueno de Baeza, caballero de la orden de Calatraba y de María de Herbas y Flores, del Real de Minas de Guanajuato. Su retrato, resguardado en el convento de La Concepción que ella fundara en San Miguel el Grande (San Miguel de Allende), permite observar su imagen engalanada como monja coronada profesa. Sin embargo en su biografía se destaca que la joven estaba renuente a vestir con lujo desde las primeras visitas oficiales requeridas para su ingreso a un convento: “…era necesario mandarle por obediencia a María Josefa, se adornase con algunas joyas, las más precisas para la decencia de su persona, y para presentarse a visitar a un prelado tan respetable, y a los demás personajes… La obediente súbdita, apenas oída la voz del superior, dejando aquella repugnancia que sentía siempre para vestirse los trajes ricos, que tanto estiman las hijas de saramaria, rindió su espíritu a la obediencia, y adornada más de su virginal modestia que de las preciosas alhajas que ella tanto menospreciaba, hizo su primera visita al Illmo. Prelado, el día 3 de marzo de 1752.”35 Por el contrario, los retratos de religiosas provenientes de conventos llamados de descalzas o recoletas presentan como característica general la parquedad en el arreglo de sus hábitos conforme a los lineamientos que marcaban sus reglas. La sobriedad de estos retratos se ve acentuada por la actitud de recogimiento que adoptan las religiosas, incluso algunas llevan la vista baja. Nuevamente el análisis de los retratos de monjas coronadas confirma lo que conocemos por crónicas y documentos antiguos acerca de su vida limitada, restringida y sin mayores lujos. 62

En la mayoría de estos retratos de religiosas recoletas los adornos y las joyas o los metales preciosos no forman parte de su engalamiento personal y en caso de existir su función es embellecer los atributos de la coronación, como los ramilletes floridos y las velas encendidas. En general podemos afirmar que estos retratos trasmiten esa gran espiritualidad y sencillez que emana de las actitudes de recogimiento de las religiosas coronadas profesas y muertas. Podemos advertir similares características cuando analizamos los retratos de las monjas coronadas franciscanas en su rama capuchina. En estas obras no se observan perlas ni recamados de piedras preciosas, sólo es posible contemplar la rústica indumentaria capuchina: tosco hábito café con coderas blancas, rostrillo blanco y velo negro, un burdo cordón que rodea la cintura, rosario y sandalias sencillas. Herméticamente encerradas en sí mismas, aisladas de la vida en el siglo, llevan la mirada baja y los brazos sobre el pecho con las manos ocultas en el bocamangas como se puede constatar en el retrato de una religiosa capuchina, obra de máxima sencillez en donde la palma se encuentra a la usanza española, es decir, como una palma vegetal adornada con sencillas flores. Hay en estas obras coincidencia con los retratos de monjas carmelitas, ya que son muy austeros en general y los hábitos de las religiosas carecen de elementos de ornato. Ese es el caso del retrato de Sor Margarita de San Ignacio, capuchina que profesara en el año de 1845; allí se observan los tradicionales detalles floridos de palma y corona así como una vela encendida realzada por un fino trabajo artístico en cera. El interés por la decoración que se advierte en algunos detalles de la obra contrasta con la imagen recatada de la joven; subrayan su actitud una ligera inclinación de su cabeza y su mirada baja, característica de las religiosas pertenecientes a esta orden. Tras estudiar los retratos de profesión y muerte en relación con las órdenes a las que pertenecían las religiosas, podemos concluir que su representación pictórica fue una costumbre generalizada en el ámbito conventual femenino, aun en los claustros de vida más austera de ahí que la excepción a esta regla resulte interesante. Se trata de las religiosas de la orden de San Salvador, conocidas también como brígidas, y llama la atención que en los más de doscientos retratos que hemos recopilado en esta investigación ninguno corresponda a esta orden. Una primera razón que podría explicar este hecho es que quizás no les pareciera adecuado que la indumentaria que distingue a estas religiosas, cuyo llamativo velo se encuentra adornado por una especie de corona con ruedas rojas que simbolizan las llagas de Cristo, se ocultara bajo la corona florida. Una segunda explicación podría ser que como esta orden arribó de manera tardía a la Nueva España (la fundación de su único convento en Hispanoamérica fue en la ciudad de México el año de 1744), sus monjas fundadoras, todas de origen vasco, no incorporaron la tradición de realizar este tipo de retratos. Debido a ello es posible concluir que en la Nueva España el ajuar de una religiosa coronada se encontraba estrechamente vinculado con la orden a la que ingresaron o en la cual murieron, por lo que en del mismo periodo histórico provienen retratos de monjas de vida particular sumamente trabajados donde la religiosa era adornada con flores multicolores naturales o realizadas en distinto material como papel, canutillo o cera, detalles de plata y perlas, y en forma paralela se ejecutaron retratos de religiosas de vida común o descalzas que mostraban una gran sobriedad en su hábito, donde en todo caso se trasladaron algunos elementos ornamentales a los elementos de la coronación. Es posible afirmar que la austeridad o exuberancia en su ajuar tenía mayor vinculación con la orden religiosa a la que pertenecían que con los lineamientos establecidos por los gustos o estilos artísticos, aunque éstos sin duda influyeron también en su arreglo. Al igual que en Colombia y en España, investigamos en distintos museos, conventos e iglesias; hablamos con especialistas, coleccionistas particulares y religiosos en Lima, Arequipa y el Cuzco; consultamos interesantes referencias documentales y bibliográficas sobre la temática virreinal y algunas sobre conventos femeninos; sin embargo solo fue posible ubicar poco más de doscientos de retratos de religiosas en su profesión y muerte ni más. Quizás los especialistas d Colombia y Perú no han profundizado en el estudio de este género debido a la escasa calidad artística de la mayoría de estas obras, que comparada con la magnífica y extensa colección pictórica barroca que aborda otras muy diversas temáticas, no hace tan apremiante catalogarla y estudiarla con mayor detenimiento. De igual manera, una segunda razón podría estar vinculada a la dificultad para acceder a la obra, ya que su localización resulta una ardua tarea, pues en general las pinturas se encuentran en colecciones privadas o en claustros conventuales, lo que dificulta su estudio. Sin embargo, resulta muy importante conservar su memoria, conocer y difundir su existencia catalogándola en forma más precisa o protegiéndola como corresponde al patrimonio artístico e histórico del que forma parte; esto impulsará la realización de estudios más profundos que permitan dar a conocer la enorme relevancia de los conventos femeninos en la conformación de las sociedades latinoamericanas.

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Notas y bibliografía 1. Josefina Muriel y Manuel Romero de Terreros, Retratos de monjas, México, JUS, 1952, pp. 15-16. 2. Manuel Ramos Medina, “Esplendor del culto carmelita”, en Manuel Ramos Mediana (coord.), Memoria del II Congreso Internacional El monacato femenino y el Imperio español. Monasterios, beateríos, recogimientos y colegios. Homenaje a Josefina Muriel, México, Centro de Estudios de Historia Mexicana, 1995, pp. 497-499. 3. Ibid., p. 499. 4. José Antonio Maravall, La cultura del Barroco. Análisis de una estructura histórica, Barcelona, Ariel, 1990. 5. Cada vez se encuentran más avanzados los estudios que destacan la importante influencia en las sociedades americanas de diversos grupos asiáticos y africanos que se fueron incorporarando a lo largo del periodo virreinal y dejaron una huella evidente en los más distintos ámbitos, como el económico y el cultural. Algunos ejemplos de ello aparecen en los trabajos de María Elisa Velázquez en torno a las mujeres de origen africano. Véase “Mujeres de rostros azabachados en la Nueva España”, en La América abundante de Sor Juana, op. cit, y, de la misma autora “Orgullo y despejo. Iconografía de las mujeres de origen africano en los cuadros de castas del México virreinal”, en Adriana Naveda (comp.), Pardos, mulatos y libertos. Sexto encuentro de afromexicanistas, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2001. 6. Diego Valadés (fray), Retórica Cristiana, cap. IV , p. 513. 7. Fray Cipriano Gerónimo de Calatayud y Borda, Oración fúnebre que en las solemnes exequias de la R.M. María Antonia de San Joseph Larrea Arispe de los Reyes, Cuatro veces Ministra del Monasterio de Trinitarias Descalzas en esta ciudad de Lima..., Lima, Imprenta de los Huérfanos, 1782, s.p. 8. Joseph de Acosta, Historia Natural y Moral de las Indias, p. 187. 10. Véase Practica de dar Abitos y profesiones a las que han de ser religiosas en el sagrado Convento de Santa Catarina de Sena, del Sagrado orden de Predicadores de esta Ciudad de la Puebla de los Ángeles: y modo que se observa para recibir los hábitos y hacer las Profesiones, Puebla de los Ángeles, México, Impresa en la Oficina nueva matritense de D. Pedro de la Rosa, en el Portal de las Flores, 1777, pp. 5-19; y Josefina Muriel y Manuel Romero de Terreros, Retratos de monjas, México, JUS, 1952, pp. 37-39. 11. Fray Cypriano Gerónimo de Calatayud y Borda, Oración fúnebre que en las solemnes exequias de la R.M. María Antonia de San Joseph Larrea Arispe de los Reyes: cuatro veces ministra del monasterio de Trinitarias Descalzas de esta ciudad de Lima, Lima, Imprenta de los Huérfanos, 1782, pp. 16-17. 12. Es interesante advertir que este soneto de Sor Juana está basado en el ceremonial de profesión utilizado en los conventos, el cual seguramente escuchó en su propia celebración de votos perpetuos así como en la de otras muchas religiosas. El ceremonial apunta lo siguiente: “Soy desposada de quien los mismos ángeles sirven, de quien el sol y la luna admiran la pulcritud. El Señor mío me ha alentado con su anillo y me ha decorado como esposa con la corona. El señor me cubrió con los vestidos decorados en oro y con inmensos collares me adornó”. Véase Practica de dar Abitos y profesiones a las que han de ser religiosas en el sagrado Convento de Santa Catarina de Sena..., op. cit., p. 2. La cita del verso de Sor Juana se tomó del artículo de Josefina Muriel “Sor Juana Inés de la Cruz”, en Monjas coronadas, México, Artes de México, 1960, p. 55. 13. Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos, Vida de la muy Reverenda Madre Sor María Josefa Lina de la Santísima Trinidad, op. cit., pp. 71-72. 14. Juan, 12, 12-13. Citado por George Ferguson, Signos y símbolos en el arte cristiano, Buenos Aires, Emecé Editores, 1956, pp. 40-41. 15. En el Diccionario de autoridades se alude a su acepción como insignia de la virginidad: “Palma. Se toma también por la insignia del triunfo y la victoria… y se extiende a otras materias, y así se dice la Palma del martirio, y se pone por insignia de la perpetua virginidad”. Véase Diccionario de la lengua castellana en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar…, op. cit., p. 93. 16. Véase Practica de dar Abitos y profesiones a las que han de ser religiosas en el sagrado Convento de Santa Catarina de Sena…, op. cit., pp. 5-19; y Josefina Muriel y Manuel Romero de Terreros, Retratos de monjas, op. cit., pp. 37-39. 17. Este texto alusivo a la muerte de la Virgen se tomó del artículo de Gutierre Aceves, “Imágenes de la inocencia eterna”, El arte ritual de la muerte niña, México, Artes de México, núm. 15, 1992. 18. Gutierre Aceves acota lo siguiente: “De la Vorágine comienza por aclarar que su narración proviene de un libro apócrifo atribuido a San Juan Evangelista, en el que se describe cómo ocurrieron los hechos”, Ibid., p. 35. 19. La cita completa sobre este suceso es la siguiente: “… envuelto en luminosas claridades, surgió ante ella un ángel que la saludó diciendo: Dios te salve, María, bendita y objeto de las bendiciones de quien trajo la salvación de Israel. Señora, te traigo desde el Paraíso este ramo de palma para que sea colocado en tu féretro. Dentro de tres días te reunirás con tu hijo que te está esperando”, Ibid., p. 35. 20. Idem. 21. Véase Josefina Muriel y Manuel Romero de Terreros, Retratos de monjas, México, JUS, 1952, p. 41. 22. George Ferguson, Signos y símbolos en el arte cristiano, op. cit., p. 42. 23. Véase Alma Montero Alarcón, “Los gremios novohispanos”, en Tepotzotlán y la Nueva España, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1994; “Die Silberschmiedekunst im Vizekˆnigreich Neu-Spanien”, en Gold und Silber aus Mexiko, Milán, Skira Editore, 1997; “Platería virreinal en México”, Tesoros de México: oro precolombino y plata virreinal, Fundación El Monte, España, 1997, y “El gremio de plateros en la Nueva España”, Platería Novohispana, Museo Nacional del Virreinato, Tepotzotlán, México, Asociación de Amigos del Museo Nacional del Virreinato, 1999.

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24. Véase José Flores Araoz, “Iconografía de Santa Rosa de Lima”, en Santa Rosa de Lima y su tiempo, Lima, Banco de Crédito del Perú (Colección Arte y Tesoros del Perú), 1995, p. 245. 25. Sebastián de Santander, Vida ejemplar de la Venerable Madre María de San José, México, Imprenta de los herederos de la viuda de Miguel Rivera, 1723, p. 115. 26. El Diccionario de la lengua castellana en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar…, define como sigue el uso de la palabra guarnición: “Adorno, que para mayor gala y mejor parecer se pone en las extremidades o medios de los vestidos, ropas, colgaduras y otras cosas semejantes”, en op. cit., p. 92 27. Archivo General de la Nación, Bienes Nacionales, leg. 101, exp. 5, f. 9. Citado por Nuria Salazar Simarro, La vida común en los conventos de monjas de la ciudad de Puebla, Biblioteca angelopolitana, núm. V, Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, 1990, p. 11. 28. La relación de la ceremonia de profesión está basada en Practica de dar Abitos y profesiones a las que han de ser religiosas en el sagrado Convento de Santa Catarina de Sena…, op. cit., pp. 5-19, y en el libro de Josefina Muriel de la Torre y Manuel Romero de Terreros, Retratos de monjas, op. cit., pp. 37-39. 29. Cipriano Jerónimo Calatayud y Borda (fray), Oración fúnebre que en las exequias de la R. M. María Antonia de San Joseph Larrea Arispe…, op. cit., s.p. 30. Véase Diccionario de la lengua castellana en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar…, op. cit, p. 432. En la misma fuente se alude al significado de la palabra vela: “…compuesto de cera, o cebo formado en figura de vara, con una mecha en medio de algodón, u otra materia semejante, que le sirve de pabilo, para que encienda, arda, y dé luz. Llámase así porque a su luz se vela, y trabaja de noche”. 31. En este texto se menciona de manera reiterada la importancia simbólica de la corona en la vida religiosa: “…anhelaba participar más y más de los tormentos de Jesús… cual otro Benjamín en alta contemplación arrebatada; ve que un Ángel al lado del Señor coronado de espinas, la llama, como a la esposa del Líbano, para ser coronada con la diadema de su esposo santo (cant. 4 vers. 8) advierte que la aparta de su sagrada cabeza, y la pone en la de María Ana, señalándonos con este nuevo triunfo el de su caridad… ved, ved hijos de Sion, del Líbano, del Carmelo… a una Virgen inocente con la diadema inmortal de su esposo santo, en el día en que la Iglesia declara sus solemnes victorias”. Más adelante se menciona: “Esta diadema inmortal busca hoy con justicia las sienes de V. Rma. para coronarle de júbilos inaccesibles: porque siendo esta virgen prudente hija verdaderamente sabia, es sin duda la mayor corona de su Padre; así, como igualmente es la mujer fuerte, que desde lo lejos, y fines últimos de esta Peruana América lleva el precio glorioso de su celebridad en el precioso Panegírico, que se consagró en sus primeros cultos”. Véase Gabriel García Cabello, Oración Panegírica que en la solemnidad de la Beatificación de la Bienaventurada María Ana de Jesús, religiosa profesa de la tercera orden de penitencias de la más estrecha observancia del Sagrado Real y Militar orden de Nuestra Señora de la Merced Redención de Cautivos, Lima, 1784, s.p. 32. Diccionario de autoridades, op. cit. 33. Josefina Muriel, Conventos de monjas en la Nueva España, México, Santiago, 1946, p. 14. 34. Pilar Gonzalbo, “Refuggium Virginum. Beneficencia y educación en los colegios y conventos novohispanos”, en Manuel Ramos Medina (coord.), Memoria del II…, op. cit., p. 432. 35. Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos, Vida ejemplar de la muy reverenda Madre Sor María Josefa Lina de la Santísima Trinidad, México, Imprenta del ciudadano Alejandro Valdés, 1831, p. 11.

Alma Montero Alarcón Museo Nacional del Virreinato, Instituto Nacional de Antropología e Historia [email protected]

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6 Un Estudio de Arqueología Histórica. Procedimientos de Investigación para el Sitio Vuelta de Obligado (VdeO)

Mariano Ramos

Resumen En este trabajo me refiero a los estudios de Arqueología histórica que desarrollamos en uno de los lugares que fueron campo de batalla en la denominada Guerra del Paraná; en particular a las investigaciones realizadas en el sitio Vuelta de Obligado (VdeO), San Pedro. Expongo los procedimientos de la investigación que incluyen la estrategia para el abordaje del registro arqueológico, doy a conocer información variada luego de veinticinco campañas llevadas a cabo en el sitio y algunos aspectos del trabajo en gabinete. Finalmente hago una evaluación general de los procedimientos empleados en el estudio y analizo los resultados obtenidos. Palabras clave: batalla de Vuelta de Obligado, método y procedimientos, estrategia de campo, registro arqueológico

Introducción El 20 de noviembre de 1845 se enfrentaron en una batalla terrestre y naval las fuerzas de la Confederación Argentina y una poderosa flota de guerra anglo-francesa que custodiaba un convoy de unos cien barcos mercantes (Figura 1 y Figura 2). En marzo de 1811 Hipólito Vieytes había recomendado la fortificación de determinadas zonas abarrancadas del Río Paraná, las que por sus especiales características podían representar puntos estratégicos aptos como para impedir el acceso hacia el interior argentino de una eventual fuerza invasora española que por esa vía intentara reconquistar los territorios perdidos desde 1810. Posteriormente, en 1845, con motivo del conflicto con las potencias europeas, el Brigadier General Juan Manuel de Rosas encomendó al General Mansilla que montara defensas en algunos puntos estratégicos de las barrancas sobre ese río. Así, desde agosto hasta noviembre de ese año se instalaron cuatro baterías y se armaron fortificaciones en Vuelta de Obligado, Partido de San Pedro. También se construyeron defensas en El Tonelero, Ramallo, y otros lugares como 67

Arroyo Las Hermanas y La Ramada, todos en la Provincia de Buenos Aires, a los que se sumaron Quebracho y San Lorenzo en la de Santa Fe.

Área de la

Figura 1. Imagen satelital del área en donde se desarrolló la batalla de Vuelta de Obligado. En Obligado se levantó un campamento (Ramos et al. 2011, 2014; Lanza et al. 2010b, 2013, MS 2013), se cavaron trincheras, se acondicionó el lugar para montar las baterías y se colocaron parapetos para proteger artilleros y cañones (Ramos et al. 2010, 2014). En el río se ubicaron el poderoso bergantín Republicano, muy bien artillado, y tres barcos menores con un cañón cada uno. Todos estos se posicionaron detrás de tres filas de gruesas cadenas que cortaban perpendicularmente el curso de agua que -en ese lugar, y en ese momentotenía unos 800 m de ancho. Varios miles de hombres entre artilleros, soldados, milicianos, indios amigos y enfermeras completaban la dotación militar de la Confederación Argentina. La batalla concluyó luego de ocho horas de intercambio de intenso fuego de piezas de artillería, desembarcos europeos y luchas entre infanterías con cargas de caballería argentina. El enfrentamiento se decidió a favor de los europeos debido a una neta superioridad armamentística. Si bien fue una derrota en el marco de la Guerra del Paraná desarrollada entre 1845 y 1846, Vuelta de Obligado representó un hito simbólico de fuerte resistencia frente a las potencias extranjeras que querían imponer el llamado libre-comercio a la fuerza. Desde el año 2000 comenzamos desarrollando un estudio sobre el evento y el sitio arqueológico, que luego lo ampliamos hacia otras batallas de la Guerra del Paraná, con el aval académico y subsidios para la investigación de la Universidad Nacional de Luján. En la investigación empleamos varias fuentes de información y aplicamos una perspectiva pluridisciplinaria (Ramos 2000), particularmente interdisciplinaria (Gianella 1995), lo que nos permite tener una mejor aproximación y una mirada más integral del evento bélico. Por otra parte, el enfoque que le brindamos a este estudio se enmarca en la Arqueología de la violencia (Clastres 1990; Guilaine y Zammit 2002) y dentro de esta en la Arqueología del Conflicto (Pollard y Banks 2005; Ramos et al. 2011, 2014; Landa y Hernández de Lara 2014).

Algunos problemas y observaciones del sitio Como resultado de todas las acciones llevadas a cabo con relación al evento y la influencia de los agentes y procesos que actuaron posteriormente, se conformó un sitio arqueológico que bajo nuestra perspectiva presenta varios palimpsestos, los que tenemos que interpretar por intermedio de procedimientos de investigación. Al respecto conviene señalar algunos aspectos particulares.

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Figura 2. Plano de V. de Obligado del Capitán Sulivan de la Royal Navy: la parte superior es el encabezado y la inferior, un recorte que señala la ubicación de las defensas y la posición de las naves europeas a las 12.30 hs. del 20 de noviembre de 1845. Museo Naval de la Nación, Tigre. Los sitios arqueológicos que quedan como resultado de grandes batallas de la Época Moderna, realizadas en agua y tierra, en las que se pone en juego un sofisticado armamento y participan miles de hombres, son muy complejos y la interpretación del registro arqueológico, en cuanto a distribución más que composición, es una difícil tarea debido a las numerosas variables que intervienen. Para el caso del sitio Vuelta de Obligado los principales problemas se centran en: a) sus dimensiones y sus límites; b) el precisar los núcleos de la batalla, es decir, aquellos lugares en donde se desarrollaron intensas actividades bélicas, motivo por el cual dejaron como resultado densidades mayores de objetos y estructuras en relación con otras áreas del sitio. Estas diferencias deben ser vistas en el sitio arqueológico como concentraciones de material -“manchas” más densas- entre hallazgos puntuales o dispersiones de material; c) si consideramos concentraciones y dispersiones arqueológicas, los núcleos de la batalla estarían entre los primeros. Sin embargo, no es sencillo determinar qué cantidad aproximada de objetos separa una de otra categoría; d) la explicación de las causas de la formación de áreas de palimpsesto. Esto se relaciona con la identificación y evaluación de la acción de agentes de formación y transformación, lo que incluye la actividad del hombre como agente geomórfico. Además debe considerarse: 1. los tipos de objetos hallados en distintas áreas del sitio y 2. el estado y la integridad de los hallazgos. Para esto hay que tener en cuenta la intensidad de la actividad de los agentes de formación y de transformación en estos tipos de sitios; también el eventual reemplazo por otros agentes que siguen produciendo cambios en los depósitos originales. 69

El sitio ha sido recurrentemente saqueado desde casi la finalización de la batalla, incluso durante los últimos añoss aunque en forma esporádica, siguiendo una lenta retracción a partir de la instalación del Monumento a la Soberanía Nacional en 2010. Por aquellas razones, la mayoría de los objetos hallados, unos 10.000, son fragmentos y no piezas enteras, sobre las que tenemos conocimiento que han sido ya extraídas por huaqueros y coleccionistas. Hasta la fecha hemos excavado más de 400 m² en distintas áreas, priorizando lo que denominamos como los núcleos de la batalla.. Asimismo recuperamos material en transectas ubicadas ubicadas en las playas del Río Paraná, que superan los 3000 m² y realizado numerosos sondeos y trincheras estratigráfico-arqueológicas. estratigráfico arqueológicas. Los temas tratados en este trabajo son los siguientes: 1. el sitio, el ambiente y las excavaciones; 2. los procedimientos, quee incluyen recursos y técnicas aplicadas como sus resultados; 3. la estratigrafía, aspectos; 4. la composición del registro arqueológico; 5. estado de los objetos y agentes de formación y transformación que afectan al sitio; 6. evaluación de los resultados generales; 7. contexto y análisis de los vestigios; 8. reflexiones finales.

El sitio, algunos aspectos del ambiente y las excavaciones arqueológicas El sitio arqueológico está conformado por varias estructuras bélicas como las baterías –en excavación-; la zona que ocupaba campamento argentino –en en estudio por un equipo dirigido por la Dra. Matilde LanzaLanza ubicado hacia la retaguardia de la zona en donde se ubicaron las baterías en costas y barrancas; el área en donde desemboca el Arroyo de los cueros; el hospital de campaña –que que hemos relevado pero no excavadoexcavado y la zona de emplazamiento de las cadenas defensivas (Figura 3). Las cuatro baterías de Vuelta de Obligado fueron dispuestas sobre la margen derecha del Río Paraná con una orientación, aproximada, sur-norte sur (Figura 3). En ese orden, las baterías se denominaban Restaurador Rosas,, comandada por Álvaro de Alzogaray, Almirante Brown,, dirigida por Eduardo Eduardo Brown, hijo del almirante Guillermo Brown (Jefe de la escuadra argentina), General Mansilla,, comandada por Felipe Palacios y Manuelita,, dirigida por Juan Thorne (Piccirilli et al. 1973). Figura 3. Áreas principales: baterías, lugar de fijación de las cadenas, terraplén defensivo, el campamento argentino y el hospital de campaña (Imagen Google earth 2014).

Es importante señalar que el sitio se ubica dentro del monte nativo, el que abarca gran parte de la actual Reserva de Vuelta de Obligado con una muy rica y abundante flora y fauna. Al respecto, el bosque de tala de barranca forma parte del límite austral de de distribución de plantas y animales silvestres típicos del monte norteño. Lo integran algarrobos blancos (Prosopis alba), sombra de toro (Jodina rhombifolia), tala (Celtis tala), espinillos (Acacia caven), ombú (Phytolacca dioica), chucupí (Porliera microphylla) phylla) y molle (Schinus longifolius) asociados con abundantes epifitas y herbáceas nativas. Asimismo el Arroyo de los cueros y la ribera del Río Paraná cuentan con un bosque de Tembetarí (Fagara hyemalis) que sólo se encuentra en la isla Martín García, Provincia ovincia de Buenos Aires (Informe Fundación Félix de Azara 2004; Sierra 2001, 2010). Además en el Partido de San Pedro y en Vuelta de Obligado existen unas 250 especies de aves permanentes1 y una abundante y variada fauna de río2. El frondoso monte con sus distintas especies constituía un área especial para guarecer a un numeroso contingente militar con su campamento y sus defensas, las que se veían naturalmente camufladas en un 70

ambiente con diversos recursos vegetales y animales aprovechables para la alimentación, tal como antes lo habían hecho los indígenas. Desde el comienzo de las actividades de campo trabajamos en el sitio en los lugares en donde suponíamos estaban emplazadas las baterías primera y segunda –de sur a norte- (según Sulivan 1845), dispuestas sobre barrancas de más de 10 m de altura. La tercera batería era rasante, es decir, casi al nivel del agua y estaba ubicada según información escrita en la playa. Allí, debido a la intensa actividad del río que siempre remueve el sedimento y la baja visibilidad que produce la vegetación, sólo pudimos obtener algunos fragmentos de bombas europeas. Resta realizar una trinchera exploratoria de unos 5 m de ancho por unos 40 m de largo para tratar de ubicar los restos de la tercera batería. La cuarta batería estaba ubicada más al norte, sobre una barranca de unos 17 m de altura, donde actualmente se halla la casa de la familia Toro Bayo. El lugar, muy estratégico ya que permite la observación de una amplia extensión del Río Paraná, sirvió al Jefe de las defensas, General Lucio Mansilla, para avistar los movimientos de las naves europeas y dirigir, desde allí, la batalla. Al presente el lugar se encuentra modificado por la actividad humana posterior al evento bélico ya que tiene casas de material, veredas y desniveles con escaleras y patios.

Procedimientos en el campo Para ubicar los contextos arqueológicos del sitio empleamos: 1. instrumentos de detección como detectores de metales y electro-magnetómetros; 2. prospección visual en tierra y playas; 3. análisis de planos, fotos aéreas e imágenes satelitales; 4. observación y recolección de superficie; 5. excavaciones en extensión, trincheras y sondeos exploratorios. Hasta el momento se excavaron y sondearon arqueológicamente unos 400 m², se hallaron unos 10.000 objetos (la mayoría fragmentos), procesándose unos 7.000 y se realizaron estudios de laboratorio (análisis metalográficos, fechado por 14C, identificación de especies vegetales en maderas quemadas) e incluso se desarrollan líneas de Arqueología experimental como pistas con fogones, metales y huesos (Lanza 2010a), y pruebas de termo-alteración de vidrio en fogones, etc. Desde 2000 hasta 2004, excavamos una cuadrícula de 15 m² en donde conjeturábamos estuvo emplazada la primera batería. Sin embargo no dimos en este lugar con una estructura ya que no hallamos indicios que nos permitieran asegurar que estábamos frente a los restos de esa batería; sólo algunos clavos, fragmentos de bombas y cerámica indígena. También, desde 2000 hasta 2011, continuamos con las excavaciones en el área donde suponíamos estuvo emplazada la segunda batería, que según Piccirilli et al. (1973), tenía un cañón de 24 libras, de bronce del barco argentino Vigilante; dos cañones de 18 libras de hierro, uno de 16 libras y otro de 12 libras de bronce del bergantín Republicano. En esta zona, con importantes hallazgos, excavamos hasta el presente trece cuadrículas (I, IV-XV) con sus respectivas extensiones, las que en conjunto cubren un área de 157 m² (Figura 4 y Tablas 1 y 2). En 2004, gracias a los datos provistos por lugareños, se pudo conocer la ubicación en el monte de un terraplén (Figura 3) de 5 por 20 m, en el que se excavó la cuadrícula III (de 5 m²), con pocos resultados. Allí cortamos perpendicularmente un terraplén construido en forma de medialuna de 5 m de ancho por 20 m de largo, ubicado a unos 50 m al oeste de la batería Restaurador Rosas. Desde abril de 2014 hasta marzo de 2015 continuamos con las excavaciones en esa zona, ampliando la superficie a más de 50 m2. En notas de Alsogaray este terraplén puede coincidir con un depósito de municiones ubicado en el lugar como apoyo de la primera batería (Alsogaray MS 1845). Asimismo, en 2008, por información de los documentos escritos que coinciden con un estudio anterior (Rizzo et al. 2004) y datos aportados por los vecinos, se pudo conocer el lugar donde estuvo ubicado el principal Hospital de campaña -una construcción de ladrillos, asentados con barro, y planta cuadrangular con techo de tejas-, situado a unos 2 km de distancia al norte del campo de batalla, que relevamos pero todavía no excavamos. Entre 2008 y 2009, por datos suministrados por los pobladores locales, excavamos en el interior del monte varias cuadrículas, trincheras y sondeos que abarcaron 41 m², en aquellos lugares en donde suponíamos se situaba el núcleo principal del campamento argentino, según el Capitán Sulivan (Ramos et al. 2011, 2014). Además dos trincheras estratigráfico-arqueológicas cuyas superficies reunidas sumaban 15 m2 (TEI de 8 m2 y TEII de 7 m2). En varias zonas hallamos vidrio, loza, hueso y metal formando pequeñas concentraciones pero no ubicamos proyectiles -extraídos por el huaquero, agente que provocó un sesgo en el registro arqueológico- ni pozos de basura o estructuras del tipo parapeto, conformadas por huellas de postes. Esa zona de monte comenzó a ser estudiada desde 2011 hasta 2014 por un equipo dirigido por la Dra. Lanza (Lanza 2013, MS 2013). Sobre la base del plano de Sulivan, se estimó un área de 40.000 m2 prospectándose durante ese periodo un total de 13.250 m2. 71

Por otra parte, en otro sector del sitio, las transectas desarrolladas en las playas Norte (N), Centro (C) y Sur (S) abarcaron una superficie de 3600 m2 (1800 m lineales por 2 m de ancho). Desde mayo de 2000, empleamos tres recursos para acceder al registro arqueológico: a) recolecciones de superficie sobre todo en playas y, en menor medida, en áreas de caminos y senderos en donde el sedimento carece de cubierta vegetal o ella es exigua. Su objetivo era el de ubicar zonas de ocupación durante la batalla; b) trincheras y sondeos estratigráfico-arqueológicos en proximidad de la desembocadura del Arroyo de los cueros, en el monte y zonas marginales del sitio, relativamente alejadas de las áreas en donde se habrían instalado las cuatro baterías de cañones. Su finalidad se orientaba al hallazgo de zonas de campamento argentino y de desembarco europeo; c) excavaciones micro-estratigráficas en extensión en las áreas en donde habrían estado situadas las baterías primera y segunda (ubicadas desde el sur). Su objetivo apuntaba a precisar la ubicación de los núcleos de la batalla. En cuanto al trabajo con electro-magnetómetros y detectores de metales (Ramos et al. 2006, 2012), vale la pena aclarar que el primero de este tipo de instrumentos lo usamos cuando la excavación estaba avanzada con el finalidad de ubicar la eventual continuidad del registro arqueológico. Su empleo nos permitió ubicar zonas con anomalías en proximidad de áreas con registros arqueológicos conocidos. Esas anomalías se presentaban como discontinuidades en la plancha de tosca3. Como resultado de la excavación constatamos que en ese sedimento se hallaban negativos cavados a pala, como hoyos (huellas de poste), improntas rectangulares (para plantar tablones para conformar las bases de los cañones) y canaletas asociadas a aquellos (Figura 5). Todos esos rasgos, en la plancha de tosca, estaban rellenados con humus. Sobre la base de la información sobre las anomalías, aportada por el electro-magnetómetro, se extendió luego la excavación del sitio, como en el caso de la segunda batería.

Borde de la barranca. Vegetación arbórea

Borde de la barranca.

Camino de

Figura 4. Área de excavaciones en la ubicación de la segunda batería. Cuadriculas I, IV a XV. Por otra parte, el uso de detectores de metales en áreas próximas a barrancas y en el monte nos permitió ubicar material arqueológico en forma puntual. Cuando los aparatos marcaban alguna señal particular, se indicaban en las áreas barridas, los puntos detectados con pequeños banderines de color rojizo. El conjunto de banderines, a simple vista, nos mostraba concentraciones o dispersiones de material. Esas áreas luego fueron sondeadas puntualmente. 72

Figura 5. Superior: conjunto de huellas e improntas n segunda batería. Inferior, izquierda: detalles de las improntas; derecha, dos estacas clavadas en la tosca.

Batería Superficie de excavación

Primera

Segunda

87 m²

157 m²

Hallazgos en

humus (sin diferencias internas)

Distribución del registro arqueológico

concentraciones y dispersiones de material en una fracción de unos 0,30 m

Argumento de la hipótesis

piso de ocupación de la primera batería

contacto entre capa de humus y plancha de tosca algunas concentraciones y dispersiones de material entre 0,08 y 0,20 m. Huellas de postes, otras rectangulares y surcos cavados en la tosca piso de ocupación de la segunda batería

Tabla 1. Comparaciones entre el registro arqueológico de la primera y segunda baterías Vale la pena señalar que la mayoría (97 %) de los hallazgos próximos a la superficie eran objetos metálicos del siglo XX, como anzuelos, plomadas, latas de conserva, tapas de botellas de vino, tapas de gaseosas y cerveza, monedas, etc. Y esto respondía a que el lugar había sido usado como área de recreo y camping durante aproximadamente un siglo (Ramos et al. 2006). 73

Figura 6. Área de excavaciones en la ubicación de la primera batería. Cuadrículas II (excavada 2000-2004), 2004), L, LI, LII, LIII, LIV, LV, LVI, LVII y LVIII (excavadas desde 2012 en adelante).

La estratigrafía arqueológica: aspectos Respecto de las unidades lito-estratigráficas lito de la secuencia sedimentaria que se encuentra en las barrancas del Río Paraná, contamos con trabajos previos, pero todos con enfoques exclusivamente geológicos (Fili et al. 1995; Sanguinetti MS 1995; PROINSA 1999; Franco et al. 2009). Con relación a la estratigrafía arqueológica expondremos nuestro punto de vista en el área del sitio de Vuelta de Obligado. En las excavaciones que hacemos desde hace muchos años trabajamos por po capas naturales o antrópicas y por extracciones dentro de esas capas. Así que cada capa en proceso de excavación puede ser extraída por una cantidad X de extracciones. Estas no representan niveles artificiales sino que cumplen la función de retirar el sedimento se –raspado y extraído- a través de planos de estratificación cuando los hubiera, en un proceso inverso a la conformación natural de una capa -de de arriba hacia abajoabajo pero sin nivelar la extracción. Señalamos que para la clasificación de estratos durante durante la excavación empleamos los siguientes criterios respecto del sedimento: a) composición, b) coloración y c) compactación. Además consideramos que cada capa tiene tres zonas principales: techo, cuerpo y base. Tenemos en cuenta las líneas divisorias entre depósitos, algo similares a lo que representan las interfacies (en el sentido de Harris 1991: 15, 41, 48, 85). Figura 7.1. 7.1 Estratigrafías arqueológicas de corte ideal. Área de la segunda batería. Referencias: 1. Capa de humus; 2. Plancha de tosca (tomadoo de Franco et al. 2009: 107, y modificado). Figura 7.2. Área de la primera batería. Referencias: 1. Capa de humus; 2. Capa de humushumus arcillas; 3. Plancha de tosca (tomado de Franco et al. 2009: 107, y modificado).

La estratigrafía del área en excavaciónn en donde se ubica la segunda batería, está compuesta por dos estratos bien claros y definidos: 1. la capa de humus, de color negro oscuro y de poca compactación, que tiene una potencia variable desde el filo (borde) de la barranca en donde nace (desde 0 a unos 0,30 m de espesor en proximidad de la barranca) y 2. la plancha de tosca, color beige y muy compactada, que también varía su potencia a medida que nos acercamos o alejamos de la barranca (similar a la descripta por Franco et al. 2009: 8). Hacia el área en donde se situaba la primera batería (a unos 10 m del borde de la barranca), se encuentra una capa de humus oscuro y poco compactado que es mucho más potente que el que corresponde a la ubicación de la segunda batería, ya que a la misma distancia del del filo de la barranca tiene, de promedio, unos 0,50 m. 74

Esta situación hace que supongamos que en esa zona hubo movimientos de tierra -que aportaron sedimento al humus- con motivo de la construcción de varios monolitos durante la década de 1970. A medida que qu nos alejamos del filo de la barranca (a unos 10 m) la capa de humus oscuro y poco compacto va engrosando y alcanza más de 1 m de potencia. Por otra parte, en ciertos sectores en el contacto de ambas capas (humus(humus tosca) se ubican áreas con un humus de coloración coloración más claro, más compactado y de contextura arcillosa. En síntesis, tenemos que en el área hay 3 estratos: 1. la capa de humus, de color negro oscuro y de compactación mediana, que tiene una potencia que aumenta a medida que nos alejamos de la barranca barran (unos 0,50 m de grosor a unos 10 m del filo de la barranca); 2. una capa arcillosa de bastante plasticidad y relativamente compactada (similar a la Unidad geotécnica N° 2 del macizo natural de Franco et al. 2009) que cuenta con aportes del estrato de humus mus y algo de contenido de la subyacente capa de tosca. Su potencia varía pero puede superar los 0,50 m; 3. la plancha de tosca, que también varía su potencia a medida que nos acercamos o alejamos del borde de la barranca y que puede observarse en los perfiles perfiles de la barranca como ocurre en toda el área. Vale la pena señalar que desde los primeros años de las excavaciones en el sitio VdeO, los hallazgos en el área de la segunda batería se ubicaban en el contacto de las capas de humus (A) y de tosca (B). Esto nos llevó a plantear que las zonas de contacto -interfacies- entre esos estratos se constituían en un elemento orientador durante las excavaciones de ciertas áreas del sitio, ya que su presencia contribuía a seguir la excavación buscando la base del humus y el techo de la plancha de tosca, eventual reservorio de hallazgos arqueológicos.

Registro arqueológico Trabajo de campo y acciones de gabinete En el área que ocupó la primera batería (según Sulivan 1845) se excavaron nueve cuadrículas de 2 m x 4 m y una de 3 m por 5 m. Se realizaron varias extracciones de la capa A, compuesta por un humus bastante homogéneo de unos 0,80 m de potencia, que no presenta diferencias internas significativas. Los materiales se ubican a unos 0,10 m de profundidad (tomando desde la cubierta vegetal) y se encuentran concentrados, principalmente, dentro de una fracción de unos 0,30 m. Los hallazgos, dentro de la secuencia estratigráfica, contrastan con los de la segunda batería, donde los materiales arqueológicos fueron localizados local en el contacto entre la base de la capa de humus (desde 0,08 m hasta unos 0,20 m) y el techo de la plancha de tosca. Figura 8. Cuadrículas LI a LVI, distribución de los hallazgos. Vista general a los 0,75 m.

En el gabinete se dividió la capa A según 12 fracciones -“nivel”- según profundidad del nivel 1 al 4 (0 m a 0,40 m) se dividió en segmentos de 0,10 m del 5 hasta el 12 (0,41 m a 0,80 m) se dividieron cada 0,05 m. Por otra parte, se separaron los materiales según un criterio de integridad aplicado ap para este caso (1: completo, 2: fragmento, 3: fragmentado), para que de este modo fuera más exacta su representación y análisis. Los niveles de profundidad del 6 al 10 (0,46 m a 0,75 m tomados con referencia al plano arbitrario que marca el nivel 0) fueron los que presentaron mayor concentración de material. Se pueden distinguir tres focos de mayor densidad de material: 1) en las cuadrículas LI y LII (elipses verde y roja), sobre todo en los sectores del E más cercanos al río y 2) en las cuadrículas LIV sector O y LV sector NE (elipse roja). A su vez es relevante mencionar que existe un área de menor densidad artefactual en las cuadrículas LIII y LIV. Como hipótesis de trabajo se puede considerar la siguiente: entre las zonas de mayor 75

densidad de artefactos –y fragmentos de estos- habrían estado ubicados merlones –cajones con tierra- para la defensa de piezas de artillería y artilleros que se ubicarían por detrás de esos espacios vacíos.

Algunas observaciones sobre el registro material El registro arqueológico relacionado con la batalla se compone, principalmente, de restos de vidrios, metálicos, gres, loza y cerámicos. En este último grupo predomina ampliamente la de origen indígena (aproximadamente el 76 %) por sobre el resto, de origen criollo-europeo, que en conjunto no llega a ¼ de aquella, aunque se sume a los restos de loza y gres. También hay piezas y fragmentos óseos; restos de maderas y carbón vegetal. Además hemos hallado huellas de postes4, canaletas y pozos cavados en la tosca y hemos identificado algunas áreas de sedimento termo-alterado que serían rastros de explosiones. Otros materiales como elementos de pesca, algunos fragmentos de envases de bebidas alcohólicas, objetos de plástico y papel corresponden al período posterior a la batalla.

Estado de los objetos y agentes de formación y transformación que afectan al sitio En este tipo de sitios, otra de las cuestiones que se debe considerar es la integridad de los objetos hallados. La mayoría de ellos pueden estar afectados por agentes y encontrarse sólo partes, fragmentados por las explosiones, los disparos, la lucha cuerpo a cuerpo y el pateo y el pisoteo de hombres y animales. Por otra parte, en las playas del río Paraná se presentan distintas cantidades de material arqueológico que dependen del momento en que se lleve a cabo la recolección. Aquí es importante considerar la dinámica del río, que cambia constantemente debido a la intensidad y velocidad de las corrientes longitudinales, los movimientos transversales que se producen con el paso de grandes embarcaciones que generan olas, las crecientes y las turbulencias. Todas estas acciones que se producen provocan movimientos y cambios morfológicos en los objetos. En cuanto al estado de los fragmentos de cerámica indígena, se evidencian dos grandes grupos: 1. conformado por material de menor tamaño hallado en las cuadrículas excavadas estratigráficamente y 2. compuesto por fragmentos de dimensiones mayores, recolectado en superficie de las playas y el hallado en el camino que actualmente comunica las excavaciones entre las baterías primera y segunda. La diferencia de tamaños entre ambos conjuntos se explicaría por el lugar en que fueron hallados los materiales: el de las cuadrículas se asocia a otros objetos criollo-europeos del área considerada como núcleo de la batalla, conformando un palimpsesto. En cuanto al segundo grupo, proviene de recolecciones de superficie efectuadas en las playas en donde el agua del río mueve a través de un movimiento constante cualquier objeto allí depositado. Las observaciones del fenómeno muestran como resultado que muchos objetos “aparecen” o “desaparecen” por intermedio de la continua actividad del agua y los aportes de arena, tierra y vegetales. En esas zonas, en sucesivas campañas, se levantaron 1155 fragmentos (Helfer 2004; Ramos et al. 2003, 2006, 2014), por lo que es posible que en otro momento puedan recuperarse más materiales expuestos por el mencionado proceso. Los hallazgos presentan pátinas, adherencias y, en general, rodamiento por acción del agua; pero, por otra parte, tienen mayor integridad que los hallados en estratigrafía los que habrían sido afectados por pisoteo y pateo antrópico o por explosiones durante la batalla. Por otro lado, el material hallado en superficie en las playas corresponde a un contexto secundario provocado por el ascenso y descenso del nivel del río. Este material no se encuentra en la zona de mayor impacto de proyectiles y, por ende, presenta menor fragmentación, al igual que otro hallado en superficie, como resultado de los procesos postdepositacionales causados por la acción pluvial y el eventual pisoteo humano y animal. Se analizó el estado de cada pieza respecto del redondeado de sus bordes (rodado): el 62,6 % de la cerámica indígena hallada en excavación lo presenta, mientras que en las playas ese porcentaje aumenta hasta casi el 90 % (González Toralbo MS 2008). El alto porcentaje de rodamiento se debe sobre todo a la acción del Río Paraná aunque en algunos casos debe haber influido el pisoteo y pateo en playas. La primera causa incidió sobre la pieza desde su abandono hasta el momento de hallazgo, mientras que las otras causas acontecieron durante el contexto sistémico y luego en el contexto arqueológico (sensu Schiffer 1990). Así el accionar del río, como agente natural, como otros de carácter antrópico relacionados con todos los aspectos de la batalla, habrían contribuido a la transformación de los fragmentos. Otra observación a destacar es que varios fragmentos vítreos, de color verde oscuro, hallados en las cuadrículas de excavación de la segunda batería (Figura 4), presentan una coloración blancuzca y una leve deformación de la pasta. Esto se debería a la acción del fuego que hubo de afectar a las baterías, ya que estas fueron bombardeadas desde los barcos y luego, posteriormente al desembarco europeo, incendiados sus restos 76

Evaluación de los resultados generales Poco antes que se llevara a cabo la batalla de VdeO los artefactos y estructuras que componían las baterías y el campamento presentarían una distribución ordenada y organizada, según los reglamentos y la planificación militar como ocurría en los campamentos y defensas militares de mediados del siglo XIX. Durante el transcurso de la batalla ese ordenamiento y distribución fueron afectados por las consecuencias del cañoneo, disparos de armas manuales y cargas de caballerías e infanterías. A esto se le agregan los objetos de anteriores ocupaciones indígenas, ya removidos durante la instalación de las baterías y el campamento militar. En todas las acciones bélicas intervinieron varios miles de combatientes de ambos bandos, que al moverse produjeron pisoteo, pateo y eventual fragmentación de objetos. Es decir, la dinámica de la actividad humana individual y grupal alcanzó niveles complejos, dejando como resultado mayor fragmentación de objetos, los que fueron afectados por movimientos horizontales y verticales en distintos sentidos. Como consecuencia de esa dinámica también las asociaciones de los objetos en los estratos no reflejan exclusivamente las conductas durante el momento de la batalla, sino que dejan como consecuencia zonas de palimpsesto. En otro orden de cosas, en la investigación utilizamos el plano del Capitán inglés Sulivan, que estuvo en la batalla y luego desembarcó. El plano también muestra una situación y distribución ideal de las estructuras argentinas. Sulivan dibujó las características de las baterías según lo que observaba a la distancia desde la posición de la flota y luego en tierra, lo que vio como consecuencia de la batalla. Como resultado de las excavaciones, el registro arqueológico no coincide exactamente con la información que registra Sulivan. Las asociaciones más recurrentes en el sitio se dan entre artefactos de metal (clavos, fragmentos de chapas, de bombas, etc.), restos faunísticos hallados en la batería Brown (bastante íntegros), fragmentos de vidrio, tiestos de loza europeo-criolla con cerámica y artefactos líticos indígenas. Esto se explica porque los combatientes que construyeron las defensas, desde agosto hasta noviembre de 1845, emplearon palas, azadas, mazas y otros instrumentos para hacer pozos y enterrar postes, para construir los parapetos, merlones, trincheras, terraplenes y zanjeos y para realizar otras tareas de remoción de tierra. Esto puede verse reflejado en el área de la segunda batería, Guillermo Brown, a través de: 1. el semicírculo de 10 huellas de 0,22 m de diámetro por unos 0,35 m de profundidad que habrían sido construidas para contener postes que en conjunto conformaban una empalizada; 2. dos pozos, separados por unos 0,40 m entre sí, de 0,22 m de diámetro y unos 0,30 de profundidad; otro pozo aislado que podría haber contenido un poste para el mástil de la bandera (como figuran en el plano de Sulivan); 3. además, dos pozos circulares de 0,50 m de diámetro por 1m de profundidad, paralelos a los dos de menor diámetro y próximos entre sí, que se ubican uno a cada costado y en línea con un tercero mayor, de forma cuadrangular, de 0,80 m de lado y 1 m de profundidad. Dos estacas de hierro macizo, en forma de cuña, de 0,40 m de largo por 0,05 m de ancho, estaban clavadas verticalmente en una saliencia de la tosca del pozo central. Este conjunto (que no coincide con lo descripto en el plano de Sulivan) habría contenido una pieza de artillería de mayor tamaño que las ubicadas en su proximidad; 4. unos metros más hacia el sur hay tres improntas rectangulares cavadas a pala con la probable finalidad de contener tablones que soportaban los cañones. Esas huellas tienen 0,30 m de ancho, por 2 m de largo y 0,05 m de profundidad; hay otras dos (una a cada lado de aquellas tres) de 0,10 de ancho, por 2 m de largo y 0,05 de profundidad cavadas en la tosca. Se puede suponer que todo el conjunto de improntas rectangulares habrían servido para contener las cureñas de cañones o anclar tablones de esas dimensiones (esto sería aproximadamente lo que dibuja Sulivan en su plano); 5. también forman parte de los negativos del sitio, las dos improntas de explosiones marcadas en el sedimento (al este y el sur de la cuadrícula I); 6. un pozo cuadrangular de aproximadamente 1 m por 1 m que contenía maderas quemadas y clavos grandes de sección cuadrangular. Asociado, a unos 2 m, se halló un pequeño fogón que habría sido utilizado para encender la mecha de un cañón que habría estado ubicado en el pozo cuadrangular cercano; 7. todo el conjunto de huellas e improntas se encuentran delimitados por una línea realizada en la plancha de tosca, a pala, que se extiende paralela a la línea del borde de la barranca por espacio de unos 10 m. Esa línea en la tosca, con humus sobre sí, indicaría que en esa zona se extendería un terraplén defensivo como los que se realizaban en la construcción de los fortines en la Provincia de Buenos Aires. 77

Contexto y análisis de los vestigios En este tipo de sitios rurales, en donde se construyeron durante 3 meses varias estructuras vinculadas a la defensa del lugar, se deben considerar en primera instancia las características geo-ambientales. Así cobran suma importancia: 1. la forma (la doble curva) del Río Paraná y la dinámica que presenta en el área (velocidad del agua; procesos de erosión y sedimentación en costas, etc.); 2. las barrancas y playas (y la posibilidad de movimientos constantes de materiales en ellas); 3. el monte cerrado y algunas zonas de playa (ambos con bajísima visibilidad arqueológica). Todos estos sectores del paraje VdeO fueron afectados por la actividad humana en relación con la disposición de estructuras de defensa, campamentos y luego por la actividad de la batalla. En 1845 se allanaron a pala y azada las zonas con desniveles naturales para montar las baterías, por eso en el caso de la segunda batería los hallazgos se encuentran en el contacto de las capas humus-tosca o directamente plasmados sobre la plancha de tosca (como huellas e improntas). Con esto se buscaba buen apoyo para las estructuras que sostendrían los cañones. Además se hicieron trincheras, terraplenes y se despejaron áreas del monte para instalar el campamento y despejar zonas que permitieran avizorar mejor el río y apuntar los cañones sin descubrir las defensas. Todas estas tareas de defensa incluyeron remoción de sedimentos y la construcción de un paisaje antrópico. El desplazamiento lateral y/o vertical de los objetos arqueológicos se produjo por causa de diversos agentes que actuaron en el sitio. Algunos, por actividad humana durante la conformación de las defensas en el lugar, otros por causas de la batalla y efecto de explosiones, pateos y pisoteos. Finalmente otros por el resultado de la actividad de agentes humanos que actuaron luego de la depositación original de objetos y estructuras (recolección de vecinos, movimientos de tierra para hacer monumentos y monolitos en el siglo XX o actividad de pescadores y saqueadores). No deben descartarse otros agentes como animales cavadores (cuises, batracios, víboras y perros) e insectos (lombrices y termiteros). Respecto a las asociaciones de artefactos, debemos señalar que cuando se produce la batalla muchos proyectiles europeos de distinto calibre y poder impactan en las baterías y en su proximidad. Las explosiones remueven el sedimento construyendo nuevas relaciones de proximidad entre objetos (correspondieran o no al evento militar). Así en las excavaciones se encuentran próximos (asociados) metales, vidrios y otros objetos de la batalla junto a cerámica y artefactos líticos indígenas. Cuadrícula I, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV (segunda batería) II, L, LI, LII, LIII, LIV, LV, LVI, LVII, LVIII (primera batería) M-MI-MII-MIII (área de campamento en monte) III-CI-CII-CIII-CIV (terraplén en monte) Campamento (en monte) Transectas N, C, S (en playas) Trincheras desembocadura Arroyo de los cueros Totales

Cantidad Superficie Densidad de objetos en m2

3001

157

527

87

699

41

156

68

1293

13250

684

3600

10

23

5195

17246

Observaciones

Excavación en extensión. 19,11 Predominan objetos del S XIX Excavación en extensión. Predomina cerámica indígena, fragmentos de proyectil 6,32 y clavos S XIX Excavación en extensión. 17,04 Predominan objetos del S XIX Excavación en extensión. Predomina 2,29 cerámica indígena, clavos S XIX. Prospección, barrido en el monte. Objetos 0,09 del siglo XIX y XX Recolección de superficie. Predomina 0,19 cerámica indígena y vidrio S XIX y XX Objetos del siglo XX. Área de desembarco 0,43 europeo

Tabla 2. Áreas del registro arqueológico en casi todo el sitio VdeO, objetos y densidades. En cuanto a las densidades del registro arqueológico vamos a comparar las cuatro zonas que nos parecen más significativas (por ahora). Así tenemos, 1. en playas: 0,19 por m²; 2. en barranca, cuadrículas I-XV (área segunda batería): 19,11 por m²; 3. en monte, terraplén: 1,7 por m²; 4. en barranca, cuadrículas II/L-LVIII (área primera batería): 6,32. Es notable la diferencia de hallazgos entre el área que ocupó la segunda batería y el resto. Por otra parte debemos señalar que con el transcurrir de las campañas de excavación desde 2012 hasta 2015, el área que habría ocupado la primera batería, va cambiando la densidad por m2. En 2012 la cuadrícula L dio solo 0,37 78

objetos por m2, luego desde la LI el promedio se fue incrementando, lo que indicaría que nos estamos aproximando a la ubicación de las estructuras originales. El corrimiento de la excavación obedece a los resultados del registro arqueológico.

Reflexiones finales El análisis distribucional de los hallazgos nos permite considerar actividades vinculadas al evento bélico pero de distinto tipo como actividad de las dotaciones de las baterías en el frente de batalla, acciones y enfrentamientos en playas y distintos lugares próximos a las baterías, actividades en el campamento, etc. Sin embargo, no sólo los artefactos y sus fragmentos provienen de las acciones producidas durante la batalla sino que hay que considerar que en los preparativos defensivos deben haberse producido descartes y pérdidas de determinados objetos de la vida cotidiana, como fragmentos de recipientes de vidrio, gres y cerámica, restos de fauna para alimentación, etc. A esto se le debe agregar que en las actividades previas a la batalla se removieron sedimentos que contenían artefactos y estructuras de los indígenas que ocupaban anteriormente el lugar. Sobre la base de los datos aportados por la composición y distribución del registro arqueológico, consideramos que: 1. respecto de la expectativa espacial, comprobamos que las estructuras instaladas en sitio VdeO ocuparían una extensión mínima de 3 km de largo por 1 km de ancho como mínimo considerando la distribución de las defensas entre el Arroyo de los cueros y el Hospital de campaña y los hallazgos del campamento detrás de las estructuras costeras; 2. de acuerdo a los hallazgos, las baterías, el campamento y el Hospital de campaña estarían ubicados discontinuamente en varias áreas del sitio arqueológico; 3. se confirma que los documentos escritos -incluyendo los planos del campo de batalla- informan de manera parcial acerca de muchas cuestiones vinculadas a los movimientos y actividades humanas en el lugar, ya que no brindan detalles de las construcciones defensivas. Al respecto, el registro arqueológico puede dar cuenta de cuestiones no consideradas en los documentos escritos; 4. por el tipo de hallazgos (positivos y negativos) y su densidad es indudable que estamos frente al piso de ocupación de la segunda batería denominada Almirante Brown; 5. las particularidades del terreno en las dos barrancas excavadas fueron tenidas en cuenta a la hora de la construcción de las defensas en 1845; es decir, en un lugar (segunda batería) se podía buscar como base sólida para instalar los cañones, la plancha de tosca que se ubicaba a pocos cm de la superficie. Esta acción no se repitió en el caso de la primera batería, ya que si se buscaba la plancha de tosca se debía hacer una excavación más profunda para asentar los cañones perdiéndose precisión y proyección de tiro; 6. la constatación del hallazgo de la segunda batería fue producto de trabajo de campo (2000 a 2011) al encontrar los negativos en la plancha de tosca -y otros indicios en el contacto de aquella con la capa de humus-, mientras que para la primera batería (2012-2015) tuvimos que recurrir al trabajo de gabinete, para tratar de visualizar posibles estructuras desde la distribución y densidad del registro arqueológico; 7. la densidad y el tipo de objetos que se hallaron en las excavaciones del terraplén (que aun no hemos concluido) estarían indicando un lugar de ocupación accesoria (de apoyo logístico a la primera batería); 8. en este tipo de sitios no se produjo un descarte de objetos (como en sitios de exclusiva habitación humana), salvo en sectores del campamento, sino que se vio abandonado con muchos objetos, los que podrían haber continuado su vida útil de no haberse dado las instancias y el contexto de la batalla; 9. los tipos y densidades de hallazgos del monte todavía no indican que ubicamos el área del campamento, lugar de la ocupación más prolongada y posiblemente menos afectada por acción del cañoneo.

Notas 1. Las más características son la mosqueta ojo dorado (Hemitriccus margaritaceinventer), el carpinterito común (Picumus cirratus), el pepitero verdoso (Saltator similis), el gaviotín Negro (Chlidonias Níger) y la torcacita colorada (Columbina talpacoti); también algunas especies migratorias. En cuanto a los mamíferos característicos del área, se destacan la comadreja overa y colorada; la nutria o coipo (Myocastor coypus) y el carpincho (Hydrochaeris

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hydrochaeris) amenazados por la cacería y destrucción del hábitat; el lobito de río (Lontra longicaudis) y tres especies de murciélagos, una de ellas fruvígora, que incluso habitan en las cuevas de Obligado (Sierra 2001, 2010; Ramos et al. 2014). 2. Asimismo, en las aguas del Río Paraná existen abundantes peces como la raya de río (potamotrygon sp.); el sábalo (Prochilodus lineatus); el bagre (Pimelodus albicans); la boga (Leporinus obtusidens). También reptiles como las culebras acuáticas (Helicops leopardinus), la yarará común (Bothrops neuweidii), el lagarto overo (Tupinambis merianae) en peligro de extinción, lagartijas verdes (Teius teyou y Teius oculatus) y, ocasionalmente en las crecientes, el yacaré overo o ñato (Caiman latirostris) (Sierra 2001, 2010; Ramos et al. 2014). 3. La tosca es una roca caliza porosa formada por precipitación y acumulación de carbonato de calcio disuelto en agua o por acumulación de otros aportes muy pequeños, luego compactados, con marcado grado de endurecimiento (Giai y Visconti 2002). 4. Cavados en la plancha de tosca se ubican 12 hoyos para postes dispuestos de forma de semicírculo (de aproximadamente 0,20 m de diámetro por 0,45 m de profundidad); también existen 5 improntas rectangulares, de 0,05 m de profundidad por 0,30 m de ancho y unos 3 m de largo y otras de menores dimensiones, en donde se habrían ubicado tablones para asentar cañones. Además se encontró un pozo cuadrangular de 1 m de lado y 1 m de profundidad —con 2 estacas de hierro macizo clavadas en su centro— que tiene a cada costado 2 pozos circulares de menor diámetro y profundidad; también 2 manchas circulares de sedimento termoalterado, posiblemente improntas de explosiones.

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Mariano Ramos Programa de Arqueología Histórica y Estudios Pluridisciplinarios, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Luján. Ciafic-CONICET. [email protected]

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7 Arqueología de la Cuenca del Lago Traful Parque Nacional Nahuel Huapí

Mario Jorge Silveira

Resumen En esta conferencia se Intentará presentar un modelo de las ocupaciones humanas, desde el momento del retiro de los hielos de los glaciares locales, hasta tiempos históricos. Serán 10.000 años, pues ese momento coincide con evidencia de ocupaciones humanas en dos sitios, muy cercanas al paraje Confluencia. Luego de un hiato de 2.000 años se reanudó la presencia humana, ya en forma continua, ocupando toda el área de la cuenca, con evidencia de influencia araucana de Chile a principios del siglo XV. Recién a partir de los siglos XVIII y XIX, hubo viajeros de origen europeo que recorrieron el área y brindaron información de los indígenas que ocupaban estas tierras. Con la llamada Conquista del Desierto, en 1881, el Estado Nacional ocupa este territorio que entra a formar parte efectiva de la Nación Argentina. En 1934 se crea el Parque Nacional Nahuel Huapí.

Palabras clave: Lago Traful, arqueología, ocupación humana Desarrollo La cuenca del lago Traful (de aquí en más CT), está ubicada en el extremo meridional de la Provincia del Neuquén, en el Parque Nacional Nahuel Huapí. Abarca unos 620 kilómetros cuadrados De oeste a este en unos 50 km, el paisaje va de un “bosque valdiviano empobrecido” (Perez Moreau 1945:266) a un ecotono, que se extiende hacia el este hasta el río Limay, donde a poco comienza la estepa. Asimismo hay que mencionar que en la margen norte del lago Traful, enfrente a Villa Traful se encuentra ya un monte de caña colihue (Chasquea sp.), tan denso que hace intransitable el área. En la CT hay dos valles importantes, el del río Traful, labrado por los avances glaciarios hasta la mitad de su curso, (Flint y Fidalgo 196428.29), con una longitud de 19 km por unos 300 m de ancho. El otro es el valle del arroyo Cuyín Manzano, que desemboca en el río Traful, de unos 13 km de longitud y 500 m de ancho. Ambos son relativamente angostos, aspecto que pudo contribuir para que los cazadores pudieran emboscar y cazar mejor sus presas, básicamente el guanaco. Al valle de Cuyín Manzano, no sólo lo estimamos mejor para la caza, sino que subiendo la ladera norte, donde se encuentra la antigua casa del poblador Martínez, se presenta un anfiteatro que pudo ser un perfecto 83

campo de caza. Ese poblador recuerda no sólo haber encontrado bolas de boleadoras, sino también un entierro donde halló un esqueleto completo con tres bolas cercanas a su cintura. No resulta casual que en la Cueva Cuyín Manzano (Ceballos 1982) se hayan encontrado bolas en la ocupación final. Otro punto geográfico por mencionar, es que en pocas horas a caballo hay un paso hacia Chile desde la margen norte del lago Traful (información que obtuve personalmente de arrieros chilenos). El poblador Nerio Chandía de la costa norte del lago, confirmó la existencia del paso. Es de baja altitud, unos 500 msnm y abierto casi todo el año. Los aspectos paleoambientales para el área han sido estudiadas palinológicamente (Heusser 1983) y por medio de los microroedores (Pearson y Pearson 1986). Según Heusser las muestras de una secuencia sedimentaria de Cueva Traful I, no son consistentes para sacar conclusiones (Heusser 1983:207). Sólo hace comparaciones con secuencias de la localidad de Los Alerces en Chile, pero acotamos que hay diferencias climáticas entre los Andes Occidentales y Orientales como para considerarlas comparativas, el anticiclón del Pacífico que controla las lluvias muy activas hasta la cordillera de los Andes, disminuye hacia el este. El estudio de los microroedores, con una secuencia estratigráfica muy completa, dio una información de poca oscilación climática (Pearson y Pearson 1986216). Los géneros Euneomys, Ctenomys y Auliscomys constituyen el 75 % de la muestra. Sin embargo Euneomys está ausente en la parte final de la secuencia. Este microroedor sólo habita superficies rocosas con ausencia de vegetación arbórea (Pearson y Pearson 1986.216). Esto coincide con lo observado del avance de Austrocedrus chlensis hacia el este. En fotos tomadas en la década del 30 en el siglo XX esta ciperácea se ve raleada e incluso ausente desde la mitad del curso del Traful hasta Confluencia. No obstante, hay que destacar que entre los 80 dC y 160 dC las temperaturas fueron más altas que en la actualidad. En cambio entre los 300-470 dC y 1490-1700 dC se produjo un enfriamiento (Lara y Villalba 1993), que se dio a nivel mundial y es conocido como la Pequeña Edad del Hielo. Estos hechos, como veremos más adelante, no parecen haber afectado a las poblaciones de la CT. Otro indicador que juzgamos de interés para el espectro paleo ambiental, es que en los sitios dentro de la CT, tanto en ecotono, como en el bosque, nunca se hallaron cáscaras de Rheidae en ninguno de los sitios excavados. Esta ave prefiere un hábitat estepario o de llanura abierta. En suma, la estepa nunca avanzo ni se hizo manifiesta en CT. Las investigaciones arqueológicas se iniciaron con las exploraciones de Vignati en 1934 (Vignati 1944) y de Schobinger en la década del 50 (Schobinger 1958 y 1959). La primer excavación arqueológica fue realizada en el valle de Cuyín Manzano por la arqueóloga Rita Ceballos en 1972 (Ceballos 1982). Luego bajo el Proyecto Rescate Alicura, entre 1979 y 1983 se realizaron siete campañas de excavación en la cueva Traful I (Crivelli et al 1993) y en Cueva Traful III (Curzio 2004), sitios que se encuentra sobre el camino a Villa Traful a 2 km del ACA Confluencia. SITIO

AMBIENTE ACTUAL

FECHADO C 14 AP

CALIBRADO AP

Cueva El Trebol Ecotono

10.640 ± 120

12.234/ 12.723 I = 489

1

Estepa

10.155 ± 98

12.012/11.300 I = 712

2

Ecotono

10.020 ± 96

11.825/11.210 I = 715

3

Estepa

9.930 ± 100

11.781/11.722 I = 59

Ecotono

9.430 ± 230 ?

11.252/10.133 I = 1.119

5

Ecotono

9.320 ± 240

11.200/9.886 I = 1.314

6

Cueva Huenul Arroyo Corral Ii Cueva Epullan

4

Cueva Traful I Cuyin Manzano

Tabla 1. Poblamiento temprano en Patagonia Septentrional, 35° 41’ Latitud Sur. En 1982 Se Inicia El Proyecto Arqueológico Traful, con el Objetivo de Investigar en el área boscosa. Se concretó con prospecciones y excavaciones entre 1983 y 1996. Las labores de gabinete se han sucedido y aún 84

continúan. Al presente se han publicado 29 trabajos; en prensa y en preparación hay por lo menos 7 trabajos más y una tesis doctoral a cargo del Lic. Lisandro López (Facultad de Filosofía y Letras, UBA). Nos apresuramos a decir, que si bien este trabajo se refiere a la arqueología de la CT, no desconocemos que ella está relacionada regionalmente con la cuenca del río Limay (véase Crivelli 2010) y extra regionalmente con áreas mas lejanas. En otras palabras, es un recorte de una realidad más allá de la cuenca considerada. En un trabajo reciente (Silveira et al 2013), hemos considerado un modelo que tomó en cuenta la aplicación de distintos rangos de acción de los cazadores-recolectores que ocuparon la CT en los últimos 3.500 años. Esto asociado a diferentes clases de bienes y recursos que tiene que ver con el comportamiento humano. Para organizar espacialmente la información se consideraron tres escalas espaciales: local, regional y extrarregional. Ahora, extenderemos nuestro rango de acción hasta los primeros vestigios de poblamiento en la CT. Poblamiento Inicial Las primeras llegadas de hombres a CT tienen que ver con el poblamiento temprano en Patagonia Septentrional (Berberan et al 2014). La tabla siguiente nos muestra como fueron esos hechos: El sitio más antiguo de llegada de aquellos lejanos cazadores recolectores es en la Cueva El Trébol, con un fechado que se remonta a los 12.012/11.300 AP (fc). Luego la Cueva Huemul (Berberan et al 2014). El primer sitio se encuentra en el extremo sur de Patagonia Septentrional en un ambiente de ecotono (Hajduck 2003), mientras que el segundo en el extremo norte en estepa. Luego Arroyo Corral II a 30 km al oeste de CT (ecotono) y Cueva Epullán, al norte de la CT (estepa). En la CT, la cueva Traful I –en área de ecotono- es la que primero se ocupó (Crivelli Montero et al 1993). El signo de interrogación que tiene el fechado (Tabla 1), se debe a que éste se obtuvo en el penúltimo nivel de ocupación. La primer ocupación, sobre la roca madre de la cueva no está datada, pues si bien había un fogón con carbón, en el proceso de fechado un accidente en el equipo hizo que se perdiera la muestra. De todos modos, nuestra opinión es que no pudo ser demasiado alejado del fechado que tenemos. Luego Cuyín Manzano (Ceballos 1982), en ambiente también de ecotono. No hay otros registros de ocupaciones tempranas. En Cueva Traful I, la evidencia inicial, capa 21 a 18 se reduce a pequeños fogones, un núcleo, varias lascas (dos lascas se remontan), algunas con rastros de utilización. (Crivelli Montero et al 1993). Los restos óseos de esas capas son mayormente astillas, aunque 8 de ellas podrían ser de guanaco (Cordero 2011:164); el resto fauna menor: zorro gris (MNI 3 individuos) y colorado, vizcacha de la sierra o pilquin, gato salvaje y ave pequeña indeterminada. También roedores pero de consumo de rapaces, aunque Ctenomys pudo ser consumido (Cordero 2011:165). Destacamos la presencia de pigmento rojo. En la parte media de la cueva, pared izquierda en sedimentos que pueden asimilarse a la capa 21 –o sea en tiempos de la Ocupación Inicial- se hallaron tres restos óseos de un ejemplar de megafauna lujanense (subfamilia Mylodontine), muy deteriorados, pero que correspondían a un espécimen juvenil. No están asociados con material cultural. Sobre el punto hay una amplia discusión sobre si son productos de acción antrópica o de otro tipo (Crivelli Montero et al 1993:54-55). Lo seguro es que los ocupantes antiguos de Cueva Traful I, tuvieron oportunidad de ver animales de una fauna hoy extinta, y que probablemente cazaron. Esto se dio en el sitio El Trébol, a unos 110 km al oeste, ya que hay restos de Mylodon con huellas de corte (Hajduk et al 2004). En la Ocupación Inicial de Cuyín Manzano hay varios instrumentos: nueve raspadores y dos raederas. Además, dos yunques y un percutor. No hay puntas ni se mencionan lascas de adelgazamiento bifacial. De un fogón se obtuvo carbón para el único fechado radiocarbónica del sitio. Pocos restos óseos, entre los cuales se reconoció Lama guanicoe (Ceballos 1982). En estos sitios la evidencia apunta a que se trató de pequeñas partidas de cazadores recolectores, que llegaron al área en exploración, dejando pocas evidencias de su estadía, aspecto notorio en CT I, no tanto en Cuyin Manzano. Una pregunta se impone, de donde venían estos grupos humanos, del norte, sur, oeste o este. Hacia el este es improbable porque no hay sitios de fin del Pleistoceno-Holoceno inicial (de aquí en más PF-HI). En el norte no hay sitios más antiguos que los ya mencionados de Patagonia septentrional. Al sur hay sitios con esa cronología en tres áreas: a) la meseta central del Deseado, b) la cuenca magallánica con el norte de Tierra del Fuego y c) la región de las cuencas andinas de la vertiente occidental de los Andes (Chile). En a) tenemos los fechados mas antiguos: Piedra Museo 12.890 ± 90 AP, Tres Tetas 11.560 ± 140 AP, Cueva Casa del Minero 10.999 ± 55 AP y Los Toldos 12.600 ± 250 AP (Miotti y Salemme 2004: 180). Finalmente hacia el oeste, en Chile central, está el sitio Monteverde II y Chinchihuapi, a unos 240 km al SO de Traful y Tagua Tagua a 100 km al NO (Mendez Melgar 2013: 64), con fechados calibrados entre 16.43017.180 AP para el primero y 11.990-13.230 AP para el segundo. Se trata de cazadores de mastodontes ubicado en un ambiente de bosque húmedo y que habían colonizado el área. Si bien el instrumental de estos sitios no se halla en nuestra área, la escasa evidencia en las ocupaciones iniciales no permite ni afirmar ni rechazar esos contactos. El cruce cordillerano no pudo ser problemático, como ya comentamos. El paso más conocido y cercano en la actualidad es el Samoré, a la altura de la localidad actual de Bariloche y está habilitado todo el 85

año. También en lago Traful conocemos un paso limítrofe, al que ya hemos referido. La cordillera de los Andes no fue una barrera para los grupos que resolvían trasladarse hacia el este, aspecto que en tiempos posteriores es bien conocido.

Excavaciones en la cuenca del Lago Traful

Sitio Cueva Traful I

Ambiente Actual Ecotono

Fechado C 14 AP 9.430 ± 230

Calibrado AP 11.252/10.133 i = 1.119

Cueva Traful I

Ecotono

9.285 ± 105

10.634/10.258 i = 254

Cueva Traful I

Ecotono

7.850 ± 70

8.796/8.417 i = 309

Cueva Traful I

Ecotono

7.308 ± 280

7.561/7.538 i = 43

Cueva Traful I

Ecotono

6.870 ±250

7.249/8.180 i= 931

Cueva Traful I

Ecotono

6.240 ± 60

6.945/7.557 i = 607

Cueva Traful I

Ecotono

6.030 ± 115

6.555/7.162 i = 607

Cueva Traful Iii

Ecotono

4.120 ± 100

4.411/4.835

Alero Los Cipreses Alero Los Cipreses

Bosque Bosque

3.490 ± 80 2.890 ± 100

3.573//3.972 2.785/3.254

Alero Lariviere Alero Lariviere Cueva Traful I

Bosque Bosque Ecotono

2.760 ± 80 2760 ± 60 2.720 ± 40

2.747/3.054 2.747/3.054 2.742/2.864 i = 122

Alero La Oquedad Cueva Traful I

Ecotono

2.590 ± 90

2.426/2.795 I=369i

Ecotono

2.230 ± 40

2.091/2.326 i = 235

Cueva Traful Iii

Ecotono

2.030±

2.496/2.961 I=465

Cueva Lagartija Alero La Oquedad

Bosque Bosque

1.730 ± 100 1.640 ± 90

1468/1.708 1=240 1468/1.708 1=240

Alero Los Cipreses Alero Cicuta Alero Cicuta Cueva Traful Iii Alero Los Cipreses Alero Lariviere Alero Las Mellizas La Puntilla

Bosque Ecotono Ecotono Ecotono Bosque Bosque Bosque Bosque

1.510 ± 90 1.380 ± 60 1.100 ± 60 960 ± 100 840 ± 90 780 ± 50 590 ± 90 AP Siglos XVIII-XIX

1.280/1.572 i = 292 1.423/1.048 i = 375 772/1061 I= 289 694/1.094 I=400 663/804 I=141 560/720 I=160 485/664 I= 179 S/F

El Peñón

Bosque

Cerámico final

S/F

Tabla 2. Sitios excavados en Cuenca Lago Traful (ver figura 1).Todos los fechados son AP. S/F sin fechados. Para la segunda etapa, la colonización, nos basaremos en los datos que nos brindó la Cueva Traful I. Si bien en Cuyín Manzano las ocupaciones presentaban mayor cantidad de material, el sitio adolece de dos problemas, uno es que sólo hay un fechado, el de la ocupación inicial. El otro, que presenta una estratigrafía menos definida que en Cueva Traful I, que se refleja en las unidades culturales (Ceballos 1982). 86

Figura 1. Mapa Sitios en Cuenca Traful Sin embargo hay que señalar que en ambos sitios hubo un lapso muy grande antes que se produjera una colonización del área. En Cueva Traful I demoró 2326/1714 años (ver tabla N° 2). Mientras que en Cuyín Manzano, donde sólo está fechada la ocupación inicial, inicial, hay un lapso importante para ese proceso, ya que encima de los bloques caídos sobre esa ocupación, se depositó una capa potente de sedimentos. Volviendo a Cueva Traful I, para la colonización los cazadores recolectores dejaron buenos testimonios, registrados ados en el llamado “Componente Traful” (Crivelli Montero et al 1993), que abreviaremos en más como CPTR. Las capas 15 a 10 corresponden a ese Componente; que si bien presentan distintas densidades de ocupación, hay continuidad entre ellas, lo que demuestra que la cueva se reocupaba con frecuencia. Hay dos fechados sobre carbón de fogones, 7.850 ± 70 (fc 8.796/8.417) y 7.308 7.308 ± 280 (fc 7.561/75.389) (Berberan et al 2014). En la capa 13 se pudo identificar un claro y potente piso de ocupación, que suministra información como para suponer le presencia de un reparo, probablemente un toldo. El instrumental lítico presenta variedad, varieda donde destacamos las puntas de proyectil con adelgazamiento bifacial, apedunculadas, de tamaño mediano a grande, de cuidada terminación, confeccionadas en sílice, seguido por la obsidiana. La obsidiana es una roca de origen volcánico con una constitución constitución química similar a un vidrio. Además presenta pequeñas cantidades de metales (más de 20) que es propia de cada yacimiento y por lo tanto caracteriza el origen de la obsidiana. Analizada la obsidiana en los sitios y conocidos los yacimientos tenemos una clara lara evidencia de la movilidad de los cazadores recolectores. Para Cueva Traful I se ha determinado que la obsidiana proviene tanto del Cerro de las Planicies (lago Lolog), 70 km al norte, como de un origen desconocido DES 1 (Fernandez et al 2014). El hallazgo llazgo de un fragmento de una valva oceánica con los bordes decorados en la capa 13 (fig. 2), que pudo provenir tanto del océano Pacífico como del Atlántico, refuerza las movilidades o conexiones de tipo extraterritorial, ya en el octavo milenio antes del presente.

Figura 2: Fragmento de valva 87

En la capa 10, o sea en el momento final del CPTR, se halló el esqueleto de un neonato o nonato. Está en posición decúbito dorsal, pero faltaba el cráneo y la primera vértebra cervical (atlas). En el omóplato y primeras costillas cercanos al mismo, se había esparcido ocre. Este es el único entierro que hallamos en las excavaciones de la CT. No hay antecedentes en Patagonia Septentrional de entierros sin cráneo. Nos planteamos, de dónde provino la colonización. Descartamos a Chile, pues para el momento del CPTR, en Chile el material lítico diagnóstico eran puntas de proyectil pedunculadas (Dillehay et al 1986:95). Se puede postular una probable conexión con la cuenca del Deseado, pese a los 750 km de distancia, (Crivelli Montero et al 1993:54-55), en particular por las puntas triangulares apedunculadas de tamaño similar, aunque la técnica de elaboración no es exactamente la misma (Nami com. pers.). En cuanto a las puntas cola de pescado, tan presentes en toda Suramérica para el PFHI, no tenemos evidencia en CT de su presencia, aspecto que quizá puede atribuirse a la baja evidencia dejada en la ocupación Inicial. En la cuenca del Río Limay, en La Marcelina en área de estepa. se halló un fragmento basal I en ocupación ceramolítica (1.700 AP), que fue diagnosticada como hallada en otra parte y traída al sitio como curiosidad o para reutilizarla (Crivelli Montero 2012:279-280). Posteriormente, las capas de excavación 9, 8 y 7 corresponden al llamado Componente Confluencia II A, con fechados de carbón de fogones, que dieron 6.870 ± 250 fc 7.249/8.160 AP fc, 6.240 ± 60 AP fc6-940/7.657 y 6.030 ± 115 AP , fc 6.555/7.162 (Berberan et al 2014). El Componente Confluencia II B abarca los hallazgos de las capas 4,3, 3A y 3A’ (capa 6 estéril, la 5 es una tefra), El carbón de fogones de la capa 3 A’ dio 2.091/2.320 fc 2.742/5.804 AP (Berberan et al 2014). El Componente tuvo ocupaciones por casi 4,000 años, aunque en II A fueron más potentes que II B (Crivelli et al 1993:71). En Confluencia II A, el instrumental lítico constituido por raspadores, instrumentos indiferenciados y puntas. En estas (22) hay una utilización de materia prima muy distinta al Componente anterior, se prefirió la dacita (17) y en pocos casos (5) la obsidiana. Además, si bien predominan las apedunculadas, una es lanceolada, otra con limbo cordiforme, otra con pedúnculo esbozado y muchas con bases diversas (rectas, oblicuas, ligeramente convexas). Con respecto al CPTR, la tecnología lítica presenta módulos de talla distintos, no hay más extracción de lascas anchas y delgadas y la terminación de los instrumentos es por lo general sumaria. Esto se observa tanto en las puntas como en los raspadores, los dos instrumentos más importantes. El Componente II B, a pesar del hiato temporal, presenta similitudes con el anterior, pero se observó presencia de algunas hojas. Tanto para Componente II A y II B, se utilizó obsidiana tanto del Cerro de las Planicies (lago Lolog), como la de procedencia desconocida, que llamaremos DES I (Fernandez et al 2014). En cuanto a las vinculaciones territoriales o extraterritoriales con otros sitios, hemos hecho una amplia referencia y discusión en el trabajo de Cueva Traful I (Crivelli et al 1993:71-75). Resumiendo, hay relaciones con los hallazgos locales de Cuyín Manzano (Ceballos 1982) y Arroyo Corral (Hayduk 2009) y los extraterritoriales de la Cueva Haichol (Fernandez 1991) y de Casa de Piedra (Gradìn 1984). Se puede considerar también que pudo darse una evolución local entre ambos componentes, pero se ha desechado tal proceso (Crivelli et al 1993:75). En el estudio de microroedores de los doctores Pearson en CT I, observaron que la pirámide de población del genero Auliscomys en la capa 9 sólo era posible para una población de verano. Búhos y lechuzas no comparten el mismo hábitat con los humanos, por lo que hay que concluir que son los humanos los que dejaron testimonios en la capa 9 estaban en invierno en la cueva (Pearson y Pearson 1993:213), aunque por supuesto no podemos inferir si fue algo anual o multianual. Sí, que en algún momento ocurrió. Otro indicador de ocupación invernal sería el probable toldo de la capa 13. Alero Los Cipreses Durante la vigencia del Componente Confluencia en la Cueva Traful I, hacia el 3.573//3.972 AP fc, hubo una ocupación en área de bosque en la margen norte del lago Traful, en el Alero Los Cipreses. Tuvo características que difieren del Componente Confluencia de Cueva Trafull I. Estos cazadores recolectores que llegaron a la CT portaban puntas apedunculadas, de confección cuidadosa, con formas base de lascas bien extraídas. Son triangulares apedunculadas, de tamaño mediano pequeño o mediano grande, bases rectas o ligeramente convexas y con adelgazamiento basal en algunos casos. Otra vez se prefiere la obsidiana sobre la sílice, ya que sobre 10 puntas, 8 son de obsidiana. Todas tienen fracturado el ápice, lo que indica que se retomaban. Los raspadores sobre lascas bien formalizadas, angulares o de arista, un rabot confeccionado en sílice, 17 núcleos, 7 agotados (todos para la obtención de lascas), tres gajos discoidales alisadas, un molino con restos de ocre, una pieza de forma oval que denominamos “paleta” y que tenía vestigios de ocre. Hay dos fragmentos de punzones 88

sobre asta. Entre lascas enteras y desechos de talla se contaron 1.021 piezas, sólo 5 son de adelgazamiento bifacial (4 de obsidiana y 1 de sílice). Se realizaron tareas de talla en el sitio. Se ha vuelto a utilizar la obsidiana del Cerro de la Planicies (Lopez et al 2009), aspecto que evidencia contactos territoriales. La economía básica está representada en el guanaco, pero también hay restos de huemul, zorro gris, vizcacha de la sierra y de Dipolodon. Una economía de subsistencia similar a la observada en Cueva Traful I (Cordero 2011 y 2012). Si bien al guanaco se lo asocia con hábitat de planicie, también de lo encuentra en ambiente de bosque, como sucede en Tierra del Fuego (Bridges 1952:161 y Belza 1975:143). Hemos hallado restos de guanacos actuales en el bosque, en el arroyo Córdiba, lo que confirma la presencia de guanaco en ese ambiente. Hay fragmentos de valvas oceánicas (Silveira 1996: 114), para confeccionar cuentas. Las distancias a los océanos aluden a contactos extraterritoriales. Si bien nos sentimos tentados de observar semejanzas con el Componente Traful hay diferencias, tanto en la cronología como en la tecnología en las puntas de proyectil y la presencia de otros instrumentos. La siguiente unidad cultural es la que presenta la cerámica, con un fechado de 1.510 ± 90 AP, fc 1.280/1.572 AP. Sin embargo, la datación no marca el comienzo de la aparición de la cerámica, pues bastante por debajo del nivel fechado se hallaron fragmentos de cerámica. De un fogón al final de esta unidad cultural se obtuvo un fechado 840 ± 90 AP f.c. 663/804 Las puntas líticas de proyectil son de un tipo muy diferente de la unidad Cultural anterior. Son más pequeñas y de las 16 halladas, 10 son con pedúnculo y 6 apedunculadas, la materia prima repartida entre la sílice y la obsidiana. Ésta proviene de Cerro de las Planicies y DES I (Lopez et al 2009). Destacamos la presencia de dos innovaciones tecnológicas importantes: la cerámica y las puntas de proyectil para ser usadas en flechas para arco, aspecto que debió favorecer la caza, pues ésta pudo ser más precisa y a distancias más largas. La cerámica fue otra innovación tecnológica de suma importancia. Permitió el uso tanto para envase como para la preparación de comidas. El hervido de carnes de caza, por ejemplo, favoreció la preparación de comidas para niños pequeños y personas con problemas dentarios. Esto debe haber sido un factor que permitió un aumento en la expectativa de vida. Además la cerámica se constituye en un elemento importante ya que indica no sólo pertenencia a determinados grupos, sino también las influencias con otros. Es un comienzo para consignar etnicidades. El resto del material lítico incluye raspadores, perforadores, de los cuales hay 20, y uno es del tipo de “muleta”, raclettes, trinchetas o cortantes, muescas, denticulados, lascas, gran cantidad de lascas de desecho, núcleos, percutores, un yunque y un retocador confeccionado en xilópalo. Hallamos varias piezas alisadas, entre ellas hay fragmentos de manos, una pieza discoidal, un fragmento discoidal con ambas caras alisadas, un pequeño paralelepípedo de 14x11x9 mm con todas sus caras alisadas, un fragmento de un guijarrito de 30 mm de diámetro con dos caras alisadas. El instrumental óseo es abundante ya que hay 14 piezas de las cuales 6 son retocadores (uno de ellos presentaba decoración geométrica incisa en la base en forma de rombos), 5 punzones (uno es doble), una pequeña placa grabada con motivos geométricos incisos en forma de rombos en una de sus caras. También dos almejas fluviales con decoración festoneada en los bordes. La cerámica es tosca en su mayoría, aunque algunas piezas están decoradas (36), la mayoría incisa con puntos y pequeñas líneas. Hay 4 piezas de color rojo y negro que corresponden a la cerámica araucana denominada Pitrén. Al remontar estos fragmentos tenemos un ancho de la boca de 8 cm, con un borde invertido que presenta una inflexión de 130º. Hay cuentas confeccionadas con valvas oceánicas, aspecto que apunta a contactos extraterritoriales. Además, hay fragmentos recortados de un caracol oceánico Adelomelon brasiliano (figura Nº 4). Las conchillas oceánicas nos remontan a rangos de movilidad amplios o a contactos de intercambio. Entre los restos óseos, se observan los de guanaco, de cánidos (zorros grises o colorados) de Rheidae un fragmento (el único hallado en CT). También una vértebra de pescado y almejas fluviales. La economía de subsistencia sigue siendo la misma que las observadas en las ocupaciones iniciales en la CT. Finalmente tenemos las ocupaciones cerámicas finales. Si bien no se diferencia mucho del anterior, la división resultó necesaria por el hallazgo de elementos de contacto europeo (hierro, cuentas de vidrio y fauna europea), lo que determinó una cronología de siglo XVI-XIX.

Figura 3. Rraspadores, perforadores, cuchillos de filo retocado, muescas y una raedera 89

El material lítico es muy similar al de la ocupación anterior: puntas pedunculadas y apedunculadas pequeñas, muchas con los ápices rotos que sugiere reutilización o descarte para reusar el astil. También hay raspadores, perforadores, cuchillos de filo retocado, muescas y una raedera “Traful” (figura Nº 3 pieza de la derecha). De este instrumento nos ocupamos por separado más adelante. Entre los instrumentos alisados: manos de molienda, 3 fragmentos de molino, un pieza paralelepípeda (33x27x6 mm) realizadas en una roca pumícea (piedra pómez), probablemente utilizada como sobador, una pieza de forma oval con una de sus caras alisadas (75 mm de longitud), guijarros fluviales con muchas estrías de uso y rocas hematíticas para preparar pigmento de color rojo y el fragmento de una pipa en construcción en una roca blanda, de influencia araucana. La presencia de una granalla de estaño, sugiere que allí se habrían realizado trabajos metalúrgicos. No hemos hallado ni en los fogones ni en ningún otro punto del área excavada, un sector que hubiera sido dedicado a tareas metalúrgicas. Quizá estuvo alejado de la parte central del alero, la excavada. No obstante los guijarros fluviales con huellas de utilización pudieron ser parte del instrumental de un metalúrgico ya que pudieron ser utilizados como yunques. Destacamos la presencia de un anzuelo de excelente confección sobre óseo, donde se observa el engrosamiento para que el sedal no se corra (figura Nº4). Es el único hallazgo de este tipo en toda la región lacustre de la Patagonia Argentina hasta el presente, y resulta llamativo ya que en tiempos históricos los cazadores recolectores de la Patagonia no pescaban. De ello da cuenta Musters en la crónica de su viaje realizado entre 1869 y 1870 a lo largo de lo que hoy es la ruta 40, partiendo de la isla Pavón en el río Santa Cruz hasta las inmediaciones de Bariloche y de allí hacia Carmen de Patagones.

Figura 4 Anzuelo de excelente confección sobre óseo No descartamos que este anzuelo provenga de Chile, donde se los confeccionó en material óseo y de forma muy similar al hallado en este alero, aunque los del tipo hallado en el Alero Los Cipreses se hallan en la costa norte de Chile. Los restos de pescado (vértebras en todos los casos) fue muy escasa, salvo en la Cueva Novoa, muy cercana al Alero Los Cipreses.

Figura

5:

valvas

y

caracoles.

El instrumental óseo con 4 retocadores, un punzón doble, un punzón sin el ápice confeccionado sobre asta, un alisador, un pequeño tubo de de 18,5mm de longitud, 11mm de diámetro en un extremo y 7,5mm en el otro y 2 chaquiras de 4 y 4, 5mm de diámetro con agujeros bicónicos. Hay dos fragmentos de valvas con bordes decorados en “V”. 90

En la ocupación final es donde se halló mayor cantidad de cerámica decorada en tres variedades: inciso lineal o punteado, acanalado y pintado. Finalmente agregamos que 8 tiestos fueron retomados, 7 fueron redondeados biselando el borde de una de las caras (todas oscilan en los 20 mm de diámetro), el restante está toscamente redondeado y tiene un agujero bicónico en el centro, creemos que es un tortero. Entre los restos óseos se reconoció: caballo, guanaco, vizcacha de la sierra, peludo, piche, ave pequeña indeterminada y almeja fluvial. En las paredes del alero hay pinturas rupestres con formas geométricas (grecas) de color rojo y amarillo. Están muy desvaídas (Silveira 2005:44-54). Desde un punto de vista operativo, este Alero fue siempre un campamento base.

Alero Lariviere Se encuentra en las nacientes del arroyo Córdoba, en campos de la estancia Chacabuco, en el límite de los Parques Nacionales Nahuel Huapí y Lanín. El paraje se ubica en zona de veranada, a 300 metros sobre el nivel del lago. Está en un ambiente entre boscoso y de ecotono, pues se llega transitando un bosque cerrado de lenga, pero el sitio está en un límite ecotonal. En un paraje de “veranada” ya que al comenzar el otoño el área es proclive a tener fuertes nevadas y por lo tanto el ganado se retira a las zonas de invernadas en el bajo. Estos movimientos de animales es probable que también se repitieran para los mamíferos autóctonos, como el guanaco, aspecto observado en la isla de Tierra del Fuego (Bridges 1952:161). Por lo tanto la ocupación de este pequeño alero debió ser de fin de primavera y verano. El alero tiene 10,5 m de longitud por 4m de ancho y en sus paredes presenta arte rupestre del estilo de pisadas. Las excavaciones se realizaron en dos temporadas, en 1986 y 1989. Entre una y otra campaña un saqueador cavó a pala el sitio y levantó casi todo el material de los niveles acerámicos. Hay datos para suponer que se trató de un “aficionado” de Bariloche, ocupación que es habitual en algunos personajes de la ciudad. No obstante, a pesar del panorama desalentador seguimos trabajando y logramos rescatar material. A raíz de esto, sólo podemos asegurar los hallazgos correspondientes al nivel cerámico de la primera etapa en 1986. El Componente Cerámico con un instrumental lítico con puntas de proyectil pedunculadas y apedunculadas chicas (para flechas), raspadores, lascas con retoques sumarios, fragmentos de molinos, manos y gran cantidad de lascas de desecho, de fabricación de puntas, que está indicando que el sitio era importante como apostadero de caza. Por cierto que desde este alero se domina una vista muy amplia que incluye un importante mallín, donde ahora pastan vacunos. No hay elementos de contacto europeo ni araucano. Se detectaron varios fogones, de uno de ellos se extrajo carbón que nos dio un fechado de 780 ± 50 AP, fc 560/720. Estas ocupaciones corresponden a las de un campamento base dedicado a la caza. Las ocupaciones acerámicas, más antiguas, se remontan casi a 3.000 años antes del presente, ya que contamos con dos fechados radiocarbónicos que coincidieron en 2.760 ± 80 AP, fc 2.747/3.054 AP. El material lítico por lo comentado más arriba es escaso, aunque hay una preforma de punta, en obsidiana de tamaño mediano y una punta mediana apedunculada de confección sumaria en dacita. El resto sólo son algunas lascas y núcleos, evidentemente las puntas –el atractivo para los saqueadores- no se hallaron. Sin embargo, rescatamos un dato importante, la presencia de instrumentos sobre hojas. Se trata de dos raspadores frontales de filo corto. Estos raspadores son idénticos a los hallados en la excavación Cementerio del Río Limay, situado a unos 40 km al oeste de Confluencia, en contexto acerámco (Vignati Antropología Nª 27,1944:129 y lamina VIII).

Cueva Traful III Esta cueva se encuentra cercana a la cueva Traful I, en una hondonada unos 500 m. más arriba. Es más pequeña que la anterior, bien protegida pues mira al NE. Se establecieron 18 niveles estratigráficos (Curzio 2008). Hay indicios de ocupación recién en el nivel 17, con pocas lascas y con restos de Lama guanicoe. Hay un fechado de 4.120 ± 100 AP fc 4411/4836 AP. Luego siguen niveles estériles o con escasos hallazgos hasta el nivel 6. En éste, lo destacado son varios fogones, pues salvo raspadores no hay otros instrumentos. Hay algunos fragmentos de cerámica. El fechado de carbón de un fogón da 2.020 ± 60 AP fc 2.496/2.961 AP. Lo más importante está en el nivel 4, donde hay puntas pequeñas apedunculadas y pedunculadas. Salvo una en obsidiana, las restantes están confeccionadas en sílice. Hay instrumentos óseos y abundante cerámica. Hay 19 fogones, de uno de ellos el fechado da 960 ± 100 AP fc 6941.094 AP. En la capa 2 hay una placa grabada, cestería, fibras vegetales y un fragmento de caña colihue con decoración geométrica. La ocupación final en capa 1 no presenta influencia hispánica, ni tampoco araucana. 91

Alero Las Mellizas Ubicado en la margen norte y media del lago, a 200m sobre el nivel del mismo en zona de “veranada”. Está a unos 1.000 metros del nacimiento del Arroyo Verde, y cercano a la margen derecha. Ambiente boscoso de cipreses. Se trata de un contexto cerámico tardío ya que el fechado radio carbónico en el nivel inferior de la excavación da 590 ± 90 AP fc 485/664 AP. Si bien hay ocupaciones por debajo del fechado están en un sedimento que no presenta cambios, lo que es más importante, los contextos cerámicos y líticos son idénticos. El sitio habría sido reocupado por los mismos cazadores recolectores. Las superposiciones del interesante arte rupestre del sitio lo reafirman. En el material lítico predominan las puntas triangulares pequeñas, tanto pedunculadas como apedunculadas. El resto del material lítico incluye preformas de puntas de proyectil, perforadores, cuchillos de filo retocado y natural, un instrumento sobre una lasca pequeña, percutores, molinos y gran cantidad de lascas con retoques sumarios. Hallamos además un objeto de adorno de 44 mm de longitud por 33 mm de ancho, con una perforación bicónica en uno de sus extremos, quizá para usar como colgante. Otro objeto rescatado es un fragmento de una pieza circular que tuvo 60 mm de diámetro, 55 mm de espesor y un agujero en la parte central de 8 mm. Un fragmento que remontamos del mismo objeto se halló a 2 cm del mismo y hay un tercer fragmento del mismo tipo de objeto que no se remonta. Creemos que se trata de torteros. Hay una gran cantidad de cerámica, algunas decoradas de color rojo y beige, como asimismo incisas de líneas, media caña y puntos. Por los bordes detectamos más de una olla de 20 cm de boca. Hay fragmentos de cerámica que habrían sido retomados y redondeados, una de 5 cm de diámetro con agujero, una de forma triangular de 10 cm de largo por 7 cm de ancho con agujero, que aún conserva decoración incisa y de media caña. Predominan las ollas utilitarias, hay una pequeña vasija con asa, único hallazgo en el área. La fauna incluye guanaco, huemul, zorro, chinchillón de la sierra, aves y almejas fluviales (Diplodon chilensis). La prueba de contactos territoriales esta dado por dos fragmentos de cerámica “Pitren”, de origen araucano (Menghi 1962), lo que manifiesta contactos territoriales hacia Chile. Esto reforzados por la presencia de torteros, que indican trabajo textil. La obsidiana proviene de dos fuentes: Planicie de Las Pampas (lago Lolog) y DES I. El sitio además está caracterizado por la presencia de arte rupestre que trataremos en conjunto más adelante El alero, aparte de haber sido un campamento de actividades múltiples, debe haber tenido un sentido especial por el arte.

La Puntilla Este sitio se encuentra saliendo de Villa Traful hacia el oeste, y muy cercano a la costa del lago. El sitio presentaba material (lascas y cerámica) en una superficie amplia. La excavación realizada en dos cuadrículas de un metro cuadrado cada una, reiteró lo hallado en superficie, pero con presencia de restos óseos de caballo y vacuno. Se trata de una ocupación tardía de siglos 17 al 19. No nos referiremos a otros sitios como el Alero La Oquedad, Cuevas Nooia y Lagarija y Alero Cicuta ya que no aportan más de lo que hemos dado a conocer. Hay que mencionar algunos hallazgos en el CT fuera de las excavaciones. Tokis Se hallaron dos, uno en superficie cerca del alero Las Mellizas, en pleno ambiente de bosque Es una pieza bifacial confeccionada en una roca basáltica de unos 127 mm de longitud con un ancho máximo de 57mm y un espesor de 36 mm. Presenta en uno de sus extremos un filo bifacial en un ángulo de 35° muy bien alisado (figura Nº6 ). Observada desde un punto de vista funcional, esta pieza enmangada pudo ser un instrumento para cortar madera, o sea un hacha. Sin embargo, para los araucanos es conocida con el nombre de “toki“ o “toque“, “keraunos“ o piedra de virtud. Se interpreta como un elemento de poder que solían poseer los caciques principales.

Figura 6: toki. Según Arize, uno de los mejores conocedores del idioma mapuche, en su diccionario, “toki” significa “título que designaba antiguamente a los jefes de guerra” (Arize 1960:385). 92

El otro toki es una clava, fue hallada en el área de Villa Traful, Traful, en la ladera alta y estaba colocada en el extremo de un gran peñasco. Esto en el relato de quien halló esta pieza, un poblador de Villa Traful. El actual poseedor es el Sr. Cruceño, maestro de la escuela en la época de hallazgo. Se la considera originaria origi de Chile, de área araucana. Son de forma ornitomorfa, con semejanza a un ave psisitimorfa (figura 7). Se las consideraba con valor de “toki” es decir ir de mando (Ramirez y Matisoon Smith 2008:93 y Arize 1960:385).

Figura 7: toki.

Raedera Traful Este artefacto, denominado por Schobinger (Schobinger 1959) raedera Traful, es un instrumento compuesto, ya que se trata de una raedera doble lateral, con muescas en sus dos extremaos. Menciona en su trabajo a 14 de estos instrumentos, hallados desde San Martin de los Andes hasta el Paso Flores, área del lago Tradul al sur y al sudoeste de la provincia de Río Negro (ruta 23 en Pilcaniyeu y Clemente Onelli). Un área bien definida y que no ha variado en hallazgos fuera de ella. Vignati en las ilustraciones del Cementerio Rio Limay, en el nivel II cerámico tardío, ilustra dos piezas que pueden eden asimilarse a formas toscas o sin terminar de raedera Traful l (Vignati Antropología Nª 27,1944:160). Las muescas son más chicas que las raederas halladas en la CT. En el Museo Regional de Bariloche hay uno de estos instrumentos y también en colecciones coleccion de aficionados. En CT se hallaron cuatro de estos instrumentos. En estratigrafía en dos sitios, Cuyín Manzano y Alero Los Cipreses (figura 5). En este en el Cerámico Final, con cronología que se estima de época histórica. El otra en la excavación de Cuyín ín Manzano en un estrato acerámico antiguo (Ceballos 1982:35). Esto llama la atención, pues el resto de los hallazgos corresponden a sitios tardíos en componentes cerámicos. Volviendo a nuestros hallazgos, los otras dos en superficie: en la cercanía del Alero Los Cipreses y en la margen norte del lago Traful, en un promontorio cercano al lago, en el sendero que lo bordea, en un sitio que denominaos “El Pñón, junto con lascas, fragmentos de cerámica y una punta chica pedunculada.”. Con respecto al uso de este instrumento. Vignati supone que fue para trabajar astiles de madera para flechas (1944 Antropología Nª 26:131), suposición que compartimos con Ceballos (Ceballos 1982:35). Schobinger creía en algún uso ritual y las asimilaba a las placas grabadas (Schobinger (Schobinger 1959?). También se ha sostenido utilización como pesas para red. En un trabajo reciente del Dr. Mariano Ramos (aún sin publicar) analizó 5 piezas; tres de la CT y las dos restantes halladas en el sitio Schimel II y en Tapera Guante. Las conclusiones conclusiones dieron como resultado el escaso uso que tuvieron estas piezas, salvo la de estratigrafía del Alero Los Cipreses. El autor sostiene que el uso de los filos laterales tampoco fue muy activo, salvo en la pieza señalada. Por lo tanto el uso en trabajos en madera ma para astiles no parece posible, por lo menos en las piezas analizadas. Arte Rupestre El tema lo hemos dejado al final pues sólo se mencionaron los sitios donde hay arte sin detallarlo. Sin embargo, el tema es relevante por la diversidad de motivos y estilos observados en los 11 sitios conocidos al presente, aunque presumimos que hay más sitios con arte. Veamos: 1) Hay grabados y pintados en dos sitios. En el Alero Lariviere, que se puede adscribir al estilo de pisadas. Las hay humanas (en dos colores, rojo y negro) en posición de marcha hacia arriba, de ñandú y puma. Una línea horizontal pintada de rojo a una altura de 1 m divide el arte en dos partes. También hay figuras geométricas, a un costado, en particular círculos concéntricos y algún zigzag, pero pero es otro estilo, el de paralelas y se deben haber pintado mucho después de lo grabado y puntuado. (Silveira 1988). En la estepa, no muy lejano al alero Lariviere, hay sitios con grabados y pintados, como en el sitio de Malal Vaca o Vaca Mala (Bruch1901) y la piedra pintada del Manzanito (Bruch1902), pero no corresponden al estilo de pisadas. pisadas En cambio en el alero de Pilcaniyeu (Llamazares 1980) y en la Cueva Visconti (Ceballos y Peronja 1983), hay motivos grabados y pintados que corresponden al estilo de pisadas. Esos sitios están en la estepa, en el SO de la provincia de Río Negro, a unos 80-90 90 km del Alero Lariviere. Se estima que son pinturas antiguas, estimándolas alrededor del 93

2.500 AP. El fechado inicial en el sitio, 2.747/3.054 (calibrado) podría indicar el momento en que hicieron las pictografías. Si fueron pintadas cuando de grabó o posteriormente es un punto controvertido. El otro sitio es la cueva Picaflor, en la parte externa hay dos pequeños grabados con motivos geométricos pintados en rojo, muy desvaídos (Silveira y Fernandez 1991:102). 2) En el arroyo Córdoba, en su curso medio, margen derecha, se encuentra un alero de unos 10 m de ancho. Lo denominamos Alero Arroyo Córdoba, descubierto recientemente (2015). En un sector muy reducido del mismo, en 2 m, se encuentran los motivos. En su mayoría son figuras antropomorfas, con brazos y piernas flexionadas, tienen volumen pies y manos, algunos de sexo masculino ya que presentan atributo sexual. Además tienen objetos aferrados a sus manos; en un caso es una larga línea escaleriforme que va ascendiendo. Dos figuras se tocan en las manos. También una probable figura zoomorfa en actitud dinámica y un llamativo tridígito en un costado. Todos los motivos, pintados de blanco. Estamos en presencia de hombres en actitudes dinámicas y entregados a tareas quizá simbólicas conformando un claro conjunto. No hay nada similar a esto en CT, salvo el par de hombres descriptos en Río Minero, Alero Las Mellizas y en Cuyín Manzano, pero en estos casos las figuras son esquemáticas. En áreas cercanas, como en el lago Nahuel Huapí, en el sitio Nariz del Diablo hay un motivo parecido con atributo sexual, en el sitio Calitre en el lago Lácar hay motivos de este tipo (Albornoz y Cuneo 2000, figs. 21 y 3). En ambos casos no se especifica si están pintadas en color blanco. También al sudoeste de la provincia de Río Negro, en ambiente estepario, en el sito Paraje Comallo Arriba se observan estos motivos con atributo masculino y pintadas en blanco (Boschn 2000 láminas 8 y 9). Pero en todos estos casos son motivos sueltos que no están formando un conjunto como en el Alero A. Córdoba, lo que hace singular el hallazgo. 3) Motivos antropomorfos esquematizados y geométricos en un estilo de miniaturas. Esto es, en la Cueva de Cuyín Manzano. En color rojo, pero muy desvaídos. 4) En Río Minero II los motivos son geométricos simples, en el estilo de paralelas (zig zags y círculos) y coloreados en blanco, verde y rojo), dispersos en grietas a lo largo 50 m, e incluso escondidos en una pequeña cueva. Claramente en el estilo de paralelas. 5) Motivos geométricos en los sitios: Alero Los Cipreses (grecas), en el paredón de la cantera de Arroyo Verde (grecas), en un bloque en el curso medio del A. Córdoba (El Manzano) y en la margen oeste del lago Traful, en el arroyo Pedregoso, aunque en este sitio hay arrastre de pintura con dígitos (Scheinhon et al 2009). La mayoría muy desvaídos, en todos pintura roja También en la Cueva Picaflor, pero los motivos están dentro de la cueva, que tiene una visera que llega hasta un metro del suelo, por ello es necesario agacharse para entrar y contemplar el arte, que por lo tanto no está expuesto al aire libre. Consta de tres paneles rectangulares con figuras geométricas triangulares alternadas alrededor de un eje vertical, también motivos circulares y líneas irregulares (Silveira y Fernández 1991:106). Lo que notamos es que si lo comparamos con lo observado por Vignati en 1935 (Vignati 1944, Antropología Nª29 lámina VII), alguien y recientemente (1986), no sólo repintó sino que recreó los motivos. 6) En el Alero Las Mellizas se manifiesta el arte en forma relevante, tanto por la cantidad de motivos, las variaciones cromáticas (rojo, amarillo, anaranjado, verde y blanco) y las superposiciones. A pesar que algunos motivos están desvanecidos, el resto está bien conservado. Presenta muchos motivos geométricos como: paralelas, zig zags, clepsidras, círculos (algunos unidos con una barra). También un zoomorfo, quizá un guanaco y un antropomórfico muy esquematizado. El fechado 590 ± 90 AP, fc 486/664 AP, denota la cronología tardío de este arte en la CT. Además en el alero hay una pequeña cueva de unos 50 cm de altura por 1 m de ancho, En su interior hay motivos geométricos. Este arte escondido se repite en otros sitios de la CT como ya observamos. El arte en este alero se podría adscribir, con algunas reservas, a la propuesta “motivos lacustre ambiental” (Albornoz y Cuneo 2000), pero nos inclinamos por el estilo de paralelas (Gradín 1878). 7) En Río Minero los motivos difieren mucho de lo observado en el Alero Las Mellizas Vignati 1944, Antropología Nª 29 lámimas I a VI). Si bien son geométricos, estos tienden a ser encadenados y complejos, además hay algunas figuras antropomorfas, un par conformadas (op cit lamina V) y dos más esquemáticas. Se ha utilizado el color rojo en la mayor parte de los motivos, el resto en pintura blanca. El sitio ha sido depredado como lo señala Vignati ya hacia 1935 (op cit).

Conclusiones Las investigaciones realizadas en la CT cubren menos del 50 % de la cuenca. La mitad oeste del lago Traful, tanto al norte como al sur, están sin explorar. Incluso en el área prospectada sabemos que hay sitios que deben ser excavados. En otras palabras, queda para el futuro mucha investigación, que sin duda ampliaran los conocimientos que hemos presentado en este trabajo. 94

En la CT, de acuerdo a lo manifestado arqueológicamente hasta el presente, se observa que hasta el cuarto milenio antes del presente en el área las únicas ocupaciones son las manifestadas en las Cueva Traful I y Cuyín Manzano en ambiente ecotonal, Se trataba de los mismos cazadores recolectores de acuerdo a la evidencia en los dos sitios Para la primera se ha manifestado “...un patrón estable de utilización del sitio a lo largo de un lapso considerable.” (Crivelli et al 1993:38), aspecto más intenso en las ocupaciones de Cuyín Manzano, Para la cuenca del rio Limay hacia el Holoceno Medio se ha postulado que las ocupaciones fueron esporádicas o ausentes (Crivelli 2010:28). No parece ser lo mismo en CT, ya que hay ocupaciones como las del Componente Confluencia. Incluso hay que tomar en cuenta que excavaciones futuras pueden darnos más información para el Holoceno Medio. Hacia unos 3.000 años AP comienza una mayor ocupación en la CT, en particular en el bosque, aspecto que se observa en los Aleros Los Cipreses y Lariviere, y se trata de grupos distintos. En el segundo milenio, con los cambios tecnológicos, la aparición de la cerámica y el uso de arco y flecha el área, fue más frecuentada por cazadores recolectores. En estos sitios como en Cueva Traful III las ocupaciones tardías habrían sido continuas e importantes compatibles con una mayor densidad demográfica. Incluso en la margen sur del lago se han detectado varios sitios de superficie que corroborarían lo anterior, Un aspecto relevante es la evidencia de contacto araucano, desde época de preconquista, hacia unos 600-700 años AP, que se mantiene e incrementa en tiempos históricos. Los Aleros Las Mellizas y Los Cipreses son referentes para esos grupos que vienen del oeste, ubicados en la margen norte del lago Traful. Esto podría estar conectado con el paso a Chile ya referido. No tenemos un sitio excavado similar a los mencionados aleros en la costa sur del lago y en Cuyín Manzano. La excavación en la cueva Cuyín Manzano y de una pequeña cueva (no publicada) no presenta evidencia araucana. No obstante, el hallazgo cercano a Villa Traful de un toki, muestra que el contacto araucano estuvo presente en la margen sur del lago. Tanto CT I como CTIII, si bien tienen ocupaciones tardías, son más significativas en CTIII. Pero en ambos casos no hay evidencia ni araucana ni europea. En Cuyín Manzano la presencia europea se manifiesta por el hallazgo de restos óseos de caballo. La subsistencia de los cazadores recolectores en la CT estuvo centrada en la caza y aprovechamiento del guanaco y esto desde el primer momento que se visitó la CT. El ñandú, tanto su caza como sus huevos no fueron parte de la economía de subsistencia, a diferencia de lo observado en la estepa cercana. El huemul tuvo escasa importancia y fueron recursos complementarios como: zorro, vizcacha de la sierra, peces y Diplodon. Los rangos de movilidad de los cazadores recolectores que estuvieron en CT fueron muy amplios. La obsidiana se obtenía a 70 km al norte en el Cerro de las Planicies, como la dacita de Paso Limay unos 60 km al norte. La modalidad de obtención pudo ser por búsqueda en los yacimientos o por algún tipo de intercambio, sistemas que incluso pudieron variar con el tiempo. Estamos en rangos de movilidad regional. Para confección de objetos no críticos, probablemente para usos ornamentales, se buscaban las conchillas (valvas y caracoles). Esto se evidencia por lo menos desde el 8000 AP hasta tiempos históricos. Las distancias hacia ambos océanos suman centenares de kilómetros. Acá la movilidad era extrarregional. Entre los recursos locales la caña colihue para las lanzas que utilizaban los cazadores recolectores de la CT era de fácil obtención. La única evidencia es el hallazgo en Cueva Traful III de una caña decorada, pero esta caña debió ser usada desde los primeros tiempos en que el área fue ocupada. Hay además otros recursos locales que se usaron, como rocas silíceas, calcedonia o ftanitas. Hay rocas para procesar pigmentos que se usaron desde el inicio de la ocupación de CT, tanto en el río Traful como en los arroyos Córdoba y Verde. En definitiva en CT a partir de los 8.000 años AP la evidencia muestran relaciones locales, territoriales y extraterritoriales. El arte rupestre es otro elemento que apunta a relaciones territoriales. Son claras las conexiones con Pilcaniyeu (SO de Río Negro) y con el área lacustre al norte y sur de CT.

Agradecimientos Agradecemos al Dr. Mariano Ramos la información suministrada de su análisis de las raederas Traful.

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Mario Jorge Silveira Dirección de Patrimonio e Instituto Histórico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. [email protected]

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La Gestión

1 Ruta de la Muerte: Transformación de los Espacios de Entierro en el Área Metropolitana de Mendoza (Siglos XVIXVI-XX)

Rosana Aguerregaray y Cecilia De Simón

Resumen El presente trabajo tiene como objetivo analizar, a partir de la diagramación de una ruta cultural1 cómo se han transformado los espacios de inhumación del Área Metropolitana de Mendoza (AMM) de acuerdo a las creencias religiosas cristianas e ideológicas de cada época. El recorrido engloba zonas urbanas con áreas densamente pobladas así como zonas periurbanas y rurales. Vincula los siguientes sitios: Oratorio de Panquehua, Cementerio de Capital, Capilla Histórica del Plumerillo, Iglesia Nuestra Señora de la Merced, Cementerio público de Maipú, Capilla Nuestra Señora del Rosario de Barrancas, Cementerio de Barrancas y Ruinas de San Francisco. Para abordar el trabajo se utilizó información obtenida en la base de datos del PICT 13-14022, en el cual se analizaron y sistematizaron 1400 edificios y sitios del AMM. De estos sitios se han seleccionado los casos más significativos de acuerdo al objetivo del trabajo. La elección de este universo empírico surge a raíz de que estos espacios de entierro constituyen ejemplos significativos de distintos períodos históricos (colonial e independiente).Buscamos a partir de esta propuesta realizar un aporte que posibilite la puesta en valor y activación turística de estos bienes patrimoniales funerarios. Palabras clave: rutas culturales, transformación de los espacios deinhumación, área metropolitana de Mendoza.

Conceptualizaciones teóricas en torno al uso turístico del patrimonio funerario Turismo y patrimonio La vinculación entre patrimonio y turismo ha conformado un múltiple espacio para el desarrollo económico y social de diversas ciudades. Las distintas iniciativas y acciones que tienden al resguardo del patrimonio cultural y a la promoción de emprendimientos culturales se convierten en importantes protagonistas de la recuperación urbanística, arquitectónica y funcional de los lugares, fortaleciendo la identidad cultural e incentivando el crecimiento económico (Fajre, 2005). 101

Sin embargo, estas activaciones pueden provocar una confrontación entre la lógica turístico-comercial y la lógica identitaria-patrimonial (Prats, 2009). Las tensiones que existen en la vinculación entre turismo y patrimonio implican ciertos problemas de los cuales cabe mencionar la sobreutilización de los recursos culturales, los cambios en los usos de los edificios patrimoniales, entre otros. Al mismo tiempo, en un contexto de masificación de la demanda de servicios turísticos, la percepción de las posibilidades culturales de un destino turístico conlleva amenazas tales como la pérdida de identidad, la construcción de una imagen estereotipada y vacía de significado, la banalización del significado cultural del patrimonio y la tematización cultural (Watson, 2009). La expansión turística va re-significando el espacio social y cultural, es por ello toda actividad turística que afecte y utilice los bienes patrimoniales como recurso debe considerar el diseño y ejecución de planes de manejo que minimicen los impactos que el turismo genera en la identidad y en el patrimonio local (Watson, 2009; Fajre, 2005).

Turismo en espacios funerarios El turismo necrófilo o funerario constituye una derivación del turismo cultural2. Su principal motivación es el conocimiento de la historia, las tradiciones y la cultura local a partir de referentes materiales representados por bóvedas, túmulos y mausoleos. De acuerdo a Gómez López (2013), este tipo de turismo se origina en el siglo XIX como consecuencia de la influencia artística en la construcción de cementerios. En ese siglo los cementerios pasaron de ser lugares lúgubres a sitios compuestos por sepulcros caracterizados por su belleza arquitectónica. “La majestuosidad de los mausoleos, esculturas angelicales y grandes capillas no pasaron inadvertidas para los turistas que visitaban el continente europeo donde ocurrió la explosión de este arte funerario…” (Gómez López, 2013: 65). Esta tendencia se trasladó posteriormente a América Latina influenciada por las corrientes estilísticas de los cementerios del viejo mundo. Según la Carta Internacional de Morelia (2005)3, los sitios, monumentos, conjuntos y elementos funerarios constituyen importantes testimonios del patrimonio cultural material. Su valor simbólico presenta una dimensión material e inmaterial, ya que en ellos conviven significados artísticos y arquitectónicos (Tarrés y Moreras, 2012) acompañados a su vez por usos, costumbres, ritos y manifestaciones de cada cultura en torno a la muerte. Desde el punto de vista del ocio y el turismo, los cementerios conjugan historia y arte y componen un escenario que permite considerarlos como verdaderos “museos al aire libre” (Osman y Ribeiro, 2006: 3). Al recorrer un espacio funerario, a través de un relato que vincula los referentes materiales con la simbología funeraria y la historia de sus personajes, se carga de sentido la historia de la ciudad. Se trata de espacios asociados al duelo y a la tristeza, pero también “lugares de la memoria” (Pierre Nora, 1997) que permiten trazar la historia de las poblaciones y de los individuos como seres sociales y culturales (Tarrés y Moreras, 2012).

Metodología Para abordar el trabajo se utilizó información obtenida en la base de datos del PICT 13-140224, en el cual se analizaron y sistematizaron 1400 edificios y sitios del AMM. De estos sitios se han seleccionado los casos más significativos de acuerdo al objetivo del trabajo. El recorrido propuesto engloba zonas urbanas con áreas densamente pobladas así como zonas periurbanas y rurales. Vincula los siguientes sitios: Oratorio de Panquehua, Cementerio de Capital, Capilla Histórica del Plumerillo, Iglesia Nuestra Señora de la Merced, Cementerio público de Maipú, Capilla Nuestra Señora del Rosario de Barrancas y Cementerio de Barrancas y Ruinas de San Francisco. La elección de este universo empírico surge a raíz de que estos espacios de entierro constituyen ejemplos significativos de distintos períodos históricos (colonial e independiente). Las técnicas utilizadas para la recolección de datos fueron: análisis de un corpus documental compuesto por tumbas, testamentos, cartografías y documentos escritos de la época. Complementariamente, se realizó un relevamiento por medio de fichas de cada uno de los bienes. La propuesta metodológica del PICT 2008 Nº 04845, dentro del cual se enmarca el diseño de esta ruta cultural, busca reconvertir la historia en suministradora de servicios, diseñando metodologías que permitan que esta disciplina, sin perder su fundamento teórico, promueva la rentabilización socio-cultural del patrimonio y su inclusión como recurso (tecnología de la historia) (Cirvini, 2013). Para la diagramación de la ruta se confeccionaron fichas donde se especificó la siguiente información:

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Datos de identificación: denominación de la ruta, justificación, pertinencia, descripción temática (importancia de los bienes seleccionados, datos históricos, relevancia cultural) y límites espaciales (distritos y departamentos). Componentes: edificios, sitios, unidades de paisaje, ejes. Recorrido: descripción del recorrido (extensión aproximada en km., vías de circulación, señales, marcas, signos y símbolos del camino y su recorrido), datos perceptuales (emplazamiento, visibilidad de los bienes, infraestructura de servicios, usos, otros), datos para prever el uso turístico (señalización, accesibilidad, servicios), imágenes fotográficas y mapas. Documentación complementaria: fotos actuales e históricas de los componentes de la ruta, archivos de texto, videos, mapas actuales e históricos, documentos de la época. Observaciones: comentarios vinculados a la posible gestión de la ruta. Complementariamente, se determinó la valoración histórica6, arquitectónica7, paisajística, artística y de gestión de cada recorrido, unidad de paisaje, área, edificio, sitio y eje de la ruta (Figura 1).

Figura 1: Vista de los bienes en el AMM. Fuente: Google Earth. A. LH10E2102 Oratorio de Panquehua; B. LH01S2002 Cementerio de Capital; C. LH05E2062. Iglesia Histórica del Plumerillo; E. MZ04E5134 Ruinas de San Francisco; F. MP01E4009. Iglesia de la Merced; G. MP01S4011. Cementerio principal del departamento de Maipú; H. MP07E4182 - MP07S4185. Capilla Histórica de Nuestra Señora del Rosario y cementerio de Barrancas.

Ruta de la muerte: recorrido La ruta turística-cultural propuesta busca mostrar la transformación de los espacios de enterramiento de la sociedad mendocina durante el periodo comprendido entre el siglo XVI y XX, en función de las distintas ideologías y creencias religiosas. El recorrido se inicia con la visita a las ruinas de San Francisco, el Oratorio de Panquehua, la Iglesia de la Merced y el Cementerio de Barrancas. Estos bienes estuvieron vinculados a formas de entierro practicadas durante el periodo colonial, donde los cadáveres eran inhumados en el interior de las iglesias, los camposantos (aledaños a los templos) o las capillas privadas. El recorrido continúa con la visita al Cementerio de Maipú y de Capital, sitios que constituyen exponentes de un cambio en las prácticas de entierro, ya que fueron construidos en momentos en donde el Estado provincial prohibió la sepultura ad sanctos y determinó que las inhumaciones se realicen en necrópolis públicas alejadas de los centros poblados. El recorrido concluye con la visita a la Capilla Histórica del Plumerillo, este caso es sumamente simbólico ya que en ella fue enterrado el gobernador Pedro Pascual Segura, quien puso en vigencia en el año 1846 la Ley de cementerios públicos de 1828.

Relato de la ruta: espacios de la muerte Las prácticas funerarias se han desplegado sobre diversos espacios físicos, tales como camposantos, santuarios populares, necrópolis, capillas u oratorios, variando las preferencias según los hábitos sociales vigentes. En este sentido, durante la época de la colonia (2)8 el catolicismo estaba integrado a las distintas 103

esferas social, política y económica de la sociedad, de esta forma, la religión estaba estrechamente vinculada con la vida cotidiana de la población (Di Stefano, 2011). Por ello se determinó que los entierros se realizaran en el interior de las iglesias y sus camposantos u oratorios privados, conviviendo en el corazón de la ciudad los vivos y los muertos. De este modo, la Iglesia pudo controlar todo aquello relacionado con la muerte (Iglesia de la Merced, Ruinas de San Francisco, Cementerio de Barranca) (Figura 2).

(a)

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(b) Figura 2: (a) Ruinas de San Francisco. Fotografía: De Simón, 2012.; (b) Cementerio de Barranca (fachada). Fotografía: Aguerregaray, 2012.; (c) Iglesia de la Merced, Maipú (fachada). Fotografía: www.merced.org.ar. Este tipo de sepultura permitía ciertos beneficios simbólicos otorgados por la cercanía a las reliquias de los mártires, por las oraciones y misas, así como también, por ser un espacio sagrado. Así, los lugares privilegiados eran los más cercanos al altar y a la imaginería de un santo, estos sectores estaban reservados a los grupos sociales de mayor poder adquisitivo mientras que a medida que se producía un paulatino alejamiento disminuía el nivel socioeconómico del difunto (Martínez de Sánchez, 2005). Sin embargo, en estos sitios supuestamente reservados a lo más adinerados, también fueron sepultados ignotos de caridad, ya que era muy habitual que la iglesia o los patrones sustentasen el gasto de sepultura. Otros espacios de entierro de la época colonial fueron los oratorios privados. Estas construcciones fueron propiedad de los sectores más pudientes de la sociedad mendocina, siendo lugares de veneración y oración (Oratorio de Panquehua). Los oratorios, en general, fueron creados bajo la ley de patronato. En esa época la Iglesia estaba constituida tanto por laicos como eclesiásticos, razón por la cual las familias intervenían en la vida religiosa (Figura 3). Figura 3: Oratorio de Panquehua (fachada). Fotografía: PICT 1314022. 104

Hacia principios del siglo XIX se produjo un quiebre respecto del orden colonial, lo que llevó a definir el nuevo lugar que ocuparía la Iglesia y la religión en este proceso de reorganización administrativa. A partir de las transformaciones iniciadas en el proceso revolucionario se produce la institucionalización de la Iglesia, pasando ésta a administrar la religión y a diferenciarse de la esfera política, social y cultural (Di Stefano, 2011). En este sentido, “era muy natural que, en la época en que se creía efectivamente en la resurrección de los cuerpos y en la inmortalidad del alma, no haya prestado a los despojos mortales una importancia capital. Al contrario, a partir del momento en que se tambalea la certeza de tener un alma, de que el cuerpo resucitará, tal vez haga falta prestar mucho más atención a este despojo mortal” (Foucault,1967:46-49). Con las reformas borbónicas del siglo XVIII los entierros en el interior de las ciudades comenzaron a ser cuestionados. Estas medidas fueron impuestas por la monarquía española en busca de la modernización de la economía y la política. Estas transformaciones fueron el primer eslabón del proceso de secularización en tierras hispanoamericanas, comenzado a producirse una diferenciación entre la esfera religiosa y las esferas políticas, económicas y culturales (Di Stefano, 2011). A pesar de ello, en nuestro territorio la orden no fue acatada, ya que la población estaba sumamente arraigada a las creencias tradicionales y, además, los dirigentes creían que la presencia de los muertos en el seno de la ciudad no propagaba enfermedades ni causaba problemas de higiene (Sosa, 2005). Más tarde, en el año 1828, se sancionó la ley de cementerios públicos en la que se prohibían los entierros en el interior de las iglesias y camposantos y se exigía la ubicación de los establecimientos funerarios en la afueras de la ciudad2 (Cementerio de Capital y de Maipú) (Figuras 4 a y b). La sanción de esta ley se produce como consecuencia de la influencia de las nuevas políticas higienistas, el surgimiento de ideas liberales y la pérdida paulatina del poder de la Iglesia sobre asuntos a partir de ese momento considerados civiles. También, la ley determinaba que los cadáveres debían ser sepultados en los cementerios sin distinción de clase social, ideología o creencia religiosa, pues dicho establecimiento debía albergar a todos los ciudadanos por igual. Además, la normativa determinaba que en el interior del cementerio se realizaría la edificación de una capilla y una habitación para el capellán, aunque su ausencia no debía ser motivo para que no se efectuaran las sepulturas. La administración de los nuevos establecimientos funerarios pasó a manos del Estado, siendo esta institución en adelante la que fijaría los reglamentos internos y los precios que debían solventarse para ser enterrado. El cuidado del espacio quedaba en manos de la Policía. No obstante, la ley de cementerios públicos no fue cumplida por parte de la comunidad mendocina hasta 18461, lo que queda evidenciado en las actas de defunción de los registros parroquiales pertenecientes a la iglesia y convento de Santo Domingo que ponen de manifiesto la continuidad de los entierros en sitios sagrados (Bárcena et al., 2011). En ese mismo año, el gobernador de la provincia Pedro Pascual Segura sancionó un decreto que exigía el cumplimento de la ley. Sin embargo, este actor político fue enterrado en su capilla privada de El Plumerillo en el departamento de Las Heras (Figura 5).

(a) (b) Figura 4: (a) Cementerio público de Capital (avenida principal). Fotografía: Aguerregaray, 2012. (b) Cementerio público de Maipú (fachada). Fotografía: Aguerregaray, 2012. La mencionada ley fue sancionada en un momento en el que la provincia estaba atravesando una etapa sumamente crítica caracterizada por la inestabilidad política, entre las cuales la caída de la autoridad nacional (1820) fue uno de los factores fundamentales. A raíz de la disolución del directorio, Mendoza se encontraba 105

en plena organización del estado provincial bajo la dirección “de un grupo de políticos forjados bajo el clima de las “luces” y la razón” (Bragoni, 2004: 158).Esta inestabilidad iba acompañada de una crisis económica y monetaria, consecuencia de las guerras, la debilidad de las finanzas públicas y la multiplicidad de monedas. En este sentido, se puede comprender la debilidad de la política pública que existía en ese momento para que la ley fuera aplicada de manera inmediata en la población mendocina. Figura 5: Capilla Histórica El Plumerillo (fachada). Fotografía: www.lasheras.gov.ar. Finalmente, se llevó a cabo ejecución de la normativa sancionada por el gobierno provincial: los muertos fueron colocados en las afueras de las ciudades lo que llevó a profundos cambios en las prácticas funerarias y representaciones de la muerte. Si bien la nueva ley sostenía que los entierros debían realizarse fuera de los templos y camposantos, la Iglesia continua cumpliendo funciones relacionadas con las prácticas funerarias, tales como la designación de un capellán para las capillas ubicadas en el interior de los cementerios y la bendición de los mismos. Es decir que si bien la Iglesia pierde el “lugar” de entierro “gana” nuevas funciones en dicho espacio.

Conclusión El presente trabajo ofrece un aporte para la puesta en valor y activación turística de bienes patrimoniales funerarios. La ruta cultural propuesta permite, a través del relato, comprender cómo se han transformado los espacios de inhumación en el AMM en función de las creencias religiosas cristianas e ideológicas de cada época. Consideramos que toda propuesta turística surgida en torno a bienes patrimoniales debe formular planes de manejo que tiendan a un aprovechamiento responsable de estos recursos. Estas iniciativas deben tender a buscar un equilibrio entre la conservación y la mercantilización a partir de la protección material y simbólica del patrimonio y del desarrollo de un turismo social, cultural y económicamente sustentable.

Notas 1. Las rutas culturales constituyen “recorridos espaciales de contenido patrimonial y territorial que articulan un conjunto de bienes que servirán como ejes de difusión del patrimonio cultural destacando la relación cultura-territorioidentidad-memoria, como resultado del proceso histórico” (Cirvini, 2013). 2. El turismo cultural es “aquella forma de turismo que tiene por objeto, entre otros fines, el conocimiento de monumentos y sitios históricos-artísticos y otras formas patrimoniales de manifestación de la cultura” (Capanegra, 2005: 143). 3. Relativa a cementerios patrimoniales y arte funerario. 4. Bienes Culturales y Desarrollo Local, bases para un plan de manejo del patrimonio cultural ambiental del Gran Mendoza” (PICT 13-14022). Financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, dirigido por Dra. Cirvini. 5. Esta labor se enmarca dentro del proyecto “Rutas, itinerarios y bienes culturales: Propuestas y estrategias para su identificación, activación patrimonial y turística en el Área Metropolitana de Mendoza” (PICT 2008 Nº 0484). Financiado por Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, dirigido por Dra. Cirvini. Este tiene como objetivo la diagramación de posibles rutas y recorridos culturales que articulan patrimonio y territorio, y buscan una posible puesta en valor y activación patrimonial y turística de bienes culturales del ÁMM. 6. Los bienes patrimoniales presentan carácter de documento que testimonia las dinámicas culturales, sociales y territoriales de una época. Esta capacidad documental permite brindar información no sólo del monumento sino también de la sociedad que lo produjo (Cirvini, 2013). 7. La valoración específica de un monumento como obra de arquitectura radica en el grado de eficacia con que responde a la función (entendida como utilidad y como significación), en la racionalidad y creatividad con que se han utilizado en él los materiales y sistemas constructivos que permiten darle forma y definir el espacio” (Cirvini, 2013). 8. Cabe aclarar que antes de la llegada de los españoles al territorio americano, los pueblos indígenas tenían sus propias concepciones acerca de la muerte, realizando diversos tipos de prácticas, de este modo, los enterratorios, eran

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individuales o colectivos, puestos en forma alargada, de cúbito dorsal, e incluso en forma. Generalmente, los difuntos eran sepultados con cerámica, restos vegetales y metálicos en bronce, tales como muñequeras, diademas, entre otro. Un ejemplo significativo de un tipo de práctica de estas culturas fue la momia inca hallada en el cerro Aconcagua. En relación a esta temática ver: Schobinger, J. (coomp). El santuario incaico del cerro Aconcagua. Mendoza, EDIUNC, Seria Estudios, 2001. Schobinger, J. Las tierras cuyanas. En: Academia Nacional de la Historia. Nueva historia de la Nación Argentina. Buenos Aires, Planeta, 1999. Bárcena, J.R. Investigaciones arqueológicas en el N.O. de la pcia.de Mendoza (con especial referencia al período precerámico). Mendoza, Anales de Arqueología y Etnología, Facultad de Filosofía y Letras. U.N.Cuyo, 1977-1878. Marsh, Erik J. Recientes Investigaciones en Barrancas (Maipú, Mendoza). XVIII Congreso Nacional de Arqueología. Argentina, La Rioja, 2013. Novellino, P., Durpan V. y Prieto, C. Cápiz Alto: aspectos bioarqueológicos y arqueológicos del cementerio indígena de época post-contacto (provincia de Mendoza, Argentina). En: Paleopatología, n° 1, 2003. 9. Archivo General de la Provincia de Mendoza (en adelante AGPM), Época Independiente (en adelante EI), Cementerios, carpeta 199 (1811-1889), documento 4, p.35. 10. AGPM, EI, Cementerios, carpeta 199 (1811-1889), documento 10, s/p.

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Rosana Aguerregaray y Cecilia De Simón CONICET, Mendoza [email protected], [email protected]

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2 Renovación y Actualización del Museo del Desierto Planificación, Ejecución y Proyección Social (Achiras(Achiras-Córdoba)

Yanina Aguilar

Resumen En la actualidad, el mensaje principal de los museos se centra cada vez más en las historias que cuenta y en los modos en que habilita y aloja las experiencias de sus ciudadanos y visitantes. Según Weil (1999), se pasa del interés centrado en el cuidado, la preservación y el estudio de las colecciones y los objetos a otro, concentrado en la voz de la comunidad, en los visitantes y la provisión de servicios educativos para el público. Por su parte Carla Padró (2003) considera que ambos enfoques no se presentan como dicotómicos, sino que los museos son más bien el resultado de cruces, negociaciones, diálogos entre las culturas institucionales, las intencionalidades, las misiones educativas, las voces de los visitantes y las comunidades en la que se insertan. El Museo del Desierto de la localidad de Achiras (Provincia de Córdoba) ha pretendido ser, desde su fundación en la década de los 90 del pasado siglo y en la actualidad, a partir de su renovación y actualización, un lugar donde su museografía insiste en asumir la importancia de incluir los relatos de los otros y los incorpora en su propio relato, se proyecta como un museo más accesible y con mayor valor social, ya que ofrece más oportunidades para el disfrute, el aprendizaje y la construcción de lo común o comunitario. Palabras clave: museo, política museal, participación comunitaria, museografía, museología.

Hacia una nueva política de los museos El museo en la contemporaneidad no ha sido simplemente reintegrado a una posición de autoridad cultural tradicional, sino que está pasando actualmente por un proceso de transformación que puede señalar, a su manera modesta y concreta, un cambio en sus prácticas sobre las herencias sociales. El museo ya no es simplemente el guardián de tesoros y artefactos del pasado, directamente exhibidos para el grupo selecto de los expertos y conocedores. Sus muros ya no proporcionan una barrera contra el mundo exterior (Huyssen 2007). 109

Cuando los cambios políticos, sociales y culturales ponen en tela de juicio muchas de las ideas originarias de los museos como instituciones públicas, sucede que comenzamos a interrogarnos sobre su razón de ser y su responsabilidad social. Heumann Gurian (2006) sostiene que aunque sean todavía los objetos la característica central incluida en las definiciones de los museos, en la actualidad no constituye un fundamento sólido para sostener su existencia. Los museos vienen atravesando un proceso de cambio que deja entrever una política cultural interna y externa a ellos, que busca despojarse de las estrategias tradicionales que salvaguardaban la naturaleza excluyente y elitista del museo. Existe hoy un carácter ecológico y participativo en las nuevas políticas de los museos que hace hincapié en las prácticas, las personas y los objetos que se relacionan en el diseño de una muestra museológica. Es una herramienta conceptual que se utiliza para comprender los mecanismos particulares que entran en juego cuando se diseña con el fin de promover la participación de los visitantes en los museos (Salgado 2013). Esta nueva política museal pretende integrar en su planificación a la comunidad donde el museo se inserta. La participación de la misma es fundamental en el diseño museográfico, tanto al interior del museo como las prácticas de proyección social que este se propone, todo bajo una de las características que mejor definen a la nueva museología: su preocupación e interés por el entorno natural y social de una determinada comunidad territorial y un sentido crítico hacia el patrimonio museal, teniendo en cuenta dónde se establece y se consolida un significado socialmente compartido, cómo sigue transformándose al ser utilizado, y si corre el riesgo de disolverse en la disputa entre los usos políticos y mercantiles, culturales y turísticos. Aplicar el carácter ecológico y participativo como una política a emplear para la planificación, ejecución y proyección social de un museo, hace referencia no sólo a las tareas de curaduría y conservación del patrimonio a su interior, sino que remite a las características concretas con que toman forma las actividades y los valores de un museo. El concepto de ecología en los museos pretende que el patrimonio que lo conforma esté enfocado a un público heterogéneo, al que pretende concientizar frente al valor del patrimonio, reconceptualizado como un “repertorio de bienes, donde se reconocerían repertorios de usos, performances o desempeños adaptables, no siempre compatibles entre sí” (García Canclini 2010:121). Los museos desempeñan un activo y múltiple papel en la sociedad. La diversidad de sus prestaciones responde a un objetivo común: preservar la memoria colectiva que se expresa de manera tangible e intangible a través del patrimonio cultural y natural. Sin embargo, este objetivo carecería de sentido si no fuera aparejado con el acceso y la interpretación de esta memoria. Por lo tanto, los museos velan por compartir, valorar y comprender nuestra herencia. Según Varine (1985) el museo debería ser para nosotros uno de los instrumentos más importantes con los que la sociedad cuenta para llevar a cabo su propia transformación. Aplicada esta idea a la nueva museología, el museo se ha convertido en un medio educativo llamado a colaborar en la transformación de la sociedad. Si durante mucho tiempo el museo había vivido en una situación de cierta inmovilidad y sin apenas contacto con la realidad de la población que lo visita, en los últimos veinte años se han ido experimentando una serie de cambios que lo han llevado a sufrir una transformación radical, evitando así, su falta de atracción por parte del público y el peligro inminente de perder su sentido y razón de ser. Se necesita, por tanto, que el museo experimente un proceso de modernización que abarque todos los ámbitos que le son propios, como la arquitectura, las nuevas tecnologías, la investigación, los visitantes y la difusión. Maure (1985) afirma que el museo es un medio, un instrumento del que una sociedad determinada dispone para encontrar, concretar y señalar su identidad, es decir, su territorio y sus fronteras en el tiempo y en el espacio, en relación con otras sociedades. El museo, como lugar de encuentro y aprendizaje, se convierte en el instrumento más apropiado para que la población descubra su identidad, la asuma responsablemente y se comprometa, de manera incondicional, a desarrollarla en el futuro dentro de su propio territorio o comunidad. El nuevo museo presenta un enfoque pluridisciplinar al tiempo que manifiesta una estructura descentralizada que se va fragmentando y donde el territorio es el medio para crear diferentes equipos de trabajo. Los elementos que lo componen son el territorio, entendido como una entidad no sólo geográfica, política y económica, sino también natural y cultural; el patrimonio, tanto tangible como intangible, y la comunidad formada por visitantes locales que viven en su entorno y están dispuestos a colaborar en el desarrollo cultural, social y económico de la zona. En el nuevo museo los objetivos van encaminados a desarrollar la capacidad de iniciativa creativa de todos los integrantes de la comunidad en vista a su total desarrollo. La comunidad ha de considerar su patrimonio como una fuente de recursos que favorezcan su desarrollo económico y social, pero, al mismo tiempo, ha de implicarse activamente en el cuidado del mismo. 110

La museología deja de ser para unos pocos para convertirse en popular y comunitaria y el concepto de museo ya no queda reducido a un edificio, sino que se extiende a cualquier otro lugar que se encuentre dentro de un territorio específico. Se insiste en que la nueva museología en realidad no es nueva porque sus métodos de documentación, investigación y administración administración hayan sido actualizados con las técnicas más modernas, sino porque sus objetivos, sus iniciativas y su posición han asumido una nueva orientación que lleva a desprenderse definitivamente de aquellas estructuras y dependencias que les impiden ejercer e un papel sociocultural más activo. Si el museo tradicional tenía como objetivo fundamental conservar y proteger todos aquellos objetos que constituyen el patrimonio tangible de la sociedad, aunque sin hacer referencia explícita a un determinado territorio, itorio, el nuevo museo, por el contrario, trata de mostrar la vida real de la población donde se encuentra ubicado y pretende convertirse en el elemento dinamizador de la sociedad. De ahí la labor educativa y formativa que desarrolla dentro de su territorio, territorio, haciendo posible que todos los miembros de la comunidad asuman su propia identidad y se comprometan a desarrollar todos los recursos disponibles que hagan posible responder a las necesidades y preocupaciones reales de la población. Georgina De Carli (2004) 004) recomienda que las responsabilidades de los museos para con su comunidad no sólo tengan que ver con la rendición de cuentas como instituciones públicas, sino con la consideración de la participación de las comunidades como base de proyectos conjuntos. El debate sobre la responsabilidad política y social de los museos y el rol de sus educadores, en este sentido, aún no está saldado. Se hace imprescindible reflexionar acerca de la relación museo-sociedad, museo sociedad, es decir museos acerca de algo, a ser museos para alguien. Sobre esta idea consideramos la renovación y la actualización del Museo del Desierto de la localidad de Achiras (Provincia de Córdoba), en el Área de las Sierras del Sur de las Sierras de Comechingones (Figura 1).

Figura 1:: Mapa de la provincia de Córdoba indicando la zona de estudio.

El Museo del Desierto El Museo del Desierto de la mencionada localidad ha pretendido ser desde su fundación en la década de los 90’ del pasado siglo y hoy, desde su renovación y actualización, actualización, un espacio vitalizador en el que sea posible negociar y articular una relación con el pasado. Siguiendo a Huyssen (2007), un museo como sede y campo de pruebas de reflexiones sobre la temporalidad y la subjetividad, la identidad y la alteridad. Un museo con proyección social, ya que busca ofrecer más oportunidades para el disfrute, el aprendizaje y la construcción 111

de lo común o comunitario, a partir de una política patrimonial que asume el sentido dinámico y experimental de la mirada artística y en la formación de públicos flexibles, capaces de valorar las herencias sociales representativas de distintos horizontes culturales. El Museo del Desierto como propuesta museológica es producto de la labor científica llevada a cabo en la década de los 90’ por el equipo del Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Río Cuarto y las políticas del Estado municipal de Achiras por más de 20 años. Se trata de un registro arqueológico de envergadura ya que es el único caso en el que el edificio conserva aún espacios arquitectónicos originales de una Comandancia en la Frontera Sur con los indígenas, entre 1834 y 1869. “Puede afirmarse sin error que en esta frontera, dramática y estratégica, se fundaron la Córdoba y la Argentina modernas (en el sentido de construcción de un territorio provincial y nacional). Fue también un confín de guerra aunque en las investigaciones realizadas en el sitio nunca se encontraron restos de batalla o de armamentos. Por supuesto, a lo largo del tiempo, la natural decadencia de los materiales, las recolecciones espontáneas y de coleccionistas deben haber empobrecido este registro (Rocchietti, 2007:289)”. La intención de transformar el edificio de La Comandancia, en museo, previa donación del mismo por parte de la familia Calógero al municipio de Achiras en el año 1997, fue sintetizar la importancia histórica y política del edificio en el desarrollo del sur de Córdoba, la formación social a partir de las poblaciones llevadas a la frontera a favor o en contra de su voluntad y ofrecer significado al triste enfrentamiento con las tribus del Desierto, finalmente integradas a la clase trabajadora argentina (Figura 2).

(a)

(b) Figura 2 (a): Fachada actual del Museo de La Comandancia del Fuerte de Achira; (b) Vista lateral del Museo de La Comandancia del Fuerte de Achiras

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Propuesta de renovación y actualización del Museo del Desierto El tiempo transcurrido exigió una nueva versión museográfica, actualizada y renovada del museo mencionado. Fue por ello que desde el equipo de investigación y con el apoyo de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Río Cuarto se trabajo la propuesta uesta de puesta en valor del edificio de La Comandancia,, idea que fue presentada y discutida con las autoridades municipales de la localidad de Achiras. De esta manera el proyecto de renovación y actualización para la puesta en valor del Museo del Desierto Desiert consideró la necesidad de pensar un museo, sin dejar de lado la idea prístina por el equipo que originariamente había trabajado en el diseño del museo, de que el edificio de La Comandancia fuera el objeto museal, como espacio de diálogo, conflicto, tradición, tradición, contradicción, resistencia, colisiones, fusiones y transformación social. En tanto desde esta perspectiva, las estructuras organizativas, las fases expositivas y las culturas profesionales responden a un modelo dialógico y narrativo. Es decir, aunque el museo, de modo consciente o inconsciente, produzca y afirme un orden simbólico determinado, siempre existe un significado excedente que sobrepasa las fronteras ideológicas establecidas y abre espacio a la reflexión y a la memoria antihegemónica (Huyssen, n, 2007). Los procesos de comisión, curaduría, gestión y educación fueron construidos a partir de estructuras flexibles, de trabajo en equipo, de patronatos más civiles, de desestructuras museológicas y de proyectos polivocales. De esta manera el proyecto consideró como objetivos, que la misión institucional del museo se refiriera a su sentido o razón de ser, incluyendo los fundamentos políticos, sociales, museológicos, educativos y culturales, y un análisis del contexto en el que aquél se inscribe. Priorizar Priorizar el trabajo conjunto para una política cultural del museo con el propósito de realizar convenios y/o acuerdos de colaboración con otras instituciones educativas formales y no formales para fortalecer las acciones. A su vez decidir y organizar los contenidos contenidos a desarrollar en el guión museístico y el enfoque disciplinar adoptado, planificar los tiempos necesarios requeridos en el diseño, la producción y la ejecución, los recursos humanos y económicos necesarios para desarrollar las planificación propuesta, propuesta los modos de difundir la política cultural programada y la evaluación permanente de cada propuesta en particular y en conjunto, esto haciendo referencia a la autoevaluación del equipo y la de los otros actores sociales, antes mencionados, involucrados en el proceso (Figuras 3; 4 (a) y (b); 5).

Achiras Figura 3:: Intervención arqueológica en Galería del Este. Museo de La comandancia del Fuerte de Achiras. Se discutieron las formas de producir contenido, es decir cómo influía la concepción de aprendizaje en el diseño de la exposición y de los espacios arquitectónicos (composición de espacios, dimensiones, luces, colores, entre otros), cómo se traducían las operaciones de transmisión, comunicación, representación e interpretación del guión museal y en el propio diseño de la exposición. En sí, se ha trabajado sobre la museificación de un pasado y presente histórico y la intervención en la escenografía del edificio, teniendo en cuenta su dimensión socio cultural y la participación e inclusión de todos los actores en e el diseño museológico. Se pensó en un nuevo museo capaz de construir relatos que posibiliten comprenderlo como 113

espacio de conversación, conflicto, creación, intercambio y experiencias sensibilizadoras a partir del disenso y la controversia, ideas, valores y deseos que coincidan y colisionen posibilitando la aparición de nuevas síntesis y fusiones.

(a)

(b)

Figura 4: (a) Sala Norte o Piezona. Estructura arquitectónica original de La Comandancia. Actual Auditorio del Museo; (b) Intervención en Pieza Sur. Sistema de iluminación con dicroicas

Figura 5: Intervención en el pasillo que une los dos cuerpos arquitectónicos originales de La Comandancia (Sala Norte o Piezona y Sala Sur). Sistema de Iluminación Led.

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Agradecimientos Al municipio de la localidad de Achiras por el sostén a las investigaciones realizadas desde hace dos décadas, a sus habitantes por el esfuerzo compartido y al apoyo incondicional brindado a lo largo de todos estos años del equipo de docentes y estudiantes del Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Río Cuarto.

Bibliografia De Carli, G. 2004. Un museo sostenible. UNESCO. Costa Rica. García Canclini, N. 2010. La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia. Ed. Katz. Buenos Aires. Argentina. Heumann Gurian, E. 2006. Noodling around with exhibitions opportunities: the potencial meanings of exhibition modalities. En: Civilizing the Museum, Londres- Nueva York, Routledge. Huyssen A. 2007. En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización. Ed. Fondo de Cultura Económica de Argentina. Buenos Aires. pp: 45-53 Maure, M. 1985. Identité, écologie, participation: nouveaux musées, nouvelle muséologie, Musées, Vol. 8 (1): 17-21. Padró, C. 2003. Museologies and Education in Museums: A Discursive Perspective. Ponencia. Disponible en: museummediators.eu/…/Museologies-and-Education Rocchietti, A. M. 2007. Arqueología de la Frontera. En: Arqueología de la Frontera. Estudios sobre los campos del sur cordobés Ana María Rocchietti y Marcela Tamagnini (Comp.) Ed. Universidad Nacional de Río Cuarto. Río Cuarto. Córdoba. pp: 221- 302 Salgado, M. 2013. Diseñando un museo abierto. Ed. Wolkowicz. Florida Varine, H. 1985. Notes en forme d’ avant-propos, en A. Nicolás (ed): Nouvelles muséologies, Marsella, pp 3-4. Weil, S. E. 1999. From being about something to being for somebody: The ongoing transformation of the American museum, en Daedalus n° 128. pp: 229-258.

Yanina Aguilar Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria, Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba. [email protected]

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3 La Manzana Manzana Salesiana de Viedma (R.N.) en Perspectiva Socio Cultural y Patrimonial

Jorge R. Entraigas y Beatriz del Valle Moldes

Resumen En este trabajo presentamos una caracterización general sobre la Manzana Histórica, (declarada Monumento Histórico Nacional en 1986 y posteriormente provincial y municipal) como bien cultural tangible e intangible fruto del accionar salesiano en los aspectos religioso, educativo, sanitario y cultural a través de instituciones creadas a tal fin con apoyo y control estatal, siendo además uno de los pocos edificios conservados que datan de fines del siglo XIX. Se analiza su construcción en relación al medio y la caracterización socio étnico y demográfico de la población territoriana, llegando a la conclusión de que se constituyó en un centro de reuniones interculturales e interétnicas, introductor de novedosas tecnologías, trasmisor de cultura clásica y de nuevas manifestaciones simbólicas y religiosas. Asimismo, desde allí se brindó cotidianamente la subsistencia a centenares de niños y jóvenes pertenecientes a familias locales, del interior, o huérfanos y enfermos. La comunidad viedmense –con apoyo gubernamental- paulatinamente está recuperando, revitalizando y poniendo en valor este bien cultural que contribuye a la construcción de la identidad local en continua reelaboración y resignificación. En el futuro se impone una profundización de los aspectos históricos junto a un estudio integral del estado actual de la estructura edilicia orientado a su restauración y conservación además de una gestión adecuada para legarla a las futuras generaciones. Palabras clave: Manzana salesiana; Viedma; manifestaciones simbólicas; accionar salesiano.

De bien cultural a patrimonio histórico Algunos acontecimientos del pasado local ubicados en un contexto nacional y regional facilitan la interrelación e interpelación entre la macro historia y los aspectos micros, un ejemplo lo constituye la obra de los Salesianos en la Patagonia, cuyo centro de irradiación durante los primeros años estuvo en Viedma, capital de la Gobernación de la Patagonia primero (1879), del Territorio de Río Negro entre 1884 y 1955, y de la provincia después. Precisamente fue un tiempo, un espacio y una coyuntura favorable para la instalación salesiana en una manzana céntrica de Viedma, que también se convirtió durante algún tiempo en centro espiritual de la nordpatagonia, utilizando como infraestructura aquella que fueron edificando según las necesidades de sus actividades, aunque con la llegada de Mons. Cagliero comenzaron a proyectar la 117

construcción de un gran edificio, ubicado en el centro de Viedma, en el cual manifestaron sus propios valores culturales y simbólicos. El conjunto arquitectónico formado constituye un valioso testimonio tangible e intangible del accionar salesiano en los aspectos religioso, educativo, sanitario y cultural en el medio, y de su influencia en el resto del territorio rionegrino e incluso en su momento de toda la Patagonia por lo que se transformó en un testimonio de gran valor simbólico en la sociedad, como se detallará brevemente. Además es uno de los pocos edificios conservados que datan de fines del siglo XIX. Sin duda, el conjunto edilicio reúne las características de “bien cultural” según la definición de la Convención de la UNESCO, dada en La Haya en 1954, que incluye a las obras materiales posibles de ser rescatadas (1). Sin embargo, también es importante el conjunto de valores que le dieron sentido a la vida de esas obras (lengua, ritos, creencias, simbolismos) que expresan la creatividad de una comunidad. Aspectos que fueron incorporados por la UNESCO en la amplia definición de patrimonio, sea éste tangible o intangible (2), los que fueron sintetizados en el glosario del Código de Deontología del ICOM para los museos como "todo objeto o concepto que se considera dotado de valor estético, histórico, científico o espiritual". Por otra parte, la valoración de un bien como patrimonio histórico es una construcción social según Llorenç Prats (2005). La complejidad de lo expresado está presente en la Manzana Salesiana pues concentra construcciones a la vez que principios, valores y simbolismos que dieron sentido e identidad a la vida social de la época territoriana y aún provinciana durante los primeros años, y que, de acuerdo con el concepto tradicional, se hereda, trasmite y transforma de generación en generación. La Manzana de referencia constituyó un bien cultural valorado en su momento por gran parte de la sociedad local e incluso patagónica, que significaba instituciones, pero también vida cotidiana, con actividades rutinarias, valores e intereses diversos, con manifestaciones de apoyo o conflictos y tensiones -internas y externas-, en un continuo dar y aprender conocimientos o habilidades, con el fin de forjar perspectivas de vida bajo ideales religiosos, puestos en duda por el liberalismo de la época, que lo transformaron en un bien cultural reconocido en su tiempo, aunque con distintas valoraciones. Un bien que fue objeto de un proceso de patrimonialización, para usar el concepto de Llorenç Prats, que fue activado y gestionado en distintas etapas y actores del que daremos cuenta (Prats 2005, 19).

El medio y los comienzos de la obra salesiana La instalación salesiana se produjo en 1880 en el único núcleo poblacional de la Patagonia, ubicado en ambas márgenes del río Negro, a unos 30 km de su desembocadura, en base a las adquisiciones realizadas anteriormente por los lazaristas. Allí tomaron posesión de la parroquia de Patagones, a la vez que se creaba la de Ntra. Sra. de la Merced en la banda sur del río, también llamada Mercedes, y que en homenaje a su fundador posteriormente fue denominada Viedma, en donde comenzaron la tarea evangelizadora -a través de las parroquias y de misiones volantes-, y educativa al crearse en 1884 el colegio de varones San Francisco de Sales, y el de niñas María Auxiliadora a cargo de la Hermanas de la congregación. En tanto, en el norte urbanizado e industrial italiano, Don Bosco estaba modelando una comunidad religiosa adaptada a los tiempos, cuya filosofía de vida se basaba en la prevención en contraposición a la represión tan en boga en la época. Inspirado en el santo turinés, fue tomando forma el gran proyecto salesiano de evangelizar la región patagónica (3), que se empezó a concretar cuando el papa León XIII creo el Vicariato Apostólico de la Patagonia Septentrional (4), con sede en Viedma, a cargo de Juan Cagliero, quien en 1883 había sido nombrado Obispo de Mágida (5). Situación que provocó conflictos con el gobierno y la curia argentina por la cuestión del patronato y el cercenamiento jurisdiccional de la arquidiócesis de Buenos Aires a la que pertenecía la parroquia de Patagones. Si bien el presidente Roca no recibió a Mons. Cagliero porque se habían roto las relaciones con la Santa Sede, le dio cartas de presentación ante las autoridades locales en las que elogiaba la tarea evangelizadora y civilizadora que iba a cumplir aunque, como buen liberal, reclamaba la separación del Estado y la Iglesia. El primer grupo de salesianos que llego en 1880 estaba dirigido por José Fagnano, quien en base a las adquisiciones de los lazaristas, hizo las primeras construcciones tanto en Patagones como en Viedma. Al respecto, en una carta de Fagnano a Cagliero, del 20 de junio de 1884 expresó “somos pobres y todavía endeudados. Y esto por haber en un año y medio edificado dos casas para las Hermanas: una en el Carmen y la otra en Viedma y una tercera para nosotros en el Carmen” (Entraigas 1972, IV, 92). En esta última se alojó transitoriamente Mons. Cagliero cuando llego a Patagones en el vapor Pomona en julio de 1885, pues al poco tiempo cruzo a Viedma en donde residió entre 1885 y 1904, aunque con ausencias prolongadas debido a sus frecuentes viajes. El vicariato además de ser sede episcopal, también lo fue de las MISIONES, desde donde impulsó la evangelización, la educación, obras sociales, y las construcciones mientras estuvo en la Patagonia. En una carta a Don Bosco, Mons Cagliero sostenía que el 118

objetivo era evangelizar y educar especialmente a los indígenas, de quienes había escuchado “…verdaderas barbaries contra los indios. Porque son de otra raza, de otro color, no se les tiene ninguna consideración, como si pertenecieran a otra humanidad, mientras los pobrecitos tienen un corazón buenísimo y agradecidísimo y /…/ son mejores y, en su rudeza, más honestos que tantos cristianos” (Entraigas 1972, IV, 254). Inicialmente, al frente de las diferentes actividades hubo un grupo de personas en general de origen europeo (sacerdotes, coadjutores), preparadas en distintas ramas del conocimiento y con habilidades técnicas altamente calificadas (maestros, profesores, músicos, enfermeros, carpinteros, agrónomos, etc.). El desarrollo de la actividad evangelizadora iba a ser realizada en un medio socio cultural complejo, en plena formación debido al gran movimiento poblacional que significó la expansión de la frontera, con lo cual en el territorio rionegrino surgió una Nueva –o reciente- zona de ocupación que contrastaba con la antigua ubicada en el bajo curso del río Negro y su zona de influencia en el litoral atlántico, diferente al resto del territorio. Otra característica socio demográfica de la población territoriana consistía en una estructura poblacional joven, con una elevada relación de masculinidad, en especial entre los extranjeros y una extraordinaria movilidad territorial (Moldes 2002). En el territorio rionegrino se produjo una nueva distribución espacial de la población indígena, criolla e inmigrantes tanto argentinos como de países limítrofes y europeos principalmente, debido al creciente flujo migratorio, resultando una población multiétnica y pluricultural, con una elevada movilidad espacial en la búsqueda de nuevas condiciones de vida. Entre las nacionalidades predominantes estaban los españoles seguidas por los italianos que buscaban una vida mejor dejando atrás las primeras experiencias urbanas e industriales con graves problemas derivados del hacinamiento y precarias condiciones higiénicas y laborales, o desempleo. Tiempos duros para la población indígena, la mayoría acotados a campos fiscales o en destinos extraterritoriales, pero también para los pioneros criollos y extranjeros que solo contaban con su fuerza de trabajo que empleaban de sol a sol para que una tierra virgen y a veces esquiva diera sus frutos. Durante la etapa territoriana hubo un neto predominio rural, con una economía basada en la ganadería en las mesetas o agricultura en los valles con serios inconvenientes derivados de la falta de caminos transitables, dificultades en otros medios de comunicación, lo que agudizaban la rigurosidad climática y la soledad. Además de Viedma, los núcleos de población más importantes, surgidos a partir de 1885 fueron Choele Choel, Gral. Roca, Río Colorado y el incipiente Bariloche (Moldes y Entraigas 2007). De manera que, se presentaba un campo problemático para el desarrollo de la evangelización lo que influirá en la planificación de la misma: misiones volantes para la población rural (6), y parroquias y colegios para las colonias y núcleos urbanos en donde además trataron de que tuvieran algunos adelantos técnicos. El ejemplo más acabado es el de Viedma en donde, para sus construcciones, promovieron el agua corriente, teléfono, observatorio meteorológico, luz eléctrica, antena para captar las ondas hertzianas y escuchar radio. También hacían veladas musicales, teatrales, cine, bandas de música, deporte, entre otros. Festejos de aniversarios patrios, o visitas de autoridades importantes o líderes indígenas, eran recibidos y homenajeados en el patio del Colegio San Francisco.

Las construcciones e instituciones salesianas en Viedma La diversidad cultural del territorio se vio reflejada en la céntrica Manzana Histórica, alrededor de cuya plaza no sólo estaba presente el culto católico, sino también el anglicano en la época del médico y pastor Guillermo Humble (Musters 1911, 366). No obstante, las construcciones que fueron levantando los salesianos, en especial la del Colegio San Francisco, hicieron que sobresalieran en medio de la chatura urbana de la novel capital estatal y religiosa, siendo característica la torre del reloj que también oficiaba de observatorio metereológico (7). En los edificios, construidos con capitales europeos y nacionales, trabajaron arduamente hombres y mujeres argentinos, italianos e indígenas para lograr la subsistencia y el bienestar físico y espiritual de niños y jóvenes procedentes de familias locales o del interior, huérfanos o menores con problemas (8), y también enfermos; todos desprotegidos, necesitados o marginados (9). Hubo notables presencias como las de Juan Cagliero, Domingo Milanesio (el patiru Domingo), Evasio Garrones (el “padre dotor”), Artémides Zatti, Ceferino Namuncurá y tantos otros. Cada uno aportaba lo suyo desinteresadamente en pos de una sociedad mejor a través de instituciones tales como el Colegio San Francisco de Sales, Escuela de Artes y Oficios, María Auxiliadora, Hospital San José, Escuela o Quinta San Isidro, Casa Santa Marta, y otros. Es importante señalar que el vicariato funcionó mientras estuvo Mons. Cagliero (1885-1904), luego hubo un impasse a cargo de un provicario, para dejar de ser el centro de las misiones en 1911, fecha en la que hubo una restructuración y paso a depender de un centro urbano mayor como Bahía Blanca (Bruno 1983, II, 291, 412). 119

El característico edificio de dos plantas establecido en Viedma, fue mandado a construir por Mons. Cagliero entre 1885 y 1886, en el terreno existente al oeste de la manzana. El 26 de febrero de 1888 el periódico El Pueblo de Carmen de Patagones informaba que los salesianos abrían en Viedma un taller de zapatería en el “nuevo edificio construido destinado a hospicio”, aunque no fue totalmente terminado según informe de Mons. Cagliero de 1889 (Bruno 1981, I, 466). A su regreso a Viedma, el P. Vacchina señaló, en 1898, que tenía amplios salones, comedores, aulas, talleres, un hermoso salón de actos y teatro; la capilla episcopal, la de las hermanas y las salas del obispo estaban artísticamente decoradas al óleo (Bruno 1983, II, 270). La sede episcopal estaba en la planta baja (10), el resto estaba destinado a las actividades y personal del Colegio San Francisco de Sales. La construcción de este sólido edificio fue dirigida por el P. Juan Aceto, y decorada al estilo itálico por el mismo, junto con Silvio Milanesio (11). Cerrado el centro de misiones, sus dependencias quedaron para el colegio San Francisco. Sus muros resistieron incólumes los embates de las aguas de la gran inundación de 1899. El 21 de julio el agua entraba con fuerza en el patio y por consiguiente a los sótanos; por orden del gobierno lo desalojaron, trasladando personas y algunos bienes a Patagones. “Milagro ha sido que se conserve el colegio porque los subterráneos sobre los cuales se levanta no estaban construidos con cal sino con barro” concluían las hermanas tiempo después (Crónica del Colegio María Auxiliadora. Viedma) (12). En el mismo año de creación de los colegios, se promulgó la ley 1420 de educación obligatoria, estatal, laica y gratuita, con lo cual los mismos fueron objeto de un férreo control por parte de las autoridades educativas mediante censos, inspecciones y exámenes a los niños, de los cuales salieron airosos a pesar del laicismo imperante. Al respecto, el gobernador Félix Benavidez decía: “no debemos dejar a la dirección y sacrificios de ellos tan delicada y pesada misión, sino que es el Estado a quien le compete afrontar la tarea de instruir y educar según sus propias leyes…” (Memoria correspondiente al año administrativo de 1893). En el mismo sentido opinaba, años después, el gobernador Liborio Bernal “retrógrada y perniciosa enseñanza que menoscaba nuestras leyes, decretos, reglamentos y programas de estudio y que por consiguiente es contraria al adelanto de estos pueblos y al desarrollo de las ciencias” (AHRN: Memoria presentada al Sr. Ministro del Interior por el gobernador del Territorio del Río Negro Gral. Liborio Bernal. Viedma. 1897) (13). Más ecuánimes son las opiniones vertidas en el periódico liberal El Pueblo: “según la inspección, en el colegio de las hermanas hay 24 niñas y en el de los varones 25 niños, algunos colocados por sus padres, pero en su mayor parte son huérfanos que aprenden un arte u oficio con una educación esmerada, alimentación y vestido correspondiente, sin ayuda oficial de los dos que colocó el juzgado. En estos colegios educan a sus hijos las principales familias, y los niños pobres reciben educación gratuita. /…/ Los mantienen a todos a sus expensas y jamás excusan recibir algún niño” (El Pueblo, 9/II/1890). A la escuela elemental, tanto para varones como para mujeres, se agregó en 1889 la creación de la Escuela de Artes y Oficios con los talleres de carpintería, herrería, hojalatería, zapatería y tipografía, en cuya imprenta se imprimió entre 1904 y 1947 el periódico salesiano Flores del Campo. A los mismos concurrían niños mayores de 12 años según la vocación que manifestaran. Estos talleres funcionaron en amplios salones contiguos al colegio (14). Asimismo, como clases de “adorno” tenían francés, teneduría de libros, dibujo, música vocal e instrumental (Flores del Campo, 13/8/1904). En 1914 surgió la escuela agrícola San Isidro con el P. Pedemonte, en donde los alumnos aprendían el trabajo de la tierra, y nociones de vitivinicultura, riego, forestación, etc. Aunque estuvo alejada de la céntrica manzana, fue un complemento de la misma pues los productos de la chacra, el tambo y la granja eran destinados a la subsistencia de los colegios15. A partir de la década de 1960 lentamente se fueron cerrando varias de sus instituciones y solo quedaron las escuelas primarias que subsisten hasta hoy, aunque surgieron anexos para el secundario, pero en manos laicas. Otra obra destacable es la realizada por las Hermanas de María Auxiliadora quienes compartieron el céntrico edificio hasta que construyeron el propio en la periferia, al que se trasladaron en 1926. El P. Fagnano había hecho construir el edificio de una planta y sótanos, que daba sobre la actual calle Rivadavia, siendo inaugurado el 1º de junio de 1884 (Entraigas 1972, IV, 67). Constaba de un patio central rodeado de galerías con arcadas que protegían las salas destinadas a aulas y otras dependencias que incluía una capilla que fue bendecida solemnemente por Mons. Cagliero el 6 de enero de 1895, junto con el altar y la balaustrada de mármol traídas desde Italia. La educación brindada, que respondía a los cánones de la época, estaba orientada a la formación de la mujer en la esfera doméstica (manualidades: costura, bordado, tejido, pintura). También enseñaron música e italiano. Las hermanas junto con las niñas internas se ocuparon de los pobres, enfermos del hospital, viandantes, ancianos, niños; estaban a cargo del almacenamiento, procesamiento y elaboración del diario sustento para ambos colegios. Amasaban y horneaban el pan para Viedma y Patagones. En la época de apogeo lavaban vajilla y cubiertos para unas 300 personas. Una vez por semana iban a buscar leña o estiércol con las asiladas, en invierno y verano, a pie o en un carro hasta unos 6 km del pueblo. Lavaban, planchaban y componían la ropa. Además bordaron ornamentos sagrados (Apostolado de las Hijas de María Auxiliadora en las Misiones del Sud Argentino, 65-66). Estas pesadas tareas, el trabajo en los sótanos húmedos, la 120

miseria en algunos momentos, las privaciones pasadas y “la asistencia a enfermos contagiosos sin las indispensables precauciones ejercieron una nociva influencia en la salud de las misioneras”, hecho que llamo la atención de los superiores, quienes en 1910 se ocuparon de mejorar la situación eximiéndolas de las tareas “incompatibles con su sexo y con sus fuerzas” y se dedicaron preferentemente a la instrucción primaria (Ibidem). La cruda realidad fue que muchas de estas jóvenes con nobles ideales encontraron su fin en el colegio, pues hubo una elevada tasa de mortalidad provocada fundamentalmente por la tuberculosis, en una época en la que en Europa se hacían las primeras investigaciones sobre este terrible mal. Esta situación explica los frecuentes paseos al mar en la creencia de que eran necesarios para la salud. Actualmente una gran parte del colegio está destruida, salvo algunos salones al fondo y la capilla.16 Los salesianos también son recordados positivamente por su intervención, en 1917, en la fundación de la Escuela Normal Popular, la primera de la Patagonia, junto con el Ing. Eliseo Scheroni entre otros, de la que fueron profesores para los varones y en casos excepcionales para las mujeres. En el aspecto sanitario, en agosto de 1889 surgió la idea de crear un hospital cuyo edificio fue tomando forma en la esquina sureste de la manzana frente a la plaza principal. La modesta sala única fue reemplazada en etapas por un edificio de dos pisos; al frente del mismo estaba el Padre Evasio Garrone quien introdujo en Viedma el primer instrumental para intervenciones quirúrgicas. También instalaron una botica o farmacia en la que se desempeñó don Artémides Zatti, sin dejar el hospital. El amplio edificio fue demolido para dar lugar al palacio episcopal. Unos pocos enfermos y ancianos que quedaron fueron trasladados a la quinta que funcionó como asilo de ancianos bajo el cuidado de don Zatti. En diciembre de 1945 se inauguraba el hospital público. La actual iglesia catedral junto con el palacio episcopal, ambos ubicados frente a la plaza Alsina, también integran la Manzana Salesiana. La catedral ocupa el lugar en donde a mitad del siglo XIX estaba la que fue descripta por el viajero inglés G. Musters, la que fue destruida por un incendio en 1884, y una vez restaurada fue bendecida el 25 de diciembre de 1885 por Mons. Cagliero. Sin embargo, había quedado en malas condiciones y finalmente inutilizada por la inundación de 1899. En el mismo lugar se levantó la actual catedral cuyos planos fueron hechos por el P. Juan Aceto y construida por Antonio Patriarca con presos de la cárcel y algunos policías. El estilo románico inicial fue modificado por el P. Vepignani como así también por la comisión pro templo. Presenta varios rasgos notables por el simbolismo, a saber: los dibujos de una cruz y la bandera italiana realizados con ladrillos de colores en la parte superior del ábside, y en su interior lucen cuatro columnas de granito traídas de Italia. Fue inaugurada el 2 de julio de 1912, mientras que sus torres se completaron en 1979 (Moldes y Entraigas 2005, 13). Con respecto a la sede del obispado, éste ocupa el lugar del antiguo Hospital San José, que fue demolido en la década del `40. Menos visible, y más cuestionada actualmente al igual que el etnocentrismo imperante en la época, fue la labor evangelizadora entre los distintos grupos étnicos, lo concreto es que a caballo o mula, o en carruajes recorrieron la nordpatagonia estableciendo relaciones con los pobladores rurales, y en especial con los caciques que visitaban, a quienes acompañaron, aprendieron su idioma y trataron de hacer menos penosa su situación. Entre ellos sobresalió Domingo Milanesio, el patirú Domingo, por sus múltiples misiones y gestiones ante las autoridades destinadas a obtener tierras para los diversos grupos étnicos (Bruno 1983, II, 283, 319). Por consiguiente, la vinculación entre los salesianos y los líderes indígenas fue permanente, utilizando una amplia red de relaciones para llegar a los distintos niveles de la administración, por lo que era frecuente la comunicación epistolar y la presencia de los mismos en la casa salesiana central en donde eran recibidos y homenajeados al igual que las autoridades.17 No hay que olvidar tampoco, que entre 1903 y 1904 el cacique Manuel Namuncurá frecuentaba la casa para visitar a su hijo Ceferino que era aspirante salesiano. Asimismo fue continua la presencia de indígenas en busca de asistencia médica en el Hospital San José (Entraigas, 1936). Si bien parte de la sociedad y del estado habían tomado conciencia del valor, este movimiento no alcanzó. El avance del liberalismo y la secularización de las costumbres en la novel provincia unida a la escasez de salesianos obraron en contra.

Recuperación y resignificación De acuerdo con Llorentç Prats (1997), todo bien es potencialmente patrimonializable, es decir adquiere un valor representativo de la historia, identidad y cultura de una comunidad. Es una construcción social mediante la cual se puede tomar conciencia de nuestras variadas identidades, pero para que un bien sea patrimonializado debe ser activado, aunque como dice el autor mencionado no activa quien quiere sino quien puede, por lo que el poder político adquiere importancia al ser el principal agente de reactivación patrimonial y de la consecuente protección, conservación en su entorno y con condiciones adecuadas. Sin embargo, el poder económico puede constituirse en una limitación importante. 121

A su vez, la sociedad civil consustanciada con los valores de un bien puede ser agente de activación, aunque para que sea una realidad se requiere del estado (Prats 1997, 27 y 33) y de la economía. Precisamente, la Manzana Salesiana atravesó un largo proceso de activación y gestión en el que intervinieron distintos actores sociales. En un primer momento hubo un proceso interno de toma de conciencia del valor por parte de los salesianos, y posteriormente por la sociedad civil. La revalorización interna desde la propia orden se produjo en ausencia de los pioneros, momento en que tomaron conciencia del valor de su obra, y a medida que la modernidad introducía comodidades, se valoraban más sus sacrificios. Entre los sacerdotes que actuaron en este sentido estaban Antonio Fernández, Enrique M. Kossman, Pablo Stadler. Ellos, entre otros, tuvieron la voluntad de concentrar y conservar en la antigua capilla del vicariato, libros, fotografías y objetos pertenecientes a los pioneros salesianos y sus obras. El estado, también revalorizó la obra salesiana en la Patagonia, cuando se produjeron los debates en la Cámara de Diputados -a través de los delegados territorianos del oficialismo-18 con motivo de las leyes que condujeron a la provincialización de los territorios nacionales en 1954 y 1955. Hacia 1975, en conmemoración del centenario de la llegada de los Salesianos a Buenos Aires comandados por Mons. Cagliero, desde la propia orden y desde la sociedad civil a través de la Legislatura Provincial rionegrina y de la entonces Secretaría de Planeamiento del gobierno de Mario Franco, alumbraron homenajes y el germen del museo salesiano hoy existente. Vientos de cambio habían comenzado a soplar y era inminente el traslado del colegio hacia el emplazamiento actual, entonces periférico, a la vez que pasaron a manos privadas partes importantes de la manzana.19 Entre los sectores de la manzana salesiana enajenados a distintos particulares, es de lamentar que el nuevo propietario del ex colegio de las hermanas lo demolió en gran parte, dejando sólo la antigua capilla y otras salas semi derruidas.20 Hecho que demuestra que no sólo el poder político es importante en la patrimonialización, sino también la concientización de los ciudadanos, en especial de los que tienen poder económico. Por otra parte, hubo un importante avance de la secularización, junto con una disminución de la cantidad de salesianos en la región.

Asociación civil “Comisión Bicentenario” La activación tomó nuevo impulso en los últimos años de la década de 1970. En efecto, con motivo del bicentenario de la fundación de las poblaciones de Viedma y Carmen de Patagones (1779-1979), con el apoyo del Dpto. Museos, Monumentos y Lugares Históricos del entonces Centro de Investigaciones Científicas (CIC), un grupo de viedmenses interesados en revalorizar la historia local formó la Comisión Bicentenario,21 que entre sus objetivos se planteó la reactivación cultural de Viedma a través de instituciones tales como la Biblioteca Popular Bartolomé Mitre, el Museo Cardenal Cagliero, el Museo del Agua y el Suelo,22 además de la construcción y emplazamiento del monumento al fundador Don Francisco de Viedma. Esfuerzos que dieron su fruto cuando la Comisión Bicentenario, mediante una red de contactos y gestiones, obtuvo la cesión de una parte del antiguo colegio San Francisco de Sales ubicado en la actual Manzana Histórica. En efecto, el 22 de mayo de 1986, en la ciudad de Viedma, se firmó un convenio entre la Comisión Ejecutiva del Bicentenario de Viedma y la Institución Salesiana San Francisco Javier, asociación civil, representadas por Vicente Naín Pérez y Mario Lini (presidente y secretario), y Juan Cabiale, respectivamente, entre cuyos objetivos y propósitos más importantes figuraban los que se expresan a continuación (el subrayado es nuestro): “La Institución Salesiana en su condición de propietaria, cede gratuitamente y a perpetuidad a la comunidad de Viedma, representada por la Comisión Ejecutiva del Bicentenario, el edificio ubicado en la calle Rivadavia esquina Colón, compuesto por subsuelo, planta baja y dos pisos, y torres reloj, que se destina a Museo Salesiano, Museo Tecnológico del Agua y del Suelo, Biblioteca Popular Bartolomé Mitre y otras actividades culturales que podrán agregarse en beneficio de la población viedmense, que se denominará “Centro Histórico Cultural Salesiano” (art. 1) (ACBV).

Monumento Histórico Nacional Paralelamente, desde las instituciones involucradas (Comisión Bicentenario y el estado provincial a través del CIC), se gestionó la declaración de Monumento Histórico Nacional.23 Fue en un contexto de efervescencia socio cultural, debido a la disposición del gobierno nacional de recuperación democrática de 1983, que proponía el traslado de la capital federal a la comarca Viedma-Patagones – Guardia Mitre, como nuevo Distrito Federal, para lo cual la provincia había cedido sus tierras por la ley Nº 2.086, del 10 de julio de 1986. Entre los múltiples cambios que produjo esta coyuntura figuran una revalorización de los bienes inmuebles, y un elevado crecimiento demográfico debido al impacto inmigratorio. Los sectores sociales 122

protagonistas de la patrimonialización actuaron en defensa de lo que consideraban sus raíces históricas, sus valores, su identidad, ante un futuro que auguraba cambios y transformaciones inciertos. Las gestiones tendiendo a su activación patrimonial dieron fruto cuando el Secretario de Cultura de la Nación, Marcos Aguinis, mediante la Resolución Nº 1901, del 17 de noviembre de 1986, declaró Monumento Histórico Nacional al conjunto edilicio formado por la Iglesia Catedral, la ex Capilla del Colegio María Auxiliadora, el ex Colegio San Francisco de Sales y el Obispado, dejándose constancia que su entorno comprende el espacio de la Manzana delimitada por las calles Pte. Yrigoyen, Álvaro Barros, Rivadavia y Colón (art. 2 y 3). Asimismo, se establecía que la Comisión Nacional de Museos Monumentos y Lugares Históricos debería convenir con las autoridades correspondientes el modo de preservar el entorno y el paisaje además del buen estado de conservación del monumento recientemente declarado (art. 4º). Situación que sólo se concretó con la catedral, a pesar de las gestiones realizadas para que abarque a todo el monumento histórico. Con posterioridad, el gobierno provincial y el municipal adhirieron a dicha declaración. De esta manera, en las dependencias donadas por la Institución Salesiana a la Comisión Bicentenario, ubicadas en el ala que da a las calles Colón y Rivadavia, se constituyó un espacio de diversidad cultural en el que se desarrollaron las instituciones mencionadas de naturaleza histórico, cultural, museológica y bibliotecológica al servicio de la comunidad, todas con cierta autonomía de funcionamiento, con escaso personal y limitado presupuesto, no obstante, con el tiempo se constituyeron en un importante referente entre la población, extendiendo su influencia por la comarca.

Acción Municipal El intendente de Viedma, Jorge Ferreira lanzo el programa “recuperar el patrimonio como referente indispensable de identidad cultural” por el cual se recuperaron varios edificios históricos, entre ellos la Escuela Nº 2, y el resto de la manzana histórica mediante una conflictiva expropiación.24 Además realizó algunas obras de mantenimiento en las escaleras, aulas y torre reloj, el que fue restaurado y puesto en funcionamiento nuevamente, aunque presenta frecuentes problemas. El especialista, contratado por la Legislatura, preparó un docente y alumnos de la escuela industrial para que en su ausencia lo pudieran controlar. Con respecto a la manzana histórica, si bien se logró la protección legal, que sin duda evitó el desmembramiento, falta un mantenimiento integral en la estructura edilicia, además de la restauración de las partes más sensibles como son los frescos del actual Museo Cardenal Cagliero (salitre, humedad, pisos). Conspiran contra ello la falta de presupuesto y la ausencia en el medio de personal especializado en estas delicadas tareas. Finalmente, la Municipalidad de Viedma se hizo cargo formalmente de las construcciones donadas por los salesianos mediante un convenio firmado en el acto realizado en la plaza seca de la Manzana Histórica el 20 de octubre de 2014 con motivo de los festejos del 41º aniversario de la capitalidad. El mismo contó con la presencia del intendente Jorge Luis Foulkes, acompañado por el gobernador Alberto Weretilneck y otras autoridades. En su alocución el intendente Foulkes expresó: “Recientemente, una reconocida jurisconsulta que brindó una conferencia en Viedma, dijo: `Cuando soplan tiempos de cambio, unos construyen muros y otros construyen molinos`. La Comisión Bicentenario construyó molinos y hoy con generosidad traspasa a la Municipalidad esta porción de nuestra historia. Obviamente, la Comisión será la principal asesora de cada una de las decisiones que se adopten en adelante, porque la ciudad no puede darse el lujo de prescindir de su conocimiento”.25 Se trataba de un traspaso simbólico de valores, de identidad, con la esperanza de lograr una adecuada protección y conservación con el fin de traspasarla a las futuras generaciones. En el estado actual, coincidimos con la propuesta de la Dra. Liliana Lolich de que tiene que haber una política destinada a prevenir o mitigar el deterioro, junto con la existencia de un sector de la administración provincial destinado a preservar, restaurar y mantener el patrimonio arquitectónico, que concentre la documentación relacionada con el patrimonio, y que sea un lugar de estudio, consulta y proyectos (Lolich, 2010:90). Asimismo sería deseable una aceitada relación a nivel institucional y legal, entre la ex Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos y la provincia, a los efectos de agilizar gestiones, evitar superposiciones o duplicación de esfuerzos.

Consideraciones finales La Manzana Salesiana de Viedma fue un bien cultural seleccionado y jerarquizado por diversos actores sociales en distintas épocas debido a que representaba un significado, una identidad devenida de su carácter 123

tangible e intangible. Desde el punto de vista material constituye un punto de referencia en el paisaje urbano, se destaca por sus técnicas constructivas y estilo arquitectónico, por la solides de sus muros que soportaron la gran inundación de 1899. Además, las gestiones de Mons. Cagliero junto con las del gobernador Eugenio Tello fueron decisivas para que Viedma continuara siendo capital después de 1899. Por otra parte, como patrimonio intangible, se valoraron modos de vida, principios, valores y simbolismos irradiados desde la sede del vicariato, las instituciones educativas y de las misiones evangelizadoras a través de la educación, salud, reuniones interculturales e interétnicas, entretenimiento, difusión de la cultura clásica, aportes técnicos, transferencia de conocimiento y habilidades durante la época territoriana y primeros años de la vida provincial que alcanzó a vastos sectores de la población viedmense, como así también del resto del territorio rionegrino, lo cual contribuyó a forjar cierta cohesión e identidad a una población diversa étnica y culturalmente en continua reelaboración y resignificación. El complejo proceso de patrimonialización fue iniciado por la propia orden, y posteriormente continuado por iniciativa de sectores de la sociedad civil como la Comisión Bicentenario que obtuvo la donación y mediante gestiones ante diferentes niveles del estado las puso en valor para la ciudad de Viedma. Otra etapa en la patrimonialización fue la fuerte política iniciada por el intendente Jorge Ferreira y continuada por sus colaboradores quienes están haciendo posible que sea una realidad la apropiación patrimonial por parte de amplios sectores de la población a través de las variadas instituciones que funcionan en la Manzana y que expresan la diversidad cultural del medio, que a su vez resignifican este patrimonio que constituye también un recurso histórico cultural, no renovable, valioso para ser tenido en cuenta para fomentar el turismo cultural y el desarrollo económico sustentable. La torre reloj se convirtió en un símbolo que resume un tiempo pasado en el tiempo presente, que orientaba a la población en relación al tiempo y espacio, y que hoy se convirtió en un faro que indica la diversidad institucional y cultural que alojan las dependencias históricas, una diversidad que es una condición necesaria para la paz.

Notas y citas 1. Comprende a los “bienes muebles e inmuebles, esto es, monumentos arquitectónicos, artísticos o históricos, sitios arqueológicos, obras de arte, manuscritos, libros y otros objetos de interés artístico, histórico o arqueológico, así como colecciones científicas de todo tipo, cualquiera que sea su origen o propiedad” (art. 1 de la Convención para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado y Reglamento para la aplicación de la Convención 1954; un instrumento con mayores precisiones fue registrado en la ONU el 5 de mayo de 2004, Nº 3511). 2. Ver el art. 23 de la Declaración de México sobre las políticas culturales. En el mismo se expresa que: “El patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan un sentido a la vida. Es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo: la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas”. 3 El P. Szanto (1982) da a conocer un documento, fechado en 1876, en el que Don Bosco expresaba su pensamiento evangelizador. 4. Inicialmente incluyó a los territorios de Río Negro, Neuquén, Chubut, posteriormente el sur de la provincia de Buenos Aires y La Pampa. 5. La necesidad de jerarquizar a su obra y al responsable de la misiones en América, hizo que Don Bosco, lograra que Mons. Cagliero fuera el primer obispo salesiano, pero con el fin de no provocar al gobierno argentino recibió el obispado vacante de Mágida, ubicado en el Asia Menor, a fin de cubrir las exigencias eclesiásticas (entre ellas la práctica de algunos sacramentos y ciertas formalidades institucionales) en la jurisdicción del vicariato, a la vez que le daba cierta independencia (Entraigas 1972, IV, 94). 6. Esta circunstancia impulsó a Domingo Milanesio a proponer sin éxito en 1891 la creación de un centro misionero en Choele Choel en donde había un núcleo de población y estaba cerca de “la gran extensión de su departamento que tiene quizás mayor número de pobladores que Viedma y la mayor parte indios” (Szanto 1982, 129). 7. La torre de forma octogonal albergaba una gran campana que muchas veces fue tocada por Ceferino Namuncurá mientras estuvo en el colegio, además del característico reloj, tan apreciado por los pobladores de antaño que recurrían a él para saber la hora, cuando los relojes eran un bien escaso. Desde hace unos años, las autoridades de la Legislatura provincial se han hecho cargo de su recuperación y funcionamiento con cierto éxito. En el otro extremo del edificio había otra torre cuadrangular, almenada, más baja. 8. En virtud de la ley Nº 10.903/19 de patronato de menores. Antes, entre 1894 y 1911, hubo un antecedente con niños traídos de Buenos Aires (Bruno 1981, I, 394). 9. El padre Entraigas en sus numerosas biografías de personalidades salesianas da múltiples ejemplos. 10. En el hall de entrada aun puede leerse lo siguiente: “salesiani bonorum artium cultores. ANNO MDCCCXCVII”. En la figura central del techo de la capilla también puede leerse 1897. Las mismas fueron restauradas en 1975, y retocadas años después. Además, el nuevo edificio tenia sótanos con destino a despensa, bodega y cocina a cargo de las hermanas. 11. También se destacan los bancos de madera de nogal realizados en los talleres del colegio.

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12. Las crónicas actualmente están en el Archivo de Bahía Blanca en donde han concentrado toda la documentación de las instituciones que funcionaron en Viedma. 13. Sin embargo se vigilaba el cumplimiento del programa con textos oficiales, al menos en los primeros años. 14. Según la memoria oral, en determinados momentos también alquilaban las maquinarias a obreros particulares de la zona, por lo general ex alumnos. 15. Al desaparecer la escuela, quedo como la “quinta de los curas” para los pobladores, que tenia la misma misión. En ese lugar periférico se concentrٖó la actividad salesiana cuando en 1978 trasladaron el colegio San Francisco, hoy es un barrio residencial. 16. En 1991 se firmó un acta acuerdo entre el Municipio y el Colegio de Arquitectos por el cual en una parte del mismo iba a instalarse su sede profesional y también debían recuperar la capilla (Noticias de la Costa, 30 de septiembre de 2014). 17. Entre los caciques que visitaron el colegio de Viedma figuran: Painefilú, Cotaro, Namuncurá, según las fotografías existentes en el Museo Salesiano. 18. Ver los Diarios de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados, años 1954 y 1955. 19. En ese entonces se enajenó el edificio del colegio de las hermanas (Rivadavia y Álvaro Barros) y la esquina de Colón e Irigoyen, frente a la plaza Alsina. 20. Las mismas fueron objeto de un acta acuerdo firmada en 1991, entre el municipio y el Colegio de Arquitectos por la cual se comprometía a dar los materiales y mano de obra para la preservación de dichas construcciones. En declaraciones realizadas a la radio local La Puntual, el Arq. Mauro Pierini, sostuvo que ellos establecieron su sede, a la vez que reconstruyeron la capilla en un 90 %, faltando la “reparación de la fachada y la reconstrucción de la bóveda, instalaciones eléctricas, pintura y reparación de pisos” (Noticias de la Costa, 30/9/2014). Actualmente existe una situación conflictiva entre ambas instituciones debido a los logros obtenidos y el tiempo pasado. 21. Se trataba de una asociación civil, sin fines de lucro, sin presupuesto, integrada por docentes (la mayoría maestros normales nacionales jubilados), comerciantes, hacendados y empleados. 22. En aquellos años, la Biblioteca estaba arrumbada en los sótanos del Centro Municipal de Cultura, por gestiones de la Comisión Bicentenario fue trasladada a las dependencias del viejo colegio San Francisco el 25 de mayo de 1983, mientras que los museos estaban en su etapa formativa. 23. Contó con el apoyo de las autoridades del CIC: Dr. Rodolfo M. Casamiquela, Héctor D. Rey, y de Nilo J. Fulvi, Ministro de Educación. El informe fue realizado por el Arq. Oscar Sanguinetti y uno de nosotros, como miembros del CIC. Ver: Revista Cien Años. 1887-1987, 4. La revista revalorizaba la histórica Biblioteca Popular Bartolomé Mitre. 24. Entre los sectores incorporados al municipio se encuentra el aula en donde, según la tradición, estudió Ceferino. Por su parte el municipio instaló en ellos al Consulado de Bolivia, el Museo Gardeliano, y algunas dependencias de la Universidad Nacional de Río Negro (aulas, sector de extensión y biblioteca). 25. En el acto fueron reconocidos Nilo Fulvi, Néstor Funes y Jorge Pérez Cabral, actuales integrantes de la Comisión, junto a Graciela Campano, que no se encontraba en la ciudad. Además, se distinguió a Vicente Naim Pérez, primer presidente de la institución (diarios digitales ADN, 20/10/2014, APP, 21/10/2014).

Agradecimientos A la Comisión Organizadora de las 4tas. Jornadas Nacionales para el estudio de Bienes Culturales realizadas en la ciudad de San Carlos de Bariloche entre el 15 y el 17 de abril de 2015. A la Comisión Bicentenario de Viedma, a la Prof. Miriam Zorn por su colaboración con el Abstract.

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Cien años. 1887-1987. Revista del centenario de la Biblioteca Popular Bartolomé Mitre. Viedma. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. 1954. Imprenta del Congreso. Buenos Aires Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. 1955. Imprenta del Congreso. Buenos Aires Entraigas, Raúl A., 1939. El padre “dotor”. Ed. Don Bosco. Buenos Aires.  1972. Los salesianos en la Argentina, Tomo IV. Editorial Plus Ultra. Buenos Aires. ICOM. 2004. Código de Deontología del ICOM para los Museos. 2004. Seúl Lolich, Liliana, 2010. PATAGONIA. Patrimonio arquitectónico: un estudio sobre su preservación. Neuquén. EDUCO. UNCo. Memoria correspondiente al año administrativo de 1893. Buenos Aires. Imprenta del Congreso. 1894. Memoria presentada al Sr. Ministro del Interior por el gobernador del Territorio del Río Negro Gral. Liborio Bernal. Viedma. 1897. (AHRN). Moldes, Beatriz, 2002. Población y sociedad en el Territorio Nacional del Río Negro a fines del siglo XIX. CEA. UNC. Córdoba. Tesis de Maestría. Ms. Moldes, Beatriz y Jorge R. Entraigas, 2005. Los primeros años de la obra salesiana. Viedma 1880-1930. En: Suplemento especial revista “El medio”, Nº 1, marzo 2005. Viedma.  2007. La población del Territorio Nacional del Río Negro. Un aporte al conocimiento de sus principales características demográficas (1884-1955). IX Jornadas Argentinas de Estudios de Población. AEPA. Córdoba. Musters, George, 1911. Vida entre los Patagones. Biblioteca Centenaria. La Plata. Prats, Llorenç, 1997. Antropología y patrimonio. Ed. Ariel. Barcelona.  2005. Concepto y gestión del patrimonio local. En Cultura y Patrimonio. Perspectivas contemporáneas en la investigaron y la gestión”. Cuadernos de Antropología Social Nº 21. UBA. Buenos Aires. pp 17-35. UNESCO. Convención para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado y Reglamento para la aplicación de la Convención 1954. La Haya, 14 de mayo de 1954.  Declaración de México sobre las políticas culturales. Conferencia mundial sobre las políticas culturales. México D.F., 26 de julio - 6 de agosto de 1982. Szanto, Ernesto, 1982. Los salesianos en el país de los Cesares. Editorial Marymar. Buenos Aires.

Jorge R. Entraigas y Beatriz del Valle Moldes Biblioteca Popular “Bartolomé Mitre”; Centro Histórico y Cultural Salesiano. [email protected]

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4 El Patrimonio Arqueológico en Contextos Locales: Hacia una Redefinición del Concepto

María J. Medina Chueca

Resumen Este trabajo constituye un ensayo sobre otras formas de representar el patrimonio, diferentes a las jurídicas y académicas, tales como las esbozadas por los miembros de ciertas comunidades locales, que significan y re-significan el patrimonio arqueológico con sentidos propios, basados en experiencias cotidianas, en su relación con ciertos lugares y materialidades, y también en sus necesidades (económicas, sociales, etc.). Todas estas formas de relacionarse permiten poner en jaque la falaz idea de que el patrimonio es uno y de que es del Estado, generando de esta manera, alternativas a la noción legal de patrimonio, a la que convencionalmente estamos acostumbrados desde la academia. En este sentido, el título del presente trabajo no es menor, pues representa las condiciones de posibilidad para hacer una arqueología distinta, que pretende romper con los modelos hegemónicos del saber y generar instancias de diálogo y apertura. Palabras clave: Arqueología; Representaciones Locales; Patrimonio; Ampolla, Catamarca, Argentina.

Introducción El patrimonio arqueológico tal como lo entendemos hoy, constituye el resultado del proceso de consolidación de la disciplina en diferentes lugares y momentos. Este proceso, que tuvo lugar mayormente a fines del siglo XIX y principios del XX, conllevó al afianzamiento de los discursos científicos, a la delimitación de las fronteras disciplinarias, y a la instauración del objeto y los métodos en el marco de la disciplina arqueológica (Haber 2011). De esta manera, y más allá de que solemos percibir al patrimonio como una entidad universal y ahistórica, lo cierto es que el mismo es una construcción social, y los sentidos y significaciones que se le otorgan son históricos. Decir esto sobre el patrimonio no representa ninguna novedad, es más, es casi una obviedad. Sin embargo, afirmar que existen diversas representaciones en torno al patrimonio, al pasado, al presente, que trascienden las legitimadas por la disciplina y de que quizás sea el momento de legitimar esas representaciones, es traer a la arena del debate si la arqueología debe ser la única voz autorizada en relación a la demarcación del objeto y la metodología. 127

Es interesante notar que la palabra patrimonio (del latín “patrimonium”) en su origen significaba y aún sigue significando, el conjunto de bienes que una persona hereda de sus padres. Esta definición sanciona un sentido de la propiedad privada que es importante resaltar, porque la misma idea de propiedad no es universal, ni en el tiempo, ni en el espacio, sino que depende de factores históricos. En este sentido creemos que ciertas concepciones universalistas del patrimonio arqueológico, muy marcadas por una perspectiva estrictamente conservacionista y de apropiación científica/estatal del patrimonio, suelen permitir a la comunidad científica y/o a entidades del gobierno encargadas del patrimonio cultural, llevar adelante intervenciones sobre el mismo que resultan carentes de sentido para diferentes sectores sociales, siéndoles negada la posibilidad de participar de un proceso de conocimiento, significación y/o apropiación de un pasado del cual podrían definir sus propios usos y significados. Ante esto, nosotros concebimos al patrimonio como el capital social y simbólico propio de un sector social capaz de legitimarlo3 (Bourdieu 1997). Sin embargo consideramos que en muchas oportunidades la definición del mismo sirve a sectores hegemónicos para manipular y subordinar3 Hobsbawn (1993), por lo que la definición de qué y para quién es el patrimonio debe surgir, para cada caso en particular, de la generación de las condiciones necesarias por parte de los investigadores, para que cada sociedad local interprete y defina lo que considera como propio, lo que los representa y los identifica como tales. El valor de los elementos patrimoniales, en el sentido de cualidades apreciables, no en sentido estrictamente teórico, varía a lo largo del tiempo según quien lo perciba, con qué intereses, y dependiendo de cada momento histórico. Por lo tanto, el valor de un sitio arqueológico no es el mismo para los que habitaron y significaron el lugar que para los observadores actuales; ya sean éstos pobladores locales, turistas o investigadores. Ahora bien, hablar de patrimonio y el valor de sus elementos del modo en que lo planteamos implica entender que su construcción no es universalista, que la definición del mismo por parte de la población local no es estática ni inmanente porque responde a la misma dinámica de las relaciones sociales que lo definen.

Nuestro punto de partida: Ampolla y su patrimonio Ampolla (Dpto. Santa Rosa, Catamarca), se ubica a 6 km de la cabecera departamental (Bañado de Ovanta) y de la ruta que une Santiago del Estero, Catamarca y Tucumán. Constituye un paraje rural caracterizado por un conjunto de caseríos aislados, en el que viven poco más de cien personas. Posee una escuela rural (N° 207) a la que asisten aproximadamente 60 niños, una pequeña capilla (que convoca multitudes cuando se realiza la Fiesta Patronal de San Cayetano), dos centros de primeros auxilios con asistencia semi temporal, una plaza y una sede comunal en desuso. Las viviendas se distribuyen a lo largo de varios caminos vecinales constituyéndose un paraje disperso. Los medios de producción propia (ganadería y cultivos familiares) son escasos, siendo la mayoría de los pobladores, trabajadores municipales. El equipo de investigación en el cual se enmarca este trabajo viene trabajando en el piedemonte catamarqueño, Dpto. Santa Rosa, desde fines del año 2006. Los trabajos de campo arqueológicos, constituyen casi los únicos que se han realizado en la zona. A través de prospecciones se han registrado más de 30 sitios con diversas características, cronología y funcionalidad en distintas localidades del departamento. Sin embargo, ha sido en Ampolla donde más hemos profundizado las investigaciones y donde hemos podido establecer acciones concretas de articulación con la comunidad local y escolar. Si bien en un inicio no hubo un requerimiento de información arqueológica por parte de la población local, pues los habitantes no reconocían como arqueológicos, en el sentido de "cosas de los indios”, más que un sitio con arte rupestre (representado por seis paneles con representaciones rupestres de motivos antropomorfos, zoomorfos y figuras indeterminadas pintadas en blanco y negro, asociados a 40 morteros) muy significativo para la identidad del pueblo, conocido como "las Piedras Pintadas" y algunas materialidades (morteros, “puntas de fechas” y tinajas, etc.), con el tiempo, nuestra presencia despertó ciertos sentimientos e intereses en la escuela y en algunos miembros de la comunidad en torno a las materialidades indígenas, devenidas en patrimonio arqueológico. En este sentido, la línea antropológica con la que cuenta el proyecto, tratando de no generar una "imposición de problemática", desarrolló en el transcurso de estos años, diferentes actividades de investigación y articulación con la Escuela Rural N° 207 de Ampolla y con miembros de la comunidad local. El proceso de conocimiento y acercamiento fue mutuo, ya que nuestras acciones destinadas a informar, devolver, integrar nos devolvían elementos para conocer sus saberes, sentires y expectativas. Con respecto a la comunidad local, fue interesante observar cómo a lo largo de esto años la existencia de nuestros discursos "especializados" acerca del pasado prehispánico y de las materialidades vinculadas al mismo, han derivado en una creciente visión (al interior de la misma) de lo patrimonial como una solución a problemas económicos y sociales. Los potenciales beneficios derivados del turismo, han generado en la 128

comunidad educativa y en algunos pobladores locales, la posibilidad de poner en funcionamientos estrategias de gestión del patrimonio local, que les permitan posicionarse como agentes susceptibles de generar un cambio en sus condiciones materiales de existencia, a partir de la patrimonialización del mismo, algo que parecía no estar presente cuando el equipo llegó a la zona por primera vez. En este contexto, pensamos que la propuesta de un proyecto de puesta en valor del sitio Las Piedras Pintadas y de creación de un museo en la escuela, constituyen acciones en el marco de un creciente proceso de activaciones patrimoniales tendientes a la inclusión de la escuela y de la comunidad local en un contexto provincial de exclusión e invisibilización. En relación más directa a la cuestión identitaria hemos podido apreciar que los procesos de identificación/desidentificación de ciertas personas en relación a una identidad indígena, oscilaron entre una visión signada por la negación y estigmatización de lo indígena (muy posiblemente producto de una historia nacional y provincial de invisibilización) y la identificación positiva, relacionada a un locus espacial compartido con los indígenas como primeros habitantes de lugar, a una noción de cotidianeidad vinculada al territorio vivido y sentido y a un vínculo social e identitario con los paneles con representaciones rupestres, en términos de patrimonio colectivo.

Consideraciones teórico-metodológicas Nuestras investigaciones, las cuales intentamos mostrar en este trabajo, pretenden desarrollarse en el marco de una arqueología no violenta, que privilegie el diálogo, la praxis y la reflexión-acción, como herramientas teórico-metodológicas fundamentales. En este sentido, lo vertido en este trabajo constituye parte de un proceso atravesado por un ejercicio de reflexión y teorización continuas, en múltiples direcciones y sentidos. Esta reflexión sin embargo, no ha sido sólo teórica, sino que se ha insertado como parte de un programa sistemático de análisis, que ha involucrado diversas experiencias de interacción empírica y que ha pretendido estructurarse según la lógica arriba mencionada: el diálogo, la praxis, la reflexión-acción y viceversa, con los agentes sociales que integran la comunidad local y con nosotros mismos. Definimos a la arqueología no violenta como una arqueología no arrogante, dialógica, atenta a identificar las presiones (académicas, políticas, ideológicas, económicas) que afectan a la construcción de la relación comunidad-arqueólogos/as; una arqueología que acompaña las expectativas que genera con su accionar pero que busca sobre todo, respetar un ritmo que permita el discernimiento y explicitación real de los intereses y voluntades de las partes (Taboada et. al 2013). De este modo, nuestro interés por desarrollar vías que nos permitan establecer modos respetuosos y no violentos de actuar y vincularnos con las personas e instituciones, con las cuales nos relacionamos en el marco de nuestras investigaciones, nos condujo a analizar (entre otras cosas) las representaciones locales que algunos pobladores e instituciones de Ampolla poseen en relación al patrimonio arqueológico o en sus términos, a las "cosas de indios". Esto a su vez, nos condujo a interrogamos qué se entiende por patrimonio arqueológico cuando se trabaja en contextos locales, en donde ya existe un patrimonio construido socialmente por la comunidad, independientemente de la construcción legal y científico-académica. La metodología adoptada para llevar a cabo nuestro propósito, consistió en abordar las prácticas discursivas a partir de las cuales algunos pobladores e instituciones de la comunidad de Ampolla, configuran sus explicaciones sobre el pasado prehispánico local y sobre aquello, que desde nuestra perspectiva denominamos patrimonio arqueológico. Para ello, nos valimos de información recabada en talleres, reuniones y entrevistas.

Representaciones locales en torno a las materialidades arqueológicas Nuestra búsqueda persiguió la necesidad de conocer y comprender más sobre las formas locales de narrar y representa el pasado, atendiendo a los modos y lógicas particulares de relacionarse con el pasado (con lo prehispánico), y más específicamente, y con las materialidades arqueológicas que remiten a ese pasado. Es necesario mencionar que entendemos a los relatos transcriptos más adelante como variables y dinámicos, pues somos conscientes de que no existe tal cosa como el discurso o los discursos, ya que creemos que los mismos son contingentes y que varían en función de qué, cómo, dónde, cuándo y a quién se los decimos. Consideramos también a las prácticas discursivas como marcas de un proceso personal y colectivo de construcción y significación. Por este motivo y, si bien hacemos hincapié en las experiencias subjetivas, que posicionan a los sujetos en una triple relación: con ellos mismos, con otros y con lo arqueológico, pensamos también que los discursos enunciados por ellos, ponen de manifiesto determinados discursos que operan a escala social. 129

Específicamente, para abordar las prácticas discursivas se realizó un análisis de tipo discursivo-semántico; se elaboró una matriz de datos cualitativa con información procedente de 27 entrevistas y también recabada en talleres y reuniones. De esta manera, el análisis de toda la información de base, volcada a la matriz de datos, nos permitió identificar diferentes tópicos y matrices discursivas. Por otra parte, el análisis se limita a los relatos analizados y no pretende hacer extensivos sus resultados más allá de ellos. Se circunscribe a los discursos trabajados, y los considera significativos como marco para comenzar a entender más acerca de los modos locales de narrar y representar el pasado.

Las materialidades arqueológicas en el discurso de los Ampollenses Los pobladores de Ampolla reconocen ciertas materialidades (morteros, tinajas, hachitas, etc.) y las vinculan a los indios, al espacio vivido y a su cotidianeidad. "y si, siempre se hallaban tinajitas enterradas, las ollitas así, chiquitas que estaban enterradas…ahora ya…ya por los yuyos…por donde quiera sabía haber tejas así (…) unas tinajas antiguas eran unas tejas con dibujitos (...) claro, tenían muchos dibujitos…eran una teja diferente (...) no ya no…pero por ahí tiene que haber" (E10). Algunos pobladores locales comentan que les gusta recoger y conservar cosas de indios cuando salen a caminar, también refieren a prácticas de excavación realizadas por otras personas: "claro si fui ya, y yo soy muy caminador a mí me gusta andar, la mejor reliquia que me gusta son cosas indias, andar viendo, la macana es que yo las daba a las hachitas" (E12). "si, sabe que, a veces vienen los chicos y las sacan, las sacan y las tienen un día uno también las habían llevado para Bs. As." (E5). "ah, así se encontraban antes, la gente de antes, encontraban así cavando, decían que encontraban tinajas así (…)" (E3). En este sentido, la "circulación" de materialidades arqueológicas se produce mayormente en forma de regalos que los pobladores locales obsequian a parientes y amigos radicados en Bs. As., y en menor medida se produce a partir de la apropiación por parte de extraños o visitantes. Algunos pobladores enfatizan positivamente la "herencia" dejada por los indios, así como también sus prácticas, y su capacidad para reproducir la vida a través de su trabajo. "(…) dicen que es trabajo de los indios porque antes que molían ahí, con otras piedritas, molían maíz, el ají del campo, lo molían ahí (...) trabajaban y mucho ahí en los morteritos (...)" (E5). “y los indios dicen que ahí molían (en los morteros cercanos a las Piedras Pintadas) pa el locro …dicen que los indios trabajaban ahí hacían la comida, charqui harían" (E3). También destacan las propiedades tecnológicas de las “cosas de indios”: "claro en esas tinajas, en esos años no había heladera no había nada, vos ponés agua en esas tinajas y por más calor que haga…40 grados…y el agua está fresquita" (E15). "creo que mi abuela también trabajaba en eso, por ahí me contaba que había una parte donde había tierra roja, y que esa tierra roja ellos hacían el barro, la quemaban, no sé cómo hacían el barro y después armaban las ollitas y después las horneaban, así me contaban" (E22). Aun cuando existe una valoración positiva de la forma de vida de los indios, los pobladores consideran que aunque ellos y los indios han habitado en el mismo espacio, la forma de vida que ellos tienen actualmente es más civilizada. A veces esto se manifiesta en la idea de que los indios eran forasteros y ladrones que gustaban de pelear y robar. Por otra parte, los saberes locales sobre el pasado están presentes en las representaciones sobre los indios, y en el conocimiento y reproducción de algunas de las prácticas realizadas por ellos en el pasado: "y…nos mandaban a traer agua y en los morteritos en tiempos de algarroba y teníamos una piedra como una manito…eso sabíamos moler nosotros y hacé la ñapa (…) claro, nosotro sabíamo moler…" (E18). "si, viera las frazadas que hacía (su abuela materna) con un telar, (…) esas pinturas, esos colores de los hilos, ella los teñía con esas cosas de las plantas (…) ella los preparaba y hacía los colores (...) son como incaicos, no sé…son como los que hacían antes los indios…"(E25). "no, si sabe haber pedazos de tejas (…) y pedazos de tejas me acuerdo yo nomás, a veces no le daba importancia (…) claro que en los arroyos así, donde hay planchas de piedra, están esos morteritos de piedra que no sé quién los haría, también deben ser cosas de…todos opinan que lo deben haber hecho los indios, porque quien más, yo cuando lo he conocido ya era así no?" (E2). "había manitos de mortero también, se han perdido, se las han llevado (...) claro, para moler cualquier cosa, sal o ají, y se las han llevado" (E14). 130

Los pobladores le otorgan varios sentidos y significados a las "cosas de indios": emotivo, identitario, científico, turístico, etc. La mayoría lo hacen desde un conocimiento no científico, aún cuando realizan actividades tales como excavar, experimentar y guardar. Esto muestra que las distintas formas de relacionarse con el patrimonio arqueológico, no son competencia exclusiva de los arqueólogos (Londoño 2003). "antes las piedras eran blandas…hay pocitos abajo, y eso dicen que cuando la piedra era masa, los indios dicen que hacían los pocitos, los formaban ahí (...) y porque dice que la naturaleza era blanda y quedaron los pozos, hay como trece pocitos ahí (...) allá mire, ahí en ese cerrito ahí, un hermano mío a hallado una tinajita cavando así, por sacarla (…) la ha quemado, no tenía nada porque no tenía moneda, porque antes tenían monedas (…) en Ovanta" (E11). "y los morteritos ahí, hay muchos < los que están localizados debajo de las Piedras Pintadas>, son pocitos que ellos tenían para… como trece o catorce, y dicen que los indios antes hacían la piedra, la hacían así con otra piedra y sacaban fuego" (E6). "si, yo sé que él tenía tinajas, pero ahora no las veo más, así que debe ser como él dice que se las han llevado…o a veces hacen eso que para enseñar lo del pueblo se las llevaban y lo mejor no le devolvían, no sé (...) pero yo eso acá nunca he visto, por eso le digo, que no sé si los abuelitos no habrán prestado atención en eso, no sé" (E13). Por otro lado, y a diferencia de las materialidades reconocidas (hachitas morteros, puntas, ollas, etc.), existen otras tales como los sitios con representaciones rupestres que los pobladores vinculan a la salamanca y a los indígenas que habitaron la zona en el pasado, que les causan temor y problematizan con su misma presencia el entramado de las marcas étnicas locales como huellas estigmatizadas y demonizadas. De esta manera, pensamos que las representaciones locales muestran un poder latente para simbolizar el silenciamiento del “indio no tan muerto”, a través de su vinculación con distintos espacios y/o fenómenos considerados prohibidos o tabú. La visión fantasmagórica y espectral de indios, la aparición de seres tales como duendes, fantasmas y luces extrañas, así como también de espacios prohibidos (Salamancas), asociados a sitios arqueológicos como lugares que infunden temor, permiten de alguna manera hablar de marcas y huellas que evocan un pasado indígena no tan muerto, que se concretiza en el presente, a partir de diferentes relatos asociados a lo indígena y a lo arqueológico. En este sentido, ciertas materialidades tales como los sitios con representaciones rupestres y las oquedades y cuevas, en donde los pobladores consideran que en el pasado vivieron los indígenas, son asociadas a estos lugares sobrenaturales: "(…) en las piedras pintadas, (…) nosotros nos sabíamos subir ahí, los más pícaros nos asustaban escondidos(…) decían qua había fantasmas de los indios (...)en muchas partes dicen que hay, por acá por el lado de Salauca, una Salamanca (...) yo que sepa, me explican que en una salamanca de noche se escuchan guitarras, bombos y todo y nadie llega, nadie llega, (...) nadie se anima, porque escuchan y sienten lo que no tienen que escuchar ni sentir, porque es mucho, no sé, salamanca le dicen, para allá, para el lado de allá también había otra salamanca y de ahí, en ciertas partes…(...) más allá…para la sierra, más arriba, por allá, por la otra ruta del Alto, los indios buscaban los cerros más altos porque querían ver todo" (E6). Aún cuando no hemos indagado en profundidad en este tema, la referencia por parte de los entrevistados en torno a estos lugares temidos y a su vinculación con lo indígena, desencadenó en nosotros la necesidad de reflexionar someramente acerca del importante papel que los mismos ocupan en las representaciones locales actuales, y acerca de cómo participan en una compleja trama de significaciones que combinan a su vez diferentes elementos (luces blancas, apariciones y fantasmas de indios, duendes, enanos, espantos), y temporalidades (pasado y presente en un continuum). Estudios recientes sobre la Salamanca desarrollados desde perspectivas históricas (Farberman 2005) y antropológicas (Grosso 2008) en relación al noroeste aportan nuevas formas de ver y entender este fenómeno tan comúnmente difundido en todo el noroeste de nuestro país. Los discursos en torno a la Salamanca (la mestiza, la indígena, la de antes, la de ahora) han sido pocas veces considerados por la arqueología como “datos” a la hora de evaluar las narrativas locales y las significaciones y valoraciones existentes en torno a lo indígena y a los sitios arqueológicos. Desde nuestra perspectiva, estos discursos en torno a la Salamanca y a eventos y seres sobrenaturales, encierran gran potencia para entender las formas de narrar y representar el pasado (y el presente) y de vincularse con lo que nosotros denominamos patrimonio arqueológico. Cabe la pregunta: ¿de qué manera estas significaciones influyen en las representaciones acerca del pasado y de las materialidades? ¿Pueden o deben ser tenidas en cuenta en los procesos de planificación y gestión? Para pensar.

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El discurso de la escuela y de los docentes en torno al "patrimonio arqueológico” Tanto los maestros como el director de Ampolla, si bien no son oriundos del paraje de Ampolla, sí lo son de localidades cercanas o de otras provincias vecinas (Tucumán, Santiago) pero residen de manera permanente en estas localidades. Allí viven y se trasladan todos los días hasta Ampolla. De esta manera, y aun cuando ninguno de los docentes vive en el paraje, saben que tanto en Ampolla como en muchas de las localidades donde ellos viven, existen "cosas" pertenecientes a los indios que habitaron la zona en el pasado. El conocimiento de estas materialidades proviene del contacto con los mismos en su vida cotidiana, como así también de lo que les cuentan algunos pobladores, y alumnos de las escuelas en donde enseñan. "bueno, yo conocí el lugar , cuando vine a trabajar a esta escuela hace muchos años, y es así que conozco y sé lo mismo que saben todos, porque es algo que se repite ehh…Al no haber nada escrito entonces uno toma conocimiento por lo que dice la gente, y conocí el lugar también, fui con los chicos así de la escuela" (E8 -maestra). "me ha surgido porque sabía que era algo hecho por los indios, por indios no es cierto? Y que era cosa de los indios, y los que venían ahora era otra gente y quería ver de que eso es patrimonio de ellos, no lo ha hecho gente de ahora" (E9 - maestro). El mismo maestro nos decía también que "lo que es de aquí y lo que ha sido de los antepasados" se ha ido perdiendo debido a que los pobladores locales desconocen el "valor" de ese patrimonio, y por esa razón contribuyen a su pérdida, regalándolo o permitiendo que gente de afuera se lo lleve. En relación a esto nos decía: "(…) hace un año atrás o dos ha venido gente de afuera y ha ido a las piedras Pintadas, han visto ahí, y queríamos mostrar algo…cuando vamos a buscar no tenemos nada, no hay nada, nos dice la gente si había pero que hemos llegado tarde, se lo han llevado a otro lado (…)" "(…) ya no queda nada en el pueblo”, “porque todo se regala”, o “ se lo llevan los que vienen (…)", "(…) y resulta que dejan llevar claro…por desconocimiento (…)" ,"(…) aquí o sea la gente no tiene idea… no tiene conciencia o…no le ha dado importancia que tiene esto porque…se han llevado muchísimas cosas de aquí (…)","(…) que podrían haberles servido en este caso a ustedes y servir a la comunidad, porque a veces nosotros también de aquí…es lindo mostrar lo que…lo que hay (…)" (E9 - maestro). "Yo que no tengo ningún permiso correspondiente puedo venir…puedo ir…eh…si encuentro algo me lo llevo a mi casa, aquí…o sea nunca ha habido un control (...) el municipio están en otra ¿no es cierto que nada que ver con esto? (...) entonces que ellos se encarguen de hacer lo que…de dar los medios para que ustedes trabajen, para que estén el tiempo suficiente y que no les falte nada para hacer ese trabajo (...)”(E9). Podemos notar que si bien el discurso del docente representa una enunciación subjetiva, al mismo tiempo puede estar representando también un discurso para otros (investigadores, director), debido principalmente a que subyace en su discurso la existencia de otros discursos tales como los discursos conservacionistas y proteccionistas sostenidos por los arqueólogos, frente a los cuales sienten la necesidad de manifestar su colaboración, acuerdo y compromiso. Por otro lado, los docentes manifiestan cierto desconocimiento en relación a la historia de los indios que habitaron la zona en el pasado, es decir no manejan información etnohistórica o arqueológica en relación a estos grupos. La información que poseen proviene de lo que les ha contado la gente del lugar. Sostienen además que una manera de acceder a un mayor conocimiento, podría ser a partir de lo que sabe la gente de más edad. Sin embargo, señalan que es cada vez difícil conseguir esta información, porque quedan pocas personas grandes, y porque la transmisión de conocimientos de generación en generación se ha ido perdiendo: "generalmente dicen que son los indios pero no dicen qué indios porque nunca se ha ahondado (…) no en nombre, quienes han habitado aquí, en que época, porque siempre ha sido…generalmente hay gente joven ahora ¿no es cierto? Salvo que este tu abuela que te puede hacer un referente sobre eso, porque tiene más edad, puede informar, puede saber más que es lindo que ustedes los tengan, los relatos de ellos, porque ya quedan tan pocos y que por ahí uno va ahora a gente joven y no te cuentan “no, me han contado” estos capaz que hayan vivido, que hayan tenido oportunidad de saber algo más" (E8). Este hueco que mencionan los docentes en su formación en relación a la historia local desde una perspectiva "científica", puede deberse tal como ellos mencionan, a la escasa producción científica que existe para la zona (y quizás también al ininteligible lenguaje empleado por los arqueólogos en la poca que existe), pero también a que ellos han privilegiado desde la escuela el conocimiento local para acceder a esa historia, dejando de lado el científico. Aún antes de nuestra llegada, es decir previo a los trabajos desarrollados por el equipo de investigación, desde la escuela se habían venido desarrollando actividades que denotaban un gran interés por abarcar 132

temáticas referidas al pasado prehispánico de la zona, y que se orientaban a recuperar y revalorizar "lo indígena" a través de diferentes acciones, tales como la escenificación en el espacio físico del sitio con arte rupestre Las Piedras Pintadas, de una representación dirigida por los maestros y protagonizada por niños de la escuela de Ampolla abordando la temática de la ocupación de los indígenas en la zona. En relación a otras iniciativas una maestra nos decía: “acá hemos preparado una exposición (cuando se realizó una actividad en la cual participaban todas las escuelas del dpto.), por ejemplo de tejidos, este, habían mostrado mucho de piedra, piedra así de distintas formas que la gente tiene en las casas (...) y las prestaban (...) yo estaba encargada de eso así que yo iba llevando el registro de lo que me daban y el nombre de la persona para poder después… y…trajeron las tinajas…también, también se ha expuesto y en esa oportunidad fueron, toda la gente de los que venían en la delegación ahí al lugar y el maestro estuvo encargado de hacer como una representación del pasado, (...) si, había tinajas, piedritas (...)si, si, si, (hachitas) claro, todo lo que era curioso, por los colores, por las formas…hubo también tejidos, de trenzas en cuero" (E8 - maestra). Cabe interrogarse acerca de este interés que manifiestan los docentes en relación a que los alumnos (y sus familias) reconozcan y valoren lo indígena, y lo incorporen como un rasgo distintivo de la identidad local, y lo que algunos de los pobladores relatan sobre el rechazo y negación de la identidad indígena. Esta línea de investigación merece ser profundizada con más detalle en otra oportunidad. Por otro lado, hay que tener en cuenta también que el discurso de los docentes se construye en sus relaciones con otros elementos del discurso educativo: su posición jerárquica frente a los estudiantes (como depositario del conocimiento), su posición como miembro/no miembro de la comunidad local, su posición en relación a otros pares (docentes) y en relación a sus superiores (director, supervisora), su posición frente a los arqueólogos, etc. En relación al sitio con representaciones rupestres, a su apertura al turismo, y a la responsabilidad de la dirigencia política en cuanto a su protección y activación patrimonial, algunos pobladores nos decían: "algunas veces se ha hablado para que el intendente haga como un lugarcito turístico ahí , eso sí ve, no es que nosotros pensamos que tenemos explotarlo solo para nosotros, no, eso ya no (…) y eso ya no sé , porque eso ya depende de la municipalidad". (E11). “han hecho como folletos de turismo…todo con la intención de que la municipalidad para empezar, y el Concejo Deliberante o algo se le dé la posibilidad de que se lo conozca al lugar…que se lo restaure, que se le dé una forma… no digo que sea turístico, pero algo para que la conozcan al menos (...) y después no sé en que quedó el folleto (...) y había un concejal que decía que se la restaure, que se la prepare como lugar turístico…estaría bien eso, porque es lindo que se conozca la zona…eh…tanto no digo como lugar turístico, pero…(...) pero, por ahí mejoraría un poco la cultura del pueblo…pienso yo" (E22). “(...) nosotros estábamos por hacer con el profesor de tecnología como tipo un museo, con las cosas, acá preservar las pieza, porque son importantes, y que desde la municipalidad se le dé, por ejemplo a los alumnos que egresan del noveno año como una beca, para que sigan estudiando y a la vez cuiden el patrimonio del pueblo (...) aparte puede fomentar el turismo también, no digo grandes cantidades pero…" (E26). Por otro lado, algunos miembros de la escuela nos comentaban: "no tenemos ni Delegado acá, (…) yo vivo peleando con el Intendente para que haya un delegado al menos" (director de la escuela). "nosotros cuando hablamos con el Intendente, si, teníamos el apoyo de él (para hacer el museo) pero él quiere en Bañado (risas) y bueno ahí ya no, nosotros ya no, dijimos no, que deje nomas entonces, él decía si yo puedo, pero si lo hacen en Bañado, y nosotros no queremos, si a nosotros lo que nos interesa es acá (…) claro, nosotros ya para que las cosas queden acá, era tomar la parte esta del frente, que nosotros mandamos en fotos, más o menos los espacios, las medidas, todo eso" (director de la escuela). "y sería importante porque esas son las huellas que hay en la zona del pasado, y sería importante que eso se proteja y que se dé a conocer y se difunda (…)porque sería la…ya que no hay otro tipo de atractivo acá, sería como para explotar el turismo acá, quizás eso permita ingresos a la gente del lugar, que pueda hacer algo, las artesanías (...) si, si ,si, se podría como promocionar eso, y tendrían así como digamos, un ingreso, una ayuda en la parte económica" (E8 - docente). "no hay quien las cuide o sea…no sé si habrá ido (...) habrá visto con aerosol que han escrito…han ido borrando, se ha ido perdiendo eso porque no…como le digo yo…puedo venir…ir y escribir lo que se me ocurra o dejando mi nombre, cosa que no tienen idea de lo que representa, lo que es, entonces no lo han sabido cuidar ni las autoridades ni la gente misma del pueblo" (E9 - docente). Resulta interesante observar aquí, que la mayoría de los entrevistados adjudican tácita y/o explícitamente la responsabilidad en cuanto a la protección, conservación y puesta en valor del sitio arqueológico al intendente y no a los arqueólogos. 133

Los qué, para qué, y de quién del patrimonio arqueológico En nuestro país, la noción de patrimonio arqueológico que usamos desde la academia y/o desde el ámbito legal, nada tiene que ver con aquella que vivencian los actores sociales de las comunidades locales con las cuales trabajamos. Desde nuestra perspectiva, estas distancias y abismos conceptuales y vivenciales, constituyen un campo propicio para reflexionar acerca de esta dicotomía: universal vs. local. Tal como han planteado algunos arqueólogos, el sentido del patrimonio cultural es histórico y descansa en las visiones del mundo; por lo tanto, hay muchas concepciones de patrimonio. La concepción estatal del patrimonio, a la cual adhieren los arqueólogos, es solo una entre varias y no puede ser impuesta sobre las demás sin violencia simbólica o, como es el caso de las leyes sin violencia tangible y directa (Gnecco 2004). En este sentido, y corroborando la violencia ejercida desde el ámbito legal y científico, un entrevistado de la comunidad de Ampolla nos decía: "(…) el miedo de la gente (…) no es en cuanto a… yo les digo vengan y lo mostremos acá (a las piezas u objetos arqueológicos) y se lo llevan a la semana, la gente tiene miedo (…) por ejemplo, a que uno lo traiga y que vengan y que digan ah… "esto es patrimonio arqueológico", no lo puede tocar, no lo pueda llevar, listo queda acá, o me lo llevo por ejemplo (…)" (director de la escuela, 2010). Esta inminente violencia ejercida desde lo estatal y desde lo académico, plantea una necesaria revisión, concienzuda y crítica, de todos los cimientos sobre los que se estructuraron el derecho y la ciencia en nuestro país, con el objetivo de encontrar caminos alternativos en los que polifonía, no sea una mera cuestión retórica. Ahora bien, llegados a este punto, y antes de continuar nos parece necesario reflexionar sobre algunos interrogantes, formulados por algunos arqueólogos hace más de dos décadas atrás: ¿Qué es el patrimonio arqueológico?; ¿Significa lo mismo para los arqueólogos y el Estado?; ¿A quién le pertenece? ¿A los arqueólogos? ¿Al Estado? ¿A las comunidades? (Delfino y Rodríguez 1991). En relación a la primera pregunta, ¿qué es el patrimonio arqueológico? Coincidimos con Gnecco, cuando sostiene que el patrimonio no es algo dado ni heredado, sino que es una construcción histórica y situada, es decir que no es universal sino históricamente localizada y culturalmente específica (Gnecco 2004). En lo que respecta a nuestro país, la Ley Nacional N° 25.743 en su Art. 2, lo define de la siguiente manera: Forman parte del Patrimonio Arqueológico las cosas muebles e inmuebles o vestigios de cualquier naturaleza que se encuentren en la superficie, subsuelo o sumergidos en aguas jurisdiccionales, que puedan proporcionar información sobre los grupos socioculturales que habitaron el país desde épocas precolombinas hasta épocas históricas recientes (Ley Nacional N° 25743). Estableciendo además en su Art. 56 lo siguiente: Las universidades nacionales y entidades científicas de reconocida trayectoria en la investigación arqueológica y paleontológica acordarán con la autoridad de aplicación de esta ley las funciones de protección y difusión del conocimiento sobre el patrimonio arqueológico y paleontológico. Estos acuerdos deberán asegurar a las universidades nacionales y entidades su participación en la evaluación y administración de concesiones, designación de veedores, diseño patrimonial, su preservación y control (Ley Nacional N° 25743). Podríamos decir entonces que en el contexto argentino, el patrimonio arqueológico existe en función de que existen leyes y normas que lo definen y regulan; actores e instituciones que lo controlan, y especialistas que se atribuyen el derecho y la autoridad de asumir propiedad sobre el mismo, propiedad para decir y hacer sobre él con legalidad, frente a la ilegalidad manifiesta de los "otros" que quedan alienados, al verse oprimidos por las leyes que les dicen cuál es el patrimonio, y cuál no. En este sentido, e intentando esbozar una respuesta a la pregunta referida al significado atribuido al patrimonio por los arqueólogos y el Estado, y por las comunidades (indígenas, locales, etc.), consideramos que el significado atribuido por los dos primeros responde a una visión coercitiva y estática en el tiempoespacio acerca de lo "patrimonial"; frente a una noción recursiva y dinámica, estrictamente relacional, que las comunidades construyen históricamente en el espacio-tiempo. Ahora bien, nos preguntamos ¿qué se entiende por patrimonio cuando se trabaja con comunidades?, en donde ya existe un patrimonio construido socialmente por ellos, independientemente de la construcción legal y la científico-académica. Muchas comunidades (sin especificarlo conceptualmente) y, simplemente porque así lo viven, entienden el patrimonio relacionalmente como múltiples "cosas" que hacen a la memoria, a la identidad, a los relatos, a las anécdotas, y a los recuerdos constitutivos de la condición de materialidad de las cosas arqueológicas. Es más, incluyen en esa construcción patrimonial, distintos lugares, objetos y personas que se encuentran vinculadas a las cosas que valoran como patrimoniales. Desde nuestra perspectiva, podríamos hablar de por lo menos de cuatro dimensiones comprometidas en esto, que las leyes y la ciencia no avalan: 1) la experiencia vivida (en muchos sentidos: lo emotivo, sentimental y psicológico); 2) la 134

biografía o historia social de las cosas a las que aluden como patrimonio; 3) las cosas y lugares como redes de relaciones; y 4) el estar en el mundo en relación a esas cosas. De estas dimensiones, tanto las leyes como la ciencia no solo no dan cuenta, sino que además las amputan, invaden, alienan y destruyen. Tal como lo expresa Londoño, “con la distinción entre excavaciones legales e ilegales, que tiene pleno sentido desde el punto de vista político (pero no antropológico), el Estado se expresa como un artefacto que, según sus dimensiones materiales, prohíbe ciertas formas de excavación y promociona otras. Dichas prohibiciones, que se ejercen por medio de los sistemas de represión, permiten que se naturalice la arqueología como una práctica “normal”, estable, no contingente, para hacer excavaciones que buscan materialidades. Cada excavación legal, que funciona como rito de producción de lo “arqueológico”, materializa un punto de referencia que sanciona otras formas locales de acercarse a las materialidades del pasado” (Londoño 2012: 211). Esto no quiere decir que validemos el hecho de que cualquier persona excave o manipule restos. No proponemos que el Estado deba renunciar a la protección y salvaguarda de las materialidades arqueológicas. Sin embargo, si sugerimos, que es tiempo de que el estado y la ciencia replanten su lugar privilegiado de enunciación en relación la definición y el tratamiento del patrimonio arqueológico (Londoño 2003). Un modo de lograrlo sería que los textos jurídicos (y las prácticas) contemplen otras miradas, significaciones y formas de relacionamiento con las materialidades arqueológicas. Para ello sería necesario en primer término, que las investigaciones arqueológicas apuntaran a conocer más acerca de ese tipo de relaciones y en segundo término, que durante el tratamiento de las leyes vinculadas al patrimonio arqueológico, se incluyera a representantes de comunidades locales, indígenas, campesinas y de la sociedad civil, que pudieran aportar desde su lógica propia. Siguiendo con nuestra argumentación, no solo el tratamiento y definición de lo que se considera arqueológico queda en manos del estado y los especialistas, sino que asimismo, los únicos legitimados por la ley nacional para ejercer la protección, difusión y administración sobre el patrimonio arqueológico son los especialistas (arqueólogos) y el Estado. ¿No resulta violento hablar de decomisos cuando las personas que viven en Ampolla y en otros parajes vecinos desconocen que los restos y/o piezas que ellos tienen son del estado y que hay una ley que regula su protección? ¿Resulta legítimo hablar de multas cuando jamás tuvieron el asesoramiento legal y/o técnico necesario a los fines de poder dar cumplimiento a la normativa antes citada?, ¿podemos tildar de ilegales ciertas prácticas tales como la circulación de objetos al interior/exterior de la comunidad que revisten cuestiones afectivas? ¿Cómo hacer para decirles que esa hachita, ollita o morterito que ellos tienen y que les obsequió su abuelo o que ellos o sus padres encontraron (en el camino o en el río) no es de ellos sino que es del Estado y que por ese motivo deberían estar exhibidos en los museos provinciales? Nos preguntamos entonces ¿es posible o deseable articular la noción legal y académica del patrimonio con los intereses, sentires y expectativas locales sin violentar las relaciones ya existentes con las materialidades arqueológicas?, aún a sabiendas de que esta articulación inevitablemente impondrá nuevas dinámicas y formas de relacionamiento. La mayoría de las personas con las que nos relacionamos, desconocen las prescripciones que el discurso legal impone. Sus relaciones con lo arqueológico como cosas que eran de los indios, muchas veces vinculadas a mitos y leyendas (salamanca, tesoros, enfermedades), pero sobre todo como cosas que están ahí, insertas en el paisaje cotidiano y que movilizan sentimientos, intereses y necesidades, ponen en entredicho la definición legal y científica del patrimonio, y nos obligan a pensar en marcos más amplios que incluyan este tipo de definiciones y relaciones, y que permitan articular acciones que tengan en cuenta las significaciones existentes a nivel local.

Reflexiones finales Para finalizar diremos que gran parte de los pobladores de Ampolla construyen sus sentidos en torno a las materialidades arqueológicas, combinando diversas dimensiones, resemantizando experiencias cotidianas y resignificando al mismo tiempo, sentidos emanados desde otros discursos hegemónicos, tales como el estatal y el académico. A grandes rasgos, podemos afirmar que el patrimonio local es significado por la comunidad como objetos o materialidades que son parte constitutivas de sus experiencias y vivencias, de las biografías propias de esos objetos, de los objetos como redes de relación y de su cotidianeidad en relación a esas cosas. Sin embargo, existe también para algunos, un significado que va más allá de lo cotidiano y que tiene que ver principalmente con aquellas mejoras económicas y sociales, emanadas del manejo y gestión de esos objetos y materialidades. Desde este punto de vista, el patrimonio se constituye como una alternativa "emergentológica", una solución a problemas económicos y sociales de larga data. 135

Por todo lo antes dicho, consideramos que si bien la noción de patrimonio arqueológico ha sufrido transiciones a lo largo del tiempo, éstas siempre han ido de la mano de sectores sociales hegemónicos (especialistas y Estado), que se han encargado de definirlo, conservarlo, gestionarlo, y de establecer los criterios y modos legítimos de participación. Las comunidades locales han sido incorporadas a este esquema como meras receptoras pasivas, pues sus formas de concebir, definir y sus necesidades no han sido tenidas en cuenta. Cabe preguntarse entonces, sobre el alcance de la definición oficial que ciertos organismos pregonan en torno al patrimonio, a partir de la cual, en teoría es de todos pero solo unos pocos son los elegidos para definirlo, protegerlo y controlarlo. Estas visiones hegemónicas del patrimonio niegan y excluyen otras; validándose un modelo único sobre los demás, que deslegitima la pluralidad de formas de relacionarse con ese patrimonio. A partir del discurso proteccionista que promueve el Estado, el patrimonio es primeramente un bien que debe ser investigado, conservado y protegido únicamente por los especialistas, en detrimento de otras miradas, que quedan alienadas ante las recomendaciones y prescripciones legales que les dicen: “qué cosa es patrimonio, si se lo puede tocar, si se lo debe cuidar”. Consideramos que un buen ejercicio, consistiría en reflexionar críticamente acerca de las herramientas técnico-jurídicas existentes en torno al patrimonio arqueológico, ya que si bien nos orientan, protegen y respaldan en nuestro hacer, muchas veces implican nuevas formas de colonización y dominio, que regulan y controlan otras visiones, y fijan las maneras correctas y legítimas de relacionarse con lo que nosotros denominamos patrimonio arqueológico, induciendo a las comunidades locales a incorporarse a esquemas estereotipados acerca del patrimonio, que desconocen trayectorias y epistemologías locales, y que en la mayoría de los casos dificultan ciertas acciones, incluso de parte de los especialistas, al surgir incompatibilidades entre criterios científicos y normativas legales, o entre perspectivas comunitarias y posibilidades legales existentes.

Notas 1. Bourdieu (1997). 2. Hobsbawn (1993). 3. Vale la pena aclarar que entendemos a las representaciones sociales como "sistemas cognitivos en los que es posible reconocer la presencia de estereotipos, opiniones, creencias, valores y normas que suelen tener una orientación actitudinal positiva o negativa, y que se constituyen, a su vez, como sistemas de códigos, valores, lógicas clasificatorias, principios interpretativos y orientadores de las prácticas" (Araya Umaña 2002:11). 4. En lo que respecta a los registros de observación y trascripciones de entrevistas quisiera aclarar que se buscó mantener el anonimato de agentes participantes. Por ello se asignó un código alfanumérico para cada entrevista. Solo algunas citas incluyeron la pertenencia institucional de los entrevistados. El formato del estilo tipográfico de todas las citas es “entrecomillado”, los cortes en la selección de fragmentos se indican entre paréntesis “(…)”, mis aclaraciones y comentarios se colocaron entre corchetes “< >”.

Agradecimientos Este trabajo fue realizado en el marco del Proyecto de Investigación Cuatrianual de Complejidad Máxima CIUNT 2008 -2013 26/G402 "Procesos locales e interacción regional entre las comunidades indígenas del piedemonte catamarqueño, la llanura santiagueña y los valles intermontanos. Arqueología, historia de las investigaciones, identidad y transferencia” dirigido por el Dra. Constanza Taboada.

Bibliografía Araya Umaña, S. 2002. Las representaciones sociales: Ejes teóricos para su discusión. Cuaderno de Ciencias Sociales 127. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Costa Rica. Bourdieu, P. 1997. Razones prácticas. Anagrama. Barcelona. Delfino, D.D y P.G. Rodríguez. 1991. Crítica de la arqueología “pura”: de la defensa del patrimonio hacia una arqueología socialmente útil. Centro de Estudios Arqueológicos y Antropológicos (CEEA). Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL). Guayaquil. Farberman, J. 2005. Las salamancas mestizas. De las religiones indígenas a la hechicería colonial. Santiago del Estero, siglo XVIII .Memoria Americana 13: 117-150.

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Gnecco, C. 2004. Arqueología ex céntrica en Latinoamérica. Hacia una arqueología de las arqueologías sudamericanas. Editado por A. Haber. Uniandes - Ceso, Facultad de Ciencias Sociales. Grosso, J. L. 2008. Indios Muertos, Negros Invisibles. Hegemonía, Identidad y Añoranza. Editorial Brujas y Encuentro Grupo editor. Córdoba, Argentina. Haber, A. 2011. El lado oscuro del patrimonio. Revista Jangwa Vol.10, N° 1. Hobsbawn, E. 1993. Naciones y nacionalismos desde 1780. Crítica. Barcelona. Ley 25743 de "Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico" Disponible en: http://www.inapl.gov.ar/renycoa/dec102204_reglaml25743.pdf Londoño. W., 2003. Discurso jurídico versus discurso cultural: el conflicto social sobre los significados de la cultura material prehispánica. Boletín Museo del Oro, 51. Bogotá: Banco de la República. http://www.banrep.gov.co/museo/esp/boletín.  2012. Los ritos de lo arqueológico: la excavación. Revista Maguaré. Vol. 26. Nº. 2, pp. 203-236. Taboada, C., S. Rodríguez Curletto y M. J. Medina Chueca, 2013. Las distintas caras y trayectorias de una arqueología comunitaria. Reflexiones sobre experiencias en Catamarca y Santiago del Estero. Ponencia presentada en el XVIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, La Rioja.

María J. Medina Chueca Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES) / Instituto de Arqueología y Museo (IAM), Facultad de Ciencias Naturales e IML, UNT, San Martín 1545. San Miguel de Tucumán, Argentina. [email protected].

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5 ¿Demolición o protección? Renovación urbana y experiencias ciudadanas de preservación del patrimonio histórico en la Patagonia Argentina. Neuquén, 19601960-1993

Nicolás Padín

Resumen La ponencia aborda la relación entre diversas operaciones de renovación urbana y los movimientos ciudadanos de preservación del patrimonio histórico ferroviario en la Norpatagonia argentina, entre 19601993, a través del análisis de dos operatorias: el Plan Área Centro y el Proyecto Parque Central. Tales proyectos ilustran la parábola desarrollada en el tardío siglo XX respecto a paradigmas urbanísticos y patrimoniales, desde un modernismo de tabula rasa, hasta aproximaciones al tejido urbano atentas a las situaciones preexistentes, evidenciando un creciente interés por la conservación patrimonial y la creación de espacios públicos, culturales y recreacionales. Se discute cómo las áreas centrales son el eje de ensayos de recualificación urbana, constituyendo una interesante plataforma para rastrear los modelos sociales y de ciudad en pugna subyacentes, vislumbrando los conflictos y resistencias generados por tales proposiciones de transformación del espacio urbano, poniendo en cuestión, entre otras cosas, el acervo patrimonial de una sociedad, ante la premura por la transformación material de la ciudad. Por último, se constata que la dialéctica entre Estado y sociedad civil respecto a la cuestión de la preservación del patrimonio cultural no es unívoca ni lineal. A contracorriente de lo que sugiere el sentido común instituido, en las experiencias analizadas el Estado ha actuado como catalizador de las transformaciones urbanas, poniendo en peligro el complejo ferroviario neuquino, correspondiendo a diferentes sectores de la ciudadanía la responsabilidad por pugnar por su preservación y puesta en valor. Palabras clave: Políticas públicas urbanas, renovación urbana, patrimonio histórico.

Introducción Las políticas públicas de renovación de la centralidad urbana desarrolladas en Neuquén, Argentina, durante la segunda mitad del siglo XX guardan una estrecha vinculación con el patrimonio histórico, en tanto las diversas 139

operatorias de intervención en la ciudad, situadas en su núcleo fundacional, han afectado y puesto en tensión dicho acervo material, constituido fundamentalmente por arquitectura ferroviaria. Los diferentes gobiernos provinciales realizaron una infructuosa búsqueda por configurar una nueva centralidad urbana para la ciudad de Neuquén, en el momento histórico de su máxima expansión espacial y demográfica. La realización de un ambicioso programa de renovación urbana en el área central fue pensada desde la óptica de la perentoria necesidad de crear un complejo público-privado de edificaciones e instalaciones de alto estándar arquitectónico que se pusiera a tono con la reciente jerarquía central que adquiría Neuquén, como centro urbano principal del área metropolitana de la Norpatagonia (Vapñarsky y Pantélides, 1987:40), entrando en tensión con el patrimonio ferroviario preexistente, en virtud de significar el despliegue de tales políticas de renovación la demolición o transformación radical de los fundamentos físicos que habían estructurado hasta ese entonces el corazón de la ciudad. El estudio de las vicisitudes de las políticas urbanas para el área central de la ciudad se realizó, en particular, a través del análisis de dos planes e intervenciones en el espacio urbano: el Plan Área Centro (PAC) y el Proyecto Parque Central, que supusieron modalidades novedosas de pensar e intervenir en la ciudad. Estas intervenciones funcionaron como un engranaje fundamental en las estrategias del Estado provincial para operar en el rápido proceso de expansión urbana acaecido en Neuquén hacia mediados de la segunda mitad del siglo XX. Los proyectos urbanos desempeñaron el rol de condensadores de sentidos y prácticas que articularon de manera conflictiva ideas urbanísticas, acciones y modos de intervención de los poderes públicos en el espacio urbano y en el patrimonio histórico, atravesados por lógicas de actuación de diversos actores sociales, con intereses diferenciados.

Sistema ferroviario y centralidades urbanas. Condicionantes y devenir en torno a ciudades de fundación republicana en Argentina Desde mediados del siglo XIX y durante buena parte del siglo XX, el ferrocarril ocupó un lugar preponderante en la sociedad argentina. No sólo como principal medio de comunicación de bienes y personas en la época de esplendor del modelo agro-exportador, sino como un dispositivo de integración geopolítica, en un orden estatal nacional en ciernes. Su importancia en términos de integración económica y política, no implica soslayar el estímulo que significó el tren como dinamizador de la vida social de extensas porciones de la geografía argentina. Si bien el tendido de la red ferroviaria se estructuró en función del comercio con el mercado mundial, marcando un sistema que tuvo como nota distintiva su disposición radial respecto al puerto de Buenos Aires, también operó como la principal vía de comunicación, alcanzando, al promediar la década de 1940, una extensión aproximada de 44 mil kilómetros en vías para el transporte de hacienda, carga y pasajeros, constituyéndose en la red de mayor extensión en América Latina. La creación de la red ferroviaria argentina, entre 1870 a 1914, a manos de capital extranjero, especialmente británico y francés, se correspondió con las directrices del modelo agroexportador, desempeñando un papel de primer orden en la transformación del territorio. Sin embargo, su distribución no fue simétrica, respetando las líneas de crecimiento férreo en relación a las necesidades de la economía primaria exportadora, orientadas “hacia afuera”. La llegada del ferrocarril a la Patagonia respondió a factores que trascendieron los intereses económicos, para situarse en un orden de causas geopolíticas, vinculadas a la ocupación del territorio y razones de defensa. Así, el arribo del tren a la Norpatagonia estuvo vinculado a políticas del gobierno nacional de producir una ocupación efectiva de territorios casi desconocidos, con posterioridad a la equívocamente denominada “Conquista del Desierto”. La conquista militar, a través de la guerra contra las sociedades indígenas, se imbricó con el trazado, construcción y tendido sobre los territorios recién conquistados del ferrocarril, representando una segunda avanzada civilizatoria. En el imaginario de las clases dominantes la llegada del tren a la Patagonia fue pensada como una continuación de la clave sarmientina de civilización y barbarie, presuponiéndose que “...la Conquista del Desierto fue llevada a cabo por el Ejército Argentino, la segunda, por el Ferrocarril del Sud...” (Rogind, 1937). En términos geopolíticos y coyunturales, la tensa situación política entre Argentina y Chile hacia fines del siglo XIX por un espacio con fronteras en pugna, y ante la posibilidad inminente de una guerra entre ambos países, inclinó al gobierno argentino a extender un ramal desde Bahía Blanca hacia el vértice de la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, con la finalidad de movilizar rápidamente al ejército (Favaro y Morinelli, 1993). En ese sentido, el ferrocarril desempeñó un papel central en la promoción territorial de áreas periféricas, actuando también como colonizador, explotador agrícola y como agente urbanizador. La génesis de la ciudad de Neuquén constituye un ejemplo revelador al respecto. La llegada del Ferrocarril del Sud determinó no sólo el surgimiento del núcleo urbano, sino la controvertida transferencia de la capitalidad del territorio de Neuquén (Favaro, 2004), dando inicio al lento proceso de orientación atlántica del espacio recién incorporado a la órbita nacional. La disposición de su estación e instalaciones tuvieron un impacto social, económico y territorial que 140

aun hoy conserva sus huellas indelebles en el trazado del tejido urbano, configurando un enclave decisivo en la configuración del centro de la ciudad, marcando, al igual que en otras ciudades de América Latina, una centralidad urbana fuertemente ligada a esta instancia fundacional. El impacto del ferrocarril en el área central de la ciudad, no obstante, generó a partir de mediados del siglo XX situaciones de creciente conflicto. Con la llegada del riel se configuró un complejo ferroviario que incluía una playa de maniobras, talleres, una estación cabecera y residencias para los empleados de la empresa británica, generando un gran espacio abierto en la ciudad (Figura I). La división de la ciudad en dos, a partir del paso del ferrocarril, produjo una multiplicidad de cruces que, a medida que el tráfico de trenes y vehículos aumentó, también lo hizo la competencia conflictiva entre estos medios de transporte. Hacia la segunda mitad del siglo XX, la tendencia general en el país al retroceso del ferrocarril, en detrimento del automóvil, provocó el abandono de innumerables instalaciones ferroviarias, convirtiéndose sus terrenos en incómodos espacios residuales. A partir de ese momento, se realizaron acciones gubernamentales en el ámbito nacional en torno al aprovechamiento de estos espacios, que en muchos casos quedaron en las zonas céntricas de las ciudades, constituyéndose en auténticas barreras urbanísticas. Ciudades como Rosario, Trelew, Santa Rosa y Neuquén, a partir de la década de 1980, promocionaron la realización de planes y concursos con el fin de convertir estos terrenos en grandes proyectos o parques urbanos (Liernur y Aliata, 2004:81), en consonancia con una línea de valoración y preservación patrimonial de las estaciones y la infraestructura ferroviaria, vinculando la mirada preservacionista con espacios e instituciones culturales como museos, cines y salas de arte.

Figura 1. Plano de la ciudad de Neuquén, ca. 1930. Fuente: Archivo Histórico de la Municipalidad de Neuquén. El proceso histórico de formación de la centralidad urbana en la ciudad de Neuquén se inscribe en esta disposición común a diversas ciudades latinoamericanas, en las cuales se registra una centralidad fuertemente ligada a la instancia fundamental. Por constituir el espacio de la ciudad de mayor antigüedad, el centro reúne la mayor cantidad de elementos que hacen a la identidad citadina: monumentos y lugares históricos, pluralidad de usos urbanos, diversidad morfológica, piezas arquitectónicas de escala y la mayor concentración de flujos de movimientos urbanos (Díaz Terreno, 2011). Entendiendo que las ciudades se constituyen históricamente en la larga duración, las áreas centrales conforman el ámbito privilegiado de proyectos urbanos y el sitio nodal donde se pone en tensión la dialéctica entre permanencia y cambio de las formas y usos sociales del espacio, al ser el área de la ciudad que condensa mayores usos e interés por parte de sus habitantes, convergiendo en ella procesos de carácter local, provincial, regional y nacional. En el centro, por tanto, se produce la mayor concentración de recursos económicos y políticos a través de la coordinación de actividades comerciales y de gestión, su accesibilidad privilegiada y la diferenciación simbólica del espacio. Sin embargo, las centralidades urbanas no son simétricas, dependiendo del tamaño, escala e importancia de las ciudades y del período histórico. Según Fernando Carrión, los centros históricos aparecen como objeto de análisis y de intervención ante la evidencia de su propia crisis. En este contexto, la crisis de la centralidad comenzó a ocupar un lugar destacado en las agendas de los gobiernos locales, como un espacio creciente de investigación por parte del urbanismo y la sociología urbana. Este fenómeno sucede cuando comienza un proceso de pérdida de las funciones centrales que los dotan de cualificación en el espacio urbano, producto de una mutación general de los patrones de urbanización que transitan de un modelo de urbanización concentrado, a uno donde la expansión urbana extiende sus bordes (Carrión, 2009). No obstante, el proceso de crecimiento urbano estilizado por el investigador ecuatoriano no se ha producido bajo idéntica modalidad en todas las ciudades latinoamericanas. El caso neuquino, como otros ejemplos, 141

plantea la necesidad de matizar el modelo dominante de análisis respecto a las centralidades urbanas en América Latina, por lo menos respecto a su periodización. La expansión urbana neuquina, desarrollada fundamentalmente en los ejes E-O y N-S, se caracterizó por que sus bordes mantuvieron, desde sus inicios, una fuerte dependencia funcional de la centralidad urbana. Esto se debe a la combinación de diversos factores: la acotada escala del conjunto urbano, su carácter de “pueblo chico” y los inconvenientes de la planificación estatal en crear centralidades secundarias, reforzaron la tendencia a situar en el área de mayor antigüedad y prestigio las funciones más relevantes. En este sentido, es necesario matizar la oposición sugerida por Carrión entre periferia moderna-heterogénea y centralidad fundacional antigua-homogénea, presentando para el caso neuquino variaciones. La periferia urbana capitalina se caracterizó por un perfil eminentemente residencial y mono-funcional, ligado a los sectores populares, reuniendo el área central de la ciudad la mayor parte de la inversión de los poderes públicos, constituyéndose en el locus de la modernización material. Esta descripción de la relación entre centro y periferia entra en tensión con la modelización tradicional de las ciudades de los países centrales, desarrollada de modo paradigmático por la Escuela de Chicago. En una caracterización clásica de la estructura social y espacial, el modelo de crecimiento de la ciudad bajo la forma de anillos concéntricos, tenía un esquema de ocupación del espacio urbano que marcaba una tendencia hacia fuera, a través de estrategias habitacionales de la población que buscaban evitar la decadencia de los distritos centrales. Se establecía, por tanto, una sucesión de zonas, desde el centro a la periferia, en franjas ecológicas que indicaban un aumento de las condiciones de habitabilidad a medida que aumentaba la distancia al centro. A diferencia de lo sucedido en las ciudades norteamericanas, en un proceso que evidenciaba, por un lado, tugurización y segregación en el centro, con pérdida de funciones vitales, deterioro edilicio, colonización de los estratos socioeconómicos inferiores (Wacquant, 2007) y, por el otro lado, la emergencia de barrios modernos y suntuosos con centralidades propias, en Argentina, el panorama urbano de sus principales ciudades como Buenos Aires, Córdoba y Rosario no se ajustó a esta situación, donde el centro ha logrado mantener su prestigio originario y la periferia sigue connotando mayormente el exilio en el tablero urbano, hasta las postrimerías del siglo XX. En Neuquén, siguiendo esta tendencia, se buscó rejuvenecer la porción más visible del conjunto urbano, que si bien constituía un poblado joven, evidenciaba claros indicios de deterioro edilicio, demandando una modernización de su imagen y funcionalidad. En el marco de tal concepción se buscó configurar un mojón de modernidad en una ciudad que iniciaba su proceso expansivo, aunque todavía mostraba como rasgos predominantes una estructura y morfología típicas de un “pueblo chico”, en transición a ciudad intermedia y núcleo del área metropolitana de la Norpatagonia. Desde el Estado se buscó permanentemente la renovación urbana del centro como una modalidad para evitar el deterioro de la ciudad y apostar a su modernización. El centro ocupó, por tanto, un lugar estratégico para los poderes públicos y el pensamiento urbanístico al ser el rostro de la ciudad, operando como la parte fundamental del todo urbano. Sin embargo, la pulsión renovadora por parte del Estado no provino simplemente de un afán cosmético de embellecimiento urbano, sino fue expresión de la dinámica de la ciudad, de los grupos sociales y el Estado (Castells, 1979). El problema de los centros urbanos proviene, en tal sentido, de una disyunción entre los ritmos de evolución del tiempo y el espacio en la ciudad; es decir, una evolución braudeliana lenta, cristalizada en determinadas formas espaciales y, una evolución temporal rápida, sometida a las transformaciones socio-históricas. En el marco de esta contradicción, se producen transformaciones en las funciones urbanas, en la misma estructura física, generando un desfase que demanda intervenciones complejas. La resolución de esta situación conflictiva impulsa acciones de diversas fuerzas sociales tendientes a resolverlas, de acuerdo a sus intereses, a través de la mediación del Estado. En Neuquén, las políticas de renovación de la centralidad urbana tuvieron como punto de partida el desfasaje entre las estructuras físicas ferroviarias y los nuevos usos urbanos que una ciudad en expansión requería. Asimismo, la reforma urbana del área central fue la piedra de toque de tentativas del novel Estado provincial por constituir estructuras físicas que propiciaran la modernización económica y social. Sin embargo, la renovación urbana neuquina no se caracterizó por un armonioso devenir, generando significativos conflictos entre los diversos sectores sociales en pugna por direccionar el sentido de la reforma. En tal sentido, su orientación fue el corolario conflictivo de la constelación de fuerzas sociales en pugna por su definición.

El complejo ferroviario de Neuquén. Planificadores, diagnósticos y proposiciones de un espacio en tensión En consonancia con el proceso de expansión espacial desarrollado en la ciudad de Neuquén, con límites que se corrían progresivamente hacia delante, en su área central se desplegaba un proceso diferente, aunque no desvinculado del fenómeno de crecimiento periférico mencionado. En el centro se producían, en efecto, 142

procesos de tentativas de remoción de los fundamentos físicos que habían ordenado el “corazón de la ciudad” en torno al espacio ferroviario. Durante la segunda mitad del siglo XX, el espacio ferroviario neuquino se transformó en un laboratorio de ensayos divergentes de transformación urbana. Estos ensayos marcaron formas disímiles de pensar la ciudad y de actuar sobre ella. A diferencia de las perspectivas tradicionales que imputan un escaso impacto de los planes en la constitución del espacio urbano, ellos constituyen una fructífera modalidad para dar cuenta de las diversas modalidades de modelar la ciudad en un momento dado, incidiendo en su constitución (Novick, 2000). Se sucedieron diversas proposiciones de renovación que, aunque tuvieron matices, todas reconocieron como denominador común al Estado Provincial como artífice y promotor del cambio urbano, como el catalizador de transformación del área central de la ciudad. El rectángulo ferroviario, localizado en el corazón de la ciudad de Neuquén, se transformó en un espacio de imaginación proyectual denso, de proposiciones urbanísticas divergentes que obligan a pensarlo por fuera de la evidencia de lo inmutable. Desde comienzos de la década de 1960, la cuestión de la transformación de los usos del espacio ferroviario se convirtió en un tema recurrentemente debatido en la agenda urbana, adquiriéndose conciencia el hecho que, como menciona un documento de diagnóstico de la época, la centralidad de estos proyectos de transformación significase: “…sin temor a exagerar podría afirmarse que el destino de la ciudad se juega en ellos…” dándose “…un hecho que no se repite en ninguna de las ciudades argentinas. La disponibilidad, potencial, en el corazón de su zona central, de un espacio de dimensiones excepcionales capaz de resolver la institución definitiva de un complejo de funciones terciarias de jerarquía, de sellar la unidad de la ciudad y ordenar su futuro crecimiento… Este dominio, por parte del interés público, del mercado fundiario en un área clave para la estrategia de desarrollo ordenado de la ciudad, para el refuerzo de su jerarquía, constituye una carta de triunfo que puede decidir el porvenir de Neuquén como centro nervioso, de control y de comando, de una gran región productiva…” (CDCyT, COPADE, 1974) El espacio en disponibilidad de veintiséis hectáreas, se constituyó para los elencos burocráticos estatales vinculados a la planificación territorial, en la llave maestra de las políticas de transformación urbana en la ciudad, en el nudo gordiano que al dotar de un orden previsible para el centro otorgaría, mutatis mutandis, cualificación y ordenamiento a una ciudad de crecimiento acelerado, con ausencia de efectivas líneas de legibilidad. Como tendencia común a diversas ciudades de fundación republicana en la Argentina, durante el último cuarto del siglo XIX, a partir de la implantación del ferrocarril se fue constituyendo el núcleo urbano primigenio de Neuquén. En conjunción con el eje transversal de la Avenida Argentina-Olascoaga se fue configurando la matriz de estructuración originaria del tejido urbano7. Una caracterización por funciones del área central de la ciudad permite identificar internamente diferentes zonas, esquematizables por orden de predominio en residenciales, comerciales, de servicios y las inherentes a la colonia ferroviaria. Este espacio no era social ni funcionalmente homogéneo, aunque las instalaciones y funciones ferroviarias rápidamente se constituyeron en uno de los ejes de estructuración de la incipiente ciudad. Precisamente, el ferrocarril funcionó tempranamente como un elemento fundamental de definición de la espacialidad urbana, escindiendo la ciudad en un “espacio isla” en norte y sur, o para decirlo en términos vernáculos en el “Alto” y el “Bajo” (Mases y Montes Le Fort, 2001). El Alto y el Bajo poseían una significación que emanaba de lo espacial para estar dotado de sentidos sociales y simbólicos específicos. En este sentido, el primero se constituyó en el espacio de las actividades gubernamentales, financieras, confesionales y de las profesiones liberales, mientras el segundo se destacó por su impronta mercantil (ramos generales, fondas, carnicerías, tiendas, hoteles, burdeles). Asimismo, el Alto al ser sede del poder político y espacio residencial de los estratos sociales superiores tuvo cierto aura de distinción y el Bajo, más ligado a lo comercial y a los sectores populares, tuvo una clara connotación plebeya. En el medio de estos dos espacios claramente diferenciados se situaban los terrenos de propiedad privada de la empresa del Ferrocarril del Sud (FCS), dando origen a una zona aislada o espacio isla en el centro, en el corazón de la ciudad. Un dato revelador fue la instauración a cargo del FCS, de capital inglés, de las célebres tranqueras que servían para controlar el tránsito de personas entre las partes norte y sur de la ciudad, evidenciando la férrea propiedad privada del sector. Fue el intendente socialista Amaranto Suárez, en 1937, quien ordenó derribar las tranqueras con el objeto de evitar su manejo discrecional. En efecto, durante su gestión al frente del municipio, se elaboró un proyecto para trasladar la playa de maniobras del ferrocarril. Con posterioridad, sin tener la función de circulación rígida y de control espacial-temporal de la ciudad, se instituyeron pasos a nivel destinados al tránsito automotor, perviviendo la escisión socio-espacial binaria de la ciudad hasta las postrimerías del siglo XX. 143

En una ciudad de dimensiones reducidas, el espacio ferroviario adquirió una fuerte centralidad no sólo por su función de comunicación, sino respecto a su incidencia en las sociabilidades y en los imaginarios que evocaba, como asimismo, por su función de diferenciación. De modo insoslayable, el espacio del ferrocarril se constituyó en una referencia obligada en términos urbanísticos. La extensión inusualmente grande de la estación en un poblado pequeño, causada por ser punta de rieles en el momento de su constitución y el movimiento de bienes y personas que generaba, hicieron que ésta se convirtiera rápidamente en un espacio social de encuentro de paseantes y vecinos, generando un importante movimiento social y comercial. La estación ferroviaria neuquina se constituyó en el emblema de la avanzada civilizatoria en el páramo patagónico, recientemente anexado por vía militar ante las sociedades indígenas mediante la “Conquista del Desierto”, funcionando como centro de socialización y comunicación de bienes, personas e ideas en escala intra y extra regional; en fin, como epítome de progreso durante toda la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, paulatinamente comenzaron a esbozarse miradas críticas sobre el estado de obsolescencia del espacio ferroviario. Las causas que concurren a explicar este deterioro material pueden inscribirse en procesos estructurales vinculados al destino de los ferrocarriles en Argentina. Así, podemos mencionar brevemente dos hitos fundamentales que dieron el golpe de gracia a esta tecnología de transporte: la emergencia del camión y las rutas asfaltadas como modalidad de comunicación convertida en hegemónica y la privatización de Ferrocarriles Argentinos en el año 1993, en el marco de las políticas de desprendimiento de empresas públicas, de signo neoliberal, por el gobierno nacional a cargo de Menem. El terrain vague, espacio intersticial con una dinámica autónoma en el centro de la ciudad, comenzó a ser visualizado por los poderes públicos bajo el prisma de la obsolescencia, en términos de vacío central y como expectación de la transformación urbana que una ciudad en crecimiento anhelaba. Ello explica la potencia evocativa dada al “corazón de la ciudad”, en virtud de su carácter estratégico, en tensión de transformación. Fue la visualización de un vacío en el área central, de un espacio en el que comenzaban a conjugarse de modo conflictivo tradición e innovación en la ciudad, historia y tentativas de mutación del espacio. Visión de vacío, de obstáculos al crecimiento, de ausencia de un centro fuerte y claramente legible para la ciudad neuquina, pero también un espacio neurálgico pensado como promesa, como lugar de fuerte potencialidad.

“Un nuevo corazón para una ciudad ahogada”. El plan área centro como renovación urbana El proyecto de renovación urbana Plan Área Centro (PAC) se dispuso en función de las consideraciones precedentemente reseñadas, de acuerdo a dos objetivos medulares: el primer propósito buscaba la solución a los antiguos y permanentes problemas de circulación vehicular entre el Alto y el Bajo que el “espacio isla” de la colonia ferroviaria contribuía a entorpecer (Diario Sur Argentino, 12/09/1976), desplazando geográficamente la competencia entre el tránsito automotor local con el ferroviario (Figuras II y III). El segundo objetivo estaba constituido por “…la construcción de un complejo edilicio a erigirse sobre dichas tierras…” (Ibíd., p. 4). La focalización del espacio ferroviario como área estratégica destinada a su radical transformación, mediante la asignación de usos urbanos divergentes a los del ferrocarril, fue una cuestión que giró insistentemente en los gabinetes de los planificadores urbanos del Municipio capitalino y especialmente en las agencias del Estado Provincial desde la década de 1960, en una incubación de mediana duración, adquiriendo forma los diagnósticos y proposiciones de transformación durante la década de 1970, incluida la última dictadura militar, con una consolidación de las mismas en los albores de la transición democrática hacia el primer lustro de la década de 1980. El objetivo básico del Estado provincial era “…integrar definitivamente esta zona central, o Área Centro, para lograr una adecuada expansión urbana, con equilibrio armónico, preservación y zonificación óptima de usos, ajustados a requerimientos actuales y futuros, superando desajustes estructurales y déficits funcionales…” (Genco, Ogueta y Sarrailh, 1985). Entre los propósitos derivados de esta premisa el más importante era recuperar y preservar el espacio central para integrarlo a la ciudad, localizando en ella usos urbanos acordes a su jerarquía regional, incorporando al desarrollo económico de la misma tierras constituidas como reserva excepcional, promoviendo la mentada “integración urbana”, interrumpida secularmente por las instalaciones ferroviarias. También se buscaba asegurar la reserva del máximo de espacios de uso público y localizar en el área funciones residenciales como aporte a la resolución del problema de la vivienda y un Centro de Transferencia Ferro Automotor (CTFA) integrando las redes ferroviarias y viales. Una cuestión crucial que atravesó subrepticiamente el PAC fue la convicción de que se estaba ante una oportunidad única de disposición de un área vacante central, en una zona con oferta de tierras exigua y de altos valores inmobiliarios. Por ello, la necesidad de ser administrada y zonificada en una especie de práctica de equilibrismo en la cual se intentó hacer converger de manera armónica, por un lado, los usos comunitarios, y por el otro, los usos de carácter rentable. Sin embargo, la lógica económica terminó por prevalecer, primando la posibilidad de obtener una considerable porción de plusvalía urbana, captada por actores económicos privados. 144

Ello quedó en evidencia en el rápido conflicto suscitado entre el componente inmobiliario del proyecto y el relacionado con los objetivos urbanísticos y patrimoniales, subordinados a la ecuación económica. Así, la competencia entre usos rentables y usos colectivos generó un conflicto insoluble que el PAC no pudo resolver satisfactoriamente.

Figuras 2 y 3: Conflictos de circulación entre el ferrocarril y el tránsito vehicular. Neuquén, 1970 y 1974. Fuente: Sistema Provincial de Archivos de Neuquén. La primera cuestión a solucionar fue compatibilizar los intereses provinciales con los condicionamientos de Ferrocarriles Argentinos para dejar en vacancia las 26 hectáreas. Para arribar a dicho acuerdo, ratificado en plena dictadura por Convenio entre el Gobierno del Neuquén, la Secretaría de Estado de Transporte y Obras Públicas de la Nación y la Empresa Ferrocarriles Argentinos (Honorable Legislatura de la Provincia de Neuquén, Convenio ratificado por Ley Nº 1127/1978), fue necesario que la Provincia financiara íntegramente la construcción de las nuevas instalaciones ferroviarias en el límite oeste de la ciudad, como las viviendas de los empleados ferroviarios en dicho espacio, a cambio de los terrenos de la zona céntrica, más la conservación por parte de Ferrocarriles Argentinos del CTFA. El programa incluía las áreas de transporte, administración, turismo, cultura y residencias, contemplando “...el levantamiento de la playa de maniobras, de la estación terminal de pasajeros y de las viviendas existentes en el sitio...”, (Convenio para la realización del Plan Área Centro de Neuquén, 30/06/1978), ergo su demolición. Una vez cumplida la primera fase de la operación urbana, comenzó a esbozarse el segundo momento de las realizaciones referente a “…darle un nuevo corazón a una ciudad ahogada por un vertiginoso ritmo de crecimiento…” (Revista de CALF, 1985: 8). Las negociaciones que inician el proceso de renovación urbana del área central de Neuquén, evidencian permanencias entre los niveles decisorios del engranaje estatal durante el período histórico analizado, entre los gobiernos de facto y los elegidos a través del sufragio en Neuquén. Ello concurre a matizar las discontinuidades entre dictadura militar y gobiernos democráticos, subrayándose líneas de continuidad frecuentemente solapadas desde los discursos dominantes. La colonia ferroviaria se transformaría, según la prensa gráfica de la época “…es un espectacular complejo de viviendas, comercios, transporte, hoteles, cultura y escuelas cuando, al cabo de unos doce años, haya culminado el ambicioso proyecto… que realmente arrastra a la ciudad hacia el futuro…” (Revista de CALF, 1985:30). Neuquén, hacía suyas, emulando el exitoso ejemplo de renovación urbana brindado por Santa Rosa, La Pampa, la ambición corbuseriana de un mundo integrado por altas torres rodeadas de amplias áreas verdes; en fin, la visión canónica de la torre en el parque defendida por el maestro francés (Berman, 2008). El PAC abría un nuevo tipo de expansión para la ciudad, a partir de la cual se producía una inversión en la forma de crecimiento urbano, desde una modalidad centrífuga a una centrípeta. Se propugnaba, por tanto, una fuerte densificación en el corazón de la ciudad a través de la localización de torres con una población estimada de 5 mil personas, más una pléyade variopinta de comercios, servicios, hoteles, cines, espacios recreativos y culturales Bajo la directriz de fomentar al área central de la ciudad como sector urbano de mayor jerarquía, debiendo reunir el mayor volumen de equipamientos urbanos y comunitarios, el PAC incluyó en su clasificación de los espacios componentes a los usos residenciales, comercio, servicios, educación, hotelería, finanzas, administración privada, comunicaciones, sociocultural y recreacional. La distribución de la tierra formalizada arrojó como guarismos una asignación del 23% a vivienda, 21 % a espacios peatonales, un 12 % a comercio, 12 % espacios verdes, 9% a estacionamiento público, el 8% al CFTA, un 7% a oficinas, , un 4% a cultura y un 3% a educación, del total de 22 hectáreas. La sumatoria de los usos privados, superando los tres cuartos 145

porcentuales del espacio sujeto a distribución, evidenciaba una nítida prevalencia de los usos rentables en detrimento de los comunitarios. Especial mención merecen los usos residenciales al constituirse en la asignación porcentual de mayor relevancia, ocupando un cuarto de utilización. Tomando como punto de partida el diagnóstico de las transformaciones de los sistemas habitacionales en Argentina, en general, y en Neuquén, en particular, vinculados a cambios de tipologías y modalidades residenciales, dadas por la vivienda multifamiliar en lugar de la tradicional, el PAC proponía “… efectuar un aporte hacia la resolución del problema de la radicación de nuevas viviendas para los sectores socio-económicos correspondientes y de acuerdo a conceptos arquitectónicos y urbanos…” (Genco, Ogueta y Sarrailh, 1985:11). Pese al carácter críptico del enunciado, es interesante detenerse en el análisis de la asignación de las nuevas viviendas a construirse en el corazón de la ciudad para los “sectores sociales correspondientes”. El estudio de factibilidad, realizó un análisis por el cual a través del posicionamiento socio-económico de los sujetos sociales se inferían preferencias, posibilidades y localizaciones de los diversos estratos sociales. Por intermedio de una esquematización en la que se combinaban geografía y posición de clase, el PAC identificaba en la ciudad a los sectores de mayor poder adquisitivo en el área centro, hacia el norte y sur de la ciudad, localizando a los estratos intermedios en los nuevos conjuntos residenciales ubicados en la primer corona urbana, en relación de contigüidad al área céntrica y a los sectores de menores ingresos en la periferia, hacia el oeste y en extensiones al norte, cercanas al Parque Industrial capitalino. De acuerdo a esta clasificación de la ecología residencial neuquina se decidía consignar a los estratos socio-económicos medios y altos la localización residencial central, desde una clave de determinación planteada cristalinamente por el costo de la tierra, justificada en que “…puede dar respuesta al mercado inmobiliario y crea inducciones económicas internas que se relacionan con la factibilidad del proyecto…” (Ibíd.: 77), excluyendo de modo taxativo a los niveles de menores ingresos. En fin, se buscaba reforzar un cuadro de segregación urbana que ya era significativo para la década de 1980 en la ciudad de Neuquén (Perren, 2012). Con una oferta de construcción cercana a los 500 departamentos, cuantificados en 95.650 m², edificados para 4.800 personas, el PAC imponía claramente la opción, en el corazón de la ciudad, de las viviendas multifamiliares destinadas a los sectores sociales con mayor poder adquisitivo. Indudablemente, el PAC privilegiaba una solución urbanística para el área central neuquina que significaba la implantación de cuantiosos edificios en altura, connotándose la opción por un centro densificado residencialmente y con equipamientos acordes para los sectores sociales acomodados. A través de una concepción de la renovación urbana que representaba una clara jerarquización del área central, se buscaba una solución de compromiso entre una opción por implantaciones residenciales en altura, destinadas a sectores medios-altos y espacios reservados a los sectores mercantiles y financieros, bajo criterios de valoración establecidos en la rentabilidad económica, y por otro lado, una paradójica opción de equilibrio basada en la “rentabilidad social”, ligada a equipamientos comunitarios como escuelas, centros culturales, espacios verdes y recreacionales. La enunciación de esta solución de compromiso ponía en tensión una incompatibilidad permanente entre dos de los posibles destinos históricos de la metrópoli: entre su deber ser como fuente de acumulación capitalista y como organización metropolitana orientada a su faz social (Tafuri, 2010). Claro está que la pretensión de esta solución escondía una lógica de segregación que los usos comunitarios, en vez de morigerar, contribuían a intensificar, en virtud de la simple contigüidad espacial de los residentes centralizados de la ciudad. Un análisis atento a la distribución de usos que la propuesta subraya, por detrás de la “solución de equilibrio” entre “bienes públicos” y “bienes privados” se materializaba una clara opción por estos últimos. Entendiendo que el espacio urbano no es socialmente neutro (Oszlak, 1982) es posible hipotetizar que el PAC aspiró a fortalecer una determinada relación entre la estructura de ocupación del espacio urbano y la estructura social neuquina. La ecología urbana neuquina mostraba un esquema análogo al modelo de zonas concéntricas popularizado por Burgess, pero en una dirección diametralmente opuesta. Si el célebre esquema de la Escuela de Chicago estilizaba un sistema de franjas ecológicas por el cual el nivel socioeconómico de los habitantes se acrecentaba conforme uno se alejaba del centro de la ciudad; en Neuquén, en cambio, este esquema se invertía con una diferenciación espacial por clases con una clara centralización habitacional de los grupos más acomodados, disminuyendo social y residencialmente de acuerdo al aumento de la distancia del centro (Perren, 2012). El PAC, consolidaba el predominio de los sectores acomodados en el área central por medio de la selectividad que imponía el mercado inmobiliario, como a través del designio político de acrecentar y consolidar dicha centralización residencial por medio de la revitalización urbana del área central. No sólo se adicionaba una localización espacial privilegiada para los grupos acomodados, sino que se constituía el sistema de externalidades mejor provisto de la ciudad, solidificando un sistema de segregación en el cual la estructura espacial se sobreimprimía a la estructura social.

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¿Playa de maniobras ferroviaria o playa de maniobras inmobiliaria? La impugnación del PAC y la participación sociopolítica Desde diversos sectores de la sociedad civil comenzaron a emitirse diversos cuestionamientos al proyecto, en un arco opositor que se aglutinó en torno a la reformulación de la forma y fondo del PAC. Los partidos de oposición al hegemónico Movimiento Popular Neuquino (MPN) criticaron duramente el proyecto de renovación del área central por una serie variada de consideraciones que iban desde la modalidad de acción gubernamental, hasta aspectos eminentemente técnicos. El Justicialismo neuquino cuestionaba, por ejemplo, “…la falta de participación del conjunto de la comunidad en la definición del proyecto…la actitud de soberbia, al pretender llevarlo a cabo como fue planteado por un equipo de indudable mentalidad tecnocrática…” (Revista de CALF, 1985: 8). El cariz técnico del plan fue considerablemente discutido, abogándose por una mayor participación de las comisiones vecinales, las instituciones intermedias y los partidos políticos. También, se impugnó el rol periférico brindado a la Municipalidad, al no incidir de manera significativa en su delineamiento, cuestionándose la peligrosa intromisión de la Provincia en la conducción de la comuna, como a su vez la prevalencia dada a “…un concepto de rentabilidad económica que guía todo el plan, priorizando ese criterio sobre el de equipamiento social…” (Ibíd.: 8) al instituirse un proyecto que, en un espacio reducido, reunía los servicios y sectores sociales de mayores recursos. Una cuestión fundamental fue la cuestión de la asignación localizada de los recursos económicos en la ciudad. Se criticó fuertemente la provisión óptima de infraestructura en un área hasta ese momento sin usos residenciales, cuando sectores preponderantes de las barriadas en expansión no tenían cubiertas sus necesidades básicas. Ello nos pone en aviso sobre la cuestión crucial de la espacialización de las inversiones en la ciudad, largamente estudiada por la teoría urbana. El caso del PAC resulta interesante en este sentido, al haber quedado bajo la superficie la distribución asimétrica de los recursos económicos por parte del Estado en los diferentes sectores del tablero urbano. En una opinión generalizada, se consideraba que el PAC daba prioridad a la rentabilidad económica, financiera e inmobiliaria, donde: “…el tan pregonado federalismo, brilla aquí por su ausencia y es convenientemente olvidado toda vez que se tratan propuestas de esta naturaleza… porque el PAC ha sido proyectado y deberá terminarse en la Capital Federal, aun cuando en nuestro medio hay profesionales idóneos en el tema y, lo que es fundamental, consustanciados con la problemática de nuestra ciudad…mala puede resultar una propuesta que, elaborada en la Avenida Libertador, en Buenos Aires, desconoce no sólo la realidad física de la ciudad sino que además y fundamentalmente desconoce las necesidades, expectativas y posibilidades de sus habitantes…” (Diario Río Negro, 18/09/1985). En relación al despliegue utilizado para la implementación del PAC, cáusticamente se comentaba que la “…playa de maniobras ferroviaria se convertirá en una playa de maniobras inmobiliaria y en un parque nacional del cemento…” (Diario Río Negro, 07/07/1985:8). La inversión de U$ 6 millones que significó el traslado de la playa de maniobras ferroviaria, calificada como suntuaria, era visualizada como parte de políticas urbanas de asignación preferencial de recursos que no eran socialmente prioritarios. Asimismo, la convicción del gobierno provincial de efectuar el recupero financiero de lo desembolsado, mediante el incentivo a la inversión de capitales privados cerraban una ecuación en la cual la imagen de una “playa de maniobras inmobiliaria” adquiría connotaciones objetivas. Una visión compartida por los opositores al PAC era la que visualizaba que “…la ciudadanía neuquina fue una convidada de piedra en la bien surtida mesa del Plan. Antes bien, quien parecía dispuesto a comerse todos los manjares era el fisco…en la necesidad de allegar recursos al erario provincial…” (Diario Río Negro, 28/12/1985: 7). La racionalidad económica parecía guiar el proyecto de renovación urbana del área central. Del mismo modo, técnicamente el PAC sufrió considerables impugnaciones. Si desde la faz financiera se criticó el proyecto de renovación urbana por sedimentar una distribución asimétrica de recursos económicos en el tablero urbano, desde una dimensión urbanística también fue objeto de críticas. Desde el Municipio, pese a estar a cargo la intendencia de un hombre del MPN, Jorge Sobisch, se esbozaron una serie de valoraciones poco halagüeñas que traslucen, por un lado, los resquemores por el lugar secundario asignado a la comuna por parte del gobierno provincial, y por otro lado, por aspectos eminentemente técnicos desarrollados por sus cuadros profesionales. El informe elaborado por la Dirección de Planeamiento Urbano da cuenta de las críticas salientes al PAC, como del viraje sobre la concepción del destino del área central que comenzaba a imponerse en sectores cada vez mayores de la capital provincial. Si la crítica a un proyecto que poseía como objetivo la rentabilidad económica, financiera e inmobiliaria, en lugar de la constitución de un lugar de intercambio social, bastaba para cuestionar globalmente el proyecto, la adición de cuestiones suplementarias como la insuficiencia de espacios verdes y equipamientos colectivos, el acrecentamiento del impacto del automóvil en detrimento de 147

un área con fuerte carácter peatonal, hasta cuestiones de desconocimiento de los autores de la realidad local expresado en la indicación errónea del aeropuerto de la ciudad a 25 cuadras del centro, creaban un mix difícil de refutar. Búsqueda de rentabilidad económica, en detrimento de equipamientos colectivos, falta de incidencia de actores sociales e institucionales de la sociedad neuquina, carácter tecnocrático del plan, desconocimiento de la realidad neuquina por expertos ajenos a su problemática, destrucción del carácter peatonal del área y de sus principales construcciones arquitectónicas de valor histórico, fueron algunos de los elementos de una extensa lista en la impugnación generalizada del PAC. Una cuestión fundamental fue el pedido que participaran los diferentes sectores sociales dado “…que el reclamo para participar en la formulación del proyecto obedece a que se trata de definir el futuro del corazón de la ciudad para los próximos cincuenta o cien años, y que por ende el problema afecta a toda la comunidad…” (Diario Río Negro, 07/08/1985:11). El cúmulo de cuestionamientos puede ser pensado como la expresión local de una tendencia internacional de crítica a los presupuestos de la planificación urbana funcionalista, predominante en la época. En un movimiento con innumerables expresiones particulares, se señalaba el corte autoritario y tecnocrático de la planificación, sumado a una modalidad de intervención de tabula rasa que significaba la destrucción del patrimonio histórico preexistente, favoreciendo la apropiación de sectores privilegiados de la ciudad por parte de las fracciones más concentradas del capital. Tales cuestionamientos sitúan a los conflictos por la apropiación del espacio urbano suscitados por el PAC en el proceso de transición enmarcado en las críticas al urbanismo moderno y la transición a una planificación urbana estratégica, flexible y participativa, representada por el caso paradigmático del modelo Barcelona (Borja, 2004). Lo cierto es que se fue produciendo un crescendo en los cuestionamientos sobre aspectos cruciales del PAC, como asimismo un cierto endurecimiento por parte del gobierno neuquino respecto a posibles modificaciones en aspectos sustanciales del plan. El Justicialismo neuquino expresaba “…su preocupación ante expresiones de dirigentes del Movimiento Popular Neuquino, quienes afirmaron que el PAC se llevará a cabo tal cual está planteado, o sólo con modificaciones secundarias…” (Diario Río Negro, 08/08/1985, p. 8). La modalidad de procesamiento de las críticas mostraba al gobierno de Sapag en una situación de escasa receptividad a los cuestionamientos efectuados. En una elevación de tono cada vez más pronunciada, la Fundación para el Desarrollo Neuquino criticaba con severidad la implementación del PAC argumentado que: “…construir dos mil viviendas en el centro de Neuquén es una aberración ecológica y ambiental, atenta contra todo principio de urbanización moderna y sensata, ahondará mucho más la división entre el alto y el bajo y realzará una concepción elitista y privilegiada…” (Ibíd., p. 14). Cuestionamientos a los fundamentos del PAC, considerado como “aberración ecológica y ambiental” y exhortaciones para una ampliación de la participación ciudadana fueron, por tanto, dos de los elementos preponderantes de impugnación social. En una alineación cada vez más pronunciada se instaba a los sectores representativos de la ciudad a que confluyeran multi-sectorialmente en torno a la reformulación del proyecto. Partidos políticos, entidades empresariales, comisiones vecinales, sindicatos, fueron invitados a participar e intercambiar ideas con el fin de garantizar la participación de la comunidad. Nuevamente, se insistió en el carácter restrictivo del PAC indicándose que la intervención de las instituciones representativas de la ciudad “…se ha visto frustrada, recayendo la totalidad de la planificación y ejecución del PAC en un reducido grupo técnico, compuesto exclusivamente por funcionarios del partido gobernante y ex representantes del gobierno militar…” (Diario Río Negro, 24/09/1985:8). La preocupación por el PAC fue ampliándose a sectores más vastos de la sociedad capitalina incluyéndose comisiones vecinales, el Colegio de Arquitectos, Ingenieros y otras organizaciones profesionales e intermedias que pugnaban por intervenir en su delineamiento. Con vehemencia se solicitaba “…que de una vez el asunto salga de la vía burocrática y se convierta en una iniciativa discutida y asumida por toda la población…” (Diario Río Negro, 28/12/1985:7). Impugnación societal, por un lado, y necesidad de buscar una mayor base consensual del PAC por parte del gobierno, por otro lado, marcaron el rumbo por el cual desandaron las propuestas de renovación del área central.

Demolición y renovación urbana de un complejo ferroviario en la Norpatagonia argentina. El movimiento por la preservación del patrimonio histórico en Neuquén Un asunto muy sentido por el conglomerado ciudadano y político opuesto al PAC fue el vinculado al destino del espacio ferroviario, en relación a las edificaciones históricas que contenía el mismo. La suerte de las instalaciones seculares del ferrocarril fue desde el inicio un elemento de aglutinación y catalización de los diversos actores urbanos que propugnaban por una reforma del área central capitalina, de acuerdo a criterios 148

que no fueran los regidos por una óptica netamente económica. En un sustrato que nucleaba a conservacionistas, ecologistas, urbanistas y vecinos en general, comenzó a cimentarse uno de los pilares de impugnación más fuertes al PAC, tal como había sido diseñado por el Consejo Federal de Inversiones y el Consejo de Planificación y Acción para el Desarrollo (CFI–COPADE), como asimismo el esbozo de proposiciones alternativas y divergentes sobre la asignación de usos al espacio central de la ciudad. Una cuestión implícita en la operatoria del PAC era la necesidad de hacer tabula rasa con las instalaciones y usos preexistentes. Aquí, residía la duplicidad del plan. Si, por un lado, el PAC significaba la reconfiguración del área central a través de la construcción de modernas edificaciones; por otro lado, significaba la necesaria demolición de la arquitectura ferroviaria que ocupaba ese tan preciado espacio. Modernización urbana y tentativa de demolición eran, por tanto, parte de una estrategia urbana que buscaba un nuevo centro para Neuquén, un área con servicios complejos y diversificados para una ciudad con una nítida tendencia a la terciarización de su estructura económica y socio-ocupacional. Se ponían en juego, entonces, la arquitectura ¿y la identidad? fundacional en una ciudad distinguida por su juventud y escasez de edificios históricos. La edilicia ferroviaria capitalina, ciertamente, no poseía especificidad local, correspondiendo su estructura y morfología al difundido estilo ferroviario de raigambre británica, con un fuerte sesgo utilitario, aunque ello no invalidara la calidad de sus construcciones vernáculas, ni su condición estética, máxime si se tiene en cuenta que la novel ciudad capital, con menos de un siglo de historia, no contaba con elementos arquitectónicos e imágenes urbanas que la dotaran de legibilidad. La estación cabecera del ferrocarril (Figura IV), las viviendas de sus empleados (Figura VI), el galpón de cargas y el galpón de encomiendas se consignaban como los edificios más significativos del lado este del espacio ferroviario. En el área oeste, se localizaba la arquitectura de trabajo como el galpón de locomotoras, el tanque Monier (Figura V) y la mesa giratoria, conformando un área con una nítida identidad arquitectónica. Si bien estas edificaciones eran parte de formas tipificadas de arquitectura ferroviaria, difundidas en múltiples colonias ferroviarias inglesas del mundo, ello no invalidó considerarlas como un componente sustancial del patrimonio histórico y arquitectónico neuquino.

Figuras 4 y 5. Estación ferroviaria de la ciudad de Neuquén, ca. 1930. Tanque de Agua Monier y Galpón de Máquinas, 1985. Fuente: Sistema Provincial de Archivos de Neuquén. De forma ostensible, se comprendió que la implementación del PAC implicaba la demolición del acervo arquitectónico exiguo con que contaba la capital neuquina. Diversos sectores de la comunidad iniciaron una movilización para incidir en los nuevos usos que se pretendían para el espacio central de la ciudad, como un llamamiento para que el proceso de renovación no implicara, como premisa para su ejecución, la demolición del patrimonio edilicio preexistente. Se conformó, en esta línea, la Comisión en Defensa del Galpón de Máquinas del Ferrocarril. Compuesta por sectores sociales de diversas extracciones, incluso del MPN, esta comisión proponía no sólo que la edilicia ferroviaria fuera preservada, sino que el espacio intersticial fuese utilizado como el pulmón verde que la ciudad no poseía. Se partía de la presunción de no situar en una relación de antagonismo la renovación urbana con el patrimonio cultural, argumentándose que la destrucción del patrimonio implicaba la eliminación de los soportes materiales de la memoria colectiva y de la identidad de la ciudad. Que la edilicia ferroviaria fuera unos de los objetivos de la furia destructiva con que muchas ciudades establecen su crecimiento no era y no es un rasgo de distinción de la ciudad de Neuquén. El acto de demolición, es decir, la destrucción como espacio de posibilidad para la construcción, confirma el carácter típicamente modernizador del PAC. Precisamente, los proyectos de renovación urbana constituyen una de las modalidades de mayor visibilidad en las dinámicas de transformación de las ciudades y de la dialéctica entre cambio y permanencia en el espacio. Como ha señalado Sato, en el caso de la fiebre destructiva-constructiva en la Europa decimonónica, el siglo XIX fue el momento estelar de las demoliciones urbanas cuando se escribía un palimpsesto para borrar las huellas de un pasado insalubre, hacinado y pestilente, que no permitía el despliegue 149

del progreso y sus manifestaciones urbano-arquitectónicas. Los ensanches, los boulevares y los parques urbanos comenzaron a aparecer con el acto sublime de la demolición: el pasado medieval fue borrado con pico y pala (Sato, 2005), en una práctica que Haussmann convirtió en paradigma. En tal sentido, El Prefecto del Sena: “…puso por obra su revolución de la imagen de la ciudad con los medios más modestos que imaginarse pueda: palas, picos, palancas y cosas parecidas. ¡Y cuál fue la destrucción que provocaron medios tan limitados! ¡Y como han crecido desde entonces con las grandes ciudades los medios de acomodarlas al suelo!¡Qué imágenes del porvenir provocan! (Benjamin, 1972:104). Reacciones similares ante las transformaciones urbanas de los siglos XIX y XX generaron en los espectadores de estas mutaciones: horror y asombro fueron sus denominadores comunes. Los postulados del urbanismo moderno continuaron dicha tradición en el nombre de la higiene y de la modernización. Le Corbusier funciona, en este sentido, como el epítome de tal posición, cuando menciona la necesidad de hacer “mantel blanco” en la ciudad, indicando la incompatibilidad entre lo viejo y lo nuevo. El siglo XX intensificó esta tendencia a la fugacidad y contingencia de los productos de la modernidad arquitectónica. Los materiales modernos tendrán, pues, impresos en su constitución, su fecha de caducidad. La eternidad y permanencia de los objetos, como mitos arquitectónicos, fueron derribadas por la racionalidad mercantil, lógica en sí esencialmente moderna. El PAC, en cierto modo, imbuido en la lógica de la modernización, presuponía un punto cero para la ciudad, una marca de discontinuidad para refundar el centro sobre nuevas bases. La demolición, como prerrequisito del progreso, fue la consigna propugnada por los publicistas de la modernización del centro. El pasado era una morada fútil para melancólicos y la identidad histórica una aspiración inalcanzable según esta óptica. Se afirmaba, en tono de sentencia, que: “…en verdad, es éste otro nuevo síntoma de progreso, en cuyo nombre la ciudad reacomoda sus manzanas, la sociedad diseña su futuro y el hombre que trabaja deposita su esperanza. No hay tiempo para lágrimas ni despedidas. El viejo tren del proyecto comunitario está próximo a partir y no espera… La decrepitud y el abandono de construcciones y objetos, sumados al efecto de una picota implacable que demolió las casas del personal, en la pintoresca colonia ferroviaria, ofrecen al apurado paseante neuquino un desolador panorama, propicio a la tristeza…” (Diario Río Negro, 12/09/1985:9). El mandato del discurso dominante era realizar un “adiós sin lágrimas ni pañuelos agitándose”, en la producción de un imaginario que apostaba al tren de la modernización territorial y urbana. El PAC adicionaba una fuente de tensión y conflictividad suplementaria que no se circunscribía a una cuestión de visiones de la renovación urbana basadas en la rentabilidad económica versus espacios naturales y recreacionales, sino el desafío por integrar en la modernización del centro de la ciudad imágenes y elementos arquitectónicos de una tradición ferroviaria que, si bien no era muy lejana, era considerada con justeza como parte constitutiva de la historia de la ciudad.

Del PAC al parque central. La metamorfosis de un espacio en tensión El cariz conflictivo que generó la implementación del PAC por parte de múltiples sectores sociales que se oponían a su implementación, al encarnar éste un proyecto de racionalidad tecno-burocrática, con concentración de funciones y densificación en altura para los sectores acomodados de la ciudad de Neuquén, viraría hacia una proposición de conservación patrimonial, verde y recreativa del espacio central capitalino. Si bien constituye una zona gris los motivos concretos de la reorientación de las propuestas de renovación urbana del centro, lo cierto es que se incorporaron numerosas sugerencias del movimiento de preservación del patrimonio arquitectónico. Una de las hipótesis de mayor plausibilidad de tal viraje, verificada con ex funcionarios del gobierno de Felipe Sapag, es la consideración política del proceso, apuntando el ejecutivo provincial las diversas demandas ciudadanas respecto a la necesidad de un gran espacio público para la ciudad. La derrota en las elecciones legislativas de 1985 fue visualizada, desde el punto de vista del oficialismo, como un síntoma inequívoco de una escalada de conflictividad que el MPN había encauzado torpemente, mostrando un cariz autoritario que desentonaba con el escenario post-dictadura militar. La consecución del grave conflicto con los trabajadores de la UOCRA, la emergencia de un activo movimiento vecinal, los conflictos con los trabajadores del Estado, evidenciaba desajustes en la capacidad del Estado provincial en modular la conflictividad social y encauzar los reclamos. En este sentido, pensamos que el conflicto suscitado por el PAC puede ser enmarcado en las coordenadas de la constitución de una política en la ciudad caracterizada por su 150

dinamismo y la autonomía de los actores colectivos intervinientes, con agenda urbana propia. Desde el oficialismo provincial la reconstrucción a posteriori de los sucesos tiende a soslayar las impugnaciones recibidas por el proyecto de renovación urbana originario, enfatizando una continuidad programática, sin fisuras ni contradicciones, hacia el Parque Central. Contrariamente, la evidencia disponible identifica una reorientación proyectual del destino del espacio central de la ciudad hacia usos recreativos y culturales, en detrimento de los mercantiles e inmobiliarios, los cuales constituyeron durante décadas el objetivo primigenio de los diferentes gobiernos provinciales. En tal sentido, en tono de alivio, la prensa indicaba que “…al galpón de máquinas y al tanque de agua de la estación del ferrocarril Roca les levantaron la pena de muerte, y sobrevivirán a la furia destructiva de esa cosa que suelen llamar progreso urbanístico…” (La Revista de CALF, 1986:17). La condonación de la sentencia, por el gobierno provincial, marcaba un punto de inflexión en las directrices del PAC, evidenciada en la declaración de interés histórico de los principales edificios de la colonia ferroviaria, subrayando: “…Que la actual vorágine de crecimiento de la ciudad no debe ser a costa de la destrucción de las obras que significaron sus comienzos. La preservación e incorporación al presente contribuirá al arraigo del medio social aportando pautas orientadoras para la acción de futuras generaciones…” (Decreto Nº 3177/1986).

Figura 6. Tres antiguas viviendas del Ferrocarril del Sud. Figura VII: Edificaciones históricas restauradas y recicladas para albergar el Museo Histórico de la ciudad de Neuquén “Paraje Confluencia”. Fuente: Sistema Provincial de Archivos de Neuquén. Ciertamente, la reorientación en los presupuestos proyectuales de la renovación urbana del área central no constituía una modificación meramente semántica. El cambio de denominación evidenciaba presupuestos proyectuales diferentes. Si el PAC había estado guiado por una lógica tecno-burocrática, inscripta en la racionalidad de los emprendimientos faraónicos típicos de la época, a través de la puesta en marcha de grandes obras y emprendimientos, con incrustaciones de grandes torres en el centro de la ciudad, implicando la cristalización de una ecología socio-urbana en torno a la colonización residencial del espacio por los sectores de mayores ingresos, el Proyecto Parque Central recogía las disidencias e impugnaciones de sectores que pugnaron por incidir en el destino del corazón de la ciudad y que lograron redefinir sus fundamentos en una zona libre de usos residenciales y mercantiles. El gobernador mismo reconocía una realidad a todas luces evidente al afirmar que “…el proyecto del plan área centro sufrió modificaciones surgidas por la participación comunitaria…” (Diario Río Negro, 22/12/1986), sumado al conocimiento de primera mano de la dinámica intensa en términos de interacción social, goce cultural y recreativo del Central Park de Nueva York, como ejemplo a replicarse en escala reducida en la ciudad de Neuquén. El giro en la orientación gubernamental se evidenció en la determinación de reestructurar la comisión encargada del PAC, estableciéndose los canales para favorecer la participación de diversos sectores sociales y la comuna, reformulándose aspectos relativos a los espacios verdes y la conservación de edificios históricos y especies arbóreas de principios de siglo, con predominancia de equipamientos colectivos. Con la idea de realizar una ejecución inmediata, que no movilizara grandes recursos económicos y que, fundamentalmente, conciliara las visiones divergentes sobre los usos posibles del área central, se puso en marcha su transformación como gran espacio verde, salvaguardando las edificaciones representativas de la arquitectura ferroviaria como la estación, el galpón de máquinas, reciclado como Museo Gregorio Álvarez, el tanque de agua monier y la fosa de giro de las locomotoras, refuncionalizada en anfiteatro. 151

Retomando el diagnóstico que visualizaba a Neuquén como una ciudad sin una imagen discernible, el Parque Central buscaba brindar una imagen, dotando al centro de líneas de legibilidad nítidas que no se desvanecieran en el caos de un crecimiento urbano pluridireccional. Si, como señalamos, las operaciones de renovación del área central fueron el producto de una incubación proyectual de mediana duración, donde primó un tempo técnico, la materialización del proyecto Parque Central se plasmó en un tiempo extremadamente corto, en una suerte de planificación coyuntural “a las apuradas”, en la cual “…el proyecto se fue armando casi simultáneamente a la construcción…” (Martínez Guarino, 1986, p. 19) en un tempo político marcado por la necesidad de obtener resultados rápidos en un contexto conflictivo y adverso para el MPN. En base a una idea genérica que partía de la necesidad de un gran espacio verde para la ciudad, entendido como lugar destinado a paseantes y encuentros interpersonales, se mantuvo la presencia de las edificaciones paradigmáticas del ferrocarril como espacio identitario y de totalización, quedando librada a la correlación de fuerzas dada por las presiones de los diversos sectores sociales en pugna la determinación de los usos potenciales del parque, con el norte programático de incluir espacios recreativos, deportivos y culturales bajo el manto del verde urbano. En este sentido, la gestación de un “pulmón verde” en el corazón de la ciudad no fue el resultado de un proyecto urbano originario, sino el correlato de la casuística del proceso de transformaciones desatado por el PAC, en una ciudad de expansión rápida donde la cuestión del verde poseía una perentoria actualidad. La propuesta espacial de zonificación contemplaba un ordenamiento primario dividido en 5 partes integradas, clasificadas en áreas verdes, recreativas, cívica, estacionamiento, deportiva y educativa. En ellas se contemplaba un área verde de 2 hectáreas parquizadas con césped y arbolado, con una plaza circular de 40 metros de diámetro, la recuperación de edificios históricos, rescatados de la demolición y reciclados arquitectónicamente, como un museo ocupando el ex galpón de locomotoras, junto al tanque de agua monier y un anfiteatro destinado a espectáculos de diversa índole, aprovechando el pozo circular que servía para girar en 180° las locomotoras. Un área recreativa con espacios deportivos, compuesta de planchas asfálticas, con función de playones polideportivos de uso flexible y un gimnasio cubierto con capacidad para 1500 personas. Un área cívica y de estacionamiento de casi 2 hectáreas y, por último, un área educativa con 3 edificios para una población educativa de 2500 personas. A esta disposición inicial se agregaron, con posterioridad, instalaciones complementarias como una pista de patín y un espejo de agua en el área cívica. Comenzó, asimismo, una puja por obtener espacios y prebendas en esta área estratégica como canchas de tenis, kioscos y emprendimientos comerciales diversos, marcando la tensión y las pugnas por obtener porciones del área de mayor valorización de la ciudad.

Figura 8. Plano Parque Central, primera etapa, 1986 Fuente: Revista Summa (1987), Nº 237, Buenos Aires. El masivo acto de apertura tuvo, para el gobierno provincial, el sabor de meta cumplida. Con una concurrencia multitudinaria, que contabilizaba una afluencia en el centro de la ciudad sin parangón en su historia y con la inauguración oficial del Museo Gregorio Álvarez y la Sala de Arte “Emilio Saraco”, fuegos de artificio y espectáculos musicales, significaron la frutilla del postre de un tortuoso proceso de ocupación pública del espacio central de la ciudad. Se distinguía como reconocimiento generalizado: “… el beneplácito por la recuperación de esas tierras para transformarlas en un paseo y en un lugar apto para la realización de actividades culturales y deportivas. No faltó quien imaginara el futuro del parque, con profusión de césped y árboles, parejas de adolescentes y adultos disfrutando de los atardeceres y niños jugando. En síntesis, cumpliendo las funciones de ese necesario “pulmón verde”, como se lo ha dado en llamar, en una ciudad en constante crecimiento…” (Diario Río Negro, 22/12/1986:19). A fines de diciembre del año 1986, entonces, se inauguró el Parque Central, cristalizándose de ese modo un ciclo de imaginación proyectual para la ciudad. El mismo se transformó en un proyecto que se alejaría de una lógica económica, con prevalencia de la esfera privada y mercantil, para comenzar a cobrar relevancia los equipamientos comunitarios, la utilización y apropiación del espacio público por parte de sectores de condición 152

socioeconómica disímil de la ciudad. Según el oficialismo “…la conmoción y el interés que había despertado la obra en la población era una experiencia fantástica…” (Martínez Guarino, 1986, p. 19). Efectivamente, tanto para impugnar y cuestionar el PAC, como para defender el patrimonio arquitectónico ferroviario y consensuar un apoyo a una variante verde y recreacional de espacio público, vastos sectores sociales se entusiasmaron con la proyección e implementación de un espacio que habían pugnado por obtener, de acuerdo a características que tenían como horizonte la obtención de espacios colectivos. El análisis de la tortuosa evolución histórica y proyectual del área central de la ciudad de Neuquén ilustra de modo ejemplar la parábola desarrollada en el tardío siglo XX en lo que respecta a paradigmas urbanísticos y patrimoniales, desde un modernismo de tabula rasa hasta aproximaciones del tejido urbano más atentas a las situaciones urbanas preexistentes, evidenciando un creciente interés por la conservación patrimonial y la creación de espacios públicos. El PAC, por tanto, en su empeñosa búsqueda de una forma para la ciudad marcó la dialéctica entre ciudadanía, ciudad y estado, ejemplificando la constitución de una fórmula de consenso para la ciudad. La emergencia del Parque Central nos ha permitido comprender que las disputas en la ciudad poseen un fuerte componente político y territorial, en una suerte de arena donde se tensan las diferentes fuerzas sociales, en pugna por la obtención de porciones variables del espacio urbano.

Notas 1. Neuquén posee como condicionantes físicos dos factores que actuaron como marco y límite. Estar localizada en la confluencia de los ríos Neuquén y Limay y generar su tejido, a partir del ferrocarril, con tendencia de crecimiento urbano en sentido este-oeste. 2. Su extensión estaba dada por ser playa de maniobras y por las disposiciones legales que cedían 100 metros a ambos lados de las vías. Con posterioridad esa función la cumplió Zapala. Ser fase terminal del ferrocarril implicaba que las estaciones debían ser acondicionadas con instalaciones anexas de talleres y depósitos de mantenimiento y reparación. Ello explica la extensión de más de veinte hectáreas de la colonia ferroviaria capitalina. 3. Centro Cívico de Santa Rosa a cargo del Arq. Clorindo Testa. El mismo se transformó en un modelo a emular por diversos distritos del país, entre ellos Neuquén. 4. El Museo se halla ubicado en tres casas denominadas Colonia Nº 6 del Personal de Tráfico, construidas por la Empresa Ferrocarril del Sud en la década de 1930. Son las únicas que hoy se conservan como exponentes de las formas constructivas de los ferrocarriles ingleses de principios del Siglo XX, por tal motivo en el año 1998 fueron puestas en valor y recicladas para reconvertirlas en centro histórico-cultural, destinado a albergar y mantener bienes ligados a la identidad de la ciudad. 5. La atribución del nombre “Parque Central” es consignada al director operativo del proyecto, el arquitecto uruguayo Martínez Guarino y, en algunos casos, al mismo Gobernador Sapag. En una clara alusión al célebre Central Park neoyorkino el nombre causó el deleite irónico de los críticos al gobierno, debido a la inconmensurabilidad de la comparación. HCDN, Ordenanza N° 3164/1986. 6. El PAC tenía una Comisión Provincial de Administración y Desarrollo, compuesta por representantes del Ministerio de Economía y Obras Públicas, COPADE, representantes provinciales ante la Secretaría de Nacional Transporte y Ferrocarriles Argentinos y un miembro representando al CFI, invitando a participar a un miembro de la Municipalidad de Neuquén. “Una comisión desarrollará el Plan Área Centro”, Río Negro, General Roca, 27 de julio 1985, p. 8. 7. La propuesta de zonificación consistía en: 1- Escuela Primaria y Jardín de Infantes, 2- Escuela Secundaria, 3- Gimnasio, 4- Museo (ex galpón ferroviario), 5- Anfiteatro, 6- Plaza del Pehuén, 7- Fuente, 8- Pista (patines, triciclos, bicicletas), 9Juegos para niños, 10- Playones asfaltados polideportivos y 11- Estacionamiento vehicular. 8. La prensa estimaba una concurrencia a la inauguración oficial de 30.000 personas, marcando un número sin precedentes en la historia provincial. “Multitudinaria respuesta a la fiesta en el Parque Central. Autoridades en el acto de apertura”, Río Negro, General Roca, 22 de diciembre de 1986.

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Nicolás Padín Universidad Nacional del Comahue. Dirección General de Patrimonio Cultural de Neuquén. [email protected]

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6 Las Áreas Protegidas como Escenario para el Manejo de los Bienes CulturalesCulturalesNaturales y su Patrimonialización. El Caso del Parque Costero del Sur

María C. Paleo, Mercedes Pérez Meroni, Naiquen Ghiani Echenique, Angélica Uvietta, Fernanda Day Pilaría y María S. García Lerena

Resumen Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo dentro de áreas protegidas conllevan en su implementación acciones que exceden la práctica arqueológica tradicional. Entre las mismas se destaca el desarrollo de vínculos con la comunidad local y la necesidad de establecer mecanismos de participación en la gestión de las áreas protegidas. Este trabajo surge a partir de las investigaciones arqueológicas realizadas en la Reserva de Biosfera “Parque Costero del Sur”, ubicada en los partidos de Magdalena y Punta Indio (provincia de Buenos Aires, Argentina). Se reflexiona sobre las acciones implementadas con el fin de vehiculizar la apropiación de los bienes culturales-naturales por parte de la comunidad y se presentan propuestas para su patrimonialización. También se analizan las relaciones entre los actores sociales intervinientes y los conflictos que surgen dentro de un área protegida en el manejo del patrimonio culturalnatural en el marco de un equilibrio entre la conservación y el desarrollo. Palabras clave: Áreas protegidas, bienes culturales-naturales, arqueología, patrimonialización, Parque Costero del Sur.

Introducción Las investigaciones arqueológicas en los partidos de Magdalena y Punta Indio, provincia de Buenos Aires, cuentan hoy con una larga trayectoria iniciada en 1989 a partir de la firma de un Convenio Marco entre la Municipalidad de Magdalena y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Los sitios arqueológicos trabajados en el sector costero de ambos partidos, presentan características recurrentes en cuanto a sus 155

emplazamientos, ubicándose en cotas de 2-2,5 m, sobre cordones de conchilla, asociados a una formación boscosa natural conocida como bosque de tala, en las proximidades de la costa del Río de la Plata. Dichos asentamientos se encuentran dentro de un área protegida (AP) denominada Parque Costero del Sur (PCS). En esta reserva se concentra una amplísima variedad de ecosistemas de la pampa húmeda, asociados a un paisaje antrópico que da cuenta de la prolongada historia de ocupación humana. Debido a su valioso patrimonio natural y cultural, ha sido declarada por la UNESCO Reserva de Biosfera, con el objetivo de propiciar la conservación de la biodiversidad y el desarrollo sustentable en la producción local. En este camino recorrido, hemos comprendido que el trabajo dentro de un AP excede la práctica arqueológica tradicional implicando desafíos significativos para establecer vínculos con la comunidad local en diferentes esferas de acción (Paleo y Pérez Meroni, 2010). Es así que se han implementado proyectos de extensión universitaria y se ha participado en el ámbito de la gestión. Por lo antedicho, el objetivo de este trabajo es reflexionar sobre las acciones implementadas dentro de un área protegida con el fin de propiciar la patrimonialización de los bienes culturales y naturales, particularmente en el caso de la Reserva de Biosfera “Parque Costero del Sur”, ubicada en los partidos de Magdalena y Punta Indio (provincia de Buenos Aires).

Áreas protegidas, reservas de biosfera y sus aspectos patrimoniales En las últimas décadas existe cada vez mayor conciencia ambiental y, en concordancia con esto, ha sido notoria la proliferación a nivel mundial de acciones que buscan proteger ciertos paisajes naturales. En este sentido, tiene lugar la creación de AP entendida como “…un área definida geográficamente que ha sido designada o regulada y administrada a fin de alcanzar objetivos específicos de conservación” (Art. 2 del Convenio sobre la Diversidad Biológica, 1992). En la República Argentina la creación de AP tuvo lugar desde principios del siglo XX mediante la figura de Parque Nacional (PN). La formación y manejo de los PN en nuestro país estuvieron tradicionalmente ligados a la soberanía nacional, el turismo y la conservación de flora y fauna (Administración de Parques Nacionales, 1994). La Administración de Parques Nacionales (APN), encargada de la gestión de las AP en el ámbito nacional, fue creada en 1934 con el carácter de Dirección por Ley Nacional Nº 12.103/34. En 1970 se sancionó una Ley de Parques Nacionales donde se establecieron categorías y normas para la conservación. Diez años después fue promulgada una nueva Ley de Parques Nacionales, Monumentos Naturales y Reservas Nacionales (N° 22.351/80), que aún continúa vigente. Con esta nueva legislación, la APN impulsó una estrategia para la participación de comunidades locales y de gobiernos provinciales en la gestión de las AP. Para ello se impulsó desde 1986 la Red Nacional de Cooperación Técnica en Áreas Protegidas (APN, 1994) que condujo luego de un largo recorrido a la creación del Sistema Federal de Áreas Protegidas (SiFAP) en el año 2003. En cuanto a los objetivos vinculados a los PN, en las primeras etapas se puso de manifiesto el valor escénico de los paisajes y se dio gran impulso al turismo nacional. Sin dejar de lado este aspecto, hacia 1950 fue tomando fuerza el objetivo de conservación, concordante con el desarrollo regional y el avance de la infraestructura vial (APN, 1994). La base para ello fue la concepción de los PN como muestras de la diversidad de ecosistemas presentes en el territorio nacional, y en consecuencia como relictos de los ambientes naturales. De este modo, la definición y el manejo de las AP en nuestro país mantuvo durante décadas un cierto estatismo representado por una visión conservacionista. En base a la oposición hombrenaturaleza, este enfoque concibió a las AP como áreas de naturaleza prístina, y a la actividad humana como incompatible con la conservación (Molinari y Maranta, 2013). De este modo la conservación era entendida como la prohibición de uso de ciertas áreas o recursos a fines de garantizar su preservación. Es hacia 1980 con la promulgación de la nueva ley ya comentada, que empezaron a integrarse aspectos vinculados con las actividades de educación y gestión ambiental dentro de los PN. Este proceso estuvo ligado a cambios conceptuales ocurridos en las últimas décadas, a partir de los cuales ha surgido una nueva concepción o “nuevo paradigma de conservación”, centrado en el concepto de desarrollo sustentable (Molinari y Maranta, 2013). En este cambio de perspectiva ha resultado decisiva la influencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Se destacan en este marco la Convención del Patrimonio Mundial formulada en 1972, la Estrategia Mundial para la Conservación y su resultante Convenio sobre la Diversidad Biológica del año 1992. Estas convenciones se expresaron sobre la urgente necesidad de reflexionar y tomar medidas para reducir el excesivo impacto humano en el ecosistema global y el consecuente agotamiento de los recursos naturales no renovables. A partir de las mismas comenzó a surgir un nuevo concepto de conservación íntimamente ligado al desarrollo sustentable, término que hace referencia al aprovechamiento racional de la biodiversidad para mantener los procesos ecológicos necesarios 156

para la vida (Molinari, 1998). Así, la conservación abarca la protección tanto de la biodiversidad como de la diversidad cultural ya que entiende a ambas como parte del ambiente, resultando inseparable del desarrollo humano. El AP en su planificación estratégica es concebida como una realidad más compleja: una estructura compuesta por elementos interrelacionados en diferentes escalas, tanto naturales como sociales y culturales (condiciones políticas, factores económicos, prácticas y saberes, entre otros), de carácter dinámico y relacionada con el exterior (Molinari y Maranta, 2013). Estas nuevas concepciones se observan en las diferentes normativas, como por ejemplo, en el Marco Estatutario del SiFAP (2003, modificado en 2013), el cual postula que las AP “… deberán ser lugares imprescindibles para la preservación de la biodiversidad y la variabilidad genética, contribuyendo a la conservación de los paisajes, de los procesos ecológicos e histórico culturales (…). Deberán además fomentar el desarrollo económico y humano sostenible desde los puntos de vista sociocultural y ecológico; prestando apoyo a proyectos de fortalecimiento institucional, de educación y capacitación sobre medio ambiente y de investigación y observación permanente en relación con cuestiones locales, regionales, nacionales y mundiales de conservación y desarrollo sostenible” (Art. 1 del Marco Estatutario del SiFAP, 2003, modificado en 2013). En consecuencia, esta forma de considerar las AP, representada en las legislaciones pertinentes, permite fundamentar la formulación de propuestas para contribuir al desarrollo sustentable. Sin embargo estas nuevas concepciones conviven en la práctica con las precedentes (Molinari y Maranta, 2013). Aún debe avanzarse en la aplicación de las propuestas, mediante una implementación que considere las particularidades de cada AP, a fin de cumplir con los objetivos formulados. En el ámbito de las AP existen diferentes figuras de protección en distintos niveles jurisdiccionales que no son excluyentes entre sí. A nivel nacional, se distinguen las siguientes categorías: Parque Natural, Monumento Natural, Reserva Nacional, Reserva Natural Estricta o Científica, Refugio de Fauna y Flora, Paisaje Protegido, Reserva de Recursos, Reserva natural-cultural y Reserva de Uso Múltiple. Cabe destacar que la dos primeras también son reconocidas a nivel provincial, a las cuales se suman en el caso particular de la provincia de Buenos Aires: Reserva Natural Integral, Reserva de Uso Múltiple, Reserva Natural de Objetivos Definidos (botánicas, faunísticas, geológicas o paleontológicas, de protección, escénicas, educativas, de objetivos mixtos) y Refugio de Vida Silvestre. Según su estado patrimonial, dicha provincia incluye además Reservas Municipales y Privadas. Otras AP tienen un alcance Internacional, en relación a Convenios y Estrategias internacionales. En nuestro país se reconocen: Reservas de Biosfera, Sitios de Patrimonio Mundial, Sitios Hemisféricos y Sitios RAMSAR. El concepto de Reserva de Biosfera (RB) tiene su origen en un Programa de la UNESCO denominado Man and Biosphere (MaB), dado a conocer en 1971. Las RB han sido definidas como “Ecosistemas terrestres, costeros o marinos o una combinación de los mismos que tienen entre sus objetivos la conservación de los ecosistemas y su biodiversidad y el uso sustentable de los recursos naturales” (UNESCO, 1996). Estas AP son territorios destinados a llevar adelante propuestas que conjuguen la protección ambiental con el desarrollo socioeconómico y el respeto a la diversidad cultural (Toribio y Soruco de Madrazo, 2005). Las RB presentan una zonificación de sus territorios en tres categorías: zona núcleo, zona de amortiguación y zona de transición. Las zonas núcleo son áreas legalmente protegidas destinadas a la protección de la biodiversidad con una conservación a largo plazo, donde no se deben desempeñar actividades económicas, mientras que en la zona de amortiguación pueden desarrollarse actividades de bajo impacto como investigación, educación y turismo; en la zona de transición las actividades económicas son permitidas siempre y cuando sean acordes con el desarrollo sustentable (UNESCO, 1996). A partir del programa MaB se planteó la necesidad de fomentar la investigación interdisciplinaria entre ciencias sociales y naturales, para lograr un uso racional de los recursos de la biosfera y mejorar la vinculación entre las poblaciones humanas y su ambiente. Se propició la realización de estudios sociológicos, económicos, antropológicos e históricos a fin de contribuir al conocimiento de las interacciones entre el hombre y la biosfera. En este contexto se estableció en 1976 la Red Mundial de Reservas de Biosfera a partir del cual se establecieron las primeras reservas. En la Argentina, el comité MaB fue creado en 1978, dando impulso a las primeras RB del país conceptualizadas como de primera generación: San Guillermo (1980), Laguna Blanca (1983), Parque Costero del Sur (1984) y Ñacuñán (1986). Las reservas declaradas con posterioridad incluyeron una mayor participación social al incorporar Comités de Gestión, luego planes de manejo y desarrollo sustentable y un financiamiento adecuado. Estos aspectos han sido también incluidos en el funcionamiento de las reservas preexistentes (Toribio y Soruco de Madrazo, 2001). En 1984 se incorpora al manejo de las RB la idea de conservación como un sistema abierto (Plan de acción para las Reservas de Biosfera, 1984), anticipándose en casi una década al planteo de desarrollo sustentable que, como se ha comentado, asumió un rol destacado desde el establecimiento del Convenio sobre la Diversidad Biológica (1992). Un hito para las RB ha sido la “Estrategia de Sevilla”, resultante de la Conferencia Internacional sobre Reservas de la Biosfera que tuvo lugar en el año 1995. Los principios de acción delineados han determinado la adopción del Marco Estatutario para la Red Mundial de RB y la definición de sus tres 157

funciones centrales: desarrollo (promoción de un desarrollo económico y humano sostenible), conservación (protección de especies y ecosistemas) y logística (respaldo a actividades de investigación, educación, formación y observación permanente). Esto implica un manejo integrado de un patrimonio que se encuentra relacionado activamente con la vida de las poblaciones, el cual tiende a la mejora de sus condiciones de vida y de los ecosistemas en que se enmarcan. En este sentido, entendemos que el patrimonio natural y cultural conforma una entidad indivisible, lo cual demanda un manejo integrado (Molinari et al., 2001; Paleo y Pérez Meroni, 2010). La propuesta de investigación arqueológica en el marco de la temática del patrimonio cultural-natural, requiere el establecimiento de una comunicación fluida entre la comunidad local y los arqueólogos que facilite la coconstrucción de conocimiento (Pérez Meroni y Paleo, 2006).

El Parque Costero del Sur El Parque Costero del Sur (PCS) forma parte de las 14 RB reconocidas en el territorio argentino. Abarca una franja costera de 5 km de ancho por 70 km de largo, que se inicia inmediatamente después del predio del Regimiento Octavo de Infantería en el partido de Magdalena y finaliza en la intersección de la Ruta Provincial Nº 11 y la Ruta Provincial Nº 36, partido de Punta Indio (Figura 1). En 1975 el Centro de Estudios y Proyectación del Ambiente (CEPA) logró identificar en el territorio del partido de Magdalena un “…área singular que encontró su nombre en la conjunción de “parque” (por ser concebida como parque social y natural), “costero” (por ser íntegramente una franja costera sobre el Río de la Plata) y “sur” (por estar también al sur de dicho río y de la conurbación de Buenos Aires y La Plata” (CEPA, 1987:7). En el año 1980 la Fundación CEPA continuó con las gestiones pertinentes para elevar a consideración del Programa MaB de UNESCO la propuesta de creación del PCS como RB. De esta manera, el 8 de diciembre de 1984 fue declarado Reserva Mundial de Biosfera Natural y Cultural (CEPA, 1989). Así también, esta AP a nivel provincial es considerada Refugio de Vida Silvestre, desde 1997, con las consiguientes incumbencias legales y administrativas de distintas dependencias del Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires (Figura 1).

Figura 1: Ubicación del Parque Costero del Sur en la Provincia de Buenos Aires. La formulación del PCS como RB se vincula con el reconocimiento de su gran valor patrimonial natural y cultural (Figura 2). En este sector costero se distinguen diversos ambientes; desde el interior a la costa se reconocen: la llanura alta, donde se desarrollan pastizales; el bosque costero denominado talar o bosque de tala (Figura 2-A), que se emplaza sobre un sustrato de cordones conchiles; así como sectores inundables, cauces menores y la planicie de inundación del río de La Plata donde existe predominancia de vegetación hidrófila como pajonales, juncales y ceibales (Figura 2-B). Estos ambientes son hábitat de numerosas especies animales, entre las que se destaca la biodiversidad de aves, reptiles y mamíferos. Asimismo, el PCS se asocia a asentamientos prehispánicos, postas, pueblos y estancias, que dan lugar a un paisaje antrópico que 158

es resultado de la prolongada ocupación humana de la zona (Figura 2-C). De esta manera, muchos elementos del territorio concebidos como naturales constituyen en realidad el resultado de la interacción entre el hombre y su entorno a través del tiempo (Paleo y Pérez Meroni, 2010).

Figura 2: El PCS y sus elementos: A- Cordones de conchilla y el bosque de tala. B- La costa del Río de la Plata. C- Cascos de estancias. D- Actividades ganaderas. El PCS ha tenido ciertas particularidades en relación a su dependencia jurisdiccional. Al momento de su creación quedaba incluido en el partido de Magdalena; como resultado de reorganizaciones políticoterritoriales, en 1994 se configuró un nuevo partido denominado Punta Indio, a partir de lo cual el PCS quedó bajo jurisdicción compartida. Con esta nueva conformación de los partidos la legislación fue impartida de forma independiente, con ausencia de políticas planificadas entre ambos partidos. A esta situación se adiciona que la propuesta de creación del PCS fue realizada sin la participación de los pobladores locales, con el agravante que el territorio de la reserva se encuentra, en su mayoría, en propiedades privadas. Estos pobladores, en su mayoría productores agropecuarios (ganadería extensiva, Figura 2-D) y mineros (extracción de conchilla), carecen en gran parte de incentivos para desarrollar modalidades productivas que propicien el uso sustentable de los recursos. Esto se debe en parte a la ausencia de acciones de capacitación y asesoramiento que podrían desarrollarse a partir del comité de gestión y de su articulación con la universidad y organismos provinciales.

Acciones del equipo en el parque costero del sur Desde las primeras investigaciones llevadas a cabo por nuestro equipo en el PCS, hemos abordado la temática del patrimonio a partir del trabajo conjunto con las comunidades de Magdalena y Punta Indio. Hemos considerado, como punto de partida, que el conocimiento construido desde el ámbito científico, en este caso desde la Arqueología, debe adquirir un sentido de apropiabilidad social, ya que cuando éste trasciende la esfera científica y es apropiado por la comunidad, cobra sentido (Pérez Meroni y Paleo, 2004; Paleo et al., 2009). De este modo, la comunidad debe realizar el proceso de patrimonialización de los conocimientos (Paleo et al., e/p) mediante la generación de un espacio de reflexión que permita su apropiación colectiva. En este enfoque ha resultado imprescindible la articulación de tres esferas: las actividades de investigación, de gestión y de extensión universitaria (Figura 3). 159

Las actividades de investigación El equipo de trabajo realiza investigaciones arqueológicas sistemáticas bajo la dirección de las Lics. Pérez Meroni y Paleo, desde 1989, en el marco de proyectos acreditados y financiados por la UNLP y con los permisos otorgados por la dirección de Patrimonio Arqueológico y Paleontológico de la provincia de Buenos Aires.

Figura 3: A- Excavación arqueológica. B- Reunión de las Reservas de Biosfera de la República Argentina. C- Talleres de extensión con alumnos de la escuela. D- Curso de capacitación docente. De acuerdo con los cambios teóricos y metodológicos en la Arqueología como disciplina y de la incorporación de nuevos integrantes al equipo, se fueron redefiniendo los ejes de las investigaciones centrando el interés en diversos temas. En un primer momento, se trabajó sobre la elaboración de modelos explicativos para interpretar el modo de subsistencia y la movilidad de los grupos prehispánicos cazadoresrecolectores que poblaron el sector costero de los mencionados partidos. Los estudios se centraron en aspectos relacionados con la disponibilidad de recursos terrestres y fluviales, emplazamiento de los sitios y análisis tecnológicos (Paleo y Pérez Meroni, 2009). Posteriormente se abordaron otras temáticas tales como las condiciones ambientales durante el Holoceno tardío a través de la implementación de estudios interdisciplinarios, la dinámica poblacional del área, la intensificación económica y social, y el establecimiento de redes de interacción regionales (Paleo y Pérez Meroni, 2004, 2005-2006, 2007; Paleo et al., 2002; Pérez Meroni et al., 2010). Se identificaron y excavaron varios sitios arqueológicos en la zona costera que comparten características recurrentes en el modo de utilizar el espacio. Se observa la elección de sectores preferenciales de ocupación coincidentes con la presencia de cordones conchiles costeros donde se desarrolla la formación vegetal nativa de la zona, el bosque de tala (Paleo y Pérez Meroni, 2004, 2007). El registro arqueológico está conformado por abundante material cerámico y restos arqueofaunísticos, menor proporción de instrumentos óseos, escasos instrumentos líticos y estructuras de combustión (Paleo y Pérez Meroni 2007). Se caracteriza la ocupación humana prehispánica del área, desde aproximadamente 1700 años AP, como perteneciente a sociedades cazadoras, recolectoras, pescadoras y ceramistas (Paleo y Pérez Meroni 1999, 2004; Paleo et al., 2002). A través del tiempo este espacio fue ocupado por otros grupos humanos. En relación a ello se identificaron y excavaron sitios arqueológicos que corresponden a contextos históricos (Figura 3-A), pertenecientes al ámbito rural y vinculados a la producción pecuaria (García y Paleo, 2013). También se han 160

realizado relevamientos de los sitios arquitectónicos de valor patrimonial, en su mayoría pertenecientes a estancias ganaderas cuyo auge tuvo lugar en las primeras décadas del siglo XX. Por otro lado, se ha trabajado en forma interdisciplinaria, junto a profesionales de la Escuela de Bosques de la UNLP en la elaboración de una nueva zonificación de la reserva según las perspectivas actuales en el manejo de áreas protegidas. Así también, se adoptó la noción de patrimonio cultural-natural como entidad indivisible para orientar las actividades (Arturi et al., 2009). De este modo, a fin de contribuir al proceso de patrimonialización de los bienes culturales-naturales del PCS, los conocimientos generados a partir de estas investigaciones son articulados con saberes locales en las actividades realizadas en el marco de la extensión universitaria y son puestos en juego en actividades de gestión.

Las actividades de gestión Las actividades de gestión en el ámbito profesional no tienen lugar en nuestra formación académica y es por ello que la participación en las mismas constituye un desafío. A través de nuestro trabajo en la reserva se nos ha convocado en las distintas oportunidades en las que se ha conformado un comité de gestión del PCS para integrarlo como miembros de la universidad. De estas reuniones se reivindica la participación de distintos actores tanto gubernamentales, particulares, locales que aportan las distintas miradas de la realidad de la reserva y de las distintas posturas sobre las acciones para su gestión. Es importante considerar la posibilidad de utilizar a la reserva y su comité de gestión como un ámbito de mediación sobre los conflictos que surgen entre los distintos actores (Toribio y Soruco de Madrazo, 2005). En las reuniones del comité de gestión quedan expuestos los distintos conflictos e intereses y las tensiones que existen alrededor de los temas de manejo permitiendo buscar alternativas que concilien las distintas posturas. Un aspecto recurrente en el desarrollo de los comités de gestión es la escasa estabilidad en su trabajo. Este aspecto queda evidenciado en las pocas acciones que se implementan en relación al manejo del parque. El grupo de trabajo también ha formado parte de reuniones de Reservas de Biósfera del país donde se comparten las preocupaciones en la gestión de las reservas (Figura 3-B). Así también y como iniciativa del grupo de investigación y convocando a otros especialistas como el grupo de estudio de talares dirigido por el Dr. Marcelo Arturi se ha procedido, mediante un subsidio de la UNESCO, a plantear una revisión de la zonificación del parque elevando una nueva propuesta. En esta propuesta se ha trabajado fundamentalmente sobre la noción de zona núcleo y zonas de uso, contemplando la conservación y uso en toda su extensión y la importancia de la conectividad entre dichas zonas. Se incluyó una nueva categorización en áreas y una ampliación del PCS, que incorpora hábitats costeros de importante valor biológico. Asimismo, se ha procedido a realizar un nuevo relevamiento de las áreas de interés de patrimonio cultural-natural (Arturi et al., 2009). Los resultados fueron discutidos en la Subsecretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable con personal técnico de las Reservas de Biósfera pero no fueron aplicados a la conformación del PCS.

Las actividades de extensión universitaria Concebimos a la extensión universitaria como “un proceso educativo no formal de doble vía, planificada de acuerdo a intereses y necesidades de la sociedad, cuyos propósitos deben contribuir a la solución de las más diversas problemáticas sociales, la toma de decisiones y la formación de opinión, con el objeto de generar conocimiento a través de un proceso de integración con el medio y contribuir al desarrollo social” (Estatuto UNLP 2008: 9-10). De esta manera, conjuntamente con el desarrollo de las investigaciones en el PCS, el equipo de trabajo abordó la temática del patrimonio cultural-natural y el pasado local a partir de proyectos acreditados y financiados por la UNLP (convocatorias 2000 y 2003) y la Secretaría de Políticas Universitarias (convocatorias 2004 y 2008). Estos proyectos, con sus particularidades, partieron de la identificación de una serie de problemáticas en la comunidad en general y en el ámbito escolar en particular. El análisis de los conocimientos previos de los alumnos de las escuelas de ambos partidos, reveló que si bien existía un conocimiento general del paisaje cultural-natural y de sus componentes (fauna, flora, playa, río, estancias, entre otras) no se asociaba la categoría Parque Costero del Sur como RB (Paleo et al., 2009, 2010). Asimismo, eran valorados positivamente los elementos del patrimonio natural, generalmente dejando de lado aspectos culturales. Por otro lado, la población de Magdalena y Punta Indio registra un acelerado cambio en el último tiempo. En el partido de Magdalena, la instalación de Unidades Penitenciarias generó un movimiento poblacional con la instalación de nuevos residentes temporarios; mientras que la localidad de Punta Indio recibe cada vez más 161

visitantes y nuevos residentes en busca de su paisaje y tranquilidad. Esta situación incide manifiestamente en el sentido de pertenencia de los pobladores a su comunidad. En cuanto al vínculo con la comunidad académica, se ha identificado una escasa participación efectiva de los distintos investigadores en actividades que comuniquen los resultados de investigación de las diferentes disciplinas. A partir de estas problemáticas identificadas, se implementaron por parte del equipo de trabajo propuestas de extensión universitaria, en donde se propiciaron espacios para la circulación de la palabra y el compartir saberes, con el fin de democratizar el conocimiento tanto entre la universidad y la comunidad, como entre miembros de la propia comunidad local. En el marco de los proyectos mencionados, se realizaron distintas actividades que incluyeron un conjunto de talleres en el ámbito escolar (Figura 3-C), charlas-debate con la comunidad en general y cursos de capacitación docente (Figura 3-D). Todos ellos versaron sobre el patrimonio cultural-natural local y sobre el poblamiento humano de la zona, desde una perspectiva arqueológica. También se abordó la temática patrimonial del PCS desde una mirada interdisciplinaria incluyendo la participación de otras áreas como la Botánica y Etnobotánica. Asimismo, en respuesta a requerimientos puntuales de la comunidad local, se han realizado acciones menos sistemáticas pero constantes, como charlas y talleres en eventos locales como la Feria de Ciencias y las Jornadas de la Memoria, así como la planificación e implementación de talleres relacionados a la historia de los pueblos que componen los partidos. En todas las instancias de vinculación con la comunidad, nos hemos encontrado con una respuesta positiva y participativa de los habitantes y su deseo de revalorizar el patrimonio y la historia local, así como el interés por conocer diversos aspectos del trabajo arqueológico. En sus discursos, los pobladores refuerzan la necesidad de incluir los conocimientos producidos en el ámbito académico en propuestas que integren las demandas locales. En el diálogo con docentes y directivos escolares, se vislumbra la necesidad de abordar el patrimonio en el ámbito escolar de forma integral y en las distintas áreas curriculares, destacando su potencialidad en el tratamiento de la historia local y en el sentido de pertenencia e identidad, lo cual propicia nuevas propuestas educativas (Paleo et al., 2009, 2010). En este marco, las actividades e iniciativas propuestas desde el equipo de investigación, son enriquecedoras y necesarias para construir un vínculo con la comunidad, pero no deberían agotarse en actividades particulares, sino ser apropiadas por los pobladores, sostenidas en el tiempo y generadoras de nuevas experiencias (Paleo et al. 2009, 2010). Las actividades de extensión universitaria posibilitan fortalecer lazos comunitarios e identidades locales, así como generar propuestas para el uso sustentable del patrimonio cultural-natural.

Consideraciones finales La experiencia adquirida al realizar las investigaciones arqueológicas dentro de áreas protegidas y especialmente dentro de una RB ha llevado a reflexionar sobre distintos aspectos de nuestra práctica en tales ámbitos. La formulación de RB ha resultado superadora en cuanto a la incorporación de la dimensión humana, pero aún falta que este enfoque integral se sustente en investigación interdisciplinaria. En la planificación de las investigaciones arqueológicas toma relevancia la necesidad de orientar los objetivos de las mismas con los propósitos que rigen las bases de las RB. Esta correspondencia entre objetivos conduce a la planificación de propuestas que incluyan el trabajo con la comunidad en la patrimonialización de los bienes. Entre los objetivos planteados para las RB se establece su utilización para la investigación, la observación permanente, la educación y la capacitación, así como integrar las RB en programas nacionales y regionales de investigación científica, y vincular esas actividades de investigación con las políticas nacionales y regionales de conservación y desarrollo sostenible. Estas directrices deberían ser planificadas y puestas en vinculación por el Comité de Gestión de cada RB como parte de su plan estratégico. En el manejo del PCS no existe tal articulación y por lo tanto las investigaciones se organizan según los intereses disciplinares. De la misma forma, se carece de una articulación con las demandas locales y los temas prioritarios establecidos en los planes de gestión. Un aspecto en que la categoría RB ha resultado superadora en relación al concepto que sustenta el AP, es que la primera es una figura más acorde a los requerimientos actuales de conservación y participación comunitaria. En su concepción, la RB Parque Costero del Sur contempla una dimensión temporal que engloba a la perspectiva arqueológica, pero carece de una visión de la misma como proceso continuo de vinculación entre el pasado y el presente. En la comunidad local, no sólo en el ámbito educativo sino también en los integrantes de las distintas esferas de gestión municipal y del PCS, por lo general se observa una visión temporal discontinua, con imágenes desvinculadas entre sí, en donde el pasado más antiguo de los pobladores prehispánicos, si bien es considerado valioso e importante de conocer, no se relaciona con la identidad y el sentido de pertenencia local, en donde el habitar el mismo escenario toma especial relevancia. Desde la arqueología nos preguntamos cómo fueron las relaciones y la evolución de las relaciones de las 162

sociedades con el escenario de su vida. Esto resulta indisociable de las necesidades y capacidades de estas comunidades en tanto se configura un paisaje dinámico y con cambios a través del tiempo. De este modo, se concibe un paisaje compuesto por diferentes temporalidades y relaciones (Páez et al. 2011). Esta noción de paisaje con temporalidades superpuestas nos permite obtener otra mirada al trabajar en la RB a partir de la cual consideramos que se debe poner énfasis en el trabajo con la comunidad. La importancia de la conservación debería comenzar a pensarse desde los paisajes continuamente modificados a lo largo de la historia y en los cuales la relación hombre-ambiente ha ido cambiando. Así cuando nos referimos a la conservación del conocimiento tradicional podemos indagar y rescatar prácticas sociales desde otras temporalidades. El trabajo conjunto con la comunidad y la participación activa de los pobladores en la recuperación, puesta en valor y socialización de aspectos de su patrimonio, es decir con su patrimonialización, facilita generar una apropiación colectiva del mismo, contribuyendo al fortalecimiento y resignificación de la identidad y pertenencia local y propicia la percepción de la continuidad histórica de la zona. En este sentido, consideramos que debe avanzarse en la generación de planes de manejo y gestión del patrimonio del PCS de acuerdo a los intereses locales, definidos en la interacción comunidad-organismos oficiales, en donde nuestra función como arqueólogos puede realizar aportes significativos. Para ello, se realizan algunas propuestas concretas de trabajo que apuntan en ese sentido. Un aspecto conflictivo central en el proceso de patrimonialización de los bienes culturales y naturales del PCS por la comunidad local es la continuidad en el tiempo de las propuestas. Los avatares políticos, los cambios de directivos y docentes en las escuelas y la falta de continuidad de los miembros de los Comités de Gestión generan que las acciones sean concretas y discontinuas. Como contrapartida, y para que exista una perdurabilidad en el tiempo, se propone la confección de material de divulgación de las investigaciones arqueológicas, utilizando diferentes recursos didácticos que incluya textos, ilustraciones y fotografías, para que constituyan un insumo en todas las escuelas y pueda ser abordado por los actores locales con independencia de los arqueólogos. Si bien esto no reemplaza la vinculación de los investigadores, sí puede brindar recursos para su sostenibilidad en el tiempo. Asimismo, también se propone trabajar en forma coordinada con inspectores distritales y directivos escolares para que se generen proyectos institucionales que aborden la temática del patrimonio cultural-natural y la historia local, de manera tal que se fomente el uso educativo de la Reserva en acciones interdisciplinarias, así como la inclusión de la temática en los proyectos educativos locales. Resulta también de interés fomentar la vinculación del equipo con entidades educativas y municipales que permitan coordinar estas tareas de modo conjunto. En los últimos años, en la agenda política del Partido de Punta Indio está la creación de una sala de interpretación del PCS, en la localidad de Punta Indio. Si bien se ha participado en el asesoramiento para su implementación, ésta no depende de nuestro equipo, sino de realidades políticas y presupuestarias que nos exceden. Sin embargo, de concretarse este proyecto, contar con un espacio físico donde se puedan realizar muestras permanentes y temporarias relacionadas al PCS que incluyan aspectos de nuestras investigaciones, así como con un lugar donde realizar charlas, talleres, proyecciones de videos, entre otras actividades, será de gran utilidad para la comunidad local y un potencial recurso turístico. Un aspecto de gran factibilidad, es fomentar la acción conjunta de los diferentes equipos de investigación que trabajan en la zona, con el fin de generar profesionales comprometidos con un rol social más activo. De esta forma, se propone organizar en forma conjunta con las municipalidades una reunión anual de todos los investigadores que trabajan en la zona desde las distintas disciplinas, en la cual se pongan en circulación las tareas y avances desarrollados, para darlos a conocer entre los distintos equipos y con la comunidad local. Asimismo, se pretende comprometer a los investigadores para que dejen la bibliografía específica que producen como artículos científicos y libros en las bibliotecas de las comunidades, disponibles para consulta de quien lo solicite. De la misma manera, coordinar con los equipos de prensa y medios de las Municipalidades, para que en las páginas web oficiales, dicho material se encuentre disponible en formato digital. Finalmente, resulta necesario propiciar la articulación efectiva con el Comité de Gestión del PCS, generando un vínculo efectivo y continuado entre los investigadores de la UNLP y los miembros que lo integran, para abordar de modo conjunto y en forma coordinada las temáticas de pasado y el patrimonio cultural-natural local.

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María C. Paleo1, Mercedes Pérez Meroni1, Naiquen Ghiani Echenique1, Angélica Uvietta1, Fernanda Day Pilaría1, María S. García Lerena1,2 1 Laboratorio de Análisis Cerámico. Facultad de Ciencias Naturales y Museo. UNLP. 2 CONICET. [email protected]

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7 Identidad, Tradición y Nuevas Tecnologías en la Arquitectura de los Pueblos Originarios

Leonor Slavsky y Catalina Saugy

Resumen Los pueblos indígenas americanos avanzan progresivamente hacia mayores niveles de autoconciencia, identidad y autonomía política y cultural. Encuentran nuevas formas de visibilización que representan simbólicamente estos procesos. En las últimas décadas surgieron en el continente nuevas expresiones arquitectónicas que proponen relecturas de los espacios construidos, basados en la cosmovisión y la relación con el medio de diferentes pueblos originarios, en muchos casos rescatando materiales constructivos tradicionales. Estas se fortalecen con nuevas tecnologías y se encaminan a encontrar soluciones sensibles tanto al medio ambiente como a los nuevos desafíos a los que enfrentan en la búsqueda del “buen vivir”. Sus realizadores son constructores nativos en algunos casos y en otros son profesionales de otros orígenes que desarrollan sus proyectos teniendo en cuenta tradiciones locales, a veces diseñando y construyendo de manera participativa con la comunidad. Realizaremos la presentación de algunos casos en Argentina y otros países del continente. Palabras clave: Pueblos indígenas, arquitectura indígena, arquitectura vernácula, identidad, autonomía cultural.

Introducción La arquitectura como reflejo de procesos políticos y sociales Durante las últimas tres décadas se han desarrollado a nivel continental una serie de procesos políticos y sociales que permitieron la recuperación de la palabra y de la capacidad de auto representación y auto identificación por parte de los pueblos indígenas. Este cambio de perspectiva tiene implicancias que necesariamente afectan la conceptualización del patrimonio cultural indígena en términos de su definición, objetivos, autenticidad y propiedad entre los más relevantes. La filosofía del Buen Vivir (suma qamaña en Bolivia aymara, Sumak Kawsay Ecuador quechua) y las universidades indígenas basadas en los conceptos que la sostienen surgieron en el contexto de estos movimientos de reafirmación étnica y reclamos políticos de 167

autonomía política y cultural por un lado y por otro en los debates de las nuevas teorías del desarrollo, que polemizan con aquellas que toman como eje central el concepto de modernidad. (Slavsky, 2014) La migración hacia los centros urbanos propicia la emergencia de otros bienes culturales, tales como nuevas formas de utilización de los medios de comunicación, nuevas formas artísticas y musicales tales como la incorporación de jóvenes indígenas a la cultura hip hop, como modo de visibilización de una renovada identidad, y una nueva arquitectura que – al igual que en el hemisferio norte – podemos calificar de “indígena”. A diferencia de la arquitectura “vernácula”1 que se define por su adaptación al medio, con sistemas constructivos heredados ancestralmente en la arquitectura indígena contemporánea los elementos denotativos y connotativos tienen un trasfondo ideológico y cosmovisional que es la base de su cultura (Olórtegui, 2006). Es la aparición de un nuevo tipo de bien cultural que realza de manera muy visible la actualización de la identidad de pueblos originarios. No como elemento apropiado por la sociedad circundante, ni como profusión de monumentos conmemorativos o de proyección folklórica, sino como creación propia y auténtica manifestación identitaria en el presente, que combina elementos del pasado con los propios de la modernidad, o se inspira en ellos. Como se señalan Malnar y Vodvarka (2013) se trata de un nuevo género en la arquitectura contemporánea y más importante aún para una mirada antropológica –reconoce no solamente que estos nuevos trabajos están transformando a las comunidades, sino la importancia que tiene esta transformación (en términos culturales, sociales y políticos agregamos nosotras). A diferencia de la arquitectura “vernácula” en este caso observamos diversidad de tipos de proyectos (gubernamentales, comunitarios o particulares), en cuanto a su localización pueden ser rurales o urbanos, utilizan diseños y materiales tanto tradicionales como no tradicionales. En cuanto al tipo de intervención técnica encontramos proyectos estatales sin participación indígena en el diseño, otros en los cuales participan profesionales no indígenas pero con participación de la comunidad y finalmente el trabajo de profesionales indígenas que despliegan su creatividad con diseños novedosos inspirados en la tradición de cada pueblo. Son proyectos y obras que se definen por sus destinatarios y por sus objetivos: están dirigidas a miembros y comunidades indígenas con un carácter de reconocimiento a la pluralidad cultural y reparación histórica o bien están producidas por las propias comunidades y/o sus profesionales en función de sus propios intereses culturales y con un sentido de reivindicación identitaria. Como bienes culturales son catalizadores de procesos sociales de cambio que atraen y agrupan fuerzas, ideas, sentimientos para finalmente producir un bien material que entre otros habilita una relectura de la identidad de estos pueblos. Las nuevas formas originan a su vez nuevos significados en una compleja interrelación entre los elementos de la tradición y la innovación. Son productos que se plasman en la materialidad del espacio construido como el resultado de largos procesos de interrelaciones entre los estados, la sociedad civil y los pueblos originarios cada una de ellas con su corpus político, normativo y axiológico que se ha modificado rápida y profundamente en algo menos de un siglo. Se ha pasado de la presión asimilatoria al reconocimiento del pluralismo cultural al interior de las naciones americanas y la capacidad de decisión autónoma de los pueblos en los temas que los incumben. Un caso paradigmático en nuestro país es el los sitios de culto e inhumación de Ceferino Namuncurá que permite visualizar de qué modo el paisaje construido da cuenta del proceso que sucintamente resumimos en el párrafo anterior referido a tres localidades de la Patagonia: Fortín Mercedes, Chimpay y San Ignacio. Fortín Mercedes, es el primer lugar de reposo de Ceferino luego de la repatriación de sus restos en 1924. Estos se depositan en la capilla de un antiguo fortín militar, símbolo de la conquista y la evangelización. Se encuentra en la línea demarcatoria entre la Pampa y la Patagonia, entre el territorio civilizado y el que se encontraba aun sometido a la barbarie siendo la figura de Ceferino Namuncurá testimonio del avance de la primera sobre la segunda. La apelación a las peregrinaciones propiciadas en un comienzo por la propia congregación salesiana estimuló un culto de carácter popular que cabalgó entre el reconocimiento "semioficial" y la devoción popular. Finalmente la beatificación en noviembre de 2007 establece la legitimidad del culto. Durante ese período toma importancia la localidad de Chimpay, precisamente en momentos en que la Argentina comienza su giro legislativo en la apreciación de los pueblos indígenas reconociéndoles una serie de derechos entre los que se incluye la tierra, la salud y la educación intercultural y el reconocimiento el derecho a la participación en los temas que les incumban. Toman visibilidad pública las organizaciones indígenas y su presencia en la sociedad argentina especialmente después de la celebración del “Encuentro de Culturas” en 1992. Ya no se celebra la asimilación como una virtud deseable, sino que se valora la diversidad cultural. Se construye entonces en el Parque Ceferiniano (creado en 1967), una iglesia partir de un proyecto elaborado por el arquitecto Pablo Segovia, con claras y explicitas reminiscencias de un toldo mapuche que se inaugura el día de la beatificación de Ceferino. Está erigido junto al río Negro y tiene un original diseño arquitectónico, utilizando en su interior la piedra, la madera y la luz, propias de la meseta patagónica2. Finalmente San Ignacio, termina de completar el giro. Los mapuche rescatan la importancia de que Ceferino descanse con “los suyos” y los restos son trasladados a la comunidad de ese nombre en Neuquén. El 12 de 168

agosto de 2009, sus familiares bajo rito mapuche, trasladaron los restos. La comitiva estuvo encabezada por el lonco Celestino Namuncurá y fue recibido en su destino por más de 500 personas. El cultrún-santuario donde se depositaron los restos se encuentra en campo abierto, ubicado en un sector de la comunidad que pertenece al lonko y a sus descendientes. Se inauguró el 15 de noviembre de 2009 con una ceremonia de rogativa, con la presencia del gobernador y fieles de las comunidades vecinas. El edificio está emplazado a un lado del cerro de la Cruz y del otro lado del cerro se encuentra el campo donde anualmente la comunidad realiza la gran ceremonia del Nguillatun1. El Arq. Alejandro Santana, autor de la obra, declara haber elegido la forma de un cultrún por sus connotaciones religiosas: es la forma de transmitir un mensaje ritual a través de la música (Slavsky y Saugy 2011). Ceferino hoy es el mapuche que trabaja por su pueblo y se proyecta desde su propia identidad. (Slavsky 2012).

Figura 1. De izquierda a derecha. 1.- Fortín Mercedes, Pedro Luro, prov. Buenos Aires 2. Iglesia en el Parque Ceferiniano, Chimpay, Rio Negro 3.- Mausoleo Cultrún en San Ignacio, Neuquén.

Algunos casos nacionales e internacionales Argentina Comunidad Ranquel en San Luis – Proyecto provincial El gobierno de la provincia de San Luis creó con categoría de Municipio el Pueblo "Rancul Che", que se encuentra a 178 km al sur de la ciudad de San Luis. Posee 24 viviendas, un hospital y una escuela sobre la base del diseño de los toldos de cueros y cañas del siglo XIX, realizado por el Arq. Luciano Tessi, fundándose en sus investigaciones y entrevistas a los ancianos. Las autoridades provinciales prevén para el pueblo un futuro turístico además de las actividades agropecuarias que allí se realizan.

Figura 2. De izquierda a derecha 1 y 2 viviendas, 3 hospital Pueblo Ranquel, San Luis Comunidad mapuche-tehuelche “Willi Pu FolilKona” de Puerto Madryn – Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) El diseño de las casas fue desarrollado por técnicos del IPV y representantes de la Comunidad para seguir los lineamientos tradicionales de la ruca (vivienda) mapuche; se consiguió que la arquitectura responda a la perspectiva de la comunidad y a la tradición originaria, en lo referido a la cosmovisión como a las formas tradicionales de la vivienda, de geometría circular y con orientación hacia el este. Contará con un centro de reunión comunitario y prevén organizar un circuito turístico para difundir su cultura. La Lonko Rita Rosa manifiesta que el proyecto “permite vivir en comunidad y compartir con las personas del grupo el cuidado del otro, sobre todo de los niños”. Esto es “un acuerdo para la realización de nuestras propias vidas” (Diario Jornada, 2014).

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Nuestra Señora de las Nieves – Junín de los Andes Remodelada por el Arq. Santana busca revalorizar la matriz mapuche de la región incorporando elementos decorativos de ese origen. Figura 3: Nuestra Sra. de las Nieves, Junín de los Andes, Neuquén

Chile Viviendas Ruca. La Pincoya, Huechuraba, Santiago, Región Metropolitana, Chile Se trata de un conjunto de 25 viviendas sociales para una comunidad Mapuche, en la periferia norte de la ciudad. El proyecto se inserta dentro de un conjunto mayor compuesto por 415 viviendas sociales tradicionales. Estas se enmarcan dentro de la política habitacional del “Fondo Solidario de Vivienda” impulsado por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo con la colaboración del Municipio local y la organización privada de gestión social “Un Techo para Chile”. Además en este caso específico se contó con la cooperación de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena. El diseño del proyecto bajo la dirección del Arq. Cristian Undurraga fue producto de un trabajo participativo entre la comunidad, los arquitectos y las instituciones patrocinadoras. En estos parlamentos, que tenían lugar en una ruca, los profesionales aprendieron historia, tradiciones y cosmovisión mapuche. Por tratarse de un proyecto social estatal, el diseño debía ceñirse a la normativa que la institución exige a este tipo de casas. La participación llevó a considerar las singularidades y los aspectos culturales que demandaba la comunidad. La disposición de las casas con la puerta principal hacia el este fue la principal exigencia, como así también un espacio común desde el cual se accede a cada vivienda, semejante al espacio comunal tradicional. Se respetó la expresión individual de cada vivienda, haciéndose eco de las rucas que se despliegan aisladas en el paisaje. (Viviendas Ruca Undurraga 2013). Figura 4: Viviendas ruca, Santiago de Chile.

Canadá Pictou Landing Health Centre, Pueblo Mi´kmaq, New Scotland, Canadá En la península de Nueva Escocia, en la costa atlántica canadiense, el Arq. Richard Kroeker es especialista en la cultura material de los pueblos originarios de la zona y en desarrollar técnicas constructivas en base a métodos tradicionales. Por esta razón fue seleccionado por la Pictou Landing First Nation para construir un centro comunitario que comprende también un Centro de Salud para la atención de las cinco reservas que la componen. Durante el proceso de diseño, se mantuvieron sesiones de consulta con el Jefe y el Concejo indígenas para definir objetivos y mecanismos de participación comunitaria. El edificio debía reflejar las costumbres de los mi´kmaq, construirse con materiales y técnicas locales y utilizar fuentes de energía sustentables. El equipo de arquitectos estudio durante meses el uso histórico de la madera para la construcción de sus viviendas alargadas y los miembros de la comunidad participaron en todas de las etapas del proceso. El edificio posee una forma alargada y redondeada hacia el sur, donde hay un jardín de plantas medicinales y una “rueda medicinal” (medicin wheel) que conforman el centro físico de la comunidad.

Figura 5: Pictou Landing Health Centre, New Scotland, Canadá 170

Así como su sistema constructivo combinó las técnicas tradicionales y las contemporáneas, en el centro de salud hay consultorios médicos convencionales y una sala donde atiende un sanador indígena. Además, funciona como punto de encuentro de la comunidad, tiene un gran salón para reuniones y en las vitrinas de la recepción se exhiben artesanías Mi'kmaq. (Kroeker, s/f y Baduel 2009).

Realizadores indígenas Quizás los aspectos más interesantes de este panorama se encuentren en los trabajos de los arquitectos, ingenieros y constructores de los pueblos originarios que combinando técnicas contemporáneas con conocimientos tradicionales se permiten innovar en diseños y fuentes de inspiración creando las obras más originales. Douglas Cardinal -El estilo indígena en la arquitectura canadiense Entre los arquitectos indígenas de América del Norte se destaca Douglas Cardinal nacido en 1934 en Calgary, Canadá, considerado uno de los más importantes del país. Nació en Red Deer Alberta, cerca de la ciudad de Calgary. Hijo de un guardaparques Blackfoot y de madre Metis como en muchas familias mestizas estuvo sometido a las presiones asimilatorias del entorno. A sus 18 años se inscribió en la Universidad de British Columbia para estudiar arquitectura, donde tuvo su primer rechazo como indígena y como realizador. Según relata, amablemente se le sugirió que su familia no tenía los antecedentes necesarios para ser miembro de la institución. Se dirige entonces a la escuela de arquitectura de la Universidad de Texas en Estados Unidos, donde se convierte en un activista en política estudiantil y en los movimientos de derechos civiles. Una vez recibido regresó a su ciudad natal donde fue contratado para la construcción de una iglesia en Red Deer (ver imagen: http://www.djcarchitect.com/02proj_ssm.html) que reinterpreta espacialmente los sacramentos, eliminando las barreras entre el sacerdote y su parroquia y sentó las bases tanto de su particular estilo arquitectónico como de su metodología para el abordaje del diseño y la realización de sus obras. Posee un estilo propio producto de la confluencia de la tradición indígena con fuentes como Antoni Gaudi representante del modernismo catalán y Frank Loyd Wright precursor de la arquitectura orgánica e iniciador de la Praire School de una arquitectura fuertemente ligada al entorno. Pero no menos que ellos otra fuente fue el artista indígena ojibwa Alex Janvier miembro del así llamado “Grupo de los Siete” pionero del arte contemporáneo indígena en Canadá, con sus diseños curvilíneos fuertemente ligados a la tradición aborigen. La arquitectura de Cardinal está inspirada en el paisaje, en la comprensión y el sentimiento por la tierra donde se ha de construir, porque sostiene que la naturaleza tiene sus propias formas esculturales, vivas y dinámicas a las cuales el arquitecto debe responder. Los pueblos originarios de Canada rápidamente lo convocaron en su ayuda y Cardinal se convirtió en activista a favor de la educación indígena y de la participación de los nativos en sus propias obras y construcciones. En la década de 1990 encabezó el liderazgo en la traducción arquitectónica de los objetivos y aspiraciones de las comunidades amerindias “Cuando me gradué de la universidad de Texas tenia esta idea de que quería ayudar y servir a mi gente, los nativos de Canadá. Pronto descubrí, pasando mucho tiempo con los ancianos, que todavía tenía mucho que aprender; fue un proceso de aprendizaje muy diferente. Lo primero que me dijeron fue: “sabes que no queremos que uno de nosotros mismos venga a decirnos qué tenemos que hacer, ya escuchamos mucho de eso. Queremos que nos escuches, que hagas realidad nuestros sueños y visiones”. Así que atravesé otro tipo de educación con los ancianos; pase todos los rituales y ceremonias de los indios de las praderas, y en un sentido aprendí a vivir más en armonía con la tierra, conmigo mismo y con mi propia gente. “Ello me condujo a un modo totalmente diferente de aplicar mi entrenamiento universitario. Los ancianos me dijeron que tenía que comprender el proceso creativo, que los seres humanos son seres maravillosos, criaturas mágicas con poder de creatividad (...) La idea de vivir en un mundo mágico es parte de mi cultura, de mí propio ser. Dijeron: si quieres traer nuestras visiones al mundo, debes declararlas muy poderosamente como una promesa sagrada, todo lo que hay que hacer es mantener la promesa y las visiones se harán realidad. “La creatividad y las nuevas ideas no vienen del dominio de lo que es conocido, sino de la tierra del águila, donde el verdadero poder existe. Si partes del no saber, entonces la posibilidad de ser creativo se incrementa enormemente. Observo la fauna y la flora de América como fuente de inspiración. “Trabajo con mis clientes para traer sus visiones a la realidad, construyendo desde adentro hacia afuera” (Cardinal 1997). 171

Ante el desafío de construir el edificio de un College en Grande Praire, Alberta, nuevamente se dirigió a los ancianos en busca de asesoramiento. La respuesta fue: “Has comprendido que todo acto es espiritual. Si trabajas con integridad cada proyecto puede ser una cabaña sagrada (sacred lodge). Cuando construimos una cabaña sagrada ofrecemos tabaco al espíritu del sauce antes de talarlo, porque queremos honrar al sauce que nos da vida para construir la cabaña. Si consideras las necesidades de la gente en el espacio, el edificio puede ser también un ser viviente para la gente de Alberta”. Y continua diciendo Cardinal: “Cuando comencé a diseñar el college lo consideré como un organismo. Cada habitación tenía su código genético, una cierta función, su luz y su acústica, cada una de estas cosas determinó la forma del espacio… Los seres humanos no somos sólo criaturas biológicas, con funciones físicas. Tenemos también necesidades emocionales y nos preocupamos por la estética y por el ambiente que tiene el espacio; tiene que tener sentimiento y belleza. Entonces diseñamos cada una de estas habitaciones como células ligadas entre si y comenzamos a ver el edificio como un ser viviente. Desarrollamos este organismo en el norte de Alberta trabajando con la comunidad, con los profesores y los alumnos” (Cardinal 1997 (ver imagen http://www.djcarchitect.com/02proj_egpc.html) Ya en la década de 1960 comenzó a utilizar la capacidad de las computadoras para calcular la complejidad de las formas orgánicas de sus diseños. En los ´70 construyo el primer edificio realizado totalmente con tecnología computarizada para el gobierno de Alberta. Pero quizás sus obras más emblemáticas son el Museo de Historia de Canadá, en Hall, Quebec (hasta hace poco el Museo de las Civilizaciones) y el diseño del Museo del Indio Americano en Washington. Figura 6: Museo Nacional del Indio Americano, Washington, EE.UU.

Figura 7: Detalle de los muros exteriores del Museo de Historia de Canadá, Hall, Quebec.

Ambos museos responden a un mismo criterio, representar a la tierra en su exterior con sus acantilados y peñascos modelados por los vientos, los arroyos y los humedales que existían antes de la llegada de los europeos y en su interior la expresión de la cultura viva, más que un mausoleo, desde una perspectiva indígena, una visión que refleja y expresa la experiencia nativa. En palabras de Cardinal ''un lugar de perdón, de supervivencia y de renacimiento, una nueva mirada del mundo”. (Cardinal, 1997 ver imágenes: http://www.djcarchitect.com/02proj_musnmai.html) Cardinal ha construido museos, centros religiosos, centros culturales y de salud, viviendas particulares, estadios para los pueblos amerindios y para la sociedad canadiense en general. Estas obras pueden verse en la página web citada. Se ha hecho acreedor de múltiples premios y doctorados nacionales e internacionales. Como arquitecto construye edificios, como planificador y activista contribuye a la construcción de comunidades y como líder contribuye a construir puentes entre diversas culturas en el mundo. En el presente colabora con el gobierno de China para la realización de proyectos de viviendas para las minorías étnicas de ese país. Desde la perspectiva de los estudios poscoloniales el canadiense Karpinski hace un análisis interesante sobre los distintos momentos del arte de construir en ese país (pre contacto, post contacto y post colonial) basándose en los conceptos de Derrida de “Hospitalidad, Perdón y Duelo” arriba a conclusiones interesantes para el contexto del hemisferio norte, que ha seguido un proceso histórico político diferente en cuanto a la relación del estado con los pueblos indígenas. Haciendo hincapié en los trabajos de Douglas sostiene que la suya es una arquitectura del perdón, de acercamiento entre los pueblos que constituyen el Canadá moderno en la medida en que su obra se dirige tanto a los pueblos indígenas como a la nación en su conjunto. (Karpinsi 2012).

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Freddy Mamani y la arquitectura neoandina Freddy Mamani es hijo de un albañil, nacido en una comunidad aymara rural. Después de hacer el servicio militar trabajó como contratista; al mismo tiempo, estudió en la Facultad Tecnológica de Construcciones Civiles en la Universidad Mayor de San Andrés (1986), y posteriormente cursó la carrera de Ingeniería Civil en la UBI, universidad privada de El Alto. Sus obras están presentes en Cochabamba, Oruro, Potosí; y en el extranjero, en Puno, Perú, y en Brasilia, Brasil. Pero sus trabajos más importantes se concentran en El Alto. Son los llamados jocosa o despectivamente “cholets” (o chalet cholo, frente al chalet clásico de La Paz) choletitos o cohetillos, o incluso estilo altiplánico psicodélico, nombres que rechaza Mamani quien prefiere para su obra la denominación de arquitectura neoandina. El Alto se convirtió en la Cuarta Sección del Municipio de La Paz en marzo de 1985 y obtuvo el rango de Ciudad en septiembre de 1988. La primera etapa de su historia abarca los años 50 hasta 1965, cuando se radicaron algunos vecinos e iniciaron negocios pequeños para el sustento familiar comenzando su vida urbana en un cruce rural de caminos. Entre los 60s y 70s más vecinos rurales y de poblaciones urbanas pequeñas, indígenas, mestizos y blancos se afincan en el lugar. A fin del siglo, su crecimiento había rebasado el 6.000 % y mantuvo una altísima tasa anual de incremento poblacional, convirtiéndose para el siglo XXI en una ciudad con más de 800.000 habitantes, enorme para el tamaño medio de las ciudades bolivianas. Los inmigrantes empezaron a disfrutar y/o sufrir los efectos de vivir en una gran ciudad, que fue conformándose con su llegada, iniciando su proceso de ciudadanizacion (Laruta 2006) Para fines de los 90, la pobreza creciente debido a la velocidad del crecimiento demográfico y la insuficiente acción estatal fue marcando la vida de la ciudad de El Alto. No obstante paralelamente comenzó un paulatino mejoramiento económico familiar debido al carácter comerciante típicamente aymara que desde la austeridad de la casa rural avanza hacia la construcción del edificio sostenible de varios pisos que tiene en su planta baja tiendas diversas, en el segundo nivel karaokes y en el tercer nivel un restaurante y al final la casa de habitación. (Laruta, ídem). Concluye Laruta (ídem) “En esta ciudad de paradojas entonces, la migración en tropel, el desempleo crónico, la insuficiencia de los ingresos económicos y las limitaciones urbanísticas, tienen como efecto el gradual estrangulamiento de las oportunidades de mejora de vida que finalmente alimenta las ideologías y el radicalismo político de una parte de su sociedad y su liderazgo. Frente a ello se levanta el emprendedurismo alteño, presente en los miles de negocios y empresas familiares o grupales existentes sobre todo en los núcleos barriales de los Distritos del 1 al 8 y que muestran los avances económicos de los migrantes, es decir también la conquista de la ciudadanía económica”. Los usuarios de estas nuevas edificaciones son las familias de la llamada “nueva burguesía aymara” dedicada al comercio en distintos rubros la minería, transportistas, gastronómicos y empresarios de alto poder adquisitivo y con activo intercambio comercial con China. Mamani tiene según las fuentes más de 100 obras concluidas. Los diseños de los edificios están inspirados en figuras tiwanacotas y en los diseños de los tejidos de la zona andina como los aguayos, taris, chulos y chuspas. Pueden ser identificados con la llamada estética “warawa”, que denota la profusión de elementos decorativos, de origen mestizo propio de las expresiones populares andinas, lentejuelas, espejos, bordados y variedad de colores. (Sanchez Patzy 2014) Sus características principales son la presencia de una planta baja con galerías para el comercio; en la primera y segunda plantas se encuentran los salones de alquiler para fiestas y ceremonias; en la tercera hasta la sexta o séptima se encuentran los departamentos para alquilar para recuperar la inversión; y en la última planta se encuentra el chalet propiamente dicho, preferentemente con vista a los cerros, con terraza y parrilla, para vivienda de los propietarios. Figura 8: Arquitectura neoandina en El Alto, Bolivia. El 80 por ciento de las construcciones tienen las fosas para los ascensores, el cinco por ciento de ellos ya están funcionando. Son propiedades cuyo costo oscila entre los trescientos y los seiscientos mil dólares. La profusión de color y la originalidad de los diseños ya se han transformado en una atracción turística. La alcaldía de El Alto anunció que organizará el primer recorrido turístico dedicado a estas coloridas mansiones de la nueva burguesía aimara. La propuesta incluye guías de amautas que brindarán explicaciones sobre el significado de los colores y la simbología. Se trata de un recorrido en bus que se prolonga por cuatro horas y que está limitado a sólo 34 turistas (Rivas, 2015) 173

La arquitecta italiana Elisabetta Andreoli es autora del libro “Arquitectura andina de Bolivia”, que fue presentado en el Museo Nacional de Arte de La Paz en marzo de 2014 (Querejazu, 2014) En su trabajo señala el nacimiento de una identidad arquitectónica contemporánea que incomoda a puristas y enorgullece a aymaras, pero es rechazada por las escuelas locales de arquitectura (Andreoli y D´Andrea 2014) La presentación y la obra de Andreoli produjo la reacción del Colegio de Arquitectos local, quienes sostienen que los cholets no expresan una identidad cultural andina ni étnica sino la emergencia de nuevos ricos que con la ostentación de sus nuevos palacios nos dicen “yo soy orgullosamente cholo, antes no tenía plata, ahora tengo, mírenme”. Por el contrario, para el alcalde alteño, se trata de un “diseño colectivo que hace visible una matriz cultural propia, original, innovadora y auténtica, con bases comunitarias, diferentes al pensamiento moderno occidental”. El arquitecto Gaston Gallardo, de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz reconoce su valor como una nueva tendencia que llama “arquitectura barroca popular contemporánea”, señalando la emergencia hacia sectores medios de una valoración estética diferente: “a ellos (comerciantes aymaras) les gusta así, a mí me parece que hay un desequilibrio de colores" (Infobae América 2014) Mamani se defiende de esta desautorización académica sosteniendo que busca darle identidad a la ciudad recuperando elementos de la cultura originaria. Relata que “En la facultad técnica nos sentíamos menospreciados por la cultura, pero ahora con el Presidente Evo se revaloriza la cultura originaria. Yo fui a Tiwanaco y me impresioné con sus formas y estudié los libros. He dado a mi diseño una descomposición y estilización de las formas andinas”. (Andreoliy D´Andrea 2014). Sostiene Andreoli que Mamani no trabaja con la estética de la élite boliviana y por eso la consideran pintoresca y poco seria, y podría entenderse como clasismo y racismo. Su metodología de trabajo difiere del ingeniero tradicional “Mamani no olvida su formación de albañil: acá no hay planos ni computadores ni rénders. Sin embargo, una vez finalizada la obra gruesa, cada mañana reparte directamente las instrucciones a su equipo y para explicar algún detalle, lo anota en un papel, o a veces, le basta con apoyar el lápiz en un muro para decir: “en la pared, en el instante yo explico” (Andreoli y D´Andrea, 2014). En los medios gráficos se expresan sus usuarios: "Yo soy una mujer aymara orgullosa de mi cultura, alegre y llena de colores. Entonces, ¿Por qué mi casa no puede mostrar lo que yo soy?", dice Rosario Leuca, una vendedora de comida que está construyendo su edificio de siete plantas; “Es como un grito de decir aquí estamos, esto somos", dice Rafael Choque, 25 años y estudiante de Agronomía. "Nos gusta la alegría y a nuestro modo expresamos el lujo", opina Mario Choque, comerciante de 45 años. "En la cultura andina decimos que todo tiene vida (...) también nuestros edificios tienen que tener vida. ¿Eso, qué significa?, que tienen que generar dinero", agrega el constructor Mamani. Los tonos brillantes de verde y amarillo que emplea "son los colores que representan la prosperidad y la esperanza. "La Uta (casa, en idioma aymara) no puede estar estática o muerta, tiene vida, debe bailar, moverse entre la comunidad, servir a los suyos, generando interés y acumulación de capital para toda comunidad", dice el jurista y filósofo Boris Bernal (Perú 21 2015)

A modo de cierre Los pueblos originarios seleccionan entre la herencia del pasado aquellos elementos culturales (que pueden ser mestizos o sincréticos o bien se inspiran en ellos) para crear nuevos bienes que son significativos en el presente y que muchas veces no coinciden con el punto de vista externo del “especialista”. Los indígenas de América Latina se encuentran en un proceso de redefinición de sus identidades y de sus patrimonios culturales, en un escenario de recuperación de la palabra y de capacidad de autogestión no carente de conflicto. En América del Norte los indígenas organizan su representación colectiva en defensa de estos derechos. El American Indian Council of Architects and Engineers (Consejo Indígena de Arquitectos e Ingenieros de Estados Unidos de América) tiene como meta incentivar el rol de los profesionales indígenas; promover el reconocimiento de la excelencia profesional de sus proyectos, servicios y contribuciones; impulsar el estudio de las carreras profesionales en ingeniería, arquitectura y diseño y consolidar la experiencia de los miembros para su representación a nivel nacional. http://www.aicae.org A diferencia de la bibliografía existente con relación al arquitecto canadiense D. Cardinal, la referida a nuestro país y al fenómeno arquitectura neoandina, es casi inexistente. Nos manejamos para el segundo caso de manera casi exclusiva con notas periodísticas, páginas de internet, blogs e informaciones personales. Mientras que la primera es aceptada y su realizador considerado uno de los arquitectos más importantes de América del Norte, la de Freddy Mamani dentro del contexto del proceso de cambio que ocurre en Bolivia y el ascenso social que algunos pueblos indígenas produce rechazo al contrastar con los valores estéticos aceptados en la sociedad no indígena. La obra de Cardinal es considerada como un “perdón” de los pueblos 174

originarios a la sociedad canadiense poscolonial y como un puente entre culturas mientras que la segunda es considerada disruptiva y confrontativa. La pregunta es quién determina la autenticidad de un bien cultural. En Bolivia asistimos a una lucha entre el sentido estético dominante en la sociedad no indígena y aquella que presentan los pueblos originarios en el presente como diacrítico de su identidad; entre el patrimonio “legalizado” y el que irrumpe en el seno de las propias comunidades. Vivimos un tiempo bisagra en el mundo de los pueblos indígenas de empoderamiento en el cual no solo el pasado se presenta como campo de estudio sino también el presente que se despliega ante nuestra vista con impresionantes obras que se proyectan hacia el futuro en nuevas configuraciones sociales y culturales

Notas 1. El patrimonio arquitectónico vernáculo es aquel que comprende a la vivienda y otras edificaciones producto de la participación comunitaria, que mantiene sistemas productivos resultado de sus recursos disponibles y que utiliza tecnologías producto del conocimiento colectivo” 1996 CIAV-ICOMOS, Carta del Patrimonio Vernáculo Construido 2. Se trata de una iglesia con la particularidad de tener un techo formado por unos paraboloides hiperbólicos. (…) (Estos) forman una planta cuadrada que se encuentra girada respecto al entorno, posibilitando así el ingreso por una de sus puntas. Desde el interior, podemos ver como ingresa la luz suavemente desde la separación que se dejó entre las "hojas" del techo acentuando la imponente altura que toma y la liviandad que estas figuras geométricas permiten. https://www.facebook.com/media/set/?set=a.182793361734403.49541.126396020707471&type=3 Consultado enero 2012

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