Patrimonio cultural en Chile: Reflexión desde una experiencia de trabajo arqueológico

July 27, 2017 | Autor: F. Rivera Amaro | Categoría: Patrimonio Cultural, Gestión Patrimonio arqueológico, Gestión Del Patrimonio Cultural
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Descripción

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Patrimonio cultural en Chile Reflexión desde una experiencia de trabajo arqueológico Rodrigo Lorca [email protected]

Francisco Rivera [email protected]

Palabras claves: Difusión, educación, patrimonio. Resumen En el marco de una reflexión crítica sobre el patrimonio cultural en Chile, en términos de sus lineamientos, políticas, desarrollo y perspectivas, se presenta brevemente la experiencia de trabajo arqueológico llevada a cabo en el Parque Nacional Pan de Azúcar, ubicado en la región de Atacama, Chile. Exponemos una discusión teórica general sobre el patrimonio cultural, dando cuenta de su situación internacional, y sus repercusiones y directrices en Chile. En este escenario, presentamos esta experiencia de trabajo, en la cual se muestran los esfuerzos que se realizan por preservar y difundir el patrimonio arqueológico chileno.

Key words: Education, heritage, outreach. Abstract In this article, we offer a brief account of an archaeological study carried out in the Pan de Azúcar National Park, in the so-called Third Region of Chile. We take this opportunity to cast a critical eye on the recent developments and perspectives guiding the politics of cultural heritage in Chile. We frame our argument with a general critique of the concept of heritage as it is normally described from a global standpoint, and discuss the impact that

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this concept has had in the Chilean context. Our archaeological case study reflects some of the efforts that are currently being undertaken to preserve Chilean archaeological heritage and make it accessible to the public. We believe it is crucial that archaeological research is articulated with larger programs of cultural-resource management and preservation in which heritage education has a major role to play. The conservation and research of heritage sites does not only generate superficial nationalistic feelings or promote potential intercultural crashes among local populations; it also contributes to the consolidation of a cultural platform from which people can successfully learn to confront processes of global development.

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“Si no queremos que nuestras conciencias ingresen en un torbellino de indecisiones, necesitamos apoyarnos en la historia; será la única posibilidad de pisar en firme para caminar hacia el futuro, con la convicción de que está en nuestras manos construirlo”. (Lumbreras 2000:14)

Referirse al patrimonio cultural chileno en general y al patrimonio arqueológico en particular implica tomar en consideración, aunque sea a grandes rasgos, los procesos transformadores que han modelado nuestra sociedad actual. Nos referimos al proceso de globalización, que reduce el universo patrimonial a sus aspectos meramente econométricos. La necesidad de recuperación y valoración de lo local, se explica en el hecho de que la separación de los sistemas sociales tradicionales de sus contextos de interacción y su reestructuración bajo las premisas imperantes de la globalización, no ha tomado en cuenta la diversidad cultural existente en los países como Chile, por lo que gran parte de la población se ha visto rezagada de los beneficios de la economía mundial. Ante las condiciones impuestas a las poblaciones de los países que usualmente son llamados tercermundistas, han surgido diferentes respuestas locales a un mismo proceso globalizador, las cuales en un primer momento se manifestaron en la reacción académica (especialmente de las ciencias sociales) y posteriormente en grupos medianamente organizados de resistencia étnica y social. Es decir, hay un intento paulatino de recuperar las identidades nacionales en general y locales en particular, con lo cual se pretende marcar límites culturales entre lo propio y lo extranjero. Es lo que ocurre con el “nomadismo identitario” de Hopenhayn (2001:70) el cual “...se combina de manera paradójica y múltiple, con una mayor afirmación de identidades y sensibilidades locales en el diálogo cultural global”. Con esto no se pretende hacer un rescate de los nacionalismos extremos o visualizar las realidades locales como sociedades cerradas, ni tampoco se quieren desconocer los procesos de la globalización; simplemente se busca rescatar las identidades locales en el contexto de la globalización, y así enfrentar las transformaciones socioculturales y económicas producto del desarrollo global que las afectan. Hay que tener en cuenta que este proceso de recuperación de lo local tiene una Canto Rodado▪4:75-93, 2009

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connotación política clara; es un fenómeno que se ha transformado en una herramienta para evaluar críticamente los nuevos escenarios impuestos por los modelos globales de desarrollo. Esto no implica aceptar que las transformaciones sociales se producen en las sociedades locales como entes cerrados. En este escrito presentamos una discusión sobre la noción de patrimonio cultural, así como las diversas maneras de enfocarlo socialmente, mostrando a su vez una experiencia de trabajo llevada a cabo en el Parque Nacional Pan de Azúcar, ubicado en la tercera región de Chile. A partir de esto, se plantea la necesidad de elaborar proyectos de investigación que contemplen actividades de educación patrimonial, con el fin de generar una reinterpretación por parte de la sociedad de los desarrollos de grupos humanos del pasado. Así, creemos, se logra una identificación con el patrimonio arqueológico, lo cual conduce a su protección y conservación por parte de la comunidad.

El patrimonio cultural en Chile El conocimiento, valoración, protección, preservación y difusión del patrimonio cultural es la base para un reconocimiento identitario y, desde esa posición, “ejercer la crítica de la razón política y económica que organiza nuestra existencia” (Lumbreras 2000:9). En este punto habría que hacerse la pregunta de cómo se conoce, valora, protege y difunde el patrimonio cultural. La respuesta sería a través de la educación patrimonial, es decir, mediante un proceso de interpretación y significación del patrimonio cultural. Particularmente, es imprescindible abogar por el uso sustentable del patrimonio arqueológico ya que éste no es renovable. En Chile, la necesidad de una adecuada educación patrimonial se debe, en parte, a que los intentos hasta ahora realizados para evitar el progresivo deterioro y el saqueo de los sitios arqueológicos1, no son 1

Entre los cuales se encuentran: a) La Ley de Monumentos Nacionales, publicada en el Diario Oficial el 4 de febrero de 1970, que legisla sobre los monumentos arqueológicos, las excavaciones y prospecciones arqueológicas, y sobre la tenencia y manipulación de los restos culturales y naturales existentes sobre y bajo la superficie del territorio nacional.

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suficientes para la conservación del patrimonio arqueológico. Se trata, fundamentalmente, de mecanismos legislativos que no promueven, de manera adecuada, la difusión de las investigaciones realizadas por los arqueólogos hacia la comunidad no especialista. Es decir, en la práctica el Consejo de Monumentos Nacionales, como ente representante del Estado de Chile para la protección del patrimonio cultural y natural, vela por el cumplimiento de una serie de normas legales que los arqueólogos deben cumplir para la realización de sus investigaciones. Por lo tanto, son los arqueólogos los que tienen que asumir su papel como actores sociales; son ellos los que en primera instancia tienen una tarea que desempeñar en la generación de un cambio estructural en la relación que existe entre la sociedad y el patrimonio arqueológico. Este cambio implica la integración de actividades como la planificación, la investigación, la conservación y el uso público del patrimonio arqueológico. En otras palabras, supone realizar el tránsito de un patrimonio cultural visualizado como objeto de estudio de especialistas y lejano para la mayoría de las personas, a un patrimonio social, es decir, participativo y dinámico (Molinari et al. 2000). La preocupación sobre el patrimonio cultural a nivel internacional es muy antigua, como se puede observar en la Carta de Atenas (1931) para la restauración de monumentos históricos (Cabeza y Simonetti 1997:3), la cual “reconoce en la legislación de los diferentes países una tendencia, en lo que atañe al patrimonio cultural, a consagrar el derecho de la colectividad frente al interés privado” (Cabeza y Simonetti 1997:III). Otro caso es la Carta de Venecia (1964), en la cual se definen los monumentos históricos como testigos vivientes de las tradiciones de las diferentes generaciones del ser humano. También se plantea que el monumento histórico abarca el trabajo de arquitectura, así como el ambiente rural o urbano en el que se encuentra la evidencia de una civilización en particular; por lo tanto, la conservación y restauración de monumentos

b) El Decreto Supremo N° 484, de 1990, del Ministerio de Educación: Reglamento sobre

excavaciones y/o prospecciones arqueológicas, antropológicas y paleontológicas, publicado en el Diario Oficial el 2 de abril de 1991, que determina las condiciones de los permisos que se otorguen y regula la conservación del patrimonio arqueológico, para que no se produzcan daños irreparables.

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contribuye a salvaguardar el patrimonio cultural, no como obras de arte sino como evidencia histórica. En lo que respecta a los monumentos arqueológicos, la Carta de Atenas establece que las excavaciones deben estar regidas por las recomendaciones formuladas por la UNESCO en la Carta de Nueva Delhi (1956) que define los principios internacionales que deberán aplicarse a las excavaciones arqueológicas (Cabeza y Simonetti 1997:VII). En este documento se reconoce que lo relativo a las excavaciones arqueológicas es de competencia de las autoridades nacionales, pero pretende establecer principios comunes para las normativas de los diferentes Estados, así como principios de cooperación internacional. Se define que los bienes de interés público desde el punto de vista artístico e histórico están sujetos a protección, y que la formulación de los criterios para determinar su interés público se deja en manos de los Estados. Se llama a que todos los Estados impongan legalmente la obligación de declarar los objetos arqueológicos descubiertos, y que se sometan las exploraciones y excavaciones a la vigilancia y previa aprobación por parte de las autoridades competentes. Así mismo, se propone la existencia de un organismo de la administración central de cada Estado que se encargue de la protección del patrimonio arqueológico en los términos de la Carta de Nueva Delhi, el cual debería trabajar en forma coordinada con los institutos de investigación y universidades, y debería mantener un archivo con documentación relativa al patrimonio arqueológico (Cabeza y Simonetti 1997:VII). Estas recomendaciones son el eje fundamental de acción de los organismos responsables del tema patrimonial, tal como es en Chile el Consejo de Monumentos Nacionales 2 . Sin desconocer la importancia que tiene la labor realizada por esta entidad desde el punto de vista de la investigación científica, de las actividades aprobadas en el marco de la ejecución de proyectos de desarrollo, y de la puesta en valor de los monumentos arqueológicos, hay que recalcar que este trabajo no es suficiente. No se tiene la capacidad necesaria (económica y humana) como para impartir, de manera efectiva, una educación patrimonial que sea capaz de lograr una interpretación y significación de los restos arqueológicos 2

Creado en el año 1925 (Decreto Ley N° 651).

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por parte de la comunidad. Por lo tanto, no se produce en la población un conocimiento ni una identificación mínimos con su patrimonio arqueológico, sino más bien, se mantiene y se reproduce la idea de un patrimonio ajeno, elitista, separado de la cotidianidad social y sin continuidad histórica. La gran cantidad de cartas internacionales y convenciones que hacen referencia a la protección y la conservación del patrimonio cultural3, demuestra la importancia que este tiene para el desarrollo integral de las naciones. Al mismo tiempo, constituyen la base normativa desde la cual los organismos encargados de la conservación y restauración del patrimonio arqueológico desarrollan su trabajo, y plantean algunos lineamientos de acción para que los arqueólogos creen los mecanismos necesarios para la educación y la difusión patrimonial. La Convención sobre la protección del patrimonio mundial cultural y natural (París 1972), adquiere una significativa importancia, ya que es la única convención internacional ratificada por Chile4 (Cabeza y Simonetti 2003:6). En esta convención el patrimonio se aborda desde una lógica que une la protección del medio ambiente con la de la herencia cultural que ha recibido la sociedad. “Se define al patrimonio cultural y al natural en función de 3 categorías: monumentos, conjuntos y formaciones (conjuntos en el caso del 3





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Dentro de los documentos de mayor relevancia se encuentran: a) Los emanados de ICOMOS como son: las Normas de Quito (1974), la Carta de Burra (1981), la Carta de Nueva Orleáns (1991) y el Documento de Nara sobre la autenticidad (1994). b) Las Convenciones Internacionales de UNESCO dentro de las cuales pueden mencionarse la Convención sobre la protección de bienes culturales en caso de conflicto armado (La Haya 1954); la Convención sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales (París 1970); la Convención sobre la protección del patrimonio mundial cultural y natural (París 1972) y la Convención sobre la protección del patrimonio cultural subacuático (París 2001). c) La Convención sobre defensa del patrimonio arqueológico, histórico y artístico de las naciones americanas (Santiago de Chile 1976), promovida por la OEA. Pasa a tener vigencia en Chile como Ley de la República en virtud del Decreto Supremo N° 259 del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en el Diario Oficial el 12 de mayo de 1980.

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patrimonio cultural y formaciones en el del natural) y lugares. Los Estados Parte del acuerdo, tienen la obligación de identificar el patrimonio que poseen dentro de su territorio y de procurar su conservación hasta el máximo de recursos de que se disponga, debiendo recurrir a la asistencia internacional cuando ello sea necesario. Los Estados suscriptores se obligan a integrar la protección del patrimonio en sus políticas, a establecer servicios de protección, conservación y revalorización del patrimonio y a tomar las medidas conducentes a esos fines” (Cabeza y Simonetti 2003:7).

Dada la importancia que tiene la protección, la conservación y la puesta en valor del patrimonio cultural en general y del arqueológico en particular, se hace necesario conceptualizar el patrimonio cultural, dentro del cual se enfatizará lo concerniente al patrimonio arqueológico. Las cartas y convenciones internacionales integran la categoría de bienes culturales (muebles o inmuebles) al patrimonio cultural de las naciones. Desde este punto de vista, el patrimonio cultural está constituido, entre otros, por los bienes culturales, los cuales han sido definidos como: “Objetos que, por razones religiosas o profanas, hayan sido expresamente designados por cada Estado como de importancia para la arqueología, prehistoria, historia, literatura, arte o ciencia” (Convención sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales [París 1970] en Cabeza y Simonetti 2003:30); “lugares y monumentos de carácter arquitectónico, arqueológico o histórico reconocidos y registrados como tales, (… ) vestigios del pasado no reconocidos ni registrados, y (…) lugares y monumentos recientes de importancia artística o histórica” (Recomendación sobre la conservación de los bienes culturales que la ejecución de obras públicas o privadas pueda poner en peligro [París 1968] en Cabeza y Simonetti 2003:14); “bienes que son expresión y testimonio de la creación humana o de la evolución de la naturaleza y que tengan, o puedan tener, a juicio de los órganos competentes de cada Estado, un valor y un interés histórico, artístico, científico, o técnico” (Recomendación sobre el intercambio internacional de bienes culturales [Nairobi 1976] en Cabeza y Simonetti 2003:14). Específicamente, los bienes culturales muebles se han definido Rodrigo Lorca y Francisco Rivera▪Patrimonio cultural en Chile

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como “todos los bienes amovibles que son expresión o testimonio de la creación humana o de la evolución de la naturaleza y que tienen un valor arqueológico, histórico, artístico, científico o técnico” (Recomendación sobre la protección de los bienes culturales muebles [París 1978] en Cabeza y Simonetti 2003:15). Estas definiciones internacionales, dan cuenta de la preocupación creciente en el ámbito mundial de la necesidad de protección de los bienes patrimoniales. Sin embargo, deben tomarse como una base conceptual y normativa que regule las entidades encargadas de la protección del patrimonio cultural (Funari y Domínguez 2005). Es decir, son definiciones muy generales, las cuales tienen su mayor utilidad en la legislación y administración sobre el patrimonio, por lo tanto, no son suficientes para lograr una verdadera interpretación y significación de dicho patrimonio por parte de la sociedad. Esto se debe a que su preocupación máxima radica en la monumentalidad y visibilidad del patrimonio, con lo cual queda fuera gran parte de las evidencias (muchas veces fragmentadas) de los restos arqueológicos existentes en Chile. Por su parte Ángel Cabeza señala que “el patrimonio cultural está integrado por los bienes culturales tangibles (objetos, construcciones, lugares) e intangibles (lenguajes, creencias, costumbres) que nos ha legado la historia. Es la herencia que hemos recibido de nuestros antepasados, y que viene a ser el testimonio de su existencia, de su visión de mundo” (en Adán et al. 2001:482). Esta definición tiene la capacidad de integrar desde la fragmentería arqueológica hasta los aspectos no materiales de la cultura, lo cual se acerca más a la realidad patrimonial existente, no solamente en Chile, sino también en otros países de América Latina como Perú, Brasil, Venezuela o Panamá. Como se aprecia, el patrimonio cultural adquiere una significación política, en cuanto bienes culturales puestos al servicio de las sociedades actuales, no como meros objetos de vitrina, sino como una herramienta capaz de generar identificación y conocimiento social.

Educación y patrimonio Históricamente se ha visto que, mediante el proceso educativo, los Estados intentan crear las pautas culturales necesarias para lograr una Canto Rodado▪4:75-93, 2009

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identidad nacional, que se encuentra en estrecha relación con los modelos culturales globales. Sin embargo, la educación tiene también la capacidad de ser utilizada como un proceso transformador del individuo. Puede convertirse en una herramienta para la producción de conocimiento contribuyendo a que las sociedades locales se enfrenten de manera reflexiva y crítica a las transformaciones derivadas del proceso de globalización. A partir de esto se refuerza la necesidad de contar con una educación patrimonial adecuada para las diferentes localidades del país, ya sea a través de una transformación curricular cuantitativa y cualitativa en la educación formal, o mediante instancias educativas extra curriculares. Cuando se habla de educación patrimonial, se está pensando en un concepto de patrimonio que integre todas sus partes constitutivas, y en este caso particular, los restos arqueológicos, superando las nociones puramente técnicas y academicistas de lo patrimonial, es decir, tomando en cuenta los usos sociales del patrimonio. De esta forma se da sentido y continuidad a los desarrollos sociales a través de la historia de los pueblos, con lo cual se transforman en generadores de identidad cultural. A partir de esta significación del patrimonio (arqueológico) por parte de la sociedad, este se valoriza, lo que lleva a la consiguiente protección y conservación de sus restos (Seguel 1994). La educación patrimonial tiene que ser planificada a partir de diagnósticos rigurosos, y perseguir la meta de contribuir a reforzar la identificación y significación del patrimonio y por ende a la creación de pautas de conservación adecuadas según los requerimientos específicos de cada localidad. Para que un grupo social determinado se preocupe por la conservación y protección de su patrimonio arqueológico, debe mediar un proceso de conocimiento y valoración de sus restos culturales, con lo cual se logra una construcción social del patrimonio. Es decir, se produce una apropiación por parte de la comunidad de su patrimonio arqueológico, aquél que antes solo era estudiado por los especialistas o destruido por huaqueros, empresas privadas, coleccionistas particulares o, simplemente, personas que desconocían su existencia. Con educación patrimonial y difusión, estamos pensando en un concepto integral de patrimonio, es decir que se dé una continuidad lógica Rodrigo Lorca y Francisco Rivera▪Patrimonio cultural en Chile

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entre los esfuerzos de protección patrimonial por parte de los organismos estatales, la investigación necesaria por parte de los especialistas y la visión social de dicho patrimonio. La investigación arqueológica y posterior educación patrimonial puede entregar las herramientas básicas para una identificación con los desarrollos sociales del pasado, los cuales tienen su correlato en los restos materiales. Con esto se pone en valor el patrimonio arqueológico y se logra un manejo sustentable por parte de la comunidad, el cual incluye la protección, la conservación, el uso público e incluso el desarrollo del turismo local. En este escenario, se desarrolló un proyecto orientado al registro y difusión del patrimonio arqueológico del Parque Nacional Pan de Azúcar, en el Norte semiárido de Chile. El objetivo principal no sólo fue el registro sistemático de sitios arqueológicos en un área determinada del parque, sino también, la implementación de estrategias iniciales de educación patrimonial que permitiesen un acercamiento al conocimiento arqueológico por parte de personas ajenas al ámbito científico tradicional, tales como los visitantes del parque y la comunidad que habita en sus proximidades. Nuestro proyecto, por lo tanto, se fijó como objetivo fundamental, hacer partícipe a la comunidad del potencial arqueológico y patrimonial del lugar y propender a su cuidado.

El Parque Nacional Pan de Azúcar El Parque Nacional Pan de Azúcar (Figura 1) se encuentra ubicado en el Norte semiárido de Chile, en los sectores costeros de las regiones de Antofagasta y Atacama. Posee una superficie total de 43,754 hectáreas, correspondiendo 110 hectáreas a un sector insular formado por la isla Pan de Azúcar, los islotes Las Chatas y las rocas emergentes denominadas Las Mariposas, extendiéndose en una franja costera e interior de unos 30 kilómetros de largo (Norte-Sur), por unos 40 kilómetros de ancho (Este-Oeste). Las tradiciones cazadoras recolectoras y de pescadores nómadas de la zona, cuya antigüedad data de alrededor de 10,000 años, y que continúan con los pueblos alfareros y ocupaciones post-hispánicas, señalan un territorio multicultural, condicionando en gran medida los modos de vida actuales de muchas poblaciones de la región. Este trabajo permitió Canto Rodado▪4:75-93, 2009

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Figura 1. Ubicación del Parque Nacional Pan de Azúcar.

aumentar en más de 50 los sitios arqueológicos registrados en el Parque Nacional Pan de Azúcar5, y con ello elaborar un importante material de difusión sobre este tema. Además, fue posible realizar la capacitación de un conjunto de actores sociales muy relevantes en cuanto a la conservación del patrimonio: el personal de guardaparques de la Corporación Nacional Forestal (CONAF) y un grupo de guías turísticos de Chañaral, la ciudad más cercana al parque. La labor desarrollada durante la investigación consistió en la identificación de sitios arqueológicos, el registro superficial de material cultural

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Con anterioridad a esta intervención, se tenía el registro de 13 sitios en el parque, en su mayoría alterados y, en algunos casos, parcial o totalmente destruidos. Esta nueva investigación, dio como resultado el hallazgo de 52 sitios arqueológicos tanto prehispánicos como históricos (Quevedo et al. 2004).

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asociado a las diversas estructuras prehistóricas e históricas detectadas y, la georreferenciación y localización cartográfica digital de los sitios registrados.

Difusión de resultados Para cumplir con el objetivo de promover el aprendizaje y el desarrollo de la identidad local con base en el conocimiento del patrimonio, era importante divulgar, en la comunidad involucrada, los conocimientos generados por el proyecto. Los dos pilares fundamentales en este proceso fueron la capacitación de personal (desarrollo de capital humano), y la producción de soportes físicos de difusión. Para lo anterior, se efectuó un taller de capacitación sobre el patrimonio arqueológico, dirigido a los funcionarios del Parque Nacional Pan de Azúcar y la agrupación de guías turísticos de la zona, y se elaboró una pequeña sala museográfica informativa. La idea era dar continuidad a los resultados obtenidos, potenciando la labor de difusión de los agentes locales encargados de la entrega de información turística a los visitantes. Los principales contenidos desarrollados fueron: • Introducción a la prehistoria local: Se dio a conocer el desarrollo cultural de las poblaciones que habitaron la región en tiempos prehispánicos e históricos, caracterizando los principales elementos constitutivos de estas unidades culturales. Además, se entregaron herramientas teórico-metodológicas sobre la prehistoria y la conservación del patrimonio cultural de la región. • Aspectos legales del patrimonio arqueológico del país: Se planteó críticamente la problemática en torno a las siguientes preguntas: ¿Cómo se protegen los bienes culturales en Chile? ¿Qué herramientas legales poseemos para su protección? ¿Cómo detenemos el saqueo y el tráfico de bienes arqueológicos? • Patrimonio cultural del Parque Nacional Pan de Azúcar: Los resultados obtenidos en el reconocimiento y registro de sitios arqueológicos del parque, fueron difundidos a los funcionarios de CONAF con el objeto de complementar los módulos anteriores. La idea fue dar a conocer las manifestaciones arqueológicas concretas del parque a sus administradores, para procurar su buen conocimiento, cuidado y fiscalización. Canto Rodado▪4:75-93, 2009

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La acción de difusión de los actores sociales involucrados en el Parque Nacional Pan de Azúcar requería la disponibilidad de material de apoyo. Con el fin de trascender el período de ejecución del proyecto y masificar la cantidad de público beneficiario del mismo, habilitamos en el Figura 2. Exposición de paneles móviles Centro de Información Ambienen el CIA. tal (CIA) del parque un conjunto de paneles exteriores de información sobre el patrimonio arqueológico, además de un conjunto de paneles interiores que constituyen una exposición fotográfica y documental sobre el patrimonio arqueológico del Parque Nacional Pan de Azúcar (Figura 2). La entrega de este material, sumada a la contextualización de los materiales históricos y arqueológicos que poseía CONAF, ha permitido conformar una pequeña sala museográfica, en donde los visitantes pueden obtener una visión más acabada del patrimonio arqueológico regional y su referente local en el parque. La muestra fotográfica es fácilmente transportable, de modo que servirá, además, como importante complemento de las labores de educación ambiental que CONAF realiza con escuelas de la región e instituciones culturales que así lo soliciten. De este modo se amplía el potencial de difusión del proyecto, extendiendo su presencia física fuera del parque.

Evaluación de la propuesta Luego de un año de finalizado el proyecto, se realizaron encuestas a los visitantes y turistas del parque y entrevistas semi-estructuradas a los guardaparques, con el fin de obtener una visión concreta del impacto social generado por el material elaborado durante la ejecución del proyecto. Para esto, se formularon preguntas referentes al conocimiento previo de la prehistoria de la región, de la prehistoria del parque, y de la información disponible en el CIA.

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La gran mayoría de los encuestados (76 por ciento), no había visitado aún el CIA del parque al momento de realizar las preguntas. Esto concuerda con las respuestas de las entrevistas realizadas a los guardaparques y guías turísticos de Chañaral, en las cuales hacen una distinción sustancial respecto a las conductas y actitudes de turistas y veraneantes 6 hacia los recursos culturales y naturales del parque: “la gente siempre se interesa; el turista quiere conocer, leen, se informan. El veraneante no. El veraneante sólo viene a hacer fiestas, dejan todo sucio, lleno de botellas, colillas de cigarros… creen que somos sus sirvientes, no quieren conocer” (Entrevista Guardaparque 1). Lo anterior da cuenta de una realidad que se repite a lo largo del país, con un segmento pequeño de personas interesadas en el patrimonio arqueológico, por lo que es necesario generar estrategias de protección y difusión acordes a las particularidades de cada lugar. En nuestro caso, conforme a la disponibilidad de tiempo y recursos con los que se contaban, se instalaron soportes informativos en el centro establecido por CONAF. Sumado a esto, se diseñaron trípticos, con lo cual no era necesario dirigirse a un punto establecido del parque para obtener información. Aún así, en este caso, los trípticos constituyeron un medio de alcance limitado, dada su cantidad insuficiente (3,000 ejemplares que fueron distribuidos en menos de un año). Del total de visitantes del CIA (24 por ciento de los entrevistados), menos de la mitad conocía o tenía algún referente con respecto a la existencia de poblaciones prehispánicas en la región y/o al interior del parque. Son las manifestaciones del patrimonio natural (flora/fauna) las más conocidas del lugar y las que más atraen a los visitantes. Esta situación da cuenta de la necesidad urgente de diseñar proyectos de difusión patrimonial que incentiven no solo el conocimiento de la prehistoria regional, 6

Entre el grupo de guardaparques existe una diferencia importante entre los tipos de público que llega hasta el parque durante el verano, señalando a unos como veraneantes y a otros como turistas. A los primeros se los identifica como aquel grupo de personas que sólo llega al parque para visitar sus playas e ir de fiestas, y que por lo general, no se interesan mayormente en los atractivos naturales o culturales del lugar. Por el contrario, son los turistas aquellas personas interesadas en conocer sus componentes naturales y culturales. Es este último tipo de público el que se acerca al CIA con el fin de interiorizar sus actividades.

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sino su protección y conservación. “Una vez que ven el tema arqueológico, preguntan dónde están las cosas como cementerios y cosas así. Preguntan dónde están las cosas, en qué lugar están los sitios arqueológicos. Pero nosotros no les podemos dar esa información. Pero los interesados son los turistas, no los veraneantes” (Entrevista a Guardaparque 2). Los visitantes del CIA, en su mayoría sin previo conocimiento del patrimonio arqueológico de la zona, se mostraron muy interesados en seguir aprendiendo sobre el tema arqueológico, planteando la necesidad de replicar iniciativas como esta en otros lugares y parques nacionales. Con referencia a los cambios de actitud de turistas y veraneantes que llegan al parque debido a sus recursos arqueológicos y naturales, los guardaparques y guías turísticos coinciden en que hay una conducta más responsable: “Preguntan dónde se encuentran las cosas. La misma gente de acá era la que destruía esto antes de ser parque. Ahora ya no se puede ir a esos lugares porque conocemos la importancia de las cosas” (Entrevista a Guía de turismo).

Consideraciones finales Las manifestaciones culturales del pasado tienen un papel activo en el presente como herramientas de valoración y fortalecimiento de las identidades locales. Su rescate es un desafío que se puede enfrentar gracias a iniciativas de difusión que abordan los problemas del patrimonio. Si bien es cierto que estos proyectos son necesarios, pero no suficientes para la difusión, conservación y protección del patrimonio arqueológico, creemos que es importante que sigan aumentando los trabajos en esta línea y darles seguimiento a través del tiempo. Es indispensable dar cuenta de la urgencia de dirigir los estudios arqueológicos hacia la preservación de los restos a través de su puesta en valor, por medio de iniciativas que contemplen la educación patrimonial como su principal objetivo. Se trata finalmente de “una oportunidad única para el registro y rescate de diferentes restos culturales patrimoniales con inminente peligro de destrucción” (Reyes et al. 1998:694), producto de los constantes procesos de urbanización, rehabilitación de espacios públicos, construcción o intervenciones varias.

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Si bien es cierto que el Consejo de Monumentos Nacionales es el organismo técnico del Estado que vela por el patrimonio cultural, somos los arqueólogos los responsables de elaborar las estrategias de educación patrimonial y difusión de las investigaciones hacia la población; somos los arqueólogos quienes tenemos que asumirnos como actores sociales capaces de producir el cambio necesario en la relación sociedadpatrimonio arqueológico y conducir a su puesta en valor. Se puede decir que con la globalización cultural, con su tendencia a la homogenización y hegemonización de la cultura a nivel global, donde los Estados plantean la existencia de una identidad nacional basada principalmente en la capacidad de consumo, ha disminuido el respeto y estimación por los monumentos y obras del pasado. Es por esta razón, que la puesta en valor de sitios patrimoniales y la educación patrimonial son de gran importancia, no para generar nacionalismos vacíos ni para provocar choques interculturales, sino para poder tener una base cultural propia para enfrentar los procesos de desarrollo global. Agradecimientos. Agradecemos el apoyo de FONDART III Región (Fondo Nacional de Desarrollo de las Artes y la Cultura), CONAF III Región (Corporación Nacional Forestal), a los guardaparques, habitantes de Caleta Pan de Azúcar y a los guías turísticos de Chañaral. Así mismo, agradecemos a nuestros colegas Soledad Donoso, Francisco Garrido, Ricardo Moyano, María José Fernández, Alejandra Sejas, Christopher Valdés, Rodrigo Riveros y Silvia Quevedo. Finalmente, a Beatriz Rovira y Juan Guillermo Martín por incentivar la publicación de estas ideas y experiencias.

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